2. Prenotandos RICA

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Conferencia del Episcopado Mexicano
Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, Introducción General;
2ª Edición. Obra Nacional de la Buena Prensa, México, 1997.
Índice
Introducción General
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2
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2
I.
Dignidad del Bautismo
II.
Funciones y ministerios en la celebración del Bautismo
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3
III.
Requisitos para la celebración del Bautismo
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6
IV.
Adaptaciones que competen a las Conferencias Episcopales
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7
V.
Acomodaciones que corresponden al Ministro
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8
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9
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9
Estructura de la iniciación de los adultos
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9
A. Evangelización y “precatecumenado” .
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11
B.
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12
C. El tiempo de la purificación y de la iluminación
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14
D. Los sacramentos de la iniciación
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15
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15
La Iniciación Cristiana de los Adultos
Observaciones previas
I.
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El catecumenado .
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a)
Celebración del Bautismo de los adultos
b)
Celebración de la Confirmación de los adultos
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15
c)
Primera participación de los neófitos en la Eucaristía
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15
E. El tiempo de la “mistagogia” .
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16
II.
Ministerios y Oficios
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18
III.
Tiempo y lugar de la iniciación
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20
A. Tiempo normal o acostumbrado
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20
B.
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21
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22
Tiempo extraordinario
C. Lugar de la Iniciación
IV.
Adaptaciones que corresponden a las Conferencias Episcopales
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22
V.
Determinaciones que corresponden al Obispo
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23
VI.
Acomodaciones que corresponden al ministro
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23
LA INICIACION CRISTIANA
INTRODUCCION GENERAL
1. Por los sacramentos de la iniciación cristiana, los hombres, liberados del poder
de las tinieblas, muertos, Sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu
de hijos adoptivos y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte
y resurrección del Señor1 .
2. En efecto, incorporados a Cristo por el Bautismo, constituyen el pueblo de Dios
y, recibido el perdón de todos sus pecados y sacados del dominio de las tinieblas,
son trasladados al estado de hijos adoptivos2 , hechos una nueva creatura por el
agua y el Espíritu Santo. Por lo cual se llaman hijos de Dios y lo son3 . Marcados
luego en la Confirmación por el don del Espíritu, de tal manera quedan mas
perfectamente configurados con el Señor y llenos del Espíritu Santo. que, dando
testimonio de el ante el mundo, cooperan al crecimiento del cuerpo de Cristo, para
llevarlo cuanto antes a Su plenitud4 . Finalmente, al participar en la asamblea
eucarística, comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, para recibir la
vida eterna5 y expresar la unidad del pueblo de Dios. Ofreciéndose a si mismos con
Cristo, toman parte en el sacrificio universal, que es el ofrecimiento de todo el
pueblo redimido6 hecho a Dios por el Sumo Sacerdote, y obtienen con sus ruegos
que todo el genero humano se acerque cada vez mas a la unidad de la familia de
Dios7 , por medio de una efusión mas abundante del Espíritu Santo. Por lo tanto,
los tres sacramentos de la iniciación cristiana están de tal manera unidos entre si
que llevan hasta su completo desarrollo a los fieles, los cuales ejercen la misión de
todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo8 .
I.
DIGNIDAD DEL BAUTISMO
3. El Bautismo, puerta de la vida y del reino, es el primer sacramento de la nueva
ley, que Cristo ofreció a todos para que tuvieran la vida eterna9 y que después
confió a su Iglesia, juntamente con el Evangelio, cuando ordeno a sus Apóstoles:
“Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”10 . Por eso, el Bautismo es, en primer lugar, el
sacramento de aquella fe por la que los hombres, iluminados por la gracia del
Espíritu Santo, responden al Evangelio de Cristo. De ahí que nada sea tan propio
de la Iglesia y tan antiguo como el que todos, catecúmenos, padres de los niños que
se van a bautizar y padrinos, sean inducidos a la verdadera fe, por la que,
adhiriéndose a Cristo, establecen el pacto de la Nueva Alianza o lo ratifican. A esto
se ordenan, en realidad, tanto el proceso pastoral de los catecúmenos y la
preparación de los papas y padrinos, como la celebración de la Palabra de Dios y la
profesión de la fe bautismal.
4. Además, el Bautismo es el sacramento por el que los hombres son incorporados
a la Iglesia y edificados juntamente para ser morada de Dios en el Espíritu 11 ,
sacerdocio real y nación Santa12 Es también el vinculo sacramental de la unidad
que existe entre todos los que han sido marcados con el13 . Todos los cristianos
tienen en gran estima el rito del Bautismo, a causa de su efecto inmutable,
manifestado por la misma liturgia latina en la celebración del sacramento cuando
los bautizados son ungidos con el santo Crisma en presencia del pueblo de Dios. A
nadie le es licito repetirlo cuando ha sido válidamente administrado, aun por los
hermanos separados.
5. El Bautismo, que es el baño de agua con la palabra de vida14 , lava a todos los
hombres de toda mancha de culpa tanto original como personal, y los hace
participantes de la naturaleza divina15 y de la filiación adoptiva16 . En efecto, el
Bautismo, como se proclama en las oraciones de la bendición del agua, es el baño
de la regeneración17 de los hijos de Dios y de su nacimiento de lo alto. La
invocación de la Santísima Trinidad sobre los bautizandos hace que los que han
sido sellados con su nombre, le queden consagrados y entren en comunión con el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las lecturas bíblicas, la oración de los fieles y la
triple profesión de fe están encaminadas a preparar este momento culminante.
6. Muy superior a las purificaciones de la antigua ley, el Bautismo produce estos
efectos por la fuerza del misterio de la pasión y resurrección del Señor. Pues los
que se bautizan son injertados en Cristo por una muerte semejante a la suya, son
sepultados con él en su muerte 18 y son también vivificados y resucitados con él19 .
En efecto, en el Bautismo lo que se conmemora y actualiza no es otra cosa que el
Misterio Pascual, ya que en él los hombres pasan de la muerte del pecado a la vida.
Por lo tanto, es necesario que en su celebración resplandezca la alegría de la
resurrección, principalmente cuando se lleva a cabo en la Vigilia Pascual o en
domingo.
II.
FUNCIONES Y MINISTERIOS EN LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO
7. La preparación para el Bautismo y la formación cristiana es tarea primordial del
pueblo de Dios, es decir, de la Iglesia, quien trasmite y alimenta la fe recibida de
los Apóstoles. Por medio del ministerio de la Iglesia los adultos son llamados al
Evangelio por el Espíritu Santo y los niños son bautizados y educados en la fe de la
Iglesia.
Es, pues, muy importante que los catequistas y otros laicos presten su
colaboración a los sacerdotes y a los diáconos ya desde la preparación del
Bautismo. Conviene, además, que, en la celebración del Bautismo, tome parte
activa el pueblo de Dios, representado no solamente por los padrinos, papas y
parientes, sino también en cuanto sea posible, por sus amigos, familiares y vecinos,
y por algunos miembros de la Iglesia local, para que se manifieste la fe común y se
exprese la alegría de todos al acoger en la Iglesia a los recién bautizados.
8. Según una costumbre antiquísima de la Iglesia, no se admite a un adulto al
Bautismo sin un padrino, elegido entre los miembros de la comunidad cristiana,
que lo haya ayudado al menos en la ultima fase de preparación al sacramento y
que, después de bautizado, se preocupe por su perseverancia en la fe y en la vida
cristiana.
En el Bautismo de un niño debe haber también un padrino, que represente,
por una parte, a la familia espiritualmente aumentada del que se va a bautizar y,
por otra, los intereses de la madre Iglesia, y que ayude a los papas, cuando sea
necesario, a que el niño llegue a profesar la fe y a vivir de acuerdo con ella.
9. El padrino interviene, por lo menos, en los últimos ritos del catecumenado y en
la misma celebración del Bautismo, bien para dar testimonio de la fe del
bautizando adulto, bien para profesar, juntamente con los padres, la fe de la
Iglesia, en la cual es bautizado el niño.
10. Por lo cual, para que el padrino elegido por el catecúmeno o por la familia.
pueda desempeñar las acciones litúrgicas que le son propias (de las que se trata en
el n. 9), es necesario que, a juicio del pastor de almas, tenga las siguientes
cualidades:
1) Haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por
quienes ocupan su lugar o, faltando estos, por el párroco o ministro; y que tenga
capacidad para esta misión e intención de desempeñarla;
2) tenga la suficiente madurez para cumplir con este oficio, lo cual se puede
suponer si ya ha cumplido los dieciséis años, a no ser que el obispo diocesano
establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren
admisible una excepción;
3) haya recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo,
Confirmación y Eucaristía, y lleve una vida congruente con la fe y la misión que va
a asumir;
4) no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar;
5) que solo haya un padrino o una madrina, o uno y una;
6) pertenezca a la Iglesia católica y no este impedido por el derecho para
cumplir con esta obligación. Pero un bautizado que no pertenezca a la comunidad
católica y esté embebido en la fe de Cristo puede ser admitido, junto con un
padrino católico (o con una madrina católica), como testigo cristiano del Bautismo,
si así lo desean los papas19bis . En cuanto a los orientales separados, si se presenta el
caso, téngase en cuenta la disciplina peculiar para las Iglesias orientales.
11. Los ministros ordinarios del Bautismo son los obispos, los presbíteros y los
diáconos.
1) Recuerden que en la celebración de este sacramento actúan en la Iglesia en
nombre de Cristo y con la fuerza del Espíritu Santo. Sean, pues, diligentes en la
administración de la Palabra de Dios y en el desempeño de este ministerio.
2) Tengan también cuidado de evitar cualquier acción que pueda, con razón,
ser juzgada por los fieles como una acepción de personas20 .
3) Excepto en caso de necesidad, sin la debida licencia, no confieran el
Bautismo en territorio ajeno, ni siquiera a sus súbditos.
12. Por ser los obispos los principales administradores de los misterios de Dios, así
como también los moderadores de toda la vida litúrgica en la Iglesia que les ha
sido encomendada21 , corresponde a ellos regular la administración del Bautismo,
por medio del cual se concede lo participación en el sacerdocio real de Cristo22 . Por
lo tanto, no dejen de celebrar ellos mismos el Bautismo, principalmente en la
Vigilia Pascual. A ellos les esta encomendado particularmente el Bautismo de los
adultos y el cuidado de su preparación.
13. Los sacerdotes con cura de almas deben prestar su colaboración al obispo en la
instrucción y Bautismo de los adultos de su parroquia, a no ser que el obispo haya
previsto de otra manera. Es también de su incumbencia, valiéndose de la
colaboración de catequistas y otros seglares idóneos, preparar y ayudar, con
medios pastorales aptos, a los papás y padrinos de los niños que van a ser
bautizados, así como, finalmente, conferir el Bautismo a estos niños.
14. Los demás presbíteros y diáconos, por ser los colaboradores del obispo y de los
párrocos en su ministerio, preparan al Bautismo y, si el obispo o el párroco lo
piden o lo aprueban, también lo confieren.
15. Pueden ayudar al celebrante otros presbíteros o diáconos, y también los laicos
en las funciones que les corresponden, tal como se prevé en las respectivas partes
del rito, sobre todo si el numero de los bautizandos es muy grande.
16. No habiendo sacerdote ni diacono, en caso de peligro inminente de muerte y,
sobre todo, si ya se está en el trance de morir, cualquier fiel, y aun cualquier
hombre que tenga la intención requerida, puede, y algunas veces hasta debe,
conferir el Bautismo. Pero si no es tan inmediata la muerte, el sacramento debe ser
conferido, en lo posible, por un fiel y según el rito abreviado. Es muy importante
que, aun en este caso, este presente una comunidad reducida o, al menos, que
haya, si es posible, uno o dos testigos.
17. Todos los laicos, como miembros que son de un pueblo sacerdotal,
especialmente los papas y, por razón de su oficio, los catequistas, las parteras, las
trabajadoras sociales o las dedicadas a la asistencia familiar, las enfermeras, los
médicos y los cirujanos, deben tener verdadero interés por conocer bien, cada cual
según su propia capacidad, el modo de bautizar en caso de urgencia. Instrúyanlos
en esto los párrocos, diáconos y catequistas. Cuiden los obispos de que en su
diócesis existan los medios aptos para su instrucción.
III.
REQUISITOS PARA LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO
18. El agua del Bautismo debe ser natural y limpia, para manifestar la verdad del
signo y hasta por razones de higiene.
19. La fuente bautismal, o el recipiente en que se prepara el agua para celebrar el
Bautismo en el presbiterio, cuando es oportuno hacerlo ahí, deben distinguirse por
su limpieza y dignidad.
20. Según las necesidades de las diversas regiones, provéase, además, para que el
agua pueda calentarse oportunamente.
21. Fuera del caso de necesidad, no bautice el sacerdote o el diacono si no es con
agua bendecida con este fin. Si en la Vigilia Pascual se hizo la bendición del agua,
esta se conservará y empleará durante todo el Tiempo Pascual, si es posible, a fin
de expresar mejor el lazo que existe entre el Misterio Pascual y el sacramento del
Bautismo. Fuera del Tiempo Pascual, es preferible que el agua sea bendecida en
cada una de las celebraciones, para que el misterio de la salvación, que la Iglesia
recuerda y proclama, sea significado con claridad por las palabras mismas de la
bendición del agua.
Cuando el bautisterio esta dispuesto de modo que el agua brota de la fuente,
se bendice el agua que brota.
22. Se puede usar con todo derecho, tanto el rito por inmersión, que es mas
adecuado para significar la participación en la muerte y resurrección de Cristo,
como el rito por infusión.
23. Las palabras con las cuales se confiere el Bautismo en la Iglesia latina son estas:
“YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPIRITU
SANTO”.
24. Para la celebración de la liturgia de la Palabra dispóngase un lugar adecuado en
el bautisterio o en el templo.
25. El bautisterio, es decir, el lugar donde brota el agua de la fuente bautismal o en
donde esta se encuentra situada, debe estar reservado para el Sacramento del
Bautismo y ser verdaderamente digno para que ahí renazcan los cristianos por el
agua y el Espíritu Santo. Ya sea que este en alguna capilla situada dentro o fuera
del templo, o en algún sitio del mismo templo a la vista de todos, debe estar
dispuesto de tal manera que favorezca la participación de numerosos fieles.
Terminado el Tiempo de Pascua, conviene que el cirio pascual se conserve
dignamente en el bautisterio. Durante la celebración del Bautismo el cirio pascual
de be estar encendido, para que fácilmente se puedan encender en él las velas de
los que se van a bautizar.
26. En la celebración del Bautismo, los ritos que deben hacerse fuera del bautisterio
deberán llevarse a cabo en aquellos lugares del templo que sean mas apropiados,
tanto al numero de los presentes como a las diversas partes de la liturgia
bautismal.
Para aquellos ritos que suelen hacerse en el bautisterio, pueden escogerse
otros lugares mas aptos del templo cuando la capilla del bautisterio no tiene la
amplitud suficiente para contener a todos los catecúmenos o a todos los asistentes.
27. Todos los niños nacidos recientemente serán bautizados, a ser posible, en
común el mismo día. Y si no es por causa justa, no se celebre dos veces el
sacramento en el mismo día y en el mismo templo.
28. En su lugar se hablara mas detalladamente del tiempo del Bautismo, tanto de
los adultos como de los niños. De cualquier manera, a la celebración del
sacramento habrá que darle siempre sentido pascual.
29. Los párrocos deben anotar, cuidadosamente y sin demora, en el libro de
bautismos los nombres de los bautizados, haciendo mención también del ministro,
de los papas y padrinos, y del lugar y fecha del bautismo.
IV.
ADAPTACIONES QUE COMPETEN A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
30. En virtud de lo que establece la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (n. 63 b),
compete a las Conferencias Episcopales preparar en los rituales particulares el
apartado que corresponde a esta parte del Ritual Romano, adaptado a las
necesidades peculiares de cada región, para que pueda emplearse en éstas una vez
que haya sido confirmado por la Sede Apostólica.
En esta materia corresponde, pues, a las Conferencias Episcopales:
1) Determinar las adaptaciones de que se habla en el n. 39 de la Constitución
sobre la Sagrada Liturgia.
2) Considerar con cuidado y prudencia lo que oportunamente puede
admitirse de las tradiciones y modo de ser de cada pueblo, y, por lo tanto,
proponer a la Sede Apostólica otras adaptaciones que juzguen útiles o necesarias,
para introducirlas con su consentimiento.
3) Conservar los elementos propios, si los hay, de los rituales particulares ya
existentes, con tal de que estén de acuerdo con la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia y las necesidades actuales, o adaptarlos, en caso contrario.
4) Preparar la traducción de los textos, de tal manera que esté
verdaderamente acomodada a la índole de cada lengua y cultura, agregando
cuando fuere oportuno, melodías aptas para el canto.
5) Adaptar y completar las introducciones que figuran en el Ritual Romano,
de modo que los ministros comprendan plenamente y realicen adecuadamente la
significación de los ritos.
6) En los libros litúrgicos que deben preparar las Conferencias Episcopales,
ordenar la materia del modo que parezca mas útil para el uso pastoral.
31. Teniendo principalmente en cuenta las normal de los nn. 37-40 y 65 de la
Constitución sobre la Sagrada Liturgia., corresponde a las Conferencias
Episcopales. en las regiones de misión, juzgar si ciertos elementos de iniciación,
que se encuentran en uso en algunos pueblos pueden adaptarse al rito del
Bautismo cristiano y determinar si deben ser admitidos en él.
32. Siempre que el Ritual Romano presente varias fórmulas opcionales, los rituales
particulares pueden añadir otras del mismo genero.
33. Dado que el canto enriquece en gran manera la celebración del Bautismo —ya
que aviva la unanimidad, fomenta la oración comunitaria y, finalmente expresa la
alegría pascual que debe manifestar este rito— procuren las Conferencias
Episcopales estimular y ayudar a los peritos en música, para que musicalicen los
textos litúrgicos con melodías aptas para el canto de los fieles.
V.
ACOMODACIONES QUE CORRESPONDEN AL MINISTRO
34. Teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades, así como los deseos de los
fieles, haga uso el ministro, gustosa y oportunamente, de las diversas opciones que
el rito le ofrece.
35. Además de las adaptaciones que se prevén en el Ritual Romano para el dialogo
inicial y las bendiciones, corresponde al ministro, teniendo en cuenta las diversas
circunstancias, introducir otras acomodaciones, de las cuales se habla más
detalladamente en las introducciones al Bautismo, tanto de adultos como de niños.
LA INICIACION CRISTIANA DE LOS ADULTOS
OBSERVACIONES PREVIAS
1.
El Ritual de la iniciación Cristiana, que se describe a continuación, se destina a
los adultos que, habiendo oído el anuncio del misterio de Cristo y bajo la acción del
Espíritu Santo que les abre el corazón, consciente y libremente buscan al Dios vivo
y emprenden el camino de la fe y de la conversión. Por medio de este Ritual se les
provea de la ayuda espiritual para su preparación y para la recepción fructuosa de
los sacramentos a su debido tiempo.
2.
Ritual no presenta solamente h celebración de los sacramentos del Bautismo,
Confirmación y Eucaristía, sino también todos los ritos del catecumenado, el cual,
experimentado por la practica muy antigua de la Iglesia y adaptado a la actividad
misionera de boy, era de tal modo solicitado en todas pastes, que el Concilio
Vaticano II mando restablecerlo y revisarlo según las costumbres y necesidades de
cada lugar1 .
3.
Para que mejor se compagine con la labor de la Iglesia y con la situación de
los individuos, de las parroquias y de las misiones, el Ritual de la Iniciación
presenta:
? Primero, la forma común, completa, apta para la preparación de varios
catecúmenos, pero que los pastores podrán adaptar fácilmente a uno solo (Cfr nn.
68-239).
? Enseguida, para casos particulares, se ofrece también la forma
simplificada, que puede hacerse en una sola celebración o distribuirse en
celebraciones sucesivas (Cfr nn. 240-277).
? Por ultimo, la forma breve, para los que se encuentran en peligro de
muerte (Cfr nn. 278-294).
I.
ESTRUCTURA DE LA INICIACIÓN DE LOS ADULTOS
4.
La iniciación de los catecúmenos se lleva a cabo mediante un proceso gradual
en el seno de la comunidad de los fieles, la cual, a una con los catecúmenos,
reflexiona sobre el valor del Misterio Pascual, renueva su propia conversión y, con
su ejemplo, mueve a los catecúmenos a seguir con docilidad la acción del Espíritu
Santo.
5.
El Ritual de la Iniciación se adapta al camino espiritual de los adultos, que es
muy variado según la multiforme gracia de Dios, la libre cooperación de cada uno,
la acción de la Iglesia y las circunstancias de tiempo y lugar.
6.
En este camino, además de los tiempos de instrucción y de maduración de los
que se trata en el número siguiente, hay “grados” o pasos por los que el
catecúmeno va avanzando, como quien pasa por una puerta o sube un escalón.
a) El primero tiene lugar cuando, al llegar a la conversión inicial, el
candidato quiere ser cristiano y es recibido por la Iglesia como catecúmeno.
b) El segundo cuando, madurada ya la fe y casi terminado el
catecumenado, el candidato es admitido a una preparación mas intensa de los
sacramentos.
c) El tercero, cuando concluida la preparación espiritual, el candidato
recibe los sacramentos con los que comienza a ser cristiano.
Tres son, pues, los grados o pasos o puertas, que hay que considerar como los
momentos de mayor importancia o densidad en el camino de la iniciación. Estos
tres grados se sellan con tres ritos litúrgicos: el primero, con el rito de entrada en el
catecumenado; el segundo, con el de la elección y el tercero, con el de la
celebración de los sacramentos.
7.
Los grados introducen a los “tiempos” de instrucción y maduración o son
preparados por estos:
a) El primer tiempo, que exige que el candidato se dedique al estudio y a la
reflexión, la Iglesia lo dedica a la evangelización y “precatecumenado”. Concluye
con el ingreso en el grado de los catecúmenos.
b) El segundo tiempo, que comienza con el rito de entrada en el grado de los
catecúmenos y puede durar varios años, se emplea en la catequesis y en los ritos a
ella anexos. Acaba el día de la “elección”.
c) El tercer tiempo, por lo general muy breve, que coincide de ordinario con
la preparación cuaresmal de las solemnidades pascuales y de los sacramentos, se
destina a la “purificación” e “iluminación”.
d) El ultimo tiempo, que dura todo el Tiempo Pascual, se dedica a la
“mistagogia”, es decir, tanto a gustar la nueva experiencia y recoger los frutos,
como a estrechar mas profundamente el trato y los lazos con la comunidad de los
fieles.
Cuatro son, por lo tanto, los tiempos que se suceden: El “precatecumenado”,
caracterizado por la primera evangelización: el “catecumenado”, destinado a la
catequesis completa, el de “purificación e iluminación”, para proporcionar una
preparación espiritual más intensa; y el de “mistagogia”, marcado por la nueva
experiencia de los sacramentos y de la comunidad.
8.
Además, como la iniciación de los cristianos no es otra cosa que la primera
participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo, y como también el
tiempo de la purificación e iluminación coincide ordinariamente con el Tiempo de
Cuaresma2 y la “mistagogia” con el Tiempo Pascual, conviene que toda la
iniciación se caracterice por su índole pascual. Por lo cual la Cuaresma lograra su
pleno vigor en la intensa preparación próxima de los elegidos y la Vigilia Pascual
se tendrá como el tiempo propio de los sacramentos de la iniciación, sin que se
prohíba, cuando las necesidades pastorales así lo requieran, la celebración de los
mencionados sacramentos en otra fecha.
A. EVANGELIZACIÓN Y “PRECATECUMENADO”
9.
Aunque el Ritual de la Iniciación Cristiana de los Adultos comienza con la
admisión al catecumenado, el periodo precedente, o precatecumenado, tiene gran
importancia y, ordinariamente, no debe omitirse: en este tiempo, se realiza la
evangelización, que es el anuncio claro y decidido del Dios vivo y de Jesucristo,
enviado por aquél para la salvación de todos, a fin de que los no cristianos, abierto
su corazón por el Espíritu Santo, se conviertan a Cristo y se adhieran al que es el
camino, la verdad y la vida y satisface con creces infinitas todas las aspiraciones
del hombre 3 .
10. De la evangelización, realizada con el auxilio divino, brotan la fe y la
conversión inicial, por las cuales cada uno se siente llamado a dejar el pecado e
inclinado al misterio del amor divino.
El tiempo del precatecumenado se dedica íntegramente a esta evangelización,
para que madure el deseo sincero de seguir a Cristo y de pedir el Bautismo.
11. En este tiempo, los candidatos deben recibir una adecuada explicación del
Evangelio hecha por catequistas, diáconos y sacerdotes, o incluso por otros laicos:
se les debe prestar también solicita ayuda. para que, purificada y clarificada su
intención, cooperen con la gracia de Dios y para que su trato con familias y
comunidades cristianas sea mas frecuente y benéfico.
12. Es competencia de las Conferencias Episcopales determinar que en este
periodo, además de la evangelización que es propia de este tiempo, pueda
realizarse, si conviene, una primera forma de admisión de los así llamados
“simpatizantes”, es decir, de quienes, sin creer aun plenamente, se muestran
interesados en la fe cristiana:
1) La recepción de los simpatizantes es facultativa y se hará sin rito alguno:
no es todavía manifestación de su fe, pero si de su recta intención.
2) La forma de la recepción se adaptará oportunamente a las diversas
circunstancias y condiciones de cada lugar. En efecto, a algunos candidatos hay
que hacerles ver, principalmente, el espíritu cristiano, que ellos quieren conocer y
experimentar: a otros, cuyo catecumenado se deba diferir por alguna razón, les
será conveniente, en primer lugar, comenzar con algún acto o ceremonia, ellos
solos o con la comunidad.
3) La recepción se podrá hacer dentro de una de las reuniones de la
comunidad local, en la que se dejará margen para el diálogo y la amistad.
Presentado por un amigo, el simpatizante será saludado, con espontaneidad, por
todos, y recibido por el sacerdote o por algún miembro digno y preparado de la
comunidad.
13. Durante este tiempo de precatecumenado, los pastores de almas ayudaran a
los simpatizantes con oraciones adecuadas.
B. EL CATECUMENADO
14. El rito de entrada en el catecumenado es muy importante, porque en el los
candidatos se presentan en publico por primera vez, manifiestan su voluntad a la
Iglesia, y esta, ejerciendo su función apostólica, admite a los que desean ser sus
miembros. La gracia de Dios actúa ya eficazmente en ellos, cuando, en esta
celebración, manifiestan claramente su deseo de ser cristianos y, por parte de la
Iglesia, se expresa su admisión y primera consagración.
15. Para dar este paso, se exige que los candidatos tengan ya los fundamentos de
la doctrina cristiana y los inicios de la vida espiritual, a saber4 : la primera fe,
adquirida en el tiempo del precatecumenado; la conversión inicial y la voluntad de
cambiar el modo de vivir y de entrar en relación con Dios en Cristo, por lo tanto,
un primer sentido de penitencia y la practica inicial de invocar a Dios y de orar,
como también una primera experiencia de la comunidad y del espíritu cristiano.
16. Corresponde a los pastores de almas, con la ayuda de los responsables (ver el
n. 42). de los catequistas y de los diáconos, juzgar los indicios extremos de estas
disposiciones5 . Además, por razón de la fuerza de los sacramentos validamente
recibidos (Cfr Introducción general, n. 4), los mismos pastores deben impedir que
nadie ya bautizado quiera ser bautizado de nuevo, cualquiera que sea la causa.
17. Después de la celebración del rito, inscríbanse oportunamente los nombres de
los catecúmenos en un libro destinado a este efecto, y añádanse igualmente el
nombre del ministro y de los responsables, la fecha y el lugar de la admisión.
18. Desde este momento, la Iglesia acoge, con amor y solicitud, a los
catecúmenos, que, por estar unidos a ella, son ya de la casa de Cristo6 . La Iglesia
los alimenta con la palabra de Dios y los ayuda con los auxilios de la liturgia. Los
catecúmenos, por su parte, deben interesarse en participar en la liturgia de la
Palabra y en recibir las bendiciones y los sacramentales. Cuando contraen
matrimonio dos catecúmenos o bien un catecúmeno y una persona no bautizada,
se utiliza el rito adecuado7 . Si mueren durante el catecumenado, los catecúmenos
tendrán exequias cristianas8 .
19. El catecumenado es un tiempo prolongado, durante el cual, los candidatos,
por medio de la instrucción pastoral y de practicas apropiadas9 , deben llegar a una
maduración suficiente de la fe inicial que manifestaron en su ingreso al
catecumenado. Esto se logra por cuatro medios principales:
1) La catequesis: impartida por los sacerdotes, los diáconos o los catequistas
y otros laicos, organizada de un modo gradual y presentada en forma integra,
acomodada al tiempo litúrgico y enriquecida con celebraciones de la Palabra, debe
llevar a los catecúmenos no solo a un adecuado conocimiento acerca de los dogmas
y mandamientos, sino, ante todo, a una intima vivencia del misterio de salvación
del que desean participar.
2) La practica de la vida cristiana: animados por el ejemplo y la ayuda de los
responsables y de los padrinos, mas aún de toda la comunidad, los catecúmenos se
van acostumbrando a orar a Dios con mas facilidad, a dar testimonio de la fe, a
mantener firme en cualquier circunstancia la esperanza en Cristo, a seguir siempre
la inspiración divina y a practicar el amor al prójimo hasta la renuncia de si
mismos. Instruidos de este modo, “los recién convertidos emprenden un camino
espiritual por el que, participando ya, por la fe, del misterio de la muerte y
resurrección, pasan del hombre viejo al hombre nuevo, perfecto por su unión con
Cristo. Este paso, que trae consigo un cambio progresivo de sentimientos y de
costumbres, debe manifestarse con sus consecuencias sociales y desarrollarse, poco
a poco, durante el catecumenado. Siendo el Señor, en el que cree, blanco de
contradicción, el recién convertido experimentara con frecuencia rupturas y
separaciones, pero también gozos que Dios concede sin medida”10 .
3) Acciones litúrgicas especiales, por medio de las cuales la Madre Iglesia
ayuda a los catecúmenos. Son principalmente los ritos de purificación y de
bendición divina. Se fomentaran, para bien de ellos, celebraciones de la Palabra:
mas aun, los catecúmenos pueden asistir ya, junto con los fieles, a la liturgia de la
Palabra de la Misa, para que se preparen mejor a su futura participación en la
Eucaristía. Sin embargo, según la costumbre tradicional, cuando participan con la
asamblea de los fieles, conviene que, antes de comenzar la liturgia eucarística, a
menos que haya serios inconvenientes, sean despedidos cortésmente: pues los
catecúmenos deben esperar el Bautismo, por el cual, agregados al pueblo
sacerdotal, estarán capacitados para participar en el nuevo culto de Cristo.
4) El testimonio de vida y la profesión de su fe, por los cuales, los
catecúmenos deben aprender a cooperar activamente en la evangelización y en la
edificación de la Iglesia, ya que la vida de esta es esencialmente apostólica11 .
20. La duración del catecumenado depende de la gracia de Dios y de muy
diversas circunstancias, como son la organización del catecumenado mismo, el
personal disponible de catequistas, diáconos y sacerdotes, y la cooperación de cada
catecúmeno. Además, según las circunstancias del lugar, hay que tener en cuenta
las distancias y medios de comunicación para llegar a la sede del catecumenado y
la posibilidad de permanecer ahí, como interno, con la ayuda de la comunidad
local. Por lo tanto, nada se puede definir de antemano; así que corresponde al
obispo determinar la duración y dirigir la organización del catecumenado; también
las Conferencias Episcopales, oportunamente, darán normal mas precisas, de
acuerdo con las características de las diversas regiones12 .
C. EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN
21. EI tiempo de la purificación y de la iluminación de los catecúmenos coincide
ordinariamente con la Cuaresma. En efecto, la Cuaresma, en la liturgia y en la
catequesis litúrgica, renueva la comunidad de los fieles, junto con los catecúmenos,
por medio del recuerdo o la preparación del Bautismo y por la Penitencia13 , y
dispone a todos a celebrar el Misterio Pascual, que se aplica a cada uno por los
sacramentos de la iniciación14 .
22. Este tiempo de la purificación y de la iluminación, dedicado a una
preparación interior más intensa, comienza con el rito de la elección. En esta acción
litúrgica, la Iglesia hace la “elección” o admisión de aquellos catecúmenos que, por
sus disposiciones, son aptos para recibir los sacramentos de la iniciación.
Este rito se llama “elección”, porque la admisión hecha por la Iglesia se basa
en la elección de Dios, en cuyo nombre actúa la Iglesia, se llama también
“inscripción del nombre”, porque los candidatos, en prenda de fidelidad, inscriben
sus nombres en el libro de los elegidos.
23. Antes de celebrar la elección, se exige a los candidatos un cambio de
mentalidad y de costumbres, un conocimiento suficiente de la doctrina cristiana,
criterios de fe y sentimientos de caridad; se requiere, además, una previa
deliberación sobre su idoneidad. Después, en la celebración misma, los candidatos
indicaran su propósito y el obispo, o su delegado, manifestara públicamente su
parecer. Por esto la elección, que debe hacerse con mucha solemnidad, aparecerá
como el eje de todo el catecumenado.
24. Desde el día de su elección y admisión, a los catecúmenos se les llama
“elegidos” o también “competentes”, porque todos, juntamente, se ayudan para
prepararse a recibir los sacramentos de Cristo y el don del Espíritu Santo. Se les
llama también “iluminandos”, porque el Bautismo es llamado “iluminación” y, por
el, los neófitos son sumergidos en la luz de la fe. Se podrían usar otros nombres
actuales, dada la diversidad de los países y las costumbres sociales, que lean mas
fácilmente inteligibles y respondan mejor al genio de cada lengua.
25. Este periodo de más intensa preparación tiene mas el carácter de retiro
espiritual que de catequesis, y se destina a una profunda purificación interior, por
medio del examen de conciencia y de la conversión de vida, y, a la vez, busca
iluminar los corazones por un conocimiento mas profundo de Cristo Salvador.
Todo esto se realiza por medio de varias celebraciones y, en especial, por los
llamados “escrutinios” y “entregas”.
1) Los “escrutinios”, que se celebran solemnemente en domingo, tienen una
doble finalidad: descubrir en los corazones de los elegidos lo débil, enfermo y
malo, para curarlo, y, a la vez, descubrir también lo bueno, sano y santo, para
fortalecerlo. Porque los “escrutinios” tienen como finalidad la liberación del
pecado y del demonio y la afirmación de Cristo como el camino, la verdad y la
vida.
2) Las “entregas” son celebraciones destinadas a la iluminación de los
elegidos, en las cuales, la Iglesia les entrega las mas antiguas síntesis de la fe y de la
oración: el Símbolo de la Fe y la Oración Dominical. El Símbolo de la Fe se les da
como recuerdo gozoso de las maravillas realizadas por Dios para la salvación de
los hombres y como fuente de fe y alegría. Y la Oración Dominical, para que
conozcan mas profundamente el nuevo espíritu de hijos, por el que podrán llamar
a Dios con el nombre de Padre, especialmente en la asamblea eucarística.
26.
Para prepararse inmediatamente a los sacramentos:
1) Recomiéndese a los elegidos que el Sábado Santo, de ser posible, se
abstengan de sus trabajos acostumbrados, para dedicarse a la oración y reflexionar,
y procuren guardar el ayuno 15 .
2) En ese mismo día, se pueden celebrar varios ritos inmediatos
preparatorios, como la recitación del Símbolo, el rito “Effeta”, la elección del
nombre cristiano e, incluso, la unción con el óleo de los catecúmenos.
D. LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN
27. Estos sacramentos, es decir el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, son
el último paso por el que los elegidos, liberados del pecado, son agregados al
pueblo de Dios, reciben la adopción de hijos de Dios, son introducidos por el
Espíritu Santo a la prometida plenitud de los tiempos y por el sacrificio y banquete
eucarístico saborean de antemano el Reino de Dios.
a) CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO DE LOS ADULTOS
28. La celebración del Bautismo, que culmina en el baño con el agua y la
invocación de la Santísima Trinidad, se prepara con la bendición del agua y la
profesión de fe, que se relacionan íntimamente con el rito del agua.
29. En efecto, por la bendición del agua se invoca por primera vez a la Santísima
Trinidad, se recuerda el designio salvífico del Misterio Pascual y por que se eligió
el agua para realizarlo sacramentalmente. Así, el agua recibe su valor de signo de
fe y se proclama ante todos la realización del misterio de Dios.
30. Los ritos de renuncia y profesión de fe tienen por objeto que los que van a ser
bautizados manifiesten su fe viva en el Misterio Pascual, que acaba de ser
conmemorado en la bendición del agua y que de nuevo va a proclamar el
celebrante en las palabras del Bautismo. En efecto, los adultos solo se salvan si se
acercan libremente al don de Dios y lo reciben con fe. Esta fe, cuyo sacramento
reciben, no es solo la fe de la Iglesia, sino también su propia fe personal y viva, así,
al ser bautizados, a no ser que reciban solo pasivamente el sacramento, realizan
una alianza personal con Cristo, renunciando al error y adhiriéndose al verdadero
Dios.
31. Una vez que los candidatos han proclamado con fe viva el Misterio Pascual
de Cristo, participan en este Misterio por medio del baño con el agua; y la
Santísima Trinidad, reconocida por ellos e invocada por el celebrante, actúa sobre
sus elegidos, haciéndolos hijos de adopción y agregándolos a su pueblo.
32. El baño con el agua significa la participación mística en la muerte y
resurrección de Cristo, por la cual, los que creen en su nombre mueren al pecado y
resucitan para la vida eterna, por lo tanto, debe darse a este rito toda su
importancia en la celebración del Bautismo: elíjase, pues, entre la forma de
inmersión o la de infusión la que más convenga en cada caso, de modo que, sean
las diversas costumbres y circunstancias, se comprenda mejor que este baño no es
un simple rito de purificación, sino un sacramento de unión con Cristo.
33. La unción postbautismal con el Santo Crisma significa el sacerdocio real de
los bautizados y su inserción en la comunidad del pueblo de Dios. La vestidura
blanca es símbolo de la nueva dignidad de los bautizados. El cirio encendido
significa que están llamados a vivir como hijos de la luz.
b) CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN DE LOS ADULTOS
34. Según costumbre muy antigua, conservada en la Liturgia Romana, el adulto
debe ser confirmado inmediatamente después del Bautismo, a no ser que se
opongan a ello razones verdaderamente graves (Cfr n. 44). En esta secuencia se
manifiesta la unidad del Misterio Pascual. la relación entre la misión del Hijo y la
efusión del Espíritu Santo, como también la unión entre los sacramentos. por los
cuales esas dos Personas Divinas, junto con el Padre, vienen a los bautizados.
35. Por lo tanto, normalmente, después de los ritos complementarios del
Bautismo, omitida la unción postbautismal (n. 224), se debe conferir la
Confirmación.
c) PRIMERA PARTICIPACIÓN DE LOS NEÓFITOS EN LA EUCARISTÍA
36. Por ultimo, se celebra la Eucaristía, en la cual, los recién bautizados toman
parte por primera vez, con pleno derecho, y encuentran en ella lo culminación de
su iniciación. En ella, los neófitos, promovidos a la dignidad del sacerdocio real,
toman parte activa en la oración de los fieles y, si es posible, en la procesión de
dones al altar: participan, junto con toda la comunidad, de la acción sacrificial y
recitan la Oración Dominical, con la que manifiestan el espíritu de adopción filial
recibido en el Bautismo. Al participar del Cuerpo entregado por nosotros y de la
Sangre derramada por la salvación, confirman los dones recibidos y gustan por
anticipado los bienes eternos.
E. EL TIEMPO DE LA “MISTAGOGIA”
37. Terminada la etapa precedente, la comunidad, junto con los neófitos,
progresa en una mas profunda comprensión del Misterio Pascual y en una
traducción a la práctica vital, por la meditación del Evangelio, la participación en la
Eucaristía y el ejercicio de la caridad. Este es el último periodo de la iniciación: el
tiempo de la “mistagogia” de los neófitos.
38. La novedad del mensaje y, sobre todo, la participación en los sacramentos,
dan en efecto, una comprensión realmente más completa y más fructuosa de los
misterios cristianos. Los recién bautizados, renovados en su corazón, han gustado
más íntimamente la bondad de la palabra de Dios, han recibido la comunicación
del Espíritu Santo y han llegado a saber cuán bueno es el Señor. De esta
experiencia, propia del cristiano y acrecentada con el ejercicio del vivir cotidiano,
obtienen los neófitos un nuevo sentido de la fe, de la Iglesia y del mundo.
39. La nueva participación en los sacramentos ilumina la comprensión de las
Sagradas Escrituras y. a la vez, aumenta el conocimiento del hombre y redunda en
la experiencia de la vida comunitaria, de modo que el trato con los demás fieles
resulta para los neófitos mas fácil y mas benéfico. De ahí, la gran importancia de
este tiempo de la “mistagogia” para que los neófitos, ayudados por los padrinos,
entablen relaciones mas íntimas con los fieles y obtengan así una visión renovada
de las cosas y un nuevo impulso en la vida espiritual.
40. Precisamente, dado que la característica y la fuerza propia de este tiempo
postsacramental procede de la nueva y personal experiencia de los neófitos, tanto
de los sacramentos como de la vida de la comunidad, el principal lugar donde se
realiza la “mistagogia” es en las “Misas por los neófitos”, o sea, las Misas de los
domingos pascuales, porque en ellas, además de la reunión de la comunidad y la
participación en los misterios, los recién bautizados encuentran, sobre todo en el
leccionario del año A, lecturas especialmente escogidas para ellos. Por esto hay que
invitar a estas Misas a toda la comunidad, junco con los neófitos y sus padrinos.
Los textos de ellas se pueden usar aún cuando la iniciación se haga fuera de su
tiempo normal.
II.
MINISTERIOS Y OFICIOS
41. Además de lo dicho en el n. 7 de la introducción general a la Iniciación
Cristiana, el pueblo de Dios, representado por la Iglesia local, debe tener siempre
presente que la iniciación de los adultos le incumbe muy directamente y es
responsabilidad de todos los bautizados16 . El pueblo de Dios, fiel a su vocación
apostólica, debe estar siempre muy preparado para ayudar a los que buscan a
Cristo.
En las diversas circunstancias de la vida diaria y también en el apostolado, a
todo discípulo de Cristo le corresponde, en la medida de sus posibilidades, la
obligación de esparcir la semilla de la fe 17 .
Por eso la comunidad local debe ayudar a los candidatos, a los catecúmenos y
a los neófitos durante todo el recorrido de su iniciación, en el precatecumenado, en
el catecumenado y en el tiempo de la “mistagogia”, especialmente:
1) Durante el tiempo de la evangelización y del precatecumenado, recuerden
los fieles que el apostolado de la Iglesia y de todos sus hijos se dirige, ante todo, a
manifestar con palabras y con obras el mensaje de Cristo y a comunicar su gracia18 .
Por eso, deben estar siempre dispuestos para mostrar el espíritu de
comunidad de los cristianos y para acoger a los candidatos en las familias, en los
diálogos privados y especialmente en las reuniones de la comunidad.
2) Los fieles, en cuanto les sea posible, asistirán a las celebraciones del
catecumenado y participaran activamente con la oración, el canto, las aclamaciones
y las respuestas.
3) En el día de la elección, procuren rendir un testimonio justo y prudente
acerca de los catecúmenos, ya que se trata del crecimiento de la propia comunidad.
4) Durante la Cuaresma, en el tiempo de la purificación y de la iluminación,
asistan los fieles a los “escrutinios” y a las “entregas”, y den a los catecúmenos el
ejemplo de su propia renovación en espíritu de penitencia, de fe y de caridad.
Todos tendrán en gran aprecio la renovación de los compromisos bautismales en la
Vigilia Pascual.
5) En el tiempo de la “mistagogia”, participen en las Misas por los neófitos,
acojan a estos con amor y ayúdenlos, para que experimenten la alegría de vivir en
la comunidad de los bautizados.
42. El candidato que solicita ser admitido entre los catecúmenos será presentado
y acompañado por un “responsable”, es decir, un fiel cristiano, hombre o mujer,
que lo conozca, lo ayude y sea testigo de sus costumbres, de su fe y de su deseo de
ser bautizado. Este responsable normalmente ejerce después el oficio de padrino
durante los tiempos de la purificación y de la iluminación y también de la
“mistagogia”; en caso contrario, deberá elegirse otro fiel cristiano como padrino.
43. El catecúmeno elegirá a un padrino 19 o madrina, teniendo en cuenta sus
cualidades, amistad y buen ejemplo. Delegado por la comunidad y aprobado por
el sacerdote, el padrino acompaña al candidato en el día de la elección, en la
celebración de los sacramentos y en el tiempo de la “mistagogia”. Corresponde al
padrino explicar, con sencillez, al catecúmeno el influjo del Evangelio en la vida
personal y en el ambiente social, ayudarlo en las dudas y crisis, darle buen
testimonio y vigilar el crecimiento de su vida bautismal.
El padrino es escogido antes del rito de la elección, pero a partir de este día
ejerce públicamente sus funciones cuando, ante toda la comunidad, da testimonio
del catecúmeno; su papel tiene gran importancia, principalmente, cuando el
neófito, luego de haber recibido los sacramentos, necesita su ayuda para
permanecer fiel a los compromisos bautismales.
44. Corresponde al obispo20 , personalmente o por un delegado, establecer, dirigir
y fomentar la organización pastoral del catecumenado y admitir a los candidatos a
la elección y a los sacramentos. Es muy aconsejable que, en cuanto sea posible, el
obispo, al presidir la liturgia cuaresmal, celebre personalmente el rito de la
“elección” y, en la Vigilia Pascual, los sacramentos de la iniciación, por lo menos de
aquellos que ya cumplieron catorce años. Debe también, con solicitud pastoral,
designar a catequistas dignos y debidamente preparados, para la celebración de los
exorcismos menores.
45. Los presbíteros, además del ministerio que de costumbre les corresponde en
la celebración del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía21 , deben preocuparse
por la atención pastoral y personal de los catecúmenos22 , especialmente de los que
tienen dudas y dificultades, para que, con la ayuda de los diáconos y catequistas,
provean a su catequesis. Además, corresponde a los presbíteros aprobar la elección
de los padrinos, escucharlos y ayudarlos. Durante todo el desarrollo de la
iniciación, los presbíteros procuraran realizar los ritos en forma conveniente (Cfr n.
67).
46. El presbítero que bautiza a un adulto o a un niño en edad catequística, en
ausencia del obispo debe también confirmarlo, a no ser que la Confirmación se
vaya a celebrar en otra oportunidad (Cfr n. 56)23 .
Cuando los confirmandos son muchos, el ministro de la Confirmación puede
hacer que lo ayuden otros presbíteros. Es necesario que estos presbíteros:
a) o bien desempeñen en la diócesis un cargo u oficio especial, como, por
ejemplo, que sean vicarios generales, vicarios o delegados episcopales, vicarios de
zona o regionales, o tengan, por mandato del Ordinario, atribuciones similares, en
razón de su oficio:
b) o bien sean párrocos de los lugares en los que se confiere la Confirmación
o párrocos de los lugares a los que pertenecen los candidatos, o presbíteros que
desempeñaron un papel importante en la preparación catequética de los
confirmandos24 .
47. Donde haya diáconos, es conveniente su cooperación. Si la Conferencia
Episcopal ha juzgado oportuno establecer diáconos permanentes, ha de procurar
también que el numero de diáconos sea suficiente para que los grados, etapas y
ejercicios del catecumenado se puedan tener en todas partes donde lo exija la
necesidad pastoral25 .
48. Los catequistas, cuyo servicio tiene gran importancia para el progreso de los
catecúmenos y para el desarrollo de la comunidad, tomaran parte activa en las
celebraciones. Su doctrina debe estar impregnada de espíritu evangélico,
acomodada a los signos litúrgicos y al curso del año, adaptada a las condiciones de
los catecúmenos y enriquecida, en lo posible, con las tradiciones locales. Con
delegación del obispo los catequistas pueden hacer los exorcismos menores (Cfr n.
44) y las bendiciones26 de los que se trata en los nn. 113-124 del Ritual.
III.
TIEMPO Y LUGAR DE LA INICIACIÓN
49. Los pastores deben distribuir el curso de la iniciación de tal manera que la
elección tenga lugar el primer domingo de Cuaresma y los sacramentos se celebren
en la Vigilia Pascual. Los demás ritos deben distribuirse a partir de la anterior
disposición y de acuerdo con las explicaciones de los números 6-8 y 14-40. Sin
embargo, por graves necesidades pastorales, el curso de la iniciación puede
distribuirse de forma distinta, según lo que se indica en los números 58-62.
A. TIEMPO NORMAL O ACOSTUMBRADO
50. Por lo que respecta al tiempo de celebrar el rito de entrada en el
catecumenado, debe notarse lo siguiente:
1) que no sea prematuro: hay que esperar a que los candidatos, según sus
disposiciones y su situación, tengan tiempo suficiente para alcanzar una fe inicial y
para mostrar los primeros indicios de conversión (Cfr n. 20);
2) donde el número de candidatos suela ser numeroso, espérese a tener un
grupo suficiente para la catequesis y las celebraciones litúrgicas;
3) establézcanse, en el año, dos o tres días apropiados para esta celebración.
51. El rito de la “elección” o inscripción del nombre se celebrará, ordinariamente,
el primer domingo de Cuaresma. Si se juzga conveniente, se puede anticipar un
poco o celebrarlo durante la semana que sigue al mencionado domingo.
52. Los “escrutinios” se celebrarán, ordinariamente, los domingos tercero, cuarto
y quinto de Cuaresma. Si hay necesidad, se podrán celebrar en otros domingos de
Cuaresma o aun entre semana, en los días mas convenientes. Normalmente, deben
celebrarse tres “escrutinios”, pero el obispo, si existe un impedimento grave, puede
dispensar de uno o aún de dos, en circunstancias extraordinarias.
Si se dispone de poco tiempo y se ha anticipado la elección, puede anticiparse
también el primer “escrutinio”, pero procúrese que en este caso, el período de
preparación próxima, es decir, el “tiempo de la purificación” y de la “iluminación”,
no se prolongue mas de ocho semanas.
53. Desde la antigüedad, las “entregas” se celebran después de los “escrutinios”;
pertenecen, por lo tanto, al mismo tiempo de la purificación y de la iluminación,
por eso celébrense entre semana. El Símbolo de la Fe se entrega en la semana
siguiente al primer escrutinio, y la Oración Dominical en la semana siguiente al
tercer escrutinio. Sin embargo, por razones pastorales y para enriquecer la liturgia
del catecumenado, las “entregas” pueden adelantarse y celebrarse dentro del
catecumenado, a modo de un “rito de transición” (Cfr nn. 125-126).
54. El Sábado Santo, dado que los elegidos se abstienen de sus trabajos
acostumbrados (Cfr n. 26) y se dedican a la oración y a la reflexión, pueden
celebrarse varios ritos inmediatamente preparatorios, como la recitación del
Símbolo, el rito “Effeta”, la elección del nombre cristiano, e, incluso, la unción con
el óleo de los catecúmenos (Cfr nn. 193-207).
55. Los sacramentos de la iniciación de los adultos se han de celebrar en la Vigilia
Pascual (Cfr nn. 8 y 49). Si los catecúmenos son muchos, la mayoría puede recibir
los sacramentos en la noche de Pascua y los demás pueden hacerlo en los días de la
octava de Pascua, en iglesias principales o en centros secundarios. En este caso, se
toma la misa propia del día o la misa ritual de la Iniciación, con las lecturas de la
Vigilia Pascual.
56. En algunos casos, se podrá dejar la celebración de la Confirmación para el
final del tiempo de la “mistagogia”, por ejemplo, para el domingo de Pentecostés
(Cfr n. 237).
57. En los domingos de Pascua, se celebraran las llamadas “Misas por los
neófitos”, a las cuales se invitara insistentemente a toda la comunidad, como
también a los recién bautizados y a sus padrinos (Cfr n. 40).
B. TIEMPO EXTRAORDINARIO
58. Aunque la iniciación se debe organizar de modo que los sacramentos se
celebren en la Vigilia Pascual, sin embargo, por situaciones insólitas o por
necesidad pastoral, el rito de la “elección” y del período de la preparación próxima
se pueden celebrar fuera de la Cuaresma, y los sacramentos, fuera de la Vigilia
Pascual o del día de Pascua. En circunstancias ordinarias, solo por una grave
urgencia pastoral (como, por ejemplo, el gran número de candidatos), además del
curso normal de la iniciación, celebrado, según costumbre, durante la Cuaresma, se
podrá elegir otra época del año, preferentemente el Tiempo Pascual, para celebrar
también los sacramentos de la iniciación.
En estos casos, se conservara toda la estructura de la iniciación Cristiana de
los Adultos, con los intervalos de tiempo correspondientes, modificando solo lo
relacionado con el tiempo litúrgico asignado a las celebraciones.
Las adaptaciones se harán como se indica a continuación.
59. Los sacramentos de la iniciación, en cuanto sea posible, han de celebrarse en
domingo, tomando, según convenga, los textos de la misa dominical o los propios
de la misa ritual (Cfr n. 55).
60. El rito de entrada en el catecumenado se celebrara en un día conveniente
como se dijo en el numero 50.
61. El rito de la “elección” se celebrara, aproximadamente, seis semanas antes de
los sacramentos de la iniciación, de modo que haya tiempo suficiente para los
“escrutinios” y las “entregas”. Procúrese que la celebración de la elección no
coincida con una solemnidad del año litúrgico. Se proclamaran las lecturas
señaladas en el rito de la “elección” y el formulario de la misa será el del día o el de
la misa ritual.
62. Los “escrutinios” se celebraran en domingo o bien entre semana, pero no en
una solemnidad del año litúrgico, y se guardaran los intervalos de tiempo
acostumbrado. Se proclamaran las lecturas señaladas en cada uno de los
“escrutinios” y el formulario de la misa será el del día o el de la misa ritual.
C. LUGAR DE LA INICIACIÓN
63. Las diversas celebraciones de la iniciación se harán en el lugar mas
conveniente. Como esta expresado en el Ritual téngase en cuenta las especiales
necesidades de las pequeñas comunidades y de los lugares apartados de los
territorios de misión.
IV.
ADAPTACIONES QUE CORRESPONDEN A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
64. Además de las adaptaciones previstas en los números 30-33 de la
introducción general a la iniciación Cristiana, las Conferencias Episcopales pueden
determinar otras que afecten al Ritual de la Iniciación Cristiana de los Adultos.
65.
Las Conferencias Episcopales pueden determinar sobre los siguientes puntos:
1) Antes del catecumenado, donde parezca conveniente, establecer una
forma de recepción de los llamados “simpatizantes” (Cfr n. 12).
2) Donde abunden los cultos paganos, se podrá incluir en el rito de entrada
en el catecumenado (nn. 79 y 80) un primer exorcismo y una primera renuncia.
3) Establecer que la signación de la frente se haga sin tocar la frente donde
este gesto no sea bien entendido (n. 83).
4) Determinar que el nuevo nombre se imponga a los candidatos al ser
admitidos al catecumenado, si así se acostumbra en los usos religiosos locales (n.
88).
5) Introducir en el rito de entrada en el catecumenado (n. 89) algunos ritos
secundarios que manifiesten, según las costumbres locales, la acogida en la
comunidad.
6) Establecer durante el catecumenado, además de los ritos ordinarios (nn.
106-124), algún “Rito de transición”, que puede ser la anticipación de las
“entregas” (nn. 125-126), o bien el rito “Effeta”, la recitación del Símbolo de la Fe o,
incluso, la unción con el óleo de los catecúmenos (nn. 127-129).
7) Determinar si se debe omitir la unción con el óleo de los catecúmenos (n.
218), o bien si se debe trasladar a los ritos inmediatamente preparatorios (nn. 206207) o al catecumenado, como un “Rito de transición” (nn. 127-132).
8) Presentar algunas formulas más amplias o más ricas para la renuncia al
demonio o a los cultos paganos (Cfr nn. 217 y 80).
V.
66.
DETERMINACIONES QUE CORRESPONDEN AL OBISPO
Corresponde al obispo, en su diócesis:
1) Establecer la organización pastoral del catecumenado dando para ello
normas convenientes, según las necesidades (Cfr n. 44).
2) Determinar, según las circunstancias, si se debe celebrar la iniciación fuera
del tiempo normal y en que tiempo (Cfr n. 58).
3) Dispensar, si existe un grave impedimento, de uno de los escrutinios o, en
circunstancias extraordinarias, de dos (Cfr n. 240).
4) Permitir que se utilice, en todo o en parte, el Rito Simplificado de la
iniciación de un Adulto (Cfr n. 240).
5) Designar a catequistas dignos y debidamente preparados, para la
celebración de los exorcismos y las bendiciones de los catecúmenos (Cfr nn. 44 y
47).
6) Presidir el rito de la “elección” y ratificar, personalmente o por un
delegado, la admisión de los elegidos (Cfr n. 44).
7) Establecer la edad de los padrinos según las normal del derecho 27 (Cfr
Introducción general, n. 10, 2).
VI.
ACOMODACIONES QUE CORRESPONDEN AL MINISTRO
67. Al celebrante corresponde emplear con amplitud e inteligencia la libertad de
acción que le dejan tanto la introducción a la iniciación Cristiana (n. 34) como las
rubricas de los diversos ritos. Con frecuencia, no se ha determinado expresamente
el modo de actuar y de orar o bien se ofrecen varias posibilidades, para que el
celebrante, según su criterio pastoral, pueda acomodar el rito a la situación de los
candidatos y de los participantes.
En las moniciones y en las suplicas, se deja la máxima libertad, de modo que,
según las circunstancias, se pueden siempre abreviar, cambiar o ampliar con
intenciones que corresponden a la situación particular de los candidatos o de los
presentes, por ejemplo, el dolor o el gozo en particular de alguno de los candidatos
o de la comunidad.
Lógicamente, el celebrante acomodara el texto cambiando el género y el
número, según la oportunidad de las circunstancias.
1
Conc. Vat. II. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia. Ad gentes, n. 14
Col 1 , 13: Rom 8,15: Gal 4, 5: Cfr Conc. Trid. Sesión VI. Decreto sobre la justificación. cap. 4: Denz. 796
(1524).
3 Cfr 1 Jn 3, 1.
4 Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 36.
5 Cfr Jn 6, 55.
6 S. Agustin, De Civitate Dei, X, 6: PL. 41, 284: Conc. Vat. II. Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen
gentium. n. 11; Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros, Presbyterorum ordinis, n. 2.
7 Cfr Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 28.
8 Cfr ibid., n. 31.
9 Cfr Jn 3, 5.
10 Mt 28, 19.
11 Cfr Ef 2, 22.
12 Cfr 1 Pedro 2, 9.
13 Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, n. 22.
14 Cfr Ef 5, 26.
15 Cfr 2 Pedro 1, 4.
16 Cfr Rom 8, 15; Ga14, 5.
17 17. Cfr Tit 3, 5.
18 18. Cfr Rom 6, 5. 4.
19 19. Cfr Ef 2, 5. 6.
19bis Cfr CIC, cáns. 873 y 874 § 1 y § 2.
20 Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia. Sacrosanctum Concilium, n. 32; Constitución pastoral
sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes, n. 29.
21 Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio pastoral de los obispos Christus Dominos, n. 15.
22 Conc. Vat. II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 26.
1 Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, nn. 64-66: Decreto sobre la
actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 14: Decreto sobre el ministerio pastoral de los obispos, Christus
Domino, n. 14.
2 Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 109.
3 Conc. Vat. II. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 13.
4 Cfr Conc. Vat. II. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. 14.
5 Ibid., n. 13.
6 Cfr Conc. Vat. II. Constitución sobre la Iglesia, Lumen gentium, n. 14; Decreto sobre la actividad misionera de la
Iglesia, Ad gentes, n. 14.
7 Ritual del matrimonio. nn. 55-56.
8 CIC, can. 1183.
9 Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia. Ad gentes, n. 14.
10 Cfr ibid.. n. 13.
11 Ibid., n. 14.
2
Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 64.
Ibid., n. 109.
14 Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia. Ad gentes, n. 14.
15 Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 110.
16 Cfr Conc. Vat. II. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad gentes, n. I17.
17 Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la Iglesia, Lumem Gentium, n. 17.
18 Cfr Conc. Vat. II. Decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostolicam actuositatem, n. 6.
19 Cfr Introducción general. n. 8.
20 Cfr CIC., can. 817, 1, 2º.
21 Cfr Introducción general. nn. 13-15.
22 Cfr Conc. Vat. II, Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros, Presbyterorum Ordinis, n. 6.
23 Cfr Ritual de la Confirmación, Prenotandos n. 7b (Cfr CIC, can. 866).
24 Cfr ibid., n. 8.
25 Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la Iglesia, Lumen Gentium, n. 26: Decreto de la actividad misionera de la
Iglesia, Ad gentes, n. 16.
26 Cfr Conc. Vat. II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, n. 79.
27 Cfr CIC, can. 874, § I, 2.
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