MANTENIMIENTO DE LA FUNCIONALIDAD DE LOS MIEMBROS SUPERIORES TRAS UNA LESIÓN MEDULAR: Una Guía para la Práctica Clínica de los profesionales del cuidado de la salud Consorcio para la Medicina de la Médula Espinal Guía Clínica Práctica Apoyado financiera y administrativamente por la Asociación de Veteranos Paralíticos de América Consorcio para la Medicina De la Médula Espinal Organizaciones pertenecientes Academia Americana de Cirujanos Ortopédicos Academia Americana de Fisioterapia y Rehabilitación Asociación Americana de Neurocirujanos Asociación Americana de Enfermeras Especialistas en Lesiones Medulares Asociación Americana de Psicólogos y Trabajadores Sociales Especialistas en Lesiones Medulares Academia Americana de Médicos de Urgencias Congreso Americano de Medicina de Rehabilitación Asociación Americana de Terapia Ocupacional Sociedad Americana de Paraplejia Asociación Americana de Fisioterapia Asociación Americana de Psicología Asociación Americana de Lesión Medular Academia Americana de Fisioterapeutas Asociación de Enfermeras de Rehabilitación Fundación Christopher Reeve para la Parálisis Congreso de Neurocirujanos Grupo de Estudio de los Seguros para Rehabilitación Sociedad Internacional Medula Espinal Departamento de los EE.UU. para los Veteranos Veteranos Paralíticos de América MANTENIMIENTO DE LA FUNCIONALIDAD DE LOS MIEMBROS SUPERIORES TRAS UNA LESIÓN MEDULAR: Una Guía Clínica Práctica para los Profesionales del Cuidado de la Salud. Apoyo financiero y administrativo por parte de los Veteranos Paralíticos de América, © Copyright 2005, Veteranos Paralíticos de América. La presente traducción al español ha sido auspiciada por la Sociedad Española de Paraplejia. Mayo 2008. No se ejerce ningún derecho de copyright sobre ninguna parte de este documento aportada por departamentos o empleados del Gobierno de los Estados Unidos. Se ha preparado esta guía basándose en los datos científicos y la información especializada disponible en 2004. Los usuarios de esta guía deberán revisar periódicamente la información contenida para asegurarse que los consejos incluidos son razonablemente concordantes con la clínica diaria. Abril 2005 INDICE V. VI. VII. VIII. IX. Preámbulo Prefacio Agradecimientos Comité de miembros Colaboradores 1 Resumen de las Recomendaciones 3 El Consorcio Para La Medicina De la Médula Espinal Directrices para el desarrollo del proceso Metodología 17 Introducción 7. Muñeca y Síndrome del Tunel Carpiano 7. Codo 7. Hombro 9. Importancia del dolor 9. Ergonomía y lesión del miembro superior. 10 Recomendaciones 10. Ergonomía 13. Selección del equipo, entrenamiento y adaptación al entorno 21. Ejercicio 22. Cuidado del dolor y las lesiones agudas y subagudas del miembro superior 25. Tratamiento del dolor musculoesquelético para mantener la funcionalidad 29 Recomendaciones para Futuras Investigaciones 30 Referencias 36 Índice Preámbulo Para individuos con lesión medular, el hecho de tener paralizados los miembros inferiores implica que deben contar con los miembros superiores para su movilidad. Esta mayor demanda de los miembros superiores puede acabar en dolor y lesiones, que pueden tener una influencia no solo en la movilidad de la persona sino también en la capacidad para completar las actividades de la vida diaria. Está bastante bien documentada la alta prevalencia de dolor y lesiones en los lesionados medulares, así como lo están las consecuencias negativas sobre la calidad de vida.. Sin embargo, desgraciadamente hay pocos estudios que documente de manera clara como prevenir el dolor y las lesiones de los miembros superiores y por tanto mantener su funcionalidad. El propósito de esta guía es proporcionar a los profesionales del cuidado de la salud información concisa y práctica que les permita prevenir y tratar el dolor y las lesiones de los miembros superiores en sus pacientes. Esta guía es única porque buscamos el apoyo de expertos, para muchas de las recomendaciones, en un campo de especialidad fuera del ámbito normal de la medicina y de la lesión medular. La ergonomía es un área de la ingeniería que estudia la relación entre los trabajadores y su entorno. Para el desarrollo de esta guía se revisó la literatura sobre ergonomía, y está esparcido a lo largo de las recomendaciones. Se ha establecido un grado aparte para este tipo de literatura de manera que el lector pueda discernir hasta que punto la recomendación está basada en la ergonomía. Con la ayuda de nuestros expertos en metodología, se combinó la ergonomía, la epidemiología y la investigación médica en un solo grado de recomendación. El panel multidisciplinar responsable de esta guía debatió en profundidad qué incluir y qué no incluir. Para que el documento permaneciese manejable, en términos de tamaño y alcance, se omitieron temás que podrían haber sido incluidos con facilidad. Por ejemplo, no se incluyo el tema relativo al cuidado de los miembros superiores durante la fase aguda de la lesión medular, porque es más que probable que sea tratado en una futura guía. Otra área que no incluimos fueron los procedimientos para mejorar la funcionalidad de los miembros superiores, como la transferencia de tendones o la estimulación eléctrica. Tenemos la esperanza de que esta área, también, sea tratada en una futura guía práctica. Finalmente, sólo tocamos sucintamente el manejo del dolor musculoesquelético. Los miembros del panel son conscientes de que esta guía sólo es un primer paso en el proceso continuo de desarrollo de herramientas útiles para preservar la funcionalidad de los miembros superiores en individuos con lesión medular. El panel tiene la esperanza de que esta guía sirva de estímulo para el desarrollo de nuevas investigaciones en esta área tan importante, y proporcione ayuda con las complejidades del dolor y las lesiones de los miembros superiores en los lesionados medulares. Mantenimiento de la Funcionalidad de los Miembros Superiores Tras una Lesión Medular: Una Guía para la Práctica Clínica de los Profesionales del Cuidado de la Salud es el resultado del esfuerzo de colaboración entre un grupo de profesionales con abundante experiencia clínica e investigadora. Su visión y trabajo duro quedan reflejados en las páginas de este documento. Michael L. Boninger, MD; Presidente del panel Prefacio Como presidente del Comité de Dirección del Consorcio para la Medicina De la Médula Espianal, siento un gran placer al entregar a la comunidad de los profesionales del cuidado de la salud nuestra más reciente publicación, Mantenimiento de la Funcionalidad de los Miembros Superiores Tras una Lesión Medular. Michael L. Boninger, MD, y su excelente panel han desarrollado un documento, que utilizando las mejores pruebas científicas y la mejor experiencia clínica disponible ayuda a tratar las necesidades de las personas con lesión medular y los problemas secundarios que con tanta frecuencia vemos en nuestros pacientes. La posibilidad de prevenir problemas en los miembros superiores, es un elemento particularmente importante a lo largo de este documento. Con esta publicación comenzamos un nuevo proceso de graduación e inclusión de pruebas relevantes. Marcel P.J.M. Dijkers, PhD, y sus colegas del Mt. Sinai School of Medicine han ampliado nuestro enfoque de la literatura científica en orden a lograr unos cimientos más sólidos del trabajo del panel. A lo largo de la historia del Consorcio, hemos tenido dificultades debido a la debilidad de la literatura científica publicada sobre algunos temas si los criterios Sackett se aplicaban estrictamente y los artículos relevantes quedaban excluidos. El Dr. Dijkers nos ha dado nuevas herramientas, con las cuales podemos trabajar con las publicaciones y la literatura científica relevante al tiempo que descubrimos las fortalezas y las debilidades de la base científica empleada en las recomendaciones del panel. Quiero ofrecer mi gratitud personal a Robert L. Waters, MD, que otra vez ha sido el campeón de los temas para este panel. El Dr Waters ha sido parte integral del desarrollo de consorcio desde su inicio, y un apoyo constante para varios paneles en el trabajo de desarrollo de los temas. Dr. Waters, nuestra gratitud. Una vez más, los Veteranos Paralíticos de América, nos han brindado excelentes recursos y apoyo para poder llevar este documento al campo de la atención de la salud. Desde la oficina del Presidente Nacional hasta el Programa de Investigación, Educación y Guías para la Práctica Clínica, continuamos recibiendo estímulo para hacer lo que hacemos. Kim S. Nalle, el más reciente miembro del equipo de la PVA, ha sido una incorporación bienvenida. Sus habilidades interpersonales y talento organizativo han contribuido a la fortaleza de nuestro proceso. ¡Mi gratitud a J. Paul Thomás sigue creciendo! Agradecemos que nos mantenga enfocados en nuestra misión de mejorar la calidad del cuidado de la salud en personas con lesión medular. Kenneth C. Parsons, MD Presidente, Comité de Dirección Consorcio para la Medicina De la Médula Espinal Agradecimientos El presidente y los miembros del comité que desarrollaron la guía acerca del mantenimiento de la funcionalidad de los miembros superiores desean agradecer de manera especial a todos los individuos y organizaciones profesionales que son miembros del Consorcio para la Medicina De la Médula Espinal y a los médicos especialistas y cuidadores de la salud que revisaron el borrador de este documento. Gracias especiales a los consumidores, organizaciones de apoyo y al personal de numerosas clínicas y centros de rehabilitación de lesionados medulares que aportaron su tiempo y experiencia al desarrollo de esta guía. Marcel P.J.M. PhD y colegas del Mt Sinai School of Medicine, Departamento de Rehabilitación Ciudad de Nueva York, actuaron de consultores de la metodología. Condujeron de manera magistral la revisión científica de primer y segundo nivel, evaluaron la calidad y la fuerza de las pruebas científicas, construyeron tablas de pruebas y graduaron la calidad de la investigación para todas las citas bibliográficas identificadas. Esto incluyó la evaluación del sistema empleado actualmente para graduar los artículos, y el desarrollo de un nuevo e innovador método de graduación para los artículos e investigaciones científicas especializadas o relacionadas con la lesión medular. A los miembros del consorcio en el comité director, representando a 21 profesionales, contribuyentes y organizaciones de consumidores, se les unieron más de 40 revisores expertos durante el proceso de desarrollo de las directrices. Se redefinieron muchas recomendaciones y se identificaron más pruebas científicas en la literatura disponible gracias a sus análisis críticos y a sus juiciosos comentarios. La calidad de la asistencia técnica aportada por estos revisores contribuyó de manera significativa en el desarrollo del consenso profesional, que ojalá se haya logrado a lo largo del proceso de desarrollo de esta guía. William H. Archambault realizó un análisis exhaustivo de los aspectos legales y pólizas sanitarias asociadas a este problema multifactorial y complejo. Además, el consorcio y el comité desarrollador agradecen el excelente trabajo de consultor y revisión técnica de Michael Atkins, OTR/L, MA, y al Centro Nacional de Rehabilitación Rancho Los Amigos, Downey, California, por proporcionar las figuras e ilustraciones. También agradece su contribución con material gráfico a Marilyn Pires, RN, MS; Claire E. Beekman, PT, MS; Lydia Cabico, ilustrador médico y a Bertha Cbral, OTR/L. Reconocimiento especial merecen dos consultores expertos: Thomás Armstrong, PhD y Richard Hughes, PhD, ambos de la Universidad de Michigan, que revisaron y graduaron las recomendaciones basadas en la ergonomía mediante principios aceptados sobre ergonomía biomecánica, psicológica, psicofísica y epidemiológica en la literatura y en las prácticas habituales. Para las secciones sobre el ejercicio la aportación de Fabrisia Ambrosio, MPT, MS, investigador asociado en el Departamento de Ciencias de la Rehabilitación, fue de incalculable valor. El comité que desarrolló la guía agradece el apoyo técnico recibido de varios departamentos de la asociación de Veteranos Paralíticos de América(PVA). EL comité agradece en particular al J. Paul Thomás y Kim S. Nalle en la Oficina de Coordinación del Consorcio por su ayuda en la organización y dirección del proceso; James A. Angelo y Kelly Saxton del Departamento de Comunicación por sus consejos en el texto, forma y aspecto artístico; y al editor médico Joellen Talbot por su excellente revisión técnica y de edición de la guía clínica práctica (CPG). Expresamos nuestro reconocimiento, por su defensa entusiasta y compromiso, al comité de directores y a los oficiales senior de la PVA, incluyendo al Presidente Nacional Randy L. Pleva, Sr; Expresidente Joseph L. Fox, Sr.; Director Ejecutivo Delatorro L. McNeal; Subdirector Ejecutivo John C. Bollinger; y al Director de Investigación, Educación y Directrices Prácticas Thomás E. Stripling. La generosa financiación por parte de la PVA ha hecho posible el consorcio CPG y que el desarrollo de la guía haya sido un éxito. Miembros del Comité Michael L. Boninger, MD Panel Chair (Physical Medicine and Rehabilitation) University of Pittsburgh VA Pittsburgh Healthcare System Pittsburgh, PA Robert L. Waters, MD Liaison to the Consortium Steering Committee and Topic Champion (Orthopedic Surgery) Rancho Los Amigos Medical Center Downey, CA Theresa Chase, MA, ND, RN (SCI Nursing) Craig Hospital Englewood, CO Marcel P.J.M. Dijkers, PhD (Evidence-Based Practice Methodology) Mt. Sinai School of Medicine New York, NY Harris Gellman, MD (Orthopedic Surgery) Bascom Palmer Institute Miami, FL Ronald J. Gironda, PhD (Clinical Psychology) James A. Haley VA Medical Center Tampa, FL Barry Goldstein, MD (Physical Medicine and Rehabilitation) VA Puget Sound Health Care System Seattle, WA Susan Johnson-Taylor, OTR (Occupational Therapy) Rehabilitation Institute of Chicago Chicago, IL Alicia Koontz, PhD, RET (Rehabilitation Engineering) VA Pittsburgh Healthcare System Pittsburgh, PA Shari L. McDowell, PT (Physical Therapy) Shepherd Center Atlanta, GA Han contribuido Organizaciones Miembros del Consorcio y Representantes del Comité de Dirección American Academy of Orthopedic Surgeons E. Byron Marsolais, MD American Academy of Physical Medicine and Rehabilitation Michael L. Boninger, MD American Association of Neurological Surgeons Paul C. McCormick, MD American Association of Spinal Cord Injury Nurses Linda Love, RN, MS American Association of Spinal Cord Injury Psychologists and Social Workers Romel W. Mackelprang, DSW American College of Emergency Physicians William C. Dalsey, MD, FACEP American Congress of Rehabilitation Medicine Marilyn Pires, MS, RN, CRRN-A, FAAN American Occupational Therapy Association Theresa Gregorio-Torres, MA, OTR American Paraplegia Society Lawrence C. Vogel, MD American Physical Therapy Association Montez Howard, PT, MEd American Psychological Association Donald G. Kewman, PhD, ABPP American Spinal Injury Association Michael M. Priebe, MD Association of Academic Physiatrists William O. McKinley, MD Association of Rehabilitation Nurses Audrey Nelson, PhD, RN Christopher Reeve Paralysis Foundation Samuel Maddox Congress of Neurological Surgeons Paul C. McCormick, MD Insurance Rehabilitation Study Group Louis A. Papastrat, MBA, CDMS, CCM International Spinal Cord Society John F. Ditunno, Jr., MD Paralyzed Veterans of America James W. Dudley, BSME U.S. Department of Veterans Affairs Margaret C. Hammond, MD United Spinal Association Vivian Beyda, DrPH Revisado por American Academy of Orthopedic Surgeons Michael W. Keith, MD MetroHealth Medical Center American Academy of Physical Medicine and Rehabilitation David R. Gater, Jr., MD, PhD University of Michigan/VA Ann Arbor Healthcare System James K. Richardson, MD University of Michigan, Department of Physical Medicine and Rehabilitation American Association of Spinal Cord Injury Nurses Kathleen L. Dunn, MS, RN, CRRN-A, CNS VA San Diego Healthcare System Susan I. Pejoro, RN, MS, GNP VA Palo Alto Health Care System American Association of Spinal Cord Injury Psychologists and Social Workers Michael Dunn, PhD SCI Service, VA Palo Alto Health Care System David W. Hess, PhD, ABPP Virginia Commonwealth University Terrie L. Price, PhD Rehabilitation Institute of Kansas City Marcia J. Scherer, PhD, FACRM Institute for Matching Person and Technology, Inc. American Congress of Rehabilitation Medicine Michal S. Atkins, OTR/L, MA Rancho Los Amigos National Rehabilitation Center Craig J. Newsam, DPT Rancho Los Amigos National Rehabilitation Center Marilyn Pires, RN, MS, CRRN-A, FAAN Rancho Los Amigos National Rehabilitation Center American Occupational Therapy Association Carole Adler, BA, OTR/L Santa Clara Valley Medical Center Mary Shea, MA, OTR, ATP Mt. Sinai Medical Center Valerie Willette, OTR, CHT American Society of Hand Therapists (ASHT) Texas State Chapter of ASHT Resumen de las Recomendaciones Valoración Inicial de la Lesión Aguda Medular 1. Formar a los profesionales del cuidado de la salud y a las personas con lesión medular sobre el riesgo de sufrir dolor y lesión en los miembros superiores, la manera de prevenirlo, opciones terapéuticas y la necesidad de mantenerse en forma. 2. Valorar de manera rutinaria la funcionalidad del paciente, la ergonomía, el equipamiento y el nivel de dolor como parte de la revisión periódica de la salud. Esta revisión debería incluir: a. Técnicas de transferencia y de propulsión de la silla de ruedas. b. Equipamiento (silla de ruedas y dispositivo de transferencia). c. Estado actual de salud Ergonomía 3. Minimizar la frecuencia de tareas repetitivas de los miembros superiores. 4. Minimizar la fuerza requerida para completar tareas con los miembros superiores 5. Minimizar las posturas extremas o potencialmente dañinas de todas las articulaciones. d. Evitar posturas extremas de las muñecas. e. Evitar levantar la mano por encima del hombro. f. Evitar las posturas extremas o potencialmente dañinas en el hombro, incluyendo la rotación interna extrema y la abducción. (Figuras A y B) Selección del Equipamiento, Entrenamiento y Adaptaciones del Entorno 6. En pacientes de alto riesgo, valorar y discutir los pros y los contras de cambiarse a una silla de ruedas eléctrica como mecanismo de evitar lesiones repetitivas. 7. Proporcionar a las personas con lesión medular que estén usando silla de ruedas manual una silla de alta resistencia, totalmente adaptable y fabricada con los materiales más ligeros posibles. 8. Ajustar el eje trasero de la silla lo más adelantado posible sin comprometer la estabilidad del usuario. 9. Situar el eje de tal manera que cuando se situé la mano sobre la parte más alta de la rueda en el anillo de empuje, el ángulo entre el brazo y el antebrazo este entre 100 y 120 grados. 10. Enseñar al paciente a: a. Realizar brazadas suaves y largas, que limiten el impacto sobre el anillo de empuje. b. Dejar que la mano se deslice hacia abajo de un modo natural, dejando que esté por debajo del nivel del anillo de empuje cuando no esté contactando con el mismo. c. Promover una estabilización y postura correcta sentado para las necesidades de equilibrio y estabilidad. 12. Colocar en postura correcta, tanto en la cama y como en el dispositivo de movilidad, a los individuos con dolor y/o parálisis de los miembros superiores. Se deben seguir los siguientes principios: d. Evitar presiones directas sobre el hombro e. Proporcionar sujeción a los miembros superiores en todos los puntos. f. Cuando el individuo está en posición supina, colocar los miembros superiores en abducción y en rotación externa de una manera regular. g. Evitar tirar de los brazos cuando se esté posicionando al individuo. h. Recordar que prevenir el dolor es un objetivo principal del posicionamiento del individuo. 13. Proporcionar a los pacientes con lesión medular que utilizan sillas eléctricas y tienen funcionalidad en los brazos, la elevación del asiento o posiblemente estar en pie. 14. Realizar una evaluación profunda del entorno del paciente, obtener el equipamiento adecuado y realizar las reformás en el domicilio, idealmente de acuerdo a los estándares del Acta de los Americanos con Discapacidades (ADA). 15. Instruir a las personas con lesión medular que realizan transferencias de manera independiente a: i. Cuando sea posible, realizar las transferencias al mismo nivel. j. Cuando sea posible evitar posturas límites. k. Cuando para las transferencias exista un agarradero disponible, evitar colocar las manos sobre una superficie lisa. l. Variar la técnica empleada y el brazo que dirige. 16. Valorar el uso de un dispositivo para las transferencias en todos los individuos con lesión medular. A las personas con dolor y/o debilidad de los miembros superiores se les deberá recomendar encarecidamente que utilicen un dispositivo de transferencia. Ejercicio 17. Incorporar ejercicios de flexibilidad en un programa general de entrenamiento, suficientes como para mantener el movimiento normal glenohumeral y la movilidad de los músculos pectorales. 18. Incorporar ejercicios de resistencia como parte normal de un programa de entrenamiento para adultos. El entrenamiento debería ser individualizado y progresivo, debería ser de la suficiente intensidad como para fortalecer y ganar resistencia muscular, y debería proporcionar el estímulo suficiente como para ejercitar los principales grupos musculares para lograr cansarse sin dolor. Manejo del Dolor y las Lesiones Agudas y Subagudas de los Miembros Superiores 19. En términos generales, manejar las lesiones musculoesqueléticas de los miembros superiores en personas con lesión medular de la misma manera a como se haría en personas sin lesión medular. 20. Planificar y proporcionar las actuaciones contra el dolor agudo lo antes posible, para prevenir la aparición de dolor crónico. 21. En la mayoría de los casos de lesiones no traumáticas de los miembros superiores en personas con lesión medular, considerar como tratamiento inicial un enfoque médico y de rehabilitación. 22. Debido a que es difícil conseguir relativo descanso de los miembros superiores lesionados o tras una cirugía en personas con lesión medular, se deberían considerar seriamente las siguientes medidas: m. Utilización de vendajes o férulas de descanso nocturno en los casos de síndrome de túnel carpiano. n. Reformas en el domicilio o asistencia extra. o. Ingreso en un centro médico si no se puede aliviar el dolor o si está indicado el reposo total. 23. Hacer especial hincapié en mantener un rango óptimo de movimiento durante el periodo de rehabilitación de una lesión en los miembros superiores. 24. Valorar para las distintas actividades técnicas alternativas, cuando existe dolor o lesión de los miembros superiores. 25. Hacer hincapié en que el retorno a la vida y actividad normal, tras la lesión o la cirugía, se debe realizar de manera gradual. 26. Controlar de cerca los resultados del tratamiento, y si no se ha aliviado el dolor sería conveniente seguir con los ejercicios y el tratamiento. 27. Si el paciente sigue teniendo dolor musculoesquelético y no ha logrado recuperar la funcionalidad con el tratamiento médico y la rehabilitación, valorar la posibilidad de tratamiento quirúrgico, siempre y cuando la probabilidad de resultados satisfactorios quirúrgicos y funcionales superen a la probabilidad de lo contrario. 28. Intervenir quirúrgicamente las fracturas de los miembros superiores cuando esté indicado y cuando sea médicamente posible. 29. Estar prevenido y planificar el tiempo de recuperación necesario tras un procedimiento quirúrgico. 30. Valorar el uso que hace el paciente de las técnicas médicas complementarias y alternativas y conocer las posibles interacciones negativas. Tratamiento del Dolor Crónico Musculoesquelético para Mantener la Funcionalidad 31.Debido a que el dolor crónico relacionado con desórdenes musculoesqueléticos es un problema clínico complejo y multidimensional, se debe abordar la valoración y planificación del tratamiento de una manera interdisciplinaria. Comenzar el tratamiento con una cuidadosa evaluación de : p. q. r. s. Etiología. Intensidad del dolor. Capacidades funcionales. Distrés psicosocial asociado con el estado del individuo. 32.Tratar el dolor crónico y la sintomatología asociada de una manera interdisciplinar, e incorporar múltiples modalidades de tratamiento basados en la constelación de síntomás hallados con la evaluación exhaustiva del individuo. 33.Monitorizar los resultados con regularidad para maximizar las probabilidades de estar realizando el tratamiento adecuado. 34.Aconsejar a los usuarios de sillas de ruedas manuales con dolor en los miembros superiores que consideren seriamente la posibilidad de utilizar sillas eléctricas. 35.Monitorizar la adaptación psicosocial secundaria a las lesiones de los miembros superiores y proporcionar tratamiento si fuese necesario. El Consorcio Para La Medicina de la Médula Espinal En 1995 se unieron diecisiete organizaciones, incluyendo la PVA, en un consorcio para desarrollar unas directrices para la práctica clínica de la medicina de la Médula Espinal . Hay un comité de dirección que gobierna las operaciones del consorcio, dirigiendo el proceso de desarrollo de la guía, identificando los temas y seleccionando al plantel de expertos para cada tema. El comité de dirección está compuesto por un representante de cada uno de las organizaciones pertenecientes al consorcio, con experiencia en la práctica clínica. La PVA proporciona apoyo financiero, administrativo y coordinación en la programación de las actividades del consorcio. Después de analizar los procesos empleados en el desarrollo de otras guías, el comité de dirección del consorcio acordó por unanimidad un nuevo modelo, modificado, basado en la evidencia clínica y epidemiológica derivada de la Agencia para la Investigación de la Calidad y del Cuidado de la Salud (AHRQ). El modelo es el siguiente: t. Interdisciplinario, para reflejar la cantidad de información que la comunidad de la medicina espinal requiere. u. Capacidad de respuesta, con una fecha tope de un año para completar cada grupo de directrices. v. Basado en la realidad, para sacar el máximo partido a la energía y el tiempo escaso de los médicos que actúan como miembros del plantel y revisores expertos. El enfoque del consorcio al desarrollo de unas directrices basadas en la evidencia es tanto innovador como eficiente económicamente. El proceso reconoce las especiales necesidades de la comunidad nacional de la medicina medular, fomenta la participación tanto de los representantes de los consumidores con lesión medular como de los pagadores, y pone el énfasis en el uso de la evidencia científica jerarquizada disponible en la literatura internacional. El Consorcio para la Medicina Medular es único en el campo de las guías para la práctica clínica, emplea estrategias de gestión muy efectivas basadas en la disponibilidad de recursos en la comunidad de cuidadores de la salud; está coordinada por una asociación de consumidores reconocida a nivel nacional con una buena reputación en la prestación de un servicio efectivo y aconsejando a personas con lesión medular y enfermás; e incluye a terceros y organizaciones reaseguradoras a todos los niveles del proceso de desarrollo y diseminación. El consorcio tiene previsto iniciar el trabajo en dos o más temás por año, revisando las directrices completadas en años anteriores a medida que nuevas investigaciones lo sugieran. Proceso de Desarrollo de la Guía El sistema para desarrollar la guía adoptado por el Consorcio para la Medicina Medular consta de doce pasos, que conducen al consenso de los miembros del plantel y a la ratificación por parte de la organización. Después de que el comité de dirección elija un tema, se elige al plantel de expertos. Los expertos habrán demostrado ser líderes en el tema de trabajo demostrable mediante investigación científica independiente y publicaciones. Después de que el comité de dirección y los miembros del plantel especifiquen y detallen el tema, un grupo de asesores del método revisan la literatura internacional; preparan tablas como prueba y categorizan la calidad de la investigación, y llevan a cabo meta-análisis estadísticos y otros estudios especializados según se requiera. El presidente del plantel asigna a los distintos miembros del plantel en función de su área de experiencia partes específicas del tema. Comienza la escritura de cada parte usando las referencias y otro material suministrado por el grupo de apoyo del método. Después de que los miembros del plantel completen sus secciones se genera un borrador durante la primera reunión del plantel al completo. El plantel incorpora nuevas pruebas y citas bibliográficas no disponibles anteriormente. En este punto, se añaden tablas, gráficos, algoritmos y otros elementos gráficos, así como una bibliografía completa y el documento al completo es enviado a revisión por parte de la asesoría jurídica. Tras un análisis legal para estudiar aspectos de monopolio, desequilibrios comerciales y aspectos de la política sanitaria, el borrador del documento es revisado por expertos clínicos de cada uno de las organizaciones del consorcio además de otros expertos clínicos y consumidores selectos. Los comentarios de las revisiones son agrupados, analizados e introducidos en una base de datos y se revisa el documento para reflejar los comentarios de los revisores. Tras una segunda revisión legal se distribuye el documento a todos los comités directivos de las organizaciones del consorcio. Los detalles técnicos finales se discuten entre el director del plantel, miembros de los comités de las organizaciones y expertos del plantel. Si se hay cambios sustanciales el borrador pasa por una última revisión legal. El documento está listo para edición, maquetación, y su preparado para ser publicado. Los beneficios de unas directrices para la práctica clínica de la medicina medular son numerosos. De entre los resultados y aplicaciones más significativas destacan: w. Opciones y estándares para la práctica clínica. x. Formación y entrenamiento médico y de la salud. y. Construcción de bloques para caminos y algoritmos. z. Estudios de evaluación de resultados y uso de la guía. aa. Identificación de espacios de investigación. bb. Estudios de costes y políticas para una mejor cuantificación. cc. Fuente primaria de información para el consumidor y para la educación del público. dd. Base de conocimiento para lograr un mejor consenso profesional. Metodología Jerarquización de las Literatura Científica y Cuantificación de la Fortaleza de las Recomendaciones El equipo de la metodología afiliado al Mt. Sinai School of Medicine, llevaron a cabo una extensa revisión bibliográfica usando Medline, CINAHL, Psychlit y otras bases de datos sobre bibliografía empleando tanto términos indexados (términos MeSH y similares) y palabras del texto adecuadas al tema: las búsquedas iniciales incluyeron los términos espinal (médula), lesión(es), brazo(s)/mano(s)/hombro(s)/miembro(s) superior(es) y términos como dolor, fuerza, fortaleza, fortalecimiento, síndrome del túnel carpiano, fractura(s), ergonómico(s), ergonomía, propulsión de la silla de ruedas, enfermedad del manguito rotador. Todas estas búsquedas se hicieron con los términos indexados “explotados” (para abarcar términos clave incluidos bajo los términos de búsqueda) y no se limitó al idioma inglés. Se realizaron búsquedas adicionales con palabras más especializadas o retirando la limitación a las lesiones medulares, recuperando, por ejemplo, la literatura sobre biomecánica y factores de riesgo para los problemas de hombro en la industria. Para alguna de las búsquedas, los resúmenes hallados fueron escaneados para que pudieran ser de utilidad para el equipo de la metodología, y los que fuesen seleccionados pudieran ser enviados a subgrupos o a todos los miembros del panel. Para otras búsquedas los propios miembros del panel escanearon lo que se consideró relevante. Para identificar estudios adicionales, los miembros del panel utilizaron sus propias bibliotecas y las listas de referencias de artículos, que se encontraron en las búsquedas de las bases de datos. Una vez que los miembros del panel completaron el borrador de sus recomendaciones, el texto adjunto que las justificaba y otra información relevante, el equipo de la metodología identifico los artículos, y otros materiales (citados o no), que servían de base a las recomendaciones para remitirlos a una revisión detallada, y así poder identificar y extraer las pruebas relevantes y evaluar la calidad del proyecto de investigación que se utilizó para elaborarlos. Esta es una variante de la metodología utilizada en guías previas del consorcio, en las que se identificaba el diseño del estudio y se seleccionaba el nivel de las pruebas (en un rango que variaba de V-bajo a I-alto) basándose únicamente en este diseño (y en el tamaño de la muestra y la certeza de los resultados en el caso de estudios aleatorios). Desde que Sackett publicase su esquema en 1989, han habido muchos estudios que han demostrado que la calidad del diseño general y la calidad de los procedimientos planificados, así como la puesta en práctica de los estudios, afecta a los resultados. Ahora en los libros de medicina hay instrucciones de cómo realizar las evaluaciones detalladas de la calidad de los estudios, basado en listas de comprobación (no es infrecuente) y escalas de graduación (ver West et al., 2002). Utilizando las recomendaciones de West et al., el equipo de la metodología seleccionó las listas de comprobación de la Scottish Intercollegiate Guidelines Network (SIGN) (Harbour y Miller, 2001) (http://www.sign.ac.uk/) como la más adecuada y completa. SIGN tiene listas de comprobación para cuatro tipos de diseños de estudios de investigación que son relevantes para el presente proyecto: 1. 2. 3. 4. Revisiones sistemáticas y meta-análisis, Ensayos aleatorios controlados, Estudios de cohortes, y Estudios de Casos-control. Debido a que ninguna de estas listas de comprobación era adecuada para los pre-estudios, estudios de series de casos, o estudios cruzados, todos los cuales son utilizados frecuentemente en la literatura acerca de la rehabilitación y resultados en los lesionados medulares, el equipo de la metodología creó listas adicionales de comprobación, basándose en la plantilla de SIGN. Además, algunos puntos identificados como importantes por West et al. pero que faltaban en las listas de comprobación de SIGN (por ejemplo, hacer mención del origen de los fondos) fueron incorporados a las siete listas de comprobación. Las cuatro listas modificadas y las tres suplementarias necesitan que el revisor de la metodología responda acerca de la validez interna, selección del tema, aleatorización, confusión, instrumentos de evaluación de los resultados, y otros aspectos relevantes del estudio que se está revisando, lo que conduce a una valoración general de la calidad del estudio dentro de su categoría como muy fuerte (++), fuerte(+) o débil (-). Esto conduce a una conclusión de si el fenómeno del que se informa en el artículo (por ejemplo, un cambio en el estatus del paciente como consecuencia de una intervención, una conexión entre un factor de riesgo y un resultado en concreto) es real o puede ser un artefacto de os métodos del estudio o de su puesta en práctica. Aunque la jerarquía de los diseños de los estudios descrita por Sackett es cierta para los resúmenes, en la realidad es preciso ajustar a la baja la graduación de los estudios debido a diseños pobres o mala puesta en práctica. El equipo de la metodología reviso estas graduaciones basándose en las puntuaciones de calidad de los estudios. Se utilizó el siguiente esquema de graduación de la fortaleza de un estudio: 1. Revisión sistemática (o meta-análisis) de los ensayos aleatorios. 2. Ensayo clínico aleatorio (RCT). 3. Revisión sistemática (o meta-análisis) de estudios de observación (casocontrol, cohortes prospectivo y estudios similares fuertes). 4. Estudio único de observación (caso-control, cohortes prospectivo y estudios similares fuertes). 5. Series e de casos, pre/post estudios, estudios cruzados o de diseño similar. 6. Estudio de un caso, revisiones no sistemáticas o diseños similares muy débiles. Si en el formulario SIGN un estudio se clasificaba como “++”, se le asignaba un número correspondiente a su diseño básico. Si se clasificaba como ”+”, se le asignaba un nivel menos que su rango nominal, y se le asignaban dos niveles menos si el valor obtenido en la clasificación de calidad era “-“. Junto a la graduación de la literatura científica clínica revisada para esta guía, como se describe más arriba, se añadió otro sistema más de graduación de las recomendaciones. La base para estas recomendaciones en concreto depende principalmente en la ciencia de la ergonomía. Una definición de ergonomía es: el diseño del equipamiento y organización del entorno laboral para mejorar la postura en el trabajo y aliviar la carga sobre el cuerpo, de manera que se reducen los efectos negativos a largo plazo psicológicos y físicos, tales como lesiones por esfuerzos repetitivos y desórdenes musculoesqueléticos relacionados con el trabajo. La ciencia tiene su fundamento en cientos de estudios epidemiológicos, anatómicos, biomecánicos y fisiológicos. La percepción científica de la ergonomía que se relaciona con las lesiones de los miembros superiores por esfuerzos repetitivos, ha sido extensamente revisada en tres publicaciones separadas basadas en revisiones científicas, financiadas por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades, el Instituto de Medicina y el Consejo Nacional de Investigación. En estas publicaciones, paneles independientes y separados revisaron las pruebas sobre la relación entre el trabajo y los desórdenes de los miembros superiores, y en base a las pruebas hicieron la recomendaciones. Para esta guía, el presidente del panel, Michael Boninger y dos consultores expertos, Thomás Armstrong, PhD, y Richard Hughes, PhD, revisaron las recomendaciones basadas en la ergonomía y las graduaron en función de principios ampliamente aceptados en la literatura de la ergonomía sobre biomecánica, fisología, psicofísica y epidemiología, así como sobre las prácticas estándar en ergonomía utilizando la siguiente escala: 1. Muy de acuerdo con los principios ergonómicos validados científicamente. 2. De alguna manera de acuerdo con los principios ergonómicos validados científicamente. 3. No apoyado por principios ergonómicos validados científicamente. En cada caso, el grado obtenido fue otorgado por consenso, tomando en consideración la diferencias en actividades y entornos entre los trabajadores industriales y sus circunstancias típicamente estudiadas en las investigaciones sobre ergonomía y las personas con lesión medular. Si existían múltiples estudios o múltiples tradiciones de investigación (clínica o ergonomía) apoyando a una recomendación, se dio un paso más: se evaluaron las pruebas como un todo. La valoración de una manera global del conjunto de las pruebas científicas que apoyan una recomendación en particular ha sido una evolución desde las propuestas de Sackett en 1989, que han sido utilizadas hasta hoy por los paneles del consorcio (ver West et al., 2002; Harris et al., 2001). Mientras que en el pasado se utilizaba un forma de “contar narices” (“¿Cuántos estudios hay que apoyen las recomendaciones?”), ahora el enfoque generalmente es hacia la calidad, cantidad y coherencia de las pruebas, y una serie de instrumentos para graduar de manera sistematizada la fortaleza de la investigación, como un todo, que ha sido publicada (apoyando la recomendación) (ver, por ejemplo, West et al., 2002). El equipo de la metodología uso un enfoque basado en el de la U.S Preventive Task Force (Harris et al., 2001): La fuerza de la recomendación, teniendo en cuenta el global del las pruebas y otros factores, se graduó como muy fuerte (A), fuerte (B), intermedio (C) o débil (D) de acuerdo a os siguientes factores: 1. El número y tamaño de los estudios (el número acumulativo de materias). 2. La validez interna agregada de los estudios: como de bien se apoyaba la afirmación de una relación casual (calidad agregada del “diseño del estudio” en un margen estrecho). La jerarquía de la fortaleza del estudio varia de 1 a 6. 3. La validez externa agregada (la representatividad de las muestras estudiadas en todas las personas con lesión medular a las que se aplica esta recomendación en concreto). Las listas de comprobación de SIGN también proporcionan información relevante acerca de la validez externa o capacidad de generalización. 4. Coherencia y consistencia (hasta que punto eran consistentes los hallazgos de múltiples estudios, o si había diferencias en los hallazgos, el grado en el que las diferencias eran creíbles cuando había variaciones entre los sujetos, medidas u otros aspectos relevantes). 5. La aplicabilidad de los hallazgos de la investigación clínica de estudios con grupos sin lesión medular en personas con lesión medular. 6. La graduación de la ergonomía. Los cuatro niveles de las recomendaciones requirieron lo siguiente: NIVEL A: APOYO MUY FUERTE A LA RECOMENDACIÓN Múltiples RTCs fuertes o una sola revisión sistemática fuerte de RCTs, y Una gran mayoría de los estudios apoyando la recomendación, y Estudios con sujetos con lesión medular o claramente aplicables a lesionados medulares. NIVEL B: APOYO FUERTE A LA RECOMENDACIÓN Un RCT largo, único, fuerte o una revisión sistemática fuerte de estudios observacionales, o múltiples RTCs débiles, o múltiples estudios observacionales fuertes (caso-control o cohortes) y Una mayoría de estudios en apoyo de la recomendación y Estudios con sujetos con lesión medular o resultados claramente aplicables a los lesionados medulares o Principios de ergonomía fuertes apoyando la recomendación (grado 1). NIVEL C: APOYO INTERMEDIO A LA RECOMENDACIÓN Series de múltiples casos, estudios pre y post, o casos-control débiles, o estudios de cohortes, o un RCT débil de un solo caso y Estudios hechos con sujetos con lesión medular o los resultados claramente aplicables a lesionados medulares, o Estudios listados en los niveles A o B y Aplicabilidad no muy definida de los estudios a los lesionados medulares o más de un estudio con resultados contrarios o Cierta concordancia con la literatura sobre ergonomía (grado 2). NIVEL D: APOYO DEBIL A LA RECOMENDACIÓN Revisiones cualitativas, estudios de casos, estudios cruzados débiles o estudios muy débiles con otro diseño y sin apoyo de la ergonomía (grado 3). Además, cada recomendación tiene una graduación en función de la “fuerza de la opinion del panel”. Los miembros del panel revisaron la literatura, discutieron las recomendaciones entre ellos y con otros colegas profesionales, revisaron los comentarios y sugerencias de los revisores del tema, y en base a toda esa información y su experiencia profesional, graduaron las recomendaciones de manera independiente en una escala del 1 al 5, siendo 1 desacuerdo y 5 acuerdo total. La graduación en base a la “fuerza de la opinión del panel” refleja la media de las puntuaciones individuales de los miembros del panel. Introducción El dolor y las lesiones de los miembros superiores tienen una alta prevalencia entre las personas con lesión medular, y las consecuencias son significativas. Los problemas de dolor o las lesiones de los miembros superiores en personas con lesión medular han recibido más atención recientemente ya que la expectativa de vida de estas personas cada vez se acerca más a la de la población en general. Utilizar los miembros superiores para soportar el peso del cuerpo durante 40, 50 ó más años, supone todo un desafío para unas extremidades que están diseñadas fundamentalmente para facilitar la colocación de las manos en distintos planos. La mayoría de los estudios dedicados a investigar la prevalencia del dolor y las lesiones de los miembros superiores se han centrado en dos áreas y diagnósticos: la muñeca, síndrome de túnel carpiano (CTS); y el hombro, enfermedad del manguito rotador. Los resultados de este estudio están resumidos en la Tabla 1 (página 8). En la tabla no están todos los estudios sobre este tema. En general, para estar en la tabla se tenían que haber estudiado a más de 20 sujetos con lesión medular, la población no podía estar restringida a atletas y los resultados tenían que estar presentados de manera clara. La Muñeca y el Síndrome del túnel Carpiano Se cree que la patología en el síndrome del túnel carpiano es la lesión del nervio mediano en su trayecto por el canal carpiano en la muñeca. Por eso, los investigadores en este campo han realizado estudios tanto de conducción nerviosa como de signos y síntomás para diagnosticar el problema. En estos estudios primarios cruzados se ha visto que la prevalencia del síndrome del túnel carpiano oscila entre el 40 y el 66%. Esta variación en la prevalencia posiblemente sea por distintos criterios diagnósticos y por diferentes prácticas de reclutamiento, lo que conduce a diferencias en la población del estudio. Los estudios difieren también en las conclusiones relacionadas con el efecto del tiempo desde la lesión. Cuatro estudios encontraron una relación entre el tiempo desde la lesión y la prevalencia del síndrome del túnel carpiano, como se puede ver en la Tabla 1 (ver pié de la tabla 1). Además, algunos estudios encontraron daño en el nervio mediano sin síntomás clínicos. Otros se han centrado principalmente en los síntomás del dolor en la mano y en la muñeca. Estos estudios han encontrado una prevalencia de dolor en la mano y la muñeca de entre un 15 y un 48%. También se ha visto atrapamiento del nervio cubital en la muñeca (canal de Guyon). Además de atrapamiento del nervio cubital y síndrome de túnel carpiano, se han citado otros diagnósticos causantes de dolor, incluyendo tendinitis y artritis de muñeca. Codo Varios autores refieren como un problema significativo el dolor y la lesión de codo. La prevalencia del dolor y la lesión de codo está entre el 5 y el 16%. Aunque en estos estudios no se mencionan diagnósticos específicos se ha referido el atrapamiento del nervio cubital en el codo (túnel cubital), neuropatía por compresión común. La prevalencia de mononeuropatía cubital a nivel del codo en personas con lesión medular varía del 22% al 45%. Otros diagnósticos mencionados habitualmente incluyen la epicondilitis lateral, bursitis del olécranon y artritis. Hombro La articulación gleno-humeral es notable por su falta de cobertura ósea. Los responsables de mantener la estabilidad y la alineación de la articulación son principalmente tejidos blandos, como músculos, los ligamentos, la cápsula y el labrum (rodete glenoideo). Encuestas y estudios cruzados han demostrado que los problemas del hombro son comunes tanto en paraplejia como en tetraplejia (entre el 30 y el 60%). Al igual que en el síndrome de túnel carpiano, los altos niveles de prevalencia pueden explicarse por diferencias en las poblaciones de los estudios, diferencias en los criterios diagnósticos e inconsistencia al realizar el examen físico por parte de algunos profesionales. En algunos de estos estudios se refieren casos de dolor tanto en el hombro como en el cuello. La mayoría de las veces, los síntomas de la región del cuello o de la del hombro son difíciles de diferenciar debido a que varios músculos actúan en la columna cervical y en la cintura escapular. Estados habituales incluyen síndrome de impacto, capsulitis, osteoartritis, dislocaciones recurrentes, desgarros del manguito rotador, tendinitis del bicipital y síndrome de dolor miofacial involucrando a los músculos paraespinales cervicales y torácicos. Tabla 1 – Estudios Documentando la Prevalencia de Lesiones de los Miembros Superiores Referencia Primer autor (año) Aljure et al., 1985* Población Estudiada (n) paraplejía (47) Técnica diagnóstica Historia y examen Electrodiagnóstico Ballinger et al., 2000* Baley et al., 1987* Boninger et al., 2001* paraplejia mixta y tetraplejia (89) paraplejia (94) paraplejia (28) Dalyan et al., 1999 paraplejia (68) Davidoff et al., 1991 Tetraplejia (62) paraplejia (31) Gellman, 1987 paraplejia (84) Cuestionario, examen y Rx Dolor del hombro Estrechamiento articular Osteofitos Cuestionario, Dolor en el examen y artrografía hombro durante las transferencias Desgarros del manguito rotador Cuestionario, examen y MRI Prevalencia 40% 63% 45% 30% 31% 16% 33% 16% Dolor del hombro Cambios degenerativos en el hombro Desgarros del manguito rotador 32% Sondeo de los síntomás Dolor de los miembros superiores 59% Electrodiagnóstico MND Mononeuropatía cubital 55% Dolor en el hombro Dolor en el codo Dolor en la muñeca CTS 35% Historia y examen Gellman et al., 1988b Gellman et al., 1988a* Lal, 1998 Diagnosis CTS MND Mononeuropatía cubital paraplejia (77) Historia y examen paraplejia (20) Rayos-X Tetraplejia (33) CTS 68% 4% 22% 5% 5% 64% 49% Cambios degenerativos en el hombro 75% 70% Nichols et al., 1979 paraplejia mixta y tetraplejia (491) Sondeo de los síntomás Dolor en el hombro 51% Pentland y Twomey, 1994 paraplejia (52) Sondeo de los síntomás Dolor en el hombro Dolor en el codo Dolor en la muñeca 39% 31% 40% Scroer et al., 1996* paraplejia (162) Sondeo de los síntomás Dolor diario en la muñeca y la mano 48% Sie et al., 1992* paraplejia Historia y examen Dolor en el hombro Dolor en el codo Dolor en la muñeca Dolor en CTS Dolor en el hombro Dolor en el codo Dolor en la muñeca 36% 16% 13% 66% 46% 15% Silfverskiold, 1986 (Silfverskiold y waters, 1991) Wylie y Chakera, 1988 Tetraplejia (136) paraplejia (20) Tetraplejia (40) 6 meses tras la lesión medular paraplejia (37) Cuestionario (durante los primeros 18 meses) Dolor en el hombro Rayos-X Cambios degenerativos en el hombro 15% 35% 78% 31% *Indica que se vio que la prevalencia aumentaba con la duración. Impacto del Dolor En uno de los estudios más grandes sobre dolor en los miembros superiores, Sie et al. (1992) encontraron que había dolor significativo en el 59% de los individuos con tetraplejia y en el 41% de los que tenían paraplejia. Se definió dolor significativo como aquel dolor que requería de tratamiento analgésico, el dolor asociado a dos o más de las actividades diarias o dolor lo suficientemente intenso como para interrumpir la actividad que se estuviese realizando. Lundqvist et al. (1991) refirieron que el dolor era el único factor relacionado con las puntuaciones bajas de la calidad de vida. Dalyan et al. (1999) determinaron que el 26% de los individuos que experimentaban dolor de los miembros superiores necesitaron ayuda con las actividades funcionales, y un 28% refirieron limitaciones a su independencia. En un estudio, personas con lesión medular, refirieron que su necesidad de cuidadores fluctuaba con el dolor de los miembros superiores (Subbarao et al., 1994). Gerhart et al. (1993) encontraron que una de las razones principales para el declive en la funcionalidad de las personas con lesión medular era el dolor de los miembros superiores, y requerían mayor nivel de asistencia física. Dalyan et al. (1999) documentaron una asociación significativa entre el estado laboral y el dolor de los miembros superiores, con mayor desempleo y menor empleo a tiempo completo en las personas con dolor que en aquellas sin dolor (21,4% frente a 7,1% y 20% frente a 45,2%, respectivamente). Ergonomía y Lesiones de los Miembros Superiores Aunque puede que el número de estudios relacionando las actividades de los lesionados medulares con las lesiones de los miembros superiores sea pequeño, la literatura sobre ergonomía proporciona una base fuerte para la práctica clínica basada en la evidencia. Ha habido tres revisiones grandes basadas en la evidencia de la relación entre las tareas repetitivas y las lesiones de los miembros superiores. En 1997, el National Institute of Ocupational Safety and Health (NIOSH) “instituto nacional para la seguridad y salud en el trabajo” revisó la evidencia científica de esta relación (NIOSH, 1997). En 1999 el National Research Council (NRC) “Consejo Nacional de Investigación” completó un estudio titulado “Desordenes Musculoesqueléticos Relacionados con el Trabajo: Una revisión de la evidencia” (NRC, 1999). En 2001 la NRC junto al Instituto de Medicina, completaron una revisión titulada “ Desordenes musculoesqueléticos y el puesto de trabajo” (NRC y IOM, 2001). Estas exhaustivas revisiones hallaron vínculos fuertes entre actividades laborales específicas y la lesión, todas ellas disponibles en las páginas web de ambas organizaciones (www.iom.edu y www.nas.edu/nrc). Estos estudios han servido de base a muchas recomendaciones para realizar cambios en los puestos de trabajo. La modificación del desarrollo de ciertas tareas, basándose en el análisis de la ergonomía, se ha demostrado que reduce la incidencia de dolor y los desórdenes traumáticos acumulativos de los miembros superiores en varios entornos laborales (Carson, 1994; Hoyt, 1984; Chatterjee, 1992; McKenzie et al., 1985). Estas mismás actuaciones se pueden realizar en los lesionados medulares para prevenir el dolor y las lesiones. Recomendaciones 1. Formar a los profesionales del cuidado de la salud y a las personas con lesión medular sobre el riesgo de sufrir dolor y lesión en los miembros superiores, la manera de prevenirlo, opciones terapéuticas y la necesidad de mantenerse en forma. (Evidencia clínica / epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – Ninguna; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Para mantener la función de los miembros superiores, es esencial la educación de las personas con lesión medular y los profesionales. Un clínico formado es más capaz de discutir temas de la funcionalidad de los miembros superiores y puede hacer mejores recomendaciones. Un paciente formado adecuadamente probablemente seguirá mejor las recomendaciones basadas en la evidencia. La formación es especialmente importante, cuando se sugieren cambios en el estilo de vida como medidas de prevención primaria. Tanto el clínico como el paciente deberían recibir formación acerca de la prevalencia del dolor y lesión de los miembros superiores, el impacto potencial que tiene el dolor y las formas posibles de prevenirlo. Los pacientes bien informados puede que tengan más probabilidades de reconocer y actuar sobre signos tempranos de lesión de los miembros superiores, cuando las actuaciones tendrán el máximo efecto. La formación del paciente debe dársele tanto en el periodo inicial de la rehabilitación como en las revisiones periódicas. NOTA: Las recomendaciones de esta guía acerca de reducir las tareas repetitivas no deben ser entendidas como una recomendación para disminuir cualquier actividad. Hay pruebas que sugieren que más actividad puede prevenir el dolor (Curtis et al., 1986). La intención de panel, más bien, es informar a los pacientes como moverse mejor manteniendo la funcionalidad y la forma física. El panel cree firmemente que es importante prestar atención a un programa global para mejorar la salud y un estilo de vida orientado hacia el bienestar, que incluye actividad o ejercicio físico regular (Centros para el control de enfermedades y la prevención, 1996). 2. Valorar de manera rutinaria la funcionalidad del paciente, la ergonomía, la equipamiento y el nivel de dolor como parte de la revisión periódica de la salud. Esta revisión debería incluir: • • • Técnicas de transferencia y de propulsión de la silla de ruedas. Equipamiento (silla de ruedas y dispositivo de transferencia). Estado actual de salud[p1] (Evidencia clínica / epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – Ninguna; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) El historial médico y el examen físico proporcionan la mayor parte de la información clave necesaria para diagnosticar, valorar y tratar los problemas mecánicos de los miembros superiores. El historial médico proporciona mucha información acerca del proceso patológico involucrado y qué impacto tiene sobre la funcionalidad. Para realizar las recomendaciones posteriores, el clínico debe conocer si el paciente tiene dolor de los miembros superiores. Ya que la mayoría de los estudios sobre personas con lesión medular muestran que más de la mitad de ellas experimentan dolor de los miembros superiores, se debería preguntar directamente acerca de cuestiones que no solo evalúan el dolor, como: rigidez, hinchazones, bloqueos, dificultad en el movimiento, estabilidad, debilidad y cansancio. Si se identifica el lugar del dolor es necesario intentar diagnosticar la causa, e instaurar un tratamiento. El examen es esencial para determinar las estructuras anatómicas implicadas. Además de evaluar el dolor y los síntomás mecánicos, es esencial valorar los factores de riesgo del paciente para desarrollar dolor. Como se detalla más adelante en esta guía, hay muchos factores que pueden afectar a el riesgo de sufrir una lesión; como son cambios en el estado médico, embarazos; problemas médicos nuevos, enfermedades cardiacas; y cambios significativos de peso. Las personas que sufren la lesión siendo ya mayores puede que experimenten cambios funcionales antes que las personas que sufren la lesión siendo aún jóvenes (Thompson, 1999). La evaluación del riesgo de sufrir dolor en los miembros superiores, es similar a la valoración de lípidos en sangre y obtención del historial familiar previo al inicio del tratamiento médico preventivo para una enfermedad coronaria. Los aspectos individuales que se han de incluir en la valoración son abordados en detalle en las recomendaciones más adelante, pero la información básica debería incluir lo siguiente: Número de transferencias a distinto nivel por día. Técnicas y equipamiento usado. Peso de la silla. Peso de la persona. Ajustes de la silla y técnica de propulsión para los usuarios de sillas manuales. Número de actividades por encima de la cabeza por día. Actividades relacionadas con el trabajo. Programa de ejercicio actual (estiramientos, resistencia, fortaleza) Tanto para las transferencias como para las propulsiones de la silla, observar al individuo mientras realiza estas tareas será lo que proporcione la mayor cantidad de información. Ergonomía Minimizar la frecuencia de tareas repetitivas de los miembros superiores. (Evidencia clínica / epidemiológica – 4/5; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) La frecuencia de una tarea en lesionados medulares se puede minimizar reduciendo la frecuencia de la brazada de propulsión durante la propulsión de la silla de ruedas (ver recomendaciones 7, 8 y 10), reduciendo el número de transferencias cada día, utilizar una silla de propulsión eléctrica cuando sea adecuado (ver recomendaciones 6 y 34) y reduciendo la frecuencia de otras tareas repetitivas vocacionales o no. Esta recomendación se basa en el hecho de que un número de estudios han implicado directamente la frecuencia con que se completa una tarea como un factor de riesgo de lesión repetitiva y/o dolor en las muñecas (Werner et al., 1998; Silverstein et al., 1987; Loslever y Ranaivosoa, 1993; Roquelaure et al., 1997) y los hombros (Cohen y Williams, 1998; Frost et al., 2002; Andersen et al., 2002). Aunque la mayoría de los estudios eran correlativos y no prueban la relación causa-efecto, en estudios longitudinales se han encontrado resultados similares (por ejemplo, Fredriksson et al., 2000). Los estudios longitudinales proporcionan una prueba de causalidad aún mayor. Debería destacarse que en cada estudio se define de manera diferente la frecuencia de una tarea. La propulsión de la silla de ruedas, con una brazada aproximadamente cada segundo, supone superar con creces lo que la mayoría de los estudios consideran como una tarea frecuente. Para sumarse a la fuerza de esta recomendación hay un estudio con usuarios de silla de ruedas (Boninger et al., 1999). En este estudio, se relacionó la salud del nervio mediano con la frecuencia de la propulsión. Los pacientes con lesión medular, cuanto más a menudo empujan sobre el anillo de propulsión de la silla para lograr una velocidad constante, menor es la salud del nervio mediano. La patología básica detrás del desarrollo de CTS es la lesión del nervio mediano. 3. Minimizar la fuerza requerida para completar tareas con los miembros superiores (Evidencia clínica / epidemiológica – 5/6; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Las personas con lesión medular deberían minimizar la fuerza que emplean para realizar una tarea. La reducción se puede conseguir controlando el peso, mejorando las técnicas de propulsión de la silla de ruedas, asegurarse de una biomecánica optima mientras se esta soportando el peso del cuerpo, pasarse a movilidad motorizada cuando sea apropiado y minimizar las cargas excesivas como consecuencia de actividades vocacionales o no vocacionales. La fuerza depende de la posición de la articulación. Por ejemplo, un peso de 10 libras en la mano puede ser correcto con el húmero pegado al cuerpo, pero si el hombro está a 90º en abducción puede que sea un peso excesivo. Las fuerzas superiores se relacionan con lesiones y/o dolor en la muñeca (Roquelaure et al., 1997; Werner et al., 1998; Silverstein et al., 1987) y el hombro (Frost et al., 2002 Andersen et al., 2002). Se ha encontrado en estudios longitudinales, que los pesos grandes o las trabajos que requieran de mayor fuerza predicen el riesgo a desarrollar lesión o dolor (Fredriksson et al., 2000; Stenlund et al., 1992 y 1993). De nuevo es importante destacar que las fuerzas definidas como altas en estos estudios se ven superadas casi siempre durante la propulsión de la silla de ruedas (Boninger et al., 1997) y durante las transferencias y movimientos de alivio de la presión (Reyes et al., 1995; Harvey y Crosbie, 2000; Perry et al., 1996). Por ejemplo, en u estudio definió la fuerza alta como 39 Newtons (Silverstein et al., 1987), mientras que otro estudio relacionó la fuerza alta con levantar una herramienta que pesaba solo 1Kg (Roquelaure et al., 1997). En otro estudio se indicaba que levantar o tirar de una mása superior a 50Kg estaba relacionado con el dolor de hombro (Hoozemans et al., 2002). El individuo medio con lesión medular pesa más de 50Kg (110 libras). Los efectos de las fuerzas altas durante la propulsión de la silla de ruedas se han examinado en dos estudios. En un estudio, la tasa de aumento de la fuerza total aplicada sobre el anillo de empuje se correlacionó con el daño del nervio mediano (Boninger et al., 1999). Mayores tasas de aumento, que se relaciona directamente con mayor fuerza, se asociaron a funcionalidad disminuida del nervio mediano. Cuando se siguió a los mismos sujetos longitudinalmente, los descensos en la función del nervio mediano a lo largo del tiempo fueron pronosticados por las fuerzas aplicadas sobre el anillo de empuje al inicio del estudio (Fronczak et al., 2003) Estos estudios sugieren fuertemente que picos de fuerza mayores conducen a lesión. 4. Minimizar las posturas extremas o potencialmente dañinas de todas las articulaciones. a. Evitar posturas extremas de las muñecas. Se debería evitar, tanto como fuese posible, especialmente la extensión máxima cuando se está soportando el peso durante las transferencias. También es importante, estar atento a las posturas extremas de la muñeca durante las actividades vocacionales o no vocacionales. Esta recomendación, basada en estudios ergonómicos e investigaciones que midieron la presión sobre el canal carpiano en diferentes posturas, define las posturas extremas como aquellas próximas a los límites del movimiento de la articulación. En un artículo específico para usuarios de silla de ruedas, a 18 individuos con paraplejia se les realizaron estudios manométricos de las muñecas en distintas posiciones (Gellman et al., 1988ª). Los sujetos con paraplejia tenían mayores presiones en la extensión de la muñeca que los sujetos control sin parálisis pero con CTS. Otro grupo de investigadores encontró que la postura de la muñeca en un entorno laboral era otro factor de riesgo para sufrir CTS (Armstrong y Chaffin, 1979; Werner et al., 1998; Hughes et al., 1997). En un estudio reciente en usuarios de silla de ruedas, se vio que movimientos de la muñeca más amplios estaban asociados con nervios medianos y cubitales más saludables (Boninger et al., 2003). Según la explicación de los autores, el aumento en la amplitud del movimiento hace disminuir las fuerzas durante la propulsión. El rango del movimiento hallado en este estudio no sería considerado extremo. Por tanto, el aumento de la amplitud de los movimientos durante la propulsión de la silla de ruedas es aceptable, siempre y cuando este asociado a un descenso de las fuerzas (ver recomendación 10). Los pacientes deberían evitar específicamente esfuerzos repetidos o sostenidos con las muñecas en posturas extremas. (Evidencia clínica / epidemiológica – 4/5; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) FIGURA 1: EXTENSIÓN MÁXIMA DEL HOMBRO. b. Evitar levantar la mano por encima del hombro. Los individuos con lesión medular deberían evitar aquellas tareas que requieran subir el brazo por encima del nivel del hombro. Esto se puede lograr mediante la modificación del entorno domiciliario y con la asistencia tecnológica adecuada (ver recomendaciones 14, 15 y 16). En la literatura sobre ergonomía la asociación entre actividades por encima de la altura del hombro y dolor de hombro está fuertemente contrastada. Varios estudios han hallado que realizar trabajos por encima de la altura del hombro aumenta el riesgo de dolor y lesión (Pope et al., 2001; Hughes et al., 1997). Además, se ha visto que esta postura conduce a fuerzas mayores sobre el hombro (Herberts et al., 1984). (Evidencia clínica / epidemiológica – 6; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) c. Evitar las posturas extremas o potencialmente dañinas en el hombro, incluyendo la rotación interna extrema y la abducción. Es complicado adoptar una postura correcta de los hombros porque el arco pectoral y el húmero son muy móviles. La alineación de la articulación gleno-humeral afecta a la estabilidad de la articulación. La alineación glenohumeral se refiere a la posición relativa de la escápula con el húmero. En las posiciones en las que el húmero está estrechamente alineado con la línea central glenoidea (Figura 1A) se necesita realizar muy poco esfuerzo para la estabilidad. Cuando el húmero no está alineado con el rodete glenoideo (Figura 1B) se necesitará realizar bastante esfuerzo muscular para mantener la estabilidad de la articulación. En el caso de debilidad en el hombro o lesión, se podrá disminuir la carga mecánica sobre los tejidos blandos y sobre el manguito rotador, si se logra mantener una alineación correcta de la articulación gleno-humeral durante el esfuerzo. Aunque esta postura no es fácil de conseguir cuando se están realizando actividades con peso, algunos teorizan que se debe tener en mente esta relación cuando se esta realizando una transferencia u otra actividad que requiera de gran esfuerzo. El impacto mecánico entre el húmero y el arco coracoacromial puede conducir a una lesión del tendón supraespinoso. La rotación interna con abducción o flexión anterior puede predisponer al impacto, especialmente en espacios humeroacromiales estrechados u osteofitos de la articulación acromioclavicular. El test de impacto, descrito por primera vez por Neer, y después modificado por Hawkins y Kennedy (1980), incluye la abducción y rotación interna que, si provoca dolor, se considera positivo y es signo de síndrome de impacto (“impingement”). La rotación interna y la abducción son posiciones habituales durante la propulsión de la silla de ruedas (Newsam et al., 1999; Neer II, 1983). También se debería evitar la extensión máxima del hombro combinada con rotación interna y abducción. Cuando se lleven a cabo actividades como la transferencia se necesita disponer de equipo de adaptación –por ejemplo un banco de ducha- para prevenir posturas incomodas, como las que adoptan cuando se transfiere a la bañera. (Evidencia clínica / epidemiológica – 4/5; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Es fundamental una postura correcta de la articulación para una adecuada estabilización y una salud a largo plazo de las articulaciones de los miembros superiores. La base para esta recomendación incluye principios generales de biomecánica, estudios sobre ergonomía y estudios que midan la presión sobre el canal carpiano en distintas posiciones. Selección del Equipamiento, Entrenamiento y Adaptaciones del Entorno 5. En pacientes de alto riesgo, valorar y discutir los pros y los contras de cambiarse a una silla de ruedas eléctrica como mecanismo de evitar lesiones repetitivas. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/3; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Normalmente no se considera la posibilidad de un medio motorizado para la movilidad del sujeto hasta que éste empieza a quejarse de dolor de los miembros superiores o sufre desgarros o distensiones musculares repetidas. Basado en las revisiones de NRC, IOM y NIOSH, la movilidad motorizada, debería ayudar a proteger los miembros superiores reduciendo la actividad de esfuerzo repetitiva. Sin embargo, el uso de una silla motorizada puede conducir a ganancias de peso y pérdida de la condición física de los miembros superiores. Finalmente estos factores, podrían conducir a un aumento del riesgo a sufrir lesiones durante las transferencias debido a la necesidad de levantar más peso con unos miembros menos preparados. Una persona con lesión medular en C6 puede necesitar una silla motorizada para poder desenvolverse con sus iguales por el entorno (Newsam et al., 1996). Las ventajas y desventajas de la movilidad motorizada deberían discutirse inicialmente cuando se esté decidiendo sobre qué silla de ruedas usar, y después cuando se quiera cambiar de silla de ruedas. Esta conversación debería centrarse en la elevada prevalencia de dolor y lesión de los miembros superiores entre los individuos con lesión medular, así como en la asociación entre el uso de la silla de ruedas manual y la lesión de los miembros superiores. Los pacientes de alto riesgo incluyen, aunque no se limitan a, aquellos que tienen una lesión previa de los miembros superiores, son obesos, son mayores, viven en un entorno difícil, como pueda ser una colina empinada o terreno muy desigual. Las ventajas de la silla motorizada incluyen: Menores distensiones/desgarros repetitivos relativos a la propulsión. Ahorro de energía y por tanto menor fatiga. Aumento de la velocidad. Mayor facilidad para atravesar terrenos difíciles o pendientes. Las desventajas incluyen: Mayor coste y mantenimiento. Transporte más difícil Posible aumento de peso. Posible descenso en la forma física. La alternativa a la movilidad manual incluyen las motos de pequeña cilindrada, sillas de ruedas motorizadas, dispositivos de asistencia a la propulsión. Las motos de pequeña cilindrada proporcionan menos opciones de asiento y de control y son menos maniobrables. Además, las motos de pequeña cilindrada de tres ruedas son menos estables que las sillas de ruedas motorizadas. Los dispositivos de asistencia a la propulsión son un concepto relativamente nuevo, generalmente consisten de un complemento con un motor(s) que suplementa la fuerza aplicada sobre el anillo de empuje con una propulsión sobre las ruedas traseras. Los dispositivos de asistencia a la propulsión han demostrado que se necesita considerablemente menos energía para propulsarse que en una silla de ruedas manual (Cooper et al., 2001). Los dispositivos complementarios motorizados permiten la opción de controlar la potencia con un mando. Los complementos motorizados pueden resultar más baratos que otras opciones de movilidad motorizada, y normalmente se instalan en la silla de ruedas manual. Los complementos motorizados o los complementos de propulsión asistida son más ligeros, más baratos y más fáciles de transportar que otras opciones de monitorización, y debido a que se montan directamente sobre la silla de ruedas manual, se pueden desmontar cuando se quiera para permitir el uso normal de la silla de ruedas. 6. Proporcionar a las personas con lesión medular que estén usando silla de ruedas manual una silla de alta resistencia, totalmente adaptable y fabricada con los materiales más ligeros posibles. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/5; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Las sillas de ruedas manuales generalmente se dividen en tres grandes grupos de acuerdo a los Códigos K de los Centros Medicare y Mediaid: El modelo depot (K0001), que está diseñado para uso hospitalario o institucional a corto plazo, pesa 35 libras (15 kg) o más y no es adaptable. El modelo ligero (k00004), que pesa entre 30 y 35 libras (13-15 kg) y está diseñado con ajustes mínimos. El modelo ultraligero (K00005, que pesa menos de 30 libras (13 kg) y es ajustable. (fijarse que la clasificación ultraligera esta pasada de fecha, ya que hay sillas de ruedas de titanio que pesan menos de 20 libras (9 kg) y ya están disponibles en el mercado). En raras ocasiones, el individuo con lesión medular necesitará de respaldo reclinable, o de altura variable, o cualquier otra opción que sólo esté disponible en sillas distintas de las ultraligeras. Sin embargo, excepto en estas raras circunstancias, el panel recomienda encarecidamente el uso de la silla de ruedas más ligera posible por los siguientes motivos: Sillas más ligeras necesitan menos esfuerzo de propulsión. Como se dijo en la recomendación 4, el esfuerzo requerido para completar una tarea se debe minimizar siempre que sea posible. La resistencia de rodadura está relacionada con el peso. Por tanto, una silla de ruedas más liviana reducirá el esfuerzo necesario para propulsar la silla y por tanto las fuerzas transmitidas a las articulaciones de los miembros superiores también se reducirán. Un estudio comparó directamente la silla de ruedas ultraligera con la silla tipo depot, y concluyo que las sillas ultraligeras permitían al usuario con lesión medular propulsarse más rápido, desplazarse mayores distancias y utilizar menos energía (Becan et al., 1999). La reducción del esfuerzo será aún más importante en las pendientes. Las sillas más ligeras son ajustables. Solo las ultraligeras son ajustables para adaptarse al usuario. Debido a que la resistencia de rodadura es menor cuanto mayor diámetro de rueda (Brubaker et al., 1986), la resistencia de rodadura será menor si el usuario se sienta lo más retrasado posible sobre las ruedas posteriores más grandes. Otras alteraciones, como adaptar la posición del eje trasero (ver recomendación 8), adaptar el ángulo de inclinación del asiento o el ángulo de inclinación de las ruedas en su parte superior, tienen un impacto positivo en la mecánica de la propulsión. Las sillas más livianas están fabricadas con mejores materiales. Las sillas ultraligeras están fabricadas con materiales y componentes de alta calidad más resistentes, como rodamientos que pueden reducir la resistencia de rodadura. Componentes de mejor calidad significan menor inactividad, y el resultado es que las sillas ultraligeras superan tanto a las ligeras como a las tipo depot cuando se aplican los estándares internacionalmente aceptados de fatiga. Las sillas de titanio tienen una ventaja añadida, ya que los armazones de titanio absorben las vibraciones y por tanto protegen la espalda y los hombros de los efectos dañinos de las vibraciones. Sillas más ligeras suponen un coste menor. Se ha visto que las sillas ultraligeras duran hasta 13,2 veces más que las sillas tipo depot y cuestan alrededor de 3,5 veces menos de manejar (Cooper et al., 1996). Al compararlas con las ligeras, las sillas ultraligeras duran 4,8 veces más y son 2,3 veces más fáciles de manejar (Cooper et al., 1996). Cuando se testó la fiabilidad, las sillas ultraligeras tenían la tasa de supervivencia más larga y las que menos fallos catastróficos (Fitzgerald et al., 2001) y por tanto ponían a los pacientes ante menos riesgos de fallo prematuro y posible lesión. Aunque el coste inicial de la silla ultraligera es mayor, el coste está más que amortizado por la durabilidad. 7. Ajustar el eje trasero de la silla lo más adelantado posible sin comprometer la estabilidad del usuario. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/3; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Un eje adelantado reduce la resistencia de rodadura y por tanto mejora la eficiencia en la propulsión (Brubaker, 1986). Varios estudios clínicos apoyan esta conclusión. Se ha visto que un eje adelantado aumenta el ángulo de contacto de la mano o la cantidad de anillo de empuje utilizado por el individuo (Hughes et al., 1992). Además, una posición adelantada del eje se ha asociado a menor esfuerzo muscular, movimientos más suaves de las articulaciones, y menor frecuencia de brazada (Másse et al., 1992). Aunque el último estudio implicaba la puesta a punto de sillas de ruedas de carreras, situando el asiento en una posición más baja y retrasada, esto es aplicable a la puesta a punto de una silla de ruedas manual. En un estudio sobre 40 usuarios de sillas de ruedas con sus propias sillas manuales, una posición más adelantada del eje se asoció con picos de esfuerzo menores, recargas del anillo de empuje más lentas, menores brazadas para ir a la misma velocidad y ángulos de contacto de las manos mayores (Boninger et al., 2000). Dos de estos parámetros, frecuencia de brazada y tasa de recarga del anillo de empuje se han asociado con daño en el nervio mediano (Boninger et al., 1999). Por desgracia, adelantar el eje trasero se ha demostrado que disminuye la estabilidad posterior (Majaess et al., 1993). Por esta razón, las silla de ruedas normalmente se entregan con el eje trasero lo más retrasado posible. Como consecuencia, los proveedores, clínicos y pacientes han de ajustar la configuración de la silla. Los dispositivos anti-vuelco pueden prevenir las caídas hacia atrás, pero también pueden dificultar la toma de curvas o levantar la rueda delantera. Debido al efecto sobre la estabilidad, el panel recomienda que se mueva el eje hacia delante progresivamente, siempre que el usuario se sienta estable. Es más, el usuario de la silla de ruedas necesita comprender que añadir peso a la silla afecta a la estabilidad, de manera que las mochilas o los paquetes deberían colocarse debajo del asiento de la silla. (Kirby et al., 1996). Finalmente, los clínicos deben saber que los ajustes del eje pueden afectar la alineación de las ruedas y el ángulo del asiento. Otros ajustes, tales como la alineación y altura de las ruedas delanteras, pueden ser necesarios para mantener la silla alineada correctamente. 8. Situar el eje de tal manera que cuando se sitúe la mano sobre la parte más alta de la rueda en el anillo de empuje, el ángulo entre el brazo y el antebrazo este entre 100 y 120 grados. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/3; Evidencia ergonómica – 2; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) En general, se ha visto en los estudios, que un asiento más bajo o ejes traseros más elevados mejoran la biomecánica de la propulsión. Una posición más baja del asiento se ha asociado con movimientos mayores de los miembros superiores (Hughes et al., 1992; van der Woude et al., 1989), mayores ángulos de contacto de las manos (Boninger et al., 2000; van der Woude et al., 1989), menos frecuencia y mayor eficacia mecánica (van der Woude et al., 1989). Estos hallazgos son intuitivamente obvios ya que asientos más bajos dan mayor accesibilidad al anillo de empuje. Sin embargo, si el asiento está demásiado bajo, el usuario de la silla de ruedas se verá obligado a empujar con el brazo en abducción, lo que podría aumentar el riesgo de impacto del hombro. Dos estudios estuvieron de acuerdo en que la altura ideal del asiento es el punto en el cual el ángulo entre el brazo y el antebrazo oscila entre 100 y 120 grados cuando la mano está apoyada sobre el anillo de empuje, e su parte más alta (Figura 2B) (Boninger et al., 2000; van der Woude et al., 1989). Un método alternativo que se puede utilizar para adoptar la misma postura y ángulo es hacer que el individuo deje los brazos colgando a ambos lados, las puntas de los dedos deben llegar a la altura del eje de la rueda. Los ajustes de la altura del asiento mediante variaciones de la altura del eje pueden afectar a la alineación, por tanto puede que se necesiten otros ajustes. Bajar la altura del asiento aumenta la estabilidad de la silla. 9. Enseñar al paciente a: a. Realizar brazadas suaves y largas, que limiten el impacto sobre el anillo de empuje. Como se discutió en las recomendaciones 3 y 4, las evidencias tanto directas como indirectas apoyan la reducción de los picos de fuerzas, la reducción de las tasas de aplicación de fuerzas y la reducción al mínimo de la frecuencia de las brazadas de propulsión. Una brazada de propulsión larga y suave seria suficiente para lograr estas metas. La carga rápida sobre el anillo de empuje se ha asociado, tanto en estudios longitudinales como en estudios cruzados, a lesión del nervio mediano. Cuando la fuerza aplicada sobre el anillo de empuje se hace a través de brazadas largas y suaves, se trasmite la misma cantidad de energía al anillo sin picos de fuerza altos o una tasa de incremento de fuerzas grande. Una brazada larga, por ejemplo, como se muestra en la figura 3A, frente a una brazada corta (Figura 3B) es también probable que disminuya la frecuencia o cadencia. (Evidencia clínica / epidemiológica – 5; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) FIGURA 2: LAS ILUSTRACIONES A-C MUESTRAN LAS DIFERNCIAS EN EL ANGULO DE FLEXIÓN DEL CODO (Q) AL AJUSTAR LA ALTURA DEL EJE. LA ILUSTRACIÓN B REPRESENTA EL ANGULO DEL CODO RECOMENDADO (Q2=100 A 120GRADOS). EL ANGULO Q1 ES MÁS PEQUEÑO POR QUE EL ASIENTO ESTA DEMÁSIADO BAJO (EJE DEMÁSIADO ALTO). El ANGULO Q3 ES MAYOR PORQUE EL ASIENTO ESTA DEMAASIADO ALTO (EJE DEMÁSIADO BAJO). b. Dejar que la mano se deslice hacia abajo de un modo natural, dejando que esté por debajo del nivel del anillo de empuje cuando no esté contactando con el mismo. Aunque al camino de la mano está obligado por el arco del anillo del empuje durante la aplicación de fuerzas de propulsión, hay más libertad de movimientos del miembro superior cuando la mano no esta en contacto con el anillo de empuje, en preparación de la siguiente brazada. Se han identificado cuatro distintos patrones de recuperación: arco, semicircular, rizo sencillo y doble rizo. La forma de propulsión de rizo sencillo es la más habitual entre las personas con paraplejia, consiste en dejar la mano por encima del anillo de empuje durante la recuperación (Boninger et al., 2002). Sin embargo, la tecnica semicircular es mejor biomecánicamente, consiste en dejar caer la mano por debajo del anillo de empuje durante la fase de recuperación (ver figura 3A). La técnica semicircular se ha asociado a menores frecuencias de brazadas (Boninger et al., 2002), mayor tiempo en la fase de empuje en relación a la fase de recuperación (Boninger et al., 2002) y menor velocidad y aceleración de la articulación angular (Shimada et al., 1998). La técnica semicircular es la preferida porque la mano describe un arco elíptico sin cambios bruscos en la dirección y ningún movimiento extra de las manos. (Evidencia clínica / epidemiológica – 5; Evidencia ergonómica – 2; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) FIGURA 3: LA TECNICA RECOMENDADA DE PROPULSION SE MUESTA EN “A”. UN EJEMPLO DE MALA TÉCNICA DE PROPULSIÓN SE MUESTRA EN “B” (TÉCNICA DEL ARCO). LA LINEA GRUESA NEGRA SOBRE LA RUEDA ES EL CAMINO RECORRIDO POR LA MANO. 10. Promover una estabilización y postura correcta sentado para las necesidades de equilibrio y estabilidad. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/3; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Una postura adecuada mientras se está sentado junto a un soporte adecuado de la espalda, proporciona la base estable para las extremidades superiores. Sin una base firme de apoyo, los brazos pueden estar en riesgo de lesionarse debido al aumento del esfuerzo necesario para compensar la falta de estabilidad o debido a las caídas por intentar alcanzar objetos. La habilidad para alcanzar y completar tareas desde una silla de ruedas está afectada por la estabilidad de la pelvis y el tronco (Curtis et al., 1995ª; Klefbeck et al., 1996). Sentarse de una manera equilibrada está también relacionado con el nivel de la lesión, personas con lesiones medulares más altas tienen menos habilidad para alcanzar (Lynch et al., 1998) La edad, el nivel de la lesión, tipo de actividad y estados preexistentes marcan el grado de estabilización que se necesita. Cuando se está sentando a un individuo con lesión medular, se deberían seguir los siguientes principios generales: Primero estabilizar la pelvis, después las extremidades inferiores y por último, el tronco. Estabilizar la pelvis sobre un cojín que proporcione apoyo postural y distribuya las presiones. El cojín se debería montar sobre una superficie que mantenga su posición. Si el individuo no tiene deformaciones fijas, colocar la pelvis en una posición lo más neutra y centrada posible, e intentar situar el tronco centrado con lordosis lumbar y cervical normal. Colocar las posiciones fijas de la pelvis, extremidades inferiores y tronco de tal manera que se permita el equilibrio para poder realizar las actividades de la vida diaria. Situar el soporte del tronco tan alto como el cliente lo necesite para sentirse cómodo y estable. Colocar soportes laterales y anteriores para el tronco, si el cliente no es capaz de mantener una postura estable mientras desarrolla las actividades de la vida diaria y otras habilidades funcionales. Realizar ajustes especiales para individuos con tetraplejia, que pueden tener una postura de la cabeza adelantada que da como resultado un encorvamiento de los hombros y una inestabilidad anterior y una dependencia de las extremidades superiores para mantener la estabilidad para mantener el equilibrio. Tratar esta postura de las siguientes maneras: estabilización posterior de la pelvis en su postura más corregida (Figura 4A); acomodación de una cifosis fija por medio del ángulo y la forma en el espacio del soporte trasero (Figura 4B). Para aquellos individuos con lesión en C4 o superior, proporcionar apoyo completo del antebrazo y mano para reducir la subluxación o dislocación. La sedestación y el control postural pueden afectar a las transferencias y a la propulsión de la silla. Puede que sea necesario un respaldo alto para proporcionar adecuada estabilidad al tronco. La forma del respaldo debe permitir los movimientos necesarios de la escápula durante la propulsión de la silla de ruedas. Un ángulo pequeño entre la silla y el respaldo (asiento hundido o deprimido) puede mejorar la estabilización pélvica, pero dificulta las transferencias. Se debería proporcionar a los usuarios de sillas de ruedas manuales un cojín ligero, ya que los aumentos de peso hacen que las fuerzas de propulsión tengan que ser mayores (ver recomendaciones 4 y 7). En todas las situaciones, el confort del cliente, su función y sus preferencias son lo más importante. Finalmente, los clínicos deberían estar prevenidos de que individuos que sean mayores en el momento de la lesión puede que experimenten cambios funcionales antes que los que se lesionaron a una edad más temprana. Figura 4: “A” DEMUESTRA COMO PROPORCIONANDO SOPORTE PELVICO SE PUEDE PREVENIR UNA POSTURA CIFOTICA DEL TRONCO Y DAR ESTABILIDAD ANTERIOR. “b” DEMUESTRA COMO UNA POSTURA CIFOTICA FIJA PUEDE ADAPTARSE VARIANDO EL ANGULO DEL ASIENTO Y UN RESPALDO CONTORNEADO. ESTA POSTURA PROPORCIONA UNA POSICION FUNCIONAL. 11. Colocar en postura correcta, tanto en la cama y como en el dispositivo de movilidad, a los individuos con dolor y/o parálisis de los miembros superiores. Se deben seguir los siguientes principios: a. Evitar presiones directas sobre el hombro b. Proporcionar sujeción a los miembros superiores en todos los puntos. c. Cuando el individuo está en posición supina, colocar los miembros superiores en abducción y en rotación externa de una manera regular. d. Evitar tirar de los brazos cuando se esté posicionando al individuo. e. Recordar que prevenir el dolor es una objetivo principal del posicionamiento del individuo. (Evidencia clínica / epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – Ninguna; Grado de la recomendación – Ninguna; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) La posición incorrecta del hombro cuando el individuo está en posición supina o sentado puede conducir a un menor rango de movimiento y por tanto dolor y lesión asociado de los miembros superiores. Las personas con tetraplejia tienden a colocar los brazos cerca del cuerpo en una postura de rotación interna. Se debería alternar la postura de rotación externa y abducción entre el brazo derecho y el izquierdo, para que cada brazo esté un tiempo aproximadamente igual en las posturas descritas. Para evitar tirar de los brazos del paciente cuando se le está colocando en la cama, sujetar al paciente por la porción inferior de la escápula. La postura que se muestra en la Figura 5 proporciona también estiramiento pasivo y alivio del dolor en personas con tetraplejia y dolor de hombro. 12. Proporcionar a los pacientes con lesión medular que utilizan sillas eléctricas y tienen funcionalidad en los brazos, la elevación del asiento o posiblemente estar en pie. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/3; Evidencia ergonómica – 1; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Una de las asociaciones más fuertes halladas en la revisión de 1997 de NIOSH fue la del dolor del cuello y los hombros con la postura. En general, se entiende aquí la postura como las actividades de los brazos por encima de la cabeza. Numerosos estudios han encontrado una asociación entre la actividad de los brazos por encima de la cabeza y el desarrollo de dolor de hombro (Herberts et al., 1984; Bjelle et al., 1979). Además, en varios estudios se ha encontrado que el grado de elevación del brazo es uno de los parámetros más importantes que influyen sobre la carga muscular del hombro (Sigholm et al., 1984; Palmerud et al., 2000; Jarvholm et al., 1991). Los músculos más afectados eran los músculos del manguito rotador. Incluso si las reformas que se hacen en casa y en el trabajo son tan profundas como anular totalmente la necesidad de realizar actividades por encima del nivel de la cabeza, personas con lesión medular aún se verán obligados a realizarlas cuando compren, vayan a la oficina de correos o busquen libros en la biblioteca. Otra razón importante para elevar el asiento es la necesidad de realizar las transferencias al mismo nivel. La investigación sobre las transferencias ha mostrado que se reducen las fuerzas cuando la transferencia se hace a nivel o cuando se hace hacia un lugar más bajo (Wang et al., 1994), (ver recomendación 15ª). La única manera de asegurar este tipo de transferencia es mediante la elevación del asiento. En el pasado, la elevación del asiento añadía altura a la silla de ruedas, haciendo las transferencias de vuelta a la silla de ruedas más complicadas, y que fuese más difícil poder situarse debajo de superficies bajas, como una mesa. Algunas sillas motorizadas ofrecen elevación del asiento con muy poca altura del mismo, lo que alivia un poco esta situación. Un modo alternativo de reducir las actividades por encima del hombro es prescribir una silla motorizada que permita al individuo levantarse. Pero las sillas de ruedas de bipedestación puede que no sirvan de ayuda en las transferencias y pueden aumentar el riesgo de lesión en los huesos, las articulaciones y la piel, habrá que tener todo esto en cuenta antes de prescribirla. 13. Realizar una evaluación profunda del entorno del paciente, obtener el equipamiento adecuado y realizar las reformas en el domicilio, idealmente de acuerdo a los estándares del Acta de los Americanos con Discapacidades (ADA). (Evidencia clínica / epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Es necesario realizar una evaluación exhaustiva del entorno, donde se realizan las transferencias de rutina, donde se realicen las actividades de la vida diaria y del trabajo, para que los consumidores y los clínicos sepan cuando y donde intervenir. Se debería alterar el entorno y/o proporcionar el equipo adecuado para minimizar las actividades por encima de la cabeza, reducir las fuerzas sobre las extremidades y reducir la frecuencia de las actividades. La evaluación, como mínimo, debería incluir el entorno del domicilio, el de trabajo y el del colegio, así como los medios de transporte. Cada entorno debería ser construido o modificado, cuando fuese posible, de tal manera que cumpliese los estándares de la ADA. Si esto no fuese posible, las actividades que impliquen levantar los brazos por encima del hombro deberían modificarse o evitarse, o se debería utilizar equipamiento de adaptación. Por ejemplo, los objetos colocados en los armarios por encima de la cabeza se deberían cambiar a armarios más bajos o se debería disponer de un aparato para alcanzarlos. Además, se debe reformar la casa de manera que las transferencias se hagan a nivel (ver recomendación 15A). FIGURA 5: EJEMPLOS DE POSTURAS CORRECTAS EN LA CAMA PARA APOYAR EL MIEMBRO SUPERIOR (POR CORTESIA DEL RANCHO LOS AMIGOS, CENTRO DE REHABILITACION NACIONAL, DOWNEY, CALIFORNAI) El hombro debería estar aproximadamente a 75º en abducción o más alto El hombro debería estar aproximadamente a 75º en abducción El hombro debería estar en rotación externa El brazo debería estar elevado La pelvis debería estar rotada y fuera del colchón 14. Instruir a las personas con lesión medular que realizan transferencias de manera independiente a: a. Cuando sea posible, realizar las transferencias al mismo nivel. Siempre que sea posible, las superficies de las transferencias deben estar al mismo nivel o más baja, ya que las superficies más altas se sabe que aumentan las fuerzas sobre los miembros superiores (Wang et al., 1994). Los clientes con tetraplejia puede que no sean capaces de levantar su peso si se necesita de mayor flexión a nivel de la articulación del codo (Harvey y Crosbie, 1999), como sucede en el caso de una transferencia hacia una superficie que esté más arriba. Valorar la utilización de equipamiento para el baño, como sillas de ducha con ruedas, y otras superficies de transferencia ajustables en altura que se pueden utilizar para muchas tareas, como bañarse, cuidado del intestino o la vejiga, todo ello dentro de un programa de prevención. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/3; Evidencia ergonómica – 2; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) b. Cuando sea posible evitar posturas de impacto. La postura clásica de impacto del hombro es con el brazo rotado internamente, flexionado hacia delante y en abducción (Neer II, 1983). En esta posición, las inserciones del tendón del manguito rotador en la tuberosidad del húmero están muy próximas a la superficie inferior de la articulación acromioclavicular. En un hombro con funcionalidad normal esto no seria necesariamente causa de impacto ; sin embargo, en presencia de dolor o disfunción del manguito rotador puede darse el impacto. Con frecuencia es difícil evitar estas posiciones del brazo durante las transferencias Como se afirmo anteriormente, las fuerzas sobre el hombro son mayores cuanto mayores son la flexión y la abducción (Sigholm et al., 1984). Cuando se ejerce presión hacia abajo sobre un objeto con el brazo a un lado del cuerpo, las fuerzas se transmiten directamente desde la muñeca y el codo hacia el hombro (Harvey y Crosbie, 2000). Hay poco o ningún movimiento del brazo en esta posición. Si el brazo está en abducción o flexionado hacia delante, entonces sumadas a las fuerzas habrá también movimientos en el hombro. Estos movimientos conducen a fuerzas mayores sobre los propios músculos del hombro. Cuando se necesita levantar el brazo por encima del hombro para realizar determinadas transferencias (para entrar en el coche o furgoneta) se debe minimizar la rotación interna del brazo. (Evidencia clínica / epidemiológica – 5; Evidencia ergonómica – 2; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) c. Cuando para las transferencias exista un agarradero disponible, evitar colocar las manos sobre una superficie lisa. Las fuerzas asociadas con las transferencias se originan en la mano y en la muñeca. Hacer fuerza con la muñeca en extensión y con la mano plana aumenta la presión sobre el canal carpiano, por tanto comprimiendo el nervio mediano. En varios estudios se ha documentado la asociación entre la postura de la muñeca y CTS, cuanto mayor el grado de flexión y de extensión más posibilidad de lesión, más aún en presencia de fuerzas grandes (Tanzer, 1959; Gelberman et al., 1998; Roquelaure et al., 1997; Armstrong y Chaffin, 1979). En un estudio específico con lesionados medulares sobre la asociación entre las posturas de la muñeca y el CTS (Gellman et al., 1988a) se vio que individuos con paraplejia, con y sin CTS, tenían mayores presiones en la muñeca en extensión que personas sin problemas de lesión medular pero con CTS. En un estudio en un cadáver, Keir et al. (1997) encontraron que la presión hidrostática en el túnel carpiano era mayor en extensión y con desviación cubital con el músculo palmar largo cargado. Esta es una posición habitual en las transferencias cuando la mano está sobre una superficie plana (Harvey y Crosbie, 2000). Además, se ha visto que con extensión excesiva de la muñeca, con el tiempo se puede dar hipermovilidad carpiana (Schroer et al., 1996). Cuando sea posible, la mano se deba colocar de tal manera que se puedan evitar las hiperextensiones de la muñeca (por ejemplo, permitir que los dedos cuelguen por el borde y se agarren al borde de la superficie de transferencia). Las transferencias con maniobras con el puño cerrado, con la muñeca en posición neutra pueden reducir las presiones en el túnel carpiano; sin embargo, no se sabe el impacto sobre las articulaciones metacarpianas, y esta puede ser una postura inestable para la muñeca. Para mantener el agarre de la tenodesis en individuos que tengan una tenodesis, se deberían hacer las transferencias con la muñeca extendida y los dedos flexionados. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/5; Evidencia ergonómica – 3; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) d. Variar la técnica empleada y el brazo que dirige. La observación clínica y los análisis electromiográficos de las transferencias en individuos con paraplejia han mostrado que las fuerzas y el trabajo realizado por el brazo secundario son mayores que las realizadas por el brazo que guía (Perry et al., 1996). Se vieron también diferencias entre el brazo que guía y el secundario en un estudio realizado en personas sin discapacidades (Papuga et al., 2002). Los individuos que tienen problemas realizando las transferencias debido al dolor ocasionado por tendinitis o desgarros del manguito rotador, podrían potencialmente disminuir el dolor en el hombro si fuese el brazo lesionado el que actuase de brazo guía. Una técnica de transferencia a considerar consiste en flexionar el tronco hacia delante sobre el brazo que soporta el peso mientras que se protrae y deprime la escápula. Esta posición permite una mejor transmisión de las fuerzas entre el húmero y el tronco (Cagnon et al., 2008). En una posición de flexión hacía adelante, la distancia entre los hombros y los glúteos se reduce (Harvey y Crosbie, 2000), lo que puede resultar una ventaja mecánica para el extensor del codo. Además, en esta postura el manguito rotador puede tener menos actividad, se transmite más peso a través de la cavidad glenoidea y el riesgo de impacto se reduce. (Gagnon et al., 2003). Se aplican los mismos principios cuando se estén realizando maniobras de alivio de presión o cambios en la distribución de pesos. Siempre que sea posible, la persona con lesión medular debería realizar actividades de alivio de la presión utilizando una combinación de técnicas, tales como el inclinarse hacia delante, cambios de lado a lado y maniobras de depresión. (Evidencia clínica / epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – 2; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) 15. Hay pruebas de que las transferencias pueden conducir a lesión de los miembros superiores. Durante una transferencia los hombros no solo tienen que soportar el peso del cuerpo, igual que en un levantamiento vertical de alivio del peso, sino que también deben cambiar la masa corporal de una mano a la otra. Se ha visto que las presiones durante las transferencias son 2,5 veces superiores que las registradas cuando el hombro no está soportando peso (Bayley et al., 1987). El aumento de presión parece que es debido a la transferencia del peso del tronco a través de la clavícula y la escápula y a través de los tejidos subacromiales hasta la cabeza del húmero. Estas presiones aumentadas estresan la vascularización del manguito rotador y pueden contribuir a la degeneración tendinosa. 16. Valorar el uso de un dispositivo para las transferencias en todos los individuos con lesión medular. A las personas con dolor y/o debilidad de los miembros superiores se les deberá recomendar encarecidamente que utilicen un dispositivo de ayuda en la transferencia. (Evidencia clínica / epidemiológica – 2/5; Evidencia ergonómica – 2; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Los factores de riesgo asociados con la pérdida de independencia relacionada con las transferencias en individuos con lesión medular incluyen el dolor, exceso de masa corporal y grasa corporal, amplitud de movimientos y deficiencias musculares o desequilibrios del hombro, poca capacidad de hacer ejercicio e intolerancia a las actividades de la vida diaria (Nyland et al, 2000). Debido a que los dispositivos de ayuda en las transferencias tienen la capacidad potencial de reducir las fuerzas que se transmiten a los miembros superiores durante dichas operaciones, los dispositivos puede que sean efectivos en la prevención y el tratamiento de lesiones de los miembros superiores. Los individuos con lesión medular de nivel alto demandan más de la musculatura durante las transferencias (Gagnon et al., 2003); la utilización de una tabla deslizante reducirá la fuerza que se necesita para realizar movimientos laterales (Grevelding y Bohannon, 2001). La reducción de fuerza es aún mayor si se utilizan superficies de baja fricción o un disco que se desliza con facilidad por la superficie (Grevelding y Bohannon, 2001). De nuevo, al reducir el estrés se deben reducir las posibilidades de sufrir una lesión o de que el dolor aumente. Las transferencias con tableros deslizantes permiten dividir el movimiento de la transferencia en etapas más pequeñas de movimiento, lo que puede reducir las fuerzas lesivas (Butler et al., 2000). Sin embargo, los tableros deslizantes no son adecuados para realizar transferencias entre dos superficies que difieran mucho en altura (como es el caso de la transferencia de la silla de ruedas al asiento de una furgoneta o SUV). Por tanto, es todavía esencial el entrenamiento de tipo estándar, sin utilizar dispositivos de ayuda, en aquellos individuos que puedan realizarlo de manera segura. Pueden aparecer dificultades si el paciente es alto, tiene espasmos que puedan interferir con la transferencia o tiene una piel delicada que se abrasiona con facilidad (por ejemplo una persona mayor con lesión medular o con un historial de úlceras por presión). Desafortunadamente, con la excepción del tablero deslizante, los dispositivos de ayuda en la transferencia no son portátiles, lo que puede ser un grave inconveniente. Otras opciones de ayudas para la transferencia incluyen los elevadores, que están disponibles en varias configuraciones (por ejemplo: portátil frente a fijo, eslinga frente a cincha, mecánico frente a eléctrico), elevadores del asiento motorizados, como se especifica en la recomendación 13. Si se proporciona asistencia manual en la transferencia, se debe tener cuidado de no traccionar de un miembro superior debilitado o inestable. Otros estados que requieren de asistencia en las transferencias son la obesidad y el embarazo. El aumento de peso asociado a estos estados aumenta las fuerzas sobre el hombro durante las transferencias, situando al individuo en una situación de mayor riesgo de sufrir una lesión. Un abdomen de gran tamaño impide la flexión de la cadera durante la transferencia, ocasionado un mal posicionamiento de la mano que guía, y consecuentemente una mala alineación glenohumeral. Se sugiere un entrenamiento adecuado si se van a recomendar los dispositivos de ayuda a la transferencia. Si se usa una tabla de transferencia, se pueden evitar los arañazos y lesiones por la fricción sobre la piel si se enseña a la persona a realizar un movimiento lateral con pequeños levantamientos, en lugar de un movimiento deslizante a lo largo de la tabla. Ejercicio 17. Incorporar ejercicios de flexibilidad en un programa general de entrenamiento, suficientes como para mantener el movimiento normal gleno-humeral y la movilidad de los músculos pectorales. (Evidencia clínica / epidemiológica – 3/4; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) La Universidad Americana de Medicina Deportiva recomienda los ejercicios de estiramiento para la población general para prevenir lesiones, mejorar el rendimiento y mejorar la salud en general (ACSM, 1998). De manera similar, la flexibilidad y los estiramientos han sido introducidos en varios programas de ejercicio y forma física para usuarios de sillas de ruedas (Froehlich et al., 2002; Laning et al., 1996; Lockette y Keyes, 1994; Miller, 1995; Hicks et al., 2003). Una postura habitual entre los usuarios de silla de ruedas es con los hombros extendidos, con los músculos anteriores acortados y los posteriores alargados (es decir, cifosis torácica superior y escápula extendida) y la cabeza en una posición adelantada. El acortamiento de los músculos o una restricción en el rango de los movimientos puede alimentar el riesgo de dolor o lesión de los miembros superiores. En dos estudios separados se ha encontrado una relación entre la restricción del rango de los movimientos y el dolor, actividad reducida y/o lesión (Ballinger et al., 2000; Waring y Maynard, 1991). Incorporar los estiramientos dentro de un programa de ejercicios para individuos que están usando sillas de ruedas manuales se ha asociado a informes de disminución de la intensidad del dolor (Curtis et al., 1999). Los protocolos de ejercicio empleados en este estudio incluían tanto el fortalecimiento como los estiramientos, con el estiramiento centrado en el tórax y los músculos anteriores de los hombros. Cuando un individuo con lesión medular empieza un programa de estiramientos, el panel sugiere el siguiente régimen: Realizar ejercicios de estiramiento del cuello, parte superior del tronco y extremidades un mínimo de 2 ó 3 veces por semana. Realizar ejercicios de movimiento completo prestando especial atención a las siguientes áreas: rotación externa del húmero y retracción y rotación hacia arriba de la escápula. Realizar estiramiento suave y prolongado en cada dirección de la zona tensa. Evitar ocasionar impacto mediante la creación de una fuerza de distracción a lo largo del eje mayor del húmero. Evitar la rotación interna cuando se esta realizando movimientos por encima de la cabeza Consultar siempre que sea necesario otras fuentes como Anderson y Bornell, Estiramiento y Fortalecimiento para la Rehabilitación y el Desarrollo (1987) y Lockette y Keyes, Ponerse en Forma con Discapacidades Físicas (1994). 18. Incorporar ejercicios de resistencia como parte normal de un programa de entrenamiento para adultos. El entrenamiento debería ser individualizado y progresivo, debería ser de la suficiente intensidad como para fortalecer y ganar resistencia muscular, y debería proporcionar el estímulo suficiente como para ejercitar los principales grupos musculares para lograr un cansancio sin dolor. (Evidencia clínica/epidemiológica – 3/6; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Los ejercicios de estiramientos han sido recomendados para la población general sin discapacidad como prevención de lesiones, mejorar la ejecución y mejorar la salud en general (ACSM, 1998). De manera similar, varios autores han recomendado los ejercicios de fortalecimiento como parte de la rutina de entrenamiento normal para los usuarios de silla de ruedas. La base de esta recomendación es que los individuos con lesión medular pueden ser propensos a desequilibrios musculares y debilidad muscular selectiva. El desequilibrio en la musculatura se ha relacionado al dolor en atletas tanto con paraplejia (Burnham et al., 1993) y tetraplejia (Miyahara et al., 1998). En dos estudios se documenta que los programas de estiramiento y fortalecimiento pueden reducir el dolor (Hicks et al., 2003; Curtis et al., 1999). Se debería animar a realizar ejercicio también para controlar o reducir peso, estar en forma, ganar resistencia y bienestar general. Como se afirmó previamente, las ganancias de peso son un factor de riesgo de lesión de los miembros superiores. El ejercicio combinado con una modificación de la dieta puede ayudar a perder peso y prevenir el volver a engordar. Cuando un individuo con lesión medular inicia un programa de fortalecimiento se recomienda lo siguiente: Realizar un grupo de 8 a 10 ejercicios con 8 a 12 repeticiones de los grandes grupos musculares, 2 ó 3 veces por semana. Los objetivos para las repeticiones diarias deberían aumentarse de manera sistemática, comenzando por abajo y de manera gradual ir aumentando hasta alcanzar los objetivos marcados. Prestar especial atención a los depresores del hombro (es decir: infraespinoso, subescapular, pectoral mayor y gran dorsal) y a los estabilizadores de la escápula (por ejemplo el trapecio y el romboides). Para limitar el impacto, evitar la rotación interna cuando se realizan ejercicios por encima del nivel del hombro. Evitar realizar ejercicios de fortalecimiento si producen dolor o si el rango de movimientos esta reducido significativamente. Antes de comenzar un programa de fortalecimiento, se debería instruir al individuo a monitorizar la temperatura y la presión sanguínea y a estar alerta ante síntomas de disreflexia autónoma. Si el individuo siente demasiado cansancio después del entrenamiento como para realizar actividades de rutina de la vida diaria, se debería modificar la intensidad de los ejercicios del programa. Manejo del Dolor y las Lesiones Agudas y Subagudas de los Miembros Superiores Nota: Las recomendaciones precedentes (1-18) son aún más importantes en presencia de lesión de los miembros superiores y dolor 19. En términos generales, manejar las lesiones musculoesqueléticas de los miembros superiores en personas con lesión medular de la misma manera a como se haría en personas sin lesión medular. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – Ninguna; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) No se han establecido las mejores prácticas estandarizadas basadas en la evidencia científica para el tratamiento médico, de rehabilitación o quirúrgico de las lesiones de los miembros superiores en las personas con lesión medular. Además, hay poco consenso entre los profesionales del cuidado de la salud acerca de las mejores prácticas de tratamiento para las lesiones de los miembros superiores en la población general. Las consideraciones terapéuticas generales para las lesiones musculoesqueléticas incluyen reposo; manejo del dolor; ejercicios de amplitud de movimientos; modalidades como frío-calor; medicación; inyecciones y cirugía. En general, las modalidades de tratamiento térmico deberían evitarse en áreas sin sensibilidad o donde la sensibilidad este afectada de algún modo, debido al riesgo de quemadura o la incapacidad para dosificar de manera precisa. Las recomendaciones de la 20 a la 30 tratan áreas donde el tratamiento del individuo con lesión medular puede diferir del de la población general o donde un tratamiento en concreto justifica el destacarlo. 20. Planificar y proporcionar las actuaciones contra el dolor agudo lo antes posible, para prevenir la aparición de dolor crónico. (Evidencia clínica/epidemiológica – 5/6; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – D; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) La instauración de un tratamiento temprano y adecuadamente agresivo del dolor asociado con las lesiones musculoesqueléticas agudas, puede prevenir el desarrollo de dolor crónico. Aunque no existen datos para personas con lesión medular, la evidencia empírica sugiere que el dolor agudo no tratado o subtratado puede provocar cambios duraderos en los mecanismos neurales centrales y periféricos que están asociados con el aumento de la percepción del dolor (Coderre et al., 1993; Arnstein, 1997; Tinazzi et al., 2000). Una vez establecidos, estos cambios hacen que sea más difícil aliviar los episodios de dolor, colocando al individuo en riesgo de desarrollar un abanico de problemas funcionales y psicosociales. Por tanto, el dolor agudo debería ser identificado y controlado tan pronto como sea posible tras una lesión musculosquelética. 21. En la mayoría de los casos de lesiones no traumáticas de los miembros superiores en personas con lesión medular, considerar como tratamiento inicial un enfoque médico y de rehabilitación. (Evidencia clínica/epidemiológica – 5/6; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – D; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Se han hecho muy pocos estudios comparando los enfoques terapéuticos quirúrgicos y no quirúrgicos del dolor de los miembros superiores. Los resultados de estudios acerca de tratamiento quirúrgico en lesionados medulares son muy limitados. Dos estudios pequeños refirieron el resultado de una reparación del manguito rotador, con uno de ellos mostrando pobres resultados (Goldstein et al., 1997) y el otro, relativamente buenos resultados (Robinson et al., 1993). En ambos estudios los autores recomendaron los enfoques no quirúrgicos primero. Un estudio aleatorio halló que el ejercicio supervisado proporciona resultados similares que la cirugía artroscópica en pacientes con síndrome de impacto (Brox et al., 1993). El consenso general entre los clínicos experimentados es que el tratamiento médico y la rehabilitación es el tratamiento inicial de elección para la mayoría de las lesiones no traumáticas de hombro (por ejemplo, tendinitis, síndrome del manguito rotador e inestabilidad) y de síndrome de túnel carpiano. 22. Debido a que es difícil conseguir relativo descanso de los miembros superiores lesionados o tras una cirugía en personas con lesión medular, se deberían considerar seriamente las siguientes medidas: a. Utilización de vendajes o férulas de descanso nocturno en los casos de síndrome de túnel carpiano. Se debería considerar utilizar férulas de descanso nocturno en una posición neutra para el cuidado del síndrome de túnel carpiano. Se ha visto que con las férulas mejoran los síntomas, aunque no han demostrado necesariamente una mejoría en los estudios de conducción nerviosa (Burke et al., 1994; Kruger et al., 1991; Mantene et al., 2001; Celiker et al., 2002). Hay controversia acerca del uso de férulas durante actividades altas con las extremidades. Los guantes con almohadillas de gel puede ser otra manera de aliviar el dolor (Deltombe et al., 2001). La protección de un codo o un hombro afectado plantea mayores problemas. (Evidencia clínica/epidemiológica – 3/4; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – C; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) b. Reformas en el domicilio o asistencia extra. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) La manera más lógica y la más efectiva desde el punto de vista del coste de tratar un miembro lesionado es mediante la colocación de tecnología que cambie el entorno domiciliario. Puede que sea necesario equipo adicional, para las transferencias sistemas de elevación, camas hospitalarias y sillas de ruedas alternativas. Si no se dispone de un cuidador en el domicilio puede que sea necesario contratar a personal que ayude durante el baño, para arreglarse, cuidado del intestino, la vejiga o la piel; el cuidado doméstico; las transferencias y la movilidad dentro y fuera de casa. Cualquier cuidador nuevo o asistente requerirá de un entrenamiento y educación en estas áreas de cuidados. c. Ingreso en un centro médico si no se puede aliviar el dolor o si está indicado el reposo total. Las personas con recursos sociales, económicos y físicos limitados puede que no sean capaces de alterar su entorno, contratar asistentes o comprar dispositivos de transferencia o movilidad. Si no hay posibilidades de tener ayuda adicional se recomienda el reposo absoluto, se recomienda ingresar en un entorno de apoyo para asegurar un cuidado adecuado de los miembros superiores, como una residencia o un centro asistencial. El coste a corto plazo por estar en uno de estos centros puede que sea menor que el coste a largo plazo de una discapacidad mayor. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Lograr el descanso de las estructuras afectadas, en las personas con lesión medular y un desorden degenerativo o lesión, supone un reto especial. Debido a que para las actividades de la vida diaria y la movilidad se necesita usar los miembros superiores, puede que se necesiten medidas adicionales para proteger las estructuras implicadas. 23. Hacer especial hincapié en mantener un rango óptimo de movimiento durante el periodo de rehabilitación de una lesión en los miembros superiores. (Evidencia clínica/epidemiológica – 2; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – B; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Normalmente el tratamiento de una lesión de los miembros superiores es de carácter dual: reposo relativo, suplementado con ejercicios de amplitud de movimiento. Se debería hacer hincapié en los ejercicios de amplitud de movimiento, porque cuando hay falta de movimiento en las articulaciones, los ligamentos y la cápsula articular se acortaran adaptándose, limitando aún más los movimientos. Una cápsula glenohumeral posterior acortada puede desplazar la cabeza del húmero hacia delante y disminuir el espacio subacromial, alterando por tanto la mecánica de los movimientos de la articulación. Los programas de amplitud de movimiento y de estiramiento son necesarios para prevenir precisamente la perdida de amplitud de movimiento. La aplicación de técnicas terapéuticas de movilización manual sobre estás áreas puede aumentar el rango de movimiento y se ha visto que hacen que el dolor disminuya si se combinan con los enfoques terapéuticos tradicionales (Conroy y Hayes, 1998). Los soportes ajustables para las extremidades fabricados a medida con Velcro®, permiten realizar estiramientos lentos de rotación interna a rotación externa, en los pacientes con tetraplejia. Es primordial evitar la hipermovilidad. 24. Valorar técnicas alternativas para las distintas actividades, cuando existe dolor o lesión de los miembros superiores. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Como se discutió en recomendaciones previas, se deberían evaluar las actividades por encima de la cabeza de la vida diaria, las estrategias para las transferencias y las técnicas de movilidad. Durante la fase de recuperación de una lesión se debería considerar el uso de una silla motorizada para los usuarios habituales de silla de ruedas manual. Los dispositivos para alcanzar cosas que estén en alto u otro equipamiento puede disminuir el rango de movimiento para completar tareas por encima de la cabeza. Se deberían intentar estrategias compensatorias con el miembro no afectado, y cuando fuese apropiado se debería entregar equipo adaptativo. Las actividades por encima de la cabeza, que requieren de resistencia muscular a la vez que fuerza, como pueda ser las tareas de acicalado, se pueden facilitar si se colocan cinchas – sistema de poleas - por encima de la cabeza en una silla o en una superficie fija. Estas cinchas soportan el peso del brazo, de manera que potencialmente disminuyen el estrés sobre los músculos del manguito rotador, al mismo tiempo que permiten el movimiento de los miembros superiores. Los objetos que se pueden considerar para el entorno doméstico o laboral incluyen unidades de control del entorno, software de control con ratón, mesas graduables en altura, soportes para libros giratorios y software accionado por la voz. Entra dentro de lo razonable pedir a los amigos o a los compañeros de trabajo que sean ellos los que levanten los objetos pesados y que presten ayuda con otras tareas de los miembros superiores. Se debería considerar la posibilidad de contratar un asistente para que le ayude con las tareas personales y el trabajo. Se debería valorar también unos horarios flexibles, incluyendo entrada al trabajo más tarde, horarios más cortos, descansos más frecuentes y la posibilidad de teletrabajo. 25. Hacer hincapié en que el retorno a la vida y actividad normal, tras la lesión o la cirugía, se debe realizar de manera gradual. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Durante la fase subaguda del proceso de recuperación de una lesión de los miembros superiores, el retorno a la funcionalidad se debería hacer de una manera gradual. Las actividades que impliquen levantar peso deberían comenzar solo cuando se esté dentro de un nivel aceptable de dolor. Se debería animar a los pacientes a recuperar la tolerancia a las transferencias, a las tareas de acicalado por encima de la cabeza, a la propulsión manual de la silla de ruedas y otro tipo de tareas funcionales, más o menos de la misma manera en que las hacían durante el periodo inicial de rehabilitación tras la lesión medular. Se debería incluir en los programas domésticos o clínicos, la enseñanza y entrenamiento de técnicas de conservación de la energía y de movilidad alternativa. Un retorno brusco a la actividad puede provocar el retorno del dolor. 26. Controlar de cerca los resultados del tratamiento, y si no se ha aliviado el dolor sería conveniente seguir con los ejercicios y el tratamiento. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Es de especial importancia para los clínicos monitorizar la respuesta al tratamiento, porque si este falla, el paciente puede percibir que los profesionales del cuidado de la salud son incapaces de ayudarle y puede que no vuelva, aunque haya otras opciones terapéuticas disponibles. El resultado puede que sea aún mayor daño tisular, peores resultados si se intenta la cirugía y dolor crónico. Por tanto, los clínicos deberían seguir meticulosamente el progreso, o la falta del mismo, en los pacientes bajo su cuidado. 27. Si el paciente sigue teniendo dolor musculoesquelético y no ha logrado recuperar la funcionalidad con el tratamiento médico y la rehabilitación, valorar la posibilidad de tratamiento quirúrgico, siempre y cuando la probabilidad de resultados satisfactorios quirúrgicos y funcionales superen a la probabilidad de lo contrario. (Evidencia clínica/epidemiológica – 5/6; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – D; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) El cuidado no operatorio debería incluir un programa de ejercicio coherente además de otros tratamientos adjuntos. Si no se observa mejoría en aproximadamente tres meses, se debería considerar la opción quirúrgica. Se debería sopesar los beneficios potenciales frente a los riesgos de la cirugía y la inmovilización postquirúrgica. Se han estudiado los resultados de la cirugía en numerosos estudios. Un objetivo de estos estudios ha sido identificar los factores que predicen el éxito. Desgraciadamente, los resultados de estos estudios son mixtos. Los pocos estudios que investigaron la vuelta a la actividad tras la cirugía, encontraron que obtenían peores resultados con los individuos que volvieron a trabajos que requerían de toda la fuerza del brazo, tras la intervención para resolver tanto desgarros del manguito rotador (Gazielly et al., 1994) como el síndrome de túnel carpiano (Katz et al., 1997; Yu et al., 1992). Por consiguiente, se deduce que los individuos con lesión medular, especialmente los usuarios de sillas de ruedas manuales, pueden tener más riesgo de obtener peores resultados de la cirugía si se sigue utilizando la silla de ruedas manual o si no se cambian las tareas repetitivas de los miembros superiores. 28. Intervenir quirúrgicamente las fracturas de los miembros superiores cuando esté indicado y cuando sea médicamente posible. (Evidencia clínica/epidemiológica – 6; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – D; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) El tratamiento quirúrgico de las fracturas de los miembros superiores permite una movilización temprana del paciente y facilita la rehabilitación. Las fracturas en las extremidades de individuos con compromiso neurológico tienen una tasa más alta de no-unión que en personas sin compromiso neurológico. Aunque en la literatura aparecen pocas veces discusiones relativas al paciente con lesión medular, una revisión sobre fracturas de húmero en pacientes con lesión del plexo braquial reveló que una tasa del 50% de no-unión en las fracturas tratadas sin cirugía (Brien et al., 1990). Cuando se decida el tratamiento y se considere la reducción como el método más adecuado, los clínicos deberían estar prevenidos de que la parálisis limita la capacidad para compensar malrotaciones o alineamientos deficientes. 29. Estar prevenido y planificar el tiempo de recuperación necesario tras un procedimiento quirúrgico. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Como media, el tiempo de recuperación tras una cirugía, entendido como el tiempo que se necesita para soportar peso sin restricciones, es como sigue: Liberación del canal carpiano mediante endoscopia, 3 semanas. Liberación del canal carpiano con cirugía abierta, 8 semanas. Descompresión o reparación del manguito rotador, 6 meses. Tras el periodo de completa dependencia después de la cirugía, se necesitará de un periodo de recuperación, en el cual las tareas a realizar se deben minimizar. Por tanto, es esencial planificar de antemano un periodo de inmovilidad e incapacidad para completar las tareas de la vida diaria. Estos planes pueden incluir el uso de sillas motorizadas, modificaciones en el domicilio y asistencia adicional (ver recomendaciones 22b y 22c). 30. Valorar el uso que hace el paciente de las técnicas médicas complementarias y alternativas y conocer las posibles interacciones negativas. (Evidencia clínica/epidemiológica – 6; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – D; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Los individuos con lesión medular utilizan las medicinas alternativas o complementarias (MAC) en las mismas proporciones que la población general. La causa más común para utilizar MAC es la falta de satisfacción con el tratamiento del dolor crónico según la medicina convencional (Nayak et al., 2001). La única técnica de MAC que ha sido evaluada ha sido la acupuntura, aunque los estudios no muestran pruebas concluyentes sobre la efectividad (Nayak et al., 2001; Dyson-Hudson et al., 2001; Rapson et al., 2003). Es importante preguntar a los pacientes si están tratándose de alguna manera con MAC a la hora de prescribir cualquier medicación o planificar una cirugía. Algunos productos de fitoterapia, como el ginko biloba, pueden tener un efecto anticoagulante; otros, como la hierba de San Juan o raíz de kava, pueden interaccionar con los sedantes o con la medicación antiespástica; mientras que otras como la hierba ma huang o efedra, la nuez de cola o el ginseng, pueden provocar elevaciones peligrosas de la presión sanguínea o cambios en los niveles de glucosa en sangre. Tratamiento del Dolor Crónico Musculoesquelético para Mantener la Funcionalidad 31. Debido a que el dolor crónico relacionado con desórdenes musculoesqueléticos es un problema clínico complejo y multidimensional, se debe abordar la valoración y planificación del tratamiento de una manera interdisciplinar. Comenzar el tratamiento con una cuidadosa evaluación de : Etiología. Intensidad del dolor. Capacidades funcionales. Distrés psicosocial asociado con el estado del individuo. (Evidencia clínica/epidemiológica – 1; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – A; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) El desarrollo del dolor crónico se conceptualiza mejor como el resultado de una compleja interacción de factores biológicos, psicológicos sociales y culturales que moldean las percepciones y respuestas del paciente a la patología musculoesquelética (Turk y Flor, 1999). Consecuentemente, los estándares para tratar el dolor en profundidad dictan, que las actuaciones se centren en las necesidades sociales, psicológicas, funcionales y físicas del paciente, y que la evaluación del pretratamiento y de los resultados incluya mediciones de cada uno de estos aspectos del dolor (Comisión para la Acreditación de Instalaciones para la Rehabilitación, 1999). En la mayoría de los casos, el enfoque multidisciplinar de la evaluación y de la planificación del tratamiento será la manera más eficaz de conseguir esos objetivos (Flor et al., 1992; Guzman et al., 2001). ■ Etiología. Es importante determinar la etiología del dolor, si fuese posible, para poder guiar el enfoque terapéutico. A pesar de que la evidencia empírica sugiere que la mayoría de las quejas de dolor en los miembros superiores para este grupo de población, se asocian a problemas musculoesqueléticos, se debería descartar el dolor debido a neuropatías u otros orígenes como: espondilosis cervical, siringomielia postraumática o el síndrome de compresión neurovascular de la salida superior del tórax. Desgraciadamente, no será fácil discernir la etiología de algunos estados de dolor de los miembros superiores. ■ Intensidad del dolor. Se podrá utilizar tablas estandarizadas para medir la intensidad del dolor en los miembros superiores. La Escala Analógica Visual y la Escala Numérica de Graduación son fáciles de utilizar y entre pacientes sin lesión medular tienen buenas propiedades psicométricas (Breivik et al., 2000; Jensen et al., 1996). El Índice de Dolor para Usuarios de Sillas de Ruedas (WUSPI) es una buena forma de medir la intensidad del dolor durante el desarrollo de actividades funcionales que requieran utilizar los miembros superiores (Curtis et al., 1995a). ■ Capacidades funcionales. Se sabe que el dolor de los miembros superiores interfiere con una gran variedad de actividades funcionales, tales como las transferencias, la movilidad, maniobras para el alivio de la presión y de autocuidado (Curtis et al., 1995b; Dalyan et al., 1999) y muchos individuos refieren que como consecuencia de ese dolor hay un cese de actividades críticas para la independencia funcional (Pentland y Twomey, 1994; Sie et al., 1992). El hecho de evitar o realizar determinadas tareas o alterar la correcta biomecánica de las mismas puede tener consecuencias significativas a largo plazo. Incluyendo la pérdida de forma física, pérdida de rango de movimiento, desarrollo de procesos musculoesqueléticos secundarios, dolor y estrés psicosocial. Es importante, por tanto, determinar la extensión el grado de interferencia funcional asociado. ■ Distrés psicosocial asociado con el estado del individuo. Entre los individuos con lesión medular el dolor crónico de los miembros superiores, está altamente asociado con el distrés psicosocial. Se han referido relaciones muy estrechas entre dicho dolor y la depresión, ansiedad, desarrollo de los roles sociales y ocupacionales, percepción de la salud y percepción del estrés de la propia vida (Rintala et al., 1998; Ballinger et al., 2000). Además, el dolor de típicamente interfiere con el sueño (Daylan et al., 1999; Pentland y Twomey, 1994; Subbarao et al., 1994) desembocando en la toma de fármacos que puede que no estén indicados para su uso a largo plazo en el tratamiento del sueño (Rintala et al., 1998). Debido a que un componente central de los estados de dolor crónico es el estrés psicosocial, es esencial que la evaluación del dolor incluya medidas del estrés emocional, funcionamiento interpersonal y ocupacional y los patrones típicos de sueño. Se debería evaluar también el uso de alcohol o sustancias ilícitas y el uso indebido de los fármacos prescritos, debido al mayor riesgo que existe de abuso de sustancias, en la población con lesión medular que tiene dolor. 32. Tratar el dolor crónico y la sintomatología asociada de una manera interdisciplinar, e incorporar múltiples modalidades de tratamiento basados en la constelación de síntomas hallados con la evaluación exhaustiva del individuo. (Evidencia clínica/epidemiológica – 1; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – A; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Los resultados del tratamiento entre pacientes sin lesión medular indican que el enfoque más eficaz para el tratamiento del dolor crónico puede ser interdisciplinar. Estudios comparativos durante el seguimiento de los resultados del tratamiento en personas sin lesión medular revelan que los enfoques multidisciplinares proporcionan mejorías duraderas en distintas áreas de los resultados. De manera ideal, el enfoque multidisciplinar incluye tantas modalidades de tratamiento con evidencia empírica como el equipo multidisciplinar que trata al paciente considere oportuno para lograr el principal objetivo, recuperar la funcionalidad (Guzman et al., 2001; Flor et al., 1992). Aunque no existen datos sobre individuos con lesión medular, el enfoque multidisciplinar puede ser adecuado para aquellos que presenten síntomás diversos de moderada a severa intensidad. Los objetivos del tratamiento en pacientes con dolor crónico de los miembros superiores pueden incluir el control y la reducción del dolor, recuperación de la funcionalidad y alivio del distrés psicosocial asociado. Una valoración profunda facilita la identificación de los objetivos del tratamiento, y por consiguiente la elaboración de planes de tratamiento a medida de las necesidades del paciente, que pueden ser multimodales en su naturaleza. Para lograr maximizar las probabilidades globales de éxito del tratamiento, la actuación debería dirigirse hacia el mayor número de áreas con discapacidad debida al dolor como fuese posible. Enfoques terapéuticos con pruebas de efectividad incluyen la farmacoterapia, inyecciones de corticosteroides, terapia física y ocupacional, actuaciones psicosociales y dispositivos ortopédicos. Aunque no se trata específicamente aquí, es necesario proporcionar tratamiento independiente pero complementario para la depresión, los transtornos del sueño y otros aspectos del estrés psicosocial que pudieran estar presentes. Se pueden encontrar directrices para el tratamiento de la depresión en: Depresión Tras la Lesión Medular: Una Guía Clínica Práctica para los Médicos de Atención Primaria (Consorcio para la Medicina Medular, 1998). Un enfoque interdisciplinar probablemente incluya los siguientes elementos: ■ Farmacoterapia. Las primeras opciones farmacológicas para el tratamiento del dolor crónico incluyen los analgésicos no opiáceos, analgésicos opiáceos y la medicación coadyuvante. El Acetaminofen y los AINES son analgésicos no opiáceos que pueden ser efectivos para los dolores musculoesqueléticos de moderados a leves. La medicación coadyuvante que puede ser efectiva incluye los antidepresivos, en especial la medicación antidepresiva tricíclica (Salerno et al., 2002; Atkinson et al., 1999); anticonvulsionantes (Kapadia y Harden, 2000; McQuay et al., 1995; Ness et al., 1998; Putzke et al., 2002; Sanford et al., 1992; Tai et al., 2002; To et al., 2002); y los relajantes musculares. Los antidepresivos pueden ser particularmente útiles en los casos en que hay distrés emocional de leve a moderado y/o transtornos del sueño. Los anticonvulsionantes pueden ser igualmente efectivos, si el dolor neuropático es un componente de la presentación clínica. Se pueden utilizar los relajantes musculares para tratar los espasmos dolorosos, aunque no hay datos acerca de la efectividad o seguridad a largo plazo con este tipo de medicamentos. Las inyecciones de corticosteroides pueden proporcionar un alivio del dolor en los casos que exista un componente inflamatorio o de impacto en el dolor (Celiker et al., 2002). Debido a que los datos sobre le uso a largo plazo de los opioides para tratar el dolor crónico son escasos, estos fármacos solo se deberían usar cuando los otros tratamientos farmacológicos no han logrado reducir el nivel de dolor o que se recupere la funcionalidad. Cuando se prescriban los opiáceos, intentar obtener un contrato para opiáceos, como el que proporcionan en la Guía para la Terapia con opiáceos del Departamento de Defensa para los Asuntos de los Veteranos. Otras medicaciones que no estén específicamente contraindicadas deberían continuar para evitar el posible efecto rebote que su retirada pudiera ocasionar. Las contraindicaciones no farmacológicas para el uso de los opiáceos, incluyendo el distrés psicosocial o un historial de dependencias, deberían estudiarse con cuidado. El cumplimiento de los tratamientos prescritos, los efectos secundarios y loa cambios en el estado funcional se deben monitorizar de cerca. En aquellos pacientes que no haya respuesta a la medicación con opiáceos se debe interrumpir el tratamiento con dosis cada vez menores, como se habrá acordado con el proveedor y el paciente. ■ Intervenciones físicas. En determinado tipos de desordenes musculoesqueléticos de los miembros superiores en personas con lesión medular, las intervenciones físicas pueden ser especialmente efectivas. Programás de flexibilidad y fortalecimiento junto a educación sobre como proteger las articulaciones, como se describen más arriba, pueden tener efectos protectores y de reducción del dolor (Randlov et al., 1998; Pienimaki et al., 1998; Curtis et al., 1999). Dichos programás pueden ser especialmente importantes deteniendo y posiblemente revertiendo perdidas de la funcionalidad como consecuencia del dolor. En aquellos casos en los que la inflamación y/o el dolor de moderado a fuerte impiden la puesta en marcha de un programa de ejercicios, se debería considerar el uso de inyecciones con corticosteroides como una manera de facilitar la actividad física. Los datos empíricos existentes no proporcionan pruebas acerca de la efectividad a largo plazo de los ultrasonidos y la estimulación nerviosa transcutánea (TENS), aunque ambos tratamientos pueden tener algún un efecto paliativo (Milne et al., 2001; Carrol y Seers, 1988; Robertson y Baker, 2001). ■ Intervenciones psicológicas. Los estudios en pacientes con lesión medular acerca de las intervenciones psicológicas sugieren que algunos enfoques seleccionados pueden ser útiles en el paciente con lesión medular. El apoyo más fuerte que existe proviene de estrategias para el comportamiento cognitivo, que se ha visto producen cambios en la experiencia del dolor, aumentan las aptitudes positivas para afrontarlo y sobrellevarlo y disminuyen los comportamientos dolorosos (Morley et al., 1999). Aunque los resultados son mixtos, recibir un entrenamiento acerca de técnicas de relajación puede proporcionar un alivio paliativo del dolor crónico (Carroll y Seers, 1998) y puede tener efectos beneficiosos secundarios sobre la tensión muscular y el estrés emocional (Astin et al., 2001; Luebbert et al., 2001). 33. Monitorizar los resultados con regularidad para maximizar las probabilidades de estar realizando el tratamiento adecuado. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – A; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Debido a la naturaleza compleja e intratable de algunos estados de dolor crónico, los resultados de las actuaciones deberían ser evaluados con regularidad. En la mayoría de los casos, la evaluación debería realizarse siempre que el paciente se presenta a tratamiento. La evaluación continua durante la aplicación del tratamiento debería incluir todos las áreas clave (es decir, intensidad del dolor, capacidades funcionales, y distrés psicosocial) medidos por el equipo de pretratamiento, junto a una evaluación cuidadosa de los potenciales efectos yatrogénicos, cumplimiento del tratamiento y grado de satisfacción del paciente. Cuando tras un periodo razonable de tiempo, desde el inicio del tratamiento, no se observan cambios funcionales y/o disminución del dolor, se debería ajustar el régimen. Tras finalizar se deberían realizar evaluaciones de seguimiento a intervalos regulares, para valorar la necesidad de más intervenciones. En los lugares donde se trata a un gran número de pacientes, un sistema estandarizado de evaluación facilitaría la agregación de los datos y su análisis, para valorar los resultados del servicio o el nivel del programa, que se podrían utilizar para tomar decisiones acerca de la política de tratamiento informado. 34. Aconsejar a los usuarios de sillas de ruedas manuales con dolor en los miembros superiores que consideren seriamente la posibilidad de utilizar sillas eléctricas. (Evidencia clínica/epidemiológica – 5/6; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – D; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Las sillas motorizadas pueden ser una alternativa ideal a las sillas manuales para la movilidad. Por tanto, tiene sentido recomendar el uso de sillas de ruedas motorizadas si se esta padeciendo dolor, como una manera de preservar la capacidad de realizar transferencias y las tareas cotidianas. Para un individuo con silla de ruedas motorizada, es posible ser completamente independiente. Sin embargo, cuando se pierde la capacidad de realizar transferencias, la dependencia de otros se convierte en un realidad. Un paso inicial, y posiblemente suficiente sea el de promover el concepto de combinar sillas manuales y motorizadas para cumplir las demandas sobre movilidad personales y de la comunidad. En muchas ocasiones, cuando a los usuarios de sillas de ruedas manuales, se les enfrenta con la posibilidad de cambiarse a sillas motorizadas expresan ciertas reticencias y son reacios, incluso a riesgo de sufrir más lesiones, debido a la preocupación que tienen de ser aún más dependientes. Hay cierto estigma al uso de sillas de ruedas motorizadas, y no se deberían descartar los cambios en la accesibilidad. Se recomienda, por tanto, que se aconseje a los clientes tanto acerca de los beneficios como acerca de las desventajas de alterar su medio de movilidad. Y, como se dijo anteriormente, los estudios que investigaron el retorno a la actividad tras una cirugía indicaron la posibilidad de tener peores resultados (Gazielly et al., 1994; Katz et al., 1997). 35. Monitorizar la adaptación psicosocial secundaria a las lesiones de los miembros superiores y proporcionar tratamiento si fuese necesario. (Evidencia clínica/epidemiológica – Ninguna; Evidencia ergonómica – NA; Grado de la recomendación – NA; Fuerza de la opinión del panel – Fuerte) Para los profesionales del cuidado de la salud, es importante reconocer que las lesiones secundarias pueden tener un impacto significativo en la adaptación psicológica de los individuos con lesión medular. Con frecuencia se asocia el dolor y las limitaciones funcionales resultantes de una lesión secundaria con aumento del distrés emocional y descenso en la calidad de vida. Además, el tratamiento de el estado de las extremidades superiores puede traer consigo un abanico de cambios incómodos en el estilo de vida incluyendo el uso de equipo adaptativo, modificación de las actividades físicas, modificaciones del entorno domiciliario y dependencia de atención. Debido a las diferencias individuales en la capacidad de enfrentarse a todos esos factores de estrés pueden ser significativas, todos los pacientes deberían ser evaluados rutinariamente acerca de cambios en el estado psicológico en presencia de lesiones secundarias. Se debería hacer especial hincapié en la detección de desordenes de adaptación o de estados de ánimo, que es más probable que se exacerben en situaciones con dificultades funcionales. Los desordenes de adaptación o de estado de ánimo deberían ser tratados, si es que están presentes, de acuerdo con los estándares delineados en la Depresión Tras la Lesión Medular: Una Guía para la Práctica Clínica para los Médicos de Atención Primaria (Consorcio para la Medicina Medular, 1998). Recomendaciones Para Futuras Investigaciones Como se afirmó en el prefacio, esta guía para la práctica clínica basada en la evidencia solo es el comienzo. Se necesita de investigaciones adicionales en tres áreas clave: ■ Primero, necesitamos entender mejor los mecanismos básicos de la lesión musculoesquelética de los miembros superiores en los lesionados medulares. En concreto, es necesario que los investigadores aclaren cual es el método más efectivo para preservar la funcionalidad de los miembros superiores. Este trabajo debería incluir la investigación acerca de técnicas, equipamientos, ejercicios y tratamientos. ■ Segundo, necesitamos entender mejor dentro del área de las transferencias. En concreto, es necesario que los investigadores definan claramente cual es la mejor técnica de transferencia e identificar los mejores ejercicios de estiramiento y fortalecimiento para conseguir unos miembros superiores fuertes y flexibles que sean capaces de soportar los rigores de las transferencias. Al mismo tiempo, es necesario diseñar nuevos y mejores equipos para ayudar en las transferencias. ■ Tercero, Se necesitan más estudios para determinar el tratamiento más adecuado y efectivo después de que se haya instaurado el dolor. Las modalidades de tratamiento deberían incluir el tratamiento médico, el fisioterapéutico el quirúrgico y el psicológico. Aunque las citas bibliografiítas reunidas para esta guía proporcionan una sólida base científica para las recomendaciones del panel, cada recomendación se vería fortalecida con futuras investigaciones. Aunque es difícil de conseguir, es importante para el campo de la rehabilitación, los estudios bien diseñados y aleatorios deberían ser dirigidos hacia el fortalecimiento de la evidencia disponible. Debido a que la población con lesión medular es relativamente pequeña, es probable que se requiera que estos estudios sean multicéntricos, siendo preciso que los investigadores interesados colaboren y planifiquen juntos la manera de lograr estos objetivos. Como una continuación de esta guía, el panel está preparando una monografía basada en la evidencia para elucidar áreas específicas para futuras investigaciones. Este esfuerzo de colaboración entre el American Journal of Physical Medicine and Rehabilitation, la Asociation of Academic Physiatrists y el Consorcio para la Medicina Medular será publicado en una futura edición del Journal. La monografía es el resultado de un estudio extenso sobre la literatura disponible que englobaba a estas recomendaciones y de los vacíos de conocimiento en dicha literatura que requieren de futuras investigaciones científicas. Bibliografía Aljure, J., I. Eltorai, W.E. Bradley, J.E. Lin, and B. Johnson. Carpal tunnel syndrome in paraplegic patients. Paraplegia 23 (1985): 182–6. American College of Sports Medicine. Position stand: the recommended quantity and quality of exercise for developing and maintaining cardiorespiratory and muscular fitness and flexibility in healthy adults. Medicine & Science in Sports & Expercise 30 (1998): 975–91. (Adjusted Rating-6) Andersen, J.H., A. Kaergaard, P. Frost, J.F. Thomsen, J.P. Bonde, N. Fallentin, V. Borg, and S. Mikkelsen. Physical, psychosocial, and individual risk factors for neck/shoulder pain with pressure tenderness in the muscles among workers performing monotonous, repetitive work. Spine 27 (2002): 660–7. (Adjusted Rating-6) Anderson, B., and D.G. Bornell. Stretch and Strengthen for Rehabilitation and Development. (Palmer Lake, CO: Stretching, Inc., 1987). (Adjusted Rating-6) Armstrong, T.J., and D.B. Chaffin. Carpal tunnel syndrome and selected personal attributes. Journal of Occupational Medicine 21 (1979): 481–6. (Adjusted Rating-4) Arnstein, P.M. The neuroplastic phenomenon: a physiologic link between chronic pain and learning. [Review] [33 refs] Journal of Neuroscience Nursing 29 (1997): 179–86. (Adjusted Rating-6) Astin, J.A., W. Beckner, K. Soeken, M.C. Hochberg, and B. Berman. Psychological interventions for rheumatoid arthritis: a meta-analysis of randomized controlled trials. Arthritis Rheum 47 (3) (2002): 291–302. (Adjusted Rating-1) Atkinson, J.H., M.A. Slater, D.R. Wahlgren, R.A. Williams, S. Zisook, S.D. Pruitt, J.E. Epping-Jordan, T.L. Patterson, I. Grant, I. Abramson, and S.R. Garfin. Effects of noradrenergic and serotonergic antidepressants on chronic low back pain intensity. Pain 83 (2) (1999): 137–45. (Adjusted Rating-2) Ballinger, D.A., D.H. Rintala, and K.A. Hart. The relation of shoulder pain and range-of-motion problems to functional limitations, disability, and perceived health of men with spinal cord injury: a multifaceted longitudinal study. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 81 (2000): 1575–81.(Adjusted Rating-6) Bayley, J.C., T.P. Cochran, and C.B. Sledge. The weight-bearing shoulder: the impingement syndrome in paraplegics. Journal of Bone & Joint Surgery (American Volume) 69 (1987): 676–8. (Adjusted Rating-6) Beekman, C.E., L. Miller-Porter, and M. Schoneberger. Energy cost of propulsion in standard and ultralight wheelchairs in people with spinal cord injuries. PhysTher 79 (1999): 146–58.(Adjusted Rating-2) Bjelle, A., M. Hagberg, and G. Michaelsson. Clinical and ergonomic factors in prolonged shoulder pain among industrial workers. Scandinavian Journal of Work, Environment & Health 5 (1979): 205–10. (Adjusted Rating-6) Boninger, M.L., M.A. Baldwin, R.A. Cooper, A.M. Koontz, and L. Chan. Manual wheelchair pushrim biomechanics and axle position. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 81 (2000): 608–13. (Adjusted Rating-5) Boninger, M.L., R.A. Cooper, M.A. Baldwin, S.D. Shimada, and A. Koontz. Wheelchair pushrim kinetics: body weight and median nerve function. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 80 (1999): 910–5. (Adjusted Rating-5) Boninger, M.L., R.A. Cooper, R.N. Robertson, and S.D. Shimada. 3-D pushrim forces during two speeds of wheelchair propulsion. American Journal of Physical Medicine & Rehabilitation 76 (1997): 420–6. Boninger, M.L., B.G. Impink, R.A. Cooper, and A. Koontz. Relationship between median and ulnar nerve function and wrist kinematics during wheelchair propulsion. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation (in press) (2003). (Adjusted Rating-5) Boninger, M.L., A.L. Souza, R.A. Cooper, S.G. Fitzgerald, A.M. Koontz, and B.T. Fay. Propulsion patterns and pushrim biomechanics in manual wheelchair propulsion. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 83 (2002): 718–23. (Adjusted Rating-5) Boninger, M.L., J.D. Towers, R.A. Cooper, B.E. Dicianno, and M.C. Munin. Shoulder imaging abnormalities in individuals with paraplegia. Journal of Rehabilitation R&D 38 (2001): 401–8. Breivik, E.K., G.A. Bjornsson, and E. Skovlund. A comparison of pain rating scales by sampling from clinical trial data. Clinical Journal of Pain 16 (1) (2000): 22-8. Brien, W.W., H. Gellman, V. Becker, D.E. Garland, R.L. Waters, and D.A. Wiss. Management of fractures of the humerus in patients who have an injury of the ipsilateral brachial plexus. Journal of Bone & Joint Surgery (American Volume) 72 (1990): 1208–10. (Adjusted Rating-6) Brox, J.I., P.H. Staff, A.E. Ljunggren, and J.I. Brevik. Arthroscopic surgery compared with supervised exercises in patients with rotator cuff disease (stage II impingement syndrome). British Medical Journal 307 (1993): 899–903.(Adjusted Rating-3) Brubaker, C.E. Wheelchair prescription: an analysis of factors that affect mobility and performance. Journal of Rehabilitation R&D 23 (1986): 19–26. (Adjusted Rating-6) Burke, D.T., M.M. Burke, G.W. Stewart, and A. Cambre. Splinting for carpal tunnel syndrome: in search of the optimal angle. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 75 (1994): 1241–4. (Adjusted Rating-4) Burnham, R.S., L. May, E. Nelson, R. Steadward, and D.C. Reid. Shoulder pain in wheelchair athletes: the role of muscle imbalance. American Journal of Sports Medicine 21 (1993): 238–42. (Adjusted Rating-5) Butler, E.E., E.E. Sabelman, and B.J. Kiratli. Accelerometric analysis of wheelchair/car transfer strategies for individuals with spinal cord injuries. In Proceedings of the Second National Department of VA Rehabilitation R&D Conference (2000). Carroll, D., and K. Seers. Relaxation for the relief of chronic pain: a systematic review. J Adv Nurs 27 (3) (1998): 476–87. (Adjusted Rating-1) Carson, R. Reducing cumulative trauma disorders: use of proper workplace design. AAOHN Journal 42 (1994): 270–6. Celiker, R., S. Arslan, and F. Inanici. Corticosteroid injection vs. nonsteroidal antiinflammatory drug and splinting in carpal tunnel syndrome. American Journal of Physical Medicine & Rehabilitation 81 (2002): 182–6. (Adjusted Rating-3) Centers for Disease Control and Prevention. A report of the surgeon general: physical activity and health—persons with disabilities. (Atlanta: National Center for Chronic Disease Prevention and Health Promotion, 1996). Chatterjee, D.S. Workplace upper limb disorders: a prospective study with intervention. Occupational Medicine 42 (1992): 129–36. Chong, M.S., and Z.H. Bajwa. Diagnosis and treatment of neuropathic pain. J Pain Symptom Manage 25 (May 2003) (5 Suppl): S4–11. Coderre, T.J., J. Katz, A.L. Vaccarino, and R. Melzack. Contribution of central neuroplasticity to pathological pain: review of clinical and experimental evidence. Pain 52 (3) (1993): 259–85. (Adjusted Rating-6) Cohen, R.B., and G.R. Williams. Impingement syndrome and rotator cuff disease as repetitive motion disorders. Clin Orthop (1998): 95–101. (Adjusted Rating-6) Commission on Accreditation of Rehabilitation Facilities. The rehabilitation accreditation commission: medical rehabilitation standards manual. Tucson: CARF, 1999. (Adjusted Rating-6) Conroy, D.E., and K.W. Hayes. The effect of joint mobilization as a component of comprehensive treatment for primary shoulder impingement syndrome. Journal of Orthopaedic & Sports Physical Therapy 28 (1998): 3–14. (Adjusted Rating-2) Cooper, R.A., S.G. Fitzgerald, M.L. Boninger, K. Prins, A.J. Rentschler, J. Arva, and T.J. O'Connor. Evaluation of a pushrimactivated, power-assisted wheelchair. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 82 (2001): 702–8. (Adjusted Rating-3) Cooper, R.A., J. Gonzalez, B. Lawrence, A. Renschler, M.L. Boninger, and D.P. VanSickle. Performance of selected lightweight wheelchairs on ANSI/RESNA tests. American National Standards Institute-Rehabilitation Engineering and Assistive Technology Society of North America. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 78 (1997): 1138–44. (Adjusted Rating-5) Cooper, R.A., R.N. Robertson, B. Lawrence, T. Heil, S.J. Albright, D.P. VanSickle, and J. Gonzalez. Life-cycle analysis of depot versus rehabilitation manual wheelchairs. J Rehabil Res Dev 33 (1996): 45–55. (Adjusted Rating-5) Curtis, K.A., C.M. Kindlin, K.M. Reich, and D.E. White. Functional reach in wheelchair users: the effects of trunk and lower extremity stabilization. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 76 (1995a): 360–7. (Adjusted Rating-2) Curtis, K.A., S. McClanahan, K.M. Hall, D. Dillon, and K.F. Brown. Health, vocational, and functional status in spinal cord injured athletes and nonathletes. Arch Phys Med Rehabil 67 (1986): 862–5. Curtis, K.A., K.E. Roach, E.B. Applegate, T. Amar, C.S. Benbow, T.D. Genecco, and J. Gualano. Development of the Wheelchair User’s Shoulder Pain Index (WUSPI). Paraplegia 33 (1995b): 290–3. Curtis, K.A., T.M. Tyner, L. Zachary, G. Lentell, D. Brink, T. Didyk, K. Gean, J. Hall, M. Hooper, J. Klos, S. Lesina, and B. Pacillas. Effect of a standard exercise protocol on shoulder pain in long-term wheelchair users. Spinal Cord 37 (1999): 421–9. (Adjusted Rating-4) Dalyan, M., D.D. Cardenas, and B. Gerard. Upper extremity pain after spinal cord injury. Spinal Cord 37 (1999): 191–5. (Adjusted Rating-6) Davidoff, G., R. Werner, and W. Waring. Compressive mononeuropathies of the upper extremity in chronic paraplegia. Paraplegia 29 (1991): 17–24. Deltombe, T., S. Theys, J. Jamart, F. Valet, E. Kolanowski, and P. Hanson. Protective effect of glove on median nerve compression in the carpal tunnel. Spinal Cord 39 (2001): 215–22. (Adjusted Rating-2) Dyson-Hudson, T.A., S.C. Shiflett, S.C. Kirshblum, J.E. Bowen, and E.L. Druin. Acupuncture and Trager psychophysical integration in the treatment of wheelchair user's shoulder pain in individuals with spinal cord injury. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 82 (8) (2001): 1038–46. (Adjusted Rating-3) Fitzgerald, S.G., R.A. Cooper, M.L. Boninger, and A.J. Rentschler. Comparison of fatigue life for 3 types of manual wheelchairs. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 82 (10) (2001): 1484–8. (Adjusted Rating-4) Flor, H., T. Fydrich, and D.C. Turk. Efficacy of multidisciplinary pain treatment centers: a meta-analytic review. Pain 49 (2) (1992): 221–30. (Adjusted Rating-1) Fredriksson, K., L. Alfredsson, C.B. Thorbjornsson, L. Punnett, A. Toomingas, M. Torgen, and A. Kilbom. Risk factors for neck and shoulder disorders: a nested case-control study covering a 24-year period. Am J Ind Med 38 (2000): 516–28. (Adjusted Rating-5) Froehlich, K., S. Figoni, T.M. Chase, L. Gonzales, C. Thompson, D.E. Nary, and G.W. White. Exercise for people with disabilities: getting started on your fitness plan. Lawrence, KS: University of Kansas, 2002. Fronczak, K.J., M.L. Boninger, A.L. Souza, and R.A. Cooper. Wheelchair propulsion biomechanics, weight, and median nerve damage: a longitudinal study. In Proceedings of the 26th Annual RESNA Conference, Atlanta, GA (2003), CD-Rom. Frost, P., J.P. Bonde, S. Mikkelsen, J.H. Andersen, N. Fallentin, A. Kaergaard, and J.F. Thomsen. Risk of shoulder tendinitis in relation to shoulder loads in monotonous repetitive work. Am J Ind Med 41 (2002): 11–8. (Adjusted Rating-5) Gagnon, D., S. Nadeau, D. Gravel, L. Noreau, C. Lariviere, and D. Gagnon. Biomechanical analysis of a posterior transfer maneuver on a level surface in individuals with high- and lowlevel spinal cord injuries. Clinical Biomechanics 18 (2003): 319–31. (Adjusted Rating-5) Gazielly, D.F., P. Gleyze, and C. Montagnon. Functional and anatomical results after rotator cuff repair. Clinical Orthopaedics & Related Research (1994): 43–53. (Adjusted Rating-6) Gelberman, R.H., P.T. Hergenroeder, A.R. Hargens, G.N. Lundborg, and W.H. Akeson. The carpal tunnel syndrome: a study of carpal canal pressures. Journal of Bone & Joint Surgery (American Volume) 63 (1981): 380–3. (Adjusted Rating-5) Gellman, H., D.R. Chandler, J. Petrasek, I. Sie, R. Adkins, and R.L. Waters. Carpal tunnel syndrome in paraplegic patients. Journal of Bone & Joint Surgery (American Volume) 70 (1988a): 517–9. (Adjusted Rating-6) Gellman, H., I. Sie, and R.L. Waters. Late complications of the weightbearing upper extremity in the paraplegic patient. Clinical Orthopaedics & Related Research 233 (1988b): 132–5. Gerhart, K.A., E. Bergstrom, S.W. Charlifue, R.R. Menter, and G.G. Whiteneck. Long-term spinal cord injury: functional changes over time. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 74 (1993): 1030–4. Goldstein, B., J. Young, and E.M. Escobedo. Rotator cuff repairs in individuals with paraplegia. American Journal of Physical Medicine & Rehabilitation 76 (1997): 316–22. (Adjusted Rating-5) Grevelding, P., and R.W. Bohannon. Reduced push forces accompany device use during sliding transfers of seated subjects. Journal of Rehabilitation Research & Development 38 (2001): 135–9. (Adjusted Rating-2) Guzman, J., R. Esmail, K. Karjalainen, A. Malmivaara, E. Irvin, and C. Bombardier. Multidisciplinary rehabilitation for chronic low back pain: systematic review. British Medical Journal 322 (7301) (2001): 1511–6. (Adjusted Rating-1) Harbour, R., and J. Miller. A new system for grading recommendations in evidence-based guidelines. British Medical Journal 323 (7308) (2001): 334–6. Harris, R.P., M. Helfand, S.H. Woolf, K.N. Lohr, C.D. Mulrow, S.M. Teutsch, and D. Atkins. Current methods of the US Preventive Services Task Force: a review of the process. Am J Prev Med 20 (April 2001) (3 Suppl): 21–35. Harvey, L.A., and J. Crosbie. Weight bearing through flexed upper limbs in quadriplegics with paralyzed triceps brachii muscles. Spinal Cord 37(1999):780– 5. Harvey, L.A., and J. Crosbie. Biomechanical analysis of a weight relief maneuver in C5 and C6 quadriplegia. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 81 (2000): 500–5. Hawkins, R.J., and J.C. Kennedy. Impingement syndrome in athletes. Am J Sports Med 8 (1980): 151–8. Herberts, P., R. Kadefors, C. Hogfors, and G. Sigholm. Shoulder pain and heavy manual labor. Clinical Orthopaedics & Related Research (1984): 166–78. (Adjusted Rating-2) Hicks, A.L., K.A. Martin, D.S. Ditor, A.E. Latimer, C. Craven, J. Bugaresti, and N. McCartney. Long-term exercise training in persons with spinal cord injury: effects on strength, arm ergometry performance, and psychological well-being. Spinal Cord 41 (2003): 34–43. (Adjusted Rating-3) Hoozemans, M.J., A.J. van der Beek, M.H. Frings-Dresen, L.H. van der Woude, and F.J. van Dijk. Pushing and pulling in association with low back and shoulder complaints. Occup Environ Med 59 (2002): 696–702. (Adjusted Rating-5) Hoyt, W. Carpal tunnel syndrome: analysis and prevention. Professional Safety (1984): 16–21. Hughes, C.J., W.H. Weimar, P.N. Sheth, and C.E. Brubaker. Biomechanics of wheelchair propulsion as a function of seat position and user-tochair interface. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 73 (1992): 263–9. (Adjusted Rating-3) Hughes, R.E., B.A. Silverstein, and B.A. Evanoff. Risk factors for workrelated musculoskeletal disorders in an aluminum smelter. Am J Ind Med 32 (1997): 66–75. (Adjusted Rating-6) Jarvholm, U., G. Palmerud, D. Karlsson, P. Herberts, and R. Kadefors. Intramuscular pressure and electromyography in four shoulder muscles. Journal of Orthopaedic Research 9 (1991): 609–19. (Adjusted Rating-2) Jensen, M.P., L.R. Turner, J.A. Turner, and J.M. Romano. The use of multiple-item scales for pain intensity measurement in chronic pain patients. Pain 67 (1) (1996): 35–40. Kapadia, N.P., and N. Harden. Gabapentin for chronic pain in spinal cord injury: a case report. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 81 (10) (2000): 1439–41. (Adjusted Rating-6) Katz, J.N., R.B. Keller, A.H. Fossel, L. Punnett, L. Bessette, B.P. Simmons, and N. Mooney. Predictors of return to work following carpal tunnel release. American Journal of Industrial Medicine 31 (1997): 85–91. (Adjusted Rating-5) Keir, P.J., R.P. Wells, D.A. Ranney, and W. Lavery. The effects of tendon load and posture on carpal tunnel pressure. Journal of Hand Surgery (American Volume) 22 (1997): 628–34. (Adjusted Rating-2) Kirby, R.L., B.D. Ashton, S.A. Ackroyd-Stolarz, and D.A. MacLeod. Adding loads to occupied wheelchairs: effect on static rear and forward stability. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 77 (1996): 183–6. (Adjusted Rating-2) Klefbeck, B., E. Mattsson, and J. Weinberg. The effect of trunk support on performance during arm ergometry in patients with cervical cord injuries. Paraplegia 34 (1996): 167–72.(Adjusted Rating-6) Kruger, V.L., G.H. Kraft, J.C. Deitz, A. Ameis, and L. Polissar. Carpal tunnel syndrome: objective measures and splint use. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 72 (1991): 517–20. (Adjusted Rating-6) Lal, S. Premature degenerative shoulder changes in spinal cord injury patients. Spinal Cord 36 (1998): 186–9. Lanig, I.S., T.M. Chase, L.M. Butt, K.L. Hulse, and K.M.M. Johnson. A Practical Guide to Health Promotion after Spinal Cord Injury. (Gaithersburg, MD: Aspen Publishers, 1996). Lockette, K.F., and A.M. Keyes. Conditioning with Physical Disabilities. (Champaign, IL: Human Kinetics, 1994). Loslever, P., and A. Ranaivosoa. Biomechanical and epidemiological evidenceal investigation of carpal tunnel syndrome at workplaces with high risk factors. Ergonomics 36 (1993): 537–55. (Adjusted Rating-6) Luebbert, K., B. Dahme, and M. Hasenbring. The effectiveness of relaxation training in reducing treatment-related symptoms and improving emotional adjustment in acute nonsurgical cancer treatment: a meta-analytical review. Psychooncology 10 (6) (2001): 490–502. (Adjusted Rating-1) Lundborg, G., R.H. Gelberman, M. Minteer-Convery, Y.F. Lee, and A.R. Hargens. Median nerve compression in the carpal tunnel—functional response to experimentally induced controlled pressure. Journal of Hand Surgery (American Volume) 7 (1982): 252–9. (Adjusted Rating-3) Lundqvist, C., A. Siosteen, C. Blomstrand, B. Lind, and M. Sullivan. Spinal cord injuries: clinical, functional, and emotional status. Spine 16 (1991): 78–83. Lynch, S.M., P. Leahy, and S.P. Barker. Reliability of measurements obtained with a modified functional reach test in subjects with spinal cord injury. Physical Therapy 78 (1998): 128–33. (Adjusted Rating-6) Majaess, G.G., R.L. Kirby, S.A. Ackroyd-Stolarz, and P.B. Charlebois. Influence of seat position on the static and dynamic forward and rear stability of occupied wheelchairs. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 74 (1993): 977–82. (Adjusted Rating-2) Manente, G., F. Torrieri, F. Di Blasio, T. Staniscia, F. Romano, and A. Uncini. An innovative hand brace for carpal tunnel syndrome: a randomized controlled trial. Muscle & Nerve 24 (2001): 1020–5. (Adjusted Rating-3) Masse, L.C., M. Lamontagne, and M.D. O'Riain. Biomechanical analysis of wheelchair propulsion for various seating positions. Journal of Rehabilitation Research & Development 29 (1992): 12–28. (Adjusted Rating-2) McKenzie, F., J. Storment, P. Van Hook, and T.J. Armstrong. A program for control of repetitive trauma disorders associated with hand tool operations in a telecommunications manufacturing facility. American Industrial Hygiene Association Journal 46 (1985): 674–8. McQuay, H., D. Carroll, A.R. Jadad, P. Wiffen, and A. Moore. Anticonvulsant drugs for management of pain: a systematic review. British Medical Journal 311 (7012) (1995): 1047–52. (Adjusted Rating-1) Miller, P.D. Fitness programming and physical disability. Champaign, IL: Human Kinetics, 1995. Milne, S., V. Welch, L. Brosseau, M. Saginur, B. Shea, P. Tugwell, and G. Wells. Transcutaneous electrical nerve stimulation (TENS) for chronic low back pain. Cochrane Database Syst Rev (2) (2001), CD003008. (Adjusted Rating-1) Miyahara, M., G.G. Sleivert, and D.F. Gerrard. The relationship of strength and muscle balance to shoulder pain and impingement syndrome in elite quadriplegic wheelchair rugby players. International Journal of Sports Medicine 19 (1998): 210–4. (Adjusted Rating-6) Morley, S., C. Eccleston, and A. Williams. Systematic review and metaanalysis of randomized controlled trials of cognitive behavior therapy and behavior therapy for chronic pain in adults, excluding headache. Pain 80 (1–2) (1999): 1–13. (Adjusted Rating-1) National Center for Physical Activity and Disability, 2004 (accessed August 27, 2004, from http://www.ncpad.org). National Research Council. Work-related Musculoskeletal Disorders: A Review of the Evidence. (Washington, DC: National Academy Press, 1999). National Research Council and Institute of Medicine. Musculoskeletal Disorders and the Workplace: Low Back and Upper Extremities. (Washington, DC: National Academy Press, 2001). Nayak, R.J., S. Matheis, S. Agostinelli, and S.C. Shiflett. The use of complementary and alternative therapies for chronic pain following spinal cord injury: a pilot survey. Journal of Spinal Cord Medicine 24 (1) (2001): 54–62. (Adjusted Rating-6) Nayak, S., S.C. Shiflett, N.E. Schoenberger, S. Agostinelli, S. Kirshblum, A. Averill, and A.C. Cotter. Is acupuncture effective in treating chronic pain after spinal cord injury? Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 82 (11) (2001): 1578–86. (Adjusted Rating-5) Neer, C.S., II. Impingement lesions. Clinical Orthopaedics & Related Research 173 (1983): 70–7. Ness, T.J., E.C. San Pedro, J.S. Richards, L. Kezar, H.G. Liu, and J.M. Mountz. A case of spinal cord injury-related pain with baseline rCBF brain SPECT imaging and beneficial response to gabapentin. Pain 78 (2) (1998): 139–43. (Adjusted Rating-6) Newsam, C.J., S.J. Mulroy, J.K. Gronley, E.L. Bontrager, and J. Perry. Temporal-spatial characteristics of wheelchair propulsion: effects of level of spinal cord injury, terrain, and propulsion rate. American Journal of Physical Medicine & Rehabilitation 75 (1996): 292–9. (Adjusted Rating-2) Newsam, C.J., S.S. Rao, S.J. Mulroy, J.K. Gronley, E.L. Bontrager, and J. Perry. Three-dimensional upper extremity motion during manual wheelchair propulsion in men with different levels of spinal cord injury. Gait Posture 10 (1999): 223–32. Nichols, P.J., P.A. Norman, and J.R. Ennis. Wheelchair user’s shoulder? Shoulder pain in patients with spinal cord lesions. Scandinavian Journal of Rehabilitation Medicine 11 (1979): 29–32. Nyland, J., P. Quigley, C. Huang, J. Lloyd, J. Harrow, and A. Nelson. Preserving transfer independence among individuals with spinal cord injury. [Review] [70 refs] Spinal Cord 38 (2000): 649–57. (Adjusted Rating-6) Palmerud, G., M. Forsman, H. Sporrong, P. Herberts, and R. Kadefors. Intramuscular pressure of the infra- and supraspinatus muscles in relation to hand load and arm posture. European Journal of Applied Physiology 83 (2000): 223– 30. (Adjusted Rating-2) Paola, F.A., and M. Arnold. Acupuncture and spinal cord medicine. J Spinal Cord Med 26 (1) (Spring 2003): 12–20. (Adjusted Rating-6) Papuga, M.O., W.D. Memberg, and P.E. Crago. Biomedics of sliding transfer: feasibility of FES assistance. (2002): 2382–3. Pentland, W.E., and L.T. Twomey. Upper limb function in persons with long-term paraplegia and implications for independence: part I. Paraplegia 32 (4) (1994a): 211–8. (Adjusted Rating-5) Pentland, W.E., and L.T. Twomey. Upper limb function in persons with long-term paraplegia and implications for independence: part II. Paraplegia 32 (1994b): 219–24. (Adjusted Rating-5) Perry, J., J.K. Gronley, C.J. Newsam, M.L. Reyes, and S.J. Mulroy. Electromyographic analysis of the shoulder muscles during depression transfers in subjects with low-level paraplegia. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 77 (1996): 350–5. Pienimaki, T., P. Karinen, T. Kemila, P. Koivukangas, and H. Vanharanta. Long-term follow-up of conservatively treated chronic tennis elbow patients: a prospective and retrospective analysis. Scandinavian Journal of Rehabilitation Medicine 30 (3) (1998): 159–66. (Adjusted Rating-4) Pope, D.P., A.J. Silman, N.M. Cherry, C. Pritchard, and G.J. Macfarlane. Association of occupational physical demands and psychosocial working environment with disabling shoulder pain. Ann Rheum Dis 60 (2001): 852–8. (Adjusted Rating-6) Putzke, J.D., J.S. Richards, L. Kezar, B.L. Hicken, and T.J. Ness. Longterm use of gabapentin for treatment of pain after traumatic spinal cord injury. Clinical Journal of Pain 18 (2) (2002): 116–21. (Adjusted Rating-6) Randlov, A., M. Ostergaard, C. Manniche, P. Kryger, A. Jordan, S. Heegaard, and B. Holm. Intensive dynamic training for females with chronic neck/shoulder pain: a randomized controlled trial. Clin Rehabil 12 (3) (1998): 200–10. (Adjusted Rating-3) Rapson, L.M., N. Wells, J. Pepper, N. Majid, and H. Boon. Acupuncture as a promising treatment for below-level central neuropathic pain: a retrospective study. J Spinal Cord Med 26 (1) (Spring 2003): 21–6. (Adjusted Rating-6) Reyes, M.L., J.K. Gronley, C.J. Newsam, S.J. Mulroy, and J. Perry. Electromyographic analysis of shoulder muscles of men with low-level paraplegia during a weight relief raise. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 76 (1995): 433–9. Rintala, D.H., P.G. Loubser, J. Castro, K.A. Hart, and M.J. Fuhrer. Chronic pain in a community-based sample of men with spinal cord injury: prevalence, severity, and relationship with impairment, disability, handicap, and subjective wellbeing. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 79 (1998): 604–14. (Adjusted Rating-6) Robertson, V.J., and K.G. Baker. A review of therapeutic ultrasound: effectiveness studies. Phys Ther 81 (7) (2001): 1339–50. (Adjusted Rating-1) Robinson, M.D., R.W. Hussey, and C.Y. Ha. Surgical decompression of impingement in the weight-bearing shoulder. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 74 (1993): 324–7. (Adjusted Rating-6) Roquelaure, Y., S. Mechali, C. Dano, S. Fanello, F. Benetti, D. Bureau, J. Mariel, Y.H. Martin, F. Derriennic, and D. Penneau-Fontbonne. Occupational and personal risk factors for carpal tunnel syndrome in industrial workers. Scandinavian Journal of Work, Environment & Health 23 (1997): 364–9. (Adjusted Rating-4) Sackett, D.L. Rules of evidence and clinical recommendations on the use of antithrombotic agents. Chest 89 (Feb 1986) (2 Suppl): 2S–3S. Salerno, S.M., R. Browning, and J.L. Jackson. The effect of antidepressant treatment on chronic back pain: a metaanalysis. Arch Intern Med 162 (1) (2002): 19–24. (Adjusted Rating-1) Sandford, P.R., L.B. Lindblom, and J.D. Haddox. Amitriptyline and carbamazepine in the treatment of dysesthetic pain in spinal cord injury. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 73 (3) (1992): 300–1. (Adjusted Rating-6) Schroer, W., S. Lacey, F.S. Frost, and M.W. Keith. Carpal instability in the weightbearing upper extremity. Journal of Bone & Joint Surgery (American Volume) 78 (1996): 1838–43. (Adjusted Rating-5) Shimada, D., R.N. Robertson, M.L. Boninger, and R.A. Cooper. Kinematic characterization of wheelchair propulsion. J Rehabil Res Dev 35 (2) (1998): 210– 8. Sie, I.H., R.L. Waters, R.H. Adkins, and H. Gellman. Upper extremity pain in the postrehabilitation spinal cord injured patient. Archives of Physical Medicine & Rehabilitation 73 (1992): 44–8. (Adjusted Rating-5) Sigholm, G., P. Herberts, C. Almstrom, and R. Kadefors. Electromyographic analysis of shoulder muscle load. Journal of Orthopaedic Research 1 (1984): 379–86. (Adjusted Rating-2) Silfverskiold, J., and R.L. Waters. Shoulder pain and functional disability in spinal cord injury patients. Clinical Orthopaedics & Related Research (1991): 141–5. Silverstein, B.A., L.J. Fine, and T.J. Armstrong. Occupational factors and carpal tunnel syndrome. American Journal of Industrial Medicine 11 (1987): 343– 58. (Adjusted Rating-6) Stenlund, B., I. Goldie, M. Hagberg, and C. Hogstedt. Shoulder tendinitis and its relation to heavy manual work and exposure to vibration. Scandinavian Journal of Work, Environment & Health 19 (1993): 43–9. (Adjusted Rating-6) Stenlund, B., I. Goldie, M. Hagberg, C. Hogstedt, and O. Marions. Radiographic osteoarthrosis in the acromioclavicular joint resulting from manual work or exposure to vibration. British Journal of Industrial Medicine 49 (1992): 588–93. (Adjusted Rating-6) Subbarao, J.V., J. Klopfstein, and R. Turpin. Prevalence and impact of wrist and shoulder pain in patients with spinal cord injury. Journal of Spinal Cord Medicine 18 (1994): 9–13. (Adjusted Rating-6) Tai, Q., S. Kirshblum, B. Chen, S. Millis, M. Johnston, and J.A. DeLisa. Gabapentin in the treatment of neuropathic pain after spinal cord injury: a prospective, randomized, double-blind, crossover trial. Journal of Spinal Cord Medicine 25 (2) (2002): 100–5. (Adjusted Rating-4) Tanzer, R.C. The carpal tunnel syndrome. Journal of Bone & Joint Surgery (American Volume) 41–A (1959): 626–34. (Adjusted Rating-6) Thompson, L. Functional changes in persons aging with spinal cord injury. Assistive Technology 11 (1999): 123–9. Tinazzi, M., A. Fiaschi, T. Rosso, F. Faccioli, J. Grosslercher, and S.M. Aglioti. Neuroplastic changes related to pain occur at multiple levels of the human somatosensory system: a somatosensory-evoked potentials study in patients with cervical radicular pain. Journal of Neuroscience 20 (2000): 9277–83. (Adjusted Rating-5) To, T.P., T.C. Lim, S.T. Hill, A.G. Frauman, N. Cooper, S.W. Kirsa, and D.J. Brown. Gabapentin for neuropathic pain following spinal cord injury. Spinal Cord 40 (6) (2002): 282–5. (Adjusted Rating-6) Turk, D.C., and H. Flor. Chronic pain: a biobehavioral perspective. In Psychosocial Factors in Pain: Critical Perspectives, edited by R.J. Gatchel and D.C. Turk, 18–34. (New York: Guilford Press, 1999). (Adjusted Rating-6) Van der Woude, L.H.V., D.J. Veeger, R.H. Rozendal, and T.J. Sargeant. Seat height in handrim wheelchair propulsion. Journal of Rehabilitation Research & Development 26 (1989): 31–50. (Adjusted Rating-2) Wang, Y.T., C.K. Kim, H.T. Ford III, and H.T. Ford Jr. Reaction force and EMG analyses of wheelchair transfers. Perceptual & Motor Skills 79 (1994): 763– 6. (Adjusted Rating-3) Waring, W.P., and F.M. Maynard. Shoulder pain in acute traumatic quadriplegia. Paraplegia 29 (1991): 37–42. (Adjusted Rating-6) Werner, R.A., A. Franzblau, J.W. Albers, and T.J. Armstrong. Median mononeuropathy among active workers: are there differences between symptomatic and asymptomatic workers? American Journal of Industrial Medicine 33 (1998): 374–8. (Adjusted Rating-5) West, S., et al. Systems to rate the strength of scientific evidence. AHQR Evidence Report/Technology Assessment Number 47 (2002). Wylie, E.J., and T.M. Chakera. Degenerative joint abnormalities in patients with paraplegia of duration greater than 20 years. Paraplegia 26 (1988): 101–6. Yu, G.Z., J.C. Firrell, and T.M. Tsai. Preoperative factors and treatment outcome following carpal tunnel release. Journal of Hand Surgery (British Volume) 17 (1992): 646–50. (Adjusted Rating-6)