consideraciones generales

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En: Niños fuera de la ley. Niños y adolescentes en Uruguay: exclusión social y construcción de
subjetividades. Mario Torres comp. Montevideo: Trilce, 2005. pp.54-63.
Mario Torres
LA TRAGEDIA MARGINAL
Ley jurídica/ ley del sujeto
CONSIDERACIONES GENERALES
En su trabajo "Niños fuera de la ley", Marcelo Viñar1 sienta las bases de nuestro
quehacer en el campo de la marginación social, y profundiza en la elaboración teórica
del tema. A partir de ahí y con los avances logrados en nuestra investigación,
intentaremos un nuevo esfuerzo de formalización conceptual como aporte al debate
que la sociedad se debe a sí misma.
"Niños fuera de la ley" es una fórmula que dice explícitamente que la sociedad se
concede el derecho de sancionar marcos legales y castigar las transgresiones a las
leyes que rigen un Estado, pero también permite introducir otro concepto de ley. más
allá de su vertiente jurídica como lo fundamenta Viñar.2 Serían niños que quedarían
fuera de la ley que se constituye en el interior de cada individuo como instancia
psíquica, la ley del sujeto o ley antropológica.
El otro aspecto a destacar tiene que ver con la ambigüedad fecunda de esa
"violencia en la exclusión". En esa formulación cabe tanto la violencia que ejerce
quien excluye como la violencia del excluido generada en buena medida por la
exclusión misma. Tanto una violencia como la otra, por lo menos en el caso de niños
y adolescentes, no está prefigurada en algún tipo de perversidad constitucional sino
que en buena medida es efecto o síntoma de una situación compleja que involucra a
gran cantidad de "actores" con responsabilidades diversas que no debemos soslayar
y sobre el que no vamos a insistir ahora.
DE LA LEY JURIDICA y SU PAR ANTROPOLÓGICO
Para el derecho, las leyes la "reglamentación social del Estado escrita y
promulgada, cuyo incumplimiento lleva aparejada la posibilidad de una sanción o
la ejecución coactiva de lo señalado". 3 El texto de referencia aclara que el
cumplimiento de la ley "no es automático ni ocurre necesariamente" porque si bien
"cada Estado concreto, expresa su voluntad principalmente por medio de la ley, los
demás entes sociales (personas, grupos o comunidades) pueden oponerse a la
voluntad de ese Estado.
En la definición misma de la ley según el Derecho, se reconoce que de hecho los
individuos se oponen y transgreden la ley. Y se incluye la posibilidad de su
trasgresión, porque "los preceptos, hechos y relaciones jurídicas, son fenómenos
de carácter social, distintos a las relaciones inconscientes del mundo físico que se
producen objetiva y necesariamente".
Es que, se fundamenta, "el legislador, entre unas posibilidades limitadas, elige y
decide (...) cuál conducta va a exigir y no puede esperar el acatamiento
automático de los intereses recogidos en la ley".
En definitiva lo que define a la ley jurídica) es su carácter de norma social que
nace de una convención entre quienes legislan, que se impone sobre el cuerpo
social como exigencia por su fuerza de ley más que por la justicia o injusticia de su
letra y que determina un marco legal para el funcionamiento de una sociedad. Una
construcción social en fin, que asume sus límites y a partir de ello pretende crear
un orden de convivencia. Ley e ilegalidad, norma y trasgresión conforman pares
antitéticos en una relación dialéctica y delimitan un adentro y un afuera. El
ordenamiento jurídico de una sociedad crea un espacio circundante fuera de ella
donde quedan ubicadas las violaciones a esa ley y conforman el mundo de lo
"asocial", lo "antisocial" o lo "fuera de la ley".
La ley antropológica por su parte refiere a un aspecto esencial del
desarrollo de la subjetividad en el humano, aspecto que como ya
hemos expresado, en las situaciones de marginación y carencias
extremas; algunas veces nos resulta extraño e incomprensible, otras
está profundamente perturbado o directamente es una carencia,
como una suerte de agenesia moral.
Esa ley antropológica, conjunto de mandatos y prohibiciones del
universo psico-afectivo, se adquiere en los grupos de pertenencia,
esa fragua donde se forjan los sujetos. Es la apropiación de modelos
normativos, del deber ser y del no poder hacer, con fuertes
cristalizaciones en las nociones de falta, pecado, culpa, etcétera, y
que constituye uno de los polos de una relación dialéctica,
naturalmente conflictiva y problemática con nuestros impulsos y
deseos.
Así como en el campo social la ley jurídica) crea el espacio que
deja afuera sus transgresiones, en el psiquismo, la internalización de
la ley social (antropológica) constituye las prohibiciones del sujeto
alrededor de las cuales se genera el impulso a transgredirlas o a
ignorarlas en una suerte de irresponsabilidad social.
Uno de nuestros intereses principales es comprender el modo
singular de "estar en el mundo" de los niños y jóvenes en situación
de marginalidad y familiarizamos con sus desencuentros y conflictos
entre la ley jurídica y la ley del sujeto. Ley jurídica y ley antropológica
definen y problematizan un campo vasto y complejo de dependencias
e interacciones recíprocas.
Los vínculos de cada sujeto con la ley jurídica dependen del mundo
micro y macro social en que cada uno se desarrolla y marcan el
destino en función de ese complejo indivisible del niño y su entorno,
sobre un origen verosímil, ya sea de la ley del sujeto, la familia, la
calle, el hogar sustituto o aun la cárcel.
SOBRE UN ORIGEN VEROSIMIL DE LA LEY DEL SUJETO
Y es por esa fuerte impronta de lo social que la reflexión sobre
marginalidad debe incluir además de los sujetos singulares y sus
realidades, lo que la sociedad en tanto estado organizado aporta a
este campo de problemas desde sus políticas para la minoridad
desamparada o desde la ausencia de ellas.
Si las condiciones de vida tienen incidencia en el acatamiento o no
de la ley (y esto no significa desconocer la incidencia de otros
factores), también debemos decir que esa ley, con una frecuencia
indeseable, adopta formas contradictorias o demasiado arbitrarias
que hacen que fracasen en su función reguladora o fomentan más
que inhibir la trasgresión y el desacato.
En ese trabajo formidable, Freud elabora el mito de la horda primordial y del asesinato del padre como origen de las instituciones
sociales y culturales: la ley, la familia, la religión, etcétera. A la
hipótesis darwiniana de la horda en que "un padre violento y celoso
se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones
El segundo tiempo está marcado por la imposición de ese tercero
Desde "Tótem y tabú", 4 en el interior del Psicoanálisis aprendimos
de Freud un camino verosímil para pensar y comprender el origen de
la cultura.
En ese trabajo formidable, Freud elabora el mito de la horda
primordial y del asesinato del padre como origen de las
instituciones sociales y culturales: la ley, la familia, la religión,
etcétera. A la hipótesis darwiniana de la horda en que "un padre
violento y celoso se reserva todas las hembras para sí y expulsa a
los hijos varones cuando crecen", Freud le agrega el hallazgo clínico
de la ambivalencia de sentimientos (amor y odio) del niño varón
con el padre, y articula ese mito fundacional.
Lo califica de "hazaña memorable" y lo expresa así: "Un día los
hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre y así
pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo
lo que individualmente les había sido imposible". 5
A partir de esa conjetura, de ese inicio mítico (el "había una vez"
del cuento), de esa "ficción de trayecto regresivo" como dice Daniel
Gil,6 se argumenta en forma verosímil (lógica), la transformación
de la naturaleza en cultura con la instauración de la parentalidad,
que introduce la ley y regula el deseo en la subjetividad del sujeto.
En el mito de la horda ya partir del parricidio, los hijos se prohíben
a sí mismos el lugar deseado del padre muerto. Ahora saben por
experiencia propia que podrían correr igual suerte. "Lo que antes él
había impedido con su existencia -dice Freud- ellos mismos se lo
prohibieron ahora en la situación psíquica."
"El muerto se volvió más fuerte de lo que fuera en vida." Los
hijos parricidas "revocaron su hazaña declarando no permitida la
muerte del sustituto paterno, el tótem, y renunciaron a sus frutos
denegándose las mujeres liberadas"? La parentalidad, mediante el
acto psíquico de la identificación se instala en el sujeto como
prohibición del incesto y del parricidio. A su vez aquella satisfacción
del odio al padre en el acto
parricida del mito, da paso a la culpa, al arrepentimiento y al amor por
él en la estructura psíquica. Este complejo representacional y afectivo
constituye, para la concepción psicoanalítica centrada en el deseo
inconsciente, el núcleo fuerte del psiquismo del sujeto de la cultura.
Buena parte de la identidad se constituye mediante la identificación
con el padre mítico muerto.
A partir de este punto de la teoría, Lacan discrimina en ese padre
primordial a los padres simbólico, imaginario y real. En el desarrollo
de la peripecia esencial del Complejo de Edipo hace jugar esa
concepción tridimensional de la función parental, para articular tres
tiempos de la estructura.
En un primer tiempo, el niño que se inserta en la familia puede
ser tomado por la madre como su atributo y encamar su ilusión de
completud con la satisfacción narcisista que implica. Pero si ella
reconoce la paternidad, no concreta un vínculo binario cerrado con
su hijo (el reino de tú y yo) sino que con ese tercero se configura el
núcleo social del nosotros.
como ley que separa al hijo de la madre privándola del atributo
narcisista.
Este segundo tiempo momento estructural de enorme
trascendencia, tiene varios aspectos que conviene discriminar.
Primero la ley en tanto es enunciable en palabras (no reintegrarás
el fruto de tu vientre), sitúa las cosas en el terreno del lenguaje y
la cultura.
Segundo, es una ley que el padre enuncia por sí y ante sí, por
tanto, rige para los otros pero no necesariamente para él.
Aun dispone de todas las posibilidades, como el macho de la
horda primitiva que dispone de todas las hembras
Aunque ley al fin, es despótica y arbitraria e instala la estructura
triangular de la parentalidad (el Complejo de Edipo) en el campo de
"la ley del más fuerte" a pesar de lo cual enuncia una doble
prohibición: de hecho, le prohíbe a la madre hacer del niño aquello
que la completa, con lo que rescata a éste de quedar alienado en la
madre siendo todo para ella y nada para sí, y le prohíbe al hijo el
incesto con la madre.
El tercer tiempo se instala si el padre también se somete a la ley
que pasará a ser igual para todos, El padre arbitrario y déspota
corre el riesgo de sufrir igual suerte que el padre de la horda. El
buen resultado será aceptar la limitación (castración) de que no
dispondrá más de todas las mujeres para sí. La ley en lo psíquico,
que no es más que la prohibición del parricidio y del incesto, no
está encarnada en nadie en tanto resulta de la muerte (imaginaria)
del padre (déspota). Esta leyes una presencia por encima de todos
y que marca una ausencia. A esa ausencia Lacan la llamó Padre
simbólico.
Si el padre imaginario es el que enuncia y encarna la ley, si por
la vía de la identificación con el padre muerto se instala una
prohibición igual para todos y que llamamos padre simbólico,
¿cómo juega el padre real en la estructura?
El padre real, en tanto se asume no disponiendo de todas las
prerrogativas (castración simbólica), es el que instaura en esa
negativídad al padre simbólico en tanto no habla por sí y ante sí
sino en nombre de otro. Habla en nombre de una ley que no es la
suya y que por tanto también lo somete a él. Habla "en nombre del
padre, y es su propio acatamiento a la ley lo que le confiere la
legitimidad y la autoridad para transmitirla.
LA PATERNIDAD EN LA HISTORIA
El mito freudiano de la horda primitiva, enriquecido con los tiempos
lógicos del Complejo de Edipo y los tres padres de Lacan, da cuenta
del pasaje (mítico) del hombre de la naturaleza a la cultura. La
historia a su vez, da pruebas de la paternidad como categoría cultural
y no biológica. Para Julien, es la primera definición de ser padre en
Occidente es "el Amo, el que dirige la cuidad".
Lacan dice: "El padre es el Rey", y agrega: "La paternidad en el
origen de toda cultura es de entrada política y religiosa y no es
familiar sino por vía de consecuencia".
Julien explica la paternidad (cultural) de este modo: "El vocablo
patrius -paternidad en latín- no se refiere a la paternidad física sino
en su dimensión clasificatoria.
Patrius, adjetivo latino que dio lugar a la palabra padre, califica a
un poder, una potestad: Potestas Patrius -la Patria Potestad-, es
un poder de engendramiento que crea una clasificación de tipo
social". 10 Y Gil, 11 citando a J. Reingt dice: "En Grecia antigua
Zeus es el Padre de los dioses, Padre de los hombres, Padre de
todas las cosas, Padre omnipotente (pater pantocrator) y su acción
no creaba lazos personales entre él y el hombre, tampoco el
engendramiento establecía necesariamente un lazo ético personal
del padre al hijo, como tampoco entre el marido y la esposa. El
lazo social se mantenía inmerso en la comunión con el cosmos".
En el Antiguo Testamento la relación del hombre y Dios pasa del
plano cosmológico al antropológico y las relaciones entre los
sujetos serán mediadas por el parentesco familiar y patriarcal.
Pero de todos modos "la paternidad es la transmisión de un
depósito sagrado", "un hecho transbiológico" según Lacan, y se
determina a través de lo social engendrando hijos como sujetos
sociales.
Un hombre engendra un hijo porque es padre y no es padre por
engendrar un hijo. Un padre hace un hijo y no a la inversa. Si la
madre a su vez trasmite la ley del padre, ambos inscriben al hijo
como sujeto social en la ley (de prohibición del incesto) y por ende
en la cultura.
Sobre la afirmación de que ambos padres inscriben al niño en la
cultura, conviene hacer algunas precisiones. Para ayudar a la
reflexión sobre la subjetividad en la marginación recurrimos a una
teoría de la formación de sujetos sociales a la luz de la noción de
ley.
Tomamos el mito freudiano de la horda primitiva y lo
complementamos con las ideas de Lacan sobre los tres tiempos del
Edipo, lo que nos llevó a movemos en
la línea de fuerza dominante del padre, la paternidad, la función
paterna, etcétera. Pero por otro lado, el sesgo de esa mirada no le
hace justicia a la "función materna" que va más allá del deseo de
apropiarse del hijo como su prolongación narcisista.
La idea de "parentalidad" intenta rescatar el efecto combinado
de la acción de los padres en la inscripción del hijo en la cultura.
Este intento tiene dos efectos importantes.
Primero rescata en su valor estructurante esa etapa o estado de
fusión del bebé con los padres y en nuestra cultura, sobre todo
con la madre, donde se cumple algo absolutamente esencial para
la vida del sujeto que tiene que ver con los cuidados básicos y la
construcción de un vínculo de amor y confianza, y que llamamos
"función de narcisización".
La función complementaría de separar al niño de la madre y
evitar la patología de ese vínculo, la denominamos función de
corte y no función paterna.
De este modo se pone el acento en la función misma y no en el
progenitor que la ejerce. De hecho, una observación cuidadosa
muestra que las funciones de narcisización y corte, cuando las
cosas marchan bien, en general las cumplen ambos padres.
LA PATERNIDAD O PARENTALIDAD EN EL DETERIORO SOCIAL DE HOY
Ahora bien, ¿quién ejerce la función de generar sujetos sociales
cuando en determinados grupos o situaciones históricas no se ven
"titulares" claros de ese "poder de engendramiento" que dice Julien?
¿Qué pasa con la ley, los límites, la discriminación de roles y lugares
en los niños sin familia o que viven en hogares que hasta la figura
materna, en general la única que muchas veces, no siempre,
sobrevive al desastre, es débil, insuficiente o falta? ¿Qué figuras
ofician de modelos para las criaturas desamparadas?
Y por otro lado, como contrapartida no menos relevante, ¿cuántas
leyes han sido violadas o por lo menos ignoradas por el cuerpo social
y el propio Estado antes que decenas de niños y adolescentes se
constituyan en síntomas dramáticos de las carencias?
El derecho a una familia, a un hogar, a un nombre, a una educación,
etcétera, están garantizados en la Constitución y ella debiera ser la
ley suprema para todos.
El Estado por el contrario, tolerando y aun fomentando el
descaecimiento progresivo de un orden justo y respetuoso de los
derechos, cada vez incumple más la ley y en todo caso remeda más y
mejor la ley del padre arbitrario.
Pongamos
un
ejemplo
sencillo
y
responsabilidades desvirtuadas u olvidadas.
muy
pertinente
de
El Estado por vía de la ley y ante el fracaso de las estructuras
familiares muchas veces toma niños y jóvenes a su cuidado y asume
así responsabilidades de amparar y educar o rehabilitar.
De hecho pone ese fin mayor por encima de la preservación del
ámbito casi sagrado de la familia en tanto decide separarlo de ella.
Pero al hacerlo también toma a su cargo, quiera o no, otras
atribuciones y responsabilidades que giran alrededor de la noción de
Patria Potestad.
Esto quiere decir que cuando el Estado toma bajo su tutela a un
niño o a un adolescente ya sea para ampararlo o privarlo de su
libertad como medida educativa, asume por añadidura la
responsabilidad de la construcción o reconstrucción de un sujeto,
reasume una función que históricamente ha ido delegando al ámbito
familiar.
Proteger, educar o sancionar son medidas para cumplir junto con
otras responsabilidades mayores.
Rubén Effron 12 se refiere a la necesidad de un diálogo con el
discurso jurídico en lo referente a nociones como la Patria Potestad
citada, la imputabilidad del menor, el riesgo, la falta, etcétera, temas
donde las lecturas desde lugares diferentes pueden coincidir o
resultan opuestas. "El derecho que tienen los jueces sobre la Patria
Potestad -dice Effronpone en consideración algunas categorías
teóricas nuestras como la del 'Nombre del padre' en este caso
asumida por el Estado."
Ciertamente, la categoría legal y jurídica de la Patria Potestad en
tanto poder, queda muy próxima (y en armonía o en conflicto) con la
categoría psicoanalítica del Nombre del Padre. La falta (delito), que
jurídicamente alude a las transgresiones a la ley de Estado, en el
campo subjetivo es falta (carencia) que marca la sumisión a la ley del
padre (muerto). ¿El Estado puede hablar legítimamente en nombre
del padre?
LA TRAGEDIA MARGINAL
En nuestro país, de los parias sociales mientras son menores de 18
años se encargan una serie de instituciones, entre estatales y no
estatales, que conforman una extensa red para atender, cuidar y
rehabilitar desamparados sociales.
Nos consta el esfuerzo que el país hace desde la creación del
Consejo del Niño, hoy INAU.
En la historia de esta lucha siempre desigual y agravada hoy hasta
limites inimaginables a causa principalmente del deterioro social, hay
logros y fracasos, luces y sombras muy difíciles de disimular.
A pesar del reconocimiento de esos esfuerzos, nuestro intento de
aproximar los conceptos expuestos a algunos extremos de la realidad
social en lo que refiere a la marginación social infantil y adolescente
hoy en día, han de cuestionar el modelo que se aplica a estos
problemas y los métodos en uso.
Nos referiremos a los dos extremos del espectro social para
refrendar nuestras afirmaciones una vez más.
Cuando pensamos en los "niños de la calle" por ejemplo, faceta
visible y ominosa de la pobreza y la marginación social, debemos
antes que nada interrogar esa denominación estigmatizante.
¿Qué se quiere decir con "niños de la calle"? Este fenómeno de
tantas esquinas montevideanas, pone en escena un hecho doloroso
que hiere nuestra sensibilidad y nos interpela a todos como
ciudadanos. "Niño de la calle" es el modo de definir y delimitar
(discriminar) un problema.
Viñar, al referirse al menor peligroso dice que "discriminar es el
mismo verbo, la misma operación mental con la que designamos un
momento excelso de nuestra inteligencia, la operación de afinar un
conocimiento y discernir las diferencias, y que en otro contexto
discursivo, designa el segregar y excluir una categoría como la no
deseable: la discriminación étnica o racial, religiosa o política".
"Niños de la calle" tiene sobre todo esta última resonancia y bajo
esa cubierta descriptiva se esconde una categorización. No es
sinónimo de niño a secas, de niños (o también adolescentes) como
los nuestros, sino que evoca niños sin hogar, sin familia o con
hogares y familias precarias que no han sabido o no han podido
atender sus necesidades básicas y marca el escepticismo sobre su
futuro.
¿Qué se puede esperar de estos chiquilines, si la calle es sinónimo
de malas juntas y el caldo de cultivo de la vagancia, la mendicidad, la
droga, el delito, etcétera? Esto lo puede afirmar cualquier ciudadano
común y en definitiva no es más que una de las tantas formas de
condena y exclusión.
"Niño de la calle" es entonces una semiología, un signo y la
descripción de un síntoma pero además una estigmatización social
condenatoria. Es un corte en la vida de un sujeto por añadidura
indefenso, que lo aísla de contextos y causas y que la sociedad
coagula en un futuro marcado y supuestamente predecible. Al
estigma o marca de ser "de la calle", se lo redoblará casi
automáticamente con el de ser un "peligro potencial", "un futuro
delincuente" o algo equivalente.
Así opacamos y encubrimos su indefensión y ocultamos una
peripecia humana de carencias, dolor, soledad y miedo. Lavamos las
culpas, damos la espalda al problema y los ponemos al margen de las
convenciones sociales que regulan la vida en sociedad.
Hay que decir una y otra vez que "niño de la calle", "menor",
marginal" y tantas otras, categorizaciones, son construcciones
sociales que se basan en el recorte de la mirada y lo mirado según los
parámetros de cada momento y cada cultura. Debemos desmantelar
esta situación y construir formas adecuadas de reinserción social para
estos desheredados, reinserción que pasa necesariamente por
políticas sociales que incluyan el abordaje de las verdaderas causas
del problema y les devuelvan o les ayuden a construirse una historia
y la condición de sujetos. Esta tarea es compleja y no admite atajos,
pero seguramente será menos onerosa para el futuro de la sociedad
de lo que se cree.
La peripecia humana más allá de la biología, consiste en nacer a la
cultura y ser sujeto. Se nace en un grupo social que prefigura, para
bien o para mal, la sociedad que encontrará luego. En ese marco
social primario el niño comenzará a construir su identidad personal,
no sólo desde las carencias que señalamos. No habrá sólo un hueco o
una falta, sino que construirá necesariamente algo ahí donde las
funciones básicas fallaron.
En esa confluencia abrevará el sujeto que se relacionará con los
otros y con la ley.
A partir de los efectos negativos de esas carencias, una
construcción sustitutiva, hecha con lo poco o diferente que se tenga a
menor será la que determinará formas de socialización, aberrantes o
no, pero singulares.
Debemos
corregirlas.
conocerlas
y
comprenderlas
antes
que
pretender
El otro extremo, el más abyecto y donde cabe el cuestionamiento
más radical, es la privación de libertad en menores. Las políticas de
rehabilitación por el castigo del encierro han fracasado históricamente
en forma estrepitosa y en todo el mundo.
Los resultados distan de los propósitos y en muchos casos son
opuestos. Las prácticas carcelarias han dejado en claro no sólo su
incapacidad rehabilitad ora sino además cierta capacidad intrínseca
para fomentar o perpetuar las actitudes antisociales que pretenden
corregir. A pesar de todo, el incremento del delito y la violencia que
parece acompañar a las crisis sociales, hace clamar a la sociedad una
y otra vez por nuevas cárceles y aumento de recursos para la
represión.
Las fallas en el desarrollo a que hemos aludido, pueden formularse
también como fallas en la intemalización de un mandato moral que
implica la prohibición y la ley como límites en el campo subjetivo.
Si partimos de una resolución defectuosa del conflicto psíquico
entre deseo y prohibición, defecto que aporta la textura de una
supuesta agenesia moral, una moral sádica destructiva para con el
otro o aun autodestructiva, en lo social nos encontraremos con el
vasto campo de las transgresiones a la ley.
La conducta socializada o antisocial será siempre el resultado de la
elaboración suficiente o insuficiente de un conflicto interior y de su
encuentro con el mundo. Pero para la sociedad, las falencias en la
subjetividad no cuentan como atenuantes (el desconocimiento de la
ley no nos exime de su acatamiento), y las infracciones ponen en
movimiento mecanismos de castigo que no toman en cuenta la
esencia histórica del sujeto.
En la privación de libertad de jóvenes, la cárcel impone en su
inmediatez y realidad no simbolizable, el imaginario de un poder
omnípodo, arbitrario y despótico, el imperio de la ley del mas fuerte
(que siempre es el otro) es un escenario donde se representa la
tragedia extrema de la marginación social.
La Ley con mayúscula, la que aún con errores ordena la convivencia
entre el hombre quedo afuera de las rejas, en el mismo lugar
inalcanzable donde queda situado lo bueno y deseable, empezando
por la libertad.
Escenario de vínculos casi exclusivamente binarios, la cárcel. a
partir del modelo de la relación preso carcelero, instala por ambos
lados un trasfondo de violencia y odio a muerte que evoca aquella
rivalidad primordial de la horda en el mito freudiano.
¿Qué roles juegan el joven preso que viola la ley y la sociedad
que lo encierra, en esta dramatización social que es la cárcel?
En el mismo texto de "Tótem y tabú", Freud toma la tragedia
griega como puesta en escena de las huellas del fantasma del
asesinato del padre primordial en la historia de la humanidad y dice:
"El héroe debía padecer.
La culpa trágica que carga es la sublevación contra una autoridad
divina o humana...". El padecimiento del personaje trágico se debe a
que queda identificado con ese padre y "es el héroe de aquella gran
tragedia de los tiempos primordiales". Debe asumir ese
padecimiento como si fuese culpable "para descargar al coro de su
propia culpa".
Lo mismo se dirá de Cristo, redentor de los pecados de los
hombres. La clave de toda tragedia y de la condición de héroe, está
en ser redentor de las culpas de otros. "Refmada hipocresía" dice
Freud porque "en aquella antigua y efectiva realidad (mítica), fueron
justamente los miembros del coro quienes causaron el padecimiento
del héroe".
El niño o el joven desclasado, marginado, infractor de las leyes,
nos agrede con la impudicia de su pobreza, con sus faltas, con su
rebeldía y su odio y nos obliga a ensayar mecanismos para negar la
culpa y la responsabilidad que nos corresponde por su condición. El
"joven infractor", como se dice eufemísticamente, debe pagar por su
falta.
Pero quizá también como el héroe trágico, encarna el destino
(¿inevitable?) de pagar por una falta que no es la suya. Una falta
que es nuestra tolerancia con el desamparo y la complicidad con la
injusticia.
La sociedad, como el coro de la tragedia, parece transferir al
joven descarriado la función de redentor de nuestros pecados
sociales. Quizá aun nuestro propio trabajo pensando y actuando en
la marginalidad sea el intento culposo de reparar al desamparado
del trágico papel de redentor de nuestros pecados al que lo hemos
condenado.
Debemos buscar formas altemativas de manejo de las situaciones
sociales conflictivas, comprendiendo mejor la peripecia del
desamparo con relación a la ley jurídica.
Si en ese campo pudiéramos generar pequeños espacios que
nombren y habiliten esa ley de la cultura que parece estallada y
ayudáramos a que cada quien ocupe el lugar que le corresponde,
sentiríamos cumplida, aunque sea en parte, la principal misión.
Sería una buena forma de empezar a saldar una deuda
necesariamente siempre impaga.
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