ISSN 0325-1217 RUNA 28/ Año 2008 archivo para las ciencias del hombre Universidad de Buenos Aires Facultad de Filosofía y Letras Instituto de Ciencias Antropológicas Buenos Aires 2008 FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES Decano Hugo Trinchero Vicedecana Ana María Zubieta Secretaria Académica Leonor Acuña Secretaria de Supervisión Administrativa Marcela Lamelza Secretaria de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil Reneé Girardi Secretario General Jorge Gugliotta Secretario de Investigación y Posgrado Claudio Guevara Subsecretaria de Bibliotecas María Rosa Mostaccio Subsecretario de Publicaciones Rubén Mario Calmels Coordinadora Editorial María Julia Zullo Consejo Editor Amanda Toubes / María Marta García Negroni / Susana Cella / Myriam Feldfeber / Silvia Delfino / Diego Villarroel / Germán Delgado / Marta Gamarra de Bóbbola Dirección de Imprenta Rosa Gómez Diagramación y composición de originales Graciela Palmas © Facultad de Filosofía y Letras - UBA - 2008 Puán 480 Buenos Aires República Argentina SERIE: REVISTAS ESPECIALIZADAS INSTITUTO DE CIENCIAS ANTROPOLÓGICAS Director Carlos Herrán Directores de Sección Etnología y Etnografía Alejandra Siffredi Etnohistoria Ana María Lorandi Antropología Social Mabel Grimberg Folclore Ana María Dupey Antropología Biológica Francisco Raúl Carnese RUNA archivo para las ciencias del hombre Número 28 Año 2008 Director Carlos Herrán RUNA, Archivo para las Ciencias del Hombre, es una publicación anual del Instituto de Ciencias Antropológicas (ICA) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Recibe artículos originales de autores nacionales y extranjeros, que desarrollan sus investigaciones en el campo de la Antropología y las Ciencias Sociales en general. La Revista está destinada a especialistas y público académico en general. La publicación de los artículos está sujeta a un proceso de evaluación externa que garantiza el anonimato de autores y evaluadores. Las opiniones expresadas por los autores son responsabilidad exclusiva de los mismos. Comité Editorial Néstor García Canclini (Universidad Autónoma Metropolitana de México), Carlos Fausto (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil), Oscar Calavia Sáez (Universidade Federal de Santa Catarina, Brasil), Tristan Platt (University of St. Andrews, Escocia), Gustavo Polittis y María Carlota Sempé (Universidad Nacional de La Plata), Alejandro Frigerio (Universidad Católica Argentina), Ana María Lorandi, Ana María Dupey, Mabel Grimberg, Alejandra Siffredi y Francisco Raúl Carnese (Universidad de Buenos Aires). Secretarios de Redacción Lila Luna - Gustavo Iribarne - Pablo Goodbar Ilustraciones Lila Luna. Correo electrónico: [email protected] Diseño de Tapa Guillermo Stanley Evaluadores de Runa 28 Evaluadora interna Cecilia Hidalgo (Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires). Evaluadores externos Elena Achilli (Facultad de Humanidades y Artes, y Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario); María Inés Laje (Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba); Marta Maffia (Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata); Alberto Groisman (Departamento de Antropologia, Programa de Pos – Graduacao em Antropologia Social, Universidade Federal do Santa Catarina, Brasil); Adriana Fassio (Universidad Nacional de General Sarmiento); Rocío Guadarrama Olivera (Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México); María Epele (Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires). RUNA, Archivo para las Ciencias del Hombre, forma parte del Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas, clasificada nivel 1, revista especializada de excelencia por CAICYT – CONICET. Argentina. Resolución 107/07. La Revista RUNA se encuentra indizada en: AIO -Anthropological Index Online. HAPI - Hispanic American Periodical Index. Latindex (registro 3350) Anthropological Literature Indice de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras - UBA. SUMARIO DE RUNA 28 / AÑO 2008 ARTÍCULOS Antropología Social Educación y (des)igualdad: Un análisis del Programa Integral para la Igualdad Educativa desde la investigación etnográfica. Cerletti, Laura.......................................................................................................................... 11 Dilemas de la práctica profesional: Cuando la ética y la moral devienen en problemas antropológicos. Gazzotti, Luciana................................................................................................................... 29 El agente penitenciario: La cárcel como ámbito laboral. Kalinsky, Beatriz................................................................................................................... 43 La evaluación moral cotidiana de los candidatos al estatuto de refugiados en Francia. Kobelinsky, Carolina............................................................................................................. 59 Etnografía de la gestión colectiva de políticas estatales en organizaciones de desocupados de La Matanza – Gran Buenos Aires. Manzano, Virginia.................................................................................................................. 77 Disciplina fabril y estrategias de dominación corporal en una corporación automotriz transnacional. Soich, Darío............................................................................................................................... 93 Acompañando a la gente en el último momento de su vida: Construcción profesional de la Dignidad en un equipo de Cuidados Paliativos. Wainer, Rafael......................................................................................................................... 111 Etnología El sentido étnico de la política de drogas: Fundamentos interculturales y consecuencias sociales de una discriminación médico – jurídica. Lynch, Fernando..................................................................................................................... 141 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS Los manuscritos del Mar Muerto. Hershell Shanks Por: Mariano Splendido...................................................................................................... 171 La Fiesta del 30 de agosto entre los mocovíes de Santa Fe. Silvia Citro Por: Yanina Mennelli............................................................................................................. 177 Instrucciones para los autores ............................................................................................ 181 ARTÍCULOS 10 Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 11 EDUCACIÓN Y (DES) IGUALDAD: UN ANÁLISIS DEL PROGRAMA INTEGRAL PARA LA IGUALDAD EDUCATIVA DESDE LA INVESTIGACIÓN ETNOGRÁFICA Laura Cerletti* * Licenciada en Ciencias Antropológicas. Programa de Antropología y Educación, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Correo electrónico: [email protected]. 12 Laura Cerletti RESUMEN Este trabajo se enmarca dentro de los avances realizados en nuestra investigación de doctorado, que enfocada en la relación entre familias y escuelas. En este artículo analizamos una política educativa específica, el Programa Integral para la Igualdad Educativa (PIIE), creado por el Ministerio de Educación de la Nación, destinado a escuelas urbanas que atienden a niñas y niños “en mayor situación de vulnerabilidad social”. El análisis se realiza en dos niveles: a partir de la documentación producida por el Ministerio sobre dicho Programa, por un lado; y de las prácticas cotidianas relevadas etnográficamente en una escuela de la Ciudad de Buenos Aires, comprendida dentro del mismo. La articulación de ambos niveles permite indagar sobre los problemas socioeducativos contemporáneos, las propuestas que se desarrollan desde el gobierno para resolverlos, y las prácticas y resignificaciones construidas en la trama cotidiana escolar por parte de los múltiples sujetos involucrados. Palabras clave: Escuelas; Educación; Estado; Desigualdad; Responsabilidades. ABSTRACT This work is part of an investigation which focuses on the relationship between schools and families. In this paper, we analyze a specific educational policy, the Integral Program for Educational Equality, created by the Ministry of Education (Argentina), aimed at urban schools that attend children in situation of “social vulnerability”. The analysis is developed in two levels: on the one hand, considering the documents produced by the Ministry about this Program. On the other hand, in view of local practices registered through ethnographic work in a school placed in the City of Buenos Aires, which is included in the Program. The articulation of both levels enlightens the knowledge about contemporary socio-educational issues, the governmental attempts to work them out and the practices and resignifications built in schools everyday life. Key words: Schools; Education; State; Inequality; Responsibilities. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 13 INTRODUCCIÓN El presente trabajo se enmarca dentro de la investigación de doctorado que estamos desarrollando actualmente1. La misma aborda las relaciones entre familias y escuelas en torno a los procesos de educación y escolarización infantil, desarrollada desde un enfoque etnográfico. En este trabajo desarrollamos un análisis de un Programa específico que pertenece al Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación (de la Argentina), el Programa Integral para la Igualdad Educativa (PIIE). Este último está destinado a escuelas urbanas que atienden a “niños y niñas en situación de mayor vulnerabilidad social”, y entró en vigencia a partir del año 2004. Este análisis permite articular por un lado el estudio de las políticas educativas que se generan desde el ámbito estatal actualmente, y por el otro, visualizar algunas de sus formas de implementación concretas, ya que la escuela en la que desarrollamos nuestro trabajo de campo está comprendida entre las que cubre el PIIE. Según lo anterior, dedicamos la primer parte de este trabajo al análisis de los documentos producidos por el Ministerio en relación a dicho programa, centrándonos en aquellos ejes que consideramos más pertinentes en relación al tema e hipótesis de nuestra investigación. En la segunda parte describimos la forma en que dicho programa se implementa en esta escuela en particular. La articulación entre ambos niveles nos permite llegar a consideraciones generales que aportan al desarrollo de los ejes centrales de nuestra investigación. 1º PARTE: EL PIIE EN LOS DOCUMENTOS OFICIALES En cuanto a los documentos elaborados por el Ministerio, las referencias o citas explícitas que tomamos corresponden principalmente al Documento Base2, en el que se establecen los lineamientos generales del Programa, y a partir del cual se elaboran los siguientes documentos. Y si bien los otros documentos serán 1 2 Asimismo, esta investigación es parte de un proyecto Ubacyt, dirigido por la Lic. Ma. Rosa Neufeld y co-dirigido por los Lics. Liliana Sinisi y J. Ariel Thisted. Los documentos citados y/o consultados son: Documento base (mimeo). Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Programa Integral para la Igualdad Educativa, 2004. Otros documentos complementarios son: Apoyo a las Iniciativas Pedagógicas Escolares (ídem), El entorno educativo: La escuela y su comunidad (ídem), Los equipos de asistentes jurisdiccionales del PIEE: Conformación de los Equipos y Acciones a desarrollar (ídem). 14 Laura Cerletti referenciados con menor centralidad, su análisis permitió una comprensión más global del Programa, dando sustento a nuestras conclusiones, ya que se trata de documentos que especifican aspectos más puntuales presentados en el Documento Base. Con respecto al Documento Base, se parte de la afirmación de que “la prolongada crisis que viene afectando a nuestro país ha repercutido sobre la situación de millones de argentinos”, y a partir de dicha “crisis” se identifica la problemática de la desigualdad social que se propone combatir con este Programa. Al igual que las políticas implementadas durante los ’90 –que marcaron claramente la consolidación del modelo neoliberal en la Argentina, y que el gobierno actual critica3-, se enuncia esta supuesta “crisis” como causa de la desigualdad social y como motivo de las reformas y ajustes implementados. Según aparece en el PIIE, esta “prolongada crisis (...) favorece las desigualdades en el plano cultural y en la integración ciudadana” (ídem, PIIE). En este sentido, acordamos con Grassi, Hintze y Neufeld (1994), quienes explican que los procesos referidos no serían ya una crisis, sino la instauración de un nuevo modelo de acumulación-legitimación. Con respecto al caso argentino puntualmente, plantean como tesis que: “la crisis fue global (de un modelo social de acumulación) y los intentos de resolución han derivado en transformaciones estructurales que dan lugar a un modelo diferente, que incluye por definición la informalidad laboral, el desempleo, la desprotección laboral y, consecuentemente, la pobreza. (...) Esas condiciones críticas de reproducción de un amplio sector de la población, ya no es la manifestación de un sistema que estaría “funcionando mal” (en crisis), sino la contracara del funcionamiento correcto de un nuevo modelo social de acumulación” (Grassi, Hintze y Neufeld, 1994: 6). Estas transformaciones producidas en la Argentina en las últimas décadas, con sus particularidades locales -este nuevo “modelo social de acumulación”-, no puede ser disociado de los procesos mayores de transformación del capitalismo. El proceso de reestructuración capitalista en el contexto de la globalización se trata más de “un nuevo estadio de desarrollo del propio capital, que de su descarrilamiento histórico” (Andrade Oliveira, 2000: 45, traducción nuestra), reforzando con esto la crítica a las apelaciones a la “crisis” como justificación de las reformas de claro corte neoliberal implementadas. Dicho en pocas palabras, identificar como causa de la desigualdad a una “prolongada crisis” y no al modelo de acumulación, implica entonces 3 Y con respecto a lo cual supuestamente se diferencia. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 15 “actuar” políticamente sobre lo primero (diríamos corrigiendo los efectos de la“crisis”), pero produciendo pocos cambios con respecto al modelo, que con relativas diferencias sigue vigente. El reconocimiento que hacen de la desigualdad sólo en relación a la “prolongada crisis” oculta las relaciones sociales constituyentes del actual modelo. En otras palabras, “el proyecto neoliberal construye paradójicamente su legitimidad sobre el develamiento de dicha desigualdad, pero ocultando las condiciones sociales e históricas que la producen” (Montesinos, 2002: 38, en referencia a Grassi, Hintze y Neufeld, 1994). En el mismo Documento Base, luego de apelar a la crisis como “situación que favorece las desigualdades en el plano cultural y en la integración ciudadana”, se afirma que: “el Estado debe intervenir fuertemente en la educación de las jóvenes generaciones, garantizando la escolaridad básica, fomentando la escolarización temprana y proveyendo oportunidades para la formación integral y el desarrollo social y cultural para el conjunto de la ciudadanía. En esta dirección, una política educativa nacional llevada a cabo en forma concertada entre el Estado nacional y los Estados provinciales, implica asumir conjuntamente la responsabilidad de atender las necesidades de aquellos sectores sociales que se encuentran en situación de vulnerabilidad” (ídem, PIIE). Según lo que enuncia este párrafo, si bien dice que “el Estado debe intervenir fuertemente en la educación básica”4, la responsabilidad que asumen el Estado nacional y los Estados provinciales es de “atender las necesidades de aquellos sectores sociales que se encuentran en situación de vulnerabilidad”. En este sentido, consideramos que se trata de una continuidad fundamental con las políticas de corte neoliberal, con la focalización como característica central de las políticas sociales. Básicamente en las estrategias focalizadoras “se trata de identificar grupos poblacionales con determinada problemática, circunscribirla y orientar programas y proyectos a esa población y a la atención de la problemática específica que se ha detectado” (Birgin, Dussel y Tiramonti, 1998). La focalización en las políticas sociales 4 Es importante remarcar que el planteo sigue siendo que el Estado garantice la “educación básica”, y “fomente” y/o “provea oportunidades” para lo que vaya más allá, siguiendo en este sentido claramente los lineamientos generales establecidos por organismos internacionales como UNESCO, CEPAL (ver “Declaración Mundial sobre Educación para Todos y Marco de acción para satisfacer las necesidades básicas de aprendizaje”, Jontiem, 1990, publicada por UNESCO). 16 Laura Cerletti regionales no es algo nuevo, “lo que aparece como “nuevo” es su generalización a las diversas áreas de acción estatales y estar dirigida a vastos conjuntos sociales que deben “encarnar” ciertos indicadores de “carencia” para convertirse en “población objetivo”. La delimitación de “destinatarios” produce/refuerza la configuración de nuevos sujetos sociales en un contexto de agudización de las condiciones de explotación social” (Montesinos, 2002: 207-8). Esta generalización de la focalización como estrategia privilegiada de las políticas sociales neoliberales se sustenta en un discurso que pone en el eje las críticas a las políticas universalistas desarrolladas por el capitalismo en los últimos cuarenta años. El PIIE muestra claras líneas de continuidad con lo desarrollado hasta acá. Nos resulta altamente significativo que a través de la implementación de un Programa que apunta a la “igualdad”, se dirige ,en realidad, solamente a los que se encuentran en “mayor situación de vulnerabilidad”. Y más llamativo aún cuando unos renglones antes hablaba del “conjunto de la ciudadanía” y de la educación en tanto “derecho social”5, significantes –junto con el de “igualdad”, usado en el nombre del programa- fuertemente asociados a un modelo de Estado y políticas sociales diferente (anterior en nuestro contexto), pero implementado en prácticas que apuntan netamente a la “equidad”, con estrategias claramente focalizadas. En el mismo sentido que apuntan los autores citados más arriba, esto nos lleva a preguntamos sobre lo que genera socialmente pre-definir sujetos carentes, “más vulnerables”, y en tanto tales, objeto de las políticas sociales. En el caso del PIIE, a partir de indicadores de pobreza (basados en el NBI)6 de los niños que viven (o que concurren, no se especifica) en el entorno de determinadas escuelas, se selecciona a esas instituciones como universo de implementación del Programa – con la condición de que esas escuelas preseleccionadas presenten un proyecto (en esto se profundizará más adelante). Nos preguntamos asimismo qué sucede con todos aquellos que no entran en el recorte. Pensamos que ahí se produce uno de los grandes vacíos que generan una profunda desprotección social7: todos aquellos que no entran en la definición de “mayor vulnerabilidad”, y cuya situación objetiva – y subjetiva- no necesariamente se diferencia de aquellos que sí son “beneficiados” como destinatarios de la acción estatal. Más específicamente, en nuestro caso, vemos que reforzar determinadas escuelas por las características de “mayor vulnerabilidad” de los niños a los que atiende no contempla otros problemas muy importantes registrados a través del trabajo etnográfico, como las dificultades de acceso de los 5 6 7 Y en los discursos políticos mediáticos se vuelve a escuchar hablar de “universalidad”. Para una crítica sobre la construcción y uso de dichos indicadores, ver Grassi, 2003. Agradecemos en este sentido los aportes de M. P. Montesinos (en comunicación personal). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 17 sectores “más vulnerables” a las mismas. Como ejemplo, encontramos: una práctica frecuente en las escuelas de negar la vacante8 a niños con las características que justamente los constituirían como “población objetivo” de las políticas focalizadas. Nos parece importante también recalcar la carga individualizante que tiene el concepto de “vulnerabilidad”, opacando las relaciones sociales que se encuentran en la base de la desigualdad social, al poner en primer plano a los sujetos “vulnerables”, aquellos que no pueden satisfacer sus necesidades básicas por sus propios medios9. Continuando con los lineamientos generales del mismo documento, se afirma que: “dentro de este concepto de promoción de la justicia social en el campo educativo, plantearnos la distribución de bienes simbólicos (culturales, sociales, pedagógicos) y el fortalecimiento de las condiciones materiales, equivale a decir que la igualdad de oportunidades educativas es una dimensión constitutiva de la igualdad social” (ídem). A partir del mismo, queremos resaltar por un lado la asociación que se establece a) entre la educación y la “igualdad social”, y b) la relación entre las “condiciones materiales” y la igualdad educativa. a) En cuanto a lo primero, vemos que a partir de la asociación que se establece entre la “distribución de bienes simbólicos”, el “fortalecimiento de las condiciones materiales”10 y la igualdad social, se genera un sentido en torno a la educación y las oportunidades que brinda como parte constituyente de la igualdad social. Pensamos que esto invierte la problemática de la desigualdad y las posibilidades de cambio. Es decir, pareciera que la igualdad social se pudiera conseguir a través de la educación y las oportunidades que brinda, ocultando –invisibilizando- las causas de base: al poner a las desigualdades educativas del lado de las causas (de la desigualdad social -o la igualdad, por contrapartida) y no de las consecuencias. El supuesto en que se apoyaría esto sería que “la educación antecede en importancia y centralidad al papel asignado a los antagonismos de clase” (Neufeld y Thisted, 2004: 88), como si no fueran “las relaciones de producción y la asignación desigual de tareas, con 8 9 10 Nos referimos particularmente a los trabajos desarrollados por Liliana Sinisi, María Rosa Neufeld, y equipo de investigación. En relación a esto ver Grassi, 2003; Montesinos, 2002; entre otros. Más adelante se analizarán las acciones específicas que el Programa impulsa en este sentido. 18 Laura Cerletti retribuciones desiguales, y la realidad de las clases sociales en las sociedades capitalistas, lo que dificulta o imposibilita el acceso a la educación” (Neufeld y Thisted, ob. cit.). Esto pone a la educación –entendida básicamente como escolarización- en un lugar central con respecto a las posibilidades de transformación social. Así, se individualizan las responsabilidades por áreas estratégicas de la vida social que históricamente asumió el Estado. En este caso se transfiere la responsabilidad a los docentes (según se desarrollará más adelante), que pasarían a ser los potenciales modificadores de un modelo fuertemente instalado y fuertemente excluyente. El mismo Documento Base del PIIE, luego de la referencia a la “prolongada crisis”, dice que: “muchos han visto deteriorarse sus condiciones de vida y muchos otros han sido condenados a integrar la ancha franja de la pobreza. Esta situación favorece las desigualdades en el plano cultural y en la integración ciudadana, obstaculizando las perspectivas de cada persona y, con ello, del desarrollo nacional y la posibilidad de imaginar juntos un mejor futuro para nuestro pueblo” (ídem, PIIE). La asociación de estas afirmaciones con los supuestos de las teorías del capital humano y el lugar “transformativo” de la educación11 se ve reforzada por otros aspectos de las políticas del Estado actualmente. b) En relación al lugar dado en el PIIE a los recursos materiales, se establece una asociación directa, a lo largo del Documento Base (así como de los otros, donde se especifican más detalladamente las líneas de acción), entre la igualdad de oportunidades educativas y el equipamiento material de las escuelas (que ya vimos mencionado en la cita anterior). Pensamos que esto genera una autonomización de los recursos. Es decir, como si los recursos autónomamente (y automáticamente) implicaran una mejora de la calidad educativa. Consideramos que no necesariamente el equipamiento material de una escuela garantiza el nivel educativo, y menos aún las oportunidades educativas de la población que asiste12. 11 12 Nuestra crítica apunta a la imposibilidad de la escuela de revertir la profunda desigualdad social en que vivimos, lo cual no le niega un lugar de central importancia en tanto derecho social y posibilidades de resistencia, apropiación, impugnación. Se ampliará este punto al desarrollar la forma en que se implementa el PIIE en la escuela donde hacemos el trabajo de campo. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 19 En este sentido, nos parece importante tomar las “líneas de acción” que se plantean en el mismo documento, y que se amplían en los documentos más específicos. Citamos los cinco puntos que sintetizan dichas líneas de acción según figuran literalmente en el Documento Base: 1. 2. 3. 4. 5. “Apoyar las iniciativas pedagógicas escolares: se propone que las escuelas diagramen e implementen una iniciativa pedagógica, es decir, un conjunto de acciones dirigidas al fortalecimiento de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Para su implementación el PIIE ofrece a las escuelas acompañamiento pedagógico y otorga un subsidio para cada institución. Apoyar el ejercicio de la profesión docente: se prevé para los docentes de las escuelas actividades, encuentros y seminarios de formación y capacitación. Asimismo se diseñarán y aprovecharán documentos pedagógicos y recursos didácticos complementarios de esta acción. Fortalecer el vínculo de la escuela con la comunidad: se impulsarán acciones con diferentes organizaciones de la comunidad para ampliar el entorno educativo y conformar comunidades de aprendizaje. Se impulsará asimismo el trabajo en redes interinstitucionales e intersectoriales que fortalezcan a la escuela y potencien las posibilidades de enseñanza y aprendizaje para todos los niños, especialmente los que se encuentran fuera de ella. Recursos materiales para las escuelas: cada escuela recibirá: una biblioteca de 500 libros. Equipamiento informático. Vestimenta escolar. Un subsidio para útiles escolares. Refuncionalizar la infraestructura escolar: se brindarán recursos económicos para el mejoramiento de la infraestructura escolar básica, especialmente destinados a la construcción, adecuación y mejoramiento de las salas de informática”. (Fuente: Documento Base, op. cit.). Creemos que hay un denominador común central en estos lineamientos: el lugar de la responsabilidad concreta puesta en las escuelas. El “apoyo a las iniciativas pedagógicas escolares” se traduce en el envío de subsidios ($5.000) y “asesoramiento técnico”, especialmente en la construcción del proyecto y para evaluar el uso de los subsidios. Con lo cual recae en cada institución la realización de un diagnóstico, la elaboración del proyecto (condición necesaria para el otorgamiento del subsidio) y la ejecución del mismo. Pensamos que brindar “formación y capacitación” a los docentes es también un arma de doble filo, ya que refuerza el lugar de responsabilidades individuales, poniendo el foco en las supuestas carencias del trabajo docente (y no en los problemas sociales estructurales). 20 Laura Cerletti Con respecto a los puntos 4 y 5, interesa insistir en el desplazamiento que se produce hacia los recursos y la estructura material, como posibilidad de mejoramiento del nivel educativo. Nos preguntamos por qué la adecuación de la estructura edilicia y los recursos escolares (útiles, libros, etc.) se realizan a través de un programa específico que cubre solamente una parte de las escuelas públicas del país, y no una condición de base de todas las escuelas (que de suyo no necesitaría ser enunciada). Con respecto a la tercer línea de acción, retomamos los aportes de R. Mercado en su crítica a la noción “escuela-comunidad”. La autora plantea que esto remite a “una concepción parcelada de la sociedad donde la llamada “comunidad” y la escuela se constituyen en entidades homogéneas y separadas entre sí, tan estáticas como ahistóricas” (Mercado, 1986: 48). El concepto de “comunidad” supone “una agrupación social con una identidad común que le permite un “funcionamiento” colectivo ajeno a la división de clase” (ídem). Abordar la relación en estos términos –a partir de estas categorías ahistorizadas- implica pensar de entrada en “dos mundos preexistentes a las relaciones que se buscarán entre ellos. Dos mundos a cuyo interior se comparten o deberían compartirse (supuesto implícito) intereses comunes a cada uno; esos intereses o fines estarían definidos en un lugar más allá de los sujetos” (Mercado, 1986: 53). Según desarrollamos en trabajos anteriores (Cerletti, 2006), los planteos de acercar la “comunidad” a la escuela, o fortalecer la relación –en sus diversas variantes-, no contempla la complejidad de las relaciones que se dan cotidianamente entre sujetos (y no entre agrupaciones homogéneas), con lo cual puede en diversas situaciones generar más conflictividad aún en vínculos que no son nada fáciles. Resumiendo lo dicho hasta acá, vemos que desde los primeros párrafos de estos documentos aparecen palabras ‘fuertes’ que habían dejado de ser usadas, prácticamente, en las administraciones anteriores (del presidente Menem, o del presidente De La Rúa): se habla de “justicia social”, de “igualdad”, de “responsabilidades públicas”, que remiten a otros modelos político-económicos (de “derechos sociales”), pero los contenidos concretos y los significados específicos que asumen en las formas de aplicación del programa, siguen siendo prácticas que apuntan a la “equidad”, son focalizadas (con todo lo que ello implica), donde la carga principal pasa por la escuela (por los maestros y directivos, según se retomará más adelante), compartida con su supuesta “comunidad”. En pocas palabras, a partir de una retórica de la igualdad y de reivindicación de derechos sociales –en particular a la educación-, se generan prácticas que continúan fuertemente las políticas de corte neoliberal. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 21 2º PARTE: EL PIIE EN UNA ESCUELA En este apartado consideramos la forma en que este Programa se implementa en una escuela específica –donde realizamos nuestro trabajo de campo-, situada en la zona Sur de la Ciudad de Buenos Aires. Esta escuela está dentro de uno de los distritos escolares que registra los más altos niveles en los indicadores de pobreza. Casi todas las escuelas en este distrito están incluidas en el PIIE. En general es un distrito cuyas escuelas tienen una matrícula muy alta; es decir, son pocas escuelas para la cantidad de población, y no tiene vacantes para todos los chicos que viven en la zona. Éste es un problema crónico de este distrito, que según el Supervisor del mismo ha recrudecido últimamente, como se ve en el siguiente fragmento de una entrevista que le realizamos, en el marco de la investigación del Ubacyt (ver nota 1): Supervisor: Nosotros llegamos a tener 800 chicos sin vacante (con énfasis), en todo el distrito. (...) Este año. 800, una locura (con énfasis). M: claro, porque éste es uno de los temas crónicos, ¿no? Es decir... S: pero este año recrudeció enormemente. Porque, 800 pibes significa prácticamente la décima parte de la población que tenemos. Estamos cerca de los 8.000, y ahora ya llegamos a 9.000. Pero exportamos pibes a otros distritos, ésta es la locura nuestra. Bah, la única solución que dio el Gobierno. L: ¿al x, al y...? [en referencia a números de distritos escolares cercanos] S: al x, al y, al z, al n [ídem], y no vamos más allá porque los micros que contrata el gobierno de la ciudad les salen muy caros L: ¿El gobierno les contrata micros para la gente que no tiene vacantes acá? S: claro. En realidad hubo dos mecanismos. Los pibes más grandes van directamente con línea de colectivos, al x, al z y al n [ídem]. Los pibes grandes o chicos, como ya tienen que ubicarse en distritos más lejanos, como son el a y el b [ídem], ahí sí tienen que... el gobierno puso micros, y los micros salen de determinadas esquinas. Se está construyendo una sola escuela en este distrito, pero gran parte de las vacantes que podría cubrir ya están comprometidas, dado que a principios de 2006 agregaron primeros grados provisorios en escuelas ya existentes13. Así, este problema continúa 13 La escuela donde desarrollamos nuestro trabajo de campo es una de las dos escuelas de este distrito donde se abrieron primeros grados provisorios. Esta forma provisoria ha acarreado múltiples problemas (en cuya descripción no podemos extendernos en los límites de este trabajo). 22 Laura Cerletti sin solucionarse.La escuela donde realizamos el trabajo de campo es de jornada completa, con comedor donde se sirve el desayuno y el almuerzo (como todas las escuelas de jornada completa de la ciudad). Tiene dos grados por sección, y un “grado de recuperación”. Cuenta con sala de Computación, de Música, de Tecnología, una sala para Educación Plástica, un laboratorio de Ciencias Naturales, biblioteca, y una radio. Esto último será objeto de nuestra atención, por su relación con el PIIE. A partir de nuestro trabajo de campo por fuera de esta escuela, a nivel barrial, con adultos a cargo de niños en edad escolar, hemos dado con críticas diversas hacia la misma (ver Cerletti, 2005), pero podemos decir en términos generales que se la considera buena escuela. Sin embargo, la queja es que no se consigue vacante, o es muy difícil. De hecho, los grados tienen más de 25 chicos, y los primeros grados comienzan el año con más de treinta. Con lo cual, si bien se trata de una escuela relativamente grande, y con grados con mucha matrícula, su capacidad, comparada con la densidad de población de las inmediaciones, no puede cubrir de ninguna manera la demanda de escuelas en la zona14. Por las características de la población que atiende, al igual que la mayoría de las escuelas de este distrito, es señalada desde el Ministerio de Educación (de Nación) para formar parte del PIIE. A partir de ahí les avisan a los directivos de la escuela que tienen que presentar un proyecto para recibir el subsidio (ya que había sido preseleccionada por su enclave). De esta forma, pasa a ser responsabilidad de la escuela el armado del proyecto y la realización. Desde el Ministerio les envían un asistente que supuestamente los puede ayudar en el armado del proyecto y asesorarlos, pero partimos de la base que en la Ciudad de Buenos Aires hay un asistente cada diez escuelas. Esto, más los comentarios realizados por uno de los principales docentes encargados de llevar el proyecto adelante, nos da indicios del lugar secundario que tiene esta figura en el contexto específico. Más concretamente, los comentarios de ese maestro sobre el asistente es que lo prefiere “más lejos que cerca”, y que “principalmente controla en qué se gastó la plata”15. La forma concreta de aplicación del PIIE en nuestro contexto de investigación, da cuenta de la responsabilidad local que implica el desarrollo del Programa. 14 15 La escuela queda dentro de un “barrio” que es una ex “villa”, y se encuentra también a pocas cuadras de otra “villa” de importantes dimensiones, ambos sitios con gran densidad poblacional (ver Cerletti, 2005). Según este mismo docente también es difícil acordar con el asistente los criterios en los que se gasta el dinero. Por ejemplo, el segundo se oponía a que se compraran ventiladores para la sala de la radio, que según el primero era inutilizable sin alguna forma de refrigeración (por ser completamente cerrada, recubierta con placas de un material aislante de los sonidos, etc.), y el costo de los ventiladores no llegaban al 2,5 % del monto del subsidio. Finalmente se accedió a la compra. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 23 Más allá de los principios generales y posicionamientos enunciados en los documentos oficiales, la modalidad de acción concreta en la lucha por la igualdad educativa depende del proyecto que la escuela elabore (con el apoyo de un asistente –compartido entre 10 escuelas, en el caso de la Ciudad de Bs. As.), y de la forma en que lo desarrolle. Según lo relevado en el trabajo de campo, el lugar del Estado es enviar el subsidio –una vez que el proyecto sea aprobado16- y evaluar en qué se lo utiliza. Retomando lo expuesto en la primera parte de este trabajo, vemos que estos lineamientos de la política educativa desplazan la consideración del sistema educativo como totalidad a la institución escolar, redefiniendo a las instituciones escolares como “ejecutoras” de la acción educativa, lo cual implicaría una “autonomía regulada, en tanto se condiciona las modalidades de acción de los sujetos e instituciones al tiempo que se les transfiere la responsabilidad por sus logros, en el contexto de una descentralización-recentralización de los lineamientos políticoeducativos” (Montesinos, 2002: 48-49). El proyecto 17 que presentó esta escuela concretamente retoma unas experiencias de taller de radio que habían hecho entre los años ’93 y ’95 (primero con un pequeño grupo de alumnos, luego con todo el 3º ciclo), que se emitían por alguna FM barrial. A partir del entusiasmo generado por estas experiencias, hicieron un pedido de un subsidio a un programa llamado “Estímulos a las Iniciativas Institucionales”, que les fue otorgado. Con eso instalaron un estudio de radio FM y el equipamiento necesario para que funcionara. La fundamentación del proyecto presentado por la escuela al PIIE se basa en las dificultades de expresión oral que tenían los alumnos, la posibilidad de integrar áreas, de mejorar la comunicación, de “abrirse a la comunidad”, entre otras cosas. Recibieron entonces también los subsidios correspondientes al PIIE, con lo cual mejoraron y completaron el equipamiento de la radio (tienen una potencia de transmisión que puede alcanzar unas diez cuadras a la redonda). En nuestras primeras visitas a la escuela fue una sorpresa el tema de la radio, por su originalidad, por las potencialidades que podía tener para el trabajo con los 16 17 Los documentos indican explícitamente que las escuelas no “compiten” por el subsidio, es decir, la aprobación del proyecto es condición para recibir el dinero, pero es independiente de que lo reciban las otras escuelas seleccionadas (siempre según las características de “mayor vulnerabilidad” de la población a la que atienden, según se desarrolló). Es importante reconocer la colaboración del maestro que está principalmente a cargo de esto, que nos permitió observar la radio en funcionamiento con los chicos, nos facilitó los proyectos que presentaron en el 2004 y 2005 al PIIE, y conversó en distintas ocasiones conmigo sobre el tema. 24 Laura Cerletti chicos. Según lo que observamos, la radio funciona una vez por semana con un programa realizado y emitido por los chicos (que trabajan principalmente con este maestro, y con maestros de otras áreas que participan en algunos de los pasos de preparación de los programas). Además, la tecnología con la que cuentan para la radio les permite hacer grabaciones que utilizan para los actos escolares, musicalizan la escuela, entre otros posibles usos. Nos parece importante destacar el compromiso y la calidad pedagógica con que se lleva adelante este proyecto en esta escuela, especialmente de la mano del maestro mencionado. Creemos que por parte de las personas involucradas hay una apuesta diaria al trabajo con los niños –que efectivamente viven en condiciones sociales muy difíciles-, y a partir de lo cual logran instancias de aprendizaje significativo, de participación activa por parte de los chicos, y de entablar ciertas relaciones con el “afuera” de la escuela. Interesa, al mismo tiempo, preguntarnos si esto genera “igualdad educativa” en los términos que plantea el PIIE (según se expuso en la primer parte). De hecho, nos resulta significativo que el proyecto presentado por la escuela en lugar de decir “Programa Integral para la Igualdad Educativa”, dice “Programa por la Integración y la Igualdad Educativa”; nos preguntamos si tal vez no sea más acorde a las prácticas reales esta segunda versión. Asimismo, la escuela ya contaba con equipamiento antes de ser incluida en el PIIE, que va a agregar equipamiento a lo que ya se venía haciendo. No negamos las mejoras que esto pueda significar, pero a la luz de lo desarrollado en la primera parte del trabajo, nos preguntamos sobre el alcance de estos proyectos como forma de generar “igualdad educativa”, y más aún igualdad social (como contrapartida de la igualdad educativa)18. Por otra parte, más allá de lo positivo de la experiencia de la radio en la escuela y sus potencialidades de aprendizaje y comunicación con “la comunidad”, vemos que la modalidad de trabajo responde a lo que mencionamos más arriba como una “autonomía regulada”, en la cual recae la responsabilidad sobre la escuela como ejecutora del mismo proyecto que elabora y como responsable por los resultados del mismo, sobrecargando de trabajo a sujetos particulares. Desde el Estado, se “apoyan” esas iniciativas, se las subsidia y se las evalúa, sin mayor presencia en su puesta en práctica cotidiana. 18 Durante el trabajo de campo tuvimos la posibilidad de conversar con el maestro mencionado, sobre nuestras ideas principales en relación al PIIE, y leyó una versión preliminar de este artículo. Fue una experiencia interesante en términos teórico-metodológicos. Él coincidía con nuestras apreciaciones, y el intercambio con sus ideas nos permitió reforzar algunos de los ejes que desarrollamos acá. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 25 Ahora bien, la radio en esta escuela ya tiene todo el equipamiento necesario, ya funciona con ciertas rutinas cotidianas, y no necesitan comprar nada más. Pero el PIIE requiere que la escuela presente un proyecto para poder recibir los subsidios (y los guardapolvos, algunos libros para la biblioteca, etc.). Entonces desde la dirección de la escuela se le dice al maestro que ahora hay que ampliar el proyecto, presentar “otra cosa nueva”. Pero este maestro –abocado de lleno a las tareas en relación a la radio, entre muchas otras cosas19- responde “que lo haga otro”. Pero ¿quién lo hace? ¿Quién se hace cargo de armar otro proyecto y llevarlo adelante? Es más que entendible que los maestros y directivos no quieran tomar esa responsabilidad, que claramente implica una sobre-carga con respecto al trabajo docente. Nos preguntamos por qué “fortalecer la tarea central de la escuela, es decir, la enseñanza” (Doc. Base, op. cit.) recae desparejamente sobre los hombros y la buena voluntad de los que están en las bases del sistema educativo, poniendo en juego en su accionar cotidiano las (im)posibilidades igualadoras de la escuela, y con la “tarea” de construir una sociedad más justa en la cual la brecha de la desigualdad social nunca disminuye. No sólo se sobrecarga a la escuela con lo administrativo-burocrático que implican las políticas focalizadas, sino que la recarga también con la construcción, implementación y desarrollo de un proyecto –reiteramos- en el marco de un Programa Integral para la Igualdad Educativa. CONCLUSIONES Los elementos tomados para el análisis que presentamos acá son un posible recorte, orientado por los ejes centrales de nuestra investigación. Asimismo, la forma concreta de aplicación y ejecución de este Programa se refiere específicamente a nuestro contexto de trabajo de campo. En otras localidades la proporción de asistentes por escuela es completamente distinta, y las formas en que se llevan adelante pueden variar. Sin embargo, pensamos que tanto lo planteado en relación a los documentos, como las preguntas que pueden surgir de nuestro contexto local específico, permiten visibilizar procesos y problemas de profunda importancia. Según desarrollamos, el Estado propone promover la igualdad educativa a través de la implementación de programas específicos como lo es concretamente 19 El mismo maestro, o algún otro miembro de la escuela, debe ir a comprar los equipos, pedir presupuestos, ocuparse de los traslados, todas tareas “extras” al trabajo docente de enseñanza, pero que se incluyen en lo que implica llevar adelante el proyecto. 26 Laura Cerletti el PIIE, que de por sí lleva en su título la intención de ser un “Programa Integral para la Igualdad Educativa”. Las formas propuestas e impulsadas por el PIIE para generar dicha igualdad consisten principalmente en enviar subsidios a determinadas escuelas –para que mejoren el equipamiento o las instalaciones- y apoyar “iniciativas pedagógicas” en términos de equipamiento y “asesoramiento”. Pero este tipo de subsidios y “apoyos” no contemplan la cantidad de niños –considerando solamente las zonas urbanas en las que se implementa el PIIE - que no tienen directamente una vacante en ninguna escuela, como es el caso de muchos niños que viven en el Distrito Escolar donde desarrollamos nuestro trabajo de campo. Nos preguntamos cómo sería posible lograr mayor igualdad educativa mandando subsidios para apoyar iniciativas pedagógicas a las escuelas que atienden “a niños/as en situación de mayor vulnerabilidad social”, cuando una importante cantidad de niños no tiene la posibilidad de concurrir a ninguna escuela. En el mismo sentido, nos preguntamos cómo se puede generar dicha igualdad si se focaliza en sectores de la población determinados a priori: ¿qué sucede con toda la población que no queda definida como de “mayor vulnerabilidad”? En los documentos citados se reconoce la desigualdad social como causa de la desigualdad educativa, y según vimos, las soluciones apuntan básicamente a dar más recursos económicos a ciertas escuelas. Pensamos entonces que el diagnóstico que se enuncia y las soluciones que se propone van por carriles distintos. Dicho en pocas palabras, esa solución no resuelve ese problema. Se plantea que la desigualdad social genera desigualdad educativa (con lo cual acordamos), pero desde ahí se produce una falacia, ya que proponen que generando una supuesta igualdad educativa se lograría mayor igualdad social. Retomando consideramos que la “solución” que propone el PIIE, sobrecarga a la escuela (o a personas individuales dentro de ésta), y les transfiere la responsabilidad de hacer el proyecto concreto. Se deposita en la escuela la responsabilidad por la lucha contra la desigualdad social, lo cual excede completamente sus posibilidades. Pensamos que esto visibiliza cómo el Estado transfiere responsabilidades a planos individuales de acción por la concreción cotidiana de lo que según el discurso oficial asume (y en base a lo cual construyen “legitimidad”, diferenciándose de las administraciones anteriores). En este caso concreto, autonomizan el recurso, como si fuera en sí lo que generaría una mejora pedagógica, y como si las mejoras pedagógicas implicaran una mejora respecto de la desigualdad social. También se relaciona con esto el énfasis puesto en la participación de “la comunidad”, que planteado en esos términos, y a la luz de lo que observamos en el trabajo de campo, queda desdibujada en cuanto a quiénes se refiere y qué lugar tendrían, más allá de las enunciaciones ideales de colaboración y participación. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 27 Agradecimientos Para este trabajo en particular, agradezco los aportes de la Lic. Liliana Sinisi, las fructíferas conversaciones con el Prof. Maximiliano Rúa, y las discusiones sostenidas en el marco del grupo de investigación. Fecha de entrega: 5/8/2007. Fecha de aprobación: 11/10/2007. BIBLIOGRAFÍA CITADA BIRGIN, ALEJANDRA, DUSSEL, INÉS Y TIRAMONTI, GUILLERMINA 1998 Nuevas tecnologías de intervención en las escuelas. Programas y proyectos. En: Revista Propuesta Educativa, Nº 18, Buenos Aires. CERLETTI, LAURA 2006 Las familias, ¿un problema escolar? Sobre la socialización escolar infantil. Buenos Aires, Noveduc. 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Tesis de Maestría, Facultad de Ciencias Sociales, U.B.A. 28 Laura Cerletti NEUFELD, MARÍA ROSA Y THISTED, JENS ARIEL 2004 ‘Vino viejo en odres nuevos’: acerca de educabilidad y resiliencia. En: Cuadernos de Antropología Social Nº 19. Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. OLIVEIRA, DALILA 2000 Reestruturaçâo capitalista no contexto da globalizaçâo: as mudanças nas condiçôes gerais de produçâo. En: Educaçâo Básica: gestâo do trabalho e da pobreza. Petrópolis, Vozes. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 29 DILEMAS DE LA PRÁCTICA PROFESIONAL: CUANDO LA ÉTICA Y LA MORAL DEVIENEN EN PROBLEMAS ANTROPOLÓGICOS Luciana Gazzotti* * Licenciada en Ciencias Antropológicas. Becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Integrante del Proyecto UBACyT F202. Correo electrónico: [email protected] 30 Luciana Gazzotti RESUMEN La reflexión sobre los dilemas éticos que se presentan en la práctica profesional constituyen instancias de quiebre y redefinición de la práctica etnográfica, no solamente en relación a la construcción del objeto, sino también en relación con las estrategias y metodologías que orientan la investigación. Este trabajo buscará analizar de qué modo la reflexión sistemática sobre los desafíos éticos puede redundar en un enriquecimiento en la manera de realizar etnografía y los métodos apropiados para llevarla a cabo. Intentaremos en primer lugar esclarecer algunas dificultades conceptuales que se presentan a la hora de abordar esta temática para posteriormente ahondar en la manera en que se está discutiendo sobre ética en la comunidad antropológica contemporánea. Palabras clave: Ética; Responsabilidad social; Dilemas de la práctica profesional; Trabajo de campo. ABSTRACT The reflections on ethical dilemmas that arise in professional practice are important moments of redefinitions of our ethnography practice. This paper reviews how systematic and different reflection on ethical dilemmas may enrich the debate about the way we make ethnography and the appropriate methods for carrying it out. I also analyze the importance of giving some philosophical and anthropological definitions about ethics and moral, to rethink the way social anthropologist are thinking about the issue in contemporary context. Key words: Ethics; Social responsibility; Practical dilemmas; Fieldwork. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 31 I. INTRODUCCIÓN Con mayor asiduidad los antropólogos están incorporando la reflexión sobre los dilemas éticos que se les presentan en el ejercicio de su práctica profesional como un elemento constitutivo de sus trabajos etnográficos. Esta reflexión profunda y pormenorizada sobre los dilemas éticos se debe principalmente, a que los mismos constituyen instancias de quiebre y redefinición de la práctica etnográfica, no solamente en relación a la construcción del objeto, sino también respecto de las estrategias y metodologías que orientan la investigación. Las discusiones acerca de la ética y las reflexiones sobre los compromisos y responsabilidades de la antropología constituyen instancias centrales de interpelación de la propia práctica científica. Dichas discusiones sirven no solamente para indagar sobre el sentido de las prácticas –preguntando para qué y para quienes es el trabajo etnográfico y cuál es el mejor modo de realizarlo-, sino también para problematizar el tipo de relaciones que se establecen con las personas o grupos que intervienen en el proceso de investigación. Este trabajo pretende analizar los desafíos éticos que se le presentan al antropólogo cuando realiza investigación y determinar en qué medida la reflexión sistemática sobre los mismos puede redundar en un enriquecimiento en la manera de realizar etnografía y de los métodos apropiados para llevarla a cabo. II. ALGUNAS CONSIDERACIONES INICIALES Para comenzar a reflexionar sobre ética y antropología intentaré en primer lugar valerme de algunas definiciones que aporta la filosofía. Estas definiciones y conceptos servirán de marco de referencia para vislumbrar la existencia de diversos niveles de reflexión ética que coexisten y tienen especial relevancia para comprender el fenómeno en el campo de la antropología. Una de las principales dificultades que aparecen a la hora de convertir los dilemas éticos en instancias plausibles de reflexión antropológica consiste en que no siempre se contemplan los múltiples niveles de reflexión y se prioriza un sólo aspecto en detrimento de una perspectiva más general de análisis. De este modo, en numerosas ocasiones se ha discutido sobre ética solamente en términos normativos, se la ha vinculado con un posicionamiento político o por el contrario se la ha relacionado con una instancia dilemática de carácter individual que tiene lugar en un momento particular del trabajo de campo. 32 Luciana Gazzotti En este trabajo sostengo que la reflexión ética atraviesa todo el proceso de producción de conocimiento planteando profundos interrogantes acerca de los marcos de referencia de la propia práctica científica. Estas dimensiones articuladas pueden vislumbrarse desde la construcción del objeto, ya que la reflexión ética nos señala posibles núcleos problemáticos sobre los cuales producir conocimiento. También cuando diseñamos las metodologías y técnicas de modo tal que nuestros objetivos sean comprendidos y consentidos por las comunidades en las cuales participamos. Por último, la reflexión ética nos pone en alerta sobre las consecuencias que puede tener que la información producida sea utilizada con otros fines respecto de los cuales ha sido creada. a) Aportes de la filosofía A fin de abordar algunas dificultades que se manifiestan en el terreno de la ética en antropología, nos valdremos de algunos conceptos y definiciones que nos aporta la filosofía. En primer lugar señalaremos una distinción entre ética y moral. Berbeglia señala: “... la moral es un cúmulo de normas y valores concretos por los que se rige la conducta de un grupo social en un tiempo determinado y que establece, además, la sanción o el encomio de las acciones realizadas por sus miembros. La ética, en tanto, consiste en la reflexión segunda y derivada, efectuada por las filosofías, que se basan en parte, al menos, en la materia prima de las normas y valores aludidos, que le sirven como trampolín para sostener teorías más universalizadoras y fundamentadas racionalmente” (Berbeglia, 1997). 1 Numerosos autores cuestionan si la solicitud del “consentimiento informado” puede ser incorporada en la antropología en los mismos términos en los que se emplea en la biomedicina. A diferencia de la anterior, que trabaja en seres humanos, la antropología trabaja con seres humanos, por lo tanto la permanencia en el campo es siempre una situación negociada y los diálogos en este contexto siempre son consentidos. A su vez señalan que en antropología es muy complejo obtener consentimiento informado ya sea en poblaciones con problemas de escritura, o con distintos grados de enfermedades mentales donde no es posible una real comprensión de los objetivos de la investigación. Por último, argumentan que el objeto de investigación es permanentemente reformulado, aún cuando cesa la interacción con los sujetos y el antropólogo abandona el campo. (L. Cardoso de Oliveira, 2004; Heilborn, 2004). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 33 Podríamos decir entonces que, en términos filosóficos, la ética consiste en la tematización del ethos, entendiendo por ethos “un conjunto de actitudes, convicciones o creencias morales y formas de conducta de una persona o grupo social” (Maliandi, 2004). Cada grupo social tiene su propio código de normas y conductas que no son parámetros establecidos de una vez y para siempre, sino que están en estricta relación con el contexto histórico social del que forman parte. Ahora bien, algunos autores han señalado que existen distintos niveles de reflexión ética que conviven generando diversas formas de conceptualizar y entender un problema de naturaleza moral. Maliandi ha establecido cuatro niveles de reflexión2. Al primero lo denomina nivel de “reflexión moral”. Este tiene lugar cuando se cuestiona acerca de qué se debe hacer, para luego actuar en consecuencia. Este nivel de reflexión no es estrictamente filosófico sino es una reflexión espontánea, acrítica y asistemática que guía nuestras decisiones cotidianas. Al segundo nivel de reflexión lo denomina “ética normativa” y el mismo surge con la pregunta de porqué debemos hacer lo que hacemos. Maliandi argumenta que: “cuando se advierte que no todos opinan unánimemente sobre lo que “se debe hacer” surge la duda, la pregunta básica acerca de qué se debe hacer, y –en caso que se obtenga para ello alguna respuesta- la de por qué se lo debe hacer. Con este tipo de preguntas se inicia la ética filosófica, que representa la continuación sistemática de la tematización espontánea: en ella se procura explicitar (“reconstruir”) los principios que rigen la vida moral, es decir se intenta fundamentar la norma” (op. cit, 2004). Al tercer nivel de reflexión lo denomina “metaética”, y ocurre cuando se “examinan la validez de los argumentos que se utilizan para la fundamentación que lleva a cabo la ética normativa. Establece el significado de los términos y enunciados éticos”, es decir cuando se demandan aclaraciones sobre los significados. (op. cit, 2004). Al cuarto nivel lo denomina “ética descriptiva”. Es decir, es un intento que proviene por fuera del ethos donde “se estudian costumbres, códigos normativos, creencias de la facticidad normativa, de su estructura, su funcionamiento en cuanto fenómeno general [...] La reflexión del nivel ético descriptivo son habituales en 2 Si bien el autor determina diferentes niveles de reflexión éticos parte de la noción de que todos los hombres que viven en sociedad operan sobre un saber moral que tiene carácter pre-filosófico es decir, operan sobre un “conjunto no tematizado ni cuestionado de creencias morales, códigos de normas, costumbres” que rigen su comportamiento y acción en cada momento y espacio particular (op. cit, 2004). 34 Luciana Gazzotti antropología, sociología y psicología” (op. cit, 2004) Este nivel de reflexión no es filosófico sino científico. Esta compleja clasificación de niveles de reflexión ética, nos servirá de marco de referencia para problematizar y sistematizar el modo en que los antropólogos han abordado la temática, no sin divergencias y dificultades. b) Aportes desde la antropología a la reflexión ética Una de las mayores complejidades del campo de la ética y la antropología consiste en que confluyen simultáneamente los diversos niveles de reflexión ética dando lugar a poderosos cuestionamientos. Por un lado confluyen “reflexiones morales” personales sobre qué es lo que debemos hacer como antropólogos cuando llevamos a cabo trabajo etnográfico y cuales son las mejores maneras de realizarlo. Por otro lado, confluyen reflexiones del “nivel ético descriptivo” cuando se buscan estudiar y comprender normas o códigos de comportamiento ajenos a nuestros sistemas de valores. En ese contexto surge la problemática del universalismo versus relativismo y las posibilidades o imposibilidades de establecer sistemas universales de derechos y valores. Por último, confluyen reflexiones de nivel “ético normativo”, cuando se intenta establecer porqué debemos actuar del modo en que actuamos, porqué es necesario solicitar consentimiento, preservar el anonimato, o tener en cuenta las consecuencias posibles de nuestro trabajo y acción, entre otros. b.1) El plano de la reflexión moral: la disyuntiva de “tomar partido” Si bien cuando reflexionamos sobre qué es lo que debemos hacer como antropólogos cuando llevamos a cabo trabajo etnográfico surgen gran variedad de respuestas que son constitutivas de la práctica disciplinar, elegiremos para tratar en este trabajo la problemática del “advocacy” o toma de partido por una causa. La disyuntiva de tomar partido, es decir involucrarnos activamente con una causa de las personas o grupos con los cuales trabajamos es una discusión central y no acabada en la disciplina. Existen numerosas reflexiones contrapuestas y el debate al respecto es muy interesante e enriquecedor. La antropóloga Scheper-Hughes señala que: “el no involucramiento es en sí mismo una posición ética y moral”. Para ella, “la antropología debe insistir en una explícita posición ética hacia los otros” y “lo mejor que podemos hacer es comprometernos y practicar una buena etnografía que incluya mirar, escuchar, ponerse en contacto, registrar y sobre todo reconocer a nuestros sujetos”. (Cit. en Caplan, 2003: 18) Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 35 Hastrup y Elsass argumentan por el contrario, que la “toma de postura” o “advocacy” nunca puede ser antropológica, ya que la antropología busca comprender en contexto los intereses locales; en cambio la “toma de postura” implica la elección de un interés en particular. “La racionalidad de “tomar postura” o “advocacy” nunca es etnográfica, es esencialmente moral en el sentido amplio del término” (Hastrup and Elsass, 1990). Sin embargo señalan que existen responsabilidades, y muchas veces como sujetos morales podemos vernos obligados a actuar en nombre “de” o tomar partido “por”. La problemática es compleja y también introduce el problema de la representatividad y el cuestionamiento acerca de: en nombre de quién estamos hablando. Al tomar partido por una causa y “hablar en nombre de” muchas veces se reduce la multiplicidad de voces de una cultura ocultando los conflictos de intereses y contradictorias relaciones que existen entre los grupos y su contexto social. Luis Cardoso de Olivera señala que esta dimensión ético política de la práctica antropológica introduce problemáticas como la de convertirse en “portavoz” de los grupos con los cuales trabajamos, presuponiendo que los sujetos no tienen o no han desarrollado capacidades de acción ni de comprensión de los hechos que podrían sucederles. También se manifiesta contrario a la concepción de una antropología militante, en los términos en los que lo plantea Scheper-Hughes, en el cual se selecciona un solo punto de vista nativo y donde la autoridad etnográfica se sostiene en base a una representación del antropólogo como sujeto iluminado capaz de resolver y resguardar al grupo que representa. El autor señala que es importante establecer una distinción entre la noción de neutralidad e imparcialidad, donde la imposibilidad de ser neutro no implique ni permita que el antropólogo sea parcial (L. Cardoso de Olivera, 2004). b.2) El plano de la ética descriptiva: universalismo versus relativismo Si bien la posibilidad de pensar la existencia o inexistencia de universales como problema científico nos remite nuevamente al terreno de la filosofía, la problemática ha sido ampliamente tratada por la antropología desde los comienzos de su conformación disciplinar. Hidalgo argumenta que: “el ser universalista o relativista depende en este caso de la plausibilidad empírica de la postulación de la existencia de universales. El punto de partida de ambos enfoques es la tesis fáctica que afirma la existencia de diversidad cultural y lingüística humana; este hecho es considerado básico y alude a la existencia de pluralidad de lenguajes, de variedad de formas (o instituciones) 36 Luciana Gazzotti sociales y culturales. Si además de esta tesis se acepta que los lenguajes y las instituciones humanas en general son comparables (supuesto de comparabilidad), el relativismo con el que nos enfrentamos se limita a negar que puedan realizarse generalizaciones acerca de las mismas, ya sean de carácter empírico o teórico” (Hidalgo, 1994) Si bien desde los inicios de la escritura etnográfica la antropología ha generado enunciados universales basados en la postulación de rasgos comunes de las culturas, también ha señalado que las diferencias existentes entre los sistemas de costumbres y valores no pueden generalizarse sino deben ser comprendidas en relación con su propio sistema cultural. El relativismo cultural ha afirmado que cada cultura posee un sistema de valores y prácticas que son inherentes a su propio contexto de desarrollo y que éstos deben ser comprendidos en sí mismos y no en relación con otros sistemas. Mientras para algunas personas o grupos algunas prácticas resultan inaceptables, para otros no constituyen una cuestión a problematizar. En este contexto no sería posible extrapolar juicios de valor ya que cada cultura tendría su propio sistema de valores (ethos) regido por su sistema moral propio. Ahora, si bien el relativismo ha posibilitado la convivencia con la diferencia cultural, existen consensos respecto de que ciertos hechos no podrían ser explicados a través de estos argumentos. El genocidio perpetuado sobre diversos grupos étnicos, crímenes de lesa humanidad, casos de infanticidio, o circuncisión femenina, han sido objeto de profundos cuestionamientos por parte de la antropología. Ante estos hechos, la disciplina se ha debatido entre un academicismo que recomienda la neutralidad científica apoyada en el relativismo cultural3 y una toma de postura que denuncia y se pronuncia en defensa de la vida, la integridad de las personas, y en la cual el respeto al culturalismo no redunde en actos de irresponsabilidad social. Fluehr-Lobban señala que: 3 Son muy interesantes las experiencias y reflexiones de Fluehr-Lobban acerca de sus 25 años de trabajo de campo en Sudán, donde la circuncisión femenina es una práctica corriente, donde una mujer no circuncidada es considera persona no respetable y tiene riesgos de no contraer matrimonio si no lo está. Señala los conflictos que se le presentaron en relación con su entrenamiento como antropóloga donde, basada en una neutralidad promovida por el relativismo cultural y a partir del conocimiento de primera mano de las sensibilidades respecto de esta práctica, aplazaba cualquier juicio de valor al respecto. Manifiesta que el punto de quiebre de esta postura surgió a partir del diálogo intercultural e interdisciplinario donde comenzaron a establecerse consensos acerca de que la mutilación genital constituía un verdadero perjuicio hacia los derechos más básicos de la mujer y de las niñas. (Fluehr-Lobban, 1998) Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 37 “el terreno entre los derechos humanos y el relativismo cultural puede ser extraño y difícil de negociar, pero el uso de la idea de evitar el daño puede ayudar a los antropólogos y a otros a proyectar cursos de pensamiento y acción [...] La comprensión de la diversidad cultural en contextos donde la violencia o el daño se llevan a cabo es valioso e importante pero suspender o negar un juicio por causa del relativismo cultural es intelectual y moralmente irresponsable” (Fluehr-Lobban, 1998) Castiñeira y Lozano argumentan a su vez que sería mejor hablar de valores universalizables más que en término de valores universales, ya que los primeros, implican la búsqueda de criterios de referencia que delimitan las situaciones prácticas. Pero a su vez, señalan que lo más importante es: “...aprender a plantearnos en nuestras prácticas y responsabilidades cotidianas (personales y organizativas), si lo que hacemos instrumentaliza a las personas o las trata como fines en sí mismas, si fomenta nuestra autonomía y la de los demás, si tiene en cuenta unos mínimos de justicia, si reconoce a los afectados como interlocutores válidos, si fomenta la comunicación y el diálogo” (Castiñeira y Lozano, 2001). Una visión superadora de esta compleja problemática consiste en complejizar la dicotomía ofreciendo alternativas que redunden en un diálogo fecundo respecto a los diversos posicionamientos que el antropólogo debe tomar cuando realiza investigación. Al respecto, Hidalgo señala: “el problema de la verdad o falsedad de tales enunciados es distinto del de la adopción de posiciones universalistas o relativistas: se puede ser relativista y aceptar que ninguna teoría es por el momento satisfactoria (o con otras palabras verdadera), y se puede ser relativista aún cuando se admita que algunos enunciados generales son verdaderos...” (Hidalgo, 1994). b.3) El plano de la ética normativa: la dimensión práctica La reflexión ética normativa se hace presente en la disciplina cuando se cuestionan los cursos de acción, los tipos de relaciones que establecemos cuando investigamos y los alcances que nuestra investigación e intervención pueden tener sobre la vida de los grupos con los cuales trabajamos. Gustavo Lins Ribeiro establece que en antropología “la ética implica la búsqueda por parte de una colectividad de principios aceptables de 38 Luciana Gazzotti comportamiento y acción” (Lins Ribeiro, 2004). Estos principios deben ser entendidos dinámicamente, es decir se renuevan y resignifican con cada generación convirtiéndose así en una reflexión que no deja de ser histórica y política, producto intelectual de estándares de profesionalidad y moralidad en disputa en diversos contextos de producción del conocimiento. Como hemos visto, la dimensión ética atraviesa todo el proceso de producción del conocimiento. La antropóloga Pat Caplan argumenta que no podemos seguir privilegiando solo un aspecto ya que hoy día la ética en antropología ha trascendido el plano de lo estrictamente normativo para posicionarse en el corazón mismo de la disciplina: problematizando principalmente las premisas con las que opera, la epistemología, la teoría y la praxis. (Caplan, 2003) III. REPENSANDO LA ÉTICA HOY EN LA ANTROPOLOGÍA Desde el 2000 en adelante, diversos autores han profundizando en el modo en que los antropólogos han escrito sobre ética y reflexionado sobre qué circunstancias pueden explicar diferentes posicionamientos en los cuales el antropólogo es partícipe. Se ha establecido la necesidad de vincular a la ética no con una normativa basada en la negatividad y el deber ser sino con una responsabilidad activa y positiva para con las personas o grupos que intervienen en la investigación (Fluehr-Lobban). El antropólogo holandés Peter Pels manifiesta la necesidad de repensar la ética en términos de negociación incorporando a su vez la discusión sobre las prácticas de producción del conocimiento. Establece el concepto de “duplicidad” de la figura del etnógrafo cuando realiza investigación, ya que por un lado debe comprometerse con las personas con las cuales realiza la investigación pero a su vez debe negociar nuevos valores y cuestionar la universalidad de sus propios principios éticos (Pels, 2005). Hoy día se está empezando a reconocer que la reflexión ética ya no puede estar confinada a declaraciones surgidas a partir de casos concretos ni solamente al establecimiento de normativas tendientes a proporcionar parámetros aceptables para la acción. Si bien la reflexión ética constituye una parte constitutiva de la práctica, en las últimas décadas nos hemos acostumbrado a escuchar preguntas que solamente la relacionan con el plano de los dilemas: si se debe preservar el anonimato; si hay que explicitar los objetivos de la investigación; si se debe aceptar financiamiento de agencias que tienen intereses sobre la región estudiada; si hay que preocuparse por material producido cuando éste es utilizado en esferas de dominio público, etc. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 39 Todas estas preguntas y respuestas se tornan vacías si no logran trascender el plano de los dilemas que enfrenta el investigador aisladamente. La perspectiva dilemática, generalmente planteada en términos individuales y descontextualizados, es insuficiente si no toma en cuenta que la producción científica se desarrolla en contextos políticamente polarizados. Estos dilemas cobran sentido si están intrínsecamente relacionados con las asimetrías económicas, sociales, y científicas y las relaciones desiguales de poder en las cuales los agentes están involucrados y la investigación está siendo producida. Ésta idea es tratada con detenimiento por Philippe Bourgois en su crítica a la ética antropológica contemporánea: “... [Los dilemas] son asuntos éticos vitales e importantes con los cuales debemos confrontarnos durante el trabajo de campo. Pero ¿por qué la preocupación antropológica acerca de la ética termina aquí? ¿Qué hay de la más amplia dimensión moral y humana acerca de las estructuras políticas y económicas que han dañado a muchos de los pueblos estudiados históricamente por el antropólogo? Con algunas excepciones, la mayoría de los antropólogos norteamericanos no han incluido en la discusión de la “ética antropológica” a la política y a la dimensión de los derechos humanos relativa a los pueblos que investigan. De hecho la tendencia dominante ha evitado estos temas reemplazándolos por un enfoque teórico basado en el significado de los símbolos fuera del contexto social. El problema con la ética antropológica contemporánea no es solamente que los límites acerca de lo que se define como ética están establecidos de manera demasiado estrecha, lo más importante es que la ética así entendida está sujeta a rígidas interpretaciones que, aún cuando estén moralmente justificadas, opacan preocupaciones de mayor peso relativas a los derechos humanos”. (Bourgois, 1990: 45) IV. CONSIDERACIONES FINALES A lo largo de este trabajo, y habiéndonos enriquecido con algunos aportes provenientes de la filosofía y la antropología, hemos intentado demostrar que la discusión sobre ética y antropología deriva en profundas reflexiones sobre el modo de realizar etnografía y los marcos de referencia de la propia práctica científica. En primer lugar porque redunda en un proceso reflexivo sobre nuestro quehacer disciplinar, ya que al cuestionar el sentido de las prácticas modela nuestra metodología, nos interroga sobre la manera de conducir un trabajo etnográfico y 40 Luciana Gazzotti nos advierte sobre las posibles dificultades que pueden manifestarse a lo largo del trabajo de investigación, aún cuando la interacción cara a cara haya finalizado. En segundo lugar porque interpela nuestro sentido de responsabilidad como antropólogos. En este sentido, nos expulsa a un terreno que excede los límites de la antropología y nos invita a posicionarnos como sujetos activos en diálogo con otras disciplinas y otros actores portadores de agencia y compromiso social. La noción de responsabilidad trae aparejada la problemática del compromiso ante retos sociales donde estén en juego la vida, la dignidad, la justicia, la libertad. Es necesario volver a centrarnos en la noción de autonomía como valor, que es una idea que debe subyacer a toda acción emprendida en relación con el otro. En tercer lugar, la reflexión sobre ética nos alerta sobre la práctica cotidiana como investigadores. Tal como señala Castiñeira y Lozano “el discernimiento ético es necesario antes de la actividad científica, durante la actividad científica y después de la actividad científica” (Castiñeira y Lozano, 2001). A su vez, debemos reconocer que nuestra responsabilidad científica no es solo teórica, sino también práctica y está enmarcada en el devenir de una comunidad histórica y moral que modela nuestro conocimiento y establece los parámetros de lo que se espera como un buen ejercicio profesional. Para concluir, consideramos que la discusión ética no debe quedar reducida estrictamente a su aspecto normativo. Reconocer los diferentes planos de reflexión ética y poder plantear para cada plano un estado de permanente discusión y debate redunda en que no se resquebraje la permanente retroalimentación reflexiva que debe provenir de la praxis y se cristalicen criterios que entren en contradicción con las complejas realidades en las cuales el antropólogo interviene como investigador. Fecha de entrega: 6/8/2007. Fecha de aprobación: 29/10/2007. BIBLIOGRAFÍA CITADA BERBEGLIA, CARLOS 1997 Ética después. En: El campo de la ética. Mediación, discurso y práctica. Coordinación Gabriella Bianco. Edicial. BOURGOIS, PHILIPPE 1990 Confronting Anthropological Ethics: Ethnographic Lessons from Central America. En: Journal of Peace Research. Vol. 27, N° 1. pp. 43-54. Sage Publications, Ltd. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 41 CAPLAN, PAT 2003 The ethics of Anthropology. Debates and Dilemmas. Routledge. London in New York. CARDOSO DE OLIVEIRA, LUIS 2004 Pesquisas em versus pesquisas com seres humanos. En: Antropología e Ética: O debate atual no Brasil. ABA. Editora da Universidad Federal Fluminense. Niteroi. CARDOSO DE OLIVEIRA, ROBERTO 2004 A mal estar da etica na antropología prática. En: Antropología e Ética: O debate atual no Brasil. ABA. Editora da Universidad Federal Fluminense. Niteroi. CASTIÑEIRA, ANGEL Y LOZANO, JOSEPH 2001 ¿Qué puede aportar el debate ético contemporáneo a los científicos?. En: Cuadernos de Bioética. Ed. Ad. Hoc. FLUEHR-LOBBAN, CAROLYN 1991 Ethics and the Profession of Anthropology. Dialogue for a New Era. University of Pennsylvania Press. Philadelphia. 1998 Cultural relativism and universal human rights. En: Anthronotes. Museum of Natural History Publication for Educators. Smithsonian Institution. Volume 20, N° 2. 2002 Revised second edition of: Ethics and the profession of anthropology: the dialogue continues. Altamira Press. Rowman and Littlefield, Inc. HASTRUP KIRSTEN AND ELSASS PETER 1990 Anthropological Advocacy. A contradiction in Terms?. En: Current Anthropology. Volume 31, Number 3. HIDALGO, CECILIA 1994 Leyes sociales, reglas sociales. Los Fundamentos de las Ciencias del hombre. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. LINS RIBEIRO, GUSTAVO 2004 Prefacio. En: Antropología e Ética: O debate atual no Brasil. ABA. Editora da Universidad Federal Fluminense. Niteroi. 42 Luciana Gazzotti MALIANDI, RICARDO 2004 Ética: conceptos y problemas. 3ra Edición. Buenos Aires. Biblos. MESKELL, LYNN AND PELS, PETER 2005 Embedding Ethics: shifting boundaries of the anthropological profession. Wenner-Gren International Symposium Series. Oxford. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 43 EL AGENTE PENITENCIARIO: LA CÁRCEL COMO ÁMBITO LABORAL Beatriz Kalinsky* * Antropóloga. Doctora en Derecho Social. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Investigadora independiente del CONICET. Correo electrónico: [email protected] 44 Beatriz Kalinsky RESUMEN La cárcel es un ambiente laboral con especificidad propia. Se analizan las condiciones laborales de los agentes penitenciarios y las relaciones internas con los demás protagonistas con relación a la potencial o real peligrosidad que define este ambiente de trabajo. Se analizan tres temas claves: las requisas, la arbitrariedad de los reglamentos y la actitud frente a los conflictos internos. Se trata de aportar conocimiento alrededor de un lugar vacío de conocimiento y de políticas públicas relativas. Palabras clave: Agente penitenciario; Cárcel; Condiciones de trabajo; Peligrosidad; Estrés laboral. ABSTRACT The jail is a labor atmosphere which has his own specificity. The labor conditions of the prison officers and the internal relations with the other protagonists in relations to the potential or real danger are analyzed in order to define the atmosphere of work. Three key subjects are analyzed: requisitioning, the abuse of the regulations and the attitude around the internal conflicts. This paper intends to contribute with some knowledge around an empty place of knowledge and relative public policies. Key words: Prison Officers; Labor Conditions; Jail; Danger; Labor Stress. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 45 INTRODUCCIÓN El ámbito de trabajo del agente penitenciario es la cárcel (alcaidías, unidades de detención). De por sí es un ámbito especial, un lugar social de un casi nulo prestigio y a la vez blanco de mucha atención por parte de la opinión pública. Es objeto de continuo escrutinio público en vista de las formas actuales de su funcionamiento que dejan las puertas abiertas a desmanes, fugas y sobre todo, motines. Por otra parte, el pensamiento mayoritario de la sociedad actual es que se deben construir más cárceles, deben haber condenas más largas sin importar, demasiado, que no se cumplan los derechos que tienen las personas privadas de su libertad mediante sentencias originadas en los juzgados competentes. El interés público no se posa sobre las condiciones de vida de los detenidos ni las condiciones laborales de los agentes penitenciarios salvo que ocurran episodios que llamen la atención, sobre todo en los medios de comunicación y que se consideran un atentado a la seguridad pública, que ha sido denominado por algunos autores “pánico mediático sobre el crimen” (Ferrel 1999). Es casi en este único sentido en que el trabajo penitenciario se observa desde la opinión pública, también desde las políticas estatales e, incluso, desde la investigación social (Liebling, Price y Elliot 1999) Solo cuando ocurren episodios se revela su fracaso. En tanto no haya motivos de preocupación en cuanto a la seguridad de la gente, considerando en forma errónea que teniendo preso por más tiempo a quien ha quebrado la ley se disminuyen los riesgos de inseguridad pública sin tener en cuenta que las sentencias generalmente se agotan y el miembro de la sociedad indeseado vuelve a ella, el trabajo penitenciario pasa desapercibido sin provocar interés por sus condiciones, posibilidades y exigencias. El agente penitenciario se transforma para quienes están detenidos y condenados en el fantasma de su condena. El eje que define el trabajo penitenciario es -en un rasgo siempre presenteestar en un ámbito que ofrece algún peligro que puede estallar en cualquier momento. Se sabe que hay una afiliación laboral que ofrece algún riesgo para la propia seguridad, que está presente como parte constitutiva del ambiente de trabajo. El trabajo penitenciario tiene escaso reconocimiento social; no da prestigio, es mal remunerado con relación a la exigencia que presenta, fuertemente jerarquizado, y quienes están en la convivencia diaria con los internos tienen escaso poder de decisión frente a situaciones que se presentan repentinamente, debiéndose a la cadena de mandos que puede tardar en dar una solución favorable al conflicto repentino, aquel que no está protocolizado, y que depende, en el fondo, de relaciones humanas en un entorno muy parecido al cautiverio, del cual se sabe poco acerca de las reacciones que pueden surgir. 46 Beatriz Kalinsky El mundo carcelario se define también por la relación entre el agente penitenciario y los internos. Es a partir de esta relación de donde puede surgir el peligro que define el ámbito laboral penitenciario; surge como producto de un campo de confrontación entre unos y otros. Cada uno de los integrantes del escenario carcelario –agentes penitenciarios y detenidos- se consideran “oponentes” entre sí. Si bien la tarea de los agentes penitenciarios es la de mantener una organización pre- establecida de las unidades penitenciarias, muchas veces se considera que es la de “cuidar a los presos”. Esta última expresión no es del todo feliz en tanto da la impresión de que el agente penitenciario cumple una función de pacificar un lugar en donde el otro protagonista es a la vez su contrincante. La situación carcelaria nacional y provincial no permite que se cumpla con la función establecida y se convierte, entonces, en un real campo de batalla donde se espera que cada uno muestre formas de poder para imponerse sobre el otro. Si bien es cierto que no habría agentes penitenciarios sin internos, quien define las reglas de convivencia son las leyes y reglamentos y todos deben ser respetuosos de los mismos. Pero, en la situación actual, estas leyes están lejos de cumplirse debido a las condiciones de internamiento de los detenidos que son ya muy conocidas: sobre- población en las unidades penitenciarias, convivencia de procesados y condenados (donde no se respeta, entonces, el principio constitucional de inocencia previo a la condena), usos desmesurado de la prisión preventiva, lentitud en los procesos penales, desinterés de los defensores en mantener actualizados a los detenidos del estado de sus causas, factores todos éstos ajenos a la actuación laboral del agente penitenciario pero que tienen consecuencias directas en el nivel de conflicto que a diario se plantea en una unidad penitenciaria. Por otro lado, está la llamada “cultura tumbera” que podría definirse como estilos de vida que los internos van adoptando a lo largo de su estadía carcelaria, y que está directamente relacionada con la generación de códigos propios y “secretos” para poder comunicarse sin ser entendidos por aquellos a quienes consideran sus “enemigos”. Además esta cultura puede ser considerada como una forma de construir una identidad en el encierro, que a veces ya viene en ciernes y se consolida durante el período de detención; y muchas veces subsiste en el período post- penitenciario. Así no es solo una cuestión de enfrentamiento con el personal penitenciario, aunque se quiera advertir de esta forma, sino también tiene que ver con modos de componer una identidad que puede llegar a asumirse como “delictiva”, de la que se está orgulloso y que constituye una marca que se ostenta como desafío a las reglas de convivencia de la sociedad civil (del Olmo 2002). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 47 EL ÁMBITO LABORAL DEL AGENTE PENITENCIARIO Dadas estas condiciones, el ámbito laboral penitenciario es exigente y desgastante debido a que se deben atender al mismo tiempo varios frentes de potencial conflicto: la relación con cada uno de los internos, la relación de los internos entre sí, la relación con la jerarquía superior, la relación con la familia, entre otros. El principal problema que enfrentan es la relación con los internos. Con convivencias continuadas, sistemáticas y fluctuantes, el agente penitenciario debe armar una estrategia para sostener con cada uno de ellos una relación cotidiana. No puede usar patrones estándares porque cada circunstancia reviste diferentes perfiles: el tipo de delito, la duración de la pena, la personalidad del interno, sus posibilidades de aceptar y acomodarse a la situación del encierro, los apoyos externos que puedan sostener una relación con el mundo exterior (sobre todo con la familia), entre otros factores. Para cada interno, la cárcel significa algo distinto y asumirá su período de encierro también con relación a los recursos emocionales de que disponga. Si son escasos se van extinguiendo con el correr del tiempo o bien lo hacen en forma rápida y contundente; de manera que se convierte en una persona malhumorada, de escasa predisposición para una convivencia obligatoria e involuntaria, encerrada en su propio sufrimiento, egoísta, generadora de rumores y que finalmente se convierte en un factor de conflicto que puede desembocar en la pelea, la huelga de hambre o la fuga y el motín, éstos últimos representando el extremo del peligro en donde se juega la vida de todos, agentes penitenciarios e internos, con una diferencia primordial: en tanto la vida y su sentido del interno están entre paréntesis o dislocadas, el agente penitenciario cumple con un destino laboral como un aspecto más, importante sin duda, pero que se integra a otros aspectos de su vida que transcurren fuera del ámbito laboral: familia, amigos, estudios, entretenimientos y el resto de los componentes de una vida cualquiera. La situación de potencial peligro arremete en forma sistemática la totalidad de la vida del agente penitenciario, ya que está expuesto todo el tiempo a las vicisitudes de su inserción laboral. Se ve comprometida la salud física y emocional de quien cumple su trabajo. Empiezan los pedidos de licencia, las dificultades para cumplir con el trabajo o la necesidad de recurrir a la ayuda médica. Esta situación no puede perdurar en forma indefinida. Se instalan patologías, se reniega del empleo, se incumplen responsabilidades, se ven afectadas esferas de la vida personal (cognitivas, emocionales, relacionales) con consecuencias que no son todavía del todo conocidas (Garland 2004). 48 Beatriz Kalinsky A esto aún hay que sumarle la siempre escasa disponibilidad de personal, la forma de regulación de los horarios de trabajo, el cambio de turnos, y la aparición de necesidades circunstanciales que requieren aún más exigencias y que no pueden ser solventadas en forma que no perjudique la vida personal del agente penitenciario – un ejemplo podría estar dado por internos que deben ser controlados en forma permanente por cualquier razón de peso que sea. El trabajo del agente penitenciario es abrumador; y la investigación social no se ha preocupado mucho por analizar las condiciones en que debe desarrollarse y los efectos que estas condiciones pueden acarrearle tanto en el aspecto emocional como familiar, entre otros. Debe lidiar, no pocas veces, con situaciones para las cuales no ha sido preparado: síndromes de abstinencia (alcohol o drogas), enfermedad mental, enfermedades físicas (diabetes, HIV, desnutrición, tuberculosis), respuestas emocionales y físicas ante la notificación de sentencias, distintos tipos de pedidos que terminan con su denegación, hasta evaluar condiciones tales como abandono repentino o progresivo de las familias, escasez de dinero, o la simple desesperación de una situación extrema: el encierro liso y llano en el comportamiento del interno. Hay algunos factores intrínsecos a la situación carcelaria que atentan contra el ejercicio profesional de la función de agente penitenciario. El primero es que la convivencia cercana, cotidiana y continua hace de la cárcel un ámbito parecido al doméstico, donde los internos dependen de alguna forma de los agentes penitenciarios para satisfacer sus demandas y necesidades. Son los intermediarios con el exterior, especialmente en lo que se refiere a temas como salud, educación y causas judiciales. Esta relación estrecha con los internos puede ir convirtiéndose, y de hecho muchas veces lo hace, en una cuestión de “tutoría”, alguien que se hace cargo de responder, de mejor o peor modo, a los reclamos y demandas del interno. La situación de privación de la libertad genera cierta involución en la psiquis y las formas de mantener vínculos, internos como externos, y hace que la dependencia de alguien con más poder para actuar se vuelva un núcleo central de la vida de estas personas. El factor emocional, por su parte, que alimenta el vínculo cercano se encuentra en un primer plano por más que se quiera mantener una distancia relacional con los detenidos. No pareciera haber resguardo de las influencias de las emociones que para unos y otros genera esta forma singular de convivencia. Ellas abarcan un amplio espectro: desde cierta compasión por ver a estas personas volverse dependientes, y a la vez exigentes (modelo cuidador / cuidado) hasta aquellas que se expresan en actitudes despectivas, desaprensivas o abiertamente hostiles de parte del agente penitenciario hacia el preso. Pareciera que, en ocasiones, se crea una paradoja entre el “ser persona” del detenido y la inclinación por aminorar los efectos del encarcelamiento y el “ser persona que ha quebrantado la ley”, posición que genera Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 49 sentimientos de resentimiento e ira, ya que no se condice con lo que se hubiera esperado en tanto integrante de una sociedad que resguarda el “bien común”, como quiera que se defina. El agente penitenciario debe lidiar diariamente con los estados de ánimo fluctuantes de los internos a la vez que con los suyos propios que están, en parte, en relación con la calidad de servicio que pueda prestar. Cuando el prejuicio por quien ha cometido un delito prevalece por sobre la profesionalización de la tarea se atravesarán situaciones conflictivas en especial cuando se trata de dar cauce a las emociones, a veces incontenibles, de los internos. Algunos agentes penitenciarios creen poder controlar este aspecto de su trabajo pero lo cierto es que esta habilidad puede ir cambiando con cada uno de ellos o en diferentes momentos durante la jornada de trabajo o su carrera. No siempre se puede mantener una actitud calma frente a las expresiones emocionales del interno y no siempre se puede dejar de mostrar las emociones que ellas promueven en el propio agente penitenciario. Las emociones mutuas que generan la relación entre agente penitenciario e internos es uno de los ejes por donde transcurre la vida dentro de las cárceles y que puede ir en dos direcciones: la humanización del preso o, al contrario, su conversión en un cuerpo que debe ser contado (Crawley 2004). Estas visiones mutuas que se tienen hacen que se establezca un vínculo definido por la ansiedad: de parte del detenido porque depende en casi todo del agente penitenciario y éste último porque debe cumplir con su tarea de la manera más desapasionada posible, tratando de ocultar el abanico de emociones que le causa el contacto con personas, que muchas veces hubiera preferido no conocer y de la que abdica la mayoría de la gente, por suponerlas degradadas e indignas; deben pasar buena parte de su tiempo con personas a las que se considera de poco valor. Aún aquellos agentes penitenciarios que logran trabajar en forma bastante positiva con tales presos hallan dificultades para manejar los sentimientos de enojo y disgusto, y a la vez los sentimientos de culpa cuando pueden llegar a sentir cierta empatía o compasión por la situación que están atravesando. En otras palabras, las emociones en el ámbito carcelario establecen trampas difíciles de sortear. Una construcción artificial de la situación pero que, al menos, permite seguir cumpliendo con las funciones específicas. Cuando un oficial se “descongela” es precisamente porque la estrategia de distanciamiento / des- personalización falla y el preso emerge como persona. Las formas en que se expresa el poder en las prácticas cotidianas pueden conducir a dos situaciones contrapuestas: si se aplica de acuerdo a lo que manda la ley y los reglamentos o si se aplica en forma discrecional, de acuerdo a los intereses coyunturales tanto de internos como de agentes penitenciarios. De la primera forma, la percepción por parte de los detenidos será la de un poder coercitivo pero que 50 Beatriz Kalinsky alcanza a todos por igual de manera que se estaría aplicando con criterios de razonabilidad. La segunda situación es la que establece diferencias entre los internos, con un trato discrecional y que no puede preverse. El factor crítico acá es el desconocimiento de cuáles son los criterios que se usan para mejorar la situación de algunos, empeorando, comparativamente, la de otros. Aunque esta percepción por parte del interno sea distorsionada, en el sentido que un mejor trato hacia uno no se produce por un peor trato hacia otro, se instala la noción de “desigualdad” como parte integrante de las formas de convivencia desconociéndose qué caminos pueden tomarse para cambiar de lo que se percibe como una situación de desigualdad a otra más igualitaria de la que parecen gozar algunos a expensas de otros. En estos casos, que son frecuentes, está a la vista una aparente relación positiva con ciertos internos a los que se les ayuda, se les dedica más tiempo, y sus acciones se ven como más positivas. Esta situación puede establecerse con un detenido en particular o con algún pabellón en el que se alojan personas que han violado la ley de una forma más benigna, si se quiere, que otros. Hay una jerga carcelaria completa para designar y clasificar los distintos tipos de detenidos que se puede llegar a hacer, desde aquellos que son tolerados porque serían ocasionales o porque las circunstancias lo fueron encaminando hacia la producción de un delito hasta quienes se supone que han elegido un estilo de vida delictivo del que no se es posible apartar. Un tercer tipo de delito inaceptable tiene que ver con el de mujeres que ejercen violencia, letal o no letal, contra sus hijos. Si hay una percepción acerca de la índole delictiva de una persona en comparación con otra que se vio circunstancialmente llevada al la acción delictiva, el trato que se le dispense a uno y a otra será diferente, aunque la normativa aprobada rija para todos igual. Cabe señalar, entonces, que los agentes penitenciarios pueden hacer un uso discrecional de su autoridad, tomando decisiones que afectan a todos de diferente forma, beneficiándose algunos y perjudicándose otros. Se establece entonces un doble carril por el que se ejerce autoridad: el control formal, regido por la normativa establecida, que se supone conocida y a la que se debiera apegar la función de los agentes penitenciarios; u otra, “informal” en tanto no está escrita, se va generando en el transcurso de la vida diaria mediante la toma de decisiones que no ofrecen claridad en el criterio que les otorga legitimidad. En consecuencia, la acción y decisión de la administración penitenciaria puede variar ante la misma circunstancia con lo que se hace imprevisible, y por ende un factor importante, en la configuración del campo de conflicto que de por sí es una institución penitenciaria. Estas decisiones así tomadas no constituyen un mero trámite administrativo sino que afectan el sentido de respeto y dignidad que cada uno de nosotros espera para sostener nuestras capacidades afectivas y cognoscitivas. El uso, el escrutinio y la administración de la discrecionalidad de los agentes penitenciarios raramente han Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 51 sido el foco de la atención en la investigación social (Liebling 2000). De esta forma, a pesar de que se considera que el peligro inherente a las cárceles y al trabajo del agente penitenciario es unidireccional, proveniente de los internos –porque han transgredido la ley, o son personas indeseables para su funcionamiento en la sociedad, o como dijimos sin valor por sí mismas-, se podría plantear que a la vez una administración discrecional y faltante de criterios conocidos por todos del ejercicio de la función penitenciaria hace que ese peligro pueda ser construido en y dentro de las relaciones que se establecen entre los internos y los agentes penitenciarios. (Morales, Morales y Morales, 1999) LAS REQUISAS Esta modalidad de supervisión sobre los elementos materiales que el detenido puede tener o no, en las celdas se ha vuelto un método de control informal caracterizado por la violencia y la falta de respeto hacia la intimidad de las personas. La idea de conocer sobre el tipo de pertenencias que tiene cada uno de los detenidos -para evitar el peligro de que se dañen entre ellos, organicen una fuga o motín, perjudicando (y a veces seriamente) al personal penitenciario y al respeto a la institución penitenciaria- no necesariamente debería conllevar formas violentas de requisa. La violencia, en este caso, sustituye de una forma onerosa a la elaboración de criterios estables y conocidos, sobre lo que puede considerarse peligroso o con usos espurios para protagonizar algún desmán (fuga, motines, peleas, etc.) Hay momentos ya previstos en donde se hace el recuento de la cantidad de gente que hay en cada pabellón; pero también hay formas sorpresivas de hacer estas requisas, que actúan mediante el factor sorpresa con el fin de buscar, y muchas veces encontrar, elementos prohibidos. Este último tipo de requisas es el que es resistido por los detenidos. Provoca mucho malestar y tensiones innecesarias entre el personal penitenciario y ellos. Seguramente se puede pensar en modos más prolijos y controlados de buscar elementos que no deben estar en las celdas, sin necesidad de perjudicar los pocos bienes materiales que los presos pueden tener, del dolor adicional que provoca que se toquen y miren elementos de la privacidad de cada uno de ellos, factores ambos que constituyen un plus no legal de la condena sufrida. Menos aún podrían legitimarse los modos de hacer la requisa durante la detención preventiva, donde rige el principio de la inocencia. De hecho, no se cuenta con alguna mínima tecnología que pudiera suplantar, en algunos aspectos, esta invasión a la privacidad de las personas. Es uno de los temas que se prefiere dejar a la decisión de la administración penitenciaria, entre otras razones, porque hace a la vida cotidiana 52 Beatriz Kalinsky y las relaciones construidas entre los agentes penitenciarios y los detenidos. Sucede que, en los hechos, está en manos del personal de guardia y como otros aspectos de la cotidianeidad carcelaria, queda al arbitrio de quién es el jefe de guardia. Por eso, la tarea impostergable de las personas detenidas es conocer bien y en detalle la calidad de la relación que tienen con cada uno de los integrantes de las diferentes guardias para pronosticar, con cierto grado de certeza, las condiciones en que día a día, y turno por turno, se hará este procedimiento de revisación de sus celdas y de ellos. Otro factor que genera violencia adicional e innecesaria para el control de las actividades de las personas detenidas. INCUMPLIMIENTO DEL REGLAMENTO VIGENTE Y ARBITRARIEDAD EN LOS CAMBIOS DE LA RUTINA Aceptemos que las condiciones de vida en la prisión están en un estándar que en su totalidad es inaceptable (da Rocha, 1997, Niño 1996, entre muchos otros). Esta situación se debe a muchos factores: la falta de infraestructura edilicia, escasez presupuestaria, desinterés político y cierto aval de la opinión pública que considera que quien ha quebrado la ley “se merece” este castigo, que se adiciona al dado por la sentencia, que aunque prohibido desde la Constitución Nacional, está avalado por las condiciones reales de vida; sobre su propia existencia no se toman medidas enérgicas mediante políticas criminológicas contundentes y respetuosas de las leyes, tanto nacionales como internacionales. A esta situación se agrega un factor que sí está al alcance de la administración penitenciaria: la precariedad con que se respetan los reglamentos internos. Para algunas guardias las cosas se hacen de una determinada manera pero para otras, las mismas rutinas se cumplen de manera diferente, a veces improvisada y sin control del personal jerárquico de la institución. No podemos arriesgar una hipótesis sobre este comportamiento errático del incumplimiento de las normas vigentes, o su distorsión pero puede pensarse que dependerá de las condiciones reinantes en un momento dado, de la predisposición de quienes están al mando en ese momento de cumplir o no con lo pre establecido o bien porque el personal penitenciario también es parte de la opinión pública y comparte esta idea de que los castigos adicionales son legítimos. El único castigo legal es el tiempo de privación de la libertad que queda establecido en la sentencia condenatoria (Messuti 2001). Lo mismo puede ocurrir con las personas que ingresan para dar clase, para llevar la palabra de Dios o de voluntarios que donan su tiempo libre, en este tipo de trabajo comunitario. La idea que parece prevalecer para mantener la efímera paz Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 53 que puede pretenderse de un establecimiento penitenciario es el de mantener el establecimiento lo más vacío posible de personas. Muros invisibles, generados por las formas de su administración, que desalientan cualquier intento de mantener conexiones con el afuera, flujos de materiales e información que entren y salgan, o bien que los detenidos aumenten su capacidad de reflexión y crítica no solo para dar un sentido al acto erróneo que han cometido sino que puedan preguntarse por las consecuencias de sus actos una vez agotada la sentencia y devueltos a la sociedad libre. La ruptura provocada con el exterior es un obstáculo para la vuelta a la sociedad en mejores condiciones con que se ha entrado o iniciado un camino que derivó en una estadía, más o menos larga e involuntaria en un establecimiento penitenciario. Sin embargo, se insiste en vaciar a las cárceles de presencias que podrían llegar a cubrir el puente con una libertad ejercida con más responsabilidad y respeto por los demás. ACTITUD FRENTE A LOS REQUERIMIENTOS DE LOS INTERNOS Con frecuencia no son los reglamentos los que guían los comportamientos de los agentes penitenciarios frente a los requerimientos de los internos. Opera un factor de agotamiento frente a las continuas quejas, pedidos y reclamos que los detenidos hacen en forma insistente y no siempre de buen talante. Las quejas, los insultos y ofensas son los componentes habituales de una modalidad que colma cualquier paciencia. Un agente penitenciario tiene derecho a cansarse de recibir insultos y amenazas diarias. Que el detenido no se escape, que no provoque problemas, no se lastime ni lastime a otros, que se porte bien y que, finalmente, se vaya es a lo que se aspira. Por ende, estos reclamos serán atendidos en el tiempo y la forma en que se considere que merezcan. Las notas destinadas a defensores, juzgados o lo que fuera no serán entregadas a tiempo, las dificultades de convivencia entre los internos serán dejadas a la responsabilidad de ellos mismos, la política de no intervenir primará sobre la de una posición mediadora y resolutiva de los conflictos, no se cumplirán con los horarios de apertura de algunas puertas que significa la salida al patio, único momento diario de tomar un aire que no tenga el olor característico de la cárcel, o bien no se avisará la llegada de un profesor y la clase se verá reducida a la mitad del tiempo, entre otros muchos ejemplos posibles. Así, a las restricciones impuestas desde los juzgados en cuanto a la ejecución de la pena se suman las generadas por situaciones de una mala convivencia con lo que venimos señalando como un “plus de pena” establecido desde instancias administrativas, carentes de toda legalidad pero generadores de los peores 54 Beatriz Kalinsky conflictos que pueden suscitarse en una institución carcelaria. Y por eso, se convierte en el blanco de las “culpas”, todo lo que sale mal o no sale como se quería o pensaba, deberá ser culpa del personal penitenciario. Así de simple, todo con extrema crudeza y alejado de la realidad. A ellos se les puede dirigir una palabra sin disimular la crudeza. Es a quien se tiene más a mano y nadie se detiene a ponderar el grado de responsabilidad que le cupo en el fracaso de una situación específica, que no es comparable con otras. El personal penitenciario, como queda dicho, hace un uso extenso de la discrecionalidad. (Liebling 2000) Necesitan dejar asentada su autoridad, lo que algunas veces puede incluir la necesidad percibida de mantener el control, cuando la seguridad del ambiente está amenazada, pero esto también puede querer decir la demanda de “respeto” a la autoridad donde no se la ve bien visible. Ellos hacen esfuerzos para proveer seguridad, estabilidad en prisión a través de la vigilancia y la amenaza de las sanciones, muchas veces concretada. El resultado es una suspicacia que se instala en los internos que aunque está bien fundada, no es real en todos los casos. Si el defensor no llama o pide al interno que vaya a su oficina es necesariamente porque la nota que iba dirigida a él no le ha llegado, pues no ha salido de la cárcel. Si tal reclamo o tal turno médico no han tenido resultados se debe a la misma razón. En tal sentido, al asentar la autoridad por medios coercitivos se impide que haya un razonable margen de confianza, y otra vez, nos encontramos con un factor generador de desinteligencias y potencial violencia. Tampoco existen las disculpas. Lo hecho no puede revertirse: tanto la tardanza en el envío de una nota como el insulto dirigido a alguien que había cumplido con sus obligaciones. ¿Qué significa el término “respeto” en el contexto de una prisión? ACTITUD FRENTE A LOS CONFLICTOS ENTRE LOS INTERNOS El personal penitenciario desea terminar su día de trabajo sano y salvo. Un deseo que no siempre puede cumplirse, y que se renueva cada vez que ingresa a su lugar de trabajo. Desea llevar una vida común y corriente, desligándose de los problemas laborales en el ámbito de su vida privada. Sin embargo, no lo consigue. Las repercusiones emocionales que se suscitan a lo largo de una mera jornada laboral pueden llegar a desencadenar comportamientos no deseados en el seno de su familia. Un padre que confunde el timbre de su casa con una señal de alarma en su lugar de trabajo; una madre que recibe durante todo el día laboral insultos o expresiones de malhumor no tendrá el mismo margen de tolerancia hacia la Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 55 conducta habitual y normal de sus hijos en comparación con otra que trabaja en lugares menos estresantes. Descenderá el número de motivos de alegría, diversión o relajamiento, superando en gran medida aquellos que generan ansiedad, depresión, desgano y hasta perturbaciones emocionales. Vienen, entonces, licencias por enfermedad, motivos para faltar al trabajo, renuncias o intenciones de encontrar un lugar dentro de las cárceles que permita estar menos tiempo en contacto con los detenidos (Liebling 1999). Pero hay motivos de grandes preocupaciones: las peleas entre internos pueden llegar a ser más amenazantes que las que se producen entre internos y agentes penitenciarios. Muchos son los motivos, pero no hay explicaciones completas, todavía, de dos situaciones, como mínimo, que pueden sacar el sueño a cualquiera: homicidios intra- carcelarios y motines. De las experiencias habidas, el personal penitenciario suele inclinarse porque las cosas sucedan antes de intervenir para luego evaluar los daños provocados. No solo se debe a una mala fe en el cumplimiento de su función; lo que se espera que se tenga a mano, en realidad no se lo tiene. Entonces ese desorden se impone a una disciplina, actuación protocolizada, para solucionar con el menor daño posible el complejo problema que suscita la pelea entre internos, por ejemplo. En el caso de los motines, una acumulación de males antecede, durante largo tiempo, la situación por la cual, la prisión, explota en una expresión de violencia colectiva. Esto significa que la administración de la prisión tiene muchas oportunidades para prevenir los motines antes que se produzcan (Boin y Rattray 2004). CONCLUSIONES El control penitenciario - administrativo es una variable multidimensional que incluye tanto los controles formales e informales, como los castigos. Una de las lecciones más sobresalientes de los estudios sociológicos sobre las cárceles tradicionales es que el uso de la coerción formal e informal lleva a cuestionables resultados positivos y puede ser incluso contraproducente cuando se usa en ausencia de garantías (Reisig 2002). Hay dos modelos sobre el trabajo de oficial en una cárcel: el que sigue las reglas y es obediente al modelo, y un modelo de negociación que es desconocido en la en la mayoría de las prisiones argentinas. En ambas aproximaciones hay riesgos. Estos modelos tienen diferentes implicaciones acerca de nuestra visión sobre cómo se trabaja en las prisiones, cómo se elige al personal, cómo se lo entrena y cómo se 56 Beatriz Kalinsky obtiene la legitimidad del orden y la seguridad. A la vez, se debería tener en cuenta las limitaciones que ofrece un modelo que sólo incorpora el punto de vista del agente penitenciario y la evaluación que realiza él mismo sobre la situación: mejora la calidad de vida de la persona como preso pero no como ser humano. Se logra mejorar las condiciones de su detención pero nada tiene que ver con el llamado “tratamiento penitenciario”. Este último, si es que pudiera llevarse adelante, está a cargo de otras instituciones del Estado. No es el sistema penitenciario quien define el tratamiento de rehabilitación, aunque pudiera llegar a hacerlo en forma indirecta o solapada cuando las instituciones destinadas a tal fin funcionan en forma parcial o deficitaria. (Leibling 2000). Ayudaría la presencia sistemática de monitoreos independientes, de los agentes públicos fiscales, y de decisores políticos a la hora de hacer prevalecer tanto el derecho que asiste a los detenidos condenados como a los agentes penitenciarios como lugar digno de trabajo. Fecha de entrega: 31/7/2007. Fecha de aprobación: 6/3/2008. BIBLIOGRAFÍA CITADA BOIN, ARJEN Y WILLIAM RATTRAY 2004 Understanding prison riots. Punishment & Society, Volumen 6 No. 1. CRAWLEY, ELAINE 2004 Emotion and performance. Prison officers and the presentation of self in prisons. Punishment & Society, Volumen 6 No. 4. DA ROCHA, JOAQUÍN 1997 Experiencias en el área de política penitenciaria. En: Jornadas sobre sistema penitenciario y derechos humanos. Anexo de actualización. Nueva Ley de Ejecución de la pena privativa de la libertad., Editores del Puerto, Buenos Aires. DEL OLMO, ROSA 2002 ¿Por qué el actual silencio carcelario? En: Briceño-León, R. (comp.) 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Correo electrónico: [email protected] 60 Carolina Kobelinsky RESUMEN En los Centros de recepción y asistencia para peticionantes de asilo en Francia, la evaluación moral de los candidatos al estatuto de refugiado reviste un doble aspecto: por un lado, sobrevuela una duda sobre la veracidad de la historia del peticionante, que es sometido a una prueba de credibilidad; por otro, los solicitantes son juzgados en razón de sus actitudes y comportamiento en el Centro. En este artículo propongo explorar, a partir de un corpus etnográfico, las representaciones construidas por los asistentes sociales y estudiar las figuras antropológicas de peticionante de asilo que operan en la vida cotidiana. Palabras clave: Centro de recepción y asistencia para peticionantes de asilo; Evaluación moral; Sospecha; Desconfianza; Verdad. ABSTRACT In the Reception centers in France, the moral evaluation of asylum seekers is two-fold: on the one hand, there is a doubt about the truth of the story founding the asylum claim; on the other hand, asylum seekers are judged depending on their everyday attitudes towards the institution and its members. Based on a longlasting ethnographic study, the aim of this paper is to explore the representations constructed by social workers and the way they operate in everyday interactions. Key words: Reception centers for asylum seekers; Moral evaluation; Suspicion; Mistrust; Truth. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 61 INTRODUCCIÓN La creación del Ministerio francés dedicado a la Inmigración1, más allá de la aberración que significa y el objetivo que persigue, no hace más que objetivar lo que ya nadie puede negar: los inmigrantes se han constituido en las últimas décadas en un verdadero problema político. Desde que Francia decidió cerrar sus fronteras a los extranjeros en 1974, la sospecha y la victimización entraron en escena como los dos extremos de un sube y baja, cuyo peso va a uno y otro lado, en un dinámico juego de tensiones. Si hasta no hace demasiado, refugiados e inmigrantes eran percibidos como dos categorías distintas -la primera con derecho a un trato preferencial- , actualmente los límites entre peticionantes de asilo e “inmigrantes económicos” parecen evaporarse en los discursos y las políticas implementadas. El asilo, que remite a la definición de refugiado de la Convención de Ginebra de 19512, pasó a ser tratado como un vector de inmigración. Las personas que arriesgan su vida en la migración, aquellas que escapan a la persecución, a la muerte, las que huyen del hambre, todas, quedan atrapadas bajo el estigma de “clandestinos”. Los políticos y la prensa hablan de “verdaderos” y “falsos” refugiados, retórica que sirve justificar el minúsculo porcentaje de estatutos otorgados. La sospecha recae sobre todo extranjero que pide asilo. Nuevas nociones jurídicas como la de petición “manifiestamente infundada”, que permite deshacerse de una buena cantidad de solicitudes incluso antes que puedan presentarse, o de “países seguros” que descarta la petición de originarios de países que se encuentran en una lista constantemente renovada, enfatizan la desconfianza imperante. Pero la sospecha no sólo opera en el procedimiento administrativo-legal de reconocimiento del estatuto de refugiado, en las nuevas reglamentaciones y en los medios. Los centros de recepción y asistencia para peticionantes de asilo, financiados por el estado francés y cuya gestión queda en manos de diferentes ONGs, donde realicé trabajo de campo entre diciembre de 2003 y julio de 2006, constituyen espacios donde se construyen y circulan cotidianamente juicios morales en torno a 1 2 Me refiero al Ministerio de la Inmigración, la Integración, la Identidad Nacional y el Co-desarrollo, creado por el flamante presidente francés Nicolas Sarkozy. De acuerdo con la definición, es refugiado toda persona que: “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera regresar a él” (Convención de Ginebra, Art. I. A.2.) 62 Carolina Kobelinsky los solicitantes de asilo. Se trata de instituciones parcialmente cerradas de albergue colectivo, que ofrecen un seguimiento sanitario, ayuda jurídica para la redacción de la solicitud de asilo y un acompañamiento social. La estadía dura lo que tarde en resolverse la petición (que puede variar entre seis meses y cuatro años). Durante dicho período los solicitantes no pueden trabajar, su “actividad” es, en principio, la espera. El tratamiento institucional que se les brinda en los Centros difiere en función de los juicios de valor de los trabajadores sociales3. La evaluación moral reviste un doble aspecto: por un lado, sobrevuela una duda sobre la veracidad de la historia del peticionante, que es sometido a una prueba de credibilidad; por otro, los solicitantes son juzgados en razón de sus actitudes y comportamiento en el Centro. En este artículo propongo explorar las representaciones construidas por los asistentes sociales y estudiar las figuras antropológicas de peticionante de asilo que operan en la vida cotidiana del Centro. La metodología utilizada consiste, fundamentalmente, en el análisis del material obtenido durante el trabajo de campo, a partir de 1) entrevistas semi-estructuradas con asistentes sociales, responsables de las instituciones y con candidatos al estatuto de refugiado; 2) la observación directa de interacciones entre trabajadores sociales y peticionantes de asilo, la observación durante reuniones de equipo y reuniones con los solicitantes; y 3) la observación participante de actividades institucionales (talleres de cocina, de marionetas, salidas a museos, parques y fiestas). La perspectiva etnográfica adoptada permite, pues, “observar”, pero al mismo tiempo, oír y escuchar. La inserción prolongada en el campo permitió estrechar el vínculo con muchos de mis interlocutores, posibilitando que los registros de comunicación varíen (cf. Schwartz, 1993). Aparecieron así numerosas ocasiones para conversar de manera informal, lo que permitió des-ritualizar la relación investigador/informates y obtener, en intercambios en apariencia anodinos, los datos más ricos e interesantes. A partir de este material, el objetivo es escrutar las distintas elaboraciones de la experiencia cotidiana que orientan la conducta de los trabajadores sociales y el tratamiento que brindan a los peticionantes de asilo. 3 En este artículo utilizo indistintamente los términos “trabajadores sociales”, “asistentes sociales” y “profesionales de lo social”. En los Centros donde realicé mi investigación, el personal es muy heterogéneo. Está compuesto mayormente por diplomados en alguna de las múltiples carreras “de lo social”, a saber: animación sociocultural, asistencia social, educación especial, economía social y familiar. También hay empleados que no tienen formación terciaria o universitaria y otros que estudiaron ciencias políticas, historia, derecho. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 63 EL HÉROE [Uno de los directores dirigiéndose a los residentes:] “Los respeto como adultos que han tomado decisiones importantes. Tienen valor, coraje, más que yo. Los respeto porque decidieron irse de su país y es una elección difícil” (notas de campo, 15/01/04). Para algunos profesionales del Centro, los solicitantes de asilo son percibidos como personas sufrientes que se han sacrificado para salvar su vida y la de sus seres queridos. Por ello son respetados e incluso admirados. Porque son honestos y honorables. Son “verdaderos” refugiados, aun si (todavía) no obtuvieron el estatuto. Muchos asistentes sociales me han contado su gran admiración para “esta gente que ha debido dejarlo todo y que tiene coraje para volver a empezar”. Distinguidos por su coraje, su nobleza de espíritu, su devoción a una causa, estos seres dotados de grandes valores morales que despiertan la admiración evocan una figura que se asemeja al héroe. Según la definición del diccionario, éste es un ser que se distingue por sus hazañas y su extraordinario arrojo. Gracias a su carácter, su devoción total a una causa u obra, es digno de la estima pública4. Esta definición carece sin embargo de un elemento central en las representaciones de los asistentes sociales: el sufrimiento. Propongo pues, para completar esta figura del peticionante de asilo, hablar de héroe trágico. Valga una aclaración, ya que no quisiera caer en una concepción dolorista de la tragedia, que ve en el sufrimiento una fuente de conocimiento y sabiduría, una especie de utilidad (moral) del dolor. Utilizo el adjetivo en tanto la imagen evoca al hombre sufriente y los profesionales destacan el dolor por sobre otros aspectos. Para el crítico literario Terry Eagleton (2003), cuando nos interesamos por la tragedia, no podemos dejar de lado su dimensión universal. Cada tragedia es singular pero todas comparten el lenguaje del sufrimiento. Durante una conversación, un empleado del Centro ofrece una síntesis de todas las características del héroe trágico que es para él un solicitante cubano: “Hay que tener una convicción muy fuerte y un coraje increíble para decidir tomar las armas y comprometerse con la defensa de los derechos humanos, después de tanto sufrimiento… Hay que ser alguien especial me parece” (conversación, educador especial, 21/02/06). 4 Dejo de lado la definición del héroe como personaje (semi-dios) de la antigüedad. 64 Carolina Kobelinsky Todos estos valores morales poseen un significado positivo y un contenido emotivo potente a los ojos de muchos profesionales. En su etnografía de un pueblo andaluz Julian Pitt-Rivers (1971) insiste en la dimensión cognitiva de los valores, que constituyen para él los parámetros para hacer inteligible el comportamiento. Pero dichos parámetros están lejos de ser inmutables y las tres figures de peticionante de asilo que aparecen en los Centros estudiados están construidas a partir de valores que no son ni absolutos ni universales. Causas que se consideran “justas” hoy son la lucha por la democracia (sobre todo si se trata de países con regímenes de izquierda) o la libertad de expresión. Luchar por ellas, con un espíritu altruista y valor para superar “pruebas difíciles” dotan la persona de cualidades como el honor. Al atribuir tal valor a los residentes, los profesionales legitiman su pedido de asilo (los solicitantes están en su derecho de obtener la protección del Estado francés). El honor adquiere así una utilidad práctica por cuanto informa la idea del “bien fundado” de la petición (y de la asistencia en el Centro). La figura heroica sintetiza los valores morales deseables (a la vez que obligatorios) para quien aspira al estatuto de refugiado: Era la reunión de bienvenida con los nuevos residentes, la asistente social y una intérprete. Teresa insiste sobre el hecho que los peticionantes de asilo deben demostrar su honestidad: [dirigiéndose al Sr. Banov, quien recibió varias multas por viajar en el subte sin pagar el boleto:] “pero igual usted no va a hacer más fraude, tiene que demostrar que es honesto, si pide asilo tiene que mostrar su honestidad” (notas de campo, 13/01/04). La construcción del héroe pone de manifiesto la atribución de “pequeñas ayudas” financieras de manera discrecional, ya que el honor implica no sólo que uno se conduzca de cierto modo, sino también que a cambio se beneficie de un tratamiento particular (Pitt-Rivers, 1983). Aunque existe un procedimiento formal y estandarizado de atribución de ayudas en el Centro, es posible entregar, por ejemplo, algunos boletos de transporte. De acuerdo a lo que pude observar, dicho tratamiento particular consiste en “pequeñas ayudas” otorgadas generalmente por los trabajadores sociales a los residentes de quienes se sienten más cercanos o cuyas historias les han resultado particularmente emotivas: Una mujer golpea la puerta entreabierta de la oficina de la asistente social. Entra, [es Hamida, una iraní de origen kurdo que llegó a Francia con sus dos hijas. La menor tiene un problema en las piernas que le impide caminar, probablemente por culpa de los golpes que la madre recibió durante el embarazo] saluda casi en un susurro y rompe en llanto… “usted sabe que mi Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 65 hija está en el hospital… y que el hospital está muy lejos… ya no tengo más dinero para comprar los boletos de metro y no puedo dejarla sola, tan chiquita”. La mujer sigue llorando, Teresa la invita a sentarse. Continúa: “ya no aguanto más, no sé pedir, pedir, pedir todo el tiempo”. Hace un gesto con sus manos, como si mendigara… Teresa la tranquiliza y luego le aconseja ir a ver al director del CADA para que le dé, excepcionalmente los boletos que necesita. La mujer parte, más tranquila. Teresa no puede contener sus lágrimas, me dice “… ya le di varios boletos la semana pasada, ahora no tengo”. (notas de campo, 01/04/04) Tiempo después de este episodio, Teresa movilizó todas sus redes para que atribuyeran a esta familia un lugar en otro Centro, antes de obtener la respuesta del pedido de asilo por parte de la OFPRA5. Así, si Hamida obtenía el estatuto, le permitirían quedarse en el Centro y tendría más posibilidades de obtener un lugar en un Centro para refugiados. Teresa tenía razón, no sólo obtuvo asilo sino también un alojamiento provisorio para refugiados. Esta actitud ofrece una ilustración clara de la forma en que opera en lo cotidiano la construcción del héroe trágico: su coraje despierta admiración, su sufrimiento suscita la compasión y moviliza a la acción. Ello da cuenta, además, de otro elemento de la tragedia, a saber, que provoca la piedad para con el que sufre. Estudiando su rol en la revolución francesa y la instauración de “políticas de la piedad” ancladas en el reconocimiento del sufrimiento del pueblo, Hannah Arendt (1967) establece una oposición entre compasión y piedad: la primera consiste en estar golpeado por el sufrimiento del otro como si fuera contagioso; la segunda en cambio consiste en entristecerse sin estar tocado por el sufrimiento. Dada su naturaleza, la compasión no puede ser inspirada por el sufrimiento de una clase entera. Se trata de una emoción concreta frente a la proximidad de un ser sufriente y posee un carácter práctico por cuanto es una respuesta directa a la expresión del sufrimiento. La piedad, por el contrario, generaliza, se siente a distancia del ser que sufre y es locuaz. El lenguaje de la compasión, por el contrario, no se expresa con palabras sino con gestos y expresiones del cuerpo. Por ello, podemos decir que la figura del héroe trágico evoca no la piedad sino la compasión de los trabajadores sociales, que afectados por el dolor del peticionante de asilo, buscan repararlo o, al menos, aliviar el sufrimiento. 5 En realidad, Hamida y sus hijas estaban en el Centro bajo un dispositivo particular de Tránsito que funciona en el mismo establecimiento y que es el paso previo antes de obtener lugar en un Centro para peticionantes de asilo. 66 Carolina Kobelinsky EL IMPOSTOR Subo a su oficina, [la trabajadora social, desde hace años en el Centro] me invita a sentarme y nos ponemos a charlar sobre algunos residentes. No disimula su malestar respecto de una pareja: “los Sibilliu deben volver de vez en cuando a su país, a veces no lo veo a él, ahora es a ella a la que no veo nunca (…) siempre están fuera, me pregunto si son verdaderos refugiados…” (notas de campo, 22/03/05). Es posible distinguir una segunda construcción que aparece como el espejo invertido del héroe. La figura del impostor es sin embargo mucho menos clara, sus contornos menos definidos. El peticionante de asilo aparece aquí como un ser perturbador, amenazante, un “aprovechador” y un “fraudulento”. La equivalencia entre solicitante de asilo y refugiado ya no funciona, no todos los residentes son refugiados. La sospecha merodea el dispositivo de recepción y asistencia de manera más o menos encubierta. Algunos comentarios de profesionales, a menudo off the record, pueden ser analizadas a través de este prisma: Justo después de la reunión del equipo, donde algunos profesionales criticaron el trabajo del servicio médico del Centro, una trabajadora social decía a sus colegas: “En el servicio médico tratan a la gente como perros… y piensan siempre que los certificados son falsos”. Otra asistente agrega: “no es posible, todas las familias se quejan de lo mismo” (notas de campo, 17/02/ 04). Este fragmento da cuenta de la denuncia de malos tratos cuando los profesionales desconfían de los certificados médicos que algunos residentes les entregan para adjuntar al pedido de asilo o para justificar un tratamiento preferencial (i.e. obtener boletos extra), o una ausencia prolongada al curso de francés. La cita que sigue precisa aun más la sospecha que suscitan algunos residentes que no se comportan como “personas que sufren”: “A veces me digo que no son verdaderos refugiados, que no sufrieron persecuciones. Se van a pasear, piden un alojamiento, un departamento… y la asistente social se tiene que ocupar de todo” (entrevista, asistente social, 14/02/05). Vemos pues cómo se dibuja una imagen depositaria de todos los defectos posibles. Para el antropólogo, ello recuerda el análisis ya clásico de Mary Douglas (2002), quien Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 67 caracteriza la abominación como una condición impura, una anomalía que representa el desorden y la suciedad, cuya eliminación constituye un esfuerzo positivo por organizar el entorno. Michel Agier (2002: 59) va más lejos al enfatizar que el mundo de los refugiados donde la sospecha reina, “produce la imagen de una población doblemente contaminada: sucia físicamente y sospechada moralmente”. En la misma lógica, desenmascarar a los impostores contribuye a su desaparición. La duda aparece como una actitud de vigilancia: ¿la historia del solicitante es verdadera? La sospecha constituye una práctica de selección. En realidad, el impostor es quien inventó (o compró) la narración de su historia pasada, es pues un “fraude”. Al mismo tiempo es un “aprovechador” porque beneficia de la generosidad de la ayuda social. En una reunión de equipo alguien comenta la ausencia de varios sellos institucionales: “Faltan cinco sellos. Se los llevaron a propósito. Las puertas de las oficinas están siempre abiertas, si alguien quiera agarrar un sello… escribir una carta…”. La desaparición aparece aquí como un robo. La cita ilustra la forma en que opera esta representación a través de una actitud de sospecha constante hacia los residentes que robarían los sellos para escribir cartas que los asistentes sociales no querrían hacer, para pedir, por ejemplo, la exoneración del pago de una salida de los chicos con la escuela. El “fraudulento” y el “aprovechador” no son necesariamente figuras distintas, el extracto de una conversación con una trabajadora social citado a comienzo de este apartado permite ver cómo puede tratarse de una misma figura: la pareja que está “siempre afuera” y que vuelve a su país “de vez en cuando” se comporta de manera sospechosa porque ello no entra dentro del imaginario de acciones posibles de los “verdaderos refugiados”. Esta gente aprovecha la asistencia en el Centro y como pueden volver a su país, según esta asistente social, parecería que fraguaron su historia, pues ello implica que no corren riesgo de persecución y su migración no habría sido provocada por “problemas políticos” tal como intentan hacerlo creer. La ambivalencia sentimental de los profesionales de lo social constituye un rasgo de sus discursos y se desliza cotidianamente en sus prácticas. O bien el peticionante de asilo es idealizado, o bien es concebido como un impostor. Ambas figuras antagónicas aparecen entre empleados de muy diverso perfil: educadores especiales, los “antiguos” de las asociaciones que no tienen formación en el trabajo social, empleados que son o han sido ellos mismos refugiados y que “piensan que los que llegan ahora no son como ellos”. Sin embargo, las dos figuras presentadas no son una originalidad de los Centros. Aparecen en realidad como el reflejo de las representaciones que se producen y reproducen en la escena mediática y política francesa. Esta construcción se yuxtapone a la lógica binaria reinante que opone los muchos “falsos” refugiados a los pocos “verdaderos”. 68 ENTRE LA CONFIANZA Y LA SOSPECHA O CÓMO Carolina Kobelinsky PERFORMAR LA VERDAD ¿Sobre qué economía moral se fundan y se justifican estas construcciones? ¿Cuáles son los resortes morales sobre los que reposa el tratamiento diferencial en los Centros? La noción de confianza me parece ofrecer una pista interesante para desandar tales interrogantes. O más bien su antónimo. En Mistrusting refugees, los antropólogos Valentine Daniel y John Knudsen (1995) postulan que en la vida de un refugiado – pero también valdría para los peticionantes de asilo en tanto que etapa inevitable del recorrido –, la confianza es superada por la desconfianza y sitiada por la sospecha. La destrucción de la confianza está anclada en la ontología misma del refugiado. Es la disyunción entre una forma de ser-en-el-mundo y una nueva realidad sociopolítica, que obliga a ver/ vivir el mundo de una forma distinta, lo que desencadena la “decisión” de ser refugiado. Se trata de una crisis personal y social que se acompaña de la erosión de la confianza. Por definición, escribe en la misma línea Marjorie Muecke (1995), los refugiados temen sus gobiernos y esta desconfianza es subyacente a la definición de refugiado de la convención de Ginebra. Así, los antropólogos agregan a la definición jurídica una interpretación cultural. Para Muecke (1987), la experiencia de un refugiado es profundamente cultural por cuanto los obliga, en tanto individuos y colectividad víctima, a resolver lo que Weber identificaba como el problema del sentido, esto es, la necesidad de afirmar la explicabilidad última de la experiencia. Cuando la experiencia es tan terrible que desencadena el éxodo, cuando la destrucción, la tortura y las muertes de inocentes son los únicos hechos cotidianos, la experiencia desafía las explicaciones de la realidad preexistentes. La autoridad en la cual se confiaba no puede controlar el caos. El orden cultural no funciona como debería, como lo hacía antes. El sufrimiento de los refugiados, continua Muecke (1987), no se limita al dolor de la pérdida del país y la familia, sino que se intensifica con la toma de consciencia que no se puede confiar en las soluciones culturales de antes, en el modelo de acción e interpretación del mundo aprendido desde la infancia. La dimensión cultural de la experiencia del refugiado está enraizada en la confianza. Daniel y Knudsen (1995) definen esta noción no como un estado de conciencia particular o simplemente un valor, sino como algo más cercano al ser-en-el-mundo de Heidegger o el habitus de Bourdieu. En un mundo ideal, suponen los autores, cuando el refugiado se reincorpora en la nueva sociedad, la confianza se reconstruye. Claro que en el mundo real las cosas no son tan sencillas, no sólo los refugiados desconfían sino que, en la nueva sociedad, desconfían de ellos. Me gustaría retomar aquí la noción de confianza, o mejor, la tensión confianza/ sospecha de un modo diferente. No pretendo abordar el proceso de erosión de la confianza desde sus orígenes. De hecho, no se trata en estas páginas de explorar la Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 69 confianza desde el punto de vista del peticionante de asilo sino de interrogarse sobre la tensión entre confianza y desconfianza subyacente al tratamiento institucional tal como se pone en obra en la cotidianidad de los Centros. Mi intención es, en este sentido, abordar la economía moral de la sospecha para con aquellos que son asistidos. Hay que decir que la antropología nunca se detuvo demasiado en la noción de confianza. Tal como sostienen Boivin et. al. (2003), dicho término sólo ha sido empleado para dar cuenta del conocimiento mutuo que sienta las bases de las relaciones diádicas y clientelares. Este tipo de confianza está considerado generalmente como el producto a la vez que el fundamento de series de intercambios recíprocos. Desde la sociología, Georg Simmel (1991) se pregunta por la forma en la que conocemos y entramos en relación con otro individuo en la vida cotidiana. Las relaciones se desarrollan, escribe, sobre la base de un conocimiento recíproco (que está basado en una relación real). Sin embargo, nuestro conocimiento sobre el conjunto de la existencia tiene limitaciones porque el otro no puede jamás ser conocido totalmente. Construimos una imagen del otro a partir de fragmentos, de allí la necesidad de confiar. La confianza aparece para Simmel como una hipótesis sobre la conducta del otro, constituye un estado intermedio entre el conocimiento y el desconocimiento. El autor distingue dos tipos de confianza, que asocia a dos etapas históricas diferentes: 1) la confianza basada en el conocimiento personal, característico de la “vida del primitivo”, cuyo vector es la proximidad física y psicológica y 2) la confianza basada en el conocimiento de ciertos datos exteriores, sobre los cuales reposa la vida moderna de “nuestra civilización”. Más allá del espíritu evolucionista de esta propuesta, en lo que respecta a la confianza que se instaura entre los profesionales y los peticionantes de asilo, me parece que podemos encontrar los dos tipos de confianza, de manera combinada. Las relaciones se construyen sobre la base de “cualidades personales” y sobre ciertos signos visibles de la condición (¿física? ¿Social?) de los residentes. A partir de la evaluación de las actitudes y comportamientos cotidianos en el Centro, el profesional elabora una hipótesis sobre el solicitante de asilo que tiene enfrente. La confianza es una relación social construida en un contexto particular, en constante mutación. Las relaciones entre profesionales y residentes oscilan entre la confianza y la sospecha. A diferencia de lo que ocurre en otras sociedades (Muecke, 1995), en las occidentales la confianza está íntimamente vinculada a la noción de “verdad”. Pero ¿de qué verdad se trata cuando es cuestión de juzgar a los peticionantes de asilo? En principio, la verdad que estaría inscrita en la convención de Ginebra y el Protocolo de 1967, una verdad que aparece como absoluta y la única posible. Hete aquí que tal cosa no existe, se trata de una ficción jurídica (Valluy, 2004). La definición no dice nada sobre la objetivación del miedo, que es subjetivo, dejando una laguna respecto de la forma 70 Carolina Kobelinsky en que los estados deben evaluar la legitimidad del temor de persecución. Ninguna jurisprudencia nacional ha logrado llenar el vacío y la francesa no es la excepción. La decisión de reconocer el estatuto descansa, en suma, en la “íntima convicción” del burócrata (ya sea el representante de la oficina de protección de refugiados y apátridas o los jueces de la comisión de apelación). Para convencerlo, el solicitante debe hacer todo lo posible por materializar la razón de su temor en su narración, debe hacer visible la “verdad”. La producción de lo oficial, escribe el historiador Gérard Noiriel (1991: 192), se basa en el principio de que el individuo es un solicitante, es él quien debe probar su “derecho” pero son los poderes públicos los que establecen la naturaleza y la cantidad de pruebas que deben presentar. De este modo se pone en marcha una política de la prueba, el peticionante debe procurar un relato autobiográfico sobre su experiencia en el país de origen que provocó la huida y el pedido de asilo. Se trataría pues de una historia pasada que no aparece en el presente sólo como un pasado, sino que es incorporada al presente. El pasado es actualizado para permitir acceder al estatuto. Pero este relato no es nunca una narración simple y objetiva del pasado, sino más bien una elaboración en el presente de la historia pasada, producida en la interacción con la burocracia francesa. A todo esto, el peticionante debe poder agregar todos los documentos que den cuenta de su narración (documentos de identidad, tarjetas del partido político, fotos, etc.). Debería también tener algún certificado médico que confirme la presencia de secuelas físicas y/o psíquicas de la violencia sufrida6. Estos tres tipos de prueba apuntan a construir una figura legítima (“verdadera”) de peticionante de asilo: la víctima que ha sufrido moral y/o físicamente, y que es capaz de mantener las huellas de tal sufrimiento. Analizando la dimensión emocional de la burocracia sueca, Mark Graham (2003) estima que en las oficinas públicas se espera de los refugiados que actúen de acuerdo con estereotipos del comportamiento apropiado del refugiado, es decir, los empleados esperan de los refugiados que muestren signos de sufrimiento, que se comporten como víctimas. Del mismo modo, podríamos sugerir que, dado que son juzgados por los trabajadores sociales, en el Centro se espera de ellos que performen su “verdad” en las interacciones cotidianas. La confianza se establecería, en consecuencia, sobre la base de la verdad expuesta y teatralizada por los residentes. La sospecha aparecería cuando las actitudes cotidianas de los peticionantes de asilo se alejan de esta imagen de sufrimiento construida como legítima. 6 Sobre los certificados médicos en las solicitudes de asilo, cf. Fassin & D’Halluin (2005). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 71 EL BUSCA “Esa cosa de ‘se lo merece’, ‘no se lo merece’, era un poco, sí, [al principio] ponía a la gente sobre un pedestal, los admiraba, los admiro todavía pero no es la misma admiración, es más como el coraje, yo no me iría de mi país, en fin, no sé …” (entrevista, animadora sociocultural, 26/12/05). Propongo una tercera figura, dotada de coraje y una cierta dignidad pero, sobre todo, capaz de luchar para “rebuscárselas”. Se trata pues del peticionante de asilo que denomino busca. Esta imagen, como veremos, parece superadora de la economía moral de la sospecha y el mérito. El busca aparece sobre todo en el discurso de los profesionales de la generación más joven, con pocos años de experiencia en el ámbito del asilo y que están más o menos comprometidos con la defensa de la igualdad en el acceso a los derechos. Se trata, en general pero no exclusivamente, de trabajadores sociales con una primera formación en ciencias sociales y humanidades o en derecho y ciencias políticas. Estos profesionales adoptan a menudo una postura crítica respecto de la asociación para la cual trabajan. El sentimiento de admiración que les provoca el “valor” y el “coraje” de los exiliados no se traduce en una visión heroica de los mismos. Concretamente, suponen que son gente que ha sufrido y que sufre, poco importa si se trata de un “buen caso” de asilo o no. Ello no significa que estas personas no sean refugiados, pues el estatuto poco depende del “caso”. Para estos profesionales el reconocimiento de la condición de refugiado es una construcción social y consideran que la obtención del estatuto difiere del hecho de ser un refugiado. Existiría, en este sentido, una dimensión ontológica del refugiado, que superaría los términos de la Convención: “Para mí, todos son refugiados… refugiados porque no tuvieron elección, por razones políticas o por razones económicas… para mí la noción de refugiado económico tiene sentido” . Si suscitan la hostilidad y la sospecha para quienes los consideran como impostores, y si pueden despertar la emoción y la admiración para quienes los consideran héroes, los solicitantes de asilo buscas pueden provocar la empatía de los profesionales del Centro. Un animador comentaba: “Es toda gente que está en el horno y hacen todo lo posible para arreglárselas, para darle de comer a sus chicos (…) no sé si yo no haría lo mismo en su situación”. En la construcción de esta figura, la confianza no parece estar a la orden del día porque no existe ningún interés por elaborar una hipótesis sobre la conducta del solicitante de asilo. Los profesionales no buscan descifrar el verdadero recorrido del exiliado y el juicio en términos de confianza o sospecha queda sin efecto. Una joven trabajadora social me explicaba en una conversación informal su forma de 72 Carolina Kobelinsky trabajar sobre los relatos: “Tomás lo que te dicen como un dato, no importa si es verdad, si es mentira… Yo busco lo que se adecua a la Convención y ya”. La pregunta es pues qué es lo que permite a estos profesionales escapar al juicio, evitar la confianza y la sospecha.¿Es consecuencia de un “a priori positivo” porque los peticionantes de asilo son siempre gente “desprotegida”, como afirmaba un asistente social? ¿Se trata más bien de un efecto de la banalización de las historias de exilio a los ojos de los profesionales? O ¿es una actitud de “desapego moral” (Hugues, 1996) para protegerse de la exposición continua al sufrimiento del otro? En realidad, nos encontramos frente a una paradoja. Estos profesionales son, en su mayoría, los más comprometidos con su trabajo y, más ampliamente, con la defensa del asilo. Tienen sin embargo una actitud que pone distancia frente a los sufrimientos de los residentes. De hecho, parecería que este desapego constituye una forma de preservarse al tiempo que una forma de compromiso7. Les permite evitar en cierta medida, nunca de manera absoluta y siempre como un esfuerzo, la evaluación moral y la clasificación en términos verdadero/falso. Así, minimizan los obstáculos y maximizan su know how técnico para constituir “un buen caso” susceptible de obtener el estatuto. La obtención de la carta de refugiado aparece como el ejemplo de un trabajo redituable porque el acceso al sistema jurídico quedó garantizado. LAS FIGURAS COTIDIANAS DE LOS “INDESEABLES” Las representaciones sociales son cambiantes y los profesionales de lo social no están atados a una imagen fija del peticionante de asilo. Así, un asistente que afirmaba no interrogarse sobre la verdad de los relatos, partiendo del principio que todos los residentes son refugiados, me confió a propósito de una familia africana: “es la única familia cuya historia no creemos”. Del mismo modo, aquel trabajador social que declaraba más arriba ponerse en el lugar de los peticionantes de asilo y comprender sus actitudes, me presentó uno de ellos diciéndome: “Carolina, te presento al Señor… viene de Kosovo, siempre participa, juega el juego, es un peticionante de asilo modelo, no trabaja, está siempre acá”. La imagen del solicitante de asilo como un héroe trágico es construida por aquellos profesionales que califican al peticionante en relación con su pasado. El “combate” que llevó a cabo para vencer un pasado de injusticias lo convierte en una víctima heroica y le otorga una dimensión “digna de admiración”. La lectura de su 7 Para un análisis sobre los “dos cuerpos” del burócrata, cƒ. Dubois (1999). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 73 presente a través de un pasado “romántico” evoca la compasión de los profesionales que intentan procurarle un apoyo moral y material. El héroe, en suma, ganó la confianza de los profesionales, confianza que aparece como una suerte de investidura con cierta eficacia simbólica en la medida en que transforma a la persona (a quien se otorga confianza) convirtiéndola en “merecedora” y digna (de admiración, de compasión, de asistencia social y del estatuto de refugiado). La representación antitética pero complementaria es la que denominé el peticionante de asilo impostor. Genera dudas y produce interacciones marcadas por la desconfianza. Si el relato de su pasado es descalificado como poco creíble, se trata de un personaje “fraudulento”. Si sus actitudes cotidianas son concebidas como irrespetuosas o deshonestas, se trata de un “aprovechador”. El acento está puesto en la indignidad del impostor, que traiciona la confianza de las personas que lo rodean, y sobre todo, la confianza que Francia le ha concedido generosamente. La economía moral del tratamiento cotidiano en los Centros para solicitantes de asilo está anclada en valores atribuidos a los residentes a partir de una hipótesis de confianza basada sobre el conocimiento personal y el conocimiento de ciertas exterioridades, donde, al carácter moral, se suman un aspecto cognitivo y una dimensión emocional importantes. Una tercera figura ofrece un matiz a la visión dicotómica. El busca despierta la empatía de los profesionales, que lo observan con una mirada benévola y comprensiva. Esta construcción está arraigada en un presente de “laburante” y “corajudo” más que en una historia pasada, de hechos desconocidos o ignorados. El busca constituye además la representación que permite a los trabajadores sociales comprometerse con su tarea al tiempo que mantenerse a distancia. Explorar las representaciones, como he intentado hacerlo en este artículo, implica abordar lo que se deja ver, pero también, hacer el esfuerzo por ir más allá de la dicotomía verdadero/ falso. En estas páginas ha sido cuestión de dar cuenta de las diferentes representaciones del peticionante de asilo en los Centros que los albergan diferentes representaciones del peticionante de asilo en los Centros que los albergan y asisten mientras esperan el resultado de su solicitud, en un contexto nacional que los estigmatiza como “clandestinos” y los pone a prueba constantemente. Estas elaboraciones de la experiencia cotidiana orientan la conducta de los trabajadores sociales, que brindan un tratamiento diferencial según el solicitante sea considerado un héroe, un impostor, o un busca. Dichas construcciones se articulan y se descomponen una y mil veces en las prácticas, y constituyen las diferentes calificaciones, descalificaciones y recalificaciones que adquieren los “indeseables” (Marrus, 1985) de hoy en la cotidianidad de la asistencia social francesa. Fecha de entrega: 7/8/2007. Fecha de aprobación: 9/11/2007. 74 Carolina Kobelinsky BIBLIOGRAFÍA CITADA AGIER, MICHEL 2002 Aux bords du monde, les réfugiés, Paris, Flammarion. ARENDT, HANNAH 1967 [1963] Essai sur la révolution, Paris, Gallimard. BALBI, FERNANDO 2003. “La lealtad antes de la lealtad: honor militar y valores políticos en los orígenes del peronismo”. En: BOIVIN, MAURICIO, ANA ROSATO & FERNANDO BALBI: Representaciones sociales y procesos políticos, Buenos Aires, Antropofagia. BOIVIN, MAURICIO, ANA ROSATO & FERNANDO BALBI 2003. “Frasquito de anchoas, diez mil kilómetros de desierto, … y después conversamos: etnografía de una traición”. 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En este sentido, el objetivo general del trabajo es analizar las prácticas cotidianas que se entretejen en función de la gestión colectiva de programas estatales. En particular, reconstruyo las actividades de un grupo de personas pertenecientes a una de las organizaciones estudiadas, quienes se encargaban de las tareas administrativas requeridas por las normativas de los programas estatales de empleo. Muestro la complejidad del proceso de especialización técnica y apropiación de saberes que torna sumamente difusa la frontera teórica entre Estado y movimientos sociales. Palabras Claves: Políticas estatales, Movimientos sociales; Organizaciones de desocupados; Gestión colectiva; Etnografía. ABSTRACT In this article, I show some of the results of an anthropological fieldwork that I carried out in La Matanza, Greater Buenos Aires Area, between April 2002 and March 2006. In that frame, I observed the everyday activities developed by neighbourhood groups linked to unemployed people’s organizations. In that regard, this article aims at analyzing the everyday practices that are entwined with the collective negotiation of State-run programs. Particularly, this article reconstructs the activities of a group of people belonging to one of organizations under study, who were in charge of the administrative tasks required by the normative that framed the State-run employment programs. The article contends that the complexity of that process of technical specialization and knowledge appropriation turns the theoretical frontiers between State and social movements extremely blurred. Keywords: State policies; Social Movements; Unemployed People’s Organizations; Collective Negotiation; Ethnography. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 79 INTRODUCCIÓN En el año 2002, emprendí un trabajo de campo en el distrito de La Matanza 1Gran Buenos Aires- que se prolongó hasta marzo de 2006. En ese marco, visité diversos grupos barriales que se habían incorporado a la Federación de Tierra Vivienda y Hábitat (FTV) o a la Corriente Clasista y Combativa (CCC) 2. Observé también las actividades cotidianas en las sedes centrales de ambas organizaciones pero desarrollé un trabajo más intenso en el espacio de la CCC. En el patio del edificio donde funcionaba la sede central de la CCC denominada Escuela Blanca- confluía un flujo incesante de personas, mercaderías y planillas. Los sábados por la mañana se celebraban las asambleas de todo el distrito. Una vez por semana se descargaban alimentos frescos para comedores comunitarios y un día al mes estacionaba otro camión que transportaba alimentos secos (yerba mate, fideos, arroz, lentejas, azúcar, tomate en conserva, aceite, y harinas de trigo y de maíz). Los representantes de cada grupo barrial que se encargaban de los trámites vinculados a políticas estatales, reconocidos en esa organización con la categoría de técnicos, transitaban con carpetas y planillas entre sus manos. Las observaciones sobre este movimiento rutinario que se repetía día a día, semana a semana y mes a mes me condujeron a la pregunta por las prácticas y las relaciones cotidianas que se entretejían en función de la gestión de programas estatales. La relación entre las organizaciones de desocupados y el Estado, mediada por programas estatales de empleo, ha sido un tema que mereció la reflexión en la mayoría de los trabajos académicos. Estos programas fueron vistos como respuestas no represivas del Estado al reclamo de puestos de trabajo; es decir, como una estrategia estatal tendiente a institucionalizar un movimiento social disruptivo a partir de mecanismos de negociación en torno a la distribución de planes de empleo y ayuda alimentaria (Delamata, 2004; Svampa y Pereyra, 2003). 1 2 La Matanza, con 1.249.958 habitantes, es el municipio más poblado del Gran Buenos Aires (Censo de Población y Vivienda: INDEC, 2001). Según el mismo censo en el Gran Buenos Aires habitan 11.460.575 personas. Se encuentra ubicado en el límite oeste de la Ciudad de Buenos Aires. La CCC es una corriente político-gremial vinculada a un partido político de orientación maoísta. En un encuentro celebrado en La Matanza, en abril de 1998, se constituyó la vertiente de desocupados dentro de la CCC, agrupando a diversas organizaciones barriales como juntas vecinales y sociedades de fomento. Por su parte, la FTV también se formó en el año 1998 para articular a organizaciones dedicadas al problema de la tierra y la vivienda. Su fundación formó parte de la estrategia de la Central de Trabajadores Argentinos tendiente a la representación de los trabajadores tanto en el espacio de la producción como en el barrial. 80 Virginia Manzano Otros trabajos consideran que los recursos que dispensan programas estatales representan una “presa” para antiguos trabajadores que, convertidos en pobres, actúan con la “lógica del cazador” (Merklen, 2005). Es decir, el debilitamiento del vínculo salarial habría obligado a las “clases populares” y a las organizaciones colectivas que las representan a actuar según la “lógica del cazador”, persiguiendo y capturando recursos que suministran ONGs o diversas instancias gubernamentales. Los trabajos etnográficos, por su parte, aportaron copiosos datos que permiten complejizar las imágenes de los programas estatales como simples estrategias gubernamentales tendientes a institucionalizar movimientos sociales (Manzano, 2004, 2007 a y b; Quirós, 2006). Estas investigaciones analizan una trama de relaciones sociales en la que las acciones estatales se transforman en prácticas, expectativas y sentidos que configuran procesos de interacción social en espacios familiares y barriales como también así entre organizaciones sociales y entre éstas y los distintos niveles de gobierno. La reconstrucción etnográfica de múltiples prácticas situadas en contexto y la adopción de un enfoque que acentúa los modos más amplios de vida de los sujetos que participan de las organizaciones de desocupados también contribuyó a la deconstrucción de aquellas interpretaciones que afirman la existencia de una clase popular homogénea y abstracta que actúa guiada por una “lógica racional” (cazadora), fuera de todo marco procesual. En el encuadre de estos debates, en trabajos previos reconstruí la configuración histórica de la relación entre el Estado y las organizaciones sociales a partir de los programas de empleo (Manzano, 2007a) como también así las obligaciones y los deberes implicados en la gestión de políticas estatales (Manzano, 2007b). Continuando con esa línea de reflexión, el objetivo de este artículo es analizar los efectos de programas estatales sobre las actividades diarias de las organizaciones estudiadas, prestando especial atención a la dialéctica entre control y apropiación. En primer lugar, describo las características de los principales programas de empleo para comprender cómo sus componentes modelan rutinas cotidianas. En segundo lugar, con el propósito de reconstruir modos de gestión colectiva de políticas estatales, me concentro en un grupo de personas pertenecientes a la CCC que tienen como principal tarea el seguimiento administrativo de los programas de empleo. Finalmente, a partir de los datos presentados, procuro extraer conclusiones más generales sobre la relación entre el Estado y los movimientos sociales. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 81 EL ESPACIO DE LAS POLÍTICAS ESTATALES Anotarse en el plan, salir en el plan, cobrar el plan, trabajar con el plan: cada una de estas frases me acercó a un lenguaje que comencé a comprender y a compartir a lo largo de mi estadía en La Matanza. Con esta categoría, las personas que conocí a lo largo de mi trabajo de campo aludían a diferentes programas gubernamentales de la órbita provincial o nacional, que frente a otras modalidades de intervención estatal (mercaderías o medicinas) se caracterizaban por un rasgo común: otorgaban una “ayuda” monetaria a cambio de la contraprestación del beneficiario en proyectos comunitarios o productivos (copas de leche, roperos comunitarios, huertas, manualidades, infraestructura -limpieza de calles, arroyos o zanjas-, etc.). El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación empleaba otra terminología para referirse a las acciones que requerían de la contraprestación del beneficiario a cambio de una “ayuda económica no remunerativa”. Diferentes programas se definían como políticas activas de empleo, y se distinguían de las políticas pasivas, que no exigían contraprestación; tal es el caso del Sistema Integral de Prestaciones por Desempleo o Seguro por Desempleo. Bajo la categorización de políticas activas de empleo se desarrollaron los programas de ocupación transitoria, como el Programa Trabajar, implementado desde 1995, y el Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, que a partir de enero de 2002 unificó al conjunto de las acciones previas en el marco de la declaración de “Emergencia en Materia Social, Económica, Administrativa y Cambiaria” de la Argentina. Más allá de la diferencia entre los diversos programas de ocupación transitoria –tema que desarrollé de manera pormenorizada en otro trabajo (Manzano, 2007a)todos ellos comparten una serie de características comunes como la transitoriedad de los beneficios y de los proyectos y el papel preponderante que se otorga a “los organismos responsables” (ONGs o gobiernos municipales) en la elaboración y ejecución de actividades y en la selección de beneficiarios. Finalmente, y esto es fundamental, en los todos los casos se propicia la focalización del gasto social; es decir, se motorizan estrategias para focalizar sobre el “desocupado pobre” y sobre regiones marcadas por elevados índices de pobreza. La categoría beneficiarios es sumamente relevante para comprender las características de este tipo de políticas. El beneficiario se definía no sólo por su condición de desocupado sino también por el hecho de ser jefe o jefa de un hogar integrado por menores de dieciocho años, discapacitados o enfermos de cualquier edad; y a cambio de una “ayuda económica”, se comprometía a “contraprestar” la concurrencia escolar y los controles de salud de los menores que tuviera a cargo, así 82 Virginia Manzano como su propia incorporación en el circuito de educación formal o en cursos de capacitación para lograr una futura reinserción laboral. Además, quienes aspiraban a encuadrarse dentro de estos programas debían acreditar su condición mediante un cúmulo de documentación probatoria. En este sentido, en el artículo 10 del Decreto del Poder Ejecutivo Nacional (165/02) mediante el cual se creó el Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados se indicaba: “Acreditar la condición de jefe o jefa de hogar en situación de desocupado, mediante simple declaración jurada. Acreditación de hijos a cargo mediante la presentación de la correspondiente Partida de Nacimiento del o los menores, o certificación del estado de gravidez, expedido por un centro de salud municipal, provincial o nacional. Acreditación de escolaridad en condición de alumno regular del o de los hijos a cargo, menores de DIECIOCHO (18) años mediante certificación expedida por el establecimiento educativo. Acreditación del control sanitario y cumplimiento de los planes nacionales de vacunación del o de los hijos a cargo, menores de DIECIOCHO (18) años, mediante libreta sanitaria o certificación expedida por un centro de salud municipal, provincial o nacional. Acreditación de la condición de discapacitado del o de los hijos a cargo, mediante certificación expedida por un centro de salud municipal, provincial o nacional. En los casos de ciudadanos extranjeros residentes en forma permanente en el país, dicha residencia deberá ser acreditada mediante Documento Nacional de Identidad argentino.” En otra escala, estos programas se diseñaron de acuerdo con el asesoramiento técnico y con los requisitos de las líneas de financiamiento de Organismos Internacionales de Crédito. En este sentido, el Banco Mundial denomina workfare a lo que en contextos cotidianos se conoce como planes y en el Estado argentino se define como políticas activas de empleo. Los dictámenes de los técnicos del Banco Mundial aconsejaban aplicar este tipo de programas en aquellas zonas donde crisis macroeconómicas o desastres agroalimentarios habían convertido a una porción significativa de pobres en desempleados (Jalan y Ravallion, 1999). Desde otro ángulo, las estrategias de workfare, al menos en el caso argentino, se insertaron en propuestas más amplias del Banco Mundial expresadas en políticas de estabilización macroeconómica, reformas sectoriales de los servicios sociales y redefiniciones del rol del Estado en el tratamiento de la pobreza. Con relación a esto, en 1988 se conocieron los resultados de una misión de monitoreo sobre lo que el propio Banco Mundial definió como “sector social” (vivienda, educación y salud), en ese documento se propusieron una serie de reformas fundamentadas en Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 83 el diseño de políticas sociales, tales como la planificación descentralizada, la reestructuración fiscal y administrativa de los servicios sociales, y la focalización del gasto social para reducir la pobreza de manera más eficaz y a menor costo. A fin de obtener el apoyo popular necesario para sostener esas reformas en el tiempo, también se sugería la participación de los beneficiarios directos a partir de la incorporación de organizaciones de base y comunitarias (The World Bank, 1988). En suma, los programas de ocupación transitoria expresan propuestas de Organismos Internacionales de Crédito frente a la pobreza y la desocupación, que se impusieron de manera asimétrica en estas latitudes en un marco de correlación de fuerzas sociales pautado por políticas de orientación neoliberal. Como mostraré en lo que sigue, los mencionados programas introdujeron una serie de prácticas y un vocabulario específico relacionado con sus componentes: beneficiarios, proyectos, unidades ejecutoras y organismos responsables. Esas prácticas y ese vocabulario modelaron la actividad cotidiana de movimientos sociales, pero, al mismo tiempo, se convirtieron en una posibilidad para la apropiación de saberes y para el logro de un mayor control colectivo sobre los dispositivos de funcionamiento estatal. LA ESPECIALIZACIÓN TÉCNICA: ENTRE COMPUTADORAS Y PLANILLAS Rosa, Noelia y Cata, integrantes del Equipo Técnico de Nación de la CCC, me invitaron al salón de la Escuela Blanca donde trabajaban para que conociera una nueva máquina fotocopiadora. “Es usada, pero es digital; porque la que tenemos allá es más viejita”, afirmó Rosa con entusiasmo mientras deslizaba una lona para cubrirla. “Todos los barrios colaboraron y la pudimos comprar”, agregó. Además de las dos fotocopiadoras, había cuatro computadoras, cinco escritorios, ficheros y estantes con carpetas y cajas. De las paredes pendían anuncios, teléfonos y direcciones de diversos ministerios nacionales, un extenso mapa de La Matanza y fotos que retrataban el trabajo en distintos proyectos. Las tres mujeres me explicaron la utilidad de la nueva fotocopiadora para la vinculación de beneficiarios que estaban desarrollando por aquellos días. Rosa fue hasta uno de los ficheros, extrajo una carpeta de cartulina color gris y la depositó en mis manos; su intención era que comprendiera el alcance de esa tarea. Abrí la carpeta y descubrí planillas y fotocopias prolijamente ordenadas y foliadas. Una carilla con el escudo argentino encabezaba la documentación y funcionaba como carátula de un “Proyecto de Serigrafía”. En las hojas siguientes se registraban las características de ese proyecto: fecha de inicio y finalización, cantidad y nombre de los beneficiarios 84 Virginia Manzano incorporados, lugar donde se llevarían a cabo las actividades, resultados esperados y detalle de insumos, herramientas y materiales. Tras esa presentación, se adjuntaban copias para atestiguar las características de cada uno de los beneficiarios: las dos primeras hojas del documento nacional de identidad, constancia del Código Único de Identificación Laboral (CUIL) y certificados relacionados con la “carga”, es decir, con hijos menores de 18 años o discapacitados de cualquier edad, tales como partidas de nacimiento, constancias de escolaridad y vacunación, y diagnósticos médicos/psicológicos. El conjunto de tareas asignadas al Equipo Técnico de Nación de la CCC se relacionaba enteramente con tareas propias de la administración de programas de empleo, entre las cuales se destacaban el ingreso de datos en sistemas informáticos, la vinculación de cada beneficiario con actividades productivas o comunitarias, la centralización de registros de asistencia de los diversos proyectos, la recepción de la nómina mensual de la liquidación del beneficio de ciento cincuenta pesos remitida por el ANSeS y el reclamo por solicitudes “rechazadas”. El trabajo más arduo, desde el punto de vista de quienes integraban ese equipo, se iniciaba tras la remesa mensual del ANSeS. La recepción de esos listados intensificaba vínculos cotidianos con dependencias estatales con el objetivo de identificar las causas de las solicitudes rechazadas. Además, como esos “rechazos” implicaban la cancelación del beneficio mensual de ciento cincuenta pesos, las acciones se dirigían a la reincorporación de beneficiarios. La inadecuación de la documentación probatoria requerida por las normativas estatales constituía una de las principales causas para el rechazo de solicitudes. Algunos beneficios se cancelaban debido a problemas en la documentación probatoria referida a la “carga familiar”. En otros casos, se interpretaba que los jefes de hogar no se hallaban comprendidos en situaciones de desocupación. Las solicitudes también podían ser rechazadas a causa de errores cometidos durante el ingreso de datos en el sistema informático, a cargo de los miembros del equipo técnico. Según los testimonios, la mayoría de los inconvenientes consistían en problemas de ortografía y de tipeado, omisión o alteración de números de documentos de identidad o claves laborales, y limitaciones para la operación de programas computarizados. Las actividades de este equipo estaban predefinidas por una modalidad de política estatal cuyos rasgos he puntualizado en el apartado previo. De algún modo, la propia denominación técnicos reconocía un lenguaje en uso en dependencias del Estado: “Yo creo que nació del Ministerio de Trabajo. A mí no me gusta el nombre ‘técnico’. A mí no me gusta la palabra; pero nació justamente de los Ministerios Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 85 de Trabajo y fue trasladada acá. A mí no me gusta esa palabra, la odio a esa palabra, te juro. Por eso yo a ellos [señalando a dos jóvenes integrantes del equipo] les digo ‘compañeros’: ‘los compañeros de nación’” (Adelina, 45 años, integrante de la Mesa Ejecutiva de la CCC). Me interesa profundizar sobre una serie de aspectos relacionados con las funciones técnicas para precisar modos de relación con el Estado. Desde fines de la década del 90 se produjo una creciente especialización en el manejo administrativo de programas de empleo que se expresó en la adecuación tanto de estructuras como de tareas. El almacenamiento de documentación, así como también de mercaderías provenientes de otras acciones estatales, ocupaba la mayor parte del espacio en los locales donde funcionaban organizaciones de desocupados (fuera la CCC o la FTV). El dinero recaudado del aporte mensual de beneficiarios de planes y de otras actividades (rifas, bailes y ferias) se destinaba fundamentalmente a la mejora de equipamientos. En este sentido, sobresalía la adquisición de fotocopiadoras, computadoras, cartuchos para impresoras y papel. Los fondos reunidos también se empleaban para cubrir los gastos de traslado a dependencias estatales, que incluían boletos de autobuses, combustible de dos autos y estipendio para el almuerzo. En otro orden, aquellas personas que cumplían tareas de autodefensa en piquetes o manifestaciones públicas conformaron un sistema de guardias nocturnas y rotativas para custodiar las instalaciones de la Escuela Blanca con el objetivo de proteger los bienes y la documentación que se acopiaban en ese lugar. Fuera de las sedes centrales, las tareas cotidianas de los referentes o dirigentes barriales también se vinculaban con los programas de empleo; incluían, entre otras cosas, anotar a pobladores en listados de espera de ingresos, completar planillas con datos de beneficiarios o manejar información sobre días y sedes del cobro del beneficio. Los espacios donde desarrollaban su tarea diaria (sus viviendas particulares u otros) se asemejaban a oficinas atiborradas de biblioratos, planillas oficiales, listados, rendiciones de cuenta, calculadoras y, en algunos casos, computadoras. Sobre las paredes de algunas viviendas se exhibían, entre fotos familiares, carteles que contenían información relativa a los planes. Otro aspecto que se ha venido puntualizando en este apartado refiere a la especialización en la función técnica. En este sentido, Rosa, quien se desempeñaba como coordinadora del Equipo Técnico de Nación, sostenía: “Empecé a ayudar en el armado de los proyectos por el tema de que tengo buena letra, porque a pesar de tener nada más que la primaria, siempre tuve la ansiedad de aprender. Bueno, como a mi vieja no le daba el presupuesto, porque se quedó sola con nueve hijos, no pude seguir estudiando, pero me 86 Virginia Manzano hubiera gustado seguir la carrera de contaduría... contadora. Bueno, ahí comencé armando proyectos, así, de puño y letra; y después, sin querer me fui metiendo, y al meterte mucho es como que vas adquiriendo más conocimientos. Tenía ciertos amigotes en el Ministerio de Trabajo que me enseñaron a realizar las cargas, porque yo cero en computación; no sabía nada. Aprendí acá”. La buena caligrafía representaba inicialmente una habilidad valorada para el manejo administrativo de programas de empleo; sin embargo, nuevos requerimientos en las normativas estatales exigieron de pericias ligadas a la operación informática. Sobre el total de los quince integrantes de los equipos técnicos de la CCC, dos contaban con estudios secundarios incompletos, uno tenía estudios primarios inconclusos y los doce restantes, como era el caso de Rosa, habían completado la instrucción primaria. En ese marco, se destacaba el aprendizaje de destrezas específicas en la interacción cotidiana con agentes estatales: “Es todo mucha burocracia. A veces nos llaman urgente por una hojita que nos habíamos olvidado de firmar o porque faltaba completar cosas. Ya te tenés que preparar, tomar el colectivo y salir para los ministerios. Decí que el trato es muy cordial, muy buena onda con las chicas empleadas; te ayudan en todo, te explican todo. Ellas también son medianamente explotadas porque tienen contratos de tres meses, no gran cosa.” (Matilde, 42 años, integrante del Equipo Técnico de Nación) La valoración de los agentes estatales –considerados buenas personas, incluso “amigotes”– sobresalía en la mayoría de los relatos de quienes ejercían funciones técnicas. Eran ellos quienes habían incidido de manera directa en el aprendizaje de nuevas habilidades. Los integrantes del equipo técnico también eran beneficiarios de un plan por el cual percibían ciento cincuenta pesos mensuales. A diferencia del resto de los beneficiarios, su contraprestación superaba las cuatro horas diarias. Las motivaciones que impulsaban a formar parte de esos equipos eran variadas y deben entenderse en el marco de trayectorias de vida. Rosa aportó su testimonio en diferentes asambleas de la CCC: “Compañeros, ustedes saben que yo era adicta, y que gracias al movimiento yo soy otra persona. Aprendí a compartir con los demás y aprendí a sufrir las necesidades de los demás” (Registro de campo/ septiembre de 2004). Rosa tenía 38 años, seis hijos, y la mayoría de los miembros de su familia se habían incorporado a la CCC. Su hermana era dirigente del barrio El Futuro, su madre Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 87 colaboraba con la distribución de mercaderías y su hija mayor atendía al público en un local donde funcionaba la administración de cooperativas de trabajo. Rosa había formado pareja en el año 2003 con Mario, quien había sido promocionado a la coordinación nacional del conjunto de las cooperativas de trabajo de la CCC y había viajado a Venezuela para conocer experiencias similares. María, la madre de Rosa, oriunda de la provincia de Tucumán, se había instalado en La Matanza a inicios de la década del 70 y había trabajado durante veinte años como cocinera en el comedor de una planta industrial. En una entrevista que mantuve con ella, manifestó, entre lágrimas: “La organización me dio de ver y sentir por el otro, no por mí misma. Después, las satisfacciones más grandes me dio este movimiento, porque mi hija Rosa tiene séptimo grado y ella aprendió acá el teclado de la computadora. Primero todo era planillas, porque era todo a mano; pero hoy, verla a mi hija que es la técnica de todo el país, que tiene una responsabilidad enorme, es una cosa que a mí me llena de orgullo. Me llena de orgullo ver que ella pudo salir adelante, porque con el estudio que tenía jamás pensé que mi hija iba a llegar a estar con muchísima responsabilidad en su mochila”. En el caso de Rosa, entonces, las tareas técnicas representaban un hito o, más precisamente, una inflexión en su trayectoria de vida y en la de su familia. El cargo despertaba orgullo y su entorno familiar colaboraba para que ella se desenvolviera con éxito en él; por ejemplo, cuidaban de sus hijos pequeños cuando viajaba al interior del país para brindar asesoramiento sobre las tareas de su especialidad. En otros casos, sobresalía la rotación por la función técnica debido al peso de apremios económicos. Cata tenía 31 años y vivía con sus cinco hijos y un nieto de cuatro meses. Una de las últimas veces que visité el barrio me encontré con ella. Iba vestida con ropa azul de gabardina y se dirigía a un predio donde la CCC estaba construyendo viviendas como parte de un programa del Ministerio de Planificación Federal. Al verme se detuvo para conversar: “Cómo me gustaba el trabajo de técnica... pero tuve que dejar. Rosa me ayudó para que entre en la cooperativa. Ahora me estaba yendo para allá. Acomodo los ladrillos, ayudo a preparar la mezcla. Son buenos los compañeros que me tocaron. En la cooperativa, aparte del plan, cobro trescientos o cuatrocientos pesos más, eso según cómo vaya la obra. Pero ya son cuatrocientos cincuenta pesos, más la mercadería. Ya con eso me voy arreglando”. 88 Virginia Manzano Consideradas en conjunto, es posible observar que las motivaciones para desempeñar la función técnica estaban centradas en el prestigio que confería ese cargo, los aprendizajes que reportaba y el gusto por una tarea diferente a las que se ejercían en otros proyectos, como copas de leche, comedores comunitarios o manualidades. En términos más generales, desde los inicios de la década de los noventa, pero sobre todo a partir de 1995, con el lanzamiento del Programa Trabajar, las reglamentaciones de los programas de empleo reconocían como organismos responsables para la presentación de proyectos y selección de beneficiarios tanto a gobiernos municipales como a ONGs. En este sentido, la FTV gestionaba programas de empleo en calidad de asociación civil mientras que la CCC, por tratarse de una corriente político-gremial, operaba con avales de la Asociación Amas de Casa del País3 para trámites vinculados con ministerios nacionales y de una junta vecinal para aquellos de la órbita de la provincia de Buenos Aires. Un punto a destacar, entonces, es el desarrollo de iniciativas dentro de los marcos impuestos por las políticas estatales. En ese espacio, se fueron apropiando de saberes técnicos con la intención de ejercer un “control” sobre el trabajo de las dependencias estatales. En términos conceptúales, la apropiación4 refiere tanto al carácter coactivo de los marcos dentro de los que se toman decisiones como a la capacidad de acción e iniciativa de los sujetos (Grimbeg, 1997; Rockwell, 2004). En un contexto de intensa movilización social de Argentina, como el mes de diciembre de 2001 y el verano de 2002, tanto la CCC como la FTV lograron mayor control sobre las tareas técnicas a partir del lanzamiento del Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados. Esto se expresó en una creciente autonomía respecto de los gobiernos municipales: “Fuimos viendo que dentro del despelote que tenía el municipio, con lo que ellos tenían y con lo de otras organizaciones, era mejor buscar nuestra propia estructura - que sería la ONG- que nos represente. De esa manera, nosotros 3 4 Amas de Casa del País es una organización de mujeres con injerencia en distintas provincias de Argentina. Las definiciones del concepto de apropiación son variadas e indican la complejidad de ese proceso. En el paradigma reproductivista indicaba concentración del capital económico y simbólico por parte de los grupos dominantes. En otros esquemas se sugiere que la apropiación de recursos y prácticas puede ocurrir en múltiples direcciones. De este modo, el sentido del concepto se desmarca de un modelo de referencia inicial ligado a la apropiación unidireccional de la plusvalía que se da en la producción capitalista (Rockwell, 2004). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 89 podíamos hacer el reclamo más puntual, porque de la otra forma teníamos que ir al municipio a reclamarle que menganito, fulanito y sultanito no salieron para cobrar, que los papeles que faltaban eran éstos…y el municipio en el medio de todo el kilombo que tiene, porque ellos tienen miles capaz, no tomaban en cuenta el nuestro y el nuestro salía perjudicado. Entonces, con nuestra estructura se iba a hacer más directo el trámite. De esa forma fuimos fundamentando porque nos teníamos que independizar como organización, porque igualmente dentro del municipio estábamos como organización, no es que estábamos como municipio, pero la independencia era porque iba a ser más directo y aparte también el intendente se sacaba un peso de encima, porque algunos cachetazos iban a ir para él también” (Adelina, 45 años, integrante de la Mesa Ejecutiva de la CCC). Hasta el año 2002, ambas organizaciones desarrollaban actividades previstas en las reglamentaciones oficiales para las ONG’s como la selección de beneficiarios y el armado de proyectos. Con el lanzamiento del Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, sumaron a esas tareas aquellas responsabilidades que las normativas estatales preveían para gobiernos municipales y comunas, entre ellas: “Coordinar la inscripción de los candidatos a beneficiarios a partir de la administración de un Formulario Único de Inscripción proporcionado por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Construir un legajo de cada uno de los beneficiarios propuestos que debe contener: fotocopias del Documento Único de Identidad y de la Clave Única de Identificación Laboral; certificados de escolaridad y del plan de vacunación completo de cada uno de los hijos menores de dieciocho años; constancias médicas que certifiquen estados de gravidez de miembros del grupo familiar y, en caso que corresponda, certificados de discapacidad-confeccionados de acuerdo con normativas legales. Efectuar la carga informática de todos los datos y remitir la información al Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.Vincular a cada uno de los beneficiarios propuestos a proyectos productivos y comunitarios para el cumplimiento de la contraprestación horaria. Comunicar a los beneficiarios si fueron incorporados y dados de alta en Registro Nacional de Beneficiarios de Planes Sociales, a partir de lo cual comienza a regir el beneficio económico estipulado en la suma mensual de 150 pesos.” En suma, la CCC y la FTV ganaron control sobre la implementación de programas de empleo tomando responsabilidades asignadas a los gobiernos municipales, esto se expresó en una rutina diaria modelada por las tareas de especialización técnica. 90 Virginia Manzano PALABRAS FINALES: ACERCA DEL ESTADO Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Sostuve que uno de los propósitos del presente trabajo era dar cuenta de la gestión colectiva de programas estatales. Cando me refiero a gestión me baso en los aportes de la antropología de las políticas, en particular en el concepto de policy sistematizado por Shore and Wright (1997). Con esta categoría no se alude solamente a las formas de gestión de un programa en particular sino a un proceso complejo de administración de las poblaciones en el cual las políticas contribuyen imponiendo condiciones, normas y regulaciones sobre la conducta de los sujetos. Desde este enfoque, presenté una serie de datos de mi propio trabajo de campo con organizaciones de desocupados de La Matanza –Gran Buenos Aires- que muestran que para controlar la gestión de programas gubernamentales se especializaron tareas y estructuras y, en poco tiempo, algunas personas se vieron a sí mismas operando programas informáticos, completando planillas, formulando proyectos y colaborando con empleados públicos. A partir del análisis de la gestión colectiva de programas estatales, en particular a través del estudio de la especialización técnica requerida para la administración de programas de ocupación transitoria, un aspecto axial a resaltar es que la distinción entre movimientos sociales y Estado se vuelve sumamente difusa y lábil. Por lo general, las teorías sobre los nuevos movimientos sociales y la acción colectiva, especialmente en el caso de América Latina, desarrollaron desde la década del 80 un fuerte contenido normativo acerca de lo que debería ser un movimiento popular y sobre las capacidades de esa forma de movilización social para mantenerse a salvo de las iniciativas estatales3. Estos postulados se expresaron en estudios sobre el movimiento piquetero, a partir de la divulgación de una imagen homogénea que acentuó la confrontación de las diversas organizaciones de desocupados con el Estado, así como también los intentos gubernamentales por “cooptarlas” o “institucionalizarlas”. Los resultados alcanzados en mi investigación, parte de los cuales se presentaron en este artículo, ponen de relieve una variedad de prácticas que tensionan las reificaciones analíticas que hacen hincapié en la distinción normativa entre los movimientos sociales y el Estado. Las acciones de los movimientos sociales y las del Estado no pueden ser interpretadas por fuera de relaciones de poder históricamente construidas. Más aún, la configuración de modalidades de gestión colectiva de programas estatales constituye un indicador de un proceso de 5 Un análisis detallado sobre estas teorías se puede consultar en Manzano, 2007 a y c. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 91 producción conjunta de políticas y formas de acción de los grupos subalternos, en el que operan mecanismos de control, apropiación y niveles de autonomía. Fecha de entega: 7/8/2007. Fecha de aprobación: 16/10/2007. BIBLIOGRAFÍA CITADA DELAMATA, GABRIELA 2004 Los barrios desbordados. 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MANZANO, VIRGINIA 2007b “Poder y relaciones de intercambio en el mundo de las organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires”. En Etnía, Nº 48. Olavarría, Instituto de Ciencias Antropológicas, UNCPBA. MANZANO, VIRGINIA 2007c “Del desocupado como actor colectivo a la trama política de la 92 Virginia Manzano desocupación: antropología de campos de fuerzas sociales”. En Cravino, María Cristina (comp.): Acción colectiva y movimientos sociales en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Buenos Aires, Prometeo-UNGS. MERKLEN, DENIS 2005 Pobres Ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina, 1983-2003). Buenos Aires, Editorial Gorla. QUIRÓS, JULIETA 2006 Cruzando la Sarmiento. Una etnografía sobre piqueteros en la trama social del sur del Gran Buenos Aires. Buenos Aires, Antropofagia. ROCKWELL, ELSIE 2004 “La apropiación, un proceso entre muchos que ocurren en ámbitos escolares”. En Memoria, Conocimiento y Utopía. 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Correo electrónico: [email protected] 94 Darío Soich RESUMEN La investigación etnográfica propone problematizar la relación entre disciplina capitalista y resistencia obrera a través de la dimensión corporal. En los talleres productivos de PSA Peugeot-Citroën Argentina, constatamos una miríada de estrategias de dominación corporal sobre la experiencia de cada trabajador en la plataforma de trabajo (reglamentos de conducta, normas y sanciones disciplinarias), una frontal política de las coerciones sobre el cuerpo, un mecanismo de poder que lo explota, lo desarticula y lo recompone provechosamente. Pero al mismo tiempo en que la disciplina de fábrica inscribe en la corporalidad las marcas de la dominación, es necesario analizar cómo los trabajadores resisten ser reducidos a ella. Surgen las tácticas oposicionales de carácter circunstancial, disperso y fragmentario. Tales experiencias prácticas cotidianas advierten una activa lucha cultural dispuesta en las cambiantes relaciones de dominación, subordinación e insubordinación dentro del proceso de trabajo automotriz. Palabras clave: Disciplina capitalista; Procesos de trabajo; Control del cuerpo; Creatividad cotidiana; Antidisciplina ABSTRACT This ethnographic research relates capitalist discipline and labour resistance through body dimension. On the shopfloors of PSA Peugeot-Citröen Argentina, we discover a variety of dominant strategies bodily situated which constrain the experience of each worker (factory codes, rules, disciplinary suspensions), a direct confrontation, a mechanism of power that exploit, dislocate and reconstruct the body profitably. Even though the factory discipline inscribes forms of dominance through the body, it is necessary to understand how workers resist being reduced to them. Oppositional tactics appear, incidental ways of protest inside the automotive labour process. Those practices of everyday life show an active cultural struggle in contexts of domination, subordination and insubordination. Key words: Capitalist discipline; Labor processes; Body control; Everyday creativity; Antidiscipline Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 95 INTRODUCCIÓN “Todos piensan de que estas fábricas son algo lindo, hasta que vienen a laburar y se dan cuenta de lo que es. Una cosa es ver la fábrica desde fuera y otra muy distinta es estar aquí dentro” (monitor del taller de chapistería) El objetivo general de este trabajo es problematizar la relación entre disciplina capitalista, resistencia obrera y corporalidad en una industria automotriz transnacional ubicada en la localidad bonaerense de El Palomar, Partido de 3 de Febrero, Provincia de Buenos Aires, Argentina. La corporación PSA Peugeot-Citroën Argentina está situada en un municipio donde reside una clase obrera estructuralmente desocupada fundamentalmente como consecuencia de políticas de desindustrialización planificadas por sucesivos gobiernos (dictatoriales y democráticos) entre 1976-2001. Es necesario aclarar que este trabajo se inscribe dentro de una investigación más amplia en antropología social que aborda cuestiones relacionadas con: a) procesos de transnacionalización de la producción automotriz; b) disciplina capitalista y procesos de trabajo; y c) procedimientos obreros que componen la red de la “antidisciplina” (Soich, 2003) El trabajo de campo se llevó a cabo entre abril y diciembre de 2001, registrándose durante el transcurso de las incursiones etnográficas, la cadencia del proceso de producción entre los mil cuatrocientos trabajadores metalmecánicos que allí trabajan. Es importante mencionar que PSA Peugeot-Citroën Argentina está conformada por cuatro talleres de producción –estampado, chapistería, pintura y montaje– situados en espacios planificados que abarcan unas dos hectáreas de superficie. Específicamente y por cuestiones de extensión, aquí nos ocuparemos únicamente de aspectos relacionados con la disciplina fabril y las estrategias de dominación corporal dentro del taller de chapistería, soslayando algunas de las implicancias político-culturales para los trabajadores aplicados al ensamblado de las carrocerías metálicas. En ese contexto productivo, veremos cómo la organización científica del trabajo impone no sólo crear unas relaciones mutuas entre los diversos talleres de producción, sino también un estricto ordenamiento y criterios de sucesión específicos que están reglamentados por la misma producción de automóviles. La cadencia del trabajo hace necesario administrar los saberes obreros y tecnológicos (cintas de montaje, robots, dispositivos de sujeción de piezas, autoelevadores, etc.) capaces de vincular unos talleres con otros, unos puestos de trabajo con otros y, en téminos de la capilaridad del poder, disciplinar la miríada de gestos corporales constantes y acelerados de cientos de trabajadores aplicados a la producción de 96 Darío Soich carrocerías. Es indudable que aquí aparecen criterios de adecuación específicos no sólo a un tipo de racionalidad productiva, sino también a las modalidades de admisión formales-administrativas de acceso al campo de estudio. Iniciar una investigación antropológica dentro de una corporación automotriz transnacional, hizo necesaria una modalidad de acceso al campo que transitó por requisitos y solicitudes institucionales, compromisos asumidos por el investigador en términos de prudencia y responsabilidad, la presentación de un proyecto de investigación conciso-ordenado y varias cartas de recomendación selladas y firmadas por autoridades universitarias competentes. Desde un comienzo, las entrevistas consumadas con diversas autoridades de la filial automotriz generaron en el propio cuerpo del investigador las prácticas de adecuación a la matriz disciplinante. Vestirse de manera prolija e impecable, aparecía como una necesidad autoimpartida de llevar en sí unos signos adecuados, la vigilancia impuesta que corrige y reprime cualquier desviación respecto al cuerpo “ideal” del entrevistador. Era imperioso generar una “positiva” percepción social del cuerpo (Bourdieu, 1986) al menos durante el transcurso de la entrevista personalizada en las oficinas jerárquicas del área administrativa, condición necesaria de acceso efectivo a la planta industrial. Desde el punto de vista teórico, la disciplina fabril y el control social del cuerpo político (Scheper-Hughes y Lock, 1987) han constituido instancias analíticas indispensables para el abordaje de la corporalidad y sus implicancias en la vida social. Asistimos a las estrategias de dominación corporal sobre las experiencias de cada sujeto en la plataforma de trabajo, una frontal política de las coerciones sobre el cuerpo, un mecanismo de poder que lo explota, lo desarticula y lo recompone provechosamente. La creación de cuerpos dóciles (Foucault, 1989) se presenta como un elemento esencial del control del trabajo (Harvey, 1998) expresado como lucha contra la insubordinación y la indisciplina de los trabajadores, una economía política de dominación del cuerpo en tanto objeto y blanco de poder disciplinado hacia un tipo de acumulación. En ese sentido, la corporalidad ha sido conceptualizada no sólo como potencia de movimientos físicos y posturas corporales impuestas para desplegar unos gestos productivos rutinarios, sino como un cuerpo que media todas las reflexiones y acciones sobre el mundo (Merleau-Ponty, 1975; Lock, 1993), un cuerpo con significado social que deviene tanto un significante de pertenencia como un activo forum para la expresión de disenso. En tanto categorías conceptuales, sostenemos que la corporalidad y el embodiment (Csordas, 1994) constituyen el terreno más próximo donde las certezas y las contradicciones sociales son jugadas así como el espacio de dominación, resistencia, creatividad y lucha cultural (ScheperHughes y Lock, 1987). A partir de estas instancias analíticas, emerge inevitablemente el juego de las prácticas cotidianas y la historicidad de los esquemas de acción obrera (de Certeau, 1988: 23) y, como veremos más adelante, un conjunto de escenas Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 97 político-culturales que son la contracara de las estructuras tecnocráticas instituidas por el proceso de trabajo automotriz. En efecto, nos interesa rescatar la perspectiva téorica de Michel de Certeau sobre el conjunto de tácticas no verbales (gestualidades, corporalidades) que proliferan en los intersticios de los sistemas de dominación (de Certeau, 1979; 1988). Esas experiencias cotidianas se manifiestan por medio de una conciencia práctica que no necesita esperar un ordenamiento teórico sistemático o ideológico para ejercer su influencia efectiva sobre la experiencia y acción cotidianas. Veremos cómo esa conciencia práctica constituye tanto un locus de incorporación de diversas modalidades de dominación capitalista, como un terreno permanente de resistencia ante el orden fabril establecido. Pues los trabajadores descubren el arte de la manipulación y la circunstancia oportunas a través del cálculo de las relaciones de fuerza que marcan las posibilidades de juego, resistencia y desplazamiento en el seno de un espacio controlado. Y más aún, estos procesos operan en ausencia de un lugar “propio” desde el cual articular no sólo una política de la resistencia sino una política de la transformación estructural. Es decir, la inexistencia de un lugar representativo –sindicatos, partidos políticos, organizaciones obreras, etc.– desde el cual iniciar el cálculo de las directas confrontaciones entre trabajo y capital, produce la emergencia de maniobras singulares y simulaciones creativas por parte de los asalariados, esto es, modos de interceptar el juego ajeno dentro del espacio analítico instituido por “otros”. Aquí aparecen tácticas de “combate” desplegadas dentro de una red disciplinaria preexistente, resistencias corporales individuales o colectivas que, desde la perspectiva de un espacio subordinado, logran imprimir las marcas del disenso y los deseos obreros incorporados (Ong, 1987) El método etnográfico conducido en este trabajo ha sido entendido como el proceso de documentar lo no documentado, es decir, “el avance del trabajo de campo nos convenció cada vez más que las respuestas a muchas de las preguntas técnicas sobre la etnografía no son técnicas. (…) Dependen, en parte, de lo que ponen los otros sujetos con quienes se interactúa” (Rockwell, 1987: 7). De tal forma, siendo que el problema de investigación y la mirada del investigador van de la teoría a los hechos (Bourdieu y Wacquant, 1995), las técnicas de registro desplegadas en el lugar de trabajo han sido conducidas no sólo en base a lo observado y lo dicho verbalmente, sino también en relación a las sensaciones captadas por medio de otros sentidos: el olor de las partículas de hierro quemado; el ruido de las soldadoras, los dispositivos de ensamble, el traslado de las carrocerías, los robots automáticos, etc. Cada uno de los registros de campo ha respetado las secuencias de los hechos observados, preservando el orden de los acontecimientos tanto en términos temporales como espaciales, haciendo la descripción de los múltiples gestos, los movimientos corporales y las secuencias productivas lo más fiel posible a sus contextos de producción. 98 Darío Soich Fuera del perímetro del establecimiento fabril se han conducido entrevistas a docenas de trabajadores metalmecánicos optando por las entrevistas semiestructuradas, siendo que ellas constituyen “una de las técnicas más apropiadas para acceder al universo de significaciones de los actores” (Guber, 1991: 205) A partir de esta estrategia de triangulación de entrevistas y observaciones etnográficas, intentamos que los trabajadores nos introduzcan en su universo socio-cultural y nos permitan acceder a prioridades temáticas que emanan de sus propios intereses. Así, rescatando las voces y los gestos contenidos tanto en las prácticas de disciplinamiento como de resistencia corporal, intentaremos a continuación mostrar algunas de las escenas político-culturales que moldean los contornos de la producción automotriz en PSA Peugeot-Citroën Argentina. LA FÁBRICA POR DENTRO: DISCIPLINA Y DOMINACIÓN CORPORAL Dentro del taller de chapistería, los operarios reciben una innumerable cantidad de piezas metálicas que van soldando entre sí hasta formar la carrocería del automóvil. El lugar de trabajo está formado por un complejo entramado de soldadoras, transformadores, mangueras suspendidas, dispositivos de sujeción de piezas, cadenas de traslado de carrocerías, robots programados y centenares de hombres aplicados a la asignación de sus tareas de ejecución. El taller ya “no es como antes”, suelen decir con resignación los trabajadores del sector ante el retroceso del poder sindical y los despidos masivos de trabajadores. Adecuadamente vestido con antelación al inicio de las tareas productivas, conducido eficazmente al puesto de trabajo, fragmentado en innumerables gestos y prácticas corporales, limitado para crear tiempos de descanso recelosamente custodiados por la organización científica del trabajo, obligado a descansar y comer sólo durante horarios regulares y fijos, forzado a abandonar el dispositivo de trabajo una vez finalizada la jornada laboral, etc., cada trabajador es sumergido dentro de prácticas cotidianas impuestas como naturales e inmutables. En el fondo, se trata de convertir la experiencia pasada de los operarios en una modalidad de procedimiento que construye totalidades formadas y limitadas antes que procesos formadores y formativos (Williams, 1980). Así, los mecanisnos de construcción de un trabajador a-histórico desprovisto de conexión con las experiencias pretéritas de organización y lucha sindical, constituyen una tendencia actual de los procesos de acumulación flexible. De forma complementaria, es notorio cómo los cambios introducidos en la disciplina del taller son incorporados como necesidades instituidas al proceso mismo de trabajo por medio de una conciencia práctica de lo que efectivamente se está viviendo y no sólo de lo que se piensa que se vive. Es necesario aclarar que dicha conciencia práctica Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 99 supone un sistema de potencias motrices y perceptivas cargadas de intencionadidad –capacidad pre-objetiva o pre-reflexiva del cuerpo– que elude el pensamiento conciente tantas veces como sea necesario (Merleau Ponty, 1975). En consecuencia, esas experiencias corporales no necesitan esperar un efectivo ordenamiento teórico –cursos de capacitación o instrucción de cualquier índole– para que los mecanismos disciplinarios sean efectivos y productivos. Es dentro de ese locus de la dimensión corporal, a su vez inscripto en la historicidad cotidiana de las prácticas (de Certeau, 1988), donde el conjunto de operarios, monitores y supervisores incorporan una parte importante de los criterios y modalidades de la dominación de fábrica. Por tanto, alrededor de la corporalidad como terreno existencial de la cultura, emerge el control institucional sobre las experiencias de cada sujeto en la plataforma de trabajo. Se trata de un entramado de estrategias corporativas tendientes al mantenimiento de la hegemonía capitalista en el taller, unos mecanismos de control que debilitan a un sujeto de querer o poder que ya no puede calcular con precisión las relaciones de fuerza con su “exterior”. Así, las categorías laborales más descalificadas dentro del taller como operarios y monitores, atraviesan la dificultad de no contar con un lugar “propio” (de Certeau, 1979) desde el cual poder observar en su totalidad la organización del proceso de producción y las estrategias de acumulación como un todo, es decir, carecen de un tipo de poder que permita “ponerlo en distancia”. En ese contexto, la corporación automotriz en connivencia con los elevados cuadros sindicales y la comisión interna de fábrica, reduce continuamente el horizonte de resistencia política de los trabajadores. El pasado de las luchas y protestas obreras consistentes en el logro de relaciones contractuales duraderas, una seguridad social respaldada por las luchas y compromisos gremiales, aparecen actualmente para muchos operarios como inútiles, carentes de sentido y hasta extrañas a su condición de asalariados. La precarización laboral genera incertidumbre cotidiana por la potencial pérdida del empleo, abriendo el terreno para una frontal política de las coerciones sobre el cuerpo, una manipulación calculada de sus elementos, de sus gestos y de sus atributos. Y los cambios ya están en marcha: “ A las ocho que paramos suena la ‘chicharra’, ocho y diez suena la ‘chicharra’ que tenés que arrancar, a las doce suena la ‘chicharra’ que vas al comedor.... ¡Y antes no! Antes vos entrabas a trabajar tranquilo, ¡arrancabas seis y cinco! Y es la ‘psicosis’ del miedo de perder el puesto de trabajo, que es lo que aprovecha la empresa” (operario calificado-múltiple del área de subgrupos) Las estrategias disciplinarias para componer y desplegar una verdadera anatomía productiva se constituyen no sólo en un “arte” de distribuir los cuerpos singulares 100 Darío Soich en el espacio y el tiempo analítico del taller, sino que además requiere de la mediación de un preciso sistema de mando que encause eficazmente los cuerpos dóciles. La disciplina laboral vino a instaurar un conjunto de reglamentos, normas de conducta y sanciones punitivas en el seno mismo de los talleres automotrices. La génesis de un código de disciplina de fábrica sobre la base de aplicación de unas sanciones individualizantes más o menos estandarizadas, es un proceso histórico complejo que no podemos abordar aquí con la debida profundidad. Sin embargo, es necesario señalar el carácter progresivo y las continuidades de un ordenamiento social desplegado con el objeto de controlar la fuerza de trabajo en beneficio del capital. La disciplina fabril inscribe en la corporalidad de los operarios un reglamento de conducta que codifica las normas de convivencia adecuadas, las prohibiciones a ciertos hábitos “argentinizados”, los vicios que se interponen al desarrollo óptimo del proceso de trabajo, la necesidad de limpieza y orden en cada espacio del taller, las severas sanciones por robo, interrupciones del trabajo por rebeldías singulares o agitaciones colectivas. Ingresamos en los procedimientos que construyen unos cuerpos sumidos en la legitimidad del sistema de mando, procesos de encauzamiento que dan reconocimiento activo a aquellos trabajadores que nunca llegan tarde, son tranquilos y laboriosos, aceptan trabajar horas extras cualquiera sea la circunstancia, no se quejan ante las tareas para las cuales son asignados, etc. Y es más, los mecanismos disciplinarios prohíben –idealmente, sin nunca conseguirlo por completo– ingresar bebidas alcohólicas, fumar, tomar mate, hacer asados en hornos eléctricos construidos por los mismos operarios, abandonar el puesto de trabajo sin la autorización del supervisor, conversar más de la cuenta retrasando la cadencia laboral, entregarse a cualquier juego sea el que fuere, “fichar” la entrada al taller sin la ropa de trabajo, registrar la salida antes de hora, ir al baño sin autorización después de transcurrido el receso del almuerzo o demorar el inicio de las tareas productivas cuando el tiempo de descanso se ha agotado (ni un minuto más, ni un minuto menos). “El reglamento es algo que vos mismo lo vas llevando”, expresa un operario mientras continúa reciclando electrodos en una pequeña sala próxima a la línea robotizada. Y lo hace refiriéndose a unas sanciones disciplinarias que se incorporan en la práctica cotidiana de los operarios a través de una jerarquía de mando que las pone en funcionamiento: “Porque tenemos una tecnología que nos dice ‘con tanto tiempo debemos hacer tal producto’, y bueno, tenemos que cumplirla. Y si no la cumplimos, habrá que exigir, exigir, lleva un tiempo para que los ‘muchachos’ tomen conciencia. Y si no toman conciencia bueno, habrá sanciones disciplinarias” (supervisor chapistería) Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 101 Es posible aquí advertir el ordenamiento de una disciplina de fábrica formalmente cimentada sobre una serie de instancias punitivas de distinto grado y rango de acción. La aplicación del tipo de sanción individualizante comprende desde la simple “carta de reflexión” hasta el definitivo despido del trabajador. Cuando un operario abandona el puesto de trabajo sin previa autorización del rango superior, “escurriéndose” de los ritmos de producción e iniciando prácticas de vagabundeo que consumen el tiempo pago de la empresa, el aparato disciplinario rápidamente alertará sobre su desaparición. Hay que establecer las presencias y las ausencias en cada cuadrilla del espacio, de forma de saber dónde encontrar a los operarios sin demora ni vacilación. Es necesario que cada operario o grupo de operarios aplicados al trabajo, se mantengan la mayor parte del tiempo dentro de los límites simbólicos del espacio laboral. Siendo que la disciplina organiza un espacio analítico (Foucault, 1989), está absolutamente prohibida la circulación aleatoria y sin autorización de operarios por otros talleres que no sean el propio. Así, un operario de chapistería no puede caminar huidizamente por las instalaciones del taller de montaje, aún cuando las demarcaciones territoriales entre uno y otro espacio productivo no sean más que las marcas de una calle interna o un conjunto apilado de cajones con autopartes. Los límites de la disciplina fabril convertirán al operario transgresor en un fugitivo circunstancial recorriendo una trayectoria vigilada que le está vedada. También los mecanismos de dominación corporal se articulan en una estricta burocracia singular-disciplinaria compuesta de legajos laborales para cada uno de los operarios. Dichos legajos inscriben los antecedentes de cada trabajador, las transgresiones al orden instituido, las deserciones anticipadas durante el desarrollo de la jornada laboral, las inasistencias por enfermedad o problemas familiares, el ausentismo sin previo aviso ni justificativo alguno: “Cuando el operario va acumulando faltas, si vos no escribís los antecedentes, no son antecedentes. (…) Puedo decir: ‘¡aquel siempre me rompe los huevos!’, ‘¡siempre se me va a bañar antes!’, ‘¡nunca me hace la producción!’. Si yo no lo escribo, no son antecedentes ” (supervisor) Se trata de fijar lo hecho y conducirlo a la oficina de personal, es decir, subsumir un acontecimiento práctico y cotidiano en un documento de validez disciplinaria. Así, el supervisor debe aclarar el horario, lugar, tipo de incumplimiento que se ha cometido, quiénes intervinieron, cómo ocurrió y bajo qué secuencia cronológica. Debe ser lo más exhaustivo posible en la descripción de los hechos, a fin de que la oficina de personal elabore una sanción disciplinaria conforme a la información disponible. Y dicha declaración tiene además efectos acumulativos, pues el procedimiento de castigo incurre en sanciones más severas sobre aquellos 102 Darío Soich trabajadores que tienen antecedentes laborales desfavorables. A fin de año, la performance productiva de cada operario será evaluada en relación a su desempeño y comportamiento productivo. A partir de ese informe, la corporación podrá apuntalar entre los rasgos “negativos” del operario una determinada cantidad de horas improductivas no destinadas a la producción de valor. Así, en aquellas condiciones de expulsión masiva de trabajadores, la corporación automotriz procederá al despido de los trabajadores más rebeldes y problemáticos. El rigor de la disciplina industrial ajustará cada uno de los cuerpos a unos imperativos temporales de producción y accionará los mecanismos de un espacio analítico controlado por la organización jerárquica del trabajo. Estos imperativos temporales nos introducen en otro de los elementos esenciales de la red disciplinaria en el taller de chapistería. Los tiempos fabriles ajustados a los niveles de producción de carrocerías son unos instrumentos que rigen los procedimientos para establecer la obligatoriedad de determinadas tareas y la regulación de los ciclos gestuales. Pero en la asignación a unas tareas definidas, el cuerpo es presa de un nuevo conjunto de coacciones que, a la manera de una estela de efectos, prolonga la disciplina de fábrica más allá de los tiempos y movimientos de la producción. Pues no sólo se trata de instituir unos mecanismos de disciplinamiento en la práctica concreta del trabajo –imposición de ejercicios corporales que garanticen la composición de fuerzas en cada puesto de trabajo–, sino de prolongar dicho ejercicio del poder a los tiempos de descanso de los operarios. Es precisamente en los intervalos de trabajo rígidamente instituidos por la organización de la producción, que los trabajadores no consiguen apartarse completamente del tiempo asignado a los gestos productivos. Así, una de las prácticas cotidianas en momentos de ocio y distracción, consiste en consultar asiduamente el reloj pulsera que indica el momento de retornar al puesto para reanudar las tareas. Sea que el operario consuma el tiempo de descanso almorzando en el comedor, sentado en las inmediaciones del taller o en algún lugar dentro de las instalaciones productivas, siempre permanecerá atento al tiempo de retorno. Y aún en momentos de gran diversión con sus compañeros de trabajo, no olvidará que es condición de continuidad laboral asistir en tiempo y forma a sus tareas de ejecución. El tiempo cotidiano de la conversación, los chismes, las noticias deportivas, los juegos de azar y las bromas sexuales, va cediendo lugar al tiempo regido por el fraccionamiento centesimal de los equilibrajes productivos. Sin embargo, algunos operarios incurren en trayectorias singulares que los desvían momentáneamente de la dirección establecida para conversar unos segundos con aquellos compañeros que difícilmente vuelvan a ver hasta finalizada la jornada laboral. Y más aun, los modos operatorios fijados en las planillas del ente de métodos –oficina encargada de la planificación de tiempos y movimientos Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 103 productivos– durante el trabajo pueden ser subvertidos momentáneamente en la práctica cotidiana de los operarios a través de deslices premeditados en los movimientos de traslación corporal y las modalidades de uso del herramental de trabajo. El efecto producido por la intervención activa del trabajador es la alteración parcial de las secuencias de trabajo concebidas por los técnicos de la corporación que, sin embargo, no tienen intenciones explícitas de subvertir el orden productivo. Ahora bien, dichas prácticas creativas y saberes obreros que trascienden la normativa de los modos operatorios administrados por el ente de métodos –unas secuencias de trabajo reglamentadas en códigos que fijan las disposiciones corporales del operario–, necesitan ser transferidas y apropiadas a través de un refinado sistema de apropiación institucional llamado “sistema de sugerencias”. El sistema prevee incentivos y premios materiales para el taller tecnológico que aporte la mayor cantidad de sugerencias en el transcurso de cada mes. Pero resulta llamativo cómo dicha “sugerencia o colaboración” que aporta el trabajador no constituye un aporte indiferenciado de origen colectivo, sino que posee una naturaleza singular (una sugerencia = un trabajador) que actúa como fiel reflejo de la matriz disciplinaria que desarticula y luego recompone las relaciones de poder en el lugar de trabajo. Como puede apreciarse, no son admisibles las sugerencias colectivas que promuevan aglomeraciones indivisibles sino que la disciplina fabril hace corresponder la sugerencia propuesta a una autoría singular y su correspondiente número de legajo y área de trabajo específica. Otro elemento que compone centralmente la disciplina de fábrica es la limpieza y el orden, instancias de dominación instituidas como una necesidad al “bienestar” dentro del proceso de producción de carrocerías. Los supervisores destinan una parte considerable de su tiempo a inscribir unos tipos de comportamientos de orden, limpieza y bienestar deseados por la corporación. Por ejemplo, cuando los operarios se olvidan implícita o explícitamente de depositar los residuos dentro de los cestos apropiados, algunos supervisores se “hacen ver” juntando ellos mismos los desperdicios y tirándolos donde corresponde. Aquí, los supervisores hacen recaer la efectividad de su autoridad en un procedimiento que señala con el cuerpo la ejemplariedad de sus movimientos disciplinarios. Dichos gestos corporales, las expresiones faciales e insignias propias de la jerarquía, constituyen unos productos sociales (Bourdieu, 1986) simultáneamente percibidos como indicadores de la fisonomía moral de la autoridad en el seno del taller. En lo que respecta a su relación con el exterior, la disciplina fabril necesita del direccionamiento efectivo de las fuerzas productivas por medio de un itinerario que conduzca a cada operario a su puesto de trabajo: aparece la senda planificada del “control de acceso” y el “control de ausentismo”, dos modalidades de un mismo procedimiento disciplinario que regula –descomponiéndola– la fuerza de trabajo 104 Darío Soich que diariamente concurre al establecimiento productivo. El conjunto de los operarios y monitores del taller de chapistería ingresan por una única gran puerta ubicada en la parte posterior del predio fabril y opuesta a la entrada gerencial-administrativa. Cada trabajador inicia su recorrido habitual de acceso por un espacio diseñado para administrar lo más ordenadamente posible el ingreso y egreso de los asalariados a los talleres productivos. La regulación del flujo de trabajadores entre un “afuera” y un “adentro” de las instalaciones productivas, se consuma en el control individualizante de los cuerpos por unas mediaciones físicas y técnicas – disciplinares– que se interponen entre el trabajador y su puesto de trabajo. De tal manera, el operario se encuentra con unos pequeños pasamanos longitudinales asociados a lectores magnéticos de tarjetas personales, los cuales impiden el desplazamiento desordenado de los trabajadores. No obstante, estas tecnologías del poder sólo constituyen una preliminar y rudimentaria advertencia para los cientos de operarios que ingresan al taller, siendo que las oficinas de control de acceso poseen computadoras conectadas a redes de comunicación, bases informáticas con los datos de cada trabajador, relojes internos, teléfonos e intercomunicadores manuales, etc. Cuando los operarios inserten su tarjeta de identificación personal y atraviesen el pasillo en dirección a los vestuarios, todavía un segundo portón metálico deberá ser abierto para permitir el acceso final a las instalaciones productivas. Para los trabajadores del sector de chapistería, este recorrido de los cuerpos en el espacio y el tiempo fabril no constituye más que un hábito cotidiano y normal. Para nosotros, en cambio, es el descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder disciplinado hacia un tipo de acumulación que explota hasta los gestos corporales más simples. A estos procedimientos de dominación diarios y cotidianos, le sucede un control médico anual obligatorio que recae sobre cada uno de los trabajadores. El saber médico elabora historias clínicas individuales que registran el deterioro de la salud por lesiones, dolores crónicos en columna y vértebras cervicales, problemas visuales asociados al uso de las soldadoras de argón, etc. Estos procedimientos médicos están estrechamente ligados al control del ausentismo que se restringe significativamente ante la elevada tasa de desempleo estructural, multiplicándose los miedos, las angustias y la desesperanza en la fuerza de trabajo: “Te puedo asegurar que el ausentismo hoy en día, hoy, a comparación de diciembre del año pasado, ¡está en cero por ciento! Hoy entrás al ‘servicio médico’, ¡no hay nadie! Cuando tiempo atrás: ‘¡ehhhhhh!, tengo que esperar afuera porque el hall del servicio médico estaba lleno’. Hay miedo laboral, por miedo laboral” (operario calificado-múltiple del área de subgrupos) Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 105 También durante el receso del almuerzo o la cena, la fuerza productiva del conjunto de los talleres es fraccionada, dividida y debilitada para su asistencia al comedor de la planta. La disciplina del tiempo reglamenta dos turnos de comida cuya duración es de treinta minutos cada uno y al que sólo pueden concurrir los trabajadores permanentes –las categorías de contratados quedan excluidas–. Así, mientras que para los operarios del taller de montaje el receso del mediodía transcurre entre las 11:00 y las 11:30hs, para los trabajadores de chapistería se desarrolla entre las 12:00 y las 12:30hs. Ya no sólo la disciplina de fábrica impide la sociabilidad entre los trabajadores durante la jornada normal de trabajo –tal como hemos visto–, sino que ahora viene a distribuir el tiempo de descanso en dos momentos disímiles que impiden cualquier intento de vinculación entre los trabajadores de las distintas tecnologías: “Antiguamente iban todos mezclados. Ahora cambió esto. Antes había tres horarios, pero siempre estaban algunos mezclados. (…) Por ejemplo, al mediodía a las doce iban los de chapistería más montaje. Había más cantidad de gente, todo. Era todo distinto (operario calificado-múltiple del área de subgrupos) De forma complentaria a las reglamentaciones mencionadas, la implementación de los crecientes niveles de producción o saturación de las tareas, intensifican la práctica corporal de los operarios en una escala sin precedentes. El aumento progresivo de los volúmenes de carrocerías demanda de cada turno de trabajo más gestos productivos y menos tiempo de descanso. Una verdadera estrategia del miedo se apodera de los operarios, monitores y supervisores temerosos de ser sancionados por no cumplimentar el número de carrocerías exigidas. “El jefe de chapistería le dijo a nuestro supervisor que si no sale la producción, nos despiden”, comenta un operario mientras trabaja atemorizado sin detenerse. El miedo forma parte del engranaje fabril y, sus efectos disciplinarios, crean la sombra del supervisor en las inmediaciones del puesto de trabajo en ausencia de su vigilancia efectiva. Se trata de una aflicción muy sutil y profunda, un miedo motivado por la disciplina de fábrica y consumado en sus efectos positivos–privativos. Precisamente, la habituación paulatina del trabajador a las exigencias crecientes del proceso de trabajo, el encauzamiento del comportamiento a través de los cursos de capacitación normalizadores y la potencialidad de los despidos masivos, constituyen unas estrategias de dominación que reconfiguran la composición de la fuerza de trabajo y debilitan su cohesión cultural y política. Asistimos al progresivo aniquilamiento no sólo de los tiempos “muertos” que surgen entre los intersticios del trabajo planificado, sino también de un tiempo de organización, chistes, “jodas” 106 Darío Soich y anécdotas socializadas y compartidas por los propios obreros. En el fondo, se trata de una relación de dominación corporal que incrementa la eficacia de los gestos productivos y la fragmentación de la fuerza de trabajo, y cuyo efecto primario disocia el poder del cuerpo como herramienta de lucha política. El horizonte de las directas confrontaciones entre trabajo y capital es distanciado progresivamente de lo “posible”, “viable” o “realizable” en la práctica cotidiana de los trabajadores del sector. Entre los elementos culturales y político-económicos que condicionan de manera general el sistema de dominación de fábrica, el proceso de producción de carrocerías instituye la resignación política como freno a la emergencia de posibles estrategias obreras que puedan subvertir el orden impuesto. Así, ningún operario desconoce la paulatina y constante intensificación de sus gestos corporales destinados a la producción creciente de carrocerías. Sin embargo, las estrategias de dominación del capital promueven la creación de unos cuerpos dóciles cuya sumisión principal reside en el convencimiento político de la imposibilidad del cambio en las relaciones del poder fabril. “Si nos dicen que el día de mañana tenemos que hacer cien unidades, vamos a agachar la cabeza y hacerlas”, se cuestiona un operario de chapistería. “El problema no es el cuerpo, porque siempre se acostumbra a los aumentos de la producción”, dice otro trabajador recalcando el carácter maleable del rendimiento corporal pero legitimando, al mismo tiempo, los incrementos en los niveles de producción de carrocerías. En suma, la multiplicidad de los procedimientos disciplinarios dentro del establecimiento productivo –ampliados y perfeccionados por las presiones acuciantes del desempleo estructural, la falta de representatividad sindical y la ausencia de políticas estatales en favor de los trabajadores–, producen la fragmentación de la fuerza de trabajo sobre bases muy sólidas y duraderas. Desde entonces, se construyen totalidades formadas y cerradas en sí mismas que moldean la vida social de los trabajadores y que limitan considerablemente el horizonte de lucha política en el seno del taller. ASPECTOS DE LA ANTIDISCIPLINA EN EL TALLER DE CHAPISTERÍA Resulta aquí necesario al menos señalar algunas de las disrupciones y fuerzas contradictorias dentro del proceso de producción automotriz que trasciendan cualquier condicionamiento estructural o enfoque determinista. En ese sentido, parece imprescindible problematizar la relación entre corporalidad y trabajo capitalista a partir del conjunto de las experiencias cotidianas surgidas de la dialéctica entre la dominación y la resistencia en el seno de la vida fabril. Pues al Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 107 mismo tiempo en que la disciplina de fábrica inscribe en los cuerpos las marcas de la dominación, también es necesario analizar cómo los trabajadores resisten ser reducidos a ella. Asistimos a los procedimientos que componen la red de la antidisciplina (Soich, 2004), la emergencia de creativas prácticas cotidianas de los operarios como contrapartida y adecuación a las estructuras tecnocráticas instituidas por el proceso de trabajo. Dichas actividades de resistencia sobre los márgenes de un sistema articulado –aquí, una corporación automotriz transnacional– que en sí mismo permanece indemne, organizan la multiplicidad de situaciones que producen un cambio repentino, un desvío de los comportamientos y las trayectorias corporales, aunque sin abandonar los elementos esenciales del orden fabril. En el fondo, los operarios de chapistería crean el arte de las prácticas cotidianas localizables entre las estrategias hegemónicas de producción y unas adormecidas confrontaciones entre trabajo y capital. Mientras las estrategias corporativas producen, tabulan e imponen un determinado espacio analítico dentro de la fábrica, las tácticas de resistencia dependen de las posibilidades ofrecidas por la circunstancia, desobedeciendo los códigos disciplinarios del lugar de trabajo y creando un virtual espacio “propio” allí donde no existe más que momentáneamente. Usando, bifurcando y bloqueando circunstancialmente algunos de los componentes del proceso de trabajo, las prácticas heterogéneas tales como fabricar bombas caseras, comer asados, tomar alcohol o emborracharse durante el desarrollo de la jornada de trabajo, constituyen un críptico y cuasi-invisible lenguaje de protesta caracterizado por una particular naturaleza clandestina y una incorruptible actividad de resistencia. Otras tácticas obreras de carácter creativo, incluyen armar guaridas extremadamente poco visibles para compartir almuerzos o cenas con compañeros de trabajo, practicar juegos de azar, dibujar imágenes corporales-sexuales sobre diversos dispositivos de producción, baños y paredes, pegar fotos de mujeres desnudas sobre las puertas de los armarios personales, escribir mensajes de protesta y alusiones irónicas contra los crecientes niveles de producción, abandonar el puesto de trabajo sin autorización expresa del supervisor, retrasar los ritmos de producción de carrocerías, simular ante el servicio médico enfermedades que nunca han existido, provocar autolesiones corporales en respuesta a las presiones del proceso de trabajo, iniciar tácticas de bloqueo o disrupción funcional de ciertas máquinas que paralizan la cadencia productiva, incurrir en errores “fortuitos” o destrozos intencionales de piezas metálicas, engañar a los cronometradores como forma de resistencia contra el uso metódico del tiempo dentro del taller, etc. Estas descripciones permiten apreciar de qué manera las prácticas del subordinado pueden inaugurar acciones individuales o colectivas defendiendo tangencialmente –a veces confrontando directamente– valores culturales contrarios a los dictámenes de la producción 108 Darío Soich automotriz. Se trata de un tipo de resistencia político-cultural contenida en los hábitos corporales y verbales que, sin embargo, no constituyen una inevitable confrontación con las relaciones capitalistas de producción. Tales experiencias prácticas advierten una activa lucha cultural (Williams, 1989) dispuesta en las cambiantes relaciones de dominación, subordinación e insubordinación dentro del proceso de trabajo automotriz. En última instancia se trata de un juego de relaciones que, como veremos, marcan los estrechos límites de la lucha de clases en el taller de chapistería. CONSIDERACIONES FINALES Hemos descripto algunas de las implicancias político-culturales de la disciplina fabril y las estrategias de dominación corporal en PSA Peugeot-Citroën Argentina, analizando instancias punitivas y jerárquicas, criterios de ordenamiento de las tareas y parcialización del tiempo productivo, apropiación institucional de los saberes obreros, normas de orden-limpieza como condición necesaria al proceso de trabajo, modalidades de ingreso de los asalariados al predio fabril, etc. A partir de esas modalidades de control social, descubrimos las resistencias obreras en sus tácticas oposicionales, interpretaciones alternativas y acciones colectivas indefinidas, en solución (Williams, 1980; Ong, 1987) Particularmente, el trabajo etnográfico ha mostrado que las prácticas antidisciplinarias mencionadas no necesariamente implican directas confrontaciones entre trabajo y capital. Al carecer de un lugar “propio” desde el cual articular no sólo una política de la resistencia sino una política de la transformación estructural, los operarios descubren el arte de las maniobras singulares, las simulaciones creativas, los modos de interceptar el juego “ajeno” desplegado dentro de la trama de las estrategias de dominación fabril. En suma, puede decirse que aún cuando las diversas voces y prácticas de resistencia del dominado introduzcan modificaciones circunstanciales en las actitudes de la fuerza de trabajo logrando trascender los mecanismos disciplinarios, ello no necesariamente supone criterios de confrontación directa con las relaciones de producción capitalista. Por el contrario, nuestro trabajo de campo advierte cómo los sujetos sociales pueden reproducir su propia dominación dentro de estructuras disciplinarias al mismo tiempo definidas y cambiantes, duraderas y permeables. Fecha de entrega: 3/8/2007. Fecha de aprobación: 14/11/2007. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 109 BIBLIOGRAFÍA CITADA BOURDIEU, Pierre. 1986 “Notas provisionales para la percepción social del cuerpo”. En Materiales de sociología crítica. Madrid, La Piqueta. BOURDIEU, Pierre y WACQUANT, Loic. 1995 Respuesta por una antropología reflexiva. México, Grijalbo. CSORDAS, Thomas J. 1994 Embodiment and Experience. London, Cambridge University Press. DE CERTEAU, Michel. 1979 Les cultures populaires. Paris, Montiel. 1988 The Practice of Everyday Life. Berkeley, California Press. FOUCAULT, Michel. 1989 Vigilar y Castigar. Buenos Aires, Siglo XXI. GUBER, Rosana. 1991 El salvaje metropolitano. A la vuelta de la antropología postmoderna. Reconstrucción del conocimiento social en el trabajo de campo. Buenos Aires, Legasa. HARVEY, David. 1998 La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Buenos Aires, Amorrortu. LOCK, Margaret. 1993 “Cultivating the Body: Anthropology and Epistemologies of Bodily Practice and Knowledge”. 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Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 111 “ACOMPAÑANDO A LA GENTE EN EL ÚLTIMO MOMENTO DE SU VIDA”: REFLEXIONES EN TORNO A LA CONSTRUCCIÓN PALIATIVISTA DE LA DIGNIDAD EN EL FINAL DE LA VIDA Rafael Wainer * * Lic. en Ciencias Antropológicas (UBA), Maestrando en Antropología (UBC) y Doctorando en Antropología (UBA). Integrante del equipo de Cuidados Paliativos del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”. Correo electrónico: [email protected]. 112 Rafael Wainer RESUMEN El objetivo del presente artículo es analizar la construcción profesional paliativista alrededor de la Dignidad. El análisis antropológico de las nociones de y sobre la Dignidad ha tenido un menor desarrollo que las investigaciones que la piensan en abstracto o en general (sobre todo dentro de la filosofía y bioética). En este trabajo el interés está situado en el proceso de creación colectiva de una serie de prácticas, experiencias, emociones y sentidos que intentan dignificar la vida en el proceso social del morir. Mi mirada se centra en el punto de vista de los integrantes de un equipo de cuidados paliativos (CP) en un hospital de adultos especializado en enfermedades oncológicas. De este modo hago hincapié en las conceptualizaciones y las prácticas profesionales sobre la dignidad, como así también, de forma indirecta, en las maneras en que estas concepciones son decodificadas, negociadas y transformadas por las personas que experimentaron las enfermedades y sus familias. Palabras claves: Dignidad; Cuidados Paliativos; Terminalidad; Sufrimiento. ABSTRACT This article’s aim is to analyze the palliative professional construction regarding Dignity. Anthropological analysis of notions of and about Dignity has had less development than studies that it considers in an abstract or general manner (mainly within Philosophy and Bioetics). In this work, the focus is situated in the collective process of creation of performance, experience, emotion and meaning that try to dignify life in the social process of dying. My view is centered in the palliative care (PC) team members’ point of view within an adult cancer hospital. In this manner, I pay special attention to the conceptualizations and professional performances about dignity, and also in an undirect way, to the means in which these notions are decodified, negotiated and transformed by people that experience illness and their families. Key words: Dignity; Palliative Care; Terminality; Suffering. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 113 INTRODUCCIÓN Seguidamente me referí a las muchas oportunidades existentes para darle un sentido a la vida. Hablé a mis camaradas (que yacían inmóviles, si bien de vez en cuando se oía algún suspiro) de que la vida humana no cesa nunca, bajo ninguna circunstancia, y de que este infinito significado de la vida comprende también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte. VICTOR FRANKL, El hombre en busca de sentido. (1995) Lo que hayamos hecho con nuestras vidas es lo que somos cuando morimos. Y cuenta todo, absolutamente todo. SOGYAL RIMPOCHÉ, Destellos de Sabiduría. Reflexiones sobre la vida y la muerte. (1996) El objetivo del presente artículo es analizar las construcciones profesionales paliativistas alrededor de la Dignidad. El análisis antropológico de las nociones de y sobre la Dignidad ha tenido un menor desarrollo que las investigaciones que la piensan en abstracto o en general (sobre todo dentro de la filosofía y bioética). Autores como Desimoni (1999) o Cecchetto (1999) piensan a la dignidad en el final de la vida como un derecho o como un bien colectivo que debe ser repartido. En este trabajo el interés está situado en el proceso de creación colectiva de una serie de prácticas, experiencias, emociones y sentidos que intentan dignificar la vida en el proceso social del morir. Mi mirada se centra en el punto de vista de los integrantes de un equipo de cuidados paliativos (CP) en un hospital de adultos especializado en enfermedades oncológicas. De este modo haré hincapié en las conceptualizaciones y las prácticas profesionales sobre la dignidad,1 como así también, de forma indirecta, prestaré atención a las maneras en que estas concepciones son decodificadas, negociadas y transformadas por las personas que experimentaron las enfermedades y sus familias. El debate en torno a la dignidad está inserto dentro de la lucha histórica por reconfigurar cierta parte de los mapas del conocimiento biomédico. Nuevos caminos fueron abiertos en Europa en los 1960s a partir de la acción de algunos profesionales 1 En la Tesis de Licenciatura (Wainer 2003) consideraba que Dignidad/Esperanza debían ser juzgados como partes de un mismo proceso social y terapéutico. A mi entender las concepciones y acciones de los profesionales en torno a las construcciones sobre dignidad están estrechamente relacionadas con las esperanzas de los pacientes, de sus entornos sociales inmediatos, y obviamente de los mismos profesionales. 114 Rafael Wainer de las ciencias de la salud y las ciencias sociales que, insatisfechos con la atención a las personas cercanas a la muerte, comenzaron a cuestionar los tipos de tratamientos que se les brindaba. 2En esta “pequeña revolución” existen dos figuras femeninas, de cierta manera las dos “madres fundadoras” del movimiento de los Hospices y de un nuevo acercamiento al morir en occidente. Ellas son Cicely Saunders en Inglaterra y Elisabeth Kübler-Ross en EE UU. Ambas muy importantes en el desarrollo de lo que luego se llamará “Cuidados Paliativos”. La influencia de estas dos mujeres en los Cuidados Paliativos será fundamental. En 1967 y 1969 ocurren dos hechos importantes en lo que luego se llamaría el “movimiento de los Hospices”. Por un lado, con la primaria donación de un paciente más dinero que se recolectó en varios años de trabajo, Cicely Saunders funda en 1967 el St. Christopher´s Hospice al sur de Londres. Para muchos investigadores ese momento marca el inicio del movimiento.3 Por otro lado, en 1969 se publica On Death and Dying, trabajo que reflejaba la labor de Elisabeth Kübler-Ross a lo largo de dos años y medio compartiendo diálogos con pacientes cercanos a la muerte.4 Para situarnos deberíamos reflexionar en la suerte de reacción que se generó en Europa occidental y Estados Unidos en los 1960s a la excesiva tecnologización y deshumanización del contexto en el cual un ser humano moría.5 Reacción que no sólo se focalizaba en las ciencias biomédicas, sino también en otros campos de la vida social como los aspectos jurídicos, económicos, religiosos y (hoy podríamos llamarlos) bioéticos de la asistencia a los murientes y sus allegados. Hasta ese momento se consideraba al muriente como un ser sin ningún valor, al que no se podía ayudar “porque ya no había más nada por hacer” (desde la visión hegemónica de la biomedicina centrada en la cura). Salteándolo en las rondas por las salas. Continuando con la aplicación de tratamientos agresivos ya fútiles, o 2 3 4 5 Philippe Ariès mostraba en los años setenta como “Hoy, en los hospitales y en las clínicas particulares ya no se comunican con el moribundo. No se lo escucha como un ser que razona, y se limitan a mirarlo como un objeto clínico, en lo posible aislado como un mal ejemplo y tratado como un niño irresponsable que carece de sentido y autoridad” (2000: 264; ed. orig. 1975). Garcia Yanneo (1996), Du Boulay (1984), Thomas (1991), Bild et al. (1988). En oposición a la visión general que mostraba Ariès con respecto a la sociedad en la nota 1, los pacientes eran considerados como “maestros”: “Le hemos pedido que sea nuestro maestro para que podamos aprender sobre las etapas finales de la vida, con todas sus angustias, temores y esperanzas” (Kübler-Ross 1975: 12; ed. orig. 1969). En variadísimos campos de la vida social surgieron voces críticas al modo en que las personas vivían y morían en esos años, por citar a algunos cabe recordar al existencialismo de Sartre o de Camus a escala filosófica-literaria, los movimientos sociales y políticos asociados al mayo francés de 1968 y la primavera de Praga, o los movimientos de deshospitalización de la antipsiquiatría en diversos países de Europa. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 115 directamente abandonándolo (dado que evidenciaba el propio fracaso del equipo médico para curarlo). Progresivamante se lo considerará como el centro y el protagonista principal de la atención. Para algunos un iniciador-iniciado y maestro del pensamiento (Thomas 1991: 58) que al estar experimentando una etapa única, podía tener mucho para enseñar a los demás, sean familiares y allegados como profesionales también (Thomas 1991: 95). Un debate que emergerá en estos años será la búsqueda institucional por una “muerte digna”. En estos complejos y variados fenómenos estarán insertos diferentes clases de movimientos sociales que lucharán para que el paciente recupere el protagonismo y la toma de decisión con respecto al cómo, dónde, con quién/es estar en relación con las etapas finales de su vida, frente a la omnipotencia y omniabarcabilidad de la biomedicina. 6 En este sentido, se trataba de una reivindicación del muriente y su libertad (según su punto de vista y el de su entorno —nunca completamente fuera de la incumbencia médica—) para elegir una muerte digna. De esta manera se crearán diversos “frentes de lucha”. En el ámbito legal y jurídico, para frenar tanto el “ensañamiento terapéutico” como el abandono médico, a través de un cierto avance en la creación y en la concientización sobre el cumplimiento de los relegados derechos de los pacientes. Asociaciones como EXIT en Inglaterra o ADMD en Francia durante esa época perseguían la libre decisión con respecto a la propia muerte,7 y fueron algunos de los referentes (Thomas 1991). En concordancia con lo anterior, surgieron movimientos pro-eutanásicos,8 los cuales dieron lugar a una, aún hoy día, inacabada discusión sobre lo que verdaderamente correspondería llamar como “eutanasia” (activa o pasiva [Dopaso 1994, Luna y Salles 1995]; voluntaria o involuntaria, muerte natural o asistida [Kübler-Ross 1998]; 6 7 8 Los bioeticistas lo llamarán posteriormente la “toma de la pastilla” en alusión a la revolución francesa y su toma de la Bastilla. “Esto implica necesaria y simultáneamente una reforma del Código Penal (desincriminación de la eutanasia) y del código de deontología médica, el rechazo al ensañamiento terapéutico y la obligación de informar al paciente sobre su estado” (Thomas 1991: 96). Cicely Saunders, en variados medios de prensa y revistas especializadas, argumentaba en esa época contra ese tipo de opciones. Dos hechos fundamentaban su posición: (1) el dolor puede casi siempre ser controlado, el cuerpo y la mente pueden estar confortables mientras el paciente se mantiene alerta recibiendo un adecuado cuidado, por esto la eutanasia como escape al dolor físico no debería ser legalizada; y (2) siendo el ser humano lo que es, cualquier ley que permitiera la eutanasia voluntaria presionaría a los más vulnerables, haciéndoles creer que ya no sirven más (los ancianos), o generando desconfianza en la relación médico-paciente (los pacientes con enfermedades terminales podrían pensar que lo que le están dando de tratamiento los está matando). Con el bagaje de conocimientos con relación al cuidado terminal esa opción simplemente se volvía innecesaria sin hablar de anti-ética (Du Boulay 1984: 182). 116 Rafael Wainer eutanasia o suicidio médicamente asistido [Emanuel 2001]).9 En ese debate el foco estaba puesto aparentemente en qué es lo que cada uno entiende por “dignidad de vida” (en la fase final de la vida) o meramente qué se entiende por “vida” (Dworkin 1993). Según el filósofo Charles Taylor en el horizonte de las convenciones sociales de “lo bueno” para uno y los demás surge lo digno.10 Entónces, ¿qué es la dignidad? ¿Cómo se concibe la dignidad y se accionan dispositivos profesionales para que una persona con posibilidad cercana de muerte dignifique su morir? En este artículo se reflexiona en torno a la acuciante pregunta ¿cómo ayudar a morir con dignidad? Las distintas respuestas presentan vías de análisis a la problemática del morir desde el posicionamiento profesional de los integrantes de un equipo de CP. Es claro que el problema de la medicalización del morir, la falta de autonomía y de control de los pacientes y sus familias de las etapas finales de la vida es imposible de soslayar. Sin embargo, aquí me propongo pensar en el punto de vista profesional como una forma de acceder a discursos, prácticas y experiencias profesionales marginales dentro de la biomedicina y, por lo tanto, ricas en matices que ayudan a pensar una parte de la complejidad del morir en sociedad. De esta manera, revisitaré las notas de campo y las entrevistas realizadas para mi tesis de Licenciatura y a esto le sumaré las reflexiones realizadas durante estos años en mis estudios de posgrado.11 El hospital donde se realizó la investigación del presente artículo es un instituto dependiente de la facultad de Medicina de la universidad pública de la ciudad de Buenos Aires. La mayor parte de las personas que se atienden diariamente son de escasos recursos. Más del 50% de los pacientes no tienen ninguna cobertura médica 9 10 11 En general en la mayoría de los países anglosajones o de Europa continental existe una distinción jurídica entre suspender todo tratamiento curativo ya sin sentido (eutanasia pasiva) y realizar un acto mortal (eutanasia activa). En Francia la eutanasia activa se considera un crimen, que debe ser juzgado por la justicia criminal; en cambio la eutanasia pasiva, es un delito simple que será juzgado por el tribunal correccional (Thomas 1991: 97). En la Argentina, sólo existe la figura de eutanasia, la cual puede ser caratulada como homicidio culposo o doloso, pero siempre bajo el Código Penal. El debate sobre la eutanasia pasiva aparece en la Bioética o la Filosofía pero en el ámbito jurídico (hasta ahora) el profesional está obligado a seguir brindando tratamientos, sea cual sea la situación del paciente, so pena de incurrir en mala praxis. Taylor, Charles (1989). Sources of the Self. The Making of the Modern Identry, Harvard University Press, Cambridge, UK. En este artículo todos los nombres de los profesionales, los pacientes y los familiares son ficticios. En cuanto a la metodología realizada para esta investigación la misma se llevó a cabo durante un trabajo de campo intensivo de 3 meses en el hospital oncológico. Las técnicas de campo utilizadas fueron la observación participante, la observación no participante, el análisis de fuentes documentales, y la realización a todos los integrantes del equipo de entrevistas abiertas en profundidad con algunos ejes temáticos específicos. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 117 y no abonan dinero alguno o lo hacen con una suma simbólica. También más del 50% de la población que utiliza la institución proceden del segundo o tercer cordón urbano de la provincia de Buenos Aires, en segundo lugar están los pacientes de la ciudad de Buenos Aires y el tercer grupo de pacientes son del interior del país y de países limítrofes.12 LA DINÁMICA DE LA DIGNIDAD “el primer contacto que tenés en la carrera es anatomía / donde te encontrás con un cacho de cuerpo / (...) yo me acuerdo que empezamos con / sistema músculo-esquelético / y empezamos con el hombro / así que mi primer encuentro con la medicina fue con un hombro / un cacho de hombro (...) un cadáver / y no hay ninguna reflexión de que eso en realidad pertenecía a alguien vivo / ¿no? (...) / me impactó ver cuando algún cadáver / cuerpo entero / o semicuerpo / había una especie de fascinación / curiosidad con (...) / ¿quién sería? / ¿no? / ¿y por qué estaba allí / disecado / siendo materia de estudio?” Mario, jefe de CP Desde las ciencias sociales existe una extensa literatura sobre la atención profesional en el final de la vida y el impacto que genera en los profesionales el morir de los otros (Black y Rubenstein 2005, Lawton 2000, Sudnow 1967, Slomka 1992, Saunders 1967, entre otros). Uno de los aspectos centrales del cuidado es la construcción de dignidad como parte fundamental tanto del proceso de atención profesional como de toma de decisiones por parte de los pacientes y las familias.13 Según Street y Kissane (2001) la dignidad, aunque central en la discusión sobre el cuidado en el final de la vida, ha sido generalmente asumida de manera tácita en las investigaciones y en los trabajos clínicos, a través de un significado consensuado, y sin llegar a problematizarse conceptualmente el campo de sentidos asociados y su uso particular en los espacios de cuidados paliativos. La expresión “morir con 12 13 Para resguardar el anonimato de los actores e “informantes” no citaré la fuente de las estadísticas, como así tampoco el nombre de la Institución. La fuente de las estadísticas es el departamento de administración de la institución y estan basadas en el año de la tesis de Licenciatura (datos que son similares en la actualidad). Ver Luna y Salles (1995); Barcha de Puyana (1996); Blanco (1997); Mainetti (1995); Olais Moguel (1998); Kaufman (2000); Dopaso (1994); Cecchetto (1999). 118 Rafael Wainer dignidad” es utilizada por un vasto rango de profesionales, legisladores, creadores de políticas, pacientes, técnicos de organismos de salud internacional y nacional (Kaufman 2000).14 Las motivaciones de su uso pueden ser desde bregar por una mejora en el cuidado de los pacientes para una mayor autonomía de los mismos, hasta apoyar el suicidio médicamente asistido como una manera de dignificar el morir.15 Dentro de este amplio abanico - de posibilidades, opciones terapéuticas y decisiones políticas - algo que poco se tiene en cuenta es “el silenciado discurso de la dignidad como relacional y encarnada [embodied]” (Street y Kissane 2001: 94). Para Street y Kissane la dignidad también es autonomía y autodeterminación, y por lo tanto constituye una parte intrínseca de la personalidad. En un sentido similar, trabajaré las construcciones sociales y profesionales de dignidad. Viendo cómo las mismas se producen relacionalmente en la interacción con los otros (pacientesallegados), y cómo de cierta manera las propias experiencias de los pacientes encarnan estas construcciones de dignidad (profesionales), a través de cómo ellos vivencian la desintegración de sus cuerpos/mentes y el final de sus vidas. (Aspecto que analizaré desde la mirada de los profesionales de CP.) La dignidad humana ha sido juzgada como un derecho inalienable e inherente a cada persona (y grupo humano). Pero fue sólo después de la segunda mitad del siglo XX (luego de las guerras y los genocidios de la primera mitad), con la creación de los organismos internacionales, que se comenzó a sistematizar dentro de los llamados “Derechos Humanos” la necesidad de reconocer (al menos jurídicamente) este substrato fundamental de la existencia como la base de donde derivan los demás derechos básicos. Autores como Taylor (1989: 15) ligan a las concepciones asociadas a dignidad el sentido de respeto por y la obligación hacia otros, y lo que entendemos como una vida íntegra. Según esta visión, la agencia y el poder de toma de decisión se tornan centrales en el análisis de la dignidad. Aunque ha sido criticado por “subjetivista” y liberal, Charles Taylor marca la importancia de la búsqueda de “lo bueno” como elemento esencial en la conformación de la personalidad, la identidad y el sentido de la vida (1989: 63). 14 15 En el momento de re-escribir este artículo, a finales de Noviembre de 2007, la provincia de Río Negro ha recientemente aprobado la primer Ley sobre muerte digna en el país. La Ley dice en su texto que “toda persona que padezca una enfermedad irreversible en estado terminal tiene derecho a manifestar su rechazo a los procedimientos quirúrgicos, de hidratación, de alimentación y de reanimación artificial cuando éstos sean desproporcionados a las perspectivas de mejoría y produzcan dolor y sufrimiento” (http://afp.google.com/article/ALeqM5h8HoXXDsFMJh6elJVgO5zfdxk7Q). En países como Holanda, Suiza y recientemente Bélgica, y en algunos estados de EE.UU. y Australia, se ha venido practicando la eutanasia (activa) o el suicido médicamente asistido desde hace cierto tiempo con muy diferentes experiencias y resultados (Cecchetto 1999, Thomas 1991, Emanuel 2001). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 119 Desde un lugar y un ángulo distinto Richard Rorty (2000: 223) afirma apoyándose en el jurista y filósofo argentino Eduardo Rabossi - que “la cultura de los derechos humanos” ha vuelto “irrelevante y desfasado el fundamentalismo de los derechos humanos”. Según Rorty, este fundamentalismo, descansa en concepciones sociales (provenientes desde épocas de Platón) que afirman que la manera de crear comunidad moral es señalando lo que todos poseen en común: la racionalidad. Los hechos históricos (por ejemplo, los genocidios de la primera mitad de SXX) demuestran que la “racionalidad” (supuesto “fundamento” de la conducta ética humana) no ha hecho “nuestra cultura - la cultura de los derechos humanos más autoconsciente y más poderosa” (2000: 224). La opinión de Rorty es que “el respeto por la dignidad humana, el sentido que tenemos de que no debería importar la diferencia entre serbio o musulmán, cristiano o infiel, homosexual o heterosexual, varón o mujer” no presupone la existencia de una “racionalidad” común a todos los seres humanos (2000: 224). El problema es que los grupos humanos diferencian a los “verdaderos humanos” de los “cuasi humanos” (de allí que un grupo pueda respetar los Derechos - de los que consideramos -Humanos). Por ello lo que propone Rorty es buscar creativamente un camino que nos haga sentir los unos por los otros de una manera más intensa, y: “hacerlo sería más eficaz porque nos permitiría concentrar nuestras energías en la manipulación de los sentimientos, en la educación sentimental” (2000: 230). En este sentido el autor -pensando en Anette Baier - propone considerar al flexible sentimentalismo como guía y motor de la conducta ética humana. Tal vez, concibiendo a los derechos humanos de esta manera, la vida humana, “objeto” y “sujeto” de los derechos humanos, pueda efectivamente ser dignificada, así como la Dignidad (en abstracto) ser humanizada. En lo que respecta a la dignidad de las personas en el final de la vida, en palabras de Cecchetto (1999: 88), el objetivo del cuidado profesional consiste en “asistir, aliviar y satisfacer dentro de lo posible necesidades vitales básicas (alimentación, hidratación, aseo, control de síntomas molestos, etc.) de personas que, por ser tales, resultan dignas de respeto más allá de su estado o condición circunstancial”.16 Siguiendo a Cecchetto, vemos cómo la capacidad de agencia de 16 Esto cuando estamos hablando de murientes muy cercanos al morir; según Cecchetto los objetivos de los Cuidados Paliativos en general son tres: alivio de todo tipo de síntomas (físicos, mentales, espirituales, sociales) y control del dolor del paciente; mejoramiento de la comunicación entre paciente y su círculo social (familiares, amigos y equipo médico); apoyo al entorno familiar/amistades del paciente (inclusión del entorno en el tratamiento) (1999: 58-9). Los dos últimos objetivos el autor los define como de acompañamiento (como los mismos profesionales lo marcaron durante todo el trabajo de campo). 120 Rafael Wainer los pacientes - en tanto protagonistas centrales de las series de eventos sociales que conllevan el proceso de morir - está condicionada por el encadenamiento de medidas terapéuticas que los profesionales ponen en funcionamiento. El equipo de CP toma decisiones sobre las posibles vías terapéuticas considerando, primero, el objetivo que se persigue y, segundo, anticipando el efecto que producirá en el paciente, su entorno social y la sociedad en su conjunto. Según la medicina paliativa el objetivo es el beneficio y el bienestar de los pacientes. Sin embargo, los tratamientos que se aplican para tal fin no eximen del conocimiento de los efectos no deseados que pudieran ocurrir. De esta manera, cuando el equipo médico realiza una acción positiva proporcionando medicamentos para calmar los síntomas o el dolor de un paciente/muriente para aliviar o evitar que sufra, esta misma búsqueda podría estar generando un efecto secundario no deseado ni pretendido. (Esto es lo que marca la sustancial diferencia con la eutanasia - según Cecchetto [1999: 91] donde ahí si se pretende terminar con la vida del paciente.) En este sentido en 1990, en un reporte de un comité de expertos, la OMS afirmaba lo siguiente: Cualquier medida que apresure el advenimiento de la muerte y que esté relacionada con el tratamiento adecuado del dolor simplemente significa que el paciente no pudo tolerar por más tiempo el tratamiento necesario para seguir viviendo una vida digna.17 Continuando con el autor, cabría agregar que, a través de dos principios éticos –el del doble bien y el de la beneficencia– la medicina paliativa supone un acercamiento humano al problema del sufrimiento y de la dignidad en el final de la vida. A pesar de la continua medicalización de experiencias y saberes es insoslayable el derecho de cada persona (siempre que esté lúcido y en edad de decidir) por tomar las riendas de su vida, implicando también el derecho a decidir (a la par de los profesionales y allegados) cuáles caminos terapéuticos transitar y cuáles no. Precisamente con respecto a las decisiones a tomar, los criterios últimos (o primeros) en que se basan los profesionales suelen ser dos: inviolabilidad y sacralidad de la vida y/o calidad de vida (yo considero más apropiado “dignidad de vida”) y provisión de confort. En un curso sobre bioética al que concurrí, el Médico Paliativista Gustavo de Simone ante la pregunta ¿qué sucede cuando se “pasan” con la cantidad de droga para calmar los sufrimientos y por consecuencia el paciente muere?, respondía: 17 World Health Organization 1990 Cancer Pain Relief and Palliative Care. Report of a WHO Committe, WHO, Ginebra, p58. En: Cecchetto, S (1999). Curar o Cuidar. Bioética en el confín de la vida, Editorial Ad Hoc, Buenos Aires, Argentina, p91 (cursivas del autor, subrayado mío). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 121 “dependerá de la impericia/mala praxis o si era controlada la dosificación, pero la realidad es que debido a la debilidad del enfermo, por el avance de su enfermedad, no pudo metabolizar esa dosis de droga que se le dio para calmar su sufrimiento; o sea, en estos casos el enfermo estaba por morir: la muerte no es el problema, el problema es el sufrimiento”. De esta manera lo que el disertante quería dejar claro era que todos los profesionales luchan por esos dos principios: 1) defender la vida, 2) proveer confort; pero según de Simone, “cuanto más cerca aparece la muerte, más importante se vuelve proveer confort, dado que defender la vida se vuelve cada vez más fútil”. Es verdad que una cosa es el deber ser y otra es lo que realmente ocurre en los equipos de CP. Sin embargo, esta intención de los paliativistas de re-mapear los saberes en torno al final de la vida permite pensar las formas jerarquizadas de curar y cuidar dentro de la biomedicina. Como me comentó el jefe de CP en una entrevista: “la medicina va resolver un montón de cosas / menos la muerte / entonces necesitamos / que eso sea / lo menos sufrido”. En suma, cuando hablamos de personas murientes la provisión de confort, según los paliativistas, debería ser el objetivo principal de todas las acciones terapéuticas y asistenciales. La persona, el ser humano muriente íntegro, está dejando la vida y defenderla a ultranza sería un acto irresponsable y anti-ético.18 Así como habría que tener presente no perder de vista la lucidez y conciencia del paciente en aras del confort, tampoco se debería “dormirlo” para que no “moleste” más con su sufrimiento. En una entrevista con el jefe de CP, éste contaba cómo antes de la llegada de los Cuidados Paliativos a la institución, los médicos se veían sobrepasados por el sufrimiento de los pacientes murientes y sus familias (esas zonas grises que a veces se podrían confundir con prácticas eutanásicas encubiertas), y cómo ahora: ...se hace mucho mejor / no sé si bien / pero mucho mejor / la parte de control de los síntomas / ¿sí? / varios de ellos / es muy variable esto / pero hay mayor / contención / para los pacientes/ las personas que están en esta situación / antes [cuando no había CP] los médicos vivían zozobrados / sin saber qué 18 Lo que se conoce como “encarnizamiento terapéutico”, que tiene su contrapartida en el “abandono terapéutico”, cuando los profesionales “saltean” a los murientes por ser un “caño”, según la jerga médica. Una residente del equipo de CP contaba cómo, en su hospital-escuela, “generalmente cuando había recorridas de salas / y me iba recorriendo cama por cama / y veía una enfermedad «incurable» entre comillas / y decían no no por esta cama no pasemos que que este es un caño / que se va a morir ¿no? / no perdamos tiempo acá porque no hay nada más que hacer / bueno yo justamente pensaba ¿por qué no detenerse justamente acá?”. 122 Rafael Wainer hacer / y entonces la angustia llegaba a tal grado / por parte de la familia del paciente y del médico / que lo que se hacía era desconectar al paciente / ¿no? R: mmm ((asiento)) Mario: una sutil manera de anularlo a la vida R: ¿de qué manera? Mario: en cambio / en cambio ahora / nadie pone ya estos sueros con / con drogas para dormirlo hasta que muera R: ah: Mario: ¿entendés? / hoy yo creo que eso es una cosa / pero fundamental R: claro / antes se le quitaba la conciencia como manera de... Mario: de sentirse {pasaje inaudible} tranquilos R: no molestaban Mario: si motivados por la impotencia y de no conocer estos tratamientos / ¿no? / que no es necesario anular una persona / sino que se le puede dar una libertad hasta el último instante / de elegir sus cosas y su vida como quiera Es interesante pensar que en algún sentido los CP vienen a traer una mejora en el cuidado de estas personas y sus familias o por lo menos esto es lo que los paliativistas piensan sobre su labor. Como decía Mario, “ya no es necesario anular una persona” ni “pone[r] estos sueros con drogas para dormirlo hasta que muera.” Evidentemente, para los paliativistas, esto es una mejora sustancial. Sin embargo, es importante reflexionar en cómo al interior de la biomedicina existen maneras diferenciadas (hegemonizantes y subalternizadas) de asistir, cuidar, acompañar e intervenir en el final de la vida de las personas y sus entornos sociales. Con relación a esto, cito las palabras de Emanuel del equipo de CP. Ante la pregunta, “¿qué valores rigen tu propia práctica médica?” La respuesta fue: “la ética / de no dañar / la solidaridad / la comprensión / la humildad / el hospital es muy fácil porque cuando algo no sabes / podes preguntar / y no hay que tener vergüenza de preguntar / la idea es que el paciente no se vaya / ni mal medicado ni submedicado / o que desconoce algo “. Lo que Emanuel expresaba era algo que la antropología médica ha prestado mucha atención. En esta línea existe una larga tradición en antropología de enfocar tanto en nuestras sociedades occidentales y las maneras en que se ha medicalizado la muerte, como en otras culturas en las cuales se ha comparado las funciones sociales, Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 123 esprituales y psicológicas que los sentidos, las prácticas y los rituales juegan tanto para los murientes como los no murientes. Como Ariès (1977) ha mostrado, las actitudes culturales (occidentales) frente a la muerte, el rechazo y/o reconocimiento de la finitud humana (Glasser y Strauss 1967) están inseparablemente unidas a prácticas sociales e institucionales. Por lo tanto, no debe sorprendernos que la reflexión antropológica de estas problemáticas actualmente se centra en al menos tres temas principales: “Primero están las transformaciones en las prácticas culturales (producidas por las políticas económicas globalizadas) y las emergentes relaciones entre la ciencia, la clínica y el estado que condicionan el nacimiento, la muerte, la vida, la constitución de la persona y las oportunidades para la vida y la salud. Segundo están las técnicas biomédicas y las estructuras económicas que legitiman lo anterior y hacen posible la extensión de la vida y la prolongación del morir. En el proceso, las industrias tecnocientíficas y distintas prácticas están creando nuevas formas de vida, liminalidad, conocimiento y organizaciones sociales. Tercero es la creciente vulnerabilidad biopolítica de diversas poblaciones a través de la comodificación global, pobreza, invisibilidad social y violencia” (Kaufman and Morgan 2005: 332, traducción propia). De este modo, estas cuestiones fundamentales: las transformaciones de prácticas culturales en relación a la muerte, la economía política y la organización de nuevas formas de vida, las inequidades biopolíticas, la vulnerabilidad, están creando y recreando las formas en que nos relacionamos con la vida, el morir y la muerte. La medicalización de la muerte, al mismo tiempo que la medicalización de la vida, es una fuente evidente de poder en nuestros mundos modernos. Como antropólogo, lo que atrae mi atención son las experiencias de las personas en relación con sus procesos de morir y muerte y las maneras profesionales de (des) o (re)medicalizar dichos procesos. Precisamente lo que es interesante observar es este juego de desre/medicalización y cómo nuevos sentidos son adosados a prácticas profesionales que consideraban de determinada manera el rango de acción médica en el morir y, por lo tanto, las concepciones sobre lo que era o debía ser una vida digna (en el final de la vida). 124 Rafael Wainer DEFINIENDO PALIATIVOS LA DIGNIDAD SEGÚN LOS PROFESIONALES DE CUIDADOS “...nadie puede decidir por otro lo que significa una buena muerte, ni el cuerpo médico podrá, llegado el momento, garantizar que conseguirá ese objetivo”. SERGIO CECCHETTO, CURAR O CUIDAR. Bioética en el confín de la vida humana, (1999). Aunque la dignidad es construida socialmente a través de sistemas socioculturales de experiencias-creencias-sentimientos, es percibida subjetivamente desde la propia realidad (encarnada y relacional dirían Street y Kissane) de cada uno de los pacientes, familiares y profesionales. Es por esto que es interesante observar las maneras específicas de pensar/actuar médicamente sobre las concepciones de dignidad. Éstas muchas veces pueden funcionar como el telón de fondo de las relaciones, aunque difícilmente los profesionales paliativistas definan explícitamente, ante los pacientes y familias, qué significa dignidad para él o ella. En una oportunidad, durante el trabajo de campo, una mujer vino desesperada al equipo de CP: Mariana: mi madre está internada por un problema hepático, ya no la pueden drenar más, y el cirujano me dijo que es terminal, que “no hay mas nada para hacer, que vaya a CP para que le den morfina, pero que tenia 48hs de vida”. Le pregunté al cirujano “¿qué es para usted calidad de vida?” y me respondió “que no se le haga una infección generalizada”. Le dije “¿pero va tener dolor?”, y me respondió “si, va estar con dolor siempre”. ¡No puede ser que me digan eso, no puedo concebir que eso sea “calidad de vida” para un médico! Claudia: el dolor que mejor se soporta es el dolor del otro... Hay que decirle a ese doctor que si él tuviera ese dolor seguramente quisiera que se lo aliviaran. Ya. Quédese tranquila que el dolor siempre se puede aliviar. Mariana: le van a dar el alta mañana pero quería ver si le daban morfina. El cirujano dijo que se le da a los terminales... Claudia: se da cuando cierta medicación no alcanza para controlar el dolor de cualquier clase de paciente Mariana: déme algo para calmarla así puedo llevarla a su casa de La Pampa para estar con ella este último tiempo, ni mamá ni papá saben la gravedad de la situación. Claudia: ella igualmente sabe. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 125 En este ejemplo, la hija de la paciente vinculó dignidad con calidad de vida. Explícitamente le preguntó al profesional (que no es del equipo de CP) qué significaba para él calidad de vida (en la etapa final de la vida en que se encontraba su madre) y éste le dio una respuesta en términos de parámetros de normalidad clínica, “que no se le haga una infección generalizada”. Aquí se observa cómo lo que entra en juego en situaciones como éstas, siempre, es mucho más que una determinada lista de parámetros bio-fisiológicos. El marco de referencia, cuando una persona está agonizando, difiere abismalmente de cuando una persona está atravesando una enfermedad en fase curativa. No sólo eso, las acciones terapéuticas que los profesionales emprenden, deberían incluir la necesidad básica del paciente, su entorno y la sociedad, de considerar al paciente como un ser íntegro, poseedor de una dignidad de vida y un derecho a evitársele todo sufrimiento evitable. Lo que las personas que experimentan el final de sus vidas y sus familias mostraban es que de alguna manera, la dignidad humana, no se “pierde” independientemente de la situación en que se encuentre la persona en cada momento. Por esto la profesional de CP tranquilizó a la hija diciéndole “Quédese tranquila que el dolor siempre se puede aliviar.” Ese era el mantra que le recitaba el profesional paliativista para que la hija pudiera entender que no todos los profesionales pensaban y actuaban igual. DIGNIDAD ENCARNADA “el cuerpo le estaba poniendo más límites y esto le generaba una sensación de deterioro / en realidad era él / él decía que no era él / y dónde bueno / la esencia era observar que en realidad / él no era porque era solamente / solamente lo que hacía sino que era por lo que es / ¿no? / como símbolo / como sentido / así que también a veces la gente pierde el sentido de la vida y eso es un síntoma grave / el médico que hace cuidados paliativos se interesa en / en infundir / que no es convencerlo de que tiene que vivir / de que tiene que pensar en positivo / ¿entendés? / nada que ver / a lo mejor es bueno decirle que tiene razón en deprimirse / que tiene razón en llorar / que tiene razón en enojarse” Mario, Jefe del equipo de CP El cuerpo humano, con sus orificios y poros, es una entidad viva en constante proceso de cambio y modificación, continuamente intercambiando elementos del interior con el exterior y viceversa. Al igual que con “la vida”, aunque parezca algo obvio, con el cuerpo no es tan fácil determinar sus límites. Aún hoy día existe un gran debate 126 Rafael Wainer en torno al comienzo y al final de la vida.19 Científicamente (de acuerdo a la concepción occidental de ciencia) no se ha probado el inicio exacto de la vida consciente, ni el fin preciso en que un ser humano deja de existir. Con el cuerpo sucede algo similar. Según Street y Kissane (2001: 97) “las fronteras de nuestro cuerpo nunca están completamente dibujadas”; connotando de esta forma que somos personas que nos experimentamos a nosotros mismos, y al mundo, a través de relaciones, y de cierta manera nunca vivimos absolutamente separados y autónomos. Aún más, lo que Kristeva (pensando en Mary Douglas) afirma es que constantemente las fronteras de nuestros cuerpos son traspasadas por “fluidos de orina, lágrimas, mierda, vómitos, sangre (especialmente sangre menstrual), transpiración y semen”,20 haciendo así borrosa toda delimitación de “eso” que está continuamente en transformación. Cuando consideramos el cuerpo de las personas con enfermedades avanzadas, y con riesgo cercano de muerte, esto se hace mucho más patente. La presencia de innumerable cantidad de malestares con relación al decaimiento y destrucción del propio cuerpo,21 y la necesidad de otros (llámese profesionales, familiares, amigos, vecinos o desconocidos) para mantener o alcanzar cierto piso de dignidad en sus vidas, obligan a detener la mirada en el cuerpo de los pacientes - como vía para analizar las concepciones sobre dignidad de los profesionales -. Así Street y Kissane establecen, a través de Kristeva, la existencia de una relación entre la dignidad y el “cuerpo abyecto” (definido como el estado ambiguo y reprimido 19 20 21 Actualmente existen una variedad de ámbitos donde se observa una búsqueda por reconceptualizar o remapear las problemáticas del morir (Palgi & Abramovich 1984) y una de ellas es la misma definición de “muerte”. Ésta se ha ido modificando a través del tiempo y el espacio por la tecnologización, medicalización y occidentalización de la vida, la enfermedad y el propio morir. Los signos que mostraban que un ser humano había dejado de existir, y por lo tanto, pasaba a transformarse en un “cadáver”, fueron y siguen variando sociocultural e históricamente (Thomas 1989). Hoy parecería haber un acuerdo en que la detención de la respiración, de los latidos del corazón y de la actividad cerebral definen el fin de la vida. Sin embargo, así como no hay un consenso acabado entre los profesionales para definir el comienzo de la vida (consciente), tampoco lo hay para distinguir el exacto final de la vida (S.S. Dalai Lama 1998). Kristeva, Julia (1982). Powers of Horror: an Essay of Abjection, Columbia Univesity Press, New York, USA (Poderes de la perversión, Catálogos editora, 1988). La cita es extraída de la versión castellana. Amputaciones, operaciones, extirpaciones, extracciones, fístulas, escaras, úlceras, transfusiones y detenciones parciales o totales de las diferentes funciones del organismo son algunos de los ejemplos. Además de los efectos no deseados de los tratamientos curativos (por citar unos ejemplos: la quimioterapia suele afectar negativamente al hígado, y en la radioterapia entre un 30 y 40 % de los pacientes suelen experimentar micosis) que a veces se siguen aplicando hasta casi el final de la vida del paciente. (Aunque hay que hacer notar que en algunos casos se suelen utilizar estos tratamientos de manera paliativa.) Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 127 entre limpieza y suciedad, orden y desorden, propio e impropio [2001: 97]). Parafraseando a Kristeva, el horror que produce el cuerpo abyecto juega un papel preponderante en personas con enfermedades avanzadas (y, obviamente, en profesionales que asisten a estas personas). Pensando en la interpretación de Freud sobre el relato de Edipo, Kristeva dice: Este borde entre abyección y sagrado, entre deseo y saber, entre muerte y sociedad, puede mirarse de frente, decirse sin falsa inocencia ni púdico recogimiento, siempre y cuando se vea en él una incidencia de la particularidad del hombre como mortal y hablante. «Lo abyecto existe» se dice de ahora en más, «Yo soy abyecto, es decir mortal y hablante» (1988: 118, cursiva en original). Reflexiono en esta “particularidad del hombre como mortal y hablante” y me pregunto: ¿cómo hablar, acceder, interpretar y respetar esta dignidad encarnada en personas con enfermedades terminales (casi siempre “mortales”)? En una entrevista Mario me contó como un paciente: “me llama un día porque decía que él así no puede seguir viviendo / y para verse deteriorado prefería que lo maten / que yo le de alguna inyección o algo / [el paciente le dijo] “podría aumentar la insulina y entonces morirme de un coma hipoglusémico” / bueno estuvimos charlando con él / con la familia / y quedó la / la charla trunca / habló con su psiquiatra / se sintió más reconfortado / y cuando a los dos días lo voy a ver de vuelta / porque él pidió que fuera / me dice “doctor logró convencerme” / ¿y de qué lo había convencido? / en definitiva / bueno de que / no era necesario matarlo / de que sí era importante/ urgente y necesario / calmar su angustia / sus temores / sus preocupaciones / su físico / aliviarlo / y bueno y murió así / progresó la enfermedad mucho / y después se empezó a deteriorar / se le dio las primeras medicaciones y rápidamente / este... R: soltó Mario: entró / sí / sí / con insuficiencia hepática / bueno por su problema / pero / empezó con un síntoma existencial / cuando uno tiene que vivir una vida sufrida / ¡cómo si no hubiera sufrido en la vida antes!” Es interesante hacer notar que este “entró” que dice Mario es algo que muchas veces critican los paliativistas a los demás profesionales cuando le dicen“entró en paliativos” como si fuera algo irreversible. De cualquier modo lo que era necesario para Mario era “calmar su angustia/ sus temores/ sus preocupaciones/ su físico/ aliviarlo”, sacarle 128 Rafael Wainer el peso del dolor y el sufrimiento encarnado. De esta manera, eso que no es debidamente tenido en cuenta por los profesionales no paliativistas, aquí se ve como central: su desatención implica un “síntoma existencial”. Aparentemente la vergüenza de verse deteriorado, en este paciente, era mucho más importante que cualquier otra cosa. Sin embargo, con el acompañamiento y la ayuda profesional, pudo sentirse aliviado y morir, sufriendo (el vivir y el morir implican una cuota insalvable de sufrimiento) pero enmarcando ese sufrimiento en el ciclo vital de una persona: “¡como si no hubiera sufrido antes!”. Calmando las preocupaciones y angustias, ya no era necesario aniquilar el cuerpo, aparente fuente de todo sufrimiento, sino simplemente dejar que el propio proceso del morir siguiera su curso. De esta manera, lo que claramente se puede observar es que los cuidados paliativos apuntan a dignificar esos cuerpos-mentes, brindando diversas estrategias de cuidado “más allá de la cura”. “Siempre hay algo positivo para ofrecer,” es una de las frases que suelen usar. Esto se lo puede ver claramente en el siguiente diálogo entre una paciente y el jefe de CP: María: ¿este tratamiento es para la vida o sólo para aliviar el dolor? Mario: ¿cómo se imagina que sería su vida si no tuviera la medicación que recibe de CP? María: peor Mario: lamentablemente la medicina tiene un límite en cuanto al tratamiento para la cura del cáncer, pero sin embargo lo que se puede hacer para que tenga una calidad de vida sin sufrimiento en lo que tenga que convivir con su enfermedad es mucho y eso es aportar a la vida. DIGNIDAD RELACIONAL “morir en un entorno digno de un ser humano y propio de lo que podría ser vivir su hora más hermosa / morir manteniendo con las personas cercanas contactos humanos sencillos y enriquecedores / morir como un acto consciente / morir con los ojos abiertos dando la cara valientemente y aceptando lo que llega / morir con el espíritu abierto aceptando que muchos interrogantes que la vida ha abierto quedan sin respuestas / morir con el corazón abierto, es decir, con la preocupación del bienestar de los que quedan en vida” DR. GOMEZ SANCHO, Los últimos momentos del paciente oncológico (vídeo). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 129 DIGNIDAD Y AUTONOMÍA Según lo observado durante el trabajo de campo y en las entrevistas, lo primero que remarcan los profesionales es la importancia en toda la relación con los pacientes y sus familias de apuntalar la autonomía de los mismos (que se apropien de sus vidas y transformen en protagonistas de sus propios tratamientos curativos y paliativos). El derecho a la información (impelen a pacientes y familias a preguntar y repreguntar todo lo que necesiten), al respeto de su dignidad e integridad, y a que decidan por ellos mismos, aparece como una constante en todos los integrantes del equipo de CP. Según el Dr. de Simone, para que tenga sentido un tratamiento paliativo no sólo se necesita “cubrir las necesidades”, sino cubrir las propias necesidades del otro: (intentar) comprender lo que el otro verdaderamente necesita.22 De esta manera, los cuidados paliativos se presentan como un alivio y acompañamiento desde una perspectiva ética. Así, a través del respeto de la autonomía y de las vivencias del otro, y desde la dimensión social, se estaría respetando el principio de justicia con las necesidades del otro. En sintonía con lo anterior, Cecchetto (1999: 58) considera que: “Los cuidados terminales se presentan aquí como una opción filosófica-práctica interdisciplinaria empeñada en la búsqueda de las mejores condiciones para que el paciente pueda vivir protagónicamente su muerte propia.” Así, este acompañamiento, intenta no expropiar al muriente de su propia muerte y, en algún sentido, pretende des-medicalizar ciertas prácticas para volver a re-medicalizarlas con otro tono y con una intención de apertura y escucha de las necesidades del “paciente” y su entorno social. En una entrevista que realicé a una de las profesionales del equipo de CP buscando indagar cómo se concretiza la autonomía de los pacientes, le pregunté: ¿qué derechos tiene el paciente / en estado terminal / con relación a su autonomía y voluntad? Su respuesta fue: “todos / todos / digamos uno, por eso te digo si el paciente puede entender uno debe explicar qué es lo que está pasando / porque eso aparte baja bastante el nivel de ansiedad / una de las situaciones de mayor ansiedad es cuando al paciente le está pasando algo y no sabe por qué / entonces si uno le explica por qué le está pasando y qué es lo que le puede ofrecer para que esto / se suavice o se alivie / el paciente tiene hasta el último 22 Los profesionales del equipo de CP suelen comentarle a los pacientes y familias que ayudar es “darle al otro lo que verdaderamente necesita”. 130 Rafael Wainer momento / siempre todo el derecho y la autonomía de saber y decidir / uno da lo mejor de sí / el paciente es el dueño de su cuerpo y el dueño de su enfermedad / y nadie está dentro de su piel para saber lo que está sintiendo R: ¿y cuánto/ cuántos pacientes crees que entre ellos conocen que tienen sus propios derechos en cuanto su autonomía? Claudia: muy pocos / porque en general en el médico/ generalmente el médico dice/ o no le explica o lo hace salir / y le dice espéreme afuera que tengo que hablar con su familiar / se lo trata como a un idiota / se piensa que la enfermedad atonta el cerebro / o si uno le explica y lo sabe / lo va poner muy mal y eso va hacer que la enfermedad progrese más rápido R: claro Claudia: ¿está claro esto? R: si / ¿o sea que efectivamente se cumplen muy poco? Claudia: muy poco [...] claro el paciente no lo dice verbalmente / pero manifiesta que algo quiere saber o no / a veces el paciente se muere sin saber / o pensando que no lo sabe pero en el fondo lo sabe / sin querer hablar de lo que le está pasando / pero si uno tiene la obligación / justamente porque tiene autonomía / porque es un paciente / un ser humano / de decirle mirá / pase lo que pase / tengas lo que tengas / yo estoy acá para que no sufras / y si necesitás hablar conmigo / decime que yo voy a estar”. AFECTO Y ESCUCHA “El sufrimiento es el común denominador de toda la literatura mundial. Es el lenguaje que comprende todo ser humano. Alguna gente que ha sufrido mucho se vuelve más capaz de escuchar. Otra gente, menos. A veces, no siempre, el dolor y el sufrimiento nos enseñan a escuchar”. AMOS OZ, en: www.clarin.com/suplementos/cultura/2002/08/10/u-0211.htm “Existe un efecto terapéutico de la escucha médica, además de la farmacología, una parte importante del tratamiento es no medicamentoso...“ Adrián, residente del equipo de CP El acompañamiento profesional que realizan los integrantes del equipo de CP es un intento de estar ahí que considera la dignidad encarnada y relacional antes analiza- Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 131 da. Por esto la necesidad de establecer conexiones conscientes y lúcidas con los pacientes, a través del afecto y de la escucha, forma parte esencial en la relación de confianza terapéutica. En una entrevista, Claudia, ante mi pregunta: “además de lo que vos sabes médicamente / ¿qué otras cosas pones en juego cuando atendés a personas y familiares con/ [enfermedades terminales]?”; lo primero que respondió fue: “el afecto / o sea el afecto a veces es más importante tomar de la mano a un paciente / o no siempre están esperando una contestación / a veces el paciente / solamente necesita que uno / se calle y lo escuche” O sea, dos elementos: afecto y escucha (estar ahí), que pueden resumirse en uno: acompañar cálidamente. Así se ve que la dignidad también se va construyendo relacionalmente en los tipos de interacciones que van estableciendo el padeciente, la familia y los profesionales. En una entrevista, recordando una consulta que habíamos observado con una persona experimentando la enfermedad en estado avanzado, Miguel sintetizó cuál era el núcleo por donde pasaba la atención para esta persona: “para un tipo de paciente / prima lo técnico / para otros prima lo afectivo / y lo técnico en segundo lugar / en éste me parece que primó lo afectivo” De esta manera, lo que dejaba bien en claro era que, para las personas que están experimentando el morir o el final de la vida, lo que urge atender es tratarlos como seres humanos completos y dignos de respeto. En sus propias palabras: “el paciente / suponéte una neumonía / vos al paciente / hablás poco y actúas mucho / estos pacientes [avanzados] / actúas lo que te permite la situación / y hablar / y escuchar es mucho “ La cuestión del afecto es muy importante, en este contexto en particular, pero también en general, en la creación de identidad social (en este caso de identidad paliativista). Grossberg (1992: 80) al respecto opina que: “El afecto opera a través de todos nuestros sentidos y experiencias, a través de los dominios de efectos que construyen la vida cotidiana. El afecto es lo que da ‘color’, ‘tono’, ‘textura’ a lo vivido.” De hecho el autor va más allá al decir que (1992: 84-85) “...el afecto es el plano o el mecanismo de pertenencia [belonging] e identificación [...] El fortalecimiento [empowerment] afectivo envuelve la generación de energía y pasión, la construcción de posibilidad.” 132 Rafael Wainer ACOMPAÑAMIENTO PROFESIONAL Esta dignidad relacional, podría decirse, es puesta en marcha (en parte) a través del acompañamiento que establecen los profesionales con los padecientes y sus familias. Sin embargo, este proceso social estuvo históricamente desterrado de la cultura médica occidental. Desde Hipócrates (1995) en adelante, los médicos en general no tenían la obligación de estar presentes efectiva (ni afectivamente) en los (extensos) procesos del morir, siendo más que nada otros los que acompañaban. Lo que sucedió a partir de los años sesenta fue que se hizo visible que cuando los médicos muchas veces decían “ya no hay más nada por hacer”, firmando el acta de defunción en vida, en realidad estaban diciendo “no sé más qué hacer, se está muriendo, y no sé qué hacer”. Aquí se observa el gran mérito de profesionales como Cicely Saunders y Elisabeth Kübler-Ross, quienes supieron deconstruir discursos y prácticas oficiales, y comenzaron a ofrecer nuevas elementos para pensar y hacer.23 En este sentido, el jefe de CP comentaba en una entrevista: “ [pero] resultó que no era que uno hacía todo / había dejado un gran pedazo afuera / que es precisamente, cuidado paliativo / que si algo lo acompaña/ si algo lo define es acompañar / estamos acompañando a la gente en el último momento de su vida / porque es un momento que puede resignificar muchas cosas”. Siguiendo con el acompañamiento profesional, podría decirse que éste es un intentar estar ahí en el final de la vida (o en cualquier otro momento tensionante para paciente-familia). Vuelvo a citar a la médica residente, quién resume esto al decir: “al margen del tema puramente terapéutico de medicación / es el tema de la escucha / la escucha y saber que el paciente sepa que tiene alguien en quien apoyarse / una contención” 23 Según el Dr. de Simone, esto se dio a partir de las diferentes vertientes en el desarrollo de los cuidados paliativos que pretendían lograr “una actitud humanista frente a la problemática del sufrimiento y del enfermo muriente tanto como una aptitud científica para el control de los síntomas, el apoyo psicoemocional del enfermo y su entorno familiar y la oferta de adecuados cuidados domiciliarios.” Así sucedió que por “Primera vez en la historia de la medicina ésta intenta dar respuesta a las necesidades globales del sufriente y moribundo, área antiguamente vedada a la figura del médico y aislado del avance tecnocientífico.” (Litovska y Navegante 1992: 139). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 133 MORIR: “PERÍODO DE LA VIDA MUY PECULIAR DONDE NADIE ACOMPAÑA” Para mí, cada moribundo es un maestro que concede a todos los que le ayudan la oportunidad de transformarse mediante el cultivo de la compasión. SOGYAL RIMPOCHÉ, El libro tibetano de la vida y la muerte, (1994). En una cita anterior el jefe de CP decía que el final de la vida es un momento en el que “”se puede resignificar muchas cosas”; un período limitado en el que la búsqueda de algún sentido inmanente o trascendente a la vida misma suele manifestarse. Sin embargo, en esta parte de la vida de un ser humano, muy pocos profesionales (en el área de la biomedicina) son los que están preparados y capacitados para acompañar al muriente. 24 Ese período en el que se pueden “resignificar muchas cosas”, para el jefe de CP va de la mano con la idea de “sentido” de la vida. En sus propias palabras: “el concepto en la persona del legado / el sentido histórico / es muy fuerte / quizá una persona necesite saber / que su transcurrir en la tierra [...] tiene un sentido / que es la proyección en los demás / su impronta en los otros / [risas] buena o mala / claro / es una impronta / la descendencia / etcétera etcétera / ¿no? / tener hijos / qué sé yo / tener hijos / escribir un libro / y plantar un árbol / decía / como símbolos de eternidad / ¿qué cosa más eterna que un árbol? / digamos / ¿no es cierto? / simbólicamente / entonces ése es un período de la vida muy peculiar / muy íntimo / muy personal / donde en realidad / como siempre digo vos podes acompañar al cine / y podes más o menos disfrutar con un amigo / con una amiga / con tu mujer / o lo que sea / una película / pero a morir nadie acompaña” Parece claro que “a morir nadie acompaña”, salvo los profesionales de CP (lo cual es relativamente cierto, por lo menos dentro el ámbito biomédico), los cuales han aprendido a estar ahí (sin rehuir) en esos momentos liminales en donde el paciente y la familia experimentan la crisis desestructurante - según mi juicio - más importante de la vida: el morir propio (y entre nosotros). Aquí se ve la importancia de sentirse contenido por un profesional que dedica su capacidad y habilidad en ayudar a guiar 24 En palabras de Cecchetto (1999: 25) “La adopción de un enfoque antropológico y personalizado permite considerar al sufrimiento, al dolor y a la muerte como experiencias vitales dignas de ser vividas.” 134 Rafael Wainer al paciente, y su familia, por el más conveniente camino posible. Es verdad que en muchas ocasiones el profesional paliativista baja línea sobre como deberían ser las cosas, aunque también es cierto, por lo que he observado, que en muchas oportunidades son los únicos que se ofrecen a escuchar a las personas murientes y sus familias y que le ofrecen cuidado y acompañamiento. ¿DÓNDE “QUEDA” LA DIGNIDAD? RESPETO, PERSONA Y SUFRIMIENTO El derecho a que se respete la dignidad en el final de la vida, como he mostrado, está inseparablemente unido a la idea de persona que los profesionales de CP manejan. Persona y sufrimiento son categorías sociales que deben considerarse cuando se analiza una medicina abocada a la dignidad de vida en el final de la vida. En una entrevista, la médica residente del equipo de CP comentaba que dentro del hospital hay otros servicios que piensan diferente con relación a la idea de persona: “y que no ven al paciente como un todo [...] lo ven como una vesícula o como una sonda gasogástrica que hay que ponerle y no como una persona que esta preguntando ¿pero yo voy a sufrir? / por eso hay que trabajar siempre con paciente y familia / saber que el paciente viene con todo un bagaje de cosas atrás / no es un paciente aislado R: sí sí / no es un órgano es una persona completa pero en su entorno Claudia: exactamente / tiene un entorno y tiene una historia Una “persona que está preguntando ¿pero yo voy a sufrir?” es desde el punto de vista de esta profesional - y podría decir de todos los del equipo de CP - un ser humano completo e íntegro que a su manera esta intentando procesar los complejos y críticos momentos existenciales interiores/exteriores del final de la vida. Para poder ayudar a estas personas murientes que hablan y preguntan (los mortales y hablantes a que se refería Kristeva), según los profesionales de CP lo primero que se necesita es respeto y paciencia para escuchar. El cuidado y la protección se establecen en el terreno inasible e interior de la inexorable destrucción del cuerpo y la persona, muchas veces acicateada por el sufrimiento físico y existencial. Así según Miguel: si vos le/ le sacas el dolor / el paciente está mejor / él como persona / si vos lo tratas como persona y no le calmas el dolor / no lo {pasaje inaudible} / pero si vos podes tener algo de técnica y mucho de escucha / yo creo que eso / yo siempre pen/ visitaba a mi abuelo [murió de cáncer] / y escuchando cosas de Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 135 otros pacientes / había otros pacientes que/ un tipo que se está por morir / como en el caso que nos toca a nosotros / pasa que esa persona está totalmente aislada diría / está acostada / y vos decís / parece que no / está en otro mundo / y las cosas van pasando a mil [...] está rememorando su vida / estará pensando / y te acordás cuando tipo los pacientes hablan aquí / pasa lo mismo [...] la siguen {pasaje inaudible} en la cabeza / nadie se entera de eso / entonces / a mí me importa mucho más el tema de la escucha / porque / es donde el paciente / ¿te acordás esa mujer nosotros fuimos a ver arriba / esa mujer que dice / doctor me voy a morir? [...] Mario dijo dos o tres cosas / y la tipa se / de una cosa extrema / decir si se va a morir / que cualquiera puede ir levantarse y llorar / agarrar a la señora le dijo eso con palabras / la señora se calmó” PALABRAS FINALES Finalizo este trabajo con la reflexión de que la dignidad en el final de la vida está estrechamente relacionada con las concepciones sociales y profesionales sobre la muerte. En este sentido, la muerte es en última instancia una construcción social y un concepto con un agujero en su núcleo. El hecho fundamental, el estar muerto, es algo que nunca podremos comprender. No existe ninguna “referencia empírica.” Aún si queremos observar experiencias cercanas a la muerte, suicidio, homicidio, duelo, luto, pena de muerte o creencias sobre la otra vida, solo podremos hallar mediaciones y aproximaciones. Sólo podemos acercarnos a la muerte de manera indirecta, nunca tendremos la oportunidad de mirarla de forma directa a los ojos. Por este motivo, considero importante prestar atención a las experiencias de las personas que viven el final de la vida, a los temores, dudas, alegrías que los atraviesan y a las maneras sociales, institucionalizadas y profesionalizadas en que son cuidados y acompañados. La intención de este trabajo ha sido, pues, observar a los que cuidan a las personas murientes y analizar las maneras en que su cuidado profesional, sus concepciones y acciones son puestas en marcha con el objetivo de dignificar el final de la vida. No siempre la biomedicina intentó cuidar y acompañar de esta forma, antes, y ahora mismo, en muchos espacios médicos, el morir y la muerte eran tratados como algo a rechazar, negar y esquivar. Es por esto que consideré importante analizar discursos, prácticas y creencias de estos profesionales paliativistas, aún sumamente marginales dentro de la estructura hospitalaria y biomédica en general, pues permiten iluminar muchas de las contradicciones que atraviesan en la actualidad a la corporación médica. Una tensión central, en este sentido, es cómo combinar por un lado las enormes expectativas puestas en un saber técnico y por otro lado los 136 Rafael Wainer pedidos por una orientación humanista y ética en relación al cuidado profesional en el final de la vida. El filósofo tibetano Sogyal Rimpoché (op. cit.: 257; negritas propia) en el Libro tibetano de la vida y la muerte dice en relación a los cuidados en el final de la vida: A la hora de morir, ¿no tenemos todos derecho a que no sólo nuestro cuerpo sea tratado con respeto, sino también, y acaso más importante aún, nuestro espíritu? ¿No tendría que ser uno de los principales derechos de cualquier sociedad civilizada, extensible a todos sus miembros, el de morir rodeado de los mejores cuidados espirituales? ¿Podemos realmente llamarnos «civilización» mientras eso no se convierta en una norma aceptada? ¿Qué significa realmente poder enviar a alguien a la Luna si no sabemos ayudar a otros seres humanos como nosotros a morir con dignidad y esperanza? Por su parte el médico y filósofo argentino José Luis Mainetti habla de “humanitud” como la cualidad esencial de un ser humano que experimenta el dolor, el sufrimiento, la vejez y la finitud.25 Según el paliativista de Simone, hasta que los médicos comenzaron en los 1960s a abrirse a los procesos del sufrimiento y del morir, en la historia de la humanidad otros fueron los que consideraban y representaban esto. Poetas, pintores, religiosos fueron los que se encargaron de la finitud y el sufrimiento.26 En este sentido, a lo largo de este artículo ciertas ideas y acciones de los profesionales paliativistas nos mostraron cómo se relacionan, articulan e incorporan en un campo de tensiones y disputas en torno a lo que significa vivir con dignidad el final de la vida. En este sentido considero que el sufrimiento, el final de la vida y la dignidad, son procesos inseparables y que deben ser pensados al unísono. En este trabajo intenté pensar las concepciones profesionales paliativistas como un elemento importante a considerar dentro del complejo contexto de la medicalización del morir y dignificación del final de la vida. Fecha de entrega: 13/8/2007. Fecha de aprobación: 19/2/2007. 25 26 Escuchado de boca del Dr. de Simone, en un curso de bioética. Sandra Bertman (1991) en Facing Death. Images, Insights and Interventions. A Handbook for Educators, Healthcare Professionals and Counselours, realiza una investigación con estudiantes de medicina y enfermería, trabajadores sociales y voluntarios utilizando el arte (pintura, poesía, literatura, humor gráfico, etc.) como medio de reflexionar, intensa y ampliamente, sobre la experiencia del morir. Para la autora (p. 167) las artes: “nos permiten probar la condición humana en un lenguaje que es simbólico más que literal, sugestivo más que didáctico. De esta manera, ellas son la mejor clase de maestro. A través de la metáfora las artes nos desafían, instruyen y soportan en nuestro esfuerzo por sobrellevar [endure] el sufrimiento de los otros y entender el nuestro propio.” Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 137 BIBLIOGRAFÍA Y FILMOGRAFÍA CITADA AMOS, OZ . Diario Clarín, www.clarin.com/suplementos/cultura/2002/08/10/ u-0211.htm. [Consultado en Agosto 2002]. ALMODÓVAR, PEDRO 2002 Hable con ella. Madrid, El deseo S.A. ARIES, PHILLIPE 1977 L´homme davant la mort. Paris, Seuil. BARCHA DE PUYANA, E. 1996 Derecho a vivir y morir con dignidad. S/Ciudad, Facultad de Ciencias Jurídicas, Universidad Javeriana. BERTMAN, SANDRA 1991 Facing Death. Images, Insights and Interventions. A Handbook for Educators, Healthcare Professionals and Counsellors. S/Ciudad, Hemisphere Publishing Corporation. BILD, R.; GERM, R.; AUAD, O. 1988 "Medicina Paliativa: el cuidado de la persona con enfermedad terminal". En: Revista ROCHE, s/ciudad. 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Correo electrónico: [email protected]. 142 Fernando Lynch RESUMEN Desde una perspectiva antropológica focalizada en la incidencia de la diversidad cultural respecto a la delimitación de las normas jurídicas del estado de derecho, se considera el hecho histórico según el cual la prohibición de drogas psicoactivas se fundamenta en la adjudicación de la cualidad de viciosos a hábitos propios de miembros de sociedades diferentes. Los fármacos cuya licitud se recusa son precisamente los asociados en su momento de expansión en E.E.U.U. -centro de irradiación de la política de rigor- con minorías extranjeras: el opio con los chinos, la cocaína con los negros y la marihuana con los latinos -así como hongos y cactus con los aborígenes-. Se observa en conclusión que, implementada a nivel internacional como un vehículo de neocolonización, la política global sobre drogas justifica una actitud represiva que, criminalizando una conducta considerada socialmente "desviada" -devenida "enfermedad" merced al dictamen de las autoridades médicas-, perpetúa en última instancia una modalidad de discriminación étnica encubierta. Palabras clave: Droga, Diversidad cultural, Política, Discriminación étnica. ABSTRACT From an anthropological perspective focused on the incidence of cultural diversity in the definition of laws in modern states, we consider that the historical fact of the prohibition of psychoactive drugs is based on the opinion that qualifies as a vice certain habits belonging to members of different cultures. Drugs which are considered unlawful are precisely the ones associated in its moment of spreading in the U.S.A. -epicentre of the standard policy- with foreign minorities: the opium with the chinese, the cocaine with the african-americans and the marihuana with the hispanics -as well as mushrooms and cactus with the aborigines. As a conclusion we observe that, carried out at an international level as an instrument for neocolonization, the global policies on drugs justify a repressive attitude that, criminalizing behaviour considered socially "deviated" -which turns into an "illness" due to the judgment of medical authorities-, eventually perpetuates a way of undercover ethnical discrimination. Key words: Drug, Cultural diversity, Politic, Ethnic discrimination Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 143 INTRODUCCIÓN Quisiera en esta oportunidad plantear una interrogación crítica sobre aquellas motivaciones que, más allá de lo expresamente declarado al respecto, llevan a la proscripción de determinadas substancias -psicoactivas- de nuestro diario vivir. El interrogante antropológico del caso gira en torno a la polémica cuestión del criterio selectivo según el cual se determina médica y jurídicamente la ilicitud de los fármacos en cuestión. De acuerdo a los lineamientos epistemológicos tomados como marco de referencia, los propios del paradigma de una Ecología de la mente desarrollado por Gregory Bateson (1985), corresponde en primer lugar poner de relieve la significación heurística de la noción de diferencia. Lo cual, proyectado a las disciplinas particulares pertinentes a nuestra problemática, nos conduce a una reconsideración en clave cultural de las respectivas diferencias entre lo permitido y lo prohibido de acuerdo a lo dictaminado en el plano jurídico del derecho, así como entre lo saludable y lo patológico según la determinación del saber médico -incluyendo a la psiquiatría junto con la psicología en tanto saberes que velan por nuestra salud mental-. Desde una perspectiva antropológica desplegada a través de la enorme variabilidad de formas sociales de vida humana, lo que nos remite a la conflictiva cuestión de la distintividad étnica, viene al caso considerar el tipo de relación dada entre las drogas que son objeto de interdicción por nuestro derecho y sus respectivos contextos culturales de origen -o quizá mejor, de procedencia-. Lo que a su vez nos lleva a prestar particular atención a la divergencia específicamente cultural de las mismas concepciones sociales de lo saludable y lo enfermizo. Desde ya hacemos notar que resulta cuando menos paradójico que gran parte de las drogas hoy consideradas netamente perjudiciales por la medicina occidental han sido para muchos pueblos antiguos y primitivos objeto de veneración justamente en razón de las cualidades positivas que se les adjudicaban1. La inquietud que motiva esta exposición es tratar de precisar qué puede aportar la ciencia de la antropología a una mejor disquisición relativa a la problemática de las drogas en nuestra sociedad. Se pone de relieve en primer lugar la singular complejidad de la temática en cuestión, que, de acuerdo a lo observado a lo largo de la evolución histórica de su tratamiento, nos habla de la gravedad de una no menos peculiar situación notablemente confusa en cuanto a los sucesivos intentos 1 Cuyos usos terapéuticos eran indisociables de su carácter sagrado, tal el caso de las llamadas plantas de los dioses según el designio de Schultes y Hofmann (1989). 144 Fernando Lynch de alcanzar algún tipo de solución al respecto. Dentro de este intrincado panorama sobresale justamente la categoría de diversidad cultural como instrumento de análisis pertinente. Nos enfrentamos pues a la polémica dimensión multicultural de la sociabilidad actual, la que nos refiere a variados rasgos de raigambre étnica que es dable asociar al problema que nos ocupa. En tal sentido nos interesa aquí considerar la incidencia que dichos rasgos han tenido en las motivaciones originarias de la política prohibicionista aun vigente, así como poner de manifiesto las inequívocas consecuencias de desigualdad social que semejante política arrastra consigo. A lo largo de la historia de la humanidad, en razón del imputado peligro que los efectos alterantes que determinadas substancias podían llegar a suscitar, diversas formaciones sociales -en particular de orden estatal- han fomentado políticas discriminatorias análogas. Empero sólo es en la era moderna, ya imbuida de los principios democráticos propios del orden republicano, cuando se formula una política estricta que, en función de las exigencias propias de la expansión capitalista, ha dado en ser difundida desde ciertos centros -"civilizatorios"- al resto de las poblaciones del globo. Desde este ángulo entendemos que si bien en última instancia priman intereses del orden de lo económico -que hacen a la eficiencia productiva del sistema-, no dejan de estar consubstanciados con determinadas inclinaciones del orden de lo político en lo social, de índole psicológica en sus proyecciones individuales- que arraigan en convicciones de naturaleza étnica respecto a los preconceptos que sustentan el juicio de lo correcto y lo incorrecto, de lo normal y lo desviado. Siendo una de sus consecuencias el cuestionable hecho de que la distinción entre lo que es justo y no lo es se vea teñida por confusas nociones acerca de lo que es virtud o vicio. De allí que la cuestión a debatir pasa no sólo por considerar si es estricta justicia la penalización del vicio, sino en particular por delimitar cómo es ponderada la diferencia de cualidad viciosa entre unas drogas y otras. Porque nadie negará que una inclinación inmoderada a la bebida o al tabaco -como al juego o a lo que sea-, en la medida que produzca consecuencias indeseadas al consumidor -o bien simplemente a algún tercero-, puede ser lícitamente calificada de viciosa. Pero no por ello, por muy reglamentada y controlada que esté su distribución en el mercado, tales productos son objeto de interdicción legal. En realidad cuando hablamos de "droga" hablamos de un vicio muy especial, que se resiste a las categorías de análisis que son aplicables a las demás substancias generadoras de algún tipo de dependencia. Se trata en una palabra de la "epidemia" de la drogadicción, o bien toxicomanía, que, por su distintiva "tendencia compulsiva a la autodestrucción" -contraste con las adicciones socialmente aceptadas-, se ha convertido en objeto de una singular estigmatización -en concordancia con el hecho de haber sido reconstituido como un verdadero tabú-. Lo llamativo desde un punto de vista antropológico en Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 145 este caso es precisamente la peculiar evaluación que han merecido estas drogas psicoactivas, puesto que condensa en sí misma toda una serie de prejuicios -y su correlativo falso conocimiento- que la sociedad occidental no ha dejado de mantener frente a los demás pueblos del mundo "descubiertos" y "colonizados" a lo largo de la historia. EVOLUCIÓN HISTÓRICA: DE LA MAGIA A LA RELIGIÓN, DE LA RELIGIÓN A LA MEDICINA Nos interrogamos entonces por qué substancias tan apreciadas en otras culturas han sido objeto de semejante evaluación negativa en nuestra sociedad. De "plantas de los dioses" han pasado a convertirse en frutos del demonio. Consignemos que en el contexto religioso ceremonial de su uso indígena -contexto pues "originario"-, en virtud de promover el contacto con sus espíritus auxiliares, el poder conferido al shamán por la ingesta de una substancia psicoactiva era pasible de ser orientado tanto en el sentido benéfico de curación como en el maligno de daño. Asimismo, en la antigüedad griega, ya desligados de preceptos espirituales, en tanto meras substancias de la naturaleza los fármacos conllevaban la ambivalencia análoga de poder ser tanto remedios como venenos. La cuestión clave al respecto estaba en la medida de su administración, vale decir, en la justeza de la dosis. Sin embargo viene al caso notar que ciertas experiencias de espiritualidad se volcaban en los Misterios, como el de Eleusis por ejemplo, donde se concelebraban oficios en los que se ingería una pócima, el kykeón, sobre el cual se ha postulado la hipótesis de que sería portador del ergot del cornezuelo de centeno, cuyo efecto psicoactivo daba lugares a experiencias de orden singularmente místicas. Surgió empero en aquellas épocas en Medio Oriente una nueva concepción religiosa, entre cuyas prácticas rituales estaba justamente la comunión con la divinidad a través del consumo del pan y el vino consagrados, el cuerpo y la sangre del Hijo de Dios, el Cristo que vino por fin a redimir al género humano de la falta original: haber probado del fruto prohibido. Se han formulado polémicas hipótesis acerca de que algún componente psicoactivo fuera un ingrediente esencial del sacramento eucarístico. De donde en su origen la religión cristiana habría sido de orden mistérica y practicado un ritual de participación, de comunión real con la divinidad (Escohotado 1994b). De acuerdo al contexto social se habría vivenciando una experiencia de lo "sagrado de trasgresión". Pero su doctrina, en cuanto afirmaba el carácter sacrificial de la redención divina, la muerte violenta en la cruz del Salvador, no dejaba de participar de una ritualidad expiatoria, con el consiguiente "sagrado de 146 Fernando Lynch respeto", origen de la exclusión2. Una vez reconocido como la religión oficial del imperio romano, el cristianismo se habría reafirmado en la autoridad absoluta de la verdad revelada, impulsando una difusión universal de su credo y sus prácticas ceremoniales. El ritual se habría ido formalizando, y la primigenia experiencia de participación efectiva con la divinidad terminaría siendo reemplazada por la simple creencia en dicha comunión. Quedando el objeto de consumo consagrado desposeído de su potencial psicoactivo, de allí en más produciría apenas un efecto placebo. Sin embargo, con la conquista del Nuevo Mundo, a fines de la Edad Media varios reinos europeos entablaron contacto con un creciente conjunto de poblaciones aborígenes del continente americano donde eran sumamente corrientes prácticas de religiosidad visionaria. Desde un punto de vista religioso hegemónico, en tanto eran reinvindicadas como auténticos "enteógenos", es decir generadores de una experiencia de la misma divinidad, tales plantas psicoactivas no podían ser otra cosa que frutos diabólicos. En cuanto el efecto suscitado cuestionaba el dogma dominante según el cual el único medio verdadero de comunión con la divinidad es la eucaristía consagrada por el sacerdote, dichas prácticas devinieron pues una amenaza para las autoridades del culto oficial. En afán a su integración a la vida civilizada se impuso la conversión compulsiva a la Buena Nueva. Los más peligrosos enemigos de la verdadera fe fueron considerados aquellos cuyas experiencias con drogas psicoactivas eran promotoras de contactos con otras dimensiones espirituales -expresiones de Satán mismo en última instancia-. Tales drogas constituyeron la nueva versión del fruto prohibido, y todos aquellos que las consumieran eran virtuales aliados del ángel caído Lucifer. De acuerdo a Jonathan Ott (1995), los inquisidores cristianos se vieron obligados a perseguir a quienes consumían productos psicoactivos debido a que las experiencias visionarias así promovidas ponían en evidencia la falta de sacralidad de la propia experiencia religiosa. En tal sentido, la eucaristía cristiana, si bien pudo haber contenido en su origen algún componente psicoactivo -amanita muscaria, como sostuviera Allegro (1985) en base a su peculiar exégesis de los Rollos del Muerto, o bien ergot del cornezuelo de centeno, según se ha postulado respecto a la experiencia iniciática de los Misterios de Eleusis-, habría con el tiempo derivado en una insípida e inocua hostia cuyo única propiedad llegó a ser la de producir un efecto placebo. Tal pues el origen de lo que Ott ha dado en llamar la inquisición farmacrática, antecedente de la actual política prohibicionista sancionada en base al dictamen médico oficial. 2 Esta dimensión ritual de nuestra problemática la hemos tratado a la luz de la hipótesis de la víctima sacrificial formulada por René Girard (Lynch 2002). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 147 Sin embargo, en aquellos tiempos se produjo, por un lado, una disensión interna dentro de la religión oficial, instituyendo la Reforma protestante la libre interpretación de las Sagradas Escrituras, lo que posibilitó en consonancia establecer contacto con la divinidad sin la necesaria intermediación de un representante suyo en la tierra3. Por otro lado, bajo los impulsos del Renacimiento se fue llevando a cabo un estudio progresivamente objetivo de las diversas propiedades de las drogas psicoactivas. Sobre la base del reconocimiento empírico obtenido experimentalmente se fueron determinando sus propiedades terapéuticas, las que se efectivizaban de acuerdo a las correspondientes dosis administradas, surgiendo en ese entonces la farmacopea científica. No obstante, si bien el saber medicinal progresó notablemente, también comenzaron a proliferar quienes ofrecían productos dudosos sin las debidas garantías -los llamados "matasanos"-, lo que motivó la necesidad de establecer controles por parte de las autoridades. De acuerdo a Escohotado (1997), a fines del Siglo XIX se producen los primeros movimientos sociales que impulsan un cambio político respecto a la normativa jurídica de las drogas psicoactivas. Se caracterizan por ser cruzadas morales, cuya principal preocupación es la difusión de determinados vicios que llevan a conductas consideradas indecentes. Una consecuencia secundaria -suerte de efecto colateral de la prédica sanitaria- fue la promulgación de la Ley Seca en EEUU a principios del Siglo XX, derogada en aras al reconocimiento del mayor grado de perjuicio que ocasionaba en relación a sus pretendidas ventajas. Por otro lado las drogas psicoactivas habían sido el motivo de declaraciones de guerra, como la célebre guerra del opio de Inglaterra con China. Finalmente, merced en especial a la prédica puritana apologética de la sobriedad diseminada desde Norteamérica, se ha llegado a declarar una guerra mundial a las drogas psicoactivas mismas. Su centro difusor lo ha constituido la presidencia de los EEUU, lográndose expandirla al resto de los países del mundo. El objetivo político de derrotar al enemigo de turno se fundamenta en una -supuesta- corroboración médica del carácter eminentemente negativo del efecto de dichas plantas4. 3 4 Viene al caso lo observado por Mary Douglass (1978: 31-33) acerca de que la religión peyotera de la Iglesia Nativa Americana constituye, en pequeña escala, un fascinante caso de Reforma, puesto que sus partidarios recurren a la ingesta ritual de la Lophophora Willemsi para entablar un contacto directo con la divinidad. Tal como por ejemplo sostiene, en base a sus estudios farmacológicos sobre la marihuana, uno de los más fervientes cruzados del prohibicionismo, Gabriel Nahas (1990). 148 Fernando Lynch UNA LECTURA ANTROPOLÓGICA: LA ESPECIFICIDAD ÉTNICA DE LAS DROGAS En sus respectivas investigaciones sobre la historia de las drogas y sobre el panorama actual de la drogadicción, tanto Antonio Escohotado (1994a) como Guy Sorman (1993) ponen de relieve el hecho histórico según el cual los motivos de la prohibición de determinados fármacos son indisociables de una singular modalidad de discriminación étnica. En efecto, tanto en lo relativo a los orígenes de la prohibición, promovida a principios del Siglo XX desde EEUU, como a las justificaciones de su mantenimiento a nivel mundial, la atribución de extranjeridad de las substancias en cuestión ocupa un lugar determinante. Son pertinentes las asociaciones del opio con los chinos -con su efecto narcótico que imposibilitaría trabajar con la eficiencia requerida por la civilización industrial-, la cocaína con los negros cuyo efecto estimulante llevaría a una sexualidad desenfrenada- y la marihuana con los latinos -siendo su efecto relajante promotor de un resquebrajamiento de la moral-5. En su estudio conjunto sobre los inmigrantes y los drogadictos desplegada en varios lugares del mundo, Sorman se plantea el interrogante crítico de hasta qué punto existe una interrelación encubierta entre estas dos problemáticas. A lo largo de su periplo por Estados Unidos, la (ex)Unión Soviética, China, Japón, Francia, Inglaterra, Holanda y Suiza, constata la regularidad de una predisposición a juzgar nocivas determinadas drogas que tienen en común precisamente el ser de procedencia foránea. Comentando la sentencia del tribunal correccional de Lyon sobre un joven de origen magebrino de dos años de prisión por traficar cannabis, ante la gravedad de la pena, Sorman se pregunta si no tendrá acaso la sociedad un enemigo peor que la "hierba". Salvo que la condena tenga que ver con el color de la piel del condenado. Se plantea al respecto: "¿Qué relación se estableció en la mente del juez entre el origen étnico de Slimane y la droga? En ambos casos, ¿puede verse amenazada la cultura occidental? ¿Por la inmigración de una cultura o por la ingestión de una sustancia extranjera? ¿O por ambas? Slimane y el cannabis provienen uno y otro "de otra parte", ambos simbolizan el pensamiento mágico contra el pensa- 5 Antecedente de lo cual lo ha constituido la actitud inquisitorial de los evangelizadores cristianos ante los cultos aborígenes con su consumo ritual de hongos, cactus, semillas varias y tantos otras "plantas mágicas". Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 149 miento racional, el desorden contra la sociedad burguesa, la barbarie contra la modernidad" (Sorman 1993: 9). Advierte Sorman que el drogado, al igual que el inmigrante, es alguien aparte, diferente, bárbaro: mediante el opio escapa de la sociedad burguesa, con la cocaína rebasa sus normas, con los alucinógenos las niega. Pero al hacer notar que la toxicomanía es la ingestión de un cuerpo extraño, extranjero, que produce una experiencia de extrañamiento, no hay que pensar que la relación entre droga e inmigración es sólo metafórica, puesto que los crímenes relacionados con drogas llenan la mitad de las prisiones occidentales, y prácticamente todos esos delincuentes son inmigrantes clandestinos. Para confirmar que la droga es objeto de reprobación no sólo porque es tóxica sino porque es extranjera, Sorman señala que en 1620 Luis XIII prohibió la hierba de Nicot, más que por ser peligrosa y perturbar el orden público, por provenir del exterior. Por su parte el gobierno de los EEUU prohibió el opio recién cuando empezó a ser comercializado por traficantes chinos, así como la marihuana porque la introducían los mexicanos y la cocaína porque se suponía que volvía agresivos a los negros. En 1930 el gobierno francés prohibió la heroína porque provenía de Alemania. El emperador de China desterró el opio a partir del momento en que los ingleses lo importaron, antes su producción y consumo era libre. También el gobierno japonés prohibió el opio porque venía del exterior. Sin embargo, durante la guerra produjo y distribuyó una anfetamina made in Japan para estimular a sus soldados (Sorman 1993: 211-12). El llamado en EEUU el "zar de la droga", Bob Martínez, dice a Sorman (1993: 216): "Al combatir la droga protegemos a los más débiles, a los pobres, a los negros, a los hispanoamericanos, puesto que ellos son sus principales víctimas". Se trata pues de una guerra de "protección", pero no sólo física sino moral, de defensa de la ética del capitalismo, puesto que una de las mayores preocupaciones de las autoridades es la pérdida de producción que representarían los drogados para la economía estadounidense. Ante el panorama que observa en Rusia se pregunta Sorman (1993: 230-35) si caído el comunismo las drogas no constituirían una nueva forma de disidencia, convirtiéndose para los nomenklaturistas la guerra contra la droga en un pretexto modernizado de su tradicional represión social. Gracias a ella la nueva KGB rusa se ha vuelto un interlocutor internacional de algún modo respetable y válido. En suma, los pretextos de los norteamericanos de "extender el orden mundial" sirven aquí de coartada y chivos expiatorios para perpetuar el "orden interno". En China en cambio, según el comisario entrevistado, los toxicómanos son en general "comerciantes independientes y dueños de cooperativas", es decir, empresarios capitalistas que "quieren estar a la moda y caen víctimas de la heroína". Se trata de una población especialmente expuesta por su tendencia "individualista". En cam- 150 Fernando Lynch bio los trabajadores del sector estatal colaboran en la construcción del socialismo por lo que están inmunes ante la tentación de la droga. En suma, la nueva guerra contra el opio es una guerra ideológica en defensa del socialismo y contra las debilidades del individualismo. Curiosamente, la prohibición de la droga que hace un siglo y medio había colocado a China al margen de las naciones, permite en la actualidad reintegrarla al concierto internacional. Sin embargo, la guerra contra la droga es una vez más un pretexto para la represión: al tratar al opiómano como un inadaptado o un criminal condenado a trabajo forzado, el gobierno chino, lejos de curar la toxicomanía, revela su rechazo de toda disidencia (Sorman 1993: 241-46). En la década del '40 en Japón se inventó un poderoso estimulante, la metaanfetamina Philopon, con una buena dosis de la cual se inyectaban los kamikazes. Pronto se convirtió en una "pasión nacional" para miembros de distintos estratos sociales -incluidos varios escritores importantes-. Sin embargo, a raíz de un asesinato en Tokio "bajo la influencia del Philopon", la droga fue prohibida en 1953 - casualmente "año del resurgimiento nacional"-. Según las estadísticas del Ministerio de Salud, mientras en 1990 fueron sometidos a desintoxicación voluntaria dos heroinómanos y quinientos ochenta y siete consumidores de Philopon, en 1991 fueron encarcelados un centenar por consumir cocaína, mil quinientos por consumo de hashís y quince mil por philopomanía. De donde Sorman (1993: 247-52) infiere que, fieles a su droga nacional, reticentes a las exóticas, los japoneses se muestran patrióticos y proteccionistas hasta en su toxicomanía. En su propia tierra natal, Sorman (1993: 272) constata que si bien ningún consumidor está preso -ya que el consumo de droga está despenalizado de hecho por iniciativa de la Fiscalía y de los magistrados, dejándose pues de aplicar la ley-, la mayoría de los consumidores son "otra cosa", como ser distribuidores, aunque más no sea para procurarse medios para costear su propio consumo. De allí dos categorías de consumidores: los que tienen recursos y no son molestados, y los que no poseen medios y son inculpados porque trafican. De hecho hay en la cárcel miles de delincuentes apresados por traficar; lo que podría ser una justa distinción ya que sanciona los delitos contra terceros pero tolera ese delito contra uno mismo que es la intoxicación. Salvo que se ignore que es la misma prohibición, la que al hacer subir los precios transforma al consumidor en traficante. En consecuencia, la diferencia de tratamiento judicial entre el consumidor y el traficante se debe menos a su capacidad de perjudicar que a la distinción entre quienes disponen o no disponen de medios para comprar. Es elocuente el testimonio del propio juez de instrucción: "En cuanto un toxicómano entra en mi despacho sé con quién tengo que vérmelas: burgués fumador de hachís, pequeño distribuidor, gran traficante...". Siendo a su vez el distribuidor "en casi todos los casos beur, magrebino, africano", Sorman precisa que semejante Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 151 poder de "distinción" constituye también una preclara discriminación racial. La justicia francesa se ocupa principalmente de los intermediarios, revendedores que son casi siempre inmigrantes y a menudo en situación irregular. Ahora bien, en tanto el pequeño tráfico de droga es un medio de vivir en Francia para miles de personas que carecen de papeles, y ello en cuanto la droga es cara y es cara porque está prohibida, Sorman (1993: 273) enfatiza la siguiente paradoja: ¡la prohibición de la droga es lo que fomentaría la inmigración ilegal! Concluye en fin Sorman (1993: 309-10) sosteniendo que en realidad la guerra contra la droga más que un "remedio" para el toxicómano constituye una legitimación sustitutiva de gobiernos debilitados por su ineficacia social, llegando incluso a favorecer la recolonización del Tercer Mundo. ¿Pero quién es en verdad el enemigo en esta cruzada? Siendo la droga sólo hierba, la guerra no es tanto contra la droga sino contra el extranjero: la toxicomanía viene de otra parte, sobre todo viene de abajo, de los estratos inferiores. Así fue cómo en EEUU la guerra contra la cocaína comenzó justamente cuando esta droga descendió de la elite de Manhattan a los guetos del Bronx. Se observa además que el toxicómano es tanto más bárbaro por cuanto ingiere drogas procedentes del Sur (marihuana, cocaína) en lugar de las del Norte (alcohol, tabaco). Estas son un producto de cultura, aquellas son simplemente salvajes. En suma, la guerra contra la droga es en el fondo una guerra de razas y culturas, del Norte contra el Sur, así como una guerra de clases, del partido del orden contra los desviados. Desde una perspectiva específicamente antropológica, centrada en la política del estado brasilero respecto a la adopción de la marihuana por parte de la población aborigen Tenetehara de la región del Marañón, Anthony Henman llega por su parte básicamente, a una constatación análoga. En función de su experiencia etnográfica entre estos indígenas, y en paralelo a la denuncia del empleo de tortura por parte de las fuerzas del orden involucradas6, Henman (1986: 92) pone de relieve el oscurantismo que caracteriza el discurso oficial desarrollado con el fin de combatir el problema de la droga, así como sus efectos desorientadores e incluso contraproducentes. En tal sentido, por intermedio de la ridiculización e infantilización de los consumidores, no sólo se distorsiona la realidad de los efectos de alteración perceptiva de las drogas psicoactivas -de lo que no parece saberse gran cosa-, sino 6 Se trató del caso del nativo Celestino Guajajara, ocurrida durante la Operação Maconha emprendida por agentes de la Policía Federal en las áreas indígenas de Maranhão en 1977, y que tuviera alguna difusión en la prensa un años después. Aclara Henman que si bien es el único que ha tenido cierta resonancia pública, no es en absoluto un caso aislado, siendo revelador de una inequívoca "metodología" de acción propia de este tipo de operaciones. 152 Fernando Lynch que, en lo que hace a su adopción por parte de los aborígenes, no dejan de proyectarse prejuicios etnocentristas, paternalistas y moralistas que ponen en evidencia su notable ignorancia sobre hecho de que el uso de estas sustancias está en última instancia sujeto a controles de orden cultural. Observa Henman (1986: 95) que las referencias a un empleo "ritual" y hasta "místico" de la maconha, según es predicado por parte de los funcionarios del caso, no hacen otra cosa que reafirmar los estereotipos arraigados en la población de un "indio inocente", "cuasi infantil" -en contraposición a los violentos "viciosos" de las grandes urbes-; en efecto, si bien aparentarían cierta "tolerancia" al respecto, no muestran ningún respeto hacia el considerable entendimiento propio de los nativos de las propiedades de la marihuana. Los tenetehara declaran que para lo que más suelen recurrir a ella es para las tareas que requieren el uso de la fuerza, ya que fumarla les brinda mayor ánimo para trabajar. Destaca Henman (1986: 102-103) que esta planta no es usada ni en el shamanismo ni en los principales ritos de iniciación o pasaje propios de esta sociedad. Sí refiere su empleo en rondas nocturnas, advirtiendo que de "ceremonial" sólo tienen ciertas pautas de circulación de la sustancia7. A fin de alertar a la opinión pública, Henman (1986: 92) pone de manifiesto los "efectos frecuentemente infelices de las campañas contra el uso de drogas", apuntando así a "demostrar que tales campañas -lejos de ser moralmente incuestionablesse inspiran en una clara voluntad etnocida de parte de nuestra civilización, que busca denigrar y suprimir aspectos considerados 'indeseables' en la cultura de los indígenas supervivientes del Brasil" -ahora justificada con el concurso cómplice de la "guerra a las drogas"-. Por supuesto advierte que no sólo los aborígenes sufren este tipo de interferencia, ya que un proceso similar es observable a propósito de las campañas contra el uso de drogas en muchos otros segmentos de la sociedad, especialmente en aquellos cuya apariencia y comportamiento difiere significativamente del que se considera aceptable para la mayoría de la población. Al analizar los discursos de las diferentes autoridades involucradas en esta problemática, teme Henman (1986: 115) que en breve se verán multiplicados los casos de abusos -tortura incluida- sobre los nativos que usan marihuana, coca o cualquier substancia considerada "alucinógena", "tóxica" o "estupefaciente". En los círculos 7 Otro uso distintivamente tenetehara de la marihuana -no compartido según Henman (1986: 105) por otros grupos aborígenes- es para favorecer la caza, puesto que se considera que el poder mágico de fumarla puede aprovecharse para "llamar" o "encantar" animales -en particular pájaros y roedores ávidos consumidores de sus semillas-. Asimismo otros animales son considerados presas más fáciles para quien haya fumado maconha, ya que la sensibilidad resultante le permite al cazador aproximarse a una menor distancia sin espantar al animal. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 153 oficiales se espera sin duda que como resultado de las campañas se confirme la tesis de la "no indianidad" del consumo de esas drogas, y que efectivamente su uso deje de ser parte de las culturas indígenas. En suma, al desarrollar semejante política discriminatoria, el estado brasilero no hace otra cosa que poner en evidencia el hecho de que, en el fondo, según postula Henman, la guerra a las drogas es una guerra etnocida. MARCO GEOPOLÍTICO: NEOCOLONIALISMO Y POLÍTICA DE DROGAS A esta altura de la historia de la humanidad, pues, el problema de las drogas es de alcance global. Sólo desde hace escasas décadas, a lo sumo un siglo -haciendo salvedad de los tiempos de la Inquisición-, la presencia de fármacos psicoactivos se ha constituido en un problema importante en la sociedad occidental. Estando inmersos en un proceso de globalización, sus implicancias son correlativas a la virtual imposición de un determinado ordenamiento internacional. En tal sentido, si bien dentro de cada nación impera un orden social determinado -que responde a normas pautadas en las constituciones respectivas-, dentro del orden internacional reina básicamente la anarquía. En consecuencia no se trata de relaciones equitativas, puesto que, de acuerdo a los divergentes grados de poderío nacional, se entablan relaciones bilaterales y multilaterales que se atienen a las respectivas capacidades de influir sobre los demás estados. Para lograr que el interés propio prevalezca sobre el ajeno se realizan determinadas presiones, de índole sobre todo políticoeconómicas. De allí que se hable de una "diplomacia disciplinaria" y de la "condicionalidad" de las relaciones internacionales. Respecto a lo acontecido a nivel internacional sobre la problemática de las drogas, Louk Hulsman (1987: 49-77) ha puesto de relieve cómo un grupo muy reducido de países (Estados Unidos, la ex Alemania Occidental) han fomentado y desarrollado, mediante convenios internacionales celebrados bajo sus influencias, un programa político múltiple cobijando al sistema prohibicionista como vehículo de colonización. A su vez, en base a su estudio de la política brasilera sobre las drogas, Henman (1986: 98) ha sostenido que a partir de una formulación racista de principios del Siglo XX, el discurso oficial se impuso históricamente hasta llegar a la teoría epidemiológica de los '50 "made in USA" y reproducida por la ONU en sus acuerdos internacionales. Según observa por su parte Juan Tokatlián (2000) en su estudio de la relación entre narcotráfico y violencia en Colombia, es sabido que los Estados Unidos vienen "influenciando" al resto de los países mediante instrumentos jurídicos internos e internacionales y reuniones grupales y bilaterales que imponen su política. Con tales influencias han reformulando el colonialismo, en particular en los países 154 Fernando Lynch de la órbita latinoamericana. Paradigmático al respecto es el instrumento de certificación, según el cual se evalúa el grado de colaboración de las diversas naciones a la política hegemónica estadounidense. Sostiene Tokatlián (2000: 229) que, a través de la imposición internacional de su legislación antinarcóticos, Washington pretende disciplinar a los países productores, procesadores y traficantes de sustancias psicoactivas. Además, más allá del amplio espectro de opciones económicas y militares de sanción y retaliación que posee, EEUU dispone de un vasto instrumental legislativo para apremiar, chantajear y hasta estrangular a los países que puedan formar parte de la "red del narcotráfico". Lo que a su vez vincula Tokatlián con el cambio acaecido en cuanto al concepto de soberanía nacional. Mientras se definía antaño en términos absolutos de autonomía, dependencia, autarquía, en la actualidad se lo concibe en el sentido relativo de heteronomía, interdependencia, jerarquía. Lo cual también responde a un cambio en la política internacional respecto a posibilidad de intervención, de injerencia arbitraria en asuntos ajenos, ya sea que afecten a intereses generales de humanidad o bien a intereses particulares (Tokatlián 2000: 272-74). Washington sostiene que, en tanto afectan a los intereses norteamericanos, las drogas son un problema de "seguridad nacional"; y en cuanto especialmente las drogas procedentes de Colombia producen un gran mal a la población estadounidense, propagando un vicio peligroso, no hay mejor solución que un corte de raíz: la erradicación de los cultivos -los colombianos, no los norteamericanos-8. Consecuente con la declaración de guerra se ha propuesto una solución militarista que, en cuanto a resultados prácticos, no ha sido en realidad muy efectiva. No al menos en cuanto a los propósitos expresos de reducir la violencia social. Sí, argumenta Tokatlián, en cuanto a promover en suma medida el crimen organizado. De allí la situación dramática que vive la sociedad colombiana estos últimos tiempos ("tiempos violentos"). Si bien hace algunos años se llegó a propiciar un debate en torno a la legalización de las drogas, las presiones de Washington nunca permitieron que el mismo prosperara más allá de cierto punto. Sostiene al respecto que es obvio que mientras existan bienes demandados por el público y que sin embargo estén prohibidos, existirán sin duda oportunidades y condiciones para que prosperen modalidades de criminalidad organizada. De donde infiere: "Mientras se mantenga y refuerce el prohibicionismo de las drogas psicoactivas, se preservará e incrementará el poder del crimen organizado 8 Correlativamente existe un grave déficit económico producto de la circulación monetaria ilegal y el lavado de dinero. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 155 ligado a este producto. El prohibicionismo, por tanto, está en la raíz del fenómeno criminal y este hecho no puede pasar inadvertido ni ser tergiversado. De lo contrario se implantarán retóricas, se construirán imágenes y se diseñarán políticas que en nada aportarán a resolver de manera seria, responsable y decisiva el problema originario (Tokatlián 2000: 58-59)." Que, en tanto se mantiene el prohibicionismo, es de hecho lo que está sucediendo, siendo que toda política que se implementa, en tanto responde a las consignas dominantes de la solución final abstencionista, no deja de obedecer a los dictámenes puritanos hegemónicos. Observa Tokatlián (2000: 76) que si bien "los vicios o los placeres individuales o colectivos vinculados a diversos productos psicoactivos naturales y/o sintéticos generan enormes dificultades emocionales, psicológicas, morales y de salud en la ciudadanía, y por ello deberían ser objeto de atención fundamental de las políticas públicas", no constituyen un problema de seguridad social o comunitaria, ni menos de "seguridad nacional". Advierte que en realidad es la prohibición de una sustancia y no la sustancia misma lo que motiva que se la identifique como un asunto que exige un tratamiento decisivo y contundente. Por el contrario, antes de su prohibición expresa, las drogas psicoactivas -su consumo, procesamiento, tráfico y cultivo o producción-, no constituían per se e ipso facto una cuestión de seguridad nacional. Sin embargo, en una apreciación realista final, Tokatlián reconoce que ante el contexto internacional impuesto por la presión de Washington, a Colombia le resulta impracticable trasladar el problema de las drogas ilícitas del terreno de la seguridad al campo de lo social. Por su parte Elías Neuman (1991: 158-60) subraya que la visión latinoamericana no puede soslayar la abrumadora dependencia, amenaza de las soberanías y estabilidad de los países a manos de la política unilateral ejercida por los Estados Unidos con sus constantes presiones -sanciones comerciales, arancelarias, crediticias, financieras, hasta insinuaciones de posibles intervenciones policiales y militares-. Señala en tal sentido que las drogas han pasado a ser hoy una mercancía que abre nuevas brechas entre el centro y la periferia del capital mundial. No obstante, más allá de lo enormemente perniciosa que resulta la situación actual, confía Neuman que es posible que la legalización de las drogas se convierta en un futuro en un elemento de liberación nacional y permita a los países involucrados depender de sus propias convenciones jurídicas y éticas sobre este problema y otras cuestiones conexas, y brindar las estrategias libremente mancomunadas para su prevención y el cabal respeto a la libertad humana. 156 DIAGNÓSTICO MÉDICO: UNA ENFERMEDAD Fernando Lynch EXTRAÑA La otra cara de la discriminación política de las drogas es la pretendida fundamentación científica de su interdicción en base al dictamen médico oficial que sustenta la normativa vigente. A este respecto es pertinente el planteo de Thomas Szasz (1981: 25) sobre lo que ha dado en llamar "la teología de la medicina", vale decir, sobre el hecho histórico de acuerdo al cual la autoridad que en el Antiguo Régimen era detentada por el poder eclesiástico respecto a las conductas y hábitos apropiados de los fieles, ha sido en nuestras sociedades secularizadas transferida en gran medida al poder médico, constituyendo los especialistas en salud una suerte de nueva forma de sacerdocio, cuyo afán cuidador del prójimo, en razón de las necesidades de las políticas propias del Estado moderno -estado "terapéutico" en ese sentido-, no puede dejar de ser funcional a los requerimientos de distintos grados de control social por parte de la autoridad establecida. En connivencia con los intereses económicos de los grandes laboratorios, la discriminación del caso reside en la presencia o ausencia de autorización expresa por parte de los expertos calificados respecto a la administración de lo que se considere medicamento. Aflora aquí justamente la discrepancia entre productos del orden de lo "salvaje", sean los propiamente naturales como determinadas hierbas, hongos o frutos, o bien artificiales como los procesados químicamente, y productos ya "civilizados", aquellos que, además de haber sido elaborados farmacológicamente, son avalados por la autoridad médica correspondiente. Las drogas recusadas son pues las que no han sido objeto de domesticación ciudadana, y continúan asociadas a poblaciones que, en virtud de su consumo, evidencian conductas bárbaras que no merecen ser aceptadas en el buen vivir. Lo que se recusa es pues el singular tipo de experiencia que producen dichas drogas, una experiencia de alteración psíquica que, en relación a la conciencia habitual, es propiamente de extrañamiento. Durante el medioevo las acusadas de brujería, en razón de su pacto con el diablo, gozaban de una experiencia de voluptuosidad juzgada entonces indudablemente pecaminosa. Si bien puede pensarse que en la actualidad también lo que se desaprueba es la potenciación del placer obtenido gracias a estas substancias, aunque no se lo considere en verdad diabólico, lo que está en realidad en cuestión es la clase de placer que este consumo promueve. Puesto que, más allá de las creencias del caso -como las de comunicación con seres espirituales, o transporte a una realidad extraordinaria-, se trata sin ninguna duda de una experiencia placentera por completo diferente a las obtenidas por cualesquiera de los medios Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 157 lícitamente disponibles -como ser cualquiera de los innumerables fármacos de venta libre o aun de venta restringida-. Para ser precisos, la singular experiencia de ebriedad que producen las drogas visionarias como los cactus, hongos, la cannabis o la ayahuasca, no sólo no es en absoluto comparable por ejemplo a la propia de la embriaguez etílica, sino que implica por el contrario justamente un incremento de la capacidad perceptiva tanto del entorno físico como del propio psiquismo; lo cual, si se toman los recaudos adecuados, es traducible a su vez en un neto incremento de la cualidad placentera de dicha experiencia. Lo que está en discusión, pues, es la libertad de vivenciar semejantes experiencias 9 De acuerdo a esto, para mantener el control disciplinado de la población frente a ciertas inclinaciones, el estamento dominante debe proscribir la libre circulación de productos que atentarían sobre la credibilidad de la eficacia terapéutica monopólica que se arrogan las autoridades médicas10. Pues si bien no se trata de que los fármacos recetados sean simples placebos -como la hostia católica-, sí se ignora -cuando no se proscribe- el acceso al conocimiento relativo a que, para ciertas dolencias al menos, existen otras posibilidades alternativas a la oficial, algunas incluso más eficaces -como se está verificando cada vez más con respecto a las múltiples afecciones que alivia la marihuana -glaucoma, quimioterapia del cáncer, epilepsia, depresión, etc.-, así como está atestiguada la eficacia terapéutica del L.S.D., de la ayahuasca y de derivados de hongos psilocibe-11. Todo lo cual en última instancia no haría otra cosa que socavar la autoridad que ha dictaminado su carácter nocivo -así como, en otro orden de cosas, peligrarían los "beneficios" de las grandes corporaciones fabricantes de fármacos- y en consecuencia, los de los propios médicos. Una cuestión clave a discutir es la aseveración médica de la cualidad "estupefaciente" de las drogas así (des)calificadas, la que se sostiene en la adjudicación de creadoras de dependencia física y/o psíquica y consecuente distorsión de la 9 10 11 A este respecto es ilustrativa la propuesta de una "filosofía de la droga" propuesta por Giulia Sissa (2000) en base a su articulación del placer y el mal como las dos caras de una misma moneda. Fiel en ello al platonismo que sustenta su postura abstencionista, desvaloriza las implicancias éticas de una postura antagónica como la de la filosofía epicúrea. En relación a este punto, Henman (1986: 109) sostiene que, más que solucionar un problema de salud pública, en el fondo lo que se procura con la política de drogas es asegurar la representación de una "verdad" científica, monolítica e intolerante, que al mismo tiempo refleja y justifica el autoritarismo de la estructura política en el plano general. Sobre esta temática pueden verse Grinspoon y Bakalar (1997), Fisher (1997), Grof (2005), Palma (2002), entre muchos otros. 158 Fernando Lynch personalidad. En primer lugar hay que precisar que no todas las drogas psicoactivas -ni siquiera su mayoría- producen adicción alguna -como sí lo hacen tantos fármacos de curso legal-. Tampoco se ha verificado la tesis de la escalada que llevaría irremediablemente de las drogas "blandas" a las "duras". Menos aún hay pruebas empíricas que pongan en evidencia un efecto distorsionador de la personalidad por el consumo habitual de dichas substancias. En función de todo esto hay que subrayar que la que se ve distorsionada en este caso es la verdad de los efectos reales de tales substancias -no menos que la de los fundamentos de su interdicción médica y jurídica-. Esta distorsión cognoscitiva no puede dejar de tener efectos corruptores en relación a la autoridad de los respectivos especialistas. Siendo un hecho notorio que la elevada falta de observancia respecto a las prescripciones -y concomitantes prohibiciones- del caso, descansa en una evidente percepción de semejante arbitrario ejercicio de la autoridad -que en no pocas ocasionas deriva en un inequívoco abuso de la misma-. El problema está justamente en la calificación de ilegalidad de determinadas drogas, puesto que no es consistente con la licitud de tantas substancias no menos dañinas. Si fuera así, fumar tabaco y tomar alcohol constituirían a su vez actos indignos, y el verdadero "hombre nuevo" por fin libre de tantas cadenas dependientógenas, no sería otro que el abstemio total -que, si bien puede resultar aceptable en tanto ejemplo a imitar, si así se lo propone, deviene inconducente cuando se lo quiere imponer como una obligación a cumplir bajo amenaza de condena-. A la inversa, muchas de las substancias prohibidas no son en absoluto dañinas como se pretende. En tanto no producen prácticamente ningún efecto secundario negativo, ni un grado relativo importante de toxicidad, ni en especial ninguna forma de dependencia, la ingesta de cactus, hongos, flores, semillas, lianas y otros vegetales psicoactivos, así como de L.S.D., no puede decirse en ningún sentido que su consumo sea indigno, que violente nuestra libertad. Justamente se trata de tomar la decisión de atravesar por una experiencia que altera de tal modo nuestra percepción habitual del mundo y de nosotros mismos que, en cuanto a la profundidad e intensidad de las vivencias que promueve, conlleva naturalmente cierta aprehensión. En este caso pues, debemos poner de manifiesto que el conocimiento científico en verdad disponible no avala el dictamen médico-jurídico oficial: el consumo de determinadas plantas psicoactivas no es en absoluto dañino como se sostiene. Por el contrario, si se las emplea en forma adecuada son excepcionalmente saludables, pudiendo incluso implementarse con objetivos terapéuticos. A veces se lo hace en contextos rituales con improntas cristianas, donde el acento está en el acto de constricción, la expiación de los pecados, el arrepentimiento y consiguiente alivio de la culpa. Se favorece una experiencia catártica, cuyo efecto es Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 159 pues el de actuar como una purga para el espíritu12. También se las emplea en ceremonias de otras religiosidades -hindú, budista, sufí, taoísta, rastafari, etc.-. Otras veces estas "plantas maestras"13 son usadas sin un significado religioso determinado, aunque siempre poniendo de relieve el cuidado y respeto que implica atravesar por semejante experiencia espiritual. DIAGNÓSTICO PSICOANALÍTICO: LA ENFERMEDAD DEL TABÚ Tal como se ha observado, en nuestra sociedad las drogas psicoactivas han sido investidas de una indudable cualidad tabú14 -sobrecargadas a su vez de un potencialmente peligroso poder mana-15. A tal efecto nos resulta pertinente un intento de "interpretación psicoanalítica" de las motivaciones de fondo que subtenderían el prohibicionismo de rigor de acuerdo a la asociación considerada por el propio Sigmund Freud (1985: 29-44) entre los "irracionales" tabúes de los pueblos salvajes en general y la moderna disfunción psíquica denominada neurosis obsesiva -la "enfermedad del tabú"-. En primer lugar es destacable el sobredimensionamiento que se ha hecho de la problemática en cuestión. En tal sentido, indudable objeto de proyección, desde una óptica prohibicionista la droga es percibida como una de las principales causas de nuestros males, cuyas más nefastas encarnaciones las constituirían el miserable drogadicto por un lado y el terrorífico narcotráfico por el otro. Ha sido su extrema peligrosidad lo que ha obligado a emprender una guerra sin cuartel contra semejante "flagelo". De donde resulta una irrefrenable tendencia a la manía persecutoria, cuyo excesivo celo lleva a consecuencias no pocas veces más peligrosas que las provocadas por el mal que se pretende combatir. 12 13 14 15 Expresiones americanas de esta "religiosidad enteogénica" actual las he reseñado en lo que he dado designar "el nuevo mundo de lo sagrado" (Lynch 2005a). Una fundamentación antropológica de esta designación, donde se señalan los beneficios de una apertura a posibles "enseñanzas" de estos vegetales -no sólo cognoscitivos sino en particular éticos-, puede verse en Henman (2005). Esta cuestión ha sido observada por henman (1986: 98) a propósito del caso del uso de la marihuana en brasil; en efecto, señala que a pesar de su larga trayectoria histórica y amplia difusión en este país, "continúa siendo un asunto tabú en la gran mayoría de las discusiones políticas, inclusive, y especialmente, en determinados sectores de la izquierda". Según ha acertado a llamar la atención Antoine Garapon (1994), quien por otro lado ha identificado el consumo de drogas psicoactivas ilícitas con la nueva versión del pacto de Fausto con Mefistófeles. 160 Fernando Lynch Y es precisamente la irrefutable racionalización que sustenta semejante proceder lo que constituye la prueba de su corrección: la bondad hacia quien está sufriendo el padecimiento de semejante "mal". Tan segura es la convicción del bienestar que se promueve se justifique, incluso, la utilización de la fuerza si es necesario para convencer al sujeto en cuestión -después de todo es por su propio "bien"-. Poniendo de relieve la singular ambivalencia de esta constelación psíquica, señala al respecto Freud (1983: 69-72) que semejante preocupación moral en verdad suele encubrir una actitud inversa fundada en la necesidad de castigar al infractor, sobre quien se descarga una hostilidad inconsciente. La cual, si bien se justifica en la falta del transgresor, en la indignación que ha provocado su ultraje a la sociedad, correspondería en lo inconsciente a un sentimiento de envidia de la audacia del criminal. Sin embargo, más allá de especulaciones sobre motivaciones inconscientes -en última instancia imposibles de comprobar-, es significativa la observación de Freud (1985: 101) sobre la inclinación hacia la evasión de la realidad propia de los neuróticos obsesivos. Si bien se suele afirmar que el efecto negativo de las drogas -el específicamente "narcótico"- es el de producir semejante tendencia utópica negativa, ello sólo es predicable de aquellos que efectivamente se drogan periódicamente -recurriendo por supuesto tanto a fármacos lícitos como ilícitos-, y padecen pues una conducta drogadependiente en sentido estricto -adictos a la heroína, morfina, cocaína, anfetaminas, antidepresivos, etc.-. También se podría referir semejante diagnóstico a quienes afirman viajar a otros mundos gracias a la psicoactividad visionaria de - en virtud de experimentar un estado alterno de conciencia - lograr el acceso a la "realidad no-ordinaria". Pero en cuanto tales substancias enteógenas no producen adicción, no es asociable su uso a un comportamiento neurótico obsesivo. Sí podría decirse, en función de las propiedades "psicotomiméticas" de estas plantas, que sus efectos pueden ser referidos a un cuadro "psicótico", pero reconociendo que se trataría del mismo padecido por todo creyente en cualquier orden extraordinario de existencia, en algún Otro Mundo más allá de nuestra experiencia convencional. De allí que la inclinación evasora de la realidad característica de la neurosis obsesiva se ajuste mejor a la pretensión utópica negativa de erradicar por completo del planeta todas las substancias productoras de efectos psicoactivos. Más allá de deseos y expectativas, la realidad es que una significativa proporción de la población, contraviniendo la legalidad establecida -desafiando la persecución policial así como desoyendo la autoridad médica subyacente-, consume este tipo de drogas. Tal es así que diferentes voces autorizadas, con diversos grados de experiencia en el tema y aun desde posiciones enfrentadas al respecto, no dejan de Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 161 converger en cuanto a sostener, a pesar y en contra de la prédica todavía predominante, que esta "guerra contra las drogas" en verdad está perdida. Quizá lo haya estado desde sus inicios, justamente en razón de la falacia involucrada en la declaración misma de una guerra contra un adversario indefinible, cuya animosidad yace más bien en temores irracionales propios de tabúes primitivos y se expresa en una retórica de predicación religiosa con contenido inquisitorial. Lo que no es sino la contracara de una actitud de hostilidad hacia la extrañeza de la experiencia visionaria, encarnada en la extranjeridad de la substancia que la vehiculiza. Después de todo, pasadas varias décadas de infructuosas políticas farmacráticas represivas, los mismos especialistas en el tema comienzan a ponderar la posibilidad de que la prohibición misma sea en verdad productora de mayores malestares de los que supuestamente pretende aventar16. De por sí no es insignificante el efecto "tentador" que promueve lo prohibido, especialmente cuando dicha interdicción no tiene fundamentos razonables evidentes. O bien, cuando se sospecha -si no es que se sabe- que los efectos negativos que se le atribuyen, como reveló la serpiente a Eva respecto a lo afirmado por Dios sobre el árbol del conocimiento, no son en verdad tales. Pero si no se tratara en realidad de una "guerra" -actividad que requeriría cuando menos cierto grado de equivalencia entre las partes enfrentadas, por lo menos en sus respectivas posibilidades de hacer uso de la fuerza -así como eventualmente de querer hacerlo-, sí es definible la inquisición farmacrática como una cruzada. Viene al caso comentar que, en pos de la convicción religiosa de acceder a la morada última del Salvador en la misma Tierra Santa, contingentes de guerreros cristianos aniquilando o reduciendo a todos aquellos paganos que se anteponían en su camino, conquistaron por fin Jerusalén. Sin embargo, al constatar la vacuidad del Santo Sepulcro, lo que conquistó en realidad la cristiandad de aquella época no fue, según Hegel, sino la confirmación de la pura interioridad de su verdadera fe. Lo que por otra parte no impidió que, posteriormente, el celo persecutorio se recondujera hacia los "infieles" dentro de la propia religión, de donde emergió la actitud inquisitorial tristemente célebre. Cabe esperar que los partidarios de esta nueva cruzada, en la medida en que constaten la ilusoriedad del enemigo en cuestión -ya sea, según el ángulo de visión que se privilegie, percatándose de su cualidad fantástica, alucinógena, visionaria, enteógena, psiquedélica, etc.-, confirmen 16 En este punto es revelador el testimonio de uno de los adalides del movimiento prohibicionista acerca de la contradicción efectiva entre sus intenciones y los resultados logrados: "a las prohibiciones establecidas por la convención única de 1961, se habían agregado las de la convención sobre drogas que alteran la mente en 1973. pero parecía que cuanto más aumentaban las 162 Fernando Lynch por su parte el carácter de "pura interioridad" propia de los efectos psicoactivos y no sigan en consecuencia proyectando ni en su extrañeza ni en la exterioridad de sus consumidores un peligro que no es en realidad el que se propaga ser. Por otro lado es significativa la observación histórica acerca de que muchas plantas en principio demonizadas fueron posteriormente incorporadas a la vida moderna habitual, tal el caso del tabaco, la yerba mate, el café, el cacao, etcétera. Como Juana de Arco varios siglos después de su quema en la hoguera -por pretender ser depositaria de mensajes divinos-, tales substancias fueron rehabilitadas. Así como fue rehabilitado el alcohol después de constatar los enormes perjuicios producidos por la Ley Seca. En nuestro caso, pues, la discriminación farmacológica se ha desplazado de lo específicamente étnico a lo distintivamente social, y es una mejor conjugación de determinados valores lo que reclama una nueva rehabilitación histórica, dentro del plano de lo político, básicamente un nuevo balance entre la igualdad y la libertad, en el plano médico, un nuevo equilibrio entre la salud y la (auto)medicación. Es digno de hacer notar el criterio selectivo según el cual son apresados y condenados miles de personas por la mera posesión de drogas ilícitas, constituyendo en su gran mayoría jóvenes de bajos recursos pertenecientes a determinados estratos sociales. Una cuestión crucial a tener en cuenta son las consecuencias efectivas de la penalización, con la consecuente "exhortación" a realizar un tratamiento de desintoxicación. Significativa es, por un lado, tanto la proporción de condenados que reúnen determinadas condiciones sociales -lo que habla de cierto criterio selectivo en la aplicación de la ley17-, como las mismas condiciones clínicas de los tratamientos de "cura" implementados18; por el otro lado no menos significativa es la falta de aplicación efectiva de la ley por parte de la gran mayoría de los jueces 19. Constatamos en última instancia que se ha producido una indudable situación de inequidad social en la que la ley, o directamente no es aplicada o, peor aun, lo es de forma desigual. Tal es así que, poniendo en ejercicio justamente la virtud de la jurisprudencia, muchos jueces, estimando de algún modo reprobatorio el sustrato discriminante que conlleva la sanción penal de las drogas psicoactivas, no condenan a la mayoría de los acusados de tenencia o pequeño tráfico. 17 18 19 Es pertinente la reflexión de Aquiles Roncoroni (2001): "¿Guerra a la droga o a los consumidores?". No menos pertinente al respecto, aunque en un sentido inverso al anterior, es el testimonio de Mario Kameniecki (2001), reconocida autoridad en la materia a nivel nacional. Este aspecto de nuestra problemática lo hemos tratado en Lynch (2007). Es ilustrativo en este punto el análisis estadístico de nuestro país por parte de Niño (2001), coincidente con lo observado al respecto en Francia por Sorman. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 163 A MODO DE SÍNTESIS: HACIA UNA DIALÉCTICA DE LO SALVAJE Y LO DOMESTICADO Para terminar quisiera sugerir que lo que está en juego en relación a la problematicidad social de las drogas psicoactivas es pasible de ser interpretado antropológicamente en términos de una relación dialéctica entre la naturaleza y la cultura. En primer lugar es menester puntualizar que, como señalara Escohotado (1994b), en tanto estas substancias producen un efecto sobre el espíritu, cuestionan el axioma cartesiano de una separación neta entre cuerpo y mente. En tal sentido contradicen la convicción propiamente humana de ejercer un dominio inequívoco sobre el mundo material. Corresponde inquirir en este sentido sobre las implicancias antropológicas de una redefinición de la naturaleza humana que trascienda la linealidad de la dicotomía materia/espíritu hegemónica. Tal como planteara Bateson desde su formulación epistemológica crítica del dualismo cartesiano, es menester considerar la posibilidad cognoscitiva de ir más allá de los postulados predominantes respecto a una jerarquía unilineal de lo espiritual sobre lo material o viceversa.20 En el mismo sentido, en su propuesta de una real solución al "problema" de las drogas -a través del ejemplo de la concreción de una efectiva "paz con la coca", Henman (2003) plantea una crítica del enfoque antropocéntrico según el cual las demás especies sólo existirían para satisfacer necesidades humanas. Si bien es de gran antigüedad -presente ya en el Génesis en su exhortación al hombre de enseñorearse de la creación-, este enfoque no sólo no es propio de todas las sociedades humanas, sino que incluso es contrario a la percepción del mundo de gran cantidad de grupos aborígenes americanos. Definido por Eduardo Viveiros de Castro como "perspectivismo" y "multinaturalismo", el enfoque nativo implica un universo habitado por múltiples seres con su propia subjetividad autónoma, cada uno percibiendo el mundo desde un punto de vista distinto a los demás. Subraya Henman que se trata de una concepción inversa a la de nuestra moderna "multiculturalidad", la que supone una unidad de la naturaleza física de las formas de vida y una multiplicidad de las adaptaciones culturales. Desde la perspectiva multinatural se concibe por el contrario el mundo como una unidad del espíritu, de la cultura, de la percepción, todo lo cual es compartido por todas las especies, 20 Al respecto Bateson (1989: 61-73) cuestiona la unilateralidad de ambas posiciones, sugiriendo no aceptar ninguna de las dos supersticiones: "ni sobrenatural ni mecánica". 164 Fernando Lynch mientras que la diversidad está en los cuerpos y en las formas concretas de cognición y representación.21 De acuerdo a esto, pues, una reformulación dialéctica de lo natural y lo cultural, de lo material y lo espiritual, conformaría la clave antropológica interpretativa crítica de la problemática de las drogas, puesto que lo que está en juego es justamente la relación entre esa otredad, esa ajenidad, y nuestra propia mismidad, lo que nos constituye en propiedad. Desde la postura tradicional lo "natural" es lo salvaje, lo no socializado, lo agresivo, hostil, aquello que se mueve en función de la imposición de la mera fuerza. Su antítesis es la vida propiamente "civilizada", la que, más allá de inevitables tensiones y conflictos, hace prevalecer una relación pacífica entre los miembros de la comunidad. Y así como se han domesticado ciertas plantas y animales, es menester domesticar a otros (in)ciertos seres humanos, ya sean salvajes, bárbaros o paganos. En nuestra época puede decirse que la domesticación está dirigida hacia los miembros de nuestra propia sociedad que se han desviado de la normativa vigente.22 Pero puesto según hemos visto que lo que se condena en realidad es una experiencia de ebriedad en principio propia de otras culturas, se trata de una desviación de raigambre específicamente étnica. No obstante la significación cultural del caso, lo que resulta nocivo en la actualidad está en el cambio de contexto acaecido, puesto que si bien puede llegar a ser aceptable que determinados grupos practiquen sus ceremonias religiosas en sus propios términos -como las iglesias del peyote o de la ayahuasca, o acaso los empleos "místicos" de la marihuana por parte de los tenetehara-, no es tolerable que determinado sector social, precisamente el correspondiente a la juventud -perteneciente a una singular brecha generacional histórica-, recurra autónomamente a ciertos fármacos psicoactivos. Se trata de un desvío que no es sólo orgánico sino moral, que amerita la aplicación imperiosa de medidas de seguridad, "medidas de seguridad curativa" en cuanto al tratamiento de rehabilitación obligatorio -como a nivel internacional, en el caso europeo, la 21 22 En elmismo sentido, criticando las premisas aún vigentes de la idea tradicional de una deidad trascendente , Bateson (1985:947) ha postulado la existencias de una suerte de "mente inmanente" ---en absoluto sobrenatural - que se caracterizaría por su notable determinismo. Sin embargo esa es su cara visible, la de los consumidores de drogas ilícitas que recurren al uso (indebido) o bien abuso de sustancias psicoactivas -socialmente no autorizadas por los "expertos" del caso-. la otra cara de la domesticación farmacológica es la absolutamente legal, netamente comercial, la que corresponde al creciente recurso a fármacos de todo tipo para obtener o mantener un buen estado de ánimo. resulta significativo el efecto psicoactivo inverso de ambas clases de drogas: mientras unas son psiquedélicas, esto es, revelan el alma, y en virtud de ello ahondan en la percepción de los sentimientos más íntimos, las otras más bien reducen la significancia de los problemas y de tal modo alivian el malestar (Schultes y Hofmann 1989: 178). Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 165 implementación de medidas de "ayuda mutua represiva", y en el caso americano, políticas intervensionistas-. Constatamos pues que estamos frente a un notorio caso de duplicidad conceptual, puesto de manifiesto en la complicidad disciplinaria de los saberes médico y jurídico en cuanto a la confusa racionalización de una "pena curativa". En cuanto se define a priori la orientación conductual como toxicómana, esto es, inclinada hacia la producción de un mal por parte del sujeto hacia sí mismo, no menos que delictiva, en tanto se realiza infringiendo la ley, se dictamina un doble castigo, tanto natural por parte del propio organismo -perenne sufrimiento de la eterna dependencia-; como social por parte, en principio, de las autoridades jurídicas -policía y juez-, y en última instancia, de las autoridades médicas -terapeuta-. Sin embargo, convendría al respecto atender a la simple -no menos que profunda- observación de Frazer retomada por Freud (1985: 162): "lo que la naturaleza misma prohíbe y castiga no tiene necesidad de ser prohibido y castigado por la ley". En realidad, de acuerdo al desconcertante panorama ofrecido por el problema de las drogas en la actualidad, parece ser que semejante "redundancia" es sin lugar a dudas contraproducente. En tanto se trata en suma de una prohibición que, según hemos visto, no cuenta con un fundamento racional, podemos decir que en torno al tema de las drogas se ha instaurado un auténtico tabú, cuya interdicción legal sólo es la cara visible de un temor irracional más profundo. Este temor es precisamente el que se tiene ante lo desconocido, lo diferente, pudiendo decirse en función de lo expuesto que su trasfondo social descansa en un prejuicio de discriminación étnica encubierto. Lo que se rechaza en forma inconsciente -o si se prefiere veladamente- es en última instancia la extranjeridad de la procedencia de la substancia, así como consonantemente el extrañamiento de sus efectos psicoactivos. Lo que se descalifica es su cualidad excepcional respecto a nuestra concepción antropológica predominante de la relación entre naturaleza y cultura: sólo los fármacos ya domesticados son pasibles de obtener la facultad prescriptiva de los expertos, y en consecuencia ser aceptables dentro del orden de nuestro derecho civil; por el contrario, en tanto atentarían contra el armónico estado de convivencia característico de nuestras maneras ya civilizadas, las drogas en estado salvaje son pues objeto de atención de nuestro derecho penal. AGRADECIMIENTOS Quiero agradecer los comentarios realizados por Fernando Balbi y Mauricio Boivin en ocasión de la elaboración de la primer versión de este trabajo. También a 166 Fernando Lynch Anthony Henman por haberse tomado la molestia de escanear y enviarme su texto recomendado por el evaluador de este artículo. Por último a quienes me han brindado su ayuda a través de conversaciones y colaboraciones varias sobre esta conflictiva problemática: Isabel Menéndez, Ricardo Abduca, Akira Igaki, Salvina Spota, Leonardo Vidoni, Celina Ballón y Maggie Díaz. Querría en fin de algún modo rendir homenaje a nuestro tempranamente extinto compañero de estudios y de cátedra Jorge Alessandria, genuino antropólogo "visionario" quien nos introdujera en una experiencia en verdad crítica de lectura de textos. Por supuesto lo finalmente expuesto es de mi exclusiva responsabilidad. Fecha de entrega: 24/10/2007. Fecha de aprobación: 17/3/2008. BIBLIOGRAFÍA CITADA ALLEGRO, JOHN 1985 Droga, mito y cristianismo. Buenos Aires, Rescate. BATESON, GREGORY 1985 Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos. Aires, C. Lohlé,. BATESON, GREGORY Y MARY CATHERINE BATESON 1989 El temor de los ángeles. Barcelona, Gedisa. DOUGLAS, MARY 1978 Símbolos Naturales. Madrid, Alianza. ESCOHOTADO, ANTONIO 1994a Las drogas. 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TOKATLIÁN, JUAN GABRIEL 2000 Globalización, Narcotráfico y Violencia. Buenos Aires, Norma. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 169 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 170 Fernando Lynch Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 171 LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO Hershel Shanks. Barcelona; Ed. Paidós, 2005. 423 págs. 172 Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 173 RESEÑA: Mariano Splendido (UNLP) [email protected] El descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto ha beneficiado ampliamente el estudio del judaísmo del segundo Templo y del cristianismo primitivo pero a la vez se ha transformado en piedra de escándalo intelectual desembocando en actitudes tragicómicas, dignas de una novela de intriga. Hershel Shanks, director de este volumen que reúne a prestigiosos arqueólogos e historiadores, propone analizar estos textos partiendo de campos concretos de aplicabilidad de los datos extraídos. Las nueve partes de esta compilación buscan clarificar el origen de los manuscritos, investigar su relación con el judaísmo y con el cristianismo y compartir con el lector un relato pormenorizado de las vicisitudes en torno al control y tratamiento de estos textos. En la introducción Shanks ofrece al lector una breve panorámica histórica pasada y presente de los manuscritos. En 1947 varios pastores hallaron once cuevas en el wadi de Qumrán (cerca del mar Muerto) que estaban repletas de textos escritos entre 250 a.C y 68 d.C, período de las ocupaciones seléucida y romana de Judea. Esa enorme masa documental provenía de la secta que había habitado ese monasterio rocoso. Shanks esboza a continuación las características de las tres grandes sectas del judaísmo de esa época: los saduceos, casta sacerdotal suprema en connivencia con los ocupantes; los fariseos, maestros populares que promovían el cumplimiento de la ley y que dieron origen al judaísmo rabínico; y los esenios, grupo apocalíptico aislado en las orillas del mar Muerto. La primera parte se inaugura con el debate sobre la autoría de los manuscritos. Frank Moore Cross identifica a la secta redactora con los esenios. Esta secta separatista del judaísmo del segundo Templo se organizaba como un nuevo Israel y mantenía un fuerte rechazo al sacerdocio saduceo y al templo de Jerusalén (mancillados por las ocupaciones de las que fueron cómplices) La comunidad esenia estaba obsesionada por la ortopraxia (la práctica y la observancia ortodoxas correctas) sacerdotal y por las tendencias apocalípticas que se evidencian en sus textos. En la segunda parte Laurence Schiffman propone, por el estudio de uno de los manuscritos hallados (el documento de Damasco), que los redactores de los textos eran saduceos apartados por Herodes del poder; los mismos al mando de su líder, el Maestro de Justicia, escaparon al desierto. La evidencia clave para Schiffman es que los manuscritos no contienen únicamente elementos esenios, sino también elementos saduceos y fariseos entremezclados que son el producto de las diferentes respuestas y cosmovisiones que cada grupo judío elaboró para hacer frente a la realidad de las invasiones. Vander Kam (siguiendo a Moore Cross) se inclina por la autoría esenia basandose en los testimonios de Plinio el Viejo y de Flavio Josefo (contemporáneos de los esenios 174 Reseña Bibliográfica / Mariano Spléndido que atestiguaron su estilo de vida y su ubicación geográfica) y en el hecho de que en muchas cuestiones morales y doctrinales que se hallan en los manuscritos había coincidencia entre las posturas esenia y saducea por provenir ambas de la línea sacerdotal. La tercera parte está dedicada al estudio de uno de los manuscritos más importantes y controvertidos: el Rollo del templo. Yigael Yadin sostiene que el texto relata los planos del templo judío y que habría sido redactado por la secta como la proyección del templo ideal. Por ese manuscrito se pueden ver claras influencias de Qumrán en el discurso cristiano, no solo en Juan el Bautista, sino en Jesús (a través del sermón de la montaña por ejemplo) y en Pablo (el cual encontró en las doctrinas esenias un precedente a su rechazo de la ley y el templo) Stegemann no cree que el Rollo del templo sea una composición sectaria esenia. Basandose en contradicciones entre dicho texto y otros textos sectarios y en el hecho de que solo se hallaron dos copias del mismo este autor determina que el Rollo del templo es solo un texto tradicional judío que aparentemente surgió en el siglo VI a.C. Al volver del exilio los escribas de Jerusalén establecieron definitivamente la autoridad de la Torah y excluyeron tradiciones y añadidos complementarios que pasaron a formar lo que hoy conocemos como Rollo del templo. Las tres partes siguientes (de la cuarta a la sexta) indagan sobre la conexión de estos manuscritos con los grandes fenómenos religiosos contemporáneos. Respecto de la relación de los textos qumrámicos con la Biblia, es interesante observar que este descubrimiento ha beneficiado ampliamente el trazado de la historia y la evolución de los textos bíblicos. Frank Moore Cross ilustra esto al descubrir una versión qumrámica del libro de los Reyes que describe las causas de una guerra entre Saúl y Najás ausente en la Biblia hebrea actual. Asimismo se evidencia la primacía de Qumrán en la producción de literatura apocalíptica a partir del siglo IV a.C, inaugurando asi una tradición de lectura del mundo a partir de la oposición de fuerzas antagónicas (Dios- Satanás, luz- tinieblas entre otras) que fue clave para el surgimiento del cristianismo. Para Vander Kam los esenios y los cristianos se consideraban como congregaciones llamadas y elegidas que preludiaban el fin de los tiempos. El lenguaje teológico, los motivos escatológicos, las instituciones de su organización y su liturgia (bautismo, comunidad de bienes, comidas litúrgicas, etc.) son puntos en que ambas sectas presentan similitudes extraordinarias. Para muchos autores hubo un contacto directo entre los cristianos y los esenios (situación perfectamente posible históricamente hablando), para otros las similitudes se deberían no tanto al contacto como a que ambas sectas devienen de una tradición común del judaísmo mesiánico de resistencia que tuvo su origen en los profetas. De este punto parten las hipótesis que ven a Juan el Bautista como esenio. La vida ascética de Juan (narrada en los evangelios y en los textos de Josefo) induce a con- Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 175 siderarlo esenio, pero sus reclamos al poder civil y su mensaje de conversión lo alejan del parámetro esenio. Betz lo presenta entonces como un esenio apartado de Qumrán que tomó una actitud activa frente a la monarquía corrupta. En cuanto a la religión judía, Schiffman observa a través de los manuscritos la fuerte proliferación en el siglo I a.C y I d.C de las ideas fariseas. Qumrán polemizó constantemente contra los fariseos por observar leyes que no tenían base bíblica (sino que estaban cimentadas en la oralidad). Igualmente la línea farisea fue la triunfante luego de la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C; la tradición esenia murió en el 68 d.C cuando el monasterio fue arrasado por la legión de Vespasiano. Las últimas tres partes ilustran muy crudamente los conflictos en torno al descubrimiento de los textos y las complicaciones metodológicas a la hora de tratar a ciertos manuscritos. El caso más concreto en cuanto a metodología es el estudio del Rollo de cobre, un texto escrito en un dialecto hebreo extraño y completamente ajeno a la secta y a otros textos bíblicos. Asombrosamente el escrito está grabado en láminas de bronce y describe setenta y cuatro lugares que contienen tesoros. Poco se ha avanzado en relación a su significado, pero como fue producido hacia la última etapa de Qumrán el profesor Mc Carter Jr. cree que el texto consigna diezmos y contribuciones reunidas para el templo. Por último es de gran valor tener una idea de las idas y vueltas en torno a los manuscritos para tener conciencia de la importancia del manejo del tiempo y la historia. Desde los pastores que hallaron los textos hasta los científicos y arqueólogos que los estudiaron, todos han visto en los manuscritos un símbolo de poder. Para colmo el descubrimiento se produjo en medio del conflicto árabe- israelí, circunstancia que propició un hermetismo muy sospechoso respecto del análisis y publicación (aún no concluida) que si bien por un lado ha colaborado a la imaginación y a la prensa barata, por otro ha marcado una gran falta de solidaridad científica. Un porcentaje muy bajo de textos de Qumrán ha sido publicado hasta hoy, lo que dificulta el trabajo de los especialistas y entorpece la formación de hipótesis. Shanks y los demas autores ofrecen un estudio de los manuscritos desde una perspectiva histórica y metodológica. Buscan dar una clara idea de la complejidad del tratamiento de tan grande descubrimiento no solo en lo que incumbe a las técnicas y a la interpretación sino también en cuanto a las relaciones humanas y políticas que se ven alteradas ante un fenómeno como ese. El pasado es objeto de disputas y de intereses encontrados en el presente; lo que este libro narra ilustra esto perfectamente. 176 Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 177 LA FIESTA DEL 30 DE AGOSTO ENTRE LOS MOCOVÍES DE SANTA FE Buenos Aires, 2006. Silvia Citro 178 Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 179 RESEÑA: Yanina Mennelli, Programa de Documentación de Lenguas en Peligro (DoBeS), Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, Argentina. El libro constituye un estudio de la "Fiesta del 30 de Agosto" o de "Santa Rosa" celebrada por grupos mocovíes de la Provincia de Santa Fe. El objetivo central del mismo fue re-construir, a partir de diversos relatos relevados entre 2002 y 2005, algunas de las formas en las que se desarrolló esta fiesta, fundamentalmente hasta mediados del siglo, así como sus posibles vínculos con los rituales de "la renovación de la naturaleza" celebrados por los mocovíes antes de la conquista y su relación con los modos actuales de celebración. La investigación que dio origen a la presente publicación fue realizada en el marco del proyecto "Las lenguas en peligro, pueblos en peligro en Argentina", FFyL. UBA - en colaboración con el Departamento de Lingüística, Instituto Max Planck - y tiene como fin último colaborar en la documentación y estudio de la historia sociocultural del pueblo mocoví. La recopilación, edición y análisis de los textos citados en el libro fueron realizados por la Dra. Silvia Citro. La edición del libro presenta particularidades: la primera es que su distribución es gratuita, es decir, carece de valor comercial, y se ha realizado entre las comunidades mocovíes santafesinas, así como entre bibliotecas del resto del país. Otra característica es que el mismo está dirigido a un público general y fundamentalmente a los mocovíes, los cuales fueron considerados, por el equipo interdisciplinario de lingüistas y antropólogos, como interlocutores y autores tanto en el marco teórico y metodológico de la investigación como en la posterior publicación de la misma. Por último, la edición contempla al final de cada capítulo hojas en blanco donde los lectores - mocovíes y no mocovíes - puedan agregar comentarios, recuerdos y tal vez nuevos relatos que surjan de la lectura de los mismos. Este modo de concebir la autoría y la tarea investigativa como obra abierta y en construcción permanente da cuenta de los posicionamientos teóricosmetodológicos de Citro e intenta, en última instancia, construir una práctica antropológica más democrática. De este modo, varias voces intervienen en la presentación de los datos, las cuales son, sin embargo sólo algunas de las muchas voces del pueblo mocoví santafesino que desde el presente recuerda la fiesta del 30 de Agosto y reflexiona sobre sus significados. Paralelamente, y con fin de establecer relaciones comunes entre los diversos procesos, en el análisis se presentan tanto fuentes históricas como antecedentes provenientes del campo de las ciencias sociales en función de lograr una eficaz contextualización de los discursos de los autores. 180 Reseña Bibliográfica / Yanina Mennelli La presencia de distintas voces, no sólo agiliza la lectura sino que nos ayuda a formarnos una idea de la diversidad de procesos que atraviesa dicha fiesta a lo largo de sus historia, y contribuye a despertar el interés y la curiosidad del lector por iniciar nuevas investigaciones o continuar las ya empezadas. Una de las hipótesis centrales que conduce la lectura del libro es que la Fiesta del 30 de Agosto constituiría un espacio fundamental para la continuidad y recreación de los lazos sociales del grupo mocoví y para la construcción de una identidad cultural compartida. El libro se divide en tres capítulos, antecedidos por la Introducción donde se presenta el marco general de la investigación, y seguidos por las Consideraciones Finales, de gran valor explicativo y donde Citro logra dar cuenta de la profundidad y exhaustividad de su análisis, tendiendo puentes entre este estudio y las principales discusiones teóricas entorno a los rituales en la actualidad. En el primer capítulo se indaga en las formas, fines y significaciones socioculturales de los rituales anuales en la historia de los mocovíes y se postulan posibles antecedentes rituales de la Fiesta del 30 de Agosto, haciendo referencia a la influencia ejercida por las políticas misionales en la transformación de estos rituales. En el capítulo segundo, se describen diferentes aspectos de esta fiesta: las creencias y procesión de Santa Rosa, los encuentros familiares y la renovación de los lazos de parentesco, algunas dimensiones económicas y, por último, el liderazgo de los caciques y su rol como articuladores de los vínculos con distintos sectores de la sociedad mayor. El tercer capítulo se centra en las prácticas musicales y danzas y más específicamente en los "bailes paisanos" ejecutados hasta mediados del siglo veinte: Vizcacha, Manik, Bravo, Cielitos, Sarandí y Toncoyongo. Para finalizar en las Consideraciones Finales se sintetizan las principales conclusiones sobre el rol de la Fiesta del 30 de Agosto en las relaciones inter e intraétnicas de los grupos mocoví. Consideramos que la obra reseñada atiende a una demanda no sólo del público mocoví sino que es fundamental su conocimiento y difusión en los ámbitos académicos así como entre el resto de la sociedad argentina no mocoví que interactúa con ellos sin saber, en muchos casos, quienes son. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 181 INSTRUCTIVO PARA LOS AUTORES La revista RUNA "Archivo para las ciencias del hombre" es una publicación anual del Instituto de Ciencias Antropológicas -ICA- de la Universidad de Buenos Aires. Publica artículos originales inéditos, conferencias, entrevistas, comentarios de libros y debates de autores nacionales y extranjeros que desarrollan sus investigaciones en el campo de la Antropología y la Arqueología. Es también la política del Comité Editorial incluir trabajos provenientes de otras disciplinas abarcando contenidos de interés en torno a la cultura y la sociedad. La revista RUNA está destinada a especialistas y público académico en general. Los artículos se presentarán en una extensión máxima total de 20 páginas (incluyendo notas y bibliografía), tamaño A4, con márgenes de 2,5 cm. (superior, inferior, derecho e izquierdo) a doble espacio y letra Arial 10. Deberá entregarse un original impreso y un CD en la sede del Instituto, y también enviarlo por correo electrónico. Se considerará como fecha de recepción el envío por este último medio. Solicitamos la utilización de procesador de texto Word 6.0, teclado español. Para imágenes, formatos JPG en escala de grises. PRESENTACIÓN DEL ARTÍCULO 1. Título y subtítulos en mayúscula/ minúscula, sin subrayar. En todos los casos se dejarán dos líneas en blanco antes y después de los títulos. No deben escribirse en bastardilla. Se deberá incluir la traducción del título y subtítulo en inglés. 2. Autor/ es, en el margen derecho, en negrita, con llamada a pie de página (del tipo*) indicando título de grado/ posgrado, lugar de trabajo y/ o pertenencia institucional o académica, y dirección de correo electrónico. Las referencias institucionales deben aclararse, por ejemplo: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias Antropológicas, ICA. 3. Resúmenes: en la primera página se incluirá, a continuación del título y autor/ es, un resumen de no más de ciento cincuenta palabras en idioma español e inglés. Se debe incluir la palabra Resumen y Abstract al comienzo de los mismos. Adjuntar cinco palabras clave en ambos idiomas, con sus correspondientes títulos: palabras claves y key words, con la primer letra de cada palabra en mayúscula, separadas entre sí por ; 182 4. Texto, con subtítulos primarios en el margen izquierdo, en mayúscula/ minúscula sin subrayar, y no deben escribirse en bastardilla. 5. Las citas textuales se escribirán en el cuerpo del texto, entre comillas y en bastardilla cuando sea menor o igual a tres líneas, y en párrafo aparte, entre comillas, con bloque de texto de menor tamaño que el resto y en bastardilla , cuando el texto sea mayor que tres líneas. 6. Notas al pie: se indicará el llamado de la nota al pie mediante un número superíndice que se colocará seguido del término a que se refiera la nota, y antes del signo de puntuación si es que lo hubiere. La forma final será: la nota en número pequeño como sobreíndice y el texto a pie de página. Las notas irán en Times New Roman, tipo 10, en itálica. 7. Los cuadros, gráficos, fotos e ilustraciones deberán estar en el cuerpo del texto, numerados según el orden en el que deban aparecer en el mismo, e impresos en buen original blanco y negro para ser escaneados y procesados, teniendo en cuenta el tamaño de la publicación. No utilizar grisados, ni colores, ya que son tomados incorrectamente para la impresión. Recomendamos que los gráficos, imágenes , etcétera, en el texto deberán figurar con un título y numeración correspondiente (ejemplo: gráfico nº 1). 8. Cita bibliográfica de libro o monografía: Se escribirá en el siguiente orden y con los siguientes signos de puntuación, variables tipográficas y formato: Apellido y nombre de autor/ es, año de publicación, título de la obra en bastardilla (cursiva), ciudad (sin indicación de país), editorial (sin la palabra editorial, salvo que forme parte del nombre), cantidad de páginas. Ejemplo: Bourdieu, Pierre (1990) .- El sentido práctico .- Madrid: Taurus.- 420 p. 9. Cita de artículo en publicación periódica o en libro: Se escribirá en el siguiente orden y con los siguientes signos de puntuación, variables tipográficas y formato: Apellido y nombre de autor/ es, año de publicación, título del artículo en redonda (normal), nombre de la publicación (bastardilla o cursiva), año, número, ciudad (sin indicación de país), editorial (sin la palabra editorial, salvo que forme parte del nombre). Ejemplo: Herrera Flores, Juan (1997) .- "Presentación". En Revista Travesías, Año 5, No 24. Sevilla, UNIARA-Fundación El Monte. Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 183 10. Cita de autor y bibliografía en el cuerpo del texto: Se seguirá la siguiente forma: Autor, año de publicación, paginación. Ejemplos: (Bourdieu, 1990); (Grimson, 1999: 177-178); Ribeiro (2000: 274). 11. Cita de sitio en Internet: Se escribirá en el siguiente orden y con los siguientes signos de puntuación y variables tipográficas: Nombre del sitio (en bastardilla o cursiva), género o dato aclaratorio, dirección web (subrayada), fecha de consulta (mes y año). Ejemplos: Grupo antropológico, revista digital de antropología. www.grupoantropo.com [consultada en septiembre de 2006] Universum, sitio en Internet del museo homónimo. www.universum.unam.mx [consultado en agosto de 2006]. 12. El texto que se desea resaltar deberá seleccionarse en cursiva. 13. Adjuntar un currículum abreviado, con todas las referencias correspondientes a autor (ver más información en punto 2), dirección personal, teléfono y dirección de correo electrónico, en archivo aparte del artículo. PRESENTACIÓN DE RESEÑAS, ENTREVISTAS, CONFERENCIAS: Reseñas de libros o de artículos: no más de 5 páginas. Se recomiendan las mismas normas que para los artículos siguiendo el ejemplo: Godelier, Maurice (1998).- El enigma del don.- Madrid: Piados.- 315 p. Reseña de: Fernando M. Lynch. Entrevistas y conferencias: no más de 10 páginas de texto. MECANISMOS DE SELECCIÓN DE ARTÍCULOS: El Comité Editorial verificará que los artículos presentados se ajusten a los objetivos y lineamientos editoriales de la revista, a la propuesta del número y a las normas de presentación de artículos vigentes. La recepción de los trabajos no implica el compromiso de su publicación. Se considera la fecha de recepción del correo electrónico como válida para la presentación o recepción del artículo, y como fecha de acep- 184 tación del articulo la fecha de finalización del proceso de evaluación. No se devuelven los artículos impresos que sean presentados. De acuerdo con ello en el caso de los artículos se procederá al envío a calificados evaluadores externos a la entidad editora. Es un requisito de la evaluación el anonimato tanto del evaluador como del autor del artículo. En el caso que se aconsejen modificaciones serán comunicadas por el Comité Editorial a los autores debiendo enviar la versión definitiva en un plazo no mayor a los 10 días. Las reseñas, comentarios de libros, conferencias y entrevistas se revisarán por el Comité Editorial de la revista RUNA. No se aceptarán trabajos que no respondan a las normas editoriales vigentes. Los trabajos deberán enviarse a: REVISTA RUNA Instituto de Ciencias Antropológicas. ICA. Facultad de Filosofía y Letras UBA Puán 470, 4to.piso Of.464. Capital Federal Teléfono: 4432-0606 Int. 148 –164 Correo electrónico : [email protected] 185 Runa 28, Año 2008. ISSN 0325-1217 REVISTA RUNA: Archivo para las ciencias del hombre SOLICITUD DE SUSCRIPCIÓN Suscripción por año............................................................................................................................. Nombre y apellido.................................................................................................................................. Domicilio............................................................................................................................................. Código y Ciudad................................................................................................................................... País......................................................................................................................................... Teléfono.................................................................................................................................. Correo electrónico............................................................................................................................... Enviar cheque a nombre de Facultad de Filosofía y Letras. Adjuntar datos del destinatario y remitir por correo postal a: Subsecretaria de Publicaciones. Facultad de Filosofía y Letras. Puán 480 - Planta Baja - CP 1406CQJ. Ciudad Autónoma de Buenos Aires - República Argentina. Para cualquier información, dirigirse a: [email protected] ó [email protected] PRECIO DE LA SUSCRIPCIÓN ANUAL: Argentina (sin envío) Argentina (con envío) 30 $.40 $.- Países limítrofes Resto de América Europa y resto del mundo U$S 25.U$S 30.U$S 30.- La presente publicación se terminó de imprimir en los talleres gráficos de la Facultad de Filosofía y Letras en el mes de diciembre de 2008 188