Quién - El Universal

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EL NUEVO SECRETARIO DE GOBERNACIÓN ANTREA EN EL LOVE Y LLEVA A SUS HIJOS AL
COLEGIO. LE GUSTAN LOS TRAJES ZEGNA TANTO COMO EL FUTBOL. NO FUMA, TOMA RON Y
BAILA DE CONCURSO CON USTEDES: EL GALÁN DEL GABINETE.
ue Juan Camilo Mouriño Terrazo es el segundo hombre más poderoso de la escena política mexicana, todo mundo lo sabe.
Que ha construido una meteórica carrera en tan sólo 10 años, también ya se conoce. Que nació en España pero se
naturalizó mexicano a los 18, es un tema agotado. Que sufrió un secuestro a mediados de los noventa, también se ha
hablado mucho. Pero lo que nadie ha dicho de quien da la última palabra en la Secretaría de Gobernación es que, antes de
sentarse en la silla principal del antiguo Palacio de Covián, era cliente frecuente del Love –el antro de moda en el DF–,
acudía a restaurantes de comida española, disfrutaba de buenas veladas con sus amigos en La Lune –el cantabar de
Polanco– y que cuando la agenda de Felipe Calderón lo permitía jugaba futbol con él y otros miembros del gabinete en los
jardines de Los Pinos. Eso sí, los fines de semana estaban reservados para viajar a Campeche, donde se reunía con su
esposa María de los Ángeles Escalante Castillo (hija del prominente constructor Eduardo Escalante Escalante), a quien
llaman de cariño Mari Gely, y sus tres hijos: María de los Ángeles, Juan Camilo y el pequeño Iván.
Y es que Juan Camilo mantuvo un perfil sumamente bajo en los medios de comunicación mientras ocupó el
cargo de jefe de la Oficina de la Presidencia de la República de diciembre de 2006 a enero de 2008. No daba
entrevistas a nadie. La mayoría de las personas que iban a los lugares que él frecuentaba no reconocían su rostro.
Era un personaje anónimo para casi todos. Pero en las altas esferas del poder político, económico, religioso y
periodístico del país ya se comentaba sobre el hombre que le hablaba al oído al presidente Calderón. La
importancia de llamarse Juan Camilo era un asunto conocido por las élites.
MOURIÑO EL BAILADOR
Una de las tantas anécdotas sobre Juan Camilo, de 36 años, cuenta que salió de fiesta un frío jueves de noviembre
del año pasado. Eran casi las 12 de la noche cuando, acompañado por otros seis hombres impecablemente
trajeados, se bajó de una camioneta blindada en la puerta del Love, antro enclavado en una vieja casona estilo
porfiriano de la colonia Roma. En el grupo estaba su contemporáneo Olegario Vázquez Aldir, director general
corporativo de Grupo Empresarial Ángeles e hijo de Olegario Vázquez Raña, dueño de los hospitales Ángeles, los
hoteles Camino Real, el periódico Excélsior y Grupo Imagen, entre otros importantes negocios.
Los jóvenes poderosos subieron las escaleras del bar y encontraron su mesa lista: la de la entrada, la misma que
suele ocupar cuando va al Love Carlos Slim Domit, El Charal, primogénito del hombre más rico del mundo, según
la revista Forbes. Mouriño Terrazo pidió ron, como acostumbra. Sus allegados dicen que a veces prefiere Appleton
Special y que en ocasiones opta por el Matusalem. La música en inglés de los ochenta, fuerte sin llegar a ser
estruendosa, permitió que el grupo de amigos se la pasara platicando de pie frente a la mesa, con sus respectivos
vasos en la mano, y de vez en cuando entonando alguna estrofa de las canciones del ayer. Movimiento de cabeza
incluido, obvio.
El hombre al que el Presidente confía las decisiones más importantes también acude a La Lune, un cantabar
ubicado en el corazón de Polanco y que se ha ganado todas las simpatías de Juan Camilo; tanto, que en 2007,
para celebrar el primer aniversario de las elecciones del 2 de julio, Mouriño y sus colaboradores alquilaron todo
el lugar para festejar el triunfo de Felipe Calderón. La lista de invitados incluyó al equipo cercano del
Presidente y a quienes contribuyeron durante su campaña.
Juan Camilo se divirtió como nunca. No cabía de la felicidad. En ésa, como en otras fiestas, se comprobó que el
guapo del gabinete tiene muy buen ritmo para bailar y que tanto la salsa como la cumbia son lo suyo. Simplemente
no paraba, y misteriosamente jamás se quitó el saco. “Así esté bañado en sudor, Juan Camilo siempre tiene algo
que le cubra la cadera o lo suficientemente holgado para que la disimule”, comentó alguien que lo conoce muy bien
y que optó por el anonimato. “Es que esa parte de su cuerpo es un poco anchita y no le gusta”.
JUEGA EN LA GRANDE
Antes de convertirse en el huésped principal de Bucareli, Juan Camilo solía asistir, ya sea por comidas de trabajo o
con amigos, a restaurantes de cocina española. Uno de sus favoritos es el Centro Castellano, del hotel Camino
Real, en Polanco, donde el que fuera coordinador de campaña de Calderón se reunió el año pasado con Los
Felipillos: César Nava, Germán Martínez, Ernesto Cordero y Jordi Herrera, entre otros integrantes del equipo
calderonista, para disfrutar de una final de futbol, deporte que desata las pasiones del grupo también conocido
como Los Muéganos, porque a todos lados van juntos.
Uno de los secretos mejor guardados de Los Pinos es que de vez en cuando Felipe Calderón convoca a sus
colaboradores cercanos para echarse una cascarita en los jardines de la residencia presidencial. Juan Camilo,
César, Ernesto y Germán son algunos de los que procuran no faltar a los partidos dominicales.
ue Juan Camilo Mouriño Terrazo es el segundo hombre más poderoso de la escena política mexicana, todo mundo lo sabe.
Que ha construido una meteórica carrera en tan sólo 10 años, también ya se conoce. Que nació en España pero se
naturalizó mexicano a los 18, es un tema agotado. Que sufrió un secuestro a mediados de los noventa, también se ha
hablado mucho. Pero lo que nadie ha dicho de quien da la última palabra en la Secretaría de Gobernación es que, antes de
sentarse en la silla principal del antiguo Palacio de Covián, era cliente frecuente del Love –el antro de moda en el DF–,
acudía a restaurantes de comida española, disfrutaba de buenas veladas con sus amigos en La Lune –el cantabar de
Polanco– y que cuando la agenda de Felipe Calderón lo permitía jugaba futbol con él y otros miembros del gabinete en los
jardines de Los Pinos. Eso sí, los fines de semana estaban reservados para viajar a Campeche, donde se reunía con su
esposa María de los Ángeles Escalante Castillo (hija del prominente constructor Eduardo Escalante Escalante), a quien
llaman de cariño Mari Gely, y sus tres hijos: María de los Ángeles, Juan Camilo y el pequeño Iván.
Y es que Juan Camilo mantuvo un perfil sumamente bajo en los medios de comunicación mientras ocupó el
cargo de jefe de la Oficina de la Presidencia de la República de diciembre de 2006 a enero de 2008. No daba
entrevistas a nadie. La mayoría de las personas que iban a los lugares que él frecuentaba no reconocían su rostro.
Era un personaje anónimo para casi todos. Pero en las altas esferas del poder político, económico, religioso y
periodístico del país ya se comentaba sobre el hombre que le hablaba al oído al presidente Calderón. La
importancia de llamarse Juan Camilo era un asunto conocido por las élites.
MOURIÑO EL BAILADOR
Una de las tantas anécdotas sobre Juan Camilo, de 36 años, cuenta que salió de fiesta un frío jueves de noviembre
del año pasado. Eran casi las 12 de la noche cuando, acompañado por otros seis hombres impecablemente
trajeados, se bajó de una camioneta blindada en la puerta del Love, antro enclavado en una vieja casona estilo
porfiriano de la colonia Roma. En el grupo estaba su contemporáneo Olegario Vázquez Aldir, director general
corporativo de Grupo Empresarial Ángeles e hijo de Olegario Vázquez Raña, dueño de los hospitales Ángeles, los
hoteles Camino Real, el periódico Excélsior y Grupo Imagen, entre otros importantes negocios.
Los jóvenes poderosos subieron las escaleras del bar y encontraron su mesa lista: la de la entrada, la misma que
suele ocupar cuando va al Love Carlos Slim Domit, El Charal, primogénito del hombre más rico del mundo, según
la revista Forbes. Mouriño Terrazo pidió ron, como acostumbra. Sus allegados dicen que a veces prefiere Appleton
Special y que en ocasiones opta por el Matusalem. La música en inglés de los ochenta, fuerte sin llegar a ser
estruendosa, permitió que el grupo de amigos se la pasara platicando de pie frente a la mesa, con sus respectivos
vasos en la mano, y de vez en cuando entonando alguna estrofa de las canciones del ayer. Movimiento de cabeza
incluido, obvio.
El hombre al que el Presidente confía las decisiones más importantes también acude a La Lune, un cantabar
ubicado en el corazón de Polanco y que se ha ganado todas las simpatías de Juan Camilo; tanto, que en 2007,
para celebrar el primer aniversario de las elecciones del 2 de julio, Mouriño y sus colaboradores alquilaron todo
el lugar para festejar el triunfo de Felipe Calderón. La lista de invitados incluyó al equipo cercano del
Presidente y a quienes contribuyeron durante su campaña.
Juan Camilo se divirtió como nunca. No cabía de la felicidad. En ésa, como en otras fiestas, se comprobó que el
guapo del gabinete tiene muy buen ritmo para bailar y que tanto la salsa como la cumbia son lo suyo. Simplemente
no paraba, y misteriosamente jamás se quitó el saco. “Así esté bañado en sudor, Juan Camilo siempre tiene algo
que le cubra la cadera o lo suficientemente holgado para que la disimule”, comentó alguien que lo conoce muy bien
y que optó por el anonimato. “Es que esa parte de su cuerpo es un poco anchita y no le gusta”.
JUEGA EN LA GRANDE
Antes de convertirse en el huésped principal de Bucareli, Juan Camilo solía asistir, ya sea por comidas de trabajo o
con amigos, a restaurantes de cocina española. Uno de sus favoritos es el Centro Castellano, del hotel Camino
Real, en Polanco, donde el que fuera coordinador de campaña de Calderón se reunió el año pasado con Los
Felipillos: César Nava, Germán Martínez, Ernesto Cordero y Jordi Herrera, entre otros integrantes del equipo
calderonista, para disfrutar de una final de futbol, deporte que desata las pasiones del grupo también conocido
como Los Muéganos, porque a todos lados van juntos.
Uno de los secretos mejor guardados de Los Pinos es que de vez en cuando Felipe Calderón convoca a sus
colaboradores cercanos para echarse una cascarita en los jardines de la residencia presidencial. Juan Camilo,
César, Ernesto y Germán son algunos de los que procuran no faltar a los partidos dominicales.
Una anécdota curiosa, que hizo sudar al Estado Mayor Presidencial, ocurrió cuando César Nava quiso, durante un
juego, quitarle el balón nada más y nada menos que al Presidente, pero le falló la puntería y terminó pegándole
tremenda patada a su jefe, quien tuvo que dejar el partido por lesión.
Juan Camilo también tiene fama de buen anfitrión. Con cierta frecuencia organizaba cenas en su
departamento de las Lomas de Chapultepec. Para ello solía pedir con anticipación el menú de banquetes del
restaurante El Lago. Desde su oficina en Los Pinos palomeaba lo que deseaba ofrecer a sus invitados y
solicitaba los servicios del chef español Juan Antonio Sánchez Fernández, mejor conocido como Juancho, quien
personalmente acudía al domicilio de Mouriño para preparar y supervisar los platillos de la cena.
REENCUENTRO FAMILIAR
Desde agosto del año pasado comenzaron a circular rumores sobre la posible salida de Francisco Ramírez Acuña
de la Secretaría de Gobernación. En el círculo cercano de Calderón ya se hablaba de Juan Camilo como posible
sustitutodel jaliscience, que destapó a Calderón en mayo de 2004. Fue entonces cuando su esposa Mari Gely
decidió dejar su confortable vida en Campeche para mudarse a la ciudad de México. Ella llevaba alrededor de
siete años de resistirse a cambiar de domicilio, pues consideraba que el Distrito Federal era demasiado peligroso
para sus hijos. Mouriño vivía en la capital del país desde el 2000 porque fue elegido por la vía plurinominal
diputado federal por Campeche.
A mediados del año pasado los tacones comenzaron a sonar en los pisos del departamento de Juan Camilo y
las risas de los niños jugando se convirtieron en un sonido constante en la casa. Mari Gely inscribió a sus hijos en
colegios dirigidos por Legionarios de Cristo.
Hasta hace poco, el chico súper poderoso se daba tiempo para dejar de vez en cuando a sus hijos en la escuela.
Ella, por su parte, trata en la medida de lo posible de evitar cualquier acercamiento con el mundo de la política,
que entiende y respeta, pero en el cual no se siente cómoda. Prefiere mantenerse al margen y contribuir para que
en su casa reinen los aires de familia. Q
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