CENTRO DE EXPERIMENTACIÓN DEL TEATRO COLÓN temporada 2015 Últimos movimientos del señor Fogwill JEFE DE GOBIERNO Mauricio Macri VICE JEFA DE GOBIERNO María Eugenia Vidal JEFE DE GABINETE Horacio Rodríguez Larreta MINISTRO DE CULTURA Hernán Lombardi DIRECTOR GENERAL Y ARTÍSTICO Darío Lopérfido Últimos movimientos del señor Fogwill MARZO jueves 12 | a las 20 viernes 13| a las 20 sábado 14| a las 21 SALA DEL CENTRO DE EXPERIMENTACIÓN Víctor Torres voz y piano Renata Schussheim y Ezequiel Grimson dirección Roberto Traferri diseño de iluminación Gustavo Basso acústica UNA LECTURA Mariana Seropian y Manuel Valverde asistentes de dirección Sobre el ciclo de poemas homónimo de Rodolfo Enrique Fogwill Agradecimientos: Vera Fogwill, Francisco Fogwill, Andy Fogwill, Verónica Rossi, Bárbara Maier, Alejandra Gandini, Ximena Talento, Rubén Fernández, Pablo Fessel, Pablo Massa y Daniel Campione Fogwill lector por PABLO FESSEL LECTURAS Johannes Brahms, Vier ernste Gesänge, “O Tod, wie bitter bist du”, Berlín, N. Simrock, 1896. Johannes Brahms, Ein Deutsches Requiem (versión de Londres), “Selig sind die Toten”, Leipzig, J. Rieter-Biedermann, 1908. Rodolfo Enrique Fogwill, Últimos movimientos, “Últimos movimientos del señor Fogwill”, Buenos Aires, Paradiso, 2004. Arnold Schoenberg, El estilo y la idea, “Brahms el progresivo”, Madrid, Taurus, 1963, pp. 128-131. Franz Schubert, “An die Musik”, Leipzig, Breitkopf & Härtel, 1894-1895. Robert Schumann, Dichterliebe, “Im wunderschönen Monat Mai”, Leipzig, C. F. Peters, 1844. La literatura de Fogwill, tanto como su actuación como escritor, están atravesadas por la idea de la ruptura. Su objeto es el más amplio posible: las instituciones literarias, el sentido común, los géneros de discurso, la palabra despersonalizada de las frases hechas. Formas cristalizadas por la convención. La provocación de Fogwill es también un llamado a enfrentarse a esos objetos con la violencia de su propia mirada inaugural. Pero su corrosión no es solo destructiva: se leen todavía en su poesía los restos de una antigua belleza, junto con los relámpagos de una nueva. En el centro de ambas, del quiebre y de la belleza, está la palabra misma. Poemas como «El señor Fogwill fuma pipa», o «El señor contempla su obra», con los que se abre Últimos movimientos del señor Fogwill, escenifican un desdoblamiento del yo. Podría pensarse ese desdoblamiento como otra forma del quiebre, dirigido al registro de la poesía lírica. El yo en Últimos movimientos está en la voz («La voz es la materia del poema»), en el tono, pero no en la sintaxis, en la cual es un él. Sobre ese desdoblamiento se despliega la ironía. Ezequiel Grimson y Renata Schussheim desarrollan ese desdoblamiento y lo trasponen a la escena. Le piden a Víctor Torres, un cantante lírico, que lea sin impostación. La voz del poeta suena en otra voz que no es tampoco la del “yo artístico” del cantante sino su voz personal y privada, la voz que el poema lírico tradicional postula como clave de su sentido. Pero se trata de una apariencia: la lectura está pautada como una partitura. La idea de que hay una musicalidad inherente a la lengua poética es tan antigua como la pregunta por la justicia de la música para con el sentido de las palabras. ¿Cuál podría ser la música de su poesía? Fogwill amaba los Lieder de Schubert con la intensidad del anhelo. Pero esa no es la música de su escritura. Una palabra tan consciente de su sonoridad (del timbre de sus sonidos, de sus tempos variables, de la plasticidad de su forma, del encadenamiento, las cumbres y los precipicios de sus ideas) está tan cerca de la música que cualquier música demasiado musical se alejaría de ella. La música de la poesía de Fogwill está compuesta ya de alguna manera, y subsiste velada en la renuncia al sonido de la palabra escrita. Musicalizar esa poesía no es tanto un acto compositivo como interpretativo. Últimos movimientos del señor Fogwill restituye el sonido de la palabra escrita en la voz de un cantante que lee. Reminiscencias de otras músicas, desdibujadas por el recuerdo, interrumpen por momentos la lectura. Una de ellas, “O Tod” (“Oh muerte”), la tercera de las Cuatro canciones serias op. 121 de Johannes Brahms, se presenta al comienzo en la destilación que realiza Arnold Schoenberg en su ensayo sobre «Brahms, el progresivo». La pieza está inspirada en un pasaje del Antiguo Testamento (Eclesiástico 41,1-2): lamenta la muerte amarga, que alcanza al hombre que vive en paz entre sus bienes y puede servirse el alimento; y saluda la muerte que sentencia al viejo acabado, carente de fuerzas y de paciencia. (Como un recuerdo persistente que adquiere cada vez mayor definición, la canción se escucha más adelante en forma integral.) La escena está reducida al mínimo: la intimidad de un estudio, con una mesa, un libro y un piano. La puesta se propone en contrapelo al desdoblamiento fogwilliano: el espectáculo se pliega al desarrollo del poema, se funde con él y lo interrumpe con la música que Fogwill escuchaba y cantaba con pasión, como descanso de la música omnipresente de su propia voz. Últimos movimientos del señor Fogwill El Sr. Fogwill fuma pipa El Sr. Fogwill, delgado, en el espejo El Sr. Fogwill, antes del desayuno El Sr. Fogwill fuma en pipa. Una vez más ha despertado flaco, Fogwill. El hábito de lavarse los dientes. Pasa el tiempo. Sube como una nube de tiempo hacia su frente y fuma. No debería fumar en pipa el señor. Le teme al cáncer el señor. Son muchas leucoplasias superadas en sus labios y encías y es mucho el miedo que no mitiga ni el sabor del latakia. Se siente más liviano y delgado. Lo verifica en el espejo del cuarto de baño: “pasan los años y uno adelgaza”, piensa. El de afeitarse. Las hebras negras arden graduales bajo una capa de ceniza. La brasa roja se anima como la vida al chupar. Y el olor… ¡El olor...! ¡Líbranos de todo mal, olor de buenos pensamientos imbéciles condicionados por el ícono del hombre y su pipa! Escapan las ideas por la boquilla. Bajan burbujas de saliva y crepitan contra la brasa volviéndose vapor en el hornillo, en el hollín. Podría engordar. Pero hay un ánimo delgado, enclenque que esta mañana le compete. El sueño del amor sería una mujer con quien adelgazasen juntos, graduales hasta el momento del final. Pero la vida es otra cosa. El de beber su té caliente, amargo, en ayunas. Y el de fumar un cigarrillo, pensando en el día. Después cagar: cagar dos veces antes del baño. Después la ducha y unos instantes de ducha helada: estoicismo ilusorio de las mañanas de este invierno. Y vestirse. En las mañanas de viaje en un hotel todo es más fácil. El Sr. Fogwill preferiría saber qué es esa cosa. Planificar el desayuno. Aunque no hay cosas, piensa que quizás no haya cosas y que la vida no existiría si él no engordase, adelgazase o padeciera cambios imaginarios de ánimo como el de esta mañana. Fumar un cigarrillo durante el desayuno. Leer la prensa del día durante el desayuno. Caminar por el hall. Controlar las miradas del personal y pasajeros. Verse delgado en un espejo. Elegir la mujer del prójimo. Organizar los pensamientos, el día. Obedecer la agenda. Escribir los poemas del señor. El señor contempla su obra Abre el correo Baja a la siesta Oye llover A SOLAS CON SUS “CASIS” Cuando ha perdido la razón el señor se levanta y va a la mesa de los libros. Abre el correo. ¿Qué mejor que dormir y en las imágenes que preceden al sueño encontrar una voz, o un sonido distintos, tallados desde adentro como cristales invertidos? Oye llover. Trata de comprender el roce de la lluvia en los balcones, las ramas y la calle. Piensa en “casi”. Los niños juegan frente al televisor. Ni oyen la lluvia, son casi como una lluvia. El mundo mudo, llueve como una sucesión de cosas. Mira sus libros, los borradores de otros libros que nunca serán y relee prólogos y solapas. Imagina una sociedad de animales: perros que leen, monos que cantan, patitos que platican en una vernisage, gatos que piensan y comentan a Esquilo y conejos que nunca acaban de ponerse de acuerdo sobre Kant y el arte de la fuga. Entonces los libros toman sentido. Las solapas y prólogos que él mismo escribió –o corrigió–, recobran aquel sonido originario, que alguna vez oyó. Después se aparta de la mesa y vuelve a su trabajo. Está llamando a una oficina, y oye siempre la misma voz indicando que aguarde. “Aguardar” significa a esperar. Y esa “persona que no se encuentra” significa que no está allí, y supuso que alguien lo buscaría. El señor Fogwill escribe la palabra “espera”, vuelve a la mesa de sus libros y espera. El invierno termina pero siguen llamando, convocando, interpelando. Todos quieren vender. Todos compraron la necesidad de vender. Habría que borrar y comenzar de nuevo. O mejor: cambiar de dirección, y concentrar el pensamiento en esta mano que conduce el ratón y conecta con otras manos y ratones idénticos que interpelan con sus clicks para nada. Son pensamientos del mediodía. Ideas diurnas y cada día más habituales. Abre ¿qué? y piensa “habría que…” ¿Qué? ¿Que librarse del hábito? ¿Que no fumar? ¿Que no aspirar cada mañana el aire del correo y su olor a pantalla encendida? Afuera, afuera se abre una tarde llena de luz. Lo que sólo sucede en la siesta: fiesta de los umbrales del color y sombras de sonidos. Unas palabras que el señor Fogwill sabe que olvidará, pasan de un lado a otro de los ojos y hacen un ruido como de pies rozando el piso áspero. Piacer. Decide que será para siempre piacere la palabra olvidada, y que por siempre quedará allí, en los umbrales de la siesta, intraducible, en italiano. Las imágenes, las formas y colores llenos de ruidos y facetas talladas desde adentro del sueño también seguirán para siempre oscurecidas por esa lingua que apenas conoce. Suceden en sus juegos y el mundo como una lluvia es ellos y acontece mudo para sí. Según el ánimo todo parece casi alguna otra cosa. Casi como una lluvia intermitente. Y casi podría oírse, como otra lluvia el retumbar de los ruidos de fondo. Está convencido de que siempre detrás de cada pensamiento, respiración o mundo habitable, sonarán esos ruidos de casis contra un fondo inhumano. Son las creencias: casi todo lo que puede pensar. Una granada con los poderes del hombre Hay ciclos NO SON TEMAS DE POESÍA La poesía es el motivo del poema El señor juega con la granada. En una mano muestra lo que se puede hacer y en la otra lo que no se puede hacer. Hay ciclos, evoluciones, involuciones, vueltas y medias vueltas de ánimo. El correo. El orden de la mesa. Los ciclos personales y naturales. La buena suerte, las desgracias, adelgazar, fumar, mirar televisión, las vacaciones y la hacienda y las cosechas genéticamente modificadas no son temas de la poesía. Cuando aprendió el inglés el señor Girrione se quitó el one. Casi cabe en su mano. Tiene la forma de una piña. El tacto terso del polvinilo siliconado es como un terciopelo que acaricia la piel de quien la empuñe. Pero a la vista, parece acero pronto a desintegrarse. Esquirlas: pirámides letales como pirámides envenenadas. Efecto inflamable: no utilizar en medios de transporte ni en espacios cerrados de menos de treinta metros cuadrados, le tradujeron del hebreo. Es una granada disuasiva. Puede matar en ciertas condiciones, pero fue diseñada para paralizar de miedo, aturdir y provocar sensación de ceguera, y el consecuente pánico. Tranquiliza al usuario el doble sistema de seguros y la advertencia de que estalla a tres segundos de activarla. Se atrevería a lanzarla en la montaña, o en los acantilados, pero hace mucho, que no viaja a montañas, ni a acantilados. En cambio, sigue acariciando su granada en el momento de escribir y piensa en los comandos, en los acantilados y en los desiertos que nunca volverá a visitar. “Adivinen, –pregunta–, qué harán después los hombres con el mundo de las ciudades…” Eso es: nada. Puros pliegues de piel, irregulares, ocupando un espacio vacío entre los puños apretados. No sabe qué es el ánimo. ¿Un alma acaso? ¿Almas mutantes que vacilan y que con cada cambio parecerían definitivas? El aire, la atmósfera, ciertas miradas, o un mal recuerdo tendrían mucho que ver. Los malos recuerdos aparecen siempre a la hora de los malos recuerdos. Las vueltas se repiten permanentemente. La mente permanece permeable, estática como una pantalla llevada a cuestas, arriba, atrás, justo detrás de la cabeza. Tampoco Dios, los dioses, y lo sublime inalcanzable caben en el poema. El tema y los motivos serían la división del mundo en temas y motivos y lo que queda ahí, sin ellos, en el centro, sin hombres. Justo la punta de su apellido: ¡El uno de su nombre! ¡Era su parte sin esperanzas buscando allí un motivo para vivir en el poema! Pero la poesía no es un motivo ni es emotiva. Triste es reconocerlo al cabo de una vida gastada en cálculo de efectos, temas, sílabas, tendencias y modelos de enunciación. Quedan libros de Girri en un estante, en la ciudad: más testimonios de la ausencia de un yo. EL Dr. F., AUSENTE EL ADJETIVO PIENSA EN LO QUE SABE UNA VISIÓN A MEDIODÍA FOGWILL NADA Ausente, está delante de sí mismo, al comando de sí. Sí: si no da vida mata. Lo que aprendió. Lo que olvidó. Se oscurecen los árboles. Del borde del camino crece un pedazo de noche. Nada y ve su sombra por un fondo ondulado de arena. Tal vez no sea siquiera un efecto del poema. Algo que sube desde la tierra borra el azul y hace una noche entre los árboles y en medio de la oscuridad una mancha amarilla se burla del día, del camino y de las ramas que reverberan con sus hojas reflejando el sol. La asimetría del cuerpo se proyecta hacia abajo pero todo va, lento, adelante y abre un vacío de aguas que pasará rozando, helado, quedando atrás, abriéndose. El sí es lo que comanda los movimientos del muñeco, los pensamientos de la víscera arrugada que fue. Pero cuando da vida engaña al entendimiento a la razón a los sentidos. Y al sentido de todos los sentidos. Lo que aprendió sobre otras cosas aprendiendo una cosa. El uso de la cosa, espontáneo, aprendido y la palabra cosa que nunca aprenderá a eludir. La figura que escribe. Su espalda curva, la nuca, el balanceo de los hombros, las rutinas de viejo que contraídas se dilatan en este tiempo limitado. Todo está allí. La poesía no es el motivo del poema. La poesía es una institución. Quizás inevitable, como todas las cosas concertadas de la vida. Es un homenaje que celebra la tierra a los que forestaron el paisaje neocolonial de la ruta balnearia. Pero él no está. Él era el chico del poema que vio pasar corriendo con pasos heptasílabos. Tus ojos son parte del poema. Me miran. Señores que anduvieron por aquí en viejos Chryslers y hasta en tilburys imaginando este presente que va quedando atrás y pasa contra la ventanilla izquierda como una página de historia. Ahora es su ausencia lo que escribe. Lo que comanda y dicta, se imprime en la pantalla vuelve a grabarse y él lo ha vuelto a leer. Este olor que quedó debiera ser parte del poema o envolver una parte del poema como de mí. Tu olor es el motivo del poema. Imaginario, causa, efecto o instrumento del poema llamado a contenerlo. Nuestro olor, descriptible. No adjetivo, envolvente. La sombra continúa debajo. Se deforma sobre la arena como un agua. Oscura forma de su cuerpo yéndose. BAJO EL AGUA LA VOZ ES LA MATERIA DEL POEMA ¿ELUDIR LOS GERUNDIOS? ENTRE MENORES MADRE MATERIA El frío dura apenas unos minutos. El cuerpo se habitúa al intercambio de calor. La voz, las voces. Elude los gerundios. Son dos: escucha una voz que le dicta la voz es la materia del poema y lo escribe. Y sin embargo está mañana vio el sol brillar –el sol brillaba– y eso era el sol brillando. Ahora son once sílabas y materia es otra voz acentuada en el centro. Poesía intraducible al español. No apta para el mercado hispano. El entrevistador, un periodista también poeta (menor: de edad/de géneros/de obra) no interroga, afirma lo que creyó leer, confirma lo que se calculó debían creer los lectores de antiguas entrevistas que permanecen en los archivos de la prensa. Hace lo inmaterial desde los ruidos limpiándolos, borrando ecos, recombinando para que sean sonido y vibren justo sin existir en el espacio, en la materia del aire. Materia: materia del poema, té de la frase que divide y evoca una voz anterior, interior. Buen ejercicio para una víspera de Navidad: mirar la permanencia de un verbo interminado. Los nuevos libros. Los nuevos escenarios sociales. Las mismas preguntas. Las mismas elusiones. La desazón, igual. Casi lo inmaterial logrado. Tal vez reciba algo del sol. Es lo previsto en los programas de turismo. Lo imprevisto es el hombre que cruza la rompiente, bucea ahí donde el agua es más clara y nada contra el fondo hasta que la visión de un pez de mandíbulas salientes (¡y excrecencias de piel que parecen blindajes de la primera guerra…!) le evoca lo terrible. Lo terrible es ceder a la corriente helada del fondo. El cuerpo nada hacia adelante pero las piedras y la arena corren hacia un costado. ¿Dónde estará? ¿Dónde estarán las chicas que jugaban entre las olas antes de la rompiente? ¿Podrá volver para llevarles el recuerdo de este pez ancestral contado? –¿Qué es la materia?– –¿Qué es esa madre siempre dictando voces?– Proyectos. La semejanza de uno y otro es el tema de un diálogo que nadie ve. Los pequeños intérpretes se fugan hacia un punto desde donde al mirarse sólo ven convenciones de prensa. Pero después cada palabra recupera su mundo: sombras, ecos, recuerdos ideas embrionarias, efectos de otros mundos inesperados. Es el fracaso de la materia humana. Es el trabajo humano con el fracaso interpretado: buena razón para insistir. EN LOS TIEMPOS DE OTROS NO HAY QUE LEER VERBOS INTERMITENTES RAPARIGA EN MILETO PENSAR DE NOCHE Claro: es uno mismo quien se interna en los tiempos del otro. No hay que leer, no hay que pertenecer al tiempo ajeno. No habría que haber caído en la tentación de tanta música citada. No debería pensar en eso. Siempre un verbo intercede en favor del sentido que no se alcanza a concebir. Nunca sabremos la verdad de Tales en Mileto. Esperan el aleteo del pájaro perdido entre las ramas más oscuras que invitaría a pensar. Su prisa, su torpeza parecerían ajenas y uno se va volviendo ajeno a la par. En el tiempo del otro se vive como en un verso ajeno. Todo está pero falta uno, el uno, el nombre. La propia voluntad. No hay caminos mejores que el de Sintra con la curva de la muchacha rapariga que representa los elogios del mundo. No hay más islas que Itaca: Quilmes. Sus ruinas son espejo de las malas lecturas. El dolor, el dolor en las piernas del fumador se vuelve insoportable. Todo es cuestión de atmósfera, conjunciones lunares, térmicas y azar: por aquí encima a poco más de diez mil metros de altura desde hace tiempo pasa una corriente de aire tan fuerte que reduce en un veinte por ciento el consumo de combustible de los jets. También la llaman jet. Viene desde el oeste. De un oeste lejano de libros y aire marino. Habría que saber más sobre esto que mitiga el dolor de los muslos, el miedo a la muerte y la decrepitud. Son pensamientos de un mediodía nublado. Los sentimientos de una vida que leyó mal, muy pronto, tarde, apurada por vivirse, errada. ¡Como si hubiese un fondo oscuro de palabras bajo la víscera mental! De allí proceden las desviaciones de la frase que configuran la apariencia poética de lo que habría que callar. Alguna vez miramos las últimas palabras aún vivas en el fondo de la mente de otro: algo que pululaba allí o latía, y plegándose sobre sí mismo bullía, ruidoso como si fuese a salir al mundo. Y nos quedábamos mirando aunque nada saliera. Eran tiempos del tedio y de la voluntad desalentada igual que ahora. Pero cayó en el pozo de la fábula y la muchacha era una esclava de ágiles pies marmóreos y cintura de cántaro. El tiempo nubló todo con sus malversaciones y la duda ha hecho época. Pero la risa flexible de la muchacha vuelve a estallar cuando oscurece o antes de amanecer, mientras se aguarda el chistido del pájaro que convoca a pensar lo vano. A imaginar. O a vacilar entre un ruido de hojas ¿o plumas?, y el aire súbito del corazón ¿o el viento de la noche? y el frío del aire ¿o el alma helada? Sólo la risa de la muchacha consigue sostener a los que dudan en el fondo del pozo de su mirada. SU RISA CANTARINA LOS QUE SENTARON A LA BELLEZA LAS VIEJAS LESBIANAS LAS CANÉFORAS DE MATTONI ACTRICES, ACTORES Se despeña su risa como piedritas en la barranca que tememos subir. Los que sentaron a la belleza sobre sus muslos ahora se sientan en una mesa de este café de moda y miran cómo pasan las modas dejando en su lugar un vacío de cosas y alguna cosa que sospechan será moda mañana. No puede imaginar la piel de esas mujeres. Llevan fuentes y jarros. Ramas, cañas, alguna flor salvaje de la orilla y una visión de las acequias que no podremos compartir. Si verdaderos, no representan: son el representar. Dan la belleza: el miedo de caer al agujero de la escena que nos vuelve al fondo de lo que debió ser. Reír con ella –a la par, a su par– parecería una traición. No a su risa ni a la alegría que gravita en cada hueco de su cuerpo-cántaro. Riamos, traicionémosla. Bella, bestia: ¡Mirá cómo reímos traicionando el sublime sombrío que enseña el brillo de tu boca! Están viejos. Un modo taciturno y el temblor de las cucharas que endulzan –vacilando– el café, los revela también a ellos prontos a pasar. Ahora han sentado a la fealdad sobre sus hombros. La fealdad es un mono fantasma adiestrado por la paciencia que encanta a las mujeres con sus gestos que parecen humanos o infantiles cuando tiende un brazo para pedir. Mientras tanto y a oscuras bajo la mesa, entre sus rodillas, se desarma un muñeco de estopa: Stuffed men Hollow souls. No puede imaginar el tacto ni el olor de esas mujeres que llevan años compartiendo su cuarto y la visita de furtivas muchachas. Pero entiende el amor, los ritos, las costumbres domésticas y ese sueño animal, de posesión, desesperado. Todo lo que deviene todo lo que nos viene procede de esas locas obstinadas del acarreo. Todo lo que nos viene: poemas recién creídos del cielo, poema de la tierra hurgada con las uñas, verso del olor a raíz que contiene la tierra e impregna el dedo, párrafo de la supresión del olfato y la vista, escena del oír aquella música de campanillas, vientos y ramas rotas. (Es una forma que nadie escuchará que nunca se repetirá, pero que imaignamos tramada en fugas y contrapuntos de Bach, y que ahora ondula el cuello de las actrices de una coreografía de zambas, cuecas huellas y chacareras: todo lo que sabemos y que jamás podremos imitar). Traen cañas, ramas, jarros. Indicios de una infancia, una necesidad y un aire que nunca será nuestro. Y ni hablar de sentir. ¿Qué es sentir ahí sentados enfrentando al agujero mismo de nosotros mismos? TRES VAQUITAS Actualidad: Según la prensa, en La Argentina, en la pampa, científicos, –bah… Unos técnicos de laboratorio-, clonaron una vaca. Ranking: Sólo en nueve países del mundo, hasta la fecha, consiguieron clonar y así, esta tierra del sur recupera su lugar entre las grandes naciones. ¡La décima potencia genética! Es buena performance y motivo de orgullo para los pobladores de la octogésimo cuarta potencia económica del planeta. ¡Una vaquita! Un anunciado despertar. Potencia: Alguna vez, se ha dicho, La Argentina fue una potencia exportadora. Por entonces, la producción anual de una hectárea de salvaje tierra pampeana bastaba para pagar un Ford, su flete desde Detroit y los paseos del verano. Deterioro: Ahora un automóvil que clonan en Korea cuesta el producto de treinta y cinco hectáreas de la misma tierra, fertilizada y transformada con máquinas traídas de Brasil. El valor de una vaca: Se dice que una vaca no vale nada sin saber que hace setenta años sus ancestros valían como un Ford. Ahora han clonado unas vaquitas y les han dado nombres de niñas de New York: Mary, July, Betty, Peggy. ¡Rubias vaquitas musicales! A alguna de ellas le incorporaron un gen humano (¡Algo humano…!), no para humanizarla sino para disponerla a producir hormona hiposifisiaria que hará crecer a los humanos que beban su leche. Buena noticia: Buena noticia –¿Para los enanos? –No: para padres de enanos. Los enanos no aspirar a crecer: desean ser otros, como toda la gente en el mundo tan otro, tan aparentemente ajeno, y tan de otros, que la casa del hombre es un campo de caza de hombres. Hombres y Vacas: Se matan o se meten en la intimidad de la materia de la vida. Núcleos, cromosomas, cadenas, genes y moléculas: construcciones mentales o visuales convertidas en cosas y armas que disparan hacia el futuro mental. Imágenes de la armonía inalcanzable de la vida. E ideas perdidas: Son las ideas perdidas del Dr. Fogwill: ¡Ay volver a comer una vaca toda de carne, sin cromosomas, sin hormonas, ni más destino que ser caliente carne, sangrante e igual a la carne propia y al goce de la carne del hombre y la mujer argentinos…! DEL PLACER Y DEL GOCE ONÁN EN LA ESCRITURA Se imagina a comienzos del XVII componiendo un ensayo sobre el placer y el goce: el acto aislado y el moroso trabajo de la materia pensante. “La carne”, “el cuerpo” el organismo-máquina perfecta, ¡el onanismo de la filosofía cartesiana! Las escrituras cuentan otra historia de Onán. Su repudio parcial de la mujer, la viuda de su hermano impuesta por la ley. La adherencia fetal del pensamiento contemporáneo. Y el feto en su agua, su pecera tibia y paralizante cárcel con que soñamos día y noche. Pero el desprecio de su estirpe lo llevaba a verter sus jugos en la tierra negándole los hijos a esa mujer, y por ella a La Ley. La idea de que el placer se verifica en actos intermintentes parpadeos, mientras que el goce supone una continuidad, un trabajoso tiempo humano, y que es trabajo y como tal no se compone de actos sino de una oscura pulsión anterior, preexistente ineludible y sin embargo tan costosa, subsiste confundiendo los pensamientos del Dr. Fogwill desde hace cuatro siglos. Siglos de error acumulado entre sus sienes. Cientos de imágenes, sentidos que huyen, volando en remolinos hasta caer en el embudo de oscuros alquimistas del XVII. El deseo de su cuerpo –hundirlo, penetrarlo– ardía. Amaba Onán como un carnero o como un toro pero sólo reproducía sus actos, no carne ni cuerpo para la guerra ni para los trabajos del rey y los profetas. EL BRONCE DE HUIDOBRO En mi ciudad bandas de lumpen-proletarios saquean parques, espacios públicos y cementerios en procura de bronce que venderán como valiosa materia en el mercado negro de fundidores de chatarra. Allí van las placas que conmemoran a Mamá o a un prócer. LOS SLOGANS DE LAS BUENAS LETRAS TESIS EN DISCUSIÓN MÉTRICA Allí, ahí disolviéndose, hay una forma que nunca escribirá Farewell, ni Caballero Solo y sin embargo brilla y burbujea en el vapor metálico de una caldera clandestina. Arte de ingenio y convención social. Ahora, cuando imagina la belleza del cielo, ni piensa en el azul. Sólo él habría podido celebrarlo con una frase. La filosofía es una preparación para la muerte: ¡já! Y uno dijo que escribe para no ser escrito: una preparación para la mala vida. A la hora del té, si oye el sonido té, ve una tacita en el centro del verso y a derecha e izquierda la simetría bilateral de dos manos que dividen el día en grupos de cinco sílabas. La publicidad es una escuela. Y las escuelas una preparación para vivir, para el consumo. Los crucifijos y los cuerpitos de Jesús, en escala de pájaro se disuelven en el magma bullente junto a campanas robadas, picaportes, fragmentos de desguaces navales y cañerías domésticas. Pero vivir no es preciso, la idea de vida es navegar: lances de dado de timón contra el azar del viento y la marea. Allí se hundió la estatua de Huidobro que hasta diciembre de 2002 velaba pensativa los días y las noches de Plaza Chile en la ciudad de Buenos Aires. Predecir no es preciso. Ni decir pero. Puro creacionismo: la forma de su cuerpo sumándose a esa lava, de cobre y estaño, y soltando una luz amarilla de gas incandescente. Claro: las nubes y la luna permiten alguna previsión o predicción, a veces. Aunque se sienta escrito esta tarde el señor dirá todo otra vez: vivir/decir/escrito/ disposición/escuela frases en las que predominan las siete sílabas de siempre. ¿Se ven siete? ¿Se ven? ¿Se ven las siete siempre gravitando hacia esas once sílabas que eleven el aliento que el paso va marcando con su vacilación? Lo puro transparente, no, ni tampoco frescura ni levedad en cielos imaginarios. Compone planos de nubes superpuestas fondos de oscuras nubes en el día manchas lechosas que en el cielo nocturno bañan la opacidad con amenazas de mal tiempo o de buenas tormentas. Profundidad de un cielo en el que nada podría hundirse. Buenas noticias para el campo. Térmicas ascendentes para el que vuela sin motor. Cúmulus para los que navegan. Desniveles, imprevisión para el poeta: contrastes, paradoja de la belleza del cielo inexistente. Celeste, excelso cielo: idea de cielo que alguien compuso en un ensayo acerca de la palabra cielo y que se superpone a todo cielo como una bruma pura de luz. Horas endecasílabas del té. Horas en punto de la tarde. Horas a punto de escaparse por el vacío de la frase que descubre una memoria de té y de madre en la lengua materna. VELAS DOMÉSTICAS COMO LAS COMPARACIONES PERO TE MIRO EN EL HASTA CONCIBIENDO UN JARDÍN Esas manos que dividen la tarde en mitades idénticas y ventanas de luz son maternas: simétricas como alas inertes, y ahora, como alas quietas, doradas como de piel, leves como la brisa que lame las cortinas ¡de voile! Son odiosas, ociosas. Pero te miro y veo que ha pasado la luz y que detrás de todo hay una luz o una ilusión de luz que forma el mundo y define las cosas. Es el hastío de la distancia ya recorrida o fácil. Estar aquí: en una tarde de verano donde el tiempo no corre y es un sinónimo de “clima”. La tierra es fácil, los brotes las semillas y los gajos están prontos. El sol se aleja, viene el otoño y es hora de ordenar réplicas vegetales alrededor del gran vacío humano de la casa. ¡Clima de nuestra era! Metáfora atmosférica para alientos y almas que han aprendido a detenerse. ¿Dónde estamos nosotros? ¿Y cómo creceremos, respiraremos fuera de nosotros? Como de voile en este sueño. Velas de luz, paños oscuros de algodón egipcio de los últimos clippers de la Tea Race se balancean en el cielo. Y sin embargo, aquellos mástiles de la brisa marina fueron de un barco de vapor. Es el ocio, es el odio a pensar lo que compara. Y lo que después viene es la conciencia del idiota: ideas, ínfimas voluntades de cosas proyectadas por otra voluntad sin ánimo. ¡Qué mañanas de pérdidas! ¡Qué ideas perdidas de los días perdidos! ¡Qué “ques”, qué exclamación de nadas señalando con aquel dedo nada! Vos, por ejemplo, recortado en el espacio recortado del ejemplo que fuimos. Ejemplos: nuevas comparaciones. ¿Con qué comparan los ejemplos sino con uno mismo aún más falsificado? El bonsai ríe de la lluvia, del crecimiento humano y del paso del tiempo. Pasa un señor diciendo que estos helechos nunca resistirán el frío: falso. Todo lo que nos llegue desde la calle es falso. Un largo cable blanco une el jardín con nuestra antena satelital. Se mueve con el viento de marzo. Brilla en la noche con gotas de rocío o de lluvia. Nada de eso afecta la recepción de las imágenes. Tampoco el sol ni el frío alteran la perfección del blanco exterior, ni la eficacia del filamento de metal que seguirá ligando al jardín con el cielo cuando las flores y el satélite hayan desaparecido. UNA GUERRA Lee las noticias de una guerra en preparación. Es una mera. Es nuestra mera mierda contempóranea. Una vez más americanos, árabes, socialistas, déspotas, naciones, razones, amenazas, esfuerzos diplomáticos, obras de inteligencia, máquinas cada vez más perfectas de disuasión, compras magnánimas, caos al servicio del orden y demencia al servicio de la razón y el equilibrio del equilibrio de las razones exteriores y ajenas. Estupor, estupor. Aumentarán los combustibles. Habrá más frío, menos combustión, menor kilometraje por centavo. Malo para el comercio. Pésimo para el turismo. Para la paz, inocuo, donde nunca hubo paz. Otra vez, otra guerra. Otra vez, una nueva vez. “¡Y las veces que nosotros hemos…!” “¡Y tantas tantas que nosotros habríamos…!” ¿Y si pudiésemos finalmente cómo…? Esta es la guerra. Parte de la guerra: la amenaza de guerra. La verdad que revela la guerra así leída: los tantos muertos calculables no le interesan al señor. En más o menos muertos la guerra de este mes es meramente relativa. LA AGENDA EN PERSPECTIVA LAS FÉRTILES MÉTRICA URBANA La del espacio la del hijo la de los nombres la de los acontecimientos la del paso del tiempo la del peso del tiempo la del papel donde compuso esta imagen geométrica de lo humano, del hombre es decir, de uno con bordes, flechas líneas de puntos, dos palabras tachadas, y una palabra rodeada por un óvalo que parece mirar a quien lo mira después de meses de haber trazado esa figura indescifrable. Andan, van, dan algo con su figura en movimiento. Pasos de siete sílabas son su modo de andar por la ciudad que hostiga con su música inerte. Hacen imágenes que se respiran con el movimiento. Su paso traza algo en el aire, dibuja algo en la mente de quien las ve pasar, y las deja pasar por el espacio para fijarlas en el tiempo de un pensamiento donde su imagen, quieta, es esta música que se respira de su piel y sus ropas: todo lo que aprendieron y exhiben ya, apenas a los doce. Lo que le impide pensar es eso: el imposible acople de su tiempo con el tiempo del mundo. Tendría que rapear balbucear o encontrar otro tiempo, no éste ajeno que termina de advertir que jamás fue suyo ni podría haber llegado a serlo. Ciudad inhabitable y más ciudad por ello y aún más real por opaca a las curvas del verso: ¿Qué simetría arbitraria podría reflejar la extrañeza de estar aquí? OYE PUNTUACIONES BAH… RAZONES EXTERIORES EL DANTE, EL ALMA “When I was just a little baby boy my momma used to tell me these crazy tings” y piensa que el ritmo a veces puede desenvolver el rollo de la vida, los roles asignados por el error y los errores designados para acertar en el orden. La coma, el intervalo de respirar. El punto: la señal de su espera de lo que viene. A lo denigrado. Viene de afuera la razón. Es hora de ordenar. De obedecer el orden. Cotejar, cotejar el todo con el mundo y uno, que es tantos se ajusta allí en esa forma en el compás de su armonía imposible. Le va diciendo al ánimo: “Sospira…!”. Orden de las palabras: usos del adjetivo para dar aire y sumar sílabas a lo que dice o a lo que hará decir algún poema y un movimiento de ánimo que ahora quisiera sugerir para que se repita siempre. Es el que lee y oye su voz o alguna voz, venida de la memoria o de un fondo supuesto, imaginario. Y lo que queda en el papel. Trabajo humano, la civilización de los papeles y los signos, el tiempo, y el polvo que sepulta tantas cosas inútiles que yacen: ¡libros! Y todo eso y la libertad: banderas de abundancia y olvido. A lo que no se puede. A lo que se desprecia. A lo que nunca se quisiera querer. A lo que viene desde allí, del todo, el mundo. Bah de vaya, bah de uno mismo. Pero hoy no es alma el ánimo. Es un soporte teórico para el estado de nuestra voluntad. Para el Estado, o ggi, hoy –¡óyeme mi oíme!– todo es estado y tu palabra es una constitución magnética en los chips de memoria. Cabe un sospiro en la memoria. Cabe Dante en un file del directory. Y todo escapa con la velocidad del paso de una donna. Como un suspiro escapa el aire, y el alma: encantada de conocer este deseo. Oíme el alma, olé, huélemela con un lamido de aire en sintonía furtiva con tu mirada. SUCESIÓN DE LAS VECES HASTÍO DE LA TRAMA SUCESIÓN DE LAS VECES PASAN LOS MUERTOS EL CUERPO MIENTE Puede recordar dos veces pero no puede vivir dos veces. No es el hastío ni el hasta ahí geométrico ni el hartazgo de los dibujos ni la torsión calculada del hilo. Son niños, oigo sus ecos, los cristales que trizan sus agudos, las sirenas que llaman claman, buscan, horadan el presente con su deseo latiendo. Y cuántos son, y cómo se suman por la gracia de disolverse, y la magia de su sagrada descomposición. El cuerpo miente. El hambre es falso. El sueño es mera convención. La sed está en la boca o el cuello. Soñar es recordar errores de otro momento y contárselos. No se sabe qué es ver. ¿Quién ve en el verbo ver? Ni definir “la vez”. ¿Qué es la vez? ¿Qué ves detrás de la palabra vez más allá del encuentro de cada alguien con algo que sucede? Había una mujer tejiendo que yo la vi… Y ahora a veces recuerda y recompone movimientos en la memoria como quien teje sobre el hastío de la trama. Será la regularidad, la causa repetitiva de las formas, la paciencia del hombre como renuncia, y lo que se dispone a ser: un hacer que no acierta a saber qué es, e insiste y teje su trama alrededor del vacío. Y el ruido de la especie. Y el arte de enterrarlos, negarlos y volverlos relatos en la memoria. Escucho el ruido de la especie en este aire que los envuelve, niños y adultos atrapados en su cápsula de actualidad. Un desfile de nombres, imágenes veladas, sonrisas, rictus, guiños de una luz que pasó. O de una sombra que atraviesa el tiempo con todo el movimiento del día. Usted salió y volvió de allí y del cuerpo. Es otro quien comienza otra vez a creer en sí y a escuchar el hambre y la pujanza del sexo. REUNIÓN DE HOMBRES PENSANDO EN EL DÍA MATERIA ES EL MOTIVO LA SED ESTÁ EN LA BOCA En la reunión, entre los vivos piensa que el mundo no existiría si él no creciese, engordase, adelgazase, respirase, o fuera. En el día, en las horas que vienen. En lo diáfano que se oscurece. En las líneas que representan tiempo y se interrumpen o se tuercen ahí, sobre sí en la sintaxis de la agenda y en su revelación del desencuentro humano. Sí: es la materia. Causa y finalidad del ruido del poema. Motivo: movimiento. Y en el azar que liga a unas neuronas del hipotálamo. No hay sed, sólo un impulso que puede postergarse. No hay sueños, y sin embargo si quisiese, podría soñar con la sed de tu boca. Y la curva del sol, el recorrido de la luz estirando sombras de hombres y cosas. Sangre materia. Sin esas eses sin esas eras martilladas por la flexión del verbo, no existirían las cosas, –business, horas planificadas, concierto humano ganancias y honorarios– ni el honor de la época, la vida misma para los hombres de la época. En el encuentro de negocios la referencia al subjuntivo y su flexión sonora los distrae del fantasma de la homosexualidad y los encanta como una leve violación consentida. Ara, era, ese, ase allí detrás, violándolos. El día para ya estar. El día para planificar. El día que amanece y su amenaza de una vida que no querría: ahí en la agenda la representación de lo que no debiera representar, de lo que habría que vivir como una mera curva que pasa. Ruido para la nuez de la garganta y la piedra que gira en la cabeza y a veces entrechoca piedras y brillos de sangre. Pulso: número entrecortado de la sangre. El pulso es el motivo, y la insistencia del motivo y del cuerpo. ¡Beber su agua! Sólo pensar beber el agua de tu lengua, en tu boca, es sueño. El cuerpo insiste: traza marcas, versos, señales de la mente en la mente materia del deseo. Los derechos de publicacón de Últimos movimientos en este programa fueron cedidos por gentileza de © Herederos Fogwill. Últimos movimientos fue publicado en el año 2004 por Ediciones Paradiso, Buenos Aires. TEATRO COLÓN DIRECTOR GENERAL Y ARTÍSTICO Darío Lopérfido DIRECTOR DE PRODUCCIÓN ARTÍSTICA Guillermo Scarabino DIRECTORA EJECUTIVA Mónica Freda DIRECTORA ESCENOTÉCNICA María Cremonte DIRECTOR VOCAL Y GERENTE GENERAL Carlos Lorenzetti DIRECTORA GENERAL TÉCNICA, ADMINISTRATIVA Y LEGAL Carolina Clavero DIRECTORA VOCAL Eugenia Schvartzman DIRECTOR VOCAL Hugo Gervini DIRECTORA DE ESTUDIOS MUSICALES Eduviges Picone DIRECTOR DEL CORO DE NIÑOS César Bustamante DIRECTOR DEL CORO ESTABLE Miguel Martínez DIRECTORA GENERAL DE RECURSOS HUMANOS Elisabeth Sarmiento DIRECTOR DEL BALLET ESTABLE Maximiliano Guerra DIRECTOR GENERAL DE PLANEAMIENTO Cristian Mealla DIRECTOR DE LA ORQUESTA FILARMÓNICA DE BUENOS AIRES Enrique Arturo Diemecke DIRECTOR DEL CENTRO DE EXPERIMENTACIÓN Miguel Galperín DIRECTORA DE RELACIONES INTERNACIONALES Zulema Scarabino DIRECTOR TÉCNICO OPERATIVO Juan Manuel López Castro DIRECTOR DEL PROGRAMA COLÓN CONTEMPORÁNEO Martín Bauer DIRECTORA DE AUDITORÍA INTERNA Isabel Valente DIRECTOR DEL INSTITUTO SUPERIOR DE ARTE A/C Claudio Alsuyet DIRECTORA DE CONTROL DE GESTIÓN Manuela Cantarelli Hugo García | Jefe de Prensa Daniel Varacalli Costas | Publicaciones DIRECTOR Miguel Galperin PRODUCTORA ARTÍSTICA María Eugenia Troisi teatrocolonoficial PRODUCTOR TÉCNICO Omar Duca ASISTENTE DE PRODUCCIÓN Luciana Rico teatrocolon CETCOFICIAL teatrocolontv CETCOFICIAL teatrocolon ASISTENTE DEL DIRECTOR Eugenio Monjeau CETC.TEATROCOLON.ORG.AR www.teatrocolon.org.ar