SÁBADO, 10 de mayo (mañana) HUELLAS DEL DOS DE MAYO DE 1808: El CEMENTERIO DE LA FLORIDA es un pequeño cementerio levantado en 1796 en la zona limítrofe suroeste del Parque del Oeste. En él se encuentran enterrados, en una fosa común, los cuarenta y tres patriotas madrileños fusilados en la montaña del Príncipe Pío, la madrugada del 3 de mayo de 1808, por los soldados del general francés Berg. Por esa época el cementerio dependía eclesiásticamente de la ermita de San Antonio de la Florida. Se trata de un modesto recinto situado en la calle de Francisco y Jacinto Alcántara, junto a la Escuela de Cerámica y un Monumento a Goya a pocos pasos de la Ermita de San Antonio de la Florida. En su interior se halla la tumba común, dos hileras de cipreses, una columna conmemorativa y tres lápidas que recuerdan el crimen. Una de las lápidas es una reproducción en azulejos de los Fusilamientos del 3 de Mayo de Goya. Este pequeño cementerio permanece cerrado todo el año, salvo para la conmemoración anual que se hace el 2 de Mayo por la Sociedad Filantrópica de Milicias Nacionales. Entre el 2 y el 3 de mayo de 1808 más de doscientos madrileños fueron fusilados por los franceses. El 3 de mayo se eligió por sorteo a cuarenta y tres de los detenidos y, tras ser torturados e injuriados, se les condujo hasta la montaña del Príncipe Pío, donde a las 4 de la mañana del 3 de mayo fueron fusilados y dejados en una hoya que cavaron sus verdugos; allí permanecieron insepultos hasta que, nueve días después y secretamente, los hermanos de la Congregación de la Buena Dicha rescataron los cuerpos y los enterraron en el pequeño cementerio propiedad de los empleados de la posesión de La Florida. De los cuarenta y tres, sólo se conoce el nombre de diecinueve, que figuran en la lápida de la cripta. Mosaico en cerámica de Juan Manuel Sánchez Ríos, 1982 Mosaico en cerámica de Cruz Iruela, 1974 MONUMENTO A GOYA, 1996. Parque del Oeste, Madrid JOAQUÍN VAQUERO TURCIOS nace en Madrid en 1933. Hijo del pintor asturiano Joaquín Vaquero Palacios pasa su infancia en Oviedo, recorriendo pronto varios países acompañando a su familia. Comienza a pintar siendo muy joven al lado de su padre y pronto participa en exposiciones colectivas como la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid en 1948. En 1950 la familia se traslada a Roma donde estudia en la facultad de Arquitectura de la Universidad de Roma. Destaca Vaquero Turcios en la pintura, donde su trabajo se puede clasificar en "series" tal y como lo hace Carlos Bousoño en su obra "Vaquero Turcios". Así se pueden ver las series dedicadas a "los duomos", "estatuas", "los muros", "los bonzos", "las banderas", "retratos"... La insaciable necesidad de experimentar de este artista magnífico le lleva desde muy joven a estudios las técnicas de pintura al fresco llegando a convertirse con el paso de los años en el mejor representante de esta forma de pintura, y no sólo de España. Obras como el mural de la central eléctrica de Grandas de Salime, en Asturias (realizado con tan solo 22 años y en compañía de su padre), la pintura mural "Orfeo", en el Teatro Real de Madrid, hoy desmontada e inexplicablemente olvidada por la Administración o, por citar la última, la pintura mural del Auditorio Príncipe de Asturias en Oviedo, son la muestra del nivel de nuestro artista. Pero no termina ahí la enorme capacidad de Vaquero Turcios para crear y experimentar. Y lo hace con el grabado, con el hormigón, con el acero... El proyecto para el Monumento a la Constitución que realizó en 1982 y que iba a ser instalado en Madrid, y que no se realizó, llevaba incorporado la utilización de láser. La obra pública de este artista es también enorme y multitud de Museos e Instituciones tanto nacionales como internacionales muestran alguna de sus obras. Entre la multitud de premios que reconocen su relevante labor como artista están la Medalla de Oro de la Bienal de Salzburgo en 1957, Medalla del Senado de la República Italiana en 1959, Primer Premio de Pintura en la III Bienal de París en 1963, Beca de Especialista del Institute of International Education de Nueva York en 1968, Premio del Ministerio de Cultura en el concurso de cartones para la Real Fábrica de Tapices de Madrid en 1980 y Primer Premio en el Concurso Internacional para el monumento al Presidente Maciá en Barcelona en 1983 por citar sólo algunos. LA ERMITA DE SAN ANTONIO DE LA FLORIDA Plano y recorrido 1. Recepción y venta de publicaciones 2. Vestíbulo 3. Iglesia 4. Servicio de información, investigación y didáctica Una ermita con historia. - A lo largo del siglo XVIII, las reformas urbanas de la zona obligaron a derribar la ermita de San Antonio en dos ocasiones y construirla de nuevo en otro lugar. Así, la iglesia primitiva, de Churriguera, fue sustituida por otra de Sabatini y ésta, a su vez, por una tercera que ya sería la definitiva. El último traslado de la iglesia se originó a causa de las obras del nuevo palacio de La Florida, una gran finca (hoy desaparecida), que daba nombre a la capilla y que había sido adquirida por Carlos IV. Por orden del rey, de 1792 a 1798 el arquitecto Felipe Fontana construyó la nueva ermita, y Francisco de Goya la decoró con magníficos frescos. Para garantizar la conservación de sus pinturas, el edificio fue declarado Monumento Nacional en 1905 y más tarde, en 1928, se construyó a su lado una iglesia idéntica, para trasladar el culto y reservar la original como museo. Para entonces, esta capilla era además panteón conmemorativo del artista, pues en 1919 se habían trasladado aquí sus restos, traídos desde Burdeos, donde había muerto en 1828. Goya y los Frescos de la Florida. - Francisco de Goya, nació en Fuendetodos (Zaragoza) en 1746 y murió en Burdeos en 1828, a los ochenta y dos años. A lo largo de su dilatada vida este artista, excepcionalmente creativo e innovador, se expresó con estilos muy distintos y cultivó todos los géneros, desde las escenas de costumbres hasta los retratos, pasando por la pintura religiosa, de historia, fantástica o los bodegones. Además de sus conocidísimas pinturas: La Gallina Ciega, La Duquesa de Alba, La familia de Carlos IV, Los fusilamientos de la Moncloa, las Majas o las Pinturas Negras, Goya realizó magníficos dibujos y series de grabados, por los que es considerado junto a Durero y Rembrant uno de los mejores grabadores de todos los tiempos. A través de su extensa producción, fue un genial intérprete de la España de su época, especialmente a partir de la grave enfermedad que lo dejó sordo (1792) y que le hizo adoptar una visión del mundo más crítica. El conjunto mural que decora este pequeño santuario dedicado a San Antonio, además de ser una de las obras maestras del pintor, constituye un antes y un después en su carrera. En efecto, en él aparecen los elementos más típicamente goyescos utilizados hasta el momento en sus pinturas junto con los nuevos caminos que tomará su arte. Los frescos de San Antonio de la Florida. - La decoración al fresco que cubre la cúpula, bóvedas, ábside y pechinas, llena el espacio de vida, luz y color. El conjunto resulta sorprendente y muy original, por la interpretación personalísima que Goya hace del tema y las innovaciones técnicas que introduce. Así, al contrario de lo que dictaba la tradición, el artista representa un episodio de la vida de San Antonio en la cúpula, lugar reservado visualmente para la escena celestial, que en este caso se sitúa con un coro de ángeles en las zonas bajas La cúpula. - En la cúpula, el techo se "abre" al cielo y en un paisaje al aire libre una multitud bulliciosa, alrededor de una barandilla fingida, asiste a la resurrección milagrosa de un hombre que había sido asesinado, para que testifique la inocencia del padre del Santo, injustamente acusado del crimen. En el lado noroeste de la cúpula se sitúa el grupo principal con los dos protagonistas del milagro. San Antonio está representado como un humilde fraile franciscano que, elevado sobre una roca (para subrayar su importancia dentro de la escena), invoca al difunto para que hable. El cadáver, con el color y la rigidez de la muerte, es del estilo de las figuras fantasmagóricas que aparecen en otras obras del pintor. Aunque este suceso, según la tradición religiosa, tuvo lugar en la Lisboa medieval, Goya lo traslada al Madrid de fines del siglo XVIII y probablemente a la ribera del Manzanares. El ambiente popular recuerda al de sus cartones para tapices, donde abundan los chiquillos que –como éstos subidos a la baranda- hacen la escena más festiva y real. El pintor presenta todo un estudio de la naturaleza humana a través de la variedad de personajes, y de las aptitudes que cada uno adopta ante al milagro. En las tres muchachas que cuchichean entre sí apoyadas en la barandilla, refleja el "majismo" y el ambiente galante que rodeaba la ermita. Este grupo, el más famoso de la Florida, fue repetido por el propio artista en dos lienzos titulados Majas al balcón, y también por otros pintores como Lucas o Manet. El uso del color que hace Goya en la cúpula, a base de fuertes contrastes, se puede apreciar en estas dos figuras de gran delicadeza. Los rostros se construyen con rosas nacarados, sombras y negros, y las vestiduras con grandes manchas de rojos, amarillos, blancos y azules, en oposición con la entonación general grisácea del fondo y el azul claro del cielo. La composición en la cúpula se equilibra con el personaje de brazos extendidos, puesto en pie sobre una grada en contraposición con la figura del santo. En él se acentúan los efectos de perspectiva utilizados por el pintor: las figuras están vistas de abajo arriba y ligeramente escorzadas, de forma que la luz de la linterna les ilumina el rostro y deja en penumbra la mandíbula y el cuello. Otro recurso para dar sensación de realidad es la comunicación que se establece entre el mundo pictórico y el real, como por ejemplo a través de la dama con falda roja, que está mirando al espectador acodada en la barandilla. Esta preciosa maja pertenece a un universo muy diferente al de otras figuras de carácter extraño, situadas en un segundo plano y apenas esbozadas, que recuerdan a las Pinturas Negras. En este detalle, en la cabeza que se destaca sobre el fondo, se puede observar cómo el artista consigue la expresión del rostro con dos toques de pincel, anticipándose a lo que un siglo después se denominaría expresionismo. Mientras que en la mantilla de la muchacha, las pinceladas sueltas y disociadas, preludian el impresionismo. Una forma de pintar y de expresarse en la que se encuentra el germen de todo el arte de nuestro tiempo El paisaje de fondo de este sector de la cúpula se corresponde con las vistas de la sierra de Guadarrama y las arboledas cercanas al río, que se divisan desde este lado de la ermita. Delante, los personajes más cercanos al milagro - algunos mendigos y una pareja joven- expresan una profunda devoción que contradice la afirmación de algunos críticos de la falta de sentimiento religioso de esta escena. Esta delicada dama envuelta en un manto blanco que contempla con asombro el milagro, como el resto de las figuras, está pintada de forma rápida, abocetada y a base de manchas de color. Después, el artista ha configurado el rostro, las formas y los ropajes con pinceladas sueltas y veladuras, que dan incluso sensación de relieve. Bóveda y paramentos del lado de la Epístola. - En las bóvedas y paramentos a ambos lados de las ventanas se disponen ángeles femeninos sobre un fondo de cortinajes. Esta versión de la corte celestial se encuentra también en obras de Tiépolo y otros artistas, pero Goya consigue en La Florida una interpretación completamente original. Las "ángelas" están representadas como mujeres de gran sensualidad y belleza, vestidas con suaves túnicas y dotadas de enormes alas. Con razón llamaron poderosamente la atención de los estudiosos del siglo XIX, que las describían con "cutis de camelia, ojos de fuego y hermosura de meretriz". El encanto de estas pinturas está potenciado por la forma que tuvo el artista de iluminar las figuras, de abajo arriba, simulando el reflejo de las velas de los altares o fingidas candilejas, con un efecto de solemnidad teatral. Hoy día la instalación eléctrica intenta respetar las intenciones del pintor. Bóveda de los pies de la Iglesia. - Aprovechando la curvatura del arco, el artista sitúa en la clave simétricamente dos serafines espectaculares que sobrevuelan con las alas extendidas. Al igual que la mayoría de sus compañeras, descorren los pesados cortinajes, como si se tratara de un escenario y mostraran lo que sucede arriba al espectador. Con este artificio el artista consigue dar una solución lógica a su inversión de las escenas, y de nuevo otorga al conjunto un cierto aire teatral. Aquí, como en todas las bóvedas, la tonalidad que domina es el gris perla de fondo, el rosa de las carnaciones y el blanco de los vestidos, salpicados con algunos toques de ocre dorado, azul, verde y rojo. Una paleta más reducida y fría que contrasta con el vivo colorido de la cúpula. Las ángelas situadas en el lateral izquierdo se encuentran bastante dañadas a causa de una gotera. En 1940 se "arrancó" del muro esta parte de la pintura y, una vez saneada la pared, se volvió a colocar. Las formas y los colores que prácticamente se habían perdido, se han recuperado en gran medida en la última restauración. Además, durante las labores de limpieza se descubrió la firma incisa de Goya en el borde inferior izquierdo de esta zona. Bóveda y paramentos del lado del Evangelio. - Según la tradición, en estos personajes el pintor había retratado a las damas más famosas de la sociedad de su tiempo. Esto es sólo una leyenda, pero quizás producían esta impresión porque sin duda recuerdan a sus retratos cortesanos en los gestos, las vestiduras y la forma de posar. Estas tres ángelas de la bóveda del Evangelio llevan, el vestido de corte, de gasa muy fina y ceñido con fajas de vistosos colores. Los riquísimos detalles que se aprecian, especialmente en la túnica de la encantadora morena de moño alto y mejillas sonrosadas, remiten a un mundo refinado y elegante muy distinto al ambiente popular de la cúpula. Aquí en la Florida el artista consiguió de forma muy especial lo que él mismo denominaba "la magia del ambiente", es decir, el aire y el espacio en que se mueven los personajes en la pintura, logrado a través de la luz, el movimiento y el color. Bóveda del Presbiterio. - Más próximas al altar mayor, las figuras del arco del presbiterio muestran una profunda devoción religiosa. Son mujeres también de gran belleza pero con unas actitudes menos profanas que las de algunas de sus compañeras. El barroquismo y colorido de las ángelas en vuelo con alas de mariposa, en el centro de la bóveda, contrasta con la sencillez y "modernidad" de aquellas situadas en los extremos. Así, la figura rubia de melena larga y aire de emoción intensa recuerda a personajes femeninos de pintores románticos, como Delacroix, mientras que la pareja del lado opuesto está más cercana a la pintura realista del estilo de Daumier que se impondría cincuenta años después Pechinas. - En las pechinas y claves de las bóvedas laterales se disponen angelitos desnudos, sentados o tumbados en suaves cojines, que juguetean e intentan ayudar a las ángelas con los cortinajes. Para dar unidad al conjunto decorativo de la capilla, estos querubines son similares a los que se encuentran en la lámpara de bronce y los remates de los altares. Sin embargo, los de Goya resultan muy diferentes, pues están interpretados con la naturalidad, delicadeza y ternura con las que él solía tratar los temas infantiles. Ábside. - La escena principal de la Gloria, la Adoración de la Trinidad, se desarrolla en el ábside. Los ángeles en actitud orante se agrupan en torno al conjunto escultórico al que acompañan. La tonalidad dorada del fondo, distinta de las otras zonas, sugiere el reflejo de los rayos luminosos que parten del símbolo divino. Es la parte más tradicional de la ermita con un tratamiento mucho más conservador de la composición, las actitudes y los gestos, lo que produce un fuerte contraste con el resto de la obra La técnica del fresco. - La técnica que utilizó el artista en estas pinturas es la del fresco, y consiste en extender sobre el muro una capa de mortero húmedo de cal y arena en la zona a trabajar en el día, llamada "jornada". En esta superficie se dibuja el motivo a pintar con la ayuda de cartones (bocetos) y un punzón, dejando marcas incisas –como se puede observar en el detalle -. Después, antes de secarse, se aplican los pigmentos mezclados con agua. La humedad produce la carbonización de la cal que une indisolublemente la pintura a la pared. Panteón conmemorativo. - A los pies del presbiterio se encuentra la tumba de Goya, Es de granito y tiene adosada la lápida de piedra caliza que señalaba su sepultura en el cementerio de Burdeos. Goya murió en Burdeos en 1828, ciudad francesa donde se había exiliado voluntariamente en tiempos de Fernando VII. Más tarde sus restos fueron trasladados a España y en 1919 recibieron solemne sepultura en esta capilla, elegida como el lugar más idóneo para su panteón. El pintor fue enterrado en Francia con su amigo y consuegro Martín Miguel de Goicoechea y siguen descansando juntos en San Antonio de la Florida, pues se trajeron los dos cuerpos ante posibles dudas de identificación. A Goya además le falta la cabeza, robada sin duda en el siglo pasado para estudios frenológicos.