14 NEGOCIOS LATERCERA Domingo 17 de agosto de 2014 COLUMNA Por José Piñera Milton Friedman en Chile y China el mundo. Recuerdo haberle contado esto a Milton Friedman cuando viajábamos juntos en una enorme limusina blanca por la “Highway 101”, que conecta San Francisco con Silicon Valley. Resulta que Scott Cook, fundador y CEO de Intuit, me escuchó exponer, en 1997, en el Foro Económico Mundial en Davos, acerca de la creación en Chile de un sistema privado de pensiones basado en la capitalización individual. Al finalizar la charla se me acercó y me invitó a Palo Alto para que compartiera la experiencia de esta reforma, que él creía muy necesaria para EE.UU. Ed Crane, presidente del Cato Institute, le preguntó a Friedman si, desde su departamento en San Francisco, vendría con nosotros para presentarme en el evento y éste aceptó de inmediato. Durante el viaje de alrededor de una hora, conversamos acerca de lo que estaba pasando en el mundo y Friedman me preguntó con gran interés sobre los avances de la revolución de libre mercado en Chile. Como Friedman recuerda en sus memorias, por décadas fue atacado a través de una campaña organizada por sectores de izquierda, que intentaban demonizarlo por su visita a Chile en 1975. Otros también cuestionaban, aunque de manera más privada, sus frecuentes visitas a la China comunista. El camino de Chile hacia la libertad económica y política Es un hecho que la revolución global de libre mercado empezó en Chile en 1975. Desde ya lo reconocen, desde posturas en las antípodas, tanto el historiador Niall Ferguson como la activista Naomi Klein. Después de Chile, siguió Thatcher, en 1979, y Reagan, en 1981. En la década de los 80 comenzó a expandirse por Latinoamérica, con considerables avances en países como México, Colombia y Perú. Con la caída del Muro de Berlín, en 1989, el colapso de la Unión Soviética y la transformación de China, liderada por Deng Xiaoping, las ideas de libre mercado empezaron a esparcirse alrededor de todo el mundo. Las semillas de la revolución libertaria chilena se plantaron en Chile a partir de 1956, mediante el llamado “Proyecto Chile”, un programa educativo de intercambio realizado en conjunto entre la Universidad de Chicago y la Universidad Católica de Chile. Las ideas de Milton Friedman, Theodore Schultz, George Stigler, entre tantos otros, llegaron así con enorme fuerza a Chile. Veinte años después, en abril de 1975, cuando Chile enfrentaba la crisis más severa de su historia, un equipo de economistas liberales clásicos llevó a cabo una “amigable toma de control” de la política económica del gobierno militar que en 1973 había rescatado a Chile de convertirse en una dictadura comunista. Nos llamaron los “Chicago boys”, porque casi todos habíamos estudiado en la escuela de Economía de la Universidad Católica, a esas alturas casi una “subsidiaria” intelectual de la Universidad de Chicago. A fines de abril de 1975, Friedman, invitado FOTO: AP C uando era un estudiante universitario en Santiago, en la década de los 60, leí Capitalismo y libertad, de Milton Friedman. Ese libro cambió mi vida. También ayudó a cambiar mi país y por empresarios, visitó Chile, para dar conferencias y exponer sus ideas. Entre muchas otras actividades, se reunió con el Presidente Pinochet, para explicarle sus ideas económicas y, por supuesto, lo hizo de la manera fiel a sus principios. El resultado del programa chileno de coherentes y profundas reformas de libre mercado fue elevar la tasa de crecimiento histórico del PIB per cápita, que había sido de sólo 0,9 por ciento anual entre 1810 y 1983, a un impresionante promedio de 4,3 por ciento anual sostenido a lo largo de los últimos 20 años. La pobreza cayó desde, aproximadamente, un 45% a 15% de la población, liberando así de la miseria a millones de chilenos. Luego de estas dos proezas -“la amigable toma de control” y luego, el crecimiento y la prosperidad- logramos algo que parecía casi imposible: la restauración pacífica de las instituciones democráticas que había quebrado el gobierno del Presidente Allende. Hubo cuatro pasos cruciales en nuestro proceso de transición hacia la democracia: El modelo económico: el sistema económico de libre mercado abrió el país a la economía global, expandió el dominio de la libertad individual a múltiples campos y descentralizó el poder económico y social como nunca antes. Al hacerlo, creó una amplia clase media de propietarios que hicieron posible una transición gradual, pacífica y constitucional hacia la democracia. La democracia laboral: el primer paso efectivo hacia una democracia se dio en 1979, cuando el “Plan Laboral” permitió a los trabajadores asociarse libremente en los sindicatos que desearan elegir con plena libertad a sus líderes y ejercer sus derechos a la negociación colectiva y huelga en el marco de una economía de mercado. Una nueva Constitución: los economistas de libre mercado fueron miembros esencia- les del equipo de civiles que logró la aprobación de la Constitución de Chile de 1980 y tres de nosotros firmamos ese documento fundacional. La nueva Constitución introdujo una completa declaración de derechos individuales y un itinerario preciso para el retorno a la democracia. Las instituciones de libertad: Fareed Zakaria, en su libro El futuro de la libertad, argumenta que las naciones deberían crear ciertas “instituciones de libertad” antes de convocar a elecciones libres. Sin ellas, el resultado es una “democracia iliberal”, como aquellas que han manchado la historia de América Latina. Durante el período de transición de Chile (1981-1990), los economistas de libre mercado lograron, entre muchos otros avances, la facultad de crear universidades privadas, la inauguración de un Banco Central independiente, la apertura a la televisión privada y la Ley Constitucional Minera que consolidó el derecho de propiedad en Chile. Como resultado de todos estos avances, Chile es hoy el país no desarrollado mejor posicionado en los índices de libertad económica del mundo. El camino de China hacia la libertad económica Milton Friedman visitó China tres veces -en 1980, 1988 y 1993. Su visita de 1988 incluyó una larga reunión con Zhao Ziyang, un reformador clave y en ese entonces secretario general del Partido Comunista. Durante su visita, en 1980, Friedman viajó alrededor de China e hizo muchas presentaciones. Su principal idea era sencilla, aunque poderosa: para desarrollarse integralmente, China necesita establecer mercados reales, no falsos. Lo que China necesita, decía Friedman, son “mercados privados libres”, y eso significa la existencia de derechos de propiedad privada que sean ejecutables. Friedman repitió ese mensaje en 1988, cuando participó en una conferencia conjunta organizada por el Cato Institute y la Universidad Fudan en Shanghai. En la conferencia, Friedman cautivó al público, en el que se encontraban muchos liberales jóvenes. En su presentación de Shanghai, Friedman dijo que “la paz y la prosperidad, ampliamente difundidas, son los resultados finales del uso a nivel mundial de la cooperación voluntaria como el principal medio para organizar la actividad económica”. El enfatizó la misma idea en Pekín, durante sus conversaciones con Zhao, en septiembre de 1988. Friedman no sospechaba que en menos de un año, Zhao sería removido debido a su simpatía por la causa de los estudiantes en la Plaza de Tiananmen, y colocado en arresto domiciliario durante el resto de su vida. Fue notable que Zhao haya estado dispuesto a reunirse con el principal partidario en el mundo del modelo de libre mercado para así mostrar su respaldo al proceso de reformas. Lamentablemente, China continúa siendo clasificada como un “país no libre” por Freedom House y, de hecho, uno de los retos más grandes en el futuro es la transición hacia un estado de derecho y una democracia en el país más poblado del mundo. Milton Friedman vio esto claramente y en una entrevista afirmó que “China ha mantenido el colectivismo político y humano mientras que se libera gradualmente el mercado. Hasta ahora esto ha sido exitoso, pero se dirige hacia una colisión, dado que la libertad económica y el colectivismo político no son compatibles” (The Wall Street Journal, 22 de enero de 2007). Participar con principios en un mundo imperfecto De todos estos hechos, podemos llegar a una conclusión: la participación activa en un mundo inevitablemente imperfecto, si está basada en sólidos principios liberales, no sólo no es reprobable, sino que es un acto de coraje moral y una de las formas más eficientes de crear un mundo mejor. Aquellos que proponen que los economistas deberían compartir sus ideas y experiencias únicamente en aulas académicas, cantones suizos u otras plataformas así de tranquilas y casi perfectas, ejercen una opción legítima, pero se excluyen de la apasionante y fructífera tarea de marcar una diferencia directa y contundente en las vidas de los pobres y de los que no son libres. Pensando acerca de las contribuciones de Milton Friedman se me viene a la mente la observación de F. A. Hayek, realizada en La Constitución de la libertad, acerca del rol del filósofo político: “Si la política es el arte de lo posible, la filosofía política es el arte de hacer políticamente posible lo que parece ser imposible... A menos que el filósofo político esté preparado para defender los valores que considera correctos, nunca logrará ese boceto integral que luego debe ser juzgado en su totalidad”. Milton Friedman fue mucho más que un gran economista. También fue, en cierta forma, un filósofo político que jugó un papel central y protagónico en delinear “ese boceto integral” que es el mapa hacia la libertad humana. (*) Extracto presentación en la conferencia de Manhattan Institute y Wall Street Journal de 2007. Publicado por Cato Institute con motivo del 102 aniversario de Milton Friedman.