La dimensión procesal del derecho en la Europa del Antiguo

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LA DIMENSIÓN PROCESAL DEL DERECHO EN LA EUROPA DEL ANTIGUO
RÉGIMEN
1. La esencia procesal del derecho. 2. La dimensión procesal en la etapa romana. 2.1
Mores maiorum, ius y sacerdotes. 2.2 Las legis actiones o el primer derecho romano escrito. 2.3
La primera intervención del poder público en el derecho: Pretores, derecho honorario y el
proceso clásico “formulario”. 2.4 Un proceso controlado por el emperador: la cognitio
extraordinem. 2.5 El monopolio imperial en la aplicación del derecho en el Dominado. 2.6
Los orígenes de la “jurisdicción” eclesiástica. 3. Proceso y jueces en la etapa de los
reinos germánicos. 3.1 De la justicia colectiva a la justicia real. 3.2 Rasgos de la
administración de justicia en los reinos germánicos. 3.3 El monopolio de la jurisdicción
regia visigoda. 4. La etapa altomedieval y la dispersión jurisdiccional. 4.1 La dispersión
jurisdiccional. 4.2 La aparición del principio del stare decisis. 4.2.1 Una “revolución” jurídica.
4.2.2 El nuevo sentido del término “jurisprudencia”. 4.3 La creación judicial como nueva
fuente del derecho (“case law”). 4.3.1 El surgimiento del “case law” en Inglaterra. 4.3.2 La
expansión europea del “stare decisis”. 4.3.3 La excepción francesa 4.4 Textos normativos
de origen judicial. 4.4.1 La aparición del derecho feudal: recopilación de sentencias de los
tribunales feudales. 4.4.2 El desarrollo del derecho municipal: recopilación de sentencias de
los jueces locales. 4.4.3 El derecho canónico de origen judicial. 4.4.4 Los orígenes del
derecho mercantil: recopilación de sentencias de los tribunales mercantiles (consulados). 4.5
El derecho académico y la legislación regia como causas de la decadencia del stare decisis
en la Europa continental. 5. La expansión de la justicia real en la Baja Edad Media.
5.1 La expansión de la justicia real en Inglaterra y el surgimiento del “common law”. 5.1.1
El surgimiento del “common law”. 5.1.2 La “Equity” como vía complementaria del
“common law”. 5.2 La centralización jurisdiccional en otras regiones de Europa. 5.2.1 La
centralización procesal del derecho canónico: el caso del Tribunal de la Rota Romana. 5.2.2
Los Países Bajos. 5.2.3 El Sacro Imperio Romano Germánico. 5.3 Los parlamentos como
obstáculos a la territorialización del sistema judicial en Francia. 5.3.1 Los parlamentos
franceses frente al rey. 5.3.2 La intervención real en la ampliación de la costumbre. 5.4 Las
consecuencias de la centralización jurisdiccional. 5.4.1 La estatalización de la función
jurisdiccional. 5.4.2 La “estatalización del proceso”: del proceso acusatorio al proceso
inquisitivo. 5.4.3 La profesionalización de los jueces. 5.4.4 La tecnificación del proceso. 6.
La dimensión procesal en la España del Antiguo Régimen. 6.1 Dispersión
jurisdiccional en España y aparición del “stare decisis”. 6.1.1 Jurisdicción feudal y señorial.
6.1.2 Los orígenes de la jurisdicción municipal: “concilium”, “boni homines” y alcaldes.
6.1.3 La aparición del “stare decisis” en Castilla: la leyenda de los Jueces de Castilla y el
juicio por albedrío. 6.1.4 Las “fazañas” como base del derecho castellano hasta mediados
del siglo XIV. 6.1.5 Las recopilaciones de “fazañas” o “case law” castellano. 6.1.6 Un
ejemplo concreto. 6.2 La expansión de la justicia regia en la España bajomedieval. 6.2.1 La
preservación del sistema jurisdiccional visigodo en el reino de León: el “juicio del libro”.
6.2.2 La restauración de la Justicia real en Castilla de Alfonso X a los Trastámara. 6.2.3 La
centralización jurisdiccional en los Estados de la Corona de Aragón. 6.2.4 La centralización
jurisdiccional en Navarra.
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1. La esencia procesal del derecho.
Como ya sabemos, en un principio el derecho aparece históricamente como instrumento de
resolución de conflictos y no como un mandato de poder. Porque no basta con que una
sociedad tenga un poder que la estructure, ya que es además indispensable que
“técnicamente” se arbitre una vía, un procedimiento, para resolver los conflictos que ponen
en peligro la convivencia del grupo, el equilibrio social. Por eso el derecho aparece desde el
principio como un instrumento diferente del poder. Por eso aunque este último sea quien
ejercite el derecho no lo crea inicialmente. Recordemos que en la Roma arcaica el orden
social no descansaba en los mandatos del poder (Roma que es el pueblo del derecho no es
el pueblo de la ley) sino en un orden inmemorial: los mores maiorum, la costumbre de los
ancestros que constituían la base de la religión romana: el respeto a los antepasados.
Desde los orígenes de la Humanidad, los hombres que viven reunidos en sociedad tratan
de evitar que los conflictos entre individuos degeneren en enfrentamientos colectivos. El
principio de tomarse la justicia por su mano genera represalias, y estas en vez de acabar con
el conflicto lo agravan. Por eso desde la dirección del grupo, desde el poder, se acaba
optando por arbitrar un procedimiento específico para restablecer el orden y la paz social,
sin causar nuevos enfrentamientos. ¿Pero cuál es ese procedimiento?
El problema radica en encontrar un elemento objetivo en el que basar la represión contra la
acción que rompe el equilibrio social. En este sentido la ley del talión es un principio de
pacificación social. Por cuanto establece un límite objetivo a la sanción. Ojo por ojo y
diente por diente, significa que quien provoca a otro la pérdida de un ojo no puede ser
castigado, por ejemplo, con la muerte porque la pena sería desproporcionada. Lo máximo
que puede imponérsele es la pérdida del ojo. El poder interviene para evitar que el castigo
sea excesivo y para que la represión no degenere en una espiral de represalias.
En la entrada de hoy vamos a estudiar cómo evolucionan los medios de resolver los
conflictos sociales jurídicamente entre la caída del Imperio romano de Occidente y la
Revolución francesa. Antes de entrar en materia, sin embargo vamos a recordar
brevemente cómo se transforma la dimensión procesal del derecho en la etapa romana.
Porque Roma es nuestro punto de referencia, como primera sociedad occidental
jurídicamente desarrollada.
2. La dimensión procesal en la etapa romana
Para los romanos la dimensión procesal del derecho constituye desde el principio la
esencia del ius. En la etapa republicana el derecho, el ius era esencialmente el proceso,
entendido como cauce por el que se dirimían los conflictos. Los mores maiorum por si
mismos no eran ius. Sólo su aplicación concreta para resolver un conflicto social. La
esencia del ius no era pues normativa. Ni siquiera doctrinal. Era esencialmente procesal. El
derecho originariamente en Roma era esencialmente “acción”, entendiendo como tal la
posibilidad que se concedía a los particulares de actuar para recabar la protección procesal
de la ruptura del orden tradicional que les causaba un perjuicio. Todo lo que no podía ser
protegido por la vía procesal no era ius. Recordemos brevemente cuales fueron las etapas
de desarrollo de la vía procesal en Roma.
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2.1 Mores maiorum, ius y sacerdotes
El poder social interviene pronto en Roma para resolver los conflictos, para restablecer el
orden inmemorial (mores maiorum). Los romanos entienden que los conflictos son un
combate entre particulares y como tal deben resolverse, pero el poder interviene pronto
para regular ese combate a través de unas acciones preestablecidas por la tradición. Este
poder es inicialmente religioso, pues solo los sacerdotes romanos conocen las formas
tradicionales, las fórmulas rituales que dan valor jurídico a los actos de la vida de la civitas
romana. Por eso son inicialmente los mantenedores del ius civile.
2.2 Las legis actiones o el primer derecho romano escrito
Los sacerdotes se reclutaban inicialmente solo entre los miembros de la aristocracia
romana. La clase terrateniente patricia. Y claro la plebe no estuvo conforme con que la
resolución de los conflictos sociales por medio de la definición del ius quedara
exclusivamente en manos de la clase dirigente. Hubo conflicto social y este se resolvió con
la aprobación en el año 450 a.C. de la Ley de las XII tablas, en la que se pusieron por
escrito para su público conocimiento los principios y reglas del derecho de la ciudad de
Roma (el ius civile). La Ley de las XII tablas contenía esencialmente derecho procesal. Y en
ella destacaban cinco acciones que los ciudadanos de Roma podían ejercer ante los
tribunales: las “legis actiones” (literalmente “acciones de la ley”). Las legis actiones fueron pues
la primera manifestación escrita del ius civile romano.
2.3 La primera intervención del poder público en el derecho: Pretores, derecho honorario
y el proceso clásico “formulario”
Cuando Roma se convierte en un gran poder militar e inicia su expansión territorial, la
sociedad romana se transforma al volverse más numerosa y dinámica. Por ello las legis
actiones pronto fueron insuficientes para resolver los nuevos conflictos y fue crear otras
nuevas. La creación de nuevas acciones procesales fue una tarea encomendada a un
magistrado especial: el pretor que debía encontrar nuevas “fórmulas” para encauzar las
nuevas necesidades procesales de los ciudadanos. Cuando los pretores entienden que una
situación no prevista en las acciones vigentes merece recibir protección procesal. Los
pretores, sin embargo, solo estaban un año en el cargo por lo que en tan corto período de
tiempo no podían adquirir conocimientos jurídicos. Por ello en su tarea de establecer
nuevas “fórmulas” procesales eran aconsejados por unos iurisprudentes, unos particulares
acostumbrados a resolver cuestiones jurídicas. Surgen así nuevas acciones plasmadas en
nuevas fórmulas procesales. El viejo proceso de las “legis actiones” se ve complementado y
ampliado por el nuevo proceso formulario.
Este nuevo proceso formulario se acaba poniendo por escrito en un “edicto” (proclama
“dicha” oralmente, leída en público) por el que el pretor anuncia a la ciudadanía qué nuevas
acciones va a poner a su disposición. Es el llamado “Edicto pretorio”, también conocido
como “derecho honorario” (en atención a la carrera política “cursus honorum” que los
pretores como magistrados seguían en Roma).
En esta etapa el poder interviene más claramente en un proceso, que sin embargo sigue
siendo entendido aún esencialmente como una pugna incruenta entre particulares. El
representante del poder es, evidentemente, el pretor, ya que ostenta la condición de
magistrado. Por eso en el proceso clásico romano aparecen dos etapas: una ante el pretor
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(in iure) y otra ante el juez (apud iudicem). El proceso sigue siendo un combate entre
particulares, pero este solo se inicia si el representante del poder, el pretor, da su permiso.
De hecho no solo lo autoriza, sino que fija las condiciones en las que se debe plantear el
litigio (litis contestatio). Después el proceso queda en manos de los particulares que escogen a
un juez (iudex) entre una lista de ciudadanos. El iudex elegido se limita a ver comprobar cual
de las dos partes aporta las pruebas más convincentes, de acuerdo con los términos del
litigio establecidos por el pretor. Luego emite su veredicto que obliga a las partes porque
inicialmente ambas acordaron reconocer su autoridad al designarle.
El iudex romano inicialmente no es un funcionario público, revestido con la autoridad del
Estado, como los jueces actuales. No tiene más autoridad que la que le dan las partes
contendientes. En este sentido el juez romano sería, en términos actuales, un árbitro. Por
eso el iudex no creaba el ius. Lo creaba el pretor con las fórmulas del Edicto pretorio.
2.4 Un proceso controlado por el emperador: la cognitio extraordinem
En la medida en que se pasa de la República al Imperio (Principado-Imperio-Dominado),
la aparición de una constitución política monárquica en Roma transforma completamente
la dimensión procesal del derecho. Esencialmente porque ahora el Estado controla
directamente todas las fases del proceso. Los emperadores empiezan a intervenir en los
procesos, a petición de las partes o por propia iniciativa. Por medio de los rescriptos los
emperadores resuelven cuestiones procesales. Por eso no es de extrañar que en la última
etapa del Imperio, el Dominado, el viejo orden procesal del proceso clásico republicano sea
sustituido por un nuevo cauce procesal “extraordinario” (fuera del orden tradicional). Es la
cognitio extra ordinem, un proceso dirigido desde el primer momento por unos jueces
convertidos en magistrados, en la medida en que representan al emperador, y que actúan en
virtud del imperium que este delega en ellos. Es el momento en que el poder político
monopoliza por completo la función procesal. Cuando aparece la idea de una
Administración de Justicia, incardinada en el Estado, con una estructura jerárquica de
jueces y tribunales, en cuya cúspide se encuentra el propio emperador. Por eso aparece el
recurso de apelación y la posibilidad de que las sentencias de los jueces inferiores sean
corregidas por los jueces superiores. En última instancia por el emperador.
2.5 El monopolio imperial en la aplicación del derecho en el Dominado
A pesar de ello, los jueces del Dominado no crean derecho. El único que puede hacerlo es
el emperador por la vía legislativa. Solo se crea derecho por ley. Entendiendo por tal la
variedad de normas que promulgan los emperadores y que reciben la denominación
genérica de “constitutiones”. Entre ellas los rescriptos, las resoluciones de casos judiciales
que por ser dadas por –o en nombre de- el emperador tienen fuerza de ley.
Este monopolio imperial en la creación del derecho queda sancionado de forma expresa
por Justiniano en la constitución Tanta promulgada el año 523. En ella se obliga a los
jueces a que remitan “a la supremacía imperial” las dudas que pudiesen tener sobre la
aplicación de una ley determinada para que la “autoridad augusta” resuelva la
incertidumbre. Porque solo a la autoridad imperial “se ha concedido dictar e interpretar las
leyes”. Los jueces no pueden pues crear derecho porque se lo prohíbe expresamente la
autoridad imperial.
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2.6 Los orígenes de la jurisdicción eclesiástica
La única excepción a este estado de cosas es la Iglesia. Desde que el cristianismo se
convierte en religión tolerada, Constantino concede a la Iglesia el privilegio de desarrollar
su propio cauce procesal, esto es: de tener su propia “jurisdicción” (literalmente “decir el
derecho”: iuris-dictio). Inicialmente, los obispos reciben de Constantino I competencias para
resolver cualquier causa civil o penal. No obstante, este privilegio era demasiado amplio y
por ello queda circunscrito por Constancio II (355) al ámbito de los asuntos eclesiásticos.
3. Proceso y jueces en la etapa de los reinos germánicos
3.1 De la justicia colectiva a la justicia real
Los pueblos germánicos que irrumpen en el Imperio de occidente desde finales del siglo
IV d. C. tenían un derecho radicalmente distinto del romano. No era un derecho
controlado por el poder público, por la autoridad política del emperador (monarquía), sino
un derecho forjado por la colectividad. Pues era la colectividad, inicialmente representada
por la asamblea de guerreros (mallus), la que resolvía los conflictos internos de cada pueblo
concretando, caso por caso, la costumbre tradicional.
Tras el asentamiento en el Imperio de Oriente, los distintos reyes germánicos trataron sin
embargo de emular a los emperadores del Dominado y procuraron controlar el derecho. Se
volvieron legisladores y prohibieron a los juristas interpretar las leyes creadas por ellos. Y
en el ámbito “jurisdiccional”, trataron de monopolizar la resolución de conflictos. La
jurisdicción regia se convirtió en el único cauce procesal del que disponían romanos y
germanos para resolver sus diferencias.
El principio consuetudinario germánico de la justicia colectiva, ejercido por el conjunto de
los guerreros en el mallus, quedó reducido a una asamblea restringida, integrada por los
consejeros del rey, el aula regia. A pesar de lo cual el principio de la justicia popular
sobreviviría en la institución del jurado, en virtud de la cual los particulares sin formación
jurídica deciden el resultado del litigio sobre la base de su sentido de la justicia (equidad).
3.2 Rasgos de la administración de justicia en los reinos germánicos: el caso visigodo
Por las razones mencionadas en los reinos germánicos acaba prevaleciendo el modelo
romano de administración de justicia característico de la época del Dominado. Un modelo
claramente controlado por el Estado. Ello puede deducirse de los siguientes rasgos del
sistema jurisdiccional de los reinos germánicos:
a) Los jueces son agentes reales. No les hace falta cualificación profesional sino solo ser
nombrados por el rey.
b) Los jueces no crean derecho. Se sigue el principio establecido por Justiniano en la
Constitución “Tanta”, de que las dudas que suscite la aplicación de un precepto legal
deben ser resueltas por el rey. Los jueces deben remitirse a él que es quien decide.
(Liber Iudiciorum II, 1, 11).
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c) En última instancia, el rey es la autoridad suprema y las partes pueden apelar a él. De
hecho el rey, junto al aula regia, puede intervenir directamente en cualquier proceso si
lo juzga conveniente. Leovigildo abunda en el mismo sentido, al ordenar legalmente
que se sancione al juez corrupto o ignorante.
3.3 El monopolio de la jurisdicción regia visigoda.
En el Estado visigodo hispánico (Reino de Toledo) los reyes trataron de recabar para sí la
función jurisdiccional. En este último ámbito en principio la legislación regia visigoda no
reconocía más jurisdicción que la del Estado (la del rey). Hubo sin embargo algunas
excepciones. La primera la jurisdicción eclesiástica, que podía juzgar en materias de fe y de
disciplina eclesiástica e incluso intervenir en los litigios privados de los clérigos. En la
legislación regia visigoda también se otorgaba carácter público a la jurisdicción mercantil,
confiada a unos jueces especiales (telonarii), que conocían de los litigios suscitados entre
mercaderes extranjeros y aplicaban sus leyes. Sin embargo, hay que poner de relieve que
tanto los jueces eclesiásticos como los mercantiles podían resolver litigios por autorización
regia, en la medida en que eran delegados del monarca. Era la autoridad real la que
legitimaba al juez.
A pesar de este propósito de los reyes de controlar todo lo jurídico, en la práctica, el poder
público de la Monarquía toledana no pudo impedir que los grandes propietarios
territoriales, los “señores” o “magnates” ejerciesen en algunos casos funciones
jurisdiccionales sobre los habitantes de sus tierras. Recordad lo apuntado sobre el
“protofeudalismo” visigodo. Esta tendencia se consolidaría como consecuencia del
hundimiento del poder público en la etapa feudal.
4. La etapa altomedieval y la dispersión jurisdiccional
La generalización del orden feudal incide decisivamente en la pérdida por parte de los
reyes germánicos del monopolio jurisdiccional. No desaparece formalmente la jurisdicción
regia, pero los reyes no tienen poder para impedir que aparezcan otros cauces de resolución
de conflictos. Lo que, dicho de otro modo, significa que en la Europa feudal, la función
jurisdiccional se dispersa, porque ante el debilitamiento del poder regio, la sociedad
desarrolla vías alternativas para resolver los litigios.
4.1 La dispersión jurisdiccional
El hecho de que en la relación feudal el rey pierde su superioridad jerárquica y se convierte
por la vía contractual del pacto feudal en un primum inter pares, de entrada favorece la
aparición de unos tribunales feudales en los que los diversos señores se reúnen para juzgar
cuestiones relacionadas con sus vasallos. Es el origen por ejemplo de la “corte de los
pares”, (corte en el sentido de “tribunal” –hoy aún en inglés “court” tiene este significado,
los mismo que el término francés “cour”- y “pares” en el sentido de “iguales”). De ahí que
en la leyenda del rey Arturo, este se reuniese con sus caballeros alrededor de una “mesa
redonda”, pues en una mesa redonda no hay presidencia y todos tienen la misma jerarquía.
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En aquellos territorios en los que el feudalismo no se convierte en el modelo de
organización social dominante, son las comunidades locales las que asumen
autónomamente la función jurisdiccional. Esta se encomienda a unos jueces “locales” que
son personas sin especiales conocimientos jurídicos, a los que los vecinos otorgan
autoridad para resolver los litigios por ser personas respetadas en la comunidad. Son
“hombres buenos”, componedores, conciliadores. Personas que resuelven los litigios con
arreglo a su sentido de la justicia (equidad), lo que en castellano antiguo se llamaba
“albedrío”.
4.2 La aparición del principio del stare decisis
Pero estos jueces no solo resuelven conflictos. Como son las únicas autoridades jurídicas
estos jueces y tribunales autónomos que aparecen en la Alta Edad Media crean derecho.
Porque sus sentencias o “fallos” tienen valor de “precedente”. Lo que significa que sus
veredictos podían ser tenidos en cuenta para resolver casos futuros similares. Es lo que se
conoce técnicamente como el principio del stare decisis, expresión latina que literalmente
significa “estar a lo decidido”.
4.2.1 Una “revolución” jurídica
El principio del stare decisis constituye una auténtica revolución jurídica ya que los jueces,
por primera vez en la historia de Occidente, se convierten en los grandes protagonistas de
la creación jurídica. En la etapa del proceso romano clásico quienes creaban derecho eran
los pretores con sus fórmulas procesales. En la etapa bajo imperial, en la justinianea, e
incluso en la de los reinos germánicos quienes creaban derecho, por la vía de resolver las
dudas interpretativas de un precepto, o para colmar una laguna normativa, eran los
emperadores o los reyes, pues la ley (recordad la Constitución Tanta de Justiniano) obligaba
al juez a remitirse a la autoridad estatal en caso de que tuviese dudas sobre qué norma
aplicar o no hubiese norma porque se tratara de un caso nuevo. Sin embargo en la Alta
Edad Media como resultado de hundimiento de la autoridad real el papel creador del
derecho se desplaza a los jueces.
4.2.2 El nuevo sentido del término “jurisprudencia”
Con la aparición del principio del stare decisis cambia en la tradición jurídica occidental el
sentido del término jurisprudencia. Una palabra que, como recordaréis, en derecho romano
designaba la obra de los “juristas”. No obstante, desde la aparición del principio del stare
decisis el vocablo jurisprudencia se utiliza para referirse a las sentencias judiciales que crean
derecho. La obra de los juristas pasa a ser simplemente “doctrina”, “ciencia jurídica” o
“literatura jurídica”. Ello tiene importantes consecuencias. De entrada propicia la aparición
de cuerpos de normas integrados por decisiones judiciales.
4.3 La creación judicial como nueva fuente del derecho (“case law”)
La consecuencia más importante del stare decisis es el surgimiento de un nuevo derecho, que
no es producto de los juristas, ni del legislador, sino de los jueces que resuelven caso por
caso. De ahí que este tipo de derecho reciba también el nombre de “derecho de casos” (case
law). A este respecto, resulta profundamente significativo que por vez primera las
decisiones judiciales, que concretan los usos o costumbres por la vía de resolver litigios
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concretos, empiecen a ponerse por escrito, por su utilidad para resolver casos futuros
similares. El derecho de origen judicial es el derecho que predomina en el Occidente
europeo, al menos hasta que aparece el derecho académico, el creado por los profesores de
las universidades europeas. Un derecho común romano-canónico que acabará arrebatando
el protagonismo al derecho de casos en toda Europa, salvo en Inglaterra, donde la creación
judicial del derecho persiste hasta nuestros días.
4.3.1 El surgimiento del “case law” en Inglaterra
Es sin duda en Inglaterra donde el derecho judicial alcanza su máxima expresión, en la
medida hasta nuestros días los jueces son en Inglaterra la fuente esencial de creación del
derecho. Es lo que diferencia al derecho inglés de nuestro derecho continental, primero
basado en las elaboraciones doctrinales de los profesores de universidad y después centrado
en la creación legislativa, tan pronto como el poder político monopoliza la función jurídica.
En Inglaterra en cambio desde una época relativamente temprana se generaliza la práctica
de recopilar sistemáticamente las sentencias de los tribunales más importantes: los del rey.
Concretamente desde la segunda mitad del siglo XII los veredictos de los jueces regios se
recogen en “rollos” (rolls) que se guardan en archivos oficiales. Poco después se forman
colecciones privadas, para uso de los abogados, que recogen las sentencias de todo un año.
Son los llamados “libros anuales” (year books), que empiezan a recopilarse a partir del siglo
XIII. En ellos las transcripciones son bastante minuciosas pues repiten palabra por palabra
los argumentos presentados ante el tribunal, así como los intercambios mantenidos entre
jueces y abogados. A partir del siglo XV, los libros anuales se reestructuran en colecciones
sistemáticas, en las que los casos aparecen agrupados por materias. Este tipo de
compilaciones, que reciben el nombre de abridgements, tenían también esencialmente una
función didáctica, pues se destinaban a la formación de abogados. A partir del mediados del
siglo XVI los abridgements fueron sustituidos por “relaciones de derecho” (law reports) que
incluían comentarios explicativos.
La esencia judicial del derecho inglés explica el contenido esencialmente procesal de los
dos únicos tratados de derecho que aparecen en la etapa medieval: el de Sir Ranulf de
Glanville, su Tractatus de legibus et consuetudinibus regni Angliae (Treatise on the laws and
customs of the Kingdom of England), escrito a finales del siglo XII, y el de Henry Bracton,
De Legibus et Consuetudinis Angliae (On the laws and customs of England), compuesto a
mediados del siglo XIII. Ambos, a pesar de sus títulos, y de que sus autores tenían una
formación universitaria en derecho romano-canónico, son esencialmente una compilación
de las “acciones” que los abogados presentaban en Inglaterra ante los tribunales del rey.
4.3.2 La expansión europea del “stare decisis”
Inglaterra sin embargo no era el único lugar de Europa en el que se recopilaban las
sentencia judiciales. El derecho judicial tuvo también suma importancia en el ámbito del
derecho canónico gracias a las recopilaciones de sentencias del tribunal superior de la
Iglesia católica: la Rota romana. Igual ocurre en los Países Bajos donde aparecen
recopiladores profesionales de sentencias (arrêtistes), que forman compilaciones oficiales de
sentencias, recopilaciones privadas y libros de derecho basados en decisiones judiciales
(rechtsboeken), para uso de los abogados.
En España hay extensas áreas jurídicas en las que el derecho, al menos hasta que se
produce la recepción del derecho común, tiene esencialmente un origen judicial. Es el caso
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de Cataluña donde el núcleo esencial del derecho tradicional es una colección de usos
feudales concretados por los tribunales nobiliarios catalanes, los Usatges. También en los
territorios de reconquista (Castilla, Aragón, Navarra) donde son los jueces locales los que
emiten sentencias, que reciben el nombre de “fazañas” que acaban integrándose en
extensos cuerpos normativos generalmente de vigencia comarcal o local, como por ejemplo
el llamado “derecho territorial de Castilla” (Libro de los Fueros de Castilla, o el Fuero Viejo
de Castilla), aunque también se incorporan “fazañas” en los fueros extensos.
4.3.3 La excepción francesa
Francia es un caso peculiar porque no se aplica el principio del stare decisis, ya que las
decisiones judiciales no tienen fuerza vinculante. A pesar de ello, en Francia las sentencias
no crean derecho, pues los tribunales no se sienten vinculados por el precedente. Y ello por
la manifiesta consolidación del poder regio desde finales del siglo XII. La única excepción
son los arrêts de réglement (literalmente “sentencias de reglamento”) que eran decisiones
judiciales adoptadas en un proceso concreto pero que establecían principios aplicables con
carácter general en la jurisdicción del parlamento que las pronunciaba. Tenían pues casi un
valor legislativo, aunque fuesen dictadas por un tribunal.
Que los jueces franceses no se encontrasen vinculados por decisiones judiciales anteriores
no impide que las sentencias fueran fuente de inspiración en la práctica jurídica. Por ello
desde el siglo XIII empiezan a archivarse oficialmente las actuaciones de los tribunales más
relevantes (el Parlamento de París o el tribunal del Châtelet). Esta función informativa
explica que se transcriban no solo las sentencias finales, sino también las decisiones
judiciales de trámite (interlocutorias), las discusiones de los jueces entre sí y las
argumentaciones de los abogados. La creación de archivos oficiales favoreció la aparición
de recopilaciones privadas de jurisprudencia para uso de los abogados. Son las
recopilaciones de decisiones notables (Recueils d’arrêts notables), así llamadas porque
constatan la existencia de una costumbre o resuelven un caso nuevo. La tarea de
transcribir procesos se convierte pronto en una profesión ya que, como en los Países Bajos,
aparecen en Francia personas especializadas en copiar y comentar sentencias (arrêts) los
“arrêtistes”.
4.4 Textos normativos de origen judicial
El “stare decisis” favorece la aparición de grandes textos normativos integrados por las
decisiones judiciales adoptadas en áreas jurisdiccionales determinadas. Así, por ejemplo, los
tribunales feudales generan colecciones de un nuevo derecho: el que regula los litigios que
enfrentan a señores y vasallos. Los jueces locales van conformando el derecho
consuetudinario del lugar en textos como los “fueros extensos” de la España de la
reconquista, o las “coûtumes” francesas. Los jueces eclesiásticos dan lugar a compilaciones
procesales canónicas. Y, finalmente, los jueces que resuelven litigios en el ámbito de las
operaciones comerciales generan los primeros textos de un nuevo ámbito normativo: el
derecho mercantil.
4.4.1 La aparición del derecho feudal: recopilación de sentencias de los tribunales feudales
Los litigios feudales eran resueltos en el seno de la curia regis integrada por condes, duques,
obispos o abades, que carecían de formación jurídica pero que adquirían experiencia
jurídica a base de asistir a las reuniones de la curia en las que entre otras cuestiones se
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resolvían las diferencias entre vasallos o entre señores y vasallos. Las decisiones de la curia
en estas cuestiones constituyeron la fuente esencial de la que acabó surgiendo un derecho
consuetudinario nuevo: el feudal, cuyos primeros textos normativos son recopilaciones de
sentencias. El ejemplo más conocido son los Libri feudorum, una recopilación de usos
feudales que aparece en la región de Lombardía, en el Norte de Italia. En España la
recopilación feudal por excelencia son los Usatges, inicialmente formados por las sentencias
del tribunal (feudal) presidido por el conde de Barcelona. Un texto jurídico esencial por
cuanto a partir de mediados del siglo XIII acabaría siendo el derecho “territorial” de
Cataluña (esto es: aplicable en todo el territorio del Principado).
4.4.2 El desarrollo del derecho municipal: recopilación de sentencias de los jueces locales
Las sentencias de los jueces locales acaban engrosando las normas privilegiadas locales. En
la medida en que estos jueces municipales concretan los usos locales a golpe de veredicto,
sus resoluciones se recopilan. En España, estas sentencias de los jueces locales, que ya
sabéis que aquí se llamaban “alcaldes”, reciben significativamente el nombre de fazañas.
Seguro que no ignoráis lo que es en castellano actual una “hazaña”, un hecho memorable
que merece ser recordado. Pues bien las sentencias de los alcaldes se llamaban fazañas
precisamente porque merecían ser recordadas. Por eso se ponían por escrito y se
“recopilaban”. De hecho la mayor parte de los “Fueros extensos” en León y Castilla (por
ejemplo el Fuero de Cáceres), Aragón (por ejemplo el Fuero de Jaca), Navarra (el propio
Fuero General de Navarra) contienen numerosas “fazañas”, esto es sentencias de alcaldes
convertidas en preceptos legales.
4.4.3 El derecho canónico de origen judicial
Los tribunales eclesiásticos reconocen pronto el principio del stare decisis y por ello pronto
aparecen recopilaciones de sentencias, sobre todo a partir del momento en el que la
actividad legislativa de los papas, concretada en las decretales, disminuye. Ello ocurre en el
curso del siglo XIV, lo que sin duda explica que, significativamente en el mismo momento,
empiecen a ser recopiladas las sentencias del tribunal superior de la jurisdicción eclesiástica
católica la Rota romana, en cientos de manuscritos que acabaron integrándose en
“compilaciones” jurisprudenciales. Gracias a la jurisprudencia del Tribunal de la Rota, el
derecho canónico procesal tuvo una gran influencia en toda Europa.
4.4.4 Los orígenes del derecho mercantil: recopilación de sentencias de los tribunales
mercantiles (consulados)
El desarrollo de las operaciones comerciales que provoca la gran expansión económica que
caracteriza la Baja Edad Media en Europa impuso también la necesidad de crear tribunales
especializados para resolver los litigios generados por la práctica mercantil. Estos tribunales
estaban formados por comerciantes que conocían los “usos” mercantiles y que, en
consecuencia, podían resolverlos con arreglo a su experiencia comercial y a su sentido de la
equidad. El derecho mercantil es inicialmente un derecho de jueces. Porque el derecho
romano que se estudiaba en las universidades no contenía preceptos aplicables a las nuevas
operaciones mercantiles. Por eso no hay tratados académicos de derecho mercantil en la
Edad Media. Hay que esperar al siglo XVI. La consecuencia es que los primeros textos
normativos medievales de derecho mercantil son colecciones de sentencias de los
tribunales consulares. En España, por ejemplo, es el caso del “Libro del consulado del
Mar”, que recoge las sentencias del consulado de la ciudad condal en materia de derecho
10
marítimo, o de los “Fueros de Olerón” (o Fuero de Layron), un conjunto de sentencias de
los jueces de la isla francesa de Olerón, que pasa a ser una referencia en el derecho
mercantil marítimo del Atlántico, motivo por el que acabó aplicándose en la Corona de
Castilla.
4.5 El derecho académico y la legislación regia como causas de la decadencia del stare decisis
en la Europa continental
El principio de la creación judicial del derecho entra en decadencia en la Europa
continental –no en Inglaterra, donde se consolida tras la aparición del “Common Lawcomo consecuencia del triunfo del “derecho académico”. En la medida en que el derecho
se crea en las universidades, por profesores de derecho que se convierten en grandes
“autoridades” jurídicas, los jueces pierden su protagonismo creador, en la medida en que
para resolver los procesos empezarán a basarse en las elaboraciones doctrinales del derecho
forjado en las aulas.
Tampoco es ajeno a la decadencia del derecho de origen judicial el hecho de que los reyes,
a partir de la Baja Edad Media, empiezan a legislar con las asambleas estamentales. La
consolidación política de las grandes monarquías (castellana, francesa, inglesa) va a reducir
la importancia de los jueces a la hora de crear derecho. Una tendencia que se acentúa
manifiestamente en la etapa de la monarquía absoluta, cuando los reyes empiezan a legislar
sin necesidad de contar con las asambleas estamentales.
Como consecuencia de ello en los sistemas jurídicos de la Europa continental el principio
de la creación judicial del derecho queda poco a poco postergado, pasa a un segundo plano,
al ceder el protagonismo jurídico a la creación académica y legislativa. Con la notable
excepción, ya señalada, de Inglaterra, donde gracias a la iniciativa regia el derecho creado
por los tribunales reales se consolida como fuente esencial del ordenamiento jurídico. Lo
que permite la unificación de las costumbres locales en un solo derecho consuetudinario
común: el “common law”.
5. La expansión de la justicia real en la Baja Edad Media
El rey feudal es un primum inter pares, al estar vinculado a sus principales súbditos, sus
grandes vasallos, por un contrato: el pacto feudal. Sin embargo también es un representante
de Dios en la tierra, razón por la que los monarcas son coronados o consagrados por la
Iglesia al acceder al trono. Por eso los reyes inicialmente no pueden crear derecho, ya que la
organización jurídica es parte del orden social creado por Dios. Lo que si pueden -y debenhacer los reyes es mantener ese orden. De ahí que administrar justicia fuese una de las
funciones más importantes de los reyes feudales.
No es por ello extraño que a partir de la Baja Edad Media los reyes traten de recuperar el
poder perdido en la etapa feudal por la vía jurisdiccional. Algo natural, porque iba en
consonancia con el papel que se atribuía a los monarcas en una sociedad esencialmente
teocéntrica. Uno de los rasgos comunes a los reyes medievales, al menos en los reinos
europeos más importantes, es el de tratar de extender la jurisdicción real en detrimento de
los otros cauces jurisdiccionales (feudal, municipal) surgidos como consecuencia de la
feudalización de la monarquía.
11
En unos casos, los reyes consiguen centralizar completamente la administración de justicia,
como, por ejemplo, ocurre en Inglaterra. En otros, aunque la centralización jurisdiccional
regia no es total, es también considerablemente eficaz, como pasa en el caso de la
jurisdicción eclesiástica, gracias al Tribunal de la Rota, o en los reinos ibéricos –
especialmente en Castilla y León- en los Países Bajos o incluso en el Sacro Imperio
Romano Germánico. Finalmente, en algún caso los reyes no logran imponer su hegemonía
jurisdiccional de modo rotundo. Es lo que ocurre en Francia, donde los tribunales
inicialmente creados por los reyes (parlamentos) acaban cobrando una indiscutible
autonomía frente al poder real, al menos en el ámbito del derecho privado.
5.1 La expansión de la justicia real en Inglaterra y el surgimiento del “common law”
El proceso de centralización de la Justicia comienza en Inglaterra con Enrique II (11541189), quien promueve la aprobación de importantes leyes –como las contenidas en las
“constituciones” aprobadas en la Asamblea (assize) de Clarendon” (1166). Con todo, la
reforma más importante que lleva a cabo este monarca en el ámbito del derecho es el
reforzamiento de la jurisdicción real. Tradicionalmente existía un tribunal regio, el “Court
of King’s Bench”, ante el que podía recurrirse en apelación contra las sentencias dadas en
primera instancia por los tribunales locales. Enrique II dio un paso importante para
extender el papel jurisdiccional de la monarquía al crear otro tribunal central en
Westminster: la “Court of Common Pleas” (Tribunal de demandas comunes), en el que los
particulares por vez primera podían interponer en “primera instancia” acciones creadas por
el rey por medio de “cartas reales” o writs.
El término “writ”, que en el derecho inglés actual designa una orden judicial escrita por la
que o se ordena la realización de un acto determinado, o se otorga poder a una autoridad
determinada para llevarlo a cabo, tenía un significado totalmente distinto en la Inglaterra
del siglo XII. Entonces era esencialmente una carta que contenía una orden real por la que
el monarca creaba una acción judicial con arreglo al derecho del país (“common law”). Esto
es: otorgaba la posibilidad de recabar la protección de un derecho ante un tribunal regio.
En esto los writs regios medievales recuerdan vagamente a las “fórmulas” procesales de los
pretores romanos, por las que estos ampliaron el estrecho cauce procesal tradicional de las
“legis actiones”. Ahora el propio rey era la autoridad pública que abría el correspondiente
cauce procesal.
Es importante poner de relieve que Enrique II no impuso a los particulares la obligación
de acudir a su tribunal. Sólo otorgó a los hombres libres la posibilidad de acudir
directamente a la justicia del rey, sin pasar por los tribunales o jueces locales. A pesar de
ello la iniciativa real fue afortunada pues los particulares empezaron a acudir con
frecuencia al nuevo tribunal regio, sobre todo para resolver controversias de derechos
sobre tierras. Y ello porque pronto pudieron constatar la mayor objetividad y
profesionalidad de los jueces regios frente a de las cortes feudales o señoriales o a los jueces
locales. Esta superioridad de la justicia regia acabó provocando una auténtica avalancha de
demandas que fue relegando poco a poco a los otros jueces resolver únicamente asuntos
poco importantes.
Esta multiplicación del número de casos sin embargo colapsó la Court of Common Pleas que
tenía su sede en Westminster y Enrique II se vio obligado a nombrar unos jueces reales
itinerantes (circuit judges) que viajaban por toda Inglaterra. El sistema resultaba operativo
porque el juez real se limitaba a supervisar la objetividad y regularidad del procedimiento
12
dejando la decisión final, la sentencia, en manos de los “jurados locales” de cada condado.
El aumento del número de casos que se sustanciaban ante la jurisdicción regia propició
también una especialización procesal que se tradujo en la creación de nuevos tribunales
regios especializados como la “Court of Exchequer” que tenía competencias en asuntos
relacionados con la Hacienda real.
5.1.1 El surgimiento del “common law”
El exorbitante crecimiento de la jurisdicción regia en Inglaterra, además de reforzar el
poder del rey, tuvo otra consecuencia esencial, que marcaría para siempre desde entonces el
sistema jurídico inglés con un sello indeleble. Concretamente, permitió la homogeneización
de la costumbre al favorecer el surgimiento de un mismo derecho procesal para todo el
reino. Aunque los jueces reales aplicaban en principio el derecho local de los demandantes
y demandados, el hecho de que estos fuesen aplicados e interpretados por el mismo
tribunal, y la homogeneización procesal determinó que con el tiempo acabaran
homogeneizándose hasta formar un solo derecho consuetudinario “común”. Este fue el
sentido originario de la expresión “common law”, que no debe confundirse con el “ius
commune”, término que alude al derecho académico de las universidades, al derecho
romano-canónico que se convierte desde el siglo XII en la base jurídica común de los
sistemas jurídicos continentales (sistemas del civil law, para los británicos).
5.1.2
La “Equity” como vía complementaria del “common law”
El “common law” no quedó sin embargo limitado a las acciones creadas por el rey
mediante “writs”, gracias a la creación de un nuevo tribunal regio, el Tribunal del Canciller
Real (Court of Chancery). Este tribunal intervenía cuando una “acción” era rechazada por los
jueces reales ordinarios por no ajustarse a las estrictas reglas formales del “common law”,
ni estar contemplada en un “writ” regio. Entonces los litigantes tenían abierta la posibilidad
de recurrir al Tribunal del Canciller Real, quien adoptaba sus decisiones basándose no en el
derecho preexistente sino en la equidad (equity), gracias a que el rey le había concedido el
“privilegio de gracia” que le permitía crear derecho por delegación regia.
De este modo la Court of Chancery acabó desempeñando la tarea esencial de perfeccionar,
ampliar y adaptar el “Common law” flexibilizando el sistema jurídico inglés. Algo que los
jueces del Tribunal del Canciller hicieron en gran medida acogiendo principios procedentes
del derecho académico romano-canónico que se enseñaba en la mayoría de las
universidades europeas. Surgió así un nuevo derecho que acabó recibiendo el nombre de
“rule of equity”, cuya existencia fue inicialmente paralela a la del “common law”, aunque con
el tiempo acabaría refundiéndose con él en gran medida. El proceso de fusión nunca llegó
sin embargo a realizarse por completo y aún en nuestros días sigue manteniéndose este
dualismo peculiar del sistema jurídico inglés.
Los rasgos generales del sistema jurisdiccional británico quedan fijados en la etapa
medieval, prácticamente hasta nuestros días. Con la salvedad de que en el curso del siglo
XX, la multiplicación del número de asuntos judiciales acabó imponiendo una cierta
descentralización jurisdiccional, concretada en la aparición de toda una serie de nuevos
tribunales de primera instancia, con crecientes competencias.
13
5.2 La centralización jurisdiccional en otras regiones de Europa
5.2.1 La centralización procesal del derecho canónico: el caso del Tribunal de la Rota
Romana.
Si el nuevo derecho bajomedieval académico se basó en el redescubrimiento del derecho
romano por glosadores y post-glosadores, como sabemos el ámbito en el que los
profesores universitarios innovaron más fue en el del derecho canónico, que era el derecho
de la institución más importante en el Occidente medieval: la Iglesia católica. Un derecho
que a diferencia del romano, era un derecho “nuevo” en la medida en que se enriquecía con
la legislación papal de las Decretales promulgada para resolver las cuestiones nuevas de una
sociedad en plena transformación como consecuencia de la Revolución comercial.
No es por ello extraño que sea en el campo del derecho canónico donde surja por vez
primera un nuevo modelo de tribunales, integrados por jueces formados en las
universidades donde habían estudiado el nuevo derecho académico, y muy particularmente
las reglas de un nuevo procedimiento basado en el derecho romano-canónico. Se trata de
las “oficialidades”, tribunales eclesiásticos fundados a finales del siglo XII, tribunales
episcopales que tenían jurisdicción en la correspondiente provincia eclesiástica. Sus
decisiones sin embargo pronto pudieron ser apeladas en Roma ante el Tribunal central de la
Rota.
El Tribunal de la Rota, que surge en el siglo XIII, puede ser considerado el primer tribunal
europeo de Justicia de la historia, ya que extendía su competencia en materia canónica a
todos los confines de Europa: de Suecia a Portugal, de Escocia a Sicilia. Ello hizo que los
asuntos que llegaban al tribunal fuesen muy numerosos, tantos que pronto los papas se
vieron obligados a nombrar delegados pontificios de la Rota para investigar y juzgar casos
en distintas diócesis locales. Lo que no impidió que gracias a la jurisdicción de la Rota, se
acentuase considerablemente el centralismo pontificio.
Otra importante consecuencia del Tribunal de la Rota fue que sus sentencias contribuyeron
a perfilar el nuevo derecho académico surgido de las universidades aplicándolo e
interpretándolo en la realidad. Sobre todo porque las sentencias de la Rota podían citarse
como precedente, convirtiéndose así en el principal “case law” de Occidente.
5.2.2
Los Países Bajos.
En los Países Bajos también tienden a aparecer tribunales cada vez más centralizados. En
este caso el proceso de centralización se inicia durante la etapa del gran Ducado de
Borgoña en el siglo XV, cuando aparece el Gran Consejo itinerante de Felipe el Bueno, que
entre 1435 y 1445 se convierte en el Consejo ducal con jurisdicción en todos los Países
Bajos. Algo más tarde, en el último tercio del siglo XV, se crea el Parlamento de Malines,
que se convierte en el Gran Consejo entre los siglos XVI y XVIII.
5.2.3 El Sacro Imperio Romano Germánico
En el caso del Sacro Imperio Romano Germánico la centralización se desarrolla gracias a
una de las pocas instituciones comunes a los diversos Estados germánicos: el Reichshofgericht
(El Tribunal de Imperio). Este, en el curso del siglo XV, se transforma en el Kammergericht
14
(Cámara de Imperio), y pasa a estar integrado por juristas formados en el derecho
académico. La Dieta, asamblea de los diversos estados germánicos, toma la iniciativa en
1495 de crear el Reichskammergericht como tribunal independiente de la Corona imperial, que
tuvo desde el primer momento la función de favorecer la unificación de la jurisprudencia
en los territorios de Imperio. Originariamente estaba integrado por el mismo número de
juristas y nobles. Junto al Tribunal de la Cámara de Imperio los emperadores conservaron
un consejo asesor: el “Reichsofrat”.
5.3 Los parlamentos como obstáculos a la territorialización del sistema judicial en Francia
En Francia los grandes protagonistas de la vida judicial son los parlamentos. Es una
institución que crea San Luis (Luis IX) en la segunda mitad del siglo XIII, al escindir la
“curia regis” en tres órganos: el Consejo real para gobernar, el Parlamento para administrar
justicia y el Tribunal de Cuentas (Cour des Comptes) para la fiscalización de la Hacienda regia.
El Parlamento de París sólo trataba en primera instancia los asuntos más importantes, o
los más graves (“maiores causae”) o aquellos en los que intervenían personas de notable
relevancia social, o personas jurídicas (corporaciones). En apelación, sin embargo, podía
conocer todo tipo de causas. La centralización jurisdiccional en Francia no llegaría a ser
total porque con el tiempo aparecieron diversos parlamentos regionales, que se
convirtieron en las instancias judiciales superiores en sus respectivas regiones. A partir del
siglo XIV, el Parlamento con sede en París tiene tanto trabajo que se crean parlamentos
regionales (Toulouse y Rouen). A pesar de lo cual el Parlamento de París sigue siendo el
más importante por el volumen y la trascendencia de los asuntos tratados.
5.3.1 Los parlamentos franceses frente al rey
Los parlamentos franceses pronto desbordaron el ámbito meramente jurisdiccional de
tribunales superiores regionales para alcanzar una innegable dimensión política. Y ello
porque recibieron el privilegio de registrar las normas regias (ordenanzas) antes de
aplicarlas. Este “derecho de registro” fue un poderoso instrumento para consolidar su
independencia frente a la autoridad real, en la medida en que una norma no registrada, no
aceptada por el parlamento, era inaplicable. Si los parlamentos se resistían al registro de una
norma real, el monarca para imponer su aplicación por encima de la voluntad de los
parlamentarios tenía que acudir en persona a la sede parlamentaria (lit de justice).
Con ocasión del registro de la norma, los Parlamentos podían dirigir reclamaciones al rey
(droit de remontrance), a cuyo cumplimiento supeditaban el registro de la norma regia. Gracias
a ello los Parlamentos se convirtieron en el único organismo que limitaba el poder del rey.
Porque los Estados Generales, al ser convocados muy irregularmente por los reyes, no eran
operativos. Ello explica no solo las importantes rebeliones parlamentarias contra la
monarquía (la más conocida, la rebelión de La Fronda, durante la regencia de Luis XIV),
sino también que a través de los parlamentos, el estamento de los juristas (nobleza de toga)
pasara a desempeñar un papel político muy relevante en la Francia del Antiguo Régimen.
15
5.3.2 La intervención real en la ampliación de la costumbre
Los parlamentos franceses eran los garantes de la aplicación de la costumbre. Por eso, el
derecho consuetudinario se aplica en Francia nada menos que hasta bien entrado el siglo
XIX. De hecho es significativo que la aplicación del Código Civil napoleónico de 1804 no
se generalice en Francia hasta la Monarquía de Julio (1830). Y ello porque durante un
cuarto de siglo los tribunales siguieron aplicando en gran medida el derecho
consuetudinario tradicional.
La única excepción a la aplicación sistemática de la costumbre se daba cuando los
particulares entendían que la aplicación de una norma consuetudinaria daba lugar a una
sentencia injusta. En ese caso –en claro paralelo con la “equity” inglesa- la parte que se
estimaba perjudicada podía apelar al rey solicitando la aplicación de una regla de derecho
romano (que era el vigente en el Sur de Francia) por motivo de “equidad”. En caso de
considerar justificada la petición, el monarca, por medio de su Canciller, dictaba una “carta
de justicia” (lettre de justice) que obligaba al parlamento a aplicar la norma de equidad, tras
comprobar que los hechos alegados se correspondían con la realidad. Gracias a esta vía el
derecho consuetudinario pudo adaptarse en Francia a los tiempos.
5.4 Las consecuencias de la centralización jurisdiccional
5.4.1 La estatalización de la función jurisdiccional
La centralización del cauce jurisdiccional no abolió las otras jurisdicciones aparecidas en la
Alta Edad Media. Así por ejemplo los tribunales feudales y señoriales no desparecieron. De
hecho pervivieron en muchas partes de Europa hasta el siglo XIX. No obstante los reyes
fueron recortando sus atribuciones, por la vía de limitar sus competencias y por la de
autorizar el surgimiento de jurisdicciones municipales que fueron restringiendo
territorialmente el campo de la justicia señorial. Todo ello sin contar con que unas y otras
quedaron subordinadas con el tiempo a los tribunales del rey por la vía del recurso de
apelación.
En este sentido, es significativo que en el nuevo procedimiento romano-canónico los
autores regulen muy minuciosamente la posibilidad de que la sentencia de un juez inferior
fuese revisada por otro superior. Incluso la jurisdicción eclesiástica acabó sometida en
mayor o menor medida a la autoridad real, porque la legislación canónica no podía ser
aplicada sin recibir la correspondiente autorización real (placet).
No obstante, la racionalización y jerarquización definitiva de la administración de Justicia
no se produciría en Europa hasta que la Revolución francesa impuso el modelo de
jurisdicción estatal unificada defendido por los juristas ilustrados del siglo XVIII.
5.4.2 La “estatalización del proceso”: del proceso acusatorio al proceso inquisitivo
La progresiva intervención del poder público en el ámbito procesal queda finalmente clara
en la propia transformación del proceso en la Baja Edad Media. Concretamente porque se
abandona el viejo proceso altomedieval acusatorio en el que eran las partes las que dirigían
el proceso y el juez se limitaba por lo general a verificar que se cumplían todos los
16
formalismos procesales. En esta etapa el proceso es concebido como un combate entre
partes, que en algunos casos se resolvía de modo literal, concretamente en los llamados
“juicios de Dios” en los que los litigantes se enfrentaban en un duelo a muerte,
entendiéndose que Dios daba la razón al vencedor.
En la Baja Edad Media el proceso deja de ser “acusatorio” para convertirse en
“inquisitivo” (de inquisitio, búsqueda, investigación), porque la iniciativa ya no corresponde
a las partes sino al juez, que puede comenzar el proceso por su propia iniciativa, lo instruye
y toma la decisión final. Frente al principio de que el acusador era el que tenía que probar
los hechos, sin lo cual recibía la misma pena que hubiese correspondido al acusado, en el
proceso bajomedieval es el juez el que debe llevar las investigaciones (pesquisa) para cerrar
el caso. La iniciativa en el proceso pues se desplaza de los particulares al juez.
Para facilitar la tarea impulsora de los jueces a partir del siglo XIV, estos pasaron a ser
asistidos por la figura del “fiscal”, que era un oficial regio que ejercía las funciones que
antes correspondían a los acusadores privados.
5.4.3 La profesionalización de los jueces
Otra de las novedades sustanciales que experimenta el cauce jurisdiccional en la Baja Edad
Media, es la aparición de jueces profesionales educados en el derecho académico, que
reemplazan a los hombres buenos altomedievales, aquellos que juzgaban con arreglo a su
sentido de equidad y de la justicia, porque carecían de conocimientos jurídicos. Los nuevos
jueces profesionales, formados en el derecho romano-canónico, se integran primero en los
tribunales superiores, aunque poco a poco acaban también formando parte de los
tribunales inferiores locales.
Ello consolida la influencia del nuevo derecho romano-canónico en la transformación de
los ordenamientos jurídicos de los distintos reinos medievales (siempre con la excepción de
Inglaterra). En el ámbito jurídico, el caso más claro es el de la jurisdicción eclesiástica, en la
que el viejo tribunal del obispo (curia episcopalis), tradicionalmente integrado por personas
legas en derecho, fue sustituido desde finales del siglo XII por el “tribunal de las
Oficialidades”, exclusivamente formado por juristas académicos que fueron desarrollando
un procedimiento nuevo basado en el derecho que habían estudiado en las universidades.
Un derecho basado en la compilación justinianea (Código, Digesto, Instituciones y
Novelas), y en los grandes textos de derecho canónico (Decreto de Graciano y Decretales).
La profesionalización de la función judicial se vio acentuada por el fenómeno de la
especialización, que fue consecuencia del notable aumento del volumen de procesos. Para
hacer frente a esta avalancha procesal, los reyes en toda Europa tienden a crear órganos
judiciales especializados o nuevos tribunales regios territoriales.
5.4.4 La tecnificación del proceso
Una consecuencia importante de la profesionalización del proceso fue su creciente
complejidad , que acabó convirtiendo el cauce jurisdiccional en un coto cerrado reservado a
los profesionales del derecho. No solo los jueces eran juristas profesionales, sino que las
17
partes no podían por sí mismas defenderse o entablar un proceso sin la asistencia letrada de
abogados y procuradores. La justicia pasó a ser cara, lenta y cada vez más compleja.
La excepción fue, otra vez, Inglaterra donde el sistema del jurado mantuvo la vigencia del
principio de la vieja justicia popular germánica. El lenguaje procesal también pasó a ser más
esotérico en Inglaterra pues los jueces eran juristas familiarizados con el derecho académico
universitario, lo que tecnificó considerablemente las reglas del procedimiento. Algo
agravado por el uso, a partir de Guillermo el conquistador (1066), del francés normando en
los tribunales. No obstante, gracias al mantenimiento de la institución del jurado el pueblo
siguió vinculado al sistema jurídico.
Los jueces iniciaban e instruían el proceso pero eran los jurados quienes decidían el
resultado al fijar los hechos que debían considerarse probados. Este principio inicialmente
reservado a la jurisdicción penal, hoy se ha extendido a ciertos casos civiles. Lógicamente,
la intervención de los abogados era manifiestamente diferente si el resultado del proceso
dependía de un juez que era un jurista profesional, o debían convencer a personas legas en
derecho.
6. La dimensión procesal en la España del Antiguo Régimen (del año
573 a 1700)
6.1 Dispersión jurisdiccional en España y aparición del stare decisis
6.1.1 Jurisdicción feudal y señorial
La invasión musulmana provoca la desaparición del reino visigodo y con él, el intento de
sus reyes de monopolizar la función jurisdiccional. La Justicia es impartida por los nuevos
poderes de la España de la Reconquista: los señores feudales (en Cataluña) o los municipios
(en Castilla). En los territorios feudales, como en Cataluña surgen tribunales nobiliarios
para juzgar los litigios entre señores y vasallos. El más importante es el presidido por el
conde de Barcelona. Sus sentencias acaban siendo recopiladas y son el núcleo de los
“Usatges”, una compilación de los usos de la curia del conde de Barcelona cuyo primer
núcleo quizá apareció en el último tercio del siglo XI. Los “Usatges” acaban convirtiéndose
en el derecho territorial del Principado de Cataluña desde mediados del siglo XIII,
desplazando al derecho visigodo que era el derecho de la tierra desde los tiempos de la
Marca Hispánica.
En los demás territorios de la reconquista, aunque en principio no arraiga el feudalismo,
los nobles tienen una gran influencia y logran imponer a los reyes importantes limitaciones
a su poder, por ejemplo, en el ámbito jurisdiccional. Los nobles en Aragón ejercen la
función jurisdiccional e incluso logran imponer al rey a uno de los suyos para velar por la
preservación de sus privilegios. Es el origen del Justicia Mayor, que se crea en la segunda
mitad del siglo XIII (Cortes de Egea de 1265). Los nobles aragoneses logran preservar su
autonomía jurisdiccional también en Valencia cuando pactan con el rey Alfonso IV (13291330) someterse a los Furs, a cambio de ejercer ellos la jurisdicción (jurisdicciones
alfonsinas).
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En Castilla y León, la aparición del “mayorazgo” -señoríos, que se transmitían
hereditariamente al hijo mayor- en el siglo XIV permite la consolidación de la jurisdicción
señorial, por cuanto los reyes al crear un mayorazgo solían ceder a sus beneficiarios el
“mero y mixto imperio”. El “mero imperio” era la facultad de imponer penas a los
delincuentes, mientras el “mixto” otorgaba la facultad de fallar y ejecutar causas civiles. Se
trataba de una vieja fórmula romana, tomada de la época del Dominado, que pasó de ser
una de las atribuciones del poder imperial a serlo del poder real en la Edad Media.
A la expresión se refiere Cervantes en el Quijote de forma jocosa para designar el poder o
control absoluto sobre una cosa, concretamente cuando describe como Sancho se abalanza
hambriento sobre una olla:
“… quedóse Sancho con la olla con mero mixto imperio; sentóse en cabecera de la
mesa, y con él el ventero, que no menos que Sancho estaba de sus manos y de sus
uñas aficionado” (Quijote II, 59).
La jurisdicción señorial se mantiene, al menos formalmente, en España hasta la abolición
de los señoríos y mayorazgos, impuesta por las Cortes de Cádiz, a comienzos del siglo XIX.
Por eso no es de extrañar que el abuelo de Miguel de Cervantes, Juan de Cervantes (14701556), que había estudiado Derecho en la Universidad de Salamanca, entre sus muchos
trabajos como letrado ejerciese entre 1527 y 1532 el oficio de “alcalde de las alzadas” (esto
es juez de apelación) en Guadalajara, al servicio del señor del lugar, el tercer duque del
Infantado, Don Diego Hurtado de Mendoza.
6.1.2 Los orígenes de la jurisdicción municipal: concilium, boni homines y alcaldes
Las dificultades para repoblar los territorios de frontera justifican el surgimiento de
núcleos urbanos privilegiados que para atraer pobladores les ofrecen privilegios jurídicos,
entre los que destaca una considerable autonomía jurídica otorgada en sus cartas pueblas y
fueros breves fundacionales.
En estos municipios autónomos de la reconquista la justicia quedó en manos de la junta o
asamblea popular de los hombres libres del distrito el “concejo” (concilium). Una junta
popular que, muy probablemente, era la heredera directa de la vieja asamblea judicial
germánica. Según Hinojosa o Sánchez Albornoz esta habría pervivido en la época del
Reino de Toledo, a pesar de los intentos regios por suprimirla, y cobrado nueva vida y
desarrollo tras el derrumbamiento del Estado visigodo hispánico.
El concilium como tribunal popular, solía nombrar para juzgar cada caso a personas
prestigiosas de la comarca, cuya autoridad se basaba en su carácter de “hombres buenos”
(boni homines). A partir del siglo XII, en cualquier caso, aparece en las ciudades castellanas y
leonesas la costumbre de nombrar al frente del concilium un juez de carácter permanente que
sustituyó a los boni homines que se nombraban caso por caso. Este juez permanente recibió
el nombre de “alcalde” (derivado del término árabe al-cadí: esto es “el juez”). Hoy el
alcalde es el jefe del ejecutivo en un ayuntamiento español, no obstante en la Edad Media
los alcaldes eran los jueces.
Con el tiempo, la vieja asamblea popular dejó de reunirse y la función jurisdiccional a nivel
local quedó exclusivamente en manos de los alcaldes que constituyeron curias locales.
Inicialmente, los alcaldes eran nombrados por el rey o sus delegados en el territorio. No
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obstante, a partir del surgimiento de los grandes Municipios autónomos en el siglo XII, los
alcaldes pasaron a ser elegidos por el Concejo.
6.1.3 La aparición del “stare decisis” en Castilla: la leyenda de los Jueces de Castilla y el juicio
por albedrío
En las leyendas que justifican los orígenes del sistema jurídico castellano, en
contraposición al del Reino de Léon (Castilla se independiza de León, como sabéis, en el
siglo X), aparecen mencionados los primeros jueces de Castilla. Se trataba de dos “omes
buenos”, Muño Rasuella, è Laín Calvo” que fueron nombrados para que “aviniesen los
pleytos por que non oviesen de ir a León, que elos no podian poner Jueçes sin mandado
del rey de Leon. Et ese Muñyo Rasuella era natural de Catalueña, è Laín Calvo de Burgos, è
usaron asi fasta el tiempo del Conde Ferrant Gonçalvez que fue nieto de Nuño Rasuella”.
Aunque una vez lograda la independencia, “quando el conde Ferrant Gonçález e los
castellanos se vieron fuera del poder del rey de León”, estos decidieron rechazar el “Libro
Judgo” (Fuero Juzgo o Liber Iudiciorum) y “ordenaron alcaldes en las comarcas, que librasen
por alvidrio” con la finalidad de que “este libramiento” “fincasse por fazaña para librar para
adelante”.1
La distinción entre esta primera fase anterior a la independencia en la que los pleitos se
avenían por arbitraje, y la siguiente en que los castellanos tenían la posibilidad de
administrar justicia, y podían en consecuencia nombrar jueces en sentido estricto,
independientemente de su carácter legendario, es sin duda significativa de hasta qué punto
el sistema judicial castellano pretendía políticamente ser diferente del leonés y por tanto
alejarse del sistema jurisdiccional y procesal romano-visigodo.
Lo más interesante es sin duda que las sentencias (“libramientos”) se basaban no en la ley
visigoda sino en el sentido de la equidad de los alcaldes (albedrío), y servían de precedente
pudiendo ser citados como base para pleitos futuros. Lo cual es un reconocimiento
explícito de que en Castilla, como ocurría por ejemplo en Inglaterra en la misma época,
regía el principio del “stare decisis”.
Los orígenes legendarios como suele ocurrir siempre tienen algo de verdad. En este caso
parece fuera de toda duda que en Castilla, a diferencia de lo que ocurría en León, apareció
un derecho nuevo basado esencialmente en la creación judicial. El derecho castellano,
hasta mediados del siglo XIV lo construyen esencialmente los jueces, que aplican e
interpretan la costumbre o uso de la tierra. Es la razón por la que, como subraya Alfonso
García Gallo, originariamente el término forum –que castellanizado da la palabra “fuero”- es
en Castilla –y en toda la España cristiana salvo en Cataluña- la norma jurídica o el derecho
en su conjunto, en tanto es aplicado por el juez. Pues solo con posterioridad el término
designaría la masa de normas consuetudinarias que integran la costumbre del lugar o el
documento en el que esta se recoge.
Albedrío, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE)es la “potestad de obrar por
reflexión y elección”. Libra por albedrío es juzgar con arreglo a su sentido de la justicia o de la equidad.
(Podéis ver el texto completo en Galo SÁNCHEZ “Para la historia de la redacción del antiguo Derecho
territorial castellano” en Anuario de Historia del Derecho Español, ISSN 0304-4319, Nº 6, 1929, pág. 314).
1
20
6.1.4 Las “fazañas” como base del derecho castellano hasta mediados del siglo XIV
La base del derecho en Castilla es pues en origen la costumbre aplicada por los jueces. Es
en este sentido que Galo Sánchez afirma que Castilla “ha vivido sin leyes hasta el siglo
XIII”, motivo por el que la consideraba la patria del derecho libre.
En la Alta Edad Media, la justicia era administrada en Castilla con arreglo a la tradición
germánica, ya en una asamblea judicial a la que asistían todos los hombres de la comarca en
el caso de los distritos rurales, ya en la Curia del príncipe, cuando este administraba justicia,
en cuyo caso actuaba asistido por sus consejeros. En ambos casos, es característico de esta
primera fase que los asistentes prestaran su conformidad a la sentencia, aprobación de
todos que era requisito indispensable para que esta sentencia judicial se convirtiera en una
norma nueva y adquiriese valor de uso, costumbre o fuero. Con el tiempo sin embargo las
asambleas judiciales desaparecieron y en su lugar empezaron a actuar los jueces, sin que ello
afectara al valor de sus sentencias que siguieron siendo fuentes de creación del derecho.
En Castilla, el derecho de creación judicial alcanzó su apogeo entre los siglos XI y XIII y
solo pierde vigencia a partir de mediados del siglo XIV, tras la promulgación del
Ordenamiento de Alcalá (1348). Las decisiones de los jueces (alcaldes) castellanos reciben
el nombre de juicio (iudicium), en clara referencia a la esencia procesal de este mecanismo de
creación del derecho, o el de facienda o fazaña, en el sentido original de “hazaña o hecho
memorable”, para poner de relieve que dicha decisión judicial valía como precedente. La
terminología dejaba claro en cualquier caso que en Castilla regía el principio del “stare
decisis”, ya que aunque las fazañas a veces se limitaban a aplicar la costumbre o los
privilegios del lugar, en otros casos suponían el establecimiento de una norma nueva. Algo
tanto más trascendental cuanto que en Castilla -y Vascongadas- desde el siglo XII y hasta
mediados del siglo XIII, las fazañas de los jueces fueron fuente de creación del Derecho
aunque faltase la aprobación popular. A diferencia de lo que ocurría en Cataluña y Aragón
donde sólo se reconocía valor a los iuditia del príncipe. Este principio fue tanto más
importante cuanto que en los casos en que no existía norma en los fueros del lugar se
autorizaba expresamente al juez para que fallara a su albedrío, es decir según su criterio,
buscando la equidad o la justicia a su leal saber y entender, quedando su sentencia como
fazaña o precedente.
6.1.5 Las recopilaciones de “fazañas” o “case law” castellano
La mejor prueba de la vigencia del principio del “stare decisis” en Castilla es que desde
muy pronto existe una preocupación por preservar las “fazañas”. Lo que se consigue a
veces por transmisión oral, otras mediante breves anotaciones que hacen los jueces del
lugar en las actas de los juicios que empiezan a redactarse en ocasiones. Inicialmente se
anotan las circunstancias del juicio, a saber: quienes son los litigantes, cual es la cuestión
discutida, la persona que decide y el sentido de la decisión final. Con el transcurso del
tiempo sin embargo, estas referencias personales pierden su sentido y solo se conserva en
términos genéricos la decisión en sí. Es el momento en el que la “fazaña” se convierte en
fuero o pura norma sin alusión a su origen.
Al final acaban formándose colecciones de “fazañas”, que en algunos casos constituyen el
núcleo de importantes colecciones de derecho consuetudinario territorial. Estas son
21
redactadas por particulares anónimos hacia mediados del siglo XIII y extienden su vigencia
en la práctica hasta mediados del siglo XIV. Se trata del llamado “derecho territorial
castellano” que constituye la esencia de la más pura tradición jurídica castellana. Entre estos
textos destacan: el Libro de los Fueros de Castilla y el Fuero Viejo de Castilla, que no extendieron
su vigencia más allá del siglo XIV.
6.1.6 Un ejemplo concreto
En algunos casos las sentencias judiciales de albedrío pasaron directamente a integrarse en
determinados “fueros extensos” que permanecen “vivos” hasta el reinado de Alfonso X
(1252-1284), en la medida en que siguen incorporando normas hasta este período. Os voy a
poner un ejemplo que conozco bien porque tuve la ocasión de hacer el estudio jurídico de
uno de los grandes fueros extensos españoles, concretamente del Fuero de Cáceres. Se trata
de un texto de derecho local privilegiado perteneciente a una familia de fueros leonesa, la
de Coria, aparecido en el primer tercio del siglo XIII. Este Fuero, de génesis compleja,
incluye al final una serie de preceptos que por su contenido, son claramente sentencias de
los alcaldes locales.
De hecho en el propio Fuero, que está “vivo” –esto es, recibe adiciones- hasta el último
tercio del siglo XIII, recoge expresamente una norma en este sentido. Concretamente en su
capítulo 492 (recordad que “capítulo” era el término que se utilizaba en el sentido en el que
hoy se utiliza “artículo” -¿os acordáis de los “capitulares” carolingios?-) llamado “De
alvidriar derecho” se dispone escuetamente que:
“Toda cosa que en este fuero non yoguiere sea en alvedrío de alcaldes et de bonos
omnes”.
Lo que traducido al castellano moderno significa: “Todo aquello que no se encuentre en
este fuero debe ser decidido por “albedrío” –es decir con arreglo a su sentido de la justicia
o equidad- por los alcaldes y hombres buenos”.
Por eso en el citado Fuero de Cáceres, del capítulo 492 hasta el final, aparecen normas que
son claramente sentencias de los alcaldes, como demuestra su contenido casuístico. Un
ejemplo bastará. Concretamente el capítulo 501, llamado escuetamente “colmenas”, que
acoge una sentencia de los alcaldes cacereños dada muy probablemente durante el reinado
de Alfonso X (1252-1284). He aquí el texto:
“Todo omne que colmenas oviere, et a primas poblare corral con sus colmenas, nenguno
no sea osadi de meterly hy otras colmenas si non fuere por su amor, fasta una piedra
echadura ha derredor”.
Lo que en román paladino viene a significar: “cualquier hombre que tuviese colmenas, y
que fuese el primero en instalarlas en su corral tiene el derecho a evitar que cualquier otra
persona pueda poner otras colmenas a menos de un tiro de piedra de las suyas, salvo que
diera su autorización (“si non fuere por su amor”).
¿A que tiene todo el sentido?2
Si queréis ver más ejemplos en el Fuero de Cáceres: Edición Facsimilar, 2ª ed. rev., Cáceres: Ayuntamiento
de Cáceres-Caja Duero, 1998, págs 112-114. (1ª ed. no venal, septiembre de 1997). Aguilera Barchet, Bruno,
“Estudio jurídico de los Fueros de Cáceres” en obr. cit. págs. 176-177.
2
22
Nota bibliográfica : Normalmente no os suelo dar bibliografía. No obstante en este caso
voy a hacer una excepción en la medida en que esta etapa de nuestra historia jurídica resulta
de todo punto fascinante. No es obligatorio, pero si a alguno le interesa podéis ver algunos
artículos clásicos como el de A. GARCÍA GALLO “Una colección de fazañas castellanas
del siglo XII” en Anuario de Historia del Derecho Español, ISNN: 0304-4319, nº 11, 1934,
págs. 522-532, o los de J. M. RAMOS LOSCERTALES “Los jueces de Castilla” en
Cuadernos de Historia de España, ISNN: 0325-1195, nº 9-10, 1948, págs. 75-104 (también
en Archivo de filología aragonesa, ISNN: 0210-5624, nº 28-29, 1981, págs. 255-282). J.
GARCÍA GONZÁLEZ “Notas sobre fazañas” en Anuario de historia del derecho
español, ISSN 0304-4319, Nº33, 1963, págs. 609-624,
J. L. BERMEJO
CABRERO,“Fazañas e Historiografía” en Hispania :Revista española de historia, ISNN:
0018-2141, vol. 32, nº 120, 1972, págs. 61-76. y Aquilino IGLESIA FERREIROS “Fuero
de Alvedrio” en Boletim da Facultade de Direito da Universidade de Coimbra, ISNN:
0303-9773, vol. 58, T. I, 1982, págs. 545-621 (número especial: Estudos em homenagem
aos profs. doutores M. Paulo Merêa e G. Braga da Cruz).Para una visión general, A. M.
GUILARTE Castilla país sin leyes Valladolid : Ambito, 1989. Sobre las colecciones de
fazañas: el estudio clásico de Galo SÁNCHEZ “Para la historia de la redacción del antiguo
Derecho territorial castellano” en Anuario de Historia del Derecho Español, ISNN: 03044319, nº 6, 1929, págs. 260-328. J. GARCÍA GONZÁLEZ, Juan, “El Fuero Viejo
asistemático” en Anuario de Historia del Derecho Español, ISNN: 0304-4319, nº 41, 1971,
págs. 767-784, y B. GONZÁLEZ ALONSO “Consideraciones sobre la historia del
Derecho de Castilla (c. 800-1356)” en BARRIOS GARCÍA, A.; SER QUIJANO, G. del
(eds.), El Fuero Viejo de Castilla, Valladolid: Junta de Castilla y León, Consejería de
Cultura, 1996 (reprod facs. del manuscrito de la Universidad de Salamanca) 2 vols. V. I:
págs. 11-80. Y más recientemente ALVARADO PLANAS, Javier (coed.) Los Fueros de
Castilla : estudios y edición crítica del libro de los Fueros de Castilla, fuero de los fijosdalgos y las fazañas
del Fuero de Castilla... Madrid : Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2004.
6.2 La expansión de la justicia regia en la España bajomedieval
La justicia regia acaba recuperando el terreno perdido en España, como ocurre en el resto
de Europa a partir de la Baja Edad Media. El primer lugar en el que ello ocurre es el reino
de León donde desde la primera mitad del siglo IX Alfonso II restaura la vigencia del
derecho visigodo. En Castilla, la recuperación de la función jurisdiccional por los reyes
será más difícil. Hay que esperar al reinado de Alfonso X (1252-1284) para que se inicie el
proceso, aunque solo se consolida a partir de la segunda mitad del siglo XIV.
6.2.1 La preservación del sistema jurisdiccional visigodo en el reino de León: el “juicio
del libro”
La utilización del derecho visigodo se remonta probablemente a la época inicial del Reino
de Asturias cuando Alfonso II (791-842) se postula como heredero de la monarquía goda y
reintroduce la vigencia del derecho visigodo. Por eso desde la Alta Edad Media en el reino
de León el proceso podía iniciarse no solo ante los jueces locales sino también en presencia
del rey. Aunque a veces delegaba en la reina, en un infante o en un obispo. El rey o su
representante solía juzgar asistido por la Curia, una asamblea integrada por los asesores del
monarca, generalmente nobles y altos eclesiásticos (arzobispo, obispos, abades). En algunos
casos los procesos sólo podían sustanciarse ante la curia, como ocurría con las causas y
pleitos de los nobles (que debían ser juzgados por sus iguales “inter pares”).
23
Fue en el seno de esta curia regia donde el rey empezó a nombrar los primeros jueces
“profesionales” (iudices curiae), generalmente clérigos y monjes porque eran personas
instruidas que sabían leer y escribir. Estos iudices además de actuar como tales, ejercían de
notarios pues consignaban por escrito la tramitación y el resultado del litigio en un
documento (notitia). Los primeros nombramientos se remontan al siglo X, aunque la
práctica sólo se generaliza en el siglo XI. Inicialmente, los iudices curiae eran nombrados por
el rey para ocuparse de casos específicos. Solo a partir de la segunda mitad del siglo XII los
monarcas empezaron a designar jueces permanentes de la curia para actuar en todos los
procedimientos que les fuesen sometidos durante un período de tiempo determinado.
La importancia del tribunal real en León se ve reforzada como consecuencia de la
aparición de un cauce procesal específico denominado el “juicio del libro”. Desde el siglo X
tenía su sede en la capital leonesa el llamado “Tribunal del Libro”, porque aplicaba el viejo
Liber Iudiciorum visigodo para resolver litigios, tanto en primera instancia como en
apelación. Apelar al rey o al libro de León se convirtió desde entonces en un privilegio de
los leoneses que aparece expresamente recogido en los fueros de distintas ciudades
leonesas. Sánchez Albornoz cree que el “Juicio del Libro” fue instaurado por los
mozárabes inmigrados a la comarca leonesa. Con arreglo a este privilegio, los litigantes o el
acusado de haber cometido un delito podían acudir ante el “Tribunal del Libro” (ire ad
librum), tanto en primera instancia como en apelación cuando su causa hubiese sido juzgada
por el “concilium” o incluso por la curia regia.
Alfonso IX de León (1188-1230) generaliza esta práctica en fase de apelación, y el viejo
Liber iudiciorum visigodo, se consolida por esta vía como derecho general del Reino leonés.
En 1266, Alfonso X ordenó que el manuscrito del Liber que se conservaba en San Isidoro
de León fuese entregado a un canónigo de la Catedral leonesa para que en adelante juzgase
según la ley goda las apelaciones contra sentencias del Tribunal de la Corte y Sancho IV
(1284-1295), confirma este privilegio a los leoneses. De hecho, en la puerta principal de la
Catedral de León se conserva aún la inscripción “Locus appelationis” que indica el lugar en
que se celebraba el “Juicio del Libro”.
Nota bibliográfica: Vid. sobre el particular SÁNCHEZ ALBORNOZ, C., “El juicio del
Libro en León durante el siglo X” en Anuario de Historia del Derecho Español, ISNN:
0304-4319, nº 1, 1924, págs. 382-389 (también en Investigaciones y documentos sobre las
instituciones hispanas, Santiago de Chile: Editorial Jurídica de Chile, 1970, págs. 287-291) y
G. MARTÍNEZ DÍEZ “El juicio del libro” en El reino de León en la Alta Edad Media,
León: Centro de Estudios e Investigación ‘S.Isidoro’, 1988-2004, 11 vols. V. 1: Cortes,
Concilios y Fueros. Parte cuarta: Los fueros leoneses: 1017-1336, págs. 292-296.
6.2.2 La restauración de la Justicia real en Castilla de Alfonso X a los Trastámara
En la Baja Edad Media en Castilla y León, como en el resto de Europa, cambia el sentido y
la forma de la Administración de Justicia respecto del modelo alto medieval. En la Corona
de Castilla este cambio se produce relativamente tarde en la segunda mitad del siglo XIII.
Es entonces cuando la función de administrar justicia empieza a considerarse como una
atribución de la Monarquía, realidad que en aquél entonces equivalía al Estado.
24
El primer paso se da en el reinado de Alfonso X (1252-1284) cuando se reserva a los
tribunales regios algunas competencias exclusivas en materia criminal. De acuerdo con la
transacción a la que el Rey Sabio llega con los procuradores –representantes de las
ciudades- que intervienen en las Cortes de Zamora de 1274, concretamente quedan
reservados a la jurisdicción regia –la que se sustanciaba en la Corte- los delitos más graves
(casos de Corte). Por su carácter excepcional –pues lo ordinario era que la competencia
judicial descansase en los jueces ordinarios locales- y porque solo el rey podía aplicar la
pena de muerte, los casos de corte fueron restringidos por las Cortes a nueve supuestos: 1º:
Muerte segura; 2º: Mujer forzada; 3º: Tregua quebrantada; 4º: “Salvo quebrantado”; 5º.
Casa quemada; 6º: Camino quebrantado; 7º: Traición; 8º: “Aleve” (alevosía) y 9º “Riepto” o
reto. Fue el primer paso en firme en la Corona de Castilla de afianzamiento de la justicia
pública del rey en detrimento de la justicia privada.
El crecimiento de la jurisdicción regia en Castilla fue más lento porque, como pone de
relieve R. L. Kagan, el número de pleitos en la Castilla bajomedieval es manifiestamente
inferior a la media europea en el mismo período. Si desde el siglo XIV los pleitos son
moneda corriente en las ciudades estatutarias del norte de Italia, los tribunales de bailía de
Francia o los grandes tribunales reales de Londres, en Castilla el furor pleiteante es más
tardío. El Reino castellano no se puso al nivel del resto de Europa hasta la época moderna,
aunque a partir de entonces lo hiciese con profusión, ya que durante los siglos XVI y XVII
el pleito se convirtió en una especie de costumbre tanto para los nobles como para los
campesinos o los mercaderes.3
Ello no impide que a partir de la segunda mitad del siglo XIII se observe en el reino
castellano un intento de “profesionalizar” la jurisdicción regia. Otra vez más la reforma es
obra de Alfonso X quien en este caso procuró transformar la vieja Curia regia altomedieval
en un tribunal de jueces permanentes, que pasó a denominarse “Tribunal de la Corte”.
Creado en las ya citadas Cortes de Zamora de 1274, en principio estaba presidido por el
propio monarca. El Rey Sabio también creó la figura del “Adelantado Mayor de la Corte”
cuya función era la de sustituir al Monarca y juzgar por delegación en su nombre, con
competencia para decidir las apelaciones (“alzadas”) contra las sentencias de los jueces de la
Curia o de los otros jueces locales, así como juzgar en primera instancia los grandes pleitos
(“pleitos granados”) que el rey “non podiere oyr o non quisiere, así como pleitos de riepto,
o de otras demandas que fuesen entre omes poderosos” (Espéculo, IV, 2, 11). Los
miembros ordinarios del Tribunal de la Corte fueron los llamados “Alcaldes de Corte”,
auxiliados por un oficial palatino llamado “Alguacil de la Casa del Rey” (del término árabe
“al wazir” representante o lugarteniente), que ejecutaba los mandatos de los alcaldes.
El Tribunal de la Corte instituido por Alfonso X fue un fracaso porque los nobles
reprocharon al rey Sabio que no hubiese en el mismo un “alcalde” de condición
“fijodalga”, pues se resistían a ser juzgados por personas que no tuviesen la condición
nobiliaria. El Tribunal de Corte fue reinstaurado por el Ordenamiento aprobado por las
Cortes de Valladolid de 1299, aunque nuevamente sin éxito. Igualmente lo intentó
Fernando IV en las Cortes de 1312, también reunidas en la ciudad vallisoletana. Fue
necesario esperar a las Cortes de Madrid de 1329 (pet. 2) para que Alfonso XI acordase que
entre los alcaldes de Corte alguno debía ser noble.
KAGAN R. L. Pleitos y pleiteantes en Castilla : 500-1700 = Lawsuits and litigants in Castile: 1500-1700.
Valladolid (Junta de Castilla y León) 1991, p. 34.
3
25
La reforma más trascendental en materia de Administración de Justicia sin embargo fue la
que realizó el primer monarca de la Casa de Trastámara Enrique II, en las Cortes de Toro
de 1371. En ellas se aprobó un “Ordenamiento sobre Administración de Justicia” en el que
además de restablecerse el “Tribunal de la Corte” se dispuso la constitución en la Curia o
Corte de una Audiencia, un tribunal colegiado integrado por jueces permanentes llamados
“oidores”. El término “nuestra Audiencia” aparece ya en el Ordenamiento de Alcalá de
Henares de 1348 y el término “oidores” procede de Las Partidas (Partidas IV, 18, 110).
Ambos términos se emplean en sendos textos en el sentido de oir o conocer las causas o
litigios.
Por vez primera en la historia jurídica de la Corona de Castilla, resultó obligatorio que la
mayoría de los jueces de la Audiencia fuesen juristas. La Audiencia estaba integrada por 7
oidores, tres de los cuales eran prelados o altos eclesiásticos y cuatro jurisperitos. La
Audiencia debía reunirse tres veces por semana en el palacio real o, en su defecto, en la casa
del Canciller –oficial regio que se encargaba de la redacción y archivo de los documentos
reales y era el depositario del sello que los autentificaba– que era la “Cancillería”; algo
lógico porque el proceso bajomedieval era esencialmente escrito. Por esta circunstancia
Audiencia y Cancillería llegaron a ser con el tiempo términos equivalentes en Castilla, al
designar al mismo Tribunal regio colegiado. La Audiencia fue inicialmente un tribunal
ambulante que seguía al rey en sus desplazamientos, hasta que Juan II en las Cortes de
Valladolid de 1442 ordenó que quedase establecido en la urbe vallisoletana. Aunque su
condición de tribunal estable no se consolida hasta el reinado de los Reyes Católicos,
concretamente en las Cortes de Toledo de 1480. A partir de 1494 Isabel y Fernando
crearían otra Audiencia-Chancillería en Granada.
6.2.3 La centralización jurisdiccional en los Estados de la Corona de Aragón
En los diversos Estados de la Corona de Aragón los reyes, desde la Baja Edad Media,
pretenden potenciar la jurisdicción del reino frente a los tribunales feudales y señoriales.
En el Principado de Cataluña surge en la Baja Edad Media una “Audiencia” que sustituye la
antigua “Curia” de los condes de Barcelona. Esta desde fines del siglo XIV, está integrada
por el Canciller del país, el Vicecanciller y varios juristas. En el reino de Aragón, es
inicialmente la Curia del rey la que administra justicia como tribunal de la corte regia. Desde
el reinado de Alfonso III (1285-1291), los monarcas aragoneses, acompañados de los
“jueces de la Corte” juzgaban personalmente un día a la semana. Desde el siglo XIII, los
Monarcas eran acompañados por una Audiencia que Pedro IV, en 1355, dispone que
estuviese integrada por dos caballeros y dos juristas.
Por lo que se refiere al conjunto de los Estados de la Corona de Aragón, es Pedro IV el
Ceremonioso quien crea como órgano judicial regio supremo el Consejo Real, que ejerce
sus funciones a través de una curia presidida por un Canciller, y en la que participaban
representantes de todos los Estados de la Corona aragonesa.
Habría que esperar sin embargo al reinado de los Reyes Católicos para que el modelo
castellano centralizado de administración de Justicia se extendiese a los Estados de la
Corona de Aragón. Fue Fernando el Católico quien concretamente extendió el modelo de
la Audiencia a los reinos hispánicos orientales, con la creación en Cataluña de la Audiencia
del Rey en 1493, con ocho doctores que juzgaban indistintamente todos los asuntos. Esta
fue seguida posteriormente por la creación de la Real Audiencia de Valencia (1506), la Real
Audiencia de Aragón (1528) y la de Mallorca, esta última creada por Felipe II en 1571.
26
No es desde esta perspectiva casual que Felipe V a comienzos del siglo XVIII, para acabar
con la estructura constitucional tradicional de los antiguos reinos de la Corona de Aragón
procediese a unificar el derecho público de los antiguos Reinos de la Corona de Aragón por
la vía mediante unos “Decretos” por los que reestructura o da “nueva planta” a los
tribunales de los reinos de Valencia, Aragón y Mallorca y al Principado de Cataluña.
6.2.4 La centralización jurisdiccional en Navarra
En el reino de Navarra el origen de la jurisdicción regia es la “Cort del rey”, un tribunal
feudal presidido por el monarca que entendía particularmente en las causas y litigios de las
clases nobiliarias y al que tenía que someterse el propio soberano en sus conflictos con los
nobles. Los primeros juristas se integran en este tribunal en el siglo XIII. Aunque es en el
transcurso del siglo XIV cuando se convierte en un tribunal permanente. Entonces está
integrado, además de por nobles (ricos-hombres y caballeros) por “Alcaldes de Corte”,
jueces técnicos asistidos por diversos notarios y oficiales subalternos (porteros).
Esta Corte feudal evoluciona en la Baja Edad Media hacia una “Cort general”, que juzga
las causas penales más graves con preferencia a las jurisdicciones locales. Carlos III el
Noble dicta en 1413 unas “Ordenanzas” en virtud de las cuales la “Cort general” pasó a
estar integrada por cuatro Alcaldes: uno por el Rey, otro por la Iglesia, otro por los ricoshombres y otro en representación de los Municipios o buenas villas”. Tenía también un
“Procurador fiscal”, cuatro “Notarios” y varios “porteros”. En el siglo XV por encima de
la “Cort”, aparece el “Consejo Real” como órgano jurisdiccional diferenciado que entendía
en las apelaciones.
Y PARA TERMINAR UN TESTIMONIO JOCOSO
La transformación que experimenta la administración de Justicia a partir de la Baja Edad
Media en España, que es consecuencia de la expansión de la jurisdicción regia, de la
centralización de la función jurisdiccional y de la plena recepción del nuevo proceso
tomado del derecho académico romano-canónico, era una realidad en el siglo XIV. Gran
siglo para el derecho en España por cuanto surge la Monarquía castellana como primer
Estado consolidado de Europa.
Esta consolidación del derecho público se refleja en el autor de la mejor obra literaria de
la época, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita (c. 1284 – c. 1351, muerto tres años después de la
aprobación del capital Ordenamiento de Alcalá) que escribió su Libro del Buen Amor en el
reinado de Alfonso XI. En este libro esencial de la literatura española el arcipreste recoge
burlescamente un proceso, en el que aparecen ya todos los elementos de la complejidad
técnica del nuevo derecho procesal romano-canónico, con términos que siguen utilizándose
hoy en día en la práctica procesal. Su transcripción, además de su considerable valor
literario, os dará una idea de cómo eran los procesos en la España medieval. Se trata del
conocido proceso entablado entre un lobo y una zorra ante un mono que actúa como juez:
Leedlo cuidadosamente y tratad de entenderlo. Veréis que resulta hasta divertido.
“Hurtaba la raposa a su vecina el gallo;
el lobo la sorprende, mandábale dejarlo,
decíale: No debes, porque es ajeno, hurtarlo,
y él mismo no veía la hora de tragarlo.
27
De lo que él siempre hacía a otros acusaba
a otros reprendía lo que en sí alababa;
lo que más le placía en otros censuraba,
decía que no hiciesen lo que él acostumbraba
Emplazóla en derecho el lobo a su comadre,
celebróse aquél juicio ante un sabio muy grande,
don Simio se llamaba, de Bujía era alcalde,
era sutil y sabio y nunca hablaba en balde,
El lobo hizo su queja de muy buena manera,
apta y bien presentada, concreta y bien certera;
tenía buen letrado, ligero y sutil era
el galgo de raposas constante barredera
Ante vos, muy honrado, de gran sabiduría
don Simio, el ordinario alcalde de Bujía,
yo el lobo me querello de la comadre mía
y a juicio someto toda su alevosía
Digo que en esta fecha, en el mes de febrero,
era de mil trescientos, en el año primero,
reinando nuestro rey el león carnicero
que a nuestra ciudad vino, llamado monedero
A casa del cabrón, mi vasallo rentero,
entró a robar de noche, por cima del humero
consiguió hurtar el gallo, que es nuestro pregonero
comióselo en el campo, tal fue su desafuero
Aquesta es mi querella ante vos, buen varón,
por sentencia condénala, de otra manera no;
a la horca llevada muera como ladrón
probaré lo que digo so pena de Talión
Cuando fue la demanda en el juicio leída,
contestó la vulpeja, sabia y apercibida
Señor—dijo – yo nunca he sido muy sabida;
señálame abogado que defienda mi vida
El alcalde responde: -- Vine recientemente
a esta vuestra tierra; no conozco a la gente,
pero te doy un plazo; será de días veinte;
buscarás abogado, pasado el plazo vente,
La sesión el alcalde levantó de juzgar:
cada una de las partes cavilaba en buscar
qué dineros, qué prendas al abogado dar;
ya sabe la raposa quien la habrá de ayudar
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Llegó por fin el día; en el plazo asignado
vino dona Raposa con un gran abogado:
un mastín ovejero, de carlancas cercado
cuando el lobo lo vio quedó luego espantado
Este gran abogado expuso por su parte;
--- Señor don Simio, alcalde, cuanto el lobo departe,
cuanto demanda y pide, todo lo hace con arte
pues él es gran ladrón, no hay nada que le harte
Y por tanto interpongo contra él excepción
justa, buena y legítima, porque su petición
no debe ser oída y tal acusación
no puede hacer el lobo porque él mismo es ladrón
Con él acontecióme muchas noches y días
que llevaba robadas de las ovejas mías;
vi que las degollaba por esas praderías,
antes que las comiese yo las rescaté frías
Muchas veces, por hurto, fue por juez condenado,
por sentencia y también por derecho infamado;
por tanto, nadie debe ser por él acusado
ni él sea en vuestra audiencia oído ni escuchado
También yo le recuso porque está excomulgado
de excomunión mayor, por orden de Legado;
pública barragana sostiene y es casado,
la esposa es doña Loba que vive en Belorado
Su amiga es la mastina que guarda las ovejas
por tanto, lo que dice no vale dos ovejas,
ni se debe hacer caso de sus malas consejas,
mi comadre sea libre, fuera de estas callejas
El lobo y su abogado estaban encogidos
a la fuerza admitiéronlo todo, alicaídos
Atacó la raposa –Señor sean tenidos
en prisión y que mueran sin haber sido oídos
Adujeron razones con toda su porfía
pidieron al alcalde que señalase día
para dictar sentencia tal como a bien tendría:
él señaló de plazo hasta la Epifanía
Don Simio fue a su casa; con él mucha compaña;
con él los litigantes, concejo de cucaña;
allí los abogados, con toda su artimaña
para atraerse al juez, mas ninguno le engaña.
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Las partes, cada una, a su abogado escucha;
regalaron al juez, quien salmón y quien trucha;
uno, copa: otro, taza, mas con reserva mucha;
ármanse zancadillas en la traidora lucha
Venido al fin el día para dar la sentencia,
ante el juez ambas partes estaban en presencia:
el buen alcalde dijo: --Llegad a una avenencia
antes que yo sentencie: os otorgo licencia
Luchan los abogados con todo su poder
por saber del alcalde qué se propone hacer,
qué sentencia daría o cual podría ser,
mas no pudieron nada saber ni conocer.
Lanzaban indirectas para hacerle decir
algo de la sentencia, su idea descubrir;
él mostraba los dientes, pero no era de reir;
creían que jugaba mas todo era reñir
Dijeron los contrarios a los sus abogados
que nunca llegarían a pensar acordados
ni con una avenencia quedarían calmados;
piden que por sentencia salgan de allí librados,
El alcalde, letrado, y de muy buena ciencia,
usó bien de su oficio, guardó bien su conciencia;
habiéndose sentado en medio de su audiencia
escrita por él mismo, leyó aquesta sentencia:
--- En el nombre de Dios ---el juzgador decía--yo, don Simio, ordinario alcalde de Bujía,
vista ya la demanda con que el lobo acudía
en contra de la zorra, a quien de robo argüía
Y vistas las excusas, como las defensiones
que puso la raposa en las sus excepciones
y vista la respuesta y las replicaciones
propuestas por el lobo en todas sus razones;
Y visto lo que pide en su reconvención
la comadre raposa sobre la conclusión
visto todo el proceso, cuantas razones son;
y que sólo en sentencia se admite solución,
Y habiendo examinado todo el proceso hecho,
tenido mi consejo, que me fue de provecho,
con hombres entendidos en fueros y en derecho,
con Dios ante mis ojos, imparcial, sin cohecho,
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Fallo que la demanda del lobo está bien cierta,
bien hecha y redactada, bien clara y bien abierta;
fallo que la raposa es, en parte, bien cierta,
con su fuerte defensa y excusa en la reyerta.
La primera excepción es, en sí, perentoria,
pero la excomunión estuvo un poco errada;
la ley en que se funda debiera ser nombrada
y en plazo de días nueve ha de ser comprobada.
Por cartas o testigos o escrito fehaciente
de público notario, debe cumplidamente
esta tal dilatoria, probarse claramente:
si fuese perentoria, es cosa diferente.
Cuando por dilatoria la excomunión se pone,
nueve días de plazo tiene; no, si se pone
por perentoria (oídme y que esto no os encone
pues por los abogados se olvida y se pospone).
Se estima perentoria la excomunión si es tal
que va contra testigos de caso criminal
o contra el juez: su juicio en tal caso no val;
si contra otro se alega, se yerra, se hace mal.
Fallo que la vulpeja nada puede pedir
como en lo criminal no ha de reconvenir;
por excepción no puedo condenar ni punir
ni debe el abogado en tal cosa insistir.
Aunque contra la parte o contra el mal testigo
la excepción sea probada, no puede haber castigo;
la demanda se anula, pues no vale ni un higo;
por tal causa no habrá condena, yo os lo digo
Si el testigo intentase falsedad cometer
puede el alcalde entonces, el tormento imponer,
mas no por excepción: tal cosa puede hacer
porque en lo criminal es mucho su poder.
Por excepción podemos demandas desechar
y aun a los testigos rechazar y anular,
mas por ella no puedo condenar ni matar;
no puede más el juez que el Derecho mandar.
Por lo que yo conozco, según la confesión
del lobo, ante mi hecha, no por otra razón,
veo que está probado cuanto la zorra pon
y así impongo silencio al lobo en tal sazón.
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Puesto que confesó ser su costumbre y uso,
manifiesto y probado, lo que la zorra puso,
fallo que la demanda que él hizo y propuso
no sea recibida, según dije de suso.
Si admite el lobo hacer aquello de que acusa,
y a mi me consta en firme que tal cosa hacer usa,
no debe ser llamada a juicio la marfusa;
admito sus defensas como también su excusa.
No diga el lobo ahora que con miedo y pavura
hizo la confesión, cogido en angostura,
pues su miedo era vano; tal cosa no es cordura;
donde juzga buen juez la justicia es segura.
Permito a la raposa que vaya a salvajina,
pero no le perdono el hurto tan aína;
le ordeno que no robe el gallo a la vecina.
Piensa ella – Ya no tiene; le robaré gallina.
No apelaron las partes, quedaron aplacadas
pues ni pagaron costas ni fueron condenadas;
ni fueron por las partes las costas reclamadas
porque no hubo condena y fueron excusadas.
Pero los abogados murmuraron del juez
que estaba equivocado y perdiera su prez,
por lo que había hecho y juzgado esta vez:
mas todo ello a don Simio no le importa una nuez.
Díjoles de qué modo en su resolución
cumplió lo que es derecho y de constitución
porque de ajeno asunto no había hecho mención:
de aquesto los letrados aprendieron lección.
Le argüían también una aguda razón:
que, en caso criminal, cuando ya hay conclusión,
no es de ley dar permiso para composición;
la sentencia es precisa, hecha la confesión.
A esto dio el alcalde sólo una aclaración:
que tenía poderes del rey en comisión
especial para ello, plena jurisdicción;
para los abogados fue muy buena lección.4
Ruiz, Juan, Arcipreste de Hita (ca. 1284-1351) Libro de buen amor; texto íntegro en versión de María Brey
Mariño. 19ª ed. Madrid : Castalia, 1998. Estrofas 321 a 371.
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