Formato original - Gobierno del principado de Asturias

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Miércoles, 7 de septiembre de 2016
INTERVENCIÓN
DEL
PRESIDENTE
PRINCIPADO DE ASTURIAS,
JAVIER FERNÁNDEZ
DEL
Ceremonia de entrega de las Medallas de Asturias
Autoridades
Galardonados
Señoras y señores
Buenas tardes a todos:
La noticia del periodista que se convirtió en noticia saltó la mañana del
tres de agosto, cuando el Consejo de Gobierno decidió conceder la
Medalla de Oro de Asturias a José Manuel Vaquero. La historia, buena
historia, que tenía el Ejecutivo en sus manos la completaban seis
nombres, galardonados con plata: las cooperativas El Orrio y
Campoastur, el pintor Alejandro Mieres, la Fundación Banco Sabadell, la
Asociación de Ayuda a Personas con Parálisis Cerebral y Laureano
Víctor García Díez, presidente de la Asociación de Amigos del Camino
de Santiago Astur—Galaico del Interior.
Este es un discurso de agradecimiento. Cada verano, el Gobierno señala
a unas cuantas personas con el índice. Las fuerza a endomingarse, a
guardar asiento un rato largo en un escenario horneado de focos e
incluso a apurar el trago de hablar en público. Son quienes decidimos
que merecen las medallas de Asturias, la orla institucional que
ampliamos cada septiembre con los retratos de los que consideramos
nuestros mejores. Así que las primeras palabras son gracias por su
ejemplo; gracias, también, por estar aquí.
De la acción de gracias a la injusticia. Cada año perpetramos una,
premeditada. Nos obligamos a una elección que jamás será plena.
Nunca podremos distinguir a todos los hombres y mujeres dignos de
protagonizar este acto. La estadística calcula el margen de error. El
desconocimiento y los olvidos también nos desvían al fallo.
Esa certeza de la injusticia inevitable nos impone la obligación del
esmero: ser escrupulosos, deliberar desguarnecidos de anteojeras y sin
echar cuentas a provecho propio. Cumplidos esos requisitos, afirmo que
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quienes comparten este escenario se han ganado
reconozcamos como personas y colectivos ejemplares.
que
les
José Manuel Vaquero, les conté al principio, es periodista, circunstancia
que quizá alguien, alienígena o no, ignore en este salón. No se rían:
nunca den un dato por supuesto. Y no es un detalle menor. Un periodista
tiene el deber de incomodar al poder, sea político, religioso, judicial,
militar, parroquial o, añado, mediático, que también manca. Si pregunta,
molesta y si informa, molesta. Vaquero ha sido, es, periodista muchos
años y por lo tanto ha molestado mucho. Si vale mi testimonio, como un
tábano o una mosca, sin posarnos en más partes. En este caso, por
saludarlo como no manda la buena educación, el gusto era suyo y la
molestia, mía.
¿El Gobierno de Asturias otorga la medalla de oro a un periodista
incómodo? Pues no, ése no es el titular, halagador para el gremio. En el
periodismo uno puede ser molesto y malo, una combinación espantosa, o
molesto y bueno, que es peligrosísimo para el interrogado. Vaquero
representa la segunda categoría, la de alto riesgo. Ahora bien, tampoco
aquí está la noticia. Que haya sido buen periodista incómodo tampoco es
la noticia de esta medalla.
¿Se preguntan dónde está? Pues la noticia está en La Nueva España.
La medalla de oro premia al hombre que acertó convertir a La Nueva
España en uno de los mejores periódicos nacionales. Que Vaquero no lo
logró solo es obvio; que lideró ese proceso durante tres décadas y que lo
personifica como nadie, indiscutible.
Los sentidos se acomodan rápidamente a lo bueno, se regalan la vida
muelle y se vuelven de un exquisito insoportable. Los sentidos, unos
picajosos, no valoran aquello a lo que se habitúan. Por costumbre de
años, quizá no calibremos el mérito periodístico y empresarial que
supone que una Comunidad Autónoma con un millón raspado de
personas cuente cada amanecer con uno de los diez diarios más
importantes de España (también vale la pantalla, pero convengamos en
que ésta es, sobremanera, una historia impresa: huele, entinta los dedos,
quiere codos desplegados en la barra del bar para afincar la posición
sobre las páginas manchadas de café). El capitán de esa aventura
empresarial y periodística -¿qué es una aventura sin capitán?- es quien
recibe la Medalla de Oro de Asturias.
Sobre la capacidad de La Nueva España para compaginar la información
local y global, que no es un par antagónico, se ha escrito mucho. La
evidencia no necesita realce. Prefiero destacar otro rasgo muy acusado y
que, extraño, se enfatiza menos. Como el oficio del periodismo tiene sus
escolásticos, aclaro que no rivalizo: ofrezco una explicación simple y
parcial del éxito de La Nueva España. Una empresa periodística suma
publicidad, distribución, impresión y unos cuantos factores concurrentes
más. Cuanto mejor sea cada uno de ellos, mejor será también el
resultado del conjunto. Hasta ahí, todo puede alcanzarse con medios y la
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recluta de buenos profesionales. Ahora, para elevarse a la difusión y al
alto número de lectores de La Nueva España es necesario algo más que
sólo lo proporciona la intuición, el olfato, la destreza para pellizcar el
trigémino de la atención pública, nómbrese como se quiera. Dicho en
pomposo, una comunión con la sociedad que no se alcanza sólo con un
producto bien facturado. Ignoro la fórmula magistral, pero en una
comunidad como Asturias, con una sociedad civil trabada y heterogénea,
un principio activo básico ha de ser el pluralismo. No se trata de la línea
editorial, que es cosa distinta. No confundamos: la opinión del periódico
es la del periódico, y la de cada lector, la suya. Intuyo que el respeto de
La Nueva España a la pluralidad, su voracidad, más que capacidad, de
acogida para pedir, fomentar y confrontar pareceres para reflejar la
discrepancia sin almenar al periódico en un búnker de su propio criterio
es clave en su éxito. Eso también se llama ejercer la libertad de
expresión. Vaquero supo utilizar esa libertad germinal de la democracia
en beneficio de La Nueva España al no convertirla jamás en coto
exclusivo. Hace falta habilidad para que la orientación del periódico, por
marcada que esté, nunca haya degenerado en una alambrada para las
demás opiniones, y ahí ha estado también la buena maña de José
Manuel Vaquero.
El pintor Alejandro Mieres, medalla de plata de Asturias, es muestra de
libertad de expresión consciente y decidida, en todos los aspectos. Para
el Gobierno ha sido un honor tener la oportunidad de distinguir a este
palentino que ha hecho de Gijón su hogar, también pictórico, desde hace
más de 40 años. ¿Cómo se llama a quien amasa la luz, construye
geometrías admirables de color? No doy con el nombre, pero digamos
que las manos de Alejandro Mieres, catedrático de instituto hasta su
jubilación, son artesanas de ese prodigio expresivo. Su obra, estudiada y
reconocida por la crítica especializada, está presente en varios de los
museos más importantes de España. Estos días, precisamente, tenemos
la fortuna de poder contemplar parte de su creación en el Museo Barjola.,
en Gijón. Quiero agradecerle de forma muy especial su presencia en este
acto, un lugar donde debería haber estado hace ya muchos años.
Laureano Víctor García Díez es un caminante. Preside la Asociación de
Amigos del Camino de Santiago Astur-Galaico del Interior y la
Agrupación de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago del
Norte. La conservación, la mejora y la divulgación de los caminos de
Santiago que cruzan Asturias se ha hecho en muchos casos al ánimo del
paso de de Laureano Víctor García. En julio del año pasado, la Unesco
incluyó los Caminos de Santiago del Norte Peninsular en el listado del
Patrimonio Mundial. Esa decisión culminó un esfuerzo en el que también
participó quien hoy recibe la medalla de plata. A estas alturas, nadie
discute el potencial cultural y turístico de los caminos de Santiago. Todas
las administraciones e instituciones vinculadas con su cuidado y
promoción hemos de esforzarnos en preservarlo y sacar el mayor
provecho, porque, como bien sabe Laureano Víctor García, si en esta
cuestión hay camino recorrido, aún tenemos muchísimas etapas
pendientes. Si de Alfonso II se relata que fue el primer peregrino a Iria
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Flavia, hoy añadimos a este caminante a la gran historia jacobea de
Asturias. En este caso, la compostela no se otorga por haber finalizado
una vez la ruta, sino por décadas de recorrido. Esa compostela es la
medalla de plata del Principado.
Las cuatro restantes corresponden a cuatro colectivos. Dos son
cooperativas vinculadas de distinto modo al mundo rural. El subrayado
lleva intención: los problemas del campo y las dificultades de la vida en el
medio rural son obvias; distinguir a quienes luchan por superarlas es de
justicia. Fijémonos en la cooperativa El Orrio: integrada por mujeres, lleva
25 años dedicada a la atención domiciliaria, contribuyendo a la igualdad
de género. Fundada en 1991 en Tapia de Casariego, cuenta con diez
socias que ofrecen servicios a mayores dependientes, con
discapacidades físicas, sensoriales, cognitivas, intelectuales y
enfermedades mentales.
Al igual que señalé en la primera parte de esta intervención, es probable
que también en este caso nos cueste sopesar hasta qué punto es
meritoria la labor de El Orrio: mujeres que se asocian en el Occidente
para combatir la desigualdad de género y para favorecer la equidad en la
prestación de servicios en el medio rural, una de sus carencias más
notables.
La cooperativa Campoastur también recibe la medalla de plata.
Hablamos del otro pilar que sostiene al medio rural. Uno lo argamasan
las infraestructuras y equipamientos, el desarrollo de prestaciones como
las de las socias-trabajadoras de El Orrio. Otro es el avance del sector
primario: sin su consolidación económica, el declive sería inevitable. A
eso se dedica Campoastur: a ayudar a los agricultores y ganaderos para
que puedan trabajar y comercializar mejor en un mercado global y
exigente. Nacida en 2012 después de la integración de seis cooperativas,
cuenta con 18 delegaciones en Asturias, tres fábricas de piensos para
ganadería convencional, otra
para ganadería ecológica y seis
gasolineras. Transforma y comercializa productos, da servicios de
sustitución para profesionales y atiende sus demandas formativas. Recito
esta retahíla porque las características de nuestro sector primario,
ahormado por el minifundismo original, hacen que la fórmula cooperativa
sea una de las más adecuadas para sus necesidades.
La Fundación Banco Sabadell recibe su medalla de plata por su
compromiso con la Universidad de Oviedo. Constituida en 1994, su
finalidad es promover la divulgación, formación e investigación educativa,
científica y cultural. La concesión de becas, las ayudas a la investigación,
la convocatoria anual del premio Fundación Banco Sabadell para
investigadores menores de 40 años y la colaboración con el Campus de
Excelencia Internacional de la Universidad forman parte de sus
actividades. La medalla reconoce todo ese compromiso que, quiero
resaltar, la Fundación Banco Sabadell logra hacer notar. Eso también es
un mérito: su colaboración se advierte y, lógicamente, se aprecia, porque
ayudar a los jóvenes, fomentar la investigación y apoyar a la Universidad
de Oviedo equivale a confiar en el futuro de Asturias.
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La medalla de plata concedida a la Asociación de Ayuda a Personas con
Parálisis Cerebral no necesita explicación. Lleva el galardón en el
nombre. Hablamos de un trabajo constante desde hace más de 50 años
a favor de una atención integral y de calidad a quienes sufren este
problema. Superadas numerosas dificultades, la asociación, constituida
en 1964, gestiona una unidad de atención temprana, un centro de
educación especial, otro de integración, otro de empleo y uno más de
carácter residencial. Aproximadamente, hoy responde a las necesidades
de 180 personas y sus familias. En este caso, no hay que añadir un
adjetivo, la descripción lo dice todo. Este galardón es, más que un
reconocimiento, un deber: la calidad moral de nuestra sociedad exige
que Aspace reciba la medalla de plata.
He resumido siete medallas. Pido disculpas a los galardonados porque
habré relegado méritos notables. Permitan que destaque, además, lo
diferentes que son ustedes, la diversidad de trayectorias, de intereses,
seguramente también de criterios. Los reúnen hoy aquí dos
características: son muy buenos en lo suyo y, en consecuencia, son
buenos para todos, porque las diferencias y el pluralismo son
enriquecedores si coinciden en el bien común. En el Día de Asturias, la
celebración que nos convoca, estemos orgullosos de nuestra pluralidad,
pero sepamos allanar nuestras divergencias a favor del interés colectivo.
La diversidad que se encastilla soberbia y desdeñosa, que se aísla y
confunde acuerdo con rendición se convierte en fragmentación yerma. La
entrega de estas medallas quiere ser un elogio a nuestra pluralidad
enriquecedora, la que suma a favor de Asturias. En eso pensábamos la
mañana del tres de agosto, cuando saltó la noticia del periodista que se
convirtió en noticia. A él, a todos los galardonados, a todos ustedes,
muchas gracias. Feliz Día de Asturias.
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