diario ilustrado - Hemeroteca Digital

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Afl» IX.—(SEGUNDA. ÉPOCA)
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MADRID.-üám.
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SDESIBO
GRiBADO.
Triste en demasía era el estado social y político de España en los albores del presente
siglo.
En medio de la abyección en que nuestra patria se hallaba, más por el mal ejemplo de sus
monarcas que por el modo de ser del infortunado pueblo español, nada tiene de extraño que
á cada instante ocurrieran hachos en extremo
eecan dalosos, que la historia registra para baldon y oprobio de los mismos que á ellos dieron
lugar con su desatentada y vergonzosa conducta.
Corría el año de 1807 y era rey de España
Carlos IV; pero quien en realidad gobernaba la
nación era su favorito Godoy, principe de la
Paz, y amigo íntimo de la reina María Luisa,
con la cual, como de todos es sabido, sostenía
criminales relacione».
A pesar de todo, el monarca le prodigó constantemente sus favores, tanto en la prosperidad como en la desgracia, hasta e l punto de
que sólo la muerte pudo romper el lazo que
durante toda su existencia unió á Carlos IV, 4
María Luisa y al famoso don Manuel.
El afecto del rey hacia su primer ministro,
contrastaba de una manera singular con el
odio que la nación en masa le profesaba. No es
posible concebir mayor grado da impopularidad. No habia clase que no le fuese adversa;
los grandes habían visto con disgusto acumular en su persona toda suerte de honores; el
clero la guardaba profundo rencor por las reformas que habia anunciado y que no se habia
atrevido á realizar; el ejército y la marina estaban indignados por los títulos de generalísimo y de gran almirante con que habia sido
agraciado y que le habían permitido distribuir
toda clase de grados y empleos á sus parientes
y amibos, sin tener en cuenta los méritos y
servicios prestados por otras personas; todas
las clases productoras, en fln, deseaban ardientemente su caida,
Al frente de los enemigos da Godoy, se colocó el príncipe da Asturias, cuya esposa aumentó con sus consejos el odio que Fernando sentía
contra el profanador deltálamo de su padre.
Godoy no tardó en responder al odio del príncipe, y pronto se abrió entre los dos un insondable abismo.
Al lado de Fernando se hallaban todos los
miembros de la familia real, á excepción dol
infante don Francisco, y al frente del partido
que entonces se formó, encontrábase el canónigo Escoiquiz, ayo que habia sido del príncipe da
Asturias, por indicación del favorito, y también
á instancias de éste separado de su cargo j enviado á Toledo á desempeñar ua empleo en la
metropolitana.
Al día siguiente de haberse concluido el t r a tado de Fontainebleau (27 de Octubre da 1807),
ocurrió en España un suceso que llenó de asombro no sólo á la nación, sino á Europa entera.
Nos referimos al hecho que la historia deno •
mina con el nombre da Conjuración del jEscoñal.
Hallándose los monarcas en dicho real sitio,
recibió Carlos IV un anóninno concebido en estos términos: El principe Fernando prepara un
•movimiento en palacio; la corona de V. M. peligra; ¡a reina corre riesgo de morir envenenada;
urge impedir tales intentos sin dejar perder lox
instantes; el vasallo Jlel que dáeste aviso no se
tneaentra en posición ni en cireunstaneias para
poder cumplir de otra manera sus deberes.
Lleno ae espanto el infeliz monarca J- alentado por su esposa, entró con resolución en el
aposento de su hijo. Fernandono pudo ocultar su
turbación, y por mandato de su padre quedando
arrestado en su propio cuarto con orden expresa
de no recibir á nadie. Carlos IV se apoderó inmediatamente de los papeles que encontró sobro la masa y que consistían, primero: en una
representación de Fernando al rey, escrita por
Escoiquiz y en la que se acusaba á Godoy, diciendo entre otras cosas que habia prostituido
con su poder, y sobornos la ftor de las mujeres de
España, desde las más altas á las más bajas, convirtiendo su palacio y su ministerio en verdaderas ferias públicas y abiertas d la prostitución,
estupros y adulterios á cambio de empleos, pensiones y dignidades, á donde acudían para obtenerlas lús maridos, los padres y los hermanos, y que
vivía públicamente, y como si fuera su esposa
con Josefa Tudó, menospreciando á su verdader a mujer, la hija del infante don Luis; segundo:
en en una especie de e* posición á María Luisa
encaminada á q u e abanfonase al favorito; tercero: en la clave que utilizaba el principe para
«u correspondencia secreta con Escoiquiz; y,
cuarto: en una nota del plan que tenia entra
m a t o s para salir de la exelavitud en que se encontraba, y en la cual no quería seguir, porque
no tenia vocación de mrirtir.
Si la conspiración triurjfaba, debían caer los
conspiradores sobre María Luisa y Godoy, á
4 quienes denominaban con los nombres supuestos de Gosvinda y Gisberto respectivamente. A Carlos IV se dabatl de Leovigildo.
El castigo del principe no fué, sin embargo,
tan ejemplar como podía esperarse.
Después del arresto de Fernando, sometiósele á un interrogatorio ante su padre, con asistencia de algunos ministros y de Arias Mor¡,
entonces presidente del Consejo.
El escándalo fué conocido en Europa y Amónica, pues ei mismo rey dirigió un manillasto á
Ja nación dando cuenta del suceso del Escorial,
y i ' n a carta á Bonaparte en la que culpaba á
í'araarido de haber intentado destronarle y ase-
con hilaridad nunca sentida, empiece á languidecer y concluya por llenar de fastidio y de
aburrimiento á los espectadores.
Yo considero tanto á la mujer en su condiAplicando á los ojos del alma cristales que
acorten las distancias y agranden, por consi- ción de los actuales tiempos, que la imagino
guiente, los objetos, veo yo en lejana perspec- como la piedra angular y el sostén da la armotiva lo que será el sexo femenino cuando ias nía de nuestro planeta.
La mujer influye tanto como el sol y como el
tendencias que hoy chispean en todas partes se
aire en la exislencia humana. No impropiahayan realizado.
Es algo del aspecto de una comedia de ma- mente decimos á la mujer amada:
«;Sol de mis ojofr!» «iLuz de mi vida!»
gia, con cuadros iluminados por luz eléctrica,
Y lo que más nos encanta en ella es el don,,,
ccn tras formación es y sorpresas raramente
imaginadas y con el escenario lleno de mujeres aire.
que por haberse apoderado da las profesiones y
Oíd todos los comentarios que se refieren 4
de las tareas da los hombres, ya será más pro- la mujer. La primera pregunta que se nos ocurpio llamarlas hijas de Adán que hijas de Eva, ra haceros esta:
procurando así que predomine el elemento mas—jEs guapa'/
culino sobre la delicadeza, la suavidad y el senY si nos contestan:
timentalismo que constituye hoy la naturaleza
— ¡Chico!... jfiuó mujer tan hermosal ¡qué
de la hermosa mitad del género humano.
ojos!... iquó lábiosl... ¡qué dentadura y quó caEn muchas operetas cómicas ó zarzuelas bello!... |En ñn... un cielo!
Nos quedamos con un aspecto de beatitud
bufas, ha sido recreo do los ojos ver á las mujeres vestidas con traje de hombre, más ó mo- incomparable.
Cierto que algunos desean saber si la mujer
nos pintoresco; y siempre que sa ha dalo alguna función de esta naturaleza, el público ha de que se trata es rica...
¿PorquóV
acudido con afán y curiosidad para comentar la
gracia con que tal ó cual actriz llevaba los panlAh!... es qua no se puede ayitap fácümant»
talones, y las rotundidades sexuales que tras el instinto de adoración ante una mujer herFERNANDO.
mosa.
El hecho de haber suscrito estas cartas, pin- de la ropa se acusaban.
Y la adoración cuesta dinero.
Así, pues, cuando sa realicen todos loa suetan por sí solo todo el maligno carácter del qua
La adoración implica vasallaje voluntario,
no tardó en ser rey de España, con el nombro ños da completa emancipación de la mujer, da
igualdad de derechos, de ingreso para ellas ea tributo fastuoso, sumisión rendida al objeto
de Fernando Vil.
adorado.
La mujer haca germinar en nuestra alma
deseos íiiiiHitos.
¿Queréis ver cómo se ensanchan vuestras
ideas y se extienden cual inmensas alas de flotante pluma que cubren toda la tierra?... Pensad en el amor de la mujer. Este sentimiento
ha formado la civilizscion humana.
Según la tradicicn bíblica, poruña mujer, la
primera que existió en ei mundo, perdió la humanidad su písradisisca inocencia.
Desde eniórjces, la especie, humana ha s e guido a pilándc se en si planeta, luchando eos,
la fatalidad, con la naturaleza, consigo misma,
para deponer al fin de la jornada el fruto de su
trabajo como ofrenda, á las plantas del objeto
adorado.
Esa hermosa ntítad del género humanos©
ha aprovechado de todas las conquistas reaüiadas sobre la tierra. El blanco lino, la pintada
púrpura, la sedosa pluma, la maiizüda piel ds
las fieras del bosque, la escondida perla, el
blando terciopelo, la roiagante seda, el fúlgido
diamante, el alicatado encuje... todas lae uiara»
villas de la civiiizacicn y de la industria humana, con tanto trabajo akanziadas, han servido
para ornamentar la esiátua de cafneque inspiraba vehementes pasiones amorosas.
Y tan cierto es lo dicho, que todos los hombres jensadore» han visto palpitar siempre el
corazón de la mujer en el fondo de todos los hechos.
Alguien ha afirmado que lo bueno y lo malo,
lo grande y lo pequefio, va ccnstantemento unido al impulso de una mujer.
Y otro ha tratado de indagar la causa de t o das las cosas formulando esta pregunta:
¿Quién es ella?
Ahora bien: el amor ha sido una religión
poética, hermosa, alentadora; y esa religioa
está llamada á desaparecer de la tierra ea
cuanto la divinidad baje de su ara, y se dedique
como un mortal cualquiera á defancíer pleitos, á
discutir y votar leyes, á proyectar puentes y
construir carreteras ó ferro carriles y 4 curar
las dolencias del cuerpo humano con otras m e dicinas que no sean frases de cariño, y vínian*
do á decirnos después de haber estado escudri»
ííRftNüA
" '-MTBlú
ñando entrañas de cadáveres en una sala da
clínica:
—lA ver, ia lengua!
sinar á María Luisa, por cuyo motivo le desheredaba, disponiendo que pasase la corona de
España á otro de sus hijos.
Pero ¡oh volubilidad del monarca! El principe de Asturias fué perdonado á los ocho días del
descubrimiento de la conspiración.
El príncipe se rebajó hasta el punto de solicitar la intercesión de Godoy, quien aconsejó á
Fernando que escribiera al rey una carta y
otra a l a reina, consejo que fué seguido al pió
de la letra y que produjo los resultados que se
deseaban.
Hé aquí el texto de ambas cartas:
Al rey.—Señor, papá mió: He delinquido: he
faltado á V. M. como rey y como padre; pero me
arrepiento y ofrezco á V. M. la obediencia más
humilde. Nada debía hacer sin noticia de V. M.,
pero fui sorprendido. He delatado á los culpables
y pid'o á V. M. me perdone por haberle mentido
la otra noche, permitieddo besar ios pies d su
desconocido hijo FERNANDO.
A la reina.—Señora, mamá mía: Estoy muy
arrepentido del yrandisimo delito que he cometido
contra mis padres y reyes, y asi, con la mayot
humildad lapido á V. M. se digne interceder con
papá que permita ir d besar sus pies á su recono r
sido hijo,
) i
MIRANDO AL PORVENIB,
Quizá esta misma pregunta:
«¿Es rica?» ha sido origen da todas las aspiraciones femeninas.
JEfectivamente, la condición d a l a mujer no
es del todo envidiable; y si bientescierto que yo
saludaría ccn una inmensa carcajada su advenimiento al ejercicio de todas las profesiones
dalos hombres, considero en cambio qué existen muchas maneras de vivir completamente
todas las profesiones que hoy ejer«en los hommonopolizadas por el sexo fuerte, y que son,
bres, el mundo quedará convertido en una inmensa Isla de San Balandrán; y 4 semejanza por sus condiciones, más propias del elemontc;do la luz de esos astros que tarda muchos años femeníno.
en llegar hasta nosoti-os, habrá llegado entonNo 68 por tanto, el presente artículo, un»,
ces hasta la humanidad y formará el risible diatriba contra la enseñanza de la mujer. Reírproblema de nuestros viznietos, asa situación se de una joroba no es lo mismo que burlara©
particular, esa comedia da magia, esa masca- de las completas y naturales formas. h% carirada social que nosotros vemos merced á los catura me hace desternillar de risa; y tiene t o cristales del pensamiento, bullir y agitarse 4 dos los contornos caricaturescos esa visión del
gran distancia nuestra por fortuna.
porvenir, en que la mujer, sin su irresistible
encanto, qua es un don del cíalo, prófuga del hoLa verdad es que si el aspecto cómico qua gar, desterrada voluntariamente del sano de la
ha de ofrecer la situación del sexo femenino ve- familia, extienda su círculo de acción hasta
nidero, no trajeseconsigo otras consecuencias usurpar nuestras íacultadas, y abandonando al.
que el estar expuestos 4 desternillarnos do risa, calor doméstico, donde os irreemplazable, vaya
seria cosa de arriesgar esa eventualidad, bus- al Congreso de diputados á decir como oí últicando, á imitación del legendario marqués de mo de los representantes de la patria:
—¡Pídola palabral
Viilena la inmortalidad dentro de una botella,
para volver á la agitación del mundo, en elmoHoy hacen bien los defensores de las mujemento preciso en que la representación de esa res en proporcionarlas la mayor suma da me»
maravillosa comedia da gran espectáculo se dios para ol aumento da su b'ienastar que, por
hallase en su triunfante apogeo, y tpmar un regla general—¡seamos justosl'-ea poco halapalco á cualquier precio qua fuese, para asistir güeño. Paro, como todas las ideas sa exagisran,
a la seria de jocosas escenas qua ni Torencio ni los preconizadores de los dereciios da la mujer»
Moliera, ni Bretón de los Herrareis jamás pu- tratan da llevar su pons,9.mi6nto á un gradó d»
dieron haber imaginado.
exaltación incompatible con la sariedad que «1
Pero lo temible es que haya un cambio da caso requiere.
decoración que oscurezca el espectáculo^^ qua
Alborea, pues, ya en lontananza la rappa^
la obra empezada bajo auspicios tan risueños y seatacíondü esa operet* cómica de qaaaatest
Carlos IV perdonando á su hijo.
Carlos IV accedió, como queda dicho, á l a
demanda do su hijo, y no tardó en ser un hecho
la reconciliación personal entre el padre y el
hijo.
Nuestro grabado representa la escena á que
nos referimos.
Fernando y el privado se inclinan ante el
monarca: el uno solicitando de nuevo su perdon, y el otro intercediendo por el príncipe, con
ánimo sin duda de perderle en ocasión más
propicia.
Los cómplices de Fernando fueron absueltos
por el Consejo, al ver sobreseída la causa incoada al jefe do la conspiración.
No obstante, Carlos IV desterró á Escoiquiz,
al duque del Infantado, al de San Carlos, al
marqués de Ayer be y al conde de Orgaz.
Así terminó la famosa conspiración del Escorial, y así dio fin la burda trama urdida por
Fernando contra su padre, intentando tal vez
parodiar los hechos ocurridos algunos siglos
antes, entre don Alfonso el Sabio y su hijo.
Con la sola diferencia da que el príncipe de la
casa de Borbon no tuvo valor para llevar adelante sus planes, y se vio precisado á desempeñar el papel de un Sancho el Bravo pour rire,
digno en un todo de quien al poco tiempo felicitaba desde Valencey á Napoleón por sus victorias sobre los españoles.
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