Padre Máximo PIWOWARCZYK LEBIODA Nació en Alemania el 18 Julio 1879; profesó en Italia el 6 Octubre 1900; llegó a Venezuela en 1901, sacerdote en Caracas el 10 Marzo 1907; murió en Caracas el 19 Octubre 1949, a 70 años de edad, 50 de profesión y 42 de sacerdocio. Carta mortuoria Caracas, 22 de Octubre de 1949. Queridos Hermanos: Por vez primera, desde que vine a esta Inspectoría, debo tomar la pluma para cumplir con el piadoso y doloroso deber de anunciar la muerte de uno de los nuestros y pedir por él sufragios. Nuestro óptimo hermano, Profeso Perpetuo, Sacerdote MAXIMO PIWOWARCZYK, de 70 años de edad, nos dejó ayer tarde después una penosísima enfermedad, soportada con fortaleza cristiana y resignación admirable. Su muerte fue una muerte dulce y pacífica, que dejó en los Hermanos el perfume de una alegría espiritual y nos recordó la muerte de los santos. A mi llegada a Caracas lo encontré ya delicado de salud, pero siempre jovial ocupado en redactar el semanario “Don Bosco”, atendiendo además a la correspondencia con los bienhechores de nuestra Misión del Alto Orinoco, encargos a los que se entregaba por completo y que se pueden considerar como el epílogo de una vida laboriosísima. Hacía tiempo que sus fuerzas iban debilitándose. Para cuidarlo mejor de una uremia alarmante, se le había llevado al Aspirantado de Bolea. Pero de nada valieron los cuidados que se le prodigaron, ya que una crisis repetida, 1o arrancó al afecto de los Hermanos y a la admiración de cooperadores y alumnos. Había nacido en Tarnowitz (Alta Silesia, Alemania) el 18 de Julio de 1879, siendo sus padres Lorenzo Piwowarczyk y Guillermina de Piwowarczyk. Desde pequeño sintió en su corazón la vocación religiosa, sacerdotal y misionera. En su familia pudo libremente cultivar y desarrollar estas aspiraciones, sobre todo cuando obtuvo poder servir al altar como monaguillo. Recibidos los primeros Sacramentos y terminadas las Elementales, quiso entrar en la Congregación del Buen Pastor, pero después de haber sido aceptado, surgieron dificultades y tuvo que buscarse un empleo. Pero eso fue por poco tiempo, porque el Señor le abrió el camino hacia nuestra casa de Lombriasco, donde llegó en Octubre de 1896, a 17 años. Aquí debió encontrar obstáculos, ya que a un cierto punto estaba dispuesto a irse. Atraído por la bondad de los Superiores perseveró y fue enviado al Noviciado de Ivrea (29-8- 1993, donde recibió la sotana el 30 de Noviembre de 1899 de manos de Don Rúa. Al final del Noviciado hizo los votos perpetuos (6-10-1900). Mientras hacía sus estudios tuvo ocasión de ir a Turín, al Oratorio, donde se encontró con el Superior General. Dado el concepto de santidad en que se le tenía, se aminó y a quemarropa le preguntó: “Don Rúa, si muriera en este momento, ¿me salvaría?”. Don Rúa mirándolo con sus ojos penetrantes, por toda respuesta le preguntó a su vez: “¿Quieres ir a América? ". El clérigo Máximo se quedó perplejo y no respondió. Pero esa pregunta no lo dejó en paz hasta que pidió venir a América. Destinado a Venezuela con tres compañeros más, desembarcó en La Guaira en Noviembre de 1901. Fue destinado a la Escuela Popular Don Bosco, anexa al Colegio San Francisco de Sales (Sarría, Caracas), en calidad de Maestro y Asistente. Allí se prodigó por el bien de los hijos del pueblo. Dos años después lo encontramos en San Rafael del Moján (Zulia), de donde pasa a la ciudad de Maracaibo, trabajando y preparándose para recibir las Ordenes Sagradas, que recibió todas, inclusive la Tonsura, en Curazao, de manos del Vicario Apostólico, Monseñor Baars (1906). Recibió el Sacerdocio también en Curazao (10.3. 1907). Su primera misa la cantó en la Catedral de Maracaibo, asistido por los Canónigos de la misma, el 19 de Marzo de 1907. Desde este momento, iluminado por la conciencia de lo que es un ministro de Dios, se prodigará sin límites en los cargos que le designará la obediencia. En Maracaibo dejó un recuerdo imperecedero, ya que entre otras actividades había fundado asociaciones juveniles. Muchos recuerdan sus beneficios pasados ya de aquellos tiempos más 30 años. En 1911, el Padre Inspector de Colombia lo llevó consigo para hacerlo Prefecto de Internos del Colegio León XIII de Bogotá. Después de dos años en ese cargo, pasó a Mosquera como Rector de la Iglesia. Después de un paréntesis breve en Barranquilla, volvió a Venezuela, destinado a la Casa de Valencia, donde en el quinquenio de su estadía allí, dejó memoria indeleble de su actividad como de sus virtudes. A mediados de 1920 volvió a Alemania. Allá permaneció'5 años, como Director de la Casa de Würzburg. Regresó a Venezuela en 1925 para dirigir la Casa Inspectorial de Caracas. De 1930 a 1932, fue Director de la Casa de Valencia. Nombrado Profesor de Filosofía y Ciencias Naturales, pasó al Estudiantado Filosófico. Pero en 1935 su salud sufrió un sacudón, del que no se recuperó ya más. Volvió a Alemania para ver si los aires nativos lo mejoraban, pero en vano. Entonces, recordando los deseos de Don Rúa, volvió a América en 1937. Atribuía a una gracia especial el haber sido preservado de las calamidades do la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces estuvo casi siempre en esta Casa Inspectorial. Débil de salud por una de aquellas causas que honran a un Salesiano, fue librado de toda ocupación pesada y se convirtió en un apóstol de la pluma. Trabajó para recoger limosnas para el Santuario a Don Bosco en Altamira, santuario que se espera poder comenzar bien pronto, en esa Urbanización de Caracas. Sus devociones características fueron la devoción a Jesús Sacramentado y al Santo Crucifijo. Tenía siempre un Crucifijo al cuello y otro sobre su mesa de trabajo. Tierna fue su devoción a María Auxiliadora y a Don Bosco. De gran modestia y pureza, a quien le insinuaba como remedio eficaz una delicada operación, respondió prontamente y con energía: “Oh no, no, eso no!”, imitando en eso al príncipe polaco San Casimiro, que prefirió sacrificar su vida, más bien que exponerla a una profanación. ¿Coincidencia o voluntad de Dios? Pero pasó de esta vida a la eternidad a las 8 pm. del 19 de Octubre, fiesta de San Pedro Alcántara, el santo de las asperezas y de la pureza angelical, que al hermano enfermero le había dicho: “Está atento y no me toques, porque aún no he muerto!”. Así el Padre Máximo, Duchas veces, a quien lo visitaba, con voz clara le repetía que no lo tocase, que no lo dejasen sólo con extraños. Habiendo levantado las manos cono para pedir algo, hizo señal de que le cubrieran los pies. Recibidos los Sacramentos, besando afectuosamente el Crucifijo, consolado por las visitas del Padre Inspector, voló al cielo su hermosa alma, dejando en los circunstantes una sensaci6n, cono he dicho, de gozo espiritual. En estos días me decía un hermano: “Al Padre Máximo no se le oyó nunca hablar mal de nadie!”. Este elogio bastaría por sí solo para iluminar con luz vivísima al querido difunto. Roguemos al Señor para que nos envíe muchos Salesianos como el Padre Máximo, ejemplares en la piedad y en la pureza, en la humildad y en la mansedumbre, en la caridad y en la abnegación. Muchos exalumnos participaron en sus funerales, inclusive el Excmo. Señor Arzobispo y otras Autoridades, que habiéndolo tenido como Maestro y Superior, sufragaron por su alma y lloraron con nosotros su pérdida. Ahora su alma reposa en la paz del modesto mausoleo salesiano de Caracas. Me dejó escritas estas palabras: " En la carta mortuoria diga una palabra sobre mis faltas y ruegue a los Hermanos que sean abundantes en sufragios para ayudar a ni alma!”. Queridos hermanos: seamos generosos con este salesiano que fue un verdadero modelo de caridad durante su vida y Dios nos lo recompensará. Vuestro afectísimo: Sac. Pedro Tantardini, Inspector . I