Condena al - Canarias7

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SENTENCIA
.
Illmos Sres
Presidente:
D. José Luis Goizueta Adame
D. Carlos Vielba Escobar (Ponente)
Dña. Dulce María Santana Vega
En Las Palmas de Gran Canaria a doce de enero de dos
mil doce
Vista en Juicio Oral y Público el Rollo 7/09 ante
esta Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas
la causa procedente del Juzgado de Instrucción Nº1 de
Arúcas (Sumario 1/09) seguida por delito de asesinato en
grado de tentativa frente a MIGUEL ANGEL ALMEIDA MARTINA,
nacido en Arúcas el 12 de febrero de 1966, hijo de Ciariaco
y de Josefa, sin antecedentes penales, privado de libertad
por esta causa del 11 de septiembre al 24 de octubre de
2005, representado por el procurador Sr Pérez Almeida y
asistido por el letrado Sr Espino Morales, habiendo
intervenido el Ministerio Fiscal, ejercitando la acusación
particular OSWALDO RODRÍGUEZ FALCON representado por la
procuradora Sra Ramos Varela y asistido por el letrado Sr
Navarro Guerra. Siendo ponente el Illmo Sr D Carlos Vielba
Escobar, quién expresa el parecer del Tribunal
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO- Por el Juzgado de Instrucción núm. 1 de
Arúcas se acordó la incoación del Sumario 1/09 en virtud
del atestado instruido por la Comandancia de la Guardia
Civil; y una vez practicadas las actuaciones acordadas para
determinar la naturaleza y circunstancias de los hechos,
personas responsables de los mismos y procedimiento
aplicable, se acordó continuar por los trámites del
Procedimiento Ordinario, dictándose auto de procesamiento y
practicándose la declaración indagatoria, dándose traslado
a las partes del auto de conclusión del sumario.
SEGUNDO.-Remitidas las actuaciones a esta Sala se
confirmó el auto de conclusión, abriendo el Juicio Oral,
dándose
traslado
para
calificación,
calificando
el
Ministerio Fiscal los hechos como constitutivos de un
delito de lesiones del artículo 148, interesando la pena de
tres años de prisión e inhabilitación para el ejercicio del
derecho de sufragio pasivo, así como una indemnización de
6.350 euros, la acusación particular calificó los hechos
como constitutivos de un delito de asesinato en grado de
tentativa, de los artículos 139 en relación con los
artículos 16 y 62 del Código Penal, interesando la pena de
14 años de prisión, inhabilitación especial para el
ejercicio del derecho de sufragio pasivo por el tiempo de
la condena, así como una indemnización de 71.617,69 euros.
El letrado de la defensa interesó la libre absolución
TERCERO.- El día 10 de enero de 2011, se celebró el
juicio.
En
dicho
acto practicadas las pruebas, el
Ministerio Fiscal elevó a definitivas sus conclusiones
provisionales,
modificando
las
mismas
la
acusación
particular y la defensa en el sentido que consta en las
actuaciones y tras los trámites de informe y última palabra
al acusado quedaron los autos vistos para sentencia
HECHOS PROBADOS
PRIMERO.- Probado y así se declara que el procesado
Miguel Ángel Almeida Martín, sobre las 11:30 horas del 11
de septiembre de 2005, encontrándose en la calle Camino de
La Palmita de la localidad de Arucas, portando en la mano
un cuchillo con una hoja de 10 centímetros que había
adquirido el día anterior y con intención de menoscabar su
integridad física de Oswaldo Rodríguez Falcón, se dirigió
hacia el mismo, encontrándose este en el interior del
vehículo Nissan Micra matrícula GC-9096-CH en compañía de
sus padres y hermano menor, ocupando el agredido el asiento
del copiloto, y una vez el procesado estuvo a su altura
este le asestó tres puñaladas, dos localizadas en el brazo
derecho y una tercera en el hemitórax derecho
SEGUNDO.- Igualmente se declara probado que acto
seguido el procesado, acudió al puesto de la Guardia Civil
de Santa María de Guía, para confesar la comisión de los
hechos descritos.
TERCERO.-Como consecuencia de la agresión anterior,
don Oswaldo Rodríguez Falcón, sufrió lesiones consistentes
en una herida superficial en el hemitórax derecho, dos
heridas inciso contusas en el antebrazo derecho con sección
del nervio cubital y musculatura epitrocoldar, para cuya
sanación
necesitó
tratamiento quirúrgico
y posterior
tratamiento
rehabilitador,
obteniendo
el
alta
por
incomparecencia el 12 de diciembre de 2006, habiendo
permanecido ingresado hospitalariamente durante dos días,
estas lesiones le han dejado como secuela, pérdida de
fuerza de aprehensión en su mano derecha.
CUARTO.- Por último se declara probado que el día 7
de septiembre de 2005 el procesado acudió al domicilio de
Oswaldo, situado muy próximo al de aquel, iniciándose una
discusión entre ambos al acusar el procesado a Oswaldo de
haber agredido sexualmente a su hija menor, discusión en el
trascurso de la cual se profirieron mutuas amenazas.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Interesa el Ministerio Fiscal la condena
por
delito
de
lesiones, mientras que la acusación
particular sostiene el ánimo de matar, calificando los
hechos como constitutivos de asesinato intentado. Al
respecto, y con el fin de distinguir entre el "animus
necandi" y el "animus laedendi", debemos referirnos a la
sentencia del Tribunal Supremo de 28 de febrero de 20005
que señala "... cuando se trata de distinguir entre un
delito de homicidio intentado (en cualquier caso aplicable
a la calificación que ahora nos ocupa) y otro de lesiones
(en este caso, en el subtipo agravado de utilización de
armas), reside en investigar, generalmente mediante prueba
inferencial, a falta de una confesión de intencionalidad
patente del acusado, acerca de la existencia de ""animus
necandi"" o "animus laedendi", que presida su actuar. Para
ello, la doctrina de esta Sala Casacional ha elaborado una
abundante doctrina jurisprudencial, a base de elementos
externos de donde deducir tal "animus".
En palabras de la Sentencia, de 13 de octubre de
2004,
como
esa
indagación
aparece
dificultada,
por
pertenecer a lo mas interno del hombre, al arcano de la
conducta, hemos de deducirlo a través de los hechos que sí
pueden ser apreciados por los sentidos, es decir, habrá de
deducirse racionalmente de los hechos externos, anteriores,
posteriores o coetáneos, realizados por el agresor que
permitan descubrir la intencionalidad del autor.
Deducción que habrá de ser lógica y racional y
debidamente exteriorizada por el juzgador en la motivación
de la sentencia para posibilitar el conocimiento del camino
deductivo empleado y facilitar, en su caso, la impugnación
casacional.
Cuando se realiza un ataque con arma blanca de una
persona contra otra (Sentencia de 10 de noviembre de
20004), son tres los elementos de los que cabe inferir esta
voluntad de matar:
1º. La clase de arma (blanca) utilizada en el ataque.
El mismo concepto de arma blanca (navaja, cuchillo,
puñal, espada u otros objetos con alguna clase de filo o
punta que tienen aptitud para introducirse dentro del
cuerpo humano, como un destornillador), ya nos conduce a
este primer elemento.
La capacidad de penetración en la anatomía del
agredido es elemento del que partimos en la hipótesis que
estamos examinando.
2º. La zona del cuerpo a la que se dirige el golpe
contra la víctima.
Ha de ser una zona vital para que pueda afirmarse ese
ánimo de matar. Ordinariamente, cuando se trata de
agresiones con arma blanca y se quiere matar, éstas se
dirigen hacia el abdomen o el cuello, que es donde se puede
producir esa penetración y donde existen órganos cuya
afectación puede derivar en la pérdida de la vida humana.
3º. La intensidad del golpe, de modo que éste sea
apto para introducirse en el cuerpo de la persona atacada y
alcanzar esa zona vital.
Una vez producida la penetración en esta parte del
cuerpo, siempre que ésta alcance (o pueda alcanzar) cierta
profundidad, podemos afirmar que hay ánimo de matar, es
decir, un dolo directo de primer grado, o intención; pero
para la tentativa es válido también el dolo eventual.
A estos efectos, la jurisprudencia de la Sentencia
del Tribunal Supremo de 29 de enero de 2008 ha entendido
que, para afirmar la existencia del ánimo propio del delito
de homicidio deben tenerse en cuenta los datos disponibles
acerca de las relaciones previas entre agresor y agredido;
del comportamiento del autor antes, durante y después de la
agresión, lo que comprende las frases amenazantes, las
expresiones proferidas, la prestación de ayuda a la víctima
y cualquier otro dato relevante; del arma o de los
instrumentos empleados; de la zona del cuerpo a la que se
dirige el ataque; de la intensidad del golpe o golpes en
que
consiste
la
agresión,
así
como
de
las
demás
características de ésta; de la repetición o reiteración de
los golpes; de la forma en que finaliza la secuencia
agresiva; y, en general de cualquier otro dato que pueda
resultar de interés en función de las peculiaridades del
caso concreto. De hecho, la Sala Segunda del Tribunal
Supremo, como decía Sentencia 10 de julio de 2008 ha
elaborado un sólido cuerpo doctrinal, reiterado una y otra
vez como pauta metódica para discernir, sobre la base de
datos
objetivos
estrictamente
individualizados,
el
propósito homicida o meramente lesivo que, en cada caso,
puede guiar al autor de una agresión generadora de lesiones
que, por una u otra circunstancia, no desembocan en el
fallecimiento de la víctima. Así, la Sentencia, 15 de julio
de 2003, con cita de la de 21 de diciembre de 1996 y todas
las que allí se contienen, atiende a los siguientes datos:
a) Dirección, número y violencia de los golpes. b) Arma
utilizada y su capacidad mortífera. c) Condiciones de
espacio y tiempo. d) Circunstancias concurrentes. e)
Manifestaciones del culpable y actuación del mismo antes y
después de los hechos. f) Relaciones autor-víctima. g)
Causa del delito
Pues bien, en el caso que nos ocupa, es evidente que
existen serios indicios que apuntan a la existencia de un
ánimo de matar, así el arma utilizada, un cuchillo con una
hoja de 10 centímetros hallado en el vehículo; en segundo
lugar la zona del cuerpo en que se produjo una de las
cuchilladas; tercero la fuerza empleada, suficiente para
penetrar en el cuerpo, al menos por lo que se refiere a las
lesiones del brazo, y por último que la agresión cesara no
de por la voluntad del procesado sino por la intervención
de su cónyuge
No obstante lo anterior también existen indicios que
apuntan a la falta de intención de matar y como más
evidentes contamos con la localización de las cuchilladas,
dos en el brazo derecho y una tercera (y superficial), en
el hemitorax derecho, respecto de esta última, resulta ser
tan irrelevante que en el informe diagnóstico del servicio
de Urgencias, folio 39, se refiere “2 cortes profundos en
antebrazo derecho”. Incidiendo en estas lesiones, y como
han sostenido los facultativos examinados, ninguna de ellas
suponía un riesgo vital para el agredido, es más, y
respecto desde la que del punto de vista de un profano
podría considerarse como más peligrosa, la localizada en el
hemotórax, uno de los forenses señalo que de haber sido más
profunda
(y
repetimos
es
superficial)
podría
haber
ocasionado un neumotorax, coincidiendo los facultativos que
esta lesión, por si sola, no ha de ocasionar la muerte.
Insistió la acusación particular en la circunstancia de que
el lesionado ocupara un vehículo de reducidas dimensiones y
que el procesado se encontrara de pie junto al mismo, como
revelador de esta intención de matar, más esta situación, a
juicio de esta Sala, revela justamente lo contrario, esto
es, el procesado, si su intención hubiera sido el causar la
muerte, y valiéndose de la ventajosa situación en la que se
encontraba,
y
como
el
mismo
señalo,
podría
haber
localizado, sin dificultad alguna, las puñaladas en la zona
del cuello, y no lo hizo. Del mismo modo se nos dice que
durante la agresión, que alguno de los testigos han cifrado
en cinco segundos, el procesado gritaba que le iba a matar,
curiosamente esto no lo escucha el agredido, siendo
baladíes las amenazas proferidas cuatro días antes, pues
como hemos declarado probado, fueron mutuas.
En estas circunstancias, y en beneficio del reo,
existiendo claros indicios de la inexistencia de animus
necandi (por más que, como dijimos existan indicios que lo
determinan), hemos de optar por calificar los hechos como
constitutivos de un delito de lesiones con arma blanca del
artículo 148.1 en relación con el 147.1, siendo evidente, e
indiscutido el uso del arma blanca e igualmente el
tratamiento
quirúrgico
recibido
(negando
la
defensa
tratamiento rehabilitador).
Es evidente que hasta el momento no se ha efectuado
mención expresa de las pruebas que han llevado a la
calificación efectuada, sin embargo las mismas se antojan
como evidentes, y tan palmarias son que de la defensa no ha
podido argumentar la inexistencia de los hechos.
De esta suerte contamos con el propio reconocimiento
del procesado, contamos con la declaración del lesionado y
la de sus familiares, si bien estos no apreciaron el
apuñalamiento sino ya verificada la agresión, contamos del
mismo modo con el testimonio de vecinos de las partes, del
mismo modo los Agentes de la Guardia Civil nos dan cuenta,
por un lado, de la confesión espontánea del procesado, y
por el otro del hallazgo de vestigios, ropa ensangrentada y
el propio cuchillo en el Nissan y por fin contamos con las
documentales médicas, adveradas en juicio, que objetivan la
realidad de las lesiones y su mecanismo productor.
SEGUNDO- Del expresado delito ha de ser considerado
autor, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 27 y 28
del Código Penal, Miguel Angel Almeida Martín, por su
participación personal, directa en los hechos enjuiciados.
TERCERO.- Por lo que hace a la concurrencia de
circunstancias
modificativas
de
la
responsabilidad
criminal, se ha estimar la concurrencia de la confesión del
artículo 21.4º del Código Penal, que al haberla interesado
todas las partes nos excusa de mayor fundamentación.
Por su parte el letrado de la defensa invoca una
batería de circunstancias, enajenación mental, legítima
defensa (tanto como eximentes completas como incompletas) y
en su caso las dilaciones indebidas.
No
puede
desconocerse
que
las
circunstancias
modificativas
de
la
responsabilidad
han
de
estar
suficientemente acreditadas de la misma manera que se exige
para la prueba de cargo. Así por lo que hace a la
enajenación la basa la defensa en la existencia de la
previa denuncia por un delito de naturaleza sexual (que o
podemos calificar por desconocer exactamente los hechos y
que según parece determino la condena de Oswaldo), agresión
que determino una situación de nerviosismo en el procesado,
con la ingesta de numerosos medicamentos. No podemos negar
la agresión a la hija del procesado (pues se ha reconocido)
y no podemos negar que esta pudiera ocasionar una situación
de estrés en el procesado, más se ha de acreditar tanto
esta situación, como la influencia que tuvo la misma en su
conducta agresora, y no contamos con prueba médica al
respecto (salvo el informe de urgencias obrante al folio 42
que refiere “ansiedad” pautándose valium 10 (crisis sufrida
tras la detención) a este respecto la defensa renunció a la
pericial médica
que en su día solicitó como consta en
la pieza de situación personal, ni contamos con prueba, al
margen de las manifestaciones del procesado o de su mujer,
de la ingesta de medicamentos (de hecho solo encontramos
con un vestigio de esta ingesta en el mandamiento de
prisión en el que se refiere que el procesado consume
aprazolam), es más esta enajenación invocada, y que
repetimos solo se basa en las manifestaciones exculpatorias
del procesado, o su mujer, casa mal con la adquisición el
día anterior del cuchillo utilizado en la agresión.
Si se quiere la comisión de un delito contra su hija
pudiera hacer pensar en el arrebato, pero en modo alguno ha
resultado acreditado, ni tan siquiera indiciariamente, que
la recurrente hubiera padecido unas circunstancias que
hubieran motivado un cambio de su comportamiento en los
hechos de autos, y que las mismas fueran de tal entidad,
"tan poderosos" dice el precepto citado, como para motivar
una reacción pasional o colérica como la verificada contra
los Agentes, ni el que éstos verificaran una acción previa
contra la mismo que les hiciera perder la protección que el
ordenamiento jurídico les otorga, a este respecto señala la
Sentencia del Tribunal Supremo de 2 de marzo de 2010:
“Como tiene dicho esta Sala el estímulo ha de ser
importante, hasta el punto de que permita explicar, que no
justificar, la reacción concreta producida. En cualquier
caso tal atenuación no se ha establecido para privilegiar
reacciones
coléricas,
cuando
los
estímulos
son
insuficientes. En nuestro caso no se ha producido ni mucho
menos la existencia de un estado anímico de sensible
perturbación u oscurecimiento de las facultades propias del
agente.”
Y en nuestro caso la agresión no es producto de un
estímulo poderoso, sino de un deseo de venganza, es decir
“reacción colérica”, en este punto hemos de recordar que
los Agentes ante los que se efectúo la “confesión”
señalaron que al procesado se le veía como aliviado, es
decir y si se nos permite había cumplido su venganza.
Por lo que hace a la legítima defensa se basa en que
Oswaldo había quebrantado la orden de alejamiento respecto
de la hija del procesado, por lo que existiría la
provocación suficiente. Supongamos que esta orden existiera
(que no la hemos visto), admitiendo, por tanto, que la
misma se hubiera quebrantado, ¿supone este quebrantamiento
una provocación suficiente?, rotundamente no, en todo caso
podría dar lugar a la incoación de un nuevo procedimiento;
es más tampoco concurre la necesidad racional del medio
empleado para defenderse (ante un quebrantamiento la
“defensa” no es otra que la denuncia y no y un cuchillo) y
por el último es también evidente que el dirigirse armado
ante una persona desarmada no integra la proporcionalidad
de medios.
Por último y de forma extemporánea se invocaron las
dilaciones indebidas, no podemos pasar por alto la excesiva
duración
del
procedimiento,
más
a
lo
largo
del
procedimiento no se observan paralizaciones significativas
de la instrucción, de hecho el lapso temporal más relevante
se motivo por la calificación de los hechos, así, con fecha
15 de octubre de 2007 se incoa el procedimiento abreviado
(sin que parte alguna lo recurra), presentado el Ministerio
Fiscal escrito de calificación en los mismos términos que
el
actualidad,
calificando
los
hechos
la
acusación
particular como asesinato intentado el 23 de febrero de
2008, el 4 de marzo se da traslado a las partes sobre una
posible nulidad del PA, que se desestima por auto de 28 de
mayo,
interponiéndose
apelación
por
la
acusación
particular, que se estima por auto de esta Sala de 3 de
abril de 2009, incoándose el sumario el 8 de abril de 2009,
revocándose el auto de conclusión el 6 de octubre por la no
intervención de un segundo forense. Ciertamente se podría
alegar que desde un inicio (incluso cuando se incoaron
diligencias urgentes), se calificaron los hechos como
homicidio intentado, y que bien se podría haber incoado
sumario desde el inicio, más no podemos olvidar que la
discusión sobre la calificación es más que lógica, y tan
lógica es que nosotros hemos calificado los hechos como
delito de lesiones por lo que el inicial procedimiento
abreviado incoado no constituye ningún dislate. Cuestión
distinta es que el largo tiempo trascurrido lo valoremos a
continuación a la hora de imponer la pena
CUARTO.- Un aspecto importante de la sentencia penal
condenatoria es el de la determinación de la pena, quizá al
que se preste por los ajenos al mundo judicial mayor
atención. Nuestros más Altos Tribunales, en innumerables
resoluciones así nos lo recuerda (la importancia). Así, el
Tribunal Supremo tiene afirmado con reiteración, Sentencias
de 10 y 26 de mayo de 1999, o de 21 de febrero y 17 de
marzo de 2000, entre otras, que un aspecto esencial de la
fundamentación
de
las
sentencias
es
justificar
la
individualización judicial de la pena, extremo de la mayor
importancia pues equivale a explicitar el porqué en la
sentencia se fija una determinada cantidad de pena y no
otra diferente, los Altos Tribunales remarcan una especial
exigibilidad de motivación en aquellos supuestos en los que
la pena se ha fijado en cuantía o extensión superior a los
mínimos legales. Por otro lado, la pena ha de ser adecuada
al autor y al hecho. Así, han de tenerse en cuenta, tanto
la gravedad del hecho como su naturaleza (que está ya
insita en la previsión punitiva del legislador) pero las
condiciones personales del autor se valorarán para tratar
de evitar tanto cualquier represión excesiva o innecesaria,
como una aplicación benevolente que puede frustrar la
finalidad de la pena, invalidando igualmente el instrumento
punitivo.
El
norte,
en
todo
supuesto,
es
la
proporcionalidad (no únicamente en orden a la previsión
general, sino al caso concreto).
En el presente caso la pena conforme al artículo
148.1º del Código Penal ha de oscilar, una vez apreciada la
atenuante, entre dos y tres años y seis meses de prisión,
teniendo en cuenta la carencia de antecedentes penales y el
tiempo trascurrido desde los hechos, no encontramos
justificada sino la pena mínima de dos años de prisión, con
la accesoria de inhabilitación para el sufragio pasivo por
el tiempo de la condena.
QUINTOsiguientes del
responsable de
si del hecho se
Conforme
señalan
los
artículos
109
y
Código Penal, toda persona criminalmente
un delito o falta lo es también civilmente
derivasen daños o perjuicios.
Emplea la acusación particular la tabla introducida
para las lesiones imprudentes, que en modo alguno nos
vincula, pero que si que nos aporta un criterio objetivo,
máxime cuando alguno de las partidas es la de los días de
baja, en nuestro caso, desde el 11 de septiembre de 2005 al
12 de diciembre de 2006, folio 259 (desconocemos en que se
basa el informe forense para cifrar en 90 los días de
baja), se decir 458 días, 2 de ingreso hospitalario y 456
de tipo impeditivo, como así han señalado los facultativos
examinados
a
instancia
de
la
acusación
particular,
encontrando por tanto adecuada la indemnización interesada
por esta partida de 27.061 euros, incluyendo el factor de
corrección, y no por la automática aplicación que del mismo
efectúa la acusación, sino por estimar que estamos en
presencia de un delito doloso y las indemnizaciones, como
se dijo, se prevén para conductas imprudentes, por lo que
su valor se ha de incrementar.
Por el contrario no estimamos como adecuada la
solicitud efectuada respecto de las secuelas, así las
cicatrices ocasionan un mínimo perjuicio estético, y si
bien es cierto que la sección del nervio cubital ha
ocasionado la pérdida de aprehensión, no lo es menos que la
falta de rehabilitación ha de incidir en esta secuela, del
mismo folio 259 se desprende que el lesionado no se sometió
a este tratamiento, así las cosas estimamos como adecuada
la indemnización de 4.000 euros, por tanto la indemnización
total alcanza los 31.061 euros.
SEXTO- Según el artículo 123 del Código Penal las
costas procesales se entienden impuestas por Ley al
criminalmente responsable de todo delito o falta.
FALLO
Que debemos CONDENAR y CONDENAMOS a MIGUEL ANGEL
ALMEIDA MARTIN como autor criminalmente responsable de un
delito de lesiones con arma blanca a la pena de DOS AÑOS DE
PRISION con las accesorias, de inhabilitación especial pare
el ejercicio de derecho de sufragio pasivo por el tiempo de
la condena. Con la expresa imposición de las costas
devengadas
Miguel Angel Almeida Martín indemnizará a Oswaldo
Rodríguez Falcón en la cantidad de 31.061 euros, con
aplicación de los intereses previstos en la Ley de
Enjuiciamiento Civil hasta su completo pago
Notifíquese esta Sentencia a las partes, y a los
ofendidos por el delito haciendo saber que frente a la
misma cabe preparar recurso de casación ante este Sala en
el plazo de cinco días
Así por esta Sentencia, lo pronunciamos, mandamos y
firmamos.
PUBLICACIÓN.- Dada, leída y publicada ha sido la
anterior sentencia en el día de su fecha, celebrando
Audiencia Pública. Doy fe.
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