Luis Arnal

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Los Presidios del siglo XVI al XVIII,
en la Frontera Novohispana,
una Forma de Hacer Poblaciones
Dr. Luis Arnal
Universidad Nacional Autónoma de México
LA RED DE CAMINOS A NINGÚN LADO
En México, quizás como en ningún otro territorio, el poblamiento y distribución
de villas y pueblos fueron una obsesión y una exigencia, que forjaron los ánimos de
sobre vivencia, defensa, doctrina, producción y sostenimiento de la frontera, donde se
“utilizaron de una manera compleja y única conceptos tales como persuasión, conversión y fuerza”, para controlar y comprender las fronteras de la Nueva España”. La
palabra conquista no se puede relacionar con la misión y el presidio, los dos instrumentos de aculturación y poblamiento más importantes hasta el siglo XVIII.
Una frontera móvil con puntos débiles por donde penetraban las tribus aguerridas, hacía más difícil el establecimiento de pobladores, que sólo podían sostenerse con la presencia de una red presidial; sistema que fue perfeccionándose en
Nueva España hasta alcanzar tal importancia que podríamos asegurar que fue el
principal instrumento de defensa, protección y poblamiento, y por lo tanto, de
consolidación de los factores de producción desde el siglo XVI al XVIII.
Los descubrimientos de las minas y campos agrícolas en el septentrión novohispano, así como el rápido crecimiento de la ganadería durante el siglo XVI, permitieron
que se pasara de una etapa de apropiación territorial, en sitios previamente ocupados
por una población local organizada y sometida en cierta manera por la tenacidad de
las órdenes mendicantes, cuyo sistema de producción se apoyaba en la mano de obra
y el tributo; a otra en la que las grandes extensiones de tierra fueron acaparadas en un
afán de búsqueda de prestigio, poder y complemento del sistema de producción y
abasto de los campos mineros.
Taylor H. Thomas: 1986, p. 20.
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El territorio estaba conformado por terrenos semi desérticos y sólo parcialmente
ocupados por tribus, en forma de reducidos grupos de familias que se movían constantemente en busca de refugio y alimentos, recorriendo enormes distancias, acampando
y cazando, relacionándose esporádicamente con otros grupos con los que se cruzaban,
intercambiando objetos diversos y conocimiento de los sitios y lugares.
En estas tierras cortadas por sierras y cordilleras, que abrazan los dos extremos
de México, se encontraron minas, reservas de agua, grandes planicies y extensiones vacías que parecían infinitas, sobre las que se fueron construyendo los caminos, a base del empuje de bestias y rudas carretas que iniciaron el transporte de
pobladores y el trasiego de productos.
La obtención de mercedes de tierra por méritos de campaña y favores a la
Corona, fue acaparada por los capitanes de frontera, mineros y aventureros que de
esta manera se fueron haciendo grandes señores, empujando la frontera cada vez
más al norte.
Zacatecas y Santa Fe representan los detonadores de la expansión hacia el
norte; los ricos campos mineros alrededor de la primera, y la última leyenda del
siglo XVI en el caso de la segunda, simbolizan de una manera clara las dos circunstancias sobre las que se movía el interés de aquellos personajes: la plata y la aventura. Dos ilusiones, de las que fueron protagonistas aquellos habitantes que iniciaban el encuentro con una nueva identidad.
Así la plata, el ganado, la ambición y lo desconocido, rompieron el cerco hacia
el norte, empujando la frontera hacia el gran río del Norte, en ese rápido movimiento que termina a principios del siglo XVIII, se arrollaron a las tribus y su hábitat, los
que quedaron atrapados en el remolino de una nueva religión y una nueva cultura.
Los caminos fueron varios; el primero y más importante empezaba en México y
terminaba en Santa Fe, Nuevo México, y funcionó como la columna central del que
crecieron otros, distribuyéndose y conectando haciendas, pueblos, villas y reales mineros. Durante el siglo XVII se abrieron otras rutas, la que partía de Durango y se abría al
oriente hacia Cuencame, y Parras, Saltillo, Monclova, San Juan Bautista, continuando
hacia principios del siglo XVIII, hacia el presidio de Nuestra Señora del Pilar de los
Adaes, camino real que pasaba por San Antonio y los ríos Brazos, Trinidad y Sabina.
Esta ruta de comercio fue también de protección y aseguramiento de los límites, ante la
presencia francesa en Luisiana hasta 1764.
Con la cesión de Luisiana a España, la frontera llegaría hasta La Florida, y el
camino que terminaba en Natchitoches y el río Rojo continuará hasta el río Ouachita, hacia el noreste bajando por el río Rojo, para conectar con las poblaciones
de Opelousas y mas allá, hasta la villa de Nueva Orleáns con las nuevas poblaciones de Bernardo de Gálvez. El camino seguía cruzando el gran río a las Floridas, la
occidental: Natchez, Panzacola, Mobila, y la Florida oriental por la ruta de las misiones hasta San Marcos y terminaba en San Agustín.
Otra ruta partía de Guadalajara por la planicie entre la cordillera y la costa,
atravesando los ríos de Sinaloa, llegando hasta la Pimeria en Sonora, ruta inicial-
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mente abierta por Nuño de Guzmán y después caminada por los misioneros Jesuitas, que establecieron entre los ríos de Sinaloa y el desierto de Sonora sus primeras
doctrinas. Desde estas últimas, Eugenio Kino S. J. dio el salto hacia la península de
Baja California a finales del siglo XVII, fundando el presidio de San Bruno y posteriormente la misión de Loreto, desde donde partiría la cadena de misiones, entre el
mar y la sierra de la Giganta, ruta que se prolongaría como una flecha hacia el sur
y norte de la California.
Los Franciscanos también misionaron hacia el norte y abrieron nuevos caminos. Las misiones franciscanas de Texas en los inicios del siglo XVII (Asinais, Natoches, Ais, Neches y Tejas), y las de la sierra Tarahumara, son ejemplo de su tenacidad para congregar a las tribus, y conectarlas en ese territorio que parece
arrugado por un gigante. Esta zona del estado de Chihuahua fue compartida con los
jesuitas, y entre ambos construyeron más de doscientas misiones que formaron una
fina red de caminos de a pie, que finalmente desembocarían en las rutas de los
presidios en el siglo XVIII.
Dos rutas más completarían el mapa de caminos; la que desde el siglo XVI
conectaba desde Querétaro, hacia San Luis Potosí y desde ahí se podía ir a Zacatecas o hacia el norte pasando por Saltillo a Monterrey, el presidio de Cerralvo y las
misiones de Nuevo León, hacia el paso de Francia, en el río Grande. Pero también
yendo hacia el oriente se enlazaba con las villas de Nuevo Santander, fundadas
por la utopía urbana Escandoniana a mediados del siglo XVIII.
LA ESTRATEGIA LINEAL
Con el descubrimiento de las minas de Zacatecas en 1548, se da un salto a
través de las líneas chichimecas, ya que la ruta estaba bien definida hasta Querétaro, y se establece el “camino de la plata” pasando por Puerto Nieto, San Miguel,
San Felipe, Portezuelo, Ojuelos, Aguascalientes, Bocas, Cuicillo y Ciénega Grande,
con cortos ramales hacia las haciendas de sustento defendidas también por presidios como Cieneguilla, Colotlan, Malpaso y otros más en otras regiones. Estos
presidios fueron hechos de prisa, con los materiales a la mano y sin un plan preconcebido, por toscos capitanes de frontera, ayudados por lo mejor de la calaña, puñado de mercenarios, a sueldo escaso y malamente armados, mayormente sostenidos
por los mismos mineros, ganaderos, mercaderes o agricultores, que utilizaban el
camino; al principio, la única intención era la de defender sus vidas y funcionar
como refugio temporal ante los ataques. Por lo regular, una vez que se continuaba
o se desmontaba el presidio por estar en zona pacificada, este era olvidado y con
Chipman, Donald E : 1992, p. 86.
Arnal, Luis: 1995, p. 202.
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el tiempo se convertía en una población que aprovechaba cualquier resto de construcción olvidada para hacer sus casas, trojes y formar la plaza utilizando el espacio central del presidio.
Durante el siglo XVI y principios del XVII, los presidios se harán siguiendo una
línea, una especie de cadena, en la que cada eslabón era fuerte en sí mismo y sólo
funcionaba para protección del mismo sitio, sin ninguna relación con los alrededores, sobretodo si estos eran lejanos. Un presidio seguía al otro, a una distancia
prudente que permitiera el mutuo apoyo, a la manera de los sacramentos, como
menciona el poeta Fernán González de Eslava en su coloquio “De los siete fuertes”, donde compara los presidios con los sacramentos como una escalera para ir
al cielo: “Camino de tropezones es la vida donde estamos y si en él nos descuidamos nos roban fieros ladrones, las riquezas que llevamos…”. En efecto, durante
los ataques chichimecas no sólo se dedicaban a robar ganados, ropa y mercancías,
sino hacían cautivos y mataban con refinada destreza a los pobladores y viajeros
de esos caminos: “arrancaban varias partes del cuerpo, costillas y huesos de los
brazos y piernas, uno por uno, hasta que el cautivo moría”. Los presidios así localizados tenían una estrategia de “abrir campo”, empujando a las tribus hacia el
norte y liberando amplios espacios para el cultivo y crianza; algunos tuvieron desde el inicio la misión de proteger asentamientos congregados por las órdenes mendicantes, otros defendían reales mineros, y otros más estaban en lugares que formaban el mismo camino hacia Zacatecas, funcionando también como almacenes,
hostales o corrales.
Esta cadena partía de México, llegando hasta más allá de Zacatecas, localizándose en los centros mineros de Fresnillo, Sombrerete, San Martín, Chalchihuites,
San Andrés, Cuencame, Aviño y Mazapil; por el poniente, los presidios de San
Hipólito de Topia y Santa Catalina de Tepehuanes defendían las misiones y minas
de Santiago Papasquiaro. La ubicación de estos presidios iniciales fue en forma de
puestos aislados, en los lugares que convenía para la protección de misioneros y
colonos.
El camino, aunque seguía hasta Nuevo México, realmente era muy inseguro
en el tramo entre Parral y el río Grande, por lo que las caravanas hacia Santa Fe
tenían que ser custodiadas por escoltas y hacer escalas en los pueblos de indios
pacificados o haciendas, “las partes y lugares donde estos salteadores hacen daños
son en los últimos pueblos de la Nueva España y en haciendas, estancias de ganado
y labores que confinan con sus términos y tierras y asimismo las minas y caminos
que van hacia ellos porque son las últimas partes que hay…”.
De esta manera, la larga cadena defensiva se fue consolidando, partiendo en dos
la zona de guerra, permitiendo el asentamiento de nuevos poblados y la producción
González de Eslava, Fernán: 1610, p. 23.
Powell, W. Philip: 1977, p. 65, (cita a Gonzalo de las Casas, en: “Noticias de la chichimeca y justicia de la guerra que se les ha hecho por los españoles”).
AGI, México 69. Orozco al Rey, Nov. 25, 1576.
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de las minas, haciendo seguro el camino hacia el norte y las rutas secundarias, pero
siempre como elementos puntuales en el territorio.
LA DEFENSA CENTRALIZADA
La agresividad de las tribus y las alianzas entre ellas, provocaron a principios
del siglo XVII una mayor actividad en los territorios por encima de Durango, áreas
que ya empezaban a ser visitadas por misioneros, mineros y en donde también se
habían dado enormes concesiones de tierra para la formación de las haciendas
norteñas; sin embargo, la poca población y la lejanía de estos pequeños polos de
asentamientos obligaron a un cambio de estrategia en el sistema presidial.
La rebelión de los Acaxees, Xiximes, Tepehuanes, Salineros y Conchos entre 1610
y 1645, y la gran alianza entre los Tarahumaras de 1649 a 1653, conocida como la
“Sublevación de indios bárbaros en los contornos de Nueva Vizcaya”, así como las
rebeliones en Texas y Coahuila, forzaron una modificación en la composición de las
tropas y en la distribución arquitectónica de los presidios. Se fue pasando de un pequeño fuerte a base de tapias, adobe o palizada, suficiente sólo para albergar unas
cuantas tropas y caballada en su interior, a una pequeña concentración de casas de
soldados, capitán, capilla y almacenes, formadas en cuadro, con una plaza de armas
en medio, a cuyo alrededor con el tiempo empezaron a asentarse comerciantes, artesanos y algunos pocos pobladores dedicados a la agricultura, con huertos y corrales,
formando un pequeño conglomerado iniciándose el binomio presidio-villa.
Por otro lado, las distancias cada vez mayores entre presidios, debido a la
poca población y escaso aprovechamiento de las tierras, impusieron un nuevo
concepto más autosuficiente; ya no se podía depender de la ayuda del presidio
próximo, sino de lo que cada uno lograra por sí mismo. Dado el avance de los
misioneros que se iban localizando en parajes cada vez más peligrosos para ellos,
se obligó a localizar presidios en zonas cada vez más alejadas de la frontera.
En Nuevo León, los presidios de Cerralvo (1626) y Cadereita (1637) fueron
villas, y tuvieron conventos fundados en 1630 y 1640 respectivamente; protegieron las misiones franciscanas que se ubicaron unos años más tarde en sus alrededores: Santa María del Río Blanco (1648), San Cristóbal de los Gualagüises (1664),
San Antonio de los Llanos (1666), Santa Teresa del Álamo (1659), San Nicolás de
Gualeguas (1672), Nuestra Señora de Dolores de la Punta de Lampazos (1698),
Guajuco (1736), Labradores (1678) y Boca de Leones (1687). En varios casos las
misiones crecieron en pobladores, a tal grado que pudieron defenderse solas, como
en Linares donde hubo convento (1715); en el valle del Pilón se fundaron las misiones de Santillana, Purificación y Concepción, que también tenían gran número
AGI, Guadalajara 141. Carta al Rey, Dic. 22, 1685.
Cavazos Garza, Israel: 1999, p. 31-38.
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de indios. En otros casos desaparecían las misiones por falta de gentiles, pero también sucedió lo mismo con los presidios cuando no tenían qué defender o cuando
su posición dejaba de ser importante en la defensa de un territorio.
El factor que detonó la formación de presidios “centralizados” en Nueva Vizcaya fue la catástrofe de Nuevo México de 1680, que se extendió desde la región
de los Moqui y Pueblo, a otras naciones como los Conchos, Tobosos, Julimeños y
un centenar de tribus más (en 1683 se sublevaron ochenta y cinco naciones del río
Nazas y la Laguna) obligando por un lado a mover a todos los pobladores y misiones, desde Santa Fe y las riveras del alto río Grande, hacia el sur; los ataques llegaron hasta Casas Grandes, Julimes y Conchos.
En Madrid se tomaron decisiones vitales que modificaron la estrategia geográfica
y la forma de entender la estructura y función de los presidios; se ordenó la eliminación
de los presidios de San Hipólito de Topia, Santa Catalina de Tepehuanes, ya que los
Acaxees y Tepehuanes habían mantenido la paz por mas de setenta años, y San Sebastián (Chiametla), aunque este último se conservó un poco más de tiempo.
Lo que ordenó Carlos II en 1685 fue crear cuatro presidios fundamentales para
la defensa de Nueva Vizcaya: Pasaje (Cuencame), San Pedro del Gallo, Cerro Gordo, “El fuerte se fabricó solo para circunferencia del medio fundándose este presidio para que explorase la tierra, corriese las campañas…”10 y Conchos, en una línea casi vertical de sur a norte, entre Fresnillo y Chihuahua, conservando la
distancia de veinticinco leguas entre uno y otro, considerando que Parral se hallaba
a la mitad entre Conchos y Cerro Gordo, de tal forma que cortaban cualquier intento de ataque sobre las sierras y la zona minera alrededor de Durango; más adelante en 1711, se fundaría el presidio de Mapimi, que penetraba más hacia el Bolsón,
sacando hombres de los cuatro presidios.
Es importante destacar la forma arquitectónica de estos presidios, que representaban una ciudad interior. Dejando afuera el mundo salvaje y dentro la organización protegida, articuladora de la visión del mundo, por eso las murallas que no
solo aislaban ,pero dotaban de una seguridad a los pobladores de adentro, los soldados y de afuera, los agricultores, es a partir de finales del siglo XVII, que se aproxima el final de la utopía militar, basada en la conquista del territorio y la presión
sobre los nómadas, a partir de la guerra de los indios pueblo la mentalidad militar
cambiara, sustituyendo el modelo de fuerte cerrado por otro de formas mas ligeras
y con una geometría mas clara que permitía la aceptación de que esos fuertes serian efímeros, solo para lograr la eficacia en partes controladas del territorio.
De aquellas construcciones mito poéticas del siglo XVI, se pasaría a la teoría
militar, la trinchera, el anillo defensivo, el engaño de sus murallas de madera o
adobe, pintadas como piedras, el fuerte-casa, autosuficiente y practico, que limita
Navarro García, Luis: 1965, p. 30.
Taylor, H. Thomas: 1986, p. 454 (Relación de Diego de Medrano).
10
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al territorio y es símbolo en la soledad de la frontera, pieza inexpugnable, es decir
pieza barroca.
En el norte y a espaldas de la Tarahumara, se erigió el presidio de San Felipe y
Santiago de Janos en 1686, que se sostuvo durante todos los cambios de estrategias,
ya que cortaba el paso de los Pimas por la sierras, hacia el presidio de Fronteras
(1720) y Sonora. Casas Grandes y el Paso del Norte se establecieron en 1687 y
1682, para protección de los colonos que huían de Nuevo México y las misiones
que se reubicaron en las márgenes del río Grande.
En Coahuila se fundó el presidio de Santiago de la Monclova en 1689, con la
intención de dejar un puesto de refuerzo en el camino hacia Texas, amenazada por
los franceses de La Salle, quienes habían hecho el presidio de San Luis en la bahía
de Matagorda, y en 1701 se levantó el presidio de San Juan Bautista del Río Grande (Paso de Francia)“. Veinte de estos soldados reunidos con los de Coahuila de
cortar y recorrer la tierra, reservándose los diez restantes para la defensa de las
misiones. Escogieron estos para situación de su presidio una ciénega que estaba
inmediata a la misión de San Juan Bautista, lugar de poca comodidad ya que por lo
bajo el sitio da poco lugar a los vivientes y por consiguiente son excesivos los calores…”11 como protección de las misiones cercanas, que sería el primer escalón
hacia las fundaciones del río San Antonio.12
En Texas pasó algo similar antes de la formación de la “línea “; los presidios
dieron apoyo a centros de producción, ya fueran misiones o pequeñas rancherías.
Así el presidio de San Francisco Xavier (1751) protegía las misiones de San Ildefonso (1749), San Francisco Xavier (1746) y Nuestra Señora de la Candelaria (1749),
en el río San Gabriel; el de San Luis de las Amarillas, a la misión de triste memoria
de Santa Cruz de San Saba, en el río del mismo nombre. El presidio de San Agustín
de Ahumada, “El Orcoquizac” (1756), a la misión de Nuestra Señora de la Luz
(1756); el presidio de San Antonio del Bejar(1718), reforzado por el fuerte del Cíbolo (1734) daban protección a las misiones de San Antonio Valero (1718), la Purísima Concepción (1731), San Juan Capistrano (1731), San José y San Miguel
(1720), San Francisco Xavier de Najera (1722), y San Francisco de la Espada
(1731).13 El presidio de Nuestra Señora de Loreto (la Bahía-Goliad) (1749), a la
misión del Espíritu Santo de Zúñiga (1749) en el río San Antonio, antes localizados
ambos en el río Guadalupe (1721); el presidio de nuestra Señora del Pilar de los
Adaes (1721) a la misión de San Miguel de Linares o de los Adaes (1717); el presidio Nuestra Señora de los Dolores o de los Tejas (1721), a las misiones de Nuestra
Señora de Guadalupe de Nacogdoches (1716), San José de los Nazonis (1716), La
Purísima Concepción de los Asinais (1716), Nuestra Señora de los Dolores de los
Ais (1717) y San Francisco de los Tejas o Neches (1721).14
AGN, Historia 29. Descripción del territorio del presidio...
Weddle, S. Robert: 1991, p. 37.
13
Chipman, Donald E.: 1992, p. 147-170.
14
Chipman, Donald E.: 1992, p. 148.
11
12
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Esos círculos de protección se hacían a veces muy extendidos, por lo que la defensa
perdía su eficiencia; en otros momentos, dependiendo de la agresividad de las tribus, las
distancias de los radios de apoyo no eran suficientes para garantizar la seguridad de las
misiones y pueblos adyacentes. Durante toda la primera mitad del siglo XVIII, se hicieron
visitas, inspecciones y recorridos por los presidios, cambiando algunos de lugar, desapareciendo otros y reforzando los más, con objeto de mantener la frontera bajo control.15
Así notamos una transformación del concepto presidial de los siglos XVI y XVII,
combinando las actitudes defensivas con las de poblamiento, ya que lo que se pretendía era que alrededor de los presidios se fueran formando pequeños núcleos de
pobladores, indios pacificados, pequeños agricultores y soldados viejos que reclamaban tierras para quedarse permanentemente. Estas áreas de influencia atrapaban
rancherías y pueblos mineros, cuando las distancias entre presidios era muy grande
se trataba de acercarlos por medio de compañías volantes que recorrían a lo ancho y
largo el territorio, de esta forma la ubicación estratégica sustituyó la cadena lineal.
La reorganización del territorio obligó a que los presidios en esta segunda etapa se convirtieran en entidades móviles; los soldados salían constantemente a patrullar, aunque siempre con el peligro que los ataques penetraran entre estos círculos, pero cada vez más se fueron formando pueblos en las inmediaciones, hasta
que el peso de las milicias iba haciendo disminuir la dotación de los presidios. En
1724 había sólo ocho hombres en Cadereita y doce en Cerralvo, contra los cien
hombres de los Adais, o los cuarenta y cinco de los presidios de El Gallo y Pasaje.
Hacia 1725 había veinticinco presidios16, sin contar San Bruno en Baja California, con un total de 905 hombres, y completando con los del Valle de San Bartolomé, región de nogales y otros frutales, formado con la compañía de Parral y el
presidio de Nayarit (región recién explorada). Así tendríamos en Coahuila y Texas:
Los Adais, San Antonio, La Bahía (río Guadalupe), los Tejas, Monclova, San Juan
Bautista del Río Grande, y Saltillo. En Nuevo León estaban los de Cerralvo, Cadereita, y León (Monterrey); Nueva Vizcaya contaba con Mapimi, Cerro Gordo, El
Gallo, Pasaje (sostenido por la casa del conde del Álamo), Conchos, El Paso, Parral,
Valle de San Bartolomé, Janos, y Casas Grandes; en Sonora el de Fronteras en Corodeguachi; y por último, marcando los territorios más alejados al poniente: el de
Chiametla en Sinaloa, y otro en la mesa del Nayar, al oriente el de Valles, y en lo
más alejado del septentrión, el de Santa Fe, en Nuevo México.
LA “LÍNEA” DE PRESIDIOS EN LA FRONTERA
En virtud de las visitas que desde 1724 se hacían a los presidios, con los avances y descubrimientos sobre Texas, Sonora y California, se fueron dando los prime-
15
16
Porras, Guillermo: 1945, p. 5.
Navarro García, Luis: 1965, p. 69.
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ros proyectos de una organización total de la frontera; militar y administrativamente, los altos costos de las tropas y la ineficiencia de los presidios en ciertos sitios que
no impedían los ataques a las misiones o a los colonos, fue obligando a reforzar
ciertos puntos y olvidar otros por incosteables, pero sobre todo, a proceder con
normas y reglamentos, a reponer la disciplina y orden entre soldados, indios, colonos y misioneros.
A consecuencia de la visita de Rivera 1724-1728, y con las opiniones de diversos capitanes de frontera , se inició una redistribución territorial, añadiendo
nuevos presidios. Así en Sonora se fundó el de Terrenate ( 1741), Tubac (1752), San
Pedro de la Conquista del Pitic (1741), San Miguel de Horcasitas (1750) y Buenavista, este fundado primero con refuerzos del presidio de Sinaloa en 1740 y reforzado permanentemente en 1765 (San Carlos de Buenavista). En la zona norte de
Nueva Vizcaya, Rivera dejó ocho: Janos, Conchos, San Bartolomé, Mapimi, Cerro
Gordo, Gallo y Pasaje, y el del Paso que dependía de Nuevo México.
Ya con esa distribución que se había iniciado a partir de 1680, se empezaba a
vislumbrar un proyecto de defensa que ligaba regiones, y restablecía una especie
de sistema que intentaba impedir los ataques desde más allá del río Grande.
Pero fue a partir de 1761 que se fueron exponiendo nuevas razones para modificar la estrategia general. De esa forma se amplía la defensa hasta Sonora, consolidando el presidio de San Carlos de Buenavista en el río Yaqui en 1765, y en ese
mismo año otro en el Valle de San Buenaventura, entre Janos y el Paso del río del
Norte, el primero para detener a los indios de Cerro Gordo, y el segundo como
defensa de Chihuahua, conservándose San Miguel de Horcasitas, localizado entre
los pueblos Seris de Populo y los Ángeles. En toda esta táctica se estaba tratando de
enlazar los territorios y proteger los asentamientos locales.
Con la expulsión de los Jesuitas en 1767, la situación se complicó aun más,
ya que sus misiones formaban una relación entre pueblos que, organizados, también se defendían de los ataques, por lo que al quedar estas sin dirección fueron fácilmente atacadas por las tribus hostiles, lo que obligó a tomar las decisiones militares cada vez más rápidamente.
La expedición de Rubí iniciada en 1766, acompañado de Nicolás Lafora y
otros ingenieros militares, le dio oportunidad de hacer un recorrido por casi todos
los presidios hasta entonces en funciones: “por Zacatecas se dirigió a Durango
donde revistó la escuadra de diez hombres y un cabo que para protección de la
ciudad proporcionaba el presidio desde Pasaje (Cuencame) luego por este mismo
presidio y el de Huajoquilla llegó a Chihuahua, de aquí se trasladó a la junta de los
ríos el Paso y Santa Fe de Nuevo México, a su regreso de esta provincia revistó los
de San Buenaventura y Janos en Nueva Vizcaya y los seis de Sonora, cruzando
luego la sierra madre por el valle de Basuchil, volvió a Nueva Vizcaya visitó los
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presidios de Huajoquilla, Cerro Gordo y luego los de Coahuila y Texas y el de San
Saba y las guarniciones de Nuevo León...”.17 En total, visitó veintitrés presidios.
Con esta inspección se dejaron organizados: Janos, San Buenaventura, El Paso,
Julimes, Huajoquilla, Cerro Gordo y Pasaje; es decir desparecen San Bartolomé sustituyéndose por Huajoquilla, Conchos por Julimes, Mapimi y El Gallo se eliminan por
ya no ser necesarios al estar entre Cerro Gordo y Pasaje, y se refuerza el de San Buenaventura entre Janos y el Paso. En Coahuila se tenían dos, el de Monclova y San
Juan Bautista del Río Grande, añadiéndose dos más, Santa Rosa del Sacramento y San
Saba, que se sujetó a la provincia con mas razón cuando se trasladó bajo el río
Grande en 1773, con el nombre de San Vicente; en Texas se puso uno más, el de
Orcoquizac, sumándose a los tres de los Adaes, San Antonio y la Bahía (ya había
desaparecido el de los Tejas). Cerralvo y Cadereita se eliminaron dejando mejor fortificado Monterrey, se conservaron el de Santa Fe y el la mesa del Nayar. Para entonces, cerca de 1200 hombres componían la defensa del territorio septentrional.18
Sin embargo, estos reacomodos no fueron suficientes para desalentar a los indios entre 1749 y 1763; habían causado más de ochocientas muertes, muchas minas se habían abandonado y los indios vendían ganado en Coahuila con hierros de
Nueva Vizcaya; los Apaches, Natajes, Coahuiltecos y otras tribus aliadas, entraban
hasta el camino real de Chihuahua con facilidad, por lo que se decidió formar una
línea más estrecha que contuviera las andanzas de los indios.
Fue hasta 1768 que Don José de Gálvez pensó en una organización que no
sólo fuera defensiva, sino que fomentara el crecimiento de la región, volviendo a
producir las minas (incluso se hicieron folletos para integrar accionistas para el
beneficio de minas en Sonora y Sinaloa), habilitando puertos (Guaymas, San Blas,
Mazatlán), tratando de poblar los despoblados, como la California y Sonora y de
hacer segura la crianza de ganado y las cosechas; llevando pobladores a los alrededores de los presidios y repartiendo tierras.
Los Pimas y los Seris atacaron varias veces Sonora, especialmente las revueltas de
1740 y 1751, que produjeron grandes daños, a pesar de los presidios recién fundados.
Estas campañas fueron enfriadas por Don Bernardo de Gálvez, sobrino del visitador,
quien desde 1770 a 1775 realizó varias campañas de sometimiento hasta caer herido
en la última de ellas, dejando el mando a Don Hugo O´Connor, y regresando a España; volvería a América como gobernador de Luisiana y Cuba, y después sería Virrey
de la Nueva España. No cabe duda que el aprendizaje en la frontera novohispana le
dio un gran conocimiento de la geografía y composición de las tribus que después le
sería de gran utilidad en su vida pública.
Pero la importancia de estas expediciones fue el reconocimiento del territorio
y de los movimientos de las tribus; las paces a veces rotas y las alianzas fueron
dando el mapa “social” y la delimitación de los territorios, con lo que se pudo po-
17
18
Navarro García, Luis: 1965, p. 136.
Navarro García, Luis: 1965, p. 124 Navarro García, Luis: 1965, p. 124.
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ner en práctica un sistema defensivo más coherente, con la realidad y con la oportunidad de producción, de acuerdo a las reformas borbónicas que impulsaban el
fomento de las industrias y el poblamiento: “en todos estos cerros (Huajoquilla) hay
muchas minas de plata, que no se trabajan por temor de los bárbaros”.19 Los indios
se sentían como un impedimento para el avance de los colonos y mineros, y más
aun del progreso, como lo planteaban las ideas ilustradas.
Así, en 1771 con las ideas de Gálvez y otros jefes militares, se pasó al Consejo
y al Rey un dictamen de reubicación de presidios, formando una “Línea o cordón
de quince presidios sobre las fronteras de las Provincias Internas”. Al reducir el
número de presidios, se creía reducir al erario los gastos que ocasionaban los veinticuatro existentes. Aunque esta propuesta fue la primera en plantear la nueva estrategia de ligar los presidios en forma tal que impidieran los ataques, la puesta en
operación del plan tuvo que esperar unos años más. Este concepto lineal provenía
de los tratados militares que explicaban la función de las trincheras o líneas de
defensa que ya habían practicado en obra y teoría el Marqués de Santa Cruz de
Marcenado, quien en Oran, Cerdeña y Portugal, implementó el uso de avances
escalonados para acercarse a las plazas y tomar tierras en poder del enemigo.20
Las Provincias internas sólo podían sostenerse con un plan de acción que
combinara el poblamiento, la defensa y la producción. Hugo O´Connor dedicó la
mayor parte del tiempo en que tuvo el mando de la frontera como inspector de los
presidios internos (1771-1777), en garantizar estos tres determinantes; pero sólo
tuvo éxito gracias al entendimiento que tuvo con el Virrey Bucareli.
Fue hasta 1772 en que gracias a los esfuerzos de varias expediciones, y especialmente a lo aportado por Rubí y los planos de Lafora, se publicó en Madrid el
“Reglamento e instrucción para los presidios que se han de formar en la línea de
frontera de la Nueva España, resuelto por el rey nuestro señor en cédula de 10 de
septiembre de 1772”. Con esto se moverían los presidios para ubicarlos más o menos en una línea continua, desde las costas del mar de Cortés hasta el golfo de México, liberando todos los movimientos rebeldes al sur de la línea e impidiendo el paso
de ataques apaches desde el norte; el proyecto contemplaba que los presidios deberían quedar a unas cuarenta leguas uno de otro.
Se deberían mover rápidamente, aunque no todos al mismo tiempo; el de Altar
hacia el seno de California, en el río Concepción, más allá de Caborca (esto no se
realizó); Tubac pasaría a San Agustín de Tucson en 1777; Terrenate al valle de
Santa Cruz (Quiburi) en 1775 y Fronteras a San Bernardino, en el mismo año, más
hacia el noreste, acercando este último un poco más hacia Janos (aunque después
en 1781 se regresó al sitio anterior).
En Nueva Vizcaya, el de San Buenaventura, localizado al sur de Casas Grandes se corrió al norte, entre Janos y Carrizal en 1774; Paso del Norte por tener su-
19
20
Lafora, Nicolás de: 1939, p. 274.
Artola Gallego, Miguel: 1985, p. 75-80.
Luis Arnal - 1049
ficiente pobladores no requería del presidio, la tropa se movería a Carrizal; el de
Huajoquilla se subiría para fundar uno nuevo en San Elizario, en el borde del río
Grande, estos dos últimos establecidos en 1774; las tropas de Julimes reforzarían el
presidio de Santiago de las Amarillas, más conocido como la Junta de los Ríos
(Ojinaga), fundado en 1759; Cerro Gordo pasaría también a las riveras del río
Grande, al nuevo presidio de San Carlos fundado en 1773; San Saba en Texas bajaría a San Vicente, tres leguas a l sur del río; Santa Rosa del Sacramento a Agua
Verde, también muy cerca del río a veinte leguas de San Juan Bautista; Monclova,
ya formalmente una villa, pasaría su guarnición a Monclova “viejo”, en el río grande entre Agua Verde y San Juan Bautista (El Moral).
Se harían otros presidios nuevos, como el de Príncipe o Pilares en 1774, entre
San Elizario y la Junta, para conservar la distancia reglamentada, y el de Babia entre
Agua Verde y San Carlos, veinte leguas al sur del río Grande.
Las guarniciones de Nuevo León y Nayarit se suprimieron, y redujeron al mínimo las de Buenavista, Horcasitas y el Orcoquizac en Texas. Con esto se reducía
la línea a quince presidios, más el de San Antonio del Bejar, y la Bahía, con la
guarnición del Cíbolo entre ambos.
La villa y presidio de Santa Fe en Nuevo México, no se consideró dentro de la
línea por estar muy al norte, y tampoco los cuatro presidios fundados a partir de
1760 en California: San Diego, Santa Bárbara, Monterey y San Francisco; a pesar
que los comandantes de frontera le habían solicitado a Carlos III que diera órdenes
para que se sostuvieran y fomentaran.
La organización de los presidios, como lo planteó Rubí, dejaba a cada uno con
cincuenta hombres de guarnición, comprendiendo a tres oficiales y un sargento, con
lo que la línea quedaba formada por 750 plazas, mas los individuos de los presidios
alejados (Santa Fe, la tropa de Robledo, San Antonio y El Cíbolo) se aumentaba a 910
hombres; además, había que incluir a las compañías volantes de Sonora.21
Para pacificar la frontera no bastaba con el reacomodo de las fuerzas, sino que
había que dotarlas de pertrechos, animales y disciplina; de esto se encargó
O´Connor en sus varias expediciones en busca de rebeldes apaches y comanches.
Y aunque nunca se logró la total pacificación, al menos la ubicación de presidios
contribuyó a liberar un amplio territorio sobre el que se volvieron a establecer nuevas poblaciones y colonos.
Los proyectos arquitectónicos de los presidios se modificaron de acuerdo con
los tratados de ingeniería militar, aunque se adoptó una forma y tamaño más sencillos de hacer; a diferencia de los presidios del siglo XVI, que consistían en un gran
cuadro con altos muros de adobe, baluartes cuadrados y pequeños, en algunos
casos pequeños torreones y el espacio para caballada y pobladores en su interior,
los del siglo XVII y principios del XVIII eran más bien un grupo de casas de solda-
Fernando Ocaranza, México: 1939, p. 323 (Capítulo XXXI, Reflexiones acerca de la propuesta ideal del Marques de Rubí).
21
1050 - Atas do IV Congresso Internacional do Barroco Íbero-Americano
dos alrededor de las cuales se limitaba una plaza de armas no muy grande, con el
área de corrales anexa, con una capilla pequeña y casa para el capitán -a veces en
su interior y otras afuera-, y que con el tiempo fue siendo un atractivo y seguridad
para nuevos pobladores, indios y mestizos, que hicieron sus casas y huertos en las
inmediaciones, iniciando un pequeño poblado con el tiempo.
En los de nueva fábrica del siglo XVIII, se adoptaron los dos últimos modelos,
un cuadro de casas de soldados alrededor de una plaza de armas formando un recinto seguro (Janos, Huajoquilla, Carrizal, El Paso), y los de planta cuadrada con
dos baluartes (San Carlos, Pilares, San Elizario). Hubo otros de diferente forma,
como el de la Junta, más parecido a los presidios primeros de Texas, formados por
el Marqués de Aguayo, quizás por economía de recursos ya que sólo se daban mil
pesos para la construcción del presidio; los muros eran más bajos que los del siglo
XVI, y los sistemas de construcción mas sólidos. En su interior tenían el lugar para
capilla y casa del capitán, teniendo todo el mismo patio central donde se hacían las
revistas y se daban las órdenes. “Se ha de formar primero el cuadro de tapias comunes de adobes y los dos pequeños baluartes en sus ángulos en forma de diamante,
y después levantar en el interior la capilla, cuerpo de guardia, casa del capitán,
oficiales, capellán y habitaciones de los soldados e indios, guareciéndose todos
entretanto en tiendas de campaña y barracas provisionales, sobre cuyo asunto proveerán los capitanes y oficiales subalternos…”22
Con nuevas incursiones y conocimiento del territorio, apoyados por la contribución de la cartografía de los ingenieros militares, quienes hicieron planos cada
vez más detallados de la frontera, en 1776 se expidió el decreto real que confirmaba las primeras ideas de José de Gálvez y el Virrey Croix, que desde 1768 aventuraban un gobierno hasta cierto punto independiente para las provincias norteñas.
Con el decreto se le otorgaba a Don Teodoro de Croix (sobrino del Virrey de mismo
nombre) poderes y mandos suficientes sobre “los gobiernos subalternos de Coahuila, Texas y el Nuevo México, con sus presidios y todos los demás que se hallan situados en el cordón o línea establecida de ellos desde el golfo de Californias, hasta
la Bahía del Espíritu Santo.”23
Con la Comandancia General de las Provincias Internas, se prepararían nuevas
estrategias y se definiría la autoridad sobre pobladores, misioneros y soldados,
evitándose la duplicidad de instrucciones con el Virrey. Esta nueva autoridad de
hecho dividía el Virreinato en dos, tenía la ventaja de que el comandante era un
conocedor del territorio y un militar de experiencia, con lo que se logró un mayor
número de refuerzos, mejor distribución de las tropas, un ajuste de los mandos y
mejor administración de los situados. Además, se reforzó la presencia de los presidios con compañías volantes formadas por indios amigos como los Opatas, y se
dotó de armas y entrenamiento a las milicias de los poblados, lo que dio oportuni-
Arrillaga, José Basilio: 1835, p. 141.
Navarro García, Luis: 1964, p. 275 (Art. 1 del Real Decreto, expedido en Aranjuez, Mayo
16, 1776).
22
23
Luis Arnal - 1051
dad de modificar la estrategia defensiva, con la organización de pueblos y villas de
apoyo a los presidios.
EL TEJIDO DEFENSIVO CON LA RED DE VILLAS
Croix se da cuenta de que sólo con los presidios, aun en la línea, no es posible
detener las incursiones de los enemigos; además, el alto costo que esto comprende,
le lleva a replantear la situación defensiva, la administración y consiguientemente
la producción en la frontera, en sendos informes; en el último de 1782, analiza la
situación del momento y propone algo que transformará radicalmente el concepto
de frontera, pasando de una situación sólo militar a otra en la que se combina la
presencia de pueblos y villas más consolidados, debido a que algunos fueron pueblo de misión, para ir eliminando el costo que significaba el sistema presidial.
Las tropas indisciplinadas, escasas y con pocos apoyos de armamento, los presidios en constante reparación y algunos ya inútiles en su posición estratégica, lo llevan a considerar la utilidad de la población civil. Autorizó a los soldados a tener
tierras cerca del presidio, y animó a los pobladores a hacer lo mismo, con lo que el
establecimiento militar se fue convirtiendo en un centro de población a la manera de
lo sucedido en el siglo XVI. Además, trató de conectar los presidios con las villas
cercanas, que eran las que los proveían de caballada, comida y mano de obra.
Croix decidió abandonar las guarniciones de algunos presidios que serían complementados por cordones de poblaciones; en un primer frente en Nueva Vizcaya,
desaloja el Príncipe (en 1780 se pasa al pueblo de Coyame), la tropa de San Carlos
pasa también a la villa de Chorreras y la de San Vicente o La Babia es distribuida en
el pueblo de Santa Rosa, donde “había cuarenta vecinos y varios sirvientes, y en sus
contornos doce ranchos desde una a cuatro leguas de distancia donde hay muy buenas labores”.24 La tropa del presidio de Aguaverde se trasladó a la villa de San Fernando de Austria fundada en 1753, para entonces una villa de buen tamaño, adonde
también se habían acogido los pobladores de los Adais cuando se pasó la capital de
Texas a San Antonio; a la tropa de Monclova Viejo la regresó a Monclova, que ya
para entonces tenía “…cien familias de vecinos españoles, mestizos y mulatos. La
villa tiene una planta hermosa, gran plaza, calles despejadas y tiradas a cordel. Los
edificios son bajos, de adobe y los más sin blanquear como en Saltillo”.25
Se estableció además una subdivisión que formará, a partir de lo más septentrional, diferentes trincheras ante los ataques, agrupando a los presidios-pueblos de
la siguiente manera: Janos, San Buenaventura en su nuevo emplazamiento conocido como La Princesa; en Galeana y Carrizal, con la compañía volante de Casas
Grandes; otro núcleo lo hace al mover San Elizario más hacia el Paso y juntarlo con
24
25
Lafora, Nicolás de: 1939, p. 182.
Morfi, Fr. Juan Agustín: 1935, p. 281-82.
1052 - Atas do IV Congresso Internacional do Barroco Íbero-Americano
las milicias de los habitantes del Paso y los pueblos ribereños del Río Grande. Un
tercer grupo lo integran las poblaciones de Santa Rosa, San Fernando de Austria y
San Juan Bautista del río Grande, presidio que ya también había crecido hasta formar un poblado con lotes y huertas.
Croix aprovechará una red de poblados, ya para entonces de mediano tamaño, que formarían un segundo frente casi horizontal, un poco más debajo de
San Buenaventura; estaba formado por Namiquipa, Santa Clara, de donde salía un
camino al norte a San Lorenzo; Malanoche, Majalca, San Jerónimo, Hormigas,
Chorreras a donde se mudó la guarnición de San Carlos, Pueblito, el presidio del
Príncipe en Coyame (en 1788 tenía 144 habitantes), hasta llegar al presidio de la
Junta de los Ríos (Ojinaga) que aportaban 450 hombres de milicias. Un tercer frente de pueblos lo hace en el sentido vertical, en paralelo con el río Grande, a partir
de Coyame, Chorreras, Julimes, Ancon de Carros, Santa Rita, Huajoquilla (en 1788,
tenía 1829 habitantes), Pelayo y Sanjuán de Casta, con 250 hombres; así se formaba un arco desde Ojinaga hasta el Bolsón de Mapimi. Un cuarto cordón iba desde
la ranchería de San Juan de Casta, Calabacillas y otros tres puestos de cuarenta
hombres hasta Saltillo, aportando otros 200 hombres y una última línea entre Saltillo y Monclova, abarcando la sierra de la Purísima y de ahí a Cuatro Ciénegas,
pasando por Nadadores, con otros 250 milicianos que daban un buen número de
personas para defender los pasos de los indios enemigos.26
Además Croix pensaba crear, o más bien modificar, la traza de 28 nuevas poblaciones a la manera de las ideas surgidas en España y los experimentos de la Sierra
Morena, poblaciones fundadas con las teorías de producción y fomento, puestas en
práctica por Campomanes, donde se aprovecharían los recursos naturales con la incorporación de la mujer a la economía familiar, incrementando el número de artesanos y pequeños comerciantes, sustituyendo poco a poco a los agricultores. De esta
manera se formarían núcleos de población autosuficiente y con pequeñas industrias
familiares en un ámbito moral y sencillo: “El colono situado sobre su suerte y libre del
choque de pasiones que agitan a los hombres reunidos en pueblos estará más distante de aquel fomento de corrupción que el lujo infunde siempre en ellos. Reconcentrado con su familia en la esfera de su trabajo…se sentirá más vivamente conducido
a él por los sentimientos de amor y ternura que son naturales al hombre en la sociedad doméstica…”27
La idea de pequeños propietarios agrícolas fue uno de los propósitos en el establecimiento de las nuevas poblaciones. Para entonces se habían fundado las de
Escandón en Tamaulipas en 1749, y en 1778 se harían las de Bernardo de Gálvez
en Luisiana; estos experimentos con pobladores civiles también se esperaba que
funcionaran en la frontera del septentrión de la Nueva España, sólo que aquí con la
combinación de presidio-pueblo.
26
27
Navarro García, Luis: 1964, p. 353-355.
Jovellanos, Gaspar Melchor de: 1977, p. 183-184.
Luis Arnal - 1053
La refundación de pueblos a partir de los presidios o anexos a él, o de misiones,
obligó a modificar la traza de los poblados, rehaciendo sus plazas y contornos. De la
primera línea defensiva del plan de Croix, explicada arriba, la villa presidio de Janos
tenía ya en 1788,142 habitantes; San Buenaventura (Velarde) empezó como presidio
fundado en 1760, en 1774 se reubicó en el río Santa María y terminó en pueblo, para
1788 tenía 718 habitantes. Este presidio se trasladó en 1788, del paraje de Chavarría
en el río Santa María, a un nuevo emplazamiento al suroeste a diez leguas, al sur de
Casas Grandes, llamándose presidio de la Princesa, donde anexo a él empezó a
crecer el pueblo de San Juan Nepomuceno (Galeana, en Chihuahua). El presidio del
Carrizal tuvo misión, no tan lejana, y siempre funcionó como un establecimiento
militar, pero a su alrededor crecieron muchas rancherías y campos de labor.
El ejemplo de Croix siguió en otras regiones; Chihuahua y Arizpe en Sonora crecieron al ser centros de acopio, administrativos, culturales y militares. En Sonora se
aprovecharon los pueblos de las misiones Jesuitas y los presidios de Altar, Fronteras y
Tucson, para fomentar asentamientos en sus alrededores. Las guarniciones de Horcasitas y Buenavista, dieron lugar a otras rancherías y asentamientos de indios pacificados.
En otros pueblos de misión que se encontraban desguarnecidos también se colocaron
destacamentos, lo que permitió que pudieran defenderse y crecer; Caborca, San Ignacio, Imuris, Saric, Pitic y muchos más se convirtieron en prósperos poblados.
En Texas, el mulato Antonio Gil Ibarbo, fundó la villa de Nuestra Señora del Pilar de
Bucareli (1774), que sólo duró cuatro años por los ataques de los indios, y se mudó a un
lugar más seguro en 1778, con el nombre de Pilar de Nacogdoches, como centro de
acopio y comercio en la entrada a la Luisiana; en 1780 tenía más de 500 habitantes.28
La división administrativa de los poblados se dividía en alcaldías que administraban los partidos territoriales, en los que caían pueblos y ranchos, algunos con muy
buenos productos: “El partido de Cuencame se compone de tres pueblos miserables
y ocho haciendas opulentas…con veinticinco mil cabezas de ganado caballar, diez
mil reses y trescientas veinte mil de lanar…”29 Estas jurisdicciones se encargaban de
conseguir las contribuciones para el fondo de sostenimiento de las milicias.
Si bien el desarrollo de la frontera pasó por muchas penurias y conflictos, no
cabe duda que la política presidial fue la que consolidó y pacificó el territorio a
partir los primeros presidios del siglo XVI, hasta la unión del presidio y villa, que
fueron integrando una red y conectando centros productores con comerciales, en
un amplio territorio que siempre tuvo escasez de pobladores. Hacia 1780, el 80%
del territorio de Nueva España concentraba a sólo el 5% de los pobladores, eso sí,
decididos a soportar todo, muchas veces sin conocer su destino, en aquellos caminos que iban de ningún lado a ningún lado.
28
29
Arnal, Luis: 1999, p. 178.
Navarro García, Luis: 1964, 412.
1054 - Atas do IV Congresso Internacional do Barroco Íbero-Americano
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