Número de registro: 4231 Novena Época Instancia: Tribunales

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AMPARO DIRECTO 57/97.
Número de registro: 4231
Novena Época
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: Tomo V, Mayo de 1997
Página: 540
AMPARO DIRECTO 57/97. SEBASTIÁN CAMPOS SABIDO.
CONSIDERANDO:
SEXTO. Son fundados los conceptos de violación que formula el quejoso Sebastián Campos
Sabido, únicamente en lo que se refieren al delito de ataques a las vías de circulación.
De manera previa a su demostración, conviene precisar que la Sala Penal del Tribunal
Superior de Justicia del Estado de Yucatán, señalada como responsable, confirmó
íntegramente la sentencia que dictó el Juez Primero de Defensa Social del Primer
Departamento Judicial de esta entidad federativa, en la causa penal número 332/95, pues
consideró que con las pruebas que obran en el sumario se encontraban debidamente
acreditados los elementos de los tipos de los delitos de ataques a las vías de circulación y los
culposos de daño en propiedad ajena y lesiones, así como la plena responsabilidad del
procesado en su comisión, en términos del artículo 156, así como de los numerales 10, 76,
348 y 356 del Código de Defensa Social del Estado.
La decisión del tribunal de alzada es correcta sólo por lo que hace a los delitos de daño en
propiedad ajena y lesiones cometidos por imprudencia, atentas las razones siguientes:
El artículo 10 del citado Código de Defensa Social establece: "Son delitos culposos los que se
cometen por imprudencia, imprevisión, negligencia, impericia, falta de reflexión o de cuidado
y con los que se causa igual daño que con un delito doloso.". El ilícito de daño en propiedad
ajena previsto en el numeral 348 del aludido código, tiene como elementos configurativos los
siguientes: a) que ocurra la destrucción o deterioro de cosa ajena o de cosa propia en
perjuicio de tercero; y, b) que dicha destrucción o deterioro se produzca por algún medio
comisivo.
El delito de lesiones descrito en el artículo 356 del mismo código, tiene como elementos
típicos: a) la existencia de heridas, escoriaciones, contusiones, fracturas, dislocaciones,
quemaduras o cualquier alteración en la salud o daño que deje huella material en el cuerpo
humano; y, b) que lo anterior sea producido por una causa externa.
Ahora bien, en este aspecto se estima correcta la decisión de la autoridad responsable, porque
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de los medios de convicción allegados al proceso consistentes en: las querellas formuladas
por Romualdo Dzul Uc y Rosa Sozaya de Dzul, en las que el primero lo hace respecto de los
daños causados al vehículo que intervino en el hecho de tránsito que nos ocupa, cuya
propiedad acreditó ante el órgano investigador y ambos en relación con las lesiones que
sufrieron con motivo de dicho accidente, así como también las ocasionadas a su menor hijo
César Augusto Dzul Sozaya; las diligencias de fe ministerial de las lesiones sufridas por los
pasivos; los certificados médicos por medio de los cuales se clasificaron las mismas; el parte
de tránsito emitido por los peritos adscritos a la Secretaría de Protección y Vialidad del
Estado, en el que se expuso como conclusión, que el hecho de tránsito tuvo lugar con motivo
de la imprudencia del aquí quejoso; el dictamen de avalúo practicado al automotor propiedad
del querellante Dzul Uc; la fe ministerial de daños practicada a las dos unidades que
participaron en el percance y la propia confesión del solicitante de amparo, rendida al
declarar ministerialmente y que ratificara ante la autoridad judicial; valorados todos estos
indicios al tenor de los artículos 208 al 221, en relación con el 256, 257 y 272, que contienen
las reglas específicas de comprobación de los delitos de lesiones y de daño, todos del Código
de Procedimientos en Materia de Defensa Social, de esta misma entidad federativa, permiten
establecer, que siendo aproximadamente las veinte horas del día dieciséis de junio de mil
novecientos noventa y cinco, el ahora quejoso Sebastián Campos Sabido conducía una
camioneta marca Chevrolet, tipo estacas, con placas de circulación YN-13580, de noreste a
suroeste sobre la carretera nueva a Motul con dirección a esta ciudad, sin guardar distancia
prudente de seguridad, colisionando la parte frontal derecha de dicha unidad motora con la
parte trasera de una diversa marca Datsun, con placas de circulación YWB-8156 que le
precedía y que era conducida por su propietario Romualdo Dzul Uc, la cual fue arrastrada por
aquélla aproximadamente veinte metros, resultando de esa conducta irreflexiva y de su falta
de previsión y de cuidado, los daños en el vehículo del querellante citado y las lesiones tanto
en él como en las personas que lo acompañaban, que resultaron ser su cónyuge y su hijo,
respecto de lo que, como ya se indicó, existen en autos fe de daños y de lesiones, así como
los respectivos dictámenes técnicos oficiales en ambas materias, con lo que queda de
manifiesto que sí están demostrados de manera conveniente los elementos que integran los
tipos delictivos de daño en propiedad ajena y lesiones, respecto de los cuales se siguió el
proceso del que emana el acto reclamado.
También está demostrada en forma indudable la plena responsabilidad del ahora quejoso
Sebastián Campos Sabido en la comisión imprudencial de dichos ilícitos, pues además del
señalamiento concreto e inequívoco del conductor y cónyuge querellantes y el contenido del
material probatorio ya aludido, se encuentra agregada su propia confesión, la cual hace
prueba plena al satisfacer los requisitos exigidos por la ley para tal efecto.
En suma, aquellos datos no dejan duda de que se encuentra demostrada la existencia de los
elementos típicos de los delitos de daño y lesiones cometidos por imprudencia, así como la
plena responsabilidad del ahora promovente del amparo; esto último, en términos del artículo
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16, fracción I, del Código de Defensa Social del Estado de Yucatán.
No es obstáculo para concluir en los términos apuntados, todo lo alegado por dicho quejoso
en sus conceptos de violación respecto de los dictámenes que corren agregados en la causa
penal que se le instruyó, ya que tales alegaciones, en la especie, resultan ser improcedentes,
pues, además de que tales probanzas sí fueron emitidas conforme a la ley, las irregularidades
que aduce respecto de las mismas, no fueron oportunamente hechas valer ante el Juez de la
causa.
Es aplicable a lo anterior, la jurisprudencia número 251 sostenida por la entonces Primera
Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, visible en la página 142 del Apéndice al
Semanario de la Federación 1917-1995, Tomo II, Materia Penal, que es del tenor siguiente:
"PERITOS. DICTAMEN NO IMPUGNADO. Es improcedente el concepto de violación
constitucional por irregularidades sustantivas o adjetivas del dictamen pericial valorado en la
sentencia reclamada, si dicho peritaje no fue legal y oportunamente impugnado ante el Juez
natural.".
En cambio, asiste razón al quejoso cuando alega en los conceptos de violación que el fallo
reclamado vulnera en su perjuicio las garantías consagradas en los artículos 14 y 16
constitucionales, debido a que los datos indiciarios que derivan de la causa penal de origen
son insuficientes para demostrar la existencia de los elementos del tipo del delito de ataques a
las vías de circulación, por el que también fue sentenciado.
Sobre el particular, este Tribunal Colegiado ya ha sostenido criterio, al resolver en los juicios
de amparo en revisión 253/96 y directos 459/96 y 64/97, que el dictamen médico que
determina el estado de ebriedad del reo, no merece valor probatorio si proviene de un formato
preconstituido que el perito se limitó a llenar, sin que aparezca razonada la técnica aplicada
para llegar a dicha conclusión, en razón de que todo peritaje debe contener las operaciones y
experimentos de la ciencia o arte de que se traten y además, que se expresen, por parte de los
peritos, los hechos y circunstancias que les sirvieron de base para emitir su opinión.
La tesis que informa el criterio aludido está publicada en la página 641, Novena Época, Tomo
IV, Septiembre de 1996, Pleno, Salas y Tribunales Colegiados de Circuito, del Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, siendo su tenor literal el siguiente: "EBRIEDAD,
ESTADO DE. REQUISITOS QUE DEBE CONTENER EL DICTAMEN MEDICO PARA
MERECER VALOR PROBATORIO. No merece valor probatorio alguno el dictamen
médico que determina el estado de embriaguez del reo, si aparece contenido en un formato
preconstituido que el perito se limitó a llenar, sin que aparezcan razonadas las técnicas
aplicadas para obtener dicha conclusión, pues para que tal documento pueda ilustrar al
juzgador y, por ende, merezca valor probatorio, debe evidenciar que los peritos de la materia
practicaron todas las operaciones y experimentos que su ciencia o arte les sugiere,
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expresando los hechos y circunstancias que le sirvieron de base para emitir su opinión.".
Ahora bien, si en el presente caso acontece lo mismo, pues de la simple lectura del certificado
de examen psicofisiológico practicado al ahora promovente del amparo por el Servicio
Médico de la Secretaría de Protección y Vialidad a las veintidós quince horas del día del
evento, esto es, aproximadamente dos horas quince minutos después de ocurrido el mismo
(foja 4 de la causa penal), se advierte la existencia del aludido formato y su llenado en los
espacios respectivos por parte del médico que lo emitió, haciendo constar, entre otros datos,
que al examinado se le encontró con "ebriedad completa", sin la presencia de explicación
técnica o razonamiento lógico alguno; luego entonces, obvio es concluir que dicho dictamen
carece de eficacia probatoria para demostrar el estado de ebriedad que se atribuye al
sentenciado. Máxime que a foja seis de dicha causa, es visible otro certificado médico
efectuado por los peritos adscritos al órgano investigador en la persona del propio quejoso,
aproximadamente cuatro horas treinta minutos después del anteriormente aludido, en el que
se concluyó: que su aliento, pulso, reflejos, marcha y estado eran normales, su discurso
coherente, pupilas isocóricas y romberg negativo, circunstancia que hace más evidente la
ineficacia probatoria del estado etílico que se le reprocha al quejoso.
De esta manera, si el delito de ataques a las vías de circulación previsto en el artículo 156 del
Código de Defensa Social del Estado de Yucatán, tiene como elementos constitutivos: a) que
el sujeto activo maneje o tripule vehículos de motor; b) que lo haga en alguna vía de
circulación; y, c) que maneje o tripule en estado de ebriedad o bajo el influjo de drogas
enervantes; y en la especie no es posible sostener que está acreditado el elemento relativo al
estado de ebriedad; luego entonces, no puede tenerse por configurado dicho ilícito.
Como lo anterior lo soslayó la Sala Penal responsable, este tribunal debe conceder el amparo
para el efecto de que se deje insubsistente la sentencia reclamada y en su lugar dicte otra la
autoridad responsable ordenadora en la que, reiterando lo que ya resolvió acerca de la
demostración de los elementos de los delitos de daño en propiedad ajena y lesiones
cometidos por imprudencia, así como de la responsabilidad del procesado en su comisión,
elimine lo concerniente al delito de ataques a las vías de comunicación (sic) y, hecho lo
anterior, con libertad de jurisdicción reindividualice la aplicación de sanciones, en términos
de lo dispuesto en los artículos 71 y 72 del Código de Defensa Social de esta entidad
federativa, imponiendo de nueva cuenta las penas privativas de prisión y multa, y la
reparación del daño que considere ajustadas a derecho.
Por lo expuesto y fundado, con apoyo además en los artículos 76, 77, 78 y 190 de la Ley de
Amparo, se resuelve:
ÚNICO. Para los efectos que se precisan en la parte final del considerando sexto de esta
ejecutoria, la Justicia de la Unión ampara y protege a Sebastián Campos Sabido, contra el
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acto que reclamó de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Yucatán,
consistente en la sentencia de veintiocho de octubre de mil novecientos noventa y seis,
dictada por la citada autoridad en el toca de apelación número 482/96.
Notifíquese. Con testimonio de esta resolución devuélvanse los autos a su lugar de origen;
háganse las anotaciones correspondientes en el libro de gobierno de este tribunal y, en su
oportunidad, archívese el expediente.
Así lo resolvió el Segundo Tribunal Colegiado del Décimo Cuarto Circuito, por unanimidad
de votos de los Magistrados Fernando Amorós Izaguirre, Pablo V. Monroy Gómez y Raquel
Aldama Vega, siendo ponente el segundo de los nombrados.
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