IV. Una mirada a la ética. Conceptos básicos en la

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IV. Una mirada a la ética. Conceptos básicos en la ética de la Grecia Antigua.
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2007; 11(2)
Fernando Ruiz Rey.
Psiquiatra
Raleigh, NC. USA
PALABRAS CLAVE: Ética, Aristóteles, Filosofía, Virtud, Teleología, Amistad.
Aristóteles (385-322 AC) escribió dos obras sobre ética, Eudemian y Ética Nicomaquea o Ética de Nicomaco (hijo e
editor del texto escrito por el filósofo). (1;Intr:XVI-XVIII) La más conocida, extensa y más madura es la Ética
Nicomaquea, considerada la primera obra sistemática escrita sobre Ética, no carente de pasajes oscuros e, incluso
contradicctorios. Aristóteles, al igual que Platón, quiere encontrar una base firme para asegurar la vida moral;
ambos filósofos rechazan las manipulaciones que la ética sufre en manos de los ambiciosos y poderosos.
Aristóteles estudia la conducta actual de los ciudadanos de la polis y, en base a élla, propone su concepción de la
vida moral de sus miembros (polis: ciudad-estado; los griegos no tenían palabra para el término moderno de
‘sociedad’).
Teleología y felicidad
Aristóteles abre el Libro primero de su obra señalando que “Cada arte o ciencia aplicada y cada investigación
sistemática, e igualmente, cada acción y elección, parecen apuntar a un bien; el bien, entonces, ha sido
apropiadamente definido como a lo que todas las cosas apuntan [meta].” (1;1094a) El carácter teleológico de la
ética queda de inmediato afirmado: toda acción humana tienen una meta, un bien. Así como las acciones son
múltiples en la vida de los hombres, así también son múltiples las metas, cada meta es específica para la acción
correspondiente que se realiza. Sin embargo, Aristóteles señala que las acciones y metas del hombre, se organizan
de tal modo que algunas metas tienen por propósito alcanzar otras metas más altas: bienes superiores. El bien
máximo es aquel cuyo valor no depende de que se logren subsecuentemente otras metas o bienes, sino que se
busca por su propio valor. Dice Aristóteles: “… existe sobre y por encima de todos los otros bienes, otro bien en sí
mismo y por sí mismo, que es también la causa del bien de todas estas cosas [los otros bienes menores]”.
(1;1095a25). Para Aristóteles esa meta última de la acción de los hombres es la felicidad: “…la felicidad…..es el fin
o meta de las (aspiraciones) humanas.” (1;1176a30) La felicidad no es entonces, una característica psicológica
que posea un individuo, sino una actividad deseable en sí misma por su meta superior; estas acciones son
realizadas de acuerdo a la virtud, esto es, son obras nobles y buenas, deseables en sí mismas, y constituyen la
felicidad del hombre. Una vida feliz es una vida vivida de acuerdo a la virtud.
La ”felicidad” –vivir bien- es el bien último propuesto por Aristóteles, el bien final en el que desembocan una buena
parte de los otros bienes y metas de la conducta humana: “...Lo que es siempre escogido como una meta en sí y
nunca como un medio para ninguna otra cosa, es llamado final, sin calificaciones. Esta descripción parece aplicarse
a la felicidad por sobre todo: porque siempre elegimos la felicidad como un fin en sí mismo y nunca por el
propósito de alguna otra cosa.” (1;1097a35) La felicidad por sí misma hace las cosas deseables y auto-suficientes.
Aristóteles escribe:”Todos los otros bienes o, son prerrequisitos necesarios para la felicidad o, son por naturaleza
complementarios a élla, e instrumentos útiles para lograrla.” (1;1099b30)
Felicidad y polis
Este bien máximo –la felicidad- no es un sentimiento, sino actividad(es) referida(s) a la colectividad de la polis,
porque Aristóteles no concibe al ser humano como un individuo aislado, sino que: [éste] “…generalmente vive con
sus padres, hijos, una esposa y amigos y compañeros ciudadanos, puesto que el hombre es por naturaleza un ser
social y político.” (1;1097b10) El hombre es concebido como un ser que se realiza en la comunidad de la polis, sólo
así, tanto Platón como Aristóteles, pueden concebir la vida humana civilizada. Por éso, Aristóteles propone el bien
máximo como la “felicidad” (‘florecimiento’), término que no tiene el carácter primariamente subjetivo que le
asignamos en la actualidad, sino que se refiere fundamentalmente, a un estado de ser activo en la vida de la polis.
Por esta razón en este filósofo, la ética se relaciona a la política y, la política a la ética; puesto que el bien máximo
lleva al hombre a ser parte de la polis, y la política guía la formación del ciudadano, reglamentando las ciencias
que deben enseñarse en la comunidad; el objetivo de la política: “…es engendrar un cierto carácter en los
ciudadanos y hacerlos buenos y dispuestos a realizar acciones nobles.” (1;1099b30) La ley obliga a los jóvenes, y
a la población general, a mantener una conducta virtuosa y, fomenta así, la formación del carácter moral de los
ciudadanos. (1;1179a) Igualmente, la educación proveída por el Estado está dirigida a la formación de ciudadanos,
mujeres y niños adaptados al sistema político de la polis, porque:”…la ciudad total tiene una sola y simple meta o
fin…” (2;1337a10-27)
La felicidad es un estado de ser activo en la polis, no sólo un momento o un periodo de la vida de un individuo, la
felicidad cubre toda la existencia del ciudadano, es un estado permanente, más firme en cuanto más profundo y
sólido es el carácter moral de la persona. Esta felicidad depende fundamentalmente del esfuerzo personal, pero
está condicionada por la fortuna. Si ésta es adversa y el individuo pierde sus bienes o sus hijos toman un curso de
vida deplorable, afecta a la felicidad de esa persona, aunque lo enfrente con nobleza y decoro. Incluso, pero sólo
hasta cierto punto, la mala fortuna lo puede tocar aún después de la muerte, por la ignominia de sus
descendientes y amigos. La felicidad entonces, no sólo es un estado personal, sino que se proyecta en una aureola
social más allá del individuo mismo, en el área en el que el individuo ha tenido ingerencia (en los griegos los lazos
familiares y de amistad eran fuertes y significativos).
Virtud y hábito
Tanto la Ética como la Política, son para Aristóteles ciencias prácticas, no son ciencias contemplativas que
adquieren conocimiento de algo externo, sino que estas ciencias prácticas utilizan la razón para organizar la vida y
lograr un vivir mejor, su meta o fin es la prosecución de una vida virtuosa. Para Aristóteles estas ciencias no son
completas, ni perfectas, ni están constituidas por un cuerpo de conocimiento que se pueda adquirir por estudio,
estas ciencias son básicamente acción guiada por la razón práctica, y se adquieren fundamentalmente por
“hábito”: “…para ser un estudiante competente de lo que es correcto y justo, y de la política en general, uno debe
primero haber recibido el hábito de la conducta moral desde la niñez.” (1;1095b5) El individuo enfrenta situaciones
particulares: “…y el agente debe considerar en cada ocasión diferente, lo que la situación demanda, como en
medicina y en navegación.” (1;1104a8) Toda acción en estas circunstancias requiere de la voluntad y de la
elección del individuo; las reglas de conducta no pueden ser precisas. Como consecuencia, Aristóteles sostiene que
no es posible enseñar las ciencias prácticas con preceptos, ni tampoco se pueden definir con el rigor de las ciencias
contemplativas cuyo objeto de estudio (theôria) y de conocimiento (gnôsis), son realidades naturales eternas e
inmutables. Por eso, Aristóteles para estudiar el comportamiento moral de los ciudadanos, requiere individuos con
un carácter moral formado que ejemplifiquen la acción moral en actualidad. Son estos hombres ejemplares los que
determinan lo intrínsecamente deseable, el bien al que todo buen ciudadano debe aspirar, este bien se convierte
en norma: bien normativo: “…lo que parece bueno a un hombre de alto Standard moral es el verdadero objeto del
deseo, mientras que un hombre sin valor desea lo que atrae a su fantasía.”…..”la distinción más importante del
hombre de alto Standard moral, es su habilidad de ver la verdad en cada pregunta moral particular, puesto que él
es como si fuera, el Standard y medida para tales cuestiones.” (1;1113a25) “…lo que es valioso y placentero a un
hombre bueno, es actualmente valioso y placentero.” (11176b25) Los hombres buenos son la medida de todas las
acciones morales, porque los hombres torcidos y malos, desean y encuentran placer en lo que no es noble, ni
conducente a la felicidad. No es entonces sorprendente que de la conducta de estos individuos ejemplares,
Aristóteles concluya los primeros principios de la moral, el punto de partida para desarrollar lo que considera una
conducta moral pertinente: el propósito del hombre, su puesto en la sociedad y lo que es bueno para él.
(1;intr.:XV-XVII) Tampoco es para Aristóteles posible que se pueda estudiar ética sin una formación previa de
carácter moral, sin este carácter, no se puede entender, ni progresar en estos estudios.
La felicidad es para Aristóteles lo mejor del hombre, es el bien máximo que: “…si hay algo que llega a los hombres
como regalo de los dioses, es razonable suponer que la felicidad sobre cualquier otra cosa, es dada por
dios.” (1;1099b10) Y, aunque no dada por los dioses, sino que lograda por el entrenamiento y la excelencia en la
acción: “es algo divino y bendecido.” (1;1099b10). La felicidad no se logra por azar, sino por hábito en los
individuos bien dispuestos, y esto es así, ordenado, y no fortuito, porque la naturaleza dispone el mejor arreglo de
las cosas.
Virtud y racionalidad
Aristóteles refina el concepto de felicidad con su concepción de la ”función propia” del hombre, porque así como la
función del artesano es construir artefactos y la del flautista tocar la flauta: “ el bien y la actuación del hombre
pareciera residir en lo que sea su propia función.” (1;1097b25) (Función típicamente humana). Como es sabido,
para Aristóteles lo propio del hombre, lo que no comparte con ningún otro ser vivo, planta o animal, es el
elemento racional: “El elemento racional tiene dos partes: una es racional en que obedece la regla de la razón, la
otra en que posee y concibe reglas racionales.” (1;1098a5) La razón regula y comanda las actividades del alma,
entonces la función propia del hombre consiste: “…en una actividad del alma en conformidad con un principio
racional o, al menos, no sin él.” (5;1098a5) Aristóteles concluye, que si la función propia del alma es realizar
acciones en conformidad al elemento racional, y si el hombre de gran calificación moral es el que efectúa esas
acciones bien y con propiedad: “…y si una función es realizada de acuerdo a la apropiada excelencia que le
corresponde; alcanzamos la conclusión que el bien del hombre es una actividad del alma en conformidad con la
excelencia o virtud, y si hay varias virtudes, en conformidad con la mejor y más completa.” (1;1098a15) La
felicidad es entonces la actividad virtuosa o excelente en conformidad con el elemento racional. Pero, Aristóteles
no desdeña la posesión de bienes externos (buena cuna, buenos hijos, bienes materiales, etc.) como
complementarios para la felicidad, estos bienes ayudan a desplegar las virtudes en las actividades del ciudadano.
La felicidad es una actividad del alma guiada por el elemento racional. Pero, Aristóteles está consciente que el
alma posee también un elemento irracional que puede oponerse a la acción virtuosa o excelente. Este elemento
irracional del alma posee dos partes: “…una es vegetativa y no participa de ninguna manera en la razón, la otra es
el asiento de los apetitos y deseos en general, y participa de la razón en cuanto cumple con la razón y acepta su
liderazgo; posee la razón en el sentido en que decimos es “razonable” aceptar el consejo de un padre y de amigos,
no en el sentido que tenemos en un entendimiento “racional” de las proposiciones matemáticas.” (1;1102b30) El
hombre con auto-control virtuoso actúa de acuerdo a la razón y es razonable, ni siquiera lucha ni se opone a la
acción virtuosa, porque sus emociones y apetencias son consistentes con la virtud; en cambio, hombres más
débiles se oponen a ese actuar, algunos sucumben y otros logran sobreponerse y realizan la acción virtuosa.
Para Aristóteles el elemento racional del alma, la razón, tiene dos aspectos, el racional en sí mismo y, un aspecto
de razonable, en el sentido de que escucha a la razón misma. Siguiendo esta división del alma humana, Aristóteles
distingue dos tipos de virtudes: las virtudes intelectuales (sabiduría teórica, sabiduría práctica y entendimiento)
propias de la razón, y virtudes morales (generosidad y auto-control) bajo la dirección de la razón práctica, las
primeras se adquieren fundamentalmente por enseñanza y estudio, y también experiencia y tiempo; las segundas
se forman por ‘hábito’: ethos, y se adquieren fundamentalmente por experiencia y tiempo. Las virtudes se
desarrollan en la acción, ninguna de las virtudes está determinada por la naturaleza, pero, aunque es la naturaleza
responsable de que el hombre tenga virtudes, la actualización de las virtudes se realiza con la enseñanza, el
entrenamiento y el hábito, y así se forma el carácter y el sentido moral del hombre.
Virtudes y doctrina del término medio
Las acciones del hombre han de ser adecuadas para lograr el fin o bien al que se dirigen. Aristóteles introduce la
doctrina del término medio para calificar las acciones como virtuosas. Según esta tesis, una acción realizada en
exceso o en deficiencia, no logra el objetivo que persigue, así por ejemplo, el coraje se estropea en una acción
disminuida y también se malogra en una acción extremada.
Las acciones humanas están íntimamente relacionadas con el placer y el dolor, uno impulsa la acción, el otro la
frena. De acuerdo a Aristóteles, el placer y el dolor siguen a las emociones (odio, alegría, envidia, etc.), pero
sostiene también, que algunas acciones nobles producen naturalmente placer. Según Aristóteles, el placer y el
dolor se pueden modular por la enseñanza y el hábito, de modo que en un hombre maduro con un carácter moral
bien formado, las emociones, los deseos y apetencias, y en consecuencia el placer y el dolor, son consistentes con
la vida virtuosa, no son perturbadores, ni opuestos a la elección racional. Aristóteles escribe:”Así por esta razón
también, todo estudio de la virtud y de la política, deben considerar el placer y el dolor, porque si un hombre tiene
la actitud correcta hacia ellos, será bueno; si tiene una actitud incorrecta, será malo.” (5;1105a10) La acción
moral está íntimamente ligada a la formación del carácter del hombre, sólo así podrá actuar en forma virtuosa, el
discernimiento racional ayuda, pero es menos importante que el carácter moral y las elecciones que favorece.
Las virtudes no son las emociones, ni la capacidad del alma de tenerlas, lo que es dado por la naturaleza, sino que
son lo que llama Aristóteles, “características”: “Quiero decir la condición, buena o mala, en la que estamos en
relación a las emociones; por ejemplo nuestra condición en relación a la rabia es mala si nuestra violencia es
demasiado violenta, o no suficientemente violenta, pero si es moderada, nuestra condición es buena;
…” (1;1105a25) En otras palabras:”La virtud apunta al término medio. Me estoy refiriendo a la virtud moral:
porque es la virtud moral la que concierne emociones y acciones, y es en las emociones y acciones en las que el
exceso, la deficiencia y el término medio se encuentran.” (1;1106b15)
Para Aristóteles el término medio de lo externo al hombre (de las cosas) puede ser el término medio matemático,
pero en lo concerniente al hombre mismo –emociones y acciones- el término medio corresponde al experimentar
estas emociones y ejecutar las acciones a ellas relacionadas: “…en el momento adecuado, dirigidas al objeto
correcto, hacia la gente que corresponde, por la razón adecuada, y de la manera adecuada -ese es el término
medio, y el curso mejor, el curso que indica una virtud.” (1;1106b20) Las condiciones que un acto debe cumplir
para ser virtuoso, son numerosas, es fácil fallar: “hombres malos tienen muchos modos, hombres buenos sólo
uno.” (1;1106b35) Por eso, la conducta virtuosa es altamente noble y encomiable.
Aristóteles concluye que: “…virtud o excelencia es una característica que envuelve elección, y que consiste en
observar el término medio relativo a nosotros [no el matemático aplicable a las cosas externas], término medio
definido por un principio racional, tal como un hombre de razón práctica lo determinaría.” (1;1107a) La virtud
requiere de actos voluntarios y de deliberación que envuelve un principio de racionalidad en la elección. Aristóteles
reconoce, sin embargo, excepciones a esta regla del término medio, como por ejemplo: las emociones:
resentimiento, falta de vergüenza, envidia, y las acciones: adulterio, robo, asesinato; todos estos casos son
condenables de por sí, y siempre son incorrectas; Aristóteles escribe: “Sería igualmente tan absurdo suponer que
hay un término medio, un exceso, y una deficiencia en un acto injusto, cobarde o auto indulgente.” (1;1107a15)
El término medio en las emociones y acciones es difícil de lograr por las múltiples circunstancias en que se vive y
actúa. Aristóteles recomienda tener cuidado con las inclinaciones y preferencias personales y evitar caer en lo
placentero, sin consideración adecuada de lo que es correcto. Frente a estas dificultades en la modulación de las
emociones y en la realización de las acciones correctas, Aristóteles permite pequeñas variaciones –no notorias- en
el término medio, y recomienda dejarlas pasar sin pronunciar un juicio condenatorio. (1;III)
Actos voluntarios e intencionalidad
Aristóteles al especificar que los actos virtuosos son realizados voluntaria e intencionalmente se aleja de la
conceptualización intelectualista de la moral que caracterizó fundamentalmente a sus predecesores, que
atribuyeron a la ignorancia –falta de conocimiento del bien-, la falla de excelencia en el actuar; un problema
básicamente de inteligencia y de educación intelectual. Sin embargo, la virtud para Aristóteles, también implica un
‘saber’ actuar, por lo que, aunque se vaya adquiriendo por hábito, incluye un razonamiento.
Las acciones virtuosas (coraje, generosidad, temperancia, justicia, etc.), se deben realizar en forma voluntaria,
conociendo los particulares de los que depende la acción y deben ser intencionales, es decir, deben ser producto
de una deliberación racional cuyo objeto es la razón específica por la que actúa el hombre y asegurar que los actos
considerados sean realizables. (1;III) La virtud es la propensión y el ‘saber’ realizar estos actos (virtuosos) con la
adecuada mesura, en el momento oportuno, con las circunstancias y personas adecuadas, incluso envolviendo las
emociones apropiadamente acostumbradas a un actuar virtuoso (ej. hostilidad modulada). Así por ejemplo, la
generosidad se refiere a aquellos actos en relación con los bienes materiales monetarios, si no se realizan éstos
con mesura, tenemos los vicios de ‘avaricia’ y de ‘extravagancia’ (por poco o por mucho dar: por deficiencia o
exceso).
Justicia
La justicia para Aristóteles es la virtud que regula toda la conducta adecuada en la comunidad de la polis, tanto las
relaciones de los individuos entre sí, como también, en cierta medida, la relación consigo mismo. En un sentido
amplio, la justicia es el acatamiento de la ley, porque: “Las leyes hacen pronunciamientos en todas las esferas de
la vida, y su meta es asegurar o el bien común o el de los mejores, o el bien de aquellos que sustentan el poder,
sea por su excelencia u otra base de este tipo. De este modo, en cierto sentido llamamos “justo” lo que produce y
preserva la felicidad para la comunidad social y política.” (1;1129b15) De todas las virtudes, la justicia es la que
engloba y unifica a todas porque se refiere a las relaciones entre los hombres para:”ventaja de otros, sea para el
que gobierna o para los compañeros miembros de la comunidad.” (1;1130a5) La justicia es entonces, la excelencia
de la virtud como totalidad.
Aristóteles sostiene que la política regula y enseña a la comunidad a vivir en forma virtuosa y, a su vez, el
conocimiento de la ética permite a la política saber lo que es un buen régimen. Esto indica una cierta circularidad
en el pensamiento aristotélico, la ética encuentra en la polis y su ordenamiento, su meta y bien, y en élla se
realiza la felicidad del hombre virtuoso. Por su parte, la política que ordena la polis, encuentra en la ética su
dirección. Sin embargo, Aristóteles al analizar lo justo en el sentido político, incorpora la noción del ordenamiento
natural, influyendo tanto la conducta individual como el orden de la polis, con lo que se rompe la circularidad
causal de ética y política al ser ambos ordenamientos naturales (el hombre busca estos ordenamientos por
naturaleza).
Para Aristóteles lo justo se puede subdividir, en lo justo por naturaleza y lo justo por conveniencia. Lo justo por
naturaleza es estable e inmutable, pero sólo en el mundo perfecto de los dioses, en el mundo de los hombres es
cambiante. Según el filósofo:”no es difícil ver entre las cosas que admiten ser otras de las que son, cuales son por
naturaleza y cuales no son por naturaleza, sino por convención o acuerdo, aunque ambas clases son sujetas a
cambios.” (1;1134b30) Así, por naturaleza, dice Aristóteles, la mano derecha es más fuerte, pero es posible para
cualquier hombre llegar a ser ambidextro. Cada noción de lo justo es en relación a un acto justo como la relación
de lo universal a lo particular. Pero habría que señalar que no es tan claro cómo detectar lo justo universal, ni
cómo se aplica este universal a lo particular, problema que Aristóteles señaló críticamente en el pensamiento de
Platón.
Amistad
Phylia es un término que originalmente tiene un significado bastante amplio, pero en el lenguaje moderno se
distingue ‘amistad’ en la que existe una relación de afecto y, filia en la que existe un lazo que une los miembros de
una asociación, como la familia, el estado, un club, etc. La amistad es otra de las virtudes (o relacionada a las
virtudes) más importantes para Aristóteles. No se puede concebir un hombre sin amistades, poderoso o pobre,
saludable o enfermo, joven o viejo. La compañía es buscada por todos los hombres, aún los plenamente felices.
Los amigos no sólo proveen ayuda práctica y consejos, sino que “…las amistades aumentan nuestras posibilidades
de pensar y de actuar.” (1;1155a15) La amistad tiene tal beneficio para los hombres que:”Cuando la gente es
amiga, no necesitan la justicia, pero cuando son justos, necesitan además amistad. De hecho, lo justo en su
sentido más pleno es considerado como un elemento constitutivo de la amistad.” (1;1155a27) Ayudan también al
desarrollo de la amistad, la estabilidad emocional y la sociabilidad de los individuos.
La amistad es el afecto conciente que se tiene por las personas amigas, porque son buenas o parecen serlo. Los
amigos se desean mutuamente el bien, sin embargo, hay amistades (relaciones de negocios y de otros tipos, más
que verdadera amistad) que se basan en la utilidad o placer o beneficio que el amigo puede aportar; este tipo de
amistades son frágiles y transitorias, ya que cambian los intereses de las personas. La amistad por excelencia es
aquella que surge entre hombres de carácter bueno que actúan por el bien; de este modo, los amigos tienen un
área común en la virtud del actuar; esta amistad es poco frecuente, ya que no son muchos los hombres virtuosos,
y su desarrollo toma tiempo para que se conozcan bien las personas, pero es una amistad duradera; la amistad
verdadera está basada en la solidez del carácter: “…hombres buenos serán amigos en base a lo que son, esto es,
porque éllos son buenos. (1;1157b) El placer es parte de la amistad, en cuanto es búsqueda del bien mutuo y,
esto es placentero. La amistad es equitativa, se da y se recibe al igual.
Sin embargo, Aristóteles acepta la amistad desigual, como la que se da entre el que gobierna y el súbito, entre el
viejo y el joven, entre el esposo y su mujer (éstas, según el filósof, poseen capacidad de deliberación, pero no
tienen autoridad). En estos casos el mérito del bien es desigual, y el que posee más recibe más: “En toda amistad
que envuelve la superioridad de uno de los miembros, el afecto también debe ser proporcionado: el miembro
mejor y más útil, debe recibir más afecto que el que da…”…..”Porque cuando el afecto es proporcionado al mérito
de cada miembro, hay cierto sentido de igualdad entre éllos. Y la igualdad, como hemos visto, parece ser parte de
la amistad.” (1;1158b25) Según Aristóteles, la proporcionalidad de acuerdo al mérito o bien, iguala. Pero, esta
amistad desigual –proporcional- no es frecuente; con lo justo ocurre lo contrario, aquí lo usual es la
proporcionalidad en las relaciones de justicia, no la igualdad; se recibe o retribuye en justicia de acuerdo a los
méritos. Para Aristóteles, en todo caso, el dar afecto, y hacer, y desear el bien, de acuerdo a las posibilidades de
cada cual, es lo fundamental en la amistad. La amistad es para Aristóteles, indispensable en la vida del hombre, en
cuanto éste es un animal político que se desarrolla y realiza en la polis, junto a los demás.
Virtud, sabiduría práctica y emociones
Aristóteles sostiene que en el elemento racional del alma se puede distinguir una parte que aprehende los
principios fundamentales que son inmutables, y la parte racional que aprehende la verdad de lo que puede ser de
otra manera y, como hemos visto, para esto se necesita del cálculo o deliberación. Sin embargo, para efectuar una
acción moral buena, o mala, además del racionamiento se necesita, el deseo (emociones y apetencias), dirigidos
ambos –razón y deseo- hacia una misma meta, sólo con esta combinación de las facultades del alma, se puede
deliberar y hacer una elección, y actuar.
Esta capacidad de deliberar adecuadamente –recta razón- para efectuar una elección que conduzca a la buena vida
de felicidad, constituye la sabiduría (razón) práctica; Aristóteles escribe: “…la sabiduría práctica es una
característica racional verdadera del actuar en materias que envuelven lo que es bueno para el
hombre.” (1;1140b20) La sabiduría práctica es en sí misma una virtud o excelencia completa, al abarcar una gama
de acciones humanas cuyas metas son el bien y, en último término, la felicidad (la virtud del artesano es una
virtud parcial, incompleta, cuya excelencia o bien, depende del resultado del producto generado); el hombre que
posee sabiduría práctica es “ipso facto” un hombre de ‘buen carácter’, porque su elección moral es buena; el buen
carácter moral incluye entonces: las virtudes (hábitos de acciones nobles y buenas), sabiduría práctica (razón
aplicada a lo no determinado para elegir una acción buena) y emociones, deseos y apetencias apropiadamente
entrenados para ser consistentes con lo virtuoso. El criterio del actuar correcto es el término medio: “…el término
medio es lo que dicta la recta razón” (1;1138b20)
El propósito de la sabiduría práctica no es el conocimiento de lo justo, de lo noble o del bien: “…sino [el
conocimiento para] llegar a ser justo, noble y bueno, no sería de utilidad al hombre que es ya
bueno.” (1;1143b30) Según Aristóteles, un hombre puede realizar actos buenos y justos sin ser ni bueno, ni justo,
éste sólo los efectúa porque sigue la ley o, por ignorancia o, por otro motivo. El hombre verdaderamente justo
actúa por elección y decisión voluntaria, de realizar un acto noble y justo. La sabiduría práctica es un reflejo del
carácter moral del hombre bueno: “...un hombre no puede tener sabiduría práctica al menos que sea
bueno.” (1;1144a35)
Sabiduría práctica y conocimiento científico
La sabiduría práctica se refiere al conocimiento de situaciones o elementos particulares, ya que está destinada a la
acción, pero considera también los universales (conocimiento abstracto genérico, logrado por inducción de
particulares; por ejemplo: “las aguas pesadas son malas”). El conocimiento de la sabiduría práctica se adquiere
fundamentalmente con la experiencia, que es necesaria para conseguir el conocimiento de los particulares (el
conocimiento de los universales –conocimiento científico a base de inducción- se adquiere por estudio). La
sabiduría práctica no es entonces un conocimiento científico, ni tampoco un conocimiento abstracto de principios
últimos (por ej. matemática). Deliberar es un investigar, calcular lo que se va a hacer o realizar, la acción está por
efectuarse, no está determinada. La deliberación toma tiempo para hacerse, pero su corrección no se mide por el
tiempo, sino por la adecuación de la meta elegida, por el modo y tiempo apropiado de la acción o acciones
(término medio).
El proceso de deliberación incluye el entender las cosas y situaciones, el tener habilidad para llevar a cabo las
decisiones, el tener “buen sentido”, esto es: capacidad de perdonar, de ser recto y equitativo; y poseer una
inteligencia madura. Aristóteles explica: “Porque son los hechos particulares los que constituyen los puntos de
partida o principios para (nuestro conocimiento de) las metas de la acción: los universales emergen de los
particulares. De aquí que uno debe tener percepción de los hechos naturales, y esta percepción es la
inteligencia.” (1;1143b5) Todas estas condiciones de la deliberación son constituyentes naturales del hombre: “…
pensamos que los hombres tienen buen sentido, entendimiento e inteligencia por naturaleza.” (1;1143b5/10)
Origen de las virtudes
Las virtudes son características propias del carácter moral y, de acuerdo a Aristóteles, son de origen natural, esto
se confirma según el filósofo, porque las virtudes van apareciendo en distintas etapas del desarrollo de la vida.
Pero, ninguna virtud llega a su plenitud, hasta que aparece la virtud de la sabiduría práctica; las virtudes tienen
sus metas o fines, y la sabiduría práctica implementa los medios para lograrlas. Se podría señalar que esta
conceptualización aristotélica, puede implicar que los niños o personas con inteligencia poco desarrollada no son
capaces de mostrar actos virtuosos, salvo, tal vez, por presión social y educación de los que sí la poseen o, de una
forma muy rudimentaria. Esta relación de las virtudes con la virtud de la sabiduría práctica, también nos muestra
que, según Aristóteles, aunque cada virtud es en sí misma, no pueden existir aisladamente, están todas en
relación mutua. Sin embargo, para Aristóteles la sabiduría teórica es una virtud superior y: “…la sabiduría práctica
no tiene autoridad sobre la sabiduría teórica o la mejor parte del alma”………”la sabiduría práctica no usa la
sabiduría teórica pero actúa para asegurarla” (1;1145a5)
Según Aristóteles, el origen y fundamento de la virtud es por una parte natural, pero requiere de enseñanza para
que se forme el hábito virtuoso, y éste debe ser practicado por el individuo para que se establezca un carácter
adecuado. Las leyes de la comunidad juegan un papel importante en esta educación, porque la mayoría de los
hombres tiene la tendencia a buscar lo placentero y fácil; el castigo y el dolor sirven para corregir. Si la virtud
tiene su origen en lo natural, pero necesita de entrenamiento para que se desarrolle, cabe preguntar de dónde
surge la virtud de los que enseñan y establecen las leyes correctivas. Aristóteles parece responder a este
interrogante cuando escribe que el bien:”está presente en [algunos] hombres verdaderamente afortunados como
de alguna causa divina.” (1;1179b20)
Virtud teórica y virtud práctica
La actividad máxima del hombre es para Aristóteles, la teoría (theōria), la actividad de la mente aplicada al
conocimiento de la realidad, incluyendo la matemática. La actividad de la inteligencia en la prosecución del
conocimiento –virtud intelectual- es agradable de por sí y conlleva: “placeres maravillosos en pureza y
certeza.” (1;1177a25) Nada práctico se deriva de la actividad teórica y el hombre sabio no necesita mucho (bienes
externos) para realizarla; es una actividad que se realiza por el valor de sí misma. Las virtudes prácticas, en
cambio, se despliegan en la vida política y militar, la guerra no es un fin en sí mismo, ni la política es para el
político una actividad fácil, ni particularmente agradable como lo es la actividad intelectual y el placer que se logra
en el conocer; las virtudes morales apuntan más allá de éllas mismas, la meta final es la felicidad (Aristóteles
parece ahora asignar a la felicidad un sentido que rebasa la actividad misma). En cambio, la actividad intelectual
no persigue otra meta que su propia realización (la felicidad parece en este caso estar reducida a la actividad). La
inteligencia para Aristóteles es la parte divina del hombre: “…entonces una vida guiada por la inteligencia es
divina…” (1;1177b30); las virtudes prácticas están en más estrecha relación con las emociones, y son por tanto,
más humanas; con la actividad de la inteligencia el hombre participa en el mundo de los dioses. El esfuerzo del
hombre, en cuanto posible, debe estar dirigido a vivir de acuerdo a lo que es más excelente en nuestra naturaleza:
la inteligencia (‘ojo del alma’), lo que lleva a la felicidad más grande. La felicidad en el Libro X de la ética (1) se
ensancha en su sentido para ir más allá de la acción desplegada en el funcionamiento de la polis, y encuentra su
máxima expresión en la actividad intelectual; escribe Aristóteles: “…la felicidad es una cierta clase de estudio o
contemplación.” (1;1178b30) Con esta dimensión de la felicidad, Aristóteles concede ahora, que el hombre
virtuoso no necesita de grandes medios externos para ser virtuoso, porque el ejercicio de la inteligencia no los
necesita y lleva a la felicidad más completa posible.
Aristóteles sostiene que la virtud o excelencia natural o habitual, preserva la meta del actuar que es el motivo
inicial o causa del actuar (teleología, meta causa la acción) y, que la sabiduría práctica provee los medios
adecuados para el logro de esa meta. Sin embargo, el filósofo también sostiene que las emociones pueden
sobrepasar los dictados de la recta razón, lo que implicaría, al parecer, que la recta razón también tiene ingerencia
en las metas del actuar. En todo caso, es claro que para Aristóteles, la inteligencia, al igual que Sócrates y Platón,
juega un papel primordial en la vida virtuosa del hombre; los animales no tienen capacidad de acciones virtuosas,
por no tener la inteligencia necesaria para éllo; tampoco los esclavos pueden aspirar a la felicidad, porque son
instrumentos de otros, sólo pueden lograr placeres corporales.
Virtud y emociones
El carácter moral es fundamental en el comportamiento del hombre. Aristóteles denomina sōphrōn al
individuo con templanza, bien balanceado, en este tipo de personas, las emociones y deseos concuerdan con la
recta razón, proceden sin problemas en su actuar virtuoso. En cambio, el hombre que presenta emociones fuertes
que se oponen a la razón, pero que en última instancia elige el recto proceder, luchando en contra estas
emociones, es el enkratēs, el individuo con “fortaleza moral”. El hombre que sucumbe a sus emociones, aún
sabiendo el recto actuar, posee “debilidad o flaqueza moral”. En la flaqueza moral, la recta razón es oscurecida
transitoriamente por las emociones (por ej. rabia) y fundamentalmente por los apetitos (placeres corporales). Este
oscurecimiento afecta sólo el conocimiento sensorial de elementos particulares y no el conocimiento de los
universales envueltos en los ‘silogismos morales’ utilizados por la sabiduría práctica. En otras palabras, las
emociones y placeres contrarios a las virtudes entorpecen la inteligencia en su percepción de las cosas y
situaciones particulares, pero no opacan los conceptos universales que utiliza la razón práctica en las premisas
mayores de los silogismos. El hombre “indulgente”, en contraste al anterior, simplemente cree que siempre debe
buscar el placer en sus acciones, es una elección, y no lo lamenta. El hombre con debilidad moral también
sucumbe, ante el dolor, aunque no sin lucha, es “blando”; el indulgente simplemente elige evitar el dolor.
Aristóteles sostiene que el dolor y el placer están estrechamente conectados con el comportamiento moral;
escribe: “…la naturaleza evita lo que es doloroso más que ninguna otra cosa, y busca lo que es
placentero.” (1;1157b15) “…la virtud y el vicio del carácter están relacionados con los dolores y los
placeres…” (;1152b5), pero tanto las virtudes, como los vicios, son elecciones voluntarias, por eso, el indulgente
es un vicioso, pero no el débil moral.
La ética aristotélica enfatiza el carácter moral como fundamental en la conducta virtuosa del hombre. Aristóteles
sostiene que el origen de las virtudes que van a constituir el carácter moral del individuo, radica en la naturaleza
misma del hombre. Pero el filósofo habla de cultivar y estimular el desarrollo de estas virtudes naturales, mediante
la disciplina familiar y las leyes de la polis, y también el entrenamiento personal de hábitos virtuosos; la tradición
acumula el bien que se encuentra en la comunidad organizada. Sin embargo, Aristóteles admite que algunos
individuos privilegiados, son naturalmente buenos por voluntad de los dioses. Se podría pensar entonces, que la
virtud es, en última instancia, de origen natural, en forma incipiente para todos los hombres, pero bien clara para
algunos individuos bendecidos por la divinidad, que contribuyen originariamente a la tradición de bien en la polis.
La meta de las virtudes es en último término la felicidad, entendida ésta en forma objetiva como la participación
funcional del hombre en la vida política y militar de la polis (aunque en algunas secciones Aristóteles parece
definirla con rasgos subjetivos de agrado y realización personal), pero no todas las polis tienen una organización
feliz, como es el caso de la tiranía. Sólo se considera como éticamente válida aquella organización que promueve
el bienestar y la estabilidad del orden aceptado por la sociedad griega de ese tiempo, que privilegiaba a los
varones griegos, adultos, sanos, inteligentes y educados, postergando a mujeres, a niños, a extranjeros residentes
y, fundamentalmente a los numerosos esclavos que vivían en esas comunidades. Un orden que era consecuencia
de la actividad virtuosa primariamente de carácter natural, por lo que se puede decir que la ética aristotélica es
una ética naturalista, frente a la cual el hombre, contaminado por las pasiones y deseos de su condición también
natural, podía desviarse. La más alta felicidad que puede lograr el hombre es la derivada de la actividad de su
elemento divino: la inteligencia, lo que parece venir a confirmar y a cerrar, un ciclo de naturalismo divino. La
naturaleza es el fundamento de la ética, por lo que se puede afirmar que la conducta moral no es un simple
proceso subjetivo, antojadizo del hombre.
En la Ética de Aristóteles no se habla explícita, ni sistemáticamente de “valores” que orienten y fundamenten la
conducta humana del ciudadano (ni del ser humano en general, consideración ajena al pensamiento del filósofo).
La conducta moral se determina y estructura con lo dado de hecho en la polis, que selecciona y acepta Aristóteles
como loable, fundamentándolo en última instancia en la naturaleza y en la voluntad de los dioses. Pero, este
fundamento no está basado en ningún conocimiento derivado de revelación divina alguna, es simplemente el
producto de la concepción del filósofo en base a sus preferencias racionales y empíricas, y –como hemos señalado
en el artículo anterior- con el telón de fondo de la concepción cosmológica del Gran Año. Esta es una consideración
importante que se debe tener presente para comprender adecuadamente las limitaciones de las teorías éticas
griegas: la amenaza del determinismo y la circularidad metafísica que las respalda; estas limitaciones hieren
cualquier aliciente al perfeccionamiento moral del hombre y socavan los cimientos de la conducta ética; esta
situación se puede observar particularmente en la defensiva paz y tranquilidad propuesta por la teoría ética
estoica.
No obstante estas limitaciones, el pensamiento ético de Aristóteles aporta importantes conceptos y perspectivas a
la filosofía moral, y va a tener una influencia significativa en la Edad Media a través de su incorporación a la
doctrina cristiana. Con la Ilustración se posterga este pensamiento, sin embargo, en la actualidad se nota –a
consecuencia de la fragmentación generada por el individualismo desenfrenado y egoísta- un resurgir del interés
por una ética que destaca la formación del carácter moral de la persona, las virtudes y la preocupación por la vida
colectiva.
Bibliografía
1. Aristotle. Nicomachean Ethics. Translated with Introduction and Notes by Martin Ostwald. Macmillan/Library of
Liberal Arts. Macmillan Publishing Company. New York. 1962
2. Aristotle. Politics. Trans. Benjamin Jowett classics.mit.edu/Aristotle/politics.html
Nota. Las traducciones del inglés han sido realizadas por el autor.
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