EL DERECHO DE LOS PADRES A ELEGIR LA EDUCACIÓN RELIGIOSA DE LOS HIJOS Y TRANSMITIRLES LA FE COMO CONTENIDO DEL DERECHO A LA LIBERTAD RELIGIOSA Por MIGUEL ÁNGEL ASENSIO SÁNCHEZ Profesor Titular de Derecho eclesiástico del Estado Universidad de Málaga maasensiouma.es Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado 36 (2014) RESUMEN: Este derecho regulado en dos sedes diferentes, en el art.2.1c) LOLR y en el art. 27.3 CE, plantea el problema de si se trata del mismo derecho o, por el contrario, de derechos distintos. En un principio parecería que estamos ante el mismo, consecuencia de que en los dos preceptos la titularidad del derecho está vinculada a la de la patria potestad; no obstante, la clave de la cuestión radica en explicitar su naturaleza jurídica y, en concreto, si son derechos que persiguen satisfacer intereses propios de los padres o, por el contrario, funciones: derechos atribuidos a los padres para facilitarles el cumplimiento de los deberes educativos inherentes a la patria potestad. La solución que se de a esta cuestión va a conllevar importantes consecuencias jurídicas. PALABRAS CLAVES: Libertad religiosa, derecho a la educación, patria potestad, interés del menor. SUMARIO: 1. Introducción. 2. Naturaleza y ámbito: la educación doméstica: 2.1. La patria potestad como función; 2.2. La elección de la educación religiosa: derecho versus función. 3. Titularidad del derecho y patria potestad. 4. El menor sujeto a relación de dependencia: 4.1. Minoría de edad y titularidad de la libertad religiosa; 4.2. Minoría de edad y ejercicio del derecho a la libertad religiosa. 5. El ejercicio paterno del derecho e interés del menor. 6. Conclusiones. The right of parents to choose their children’s religious education and to pass on their faith as set down in the right to religious freedom ABSTRACT: This right, which was regulated under two different pieces of legislation - article 2.1c) of the Organic Law on Religious Freedom and Article 27.3 of the Constitution - brings up the problem of whether we are dealing with the same right or two unconnected rights. It would at first glance appear that we are dealing with the same right; a consequence of the fact that in both cases the right is linked to that of parental authority. Nevertheless, the crux of the matter lies in defining their legal nature and, specifically, whether they are rights which aim to pursue the interests of the parents themselves or to fulfill certain functions; rights granted to parents in order to facilitate fulfillment of the educational responsibilities which are inherent to parental authority. Whatever the solution arrived at for this question, it will have significant legal consequences. KEY WORDS: Religious freedom, the right to education, parental authority, the interest of minors. RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel 1. INTRODUCCIÓN Las transformaciones sociales y familiares acaecidas en los países occidentales han provocado cambios profundos en los roles socio-familiares y alterado las tradicionales instituciones del derecho de familia. Estos cambios se han traducido, no pocas veces, en la ruptura de la institución con la esencia y finalidad que están en su génesis, como ha sucedido con el matrimonio; otras, las más, han supuesto la redefinición de la institución mediante el reequilibrio de la posición jurídica de los miembros de la familia, por entender que cada uno de ellos tienen una personalidad independiente de la de los demás, pero conservando la institución su esencia. En buena medida, esto es lo que ha acontecido con la institución de la patria potestad que de ser un derecho de los padres, ejercido de modo cuasi-absoluto sobre la persona y patrimonio de los hijos, ha pasado a ser una función: un derecho concedido a los padres para facilitarles el cumplimiento de los deberes inherentes a su potestad. Esta nueva visión de la patria potestad está en 1 consonancia con el proceso actual de revalorización de la persona del menor y la elevación del denominado interés del menor a la categoría de principio de carácter imperativo rector de cualquier actuación, pública o privada, seguida en relación con él y, también, en el ejercicio de la patria potestad y demás instituciones de guarda y protección de menores. La actual condición del menor de sujeto pleno de derechos constituye el pilar sobre el que el legislador ha venido a reformular la protección social y jurídica de la infancia. Es clara en este sentido la LO 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor (LOPJM) en la Exposición de Motivos: «Las transformaciones sociales y culturales operadas en nuestra sociedad han provocado un cambio en el status social del niño y como consecuencia de ello se ha dado un nuevo enfoque a la construcción del edificio de los derechos humanos de la infancia. Este enfoque reformula la estructura del derecho a la protección de la infancia vigente en España y en la mayoría de los países desarrollados desde finales del siglo XX, y consiste fundamentalmente en el reconocimiento pleno de la titularidad de derechos en los menores de edad y de una capacidad progresiva para ejercerlos». Junto a esta condición de sujeto de derechos del menor, la LOPJM no desconoce tampoco su naturaleza de ser en devenir, cuyo desarrollo y madurez personal es fruto de un proceso gradual y, por ello, entiende que la mejor forma de proteger a los menores es 1 Expresión feliz de P. RESCIGNO, I minori tra famiglia y società, Il diritto di famiglia e delle persone 11 (1982) 274. 2 garantizarles la autonomía como individuos: «El conocimiento científico actual nos permite concluir que no existe una diferencia tajante entre las necesidades de protección y las necesidades relacionadas con la autonomía del sujeto, sino que la mejor forma de garantizar social y jurídicamente la protección a la infancia es promover su autonomía como sujetos. De esta manera podrán ir construyendo progresivamente una percepción de control acerca de su situación personal y de su proyección de futuro. Este es el punto crítico de todos los sistemas de protección a la infancia en la actualidad. Y, por lo tanto, es el reto para todos los ordenamientos jurídicos y los dispositivos de promoción y protección de las personas menores de edad. Esta es la concepción del sujeto sobre la que descansa la presente Ley: las necesidades de los menores como eje de sus derechos y de su protección», (Exposición de Motivos de la Ley). Este carácter evolutivo de la personalidad del menor explica la importancia que los aspectos educativos han tenido siempre en relación con los menores de edad y el carácter eminentemente educativo de la patria potestad como institución (art.154.1 CC). Es, precisamente, en estas funciones educativas inherentes a la patria potestad donde hay que situar el objeto de nuestro estudio: el derecho de los padres a elegir la educación religiosa de los hijos y transmitirles la fe. Se trata de una cuestión atinente a la esencia misma de las relaciones paterno-filiares y, en último término, a la eficacia y ejercicio de los derechos y libertades fundamentales en el ámbito de la familia. A pesar de que el núcleo familiar aparece protegido frente a cualquier intromisión o injerencia del Estado por el derecho fundamental a la intimidad familiar (art. 18.1 CE), no puede entenderse la familia como un espacio impermeable a los derecho y libertades fundamentales, en el que sus miembros aparecerían despojados de ellos en aras a un interés familiar de carácter presuntamente superior que impediría cualquier acción de los 2 poderes públicos encaminada a garantizarlos . El art. 2.1.c) de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de libertad religiosa (LOLR) reconoce, dentro del contenido individual de esta libertad, el derecho de toda persona a: «Recibir e impartir enseñanza e información religiosa de toda índole, ya sea oralmente, por escrito o por cualquier otro procedimiento; elegir para sí, y para los menores no emancipados e incapacitados, bajo su dependencia, dentro y fuera del ámbito escolar, la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Además, conforme al art. 27.3 CE: «Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Esta aparente regulación del mismo derecho en 2 E. ROCA TRÍAS, Métodos y derechos en el derecho de familia, Universitat de Barcelona, Barcelona 1996, 34-45; también de la misma autora: Familia y cambio social (De la «casa» a la persona), Civitas, Madrid 1999, 62-66. 3 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel dos sedes distintas plantea el principal problema del derecho objeto de este estudio, y que por lo demás lo condiciona, si estamos ante el mismo derecho reconocido en dos sedes distintas o, por el contrario, son dos derechos diferentes. En este trabajo intentaremos justificar que estamos ante dos derechos distintos: el de libertad religiosa en el art. 2.1.c) LOLR y el de libertad de enseñanza en el art. 27.3 CE. Esta afirmación no resulta sólo, ni principalmente, de la posición sistemática de estos preceptos, uno reconocido en la LOLR y otro en el art. 27 CE relativo al derecho a la educación, sino sobre todo de la propia naturaleza de la patria potestad como función. Trataremos, pues, de determinar si estos derechos participan de la naturaleza de función de la patria potestad, derechos atribuidos a los padres para facilitarles el cumplimiento de un deber; o por el contrario, estamos ante derechos reconocidos para satisfacer intereses propios de los padres. Aclarada su diferente naturaleza, a continuación analizaremos la conexión existente entre estos derechos, consecuencia de la influencia de la educación doméstica en la institucional, los sujetos implicados en el derecho y, posteriormente, su ejercicio con arreglo al interés del menor. 2. NATURALEZA Y ÁMBITO: LA EDUCACIÓN DOMÉSTICA Acabamos de hacer referencia a que estamos ante dos derechos distintos: en el art. 2.1.c LOLR, la libertad religiosa, y la libertad de enseñanza, en el art. 27.3 CE. La clave para diferenciar estos derechos consiste en determinar si participan de la naturaleza de función de la patria potestad, o por el contrario, son derechos destinados a satisfacer intereses propios de los padres. La asunción de este planteamiento como premisa metodológica exige el examen previo, siquiera somero, del significado y finalidad de la patria potestad como función. 2.1. La patria potestad como función Los cambios sociales y familiares han transformado las relaciones paterno-filiares y dado lugar, en los países de Europa Occidental, a una legislación de reforma de la patria potestad que supuso la ruptura de la institución con las raíces romanas cuya esencia se había mantenido en la Codificación. En nuestro país, la reforma de la patria potestad tuvo lugar con la Ley 11/1981, de 13 de mayo de modificación del Código Civil que siguió las mismas orientaciones de los países de nuestro entorno. La doctrina destacó, como principal novedad de la reforma de 1981, el haber superado la vieja concepción romana de la patria potestad como derecho de los padres sobre la persona y bienes de los hijos, 4 3 para pasar a ser considerada una función en interés del menor . Esta transformación de la patria potestad, junto con el actual protagonismo del menor como sujeto de derechos, acentuaron la importancia de los aspectos personales de la institución, frente aquéllos otros de carácter patrimonial tradicionalmente más relevante. Por eso como acertadamente afirma PERLINGERI: “la potestad de los padres asume una nueva función más educativa que de gestión patrimonial y es un oficio dirigido a la promoción 4 de la potencialidad creativa de los hijos” . Este carácter de función de la patria potestad supone la existencia en ella de una doble vertiente: la de deber, la más importante, y otra de derecho atribuido a los titulares de la patria potestad para facilitarles el cumplimiento de los deberes que les son 5 inherentes . El deber principal que la patria potestad impone a los titulares es ejercerla «en beneficio del hijo de acuerdo con su personalidad» (art. 154 CC); es decir, siguiendo 6 el principio de interés del menor que tiene un carácter imperativo . A su vez, la faceta de 3 Son muy gráficas, aunque quizás algo exageradas, las siguientes afirmaciones de L. DÍEZPICAZO sobre la concepción tradicional de la patria potestad: «En la redacción que el Código Civil tenía desde 1889, se dibujaba una potestad del padre. Potestad se escribe casi como majestad. El padre en que los textos pensaban era un dios. Era un Júpiter tronante o un dios del Sinaí. La definición de los poderes punitivos resultaba especialmente gráfica. El jefe de la familia, según la concepción patriarcal que encuentra reflejo en los textos de aquellos viejos artículos 154 al 168, era al mismo tiempo un legislador y un juez. [...] Tras la reforma, la figura del padre-Júpiter tronante pasa a ser historia. [...] Ahora aparece un padre lleno de ternura y de preocupaciones por sus hijos. La patria potestad no es un poder que satisfaga las aspiraciones del titular. Se ejerce en beneficio de los hijos. El padre deja de ser un legislador y un juez y se convierte en un probo funcionario que puede “recabar el auxilio de la autoridad», Notas sobre la reforma del Código Civil en materia de patria potestad”, ADC 35 (1982) 4-5. 4 Sui rapporti personali nella famiglia, en P. PERLINGERI (a cura di), Rapporti personali nella famiglia, Edizioni Scientifiche Italiane, Napoli 1982, 22; en nuestra doctrina DIEZ-PICAZO ha resaltado también la importancia y protagonismo que en la actualidad han adquirido los aspectos personales de la patria potestad: «Frente al sistema del Código que sólo trata del cuidado de las fortunas, aparece ahora una patria potestad volcada hacia la esfera estricta de la personalidad», Notas sobre la reforma del Código Civil…, cit., 6. 5 No faltan autores que critican el debilitamiento de la autoridad paterna que ha supuesto la reforma de 1981: J. LÓPEZ PÉREZ, La patria potestad: voluntad del titular, Universidad de Valladolid, Valladolid 1982, 43; J. CASTÁN VÁZQUEZ, La patria potestad como función en el nuevo Derecho de familia, en Documentación Jurídica, monográfico dedicado a La reforma española del Derecho de familia, vol. I, Ministerio de Justicia, Madrid 1982, 181-182. En sentido distinto, L. M. CUBILLAS RECIO reconoce que la Reforma de 1981 ha prefigurado un nuevo Derecho de menores y alterado las líneas tradicionales de la patria potestad, no obstante se muestra crítico con ella: «en su articulado se mantiene una concepción de la potestad atenuada, ciertamente, pero todavía manteniendo alguna reminiscencia rayana con lo que podría ser un poder sobre los hijos menores, de modo que incluye un dominio o jurisdicción doméstica sobre los mismos que alcanza a todos los aspectos, físicos y espirituales, dejando a salvo aquellos que el propio Código exceptúa (art. 162)», La enseñanza de la religión en el sistema español y su fundamentación en el derecho de los padres sobre la formación religiosa de sus hijos, Laicidad y libertades. Escritos jurídicos 2 (2002) 207. 6 El interés del menor se configura en nuestro ordenamiento, por influencia del Derecho internacional y del derecho comparado, como un principio constitucional que debe presidir la normativa de defensa y protección de los menores de edad y, además, cualquier actuación pública o privada en relación con ellos. Este principio de interés del menor se impone no sólo en el 5 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel derecho está subordinada al cumplimiento de los deberes inherentes a la patria potestad y vendría a identificarse con el derecho de los titulares a ejercerla en relación con sus hijos. El Código parte de la idea de que son los padres los máximos interesados en el desarrollo pleno de las capacidades del menor y de su adecuada inserción en el núcleo socio-familiar. En efecto, la institución de la patria potestad, de ordinario consecuencia del hecho natural de la generación, da lugar a un entramado de vínculos afectivos que, en buena lógica, permiten considerarla como la mejor garantía para la protección y desarrollo de la personalidad del menor. Además, en los supuestos de incumplimiento paterno de los deberes inherentes a su potestad, el ordenamiento tiene mecanismos de corrección, como son: la intervención de la entidad pública a la que corresponde la protección de los menores (art. 172 CC), la intervención judicial (art. 216 CC) y la pérdida de la patria potestad (art. 170 CC). En conclusión, podemos afirmar que los padres tienen el deber y, a la vez, el derecho de actuar en interés del menor, lo que viene a ser una consecuencia de la naturaleza de función de la patria potestad. La patria potestad como derecho no se ejerce nunca frente a los hijos, respecto a los cuales es un deber, sólo frente al Estado; aparece así como una institución de defensa y protección de la familia frente a cualquier intromisión o injerencia estatal de naturaleza o carácter ilegítimo. 2.2. La elección de la educación religiosa: derecho versus función El derecho de los padres a elegir la educación religiosa de los hijos aparece vinculado, tanto en el art. 2.1.c) LOLR como en el art. 27.3 CE, a la titularidad de la patria potestad o, en su caso, de la tutela, institución configurada a imagen y semejanza de 7 ella . Ahora bien, la cuestión esencial está en determinar si estos derechos, además de ejercicio de la patria potestad, también en el ejercicio de los derechos de los padres que afecten al menor, como ocurre con el derecho reconocido en el art. 2.1.c) LOLR. La doctrina ha puesto de relieve tanto la trascendencia del concepto de interés del menor como la dificultad de dar un concepto del mismo, consecuencia de su naturaleza de concepto jurídico indeterminado y, por ello, resulta más útil para los operadores jurídicos su determinación in concreto, en relación con algo o alguien, que su determinación in abstracto. Es relativamente reciente la preocupación de nuestra doctrina por el principio de interés del menor; sobre el particular y en relación a la bibliografía que se preocupa por su incidencia en los derechos fundamentales del menor: L. DÍEZ-PICAZO, El principio de protección integral de los hijos de los hijos (“Tout pour l’enfant”), en J. M.ª GONZÁLEZ PORRAS (ed.), La tutela de los derechos del menor, 1º Congreso de Derecho Civil, Junta de Andalucía, Córdoba 1984, 127-131; E. ROCA TRÍAS, El interés del menor como factor de progreso y unificación del Derecho internacional privado (Constestació al Discurs d’ ingres en la Academia de la Jurisprudencia i Legislació de Catalunya de A. Borrás), Revista Jurídica de Catalunya 93 (1994) 101-122; F. RIVERO HERNÁNDEZ, El interés del menor, Dykinson, Madrid 2000, 253 p.; M.A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor. El interés del menor a la libre formación de su conciencia, Tecnos, Madrid 2006, 151 p.; J. M. DE TORRES PEREA, Iustel, Madrid, 2009, 335 p. 7 La tutela es una institución tuitiva de guarda y protección de la persona y bienes de los menores e incapacitados (art. 215 CC), configurada a imagen y semejanza de la patria potestad y por ello, a 6 vinculados a la titularidad de la patria potestad, participan de su misma naturaleza de función. Tradicionalmente la patria potestad ha sido entendida como una institución de carácter eminentemente educativo; este carácter educativo aparece reflejado en los deberes de los padres de educar a los hijos y procurarles una formación integral que impone el art. 154.1 CC. Nótese una cuestión, por lo demás esencial en nuestro planteamiento, este deber educativo no aparece en el Código limitado o circunscrito a un ámbito concreto, familiar o escolar, sino que alcanza y trasciende todos ellos. En el fondo, el Código entiende la educación del menor como un proceso continuo que exige la debida coherencia de la educación impartida en las aulas con la educación doméstica, pues es a los padres y no al Estado a quienes corresponde elegir la educación de los hijos. Es, pues, bajo la óptica del art. 154.1 CC, y de su carácter de derecho/deber transversal, desde la que se debe analizar los arts. 2.1.c) LOLR y 27.3 CE. La primera cuestión que se suscita, desde esta perspectiva, es si estos deberes educativos paternos reconocidos en el art. 154.1 CC incluyen o se extienden también a la educación o formación religiosa de los menores; es decir, se trata de explicitar si el Código impone a los padres la obligación de educar religiosamente a sus hijos y transmitirles la fe. La educación religiosa no integra los deberes educativos jurídicamente exigibles a los padres y sancionables como incumplimiento grave de los deberes paterno-filiares, a diferencia como veremos del derecho a la educación del art. 27.1 CE; además, no tendría sentido obligar a los padres ateos a educar a los hijos en una fe religiosa que ellos mismos no profesan, e inclusive, como veremos, aunque profesen alguna. No queremos con ello decir que el art. 154.1 CC impida a los padres educar religiosamente a los hijos y transmitirle la fe, sólo que este derecho de los padres no nace de las funciones educativas inherentes a la patria potestad. En efecto, el derecho a elegir la educación religiosa de los hijos aparece reconocido en el art. 2.1.c) LOLR como contenido específico del derecho individual a la libertad religiosa que, por lo demás, los padres pueden o no ejercer por tratarse de un derecho y no una función. Este derecho está vinculado a la titularidad de la patria potestad pero, sin embargo, no participa de su naturaleza de función, por no existir un deber paterno de educar a los hijos en una determinada religión. Se trataría, por ello, de un derecho de los padres dirigido a satisfacer intereses propios y no, como veremos, del derecho a la libertad religiosa de los diferencia de las demás instituciones de guarda y protección, les son inherentes las facultades de representación: «el tutor es el representante legal del menor o incapacitado» (art. 267 CC). Al ser una institución configurada a semejanza de la patria potestad, el Código impone a los tutores idénticas obligaciones que a los titulares de la patria potestad y, por lo que aquí nos interesa, en el art.267 nº 2 CC: «A educar al menor y procurarle una formación integral». Es claro, de lo expuesto, que las afirmaciones que realicemos en este trabajo sobre los titulares de la patria potestad y los hijos sujetos a ella son extrapolables también a los tutores y sus pupilos. 7 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel hijos ejercidos por ellos en virtud de la representación legal que tienen atribuida ex lege por el art. 162 CC. No obstante, la educación religiosa de los hijos suele percibirse como un auténtico deber de conciencia por los padres creyentes. Es paradigmático en este sentido el Código de Derecho canónico que impone a los padres cristianos el derecho/deber de educar a los hijos en la fe cristiana Así, el canon 226.2: «Por haber transmitido la vida a sus hijos, los padres tienen el gravísimo deber y el derecho de educarlos; por tanto, corresponde a los padres cristianos en primer lugar procurar la educación cristiana de sus hijos según la doctrina enseñada por la Iglesia»; en este mismo sentido, como uno de los efectos del matrimonio, el canon 1136: «Los padres tienen la obligación gravísima y el derecho primario de cuidar en la medida de sus fuerzas de la educación de la prole, tanto física, social y cultural como moral y religiosa». Este derecho/deber impuesto a los padres por el Códex, constituye una auténtica obligación jurídica para los católicos, que en nuestro ordenamiento tiene relevancia jurídico-civil como manifestación del ejercicio individual de los padres del derecho a la libertad religiosa, pero no como función 8 inherente a la patria potestad . Admitido que los deberes educativos impuestos en el art. 154 CC no obligan a los padres a educar a los hijos en una religión determinada, parece evidente, en cambio, que sí se estaría refiriendo el Código al derecho a la educación reconocido en el art. 27.1 CE. Este deber aparece reforzado por el art. 226 CP que tipifica la no escolarización de los menores como un delito de abandono de familia y, además, el incumplimiento de estos deberes educativos puede ser causa de privación de la patria potestad (art. 170 9 CC) . El cumplimiento de estos deberes aparece facilitado a los padres por el derecho que les reconoce el art. 27.3 CE a educar a los hijos con arreglo a sus convicciones religiosas y morales. Este derecho constituye una de las libertades integrantes del derecho a la libertad de enseñanza 10 y, al igual que el resto de las libertades educativas 8 Sobre el particular puede verse: L. RUANO ESPINA, Relevancia jurídico-civil del derecho-deber de los padres cristianos de procurar la educación de sus hijos. Particular relevancia a los supuestos de nulidad, separación y divorcio, en A. CASTRO JOVER (coord.), Derecho de la familia y libertad de conciencia en los países de la Unión Europea y e Derecho comparado. Actas del IX Congreso de derecho eclesiástico del Estado, Universidad del País Vasco, San Sebastián 2000, 801-826. 9 No es del todo clara en nuestro ordenamiento la identificación entre derecho a la educación y escolarización obligatoria: M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La objeción de conciencia al sistema escolar: la denominada educación en casa, Laicidad y libertades. Escritos jurídicos 6 (2006) 9-46; también, La educación en casa o homeschooling en la doctrina del Tribunal Constitucional, Foro. Nueva Época 15 (2012) 185-212. 10 “En cuanto que la enseñanza es una actividad encaminada de modo sistemático y con un mínimo de continuidad a la transmisión de un determinado cuerpo de conocimientos y valores, la libertad de enseñanza, reconocida en el art. 27.1 de la Constitución implica, de una parte, el derecho a crear instituciones educativas (art. 27.6) y, de otra, el derecho de quienes llevan a cabo 8 reconocidas en el art. 27 CE, está subordinada a la efectividad del derecho a la educación del menor. De este modo, el derecho del art. 27.3 CE no perseguiría satisfacer intereses propios de los padres, sino que estaría en función de garantizar el derecho del menor a la educación; vendría, pues, a participar de la naturaleza de función de la patria potestad, que en el aspecto de derecho se ejercería siempre frente al Estado no frente a los hijos, respecto a los cuales constituye un deber encaminado a hacer 11 efectivo el derecho a la educación . En este sentido, GARCÍA VILLARDELL entiende la naturaleza de función del art. 27.3 CE derivada del art. 14.2 de la Convención sobre los Derechos del Niño y del art. 6.3 LOPJM, en los que se señala el papel de los padres de 12 guías y cooperadores con los hijos menores en el ejercicio de sus derechos . No obstante, la mayoría de la doctrina centra la cuestión de la naturaleza del derecho reconocido en el art. 27.3 CE en la titularidad y, en concreto, en si se trata de un derecho de los padres, o bien, un derecho de los hijos actuado por representación paterna ex artículo 162 CC, para posteriormente explicitar su verdadera naturaleza. Así, un sector de la doctrina entiende que se trata de un derecho de los hijos que los padres ejercen en su nombre y representación. En este sentido, MARTÍNEZ LÓPEZ-MUÑÍZ afirma: «En el fondo se trata de derechos de los hijos y de los pupilos en tanto que personas humanas. Si al enunciar este aspecto del derecho a la educación se atribuye la titularidad de estas facultades a los padres y tutores es porque de esta forma se abrevia la formulación jurídica de lo que aquí debe protegerse. La educación básica se recibe siempre en la minoría de edad y, por tanto, de hecho siempre los derechos del educando a determinada formación religiosa y moral son ejercidos - como un deber - por sus legítimos representantes, esto es, por los padres o por los que hagan legalmente sus personalmente la función de enseñar, a desarrollarla con libertad dentro de los límites propios del puesto docente que ocupan (art. 20.1 c). Del principio de libertad de enseñanza deriva también el derecho de los padres a elegir la formación religiosa y moral que desean para sus hijos (art. 27.3). Se trata en todos los casos de derechos que tienen límites necesarios que resultan de su propia naturaleza, con independencia de los que se producen por su articulación con otros derechos o de los que, respetando siempre su contenido esencial, pueda establecer el legislador”, F.J. 7º, STC 5/1981, de 13 de febrero de 1981. 11 M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor…, cit., 79; B. ALÁEZ CORRAL interpreta el art. 27.3 CE no tanto como un derecho de los padres sobre la formación de la conciencia de sus hijos sino frente a cualquier amenaza estatal; derecho paterno que hace derivar de las potestades facultativas y de representación, Minoría de edad y derechos fundamentales, Tecnos, Madrid 2003, 230; C. SERRANO POSTIGO, Libertad religiosa y minoría de edad en el ordenamiento jurídico español, en Estudios de Derecho canónico y Derecho eclesiástico homenaje al profesor Maldonado, Universidad Complutense, Madrid 1983; I. DE LOS MOZOS TOUYA, Educación en libertad y concierto escolar, Montecorvo, Madrid 1995, 80-81. 12 Mª R. GARCÍA VILLARDELL, La libertad de creencias del menor y las potestades educativas paternas: la cuestión del derecho de los padres a la formación religiosa y moral de sus hijos, REDC 66 (2009), 347. 9 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel 13 funciones» . Esta tesis parte de considerar la elección del tipo de enseñanza como un acto de estricta representación legal de un derecho de la personalidad del hijo que, de acuerdo con las leyes y sus condiciones de madurez, no puede realizar por sí mismo 14 según se desprende, a sensu contrario, del artículo 162.1 CC . Este planteamiento no tiene en cuenta la interpretación que la doctrina moderna realiza del artículo 162.1 CC en el sentido, precisamente, de excluir de la representación paterna los derechos personalísimos del menor, tal y como estudiaremos posteriormente. Otro sector de la doctrina entiende que el derecho de los padres a educar a sus hijos con arreglo a sus propias convicciones en realidad constituye un derecho de los padres y no del hijo. Dentro de este planteamiento existen diversas posiciones. Así, LLAMAZARES CALZADILLA considera el derecho del art. 27.3 CE como un derecho de 15 los padres, manifestación de la libertad ideológica y religiosa . EMBID IRUJO alude al concepto de derechos educativos paternos, que justifica en la institución de la patria 16 potestad , en los que incluye el derecho de los padres a decidir sobre la formación religiosa y moral de sus hijos, la elección de centro docente y el derecho a participar en 17 el control y gestión de los centros sostenidos con fondos públicos . A su juicio, estos 18 derechos no son del hijo, sino propios de los padres , atribuidos en su propio interés, y no derechos reflejo del derecho a la educación ejercitados por los padres en interés del 19 hijo en virtud de una verdadera representación . Con arreglo al discurso que hemos mantenido en relación a la distinta naturaleza de los derechos del art. 2.1.c) LOLR y del art.27.3 CE, entendemos que los padres cuando eligen en el ámbito escolar una determinada educación religiosa para sus hijos están ejerciendo directamente el derecho a la libertad de enseñanza del art. 27.3 CE, no el de 13 La educación en la Constitución española (Derechos fundamentales y libertades públicas en materia de enseñanza), Persona y Derecho 6 (1979), 245; también en este sentido, J. M.ª CONTRERAS MAZARIO, La enseñanza de la religión en el sistema educativo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1992, 61; I. DE LOS MOZOS TOUYA, Educación en libertad..., cit., 78 y 177-180. No obstante, CONTRERAS MAZARIO, en una obra posterior, da a entender que se trata de un derecho de los padres, Derechos de los padres y libertades educativas, en Estudios en homenaje al profesor Martínez Valls, vol. 1, Universidad de Alicante, Alicante 2000, 152. 14 I. DE LOS MOZOS TOUYA, Educación en libertad…, cit., 83. 15 M.ª C. LLAMAZARES CALZADILLA, El derecho de los padres a elegir la formación religiosa y moral de sus hijos: la llamada enseñanza de la religión, en D. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, Derecho de la libertad de conciencia. Libertad de conciencia e identidad personal y derecho de asociación, t. II, Civitas, Madrid 1999, 102; de la misma opinión: D. LLAMAZARES FERNÁNDEZ, Derecho de la libertad de conciencia. Libertad de conciencia, identidad personal y solidaridad, Civitas, 3ª ed., Madrid 2007, 139. 16 17 A. EMBID IRUJO, El contenido del derecho a la educación, REDA 31 (1981) 674. Ibídem, 673 18 C. COGNETTI, Patria potestá e educazione religiosa dei figli, Giuffré, Milano 1964, 87. 19 A. EMBID IRUJO, El contenido del derecho…, cit., 673. 10 libertad religiosa; la consecuencia sería que la educación religiosa formaría parte del derecho a la educación y tendría un carácter prestacional. Lo que ocurre es que existe 20 una relación directa entre la libertad de enseñanza y la libertad ideológica y religiosa . El Tribunal Constitucional entiende la libertad de enseñanza, y por ello también el derecho de los padres reconocido en el art. 27.3 CE, como una expresión directa de la libertad ideológica y religiosa: “La libertad de enseñanza que explícitamente reconoce nuestra Constitución (art. 27.1) puede ser entendida como una proyección de la libertad ideológica y religiosa y del derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas u opiniones que también garantizan y protegen otros preceptos constitucionales (especialmente arts. 16.1 y 20.1 a). Esta conexión queda, por lo demás, explícitamente establecida en el art. 9 del Convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales firmado en Roma en 4 de noviembre de 1950, en conformidad con el cual hay que interpretar las normas relativas a derechos fundamentales y libertades públicas que nuestra Constitución incorpora, según dispone 21 el artículo 10.2.” . Ahora bien, el art.2.1.c) LOLR permite a los padres elegir la educación religiosa de los hijos dentro y fuera del ámbito escolar, con lo que parece dar a entender la posible relación de este derecho con el del art. 27.3 CE. No creo que esta relación contravenga la interpretación que hemos realizado, en el sentido de entender la elección de una determinada educación religiosa en la escuela como una manifestación del derecho a la educación y no de la libertad religiosa. El precepto, en realidad, lo que pretende es 22 resaltar la influencia de la educación doméstica en la institucionalizada . La educación doméstica entiende MARTÍNEZ LÓPEZ-MUÑÍZ: “comprende todo cúmulo de 23 enseñanzas teóricas y prácticas que el hombre adquiere en el seno de la familia” . Se trataría de una educación previa a la institucionalizada, a la vez que un derecho de todo 24 ser humano a ser educado por sus padres . El art. 2.1.c) LOLR vendría a significar que la educación religiosa realizada por los padres en el núcleo familiar incide y condiciona la educación institucional. Ello es así no sólo porque la educación del menor sea entendida 20 Sobre el particular: L. RUANO ESPINA, El derecho a elegir, en el ámbito escolar, la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con las propias convicciones, en el marco de la LOLR, RGDCDEE 19 (2009) 10-11, www.iustel.com 21 F.J. 7º, STC 5/1981, de 13 de febrero de 1981. 22 I. DE LOS MOZOS TOUYA, Educación en libertad..., cit., 78. 23 La educación en la Constitución española…, cit., 244. 24 “Hay un derecho fundamental de todo ser humano a recibir esa educación de sus padres, que es formalizado con independencia o, mejor dicho, aparte del derecho a la educación institucionalizada, pero que es tan o más importante que éste y que además proyecta sus consecuencias en varios aspectos esenciales al derecho a la educación”, J. L. MARTÍNEZ LÓPEZMUÑÍZ, La educación en la Constitución española…, cit. 11 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel en el art. 154.1 CC como un proceso continuo y coherente entre la educación recibida en el aula y fuera de ella, también, y sobre todo, porque es a los padres a quienes corresponde elegir la educación de los hijos. Por eso, una de las manifestaciones principales del art. 27.3 CE, como derecho frente al Estado, sería el derecho de los padres a exigir de los poderes públicos que sus hijos no reciban una educación en las aulas contraria a la educación realizada en el seno de la familia, y, precisamente, es en este punto donde tiene lugar la conexión entre el derecho del art. 2.1.c) LOLR y el del art. 27.3 CE. 3. TITULARIDAD DEL DERECHO Y PATRIA POTESTAD La naturaleza del derecho de los padres a elegir la educación religiosa y transmitir la fe a los hijos, como contenido individual del derecho a la libertad religiosa y no como función inherente a la patria potestad, va a predeterminar e incidir en los sujetos implicados en él. Ello no sólo por la apariencia que este derecho tiene de ejercicio por representación del derecho a la libertad religiosa del menor también, y sobre todo, porque viene a perfilar hasta qué punto el ordenamiento garantiza la autonomía del menor en las relaciones paterno-filiares. El art. 2.1.c) LOLR atribuye a toda persona el derecho a decidir la educación religiosa de los menores no emancipados o incapacitados que estén bajo su dependencia. La expresión “bajo su dependencia”, utilizada por el precepto, hay que entenderla referida a la relación jurídica existente entre los padres titulares de la patria potestad y los hijos sujetos a ella y entre los tutores y sus pupilos, por ser éstas las únicas instituciones que generan la relación de dependencia a la que alude el precepto. La LOLR vincula la titularidad de este derecho a la de la patria potestad, no al hecho biológico de la generación; por ello, el art. 2.1.c) LOLR emplea el término menor, no el de hijo menor o expresión análoga. Se trata, además, tal y como hemos señalado, de un derecho propio de los titulares de la patria potestad o de los tutores y no de los menores ejercitado por representación; por eso cuando los padres deciden bautizar a un hijo menor están ejerciendo su propio derecho a la libertad religiosa no el del menor por representación. En este punto la LOLR resulta plenamente congruente con el Código Civil y la LOPJM, que excluyen de la representación legal paterna los derechos del menor. En efecto, el art. 162 CC atribuye la representación legal a los padres sobre los hijos menores no emancipados, exceptuando el número 1: «Los actos relativos a los derechos de la personalidad u otros que el hijo, de acuerdo con las Leyes y con sus condiciones de madurez, pueda realizar por sí mismo». Este precepto ha sido objeto de diversas 12 25 interpretaciones por la doctrina ; en la actualidad se entiende que excluye del ámbito de la representación legal los derechos fundamentales del menor por ser inherentes a la esfera íntima de la persona, en la que difícilmente cabe la sustitución de la voluntad; esta interpretación es la que mejor se compadece con el principio personalista del art. 10.1 26 CE . Este sentido del art. 162.1 CC ha venido además a ser corroborada por el art. 6.3 LOPJM: «los padres o tutores tienen el derecho y el deber de cooperar para que el menor ejerza esa libertad de modo que contribuya a su desarrollo integral». La cooperación paterna, a la que alude el precepto, está encaminada a facilitar al menor el ejercicio autónomo de sus derechos y, en modo alguno, se trata de un ejercicio conjunto; de otra parte, esta cooperación aparece configurada en la LOPJM como un derecho y deber de los padres, es decir, como una función inherente a la patria potestad. Conforme a lo expresado, se puede afirmar que cuando los padres o tutores toman decisiones relativas a la esfera personal del menor no están actuando por representación un derecho de éste, únicamente estarían cumpliendo con los deberes inherentes a su potestad o ejerciendo un derecho vinculado a la patria potestad, tal y como ocurre con el derecho objeto de este trabajo. Por eso, en los escasos supuestos en los que la ley atribuye expresamente a los progenitores la representación legal de un derecho del 27 menor no habría verdadera representación ; más bien, se trataría de un intento del legislador de dotar a los padres de facultades en orden a facilitarles el cumplimiento de los deberes inherentes a la patria potestad. Es de alabar en este punto la LOPJM por el difícil equilibrio que mantiene entre la autonomía del menor y el derecho/deber de los progenitores de velar por los hijos y actuar en su interés (art.154.1 CC). 4. EL MENOR SUJETO A RELACIÓN DE DEPENDENCIA El art.2.1.c) LOLR, sabemos, atribuye a toda persona el derecho a decidir la educación religiosa de los menores no emancipados que se encuentren bajo su patria potestad o tutela. A sensu contrario, los padres no pueden elegir la educación religiosa de los hijos menores que se encuentren emancipados. Es necesario examinar este precepto a la luz de la actual consideración del menor como sujeto pleno de derechos, con el fin de explicitar si se compadece o no con los nuevos planteamientos doctrinales que entienden la capacidad natural de obrar como capacidad suficiente para el ejercicio de un derecho fundamental. 25 Una síntesis de las posiciones doctrinales puede verse en M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor…, cit. 43-46. 26 M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor…, cit. 46. 27 Este es el supuesto del art. 3.2 de la LO 1/1982, de 5 de mayo, de Protección Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen. 13 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel 4.1. Minoría de edad y titularidad de la libertad religiosa El derecho a la libertad religiosa aparece reconocido en el art. 16.1 CE como un derecho de todo individuo, sin que contenga alusión alguna al menor o distinción alguna entre mayores y menores de edad. El art. 2.1 LOLR reconoce la libertad religiosa como «un derecho de toda persona». A pesar de que estos preceptos no contienen ninguna referencia al menor deben entenderse, con arreglo a la teoría general del derecho y la actual concepción del menor como sujeto de derechos, que también están reconociendo el derecho a la libertad religiosa al menor. No faltan autores que ponen de relieve el hecho de que la Constitución y las primeras Declaraciones Internacionales sobre derechos humanos no tuvieron en cuenta la protección de los derechos de los menores de edad, y no fue hasta el resurgimiento de la figura del menor como sujeto de derechos cuando se planteó la necesidad del reconocimiento y protección de sus derechos 28 fundamentales . El reconocimiento de los derechos del menor, y en concreto del de libertad religiosa, tuvo lugar primero en el ámbito del Derecho Internacional, con la 29 Convención de los Derechos del Niño de 1989 , en el marco de Naciones Unidas, y con 30 carácter regional en la Carta Europea de los Derechos del Niño de 1992 . Esta influencia del Derecho internacional, así como de la legislación y la doctrina extranjera, ha hecho surgir en nuestra doctrina una preocupación por el reconocimiento y protección 31 de los derechos del menor que se ha plasmado en la legislación y en la jurisprudencia . En concreto, por lo que hace referencia a la libertad religiosa del menor, el legislador ha 28 M. ALENDA SALINAS, La libertad de creencias en el menor y el uso de signos de identidad religioso-culturales, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense 98 (2002) 196; V. PUENTE ALCUBILLA, Minoría de edad, religión y derecho, Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid 2002, 47; M.ª R. GARCÍA VILLARDELL, La libertad de creencias del menor y las potestades educativas paternas: la cuestión del derecho de los padres a la formación religiosa y moral de sus hijos, REDC 66 (2009) 329. 29 Art. 14.1: «Los Estados Partes respetarán el derecho del niño a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión». 30 Principios 18: «Todo niño tiene derecho a la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión,… », y Principio 19: «Todo niño tiene derecho a gozar de su propia cultura, a practicar su propia religión…». 31 El Tribunal Constitucional ha reconocido la condición del menor de sujeto pleno del derecho a la libertad religiosa tanto por lo que hace referencia a la titularidad de la libertad religiosa como a su ejercicio con las necesarias condiciones de validez. En este sentido, STC 141/2000, de 29 de mayo: «Desde la perspectiva del articulo 16 CE los menores de edad son titulares plenos de sus derechos fundamentales, en este caso, de sus derechos a la libertad de creencias y a su integridad moral, sin que el ejercicio de los mismos puedan decidir aquellos que tengan atribuida su guarda y custodia o, como en este caso, su patria potestad, cuya incidencia sobre el disfrute del menor de sus derechos fundamentales se modulará en función de la madurez del niño y los distintos estadios en que la legislación gradúa su capacidad de obrar (arts. 162.1, 322 y 323 CC o art. 30 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común)», F. 5º 14 32 reconocido este derecho en multitud de disposiciones: la LOPJM ; la LO 8/1985. de 3 de 33 julio, reguladora del Derecho a la Educación ; LO 10/2002, de 23 de diciembre, de 34 Calidad de la Educación ; y en la actual Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa, que deja en vigor las disposiciones de la LO 10/2002 sobre el particular. Este reconocimiento específico que el legislador hace del derecho a la libertad religiosa del menor, y en general de cualquier otro derecho, no era necesario por ser los menores titulares de todos los derechos reconocidos en la Constitución; por ello, la LOPJM no contiene un elenco exhaustivo de derechos, únicamente reconoce 35 aquéllos en los que la condición de menor de su titular tiene alguna incidencia . Este reconocimiento legislativo del menor como titular del derecho a la libertad religiosa resulta no sólo del a priori jurídico-filosófico de considerarle sujeto pleno de derechos, en igualdad de condiciones con el mayor de edad, sino, fundamentalmente, de la teoría general de la capacidad jurídica y de la titularidad de derechos. Es evidente la relación existente entre la titularidad de derechos y la capacidad jurídica, al ser ésta la aptitud para ser titular de derechos y obligaciones, de modo que si se tiene capacidad jurídica se es titular de derechos. De las múltiples cualidades de la capacidad jurídica señaladas por la doctrina nos interesa destacar aquí su carácter de esencial, igual para todos los hombres, sin que pueda ser objeto de discriminación en atención al sexo, 36 creencias o de la edad (art.14 CE) . Este carácter igualitario de la personalidad jurídica es consecuencia y reflejo de la dignidad humana, fundamento del orden jurídico (art. 10.1 CE), de la que se predica su carácter esencialmente igual para todos los hombres, sin atender a consideraciones de sexo, ideología…y, por lo que aquí nos interesa, de 32 Art. 6.1: «El menor tiene derecho a la libertad de ideología, conciencia y religión». 33 Art. 6.1.c): se reconoce a los alumnos el «el derecho a que se respete su libertad de conciencia, así como sus convicciones religiosas y morales, de acuerdo con la Constitución». 34 Art.2.2.b) reconoce como derecho básico del alumno: «A que se respete su libertad de conciencia, sus convicciones religiosas y sus convicciones morales, de acuerdo con la Constitución». 35 La doctrina se mantiene crítica con el elenco de derechos contenido en la LOPJM, por constituir una reiteración innecesaria al estar ya reconocidos en la Constitución: A. GULLÓN BALLESTERO, Sobre la Ley 1/1996, de Protección Jurídica del Menor, La Ley 1 (1996) 1691; M. ALONSO PÉREZ, La situación jurídica del menor en la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modificación del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil: luces y sombras, AC 2 (1997) 26. No obstante, a pesar de que este reconocimiento es hasta cierto punto superfluo tiene de valioso reforzar el status del menor por la especial debilidad de su posición en el núcleo familiar y social: M.ª L. LEAL PÉREZ-OLAGUE, Comentarios a la Ley orgánica 1/1995, de 15 de enero, de protección Jurídica del menor, de modificación del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento civil: luces y sombras, La Ley 2 (1996) 1310. 36 Como señala A. GORDILLO CAÑAS: «La capacidad jurídica acompaña a la persona desde el nacimiento hasta la muerte, y es siempre una y la misma; es decir, igual en todos y para todos, y en cada cual estática, constante, uniforme y general o abstracta. No admite grados ni modificaciones», Capacidad, incapacidades y estabilidad de los contratos, Tecnos, Madrid 1986, 21. 15 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel edad. Se infiere, pues, que los derechos fundamentales son inherentes a la persona y, por ello, como señala M. Domingo: “(…) el derecho a la libertad religiosa es inseparable de la condición de persona, situándose, por consiguiente, al margen del reconocimiento 37 de las legislaciones, lo que confirma su independencia con relación a la edad” . 4.2. Minoría de edad y ejercicio del derecho a la libertad religiosa Acabamos de señalar que la titularidad de los derechos fundamentales dependía de la capacidad jurídica, el ejercicio, en cambio, de la de obrar. La capacidad de obrar es entendida por la doctrina como la aptitud o idoneidad del sujeto para realizar actos 38 jurídicos eficaces ; depende, pues, de las efectivas condiciones de madurez que son diferentes en cada individuo y se adquieren progresivamente hasta alcanzar la mayoría de edad, que en sí lleva implícita una presunción iuris tantum de plena capacidad de obrar. No obstante, el ordenamiento contempla otras edades jurídicamente relevantes, o bien, de forma más genérica, atribuye plena capacidad de obrar a los menores emancipados para los actos relativos a la esfera personal y patrimonial, aunque en ésta con limitaciones (art. 323 CC). Es evidente la disociación que se produce en la minoría de edad entre la capacidad jurídica y la de obrar: los menores tienen la misma capacidad jurídica que los mayores de edad, por ser inherente a la persona, pero la de obrar la 39 tienen limitada por carecer de plenas capacidades cognoscitivas y volitivas . Resulta, por tanto, que uno de los principales problemas planteados por la minoría de edad en relación con los derechos fundamentales es el del ejercicio. Del libre desarrollo de la personalidad del art. 10.1 CE, como fundamento del orden jurídico y de la paz social, se deduce la existencia de un ámbito de actuación humana, inescindible de la propia dignidad, básico para que cualquier persona, también el menor, pueda desarrollar su personalidad mediante el ejercicio autónomo de sus derechos y libertades fundamentales siempre, claro está, que tenga las condiciones cognoscitivas y volitivas 37 La educación en la fe, ¿es un derecho de alguien?, Foro. Nueva Época 2 (2005), 299. 38 P. RESCIGNO, voz “Capacità di agire”, en A. AZARA - E. EULA (dir.), Novissimo digesto Italiano, Unione Tipográfica - Editrice Torinense, Torino 1958, 861; G. ARENA, voz “Incapacitá”, a) Diritto privatto, en F. CALASSO, Enciclopedia del Diritto, t. XX, Giuffrè, Milano 1970, 915; F. DE CASTRO, Derecho civil de España, vol.2, reprod. Facsímil 2ª ed., (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1949-1952), Civitas, Madrid 1991, 49-50. 39 No obstante, existe una posición doctrinal, en la actualidad minoritaria, patrocinada por SANTI ROMANO, que entiende existe una diferencia sustancial en la teoría general de la capacidad según estemos en el campo del Derecho público o del Derecho privado. Para este autor, en el derecho público no se goza de capacidad jurídica hasta que no se tiene la capacidad de obrar, es decir, no se es titular del derecho hasta que no se puede ejercer, a diferencia del Derecho privado donde se puede ser titular del derecho sin tener capacidad para ejercerlo, L’ età e la capacità delle persone nel diritto pubblico, en Scrittti minori, Giuffré, Milano 1953, 193-194; en este sentido también: P: BARILE, Il soggetto privato nella Constituzione italiana, Cedam, Padova 1953, 8; P. VERCELLONE, Libertà dei minori e potestà dei genitori, Revista di diritto civile, XII (1983) 531. 16 40 suficientes para actuar con eficacia jurídica . El art. 10.1 CE vendría así a consagrar una cláusula general de libertad de actuación que implicaría no sólo una interpretación restrictiva de las limitaciones a la capacidad de obrar, también la posibilidad del ejercicio de los derechos fundamentales con las suficientes condiciones de madurez y sin 41 necesidad de tener plena capacidad de obrar . Estas condiciones de madurez la doctrina ha venido a identificarlas con la denomina capacidad natural de obrar, la de 42 querer y entender, auténtico sustrato de la capacidad de obrar . La capacidad natural de obrar vendría, de este modo, a constituir conditio sine qua non para la existencia de la capacidad de obrar, aunque no siempre suficiente porque la regla general es la 43 necesidad de tener mayoría de edad para realizar actos jurídicos . Esta capacidad natural de obrar es entendida por la doctrina moderna como capacidad suficiente para el ejercicio de los derechos fundamentales en cuanto constituye el sustrato de la capacidad 44 de obrar . Precisamente, si el menor emancipado puede regir su persona como si fuera 40 M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, El libre desarrollo de la personalidad en torno a un nuevo planteamiento de los derechos fundamentales, en A. SALINAS DE FRÍAS (coord.) Persona y Derecho en el umbral del siglo XXI, Universidad de Málaga, Málaga 2000, 78-82. 41 M.A. ASENSIO SÁNCHEZ, Minoría de edad y derechos fundamentales: su ejercicio por el menor de edad, RGDCDEE (7) 2005 25-26, www.iustel.com. 42 Tras las últimas reformas del Código Civil, la mayoría de la doctrina acepta la capacidad natural como presupuesto o substratum de la de obrar: J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho civil español común y foral, t. 1, vol. 2, Reus, 14ª ed., Madrid 1984, 163; A. GORDILLO CAÑAS, Capacidad, incapacidades..., cit., 41-57; J. M.ª LETE DEL RÍO, J. M., Derecho de la persona, Tecnos, 2.ª ed., Madrid 1986, 14; J. L. LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho civil, t. I, vol. 2, (a cargo de J. DELGADO ECHEVERRÍA), Dykinson, 3ª ed., Madrid 2002, 4; A. RODRÍGUEZYNIESTO VALCARCE, La prodigalidad en el nuevo sistema civil de la capacidad de obrar de la persona, Aranzadi, Pamplona 1991, 51; M.ª C. GETE-ALONSO, La nueva normativa en materia de capacidad de obrar de/a persona, Civitas, 2ª ed., Madrid 1992, 12; C. MARTÍNEZ DE AGUIRRE considera este argumento correcto para la incapacidad y la minoría de edad, pero no para la prodigalidad porque el fundamento de la misma no es la falta de capacidad del pródigo ni su protección, sino la de su familia: La protección jurídico-civil de la persona por razón de la menor edad, ADC 45 (1992) 1402-1404. Inclusive, existen supuestos en los que la incapacidad no obedece a la falta de capacidad natural únicamente a graves deficiencias de carácter físico. Es peculiar la posición mantenida por F. DE CASTRO, si bien es cierto que bajo el régimen de la legislación anterior, que hacía depender la capacidad de obrar del estado civil: «la doctrina jurídica ha sufrido uno de sus errores mayores de dirección al aceptar como axioma que la capacidad de obrar estaba determinada en el Derecho por la aptitud natural del individuo para conocer, saber o querer», «la economía de los textos legales muestra que la capacidad de obrar depende del estado civil y, en su caso, de la condición civil de las personas», Derecho civil de España..., cit. 4952. 43 Art. 322 CC. 44 C. SERRANO POSTIGO, Libertad religiosa y minoría de edad…, cit., 816; M. LÓPEZ ALARCÓN, El interés religioso y su tutela por el Estado, en J. M.ª GONZÁLEZ DEL VALLE (coord.), Derecho Eclesiástico español, EUNSA, 2.ª ed., Pamplona 1983, 535-540; A. MARTÍNEZ BLANCO, Derecho eclesiástico del Estado, vol. II, Tecnos, Madrid 1993, 122-124; I. MARTÍN SÁNCHEZ, El derecho a la formación de la conciencia y su tutela penal, Tirant lo Blanch, Valencia 2000, 63; L. M. CUBILLAS RECIO, La enseñanza de la religión en el sistema español…, cit., 213217; M. DOMINGO GUTIÉRREZ, La educación en la fe…cit., 300-301; M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor…cit., 40-43; M.ª R. GARCÍA VILLARDELL, La libertad de creencias del menor y las potestades educativas paternas…cit. 338; Mª MORENO 17 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel mayor y ejercer sus derechos fundamentales (art.323 CC), no se ve porque no pueda también el menor no emancipado con capacidad natural, toda vez que la emancipación no es un acto habilitante de tal naturaleza y entidad que implique un plus de capacidad en la esfera personal, de modo que un menor emancipado puede ejercer un derecho fundamental y, en cambio, un menor no emancipado, de igual o mayor edad y con 45 idénticas condiciones de madurez no . En este mismo sentido, el art.6.3 LOPJM, reconoce el derecho/deber de los padres de cooperar con los hijos para el ejercicio del derecho a la libertad religiosa, con lo que está suponiendo que el menor puede ejercer este derecho aunque no alude a la capacidad necesaria. Además, si la emancipación constituyera condición para el ejercicio de los derechos por los menores, y no la existencia de capacidad natural, se daría la paradoja de que la autonomía del menor quedaría al albur de los titulares de la patria potestad. Ahora bien, la capacidad natural no es un concepto uniforme: un determinado grado de madurez puede ser suficiente para ejercer un derecho pero no otro. En realidad cada derecho exigiría una capacidad natural determinada que dependería, sobre la base siempre de la existencia de un sustrato de madurez, de la naturaleza del acto y de la trascendencia y consecuencias irreversibles inherentes a su ejercicio. De otro lado, la determinación de la existencia de capacidad natural es una cuestión de hecho que será apreciada, a posteriori, por el juez o, en su caso, por la persona que deba asumir el riesgo del acto y que no deja de suponer un grado de incertidumbre en las relaciones jurídicas que sólo aparece justificado en virtud de la trascendencia que tienen los 46 derechos y libertades fundamentales en el libre desarrollo de la personalidad . La no fijación de una edad mínima para el ejercicio del derecho a la libertad religiosa crea problemas de inseguridad jurídica al tener que estarse al caso concreto para determinar la existencia o no de la capacidad natural. Es cierto que los conflictos entre 47 progenitores y menores no son frecuentes en la práctica , pero ante un posible aumento 48 la doctrina ha considerado conveniente fijar una edad mínima para el ejercicio . Se ANTÓN, Minoría de edad y libertad religiosa: estudio jurisprudencia, en R. NAVARRO-VALLS, J. MANTECÓN SANCHO, J. MARTÍNEZ-TORRÓN (coords.), La libertad religiosa y su regulación legal: la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, Iustel, Madrid 2009, 248-249. 45 M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor…, cit., 43; en este sentido también: M.ª R. GARCÍA VILLARDELL, La libertad de creencias del menor y las potestades educativas paternas…, cit., 338-339. 46 M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor…, cit., 42. 47 C. COGNETTI, Patria potestá e educazione religiosa…, cit. 81; L. MENGONI, La famiglia tra pubblico e privato negli ordenamenti giuridici europei, en La familia e i suori diritti nella comunità civile e religiosa. Atti del VI coloquio giuridico (24-26 aprile), Roma 1987, 81; V. PUENTE ALCUBILLA, Minoría de edad, religión…cit., 325. 48 En nuestra doctrina J. M.ª GONZÁLEZ DEL VALLE sitúa la edad de madurez para el ejercicio de la libertad religiosa en catorce años: Derecho eclesiástico español, Universidad de Oviedo, 4ª 18 evitaría con ello que los padres, en hipotético conflicto con el hijo, tuvieran que apreciar, en su condición de garantes, la existencia en el menor de capacidad natural. En todo caso, la edad que se fije, vendría a implicar una presunción iuris tantum de capacidad natural que admitiría prueba en contrario, pero que, al menos, evitaría el tener que probar la existencia de la capacidad natural caso por caso. No obstante, es ineludible realizar una reflexión acerca de la problemática socio-jurídica de la fijación de edades tan cortas, por lo demás, uno de los problemas esenciales que plantea la autonomía del 49 menor . La fijación de una edad para el ejercicio sería útil en la práctica como criterio de seguridad jurídica, porque en principio el ejercicio del derecho a la libertad religiosa no es lesivo para el menor y su interés. Sin embargo, este criterio no está exento de graves inconvenientes: piénsese, por ejemplo, en un menor que, cumplida la edad fijada por la ley para ejercer el derecho, decide por motivos religiosos rechazar un tratamiento médico necesario para salvar su vida; se trata de situaciones que, por su carácter radical e 50 irreversible, difícilmente son asumibles por la conciencia social . No obstante, dado que en nuestro ordenamiento no existe una edad legal para el ejercicio del derecho a la libertad religiosa, correspondería a los padres titulares de la patria potestad, como garantes de los derechos del menor, apreciar la existencia en él de capacidad natural, a los efectos de que puedan decir su orientación religiosa. Por lo demás, los padres que impusieren al menor, contra su voluntad, una determinada orientación religiosa se estarían extralimitando en el ejercicio de la patria potestad, no en el del derecho a elegir la educación religiosa del art. 2.1.c) LOLR que, sabemos, no existe en relación con los menores con la suficiente madurez. La doctrina no se pone de acuerdo sobre la calificación jurídica que deba darse a dicha extralimitación: para unos se trataría de un 51 52 abuso del derecho , para otros de un ilícito . No obstante, independientemente de la ed., Oviedo 1997, 328. A nuestro juicio, la edad para el ejercicio de la libertad religiosa debe ser los doce años por analogía con el criterio que sigue el Código Civil para solicitar la opinión del menor por el juez en los asuntos que le conciernen; criterio por lo demás congruente con la finalidad de la LOPJM de promocionar al máximo su autonomía como individuo: M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, La patria potestad y la libertad de conciencia del menor…, cit., 102. 49 No podemos obviar que la fijación de edades tan cortas viene motivada por un intento doctrinal de aproximar, lo más posible, dicha edad a la capacidad natural, lo que hace que la doctrina se incline por edades, lógicamente, inferiores a los dieciséis años, que constituye la edad de emancipación a partir de la cual el menor puede legalmente ejercer el derecho a la libertad religiosa conforme a los arts. 323 CC y 2.1.c) LOLR. 50 Sobre el particular: M. A. ASENSIO SÁNCHEZ, Objeción del menor a los tratamientos médicos y pérdida de la posición de garante de los padres: a propósito de la STC 154/2002 de 18 de julio, Laicidad y libertades. Escritos jurídicos 11 (2011) 321-359; del mismo autor, Patria potestad, minoría de edad y derecho a la salud, Dykinson, Madrid 2012, 199-236. 51 C. SERRANO POSTIGO, Libertad religiosa y minoría de edad…, cit., 825; M.ª T. ARECES PIÑOL Tutela del menor y libertad religiosa, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor Vidal Guitarte, t. I, Diputació Castelló, Catellón 1999, 48. 19 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel calificación jurídica que se haga de esta extralimitación, lo más importante es resaltar que supone la violación efectiva del derecho a la libertad religiosa del menor. Una vez examinada la posición jurídica del menor como sujeto pleno de derechos fundamentales, se hace necesario realizar un examen del art. 2.1.c) LOLR a la luz de ella. Así, en primer lugar, el precepto no permite a los padres o tutores elegir la educación religiosa de los menores emancipados; la LOLR es congruente con el art. 323 CC que atribuye a los emancipados en la esfera personal, y por tanto en el ejercicio de la libertad religiosa, la misma capacidad que a los mayores de edad. La edad de emancipación son los dieciséis años, tanto para la emancipación por concesión paterna (art. 317 CC), como para la obtenida por vía de hecho (art.319) o por concesión judicial (art. 320 CC). Además, es posible la emancipación a los catorce años porque con esta edad, previa dispensa judicial (art.48 CC), se puede contraer matrimonio y éste produce ipso iure la emancipación de los contrayentes menores de edad (art. 316 CC). Ahora bien, el art. 2.1.c) LOLR es criticable, desde la actual condición del menor de sujeto de derechos, por no recoger el criterio seguido por la doctrina de entender la capacidad natural de obrar como capacidad suficiente para el ejercicio de los derechos fundamentales. La LOLR debió excluir del derecho de los padres o tutores a elegir la educación religiosa a los “menores sin capacidad natural”, o cualquier otra expresión análoga más acorde con la condición de sujeto pleno de derechos del menor. Esta omisión del legislador es debida, entiendo, a la fecha de la elaboración de la LOLR muy anterior a la LOPJM, ley a partir de la cual se pone en valor en nuestro ordenamiento la condición de sujeto de derechos del menor. No obstante, el art.2.1c) LOLR debe interpretarse en el sentido señalado y los padres no podrán tampoco elegir la educación religiosa de los hijos no emancipados que tengan la capacidad natural suficiente para el ejercicio del derecho a la libertad religiosa. 5. EL EJERCICIO PATERNO DEL DERECHO E INTERÉS DEL MENOR El ejercicio del derecho a elegir la educación religiosa de los hijos menores y transmitirles la fe, reconocido en el art. 2.1.c), corresponde, en su caso, a los dos progenitores titulares de la patria potestad, quienes lo ejercerán conjuntamente o uno con el consentimiento del otro, conforme al art. 156 CC, párrafo 1º. En los supuestos de discrepancia entre ellos, normalmente en situaciones de crisis del matrimonio o de matrimonios mixtos, el juez atribuirá sin ulterior recurso la capacidad de decidir a uno de los progenitores y, si los desacuerdos fueran reiterados, podrá atribuirla total o 52 F. RIVERO HERNÁNDEZ, Límites de la libertad religiosa y las relaciones personales de un padre con sus hijos (Comentario de la STC 141/2000, de 29 de mayo), Derecho privado y Constitución 14 (2000) 268. 20 parcialmente a uno de los progenitores, o bien, distribuir entre ellos las funciones inherentes a su ejercicio, conforme al art. 156 párrafo 2º. El juez lo que no podrá es tomar la decisión por tratarse del ejercicio de un derecho fundamental en el que no cabe la sustitución de la voluntad de los padres por una decisión judicial. La atribución de la decisión a uno u otro progenitor se hará teniendo en cuenta el interés del menor y sin que el juez pueda entrar en consideraciones religiosas. La aplicación analógica de las normas del Código Civil sobre ejercicio de la patria potestad, al ejercicio de este derecho por los padres, es debida a la vinculación de la titularidad de este derecho con la titularidad de la patria potestad. A pesar de que los padres persiguen con el ejercicio del derecho del art. 2.1.c) satisfacer un interés propio, se plantea el modo en que actúa aquí el interés del menor, en cuanto principio básico de toda actuación, pública o privada seguida en relación con ellos. Éste es el criterio seguido por la jurisprudencia y por el Tribunal Constitucional en 53 la STC 141/2000, de 29 de mayo : «(…) Así pues, sobre los poderes públicos, y muy especial sobre los órganos judiciales, pesa el deber de velar por que el ejercicio de esas potestades por sus padres o tutores, o por quienes tengan atribuida su protección y defensa, se haga en interés del menor, y no al servicio de otros intereses, que, por muy lícitos y respetables que puedan ser, deben postergarse ante el superior del niño», FJ. 5º. El Tribunal Constitucional parece dar a entender que el derecho paterno a transmitir la fe a los hijos vendría a ser una función inherente a la patria potestad. A lo largo de este trabajo hemos sostenido lo contrario: se trata de un derecho fundamental de los padres vinculado a la titularidad de la patria potestad, no de una función inherente a ella, pues no existe un deber jurídico de los padres de educar a los hijos en una determinada religión. No obstante, el ejercicio de este derecho paterno aparece también condicionado o limitado por el interés del menor, principio que vendría a constituir la base del orden público en relación con la minoría de edad y el orden público, conforme al art. 3.1 LOLR, constituye uno de los límites del derecho a la libertad religiosa y también, pues, del derecho de los padres a elegir la educación religiosa de los hijos y transmitirles la fe. 53 Esta STC resolvió un recurso de amparo interpuesto por un padre contra una sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia en la que se le imponía determinadas restricciones en el régimen de visitas tras la separación matrimonial. La demanda de separación interpuesta por la mujer del recurrente había sido motivada por la incorporación de este al denominado «Movimiento Gnóstico Cristiano Universal de España», lo que había supuesto una dejación de sus obligaciones familiares, presionando a su esposa para que se adhiriera a dicho movimiento y haciendo proselitismo con los hijos del matrimonio (de cinco y doce años), por lo que la esposa solicitaba restricciones al régimen de visitas del marido. El Juzgado de Primera Instancia atribuyó la custodia de los hijos a la esposa y estableció un régimen de visitas a favor del marido con prohibición expresa al padre de hacer partícipe a sus hijos de sus creencias religiosas, así como la asistencia de los menores a cualquier tipo de acto que tuviese relación con aquéllas. Recurrida la sentencia en apelación por la esposa, al considerar insuficiente las restricciones adoptadas, la Audiencia Provincial limitó las visitas. El padre solicitó el amparo por entender que el régimen de visitas violaba su derecho a la libertad religiosa. 21 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel De este modo, determinar qué se entiende por interés del menor en el ejercicio de este derecho paterno del art. 2.1.c) LOLR constituye la cuestión esencial. La STC parece referirse a él, aunque de forma poco clara: «frente a la libertad de creencias de los progenitores y su derecho a hacer proselitismo de las mismas con sus hijos, se alza como límite, además de la intangibilidad de la integridad moral, manifestada en su derecho a no compartir las convicciones de sus padres o a no sufrir sus actos de proselitismo, o, más sencillamente, a mantener creencias diversas a las de sus padres, máxime cuando las de éstos pudieran afectar negativamente a su desarrollo personal. Libertades y derechos de unos y otros que, de surgir el conflicto, deberán ser ponderados teniendo siempre presente el «interés superior» de los menores de edad (arts. 15 y 16.1 CE en relación con el art. 39 CE)», FJ. 5º. Esta sentencia, como hemos apuntado, no es clara, algo achacable, por lo demás, a la dificultad intrínseca al concepto de interés del menor. En efecto, el precepto reconoce el derecho de los padres a hacer proselitismo con sus hijos, pero con el límite de la integridad moral del menor que identifica con el derecho a mantener creencias independientes a las de sus padres, en último término con su libertad religiosa. Sin embargo, sabemos que el menor con capacidad natural puede ejercer autónomamente el derecho a la libertad religiosa y los padres no podrán imponerle sus creencias; en realidad, no estamos más que ante uno de los límites a la libertad religiosa reconocido en el art. 3.1 LOLR: los derechos de los demás y, en este caso, el derecho a la libertad religiosa del menor. De otro lado, la STC entiende el interés del menor como criterio de ponderación de los conflictos que puedan surgir, pero no resulta del todo exacta esta afirmación del Tribunal Constitucional porque el interés del menor no es sólo un criterio de resolución de eventuales conflictos también, y sobre todo, el límite del derecho de los padres. No obstante, dentro de la dificultad del concepto de interés del menor, podemos entender que el ejercicio paterno de este derecho se ajusta a él cuando no lesiona la dignidad e integridad moral del menor, de modo que no conlleve una lesión del desarrollo de su personalidad. Es decir, en último término, en el ejercicio de este derecho paterno del art. 2.1.c) se vendría a identificar con la dignidad del menor y el libre desarrollo de la persona, que el art. 10.1 CE identifica con uno de los fundamentos del orden jurídico y de la paz social. Por último, y en relación también con el ejercicio de este derecho, se plantea el problema de la posible validez en nuestro ordenamiento de los denominados por la doctrina italiana «pactos de religión». En virtud de estos pactos los cónyuges determinan, exclusivamente, el régimen de ejercicio de un derecho/deber conjunto. Tradicionalmente el problema que planteaban era el de su validez debido al carácter 22 54 indisponible de la patria potestad . Podría pensarse, tras la legislación de reforma de la patria potestad, que estos pactos son válidos en virtud del artículo 156.1 CC que permite la actuación de uno de los padres con el consentimiento expreso o tácito del otro; se trataría, en último término, de una disposición del ejercicio y no de la patria potestad que, lógicamente, sí sería nula de pleno derecho por tratarse de una materia indisponible. No obstante, creemos que con estos pactos, en realidad, tampoco se dispone del ejercicio de la patria potestad sino del ejercicio de un derecho fundamental: el de elegir la educación religiosa de los hijos, renunciable en todo o en parte. La STC 141/2000, de 29 de mayo, admite, en el fundamento jurídico 6.°, la validez de los pactos entre cónyuges por virtud de los cuales la formación religiosa o moral de los hijos queda en mano de uno 55 de ellos, pero hay que interpretarla en el sentido apuntado . 6. CONCLUSIONES Los derechos reconocidos en el art. 2.1.c) LOLR y en el art. 27.3 CE no son el mismo derecho reconocido en dos sedes distintas, sino dos derechos diferentes. La clave para explicitar el ámbito diferente de estos derechos está en si estos derechos, además de estar vinculados a la titularidad de la patria potestad, participan de su misma naturaleza de función, es decir, de derecho concedido para el cumplimiento de un deber. En definitiva, si estos derechos son funciones deberían corresponderse con la existencia de un deber jurídico previo que justificase su existencia como tal. En el caso del derecho del art. 2.1.c) LOLR, es evidente que no se corresponde con ninguno de los deberes inherentes a la patria potestad, por no estar entre sus funciones educar religiosamente a los hijos. Se trata, pues, de una de las manifestaciones del contenido del derecho individual a la libertad religiosa y no de una función inherente a la patria potestad. El 54 Estos pactos de religión concitaron la atención de la doctrina tradicional italiana antes de la reforma del derecho de familia. En efecto, la doctrina consideraba que estos pactos eran ineficaces al implicar disposición de la patria potestad, materia que es de orden público y, como tal, indisponible: A. C. JEMOLO, Lezioni di Diritto eclesiástico, Giuffrè, 5ª ed., Milano 1979, 181; W. BIGIAVI, Atteismo e affidamento de la prole, Cedam, Padova 1951, 102. No obstante, un sector minoritario de la doctrina admitía su validez por entender que únicamente suponía una disposición del ejercicio de la patria potestad y no de la patria potestad misma: W. LENER, Differenze religíose tra coniugí, separazione personale (o divorzio) e assegnazione dei figli, Il Foro Italiano 74 (1949) 67. En este mismo sentido, COGNETTI consideraba que sí serían válidos si ambos cónyuges fuesen titulares de un modo igual de la patria potestad, ya que nada impide que pacten sobre el modo en que van a ejercer un derecho conjunto, aunque consideraba que en la práctica carecerían de eficacia ya que normalmente se esgrimirían en situaciones de crisis del matrimonio en las que el juez debería seguir otros criterios en caso de conflicto; por ejemplo, la forma en que hubiesen decidido celebrar el matrimonio; de este modo, si han elegido la forma canónica, habría que pensar que su intención es formar una familia cristiana; si han elegido la forma civil, habría que presumir lo contrario: Educazione religiosa e patria potestá...,cit., 56-58. 55 Sobre esta sentencia: Mª B. RODRIGO LARA, La libertad religiosa y el interés del menor (Comentario a la STC 141/2000, de 29 de mayo de 2000), ADE 17 (2001) 409-422; también F. RIVERO HERNÁNDEZ, Límites de la libertad religiosa…cit. 268. 23 RGDCDEE ISSN: 1696-9669, núm. 36, Octubre (2014) Iustel derecho del art. 27.3 CE sí responde, en cambio, a la naturaleza de función de la patria potestad, pues sí existe un deber de los padres de educar a los hijos conforme al art. 154 CC. La consecuencia de este planteamiento radica en que al ser el derecho del art. 27.3 CE una función, es decir, un derecho atribuido a los padres para facilitarles el cumplimiento del deber de educar a los hijos, el objeto y finalidad última perseguida será el interés del menor. El derecho del art. 2.1.c), al no ser una función, persigue principalmente satisfacer los intereses de los padres y no directamente el interés del menor. No es que el interés del menor aquí no sea relevante pero únicamente como límite del derecho reconducible al orden público y no como un fin directamente pretendido con el ejercicio paterno del derecho a la libertad religiosa. Es decir los padres cuando deciden transmitir la fe a sus hijos están ejerciendo un derecho fundamental propio, no una función inherente a la patria potestad, porque de otro modo se llegaría al absurdo de entender que los derechos fundamentales de una persona, por tener un hijo, quedarían subordinados siempre a satisfacer el interés de ellos que, de este modo, vendría a ser el fin perseguido por los padres con el ejercicio de un derecho. 24