WO LiC A REVK NUMERO MONOGRÁFICO ARQUEOLOGÍA AÑO ill _ N M O — NOVIEMBRE 1975 PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR OUITO CENTRO DE PUBLICACIONES DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR REVISTA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA Comité de Publicaciones: Marco Vinicio flueda, Dr. Juan Dávila Trueba, Prof. José Laso Rivadeneira, Dr. Ewald Utreras y Orlando Sandoval. Consejo de Publicaciones: Ing. Rene Cordero, Ledo. José María Egas, Dr. Ernesto Albán G ómez, Ora. Isabel Robalino, Dr. Augusto del Pozo, Dr. Jaime Malo, P. Carlos Bra­ vo, Dra. Eugenia del Pino, Dr. Alfredo Pérez Rue­ da, P. Jacinto Vaca, Ledo. Manuel Miño G rijalva, Dr. Rafael Arias, P. Manuel Corrales, Ledo. Rubén Díaz y Sor Francisca López. Administración: Ledo. John Sigüenza. Oficinas: Pontificia Universidad Católica del Ecuador 12 de Octubre y Carrión Pabellón de Administración, Oficina N? 208 Dirección Postal: Apartado 2184 Quito — Ecuador — Sud América Teléfonos: Canjes: 529­240; 529­250; 529­260, Extensión 20S, Biblioteca de la P.U.C.E. Apartado 2184 — Quito, Ecuador * La Revista aparece cinco veces al año: Tres números generales (enero — marzo — junio) Dos números técnicos especializados (mayo — noviembre). Los artículos firmados son de responsabilidad exclusiva de sus autores. ■¿r VALOR DEL NUMERO: Universitarios (en el Almacén Universitario): SUSCRIPCIONES: Sólo para números generales: Con los números técnicos: (Universitarios: 60 y 100 respectivamente] AL EXTERIOR (los S números): 25 20 70 sucres 110 sucres SUSCRIPCIONES EN EL ALMACÉN UNIVERSITARIO PORTADA: Lolo Echeverría sucres sucres 7 dólares REVISTA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA Año lli Noviembre 1975 N? 10 PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR CUITO K^oníenido Pág. ENTREGA 7 La "Seriación Fordiana" como Método para construir una Cronología Relativa Betty J. Meggers y Clifford Evans 11 Informe preliminar sobre las escavaciones del sitio Real Alto por la Misión Antropológica de la Universidad de Illinois Donald W. Lathrap y Jorge G. Marcos 41 El uso prehistórico de la resina fósil Olaf Holm 65 El Formativo en el valle amazónico del Ecuador: Fase Pastaza Pedro Porras G 74 Las Investigaciones Arqueológicas en la Sierra Ecuatoriana Manuel Miño Grijalva 135 Figurinas Prehistóricas de la Provincia de Pichincha José Echeverría A 171 Conceptos teóricos que han obstaculizado el desarrollo de la Arqueología en Sudamérica Víctor A. Núñez Regueiro 189 3 nírega Han pasado dos años escasos de la Fundación del Centro de Investigaciones Arqueológicas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Durante este corto tiempo, entre otros logros, hemos publicado varios estudios monográficos y artículos especializados en revistas nacionales y extranjeras. Ahora tengo el agrado de presentar este número especial monográfico de la Revista de la Universidad Católica, con trabajos originales escritos a nivel estrictamente científico y que, por sí solos, constituyen un aporte positivo para el conocimiento de la Arqueología en general y, de manera especial, la del Ecuador. Es así como en el aspecto metodológico publicamos el estudio de los Doctores Betty J. Meggers y Clifford Evans sobre el método de seriación Ford, que lia venido a revolucionar la sistemática arqueológica en nuestro Continente y que contribuyó aquí, en nuestro País, a establecer 9 fases arqueológicas en la Costa y 7 en el Oriente a más de 2 estudios sobre prehistoria de la isla La Puna y de Chilibulo junto a la Capital del Ecuador. Se trata del método cuantitativo de seriación adoptado por el Instituto Smithsoniano de Washington, que lleva a establecer cronologías relativas como paso previo para aceptar las de datación absoluta. Los dos distinguidos Arqueólogos Norteamericanos explican la importancia del Método Fordiano de seriación, en una forma cristalina y eminentemente didáctica, muy al alcance no sólo de los Especialistas, sino también de los 7 que dan los primeros pasos en el estudio de una ciencia tan fascinante como la Arqueología. El joven Arqueólogo argentino Prof. Víctor Núñez Regueiro, pone el dedo sobre la llaga para hacernos conocer las causas que impiden el normal desenvolvimiento de la Arqueología en nuestro Continente, de manera especial en la América Latina, y apunta los medios para superar este como marasmo en que se debate la Arqueología, debido especialmente a la diversidad de sistemas y terminologías. Nos demuestra como el sistema Ford de seriación ha permitido a los Arqueólogos del Contienente hablar el mismo idioma para entendernos entre nosotros y hacernos comprender aún de los no Iniciados. El Señor Olaf Holm, ecuatoriano y guayaquileño por adopción, que ha sentado entre nosotros cátedra de seriedad en la investigación científica, nos da su aporte valiosísimo sobre el uso prehistórico de la resina fósil en un trabajo por demás novedoso y absolutamente original. La Misión Antropológica de la Universidad de Illinois, dirigida por el Prof. Doctor Donald Lathrap y de la que entre otros ilustres científicos es Investigador Asociado el Colega Jorge Marcos, ilustre hijo de la Perla del Pacfico, nos entrega su INFORME PRELIMINAR sobre las excavaciones en el sitio Real Alto (Chanduy-Provincia del Guayas), cuyos resultados han llamado la atención del mundo científico y revolucionado una serie de teorías sobre el origen de la agricultura en el Continente. Dos jóvenes auxiliares en el Centro de Investigaciones Arqueológicas, Lie. Manuel Miño Grijalva (nieto de Carlos E. Grijalva, célebre por su polémica con Max Uhle sobre los hallazgos de Cuasmal en el Carchi) y el Sr. José Echeverría, nos ofrecen dos artículos de sumo interés: Reseña de las Investigaciones Arqueológicas en la Sierra Ecuatoriana y Estudio de varias fi8 gurinas encontradas en la Provincia de Pichincha, respectivamente. Como contribución de parte mía va la Monografía sobre la Fase Pastaza, la primera perteneciente al Formativo Temprano que se descubrió en la zona ecuatoriana del Valle Amazónico. Antes de terminar, siento el deber de consignar nuestro sincero agradecimiento, en primer lugar, al Rector de la Universidad Dr. Hernán Malo González, S. J., a cuya amplitud de miras y clara inteligencia se debió la fundación de este Centro, y al Director del Centro de Publicaciones, P. Marco Vinicio Rueda, S. J., quien en compañía de sus Colaboradores tuvo la gentileza de poner a disposición del Centro este Número Especial de la Revista de la Universidad Católica. Que las páginas que presentamos a continuación, más que un aporte a la Ciencia, sean un estímulo a la juventud ecuatoriana a seguir las claras huellas de eminentes arqueólogos nacionales como Jacinto Jijón y Caamaño y Emilio Estrada Ycaza. Quito, Noviembre de 1975. Pedro I. Porras Garcés DIBECTOE 9 LA "SERIACIÓN FORDIANA" COMO MÉTODO PARA CONSTRUIR UNA CRONOLOGÍA RELATIVA Betty J. Meggers y Clifford Evans Smithsonian Institution Se puede afirmar, sin temor de equivocarse, que ningún método analítico usado por los arqueólogos ha sido más severamente criticado y mal comprendido que el análisis cuantitativo y la seriación, familiarmente conocido como "seriación fordiana", por el nombre de su principal proponente, James A. Ford. Ford nunca explicó detalladamente el método y sus resúmenes (Ford 1957, 1962) brindan la impresión de que hay alguna clase de "magia" involucrada. En muchos casos quienes lo usaron lo aprendieron directamente de Ford o de uno de sus discípulos, y también se han contentado con presentar sus resultados sin dar una descripción detallada de los procedimientos por los cuales llegaron a ellos. En consecuencia, aunque éste es el único tipo de análisis capaz de brindar una cronología relativa para regiones en las que los sitios son poco profundos y la preservación es pobre, su validez continúa siendo puesta en duda (p. ej. McNutt 1973). Las principales objeciones (que el cambio a través del espacio puede ser confundido con el cambio a través del tiempo, que el uso de fragmentos distorsiona las popularidades relativas reales de los "tipos", que no podrá lograrse el mismo orden de seriación empleando diferentes criterios, que la variación estacional en el 11 asentamiento puede ser confundida con el cambio cronológico), no parecen ser válidas cuando el método es empleado correctamente, como se intentará demostrar en este artículo. FUNDAMENTOS TEÓRICOS La "seriación fordiana" (llamada a veces "seriación de frecuencias") se basa en la proposición de que el cambio es continuo, pautado e irreversible. Estas caractersíticas describen el proceso evolutivo general que prevalece en el reino biológico como en el cultural. La pautación del cambio en una especie o género biológico, o en un elemento o complejo cultural, es una variación de la curva de distribución normal. Hay un principio, un incremento hasta un climax, una declinación y por fin una extinción. Esta es la tan familiar curva en forma de "campana" que describe todas las clases de fenómenos (fig. la.). Para describir el cambio a través del tiempo, esta curva ha sido generalmente rotada en ángulo recto para concordar con la disposición vertical de los niveles estratigráficos en el terreno. Algunos arqueólogos conservan la "campana" empleando una línea de base vertical uniforme (fig. Ib). Como esto enfatiza las pequeñas diferencias en las longitudes de las barras, causadas a menudo por factores no culturales, en la mayoría de los casos se prefiere emplear una línea de base central, que contribuye a minimizar las diferencias y crea un patrón simétrico (fig. le). Esto produce contornos más suaves pero no oculta los cambios radicales que pueden estar reflejando hechos históricos significativos. En la teoría evolutiva hay otras varias suposiciones teóricas, que son relevantes para la interpretación de secuencias seriadas derivadas del análisis cuantitativo de fragmentos de alfarería, implementos de piedra u otras clases de residuos. De entre estas suposiciones son importantes las siguientes: 1. La interacción es esencial para mantener la uniformidad. Mientras los animales de una misma especie o las al12 a D B I I I □ 3 IZ=] 3 i I I I c 3 □ ' l J C a 1 IÍ I Fig. 1. Métodos de descripción de cambios cuantitativos, a. La clási­ ca curva acampanada, que representa el rango normal de va­ riación en la mayoría de los fenómenos, b. Frecuencias relati­ vas de tres tipos alfareros, proyectadas empleando una línea de base uniforme a la izquierda. La configuración del Tipo A se asemeja a la curva acampanada puesta de costado, c. Fre­ cuencias relativas de los mismos tres tipos de alfarería, pro­ yectadas sotare una línea de base central que "suaviza" las ten­ dencias. deas (poblados) de la misma tribu o cultura interaccionen mutuamente, se minimiza su capacidad de diferenciación. Entre los animales, la intercruza evita que los genes raros y las mutaciones aumenten su frecuencia (a menos que contribuyan a incrementar la probabilidad de supervivencia hasta un punto en que la selección natural los favorezca) por un proceso conocido como "realimentación negativa". Este mismo proceso opera en las comunidades humanas, manteniendo la uniformidad cultural. Si bien el cambio tiene lugar, se manifiesta de manera similar en toda la población mientras persista la interacción. Esto es generalmente imperceptible y se hace evidente sólo en perspectiva histórica. 2. Habrá una diferenciación si disminuye o cesa la interacción entre los miembros de una comunidad. Cuando un grupo de animales se ve aislado de otras poblaciones de la misma especie, divergirá de éstas en comportamiento, aspecto u otras características. Hay dos razones principales: 1) cada individuo posee una composición genética ligeramente diferente, y esas diferencias pueden manifestarse cuando cesan los efectos homogeneizantes de la intercruza; y 2) cada habitat ejerce diferentes clases de presiones adaptativas, lo que hace que algunas características sean más ventajosas para un grupo que para otro. De un modo similar, dos poblaciones humanas que una vez formaron una sola comunidad pero que luego se separaron, comenzarán a diferenciarse culturalmente. Las variaciones individuales de habilidad o preferencia por patrones de diseño particulares, u otras clases de comportamiento, prevalecen aun en las sociedades más primitivas, pero su impacto (en el seno de la comunidad) se ve minimizado por las presiones sociales que tienden a la uniformidad. Si se rompe la comunicación, las presiones cambiarán. Inicialmente es probable que las diferencias sean detectables sólo de manera cuantitativa, o sea que, si bien se continuarán produciendo los mismos implementos y clases de decoración, comenzarán a divergir las popularidades relativas de las formas específicas de 14 expresión. Con el transcurso del tiempo y la exposición a diferentes fuentes de influencia, los cambios culturales se harán crecientemente obvios. 3. En cualquier punto del tiempo existen tres posibilidades, tanto para una especie como para un elemento cultural: 1) que persista sin cambiar; 2) que comience a diferenciarse en dos o más variedades; 3) que desaparezca. Lo que suceda dependerá de circunstancias internas o externas, o sólo del azar. Los promedios de cambio no sólo difieren entre especies y culturas: también pueden variar dentro de una especie o cultura en diferentes momentos de su historia. Algunos rasgos se desarrollan rápidamente y mueren (desaparecen) lentamente; otros aumentan lentamente y mueren (desaparecen) súbitamente. Un rasgo puede manifestarse escasamente pero persistir durante un largo período de tiempo; otro puede tomarse muy común y mantener alta frecuencia durante un largo período y altamente frecuente sin cambiar significativamente. VALIDEZ DE LA "SERIACIÓN FORDIANA" PARA ESTABLECER CRONOLOGÍAS Una de las más interesantes demostraciones de la correlación entre tendencias de frecuencia cambiante y la cronología relativa se ve en un estudio de las lápidas de cementerios coloniales en las cercanías de Boston, Massachusetts (Deetz and Dethlefsen, 1965; Dethlefsen y Deetz, 1966). Se encontraron relativamente pocos motivos, que fueron clasificados en tipos de acuerdo con los procedimientos empleados con los restos arqueológicos. Todas las lápidas de una misma década fueron agrupadas en una unidad equivalente a un nivel de una excavación estratigráfica. Cada cementerio representaba un sitio arqueológico. Debido a que el esculpido de las lápidas no era una especialidad de tiempo completo (dedicación exclusiva), los tipos exhibían una variación similar a la que caracteriza a la alfarería arqueológica hecha por las mujeres para el uso 15 Concord Deal b's Head Rom» dierub Hurt-Hooth Medusa UrnáWíllow Portrait Plymouth OeathsHead Gherub UniNfiHow Fig. 2. Frecuencias relativas de los motivos de las lápidas, en los cementerios coloniales de Concord y Plymouth, proyectadas para simular los gráficos derivados del análisis cuantitativo de tipos alfareros. Las lápidas de cada década forman una unidad comparatale a la alfarería de una recolección superficial o de un nivel de una excavación estratigráfica. La seriación taasada en las tendencias ubica a las muestras en un orden cronológico correcto (según Dethlefsen y Deetz 1966, fig. 3). 16 doméstico. Sin embargo, los cementerios coloniales ofrecían dos ventajas importantes: 1) todas las lápidas estaban por encima del nivel del suelo, con lo que podía analizarse el contenido completo de cada "sitio", y 2) cada lápida tenía una fecha grabada, que identificaba su posición cronológica exacta. Después de clasificar en tipos todas las lápidas de los cementerios de Concord y Plymouth, los resultados fueron tabulados por década, convertidos en porcentajes de frecuencia relativa, traspasados a tiras de papel, y seriados. El gráfico fue similar a los obtenidos mediante el análisis cuantitativo de restos arqueológicos (fig. 2). Cada tipo tenía una historia diferente. Algunos tipos cambiaban gradualmente, otros de forma abrupta; algunos permanecían estables durante varias décadas; otros eran infrecuentes o de corta vida. Igualmente importante es que la seriación obtenida para las tendencias está en perfecta concordancia con la cronología conocida, lo que indica que aquella refleja el paso del tiempo. Cuando se interdigitan las secuencias de los cementerios de Concord y Plymouth, algunas de las tendencias se suavizan (fig. 3). La disposición que produce las tendencias más consistentes concuerda estrechamente con la cronología absoluta, aunque hay dos inversiones pequeñas: 1) la muestra fechada de 1760 a 1769 en Plymouth se ubica, en la seriación, por debajo de la fechada de 1750 a 1759 en Concord; y 2) la muestra fechada de 1810 a 1819 en Plymouth figura antes que la fechada de 1800 a 1809 en Concord. Considerando que la seriación abarca más de 150 años, estas inversiones son insignificantes. Son demasiado mínimas como para afectar la interpretación de la historia de los tipos o la confiabilidad de la cronología relativa. CONSTRUCCIÓN DE UNA CRONOLOGÍA RELATIVA La mayor parte de las cronologías relativas están basadas en el análisis cuantitativo de la alfarería, porque los fragmen17 tos alfareros son abundantes, relativamente resistentes al deterioro, y poseen una gran cantidad de caractersíticas capaces de cambiar con promedios diferentes. Cuando el fin principad de la clasificación es el establecimiento de una cronología relativa, es esencial identificar los rasgos que cambian más rápidamente. Esto sólo puede lograrse mediante la experimentación. La alfarería es también potencialmente útil para el trazado de relaciones culturales. La flexibilidad de la arcilla permite hacerle adoptar una gran variedad de formas, adornarla con muchas clases de apéndices y ornamentarla con un enorme número de técnicas y motivos. Muchos de estos rasgos aparecen esparcidos sobre amplias áreas, convirtiéndolos en útiles indicadores de migración o difusión, en marcadores de horizontes y en evidencia de comercio. Una clasificación que pueda identificar esta clase de rasgos (que pueden mantener una frecuencia relativamente estable dentro de un complejo individual), así como aquellos que están cambiando, es claramente más útil que una que cumpla sólo con uno de estos requisitos. Debe mencionarse otro punto más. El uso de fragmentos de alfarería para la clasificación, a menudo distribuye porciones de la misma vasija en dos o más tipos. Esto no importa cuando el fin es la cronología. La reconstrucción de las vasijas es tarea aparte y brinda otras clases de información. La forma más sencilla de identificar los rasgos que cambian es analizarlos en el contexto de la estratigrafía. Si las muestras de fragmentos han sido obtenidas mediante excavaciones estratigráficas en varios sitios, el mejor sistema es seleccionar el que de éstos contenga el mayor número de niveles, a los fines de la clasificación experimental, porque ese sitio probablemente representa el mayor intervalo de tiempo. La forma más rápida de establecer si un rasgo cambia, es emplear18 ,«0-49 g 1830-39 g "pi 1 po 1820-29 1810-19 1800-09 C3 1810-19 1790-99 1750-59 1740-49 1740-49 HI 1780-89 1770-79 1760-69 1750-59 1 i n c D C CD 1730-39 (720-29 I 1710-19 1 1700-09 1 0 wmmmmm 3 \ OEAIHS HE«D 1 HE MITBOOTH t ,_, ^ ' USA 1 CHERUB 1 URN a WILLOW Fig. 3. Interdigitación de las secuencias de lápidas de Concord y Plymouth, de acuerdo con los procedimientos empleados en la seriación arqueológica. Cuando se compara el orden indicado por las tendencias con las fechas conocidas, hay sólo dos lugares donde se registran inversiones menores. Este experimento indica que el análisis cuantitativo y la seriación son herramientas confiables para establecer cronologías relativas, si se los emplea adecuadamente. 19 lo en la clasificación de un nivel del fondo, uno del medio y uno del tope de la excavación y ver si hay algún cambio consistente en la frecuencia relativa. La clasificación de los fragmentos no decorados puede ser basada en diferencias de antiplástico, cocción, tratamiento de la superficie o en una combinación de estos rasgos. El criterio básico estará determinado por la pauta del cambio. Si se observan diferencias en el antiplástico, puede experimentarse primeramente con él. Si el antiplástico parece uniforme, puede variar el tratamiento de las superficies: la falta de pulimento, el pulimento estriado y el pulimento completo, cambian frecuentemente en popularidad relativa. El empleo de este criterio está limitado por el estado de preservación de las superficies, y en condiciones de humedad ha habido a menudo suficiente erosión como para evitar la identificación cierta de la condición original. A veces, el cambio más rápido se advierte en la cocción, con progresión desde oxidación incompleta, o viceversa. Si una clasificación basada en uno de estos rasgos produce dos o más tipos de tendencia consistente en los niveles de una excavación, las mismas categorías pueden ser empleadas para la clasificación de otro sitio perteneciente al mismo complejo cultural. Si los resultados concuerdan, entonces la clasificación es adecuada para establecer una cronología relativa. Un ejemplo de este procedimiento lo tenemos en la secuencia de la Fase Mabaruma del Distrito Noroeste de Guyana (fig. 4). Se separaron cuatro tipos lisos por diferencias en el antiplástico: Mabaruma Ordinario (arena gruesa), Hosororo Ordinario (arena fina), Hotokwai Ordinario (esteatita) y Koberimo Ordinario (mica). Los cuatro muestran marcados cambios en la frecuencia relativa. Los tipos decorados, por el contrario, son raros y muestran tendencias ligeras o inconsistentes. Son importantes para describir el complejo cerámico de la Fase Mabaruma y para determinar relaciones con otras 20 áreas, pero no suministran una base para establecer una cronología relativa dentro de la misma fase. En el caso de poblados que se mudaban demasiado a menudo como para permitir que se acumularan los desechos, puede construirse una secuencia seriada con recolecciones superficiales, ordenando los sitios de manera que los tipos alfareros presenten tendencias consistentes de frecuencia de cambio. Un ejemplo es la seriación de la Fase Rupununi (fig. 5). Con raras y erráticas excepciones, toda la alfarería carecía de decoración y tenía antiplástico de arena. Se la clasificó en dos tipos, de acuerdo con la variación en la cocción: Kanuku Ordinario, con una sección transversal completamente oxidada, y Rupununi Ordinario, incompletamente oxidada, con un núcleo gris de espesor variable. En ausencia de evidencias estratigráficas, la dirección del cambio debió ser establecida por otros medios. Afortunadamente esta fase persistió en el período Post-europeo y en varios sitios se hallaron fragmentos de porcelana, hierro y otras clases de materiales de canje. Pudieron fecharse objetos de siete sitios, y cuando se compararon las fechas con la seriación, indicaron que Rupununi Ordinario aumentaba mientras que Kanuku Ordinario disminuía con el paso del tiempo. EVALUACIÓN DE UN MARCO CRONOLÓGICO La probabilidad de que una seriación represente el cambio a través del tiempo, aumenta si puede obtenerse, independientemente, el mismo ordenamiento relativo, a través de varias clases de evidencia. La concordancia entre un patrón basado en tipos de anzuelos y otro de limas de coral en las Marquesas ejemplifica esta situación (fig. 6; Suggs 1961). Diferentes categorías de artefactos cambian con promedios diferentes (en las Marquesas, los anzuelos cambiaron más rápidamente que los tipos de limas), pero la teoría evolutiva implica que debe existir el mismo orden general, independientemente del 21 ill II D D - I 0 • 0 ' IM |D-||oi»-»e a !:M» ! i 111 || I ! t : i i . 3 \ 1 I JU Secuencia seriada derivada de excavaciones estratigráficas y recolecciones de superficie en sitios de la Fase Mataaruma del noroeste de Guyana. Los tipos decorados, a la derecha, son relativamente infrecuentes y muestran muy pocos cambios con el tiempo, en contraste con las tendencias exhitaidas por los cuatro tipos ordinarios de la izquierda (según Evans y Meggers 1960, fig. 48). fenómeno que se clasifica. Una pauta errática puede surgir si una muestra es muy pequeña o poco representativa. Cuando la muestra parece adecuada, una configuración aberrante puede llamar la atención sobre problemas de interpretación que no son obvios en otros tipos de evidencia arqueológica. Puede considerarse que una secuencia seriada es confiable si: 1) está basada en varias clases de rasgos, incluyendo diferentes tipos de artefactos y diferentes atributos de una o más categoraís de artefactos, y 2) incorpora excavaciones estratigráficas. De hecho, dadas las múltiples fuentes de error inherentes a los fechados con C-14, una discordancia entre una serie de fechados y una secuencia seriada cuidadosamente construida demostrará, más probablemente, errores en las fechas que en esta última. La fuente potencial de error más grave, en la interpretación de una seriación, es la similitud que presentan las tendencias evolutivas y las pautas resultantes de una reocupación o la extensa ocupación de un sitio. La excavación de agujeros para los postes de una casa en construcción, los fosos para inhumación o simplemente el caminar, pueden producir la intrusión de desechos más tempranos en niveles posteriores. Como consecuencia pueden aparecer tipos que parezcan persistir mucho después de haber dejado de ser hechos. También puede haber un cuadro confuso en un sitio reocupado por una cultura diferente. Si no se acumuló una capa estéril, las dos ocupaciones estarán conectadas por varios niveles de desechos mezclados, que pueden producir pautas que simulen cambios evolutivos al disponer, en un gráfico, las situaciones, es obtener muestras de varios sitios, incluyendo algunos con poco desecho que denotan corta duración. Un tipo de artefacto que todavía se confeccione continuará apareciendo en el desecho cuando un poblado se desplace; si ha desaparecido (si no se lo produce más) estará ausente en el siguiente sitio. La reocupación puede reconocerse fácilmente, si los tipos asociados 23 con cada cultura han sido identificados en sitios sin mezcla en la acumulación de desechos. A veces los errores en la clasificación se evidencian por la configuración anormal de las tendencias. Particularmente cuando dos o más complejos tienen alfarería con la misma clase de antiplástico y decoración, puede no distinguírselos a uno del otro sino después del análisis cuantitativo. Una vez clasificados los fragmentos y preparada una secuencia seriada, sin embargo, es posible que uno o más de los tipos tengan una tendencia en forma de reloj de arena (fig. 7). De acuerdo con la teoría evolutiva, el cambio es irreversible. Por lo tanto, si un tipo declina y vuelve a aumentar luego de frecuencia, algo anda mal. La explicación más obvia es que están representadas dos comunidades relacionadas. Esta hipótesis se ve apoyada, en el ejemplo, por una mayor proporción de fragmentos decorados en el tercio inferior de la secuencia, que corresponde a la parte de abajo del "reloj de arena". El examen de otras evidencias culturales reveló diferencias en el patrón de asentamiento, la aparición y frecuencia de otras clases de artefactos, formas de vasijas, etc., entre los sitios de las porciones superior e inferior de la seriación. Esta característica de autocorrección es uno de los aspectos más útiles del análisis cuantitativo. RECONOCIMIENTO DE FASES Y TRADICIONES La terminología arqueológica se ha desarrollado sin coordinación, con el resultado de que las mismas palabras se emplean a menudo de diferentes maneras. Las designaciones "fase" y "tradición" son usados, comúnmente, para definir y describir culturas extintas; pero la inconsistencia en los criterios produce categorías de diferentes magnitudes y composición que resultan difíciles de comparar. Una solución práctica para este problema es definir una fase como un grupo de sitios arqueológicos que pueden ser incorporados a una secuencia seriada, sobre la base de las frecuencias relativas de una cate24 » »» C3 (t-3€B y i 1 ■ ■-10.C»VE ' ° * ""ÍT 1 ; m-tt ■-14 CZ3 0 •M VnV»"'1 SiMUKU ,- T«*Ot Fig. 5. Secuencia seriada obtenida sobre recolecciones de superficie de sitios de la Fase Rupununi, al sur de Guyana. La presencia de objetos de trueque de origen europeo en los sitios marcados con un asterisco indicó que éstos eran los más recientes y que el tipo Rupununi Ordinario estaba aumentando en popularidad (según Evans y Meggers 1960, fig. 125). 25 goría particular de artefactos. Si la alfarería es parte del complejo, constituye su indicador más sensitivo. También tiene la ventaja de estar relativamente libre de las presiones adaptativas del ambiente, a diferencia de los tipos de viviendas (que varían con la ubicación y los materiales de construcción), los implementos de caza o pesca (que se alteran con las actividades estacionales de subsistencia) u otras clases de restos culturales. Aunque para usos especiales pueden producirse diferentes tipos de alfarería, los resultados pueden reconocerse generalmente como parte de un único complejo. Si la suposición teórica 1, expuesta al principio de este artículo, es correcta, entonces la teoría evolutiva suministra una justificación para equiparar una secuencia cerámica seriada con un grupo de poblados interactuantes. La suposición 2 implica que una declinación o terminación de la interacción se verá expresada por una divergencia en las proporciones relativas de los tipos alfareros. La situación puede asemejarse a la figura 7. La presencia de los mismos tipos alfareros en todas las muestras indica que está representada una sola tradición cultural. Las frecuencias relativas de los tipos del tercio inferior del gráfico son lo bastante diferentes de las de los dos tercios superiores, sin embargo, que impiden su inclusión en la misma seriación sin violar la regla de que el cambio no es reversible. Si una secuencia seriada puede ser considerada la huella digital de una fase, debemos concluir que hemos identificado dos fases. Si los sitios están en diferentes partes de la región prospectada, pueden corresponder a comunidades contemporáneas. Si aparecen en la misma región, probablemente son de distinta antigüedad. Otro ejemplo de la utilidad del análisis cuantitativo de la alfarería en el reconocimiento de las diferencias entre comunidades lo da la Fase Valdivia. Se han publicado dos secuencias seriadas, una compuesta de sitios de la costa del Guayas (Meggers, Evans y Estrada, 1965) y la otra de varias excavaciones 26 estratigráficas de un gran conchero anular de la isla La Puna (Porras Garcés, 1973). Aunque las tendencias son similares, las frecuencias relativas de los tipos son diferentes. También hay diferencias en la popularidad de algunas de las formas de las vasijas y de las técnicas decorativas. Aparentemente, los habitantes de Puna no tuvieron una interacción lo suficientemente estrecha con los de la costa occidental de la provincia del Guayas como para evitar la divergencia, de modo que los sitios de ambas regiones no pueden ser incluidos en una única secuencia seriada. Otra forma de definir fases es dividiendo un continuo evolutivo en dos o más unidades cronológicas sucesivas. Este criterio podría haber sido aplicado a la Fase Mabaruma (fig. 4). El tercio inferior de la secuencia, que se caracteriza por la predominancia del Mabaruma Ordinario, la baja frecuencia del Hotokwai Ordinario y la ausencia con pocas excepciones del Koberimo Ordinario podría haber sido considerado como una fase separada más que un período dentro de la Fase Mabaruma. Aunque los cambios son graduales, las frecuencias del Hotokwai Ordinario y el Mabaruma Ordinario se invierten en la parte media de la secuencia, y esto podría haber servido para definir una segunda fase. Podría haberse separado todavía una tercera fase en la parte superior de la seriación, donde el Hotokwai Ordinario se hace infrecuente y el Koberimo Ordinario es popular. Algunas de las formas de las vasijas y de los motivos decorativos aparecen o desaparecen aproximadamente en las mismas partes de la secuencia en que cambian las frecuencias de los tipos alfareros (fig. 8). La decisión de emplear estos criterios para dividir la fase en períodos temprano, medio y tardío, más para definir tres fases cronológicas, se basó parcialmente en el deseo de enfatizar la continuidad cultural básica en la región (Evans y Meggers 1960). Si fuera necesario alterar esta interpretación debido a trabajos adicionales, los 27 RECTMNUUW I H M MOW ISTMJ SITES ^w,­f «■y^S.'.'.'.V'.'.VVWVWJ'iJ :E ^ b J I to Pig. 6. Seriación de recolecciones de superficie y de niveles de dos excavaciones estratigráficas en sitios de las Islas Marquesas en Polinesia. El orden obtenido independientemente por el análisis cuantitativo de las limas de coral (arriba) y los anzue­ los (abajo) es casi idéntico, lo que indica que la cronología re­ lativa es probablemente confiable (según Suggs 1961, fig. 27). 28 datos ya han sido presentados de una manera que posibilitará este cambio. El término "tradición" está siendo usado cada vez más en América del Sur para designar una unidad cultural más amplia que una fase. Cubre una gran área y/o tiene mayor duración que una fase, y se la define por las caractersíticas compartidas por las fases que la constituyen. De las tradiciones cerámicas de mayor dispersión, la que ha sido mejor estudiada sistemáticamente es la Tradición Tupiguaraní, que se registra a lo largo de toda la costa brasileña desde el sur del Amazonas, y se extiende desde comienzos de la Era Cristiana hasta el contacto europeo. Ya se han descrito más de 100 fases regionales y cronológicas, y con seguridad muchas más serán reconocidas en el futuro (Simoes 1972). Como esta tradición persistió hasta el contacto europeo, hay registros etnológicos que la correlacionan con aborígenes parlantes de una rama de la familia lingüística Tupí-Guaraní. Los indios continuaban migrando hacia el norte durante el siglo XVI. Los fechados radiocarbónicos de las fases más tempranas del sur son más antiguos que los de las del norte, corroborando así los relatos etnohistóricos. Un mayor conocimiento de la arqueología de un área puede requerir la revisión de la terminología, tanto en el caso de las tradiciones como en el de las fases. La costa de Ecuador suministra dos ejemplos en este sentido. Cuando Emilio Estrada comenzó su trabajo de campo en 1953, la única información detallada disponible era la cronología de Bushnell para la Península de Santa Elena (Bushnell 1951). En 1954 se practicó un corte estratigráfico en el sitio Chorrera, sobre el río Babahoyo. La acumulación de desechos tenía más de 4 metros de espesor, y la clasificación de la alfarería indicó que había habido allí tres ocupaciones sucesivas, la más temprana de las cuales fue designada como Fase Chorrera. Posteriormente se hallaron sitios con tipos de alfarería similares 29 a Chorrera en otras partes de la costa, pero las secuencias seriadas obtenidas de sitios en las vecindades de Ayangue no podían ser incorporados en la misma secuencia con la alfarería del sitio de Chorrera. Fue necesario, en consecuencia, reconocer dos fases y elevar la Fase Chorrera original al nivel de tradición. Para 1975 habían sido identificadas otras dos fases regionales, y probablemente se encontrarán más a medida que se conozca mejor la arqueología de la costa (Meggers y Evans, m. s.). La Fase Valdivia ha sufrido una evolución terminológica similar: la identificación de una fase regional en La Puna hace necesario considerar a Valdivia como una tradición que presenta por lo menos dos variantes o fases regionales. Si una tradición está muy extendida en tiempo y espacio, puede ser conveniente reconocer una categoría intermedia, denominada subtradición. Esto es lo que se hizo con la Tradición Tupiguaraní después de observar que un número de secuencias regionales mostraban la misma progresión en popularidad de tratamientos de superficie, desde pintura a corrugamiento y finalmente a cepillado. La consistencia de esta tendencia convirtió a las subtradiciones en útiles indicadores cronológicos, de manera que una fase que tuviera mayor frecuencia de pintura que de corrugamiento probablemente se ubicaría en la porción temprana de una secuencia local. De manera similar, cuando el cepillado fuera la más común de las tres técnicas, la fase podría ser ubicada cerca de la época del contacto europeo. CRITICAS A LA "SERIACION FORDIANA" El análisis previo suministra una base para considerar algunas de las principales críticas sobre el valor del análisis cuantitativo como método para la construcción de una cronología relativa. 1. El cambio a través del espacio puede ser confundido con el cambio a través del tiempo. Cuando un rasgo se difun30 Pig. 7. Ejemplo de la utilidad del análisis cuantitativo para el reconocimiento de fases relacionadas. Mientras clasificaba la alfarería, el arqueólogo pensó que había sólo una fase representada, porque los mismos tipos aparecían en todas las muestras. La seriación reveló que el tipo ordinario de la izquierda disminuía y luego aumentaba, en contra de la pauta de cambio esperada. El examen de los otros tipos mostró que la decoración era mucho más frecuente en la parte baja de la seriación. Estas diferencias sugirieron que la alfarería pertenecía a dos fases arqueológicas, y esta interpretación fue apoyada por otras evidencias. 31 de hay un lapso entre su aparición en el lugar de origen y su aparición en grupos cada vez más distantes. Se ha sugerido que una seriación podría representar esta clase de variación en vez de una cronología, y que sólo podría evitarse la confunsión si se incluyeran en la secuencia únicamente los sitios de un área pequeña. No se especifican las dimensiones del área, ya que esto es imposible: las dimensiones territoriales de una fase pueden ser definidas únicamente por la distribución de los sitios que la constituyen. Si es correcto suponer que una fase representa un número de asentamientos estrechamente interactuantes, entonces sólo aquellos que participan en la interacción podrán ser seriados conjuntamente. Los sitios que pertenezcan a la misma tradición, pero que sean de una comunidad diferente, presentarán distintas frecuencias relativas en los tipos alfareros, independientemente de su proximidad física. La posibilidad de confundir el cambio espacial con el temporal sólo puede ser real si se emplea un sólo rasgo, o unos pocos rasgos asociados, fuera de contexto. Al clasificar en tipos el complejo alfarero total según los criterios antes expuestos, emerge una pauta distintiva que sirve para exponer, y no para ocultar, las diferencias entre el cambio a través del espacio y a través del tiempo. 2. £1 uso de fragmentos distorsiona las frecuencias relativas de los tipos de alfarería que se confeccionaron originarUDtnente. Esta crítica se basa en el concepto de que las vasijas son más significativas que los fragmentos de alfarería para la reconstrucción de las características de una cultura extinta. Si bien las vasijas brindan otras ciertas clases de información, son menos adecuadas que los fragmentos para establecer una cronología relativa. El tratamiento cuantitativo de colecciones no seleccionadas de fragmentos ha demostrado ser un indicador sensitivo del cambio a través del tiempo. En este contexto, es irrelevante si las "popularidades" de los tipos son las mismas que las de las clases particulares de vasijas, para el aná32 Pig. 8. Distribución temporal de formas de vasijas y motivos decorativos, seleccionados de la Pase Mabaruma. La coincidencia de la aparición o la terminación de varios rasgos en dos lugares de la secuencia permitió subdividir la fase en los períodos Temprano, Medio y Tardía. Otro arqueólogo podría haber empleado estos criterios para reconocer tres fases cronológicas. La elección de la alternativa depende en parte de la cantidad de información disponible del área y, en parte, de la orientación teórica del arqueólogo (según Evans y Meggers 1960, fig. 49). 33 lisis de cuyas formas y funciones hay otros métodos disponibles. Una frecuencia del diez por ciento de decoración incisa, en una muestra de fragmentos, no implica que el diez por ciento de las vasijas estaban decoradas con incisión, ni revela que toda la superficie estaba incisa, o sólo el cuello u otra porción. Un incremento temporal en la frecuencia de la incisión puede reflejar tanto un incremento de la cantidad de superficie decorada como de la cantidad de vasijas incisas. Generalmente. puede llegarse a una correcta interpretación al estudiar los fragmentos en el contexto de la seriación. Cuando el fin es la cronología, la distinción es irrelevante. 3. El empleo de diferentes criterios produce diferentes ordenes seriados. Cuando las muestras de fragmentos de alfarería son analizadas de varias formas distintas, las seriaciones resultantes pueden no siempre ubicar cada muestra en la misma posición relativa. Este problema surgió al analizar la alfarería de la Fase Ñapo del este de Ecuador (Evans y Meggers 1968). Una seriación basada en las frecuencias relativas de los tres tipos de antiplásticos presentes, produjo un ordenamiento ligeramente diferente del que se obtuvo empleando las frecuencias relativas de las técnicas de incisión de simple línea y doble línea (fig. 9). Algunas discrepancias podían ser atribuidas al tamaño inadecuado de las muestras; sin embargo, algunas muestras grandes, que deberían haber sido confiables, dieron resultados también disparatados (incorrectos). En tales casos, es probable que haya habido otros factores distorsionando las proporciones, pero no había forma de establecer cuál era la muestra inadecuada. Generalmente, sin embargo, cuando se clasifican y serian independientemente varias clases de rasgos, la mayoría producirá resultados suficientemente similares que permitan la identificación de la cronología relativa más probable. 4. Las diferencias funcionales entre sitios pueden ser confundidas con cambios temporales. De todas las objeciones, 34 TEMPERING MATERIAL TECHNIQUE OF INCISION N - P - l , AREA I N - P - l , AREA 2 N - P - l , AREA 3 N - P - l , AREA I N - P - l , AREA 2 N - P - l , AREA 3 N-P-6, SURFACE OASIS OASIS N-P-2, CUT I, 0-15 N-P-l, AREA 4 N-P-l, AREA 4 N-P-5, SURFACE N-P-6, SURFACE N-P-2, AREA 2A N-P-2, AREA I N-P-3, TEST 8 N-P-2, BROADSIDE A N-P-2, BROADSIDE A N-P-2, AREA 2A N-P-2, BROADSIDE B N-P-2, BROADSIDE B N-P-4, SURFACE N-P-4,SURFACE N-P-3, SURF ft TESTA N-P-3, TEST B EXT. N-P-3, TEST B EXT. N-P-3, TEST B N-P-2, AREA I N-P-3, SURF, ft TEST A N-P-2, CUT I, 0-15 N-P-5, SURFACE 15-30 N-P-2, CUT 1,15-30 Pig. 9. Comparación de las secuencias seriadas obtenidas por el análisis cuantitativo de diferentes aspectos de la alfarería de la Pase Ñapo del oriente de Ecuador. Las líneas conectan los mismos mveles en ambas secuencias. Aunque hay numerosas diferencias pequeñas, entre las 17 muestras hay sólo cuatro discordancias serias. Algunos errores probablemente seráp causados por tamaño o contenido inadecuados de la muestra. Cuando se analizan diversas clases de datos, los resultados son, en general, suficientemente consistentes para indicar cuál es la más probable disposición (ordenamiento) cronológica. 35 esta es la que probablemente interfiera menos con el establecimiento de una secuencia seriada. Si un grupo se dedica a diferentes actividades en distinta épocas del año, la ubicación de los sitios y el contenido de desechos diferirán de modo de llamar la atención sobre esta situación. En la Fase Taruma de Guyana (Evans y Meggers 1960) era fácil distinguir los poblados de los sitios de cultivo por las marcadas diferencias en la cantidad de alfarería y en las dimensiones del área en que estaba distribuida. En fases en que los muertos eran enterrados en cementerios, la presencia y abundancia relativa de lo^ tipos alfareros es usualmente diferente de la de los desechos de los sitios de habitación. Esto generalmente torna necesario construir dos seriaciones, una para los poblados y otra para los cementerios. Algunos tipos serán iguales, sin embargo, y el hecho de que no puede haber cementerios sin poblados posibilita el reconocer que esas seriaciones forman parte de una única fase. Esta situación se da en la Fase Aristé, sobre la costa brasileña, al norte del Amazonas (Meggers y Evans 1957). La alfarería del desecho de las habitaciones era predominantemente ordinaria y fue clasificada en dos tipos por diferencias en el antiplástico (fig. 10). Los mismos tipos ordinarios fueron encontrados en los cementerios, pero allí la decoración pintada era común. Como resultado no pudieron interdigitarse las frecuencias relativas de los tipos de las dos clases de sitios y debieron ser construidos dos gráficos. Como ambas clases de sitios están en la misma región hay probabilidades de que sean contemporáneos, y entonces puede considerarse que las diferentes frecuencias de los tipos ordinarios se deben a diferencias en la función de la alfarería en cada caso. Es posible, sin embargo, que el comienzo de la secuencia para el cementerio sea anterior o posterior que el de la del sitio de habitación. La correlación exacta será hipotética hasta que se hayan obtenido fechas absolutas para ambas secuencias. No hay duda, 36 1-10 IMIU I I Cmi C3 O Pig. 10. Secuencias seriadas basadas en el análisis cuantitativo de muestras de fragmentos de cementerios y sitios de habitación de la Pase Aristé de la Guayana Brasileña. Las diferencias en la presencia y las frecuencias relativas de los tipos alfareros impiden la interdigitación de las muestras de las dos clases de sitios. Las funciones especializadas de éstos, sin embargo, permiten su inclusión dentro de una sola fase, y revelan que las vasijas pintadas eran fabricadas fundamentalmente para uso funerario (según Meggers y Evans 1957, fig. 46). 37 sin embargo, de que en los dos gráficos está representada una sola fase. CONCLUSION Como sucede con cada método científico, la confiabilidad de la "seriación fordiana" depende del cuidado y habilidad con que se la emplea. Si en una clasificación no se emplean criterios que cambien con relativa rapidez, los resultados no serán útiles para la seriación. Si una clasificación utiliza criterios muy generales, probablemente no será útil para identificar fases, aunque puede diferenciar tradiciones. Si las distinciones son muy finas, reflejarán variaciones individuales de habilidad o gusto y no cambios en el producto de una población. La experimentación y la práctica permiten a un arqueólogo reconocer las clases de rasgos que reflejan esa clase de diferencia en un nivel general. Aunque no debe esperarse que una secuencia seriada defina la posición cronológica exacta de un sitio individual, se puede establecer su antigüedad relativa en el contexto de una fase. Cuando la muestra de sitios es grande y las tendencias están apoyadas por el análisis de varias excavaciones estratigráficas, la secuencia brinda un marco confiable para observar los cambios de otros rasgos culturales, como tipos de implementos de piedra, patrón de asentamiento y subsistencia. Además puede revelar, para la investigación, problemas importantes que no surgen de otras evidencias. La 'seriación fordiana" es fácil de aprender y económica para aplicar. Puede requerir gran cantidad de tiempo y de paciencia, pero los resultados justifican los esfuerzos. 38 LITERATURA CITADA Bushnell, G. H. S. 1951 The archaelogy of the Santa Elena Península in south-west Ecuador. Cambridge (England). Deetz, James and Edwin Dethlefsen 1965 The Doppler effect and archaeology: a consideration of the spatial aspects of seriation. Southwestern Journal of Anthropology 21: 196-206. Dethlefsen, Edwin and James Deetz 1966 Death's Heads, Cherubs, and Willow Trees: experimental archaelology in Colonial cementeries. American Antiquity 31: 502-510. Evans, Clifford and Betty J. Meggers 1960 Archeological investigations in British Guiana. Bureau of American Ethnology Bui. 177. Smithsonian Institution, Washington, D. C. 1968 Archeological mvestigations on the Rio Napo, eastern Ecuador. Smithsonian Contributions to Anthropology, Vol. 6. Washington, D. C. Pord, James A. 1957 Método cuantitativo para determinar la cronología arqueológica. Divulgaciones Etnológicas 6:9-44. Instituto de Investigación Etnológica, Universidad del Atlántico, Barranquilla. 1962 Método para establecer cronologías culturales. Manuales Técnicos III, Union Panamericana. Washington, D. C. McNutt, Charles H. 1973 On the methodological validity of frequency seriation. American Antiquity 38:45-60. Meggers, Betty J. and Clifford Evans 1957 Archeological investigations at the mouth of the Amazon. Bureau of American Ethnology Bui. 167. Smithsonian Institution, Washington, D. C. ms. The Chorrera Tradition of coastal Ecuador. 39 Megers, Betty J., Clifford Evans, and Emilio Estrada 1965 Early Pormative Period of coastal Ecuador: the Valdivia and Machalilla Phases. Smithsonian Contribution to Anthropology, Vol. 1. Washington, D. C. Porras Garcés, Pedro I. 1973 El Encanto — La Puna; Un sitio insular de la fase Valdivia asociado a un conchero anular. Serie La Puna 1, Museo Prancisco Piaña. Guayaquil. Simoes, Mario F. 1972 índice das fases arqueológicas brasileiras, 1950-1971. Publicacoes Avulsas 18. Museu Paraense Emilio Goeldi, Belém. Suggs, Robert C. 1961 The archeology of Nuku Hiva, Marquesas Islands, Prency Polynesia. American Museum of Natural History, Anthropological Papers, Vol. 49, Part. 1. New York. 40 INFORME PRELIMINAR SOBRE LAS EXCAVACIONES DEL SITIO REAL ALTO POR LA MISIÓN ANTROPOLÓGICA DE LA UNIVERSIDAD DE ILLINOIS Donald W. Lathrap Jorge G. Marcos La Misión Antropológica de la Universidad de Illinois, bajo la dirección del Profesor Doctor Lathrap, en la cual Jorge G. Marcos, es Investigador Asociado y Director de Campo; James A. Zeidler Arqueólogo y Palinólogo; y, Deborah Pearsall Etno-botánica, vino al Ecuador a hacer estudios en un poblado bastante extenso de la Cultura Valdivia en el Sitio Real Alto, a unos seis kilómetros de la población de Chanduy. Este sitio lo descubrió Jorge Marcos en 1971, y, en 1972 terminó de hacer una recolección superficial de materiales culturales en los montículos que arreglados en forma elíptica dejaban entrever que se trataba de un poblado bien estructurado. También levantó un mapa topográfico del sitio y en éste marcó la procedencia de los materiales recolectados. Durante los años de 1972 y 1973, analizó con ayuda de algunos estudiantes el material en el Laboratorio de Arqueología Sudamericana de la Universidad de Illinois y gracias a los tiestos representativos de diferentes épocas que habían en el material recogido pudo determinar que el sitio debió haber sido ocupado durante unos dos mil años, desde hace unos seis mil años hasta ha41 ce cuatro mil años antes del presente, (en fechas de radio carbono corregidas). Los diferentes análisis a que el material fue sometido indicaron que la Cultura Valdivia no era una población de orientación pesquera, más vale basaba su economía en una agricultura intensiva, eso sí, complemementaban la base calórica con proteínas animales obtenidas mediante la caza principalmente, la pesca y la recolección de mariscos en los manglares. Pero los restos animales en ningún caso son lo suficientemente abundantes para sostener la densidad de la población evidente en los sitios de la Cultura Valdivia por la gran cantidad de fragmentos cerámicos que indican gran número de usuarios. (1) Aún más, en el Sitio Real Alto, la cantidad de piedras de moler con sus manos es casi tan alta como la cantidad de ollas que estos pobladores poseyeron, indicando que debieron moler granos a diario. La primera evidencia más concreta sobre la presencia de agricultura en este sitio, la obtuvo Jorge Marcos, cuando encontró entre la colección un pegote de barro cocido que tenía en su superficie impresiones de dos tejidos distintos (Marcos 1973) Sacó la reproducción de los tejidos en latex y pudo ver la forma del hilado y la manera en que fueron tejidos, llegando a dos conclusiones: la una, que las fibras que se usaron, podrían ser solamente algodón, ya que era la única fibra vegetal que permitía un hilado tan fino y regular, y todavía la llama y la alpaca no habían sido domesticadas en los Andes Centrales, lo que descartaba la posibilidad de que fuesen textiles de fibras animales; y segundo que para haberse podido fabricar tales textiles era menester el uso de telar con huso. Por consiguiente, nos encontramos ante la presencia de la (1) Es excepción a esta regla, el sitio El Encanto excavado por el P. P. Porras G. (1973) el cual demuestra un patrón circular de asentamiento Valdiviano pero su economía es orientada hacia una ecología de manglar. 42 evidencia de textiles hechos en telar con huso, hasta ahora los más antiguos de América. Para estar seguros de que el pegote de arcilla no fuese una intrusión posterior en el sitio se hicieron comparaciones petrográficas entre micro-secciones obtenidas del pegote de arcilla con micro-secciones de cerámica de los diferentes períodos Valdivia, así como, con micro-secciones de cerámica de las Culturas posteriores. La comparación dio como resultado que la pasta del pegote era solamente idéntica a la de los platos grises pulidos a guijarros del período 6 de la Cultura Valdivia, o sea, de la fase final C, para la cual hay fechas de radio carbono de 2.100 A. C. Estos tejidos aparentemente de algodón y hechos en telar serían unos 200 años más tempranos que los primeros tejidos simples hechos a mano con aguja, hallados en Huaca Prieta, y Conchas en el Perú; y unos dos mil años más antiguos que los primeros tejidos hechos en telar hallados en Hacha y Erizo en la costa peruana, sugiriendo que tanto el cultivo del algodón como el uso del telar datan de antes de 5.000 años atrás en el Ecuador, y que de la costa del Guayas a través del comercio activo que existía entre esta zona y el Perú en épocas muy tempranas fueron introducidos al Perú dando origen a una tradición textil que es admiración de todo el mundo. Para el Arqueólogo tropical la gran amiga es la cerámica que se conserva bien y así se pueden preservar impresiones que inadvertida o intencionalmente en ella quedan de materiales que de otra manera se destruirían por la acción de la humedad. El Profesor Zevallos Menéndez (1971) halló una impronta de maíz en un fragmento valdivia en la excavación que él y Olaf Holm (1960) hicieron en San Pablo, la impronta fue accidental, nosotros en las excavaciones que ahora estamos haciendo en el Sitio Real Alto hemos hallado improntas de maíz 43 en cantidad, usadas como elemento decorativo en los bordes de las vasijas del período 3 de Valdivia, o sea, al final de la fase A con un fechado absoluto de 5.500 años antes de ahora. El Doctor Earl Leng estudiando la impresión accidental hallada por Zevallos, así como, las diferentes impresiones halladas por el equipo de la Universidad de Illinois en el Sitio Real Alto, identificó el maíz usado por los valdivianos como uno de tipo flint de ocho hileras rectas de grano muy grande y espaciados regularmente, esta raza kcello ecuatoriana todavía se siembra en cantidad en el valle de Cuenca. Cuando se planificó la excavación después de haberse hecho el estudio del mapa topográfico y de los materiales recogidos, se decidió hacer dos trincheras que bisecten el poblado con la intención de cortar a través el mayor número de casas posibles, en esta intención fuimos premiados desde un principio, apenas después de una semana de iniciadas las excavaciones hallamos las trincheras de cimientos de pared y huecos de postes que nos han permitido establecer el plano de la primera casa. Estas fueron elípticas de unos 12 metros por el eje mayor y 8 metros por el menor, por el material cerámico del piso de ocupación pudimos establecer que perteneció al período 3, es decir, fueron ocupados hace 5.500 años. La relación de la forma elíptica de la casa con la distribución también elíptica de las casas en el poblado indican un planteamiento estructural de alguna tradición, por lo tanto, podríamos decir que estamos ante un poblado más avanzado que una simple agrupación pre-urbana, por consiguiente, lo bien estructurado de la organización social valdiviana se vuelve aparente. Esta gente había desarrollado la cerámica, el cultivo de las plantas como el maíz y el algodón, unos dos mil años antes que los habitantes de las áreas que tradicionalmente han sido consideradas como los centros de la civilización de la América pre-colombina. 44 El presupuesto de la campaña de excavación e investigación arqueológica y botánica en el Sitio Real Alto para los meses de agosto a diciembre de 1974 provino de los fondos contribuidos por la Junta de Investigación de la Universidad de Illinois, por el Centro de Estudios Latinoamericanos de la misma Universidad y por el Banco Central del Ecuador. A partir del mes de enero del presente año, la National Science Foundation de Washington EE. UU. y la WennerGrenn Foundation de New York, EE. UU. aprobaron un presupuesto para la segunda etapa de nuestra investigación, es decir de enero a agosto de 1975. La excavación no ha progresado solamente en una forma cuantitativa en lo que refiere a la obtención de datos, sino que piezas de incuestionable mérito artístico y museológico han sido recobradas de la excavación. Todas estas piezas fueron entregadas al Museo de Arqueología del Banco Central del Ecuador, según los contratos celebrados entre la Dirección del Patrimonio Nacional, el Banco Central del Ecuador, la Misión Antropológica de la Universidad de Illinois y el señor Jorge G. Marcos Pino. Los resultados de las investigaciones son tan importantes, que desde ya podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que hemos contribuido a variar radicalmente la perspectiva bajo la que se miraba a la organización social y económica de los pobladores del período Valdivia de la costa ecuatoriana, y la primerísima importancia que tuvieron estos ecuatorianos en el proceso de la civilización americana. Fue algo sorprendente, y noticia internacional, el hallazgo que hicimos de los restos de casas Valdivia al iniciar el primer mes de excavaciones el año pasado. Además, hemos hallado ya las huellas de casas del período a-cerámico en el Sitio Real Alto, las que pueden datar unos mil años por lo menos antes que las Valdivia. Además de estructuras de las siguientes fa45 ses: Machalilla; Valdivia Tardío (7,8); Valdivia C (6); Valdivia B (3,4,5); Valdivia A (2,3); Valdivia del estilo Loma Alta (Ib) y dedicatoria de Loma Alta ( l a ) . Hemos cumplido con nuestro compromiso de trabajo habiendo excavado ochenta estructuras de viviendas, dos que representan edificios públicos, unos cien de enterramientos humanos y cuatro de perros así como la prospección y excavavación de sitios satélites a este poblado en las épocas tardías de Valdivia y a través del resto del período formativo temprano. Los que se encuentran en las antiguas riberas de los ríos Verde y Real. Podemos adelantar en este informe preliminar los siguientes datos particulares y sus implicaciones en una visión general de la sociedad valdiviana vista a través de estos trabajos. LA EXCAVACIÓN Se podría decir que la técnica que usamos en la excavación fue modificándose según íbamos entendiendo la problemática planteada por los restos de ocupación en el sitio, restos que sobreponían e intruían sobre otros restos, en las múltiples reconstrucciones que durante los dos mil años de ocupación fueron quedando como cicatrices que nos hablan del diario trajinar de los valdivianos que allí vivieron. Habíamos planificado la excavación basados en la recolección superficial hecha en 1971, la que fue marcada en un mapa topográfico que habíamos levantado del sitio, esto nos permitió determinar con cierta certeza las áreas de ocupación y de aparente mejor preservación en el sitio. Los montículos que se produjeron por la acumulación de restos culturales describían una elipsis de 400 mts. por el eje norte-sur y 250 mts. por el menor orientado de este a oeste. En el centro de la elipsis se vislumbraba una plaza cortada por dos montículos que se alzaban uno frente al otro por línea del eje menor de 46 I la elipsis. Como el patrón de asentamiento era aparente, nuestra primera estrategia fue la de determinar la construcción de los montículos, ¿eran naturales y habían sido aprovechados por los valdivianos o eran artefactos de la ocupación? Para esto planificamos trincherar el sitio a lo largo del lado oriental de la elipsis (trinchera A), del lado norte (trinchera C) y bisectar la plaza por el eje Este-Oeste, cortando los dos montículos que se alzaban en ella (trinchera B). Las trincheras eran de dos metros de ancho para facilitar la excavación a profundidad y se planeó excavarlas en segmentos de tres metros de largo; cada otro segmento se excavaría primero en niveles artificiales de 10 cms., levantando mapas de las intrusiones y artefactos detectables en cada nivel de cada segmento, los segmentos intermedios se excavarían siguiendo los estratos naturales que se pudiesen determinar. Esta estrategia fue aconsejada, por dos preguntas que deseábamos plantearnos: 1. —En la matriz grisácea de cenizas silicosas se podrían vislumbrar pozos intrusivos, pisos de ocupación y otras más tenues evidencias como los restos de las viviendas valdivianas? 2.—¿El excavar métricamente (estratigrafía artificial) introduciría grandes errores en la seriación, o si estos serían neglegibles? Felizmente en la primera semana de excavación obtuvimos la respuesta a la primera pregunta al hallar los restos completos del primer piso de ocupación de una vivienda valdivia en la cual se vislumbraba el plano de planta de la misma. Después de dos semanas estábamos convencidos de que el uso del método métrico al excavar en niveles arbitrarios de diez centímetros introducía errores tan garrafales, como el asignar al nivel acerámico contemporaniedad con Valdivia B, ya que pozos de este período de ocupación conteniendo gran cantidad de fragmentería cerámica intruían en un 25% de cada 47 cuadrícula hasta el nivel culturalmente estéril. Esto nos permitió variar nuestra estrategia de excavación y obtener muchos más datos discretos de los que hasta ahora se habían logrado en una excavación de un sitio Valdivia. Introducimos el raspado en área, lo que nos permitía vislumbrar y seguir las trincheras de pared, los pozos, los huecos de poste, y divisiones interiores de ochenta estructuras de vivienda; tomamos muestras de un segmento de la pared de cada casa, para con ese material rellenado al momento de la construrcción de esta, poder fechar la estructura dentro de la cronología valdiviana. Excavamos en cuadrículas de un metro y en niveles de cinco centímetros los pisos de cuatro casas y de dos- estructuras ceremoniales. Se tomaron fotos y se hicieron planos de cada nivel, de cada anomalía presente, así como de los entierros, de los pozos de preparación de comidas, haciéndose descripciones completísimas de cada uno de estos hallazgos. Se tomaron muestras de tierra para flotación de cada nivel de actividad doméstica, y de cada pozo de disposición de basura, así como de los de almacenamiento de alimentos para análisis botánico de restos orgánicos carbonizados. De estos mismos niveles se tomaron muestras para recobrar el polen fósil. Finalmente, se hicieron dibujos de los cortes, siempre marcando la altura a nivel del mar para poder correlacionar los rasgos geológicos y culturales, con las cordenadas del reticulado que se tendió sobre las catorce hectáreas que ocupa el sitio. OCUPACIÓN DEL POBLADO Esta ha variado en espacio y tiempo, pudiéndose prever un asentamiento inicial acerámico unos seis mil quinientos años antes del presente y que ocupó una área circular equivalente al tercio nororiental del sitio. Mezclado con el material cultural y generalmente acerámico aparecen unos fragmentos de vasijas café obscuros, de pasta bastante dura y arenosa si48 milar a la descrita por Bischof para la fase San Pedro. Sinembargo debemos anotar que la cerámica hallada por nosotros no tiene ninguna decoración. Esta cerámica por su escasez y lo nada experimental de su calidad nos sugiere que se la obtuvo por comercio de algún sitio todavía no localizado, sin duda relativamente cercano, donde se estaba manufacturando una cerámica decididamente distinta a la tradición Valdivia. En este horizonte acerámico también encontramos fragmentos y un ejemplar completo (Lámina 1), de una olla claramente valdivianos, similares a los del complejo más temprano descrito por Norton para Loma Alta, para este complejo hay varias fechas de radiocarbono, todas agrupadas alrededor de 3.050 años antes de Jesucristo. O sea, luego de corregirse el efecto Seuss que tanto afecta las fechas de ese período, unos seis mil años antes del presente en fechado absoluto. Durante la fase 2, ya el poblado ha crecido a una forma elíptica con su plaza central, pero estructuras ceremoniales no son todavía aparentes. En la fase 3, la de mayor población del sitio Real Alto, el poblado estuvo constituido posiblemente por unas ciento veinte casas elípticas rodeando una plaza igualmente elíptica, el poblado ocupaba algo más de doce hectáreas, y el número de habitantes debe haber sobrepasado ligeramente el millar. En esta época tenemos la aparición de dos estructuras que dividen la plaza en mitades por su eje menor, el que está orientado de este a oeste. La estructura oriental fue aparentemente usada para reuniones las que iban desde las decisiones administrativas hasta las grandes fiestas con un derroche gastronómico, lejos de la dieta común hallada en las estructuras de vivienda y la ingestión copiosa de alguna bebida fermentada, muy probablemente chicha de maíz, con la consecuente rotura de la vajilla al final de cada fiesta. La estructura occidental en el centro de la plaza del poblado sirvió para enterramiento de gente muy principal donde se ha podido establecer la prác49 tica de ceremonias sacrificiales las que implican la existencia de una clase sacerdotal así como una clase gobernante. Tuvo preeminencia en este período una mujer, quien enterrada en una tumba empedrada, le fueron aparentemente sacrificados, un hombre robusto en cada ceremonia, este era descuartizado y colocado al pie de su tumba como ofrenda. Sabemos que se le sacrificaron ocho hombres, pero no sabemos con qué frecuencia se llevaban a cabo (Lámina 1,). Cada vez que se le rendía un nuevo sacrificio, la ofrenda anterior, era trasladada a una fosa común ligeramente al oeste de la tumba. Junto con la nueva ofrenda se colocaban las navajas y cuchillos de pedernal (horsteno) con que se había llevado a cabo el sacrificio . Durante las fases 4 y 5 de aparente corta duración y que se complementan con la fase 3, para constituir aproximadamente el período Valdivia B de Meggers, Evans y Estrada. El poblado Valdivia de Real Alto se mantiene en franco desarrollo aunque sin un aparente aumento poblacional. Es para el final de este período que tenemos evidencia de la primera obra arquitectónica de carácter público. Me refiero al enlucido del montículo oriental, aquel donde estuvo colocada la casa de reuniones desde la fase 3. Sin lugar a dudas sus funciones son las mismas y concuerdan con las llamadas "Castas de los Hombres", que se encuentran en todas las descripciones de poblaciones circulares con una plaza central, tanto de la Amazonia, como del Pacífico sur y del sud-este de Asia. Es decir, en casi todos los trópicos húmedos del mundo. Lo que es más importante aún es que este enlucido del montículo oriental constituiría la primera protopirámide en América hasta ahora descrita. Lo cual nos permite vislumbrar un antecedente estructural común al formativo del área Andina y de Mesoamérica, pero con unos mil años de anterioridad. Las más tempranas expresiones Andinas del templo y plaza las tenemos en Kotosh 50 y Shillacoto en las avenidas de penetración de la selva hacia los Andes, y en Mesoamérica, en la Venta; y San Lorenzo, en los pantanos de las selvas de Tabasco. En las fases 6 y 7 se enluce y terraplena la pirámide dos veces más, cada reconstrucción es mayor a la anterior. Sin lugar a dudas la estratificación social se hace más aparente, la "minga" es aportada por los pobladores comunes para erigir el centro ceremonial, cada vez más importante, donde ofician la casta -sacerdotal y la regente. Desde el período 6 podemos anotar una disminución en la densidad de estructuras de viviendas en el poblado, y vislumbramos trincheras de pared y postes de estructuras mayores y complejos de estructuras, a la manera de patios y traspatios, en el arco nor-oriental del sitio. También en esta área aparecen una serie de pozos acampanados, los que aparentemente sirvieron como graneros desde la fase 6 en adelante. Este cambio en el patrón de la estructura urbana se clarificó mediante la prospección del área, ya que una serie de sitios arqueológicos ocupados desde la fase 6 de Valdivia y hasta tiempos de Machalilla, fueron hallados siguiendo las viejas orillas del cauce actual de los ríos Verde y Real. Lo que implica que desde la fase 6 de Valdivia el poblado que originalmente agrupó a todos sus habitantes alrededor de un núcleo central, la plaza, se ha convertido en un centro administrativo y ceremonial, con una serie de estructuras públicas, dirigidas a satisfacer al mundo real interior de los valdivianos, así como ser centros de redistribución de la riqueza material. Podemos luego decir que la estructuración de la sociedad valdiviana va cada vez diferenciando más y más a los habitantes del sitio Real Alto, hasta que desde la fase 6 en adelante estos se hallan polarizados en dos grupos de residentes del centro religioso administrativo que ocupa el mismo plano y las mismas doce hectáreas del poblado original ya desarrollado al nivel que alcanzó en la fase 3; y otro grupo, mucho mayor que el anterior, de agricultores quienes diseminados a lo 51 largo de los ríos en una área que va de doscientas a cuatrocientas hectáreas y quienes posiblemente mantienen el sitio central y a la casta religiosa administrativa que en él reside. LA CERÁMICA Y SU IMPLICACIÓN EN LA DIVISION ESTILISTICO-CRONOLOGICA DE LA CULTURA VALDIVIA Sin lugar a dudas al hablar de la cerámica Valdivia, estamos hablando de la expresión artística hecha en cerámica más antigua, hasta ahora conocida en América. Aunque más exacto sería decir: Valdivia representa una de las tantas tradiciones cerámicas que se ven en los trópicos húmedos de América, y que datan de antes del segundo milenio antes de Jesucristo, siendo Valdivia para la que fechados más tempranos se han obtenido, aunque la fluctuación de error inherente en el método radiocarbónico no puede darle una primacía absoluta de antigüedad sobre la cerámica de Puerto Hormiga, en Colombia, hallada y descrita por los esposos Reichel-Dolmatoff cerca de la desembocadura del Magdalena en el mar Caribe. Por lo tanto, podemos decir que Valdivia como Puerto Hormiga representan dos tradiciones cerámicas coetáneas en el noroccidente Sudamericano. Aún más, hay que tomar en consideración que estilísticamente son bastante diferenciadas, en ningún caso la una puede ser antecesora de la otra, en sí las dos deben tener un antecedente tan distante en el pasado como la distancia geográfica que las separa. Hay que acotar, por supuesto, que nos referimos a la teoría de la distancia en la Genética, de una manera ilustrativa y muy general, ya que en expresiones artísticas las líneas de intercambio a distancia resultan a veces más tortuosas y callejones sin salida, que los intercambios de genes entre poblaciones distantes. En sí, antes de entrar a discutir la seriación estilísticocronológica de la cerámica Valdivia, quiero dejar bien asen52 tado, que las expresiones culturales tempranas de América en que aparecen la cerámica antes de cuatro mil años atrás, se las ha encontrado en las cuencas de los ríos tropicales, o en áreas semisecas de fácil acceso desde el trópico, siendo estos sitios, los de paso entre una cuenca tropical y otra, o también los primeros enclaves de aceptación por los viejos cazadores recolectores de las zonas semisecas de América, del sistema neolítico desarrollado paralelamente al viejo continente por el hombre del trópico Americano. Los estilos cerámicos conocidos, más antiguos de nuestra América todos decorados, y ninguno podríamos decir que represente un estadio experimental en la evolución de la técnica de su manufactura. Lo cual tiende a corroborar que debiésemos buscar más hacia los trópicos interiores para encontrar los verdaderos centros de difusión, no sólo del inicio de la cerámica en América, sino de cada uno de los estilos más tempranos hasta ahora hallados. Lathrap (1970, 1971a 1973b) nos ha propuesto abundantes razones para sustentar la teoría del desarrollo neolítico en el trópico americano así como Solheim y Gorman y otros lo han hecho para el viejo continente al sugerir como centro difusor de la domesticación de plantas y animales el trópico del Sudeste de Asia. No me parece oportuno entrar en una discusión detallada sobre los méritos y desventajas de una seriación tipológica cuantitativa (Ford) o de una división estilístico-cronológica (J. Rowe). Sinembargo hay que anotar que ambos métodos han sido usados para determinar el desarrollo cultural de la fase Valdivia. Meggers, Evans y Estrada (1965) y Porras Garcés (1973) se suscriben al método de Ford, mientras que Betsy Hill (1975) nos brinda un análisis cualitativo^cronológico de la cerámica Valdivia, llegando a dividir las ocho unidades de tiempo diferenciadas por cambios evolutivos o introducciones de nue53 vos motivos y formas. Mientras no le quitemos mérito a la seriación cuantitativa empleada por Ford para resolver el pro­ blema que lo confrontaba, estimamos que cuando aplicado a una cerámica altamente decorada y de variadas formas y mo­ tivos, tiende a enmascarar rasgos diagnósticos muy importan­ tes en el afán de simplificación inherente a ese método, mu­ cho de lo especial y particular, que nos serviría no solamente para establecer cambios estilístico­cronológicos sino establecer ■lo que se ha prestado de/o contribuido a otros grupos. Como ilustración me quiero referir a ciertos fragmentos que pudiesen ser considerados aberrantes, ya que encuadran en características establecidas para tal o cual tipo, pero que presentan otras características muy importantes, las que no sabemos si han sido halladas anteriormente en otros sitios Valdivia, por lo menos en la literatura no están descritos. Es­ tas caractersíticas importantes son una técnica negativa tan temprana como en cuencos de Valdivia 2, bandas rojas desde Valdivia 2­3 y pintura post cocción desde Valdivia 3­4 y muy generalizada en Valdivia 6. Sin embargo al aplicar la seria­ ción cuantitativa cada una de estas técnicas se las encerraría respectivamente en los siguientes tipos. Valdivia inciso línea fina. Valdivia inciso línea ancha, Valdivia inciso y Valdivia inciso línea ancha. La importancia de las técnicas que no se­ rían descritas al usarse un método cuantitativo no escapará al lector, ya que son estas técnicas diagnósticos para determinar expresiones culturales posteriores, manteniéndose así un status quo irreal en lo referente al bagaje cultural valdiviano. Por otro lado nos privaríamos de observar los procesos evolutivos en lo que se refiere a multiplicación de nuevas formas y las razones de su introducción, o en otros casos de su desuso. (2) Tenemos así que en Valdivia 1 y hasta 2 el bagaje de formas (2) De aquí en adelante nos vamos a referir a la seriación en ocho fases de Hill Ñawpa Pacha 10­12. P. P. 54 valdivianas es relativamente reducido siendo las principales unos cuencos engobados en rojo e incisos (especialmente en el período 2) los cuales pueden ser tetrápodos o trípodes, la otra forma son ollas con cuello largo y directo con decoración incisa en el exterior del cuello, engobe rojo en el interior del cuello y hasta el borde y, finalmente, el Valdivia 1 y 2 se caracterizan por una olla globular de cuello muy corto con borde doblado y la que ha recibido como decoración en la línea que separa a los hombros de la cintura el empuje de adentro hacia afuera, efectuado con los dedos, de la pasta todavía húmeda. Estilo que ha sido descrito como el tipo modelado por Meggers, Evans y Estrada. En las fases 3, 4 y 5 tenemos la desaparición de las ollas de borde doblado y con la cintura repujada a dedos, aunque entre la forma general de las ollas de cuello largo tenemos unas con el borde reforzado imitando al borde doblado y este borde repujado a "dedos" por granos de maíz usados como estampador. En este período que cubre las fases 3, 4 y 5 aparecen también pequeños cuencos decorados con línea ancha incisa o también excisos con los bordes recortados y biselados y son especialmente importantes de anotar, los que a base de exiciones e incisiones a línea ancha representan caras en la tradición de las figurinas de piedras y que son idénticas a las caras y demás decoración representadas en los mates hallados por Junius B. Bird, en Huaca Prieta (3) (Perú). En este período como en el anterior los cuencos son generalmente engobados en rojo, mientras que las ollas son alisadas y pulidas en el exterior recibiendo engobe rojo solamente en el borde y en el interior del cuello. También en este período aparecen ollas de gran tamaño. (3) La aparición de los cuencos de cerámica Valdivia sugiere que antes de la fase 3 los Valdivianos los usaban solamente de mate. 55 Las fases 6, 7 y 8 representan un nuevo cambio en la cerámica Valdivia, tenemos la técnica generalizada de ennegrecer los cuencos y platos de este período, mediante una segunda cocción en una fogata a la que se la ha añadido sustancias ahumantes. A estos platos se les aplica colores minerales mezclados con resinas para realzar las decoraciones incisas y excisas con que han sido embellecidas. Las ollas siguen siendo alisadas por fuera y engobadas de rojo en labio, borde y cuello interior, pero el cuello no es tan alto como en las fases anteriores, es más evertido y recibe varias modificaciones, generalmente estas ollas también tienen una decoración plástica sobre la mayoría del cuerpo exterior y en no pocos casos han recibido una pintura (generalmente ocre) post cocción, en el exterior del cuello. (4) Las Figurinas: Las de piedra empiezan en la fase uno y continúan durante la fase 2 y 3, las de cerámica empiezan en la fase 2 siendo estas no muy comunes pero demuestran una gran virtuosidad de su manufactura, siendo las más bellas y delicadas de todas, en la fase 3 hallamos gran cantidad de figurinas fragmentadas en los pisos de las casas y estas son de casi todos los estilos conocidos, demostrando que la diferenciación no es temporal sino más vale de representación y/o uso. Las figurinas de la fase 3 continúan a través de las fases 4 y 5, para la fase 6 todos estos estilos han desaparecido y se introduce la variante de la figurina conocida como San Pablo, siendo esta reemplazada en las fases 7 y 8 por la figurina de estilo "manabita" o Chacras. (5) (4) Lo que empieza a verse con menos frecuencia entre ollas de las fases 4 y 5. (5) El Ecuador Antiguo, Cultura, Cerámica y Creatividad. 3000-300 A-. C. Pág. 41 No. 113. Pág. 78 No. 107-115. 56 RESTOS ANIMALES En los niveles más tempranos de ocupación del sitio, encontramos que los restos animales más comunes son: la concha prieta (Anadara tuberculosa), la escapola (Pectén ), y el ostión de roca (Ostra fishieri), en este período acerámico se puede notar claramente el hacinamiento de conchas en el exterior y contra las paredes de las pequeñas casas circulares que estos moradores poseyeron, recordándonos las descripciones sobre los poblados Yaghan. En los niveles superiores las cantidades de conchas disminuyen siendo la más común la Anadara tuberculosa y un caracolito playero (Cerithedes pulchra) y restos de spondylus, también tenemos gran cantidad de restos de peces, siendo el más común el bagre marino, seguido de la corvina y del toyo o Cazón. De la fauna terrestre podemos decir que el venado cola blanca lleva la supremacía y la escasez de restos de otros animales nos sugiere que el venado fue la principal fuente de proteínas de la dieta valdiviana. Hallamos también enterramientos de cuatro perros los que aparecen desde el período 3, son perros altos, fuertes y que han sido enterrados con mucho cuidado y dedicación, esto más el hecho de estar enteros nos indica que son perros domésticos de gran utilidad que su uso fue posiblemente como guardianes y cazadores, más no como perros domesticados para fines gastronómicos. Es de interés anotar que estos serían los perros más antiguos encontrados en Sudamérica hasta el momento. RESTOS VEGETALES Hemos obtenido una muy buena resolución de restos vegetales tanto por el método de flotación mediante el cual se ha recobrado maderas y semillas carbonizadas de los diferentes estratos, así como de los pisos de las casas y de los contenidos de los pozos excavados. También podemos adelantar que la 57 preservación de polen fósil es excelente según las primeras muestras corridas en el laboratorio de polinología de la Universidad de Illinois. Sinembargo, el análisis comparativo con colecciones testigos no se ha llevado a cabo todavía, por lo tanto, la identificación de la flora existente en la zona en esa época, así como de los cultivos de los moradores del poblado, podrá hacerse solamente una vez que se terminen estos análisis. La identificación será corroborativa y lógicamente ampliatoria de lo que ya gracias a una serie de evidencias secundarias podemos adelantar. EVIDENCIAS AGRÍCOLAS Como ya lo indicábamos en la introducción a este trabajo, tenemos evidencias bastante sólidas sobre el cultivo del algodón y del maíz, para el primero desde la fase 6 y para el segundo desde la 3. Sinembargo, la presencia de torteros de hilar de arenisca hallados en el nivel acerámico nos sugiere que el hilado del algodón y por lo tanto, su cultivo datan de fechas anteriores a Valdivia en el sitio. También la presencia de metates de gran tamaño y sus manos en este nivel sugiere que el sistema agrícola pre - valdiviano incorpora también el maíz. De cualquier manera lo que podemos asegurar es que las evidencias secundarias indican que para la fase 3 la población de Real Alto basaba su economía en el cultivo intensivo del maíz. Estas evidencias son: 1.—El desgaste notable de la dentadura en los adultos (L. Klepinger en Comunicación Personal). 2.—El desgaste de la dentadura de los perros adultos (E. Wing en Comunicación Personal). 3.—La Gran cantidad de C. pulchra en los niveles Valdivia, y 4. —La gran cantidad de restos de venado en los niveles Valdivia, así como de bagre, corvina y toyo. 58 La importancia de estas evidencias reside en las comparaciones con modelos etnográficos estudiados en poblaciones tropicales nativas que basan su economía en una agricultura intensiva del maíz. Estas poblaciones estudiadas en Panamá, Nicaragua, Honduras y México, presentan las siguientes características: Los adultos tienen sumamente desgastada la dentadura al igual que los perros, este desgaste es ocasionado por la inclusión en la masa de las tortillas de maíz (su principal alimento y base calórica de la dieta) de una arenilla abrasiva producto del desgaste de las piedras de moler. El hecho de que los perros presenten tal desgaste demuestra que el maíz no es una planta exótica, sino la base del diario sustento de la población y por lo tanto representa buena parte de la dieta de los perros a los que se les suministra las sobras de la cocina diaria. La masa húmeda para hacer tortillas de maíz se logra dando hervor con cal al maíz y de esta manera removerle parte de la cutícula del grano, (la cal para este menester es todavía obtenida por los habitantes de las poblaciones aledañas al sitio Real Alto, calcinando caracoles en un fuego alimentado por haces de vaca y madera verde, la cantidad de Certhedea pulchra en el sitio Real Alto, un caracolillo que rinde muy poca comida ya que buena parte del molusco es muy amargo, quedando prácticamente un pequeño callo que puede comerse, nos sugiere que fue ese caracol el que se usó para obtener la cal para calcinar el maíz y otros menesteres. En estas poblaciones centroamericanas al igual que en el Real Alto, el suplemento proteínico principal es el venado. Se ha observado en los estudios etnográficos a que nos referimos, que el venado está íntimamente ligado al cultivo intensivo de maíz, ya que este viene a comer los maizales y así, una de las fuentes de carne animal más apetecidas viene al cultivo, donde su caza se facilita enormemente volviéndose imperativa por los daños que estos pueden causar a los cultivos (E. Wing en co59 municación personal). La Dra. Wing también nos hizo notar que la selección de especies de peces es aparente, ya que lejos de representar la generalizada mezcla de restos de un sinúmero de especies como se halla en las poblaciones de pescadores, aquí solamente nos encontramos con tres variedades las que van declinando en su popularidad del bagre, la corvina y finalmente el toyo. Esta selección implica el uso de un método de pesca que permita hacer tal selección o lo que los parece más plausible, que los habitantes del sitio Real Alto adquirirían de los pescadores asentados más hacia la costa solamente las especies de pescados que les interesaba gastronómicamente. En realidad no importa si la gente de Real Alto pescó o adquirió la pesca de pescadores no asentados en el poblado, lo importante es que hubo una selección de pocas variedades de peces para usarse en la dieta y esto solamente puede implicar el desarrollo de una dieta típica sofisticada, que sólo se desarrolla entre grupos asentados y dedicados a una agricultura intensiva la que permite un sistema alimenticio con toda suerte de preferencias, platillos ceremoniales y prohibiciones dietéticas. 60 BIBLIOGRAFÍA Bischof, Henning 1966 "Canapote, An Early Ceramic Site in Northern Colombia. Preliminary report". Actas y Memorias del XXXVI Congreso Internacional de Americanistas 1:438-491. 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EL USO PREHISTÓRICO DE LA RESINA FÓSIL Olaf Holm Desde que principió el conocimiento del hombre neolítico en el Ecuador (Cultura Valdivia) tenemos pruebas de que él se preocupaba por fabricar ornamentos personales u objetos de culto (?), que son las actividades que en todas partes del mundo y que en todas las civilizaciones han abierto las puertas al desarrollo artístico, en diferencia entre lo suntuario y lo meramente utilitario, por muy difícil que sea trazar una línea divisoria y recta entre estas dos funciones culturales. En el caso ecuatoriano vemos que las materias primas para tales objetos han sido múltiples; en primer lugar, y muy naturalmente, las que estuvieron inmediatamente a la mano. Para los pobladores a la orilla del mar fueron las conchas marinas las preferidas por su brillo, lustre y color, pero también se emplearon piedras de varios colores. No siempre contento con las materias primas propias, el hombre prehistórico las supo obtener de otras regiones mediante intercambio, o trueque, del comercio primitivo. Vemos por ejemplo, el uso de las conchas de Spondylus sp. en las antiguas culturas de Cerro Narrío, Cañar, lo que indica claramente una conexión con la faja marítima y por otro lado el empleo de cobre en las culturas tardías de la costa señalan un contacto con regiones cuprífereas hacia el oriente o hacia el 65 sur, ya que la costa ecuatoriana hasta la fecha no ha dado muestras de minerales que contengan cobre. Los artesanos prehistóricos del Ecuador, a través de los siglos, emplearon muchas y muy variadas materias primas, entre las que encontramos representadas a los minerales, las rocas, la tauna marina y terrestre (incluyendo a las aves), pero también fósiles (Holm: 1969) y frutos, como por ejemplo, la tagua (Estrada: 1957, N9 2 fig. 14.). Muchas de estas materias primas nos facilitan comprobar los contactos culturales entre distintos grupos humanos o etnias, y nos deberían informar sobre las explotaciones de ellas, pero desafortunadamente el estudio sobre la minería precolombina del Ecuador está aún por escribirse. Notable excepción forman unos datos esporádicos en la obra de Teodoro Wolf, 1872, respecto al oro. En 1941 Ball pudo recopilar una lista con más de 80 diferentes materias primas que fueron usadas por los indios americanos para hacer sus joyas u ornamentos, y opinó que tal lista no estaba todavía completa (Ball: 1941, 2). Entre los productos naturales mencionados por Ball encontramos al ámbar, que fue explotado en minas precolombinas, amén de las recolecciones casuales en sitios conocidos como "criaderos" de ámbar, pero ninguno de estos se refieren al Ecuador (Ball: 1941, 56). El único en el Ecuador, según mi parecer, que hasta este momento llama la atención sobre la existencia de ámbar, resina fósil, es nuevamente el notable científico Teodoro Wolf en su "Geografía y Geología del Ecuador" (1892), obra que es una verdadera mina de las más variadas informaciones científicas. En el libro citado, pp. 300/1, Wolf escribió: Si la formación aluvial de la costa hemos llamado fluvio-marina, se comprende, que, este nombre le cuadra solo durante el tiempo, en que el mar toma parte en ella por las mareas, es decir, mientras que se verifica la sedimentación entre los manglares ó 66 en su cercanía. Su desarrollo ulterior, tierra adentro, el relleno de las tembladeras, el crecimiento de las sabanas, la formación de los bancos á lo largo de los rios etc. son fenómenos debidos únicamente á la acción de los rios, es decir, que la formación es entonces puramente fluvial. La composición petrográfica de esta formación es sumamente monotoma é igual en todas partes, como ya podemos deducir de la descripción que precede. Toda ella se compone de capas horizontales de barro endurecido y de arena, mezclada mas ó menos de tierra vegetal. Hacia el curso superior de los ríos, donde ya se acercan á la Cordillera, se encuentran también los estratos de arena gruesa y de guijarros (cascajo), alternando con otros de material mas fino. En los parajes, en que tales capas son muy potentes y se hallan cerca de la superficie, el terreno es estéril, y se presta mal á la agricultura. Minerales subordinados de alguna importancia apenas se encuentran en la formación fluvio-marina. Algunas gotas de mercurio, que manan de vez en cuando de sus capas á las orillas del rio Daule cerca de Guayaquil, provienen evidentemente de la cercana formación cretácea de los cerros. — Una sustancia muy singular, que se halla en pedazos irregulares en las capas aluviales cerca de Daule, podría ser explotada y utilizada, si formara masas mas grandes ó depósitos continuos. Pero por desgracia su yacimiento es irregular, hallándose diseminada en la profundidad de 2 á 3 metros en pedazos del tamaño de un puño ó de una cabeza. Pertenece á las resinas fósiles y tiene el aspecto de una cera impura. La fractura recién hecha tiene un color amarillo, pero se oscurece y se ennegrece con el tiempo. La sustancia es blanda y se deja rayar con la uña; en el calor se ablanda mucho, y con 70° C. comienza á derretirse. A la llama arde como una resina, desarrollando un olor singular pero no desagradable; frotándola despide un olor bituminoso. En alcohol, éter, benzol y trementina, se disuelve en parte, quedando un residuo insoluble, lo que hace sospechar, que no tenemos una sustancia mineral sencilla, sino compuesta. Por todas estas propiedades se acerca nuestro mineral al que Johnston analizó en 1838 y que llamó Guayaquilita*, por hallarse "cerca de Guayaquil". El calculó su composición en: * Johnston, Phil. Mag. XIII, 329. 1838. — Véase también: Dana Mineralogy, ed. 5a. (New York 1882), pág. 745. — Johnston y Dana escriben equivocadamente "Guyaquillite" en lugar de "Guayaquilite". 67 C2:H:02 = 40:52:6 = Carbono ,.. 76,665 Hidrógeno . 8,174 Oxígeno ... 15,161 100,000 — Peso espec. 1,092. Para ver, si el mineral de Daule es la misma Guayaquilita de Johnston, lo hice analizar últimamente en Dresden por el profesor Dr. Filsinger. El resultado es: Carbono Hidrógeno Oxígeno Sustancia mineral extraña . 69,01 8,98 20,15 1,86 100,00 — Peso espec. 1,1005. Aunque este análisis, ejecutada con todo esmero, difiere bastante de la de Johnston, ó mejor dicho de su cálculo teórico, no encuentro dificultad de identificar nuestro mineral de Daule con la Guayaquilita, porque no se trata de un mineral simple, de composición química constante, sino de un mineral compuesto de dos ó tres resinas diferentes. Así se explica, que la composición de un pedazo puede diferir de la de otro. Según el modo, como los ríñones de Guayaquilita se presentan diseminados en el terreno aluvial, no es probable que existan depósitos grandes y explotables. La Guayaquilita no t e r m i n ó allá, en 1967 Frondel se preocupa de la difracción de los rayos-X en elemis tropicales, y en su resumen sobre á m b a r (1971) revela la e s t r u c t u r a cristalina de esta oleoresina y concluye que se originó en la familia botánica de Burseraceae, u n angiosperma. La Guayaquilita como u n á m b a r paleo-orgánico debe su presencia en las capas se dimentarias fluviales a efectos secundarios, o sea debido al a r r a s t r e desde capas situadas corrientes m á s arriba. La gravedad específica de n u e s t r a m u e s t r a es de 1.14, o sea que no e n c u a d r a perfectamente bien en las fluctuaciones que generalmente son señaladas como características del á m b a r : 1.05 h a s t a 1.09 según unos autores, y 1.05 h a s t a 1.08 68 según otros. Como son resinas heterógenas y como el proceso de fosilización, en tiempo, es desconocido se debe admitir variación, probablemente de acuerdo con la edad. La dureza en escala Mohs es de 2.0 hasta 2.5. Al frotarla vigorosamente despide un suave olor aromático e igualmente. al frotarla, se electriza ligeramente. Por el tamaño diminuto de mi muestra no se ha hecho pruebas con solventes, pero pequeñas fracturas revelan la estructura cristalina y el color anaranjado rosáceo, a través de una superficie oxidada. Si en un momento, para la descripción de mi pieza uso el término Resina Fósil, reconozco que en este pequeño trabajo es un término muy elástico, y no puedo pretender señalar una edad geológica de la resina, sino que con el calificativo de fósil quiero decir que la resina pasó suficiente tiempo en tierra, a partir de su exudación, como para perder sus constituyentes volátiles, oxidarse y tomar una forma estable. Igualmente, el término de ámbar es también muy genérico ya que cubre resinas heterógenas, de muy diferentes características y aspectos físicos o químicos, naturalmente los orígenes botánicos también resultan muy variados. La pieza El pequeño objeto examinado en este estudio mide 24 mm. de altura, y pesa 0.9 gramos. Representa un felino parado, las piernas ligeramente flexionadas y los brazos doblados sobre el pecho. Está parado sobre un pequeño zócalo o vastago, que sin duda sirvió para embonarla en una pieza mayor de, por ejemplo, hueso o madera. En este sentido mi pieza guarda mucha similitud con las pequeñas talladuras en hueso, o figurillas de barro cocido, de la Cultura Manteña, (800-1.500 apr. A.D.) que son verdaderas joyas en miniatura del arte precolombino del Ecuador. 69 El proceso de manufactura no debe haber sido un problema en vista de que la dureza es de 2.0 hasta máximo 2.5 según la escala de Mohs, señalada para ámbar. Además, debemos tomar en cuenta que lapidarios de las culturas precolombinas del Ecuador tallaron magistralmente gemas, como por ejemplo esmeraldas y cristal de roca, con una dureza hasta de 9.0. Talladura y limadura deben haber sido los procesos lógicos de manufactura, pero el estado oxidado de la superficie de la pieza no permite una determinación exacta del proceso original. Wolf señaló que el punto de fundición de la guayaquilita es de 70 grados Celsius (?) o sea casi como una cera, en cam70 bio del ámbar es de 200 grados C. Excluyo —por propia cuenta— el proceso de fundición como el de manufactura, por motivos obvios. Procedencia segura, científicamente hablando, en un contexto arqueológico, no tiene la pieza. Fue encontrado en un lote de productos de Cerro de Hojas, pero como este sitio, igual a La Tolita, en Esmeraldas, o Cerro Narrío, en Cañar, se han convertido en Cerros Totémicos de los huaqueros, no es posible confiar demasiado en esa procedencia reportada. Estilísticamente el tratamiento de los ojos, abultados, sitúa a la pieza en el Manteño. El tratamiento en bulto, sin separar las extremidades es muy de acuerdo con las esculturas en piedra del Manteño, pero la repetición en esta pieza también podría explicarse por tratarse de una miniatura. Si uno quisiera hablar de la significación o el sentido de la pieza, se entraría netamente en un terreno de especulación. Es fácil pensar en el valor del ámbar de acuerdo con la mitología occidental pero sería literatura romántica sugerir algo similar para el caso nuestro, porque no hay pruebas, directos o indirectas. Igualmente sabemos que en la antigüedad, en el occidente, el ámbar de las costas bálticas valía su peso en oro, pero si esta resina fue codiciada o no en el Ecuador precolombino, lo ignoramos. Turquesas, nefritas, y otras gemas tenían valor por su color verde y también por su valor medicinal; "mullos" de conchas coloradas servían de "monedas primitivas", y tuvieron su importancia en varios cultos; la esmeralda grande denominada Umiña era al decir de los cronistas, un objeto de culto de los manteños, y tenía poderes curativos — en cambio sobre una resina fósil o ámbar, no sabemos nada. Las antiguas farmacopeas europetas, hasta llegar al cambio del siglo, hablan de varios valores terapéuticos del ámbar (no el gris). 71 La Etnohistoria y la arqueología La etnohistoria americana nos indica frecuentemente el uso de una resina u otra, ya sea como un pegamento o un incienso, y así vemos que la resina es uno de los productos que Fernández de Oviedo y Valdez menciona como un artículo de comercio entre los indios del Darién, en los tiempos de la conquista. Un caso tenemos en el Ecuador, donde el Sr. Richard ZeUer una vez halló dentro de un quemador de incieso de piedra, de manufactura manteña, un residuo de incienso a base de resina. El producto fue analizado en Holanda, pero el resultado jamás se publicó (R. Zeller, información personal). Igualmente es dable suponer que en los casos de cerrar las grietas por fractura de las piezas cerámicas ("cracklacing") se empleó una resina o cera, a juzgar por las manchas untuosas que estas piezas frecuentemente demuestran. Stone y Balser (1958: pp. 14, 19, 20 y 35, fig. 5 f.) tienen varias oportunidades para mencionar el uso de ceras y resinas en la metaJisteria precolombina. Muy interesante es el caso de una pieza pequeña de copal, que los autores sugieren que podría haber sido el molde interior, o el alma, para decirlo así, que sirvió para ser revestido con una delgadísima lámina de oro. Es factible, pero dudo que la dureza o resistencia de la resina lo hubiere permitido, y aunque en la orfebrería ecuatoriana conocemos casos de maderas, arcillas, etc. revestidas de laminillas de oro, no creo que esa haya sido la finalidad del tigrillo de resina, del presente estudio. Mientras que la etnografía señala muchos usos diferentes de resinas frescas, o gomas, casi no encuentro referencias al uso de ámbar o resinas fósiles, que revisten de interés para comparaciones con el caso ecuatoriano, aquí presentado. Guayaquil, noviembre de 1974. 72 BIBLIOGRAFÍA Ball, Sydney H. The mining of gems and ornamental stones by American Indians. En BAE., Smithsonian Institution, bol. 128, Anthropological Papers, 13, Washington. Estrada, Emilio. Ultimas civilizaciones pre-históricas de la cuenca del río Guayas. Publ. Museo, no. 2. Guayaquil. Frondel,Judith Weiss. X-ray diffraction study of fossil lemis. En Nature, vol. 215, 1967, citado en Ámbar, por la misma autora. Encyclopedia Británica, vol. 1. pp. 717/8. Chicago. Holm Olaf. 1969. Dientes de tiburón El utensillio prehistórico y un comentario folklórico. Ed. CCE. Guayaquil. Meyers. 1918. Vareleksíkón. Gyldendalske Boghandel. Copenhague. Oviedo y Valdés, Gonzalo Fernández de. Historia General y Natural de las Indias. Ed. Guáranla. Asunción del Paragual, 1945. Stone, Doris y Carlos Balser. La metalistería aborigen en la región —ístmeña de América. Museo Nacional, San José, Costa Rica, 1958. Wolf, Teodoro. Geografía y Geología del Ecuador. Ed. F. A. Brockhaus. Leipzig, 1892. 73 ESTUDIOS CIENTÍFICOS SOBRE EL ORIENTE ECUATORIANO Tomo III EL FORMATIVO EN EL VALLE AMAZÓNICO DEL ECUADOR: FASE PASTAZA Pedro I. Porras O. AGRADECIMIENTO Este trabajo de investigación arqueológica pudo realizarse gracias al aporte económico recibido de la Wenner Gren Foundation, a la compañía del Prof. Manuel Guerra Leiva, a la inteligente cooperación de los Misioneros Salesianos, a los buenos oficios del Coronel de Estado Mayor Mariano Cevallos V., a la ayuda eficaz y sacrificada de los Oficiales y Personal de Conscriptos de la Guarnición de Huasaga. Nuestro especial agradecimiento a los Drs. Clifford Evans y Betty Meggers, Jefe y Asociada de Investigaciones, respectivamente, del Departamento de Antropología del Instituto Smithsoniano de Washington D.C. por la revisión de este manuscrito. Gracias también al artista y Auxiliar de Investigación, Sr. José H. Echeverría A., por los magníficos dibujos que acompañan al texto; así como a la Srta. Mariana Mogollón por su esmerado trabajo de Secretaría. EL AUTOR. 74 Mapa del Noroeste de Sudamérica con la ubicacíóir de la Fase Pastaza y las demás relacionadas con ella. 75 LA FASE PASTAZA 1.—EL SITIO ARQUELOGICO DE HUASAGA (Fig. 1) Nuestro trabajo arqueológico consistió en una prospección por espacio de cinco semanas (Agosto y parte de Septiembre de 1968) de un área comprendida entre los 2° y los 2.30 de Latitud Sur y desde los 77° y 77.35 de Longitud Occidental. Efectuamos recolecciones y pozos de sondeo a orillas de los ríos Chankuap (nombre jíbaro del Huasaga Superior) y de sus afluentes; del Surik, del Ipiat y del Chínkiants. Otra prospección la efectuamos en Taisha y a orillas del Makuma. Luego de mucho recorrer por el bosque, encontramos el sitio al que nosotros denominamos Huasaga, del nombre del río cercano, aproximadamente en el lugar en que los mapas marcan una inexistente población homónima. El sitio tiene una altura de 300 mts. sobre el nivel del mar; una temperatura máxima, de acuerdo a los datos metereológicos proporcionados por los militares de Taisha, de 34° mínima de 20°, y promedial de 27°; precipitación máxima de 58 mm. mensuales; humedad de hasta el 98%. Aparentemente no hay estaciones marcadas; el llamado verano, esto es cuando disminuye en algo la precipitación, dura de enero a marzo. Los pocos vegetales cultivados en el sitio presentan una especial lozanía y robustez. Ubicación.— Este poblado prehistórico se asienta a la orilla derecha del río Huasaga, afluente a su vez del Pastaza; a pocos kilómetros de la supuesta frontera entre el Ecuador y el Perú, a tres días de camino a pie de la población de Taisha, sede de la Misión Salesiana y de un destacamento del Ejército Ecuatoriano. En el lugar hubo una jibaría; pero, de acuerdo al relato de unos nativos, hace aproximadamente unos diez años fue asaltada por la facción de los achuales del Pastaza; enemigos 76 cnooun OEOOR«FKO DE L « ZONA I«»MA.HUASAOA Icortesla ae la M i ' * " Siiesiarai 77 irreconciliables de los ashuaras o shuaras del Upano y del Santiago. Los pocos pobladores que se libraron de la matanza se vieron precisados a huir. Durante nuestra estadía en el lugar, podíamos escuchar a lo lejos el eco de los tundulis o tambores con que los achuales se convocaban para declarar guerra a las tribus del bajo Pastaza y enriquecerse con las cabelleras de sus enemigos convertidas en tzantzais. El sitio prehistórico tiene aproximadamente unos 300 mts. de largo por unos 50 mts. escasos de ancho (fig. 2). Está sobre una terraza a quince metros de elevación sobre el nivel del río Huasaga, que desde muchos kilómetros antes ha trocado su carácter de torrente por el de un río de llanura que se abre paso perezosamente por un cauce de arcillas rojas. Fuera de un claro ocupado por una pequeña pista de emergencia —casi en desuso a la época de nuestra visita en agosto de 1969— y de una plantación de bananos, lo demás está cubierto por una densa vegetación de floresta tropical. Mediante sondeos previos pudimos comprobar, en efecto, que el depósito de humus alcanzaba una profundidad de hasta 80 cmts. Al norte del poblado que corresponde a la mayor concentración de depósitos culturales, corre un pequeño río o "quebrada" cuyo nombre no supieron darme los nativos; la que al mismo tiempo que para señalar el límite del asiento prehistórico, pudo servir también de posible defensa contra los ataques de un presunto invasor. 2.—MÉTODO DE TRABAJO La erosión del suelo en la diminuta pista cercana había dejado al descubierto una buena cantidad de tiestos hermosamente incisos y punteados que inmediatamente llamaron nuestra atención por el acabado de calidad superior. Decidimos, por lo tanto, efectuar excavaciones formales en los alrededores mediante cortes estratigráficos con niveles arbitrarios de 10 cmts. de profundidad. 78 SIGNIFICADO DE LOS SÍMBOLOS: Mi S3 BB IH EI3 153 Mn) Estratigrafía natural del Corte X Detritos vegetales. Tierra negra (humus), Pobre en tiestos. Tierra negra con algunos tiestos. Tierra negra. Abundante en tiestos. Tierra menos negra. Disminuyen los tiestos.Tierra amarillenta. Pocos tlestosTierra angarilla dura. Estéril. En la colina, junto al barranco del río y en el extremo sur del sitio, realizamos los cortes 1 y 2 que nos dieron 7 y 4 niveles de depósito cultural, respectivamente. A distancia de treinta metros, aproximadamente, pero al lado oeste de la pista y a 20 mts. de distancia uno de otro, realizamos los cortes 3^—5-6-7-8-9-10. Los seis primeros con una profundidad de depósito cultural de 40 a 50 cmts. por término medio. El último en cambio, o sea el 10, lo efectuamos en el centro de una pequeña colina artificial de 5 mtrs. de largo por 2 de ancho y 0.80 de altura aproximadamente. Aquí el depósito cultural alcanzó una profundidad de cerca de un metro, algo realmente excepcional en las culturas de floresta tropical amazónica. El corte 8 lo efectuamos a 3 kmts. aproximadamente del campo base, junto a un rancho abandonado de una familia achual o jíbara de la parcialidad del Pastaza. El material recobrado consistió en un 98% de cerámica y en un 2% de piedras que a todas luces procedían de otros lugares, tenida en cuenta la escasez casi absoluta en las cercanías del material lítico apropiado. Apenas si existen a unos 200 metros del sitio unas cuantas rocas laterizadas de pizarra o esquisto; muy posible, que éstas, desmenuzadas convenientemente, fueran utilizadas como desgrasante. No encontramos construcciones o huellas de habitaciones prehistóricas de ninguna clase. A excepción de la colina sobre la que se realizó el corte 10 no hay verdadero acumulamiento de desperdicios. El depósito cultural tiene una profundidad uniforme a lo largo y ancho del poblado. Cerámica.— De los diez cortes propiamente dichos y de las recolecciones superficiales efectuadas en las proximidades del sitio, pudimos recobrar 5.800 tiestos, en general perfectamente conservados, esto es con la superficie no erosionada, a diferencia de los hallados por nosotros en otros lugares del Amazonas especialmente en Zamora y Quijos. 80 LEYENDA DE LOS SÍMBOLOS: «»« Límite de ocupación ... Límite de boíciuc virgen -ssiíCurví!'.- de nivel 1-2. C o r t e s e-.t r.*n;;".!'i::c:. Fig. 2 FASE PASTAZA:POBLADO PREHISTÓRICO Después de un detenido análisis en el laboratorio, pudi­ mos establecer la existencia de una Fase bien definida e iden­ tificable en todos sus tipos y variedades, a la que preferimos llamar Pastaza y no H uasaga con el único motivo de evitar confusiones posteriores entre los estudiosos, dado que a la orilla derecha del Amazonas hay otro río cuyo nombre suena casi exactamente, nos referimos al H uallaga. 3.—FORMAS DE LOS VASOS Los tipos de vasos de la Fase Pastaza han sido reconocidos teniendo como base la clasificación de tiestos provenientes tanto de los diez cortes estratigráficos como de las de varias recolecciones superficiales realizadas por nosotros en la zona. .v. :■ Tm" Hemos reconocido en la Fase Pastaza 8 formas diferentes; salvo una, todas se han hecho por reconstrucción en el labo­ ratorio a base de bordes, bases y partes diagnósticos de cuerpos. Ventajosamente la presencia de numerosos fragmentos de bases hizo menos difícil nuestra tarea. En un 80% se trata de vasos más o menos globulares, de bases generalmente con­ vexas ligeramente anulares (las bases planas son realmente una excepción), más o menos profundos, con una capacidad por término medio de tres litros. Todos tienen un perfil cir­ cular; los carenados son excepcionales y posiblemente traídos del valle del Upano, donde abundan extraordinariamente. Los únicos cántaros u ollas —formas 7 y 8— a los que convergen con pequeñas variantes en el borde todos los ties­ tos de vasijas utilitarias, parecen un préstamo de alguna cul­ tura de la montaña o de la Sierra, antes que tradición propia de la Fase que estudiamos. Los perfiles de los bordes han sido seleccionados para ilustrar tanto la forma como la asociación de ésta con la ce­ 82 0 4 ±_J • 12 I worn ESCALA (VASOS) i , i o i 2 3 4cm ESCALA (BORDES) •lb í\ Fig. 3. PerfUes de bordes y formas reconstruidas de vasos de Pastaza. 83 rámica ordinaria y la decorada. Casi siempre los diámetros han sido tomados del interior del borde. FORMAS RECONSTRUIDAS DE LOS VASOS Formas la y ib.— Tazas medianas y grandes, respectivamente, de paredes ligeramente invertidas que rematan en un borde casi siempre engrosado, (fig. 3) Borde.— Evertido y engrosado, de perfil casi circular. Entre el engrosamiento y la pared externa del vaso, a 1 cm. del borde, corre un canal más o menos profundo de acuerdo al engrosamiento del mismo borde. Labio.— Redondeado, a veces ligeramente allanado en su parte superior. Espesor de las paredes.— De 6 a 7 mm. en la y de 1 cm. en Ib. Base.— Para la, la forma 4 de base. Para Ib, la forma 2 de base. (Fig. 9) Formas 2a - 2b - 2c - 2d - 2e y 2f.— Son tazas profundas, de borde ligeramente invertido, casi siempre directo o ligeramente engrosado al interior, o a veces ligeramente adelgazado. Su forma en general, sugiere la de un mate o pilche (Crescentia cujete), al que se hubiera rebanado su cuarto superior. Varias de estas tazas tienen las paredes notablemente invertidas como las de un "tecomate". (Fig. 3 y 7) Borde.— Casi siempre directo, ligeramente invertido continuando la convexidad de las paredes. El cambio de dirección es gradual, nunca perceptible por el lado extemo en forma de hombros angulares. En los bordes engrosados al interior, corre como un canal a 5 mm. bajo el labio que forma con las paredes un ángulo redondeado. Casi todas llevan alguna decoración, preferente84 Id I 0 I 4 \ • L_i 12 Mem ESCALA (VASOS) i 0 i i 1 2 3 40m ESCALA (BORDES) Fig. 4. PerfUes de bordes y formas reconstruidas de vasos de Pastaza. 85 mente la que llamamos nosotros Pastaza Inciso y Punteado, diagnóstico de esta Fase. Labio.— Redondeado, raras veces ligeramente aplanado. Espesor de las paredes.— Un promedio de 5 a 6 mm. Base.— Casi siempre anular; a veces cóncava: formas 1 y 2. (Fig. 9) Formas 3a - 3b - 3c - 3d - 3f y 3h.— Tazas abiertas, poco profundas, cuyo diámetro casi siempre es más de dos veces mayor que la altura. (Fig. 4 y 7) Borde.— Casi siempre directo y vertical, rara vez engrosado en su interior o ligeramente adelgazado. Labio.— Redondeado, rara vez allanado o con una línea de incisión en el centro de la misma. Espesor de lais paredes.— Desde un mínimo de 3 mm. hasta un máximo de 6 mm. Base.— Planas, curvas o anulares. Formas 1 - 3 y 4a. (Fig. 9) Formas 4a y 4b.— Bandejas grandes y bajas. (Fig. 5) Borde.— Fuertemente evertido a partir de 1 cm. y antes del labio casi siempre adelgazado. Labio.— Casi siempre redondeado, a veces ligeramente biselado. Espesor de las paredes.— Entre 3 y 5 mm. En un caso excepcional, de 12 mm. Base.— Redondeada o aplanada, formas 4a - 4b y 3. (Fig. 9) Formas 5a| - 5b - 5c - 5d.— Tazas o tazones profundos de paredes más o menos rectas pero fuertemente evertidas. (Fig. 6) 86 0 1 2 3 4Cm ESCALA (BORDES) 0 J_ 4 • J 12 MORI ESCALA (VASOS) Fig. 5. PerfUes de bordes y formas reconstruidas de vasos de Pastaza. 87 Borde.— Directo a veces ligeramente engrosado o adelgazado. Labio.— Redondeado o ligeramente biselado al exterior. Espesor de las paredes.— De 4 a 7 mm. ordinariamente de 5 mm. Base.— Llana o ligeramente anular. Formas 1 y 3. (Fig. 9) Forma 6.— Enormes tazones profundos de perfil casi rectangular y de paredes verticales. La reconstrucción de la base es hipotética, dado que no hay tiestos correspondientes a esta parte del vaso. Pudo por lo tanto unir las paredes con la base un ángulo redondeado u obtuso. Borde.— Directo o ligeramente engrosado al interior. Labio.— Redondeado. Espesor de las paredes.— De 6 a 7 mm. llama la atención lo escaso del espesor al compararlo con el tamaño de un vaso esencialmente utilitario. Base.— Desconocida. Forma 7.— Vasija globular de base plana, cuello constreñido y gollete a media caña. (Fig. 7) Borde.— Invertido, directo. La curvatura de las paredes del cuello comienza a una distancia de 3 cm. del labio, produciendo un ángulo interno bastante pronunciado y un canal de hasta 2 cm. de ancho. Labio.— Redondeado o biselado en su interior. Espesor de las paredes.— Típicamente de 5 mm. Base.— Probablemente plana. Forma 8.— Cántaro ovoideo de cuello restringido y alto gollete casi vertical rematado en un ancho reborde horizontal 88 O 4 8 12 i'»om ESCALA (VASOS) 0 1 2 3 4Cm ESCALA (BORDES) Fig. 6. Perfiles de bordes y formas reconstruidas de vasos de Pastaza. 89 o ligeramente proyectado hacia arriba. Casi todos los de esta forma tienen en el centro de la parte superior una incisión, debida a la separación entre las paredes originales del cántaro y la tira aplicada al exterior a fin de formar el reborde. Parece que intencionalmente se dejó esta irregularidad con fines decorativos. (Fig. 7) Borde.— Fuertemente evertido en dirección horizontal de hasta 2 cm. En su parte central superior corre como dejamos anotado arriba una incisión. Labio.— Redondeado o ligeramente allanado. Espesor de las paredes.— Típicamente de 5 mm. Base.— Cónica reforzada por el interior. Formas 4b y 4c. (Fig. 9) 4.—TIPOS CERÁMICOS En la Fase que estudiamos pudimos identificar 2 tipos de cerámica ordinaria y 9 tipos caracterizados por diversas técnicas. Cerámica Ordinaria Al principio de nuestro análisis creímos que de acuerdo a la calidad, abundancia y espesor de las partículas de desgrasante podíamos dividir a la cerámica ordinaria en tres tipos a los que llamamos: 1. Pastaza Ordinario 2. Surik Ordinario 3. Ipiat Ordinario Al construir la seriación, nos dimos cuenta de que el llamado SURIK MEDIO carecía de consistencia; por lo tanto, optamos por eliminarlo, quedando los dos restantes, esto es: 90 I o I 4 I s 1 1 12 worn ESCALA (VASOS) i 0 i i 1 2 i 3 i 4cm ESCALA (BORDES) Fig. 7. PerfUes de bordes y formas reconstruidas de vasos de Pastaza. 91 1. Pastaza Ordinario. 2. Ipiat Ordinario. a) PASTAZA ORDINARIO PASTA Método de manufactura.— Posiblemente acordelado. No se dejan notar las junturas de los cordeles y la fractura no sigue esa supuesta línea, necesariamente horizontal. Desgrasante.— Granos extremadamente finos de rocas pulverizadas y laterizadas, tal vez pizarras, difícilmente observables a simple vista. Ocasionalmente es dable encontrar pequeños granos de hematita, acaso como parte integrante de la pasta. Textura.— Típicamente compacta, no friable. Color.— Escasamente oxidizada, núcleo obscuro. El resto, de carmelita obscuro a carmelita claro. SUPERFICIE Color.— De tostado obscuro a carmelita claro, toda la gama de colores intermedios de acuerdo al cocimiento. A veces una superficie es más obscura que la otra y viceversa. Tratamiento.— Suficiente alisamiento que en muy pocos tiestos alcanza a ser pulido; suave al tacto, casi jabonosa tanto al interior como al exterior. Dureza.— 3 - 3,5 en la escala de Moh. Forma.— 2b - 3g - 2c - 2d - 3h - 2c - 4b - 3b - 3e - 3d -3c 2f y 3f. El fondo de los vasos: 4a - 4b - 1 - 2 y 3. DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO— Ninguna observable. 92 0 4 8 12 M C m ESCALA (VASO) 0 1 2 3 4cm ESCALA BORDES Fig. 8. PerfUes de bordes y formas reconstruidas de vasos de Pastaza. 93 POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Corre a través de toda la seriación. (Fig. 24) b) IPIAT ORDINARIO PASTA Método de manufactura.— Acordelado. Son comunes las fracturas a lo largo de las uniones de los cordeles. A veces, de manera especial en el Corrugado y Falso Corrugado, es fácil distinguir las uniones de los cordeles a una distancia de 1 a 1.5 cm. Desgrasante.— Granos bastante gruesos (hasta 2 mm.) de arena no lavada por el agua o de rocas suaves desmenuzadas. Las partículas se presentan irreguarmente distribuidas. A veces es dable encontrar granos de hematita bastante grandes, ligeramente mayores que los granos de desgrasante ordinario, posiblemente como parte integrante de cariapé (fibra vegetal). Textura.— Escasamente amasada; se rompe dejando paredes desmoronadas y bordes friables. Color.— Obscura en el núcleo, tiende a ser más clara en los extremos; entre carmelita claro y carmelita obscuro. Hay una minoría de pasta bastante bien oxidizada, pero no tanto como para no distinguir el color más obscuro del núcleo. SUPERFICIE Color.— Carmelita obscuro, carmelita claro o anaranjado. Tratamiento.— Ligeramente alisada. Casi siempre, de color carmelita claro u obscuro. Hay huellas de arrastre del instrumento alisador con orientación paralela al borde. Se nota cierto descuido en el trabajo, lo que se refleja también en lo irregular del espesor de las paredes. 94 Fig. 9 Diversos tipos de bases de la Fase Pastaza. 95 FORMA.— Domina este tipo en las formas 4a - 8 - 7 - 5c 6 y Ib; muy rara vez en 5b y 8. DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO— No observables. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Corre a través de toda la seriación. (Fig. 24) 5 —TIPOS CERÁMICOS DECORADOS Ahora pasemos a enumerar los tipos de decorado colocándolos en orden alfabético. El total de tiestos decorados es de 1.789 o sea el 30.84% del gran total. Un tipo, Pastaza Inciso y Punteado, alcanza nada menos que el 15.94% del total de tiestos y el 51.70% del de tiestos decorados. En este último tipo creímos identificar al principio de nuestro análisis, teniendo como base tiestos fragmentados y no vasos completos, los siguientes tipos especialmente diferentes, pese a la aparente igualdad de la masa, a la de la superficie y aún de la forma de cada uno de ellos. Eran éstos: a) b) c) d) e) f) g) Pastaza Inciso Fino; Pastaza Inciso Muy Fino; Inciso; Inciso Zonal; Inciso Bordeado de Puntos; Punteado; Punteado Zonal; h) Estampado de Triángulos Imbricados. Tuvimos que abandonar esta clasificación al darnos cuenta de que eran sólo variedades del mismo tipo al que optamos por llamar Pastaza Inciso y Punteado. Los Tipos Decorados son los siguientes: 96 CM Superficie cu 0­­10 cm. C.I Superficie cu 10­■20 p cu 20­­30 CI 0­ ­10 CI 10 ­20 CI 20­­30 CVII 0­­10 CVH 10­­20 C.VHI Superficie rp C.Vi 0­ ­10 CH 0­ 10 CHI 10­ 20 c.v« to­ 20 en 20­­30 CVI Sujjerficie C.VI 0 ­10 C.VI 10­20 CVI 20 ­30 c y Superficie c.v 0 ­10 CIX 0 ­10 cv 10 ­20 CIX 10 ­20 ex Superficie ex 40 ­50 ex 50 ­60 E ­p h n C=3 Flg. 9. Distribución temporal de las f o r m a s ceramieas de la Fase I ;aza. l i l i I o 4 cm i 2 3 Fig. 10. Tiestos de la Fase Pastaza. a, Blanco sobre rojo; b, c, d, e, f, P. Corrugado; g, h, i, j , k, P. Decorado de Uñas. 97 Tipo Pastaza Blanco sobre Rojo Pastaza Corrugado Pastaza Decorado con Uñas Pastaza Exciso Pastaza Falso Corrugado Pastaza Inciso y Punteado Pastaza Inciso Retocado Pastaza Rojo Pastaza Rojo Inciso No Clasificados Número de tiestos Porcentaje sobre el de decorados Porcentaje sobre el total de tiestos 20 165 130 33 3 925 44 256 114 99 1.11 9.22 7.26 1.84 0.16 51.70 2.45 14.30 6.37 5.53 0.34 2.84 2.24 0.56 0.05 15.94 0.75 4.41 1.96 1.70 A continuación pasaremos a describir los tipos cerámicos decorados siguiendo el orden alfabético. a) PASTAZA BLANCO SOBRE ROJO PASTA Y SUPERFICIE.— Las de Ipiat Ordinario. FORMA Borde.— Directo invertido. Labio.— Redondeado. Espesor de las paredes.— De 4 a 6 mm. Base.— La única base de este tipo es la 1. (Fig. 9) Formas Reconstruidas.— 2c. DECORACIÓN Técnica.— Sobre el engobe rojo pulido de distribución uniforme, se aplicaron bandas de pintura blanca, generalmente ondulantes, que corren por el cuerpo del vaso. Las bandas tienen de 1 a 2 cm. de ancho. 98 Fig. 11. Tiestos de la Fase Pastaza: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j , k, 1, P. Exciso. 99 Motivos.— Todos los ejemplares llevan escasas huellas de pintura blanca; no creemos, con todo, que se trate de pintura postcocción. Debido al deficiente estado de conservación es imposible reconstruir en su totalidad el o los motivos que pudieron ser trazados en los vasos. (Fig. 10a) DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO.— Ninguna. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Ocupa la mitad superior de la seriación. (Fig. 24) b) PASTAZA CORRUGADO PASTA.— La misma de Ipiat Ordinario. SUPERFICIE Color.— Carmelita claro, o gris ceniza. Tratamiento.— Escasamente igualada con huellas tanto de las uniones entre los cordeles como del arrastre de partículas de desgrasante. El interior es mejor igualado que el exterior. Unos 7 tiestos de este tipo poseen excepcionalmente desgrasante de cariapé. Dureza.— 2.5. Forma.— No nos ha sido posible reconstruir en su totalidad la forma de este tipo, pero creemos tratarse de grandes ánforas de cuello estrangulado y cuerpo globular como las similares de las Fases de Aguapo, Chiguaza, Upano y Mishaguallí. Espesor de las paredes.— De 1 a 1.3 cm. Base.— Ninguna identificación. DECORACIÓN Decoraciones Ocasionales.— Generalmente este tipo tiene borde con estampado de dedos e impresión de uñas. (Fig. 10b-f) DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO.— Ninguna. 100 i a 3 «cm / / Fig. 12. Tiestos de la Fase Pastaza: a, P. Falso Corrugado; b, c, d, e, f, g, h, i, j , k, 1, P. Inciso y Punteado, Técnica, incisión muy fina. 101 POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Disminuye de frecuencia a través de la seriación. (Fig. 24) c) DECORADO DE UÑAS PASTA Y SUPERFICIE.— Como las de Ipiat Ordinario. FORMA Borde.— Engrosado al exterior o bajo el labio. Espesor de las paredes.— De 4 a 7 mm. Base.— No existe evidencia directa. Formas Reconstruidas.— No pudo realizarse la reconstrucción a causa de la mezquina conservación de los tiestos. DECORACIÓN Técnica.— Impresión bastante profunda y en hileras no regulares de la uña, cruzada en su parte media por otra igual en forma de cruz. A veces se cambia esta decoración con el acordelado subrayado por el estampado de uñas. (Fig. 10g-k; Lám. 2j-n) Motivos.— Bajo el labio, líneas horizontales. A veces éstas ocurren en el cuello y aún en la parte superior de las paredes del cántaro. DIFERENCIAS TEMPORALES DENTRO DEL TIPO.— Ninguna identificable. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Tiende a ocupar la mitad inferior de la seriación. (Fig. 24) d) PASTAZA EXCISO PASTA Y SUPERFICIE.— Las mismas que las de Pastaza Rojo. FORMA.— Tazas profundas, "tecomates" o vasos de paredes rectas. 102 i j 3 ACIV Fig. 13. Tiestos de la Fase Pastaza: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j , P. Inciso y Punteado, Técnica, incisión muy fina. 103 Borde.— Directo. Labio curvo o ligeramente biselado. Espesor de las paredes.— De 5 a 6 mm. Base.— Plana. Forma 3 para las Bases. FORMAS Formáis Reconstruidas.— 5a. DECORACIÓN Técnica.— Incisión y excisión realizadas con un instrumento de punta ancha, dejando el fondo muy irregular. Esta técnica se ha empleado en un 62% del exciso. En el 28% restante, las zonas de excisión son pequeñas, muchas veces reducidas al ángulo o intercección de las líneas incisas. La pintura fue aplicada antes de la incisión; en esta forma las zonas excisas tienen el color natural de la masa. (Fig. 11; Lám. 9a-l) Motivos.— Excisiones al rededor de semicírculos, de animales estilizados, de líneas escaleradas, de bandas pequeñas seguidas de coronas circulares, a veces estilizadas en motivos rectilíneos. DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO.— Ninguna fácilmente reconocible. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Disminuye en frecuencia a través de toda la seriación. (Fig. 23) e) PASTAZA FALSO CORRUGADO PASTA Y SUPERFICIE.— Los de Ipiat Ordinario. FORMA Borde.— Doblado sobre sí mismo por la parte externa y pegado mediante presión de dedos, que ocasionalmente dejaron también huellas de uñas. 104 I \ 0 1 2 I 1 I 3 4C/T) Fig. 14. Tiestos de la Fase Pastaza: a b, c, d, e, f, g, h, P. Inciso; i, j , k, 1, P. Inciso Zonal entre Bandas Sólidas. 105 Base.— Desconocida. Posiblemente redondeada. Formas Reconstruidas de los Vasos.— Con toda probabilidad se trata de grandes ollas globulares utilitarias. DECORACIÓN Técnica.— Rollos colocados uno encima de otro por el sistema de espiral, igualados por la parte interna. Por la externa ya igualada se colocaron por presión pequeños rollos con fines únicamente decorativos. Motivos.— Rollos allanados y luego recortados a trechos dejándolos colgados con festones o banderolas. (Fig. 12a) DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO.— Ninguna. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Confinado a la parte baja de la seriación. (Fig. 24) f) PASTAZA INCISO Y PUNTEADO PASTA Y SUPERFICIE.— La misma que para Huasaga Ordinario. Borde.— Generalmente directos, ligeramente invertidos. Espesor de las paredes.— Entre 5 y 6 mm. Base.— Redondeada o anular, muy pocas veces plana; Formas: 1 - 2 - 3 - 4a. - 3g - 3h y 4b. DECORACIÓN Técnica.— Las incisiones independientes o delimitadas zonas tienen el canal relativamente profundo en forma de U, ejecutadas probablemente con un instrumento que pudo ser el cañón de la pluma de un ave, acaso un palillo o un hueso, de rebabas en el borde. Raras veces el instrumento pudo tener la punta aguzada y entonces, ocasionalmente, la línea incisa adoptó la forma de una V. 106 0 1 2 3 4Cm Fig. 15. Tiestos de la Fase Pastaza: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j , k, I, P. Inciso Zonal entre Hileras de Puntos. 107 En un 80% de los casos, las bandas o zonas con incisión fina tienen un nivel ligeramente inferior al resto del vaso, o cuando el barro estaba bastante seco, a juzgar por la ausencia mejor a las bandas sólidas y oblicuas enmarcadas por profun das incisiones. Las líneas finas, sean ellas simples o compuestas, son casi superficiales, extraordinariamente apretadas (de 7 a 12 en el espacio de un centímetro lineal); paralelas en un 75%, ejecutadas probablemente con un instrumento de puntas muy finas, acaso unidas entre sí en forma de peine. Estas líneas de sombreado rebasan a veces el campo y ligeramente se montan sobre las bandas que las bordean. Dentro de estas finas incisiones o de las más profundas que enmarcan los diseños es dable, en un 15% de los casos aproximadamente, descubrir huellas de pintura generalmente blanca o roja; excepcionalmente, amarilla. El campo ocupado por estas líneas de sombreado ordinariamente es triangular, a veces, trapezoide o irregular. En los motivos más complicados como hileras de grecas, por ejemplo, las incisiones son tan perfectamente ejecutadas que difícilmente pudieron ser ejecutadas sin la ayuda de algún molde —acaso madera— previamente preparado. Necesitamos mayor evidencia al respecto. (Lám. 5) El Punteado se aplicó sobre el barro fresco mediante un instrumento que pudo ser un punzón de punta o remate triangular, que dejó conjugados a una línea base (en el 88% de los casos) unos hoyos en forma de triángulos isósceles, que cuelgan a manera de banderolas de la incisión horizontal o base. Estos hoyos tienen de 3 a 5 mm. de alto por 2 mm. de base y 1 mm. de profundidad. En el 8% restante el punteado no sigue una línea base conjugada a ella, sino que se aplica directamente a las paredes del vaso. Este punteado puede ser de perfil circular, rectan108 i 2 3 «cm Fig. 16. Tiestos de la Fase Pastaza: a b, c, d, e, f, g, h, i, j , k, teado Zonal. P. Pun- 109 guiar, romboidal, etc.; los hoyos tienen de 4 a 9 mm. de largo por 3 mm. de ancho y 2 mm. de espesor. (Lám. 3) Un punteado de factura especial al que podríamos llamar mejor ESTAMPADO DE TRIÁNGULOS IMBRICADOS se presenta en el 4% de los tiestos de Pastaza Inciso y Punteado. Se aplicó esta decoración sobre el barro medianamente fresco siguiendo hileras horizontales en disposición alterna de triángulos; esto es la punta del triángulo de la hilera superior descansa sobre la mitad de la línea inferior. La separación entre renglón y renglón es de 5 a 10 mm. (Lám. 2a-i). Esta decoración es más abundante en la Fase del Upano y la de Chiguaza. Para la Fase Pastaza muy posiblemente se trata de un préstamo de las Fases recientemente nombradas. Motivos.— Se trata de una serie de líneas incisas bajo el borde extremo; algunas de estas líneas —generalmente las más cercanas al borde— están bordeadas de puntos que parecen colgar de la misma. Estos puntos tienen un perfil triangular con la base unida a la línea incisa. De esta serie de líneas horizontales arrancan bandas sólidas oblicuas —generalmente rectilíneas— que sirven como de base a rectángulos o romboides, enmarcados por grecas, rombos o triángulos isósceles alternos (uno arriba y otro abajo unidos como en cadena). En los espacios vacíos hay incisa como una verdadera trama de tejido. Esta puede ser simple o entrecruzada. Salvo una que otra banda llana entre líneas incisas o alguna banda sólida, el resto es objeto de una meticulosa y generalmente bien ejecutada decoración con una cantidad infinita de variantes. (Figs. 12-17) DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO.— Ninguna. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Ligera tenden110 ; Fig. 17. Tiestos de la Fase Pastaza: a, b, c, d, e, f, P. Inciso Bordeado de Puntos; g, h, i, j , P. Punteado. 111 cia a disminuir de frecuencia a través de toda la seriación. (Fig. 24) g) PASTAZA INCISO Y RETOCADO PASTA Y SUPERFICIE.— La misma que las del Pastaza Rojo Inciso. FORMA.— Las del Pastaza Rojo Inciso. Borde.— Id. Espesor de las paredes.— De 3 a 5 mm. Base.— 2 y 4b. (Fig. 9) Formas Reconstruidas.— 5b y 3a. DECORACIÓN Técnica.— Dentro de las mismas incisiones —de 1 a 2 mm. de ancho— o a los lados próximos a las mismas, hay una serie de puntos o diminutas incisiones producidas con un instrumento plano o puntiagudo que al cruzarse con los lados de la incisión madre, hacen el efecto de peldaños de una escala. Motivos.— Líneas incisas curvas modificadas por incisiones o puntos; en el centro o a los lados de las mismas, y no precisamente anexas a la principal como es el caso del tipo Pastaza Inciso y Punteado. (Fig. 18a-f: Lám. 7j-m) DIFERENCIAS TEMPORALES DENTRO DEL TIPO.— Ninguna. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Disminuye de frecuencia a través de toda la seriación. (Fig. 24) h) PASTAZA ROJO PASTA.— El engobe es aplicado a la pasta de Ipiat Ordinario, excepcionalmente a la de Huasaga Ordinario. 112 a e Fig. 18. i 0 1 i 2 i 3 i i « c m Tiestos de la Fase Pastaza: a, b, c, d, e, f, P. Inciso Retocado; g, h, i, j , k. I, Rojo Inciso. 113 SUPERFICIE Color.— A diferencia del Tipo Pastaza Inciso Punteado, las superficies del Pastaza Rojo están bastante erosionadas. Causa mucha dificultad reconocer este tipo en el proceso de clasificación y estamos seguros de que más de un tiesto clasificado como Ipiat Ordinario pertenece al tipo que nos ocupa. El color varía entre ligeramente anaranjado y rojo. Tratamiento.— Las superficies con engobe son suaves al tacto, aunque escasamente pulidas. No hay estrías producidas por el arrastre del instrumento pulidor. En un 70% el engobe se aplicó al exterior, desde el cuello del vaso hasta el diámetro máximo del mismo. Dureza.— 2.5 Forma.— 3a y 5b. Borde.— Directo, engrosado al exterior o adelgazado. Espesor de las paredes.— De 3 a 5 mm. Base.— No hemos encontrado bases con capa de engobe, por lo tanto la reconstrucción de los vasos de este tipo es aproximada. DIFERENCIAS TEMPORALES EN EL TIPO.— No hemos observado ninguna. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Declina en frecuencia a través de toda la seriación. (Fig. 24) i) PASTAZA ROJO INCISO PASTA Y SUPERFICIE. Como en el Ipiat Ordinario. FORMA Borde.— Directo o ligeramente adelgazado. Espesor de lals paredes.— De 3 a 6 mm. 114 i Superf. N PASTAZA ORDINARIO o 1 CORTE X i o/o 0■10 i i 10­20 20­30 30­40 i i i N« % N? % N' % 8 i i N' % 4.25 — — 131 69.68 128 | i i 40­50 50­60 60­70 70­80 i i i i i i % N? % 3 1.35 4 128 57.65 54 N 9 i i 1 1 80­90 N' % N« 2.81 1 1.47 2 1.55 — 38.02 9 13.23 70 54.26 36 73.46 0.77 — — i % N' 1 % 1 1 3.33 7 3.70 10 4.34 IPIAT ORDINARIO 17 56.66 140 74.07 168 73.04 PASTAZA BLANCO SOBRE ROJO — — — — — — — — — — — — — — 5 7.35 1 PASTAZA CORRUG ADO — — 1 0.52 1 0.43 — — — — ­ — — — — — — — — 1 PASTAZA DECORADO CON UÑAS — — — — — — — — — — 1 0.45 — — — — — ­ — I PASTAZA EXCISO — — 1 0.52 — — — — — 1 0.45 — — — — — PASTAZA FALSO CORRUG ADO — — — — — — — — — — — — — — — — PASTAZA INCISO Y PUNTEADO 9 34 17.98 36 15.65 31 16.48 27 16.16 70 31.53 72 50.70 41 60.29 PASTAZA INCISO RETOCADO PASTAZA ROJO PASTAZA ROJO INCISO NO CLASIFICADOS 30.00 76.64 — 2 4.08 — — — 41 31.78 5 10.20 — — 1 0.52 — — 1 0.53 1 0.59 3 1.35 2 1.40 2 2.94 1 0.77 — 1 3.33 4 2.11 11 4.77 13 6.91 8 4.79 9 4.05 4 2.81 4 5.88 7 5.42 2 4.08 — — 1 0.52 2 0.36 3 1.59 1 0.59 1 0.45 1 0.70 3 4.41 1 0.77 1 2.04 2 6.66 — — 2 0.86 1 0.53 2 1.19 6 2.70 5 3.52 3 4.41 6 4.65 3 6.12 1 30 Fig. 23 189 230 188 187 .222 142 68 129 i 49 — I 1 CORTE VIH CORTE IX i i l i 0-10 I i i i i i 20-30 10-20 I 1 30-40 i Sup.erf. 0-10 N' % N? % N« 2 2.63 — — 23 9.27 8 59.70 53 69.73 5 55.55 150 60.48 0.99 — — — 15 % N? % 7 8.13 20 9.95 52 60.46 120 2 2.32 2 W 10-20 CORTE Vil % ¡ i i CORTE VI 20-30 Superf. i % | i 10-20 0-10 1 % N? i i i 0-10 i 1 7.75 11 7.28 63.19 86 66.66 93 61.58 3.68 7 5.42 2 1.32 1 0.77 % N? % N9 10.91 9 5.59 8 6.72 9 5.52 115 66.09 111 68.94 80 67.22 103 8 4.59 5 3.10 — 6 o/o N? 12.69 4 9.30 14 7.21 19 38 60,31 26 60.46 135 69.58 6.04 2 3.17 3 6.97 4 2.06 4 1.61 1 1.58 2 4.65 3 1.20 2 3.17 — — 1 0.51 2 1.14 — — 1 0.40 16 6.45 4 6.34 4 9.30 19 9.79 12 6.89 19 1 0.40 — — — — 1 0.51 1 0.57 22.22 6 2.41 2 3.17 2 4.65 12 6.18 13 — 8 3.22 5 7.93 2 4.65 6 3.09 21 8.46 1 1.58 — — 2 1.03 i ¡ — — 1 1.16 17 19.76 1 42 20.89 10 13.15 2 — 7 3.48 1 1.31 — 6 6.97 8 3.98 7 9.21 2 1 1.16 1 0.49 — — — i i — 1 86 201 0.49 3 76 22.22 — i 3.94 9 248 63 43 194 1 0.84 4 2.45 — — — 11.80 17 14.28 25 15.33 15 11.62 24 15.89 2 1.24 2 1.68 1 0.61 — — — — 7.47 14 8.69 7 5.68 11 6.74 5 3.87 16 10.59 3 1.72 1 0.62 4 3.36 3 1.84 5 3.87 3 1.98 1 0.57 — — — — 1 0.61 — — 2 1.32 174 161 1119 163 129 151 i % | 10 N' N? i N? % % i i % N? N? i 20-30 10-20 — i 0- N? 8 68 % N? 6.95 26 59.13 147 10 10.48 59.27 0- 10 20-30 10 20 % . , .. . .. i i i Super. 10-20 1 o/o N' % N? % N' % N? % N? 8 7.84 5 8.06 17 9.71 14 7.14 3 1.63 2 2.66 6 122 69.71 127 64.79 60.32 61 81.33 100 63 61.76 33 53.22 111 0.80 1 3.22 10 5.71 12 0.98 27 7 3 115 23.47 6.08 2.60 1 0.40 50 20.16 17 5 248 6.85 2.01 14.70 10 16.12 15 3 2.94 2 3.22 1 8 7.84 9 14.51 5 1 0.98 3 2.94 102 1 62 — 5 1.61 — 175 8.57 16 i 8.69 8.16 i % N? 4.91 2 2.98 81.96 52 77.61 j i 4 2.04 2.85 7 3.57 16 8.69 2.85 13 6.63 18 9.78 0-10 10-20 I % N? % N' % 2 6.06 7 4.24 7 2.61 8 4.57 25 78.78 126 76.36 178 66.41 139 79.42 1 0.60 NÍ % 5 6.66 1 0.81 4 2.43 17 6.34 4 2.28 2 2.66 6 4.91 22 13.41 57 21.26 18 10.28 1 0.60 1 1.49 1 1.33 4 3.27 5 - 7.46 16 184 Super. 20-30 N' "/o - 0.57 196 10-20 i 3.80 7 15 7.06 1.53 CORTE 1 - 13 3 - 6.12 II 0-10 N' 2 2 Sup er. 20-30 % 0.86 0.86 CORTE N? 1 i CORTE III COR! E V i 1 4 12.12 - 4 5 33 1 0.81 4 5.97 4 3.27 3 4.47 1 3.03 1 3 1.82 3 1.11 6 2.23 0.B7 75 122 67 33 164 268 5 175 2.85 CORTE III t 20-30 Super. i i Super. Super. N' % 4 8.69 3 1.01 77.77 41 89.12 59 5.55 — — 1 0.3? — 30 10.13 12 4.0 r . — 4 1.3S — 155 52.3G 7 2.30 % N' % — — 3 3.57 1 5.55 64.28 14 1 23 85.18 54 — — — — 3 11.11 5 5.95 % N 9 : — ■ % N' — 1 1.19 — 17 20.23 — : — — 1 1 27 3.70 Super. i N? 19.9 3 3.57 — — — — 2 0.67 1 1.19 - - — — 12 4.05 — — ii.li i 2.17 11 3.71 84 2 | 18 | 46 | 296 Fig. 19. Tiestos de la Fase Pastaza: a b, c. Inciso y Punteado, Técnica, triángulos imbricados; d, e, f. Modelado; g, Bandas Blancas y Rojas sobre Ante; h, Engobe Blanco; i. Inciso Línea Ancha; j , Acunado; k, Modificado; 1, Bandas Rojas sobre Ante. Base.— Plana. Formas Reconstruidas.— 5a. DECORACIÓN Técnica.— Incisión sobre el barro de consistencia coriácea y, a veces bastante oreado, con un punzón relativamente agudo. En un 85% de los casos el fondo de las incisiones adopta la forma de una U, rara vez la de una V. (Fig. 18g-l) Motivos.— Líneas incisas paralelas horizontales u oblicuas; rectas o curvas. En un 8% son dos líneas incisas paralelas curvas que se encuentran con otro par en motivo de interloocking. DIFERENCIAS TEMPORALES DENTRO DEL TIPO.— Ninguna identificable. POSICIÓN CRONOLÓGICA DEL TIPO.— Corre a través de toda la seriación. j) DECORACIÓN NO CLASIFICADA Con un mínimo porcentaje de tiestos dentro del total, que apenas alcanza fracciones de unidad, hacen acto de presencia algunas decoraciones. Si consideramos la escasez de la muestra nos pareció muy aventurado proceder a colocar dentro de una tipología determinada. A continuación apuntamos la técnica decorativa empleada y el total de tiestos de cada una. (Fig. 24) 116 0 J 1 2 I 3 I 4cm Fig. 30. Material Litico de Pastaza: a, b, c, d, trozos de hacha de piedra pulida. 117 Tiestos con decoración no clasificada Decoración Engobe blanco Modelado Bandas rojas sobre leonado Aplique Rojo sobre negro Acunado (Rocker stamping) Modificado Negro Pulido Número de tiestos Porcentaje sobre el Decorado Porcentaje sobre el total de tiestos 1 2 7 1 4 3 2 23 0.05% 0.11% 0.39% 0.05% 0.22% 0.16% 0.11% 1.28% 0.01% 0.02% 0.12% 0.01% 0.07% 0.05% 0.02% 0.40% 6.—LITICA Hallamos un total de 22 objetos líticos. Realmente llama la atención lo escaso de la muestra. Téngase entendido que la mayoría de las hachas de piedra pulida no fueron halladas en las excavaciones, sino en la superficie. Los restantes objetos no son artefactos propiamente dichos, sino piedras naturales utilizadas como instrumentos de trabajo y que por este motivo, sufrieron modificaciones con el uso. A continuación se da la descripción de la tipología establecida: a) Cabezas de hacha de piedra pulida.— En total 6 ejemplares. (Fig. 20) 1'—2 hachas en forma de T, el talón sobresaliente por los lados, unidos al cuerpo mediante ángulos curvos: 118 Fig. 31. Material Utico: a, b, c, d, Raspadores; e, f, Alisadores. 119 Dimensiones: Largo del eje mayor: Largo del eje menor: Espesor en el eje máximo: Perfil en el eje menor: 8 cm. 4 cm. (sin aletas) 1.5 cm. Rectanguloide. 2°—Hachas de perfil rectanguloide con profundas muescas laterales bajo el cuarto superior del artefacto. Dimensiones: Largo del eje mayor: Largo del eje menor: Profundidad de las escotaduras: Perfil en el eje menor: De 8 a 10 cm. De 4,5 a 6 cm. De 1.5 a 2 cm. Elipsoide. b) Raspadores.— Guijarros que tienen a uno de los costados una concavidad bordeada de pequeñas lascas saltadas por efecto de la fricción contra algún objeto duro: 6 ejemplares. (Fig. 21a-d) c) Alisadores.— Piedras areniscas que llevan una de las superficies allanada y lisa, como que con ella se pulieron o alisaron objetos duros, acaso de madera o de hueso: 2 ejemplares. (Fig. ll&f) d) Lascas descartadas: 1. e) Pulidores.— Pequeños cantos rodados, esféricos u ovoideos, que tienen en unos de los lados pulimento especial y que acaso fueron utilizados para alisar o pulir vasos de cerámica: 9 ejemplares. (Fig. 22a-f) f) Esquirlas irregulares.— Cantos de forma irregular y de diferentes tamaños: 4 ejemplares. (Fig. 23) 120 3 cm Fig. 22. Material Utico: a, b, c, d, e, f, Pulidores; g, h, i, Esquirlas Irregulares. 121 7.—LA SECUENCIA SERIADA Y SUS IMPLICACIONES Como ya sabemos, la práctica de la seriación se basa en la premisa de que los rasgos culturales cambian de frecuencia a través del tiempo en una manera sistemática que se aproxima a una curva campaniforme. Se ha especulado sobre que todos los rasgos se prestan más que otros para estudios cronológicos; algunos sufren cambios, pero en una forma tan lenta que no se prestan para apreciarlos convenientemente; algunos se presentan en contados ejemplares, precisamente por ser raros; otros finalmente, como el Rojo o el Blanco sobre Rojo, tienden a desteñirse bajo la acción de los ácidos y sales del terreno o sometidos al lavado en el Laboratorio y tienden a dañar la secuencia de los ordinarios, por ejemplo, y no señala claramente la propia. La secuencia seriada de la Fase Pastaza se basa en las tendencias en popularidad de los tipos cerámicos en los diez cortes que permitieron cavar en profundidad. Debemos aclarar que la evidencia principal para la orientación cronológica nos ha sido proporcionada por el material del Corte X, el más profundo de todos, y el que nos proporcionó el mayor número de ejemplares. Por desgracia, los niveles 70-80 y 80-90, o sea los más profundos, presentaron un serio problema, tanto que al fin y al cabo optamos por eliminarlos dado que encontramos sus resultados aberrantes y en "perfecto desacuerdo con el resto de la seriación general. La secuencia seriada muestra un aumento de frecuencia en el tipo Ipiat Ordinario y una disminución no muy marcada del tipo Pastaza Ordinario. La cerámica decorada no muestra tan fuertes tendencias como las de los tipos ordinarios; con todo, hay algunas diferencias significantes. (Fig. 24) 122 S E R I A C I Ó N C E R Á M I C A DE P A S T A Z A C. 11 Sup. C. n 0­10 cm. C. I Sup. c. n 10­20 C D 20­30 C.l 0­10 C.'] 10­20 C. I 20­30 c n o­io wininiMiilimiillLLLU ■ minf.­i t i i m u r m í C H10­20 C. H Sup c u o­io C. I 0­10 C 11110­20 C. 11110­20 C. m 20­30 C.SI Sup. C E 0­10 C H I O 20 C Ü 20­30 C. 1 Sup. C . l 0­10 C KO­IO c s: 10­20 ■0.1X110­20 C.X Sup, C.X 40­50 C X 50­60 C2J c­3 ■ am 5 ­ür D si LVAmw.^fflgE ■ t3 a B a B 8 E3 í 1 B r El J3 i i O S3 ^^ ir 0.0 Fig. 24­ Q Zee. 8 QC ?S S 0.0 ito Q.a. a. ce a; 2s Resumen de la secuencia seriada de la cerámica de la Fase Pastaza Tipos Cerámicos No decorados Decorados Ubicación dentro de la seriación Ligero aumento de frecuencia a través de toda la seriación. Ipiat Ligero aumento de frecuencia a través de toda la seriaOrdinario ción. Pastaza Blanco Confinado a la mitad superior de la seriación. sobre Rojo Disminuye de frecuencia a Pastaza través de toda la seriación. Corrugado Confinado a la parte baja de Pastaza Falso la seriación. Corrugado Pastaza Decorado Confinado a la mitad inferior de la seriación. con Uñas Disminuye en frecuencia a Pastaza Excise través de toda la seriación. Pastaza Inciso y Ligera tendencia a disminuir de frecuencia a través de toPunteado da la seriación. Disminuye de frecuencia a Pastaza Inciso través de toda la seriación. Retocado Declina en frecuencia a traPastaza Rojo vés de toda la seriación. Declina en frecuencia a traPastaza Rojo vés de toda la seriación. Inciso Pastaza Ordinario 8.—SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS ENTRE LA FASE PASTAZA Y ALGUNAS OTRAS FASES DEL FORMATIVO DEL ECUADOR, PERU Y VENEZUELA 124 a) VALDIVIA Semejanzas —Inciso de línea ancha y media. —Inciso y Exciso con pintura post-cocción dentro de las incisiones o excisiones. —Hachurado. —Exciso. —Rocker stamping o acunado. —Punteado zonal. —Estampado de dedos y de uñas. —Hileras de triángulos. —Rectángulos inscritos. —Círculo con punto central. —Motivos escalonados. —Líneas en zig-zag. —Acordelado y Falso Acordelado. b) MACHALILLA Semejanzas —Inciso de línea fina. —Inciso de línea media ancha. —Inciso en V. —Líneas incisas retocadas. —Pequeñas líneas a manera de marcas. —Inciso y punteado conjugados. —Inciso zonal. —Punteado zonal y en hileras. —Estampado de dedos. —Hileras de triángulos en cadeneta. —Rectángulos inscritos. —Rombos inscritos. —Círculos con punto central. —Semicírculo. —Motivos escalonados. —Hombros embellecidos. 125 c) WAIRA-JIRCA Semejanzas —Incisiones finas. —Excisiones. —Incisiones y excisiones pintadas o rellenadas postcocción, en colores rojo, blanco o amarillo. —Inciso zonal. —Espacios diagonales cerrados, líneas finas y sombreado. —Uso del grafito sobre el rojo para obtener superficies esgrafiadas. —Hachurado de línea fina en zonas delimitadas por incisiones de línea relativamente ancha. Diferencias —No siempre en la Fase Pastaza el semicírculo es el motivo germinal. Con frecuencia se combinan en el mismo vaso los siguientes motivos: Inciso, Inciso Zonal, Punteado Zonal e Inciso bordeado de puntos. —Salvo dos excepciones, no hay vasos carenados, peor los fuertemente carenados. —No hay rebordes labiales decorados. —No hay cántaros de dos picos y puente. —Ausencia de gálibos inclinados y agudos y de carena entre la base y las paredes del vaso. d) TUTISHCAINYO TEMPRANO Semeja|nzas —Zonas alternadas de superficies sombreadas y no sombreadas delimitadas por incisiones en forma de U. —Sombreado con línea fina. —Hileras de puntuación. —Cortas líneas a manera de marcas. —Pintura roja aplicada después de la cocción: pintura o engobe. 126 Diferencias —Sólo en la Fase Pastaza tienden a tener los vasos las paredes invertidas. —En la Fase Pastaza no hay vasos de paredes cóncavas por el lado externo. —No hay carena entre las paredes y la base. —No hay botellas de doble pico y puente. e) CHAVIN DE HUANTAR Semejalnzas —Mayoría de cerámicos monocromos o negro-rojo marrón. —Cuencos abiertos de base plana. —Tazas hondas de paredes invertidas. —Cuencos subglobulares o globulares con paredes evertidas. —Cántaros con cuellos estrechos o con golletes simples. —Incisiones de líneas finas y gruesas. —Endentado o grabado. —Puntuación. —Cabeza de felino trazada por medio de líneas fluidas. —Círculos, puntos, triángulos, rombos, rectángulos, líneas cruzadas, anillos, volutas y segmentos estilizados de formas vivas. Diferencias —Solo Chavín: —Tiene gollete estribo. —Zonificado diferencial por medio de colores. —^Aplicación de franjas con impresiones de uñas y modelado en bajo relieve. f) ARAUQUIN Entre el Apure y el Orinoco, Venezuela. 127 Examinando los tiestos recolectados por Petrullo en los tres paraderos de Arauquín, encontramos en ellos, como bien anota Cruxent siquiera dos complejos diferentes: El estilo Arauquinoide propiamente dicho y el Barrancoide. Dejando a un lado el estilo propiamente dicho Barrancoide, con el que la Fase Pastaza parece que tiene muy pocas conexiones, nos encontramos con que el estilo propiamente Arauquinoide coincide con el que vamos estudiando en una forma que realmente llama la atención. En el trabajo de incisión, dice J. M. Cruxent e Irving Rouse, se distingue Arauquín por las líneas hondas y estrechas. Las líneas rectas paralelas son más frecuentes; aunque ocasionalmente aparezcan círculos o espirales. La semejanza más fuerte que encontramos entre Arauquín y Pastaza, a preferencia de las demás culturas tanto amazónicas como de la costa, y que por su frecuencia casi nos inclinamos a considerar como rasgo diagnóstico de la última, es la decoración a base de líneas bordeadas de puntos y el punteado zonal llenando espacios vacíos. Pero si vemos las ilustraciones de la cerámica de Arauquín y las comparamos con la similar de la Fase Pastaza, nos daremos cuenta de que en esta última las líneas incisas no solamente están "bordeadas" de puntos, sino que las líneas y puntos están conjugados entre sí. Esto quiere decir que entre la línea > el punto (generalmente dentado o triangular que cuelga de la línea por su base) no hay separación alguna. Su aspecto nos recuerda el efecto de banderolas que colgaran de la cuerda. Pero hay una diferencia en la superficie decorada. Pasta» za lo hace al exterior de los vasos; Arauquín, en cambio, da manera preferente en el interior y en la zona inmediata a^ borde. 128 _ |J|k- ^ V V >. v v ^ ^ v s v! k ^ s v **"*—^..-,. % í » •• *• ' / é1 h g LLJ. O m 1 1 3 n Lámina 1. Tiestos de la Fase Pastaza: a-1, punteado zonal. 4 cm. < 5^L g i i i i i 0 1 2 3 4 CI 2. Tiestos de la Fase Pastaza: a-i, triángulos imbricados; J-n, decorado de uñas. * i i a . '/ , ­ . . . ­ ■ ^ e m i■ h g ­,.„.»«. r L I I I I 0 1 5 3 J 4 cm. «■ * • * . • * . . nn t, V^vi,, n Lámina 3. Tiestos de la Fase Pastaza: Punteado: a, d, Técnica 1, im­ presión caña; b, j , n, Técnica Z, ovaloide; c. Técnica 3, cor­ tes; f, g, h, i, K, 1, m, Técnica 4, trianguloide. , : ^ b a S ^sm CiL£ ^ \ 9 h 1 m ■ n 0 1 2 3 4 cm. Lámina 4. Tiestos de la Fase Pastaza: a-p, inciso entre hileras de puntos. . a ^ h "TTTT \ wmn m '■ ^ k. *r f o P i I l i i » I 2 3 '4 M . Lámina 5. Tiestos de la Fase Pastaza. a­t, sombreado (hachurado). m i ^ »v \\ w % n o L-l I i I o i 2 3 4 cm Lámina 6. Tiestos de 1» Fase Pastaza: a-p, puntos que bordean las incisiones. MMfeMH <\%:UH b n Lámina 7. Tiestos de la Fase Pastaza: a-i, acordelado; J-m, inciso retocado, n, o, blanco y rojo sobre naturaL ^aag^ d g M n i i i i i 0 1 2 3 4 cm m Lámina 8. Tiestos de la Fase Fastaza: a-f, rojo inciso; g-1, arrastrado y punteado; m. n. hombro adornado; o, rojo sobre buff. %...— ■ « ■ V J¡ m í^s ^. Lámina 9. Tiestos de la Fase Pastaza: a­1, exciso; m­r, inciso. 10 ■ n i l iiniiii 11 ni 111 ! 2 ! 3 20' ' [ Lámina 10. Tiestos de la Fase Pastaza hallados en la zona peruana del Huasaga por los Antropólogos del Queens CoUege de Nueva York. - rr - 01 ! s 9' 6 , ■ "^ mpiiniipiiiiíipiiiri' If.,,,! L .. .- : s 1I9 z b ' t l,i í " Lámina 11. Tiestos de la Fase Pastaza haUados en la zona peruana del Huasaga por los Antropólogos del Queens CoUege de Nueva York. 9 —RASGOS DIAGNÓSTICOS DE LA FASE PASTAZA No hay directa evidencia sobre el sistema de alimentación de los portadores de esta cultura. No hay tiestos que por su forma pudieran conectarse con el uso de la yuca brava. No hay metates, manos, ni siquiera pequeños morteros. Muy posiblemente la caza y la pesca y algún producto cultivado en pequeños huertos o chacras vecinas a las habitaciones, pudieron ser los productos básicos de su alimentación. Nada se sabe tampoco del sistema de enterramientos. No hay tampoco fragmentos, tan numerosos en otros sitios del Oriente del Ecuador, de urnas que pudieron haber servido para sepultura primaria o secundaria. Nada puede inferirse sobre el vestido y ornamentación, no pudimos encontrar una sola figurina. Lo que consideramos el RASGO DIAGNOSTICO de esta fase es el uso contemporáneo en variedad de combinaciones y motivos, del inciso con la puntuación. En general, el tipo dominante de la decoración es el que acabamos de apuntar y que llamamos Pastaza Inciso y Punteado. La cerámica de la Fase Pastaza evita ángulos en las paredes de sus vasos, y los trabajos de apliques y adornos están casi ausentes. Las formas en general (un 85% de los tiestos pertenecen a tazas) tienden a ser redondeadas, con paredes ligeramente invertidas. Los bordes son directos y las bases curvas o reforzadas con un anillo muy bajo. El perfil es circular. Las formas y técnicas decorativas abundan en los sitios de habitación. Parece que no hubo un vaso propiamente ceremonial que no fuera de uso doméstico. Acaso pudieron tener algún sello o marcador que posiblemente fue de madera. Lo conjeturamos al estudiar ciertas decoraciones extremadamente difíciles, ejecutadas con notable maestría, como es el caso de las grecas, por ejemplo. 129 Tentativamente y sólo a manera de ensayo hasta cuando no tengamos mayores evidencias, nos atrevemos a trazar la siguiente carta cronológica, basados únicamente en semejanzas con culturas formativas, especialmente con las del Marañón, del Ucayali, del Ñapo y de la Costa Ecuatoriana. (Fig. 25) 130 CMTA CH ONOIOGICA AMM VAllI K HIMNUCO UCAMU e n n u i . HO MPO nwrAU 1500 0. d. C. CHUFACHU CAIMITO NATO CUMANCAYA 1.000 TK3UACUNO CASH1BOCANO 500 PACACOCHA «CUERAS YAR1NACOCHA 0 YASUNI HUPAHIYA KOTOSH­ SAJARA­ PATAC SHAKIMU TARDÍO 500 SHAKIMU TEMPRANO KOTOSH­ CHAVIN 1.000 KOTOeH­ KOTOSH ? TUTISHCAINYO TARDÍO 1.500 PASTAZA KOTOSH Walra­jfrca H 7 MITO 2.000 A. d. C. TUTISHCAINYO TEMPRANO Mayores discontinuidades en la tradición cerámica. N B.—Tomtdo de (■ CHftONOLOQICAI. CHART tpsgns. 14 y 151 de ta Obra THE UFpen AMAZON, por OOHfiW W. M T H M P — ftamea end Hud­ Rg.»' APÉNDICE DESCÚBRESE CERÁMICA DE LA FASE PASTAZA EN LA ZONA PERUANA DEL HUASAGA Los antropólogos Warren R. DeBoer, Eric Ross, Jane Ross y Marie Véale, del Queens College del City University de Nueva York, en comunicación personal y por previa indicación de los Arqueólogos Clifford Evans y Donald Lathrap, me participaron el hallazgo de cerámica similar a la de Fase Pastaza, a orillas del río Huasaga, en la zona actualmente ocupada por el Perú. Los tiestos descritos por los referidos Antropólogos pertenecen al estilo denominado por ellos Kamihun. La colección consiste de 80 tiestos, todos recogidos en el mismo lugar. Dicen que se trata de tazas hemisféricas de base cóncava, superficie pulida de un color entre negro y marrón, que tienen al exterior complicadas decoraciones incisas. La pasta es fina entre negra y gris marrón, que tiene como desgrasante pequeños fragmentos de concha, partículas de hematita de hasta 2 mm. de tamaño y frecuentes granos anulares de roca no identificada de color blanco. La decoración más común es la incisión. lido se realizó luego de la incisión. Esta puede ma de hachurado para llenar areas zonales de cha de 1 a 1 ^ mm. ejecutada con un punzón A veces el puser fina en forincisión; o anromo. Reconocen que hay también otra clase de decoración: el Punteado Zonal o en hileras en forma regular, un efecto que según ellos puede obtenerse fácilmente por un sello dentado; el Arrastrado y Punteado con un instrumento de una sola punta. A veces las incisiones están llenas de un pigmento rojo o blanco. Los bordes de las tazas fueron consistentemente inci132 sos con una serie de líneas circunferenciales, de una de las cuales penden muescas o triángulos. Una serie similar se presenta, a veces en la base de los vasos; estas líneas en bordes y bases definen un campo decorativo lleno de dibujos más complicados como zonas romboidales llenas de dibujos incisos anchos que alternan con otras triangulares cubiertas de fino hachurado zonal. Hay paneles verticales de varias líneas incisas o estampado dental. No faltan fajas diagonales o triángulos aislados llenos de hachurado. El lector menos avisado podrá darse cuenta de que la descripción que del material peruano hacen los antropólogos del Queens College y las fotos que publicamos enviadas por los mismos, coinciden exactamente con el material de nuestra Fase Pastaza. No estamos de acuerdo en algunos detalles de descripción. En el material de la Fase Pastaza, por ejemplo, no hemos hallado partículas de concha como desgrasante; tampoco hay suficiente evidencia como para asegurar que la decoración punteada se hizo con el empleo de un sello; no consta tampoco la existencia de estampado en la decoración o del pulido después de la incisión. Téngase en cuenta que los citados Antropólogos apenas si tuvieron entre manos, como ellos mismos aseguran, unos 80 tiestos. Para ahorrarnos mayores comentarios publicamos a continuación las fotografías de parte del material de estilo Kamihun. 133 BIBLIOGRAFÍA Cruxent, J. M. y Rouse, Irving. Arquelogía Cronológica de Venezuela, Unión Panamericana, Washington, 1961 DeBoer, Warren. Two ceramic collection from the rio Huasaga, Northern Perú: Their place in de prehistory of the Upper Amazon, Queens College Laboratory of Archeology, 1975. Evans, Clifford, Meggers, Betty y Cruxent, José M. Preliminary Results of Archeological Investigations along the Orinoco and Ventuari Rivers, Venezuela, Actas del XXXIII Congreso Internacional de Americanistas, Editorial Lehmann, 1958, Costa Rica. Estrada, Emilio. Las culturas Pre-CIásicas, Formativas o Arcaicas del Ecuador. Publ. del Museo Víctor Emilio Estrada, No. 5, Guayaquil, 1958. Lathrap, Donald. The Upper Amazon, Preager, New York, 1970. Lathrap, Donald. The tropical forest and the cultural context of Chavin Dumbarton Oaks Conference on Chavin, Elizabeth Benson Editor, pp. 115-158. Special Publication No. 7, The Museum, Texas Tech. University, Lubbock, 1974. Meggers, Betty y Evans, Clifford. Archeological Investigations on the Rio Napo, Eastern Ecuador, Smitsonian Institution Press, Wasshington, 1968. Meggers, Betty, Evans, Clifford y Emilio Estrada Y. Early Formative period of Coastal Ecuador: the Valdivia and Machalilla Phases. Smithsonian Institution Press, Washington, 1965. Meggers, Betty, Evans, Clifford. An Experimental formulation of Horizon Styles in the Tropical Forest Area of South America, Essay 25, pp. 3721388 in Lothrop and others. Essays in Pre-Columbin Art an Archeology, Harvard University Press, 1961. 134 LAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA SIERRA ECUATORIANA Manuel Miño Grijalva Si analizamos el marco dentro del cual se han desarrollado las investigaciones arqueológicas en la Sierra, comprenderemos que éstas han girado en torno a Don Jacinto Jijón y Caamaño, Carlos Emilio Grijalva, Carlos Manuel Larrea, González Suárez, Jesús Arriaga, Miguel Duran y una escasa afluencia de científicos extranjeros como Verneau y Rivet, Max Uhle, Bennett, Collier y Murra hasta 1950, y luego, Bell y Mayer —Oakes, la Misión de la Universidad de Londres, la de la Universidad de Bonn, la Misión Española de Arqueología, etc., y escasos investigadores nacionales. A partir de 1950, es decir después de la muerte de Don Jacinto Jijón y Caamaño, la parálisis que sufre la Arqueología serrana tiene que ver tanto con la falta de recursos económicos —ya que este científico nacional fue uno de los más grandes mecenas que ha tenido el país— como de investigadores. Por lo mismo, quienes vienen luego han tenido que abandonar la ciencia que les ocupaba tiempo completo para acogerla los ratos libres de trabajo, "robándole a la familia los fines de semana", como afirmaría uno de nuestros historiadores. Los centros de educación superior apenas han prestado atención a la Arqueología. Recientemente, hace cuatro años, 135 se crea el Departamento de Antropología, y hace dos, el Centro de Investigaciones Arqueológicas de la P. Universidad Católica del Ecuador. La Universidad Central acaba de formar el Centro de Arqueología que funcionará junto al Museo de Antropología y Etnografía. En los últimos años, también, el Museo del Banco Central de Quito ha venido colaborando en las investigaciones arqueológicas de María del Carmen Molestina y del Dr. Juan Cueva, en Cañar, La Tolita y Toctituco. El conocimiento de nuestra realidad prehistórica, hasta fines del siglo pasado, estuvo estrechamente ligado a la vida de los pueblos desaparecidos del Perú, y es que los primeros datos proporcionados por los Cronistas la han hecho dependiente de ésta, "las pocas y fragmentarias noticias que de nuestros aborígenes se encuentran en las crónicas castellanas —escribe con razón Don Jacinto Jijón y Caamaño— hay que buscarlas principalmente en los párrafos que los historiadores del Perú dedican a los reinados de los últimos Incas." (1) Pero más que a esta confusión, el mal conocimiento de nuestra prehistoria se debe a los escasos estudios científicos realizados y a la poca claridad y diligencia puestas en ellos. Nombres y más nombres para una misma Fase; trabajos relámpagos carentes de una planificación consciente y seria; afán de publicidad y prestigio, han decaído en estudios superficiales. Otro de los males, y el más peligroso, ha sido y sigue siendo la improvisación de científicos que de la noche a la mañana se ven en la obligación de defender la existencia de vastos y antiquísimos reinos y furiosos gigantes; a la vuelta de los años, encogidos por las lluvias del litoral y las críticas de Don Jacinto. Pero no seamos muy exigentes: es nuestra obligación reconocer que en el Ecuador la Arqueología no ha sido sino fruto (1) Jijón y Caamaño, Jacinto. El Ecuador Interandino y Occidental (Edit. Ecuatoriana, Quito, 1941), p. 25. 136 de la iniciativa privada, por lo costoso de su práctica. El Estado, como siempre, ha sido lento para comprender la problemática que planteaba la explicación del patrimonio prehistórico nacional. Otro problema de la Arqueología del Ecuador y particularmente de la Sierra, ha radicado en la utilización extrema del difusionismo, y lo que es peor, en base a rasgos aislados y lejanos poco comprobables que más han tenido de "magia qu? de ciencia". Pero desde 1950, la abundancia de estudios meramente bibliográficos poco o nada han hecho por el adelanto de la arqueología serrana. Todavía no hemos llegado en la Sierra al establecimiento claro de un cuadro cronológico; lo que ahora tenemos es una simple adaptación del cuadro costeño hecho sin mayor estudio, únicamente como guía, lo cual puede prestarse a muchas confusiones, si es que no las tiene ya. La cronología serrana está concebida en términos meramente asociativos o comparativos demasiado generales. Si por casualidad se encontraron en determinada cerámica ciertos rasgos decorativos semejantes a otros— si parecían más antiguos mejor—, la solución era clarísima: Maya Choro tega o Tuncahuán. Realmente ha sido arbitraria la cronología serrana y la actual muy posiblemente lo sigue siendo. Con mucha razón escribe Núñez Regueiro que "el freno al desarrollo de la arqueología. . ., está dado al concebir a la 'cultura' como compuesta por una suma mecánica de rasgos o pautas culturales en vez de percibirla como un todo estructurado. De ahí que las comparaciones entre las supuestas 'culturas' se realicen frecuentemente en base a elementos o rasgos aislados. . ." (2) Y lo que es peor, se los utiliza con tal (2) Núñez Regueiro, Víctor. Conceptos teóricos que han obstaculizado el Desarrollo de la Arqueología en Sudamérica (Estudios Arqueológicos No. 1, Cachi, Argentina, 1972), p. 17. 137 soltura que, sin más, se atribuye sitios habitacionales sin pensar siquiera que pudieron ser objeto de intercambio. * ** Las fuentes escritas para la Prehistoria Ecuatoriana son, más que desconocidas, confusas. No hay una clara individualización de los aborígenes que ocuparon la Región Ecuatorial. Don Jacinto Jijón y Caamaño establece cuatro fuentes que contienen informaciones relativas al Ecuador: a) Crónicas Generales, b) Historias de los Incas, c) Escritos especiales referentes al Ecuador y d ) Documentos procesales (3). Por el corto espacio concedido para este artículo y porque es mi interés destacar las investigaciones arqueológicas propiamente dichas, no trataré de Cronistas como Zarate, Cabello, Balboa, Benzoni, Gonzalo Fernández de Oviedo, López de Gomara, Antonio de Herrera, etc. cuyas obras son necesarias para la investigación prehistórica. Con todo, lo que se sabe desde el siglo XVI hasta el XVIII, apenas si abarca una realidad protohistórica parcial; pues se insistió más intensamente en cuestiones religiosas más que en problemas económicos, sociales; lo que dio una idea incompleta del verdadero sentido del mundo aborigen. El mundo polémico del siglo XVI que comprometía a España y su legitimidad para someter y gobernar los pueblos de América; en otras palabras: su derecho cuestionado profundamente por Las Casas y Vitoria, trajo como consecuencia la formación de grupos, o mejor dicho, la división de todos aquellos que se ocupaban en escribir las cosas tocantes al Nuevo Mundo ya a favor ya en contra del derecho de España a dominar América. Por lo que los hechos históricos están cargados de una gran dosis de subjetivismo. (3) Jijón y Caamaño, Jacinto. Antropología Prehispánica del Ecuador (La Prensa Católica, Quito, 1952), p. 23. 138 La objetividad histórica es escasa y la fantasía extraordinaria. Siempre se trató de establecer paralelismos con las culturas peruanas, en especial con la Incásica. La falta de métodos para asegurar un mínimo de veracidad en las tradiciones indígenas-, recogidas " sin crítica ni discreción, mezcladas con mil fábulas en los hechos, y apoyadas en la cronología sobre puros cómputos y conjeturas", dio como fruto la aceptación ingenua del historiador, aunque para su descargo se declaraba "no ser garante de la verdad". En lo que a la Prehistoria de la Sierra se refiere, apenas se han descubierto los velos de algunos pueblos que habitaron esta región, y de ninguna manera de un modo completo. Lo único seguro que tenemos para la Arqueología serrana son las Relaciones Geográficas de Indias-Perú, compuestas por mandato Real y editadas por Don Marcos Jiménez de la Espada en 1861, 1885 y 1887, por medio del Ministerio de Fomento del Perú. En segundo lugar. Los Estatutos del Sínodo Provincial Quítense, realizado por el Obispo Fray Luis López de Solís, quien mandó a "traducir el catecismo y confesionario, en las propias lenguas" ya que por experiencia nos consta dice el texto (4)— que en nuestro Obispado hay diversidad de lenguas, que no tienen ni hablan la del Cuzco y la Aymará". Trazando, de esta manera, las lenguas principales del Obispado. Pero de mayor valor etnográfico en relación al Ecuador, y a la Sierra en particular, es la "Parte Primera de la Crónica del Perú", editada por Pedro Cieza de León en 1553, en la cual se contienen ritos, usos y costumbres de los aborígenes pobladores desde Pasto hasta Loja, en lo que a nosotros se refiere. "Fue un etnólogo de vocación —al decir de Jijón y Caamaño—, con acuciosidad científica; desde que viajaba con VadiUo iba inquiriendo de sus naborías y de cuantos indios podía, (4) González Suárez, Federico. Estudio Histórico sobre los Cañaris pobladores de la antigua Provincia del Azuay (C.E.H. G. de Cuenca, 1922), p. 24. 139 los secretos de la tierra, las costumbres y tradiciones de sus moradores, anotándolo todo en el vivac del conquistador, cuando hasta el papel era cosa rara y difícil de adquirir... Si no tuviésemos las vividas páginas de Cieza. . ., apenas si pudiéramos vislumbrar la distribución étnica de sus aborígenes (del Ecuador), por lo que esta parte de su obra, es la piedra angular de la prehistoria ecuatoriana". (5) Jorge Juan, Antonio de Ulloa y Carlos María de la Condamine en el siglo XVIII realizaron algunas anotaciones de carácter prehistórico, especialmente referentes a Púntachil e Ingapirca. Merece especial mención dentro de los viajeros y científicos extranjeros, Humboldt, quien recogió algunas tradiciones y noticias acerca de nuestro pasado precolombino (manuscrito de Zefla (y escribió en su obra Cosmos sobre algunas ruinas incásicas (6). Stevenson, Secretario del Conde Ruiz de Castilla, primero y Gobernador de Esmeraldas, luego, trae breves noticias, en especial, a lo que a los indios Malabas se refiere. Estos antiguos esmeraldeños fueron uno de los más grandes obstáculos para los intrépidos y constantes constructores del camino de Ibarra a Esmeraldas, tanto en 1611 como en 1619. Caso aparte es el Padre Juan de Velasco, creador de la hoy ya Leyenda del Reino de Quito. Para unos: ignorante, inocente y anacrónico; falsario y embaucador; para otros: sincero, erudito y veraz. Tanto se ha discutido en torno a la existencia del Reino de Quito, que los historiadores se creyeron en el derecho de "revalorizarlo". Pero lastimosamente, hasta hoy, los hechos desdicen de las tradiciones. Al contrario de lo que pasó en el Perú, por ejemplo, cuando la Arqueología corrigió a la Historia en ciertos aspectos; se aceptó con tranquilidad toda reforma en la vida de sus pueblos desaparecidos. (5) Jijón y Caamaño, Jacinto, Ibid. p. 26. (6) Ibid, 1941, p. 51. 140 Aquí, en cambio, el sentimentalismo hizo presa del investigador hasta llevarlo a consideraciones absurdas: "Si en Bolivia y Perú tienen un Tiahuanaco y Cuzco, es lógico suponer que también debió existir un gran Reino de Quito". ¡Vaya lógica! Lo cierto es que el científico ecuatoriano está ya cansado de polemizar sobre lo que en realidad no vale la pena. Y no vale la pena, porque aún en el caso (como es el nuestro) de que no se llegue a probar la veracidad de la Historia del Reino de Quito, ésta será, y es obvio, tomada en cuenta siempre; pero no como dato seguro y cierto para posteriores investigaciones prehistóricas, sino como referencia al pensamiento de una época. El Padre Juan de Velasco pasó a la historia con luz propia, por su erudición y brillantez. El solo pudo darse cuenta de que la historia es "tanto más incierta y confusa, cuanto más se retira a su primer origen"; solo pensó en las grandes confusiones en que podía caer; en lo incierto y dudoso; en lo "menos mal fundado, sin empeñarme en ser garante de la verdad". Sin embargo, después de siglo y medio hubo quienes creyeron tener la obligación de seguir sus enseñanzas ya puestas en tela de duda. Para estos señores tal vez no existe la "posibilidad" de que la ciencia cree, reforme y deseche métodos de investigación del pasado prehistórico. Velasco sabía al momento de escribir su Historia que podía cometer errores. En fin, la obra del sabio jesuíta constituye el primer intento de elaboración de un cuadro prehistórico de los antiguos pobladores de lo que hoy llamamos Ecuador. Si bien tiene sus errores, su mérito es más grande: en medio de obstáculos y graves impedimentos científicos de la época, tratar de estudiar, de manera sistemática, la prehistoria ecuatoriana. Bastióan, Bamps, Reiss y Stübel desde 1875 hasta 1879 en que el segundo publicó su Album sobre Antigüedades Ecuatorianas, realizaron importantes colecciones y anotaciones sobre objetos prehistóricos del Ecuador. 141 La Historia de la Arqueología científica del Ecuador comienza con los afanes y desvelos de quien, poco después, se convirtiría en el Padre de la Historia Ecuatoriana: Monseñor Federico González Suárez. La publicación de su obra Estudio Histórico sobre los Cañaris, pobladores de la Antigua Provincia del Azuay, en 1878, marca el punto de partida de la Prehistoria del Ecuador. Su dedicación radicó tanto en la consulta de todos los historiadores y cronistas conocidos hasta entonces, como en prospecciones y excavaciones arqueológicas. Pero todo este esfuerzo por darnos un conocimiento más profundo de las antiguas gentes del Azuay, solamente sería valorado mucho después, ya que a la época de su publicación, tan convulsionada y caótica, la política ocupaba el primer plano. "En mis estudios arqueológicos, en mis investigaciones históricas —escribe González Suárez— yo estaba solo, aislado; no tenía a quien consultar nada, ni a quien pedir consejos". (7) En medio de todas estas dificultades, al fin, salió a luz este estudio compuesto de seis grandes capítulos: las fuentes históricas, la dominación incásica, la historia de los Cañaris, el sitio y las ruinas de la antigua Tomebamba, una descripción sobre los monumentos incásicos de Azuay y Cañar, Chordeleg y el origen de los Cañaris. En 1890 publica el primer tomo de su Historia General de la República del Ecuador, tomando todavía el esquema trazado por el P. Juan de Velasco, esto es: Quitus, Shyris, sus conquistas, sus alianzas, etc. Pero más tarde, a partir de un estudio más detenido y profundo en sus publicaciones posteriores: los Aborígenes de Imbabura y del Carchi, publicado en 1902, primero, y en 1908, luego; en sus Estudios de Prehistoria Ecuatoriana y en sus Notas Arqueológicas en 1915, modificará su opinión radicalmente, cuestionando implacablemente la Historia del Reino de Quito, ya que "todo lo que de la religión de (7) Larrea, Carlos Manuel. Introducción al Estudio Histórico sobre los Cañaris, pobladores de la Antigua Provincia del Azuay (Centro de E. H. G., Cuenca, 1922), p. XI. 142 los Shyris, de su templo al Sol y a la Luna, de sus gnómones o columnas astronómicas, de sus expediciones militares, de sus conquistas y alianzas se relaciona en la Historia del Reino de Quito, no puede tenerse como cierto: no está históricamente probado". (8) Y en verdad, las investigaciones arqueológicas no han demostrado, hasta hoy, la existencia de este famoso Reino ni creo que lo demostrarán jamás. Baste decir que arqueológicamente Quito es la región más pobre. Lo mismo se podría afirmar de los montículos artificiales de Imbabura, dado que su ajuar es escaso y bastante ordinario. Lo que de valor artístico y tecnológico se encuentra, es una extensión proveniente del norte: Carchi. Para completar y aclarar sus opiniones vertidas en su libro los Aborígenes de Imbabura y del Carchi, González Suárez escribe en 1908 su Rectificación especialmente en lo que a Pastos y Quillacingas se refiere. En el mismo año de 1908, Rivet y Antony realizaban estudios sobre las razas precolombinas que poblaron el Ecuador. 17 años más tarde, el Ayudante de Campo de Antony, G.H.H. Tate, realizando estudios en Chimborazo en busca de fósiles cuaternarios, descubrió en la quebrada de Chalán el célebre cráneo de Punín, al cual se le atribuye una considerable antigüedad. La labor de González Suárez como iniciador y maestro en la enseñanza de la Arqueología, comenzó a dar sus frutos: Don Jacinto Jijón y Caamaño quien fuera su discípulo y seguidor más cercano, en base a unos hallazgos realizados al excavar un pozo en una casa del barrio La Tola, publica en 1912 su primera monografía: El Tesoro del Itchimbía, cuyos restos culturales atribuyó: 1) A un tiempo anterior al de la conquista y (8) González Suárez, Federico. Historia General de la República del Ecuador (Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1972), p. 767. 143 dominación incásica y 2) A un tipo colombiano, más exactamente, Antioqueño o Quimbaya. Por aquel tiempo, 1912, R. Verneau y Paul Rivet publican su obra monumental Ethnographic Anciene de L' Ecuateur compuesta de dos valiosos tomos. En el primero analizan parte por parte, capítulo por capítulo los pueblos preincásicos que habitaron el Ecuador, sus vestigios: rutas, monumentos, sepulturas y demás objetos extraídos principalmente de las tumbas. En el segundo, reproducen extraordinariamente objetos cerámicos encontrados, primordialmente, en el Carchi, Cañar y Azuay. Paul Rivet fue el primero en realizar las mediciones de los cráneos encontrados en Paltacalo y uno de los más dedicados Antropólogos. Aceptan sin duda y con poca cautela —aunque reconocen no haber hecho un estudio detenido— la Historia del Reino de Quito, creen que tanto la Provincia de Pichincha como la de Imbabura fueron habitadas por los Caras. Aquí solo cabe una pregunta: ¿Realizaron excavaciones en ambas zonas? Y no es cierto —como escribe Pío Jaramillo Alvarado (9)— que estos dos insignes autores acepten "la prehistoria ecuatoriana tal como la refiere el P. Juan de Velasco fundándose en sus investigaciones científicas en el Ecuador"; pues ellos, en las provincias que más nos interesan en este punto, apenas si les prestaron pequeña atención. Don Jacinto Jijón y Caamaño, en 1914, publica su Contribución al Conocimiento de los Aborígenes de la Provincia de Imbabura, en la República del Ecuador, traza, de manera provisional, los diferentes rasgos culturales que caracterizan a los constructores de las tolas. Distingue enterramientos en pozos, (9) Larrea, Carlos Manuel. El Padre Juan de Velasco y su Historia del Reino de Quito (Bol. de la Academia Nacional de Historia, Quito, 1971), p. 16. 144 en tolas, urnas y cuevas. Jijón cree, desde entonces, en la posibilidad de establecer un período para los que se enterraban en pozos y otro para los que construían tolas. No se atreve aún a establecer una cronología para esta región, a pesar de que González Suárez en los Aborígenes de Imbabura y del Carchi atribuye mayor antigüedad a los constructores de las tolas; mientras que Verneau y Rivet piensan que merecen ser considerados más antiguos los que se enterraban en pozos (10). Desde esta obra, Don Jacinto Jijón y Caamaño, quien se convertiría en uno de los hombres de ciencia más polémicos dentro de la Historia de la Arqueología del Ecuador, junto a González Suárez, Viteri Lafronte, Max Uhle, pone en tela de duda la veracidad de la Historia del Reino de Quito. Grande fue la ola de opiniones que sus afirmaciones levantaron: unas en favor del Reino, otras, muy pocas, en contra de su existencia. La virtud que despertó esta polémica fue el tratar de estudiar más a fondo la Prehistoria Ecuatoriana; pero que no pasaría de ser un amago superficial, por no decir inútil, de todos los que abanderaron la causa de Velasco. Y no porque les haya faltado intenciones, sino método. Es la época de los subjetivismos, más exactamente, el sentimentalismo que quiso ser ciencia. Uno de los más tenaces defensores de la Historia del Reino de Quito fue el Dean de Riobamba, Mons. Juan Felix Proaño, quien muy hábilmente hizo afirmar a Verneau y Rivet lo que quizás éstos nunca quisieron hacerlo. Sus argumentos los exhibió a nivel periodístico en su mayor parte (82%). "Pusimos de manifiesto —dice Mons. Proaño— cómo los estudios arqueológicos practicados aquí en el Ecuador por los señores (10) Jijón y Caamaño, Jacinto. Contribución al conocimiento de los Aborígenes de la Provincia de Imbabura, en la República del Ecuador (Madrid, 1914). 145 Verneau y Rivet, con relación a los Caras, han venido a consignar la tradición consignada por el P. Velasco. . ." (11). Pero peca esta afirmación de ser un tanto ligera; puesto que las provincias de Imbabura y Pichincha (habitat del País Cara) no fueron objeto de un detenido estudio arqueológico, ni mucho menos. Así lo confiesan los autores franceses cuando dicen demasiado claramente, que sólo "excavaciones sistemáticas en la región de Quito y de Ibarra serán las únicas que podrán resolver el problema para el examen comparativo de los túmulos y de los fosos. . . Nuestras investigaciones han sido demasiado rápidas en este país tanto que nos pueda permitir contestar a esta importante cuestión". (12) Y en efecto, si examinamos el II tomo de la Ethnographic Ancienne de l'Ecuateur, comprobaremos que de las 438 figuras representadas en él, ninguna, absolutamente, corresponde al famoso País Cara. Además, los pectorales o tincullpas encontradas en Manabí (apenas dos) no pueden constituir prueba clara y convincente, para establecer identidad cultural en nuestro caso. Nada se dice de la cerámica, de los tipos de enterramiento, etc. Los antiguos habitantes de Manabí nada tenían que ver con los supuestos Caras y los pectorales muy bien pudieron ser objeto de comercio. De esta manera —como bien anota Saville— No hay "razón suficiente para creer que el pueblo de Manabí se dirigiera a la Provincia de Esmeraldas llevando en la mente la tradición de la migración norteña de los Caras". (13) (11) Proaño, Mons. Juan Félix. El limo. Sr. González Surárez y la Historia del Reino de Quito del P. Juan de Velasco (C.C.E. Núcleo del Chimborazo, Riobamba, 1965), p. 18. (12) Verneau, R. y Rivet, Paul. Ethnographle Anciane de l'Equateur (París, 1912), p. 17. (13) Saville, Marshal. Archeologlcal Researches on the Coast of Esmeraldas, Ecuador (XVI Internationalen Amerikanisten Kongress, Wien, 1909), p. 335. 146 En lo referente a las tolas o montículos artificiales, está absolutamente probado que no son únicamente funerarios. Los hay como base de vivienda, como adoratorio, etc. La extensión o distribución geográfica es bastante notable; es decir, no se circunscribe a la parte del Guallabamba, por el Sur y el río Chota por el Norte; puesto que en su mayor parte están presentes en la Costa Ecuatoriana, y no todas corresponden a una misma época. Don Jacinto Jijón y Caamaño cree que "la costumbre de erigir montículos, se generalizó en tiempos muy antiguos por la América del Sur, por obra de gentes centroamericanas difundidoras de una cultura superior, representada en la parte meridional del Continente por las artísticas figuras de barro de Esmeraldas..." (14) Buchwald, por su parte, reporta que estos montículos artificiales se los ha encontrado en Bolivia "y lo que es más curioso, con ollas trípodes y urnas funerarias..." (15). Emilio Estrada Ycaza sitúa el territorio de las tolas desde Atacames y La Tolita hasta Máchala. (16) La presencia de las tolas en la Sierra sobrepasa el límite del río Chota; ya que también se las encuentra en El Aliso, parroquia de El Ángel y otros lugares del Carchi (17). Inclusive Don Jacinto Jijón y Caamaño encontró cerámica de los Pastos asociada a la de las tolas, lo cual demuestra cierta contemporaneidad entre los pueblos de Imbabura y Carchi en su última época. (14) Jijón y Caamaño, Jacinto. Examen Critico de la exactitud de la Historia del Reino de Quito, del P. Juan de Velasco (Bol. de la S. E. E. H. A., Quito, 1918), p. 268. (15) Buchwald, Otto von. Notas acerca de la Arqueología del Guayas (Bol. de la S.E.E.H.A., Quito, 1918), p. 248. (16) Estrada, Emilio. Los Huancavilcas, últimas civilizaciones Prehistóricas de la Costa del Guayas (Museo Víctor Emilio Estrada, Guayaquil, 1957), cuadro lo. (17) Grijalva, Carlos E. La Expedición de Max Uhle a Cuasmal, o sea la Protohistoria de Imbabura y Carchi (Edit. Ecuatoriana, Quito, 1937), p. 163. 147 Muy posiblemente ios constructurores de las tolas fueron los Cayapa-Colorados. Buchwald (18) cree que fueron los Atácamenos los primeros que comenzaron a erigir montículos. Aquiles Pérez, en cambio, piensa que los atácamenos son posteriores a los Cayapa-Colorados y que su influencia fue muy superficial (19). Pero parece que en nuestra patria, especialmente en Imbabura, es legítimo lanzar afirmaciones por demás sorprendentes, por no decir audaces y descabelladas. Por ejemplo, un autor (20) cree en la llegada de gentes que trajeron la costumbre de enterrar sus cadáveres erigiendo pequeños montículos sobre sus tumbas, los mismos que datan de unos 10.000 años A. de C." Y todavía hay más: "Inmigraciones de grupos de origen chibcha, venidos de Colombia, hace más de 12.000 años A. de C , los que enterraban sus cadáveres en pozos". ¿En qué se funda para hacer tal aseveración? ¿Qué estudios respaldan sus afirmaciones? ¿Existen pruebas de datación absoluta? En resumen: Primero, las tolas no son únicamente funerarias; Segundo: los constructores de las tolas pertenecen, muy probablemente, al grupo de los Cayapas-Colorados, sus últimos constructores; Tercero: hasta ahora no se han reportado tolas como las que cita el Padre Juan de Velasco; Cuarto: las tolas no son patrimonio de una cultura; Quinto: los hallazgos aislados de dos pectorales manabitas nada prueban sobre la existencia del Reino de Quito: Max Uhle (18) Buchwald ,Otto von, Ibid. (19) Pérez, Aquiles. Los Seudo-Pantsaleos (Llacta, No. 14, Quito, 1962), p. 255. (20) Villegas, Rodrigo. Antigüedad del Hombre Imbabureño (Rev. de la C.C.E. Núcleo de Imbabura, T. IX, No. 17, Ibarra, 1973), p. 41. 148 los encontró en Cumbayá; Jijón en el Itchimbía. También se los ha encontrado en el Carchi; Sexto: de las famosas columnas astronómicas jamás se ha visto rastro alguno; Séptimo: la defensa escandalosa que se ha hecho del Reino de Quito no está fundada en estudios arqueológicos científicos, sino, muy en el fondo, en una justificada melancolía. En definitiva, los trabajos que se han realizado para demostrar la existencia del Reino de Quito, llevan un cargado subjetivismo y una falta completa de seriedad científica de parte de todos aquellos que se aferraron en mantener algo que está definitivamente perdido. "La defensa que hicieron —escribe con razón Max Uhle— . . . era, generalmente más apasionada, que reconocedora de principios científicos. La forma misma de sus exposiciones hacía casi imposible discutir con ellos científicamente" (21). Es necesario dejar en claro que de todos aquellos que asumieron la defensa del Reino de Quito ninguno fue arqueólogo. Es obvio suponer, como lo hace Don Jacinto Jijón y Caamaño (22), que de haber existido una gran nación organizada, aunque sea en mínima cantidad, debieran encontrarse restos arqueológicos que demuestren su existencia. La Arqueología, por definición, es una ciencia que estudia el pasado, no en base a documentos escritos, sino de restos materiales dejados por pueblos que han desaparecido. Para 1918 Don Carlos Manuel Larrea y Don Jacinto Jijón y Caamaño publicaron un Cementerio Incásico en Quito y notas acerca de los Incas en el Ecuador. En este estudio trazaron de manera clara y precisa la influencia incásica que, por otro C21) Uhle, Max. El Reino de Quito (Boletín de la Academia Nacional de Historia, No. 27-29, Quito, 1930), p. 3. (22) Jijón y Caamaño, Jacinto. Op. cit., 1918, p. 54. 149 lado, no tuvo las características de una absorción total. Por ejemplo, en el Norte de la Sierra, Carchi, los objetos incásicos son escasos, y más parecen ser producto de comercio con las demás zonas del país que fruto de una imposición cultural. Y es lógico suponer ésto si pensamos en el largo tiempo que tuvo que transcurrir para sujetar a los pueblos de Caranqui, Cochasquí, Pastos y Quillacingas. Luego de su primera publicación sobre los aborígenes de Imbabura; Jijón intensificó sus trabajos en esta zona con el fin de estudiar más a fondo la cultura de las tolas y establecer una cronología para sus antiguos habitantes. El estudio al que me refiero es la Nueva Contribución al Conocimiento de los Aborígenes de Imbabura, publicada en 1920 en el Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos. Tomando en cuenta las diferencias en las sepulturas y en las costumbres funerarias entre las tolas y los sepulcros en pozo, así como los enterramientos en montículos con pozo, atribuye mayor antigüedad a las tolas con pozo. En definitiva, el cuadro cronológico para esta provincia es: I.—Tolas con pozo. II.—Sepulcros en pozo, III.—Tolas, tanto habitacionales como funerarias, IV.—Conquista Incásica y V.—Llegada de los españoles. En uno de los montículos de Urcuquí se encontró un timbal incásico, lo que demuestra cierta contemporaneidad entre Cuzqueños y Caranquis. Además, Jijón cree que las tolas se siguieron construyendo aún después de la conquista española, basándose en la declaración de Llullu (1624). Pero parece que la interpretación de ése documento no es correcta, puesto que sería imposible que un sólo obrero realizara la tarea, a no ser que hubiera sido uno de los tantos encargados de dichas construcciones. Pero en definitiva, de acuerdo a su Antropología Prehispánica del Ecuador, el cuadro cronológico será: I. Sepulcros en pozo, II. Tolas con pozo y III. Tolas moradas. 150 Don Jacinto Jijón y Caamaño al establecer su cronología para las culturas prehistóricas del Ecuador, hace referencia, de manera primordial, a las excavaciones llevadas a cabo en las provincias de Chimborazo y Manabí como "las piedras angulares de esta clasificación" (23). De esta manera pone en evidencia que en las demás zonas del Ecuador, apenas sí fueron visitadas por él. No realizó excavaciones en el Carchi, que yo sepa; tampoco las realizó en la Sierra Sur; en Tungurahua únicamente excavó en Santa Elena; para darnos su Proto-Panzaleo II; y todas sus teorías referentes a Panzaleo I, Panzaleo 11 y Panzaleo III se basó en compras o regalos de objetos de la región. En Quito, en el Itchimbía, en especial, su estudio publicado en 1912 en Londres, fue fruto de hallazgos casuales trasmitidos a Jijón. En fin, estilísticamente establece la siguiente clasificación para la región de Panzaleo en General: CULTURAS MEDIAS: 1. —Protopanzaleo I A; 2.—Proto-panzaleo IB; 3.—Proto-panzaleo II; 4.—Panzaleo I; CULTURAS MODERNAS: 5.—Panzaleo II; 6.—Panzaleo III; 7.—Incásico. La característica principal de Proto-panzaleo IA consiste en su decoración grabada a manera de peinado; las paredes de la cerámica son relativamente gruesas y no hay presencia de engobe. Como la anterior, Proto-panzaleo IB, participa, según Jijón (24), de un origen centroamericano. Lo que la diferencia es la existencia del engobe. El Proto-panzaleo II, en cambio se caracteriza por el aparecimiento de los Polka-dots y le atribuye un origen sureño de Proto-nazca y Proto-chimú. (23) Ibid, 1952, p. 101. (24) Ibid, 1923, p. 151 Para sus tan famosos Panzaleos, Don Jacinto Jijón y Caamaño establece tres períodos: Panzaleo I, II y III. El primero está caracterizado por la decoración negativa y se lo encuentra en Pichincha, Cotopaxi y Tungurahua; el II se caracteriza por la pintura café y blanca a la vez, o solamente café y blanca sin llegar a unirse (un solo color). En cuanto al Panzaleo III, es idéntico a los dos anteriores: pasta, color, cocción. Prácticamente no existe ninguna diferencia, a no ser por la distribución geográfica; puesto que para Don Jacinto Jijón únicamente Panzaleo III se la encuentra en el Oriente. Don Emilio Estrada Ycaza, en 1961 (25) pudo observar que tanto Panzaleo II como Panzaleo III están presentes ya en la parte superior o ya en la inferior de la Seriación. Por otro lado, también se encuentran en el Oriente el Panzaleo I y el II. En cuanto al negativo, anota Estrada Ycaza que el de Quijos es diferente al de la Sierra; al de ésta se lo ha ralizado sobre cerámica con engobe; el de aquél, en cambio, sobre cerámica sin engobe. Pero sucede que el negativo tanto en la Sierra como en el Oriente se lo encuentra sobre la superficie natural del barro. Al cabo de algún tiempo, investigaciones posteriores han demostrado que la famosa cerámica grabada del Proto-panzaleo IA corresponde a una extensión de la Fase Milagro-Quevedo (26). Así mismo, se han encontrado íntimas filiaciones entre la cerámica de Santa Elena con la de la Fase Chilibulo, especialmente en lo que se refiere a la técnica de los polka dots (27). Ambas Fases, tanto la costeña como la serrana, pertecen al período más tardío de la vida cultural de los pueblos prehistóricos del Ecuador; esto es, al Período de Integración. (25) Estrada, Emilio. En contribución al estudio de la Arqueología e Historia de los Valles de Quijos y Misaguallí del P. Pedro Porras como apéndice sobre la cerámica de Quijos (Edit. Fénix, Quito, 1961), pp. 166-167. (26) Meggers, Betty. Ecuador (Prager, 1969), p. 148. (27) Porras, Pedro I. Fase Chilibulo (Inédita). 152 Excavaciones llevadas a cabo en los últimos decenios por el misionero y arqueólogo ecuatoriano P. Pedro I. Porras G., quien más que ningún otro ha estudiado la enigmática Región Oriental, han demostrado, con evidencias suficientes, que las Culturas Panzaleo I, II y III de Jijón, no son, sino, una extensión tardía de la Fase Cosanga, localizando, de esta manera, el núcleo de difusión en la zona oriental de Quijos. Los trabajos realizados en 1918 y 1919 en Guano, Provincia del Chimborazo, sirvieron para establecer el cuadro cronológico de las Fases prehistóricas ubicadas en esta zona de los Andes ecuatorianos. CULTURAS ANTIGUAS: 1.—Proto-panzaleo IA; CULTURAS MEDIAS: 2.—Proto-panzaleo IB; 3.—Proto-panzaleo II; 4. —Tuncahuán; CULTURAS MODERNAS: 5.—San Sebastián; 6.—Elén Pata; 7.—Huavalac; 8.—Incásico; 9.—Incásico Puruhá. Lo que caracteriza a Tuncahuán es la decoración mixta. En Chimborazo se la obtiene sobre fondo rojo, mientras que en el Carchi sobre fondo amarillo. Además, en Chimborazo, al ser rojo el fondo ha necesitado que la pintura positiva utilizada sea blanca en algunos objetos. "Si se examina cuidadosamente —explica Jijón— vasos del período del Tuneaban del Carchi, Chimborazo, Cañar y Azuay se observa que, ordinariamente, éstos han sido decorados primero mediante un procedimiento a color perdido y después con pintura roja, sin ceñirse, en muchos casos, al dibujo negativo, incurriendo en frecuentes errores, al recubrir de rojo una figura negativa, o apartándose completamente de las decoraciones al colorir parte de una superficie". (28) (28) Jijón y Caamaño, Jacinto. Puruhá (B.A.N.H., Quito, 1923), p. 27. 153 Esta afirmación tan categórica de Jijón, debe ser examinada más a fondo, puesto que, por ejemplo, si se estudian detenidamente los objetos propios de Tuncahuán del Carchi (Fase El Ángel, más exactamente, ya que en las formas como en la técnica decorativa es muy diferente a la de Chimborazo. No Piartal, por que fue en El Ángel donde se la encontró y estudió primero, a más de tener mayor representación en esta última localidad) nos daremos cuenta de que la técnica propuesta por nuestro autor se produce a la inversa, (29) es decir, primero se pintaban de rojo los objetos, quizás para delimitar las zonas en donde debía colocarse el negativo —de allí que aparezca continuamente que éste se ha corrido a la parte roja— y luego se lo aplicaba en las partes vacías. Se puede observar claramente este proceso si se raspan las partes en que el negativo reposa sobre el rojo. San Sebastián o Guano, Elen Pata, Huavalac y Puruhá Incásico, van desde el 800 d. de C, aproximadamente, hasta la conquista incásica. No se podría hablar tan indiscriminadamente de "culturas" o "civilizaciones"; apenas de períodos diferentes de una misma Fase, con el peligro de dividir lo que quizás representa a un solo pueblo prehistórico en sus diferentes manifestaciones. En general, la cerámica Puruhá es de factura tosca, con escaso sentido estético. Abundan las compoteras, ollas y platos trípodes. ¡Tanto se parecen estas diferentes "civilizaciones" que la decoración plástica de Elén Pata y Huavalac son idénticas! En fin, hasta que no se realicen nuevos estudios estratigráficos en la zona de Chimborazo, habrá que acogerse, con las reservas del caso, a esta cronología. Para 1919 arriba al Ecuador uno de los más brillantes americanistas. En el Perú renovó los métodos de excavación y fue (29) Francisco, Alicia de. An Archeological Sequence from Carchi (Ann Arbor, Michigan, 1969). 154 el primero en implantar la estragrafía como uno de los medios más seguros para el establecimiento de cronologías. Me refiero a Max Uhle, arqueólogo alemán, discípulo de Stúbel. Para la Arqueología Peruana sus cronologías hasta ahora han sido aceptadas en líneas generales; en el Ecuador, en cambio, han sido rechazadas en su totalidad. Creyó que las culturas ecuatorianas no eran sino, una extensión Maya-Chorotega. A estas influencias somete a los antiguos pobladores de Cumbayá, quienes tienen su origen en una "colonización mayoide muy antigua" y reciben una influencia de las culturas norteñas del Carchi (30). El más grave problema en la Arqueología Serrana ha sido manejar —como manifesté anteriormente— la distribución del estilo y sus asociaciones entre áreas demasiado lejanas, abusando de rasgos decorativos aislados sin tomar mayormente en cuenta la composición cerámica en sus diferentes aspectos: pasta, forma, superficie, etc. Y más grave aún, tratar de comparar Fases serranas con las costeñas del Perú (31). En Cumbayá, por ejemplo, la cerámica que le representa, en su mayor parte es de Píllaro y Chilibulo y ninguna de las dos corresponde a la Maya— Chorotega, como cree Uhle. Pero su estudio más célebre en el Ecuador, el más discutido y brillantemente impugnado y rechazado por Don Carlos Grijalva, arqueólogo e historiador cárchense, fue su Informe sobre las Ruinas de Cuasmal. Distingue Uhle para la Provincia del Carchi cinco "hermosas" civilizaciones representadas por: alfarería con decoración mixta; otra con decoración positiva con figuras y dibujos, en cambio, la tercera siendo igual la técnica decorativa que la anterior, los motivos son más linea(30) Uhle, Max. Excavaciones arqueológicas en la Reglón de Cumbayá (Anales de la Universidad Central, No. 257, Quito, 1926). (31) Estrada, Emilio. Correlaciones entre la Arqueología de la Costa del Ecuador y Perú (Humánitas, Vol. II: 2, Quito, 1961), p. 31. 155 les; la cuarta tiene ya decoraciones plásticas y la quinta se caracteriza por una decoración negativa (32). Cree Max Uhle que los bohíos de Cuasmal —habitaciones de los Pastos— deben ser ubicados entre el principio del Período Mayoide centro americano y el de la preparación de la civilización sudamericana de Tiahuanaco, por eso, cerca del 500 de nuestra era" (33). Tanto fue el escándalo con que se dio noticias del hallazgo aduciendo su gran antigüedad, que Grijalva combatió implacablemente todas las aseveraciones de Uhle; primero en los periódicos nacionales, luego en su obra la Expedición de Max Uhle a Cuasmal, o sea la Protohistoria de Imbabura y Carchi. El Telégrafo de Guayaquil (34) publicó en una de sus columnas, haciendo burla un tanto drástica de los hallazgos, el siguiente "epigrama": "El programa de Julio ya se ha salvado: pues un Mayor Izquierdo se fue derecho y entre mote y alfafa, pasto y ganado; descubrió una casita vieja y sin techo. Brújula, diccionarios, reglas, compaces: Todo cuanto Max Uhle llevó a montones, comprueban que en esta época ya había alcatraces y cheques circulares y hasta pimpones". A la parte Sur de la Sierra, es decir. Cañar, Azuay, Sigsig, Saraguro, Loja, los valles de Yunguilla y Jubones, les atribuye (32) Uhle, Max. Las Ruinas de Cuasmal (Anales de la Universidad Central, No. 264, Quito, 1928). (33) Ibid. (34) Grijalva, Carlos Emilio. La Expedición de Max Uhle a Cuasmal, o sea, la Protohistoria de Imbabura y Carchi (Edit. Ecuatoriana, Quito, 1937), p. 24. 156 como de costumbre, paralelos y similitudes con la cultura Maya. (35) Desde 1916, Don Carlos Emilio Grijalva estudió profunda­ mente la arqueología, filología e historia de la Provincia del Carchi, estableciendo claramente las fases culturales existen­ tes hoy día. Esta Provincia ha sido y es una de las más sa­ queadas; es decir, una de las más "lucrativas" para un sin fin de huaqueros. Distingue, Don Carlos E. Grijalva, tres fases culturales re­ presentadas por cerámica con decoración mixta o Cerámica Polícroma de El Ángel, nombre impuesto por Jijón y Caamaño; cerámica con decoración negativa, perteneciente al "Período del Oro de El Ángel" y la tercera a los "Pastos". Anota tam­ bién una cuarta, pero más propia de Pimampiro (Imbabura) caracterizada por los entierros en urnas funerarias. Estas tres fases, muy posiblemente pertenecen a un perío­ do inmediatamente anterior a la conquista incásica, a pesar de que llegan a confundirse con ella. Piensa nuestro autor que las gentes de El Ángel debieron llegar al tiempo del Oro por el conocimiento del cobre, cobre dorado, evidente influjo de 'as fases del Sur, etc. Ahora bien, a los antiguos pobladores del Período del Oro, a su cerámica, especialmente, se la en­ cuentra mezclada con la de los Pastos o Cuasmal en algunas tumbas. Lo que es más " • ■., la figurilla de mujer encontrada en una de las tumbas de El Capulí. . ., la cual tenía anaco con pintura roja y sobrepintura negativa de fondo negro, como estaba pintada totalmente la figura masculina y el tigre. . .; tales figuras, digo, pertenecen al tiempo de los i n c a s . . . De la misma manera, a ese mismo tiempo pertenecen también el dios D (coquero). . . Y porque varias de estas figuras demues­ tran una gorra de corte horizontal en la frente y parte póste­ os) Uhle, Max. Influencias Mayas en el Alto Ecuador (B.A.N.H ., T. V, Quito, 1922), p p . 1­3 157 rior a raíz del cabello y borlas en los lados de las sienes, concluyamos que son incásicas por estar varias de ellas determinadas por el estilo de pintura". (36) Muchas veces la cerámica está "clasificada por la "tumba y por el bohío". En nuestro caso incluso Tuncahuán o El Angel debiera estar incluido en el Período de los Pastos, pero el mismo arqueólogo cárchense reconoce la necesidad de intensificar los estudios en los bohíos para determinar o fijar claramente la época de Tuncahuán (El Angel) con la del Oro (Capulí) y los Pastos (Cuasmal). Un aficionado ilustre que merece especial mención en el campo de la Arqueología Cárchense es Don Manuel J. Bastidas que realizara sus trabajos contemporáneamente con Don Carlos Emilio Grijalva; aunque sus trabajos todavía no vean la luz pública. En 1941, con el fin de realizar excavaciones en la Sierra Sur, llegaron al Ecuador Donald Collier, asistente director del Field Museum of Natural History de Chicago y John Murra, supervisor. Pero parece que el problema limítrofe EcuatorianoPeruano, obligó a los investigadores a optar principalmente por las regiones de Cañar, Azuay y el sur de Chimborazo. Al contrario de los que pensaron Uhle y Jijón, creen que la cerámica de esta región no posee "cercanas semejanzas a la cerámica de Centro América", sino que tanto Cerro Narrío Temprano como el Tardío representan el desenvolvimiento cultural de un solo pueblo que probablemente fue el Cañari. El Ecuador Austral ,que para Uhle mostraba grandes conexiones con la Zona Maya, Chorotega y Panameña, para los Norteamericanos "no son realidad y que las similitudes concretas, cuando gráficamente presentadas, no pueden ser confirmadas". (36) Grijalva, Carlos Emilio. Op. Cit., p. 253. 158 (37) Sin embargo, Don Jacinto Jijón y Caamaño les reprochará por haber estudiado "de prisa" y suprimido siglos de historia, en una de sus obras postumas. (38) En el mismo año de 1941 se publica el primer tomo de El Ecuador Interandino y Occidental, estudio eminentemente lingüístico, así como los tres siguientes, sobre las lenguas de los antiguos pobladores del Ecuador. Estudios de la misma índole fueron realizados por el Gral. Telmo Paz y Miño y por José María Coba Robalino. Wendell C. Bennett, desde Junio a Octubre de 1944 realizó excavaciones en las haciendas Huancarcuchu y Monjashuaico, en Paute, Cuenca, Cumbe y Azogues, como un nuevo aporte al conocimiento de la prehistoria de aquellas regiones y su cronología concuerda con las establecidas por Uhle, Jijón y Collier y Murra. (39) A partir de la muerte de Don Jacinto Jijón y Caamaño, Carlos E. Grijalva. Uhle, etc., la arqueología serrana padece de una parálisis asombrosa. Recién en los últimos años nuevos estudios en Chilibulo, Toctiuco, Píllaro, Imbabura y Cotopaxi la están sacando de la postración científica en que se encontraba sumergida. Estudios realizados por el P. Pedro I. Porras de la Comunidad Josefina, tanto en el valle de Quijos como en Píllaro, han reubicado la Arquelogía de Tungurahua, modificando por completo lo establecido por Don Jacinto Jijón y Caamaño. Cree el P. Porras que desde el año 400 a. C. el valle de Quijos estuvo habitado por gentes de Cosanga hasta el 700 d. C, fe(37) Collier, D. y Murra, John. Survey and excavations in Southern Ecuador (Field Museum Natural History, No. 35, Chicago, 1943), p. 88. (38) Jijón y Caamaño, Jacinto. Op. Cit., 1952, p. 116. (39) Bennett, Wendell. Excavations in the Cuenca Region, Ecuador (Yale University Publications in Anthropology, No. 35, 1946). 159 cha en la cual comienza la decadencia, muy posiblemente, por presión de tribus nómadas salvajes al estilo de los Záparos, Omaguas, Ticunas, Jívaros, etc. Ante esta situación, los habitantes de Quijos se vieron en la apremiante necesidad de emigrar del valle rumbo a la serranía por las abras que ofrece la cordillera como Huaca, Pimampiro, Itulcachi, Guamaní y la principal, la de Pastaza. El P. Porras anota además, la posibilidad de que la migración se deba a un proceso de economía vertical (40). El Dr. Robert Bell junto a Mayer-Oakes, de la Universidad de Oklahoma, durante el verano de 1961 realizaron excavaciones en el sitio El Inga, al este de Quito. Propuso "una sucesión de ocupaciones que se designan como El Inga I, II, III" (41). Las fechas de radiocarbono van aproximadamente desde el 7000 a. C. hasta el 2000 a. C, o sea un período de 5000 años. Piensa Bell que El Inga I tiene marcadas semejanzas con las Fases del Occidente de Norte América por la utilización de puntas acanaladas, mientras que El Inga I y II tienden a mostrar relaciones hacia el Sur con Lauricocha, Ayampitín, Cueva de Fell. Contribuciones en el campo de la Prehistoria de la Sierra han llevado a cabo Don Carlos M. Larrea, coautor en algunas obras de Don Jacinto Jijón y Caamaño. En la Arqueología del Cañar cabe destacar al Crnel. Ángel Bedoya, especialmente en cuanto a Ingapirca se refiere. El Prof. Aquiles Pérez, que en los últimos 20 años ha venido trabajando intensamente en el campo ligüístico, entregando al público obras de mucha importancia como la Contribución al conocimiento de la Prehistoria de los pueblos del Norte del territorio del Ecuador, Quitus y Caras, los Seudo-pantsaleos y últimamente los Puruhayes. (40) Porras, Pedro I. Fase Gosanga (Edit. Don Bosco, Quito, 1975), p. 154. (41) Bell, Robert. Investigaciones Arqueológicas en el sitio de El Inga, Ecuador (Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1965), pp. 134-135. 160 En 1964-1965, el "Grupo Ecuador" de la Universiad de Bonn dirigido por el Dr. Udo Oberem, realizó excavaciones en Cochasquí, Provincia de Pichincha. Algunos de los resultados fueron publicados en Alemania (1969), en el Boletín de la Academia Nacional de Historia (1970) y por CETURIS (1975). Oberem identifica 3 Fases: Fase I, caracterizada por vasos zapatiformes; Fase II por trípodes y ánforas de tipo Cochasquí, y la Fase III caracterizada por un influjo incásico (CochasquíInca) (42). Durante el año de 1966, el P. Pedro Porras, realizó excavaciones en la parte Sur de Quito, junto con los alumnos del Seminario de Arqueología, hoy Centro de Investigaciones Arqueológicas. De acuerdo al fechado cronológico de Carbón 14, ubica a esta Fase de Chilibulo en el Período de Integración, siguiendo como guía el cuadro cronológico establecido por Emilio Estrada, Betty Meggers y Clifford Evans. Esta Fase mantiene estrechas vinculaciones con la Fase de las tolas, Urcuquí y Capulí o Negativo del Carchi. Antes de 1966, la Dra. María Angélica Carluci ha sido la primera, si se quiere, en realizar investigaciones precerámicas en la Sierra. Su labor ha venido desarrollándose desde 1958 y esperamos que su trabajo en el Museo de la Universidad Central se constituya en pilar de las investigaciones prehistóricas en el Ecuador. En lo que al Carchi se refiere, en 1967 llega desde Berkeley, la Dra. Alicia de Francisco. Mucho se esperó de ella, pero llegó al Ecuador a "cavar tumbas", desechó los extensos basurales que atraviesan San Gabriel por considerarlos pertenecientes únicamente al "Estilo Tuza" y nos entregó un estudio sin datación absoluta, 3 nombres más para Fases conocidas desde hace medio siglo y un trabajo realizado únicamente en el Cantón Montúfar, sin importarle siquiera las demás zo(42) Ceturis. Cochasquí (Quito, 1975), p. 7. 161 ñas de la Provincia, quizás más importantes que la "excavada" por ella. En fin, An Archeological Sequence from Carchi, Ecuador, disimula el "compromiso tácito de 'recompensar con botín de tumbas' la gentileza del Museo Lowie de Antropología que le concedió facilidades para el estudio de las piezas con la condición de quedarse con ellas" (43). El afán simplista de cronologización por "Estilos", puestos ya en práctica en una región de los Andes Peruanos (lea) por su maestro John Rowe, echa a perder gran cantidad de observaciones especialmente en lo económico, social, como resultado, además de un registro arqueológico pobre. ¡Como si el fin primordial de la Arqueología fuera el establecer únicamente una cronología! Pero lamentablemente no es sólo en el Carchi donde hace falta un estudio profundo. Para toda la Sierra Ecuatoriana no existe una sola fecha de Carbón 14 respaldada por un estudio concienzudo, sino apenas por reportes preliminares. En 1972 se hace alarde, por medio de la prensa, de un famoso hallazgo realizado hace 18 años en el cañón el río Ambi. El Hombre de Otavalo entra en acción precedido de una corte extraordinaria de humo, dinamita, estratigrafía alterada, manoseo y de un largo trajinar hasta los laboratorios de Cambrigde y Birmingham. Han pasado tres años y los estudios finales de Davies no aparecen. No se niega su existencia ni se contradice sin razones, y es que no se puede aceptar que descubrimientos y datos confusos traten de ser explicados científicamente sin reunir, siquiera, principios elementales tanto en el registro como en los análisis como son: 1. —Los restos encontrados en el cañón del río Ambi son "fósiles de acarreo, encontrados en un lugar muy distinto de (43) Porras, Pedro I. An Archeological Secuence from Carchi de la Dra. Alicia de Francisco (Nota bibliográfica, B. A. N. H., No. 118, Quito, 1971), p. 371. 162 aquel en que se produjo la muerte" (44). Luego, sería muy aventurado asignarles una posición estratigráfica definitiva, y menos aún cuando los peones que lo encontraron no están de acuerdo sobre qué profundidad fue hecho el hallazgo; 2.—Las dificultades para una medición o estimación de la antigüedad de los restos "esqueléticos" debidas a la baja proporción de carbón que contienen; 3. —Las pruebas de radiocarbon no se las hizo directamente sobre los fragmentos del hueso, sino en base a un material extraño a él: "depósito de ARAGONITO en el cráneo". El ARAGONITO es Carbonato de Calcio semejante a la Calcita y se lo encuentra generalmente en fuentes de agua fluviales semejantes al lugar en que se encontró al HOMBRE DE OTAVALO. El Prof. Jorge A. Ribadeneira, en su informe geológico sobre el lugar en donde se encontró el cráneo, afirma: "Como manifestación post-volcánica, hay una fuente de agua carbonatada, con gas carbónico en mezcla y combinación, resultado de lo cual son las tobas calcáreoporosas y que en parte han cementado a las tobas volcánicas, inclusive rodeando y protegiendo con un conglomerado calcáreo a los fósiles humanos allí encontrados... En el piso de la excavación allí realizada, estas aguas desprenden apreciable cantidad de gas carbónico... (45). Así pues, el agua mineralizada, el conglomerado calcáreo, el gas carbónico y el carbonato de calcio (Aragonito), demuestran claramente lo dudosas que son, sino deficientes, las pruebas de datación absoluta. Con razón escribe Thomas Lynch que una de las fuentes de contaminación más serias para las fechas de carbón en los huesos son los carbonatos del suelo que contienen carbón extremadamente antiguo derivado de la caliza en suspensión en el agua (46); (44) Jaramillo, Alejandro El Hombre de Otavalo (Imp. Cultura, Otavalo, 1974), p. 90. (45) Ibid. (46) Lynch, Thomas. The Antiquity of Man in South America (Quaternary Rosearch. 4, Washington, 1974), p. 373. 163 4.—Por principio, científicamente establecido, la datación absoluta por medio de la Termoluminescencia únicamente se la realiza en base a objetos que han sido sometidos al fuego, por ejemplo, la cerámica. El hallazgo fue hecho por casualidad como producto de "una nueva descarga de dinamita", a consecuencia de la cual "los restos fueron lanzados en pedazos y solamente pudo ser recogido el cráneo y una parte de las vértebras y costillas..." (47), y no como consecuencia de un estudio científicamente elaborado. A lo mejor, a nuestro hombre de Otavalo le pase lo que a la tortuga de Arizona muerta en 1961, y que al realizarse los cómputos radioactivos le dio una antigüedad de 15000 años debido a la contaminación de agua fósil absorbida por ésta (48). A partir de 1970, la afluencia extranjera comienza a incrementarse: en 1971, miembros de la Misión Española de Arqueología, Miguel Rivera y Antonio Fresco continúan con los trabajos que realizara el Dr. Juan Cueva en la Provincia del Cañar. En 1972, Linda Cordell, John Athens y Alan Osborn de la Universidad de New Mexico realizaron excavaciones en Imbabura, cuyo reporte preliminar fue publicado por el Instituto Otavaleño de Antropología. Seguimos esperando con paciencia, como dije anteriormente, estudios detallados, claros, en los que se intente llegar a una explicación acertada de lo que se pueda extraer de los restos dejados por aquellos pueblos desaparecidos. Warwick Bray, John Erickson del Instituto de Arqueología de la Universidad de Londres y Elizabeth Carmichael del Museo de Mankind, realizaron recientemente excavaciones en(47) Vásquez Fuller, César. El Hohmbre de Otavalo (Rev. de la C.C.E Núcleo de Imbabura, No. 17, Ibarra, 1973), p. 44. (48) Hámmerly, Daniel. El Método Cronológico del Carbono Catorce, (Colegio La Unión, Lima, 1967), p. 51. 164 tre el Río Jubones v el Ricay en la Provincia del Azuay. Los tipos cerámicos excavados revelaron una relación estrecha con Cerro Narrío (49). La Dra. Carmichael obtuvo fechas de Carbón 14 para Chaullabamba de 935 años a. C ; para Uchuay (río Jubones) 292 a. C ; Pirincay, orilla izquierda del Paute, 631 a. C. Pero lastimosamente no existe el estudio que corrobore a estas dataciones. En 1971, Robert Braun de la Universidad de Illinois realizó un reanálisis de Cerro Narrío y Thomas Myers del Museo de la Universidad de Indiana, estudios en Imbabura, en especial en cuanto se refiere al Formativo en la Sierra, aunque sin techas de datación absoluta. A pesar de su labor realizada, queda la duda de que su Fase Espejo muestre claras relaciones con Chavín como la extensión norteña máxima. Durante el mes de enero de 1972, la Dra. María del Carmen Molestina, bajo los auspicios del Museo del Banco Central, realizó trabajos de campo en Toctiuco, un sitio arqueológico en las faldas del Pichincha, que para su autora posee relaciones, "tal vez", con la Fase Chorrera de la Costa por sus formas y decoración muy semejantes a ésta (50). Cree, además, que su economía estuvo basada en la agricultura y supone la "existencia de una ganadería incipiente o no". La fecha de carbón para este sitio es de 900 años a. C. Últimamente en Azuay se viene trabajando en las RUINAS DE TODOS LOS SANTOS y realizando estudios procerámicos en Chinchiloma junto al Haló. Y por fin, CETURIS está empeñada en la preservación de las ruinas de Cochasquí para lo cual han lanzado un proyecto para la creación del Parque Arqueológico asesorada por Udo Oberem y el Dr. Jorge Salvador (49) (50) Myers, Thomas. American Antiquity, Vol. 40, No. 3, 1975 p . 241. Molestina, Maria del Carmen. Toctituco, u n sitio arqueológico en las faldas del Pichincha (BJV.N.H., Vol. LVII, No. 122, Quito, 1973), pp. 151-152. 165 Lara. Creo que más vale tarde que nunca. Lo poco que el Ecuador conserva en monumentos arqueológicos debe preservarse, facilitar medios para su visita, especialmente de colegiales y universitarios. Aunque la Arqueología hasta hace poco estuvo olvidada en pocas manos, no se puede negar el gran auge que ha tomado actualmente en América; y ojalá que su estudio nos lleve a una profundización real del proceso y proyección del hombre aborigen. Quito, abril de 1975. 166 BIBLIOGRAFÍA Bennett, Wendell. Excavations in the Cuenca Region, Ecuador, Yale University Publications in Antropology. No. 35, 1946. Bell, Robert. Investigaciones Arqueológicas en el sitio de El Inga, Ecuador. Casa de la Cultura Ecuatoriana. Quito, 1965. Collier, D. y Murra, John V. Survey and Excavations in Southern Ecuador. Field Museum Natural History. Serie Anthropology No. 35, Chicago, 1943. Buchwald, Otto von. Notas acerca de la Arqueología del Guayas, Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos. Quito, 1918. Estrada Y., Emilio. Los Huancavilcas, últimas civilizaciones Pre-Históricas de la Costa del Guayas. Museo V. Emilio Estrada. Guayaquil, 1957. Estrada, Y., Emilio. 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Las figurinas objeto del presente estudio, fueron encontradas unas en superficie, como es el caso de las de Chilibulo y Chillogallo, y las otras las hemos tomado de la Colección V. A. Jaramillo de Otavalo; por lo que no contamos con su respectivo "contexto", que nos hubiera facilitado realizar una interpretación más completa. Con todo, nos hemos atrevido a descifrar, aunque de un modo rápido, el mensaje del alfarero anónimo. I. SITIO CHILIBULO Se encuentra al S. O. de los Andes —al pie del Cerro Ungüi (3.578 mts. s.n.m.) que pertenece a la Cordillera Occidental. Más exactamente, Chilibulo se halla a dos kmts. y medio en línea recta de la Parroquia La Magdalena y, aproximadamente, a 5 kmts. de-la Plaza de la Independencia. Por el estudio de los elementos materiales dejados por este pueblo, y por el "espacio histórico" ocupado, podemos deducir que fue una población de agricultores que vivía en aldeas dispersas, (en donde las casas no están concentradas, pero forman una unidad evidente en torno a campos de cultivo). Como bien apunta John Murra, "el cultivo intenso de varios productos permitió una alimentación suficiente para man171 tener una población sedentaria y numerosa". (Murra. 1946. Pág. 785). Lo que más que una unidad política, propiamente dicha, existió una de carácter aldeano-agrícola. Los Cronistas nos refieren que el gobierno que antiguamente tenían era que los caciques cada uno en su territorio era tan temido cuanto se podría decir, siendo hombre áspero, y lo que quería se había de hacer sin haber pensamiento en contrario; porque sí el cacique lo sentía, el subdito había de morir por ello. (Jiménez de la Espada, 1965, pág. 227). Por otra parte, la existencia de terrazas agrícolas (que a nuestro juicio son anteriores a la invasión inka) indican un alto grado de organización. Este "habitat", a más de reunir buenas condiciones para la agricultura y para la cacería, tenía ( y tiene) abundantes fuentes de agua y, sobre todo, las profundas quebradas que zigzagean el sitio ofrecían a los habitantes un medio seguro para defender la estabilidad de sus estancias del posible ataque de pueblos enemigos. Así lo sugiere la evolución del complejo cultural que no ofrece mayores variaciones en el "corpus de los elementos materiales", ni la frecuencia de elementos atípleos, que denoten la conquista violenta de pueblos de distinto origen a excepción de los incas. Por los estudios que se han realizado hasta hoy, consideramos a este sitio dentro del Período de Integración, es decir 500 d. C. — 1.500 d. C , pero estamos convencidos de que el sitio fue un "habitat" mucho más antiguo. Las cuatro figurinas provenientes de Chilibulo son diversas entre sí, seguramente porque cada una ejerció diferente función o a lo mejor porque tenían sólo una fuerza simbólica, por lo que no importaba que no se pareciesen entre sí. Sin temor a equivocarnos, podemos decir que casi todas debieron tener la base plana con el fin de conseguir su esta172 bilidad. Por lo que creemos, tuvieron una función eminentemente religiosa —quizá fueron "totems" protectores de la casa y de la familia—. Tenían posiblemente un lugar especial, digamos un "nicho" desde el cual dominaban a todos los miembros de la familia; con esto no quiero decir que fueran objeto de adoración, sino que la figurina, una cosa totalmente privada de actividad, no determinada, se convierte por la "acción" del hechicero o shamán, en una imagen que representa algo concreto, por ejemplo una imagen votiva de un ser superior o al menos de un difunto que en vida fue muy importante. Dado que el número de figurinas es muy escaso, podemos conjeturar que no ejercían una función "medicinal", de lo contrario deberían ser más abundantes. Posiblemente para esta "función" usaron figurinas o muñecas confeccionadas de materiales perecederos que por las malas condiciones del tiempo y del suelo no se han podido conservar. Algunos estudiosos creen —en base a costumbres que aún se conservan—, que las figurinas desempeñaron una función simbólico-religiosa en la "bendición" de las casas nuevas, por lo que las denominaron con el nombre quichua de "huasishungo" que quiere decir "el corazón de la casa". Nosotros no negamos dicha posibilidad, si bien, tampoco creemos sea la única. Jijón y Caamaño cree más bien que eran imágenes de sus ídolos. (1952. pág. 352). Figurina-Silbato (P. Q. Ch. 316).— De todas las figurinas conocidas hasta hoy procedentes de este sitio, ésta es la más característica, bien podemos decir que constituye un "diagnóstico" de esta área cultural. Método de manufactura: modelada a mano. Desgrasante: arena; tamaño: 1 a 2 mm. Color de la superficie: leonado rojizo. 173 Acabado de la superficie: engobado y pulido casi en su totalidad. Otros aspectos: el cuerpo es un cilindro sólido de 16.8 cm. de largo. En la parte correspondiente al tórax tiene un ensanchamiento y sus hombros son prominentes. Los brazos se unen sencillamente al cuerpo tomando una postura rígida, con las manos pegadas a los muslos. ¿Será una postura religiosa? De la cabeza, algo achatada, nace una enorme nariz, parecida a la puruhá. Sus ojos son dos botones casi planos, aplicados por presión que dan la impresión de una mirada fija en el horizonte. No hay indicación de boca, ni de orejas, por lo que creemos se trata de una influencia puruhá, pues según sus creencias, por dichos orificios entraban los malos espíritus. De la parte superior de la cabeza parte un agujero que avanza 174 hasta la altura de los hombros, en donde remata en dos dispositivos sonoros de silbato. Tapando estos dos huecos y soplando por el agujero de la cabeza, produce un sonido grave. Su expresión demuestra estar en un estado de concentración y de vigilancia a la vez. Cabeza de figurina sólida (P. Q. Ch. 317).— Es la más realística de todas las figurinas encontradas en este lugar. Tiene aproximadamente 5 cm. de largo y 4 cm. de ancho a la altura de los ojos. Método de manufactura: modelada a mano. Desgrasante: arena, tamaño: 2 mm. Color de la superficie: leonado rojizo. Acabado de la superficie: engobado y pulido en su totalidad. Otros aspectos: rodeando su cabeza algo achatada, hay cuatro tiras o apliques irregulares —que posiblemente indican una corona en caso de no ser un tocado especial o un turbante. Los ojos están representados por una incisión horizontal de 1.6 cm. de largo, 3 mm. de ancho y 2.5 mm. de profundidad. La nariz es una pequeña prominencia plana que sabresale 175 apenas 2 mm., nace aparentemente a la altura de los ojos y llega hasta la boca, tiene una anchura de 10 mm., tanto en su nacimiento como al final. La expresión de esta figurina, al igual que la anterior, es taciturna, triste, melancólica y así mismo, parece estar sumida en una profunda reflexión. Cabeza de figurina sólida (P. Q. Ch. 318).— Es la más estrambótica de todas. Tiene 6.5 cm. de largo y 5 cm. de ancho a la altura de la boca. Método de manufactura: modelada a mano. Desgrasante: arena; tamaño: 2 mm. Color de la superficie: color natural del barro. Acabado de superficie: es una de las figurinas más toscas, pues apenas tiene un ligero alisamiento. 176 Otros aspectos: a cada lado, es decir, en donde debieran ir las orejas hay un botón irregular, en cuyo centro tiene una incisión horizontal en V. Sobresale aproximadamente 1 cm. Nosotros creemos que son ojos, por cuanto, casi inmediatamente debajo de cada botón hay huellas que demuestran que allí hubo algo así como una tira o aplique vertical que seguramente representaba a los brazos. La nariz es una prominencia alipsoidal de 3 cm. de largo, 2.5 cm. de ancho y 1 cm. de altura. La boca está 6 mm. más abajo de la nariz y está representada por una incisión de 1.5 cm. de largo, 3 mm. de ancho y 1 mm. de profundidad. Cabeza de figurina sólida (P. Q. Ch, 268).— Distinta a las anteriores. Mtodo de manufactura: modelada a mano. Desgrasante: arena; tamaño: 2 mm. Color de la superficie: leonado. Acabado de la superficie: alisado regular, no hay pulimento. 177 Otros aspectos: Tiene la forma rectangular, ensanchada a la altura de los ojos como queriendo indicar orejas. Los ojos están representados por dos botones de forma irregular, aplicados por presión; tienen aproximadamente I cm. de diámetro y una altura de 7 mm. La nariz, bastante prominente, es un aplique ovoide de 3 cm. de largo y 1.5 cm. de ancho a la base. No hay indicación de boca, como tampoco de brazos. II. SITIO CHILLOGALLO Se encuentra al S. O. de Quito, a 10 kmts. aproximadamente, en el plano de Turubamba, la parte más austral de la meseta, con una altura de 2.900 mts. s.n.m. Manuel Villavicencio dice: " . . . está situado a la falda del volcán de Pichincha, en terreno lleno de bosques y chaparros; de este partido se saca mucha madera de construcción, caña y chacUas para las fábrica de casas; estos bosques están llenos de cacería y bonitos p á j a r o s . . . " (Villavicencio. 1858, pág. 296). Por el estudio de los elementos materiales dejados por este pueblo, estamos en condición de afirmar de que Chillogallo fue un asentamiento de la misma etnia que pobló Chilibulo, dado que tiene el mismo nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas y el mismo cuerpo de costumbres. En este sitio hemos encontrado figurinas-silbato de las que nosotros las consideramos como "clásicas" de esta área cultural. Varían un tanto de sus semejantes de Chilibulo, en cuanto tienen la cabeza más rectangular, y enfatizan la indicación de la quijada mediante una protuberancia. Figurina sólida (P. Q. Chg. 311) Método de manufactura: modelada a mano. Desgrasante: arena; tamaño: 1 mm. Color de la superficie: pardo. 178 Acabado de la superficie: alisado regular. No hay pulimento. Otros aspectos: es una especie de cilindro ligeramente achatado, de aproximadamente 9 cm. de largo por 4 cm. de ancho. La parte superior correspondiente a la cabeza es convexa, y la parte inferior termina en una base plana. Los ojos son dos prominencias circulares de un diámetro de 7 mm. y una altura de 3 mm. La nariz es una tira de forma elipsoidal, aplicada por presión; tiene 2.8 cm. de largo 7 mm. de ancho y 3 mm. de altura. Las fosas nasales están representadas por dos pequeñas concavidades. No hay boca, pero sí una protuberancia que indica la quijada. En conjunto, la elocuencia de las figurinas tanto de Chilibulo como de Chillogallo, nos demuestra quizá el carácter taciturno y melancólico de los naturales de estos lugares, o quizás el hieratismo de sus facciones dejan entrever el misterio de la desaparición del hombre, por lo que puede ser también 179 una expresión de concentración y de receptividad, que representa la unión o comunicación de los seres vivos con los antepasados o, posiblemente, su tristeza se debe más bien a una causa de orden socio-económica: Los indios se encontraban oprimidos y esclavizados por sus Caciques y Principales, a los cuales pertenecían lo más de las tierras. Estos a más de recibir tributos en materias, recibían ingresos principalmente en forma de Fuerza de Trabajo invertida en el cultivo de sus tierras o en obras de infraestructura. III. SITIO TABACUNDO "Al lado setentrional del río Pisque ya se levantan gradualmente las faldas del nudo transversal, compuesto del Mojanda. Cajas y Cusin. Sobre estas faldas se hallan los pueblos de Malchinguí (2878 m.), Cochasquí, Tocachi y Tabacundo (2889 m.)" (Wolf. 1892. pág. 96). Figurina sólida (No. 6 Colección V. A. Jaramlilo-Otavalo). 180 Método de manufactura: modelada a mano. Desgrasante: arena; tamaño: 0.5 a 2 mm. Color de la superficie: café claro y partes rojizas. Acabado de la superficie: alisado y pulido. Otros aspectos: es un cilindro algo achatado, de 8 cm. de largo, ligeramente ensanchado en la cabeza, termina en base plana. Los ojos han sido realizados mediante la presión de una caña hueca de 3 mm. de diámetro. La nariz es una prominencia elipsoide. La boca, 1 cm. más abajo de la nariz, es una incisión de 2.3 cm. de largo, 2 mm. de ancho en el centro y una profundidad de 2 mm. Como rasgo especial, presenta las dos mejillas tatuadas con tres franjas de color rojo oscuro, dispuestas en forma vertical. Por el tipo de los ojos y por el tatuaje, podemos decir que tiene una clara influencia de la Fase Cosanga, en donde esta técnica está presente en la parte más temprana de la Fase. Figurina sólida (N" 7. Colección V. A. Jaramillo-Otavalo). Método de manufactura: modelada a mano. 181 Desgrasante: arena; tamaño: 0.5 a 2 mm. Color de la superficie: caoba. Acabado de la superficie: ligeramente alisado y pulido. Otros aspectos: es un cilindro de 7.5 cm. de largo por 2 cm. de ancho, a sus extremos es ligeramente ensanchado. La cabeza es algo achatada. Los ojos son los típicos "granos de café", de 5 mm. de diámetro. La nariz, una prominencia de 3 mm. de altura. No hay representación de la boca. Los brazos son dos tiras que nacen bajo cada ojo y llegan al pecho, en donde casi se juntan las manos. Los dedos están representados por incisiones. Como excepción, esta figurina termina en pies cortos. IV. SITIO CAYAMBE Esta población se encuentra a 2.864 mtrs. s.n.m. al pie occidental del gigantesco volcán Cayambe. 182 Figurina sólida: (Colección V. A. Jaramillo. Otavalo). Método de manufactura: modelada a mano. Desgrasante: arena; tamaño: 0.5 a 2 mm. Color de la superficie: a excepción del rostro que es de] color del barro, lo demás es rojo. Acabado de la superficie: el rostro: simplemente modelado. El cilindro achatado: pulido a excepción de la parte posterior. Otros aspectos: de todas las figurinas reportadas en este estudio, ésta es la más interesante; desgraciadamente no está completa y tenemos solamente la parte superior de ella. Es un cilindro achatado en su parte posterior. La cabeza aparece en el interior del cilindro, en cuya parte superior forma una especie de capucha. Los ojos son incisiones ovaladas muy profundas. La nariz, muy prominente. La boca, representada por una incisión de 1.4 cm. de largo, 4 mm. de ancho y 3 mm. de profundidad. En general da la impresión de que son rasgos de un infante. Será la representación del enterramiento de un niño, envuelto en una estera? Siendo así, el artista fue muy realista al plasmar el descarnado rostro de la desaparición del hombre, en una palidez terrosa. ¿Qué significa la figurina? Responde el nombramiento. Es decir, que si bien el trabajo manual es preparación importante, más decisivo es la palabra, la "fórmula mágica" que hace que tal "cosa" signifique algo. El nombramiento de la imagen determina qué es lo que ella expresa. El artista modela una figurina mientras dice para sí: "Este trozo de madera, de barro significa..." Y efectivamente, la figurina representa lo que su autor quiere. De este modo puede darse el caso de que a pesar de que dos figurinas puedan parecerse la una a la • otra como un huevo a otro huevo; sin embargo, gracias al 183 nombramiento de la imagen, puede representar y servir para distintas "ceremonias". Hemos visto que cada grupo humano tiene sus propias figurinas, ya sea completamente originales o ya influenciadas o aceptadas de otros pueblos; —pero en cada parte se las utilizó para determinadas funciones. ¿Cómo se reconoce el nombramiento? terminación. Responde la de- Estando estos pueblos asentados en un "habitat" propicio para satisfacer más o menos cómodamente sus necesidades básicas, sería aventurado decir que las figurinas fueron símbolos de la fertilidad, tanto más que casi todas, o mejor dicho, todas son asexuales. Posiblemente sirvieron como imágenes religiosas, pero no como deidades que dominan al hombre, sino como imágenes que él domina. Las imágenes son imágenes y no dioses. Muensterberger (1971) anota que espíritus, dioses, demonios, y otras criaturas mitológicas asumen generalmente formas antropomorfas o zoomorfas en las sociedades "primitivas" porque el hombre refleja en su arte, sus propias ideas acerca del mundo. (American Antiquity Vol. 40, NQ 2, 1975, pág. 156). Los determinantes de las imágenes son diferentes en un pueblo o en otro, en uno u otro culto. Por último, cuando las figurinas han cumplido su funcionalidad, vuelven a ser simples cosas, pues ya no representan nada. El nombramiento dura mientras le plazca al dueño o al brujo, o hasta que termine la "ceremonia", entonces la figurina se convierte de nuevo en una simple cosa, un trozo de barro que se lo echa a la basura. Uno de los rasgos distintivos del espíritu humano es la necesidad que éste siente de dejar un rastro de su experiencia, 184 ya sea personal o colectiva. Hemos visto que en la "prehistoria" cada etnia tiene sus símbolos peculiares. Por ejemplo las figurinas de nuestra Costa, sobre todo las de la Fase Bahía (apogeo) son de una belleza sorprendente, tanto que ha dado pie para decir que "fueron objeto de expresión de respeto y adoración, ya sea para pedirles protección, bendición, prevención de desastres o enfermedades y demás ruegos que la comunidad solicitaba a sus antepasados gloriosos". (Morgan. En Vistazo, pág 94). Si las comparamos con las figurinas de la Provincia de Pichincha, éstas resultan muy rústicas y por lo tanto "producto" de un pueblo "primitivo" que al decir de Velasco fueron "rústicos, bárbaros e incultos" (Velasco. 1789, pág. 8) pero "cuando hablamos de belleza debemos cuidarnos de señalar que el concepto de belleza cambia y se manifiesta de modo diferente de acuerdo con la cultura, la época y el individuo" (D' Arcy Hayman. 1973. pág. 28). Además las Fuerzas Productivas de estas tierras no estaban desarrolladas como para permitir un "tiempo libre" para dedicarse al "arte". "Al parecer, la economía agrícola se estableció formalmente sin llegar, sin embargo, a un grado tal de desarrollo que permitiera el establecimiento de núcleos de población dependientes de los excedentes de producción. Si bien es cierto que se puede apreciar en algunas culturas tales como Bahía, en la región de Manabí, atisbos de especialización artesanal, el grado de tal especialización no parece muy grande y todo induce a pensar que la producción de objetos —incluso los suntuarios— no requirió de otra organización que la familiar" (Lumbreras. 1969. pág. 129). COMPARACIONES CON ALGUNAS FIGURINAS DE NUESTRA "PREHISTORIA" Dado que el área cultural se extiende hasta Imbabura, en este sitio más que en otro, se encuentran figurinas semejantes a la N" 316, no sólo en cuanto a la forma sino también en 185 cuanto a su manufactura y tratamiento. Parece que en esta provincia norteña hay más proliferación de estas figurinas y además mayor riqueza en cuanto a variaciones. Por ejemplo, hemos encontrado figurinas con una especie de gorra, "pillos", usada por los Caciques y Principales y Anaconas (Relaciones Geográficas de Indias. 1965, pág. 225); (Figs. 37 y 376, Colección V. A. Jaramillo); ojos y boca representados por incisiones, una mano en el pecho y la otra que se toca la cabeza. Los dedos están indicados por tres incisiones; como la anterior y además con la representación de las fosas nasales y dos protuberancias que hacen de pies (Fig. 71, Colección V. A. Jaramillo) . En su conjunto, las figurinas encontradas en Imbabura, reportadas en este estudio, "son unas estatuillas rudimentarias modeladas también en barro, que constituyen una ingenua representación de la figurina humana" (V. A. Jaramillo. 1968, pág. 99). Por la anchura de los hombros y por la posición hierática, tiene mucha semejanza con las figurinas Tipo Manteño Hueco, Manteño Sólido, (ver Estrada. 1962, pág. 179, figs. A, B.). Nuestra figurina N? 7 (Colección V. A. Jaramillo) guarda mucha semejanza con las de Machalilla, (El Ecuador Antiguo. 1975, pág. 40 figs. 242 y 249), no sólo en cuanto a tratamiento de los ojos y nariz, sino también en cuanto a su manufactura: "Las figurillas de Machalilla son de barro gris sin engobe o de barro café con líneas de engobe rojo. Son bastante toscas y marcadamente estilizadas, pero tienen los mismos ojos en forma de granos de café y la nariz prominente que se encuentra en figurillas de Valdivia terminal en Chacras". (El Ecuador Antiguo. 1975, pág. 67). Paul Rivet nos reporta una figurina muy parecida, proveniente de Penipe, Chimborazo (Paul Rivet. 1912, Lám. XLVI N? 9 ) . 186 Jacinto Jijón y Caamaño encontró semejantes en Puruhá, Período de Huavalac. Pero estas tienen, además, collares representados por puntuaciones y algunas, también, senos. (Jijón y Caamaño. Puruhá. Bol. Acad. Nac. de Hist. Vol. VI, N9 4 1923. Lám. CXXIII figs. 2 y 3). 187 BIBLIOGRAFÍA D'Arcy Hayman.— El arte como elemento de vida. El Arte en los tres mundos. Ediciones de Promoción Cultural, S A. Barcelona, 1973. Estrada, Emilio.— Arqueología de Manabí Central, Publicaciones del Museo Víctor Emilio Estrada, No. 7. Guayaquil, 1962. Jaramillo, Víctor Alejandro.— Repertorio Arqueológico Imbaya, Editorial Cultura, Otavalo-Ecuador. 1968. Jijón y Caamaño, Jacinto.— Puruhá. Boletín de la Academia Nacional de Historia, Volumen VI, 1923, Quito. Jijón y Caamaño, J a c i n t o — Antropología Prehispánica del Ecuador, Ed. La Prensa Católica, Quito-Ecuador, 1952. Jiménez de la Espada, Marcos.— Relaciones Geográficas de Indias. Biblioteca de Autores Españoles, Ediciones Atlas, Madrid, 1965. Lumbreras, Guillermo.— Acerca del Desarrollo Cultural en los Andes, Mesa Redonda de Ciencias Prehistóricas y Antropológicas, Tomo II Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva-Agüero, Lima, 1969. Morgan, Miguel.— Una joya esculpida hace 2.000 años. Vistazo Junio, 1975. Porras, Pedro.— Ecuador Prehistórico, Imprenta Lexigrama, Quito, 1975. Rivet, Paul.— Ethnographic Ancianne de L' Equateur. (Tomo 6). Gauthier Villars et Cies. Editaurs. París, 1922 Shafer, Harry J.— Clay Figurines from the Lower Pecos Region, Texas, American Antiquity. Vol. 40, Number 2, Abril, 1975. Velasco, Juan de.—- Historia del Reino de Quito. Tomo II, Parte I I . Edit. "El Comercio". Quito, 1789. Villavicencio, Manuel.— Geografía de la República del Ecuador. Imprenta de Robert Craighead, New York, 1858. El Ecuador Antiguo.— Catalogue of an exhibit organized by Field Museum of Natural History, Tex por Donald Lathrap, catalogue por Donald Collier and Helen Chandra, Chicago, Illinois, 1975. Wolf, Teodoro.— Geografía y Geología del Ecuador. F. A. Brockhaus. Leipzig, 1892. 188 Tipografía de CONCEPTOS TEÓRICOS QUE HAN OBSTACULIZADO EL DESARROLLO DE LA ARQUEOLOGÍA EN SUDAMERICA (1) Víctor A. Núñez Regueiro Investigador del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. "En el mejor de los casos, excavación significa destrucción; y a la destrucción que no esté mitigada por todos los recursos del conocimiento moderno y de la experiencia que se ha acumulado, nunca se le podrá impugnar todo lo que se merece. "En las páginas siguientes he de llamar la atención, de vez en cuando, a los crímenes no menos que a las virtudes de mis contemporáneos y predecesores, con pleno conocimiento de que, como miembro de la hermandad, yo soy, por lo mismo, un blanco vulnerable." Sir Mortimer Wheeler Debido a las exigencias impuestas p o r los límites dentro de los cuales se ceñirá este trabajo, y que se hallan en el título, dejaremos de lado el análisis no menos i m p o r t a n t e de otros factores que h a n frenado el desarrollo de la Arqueología, y que pueden encuadrarse dentro de dos categorías principales: (1) El presente estudio es reproducido con autorización del autor de: Estudios de Arqueología No. 1, Cachi, Salta. Para la actual publicación se han traducido las citas en Inglés y se han hecho algunas correcciones. 189 1) El subdesarrollo y relación de dependencia de Sudamérica, reflejado en todo el quehacer científico, incluyendo por lo tanto el arqueológico; y 2) En épocas más recientes, la inadecuación cada vez más aguda entre el rápido crecimiento de los métodos y técnicas arqueológicas, con sus consecuentes necesidades infraestructurales, y la organización de las instituciones teóricamente encargadas de hacerlas posibles; esto último no es un problema exclusivo de Sudamérica, sino un problema general que, en nuestro continente, afecta también a los Estados Unidos (Struever, 1968). Siempre en razón de la necesidad de encuadrar adecuadamente este trabajo debemos mencionar el hecho de que las causas fundamentales que han obstaculizado el desarrollo sudamericano han sido no sólo determinados conceptos teóricos, como aquellos que en Bolivia proclamaban "todo está ya hecho", "nada queda por indagar" (Posnansky, cit. por Imbelloni 1942: 190, 1956: 136), o el límite de 6.000 años de antigüedad máxima presuntamente postulada por Hrdlicka (Krieger, 1964: 24), sino también, y a veces preponderan temen te, la falta de elaboración teórica, la ausencia implícita de conceptos teóricos que estructuren las investigaciones que se han ido realizando: decimos implícita porque muy raramente han alcanzado la dramática explicitación que nos relata Martin: "Escuché a un colega que describió los datos obtenidos en una serie impresionante de excavaciones, decir luego a su audiencia que no sabía qué hacer con ellos". (Martin, 1971; 6). Este aspecto, la ausencia de una clara orientación teórica, frecuentemente da como resultado la adaptación mecánica de "planes de investigación" basados exclusivamente en una concepción de la arqueología como disciplina principalmente inductiva. 190 En este trabajo, la utilización de obras de autores no sudamericanos (norteamericanos principalmente) para el tratamiento de algunos problemas de encuadre general, se debe a la circunstancia de que la elaboración metodológica y teórica de la arqueología ha tenido en general muy escaso desarrollo en Sudamérica. Estos trabajos los usaremos a los efectos de poder analizar, comprender y evaluar mejor el desarrollo y gravitación de los conceptos teóricos que han obstaculizado a la arqueología en Sudamérica. Respecto al tiempo verbal en que se halla redactado el título, es necesario aclarar que "obstaculizaron" no implica que todos los conceptos teóricos que vamos a analizar ya hayan sido superados en la praxis (por el contrario, muchos tienen plena vigencia); la referencia al pasado debe entenderse tan sólo con respecto al origen histórico de esos conocimientos. LA ARQUEOLOGÍA COMO CIENCIA SOCIAL Para poder evaluar adecuadamente los conceptos teóricos que habremos de analizar, debemos previamente tener claro cuál debe ser la orientación actual de la arqueología como ciencia. Sobre esta base podemos partir, remontándonos hacia atrás en el tiempo (como arqueólogos que somos), a los efectos de explicar los fundamentos teóricos sobre los que se ha venido edificando nuestra ciencia hasta el momento. Por razones de claridad, prácticamente nos circunscribiremos a la arqueología prehistórica, entendiéndola así desde el punto de vista de las fuentes culturales utilizadas (exclusivamente no escritas) (Almagro, 1960: 48-49), y no como sinónimo de arqueología paleolítica, paleoindia, o precerámica. No insisteremos en el enfoque meramente "histórico" de las posibilidades potenciales de la arqueología, sino que la consideraremos como una ciencia social que estudia, o pretende estudiar, científicamente, los sistemas socio-culturales y los procesos culturales del pasado. 191 "El hecho de que (la arqueología) use datos provenientes del pasado no la convierte en cierto tipo de historia. No es historia porque trata de las relaciones generales entre variables del comportamiento humano, y no de la explicación de secuencias de acontecimientos únicos". (Martín, 1971: 6) "Entre los teóricos existe ahora un considerable acuerdo en que el mundo de la arqueología es una mezcla de eventos recurrentes y únicos que actúan y reactúan unos con otros en forma tremendamente compleja. El único desacuerdo serio es respecto al rol e importancia de los dos componentes de la mezcla. Nuestro punto de vista es que el papel que desempeñan los acontecimientos recurrentes, aunque pueda ser pequeño, es el más significativo; y ésto es tan cierto para una arqueología puesta al servicio de la antropología, como para la antropología misma. Incluso como auxiliar de la antropología, a la arqueología necesariamente le concierne la naturaleza y posición de los acontecimientos únicos en el tiempo y en el espacio, pero tiene como finalidad última el descubrimiento de regularidades que en cierto sentido son aespaciales y atemporales". (Willey y Phillips, 1962: 2) (El subrayado es nuestro). MARCO TEÓRICO GENERAL Y DISEÑO DE INVESTIGACIÓN Nuestro punto de partida se basa en la consideración de la arqueología como una ciencia que se encuadra dentro del conjunto de las llamadas ciencias sociales, ciencias de la cultura o ciencias del hombre (Asti Vera, 1968: 20), para la que es falso suponer "como lo hacen habitualmente las filosofías empiristas, que sólo el aporte de nuevos hechos y de nuevas experiencias introduce nociones nuevas en la ciencia y permite a ésta realizar síntesis fecundas" (Mouloud, 1970: 31). Por lo tanto, consideramos esencial, para cualquier investigación arqueológica, la elaboración previa de diseños, no del 192 tipo "tradicional" o "empírico", como lo denominan Fritz y Plog (1970: 409-410), sino del diseño de investigación "explicativo", que incluye una fase exploratoria en la que se efectúan los pasos necesarios para la formulación de hipótesis significativas y científicamente verificables, y una fase explicativa, que incluye los restantes "momentos" o etapas de la investigación (Sin embargo, esto no quiere decir que menospreciamos los aportes efectuados hasta ahora mediante la aplicación de diseños de tipo "tradicional" o de planes de investigación seriamente ejecutados; ellos nos han ofrecido un panorama muy rico y fecundo respecto al mundo del hombre y la cultura en el pasado prehistórico; lo que queremos significar es que no podemos reducir actualmente las posibilidades científicas de la arqueología, a las que impone un diseño de tipo puramente empírico). Esto implica, por otra parte, tomar conciencia y explicitar que entendemos que la arqueología no se puede reducir a ser una disciplina puramente inductiva, basada exclusivamente en las posibilidades empíricas que ofrece el trabajo de campo; ni se puede edificar con las bases del exclusivismo deductivo que implica la actitud del teórico de gabinete divorciado de las excavaciones, sino que se debe nutrir del continuo interjuego entre inducción y deducción (Martín, 1971: 6). A los efectos de clarificar mejor las fases o pasos del diseño explicativo, respecto al cual nos basamos en parte en Fritz y Plog (1970), lo comparamos en forma somera con diseños empíricos tal como los podemos encontrar desarrollados en Deetz (1967: 8-11) y en Swartz (1967), para citar sólo algunos ejemplos recientes. El diseño de investigación "explicativo" comprende, en esencia, y sucintamente, los siguientes pasos o momentos después que se han planteado problemas sobre los cuales es posible formular preguntas y posibles respuestas: 193 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Formulación de hipótesis. Elección de los indicadores. Elaboración de la estrategia de la investigación. Adquisición (excavación). Análisis. Verificación de las hipótesis. Evaluación de la investigación. Exposición. No se debe pensar mecánicamente en este diseño, y creer que los distintos momentos de la investigación se desarrollan temporalmente en una secuencia estrictamente prescripta; por el contrario, se hallan tan íntimamente interrelacionados que continuamente se superponen; pero al mismo tiempo la interdependencia es tan grande, que el primer paso de un diseño de investigación determina ampliamente el último (Selltiz et al., 1969). Si se dispone de un conocimiento relevante respecto al problema que se intenta encarnar, se puede entrar directamente a elaborar la parte primera del diseño, o sea la formulación de hipótesis. En caso contrario, deberá realizarse y ejecutarse previamente un diseño de tipo explorativo, en el área donde se pretende establecer hipótesis. Este diseño explorativo puede ajustarse en general a las propuestas formuladas por Bindford (1964), utilizando adecuadas técnicas de muestreo (Ragir, 1967). En el diseño tradicional, se omitían por completo el punto 2 (elección de los indicadores) y como lógica consecuencia el punto 6 (verificación de las hipótesis). La formulación de hipótesis, fundamental para la elaboración de un diseño explicativo, era simplemente reemplazada por una fase que llamaremos 1A (para diferenciarla de las explicativas), que consistía en la "preparación", realizada mediante "surveys" o por conocimiento previo de sitios o restos arqueológicos. 194 Ambos diseños tenían en común las tases 4 (adquisición) y 5 (análisis), si bien lógicamente diferían en algunos aspectos, debido a las exigencias particulares inherentes a cada tipo de diseño La etapa que en el diseño explicativo corresponde a la "evaluación de la investigación" (etapa 7), y que se basa sobre las hipótesis previamente formuladas, en el diseño tradicional estaba reemplazada por otras fases: "interpretación" (donde se realizaba la evaluación en términos de contexto, función, estructura y conducta), "integración" (que comprendía la reconstrucción general de la realidad histórico-cultural, empírica estudiada), "comparación" (realizada en forma complementaria a la anterior), y "abstracción", etapa ésta donde se extraerían las leyes o conclusiones generales. Esquemáticamente, y resumiendo, los pasos serían: 1A. 2A. 3A. 4A. 5A. 6A. 7A. Preparación. Adquisición. Análisis. Interpretación. Integración. Comparación. Abstracción. Basándonos en este trasfondo teórico general, desarrollaremos el análisis de los conceptos teóricos que han obstaculizado el desarrollo de la arqueología en Sudamérica, y del freno que ha significado la ausencia total o parcial de conceptos teóricos por parte de los que, a pesar de ser llamados "arqueólogos", no dejaron de ser simples anticuarios. Indudablemente, respecto a cada uno de los conceptos teóricos que habremos de mencionar, se podrían escribir no sólo muchas páginas, sino al menos un capítulo o libro de cada 195 uno, de acuerdo con la riqueza potencial que encierra su tratamiento; sin embargo, por razones de espacio, nos veremos obligados a señalar esquemáticamente, con las limitaciones que esto significa, sólo algunos elementos característicos. Es básico, para nuestro análisis, tener en cuenta dos aspectos generales que hacen a la investigación arqueológica: el marco teórico general del cual ésta se nutre y desarrolla, y los diseños de investigación de las excavaciones y posterior elaboración de los datos obtenidos. Indudablemente el marco teórico general y las investigaciones propiamente dichas, interjuegan en forma constante y se condicionan mutuamente; pero a los fines de ordenar la exposición, trataremos por separado algunos de los conceptos teóricos fundamentales en lo que al marco teórico general y al diseño o planificación de las investigaciones se refieren. CONCEPTOS INHERENTES AL MARCO TEÓRICO GENERAL Uno de los conceptos básicos ha sido el de tomar partido en forma más o menos extrema por una de las dos posiciones esenciales para explicar las similitudes existentes entre restos arqueológicos separados entre sí por espacios geográficos de magnitud variable. Este enfrentamiento teórico, que inspiró el subtítulo de la obra postuma de James A. Ford (1969) "Diffusion or the Psychic Unity of Man" se ha debido en gran parte, como lo dice el mismo Ford, a que los "arqueólogos han mostrado poco interés en examinar las bases filosóficas de sus estudios. A pesar de que utilizan la tesis de que las similitudes de los rasgos (de regiones geográficas adyacentes) son evidencia de contacto, cuando se encuentran ante el origen inexplicable de un rasgo vuelven a caer en la teoría de la invención independiente" (Ford, 1969: 194). Acá, como en tantos otros enfoques teóricos en los que predomina por sobre la metodología un "credo" exclusivo, acep196 tada una teoría como absolutamente válida e inmutable, los datos se interpretan, por deducción pura, basándose en esa teoría; esto es especialmente desconcertante si se piensa que, paradógicamente, algunos arqueólogos que sustentan en la práctica esta actitud, pretenden que los hechos "hablen por sí mismos", y orientan las excavaciones, y los restantes pasos de la investigación, sobre bases puramente inductivas. Y así determinados aspectos se deducen sobre la base de la teoría que se sustenta; otros aspectos parciales se inducen en base a los h^üazgos efectuados; pero no se hace jugar dialécticamente a la inducción - deducción en forma consecuente e integrada como momentos complementarios de la investigación científica. "El significado de la similitud de rasgos culturales como indicador de un antepasado común, ha sido debatido desde que los antropólogos se vieron envueltos en el problema de trazar en desarrollo cultural y la difusión. Infortunadamente, no hay reglas simples para diferenciar entre difusión e invención independiente. Los rasgos que en una parte del mundo, o en un contexto cultural, sirven como confiables indicadores de un contacto claramente trazable, en otros lugares y tiempos sirven como indicadores de orígenes independientes". (Meggers y Evans, 1969: 20). Elementos formalmente similares en algunos rasgos como las "manoplas" de los indios Ashluslay y otros grupos chaqueños, y algunas manoplas arqueológicas de cuero y madera; y los "tensores" de metal del noreste argentino y Chile, a pesar de haber sido considerados a priori" como funcionalmente equivalentes, vale decir, homólogos, y haberse considerado todos, en conjunto, como resultado de un proceso de difusión en toda el área argentino-chilena donde aparecen, pueden ser en realidad dos grupos de elementos simplemente análogos, funcionalmente distintos, y con orígenes independientes a pesar de su contigüidad geográfica (González y Núñez Regueiro, 197 1969). Sólo un diseño de investigación explicativo rigurosamente ejecutado, puede resolver en forma científica las hipótesis puestas en juego. El difusionismo extremo (claro a veces en algunos aspectos existentes en los intentos de reconstrucción de los orígenes americanos (Rivet, 1960, p. ej.), deja de lado la consideración de muchos otros factores de análisis fundamentales, como son la influencia del medio geográfico como condicionante para el desarrollo cultural. Si se toma en cuenta la difusión como único camino posible, debemos concluir que las similitudes culturales entre el área Valliserrana de la Argentina, y partes del Suroeste de los Estados Unidos, se debe exclusivamente a mecanismos de difusión (Meggers, 1964: 515-518). Por el contrario, el tener en cuenta el conjunto total de los factores ecológicos posibilita la elaboración de un diseño de investigación respecto a la estructura y origen de los ecosistemas, estableciendo los métodos de control necesarios. Y así como puede analizarse ese aspecto (ecosistemas), pueden analizarse otros también significativos, si es que no se toma un mecanismo cultural, como es la difusión, como base conceptual para elaborar todo un sistema interpretativo excluyente, de los fenómenos culturales. En general, el tomar partido decidido por una "escuela" determinada, como la Histórico-Cultural (de particular vigencia en Argentina), y utilizar sus enunciados para inferir de ellos (considerados como absolutos), datos que los restos arqueológicos por sí mismos no aportan, ocasionan una serie de elucubraciones negativas (cfr. respecto al desarrollo de esta escuela, especialmente Imbelloni 1953, Bórmida 1956, y más recientemente, Ibarra Grasso, quien aunque reconoce ser básicamente "histórico-cultural", hace agregados que, según sus palabras, tal vez "no agrade mucho a muchos, sobre todo a los representantes de la Escuela que tratamos" (Ibarra Grasso, 1967: 399-402). Un ejemplo lo tenemos en la obra de Menghin, 198 que trató de aplicar a la prehistoria los conceptos de ciclos culturales de la Escuela (Menghin, 1932). Al llegar a la Argentina en 1948, y comenzar a realizar estudios en la Patagonia y Sierras Centrales, aplicó algunos conceptos (tales como el de "cultura protolítica del hueso") y de esta forma pretendió que algunas esquirlas líticas y un par de artefactos aislados hallados en las grutas Ojo de Agua y Margarita, fuesen prueba de la existencia de un definido complejo (Tandilense) morfológica y culturalmente "epiprotolítico", caracterizado por instrumental de lascas e instrumental óseo, que en la Caverna Ojo de Agua sólo estaba representado por "astillas óseas, aparentemente utilizadas" (Menghin y Bórmida, 1950: 33). Al mismo tiempo que estas posiciones extremas dificultan la interpretación correcta de algunos hechos, e inciden para que el libre juego de la erudita disquisición de gabinete se incremente en desmedro de los imprescindibles trabajos de campo sistemáticos (Krapovickas, 1961), se obstaculiza la difusión de otras corrientes o posibilidades teóricas fecundas, como las incluidas bajo la denominación de evolucionistas, neoevolucionistas, o evolucionistas multilineaies, según sean los aspectos parciales de sus enfoques, en torno a los cuales actualmente se comienza a estructurar un número de investigaciones altamente significativas (The Anthropogical Society of Washington, 1959-1968). Algo similar, y directamente relacionado con lo anterior, pasa con determinados tipos de estudios, como son los ecológicos (Palerm et al 1958, Vayda et al 1969, PRONAPA 1970, Meggers 1971). Independientemente, una exagerada concepción de la arqueología como ciencia "humanista" que implicaba cierto temor a lo que podía ser medición, gráficos, y complemento "humanístico" una prosa muy florida y frecuentes citas en latín, hizo minimizar y aún despreciar las posibilidades de análisis de los métodos cuantitativos, antihumanísticos métodos de registro o de excavación depurada, sujetos a rigurosos contro199 les y muéstreos (Heizer y Graham 1967). Entonces, "los objetos pasan a engrosar las salas de los museos o colecciones particulares, sin que el investigador pueda siquiera seguirles la pista para establecer su procedencia" (Seguel 1968: 145). Se reacciona así ante esos investigadores que, para ese criterio, "han olvidado que, ad initio, la arqueología es una Ciencia Histórica ( . . • ) . es también una Ciencia del Hombre, y por lo tanto, siendo el hombre un creador de cultura, es también una Ciencia del Espíritu" (Lafon 1960: 30). Para esta corriente, el espíritu, por supuesto, no puede ser medido, tan sólo comprendido o interpretado. De ahí en más, es lícito interpretar, siempre y cuando se disponga de suficiente preparación humanística, cualquier resto hallado, sea un petroglifo, una piedra "tacita", o lo que sea. No se ve que, por el contrario, las posibilidades de utilizar seriamente aproximaciones verdaderamente "humanísticas" como pueden ser los estudios de arte prehistórico, requieren un método y un rigor increíblemente tedioso, minucioso y constante (Leori-Gourham 1965, Lorandi de Gieco 1968, Lahitte 1970). Como constante básica de análisis en todo esto, el concepto teórico de "cultura" se halla presente, de una u otra forma, en todos los trabajos realizados. El freno al desarrollo de la arqueología, en este aspecto, está dado al concebir a la "cultura" como compuesta por una suma mecánica de rasgos o pautas culturales, en vez de percibirla como un todo estructulado. De ahí que las comparaciones entre supuestas "culturas" se realice frecuentemente en base a elementos o rasgos aislados, y a éstos se los haga "migrar" o "difundir" (aunque fueran resultados de simples convergencias) de aquí a allá, asignándoles apriorísticamente valores diagnósticos en forma completamente arbitraria. Las polémicas para dilucidar lo "andino" y lo "amazónico" en el N.O. argentino, por ejemplo, se basan en gran parte en este enfoque; ver, por ejemplo (Imbelloni 1951). 200 . Y así sucede que frecuentemente al hallarse frente a un sitio arqueológico, en el que se encuentran asociados un determinado tipo de habitación con varios tipos cerámicos; al tomar sólo cualitativamente a los fragmentos decorados conocidos (tal como es frecuente verlo escrito en los trabajos), para atribuir la pertenencia cultural de ese sitio, se está dando por sentado, sin comprobarlo por supuesto, que ese fragmento o esos fragmentos decorados conocidos (usualmente conceptuados como "diagnósticos"), fueron hechos por la cultura que habitó ese sitio, y no fueron obtenidos por intercambio y ese razonamiento tiene más de mágico que de científico. Además, dejamos de lado todos los restantes elementos culturales involucrados: a) las habitaciones en sí mismas; b) los tipos decorados conocidos; c) los tipos no decorados. Y culturalmente, todos estos elementos han tenido valor y no pueden, por lo tanto, ser dejados de lado en su análisis. Incluso, es fácil obtener por intercambio recipientes de cerámica, y no habitaciones, que son estructuras inmuebles, y por lo tanto, si tomásemos en cuenta tan sólo una categoría para efectuar el diagnóstico de la pertenencia cultural de un sitio, sería más lógico hacerlo tomando en cuenta el tipo de habitación, que tomando el o los tipos de cerámica conocidos. Según sean las aproximaciones que efectuemos, habremos concluido que: a) ese sitio pertenece a la cultura A (cultura que hizo los tipos cerámicos conocidos), o que b) pertenece a la cultura B (cultura que posee el mismo tipo de habitación hallado en el sitio) y que por intercambio incorporó cerámica de la cultura A. c) Si una excavación sistemática del sitio muestra que la organización social, funebria, tecnología lítica, tipos cerámicos no decorados, etc., son diferentes, tan201 to a los de la cultura A como a la de la B, concluiremos que nos hallamos frente a una nueva entidad cultural C, que poseía el mismo tipo de habitaciones que la cultura B, y que estuvo en contacto con la cultura A, de la que incorporó determinados tipos cerámicos. Y así, de acuerdo con el criterio y método seguido, diferentes serán las conclusiones. Mientras tanto, las potenciales posibilidades de análisis de las situaciones de contacto cultural, se omiten por completo en el análisis, distorsionando por entero el panorama final (ver, a este respecto: Núñez Regueiro y Tarrago, 1972). Otra consecuencia de este concepto teórico general respecto a la cultura hace que, una vez descritas y denominadas determinadas culturas en base a caractersíticas, frecuentemente establecidas sobre bases preponderantemente (o incluso, exclusivamente) ceramológicas, se trate de identificar a cualquier sitio nuevo con las denominaciones hasta entonces empleadas, como si ya, previamente, se hubieran agotado las posibilidades totales de la región en cuestión. Basta entonces con encontrar un sitio en donde dos o más elementos previamente descriptos como pertenecientes a la cultura "W" se hallen presentes, para asentar en las infaltables "Conclusiones", que dicho sitio pertenece a dicha cultura "W" y es, por lo tanto, básicamente contemporáneo (decimos "básicamente", y no "en forma absoluta", porque además es frecuente que se le proyecte al "sitio tipo" la prelación de su descubrimiento, y se lo considere, por lo tanto, y por lo general, como más antiguo). Lamentablemente sobre estas bases se ha construido parte de la arqueología de Sudamérica. Hubiera sido deseable que muchos de estos conceptos se hubiesen limitado a obstaculizar el desarrollo de la arqueología; en muchos casos la impulsaron, pero por sendas que al final trajeron un balance enteramente negativo, al ofrecer una distorsionada visión del pasado pre202 histórico, obtenida muchas veces a expensas de la destrucción irreparable de los sitios que sirvieron para obtener los materiales de estudio. Pasaremos ahora a analizar algunos conceptos ya más específicos de los distintos pasos de la investigación arqueológica. CONCEPTOS TEÓRICOS RESPECTO A LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA Y A LOS DISEÑOS DE INVESTIGACIÓN Desde el momento en que muy rara vez se han explicitado los conceptos teóricos que respaldan un trabajo, debemos en gran parte basarnos, para nuestro análisis, en los conceptos que subyacen implícitamente en los trabajos arqueológicos concretos. Empero, el tratamiento en detalle de toda la historia de la arqueología en Sudamérica excedería las posibilidades y cometidos del mismo. Un esquema general de la historia de la arqueología en Sudamérica puede encontrarse en Alcina Franch (1965). Para la historia de la arqueología, en los distintos países sudamericanos en particular, puede verse, especialmente, para Argentina: Krapovickas s. f., 1961; González 1955-1960; Lafón 1960; Núñez Regueiro 1965; Bolivia: Ponce Sanginés 1957, Ponce Sanginés y Mogrovejo Terrazas 1970; Brasil: Altelfelder Silva 1963, Evans 1967, Evans y Meggers 1967, Meggers y Evans 1957; Colombia: Reichel-Dolmatoff 1965; Chile: Montano 1965, Mostny 1969, Núñez Atencio 1968, Schaedel 1957; Ecuador: Meggers 1966; Guyana: Osgood 1946, Evans y Meggers 1960; Perú: Ravinnes 1970; Venezuela: Rouse y Cruxent 1963, Cruxent y Rouse 1961. En el Handbook of South American Indians editado por J. Steward, pueden hallarse referencias para cada región (Hanbook... 1946-1949). Dejando de lado los antecedentes históricos más remotos, que podemos hallar ya en el siglo XVI (Alcina Franch 1965: 30), si nos esforzamos un poco, es en el siglo XIX, y especial203 mente en su último cuarto, cuando comienza a surgir la arqueología en Sudamérica, con Estanislao Zeballos, Pedro Pico, Inocencio Liberani, Rafael Hernández, Florentino Ameghino, Santiago Roth, en Argentina; con A. Stübel, Max Uhle, Apolph F. Bandelier, en Bolivia; con Emilio Goeldi y Aureliano Lima Guedes, en Brasil; con Victorio Zerda y Vicente Restrepo, en Colombia; con Toribio Medina, Max Uhle y Francisco Fonck, en Chile; con W. H. Brett y E. F. Im Thurn, en Cuyana; con Esphaim George Sauier y Max Uhle, en el Perú; con Adolfo Ernest y Vicente y Gaspar Marcano, en Venezuela, etc. Surge como una iniciativa particular de hombres formados en los terrenos de las ciencias naturales, como en el caso de Ameghino, o en el de la historia, las artes o las letras. No existe (porque no podía existir en esa época) una formación antropológica específica, tal como actualmente la entendemos. Se partió en un comienzo de una arqueología, que pretendía coleccionar objetos antiguos, con el evidente propósito de conocer cómo fueron los "indios" en el pasado. Para eso se reunían los objetos hallados en superficies o accidentalmente; después se comenzaron a efectuar excavaciones, y las técnicas cada vez más depuradas, permitieron mejorar paulatinamente la tarea de la obtención de artefactos antiguos. Con posterioridad a la última guerra mundial, se comienza a producir un cambio cualitativo y cuantitativo; surgen en Sudamérica carreras específicas de Antropología, o se comienzan a dictar materias antropológicas en Universidades e Institutos de enseñanza superior; aumenta la afluencia de investigadores norteamericanos, europeos e incluso asiáticos y, aunque con algún retraso, aumentan, en algunos países, en especial en Argentina, Brasil, Chile y Perú, el número de arqueólogos nativos. El número de investigaciones se hace también cada vez mayor y más depurados sus resultados. 204 El desarrollo de las ciencias en general, permite incorporar técnicas anteriormente ni siquiera previstas, como la del C 14, la palinología, el paleomagnetismo, fotografía aérea, uso de computadoras, etc., que han logrado una fuente enorme para la obtención y procesamiento de datos, no sólo culturales y cronológicos, sino también ecológicos. Paralelamente, un rápido crecimiento en lo que respecta a la elaboración teórica de los datos arqueológicos, el nacimiento de nuevas orientaciones, corrientes o escuelas antropológicas y filosóficas, etc. (importancia de la ecología y del estudio de los ecosistemas, desarrollo del evolucionismo, intentos de sistematización, uso de fichas perforadas, posibilidad de empleo de matemáticas modernas, estructuralismo, incremento del materialismo histórico, etc.), hacen que actualmente debamos examinar más que nunca las condiciones mismas del conocimiento arqueológico; al decir de Piaget, " . . . las transformaciones tan imprevistas y a menudo tan rápidas de las diversas disciplinas han entrañado crisis y reorganizaciones que han obligado a los sabios a examinar las condiciones mismas de su saber, y consiguientemente, en rigor, a construir epistemologías" (Piaget 1970: 8). Quedó atrás, y muy alejado de las actuales pretensiones de la arqueología, la época en que se era arqueólogo simplemente por el hecho de excavar y escribir sobre lo excavado. Sin embargo, los conceptos teóricos subyacentes en ese "hacer arqueología", resultan bastante claros, y aun obstaculizando en mucho la marcha de la arqueología. Sin ser por supuesto exclusivo, el concepto teórico básico que ha detenido, o al menos retardado el desarrollo de la arqueología, reside en pensar que a ésta le basta la simple recolección de datos, que los hechos hablan por sí mismos. Es una posición básicamente empirista desde el punto de vista del origen del conocimiento, y en cuanto a la posibilidad de ese conocimiento dogmático en el sentido más ingenuo (Hessen 1970). Las implicaciones metodológicas de este concepto 205 de la arqueología, se manifiestan, desde el punto de vista del diseño de la investigación, en la simple "planificación" de las investigaciones, que en la forma más extendida entre los arqueólogos sudamericanos, consiste en: 1) La prospección o "surveys" de una región o zona de interés, elegida por diversos motivos, pero esencialmente en base al intento o interés de saber "que hay" o "que pasó" en esa región, más que como parte de un programa sistemático de alcances bien definidos. 2) Obtención de datos (geográficos, geológicos, arqueológicos). 3) Colección de objetos hallados en superficie (siempre y cuando se los considere, a priori, como importantes). 4) Realización de excavaciones parciales, guiadas en su elección, más por preferencias subjetivas del momento, que como parte de un plan riguroso y sistemático. 5) El posterior trabajo de gabinete, que comprende diversas etapas (tipología, comparación, etc.), hasta obtener las "conclusiones". Por supuesto, esta actitud, que tanto ha llenado las páginas de las revistas especializadas, era completamente ingenua al pretender que al coleccionar datos con este criterio ya se iba a disponer de los elementos necesarios para obtener las explicaciones o arribar a las conclusiones significativas que pudieran surgir más tarde, en el laboratorio, durante el proceso de elaboración. Por otra parte, ni los hechos hablan por sí solos, ni las leyes o teorías pueden ser meras sumas de hechos no estructurados. El arqueólogo no puede realizar excavaciones completamente útiles para cualquier tipo de investigación o para cualquier hipótesis que pueda surgir más adelante, porque no pue206 de preverlas, y por cuanto, epistemológicamente, el conocimiento no puede estar basado sólo en el objeto, sino que se constituye dialécticamente como una relación entre un sujeta y un objeto, que hace intervenir estructuras "inherentes a todas las relaciones de conocimiento que vincula los sujetos (cualquiera que sea el nivel de los conocimientos) a objetos (cualquiera que sea su variedad. . . ) (Piaget 1970; 15). Este concepto arqueológico, al que le bastan las investigaciones planificadas sobre esas bases empíricas, adopta en la forma más tradicional de presentación de informes, las siguientes partes: 1) Una introducción, donde se dan las razones de la elección o descubrimiento del sitio o los sitios, se historian las excavaciones y trabajos anteriores, etc. 2) Una descripción geológica y geográfica, puesta muchas veces por simple rutina, y no como intencional marco ecológico significativo. 3) Se describe y clasifica el material, frecuentemente mezclando la parte descriptiva y tipológica del material, con la relación de las excavaciones. 4) Conclusiones, en las que se trata de llegar a establecer a qué: a) cultura, b) espacio y e ) tiempo, pertenecen los restos estudiados; y una parte comparativa que sirve de trasfondo a especulaciones respecto a orígenes y vinculaciones de los restos hallados. La posibilidad de que el material recogido y presentado sobre estas bases puede ser utilizado en futuros trabajos, queda reducida, especialmente porque importan tanto o más las relaciones existentes entre los restos hallados (sean estas relaciones espaciales, temporales o cuantitativas), que los restos mismos, y no pueden preverse en qué medida pueden ser significativas para la elucidación de algún problema, un determi207 nado tipo de relación. Para citar una experiencia personal, al tratar de utilizar la bibliografía existente sobre el "litoral" argentino, no hemos podido hallar en los trabajos referencias respecto a la proporción en que la cerámica decorada y la llana se hallaban presentes en los distintos sitios, ni la proporción en que los distintos motivos decorativos se hallaban presentes dentro del conjunto total de decorados; la relación cuantitativa entre categorías que eran básicas para el análisis que se estaba efectuando no se había registrado, por considerarse que era suficiente establecer sólo las relaciones cualitativas de los restos hallados. En consecuencia, tampoco pueden usarse para establecer cualquier tipo de análisis posterior las conclusiones obtenidas sobre bases no significativas a los fines de ese análisis. Dejando de lado los conceptos teóricos subyacentes, en lo que hace a la falta de diseños de investigación y a la elaboración sobre bases empíricas, pasaremos a tratar algunos otros conceptos teóricos (parciales en el sentido de que se circunscriben no al proceso de investigación total, sino a determinados aspectos o momentos de ese proceso). Para presentarlos ordenadamente, los desarrollaremos basándonos en los lincamientos generales que para el método arqueológico ofrece Deetz (1967: 8-11)., a quien, a pesar de estar evidentemente influido por el estructuralismo (cfr., p. ej. LeviStrauss 1960), podemos incluirlo dentro de quienes aquí consideramos como elaboradores de planes o diseños de investigación de tipo "tradicional". A los fines de darle orden al desarrollo del tema, ese esquema basado en la existencia de tres niveles de estudio arqueológico (observación, descripción y explicación), resulta útil, especialmente en razón de ser un esquema que responde a una forma generalizada en Sudamérica. 208 Según Deetz, el método arqueológico está integrado por tres niveles de estudio: observación, descripción y explicación, a los que corresponden, respectivamente, las siguientes operaciones particulares: colección de datos, integración de datos e inferencias. En el nivel de descripción, hay tres dimensiones que tomar en cuenta. Esquemáticamente, estaría entonces compuesto por: 1) Observación (colección de datos): excavación, etc. 2) Descripción (integración de datos): dimensión temporal, dimensión espacial, dimensión formal (tipología). 3) Explicación: (inferencias). CONCEPTOS TEÓRICOS EN RELACIÓN A LA OBSERVACIÓN Uno de los elementos que más ha incidido para entorpecer el desarrollo científico de la arqueología en Sudamérica, ha sido el considerar a priori que sólo son útiles o significativos determinados datos. Arrastrando una tradición de anticuarismo en donde primaba el criterio estético para efectuar la selección, se le dio especial preferencia a la obtención de aquellos materiales que mejor representen los logros "artísticos" de los pueblos estudiados, como son los petroglifos y las pictografías, la cerámica decorada y la escultura. La cerámica decorada fue cuidadosamente recogida, en especial en los enterratorios donde era más fácil hallar enteras las vasijas. "Una de las características de las culturas indígenas de la Quebrada de Humahuaca son los entierros en los ángulos de las habitaciones y a lo largo de las paredes. Resultó habitual así una forma muy simple de obtener materiales ( . . . ) En todos los sectores del Pucará de Tilcara en los cuales se ha tra209 bajado se observan claramente, cavadas con ese fin, las zanjas paralelas a las pircas de los recintos. En el centro de las habitaciones se han acumulado las tierras producidas en esas excavaciones, que cubren los pisos intactos. Pero desgraciadamente, esas zonas han roto la continuidad de los pisos y es imposible establecer sus relaciones con los muros correspondientes, condición fundamental para fecharlos y determinar una cronología de todo el conjunto" (Krapovickas s/ f: 15). Para una concepción estrictamente idealista (en el sentido filosófico) de la arqueología, los restos arqueológicos o sus relaciones no tenían valor intrínseco como fuente; era el investigador el que consideraba, a priori, que cosas eran útiles o significativas, y cuáles no; era el pensamiento, el criterio particular del investigador, exclusiva o preponderantemente, lo que determinaba el valor cultural o histórico de un resto, y en consecuencia su existencia como fuente arqueológica significativa. La preferencia por la arqueología monumental, por las grandes construcciones o las impresionantes esculturas, como Tiwanaku, los menhires de Tafí, las esculturas de San Agustín, son también claros ejemplos del mismo trasfondo conceptual. "A pesar de que es evidente que, entre todos los sitios prehistóricos del país, San Agustín es el que ha recibido mayor atención, los resultados de esta actividad no son enteramente satisfactorios. Por el contrario, parece que la cantidad de dinero invertido, y el número de páginas escritas sobre San Agustín, son desproporcionadas respecto a la suma de conocimientos ganados con ese trabajo. A veces, la búsqueda de más estatuas y templos ha oscurecido los principales problemas de estratigrafía y tipología, e incluso ahora, luego de años de excavaciones, las preguntas fundamentales respecto a los orígenes, cronología y relaciones extemas, son en gran medida materia de conjetura". (Reichel Dolmatoff 1965: 87). Esta situación, de tanta gravitación en el caso de Colombia, ha tenido la 210 misma fuerza en Bolivia respecto a Tiwanaku hasta hace menos de veinte años: " . . . se puede decir que hasta el momento, fuera de algunas pocas publicaciones, la idea que se tiene de los antiguos pueblos aborígenes de Bolivia y de los restos que han dejado, se halla absorbida por un nombre, uno solo: Tiwanaku (Ibarra Grasso 1957: 235). Consecuentes, aún en forma inconsciente, con estos principios que estamos analizando, y desde el momento en que debido a ellos se piensa que la importancia de un resto está dada por los valores que en él proyecta el investigador (por ejemplo el supuesto valor diagnóstico de toda la cerámica negra incisa como "criterio básico de identificación de la cultura Chavín") (Lumbreras 1970: 216), se pueden ir aditando valores a los objetos según la capacidad creadora del arqueólogo. Y surgen así las interpretaciones fantásticas: el signo escalonado de Tiwanaku, en otro tiempo puerto provisto de muelles y desembarcadores, es un signo sagrado que se esparce por todo el continente (Ponce Sanginés 1957: 21; Posnasky 1939-1940: 34); el mehir de la figura coronada de El Mollar (Tafí) posee extraños y complejos simbolismos (Buffo 1940), etc. La cerámica llana, "tosca" o "de cocina", no se recogía, tampoco los fragmentos dispersos en los basureros o en los pisos de las habitaciones. Esto también influyó para que se subestimase la obtención de material lítico, contribuyendo a retrasar el desarrollo de los estudios paleolíticos. Estas deficiencias en el nivel de observación se debieron, entonces, a un distorsionado concepto teórico respecto a la arqueología y a su objeto, mucho más que a deficiencias puramente técnicas en las tareas de excavación y registro: si se tiene en claro cuál es el problema que debe resolverse, las técnicas correspondientes para hacerlo se desarrollan con relativa facilidad, dentro de las posibilidades técnicas generales de la época. A este "concepto teórico" debemos en parte la circunstancia de que de muchos trabajos sólo sean recuperables sendos aspectos 211 parciales de dos "dimensiones de análisis" (en el sentido de Deetz), el aspecto de ubicación geográfica de la dimensión espacial, y parte de la dimensión formal de los restos descriptos. CONCEPTOS TEÓRICOS EN RELACIÓN A LA DESCRIPCIÓN Dimensión espacial Los factores más importantes en relación a la dimensión espacial, han sido el de concebir al espacio sólo en dos dimen« siones (al menos a los fines de registro y análisis de los datos), y como no estructurado. El primer concepto llevó a no tomar en cuenta las relaciones existentes en cuanto a profundidad, a efectuar excavaciones en bloque con ausencia de recaudos estratigráficos, y a presentar los restos arqueológicos obtenidos representándolos sólo en planta. Los mapas de distribución de determinados elementos se constituyeron en herramientas básicas para trazar orígenes, migraciones, o representar otros tipos de problemas sin tomar en cuenta la dimensión temporal. Lógicamente, en este concepto del espacio hay implícito un concepto cronológico subyacente: el de considerar básicamente sincrónicos a todos los elementos hallados en un mismo sitio, o aun dentro de una misma región o área. Un ejemplo muy claro lo tenemos en la tan conocida obra de Márquez Miranda "Los Diaguitas" (Márquez Miranda 1946). Al considerar al espacio como no estructurado, se pierden de vista las relaciones existentes entre los distintos objetos espacialmente repartidos, y eso dificulta el proceso para que aparezcan o se apliquen herramientas de trabajo tales como son los "patrones de asentamiento" inaugurados sistemáticamente por Willey (1953) en Perú; en un trabajo que intenta resumir los tipos de instalación prehispánica de parte de la Argentina, leemos, por ejemplo, que "ha habido especialmente 212 una dificultad que en ocasiones ha impedido profundizar el análisis: la que deriva de la falta de precisión de que adolecen muchas de las obras consultadas en lo que hace a la descripción de los aspectos que aquí nos interesan" (Madrazzo y Ottonello de García Reynoso 1966: 5). La resistencia al empleo sis^ temático del método estratigráfico, o del método de seriación cuantitativa en sitios de superficie (Núñez Regueiro 1965) obedece también, en parte, a este concepto. Otra consecuencia de ésto es la frecuente omisión al medio geográfico en lo que éste puede tener de importante para la cultura que se está estudiando. Muchas veces se han escrito trabajos en los que se relata la historia geológica de una región, se ofrece un panorama general del clima, zoogeografía, fitogeografía, etc., pero no se intenta relacionar todos estos elementos presentes en ese espacio entre sí, y con los restos culturales hallados. De continuarse con este enfoque, el análisis de los ecosistemas (Vayda et al 1969, Meggers 1971) jamás podría ser encarado. Dimensión temporal Varios factores, indudablemente relacionados con el marco teórico general de los arqueólogos sudamericanos, han obstaculizado el desarrollo de las investigaciones arqueológicas. Sin ser exclusivos, los conceptos teóricos fundamentales a este respecto han sido los siguientes: las concepciones motivadas por la reacción que las teorías de Ameghino habían producido al pretender la existencia del hombre terciario en Sudamérica (que además habría sido la cuna de la humanidad), y en especial " . . . desde 1890 a 1930, e incluso más tarde, las ultraconservadoras nociones respecto a la antigüedad de las culturas americanas, de las que se pueden culpar a Holmes y Hrdlicka —especialmente a este último—". (Krieger 1964: 24); el concebir a la arqueología como una simple rama auxiliar de la historia, que como tal podía ser integrada en forma casi 213 total con las fuentes etnohistóricas; la supuesta sincronicidad esencial de las culturas, o la aceptación indiscriminada de un determinado cuadro o secuencia cronológica en el caso contrario; y el considerar, a priori, que no existían, al menos en las etapas agroalfareras, depósitos suficientemente profundos como para poder realizar "estratigrafías significativas" (este concepto implicaba, además, una concepción "cataclísmica" de la arqueología, al decir de Ford (1962: 46) derivada de la confusión existente entre lo que es "estratificación" y lo que es "estratigrafía"; y el considerar que era imposible fechar los materiales hallados en sitios de superficie, concepto éste íntimamente relacionado con el anterior, y que influyó negativamente retrasando las investigaciones en regiones como el "litoral" argentino, Patagonia y Brasil. Respecto al primero de los conceptos apuntados, resultó claro que incidió negativamente en especial en lo que hace al desarrollo de los estudios del paleolítico en Sudamérica, hasta el punto de que, salvo algunos aislados ejemplos, como la Edad de Piedra en Patagonia, de Outes (1905), o los de Capdeville (1922-1924), Latcham (1915) o Bird 1938), los estudios intensivos y el interés por el paleolítico o paleoindio en Sudamérica son resultado de los últimos veinte años, y los primeros trabajos de conjunto lo suficientemente completos como para estructurar un panorama general de Sudamérica, recién de los últimos diez años, con los trabajos de González (1960) y Lanning y Hammel (1961), aunque con anterioridad, pero siempre dentro de estas dos últimas décadas, hay algunos estudios que comenzaron a tomar importancia en algunas regiones en particular, como los de Menghin (1952) en Patagonia. Esto no sólo afectó a los estudios respecto al paleolítico, sino también al estudio de los períodos posteriores, y se manifestó en una tendencia general a considerar por lo común como más recientes los diversos aspectos del pasado piehispánico de América (Meggers 1970), que lo que vienen demostran214 do algunas investigaciones recientes y los fechados radiocarbónicos obtenidos (ver, por ejemplo: Izumi y Sonó 1963 Meggers, Evans y Estrada 1965, Montané 1968, Reichel-Dolmatoff 1961). Roto el mágico encanto de la pretendida "juventud" del hombre americano y de sus obras, surge frecuentemente motivado por un inconsciente o consciente deseo de proyectar el valor del hallazgo sobre uno mismo, más que de evaluarlo en proyección a la ciencia a la que supuestamente el investigador está sirviendo, una carrera para tratar de obtener las "cosas" más antiguas, el "precerámico" más antiguo, la "cerámica" más antigua; y nuevamente la tentación de obtener ese "record" (en el sentido de "marca", tal como se usa en el deporte), hace que se pasen por alto muchas veces cuestiones mucho más importantes de "record" en el sentido de registro (Cigliano 1968). En lo tocante al segundo tema anteriormente mencionado; al considerar a la arqueología como una simple rama auxiliar de la historia, y por el hecho de que sirve los fines de la historia aportándole datos sobre hechos nunca escritos, se pensó, o por lo menos se lo aceptó en la práctica, que lo contrario también era cierto en forma casi absoluta, esto es, que la historia podía darle a la arqueología una serie de datos útiles para interpretar todos los restos arqueológicos. De ahí que el uso de las fuentes etnohistóricas, aún inexplotadas en muchísimos aspectos, a pesar de las enormes posibilidades que ofrece actualmente, se transformó en una herramienta supuestamente útil para interpretar cualquier resto arqueológico hallado. La prueba de la relación entre fuente etnohistórica y resto, era la localización geográfica; los factores cronológicos no se tomaban en cuenta. Y fue perdiendo así posibilidades de profundización histórica una disciplina que, paradójicamente, pretendía hundir en la historia sus raíces. En Argentina es muy claro el ejemplo, después que Boman (1908) introdujera el uso sistemático de las fuentes etnohistóricas. De ahí sin más, se 215 las siguió usando indiscriminadamente por parte de muchos autores, y los trabajos de síntesis aparecidos (Serrano 1947, Canals Frau 1953, Historia de la Nación Argentina, vol. 1), son un claro ejemplo del uso indiscriminado de las fuentes etnohistóricas. En la actualidad, superado ese concepto erróneo, el uso de tales fuentes y las posibilidades y necesidades de un trabajo interdisciplinario con la participación de arqueólogos, son potencialmente enormes (Tanodi 1965, Murra 1970). Enmarcados teóricamente por uno o ambos de los conceptos que acabamos de ver, por deficiencias de observación y por reacción a otros planteamientos teóricos particulares, surge la extendida creencia en la sincronicidad básica de la mayoría de las culturas arqueológicas en estudio (González 1957: 8). Los errores de observación son claros en Boman 1923: 25) cuando infiere de un "agregado" en el sentido de Braidwood (Childe 1958: 37), esto es, una simple reunión de objetos que no implica contemporaneidad, (como fue el caso del hallazgo de fragmentos de cerámica Aguada dentro de urnas Santamarianas), una "asociación". La reacción a hipótesis que adquirieron visos de fantásticas, y que postulaban altas antigüedades para determinadas culturas, como fue el caso de Tiwanaku con Posnansky (1941), o el de la "Civilización Chaco-santiaguina" con los hermanos Wagner (1934), produjeron en las respectivas áreas de estudio una paralización de las investigaciones y una concepción básicamente sincrónica, y cronológicamente reciente, de todos los materiales hallados en esas áreas: "En su mayor parte, los arqueólogos argentinos más jóvenes no han aceptado el concepto de los Wagner respecto a la antiquísima civilización desaparecida, sino que han considerado a los restos del Chaco como pertenecientes a los indios del tiempo de la Conquista o inmediatamente anterior" (Bleider 1948: 122). 216 La falta de realización de excavaciones estratigráficas ha hecho que hace apenas veinte años se pudiera decir "Existen amplias áreas arqueológicas, como el N. O. argentino, donde no se ha intentado una sola excavación estratigráfica metódica" (González 1951: 7). Influyó en esto, muchas veces, la indiscriminada fe en algunos "maestros" cuya palabra era estrictamente respetada, como ocurrió con Boman en gran medida en Argentina, con Wagner en la subárea Chaco-santiagueña, con Posnansky en Bolivia, con Uhle en Chile (en Argentina en cambio primó la sincronicidad propuesta por Boman sobre los esquemas cronológicos de Uhle). Uhle "elaboró un cuadro cronológico que para su época ha presentado un gran adelanto ya que vinculaba las culturas del norte de Chile con las del Perú y Bolivia, pero a la larga ha sido un lastre para las investigaciones, porque debido a su gran prestigio ha sido aceptado tácitamente por investigadores contemporáneos y posteriores" (Mostny 1949: 443). A su vez, se rechazaba la posibilidad de utilización del "método estratigráfico", debido a que se confundía frecuentemente "estratificación" o sea "capas visibles en un depósito", con "estratigrafía", vale decir, con la "historia que puede derivarse del estudio de los depósitos y sus contenidos" (Ford 1962: 46); en los basureros de Almito (Núñez Regueiro 1970), donde a veces los materiales no están "estratificados", en el sentido de que no existen capas naturales visibles que puedan ser diferenciadas, el material puede ser excavado, de acuerdo a técnicas y métodos específicos, a los efectos de obtener una "estratigrafía (Núñez Regueiro 1965: 260). En Argentina, hasta las excavaciones de Difrieri en Payogasta (Difrieri 1948) se pensó que no existían en la región del noroeste depósitos suficientemente profundos como para hacer sondeos. Por otra parte, la idea de que era imposible ubicar cronológicamente a los materiales hallados en "sitios de superficie", hizo que se relegase comparativamente el interés por las re217 giones donde los restos se presentaban en esa forma, retrasando el desarrollo de la arqueología en gran parte de Sudamérica (como Guayanas, Brasil, Paraguay, "Litoral" Argentino), y también el estudio del precerámico. Esta perspectiva se está superando rápidamente, y métodos cronológicos como los derivados de la utilización de las terrazas marinas o de la seriación cuantitativa se están extendiendo con excelentes posibilidades. Dimensión formal Varios son los conceptos teóricos que incidieron negativamente sobre la dimensión formal del nivel de descripción. Por un lado, la confusión existente entre las categorías más generales utilizadas para clasificación de los materiales: función, tecnología y forma propiamente dicha; por otro, el concepto estático de "tipo", en contraposición al concepto "dinámico" (Meggers y Evans 1969); por otro, la ficción semántica de que los nombres de las cosas son atributos inherentes a los objetos que designan, y finalmente, considerar como relevante sólo la dimensión cualitativa de las muestras, y cuando se consideró significativo también la dimensión cuantitativa de la "dimensión formal", se erró muchas veces por no tener clara la relación matemática que podía ser útil a los fines de la investigación. La confusión entre forma y función ha llevado a amfibologías que invalidan muchas veces los trabajos; por ejemplo, cuando no sabemos si al hallar una "urna" un investigador halló una vasija usada para inhumar un cadáver (función) o una vasija de determinada forma (forma) usada tal vez con funciones distintas. Esto es el resultado de un pensamiento que trabaja sobre bases analógicas y considera que el aspecto funcional de un objeto es equivalente, a efectos descriptivos o tipológicos, con el aspecto puramente formal que el mismo presenta. Algo similar ocurre cuando se menciona el hallazgo de 218 "vasijas de cocina" (denominación funcional) con el sentido equivalente a "vasijas de superficie no decorada o pulida" (aspecto tecnológico). Respecto a estas categorías en lo que respecta al material lítico, puede verse a Brezillon (1968: 7-55, 135-139); las observaciones generales son válidas para Sudamérica. Al concepto nunca explicitado de que los nombres de las cosas funcionan como atributos de las mismas (concepto muy extendido además en los niños y en muchos pueblos ágrafos), ha llevado a discusiones interminables y frecuentemente nada productivas. La extensión de este concepto quedó puesta de manifiesto en los comienzos de la " l 9 Convención Nacional de Antropología" de Argentina en 1964, realizada, entre otras cosas, para unificar la terminología respecto al material lítico y cerámico. Los nombres que designan a las cosas surgieron, como bien apunta Laming-Emperaire (1967: 13), "desgraciadamente, en la mayoría de los casos ( . . . ) , en función de circunstancias históricas que, por su propia naturaleza, no sin ni lógicas ni sistemáticas". En los comienzos de la discusión se avanzaba poco porque se intentaba discutir qué era "tosca" por ejemplo, o qué era "grabado", como si los nombres estuvieran adscritos por naturaleza a las técnicas o resultados de la aplicación de las técnicas. Algo similar ocurre al discutirse determinados términos usados para designar industrias, culturas o períodos. En un trabajo reciente, producto de las influencias del estructuralismo y las posibilidades de las fichas perforadas, y en el que surge como esencial el aspecto lingüístico, se nota la vigencia del problema y las dificultades que existen: "Nuestras observaciones vuelven a plantear en la actitud un viejo problema, que es la inexacta definición de la finalidad de esta disciplina —la arqueología—, y la poca precisión de la terminología. Tanto el especialista como el lego se sienten desorientados ante el uso de términos que inevitablemente están in219 fluenciados por la lingüística del observador (pucos, urnas, ollas, serpientes, etc.)" (Lahitte 1970: 1). Si bien algunas convenciones han resuelto parte del problema ("1* Convención Nacional de Antropología" en Argentina, "Terminología Arqueológica Brasileira para la Cerámica" en ..Brasil), subsisten muchos problemas específicos en torno a la terminología y a los conceptos teóricos subyacentes que han dificultado la unificación y consecuentemente las posibilidades de comunicación entre los arqueólogos, ya que ésta se establece sólo cuando se comparten los significados de los símbolos utilizados. El no tomar conciencia de la importancia fundamental, y del carácter especialmente convencional de un código universal (debido a ese concepto de pensar que no era necesario hacerlo porque los términos tenían una realidad adscrita como atributo al objeto), ha dificultado y entorpecido enormemente la tarea del arqueólogo, distorsionando muchas veces los pretendidos logros alcanzados. El concepto estático de tipo originó no sólo muchas discusiones, en torno a si el tipo era una creación exclusiva del investigador o si tenía una realidad independiente de él, sino que hizo que se estableciesen "tipos" con diferente concepción y método, cosa que dificulta o imposibilita incluso la comparación. El concepto dinámico de tipo (cfr. especialmente Meggers y Evans 1969), surgido bajo la influencia de las corrientes evolucionistas, y de la toma de conciencia del problema epistemológico de que entre objeto y sujeto existe una relación que no puede ser obviada, supera ese concepto, e introduce técnicas de control exigiendo además una descripción detallada y estandarizada de los tipos utilizados. Hasta hace poco, era frecuente que los "tipos" cerámicos estuviesen basados solamente en los caracteres decorativos, dejando de lado los restantes aspectos tecnológicos. Además, y en relación con el punto anteriormente tratado, era frecuente confundir "tipo" basado en características tecnológicos (inclu220 yendo técnicas de decoración) y decorativas, con "formas" o suponer que forma, tecnología y decoración, eran elementos recurrentes e indisolublemente ligados (Márquez Miranda y Cigliano 1957). En relación a los valores puramente cualitativos de la dimensión formal, frecuentemente se pasaron por alto ciertas relaciones cuantitativas fundamentales, como son la frecuencia relativa de diversos tipos en un sitio o nivel, con los consiguientes inconvenientes, tal como lo hemos relatado al hacer referencia a nuestra propia experiencia con la arqueología del Litoral. Además, los aspectos cuantitativos frecuentemente traducen formas estandarizadas y son significativas (como el índice altura-diámetro en las piezas que son formas de revolución desde el punto de vistas formal puro (Sheppard 1963). Algunas veces, al tratar de usar los aspectos cuantitativos, se lo ha hecho mecánicamente, y así surge que para evaluar una dterminada pauta cultural (o el resultado arqueológico de la misma) como puede ser determinado tipo de construcciones habitacionales de un período dado, se establezca, por ejemplo, el promedio y no el modo de las dimensiones de las habitaciones (Linton 1959. 57), lo que obscurece por completo la perspectiva, y la posibilidad de obtener elementos significativos de las desviaciones observadas en la serie estadística analizada. Esto, sin embargo, no significa que consideremos inútil el empleo de las matemáticas, sino todo lo contrario, creemos que puedan ser perfectamente aplicadas a la arqueología las palabras que escribió Lévi-Strauss respecto al quehacer de otras ciencias: "Lo que se puede reprochar a los psicólogos experimentales de comienzos de siglo, a los economistas y a los demógrafos tradicionales, no es por cierto que utilizaran demasiado las matemáticas, sino que las utilizaran demasiado poco; que se limitaran a adoptar sus métodos cuantitativos, 221 los cuales, incluso en las matemáticas, tienen un carácter tradicional, y en gran medida anticuado; y que no advirtiesen el nacimiento de nuevas matemáticas, en plena expansión actualmente, y a las que casi se podría llamar "cualitativas", por paradojal que parezca este término, ya que ahora las matemáticas independizan la noción de rigor de la de medida" (LeviStrauss 1970: 16). 222 OBRAS CITADAS ALCINA FRANCH, José 1965 Manual de arqueología americana. 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El Dominio Privado de los Bienes según la Doctrina de la Iglesia. 11. VARIOS Informes de les Decanos y Directores de Unidades Académicas de la P.U.C.E. 12. PORRAS GARCES, Pedro. La Fase Cosanga. 13. VARIOS Lectura de García Márquez. CENTRO DE PUBLICACIONES DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR Apartado 2184 Quito - Ecuador Sud América