Solicitud de audiencia de terceros interesados FINAL sp

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SOLICITAN AUDIENCIA Ref.: Comunidades del pueblo maya (Sipakapense y Mam) de los Municipios de Sipacapa y San Miguel Ixtahuacán en el Departamento de San Marcos. Medida Cautelar MC-­‐260-­‐07 Guatemala 31 de agosto de 2010 Señor Dr. D. Santiago Cantón. Secretario Ejecutivo CIDH. S / D De nuestra mayor consideración: Boulin Victoria, abogados Los que suscriben, Lucas E. Gómez, C. Ignacio de Casas e Ignacio A. (tel: 0054-­‐9261-­‐5628521 o 0054-­‐261-­‐4242344, email: [email protected], domicilio en calle Martín Zapata 489, Ciudad de Mendoza, Argentina), en nombre de Montana Exploradora de Guatemala S.A. de C.V. y sus accionistas y trabajadores, tenemos el agrado de dirigirnos a Ud. y por su digno intermedio a la Honorable Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a fin de solicitar tenga a bien conceder a la empresa una audiencia en el próximo 140º período de sesiones de la CIDH, del 20 de octubre al 5 de noviembre de 2010, en el marco de la Medida Cautelar MC-­‐260-­‐07. 1.-­‐ Objeto de la solicitud No cabe duda en el estado actual de evolución del derecho internacional de los derechos humanos, que las diferentes vicisitudes que se plantean en este campo deben ser abordadas con criterios de interpretación propios de esta especial rama del derecho. Así el principio pro personae y la interpretación dinámica de los tratados internacionales en materia de derechos humanos deben ser la guía que acompañe los nuevos desafíos que se presentan en la salvaguarda de estos derechos. En concreto, y en el marco del presente caso, se observa que el fenómeno de la instalación de empresas que tienen su objeto económico en Estados distintos a los de su propia nacionalidad debe analizarse a la luz de los conflictos que se puedan generar en el desenvolvimiento de su actividad, y que el rol que está llamada a cumplir la CIDH es el de la salvaguarda de todos los derechos humanos, adaptando los mecanismos a su alcance para el cumplimiento de dicho cometido. La concesión de la medida cautelar MC 260-­‐07 – Comunidades del Pueblo Maya (Sipakepense y Mam) de los municipios de Sipacapa y San Miguel Ixtahuacán en el Departamento de San Marcos, por parte de la CIDH, afecta directamente los intereses y derechos de personas vinculadas a la empresa Goldcorp Inc.:sus accionistas, empleados y familiares, así como la empresa misma, dueña de Montana Exploradora de Guatemala S.A. de C.V., que es la principal afectada por la medida que ordena el cierre de la mina; todo ello, sin que la empresa o sus accionistas y empleados hayan tenido participación alguna en el proceso y sin siquiera haber sido oídos. Razón por la cual venimos a solicitar la intervención en –al menos-­‐ una audiencia pública, en el próximo período de sesiones. Esto, a fin de exponer a la CIDH otro punto de vista, otros derechos que también se ven afectados, y la propuesta concreta de soluciones pacíficas y tuitivas al conflicto. 2.-­‐ Las partes afectadas en el presente caso Entendemos que la medida cautelar MC-­‐260-­‐07 fue adoptada por la CIDH con la finalidad de proteger los derechos de un grupo de comunidades mayas (la Sipakapense y la Mam) cuyos derechos podrían verse afectados por la acción u omisión del Estado de Guatemala. En efecto, en estos procesos se analiza la responsabilidad de un Estado respecto a la violación de compromisos internacionales asumidos por éste. Sin embargo, son muchos los casos en los que la complejidad desborda el esquema básico de dos partes “en conflicto”: el denunciante y el Estado denunciado. En estos casos complejos los resultados del proceso ante la CIDH no afectan sólo al Estado demandado, sino que dañan o benefician (según el resultado) derechos e intereses de terceros; en el presente procedimiento, los de la empresa concesionaria, sus accionistas y sus empleados. Desde el arribo a un acuerdo en el marco de un proceso de solución amistosa en la Comisión, hasta una condena internacional al Estado por parte de la Corte, toda resolución adoptada repercutirá en la actividad de estos terceros, pudiendo incluso afectar, como en el presente caso, la autorización estatal de exploración y aprovechamiento por parte de la empresa del recurso mineral. En el caso de análisis es notorio que la afectación de los derechos e intereses de la empresa, sus accionistas y empleados, se profundiza pues se produce en un proceso desarrollado sin participación alguna de los mismos, que le permitan esgrimir argumentos en su defensa. Termina de ahondar la situación crítica de este grupo de personas, el tener que abandonar la defensa de sus derechos en manos de un país del cual (en el caso de los inversores) no son nacionales y que por lo tanto ejerce la defensa ante la CIDH solamente de sus intereses soberanos, lo que se pone de especial manifiesto en la lectura de la respuesta del Estado Guatemalteco de fecha 23 de junio de 2010 con referencia P-­‐ 1018 -­‐2010/RDVC/HEMJ/ad. En el proceso de concesión de la medida cautelar N° 260-­‐07 se afectan intereses y derechos sociales y económicos de la empresa, sus accionistas, el derecho al trabajo y sustento de empleados, etc., que son “terceros” en la relación procesal trabada entre los denunciantes y el Estado denunciado. A pesar de esta clara afectación, no se los ha dotado de los espacios procesales eficaces para participar en dichos procesos, en salvaguarda de sus derechos. Cabe agregar que, a los efectos de mejorar la calidad del resultado del proceso, es menester lograr una participación de toda parte interesada y/o posiblemente afectada, con el objeto de obtener una decisión final que haya escuchado todas las voces involucradas. En definitiva, nuestro planteo se vincula no solo con la afectación de los derechos de terceros sino con la mejora intrínseca de la calidad del procedimiento de toma de decisiones de la CIDH. Como sostiene Carlos S. Nino, “la discusión intersubjetiva ayuda a detectar errores de hecho y errores lógicos. A menudo una solución propuesta es injusta no porque ella oculte motivos egoístas o porque la persona que los propone falle en representar los intereses de los demás, sino porque ignora ciertos hechos relevantes”1. Es evidente que para llegar a una decisión justa, la CIDH deberá escuchar todas las voces interesadas. El grupo conformado por empresa, accionistas y trabajadores, además de sus deberes, goza de unos derechos que no están siendo atendidos y que quizás –y sin quizás-­‐ se violen en este procedimiento. Se trata del derecho a la propiedad tanto de los accionistas como de los empleados de la mina. Del derecho a trabajar de estos últimos, 1.900 en total, que pierden la posibilidad de ejercer su oficio si se cierra la mina, con el consecuente para sus familias, por la pérdida de el sostén. En el caso de todos se afecta el derecho de acceso a la justicia, local e internacional, puesto que se decide respecto de sus derechos e intereses, sin siquiera ser oídos. Indirectamente también se afecta el derecho a la vida y a la salud, puesto que en Guatemala, en las zona y bajo las condiciones que quedan las familias de los trabajadores de la mina, desamparadas, son librados a un mal sistema de salud y una pobre alimentación. También el derecho de las mujeres, y de todos en general, a una vida libre de violencia, puesto que los trabajadores de la mina han sufrido atentados por parte de grupos de personas que irrumpen en sus lugares de trabajo para manifestarse de una forma contraria a la democracia. En definitiva, nos encontramos con que existe un enorme colectivo de personas que se ven afectadas por la medida adoptada por la CIDH y que no tienen un espacio procesal adecuado para expresarlo. 1 Carlos Santiago NINO, La constitución de la democracia deliberativa, Madrid, GEDISA, 2003, primera reimpresión, p. 174. 3.-­‐ La intervención voluntaria de terceros en los procesos jurisdiccionales y cuasijurisdiccionales La consecuencia lógica que se sigue de tener derechos y deberes, está contenida en el adagio latino ubi ius, ibi actio o también ubi ius, ibi remedium: donde hay un derecho hay una acción, si hay derecho debe otorgarse el remedio para protegerlo2 Se dice en teoría general del proceso, que el de “la intervención de los terceros en el proceso [es] uno de los temas más preocupantes de la doctrina” 3. Y es “digno de ser destacado sobre el particular que desde mucho antes que aparecieran los estudios orientadores sobre la materia de la intervención de terceros en juicio, ésta era admitida por la jurisprudencia. Y luego vino la sistematización”4. Lo que se busca al permitir la intervención voluntaria de terceros en los procesos es justamente no excluír, en la búsqueda de la verdadera justicia de cada caso concreto, a ninguna de las posibles víctimas. Lo anterior, puesto que (en la materia que nos ocupa, que es la de derechos humanos) so capa de prevenir, evitar o sancionar una determinada violación podrían producirse otras violaciones en sujetos que no fueron parte en el proceso. Es que hay que darles herramientas a estos terceros, “ajenos pero no tanto” a la relación entablada entre las comunidades mayas y Guatemala, para que puedan ejercer sus propios derechos convencionales. Lo que estos peticionarios planteamos es lo que la doctrina procesalista llama “intervención adhesiva autónoma o litisconsorcial”, que es una manera en que un tercero respecto a una relación procesal ingresa a un proceso pendiente con la finalidad de 2
Sobre la inversión del adagio formalista romano y medieval ubi remedium, ibi ius, en el moderno ubi ius, ibi remedium, y las ventajas de este desarrollo, ver Fernando M. TOLLER, Libertad de prensa y tutela judicial efectiva, La Ley, Buenos Aires, 1999, 43-­‐46 y 427-­‐484, y en esp. 472-­‐474. El adagio, conocido en inglés como where there is a right, there is a remedy, ha sido también acogido en el Derecho anglosajón. Al respecto puede verse Brian A. GARNER (ed.), Black’s Law Dictionary, 7th ed., St. Paul, Minn., West Group, 1999, p. 1695. 3
Atilio Carlos González, “La legitimación de los terceros en el proceso civil”, en la obra colectiva “La legitimación”, Abeledo-­‐Perrot, Buenos Aires, 1996, p. 271. 4
Cfr. ídem, pp. 271-­‐272. hacer valer un derecho propio frente a algunos de los litigantes originarios, adhiriendo a la calidad –activa o pasiva-­‐, asumida por cualquiera de aquellos; aunque no es necesario que el interés del interviniente coincida exactamente con el de la parte principal, frente a quien puede asumir una postura diametralmente contrapuesta5. “El fundamento de la institución aludida radica, por partida doble, en sendas razones de economía procesal y de certeza en la aplicación del derecho; es decir que, respectivamente, tiende a evitar la dispersión de la actividad procesal y conjurar el riesgo de pronunciamientos jurisdiccionales contradictorios”6. Lo que en este caso podría ser evitar que la CIDH luego tenga que recibir y decidir una denuncia de los trabajadores de Montana contra el estado guatemalteco por la violación de sus derechos, por ejemplo. Siguiendo con la teoría general del proceso, también debemos decir que el presupuesto de admisibilidad de esta alternativa de intervención voluntaria de tercero reside en la circunstancia de que éste está investido de legitimatio ad causam propia y ordinaria para demandar o ser demandado7, lo cual en este caso se ve en que tanto accionistas como empleados podrían eventualmente tanto demandar al Estado por la afectación de sus derechos, como ser demandados por las comunidades de marras. 4.-­‐ Los terceros interesados en los Sistemas regionales de protección de derechos humanos y específicamente en el Sistema interamericano Reconociendo que los terceros por quienes nos presentamos pueden tener derechos fundamentales en juego, entonces tienen la facultad de acudir a los 5
Lino E. Palacio, Derecho procesal civil, Abeledo-­‐Perrot, Buenos Aires, 1970, t. III, pp243-­‐4; Sergio Ferraz, assistencia litisconsorcial no direito processual civil, Revista Dos Tribunais, San Pablo, 1979, p.92; Atilio Carlos González, La intervención voluntaria de terceros en el proceso, Ábaco, Buenos Aires, 1994, p. 69. 6
Atilio Carlos González, La intervención voluntaria de terceros en el proceso, Ábaco, Buenos Aires, 1994, p. 70. Este autor señala que “el interviniente adhesivo litisconsorcial reviste la condición de una parte autónoma […] que goza de plena autonomía de gestión procesal y puede actuar del mismo modo que se corresponde con las partes originarias del proceso”, ídem, con cita de Enrique M. Falcón, Elementos de derecho procesal civil, Abeledo-­‐
Perrot, Bs.As., 1986, t. I, p. 286. 7
Atilio Carlos González, La intervención…, p. 77. tribunales u otros órganos de protección, domésticos e internacionales, para que ese derecho sea protegido, para que su violación se haga cesar y/o el conflicto resuelto. La protección de los derechos implica de manera esencial, dotar del locus standi a todos las personas con un interés o derecho reconocido ante los organismos de protección y en todos aquellos procesos donde puedan resultar afectados los mismos. Dicho locus standi es la consecuencia lógica, en el plano procesal, de un sistema de protección que consagra derechos fundamentales en el plano internacional, por cuanto no es razonable concebir derechos sin la consecuente capacidad procesal, como sostuvimos más arriba. El derecho de acceso a la justicia internacional debe hacerse acompañar de la garantía de la igualdad procesal de las partes interesadas en el procedimiento ante el órgano internacional, elemento esencial de cualquier mecanismo jurisdiccional o cuasi -­‐ jurisdiccional de protección de los derechos humanos, a fin de garantizar a todo interesado el derecho a ser oído, al menos, en todo proceso que pueda afectar sus derechos reconocidos. Por tanto, no tiene sentido negarle a estos interesados presencia durante el proceso toda vez que siendo involucrados directos en la situación que se analiza, tienen un alto grado de capacidad técnica y fáctica (sobre todo la empresa) de informar el proceso desde una nueva perspectiva, lo cual ayuda a una solución más justa a los intereses de los peticionarios. La referida evolución del principio de igualdad procesal se ve referenciada por la reciente opinión consultiva de la Corte Interamericana OC-­‐20/09, así como por reiterada jurisprudencia de la Corte Europea de Derechos Humanos. El reconocimiento del locus standi de los terceros interesados logrará la consolidación de la personalidad y la plena capacidad jurídica internacional de estos en los sistemas regionales de protección. Es innegable la profunda implicancia que tienen las medidas tomadas por organismos internacionales en cualquiera de sus etapas procesales, sobre los derechos de la empresa, los accionistas y empleados de la misma, en su actividad que, en este caso, se encuentra directamente cuestionada. Estos derechos, que están reconocidos y amparados por los mismos tratados de Derechos Humanos que sustentan el sistema, carecen absolutamente de protección ante la ausencia de mecanismos eficaces de participación. A pesar de esto, surge del análisis minucioso de los diversos instrumentos que conforman las bases del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, especialmente después de la última reforma del Reglamento de la Comisión, que los terceros interesados se encuentran legitimados para participar en los procesos que puedan afectar sus intereses. En efecto, el artículo 25 punto 8 del Reglamento de la CIDH establece que la Comisión “podrá requerir a las partes interesadas información relevante sobre cualquier asunto relacionado con el otorgamiento, observancia y vigencia de las medidas cautelares”. En este punto, la adopción de una interpretación dinámica, amparada en el principio propersonae, conduce, en el caso concreto, a tomar un concepto amplio del término “parte”. Esto sobre la base de las especiales características que tiene el procedimiento cautelar, en orden a lograr que todos los interesados puedan aportar su visión en aras de lograr el mejor resultado en relación al objeto y fin de la Convención Americana: “la protección de las victimas” Por su parte, el artículo 61 del citado cuerpo legal establece: La Comisión podrá celebrar audiencias por iniciativa propia o a solicitud de parte interesada. En definitiva, puede verse que el reglamento distingue claramente el concepto procesal de “parte” de la noción de “parte interesada” (i.e. artículos 36 inc. 1 y 3 del reglamento y artículo 13 del mismo, respectivamente; además de los ya citados). Además, y en referencia a otros sistemas de protección de derechos humanos con un mayor avance procesal, la participación de los terceros interesados ha sido recogida expresamente por el Protocolo 11 del Convenio Europeo de Derechos Humanos. El mismo establece en su artículo 36, segundo párrafo, lo siguiente: “Intervención de terceros. […] 2. En interés de la buena administración de la justicia, el Presidente del Tribunal podrá invitar a cualquier Alta Parte Contratante que no sea parte en el asunto o a cualquier persona interesada distinta del demandante, a que presente observaciones por escrito o a participar en la vista.” Vale aclarar que el hecho de que una disposición así no exista en los instrumentos interamericanos, no significa que la posibilidad que ahora intentamos, deba ser excluída. Ya vimos que el Reglamento de la CIDH permite perfectamente una interpretación integradora en este sentido, sobre todo si además se tienen en cuenta los principios de interpretación mencionados al inicio de este escrito, y la obligación estatutaria de la CIDH de promover y proteger los derechos humanos por medio de su desarrollo progresivo. 5.-­‐ La CADH no excluye expresamente a nadie, y negarles protección a determinadas personas, además de ser discriminatorio, viola el derecho a la protección judicial efectiva (artículos 8.1 y 25 CADH) Negar a ciertas personas el acceso a los sistemas de protección establecidos en la Convención Americana, atenta contra los derechos a las defensas y garantías y a la protección judicial de acuerdo a los artículos 8 y 25 de dicho instrumento internacional. La primera de dichas normas, el artículo 8 de la Convención Americana, en sus incisos 1 y 2 señala que toda persona tiene derecho a ser oída en la determinación de sus derechos y obligaciones de todo carácter, y que tiene derecho a defenderse y a producir prueba y a otros elementos indispensables del debido proceso que, en palabras de la Corte IDH, “abarca las condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquellos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración judicial”8. Todos esos elementos llevan, en definitiva, a un punto elemental, básico de todo el sistema de garantías procesales: las personas, todas ellas, tienen derecho a la jurisdicción, a su día ante el tribunal… Y este derecho, 8 Corte IDH, Garantías Judiciales en Estados de Emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC-­‐9/87 del 6 de octubre de 1987, Serie A Num. 9, párr. 28. elemental, no rige sólo a nivel interno, sino que se ve vulnerado si se niega audiencia a una víctima en sede internacional, por el hecho de que tenga determinadas calidades personales, o simplemente no “sea parte” en el ya mencionado binomio “víctimas-­‐Estado”. Merece la pena señalar algunas precisiones clarificadoras de la Comisión, que vienen a subrayar lo que se ha sostenido en el párrafo anterior: “La razón por la cual tanto en el Sistema Interamericano como en el Europeo, [se da] la existencia de una disposición que desarrolla las garantías procesales consagradas en beneficio del acusado, reside en el convencimiento de los Estados en el sentido que una eficaz protección de los derechos humanos requiere, además de la debida observancia de derechos sustanciales, la consagración de garantías procesales que aseguren la salvaguardia de los mismos”9. A su vez, el artículo 25.1 de la Convención señala: “Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la […] Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales” (en el inciso 2 se concretizan algunos de estos conceptos). En síntesis, como bien ha sido indicado por la Corte IDH: “El artículo 8.1 de la Convención consagra los lineamientos del llamado ‘debido proceso legal’, que consiste en el derecho de toda persona a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada en su contra o para la determinación de sus derechos. El artículo 8.2 de la 9 CIDH, Informe 55/1997, Argentina, Caso 11.137, “Juan C. Abella”, del 18 de noviembre de 1997, párr. 251. Convención establece, adicionalmente, las garantías mínimas que deben ser aseguradas por los Estados en función del debido proceso legal. Por su parte, el artículo 25 de la Convención ordena proporcionar un recurso sencillo y rápido para la protección de los derechos de las personas”10. Es decir que, de acuerdo al Sistema Interamericano, no basta que se garantice el acceso a la jurisdicción (y, por ende, el derecho de defensa, artículo 8), y existan recursos formales, sino que los mismos deben ser sencillos, rápidos y efectivos para otorgar resultados o respuestas a violaciones de derechos fundamentales (artículo 25)11. Y efectivo es un sistema de protección que, como ha dicho la Corte, no se contenta con la mera “existencia formal de los recursos sino que éstos deben ser eficaces”, es decir, “deben dar resultados o respuestas al fin para el cual fueron concebidos”12, “deben dar resultados o respuestas a las violaciones de los derechos humanos, para que estos puedan ser considerados efectivos”13, y en ningún caso se debe “requerir mayores complejidades que tornen ilusorio este derecho”14, como sería la situación de los accionistas y empleados de Montana Exploradora si se los excluyera de la posibilidad de ser oídos en el presente procedimiento interamericano, por razones formales. Se trata, en definitiva, de que se viola la Convención si los procedimientos, judiciales o cuasi-­‐judiciales, no conducen finalmente a “amparar”, como dice el artículo 25, frente a violaciones de derechos fundamentales. Se trata, finalmente, de la plena 10 Corte IDH, Caso Baena Ricardo y otros v. Panamá, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 2 de febrero de 2001, Serie C Num. 72, párr. 137; Caso Genie Lacayo v. Nicaragua, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia del 29 de enero de 1997, Serie C Num. 30, párr. 74. 11 Ver al respecto Corte IDH, Caso Cinco Pensionistas v. Perú, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 28 de febrero de 2003, Serie C Num. 98, párr. 126; Caso Juan Humberto Sánchez v. Honduras, Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, sentencia del 7 de junio de 2003, Serie C Num. 171, párr. 121; Caso Cantos v. Argentina, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 28 de noviembre de 2002, Serie C Num. 97, párr. 52; Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 31 de agosto de 2001, Serie C Num. 79, párr. 112; Caso Bamaca Velásquez, Fondo, Sentencia del 25 de noviembre de 2000, Serie C Num.70, párr. 191. 12 Corte IDH, Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, Serie C Num. 171, Sentencia de 2 de julio de 2004, párr. 161. 13 Corte IDH, Caso Juan Humberto Sánchez vs. Honduras, Serie C, Sentencia del 7 de junio de 2003,, Serie C 171, párr. 121; Caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, Sentencia de 31 de agosto de 2001, párr. 113; Caso Maritza Urritia, sentencia de 27 de noviembre de 2003, Serie C Num. 103, párr. 117. 14 Corte IDH, Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, Sentencia de 2 de julio de 2004, Serie C 171, párr. 164. operatividad del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, que se viola siempre que un derecho material es agraviado y no encuentra reparación en los órganos designados para remediarlo15. Demos un paso más: la presente garantía constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana, sino del propio Estado de Derecho en una sociedad democrática en el sentido de la Convención16. Por eso, si es aplicable a la tutela de los derechos humanos en sede interna… cuánto más es aplicable en sede internacional. Es aquí donde se produce la necesidad de que los órganos del Sistema Interamericano no nieguen los propios derechos que custodian, algo que harían de no conceder audiencia pública a los aquí solicitantes. En este sentido, debe recordarse que estas garantías procesales consagradas en la Convención son plenamente aplicables no sólo a los procesos que técnicamente puedan considerarse judiciales, sino que además, se aplican también a todo otro tipo de procedimientos, incluidos, claro está, procedimientos internacionales de tutela como el que se reclama en la presente solicitud17. Lo anterior se puede decir directamente con palabras de la propia Corte IDH, que son aplicables no sólo a los órganos decisorios internos sino, a fortiori, a los internacionales que tienen por función específica la tutela de los derechos encomendada por la Convención: 15 Cfr. Fernando M. TOLLER, “El derecho a la tutela judicial efectiva: fundamentos, implicaciones y Derecho comparado”, en Eduardo FERRER MC-­‐GREGOR (Coord.), Derecho Procesal Constitucional, 5ª ed., Porrúa, México, 2006, tomo IV, 3225-­‐3280 y, antes, del mismo autor, “El moderno derecho a la tutela judicial efectiva: de las garantías formales al derecho a la protección de los derechos materiales”, Derecho Administrativo – Revista de Doctrina, Jurisprudencia, Legislación y Práctica 45 (2003) 543-­‐599 (Lexis Nexis – Depalma, Buenos Aires). 16 Corte IDH, Caso Maritza Urritia v. Guatemala, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 27 de noviembre de 2003, Serie C Num. 103, párr. 117, entre muchos otros. 17 Sobre la aplicabilidad de esas garantías a todo tipo de procesos, cfr. Corte IDH, Garantías judiciales en Estados de Emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC-­‐9/87 del 6 de octubre de 1987, Serie A Num. 9, párr. 27; Excepciones al agotamiento de recursos internos, Opinión Consultiva OC-­‐11/90, del 10 de agosto de 1990; Caso Paniagua Morales y otros v. Guatemala, Fondo, Sentencia de 8 de marzo de 1998, Serie C Num. 37, párr. 149; Caso Tribunal Constitucional v. Perú, Sentencia de 31 de Enero de 2001, Serie C Num. 71 párrs. 69 y 70; Caso Baena Ricardo y otros v. Panamá, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 2 de febrero de 2001, Serie C Num. 72, párr. 125; y Caso Ivcher Bronstein vs. Perú, Reparaciones y Costas, Sentencia de 6 de Febrero de 2001, Serie C Nro. 74, párr. 103. “Tanto los órganos jurisdiccionales como los de otro carácter que ejerzan funciones de naturaleza materialmente jurisdiccional, tienen el deber de adoptar decisiones justas basadas en el respeto pleno a las garantías del debido proceso establecidas en el artículo 8 de la Convención Americana”18. Y es en esta línea argumentativa en la que entra lo dicho por la Corte IDH en la penúltima opinión consultiva, sobre control de legalidad de las atribuciones de la CIDH19: “El trámite de las peticiones individuales se encuentra regido por garantías que aseguran a las partes el ejercicio del derecho de defensa en el procedimiento. Tales garantías son: a) las relacionadas con las condiciones de admisibilidad de las peticiones (artículos 44 a 46 de la Convención), y b) las relativas a los principios de contradicción (artículo 48 de la Convención) y equidad procesal. Igualmente es preciso invocar aquí el principio de seguridad jurídica (artículo 39 del Reglamento de la Comisión)”20. Sobre el principio de seguridad jurídica, contenido en el actual artículo 38 del Reglamento de la CIDH, también ha dicho la Corte IDH en casos contenciosos que es justamente una obligación de la Comisión, de respeto frente al Estado, y –añadimos nosotros-­‐ también frente a las víctimas: “La decisión que ahora pronuncia la Corte no juzga en lo absoluto acerca de la existencia o inexistencia de tortura contra el señor Alfonso Martín del Campo, sino se sustenta única y exclusivamente en consideraciones jurídicas derivadas de las reglas sobre 18 Corte IDH, Caso Ivcher Bronstein vs. Perú, Reparaciones y Costas, Sentencia de 6 de Febrero de 2001, Serie C Nro. 74, párr. 104; Caso Tribunal Constitucional v. Perú, Sentencia de 31 de Enero de 2001, Serie C Num. 71, párr. 71. El destacado es nuestro. 19
Corte IDH. Control de Legalidad en el Ejercicio de las Atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Arts. 41 y 44 a 51 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-­‐19/05 del 28 de noviembre de 2005. Serie A No. 19. 20
Idem, párr. 27. competencia del Tribunal, cuya inobservancia implicaría exceso en el ejercicio de facultades acotadas por la Convención y generaría inseguridad jurídica”21. Todas estas garantías que debe respetar la Comisión, además de sustentar todo lo que venimos hablando, constituyen un argumento más a favor de la idea de que debe concederse la audiencia solicitada. No puede dejar de tenerse en cuenta la posición de todos los posibles afectados por una decisión de la CIDH. Es que si la decisión de la CIDH de conceder una medida cautelar como la MC-­‐260-­‐07 que afecta derechos de terceros, está basada en consideraciones vertidas solamente por el binomio víctimas-­‐Estado y no en toda la información disponible, se genera una situación de inseguridad jurídica que resulta contraria a la Convención y violatoria de derechos humanos de muchas personas. Pues bien, como hemos dicho ya, no pueden ser decisiones justas, eficaces, tuitivas, aquellas que, aunque provengan de órganos del Sistema Interamericano, rechacen infundadamente y sin posibilidad de revisión ulterior, la pretensión de ser oídos en audiencia pública o ser tenidos como parte o como terceros en el proceso. 6.-­‐ Objeto de la comparecencia del representante del grupo de accionistas, inversionistas, trabajadores y la empresa en la audiencia En representación del grupo de solicitantes asistirán a la audiencia Eduardo Villacorta (Vicepresidente América Central y Sur de Goldcorp -­‐ Vicepresidente de Montana Exploradora de Guatemala S.A de C.V.), Jorge Mario Sandoval (Asesor Legal), Lisa Wade (Director, Environment Goldcorp Inc.) y David L. Deisley (Executive Vice-­‐President – Corporate Affairs and General Counsel). 21
Corte IDH, Caso Alfonso Martín del Campo Dodd vs. México, Excepciones preliminares, Sentencia de 3 de septiembre de 2004, Serie C Nro. 113, párr. 83. El destacado nos pertenece. La concesión de la audiencia solicitada tiende a lograr los siguientes efectos: 1) Ejercer el derecho de los solicitantes a ser oídos en un proceso que los afecta. 2) Informar sobre su visión de la problemática como protagonista clave de la situación. Aportar información de la empresa respecto a las cuestiones esenciales de su actividad e imprescindibles para el proceso ante la CIDH (presentación de informe de situación, monitoreo y medición de indicadores ambientales específicos de Gestión Ambiental). En este caso consideramos que la empresa se encuentra en mejores condiciones que el Estado para probar los extremos denunciados, ya que éste, a todas luces -­‐tal como se desprende de la respuesta presentada a la solicitud de información a Guatemala que mencionáramos líneas arriba-­‐, ha omitido hacer referencia a los aportes en materia de información o de eventuales soluciones que podría plantear la empresa. 3) Informar al respecto de las soluciones ofrecidas por la empresa en el pasado a los peticionarios y el análisis de efectividad de las mismas. 4) Mostrar a la CIDH la intención de la empresa de ingresar al proceso para coadyuvar en la búsqueda de soluciones efectivas, comprometiendo su capacidad técnica y económica para alcanzar un desarrollo sostenible y respetuoso del medio ambiente y de los derechos humanos establecidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. 5) Solicitar su participación en los procesos ante la Comisión, mediante los mecanismos que se consideren más idóneos con la finalidad de informar el proceso y coadyuvar en la búsqueda de soluciones más efectivas al conflicto y en términos de protección. En este punto cabe señalar que la consideración realizada por la honorable Comisión Interamericana respecto de mantener la medida de suspensión hasta que se resuelva el fondo del asunto, merece analizar la participación solicitada, en vista a los tiempos procesales que puede insumir un caso y que se traduce, en la generalidad de los procesos, en años. 7.-­‐ Petitorio Sobre la base de las consideraciones expuestas, solicitamos tenga a bien, conceder la audiencia solicitada con el convencimiento de que este tipo de medidas implican un avance en desarrollo del Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos, en donde esta distinguida Comisión cumple un rol fundamental. Saludamos a Ud. con nuestra mayor consideración. Lucas E. Gómez C. Ignacio de Casas Ignacio A. Boulin Victoria Abogado Abogado Abogado 
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