El nuevo texto refundido de consumidores y usuarios.

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El nuevo texto refundido de consumidores y usuarios
Gema Alejandra BOTANA GARCÍA
Profesora Titular de la Universidad Europea de Madrid
Diario La Ley, Nº 6990, Sección Doctrina, 16 Jul. 2008, Año XXIX, Ref. D-223, Editorial LA LEY
LA LEY 23015/2008
Nos encontramos ante un exhaustivo y detallado estudio de la regulación de consumo que establece la
importantísima reforma ofrecida por el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y
Usuarios. Es el objetivo global de la revisión, la instauración del mercado interior para los consumidores,
estableciendo el equilibrio adecuado entre el alto nivel de protección
de éstos y la competitividad de las
empresas, garantizándose, al mismo tiempo, el estricto respeto del principio de subsidiariedad
Disposiciones comentadas
I. INTRODUCCIÓN
El Derecho estatal español sobre protección de los consumidores se ha caracterizado por la existencia de una ley
general, la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, y de varias leyes
específicas que protegían al consumidor en determinados aspectos, leyes que normalmente habían sido dictadas
con el fin de incorporar al Derecho interno una Directiva comunitaria. El resultado de esta actividad legislativa ha
provocado una complejidad enorme que se debe, precisamente, a la heterodoxia legislativa, lo que ha llevado a
algunas voces a reclamar la necesidad de un panorama inteligible a la hora de legislar sobre protección de los
consumidores (1) . Como prueba de esta necesidad última sólo basta citar la Ley 44/2006, de 29 de diciembre, de
Mejora de la Protección de los Consumidores y Usuarios que modificó la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios, la Ley de Condiciones Generales de la Contratación, la Ley Reguladora del Contrato de
Aparcamiento de Vehículos, la Ley General de Telecomunicaciones, el Texto Refundido de la Ley de Ordenación y
Supervisión de los Seguros Privados, la Ley por la que se crea la Agencia Española Alimentaria y Nutrición, la Ley
de Horarios Comerciales y, no conforme con ello, se anunciaba la reforma, en el plazo de dos años, de las reglas
sobre infracciones y sanciones en materia de consumo prevista en la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios; en el plazo de un año, una regulación del Sistema Arbitral de Consumo, regulando
también el arbitraje virtual; en el citado plazo de un año, la actualización del catálogo de bienes y servicios de uso
común; y, finalmente, en el plazo de doce meses, se habilitaba al Gobierno para proceder a refundir, en un único
texto, la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y las normas de
transposición de las directivas comunitarias dictadas en materia de protección de los consumidores y usuarios, que
incidiesen en los aspectos regulados en ella, regularizando, aclarando y armonizando los textos legales que tuvieran
que ser refundidos. Hay quien ha concluido (2) , sin faltarle razón, que esta norma debía haberse aprovechado
para introducir la refundición de la diversa normativa referente a la defensa de los consumidores y usuarios, ya que
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sólo hubiera debido esperarse 11 meses más a la vista de la publicación del nuevo Texto Refundido de la Ley
General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios.
El propósito de refundición ya se estableció en la Ley de Garantías en la Venta de Bienes de Consumo, de 10 de
julio de 2003, dándose al legislador un plazo de dos años que ha resultado manifiestamente incumplido. En aquel
momento, la doctrina puso de manifiesto la dificultad de dicho propósito y la necesidad de que el mismo
respondiese a una obra producto de la reflexión. Se trataba de codificar la protección de los consumidores en un
único texto y ello debería responder a una importante labor por parte del legislador de coordinación y subordinación
de la normativa existente. Sin embargo, no debía olvidarse que debe legislarse teniendo en cuenta otros cuerpos
normativos como el Código civil, Código de comercio, etc. En definitiva, se trataba de una obra de gran
envergadura que se hacía difícil que se consiguiese en un lapso de tiempo tan corto como eran 12 meses, aunque
se habilitase al Gobierno para ello como ocurrió en la citada Ley de Mejora. Sin embargo, el pasado 30 de
noviembre de 2007, se publicó en el BOE el Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se
aprobó el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes
complementarias (en adelante, TRLGDCU).
A dicha importantísima reforma se ha añadido la Ley 43/2007, de 13 de diciembre, de Protección de los
Consumidores en la Contratación de Bienes con Oferta de Restitución del Precio y el reciente Real Decreto
231/2008, de 15 de febrero, por el que se regula el Sistema Arbitral de Consumo.
Por otra parte, conviene recordar que en el 2004, la Comisión puso en marcha la revisión del acervo en materia de
consumo con vistas a mejorar el logro de los objetivos establecidos en la iniciativa «Legislar mejor» significando y
completando el marco regulador existente. El proceso de revisión se expuso en la Comunicación de 2004 «Derecho
contractual europeo y revisión del acervo: perspectivas para el futuro». Dicho proceso engloba ocho Directivas
destinadas a proteger a los consumidores. El objetivo global de la revisión es instaurar un auténtico mercado
interior para los consumidores, estableciendo el equilibrio adecuado entre el alto nivel de protección de éstos y la
competitividad de las empresas, al tiempo que se garantiza el estricto respeto del principio de subsidiariedad. Lo
ideal sería que, al término del ejercicio, fuera posible decir a los consumidores de la Unión Europea: «Esté donde
esté o compre donde compre en la Unión Europea, sus derechos básicos son los mismos». Este objetivo está en
consonancia con el enfoque adoptado por la Comisión en su Comunicación «Una agenda de los ciudadanos —
logrando resultados para Europa». En otras palabras, es necesario estimular la confianza de los consumidores en el
mercado interior, garantizándoles un alto nivel de protección en toda la Unión Europea. Los consumidores han de
poder confiar en la igualdad de derechos y poder recurrir a soluciones jurídicas equivalentes cuando tengan
problemas.
Por ello, a comienzos del año pasado, la Comisión Europea presentó el Libro Verde sobre la revisión del acervo en
materia de consumo (3) en el que se pretenden recabar opiniones de todas las partes interesadas sobre las
posibles políticas para proceder a la revisión del acervo en materia de consumo y otras cuestiones específicas
como las posibles opciones para el futuro en la política sobre protección de los consumidores. Habrá que esperar a
los resultados de la consulta para que la Comisión constate si es necesaria una nueva iniciativa legislativa (4) . No
obstante, no podemos dejar de evidenciar la necesidad de conseguir una cierta homogenización europea de las
reglas aplicables al Derecho patrimonial (5) . Las instituciones comunitarias han intentado, sin mucho éxito, esta
unificación. Las Resoluciones del Parlamento Europeo de 26 de junio de 1989 (6) y de 6 de mayo de 1994 (7)
plantearon por primera vez, desde el punto de vista institucional, la elaboración de un «Código Europeo de Derecho
Privado» resultando ser los primeros pasos al respecto. Mayor impacto tuvieron la Comunicación de la Comisión al
Consejo y al Parlamento Europeo, de 11 de julio de 2001, sobre Derecho contractual europeo (8) y la Resolución
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del Parlamento Europeo, de 15 de noviembre de 2001, relativa al proceso de armonización del derecho privado de
los Estados miembros (9) donde se ponía de manifiesto la enorme dificultad que la armonización del Derecho civil de
los Estados miembros tiene, al tratarse de un tema delicado y con gran carga política. En todos estos instrumentos
comunitarios la Comisión Europea reconoce la existencia de una fuente comunitaria en Derecho de los contratos de
consumo teniendo en cuenta que las Directivas sobre protección de los consumidores enuncian reglas relativas a la
conclusión del contrato, es decir, las obligaciones de las partes contractuales y las que se refieren expresamente a
las obligaciones de información a suministrar por las partes en las diferentes fases de la contratación, en particular,
antes de la conclusión del contrato (10) .
En definitiva, el fin deseable, tanto si la codificación del derecho de consumo se considera provisional o no, es su
instrumentalidad. La construcción de un derecho europeo de los contratos no puede dejar de marcar los nexos con
las normas de consumo ni de insertarlas en su lugar (11) .
II. EL TEXTO REFUNDIDO DE LA LEY GENERAL PARA LA DEFENSA DE LOS CONSUMIDORES Y
USUARIOS
El TRLGDCU pone de manifiesto, en su primer artículo, párrafo primero, su vinculación directa con la Constitución
Española tratando de señalar la relación que la protección de los consumidores y usuarios tiene con otros principios
constitucionales alegando, explícitamente, el doble significado del art. 51 de la Constitución, como mandato para el
legislador, por una parte, y, en otro aspecto, como principio informador del ordenamiento jurídico, en aplicación de
lo dispuesto en el art. 53.3 del mismo texto legal.
El art. 51 se incluye dentro de los «Principios rectores de la política social y económica» regulado en el Capítulo
Tercero, dentro del Título I, relativo a los derechos y deberes fundamentales. El párrafo primero de dicho precepto
determina,
que: «Los poderes públicos garantizarán la defensa de los consumidores y usuarios protegiendo
mediante procedimientos eficaces, la seguridad, la salud y los legítimos intereses de los mismos». Por lo tanto, la
protección y defensa de los consumidores se atribuye, fundamentalmente, a los poderes públicos, sin perjuicio de
la labor que puedan desarrollar las asociaciones de consumidores en la protección de los mismos. Ello, a pesar de
que los poderes públicos arbitren fórmulas alternativas de carácter privado y aunque la supervisión de la actividad
privada esté presidida por las diversas Administraciones Públicas que tengan asumida la competencia en esta
materia.
Consciente de la importancia del desarrollo de los movimientos colectivos organizados en materia de consumo y
atendiendo a la normativa comunitaria que impulsan su desarrollo, dispone el párrafo segundo del mencionado art.
51
que: «Los poderes públicos promoverán la información y la educación de los consumidores y usuarios,
fomentarán sus organizaciones y oirán a éstas en las cuestiones que puedan afectar a aquéllos, en los términos
que la ley establezca». Este apartado contiene lo que se ha llamado derechos de carácter instrumental, en relación
con el primer apartado de este mismo precepto que contiene lo que son derechos fundamentales en relación con la
defensa de los consumidores. Según el art. 23.1 del TRLGDCU, las asociaciones de consumidores y usuarios que la
Constitución recoge en el art. 51.2 tendrán la finalidad de defender los derechos e intereses legítimos de los
consumidores, incluyendo su formación y educación, bien con carácter general, bien en relación con bienes o
servicios determinados. El art. 8.e) de esa misma norma reconoce, como uno de los derechos básicos de los
consumidores y usuarios, la audiencia en consulta, la participación en el procedimiento de elaboración de las
disposiciones generales que les afectan directamente y la representación de sus intereses a través de las
asociaciones, agrupaciones, federaciones o confederaciones de consumidores y usuarios legalmente constituidas.
Para la identificación de las normas objeto de refundición, el legislador consideró el listado del anexo de la Directiva
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98/27/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de mayo de 1998, relativa a las acciones de cesación en
materia de protección de los intereses de los consumidores y usuarios, que identifica las disposiciones comunitarias
dictadas en materia de protección de los consumidores y usuarios, y, en consecuencia, las normas de
transposición respecto de las cuales debía examinarse la procedencia de su incorporación al texto refundido.
Partiendo de esta premisa, el Texto Refundido se estructura en Cuatro Libros, el primero de ellos, dedicado a
«Disposiciones Generales» donde se incluye el ámbito de aplicación y derechos básicos de los consumidores y
usuarios, con un especial desarrollo en el Título II del derecho de representación, consulta y participación y
régimen jurídico de las asociaciones de consumidores y usuarios; a continuación, el Título III se centra en la
«Cooperación institucional», para proceder a acometer, en los dos últimos Títulos, la «Potestad Sancionadora» y
los «Procedimientos judiciales y extrajudiciales de protección de los consumidores y usuarios». El Libro Segundo se
centra en los contratos con los consumidores y usuarios, condiciones generales y cláusulas abusivas, contratos
celebrados a distancia, contratos celebrados fuera de establecimientos comerciales y garantías y servicios
posventa. El Libro Tercero está dedicado a la responsabilidad civil por bienes o servicios defectuosos finalizando,
con el Libro Cuarto, con la regulación de los viajes combinados. Esta ordenación ha supuesto la derogación de las
siguientes disposiciones (12) :
1. Los arts. 48 y 65.1, letras n) y ñ) y la disposición adicional primera de la Ley 7/1996, de 15 de
enero, de Ordenación del Comercio Minorista. Igualmente se derogan, en la disposición final única de
la Ley 7/1996, de 15 de enero, las menciones que se realizan al art. 48 y la disposición adicional
primera, en su párrafo primero, e íntegramente su último párrafo. No obstante, la regulación sobre
contratos a distancia contenida en la norma citada anteriormente queda vigente para la regulación
de las relaciones empresariales.
2. La Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios.
3. La Ley 26/1991, de 21 de noviembre, sobre Contratos Celebrados Fuera de los Establecimientos
Mercantiles.
4. La Ley 22/1994, de 6 de julio, de Responsabilidad Civil por los Daños Causados por Productos
Defectuosos.
5. La Ley 21/1995, de 6 de julio, Reguladora de los Viajes Combinados.
6. La Ley 23/2003, de 10 de julio, de Garantías en la Venta de Bienes de Consumo.
Pero si importantes han sido las inclusiones en el Texto Refundido, no menos importante son las materias que han
quedado excluidas del mismo. En el texto introductorio se indica que otras normas de transposición de las
Directivas comunitarias citadas en el anexo de la Directiva 98/27/CE, sin embargo, instrumentan regímenes jurídicos
muy diversos que regulan ámbitos sectoriales específicos alejados del núcleo básico de la protección de los
consumidores y usuarios. Tal es el caso de las leyes que regulan los servicios de la sociedad de la información y el
comercio electrónico (13) , las normas sobre radiodifusión televisiva y la Ley 29/2006, de 26 de julio, de Garantías
y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios. A estas normas se añadió la Ley 7/1995, de 23 de
marzo, de Crédito al Consumo (14) , la Ley 42/1998, de 15 de diciembre, sobre Derechos de Aprovechamiento por
Turno de Bienes Inmuebles de Uso Turístico y Normas Tributarias (15) , la Ley 34/1998, de 11 de noviembre, de
General Publicidad (16) . Se cierran las exclusiones señalando que las normas reglamentarias que transponen
directivas dictadas en materia de protección a los consumidores y usuarios, tales como las relativas a indicación de
precios, etiquetado, presentación y publicidad de productos alimenticios, etc., no se incorporan al TRLGDCU, toda
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vez que, como ha declarado el Consejo de Estado, la delegación legislativa no autoriza a incorporar al texto
refundido disposiciones reglamentarias, ni para degradar el rango de las disposiciones legales excluyéndolas de la
refundición (17) .
Otra cuestión de interés es el análisis de las cuestiones vinculadas con las atribuciones de competencias entre el
Estado y las Comunidades Autónomas que requiere tomar como premisa la situación resultante de los preceptos
constitucionales, los Estatutos de Autonomía, las Leyes Orgánicas de Transferencias a las que hace mención el
art. 150.2 de la Constitución y la doctrina del Tribunal Constitucional construida, entre otras, en torno a las
sentencias 88/1986, 15/1989, 62/1991 y 202/1992, según la cual, dicho precepto no es una norma de atribución
de competencias ya que la Constitución no asigna exclusivamente al Estado la competencia legislativa sobre
defensa de los consumidores y usuarios, ni lo incluye como un título competencial específico. No obstante, precisar
que, a efectos prácticos, las diferencias existentes en el grado de asunción competencial de las distintas
Comunidades Autónomas han tenido una trascendencia prácticamente nula pues, evidentemente, la asunción en
exclusividad de la competencia incorpora idénticas limitaciones que la asunción en el nivel de desarrollo. La
competencia de defensa de los consumidores se reconvierte, en la práctica, en una competencia también de
desarrollo de la normativa estatal. La jurisprudencia constitucional tampoco ha querido discriminar estos distintos
niveles de asunción competencial, llegando a declarar, incluso, explícitamente,
la
identidad
del ámbito
competencial para todas las Comunidades Autónomas.
El TRLGDCU ha dedicado su Disposición Final Primera a regular las cuestiones competenciales, no sin antes aclarar
que el Texto Refundido no prejuzga cuáles son las Administraciones públicas competentes en relación con las
materias contenidas en él, consciente de que la protección de los consumidores es una materia pluridisciplinar en la
que concurren diversas Administraciones. Por ello, se declara, que las Administraciones públicas competentes
serán, en cada caso, las que tengan atribuida tal competencia por razón de la materia con pleno respeto a la
autonomía organizativa de las distintas Administraciones involucradas, en particular, en las materias relacionadas
con la salud y el turismo.
Se considera de carácter básico y se dictan en el uso de competencias exclusivas del Estado, las disposiciones
sobre el ámbito de aplicación y la irrenunciabilidad de los derechos reconocidos al consumidor y usuario. Por otra
parte, las disposiciones sobre los derechos básicos de los consumidores y usuarios (art. 8), los bienes y servicios
de uso común (art. 9), información de los consumidores y usuarios, etiquetado y presentación de los bienes y
servicios (art. 18), concepto y fines de las asociaciones de consumidores y usuarios (art. 23.1 y 3), uso exclusivo
de la denominación de asociación de consumidores y usuarios (18) , pérdida de la condición de asociación de
consumidores y usuarios (art. 26), el Registro Estatal de Asociaciones de Consumidores y Usuarios (Capítulo III) y
los procedimientos judiciales y extrajudiciales de protección de los consumidores y usuarios tienen la consideración
de carácter básico al dictarse al amparo de las competencias que corresponden al Estado en el art. 149.1.1.ª, 13.ª
y 16.ª de la Constitución Española.
Por otra parte, el art. 24 del TRLGDCU donde se prevé la legitimación de las asociaciones de consumidores y
usuarios, el Título V, del Libro Primero, dedicado a los procedimientos judiciales y extrajudiciales de protección de
los consumidores y usuarios, las disposiciones transitorias sobre garantía comercial, productos de naturaleza
duradera y la responsabilidad civil por los daños causados por productos defectuosos puestos en circulación con
anterioridad al 8 de julio de 1994, así como las disposiciones finales sobre modificación de cuantías, desarrollo
reglamentario y aplicabilidad del régimen reglamentario en materia de infracciones y sanciones se han dictado,
también, en virtud de las competencias exclusivas que corresponden al Estado en materia de legislación mercantil,
procesal y civil, conforme al art. 149.1.6.ª y 8.ª de la Constitución Española.
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Finalmente, la disposición final primera termina con un último apartado donde se señala que el resto de los
preceptos del Título II del Libro Primero dedicado al derecho de representación, consulta y participación y régimen
jurídico de las asociaciones de consumidores y usuarios serán de aplicación a aquellas asociaciones con
competencia estatal.
El texto introductorio precisa que las referencias a las Administraciones públicas competentes o la inclusión en el
Texto Refundido de normas sobre contratos cuyo control administrativo está atribuido a Administraciones
sectoriales distintas de las competentes en materia de consumo, no tiene efectos de atribución o modificación de
las competencias administrativas atribuidas por la normativa estatal o autonómica que resulte de aplicación.
El carácter imperativo de los derechos reconocidos en el TRLGDCU se manifiesta en el art. 10, al establecer que:
«La renuncia previa a los derechos que esta norma reconoce a los consumidores y usuarios es nula». La protección
de los consumidores y usuarios se complementa con la prohibición y sanción del fraude de ley, al establecer el
citado art. 10 in fine del Texto Refundido que, asimismo, son nulos los actos realizados en fraude de ley de
conformidad con lo previsto en el art. 6 del Código civil. Seguimos teniendo la misma duda respecto a los problemas
que surgen de interpretación al examinar el precepto a la luz del art. 6.4 del Código civil, según el cual: «Los actos
realizados al amparo del texto de una norma que persigan un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico, o
contrario a él, se considerarán ejecutados en fraude de ley y no impedirán la debida aplicación de la norma que se
hubiera tratado de eludir», ya que si, en este caso, la sanción del fraude es la aplicación de la norma defraudada,
en la norma destinada a evitar el fraude en la defensa de los consumidores la sanción es la nulidad del acto. Por
ello, en primer lugar, serán nulos los actos realizados en fraude de las normas prohibitivas destinadas a la defensa
de los consumidores y usuarios y, en segundo lugar, no impedirán la aplicación del TRLGDCU o de cualquier otra
norma cuya finalidad sea la defensa de los derechos de los consumidores y usuarios que se hubieran intentado
eludir (19) .
III. ÁMBITO DE APLICACIÓN
El art. 2 del TRLGDCU define el ámbito de aplicación de la norma que se realizará a las relaciones entre
consumidores o usuarios y empresarios. Para proceder en los siguientes artículos a definir el ámbito subjetivo a
través de un concepto general de consumidor y de usuario entendido como las personas físicas o jurídicas que
actúan en un ámbito ajeno a una actividad empresarial o profesional. La norma española da una definición de
consumidor como destinatario final por oposición al profesional. Es decir, el consumidor actúa para la satisfacción
de sus necesidades personales o familiares. Esta definición resulta de la conjunción de dos criterios:
1.º El criterio de la finalidad del contrato. Se exige que los bienes o servicios no estén destinados al
desarrollo de una actividad empresarial o profesional, ya sea pública o privada.
2.º El criterio de la competencia del autor del acto de consumo. Cuando el consumidor actúa sin
competencia específica, como un simple particular, es lo que le convierte en consumidor final. En
consecuencia, habrá que incluir al empresario cuando no actúe como tal.
La utilización de la expresión «relaciones» implica la inclusión, dentro del ámbito de aplicación del Texto Refundido,
de cualquier situación en la que participe un consumidor o usuario con un empresario. Con este dato se confirma el
carácter horizontal del Texto Refundido. A pesar de esto, la norma no ha incluido expresamente algunas cuestiones
contractuales como el crédito al consumo o algunas modalidades contractuales como los contratos por vía
electrónica o los contratos de adquisición de un derecho de aprovechamiento por turno.
Es elemento fundamental de la noción de consumidor que la adquisición de bienes o servicios para uso privado se
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realice en relación a un empresario (20) . El Texto Refundido exige, precisamente, que las relaciones se entablen
entre consumidores o usuarios y empresarios. Por esta razón, quedarían excluidos tanto los contratos que tienen
lugar entre particulares como los celebrados entre empresarios. La causa de la primera exclusión ha de ser buscada
en que la finalidad de las normas protectoras de los consumidores consiste en defender al particular que contrata
con un empresario. Mientras que, en el caso de contratos efectuados entre empresarios, hay que presumir que son
expertos en el tráfico mercantil al dedicarse habitualmente a él (21) y, por ello, no necesitarían de una protección
específica basada, precisamente, en la inexperiencia de uno de los contratantes.
Con el TRLGDCU se pretende proteger a quien, en última instancia consume el bien o el servicio de que se trate;
no, en cambio, a quien interviene en la cadena de producción, distribución o comercialización de bienes o servicios.
El consumo empresarial se caracteriza, precisamente, por la adquisición por parte del empresario de bienes muebles
(fundamentalmente maquinaria) a otro empresario con la finalidad de usarlos en su explotación o revender, en el
marco de su actividad económica (22) . Además, a pesar de la inexpresividad del texto legal, hay que entender que
la Ley no exige una integración actual, sino que ésta puede ser proyectada. Hay integración cuando el producto se
utiliza o consume en la fabricación de un producto distinto o cuando se incorpora como parte constitutiva o
integrante de un producto determinado. En cambio, las adquisiciones que realiza el consumidor son para su
consumo personal o familiar.
La protección del consumidor se basa en la desigualdad entre las partes proveniente de la mayor competencia y
pericia del empresario (23) . Desequilibrio que puede producirse, también, cuando el profesional no contrata en el
sector de su actividad habitual. Esto tampoco significa que siempre que actúe fuera de su especialidad actúe
necesariamente fuera de su profesión. La apreciación de la especialidad profesional puede ser objeto de una
interpretación más o menos rigurosa, según el grado de complejidad de la actividad ejercida. De modo que, cuando
las adquisiciones realizadas por los profesionales no se relacionan con el tráfico peculiar, éstos podrían ser objeto
de una interpretación más o menos rigurosa, según el grado de complejidad de la actividad ejercida. En
consecuencia, cuando las adquisiciones realizadas por los profesionales no se relacionan con el tráfico peculiar de
su profesión, éstos podrían ser considerados como consumidores o usuarios. Tal solución no adolece de lógica si
tenemos en cuenta que la protección de los consumidores responde a la necesidad de equilibrar situaciones
jurídicas donde una de las partes está en situación de inferioridad con respecto a la otra parte. Sin embargo,
resultaría excesivamente problemático establecer una distinción como la apuntada ya que podría dar lugar a una
gran inseguridad jurídica al tener que analizar, en cada caso, si concurren todas las características que el
legislador consideró relevantes para otorgar su protección. Además, si procedemos a una asimilación sistemática en
este sector de la contratación de pequeños o medianos empresarios a la situación de consumidores, corremos el
riesgo de difuminar, excesivamente, la noción misma de consumidor. A salvo la opinión de que las diferentes
finalidades de protección a que atiende los diferentes sectores donde han recibido un tratamiento específico los
consumidores exigiría una concepción también diferenciada (24) , que pudiera ser lo más adecuado para una eficaz
protección del consumidor y del mercado y no única definición aplicable a todos los ámbitos donde tiene incidencia
la protección de los consumidores, como parece en parte suceder en nuestro país al ser definido expresamente el
consumidor en el art. 3 del TRLGDCU.
La noción a la que se acoge el Texto Refundido asimila sistemáticamente el consumidor a la figura del contratante.
La doctrina (25) llama a este tipo de consumidor, consumidor jurídico frente al consumidor material que, sin haber
adquirido la cosa, puede utilizarla. Además, el Texto Refundido, a diferencia de las Directivas comunitarias,
considera consumidores o usuarios no sólo a las personas físicas sino también a las jurídicas (18) . En
consecuencia, para calificar a una persona jurídica como consumidora deberá exigírsele que reúna los mismos
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requisitos que debe reunir el consumidor persona física (26) . Por lo tanto, esta inclusión no tiene excesiva
trascendencia puesto que se reducirá a aquellos supuestos de personas jurídicas que, sin finalidad de lucro,
transmitan a título gratuito (o a precio coste) los bienes y servicios adquiridos (27) . Sería, por ejemplo, el caso de
las fundaciones o asociaciones que adquieren bienes o servicios para que sean utilizados por los miembros de la
entidad. Sin embargo, el Tribunal Supremo, en sentencia de 13 de noviembre de 1995, otorgaba la protección del
art. 10 de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios a una sociedad anónima.
El legislador español no siempre sigue la noción de consumidor o usuario concreta prevista en el art. 3 del
TRLGDCU. Hay ocasiones en las cuales se mueve implícitamente en una noción abstracta al referirse al consumidor
como ciudadano interesado en obtener una adecuada calidad de vida. Así ocurre en el Capítulo III sobre
«Protección de la salud y seguridad», lo mismo que en el Capítulo IV sobre el «Derecho a la información, formación
y educación» y en el Título II sobre «Derecho de representación, consulta y participación y régimen jurídico de las
asociaciones de consumidores y usuarios».
Es más, en el Libro Tercero sobre «Responsabilidad civil por bienes o servicios defectuosos», al menos en los
supuestos de responsabilidad objetiva contemplados por el art. 128 del TRLGDCU, relativo a la indemnización de
daños, el sujeto protegido es todo perjudicado siendo indiferente que haya contratado o no el bien o servicio y,
por tanto, que sea o no destinatario final en el sentido del art. 3 del TRLGDCU.
Así pues, no puede afirmarse que la noción de consumidores y usuarios establecida en el art. 3 sirva para delimitar
la aplicación del TRLGDCU en todas sus partes. No hay que olvidar que el Texto Refundido es una ley general en el
sector de la normativa de protección de los consumidores lo que explica que sean muy heterogéneas las materias
sobre las que se proyecta su disciplina. Y como consecuencia que sean diversas las perspectivas desde las que el
legislador afronte los diferentes problemas.
Y, por supuesto, esa noción del art. 3 del Texto Refundido no rige para otros textos legales en los que se trata
también de consumidores. Ejemplos de esto último los tenemos en la Ley de Crédito al Consumo donde se define al
consumidor como «a la persona física que, en las relaciones contractuales que en ella se regulan, actúa con un
propósito ajeno a su actividad empresarial o profesional».
El TRLGDCU, en el art. 4, aparece bajo la rúbrica «Concepto de empresario» definido de la siguiente forma: «A
efectos de lo dispuesto en esta norma, se considera empresario a toda persona física o jurídica que actúa en el
marco de su actividad empresarial o profesional, ya sea pública o privada». En esta ocasión, el legislador español,
que define por primera vez al empresario, ha renunciado a definir al empresario en función de un género de
actividad determinado, extendiendo su ámbito de aplicación a cualquier actividad profesional desempeñada por el
empresario. Al concepto de empresario deben añadirse el de productor definido como el fabricante del bien o al
prestador del servicio o su intermediario, o al importador del bien o servicio en el territorio de la Unión Europea, así
como a cualquier persona que se presente como tal al indicar en el bien, ya sea en el envase, el envoltorio o
cualquier otro elemento de protección o presentación, o servicio su nombre, marca u otro signo distintivo (art. 5).
Sin olvidarnos que, en el ámbito de aplicación, también se incluye el concepto de proveedor descrito como el
empresario que suministra o distribuye productos en el mercado, cualquiera que sea el título en virtud del cual
realice dicha distribución. Concepto que necesita de ser acompañado del «Concepto de producto» como todo bien
mueble conforme a lo previsto en el art. 335 del Código civil.
El TRLGDCU no alude a los colaboradores del empresario. Hubiera parecido más acertada la inclusión, dentro de la
noción de empresario, de sus colaboradores ya que normalmente aquél actuará en el tráfico auxiliado por éstos.
IV. DERECHOS BÁSICOS DE LOS CONSUMIDORES Y USUARIOS
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El art. 8 del TRLGDCU contiene una lista de derechos básicos de los consumidores y usuarios a semejanza de otras
formuladas con anterioridad:
a) La protección contra los riesgos que puedan afectar a su salud o seguridad.
b) La protección de sus legítimos intereses económicos y sociales; en particular, frente a la inclusión
de cláusulas abusivas en los contratos.
c) La indemnización de los daños y la reparación de los perjuicios sufridos.
d) La información correcta sobre los diferentes bienes o servicios y la educación y divulgación para
facilitar el conocimiento sobre su adecuado uso, consumo o disfrute.
e) La audiencia en consulta, la participación en el procedimiento de elaboración de las disposiciones
generales que les afecten directamente y la representación de sus intereses, a través de las
asociaciones, agrupaciones, federaciones o confederaciones de consumidores y usuarios legalmente
constituidas.
f) La protección de sus derechos mediante procedimientos eficaces, en especial, ante situaciones de
inferioridad, subordinación e indefensión.
Como se observa, el catálogo legal de derechos del consumidor del art. 8 es más amplio que el recogido
constitucionalmente, pues añade algunos y amplía la formulación de los ya existentes en el art. 51 de la
Constitución, aunque prácticamente los mismos que el antiguo art. 2.1 de la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios.
No obstante, una primera virtualidad del elenco de derechos básicos que contiene el art. 8 del Texto Refundido es
que, a partir del mismo, se ha estructurado la sistemática interna de la Ley. Así, el TRLGDCU regula, tras este art.
8, la protección de la salud y seguridad, Capítulo III; el derecho a la información, formación y educación, Capítulo
IV; la protección de los legítimos intereses económicos de los consumidores y usuarios, Capítulo V; el derecho de
representación, consulta y participación y régimen jurídico de las asociaciones de consumidores y usuarios, Título
II donde, además de contener la regulación de este derecho, se ha incorporado el régimen jurídico básico de las
asociaciones de consumidores y usuarios adoptado en la modificación normativa introducida por la Ley de Mejora
de la Protección de los Consumidores y Usuarios; la cooperación institucional, Título III, donde resulta
especialmente relevante las competencias en la materia de las Comunidades Autónomas y de las entidades locales;
la potestad sancionadora, Título IV; y los procedimientos judiciales y extrajudiciales de protección de los
consumidores y usuarios, Título V. Además, el Libro III se dedica a la responsabilidad civil por bienes o servicios
defectuosos.
Sin embargo, a pesar de que no se contemplaba en la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios,
ni tan siquiera se nombraba, algún otro derecho que se proclama en el art. 51 de la Constitución, como era el
reconocimiento del derecho a una protección del consumidor «mediante procedimientos eficaces», el nuevo Texto
Refundido dedica el Título V a procedimientos judiciales y extrajudiciales de protección de los consumidores y
usuarios donde se dedica, su primer Capítulo, a regular las acciones de cesación y el segundo Capítulo al Sistema
Arbitral del Consumo incorporando, en su regulación, las modificaciones introducidas por la Ley de Mejora de la
Protección de los Consumidores y Usuarios, conforme a la cual los pactos de sumisión al arbitraje se conducen al
momento en el que el consumidor puede evaluar correctamente el alcance de la decisión que, en la mayor parte
de los casos, se ve obligado a adoptar, y que es aquél en el que surge la controversia. Se eleva, con ello, la
protección del usuario ante fórmulas arbitrales no siempre lícitas y se garantiza la no renuncia previa a los
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derechos reconocidos legalmente. Esta regla se completa con la determinación de la nulidad de los pactos
suscritos contraviniéndola, en aplicación de las previsiones de la propia Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios sobre la irrenunciabilidad de los derechos reconocidos por la ley al consumidor (28) . La
tipificación de su vulneración, como infracción de consumo, se deduce claramente del art. 49, apartado 1.K), en el
que se califica como tal, el incumplimiento de los requisitos, obligaciones y prohibiciones establecidas en esta Ley y
disposiciones que la desarrollen.
Se incorpora al articulado, asimismo, las precisiones introducidas por la reiterada Ley 44/2006, de 29 de diciembre,
sobre la determinación reglamentaria de los supuestos en que podrá interponerse reclamación ante la Junta Arbitral
Nacional frente a las resoluciones de las juntas arbitrales territoriales sobre admisión e inadmisión de solicitudes de
arbitraje y el establecimiento, asimismo, en la norma reglamentaria, de los supuestos en que actuará un árbitro
único en la administración del arbitraje de consumo.
Como se ha referido, se acaba de dictar una nueva regulación (29) del sistema arbitral de consumo a través del
Real Decreto 231/2008, que entrará en vigor el 25 de agosto de 2008, salvo los arts. 25 y 27, que entraron en
vigor el 26 de febrero de 2008. En la nueva disposición se mantienen las características esenciales del arbitraje de
consumo. Sin embargo, como cabía esperar, se han introducido modificaciones, entre las que cabe destacar, la
necesidad
de
que
el órgano arbitral proponga de oficio las pruebas complementarias que se consideren
imprescindibles para la solución de la controversia. Además, el Presidente de la Junta Arbitral podrá acordar la
inadmisión de las solicitudes de arbitraje que resulten infundadas y, aquéllas, en las que no se aprecie afectación
de los derechos y legítimos intereses económicos de los consumidores. Por otra parte, además de las Juntas
Arbitrales de Consumo y los órganos arbitrales, dos nuevas instituciones se han regulado como son las Juntas
Arbitrales de Consumo y el Consejo General del Sistema Arbitral de Consumo que completarán la organización del
sistema arbitral de consumo. En la nueva disposición especial importancia tiene el tratamiento que se hace de las
ofertas públicas de adhesión al sistema arbitral de consumo aceptando la posibilidad de que sean limitadas. Una de
las grandes novedades es la posibilidad de que, en determinados casos, conozca un único árbitro siempre que así lo
acuerden las partes o cuando lo acuerde el Presidente de la Junta Arbitral, pero la cuantía de la controversia
deberá ser inferior a 300 euros y además, que la falta de complejidad del asunto así lo aconseje.
En cuanto al procedimiento arbitral destaca la posibilidad de acumular procedimientos arbitrales cuando existan
varias solicitudes de arbitraje presentadas por los consumidores frente a un mismo empresario reclamado en las que
concurre idéntica causa de pedir. Además, a diferencia del modelo de la Ley de Arbitraje, el arbitraje de consumo
es un arbitraje de equidad, salvo que las partes opten expresamente por la decisión en derecho. Ello no significa
que los árbitros puedan apoyar su decisión en las normas jurídicas y en los pactos contractuales. La regulación de
la mediación de consumo se deja a las Comunidades Autónomas aunque se señala que, tras admitir la solicitud de
arbitraje, se intentará mediar para que las partes alcance un acuerdo que ponga fin al conflicto. Mediación que
tendrá que producirse durante el procedimiento arbitral.
Finalmente, destacar que el Real Decreto 231/2008 regula específicamente el arbitraje de consumo electrónico que
será aquel que se sustancie íntegramente por medios electrónicos, sin perjuicio de que alguna actuación arbitral
deba practicarse por medios tradicionales; y, el arbitraje de consumo colectivo que tiene por objeto resolver en un
único procedimiento arbitral de consumo los conflictos que, en virtud del mismos presupuesto fáctico, hayan podido
lesionar los intereses colectivos de los consumidores y usuarios, afectando a un número determinado o
determinable de éstos.
Además del reconocimiento de los derechos del consumidor y usuario, el Texto Refundido pretende establecer una
protección especial, de carácter preferente, cuando el consumo se refiera a bienes o servicios de uso común por
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parte de los ciudadanos. Así, el art. 9 del TRLGDCU dispone que: «Los poderes públicos protegerán prioritariamente
los derechos de los consumidores y usuarios cuando guarden relación directa con bienes o servicios de uso o
consumo común, ordinario y generalizado». Esta afirmación resulta oportuna si se tiene en cuenta que, en estos
casos, una falta de protección en ámbitos como la salud o la seguridad podría tener consecuencias dramáticas. Sin
embargo, esta declaración queda en el ámbito de los principios generales, casi a modo de desideratum, pues no se
establecen formas concretas de protección en la Ley y apenas se regulan en otras normas reglamentarias que la
han desarrollado, como ya ocurría en la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios (30) .
La nueva redacción del art. 8 del TRLGDCU, como el antiguo art. 2.1, tiene un marcado carácter programático (31)
lo que implica tres cosas: 1) que los derechos básicos del art. 8 del TRLGDCU están precisados de un desarrollo
normativo para alcanzar la plenitud de su eficacia: si ello no se realiza, les corresponderían únicamente una
eficacia derivada; 2) que mediante ellos se establecen los objetivos a conseguir por una política jurídica de
protección a los consumidores, indicándose, de una parte, el programa a seguir y, de otra, los mecanismos para
conseguirlo; y 3) que proporcionan un marco de referencia teórica a las actuaciones de los poderes públicos
dirigidas a conseguir tales objetivos y a sus concretas plasmaciones normativas.
Los derechos reconocidos en el art. 8 del TRLGDCU no atienden a la misma esfera de protección, ni a la misma
fase. Así, el primero de ellos: derecho a la protección de la salud y seguridad (32) , responde primordialmente a
una fase preventiva (33) , de protección frente a los riesgos, y no a la indemnizatoria o resarcitoria, que queda
amparada por el posterior apartado c). Para garantizar la seguridad de los consumidores, el art.11 del TRLGDCU
comienza con una declaración de carácter básico y general al afirmar que: «Los bienes o servicios puestos en el
mercado deben ser seguros». Este principio general se desarrolla posteriormente en los arts. 12, 13, 14, 15, 16 y
en el propio art. 11 citado donde se consideran seguros los bienes o servicios que, en condiciones de uso normales
o razonablemente previsibles, incluida su duración, no presenten riesgo alguno para la salud o seguridad de las
personas, o únicamente los riesgos mínimos compatibles con el uso del bien o servicio y considerados admisibles
dentro de un nivel elevado de protección de la salud y seguridad de las personas.
El art. 12 impone a los empresarios la obligación de informar a los consumidores y usuarios sobre los riesgos de los
bienes o servicios por una utilización previsible, habida cuenta de su naturaleza, características, duración y de las
personas a las que van destinados. Especial mención se hace a los productos químicos y artículos que, en su
composición, lleven sustancias peligrosas que deberán ir envasados con las debidas garantías de seguridad y llevar
de forma visible las oportunas indicaciones que adviertan el riesgo de su manipulación. A continuación, el art. 13
del TRLGDCU impone a los empresarios que intervengan en la puesta a disposición de bienes y servicios una serie
de obligaciones específicas para la protección de la salud y seguridad de los consumidores y usuarios:
a) La prohibición de tener o almacenar productos reglamentariamente no permitidos o prohibidos, en
los locales o instalaciones de producción, transformación, almacenamiento o transporte de alimentos
o bebidas.
b) El mantenimiento del necesario control de forma que pueda comprobarse con rapidez y eficacia el
origen, distribución, destino y utilización de los bienes potencialmente inseguros, los que contengan
sustancias clasificadas como peligrosas o los sujetos a obligaciones de trazabilidad.
c) La prohibición de ventas a domicilio de bebidas y alimentos, sin perjuicio del reparto, distribución o
suministro de los adquiridos o encargados por los consumidores y usuarios en establecimientos
comerciales autorizados para venta al público, y del régimen de autorización de ventas directas a
domicilio que vengan siendo tradicionalmente practicadas en determinadas zonas del territorio
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nacional.
d) El cumplimiento de la normativa que establezcan las entidades locales o, en su caso, las
comunidades autónomas sobre los casos, modalidades y condiciones en que podrá efectuarse la
venta ambulante de bebidas y alimentos.
e) La prohibición de suministro de bienes que carezcan de las marcas de seguridad obligatoria o de
los datos mínimos que permitan identificar al responsable del bien.
f) La obligación de retirar, suspender o recuperar de los consumidores y usuarios, mediante
procedimientos eficaces, cualquier bien o servicio que no se ajuste a las condiciones y requisitos
exigidos o que, por cualquier otra causa, suponga un riesgo previsible para la salud o seguridad de las
personas.
g) La prohibición de importar productos que no cumplan lo establecido en esta norma y disposiciones
que la desarrollen.
h) Las exigencias de control de los productos manufacturados susceptibles de afectar a la seguridad
física de las personas prestando, a este respecto, la debida atención a los servicios de reparación y
mantenimiento.
i) La prohibición de utilizar ingredientes, materiales y demás elementos susceptibles de generar
riesgos para la salud y seguridad de las personas. En particular, la prohibición de utilizar tales
materiales o elementos en la construcción de viviendas y locales de uso público.
El art. 14 establece, en primer lugar, el contenido mínimo de los Reglamentos de bienes y servicios, que deberán
detallar, entre otras cosas:
a) Los conceptos, definiciones, naturaleza, características y clasificaciones.
b) Las condiciones y requisitos de las instalaciones y del personal cualificado que deba atenderlas.
c) Los procedimientos o tratamientos usuales de fabricación, distribución y comercialización
permitidos, prohibidos o sujetos a autorización previa.
d) Las reglas específicas sobre etiquetado, presentación y publicidad.
e) Los requisitos esenciales de seguridad, incluidos los relativos a composición y calidad.
f) Los métodos oficiales de análisis, toma de muestras, control de calidad e inspección.
g) Las garantías, responsabilidades, infracciones y sanciones.
h) El régimen de autorización, registro y revisión.
En el apartado segundo de este mismo precepto se regula, para asegurar la protección de la salud y seguridad de
los consumidores y usuarios de las Administraciones públicas competentes, el establecimiento, reglamentariamente
de medidas proporcionadas en cualquiera de las fases de producción y comercialización de bienes y servicios, en
particular, en lo relativo a su control, vigilancia e inspección.
El art. 15 del TRLGDCU permite adoptar a las Administraciones públicas competentes, ante situaciones de riesgos
para la salud y seguridad de los consumidores, las medidas que resulten necesarias y proporcionadas para la
desaparición del riesgo, incluida la intervención directa sobre las cosas y la compulsión directa sobre las personas.
Los responsables de la coordinación de los sistemas estatales de intercambio de información integrados en los
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sistemas europeos de alertas, trasladarán las comunicaciones que reciban a las autoridades aduaneras cuando,
conforme a la información facilitada en las comunicaciones, los productos o servicios alertados procedan de
terceros países. Finaliza el capítulo, con el art. 16, dedicado a la adopción de medidas extraordinarias ante
situaciones de urgencia y necesidad donde se faculta al Gobierno constituir durante el tiempo imprescindible para
hacer cesar la situación, un órgano en el que se integrarán y participarán activamente las Comunidades Autónomas
afectadas, que asumirá, las facultades administrativas que se le encomiendan para garantizar la salud y seguridad
de las personas, sus intereses económicos y sociales, la reparación de los daños sufridos, la exigencia de
responsabilidades y la publicación de los resultados.
Junto a las medidas preventivas, el TRLGDCU también desarrolla el mandato constitucional de protección de la
salud y la seguridad de los consumidores estableciendo una serie de medidas de carácter represivo y reparador del
daño producido, que actuarán con posterioridad a la lesión de dicho derecho. Dichas medidas se contienen
fundamentalmente en el Título IV, del Libro Primero, destinado a la «Potestad sancionadora», en el Título V, del
Libro Segundo, dedicado a «Garantías y servicios posventa» y en el Libro Tercero rubricado como «Responsabilidad
civil por bienes o servicios defectuosos» y en el Capítulo IX dedicado a «Infracciones y Sanciones».
El segundo derecho al que se refiere el art. 8 del TRLGDCU es el de la protección de los legítimos intereses
económicos y sociales de los consumidores (34) , añadiéndose, en la nueva redacción, una alusión específica a la
protección frente a la inclusión de cláusulas abusivas en los contratos.
Sin perjuicio de la falta de desarrollo dentro del Capítulo V de los intereses sociales de los consumidores,
indirectamente regulados en el Título II a través del derecho de representación, consulta y participación y régimen
jurídico de las asociaciones de consumidores y usuarios, la protección de los intereses económicos se manifiesta en
las tres fases principales de una relación negocial que encuentran su regulación en el Libro Segundo: una primera
fase previa o anterior a la obligatoriedad del negocio, a través de los denominados tratos preliminares en que las
partes concretan su voluntad contractual mediante la oferta y su aceptación, declarándose la integración de la
publicidad en el contrato. En una segunda fase, se centra en la emisión de un consentimiento informado mediante
la regulación de los distintos métodos comerciales, y la propia formalización del negocio a través de las condiciones
generales de la contratación. Finalmente, la tercera fase se centraría en los mecanismos de responsabilidad y
garantía. A esta regulación deben añadirse el art. 20 del TRLGDCU dedicado a las promociones y el art. 21
destinado al régimen de comprobación y servicios de atención al cliente que deberán asegurar que éste tenga
constancia de sus quejas y reclamaciones. Si tales servicios utilizan la atención telefónica o electrónica para llevar
a cabo sus funciones deberán garantizar una atención personal directa, más allá de la posibilidad de utilizar
complementariamente otros medios técnicos a su alcance.
El tercer derecho que contempla el art. 8 del TRLGDCU es el referente a la indemnización de los daños y la
reparación de los perjuicios sufridos (35) . Este derecho tiene su reflejo en el Libro Tercero del TRLGDCU que
aparece bajo la rúbrica «Responsabilidad civil por bienes o servicios defectuosos» donde se incluyen los arts. 128 a
149. Este Libro se estructura en dos Títulos: el primero de ellos recoge disposiciones comunes en materia de
responsabilidad mientras que el segundo acomete tanto los daños causados por productos como los daños
causados por otros bienes y servicios.
El art. 8 del TRLGDCU recoge como cuarto derecho aquél del que disponen los consumidores y usuarios a recibir
información correcta sobre los diferentes bienes o servicios y la educación y divulgación para facilitar el
conocimiento sobre su adecuado uso, consumo o disfrute (36) . El contenido del derecho a la información puede
estructurarse en tres vertientes (37) : en primer lugar, una que engloba la que puede denominarse el contenido
sustantivo del derecho a la información. Una segunda vertiente consistiría en la estructura orgánica que las
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Administraciones Públicas van a crear con la finalidad de que el derecho a la información de los consumidores
pueda verse efectivamente desarrollado. Y, finalmente, la tercera vertiente sería la instrumentación específica de
los medios de comunicación social.
Respecto al contenido sustantivo del derecho a la información de los consumidores consistiría en el derecho que
asiste a los posibles consumidores de bienes o servicios frente a quienes los producen, facilitan, suministran o
expiden, cualquiera que sea su naturaleza pública o privada, individual o colectiva. El contenido sustantivo de este
derecho lo encontramos en el art. 60 del TRLGDCU que consagra, en su primer apartado, que la información debe
realizarse de forma relevante, veraz y suficiente sobre las características esenciales del contrato, en particular,
sobre sus condiciones jurídicas y económicas, y de los bienes o servicios objeto del mismo (38) . El citado art. 60
del TRLGDCU establece las características mínimas esenciales sobre las que se ha de informar al consumidor: «a)
Nombre, razón social y domicilio completo del responsable de la oferta contractual y, en su caso, el nombre, razón
social y la dirección completa del comerciante por cuya cuenta actúa. b) Precio completo, incluidos los impuestos,
o presupuesto, en su caso. En toda información al consumidor sobre el precio de los bienes o servicios, incluida la
publicidad, se informará del precio final completo, desglosando, en su caso, el importe de los incrementos o
descuentos que sean de aplicación, de los gastos que se repercutan al consumidor y usuario y de los gastos
adicionales por servicios accesorios, financiación u otras condiciones de pago similares. c) Fecha de entrega,
ejecución del contrato y duración. d) Procedimiento de que dispone el consumidor para poner fin al contrato. e)
Garantías ofrecidas. f) Lengua o lenguas en las que podrá formalizarse el contrato, cuando ésta no sea la lengua
en la que se le ha ofrecido la información previa a la contratación. g) Existencia del derecho de desistimiento del
contrato que pueda corresponder al consumidor y usuario, el plazo y la forma de ejercitarlo». No debe interpretarse
esta enumeración como un numerus clausus de carácter exhaustivo, sino que deberá informarse sobre todo tipo de
características siempre que sean esenciales, aunque no estén expresamente recogidas en la enumeración que hace
el art. 60 del TRLGDCU (39) .
La vertiente orgánica del derecho a la información consiste en el derecho que tiene el consumidor a recibir
información sobre sus derechos, es decir, sobre aquellos recogidos en las normas de protección a los
consumidores. En este sentido, el art. 44 del TRLGDCU señala que las Administraciones públicas competentes
podrán hacer públicos los resultados de los estudios de mercado y de las campañas o actuaciones de control
realizadas por ellas. No obstante, la obligación informativa que debe desarrollarse por parte de las Administraciones
Públicas en la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios se canalizaba a través de las
denominadas Oficinas de Información al Consumidor, tal y como se deducía de los arts. 14, 15 y 16 de la LGDCU,
que contemplaban la creación de este tipo de entidades, bien de titularidad pública, bien de titularidad privada y
cuyas funciones eran fundamentalmente las siguientes: a) Informar, ayudar y orientar a los consumidores y
usuarios en el ejercicio de sus derechos. b) Recibir, registrar y acusar recibo de quejas y reclamaciones de los
consumidores y usuarios y remitirlo a las entidades u organismos correspondientes. c) Preparar programas de
educación y formación en materia de consumo. d) Realizar controles de calidad, estudios, análisis o ensayos cuyos
resultados podrán ponerse a disposición del público. Sin embargo, sorprendentemente, en el nuevo TRLGDCU se ha
eliminado toda referencia a las Oficinas de Información al Consumidor.
Finalmente, la tercera vertiente está vinculada a uno de los problemas más acuciantes como es la dificultad en la
obtención de la información. La nueva redacción del art. 17 del TRLGDCU ha incluido un primer apartado donde se
dispone que: «Los poderes públicos, en el ámbito de sus respectivas competencias, fomentarán la formación y
educación de los consumidores y usuarios, asegurarán que éstos dispongan de la información precisa para el eficaz
ejercicio de sus derechos y velarán para que se les preste la información comprensible sobre el adecuado uso y
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consumo de los bienes y servicios puestos a su disposición en el mercado», a lo que se añade, un segundo
apartado, donde se dice que: «Los medios de comunicación social de titularidad pública estatal dedicarán espacios
y programas, no publicitarios, a la información y educación de los consumidores o usuarios. En tales espacios y
programas, de acuerdo con su contenido y finalidad, se facilitará el acceso o participación de las asociaciones de
consumidores y usuarios representativas y los demás grupos o sectores interesados, en la forma que se acuerde
con dichos medios». De este modo se evidencia la importancia de fomentar y desarrollar programas dedicados al
consumo y a la difusión de las asociaciones de consumidores y usuarios, aunque se ha precisado, con la nueva
redacción, que dicha obligación recae sobre los medios de comunicación social de titularidad pública estatal.
El art. 8 de la LGDCU contempla el derecho de los consumidores a ser oídos y a participar en el procedimiento de
elaboración de las disposiciones generales que les afectan directamente y a ser representados en sus intereses a
través de las asociaciones, agrupaciones, federaciones o confederaciones de consumidores y usuarios legalmente
constituidas (40) . Son los arts. 22 a 39 del TRLGDCU los que regulan la figura de las asociaciones de consumidores
y usuarios. El primero de ellos supone el comienzo del régimen básico de las asociaciones de consumidores y la
regulación específica a la que quedan sometidas las asociaciones de consumidores y usuarios de ámbito
supraautonómico.
El art. 23 del TRLGDCU contempla el concepto y fines de las asociaciones de consumidores y usuarios para, a
continuación, en el art. 24 acometer la legitimación de las asociaciones de consumidores y usuarios, prohibiendo el
art. 25 utilizar los términos consumidor o usuario a aquellas organizaciones que no reúnan los requisitos exigidos en
esta norma o en la normativa autonómica que les resulte de aplicación. Finalmente, se han añadido dos capítulos:
uno destinado a la independencia y transparencia de las asociaciones de consumidores y usuarios donde se
establece la posibilidad de su participación en sociedades mercantiles (art. 28), así como la posibilidad de adoptar
convenios o acuerdos de colaboración con los operadores de mercado (arts. 29 y 30); un segundo Capítulo,
dedicado al Registro Estatal de asociaciones de consumidores y usuarios donde a los exclusivos efectos de
publicidad podrá figurar información sobre las asociaciones de consumidores inscritas en los registros que, con tal
finalidad, pudieran crearse en las Comunidades Autónomas.
Por otra parte, el trámite de audiencia se desarrolla en el art. 39 del TRLGDCU, en el que se contempla la audiencia
en consulta en el proceso de elaboración de las disposiciones de carácter general de las asociaciones de
consumidores y usuarios. Será preceptivo el trámite de audiencia en los siguientes casos:
a) Reglamentos de aplicación de esta norma.
b) Reglamentaciones sobre bienes o servicios de uso y consumo.
c) Ordenación del mercado interior y disciplina del mercado.
d) Precios y tarifas de servicios, en cuanto afecten directamente a los consumidores y usuarios, y se
encuentren legalmente sujetos a control de las Administraciones públicas.
e) Condiciones generales de los contratos o modelos de contratos regulados o autorizados por los
poderes públicos en servicios de interés general o prestados a los consumidores por empresas
públicas.
f) En los demás casos en que una ley así lo establezca.
En el art. 39.3 del TRLGDCU, se contempla también la audiencia de las asociaciones de empresarios en el
procedimiento de elaboración de las disposiciones de carácter general relativas a materias que les afecten
directamente. Será preceptiva su audiencia en los supuestos contenidos en los apartados a), b), c) y f) del
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apartado referido a las asociaciones de consumidores y usuarios.
Finaliza el art. 8 del TRLGDCU reconociendo, en su apartado f), como derecho básico de los consumidores la
protección de sus derechos mediante procedimientos eficaces, en especial ante situaciones de inferioridad,
subordinación e indefensión. En este sentido es clarificador el art. 48 del TRLGDCU al señalar que las
Administraciones públicas competentes, en el uso de su potestad sancionadora, sancionarán las conductas
tipificadas como infracción en materia de defensa de los consumidores y usuarios, sin perjuicio de las
responsabilidades civiles, penales o de otro orden que puedan concurrir. Para garantizar dicho derecho se ha
incluido, como ya se ha aludido, un nuevo Título dedicado a «Procedimientos judiciales y extrajudiciales de
protección de los consumidores y usuarios».
V. RESPONSABILIDAD CIVIL POR BIENES O SERVICIOS DEFECTUOSOS (41)
La Ley 22/1994, de 6 de julio, de Responsabilidad civil por los Daños Causados por Productos Defectuosos incidió
muy decisivamente en el régimen de la responsabilidad por los daños sufridos por los consumidores. En su
Disposición Final Primera se establecía que los arts. 25 a 28 de la Ley General para la Defensa de los Consumidores
y Usuarios no serían de aplicación a la responsabilidad civil por daños causados por productos defectuosos
incluidos en el art. 2, a lo que debía añadirse que dicha norma no resultaba de aplicación a aquellos productos que
hubiesen sido puestos en circulación antes de su entrada en vigor, cosa que se produjo el 8 de julio de 1994.
Además, como dicho art. 2 excluía, hasta que se produjo su reforma por Ley 14/2000, de 28 de diciembre, a las
materias primas agrarias y ganaderas y a los productos de la caza y de la pesca que no hubieran sufrido
transformación inicial. Por otra parte, también resultaba de aplicación la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios a los daños causados por tales productos cuando su puesta a circulación hubiera tenido
lugar antes de la entrada en vigor del cambio de régimen, esto es 1 de enero de 2001. Por lo tanto, la Ley General
para la Defensa de los Consumidores y Usuarios siguió siendo aplicable a los bienes inmuebles y a los servicios
defectuosos. Ello, con independencia de que, en el caso concreto, pudiera resultar de aplicación otra normativa.
El TRLGDCU ha procedido a la unificación de la responsabilidad por los daños sufridos por los consumidores y
usuarios dedicando, su Libro Tercero, a regular la responsabilidad civil por bienes o servicios defectuosos. El libro
está estructurado en dos Títulos, uno primero dedicado a «Disposiciones comunes en materia de responsabilidad»
y, otro, a «Disposiciones específicas en materia de responsabilidad».
El art. 128 establece que todo perjudicado tiene derecho a ser indemnizado por los daños o perjuicios causados por
los bienes o servicios. Por lo tanto, en este ámbito, se identifica el consumidor y el usuario con el perjudicado. El
reconocimiento de un régimen específico de responsabilidad civil por bienes o servicios defectuosos por el TRLGDCU
no afecta a otros derechos que el perjudicado pueda tener a ser indemnizado, incluidos los morales, como
consecuencia de la responsabilidad contractual, fundada en la falta de conformidad de los bienes o servicios o en
cualquier otra causa de incumplimiento o cumplimiento defectuoso del contrato, o de la responsabilidad
extracontractual a que hubiere lugar. El beneficiario de las indemnizaciones tiene derecho a una compensación,
sobre la cuantía de la indemnización, por los daños contractuales y extracontractuales durante el tiempo que
transcurra desde la declaración judicial de responsabilidad hasta su pago efectivo. Dicha compensación se
determinará según lo establecido en la Ley de Enjuiciamiento Civil, tal como indica el art. 134.
El régimen de responsabilidad previsto en el TRLGDCU comprende los daños personales, incluida la muerte, y los
daños materiales, siempre que éstos afecten a bienes o servicios objetivamente destinados al uso o consumo
privados y en tal concepto hayan sido utilizados principalmente por el perjudicado. Se excluyen los daños causados
por accidentes nucleares, siempre que tales daños se encuentren cubiertos por convenios internacionales
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ratificados por los Estados miembros de la Unión Europea.
Una novedad es la previsión de que el Gobierno, previa audiencia de los interesados y de las asociaciones de
consumidores y usuarios, podrá establecer un sistema de seguro obligatorio de responsabilidad civil derivada de los
daños causados por bienes o servicios defectuosos y un fondo de garantía que cubra, total o parcialmente, los
daños consistentes en muerte, intoxicación y lesiones personales (art. 131).
El art. 132 del TRLGDCU establece la siguiente regla de solidaridad:
«Las personas responsables del mismo daño por aplicación de este libro lo serán solidariamente ante los perjudicados.
El que hubiera respondido ante el perjudicado tendrá derecho a repetir frente a los otros responsables, según su
participación en la causación del daño.»
La regla de solidaridad puede ser explicada del siguiente modo: el perjudicado le bastaría para obtener la
indemnización con demostrar que no han sido cumplidas las obligaciones impuestas por el Texto Refundido que han
intervenido en el proceso. Se trata además, de que el perjudicado que se encuentra en una situación más débil, no
tenga que determinar quién es el responsable.
Lo más conveniente será, en cada caso, demandar a todos los que han intervenido en el «iter» del producto o del
servicio. Desde luego hay que negar que el sujeto no demandado pueda ser condenado en un proceso en el que no
es parte. Sin embargo, el demandado en ese proceso puede exonerarse de responsabilidad imputando al no
demandado el incumplimiento de las obligaciones exigidas por el TRLGDCU. De este modo, en este caso, dados los
hechos probados en la sentencia, la reclamación del perjudicado contra ese segundo sujeto puede venir facilitada
en un segundo proceso.
Se ha previsto, como se hacía en la Ley de Responsabilidad por los daños causados por productos defectuosos, la
posibilidad de que el daño sea causado conjuntamente por un defecto del bien o servicio y por la intervención de
un tercero. La solución por la que se ha apostado es que, ante la concurrencia de culpas, el responsable que
hubiera satisfecho la indemnización podrá reclamar al tercero la parte que corresponda a su intervención en la
producción del daño. No obstante, se precisa que los daños materiales en el propio producto defectuoso no serán
indemnizables dando derecho al perjudicado a ser indemnizado conforme a la legislación civil y mercantil (art. 142).
Además, debe tenerse en cuenta lo dispuesto por el art. 145 donde se señala que la responsabilidad por daños
causados por productos defectuoso podrá reducirse o suprimirse en función de las circunstancias del caso, si el
daño causado fuera debido conjuntamente a un defecto del producto y a culpa del perjudicado o de una persona
de la que éste deba responder civilmente.
En los daños causados por productos, los productores serán responsables de los daños causados por los defectos
de los productos que, respectivamente, fabriquen o importen. Bajo el término «productor» se engloban el
fabricante del bien o el prestador del servicio o su intermediario, o al importador del bien o servicio en el territorio
de la Unión Europea, así como a cualquier persona que se presente como tal al indicar en el bien, ya sea en el
envase, el envoltorio o cualquier otro elemento de protección o presentación, o servicio su nombre, marca u otro
signo distintivo (art. 5). A ello, el art. 138 del TRLGDCU, añade el fabricante o importador en la Unión Europea de:
a) Un producto terminado.
b) Cualquier elemento integrado en un producto terminado.
c) Una materia prima.
En un segundo apartado del último precepto citado, se aprecia que si el productor no puede ser identificado, será
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considerado como tal el proveedor del producto, a menos que, dentro del plazo de tres meses, indique al dañado o
perjudicado la identidad del productor o de quien le hubiera suministrado o facilitado a él dicho producto. La misma
regla será de aplicación en el caso de un producto importado, si el producto no indica el nombre del importador,
aun cuando se indique el nombre del fabricante. Además, el proveedor del producto defectuoso responderá, como
si fuera el productor, cuando haya suministrado el producto a sabiendas de la existencia del defecto. En este caso,
el proveedor podrá ejercitar la acción de repetición contra el productor (art. 146).
Si importante es el concepto legal de productor no menos lo es el concepto legal de producto definido por el art. 6
del Texto Refundido como todo bien mueble conforme a lo previsto en el art. 335 del Código Civil. El art. 136
precisa que será también producto aun cuando esté unido o incorporado a otro bien mueble o inmueble, así como el
gas y la electricidad. Producto defectuoso será aquel que no ofrezca la seguridad que cabría legítimamente
esperar, teniendo en cuenta todas las circunstancias y, especialmente, su presentación, el uso razonablemente
previsible del mismo y el momento de su puesta en circulación. En todo caso, un producto es defectuoso si no
ofrece la seguridad normalmente ofrecida por los demás ejemplares de la misma serie y no podrá ser considerado
defectuoso por el solo hecho de que tal producto se ponga posteriormente en circulación de forma más
perfeccionada.
El perjudicado ha de probar el defecto, el daño y la relación causal entre ambos (art. 139). No se hace, pues,
mención alguna a la culpa, pero no basta con probar el defecto, sino que es necesario probar que es ese defecto
lo que provocó causalmente con el daño sufrido. En realidad la prueba del defecto es sólo prueba de identificación
del producto y de las circunstancias en que su uso dio lugar al resultado. Corresponderá a los Tribunales valorar
jurídicamente que se trata de un supuesto de producto defectuoso o que no ofreció la seguridad esperable. El
demandado dispone de las siguientes causas de exoneración (art. 140), si prueba que:
a) Que no había puesto en circulación el producto.
b) Que, dadas las circunstancias del caso, es posible presumir que el defecto no existía en el
momento en que se puso en circulación el producto.
c) Que el producto no había sido fabricado para la venta o cualquier otra forma de distribución con
finalidad económica, ni fabricado, importado, suministrado o distribuido en el marco de una actividad
profesional o empresarial.
d) Que el defecto se debió a que el producto fue elaborado conforme a normas imperativas
existentes.
e) Que el estado de los conocimientos científicos y técnicos existentes en el momento de la puesta
en circulación no permitía apreciar la existencia del defecto.
El productor de una parte integrante de un producto terminado no responderá si demuestra que el defecto es
imputable a la concepción del producto al que ha sido incorporado o a las instrucciones dadas por el fabricante del
producto (art. 140.2). Será éste entonces el llamado a responder, incluso si el producto final es correcto y el
componente no, pero los defectos de éste derivan de las instrucciones dadas por el fabricante principal.
Sigue manteniéndose una importante especialidad representada por los medicamentos, alimentos o productos
alimentarios que sus fabricantes no pueden invocar los riesgos de desarrollo como causa de exoneración. Sin
embargo, si quien fabrica o suministra el medicamento es una Administración Pública, resulta aplicable la reforma
introducida por la Ley 4/1999 en el art. 141.1 de la Ley 30/92 donde se establece que no serán indemnizables los
daños que se deriven de hechos o circunstancias que no se hubiesen podido prever o evitar según el estado de los
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conocimientos de la ciencia o de la técnica existentes en el momento de producción de aquéllos.
España hizo uso de la posibilidad prevista en el art. 16 de la Directiva de limitar cuantitativamente la indemnización
en los casos de muerte o lesiones causados por el mismo producto que padece idéntico defecto, manteniendo el
TRLGDCU el mismo límite global de responsabilidad en 63.106.270,96 euros. Es un límite que opera para cada
fabricante, no para el sector global de fabricantes que hayan dado lugar a la comercialización de idénticos
productos defectuosos. El Gobierno está autorizado a modificar las cuantías establecidas en el art. 141 para
adaptarlas a las revisiones periódicas de la normativa comunitaria.
En cuanto al ámbito temporal, el TRLGDCU ha mantenido idéntica la regulación anterior. Por una parte, el de
prescripción que impone la acción debe interponerse dentro de los tres años, siempre que se conociese al
responsable (art. 143). En caso de responsabilidad plural, la acción que puede tener el que haya satisfecho la
indemnización contra el resto de los responsables prescribe por el transcurso de un año, a contar desde el pago de
la misma. Además, se establece en el art. 144 un plazo de diez años de duración de la responsabilidad, a contar de
la fecha en que se hubiera puesto en circulación el producto concreto causante del daño, a menos que, durante
ese período, se hubiese iniciado la correspondiente reclamación judicial.
El Capítulo Segundo, del Título Segundo, del Libro Tercero se ocupa específicamente de los daños causados por
otros bienes y servicios. En el caso de los prestadores de servicios serán responsables de los daños y perjuicios
causados a los consumidores y usuarios, salvo que prueben que han cumplido las exigencias y requisitos
reglamentariamente establecidos y los demás cuidados y diligencias que exige la naturaleza del servicio. Se
responderá de los daños originados en el correcto uso de los servicios, cuando por su propia naturaleza, o por
estar así reglamentariamente establecido, incluyan necesariamente la garantía de niveles determinados de eficacia
o seguridad, en condiciones objetivas de determinación, y supongan controles técnicos, profesionales o
sistemáticos de calidad, hasta llegar en debidas condiciones al consumidor y usuario. Se incluyen expresamente en
este régimen especial de responsabilidad los servicios sanitarios, los de reparación y mantenimiento de
electrodomésticos, ascensores y vehículos de motor, servicios de rehabilitación y reparación de viviendas, servicios
de revisión, instalación o similares de gas y electricidad y los relativos a medios de transporte. Sin perjuicio de lo
establecido en otras disposiciones legales, las responsabilidades derivadas de este artículo tendrán como límite la
cuantía de 3.005.060,52 euros que se modificará teniendo en cuenta la variación de los índices de precios al
consumo. Lo dicho debe ser completado con la responsabilidad por daños causados por la vivienda al que se
destina específicamente el art. 149 donde se aclara que resulta aplicable el régimen especial de responsabilidad
establecido en el artículo anterior a quienes construyan o comercialicen viviendas, en el marco de una actividad
empresarial, por los daños ocasionados por defectos de la vivienda que no estén cubiertos por un régimen legal
específico.
Debe tenerse en cuenta la Disposición Transitoria Tercera del TRLGDCU donde se señala que las normas de la
responsabilidad civil por los daños causados por productos defectuosos no serán de aplicación a la responsabilidad
civil derivada de los daños causados por productos puestos en circulación antes de 8 de julio de 1994. Esta
responsabilidad se regirá por las reglas del capítulo II del Título II, con las siguientes reglas adicionales:
1. Con carácter general, y sin perjuicio de lo que resulte más favorable al consumidor y usuario, en
virtud de otras disposiciones o acuerdos convencionales, regirán los siguientes criterios en materia de
responsabilidad:
a) El productor, suministrador o proveedor de productos a los consumidores y
usuarios, responde del origen, identidad e idoneidad de los mismos, de acuerdo con su
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naturaleza y finalidad y con las normas que los regulan.
b) En el caso de productos a granel responde el tenedor de los mismos, sin perjuicio
de que se pueda identificar y probar la responsabilidad del anterior tenedor, proveedor
o suministrador.
c) En el supuesto de productos envasados, etiquetados y cerrados con cierre íntegro,
responde la firma o razón social que figure en su etiqueta, presentación o publicidad.
Podrá
eximirse de esa responsabilidad probando su falsificación
o
incorrecta
manipulación por terceros, que serán los responsables.
2. En todo caso será de aplicación el régimen de responsabilidad previsto en el art. 148 a los
productos
alimenticios,
los
de
higiene,
limpieza,
cosméticos,
especialidades
o
productos
farmacéuticos, gas, electricidad, vehículos de motor, juguetes y productos dirigidos a los niños.
3. Si a la producción de daños concurrieren varias personas, responderán solidariamente ante los
perjudicados. El que pagare al perjudicado tendrá derecho a repetir de los otros responsables, según
su participación en la causación de los daños.
(1)
Vid. Yzquierdo TOLSADA, M., «El denominado Derecho del consumo» en Derecho del Consumo, Mataró, 2005, p. 34.
Ver Texto
(2)
Vid. HERRERA DE LAS HERAS, R., «El origen constitucional de la protección de los consumidores; fundamento de Ley
44/2006», Diario La Ley, 2007.
Ver Texto
(3)
COM (2006), 744 final, de 8 de febrero de 2007. Este documento, tiene su origen en la necesidad expresada en la
Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo y al Consejo, Derecho Contractual europeo y revisión del acervo:
perspectivas para el futuro (COM (2004) 651 final, de 11 de octubre de 2004), donde se dinamizaba la construcción
de un Cuadro Común de Referencia (CCR) con el fin de incrementar la coherencia y de simplificar el derecho
contractual.
Ver Texto
(4)
Puede consultarse el Informe del Instituto Nacional del Consumo sobre el Libro Verde sobre la Revisión del Acervo
Comunitario en materia de Consumo publicado en EC, 2007, N.º 82, pp. 81 y ss.
Ver Texto
(5)
En este sentido, LEÓN DE ARCE, A., «El consumo como realidad social, económica y jurídica» en Derechos de los
consumidores y usuarios, 2.ª ed., T. I, Valencia, 2007, p. 81.
Ver Texto
(6)
DOCE C158, de 26 de junio de 1989.
Ver Texto
(7)
DOCE C205, de 25 de julio de 1994.
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Ver Texto
(8)
COM (2001) 398 final, de 13 de septiembre de 2001.
Ver Texto
(9)
DO 255, de 13 de septiembre de 2001.
Ver Texto
(10)
Vid. POILLOT, E., Droit Européen de la Consommation et Uniformisation du Droit des Contrats, Paris, 2006, p. 89.
Ver Texto
(11)
Cfr. LLÁCER MATACÁS, M.ª R., «Obligaciones vinculadas a la formación del contrato y codificación del Derecho de
consumo: información y documentación» en Estudios de Derecho de Obligaciones en Homenaje al profesor Mariano Alonso
Pérez, T. II, Madrid, 2006, p. 179.
Ver Texto
(12)
Estamos de acuerdo con el Dictamen del Consejo Económico y Social sobre el Proyecto de Texto Refundido que
echaba de menos una derogación explícita de la parte del articulado de la Ley de Mejora de Protección de los
Consumidores que se había incorporado al Texto Refundido.
Ver Texto
(13)
Dicha exclusión se ha mantenido en el Libro Verde sobre la Revisión del Acervo en Materia de Consumo. Sin embargo,
pese a la exclusión del TRLGDCU, el Informe del Instituto Nacional del Consumo sobre el Libro Verde matiza que
conforme a la propia Directiva 2000/31/CE, la legislación comunitaria en materia de protección al consumidor es ley
especial aplicable preferentemente a la normativa general de mercado interior que, no obstante, deberá tenerse en
cuenta en la revisión del acervo.
Ver Texto
(14)
Reconoce el Texto que aún cuando la Ley de Crédito al Consumo contiene una regulación específica de los contratos
con consumidores, no se incorpora a la refundición en consideración a su incidencia específica, también, en el ámbito
financiero. Tales circunstancias determinan que las prescripciones de la Ley de Crédito al Consumo se complementen
no sólo con las reglas generales contenidas en la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios, sino también con aquéllas propias reguladoras de los servicios financieros, en particular las
referidas a las obligaciones de las entidades de crédito en relación con la información a los clientes, publicidad y
transparencia de las operaciones. Por ello, se considera que se integra de manera más armónica la regulación sobre
crédito al consumo en este grupo de disposiciones financieras. Coadyuva esta decisión la incorporación al
ordenamiento jurídico interno, mediante Ley 22/2007, de 11 de julio, sobre Comercialización a Distancia de Servicios
Financieros Destinados a los Consumidores, de la Directiva 2002/65/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23
de diciembre de 2002, relativa a la Comercialización a Distancia de Servicios Financieros Destinados a los
Consumidores y por la que se modifican la Directiva 90/619/CEE del Consejo y las Directivas 97/7/CE y 98/27/CE.
Ver Texto
(15)
El peculiar régimen de constitución de los derechos de aprovechamiento por turno de bienes inmuebles de uso
turístico y el establecimiento de normas tributarias específicas en la Ley 42/1998 que transpuso al ordenamiento
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jurídico interno la Directiva 94/47/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 26 de octubre de 1994, desaconseja,
a juicio del legislador, asimismo, su inclusión en el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias dada su indudable incidencia también en los ámbitos
registral y fiscal, ajenos al núcleo básico de protección de los consumidores.
Ver Texto
(16)
La razón que el legislador ha esgrimido para excluir de la refundición de la Ley General de Publicidad, ya que su
ámbito subjetivo de aplicación incluye también las relaciones entre empresarios y su contenido está pendiente de
revisión como consecuencia de la aprobación de la Directiva 2005/29/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de
11 de mayo de 2005, relativas a las Prácticas Comerciales Desleales de las Empresas con los Consumidores en el
Mercado Interior, que debía haber sido incorporada a nuestro ordenamiento jurídico.
Ver Texto
(17)
Sin embargo, en el Libro Verde sobre la Revisión del Acervo en Materia de Consumo incluye la Directiva 94/47/CE, del
Parlamento Europeo y del Consejo, de 26 de octubre de 1994 relativa a la protección de los adquirentes en lo relativo
a determinados aspectos de los contratos de adquisición de un derecho de utilización de inmuebles en régimen de
tiempo compartido.
Ver Texto
(18)
Sin embargo, la definición de consumidor o usuario prevista en el Libro Cuarto dedicado a los Viajes combinados no
se extiende a las personas jurídicas.
Ver Texto
(19)
De esta opinión, LEÓN DE ARCE, A., «La protección legal de consumidores y usuarios en España» en Derechos de los
consumidores y usuarios, 2.ª ed., T. I, Valencia, 2007, p. 134.
Ver Texto
(20)
No obstante, ello no significa que el perito en la materia no sea consumidor si adquiere para su uso personal, familiar
o doméstico. Ejemplo de este concepto es la sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia, Sección 6.ª, de 16 de
abril de 2002 que señala que aún cuando el demandante ostenta la condición de letrado, así se deduce de las
actuaciones por las que asume la propia dirección técnica de sus intereses, en el supuesto que se somete a la
consideración del Tribunal actúa propiamente como consumidor, y está amparado por la Ley General para la Defensa
de los Consumidores y Usuarios y por la Ley de Condiciones Generales de la Contratación, resultando de lo actuado
que el contrato suscrito por el mismo con la entidad demandada puede considerarse desde la perspectiva de los
llamados contratado de adhesión, pues se declara probado, el documento que plasma la relación contractual entre
las partes es un impreso facilitado por la entidad demandada en el que se cumplimentaron a bolígrafo únicamente la
fecha de celebración del contrato.
Ver Texto
(21)
Para ACEDO PENCO esta justificación resulta una falacia. A su juicio, primeramente, porque lo cierto es que cuando
un profesional o un empresario, especialmente cualificado, contrata con una gran empresa suscribiendo, mediante
condiciones generales o negociadas individualmente, pactos leoninos o claramente abusivos, no suele ser por
descuido o falta de diligencia, sino por absoluta necesidad pues, en otro caso, se quedará sin el producto o servicio
demandado. Añade, en segundo lugar, porque carece de sentido equiparar con idéntica protección a una gran
empresa, con unos recursos extraordinarios y a un pequeño comerciante. Cfr. ACEDO PENCO, A., Nociones de Derecho
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de Consumo, Cáceres, 2003, pp. 68-69.
Ver Texto
(22)
En este sentido, la sentencia de la Audiencia Provincial de Burgos fechada, el 15 de febrero de 2001, señala que
«...para que se lleve a cabo la exclusión del concepto de consumidor no basta con el hecho de que el bien o servicio
se integre sin más en un proceso de producción, transformación, comercialización o prestación a terceros pues, en
este caso, y sobre todo si se lleva al extremo la idea, realmente será difícil encontrar supuestos en los que se aplique
la legislación de defensa de los consumidores, sino que lo realmente importante y que excluye la aplicación de la
legislación especial es que ese bien o servicio que se adquiere, tenga por finalidad directa llevar a cabo labores de
producción, transformación, comercialización o prestación a terceros, de tal manera que esos bienes o servicios que
se adquiere, tengan por finalidad directa llevar a cabo labores de producción, transformación, comercialización o
prestación a terceros, de tal manera que esos bienes o servicios se integren de manera relevante en el ámbito
comercial que desarrolla la adquirente».
Ver Texto
(23)
Para ACEDO PENCO esta justificación resulta una falacia. A su juicio, primeramente, porque lo cierto es que cuando
un profesional o un empresario, especialmente cualificado, contrata con una gran empresa suscribiendo, mediante
condiciones generales o negociadas individualmente, pacto leoninos o claramente abusivos, no suele ser por
descuido o falta de diligencia, sino por absoluta necesidad, pues en otro caso, se quedará sin el producto o servicio
demandado. Añade, en segundo lugar, porque carece de sentido equiparar con idéntica protección a una gran
empresa, con unos recursos extraordinarios y a un pequeño comerciante. Cfr. ACEDO PENCO, A., Ob. cit., pp. 68-69.
Ver Texto
(24)
En este sentido, Vid. entre otros, ALFARO AGUILA-REAL, J., Las condiciones generales de la contratación, Madrid, 1991,
p. 173; BERMEJO VERA, J., «Aspectos jurídicos de la protección del consumidor», RAP, 1978, pp. 258-259; MORILLAS
JARILLO, M.ª J., «La protección de los consumidores en el Tratado de la Unión Europea», AC, 1994, p. 588.
Ver Texto
(25)
Vid. Por todos, CALAIS-AULOY, J. et STEINMETZ, F., Droit de la consommation, 7.ª ed., Paris, 2006, p. 8.
Ver Texto
(26)
En la sentencia de la Audiencia Provincial de Granada, Sección 3.ª, de 28 de marzo de 1992, se excluyó, no obstante,
a una persona jurídica de la aplicación de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, no por
tener la consideración de tal, sino por estar dedicada a «actividades profesionales».
Ver Texto
(27)
Vid. ALFARO AGUILA-REAL, J., Las condiciones generales de la contratación, Madrid, 1991, p. 159.
Ver Texto
(28)
Vid. CASTILLO RODRÍGUEZ, L., «Novedades procesales sobre la legitimación y arbitraje en materia de consumo (Ley
44/2006, de 29 de diciembre)», AC, 2007, pp. 991-993.
Ver Texto
(29)
Vid. MARÍN LÓPEZ, M. J., «La nueva regulación del arbitraje de consumo: el Real Decreto 231/2008, de 15 de
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febrero», Diario La Ley, 2008, N.º 6905.
Ver Texto
(30)
Vid. Vid. REYES LÓPEZ, Mª. J., «La protección de los derechos de los consumidores y usuarios en la actualidad» en
Derecho Privado de Consumo, Valencia, 1995, p. 36.
Ver Texto
(31)
Vid. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C., «Comentario al artículo 2 de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y
Usuarios» en Comentarios a la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, Madrid, 1992, p. 49
Ver Texto
(32)
Sobre este derecho, Vid. especialmente, REYES LÓPEZ, M.ª J., «La protección del derecho básico a la salud y a la
seguridad de los consumidores» en Derecho privado de consumo, Valencia, 2005, pp. 121 y ss.
Ver Texto
(33)
Vid. MARTÍNEZ DE AGUIRRE, C., Ob. cit. p. 52
Ver Texto
(34)
Vid. TAMAYO CARMONA, J., «La protección de los legítimos intereses económicos y sociales» en Derecho privado de
consumo, Valencia, 2005, pp. 251 y ss.
Ver Texto
(35)
Sobre este derecho, Vid. especialmente, MARTÍN CASALS, M. y SOLE FELIÚ, J., «La responsabilidad civil por bienes y
servicios en la Ley 26/1984, de 19 de julio, general para la defensa de los consumidores y usuarios» en Derecho
privado de consumo, Valencia, 1995, pp. 197 y ss.
Ver Texto
(36)
Sobre este derecho, Vid. especialmente, REYES LÓPEZ, M.ª J., «El derecho de información» en Derecho privado de
consumo, Valencia, 1995, pp. 487 y ss.
Ver Texto
(37)
Vid. GUILLÉN CARAMÉS, J., Ob. cit. p. 341.
Ver Texto
(38)
Se ha dicho que el precepto confunde aspectos relativos a la forma y a los requisitos de la información. Los adjetivos
veraz, eficaz y suficiente son adjetivos no relativos a la forma sino a la información misma. Vid. PÉREZ GARCÍA, A., La
información en la contratación privada, Madrid, 1990, p. 255.
Ver Texto
(39)
Vid. ORTI VALLEJO, A., «Comentario al artículo 13» en Comentarios a la Ley General para la Defensa de los Consumidores
y Usuarios, Madrid, 1992, p. 413.
Ver Texto
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(40)
Vid. CARRANCHO HERRERO, M.ª T., «La protección de los consumidores a través de sus asociaciones», AC, 2003-1, pp.
213 y ss.
Ver Texto
(41)
Mucho y bien se ha escrito sobre esta materia destacando las siguientes estudios monográficos: PRIETO MOLINERO,
R., «El concepto de producto defectuoso como límite de la responsabilidad objetiva», RPDD, 2007, N.º 54, pp. 5 y ss;
GUTIÉRREZ SANTIAGO, P., Responsabilidad civil por productos defectuosos: cuestiones prácticas, 2.ª ed., Granada, 2006;
ORTI VALLEJO, M.ª C., Responsabilidad civil por daños causados por servicios defectuosos, Pamplona, 2006; ALVARIÑO
VEIGA, C., «Responsabilidad civil por daños causados por producto defectuoso. Concepto y definición de producto
defectuoso», RPDD, 2004, N.º 17, pp. 6 y ss; MARTÍN CASALS M. y SOLÉ FELIU J., «Veinte problemas en la aplicación
de la Ley de responsabilidad por productos defectuosos y algunas propuestas de solución», RPDD, 2003, N.º 9, pp. 6
y ss; MARTÍN CASALS M. y SOLÉ FELIU J., «Veinte problemas en la aplicación de la Ley de responsabilidad por
productos defectuosos y algunas propuestas de solución (y II)», RPDD, 2003, N.º 10, pp. 5 y ss; RODRÍGUEZ LLAMAS,
S., Régimen de responsabilidad civil por productos defectuosos, 2.ª ed., Pamplona, 2002; CILLERO DE CABO, P., La
responsabilidad civil del suministrador final por daños ocasionados por productos defectuosos, Madrid, 2000; RODRÍGUEZ
CARRIÓN, J. L., La responsabilidad civil por los daños causados por productos defectuosos, Valencia, 2000; JIMÉNEZ
LIÉBANA, Responsabilidad civil por daños causados por productos defectuosos, Madrid, 1998; SOLÉ I FELIÚ, J., El concepto
de defecto del producto en la responsabilidad civil del fabricante, Valencia, 1997.
Ver Texto
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