EL ESCLAVO Y EL LETRADO: MÁSCARAS DE LA AUTO

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EL ESCLAVO Y EL LETRADO: MÁSCARAS DE LA AUTOREPRESENTACIÓN EN LA TEMPRANA NARRATIVA
ANTIESCLAVISTA CUBANA
María Alejandra Aguilar Dornelles
El poeta cubano Juan Francisco Manzano, teniendo aún la condición de esclavo, leyó en
el Palacio Aldama su soneto “Mis treinta años” para un público compuesto por jóvenes
intelectuales que integraban la tertulia de Domingo del Monte. Esto ocurría en La Habana en
1836. El poeta esclavo tenía ya cuarenta años de vivir en cautiverio y había publicado Cantos a
Lesbia (1821) y Flores Pasageras (1830) con el permiso de sus dueños. A través del patronazgo
de Domingo del Monte, Manzano escribió Autobiografía de un esclavo, la cual fue traducida,
corregida y modificada para luego ser publicada en Londres por Richard Madden en 1840. Con
la Autobiografía se publicó el soneto leído en la tertulia y otros poemas seleccionados por Del
Monte para este fin. A partir de este evento la representación del esclavo se convirtió para el
grupo de intelectuales nucleados en torno a Del Monte en un tropo literario desde el cual
negociar su posición como sujetos coloniales y articular desde la literatura un discurso que
apelaba a reclamar reformas políticas en la relación de la colonia y la metrópoli.
A pesar de que su circulación en Cuba estuvo limitada al grupo de Domingo del Monte,
Autobiografía de un esclavo se constituyó en un texto fundacional a partir del cual se construyó
la llamada “novela antiesclavista cubana”.1 Además, al difundirse en el circuito antiesclavista
inglés se convirtió en una pieza clave para el movimiento reformista cubano liderado por Del
Monte. Este intelectual, al igual que José Antonio Saco, representaba los ideales de la
sacarocracia cubana que era capaz de incorporar los avances tecnológicos que sustituían el
trabajo manual en las plantaciones azucareras y que veía en la persistencia de la trata esclava el
amenazante aumento de la población afro-descendiente. Del Monte, quien poseía vínculos
económicos y políticos con representantes de Inglaterra y Estados Unidos, ejerció una influencia
decisiva en el grupo de escritores cubanos de la época y fue quien promovió, además de la
utilización de la estética realista, la implementación discursiva de la imagen del afrodescendiente. Con el fin de eludir la censura que determinó el destierro de Saco por escribir un
ensayo contra la trata esclava en 1832, Del Monte encargó a varios escritores cubanos la tarea de
relatar el “estado de la opinión acerca de la trata y de los siervos entre los jóvenes que piensan en
este país” (qtd. en Lewis Galanes 257). Respondiendo a esta convocatoria, Anselmo Suárez y
Romero escribió la novela Francisco: El ingenio o las delicias del campo (1838-1839) luego de
haber corregido y editado la Autobiografía de Manzano.2
La novela Sab (1841), escrita en Europa por Gertrudis Gómez de Avellaneda, aunque
escapa al circuito de producción y difusión de la tertulia delmontina, incorpora la figura
idealizada del esclavo para debatir su propia posición como escritora. Así, la aparición de la
Confluence (2013)
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María Alejandra Aguilar
figura del esclavo en el contexto de la producción literaria cubana a ambos lados del Atlántico y
por escritores de diferente clase social, raza y género sugiere que su utilización respondió a
intereses que excedían la agenda reformista representada por Del Monte. Este artículo sugiere
que la construcción retórica de un esclavo “racional” y amante de las letras en Autobiografía de
un esclavo, Francisco y Sab respondió a una estrategia de enmascaramiento del letrado criollo.
El concepto de “negro racional”, descripto por Iván Schulman, corresponde a una figura
idealizada del esclavo que trasciende la estética romántica dando cuenta de las preocupaciones
morales de la intelectualidad de la época (358-9). Sin embargo, sugiero que la representación del
“esclavo racional” encubre la auto-representación de escritores que eran conscientes de su
marginación de la ciudad letrada. Al hacer confluir en la figura del esclavo el amor a las letras y
la opresión social estos escritores promovieron el debate sobre la situación del letrado en la
sociedad colonial. A través de esta estrategia de enmascaramiento que manipulaba la
representación simbólica del esclavo, estos escritores intentaron desde posiciones ideológicas
diferentes legitimar su derecho a intervenir en la emergente esfera pública. Así, la construcción
del “esclavo racional” señala una disidente conciencia criolla que será el detonante de la violenta
represión que ocasionó en 1844 la persecución, tortura y muerte de miles de afro-descendientes
conocida como la Conspiración de la Escalera.3
Los conflictos políticos que se desarrollaron en la Cuba durante el siglo XIX no se
relacionaron solamente a conspiraciones, alzamientos de esclavos y enfrentamientos bélicos, sino
también a la emergente esfera pública en la cual la elite intelectual criolla debatía su posición
disidente frente a la autoridad de la metrópoli. Desde comienzos de siglo el desarrollo de la
prensa y de las tertulias contribuyó a la difusión de discursos utópicos vinculados al iluminismo
que la elite criolla construyó como correlato de sus aspiraciones de protagonismo político. Mabel
Moraña ha señalado que los textos que prefiguraron la emergencia de la nación-estado surgieron
como una búsqueda de fundamentos históricos y estrategias representacionales que permitieran
articular la especificidad americana a los discursos que guiaron la restructuración política y
social de Europa y Estados Unidos (32). Desde esta perspectiva, el estudio de las estrategias
representacionales implementadas por escritores que disputaban su participación en la emergente
elite intelectual cubana en los años previos a la Conspiración de la Escalera contribuye al
conocimiento de las tensiones sociales relacionadas al surgimiento del criollismo y la
composición racial de la nación que ellos comenzaban a imaginar.
En este contexto de conflicto social el rol del letrado asume particular relevancia ya que
los representantes de la autoridad colonial en la isla tenían el derecho de prohibir a través de la
censura toda producción cultural que se opusiera de los intereses de la corona española. Ángel
Rama señala que en la ciudad colonial “una pléyade de religiosos, administradores, educadores,
profesionales, escritores y múltiples servidores intelectuales, todos esos que manejaban la pluma,
estaban estrechamente asociados a las funciones de poder” (25). Sin embargo, en este periodo el
desarrollo económico basado en el producción azucarera permitió la aparición de grupos que
disputaban con representantes de la corona el rol de autoridad intelectual. Así, cuando la
sacarocracia cubana se dividió entre reformistas y esclavistas estos espacios de poder ocupados
Representación antiesclavista cubana
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por representantes de la ciudad letrada comenzaron a ser reclamados por intelectuales que se
autoproclamaban cubanos. En este contexto, José Antonio Saco es enviado al exilio en 1834 y la
Academia de Literatura Cubana es disuelta, dando cuenta del enfrentamiento entre la ciudad
letrada representante del oficialismo y aquellos que se reconocían como cubanos y hombres de
letras.
Evidencia este conflicto el contraste entre la censura de los textos que se producían en la
isla o llegaban a través del tránsito marítimo y la labor de difusor cultural que se adjudica a
Domingo del Monte. Por una parte, la censura que se mantuvo en Cuba durante casi todo el siglo
XIX determinó que los textos de Manzano, Suárez y Romero y Gómez de Avellaneda no fueran
publicados o circularan en Cuba. Por otra parte, al ser producidos dentro de la tertulia
delmontina algunos de ellos circularon de manera clandestina en la forma de manuscritos. Así, el
texto de Manzano no se publicó en La Habana hasta 1937. Francisco fue censurada y eliminada
de la Colección de artículos de Suárez y Romero (publicada en La Habana en 1859) y solo pudo
publicarse en New York luego de la muerte de su autor. La misma suerte corrió Sab, que llegó a
La Habana junto con la novela Dos mujeres, en 1844, como parte del equipaje del hermano de la
autora. El Censor Regio consideró que Sab contenía “doctrinas subversivas del sistema de
esclavitud en esta Isla, y contrarias a la moral y las buenas costumbres” y Dos mujeres “estaba
plagada de doctrinas inmorales” (qtd. en Fornet). El Capitán General de la Isla decidió que los
libros debían volver a su puerto de origen, por lo cual, los ejemplares de Sab publicados en
Madrid dejaron la isla luego de haber sido examinados y censurados por las autoridades
representantes de la ciudad letrada.
Sin embargo, la censura no siempre lograba impedir la circulación del material escrito.
Por ejemplo, aunque la mayoría de los textos de Saco no podía entrar legalmente, Ideas sobre la
incorporación de Cuba en los Estados Unidos, publicado en París en 1848, circuló en la isla
contenida en el folleto Cuestión de Cuba que Del Monte se encargó de difundir.4 En este periodo
en que los impresos llegaban a La Habana desde Cádiz y Nueva York, Del Monte había creado
una red de circulación de publicaciones que le llegaban a través de amigos, familiares y
corresponsales ubicados en Europa y Estados Unidos, las cuales él luego hacía circular por la
isla. Según Ambrosio Fornet los libros, que eran en su mayoría impresos en España y Francia,
pasaban de mano en mano dentro de los círculos ilustrados de La Habana y otras ciudades del
país, ya que este era el único tipo de circulación posible hasta finales del siglo XIX. Debido al
precio excesivo de los libros y a la inexistencia de bibliotecas o gabinetes de lectura, aún para las
personas que sabían leer, el acceso a la cultura letrada se veía restringido a lazos de amistad con
intelectuales que como Del Monte podían facilitar la circulación de textos.
Moreno Fraginals afirma que la tertulia de Del Monte fue “el sector de más alto nivel
cultural, y más consciente, agresivo y moderno que conociese América Latina en la primera
mitad del siglo XIX” (187). Esto se logró gracias a la ventajosa posición económica de Del
Monte, a su habilidad para conseguir corresponsales en distintas ciudades y a su interés de
promover desde la literatura su agenda política. Antonio Benítez-Rojo ha sugerido que el trabajo
cultural de la tertulia delmontina contribuyó a la construcción de los “discursos fundadores”, los
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primeros que intentaron definir “lo cubano” a partir de una manipulación de la realidad de Cuba
y de la expresión de un sentimiento patriótico-nacional (203-214). Sin embargo, el debate por la
especificidad cubana surge a partir de la representación del esclavo estando ligada a intereses
económicos sin una agenda que buscara la emancipación de la isla. Del Monte impulsó el
desarrollo de una novelística que utilizara la figura del esclavo sumiso a efectos de promocionar
en el exterior la agenda reformista que abogaba por el cese de la trata esclavista.
Autobiografía de un esclavo es un texto de características únicas por haber sido escrito
por un esclavo a pedido de un intelectual para convertirse en alegato abolicionista. La narración
del esclavo se convierte en testimonio que denuncia la crueldad del sistema esclavista. Sin
embargo, lo que hace excepcional a este texto autobiográfico es que fue escrito por un poeta que
llegó no solamente a acceder a la escritura, sino también a ser reconocido como escritor en el
complejo escenario cultural en el cual La Habana ilustrada estaba tomando conciencia de la
posibilidad de desarrollar una literatura nacional y de su desventajosa posición como colonia.
Las características de excepcionalidad del texto de Manzano, además, se inscriben en una
dinámica de poder en la que la escritura se convierte en estrategia de sobrevivencia y resistencia
ante la opresión. A partir de la aparición de Autobiografía se recaudaron los fondos necesarios
para comprar la libertad de Manzano. De esta manera, el texto de Manzano se traduce en un
“valor” comercial convirtiendo a su autor en un escritor que logra una remuneración económica
al colocar en el mercado el producto de su talento intelectual.
Al utilizar el género autobiográfico Manzano estructura la narración desde la primera
persona produciendo en el lector un intenso efecto de verosimilitud. En su ficción autobiográfica
el poeta narra su experiencia como outsider de la sociedad y su intento de identificarse con los
integrantes de la familia de sus dueños. Silvia Molloy señala que Manzano construye una línea
genealógica que entrelaza simbólicamente el linaje de la Marquesa Beatriz de Jústiz de Santa
Ana con el suyo propio, construyendo lo que desea que el lector entienda como su “verdadera”
filiación familiar. Dice Manzano refiriéndose a su niñez: “andaba yo entre la tropa de nietos de
mi Sra. […] algo más bien mirado de lo que merecía por los favores que me dispensaba aquella
a quien yo también llamaba mamá mía” (84). De esta manera, el narrador funda su origen no en
un parentesco sanguíneo sino en su pertenencia a una comunidad basada en lazos afectivos. Por
otra parte, al colocarse en una perspectiva humilde (no merecedor de los “favores”) establece las
coordenadas de una sumisión respetuosa que sugiere al lector la superioridad moral del esclavo.
Manzano escribió su Autobiografía cuando era un poeta reconocido que había
comenzado a publicar en 1821. No obstante, la autobiografía se focaliza en su dificultoso
aprendizaje dentro de un medio represor evitando mencionar su experiencia como escritor de
prestigio. Dice Manzano: “tenia yo desde bien chico la costumbre de leer cuando era leible en mi
idioma y cuando iva por la calle siempre andaba recojiendo pedasitos de papel impreso” (65).5
La lectura se asocia a la acción de mendigar un material del cual el escritor se ve completamente
privado. Esta carencia se ve suplida por lo que Molloy ha llamado el “cuaderno de la memoria”
(412). Sin embargo, no es apelando a la cultura oral que se logra ser escritor en La Habana de
principios del siglo XIX y Manzano necesita no solo recitar sus poemas compuestos de memoria,
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sino también acceder a la escritura. El esclavo comienza entonces a rescatar de la basura papeles
desechados por su dueño y a calcar su letra. Así lo cuenta el narrador: “antes de un mes ya asia
renglones logrando la forma de letra de mi señor” (57). Aunque Manzano confiesa identificarse
con las costumbres de su dueño, no se trata de un imitador y el método de “copia” rápidamente
da paso a la creación poética.
En este sujeto, cuya experiencia está fracturada por la crueldad del sistema esclavista, la
escritura, y más aún su sensibilidad poética, expresa su deseo de integrarse a una comunidad
imaginada a partir del desarrollo de una actividad intelectual. Así, la identificación del esclavo
con su dueño se constituye en pieza clave de su reclamo de reconocimiento social como escritor
con derecho a intervenir en el debate político sobre la abolición de la esclavitud. De este modo,
cuando el narrador se describe como “mulato entre negros” no solo está refiriendo a su
experiencia de outsider en la sociedad cubana sino que también está estableciendo el correlato
criollo a la marginación de la ciudad letrada. Manzano se representa a partir de su deseo de
integrase a la comunidad intelectual y de su capacidad de agencia que le permite acceder a la
cultura escrita que le estaba prohibida. La escritura del esclavo asume una postura política de
resistencia que antecede el gesto paternalista de Del Monte y se inscribe en una dinámica de
poder en la cual escritura y estrategia de sobrevivencia se conjugan en una denuncia del derecho
del esclavo a auto-representarse.
A pesar de que la narración de Anselmo Suárez y Romero, quien fue uno de los
correctores del texto de Manzano, utiliza la figura de una “esclavo racional”, representa un
contraste con el relato autobiográfico de Manzano. Francisco, el protagonista de su novela,
corresponde a la imagen de un esclavo cuyo “talento” intelectual es anulado por la crueldad del
sistema esclavista. Para dar cuenta de esto, el narrador en tercera persona dice que Francisco
habría quedado en la ignorancia “si no hubiera aprendido a leer y escribir laborando entre una
muchedumbre de inconvenientes; conocimientos bastante singulares en un siervo, y en un siervo
de nación. La carencia de libros y de lugar ocasionaron que tales luces, de subido precio en
quienes pudieran aprovecharlas, le ayudasen muy poco y que su talento despejado permaneciese
en un abandono deplorable” (42). Este fragmento indica la perspectiva ideológica desde la cual
Suárez y Romero construye a su personaje como un “esclavo racional”. Por una parte, elimina
cualquier rastro de su herencia lingüística y cultural africana, ya que aunque Francisco fue
“traído” de África cuando tenía 10 años solamente habla español y no se siente identificado con
las prácticas y costumbres del resto de los esclavos. Por otra parte, la referencia a la “carencia de
libros” y el deseo de aprender recuerda la situación precaria a la que se enfrentaba la elite
ilustrada cubana a consecuencia de la censura instrumentada por las autoridades coloniales.
Además, el personaje de Suárez y Romero intenta movilizar sentimientos de piedad en el
lector de “espíritu noble” (Shulman 361). Para lograr este efecto el comienzo in medias res
enfrenta al lector con la crueldad de los azotes del boca abajo que un mayoral ejecuta sobre un
esclavo anónimo. Esta escena está organizada de marea tal que provoque empatía en el lector aún
antes de haber presentado al personaje. Así, Francisco es despersonalizado por el narrador que
convierte al esclavo en un ser anónimo. Esta estrategia retórica traza un paralelo con la
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publicación del texto de Manzano que además de haber sido fragmentado y traducido por
Richard Madden fue convertido en un relato anónimo: The Life and Poems of a Cuban Slave.
Así, el personaje de Suárez y Romero es víctima de la violencia del sistema esclavista, pero
también da cuenta de la violencia simbólica a la que estuvo sujeto el escritor Francisco Manzano
cuyo texto sufrió sucesivas censuras y modificaciones.
Para transformarse en un “esclavo de razón” Francisco sufre, además de la pérdida de su
origen y su identidad, el borramiento del color de su piel. Dice el narrador: “su genio apacible se
hermanaba perfectamente con la resignación de un cristiano […] por eso aquel tinte lúgubre de
su rostro que cultivaba y seducía; aquel tinte con que son representados los mártires de la fe”
(43). De esta manera, el color de la piel se transforma retóricamente en un “tinte” de santidad.
Esta transformación simbólica del color de su piel a través de su abnegación ante el suplicio,
convierte al esclavo en un mártir. Esta estrategia de encubrimiento de “color” del esclavo
responde a la preocupación del autor por menoscabar la imagen del esclavo rebelde y salvaje,
alentador del miedo colectivo de los criollos a los alzamientos esclavos en el periodo posterior a
la Revolución de Haití. También, responde a la necesidad de debatir la situación del intelectual
perseguido por sus ideales. Así, esta construcción del personaje se asimila a la imagen que el
escritor criollo tiene de sí mismo. El “esclavo racional” que encarna Francisco revela el deseo de
Suárez y Romero de integrarse a una comunidad imaginada a partir de un sentido ético de
justicia que responde a los principios del humanismo iluminista de la época.
La posición de Gertrudis Gómez de Avellaneda como escritora no es menos compleja. A
pesar de haber sido una escritora prolífica cuyos textos fueron bien acogidos en España, su
candidatura a integrar la Real Academia de la Lengua en 1853 fue rechazada a causa de su
género. Además, Gómez de Avellaneda aparece retratada por los escritores de su época a partir
del estereotipo de la “hermosa cubana” (Servera 18). Este estereotipo femenino que entrelaza la
belleza física con su “cubanidad” la acompañará toda su vida apareciendo aún en estudios
recientes como “la reina mora del Camagüey” (Servera 16). Esta exotización de la mujer
escritora de la colonia tiene su correlato en la construcción romántica del esclavo “racional”.
Sab, protagonista de la novela de Gómez de Avellaneda, al igual que el personaje del
texto de Manzano, es un esclavo mulato. Sin embargo, a diferencia del narrador de la
Autobiografía, Sab tiene lazos sanguíneos con la familia de su dueño. En el trascurso de la
narración estos lazos se convierten en intelectuales, enfatizando el “talento natural” de Sab para
las letras, y espirituales al insistir en la naturaleza sensible y bondadosa del esclavo. Esta novela
de Gómez de Avellaneda constituye la intervención de una escritora cuya posición se articula
desde la marginalidad en el discurso antiesclavista de la época. La escritora hábilmente
enmascara en el personaje del esclavo su propia posición de inferioridad en la sociedad patriarcal
decimonónica (Kirkpatrick 147). Así, a través del discurso de un amor imposible entre el esclavo
Sab y Carlota, su prima, Gómez de Avellaneda critica la estructura social represora para la mujer
y se auto-representa con autoridad para narrar desde el exilio la situación social, política e
intelectual de Cuba.
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Carlota y Sab se representan como dos “sensibilidades poéticas” que se enfrentan a la
adversidad de una sociedad represora e injusta. Sab reconoce que con ella aprendió “a leer y a
escribir, porque nunca quiso recibir lección alguna sin que estuviese a su lado su pobre mulato
Sab” (110). Del mismo modo, Carlota dice “Sab se ha criado conmigo, como un hermano, tiene
afición a la lectura y su talento natural es admirable” (128). Sin embargo, la analogía establecida
entre escritura, mujer y esclavitud alude más a la situación de Gómez de Avellaneda que a la
realidad del sistema esclavista cubano. Aún más, este texto sugiere que a pesar que el afrodescendiente renuncia a los aspectos culturales relacionados con la ascendencia africana y se
identifica con la cultura letrada que Carlota representa, no puede ser aceptado como parte
integral de la sociedad cubana.
Acorde a los parámetros del héroe trágico de la estética romántica Sab y Carlota
representan la resignación ante el suplicio limitándose a enunciar sus ideales de justicia social sin
que sus acciones se vinculen a la liberación de esclavos. Sin embargo, es Sab quien encarna la
imagen del escritor romántico que se enfrenta a la fatalidad de su destino. La carta que Sab
escribe mientras agoniza se constituye en eje estructurador de la novela. El mensaje de la carta,
que no se revela hasta el desenlace de la novela, explica no solo el nudo amoroso de la narración
sino también su trasfondo ideológico. Así, es a partir del acceso a la escritura que el “esclavo
racional” organiza simbólicamente y da sentido a una sociedad caótica y corrupta. El penoso
proceso de escritura que Sab se auto impone representa la tensión entre el deseo del intelectual
de intervenir en la esfera pública y la situación de sujeto colonial que no tiene control sobre la
circulación y difusión de su obra. Así, Gómez de Avellaneda debate, a través de la identificación
del “esclavo racional” y la mujer de “espíritu noble”, la injusta posición marginal que ocupa
como escritora.
Los tres textos aquí discutidos, Autobiografía de un esclavo, Francisco y Sab, narran la
experiencia de la esclavitud desde la perspectiva del esclavo. Sin embargo, la perspectiva del
narrador de Autobiografía de un esclavo permite establecer una distancia ideológica con la
imagen del esclavo creada por Suárez y Romero y Gómez de Avellaneda. A pesar de que
Autobiografía fue editada y alterada para adecuarla a la norma lingüística de la ciudad letrada, es
posible identificar estrategias de negociación y desafío a la autoridad de los intelectuales que
intentaron controlar sus condiciones de emisión y difusión. A este respecto, el narrador no
enfatiza la victimización del esclavo, como sí hacen Suárez y Romero y Gómez de Avellaneda,
reservándole un espacio de agencia que culmina con su huida. El desafío que implica convertirse
en un esclavo fugado o cimarrón impone un límite a la construcción del “esclavo sumiso”
propuesta por Del Monte. Además, Manzano deliberadamente evita el desarrollo de escenas
estructuradas en base al patetismo. Por el contrario, el narrador de la autobiografía hace hincapié
en su deseo de convertirse en poeta y su fortaleza para resistir la injusticia. El uso de la elipsis
indica los límites de la sumisión de un escritor afro-descendiente que se presenta con autoridad
narrativa a pesar de las condiciones de sujeción que enmarcan su relato y su vida de esclavo.
A pesar de ser un texto “trágicamente controlado” (Jackson 32) la Autobiografía de
Manzano defiende el derecho del escritor afro-descendiente a participar en la vida intelectual
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cubana. La novela Francisco, escrita luego de tener acceso al relato de Manzano, evidencia el
deseo del letrado de “corregir” la historia del esclavo enfatizando la sumisión del “esclavo
racional”. Así, en el desenlace creado por Suárez y Romero el protagonista se suicida,
mostrándose incapaz de huir o anteponer una conducta rebelde ante la crueldad de la que es
víctima pasiva. De este modo, el editor no solamente aplica el rigor de la norma lingüística al
texto del esclavo, sino que también “corrige” la “desobediencia” del escritor afro-descendiente
creando una novela en la cual el único desenlace posible es la muerte por voluntad propia del
esclavo. Más aún, la muerte del “esclavo racional” como parte del desenlace, presente también
en Sab, sugiere la imposibilidad de imaginar a una sociedad cubana en la cual los afrodescendientes participen de forma activa. Esta tensión entre la emergencia de una conciencia
criolla y la imposibilidad de integrar socialmente al afro-descendiente dará lugar al evento
represivo conocido como Conspiración de la Escalera. La prisión, tortura y muerte del poeta
afro-descendiente José de la Concepción Valdés, Plácido, como parte de la acción represiva del
gobierno de la isla ante diversos motines esclavos, evidencia la repercusión del conflicto.
Manzano, acusado de participar en la conspiración, sufrió prisión y tortura logrando sobrevivir al
interrogatorio. Sin embargo, no volvió a escribir.
Autobiografía de un esclavo, Francisco y Sab son textos que promueven la difusión de
un modelo de “esclavo racional” que desafía la censura de las autoridades coloniales, al mismo
tiempo que representan metafóricamente la situación de los escritores criollos en este periodo de
la colonia. El texto de Manzano, sin embargo, es un caso diferente (Molloy 394). La
excepcionalidad histórica de Manzano, se constituye en antecedente de la excepcionalidad
simbólica en que se basan estos retratos de esclavos con aspiraciones de letrados. Sin embargo,
la excepcionalidad de Manzano no se basa solamente en que es el único que se representa a sí
mismo, sino también en que es el único ejemplo de reorganización de la cultura oral – su
aprendizaje de memoria – en un medio controlado por la ciudad letrada. En Francisco y Sab, la
inclinación a las letras, la ruptura con el legado africano y la adopción de principios éticos y
cristianos son una condición sine qua non para que la experiencia del esclavo se postule como
estructuradora de un relato que intenta construir un modelo identitario nacional. Suárez y
Romero y Gómez de Avellaneda solo pueden imaginar al “esclavo racional” a su imagen y
semejanza. De este modo, la figura del esclavo fue utilizada como estrategia de debate de la
situación opresiva en la que se encontraba la comunidad intelectual cubana que ya se identificaba
como diferente pero no sumisa a la cultura española dominante.
María Alejandra Aguilar Dornelles, Washington University, Ph.D. candidate.
Representación antiesclavista cubana
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NOTAS
1
Ver Branche 63-4 y Luis 39.
También, como respuesta al pedido de Domingo del Monte aparecen las obras Petrona y
Rosalía, de Félix Tanco de Bosmeneil, y la primera versión de Cecilia Valdés, de Cirilo
Villaverde.
3
Ver Franco 16.
4
Ver Fornet.
5
Las citas respetan la ortografía del texto original.
2
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María Alejandra Aguilar
OBRAS CITADAS
Antonio Benítez-Rojo. “Azúcar / poder / literatura.” Cuadernos Hispanoamericanos 451-452
(1988): 195-215. Impreso.
Branche, Jerome. “Mulato entre negros' (y blancos): Writing, Race, the Antislavery Question,
and Juan Francisco Manzano's Autobiografía.” Bulletin Of Latin American Research 20.1
(2001): 63-87. Impreso.
Fornet, Ambrosio. “El impreso europeo en la Cuba colonial y sus vasos comunicantes.” Revista
Bimestre Cubana 105, 30. Enero-Junio 2009. Web. 8 de enero de 2013.
<http://www.bimestrecubana.cult.cu/ojs/index.php/revistabimestre/article/view/32>.
Franco, José Luciano. Africanos y sus descendientes criollos en las luchas libertadoras 15331895. Casa de las Américas 16. 93 (1975): 12-21. Impreso.
Gómez de Avellaneda, Gertrudis. Sab. Madrid: Cátedra, 1999. Print.
Jackson, Richard L. Black Writers in Latin America. Albuquerque: U of New Mexico P, 1979. 177. Impreso.
Kirkpatrick, Susan. Las Románticas: Women Writers and Subjectivity in Spain, 1835-1850.
Berkeley: U of California P, 1989. Impreso.
Lewis Galanes, Adriana. “El Álbum de Domingo Del Monte (Cuba, 1838/39)”. Cuadernos
Hispanoamericanos 451. 452 (1988): 255-265. Impreso.
Luis, William. Literary Bondage: Slavery in Cuban Narrative. Austin: U of Texas P, 1990. Print.
Manzano, Juan Francisco. Autobiografía del esclavo poeta y otros escritos. Vervuert:
Iberoamericana, 2007. Impreso.
Molloy, Sylvia. “From Serf to Self: The Autobiography of Juan Francisco Manzano.” MLN
104.2 (1989): 393-417. Impreso.
Moraña, Mabel. “Ilustración y delirio en la construcción nacional, o las fronteras de la ciudad
letrada.” Latin American Literary Review 25. 50 (1997): 31-45. Impreso.
Moreno Fraginals, Manuel. Cuba/España, España/Cuba. Barcelona: Grijalbo Mondadori, 1995.
Impreso.
Rama, Ángel. La ciudad letrada. Hanover, N.H: Ediciones del Norte, 1984. Impreso.
Schulman, Ivan. “The Portrait of the Slave: Ideology and Aesthetics in the Cuban Antislavery
Novel.” Comparative Perspectives on Slavery in New World Plantation Societies. Eds.
Vera Rubin and Arthur Tuden. New York: New York Academy of Sciences, 1977. 35667. Impreso.
Severa, José. Introducción. Sab. Gómez de Avellaneda, Gertrudis. Madrid: Cátedra, 1999. 11-93.
Impreso.
Suárez y Romero, Anselmo. Francisco. El ingenio o Las delicias del campo. Miami,
Mnemosyne Pub. Inc. 1969. Impreso.
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