CRÓNICAS EUETEREOMELANCOLIOSAS Marzo de 2007 Como me perdí el banquete de la nostalgia virtual (amén de los más efectivos que habéis organizado en mi ausencia), me van a permitirme un pequeño ex abrupto (o sea que fue pero ya no es abrupto) literario y, como se verá, lagañoso. Durante mis vacaciones por la Cerdeña me di una merecida panzada de literatura argentina que mi hizo descubrir a un escritor compatriota hasta ese momento ignoto para este azaroso lector: Daniel Moyano, ¿alguien ha oído hablar de él? Es ¡EXTRAORDINARIO! También me mandé La traducción, de De Santis, que trata de una serie de muertes sospechosas durante... ¡un congreso de traductores! Vale la pena, porque está muy bien escrita, tiene una trama que atrapa y... se conoce que el autor no tiene ni putísima idea de cómo son los congresos de nosotros. Otro que me mandeme fue Excelencias de la NADA, de Asís (sobre sus experiencias como Embajador de Menem ante la UNESCO). Para mí, que merodeo por allí, una maravilla. Bien escrito, pero al cabo decepcionante, El ejército de ceniza, de Feinman. Atrapador e hilarante El Flore à Montparnasse de Asís, y espléndida Vivir afuera, del grande Rodolfo Fogwill, con el cual resbalo hacia la nostalgia prometida. Rodolfo (como Asís) es de mi generación (le digo Rodolfo, porque aunque él no se acuerde, yo sí de las agarradas que teníamos cuando él era cuadro de choque del MAR (Movimiento de Afirmación Reformista) y yo ideólogo descalabrado de ARFyL (Asociación Reformista de Filosofía y Letras) en épocas en que la susodicha facu quedaba aún en Viamonte 430, en el Di Tella causaba estupor el delirio de Marta Minujin con su "Menesunda", Palito Ortega era de izquierda, en la tele se gestaba la posterior e inolvidable "Polémica en el bar" con un Marcos Zúker (recientemente desaparecido, pero no tan trágicamente como su hijo) que monologaba intermitentemente acerca de su novia, un Juan Carlos de Zeta (qué se hizo?) que monologaba en contrapunto, cuando los desopilantes tics se lo permitían, de su psicoanalista, y un Alberto Olmedo que, sin decir una palabra durante todo el esquech, se dedicaba a "arreglar" una bicicleta o un ventilador haciendo más desparramo él solo que el Gordo y el Flaco y los Tres Chiflados juntos, y, a la vuelta (de la Facu), sobre una Florida todavía ídem, Chemea era aún Rhoder's. Uno de los personajes de Fogwill ha pasado también por esos lares y salpica de recuerdos varias páginas. En una de ellas evoca "Delicado", el baión de Waldir Azevedo (que Fogwill escribe "Acevedo", como los ancestros de Borges que sí eran valientes), pero no logra recordar la melodía. A mí se me inundó la cabeza. El baión (yo sospecho, porque no recuerdo haber visto la palabra escrita hasta ahora, que es "bahión" por "Bahía", pero no es más que una hipótesis), una especie de samba más rápida, se puso de moda en Baires a inicios de los '50. A Bubby Lavecchia le decían "el Rey del ba(h)ión". Recuerda algún dinosaurio aquellas orquestas? Dante Amicarelli, Nestor (?) Cosentino, el gigantesco Oscar Alemán (por quien tengo grabado, todavía, ese mismísimo Delicado) y alguna otra que tocaban por la radio y amenizaban los ocho grandes bailes ocho durante los carnavales en que aún había corsos y murgas y pomos de metal y serpentinas y papel picado y carrozas? Yo iba al de San Fernando (donde hacían capote con sus protocariocas piruetas los Dandys de Victoria), pero los había en todos los barrios. Recuerdan a Niccola Paone (La caffetiera, Uhè paesano), Ranko Fujizawa (que cantaba tangos sin saber una palabra de castellano), Antonio Tormo (que sonaba invariablemente en la pieza de servicio), Alberto Castillo, el Cantor de los 100 barrios porteños y su "Yo llegué a la Argentina / en una noche divina / del cincuenta y cuatro". Américo Barrios preguntando cada día "no le parece?", el Amigo invisible, que regalaba su "yayo de luz con los grandes pensadores de la vida", Juan José de Sousa Reilly, que arengaba "arriba los corazones!", el "poeta" José Ferreyra Basso, que nos hablaba "del otro lado de las cosas" primero y "más allá de las palabras" después, Carlos Ginés, que nos sacaba del letto con "Despiértese contento". Los teleteatros de aquellas compañías encabezadas por combos de primeros actores y actrices: Oscar Casco ("mamarrachito mío" como le hacían decir los imitadores en La Revista Dislocada o Farandulandia), Jorge Salcedo y Sulia Sandoval, Iris Láinez, Oscar Bates (ese, estrictamente para el servicio doméstico), uno de cuyos personajes insistía en la necesidad de la Reforma Agraria. Los programas cómicos de las 20:00: Fidel Pintos con Monsieur Canesú; Nelly Láinez con el Consultorio de Berta (donde a ningún problema se le cierra la puerta); Leonor Rinaldi con Mamá no quiere casarse (y su pretendiente, Agapito Ventincopa, y su hermana Brígida "hay que horror, qué espanto, qué desesperación!"); Mario Fortuna con El Ñato Desiderio; Niní Marshall (así, con acentos en la í y en la á) y sus personajes: Cándida, Catita, La Niña Jovita, Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Unzué Crostón...); Tato Cifuentes "Tatín", con su Leocadia y su compadre Radragas; Pepe Iglesias "El Zorro" ("podría llamar a Curra al aprato?"); Los Cinco (todavía) Grandes del Buen Humor; Luis Sandrini con su "Felipe" ("Sr. Barton"); Blanquita Santos y Héctor Maselli con su "Qué pareja Rinsoberbia", patrocinado por jabón Rinso, y con el cuñado Fito y el Sr. Jefe "qué contratiempo, che, qué contratiempo!" y "lo felicito, che, lo felicito!"), y tras ellos Los Pérez García y el Glostora Tango Club, con el maestro Alfredo de Angelis. El programa de preguntas y respuestas de Iván Casadó. La cabalgata del humor de Tito Martínez Dell Box. Pantalla Gigante Splendid (Jaime -y después Jorge- Jacobson (pronunciado Jakóbson), Nicolás Mancera, Lidia Durán y Conrado Diana), Diaro del Cine (Chaz de Cruz, el del cigarro infaltable, y que terminó suicidándose, Domingo Di Núbila y dos más que no me vienen a las neuronas). Ariel Delgado, contándonos la precisa que Perón impedía desde su Rrrrradio Colonia ("Hay más noticias para este boletín: Buenos Aires...). La Cabalgata Deportiva con Enzo Ardigó. Pedro (?) Lorenzo "Borocotó" despidiéndose con su "Y hasta mañana, muchachos, a esta misma hora". Y los lemas: "Café La Morenita, de sabor tropical", "A mortadelita El Familiar qué le van a ganar!", "Cómo lo cargan a Rabbione!" (era una empresa de fletes y mudanzas), "Sastrería Vega: Ud. lo ve, lo prueba y se lo lleva", "Si su piloto no es Aguamar, no es impermeable" (que tuvieron que cambiar por "Si su piloto es Aguamar, es impermeable"), "Bidú: un vaso y la yapa" (porque la botella era más grande que la de Coca Cola, que luego sacó su "mediana"); "Ferroquina Bisleri: el aperitivo del león"; "Sabe quién vino? Vino Pángaro!"; “Amargo Obrero. Cada día una copita estimula y sienta bien”; y las "pastllas Volpi y caramelos Fruna, aristócratas de la golosina", anunciados con voz pastosa por el engomináu que presentaba, por Radio Nacional, nada menos que el programa de ópera de los sábados. La ironía era que los caramelos Fruna no se vendían en quioscos sino que los ofrecían a los gritos los chiquilines, bisabuelos de los cartoneros de hoy, en los trenes. En determinado momento, para acabar con ese incordio que eran esos pobres chiquilines, se prohibió la venta ambulante de golosinas; de modo que el engomináu anunciaba "La ópera de hoy, Parsifal, de Ricardo Wagner, llega ofrecida a Uds. por los aristócratas de la golosina: pastillas Volpi y caramelos Fruna, cuya venta, como se sabe, se halla momentáneamente prohibida". Ah, Buenos Aires con tranvías, ómnibus (en la Provincia solo había colectivos) y colectivos luego trolebuses- grises con la banda azul de Transportes de Buenos Aires (estatal, que en la Provincia el transporte era privado). Con todas las avenidas de doble mano salvo Corrientes. Con garitas para los vigilantes que dirigían el tráfico como si fuera una orquesta y, en verano, tenían un parasol blanco medio almidonado adosado a la gorra que los asemejaba a una cruza entre un aguerrido homólogo de la Legión Extranjera y una hermana de caridad. Con coches casi invariablemente negros. Con cada vez más esporádicos carros de caballos, cuyo último reducto fue la recolección de residuos, que se mecanizó casi en los 60. Con cine continuado y número vivo. Con noticiero (Noticias Argentinas). Con los ferrocarriles no electrificados, de vapor, y los verdes tranvías Lacroze (que tomaba Adán Buenosayres en la intersección de Monte Egmont y Corrientes para viajar a Saavedra). Ah, Buenos Aires casi sin mendigos, sin asaltos, sin locura. Ah, Buenos Aires con sus dos páginas abigarradas con las carteleras de cine y de teatro, que duplicaban holgadamente sus contrapartes parisinas todavía en 1965. Ah, Buenos Aires con su puerto incesante, sus transatlánticos inalcanzables y sus grúas perpetuamente giratorias. Ah, Buenos Aires calefaccionada con carbón y siempre cargada de hollín que dejaba el anillo delator en el cuello y en los puños de las camisas. Ah, Buenos Aires en la que sobre un prado verde y bajo un cielo sin futuros jugaba mi niñez desprevenida! Sniff, sergio, con perdón de los extranjeros que han debido quedarse en rigurosísima babia.