En Lo ri s h q er u m e, a Ar n tu os ro mé li y d Jo a sÉ Al i R na am r ó i n Arturo Mélida fotografiado a los pies del monumento a Cristóbal Colón que proyectó y ejecutó, entre los años 1881 y 1885. La estatua de Colón, que culmina el pedestal, es obra de Jerónimo Suñol. 32 Madrid Histórico Los hermanos Mélida Alinari Texto de Victoria Mélida Ardura Imágenes del archivo de la autora Los hermanos Mélida Alinari –Enrique, Arturo y José Ramón– destacaron con especial relevancia en el panorama artístico-cultural de finales del siglo xix y comienzos del xx. Enrique fue un pintor muy premiado dentro y fuera de España. Se labró una gran reputación, como pintor de género y también como crítico de arte, tanto en Madrid como en el ámbito de los salones y exposiciones de París; Arturo –arquitecto, escultor, pintor e ilustrador– fue un renombrado artista polifacético, que alcanzó el prestigio y la fama en múltiples disciplinas artísticas. Su originalidad, gusto exquisito y planteamientos innovadores, fueron muy demandados por la aristocracia y alta sociedad madrileña; José Ramón fue una de las mayores figuras de la arqueología española de todos los tiempos, y el arqueólogo de su generación más reconocido fuera de España a nivel internacional. Su vocación humanista dejó un importante legado en la cultura y ciencia española. Los hermanos Mélida Alinari fueron hijos de un distinguido matrimonio de la alta sociedad madrileña. Su padre, Nicolás Mélida Lizana, fue un ilustre jurisconsulto vinculado con la política española, ya que durante varios años desempeñó el cargo de diputado en las Cortes, siendo secretario de su majestad con ejercicio de decretos, ministro del Tribunal de Cuentas del Reino, superintendente de Hacienda. Contó con los más distinguidos reconocimientos: fue caballero de gran cruz de la Órden del Mérito de San Luis de Parma, comendador de la Real Americana de Isabel la Católica y oficial de la Legión de Honor de Francia. Su madre, Leonor Alinari, tenía ascendencia florentina por línea paterna. Debió de ser su madre, Leonor Alinari, de familia de artistas italianos, la que inoculó «el gen artístico» en la familia Mélida, que hasta entonces había mantenido una larga tradición por la abogacía, siendo muchos Mélidas fiscales, jueces, abogados y notarios. Leonor Alinari pertenecía a una familia aristocrática de Florencia y allí tenía su casa solariega considerada como uno de los palacios más bellos de la época renacentista. Los Alinari se dedicaban al arte, eran los fotógrafos de obras artísticas más famosos del mundo. Su legado fotográfico se conserva hoy en día en el Museo Nacional Alinari de la Fotografía, en Florencia. Fue Leonor Alinari la que transmitió a sus hijos Arturo, José Ramón y Enrique un profundo amor por las artes y la que se encargó, desde niños, de procurarles una sólida educación artística. Los hermanos Mélida Alinari dedicaron toda su vida al mundo del arte y de la cultura, hecho que les reportó a cada uno éxito y fama en distintas modalidades del arte y el saber. Madrid Histórico 33 Autorretrato de Enrique Mélida fechado en 1891, colección particular. EL PINTOR ENRIQUE MÉLIDA ALINARI El mayor de los hermanos nació en Madrid el 6 de abril de 1.838 y murió en París el 28 de abril de 1.892. Pintor y crítico de arte español, destacó con una pintura costumbrista de matices realistas inspirados en la tradición barroca. Se caracterizó por hacer una sincera interpretación del natural y configuró un estilo propio que se mantuvo siempre ajeno a influencias externas. En algunos temas extraídos de lo cotidiano pinta con gran realismo y detalle, apreciándose el dibujo academicista. La niña perdida, Museo de Luxemburgo, de París. 34 Madrid Histórico Tuvo como maestros a José Méndez y a Ernest Meissonier. Retrató a la burguesía y la alta sociedad madrileña y destacó como pintor costumbrista siendo muchas de sus obras premiadas. La temática de moda, demandada por el gusto burgués de la época, eran los temas castizos que expresaran las características españolas tópicas y asuntos de inspiración orientalista. La originalidad de Mélida consistió en pintar estos temas mediante la observación directa del natural y además dotarlos de un realismo inspirado en los grandes maestros. Enrique Mélida y Alinari se labró una gran reputación como retratista de la burguesía y aristocracia madrileña. Entre otros, retrató a los hijos de Hipólito Finat, a la hija del duque de Villahermosa, a los marqueses de Puerto Seguro y Perijaá, retrato a la hija de esta ilustre dama, a la condesa de Corzana, a don Cayetano Rosell y a don Joaquín Francisco Pacheco. Estos dos últimos retratos forman parte de la colección del Ateneo de Madrid. En el Museo del Prado se conserva retrato de Dña. María del Dulce Nombre González de Villalar y un Retrato de señora. Entre sus pinturas costumbristas una de las más conocidas es Se aguó la fiesta, obra que ha sido copiada innumerables veces al óleo y a la acuarela, y que obtuvo en 1876 la medalla de segunda clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Esta obra fue adquirida por el Estado español. y está desde hace tiempo en paradero desconocido, pero sí existe actualmente una copia firmada por Enrique Mélida en 1876, propiedad de Arturo Mélida Vilches, descendiente de Arturo Mélida. En la madrileña taberna Los Gabrieles, cerca de la plaza de Santa Ana, podemos ver una copia de Se aguó la fiesta realizada sobre un mural de azulejos, de gran belleza. Hay un claro parecido entre la silueta del toro recortada en el horizonte del cuadro Se aguó la fiesta, y el toro de las vallas publicitarias de Osborne, siendo muy probable que estas bodegas se inspiraran en el cuadro de Mélida. Se aguó la fiesta, medalla de segunda clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1876. La primera vez que mostró su obra al público fue con El verdugo y su víctima, en 1864 que fue premiada en la exposición Franco-Española de Bayona. A partir de entonces no dejó de exponer y muchas de sus obras fueron galardonadas, como La antesala del príncipe de la paz, premiada en la Exposición Universal de Viena de 1873. Un bautizo en la sacristía de San Luis expuesto en el salón anual de París y adquirido por el Gobierno francés que figura actualmente en el Museo de Luxemburgo. La procesión de penitentes en España en el siglo xviii se encuentra en el Museo de Sydney. En 1882 contrajo matrimonio con María Bonnat, hermana del pintor francés León Bonnat, en París, donde trasladó su residencia hasta el final de su vida. Desde allí continuó enviando obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, como Herrar o quitar el banco o La comunión de las monjas, que estuvo en los fondos del Museo del Prado y luego en el Museo de Málaga. En el Museo de Luxemburgo, de París, se encuentra el cuadro La niña perdida, una de sus últimas obras, y uno de los cuadros más significativos por su modernidad. También de su última época, hay una pequeña obra, un magnífico autorretrato de 1891, de pincelada espontánea, suelta, de clara ascendencia goyesca, y con un gusto del color por el color, que lo cataloga en la senda del impresionismo. Esta obra pertenece a un coleccionista particular de Málaga MÉLIDA, COMO CRÍTICO DE ARTE En el ámbito de salones y exposiciones, Enrique Mélida acudió no solo presentando su obra sino también, debido a sus dotes como artista y conocimientos sobre arte, como miembro de los jurados. En la última Exposición Universal de París ocupó en la sección española importante lugar la numerosa colección de sus obras, entre las que había retratos, cuadros de género y una preciosa figura de maja de tamaño natural. Madrid Histórico 35 El pintor posando junto a su obra, uno de los cuadros expuestos en la última Exposición Universal de París, fuera de concurso por su cargo como jurado. A consecuencia de esta exposición, en que por su cargo de jurado presentó fuera de concurso, fue nombrado caballero de la Legión de Honor. Fue uno de los fundadores de la revista El Arte en España, dirigida por Gregorio Cruzada Villaamil entre 1862 y 1870, en la que publicó artículos de erudición histórico-artística como «La Escuela de Pintura de Madrid», que según Aureliano de Beruete constituye un estudio interesantísimo de esta Escuela, dos artículos sobre Goya –uno sobre la colección de aguafuertes Los Desastres de la guerra y otro sobre Los proverbios–. También escribió varios artículos sobre el desarrollo de las Bellas Artes en España publicados en La Voz del Siglo. Fue socio fundador del Círculo de Bellas Artes de Madrid, que ocupa un edificio del arquitecto Antonio Palacios situado en la confluencia de las calles Alcalá y Gran Vía, y que es monumento histórico artístico nacional. Desde su creación en 1880 ha desarrollado una importante labor de alcance internacional en la creación, difusión y gestión cultural. Allí un joven Picasso asistió como alumno a clases de pintura y Valle-Inclán frecuentaba sus salones. Realizó numerosas ilustraciones para varios escritores del momento, como por ejemplo las que hizo para los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós (que haría conjuntamente con su hermano Arturo), o las que hizo para ilustrar Un idilio de Núñez de Arce. Ilustración de la portada de los Episodios Nacionales donde colaboraron Enrique y Arturo Mélida. Retrato de Enrique Mélida al pastel pintado por Boldini. 36 Madrid Histórico Fotografía de Arturo Mélida Alinari. HEMEROTECA DE SUS NECROLÓGICAS ARTURO MÉLIDA ALINARI (Madrid, 24 de julio de 1.849–Madrid, 15 de diciembre de 1.902), arquitecto, escultor y pintor, fue un artista polifacético que destacó por la singular personalidad de su obra artística, siempre creativa y original, a veces innovadora. El arquitecto madrileño fue un célebre y original artista cuya personalidad fue admirada por el público y ensalzada por la crítica, destacando con extraordinario relieve en el arte español de la época en la que vivió. Gozó de reputación de artista elegante y gusto exquisito, dotado de una sólida y vasta cultura, así como de un magnífico talento que fue demandado por una extensa clientela de la alta sociedad madrileña, así como también por la Administración pública. La profunda vocación artística de Arturo y su naturaleza de «artista total» le llevó a ser –además de arquitecto– escultor, excelente dibujante que ilustró las obras literarias de Pérez Galdós, Zorrilla, Ebbers y muchos otros, así como infinidad de revistas, periódicos y carteles de toros, pintor de bóvedas de iglesias y techos de palacios, decorador de palacetes particulares y sedes de organismos públicos, diseñador de objetos de lujo como mobiliario, vidrieras, abanicos para la realeza y orfebrería, diseñador de escenografías y vestuario para el teatro, así como también, a ejercer durante más de treinta años la enseñanza en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, primero como profesor y luego como El periódico El Liberal escribía el 17 de diciembre de 1902, tras la muerte de Mélida, lo siguiente: «… enamorado de la ornamentación y del decorado, y viendo en la arquitectura algo más que el arte de construir edificios que sirvan de albergue para el cuerpo, persiguió el secreto de la gracia, de la espiritualidad, de la elegancia y del buen gusto que otros pueblos poseyeron para ennoblecer sus viviendas y sus monumentos […] Temperamento reñido con lo mediocre y amanerado, sibarita en el gusto del arte que sentía y expresaba de original y elegante manera, tuvo personalidad propia y supo hacerla destacar ante el aplauso del público con singular expresión…». El diario La Correspondencia decía en la misma fecha: «… era de los arquitectos artistas que se deleitan convirtiendo las líneas en encajes y las piedras en hojas y flores con todos los primores y filigranas platerescas de aquél estilo genuinamente nacional…». Ateneo de Madrid, en el ángulo inferior derecho puede apreciarse las iniciales del autor. Imagen cedida por el Ateneo de Madrid. Madrid Histórico 37 Pabellón español en la Exposición Universal de 1889 en el mismo año en que se construyó la torre Eiffel que se aprecia veladamente sobre el fondo. GALARDONES Y VISIÓN ARTÍSTICA En todas las disciplinas artísticas que ejerció alcanzó el más alto prestigio, tanto en España como en otros países, siendo premiadas muchas de sus obras. Así por ejemplo, en Francia, el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1889, (la de la torre Eiffel), le dio fama internacional, ya que el jurado de la exposición otorgó a Mélida uno de los tres únicos premios que concediera a los países participantes. Además, la Academia francesa le premió con medalla de oro y la gran cruz oficial de la Legión de Honor. Así mismo, ingresó en el Instituto de Francia, siendo el primer arquitecto de la historia de España que conseguía tal mérito. Por el conocidísimo monumento a Cristóbal Colón de Madrid, el rey de Portugal le otorgó la cruz de Santiago creada para galardonar trabajos científicos, artísticos o literarios. El arquitecto madrileño siempre defendió con vehemencia la integración de las artes en torno a la arquitectura, así como la recuperación creativa de las artesanías medievales, es decir, las artes aplicadas y decorativas, como la escultura, cerámica, vidriería, rejería, carpintería, mobiliario, etc. Mélida coincidía en este sentido con el pensamiento del arquitecto Eugène Viollet-le-Duc. Arturo Mélida siempre estuvo convencido de que el arquitecto debía dominar, además de los conocimientos técnicos propios de la arquitectura, los principios de la pintura, la escultura y las artes decorativas. Él planteaba que el arquitecto fuera también un artista-artesano integrador de las artes, exigencia que él mismo llevó a la práctica en toda su obra. 38 Madrid Histórico catedrático de Dibujo y Modelado Arquitectónico. Esta actitud artística de Mélida frente al arte industrializado, que anticipa el modernismo, coincide con la del movimiento tardorromántico arts & crafts impulsado por su contemporáneo William Morris (1834-1896). La recuperación y regeneración de las artes aplicadas llegó a su cima en el eclecticismo y el modernismo, momento en el que las artes aplicadas fueron un factor decisivo para valorar las cualidades artísticas de los edificios. Por todo ello, se puede considerar la figura de Arturo Mélida como un artista total, completo, una personalidad fuera de época, que recuerda a destacados artistas del Renacimiento en lo que se refiere al concepto de artista versátil que domina todas las disciplinas artísticas de las bellas artes, en las que refleja, además, profundos conocimientos tanto técnicos como histórico-artísticos. El arquitecto don Manuel de Cárdenas y Pastor decía en el discurso de su recepción académica, verificado el 22 de mayo de 1944: «Esta envidiable condición de Mélida del cultivo de todas las Bellas Artes siendo maestro en todas ellas, se ha llamado miguelangelismo por un crítico moderno…». Don Adolfo Fernández de Casanova, académico de Bellas Artes de San Fernando, al darle la bienvenida a Arturo Mélida, en nombre de la Academia que le acogía en su seno, le dijo estas palabras: «¿Quién no conoce a este nuevo Alonso Berruguete que se presenta ante nosotros con el triple renombre de pintor, escultor y arquitecto?». El arquitecto madrileño tuvo durante toda su vida una relación constante con el Ateneo de Madrid, centro de agitación cultural y artística del Madrid del siglo xix, pronunciando conferencias sobre arquitectura y artes decorativas, y, como arquitecto, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. ESCUELA DE INDUSTRIAS ARTÍSTICAS DE TOLEDO (1882). Para Pedro Navascués, «es uno de los proyectos más originales y de mayor alcance de la arquitectura española en el pasado siglo». El arquitecto y erudito Vicente Lampérez Roma (1861-1923), en su célebre conferencia «La arquitectura española contemporánea» dice que «la Escuela de Industrias Artísticas de Toledo es singular por su extraña y genial composición y por la originalidad absoluta de su concepción y valentía de sus elementos, que la convierten en un puente entre la tranquila escuela madrileña y la catalana». EL CARÁCTER SINGULAR DE LA OBRA DE ARTURO MÉLIDA Arturo Mélida fue un artista ecléctico pero renovador, con, al mismo tiempo, un estilo personal e inconfundible. Como señala el historiador de la arquitectura, Pedro Navascués, «su obra se mueve en la línea del eclecticismo aglutinador, no excluyente e involucrado con la historia, pero con una clara mirada hacia el futuro en una novedosa y libre combinación de tradición y modernidad». Aunque en sus creaciones refleja un claro gusto y predilección por el arte gótico de los Reyes Católicos, su enorme creatividad hace que Mélida sea un artista de muchas facetas abierto a utilizar de una forma libre y nueva cualquier estilo o elemento artístico, ya sea histórico, de su tiempo o incluso premodernista, con el único fin de conciliar la belleza con la excelencia, la funcionalidad y la originalidad. Mélida combina elementos historicistas con planteamientos renovadores, como por ejemplo la original forma de utilizar los materiales constructivos y la introducción de materiales nuevos como el hierro, de manera que el resultado que consigue es una combinación de elementos tradicionales con elementos modernos, es decir, la unión armónica entre tradición y modernidad. Como explica Óscar da Rocha en su tesis doctoral El modernismo en la arquitectura madrileña. Génesis y desarrollo de una opción ecléctica: «Arturo Mélida tiene algunos diseños, especialmente en las ilustraciones más tardías, que están teñidas de reminiscencias simbolistas (claramente pre-modernistas) y también intervino en destacados trabajos del propio modernisme, como sus varias colaboraciones para el taller El Castell dels Tres Dragons (regentado por Dòmenech i Montaner y Gallissá) y algunos diseños aportados para un magnífico catálogo, editado en 1900, por la casa de pavimentos artísticos de Escofet, Tejera i Cía. En ese sentido, Mélida podría interpretarse como un personaje entre dos concepciones artísticas, una personalidad de transición entre el eclecticismo y el modernismo, aunque su muerte prematura no le permitió superar sus orígenes historicistas y, sobre todo, nos privó de la posibilidad de conocer cuál hubiera sido su evolución durante los años de máximo modernismo. Aunque Arturo Mélida anticipa el modernismo, no se integra plenamente en él, por eso debe considerarse como un artista innovador pero, ante todo, ecléctico». LA CAPILLA PANTEÓN DE LOS MARQUESES DE AMBOAGE EN LA SACRAMENTAL DE SAN ISIDRO Es un hito constructivo de gran originalidad por la combinación y empleo del hierro y la cerámica vidriada. En esta obra peculiar y original, Mélida vuelve a apostar por su estilo personal utilizando el gótico, el hierro y la cerámica vidriada de una forma innovadora. De hecho, como señalara Moya Idígoras en su panegírico a Mélida, «la capilla de los Amboage fue objeto de vivas discusiones en la época por el atrevimiento de Mélida al emplear con máxima importancia el hierro fundido y azulejos». Madrid Histórico 39 EL PABELLÓN ESPAÑOL DE LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE PARÍS DE 1889 En estas exposiciones universales, que eran como «museos del mundo», cada país presentaba la arquitectura que mejor representara a su nación. Aquí Mélida entendió que el estilo que mejor caracterizaba el apogeo artístico e histórico de España fue el que coincidía con el reinado de los Reyes Católicos y el esplendor de España, es decir, una síntesis de tres estilos: mudéjar, gótico hispano-flamenco y plateresco. El pabellón, que se construyó en un tiempo récord a pesar de múltiples obstáculos técnicos y burocráticos, resultó a los ojos del público muy atractivo, pero fue el interior, de formas mudéjares, lo que causó mayor admiración y aplauso. El edificio, de dos pisos, constaba de cinco elegantes cuerpos: uno central mudéjar, dos de costado platerescos y dos intermedios ojivales floridos. Empleó un ladrillo de dos colores y abundante cerámica vidriada. En los pabellones laterales colocó grandes paños de cerámica vidriada con temas platerescos toledanos con el águila bicéfala de Carlos V y los heraldos. Toda la pintura, cerámica y escultura fue ejecutada por Arturo Mélida. Esto supuso uno de los grandes triunfos artísticos de Mélida ya que dicha institución solo contaba con ocho plazas fijas de académicos correspondientes a distribuir entre los departamentos de Francia y el resto del mundo, por lo que eran muy raros los extranjeros que podían aspirar a conseguir tal mérito. Mélida se ganó el prestigio entre la alta burguesía y aristocracia madrileña como arquitecto decorador de interiores. Como señaló Navascués, «Mélida llegó a ser uno de los mejores y más reputados muralistas del último tercio del siglo xix, la variedad de temas y su versatilidad estilística le reportaron numerosos encargos dentro y fuera de Madrid». Nobles, políticos y banqueros le hicieron numerosos encargos para sus respectivas viviendas. Entre sus clientes estuvieron los Bauer, Veragua, Muguiro y Urquijo, para quienes pintó interiores, diseñó lámparas, muebles y alfombras para sus palacios. En esta clase de trabajo el cliente imponía sus gustos y criterios, pero cuando le daban libertad creadora, Mélida respondía con absoluta originalidad. Muchas de estas residencias se encontraban en la zona del ensanche, Recoletos y Castellana. Lamentablemente poco ha quedado de cuanto hizo el arquitecto madrileño en estos palacetes u hoteles del Madrid alfonsino, casi todos ellos destruidos o drásticamente transformados, aunque, por fortuna, todavía se conservan algunos en más o menos buen estado, como por ejemplo: el palacio de Muguiro en la calle Zurbano, 5 (actualmente llamado «palacio Zurbano», sede del Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo), RESTAURACIÓN DE SAN JUAN DE LOS REYES EN TOLEDO, 1881 Es una obra fundamental en la vida del arquitecto madrileño, a la que dedicó más de veinte años de su vida, y caló profundamente en él y en sus obras posteriores marcadas por el espíritu neoisabelino. Arturo Mélida fue el arquitecto que introdujo en España el modelo de restauración francés de Violletle-duc. El arquitecto madrileño hizo aquí una obra perfeccionista restaurando el claustro trazado por Juan Guas a finales del siglo xv, rehaciendo la parte que los franceses volaron durante la guerra de la Independencia, y completando lo que a su juicio faltaba. 40 Madrid Histórico SEPULCRO DE CRISTÓBAL COLÓN PARA LA CATEDRAL DE LA HABANA, 1891 Destacó por la moderna concepción en el uso de distintos materiales. De nuevo Mélida se muestra aquí original, ejecutando esta escultura con bronce esmaltado y polícromo, lo que hizo de esta escultura una obra única en su género y época. Como recogía Maurice Rheims en su libro sobre la escultura del siglo xix, el sepulcro de Cristóbal Colón es una de las obras singulares de la escultura europea del siglo xix. Los restos de Colón estaban en La Habana desde 1795 en un nicho y, con ocasión del cuarto centenario del descubrimiento de América, 1892, el Gobierno español convocó un concurso para construir un sepulcro donde conservar los restos de Colón, concurso ganado por Arturo Mélida. El sepulcro fue trasladado en 1902 a la catedral de Sevilla. el palacio del conde de Velle en la calle Don Pedro (actualmente sede de la Real Academia de Ingeniería de Madrid), el palacio Bauer en la calle San Bernardo, que conserva una parte de la decoración de Arturo Mélida, (actualmente Escuela de Arte Dramático y Danza), el salón de actos del Ateneo de Madrid en la calle del Prado, y la decoración del despacho del subsecretario de Hacienda (actualmente sala de juntas del Ministerio de Economía y Hacienda). En el hotel de José Finat y Albert, conde de Finat, cuyo jardín ocupaba toda la manzana comprendida entre las actuales calles Velázquez, Ayala, Núñez de Balboa y Don Ramón de la Cruz, Mélida desplegó toda su creatividad artística en un salón neo-griego, una rotonda renacentista, un gabinete japonés y un comedor estilo moderno. Mélida sorprende por la variedad y originalidad de estilos empleados en sus composiciones. El trabajo realizado para los condes de Muguiru en su hotel de la calle Zurbano de Madrid en 1879 es uno de los encargos más llamativos. Aquí Mélida no duda en mezclar en un mismo espacio estilos diametralmente opuestos, haciendo alarde de gran ingenio creativo y originalidad en los motivos tratados. En uno de los salones de este palacete, el de las abejas, hay una decoración mural con influencias mezcladas pompeyanas, neoclásicas, cretenses y egipcias. Otro salón, el de los continentes, está decorado con figuras femeninas alegóricas de modelado plano y sobrepuesta cada una en pan de oro, grandes jarrones y elementos vegetales, principalmente palmas, figuras aladas y candiles de dos picos. Arturo Mélida llevó a cabo también la decoración del Ateneo de Madrid (así como la fachada del edificio), que en parte desapareció, aunque quedan en perfecto estado las pinturas del techo del salón de conferencias (1883). Su excepcional decoración del techo es considerada uno de los primeros ejemplos modernistas en la ciudad de Madrid, una obra que rompía con los cánones artísticos establecidos en el siglo xix. Pintura del techo de la sala de conferencias del Ateneo de Madrid, imagen cedida por el Ateneo de Madrid. Madrid Histórico 41 MONUMENTO A CRISTÓBAL COLÓN Es el primer monumento a Colón levantado en España, una obra con carácter y personalidad que en su día fue muy admirado y por el que Mélida fue reconocido y condecorado con la gran cruz de Santiago fundada por el rey de Portugal para premiar servicios especiales, tanto científicos como literarios o artísticos. Como relata Julia Mélida en su biografía de Arturo Mélida: «El monumento está cargado de simbolismo: Isabel la Católica ante un cristo que oyó sus plegarias por el engrandecimiento y la unidad de España, Colón en la celda del padre Marchena estudiando la ruta de las carabelas hacia horizontes imperiales, la Virgen del Pilar capitana de la empresa marinera mayor que vieron los siglos y la nave Santa María con el contenido simbólico de un mundo nuevo incorporado a Castilla y León». Las escenas representadas en los altorrelieves de los frentes este y oeste tienen un carácter narrativo y en EL SEPULCRO DEL MARQUÉS DEL DUERO Emplazado en el Panteón de Hombres Ilustres de la basílica de Nuestra Señora de Atocha, fue su primera obra importante, cuyo concurso público ganó en 1875. Mélida se encargó no solo del proyecto del monumento sino también de la ejecución personal de la escultura. Como es habitual en el artista, la obra está llena de simbolismo. La efigie del ilustre soldado (Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero), es de Elías Martín, el resto fue ejecutado por Mélida. 42 Madrid Histórico ellos hay un interés desmedido por el detalle, la minuciosidad en la representación de las calidades y el estudio arqueológico de los objetos. La cara sur es una alegoría, representa la carabela de Colón portando el globo terráqueo como símbolo del descubrimiento y una cartela alrededor en la que se lee «A Castilla y a León, nuevo mundo dio Colón». En la cara norte aparece la Virgen del Pilar, por celebrarse su fiesta el 12 de octubre, día del descubrimiento. En la parte inferior se pusieron los nombres, por indicación del propio Mélida, de los ochenta y un tripulantes de las embarcaciones que acompañaron en ese viaje a Colón, Martín Alonso Pinzón, Vicente Yáñez Pinzón y Juan de la Cosa. En el de oriente, la Reina Católica ofrece sus joyas al navegante insigne para costear los gastos de su viaje. En el altorrelieve de occidente, Colón expone sus proyectos a su constante protector y amigo fray Diego de Deza. Decoración que realizó Mélida para Pablo Pérez-Seoan, conde de Velle, en 1877 en la calle Don Pedro en Madrid, que hoy ocupa la sede de la Real Academia de Ingeniería, donde pueden verse en magnífico estado dos estancias decoradas por Mélida, el despacho renacentista y el salón de baile (sobre estas líneas), cada una de un estilo diferente, y una bella chimenea en madera noble. OBRA GRÁFICA Y DISEÑO ARTÍSTICO En su obra gráfica destaca una desbordante creatividad aparejada a un claro dominio del dibujo y a unos profundos conocimientos de la historia del arte. Su destreza como dibujante le granjeó rápidamente fama y reconocimientos entre impresores, editores y escritores del momento que le consideraron como uno de los mejores ilustradores españoles junto con otros artistas como Ramón Casas, Cecilio Plá o Apeles Mestres. En el Mélida ilustrador volvemos a ver al artista ecléctico que se nutre de muy variadas influencias artísticas, las cuales reelabora con total libertad creativa y originalidad. Consigue unos dibujos de excelente calidad, de muy diversos estilos, pero todos ellos impregnados de ese carácter personal e inconfundible de Mélida. En sus ilustraciones podemos ver dibujos de clara influencia japonesa, como otros que recuerdan a los grabados de Alberto Durero o acuarelas de estilo egipcio, ilustraciones neogóticas y otras que se acercan mucho a la estética modernista. Es muy frecuente que haga uso del simbolismo y de las alegorías en sus dibujos. Sus ilustraciones están realizadas con tal minuciosidad de detalles que demuestran el profundo conocimiento que tenía Arturo Mélida del arte y de la historia. Además, Mélida tiene una gran capacidad de expresión gráfica, consiguiendo que sus ilustraciones sean elocuentes y reflejen con todo detalle y simbología el texto que ilustran, son dibujos muy evocadores. Madrid Histórico 43 [1] [1] Dibujo para la revista Andalucía, 1885. [2] Dibujo para la revista El progreso agrícola y pecuario,1900. [3] Ilustración para las invitaciones del banquete en homenaje a Benito Pérez Galdós,1883. [4] [5] Acuarelas para ilustrar la novela La hija del rey de Egipto de Jorge Ebbers. En las ilustraciones que Mélida hace para la edición de lujo de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós (1882) el estilo imperante en toda la obra recrea la época de Carlos IV y Goya, aunque a veces introduce también la estética medieval. El gran conocimiento que tenía Arturo Mélida sobre estas épocas queda reflejado en las composiciones ricas en todo tipo de detalles y matices. Las ilustraciones que hace en 1901 y 1902 para la edición de lujo de Las leyendas de Zorrilla dibuja un mundo de alegorías en consonancia con el texto. Se inspira en muchos lugares de Toledo que tan bien conocía Mélida, como la sinagoga del Tránsito y sobre todo San Juan de los Reyes, ambos restaurados por él, recordando todo al siglo xv. En las cuatro alegorías de las estaciones del año para la revista Blanco y Negro, cuyos dibujos se conservan en el Museo del Prado, Mélida simboliza las edades del hombre con las estaciones del año y se inspira de nuevo en el estilo medieval del siglo xv, flamenco o alemán, recordando a los grabados de Durero. La portada de El progreso agrícola y pecuario de enero de 1901 refleja la estética modernista, así como también los dos dibujos publicitarios que hizo para el Almanaque de la Unión Española de Explosivos, uno con el tema de «Diana cazadora», donde la influencia del cartelismo modernista es evidente, y otro con el de «santa Barbara». 44 Madrid Histórico [3] [2] [4] [5] Los carteles de toros, arte del que era un gran entendido y aficionado, casi todos para corridas benéficas, eran dibujados como donativo anual a centros hospitalarios. Son composiciones elegantes con temática taurina. El arquitecto madrileño fue un apasionado del diseño artístico, pintó una serie de abanicos para la realeza, como el que hizo para la reina María de las Mercedes como presente a la reina de Portugal doña María Pía. También realizó abanicos para la reina regente María Cristina, para la duquesa de Edimburgo y para doña Amalia de Orleans, hija del conde de París y más tarde reina de Portugal por su enlace con Carlos de Braganza. En el Museo del Prado se conserva un dibujo para las vidrieras de la capilla de casamientos de la madrileña iglesia de Santa Cruz. Mélida solía diseñar el mobiliario completo –muebles, espejos, alfombras, cortinajes, chimeneas, lámparas, barandillas de escaleras, etc. –en sus trabajos de decorador de interiores. Por ejemplo, diseñó los muebles y cortinajes para el despacho de Benito Pérez Galdós en la villa de San Quintín. También diseñó el lujoso mobiliario de varias salas del Congreso de los Diputados, de lo que lamentablemente solo quedan fotografías testimoniales y un sillón giratorio en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Muchas de estas obras han desaparecido, bien porque se han destruido, bien porque su pequeño formato y valor artístico han hecho que fueran objetos preciados para el mercado del arte. VIDA SOCIAL Y AFICIÓN A LOS TOROS Arturo Mélida vestido de torero, al pie de la imagen puede leerse el nombre del fotógrafo y el lugar del estudio «Ladislas Konarzewski, Sant Jean de Luz». Arturo fue un hombre con alma de artista, vehemente y apasionado, dotado de una gran sensibilidad, así como de una destacada inteligencia. Tenía sentido del humor y fama de simpático y ocurrente, de persona entrañable y de madrileño castizo con esa gracia e ingenio típicamente madrileños que le hacían ser tan querido. Era un gran aficionado a los toros. En el castillo de Higares, la finca que en Toledo tenía el duque de Veragua, el arquitecto madrileño mató varias reses en presencia de lo mejor de la afición y de la aristocracia. El rey Alfonso XII asistía complacido a muchos de estos festejos, en los que Mélida, en más de una ocasión, le brindó un toro. En cierta ocasión en la que el rey Alfonso XII le otorgaba a Mélida la gran cruz de Isabel la Católica por su labor artística, el monarca le dijo: «He aquí el premio a tu labor. Te condecoro como un Miguel Angel que eres de nuestra patria», a lo que Arturo Mélida contestó con aplomo y donaire burlesco madrileño: «Señor, soy mucho más que Miguel Ángel, porque yo, además de arquitecto, pintor y escultor, soy torero, y el glorioso Miguel Ángel no supo matar toros». La intensa vida de trabajo y múltiples actividades de Arturo Mélida fue paralela a una brillante vida social, estando entre sus amistades las más destacadas personalidades de la época. Fue un gran amigo de Benito Pérez Galdós y de otros muchos literatos, arquitectos, pintores y periodistas. Entre sus amistades estaban los señores duques de Veragua, conde de Liniers, Velázquez Bosco, Aureliano de Beruete, Salaverry, Bartolomé Maura, Joaquín Sorolla, Madrazo, Concha, Picón, etc. Es muy interesante en este aspecto el capítulo «Ruegos y preguntas» de la biografía inédita de Julia Mélida, Arturo Mélida, Miguel Ángel del siglo xix, que reúne y transcribe un gran número de cartas escritas a Arturo por personas de la élite social, política, literaria y artística de la época, como por ejemplo Benito Pérez Galdós, Echegaray, Juan Valera, la ilustre actriz Elisa Mendoza Tenorio, del secretario de su majestad la reina regente, del escritor Jacinto Octavio Picón, del pintor Pradilla, del político Segismundo Moret, de Pedro de Madrazo, de José Moreno Carbonero, Luis Domenech, Francisco Silvela, conde de Liniers, Cristóbal Colón de la Cerda (duque de Veragua, descendiente directo de Cristóbal Colón),de la infanta doña Isabel, etc. Madrid Histórico 45 José Ramón Mélida pintado por Sorolla. JOSÉ RAMÓN MÉLIDA ALINARI Nace en Madrid el 26 de octubre de 1.856, y muere en esta misma capital el 30 de diciembre de 1.933. Fue arqueólogo, novelista, historiador y crítico Martín Almagro-Gorbea, académico anticuario de la Real Academia de la Historia, considera a José Ramón Mélida una de las mayores figuras de la arqueología española de todos los tiempos, siendo la persona de referencia y el motor de la transformación ocurrida en un campo de las humanidades tan sensible a la mentalidad moderna como es esta ciencia. José Ramón Mélida fue el arqueólogo de su generación más reconocido fuera de España a nivel internacional. Realizó una labor sin precedentes en la modernización de la arqueología española y mejoró el nivel científico español en esta materia. Representa la transición entre el arqueólogo-historiador decimonónico y el geólogo prehistoriador más próximo a las nuevas técnicas arqueológicas y de trabajo de campo. Dirigió las excavaciones de Numancia y las de la ciudad romana de Mérida (descubrió el teatro romano) durante más de veinte años. Fue un hombre con vocación humanista, un sabio en el campo de las humanidades con un insaciable interés de conocimiento. Al igual que su hermano Arturo, fue un hombre con una actitud ecléctica y versátil que aspiró a abarcar muchas áreas de conocimiento. Trabajador infatigable a lo largo de su dilatada carrera, cosechó éxito, distinciones y honores y, sobre todo, un gran reconocimiento por los especialistas que, hoy en día, siguen admirando su obra y legado. José Ramón Mélida enseñando a Alfonso XIII la ciudad romana de Emerita Augusta 46 Madrid Histórico La relevancia de una personalidad como José Ramón Mélida trasciende su biografía de arqueólogo, perteneció a las instituciones de más prestigio social y cultural de su época, tanto en España como en el extranjero, fue director del Museo Arqueológico Nacional, presidente de la Sociedad de Antropología, académico y anticuario de la Academia de la Historia, académico y tesorero de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, académico del Instituto Arqueológico Germánico de Berlín, de la Sociedad de Anticuarios de Londres, del Instituto Francés, y de la Sociedad Hispánica de Nueva York, consejero de la Instrucción Pública, catedrático de la Universidad Central, director del Museo de Reproducciones Artísticas, presidente honorario de todos los Congresos Internacionales de Arqueología, socio honorario del Ateneo de Madrid, etc. A lo largo de su dilatada carrera recibió las más preciadas distinciones y honores, como la de caballero de la gran cruz de las órdenes de Isabel la Católica, de Alfonso XII y de la Corona de Italia, oficial de la Legión de Honor, collar del Cristo de Portugal, palmas de la Academia Francesa, medalla de Leopoldo II de Bélgica, etc. Como explica Martín Almagro Gorbea, «… Mélida fue un técnico especializado en arqueología, no un hombre de sociedad ni un político, aunque supiera, como es lógico dado los cargos que alcanzó, convivir en estos ambientes de la sociedad española de su época. Ello le permitió, dentro de la misma, alcanzar, gracias a sus méritos, la cumbre de su escalafón, que era la dirección del Museo Arqueológico Nacional, sin deberse a favores personales ni sufrir las alternancias de partido, los «cesantes», que tan funestas fueron en el siglo xix…». Con respecto a la importancia que la obra de José Ramón Mélida tiene en la modernización de la arqueología española, Martín Almagro Gorbea pone como ejemplo el impulso fundamental que dio al Museo Arqueológico Nacional, institución insignia de la arqueología española, y lo explica así: «Este museo, uno de los museos arqueológicos más ricos de Europa, no se comprende sin la obra de Mélida, que lo convirtió en una institución, si no modélica en su tiempo, sí plenamente europea, con una política de actuación que ofrecía desde numerosos ingresos, registrados con su estudio y publicación en catálogos (¡política todavía inexistente en la mayor parte de nuestros museos actuales!), a una creciente preocupación por el fomento de la educación y de la cultura, tal como evidencia la acertada política de exposición de objetos, tanto en las propias salas como participando y fomentando exposiciones extraordinarias en España y en el extranjero, para acercar a la sociedad hacia la toma de conciencia de su pasado y, con ello, de acceso a su propio destino…». Escribió un gran número de catálogos de museos que hoy día se consideran como verdaderos manuales de arqueología, así como catálogos monumentales de las provincias españolas. Escribió ocho novelas, varias de tipo histórico, otras son dramas, y alguna cómica. Tuvo una estrecha relación con el Ateneo de Madrid, una de las fundaciones culturales más activas de la España liberal decimonónica, así como con la Academia de la Historia. También se involucró con la Institución Libre de Enseñanza, colaborando junto a Joaquín Costa en el boletín de dicha institución como humanista y científico. A nivel humano, numerosos testimonios confirman que José Ramón Mélida fue un hombre de carácter afable, humilde y sereno, muy querido por sus discípulos y compañeros. En su discurso de ingreso en la Real Academia de Historia se dirigió a los oyentes de esta forma propia de un hombre sencillo: José Ramón Mélida en su despacho examina y cataloga una pieza arqueológica. «… y pues cada uno debe aportar aquí, como contingente a la obra común, el fruto de sus estudios, aceptad el que vengo a ofreceros, modesto como mío: obrero de la Ciencia soy, que eso somos no más los arqueólogos…». BIBLIOGRAFÍA BERUETE, Aureliano de: «Enrique Mélida y Alinari», en La Ilustración Española y Americana, 15 de mayo de 1892, pp. 292-293. CASADO RIGALT, Daniel: José Ramón Mélida y Alinari (1853-1933) y la arqueología española, Madrid: Real Academia de la Historia, 2006. CHUECA GOITIA, Fernando: «La Arqueología» en Catedráticos en la Academia, Académicos en la Universidad, Madrid: Fundación Central-Hispano-Consejo Social Universidad Complutense, 1994, p. 172. DOMENECH MONTANER, Luis: «Don Arturo Mélida» en Anuario de Arquitectos de Cataluña, 1903, pp. 439-443. 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