El bandido y su legado maldito en la fundación de la nación estado

Anuncio
J. Pabio
D:rbrrve. El bandido y su legado maldiro...
D' 14: 26-27 (2005-2006) : 259 -?90
Es¡uilr;.s
EL BANDIDO Y SU LEGADO MALDITO EN LA FUNDACIÓN
DE LA NACIÓN ESTADO: ZÁNETP, DE EDUARDO BLANCO1
Juan Pablo Dabove
Universiry of Colorado
juan.dabove @colorado.edu
Introducción
ñ
r . Oe
r Jallgny
. r.
L/uOols
dtplo-representante
mático francés en México
a mediados del siglo
xlx-
bandidaje
mexicano había "pasado al estado de institución:
señaló en una oportunidad que el
Este trabajo estudia la
novela Zórate de Eduardo
Blanco en eL marco de las
llamadas,,nrrrarivas de
¡""JiJ"r".
En esras
narrativas, el bandolero
rural es un tropo de
[era] incluso la única institución que parec [ía]
;:,T:f:j"ÍilT;:::'"0',
y que funciona[ba] con una ior*n",.''.ri.r"as
,,largo
del
perfecta regularidad" (en López Cámara, 1967: sigloxrx',expresaron
diversamente sus deseos y
233-234). Este arranque de espnc va al centro de
las paradojas de la modernidad latino-americana. ansiedades en relación a
ideologías,grupossociales
r.r.
nl
^r proponer a[r roanolcta]e
como lnstrtuclon por
. r."., '
excelencia, de Saligny testimonia nítidamente la
:r'li::".';'.:;L""'r':'" "'
imposibilidad fáctica del mono-polio estatal de la
violencia territorial "legítima", condiciónnecesdria" PaLabrasclaue:
de la formación de una nación-estado (Giddens, Eduardo,Blanco,zótate,
1e85). Al mismo riempo, va más atlá
}ji;:i"'l,]j::t""t
tomarse en serio
de;;;;;
constatación del "caos" decimonónico. De Saligny
pone en evidencia la negada (e inevitable) verdad
de las instituciones. Si el bandldaje puede ser una
institución modelo, es porque comparte con el
Estado su origen violento, su legitimidad
problemática, su carácter contin-gente. La
afirmación de Saligny señala sobre todo la
precariedad del límite que separa ei sostenimiento de un orden del ataque al mismo y la
colusión última (tanto en términos teóricos como
Recepción: 24 de feb¡e¡o de 2006
Acepración: 19 de mar:o de 2006
259
j
I
J. Pablo Dabove. El bandido y su leqrdo maldiro...
Estudios 13-14: 26-27 (2005-],J"'o)' )59-290
empíricos) entre violencia estatal y no estatal
(Thomson: 1994).
La construcción y/o sostenimiento del monopolio estatal de la violencia, qLis-d-vis las múltiples
y fluidas formas de violencia organizada no esraral
(bandidaje, movimientos milenaristas, levantamientos indígenas y/ o campesinos, contrabando,
violencia urbana, guerrilla, narcotráfico) es uno de
los puntos de conflicto más agudos ent¡e estados
nacionales que desde el siglo XIX insisten, con éxito
disparejo, en agendas modernizadoras2 y sus Otros.
Desde la perspectiva estatal, este proceso implica
la expropiación física de los medios de violencia de
la sociedad civil, y la imposición y validación de
narrativas que hagan "natural" y "necesaria" esta
expropiación3. Desde una perspectiva no-estatal,
este proceso da lugar a la elaboración de contranarrativas que reivindican espacios y modos de
sociabilidad akernarivos.
EI bandído social, nI como fuera concebido y
propuesto por Hobsbawm a la reflexión histórica y
cultural contemporánea (2000), es el primero en
una serie de personajes
última encarnación
-cuya
quizá sea el narcotraficanre
mexicano y colombiano- que en la historia cultural latinoamericana
poscolonial funcionan como frontera entre
espacios de soberanía. Ese carácter fronterizo
determina que el tropo del bandido esté escindido
(Stuart Hall, 1997: 229) entre los sueños nobles
(el buen ladrón) y las pesadillas de la cultura (el
monstruo sediento de sangre), entre la épica y la
abyección, entre el fundador de naciones y la
fieraa. Esta dualidad lo hizo apropiado para dar
cuenta de las ambigüedades irresueltas de la
modernidad ladnoamericana. El bandido med¡a en
The Bandid andhis Damned
Legacy on th,e Fundation
the Nation-Snrc: Zdrate
of
bt
Eduardo B|anco
This work analyzes the
nov el Zór ace, by Eduardo
Blanco, within the
framework of what has
been called "bandit
narratives"" In these
narradves, the rural
brigand is a trope of
otherness (or heterotrope)
by which Latin American
elites of "the long
nineteenth century"
diversely expressed their
desires and anxieties vis-ávrs adversarial ideologies,
social groups or
individuais.
Key words:
Edu
ardo Blanco, Zár ate,
Venezuela, Nineteenth
Century Banditry.
760
A
I
' "'ix,";|;i"; l;i::l:*,1ru' ;,,t
l1*;;
las encrucijadas de los caminos, pero también en las encrucijadas entre las
ansiedades culturales de las élites y los violentos sueños de jusricia de las clases
y otro, las narrativas en torno a la violencia no
estatal
el Facundo (1845) de Domingo Faustino Sarmienro, al
-desde
narcocorrido contemporáneo y eI hip-hop- sirven para establecer segmenros
centrales del heterogéneo espacio discursivo y geopolírico que llamamos
I
populares. Así, de un lado
Latinoamérica.
En las páginas que siguen, abordaré este problema a partir de un caso en
particula¡ perteneciente al vasto universo de lo que he denominado en otra
parte (Dabove,2002) "narrarivas de bandidos": la novela Zárarc (1882), de
Eduardo Blanco (1839-1912). Leeré en esra novela un triple movimiento de
intervención política y cultural: primero, la exaltación de una élite agraria en
declive (aquella representada por don Carlos Delamar); luego, la
interpretación del sentido y del destino de la violencia llanera en relación a
esa élite tradicional y al proyecto de nación-esrado en curso; finalmente, una
crítica al proceso de modernización auspiciada por el Guzmanato. La violencia
llanera, núcleo indómito del siglo XIX venezolano (lzard: 1981, 1982, 1983,
1984, 1987; Slarta: 1987) será el "significanre floranre" (Laclau: 1996) por
medio del cual Blanco lleva adelante esa intervención que, como veremos, en
un momento se vuelve una crítica inescapable de su propia posición de
enunciación.
"La Ilíada de los propios labios de Aquiles"
Como muchos de los venezolanos de su clase y de su época, Blanco alternó
las letras con la política y la guerra. Medianamente prolífico, Blanco sobrevive
en la historia literaria por dos obras: Venetuelaheroica (1881) y Zárate (1882).
La primera es una serie de relatos más o menos autónomos, de evidente
propósito consagratorio, que corresponden a otras tantas batallas de la guerra
de Independencia (1810-1821). La segunda, escrita en el intervalo enrre la
primera y la segunda edición
ampliada- de su obra épica5,
-notablemente
es la historia de Santos Zárate, bandido llanero en los valles de Aragua6.
Vene:uelaheroicafue el primerbesuseller de la historia editorial venezolana:
dos mil ejemplares agotados en pocas semanas y cinco ediciones en dos años
fueron un record que no sería igualado hasta varias décadas más tarde. Merced
z6I
I
l
I
l
i
I
J. Pablo
Dabove. El bandido y su legad,r mrldiro...
26-27 Q0A5 -2006) : 159-l9L)
Esrudir¡s 13- 14:
a este éxito, Blanco fue elegido en 1881 Individuo Correspondienre de la Real
Academia Española (Krispín, 1997: 467). La obra tiene una escena mírica de
nacimientoT. Esta provee in nuce todas sus coordenadas ideológicas, y por
contraste ilustra la índole y los riesgos de la empresa de Blanco al encarar
zdrarc, tan cercana en el tiempo pero tan divergente de su antecesora.
Narrada hasta el hartazgo, la escena tiene más o menos esta forma: en 186i
un Páez ya anciano dirige la Guerra Larga del lado de los conservadores. Ante
el giro desfavorable de la campaña, y el temor compartido por ambas facciones
de que la guerra se saliera de madre y deviniera una rebelión popular
incontenible, Páez y el General Falcón deciden reunirse en la llanura de
Carabobo para estudiar los términos de un posible acuerdo. Blanco está
presente en la reunión como edecán de Páez. En los interludios de las
negociaciones, Páez narra ln si¿u las akernarivas de la baralla de Carabobo:
'Allá estaba Bolívar...",'Allá se plantó la Legión Británica...". En un
momento del relato, Falcón se dirige a Blanco y poniéndole la mano en el
hombro, le dice: "iJoven, está usted oyendo la Ilíada de los propios labios de
Aquilesl".
(l)
Todos los elementos del aliento nacionalis ta de Venezuela heroica están allí:
la gran épica nacional (la "rlíada") que liga las lanzas llaneras (ocasionalmente patriotas) a las viejas espadas homéricass; (2) el relato totalizador
auspiciado por el estado (bajo la especie del prócer) que une simbólicamente
una memoria a un territorioe; (3) un repertorio dercrminado y homogéneo de
sujetos (Bolíva¡ la Legión Briránica, Páez) erigidos en proragonistas exclusivos
de ese relato; (() Ia conversación entre pares ("blancos", leÍados, hombres de
estado) como ámbito exclusivo de esa memoria.
Independientemenre de las opciones políticas circunsranciales
-Blanco
era conservador (Cf. Silva Beauregard: 1994; Bolet Toro: 1998, 2000)el
impulso de venezuela heroica es el impulso general de la era Guzmán Blanco
(1870-1888)10: un enfático arresro cultural para religar todas las insrancias
sociales a un imaginario único de nación-estado, cuya pieza central es la
consagración de la memoria de Bolívartt.
venezuela heroica es el "evangelio de la Parria" como la llama Vallenilla
Lanz recordando su lectura infandl de la obra (Plaza, 1996: 177). Zdrate,
considerada el inicio de la narrativa de inspiración nacional (Barnola, 1963:
21)tz, es una obra más secular, pero de intención no menos piadosa. A primera
762
,
"'f,
,";,i:1.;
li3:ili.,,
:;,:.ffi Ii8::;;
vista su repertorio de sujetos es, si no idéntico, al menos complementario:
orgullosos veteranos de las guerras de independencia, en una espiral que va del
elevado caudillo al modesro soldado algo inclinado al aguardi.r.,re (otra vez
Páez, el coronel Gonzalvo, el teniente orellana, el sargento camoruco),
jóvenes militares imbuidos de espíritu nacionalista y reverencia
a las instancias
de autoridad (Horacio Delamar), propietarios de hacienda de viejo corre
patriarcal (Don carlos Delamar), lerados o arrisras (Lastenio sanfidel).
Así como el centro de la anécdota arriba mencionada es páez, el centro del
mundo post-independendsta en zárate es la hacienda azucarera que, con
diversa fortuna, dirige don Carlos Delamar, una "porción de paraíso" en medio
de las recienres devastaciones de una guerra que no dio cuartelll. Sin
embargo, zdrate es más que la indivisa celebración de un prócer (páez) o de
una particular síntesis social (el parimonialismo agrario). Este deslizamiento
del sentido ocurre por la intromisión en el seno de esa congregación del poder
y del prestigio de un invitado improbable: Santos zárate, el bandido llanero
que no sólo comparte un lugar honroso en la mesa de Don Carlos, sino que
está inextricablemenre ligado a los destinos de su familia, y es responsable de
su salvación.
Así, leeré zárate no como una novela de indiviso aliento nacionalista
(aunque negar su presencia, e incluso preeminencia sería en vano). Más
ailá
de la serie criollista que culmina enDoña Bdrbara (Rómulo Gallegos, r9z9) a
través de iEn este país! (Luis urbaneja-Achelpohl, 1910)
donde las
-y
virtudes de la novela de Gallegos serían proyectadas retrospectivamente
sobre
el difuso borrador de Blanco- Zá,rate es un lugar donde las contradicciones e
imposibilidades del proyecro nacional, y sobre todo su ligazón esencial con la
violencia fuera de la ley (sobre la que la ley se funda), se ponen de manifiesto
como una suerte de "retorno de 1o reprimido" en el ,,inconsciente político"
(Jameson, 1981) decimonónico14.
zdrate toca el punto ciego del proyecto nacional. Luego de ese contacto
con 1o abyectol5, retrocede ante él con cierro horror que se disfraza de
resignación ante el destino de las almas perdidas para el proyecro nacional, la
triste suerre del llanero del Apure que podría haber sido compañero de páez
en "las gloriosas jornadas de Mucurita, La Miel o Las eueseias" (432) pero
que se resignó a ser un outlaw con su cabeza tasada en dos mil pesos ({22).
261
J. Pri:lo Dabove. El bandido y su legado maldiro...
Es¡¿Jl¿;s 13-14: 26.77 (2005-2006) : 259-79A
"EI Tt¡rreón": feudalismo J cdpftalismo penféñ.co
Durante la Colonia, la familia extendida fue la identidad jurídica-político.
económica por excelencia en Hispanoamérica. Las Constituciones sinodales, de
1687, por ejemplo, reivindicando la preeminencia de los blancos criollos,
obligaban a jueces del tribunal eclesiástico y curas de almas a diferenciar enrre
"padres de familia" y "multitud promiscual". "Padres de familia" no nombraba,
desde luego, a cualquiera posibilitado de paternidad biológica, sino a un secror
particular de la sociedad que compartía el poder con el clero y con la autoridad
secular. No los vecinos corrientes que formaban un hogar cristiano, sino el
reducido grupo de personas que además de mujer e hijos renían propiedades,
servidumbre y esclavos (Pino, 2000: 45).
Don Carlos Delamar es sin duda alguna un padre de familia. Y en rorno a
la metáfora de la paternidad como eje del orden social la novela hace su
primera apuesta, por la cual el parimonialismo latifundista, esclavista pero
benévolo, de ilusoria raigambre colonialló, se presenta como principio de
organización legítimo y hasta natural.
La hacienda es el espacio donde todo conflicto social se anula. No hay
confliao racial porque la esclavitud en la novela no es una institución
orienmda a la explotación de mano de obra (119)iz. Err' más dirigida a la
protección de los cuerpos y la evangeli;ación y disciplina de las almas (las
habitaciones de los esclavos son un ameno claustro, no una prisión) ls. No hay
confliuo económico porque la hacienda azucarera parece no codiciar tierras o
recursos y abre sus pasturas y aguas a los campesinos pobreslq. No hay confliao
político porque don Carlos rechaza tomar partido durante las guerras de la
independencia y abandona Venezuela por Europazo.
En el orden natural de la hacienda, toda práctica social es redundanre,
porque no hay transformación de 1o social, sino repetición y perpetuación al
infinito del sr¿tus quo. Por eso la fiesta (y no la producción) es el modelo de
práctica social (hay al menos tres en la novela, de diversa publicidad). Los
personajes pertenecen desde el principio a un lugar social (que la novela hace
equivaler a un lugar moral) , en el que todos, con las excepciones de Santos
Zárate y Sandalio Bustillón, se encuentran cómodos.
Esto tiene dos corolarios nada sorprendentes. En el mundo de "El Torreón"
no hay trabajo y no hay violencia. En la novela nunca se muesrra a nadie
-)Á^
'
"'ix,?;,3:1';
ii3:i;i",lni,'.,,i; : I j::;;
trabajando, salvo en el capírulo xvt, "Un ldilio al ffavés de una reja", v en las
diversas actividades de Gresa y Clavellina (costura y arreglo de vestidos). Pero
en ambas ocasiones el trabajo se orienta al consumo ostensible (a la fiesta), no
a la producción de una mercancía2t. Asimismo, nunca se mencionan los
tablones de azúcar que sostienen la hacienda, salvo como refugio o habitación
del mal, en el episodio donde el teniente Orellana encuentra aZáratelOliveros en el cañaveral (342-343). Por otro lado, la legitimidad del orden patriarcal
es tan abrumadora como para hacer, en la visión del patriarca, innecesaria
toda apelación a la violencia, tanto la violencia penalZ2, como la coerción a los
esclavosll.
Si el trabajo y la violencia han desaparecido, es porque "El Torreón" habita
un remanso fuera del tiempo y de la Historia. Por eso, la novela refiere de
manera tanto explícita como indirecta a la condición paradisíaca de la
hacienda (182, 184, 187, 189, 289), y el jardín y los paisajes silvestres
adyacentes (esto es: lo meramente decorativo) son el único rasgo digno de
notación de la entera unidad de producción agraria.
Sin embargo, esta imagen de la hacienda como locus dmoenLLs, que haría de
Zdrate una tardía versión de María, encuentra un límite inrnediato aún antes
que el mismo desarrollo de la trama la descomponga. Hay una duplicidad,
inscripta en su nonrbre mismo, que cruza la identidad de la hacienda. Como
vimos, el patrimonialismo, que se concibe como al margen de la Historia,
apela con toda coherencia a una imagen intemporal que, cuando condes-
ciende a formularse en términos políticos, remite al paradigma medieval,
donde la casa es una fortaleza y sus habitantes son "castellanos" (como se
llama repetidamente a Aurora, por ejemplo)z+. 5'n embargo, lo más
"medieval" de la arquitectura de la hacienda es el torreón que le da su nombre.
Pero el torreón no pertenece a la casa solariega, sino al trapiche (112). Así, el
emblema marcial de la feudalidad (el torreón que se impone a la gleba como
parte eminente del teatro de la ley) es arrebatado por la realidad
-más
pobre- del capitalismo periférico. El emblema de la feudalidad no pertenece
para nada a la feudalidad sino al orden de la producción y a la historia: a una
técnica de producción, por añadidura, en vías de convertirse en vetusta (el
café era la mercancía en ascenso en Venezuela hacia la mitad del siglo xrx, y
era ya el principal artículo de exportación para la época en que Blanco escribió
la novela [Yarrington, l997D.Es de ese desplazamiento del feudalismo
265
J. Pablo
Estudbs
Dal.ove. El bandido y su legado maldito.."
13,t4: )o.17 (?005-2006):
Z57-Z9O
autosuficiente con el que el orden agrario se imagina a sí mismo, a la realidad
del capitalismo azucarero en descenso, de donde surgen los conflictos de la
novela25.
Los conflictos son de dos órdenes y están corporizados en dos personajes:
Bustillón y Zárate. En el primer caso, los flujos del capitalismo erosionan el
orden (imaginariamente) inexpugnable y auro-susrentado del patriarcado
rural y posibilitan las infames aspiraciones de advenedizos como Bustillón.
Más rico que don Carlos (412), Busrillón quiere sin embargo legitimar su
dominación por medio del matrimonio con Aurora, la hi;a de aquél (411 y ss.).
El capitalismo, generalizando la lógica de la mercancía, implica el quiebre de
la ideología que sustenta el origen simple de los valores, ya que en el mercado
todo valor depende de la interacción de agenres conringenres. Bustillón
representa esa ruina, ya que es quien careciendo de valor (de linaje, de origen)
se ubica como hombre de influencia en el naciente esrado. Como correctamente señala Silva Beauregard, Bustillón es una alegoría del Guzmanato, de
las dudosas credenciales de sus hombres eminentes, de los aún más dudosos
proyectos en función de los cuales la enrera gestión se legitimaba, y de las
formas que la modernización finisecular tomaba en Venezuela (Silva
Beauregard, 1994: 418-421), en particular, la constitución de una poderosa
burocracia (en términos reladvos) adaptada a las nuevas reglas de la venezuela burocrárico-comercial que Guzmán Blanco estaba creando (Lombardi,
1982: 187 -205)za.
En el segundo caso, las convulsiones de la Guerra de Independencia habían
deteriorado la capacidad de la sociedad esramenral para sostener su posición
frente a las fuerzas que habían jugado un rol decisivo en el conflicto. Zárare es
la metáfora de esos nuevos vectores de violencia y de su relación problemática
con nuevos y viejos detentadores del poder en Venezuela. Como una "alegoría
del presenre" zárarc represenra el declive de la vieja esrrucrura de poder en la
venezuela de Guzmán Blanco y el reajuste de la gravitación en la política
nacional de los secrores cuyo poder se basaba en la rierra (Lombardi, 19g2:
199). A pesar de ser un rerratenienre, don carlos tiene poco peso polírico en
su zona y nula influencia en la política nacional. Como el personaje de
Presentación en L¿s lanzas coloradas (Úslar-Pietri, 1931) pone de manifiesro,
una hacienda azucarera podía ser una base de poder formidable para lanzar
una carrera como caudillo (este es el paradigma clásico del caudillismo, según
266
' ""[:,],?:',';
?i3
#¿;,':r#,
lX$::;;
Lynch, 1992). Don Carlos es incapa: de movilizar esa plataforma de poder.
es entonces el tropo que corpori:a esta migración del poder fuera de ia
hacienda, hacia un principio nómada que entra en alianzas con la élite agraria
tradicional, pero que no pertenece a ella. Si bien Zárate y Bustillón son
anómalos en el orden social cuyo vértice es "El Torreón," no 1o son de la
misma manera, y no mantienen con el Torreón la misma clase de relación.
Zárate
Zárate como anomalía
Camuflado como José Oliveros, Zárate entra en escena (llega a la hacienda
de Don Carlos pidiendo posada) al mismo tiempo que la épica de Venezuela
heroica concluye, cuando el sol de la revolución se pone y ia tormenta de la
guerra civil ya se anuncia:
Días próximos a la batalla de Carabobo [a misma batalla sobre la que gira
la anécdota de Venezuela Heroical, J a Ia puesta del sol, entre los espesos
nublados de una lluviosa nrde del mes de mayo de l82l , hallábase don Carlos
Delamar sentado, como de costumbre, en el corredor del patio exterior de
la antigua casa de su hacienda, cuando vio entrar en el patio, por el
y
dirigirse lentamente a la habitación del
mayordomo a un desarrapado viajero montado en un triste rocín pobre de
carnes, que anunciaba en su andar el más extremo abatimiento. (160,
callejón de limoneros,
énfasis mío).
Esta escena es el reverso de la Ilíada que el joven Blanco escuchó con
avidez. El relato de Páez se enfoca en el centro de la batalla y en sus partícipes
ilustres. (Recordemos que las batallas de la llíada son una suma de combares
singulares,
de
desafíos
o fortuitos encuentros entre
héroes bien
caracterizados). La entrada de Santos (que llega a "El Torreón" para saquear
la hacienda y asesinar a sus habitantes) nos lleva a los márgenes de esa batalla,
a un espacio de violencia centrífuga, poblado de campesinos pobres que quizás
pelearon las batallas de la Historia pero cuya violencia, más allá de las mejores
ilusiones letradas, no se circunscribió nunca a los límites de la épica nacional.
Dice la novela:
/6i
j.
Pablo Dabove. El ba¡'rdido y su legado maldito...
Esr.udios
13-14: 2617 (l-rC5-200ó): 259-?90
Tias el legionario que dejó las armas, apareció el bandido. Desde las
primeras alboradas de la paz, numerosas cuadrillas de malhechores
infestaron los caminos y se parapetaron en los bosques de algunas de
nuestras provincias. Los vecindarios de los campos, los caseríos
extraviados, las aldeas indefensas y hasta los pueblos no guarecidos con
tropas regulares fueron teatro frecuente de robos y asesinatos, cometidos
con inaudita audacia (45).
A
diferencia de Cisneros, que porfiadamente sostenía la causa realista,
Zárate
no parapetaba sus criminales fechorías con el escudo transparente de la
política: era más franco. Duranre los últimos años de la guerra de
Independencia había ejercido su honorable profesión de salteador de
caminos, tratando con ejemplar imparcialidad a venezolanos y españoles, y
sin que fuera parte a influir en la penetración de sus delitos la bandera
política a la que sus vícrimas esruviesen afiliadas (46-47).
Zára're es, así, la aparición de un principio heterogéneo (para la novela:
incomprensible y maligno, al menos inicialmente) en la escena de la
fundación. A diferencia del enemigo realista, fiente al cual se forma por
contraste un sujeto nacional uniforme, el bandido descompone el "entre nos"
del relato totalizador, porque aparece en el seno de ese sujeto nacional y
demuestra que en el drama de la independencia alguien era un imposror. Dice
Blanco:
Terminadas las guerras de [a independencia y entregados nuestros hombres
eminentes a la reorganización del país, así como los ciudadanos todos a
recuperar por medio del trabajo el bienesrar perdido en largos años de
persistente lucha, Venezueln exhibió LLn nueuo cdncer, oculto has[a entonces
por el humo de los combates y bajo la máscara política con que de ordinario
se cubrieran las más ruines pasiones. Pero desautorizado el pretexto de la
guerra, se hicieron insostenibles los disfraces, y tras el legionario que dejó
las armas, apareció el bandido.
268
t
"oI:,?,"Ti'; ll
*ijfl l;ü''. #
I i3::;;
En Yene:uela heroica la nación es un cuerpo que despierta en la independencia (1 i). En ese cuerpo, Zárate es un cáncer (45). No se sabe cómo es, pero
está allí; se cree que está en un lado pero esrá en otro (o en muchos otros, 253264); se cree haberlo eliminado, pero resurge como una metástasis (68.69).La
caza del bandido supone el dominio del cuerpo como meráfora de la
estatización del territorio. Pero el bandido no es un enemigo exterior (como el
español), otro cuerpo a fin de cuentas, y en tanto que tal provisto de una
forma inteiigible y iocalizable, sino un enemigo que no se hace presente. La
épica de la independencia, tal como es narrada enVenezuelaheroica, lo es en
tanto supone la co-presencia, el mutuo reconocimiento de los adversarios
sobre un mismo espacio tanto físico como simbólico: el campo de baralla que
se disputan. Zárate nunca da batalla si puede evitarlo. Y, como en Güere, da
batalla para salir de la batalla, escapar del cerco armado que el estado riende,
escapando del reconocimiento (395-400).
Zárate parece constituir una amenaza aún más grave que los realistas de
antaño, porque pone en tela de juicio no sólo el disfrute de la propiedad, sino
la instancia de la cual el derecho de propiedad emanaba:
y la exasperación de las autoridades provinciales habían
llegado al coimo. Semejante aventura [a serie de robos que Zárate y su
El
despecho
banda acababan de cometer] , a más del crimen que encerraba, era tildada
de insolente provocación a los encargados de vigilar y sostener la moralidad
pública, de burla sangrienta al supremo decoro de la magistrarura.
t...1
Destacamentos de tropas regulares recorrían los caminos. En todas partes
relucían bayonetas, y hormigueaban soldados, ansiosos, a cual más, de
satisfacer el justo enojo de sus burlados jefes; pero sin encontrar sujeto
alguno sobre quien descargar el peso de la ley y de sus iras, que, muy bien
atacadas, llevaban todos juntos en el cañón de sus fusiles.
No obstante la contrariedad de no topar al enemigo, hubo propósito de
declarar el estado de sitio en la provincia; y cual si hubiera resucitado
Boves, y corrieran aquellos días de sangre que precedieron las jornadas de
La Victoria y San Mareo, y 3 las más funestas derrotas de La Puerta, la
agitación era extremada, la alarma incesante
punto (264-?65).
campesinos subidillo de
269
y el pánico de nuestros
J. Pablo Dabove. El bandido v -.u legrdo maldito...
Estudios 13-14: 26-77 (20C5-l¡'tló): :59-290
Así, la situación de partida en Zórate conrrasta un imaginario patriarcal,
donde los límites son naturales y legírimos, a una realidad que es la de la
ausencia de límites, y donde Zárate plantea un principio de soberanía
alternativa. No sólo disputa
arrebara- los caminos, las haciendas y las
-y de campos-volantes (4ó), sino que reivindica
posadas a las ineficaces partidas
el dominio exclusivo de la selva de Güere, la contraparre oscura de Carabobo,
ligada simbólicamente a una memoria de violencia y rerror que no es la de la
nación-Estado:
La selva de Güere, como las trágicas selvas bretonas, abundaba en
fantásticas tradiciones. Era fama que en las oscuras noches de noviembre
agigantadas aves negras, cuyos graznidos lastimeros imitaban
lamentaciones y ayes desgarradores, se abatían sobre los copados samanes
próximos al camino que atraviesa aquel bosque, y con tan formidable
aleteo revolaban en las profundas sombras, que a muy larga distancia se le
oía como el fragor lejano de un furioso huracán. Teníanse a estos fantasmas
por las almas en pena de los asesinados en pecado mortal en aquellos
lugares, y no faltaba quien jurase haber visto y oído, a par de danzas de
brujas y descabezados ambulantes, tan infernales diabluras.
Pero aparte lo sobrenatural, era lo cierto que desde tiempos muy remoros
la susodicha selva había gozado de atroz reputación. A promedios del
pasado siglo, un insigne salteado¡ apellidado Cúchares, la había elegido por
guarida, después de abandonar la montuosa quebrada de los Cucharos,
próxima a San Mateo, que lleva aún el nombre que dieran a la banda de
aquel empedernido malhechor. [...]. Pero no eran solamenre los salteadores
de caminos los que tales atrocidades cometieran en la selva de Güere: las
terribles pasiones que se agitaran en Venezuela durante los primeros años
de la guerra de Independencia la eligieron repetidas veces para saciar
crueles venganzas; y todavía en 1816, al emprender Mac Gregor y
Soublette la gloriosa retirada desde Ocumare hasta el Juncal, encontraron,
palpitantes aún, al cruzar aquel bosque, los cadáveres de veintinueve
patriotas asesinados por Chepito González (391-392).
La selva conjuga saberes alternativos, un capital cultural campesino que
para la conciencia ilusrada es sólo "superstición". La novela dedica un entero
270
,l
,
n,oF.,o,i|?,,.,
I
f l:i:i",I #,'..,Tffi l1Í::;;
capítulo ("Viejas preocupaciones") a explicar e1 ascendiente de
esas
supersticiones, y a establecer una distribución de los saberes locales. En esta
suerte de etnografia de inspiración nacionalista, por un lado están aquelios
saberes rescatables y que por ende se asocian a la hacienda; por otro, están
aquellos que son un peligro y son invalidados por su asociación con el bandido.
Así, la selva de Güere no es un escondite, sino literalmente otro reino. El
estado, cuando decide finalmente golpear al bandido, no encara una mera
operación policial, sino una conquista en toda forma, y avanza sobre e[a
palmo a palmo, hombro contra hombro, como en O Cabeleira. donde el
cañaveral en el cual se refugia Cabeleira es echado abajo prolijamente y "Cada
pé de cana era um pé de gente" (Távora, 1876: I75), o como en Os sertóes
(Euclides da Cunha, 1902), donde el ejército avanza casa por casa a lo largo
de semanas. Este no es un paseo militar, sino la violencia inaugural que se
ejerce sobre un territorio refractario al estado y que no pertenecía a é1. Dice
Blanco,
Más de quinientos soldados de la tropa de línea y otros tantos milicianos,
desde la madrugada, ejecutaban lo dispuesto por el
comandante militar y [...] la pavorosa selva, tan temida, se encontraba
rodeada por un extenso cerco de bayonetas que, a proporción que
en movimiento
penetraban en el espeso bosque, reducían el dilatado círculo que al
principio formaban.
Acaso aquella era Ia primera" c)ez que tan crecido número de pies moviéranse
a penetrar al mismo tiempo en la sombría espesura de aquella abundosa
aglomeración de corpulentos árboles y tupidos zarzales, a cuya sombra
tantos crímenes se venían cometiendo desde épocas remotas (390, énfasis
mío).
Pero esta conquista está lejos de ser una épica de frontera (incluso si rústica
e ingloriosa). Como en las historias clásicas de bandidos sociales, el ejérciro
sólo puede entrar a la selva de Güere con alguna posibilidad de éxito cuando
Zárate es traicionado. En este caso, la quinta columna es Tánacia (390), la
bruja mediante la cual Zárate sostiene ante su banda la superchería de su
doble visión (239-24l)21. Lo crucial aquí es que el colapso de la banda es
causado por una disensión interna, no por la superior eficacia del estado28.
271
J. Pablo Dabove. El bandido y su legirti,-r ¡rridito...
Estudios 13-14: 26-27 (2005 -2006)' l5t-:9C
Pero la anomalía deZárate con respecto al imaginario de la nación-estado
va aun más allá. En el principio de la novela, el capitán Horacio Delamar, su
cuerpo de veteranos y su amigo el pintor Lastenio Sanfidel (un Tülio Arcos o
Alberto Soria aqtantlalettre) entran en los Valles de Aragua comisionados para
perseguir a Zárate, misión que Horacio no disfruta particularmente pero que
le permitirá visitar a su tío Carlos y a su prima Aurora después de años de
ausencia. Al llegar a La Victoria, se enteran de que Zárate ha sido capturado.
El prisionero, finalmente, resulta no ser el célebre bandido sino un cómplice
menor. Cuando se descubre el error, el prisionero ya había sido envenenado
(por el verdadero Zárate, para evitar la delación). Sin embargo, la posibilidad
de la sustitución hace la escena aún más significativa: Lárate asoló la región
por años, y era ya una sombría celebridad nacional (Páez mismo comisiona el
cuerpo de ejército al que pertenece Horacio). Pero nunca nadie lo había visto,
nadie conocía su rostro (y por eso tiene todos), nadie sabía cuál era su raza (y
por eso tiene todas), nadie sabía dónde estaba su refugio, o dónde estaba en
un momento dado (y por eso está en muchos lados a la vez).
lQué nos dice esta escenal Más que la propiedad o la vida, Zárate pone en
cuestión la grilla disciplinaria, elprincipiumindividuationis en la que se funda (o
pretende fundar) una comunidad co-extensiva a la nación-estado. Zárate es
un mero nombre, un significante flotante (Laclau, 1996) que conjuga los
temores y deseos imaginarios de la colectividad. La realidad del prisionero
aterradora- es secundariaze.
-nada
está, aquí está; ya le
-Aquí
en el río.
tenemos- gritan hasta reventar los apostados
Y entre una doble fila de soldados, y a horcajadas sobre el lomo de un asno
y bien atadas las manos y los pies, divisa la sorprendida muchedumbre la
innoble figura del prisionero, especie de bruto montaraz, sucio, harapiento,
pálido y tembloroso, de aspecto vil a la par que cobarde, con la cabeza
descubierta y rota, tachonado el pelo de coágulos de sangre, lo mismo que
el pecho y las espaldas, y sin ninguno de los rasgos fisonómicos con que le
habían descripto sus apologistas, quienes, corridos de vergüenza, de
despecho y de asombro, se encontraron chasqueados.
t...1
Repuesta la sorprendida multitud de su primera decepción, vitoreaba al
oficial que había apresado al susodicho malhechor, exageraba por su cuenta
11')
_]
ji1",
"*fx #3ffi .l i 3: I ü,' ;*il
11
$;;;
el arrojo desmedido de aquél, su astucia incomparable y su insigne victoria
[...j mientras que absortas todas las miradas en el maniatado bandolero,
principiaban a encontrar en el rostro y en la triste catadura de aquei
desgraciado rasgos característicos de la ferocidad, pujanza y osadía, que a
la verdad no se ostentaban con viveza, sino en la imaginación sobreexcitada de quien suponía verlos.
decía un pulpero-; pues mírenle los ojos; si parecen dos
-iJesúslbrasas.
los
dientesl-
añadía un timorato, exhibiendo los
-iY
comido carne humanal
propios-;
iese ha
en la arruga que le cruza la frente, y lo abultado de los
-Reparad
maxilares; son señales muy significativas- reargüía a su compadre el
sacristán, el albéitar del pueblo con humos de experimentado anacomista.
cabezal- exclamaba en un portal un estevado procurador de
de frenólogo-; pues no están poco desarrolladas
-iQué
presos con pretensiones
en ese cráneo las protuberancias de las pasiones criminales.
qué me dice usted de ese ángulo faciall- exclamaba ruidosamente el
-iY
boticario.
Y todos asentían y
se
inclinaban ante tan justas y profundas observaciones.
(s0,52)
Zárate come familiarmente en la mesa de don Carlos Delamar, participa de
la
conversación inter pares que circunscribe la comunidad imaginada
"Venezuela". Zárate está más allá de toda posibilidad de conocimiento o
aprehensión. La conuadicción de ambas sentencias es sólo aparente. En tanto
principio anómalo de lo social, Zárate es la absoluta exterioridad que, de
retorno, arruina toda pretensión de interioridad. Pero en tanto principio
alternativo de violencia que arruina la distinción interior/ exterior, Zárate
presenta otro peligro: reemplazar el principio de violencia en el cual la
interioridad imaginariamente se fundaba. Narrativamente esto se formula asír
Zárate amenaza reemplazar a Horacio como sujeto privilegiado de la violencia
centrada en el estado (Páez) por la mediación de la ley:0.
Hay dos escenas, de gravitación diversa, donde este riesgo aparece. La
primera es la fiesta de la Virgen de la Candelaria, en Türmero. Durante los
toros (en el ámbito hispánico, celebración máxima de la sociedad estamental
273
j.
Pabio Dabove. El bandido y su legado maldito...
Er¡¡Jlr.is 13-14: 26'27 (2005-7006): 259-29A
quien Horacio
[Cf. Pedro Viqueira Albán]) el pañuelo de Aurora
-a el pañuelo, 1o
corteja- se vuela y cae en la arena. Horacio entra a rescatar
que lo pone a merced del toro. Un desconocido (Zfuate, disfrazado) entra y
torea y mata al toro, salvando al joven capitán por primera vez. Cuando todos
van a felicitarlo, éste ya ha desaparecido (338-339). La segunda ocasión es
aquella en la cual Santos evita el fusilamiento y la pérdida irreversible del
nombre Delamar. A esta última y crucial escena nos referiremos más adelante.
Zárate y eI lado oscuro del patrímonialismo
Zárate tiene muchos rasgos del noble ladrón hobsbawmiano3r. Oliveros/
Zárate se presenta en la hacienda herido y necesitado (160) y, conrra sus
expectativas, don Carlos lo aloja en capilla solariega (168-169), y lo sorprende
con el espectáculo cristiano de la caridadsz. La confiada generosidad del
hacendado gana así la inexringuible fidelidad del bandido y lo adscribe al eje
imaginario del patriarcado rural (I72). Zárate deviene así un inadvertido
retainer de Don Carlos (que no sabe sino hasta muy tarde que Oliveros es
Zárate t401]). El ejemplo más transparenre es cuando éste viaja a Maracay por
negocios, y Oliveros/ Zfuate lo acompaña de ida y de vuelta, sabiendo que sin
é1, el anciano era presa fáciI (I74-177).
Zárate, el principio de anomalía de lo social, permanece a 1o largo de toda
la novela doblemente centrado: a nivel moral (en rorno a la figura de Don
Carlos) y geográficamente (en torno a la hacienda de Don Carlos). Esto señala
una duplicidad inherente ---e ideológicamenre morivada- en la apreciación
del bandido. Por un lado, Zárate es una fíera (21,390), un jaguar (395), un
tigre que debe ser cazado (148), la reencarnación de Boves (265), un monstruo espantoso (395), un enre sobrenarural (49), el dlablo mismo (264).Por
otro, es un héroe que salva en dos ocasiones la vida de Horacio sin esperar
recompensa. La oscilación de la figura de Zárate es la oscilación con la que se
considera a la violencia campesina, la misma que transforma a los "bandoleros
degolladores" de Boves en los "guerreros de la libertad" de Páez. La resolución
de esta duplicidad es la segunda apuesra de la novela.
Las distinciones entre lo oral y lo escrito van al centro del proyecto político
de Blanco. El lazo de subordinación del bandolero a don Carlos es oral (tiene
la forma de un juramento), ya que el orden patriarcal adopta la oralidad como
forma de legitimación preferencial. En la caracterización de los patriarcas, don
/.t+
"*F,,?;?:1";.?i 3:i;i"¿,*'.,'¡,1;,l
Ii
:
:;¡
Carlos y Monteoscuro, son las ricas calidades de su voz (y la ausencia absoluta
de afectación en esa voz) lo que se pone de manifiesro (138-140 y 195,i197)
frente a Bustillón, marcado en la voz por su pompa, su sigilo y su seseo (72¡t:.
Es por elio que en la novela,
lo oral representado es axiológicamente
superior a 1o escrito represenrado, lo funda y justifica. El ejemplo más enfárico
es la orden escrita de Páez, anulando justo a tiempo la sentencia de Horacio
(implicado por Bustillón como cómplice de Zárate) cuando Horacio estaba
con un pie en el cadalso (436) . La orden es escrita, pero es sólo posible por el
acuerdo oral enre hombres de valor que suscriben Páez y Záratet+.
Blanco define para Páez y Don Carlos un mismo lugar simbólico, donde la
voz justa equivale a la autoridad legítima:
Como rústicos eran nuestros padres, renían la buena fe de ceñirse a la letra
en materia de calificativos, y de llamarlo todo por su nombre; así las cosas
y los hombres eran entonces 1o que realmente eran, sin subterfugios y sin
ambages, ni exageraciones hiperbólicas: una vaca era una vaca; un bribón
reconocido no era más que un bribón. Pecado mortal en lo político como
en lo social era adueñarse de lo ajeno; y el que lo cometía era tildado de
ladrón, y como tal tenido y castigado (237).
Esa legitimidad no es igual a la legalidad (asentada en la leffa, y cuyo
espurio representante es Bustillón), sino que es anrerior y superior a ella. Esa
legitimidad es la que hace posible una alianza del centro con el margen, por
medio de la cual la nación se reconcilia consigo misma: Páez y don Carlos son
los únicos a los que Zárate respeta, y dado que es invencible, el pacto oral es
la única forma de recuperarlo para el proyecto nacional.
Lavoz patriarcal es la voz de la jerarquía y es la única con interioridad y
poder de comunicación. Elotro tipo de voz en el interior de la éiite es [a del
diálogo amoroso o amisroso (el de Horacio con Lasrenio, o el de cualquiera de
ellos con Aurora), fuente consranre de infelicidad y equívocos.
En Zárate (a diferencia de orros relatos conremporáneos a ella) no hay
siquiera un simulacro de soberanía popular. La voz del ágora, la voz del pueblo
en el diálogo de la plaza pública es simple ruido, supersrición que prolonga el
imperio del bandido (235.237), o invención, mentira, exageración, errot
como en el caso de la captura del íalso Zárate o en las conversaciones en
J. Pablo Dab<.,r'e. El bandido y su legado maldito...
Estudíos 13-l-t,
lo-17 (7005-2006): ?59-290
Türmero (51-54 y 325-328). Las dos escenas donCe una voz popular aparece
son frente al falso Zárate (51-54) y frente a la familia de don Carlos y los
soldados que vienen a proteger Türmero. Esto es, la voz popular aparece
siempre referida a un principio de poder y de violencia que [a excede. E
irremediablemente, yerra en la consideración de ese principio (el preso no es
Zárate,la nube de polvo no es ganado). Esto es, el pueblo como principio
político es del todo inerte, casi inexistente cuando habla por sí mismo.
Pero la oralidad popular no es un riesgo en la novela, ya que en última
instancia es inofensiva por supersticiosa o por inconsecuente, como las
insufribles letanías de Romerales. El verdadero riesgo del proyecto nacional
conservador tiene un límite exterior en la escritura sin voz (sin valor, sin
origen, sin interioridad). Ese riesgo se llama Sandalio Bustillón, ia letra que
usurpa la autoridad de [a voz35. Modelos de esa usurpación son las leyes con
las que se erige indebidamente en notable de la localidad (265) y sobre todo,
las falsas cartas de Horacio aZárate (pergeñadas por Romerales) que ponen a
Horacio al borde del cadalso (388-389).
El efecto más radical, sin embargo, de la leffa separada de la enunciación
legítima lo atestigua el hecho mismo que Zárate exista. La existencia de7árate
no es un síntoma del error del orden patriarcal, sino de los peligros de
apartarse de éste. Bustillón, ejerciendo torpe o maliciosamente su cargo de
administrador de la justicia, es responsable de la incalificable muerte de la
madre de Zárate (84), y la venganza de éste lo persigue hasta el final" De
hecho, Zárate casi no ataca a nadie en la novela más que a Bustillón para
ejercer su venganza (75,83-108). Así, la ausencia de un principio oral legítimo
es lo que introduce por primera vez la violencia ilegítima (y no al revés).
I-a" vinlencío
fmdacimal como "justicia de Dios"
Zárate nunca es capturado. Se redime (ya lo di¡imos) merced al pacto oral
con el soberano. En la tradición del noble ladrón, el parlamento con el
soberano implica su incorporación como brazo armado del estado. (Como en
el caso de Robin of Sherwood donde Robin se convierte en arquero de Richard
the Lionhearted, el soberano legítimo). Esta reconciliación se da en el caso de
Zárate porque Páez reconoce que la trasgresión a la ley escrita (esto es, sus
muchos robos, asesinatos y la asociación ilícita para ejercer la violencia) es
276
' " "!1,?;,?:","; liHi;i'¿d&'^fi
llil;
secundaria frente a la fundamental fidelidad de ambos al código oral del valor
y la lealtad (43?-436). Por eso la escena de la reconciliación está basada
exclusivamente en una performance, donde Zárate no exhibe arrepentimientoló, sino un valor loco (paralelo al valor de don Carlos, dando posada
y cuidados a un sospechoso desconocido):
[Ante la negativa de Páez de perdonar a Zárate, cuya entrega es la
condición de la salvación de Horaciol
iEs decir, que usted no lo perdona?-agregó el desconocido con tono
-supiicante.
-
iNol
iQué para él no hay salvación posible?
iNo!
iQué 1o único que puede esperar es la muertel
iSíI
bien, general--exclamó con desesperación el singular defensor del
-Pues
condenado, poniéndose de pie-, haga de él lo que guste, aquí está.
iDónde?
- Aquí, delante de usted, mi general.
-t...1
Está
bien-dijo Páez-,
-hagas hombre
-
de bien. t...1
iSantos Zárate soy yol
te perdono la vida, pero a condición de que te
ilo
prometes?-añadió
Páez.
Lo prometo-balbució el- bandido, jadeante de emoción (434-435).
aZárate y consigue el perdón para Horacio en el momento
crítico (436). Sin esperar la liberación de Horacio, el bandido corre a
interrumpir el malhadado matrimonio de Aurora y Bustillón y a eliminar a este
último, quien significativamente muere en la horca, como un bandido (447).
Así Zárate salva la honra de don Carlos, y abre la posibilidad del casamiento
de Horacio y Aurora, que finalmente han hecho claros sus sentimientos el uno
para el otro (384).
Este es un final que en apariencia sigue las reglas de la justicia poética. Pero
no del todo. Este final hubiese significado una caída definitiva: pondría al
bandido y al homicidio que comete sobre la persona de Bustillón en el lugar
de origen explícitamente reconocido de la salvación del orden patriarcal que
Páez perdona
-l
t
J. Pablo Dabove. El bandido v su legado
maldito...
Estudios L3 -14: 26- J,- tlir05-2006) : 259-290
en la novela pasa por "Venezuela". Esto es: el complot de Busdllón que hacía
aparecer a Zárate como cómplice de Horacio se habría confirmado de una
manera que Bustillón nunca hubiera sospechado.
Esta alianza/ convergencia tiene antecedentes. Santos y Horacio son
asociados en la novela a partir de una metáfora común, San Miguel, arcángel
guerrero por excelencia. Sobre el principio de la novela, cuando Horacio y
Lastenio se presentan intempestivamente, y su identidad es aún desconocida
para los habitantes de "El Torreón", Clavellina exclama, ante la marcial
apostura de Horacior "-íJesúsl [...] iel San Miguel Arcángell" (137). Cuando
Zárate ha sido perdonado por Páez, vuelve a "El Torreón" a vengar a Don
Carlos de la afrenta que Bustillón pretende inferir a su nombre. En ese
momento, dice el narrador, Santos es el "demonio convertido en arcángel"
(446) que imparte la justicia divina. San Miguel es el santo cuya estatua
adorna el oratorio de la hacienda (123), que a su vez es el centro de la
sociabilidad de ésta. Quien devenga San Miguel, deviene por ende bastión y
eje del orden patriarcal.
Nadie más calificado que Zárate. Tiene superior astucia (repetidamente
engaña a Horacio), superior habilidad y fuerza física (repetidamente lo salva),
y superior conocimiento de los verdaderos códigos que alientan el poder
(consigue el perdón cuando Lastenio y Monteoscuro fracasan). Sancionar esta
final superioridad hubiese confundido irremediablemente los lugares de
Horacio y deZárate, en desventaja de Horacio. La novela hubiese superado de
manera irremediable sus propios presupuestos nacionalistas, hacia una
dimensión política inédita, donde la Selva de Güere, como fuente de saber y
soberanía, habría superado a Caracas (e incluso a Europa).
Es en este punto cuando Zárate exhibe la verdadera violencia del proyecto
nacional, la puesta en escena de la conciencia de que el estado se construye
sobre aquello que niega: la violencia no-estatal. Este es eLnon plus ulta de las
ficciones nacionalistas. Por ende, esa conciencia debe ser reprimida, pero a la
vez, no puede dejar de ser exhibida como Ja" desde siempre reprimídn: paradoja
constitutiva de las narrativas nacionalistas, según Anderson famosamente
estipulara: la negociación inconclusa entre represión e inconsciente político es
el cuerpo mismo de la novela. Así, sobre el final de la obra, Horacio, que por
un inverosímil olvido de sus libertadores no sabe que debe su vida, su fortuna
y su honor a Lárare, irrumpe en donde el bandido acaba de ajusticiar a
778
"*[*Hü
?i
i::i;f ¿ ru| ,,;j;,113::;;
Bustillón. Apenas viéndolo, lo ataca, y sin que haya lugar a explicaciones (y
más extrañamente, sin que don Carlos, que deb,e su honra aZárate, intervenga
para detener la pelea) lo mata (453). Lastenio liega a la escena y pregunta:
señores, decid, iQuién ha muerto a este hombre?
-Decid, amigo- contestó el sacerdote.
-Vuestro
exclamó Lastenio horrorizado.
-iHoraciolseñor- replicó Monteoscuro-. Pero en combate [eal.
-Sí,iQué horror, qué horrorl- murmuró consternado el artista-pero es
-verdad que Horacio lo ignoraba.
/- preguntaron todos.
-lQué a ese hombre le debe la vida.
-Qu"
Don Carlos elevó al cielo los ojos, como buscando la explicación de tantas
amarguras; y al terminar de referir Lastenio el hecho heroico de Zárate por
salvar la vida del capitán, el anciano, abatido, inclinó la cabeza
murmurando:
-iJusticia
de Dios! (457)
"Justicia de Dios", frente al flagrante asesinato de un hombre cuando éste
había sido perdonado y redimido de sus crímenes, y había ¡edimido a todos de
sus muchos errores e inepcias. Horacio se justifica por medio del subterfugio
del "combate leal" (456), apelación a un código oral de la valentía del que
hasta ese momento no se muestra seguidor (porque eso, entre otras cosas,
implicaría justificar aZárate y su lógica de la venganza hasta el fin, explícitamente desaprobada)32. lPor qué la apelación a la "justicia de Dios" clausura
toda reflexión sobre la muerte dei héroe de la novela? Porque la muerte de
Zárate exorciza la contaminación que hacía tambalear el patrimonialismo.
Restaura las fronteras simbólicas que hacen posible el casamiento final de los
protagonistas, el "romance nacional" legítimo. La muerte de Zfuate muestra
---{omo en el final de EI Zarco, de Ignacio Altamirano- que no puede o no
debería haber contacto entre el estado
en el hombre de
-representado
estado, en el soberano- y la violencia del bandido, que existe antes y por
fuera de la ley. El recurso a la trascendencia oculta así la contingencia de las
decisiones políticas, ocultamiento que es el desesperado recurso sobre el que
se asienta toda fundación.
279
J. Pablo Dabove. El bandido v sr.r ieqado maldiro...
E studios 1 3' | 4 : 26. 27 ( 2 005 - I t-rr' o ) : 7 5 9 -290
Notas
I
Quisiera agradecer a Peter Elmore y a Leila Gómez, ambos de la Universidad de
Colorado en Boulder, y a Alejandro Corrázar, de la Universidad Esratal de
Lousiana, su lectura del manuscrito y sus vaiiosas sugerencias.
2 Con su correlato de urbanización masiva y no planificada; araque a la propiedad
corporativa (eclesiástica) y comunitaria (indígena); implantación del capitalismo
agrario dominado por la gran propiedad orientada a la exportación de cash crops;
sujeción de las poblaciones pobres del campo y la ciudad a las necesidades
económicas, políricas y militares de los estados nacionales y sus sostenedores
i
locales.
Este choque entre perspectivas hegemónicas y subalternas en
torno a la figura dei
rebelde rural (eminentemente, las diferentes variedades del bandido social) es
desarrollado con mucha más extensión en Dabove 2002, y en el iibro en prensa
Nightmares of the l-etrered City: Banditry and Literature in Ladn América (18161929).
a Este
conflicto en torno a la representación está en la definición misma del bandido
social que provee Hobsbawm. [Bandits] "are peasanr outlaws whom the lord and
state regard as criminals, but who remain within peasant sociery, and are
considered by their people as heroes, champions, avengers, fighrers for justice,
perhaps even leaders for liberation, and in any case men ro be admired, helped and
supported. This relation between the ordinary peasant and the rebel, outlaw and
robber is what makes social banditry inreresting and significant. It also
distinguishes it from other kinds of rural crime" (1969: 17). Para una crítica de la
concepción de Hobsbawm, cf. Guha: 2000; Slatta: 1987; Joseph: 1990, 1991;
Dabove: 2002.
s La primera
edición (1881) fue impresa en Caracas por la Imprenra Sanz. La segunda
(1883), lo fue por la Imprenta Bolívar, también de Caracas.
6 Paulette Silva Beaure gard (1994), Karl Krispín (1997) Francisco
V
José Boler Toro
(2000) sugieren que ia historia de Zárate replica (sueitamente) la de Dionisio
Cisneros, a quien la novela menciona como contemporáneo de Zárate, para
distinguirlo de él (4ó). La filiación es verosímil, pero algo dudosa. Mas allá de la
relativa coincidencia geográfica (Zárate opera en Aragua, Cisneros en los Valles
del Tüy), y cronológica (el peúodo inmediatamente posrerior a la victoria patriora),
no hay mayores confluencias entre las carreras de uno y otro bandido. La única
excepción es el común episodio del encuentro con Páez. No obstante, en el caso
de Cisneros, el encuentro ocurre exactamente a la inversa que en el caso de
280
t"'f".,?;,i:1";!;::: j:1",1;,'.,'rÍi,11Í::;;
Zárare. Este úldmo se presenta imDromptu en el despacho de Páez en Valencia para
pedir el perCón de Horacio Delama¡ rasgo de temeridad que le gana su propio
perdón. Por el contrario Páez, acompañado de un muy reducido grupo, visira a
Cisneros en su propio campamento (el faccioso había rehusado dejarlo) para seilar
la paz definitiva entre los dos compadres (Palacios Herrera, l9B9: 221).
? Eduardo Blanco refirió la anécdota a su asistente Key Ayala, y ésre la intercaló en
"Edua¡do Blanco y la génesis deVenezuelaheroica." (1920: 60).
8 La analogía entre la guerra de independenciaylallíada o las guerras médicas (sobre
de la batalla de La
rodo el episodio de las Termópilas, donde fubas
-héroe
Victoria, en febrero de 1814- es Leónidas) es permanente enVeneTtLelnheroica.
9 Esre aspecto deVmezuelaheroica está muy bien desarrollado en el cuarto capítulo de
la diserración de Christopher Conway: "Blanco's immensely popular work [... I is
self-consciously preoccupied with the anchoring of geographical spaces in
particular narratives of heroism, which forge national spaces out of terrirory"
(1996: 199).
Dice Blanco: "Hay lugares ma¡cados por acontecimientos de tanta t¡ascendencia,
que no es posible, so pena de comprobar el más refinado estoicismo, o la más crasa
ignorancia, pasar por ellos con indife¡encia. [...]. Uno de aquellos sarcófagos, tan
glorioso para Venezuela como los ya citados [Carabobo, Boyacá, Ayacucho] se
ofrece de improviso a los ojos del viajero que, por la vía de las montañas, penetra
en ios risueños Valles del Aragua. En medio de los extensos campos de perenne
verdura, se levanta una ciudad que, aunque triste y silenciosa cual si temiera
tu¡bar con profana aiegría el reposo de ios heroicos muertos que encierra en su
recinto, p¡egona sin embargo el alto ejemplo y los titánicos hechos de nuestros
mayores. Aquella ciudad, cuyo renombre vivirá eternamente en los anales
ame¡icanos, es La Victoria: escenario sangriento de una de nuestras más terribles
y reñidas barallas" (Blanco, l99l: 5,6'7).
10 Para una excelente caracterización del clima cultural de la e¡a Guzmán Blanco, cf
Silva Beauregard (1993). Para un sumario histórico de la era Guzmán Blanco, c[
lvforón (1964:174-182) y Lombardi (1982: 157'Zl1).
11 Esre esfuerzo historiográ{ico alcanza a la educación común, en el seno del sistema
educarivo primario en expansión luego de la promulgación de la ley de enseñanza
universai, gratuita y obligatoria (1873). Enrre las obras relevantes pueden
mencionarse la Historia de Venezuela para niños (1883) de Socorro Conzález
Cuinán, y el.Catecismo deHistoria deVeneluela (1885), de Antonia Esteller, como
asimismo 1a publicación, contempo¡ánea a la deVenezuelaheroica, de las Memonas
del general O'Leary (1800-1854), "por orden del gobierno de Venezuela y bajo los
auspicios de su presidente, general Guzmán Blanco" (como reza la portada) entre
1879 v 1888 por la Imprenta de la Gaceta oficial.
281
J.
Pablo Dabove. El bandido y su legad,r maldiro...
13 - 14: 26-27 (2005-7006) : 159-19C
Estudios
ll
Este aserto se debe originalmente a Pedro Pablo Barnola, auror del único voiumen
monográfico sobre 1a obra (1963), que dio origen a una modesra polémica. La
primera novela venezolana stncto sensu es Ins Mórtires (1842) de Fermín Toro,
pero dado su lema no-venezolano (está ambientada en Inglaterra) se la excluye de
la nómina de "novelas nacionales". Más allá de la dudosa relevancia de este
criterio, creo que podemos seguir afirmando el carácter crucial (aunque no
inaugural) de Zárate en el panorama cultural venezolano.
1l Uno de los debates en la narrativa histórica venezolana giró alrededor de la
naturaleza de la guerra de independencia. En la interpretación decimonónica,
presentada enla Bíografía de José FéIix Ribas (1865) de Juan Vcenre González, y
que alcanzó estatuto clásico en Venezuela heroica, la iniciativa y el aporre criollo
habrían sido decisivos.
"Fue una guerra civil," la conferencia de VallenillaLanz que luego sería el primer
capítulo de Cesarismo Democrótico (1919), despertó en su momento duros debares
porque desmontaba esta interpretación. Hoy, sin embargo, la versión de Vallenilla
Lanz es la corriente
desde luego, de la figura Juan Mcente
-prescindiendo,
Gómez como fin obligado
del devenir hisrórico venezolano.
Así, iniciada como una guerra criolla anticolonialista, mantuanos contra
chapetones, devino casi de inmediaro una guerra racial y de clases fluan Úslar
Pietri sostiene que la lucha de razas era la expresión que en Venezuela adquirió la
lucha de clases, 1962:98). En ella, indios insumisos, cimarrones, pasrores o
cazadores de ganado: los fuera de la ley del llano, formaron ia columna vertebral
tan¡o de las fuerzas patriotas como de las realistas (Juan Úslar Pietri, 1962; Carrera
Damas 1972; Roberr Paul Matthews 1977). Con el Táita Boves acabaron con Ia
Segunda República y el dominio de la "brillanre" oficialidad patriota: los Ribas, los
Piar, los Mariño, los Campo Elías. Con el Mayordomo Páez ganaron la guerra
cuando cambiaron afiliaciones luego de la llegada en 1815 de la expedición de
Morillo, el Pacificador. Pa¡a una historia de la violencia en los Llanos desde la
colonia a principios del siglo XX, cf Izard.
14 Este acercamiento recoge y prolonga el aporte del artículo
de Silva Beauregard
sobre Zárarc. Silva Beauregard lee adecuadamente 1a novela como una alegoría
crítica de su presente. En estas páginas, intentaré demostrar cuál es la relevancia
particular dei tropo del bandido en esa crítica, sus límites y sus contradicciones.
t5
Etimológicamente, "1o arrojado fuera."
i6 Don Carlos a su retorno de Europa trata de restaurar la hacienda a su anriguo
esplendor colonial, venida a menos por las calamidades de la guerra, no --{omo
Santos Luzardo enDoñaBárbara o Carlos enPeonía- convertirla en una hacienda
moderna.
231
,-i¡.
'
"'!',,o,;,*","; li i::i:';',
:
¡t',:,j; l1*;;
tz Hacia mediados de la década del 20', la esclavitud era una insrirución exisrente,
pero arcaica. Dejamos de lado el místerio de cómo "El Torreón" pudo conservar su
mano de obra esclava en una de las áreas más goipeadas por la Guerra de
independencia (que desarriculó la economía de plantación basada en mano de
obra esclava, ya que los esclavos había sido liberados para sumarlos a la causa ora
realista, ora parriota, o se habían fugado). En Venezuela, el tráfico de esclavos
había cesado desde finales del siglo xvrr (Pollak-Ele, 2000: 44), de modo tal que la
mano de obra esclava de "El Torreón" había excedido su edad más propicia en casi
un cuarto de siglo. Si los esclavos hubieran nacido en la plantación, la Ley de
Libe¡tad de Vientres aseguraba que todos los nacidos eran libres por derecho. De
modo que, en un caso o en otro, ia utopía agraria de "El Torreón" estaba condenada a la extinción. (Para un examen histórico de la esclavitud en Venezuela, cl
Pollak-Elu: 2000).
il8'A uno de los costados se veía la habiración del mayordomo y lo que entonces se
llamaba eI repardmien¿o, dilatado ediflcio, especie de claust¡o con celdillas de
diversas dimensiones que habitaban separadamente los esclavos" (1 12) .
19 "Bajo la copa de los árboles donde co¡ría la inquiera
ardilla y cantaban innumerables y bulliciosos pájaros, venían a beber todas las tardes los bueyes y bestias de
labranza, y atajos de yeguas con sus alegres potros, y pequeños rebaños de mansas
vacas pertenecientes a los vecinos pobres, a quienes don Carlos les franqueaba sus
verdes prados y el agua de su risueño lago" (113).
20
"Mal hallado en los comienzos de ia Revolución con la violencia de
21
En el primer caso, son los preparativos culinarios del fesdn dominical, celebración
(frustrada) de la salud de la sociedad estamental. En el segundo, son los ensayos
de vestuario para la fiesta de Nuesrra Señora de la Candelaria en Türmero.
22
lvíctor conversa con
las pasiones que
ensangrentaban el país, don Carlos había emigrado a España con su esposa y dos
hijos [...]. Y pasó algún tiempo en la antigua parria de sus mayores esperando se
calmasen en la propia los enconados odios y se pusiera punto a la efervescencia de
las pasiones" (111).
su padre sobre el bandolerismo] "-p.ro a esos malos hombres
el niño s6¡1 yiygT¿- los debían matar como a las culebras para que no
-replicó
hicieran daño a los buenos.
señorito, no, de dónde saca usted esas ideas; un hombre por depravado que
-No,
sea, es siempre un hombre, hechura de Dios, capaz de arrepenrirse y de ser útil a
sus semejantes; no debe, pues, tratársele nunca como a los animales que nos hacen
daño; y si la sociedad los castiga con la muerte es porque aún no esramos bastante
adelantados para imponerles un castigo menos absurdo, que, sin pri.varles de la
vida, los regenere y purifique" (130).
28i
J. P:rbio Dabove. El bandido y su legado maldiro...
Esrai¿os 13-14: Z6-77 QA05-2006) : 259-290
ll
Rodrigo, el mayoral de la hacienda, es así claramente supernumerario. Sólo aparece
para ser contradicho por don Carlos; esto es, para poner en evidencia su carácrer
supertluo (ll9 V 162). Tianscribo una escena:
[Don Carlos habla con el mayordomo] "-¡o oivide que solo debe emplea¡ en los
rabajos aquellos esclavos que no estén enfermos.
todos, como sucede siempre, dirán que tienen mil dolencias-replicaba
-Pero
Rodrigo.
seño¡ usted conoce a los que 1o están en realidad [...].
-No estas excepciones, señor don Carlos, vamos a acabar
.-Con
por no tener con
quien mover una paja.
creo que lleguemos a ese caso; pero como se lo recomiendo a usted todos los
-No
días, debe practicarlo. Los hombres todos son criaturas de Dios y no deben ffatarse
como animaies" (119).
24 'A pesar de 1o tosco y vetusto del edificio que servía de nido a la más hermosa
castellana de aquellas fértiles campiñ.as, no carecía la solariega casa de cierta
majestad, la que, ayudada por un pequeño esfuerzo de imaginación, bien podía
asemejarse a un antiguo feudo de la Edad Media, por sus agudos techos, sus
macizos muros y sus ventanas enrejadas" (112).
25 "El Torreón" usa el multisecular trapiche en lugar de la prensa de vapor, cuyo uso
era ya corriente. Por otro lado, cultiva caña criolla en lugar de las variedades
superiores de caña que se cultivaban en el Caribe insular (e incluso en Venezuela).
Finalmente, a diferencia del café o el cacao, el azúcar no se producía para
exportación (en parte dada su inferior calidad), sino que se desdnaba al consumo
local y la elaboración de ron y papelón (Rodríguez: 1986)" En resumen: "El
Torreón" está iejos de la imagen de una forma de capitalismo de avanzada, y don
Carlos lejos de la imagen de una burguesía en la cresta de la ola de la Historia. Esta
versión anticuada del capitalismo agrario es decisiva ya que justifica la llamativa
falta de hambre de tierras, que caracteri:a la producción moderna de azúcar en
América Latina en el siglo xlx, fuente de enormes conflictos agrarios (Pérez,
1989), y de retorno naturaliza el paternalismo de don Carlos hacia los campesinos,
ya que ambas posiciones de clase no entran en conflicto, toda vez que no están
compitiendo por un recurso escaso.
26 La apuesta de ia novela a la esencia como origen del valor se pone en evidencia en
el cuerpo de Bustillón en tanto me¡áfora del origen espurio. Bustillón es, de todos
los personajes de la novela, aquél cuya corporalidad es más nítidamenre señalada:
gordo, calvo, viejo y sudoroso (7 1). Asimismo, aunque Oliveros lZárate actúa
siempre de manera írreprochable frente a los Delamar, todos sospechan de é1,
284
J. Pablo Dabove. El bandido y su lesado maldiro...
Estudios 13-14: 26-27 (2005-lüCo):
:59,290
porque "saben" de qué se trate, la esencia brilia por sobre los afeites (126-127 para
Clavellina y Aurora, 145 para Horacio).
li como Domingo Miliani menciona co¡recramenre, la (fingida) omnisciencia de
Zárate se repite en el caso de orra capirana de bandidos, Doña Bá¡bara (1993:97).
23 Y esta disensión se da porque Zárate viola
una norma orai (e1 código no escrito del
amor maternal), no porque la ley escrita intervenga de manera alguna al seno de
la banda. Thnacia se vuelve contra Zárate cuando éste la obliga a pone¡ en
evidencia la traición de su hijo, cascabel, condenándolo así a muerre (249-261).
29 Dice Zárate: "-Siendo quien soy no rengo
más camino que seguir ei que sigo; y
mientras no me maten seré el terror de estos valles, y la amenaza y pesadilla de
todos los alcaldes de la comarca; lo que a fe me envanece, pues no ha1 nombre que
suene más que eI mío de las vuelms del Aulamal a la cuesta de las Cocuizas, 1 de las
costas del Chan a los morros de San Juan" (221, énfasis mío) .
l0 silva Beauregard señala agudamente que "el escenario dezárate
[Aragua, es] punto
de confluencia entre los Llanos y la zona central. Este escenario tiene todas las
caracte¡ísticas de una encrucijada en la que coinciden dos irinerarios, dos viajes,
diametralmente opuestos". Horacio Delamar viene de Caracas, mienrras que
Santos Zárate viene del Llano (1994:414\.
31
Su carrera comienza no con un crimen, sino como víctima de una injusticia de
Bustillón; "desface entuertos" (salva a Horacio dos veces, salva la honra de Aurora
y don Carlos); es sostenido por su gente; es derrotado o muerto sólo por traición,
no se opone a los valores de su comunidad (el patrimonialismo agrario); se opone
al tirano local (Bustillón, en este caso) pero no al soberano (Páez). Pa¡a una
enumeración completa de los rasgos del noble ladrón (cf. Hobsbawm, 1969: 47)"
12 incluso, hay una referencia evangélica
al episodio de Cristo lavando los pies de sus
discípulos: "-iEs decir, que Ud. va a molesrarse por míl- dijo el viajero lZáratel
pensativo-.iQue usted me recibe, cuando su mayordomo me rechazal-Ya usted
lo ve.
gracias, señor.
amigo, todo 1o contrario. Usred me
-Muchas
proporciona
la ocasión de hacer un -No
beneficio, y es a mí a quien toca darle a usted
las gracias.
iA ustedl iDarme las graciasl--exclamó el desconocido asombrado.
- Victor [dice Don Carlos], r¡áeme aquel frasco
negro que esrá sobre
[...]
-Ahora
el armario
contiguo a mi escritorio.
Y como José terminase de enjuagar la pierna del enfermo, don Carlos mojó unas
hilas en el líquido que llenara el Íiasco negro traído por Vícto¡ y con sus propias
manos fue a aplicarlas a la pierna de huésped, sobre la abierra ú1ce¡a. Pero el
desconocido hizo un brusco movimiento al ver la intención del anciano, y
retirando la pierna con presteza, exclamó, profundamente conmovido:
iEs
- del
posible, señorl-y sus ojos se fijaron con asombro en el rostro venerable
caballero" (163-165).
285
J. Pablo
Esrudios
D.r'octe. Ei bandido v su legado maldiro...
ti-i:: lo-17 (2005-200ó): 259-290
El cristranismo es en muchas utopías rurales, el principio que solidifica el orden
sociai. Ci. al respecto la larga escena del domingo en la esrancia de don Carlos, y
la misa donde esclavos y amos comparten el sacramento comolugar de convergencia
cuhural nanscktsisffi, (capítulos xvtt "Oüos tipos de nuesrros viejos tiempos" y xvIII
"Celos que rugen y corazones que se expanden").
lJ Por la misma causa, Horacio "sabe" que OliveroslZárate no es hombre de fiar.
Inadvertido de la presencia de Zárate en la mesa familiar, Horacio sufre una
"inexplicable conmoción" ante el "raro rimbre de la voz de aquel hombre" (145).
la El año en el cual ocurre la novela es 1825: es una elección cronológica nada casual.
A partir de 1826 las desavenencias enrre Páez y Bolívar/ Santande¡ y enrre
Venezuela y la Gran Coiombia empiezan a hacerse más y más obvias, con ocasión
de las resistencias en Venezuela a las provisiones centralistas de la Constitución de
Cúcuta, que se disimulan en la ocasional resistencia al decrero de alistamiento
militar de 1824, desavenencias que desembocarán en 1830 en la separación de
Venezuela de ia Gran Colombia (Banko, 1990: 59-96).1825 es un año en el cual
Blanco puede aún reivindicar a Páez como héroe de una voluntad nacional o
supra-nacional indivisa.
A partir de allí, más allá de las décadas de indudabie
prestigio y dominio, Páez será siempre el dirigente de una facción. Páezya anciano
es el tema de oüas obras de Blanco, por ejemplo "Fecha clásica" o "El jardinero de
'La Viñeta"', recogidos enTradiciones épicas 1 cuentos viejos.
15 Bustillón, abogado corrupto y arribista, es un tipo que se prolongará en los
personajes de los lerados advenedizos de poca o mucha monra de otras obras de
Blanco (ci "Fecha clásica" y "Drama íntimo") , como asimismo en las noveias de
Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona y de Rómulo Gailegos (cf.
Mujiquita, en Doña Bárbara, nominalmente juez de distrito pero en realidad
sec¡etario del Jefe Civil del pueblo, el cacique ño Pernalete).
Bustillón es producto de la Venezuela decimonónica, donde las actividades
y legislativas son mínimas, y donde los inrercambios económicos
formales son insignificantes fuera de los centros urbanos mayores. La litigiosidad
era extremadamente baja, dado que las instancias judiciales tenían poco presrigio
frente a los mecanismos informaies firmemente establecidos de mediación y
resolución de conflictos, lo que hacía del ejercicio de la abogacía una actividad
improductiva. El campo natural para el desempeño de las personas preparadas en
derecho era el desempeño de funciones oficiales, que en Venezuela estaban iigadas
a las alternativas de la política caudillista (Pérez Perdomo, 1990: 1i). No existía
una esfera diferenciada, ni perspectivas de una carrera autónoma. Bustillón, por
ende, no era necesariamente cínico, sino que precisaba ligar su suerte a Ia de cada
caudillo en el poder, o devenir un cacique urbano él mismo, y construir una base
autónoma de pode¡ ambas prácticas condenadas por la moraiidad de la novela.
judiciales
286
J. Pablo Dabove. El bandido y su legado maldi:o...
E studios 13 - 14: 26 -27 Q0A5 -2006) : 259-l9rr
3ó
El arrepentimienro pertenece en la novela a la órbita femenina (en esre caso,
a
Carmen, la concubina de Zárate, que lo insciga una y otra ve: a que se arÍepienra,
219,220, 422).
r7 Cf. elepisodio delgavilán y el
ioro (319-321).
Bibliografía
Banko, Catalina (1990) I-as luchas federalistas envertezuela. Ca¡acas: Monre Ávila.
Barnola, Pedro Pablo (1963) Eduardo Blanco, creador de Ia nouela ueneTolrtna. Caracas:
Tipografía Vargas S.A.
Blanco, Eduardo (1981) Venezuelaheroíca. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la
República.
(1997) Zdrate. Caracas: Monte Avila Edito¡es Latinoamericana.
(s.{.) Tiadiciones épicas J cuentos viejos. París: Librería Paul Ollendorff.
Bolet Toro, Francisco josé (1998) "zárate: las máscaras y los signos de ia idenridad
nacional". Reuista de Literatura Hispmoamericarvt 36: 8-24.
_(2000) "Zárate: la nación entre idilios y ambiciones políticas". Reuista de
Literatur a Hisp ano americona 4 I : 6I -82.
carrera Damas, Germán (1993) Boues: Aspectos socioeconómicos de Ia guerra de
independencia. Caracas: Edi.ciones de la Biblioteca de la Universidad Central de
Venezuela.
Chatterjee, Partha (1993) The l,Jation and hs Fragments: Colonial and Postcolonial
Histories. Princeton: Princeron Universiry Press.
conway, chrisropher B¡ian (1996) "lmagining Bolívar: Mythic Represenration and
official Memory in Nineteenrh cenrury Venezuela". Disertación, universiry of
California
-
San Diego.
Cova García, Luis (1955) EI bandolerismo en venezuela (el estudio psicológico,
antropológico, psiquiá.trico y social delbondolero umezolano que actuó como caudillo en
nuestras guerras cittiles). Alcalá de Henares: Imprenta Tálleres Penirenciarios.
Dabove, Juan Pablo (2002) "Bandidos y lenados: insurgencia campesina, lireratura y
nación-Estado en el largo sigio xtx latinoamericano". Disertación, Universiry of
Pittsburgh.
Nigfumares of the l-ettered City: Banditry and L¡erature in l-atin América (1816-l929). Inédito.
Díaz Rodríguez, Manuel (1982) Ídolos Ro¡os. NanatiqtaJ ensa¡o. Caracas: Biblioreca
Ayacucho.
Callegos, Rómulo (1993) Doña Bárbara. Madrid: Cátedra.
?37
J. Pablo Dabove.
Estudü¡s 13-14:
El bandido,7 su legado maldito...
26li
Giddens,
(1.'C5-200ó): 759-290
Anrhonv (19s5) The I'lation-Starc and violence: volume Two of A
Contemporary Cndque of Historical Marcrialism. Oxford: Poliry Press.
Guha, Ranajit (1999) Elementary Aspecrs of Peasant Insurga,cy in colonial India.
Durham: Duke Universiry
Press.
Hall, stuart (1997) "The spectacle of the 'orher"' en Hall, Sruarr
Representation:
cultural
(ed.).
Representation and signifuing Practices. London: sage, pp.
223-290.
Hobsbawm, Eric (2000) Bmdits. New York: The New Press.
Izard, Miguel (1981) "Ni cuatre¡os ni montoneros: llaneros". Boletín Americanista
3l:
83.142.
"oligarcas remblad, viva la libertad: los llaneros del Apure y la Guerra
Federal". Boletín Americanista 32: 227 -277.
(1983) "Sin domicilio fijo, senda segura, ni destino conocido: los llaneros del
-(1982)
Apure a finales dei período colonial". Boletín Americanista 33:13-83.
(1984) "Ya era hora de emprender la lucha para que en el ancho feudo de la
violencia reinase algún día la justicia." Boletín Americanista 34: 75-125.
_
(i987) "Sin el menor arraigo ni responsabilidad: llaneros
principios del siglo XIx." Boletín Americanista 37: 109-142.
y
ganadería
a
y fuchard slatta (1987) "Banditry and Social conflict on the
Venezuelan Llanos" en slatta, fuchard \7 ed. Bandidos: The uarieties of Latin
American banditry. New York: G¡eenwood Press, pp. 33-47 .
(1988) "cimarrones, cuatreros e insurgentes". I¡s llanos: una hisnria sin
fronteras. Bogotá: Academia de Hisroria del lv{eta.
Fredric (1981) The PoliticalL/nconscious: Narratiqte as asocially Symbolic Act.
Jameson,
Ithaca: Cornell Universiry Press.
Joseph, Gilbert M. (1990) "On the Tiail of Latin American Bandits: a Reexaminarion
of Peasant Resisrance". I-atin American Research Reo¿iew Z5:3: 7 -54.
(1991) "'Resocializing' Latin American Banditry: A Reply". I-atin American
_
Izard, Miguel
26:L: 16I.173.
(1966) caracas Diaryl 1825-1842: A British Diplomat in a
Neu.,bom Na¡lon. Caracas: Insriruto Otto y Magdalena Blohm.
Key-Ayala, santiago (L920) Eduardo Blanco y Ia génesis de "venezuela heroica". caracas:
Research Reuiew
Ker Porte¡
sir Robert
Tipografía Americana.
Krispin, Karl (1997) "Prólogo". Eduardo Blanco. zárate. Caracas, Monte Áviia
Editores Latinoamericana.
Laclau, Ernesro (1996) Emanciparion(s). London/New York: Verso.
Lecuna, Vicente (1923) "La guerra de independencia en los llanos de venezuela."
Boletín de la Academia N acional de la Historia xu : 2 1 : 1 0 1 7. 1 03 5.
288
J. Pablo l):iL.rrve . El bandido y su legado maldito...
Esrr¿ii¡rs \ 3 - 14: 76-)7 (7005 -2006) : 259 -79A
Lombardi, John (1982) VeneTuela: the Search t'or C)rder, the Dream o/ Progress. New
York: Oxford Universiry Press.
Lópe: Cámara, Francisco (1967) La estructura social y económica de México en la época
de la reforma. México: Sigio rrr.
López Ortega, Antonio (1994) "Venezuela: Historia, Polírica
(conversación con A¡turo Úslar Pietri) " .
Reqtista
y
Literatura
Iberoamericana LX: 166-767: 397 -
4r3.
Lynch, John (i992) Caudillos in Spanish America. Oxford: Clarendon Press.
Matthews, Robert Paul (1977) Violencia rural enVenezuela, 1840-1858: Antecedentes
socio-económicos de la guerra federaL Caracas: Monre Ávila.
Meneses-Linares, Javier (2000) "La literatu¡a y el escritor venezolano de finales del
siglo xtx y comienzos del rx, caso: Zárate, de Eduardo Blanco". Reuista de Literatura
Hispmrocunericana 40: 13 1 - 140.
Miliani, Domingo (1993) "lnrroducción". Rómulo Gallegos. Doña Bárbara. Madrid:
Cátedra, pp. 9-10ó.
Morón, Guillermo (1964) A Llistory of VeneTuela. London: George Allen & Unwin
LTD.
O'Leary Daniei Florencio (1879-88) Memorias
del general O'Leary (Narración: tomos
primero y segwndo). Publicadas por Simón B. O'Leary. Caracas: Impr. de la Gaceta
Oficial.
Palacios Herrera, Oscar (1989) Dionisio Cisneros, elúltimo realism. Caracas: Academia
Nacional de la Hisroria.
Perez Jr., Louis A. (1989) Lords of the Mowttain: Social Banditry and Peasant Protest in
C¿b¿. Pittsburgh; Pittsburgh Universiry Press.
Pino Itur¡ieta, Elías (2000) Fueros, ciuilización 1 ciuda.dwtía: estudios sobre el siglo xIX en
Venezuela. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.
Piaza, Elena (1996) La tragedia de una am,orga conuicción: historia y política en el
pensamiento de ltureano Vallenilla Lnnz ( 1 87 0- 19 3 6) . Caracas: UBV
Pollak-Eltz, Angelina (2000) La escUtq,)itud en VeneTuela: un estudio histórico-cultural.
Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.
Rodríguez, José Ángel (1986) Los paisajes geohistóricos cañeros enVenezuela. Caracas,
Academia Nacional de la Historia.
Romero García, Manuel Vcente (i890) Peonía (novela de costumbres ueneTolarws).
Buenos Aires: Editorial América.
Ruiz, Bladimir (2000) "Creando la nación: tradición, genealogías y modernización en
la lite¡atura del sigio xtx en Venezuela". Disertación. Universiry of Pitrsburgh.
Silva Beauregard, Paulett e (1993) Una uasta morada de enmascarados: poesía, cultura y
modemizqción er¡ Vmezuel,t a finales del sigto xtx. Caracas: Ediciones La Casa de
Bello.
289
J. Pablo Dabove" El bandido v su legado maldiro...
E studios 1 3 - 1 4 : 26 - 27 (2005 - J r"'i"lo) : ) 5 9 -Z9O
"Dos caras, un rerraro y la búsqueda de un nombre. El letrado anre ra
modernización enzárate de Eduardo Blanco" en González Stephan, Beatriz,
Javier
Lasarte, Graciela Montaldo y María Julia Daroqui (comps). Esplendores
-(1994)
1 miserias
del siglo xIX. Ca¡acas: Monre ávila Edirores, pp.4Il-425.
Slatra, Richard (ed.)
(198i)
Bandidos: Thevarieries of L.atin American Bandúr1. New
York: Greenwood Press.
Távora, Franklin (18i6) O Cabeleira. Río de Janeiro: Editora Tiés.
Thomson, Janice (1994) Mercenaries, Pirates and sovereigns; s¿a¿e Building
and
Extrarcrnnrial Violence in Early Modem Europe. Princeton: P¡inceton Universiry
Press.
Úslar Pietri, Juan (1962) Historia de la rebelión popular de 1814: contribución aI estudio
de Ia hisnria de Venezuela. Caracas y Madrid: Edime.
vallenilla Lanz, Laureano (1919) Cesarismo democrd.tico J otros rex¡os. Caracas:
Biblioteca Ayacucho.
Vqueira Albán, Pedro (1987) iRelajados o reprimidos?
Diuersíones públicas y
vida social
en la ciudad de México durante el Slglo de las Luces. México: FCE,
A coffee Frontier: rnnd, society and politics
Pitrsburgh: Pittsburgh Universiry Press.
Yarrington, Doug (1997)
Venezuela.
in
Duaca,
z9a
)
Descargar