la alhambra - Hemeroteca Digital

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LA ALHAMBRA
REVISTA Q U I N C E N A L . D E
ARTES Y LETRAS
AÑO I .
->' 15 DE AGOSTO DE 1898.
'<-
N.°
15.
EL SECRETO.
Por las altas ventanas del estudio penetraba la luz suave de la tarde,
luz blanquecina que apagaba los toques vigorosos de los cuadros, loa
muebles y las telas, envolviéndolo todo en la tenue claridad que precedo
ú la sombra. Sobre el caballete más grande, se hallaba el cuadro últimamente empezado: uu paisaje saturado de humedad y ternura, con sus copudos pinos negruscos y sus lejanías moradas.
Luis tiró los pinceles, todavía mojados, dejó la sucia paleta sobre la
silla de trabajo, se sentó en un divancito, enfrente de mí, i-eclinando la
cabeza sobre la pared, como quien descansa do la tarea del día. Encendimos un cigarro. Las hebras azules de humo semejaban suspiros que salían
de nuestras bocas...
ErR la hora de las confidencias. Hora en que á solas con un amigo que
inspira confianza, el alma siente deseos de expansión, de revelar dolores
ocultos, descorrer el velo de misterio de las impresiones íntimas, con el
respeto y temor con que descubrimos el rincón que guarda las reliquias
de nuestros amores.
Hablamos aquella tarde, primero de cosas indiferentes: de la raezquindi^d del mercado de Madrid, del calvario de los artistas, de la miserable
envidia de algunos, de la insensata soberbia de otros... Mas la conversación fué rodando, rodando no sé cómo, hasta llegar al corazón. .
Yo presentí la confesión, y la esperaba casi temblando de cvvriosidad.
No en vano la había deseado mucho tiempo.
Asi es que cuando oí que del pecho de Luis se escapó un suspiro hondo
y angustioso y vi que brillaban sus ojos como estrellas; cuando se incor-
{íorá y empezó á hablarme, grave ypausado, comprendi que iba al fin á
conocer á un hombre nuevo.
* *
Luis era para todos sus amigos un enigma. Decía que nació en Montevideo y había vivido en Buenos Aires.
Era alto y bien proporcionado, con barba rubia y sedosa, el cabello
más oscuro, las facciones muy enjutas y los ojos grandes, con una mirada
- escrutadora y melancólica, que rebelaba franqueza y honradez.
•Toda su ñgura denunciaba un alma, una personalidad que no era
vulgar.
Tenía pasión por Madrid; pero pasaba temporadas largas en París, en
Italia y Andalucía. Hacía la vida incoherente del artista, aunque trabajaba de A'erdad.
• Kose entregaba nunca á la negra orgía, en qué caían algunos de sus
compañeros. Sus alegrías se desvanecían en una delicada atmósfera do
tristeza; algo así como un dejo amargo, y un punzante escozor, se revelaba en él cada vez que la copa del placer tocaba sus labios.
Amores no se le conocían; su respeto á las mujeres habría pasado muy
bien por un desdén profundo, por un ardiente rencor escondido...
y no le faltaba un motivo. Porque lo que Luis me contó aquella tarde
en su estudio, fué lo siguiente.
«
* *
—¡Mi juventud!... ¡Apenas la he tenido!... Cuando recuerdo las perspectivas, ya lejanas, de mi casa y de mi patria, todo me parece un sueDo.
Un placer doloroso se apodera de mí af evocar aquel clarísimo cielo
americano, que me vio nacer, las campiñas semi-virgenes, cuyos perfumes
orearon mi infancia, y aquella ciudad, alegre y caprichosa, en que pasé
mis mejores aflos.
Allí hay sin duda más ambiente, más aire, más vida que aquí.
Ai principio me ahogaba aun ea los anchos boulevares de París, y las
calles de Madrid me parecían oscuras y sombrías... Créeme, ni en la soberana Italia, ni en tu radiante Granada, he encontrado la caricia agreste
y refrescante de la naturaleza, tal como la percibí en mi patria americana...
Mis padres eran ricos. Descendientes de familias de origen español, que
fueron comerciantes de las riberas del Plata, y habían ido adquiriendo
propiedades agrícolas y pecuarias.
— 307 —
Vivíamos en Paysandú capital de distrito, en nna casa preciosa, con amplias galerías, con hermosas habitaciones, cuyas notas risueñas no he encontrado en las viviendas de Europa, sin que les faltaran los detalles de
lujo que posean éstas.
De mis cinco hermanos no quedamos ya más que tres, que yo sepa. Mi
pobre hermano mayor muñó en la plenitud de su juventud y de su talento, cuando yo terminaba mis estudios en la Escuela de Medicina do
Montevideo...
Te acabo de revelar ya un secreto... que soy módico ¡médico y hoy vivo
manchando lienzos y fiie llaman artista!...
Pero prescindo de detalles; no voy á hacerte mi biografía; solo quiero
desahogar el pecho, decirte porqué he cambiado de patria y de profesión,
porqué vivo desterrado, lejos 4e personas y lugares queridos.
Cuando me encontré con el diploma de médico,raeestablecí en Montevideo. La medicina era para mí una afición; pero una afición por la cualsentía entusiasmo.
Me relacioné con lo principal de la capital, y mi vida se deslizaba tranquila y amena; rico, joven, agasajado, ¡verdaderamente era feliz!
Nunca tuve mucha clientela; pero entre ésta y las relaciones particulares, visitaba á lo principal de la ciudad.
Una de las familias que desde el principio trató con más intimidad, fué
la del General Ramírez, Senador de la República, el cual tenía tres hijas,
dos de las cuales eran el orgullo merecido de su padre y la admiración
de los pollos montevideanos...
Veo que te sonríes pensando sin duda que me acerco al asunto, y así
es en efecto. ¡Maldita historia!
Rosario, la mayor de las hijas del General Ramirez, me causó desdo el
primer día una impresión profunda, de esas que extromócen y nos detienen en el camino de la vida, para oir mejor las palpitaciones del corazón,
que nos dice: «Es ella. ¡La tuya!»
Era muy hermosa, casi una ñifla; diecinueve afios... Su cuerpo tenía
majestad y gracia; sus ojos brillaban siempre con una mirada alegre y
picarezca, aunque ingenua y sencilla; la sonrisa era habitual en sus diminutos labios rojos... Sus movimientos eran vivos é incoherentes; de
improviso, en medio de sus risas locas, se quedaba parada, y miraba fijamente, sin saber adonde, con una seriedad encantadora... La dominaba
algo así como la inquietud del pájaro; cantaba, reía, gorjeaba .. Tenía en
fin el arma formidable de la mujer, ese poder indefinible que llaman se-
- - 3oá —
duccíón. Atraía y desluiubraba. ¡Jamás, jamás se liaiteban los ojos (te
mirarla!...
* *
— Para que me comprendas mejor,—continúo con voz más opaca,—
te diré lo qne pensaba del amor en aquella época.
Yo era romántico, como casi todos los americanos, pero quizás más
qm otros. Desde muy joven pensó en el amor como en algo sublime, trascendental, infinito. Esa ansiedad que se experimenta cuando se va á emprender un largo viaje á un punto desconocido, la sentí desde que me di
cuenta de lo que sería el amor, por mí concebido como un mundo especial, de deslumbradoras impresiones ó inagotables deleites.
Con tales sentimientos, no te extrañará que fuera retrasando el mo-.
mentó de enamorarme; un temor instintivo me hizo reacio para querer
de verdad.
Mis amigos se extrañaban de mi frialdad, que atribuían á excesiva timidez. Raalmente, conociendo y tiatando á no pocas jóvenes hermosísimas, que me brindaban su cariño, no me decidí por ninguna. Con la misma Rosario me defendí obstinadamente hasta última hora...
Te digo sinceramente que luchó lo que no es decible, por sobreponerme
al sentimiento que me inspiró; pero ella pudo más; venció; ¡y cómo venció!..
Nuestras relaciones duraron un año. ¡Un año de deseos y de mortift-'
caciones inauditas! Me empeñó en liacer de Rosario una mujer seria y
prudente, en educarla á mi gusto, en infundirle mis ideas y mi modo de
pensar, y Rosario se nie revelaba, se reía de mis más elocuentes sermones,
y, con un mohín ó un gesto, deshacía todos mis castillos de argumentos.
El cariño que ella me confesaba no me satisfacía; quería más, mucho
más; sentía celos terribles, sin saber de quó, de sus risas, de sus palabras
de todo su ser, que iiubiera querido absorber en mí.
Al fin llegó un día en que me convencí de que me quería.
Esto coincidió con un cambio en su manera de ser. Se puso muy formal, la dominó una melancolía invencible, y sns palabras de amor tenían
el acento y el calor de la verdad.
*
» *
Nos casamos.
Jamás olvidaré aquel momento en que, después de la ceremonia religiosa, nos encontramos al fin solos, pálidos, temblando, frente á frente...
_ 509 ~
Aquellos días do verdadera y profunda embriaguez, rae parecen hoy un
instante único en mi existencia...
Viviamos en un Chalet, en las afueras de la población; yo respeté todos
los gustos y caprichos de mi mujer. •
Tuve en ella una confianza ciega. Mis inquietudes, aquel sentimiento
indeterminado de celos, todo desapareció como el humo.
Mi mujer era para mí como únicamente se podia y se debía ser; y viví
tau embebido en mi felicidad ¡maldita felicidad de los sentidos! que no
percibí el hálito del demonio á mi lado, hasta que pronto, muy pronto, ú
poco de casados, de improviso... ¡qué atrocidad!...
Fué una tarde... Tarde trasparente y fresca, tarde de idilio, en que todo
sonreía. Habia ido á dar un paseo por la rada, con unos amigos, pero el
mar se picó demasiado, y nos volvimos. Racuerdo que sentía angustia en el
pecho, que mis nervios temblaban, y que algo indefinido, helado, la ansiedad, cruel del presentimiento, penetraba mi ser.
Llegué muy deprisa á mi casa; ¿para qué? No sé, pero recuerdo que
fui muy deprisa. Cuando llegué, los últimos rayos del sol caían blandamente sobre el pórtico de entrada, y las innumerables flores del jardín
despedían sus embriagantes perfumes ..
La puerta estaba abierta, y entré, sin que los criados me vieran. Crucé
el vestíbulo, atravesé una sala, un gabinete, otra sala... mi mujer no estaba por allí.
Solo los rayos del sol, claros y tristes, penetraban por las ventanas,
como dando el último adiós á mi dicha. Pensé ir á buscarla á nuestro
gabinete, al precioso nido de nuestras confidencias, y, como si no fuera
dueño de mí mismo, como si algún ser invisible me gobernara en aquellos momentos, me quedó un instante parado, ante una ventana, desde
donde se veía, enfrente, á ^avés de la galería, aquel gabinete.
Y, á la manera que se definen en el blanco lienzo las figuras del cinematógrafo, así apareció en mis retinas atónitas aquel cuadro, combinado
por el mismísimo demonio... ¡Rosario, mi mujer, estaba junto á un hombre que la acariciaba con arrebatos de pasión!...
No, no fué ilusión de los sentidos; lo vi bien, hasta oí el chasquido
de sus besos; estuve allí mirándolos, inerte, como un espectador de piedra... ¿Cuánto tiempo?... No s6 si fué medio segundo ó medio siglo.
La oleada de sangre que subió á mi cabeza, fué el telón que me ocultó
aquella escena... Sentí un nudo en la garganta, que me impidió gritar,
que me iba íi ahogar..,
Instintivamente extendí los brazos para matar, para extrangular, pofo
estaban denjasiado lejos...
Se me crisparon los nervios, se dilataron mis ojos, vi fantasmas que
corrían por un inmenso mar de sangre, sentí el calor de los trópicos y el
frió del polo; luego los espasmos de terror... y salí corriendo, huyendo,
tropezando con los muebles, loco. .
Solo sé que me aleje de la ciudad, que dejé atrás los muelles, que anduve mucho, hundiendo mis pies en las arenas de la playa, que me caló la
lluvia, y me ombarqué, y al día siguiente, cuando volvió á salir el sol y
mis nervios se aplacaron, me encontré én el camarote de un vapor transatlántico, con rumbo á Europa...
* *
Luis calló. El estudio habia quedado en completa oscuridad. Solo se
destacaba el busto claro de la Venus de Milo, y algunos destellos que la
tíltiraa claridad del día arrancaba á los objetos.
No veia á Luis; pero, del sitio donde set,hallaba, sentí un suspiro profundo, como un eco de dolor, y una exclamación sorda y acusadora: «¡infame! ¡infame!»...
NICOLÁS MARÍA LÓPEZ.
EL VALOR DE «g' EN GRANADA
(Continuación.)
En 1583 el gran Galileo tenía 19 años y estudiaba medicina en
Pisa, su patria. Un día de aquel año, estando en la Catedral llamó su atención el lento oscilar de una lámpara, observando que
en cada oscilación empleaba visiblemente el mifmo tiempo, fenómeno que quiso aplicar á la medida de la frecuencia del pulso.
Esta observación, al parecer tan vulgar, es el punto de partida
de la mecánica moderna, como la observación en 1790 de las
inesperadas contracciones de las patas de rana que iban á servir
de almuerzo á Lucía Galeaíizi, esposa del inmortal Aloys Galvani, es el punto de partida de las maravillas modernas de la electricidad. Estimulado Galileo, por sus propias aficiones y p o r amigos
como el geómetra Ubaldi, se dedicó al estudio de Arquímedes y al
A». -3I''Í •***? •
cáículo áe ios centros de gravedad, siendo en 1589 nombrado ^ l '
el gran Duque de Toscana, catedrático de matemáticas en la Universidad de Pisa. Galileo, dotado de'un espíritu disputador, dudando
de cuanto en física se enseñaba, en especial con relación al movimiento uniformemente acelerado que hoy se llama, y que en aquél
tiempo no cabía en inteligencia alguna, debi'ó acerca de estos puntos
enredarse en discusiones verbales con algunos colegas, pues los contemporáneos hablan de un Baliani, atildado profesor de los conocimientos de su tiempo, que dio nombre á la ley que expresaba la velocidad constante y sin aceleración alguna de los cuerpos en
movimiento, único entonces conocido y aceptado. Estas disputas
debieron ocasionarle rozamientos que le obligaron á abandonar á
Pisa y á su Universidad, sin duda no teniendo todavía estudiadas
las pruebas de experiencia contra la imperante ley de Baliani. Siendo
catedrático de la Universidad de Pádua, Galileo dio á conocer en
1602 las leyes que llevan su nombre y las pruebas que tan concluyentcmente las demuestran. Helas aquí:
Un cuerpo qué cae, si en el primer tiempo recorre un espacio
como uno, en el segundo recorre un espacio como tres; en el tercero
un espacio como cinco; en el cuarto un espacio como siete, etc., de
modo que las magnitudes de los espacios recorridos en los primero,
segundo, tercero, etc., tiempos, están expresadas por la serie de los
números impares I, 3, 5> 7> etc.
(In tiempo, es decir, el tiempo que se toma por unidad, puede ser
cualquiera: un segundo, un minuto, una hora, un año, y se dirá: si
tal cuerpo cayendo en la primera hora recorre un espacio como uno,
en la segunda hora, desde el momento en que acaba la primera hasta
que acaba la segunda, el cuerpo recorre.un espacio como tres, etcétera. Ahora bien; este hecho puede expresarse de otro modo, pues
si el cuerpo, cayendo recorre en la primera hora un espacio, uno, y
durante la segunda, tres, desde que empieza á caer hasta el momento
de acabar la segunda hora, ha recorrido un espacio igual á la suma
de uno y tres, que siendo cuatro es igual á dos multiplicado por dos,
<í s:a el cuadrado de dos, que es el número que representa las unidades de tiempo transcurridas, que son dos horas. En el momento
de acabar la tercera hora, desde que acabóla segunda,ha recorrido
i'n espacio como cinco; luego habrá recorrido en total lo recorrido
'ín la tercera cinco, lo de la segunda tres y lo de la primera uno, ó
feéa la surtU de éstos números, que es mtc'e igual á /i'es multiplicado
por tres 6 cuadrado de tres, núrpero que representa las unidades de
tiempo transcurridas, que son ¿res horas; y así sucesivamente, se
podrá decir que los espacios recorridos son entre sí como los cuadrados de los tiempos empleados en recorrerlos, ó como hoy en
abreviatura se dice, los espacios son proporcionales á los cuadradosde los tiempos.
Como los cuerpos caen con tanta \'clocidad que hubiera sido á
Galileo muy difícil medir espacios y tiempos con rigurosa exactitud,
e! inmortal físico inventó el medio de retardar la caída. Era una bolita rodando por una ranura abierta á lo largo de un listón de siete
metros, tendido más ó menos oblicuamente, según quería acelerar
ó retardar el movimiento, pues también demostró que la aceleración
era proporcional á la relación que quería establecer entre la longitud del listón y la altura de su extremidad superior. Puso en tal
oblicuidad el listón, que la bolita tardó en recorrerlo entero cinco segundos justos, que mei"lía pesando el agua que caía en dicho intervalo
de un pilar constante. Dividió el listón en 25 partes iguales, y contó
desde la extremidad superior 16 divisiones, en la cual colocó un
tope; dejó caer la bolita, y \ i 5 que tardó en recorrer las 16 divisiones cuatro segundos justos, pues, en efecto, si en cinco segundos
la bolita recorría un espacio como 25, que es igual á 5 multiplicado
por 5, <5 sea el cuadrado de 5, en cuatro segundos recorreríí un espacio como 16, que es igual á 4 multiplicado por 4, ó sea el cuadrado de 4. Repitió la operación para tres segundos, para dos y aun
para uno; y después colocó el listón en distintas oblicuidades para
obtener distintas aceleraciones, haciendo que la bolita lo recorriese
entero en tres ó en Siete ó en ocho ó nueve segundos, y ver si la
aceleración con que caía obedecía á leyes que tenía-n que expresarse de diferente manera, pero vio que siempre se verificaba que la
bolita recorría espacios proporcionales A los cuadrados de los tiempos, cualquiera que fuese la oblicuidad del listón y la velocidad con
que hiciese por su peso caer á la bolita; de donde dedujo, completamente probada la importantísima ley de la velocidad de la caída de
los cuerpos, que lleva el nombre de /e}' de Galileo, pues la otra referente á la igualdad en el vacío de velocidad de todos los cuerpos
que caen, cualesquiera que sean sus peso?, no es tan sorprendente
ni de tanta aplicación práctica, ni de tan esencialísima naturaleza,
pués siendo aquella la expresión de todo un movimiento, hasta erttonces desconocido, es la revelación de la dinámica universa!.
En muchas cátedras de física, y esta es otra de las majaderías que
parecen mentira, en vez de recalcar esta fecunda ley de todas las maneras posibles rodeándola de todo género de experiendas, á fin de
hacerla grabar como la más grande de las conquistas de la ciencia
mecánica, entretienen á los alumnos con el para ellos famosoVrzVrwgulo de Galilea, que es puramente una expresión geométrica convencional, que él inventó para encerraren un símbolo mnemotécnico la
representación del movimiento por los medios gráficos de que podía
disponer. Si Galileo hubiera adivinado la invención de la ingeniosa
máquina de Morín, en donde el cuerpo que cae se calcula por simismo
la ley á que obedece,describiendo en un papel movido horizontalmente la parábola que expresa geométricamente la ecuación de su mo\'imiento, arrancaría de todos los tratados de física su famoso triángulo,
y no dejaría de lamentarse de que se olvidasen de algunas otras experiencias suyas por lo que hoy es un pasatiempo como recuerdo histórico, (|ue en vez de aclarar su ley, lo que hace en el alumno es establecer confusiones de que tal vez adolezca el mismo profesor. En cualquiera triángulo ó figura geométrica hay cuanto se quiera ver, según
las suposiciones que se establezcan; en un triángulo se puede ver hasta
lo que Platón veía en el rectángulo que él llamaba el más lurmoso,
que es aquel en el que la altura vale 3 la base 4 y la hipotenusa 5.
En este rectángulo, que era el símbolo del matrimonio, el lado vertical representa el elemento masculino; la base, el femenino, y la
hipotenusa, la prole.
No era que Galileo desconociera la trayectoria de un cuerpo lanzado con impulsión y dirección cualquiera; él fué el primero en determinar que era una parábola, como la dirección resultante de la
fuerza de la impulsión y de la gravedad; pero no era esto lo (jue se
trataba de representar por medio del triángulo, sino las cantidades
crecientes de espacio que un cuerpo recorre, estando exclusivamente
sometido á la fuerza de la gravedad. Galileo llegó á imaginar la parábola que un cuerpo recorre en el espacio inmóvil, cuando ha sido
lanzado por una impulsión, por ejemplo, hori?ontal; pero no llegó á
imaginar la parábola que el mismo cuerpo describe cuando es ^\ espacio quien recibe la impulsión horizontal y se mueve de un modo
Uniforme, como un telón tras el cuerpo que cae veriicalm^vU sometí-
- s u do tan sólo á la fuerza de gravedad. Esto es lo que imaginó Poncelet y realizó Mon'n y lo que Galileo hubiese adoptado con entusiasmo en vez de su triángulo, si hubiese conocido tan ingeniosísima
invención.
Lo que es que en el diagrama de la máquina de Morín que representa ese telón movido uniformemente en sentido horizontal y en el
que el cuerpo cayendo por delante verticalmente traza la curva
parabólica, ese espacio móvil no es espacio; es un signo bajo la forma
de espacio en movimiento, que es una' decoración de óptica intelectual. La condición de moverse con movimiento uniforme en posiciones sucesivas dotadas de una continuidad nunca interrumpida por
la más mínima aceleración ni el más mínimo retardo, establece una
relación de sucesión; es que ese espacio en movimiento es una forma
representativa del tiempo, y para los efectos de su medida es el tiempo mismo, de tal modo que el hecho de que el cuerpo emplee en
correr la longitud de su vertical el mismo tiempo que el diagrama
corrió horizontalmente medio metro, podría expresarse diciendo
que el cuerpo tardó en caer 7nedio metro. Bastaría saber qué tiempo
tardó e'l diagrama en correr el medio metro, para tener en metros y
segundos la velocidad del cuerpo en su caída; pero Morín tampoco
quiso ir tan allá, conociendo que para este cálculo era preciso un
mecanismo de extremada perfección para obtener el ideal de un
movimiento uniforme que solo existe con la debida precisión en la
esfera celeste, esto es, en la rotación de la Tierra. No obstante, combinando el mecanismo de la máquina de Atwood con el de la de
Morín por los medios automáticos con que hoy se regulariza la trasmisión de la energía eléctrica, podría llegarse á obtener en el diagrama, dotando al cilindro rotador de una gran velocidad, parábolas parecidas á las de las trayectorias de los proyectiles lanzados por
armas de fuego, curvas en las cuales se podrían estudiar todos los momentos infinitos de la caída, y todas las pulsaciones del motor, si las
tuviere, como el esfigmógrafo nos ha revelado en las sinuosidades de
la curva, las más imperceptibles anomalías del pulso humano.
Para Morín, su objeto estaba satisfecho con obtener durante una
parte de instante un movimiento uniforme, en el cual dejar caer el
cuerpo bajo la acción libre de la gravedad; el tiempo empleado por
este en recorrer su vertical por delante del diagrama adherido al
cilindro rotador, le importaba poco; evidentemente, la parábola es
-3IS-para una misma velocidad del cilindro, completamente idéntica, ya
se tome por unidad de tiempo el segundo, ó se tome la milésima de
segundo, porque desde el principio de la primera milésima al fin de la
segunda, siempre el espacio que el cuerpo recorra será cuatro veces
el que recorra en la primera, nueve al fin déla tercera y así sucesivamente, ley con gráfico relieve expresada por, la parábola que describe, cualquiera que sea la unidad de tiempo y la de espacio con
que sus elementos se midan.
RAVAKL GACiO PALOMO,
[Continuará).
EL GRAN CAPITÁN
Y LA IGLESIA DK S. JICRÓNIMO.
¡que se (Urá de vuestras hazañas, sino
que dallas perpetua memoria quedará?.... (d
R. de 25 de Febrero de 1507, en honor del
Gran Capitán).
Poco, muy poco ha adelantado la bibiit)g;rafia relativa al héroe ilustre
que las naciones apellidaron en vida (hmi Oapitáíi (1), d§sde que Quintana escribió su biograña i'euuiendo la mayor parte de los datos hasta
entonces conocidos, y de los quo quedaba éa pié, sobre pofo más ó menos como está ahora, el problema histórico de la lealtad del gran caudillo
y de la corrección en sus procederes con él del discutido monarca Fernando el Católico.
El estudio de Frantz Eyquem, Gauxalrr de Cof(hre iVaris, 1880), ninj^ún dato nuevo trae, aparte de una carta autógrafa escrita por Gonzalo
desde Prócida el 28 de Mayo de 1505 y dirigida al arzobispo de Sevilla,
pidiéndole lo defienda en la corte de las calumnias que contra él se decían. Con motivo de ese peíjuefio libro, la Revista de Ciencias históricas
que se publicó en Barcelona, dio á conocer dos cartas inéditas también,
una tal vez de 1506 en la que Gonzalo anuncia su venida á España, y
( I ) ...«ansímssmo por nuestro consenlimienlo como por apellidamiento de muchas
naciones, justamente para siempre nombre de Cían Capitán alcanzaste, donde por nuestro Capitán general vos enviamos».,. (C. R. de 25 de Febrero de 1507).
— 316 —
otra de 1512 (14 de Octubre), en que parece se inspiía el párrafo de los
Anales de Zurita en que el Gran Capitán devolvió los poderes al rey expO'
niéndole leal y respetuosamente sus quejas y agravios (1), al propio tiempo que le decía «se iría á vivir en aípielios agujeros contento con su
conciencia y con la memoria de sus servicios»
(ZURITA, Iteij Don Hernando, lib. X, cap. 28).
Algo nuevo también puede leerse en las cartas de Hernando de Zafra
á los Reyes Católicos, escritas en los primeros años de la Reconquista de
nuestra ciudad (2), pero ni en esos documentos ni en otros estudios que
hemos tenido presentes, hallamos resuelto el problema de critica histórica,
planteado con motivo de las deslealtades del héroe y el desagradecimiento
del monarca.
El estudio de los documentos españoles y belgas que se guardan en los
archivos de los antiguos Países bajos, comenzado por el sabio Gachard
hace años, ha traído otros datos que pueden prestarse á discusión y que
tal vez pudieran resolver el problema.
Es imposible desconocer que los historiadores franceses y las relaciones diplomáticas de aquellas épocas, tratan despiadadamente á Fernando
el Católico. La preponderancia que tomó España al hacer su unidad; el
descubrimiento de un Nuevo mundo y las victorias de Fernandez de Córdoba contra italianos, turcos y franceses, formaban un conjunto de promesas de engrandecimiento para el porvenir, que se comprenden muy
bien las resesvas y notas graves de los diplomáticos, y que Francia 6 Inglaterra conspiraran y se lanzaran después á la guerra para detener el
espantable crecimiento de los dominios españoles.
Pues bien; resulta que á la muerte do Isabel I, comenzaron los disturbios entre Fernando y el archiduque esposo de la infeliz D." Juana; que
según el Calendar of letters, (3) de Bergenroth, el archiduque dio una
instrucción á Jaon de Hesdin que fué enviada á Ñapóles á Gonzalo de
Córdoba, y cuyo conocimiento en España hizo correr rumores de infidelidades y hasta do posibles traiciones; que en esa instrucción se participaba el despojo que Fernando quería hacer en perjuicio de D.* Juana y
(1) ...«Biviré en estos agujeros donijj saií contento con lo q(ue) su all'leza) faze, como
sin dubda lo quedo»... (Carta fechada en Antequera, á que en el texto nos referimos.)
(2) ¡iih.-dí dihuins. m:d. para la Hist. de Kspaña, t. XI y XIV.
(•3) Calendar of letters, despatilles and state paper relating to /he iiego/ia/ioiis
ietween Kngland and Spaiii; suplcm. pág. 73. (Londón. 1862-68.)
— 317 —
sit marido, y que Gonzalo dio á conocer á Fernando estns gestiones de su
yerno (1).
E"ernando escribió á Gonzalo acusando al archiduque de haber publicado «por loca á la Reina mi hija 6 su mujer; más he sabido que le tveiie
como presa e fuera de toda libertad. Guárdela Dios» (carta de 24 de-Abril
de 1505. Arch. del Conde de Valencia). Además, Fournerón, el moderno
historiador de Felipe II, que más implacable que ninguno de los cronistas y diplomáticos que han ennegrecido la figura del hijo de Carlos V, ha
revuelto archivos y desenterrado documentos, muchos de ellos espafioles,
para presentarnos á Felipe como un azote para Espaflavá Garlos como á
hijo depravado por el hábito del poder; al archiduque como á un necio á
quien engafla su astuto suegro; á este como asesino de su hija Juana
á quien pi'ende por loca y hace dar tormento, y de su yerno el archiduque
del que se desembaraza con un brebaje (ó bocado)., haciendo desaparecer
también al que lo propinó (2), — nos presenta á Gonzalo de Córdoba como
confidente del archiduque y enviado por este para desbaratar los araafios
de Fernando V.;... «las declaraciones de este mandatario del marido nos
son conocidas por una nota trazada de puño y letra del Gran Capitán:—
He oido decir, escribe Gonzalo, que estaba mal dispuesto y enajenada,
(1).* Juana); se me ha encomendado no creer nada de ello; es un rumor
extendido con malicia y con intenciones culpables» (3).
;,Habrá que reconocer como ciertas las sospechas de los aragoneses de
que el Gran Capitán conspiraba en contra de Aragón y en favor de Castilla? ¿Serán ciertos los documentos que copió Quevedo en su MarcoBruto, de los que se desprende que el viaje de Gonzalo á Málaga, que
impidió la enfermedad que ocasionó la muerte del héroe, era efectivamente
un complot en que había comprometidas dos naves italianas que habían
do llevarse el Gran Capitán?
Por nuestra parte lo dudamos. Tres años antes de morir, decia Gonzalo
que tuvo siempre ¡M voluntad de su altexa por leí/ (4); y quien esto escribía y se llamó Gran Capitán, *y no estuvo manchado con ninguno de
los vicios groseros propios de su época» como dijo el historiador italiano
fl) RODRÍGUEZ VILLA, Bosquejo liio:^. de la reina doña Juana. íMadrid, 1874; introilucción, pág. XIX.)
(2) En el Calendar se cita el proceso de López de Aiaoi y se menciona el liocailc.
(3) Hisí. de Felipe U. .\pcnd. I. La madre de Carlos V, pág. 457.
(4) Carta citada de 14 de Octubre de 1512.
-318Paulo Giovio, contemporáneo,—no puede ser (íonsiflerado como traidor
ni embustero.
Téngase en cuenta que los franceses, especialmente, fueron enemigos
de Gonzalo y queBrantome, (jue tanto escribió tle España, dijo del li6roe...
«este Gran Capitán (sicp ..
^GONZALO DE CÓRD015A EN GRANADA.
Terminada la Reconquista, Gonxialo quedó en esta Ciudad con su mujer D.* Maria Manrique, dándole los Reyes entre otros bienes, el sefíorío
de Ohauchina. También le nombraron regidor del Ayuntamiento de esta
Ciudad (1).
Entre la primera y segunda vez que fué á Italia, hallóse aquí en la insurrección de los moriscos tomando parte en el asalto de Güejar. A su
vuelta detinitiva do Italia, vivió en Antequera y en Loja, viniendo á morir á Granada en su palacio, hoy convento de Carmelitas Descalzas.
Pedro Mártir de Angleria le visitó unos días antes del fallecimiento, y
dice:.... «todavía conserva aquel mismo aire do majestad que tenía cuando se hallaba en el apogeo de su antigua autoridad; de modo que todo el
que se le acerca siente el influjo de su noble presencia, como cuando á la
cabeza de sus ejércitos dictaba leyes á Italia».
El domingo 2 de Diciembre de 1515, murió Gonzalo do Córdoba rodeado de su mujer y de su única hija B." Elvira, de ilustres caballeros y fieles servidores. Su cadáver fué depositado en la capilla mayor del convento
de y. Francisco, casa grande (hoy palacio excapitanía general), y durante
los nueve días que estuvo e.xpuesto el cadáver rodeado de 200 banderas y
2 pendones reales ganados en batallas por el héroe, acudieron á contemplarle todas las clases de Granada (2). Vistió luto la corte y el rey Fernando, especialmente.
El cuerpo quedó depositado en la cripta de dicho convento delante del
altar mayor, adonde fué conducido también el de la duquesa, que falleció
en Julio de 1527 en la misma casa (hoy convento), desde la que había al
(1) Véase el primer libro de acias capitulares (1497-1502) y al folio 245 vuelto, resulta que se acordó abonar al Gran Capitán, ausente en Italia, sus salarios como regidor
(5.000 maravedises al año).
(2) Al acto de la siipultura concurrieron el Marqués de Priego, el conde de Cabra,
el señor de Alcaudete, todos Córdobas; los condes de Tendilla y de Palma, la ChanciUería, Cabildos y Ciudad, la nobleza y el pueblo (ABAD DR RUTE, l/ist. de la casti lU
Córdoba).—El palacio fué cedido para convento en 1583.
de San Francisco un pasadizo, por donde llevaron el cadáver de la duquesa seis religiosos. El entierro, c.mpliendo la voluntad de la insigne dama,
hízose sin pompa.
El 4 de Octubre de 1552 A pesar de no haberse colocado, como era disposición testamentaria, la cama // Iniltos de alabastro sobre la modesta
cripta de S. Jerónimo, fueron trasladados los cadáveres á esta iglesia, y
encerrados en ricas cajas de cedro, escribiéndose sobre losa de mármol
de (xénova, v\na elegante inscripción latina que termina así: Gloria míni.me consepulta, «su gloria no quedó sepultada con él»
Cerca de tres siglos después, un general francés profanó el templo-,
holló la tumba del héroe y de su esposa; rompió las cajas que encerraban
los cadáveres y los dojó e.vpuestos á la rapacidad de inmunda soldadesca.
¡Noble.modo de vengar pasadas derrotas!...
Cuando la exclaustración repitiéronse los sacrilegios, pero ya los hacían españoles, aunque cause vergüenza decirlo. La Academia de Nobles
artes recogió los restos de Gonzalo y de su esposa, y previo un luminoso
expediente, por R. O. de 15 de Enero de 1857, se trasladaron á la cripta,
mandando la Reina que se construyese un sarcófago con estatuas yacentes y que se convocara un certamen público al efecto.
Todo se cumplió menos este extremo, y eso que el Estado se había
apropiado antes hasta las huertas en que la Duquesa dejó afecto el valor de los cirios de 7 libras de cera, cada uno, que había de arder en las
vigilias mensuales y anuales delante del sepulcro (Testam. de la Duquesa).
Todavía no se dejaron quietos los pi'ofanados restos del héroe. Se llevaron á Madrid y allí, en H. Francisco el Real estuvieron hasta 1875 en
que se depositaron nuevamente en la cripta, donde actualmente se hallan
encerrados en una caja de zinc que cubre usa urna de madera y á las
dos otra caja de plomo.
La cripta es pequeña y modesta.
.S. JERÓNIMO Y .SUS OBRAS DE ARTE.
No hemos de describir el templo; es bien conocido y famoso por sus
esculturas y sus pinturas murales.
Según el referido testamento de la viuda del héroe, se dio á la capilla
mayor de S. Jerónimo, el mejor de sus aderezos de capilla de plata y la
cruz de oro del Lí^nnus Crucis y se dispuso que de ciertas joyas que
— ¿io —
quedaron de sus hijas I).* María y D." Beatriz se hiciese una custodia y
que se dieran también tapicerías y armamentos.
La renta anual seflalada, además de los cirios, eran 50000 marave,. dises.
^
Nada mencionan los testamentos de Gonzalo y su mujer de la espada
á que se refiere uno de los fi-escos de la capilla, y que representa al héroe
arrodillado ante el Papa, el cual parece bendecir.
Al pié de la pintura, dice: Alex. VI. P. M. benedicit (¡Indinm domitifiie
Mofirio Diici, HU defensor i Ecclesm -pontifieatiiíf HUÍ atmo primo (1).
Quintana, que refiere el recibimiento del Papa y los honores que este dispensó al'Gran Capitán, dice, «le dio la rosa de oro, que los Papas solían dar
entonces cada aflo á los que eran más beneméritos de la Santa Sede», y
no nombra la espada; pero es hecho admitido que Su Santidad le abrazó
y le entregó una espada bendita, que segiín se cree era la que estaba colocada en esa pintura, á juzgar por una sumaria secreta instruida en 1671,
de laque resulta que entonces fué sustraída la espada; en cuestión que
era de cruz, á guisa de montante; «toda de plata sobredorada con el nombre del Pontífice á un lado y las llaves de S. Pedro al otro, esmaltes verdes en el pomo, y formado el arriaz por dos peces ó sierpes; la hoja se
blandeaba facilniente, tenía casi tres dedos de ancha y una canal eu ambas partes, á más de tres cabezas grabadas que se decía ser de pontífices*... (2)
Sin embargo de este documento, es fama que los franceses robaron la
espada cuando profanaron la iglesia y la cripta, lo cual pudiera ser, pues
nada tendría de particular que se hubiera restituido esa reliquia histórica
al convento.
En una de las capillas, consérvase el admirable grupo llamado el entierro de Cristo, que reprodtice nuestro grabado, y que Ceán Bermudez
atribuye á Garpar Becerra y otros á Tonigiano. Ningún documento lo
justifica y en cambio Ceán tuvo á su disposición interesantes papeles del
convento.
Entre varias reliquias que dice Lachica que en S. Jerónimo había,
menciona «la Cruz-Guión de que usóel V. Ilustríssimoy Reverendíssimo
(1) Alejandro VI, Pontífice Máximo, bendícela espada y la dá al Gran Capitón,
como defensor de la Iglesia, en el primer año de su pontificado».
(2) Artículo de D, Manuel Gómez Moreno y Martínez, titulado La espada bendita
4el Gran Capitán, publicado en AV Defensor respectivo al 12 de Agosto de 1896.
KK'TIKRKC^ DE CRISTO.
(IriijKi L'sciillóricü.--l^lusia ÚÜ San Jcrúiiiiiio.
l\}E i.A cni.L:(.{.ii'>N DE r'OTO.iKAfÍA:: iJiíi, Cr.Niíiü Ain ísTtco'i,
— 32Í —
Señor I). Pr. Pedro de Alva, la que sólo se muestra, paía que la adoren^
cuando ohtraii pur primera vez en esta Iglesia, y Ciudad, sus Ilu>tríssimos
Sres. Arzoliispos (Oa\ffMas, papel XIX).
EL ANIVERSARIO.
De todas las rentas, reliquias, obras de arte, etc., queda el modestísimo
aniversario (juo se celebra hoy 15. Ignoramos cuando se instituyó, pnes
Lacliica que lo menciona no dice cuando fué concedido, tfiozaestii Iglesia, dice, de singulares Indulgencias y Jubileos, concedidos por diferentes Pontífices; pero con esj)ecialidad, el que vulgarmente llaman del Gran
Capitán, para los días de Estación en Roma, en el que se gana lo mismo,
que dentro, y fuera de aquella Santa Ciudad, rezando solamente tres Padres Nuestros y tres AV(Í Alarías, por la intención do Su Santidad, y por *
el dicho (iran Capitán, y sus difuntos* (papel XIX).
Descubrámonos con respeto ante el recuerdo del que hizo imperecederas glorias patrias, que no hemos sabido conservar.
EKANCISCO DE P . V A L L A D A R .
EL BATA ^^'
A la puerta de un bahaij, casucha de cañas, sentado en cuclillas, con
la estupidez retratada en su semblante y el gallo, compañero inseparable,
sujeto entro sus manos, así se encuentra siem|)i'e al IniUt^ al indio joven,
que así so denomina en el idioma nativo, el tagaloc.
Su rostro cobrizo, de oblicuos 6 inmóviles ojos, muda la expresión, dá
al indio un tinto de anonadamiento que se traduce á primera vista por
un estático ó un inepto, poro en verdad es el velo oculto de una luisa sumisión, de una hipocresía estudiada.
La desgracia no le inmuta, la catástrofe no le aterra. ¿Ks valor? f;Es
resignación? Ale lo he preguntado muchas veces.
Es indiferentismo, despreocupación, holgazanería en su grado niáxiino; porque el indio es holgarán de pensamiento.
Su valor ej el desconocimiento del peligro; sus creencias fanatismo
(I) Del libro próximo á publicarse, V'i/ios- ultramarinos.
— 322 —
inculcado; sin embargo, hay quien me desmentirá atribuyendo al filipino
cualidades especiales que no son más que fantasía de los aclimatados, de
los camagones, como los llaman en el A.rchipiélago.
Arde una población, y el bata v6 arder su casa con tranquilidad; no
pregunta por nadie, lo ha salvado todo, la familia, algo más, el hijo predilecto, el gallo, timba animal perpetua, en la que pierde el jornal de una
semana, de un mes, de un afío.
Con él irá á la gallera. ¡Qué importa el .lunuc (incendio) si ha salvado
el rey del gallinero! Algo más que su bal)al (mujer) y sus Art////fl,s (hijos).
El indio, hombre de contradicción eterna, mito occeáni<'o que muere
riendo sin valor, con la estupidez de un rumiante, que huye unas veces
cobardemente y otras siente aquél su cahexn caliente (palabras textuales)
•y ataca á sus mismos paisanos en defensa de nuestra biindere, ó á los
moros juramentados en Mindanao, no es un tipo descriptible.
Es holgazán, se nutre con arroz mal condimentado, dos ó tres pececillos que pesca á orillas del Pasig, en el puente de Espafia ó en la bahtav
y sin embargo, trabaja como un esclavo empujando su banca (lancha), á
quien hace navegar haciendo hincapié y empujando una larga pértiga en
el fondo de los ríos bajo un calor abrasador.
Resiste veinte ó treinta bejucazos con la invperturbabilidad más ridicula, y se encoleriza ante la vista de un chino, su enemigo odiado y. rival
en el comercio.
Odia al asiático por §u laboriosidad, no por su vicio de indolencia. En
eso son iguales. En la presente insurrección (primera época), se han dado
casos que prueban el carácter especial del bata.
Aunque la mejor definición es la que hizo un jesuíta á un dignatario
que le pidió una obra sobre el indio: Le mandó un tomo voluminoso con
el título «El indio»; todas sus hojas estaban en blanco y al final, á guisa
de epílogo, se encontraban estas palabras: Esto es un indio.
Tan ininteligible como un libro en blanco.
Aunque una palabra genuina lo retrata.
•
Interrogúese á cualquiera de ellos; pregúntesele de cualquier cosa y
contestará:
— Tu cuidado..
—Oye, bata^ ¿cuánto te debo?
—Ño entender tíol,—dice cuando no quiere hacer caso.
—¿Cuánto te debo?
—Tu cuidado, responde indiferente.
— 323 —
A algunos prisioneros rebeldes cogidos por ¿nestros soldados, se les
ha dicho:
—Vais á ser fusilados por insurrectos.
— Ustedes cuidado.
A los carabineros sublevados de Tondo (25 Febrero del 97), se les leyó
su sentencia y conteslarou:
— Süyíiro patay (segura muerte) tu cuidado. Pero el soldado espaflol
los ha comprendido, y al negar albergue ó coniida á las tropas expeíHcionarias, les han dicho:
—Busca bata ¡si no hay! lo busca; y si no, ta cuidado; muletilla que
esta vez les resultaba contraproducente.
Hoy que los batas pacificados andan por Madrid, es bueno hacerles
una advertencia.
No haced política; no pedescribid, porque se os conoce; no fundad colonias reformistas. Ya se sabe quienes sois, batas filipinos, amigos de Isahelo de los Reyes. Haced lo que queráis en España: sólo se os advierte
con vuestra misma y burlona palabreja:
— Vosotros cuidado.
FEDKO T R Ü J I L L O m MIRANDA.
Madrid Julio g8.
EL CENTRO ARTÍSTICO.
La simpática sociedad que ha sostenido más de doce años el espíritu artístico en Granada, ha muerto al fin,—ó por lo menos ha suspendido su vida — por la misma causa que no se creó antes y que
había aniquilado previamente organismos artísticos tan potentes
como el Liceo con sus secciones en competencia, sus certámenes y
sus concursos; por «la indiferencia, ó mejor dicho, el abandono que
nos caracteriza; ese picaro no meterse en nada aunque convenga, distinto de la indiferencia de á quien nada le importa,^ como precisamente decíamos en un artículo firmado por LA REDACCIÓN de esta revista, en su época de 1884-85, convocando á los pintores, escultores, arquitectos, periodistas, artistas de objetos de ornamentación y
aficionados de Granada, para crear.una Exposición permanente y un?
Sociedad de acuarelistas.
— 324 —
La junta se verificó el domingo iS de Enero de 1885 en los salones del antiguo Liceo de Santo Domingo; nuestro director Sr. Valladar y nuestro querido compañero D. Agustín Caro Kiaño expusieron tan hermosa iniciativa; con entusiasmo se aplaudió la idea, y
allí mismo se nornbró una Comisión organizadora no sólo de la exposición y la sociedad, sino de la colecta de donativos á favor de
las víctimas de los terremotos, siendo designados para ello D. Aurcliano Ruiz, D. Francisco Morales, Mr, Dictrichson un joven pintor
sueco residente entonces aquí, y nuestros dos referidos compañeros.
Desde aquel día, unidos á la Comisión elementos de tanta valía
como el inolvidable amigo, sostén del Centro artístico, Valentín
Barrecheguren, hasta el 11 de Abril siguiente en que se inauguró la
Sociedad iniciada por LA ALHAMURA y amparada en sus primeros
pasos por el Liceo, donde aun en sus épocas de decadencia ha tenido cabida todo lo que había de redundar en beneficio de Granada,
se trabajó con entusiasmo, se orillaron dificultades, se acallaron nacientes y perjudiciales emulaciones y el genio del arte bendijo aquellos preciosos salones de la antigua casa de Gavarre (Plaza nueva),
en cuya original decoración hizo prodigios el clarísimo y original
ingenio del inolvidable V^alcntín Barrecheguren.
Nunca debiera de haber salido de aquella, casa el Centro. Desde
que le faltó el ambiente que allí crearon los entusiasmos primeros,
se inició la decadencia, contenida en diferentes ocasiones por los
indudables prestigios de Valentín, pero desarrollado después con
terribles vuelos, cuando faltaron aquellos prestigios por la muerte
de granadino tan ilustre.
Mucho ha hecho el Centro en poco espacio de tiempo, en favor
de las artes, la literatura y la cultura granadina; saludables ejemplos
deja escritos en la historia y en las páginas de su interesante Bok/iii, que es, de otra parte, crónica preciosa de su época y tesoro de
importantes investigaciones; útilísima ha sido la iniciativa del Centro en dilerentes ramas del arte y aun de la ilustración de Granada;
pero es una verdadera, desdicha que no hayan podido salvarse los
hermosos ideales que con él se crearon, no por falta de buen deseo
en todos, sino por la indiferencia de que hablamos antes y que Barrecheguren j)udo contrarrestar durante su vida.
La biblioteca, el archivo, las notas y dibujos de la Sección de excursiones, los objetos de arte, etc., se han depositado en la Acade-
- 325 —
mia de Bellas artes de la prn\incla. Ouier.i G1 Cielo que pronto se
recojan de allí y que el Centro renazca potente y vigoroso para bien
del arte y la cultura granadina. — V.
No hemos lecibido el iicostiinibrado arfíeuli) de nuestro querido amigo
y eompafioro 8r. Busíamante, •/>« Alh<utilH-n en Madrid, y es tanto más
extraño, por quo nos anmieiaba trataría de obras de, iiutores granadinos,
allí residentes. Deseamos no sea taita de salud Ui causa de este percance
quo lamentanius.
Desde que e!la ha muerto
no me quiere nadie.
¡Qué sólito se encuentra en el irundo
quien no tiene madre!
Cuando lo recuerdo
de penita lloro;
que la jitanilla que me quiso tanto
se me fué con otro.
Anoche te he visto
con uno del brazo.
¡Quiera Dios que le pase lo propio
que á mí me ha pasado.
EDI.ARDO D E
BUSTAMANTE.
CRÓNÍCA GRANADINA
Comcn^íatTios estas notas con una noticia agradable que bien mcI ecc elogios y f|uc se cimenten esperanzas para el porvenir.
l'-i ministro de I'^oniento, al baccr la distribución de las partidas
del presupuesto rcl'erentc á construcciones civiles, ha cumplido la promesa hecha al Conde de las Infantas, digno diputado p'or Granada,
—• 326 de destinar una suma de cierta importancia para el sostenimiento,
restauraciones, etc. de la Alliambra.
Mientras el Sr. Gamazo continué siendo ministro, creemos que no
olvidará su sinvpatía y su admiración por Granada,
Ahora es necesario que los proyectos de restauración y obras no
se detengan en altos centros, y que no haya académicos, que, por
ejemplo, opinen, en serio, que el techo de la sala de la Barca puede
reconstruirse, sí, pero haciéndose esc delifcadísimo trabajo de carpintería de lo blanco^*?;' subasta'... Adviértase, que según las antiguas Ordenanzas de Sevilla, Granada y Málaga, el hacer, no una
maravilla como ese techo era, sino una cuadra de media naranja de
lazo lefe, era «el límite superior de los conocimientos exigidos en
el examen á los aprendices de carpintero de lo blanco
tanto que
el que demostraba su suficiencia en este género de armadura, era
declarado apto para construir todas las demás obras de su oficio»...
(nota 36 al famoso libro de López de Arenas Carp. de lo blanco).
Afortunadamente, el estudio de las artes industriales comienza á
tomar importancia en España, como es fácil advertir en el anuncio
de oposiciones á la cátedra de dibujo aplicado á las artes y á la fabricación en la Escuela de Bellas artes de Zaragoza, á que ha servido
de base un luminoso informe del Sr. RepuUés y Vargas.
En el programa se dá tal importancia á esa asignatura, que rompiendo estrechos y antiguos moldes, de los cuales nó podía salir
nada verdaderamente útil, se exije á los opositores la presentación
de un programa razonado, en el que se exponga el concepto de la
asignatura y los medios de enseñanza, y que contesten á 16 preguntas sobre elementos de fabricación y estilos característicos de artes
industriales.
Trataremos de esta materia con más detención, que bien lo merece en el pais en que una verdadera personalidad, opina que el
techo de la sala de la Barca puede hacerse ^í^r subasta!
—La Sociedad Económica y con ella las Corporaciones granadinas, han pedido al (jobierno se traigan á Granada los restos venerandos del insigne navegante Cristóbal Colón y el modernísimo sepulcro en que están encerrados, para colocarlos en la Real Capilla
donde reposan sus protectores Isabel y Fernando.
La prensa ha reconocido el preferente derecho que á ese sagrado
depósito tiene Granada; después,., el Gobicírno dirá, pero, ante todo,
— 32? —
no debe de consentirse queden en aquel pedazo de ingrata tierra
que tanta sangre ha costado á España, las cenizas del que reveló
mundo, cultura, religión, fraternidad, la vida, en fin, á aquellos desagradecidos hijos de la noble España.
—El hermoso proyecto de Rusiñol va ,1 realizarse. La estatua del
Greco se alza ya sobre su pedestal en Sitges y pronto se inaugurará
oficialmente.
La estatua es inspirada obra de Keynés, y el pedestal, originalísimo, de piedra labrada, manipostería y franjas de azulejos, del
maestro de obras señor Suñé.
Nuestro aplauso ,i Rusiñol.
•—De estrenos en el teatro Colón, dos nada más; Las señoritas toreras, graciosísimo disparate con sus asomos de lección útil para las
mujeres y El Bautizo, saínete de costumbres populares sevillanas, bien
pensaío y desarrollado con gracia. La música de estas dos obritas es
del inteligente maestro director de la compañía D. Rafael Cabás, de
quien ya se conocían trabajos muy apreciables; los libros, de Cerbón
el primero, y del escritor sevillano D. Rufino Cortés, el segundo.
No hay que decir que las dos obras deben su existencia escénica
al inagotable gracejo de nuestro paisano Cerbón, á quien estará muy
agradecido el señor Cortés, por los chistes que á su obra agrega.
Han conseguido muy justos aplausos en estas obras, la Fernán»,
la Miralles, Cerbón, Duval, Guillen, Tojedo y toda la compañía.
El beneficio de Cerbón, que se verificó el sábado 13, proporcionó
grandes triunfos y muchos regalos á nuestro paisano.
— Una noticia de interés para nuestros artistas. En Diciembre se
Verificará una gran líxpo^ición de Bellas Artes en Méjico.
-^Terminemos estas notas,, con la nueva tristísima de la pérdida
de la soberanía espaííola en América, y la de que queda en entredicho la de Filipinas.
¡Quién había de decir, que antes de cumplirse siete año-, de aque»
lias fiestas internacionales en que se presentó á España como' la nación más alta y digna de respeto por su historia y porque abrió los
horizontes de un Nuevo Mundo, los norteamericanos habían de triunfar de los españoles por la fuerza del número de máquinas de guerra
de masas humanas; las naciones habían de contemplar impasibles
y como se hiere y se mata con razón ó sin ella, y España había de
evacuar aquel inmenso cementerio de sus hijos, aquel insondable
- 32^ ^
abísnió que Se ha tragado toda nuestra sanare y nuestro dinero....
¡La bandera española se arría en .'Xmérica, justamente cuando
falta poco tiempo para celebrar el ani\cisario de la íle<.Tada de <.'.ijón á aquellas islas!...; de aquel día, del que el genovcs escribió á lo:Reyes:,., «y en todo cabo mando plantar una alta cruz, y á toda la
gente que hallo notifico el estado de vuestras Altezas y como su
asiento es en líppaíia»....
Solo nos queda una gloria incólume en esta ¡ornada de tristezas
y desdichas; la heroica defensa de Manila; la tremenda lucha en que
un puñado de hombres desnudos, enfermos y hambrientos, ha rechazado más de tres meses, á un ejército extranjero, y á los insuriectos
tagalos, valientes hasta la desesperacióm.
Milagro de fé, de valor y heroísmo, llama Juüo Burell á esa in\i'rosímil camparía...
Descubrámonos con respeto, ante esos émulos de las glorias inmarcesibles de ííerona y Zaragoza.—V.
^íkl^UIVOIOS.
GUÍA ARIl'STICA DE GRANADA, por Fravcisco de Prnihi Vnlladar, premiada con medalla de oro en la Exposición internacional
de Bruselas.
ET, INCENDIO Dlí Í-A ALHAMBRA, (continuación de la (7«/Vr,)
por el mismo autor.—Se venden en la Librería de '•a' a o".
MADliKAS
Las mejores y más económicas se vend. rt en el almac-n de 1;a
calle de la Colcha, número 15.
L O S
V-é^LENOIA-iq-OS.
PLAZA DEL CARMEN, 4. (Hoy Cánovas del Castillo )
Embutidos de las mejores fábricas y vinos generosos de todas cL8:s.
Se sirven á domicilio cuantos encargos se hagani
Si queréis lieber VALDEPEÑAS VERDAD, visitad esta Craa,
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