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OBRAS DE CREACIÓN
CINCO POETAS ESPAÑOLES EN LOS
ESTADOS UNIDOS
PEDRO LARREA
Hollins University
Al reflexionar sobre el fenómeno de los escritores expatriados es imposible
no recordar el famoso caso de la Generación Perdida estadounidense y otros
muchos escritores anglosajones de la primera mitad del siglo XX. En París
confluyeron talentos como Ezra Pound, T.S. Eliot, E.E. Cummings, Gertrude
Stein, Ernest Hemingway o el irlandés James Joyce, que conformaron buena
parte de la literatura occidental de su época. Y, en cuanto al canon, es claro
cómo estos artistas han ocupado desde muy pronto un lugar prominente a
pesar de su experiencia como exiliados, expatriados o “descentrados.”
Otro ejemplo a mano sería el de la literatura compuesta por los escritores
españoles exiliados de su país como consecuencia de la guerra civil, si bien
este ingente número de escritores no ha experimentado en conjunto, como el
ejemplo anglosajón anterior, una revaloración suficiente y pareja a su mérito1
y, evidentemente, con muchísima menos repercusión internacional.
¿Qué es un escritor expatriado? En una primera definición, podríamos
afirmar que es un escritor que, por voluntad propia o de manera forzada,
se marcha de su país y realiza su obra en el “extranjero,” donde reside.
Ahora bien, el concepto y la experiencia de ser un “extranjero” han variado
sustancialmente con el nuevo siglo. Para, por poner un ejemplo, T.S. Eliot,
viajar y establecerse en París significaba imbuirse de las últimas novedades
de la literatura europea que confluían en la capital francesa mediante el
contacto con los autores que estaban renovando el panorama de las artes y las
letras, unas experiencias que no podían llevarse a cabo en el lugar de origen.
En otras palabras, había que estar en el “extranjero” para tener la vivencia, no
sólo biográfica, sino también literaria. Pero para los poetas españoles que nos
ocupan, vivos y escribiendo su obra a partir de las últimas décadas del siglo
XX hasta la actualidad, ser un expatriado tiene un significado muy distinto
del que podría tener para Eliot. Es ya lugar común, pero no por ello menos
cierto, que los medios de comunicación se han encargado de hacer del mundo
un lugar más pequeño y accesible. Los centros literarios, como lo fue París
a principios del XX, se han difuminado y, gracias a internet y a la mejora en
las comunicaciones transnacionales, ya no es estrictamente necesario residir
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en una “metrópoli” para estar casi instantáneamente al tanto de las novedades
literarias ni para crear poesía dentro de la experiencia de un autor que reside
en esos centros. Los cinco poetas de que hablaré más adelante tienen en
común que pertenecen a la academia estadounidense y que residen o han
residido en los Estados Unidos. Eso proporciona varias ventajas para no estar
desfasado en cuanto a los pasos que va dando la literatura de las capitales
hispanas. En primer lugar, el salario y la cobertura de asistencia para viajes
que usualmente proporcionan las universidades norteamericanas permiten a
estos escritores viajar al menos una vez al año a cualquier país hispano, si
bien es común no viajar una sola vez, sino dos, en el verano y en el descanso
de invierno. Durante estas estancias el poeta puede tomarle el pulso a la
literatura nacional, viajar, llevar a cabo proyectos de investigación literaria,
organizar y convocar sus propios recitales, asistir a la presentación de otros
libros y, en resumen, levantar la mano para dar fe de su existencia como poeta
frente a los escritores no expatriados. Durante el año académico, estos poetas
pueden recibir, por compra o envío, o por préstamo interbibliotecario, los
libros candentes en un momento determinado en cualquiera de los centros
literarios, que ya no son tan centros. En segundo lugar, si ya no se vive tan
lejos del país de origen gracias a internet y los nuevos medios, también es
cierto que el poeta expatriado no sólo está cerca de la “patria,” sino que esas
nuevas herramientas de comunicación le ponen en la situación ventajosa de
poder elegir su propia tradición literaria, su “patria,” pues se está igual de
cerca de esa “patria” física y geográfica como de otras que pueden ser, para
distintos autores, literariamente más reales. Es el caso, sin ir más lejos, del
poeta Fernando Operé y su relación con Argentina, donde publicó la crucial
antología de su extensa obra (no en España) Memorial del olvido. En este
sentido, el espacio que ocupa el poeta-profesor en los Estados Unidos se
convierte en un lugar de libertad para componer la propia obra desde una
localización que está abierta a cualquier influencia que elija el autor. Benito
del Pliego, otro de los autores recogidos en este trabajo, reivindica el
transcender lo español mediante lecturas mucho más variadas que las que
compondrían un estricto canon peninsular.
Por tanto, el escritor español expatriado que pertenece a la academia
norteamericana se encuentra en una posición muy sugestiva, en la que no sólo
se beneficia materialmente del apoyo de una universidad (sueldo, tiempo para
viajar, bibliotecas y sus modernos servicios tecnológicos…) sino que, si así
lo elige, no vive alejado de la realidad literaria española. Un ejemplo de esto
es que los cinco poetas aquí estudiados publican mayoritariamente sus obras
en editoriales peninsulares (como Benito del Pliego), han recibido premios de
poesía españoles (Marcos Canteli y María Paz Moreno) y, en general, están
presentes en el circuito de recitales de la capital mediante viajes que podrían
llamarse “de temporada.” Y, así, no vienen a diferenciarse tanto de escritores
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que pasan ciertos meses al año en Estados Unidos, como por ejemplo Antonio
Muñoz Molina, o de otros escritores latinoamericanos en su misma situación
geográfica y profesional, como sería el caso del chileno Óscar Hahn, que fue
profesor durante tantos años de la Universidad de Iowa.
Quizá la mayor ventaja de ser un poeta expatriado es que generalmente
suele ser fútil asignarle una etiqueta generacional, expedirle un carnet de
partido de cualquiera de los grupos literarios que conforman la escena poética
en el país de origen. Si cada vez va siendo (¿acaso no es evidente?) más
inútil apelar a la categoría de generación, no es menos cierto que estos cinco
poetas pueden tener afinidades, sobre todo, estéticas, con otros poetas no
expatriados. Centrémonos en sus obras.
Fernando Operé. Fernando Operé, el mayor en edad de los poetas
aquí estudiados, nació en Madrid en 1946, aunque ha pasado la mayor
parte de su vida en el estado de Virginia, donde es catedrático de literatura
hispanoamericana en la Universidad de Virginia. Su obra es extensa, con una
decena de libros de poesía. Es sin duda, la encarnación de la figura del poeta
expatriado que he trazado más arriba. Pero, al mismo tiempo, con Operé nos
encontramos en una encrucijada. ¿Es este poeta un escritor español expatriado
en los Estados Unidos? No exactamente. Operé ha pasado la mayor parte
de su vida en Norteamérica, tiene pasaporte estadounidense y español, y
publicó su primer poemario, Días de lluvia y otros soles, en Madison, USA,
en 1987, es decir, cuando ya residía en Estados Unidos. ¿Es Operé un poeta
norteamericano que escribe en español? Es difícil embutirle en la caja estrecha
de una etiqueta. Lo que sí es seguro es que, por vitalismo y elección, Fernando
Operé es un poeta felizmente incardinado en sus coordenadas, está donde
quiere estar y hace lo que quiere hacer. Esa es la naturaleza de la génesis de su
obra poética: una celebración de la vida que tiene en frente, sin importar ante
qué horizontes. Esa constante recorre toda su obra. Porque Operé es poeta de
una sola voz que apenas cambia en su evolución. Recordemos que el poeta
tiene cuarenta y un años cuando publica su primer libro, y su voz está ya bien
forjada cuando entra en escena. Si por necesidad hubiéramos de relacionarle
con alguno de los grupos poéticos españoles de las últimas décadas, sin
duda lo pondríamos en sintonía con la escuela de la poesía de la experiencia,
donde un yo bien asentado en el origen de la percepción se encarga de la
dicción lírica y establece una correspondencia entre realidad y lo vivido. Sin
llegar a las bajezas confesionales de ciertos poetas de la experiencia, Operé
construye una poesía muy cercana a la comunicación oral, abierta, hecha
comprensible para el lector general. Un gran ejemplo de estos rasgos es el
poema “Supermán,” de la colección titulada Despedidas dedicado a su hijo,
que se asimila al lector del texto desde ese estadio de la infancia:
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¿Podré ver a Supermán
después de muerto?
Me río y me agobia tu pregunta
diminuto inquisidor
de ojos abiertos.
[…]
Pero si alguna vez,
rompiendo en cristalitos el enigma,
nos encontramos
en un rincón del universo,
te prometo que iremos, mano en mano,
a buscar a Supermán, te lo prometo. (38)
Al dirigirse el poeta a un tú, que es al mismo tiempo el hijo y el lector,
a este último se le traslada a un estadio en que se apela a la propia infancia,
lugar del que emana el poema. Es esta una característica de la poesía de Operé:
poner voz a otros, poner al lector en la tesitura de participar con su propio
posicionamiento dentro del texto poético. Vale como ejemplo “Supermán,”
pero también otros poemas donde late una reivindicación de algún tipo. Así
en “Las madres de la Plaza de Mayo en Buenos Aires” (21) la dicción se
organiza en torno a una pequeña dramatización donde el poeta sorprende
no prestando voz a las madres de la Plaza de Mayo, sino a los torturadores
y raptores de sus hijos, consiguiendo un golpe de efecto superior al que
habría realizado dando voz directa a las mujeres. Este calzarse las botas del
sujeto defendido poéticamente recorre la poesía de Operé hasta sus últimas
colecciones. Otra estrategia para sintonizar con el otro es llevar una anécdota
personal al marco más general de la historia. Por ejemplo, en La vuelta al
mundo en 80 poemas, el poema “Hiroshima mon amour,” donde el poeta se
pregunta: “¿Cómo hacerte el amor cuando el deseo duerme anclado en el
mármol del memorial?” (58) Al fondo del texto se encuentra el bombardeo
nuclear de Hiroshima pero el yo poético pasa de puntillas, dejando el hecho
simplemente apuntado, sobre el que dibuja conscientemente su intrahistoria
amorosa, preguntándose si es posible el aliento vital privado en un lugar de
destrucción colectiva, histórica. También sabe Operé jugar con los lugares
comunes, y así titula uno de sus textos más tempranos “Llover a cántaros”
(27). Para el poeta, el tópico es el lugar de entrada para el desarrollo lírico
del yo, es lo prosaico poetizado, es el sacarle los colores a una fotografía de
periódico, romper lo trillado y dar una vuelta de tuerca al lenguaje empleado
en el poema. Esta estrategia se contempla en una de sus colecciones aún
inéditas pero ya en prensa, la titulada Refranero de dudas. En este poemario,
Operé lleva al máximo la estrategia de partir de una frase hecha, en este
caso refranes castellanos, para procurar hacer del lenguaje una herramienta
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de cambio indispensable, lejano de lo consabido. Como ejemplo, el poema
“A lo hecho pecho” (171) donde el título se convierte en estribillo de una
indagación del estado anímico del yo y el poema parece un texto popular
por su forma. Y es que Operé no adopta ninguna forma regular en casi
ninguna de sus composiciones, pero gusta de bordear a veces el isosilabismo
sin someterse a él casi nunca, prefiriendo la composición de arte menor sin
regularidad en el metro, siempre basculando entre los versos de seis, siete
y ocho sílabas o, en el caso del verso de arte mayor, dar lugar al verso libre
algo más extenso. Pero siempre, como he apuntado más arriba, cercano a
la expresión no exactamente coloquial, sino oral, pues lo que le importa a
Operé es difundir, no enroscarse sino componer de manera accesible y atenta
al lector-oyente.
Operé es autor de algunos poemarios que están compuestos a la manera
de monográficos sobre un tema preestablecido. Así, el libro Amor a los
cuerpos (1997), donde en cada poema el autor hace hincapié en una parte
diferente del cuerpo. El poeta no cae en lo consabido, es decir, no se limita
a escribir poemas más o menos eróticos o amatorios sino que su verso es
realmente una manera de estudiar a una luz poética la realidad fisiológica que
comparte con sus lectores. No es muy difícil encontrar aquí ecos del Pablo
Neruda, tan admirado por Operé, de las Odas elementales. La colección
de la que hemos hablado antes, Refranero de dudas, también se somete a
una estructura similar, en que el poeta ha escogido escribir bajo el título de
sucesivos refranes. La misma disciplina encontramos en su último poemario
publicado, La vuelta al mundo en 80 poemas, puesto que el poeta, en un
viaje que le lleva a recorrer el globo, debe escribir en cada lugar en que
para o visita, sometiendo el capricho poético a una labor casi monacal de
devoción a la escritura, donde no importa la inspiración, sino el tesón que
debe mostrarse cada día en cada nuevo lugar. Este gusto por lo sistemático
revela en Operé un carácter poético total, en que cada cosa que pasa por los
sentidos del escritor está sujeto a poetización, y en que la poesía no es un arte
sino una manera de estar en el mundo. En otras palabras, la poesía no es la
gafa, sino el ojo.
Hay algo que no debemos pasar por alto en este último libro publicado por
Operé: se trata de una edición bilingüe en inglés y español. Es sintomático
de la poca angustia que ha generado en el poeta el escribir en español en un
contexto anglófono que hasta ahora ninguno de sus otros libros haya sido
editado en bilingüe. De hecho, este poemario está publicado en una editorial
peninsular, cuyo público mayoritario es español. Sea como fuere, la edición
en inglés y español de La vuelta al mundo en 80 poemas nos señala algunos de
los hechos sobre Fernando Operé como poeta “expatriado.” Sobre todo, que
su voluntad creativa es universal; que está intentando buscarse una audiencia
lectora que, en parte, lea sus poemas en traducción en su país de acogida, en
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este caso Estados Unidos; y que el poeta ya no tiene ciertas barreras que antes
sí existían, como el acceso a editoriales y públicos de la “metrópoli.” Autor
de edad, es Fernando Operé referencia de la poesía española expatriada.
Tina Escaja. Escaja nació en Zamora en 1965 y en la actualidad es
catedrática de literatura iberoamericana en la Universidad de Vermont. La
obra de Escaja es muy variada en cuanto al formato. Es autora de poesía
hipertextual, de una novela en el mismo medio, de una pieza teatral. Sus
trabajos digitales pueden encontrarse en la página web: http://www.
tinaescaja.com. En esta aproximación a su obra lírica, me centraré, por
razones de espacio, en tres poemarios publicados en papel, que suponen el
grueso del trabajo poético de la autora. Escaja, como María Paz Moreno y
Marcos Canteli, es recipiente de un premio literario, en su caso el Premio
Hispanoamericano de Poesía Dulce María Loynaz, que obtuvo en 2003 por
su libro Caída libre. Este acontecimiento señala el hecho de que los poetas
expatriados no están exentos de reconocimiento público por su labor. Caída
libre es ya un poemario que transmite la primera cualidad de la obra de
Escaja: intensidad en la energía. Aquí se poetiza un embarazo, un parto y el
tiempo posterior a ellos. La expresión de Escaja va desde el reconocimiento
de la mujer como ente creador de vida hasta la alucinación de aceptar la
completa fusión de madre e hija:
Y fui aún más que dios, gestante
creadora
de un cuerpo fiel a mi fluir y seno
en este fin del tiempo.
De mi palabra, tu nombre
el de la hija que amamanta el seno dios.
Mi nombre
y no Yahvé. (17)
En estos versos, el fondo del libro: reivindicación de la figura de la mujer
frente a un dios patriarcal y frente a toda la cultura de dominación masculina
que se desprende de él. La mujer, como “gestante creadora” está por encima
de dios, puesto que lo que crea lo lleva en su propio seno, a diferencia de
aquél. Así, la maternidad se experimenta como génesis de una otredad, pero
desde dentro: “cuando dejas de ser alguien y eres otra y te dibuja” (18). Esa
es la gran diferencia con un dios: la mujer cambia a manos de la hija, porque
la creación auténtica es un proceso doble, ya que la madre crea a la hija, pero
la hija crea a la madre, que no es preexistente sino que se hace, se “crea.”
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Así pues, el libro es no sólo un soliloquio de la madre, sino un monólogo en
que la hija, la alteridad, es oyente. No es Caída libre libro de ternuras fáciles,
como podemos colegir por el tono de la expresión y la elección del léxico
que realiza Escaja:
Establecer las pautas del encuentro
entre tu yo hambriento y mi destino.
Estimar la distancia, establecer el pacto que te acerque, que
permita disponer de mí todo reducto.
Permanecer inerte y esperar de ti lo que no alcanzo.
Yo entregada y rota a tu sed
dejando que me inmoles como lo hicieron siempre las
nodrizas micénicas.
Ahora eres tú y no el mito la que me hurga
la que anhela de mis entrañas profecía
de mi labor a dios. (21)
Ese otro yo hambriento es el que va a definir la relación madre-hija. No el
amor, no el candor: el hambre, la sed del ser creado. Y hay una mitologización
de la madre al compararla con “nodrizas micénicas,” esto es, heroicas, al
mismo tiempo que se rechaza la idea que sobre su embarazo tiene ese dios
postizo por la razón real: el tú de la hija, “sin pecado original ni equipaje. /
Caída libre” (84). El libro incluye un apéndice donde se añaden tres poemas
dedicados a los atentados del 11 de septiembre, donde el título Caída libre
adquiere un nuevo y obvio dramatismo.
Y es que la obra de Escaja propone una voz social, una denuncia frente
al mundo. En esta línea se escribe su libro Código de barras (2007). En él la
autora se torna voz implacable para clamar frente a la injusticia. En sus textos
se reproducen varias miserias: una trabajadora explotada en una maquila,
niños mendigos, prostitutas, inmigrantes, trabajadoras de mercado. También
se rinde homenaje a otros poetas que a su vez denuncian lacras sociales,
como Gloria Fuertes y Federico García Lorca. La poética del poemario es
sencilla: “¡Despierta! / El lugar del silencio es la indiferencia” (18). Y ese
grito, “¡Despierta!,” se va a repetir en el poema “Una, grande, libre” (76), que
es una llamada contra el imperialismo en tres partes, una por cada palabra del
título. La llamada “Libre” afirma que “no eres no, ya no, no somos. Pregunta
al oprimido, al ocupado. / Todo falso y al revés. / Despierta.”
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En defensa de la libertad de la mujer se encuadra su siguiente poemario,
13 Lunas 13 (2011). Pero no es sólo eso, sino una reivindicación de lo
femenino como centro cósmico, que ha sido privado de su posición. Así, la
luna es una diosa, y Escaja conoce todos sus nombres, de diversas culturas,
que cita en el poema titulado “Elegía a la luna madre,” como si el llamar
se convirtiera en conjuro de recuperación histórica frente a las religiones
monoteístas patriarcales. Porque ese “llamar” es “enunciar,” como vemos en
“Nombrar el cosmos”:
Las chicas buenas no hacen historia,
las malas
nombran, obturan, circunnavegan,
señalan con el dedo y se lo meten en la nariz,
a ver qué encuentran.
[…]
Prefiero
Como la Fuertes
no ser modosa,
obediente, pacata, Virgen,
y enunciar. (51)
Pero es en el poema “Autorretrato. Luna y cerebro” donde más claramente
se nota la llamada atenta sobre la reivindicación de lo femenino como
categoría mental y psicológica, no sólo física:
En mis manos,
plástica y huidiza como los sueños,
perdida en galaxias de circuitos y vaivenes, que decretan
billones de células nerviosas,
mi conciencia.
En mis manos,
la máquina sin alma ni espejismo, ni oasis que me salve,
luna y cerebro. (31)
Luna y cerebro. He ahí el equilibrio y la unión de las dos facetas de la
identidad femenina, particular y general, el útero y el córtex, lo específico de
la mujer y lo compartido con el hombre, un cerebro, una conciencia.
Como he señalado más arriba, la obra de Escaja también abarca otros
géneros (novela, drama) y otros soportes (hipertextos, montajes, acciones)
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que suelen completar el significado de sus textos impresos. Es sin duda esta
autora una de las más innovadoras voces poéticas españolas de los últimos
tiempos, expatriadas o no.
María Paz Moreno. Moreno nació en Murcia en 1970, consiguió su
licenciatura en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante, obtuvo su
doctorado por la Ohio State University y trabaja como profesora de literatura
española para la University of Cincinnati. El caso de esta poeta es ejemplar
de la fuerte conexión entre el artista expatriado y su país de origen a pesar
de la existencia cotidiana extranjera de la autora. Sus tres primeros libros
fueron galardonados con premios peninsulares. La semilla bajo el asfalto
(1994) resultó ganador del tercer premio “Miguel Hernández”; Mudanza en
su costumbre (1995) ganó el III premio Lunara de poesía; y Correspondencia
atrasada (1999) ganó el Premio Villa de Cox. Además, tres de sus poemarios
están publicados en prestigiosas colecciones peninsulares, como las de los
sellos editoriales Pre-Textos (Correspondencia atrasada) y Renacimiento
(Invernadero, 2007, y El vientre de las iguanas, 2012).
La obra de Moreno se caracteriza por un estilo realista y figurativo. Sus
primeras obras, publicadas en los noventa, responden a la entonces boyante
poesía de la experiencia: es significativo que dedique uno de sus primeros
poemas, “Purple Rain,” a Luis García Montero, gurú por excelencia de la
poética de la experiencia; el poeta granadino vuelve a aparecer en otro poema
de Moreno, “¿De vita beata?” en forma de cita. En general, la obra de la poeta
murciana puede entenderse como un triple proceso, uno erótico-amoroso,
otro metapoético y otro en que la voz poética se proyecta al mundo, entrando
en una narración del otro, como veremos más adelante. Su primer poemario,
La semilla bajo el asfalto (1994), ya contiene estas tres modalidades. La
reflexión sobre la poesía aparece en “Nocturno”: “Se revela el poema. /
Se rebela el poema” (11). Esta es entonces aquí la poética de Moreno: la
poesía como un instrumento doble, en primer lugar como aparición bajo
la realidad (revelación) que fomenta el creador y, en segundo lugar, como
acto de insumisión frente al mundo. Aparece en este libro la visión íntima,
como en “Nostalgias en voz baja” (23), donde se distingue la influencia
de Jaime Gil de Biedma en versos como: “No fue hace tanto; ¿recordáis?
Éramos amigas...” en que Moreno discurre sobre la amistad como fuerza
de la adolescencia que acaba en la separación de las amigas. En cuanto al
erotismo, la idea de la poeta es que, a través del amor, el cuerpo y el alma
se hacen uno: “Es tu desnudo un desnudo sobrio / cual si no quisieras, / cual
si no supieras que es el cuerpo / el último refugio del alma, // y el alma el
único refugio ante la muerte” (29). Así, la poeta asume esta filosofía del amor
porque éste es la única manera de salvación, tan antigua como la literatura
misma, articulada desde al menos Ovidio en adelante. Por otra parte, en este
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libro también aparece ya el poema de la experiencia, entendido desde un
punto de vista narrativo, donde lírica y argumento se unen. Así en “Harley
amor” (39), donde se cuenta la historia de dos enamorados recién conocidos
que viajan en una motocicleta, o en “Antiques Shop” (48) en que la narración
sobre tiendas de antigüedades deviene en reflexión sobre el tiempo.
Mudanza en su costumbre (1995) insiste en los temas señalados de
su primer título: la metapoesía (“Metamorfosis”, 13) el poema de amor
(“Juramentos y perfumes”, 16) y la composición lírico-narrativa, como en
“Dédalo e Ícaro huyen de Creta.” (19). Pero por encima de los temas del
libro hay un ambiente erótico que lo trasciende todo. Significativamente, el
libro, ya desde su título y en los nombres de sus secciones, hace alusión a la
obra de Garcilaso de la Vega. Hay también cierto culturalismo narrativo que
ya se había ensayado en La semilla bajo el asfalto, tal y como podemos ver
en el poema “Charles Baudelaire intenta el suicidio el 30 de junio de 1845.”
En este tipo de composición el yo del poeta se extrapola al personaje central
de la narración para construir una meditación sobre un tema, en este caso
la muerte. De factura similar es “Balada de la prisión de Alicante,” quizá
el poema más conseguido del conjunto, en el que la poeta no pone voz a un
personaje sino que hay un personaje al fondo que escucha las palabras que
él no puede decir sino a través de la poeta. En este caso, el personaje es, con
toda probabilidad, Miguel Hernández, y el poema se erige en denuncia de la
muerte flagrante del poeta de Orihuela. En general, este poemario continúa
el compromiso de Moreno con un lenguaje claro, no coloquial pero cercano
al lector, con aproximaciones evidentes a la poesía de la experiencia. Un
ejemplo de esto es la estrategia del texto “Fin de existencias” (52) en que la
poeta asume una voz de frase hecha en los últimos versos, que dicen: “hoy
que el amor ha entrado en rebajas / por liquidación fin de temporada.”
Correspondencia atrasada (1999) supone una continuación en la estética
de Moreno con una novedad: la mayor presencia de poemas relacionados
con la realidad estadounidense de la escritora. Como ejemplo de poema
“expatriado” quizá ninguno mejor que “Ultramarino,” donde el choque de
una nueva vida en una geografía y tiempo nuevos queda patente. En esta
misma línea están los poemas “Highbanks, Ohio” y “Desde el Empire State
Building, cayendo en la tentación.” Así también en la composición más
ambiciosa del conjunto, “Whitman y un puñado de hierba,” en que la autora
reflexiona, en monólogo con Whitman, sobre la América que la poeta venía
buscando, la del poeta norteamericano, y el choque con la América “real,” la
que se encuentra ella.
De Geografía enemiga y los dones perversos (2005) resalta, como un
faro, “La plantación” (62), el impresionante poema número IV de la sección
llamada “Fantasmas del Mississippi.” Estamos, quizá, ante el mejor poema
de toda la obra de Moreno. En él, se habla de alguien, la voz que asume
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la voz poética, que está escapando y se refugia en una cueva donde otros
esclavos solían esconderse. Durante toda la composición el lector supone que
el poema habla de un esclavo negro en el siglo XIX pero, para gran sorpresa,
al final del poema se revela que la persona que escapa es un inmigrante ilegal
del siglo, seguramente, XXI. Aquí, el argumento. Este poema es una fusión
de elementos y puede tener multitud de aproximaciones. Por una parte, es un
poema narrativo en primera persona. Por otra, es una recreación paisajística
de la cueva, quizá la de Platón. Por otra, es una reflexión sobre el equívoco
paso del tiempo. Por otra, es una denuncia social… No hay duda de que es
uno de los textos de mayor dimensión de Moreno.
Invernadero (2007) va a quedar marcado por lo conseguido en “La
plantación.” En esta colección cuajan muchas de las propuestas de Moreno en
anteriores poemarios. El poema comprometido con el otro, como el caso de
“África” (14); el acercamiento culturalista, como en “Blues” (17) o feminista
en “Simone de Beauvoir reflexiona ante un verso de Concha Méndez” (45);
y la indagación lírica en el paisaje norteamericano, como en “Maizal,” quizá
el gran poema del libro, que se presta a múltiples lecturas: una impresionista
al describir el paisaje de Ohio, otra metaliteraria (“Y sonríes pensado / que
escribirías un poema de amor / a este paisaje desangelado y monótono.”) otra
panteísta (“y se da como es, / sin promesas de esplendor ni de grandeza”).
También continúa la preocupación social, como demuestra Moreno en la
“Elegía a Timothy Thomas,” en la que denuncia el destino sufrido por los
negros, los “hijos repudiados por su madre, América,” partiendo del asesinato
de Thomas en Cincinnati en 2001. Es este un fenómeno de asimilación
cultural de la poeta “expatriada”: participar de forma poética y cívica en
acontecimientos históricos del lugar en que vive, ya tan lejos de su lugar de
origen, adoptándolo plenamente como propio.
En fin, El vientre de las iguanas (2012) supone una muestra muy acabada
de la versatilidad de la poesía de Moreno. El libro comienza con una imagen
de la abuela de la poeta que, en su vejez, oye balidos de ovejas. Estamos
ante un mundo familiar, muy íntimo, pero de claridad diáfana. Este tipo de
composición convive con poemas donde importa la cultura clásica, como en
“Mitológica en el café” (17) en que un camarero, objeto de deseo de la voz
poética, adquiere una dimensión mitológica. Y, si en los dos libros anteriores
la poeta ofrecía muestras de inserción en su mundo adoptivo estadounidense,
hay aquí una reflexión sobre el mundo de origen en el poema sintomáticamente
titulado “Carta de amor a mi país” (19). En él, la voz poética está hablando a
un público no español sobre España y articula una denuncia relacionada con
los crímenes cometidos en la guerra civil que aún no han sido sometidos a la
justicia. Este poema es, muy probablemente, el más “expatriado” de la autora.
Buena parte del libro recoge una experiencia exótica en el menos superficial
de los sentidos. La poeta se acerca a Hispanoamérica en su poema “Regreso a
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Cuicocha”; se codea en la experiencia poética con el chino Li Po en “Imitando
a Li Po”; arma un bestiario en el que convive la reflexión lírica en torno a
animales como al armadillo, las iguanas o el perro; compone un tríptico de
poemas sobre el paisaje central del desierto; y, finalmente, construye una
última sección en que la poeta asume la labor del entomólogo partiendo
temáticamente de la observación de una serie de insectos, experimentando
así con una descentralización del yo-poeta. El vientre de las iguanas es la
muestra de que Moreno ha superado en sus últimas obras la estética de la
experiencia para ampliar mucho más la variedad de su paleta poética.
Benito del Pliego. Es Benito del Pliego (Madrid, 1970) uno de los poetas
españoles más activos en la búsqueda de nuevas voces de las que beber para
su propia creación. Ha publicado varios libros que han sido aproximadamente
refundidos en los cuatro que hoy puede conseguir el lector común de poesía.
El poemario Merma (2009) es el resultado de la reescritura de otro libro del
autor, Alcance de la mano (1998). Este hecho marca su dirección estética:
como señala Marcos Canteli en su prólogo para del Pliego, la reescritura en
un proceso por el cual se hace palpable la resistencia de los poemas escritos
originalmente. La reescritura, pues, es una forma de diálogo del poeta consigo
mismo, un sentarse enfrente del espejo para limar las escamas que se le van
agrietando al poeta para dar con el auténtico rostro. La reescritura es, pues,
otro nombre para el horizonte. Como expresa del Pliego en la poética que
abre el libro:
Horizonte: dejar que un sesgo deseante mire hasta leer. Pero quien lo
crea se pregunta: “¿quién lo crea?, ¿qué frente contiene a qué frente?”; o
también si primero fue el pensar o fue primero el signo; sentado sobre la
piedra, en el margen sangrado, frente a la torreta eterna, lo contemplan;
necesidad también los mueve. Poco a poco va cediendo su vocablo: línea.
(15)
Puede que en esta cita recoja toda la poética del libro y de la producción
posterior de del Pliego. Si el poeta identifica el “horizonte” con la “línea,”
entonces se está afiliando a la escuela de pensamiento poético de que hablaré
sobre Marcos Canteli: la poesía como recorrido, no como meta; la poesía
como proceso, no como resultado. Y Merma es “línea” en su aspecto formal,
pues casi todos sus poemas son brevísimos pasajes en prosa poética que dan
la impresión de linealidad, lo que significa un acercamiento a la poética del
silencio y a poetas como Antonio Gamoneda, donde el verso es un rasguño
arrancado a la muerte. Índice (2011), el tercer libro en orden cronológico
de los cuatro que estudiamos aquí, sigue la estela formal de Merma, pero
esta vez en diálogo con la creación gráfica del artista chileno Pedro Núñez,
que dedica una ilustración a cada texto de del Pliego. Se logra así un libro
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interdisciplinar, una muestra más de que el poeta, cuando anda, escribe; y
el artista, cuando camina, crea. Con Pedro Nuñez como ilustrador también
construye el poeta su último libro, Fábula (2012). Con el también poeta,
el chileno Andrés Fisher, colabora como antólogo de José Viñals. Son sólo
dos ejemplos de la inquietud del creador. Pero volvamos a Índice. Hay una
insistencia en una doble visión de las cosas, una doble existencia: “la mirada
que diverge y se mira tocando su piel. La reiteración que vuelve sobre la luz
y el sonido de las emociones. La memoria de otro, que se agachó en solitario
para tocar esta madera” (11). En otro lugar: “Se desdobla, y se mira mirando, y
todo se aleja” (13). Ese mirar mirando es el secreto de esta poesía, duplicando
la percepción con el sexto sentido de la escritura para alcanzar la verdadera
comprensión de la realidad o, al menos, una comprensión razonablemente
aproximada a dicha realidad. Y esa mirada es la que el poeta, como iniciado
en ella, enseña al lector. En otro momento se dice: “Se confunden, y cuando
tratan de resolverse y separarse, mucho más se ajustan, ofrecen lo que no son
en apariencia y, desde allí, reclaman la lectura” (105). Por tanto, no se trata de
que existan dos visiones de la realidad, una acertada y otra ilusoria, sino que
la buena lectura sólo es posible si el lector está al tanto de la naturaleza de la
obra y si sabe conciliar más de una manera de concebir la visión, o visiones,
del mundo. “Se desliza y cae antes de levantarse, como si levantarse y caer
fuesen un solo golpe, minutero y azada. Y luego cae y se desliza, y en el
transcurso de su caída piensa” (111). He aquí otro ejemplo de la concepción
del mundo como duplicidad, como un ying y yang occidentales en que se
aúnan la vida (ese “minutero”) y la muerte (la “azada”). “¿Quién fue? ¿De
dónde vino? Nada de lo suyo le sirvió. Y sin embargo, todo habita en ella,
mira y se siente mirada. La espuma la derriba. La espuma que la derribó, la
restituye” (119). De nuevo, un signo de la duplicidad paradójica con que se
comporta la realidad y para la que hay que tener no cinco, sino cinco y cinco
sentidos.
Si Catálogo de incesantes será la obra más radical de Marcos Canteli en
cuanto al tratamiento del lenguaje como herramienta del conocimiento, como
veremos más abajo, lo mismo puede decirse de Muesca (2010) para Benito
del Pliego. Obra realmente exigente con el lector, incluye un prólogo del poeta
chileno Andrés Fisher que ayuda a alumbrar la escritura del español. Las tres
secciones que conforman el título aparecieron en distintos medios en años
anteriores. Muesca es, por tanto, como lo es Merma, un libro esencialmente
reescrito o relocalizado. Como tanto Fisher como del Pliego afirman, estos
textos del segundo lustro de los años 90 del siglo pasado venían a intentar
contrarrestar, en la medida de lo posible, el poder que en ese tiempo tenía
la escuela de la poesía de la experiencia en el panorama literario español.
Fisher sitúa el libro de del Pliego en la corriente de las “poéticas críticas.”
En otras palabras, la obra de del Pliego, como la de Marcos Canteli, como la
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de Tina Escaja, es un revulsivo, una alternativa al discurso dominante y una
manera más alternativa de concebir la poesía. La primera sección de Muesca,
“Regresiones,” está conformada por poemas que van siendo numerados de
atrás hacia adelante comenzando con el número 10 y terminando con el 1.
Los poemas de esta parte del libro son figurativos, aún se puede extraer, como
señala Fisher, la anécdota, el tema. Pero la numeración hacia atrás es ya una
manera de rebelión, en este caso contra el tiempo, pues aquí se avanza de
futuro a pasado a manera de dulce ingenuidad temporal donde la experiencia
es inocencia. Los treinta poemas que forman la segunda parte de la primera
sección del libro son como una pequeña catedral. Las alusiones a este tipo de
construcción son evidentes: campanas, pila bautismal, cúpulas, concavidad
invertida, jambas, torres, vitrales, lápidas, confesionarios, retablos, párrocos,
reliquias, fe, sagrario, gárgola… No hay un tema, no se persigue un tema. Más
bien se ofrece una visión en que cada poema aporta un elemento constructivo,
diríase arquitectónico, para crear el sentido que, como afirma Fisher, se va
desgajando de la concepción tradicional de la mímesis. La segunda parte
del poemario, “Veladuras,” es quizá lo más cercano a la abstracción que ha
escrito del Pliego, que ofrece a los ojos del lector la creación de formas sin
contorno pero plenas de materiales palpables:
Solo un reto sirve
paso a paso el cuadrado
seco de los hechos simples:
soga
cristal
y yeso (80)
Son estos poemas de verso breve, reconcentrados, donde el léxico ayuda
a definir un campo de significación al que hay que acceder aceptando la
propuesta del poeta: construir de la nada, hacer que la nada ocupe lugar con las
palabras. La tercera sección, “Antesala o compulsa,” cambia completamente
el tono de verso corto y adquiere el ensanche de la prosa poética, aunque
también de breve extensión. Se diría que esta predilección por lo breve de del
Pliego responde a la intención de no perturbar el misterio, de abrir tan sólo un
ventanuco en la pared que separa dos realidades. De toda la producción del
poeta madrileño, quizá sea Muesca lo más arriesgado, lo más vanguardista.
El último libro de del Pliego publicado hasta la fecha es Fábula (2012),
una nueva colaboración con el artista Pedro Núñez. En este libro el poeta
se vuelve a acercar a la figuración y toma la idea de “fábula” para armar,
más bien, un bestiario con poemas e imágenes. Generalmente, el concepto de
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fábula remite a las frases más sentenciosas del poemario, como en el titulado
“El Salmón” (XLIII): “-Es difícil avanzar cuando solo quieres remontarte.”
Así, cada elemento, animal u objeto, escogido da pie a una meditación poética
sin ánimo de filosofar, sino de nombrar realidades sugeridas o espolvoreadas
por el concepto de cada título. De muy variadas tesituras, la obra de del Pliego
es fundamental para entender la poesía española de estos días.
Marcos Canteli. Marcos Canteli nació en Asturias en 1974 y consiguió
su doctorado en Duke University, institución para la que aún trabaja. Canteli
es otro gran ejemplo de como hoy se puede vivir expatriado pero sin salirse
del centro neurálgico de la poesía nacional. Sus poemarios han aparecido en
señaladas editoriales españolas: Reunión, en Icaria; enjambre, en Bartleby; su
sombrío, en DVD; Catálogo de incesantes, en Bartleby; y Es brizna en PreTextos. Por el tercero ganó el prestigioso premio de poesía Ciudad de Burgos
en su trigésimo primera edición.
En Reunión (1999), el poeta se decanta por el poema corto para su labor.
Podría decirse que esta primera colección tiene trazas de la poesía del silencio
o de la tradición que arranca con Valente de poema extremadamente conciso,
generalmente breve. Canteli no ha llegado todavía a la experiencia más
radical que vendrá con futuras obras. Aun así, el asturiano ya da muestras de
una apreciación no realista del lenguaje, al evidenciar el gusto por la palabra
inesperada, como el verso final de:
Se detiene el tacto
en la lana, explora su calor, recuerda
lo pasado: madres o fotos
muy viejas; sensaciones de antes
que permanecen: trajeron brillo a los ojos,
apaciguaron (23)
En este libro se ofrece ya el poema como una experiencia trascendente,
como un camino duro de recorrer pero con la recompensa de la iluminación,
de la llave que abre la puerta del misterio:
Como humo cae
este miedo: vidrios, púas
de alambre, cascos sobre el muro, sendero
extraño, acorazado
aire; a la vera del río el recinto.
Asómate y mira. Rebasar dulcemente
como un pájaro la verja. (26)
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Un tema que recorre el libro es la doble existencia de las cosas, una
visible y la otra al margen, como cuando se dice: “Las dos caras de esta casa:
lo animal y el calor del luto. A través, presencias y nombres. Arriba nació,
abajo lame la luz; la vida” (10). O cuando se dice:
Así la pienso en sus raíces:
cantan, ríen
en la casa de dos rostros;
su boca enhebrando la sombra. (19)
Y es que esta experiencia doble es necesaria especialmente a través de la
mirada, de los ojos. La sección central del poemario, quizá su mayor acierto,
está compuesta por poemas que reflexionan teniendo en cuenta los nombres
de algunos pintores cercanos al poeta, como Tapiès, Malevich, Guerrero,
Kandinsky, de Kooning, Matisse, Sanjurjo y Rothko. En estos textos prima
la reflexión sobre la luz y el color, que son materia de vida y muerte, esa
dualidad de la que hablaba más arriba.
Con enjambre (2003) llega Canteli a la mayoría de edad como poeta, y
esgrime un estilo que va a caracterizar libros posteriores. En este poemario,
el poeta ha abandonado casi la figuración, y él mismo nos avisa de su nueva
intención: “Cada día forzando la visión. Para que el mundo aparezca” (13).
En este sentido, se abraza una poética próxima a la idea que de César Vallejo
tenía Juan Ramón Jiménez, es decir, que el poeta lo va a sacar todo de dentro,
va a crear en el sentido más exacto del vocablo. Son estos versos ricos en
reflexión metapoética, como cuando el autor afirma: “Vive en un laberinto.
A menudo imagina el sosiego a la manera de aquella mano sedosa. Mientras
tanto guardará ahí su escritura” (16). Ante la vida presa en ese laberinto,
se presenta la salvación en forma de “mano sedosa,” pero se abraza un
estilo de “laberinto.” Así es en la expresión de este libro, en que se rompe
sistemáticamente el sentido más preconcebido por el lector, forzándole a
hallar una nueva interpretación y, para ello, hay que recorrer las galerías de
ese laberinto. Como preparación para semejante tarea, Canteli ha abandonado
prácticamente el verso corto y, si bien los textos de este poemario tienden a
la brevedad, no así el verso en sí, que adquiere unas dimensiones mayores
que las de Reunión. Se puede encontrar aquí la influencia del verso largo de
Antonio Gamoneda, incluso la adaptación del verso en prosa. Este ensanche
facilita la reflexión poética. En general, este libro nos mete de lleno en una
estética de lo no establecido, en que el lector debe crear la comunicación al
mismo tiempo que lee, y no antes con sus asunciones previas. Dice Canteli:
“Quiere preguntar, sin embargo, desconoce sus preguntas” (47). Tanto en
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enjambre como en Reunión, a veces el poeta evidencia una huella del haiku
japonés, no sólo en la extensión y forma de alguno de sus poemas, sino en
el método reflexivo. Así, en enjambre, en la selección titulada “Pespuntes,”
tenemos la siguiente composición:
cuando se ajustan incluso mis
ojos lo advierten: luz sombra físicamente
enrejadas
esta atención
del cuerpo
ensambla lo mirado (49)
De nuevo se incide en la importancia de cómo se percibe lo mirado, como
si Canteli nos advirtiera de que hay que rajar el filtro con el que la realidad
oprime nuestro punto de focalización para, por fin, percibir.
Con su sombrío (2005) obtuvo el autor el XXXI premio de poesía Ciudad
de Burgos. No sólo eso. En este poemario Canteli avanza radicalmente en
el abandono de la figuración y mantiene la brevedad general de los poemas,
componiéndolos incluso algo más reducidos en su extensión, si bien más
certeros. La concesión de un premio de prestigio supuso la consagración de
la estética propuesta en el libro. En el primer poema de este título ya se nos
ofrece la clave de interpretación:
1.
el ámbar
de un decir-en que
crujiera la lengua
, por lo cerrado
su obscenidad hablaría
cuanto soy (15)
Esa obscenidad, es decir, la revelación del envés de la realidad, de la
percepción, se plantea como el lenguaje que da a conocer ese sujeto del verbo
“soy.” Esa obscenidad es, pues, el punto de partida de la interpretación, lo
inusual, lo prohibido, lo no enunciado aún. Ante la aparente dificultad del
poemario, se pueden distinguir algunos mecanismos que funcionan en esta
estética. Veamos el siguiente poema:
un escozor de pájaros es la canción del
verano
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venas en rescoldo
deliran
lo ves con otros ojos oyes la música, percibes
te identificas en con su distancia
la fluidez del dolor niega el trino (23)
La belleza y el sentido finales del texto pueden alcanzarse si distinguimos
la estrategia de creación, en este caso, el juego con el doble campo semántico
del poema: por una parte, los pájaros, la canción, el verbo oír, el trino; por
otra parte, el escozor, el rescoldo, el verbo delirar, el dolor, el verbo negar.
Es obvio que aquí van de la mano la percepción sensorial con la penalidad
que conlleva. En otras palabras, puede que la percepción común a través de
los sentidos quede en tela de juicio como mecanismo de conocimiento y que
haya que desarrollar un sexto sentido más allá del “trino” que es negado por el
“dolor.” Es decir, más allá de las palabras. En otro poema el autor dice: “hay
más verdad / que en palabras” (27). En resumidas cuentas, la lección central
de su sombrío es que hay que ir más allá de los sistemas convencionales de
conocimiento para trascender mediante la escritura poética. Ponerse, pues, en
guardia frente a la realidad y al lenguaje.
En Catálogo de incesantes (2008), Canteli da otra vuelta de tuerca en su
lucha con el realismo. No anda el poeta aquí buscando una no figuración,
sino una figuración tremendamente inusual, dentro de la corriente de poesía
irracional que viene de Blanca Andreu y José-Miguel Ullán, a quien está
dedicado el poemario. La clave de este poemario es el empleo de una
puntuación especial. Canteli ha tomado un símbolo, una a modo de tesela en
forma de aspa, que no es que supla al punto y a la coma, sino que aporta un
significado diferente cuando el autor la coloca en lugar de esos otros signos
de puntuación. Así, todos los poemas parecen pronunciados por un chamán
que no respetase el tiempo ni el espacio del poema, cuyos componentes se
construyen a impulsos de aliento inspirado. Es notorio, además, el abandono
de la disposición versal tradicional por la prosa poética o, más acertadamente,
por la sucesión de frases o unidades lingüísticas separadas por aquellas
teselas. Todas estas características hacen del poemario el más radical y
comprometido con la renovación del lenguaje del autor.
El último libro de Canteli hasta la fecha es es brizna (2011). La poética
de este título está contenida en las dos citas que encabezan la primera
sección. Una, de Robert Walser, que dice: “No puedo vivir y despreciar
mi vida. Tengo que buscarme otra vida, una nueva, aunque mi vida entera
deba consistir en la simple búsqueda de esa vida.” La otra, de Deleuze y
Guattari: “Escribir no tiene nada que ver con significar, sino con deslindar,
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cartografiar, incluso futuros parajes.” He aquí la estética de todo el libro.
Frente a la poética del realismo de la experiencia y grupos afines, la poesía
última de Canteli se presenta como leyenda, como la lucha solitaria del poeta
con la existencia y sus posibilidades menos exploradas, en clara sintonía con
el Antonio Machado de “se hace camino al andar.” Y es que, como se afirma
en el poema introductorio de la colección: “y que al volver a casa la casa ya
no está,” en otra palabras, hay que ir buscándola a cada aliento vital. Y, en
cuanto a la concepción de la escritura, Canteli abraza un proceso en que no se
experimenta para escribir, sino que se escribe para experimentar.
En conclusión, estos cinco poetas bien pueden ser tomados como ejemplo de la creación española expatriada en los Estados Unidos. Pero queda
una gran labor por hacer. Como hemos visto, el poeta español expatriado
procura mantenerse en contacto con el mundo editorial peninsular y con el
ambiente literario de “allá” en general. “Acá,” el único intento de dar una
muestra equilibrada de lo que es la poesía española en Norteamérica es la
antología que publicó la Academia Norteamericana de la lengua española
en el año 2008. Y la creación literaria de los poetas peninsulares en Estados
Unidos crece a medida que más poetas, sobre todo profesores, se asientan
en este país como consecuencia de la crisis económica. Sirvan estos cinco
poetas de avanzadilla, de pico del iceberg que los investigadores deben
explorar con mayor detenimiento.
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OBRAS CITADAS
Canteli, Marcos. Catálogo de incesantes. Madrid: Bartleby, 2008. Print.
—. Enjambre. Madrid: Bartleby, 2003. Print.
—. Es brizna. Valencia: Pre-Textos, 2011. Print.
—. Reunión. Barcelona: Icaria, 1999. Print.
—. su sombrío. Barcelona: DVD, 2005. Print.
Escaja, Tina. 13 Lunas 13. Madrid: Torremozas, 2011. Print.
—. Caída libre. Tlaquepaque: Mantis editores, 2007. Print.
—. Código de barras. Salamanca: CELYA, 2007. Print.
Moreno, María Paz. Correspondencia atrasada. Valencia: Pre-Textos, 1999.
Print.
—. El vientre de las iguanas. Sevilla: Renacimiento, 2012. Print.
—. Geografía enemiga y los dones perversos. Zaragoza: Libros del
Innombrable, 2005. Print.
—. Invernadero. Sevilla: Renacimiento, 2007. Print.
—. La semilla bajo el asfalto. Alicante: ed. de la autora, 1994. Print.
—. Mudanza en su costumbre. Elche: A. C. Frutos del tiempo, 1995. Print.
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Operé, Fernando. Alfabeto de ausencias. Madrid: Nos y Otros Editores,
2002. Print.
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—. Anotado al margen. Cuaderno de Ruta. Madrid: Nos y Otros Editores,
2007. Print.
—. La vuelta al mundo en 80 poemas. Madrid: Biblioteca Nueva, 2013.
Print.
—. Memorial del olvido. Resistencia: Librería de la Paz, 2005. Print.
—. Salmos de la materia. Madrid: Verbum, 2000. Print.
Pliego, Benito del. Fábula. Badajoz: Editorial Aristas Martínez, 2012. Print.
—. índice. Madrid: Varasek ediciones, 2011. Print.
—. Merma. Tenerife: Ediciones de Baile del sol, 2009. Print.
—. Muesca. Madrid: Amargord, 2010. Print.
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