“Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. JUAN ALBERTO DIAZ WIECHERS © BREVE INTENTO DE EXPLICACION DEL CURSO Y DE LA CONTINUIDAD DE LA HISTORIA DE LA CIVILIZACION OCCIDENTAL Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla. Introducción. PRIMERA PARTE – LOS ORIGENES 1.2.3.4.5.- El Relato Bíblico de la Creación del Mundo. Los Pueblos Caucásicos. Los Pueblos Indoeuropeos. Los Fenicios. Los Hebreos. SEGUNDA PARTE – GRECIA Y EL HELENISMO 6.7.8.9.10.11.12.13.14.15.16.17.18.19.20.21.22.23.24.- La Civilización Minoica en la Isla de Creta. La Grecia Arcaica o Micénica. La Religión Olímpica. Las Grandes Leyendas Heroicas. La Leyenda de Troya. El Mito de la Atlántida. La Grecia Pre-Clásica. El Origen del Pensamiento Griego. Las Polis Griegas. El Estado Ateniense o Ático. El Estado Espartano o Lacedemonio. El Surgimiento del Imperio Persa Aqueménida. Las Guerras Médicas. La Hegemonía Ateniense. La Acrópolis de Atenas. La Cúspide de la Civilización Griega Clásica. Los Tres Grandes Filósofos: Sócrates, Platón y Aristóteles. Las Corrientes Filosóficas Menores. Las Guerras del Peloponeso. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 1 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 25.26.27.28.29.30.31.32.33.34.35.36.37.38.39.40.41.42.43.44.45.46.47.48.49.50.51.52.53.54.55.56.- Razones de la Derrota Ateniense. La Hegemonía Espartana. La Hegemonía Tebana. La Riqueza de Siracusa. La Decadencia Espiritual de la Hélade. Filipo II y la Hegemonía Macedónica. Alejandro Magno y la Conquista del Mundo. La Hélade al Fallecimiento de Alejandro. La Desintegración del Imperio Alejandrino. La Civilización Helenística. El Reino Post-Alejandrino de Macedonia. La Hélade en la Época Helenística. Los Griegos Occidentales en la Época Helenística. El Gran Imperio de Asia de Seleuco. El Nacimiento del Reino de los Partos. La Estabilización del Reino Seléucida y el Primer Choque con Roma. El Reino Seléucida reducido a Siria. El Reino de los Ptolomeos o Lágidas en Egipto. La Gran Biblioteca de Alejandría. Los Sabios Alejandrinos. El Reino Griego de Epiro. El Reino de los Atálidas en Pérgamo. El Reino de Bitinia. El Reino de Ponto. El Reino de Capadocia. El Reino Griego de Bactriana. Los Reinos Griegos de la India. El Reino del Bósforo de Crimea. La Hélade bajo la Pax Romana. El Helenismo bajo Roma. Las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. La Invasión de los Celtas o Galos. TERCERA PARTE – ROMA Y SU CIVILIZACION 57.58.59.60.61.62.63.64.65.66.67.68.69.70.71.72.73.- Los Pueblos de la Península Itálica. La Leyenda de la Fundación de Roma. Los Reyes de Roma. La Historia Tangible de los Orígenes de Roma. La República Romana y su Estructura Política. La Estructura Social Republicana. La Ley de las Doce Tablas y el Origen del Derecho Romano. La Familia Romana. La Religión Romana. La Expansión de Roma por la Península Itálica. La Primera Guerra Púnica. Aníbal y la Segunda Guerra Púnica. La Tercera Guerra Púnica y la Destrucción de Cartago. Las Guerras Macedónicas y la Anexión de Grecia. La Expansión de Roma por Europa Occidental. Las Guerras contra Yugurta y la Expansión en África. El Primer Enfrentamiento entre Roma y los Germanos. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 2 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 74.75.76.77.78.79.80.81.82.83.84.85.86.87.88.89.90.91.92.93.94.95.96.97.98.99.100.101.102.103.104.105.106.107.108.109.110.111.- Las Guerras contra Mitrídates y las Anexiones en Oriente. Las Luchas Sociales: Tiberio y Cayo Graco. El Declive del Orden Republicano: Sila y Mario. Espartaco y la Rebelión de los Esclavos. Pompeyo. La Conspiración de Catilina. El Primer Triunvirato. César y la Conquista de la Galia. La Tragedia de Craso en Oriente. La Guerra Civil entre César y Pompeyo. Julio César, Amo de Roma. Los Idus de Marzo y el Asesinato de César. El Segundo Triunvirato. Marco Antonio y Cleopatra. Augusto y el Principado. La Gloria de la Lengua Latina. El Origen de la Dinastía Julio-Claudia. Los Sucesores de Augusto. El “Año de los Cuatro Emperadores”. La Dinastía de los Flavios. La Dinastía de los Antoninos. La Civilización Romana en su Cúspide. Cómodo y el Comienzo de la Decadencia del Imperio Romano. La Anarquía posterior a la muerte de Cómodo. La Dinastía de los Severos. El Fin del Principado y la Crisis del Siglo III. La Anarquía Militar y la Cuasi-Desintegración. El Imperio Gálico. Las fronteras del Rhin y el Danubio se vuelven permeables. El Surgimiento del Segundo Imperio Persa. El Reino de Palmira: Odenato y Zenobia. La Obra Reconstructiva de los Emperadores Ilirios. Diocleciano y la Recuperación Absolutista. Diocleciano y la Tetrarquía. La Civilización Romana en el Siglo IV. La Sucesión de Diocleciano. El Ascenso de Constantino I El Grande. La Fundación de Constantinopla. CUARTA PARTE – ROMA Y EL CRISTIANISMO 112.113.114.115.116.117.118.119.120.121.122.- La Crisis de la Religión Oficial Romana. Judea en la época Helenística. Judea como Reino Cliente de Roma. La Destrucción del Segundo Templo. La Ruina Final del Judaísmo Palestino. Los Samaritanos. Jesucristo y el Surgimiento del Cristianismo. El Desarrollo del Cristianismo. Las Persecuciones. Constantino y el Triunfo del Cristianismo. La Consolidación del Cristianismo. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 3 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 123.- Los Conflictos Teológicos del Cristianismo. 124.- Los Grandes Pensadores Cristianos. QUINTA PARTE – EL MUNDO ROMANO DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA 125.126.127.128.129.130.131.132.133.134.135.136.137.138.139.140.141.142.143.144.145.146.147.148.149.150.151.152.153.154.155.156.157.158.159.160.161.162.163.164.165.166.- Los Germanos. Los Sucesores de Constantino. La Dinastía de Valentiniano. La Tragedia de Adrianópolis y el Preludio del derrumbe. Teodosio I El Grande. Arcadio en Oriente y Honorio en Occidente. El Mundo se Derrumba: El ingreso incontenible de los Bárbaros. Estilicón. Alarico y la “Caída” de Roma. La Invasión de las Provincias Occidentales. El Ocaso de Honorio. El Reinado de Valentiniano III y la pérdida de África. La Autoridad Imperial en Occidente reducida a Italia. Atila, el Azote de Dios. Los Vándalos y el Segundo Saqueo de Roma. Ricimero y el Imperio Fantasma en Occidente. Odoacro y la Disolución del Imperio de Occidente. El Gobierno de Teodorico en Italia. La Dinastía de Teodosio I en Oriente. La Dinastía Leóntida o Tracia. La Supervivencia del Estado Romano en Oriente. Justiniano I El Grande y Teodora. San Vitale y Santa Sofía. El Corpus Iuris Civilis. Las Reconquistas de Justiniano: Belisario y Narsés. El Reestablecimiento de la Autoridad Imperial en Occidente. La Gran Plaga de Peste Bubónica. La Ruina Final de la Ciudad de Roma. La Invasión de los Lombardos y la Desintegración Parcial de la Obra de Justiniano. La Italia Imperial. La Italia Lombarda. La Dinastía de Justiniano. La Usurpación de Focas I. Heraclio y la Gran Victoria sobre Persia. El Origen de los Reinos Embrionarios Romano-Germánicos de Europa Occidental. La Galia Post-romana. Las Tres Monarquías Germánicas en la Galia Post-romana. La Hispania Visigoda. La Invasión y Conquista Anglosajona de Britania. La Desromanización en las Zonas del Rhin y el Danubio. Los Germanos todavía ajenos a la Civilización Romano-Católica. La Entrada de los Eslavos a la Historia. SEXTA PARTE – LA ALTA EDAD MEDIA © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 4 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 167.168.169.170.171.172.173.174.175.176.177.178.179.180.181.182.183.184.185.186.187.188.189.190.191.192.193.194.195.196.197.198.199.200.201.202.203.204.205.206.207.208.209.- Los Árabes. Mahoma y el Surgimiento del Islam. La Avalancha Islámica sobre el Mundo Romano. La Expansión Islámica hacia el Este y el Sur. Los Califatos de Damasco y Bagdad. La Civilización Árabe Medieval. Cristianismo y Judaísmo bajo el Islam Árabe. La Coexistencia de las Religiones en la España y Sicilia Musulmanas. Los Reinos Cristianos de África. La Armenia Cristiana. La Georgia Cristiana. Las Invasiones de los Pueblos Asiáticos. El Poblamiento del Báltico. El Renacer del Imperio Romano Helenizado. La Dinastía de Heraclio. La Anarquía entre dos Dinastías. León III y la Dinastía Isauria. La Pérdida Definitiva de Ravena y Roma. La Dinastía Fócida y la Amenaza Búlgara. La Dinastía Frigia. El Origen de la Dinastía Macedonia. Constantino VII Porfirogénito y su Época. Basilio II Bulgarotóctono: La Nueva Grandeza y el Esplendor del Imperio Romano de Oriente. La Hélade durante el Imperio Tardío. La Estructura Política y Económica del Imperio de Oriente. La Nueva Roma y la Civilización Bizantina. Iglesia y Estado en Oriente y Occidente. Cristianismo Latino y Cristianismo Griego. Diferencias Doctrinales entre Roma y Constantinopla. Los Cantos Monásticos Occidentales y Orientales. La Controversia Iconoclasta y el Cisma de Oriente. La Incorporación y Cristianización de los Pueblos Eslavos. El Ascenso de la Dinastía Carolingia. Carlomagno y su Obra. La División del Imperio Carolingio. El Orden Europeo Postcarolingio. La Unificación de la Inglaterra Anglosajona. Los Vikingos. Las Nuevas Lenguas Romances. Los Nuevos Idiomas Germánicos. El Retroceso de las Lenguas Célticas y Prerromanas. El Nuevo Orden en ciernes. El Gran Espacio Lingüístico Eslavo. SEPTIMA PARTE – LA BAJA EDAD MEDIA. 210.211.212.213.- El Mundo Cristiano hacia el Año 1.000 de Nuestra Era. El Declive y Final de la Dinastía Macedonia. La Pérdida Romana de Anatolia y sus Consecuencias. La Salvación y Estabilización con los Comneno. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 5 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 214.215.216.217.218.219.220.221.222.223.224.225.226.227.228.229.230.231.232.233.234.235.236.237.238.239.240.241.242.243.244.245.246.247.248.249.250.251.252.253.254.255.256.257.258.259.260.261.262.263.264.265.- El Final de los Comneno. Los Ángel y el Declive sin Retorno. Las Nuevas Formas Artísticas de Occidente. El Triunfo Definitivo de las “Lenguas Vulgares” en la Europa Occidental Medieval. Santo Tomás de Aquino. Las Hambrunas y las Plagas. El Sacro Imperio Romano-Germánico. Los Monarcas del Sacro Imperio. El Sacro Imperio y sus Conflictos Internos. La Liga Hanseática y el Sacro Imperio. Los Cantones Suizos y el Sacro Imperio. Los Países Bajos y el Sacro Imperio. El Drang nach Osten y la Expansión del Sacro Imperio. La Cruzada de la Orden Teutónica en el Báltico. El Proceso de la Germanización a Fines de la Edad Media. Bohemia y el Sacro-Imperio. Bohemia y el Conflicto Husita. La Italia del Sacro-Imperio. La Ciudad de Roma Medieval y el Estado Papal. Las Vicisitudes Históricas de la Roma Medieval. El Arelato del Sacro-Imperio. Las Repúblicas Marítimas Italianas. El Estado Normando en el Mediodía de Italia. Nápoles y Sicilia bajo los Hohenstaufen. La Debilidad Intrínseca de la Inglaterra Anglosajona. La Conquista Normanda de Inglaterra. La Inglaterra Anglo-Normanda. Caledonia, Alba y Escocia. Las Guerras Escocesas de Independencia. La Irlanda Céltica. La Conquista Anglo-Normanda de Irlanda. La Cristianización de los Vikingos Escandinavos. Noruega. Islandia, Groenlandia y Vinland. Dinamarca. Suecia. Escandinavia y la Unión de Kalmar. Los Reyes de Francia. La Pugna por la Centralización Real de Francia. Francia y la Guerra de los Cien Años. El Cautiverio de Aviñón y el Gran Cisma de Occidente. El Declive del Poder Árabe en España. Los Reinos Cristianos Ibéricos: Castilla-León. Los Reinos Cristianos Ibéricos: Navarra. Los Reinos Cristianos Ibéricos: Aragón-Cataluña. Los Reinos Cristianos Ibéricos: Portugal. La Reconquista Cristiana de España. España Concluida la Etapa Principal de la Reconquista. Polonia. Polonia-Lituania. Hungría. Los Principados Valacos. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 6 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 266.267.268.269.270.271.272.273.274.275.276.277.278.279.280.281.282.283.284.285.286.287.288.289.290.291.292.293.294.295.296.297.298.299.- Croacia y Carniola. Serbia. Bulgaria. La Herejía Bogomil. Los Varengos y la Rusia de Kiev. El Gran Ducado de Moscovia. El Judaísmo Medieval. La Primera Cruzada, la Victoriosa. El Esplendor de los Estados Francos en Tierra Santa. Saladino. La Precariedad y Derrumbe Final de los Estados Cruzados. El Saqueo latino de Constantinopla y sus Consecuencias. El Imperio Latino de Romania. Los Estados Sucesores del Imperio Romano de Oriente. El Imperio de Nicea. La Reconquista Nicena de Constantinopla. El Imperio de Trebizonda. El Despotado de Epiro. La Dinastía de los Paleólogo. Carlos de Anjou y las Vísperas Sicilianas. El Reino Aragonés de Sicilia. El Establecimiento de los Estados Francos en Grecia. El Retorno de la Hélade a la Historia de la mano de los Señores Francos. La Intervención Catalano-Aragonesa en Grecia. El Declive de los Estados latinos en Grecia. El Despotado de Morea. El Mundo Mediterráneo Cristiano. La Invasión Mongola. Marco Polo en la Corte Mongola. La Aventura Nestoriana en el Lejano Oriente. La Ruta de la Seda. La Segunda Invasión Mongola: Tamerlán. Los Turcos Selyúcidas y el Sultanato de Rum. El Nacimiento del Imperio Turco Otomano y su Avance por Anatolia y los Balcanes. 300.- La Caída de Constantinopla y el Fin del Imperio Romano. 301.- Los Últimos Centros Cristianos en Levante. Epílogo: El Occidente al Momento de la Caída de Constantinopla. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 7 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 8 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. INTRODUCCIÓN La Historia es un proceso continuo, que fluye como el agua de un río. Nunca se detiene realmente, hasta que llega al mar. Puede que los ríos se separen del tronco principal, pero por mucho tiempo seguirán portando las mismas aguas que alguna vez salieron del fluyente original. Sin ser un historiador profesional, pero sí un amante aficionado de la Historia, he tenido, a lo largo de mi vida, la posibilidad de analizar esta circunstancia. Pues así como los ríos lo son, también la historia es efectivamente continua, un perpetum mobile inclasificable. El motivo que me ha llevado a escribir esta obra es básicamente tratar de presentar ante los lectores no especializados en Historia, pero interesados en conocerla en forma lógica y explicativa, una interpretación lineal y continua de la evolución de la Civilización Occidental. Generalmente la Historia se presenta a los lectores por capítulos, que dan una idea de diversas épocas aisladas de la evolución histórica, pero no necesariamente dejan claros los vínculos entre una época y otra, entre un proceso y otro. Es común analizar la Historia en forma estructurada, como Grecia, Roma, Edad Media, etc., pero no se presenta al lector en términos continuos la evolución y transición de una etapa a otra. Por ejemplo, la historia de la civilización griega no termina con la muerte de Alejandro, sino que sigue con los reyes helenistas y con el Imperio Romano, y finalmente toma la forma bizantina, todo como una continuidad de un mismo todo orgánico. Tampoco la historia particular de la Hélade acaba con la hegemonía macedonia, sino que sigue, en decadencia, por muchos siglos, aunque más alejada del relato conocido. La historia de Roma no termina con la deposición de Rómulo Augústulo en 476, sino que sigue bajo legítimos emperadores por otros 1.000 años. El Imperio Romano nunca se dividió en dos mitades, como cree mucha gente. La ciudad de Roma no cayó bajo el dominio de los bárbaros en el siglo V D.C., sino que continuó como parte del Imperio Romano hasta el siglo VIII. Los reinos bárbaros de Europa Occidental no significaron inicialmente un quiebre con el Imperio Romano, sino que aparentaron ser más bien una reorganización administrativa más o menos provisional y necesaria de las regiones occidentales del Imperio. La conquista árabe y la islamización del mundo oriental no fue un proceso tan cuadriculado como se cree, sino que estuvo lleno de matices. El quiebre entre las Iglesias Católica Romana y Ortodoxa deriva de un proceso mucho más complejo de alejamiento que lo que se cree generalmente. Y todos estos matices son los que he querido plasmar en forma simplificada en este libro. Los especialistas de la Historia tienen claro lo que señalo en esta obra, pero no así los legos. Esta obra está enfocada a ellos, a quienes sin ser historiadores desean entender y hacerse de una idea simplificada, explicativa, estructurada y lógica del curso de la evolución de nuestra Civilización Occidental. Por ello, esta obra no abarca extensos pero escasos capítulos, sino que más bien muchos pero cortos de los mismos, y justamente por eso: para demostrar que los procesos históricos no pueden dividirse tan cuadriculadamente, pues todos forman una cadena relacional con etapas tanto previas como posteriores. Así entiendo yo al menos la evolución y la involución de nuestra Civilización Occidental. Al escribirla pienso en mis hijos, a los que me gustaría explicarles mi interpretación del proceso histórico global del que nosotros y nuestros antepasados formamos parte. Ojalá sirva a los lectores para hacerse una idea cabal de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 9 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. cuál fue su pasado, cuáles son las bases culturales de su presente, y el origen de su futuro. Por motivos prácticos he decidido dividir esta obra en dos volúmenes: el primero es el que ahora se presenta, que va desde el origen de los pueblos indoeuropeos hasta la caída de Constantinopla en 1453, una fecha muy significativa, en realidad no por ser la simple fecha “oficial” del fin de la Edad Media, sino por representar el final definitivo y verdadero del último baluarte de la gran civilización grecorromana y por ser el último capítulo del proceso de surgimiento, desarrollo, grandeza, decadencia, múltiples resurrecciones y caída final de esa gran construcción humana que fue el Imperio Romano. Consecuentemente, como norma general, los diferentes capítulos de esta obra enfocados a la multitud de ramas en que se divide nuestra historia, llegan hasta mediados del siglo XV, por mucho que se dejen esbozados algunos procesos posteriores de fines de dicho siglo o del siglo XVI. Una segunda parte de esta obra pretenderá abarcar desde mediados del siglo XV hasta el verano boreal de 1914, fecha que para muchos representa el comienzo objetivo de la decadencia de la Civilización Occidental que conocemos. Para efectos meramente referenciales, he efectuado una división muy arbitraria del primer volumen de esta obra, el que ahora se ofrece al lector: una Primera Parte, que es más bien introductoria, se refiere a los orígenes de nuestra identidad cultural; una Segunda Parte se refiere en términos generales a “Grecia y el Helenismo”; y una Tercera Parte a “Roma y su Civilización”, hasta la fundación de Constantinopla. La Cuarta Parte, “Roma y el Cristianismo”, se aparta brevemente del hilo principal del relato, pero éste se retoma con las Partes Quinta y Sexta, correspondientes, respectivamente, a esos períodos bastante indeterminados que pudiéramos llamar “Antigüedad Tardía” y “Alta Edad Media”, todavía dominados, en mayor o menor medida, por el hilo conductor del Imperio Romano Tardío. Finalmente se concluye con una Séptima Parte dedicada a la “Baja Edad Media”, en que encontramos una diversidad de procesos históricos que ya no tienen como único hilo conductor a la Roma Tardía, aunque ésta no deja de ser, para efectos de nuestra obra, todavía el principal. El lector podrá considerar que se le ha dado preferencia a algunos temas por sobre otros; es posible que así haya sido. Pero recordemos que ésta es una obra bastante personal, y que por lo tanto puede caer en subjetividades involuntarias. Pero, de cualquier forma, es un trabajo que puede ayudar a mucha gente a interesarse por recorrer el río continuo de nuestra propia Historia. Esperemos que así sea. Juan Alberto Díaz Wiechers En Santiago de Chile, a 20 de julio de 2015. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 10 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. PRIMERA PARTE – LOS ORIGENES 1.- El Relato Bíblico de la Creación del Mundo. Es tan difícil saber cuál fue el origen del Mundo y del Hombre. No sabemos a ciencia cierta cómo se dio la evolución de la Tierra en que vivimos, aunque tenemos claro que fue un proceso de miles de millones de años. Desde lo que ahora se llama el Big Bang, esto es la gran explosión que supuestamente generó el universo, hasta el nacimiento de los planetas, y con ellos del tercer planeta del sistema solar que gira alrededor de la estrella llamada “Sol”, y tras esto el nacimiento de la vida vegetal y animal, inicialmente como organismos microscópicos en el mar, luego como animales más desarrollados marinos, y después como formas animales superiores, primero reptiles y luego mamíferos. Hasta que en algún momento una especie empezó a surgir dominando a las demás, primero bajo formas primitivas e inferiores de evolución, que por su inferioridad no pudieron perpetuarse, hasta llegar a la figura máxima de la Creación, el Homo Sapiens, y a sus subespecies o a sus razas diferenciadas, muy posiblemente surgidas como resultado de procesos paralelos y no tanto de un solo ancestro común. La ciencia y la paleontología nos han explicado bastante bien el proceso, o han tratado de explicárnoslo. Pero cada día aprendemos más, nos acercamos a nuevos conocimientos que nos explican mejor la verdadera –o la posible- historia del universo. Nos falta, desde luego saber, en qué momento alguna fuerza creadora más allá de nuestro entendimiento inició todo el proceso, o si éste surgió espontáneamente de la nada. Eso está más allá de nuestro intelecto. De cualquier forma, por mucho que sepamos que no puede ser tomado bajo ningún aspecto al pie de la letra, el Hombre Occidental actual ha recibido una tradición metafísica del origen del Universo y del Hombre, que es conveniente recordar en estas líneas: el relato bíblico del Génesis, que, tal vez imperfectamente, presenta, simbólicamente, una pretensión de explicación condensada, de nuestro origen. La Biblia, o más bien lo que conocemos como el Antiguo Testamento, es una recopilación de historias de origen muy diverso. En algunas puede distinguirse algún antecedente histórico, mientras que otras no nos queda más que analizarlas más bien simbólicamente. De cualquier forma, tengan estos relatos lo que puedan tener de real o histórico, por la pura influencia que han tenido en nuestro pensamiento, merecen un lugar en estas líneas, si no como fuente histórica, desde luego sí como parámetro cultural. Además, y esto es muy importante, esta tradición bíblica es común a las tres grandes confesiones monoteístas de la historia: el Judaísmo, su variante el Cristianismo, y la variante de los dos últimos, el Islam. De acuerdo a nuestra tradición Yahvé, Dios, es Eterno. No tiene ni principio ni fin. Pero Dios administraba el Caos, la Nada, hasta que en un momento decide crear el Universo. Esto, según la Biblia, y aunque nosotros sabemos bien que no fue así, simbólicamente lo efectuó en seis días. En este período creo el universo, el sol, el cielo y las estrellas, el día y la noche, la tierra y los mares, las plantas y los animales, y el sexto día, a su imagen y semejanza, a su criatura superior: el Hombre. Lo confeccionó en barro y luego, soplando, le concedió el Don de la vida. Y el séptimo día Dios, habiendo contemplado su obra, descansó. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 11 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Pero Dios, viendo que el primer Hombre, Adán, estaba solo, le creó, a partir de una costilla suya, una compañera, la primera mujer, Eva. Y ambos vivían felizmente en el Paraíso Terrenal, en el Edén, en un mundo libre de pecado. Pero Dios había prevenido a Adán y Eva de abstenerse del pecado. El símbolo de esto es la manzana del árbol prohibido, que Dios les había exigido no tocar bajo ningún aspecto. Pero la tentación humana fue superior a su amor a Dios. El demonio, el ángel caído del mal, Lucifer, sublevado contra su Creador, metamorfoseándose en serpiente, tentó a Eva a comer del fruto prohibido. Eva accedió, y habiendo caído en el pecado incitó a Adán a hacer lo mismo. Habiendo la primera pareja humana desobedecido a Dios, Éste, muy contrariado, los expulsó del Paraíso, pero les hizo ver que seguiría cuidando de ellos. A esta pareja les dio dos hijos, Caín y Abel. Abel con su comportamiento se ganó el favor de Dios, lo que creó gran resentimiento en Caín, el cual, corroído por los celos, asesinó a su hermano. De cualquier forma, Adán y Eva tuvieron más descendencia, y de ella comenzó a multiplicarse la especie humana, por muchas generaciones. Pero la maldad acompañaba al hombre, y Yahvé, el Dios justiciero y castigador del Antiguo Testamento –muy distinto al Dios de amor del Nuevo Testamento- decidió acabar con su maldad. Así que, tras encontrar al único hombre justo al que valía la pena salvar, Noé, Dios le encomendó comenzar a construir un arca, un barco gigantesco, en la cual pudiera embarcar a toda su familia, incluyendo hijos y nueras y nietos, y a una pareja de cada animal vivo existente, para conservar las especies. Ello pues Dios iba a lanzar sobre la Tierra un Diluvio Universal que acabaría con toda la vida en el mundo. Y así lo hizo, obedientemente Noé. Y en el momento fijado Dios desencadeno sobre la tierra el gran diluvio. Llovió por cuarenta días y cuarenta noches. Al dejar de llover, toda la tierra había quedado cubierta por las aguas. Tras esto, Noé y su arca continuaron navegando, en lo que las aguas volvían a descender, hasta que finalmente se detectó a una paloma con una rama de olivo en su pico: una señal de que había nuevamente tierra seca en la cercanía. Poco después el arca encalló, o mejor dicho se posó en una ladera del Monte Ararat, en la actual Armenia turca. Hasta el día de hoy hay expediciones que siguen buscando en dicha montaña los restos del Arca de Noé. Dios, apesadumbrado por la magnitud de la destrucción prometió a Noé que nunca volvería a repetir tan tamaño castigo sobre la humanidad. De los tres hijos de Noé: Cam, Sem y Jafet, descenderían, respectivamente, los camitas, los semitas y los indoeuropeos. Este relato bíblico del diluvio es uno de los muchos que muy seguramente tiene un asidero histórico. Concuerda en gran medida con el relato mesopotámico del Siglo XVIII A.C. conocido como la Crónica de Gilgamesh. Y esto es lógico considerando que el origen del Judaísmo está en Mesopotamia. Pero también lo refiere la mitología griega, en la historia de Deucalión, que más adelante referiremos. Y también hay relatos muy similares entre los pueblos de la India y las razas amerindias de América, como los toltecas, los aztecas, los mayas, los incas o los araucanos. Y así los hombres volvieron a multiplicarse y desarrollar una civilización. Pero se volvieron soberbios, y creyeron que podían acercarse a Dios. Y con este fin comenzaron a construir una torre muy alta, que los llevara hasta el cielo, hasta topar a Dios. Nos referimos a la Torre de Babel bíblica. Dios no vio bien este proceder tan soberbio. Hasta ese momento todos los hombres seguían hablando un solo idioma. En castigo, Dios confundió las lenguas, y en momento, ninguno de los constructores pudo volver a comunicarse con su vecino. Así empezarían a desarrollarse las nuevas lenguas de la humanidad. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 12 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. En fin, así comenzaría nuestra historia. 2.- Los Pueblos Caucásicos. Tradicionalmente se considera que dentro de la llamada raza caucásica o blanca existen tres grupos étnico-culturales distintos y sin relación los unos con los otros: los indoeuropeos, originarios posiblemente del Cáucaso o de Asia Central; los semitas, que se extendieron por la Península Arábiga, Siria y Mesopotamia, siendo actualmente los más conocidos los árabes, los hebreos y los fenicios; y los camitas norafricanos, principalmente los egipcios, los etíopes, los moros y los bereberes. La diferencia entre camitas y semitas deriva, como ya hemos visto, de la propia Biblia, del nombre de dos de los hijos de Noé: Cam y Sem. Asimismo, la Biblia señala a Jafet como antepasado de los pueblos indoeuropeos conocidos en la época. Y también de la Biblia deriva la diferencia entre los hebreos, descendientes de Isaac, y los árabes, descendientes de Ismael, ambos hijos de Abraham. Dado que nuestra obra se enfoca a la historia de la Civilización Occidental, daremos preeminencia a la primera de las vertientes previamente citadas, a decir verdad la más importante para nosotros. Y es que el origen de toda nuestra civilización está en una familia de pueblos étnica y lingüísticamente hermanados, con un origen común en la remota prehistoria, conocidos los arios o indoeuropeos. Dada la mala interpretación que hizo en su momento la doctrina nacionalsocialista de la expresión “ario”, al cual se asoció en forma exclusiva y demasiado restrictiva con el típico físico y racial nórdico, consideramos conveniente en este libro utilizar la expresión “indoeuropeo”, que en realidad es mucho más amplia. Pero también tocará referirnos, aunque sea someramente, a las ya mencionadas culturas semítica y camita, las otras grandes vertientes de nuestra civilización. De estos dos grupos étnico-lingüísticos revisten especial importancia los semitas. Ellos ingresaron a la historia bastante antes que lo hicieran los indoeuropeos. Posiblemente desde Arabia, ya en tiempos relativamente recientes se expandieron por Mesopotamia, reemplazando a la anterior cultura sumeria, y por toda Siria y Palestina. Muchos serían los idiomas y pueblos que compondrían esta comunidad étnica y lingüística, pero hay dos que son fundamentales bien para la cultura Clásica grecorromana, o para su evolución bajo la forma de la actual Civilización Occidental. Unos son los fenicios, y los otros, los hebreos. Los primeros en la costa Norte de Siria, y los segundos en Palestina. Ellos actuarían directamente sobre nuestra psiquis y sangre, al menos desde su origen. Un tercer pueblo semita, los árabes, entraría repentinamente a nuestra historia, pero tan sólo 17 siglos después. Por su parte, el grupo camita es también importante en el nacimiento de nuestra historia, aunque en este caso de forma más bien tangencial, al menos para nosotros los hombres occidentales. La antigua civilización egipcia fue la más grande de las culturas camíticas, y forma parte inherente de nuestro acervo cultural, por mucho que su origen sea lejano para nosotros. Su idioma no sólo ha quedado consagrado en la escritura jeroglífica egipcia, sino que sobrevive como la lengua del Cristianismo nativo egipcio. También son camitas los bereberes del Magreb, cuya importancia no puede ser subestimada, máxime si recordamos que los moros que conquistaron España eran en realidad bereberes sólo parcialmente arabizados. Gran parte de la historia de España está influenciada directamente por estos pueblos del Norte de África. Y es muy posible © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 13 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. que los primitivos habitantes de Europa, antes de la conquista indoeuropea, fueran pueblos de origen camita norafricano. 3.- Los Pueblos Indoeuropeos. En la actualidad hay evidencia concluyente que en sus orígenes el indoeuropeo constituyó un tipo de piel blanca y cabello rubio o rojizo, que nació posiblemente en la región del Cáucaso y se desarrolló en la zona de Asia Central conocida como Turquestán. Las excavaciones de momias perfectamente conservadas efectuadas en esta última zona demuestran que ya en tiempos protohistóricos, hasta alrededor de unos 2.000 años A.C., la población de la región estaba conformada por hombres de tipo racial indudablemente germánico o céltico. Pero a partir de cierto momento protohistórico, paulatinamente, en las capas superiores de sepultación empiezan a desenterrarse ya momias de facciones asiáticas. En la medida que empieza a aumentar el descubrimiento de momias de origen mongoloide, disminuye el de caucásicas, hasta que aquéllas reemplazan totalmente a éstas. En consecuencia, los pueblos asiáticos reemplazaron, ya en el borde de nuestro período histórico -así de recientemente- a los indoeuropeos en el Asia Central. Si la razón de la extinción del elemento caucásico rubio-pelirrojo en esta región se debió a la fusión de razas entre los restos de los antiguos habitantes que no emigraron y los recién llegados, o a la fuga de aquéllos ante terribles enemigos, no es fácil de determinar en estas líneas y requiere un análisis más extenso. Pero posiblemente las razones fueron ambas. Seguramente la gran mayoría de los habitantes indoeuropeos de Asia inició la gran migración hacia los Urales en un período protohistórico reciente, debido a un conflicto tal vez secular o milenario con los pueblos de raigambre mongoloide. Pero, de cualquier forma en la región donde estos indoeuropeos previamente habitaban quedaron todavía algunos restos de dichos pueblos sometidos a los nuevos conquistadores. Es interesante notar que los pueblos turcomanos que habitan el Asia Central o Turquestán, tanto en la parte que perteneció a la Rusia Zarista y a la Unión Soviética, como en el Sinkiang dependiente de China, si bien son esencialmente asiáticos, representan claramente un típico étnico mezclado con elementos caucásicos. No hay duda que allí hubo una zona de transición étnica de mestizaje entre las razas caucásica y mongoloide. Entonces, estamos ante la presencia de un grupo de pueblos indoeuropeos de piel, cabello y ojos claros que ante un cambio repentino en su forma de vida tuvieron que abandonar la región que habitaban, seguramente muy extensa, ante el peligro que significaba la presión demográfica y militar de pueblos asiáticos más numerosos poblacionalmente y en una etapa rezagada de civilización. Esta presión no debe haber venido de la ya para entonces bastante civilizada China de la época, dividida en infinidad de reinos, sino de pueblos en estado muy rudimentario de cultura, como deben haber sido los hunos o los mongoles, o mejor dicho sus emparentados de aquellas épocas. Un primer enfrentamiento generalizado llevó a un movimiento completo de pueblos indoeuropeos, hacia el Oeste de los Urales, para escapar de estos enemigos ancestrales. De hecho, si observamos analíticamente durante los próximos siglos, y hasta la Edad Media, gran parte del desarrollo cultural de Occidente, éste estaría determinado por este choque de civilizaciones. Así como los indoeuropeos de 2.000 © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 14 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. años A.C. emprendían el movimiento en busca de mejores horizontes por causa de feroces pueblos enemigos que los expulsaban de Asia Central, en el siglo V D.C. el derrumbe de la estructura imperial romana en Occidente en gran medida sería consecuencia de la llegada de estos mismos pueblos centro-asiáticos hasta el Rhin. Los lingüistas han podido con bastante precisión reconstruir el idioma proto-ario, lo que los alemanes llaman el Ursprache indoeuropeo, y lo que es tal vez más importante para los efectos de esta obra, determinar en qué momento los distintos grupos indoeuropeos se fueron distanciando unos de otros, bien en su mismo origen, o bien en su movimiento de siglos hacia Europa Central y Meridional. Por ejemplo, los términos asociados a la agricultura son posteriores a los derivados del pastoreo. En algunos casos las lenguas se distanciaron en la primera etapa, la pastoril; en otros casos aconteció en la segunda, la agrícola. Algunas palabras comunes evolucionaron de una forma, y otras de manera distinta. Los elementos de análisis de esto nos enseñan mucho de la evolución de nuestros antepasados en el largo trayecto antes de su aparición en la historia escrita. Es muy importante hacer notar que la gran familia indoeuropea está mucho más unida por sus vínculos lingüísticos que por los étnicos, no obstante que es un hecho seguro que en su origen, tal como hubo un idioma proto-ario o proto-indoeuropeo, existió también un factor racial común. Esta familia lingüística indoeuropea está conformada por las siguientes subfamilias: albanesa, armenia, báltica, céltica, eslava, germánica, griega, indoirania (que incluye las lenguas indoarias y las iranias) e itálica (que incluye el latín y las lenguas románicas). A ellas se suman dos subfamilias hoy desaparecidas: la anatolia (que incluye la lengua de los hititas) y la tocaria. La primera aparición conocida de los indoeuropeos de piel clara en la historia humana tiene lugar con la invasión de los llamados arios a la India. En este caso sí es apropiado el uso de esta expresión, por mucho que de este pueblo se haya tomado después el nombre ario para referirse, tal vez erróneamente, a todos los indoeuropeos. Pero en la India estos invasores, minoritarios siempre dentro de un conjunto de pueblos de tez más obscura, impusieron un verdadero sistema de estratificación racial, más que de clases sociales: el de las castas. En la cúspide del sistema social quedaron los elementos con más sangre aria, por muy mezclados que ya estuvieran, y en las castas inferiores, en forma descendiente, aquéllos elementos de la población con más sangre dravídica. En las regiones del Norte de la India (entendiéndose en el concepto de la antigua India Británica, esto es, especialmente, en el actual Pakistán islamizado), donde está el mítico río Indo, se notan todavía restos sanguíneos de estos conquistadores. En las regiones que posteriormente fueron islamizadas el concepto de castas desapareció, desde luego por la influencia coránica, que, a decir la verdad, tiene la misma base de igualdad del hombre respecto a Dios que el Cristianismo. En las regiones que se mantuvieron hinduistas el sistema subsiste. Pero, a decir verdad, lo más importante que los conquistadores dejaron en la India fue su idioma, pues su sangre, excepción hecha de diferencias internas que aprecian más los propios indios que los extranjeros, prácticamente se diluyó a lo largo de los siglos debido a la mezcla de un grupo étnico pequeño con una población conquistada mucho más numerosa. Hoy en día cuando se estudia la identidad y el origen cultural entre los indios y los europeos, no puede hacerse sobre una base racial, sino principalmente por el elemento idiomático, donde el vínculo es aun más notorio. La principal lengua histórica aria de la India es desde luego el sánscrito, pariente colateral –más que madre- de muchos de los actuales idiomas indoeuropeos del subcontinente indio, y hasta hoy día conservado –como el griego y el latín para nosotros- como vehículo © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 15 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. cultural y lengua litúrgica en grandes sectores de la India. Es uno de los primeros idiomas indoeuropeos gráficamente documentados de la historia, con una amplia literatura y escritura propias, que han llegado hasta nuestros días desde el remoto y legendario pasado. Hacia el año 1700 A.C. aparece en la historia otro grupo indoeuropeo, del cual ahora ya se sabe mucho más que antes: los hititas. A lo largo de un período de varios siglos se establecieron en la zona oriental de Asia Menor. Desconocemos el nombre que se daban a sí mismos, pues el nombre de hititas deriva de las designaciones usadas por asirios y egipcios, después actualizadas en el siglo XIX por los estudiosos europeos. El hecho es que hablaban un idioma indoeuropeo y escribían con sus propios jeroglíficos y con escritura cuneiforme. Desde su capital Hattusa gobernaron un gran imperio sólo comparable al egipcio y al babilónico. Su época de mayor poderío coincide con los siglos XV y XIII A.C., cuando dominaron gran parte del Cercano Oriente. Aparecen mencionados en la Biblia. Pero su principal mención histórica viene del lado de los egipcios. Con sus grandes inventos, los carros de guerra, y portando armas de hierro, atacaron al Egipto faraónico. Fueron detenidos por Ramsés II en la batalla de Kadesh (1274 A.C.), librada en Siria (tierra entonces fronteriza entre ambos imperios), y que, además, resulta ser la primera batalla de la historia humana debidamente documentada. Pero aparentemente el resultado de la batalla no fue absolutamente contrario a los intereses de los hititas. No obstante, este imperio se desintegró hacia el año 1200 a raíz de la invasión de pueblos de origen desconocido conocidos en la historia como “Pueblos del Mar”. Pero tras su desintegración subsistirían Estados de lengua indoeuropea en partes de Asia Menor, que entrarían en contacto con las surgientes ciudades griegas de la costa. De hecho existiría una familia, ahora extinta, de lenguas indoeuropeas anatolias, de las cuales el hitita sería sólo el más conocido. Uno de estos reinos sería Lidia, que en el Siglo VII ofrendaría un gran descubrimiento a la humanidad: el dinero amonedado. Después volveremos a analizar este magno acontecimiento. Siglos después, hacia el año 1000 A.C., entraría a la historia un tercer grupo indoeuropeo, cuando pueblos de esta raza conquistaron Persia. Son los llamados ProtoIranios. De hecho la raíz de la palabra “Iranio” está relacionada a la palabra “Ario”. Sus grupos nacionales más característicos serían los persas, medos, bactrianos y partos, que poblaron gran parte de los actuales Irán y Afganistán. También acá la sangre de los conquistadores se diluyó rápido, aunque pinturas y dibujos antiguos ya muestran en los grupos dominantes iraníes del comienzo de la expansión del Imperio persa narices rectas y finas hasta entonces desconocidas. Igualmente dejaron en el Irán los conquistadores su idioma, que hasta el día de hoy es estudiado como relacionado a las lenguas europeas. Pero a diferencia de la India, la sangre de los conquistadores se diluyó en forma pareja dentro de un estrato racial de piel de por sí mucho más clara que la que la que los arios encontraron en la India. Exactamente lo mismo aconteció con otros grupos indoeuropeos que se establecieron en el Cáucaso, muy especialmente con los armenios. La realidad evidente es que los pueblos indoeuropeos empezaron a llegar al mundo mediterráneo en distintas etapas, y no todos juntos de una sola vez. De hecho, cada cultura que los indoeuropeos instalaban en territorio europeo se vio después amenazada precisamente por sus hermanos culturales que venían en una oleada migratoria posterior. Inclusive entre los propios griegos la tradición y la historia © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 16 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. recuerda la llegada en varias etapas –bastante poco claras, por cierto- de sucesivos pueblos helenos, tales como los aqueos o luego los dorios. Antes de la llegada de los primeros indoeuropeos a Europa, el continente estaba prácticamente despoblado. Sólo las regiones más meridionales estaban más densamente ocupadas, pero por pueblos caucásicos morenos, que recibían muchos nombres distintos. En España se los llamaría iberos, y en Grecia pelasgos. Muy seguramente se trataba de pueblos norafricanos de habla u origen camita. También existían otros pueblos muy antiguos, y de un origen étnico y cultural hoy desconocido, desde luego no indoeuropeo, resaltando los etruscos de Italia, cuya cultura ya se extinguió, y los vascos de los Pirineos, que todavía sobreviven. El hecho es que, cuando las oleadas de indoeuropeos llegaron escalonadamente a Europa, ya tenían idiomas ampliamente diferenciados, y físicamente presentaban también diferencias ostensibles, aunque todos ellos se caracterizaban por la piel más o menos pálida y el pelo más o menos rubio o rojizo. Los griegos, los primeros en entrar en la historia eran originalmente un pueblo de pelo rubio obscuro o castaño claro, piel muy blanca y ojos claros, que establecería su dominio sobre una población pelasga nativa, a la cual tratarían como vencida, aunque luego asimilarían. Pero ya de esto se aprecia que la cultura griega surgiría de un pueblo indoeuropeo dominante sobre una población mayoritaria más morena, y que el tipo físico heroico de los griegos correspondería efectivamente al ideal de belleza de los conquistadores, y no de la masa efectiva de la futura población helénica. 4.- Los Fenicios. Los fenicios constituyeron un pueblo semita de navegantes que se convirtió en rival directo del pueblo griego en la expansión comercial. Al igual que los griegos, los fenicios no formaron nunca un Estado único, sino vieron su vida política dividida en infinidad de ricas ciudades-Estado marítimas, destacando entre ellas Tiro y Sidón. Originalmente serían mucho mejores navegantes que los griegos, lo que les daría una gran ventaja inicial sobre éstos, pero a diferencia de los helenos no se manifestarían jamás tan celosos de su independencia política. Mientras pudieran ejercer su libertad comercial, estarían dispuestos a formar parte de Estados mayores extranjeros. Hasta sería beneficioso para los fenicios ser ciudadanos de un imperio tan extenso como el persa, por las múltiples oportunidades comerciales que ello les traería. De hecho, en muchas ocasiones las escuadras fenicias serían la base operativa naval de sus potencias dominadoras, en especial de los persas. Como ya dijimos, para los fenicios lo más importante era conservar la libertad comercial, la cual nunca les fue arrebatada. Los fenicios fueron quienes por primera vez desarrollaron la escritura alfabética, que en su forma original de derecha a izquierda traspasarían pronto a hebreos y árabes. Esto reviste gran importancia para nosotros, dado que los fenicios, como parte de su interrelación comercial con los griegos, comunicaron a éstos su invención. Los helenos adoptaron en forma modificado el alfabeto fenicio, ahora con un orden de escritura de izquierda a derecha, alteraron la forma de las letras, le agregaron las vocales, y crearon el ya histórico alfabeto griego, vigente hasta el día de hoy, elemento motriz de la que llegaría a ser lengua comercial por antonomasia desde Hispania hasta la India, y que, adaptado por los romanos con pocas diferencias, pasaría a ser el alfabeto latino que nosotros ahora usamos. Posteriormente el alfabeto latino se haría extensivo a las lenguas del Centro y Norte de Europa; y sobre la base del alfabeto griego se crearía el cirílico, para el uso de los pueblos eslavos ortodoxos de los Balcanes y Europa Oriental. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 17 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Esta sola contribución asigna a los fenicios un papel predominante en la historia de Occidente y su cultura. Pero la participación fenicia no queda ahí no más, pues una de sus colonias, fundada por comerciantes de Tiro, sería por siglos el gran centro comercial y económico del Mediterráneo Occidental, mucho más poderoso que su otrora metrópoli. Nos referimos, indudablemente a Cartago, la gran enemiga de la cultura griega y romana durante muchos siglos, y, precisamente, el elemento aglutinador que llevaría a la lucha desesperada a estas dos culturas indoeuropeas frente a su enemigo secular. De hecho, cuando la historia habla de Guerras Púnicas entre Roma y Cartago, o se refiere a la Península Púnica como asiento geográfico de Cartago, está utilizando la expresión latina Poeni, que no significa otra cosa que “fenicio”. Cartago, no hay duda, y sin ser culturalmente indoeuropea, forma parte imborrable de la historia de Occidente, al menos como fenomenal enemigo. 5.- Los Hebreos. Los hebreos, de acuerdo a las fuentes históricas que tenemos, basadas evidentemente en el Antiguo Testamento, y a las que les daremos adecuada credibilidad, eran un grupo religioso de origen caldeo, que bajo la guía de Abraham, se estableció por un tiempo en la región de Canaan, el nombre entonces aplicado a la región geográfica después llamada Palestina. Los hebreos estuvieron tres generaciones en Canaan, conviviendo pacíficamente con los otros habitantes, también semitas. La Biblia nos relata que Abraham habría tenido dos hijos: uno de su esposa legítima Sara, y otro de su esclava Agar. El primero, Isaac, sería el padre de los judíos; el segundo, Ismael, lo sería de los árabes. Más adelante retomaremos el tema de Ismael y su descendencia. De cualquier forma, de acuerdo a la Biblia, la relación especial de Dios sería con la descendencia de Isaac. Además, la Biblia nos cuenta la historia de Lot, sobrino de Abraham, que, residiendo en la pecaminosa ciudad de Sodoma, maldita por los vicios de sus moradores, recibió la orden de Dios de abandonarla pues iba a ser destruida. Tras esto, una lluvia de azufre destruyó para siempre a Sodoma y a una segunda ciudad, Gomorra, y según la tradición ellas yacen ahora en el fondo del salado Mar Muerto. La instrucción de los ángeles de Dios era que Lot y su gente abandonaran el valle maldito sin voltear nunca a mirar para atrás; pero la mujer de Lot, corroída por la curiosidad, desobedeció, y al hacerlo quedó ipso facto convertida en estatua de sal. Habiendo tenido Isaac dos hijos, el mayor de ellos, Esaú, perdió –por razones que sólo la Biblia puede explicar, entre ellas por un “plato de lentejas”- sus derechos de primogenitura, los cuales, con la venia de Dios, pasaron a su segundo hermano Jacob. Éste, al que luego Dios puso por nombre Israel, siguió residiendo en Canaan, y tuvo doce hijos. Y el más amado por el padre sería el que para ese momento era el menor, José. Después vendría un hijo aún menor, Benjamín. Por celos contra José, los hermanos mayores se deshicieron de él vendiéndolo como esclavo a mercaderes que iban de viaje al entonces poderoso Egipto, haciéndole creer a su destrozado padre que había fallecido devorado por las fieras. En Egipto la vida de José dio un cambio radical. De simple esclavo, gracias al don de interpretar los sueños llegó a convertirse en alto asesor del faraón. Famosa es la interpretación de que vendrían siete años de “vacas gordas”, esto es de abundancia, al cual seguirían siete © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 18 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. años de “vacas flacas”, esto es de escasez; consecuentemente durante los primeros siete años habría que prepararse acumulando alimento para los siete años difíciles. De forma que cuando vino la época de escasez, y ésta se sintió en Canaán, Jacob, esto es Israel, y sus hijos, pasaron a Egipto, donde José los recibió con los brazos abiertos y perdonó a sus hermanos que lo habían traicionado. Entonces, en algún momento, al menos de acuerdo a la Biblia, los hebreos migraron al Egipto faraónico de lengua camita, portando una religión monoteísta única, inculcada por el propio Yahvé, el Dios único, al padre Abraham. En Egipto conocieron la abundancia y se multiplicaron, pero a la larga padecieron la servidumbre. Aunque históricamente no hay pruebas de este paso de los hebreos por Egipto. Ningún antecedente histórico respalda esta permanencia por varias generaciones en la tierra de los faraones, lo cual no deja de ser extraño. Ahora bien, en el Egipto aproximadamente de la misma época se desarrolla la interesante historia del faraón Amenofis IV, tal vez el primer gran monoteísta de la historia humana, quien por convicción personal implantó en su reino una nueva religión de adoración de un bondadoso dios creador único llamado Atón. Consecuentemente, Amenofis adoptó el nuevo nombre de Akenatón. Reinaría aproximadamente entre los años 1353-1336 A.C. Pero esta nueva religión de bondad no pudo suplantar a la religión tradicional, y finalmente los sacerdotes del antiguo culto, servidores principalmente de Amón Ra, el Sol, lograron la sublevación del país, la muerte de Akenatón, y la vuelta al pasado. Lo más probable es que esta fe de Akenatón no tenga nada que ver con el Dios de la Biblia ni con la presencia hebrea en Egipto, pero el sólo hecho de constituir el primer intento de introducir una religión verdaderamente monoteísta amerita la mención en estas líneas. En un momento que se calcula cercano algo anterior al año 1200 A.C. los hebreos, organizados firmemente como grupo religioso independiente, y liderados por Moisés, abandonaron Egipto en pos de retornar a Canaan, la tierra que alguna vez Dios había prometido a Abraham que sería el hogar de sus descendientes. La Biblia señala que Moisés, ignorando su origen hebreo, vivió como miembro adoptivo de la familia del faraón, hasta que, a través de Dios, conoció la verdad sobre su origen. A partir de ese momento se convirtió en el adalid de la causa de la libertad de la nación de Israel. De acuerdo a la Biblia el faraón se negaba a permitir la salida de Egipto de los judíos, importante mano de obra, hasta que doce plagas enviadas por Dios lo convencieron de la necesidad. Pero todavía a última hora el faraón volvió a desdecirse, y trató de iniciar la persecución de los hebreos en el momento que ellos cruzaban el Mar Rojo. Moisés abrió las aguas del mar, para que los hebreos pudieran atravesarlo y cruzar a la otra orilla, y estando su pueblo ya a salvo, volvió a cerrar las aguas, que ahogaron a todo el ejército perseguidor. Estando en la península del Sinaí, Moisés recibió de Dios las Tablas de la Ley, esto es el Decálogo, o los Diez Mandamientos, uno de los primeros y más justos códigos legales de la Antigüedad. De este Decálogo derivaría después en forma mucho más desarrollada la Ley Mosaica. Sobre este tema, se ha comentado después mucho la dureza de algunas normas de la época y lo terrible que podría ser la llamada Ley del Talión y su explicación “ojo por ojo, diente por diente”, que deriva realmente del código mesopotámico de Hammurabi, rey de Babilonia en el siglo XVIII A.C. Pero se pasa por alto la belleza de una norma que impone que la pena nunca puede ser mayor al daño infringido. O que la ley debe estar escrita y no puede ser modificada al arbitrio del gobernante. Esto es, de por sí, un gran avance para la humanidad. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 19 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Conocemos la historia del pecado cometido por el pueblo hebreo al olvidar a Dios que tanto había hecho por él y pedir la confección de un Becerro de Oro, un simple ídolo de metal, al cual adorar. Y sabemos del castigo que impuso Dios a los hebreos de vagar cuarenta años por el desierto del Sinaí y Arabia, hasta que hubiera muerto toda la generación salida de Egipto, de forma que sólo la segunda generación pudiera recibir el premio divino de ingresar a la Tierra Prometida. El establecimiento de los hebreos en esta Tierra Prometida fue largo y bélico, con una guerra de generaciones por afianzarse en una tierra poblada por semitas idólatras. Es famoso el conflicto con los filisteos, habitantes de la zona costera de Canaan; de hecho, de este pueblo, y del nombre latino de su región geográfica en la costa de Canaan, Philistea o Filistea, provendría el nombre genérico que posteriormente los romanos darían al territorio, Palestina. Un proceso de conquista, de establecimiento físico y poblamiento inicialmente llevado por los Jueces, pasó a cargo de autoridades superiores, los Reyes. Bajo los reinados de Saúl (aprox. 1020-1000 A.C.) y de David (aprox. 1000-965 A.C.) los hebreos completaron el sometimiento de Palestina, conquistaron la ciudad de Jerusalén, y establecieron el Reino de Israel. Esta palabra Israel derivaba, como ya mencionamos, del otro nombre de Jacob, hijo legítimo de Isaac, a su vez hijo legítimo de Abraham; y cuyos 12 hijos originaron las Doce Tribus de Israel, cada una de las cuales se establecería en una región geográfica determinada dentro del territorio conquistado, a ambas orillas del río Jordán. Bajo el reinado de Salomón (aprox. 965-931), el reino de Israel se convirtió en una gran potencia regional, rica y admirada por sus vecinos. Es famosa la historia de la reina de Saba, admiradora del poder y la sabiduría de Salomón, y cuyo reino, de lengua árabe, estaba ubicado en el actual Yemen, al Sur de Arabia. La gloria de Salomón quedó consagrada en el gran Templo de Jerusalén, que construyó para que su pueblo pudiera adorar en forma adecuada a Dios. Tras la muerte de Salomón el reino hebreo entró en crisis, por haber sido sobreexigido en su capacidad económica, y por el mal gobierno del hijo del Rey Sabio. De esta crisis resultó la división de la monarquía común de la Casa de David. Las Diez tribus secesionistas del norte formaron el Reino de Israel, con capital en Samaria; mientras que la tribu de Judá, de la cual provenía la Casa de David, y la pequeña tribu de Benjamín, que se mantuvo fiel a la dinastía, crearon el Reino de Judá, con capital en la Ciudad Santa de Jerusalén. La división del reino no influyó en la unidad religiosa, y de hecho Jerusalén continuó siendo el centro de la vida religiosa hebrea durante el período de división, sede del grandioso Templo edificado por Salomón. No obstante, la vida del reino del norte fue corta, pues no mucho después, en 722 A.C., fue conquistado por los asirios y su población dispersada. Siempre se ha hablado de la leyenda de las Diez Tribus Perdidas de Israel, pero lo más probable es que más que perdidas, muchos elementos de ellas hayan emigrado, se hayan asimilado a otras culturas y perdido su característica diferenciable, la fe en el Dios único. Pero no todos deben haber emigrado, pues algunos deben haber permanecido en Palestina, manteniendo su fe, aunque sujetos a la endoculturación por parte de los pueblos vecinos. De hecho, puede entenderse que el conflicto señalado en el Nuevo Testamento entre Judíos y Samaritanos podría derivar precisamente de que los descendientes de las Diez Tribus del Norte que quedaron en Palestina dejaron de seguir tan escrupulosamente las normas religiosas que sí mantendrían los del Sur. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 20 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. De cualquier forma, el reino meridional, Judá, sobrevivió por 150 años al reino septentrional, hasta que en 586 A.C. su capital, Jerusalén, fue conquistada por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Con motivo de esta conquista el primer Templo quedó destruido. El destino de los hebreos del Sur es conocido: la Biblia habla de que fueron llevados cautivos a Babilonia, donde no obstante pudieron mantener su religión y fijar para siempre sus reglas. Tras un cautiverio de casi 50 años, y a raíz de la conquista persa de Babilonia, en 539 A.C., estos judíos fueron autorizados a regresar a su tierra. Ahora, a este respecto los antecedentes llevan a pensar que sólo una parte de la población del reino meridional fue exiliada, seguramente sus castas dirigentes y sus elementos más preparados, y que por ello mantuvieron más celosamente que nunca sus tradiciones, cultura y religión; y que al volver a Judea se reencontraron con la parte de la población del reino meridional que no sufrió el exilio, pero que formaba parte del elemento menos cultivado de la población judía. Entonces, los retornados de Babilonia, con una organización superior, impondrían su cultura y sus tradiciones sobre sus compatriotas que por décadas habían simplemente sobrevivido en la incultura y en una tierra empobrecida. Y apoyados por la libertad interna que les dejó el sabio gobierno persa, fortalecerían su identidad cultural. De cualquier forma, a raíz de estas conquistas extranjeras, y en gran medida por la perspectiva de un mejor futuro en las regiones ricas de los Imperios dominantes, especialmente el persa, muchos judíos dejaron para siempre su tierra natal y se establecerían en las más ricas ciudades del Oriente, dedicados al comercio. Este sería el origen de la Diáspora. La mayor parte de estos judíos mantendría su fe, que para ese momento ya estaba afianzada y probada, aunque por motivos obvios, de siglos de lejanía de su tierra originaria, perdería su idioma. La lengua de la época bíblica fue el hebreo, idioma que, con el tiempo, empezó a convertirse en una lengua culta, y posteriormente quedó relegada al nivel de lengua litúrgica, vedada para la mayoría de los judíos, quienes sobre la base de la estructura religiosa que se había creado no estaban ya en condiciones de leer las Sagradas Escrituras. Cuando siglos después el Imperio persa dejó de existir y surgieron los Estados sucesores del imperio alejandrino -nuevos focos de una cultura no ya griega sino helenística- los judíos de la Diáspora, helenizados, no tendrían temor a imponer una traducción oficial y de uso general al griego de la época de los textos sagrados hebreos, la llamada Septuaquinta. Cuando la Biblia fue traducida al griego, para el uso de unos judíos muy ajenos a la cultura de Judea, se produjo la primera interrelación directa entre el Judaísmo y su fe en el Dios único y la Civilización Occidental. Las consecuencias de esto, y la posterior historia del pueblo judío, se verán bastante más adelante. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 21 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 22 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. SEGUNDA PARTE – GRECIA Y EL HELENISMO 6.- La Civilización Minoica en la Isla de Creta. La primera civilización surgida en suelo europeo sería la de la isla de Creta. Su origen es desconocido para nosotros, posiblemente proveniente de Asia Menor. Desde luego que no fue una cultura de origen indoeuropeo, aunque desconocemos el idioma que hablaban los primitivos cretenses ni el nombre que ellos se daban a sí mismos y a su particular cultura. Pero, no siendo una cultura realmente indoeuropea, es necesario mencionarla en estas líneas por la influencia que luego tendría sobre la civilización griega arcaica. Esta cultura cretense ha llegado a nosotros bajo el nombre de Civilización Minoica, el cual le fuera puesto por el arqueólogo británico Sir Arthur Evans, quien entre los años 1900-1906 desenterrara el palacio de Cnossos y reabriera para nosotros el primer capítulo de la historia de Europa. Deriva del legendario rey Minos, constructor del palacio-laberinto de Cnossos, monarca asociado también a ese Ser legendario al que conocemos como el Minotauro. El nacimiento de esta típica civilización de la Edad de Bronce tuvo lugar en algún momento entre los años 3.000 y 2.200 A.C. Tendría su cenit entre los años 2200 a 1700 A.C., período en el cual se construirían sus famosos palacios, especialmente el de Cnossos, y se pintarían sus hermosos frescos. Sería una civilización prácticamente al aire libre, de espacios abiertos, sin ciudades amuralladas ni fortalezas defensivas, establecida en un suelo feraz y un clima sumamente benigno. Muy posiblemente en una época inicial la isla estuvo dividida en pequeños Estados, pero en algún momento se llegó a la completa unificación. Los cretenses minoicos, desde su estratégica posición en el centro del Mediterráneo Occidental, desarrollaron una gran economía, con extensas redes comerciales en Fenicia y Egipto. Mal que mal la isla sería por muchos milenios una importante base comercial y militar, indispensable para el control del Mediterráneo Oriental. Pero luego vendría la paulatina decadencia de esta particular civilización insular, aproximadamente entre los años 1700 a 1450 A.C. Aparentemente tiene gran relevancia en esta decadencia la famosa erupción volcánica que hacia el siglo XVII A.C. destruyó y sepultó bajo el mar gran parte de la isla egea de Thera, también conocida como Santorín. Hacia el año 1450 A.C. empezaría la conquista de la isla por los griegos aqueos. Con esta intervención helénica vendría el último período de la civilización cretense, ya no como la cultura separada que fue sino ahora en gran medida ya como parte de la civilización micénica, y consecuentemente indoeuropea, del continente. Sería la destrucción de la cultura autóctona, de la cual no quedarían mayormente rastros, y su reemplazo por la inferior civilización indoeuropea de Grecia continental. No se sabe exactamente qué pasó con el antiguo pueblo cretense. Lo más posible es que fuera paulatinamente helenizado y a la larga se fundiera con los nuevos dominadores griegos. De cualquier forma, esta etapa micénica de la cultura cretense terminaría abruptamente hacia el 1125 A.C. Después de esto, Creta quedaría definitivamente inmersa en la nueva civilización griega que estaba surgiendo. No obstante, la © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 23 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. legendaria Creta del rey Minos sería un fundamental punto de partida para el desarrollo de la mitología de los conquistadores griegos, como veremos más adelante. 7.- La Grecia Arcaica o Micénica. Como es muy fácil de entender, en realidad es bastante difícil decir cómo y cuándo los pueblos de habla griega llegaron a la tierra que sería la cuna de su grandeza. Aparentemente llegaron en pequeñas oleadas migratorias, la una después de la otra. Se considera tradicionalmente que la primera oleada helénica en llegar al Egeo apareció entre los años 2200 a 1500 A.C., y la tradición ha dado a estos griegos el nombre de aqueos. Muy posiblemente dentro de este concepto genérico se incluirían diversas subdivisiones dialectales, de las cuales surgirían los jonios y los eolios de una época posterior. De cualquier forma, estos pueblos griegos efectivamente establecerían el dominio sobre los habitantes previos, a los que la tradición ha llamado pelasgos. Ya en un clima afable, estos indoeuropeos pudieron desarrollar una cultura propia, la así llamada civilización micénica, cuyo nombre deriva de Micenas, la más importante, rica y poderosa de las ciudades griegas de esta época. Esta civilización micénica estaría inicialmente ampliamente influida tanto por la civilización minoica de la isla de Creta como por culturizadas sociedades del Asia Menor. Pero mucho de esta particular civilización griega queda para nosotros en las penumbras. Se desarrolló en plena Edad de Bronce, en ese período de tiempo conocido como “protohistoria”, antes de la llegada de la escritura alfabética a Grecia. Y hacemos esta salvedad de “alfabética”, pues en realidad durante la Época Micénica sí existió una escritura propia, primitiva desde luego, la actualmente llamada “Lineal B”, que luego, al hundirse esta civilización, fue olvidada por los propios griegos postmicénicos. Los primeros griegos adoptaron en gran medida la cultura de sus vecinos, y establecieron un sistema de ciudades-Estado que luego los haría famosos. En su incontenible proceso de expansión dominarían hacia mediados del Siglo XV A.C. a sus profesores cretenses, y empezarían una constante migración hacia la ribera oriental del Mar Egeo, a la costa de Asia Menor, que en un par de siglos quedaría completamente helenizada. En el curso del siglo XIII A.C. la expansión aquea quedó reflejada en el enfrentamiento de las ciudades griegas con la gran metrópolis comercial de la costa asiática del Egeo, la inmortal Troya. La llegada en el siglo XII A.C. de una nueva oleada de invasores también griegos, los dorios, menos avanzados culturalmente, pero portadores de armas de hierro, cambió drásticamente la situación. Las grandes ciudades de la época aquea, especialmente Micenas, fueron arrasadas, y en otras, especialmente en Esparta, el poder pasó a la casta de los conquistadores. De ahí en adelante Esparta establecería un régimen militar, precisamente para proteger a la casta dominante doria de la población sometida. Sólo en las regiones que se vieron libres de esta invasión, especialmente en la península ática, donde estaba Atenas, y en la costa de Asia Menor, la cultura griega no sufrió un golpe tan desgarrador. Esta invasión causó asimismo una fuerte emigración de los griegos de dialecto jonio y eolio hacia lo orilla asiática del Mar Egeo. El fin de la civilización micénica dejó tal vacío en la continuidad cultural que hasta se llegó a dudar de su existencia. El olvido de la primitiva escritura micénica “Lineal B” es una clara muestra de este quiebre tan radical. Para muchos no tan antiguos investigadores y estudiosos la cultura griega no habría surgido sino hasta alrededor del siglo VIII A.C. Así de increíble. De cualquier forma, y aquí yace lo importante, lo poco © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 24 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. que se sabía de esa época obscura sobrevivió exclusivamente gracias a relatos muy posteriores, ya de la época escrita, y básicamente gracias a los dos grandes poemas épicos de Homero, La Ilíada y La Odisea, compuestos hacia mediados del siglo IX A.C. Como es conocido, durante mucho tiempo se pensó que estos poemas no tenían origen histórico, sino que provenían de la imaginación de un simple poeta heleno de una Edad Obscura anterior al nacimiento de la Cultura Clásica. No se le daba mucha importancia ni a las imponentes ruinas de Micenas y sus gigantescos bloques de piedra perfectamente ensamblados, ni a su colosal entrada la Puerta de los Leones. Existían los relatos heroicos, pero ellos eran de bastante poca sustentación histórica, aun para los propios griegos. De hecho, hasta los propios griegos llegaron a asignar la construcción de gran parte de las grandes construcciones sobrevivientes de la época micénica, o de la anterior época pelásgica, a gigantes o a cíclopes, por lo que se las denomina ciclópeas. Sólo las investigaciones del arqueólogo aficionado alemán Heinrich Schliemann, a fines del siglo XIX, demostraron que efectivamente la Guerra de Troya existió, y que la civilización micénica, y Micenas propiamente tal, habían sido una realidad. Sólo la investigación idealista, aunque inexperta, de Schliemann, reabrió para nosotros el primer capítulo de la historia de Occidente. Llegando a la conclusión que posiblemente los hechos narrados por Homero podrían tener un origen verídico, y guiándose por las descripciones geográficas de Homero, Schliemann descubrió en 1870 las ruinas de Troya, aunque a causa de tantos estratos de tierra y ruinas superpuestos cayó en error en cuánto a cuál era el estrato correspondiente a la época homérica. Tras esto, en 1872 inició excavaciones en las ruinas de Micenas, y –basándose en las indicaciones del escritor griego Pausanias- desenterró parte de la ciudad. Son famosos los así llamados –erróneamente desde luego- “Tesoro de Príamo” y “Máscara de Agamenón” que Schliemann descubriera y bautizara en las ruinas de, respectivamente, Troya y Micenas. Posteriores investigaciones arqueológicas, más profesionales, desentrañarían aún más la historia de este período protohistórico olvidado. 8.- La Religión Olímpica. Lo anterior es lo que la historia objetiva nos dice de la Grecia de la época, pero existe otra fuente mucho más llamativa, ciertamente muy inexacta y fantasiosa, pero que forma parte de nuestro acervo cultural inalienable: la mitología griega. Por mucho que sepamos que estos relatos no pueden ser seguidos al pie de la letra en una investigación escrupulosa, también es un hecho ineludible que muchos de ellos efectivamente nos presentan parte de la historia de Grecia en una versión metafísica. E inclusive, en los que sabemos a cabalidad que no pueden responder a ninguna verdad histórica, son tan hermosos o conocidos que los entendemos como parte de una historia heroica que realmente nunca se dio. Los helenos desarrollaron una compleja tradición religiosa politeísta, con divinidades no sólo antropomórficas, sino que, además, con las mismas debilidades y virtudes de los Seres Humanos. Habría dioses que interactuarían e incluso procrearían hijos con mortales, uniones de las cuales nacerían semidioses. Esta misma mitología griega fue posteriormente adoptada por los romanos, quienes simplemente asociaron a las personalidades de los dioses griegos a los nombres de los dioses similares latinos. Gran parte de esto quedó inmortalizado en una obra de Hesíodo, la Teogonía, la cual describió el origen genealógico de los dioses. La creación comenzó con el Caos, esto © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 25 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. es, con la Nada. No es del caso hacer un estudio familiar de las divinidades griegas, pero el hecho es que, nacidos los seis Titanes de la mitología, el último de ellos, Cronos, se convirtió en monarca de los dioses. Fue traicionado y derrocado por su hijo Zeus, quien sería, para los griegos, el padre de los dioses. Otros dioses fundamentales para esta teogonía helénica serían Hera, su esposa; Ares, el dios de la guerra; Afrodita, la belleza; Atenea, la sabiduría; Poseidón, el mar; Artemisa, la caza; Hermes, el mensajero de los dioses; Apolo, el Sol y la música; Deméter, la fertilidad; Hades, los infiernos; Hefesto, el fuego; Hestia, la tierra; Dionisio, el vino; entre otros muchos. Dos serían los grandes centros de la mitología helénica, ambas montañas: el Olimpo, en Tesalia, la residencia de los dioses, desde donde Zeus jugaría con los destinos de la humanidad, y el Parnaso, al Norte del Peloponeso y en las cercanías de Corinto, el hogar de nueve las musas. Estas musas, representantes de las artes, serían las siguientes: Calíope, la poesía épica; Clío, la historia; Erato, la poesía lírica; Euterpe, la música; Melpómene, la tragedia; Poliminia, la poesía coral; Térpsicore, la danza; Talía, la comedia; y Urania, la astrología. Debemos agregar a esta lista una serie larga de semidioses, tales como Aquiles, Heracles o Perseo, a los héroes, tales como Teseo y Edipo, además de una pléyade de animales mitológicos, como los pegasos o unicornios, o seres híbridos, como el ya mencionado Minotauro, o los centauros, los sátiros, las sirenas, los cíclopes, etc. En fin, tantas historias y personajes que para nosotros son casi históricos, por mucho que sepamos que nunca existieron. Los griegos, dentro de su sus grandes dudas teológicas, siempre respetarían en gran medida al máximo templo de Apolo, el famoso Oráculo de Delfos, el más grande santuario del Helenismo, situado a los pies del monte Parnaso, al Norte del Peloponeso, cerca de Corinto. Ahí residiría la gran sacerdotisa, la Pitonisa, a la cual recurrirían los grandes prohombres de la Hélade para conocer sus profecías respecto a los grandes hechos venideros. Sus predicciones, siempre envueltas en la duda y en la interpretación subjetiva, tendrían gran importancia en la evolución histórica de Grecia. Famosa sería la frase que coronaría su entrada: “Conócete a ti mismo”. 9.- Las Grandes Leyendas Heroicas. Si bien es imposible, en las pocas líneas que tenemos para ello, dar cabida a todas las historias mitológicas surgidas de la mente griega y traspasadas a nuestra psiquis a través de la cultura heredada, podemos mencionar a continuación, a modo de ejemplo de esta riqueza creativa, varias de ellas, las más importantes. Como punto de partida, desde luego, la historia de la princesa fenicia Europa, de la cual Zeus se enamoró perdidamente. Consecuentemente, decidió raptarla. Para acercarse a ella se convirtió en un hermoso e inmenso toro blanco, al cual Europa, viéndolo tan manso, montó sin temor. Aprovechando la oportunidad, Zeus, metamorfoseado en toro, se adentró en el mar y nadando llegó hasta la isla de Creta. Ahí Zeus volvió a su forma humana y consumó su unión con la bella Europa, a la cual convirtió en la primera reina de la isla. A partir de ese momento ella daría su nombre a todo un continente. Europa tuvo tres hijos engendrados de Zeus, uno de los cuales sería el semi-legendario rey Minos de Creta. Éste construyó un gigantesco laberinto en Cnossos para albergar – y mantener encerrado- al Minotauro, un aterrador ser híbrido mitad humano y mitad © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 26 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. toro, que se alimentaba sólo de carne humana. Habiendo el rey Minos obligado a la ciudad de Atenas a hacerle llegar periódicamente siete jóvenes y siete doncellas, para ser abandonados en el laberinto y servir de alimento al Minotauro, el rey de Atenas, Egeo, cuando tocaba la tercera entrega de víctimas humanas, decidió enviar a su propio hijo, Teseo, a matar al Minotauro. La leyenda cuenta que Teseo conoció en Creta a la hija de Minos, Ariadna, la cual se enamoró perdidamente del príncipe ateniense. Teseo entró armado al laberinto, y Ariadna lo proveyó de un largo hilo, que Teseo ató a su cintura, para que él pudiera encontrar el camino de salida tras dar muerte al monstruo. Habiendo cumplido Teseo su cometido, pudo encontrar la salida y reencontrarse con Ariadna. Reembarco con los demás atenienses y llevando a Ariadna volvió a Atenas. Haciendo escala en la isla de Naxos, dejó ahí abandonada a Ariadna, por razones muy controvertidas: algunas fuentes dicen que fue por su propia voluntad y otros que por orden de los dioses. Siguió el viaje de regreso, y en eso Teseo olvidó lo que le había prometido a su padre: que de volver triunfante izaría velas blancas. Viendo desde el Pireo el rey Egeo las velas negras creyó a su hijo muerto, y desconsoladamente se arrojó al mar, donde encontró la muerte ahogado. Con este acto daría su nombre al Mar Egeo. Paralelamente, ha llegado hasta nosotros la historia de Dédalo, el arquitecto que construyó el laberinto de Creta, por órdenes del rey Minos. Habiendo caído de la gracia del rey, Dédalo no podía escapar de la isla, pues Minos mantenía una estrecha vigilancia sobre todas las naves que entraban y salían. Así que ideó unas gigantescas alas de cera a las cuales recubrió de plumas de ave, y construyó dos juegos, uno para él y el otro para su hijo Ícaro. Y tras mucho practicar el vuelo, abandonaron ambos juntos la isla volando. Pero al estar las alas hechas de cera, el calor podía derretirlas. La instrucción de Dédalo a su hijo fue que no se elevara mucho ni se acercara al sol. Pero Ícaro no obedeció a su padre y ensoberbecido siguió subiendo y subiendo hacia el cielo. Como consecuencia, la cera de sus alas se derritió y las plumas se despegaron, de forma que Ícaro se precipitó al mar donde falleció. Dédalo, desconsolado, pudo continuar su vuelo hasta llegar sano y salvo a Sicilia. Muy conocida es también la historia de la Esfinge de Tebas, un demonio con cara de mujer, cuerpo de león y alas de pájaro que habitaba en los campos cercanos a la mencionada ciudad de Beocia, mandada por los dioses para castigar al rey Layo y a los tebanos. La esfinge mataba sin compasión a cualquiera que encontrara a su paso y que no supiera descifrar sus tres enigmas, de los cuales el más importante era: ¿Cuál es el bípedo que en la mañana anda en cuatro patas, al mediodía en dos y al atardecer en tres? El rey Layo invocó a quién pudiera resolver el acertijo, y al llamado acudió Edipo. Ante la consabida pregunta, Edipo contestó: el hombre, que en su tierna infancia gatea en cuatro pies, en su plenitud camina erguido en dos pies y en la ancianidad se apoya con un bastón. Ante esto la Esfinge, habiendo Edipo contestado en forma también correcta sus otras dos preguntas, se suicidó en su desesperación. Acá confluye otra leyenda, inmortalizada posteriormente en la tragedia Edipo Rey de Sófocles. Edipo era en realidad hijo del rey Layo de Tebas y de su esposa Yocasta, pero al nacer un oráculo había señalado a Layo que un hijo suyo lo mataría y desposaría a su propia madre. Aterrado ante esto mandó dar muerte al niño, pero el hombre a cargo de la ingrata labor se apiadó del menor y lo abandonó en un monte, donde fue encontrado por campesinos y entregado a los reyes de Corinto, que lo adoptaron y le pusieron por nombre Edipo. Pero en algún momento Edipo fue informado por el Oráculo de Delfos que cargaba a sus espaldas un cruel destino: que mataría a su padre y se desposaría incestuosamente con su madre. Para evitar esto, abandonó a quienes creía sus verdaderos padres, y tomó el camino de Tebas, donde encontró en el camino © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 27 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. a un solitario hombre con el que riñó y al cual mató, sin saber que era Layo, el rey de Tebas y su propio padre. Tras esto, Edipo continuó su jornada a Tebas, donde realizó la antes mencionada hazaña de liberar a la ciudad de la Esfinge. Como recompensa, Edipo fue declarado salvador de Tebas, convirtiéndose en rey y casando con la reina viuda, sin saber que era su madre. Con ella engendró cuatro hijos, de los cuales sería padre y hermano. Así se cumplió paso a paso la profecía del Oráculo y el destino cayó irremisiblemente sobre los protagonistas de la tragedia. Cuando años después Edipo quiso descubrir las razones de la desaparición y muerte del rey Layo, salió a la luz toda la cruel verdad. Yocasta, aterrada, se suicidó; su hijo-esposo Edipo se arrancó los ojos, y en señal de remordimiento abandonó Tebas para siempre, acompañado de su hija Antífona. Muy conocida es también la historia del semi-dios Perseo, hijo de Zeus. El tirano de la isla de Sérifos, Polícdetes, encomendó traicioneramente a Perseo, para deshacerse de él, le trajera la cabeza de Medusa, una de las tres aterradoras Gorgonas, hermosas mujeres con serpientes venenosas por cabello que convertían en piedra a quien las viera directamente a los ojos. De las tres Gorgonas, Esteno, Uriale y Medusa, tan sólo la última era mortal. Viendo el peligro para su hijo, Zeus logró que Hermes le proveyera de una hoz de acero para cortar su cabeza y Atenea de un brillante escudo para su protección. Atenea aconsejó a Perseo cómo proceder, paso a paso, para llegar a Medusa, y Perseo así obedeció. Consiguió además de las Náyades, ninfas de los cuerpos de agua dulce, un zurrón mágico, el casco de Hades que le permitía volverse invisible y unas sandalias aliadas. Con estos elementos, Perseo consiguió llegar hasta Medusa, y usando el escudo como espejo, sin verla directamente a la cara, pudo decapitarla y hacerse de su cabeza, la cual cubrió, pues aun cercenada seguía siendo mortífera. De la sangre de Medusa nació el caballo alado Pegaso. Después Perseo utilizaría esta misma cabeza como arma para petrificar a sus enemigos. Finalmente, tras muchos avatares, Perseo casaría con la bella Andrómeda, y engendraría con ella siete hijos. La historia de Heracles -el Hércules de los romanos- es también muy conocida. Hijo de Zeus y de la mortal Alcmena, era asimismo biznieto de Perseo. Hacia él sentía la diosa Hera, esposa de Zeus, un odio declarado. Sería el más grande de los héroes mitológicos griegos. Como expiación de un terrible crimen que había cometido durante un ataque de locura provocado por Hera, asumió la responsabilidad de realizar sus famosas Doce Pruebas, las cuales cumplió a la cabalidad. No es del caso relatar todas y cada una de estas pruebas, pero hay algunas que merecen especial mención. La segunda de ellas sería matar a la Hidra del lago de Lerna, un monstruo acuático policéfalo, esto es, de múltiples cabezas, y de aliento venenoso. Además, por cada cabeza que se le cortaba le crecían dos más. Heracles descubrió que la única forma de evitar esto era, una vez que se cortaba una cabeza, quemar y cauterizar inmediatamente el muñón, lo que hizo con ayuda de su sobrino Yolao. Así, se fue deshaciendo una a una de las múltiples cabezas, hasta que pudo deshacerse de la última. Aprovechó de bañar sus flechas en la sangre venenosa de la Hidra. En su novena prueba, Heracles venció a las amazonas, las famosas mujeres guerreras que se amputaban un pecho para disparar mejor el arco, y se apoderó del cinturón mágico de su reina Hipólita. En la undécima prueba robó las manzanas de oro del hermoso Jardín de las Hespérides, las cuales otorgaban la inmortalidad. La última prueba consistió en descender a los infiernos para apoderarse del Cancerbero, el perro de Hades que custodiaba el ingreso y la salida al inframundo, de tres cabezas y con una serpiente por cola. Antes de ingresar al inframundo visitó la ciudad de Eleusis, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 28 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. para empaparse de los misterios eleusinos -las ceremonias de iniciación en honor de Deméter y Perséfona- y aprender como entrar y salir de los infiernos. Heracles logro hacerse del aterrador can y lo llevó a su primo y enemigo Euristeo, rey de Argólida. Conmueve también la hermosura del mito de Prometeo. Miembro de la segunda generación de Titanes, sería, como deidad, el gran amigo, protector y benefactor de los mortales humanos. Algunas versiones señalan que él habría sido el creador de los hombres, moldeándolos de barro. También, como todos los Titanes, sería el gran enemigo de los dioses olímpicos. Zeus, enojado con los humanos, los privó del fuego. Prometeo, para ayudar a sus amigos mortales, decidió robar el fuego, así que subió al Monte Olimpo y se apoderó de él y se lo devolvió a los hombres para que ellos pudieran calentarse. Ante esto, Zeus urdió dos venganzas. Primero, creo a una mujer llamada Pandora, lleva de hermosura y virtudes, y la casó con Epimeteo, hermano de Prometeo. Éste había recomendado a su hermano no aceptar ningún regalo de los vengativos dioses, pero Epimeteo, prendado de Pandora, hizo caso omiso. Epimeteo tenía en su hogar un ánfora, la muy conocida Caja de Pandora, en el cual se encontraban todas las virtudes y males de la humanidad. Hasta entonces la humanidad había vivido en un estado ideal, pero Pandora, inconsciente de sus actos, abrió el ánfora y de ahí salieron todos los males que a partir de ese momento aquejarían a la humanidad. Sólo quedaría, en el fondo del ánfora, sin alcanzar a escapar, la esperanza. De ahí sabemos que la esperanza es lo último que pierde el hombre. Como se aprecia, la similitud de este relato con la historia bíblica de Adán y Eva y la expulsión del paraíso, es sorprendente. La segunda venganza, relatada en la tragedia Prometeo Encadenado de Esquilo, consistió en capturar a Prometeo y llevarlo al Cáucaso, donde lo dejó encadenado para la eternidad. Un águila le comería todas las noches el hígado, que, siendo Prometeo inmortal, se regeneraría día a día, en un martirio eterno. Pero Heracles, de paso al Jardín de las Hespérides, pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo y lo liberó. Siendo Zeus padre de Heracles, consintió la acción de su hijo. Agradecido, Prometeo llevó a Heracles a conseguir las manzanas de oro. Además, en una posterior venganza, Zeus habría pedido a Poseidón que produjera una gran inundación, que acabara con la humanidad en castigo por el hurto de Prometeo. Sabiendo esto, Prometeo aconsejó al humano Deucalión que construyera un arca y se embarcara en ella junto con su mujer Pirra, precisamente hija de Epimeteo y Pandora. Zeus hizo caer una copiosa lluvia durante 9 días y 9 noches, que inundó toda la Hélade. Terminado el diluvio, Deucalión y Pirra iniciaron la repoblación de Grecia, siendo los progenitores de los helenos. También en esto es asombroso el parecido con la historia bíblica del Diluvio Universal y Noé. Por último, dentro de esta rápida recopilación mencionaremos la expedición y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro, a las lejanas tierras de la Cólquide, en el Cáucaso. Jasón debió realizar esta misión para hacer valer sus derechos al trono de Yolcos. Consistía en traer de vuelta la piel de oro de un fabuloso carnero, que estaba en poder del rey Eetes. Jasón construyó su propia nave, el Argo, y convocó una tripulación de 50 grandes hombres, conocidos como los Argonautas, lo más granado de los héroes griegos, entre ellos el mismísimo Heracles. Después de grandes peripecias y de un recorrido por todo el Egeo y el Mar Negro, Jasón y los Argonautas cumplieron su cometido en el fin del mundo y regresaron a Grecia. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 29 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 10.- La Leyenda de Troya. Si pensamos en la fabulosa historia de la Guerra de Troya, ella nos ha llegado en una serie de relatos, unos complementarios de los otros. Los dos fundamentales, aunque de aspectos puntuales y parcializados de la gran historia, son, desde luego, los grandes poemas épicos de Homero titulados La Ilíada y La Odisea. En ese período final de la civilización aquea, justo antes de la invasión doria, se produjo en conflicto histórico entre los griegos micénicos y la rica Toya asiática, la ciudad también conocida como Ilión. De ahí vendría el nombre de La Ilíada. De acuerdo a la gran leyenda, estando de visita en la Esparta micénica, en la corte del rey Menelao, el príncipe troyano Paris, se enamoró perdidamente de la bellísima Helena, esposa de Menelao. La discusión es si la raptó para llevársela a Troya, o si ella, enamorada de Paris, se fue voluntariamente. Uno tiende a pensar en la segunda posibilidad, la más factible. De cualquier forma, la belleza de Helena debe haber sido esplendorosa, meritoria de tal acción. Esto provocaría la gran venganza de las ciudades aqueas contra Troya. Los griegos, comandados por su monarca más poderoso, Agamenón, rey de Micenas, hermano del burlado Meneleao de Esparta, organizaron un ataque coordinado contra la rica Troya, la ciudad más opulenta de Asia Menor y que controlaba el acceso al Helesponto, esto es, a los Dardanelos. La lascivia de Paris y Helena trajo la indeseada guerra a Troya, cuyo rey, el sabio Príamo, padre de Paris, tuvo que aceptar por amor a su hijo. Aunque ya sabemos que históricamente hubo consideraciones mucho más de fondo. Pero Troya era poderosa y bien defendida, así que el sitio griego se extendió, inexplicablemente, por diez años. El más grande héroe de los griegos, el semi-dios Aquiles, líder de su ejército privado llamado los mirmidones, sería el alma de la lucha griega; mientras que, por parte troyana, el gran líder sería el hijo mayor de Príamo, el bravo Héctor. Pero en un momento el gran amigo de Aquiles, Patroclo, poniéndose la armadura de Aquiles, y confundiendo a amigos y enemigos, enfrentó justamente al héroe troyano Héctor. Como resultado, Héctor mató erróneamente a Patroclo, creyendo que era Aquiles. Éste, en venganza, no pudo más que resarcir la muerte de su amigo, matando, en una verdadera lucha de titanes, a su contrincante Héctor. Tras esto, el acongojado Príamo acudió a humillarse ante Aquiles, para implorar el cuerpo de su valiente hijo, para darle una digna sepultura. Las palabras de este padre desconsolado resuenas todavía en nuestro subconsciente. Aquiles, en un principio vengativo, terminó entregando el cuerpo de su honorable enemigo al venerable y clamante padre. Pero Aquiles era de cualquier forma mortal. Su madre lo había bañado en aguas protectoras durante su infancia, pero, habiéndolo detenido por el talón, sólo esta parte de su cuerpo seguía siendo vulnerable. Entonces, tras la muerte de Héctor, su amante hermano, precisamente Paris, clavó una flecha envenenada en el Talón de Aquiles, lo cual provocaría la muerte del gran héroe griego. Y así la guerra continuó hasta que se cumplieron los diez años de lucha, al final de los cuales, los griegos, cansados, analizaron abiertamente la perspectiva de regresar a casa o terminar de una vez la contienda. Así surgió la famosa estrategia del llamado Caballo de Troya. Fingiendo una retirada estratégica, los griegos dejaron abandonado en la playa, frente a las murallas de Troya, un caballo de madera. Los troyanos, viendo la partida griega, creyeron que se trataba de un trofeo dejado por el enemigo. Pero ignoraban la estratagema. En efecto, dentro del caballo de madera se había © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 30 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. introducido, sigilosamente, un grupo de aqueos, comandados por el valiente Ulises, también llamado Odiseo, rey de Itaca, isla jónica de la Grecia Occidental. Ante esto, los troyanos, eufóricos de lo que creían su triunfo, introdujeron el citado caballo dentro de la ciudad, y empezaron una celebración con rasgos de bacanal. Cuando los troyanos, ensoberbecidos por su aparente victoria, estaban ampliamente afectados por el vino, Ulises y sus hombres descendieron de su escondrijo en el caballo y abrieron las puertas de Troya a sus compatriotas griegos que sigilosamente esperaban fuera de las murallas. Así, como señala el dicho, Ardió Troya. Los griegos la tomaron a sangre y fuego, destruyendo a su gran rival asiática. La bella Helena, recapturada –o liberada- fue llevada de vuelta a Esparta con su marido Menelao. Y en eso, un joven príncipe troyano, de nombre Eneas, lograba escapar con una serie de fugitivos hacia las tierras de Occidente. Tras esto, tocaría el regreso de los héroes victoriosos a Grecia, después de una ausencia, para ese momento, ya de diez años. Y ahí la pluma de Homero nos lleva a la historia particular de Ulises u Odiseo, de cuyo nombre alternativo derivaría el para nosotros tan conocido título de La Odisea. Desgraciadamente, el regreso del héroe no sería fácil. Le demoraría diez años más volver a su amado reino insular y reencontrarse con su bella esposa Penélope y con su hijo Telémaco. Muchos factores influirían en este retraso, y en el intertanto perdería todas sus naves y a todos sus hombres. Habiéndose encontrado con el cíclope Polifemo, al que cegó en su único ojo, se ganó la furia de este cíclope y de su protector el dios Poseidón. La furia divina lo destruiría. En esto Ulises sobreviviría a las grandes tentaciones del canto de las sirenas, poniendo cera en los oídos de sus hombres y amarrándose a sí mismo a un poste, para poder escuchar sin peligro de sucumbir tan hermosos cánticos. O los años que pasó en el dulce cautiverio de la hermosa Ninfa Calipso, que no le permitía proseguir su viaje de regreso a Itaca. En el intertanto, en su reino, su desconsolada esposa y su amante hijo, esperando el regreso del Ulises, hacían lo posible por conservar el trono del rey ausente. Una legión de rémoras que se consideraban pretendientes de Penélope rondaban alrededor del palacio real de Itaca, exigiendo una pronta respuesta de la reina con cuál de ellos se casaría. Penélope respondía que daría una respuesta tan sólo una vez que hubiera terminado el tejido que estaba hilando. Pero para dar tiempo al tiempo, hasta el regreso de su amado esposo, cada noche destejía lo que de día había tejido. Así, pudo demorar años una respuesta que no quería dar. Hasta que un día Telémaco vio aparecer a la distancia al padre al cual casi no recordaba. Ulises, desembarazado de la Ninfa Calipso y apoyado por Atenea, había logrado volver a Itaca tras veinte años de ausencia. Acontecido esto, Ulises y su fiel hijo acabaron con los nefastos pretendientes que corroían su reino, y el rey Odiseo volvió con Penélope. Y así acaba una de las historias más interesantes jamás creadas por la mente de la humanidad. 11.- El Mito de la Atlántida. Uno de las más interesantes leyendas que hemos heredado de los griegos cuenta la historia de una gigantesca isla-continente que por un cataclismo se hundió en el mar. Tal vez ello no tendría nada de novedoso, si no fuera por ciertas circunstancias que le dan, al igual que a la Guerra de Troya, una aureola de posible realidad. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 31 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. La historia de la Atlántida fue desarrollada en dos diálogos del gran filósofo ateniense Platón: en la parte final del diálogo de Timeo, que está completo, y en el cuerpo principal del diálogo de Critias o de La Atlántida, que desgraciadamente ha llegado hasta nosotros incompleto. Estos diálogos son de alrededor del año 360 A.C. Según Platón corresponden a relatos que sacerdotes egipcios habrían hecho al famoso legislador del Siglo VI A.C. Solón, relatándole un pasaje de grandeza de la Atenas arcaica en relación a un imperio extinto. De cualquier forma, Platón, no dado a los relatos mitológicos, consideró a la historia verdadera, y no inventada. De acuerdo a la historia de Platón, más allá de las Columnas de Hércules, esto es, el actual Estrecho de Gibraltar, habría existido unos 10.000 años antes de su época, un poderoso imperio en una gigantesca isla del Océano Atlántico. La describe como más grande que Libia (el Norte de África) y Asia [Menor] juntas. Habría sido la sede de un gran imperio que se habría extendido por gran parte del mundo conocido. Es más, Platón expresamente señala que a través de dicha gran isla era posible pasar al continente opuesto, esto es, a un continente que se encontraba más allá. Pero esta isla-continente se habría hundido por un cataclismo en el Océano, que por cierto ahora llamamos Atlántico. Según relata Platón el nivel de degeneración en ese imperio habría llegado a tal nivel que se habría llegado a producir híbridos de hombre y animal. En otras palabras, que el alto desarrollo de la ciencia había llevado a la Atlántida a su autodestrucción. Los propios dioses del Olimpo habrían decidido la desaparición de un imperio tan degenerado moralmente. Desgraciadamente ahí se interrumpe el relato que hemos recibido de Platón. Pero otros muchos historiadores grecorromanos retomaron el tema a lo largo de los siglos. Lo sorprendente del enigma es la precisión con que Platón planteó la idea de una isla a medio caminito del continente “opuesto”, que ahora sabemos es América, pero en una época en que la existencia del Nuevo Mundo era un gran misterio. Los medios actuales no nos dan para responder la interrogante si este relato es ficticio o tiene algún origen histórico. Pero, de cualquier forma, las posibilidades de un origen indoeuropeo en el origen de este supuesto imperio atlántico no pueden ser desechadas. Cuando comenzando el Siglo XVI los conquistadores españoles llegaron a América, especialmente a lo que se ha llamado Mesoamérica y Perú, se encontraron con sorprendentes leyendas de grupos de hombres de raza blanca que habían venido desde donde salía el sol y les habían dejado elementos fundamentales de la cultura. Después de siglos la sangre de estos elementos civilizadores se habría diluido, pero las leyendas –y las tradiciones- perdurarían. Se recordaría por siglos una casta pequeña de hombres blancos y barbados que gobernaría los pueblos de Mesoamérica, tales como mayas, teotihuacanos o toltecas, o Perú, tales como tiahanuacos o incas. La leyenda del dios blanco y barbado, el civilizador Quetzalcóatl -llamado Kukulkán por los mayas- de Mesoamérica, se reproduce casi idénticamente en el dios Viracocha de los Incas. Y algunas palabras evidentemente indoeuropeas resuenan claramente en las lenguas mexicanas o peruanas. La expresión téotl o “dios” del náhuatl, la lengua de los aztecas, ha perdurado y hasta ha dado nombre a la ciudad de Teotihuacan o Tiutihuacan, y esto no es consecuencia de un helenismo de influencia española, como alguien pudiera pensar, sino en respuesta al nombre que los propios aztecas le pusieron a la ciudad milenaria y ya para entonces abandonada que ellos conocían. Lo mismo se aplica a la ciudad de Tiahuanaco, de origen preincaico, en el Alto Perú. No podemos saber cuanto hay de verdaderamente histórico en el relato de Platón, pero no hay duda que muchos elementos de la leyenda son sorprendentes. Y si los unimos a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 32 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. los relatos prehispánicos de los pueblos de Mesoamérica y Perú, da para seguir investigando, simplemente por el bien de la historia. Puede que esto señale un origen de los pueblos civilizadores indoeuropeos muy distinto al que hoy imaginamos. Muchos estudiosos han querido ver en la destrucción de la isla de Thera o Santorín el hundimiento de la mítica Atlántida, pero esta isla está en el Egeo, por lo que esta teoría entra en conflicto con el relato platónico. Pero ahora, después de tanto relato fantástico helénico, no nos queda más que volver a la fría historia, a lo que empíricamente puede comprobarse. 12.- La Grecia Pre-Clásica. Tras el derrumbe de la civilización micénica como consecuencia de la irrupción doria, lo que vendría sería una verdadera Edad Media helénica de muchos siglos, alrededor de 450 ó 500 años, de la que muy poco se sabría. No obstante, durante la llamada Edad Obscura de los siglos IX a VII A.C., que no sería en realidad tan gris, los griegos completaron la colonización de la costa egea de Asia Menor e iniciaron su expansión demográfica y comercial más allá del Mar Egeo, hacia gran parte del mundo mediterráneo. Se colonizaron Sicilia, el Sur de la bota italiana (la región de Calabria), Chipre, Creta, y se establecieron colonias comerciales griegas en lugares tan lejanos como Barcelona, Marsella (Massilia), el Adriático, el Mar Negro, Crimea y puntos del Norte de África como la región de Cirenaica. En Sicilia tuvo lugar una lucha de varios siglos entre los recién llegados griegos y los habitantes originarios pre-helénicos, que a la larga terminó en la prácticamente absoluta asimilación y helenización de estos últimos. En algún momento de esta Edad Obscura los griegos empezaron a ser conocidos -y a auto designarse- con un nombre común, el de helenos, y a llamar a su tierra de natal Hélade (‘Ελλάς). El origen de este nombre es desconocido, y aparentemente les habría sido puesto por extranjeros, desde fuera del universo griego. De hecho, el nombre con que nosotros conocemos a este pueblo, griegos, deriva de la palabra que los romanos adoptaron cuando empezaron a tratar con sus más cercanos vecinos helénicos de la ciudad de Cumae, que en gran medida eran descendientes de colonos provenientes de la ciudad beocia de Graia. De aquí el más posible origen de la palabra latina Graeci. Aparentemente esto sucedió antes de que el nombre heleno se generalizara como concepto universal. Pero el nacimiento de estos conceptos Hélade y helenos significó el surgimiento del sentimiento de mutua pertenencia general de la totalidad del mundo griego. Paralelamente, el desarrollo de la civilización helénica se vio impulsado por la ya mencionada adopción del alfabeto. Los propios griegos señalaron una fecha a partir de la cual empezar a contar la historia, el año 776 A.C., la celebración de los primeros Juegos Olímpicos. Los griegos llamaron Olimpíada al período de cuatro años que mediaba entre unos juegos y otros, y midieron el tiempo de acuerdo a los uno, dos, tres o cuatro años de cada Olimpíada. El nombre, como es sabido, deriva de la ciudad de Olimpia, en el Peloponeso Occidental. No debe confundirse geográficamente con el monte Olimpo, supuesta residencia de los dioses, en Tesalia, en la Grecia septentrional. Estos juegos, en honor a los dioses paganos helénicos, fueron prohibidos por el emperador romano Teodosio I El Grande en el año 394 D.C., con motivo de la declaratoria del Cristianismo como única religión oficial del Imperio. Posteriormente los romanos señalarían otra fecha como origen de su propia cronología, pero eso ya es historia posterior. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 33 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Con la expansión helénica y la resurrección paulatina de su cultura, en ese período comprendido entre los siglos VII y VI A.C., comenzó a tomar forma la primera civilización humanista de la historia. Surgieron los primeros pensadores, los llamados filósofos presocráticos, que trataron de descubrir el origen de todas las cosas, los elementos de la vida y de la naturaleza, y los rudimentos de las ciencias exactas. Contaron desde luego con la ventaja de un idioma rico y un alfabeto que permitía la expresión escrita de ideas abstractas. Más adelante volveremos en detalle a la filosofía griega. Asimismo, hacia el año 700 A.C. se inventó en Lidia, Asia Menor, el dinero amonedado. De la palabra griega numisma surgirá el término numismática, para referirse a la importantísima ciencia dedicada al estudio de las monedas. Gracias a la numismática es que ha sido posible reconstruir gran parte de nuestra historia, pues cada descubrimiento trae a la luz más antecedentes de monarcas desconocidos, templos ya inexistentes, formas artísticas especiales, estilos de representación antropomórfica o facial, idiomas y formas de escritura utilizados, etc. Tras este descubrimiento, los griegos harían uso extensivo de sus monedas de ley metálica estable. Las dracmas de las diferentes ciudades griegas (básicamente Atenas y Siracusa), primero, y de los reinos alejandrinos y helenísticos, después, serían por siglos el elemento de cambio aceptado hasta en Bactriana y la India. Como consecuencia de todo lo anterior renacerían de manera grandiosa la cultura, el idioma, el pensamiento, el comercio y la ciencia en todo el mundo helénico. De hecho, el primer foco de este renacimiento cultural quedaría representado por las ciudades griegas de la costa egea de Asia Menor, aquéllas más directamente relacionadas con las ricas civilizaciones asiáticas circundantes. Con motivo de las migraciones desde la Grecia propiamente dicha hasta Asia, surgieron tres regiones costeras perfectamente distinguidas por sus dialectos de origen peninsular: Jonia, Eolia y Dórida. La región de Jonia, la más septentrional sería la más importante en este Renacimiento cultural. Además, las ciudades jonias estarían relacionadas dialectalmente con la península ática, esto es con Atenas. Los primeros grandes literatos griegos provienen de esta época tan obscura. El más grande de todos es desde luego Homero, el autor de La Ilíada y La Odisea. Su vida tuvo lugar en el curso del Siglo VIII A.C. Muchas veces se ha dudado de su existencia física y se ha creído que en realidad se trata de una serie de compiladores, pero los estudiosos modernos han vuelto a creer en la existencia del autor único. Según la tradición sería un poeta ciego originario de la costa jónica de Asia Menor. Esto cuadra perfectamente con su estilo y dialecto literarios. Otros escritores griegos de la época, también envueltos en la tiniebla sobre su origen, son el poeta Hesíodo y el fabulista Esopo. El primero sería originario de Ascra, cerca de Tebas, en Beocia, y habría estado activo hacia el año 700 A.C. Es considerado el más antiguo de los poetas griegos, después de Homero, tal vez rival de éste. Es autor reconocido de diversas obras de gran importancia tales como la ya mencionada Teogonía (que relata la genealogía de los dioses griegos), Trabajos y Días (que consagra la importancia del sano trabajo en la vida del hombre) y El Escudo de Heracles. Del segundo es también muy poco lo que sabemos, y habría vivido hacia el año 600 A.C., aunque también se duda de su existencia efectiva. Pero sus relatos, sus fábulas, en los que comúnmente animales representan caracteres psicológicos humanos, con importantes lecciones morales y prácticas, son muy conocidos y están ampliamente difundidos. Son parte de nuestra cultura popular. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 34 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. De la etapa final de la época preclásica viene la conocida lista de los llamados “Siete Sabios de Grecia”, algunos de ellos hasta el día de hoy muy conocidos: Cleóbulo de Lindos, tirano de la ciudad homónima, en Rodas; el gran legislador ateniense Solón; el reformador espartano Quilón; el legislador Brias de Priene; el filósofo y matemático Tales de Mileto; el estadista Pitaco de Mitilene, en la isla de Lesbos; y Periandro, tirano de Corinto. 13.- El Origen del Pensamiento Griego. Como acabamos de mencionar, los pensadores griegos del Siglo VI A.C., especialmente aquéllos habitantes de las ricas ciudades jonias de Asia Menor, fueron los primeros que trataron de desentrañar los orígenes de la vida y del universo sobre una base meramente racional. El primer paso en este proceso fue dado por una serie sucesiva de filósofos que buscaban la verdad sobre el Cosmos. Son los llamados filósofos presocráticos, o del período Cosmológico, básicamente de la Época Preclásica. Tales de Mileto, ciudad de Asia Menor, quien viviera aproximadamente hacia los años 639-546 A.C., considerado el primero de los filósofos, entendió que el elemento primordial de la vida y la naturaleza era el agua, lo que en gran medida sabemos es muy cierto. Anaximandro (aprox. 610-546 A.C.), también de Mileto, concluyó que el origen de todas las cosas era una materia indeterminada e invariable, de hecho divina, de la cual surgían los opuestos de la naturaleza como el frío y el calor. Para Anaxímenes de Mileto (585-524 A.C.) este principio inmutable es el aire, de cuya rarefacción y condensación surgen el viento, el fuego, las nubes, el agua, la tierra, etc. Posteriormente Pitágoras (582-507), originario de la isla egea de Samos, desarrolló la teoría que todas las cosas eran en realidad números, al tiempo que en el plano metafísico planteó no sólo la inmortalidad, sino también la probable trasmigración del alma. De él –o por lo menos de su escuela- deriva el muy conocido Teorema de Pitágoras. Habiendo abandonado su natal Samos, se estableció con su escuela en Crotona, en la Magna Grecia, y de ahí sus seguidores –los pitagóricos- fundaron su tercera escuela en Tarento. Heráclito de Éfeso (535-484) postuló a la razón como principio regulador del universo, con una realidad en perpetuo cambio y los opuestos enfrentándose unos con otros. Parménides de Elea (nacido hacia 530 A.C.) entendió a la realidad como una e inmutable, existiendo el Ser y no existiendo el No-Ser. Empédocles de Agrigento (aprox.495-430 A.C.), griego siciliano, buscó en origen de todo en una multiplicidad de elementos, que serían cuatro: el agua, el fuego, la tierra y el aire. De ellos estaría conformado todo el universo. Anexágoras (500-428 A.C.), originario de Clazomene, Asia Menor, que se refugió en Atenas después de la revuelta de las ciudades jonias contra el dominio persa, consideró al sol una masa de fuego candente y a la luna una masa originalmente procedente del sol y que, no contando con luz propia, reflejaba la luz de aquél. Propuso que todo estaba compuesto de pequeñas partes u homeomerías, ordenadas por una inteligencia superior. Demócrito de Abdera (aprox. 460-370 A.C.), originario de Tracia, por influencia de Leucipo de Mileto (450-370 A.C.) postuló la avanzada teoría del átomo. La realidad está compuesta por dos causas: lo que es, representado por átomo indivisibles, y lo que no es, representado por el vacío. El concepto de “átomo”, esto es algo sin partes o © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 35 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. sin división, representa la mínima expresión de la naturaleza. Están los átomos siempre en movimiento, uniéndose unos a otros y formando todos mayores. El alma humana estaría compuesta de átomos livianos, mientras que el soma, el cuerpo, de átomos más pesados. Cuando uno observa los postulados de estos hombres, se da cuenta del gran trecho que con ellos ha avanzado la Humanidad desde las teorías mágicas o de las supersticiones de los pueblos primitivos, inclusive de grandes civilizaciones que a pesar de su grandeza nunca pudieron llegar a desarrollar un pensamiento científico que, equivocado o no, postulara principios existenciales derivados del raciocinio y de la observación mentales. 14.- Las Polis Griegas. Hacia el año 500 A.C. el mundo griego se encontraba políticamente organizado sobre la base de pequeñas ciudades-Estado o Polis (πόλις), ubicadas en la Hélade propiamente dicha, esto es, el Sur de la actual Grecia, y en la costa egea de Asia Menor, en las ya mencionadas zonas costeras llamadas Jonia, Eolia y Dórida. Éstos eran los centros de la cultura griega en esa época, poblados absolutamente por griegos. En la Hélade destacaban Esparta, en la región de Laconia o Lacedemonia, que dominaba la península del Peloponeso; Atenas, en la península ática, ya rica y poderosa; además de otras ciudades como Corinto, Tebas, Megara, Argos, Calcis, etc. En Asia Menor las ciudades eran numerosas y opulentas, tales como Éfeso o Mileto, pero no suficientemente poderosas. Asimismo, estaban pobladas por griegos la costa norte del Mar Egeo y la isla de Chipre. No obstante, la expansión helénica había creado ya otro nuevo centro cultural y político, también de población griega, el Sur de Italia -la llamada Magna Grecia- y la parte oriental de la rica Sicilia. En Italia y Sicilia eran muy importantes las polis de Tarento y Siracusa. De hecho los griegos de Occidente disfrutaban de una prosperidad material muy superior a la de sus hermanos de la Hélade. Pero la expansión griega había llegado mucho más allá: sus colonias controlaban las principales rutas comerciales, especialmente el paso del Mediterráneo al actual Mar Negro (llamado entonces Ponto Euxino por los griegos), destacando la conocida Bizancio, en el Bósforo. Existían puestos comerciales y centros poblacionales totalmente griegos desde el Quersoneso Póntico (Crimea) hasta la lejana Hispania. En un lugar tan remoto como el Sur de la Galia estaba la importante ciudad comercial de Massilia (Marsella), y en Hispania se encontraba Barcino (Barcelona). Políticamente, la civilización griega era mucho más disímil de lo que uno cree. La estructura política tradicional, la monarquía, vivió desde tiempos micénicos un cambio drástico. Por lo general era una monarquía electiva, a cargo de un rey o Basileus (βασιλεύυς), pero el período de gobierno del monarca empezó a acortarse drásticamente. De ser vitalicio el monarca se convirtió poco más que en un funcionario de una república aristocrática. La consecuencia directa de esto sería el establecimiento de regimenes oligárquicos, las llamadas aristocracias, dirigidos por las clases superiores de las polis. En gran medida estas clases superiores representaban también un elemento étnico griego puro, opuesto a la masa poblacional en gran medida prehelénica. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 36 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Una tercera etapa en esta evolución política vendría con el establecimiento de las llamadas tiranías, regímenes políticos unipersonales, basados en la fuerza, cual verdaderas dictaduras en un sentido moderno, pero con un sustento popular sólido, que permitía a los tiranos el control del poder en tanto tuvieran el apoyo popular. La interpretación más cercana del concepto sería actualmente dictador, con sus virtudes y defectos, pero preferimos no utilizar esta expresión para no crear confusión con el sentido original que el puesto de dictador tenía en Roma. El tirano griego fue un elemento fundamental en el desarrollo de la polis y en la base legislativa de la misma. Excepción hecha de Esparta, prácticamente todas las ciudades griegas, incluida desde luego Atenas, pasaron en algún momento por una etapa de tiranía. El más famoso de los tiranos, por su poder y la riqueza de su Estado, fue tal vez el gran Dionisio de Siracusa, de quien luego hablaremos con más detalle. Finalmente, en la mayor parte de las polis triunfaría, aunque por un período no muy largo de tiempo, la Democracia, esto es, el gobierno directo del demos (δήµος) o pueblo de la polis. Este concepto Democracia, ahora tan en boga en una sociedad occidental de comienzos del siglo XXI ya enfrentando su declinación, surgió entre los griegos de una forma muy distinta a como nosotros la entendemos en la actualidad. Para los griegos el concepto se restringía exclusivamente a los ciudadanos de la polis, esto es, sólo a los hombres libres de la ciudad, excluyendo a las mujeres, a los menores de edad, a los extranjeros ciudadanos de otra polis, y, desde luego, a los esclavos. Si analizamos la diferencia conceptual entre los términos nacional (en sentido jurídico) y ciudadano, se aprecia que esta diferencia calza perfectamente en el caso griego. Sólo unos cuantos individuos podían ejercer los derechos cívicos en la polis, inclusive en la época de mayor desarrollo de la democracia. De cualquier forma, la democracia no sería el escalón final de la evolución, puesto que, una vez viciada esta forma de gobierno, el propio pueblo de las polis llevaría al poder a líderes demagogos, políticos sin escrúpulos que tratarían de utilizar a la democracia y a la voluble voluntad de la masa popular para sus fines personales, lo que terminaría destruyendo la estructura del edificio de las polis. Muy ejemplificativa es la apreciación de Aristóteles sobre los sistemas políticos que imperaron en Grecia. Más adelante nos referiremos en detalle a ella. Si bien Grecia, por su particular división en infinidad de ciudades-Estado, careció de un solo centro político-cultural, y cada polis o región desarrolló sus propias características e instituciones políticas, que nunca fueron iguales en todas partes, el hecho indudable es que durante gran parte del período clásico dos serían los principales centros de poder del mundo helénico, y cada uno impondría, en algún momento, su sistema de pensamiento a gran parte de los vecinos. Independientemente de la importancia que en algún momento tuvieron las ricas y cultas ciudades de la costa egea de Asia Menor, o Tebas, o Corinto, o las ciudades de la Magna Grecia o Sicilia, resaltan por encima de todas ellas dos polis de estructura política y social muy distinta: Atenas y Esparta. 15.- El Estado Ateniense o Ático. La ciudad de Atenas, en la península del Ática, sería famosa por su madurez política, para poder llegar a ella tuvo que recorrer una trascendental evolución que la llevó desde la monarquía, pasando por la tiranía, hasta alcanzar la democracia más plena en el sentido griego de la palabra. Pero, como cualquier estructura humana que nace, se © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 37 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. desarrolla y crece, la brillante democracia terminó desembocando, desgraciadamente, en una estructura demagógica que a la larga significó su ruina. El Estado Ateniense abarcaría toda la península del Ática, lo que le significaría una base territorial bastante extendida, mucho mayor que el promedio de las polis griegas. Esto asemejaría bastante a Atenas al concepto actual de Estado. El proceso de conquista y unificación del Ática tuvo lugar en el período comprendido entre los años 800 y 680 A.C. Lo importante de resaltar de este proceso de expansión y asimilación es que todos los habitantes del Ática se sentirían ciudadanos atenienses, y no súbditos subyugados. El año 683 A.C. Atenas abolió completamente lo que quedaba de la institución monárquica. Ésta fue reemplazada por un órgano ejecutivo colegiado de nueve Arcontes, responsables ante el Areópago, una especie de Senado aristocrático. Existía también una asamblea de ciudadanos libres, la Ecclesia (έκκλησία), pero con escaso poder. Justamente de esta expresión nacería después la palabra Iglesia. Aunque en dicha época en Atenas el poder efectivo permanecería sólidamente en manos de la casta superior de los Eupátridas o “bien nacidos”. El proceso en pro del establecimiento de un sistema moderno de gobierno empezó con las primeras leyes escritas de la ciudad, expedidas por Dracón entre 628 y 620 A.C. De la famosa dureza de estas leyes ha surgido la expresión Draconiano para referirse a una medida drástica. Habiéndose entonces estas leyes inaplicables por impracticables, fue menester reformarlas. Entre 594 y 591 tuvieron lugar las reformas de Solón, mucho más moderadas, que establecieron un sistema económico y social más justo. Aunque muchos piensan que fueron demasiado suaves y débiles. No obstante, los tiempos no estaban todavía listos para la democracia, así que entre 561 y 527 A.C. gobernó Atenas como tirano, con diversas interrupciones, un muy capaz, moderado y benevolente Pisístrato, que allanó el camino para el futuro auge económico de la polis. Fortaleció el poder de Atenas, agrandó su territorio en el Helesponto, Asia Menor y el Egeo, y embelleció a la ciudad. Fue un gran gobernante. Pero no así sus sucesores. A su muerte en 527 A.C. fue sucedido por sus hijos Hipias e Hiparco. En realidad, el gobierno de los dos hermanos pisistratidas fue igualmente bastante progresista, y las riendas del poder estaban en realidad a cargo del más inteligente Hipias, mientras que Hiparco se convirtió en patrocinador de las artes. El año 525 Hipias introdujo un nuevo sistema monetario en Atenas. Pero Hiparco abusó de su poder, y por razones poco claras, aparentemente de tipo pasional, el año 514 A.C. fue asesinado por los dos Tiranicidas Harmodio y Aristogeitón. Esto afectó tremendamente a Hipias, que ordenó ejecutar a los dos Tiranicidas, y a partir de ese momento se convirtió en un receloso déspota, lo que debilitó su otrora fuerte posición y le enajenó el afecto de los ciudadanos atenienses. Su gobierno fue finalmente derrocado con apoyo espartano en 510 A.C. Hipias huyó a Persia, y después, tratando de recuperar el poder en Atenas, apoyaría –poniéndose del lado equivocado- al rey persa en su invasión de Maratón del año 490 A.C. Derrocado Hipias, la facción democrática –opuesta a la aristocrática de los Eupátridasse hizo cargo del poder. Las reformas que posteriormente introdujo entre los años 508-507 A.C. el líder popular Clístenes, establecieron definitivamente una estructura política que permitió la consumación de la democracia. Los ciudadanos de Atenas fueron divididos, indistintamente de su origen social o ubicación geográfica en el Ática, en 10 tribus, y cada tribu designaría 50 representantes al Consejo de los Quinientos o Bulé. La base del sistema representativo estaba lista y funcionando. El Ágora, la © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 38 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. versión ateniense del Foro, sería el centro de la vida cívica de la polis durante muchos siglos. Ahí se discutiría y decidiría, para bien o para mal, el destino de la ciudad y de Grecia. Muerto Clístenes en 507 A.C., el sistema democrático mantuvo su curso y se solidificó. Nuevas reformas se introdujeron el año 487 A.C., por las cuales las funciones militares fueron traspasadas a diez Estrategas. Para caso de emergencia uno de ellos sería conocido como el Strategos Autokrator. La gran virtud del sistema es que la democracia se extendió a todos los hombres libres naturales de la ciudad, independientemente de su ingreso económico, y que el voto del pescador valía tanto como el del filósofo. Pero recordemos que en una ciudad de unos 100.000 habitantes libres, como debe haber sido la Atenas de Pericles, no más de unos 30.000 deben haber sido ciudadanos con derecho a sufragio. Sólo con cifras tan estrechas, y con un territorio estatal que abarcaba apenas la península ática (que ya de por sí era bastante extenso), era posible la democracia directa. Ahora bien, el sistema tenía sus carencias fuertes, pues del ejercicio cívico quedaban excluidas las mujeres, aunque esto era en realidad un rasgo común de la época. Y, más complejo aun, el sistema partía de la base de la esclavitud, a la cual no solo toleraba, sino que regulaba. El sistema democrático ateniense, y que se extendió a casi todas las ciudades griegas de la Época de Oro, funcionó muy bien en tanto los ciudadanos fueron relativamente numerosos, y cuando ellos aún apreciaban las ventajas que obtenían de esta libertad cívica y sabían hacer buen uso de ella. Pero cuando en su momento, y no mucho después, todavía dentro del siglo V A.C., el sistema comenzó a fallar, y los intereses colectivos de los ciudadanos se alejaron de los verdaderos intereses de la sociedad en su conjunto, la democracia dejó de ser un instrumento adecuado para enfrentar los nuevos peligros. Los atenienses, a instancia de Clístenes, y para proteger su democracia, crearon una institución conocida como Ostracismo. Se aplicó por primera vez el año 487 A.C. Consistía en someter a votación entre todos los ciudadanos los nombres de las personas que de una forma u otra se volvían muy poderosos y podían llegar, inclusive involuntariamente, a afectar el orden democrático de la polis. Los votos se escribían en una concha u Ostrakón, de ahí el nombre del proceso. Si se reunía un cierto quórum especial, se podía alejar a tales hombres de la ciudad, de una forma considerada honorable para el afectado y sin afectar sus propiedades. Pero pronto esto degeneró en un arma de los políticos para desembarazarse de sus enemigos particulares. Algo que en los orígenes de la democracia protegía la igualdad de los ciudadanos, y que no era en modo alguno infamante, degeneró, en la demagogia, en un instrumento de poder particular y egoísta, al cual los ciudadanos se prestaban ante las ofertas del mejor postor. Muchos de los grandes prohombres de Atenas, entre ellos el gran Temístocles, fueron víctimas de este tan peculiar procedimiento. 16.- El Estado Espartano o Lacedemonio. Por su parte, el sistema legal espartano derivaba de la obra de un legendario legislador conocido como Licurgo, quien habría vivido, aproximadamente, entre los años 800 y 730 A.C. Estaría establecido sobre la base de tres virtudes básicas: la igualdad (entre los legítimos espartanos), la preparación militar y la austeridad. No podemos afirmar en realidad cuánto deriva de Licurgo o corresponde a posteriores instituciones, y ni © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 39 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. siquiera podemos estar seguros si Licurgo efectivamente existió, pero de cualquier forma el sistema político espartano que conocemos tenía las siguientes características: Dos reyes hereditarios o Diarcas, de dos dinastías paralelas, dirigían conjuntamente al Estado. Una de éstas era la de los Agíadas, de origen dorio, y la otra la de los Euripóntidas, de origen aqueo. Las normas prohibían el matrimonio entre los miembros de ambas dinastías, y ésta norma fue invariablemente respetada hasta fines del Siglo III A.C., ya en los umbrales de la decadencia definitiva de la polis, en que el rey Cleómenes III (235-222) rompió la tradición y, derrocando a su colega, impuso como co-rey a su propio hermano de la misma dinastía Agíada. Pero para eso falta mucho todavía. El más famoso de todos los monarcas espartanos, Leonidas I, el inmortal héroe de las Termópilas, sería miembro de la dinastía Agíada. Un consejo de ancianos, la Gerusía, y un cuerpo de magistrados, los Éforos, vigilaban la institucionalidad. La Gerusía estaba conformada por 28 ancianos aristócratas, más los dos co-reyes. Los Éforos eran cinco, elegidos anualmente, para controlarse mutuamente con los reyes. Existía además una Asamblea Popular o Apella, que votaba los proyectos de ley. Entonces, dentro de los ciudadanos espartanos, puede decirse que, al menos para ellos, existía un sistema relativamente “democrático”. Como se sabe, los espartanos vivían en condiciones sumamente austeras, en razón de la necesidad de estar física y mentalmente preparados para las crudezas de la guerra, de forma que el desarrollo de las artes plásticas, no es que estuviese vedado, pero era superfluo. Por ello es que Esparta nunca desarrolló una cultura trascendente. A diferencia del resto de Grecia, en Esparta las mujeres tenían una posición bastante predominante, con muchas más libertades de las que disfrutaban, por ejemplo, sus congéneres atenienses. Nos ha llegado el nombre de varias de ellas, siendo tal vez la más renombrada Gorgo, esposa del rey Leonidas. Esparta creó la mejor estructura militar de toda la Grecia Pre-Clásica y Clásica, llegando a ser el símil de Prusia en la Antigüedad. La tradición señala que gran parte de esta tradición fue fijada por Quilón, uno de los tradicionales Siete Sabios de Grecia. Los niños desde la más tierna infancia serían separados de sus madres y entrenados para la guerra; aquéllos muchachos con deformidades serían eliminados en el mismo momento de su nacimiento. Los hombres en edad militar vivirían alejados de sus familias, acuartelados. Mas ello no sería tanto por planteamiento estratégico, sino por simple cuestión de necesidad y supervivencia. La clase o casta rectora del Estado lacedemonio estaba conformada por la clase espartana o espartista, los descendientes de los conquistadores dorios, que gobernaban sobre una masa de pueblos sometidos. Dentro del Estado Espartano estos espartanos eran ampliamente superados numéricamente por las dos clases dominadas: los periecos, hombres libres pero sin derechos políticos, y los ilotas, siervos propiedad del Estado. Esta es la razón por la cual los espartanos tuvieran que crear un Estado militarizado, no tanto para defenderse, sino más bien, y simplemente, para sobrevivir. Una sola victoria de los dominados sería su fin. Esparta no podía enviar muchos hombres a una guerra externa, por el peligro a dejar desprotegido el Peloponeso a la merced de un eventual alzamiento de los ilotas, periecos, o los habitantes de la polis subyugadas. Esparta no arriesgaba fácilmente sus hombres en una campaña, lo que © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 40 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. era muy lógico y entendible, y por ello, en gran medida, casi nunca estuvo dispuesta a cooperar en ninguna campaña panhelénica contra los enemigos comunes. Además, los espartanos eran excesivamente religiosos, o mejor dicho muy supersticiosos. Aunque en muchos casos usarían también su religiosidad como excusa para evitar involucrarse en ciertas acciones. Debido a una festividad los espartanos no pudieron –o no quisieron- participar en la batalla de Maratón, y por la misma razón tampoco despacharon a la masa de su ejército a las Termópilas. El sistema económico, sería una gran limitante para el desarrollo de Esparta: toda la tierra era propiedad del Estado y controlada por el Estado, y los hombres estaban al servicio del Estado, y ello fue desde luego una de las causas del fracaso de la estructura política. Esparta nunca pudo llegar a tener un desarrollo económico y comercial propio. Se contentó con lo que sacaba de la explotación de sus regiones dominadas, pero descuidó el comercio. Entonces, Esparta no tenía entonces los medios económicos para armar grandes ejércitos, y como veremos a continuación, tampoco tenía los hombres necesarios. El Estado espartano tendría una base territorial aun más extensa que el Estado ático, y con cerca de 8.000 kilómetros cuadrados sería el mayor de todo el mundo helénico, inclusive que el territorio histórico de Siracusa en Sicilia. Controlaba casi toda la Península del Peloponeso, excepción hecha de la región de Argólida. Bajo su control se encontraría la llamada Liga del Peloponeso, que desempeñaría un importante papel en varias etapas de la historia de Grecia. 17.- El Surgimiento del Imperio Persa Aqueménida. La historia del Imperio persa no sería importante para la historia de la cultura occidental, si no fuera por tres razones. Una es la ya señalada, de que la civilización de los persas y su idioma, si bien desarrollados íntegramente dentro de un entorno cultural asiático-iranio, tenían un origen netamente indoeuropeo. Si bien cuando entraron a la historia de Occidente los persas ya eran étnica y culturalmente un imperio claramente oriental, compartían con los helenos en el remoto pasado un origen común en algún lugar de Asia. Una segunda razón sería la liberación de los judíos del Cautiverio de Babilonia, y la autorización de volver a Palestina, para reconstituir, bajo la soberanía persa, su propio gobierno autónomo. Pero, desde luego que mucho más importante fue el choque de civilizaciones que se produjo cuando el Imperio Persa, tolerante en gran medida, pero absolutista y oriental, trató de sojuzgar a un pequeño pueblo rebelde de la región del Egeo. De paso, es de contar que la creación del Imperio Persa en el año 550 A.C., por Ciro El Grande, fue un gran paso en la historia humana, pues los persas, guiados por una sabia religión de principios muy básicos, casi monoteísta, el zoroastrismo, al conquistar todo el mundo conocido desde la India hasta Egipto, lejos de imponer una autocracia exclusiva, respetaron las particularidades lingüísticas, religiosas y costumbristas de sus conquistados, creando una comunidad de pueblos bajo un gobernante común. Aunque dos serían los pueblos rectores de este nuevo imperio, ambos iranios de origen indoeuropeo: los persas y sus primos -y anteriores dominadores- los medos; a ellos les correspondería dirigir la administración imperial y serían los oficiales de los ejércitos. La dinastía reinante durante toda la historia de este imperio sería la Aqueménida, por lo cual es común hablar del “Imperio Persa Aqueménida”, como distinción de un © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 41 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Segundo Imperio Persa, el de la dinastía Sasánida, que renacería ya en la época romana, muchos siglos después, y al cual nos referiremos en su momento. La lista de los monarcas aqueménidas de este primer Imperio Persa es la siguiente: Ciro II El Grande (550-530 A.C.), Cambises II (530-522 A.C.), Esmerdis (522 A.C.), Darío I El Grande (522-486 A.C.), Jerjes I (486-465 A.C.), Artajerjes I (465-424 A.C.), Jerjes II (424 A.C.), Sogdiano (424-423 A.C.), Darío II (423-404 A.C.), Artajerjes II (404-358 A.C.), Artajerjes III (358-338 A.C.), Artajerjes IV Arsés (338-336 A.C.) y Darío III (336-330 A.C.). Casi todos ellos serán muy importantes para nosotros a la luz de la subsiguiente historia de Grecia. Desde luego que aquí se aprecia, aunque con sus limitantes orientales, la primera aparición del concepto indoeuropeo de igualdad humana. El gobierno central administraba sabiamente las regiones del Imperio, a través de delegados. Si bien actualmente la expresión Sátrapa pudiera tener un carácter peyorativo, en realidad correspondía al título de un funcionario del Gran Rey que estaba obligado a administrar adecuadamente su provincia o Satrapía y a velar por el bienestar de sus habitantes. Ya hemos señalado que bajo el sabio gobierno persa los judíos disfrutaron por primera vez, a pesar de ser un pueblo sometido, absoluta libertad religiosa y cultural. No obstante, el concepto persa de tolerancia con la cultura de los pueblos sometidos chocó con el espíritu de libertad de los griegos, que ni siquiera estuvieron dispuestos a aceptar la mera cesión de su soberanía política. Y en esto los persas no transaban. 18.- Las Guerras Médicas. A comienzos del siglo VI A.C. el rey persa Darío, sucesor de Ciro El Grande, pretendió extender su control a las ciudades griegas de la costa egea de Asia Menor. Este sería el punto de partida de un conflicto ya histórico, las llamadas Guerras Médicas. El nombre derivaría de los medos, el ya mencionado pueblo iranio asociado a los persas, y con el que los griegos los confundirían inicialmente. El año 499 A.C. las ciudades jónicas y eolias de Asia Menor se rebelaron contra la pretensión persa de dominación, y para ello contaron con el apoyo resuelto de Atenas. Recién en 494 A.C. el alzamiento pudo ser completamente dominado. Terminado este episodio, el Gran Rey decidió castigar a Atenas. El primer paso fue la sumisión y ocupación por parte del general persa Mardonio de Tracia y Macedonia en 492 A.C. Pero los persas no pudieron seguir más adelante, pues su flota fue destruida por una tormenta. En el año 490 A.C. una importante fuerza persa desembarcó en la playa de Maratón, cercana a la capital ática. El ejército fue detectado recién desembarcando, así que los atenienses pidieron ayuda a sus aliados, especialmente a los espartanos. Dado que nadie estaba en circunstancias de apoyar inmediatamente, y que la celeridad era básica para impedir el establecimiento de una cabeza de puente persa, el ateniense Milcíades y 10.000 hoplitas atacaron en la playa al muy superior ejército invasor. La sorpresa, y el estrecho terreno en que se desenvolvían los persas, condujeron a una fundamental victoria ateniense, a pesar de que los persas lucharon valientemente por mantener su cabeza de playa. Dada la impaciencia con que se esperaban en Atenas las noticias, Milcíades despachó a su mejor corredor a dar las buenas nuevas a su ciudad; la historia es conocida, y el corredor recorrió la distancia de la playa al ágora de Atenas en un tiempo récord, avisando la tranquilizadora victoria y muriendo en el acto. Los persas embarcaron en sus naves e insistieron en atacar Atenas, pero encontrando la © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 42 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. ciudad bien defendida, finalmente determinaron volver a Asia. Así concluyó la Primera Guerra Médica, con el reembarco de la derrotada fuerza expedicionaria persa. Pero la humillación que Atenas infligió al poderoso Imperio persa fue demasiado para sus gobernantes, de forma que 10 años después, en 480 A.C., el rey Jerjes, hijo y sucesor de Darío, cruzó el Helesponto (los Dardanelos) a la cabeza de un gigantesco ejército, a través de un puente artificial creado con cientos de barcazas, e invadió Grecia desde el Norte con un ejército de cientos de miles de hombres bien armados, disciplinados y preparados para la guerra. Fue el comienzo de la Segunda Guerra Médica. Esta vez los griegos estuvieron mejor preparados para resistir, y por primera, única y última vez ofrecieron un frente común al invasor. Viendo lo que venía las ciudades griegas, lideradas por Esparta y Atenas, establecieron en 481 A.C. la Liga Helénica. Esparta tomó a su cargo la defensa terrestre, y Atenas la naval. Estando los persas en Tesalia, necesitaban a toda costa cruzar el estrecho desfiladero de las Termópilas, junto al mar, para ingresar a la Grecia propiamente dicha. Acá se desarrollaría uno de los capítulos más sublimes de la historia. Esparta, siempre por los problemas de sus festividades religiosas, no pudo despachar a la masa principal de su ejército. Y Grecia esperaba ansiosa la movilización de Esparta. Entonces, el rey Espartano Leonidas, haciendo uso al derecho de disponer en todo momento de su guardia personal, partió resueltamente a guarnecer la entrada del estratégico paso. En ese punto esperó Leonidas a Jerjes, con 300 hombres de su guardia personal, y algunos miles de hombres de las ciudades aliadas. Ahí los griegos contuvieron a los invasores lo más que pudieron, dando tiempo a las tropas aliadas para organizar una defensa común. Cuando un traidor griego condujo a los persas a través de un sendero secreto en las montañas, y los llevo a rodear a Leonidas y sus hombres por la retaguardia del desfiladero, el rey espartano licencio a los hombres de las otras ciudades de una muerte segura, para que pudieran volver a pelear más adelante, y con sus 300 espartanos y los voluntarios de las ciudades más cercanas, peleó hasta la muerte en una de las defensas más épicas de la historia universal. Son muchas las anécdotas históricas que nos han llegado de esta crucial batalla, como por ejemplo aquélla que relata como los enviados persas, para atemorizar a Leonidas, le hicieron ver que “las flechas de los persas son tan numerosas que obscurecen el cielo”, a lo que siguió la muy lacónica y genial respuesta de uno de los guerreros espartanos: “entonces lucharemos a la sombra”. O cuando le dijeron a Leonidas, incitándolo también a la rendición, “entrega tus escudos”, respondiendo él: “ven por ellos”. Finalmente, cuando, ante la próxima muerte segura, Leonidas dijo a sus hombres “Hoy cenaremos en los Infiernos”. Precisamente esta expresión laconismo, que tanto conocemos, deriva del hablar simple, directo y sin rodeos de los habitantes de Laconia, tan distinto al florido lenguaje de los conspicuos atenienses. En los mismos instantes en que Leonidas defendía las Termópilas, la flota griega, dirigida por el ateniense Temístocles, resistía, con grandes pérdidas, en Artemiso, contra la flota persa. El objetivo era cubrir y resguardar el flanco marítimo de Leonidas y sus hombres. Durante tres días los griegos detuvieron valiente y costosamente a una flota persa muy mermada por las tormentas, y así hubieran seguido hasta que, al saberse de la muerte de Leonidas y sus hombres y el franqueo de las Termópilas por los persas, la presencia griega en Artemiso se hacía ya innecesaria, además de insostenible. Ante esto, la flota griega se retiró. Habiendo los persas franqueado las Termópilas, las ciudades de Beocia (entre ellas Tebas) tuvieron que someterse raudamente. Los persas tenían ahora a su disposición © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 43 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. toda la Grecia Central, y avanzaron saqueando todo a su paso, mientras los griegos preparaban la estrategia defensiva. Las fuerzas coaligadas se retiraron al Istmo de Corinto y construyeron un muro defensivo para proteger el Peloponeso. Pero el Ática no era tan fácilmente defendible. Ante el avance persa, los atenienses brillantemente dirigidos por Temístocles, evacuaron su ciudad, que junto con la Acrópolis fue totalmente arrasada e incendiada por los iranios. La población ática se refugió en la cercana isla de Salamina, protegida por su escuadra. Ahí se desarrollaría la gran batalla naval que sellaría el destino de la historia occidental para siempre. La pericia marinera y el conocimiento del terreno de los atenienses salvaron a Grecia. Jerjes, en su trono, desde lo alto de una colina, presenció como su gran flota, llevada a una trampa e imposibilitada de maniobrar en un espacio reducido, fue destruida por la armada griega. Se cumplió entonces la predicción del Oráculo, en el sentido de que Atenas sería salvada por sus “murallas de madera”, esto es, su escuadra. Esta victoria ateniense impidió a Jerjes proseguir su avance hacia el Peloponeso. A partir de ese momento Jerjes dejó desencantado Grecia, pero su ejército, dirigido por su capaz general Mardonio, continuó la campaña en suelo helénico. Primero, abandonó el Ática y se retiró a acuartelarse a Tesalia, donde se reorganizó. Ante esto los atenienses reocuparon las ruinas de su ciudad. En 479 A.C. Mardonio reinició la ofensiva. Trató de convencer a los atenienses, que no estaban cubiertos por las defensas del Istmo de Corinto, de pactar la paz, pero infructuosamente. Así que volvió a ocupar Atenas, ciudad que nuevamente fue evacuada por la población, que permaneció a salvo, nuevamente refugiada en Salamina y protegida por su escuadra. Esparta, para variar, estaba inmovilizada por fiestas religiosas, además que protegida por el Istmo. Pero ante el peligro de que Atenas abandonara la guerra y se viera obligada a acordar una paz separada con los persas, Esparta puso inmediatamente en movimiento a su ejército, y al de sus aliados, para socorrer a los atenienses. Al conocer Mardonio la noticia del avance de los aliados griegos determinó arrasar lo que quedaba de Atenas, aún más extensivamente que la primera vez, y se retiró a Beocia. Ahí, en los campos de Platea, hacia agosto del año 479 A.C. las ciudades coaligadas griegas reunieron el ejército más numeroso y poderoso que tal vez nunca juntaran en su historia. Las fuerzas atenienses fueron dirigidas por Arístides El Justo, pero el comandante supremo sería el general espartano Pausanias. Esparta envió el ejército más grande que jamás estuviera dispuesta a enviar a batalla, conformado por diaz mil soldados de línea, de ellos 5.000 ciudadanos plenos espartanos y 5.000 periecos, y 35.000 auxiliares ilotas. Atenas envió 8.000 hoplitas, mientras que Corinto 5.000. Megara y Sción enviaron 3.000 cada uno. Y así las demás ciudades enviaron contingentes menores. Se calcula que las tropas de hoplitas bordeaban los 40.000 hombres, más 35.000 ilotas de Lacedemonia y 35.000 auxiliares del resto de Grecia. Así que el ejército coaligado panhelénico bajo las órdenes de Pausanias alcanzaba probablemente los 110.000 hombres. Una cifra increíble para la demografía de la Hélade. Y no era para menos, porque en Platea se definía el destino de una civilización. Contra este ejército los persas enfrentaron un frente de alrededor de 250.000 hombres, muy bien comandados por Mardonio y perfectamente disciplinados. Se agregaban a este ejército persa diversos contingentes griegos que habían tenido que someterse a los persas, especialmente de Tebas y de otras polis al Norte de las Termópilas. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 44 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. La batalla fue feroz, y los persas, como era su costumbre, luchaban valientemente. Pero el destino determinó que en el fragor del combate, por la presión directa de los espartanos, fuera herido de muerte Mardonio. Y para los persas la pérdida de su jefe era siempre ruinosa. Ante esto, el ejército persa se desbandó. Los persas, sin líder, iniciaron la retirada hacia el Norte. Paralelamente los tebanos y los otros contingentes griegos pro-persas fueron reducidos principalmente por los atenienses. El hecho es que no pelearon en forma muy decidida en contra de sus hermanos de raza. Inmediatamente después los griegos coaligados llevaron la guerra a Asia y en Micala, ante la isla de Samos frente a Jonia, aparentemente al muy poco tiempo de Platea, en lo que sería una verdadera batalla anfibia peleada en tierra y mar por contingentes navales y militares de ambos bandos, derrotaron al ejército persa y a su flota, mayoritariamente fenicia. Esto permitió la liberación de las ciudades griegas de Asia Menor, que se levantaron contra el dominio persa. Fue el final victorioso de la Segunda Guerra Médica. Por otra parte, así como los griegos de la Hélade libraron su lucha de subsistencia contra el enemigo persa, los griegos occidentales, los de Sicilia, libraron su propia guerra de nacional contra los cartagineses. Era el segundo frente de batalla del helenismo, y en este caso contra los fenicios occidentales, en circunstancias que, casualmente, en las Guerras Médicas, las flotas persas eran en verdad flotas dirigidas por los fenicios orientales. Por lo demás, es de tener en cuenta que al ser Cartago una colonia fenicia, reconocía una muy tenue soberanía nominal respecto al Gran Rey persa, lo que de alguna forma ampliaba el espectro de las Guerras Médicas. Si bien esta guerra greco-cartaginesa en Sicilia tuvo diversos avatares y desarrollos, en términos generales los dos tercios occidentales y meridionales de la isla eran griegos, y el tercio restante cartaginés, aunque en gran medida de población griega. De cualquier forma, al estar los griegos de cada esquina del mundo enfocados a su propia guerra, fue imposible, no digamos crear un frente común panhelénico, sino siquiera apoyarse mutuamente. Pero una de esas casualidades de la historia determinó que el mismo año 480 A.C., cuando los griegos de la Hélade ganaban la decisiva batalla de Salamina contra los persas, los griegos de Sicilia derrotaban en toda la línea en la batalla de Himera a los cartagineses, salvando a la cultura griega en el Mediterráneo Occidental. Todavía seguiría una Tercera Guerra Médica, alejada ya de la Hélade y localizada en Asia Menor, que se desarrolló entre los años 471 y 448 A.C. En ella la escuadra ateniense, comandada por Cimón, hijo de Milcíades, derrotó hacia 466 A.C. en la Batalla del Río Eurimedón a una poderosa flota persa, a la cual además capturó. Esta guerra tuvo asimismo la particularidad de que en el curso de ella (en 460 A.C.) Atenas envió una fuerza naval de alrededor de 200 naves a Egipto para apoyar la revuelta local contra el dominio persa, derrotando en el mismísimo Nilo a una flota persa y sitiando la ciudadela de Menfis. Se desarrolló así una aventura griega en Egipto – precursora de la de Alejandro- que finalmente concluyó con la derrota ateniense en 456. Las fuerzas atenienses, sitiadas en la isla nilótica de Prosopitis, tuvieron que rendirse ante las fuerzas persas del general Megabazo. Derrotados los griegos y sofocado el alzamiento nativo, los persas retomaron el control de Egipto. Si bien esta expedición ateniense a Egipto terminó en fracaso, a la larga la guerra concluyó, tras una victoria griega en Chipre, con la llamada Paz de Cimón, por la cual los griegos lograron imponer condiciones muy favorables de paz a los persas, entre ellas el reconocimiento de la independencia de las ciudades griegas. Pero esta sería una guerra dirigida ya sólo por Atenas, y en la que repercutirían mucho los problemas políticos internos atenienses, entre ellos las rencillas personales entre los líderes © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 45 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. militares y los representantes de las facciones aristocrática y democrática, y las ingratitudes y pequeñeces, de la población ateniense. Desgraciadamente nunca más después de la Segunda Guerra Médica volverían los griegos unidos a enfrentar a los persas con criterio nacional. Pero ya habían salvado su civilización para siempre. De ahora en adelante, los persas enfocarían principalmente su estrategia a alimentar económicamente a las facciones griegas enemigas, utilizando sus inagotables riquezas para sembrar cizaña entre los griegos, y a decir verdad serían bastante exitosos en su táctica divisoria. Los griegos serían siempre fácil presa de las tentaciones del oro persa, y aunque parezca difícil de creer, los políticos espartanos serían dentro de todo tal vez los más propensos a aceptar las mercedes pecuniarias del Gran Rey. 19.- La Hegemonía Ateniense. La gran triunfadora de todo este conflicto sería Atenas. Muchos factores la convirtieron repentinamente en el foco de la resistencia helénica contra Persia. Ya hemos visto por qué Esparta no pudo ni estuvo dispuesta a asumir este papel: no quería arriesgar innecesariamente a su reducida casta gobernante en guerras externas. El período inmediatamente posterior a la gran victoria griega se convertiría en lo que ahora llamamos el Siglo de Oro, en que la civilización griega llegaría a su máxima capacidad creadora, tanto en el aspecto artístico, literario, filosófico, económico, y, desde luego, político. El campo de este período de gloria, que también se extendería al período de decadencia política y militar, es demasiado amplio, y no creemos conveniente ir al detalle repetitivo de tantos hechos pequeños y hasta mezquinos, pero de cualquier forma podemos tratar de efectuar una síntesis. Las grandes victorias militares de los años 490 y 480 A.C. crearon dos grandes héroes en Atenas, cada uno representante de un bando opuesto. El primero sería Milcíades, vencedor de Maratón. Éste, enviado al Quersoneso Tracio por Hipias e Hiparco, se había convertido a partir de 516 A.C. en tirano y señor de la península. Ahí, en el período que siguió hasta 493 A.C., no sólo mantuvo bajo control a los persas, sino que fue el principal promotor del alzamiento de las ciudades griegas de Asia Menor. Expulsado de los Dardanelos volvió a Atenas, donde asumió el poder y se convirtió en el alma de la resistencia ateniense contra los persas. En eso tuvo lugar la batalla de Maratón, que lo elevó a la cúspide del poder. Pero pronto la suerte en batalla lo abandonó, y derrocado por sus enemigos, y herido, fue recluido en prisión, con una multa impagable, muriendo como consecuencia de sus heridas, y arruinado, en 488 A.C. En gran medida la aristocracia ateniense lo hizo caer al primer pretexto, para evitar que acumulara demasiado poder y se convirtiera en un tirano. Por su parte, Temístocles (524-459 A.C.), hombre de origen aparentemente modesto, se convertiría en un líder popular, cabeza del bando democrático y antioligarca. En 510 A.C. había sido de los gestores de la intervención espartana para derrocar a Hipias. Ocuparía el Arcontado el año 493 A.C., iniciando la construcción de los muros de El Pireo. En 483 A.C. tendría la brillantez de convencer a Atenas de construir una gran flota. Esto, y la posterior victoria en Salamina en 480 A.C., es lo que dejaría para su nombre en la historia, más que su también fundamental participación en la vida política de Atenas. Habiendo muerto Milcíades, el año 487 A.C. los atenienses decidieron poner por primera vez en funcionamiento el ya mencionado proceso del Ostracismo, ideado por © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 46 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Clístenes 20 años antes, y esto lo aprovechó Temístocles para deshacerse de su gran rival político, Arístides, llamado El Justo, quien se oponía a la política naval de Temístocles. El año 482 A.C. Temístocles consiguió que el nombre de Arístides fuera votado por los ciudadanos. La historia registra, desde luego en beneficio de Arístides, que un ciudadano analfabeto le pidió al propio Arístides, sin conocerlo, que le escribiera en su Ostrakón el nombre del candidato por el cual votaría para el exilio, y le pidió incluir precisamente el nombre de Arístides. La única razón para hacerlo es que estaba cansado de oír que Arístides era tan justo. Arístides, sin más, escribió su propio nombre en la concha y se la devolvió al hombre para que depositara su voto. Volvería del exilio en 480 después de la amnistía general declarada en Atenas con motivo de la guerra contra Persia. Después de la gran victoria de Salamina Temístocles se convirtió en el gran héroe de Atenas. Pero tenía también enemigos. Por muchos era considerado un peligroso líder populista, arrogante, ávido de poder, y además, aparentemente, no era indiferente al dinero y a la corrupción. Como era normal en la política ateniense, llegó el momento de su caída del favor popular. En 472 ó 471 A.C. le tocó a sí mismo la aplicación del ostracismo y debió exiliarse en Argos. Pero las intrigas espartanas en su contra, y la ingratitud de sus compatriotas, que muy posiblemente en forma injusta lo declararon traidor a la patria, lo llevaron a escapar a Asia Menor, para nunca regresar a Grecia. Fue recibido con gran respeto por el rey persa, del cual se convirtió en importante asesor y consejero. Murió en Magnesia, ciudad de la cual era gobernador, en 459 A.C. Posteriormente su figura fue rehabilitada por Pericles. Pericles, quien viviera entre los años 495 y 429 A.C., sería verdaderamente el gran gestor de la grandeza de Atenas. Siempre dentro del sistema democrático, Pericles fue el Gran Arconte de Atenas, ejerciendo entre los años 461 y 429 A.C. la suprema magistratura de la polis. Su padre, Jantipo, había sido uno de los primeros en recibir la pena del ostracismo, entre los años 485-484 A.C., y después comandó a la victoriosa flota ateniense en la ya mencionada batalla de Micala. Así que, como se aprecia, la familia de Pericles era importante en la política ateniense. Recibió una elevada educación, y no obstante su origen aristocrático, y su increíble fortuna, se plegaría decididamente al bando popular o democrático. Su gran enemigo, líder del bando aristocrático, sería el ya mencionado Cimón, hijo de Milcíades. Cimón fue de por sí un hombre de gran valía, que se hizo cargo de las multas fijadas por Atenas contra su padre, y además contribuyó en gran medida a la beneficiosa paz que había logrado Atenas contra Persia a pesar de la derrota en Egipto. Pero en su lucha de poder con Pericles salió perdiendo. Cimón era partidario de la cooperación con Esparta, y hasta dirigió una mal planeada expedición a Lacedemonia para apoyar a los espartanos contra una revolución de ilotas. Esto le granjearía mala imagen en Atenas, y tampoco le atraería el favor espartano. Así que, habiendo caído su estrella, en 461 A.C. Pericles logró que se votara el ostracismo de Cimón, quien con esto abandonó la ciudad por diaz años, regresando en 451 A.C. Participaría entonces en la exitosa campaña naval de Chipre que concluyó la Tercera Guerra Médica, y dio nombre a la paz firmada entre Atenas y Persia. Es más, Pericles, que sabía que no eran un gran militar, no tuvo problema es reconciliarse con Cimón por el bien de Atenas y encargarle el comando militar de las operaciones contra Persia. Con esto, el partido popular logró disminuir ampliamente los poderes del aristocrático Areópago, y se hizo finalmente con el poder. Primeramente el gobierno pasó al líder popular Efialtes, quien muerto en 461 fue finalmente sucedido por Pericles, el cual sería el líder indiscutido de Atenas, sin oposición, por más de 15 años. El año 444 A.C. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 47 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. tuvo lugar una corta reacción conservadora dirigida por Tucídides (no confundir con el famoso historiador del mismo nombre), la cual quedó superada cuando Pericles logró en 442 A.C. el ostracismo de Tucídides. Tras esto el dominio de Pericles, reelecto democráticamente año tras año, continuó inalterado hasta su muerte en 429 A.C. Con Pericles alcanzó Atenas la cúspide de si poderío y riqueza. La polis desarrolló un poderoso Imperio político y comercial, a través de una liga de ciudades libres pero ligadas al Ática en forma dependiente, la llamada Liga de Delos, establecida en 478 A.C., cuyo tesoro se custodiaba inicialmente en la isla del mismo nombre, para luego ser trasladado a Atenas (454 A.C.). Este imperio ateniense, surgido de la hegemonía naval y comercial de la capital ática, llegó a dominar, a través de la Liga de Delos, directa o indirectamente, toda la costa del mar Egeo. Pero su influencia alcanzaba en realidad todo el mundo griego. Una de las grandes obras que emprendió Atenas sería la construcción de un puerto especial, El Pireo, el cual, alejado unos kilómetros de la metrópoli, fue unido a ésta por una larga doble muralla paralela, las llamadas Largas Murallas, construidas entre los años 461-457 A.C., que conformaban una especie de camino amurallado comunicando la ciudad y su puerto. Mientras tanto, Esparta miraba con recelo y con envidia todo este desarrollo y toda esta repentina grandeza. 20.- La Acrópolis de Atenas. Pero la gloria inmortal de Atenas va más allá del antes mencionado desarrollo político y económico. La ciudad, destruida por los persas, fue reconstruida por Pericles más bella y grandiosa que nunca. Para ello utilizó profusamente el tesoro de la Liga de Delos, depositado para esos momentos ya en la capital ática. Esto obviamente atrajo muchas críticas políticas sobre Pericles, pero nosotros, la posteridad, le damos las gracias por uso que, debida o indebidamente, hiciera de los fondos. Símbolo de la ciudad, para el resto de la historia, sería la Acrópolis, la ciudadela de Atenas, con sus sublimemente bellos edificios, entre los cuales destaca el Partenón, dedicado a Palas Atenea, diosa protectora de la ciudad, y cuyas estatuas y frisos fueron decorados por el famoso escultor Fidias. El edificio, cuya construcción comenzó en 447 y terminó en 438 A.C., aunque sus decoraciones concluyeron recién en 431 A.C., es el más perfecto ejemplo de la arquitectura de tipo dórico, obra de los arquitectos Ictinos y Calícrates. Sorprendentemente, aunque no se note a simple vista, el edificio no tiene ningún ángulo recto. El edificio del Partenón sobrevivió intacto el transcurso de los siglos, pasando a ser posteriormente, hacia el Siglo V D.C., una iglesia dedicada a la Virgen María, y para ello fue objeto de algunas modificaciones estructurales que no alteraron su belleza intrínseca: primero como iglesia ortodoxa, y bajo el dominio latino después de la Cuarta Cruzada, como templo católico. Bajo el dominio otomano fue convertido en mezquita, y se le agregó un minarete. Fue destruido por esas tragedias de la historia en 1687, hace nada cronológicamente, cuando los cañones de un navío veneciano impactaron al polvorín que los turcos habían criminalmente ahí instalado. Pero de cualquier forma, sus ruinas sobrecogen todavía a los visitantes. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 48 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Los frisos de Fidias sobreviven hasta el día de hoy, algunos en Atenas, y, la mayor parte, en el Museo Británico de Londres, adonde fueron llevados por el Conde de Elgin, el famoso diplomático y arqueólogo aficionado británico, con permiso del sultán turco, entonces dominador de Grecia, entre los años 1801 y 1812. Desde hace casi doscientos años está candente la polémica, cada vez más aguda, relativa a la devolución de los así llamados “Mármoles de Elgin” al Museo de la Acrópolis en la actual Atenas. La famosa estatua de Palas Atenea, de marfil y oro, surgida directamente de la mano creadora de Fidias, estuvo en el edificio probablemente hasta la fundación de Constantinopla, en el siglo IV D.C., en que aparentemente fue removida para embellecer la nueva capital del Imperio Romano, sobreviviendo, aparentemente, hasta el año 1204, en que habría sido destruida al ser saqueada la ciudad por los hombres de la mal llamada Cuarta Cruzada. Pero el Partenón no será la única gran joya de la Acrópolis. Toda una serie de construcciones existentes en la explanada formaban un conjunto armonioso e idílico. La entrada al macizo estaba conformada por la gran puerta de los Propileos, monumental obra construida a partir de 437 A.C. por el arquitecto Mnesicles siguiendo un proyecto de Fidias y Pericles. El Templo de Atenea Niké, o Atenea Victoriosa, un pequeño templo de orden jónico, edificado a partir de 421 A.C. por el mismo Calícrates del Partenón, conmemoraba la gran victoria de Salamina. Mientras que el Erecteión, atribuido al arquitecto Filiocles, construido entre 421-406 A.C., sería un templo dedicado, entre otros, al dios Poseidón. Contaba con tres pórticos, de los cuales uno, el que mira al sur, esta conformado por las famosas Cariátides, columnas con forma de mujer, de las cuales cinco permanecen en Atenas y una lo está en el Museo Británico. 21.- La Cúspide de la Civilización Griega Clásica. En este período clásico el idioma, el arte y el desarrollo humano griego llegaron a su máxima expresión. La historia se convirtió en una verdadera ciencia, a través de hombres como Heródoto de Halicarnaso (484-425 A.C.), Tucídides (460-396 A.C.) y Jenofonte (431-354 A.C.). Del primero, llamado el “Padre de la Historia”, tenemos, como obra conjunta históricageográfica-etnográfica, no muy fiable, Los Nueve Libros de la Historia, en que relata, entre otras cosas, las Guerras Médicas. Es la primera obra griega en prosa que se conserva hasta nuestros días. Del segundo tenemos, históricamente muy acuciosa, por ser el autor protagonista de la misma, la Historia de la Guerra del Peloponeso. Del tercero tenemos, como su principal obra, desde luego La Anábasis, a la cual nos referiremos más adelante, y que constituyó una obra de consulta de Alejandro Magno para su posterior invasión al Imperio Persa. La medicina se convirtió en una profesión con principios morales intransables, partiendo con Hipócrates (460-370 A.C.), conocido como el “Padre de la Medicina” y del cual hemos heredado el así llamado “Juramento de Hipócrates”. La escultura llegó a su cumbre con el ya mencionado Fidias (490-431 A.C.), autor de los frisos y esculturas del Partenón, y con su colega del siglo IV A.C., el también ateniense Praxíteles, creador de esculturas no menos famosas, de las cuales muchas buenas copias helenísticas y romanas han llegado hasta nosotros. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 49 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El teatro alcanzó su cúspide con las tragedias de los atenienses Sófocles (496-406 A.C.), Esquilo (525-456 A.C.) y Eurípides (480-406 A.C.), y las comedias del también ateniense Aristófanes (444-385 A.C.). Del primero, que escribió más de 120 tragedias, han llegado hasta nosotros en forma íntegra sólo siete: Antígona, Edipo Rey, Áyax, Las Traquinias, Filoctetes, Edipo en Colono y Electra. Del segundo, de cerca de 90 obras, nos han llegado sólo Los Persas, Las Suplicantes, Prometeo Encadenado, y la trilogía de La Orestíada, que comprende Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides. Del tercero, de alrededor de 92 obras, se conserva el importante número de 19: Alcestis, Medea, Los Heráclidas, Hipólito, Andrómaca, Hécuba, Las Suplicantes, Electra, Heracles, Las Troyanas, Ifigenia entre los Tauros, Ion, Helena, Las Fenicias, Orestes, Las Bacantes, Ifigenia en Áulide, y El Cíclope. Del cuarto se conservan sólo once comedias satíricas: Los Acarnienses, Los Caballeros, Las Nubes (donde hace burla de los filósofos, especialmente de Sócrates), Las Avispas, La Paz, Las Aves (una sátira al imperialismo ateniense), Lisístrata, Las Tesmoforias, Las Ranas, Las Asambleístas y Pluto. Algunos grandes oradores griegos han alcanzado fama hasta nuestros días. La historia recuerda al ateniense Isócrates (436-338 A.C.), discípulo de Sócrates y partidario de la unión helénica contra los persas; a Iseo (390-240 A.C.); a Esquines (389-314), partidario de la alianza de Atenas con Macedonia contra los persas y rival de Demóstenes y a Lisias (458-322 A.C.). Pero el más importante de ellos es desde luego el gran -y también altamente chauvinista- ateniense Demóstenes (384-322 A.C.), al cual por su trascendencia política nos referiremos poco después en mayor detalle. En fin, pocas épocas de la historia han sido tan ricas en pensadores, hombres de letras, de ciencia y de números tan extraordinarios. La lengua griega alcanzó las alturas, especialmente en el refinado dialecto ático hablado en Atenas, de origen jónico. Las obras de los pensadores y escritores griegos de la época han llegado en gran medida hasta nosotros, y forman parte de nuestra psiquis cultural. La cultura griega, si algo tiene de sublime, es el lugar que le dio al Hombre, al Ser Humano, como centro del universo. Tuvo la gran falla de desarrollar una religiosidad muy poco profunda, carente de trascendencia, y tan endeble que muy pronto el pensamiento filosófico se alejó de ella. A diferencia de la filosofía judía, cristiana o musulmana, que ha podido fundamentarse en la existencia de Dios, la filosofía griega, si bien no se alejó del concepto divino en cuanto tal, sí lo hizo de la forma politeísta oficial. Pero tal vez esta falla teológica griega fue la que posibilitó una búsqueda metafísica más allá de las doctrinas oficiales. Tal vez por ello el Hombre, no aceptando la religiosidad que se le ofrecía, buscó más allá del Olimpo la verdad de su existencia. El arte griego desarrolló una visión de la importancia del hombre que sobreviviría por toda la Antigüedad Clásica. Jamás una civilización humana había logrado reproducir, en la forma perfecta que alcanzaron los griegos, la figura humana, hasta el detalle más mínimo. Cuando uno aprecia los frisos de Fidias en el Partenón, o las mutiladas esculturas del siglo V A.C., detecta hasta el último músculo del cuerpo o gesto de la cara. El tipo heroico griego, inmortalizado en las estatuas de la época, con sus narices rectas que nacen de la frente, correspondía al ideal máximo de belleza masculina helénico, al tipo helénico más hermoso y más puro, al de los originales inmigrantes helénicos, pero que seguramente ya era minoritario entre los griegos de la Edad de Oro, y después lo sería más todavía, a raíz de las mezclas raciales que afectaron a la Hélade. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 50 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Lo feo no era aceptable en la cultura griega, y hasta producía rechazo social. Esto hace que las esculturas griegas no sólo fueran muestras de belleza artística, sino representaciones de belleza física. Las estatuas griegas generalmente reproducían figuras heroicas que nunca existieron, o deportistas ideales, y, en el caso de los seres que realmente existieron, generalmente tendían a hacerlos aun más hermosos de lo que seguramente fueron. De cualquier forma, las representaciones de Alejandro Magno, que deben haber sido muy cercanas a la realidad, nos muestras lo que debe haber sido el ideal de belleza de la época y cómo este efectivamente se dio en individuos de la época. El culto al cuerpo tuvo el lado positivo de permitir la apreciación de la belleza, pero también, especialmente del ámbito masculino griego, el negativo de crear una indebida admiración por la belleza de sus congéneres del mismo sexo, una circunstancia que llevó a un gran problema cultural, e inclusive demográfico. A la larga, enfocado el Eros griego a una relación en la cual a la larga no podía haber reproducción de la raza, la población comenzó a disminuir. Se inició el suicidio de la cultura helénica. Si bien seguramente hubo pocos émulos de Fidias o Praxíteles en los siglos posteriores, la belleza del arte griego sobrevivió, no sólo en la Hélade, sino a través de grandes creadores helenísticos. Y luego este arte se traspasó a los romanos, que lo heredaron y lo desarrollaron también bajo cánones propios muy válidos. En ese período de grandeza cultural que significó el siglo V, y la parte correspondiente del IV, se desarrolló, llegó a su cúspide, y, como cualquier obra humana, se desgastó, la democracia griega, cuya mejor representante fue Atenas. 22.- Los Tres Grandes Filósofos: Sócrates, Platón y Aristóteles. En el período clásico de los Siglos V y IV A.C. el racionamiento griego, que ya habíamos visto tan desarrollado en los pensadores “presocráticos”, alcanzó su máxima expresión y se sublimó. Atenas cobijó a la tríada de pensadores más grandes que la historia ha conocido, cada uno discípulo del anterior, al que superaba: Sócrates (469399 A.C.), Platón (Aprox. 428/427-348/347 A.C.) y Aristóteles (384-322 A.C.). Sócrates no dejó escritos propios. Todo lo que sabemos de su pensamiento nos ha llegado a través de sus alumnos, especialmente Platón. Por ello, es en realidad muy difícil discernir qué parte del pensamiento supuestamente socrático es efectivamente de él y cuál de sus seguidores. La principal fuente son los Diálogos Platónicos, en mucho de los cuales Sócrates es el actor principal. De todos estos diálogos resalta la Apología de Sócrates. Pero también hay muy importantes fuentes directas relativas a él en las obras del conocido historiador Jenofonte. También en Aristóteles y Aristófanes. Éste último convierte a Sócrates en motivo de mofa en su comedia Las Nubes. Sus enseñanzas atacaban en gran medida el corrupto sistema democrático. Muestran cierta tendencia pro-espartana, aunque no al nivel de apoyar al régimen títere de los Treinta Tiranos impuesto en su momento por Esparta en Atenas. Aparentemente creyó en la transmigración del alma y en una mística religiosa distinta a la religiosidad oficial. Discutió profusamente temas de religiosidad trascendente. Por muchos de estos motivos Sócrates, increíblemente viniendo de la librepensadora Atenas, fue condenado a muerte por corromper a la juventud. La pena se hizo efectiva conminándolo a beber cicuta. Aunque Sócrates podía perfectamente haber evadido la pena, pues sus © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 51 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. seguidores tenían medios para salvarlo, Sócrates prefirió cumplirla como respeto a la imperfecta pero legítima democracia ateniense. Sócrates instituyó un método dialéctico para llegar a la verdad, el llamado “Método Socrático”, consistente en efectuar una serie de diversas preguntas de las cuales fuera trasluciendo poco a poco, hasta alcanzarse, la verdad buscada. Además de él deriva la famosa paradoja “Sólo sé que nada sé”, que significaba simplemente que mientras más un hombre llegaba a saber, más se daba cuenta de su propia ignorancia. El sucesor natural de Sócrates fue su discípulo Platón, ateniense de muy distinguida y aristocrática familia. Sus enseñanzas y pensamientos han llegado a nosotros mayoritariamente a través de sus Diálogos, en los cuales hace comparecer a los grandes prohombres de la Atenas de su época, principalmente a su querido maestro Sócrates. Su verdadero nombre era Aristocles, pero dada su gran estatura y atlética figura, pasaría a la historia por su pseudónimo Platón, que hacía mención a sus anchas espaldas. A raíz de la injusticia cometida con Sócrates, guardó Platón resquemor contra las instituciones políticas atenienses. Viajo mucho por diversas ciudades de la Hélade y por Egipto, Cirenaica, la Magna Grecia y Sicilia. Después nos referiremos a sus experiencias en Sicilia. En 387, ya de vuelta en Atenas, fundo su propia escuela filosófica, la Academia. De acuerdo al pensamiento platónico los sentidos eran imperfectos, de manera que la única forma de acceder a la verdad era a través de la razón. Si bien no se manifestó directamente sobre temas metafísicos, su obra trasluce ya la creencia en la divinidad, posiblemente monoteísta. Su pensamiento político era más bien aristocrático, con mucho de corporativismo, aunque con elementos socialistas impracticables. Al respecto, su obra política más importante, que ha llegado hasta nosotros, es, de acuerdo a su nombre latino, La República, aunque su verdadero nombre griego es Politeia. De acuerdo a esta obra lo fundamental en cualquier estructura gubernamental sería la justicia. La sociedad debería estar dividida en tres estamentos que cooperaran unos con otros como un todo armónico: una clase de obreros o labradores, el “apetito” del alma; una clase de guerreros o guardianes, hombres valientes, que conformaran el “espíritu” del alma; y una clase superior o rectora de gobernantes o filósofos, los entes racionales, la “razón” del alma, llevados a tomar las decisiones. Después veremos como Platón trató de implementar en Siracusa sus ideas, con un estrepitoso fracaso. El régimen político ideal sería el arriba descrito, bien en forma de monarquía (con un rey-filósofo) o de aristocracia (con una casta de gobernantes-filósofos). Pero Platón sabía que a esta forma ideal seguirían formas inferiores, que en orden descendente serían: la Timocracia (gobierno de los económicamente pudientes), la Oligarquía (gobierno de unos pocos miembros de una clase social), la Democracia (ya una forma inferior de gobierno), y lo peor, la Tiranía. Finalmente llegamos a Aristóteles. Nacido en la ciudad de Estagira, ciudad costera del reino de Macedonia, en la península Calcídica, no lejos del actual Monte Athos. De ello deriva su apodo de “El Estagirita”. Siendo muy joven fue enviado a estudiar a Atenas en la Academia platónica, y permaneció en la ciudad por 20 años. Muerto Platón en 347 A.C. Aristóteles se estableció en Asia Menor, y en 343 A.C. fue convocado por el Rey Filipo II de Macedonia, su monarca, para convertirse en preceptor de su hijo y © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 52 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. heredero Alejando. Aristóteles se estableció por al menos dos años en Pella, capital de Macedonia, y dirigió la educación del joven príncipe, hasta que éste inició su preparación militar. Tras esto Aristóteles regresó a Atenas y fundó su propia escuela filosófica, el Liceo. Muerto Alejandro Magno, después de conquistar el mundo, Aristóteles, en su carácter de macedonio cercano al fallecido monarca, se sintió lógicamente inseguro en Atenas. Abandono la ciudad y murió un año después en Calcis. Es muy conocido el método “peripatético” aristotélico, por el cual el filósofo analizaba los problemas junto con sus alumnos dando vueltas caminando alrededor de los jardines del Liceo. La obra de Aristóteles que ha llegado a nosotros es muy amplia, pero no se sabe a ciencia cierta cuanto de ella deriva directamente de la obra del maestro, y cuanto de transcripciones de sus alumnos. Mucho se ha perdido, además. Es muy interesante la concepción política de Aristóteles. Consideró al Estado como una creación surgida en forma natural del deseo humano de asociación con sus congéneres. Esto porque el hombre era esencialmente un “animal político”, un zoon politikon (ζῷον πoλίτικoν), esto es, un ser hecho para vivir en sociedad. Al mismo tiempo, Aristóteles definió al hombre como un “animal racional”. Muy ejemplificativa es la apreciación de Aristóteles sobre los sistemas políticos que imperaron en Grecia. Aristóteles entendía la existencia de tres formas puras de gobierno, y sus respectivas formas viciadas, que había que evitar: Como forma pura de gobierno colectivo consideraba a la Aristocracia, o el gobierno de los mejores, y como forma viciada de la misma, a la Oligarquía, en que un grupo gobernaba sólo en su provecho y no en el de la mayoría. Como forma pura del gobierno unipersonal entendía a la Monarquía, y como forma impura la Tiranía, cuyo concepto griego ya ha sido explicado en capítulos anteriores. Finalmente, como forma ideal de gobierno popular destacaba la Democracia, pero cuando entraba en decadencia el sistema, se llegaba a la forma corrupta de la misma, la Demagogia. En cuanto a astronomía, Aristóteles desarrolló una teoría geocéntrica, que si bien a nuestros ojos ahora es errónea, perduró por casi dos mil años y fue heredada por el Cristianismo. En términos simples, la Tierra era el centro del Universo, inmóvil, y en torno a ella giraban el sol, la luna, los planetas y las estrellas. La Tierra, el centro de este universo, estaría conformada por cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua, cada uno en distintas proporciones. Es de tener en cuenta que Sócrates, Platón y Aristóteles vivían sumidos en un sistema religioso muy rico mitológicamente, pero muy endeble desde un aspecto teológico, que los llevaba a asociar la naturaleza y la realidad desde una perspectiva ampliamente racionalista. Por ello es fundamental resaltar la gran conclusión a la que, a través de la simple luz de la razón, llegara el gran Aristóteles: reconoció la existencia de un “primer motor inmóvil” como base de la creación de todas las cosas. Éste primer motor inmóvil no era otro que Dios, desprovisto de su entorno mitológico y politeísta. Este importante y sublime postulado aristotélico pasaría siglos después al Islamismo y al Cristianismo. Para los filósofos escolásticos medievales, especialmente para Santo Tomás de Aquino, Aristóteles sería considerado, simple y llanamente como “El Filósofo” por excelencia, por antonomasia. Santo Tomás tendría a su cargo la importante labor de adaptar al Cristianismo el cuerpo de la filosofía aristotélica. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 53 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 23.- Las Corrientes Filosóficas Menores. Coetáneas a los tres grandes filósofos coexistieron infinidad de escuelas de menor trascendencia histórica, pero en dicha época de no menor poderío en materia de pensamiento. Una de estas tendencias fue abiertamente enemiga de las doctrinas platónicas, y también de las aristotélicas. Nos referimos al sofismo. Los sofistas serían en realidad pseudo-filósofos, enfocados más al aspecto externo del raciocinio que al interno. Se ha dicho que su principal objetivo era preparar a la gente para tener argumentos para ganar discusiones, y mucho hay de cierto en esto. Su característica principal sería el relativismo. El más importante de los sofistas sería Protágoras de Abdera (485-411 A.C.), creador de la famosa –y objetable- máxima de que “El hombre es la medida de todas las cosas”. Con buenas relaciones en Atenas, llevaría sus enseñanzas a gran parte del mundo griego. Protágoras y su colega Gorgias (485-380 A.C.) serían los únicos sofistas respetados por Platón y Aristóteles. Los demás no serían tan admirados. A la larga, el sofismo degeneraría en simple retórica sin contenido. No obstante, ayudaría mucho al desarrollo del pensamiento griego de las épocas posteriores. Después, en la época ya helenística de Grecia, cobrarían gran importancia dos nuevas posturas filosóficas surgidas en Atenas, ciudad que por muchos siglos siguió siendo un importante centro del pensamiento. Una de ellas sería la corriente Epicúrea, cuyo nombre deriva de su fundador Epicuro (341-270 A.C.), la cual, en términos simples, postularía que el hombre alcanza la felicidad a través del placer. El hedonismo formaba desde luego parte fundamental de esta corriente, pero no en forma excluyente. Por ejemplo, para el hombre virtuoso el cultivo de la virtud significaba también placer. Entonces, los epicúreos no desdeñaban la virtud, sino que también la veían como una posibilidad de alcanzar la felicidad. La otra corriente, ampliamente superior, y por eso mucho más duradera, sería la Estoica, fundada el año 301 A.C. por Zenón de Citio (340-260 A.C.). Desde Atenas se extendería por todo el mundo grecorromano, asentándose –para bien del humanismo de la época- en las clases cultivadas romanas, y subsistiría hasta tiempos del emperador Justiniano. Uno de los más importantes representantes de esta corriente filosófica sería el emperador Marco Aurelio, tal vez el más importante de los estoicos, gran filósofo y pensador por derecho propio. Los estoicos asumieron que el hombre alcanzaba la felicidad por la virtud inherente a él, al hacer el bien y actuar rectamente. Creyeron en la idea del alma de los seres vivos y en el determinismo de la naturaleza. Guardaría muchas semejanzas con la enseñanza cristiana, y sería una gran fuerza bienhechora durante los siglos de la Pax Romana. Decaería tras la muerte de Marco Aurelio, y en gran medida daría lugar al humanismo cristiano. 24.- Las Guerras del Peloponeso. En el curso de los siglos V y IV A.C. Grecia se vio convulsionada por las llamadas Guerras del Peloponeso, entre Esparta y Atenas, y diversas ciudades que cambiaban de un bando al otro. Estas guerras, y muchos otros desastres, acabarían con la primacía ateniense, con su escuadra, y con su liga. La Primera Guerra del Peloponeso se desarrolló entre los 460 y 445. Los bandos enfrentados fueron Esparta y la Liga del Peloponeso, junto a su aliada Tebas, por una parte, contra Atenas y la Liga de Delos, por la otra. De hecho, esta guerra coincidió en © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 54 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. cierta medida cronológicamente con la Tercera Guerra Médica y con la ya mencionada fallida –y costosa- expedición ateniense a Egipto de los años 460-454 A.C. La guerra concluyó con la llamada Paz de los Treinta Años. En la práctica no tuvo consecuencias para Atenas, excepto algunos arreglos territoriales de importancia secundaria: la ciudad de Megara fue reintegrada a la Liga del Peloponeso, otras ciudades quedaron independientes de ambas ligas, mientras que la estratégica isla de Egina, frente a Atenas, permaneció como tributaria de Atenas, pero independiente de la Liga de Delos. Atenas quedó como gran potencia naval y Esparta como potencia terrestre. Apenas 15 años después de haberse firmado la Paz de los Treinta Años los acontecimientos condujeron a un nuevo enfrentamiento. Se trata de la Segunda Guerra del Peloponeso, la cual tuvo consecuencias mucho más graves para Atenas. Se desarrolló entre los años 431 y 421 A.C., y terminó con la llamada Paz de Nicias. Atenas salió evidentemente perdedora y debilitada, pero diversos factores le permitieron lograr una paz relativamente honorable. Pero en el curso de ella falleció el gran Pericles, y ésta sí que sería una pérdida irrecuperable. Éste y otros factores sellarían la decadencia política de la polis ática, como veremos a continuación. Los acontecimientos se dieron de la siguiente forma: Una serie de conflictos entre la poderosa Atenas y la también rica Corinto desembocó para el año 432 A.C. en un congreso de ciudades griegas en el cual Corinto urgió a la Liga del Peloponeso a oponerse a la hegemonía ateniense. Si bien ni Atenas ni Esparta deseaban realmente quebrar la paz, el hecho es que las desconfianzas mutuas condujeron a la larga al enfrentamiento en 431 A.C. Esta vez los espartanos tomaron decididamente la ofensiva e invadieron los territorios atenienses del Ática. En esto, los ciudadanos del Ática se refugiaron tras las “Largas Murallas” de Atenas y El Pireo. Los espartanos se hicieron del control de las tierras circundantes, pero los atenienses mantuvieron inalterablemente el suministro naval de su ciudad. Es en esta situación que el año 430 A.C., estando Atenas situada por los espartanos, se desató en la ciudad la peste. El año 429 A.C., víctima de esta peste, murió repentinamente el gran Pericles; si hubiera sobrevivido, otro hubiera sido con total seguridad el destino de su Estado. Su muerte sellaría el comienzo del fin de la hegemonía ateniense en Grecia. Además, la peste mató a aproximadamente un 25% de la población de la ciudad, y la cifra nunca volvió a recuperarse. Tan terrible fue la plaga que los espartanos, temerosos del contagio, levantaron el sitio de Atenas. Ante esto, los atenienses, deseosos de cambiar la estrategia defensiva, decidieron contraatacar. Una fuerza ateniense invadió los territorios de los aliados de Esparta, logrando importantes triunfos terrestres. En 425 A.C., en la batalla de Esfacteria, el ateniense Cleón logró derrotar a un ejército espartano e hizo prisioneros a alrededor de 400 hoplitas lacedemonios, de los cuales aproximadamente 120 eran espartistas (el resto eran periecos), lo que constituía una gran humillación para Esparta, y una fabulosa arma de negociación para Atenas. Los espartanos rendidos adujeron como excusa para su rendición que no tenía caso enfrentarse a arqueros carentes de hombría, lo que no fue aceptado por sus compatriotas como una razón muy convincente. El hecho de que una fuerza espartana de tal calibre se hubiera rendido afectó mucho el mito espartano. Esparta estuvo dispuesta a pactar la paz, pero Atenas no supo finiquitar el asunto cuando la guerra le era favorable. Los espartanos llevaron la guerra a Tracia y se apoderaron ahí de la colonia ateniense de Anfípolis. Tras esto, los atenienses y espartanos acordaron una tregua a cambio de la devolución de los prisioneros mutuos. Tras esto, vendría la ya mencionada Paz de Nicias de 421 A.C., que, si bien garantizaba un alto nivel de cooperación entre Atenas © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 55 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. y Esparta, no fue firmada ni aceptada por buena parte de los aliados externos de Esparta, tales las ciudades beocias, Corinto, etc. En realidad lo que siguió más que una paz, fue un simple alto al fuego de cortísima duración. Vendría casi inmediatamente la llamada Tercera Guerra del Peloponeso. Tan cercanos son la segunda y terceras guerras en el tiempo, que muchos autores los consideran realmente como un solo conflicto conformado por dos fases relacionadas. Teóricamente se daría a partir de 420 A.C. Para el año 418 A.C. una fuerza combinada de Esparta y sus aliados derrotó en la Batalla de Mantinea a una fuerza combinada de Atenas y Argos. Esto restituyó la fama de las armas espartanas. Pero en realidad hasta el año 415 lo más que hubo fueron algunas escaramuzas secundarias en las cuales inicialmente Esparta no participó. Terminaría definitivamente el año 404 A.C. con la batalla naval de Egospótamos, y significaría la destrucción del Imperio ateniense. Acá es donde aparece en escena Alcibíades, hombre brillante pero de muy poco convencional vida. Nacido hacia 450 A.C., hijo de una aristocrática familia, se distinguió desde muy joven por su belleza, brillantez, valentía y elocuencia. Sería como el hijo mimado, y malcriado, de la ciudad. Huérfano a temprana edad, tuvo por tutor al propio Pericles, y fue alumno de Sócrates. En el curso de la batalla de Potidea de 432 A.C. (contra Corinto y Potidea) vio su vida salvada por Sócrates, y Alcibíades devolvió el favor salvando la vida del filósofo en la Batalla de Delio (contra los tebanos) en 424 A.C. Tras la ya mencionada Paz de Nicias, Alcibíades encabezó el partido ateniense partidario de reanudar las hostilidades contra Esparta, y en el período que medió hasta 415 A.C. creció su influencia política dentro de Atenas. En el intertanto, en la lejana isla de Sicilia, la Guerra del Peloponeso se abría a un nuevo frente de batalla: Siracusa, ciudad doria, y consecuentemente muy cercana a Esparta y a Corinto, comenzó a amenazar seriamente a las ciudades jonias (y consecuentemente pro-atenienses) de la isla. Ante esto los jonios sicilianos solicitaron ayuda a la metrópoli ática. La historia nos muestra, tal vez como ejemplo más terrible de actuación demagógica, la irresponsable expedición militar de conquista que el autorreferente Alcibíades emprendió en 415 contra Siracusa. Atenas organizó la más grande flota y el ejército más poderoso que nunca reuniría para una aventura que de haber resultado le hubiera permitido una victoria absoluta. El problema es que la aventura ateniense de 415-413 fracasó y terminó en un desastre, destruyendo, ahora sí para siempre, el poder naval y político de Atenas, como veremos y explicaremos a continuación. Las causas de la derrota residen no tanto en Alcibíades, que era un hombre capaz, sino en las volubles masas atenienses que no permitieron un mando coherente a la expedición, y que en un momento –apenas poco después del desembarcodescabezaron la expedición, cuando Alcibíades estaba lejos de su ciudad e incapacitado de defenderse. Se lo acusó de haber sido instigador de un sacrílego descabezamiento de estatuas del dios Apolo que había tenido lugar en Atenas poco antes del zarpe de la expedición. Por ello, en el momento menos procedente se destituyó sin fundamentos serios a Alcibíades, quien fue juzgado In Absentia y desposeído arbitrariamente de todas sus propiedades, y se dejó como jefe de la expedición al tímido Nicias. Alcibíades fue remitido a Atenas como prisionero, y sintiéndose traicionado, logró escapar de sus captores. Alcibíades, que tanto podía haber hecho por el bien de su ciudad, no dudaría en cambiar de bando más de una vez cuando veía que sus compatriotas eran ingratos con él. Tras los sucesos antes citados, Alcibíades huyó a Esparta y ofreció su asesoría y sus consejos a Esparta, los que fueron de gran © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 56 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. importancia a la metrópoli lacedemonia. Contribuyeron directamente a la derrota de la Fuerza Expedicionaria ateniense en Sicilia. Alcibíades se convirtió en el principal asesor militar de Esparta contra Atenas, y precisamente gracias a Alcibíades es que Esparta asestó golpes mortales a la capital ática. Sorprendentemente, el ateniense Alcibíades se adaptó perfectamente a la estricta vida espartana, y se convirtió en un espartano más, y de los mejores. Esparta, asesorada por Alcibíades, comenzó a cercar a Atenas en su propio territorio, y ante esto se produjo la sublevación de las polis de la Liga de Delos, que rompieron con Atenas. Desembarcadas las tropas atenienses en Sicilia lograron pronto importantes éxitos contra Siracusa, hasta que pronto –asesorados por Alcibíades- arribaron en apoyo de ésta última tropas espartanas y una escuadra corintia. Como resultado, la totalidad de la escuadra y ejército atenienses desembarcados en Sicilia, pésimamente dirigidos, fueron derrotados por los siracusanos y sus aliados. En realidad, lo más factible es que si se hubiera mantenido en el mando de la expedición a Alcibíades, el éxito hubiera sido muy factible. Los ejércitos combinados de Siracusa, Esparta y sus aliados no sólo derrotaron a la “Fuerza Expedicionaria Ateniense” (por usar un concepto de la Segunda Guerra Mundial), sino que destruyeron su escuadra e hicieron decenas de miles de prisioneros. En un momento toda la fuerza combativa ateniense, tan poderosa hasta ese momento, quedó vaporizada a miles de kilómetros de la Hélade. Sería el verdadero Stalingrado de Atenas. Ante esta derrota, Atenas quedó prácticamente indefensa. Su Imperio se desmembró. Y además quedó sin líderes capaces. Poco después se descubrió que el encantador Alcibíades estaba teniendo un romance con la esposa del rey espartano Agis II, lo que obligó al ateniense a fugarse de Esparta, ante el peligro que ello significó para su vida. Así que Alcibíades huyó a Asia Menor, a la satrapía persa de Tisafernes, que por instrucciones del Gran Rey apoyaba económicamente a la Liga del Peloponeso. Ahí Alcibíades convenció a Tisafernes de no apoyar en exceso con dinero a la causa espartana, para que dejara a las polis griegas desgastarse entre ellas, lo que favorecería la conquista persa. Pero en realidad Alcibíades buscaba reconciliarse con Atenas, ayudándola. El año 415 empezó una gran crisis en la democracia ateniense. El año 411 tuvo lugar un golpe de Estado, por el cual un grupo de conspiradores derribó a la Democracia y estableció un gobierno oligarca llamado de los Cuatrocientos. Pero las tropas atenienses no acataron el golpe y decidieron llamar de vuelta a Alcibíades, el cual derrocó a los Cuatrocientos y se hizo cargo del liderazgo, demostrando gran sabiduría y sentido común, y logrando importantes triunfos militares. Procuró reestablecer sus relaciones con el sátrapa Tisafernes, pero fue hecho prisionero por los persas, que ya no confiaban en él. Alcibíades escapó y retomó su comando militar ateniense. Capturaría diversas ciudades pro-espartanas de Tracia y Asia Menor, entre ellas, tras un largo sitio, Bizancio. Tras estos éxitos Alcibíades regresó a Atenas en 407 A.C., temeroso un poco de la bienvenida que se le iba a dar, pero fue recibido como un héroe. Los procedimientos contra él fueron cerrados y las propiedades le fueron devueltas. Pero el año 406 Alcibíades sufrió, básicamente por desobediencia de sus oficiales, una importante derrota naval ante Esparta en Notium. Esparta había construido su primera flota importante de su historia, y estaba sabiendo muy bien como utilizarla. Los enemigos usaron esta excusa contra Alcibíades y le quitaron el comando, posiblemente con © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 57 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. cargos infundados. Alcibíades dejó Atenas para nunca volver, y se radicó en el Quersoneso Tracio. El año 405 A.C. tendría lugar la decisiva victoria de la escuadra espartana, dirigida por el capaz Lisandro, sobre la ateniense en Egospótamos, y la suerte quedó echada. Lo triste es que Alcibíades, residiendo cerca del sitio de la batalla, se presentó voluntariamente al campo ateniense a informarles a sus compatriotas las informaciones que tenía del enemigo y a ofrecerse para participar en el comando. Pero los atenienses desestimaron los inteligentes consejos de Alcibíades. La derrota fue terrible. La flota ateniense, y su poder naval, quedaron destruidos. En 404 A.C. Atenas se rindió ante Esparta. La volatilidad de la opinión pública ateniense había sellado trágicamente el destino de su polis. Paralelamente, Alcibíades murió en 404 A.C., aparentemente asesinado de común acuerdo entre los persas y los espartanos. 25.- Razones de la Derrota Ateniense. La capacidad político-militar que los atenienses habían demostrado en la Primera Guerra Médica, no se repitió de la misma manera en las Guerras del Peloponeso, pues le faltaron a Atenas líderes que supieran llevar la guerra con un sentido superior, visión de Estado, y con un análisis claro de que es lo que a Atenas le convenía y necesitaba. Tantas veces que la metrópoli ática estuvo a punto de vencer a Esparta, o de negociar una paz aceptable, y que sus dirigentes, carentes del sentido práctico de cuál era el objetivo último que más favorecía a Atenas, desaprovechaban la oportunidad de una paz favorable. Y esto se repitió muchas veces. Por su parte, Esparta ganó las Guerras del Peloponeso gracias a su tesón y capacidad de aguante, que no la tenían los atenienses, aunque también por causas ajenas a Esparta, como las mercedes persas de dinero, y, principalmente, por los desastres provocados por los demagogos atenienses, que llevaron a su ciudad de tragedia en tragedia. Pero Atenas tenía una buena capacidad militar, no igual a la espartana, pero sumamente respetable, y formada por una masa mucho más amplia de ciudadanos libres. Además, Atenas tenía, al menos en el siglo V A.C., una gran flota y un Imperio comercial. Entonces, no puede decirse que Atenas fuese inferior militarmente a Esparta; el problema es que Atenas, en los momentos cruciales de su historia, tuvo líderes muy malos que no supieron finiquitar las guerras en forma favorable cuando era posible. 26.- La Hegemonía Espartana. Entonces, a la hegemonía ateniense siguió consecuentemente por un período de poco más de 30 años la hegemonía espartana. Pero ésta no pudo mantenerse mucho tiempo, pues pronto fue aborrecida la nueva preponderancia lacedemonia. El trato de Esparta a los vencidos, especialmente a Atenas, fue degradante. El nuevo orden de las cosas condujo, inclusive, a la más tremenda humillación que la democrática Atenas pudo sufrir: el establecimiento de una tiranía colectiva implantada por Esparta, llamada de los Treinta Tiranos, que si bien de corto tiempo (durante el año 404 A.C.), demostró que la democracia griega se estaba autodestruyendo. Esta efímera dictadura oligarca, encabezada por Critias y Terámenes, limitó el derecho a voto de las clases populares e impuso el exilio forzoso a muchos prominentes © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 58 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. ciudadanos. Hay que entender que no se trató de un simple capricho de la aristocracia ateniense, sino más bien un intento, más bien extremo, pero entendible, de la clase pudiente de evitar verse envuelta en las desventuras propiciadas por los líderes del bando democrático. Además, las murallas del Pireo fueron destruidas por los espartanos, y se estableció por un corto tiempo una guarnición espartana en la Acrópolis. Afortunadamente este aborrecido gobierno de los Treinta Tiranos no duró mucho. El año 403 un grupo de exiliados refugiados en Tebas, liderados por el demócrata moderado Trasíbolo, tras una corta campaña en el Ática logró apoderarse de Atenas y derrocar a los Treinta Tiranos. Esparta envió una fuerza bajo su rey Pausanias y derrotó a los demócratas atenienses, pero a la larga se acordó la paz, una de las condiciones de la cual fue que se respetase la vida de los oligarcas derrotados. Tras esto, Atenas empezó a recuperarse lentamente. Así pudieron volver a enfrentarse a los espartanos, ahora con el apoyo de sus antiguos enemigos Tebas y Corinto, que se habían desencantado de la opresión lacedemonia. Para el año 393 A.C. Atenas había logrado reconstruir las murallas del Pireo. Posteriormente lograría reconstituir su liga, la llamada Segunda Liga Ateniense, aunque bajo un formato mucho más igualitario y menos hegemónico. Pero los persas, con su dinero, eran ya omnipresentes. Ante la debilidad griega, los reyes persas aprovecharon la coyuntura para ocupar nuevamente la costa griega de Asia Menor y para convertirse, con su dinero, en árbitros de los conflictos helénicos, cambiando de bando con su contribución económica cuando el aumento de poder de una polis griega era más de lo conveniente. Cuando los griegos peleaban la llamada Guerra de Corinto, en la cual Atenas y sus aliados del momento (Tebas, Corinto y Argos), con apoyo económico persa, llevaba una importante ventaja sobre Esparta, los persas decidieron cambiar su favoritismo del momento, ahora a favor de Esparta. En esto, Altaciras, el comandante espartano fue llamado el año 387 A.C. a Susa para negociar un tratado de paz para Grecia ideado por la corte persa. Los espartanos negociaron, a las espaldas de sus hermanos de raza, un acuerdo general griego con los persas, por el cual todas las ciudades griegas de Asia Menor quedaron definitivamente bajo soberanía persa. Los atenienses y las demás polis simplemente tuvieron que someterse al Diktat espartano. De hecho, esta paz del año 387-386, que demoró un tiempo en ser aceptada por todas las partes en pugna, es llamada la Paz del Rey, por haber sido negociada, si es que no impuesta, por el Gran Rey. 27.- La Hegemonía Tebana. Terminadas las Guerras del Peloponeso, y con Esparta y Atenas desgastadas, vino el período de preponderancia de una tercera ciudad, Tebas, ubicada en la región de Beocia, al norte del Estrecho de Corinto. Fue una de las ciudades que, por estar al Norte de las Termópilas, habían tenido que someterse sin chistar a los persas. Como ya hemos visto, los tebanos, durante las Guerras Médicas, hubieron de luchar –aunque no muy bravamente- del lado persa contra sus hermanos de raza. Acontecida la derrota persa de Platea, Tebas recuperó su independencia. Los artífices de esta efímera, si bien sorprendente, hegemonía tebana serían sus dos Beotarcas más trascendentales: el brillante estadista y estratega Epaminondas (410- © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 59 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 462 A.C.) y su gran lugarteniente Pelópidas (m. 364 A.C.). El primero, el alma de Tebas, sería un hombre carente de medios económicos, que vivió y murió pobremente, pero admirado e idolatrado por sus conciudadanos; el segundo, hombre de gran fortuna pero absolutamente desprendido. Desgraciadamente la muerte primero de Pelópidas, y luego de Epaminondas, terminaría esta efímera grandeza. Este período de hegemonía tebana duraría escasamente poco más de una década, desde la batalla de Leuctra en el año 371 A.C. hasta la batalla de Mantinea en 362 A.C. Aunque podría extenderse hasta el colapso de las fuerzas coaligadas griegas contra Filipo de Macedonia, en Querónea, el año 338 A.C. Los tebanos establecieron un cuerpo militar de gran importancia operacional, la Falange Sagrada, conformada por 300 hombres, que peleaban de a dos, en parejas, lo que creaba un vínculo imbatible entre los dos compañeros de armas. Esta Falange sería el núcleo del ejército tebano y representaría un nuevo concepto en la historia militar de Grecia. El año 382 A.C. los espartanos se habían apoderado de la ciudadela de Tebas, la Cadmea, esto es, la acrópolis local, y establecieron en la polis un régimen títere oligárquico. El año 379 A.C. los exiliados tebanos, dirigidos por Pelópidas, retomaron la Cadmea y reestablecieron un régimen democrático. Asimismo fundaron la Liga Beocia, liberada del control espartano y comandada por Tebas. Pronto los tebanos llevaron la guerra al territorio espartano, y en la ya mencionada batalla de Leuctra, de 371 A.C., Tebas, secundada ahora por Atenas, derrotó en toda la línea a Esparta y la humilló en el propio Peloponeso. Era la primera vez que un ejército espartano era vencido en toda la línea en una batalla terrestre, y las consecuencias para Esparta fueron muy graves. Los siervos ilotas en parte del Peloponeso (en la región de Mesenia) se vieron liberados del yugo de sus dominadores. La guerra entre Tebas y Esparta continúo intermitentemente durante los años subsiguientes, con invasiones periódicas, casi anuales, de los tebanos al Peloponeso. Durante la cuarta de estas campañas es que tuvo lugar la Batalla de Mantinea de 362 A.C., que también resultó en una victoria tebana en el campo militar, pero con una consecuencia imprevisible. La tragedia se cernió sobre Tebas cuando Epaminondas fue mortalmente herido en el curso de esta batalla. Pelópidas había muerte poco antes peleando en Tesalia. La historia señala que el propio Epaminondas, feneciendo, preguntó por los nombres de sus candidatos para sucederlo, pero se le respondió que habían fallecido. Viendo que ya no quedaban generales capaces vivos, recomendó pactar la paz con Esparta. Y así lo obedecieron sin dudar los tebanos. 28.- La Riqueza de Siracusa. Lo anterior es en lo que a la Grecia propiamente dicha tocaba. Pero más allá del mar, en la Magna Grecia y en Sicilia, la cultura griega vivía su propia aventura. Ya hemos visto la importancia que tuvo Sicilia en general, y Siracusa en particular, en la tragedia de Atenas, como resultado de la fallida intervención armada iniciada por Alcibíades. Entre los años 414-413 A.C. la Guerra del Peloponeso se peleó y decidió en tierras sicilianas. Siracusa empezó entonces a participar en forma limitada en los conflictos de la Madre Patria, básicamente por lealtad a Esparta, que la había ayudado contra la invasión ateniense. Pero igual seguía en dicha isla la guerra contra los cartagineses. Interesantemente, la historia también se refiere a estas guerras greco-cartaginesas como Guerras Púnicas, nombre que después veremos más famoso cuando lleguemos a la historia de Roma. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 60 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Las derrotas griegas afectaron la estructura democrática de muchas ciudades, especialmente Siracusa. Muchos son los grandes hombres del helenismo siciliano y suditaliano, pero hay uno que amerita especial mención: Dionisio I de Siracusa (c. 432-367 A.C.). Siendo un respetado y exitoso general siracusano en la guerra contra Cartago, el año 405 se hizo del poder absoluto y se convirtió en tirano de Siracusa, y para el año 392 A.C. logró lo imposible: derrotar en toda la línea al secular enemigo cartaginés, al que dejó confinado a una mínima esquina del Oeste de la isla. De hecho, se supone que Dionisio permitió la existencia de ese pequeño enclave cartaginés por razones de Estado: para tener siempre a un enemigo que permaneciera en la memoria de sus gobernados. Tras esto Dionisio estableció un verdadero Estado monárquico que llegó a comprender toda la Sicilia griega y el Sur de Italia (la Magna Grecia). Su influencia se extendió hasta el Adriático. La Siracusa de Dionisio fue el más poderoso y rico Estado griego de la época, y Siracusa pasó a ser mucho más importante, rica y poblada que la propia Atenas. Pero a su muerte en 367 A.C., Dionisio I fue sucedido por su hijo Dionisio II El Joven, carente de la capacidad de su padre. Reinó éste dos veces, primero entre 367357 A.C. y luego entre 346-344 A.C. Las revoluciones estallaron contra Dionisio El Joven y con ello se desintegró rápidamente el Imperio forjado por el padre. Estando todavía vivo Dionisio I, éste, aconsejado por su hombre de confianza, Dion, invitó a Siracusa al filósofo ateniense Platón para que enseñara sus doctrinas. Pero Platón, enemistado con Dionisio, volvió a Atenas en forma humillante. Muerto Dionisio I, Dion procuró educar al incapaz Dionisio II, y lo convenció de volver a llamar a Platón, para procurar poner en práctica su teoría política inmortalizada en La Republica. Pero el intento fue un fracaso. El sistema político platónico era imposible de implementar. Aunque Platón logró importantes logros en la personalidad de Dionisio El Joven. A la larga los enemigos de Dion enemistaron a éste y a Platón con Dionisio, y propiciaron un nuevo exilio de ambos, pero esta vez en términos honorables. Cuando Dionisio II tomó efectivamente medidas contra los bienes de Dion, éste, exiliado en Atenas, preparó la rebelión en la isla de Sicilia contra el tirano. Tras una difícil acción militar, Dionisio El Joven fue expulsado de Siracusa y Dion se convirtió en tirano en forma irregular e intermitente entre los años 357-354 A.C. Asesinado Dion por una conspiración palaciega, lo sucedió brevemente su asesino Calipo (354-353 A.C.). Siguieron unos años de anarquía en Sicilia, con el gobierno de varios tiranos, hasta que en 346 A.C. Dionisio El Joven logró recuperar el poder en Siracusa, pero por corto tiempo. Sicilia y la Magna Grecia estaban ya en gran estado de disolución. Ante la guerra civil en Sicilia y los nuevos ataques de los cartagineses, que pusieron en jaque al helenismo occidental, Corinto y Esparta organizaron en 344 A.C. una expedición de socorro, dirigida por el corintio Timoleón. Éste, en una brillante campaña militar, unificó a los griegos de Sicilia, derrocó definitivamente a Dionisio El Joven, derrotó a los cartagineses (339 A.C.) y puso nuevamente orden en la isla. Pero Timoleón no asumió ningún poder, y una vez restaurados los gobiernos locales, se quedó a vivir en Siracusa como simple ciudadano, si bien cubierto de honores. No obstante, pasó a ser, hasta su muerte en 337 A.C., el líder moral indiscutido no sólo de Siracusa sino de toda la Sicilia griega. Mientras tanto, en la Magna Grecia, en la Italia continental, comenzaba a sentirse la influencia de los pueblos italianos, que presionarían desde el Norte a las ricas regiones © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 61 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. ya helenizadas. Las ciudades griegas de la península tendrían que luchar contra pueblos de menos nivel cultural, como los samnitas y otros pueblos itálicos peninsulares. Pero durante mucho tiempo esta lucha sería localizada y manejable para las polis griegas de la península. Todavía la organizada Roma no aparecía en escena. Cuando apareció, ahí cambió la historia del helenismo itálico. 29.- La Decadencia Espiritual de la Hélade. Ante todos estos conflictos fratricidas, e independientemente del gran desarrollo cultural, la decadencia de la cultura griega no podía ser evitada. En el curso de muy pocas generaciones la pirámide de crecimiento demográfico se invirtió, descendiendo el número de ciudadanos libres y aumentando el de no ciudadanos y esclavos. Al fallar Grecia en su misión de constituir algo más que una comunidad lingüística y cultural, esto es, de alcanzar una estructura de tipo asociativa estable, desperdició su gran oportunidad histórica de constituir un frente común contra sus enemigos. Durante la Primera Guerra Médica, las fuerzas griegas, a pesar de su división política, lograron enfrentar y derrotar al rico y poderoso Imperio persa. En todos estos casos los helenos utilizaron el poder militar como forma de expansión y autodefensa cultural. No obstante, en el triste período de decadencia, descenso demográfico y guerras fratricidas que siguió, los Estados griegos volvieron a ceder ante el poder persa, y muchas veces ciudades griegas, especialmente Esparta, abandonaron ante el Gran Rey a muchos de sus hermanos. Lo anterior encontró apoyo, desgraciadamente, en la terrible incapacidad griega de pensar como una sola identidad cultural, y en el error histórico de dejarse llevar por los sectarismos y rivalidades propios de sus numerosas y mayormente insignificantes polis. El caso de Demóstenes, sobre el cual ya volveremos más tarde, es típico: hombres como él, no siendo esencialmente inescrupulosos, cerraron los ojos ante las necesidades reales de su sociedad decadente, manteniendo un sectarismo que nunca permitió la unificación de todos los griegos en una sola aventura política o cultural común. Las ya mencionadas batallas de Maratón, las Termópilas, Salamina y Platea son ejemplos de lo que sólo en ese momento los griegos como nación lograron, y que desgraciadamente nunca repitieron. Nunca más estuvieron los griegos dispuestos a una acción defensiva común. Sólo la hegemonía de un pueblo semi-heleno de inferior desarrollo cultural lo haría posible, pero no por evolución aglutinante, sino por imposición del poder hegemónico de Macedonia. Los dominados habían perdido la capacidad de dirigir su destino, y de determinar, con altura de miras, lo que sería mejor para su civilización. Otros tuvieron que hacerlo por ellos. 30.- Filipo II y la Hegemonía Macedónica. Los griegos de la Hélade prácticamente ignoraban la calidad de helenos de los montañeses y agricultores semi bárbaros de Macedonia. No está claro cuán helenos de verdad eran los macedonios, y de hecho ni siquiera eran requeridos para los Juegos Olímpicos. Para la invasión persa de Jerjes los macedonios se sometieron inmediatamente al Gran Rey, tal como también harían los beocios, de forma que tampoco habían jugado ningún papel en las Guerras Médicas. Pero hablaban griego y seguían la religión olímpica. En la Edad de Oro vivían al borde de la cultura, aunque © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 62 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. algunas regiones de su reino estaban en contacto directo con Atenas. De hecho, como es sabido, Estagira, la ciudad natal de Aristóteles, era parte de Macedonia ya cuando el gran filósofo nació. Pero la historia cambio con la llegada al trono macedonio, el año 359 A.C., del rey Filipo II El Grande. Llegó así el momento en que este reino de montañeses, con capital en la ciudad de Pella, se organizó según los cánones de un Estado centralizado y con un ejército entrenado y organizado, bajo la férrea mano de Filipo. La nueva estructura militar de los macedonios, la falange, resultó un arma invencible. Se trataba de un ejército conformado por masas compactas de hoplitas en filas ordenadas de adelante hacia atrás que avanzaban en forma continua presentando un frente erizado de lanzas largas que las filas de atrás apoyaban en los hombros de las filas de adelante. Ante esto las decadentes ciudades-Estado de la Hélade no tendrían nada que oponer, más que palabras huecas y sin contenido práctico. Gracias a Macedonia la cultura griega tuvo un nuevo respiro, la civilización “helenística”, que, de no mediar Filipo II y Alejandro, seguramente nunca se habría desarrollado. Pero esto lo lograron los reyes macedonios, si bien oficialmente en pro del helenismo, de hecho contra la voluntad de los propios beneficiados. Tal vez el enemigo más encarnecido de Filipo sería el brillante Demóstenes (384-322 A.C.), quien es considerado el más grande orador de toda la Antigüedad. Para llegar a dichas alturas debió, a costa de perseverancia, superar diversos problemas de modulación y habla que arrastraba desde su niñez. La historia ha conservado el nombre de Filípicas, dado a los discursos de Demóstenes contra Filipo de Macedonia en el Ágora de Atenas. Estas Filípicas contra el rey de Macedonia han pasado a la historia, como un símbolo de la tozudez y la falta de visión, por mucho que su lenguaje estuviera recubierto de patriotismo ateniense. Además, la información disponible da para pensar que Demóstenes era esencialmente corruptible. Durante los 20 años siguientes Filipo II afianzó paso a paso la hegemonía de su reino por sobre las divididas y ya debilitadas polis griegas. Poco a poco empezaba que la historia estaba tomando un giro distinto. La batalla de Querónea (338 A.C.), en que las tropas de Filipo –con su caballería comandada por su hijo Alejandro, de 18 añosderrotaron a tebanos y atenienses, determinó que un pueblo que venía saliendo del borde exterior de la historia, entrase para siempre a ella por el camino más corto, trazando una línea recta hacia el núcleo de la civilización occidental. Inmediatamente después de Querónea, en el Primer Congreso de Corinto, todos los Estados griegos, excepto Esparta, constituyeron una Liga Helénica bajo comando macedonio. Al respecto, efectivamente Esparta mantuvo su independencia, inclusive ante Macedonia, pero eso fue simplemente porque Filipo y Alejandro no la agredieron, y no porque Esparta hubiera podido oponerse a la hegemonía macedonia. En realidad los macedonios decidieron castigar a Esparta dejándola fuera de los honores de la expedición que organizaban. El año 337 A.C. en el Segundo Congreso de Corinto la Liga Helénica, con Esparta expresamente excluida, declaró la guerra a Persia. El año 336 A.C. Filipo II estaba preparando su gran expedición punitiva contra Persia, como Capitán General de los ejércitos de todas las ciudades de la Hélade, excluida Esparta. En ese momento Filipo fue asesinado. Ni las razones ni los instigadores del asesinato han sido identificados plenamente, aunque las sospechas circundan a la propia familia del rey, especialmente a su ex esposa epirota, la bella Olimpia, madre © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 63 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. de Alejandro. De cualquier forma, su sucesor inmediato en el trono sería su gran hijo Alejandro. 31.- Alejandro Magno y la Conquista del Mundo. La historia nos recuerda muchas anécdotas del carácter bravío de Alejandro, desde su juventud. Es famosa la historia de cómo domó a su gran caballo, tal vez el equino más famoso de la historia universal, Bucéfalo, famoso ejemplar negro azabache, al que nadie se había atrevido a montar por su aparente fiereza. Pero Alejandro, siendo muy joven, casi niño, notó inmediatamente que el gran ejemplar demostraba un difícil carácter simplemente porque se atemorizaba de su propia sombra. Alejandro, entendiendo como manejarlo y tratarlo, lo domó con facilidad, ante el asombro de todos los presentes. Bucéfalo sería su caballo por toda la vida, y moriría recién estando Alejandro en la India. Hasta una ciudad –Bucefalia- llevaría el nombre de esta gran bestia. La muerte de Filipo, y la tonta creencia de los demagogos griegos en la debilidad de su hijo y heredero Alejandro III, condujeron a una rebelión general antimacedónica, cuya consecuencia fue desastrosa, y que fue aplacada con inusitada dureza. Como castigo, Alejandro arrasó la hasta hacía muy poco poderosa ciudad de Tebas, aunque supo perdonar a Atenas. Alejandro era demasiado culto e inteligente como para manchar históricamente sus manos con el centro de la cultura griega de la cual quería ser el estandarte en su futura cruzada. Mal que mal su preceptor había sido el propio Aristóteles. Pero también era lo bastante duro y resuelto como para castigar sin consideraciones a cualquier otra polis rebelde. Después de esto, en 334 Alejandro dio comienzo a su expedición contra el Gran Rey, como comandante de un ejército griego unificado, aunque mayoritariamente compuesto por macedonios, haciendo atravesar a sus tropas, alrededor de 40.000 hombres, a la ribera asiática del Helesponto. La aventura había comenzado. El antecedente que señaló a Alejandro el modus operandi fue la famosa Retirada de los Diez Mil, brillantemente descrita y relatada en La Anábasis por Jenofonte, quien fuera su propio protagonista y gestor. Cuando en 401 A.C. el príncipe persa Ciro El Joven inició una campaña para derrocar a su hermano Artajerjes II, enroló, bajo el mando de un oficial espartano, a un ejército mercenario verdaderamente panhelénico, totalmente homogéneo étnica y culturalmente. En un momento dado, cuando el excepcionalmente valeroso y capaz Ciro El Joven fue muerto inesperadamente en batalla y su contingente quedó sin líder y sin causa, se invitó a los jefes de este ejército mercenario griego, sin armas, a concurrir a una comida de paz con los oficiales de Artajerjes, donde, engañados, todos fueron asesinados a traición. Entonces, los mercenarios griegos, acéfalos, escogieron al camarada de armas al que más admiraban y respetaban, Jenofonte, para que los liderara y condujera de vuelta a la patria. El pequeño ejército atravesó Mesopotamia y toda Asia Menor, casi sin ser molestado, y tras una brillante jornada logró llegar al mar y reembarcarse hacia la Hélade. Esto demostró a la posteridad lo que un ejército pequeño, homogéneo, bien dirigido y con mística podía hacer en un territorio absolutamente hostil. Recién en territorio asiático fue Alejandro enfrentado por las tropas reunidas por los sátrapas locales, en la Batalla del Río Gránico, que significó la primera de las grandes victorias del ejército aliado griego. Inmediatamente la campaña de Alejandro tendió a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 64 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. ocupar primero la costa egea de Asia Menor, orando el joven monarca macedonio ante las ruinas de Troya, para luego liberar a las ciudades griegas de la costa, especialmente Éfeso, Mileto y Halicarnaso. Ante el avance macedonio, las propias ciudades griegas se levantaron espontáneamente contra los persas. Habiendo llegado Alejandro al Sur de Asia Menor, giró nuevamente hacia el Norte, atravesando Frigia y Galacia, deteniéndose en Gordio. Estando en esta ciudad, se le presentaría a Alejandro un problema que ningún ser humano había podido solucionar; muy seguramente por eso, ex profeso, se dirigió Alejandro al encuentro del problema. Existía ahí un famoso nudo, conformado por infinidad de anudaciones, objetivamente imposible de desligar. La tradición señalaba que quien fuera capaz de desatar este Nudo Gordiano sería el dueño de Asia. Alejandro, seguramente tras una larga reflexión previa de cómo proceder, más que por impulso, tomó el camino más directo, que seguramente nadie jamás había imaginado, y con su espada, de un golpe cortó y deshizo el nudo. Sus palabras son famosas: “el modo no importa”. Con esto Alejandro demostró una capacidad de concretización práctica de ideas poco común en la mente griega, que de hecho demostraba su gran liderazgo mental. Pero al mismo tiempo este hecho lo predispuso a lo que él sentía su destino predeterminado, la conquista de Asia y el mundo conocido. Tras este episodio Alejandro continuó su avance hasta Ancyra (posteriormente Angora o Ankara). De ahí enfiló nuevamente hacia el Sur, hacia Cilicia, y bordeando la costa tuvo lugar la segunda gran batalla decisiva: Iso. En ella Alejandro derrotó a un ejército persa mucho más considerable, y comandado por el propio Gran Rey, Darío III. A la vista de la derrota Darío abandonó el campo de batalla, dejando a su familia en calidad de rehenes-huéspedes del invasor. Sin perseguir al enemigo, las tropas griegas avanzaron hacia el Sur, por la costa, a lo largo de Fenicia, y ante la resistencia que encontraron en Tiro, Alejandro, para dejar clara su posición de no perdonar la insumisión, ordenó destruir la ciudad y vender a sus habitantes como esclavos. Después de esto, ninguna otra ciudad le ofrecería resistencia. Siguió hasta Egipto, a la sazón provincia persa, alcanzando Menfis, la antigua capital faraónica, donde los sacerdotes locales lo coronaron nuevo Faraón de Egipto. Acá salió a flote una de las facetas más intrigantes de la personalidad megalómana de Alejandro, su sentido de divinidad, inculcado por su madre, y que tantos conflictos le traería con sus soldados europeos, pero que al mismo tiempo lo llevaría instintivamente a grandes hazañas. Por eso, estando en Egipto, no fue extraño que decidiera emprender con sus hombres una expedición al lejano oráculo de Amón-Ra, en un oasis en pleno desierto de Libia, para autoconvencerse de su propia divinidad. Lo que Alejandro escuchó en el Oasis de boca de los sacerdotes, nadie lo sabe, pero el hecho es que Alejandro nunca volvió a ser el mismo. Salió convencido de su propia grandeza, situándose a sí mismo por encima de los demás mortales. Paulatinamente, a medida que sus tropas avanzaban más hacia el Este, Alejandro comenzó a distanciarse más y más de ellas y a rodearse de boato oriental. Los oficiales y soldados macedonios nunca estuvieron dispuestos a dispensarle a su rey los honores que los a sus ojos serviles los orientales le rendían. Esto ha determinado que para nosotros, los occidentales, Alejandro Grande, sea nuestro gran personaje histórico, un brillante rey de estandarte de la cultura griega en el último rincón del mundo conocido, para los pueblos de Cercano y Medio Oriente pasó a ser Escándar o Magno, o El Macedonia y mientras que Iscándar, un © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 65 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. conquistador legendario, hombre de leyendas y relatos fantásticos, cuya imagen de hombre histórico se pierde en las sombras de la tradición no escrita. Una de las grandes obras de Alejandro fue la fundación de ciudades griegas a lo largo de su trayecto de conquista, la mayor parte de ellas con su propio nombre. La más famosa de ellas sería, desde luego, la Alejandría que fundó en el delta del Nilo, destinada a ser la capital del Egipto helenístico y el nuevo centro de la cultura griega por cerca de mil años. Antes de partir de Egipto dejó iniciadas las obras de ésta, la que sería su gran ciudad. Las completaría su amigo y sucesor, Ptolomeo I. Otra conocida ciudad con su nombre sería Alejandreta, en la costa Norte de Siria, muy cerca de la futura Antioquía. Y habría muchas más, hasta en el centro de Asia, incluyendo la actual Kandahar afgana. Conocida sería también Bucefalia, fundada en la India por el rey en honor de Bucéfalo, su renombrado caballo, del cual tantas historias nos han llegado. Saliendo de Egipto después de los sucesos antes relatados, Alejandro volvió hacia el Norte por la costa de Palestina y Fenicia, hasta Damasco, de acuerdo a la tradición la más antigua ciudad del mundo, luego hasta Aleppo, en el Norte de Siria, y de ahí tomó hacia el Este, por el Norte de Mesopotamia, cruzando el Éufrates y el Tigris. Pasando este río tuvo lugar la Batalla de Gaugamela, el último enfrentamiento entre los reyes de Macedonia y Persia. Darío III había preparado bien la batalla, estudiando las tácticas de Alejandro, y enfrentando a los griegos un ejército persa bien dirigido y disciplinado. Pero nada pudo hacer contra el genio militar de Alejandro y la capacidad de maniobra de la Falange Macedonia. Darío tuvo que abandonar el campo de batalla y su derrota quedó sellada: desde ahí pasó a ser un simple fugitivo. Sería asesinado por un sátrapa traidor, lo que provocó la ira y venganza de Alejandro, que en su prepotencia, respetaba a su enemigo. En ese momento Alejandro ya era el señor del Imperio Persa, y había ocupado sus capitales, Susa, Persépolis, Ectabana, además de la Babilonia mesopotámica. Respecto a la residencia real de Persépolis, por esas cosas inexplicables de su personalidad, ordenó incendiarla, en venganza por las brutalidades que detectó cometidas por los persas en las personas de miles de horriblemente mutilados esclavos/prisioneros griegos, y también como revancha por el incendio persa de la Acrópolis en 490 A.C. Tras esto, Alejandro siguió rumbo hacia el Este, a lo largo de Persia y Bactriana, llegando hasta la India. Ahí, sobre el río Indo, tuvo lugar el año 326 A.C. la última gran batalla de Alejandro, contra el rajá Poro y su ejército de elefantes. Estos paquidermos, armas feroces acorazadas totalmente desconocidas hasta ese momento por los griegos, causaron estragos en las filas griegas, pero la falange macedónica supo conservar la calma. Después de esto, como luego veremos, los elefantes asiáticos y africanos formarían parte integral de los ejércitos helenísticos. La victoria desde luego fue para los macedonios, pero el derrotado rajá indio, admirado con la bravura y galantería de Alejandro, se convirtió en un fiel aliado del rey de Macedonia. Después de eso, las tropas macedonias se negaron a seguir avanzando: llevaban años lejos de sus hogares y no querían ser más el instrumento de un gobernante cada vez más orientalizado y lejano. Ante su rabia, Alejandro decidió iniciar el regreso, pero lo hizo por el camino más pesado posible, por el desierto, seguramente como castigo a sus hombres. Alejandro murió en Babilonia dos años después, en 323 A.C. Tenía apenas 33 años y en muy poco tiempo había conquistado todo el mundo conocido. Por ello es tan merecido el apelativo de Magno o El Grande con que la Historia lo ha conocido desde © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 66 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. entonces. La razón de su muerte es un misterio, aunque muy posiblemente se debieron a sus excesos en su vida personal. No obstante, el asesinato por envenenamiento es una hipótesis que no puede descartarse. Al morir, Alejandro estaba preparando otras expediciones de reconocimiento y conquista. De hecho estaba listo para emprender una expedición hacia Arabia, que iba a ser dirigida por el propio Alejandro. Y se estaba planeando una campaña hacia el Mediterráneo occidental, para ayudar a los griegos de Italia y Sicilia en su lucha contra los cartagineses, hasta las Columnas de Hércules (Gibraltar), la que podría haber cambiado la historia de Occidente. Pero con el gran hombre murieron las grandes aventuras. A su fallecimiento estaba casado con Roxana, una princesa bactriana, que le había dado un hijo y heredero, rey de Macedonia bajo el nombre de Alejandro IV. 32.- La Hélade al Fallecimiento de Alejandro. Estando todavía Alejandro en campaña en Asia, habían empezado en la Hélade las eternas intrigas antimacedónicas. El Año 331, Esparta, apoyada todavía con dinero persa, inició acciones militares contra las guarniciones espartanas. El gobernador de Alejandro en Macedonia, Antípatro, suprimió rápidamente el conflicto, sin destruir a Esparta. Mientras tanto, en Atenas, Demóstenes siguió intrigando. Pero las polis de la Liga Helénica no osaron tomar ninguna acción concreta, en espera de ver qué deparaba el futuro. Una vez que se supo la noticia de la muerte de Alejandro, las ciudades griegas de la Hélade se sublevaron de inmediato, pero el levantamiento fue aplacado por las tropas macedonias de Antípatro. El trato a las ciudades vencidas fue muy suave, pero los principales líderes atenienses del levantamiento tuvieron que ser entregados a los macedonios para ser ejecutados. Demóstenes tuvo que suicidarse. Atenas perdió su flota, y su democracia se vio parcialmente limitada por imposición macedonia. Los derechos políticos quedaron restringidos sólo a los ciudadanos con cierta renta, a los que pagaban impuestos, lo que tendría por efecto evitar que la masa popular irresponsable volviera a entrar en aventuras militares. En otras palabras, se alejaba del poder en Atenas a la masa proletaria termocéfala. Macedonia ofreció la oportunidad a varios miles de ciudadanos atenienses pobres de fundar una nueva ciudad en territorio macedonio. Con esto empezaría el declive definitivo de Atenas. Las ciudades griegas mantendrían a futuro una simple -si bien amplia- autonomía municipal. Paralelamente, el Nuevo Mundo conquistado por Alejandro abriría a los griegos un nuevo campo de emigración, a los amplios espacios abiertos de Asia y Egipto. Las ciudades de la Hélade perderían importancia en comparación con los nuevos centros griegos de Oriente, y decaerían paulatinamente. Atenas mantendría su fama e importancia cultural, y seguiría siendo enriquecida con hermosas construcciones donadas especialmente por los mecenazgos de los monarcas helenísticos de Egipto, Siria y Asia Menor. Corinto la reemplazaría como la más rica ciudad de la Vieja Grecia, y Esparta decaería a la par que el número de ciudadanos lacedemonios legítimos llegaría a niveles mínimos. 33.- La Desintegración del Imperio Alejandrino. Tras la muerte de Alejandro, su gigantesco Imperio sobrevivió por un corto tiempo, gobernado desde Babilonia, que por entonces era la mayor ciudad del mundo. Dado © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 67 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. que el hijo de Alejandro con Roxana era un niño de cortos años, se reconoció como rey a un medio hermano de Alejandro, Filipo III, hijo ilegítimo de Filipo II. Pérdicas se convirtió en 322 A.C. en regente y hombre fuerte del nuevo rey, y no disimuló sus intenciones de apoderarse del trono. Ante esto, los principales generales de Alejandro (Antígono, Antípatro, Cratero y Ptolomeo) se aliaron contra Pérdicas. Antípatro, gobernador de Macedonia, enfiló con sus tropas rumbo a Mesopotamia. Pero Pérdicas fue asesinado antes de su llegada a Babilonia. En 321 Antípatro quedó como Regente de todo el reino, pero no por mucho tiempo, pues falleció a los dos años, en 319 A.C. Hasta ese momento había subsistido todavía una imagen espectral de reino macedonio unido en la persona real de la familia de Alejandro, pero al producirse la muerte de Antípatro se desenmascaró la realidad subyacente y empezó ahora serio y sin tapujos la guerra civil entre los generales de Alejandro. Asesinado Filipo III por Olimpia, madre de Alejandro, en 317 A.C., sería sucedido nominalmente por el hijo del conquistador, Alejandro IV. Éste, y su madre, Roxana, fueron asesinados por Casandro, hijo de Antípatro, en 310. Así se extinguía la legítima dinastía macedonia. En el intertanto, la guerra civil entre los generales seguía su curso. Para el año 304 A.C. debemos entender que el Imperio alejandrino llegaba oficialmente a su fin, dividido entre los llamados Diádocos, término acuñado por el historiador alemán Gustav Droysen para referirse a la primera generación de sucesores de Alejandro. Tras las vicisitudes de las guerras civiles que siguieron entre quienes alguna vez habían sido amigos y los múltiples generales que se autoproclamaron reyes, que no es del caso relatar en estas líneas, surgieron tres reinos perfectamente diferenciados: el reino de los Lágidas o Ptolomeos, en Egipto; el de los Seléucidas, en Asia; y el de los Antígonos en Macedonia, limitada ésta a sus territorios europeos y a la Hélade. De cualquier forma, las guerras continuarían, aunque a menor escala, entre los herederos de los Diádocos, a los cuales Droysen dio el nombre de Epígonos. Las guerras de los Epígonos llenarían las páginas de la historia subsiguiente de estos jóvenes reinos. Pero tampoco es fundamental dar el detalle de las mismas. Desgraciadamente los reinos sucesores del Imperio de Alejandro, a pesar de su riqueza económica y su alto nivel cultural, nunca fueron Estados militarmente sólidos. En cierta medida sus reyes repitieron los errores de las polis de la Época de Oro, y las guerras entre ellos por la supremacía de sus respectivas dinastías, terminaron debilitándolos. Entonces, la contribución de la civilización helenística fue mayormente en el campo de la cultura que en el campo político o militar. Además de los tres grandes reinos antes referidos, con posterioridad a ellos surgieron otros muchos Estados helénicos o semihelénicos en Europa, Asia y África, cada uno fue una corte independiente, la cual cada rey deseaba hacer superior en cultura a la de sus vecinos, por más poderosos que ellos fueran. 34.- La Civilización Helenística. La gran obra de Alejandro Magno no está en sí en su sorprendente campaña militar, que si bien consagró su nombre y sus hazañas para siempre, no resultó en un Imperio duradero. Alejandro murió muy joven y no dejó un sucesor capaz, no ya de seguir, sino al menos de afianzar su obra política, estructurando un Imperio griego desde las Columnas de Hércules hasta el río Indo, como de haber vivido 20 años más seguramente hubiera logrado Alejandro. A este gran militar y político su colosal Imperio no lo sobrevivió. Pero su obra mediata, y lejos la más importante, fue la helenización que llevó desde Egipto y Asia Menor hasta la India. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 68 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. La civilización que de aquí surgió es conocida bajo el nombre de Civilización Helenística, término acuñado por el ya mencionado historiador Gustav Droysen para distinguir esta nueva etapa de la cultura griega y diferenciarla de la Cultura Helénica de la Época Clásica. Se trataría de una civilización fundamentalmente griega, pero imbuida de los elementos orientales correspondientes a los diversos países donde ella se desarrolló: Asia Menor, Siria, Egipto, Mesopotamia, Irán, Bactriana, la India, etc. En todos estos países coexistirían mano a mano la civilización griega modificada por las realidades locales y las civilizaciones nativas preexistentes. Esto, si bien orientalizaría ciertos elementos de la cultura griega, le aportaría también nueva sabia y la internacionalizaría. Pero las ciudades de la Hélade sí se mantendrían bastante sólidamente apegadas a su cultura, apenas muy levemente modificada por los orientalismos. Junto con los conquistadores macedonios llegaron miles de inmigrantes griegos, que fundaron polis según el modelo de la Hélade a lo largo de todo el recorrido de las tropas. La cultura griega se estableció en territorio culturalmente oriental, y en cada parte dejó su semilla. En el Medio Oriente, digamos la India y Bactriana, como ya mencionaremos, existieron reinos griegos por muchas generaciones, si bien la distancia geográfica impidió su supervivencia más allá de un tiempo. Como luego veremos, en Irán pronto surgió la nueva dinastía local de los partos, medianamente helenizada. Pero en Asia Menor, Siria, parte de Mesopotamia y Egipto, la cultura griega se impuso indudablemente sobre las poblaciones no griegas. Los idiomas locales nunca desaparecieron, pero por 1.000 años, inclusive en la época romana, y hasta varias generaciones después de la conquista árabe musulmana, el griego fue el idioma administrativo, comercial, literario y científico de todo el Mediterráneo Oriental. Hasta se desarrolló una forma universal, de uso común y simplificada del idioma griego, el llamado koiné (del griego κοινή γλώσσα, 'lengua común' o 'habla común), derivado del dialecto ático que fuera adoptado como idioma oficial por Alejandro y los monarcas helenísticos. Este griego unificado sería de gran ayuda para la expansión de la civilización griega por el mundo. Además, como sucesor del elegante dialecto ático, sirvió de fuente literaria por muchos siglos, hasta que comenzando la Antigüedad Tardía comenzó el proceso de surgimiento del griego medieval o bizantino. Sería el griego usado en la Septuaquinta judía y en el cual se redactarían los libros del Nuevo Testamento; consecuentemente, sería el principal vehículo de difusión del Judaísmo y del Cristianismo. El koiné sería además ampliamente usado por greco-parlantes y no-griegos, o entre no-griegos, para comunicarse entre sí y comerciar, lo que lo convertiría en Lingua Franca indiscutida del Oriente. Y durante toda la Edad Media fue, y todavía lo es en la actualidad, el idioma litúrgico de la Iglesia Ortodoxa Griega. Entre la inmigración de griegos a los nuevos focos de cultura del Este, y la helenización a que se sometieron las clases preparadas del Cercano Oriente, así como por la interacción entre asiáticos y egipcios con griegos, surgió una variante de la cultura helénica tradicional, una evolución algo orientalizada de la misma, pero de cualquier forma griega y pujante: la ya mencionada cultura Helenística. A raíz de esto, Atenas y las ciudades de la Hélade, si bien mantuvieron su carácter de centros indiscutidos de la cultura clásica, con la Academia platónica y el Liceo aristotélico, sus templos, el Olimpo, y sus viejas –a veces añejas- tradiciones, fueron reemplazadas por las nuevas capitales de los grandes reinos helenísticos: Alejandría en Egipto, Antioquía en Siria, Seleucia en Mesopotamia, las tres más importantes, amén de muchas otras más. Desde luego, el nuevo gran centro de la cultura griega fue Alejandría, capital griega de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 69 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. un reino semi-faraónico. Sólo la fundación de Constantinopla, en el siglo IV D.C., le quitaría este lugar de privilegio. Pero además de estas grandes ciudades, existirían infinidad de centros medianos de cultura a lo largo de un Asia Menor casi totalmente helenizada. La gran diferencia política es que, si bien el sistema democrático tradicional subsistiría en las ciudades griegas de la Hélade y en las nuevas fundaciones orientales, sus instituciones tendrían efectos meramente cívicos, mientras que la forma de gobierno efectiva sería la monarquía, con reyes griegos, gobernando desde ciudades griegas, pero sobre poblaciones sólo parcialmente griegas y parcialmente nativas; reyes que serían vistos de una forma humana por sus súbditos griegos, pero divinizados por sus súbditos semitas o camitas. La Democracia griega de pequeñas ciudades pasó a dar lugar a grandes reinos, en los cuales las polis mantuvieron constituciones autónomas, aunque ahora formando parte de una estructura mayor. Esta misma formula se aplicó a las ciudades de la Hélade, que si bien mantuvieron teóricamente su independencia, en la práctica siguieron bajo la autoridad de los reyes macedonios. Al mismo tiempo, en Occidente, siguieron también subsistiendo las ciudades-Estado griegas del Sur de Italia, esto es, de la totalmente helénica Magna Grecia, y de Sicilia; así como otros centros culturales griegos en la costa Norte del Mediterráneo, especialmente Massilia (Marsella), en territorio galo. Pero, si bien a la cultura griega aun le quedaba culturalmente mucho trecho por delante, políticamente su ocaso de acercaba. Históricamente se considera que, el año 31 A.C., con la derrota de Marco Antonio y Cleopatra en la guerra civil contra Octavio, al dejar de existir el reino griego de los Ptolomeos, llega a su fin la época Helenística; no obstante, la cultura griega subsistió en toda la región helenística aun más sólida que antes, bajo la nueva forma de la administración romana, que lejos de imponer el latín adoptó el griego como idioma uniformador para todo el Este del Imperio. Lo veremos más adelante. 35.- El Reino Post-Alejandrino de Macedonia. El reino de Macedonia, con su apéndice en la Hélade, uno de los tres Estados sucesores del imperio alejandrino, incluiría la parte europea del Imperio alejandrino: una zona de dominio directo en Macedonia, y otra de dominio indirecto en Grecia. Surgiría después de una larga guerra civil entre dos generales de Alejandro, Antípatro y Antígono, y sus respectivos descendientes, en la cual los segundos saldrían vencedores. Ya hemos estudiado los reinados de Filipo II y Alejandro III, ambos denominados El Grande. También el reinado nominal desde Babilonia de Filipo III y Alejandro IV. En el intertanto, en vida de Alejandro, como Regente de Macedonia había permanecido Antípatro, entre los años 334-323 A.C., quien muy efectivamente había controlado a las levantiscas ciudades de la Hélade. Muerto Alejandro, Antípatro permaneció en control de Macedonia, respondiendo a la regencia de Pérdicas en Babilonia. Ya hemos visto como después Antípatro se convirtió en regente de todo el reino alejandrino, hasta su muerte en 319 A.C. Seguiría la Guerra de los Diádocos, en la cual Casandro, hijo de Antípatro, sería uno de los principales protagonistas. Finalmente, concluida esta Guerra de Sucesión el imperio de Alejandro había quedado dividido, y Macedonia volvía a ser un simple reino balcánico. Casandro se convirtió por la fuerza de las armas en rey de Macedonia (305-297). Muerto fue sucedido, primero, por su hijo Filipo IV (297), quien murió de causas naturales, y después, por sus otros dos hijos Alejandro V y Antípatro II (297-294 A.C.), los cuales se autodestruyeron © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 70 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. haciéndose la guerra entre ellos. Esto condujo a la toma del poder fáctico por la dinastía de Antígono. Antígono I Monoftalmo (El Tuerto) había sido uno de los rivales más poderosos que se disputaron los despojos del Imperio de Alejandro, y llegó a hacerse de un efímero reino que incluía partes de Asia Menor y Siria, pero originalmente no Macedonia. Reinó oficialmente entre 306 y 301 A.C., muriendo en lucha contra sus enemigos en la Batalla de Ipsos, a la cual luego mencionaremos en más detalle. Su hijo Demetrio I Poliorcetes invadió posteriormente Macedonia, derrocando a Alejandro V y a la dinastía de Antípatro y Casandro. Con él se instauró entonces en el trono macedonio la dinastía de los Antígonos. Demetrio reinaría en Macedonia entre los años 294-288 A.C. Pero pronto entró en conflicto con su vecino, el famoso Rey Pirro de Epiro, cuyas aventuras en pocas líneas más relataremos. Esto hizo que Pirro se apoderara de partes del reino macedonio en dos períodos (288-281 y después nuevamente 274-272 A.C.). En eso, Demetrio fue hecho prisionero por el Diádoco Seleuco I, Rey de Asia, al cual también nos referiremos en pocas líneas más. También se proclamaron reyes de todo o parte de Macedonia país otros monarcas pretendientes, tales como Lisímaco (288-281), rey autoproclamado de los territorios de Tracia; y Ptolomeo II Cerauno (281-279 A.C.) y su hermano Meleagro (279 A.C.), hijos ambos de Ptolomeo I, el fundador del reino griego de Egipto, y también digno de menciones posteriores dentro de este relato. En esto vino en el año 279 la invasión de los galos, a la cual nos referiremos en detalle más adelante. Ptolomeo II Cerauno murió en batalla combatiéndolos. Los galos atravesaron Macedonia, arrasándola e ingresaron a Grecia. Luego veremos como estos galos fueron derrotados en Delfos por las fuerzas coaligadas de la Hélade. El hijo de Demetrio I Poliorcetes, Antígono II Gónatas, quien gobernaría en dos períodos (277-274 y nuevamente 272-239 A.C.), sería, a diferencia de muchos otros monarcas helenísticos, un hijo modelo, pues ofreció todas sus conquistas y hasta su persona para rescatar a su padre del cautiverio en Siria. Pero sin resultado. Su padre murió prisionero de Seleuco. De cualquier forma, Antígono II, entonces simple pretendiente, apareció en Macedonia justo en los momentos de la invasión gala, y logró derrotar a los invasores. Después ayudaría a las tropas coaligadas griegas a la victoria definitiva sobre los galos en Delfos. Con esto, Antígono II pudo afianzar su poder, aunque por un tiempo tuvo que seguir luchando contra los enemigos de su padre, especialmente Pirro de Epiro. Pero tras fracasar posteriormente la conocida aventura de Pirro en el Sur de Italia y Sicilia, Antígono II quedó consolidado como rey de Macedonia. Al morir Antígono dejó un reino relativamente en paz y solidificado. Lo sucedería su hijo Demetrio II Etólico (239-229 A.C.). Al morir éste en batalla lo siguió su respectivo y capaz primo Antígono III Doson (229-221 A.C.), para después pasar el trono al hijo de Demetrio, Filipo V (221-179 A.C.). Durante el reinado de este Filipo V tendría lugar el enfrentamiento con Roma, a través de lo que la historia ha denominado la Primera y la Segunda Guerras Macedónicas. Filipo V fue sucedido por su hijo Perseo (179-168 A.), el cual a la larga sería el último rey de Macedonia. Derrotado Perseo por Roma durante la Tercera Guerra Macedonia, su reino dejó de existir. Sería reemplazado por cuatro repúblicas, y finalmente su © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 71 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. territorio anexado a Roma en 148 A.C. Todo esto lo veremos luego en mucho más detalle, ya como parte de la historia de Roma 36.- La Hélade en la Época Helenística. Tras la muerte de Alejandro Magno la Hélade quedó virtualmente como un simple apéndice del todavía muy poderoso Reino de Macedonia. Ello no evitó que en la Grecia en despoblación las disminuidas ciudades organizaran ahora ligas, para seguir haciéndose la guerra unas a otras. Estas ligas y Esparta, serían las actoras de la vida de la política de la Grecia de la decadencia. Hacia 290 se formó la Liga Etolia, justamente en la región septentrional de Etolia, y conformada por comunidades tribales y ciudades de la Grecia Centro-Septentrional. Conquistó Delfos y para fines del siglo III ocupaba gran parte de la Hélade, excluida el Ática. Los etolios eran vistos despectivamente por el resto de los griegos, por ser miembros de una sociedad mucho más campesina. Pero precisamente esta calidad primordialmente rural de su población es lo que le daría la fuerza a la liga: tenía una importante masa militar y no requería de contratar mercenarios. La Liga se alió con Roma durante la Primera y Segunda Guerras Macedónicas y colaboró en gran medida a la derrota de Macedonia. No obstante pronto resintió la preponderancia de Roma, y, como luego veremos, buscó apoyo en los monarcas seléucidas. A partir de 189 A.C., si bien siguió existiendo, pasó a ser aliada de Roma a la fuerza. Hacia el año 280 A.C. nació, como contrapartida, la Liga Aquea, en el Norte del Peloponeso. Incorporó a Corinto en 243 A.C., Megalópolis en 235 A.C. y Argos en 229 A.C. El año 220 la Liga Aquea entró en guerra con la Liga Etolia. Macedonia tomaría partido por las ciudades aqueas. El tamaño de la liga les permitió gran riqueza y la posibilidad de contratar mercenarios. La otra gran enemiga de la Liga Aquea sería la otra gran potencia del Peloponeso, la orgullosa Esparta, la cual todavía existía como potencia ya meramente peninsular. El conflicto entre La Liga Aquea y Esparta determinaría gran parte de la historia de Grecia durante la época más penosa de su decadencia política. Esparta, mientras tanto decaía rápidamente, por sus problemas económicos y demográficos. Seguía manteniendo su vetusto sistema político y social, con su estructura colegiada de dos reyes, sus Éforos; su clase rectora espartista, sus súbditos periecos y sus siervos estatales ilotas. En 272 A.C. Esparta logró todavía una gran victoria al derrotar al rey Pirro de Epiro. Pero para mediados del siglo III A.C. el sistema socio-político espartano hacia crisis. La riqueza, a pesar del sistema socialista original, se había acumulado en 100 familias, y sólo quedaban 300 ciudadanos espartanos puros en capacidad de tomar las armas, en contraste con los 9.000 de su época de grandeza. El rey Agis I trató de modificar esto, a través de una reforma agraria y cancelación de deudas, pero fue derrocado por la casta dirigente. El rey Cleómenes III inició a partir de 229 A.C. la política de volver a engrandecer a Esparta, entrando en guerra con la Liga Aquea. Este monarca puso en prácticas urgentes medidas para renovar las vetustas instituciones del Estado. Al entrar en abierto conflicto con la antigua magistratura de los Éforos, simplemente la disolvió para siempre. A esto siguió una extensiva política práctica de distribuir tierras entre los periecos y de liberación de ilotas. Pero nada era suficiente para alterar la crisis demográfica y la decadencia militar. El año 222 A.C. Esparta fue derrotada por la Liga © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 72 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Aquea, y obligada a incorporarse a ella. Peor aún todavía, el año 188 A.C. la Liga Aquea obligó a Esparta a abandonar su antigua constitución de Licurgo, su monarquía dual, a destruir sus murallas y a adoptar las instituciones de la Liga. Esparta tuvo además que liberar a los ilotas y terminar con su tradicional sistema educativo. La inestabilidad que siguió se tranquilizó hacia 180 A.C. cuando volvieron muchos de los exiliados. Pero vendría pronto la última derrota espartana ante la Liga Aquea, en 148 A.C. Tras esto, después de la anexión de Grecia a Roma en 146 A.C., Esparta prácticamente desaparece de la historia. Por su parte, el Estado ateniense seguía existiendo en la Península ática, igual que en tiempos de Pericles, independiente de las ligas que desangraban Grecia, como un centro económico todavía relativamente importante, y convertida en el centro de la admiración de todo el mundo helenístico. Todavía funcionaban el Ágora, el Areópago, el Consejo de los Quinientos, y todas sus instituciones tradicionales, inclusive con sus luchas políticas tradicionales, pero ya llevadas a un ámbito prácticamente municipal. Pero, claro está, como una sombra de su glorioso pasado. Aunque era todavía una ciudad admirada por el mundo, donde las viejas academias filosóficas mantenían viva la cultura tradicional. Mas los tiempos estaban cambiando y una época se acercaba a su fin. En el curso de tres Guerras Macedonias entre Macedonia y Grecia, a las cuales luego nos referiremos en mayor detalle, los romanos derrotaron a los Antígonos, y a raíz de la Segunda, después de la batalla de Cinocéfalos, en 197 A.C., forzaron a Macedonia a reconocer la absoluta independencia de las históricas polis de la Hélade. Esta independencia fue solemnemente declarada por el gran helenófilo Tito Quincio Flaminio a nombre de Roma en los Juegos Ístmicos de 196 A.C. El gran historiador alemán Theodor Mommsen ha sido muy crítico de esta decisión de Flaminio, quien engañándose a si mismo habría creído ver en los griegos de su época virtudes de la que ellos ya carecían. Y puede que sea muy cierto. Los griegos de la Hélade no supieron aprovechar la libertad que con exceso de buena fe y credulidad les habían regalado los romanos. A pesar de su debilidad, las polis de la Hélade siguieron enfrascadas en sus disensiones internas, creyéndose más poderosas de lo que eran. En esto tuvo lugar la guerra entre Roma y los seléucidas, que tendría entre 192-191 A.C. un capítulo propio en Grecia, hasta la derrota de Antíoco III El Grande en las Termópilas. Más adelante, en dos apartados distintos, nos referiremos en más detalle a esta guerra. Muchos de los Estados griegos tomaron, irresponsablemente, el lado de los monarcas sirios. Finalmente, desobedeciendo expresas órdenes romanas, empezaron en 148 A.C. la que sería su última guerra fratricida, iniciada por la Liga Aquea en contra de una ya muy débil Esparta. Roma, ya guardiana de la paz de Grecia, no aceptó esto y declaró la guerra a la Liga. Para bien de los helenos, tuvo que imponer su gobierno directo sobre la vieja Grecia. En represalia contra la insubordinación, los romanos destruyeron Corinto, y el año 146 A.C. convirtieron a Grecia en la provincia romana de Acaya. Empezaría un largo período de 17 siglos de simbiosis política entre Grecia y Roma. 37.- Los Griegos Occidentales en la Época Helenística. Como hemos visto, al momento de su muerte, Alejandro ya pensaba en una campaña para ayudar a los griegos occidentales en su lucha contra el secular enemigo cartaginés. Pero esta campaña ya nunca pudo emprenderse. Entonces, los griegos de Occidente siguieron sujetos a sus propios medios en su lucha. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 73 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Después de la brillante campaña de Timoleón en Sicilia, a la que ya hemos hecho mención, asumió en 317 A.C. el poder como tirano en Siracusa Agatocles. Tras una larga guerra contra Cartago, se proclamó a sí mismo Rey de Sicilia en 304, controlando firmemente a las demás ciudades griegas de la isla, hasta su muerte en 289. Por otra parte, para esos momentos ya Roma anexaba poco a poco, por medios pacíficos o militares, una a una, a las polis griegas del Sur de Italia. El año 281 A.C. la rica ciudad de Tarento enfrentaba el peligro de una guerra con Roma, que ya era dueña de la Península Itálica y de casi todas las ciudades de la Magna Grecia. Ante esto, los tarentinos llamaron en su auxilio al famoso Rey Pirro de Epiro, como campeón del helenismo contra Roma. Pirro aceptó gustoso, pensando en forjar un imperio en Occidente. El año 280 A.C. Pirro desembarcó en Italia, con un ejército de aproximadamente 25.000 hombres y 20 elefantes. Con estos elementos derrotó a los romanos en la Batalla de Heráclea, pero con altas pérdidas humanas. Ofreció una paz a los romanos, que éstos rehusaron. Después invadió Apulia en 279 A.C., donde por segunda vez derrotó a los romanos en Asculum, nuevamente con un alto costo de vidas entre sus hombres. Ante estas pérdidas tan elevadas, y a pesar de sus espectaculares victorias, Pirro debió abandonar la lucha. Desde entonces se habla del concepto de Victoria Pírrica al referirse a triunfos con sabor a derrota. Después de terminada la primera guerra con Roma, en 278 A.C. Pirro fue invocado por la población de las ciudades griegas de Sicilia a ayudarlas en su larga lucha contra Cartago. Pirro desembarcó en Sicilia y fue proclamado Rey de la isla y capturó una a una las fortalezas cartaginesas. Su éxito fue casi total, excepto por una solitaria e inexpugnable plaza fuerte. El esfuerzo bélico excesivo desagradó a los griegos sicilianos, y Pirro tuvo que imponer un régimen dictatorial para proseguir la guerra hasta el triunfo. Esto alienó tanto a los griegos sicilianos del monarca epirota que comenzaron a conspirar en su contra con los propios cartagineses, lo que terminó decepcionando y cansando a Pirro. Sabiendo Pirro que los romanos volvían a atacar Tarento, y nuevamente convocado por la amenazada ciudad, tuvo la excusa para abandonar Sicilia y volver a suelo italiano en 275 A.C. Esta vez se encontró con un poderoso ejército romano. La batalla de Benevento, que terminó con un resultado muy poco claro, pero no necesariamente con una derrota epirota como muchos creen, convenció a Pirro a abandonar la aventura. Antes de hacerlo pidió ayuda a los otros monarcas helenísticos, pero sin resultados. Después volvió a Epiro, sin mayor gloria, aunque con la fama de haber sido un enemigo formidable de Roma. Moriría en 272 A.C. en una nueva campaña militar, ahora contra Esparta. Poco después, en 272 A.C., Tarento, la última ciudad griega libre de Italia, tuvo que rendirse ante Roma. Volvamos ahora a Sicilia. Habiéndose retirado Pirro, asumió el poder en Siracusa, primero como tirano, en 275 A.C., y luego como rey, en 270 A.C., Hierón II. Con él Siracusa vivió un período de 50 años de paz y progreso. En el curso de la Primera Guerra Púnica entre Roma y Cartago, Hierón II apoyó inicialmente a los cartagineses. Pero a partir de 263 A.C., y hasta su muerte en 215 A.C., se mantuvo absolutamente leal a los romanos. Como consecuencia de esto, cuando en 241 A.C. terminó la Primera Guerra Púnica, con el triunfo romano, la totalidad de Sicilia, excepto el territorio de Siracusa (aproximadamente un 20% de la isla), quedó convertida en provincia romana. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 74 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Muerto Hieron II, fue sucedido por su incapaz nieto Jerónimo, el cual cambió la sabia política prorromana de su predecesor. Tras la gran victoria del cartaginés Aníbal en Cannas contra los romanos, durante la Segunda Guerra Púnica, Jerónimo se alió insensatamente con Cartago, y fue asesinado en 214 A.C. por los elementos prorromanos de Siracusa. A pesar de la muerte de Jerónimo, Roma, temerosa de una alianza entre Siracusa y Cartago, inició la guerra contra la metrópoli siciliana. La ciudad fue brillantemente defendida durante dos meses del año 214 A.C., y se dice que en gran medida gracias a las máquinas de guerra inventadas y desarrolladas por Arquímedes, algunas aparentemente con espejos refractores que incendiaban las naves romanas. Esto hizo muy difícil el triunfo romano. El sitio se alargó entonces por dos años, hasta que en 212 A.C., usando una estratagema, un grupo de romanos logró escalar las murallas de la ciudad, y abrir las puertas al ejército sitiador. El general romano Marco Claudio Marcelo había girado instrucciones expresas de que la vida del brillante Arquímedes fuera respetada, pero, como sabemos, habría sido muerto por un soldado que no sabía quién era, desesperado porque Arquímedes, concentrado en un problema matemático, no lo respetó lo suficiente. Pero la lucha no terminó ahí. Durante ocho meses continuó todavía el asedio de la ciudadela interior de Siracusa, hasta que finalmente un traidor –que nunca faltaron entre los griegos- abrió las puertas a los romanos. Así, Siracusa pasaría a formar, por los próximos mil años, parte del Imperio Romano. Y toda la isla de Sicilia con ella. Quedaría todavía por varios siglos gozando de independencia la ciudad griega de Massilia (Marsella), en el Sur de la Galia. Aun durante las campañas de Julio César conquistando la Galia esta polis subsistiría como Estado independiente. Fue anexada a Roma en 49 A.C., pero mantuvo un alto grado de autonomía municipal y siguió siendo una ciudad griega. Aunque con el paso de los siglos de dominio romano perdió su carácter eminentemente griego y se latinizó. De cualquier forma, Massilia sería el último centro importante del Helenismo en Europa Occidental. 38.- El Gran Imperio de Asia de Seleuco. De los tres grandes reinos sucesores del imperio alejandrino, el más extenso sería desde luego el reino Seléucida, al que el historiador Droysen ha llamado el Reino de Asia. Fue establecido oficialmente en Babilonia en 312 A.C. por Seleuco I Nicátor, hombre que reinaría sobre gran parte del mundo conocido hasta 281 A.C. Si bien Babilonia era la capital del imperio mundial de Alejandro, no sería por mucho tiempo la sede de la corte Seléucida. El año 305 A.C. Seleuco fundó, como primera capital de su reino, en Mesopotamia, la ciudad de Seleucia del Tigris, que estaba destinada por siglos a ser un gran centro del helenismo. Esta ciudad pronto opacó a Babilonia, que consecuentemente comenzó a decaer. Pero poco antes del año 300 A.C. Seleuco fundó en la costa Norte de Siria una nueva capital, la ciudad de Antioquía del Orontos, en recuerdo de su padre Antíoco. Esta sería fundamentalmente la sede de su dinastía y una de las ciudades más importantes del Mundo Antiguo. De cualquier forma, por muchos siglos Seleucia sería mucho más importante y poblada inclusive que la misma Antioquía. El reino de Seleuco incluiría toda la parte asiática del Imperio alejandrino, lo que significaba teóricamente la mayor parte del antiguo Imperio Persa. Llegaría hasta la India. Inclusive, en regiones del Cáucaso y de Bactriana incorporaría territorios que oficialmente nunca habían sometidos a la soberanía de Alejandro. Pero este reino © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 75 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Seléucida perdería pronto gran parte de su extensión original. Era excesivamente grande y difícil de conservar. Primero se saldrían de su control las regiones más orientales, las de la India. Ellas quedarían bajo el control del rey indio Chandragupta, fundador del imperio Maurya. Seleuco dirigió en 305 A.C. una expedición contra el Punjab, y llegó a un tratado con el mencionado Chandragupta por el cual le cedió las provincias indias del imperio alejandrino. La tradición señala que Seleuco casó a su hija con el rey indio, en una alianza política. Esto es en realidad dudoso. Además, a cambio del tratado, Seleuco recibió del monarca indio 500 elefantes, que luego le serían de gran utilidad en sus guerras. Y esto sí es fehaciente. Estos elefantes desempeñarían un papel fundamental en la batalla de Ipsos, el año 301 A.C., en la cual, durante la así llamada Tercera Guerra de los Diádocos, las fuerzas combinadas de Seleuco de Asia, Ptolomeo de Egipto, Casandro de Macedonia y Lisímaco de Tracia, derrotaron a los ejércitos de Antígono y de su hijo Casandro. A su muerte, el gran Seleuco sería sucedido por su hijo Antíoco I Soter (281-261), príncipe hijo de madre persa, fruto de los matrimonios en masa organizados por Alejandro entre sus generales y princesas orientales. Antíoco I Tuvo que enfrenar inmediatamente revueltas en varios puntos de su gigantesco imperio. No pudo contener la separación de las zonas de Bitinia y Capadocia en Asia Menor. En Bitinia se estableció un reino griego, mientras que en Capadocia, en Anatolia Centro-Oriental tomó el control una dinastía local de origen persa semi-helenizada. Luego volveremos sobre esto. Por otra parte, el año 278 A.C. los galos invasores ingresaron a Asia Menor, la cual asolarían por mucho tiempo, después de arrasar Grecia. Muerto Antíoco I, fue sucedido por su respectivo hijo Antíoco II Theos o El Dios (261246), cuyo gobierno comenzó con una larga y desgastante guerra heredada contra Egipto. Durante su reinado, hacia 250 A.C., tendría lugar la secesión del reino griego de Bactriana, al cual nos referiremos en más detalle en pocas líneas más. Lo sucedería Seleuco II Calínico (246-225). Tendría que enfrentar dos grandes pérdidas territoriales que disminuirían terriblemente su imperio. Una respondería al surgimiento del reino helenístico de Pérgamo, y otro a la fundación del imperio iranio de los partos. 39.- El Nacimiento del Reino de los Partos. Por un momento, entonces, debemos alejarnos del reino seléucida, para volver a las tierras del Irán, donde se estaba produciendo la reacción de los pueblos de lengua irania contra el dominio griego. Hacia 240 A.C. un sátrapa griego, Andrágoras, se había sublevado en la región de Partia contra Antíoco II, con la intención de crear un reino propio en dichas tierras. Pero su intentona fue de muy corta duración. Hacia el año 248-247 A.C. había surgido en un rincón de Partia un Estado iranio independiente, liderado por el príncipe local Arsaces I. El año 238 A.C. Arsaces I derrotó a Andrágoras y a partir de ese momento cesó definitivamente el dominio griego en la región. Surgió entonces un Reino Parto independiente, bajo la férula de su propia dinastía, la Arsácida. Este reino, inicialmente restringido a una pequeña esquina septentrional de Irán, poco a poco dominaría la Persia propiamente dicha, y para 147 A.C. arrebataría gran parte de Mesopotamia a los Seléucidas. Después veremos el engrandecimiento de este reino. Seleuco II trató de reprimir al nuevo reino, pero finalmente tuvo que aceptar la independencia de los partos, a través de una paz con Arsaces. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 76 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El imperio parto, como veremos, llegaría a ser una gran potencia regional, enemigo declarado de los reinos griegos circundantes, especialmente el seléucida y el bactriano, y luego de Roma, heredera del helenismo en Oriente. Se extenderá desde la frontera de Siria hasta la frontera occidental de China. Durará prácticamente cinco siglos, hasta el año 231 D.C., cuando será reemplazado por el Segundo Imperio Persa de los Sasánidas. Sobre todo esto nos referiremos en su debido momento. No obstante, por ser los partos una raza mirada en forma despectiva por los persas, este reino no tuvo la fuera política de considerarse, o de ser aceptado como, sucesor legítimo del antiguo Imperio Aqueménida. Además, los monarcas partos, lejos de ser enemigos del helenismo, efectivamente estarían semi-helenizados y respetarían ampliamente la cultura y la autonomía de las ciudades y regiones griegas de sus dominios. A decir verdad, el reino parto puede ser considerado como uno más de los reinos helenistas más del Medio Oriente, a pesar del origen no griego de su dinastía y de su estructura política. 40.- La Estabilización del Reino Seléucida y el Primer Choque con Roma. Habiendo hecho el paréntesis necesario para explicar la génesis del reino parto, toca ahora volver a la historia del reino seléucida de Asia. Al morir Seleuco II su reino se encontraba en una grave crisis, y amenazado tanto por los reinos griegos vecinos como por los nuevos enemigos partos. Lo sucedió primero su hijo Seleuco III Sóter Cerauno (225-223), quien murió asesinado, y luego su hijo menor Antíoco III El Grande (223-187). Tal como su nombre lo reconoce, Antíoco III sería uno de los más grandes monarcas de la dinastía, comparable al fundador de la misma, Seleuco. Al ascender al trono heredó un Estado muy desorganizado. Sus primeras campañas militares, que no fueron comandadas por él sino por sus generales, contra la Judea de los Ptolomeos y contra los sátrapas griegos sublevados de Media y Persia, fueron un fracaso. Pero pronto dominó absolutamente las sublevaciones. Recuperó el control de gran parte de Asia Menor, aunque tuvo que tolerar la independencia de Pérgamo, Bitinia y Capadocia. En 212 forzó al rey de Armenia a reconocer su supremacía. En 209 A.C. invadió Partia y la obligó a una paz ventajosa. Este mismo año siguió hacia el Este, contra el reino griego rebelde de Bactriana, y si bien no reanexó el territorio, impuso también convenientes condiciones de paz. Siguió al Valle de Kabul y forjó una alianza con el gobernante indio local, Sofagaseno. Hacia el año 206 inició el camino de regreso. Partiendo desde Seleucia dirigió en 204 una campaña en dirección al Golfo Pérsico, hacia la costa de Arabia. Posteriormente, en 199 A.C. expulsó definitivamente a los Ptolomeos egipcios de Judea. Luego inició una campaña contra las costas rebeldes de Asia Menor, y al amenazar a las ciudades costeras de Esmirna y Lampsaco, éstas solicitaron el apoyo de la ya poderosa y entrometida Roma. Así empezó la gran guerra entre los Seléucidas y sus aliados griegos, por un lado, y Roma y sus respectivos aliados griegos, por la otra, que amerita contarse en cierto detalle en estas líneas, y que se libró, como conflicto global, en infinidad de teatros militares diversos. Para estos momentos © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 77 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Antíoco El Grande tenía como huésped y asesor militar ni más ni menos que al grande y feroz antirromano Aníbal. Antíoco, tomando la iniciativa, cruzó con sus tropas a Tracia en 196 A.C., aprovechando que los romanos, ya establecidos como garantes de la paz en Grecia, habían evacuado la Hélade. Ante la inactividad romana, en 192 A.C. Antíoco invadió Grecia, siendo designado líder de la conflictiva Liga Etolia. En 191 los romanos contraatacaron y cercaron a Antíoco ni más ni menos que en las históricas Termópilas, obligándolo a retirarse a Asia. Al año siguiente, en 190 A.C., el general romano Lucio Cornelio Escipión, más conocido como Escipión El Asiático (para diferenciarlo de su aun más famoso hermano Publio Cornelio Escipión El Africano), derrotó al rey seléucida en la Batalla de Magnesia. Antíoco no siguió adecuadamente los consejos del experimentado Aníbal, que tanto conocía la capacidad militar romana, y esto con seguridad lo llevó a la derrota. De cualquier forma, Aníbal, que no se sentía cómodo en el mar, comandó la flota seléucida en la Batalla de Eurimidonte, siendo esta vez derrotado por sus enemigos romanos y rodios. Consecuentemente, a raíz del tratado de Apamea (188 A.C.) Antíoco renunció a toda Asia Menor al Norte de la cordillera del Taurus, muriendo poco después durante una campaña en Persia. Al momento de su fallecimiento, su reino, aún poderoso y extenso, abarcaba todavía toda Siria, Cilicia, Judea, Mesopotamia, Babilonia, y el Cercano Irán (Media y Persia). Fue sucedido por su hijo Seleuco IV Filopátor (187-175), quien se vio enfrentado al problema de pagar las altas reparaciones debidas a Roma. Asesinado por su ministro Heliodoro, y con su hijo y heredero Demetrio retenido en Roma como rehén, se hizo ilegítimamente del poder su hermano Antíoco IV Epífanes (175-164). Durante este reinado de Antíoco IV los Seléucidas ocuparon en 170 prácticamente todo Egipto, menos Alejandría, pero se retiraron para evitarse problemas con Roma, volviendo a atacar nuevamente en 168. Y acá tiene lugar una importante anécdota histórica que amerita ser contada: Antes de llegar a Alejandría, el camino de Antíoco IV fue bloqueado por un hombre en solitario, el viejo embajador romano Cayo Pompilio Lena, quien entregó a Antíoco el mensaje del Senado de que le señalaba que si no evacuaba Egipto y Chipre, territorios ptolemaicos ambos, se encontraría en guerra con Roma. Antíoco pretendió dilatar la respuesta diciendo que iba a analizarla. Ante esto el orgulloso y viril enviado romano trazó en la arena un círculo alrededor de Antíoco, conminándolo a tener una respuesta antes de abandonar el círculo. Ante el peligro de guerra con Roma, Antíoco IV accedió a retirarse. Ahí el senador romano le dio la mano en señal de paz. Estando Antíoco en Egipto surgió un falso rumor de que estaba muerto. Esto produjo un levantamiento en Judea, ahora ya parte de su reino, y una rebelión contra el Sumo Sacerdote designado por los Seléucidas, quien tuvo que huir. En venganza Antíoco entró en 167 a Jerusalén ejecutando a mucha gente. En represalia, si bien apoyó a los judíos helenizados, prohibió los ritos judío-ortodoxos y ordenó el culto a Zeus como dios supremo. Cuando los judíos rechazaron estas exigencias, Antíoco envió un ejército y arrasó Jerusalén. Esto trajo como consecuencia la rebelión de los Macabeos, que para 164 A.C. había logrado finalmente, tras muchos siglos, crear un Estado independiente hebreo en Judea, el primero en 400 años, con una dinastía nacional propia. Más adelante volveremos nuevamente sobre este reino independiente de los Macabeos. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 78 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Al morir Antíoco IV, hombre de extraña personalidad, según muchos bordeando la locura, dejó un Estado relativamente estable, pero ya muy desgastando y con fuertes problemas dinásticos, pues teóricamente hablando él no era el rey De Jure, sino Demetrio, hijo primogénito de Seleuco IV, retenido en Roma. Lo sucedió su pequeño hijo Antíoco V Eupátor (164-162), bajo la regencia del general Lisias. Pero Roma manejaba ya los hilos, pues sabía que la simple posibilidad de liberar a Demetrio desestabilizaba a cualquier gobierno De Facto seléucida. Asesinado Licias, Demetrio I Sóter (162-150) logró finalmente escapar de Roma y ser reconocido como rey legítimo. Se haría famoso por contener el poder de los Macabeos de Judea, y por sofocar en 160 la revuelta en Babilonia del sátrapa griego local Timarco, que –como era costumbre- trató de convertirse en rey independiente. 41.- El Reino Seléucida reducido a Siria. Demetrio I fue derrotado y muerto por una muy particular rebelión, auspiciada por los enemigos del monarca legítimo y hasta apoyada por Roma y el rey de Egipto. Los conspiradores proclamaron rey al abiertamente falso usurpador, natural de Esmirna, Alejandro Balas (150-145), quien decía ser hijo de Antíoco IV. Hasta contrajo matrimonio con Cleopatra Thea, hija de Ptolomeo VI Filométor de Egipto. Pero no pudo mantenerse largo en el trono. Fue derrocado por Demetrio II Nicátor, hijo de Demetrio I, y quien reinó en dos períodos (145-138 y después 129-126) y también casó con Cleopatra Thea. Por un tiempo tuvo como co-rey a su protegido Antíoco VI Dionisio (145-140). Demetrio II tuvo que librar una larga lucha contra la población de Antioquía, que inclusive había llegado a ofrecerle el trono seléucida a Ptolomeo VI de Egipto. Tras una ardua lucha logró imponerse, pero sin gran respaldo popular. En eso se gestó definitivamente el comienzo del fin del una vez gigantesco Reino de Asia de Seleuco. La amenaza vendría desde Oriente, del lado de los partos. Aparece en la historia Mitrídates I, quien fuera “Gran Rey” de Partia entre los años 171-138 A.C. Ya en 167 A.C, aprovechando los conflictos occidentales de Antíoco IV, Mitrídates había conseguido apoderarse de la parte de Afganistán todavía bajo dominio griego. Después, al tratar la historia del Reino de Bactriana analizaremos la tragedia histórica que esto significó para el helenismo oriental. El año 148 A.C. el mismo Mitrídates conquistó Media y en 144 A.C. se apoderó de la antigua Babilonia. Pero el golpe más mortal para los griegos seléucidas llegó en 141 A.C. cuando las tropas partas alcanzaron el resto de Mesopotamia y conquistaron la rica ciudad griega de Seleucia. A los pocos meses Mitrídates se hizo coronar rey en Seleucia, y esta gran metrópoli helénica pasó a convertirse en la capital occidental del Reino Parto, si bien por siglos siguió manteniendo su carácter puramente griego. El propio Mitrídates se había proclamado Filoheleno (Amigo de los Griegos), e hizo honor a su autodesignación. Es interesante ver como las monedas de los reyes partos de la época muestran caras de rasgos griegos, con tocados a la usanza griega, y en lengua griega. Una cosa era para él la admiración a la cultura griega, y otra el objetivo político de quebrar el poder de los monarcas griegos. Finalmente, en 139 A.C. Mitrídates incorporó definitivamente Persia a su imperio. Pero el máximo triunfo de Mitrídates fue la captura en batalla en 139 A.C. del rey Demetrio II, quien después de eso tuvo que pasar 10 años bajo cautiverio parto. Inclusive, durante el cautiverio casó con la hija de Mitrídates y tuvo hijos con ella. A © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 79 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. pesar de esa muy aparente felicidad familiar, Demetrio trató, infructuosamente, de escapar dos veces. Habiendo el Reino Seléucida perdido gran parte de su territorio, la dinastía sobrevivió en Siria bajo la persona de Antíoco VII Evergetes (138-129), hermano de Demetrio II, quien, para variar, también contrajo matrimonio con Cleopatra Thea. El año 130 Antíoco VII atacó Partia, y el monarca parto, Fraates II, para dividir a su adversario, liberó a Demetrio II, obviamente tratando de provocar una guerra civil. Pero Antíoco VII fue derrotado antes de que tuviera efectos la liberación de Demetrio II, y éste logró recuperar el trono de lo quedaba de su reino, en Antioquía. Pero su segundo reinado no fue largo. Murió asesinado en 126 A.C. a instigación de su esposa, la reiterativa Cleopatra Thea. Lo sucedieron ella misma y sus dos hijos, Seleuco V Filométor (126-125), asesinado por su propia madre, y Antíoco VIII Grifo (125-96). Contra éste Antíoco VIII se levantó su primo Antíoco IX Eusebio (114-96), hijo de Antíoco VII, lo que condujo a una larga guerra civil, de más de una generación. Antíoco IX murió en batalla a manos de Seleuco VI Epífanes (96-95), hijo de Antíoco VIII. Ahora serían los descendientes de los antiguos parientes enemigos que se enfrentarían en una guerra sin fin, controlando partes del escaso territorio que quedaba a su disminuido reino: Antíoco XI Epífanes (95-92), Demetrio III Eucarios (95-88), Antíoco X Eusebio (95-83), Filipo I Filadelfo (95-83) y Antíoco XII Dionisio (87-84). Esta guerra de tantos reyes autonombrados condujo a lo poco que quedaba del reino seléucida a la postración más absoluta. Para esos momentos no comprendía ya más que Antioquía y unas cuantas ciudades de Siria. En esto apareció en escena el rey Tigranes El Grande, Rey de Armenia, otro monarca oriental semi-helenizado. Ante el desorden que reinaba en lo que quedaba del reino seléucida, el año 83 A.C. la población de Siria ofreció a Tigranes la corona del reino. Su tropas ocuparon Cilicia y Fenicia, y barrieron con el reino seléucida. Paralelamente, en Antioquía se estableció un gobernador armenio. Por el Sur su reino se extendió hasta el puerto de Ptolemais, después conocido como San Juan de Acre. Muchos de los habitantes de las ciudades conquistadas fueron transportados en masa a poblar su nueva capital de Tigranocerta. De cualquier forma, la historia del reino seléucida no estaba totalmente terminada. El año 69 A.C. los romanos derrotaron al terrible rey Mitrídates de Ponto, del cual Tigranes era cuñado y aliado. Esto trajo consigo el reestablecimiento por los romanos de una sombra de reino Seléucida, ya oficialmente como Estado cliente de Roma. Se instaló en el trono a Antíoco XIII Asiático (69-64). Depuesto finalmente por Pompeyo, y asesinado, se entiende que con él termina oficialmente la dinastía de los Seleucos. De cualquier forma otras fuentes consideran como tal al rey Filipo II Filorromano (6563), que gobernó un año más una porción del reino, hasta ser finalmente depuesto por los romanos. Así dejó de existir lo que una vez fue el más poderoso y extenso de los reinos sucesores del imperio de Alejandro. 42.- El Reino de los Ptolomeos o Lágidas en Egipto. La tradición histórica, derivada de una cronología establecida en el siglo III A.C., y que a decir verdad -a pesar de diversos errores que ahora es posible detectar- es bastante exacta y por ello no ha sido substancialmente modificada, nos habla de XXXI Dinastías entre un período que va desde el año 2950 hasta el 332 A.C. En términos generales la estructura de los períodos es la siguiente: © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 80 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. - Período Dinástico Temprano (2950-2575 A.C.), Dinastías I a III. Imperio Antiguo (2575-2125 A.C.), Dinastías IV a VIII. Primer Período Intermedio (2125-2010 A.C.), Dinastías IX/X y XI (reinados iniciales). Imperio Medio (2010-1630 A.C.), Dinastías XI (últimos reinados) a XIII. Segundo Período Intermedio (1630-1539 A.C.), Dinastías XIV a XVII. Imperio Nuevo (1539-1069 A.C.), Dinastías XVIII a XX. Tercer Período Intermedio (1069-664), Dinastías XXI a XXV (las primeras de origen libio y la última nubia). Período Tardío (664-332), Dinastías XXVI a XXXI. Este período tardío requiere un poco más de explicación, por su cercanía a la civilización griega. La XXVI Dinastía, nativa o semi-nativa (de origen libio), fue la que entró en contacto con los griegos. La así llamada XXVII Dinastía (525-404 A.C.) corresponde al primer período de dominación persa, con los reinados, como faraones, de Cambises, Darío I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II. Las Dinastías XXVIII a XXX (404343 A.C.) corresponden a gobernantes nativos de un corto período de independencia egipcia), en el cual los griegos tendrían una intervención determinante como aliados de los egipcios nativos en contra de los enemigos comunes. Finalmente, la así llamada XXXI Dinastía (343-332 A.C.) corresponde al corto período de reconquista persa. Pero además de estas XXXI Dinastías numeradas, se considera la existencia de dos dinastías griegas no numeradas: la primera, la Dinastía Macedónica (332-309 A.C.), con Alejandro III (332-323 A.C.), Filipo III Arriedo (323-317 A.C.) y Alejandro IV (317309 A.C.); y la segunda, en la práctica desde 309 (oficialmente desde el 305) A.C. y hasta 30 A.C., la Dinastía Ptolemaica. El Reino Helenístico de Egipto, fundado en 305 por Ptolomeo I Sóter, sería menos extenso que el Seléucida, pero a lo largo de su existencia demostraría ser mucho más homogéneo y estable. Llegaría a ocupar, además de Egipto y Cirenaica en África, también gran parte de la costa de Siria y la isla de Chipre. Todavía al final de sus días controlaría sólidamente todo Egipto y Chipre. Su capital, Alejandría, sería el más importante centro del helenismo. Los monarcas macedonios llegaron a convertirse en verdaderos faraones griegos. Pero el dominio griego estaría más de una vez en conflicto con la población nativa egipcia. Las ciudades del interior seguirían sólo parcialmente helenizadas, apegadas a la cultura tradicional. De cualquier forma, los nuevos reyes griegos supieron acercarse a la cultura local, apoyándose en el culto oficial tradicional egipcio, favoreciendo a los sacerdotes, renovando sus antiguos templos, y muchas veces, inclusive, construyendo nuevos templos exactamente en el antiguo estilo faraónico. Muchos de los templos que han llegado hasta nosotros y que estilísticamente parecen puramente faraónicos, son en realidad reconstrucciones o simplemente nuevas construcciones de la época ptolemaica. Pretendieron ser –y lo lograron- faraones de acuerdo a la tradición egipcia. Cuando en 305 A.C. Ptolomeo I Sóter se autoproclamó faraón de Egipto, heredó automáticamente la divinidad de Alejandro y de los antiguos monarcas faraónicos. Hasta ese momento era simplemente el sátrapa griego que administraba Egipto en nombre de los sucesores simbólicos de Alejandro residentes en Babilonia. Inicialmente mantuvo la capital en la antigua Menfis, ciudad que a lo largo de los siglos siguió siendo esencialmente egipcia, pero convirtió a Alejandría en la gran metrópoli griega que la historia conoce. Mandó construir la gran biblioteca y el también famoso museo. Ptolomeo recuperó el cuerpo de Alejandro –aparentemente se apoderó de él cuándo era trasladado desde Babilonia a Macedonia para su entierro oficial- y lo llevó a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 81 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Alejandría, donde, en un sepulcro grandioso, estuvo visible por siglos -por ejemplo para César- por lo menos hasta tiempos de los emperadores romanos de la dinastía de los Severos. No hay duda que la obra de Ptolomeo I sería, indiscutiblemente, la más duradera de todas las surgidas de los compañeros de Alejandro. Tal vez porque Ptolomeo, realista en sus planes, nunca pensó en apoderarse de todo el imperio alejandrino sino que se contentó con hacerse fuerte en Egipto y ahí fundar su dinastía. Es de hacer constar también que Ptolomeo, también educado por Aristóteles, al igual que Alejandro, fue un hombre de gran cultura. El mismo redactó una biografía de primera fuente de Alejandro Magno, pero esta obra desgraciadamente no llegó a nosotros. Seguramente se perdió junto con otros tesoros de la Gran Biblioteca de Alejandría. A su muerte en 283 A.C. su Estado incluía Egipto, Cirenaica y la isla de Chipre, así como parte del Egeo y Palestina. Su hijo Ptolomeo II Filadelfo (283-246) trasladó definitivamente la capital desde Menfis a Alejandría. A él le corresponde haber edificado el mundialmente conocido Faro de Alejandría, al cual luego nos referiremos en más detalle al tratar de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Conquistó finalmente gran parte de la costa Siria, hasta Fenicia. Fue, además, el primero que adoptó la tradición faraónica egipcia, tan ajena a los griegos, de casarse con su hermana para perpetuar la dinastía. Su hijo Ptolomeo III Evergetes (246-222) heredó un reino muy saludable, y mantuvo la prosperidad. En guerra contra los seléucidas conquistó Siria y llegó hasta Babilonia, de donde trajo de vuelta a Egipto grandes tesoros egipcios capturados siglos atrás por los persas, situación que fue muy apreciada por la población nativa egipcia. Con Ptolomeo IV Filopator (222-204) las riendas del poder empiezan a quedar en manos de ministros inescrupulosos y monarcas incapaces o infantes. Da inicio la decadencia del reino lágida y comienzan a producirse alzamientos de los egipcios nativos. En algún momento las tropas egipcias del ejército de Ptolomeo IV, que habían luchado victoriosamente contra los seléucidas, se alzaron contra el desgobierno y por un corto tiempo (205-186 A.C.) llegaron a establecer un efímero reino propio –con una dinastía local- en el Alto Egipto, en desafío de la dinastía griega. Finalmente este territorio escindido fue reconquistado por los griegos. Ptolomeo V Epífanes (204-181), hijo del anterior, con el fin de acercarse a la población nativa, se hizo coronar de acuerdo al rito tradicional faraónico en un acercamiento al clero de la religión tradicional egipcia. En este reinado Egipto perdió definitivamente ante sus rivales sus últimas posesiones en el Egeo y Siria/Palestina. Después la lista oficial de monarcas es bastante larga; pero, para no convertir esto es un listado de intrigas, regencias y asesinatos, dejamos fuera del siguiente listado a varios usurpadores y a numerosas reinas consortes o regentes, seis de ellas con el nombre macedonio de Cleopatra. La lista oficial de subsiguientes monarcas es la siguiente: Ptolomeo VI (181-145 A.C.), quien fuera sucedido por su pequeño hijo Ptolomeo VII Neo Filopátor (145 A.C.). Asesinado éste, fue sucedido por su tío Ptolomeo VIII Evergetes II (145-116 A.C.), detestado por la población alejandrina, aunque aparentemente apreciado por la población nativa, que con él empezó a ocupar altos cargos en la administración del Estado y el ejército. Pero con Ptolomeo VIII la situación económica y política decayó mucho. Lo sucedieron alternadamente Ptolomeo IX Sóter II (116-110, 109-107 y 88-81 A.C.) y su hermano Ptolomeo X Alejandro I (110-109 y 107-88 A.C.). La siguiente monarca fue Berenice III (81-80 A.C.), en este caso no como consorte sino como reina legítima, la cual por imposición del dictador romano Sila casó con Ptolomeo XI Alejandro II (80 © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 82 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. A.C.), quien a poco de asumir el trono la mandó asesinar. El pueblo se rebeló y Ptolomeo XI fue asesinado. Alejandría eligió como rey a un hijo bastardo de éste último, Ptolomeo XII Neo Dionisio (80-58 y 55-51). Esta ilegitimidad fue invocada por el Senado de Roma, que ya pretendía la anexión de Egipto. Ptolomeo XII logró mantenerse en el poder acercándose a Pompeyo y Julio César, pero no pudo impedir que Roma se anexase la isla de Chipre en 58 A.C. De cualquier forma, durante el período 58-55 A.C. Ptolomeo XII fue desplazado del poder por su hija Berenice III. Restaurado Ptolomeo XII en el trono, dejó como herederos a sus dos hijos: Ptolomeo XIII Teo Filipátor (57-47 A.C.) y la mundialmente famosa Cleopatra VII (51-30 A.C.), los cuales por decisión testamentaria debieron, a la usanza incestuosa egipcia, contraer matrimonio. Enfrentados luego los dos hermanos, Cleopatra huyó de Egipto para recabar ayuda externa con el fin de derrocar a su hermano y co-monarca. Esto coincidió con la guerra civil romana entre Julio César y Pompeyo, a la cual luego nos referiremos en más detalle. Habiendo sido Pompeyo derrotado por Julio César en Farsalia, se refugió en Egipto, donde fue traicioneramente asesinado por funcionarios de Ptolomeo XIII, que esperaban congraciarse con César. Pero esto, como la historia muy bien lo recalca, provocó la furia de César. En el intertanto, Cleopatra volvió con un ejército propio a Alejandría y –con la venia de César- derrocó a su hermano. En 47 A.C. Cleopatra VII fue proclamada co-reina, ahora junto con su otro hermano Ptolomeo XIV Filópator II (47-44 A.C.), al cual luego ella mandó asesinar. En esto se desarrollaba paralelamente el mítico romance entre la bella reina greco-egipcia y el dueño del mundo romano. El año 47 A.C. nació Cesarión, hijo de César y Cleopatra, al cual ésta, habiéndose desembarazado de su inconveniente hermano, asoció al trono bajo el nombre de Ptolomeo XV Filópator Filómetor César (44-30 A.C.). El resto de la historia de Cleopatra con Julio César – primero- y Marco Antonio –después- es conocida. Muertos el año 30 A.C. Cleopatra y Cesarión/Ptolomeo XV, con ellos se extinguió la dinastía Lágida de Egipto y el país pasó al control directo de Roma. De cualquier forma, es de tener en cuenta que a partir de Ptolomeo III la dinastía lágida no había tenido vuelto a tener en el trono a una persona realmente de valía. Cleopatra, mujer inteligente y extremada culta, además de políglota, si lo era. Si bien falló en su intento de resistencia a Roma, no cabe duda que tenía razones intelectuales de sobra para fascinar a Julio César y Marco Antonio. En este reino greco-egipcio la cuestión idiomática revestiría natural importancia. Pero, tal sería el dominio del griego que, excepción hecha de la última reina lágida, la famosa Cleopatra, ningún otro miembro de la dinastía aprendió nunca a hablar el rico idioma nativo egipcio. Esta lengua presentaría diversos grados de evolución natural, tanto en la escritura como en la parte hablada, de forma que para la época del dominio helenístico, que también comprende en la práctica el romano, había surgido ya la forma que actualmente llamamos copto. La escritura jeroglífica tradicional subsistió en lengua egipcia por mucho tiempo, aunque ya en la época persa había aparecido adicionalmente un tipo de escritura simplificado llamado “Demótico”, que a su vez fue reemplazado ya en la Era Cristiana por el alfabeto griego adaptado al copto. Consecuentemente, durante el período helenístico de Egipto, el idioma griego y el egipcio nativo coexistieron mano a mano, y éste con dos formas de escritura, la tradicional, y la simplificada. Pero con el paso de los siglos ambas escrituras egipcias, especialmente la jeroglífica, cayeron en el olvido y su conocimiento se perdió. El nuevo Cristianismo egipcio, enemigo del paganismo, y la conquista árabe musulmana coadyuvarían mucho a esto. No sería hasta que en 1799 se encontrara en Egipto la llamada “Piedra Rosetta” que comenzaría el proceso de recuperación de este idioma perdido. El hecho de que se tratara de un mixto texto, de un edicto real de Ptolomeo V © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 83 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. en griego y en escrituras egipcias demótica y jeroglífica, permitió en 1822 al francés Jean-François Champollion, sobre la base del griego, la lengua conocida, y con ayuda de los conocimientos ya existentes del demótico, descifrar el texto jeroglífico. Con esto empezó el largo proceso por el cual los lingüistas lograron desentrañar todo una antigua forma de escritura que se creía perdida para la ciencia histórica. 43.- La Gran Biblioteca de Alejandría. La Gran Biblioteca de Alejandría, fundada por Ptolomeo I y acrecentada por sus inmediatos sucesores Ptolomeo II y Ptolomeo III, sería la mayor depositaria de cultura del mundo antiguo, con miles y miles de ejemplares de libros y papiros, originales y copias, de las más importantes obras del pensamiento, no sólo helénico, sino egipcio, caldeo, y hasta judaico. Su competidora, pero desde luego a un nivel inferior, sería la biblioteca de la ciudad de Pérgamo. Los faraones griegos se empeñarían en convertir a su Gran Biblioteca en la más importante fuente de conocimiento de la Antigüedad. Gastarían fortunas en hacerse de las más preciadas obras literarias y científicas. En alguna ocasión el rey Ptolomeo III dirigió una carta a todos los monarcas del mundo pidiendo le hicieran llegar sus obras para copiarlas. Todo barco que llegaba a Alejandría era cuidadosamente revisado y si algún libro se encontraba en su interior era entregado forzosamente a copistas oficiales: el original quedaba confiscado en la biblioteca, y la copia es la que era devuelta a sus propietarios. En los mismos términos, las aduanas revisaban cuidadosamente que nadie sacara libros de Egipto. No importaba el precio que hubiera que pagar por los libros. El mismo Ptolomeo III consiguió, tras muchas presiones, que la ciudad de Atenas le prestara para copiado sus preciosos manuscritos de Esquilo, Eurípides y Sófocles, y como garantía de que no se apropiaría de ellos el rey entregó en prenda una cantidad desorbitante e increíble de dinero. El rey no cumplió su compromiso de devolver los originales, y ni siquiera mandó de vuelta las copias, y simplemente, sin ningún remordimiento, dejó que Atenas se quedara con la gigantesca garantía que había dejado. Según él, había salido ganando en la negociación. Una de las grandes tragedias de la historia sería el incendio involuntario, el año 49 A.C., durante los disturbios resultantes de la ocupación de Alejandría por Julio César, que afectó a parte de la gran biblioteca. A pesar de la gran pérdida que esto significó, aparentemente la destrucción no fue total. De cualquier forma, la biblioteca fue reconstituida en gran medida despojando a la biblioteca de Pérgamo de sus tesoros. Esto fue un regalo personal de Marco Antonio a Cleopatra. El destino final de esta biblioteca se pierde en las nebulosas de la historia. Puede que nuevamente haya habido pérdidas substanciales durante las masacres perpetradas en Alejandría durante el reinado de Caracalla, o por terremotos a mediados del siglo IV, o por la acción incendiaria de grupos fanáticos cristianos a comienzos del siglo V. La tradición atribuye la destrucción final a la conquista árabe del siglo VII. No está realmente claro si la destrucción se debió a los combates derivados de la larga defensa de la ciudad por las tropas romanas, o a destrucción planificada de Alejandría que siguió por parte de los árabes. Una tradición histórica cuenta que el propio califa mandó su destrucción bajo el argumento de que si los conocimientos guardados en la biblioteca iban contra las enseñanzas del Corán, entonces no podían conservarse, y que, si decían lo mismo que el Corán, entonces estaban de más. Los musulmanes fueron muy respetuosos del Cristianismo, pero dado que la biblioteca guardaba mayormente materiales de la época pagana, sería posible tal proceder. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 84 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 44.- Los Sabios Alejandrinos. Varios matemáticos y pensadores brillantes nacieron fruto de esta civilización helenística, y todos bien estudiaron o bien dejaron sus obras en la biblioteca de Alejandría. Desde luego el más importante es el siracusano Arquímedes (287-212 A.C.), cuya participación en la historia de Siracusa es muy conocida. Dentro de sus invenciones no bélicas podemos mencionar el llamado “Tornillo de Arquímedes”, un sistema para elevar agua. Cuenta la tradición que a instancia del tirano Hierón II de Siracusa, Arquímedes se vio en la necesidad de descubrir el llamado “Principio de Arquímedes”, el principio de desplazamiento de la masa de los cuerpos, y que lo hizo al ver como el nivel del agua ascendía en los baños de Siracusa. Es conocida la frase “Eureka, Eureka” (Lo Descubrí, Lo Descubrí) con que habría salido gritando de felicidad. En fin, en realidad son muchos los descubrimientos e inventos adscritos a éste, tal vez el más importante matemático de la Antigüedad. Muy importante sería el también matemático Euclides, el llamado “Padre de la Geometría”, quien vivió en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo I, hacia el año 300 A.C. Hasta el día de hoy son leyes de la geometría varios de los llamados Teoremas de Euclides. Por otra parte, Aristarco de Samos (310-230 A.C.), residente en Alejandría, tras un largo estudio llegó a la conclusión de que el sol permanecía inmóvil mientras que la Tierra y los planetas giraban a su alrededor. Esta teoría heliocéntrica chocaba con las posturas geocéntricas imperantes en la época, especialmente defendidas por Platón y Aristóteles, así que aparentemente tuvo escasa difusión o por lo menos poco respaldo. Las obras de Aristarco se han perdido en gran medida, pero sabemos de esta teoría por obras de terceros, especialmente Arquímedes, también contrario a su postulado heliocéntrico. Igual de trascendentales serían los descubrimientos de Eratóstenes (276-195 A.C.), natural de Cirenaica, parte del Egipto ptolemaico. Primeramente, dándole validez científicas a las observaciones efectuadas desde el Faro de Alejandría de la curvatura de la Tierra en el horizonte al momento de aparecer o desaparecer los barcos, logró demostrar la redondez de la tierra. Luego, efectuando comparaciones entre la llegada vertical –sin sombra- de los rayos solares en un punto del Alto Egipto durante el solsticio de verano y la sombra que a la misma fecha se proyectaba en un punto de Alejandría, y teniendo medida (con la ayuda de los hombres del rey) la distancia exacta (o mejor dicho casi exacta) entre los dos puntos, logró detectar la inclinación la curvatura de la tierra y calcular, con una precisión admirable la circunferencia de la Tierra. Y esto lo lograban los matemáticos griegos de la época, alcanzando prodigios que ni siquiera los astrónomos del Antiguo Egipto ni de Mesopotamia habían aparentemente logrado. 45.- El Reino Griego de Epiro. El origen de este reino es muy anterior a los tiempos de Alejandro Magno, y está íntimamente ligado a su persona. Sus habitantes, al igual que los macedonios, eran étnica y lingüísticamente de estirpe griega, o semi-griega, pero por siglos habían estado alejados de la influencia directa de las polis helénicas. Hacia el año 370 A.C. la dinastía Molosia comenzó a establecer un poderoso reino al Este de Macedonia. En 359 A.C. la princesa molosia Olimpia, sobrina del rey epirota © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 85 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Aribas, casó con Filipo II de Macedonia. Sería la madre de Alejandro Magno. A la muerte de Aribas lo sucedió su hijo Alejandro I de Epiro (350-331 A.C.). Muerto éste lo sucedió su primo Ecides (331-313), siendo destronado por participar en la subsecuente guerra civil de Macedonia en favor de Olimpia, la madre de Alejandro Magno. Reinarían en el intertanto Alcetas II (313-306) y Neoptolemo II (302-297). En esto llegaría al trono el más grande y famoso de los reyes epirotas, Pirro, hijo de Ecides, quien gobernaría en Epiro en dos períodos (306-302 y nuevamente 297-272 A.C.), y como ya hemos visto, también ocuparía entre los años (288-281 y después nuevamente 274-272 A.C.) el trono de Macedonia. Pirro era primo segundo de Alejandro Magno y tendría muchas de sus ambiciones. Sería uno de los más grandes militares de la Antigüedad Clásica. Ya hemos visto páginas atrás sus famosas campañas contra los cartagineses en Sicilia y contra los romanos en Italia. Ahora no es ya necesario repetirlas. Muerto Pirro, lo sucedió su hijo Alejandro II (272-242 A.C.), quien tuvo que lidiar tanto por el trono macedonio como por el propio trono epirota con los monarcas Antígonos de Macedonia. Lo sucedió su hijo Pirro II (255-237), y a éste su hermano Ptolomeo (237-234). La última miembro de la dinastía sería Deidamia II (234-233), hija de Pirro II. Con ella acaba la historia de un reino sorprendente, de muy corta duración. Pero el país siguió existiendo. A la muerte de su última reina, Epiro se convirtió en una República Federal, la Liga Epirota, con su propio parlamento. La Liga se mantuvo neutral durante las dos primeras guerras entre Roma y Macedonia, pero durante la Tercera (171-168 A.C.) se inclinó erradamente a favor de Macedonia. Las consecuencias fueron desastrosas para Epiro. En 167 A.C. la capital fue arrasada por los romanos, y en 146 el país pasó a ser parte de la nueva provincia romana de Macedonia. Durante siglos quedaría alejada del epicentro de la historia. 46.- El Reino de los Atálidas en Pérgamo. Al desintegrarse el imperio de Alejandro y junto con la Guerra de los Diádocos, gran parte de las ciudades de la costa egea de Asia Menor quedaron incluidas en el efímero reino que Lisímaco había establecido en Tracia, que llegaba hasta el Danubio. Desde el año 323 hasta 281 A.C. la ciudad de Pérgamo formó parte de este reino. A partir de 301 A.C. Filatero, general de Lisímaco, tomó el puesto de comandante de la ciudad, en la cual se encontraba depositado un importante tesoro. En 282 A.C. Filatero desertó de Lisímaco y trasladó su obediencia a Seleuco, el cual con esto pasó a ser el monarca nominal de Pérgamo. Pero Filatero logró conservar un alto grado de autonomía frente al rey de Asia, con el título de Dinasta. Durante su excelente gobierno de casi 40 años Filatero construyó la Acrópolis de Pérgamo, y los templos de Demeter y Atenea, entre otros. Pero Filatero era eunuco (las razones de su castración no son claras) y consecuentemente no tuvo hijos, mas fundó una dinastía de hombres capaces que siempre lo mantuvo en un lugar de honor. Las monedas de Pérgamo siempre llevarían su rostro junto al del monarca reinante. Al morir, en 263 A.C., dejó el poder a su sobrino Eumenes I (263-241), todavía bajo la soberanía nominal seléucida. Pero para 261 A.C. Eumenes había derrotado a Antíoco I y gobernaba ya como monarca independiente, aunque sin asumir aún el título real. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 86 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. No teniendo hijos, adoptó a su primo segundo Atalo I Soter (241-197 A.C.), el cual el año 238 A.C. asumió final y oficialmente mente el título de Rey o Basileus. Uno de sus grandes triunfos militares fue la derrota de las gálatas que llevaban una generación saqueando la parte central de Anatolia. Esta victoria fue la que le determinó el título regio. Muy buen general, se convirtió en un importante aliado de Roma, especialmente en la Primera y Segunda Guerras Macedónicas. Creo un rico y poderoso reino, y la historia recuerda que mantuvo una gran relación paternal con su familia. Al morir fue sucedido por su hijo Eumenes II (197-159 A.C.). Leal aliado de Roma, en 188 A.C. recibió en recompensa los territorios de Frigia, Lidia, Psidia, Panfilia y parte de Licia. En realidad los romanos no deseaban administrar directamente Asia Menor, y preferían fortalecer a un aliado confiable, como fue el caso del reino atálida. Uno de los grandes éxitos de Eumenes II fue el engrandecimiento de la Biblioteca de Pérgamo, la única verdadera rival que tendría la Biblioteca de Alejandría en la Antigüedad. De hecho, del nombre de esta ciudad, en asociación a los materiales de conservación de libros de su biblioteca, deriva la palabra pergamino. Al morir lo sucedió su hermano Atalo II Filadelfo (160-138), el cual, continuando la política de lealtad a Roma, prestó a ésta importantes servicios militares. Expandió su reino y fundó las ciudades de Filadelfia y Atalia. A su muerte lo sucedió su sobrino Atalo III (138-133 A.C.), hijo de Eumenes II. La historia es ahora famosa: al fallecer éste, y no teniendo hijos propios ni herederos, dejó su reino en herencia al Senado de Roma. Los romanos la convirtieron entonces en su nueva provincia de Asia. Hubo todavía algunos conatos de rebelión a esta anexión, pero fueron finalmente aplacados para el año 129 A.C. 47.- El Reino de Bitinia. Bitinia es la región de Asia Menor Noroccidental adyacente al Mar de Marmara, esto es, la más cercana a Bizancio y el Bósforo. Formaba parte del Imperio Persa, pero aparentemente al tener lugar la conquista de Alejandro la región ya estaba en Estado de secesión de la monarquía aqueménida. Consecuentemente Bitinia nunca quedó efectivamente incorporado al imperio de Alejandro ni al dominio de sus sucesores. La independencia oficial de Bitinia se considera que tuvo lugar el año 297 A.C., cuando el príncipe Zapoites se proclamó Rey o Basileus. La independencia se confirmó en el reinado del hijo de éste, Nicomedo I (278-255 A.C.), el cual en 264 fundó, como capital de su pequeño reino, la famosa ciudad de Nicomedia. Sus sucesores serían su viuda Etazeta (255-254) y su hijo Zielas (255-228 A.C.). Muerto éste en lucha contra los galos invasores lo sucedió su hijo Prusias I (228-182 A.C.), quien derrotó a los celtas, y es famoso por haberle dado asilo al gran cartaginés Aníbal, fugitivo de Roma. Pero también carga la cruz de, por amenazas de Roma, haber traicionado a Aníbal y haberlo llevado al suicidio. Lo sucedió su hijo Prusias II (182-149 A.C.). Contra él se rebeló, con el apoyo del Senado de Roma, su hijo Nicomedo II (149-127 A.C.), quien mandó ejecutar a su propio padre. Los sucesores fueron su hijo Nicomedo III (127-94 A.C.), y luego el hijo de éste Nicomedo IV (95-74 A.C.). El año 90 A.C. invadió su reino el famoso rey Mitrídates de Ponto, de quien después hablaremos en mayor detalle. Hasta que con ayuda romana el rey legítimo pudo retomar el control de su país en 84 A.C. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 87 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Durante un largo período después de 80 A.C. Julio César se desempeñó en la corte de Nicomedia como embajador de Roma, lo que aceleró el acercamiento a la nueva gran potencia. Por ello, al morir en 74 A.C. Nicomedo IV transfirió el gobierno de su reino a Roma, al igual como un tiempo antes había hecho el rey Atalo III de Pérgamo. A partir de ese momento Bitinia se convirtió en provincia romana. 48.- El Reino de Ponto. Ponto es la región de Asia Menor Nororiental adyacente al Mar Negro o Ponto Euxino. El origen de este Estado es una dinastía persa que gobernaba zonas de población griega, especialmente la ciudad de Cius. Al desintegrarse el imperio persa y luego el alejandrino, la dinastía de Cius logró sobreponerse a los Diádocos y a extender su territorio. Consecuentemente, pasó a ser una dinastía cada vez más helenizada, a pesar de su origen no griego. El fundador del Estado sería Mitrídates I (302-266), quien en 281 A.C. asumió el título de Rey o Basileus. Lo sucedió, como segundo rey de Ponto, su hijo Ariobarzanes (266250), y a éste su hijo Mitrídates II. En este momento, entre los años 250 y 220 A.C., la historia de Ponto se pierde bastante en las nebulosas de la historia, de forma que las fechas de sus monarcas no son muy exactas. Tampoco es fundamental detenernos mucho en ellas. Siguieron posteriormente Mitrídates III (220-183 A.C.), luego Mitrídates IV Filopátor Filadelfo, del cual tampoco se sabe mucho, pero murió hacia 150 A.C., y luego Mitrídates V (muerto en 120 A.C.), gran helenista y mecenas de Atenas, Delos y Delfos. El último miembro de la dinastía sería el formidable Mitrídates VI (119-63 A.C.) El Grande, uno de los más implacables enemigos de Roma, al cual tendremos tiempo de dedicarnos nuevamente en más detalle. De hecho, en gran medida el Reino de Ponto debe su fama a este Mitrídates. Seguramente sin él hubiera pasado sin pena ni gloria por la historia grecorromana. Derrotado Mitrídates, el año 63 A.C., Ponto se convirtió en provincia romana. 49.- El Reino de Capadocia. En Capadocia, en Anatolia Centro-Oriental tomó el control también una dinastía local de origen persa, primero semi y después absolutamente helenizada, que en la práctica ya era casi semi-independiente desde tiempos de Darío III. En realidad, ante los seléucidas los señores de Capadocia tan sólo reafirmaron su independencia. La lista de reyes de Capadocia es larga, y, siguiendo la misma originalidad tan propia de los monarcas helenísticos, gran parte de los mismos se llamaron Ariarartes. El primero, Ariarartes I (331-322) A.C. tuvo que luchar contra los Diádocos, muriendo en el empeño. Siguió un período de control directo macedonio, hasta que en 301 A.C. su hijo adoptivo Ariarartes II (301-280 A.C.) logró recuperar su trono, aunque sujeto a la soberanía del reino seléucida. Fue su hijo Ariamnes (280-230) quien finalmente logró la independencia para su Estado, aunque tan sólo su hijo y co-monarca Ariarates III (262-220 A.C.), dio el gran paso, hacia el año 250, de proclamarse Rey o Basileus de Capadocia. Para ese momento el reino estaba ya altamente helenizado. Los demás miembros de la dinastía serían Ariarates IV (220-163), quien ya entró en conflicto con Roma apoyando © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 88 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. a los seléucidas, pero obtuvo una paz favorable. Vino después su hijo Ariarates V Eusebio Filopátor (163-130), gran protector y promotor de la cultura griega, quien, habiendo estudiado en Atenas, fue además declarado ciudadano honorario de dicha polis. Sería además muy cercano a Roma, lo que acrecentó su reino. Los siguientes monarcas serían Ariarates VI (130-116 A.C.) y Ariarates VII (116-101 A.C.). En esto ya estaba en ascenso el poder del rey Mitrídates de Ponto, quien asesinó a Ariartes VII y puso en el trono capadocio a su propio hijo Ariarates IX Eusebio Filopátor (101-89), contra el cual se rebeló la nobleza capadocia respaldando al heredero legítimo Ariarates VIII Epifanes (101-96 A.C.). Durante un corto período de estos dos reinados superpuestos hubo un directo control póntico, hasta que los romanos repusieron a Ariarates VII. Tras esto se analizó la idea de establecer una república en Capadocia, pero la población prefirió continuar con la monarquía y con apoyo del Senado romano elevó al trono a Ariobarzanes I Filorromano (95-62 A.C.). El ya mencionado y expansivo rey Tigranes de Armenia, aliado de Mitrídates, expulsó a Ariobarzanes tres veces de Capadocia, hasta que éste fue definitivamente repuesto por Pompeyo El Grande, con el territorio de su reino todavía engrandecido. Abdicó luego Ariobarzanes I pacíficamente, dejándole el trono a su hijo Ariobarzanes II (63-51 A.C.). Asesinado éste fue sucedido por su respectivo hijo Ariobarzanes III (51-42 A.C.), el cual apoyó a Pompeyo en contra de Julio César, pero éste, con su conocido don de gentes y magnanimidad, lo mantuvo en el puesto, y hasta acrecentó el reino. Muerto César, su asesino Casio mandó ejecutar al monarca capadocio, por no permitir éste mayor ingerencia romana en su reino. Lo sucedió su hermano Ariarates X (42-36 A.C.), el cual fue depuesto y asesinado por el triunviro Marco Antonio, quien puso en el trono a Arquelao (36 A.C.-17 D.C.). No obstante, después de la batalla de Anzio, este Arquelao abandonó a Antonio y se pasó al bando vencedor de Octavio. El propio Octavio-Augusto agrandó todavía más al reino capadocio. Pero Arquelao no era querido por su pueblo, así que sus súbditos llevaron una acusación en su contra ante el emperador Tiberio, acusándolo de actividades antirromanas. Tiberio entonces lo hizo arrestar y deponer, de forma que el año 17 D.C. Capadocia se convirtió definitivamente en provincia romana. 50.- El Reino Griego de Bactriana. Hacia el año 250 A.C. el gobernador o sátrapa griego de la región de Bactriana, Diodoto I, se rebeló contra el gobierno central seléucida y se instituyó como Rey independiente de un nuevo Estado helénico. Con capital en la ciudad de Bactria, en términos aproximados este reino comprendió lo que ahora serían partes de Afganistán, de las ex-repúblicas soviéticas del Turquestán y gran parte de la India Occidental (el actual Pakistán). Subsistiría como Estado griego hasta alrededor del año 100 A.C., siendo el foco oriental más estable y poderoso que nunca tendría el helenismo en toda su historia. A la muerte de Diodato I fue sucedido por su hijo Diodoto II (239-223 A.C.), el cual fue asesinado por su cuñado Eutidemo I (223-200 A.C.), que fundo su propia dinastía. Éste a su vez fue sucedido por su hijo Demetrio I (200-180 A.C.), quien llevó a su reino a una gran extensión. Inclusive conquistó parte de la India, y a raíz de esta conquista surgió el llamado Reino Greco-Indio, al cual nos referiremos en unas líneas más. A la muerte de Demetrio I su Estado se dividiría en ramas de la misma dinastía, y © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 89 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. con ello la historia de los reinos griegos de Bactriana y la India se bifurcaría, llevando caminos separados. En lo que a Bactriana en específico respecta, hacia 170 A.C. Eucrátides, aliado de los Seléucidas, derrocó a la dinastía de Eutidemos y se hizo del poder. Pero antes de afianzarse tuvo que derrotar a los miembros greco-indios de la misma dinastía. Extendió su reino bactriano hasta el Punjab, pero fue detenido por el rey greco-indio Menandro I. Mientras tanto, por el Oeste surgía el peligro cada vez mayor de Partia, que desde el Oeste atacó a Bactriana y paulatinamente conquistó parte de su territorio. En 167 A.C, el rey Mitrídates I de Partia se apoderó de la ciudad de Herat y de la parte de Afganistán bajo dominio seléucida y bactriano. Esto dejó al mundo griego de Bactriana y de la India definitivamente aislado de las monarquías helenísticas occidentales. Las consecuencias de esto para el helenismo en estas lejanas tierras orientales serían catastróficas. Tras esto, para el reinado de Heliocles I (145-130 A.C.) la Bactriana griega estaba ya muy debilitada, lo que dejó el camino abierto a la destrucción del reino por las incursiones nómadas. Hacia el año 140 A.C. aparecieron los escitas, dejando gran conmoción. En 124 A.C. lo hicieron ahora los tocarios, pueblo indoeuropeo de origen poco claro, que conquistaron completamente el reino greco-bactriano. Esta derrota movió al rey Heliocles a mover su capital desde Bactria hacia el Valle de Kabul. Si bien su dinastía siguió reinando ahí en un territorio reducido, técnicamente con él dejó de existir el Reino griego de Bactriana. Sus descendientes continuaron como monarcas griegos de territorios que serían considerados la parte “occidental” del reino greco-indio, hasta que hacia el año 80 A.C. los mismos tocarios acabaron con el último de estos señoríos, Paropamisos. Su último rey sería Hermeo Sóter, y su capital Alejandría del Cáucaso, cerca de la actual Kabul. Lo interesante es que estos conquistadores tocarios se helenizaron en buena medida y hasta adoptaron el alfabeto griego para escribir su idioma de origen iranio. Durante más de 100 años gobernaron sobre los antiguos territorios griegos, y aparentemente la cultura griega siguió subsistiendo en la región por muchos siglos, hasta poco a poco irse extinguiendo, sin quedar rastro del momento preciso de su extinción. 51.- Los Reinos Griegos de la India. Como ya hemos señalado, el Reino Griego de India surgió hacia el año 200 AC, con motivo de la expansión del reino griego bactriano. Poca gente lo sabe, pero los griegos de Bactriana llevaron el helenismo a territorios de la India adonde jamás había alcanzado a llegar Alejandro. Pero pronto los nuevos territorios indios se escindieron del reino principal, en gran medida por la usurpación en Bactriana por Eucrátides. Esto dejó a miembros de la dinastía previa bactriana gobernando los nuevos territorios de dicho reino en la India. Aparentemente el primer rey griego independiente en India fue Apolodoto, hacia 175 A.C. Para tiempos de Menandro I Sóter (165-130 A.C.) la conquista de gran parte de la India Occidental estaba completada. Pero ya desde los tiempos de Alejandro existían en la región del Indo infinidad de ciudades griegas, que posteriormente, a raíz del tratado de 305 entre Antíoco I y el rey indio Chandragupta, habían quedado aisladas © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 90 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. bajo la soberanía del imperio Maurya. Con la reconquista bactriana estas polis quedaron nuevamente bajo la soberanía de un monarca griego. En realidad este así llamado “Reino Greco-Indio” más que un imperio unificado sería a la larga una sucesión de diversos monarcas, muchas veces rivales entre sí. Desgraciadamente la historia de estos reinos griegos se pierde en la nebulosa de la historia, pues el contacto con Occidente era ya más difícil por su lejanía geográfica del mundo grecorromano. Mucha información de la que disponemos deriva de fuentes indias, que tienden a deformar los nombres griegos, y a la numismática. Las fuentes indias en sánscrito se refieren mayoritariamente a estos greco-indios como yavanas, esto es jonios, seguramente por el dialecto griego que empleaban. Interesante es notar que las monedas tenían inscripciones bilingües, en griego y en lengua nativa, caso único dentro de los reinos helenísticos. En todos los demás reinos helenísticos, e inclusive en los semi-helenizados, las monedas y la administración oficial eran llevadas exclusivamente en griego. El hecho es que los reinos greco-indios “orientales” sobrevivieron a la invasión tocaria y pudieron seguir desarrollando su cultura, pero poco a poco fueron perdiendo presencia y territorio, frente a sus enemigos del Oeste y los Estados propiamente indios del Este. Los datos históricos son escasos, pero dan los nombres de aproximadamente 30 distintos reyes griegos hasta comienzos de la Era Cristiana. En la región del Punjab Oriental el último rey griego registrado por la historia es Strato, cuyo estado fue conquistado por invasores indo-escitas hacia el año 10 de la Nuestra Era. Ahí termina aparentemente la dominación política griega en la India, aunque el idioma y la civilización helénica seguramente perduraron por mucho más tiempo, hasta diluirse paulatinamente y finalmente desaparecer, en un momento histórico imposible de precisar. Pero la avanzada griega dejó inclusive ciertas influencias permanentes muy poco conocidas en la civilización hindú. Por increíble que parezca, todavía se detectan en ella importantes elementos, y hasta palabras, netamente griegos. Por ejemplo, en el campo de la astronomía, los nombres aplicados en la India a las constelaciones, a los signos del Zodíaco, a los días de la semana de siete días, etc. tienen un origen fácilmente comprobable griego. Todo ello herencia de este tan poco conocido reino greco-indio. En el intertanto, muchos de estos griegos de la India habían adoptado la religión budista, que estaba en pleno desarrollo en dicha parte del mundo, e inclusive colaboraron ampliamente a su difusión. Se desarrolló una verdadera cultura grecoindia, de la cual resultó que el elemento racial griego de la India se convirtió en un motor fundamental para la expansión del budismo por las zonas helenizadas del Oriente. Es más, bajo cánones estéticos griegos es que es budismo se extendió por todo el Lejano Oriente asiático, penetrando en el Tibet, Indochina, China y llegando hasta el lejano Japón. Las primeras representaciones físicas de Buda –antes de su posterior orientalización- demuestran claramente la influencia helenística. No es mucha la gente que tiene esto claro. Hasta el día de hoy existen valles recónditos en el Norte de la India donde la población tiene la piel y el pelo muy claros. Se diferencian no sólo de los vecinos indios y paquistaníes, sino también de los pueblos de piel más clara de Afganistán. Pudieran ser restos supervivientes menos mezclados de los antiguos indoeuropeos de tipo indogermánico habitantes de la región. Pero el hecho que estos hombres se consideran, orgullosamente, descendientes de los soldados –concretamente de la retaguardia- de Alejandro Magno. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 91 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 52.- El Reino del Bósforo de Crimea. Debemos mencionar en estas líneas a otro Estado semi-griego, que si bien no derivado de las conquistas alejandrinas, sí podría decirse que era helenístico en el sentido amplio del concepto, por aglutinar bajo una forma helénica elementos tanto griegos como foráneos, en un entorno alejado del centro del helenismo. Nos referimos al Reino del Bósforo de Crimea, en el Quersoneso Póntico. Colonizado en forma extensiva por los griegos, que fundaron muchas ciudades en la península de Crimea, desde mediados del Siglo V A.C. quedó unificado por una dinastía de tiranos, creada por el tracio Espartoco (438-431 A.C.). Sus sucesores conocidos son Sátiro (431-387 A.C.), Leucón (387-347 A.C.) y los hijos de éste Espartoco II (347342) y Perisades (347-310). Después siguieron Eumelo, Espartoco III y Perisades II. Aparentemente la dinastía perduró hasta el año 110 A.C. En algún momento el reino cayó bajó el control del rey Mitrídates El Grande de Ponto, al cual ya nos hemos referido parcialmente. A la muerte de éste, en 63 A.C. mantuvo el trono del Bósforo su hijo Farnaces (63-47 A.C.), quien trató de recuperar su reino en Asia Menor. A éste Farnaces es al que derrotó Julio César en la famosa Batalla de Zela. Tras esto el Reino del Bósforo se sometió como Estado cliente a Roma. Mantuvo una línea de monarcas súbditos de Roma, aunque descendientes de Mitrídates, en su gran mayoría de nombre Tiberio Julio asociado a un complemento griego u oriental, casi sin interrupción hasta el año 341 D.C., en que el reino quedó arrasado por la invasión de los hunos. Sólo en el período 63-68, en tiempos de Nerón, el territorio fue directamente provincia romana, hasta que Galba restauró a la dinastía nativa. Sería el más duradero de todos los Estados clientes de Roma y un foco del helenismo en el Mar Negro. Después, su territorio formaría parte del Imperio Romano de Oriente. 53.- La Hélade bajo la Pax Romana. El dominio romano traería paz a Grecia. Las ciudades continuarían con su autonomía municipal y con sus órganos tradicionales, casi igual que en tiempos de Pericles, pero sin capacidad militar. La Pax Romana sería un bálsamo pacificador para Grecia, pero también, al dominar el alma conflictiva de los griegos, de alguna forma la anquilosó, sin querer. Las ciudades griegas decaerían en gran medida, excepción hecha de la rica Corinto, que, reconstruida por los romanos tras su destrucción, sería la nueva capital de la provincia de Acaya, y en cierta medida también de Atenas. En los reinados de Calígula y Nerón, desgraciadamente, muchas obras de arte de la Hélade serían transportadas a Roma, en lo que constituiría un verdadero saqueo derivado de los caprichos imperiales; aunque algunas –no todas- serían restituidas a sus locaciones originales por emperadores más conscientes como Claudio o Adriano. Hay pues que mencionar un poco la evolución de la vieja Atenas bajo el dominio romano. Durante la Primera Guerra contra Mitrídates de Ponto, a la que nos referiremos en el capítulo siguiente, reaparece en la historia la muy rebelde población ateniense, que no dudó en unirse al enemigo de Roma y se encerró dentro de sus murallas a resistir un largo sitio romano (87-86 A.C.). Nuevamente los romanos fueron magnánimos con los áticos en su victoria, pero aprovecharon de demoler, ahora sí para siempre, las ya famosas y largas murallas de Atenas y El Pireo. La destrucción de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 92 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. las murallas atenienses disminuyó aún más la importancia de la ciudad, pues la privó de su calidad de plaza fuerte. Todavía los atenienses volverían a ponerse del lado “equivocado” en dos ocasiones más, primero durante las futuras guerras civiles entre César y Pompeyo, y luego en la lucha entre los sucesores de César y sus asesinos. En ambos casos los vencedores fueron magnánimos. Pero el propio César hizo ver a los atenienses la suerte que tenían y la protección que les dispensaban las glorias de sus antepasados. Tras esto, Atenas quedaría como un museo viviente, hermosa, con sus famosas instituciones democráticas (el Arcontado, la Bulé, etc.) y sus escuelas filosóficas funcionando por alrededor de 600 años (al menos hasta el siglo VI D.C.), pero cada vez más despoblada, carente de importancia económica y en el letargo más absoluto, hasta el reinado del emperador Adriano, que la revivió por un corto tiempo durante el Siglo II D.C. Este emperador, amante de la civilización griega, construyó en Atenas importantes obras públicas y templos, muchos de los cuales todavía existen. Si a esto sumamos la competencia que le significó el mecenazgo de varios millonarios amantes de la ciudad, muy especialmente Herodes Ático, que también edificó a su costa particular importantes obras de embellecimiento, tenemos un cuadro de la belleza arquitectónica que siguió manteniendo la ciudad de Pericles durante todo el período del dominio romano. Pero en cuanto a importancia estratégica o comercial, nada. Interesantemente, Esparta sí supo ponerse del lado de los vencedores, primero de César contra Pompeyo, después de Octavio y Marco Antonio contra los asesinos de César, y finalmente de Octavio contra Marco Antonio. Esto le permitió un cierto grado de autonomía que se extendió por lo menos hasta fines del reinado de Augusto. Esparta, tierra antaño de héroes, sacó provecho a su pasado, al igual que Atenas, y se convirtió en centro de peregrinación de helenófilos de todo el imperio, un poco lo mismo que Atenas. Un muy buen panorama del estado de la Hélade en la época romana lo representa la Guía de Viaje para romanos adinerados que, bajo el nombre de Descripción de Grecia, escribiera el geógrafo, viajero e historiador Pausanias, del siglo II D.C., aparentemente nativo de Lidia en Asia Menor. Viajó por toda Grecia, Macedonia, Italia, y algunas zonas de Asia y África. La obra de Pausanias es fundamental para saber el estado de Grecia y de sus monumentos en la época de los Antoninos. Casi toda Grecia seguía en perfecto estado de conservación. Este libro ha servido mucho para las excavaciones arqueológicas de los últimos doscientos años en Grecia. Si bien la historia del helenismo no termina aquí, a partir de este momento se mezcla e intercala con la historia, no tanto de la ciudad de Roma en cuanto tal, pero sí con la historia del Imperio Romano. Surgirá una historia común, que durará hasta el fin del Imperio, en 1453. Y sería a tal nivel que en algún momento posterior a la adopción del Cristianismo por los griegos y coincidiendo con el traslado de la capitalidad a la grecoparlante Constantinopla, los propios griegos cristianos, convertidos ahora en nación rectora del imperio, dejarían de llamarse a sí mismo “Helenos” y pasarían a autodesignarse como “Romanos”, un nombre que, orgullosamente, seguirían llevando durante toda la dominación turca otomana. Pero para eso falta todavía bastante. 54.- El Helenismo bajo Roma. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 93 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. De cualquier forma, el helenismo grecorromano fusionado produciría todavía algunas de las más grandes e interesantes obras de la literatura griega de la Antigüedad. En el campo histórico destacó Polibio (200-118 A.C.), griego de la Hélade muy respetado en la Roma republicana en expansión, que escribió sobre una Historia General de tipo universal, enfocada en gran medida al crecimiento de Roma, desde la Primera Guerra Púnica hasta la Destrucción de Cartago y Corinto. En su momento fue enviado como rehén a Roma, y terminó convertido en absolutamente filorromano. Se conservan 5 libros de un total de 40. Es una de las mejores y más objetivas obras históricas de la Antigüedad. Más que una historia heleno-céntrica tiene como foco al crecimiento de la Roma bienhechora del helenismo. Durante el siglo I A.C. vivió el griego siciliano Diodoro Sículo. Las fechas de su nacimiento y muerte están en duda. Escribió la por él llamada Bibliotheca Historica de 40 volúmenes, de los cuales sólo se conservan 15. De otros han llegado hasta nosotros algunos fragmentos aislados y los resúmenes preparados en el siglo X por el emperador Constantino VII Porfirogénito. Dionisio de Halicarnaso (60 A.C.-7 D.C.), quien vivió en Roma gran parte de su vida, escribió su obra arqueológica Antigüedades Romanas, desde los tiempos míticos hasta la Primera Guerra Púnica. De 20 libros de que constaba, sólo se conservan 9, aunque algunos extractos de Constantino VII Porfirogénito complementan bastante del vacío. Ya de la época imperial romana destaca esa tan interesante obra histórica conocida como las Vidas Paralelas de Plutarco (Aprox. 50-120 D.C.), escritor nacido en la histórica Querónea, en Beocia. En un intento de demostrarle a los romanos de su época que no debían menos menospreciar a los ahora subyugados helenos, escribió una obra en la cual primero relataba y luego comparaba las vidas de dos hombres de trayectorias similares, uno griego y otro romano. En algunos casos las comparaciones serían de más de un personaje por lado. Estas comparaciones serían las siguientes: Teseo y Rómulo; Licurgo y Numa Pompilio; Solón y Publícola; Temístocles y Camilo; Pericles y Fabio Máximo; Alcibíades y Coriolano; Emilio Paulo y Timoleón; Pelópidas y Marcelo; Arístides y Catón; Filopemen y Flaminino; Pirro y Cayo Mario; Lisandro y Sila; Cimón y Lúculo; Nicias y Craso; Alejandro y Julio César; Agesilao y Pompeyo; Sertorio y Éumenes; Foción y Catón El Joven; Agis y Cleómenes, y Tiberio y Cayo Graco; Demóstenes y Cicerón; Demetrio y Marco Antonio; Dión y Bruto; Artajerjes y Arato, y Galba y Otón. Hay aparentemente varias biografías perdidas. Todavía un poco posterior es el historiador Flavio Arriano (86-175 D.C.), originario de Nicomedia, amigo de Adriano e importante funcionario imperial. Su gran obra es la llamada Anábasis de Alejandro, un colorido relato de la aventura conquistadora de Alejandro Magno, cuyo título no debe confundirse la mucho más conocida Anábasis de Jenofonte. De hecho Flavio Arriano es a tal nivel considerado un símil de aquél que es llamado el Jenofonte de Nicomedia. El alejandrino Apiano (95-165 D.C.), cercano al emperador Antonino Pío, escribió una historia de Roma en 24 volúmenes, y una historia de Iberia, esto es del Cáucaso. Muy importante cosmógrafo y cartógrafo sería el alejandrino Claudio Ptolomeo (aprox. 90-168 D.C.), quien casi con seguridad no tenía relación alguna con la antigua dinastía lágida. Sobre la base de los conocimientos previos faraónicos y caldeos planteó en su obra conocida –por su nombre árabe- como el Almagesto, una excelente explicación del movimiento de los cielos y de las constelaciones, que, a pesar de ciertos errores © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 94 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. evidentes, especialmente por su geocentrismo, representó una labor titánica de recopilación e investigación, que constituyó posteriormente la base de la cosmografía cristiana. Su otra gran obra, la Geographia, que estuvo perdida hasta comienzos del siglo XIV y apareció milagrosamente en Constantinopla en una traducción al árabe a la que le faltaban los planos, es igualmente sorprendente. Partiendo de la certeza de la redondez de la Tierra dividió el planeta en paralelos y meridianos –latitud y longitud- y describió con gran exactitud la forma del mundo entonces conocido. Esta descripción fue tan perfecta que permitió después a los cartógrafos europeos del Renacimiento reproducir los detalles en un mapa en el cual se apreciaba con un altísimo grado de certeza no sólo el mundo mediterráneo, sino también el Cuerno de África, Arabia, Persia, la costa Atlántica de África y Europa, las Islas Británicas y hasta Dinamarca. Todavía aparecían, pero ya mucho más inexactamente, la India, Ceilán y hasta China e Indochina. Ya aparecida esta obra en Europa, y traducida del árabe al latín, es que surgió en los sabios y navegantes renacentistas –entre ellos Cristóbal Colón- la certeza de que la tierra era redonda. Griego sería también el más grande médico de la época romana, y de hecho de toda la Antiogüedad, Galeno (129-200). Nacido en Pérgamo y educado en Alejandría, se convirtió pronto en el más reconocido médico de todo el imperio, llegando a ser inclusive médico del emperador Marco Aurelio. En Alejandría –único lugar del imperio donde esto era autorizado- aprendió mediante la disección de cadáveres humanos y de animales las claves del funcionamiento del organismo y de la circulación de la sangre y estableció, sobre la base de la higiene, modernos hospitales militares. Escribió prolíficamente, así que mucha de su obra ha llegado hasta nosotros, aunque a causa de su soberbia dejó muchos enemigos entre sus contemporáneos. El helenismo alejandrino de la época romana produjo también la interesante corriente de pensamiento pagano conocida como neoplatonismo. Su fundador fue, en el siglo III de Nuestra Era, el sabio alejandrino Amonio, aunque, al no dejar escritos, se considera realmente como su estructurador al greco-egipcio Plotino (204-270 D.C.). El neplatonismo no fue una simple copia del pensamiento de Platón, sino una adaptación y reinterpretación de la misma. Gran parte de la obra de Plotino fue editada y estructurada en Roma por su discípulo Porfirio. Partió de la base de la existencia de un Creador, al mismo tiempo causa y efecto de todas las cosas, con “emanaciones” del mismo y menos perfectas que él, tales como el intelecto y el alma. Sería, como se aprecia, prácticamente un acercamiento –desde luego virtuoso- del paganismo al monoteísmo. Este neoplatonismo, junto con el estoicismo, representarían las grandes vertientes humanistas del paganismo en sus siglos finales de existencia y sería en gran medida adoptado posteriormente por el Cristianismo. 55.- Las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. La famosa mención de las Siete Maravillas del Mundo corresponde a las que consideraron los griegos de esta época helenística de acuerdo a los criterios de su época: las pirámides de Egipto; el Faro –ubicado precisamente en la isla de Faros- de Alejandría; los Jardines Colgantes de Semiramis, en Babilonia; el Coloso de Rodas; el Mausoleo (tumba del rey Mausolo) de Halicarnaso; el Templo de Artemisa en Éfeso; y –obra de Fidias- la estatua de Zeus en Olimpia. De ellas, actualmente sólo sobreviven las más antiguas de todas, las pirámides faraónicas. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 95 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El faro de Alejandría, con aproximadamente más de 100 metros de altura, iluminaba desde lo lejos a los barcos que se acercaban a puerto. Existía todavía, y estaba en uso, para cuando en 642 D.C. los árabes tomaron Alejandría, aunque aparentemente 50 años después el reflector quedó muy dañado por un terremoto. La construcción todavía existía hacia 1165, pero con la parte superior convertida en una pequeña mezquita. Ya para mediados del siglo XIV estaba en ruinas. Sus restos, hoy en día, dados los movimientos de la costa, estarían sumergidos bajo el mar. El Coloso de Rodas fue destruido todavía en la Antigüedad por los terremotos. Fue el de más corta existencia. Sus dos gigantescas piernas formaban un arco a la entrada del puerto bajo el cual pasaban los barcos. Según cuenta el emperador romano Constantino VII Porfirogénito, sus restos de bronce habrían subsistido hasta la conquista árabe de la isla, en que los nuevos amos le habrían concedido a un comerciante judío el derecho de vender el metal. Para trasladarlo habría necesitado cientos de camellos. La estatua del Zeus de Olimpia aparentemente fue llevada a Constantinopla por Constantino El Grande, y desapareció a causa del saqueo de 1204. El Mausoleo de Halicarnaso, como veremos después, fue destruido por los godos durante su saqueo de Asia Menor hacia el año 256 D.C. Los mismos godos habrían destruido parcialmente en 268 A.C. el Templo de Artemisa en Efeso, y aparentemente algunas de sus columnas fueron reutilizadas en la construcción de la catedral de Santa Sofía en Constantinopla. Los Jardines Colgantes de Babilonia, en realidad una serie de jardines escalonados y superpuestos, supuestamente anteriores a la conquista persa, habrían resistido la decadencia y eventual muerte política de la otrora gran ciudad, hasta su destrucción definitiva por terremotos durante el siglo II de Nuestra Era. 56.- La Invasión de los Celtas o Galos. En entre los siglos V a III A.C. ingresó repentinamente en la historia un grupo de invasores indoeuropeos, que ya llevaban un tiempo acercándose al Mediterráneo. Nos referimos a los celtas o galos. Se trataba de un grupo étnico y lingüístico bastante relacionado al grupo germánico. El proto-celta y el proto-germánico fueron lenguas que partían de un mismo origen, y que se habían separado en una época relativamente cercana de la protohistoria. Eran rubios o pelirrojos, al igual que los germanos, pero menos corpulentos y de facciones no tan finas. Famosas serían sus narices aguileñas, con las cuales los romanos y los griegos nos los han retratado. Habían aparecido en el continente europeo sin que quede mucho registro histórico de su expansión, y en poco tiempo ocuparon una amplia zona del mismo. En su avance por Europa ocuparon regiones de tan diverso poblamiento y densidad como serían, aproximadamente la parte Sur de la actual Alemania, la actual Bohemia, la actual Suiza (Helvecia), gran parte de la Galia o la actual Francia (excepto la región de Aquitana, donde subsistió la población pre-céltica), la parte Noroccidental de España, las Islas Británicas y el Norte de Italia. En España, además, se produciría una fusión de razas en la parte central de la península, de la cual resultaría el pueblo celtíbero. Los celtas o galos desarrollarían una muy propia civilización, especialmente distinguible en la Galia y en Britania, con una estructura religiosa muy particular dirigida por sus particulares sacerdotes o druidas. Nombres como Galia, Gales, Galicia o gaélico dejan © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 96 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. rastro de esta conquista y expansión céltica en Europa Occidental. La mezcla racial entre los primitivos habitantes no-indoeuropeos y los recién llegados celtas, posteriormente latinizados o no, constituiría la base poblacional de gran parte del futuro Imperio Romano. La llegada de los celtas hubiera pasado desapercibida de no haber sido por dos hechos de gran trascendencia histórica. Uno, muy conocido, es el célebre saqueo de Roma por los galos del caudillo Breno el año 390 A.C., al cual luego nos referiremos en más detalle. Junto con esto, los galos se hicieron dueños de toda la Italia al Norte del río Po. Pero todavía mucho más trágica fue la entrada de los galos a los Balcanes. Cuando en el siglo III A.C. el Reino post-alejandrino de Macedonia estaba debilitado, tuvo que enfrentar prácticamente impasible la avalancha de los celtas, que imparablemente arrasaron su territorio y el norte de la Grecia propiamente dicha, llegando a alcanzar y -tras una rauda defensa de las fuerzas aliadas griegas- a franquear (por el mismo sendero de retaguardia que usara Jerjes doscientos años antes), el histórico paso de las Termópilas. Esto ocurría en el año 279 A.C. Hecho esto recorrieron la Grecia histórica, en la primera invasión bárbara que habían visto las orgullosas ciudades en casi 1000 años, y saquearon y destruyeron todo a su paso, hasta que fueron detenidos y decisivamente derrotados por las fuerzas coaligadas griegas en Delfos. Sería la última gran victoria panhelénica que registra la historia de la Antigüedad Clásica. Acontecido esto, los galos volvieron al norte y a través de Tracia cruzaron al Asia Menor. Ahí, después de arrasar las civilizadas regiones de la península, se asentaron definitivamente y fundaron un Estado, que luego se dividiría en varios principados locales. La región ocupada por los celtas en el interior de Asia Menor pasaría a ser conocida como Galacia y sus habitantes, de fama bíblica, serían los gálatas. Pronto los gálatas se asimilarían a los dominados y se helenizarían en gran medida, aunque todavía en tiempos del Imperio Romano se seguiría hablando todavía en Galacia un dialecto céltico. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 97 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. TERCERA PARTE – ROMA Y SU CIVILIZACION 57.- Los Pueblos de la Península Itálica. Antes de poder empezar a involucrarnos en la historia de Roma, debemos analizar los posibles elementos protohistóricos del nacimiento y surgimiento de la cultura latina. Y sobre esto volvemos al punto de partida, milenios atrás, cuando dentro de una rama de la familia de pueblos indoeuropeos que se acercaba al Sur de Europa se produjo una separación geográfica, que determinaría una evolución distinta tanto lingüística como culturalmente. En este caso la separación no se produce en el punto de origen proto-indoeuropeo, sino mucho más acá en el tiempo. De esta división tardía podemos señalar el nacimiento de al menos tres subgrupos lingüísticos: el griego, el albanés, y el itálico. El establecimiento de los grupos de habla griega en los Balcanes ya ha sido analizado; y paralelamente a esto tuvo lugar el establecimiento de los pueblos de habla albanesa, algo al Noroeste del grupo griego. El tercer grupo, llamado itálico, ingresó a la historia bastante después que el griego, instalándose en la Península Itálica, a la cual llegó alrededor del año 1.600 A.C. La afinidad idiomática de este grupo de idiomas con el griego es clara, lo que demuestra la cercanía temporal respecto a su separación geográfica en un pasado no tan remoto. Entrando este pueblo a Italia, se produce una nueva dispersión geográfica dentro de la península, y surgen como efecto del alejamiento distintas comunidades idiomáticas. La más importante para nuestros efectos, aunque no por su extensión geográfica, será desde la nación latina, en la región del Lacio o Latium, en la Italia centro-occidental, de la cual provendría Roma. Pero más al Sur y al Norte de la bota encontraremos otros grupos lingüísticos de la misma familia itálica, tales como los dialectos umbros, en la zona centro septentrional de la península, y los dialectos oscos, en la zona centromeridional. Del grupo umbro serían importantes los dialectos sabino y volsco; del lenguaje osco el pueblo itálico más importante que lo habló sería el samnita, en la región de Samnio. A lo largo de los siglos, y con motivo del avance de Roma hacia el Este y el Sur de la península, estos pueblos serían absorbidos por Roma y a la larga totalmente latinizados. De origen bastante dudoso, pero posiblemente también indoeuropeo, aunque no itálico, encontramos en el Noroeste de la península al pueblo ligur, en la actual región de Liguria. También de origen indoeuropeo, pero emparentados con los ilirios, y no con los itálicos, encontramos a los vénetos, en las Italia nororiental. Como una isla cultural al centro-norte de la península, en la región de Etruria, más o menos coincidente con la actual Toscana, colindando con el Lacio, permanecieron los etruscos, pueblo de avanzada cultura e idioma y etnia desconocidos, del cual, infortunadamente casi nada se sabe. Entre los siglos VIII y V A.C. dominaron militar y culturalmente la sección centro-norte de Italia, y con ello, a las ciudades latinas, entre ellas Roma. Se trata de uno de los casos más raros de la historia, de una civilización altamente desarrollada, que determinó en gran medida el desarrollo de la psiquis latina, que proporcionó gobernantes a Roma y a la larga se fusionó con la aristocracia romana, pero que nadie sabe cuál fue su idioma ni de dónde provino. Su lengua sigue sin descifrar, a pesar de que se escribía en una variante del alfabeto griego, pudiendo ser entonces actualmente leída, mas no comprendida. Lo que si está claro es que no eran indoeuropeos, lo que hace aún más misterioso su origen y ha determinado © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 98 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. infinidad de teorías sobre su aparición en Italia. De cualquier forma, lo más aceptado es que provinieran originalmente de Asia Menor. A similitud de los griegos desarrollaron una estructura de ciudades independientes, asociadas en ligas, pero carentes de un gobierno central. Ha llegado hasta nosotros la palabra Lucomone, el nombre que los etruscos daban a los monarcas de ciudadesestado. Quedan amplias muestras artísticas y pictóricas de la vida cotidiana etrusca, que nos dan una muy buena idea del alto desarrollo cultural de este pueblo y de su interrelación con la civilización griega, y se aprecia claramente lo que los romanos heredaron de sus vecinos, pero tampoco esto aclara las dudas de su procedencia. Con la paulatina expansión romana, los etruscos quedarían totalmente asimilados a la nacionalidad itálica de habla latina, y se convertirían en ciudadanos romanos de pleno derecho. Por la mezcla racial y la endoculturación, simplemente desaparecieron como grupo aislado. Hacia el año 200 A.C. su idioma estaba ya totalmente en retirada, aunque todavía en la época final de la República quedaban algunos eruditos romanos que lo conocían. Aparentemente los últimos campesinos etrusco-parlantes desaparecieron hacia el reinado del culto emperador Claudio, el cual inclusive compiló, usando a las últimas fuentes vivas, un diccionario de palabras etruscas, que desgraciadamente no ha llegado hasta nosotros. Si consideramos que el Sur de la Península fue colonizado por griegos, y que ellos eran mayoritarios o dominantes en Calabria, Apulia y el Golfo de Tarento, además de en los dos tercios occidentales de Sicilia, podemos así fijar el panorama cultural y étnico de Italia durante los siglos que siguieron a la fundación de Roma. Además, debemos agregar a los galos, que ya en la época histórica muy posterior al ingreso de los pueblos itálicos, ocuparon el todo el Norte de Italia más allá del río Po, alterando la estructura étnico-lingüística de la región. 58.- La Leyenda de la Fundación de Roma. Existen dos formas de contar el nacimiento de la metrópolis del Tíber: una histórica pero poco clara, y otra totalmente anhistórica, mitológica, pero mucho más llamativa. Esta segunda versión, la legendaria, forma parte indeleble de la identidad cultural de Occidente y por ello no podemos dejarla bajo ningún aspecto a un lado. De acuerdo a la tradición, Roma fue fundada por el legendario rey Rómulo el 21 de abril del año 753 A.C., en la colina Palatina, junto al río Tíber. Seria el comienzo de la larga y llamativa historia de grandezas y declives de un Estado imperial que sobreviviría 22 siglos y de una urbe, de una Ciudad Eterna, que todavía hoy, a 27 siglos de su fundación, ilumina al mundo e irradia la fuerza espiritual a un amplio sector de la humanidad. Así como para los griegos los años se contarían a contar de los primeros Juegos Olímpicos, el año 776 A.C., para los romanos se contabilizarían a partir de la fundación de Roma, este año 753 A.C. La tradición de los orígenes y la fundación de Roma está consagrada básicamente en los primeros libros de la historia romana De Urbe Condita de Tito Livio, y en el poema épico La Eneida, de Virgilio. El origen de Rómulo estaría en su antepasado el príncipe troyano Eneas, que habiendo dejado Troya con su gente al momento de su toma por los aqueos (hacia el año 1200 A.C.), emprendió un largo viaje hacia Italia, donde finalmente se estableció. Ahí se casó con la princesa Lavinia, hija del rey Latino, y fue consecuentemente el fundador de la raza romana. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 99 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Su hijo fundó la ciudad de Alba Longa, donde sus descendientes reinaron 420 años, hasta tiempos del rey Numitor. Este gobernante fue derrocado por su hermano Amulio. La princesa Rea Silvia, hija de Numitor, tuvo en cautiverio dos hijos del dios Marte, dos gemelos, Rómulo y Remo. Amulio, para evitar la existencia de rivales al trono, los arrojó al Tíber para que se ahogaran, pero lograron sobrevivir amamantados por una loba. De ahí la famosa loba romana, símbolo por siglos de la ciudad. Posteriormente un pastor los crió. Ya mayores, conocedores de su origen, derrocaron al usurpador de Alba Longa y repusieron en el trono a su abuelo Numitor. Pero como ellos tenían deseos expansivos, cerca de Alba Longa decidieron fundar una nueva ciudad. La decisión sobre quién sería el rey de la nueva ciudad se echó a la suerte y a los augurios, dependiendo de qué hermano viera el mayor número de aves. Los augurios beneficiaron a Rómulo, el cual entonces empezó con el arado a trazar la nueva ciudad, en la colina Palatina. Pero como Remo empezó a molestar su trabajo, Rómulo, en un momento de rabia, mató a su hermano. Ante el arrepentimiento, llamó a la nueva ciudad “Roma”, en honor de su hermano muerto. 59.- Los Reyes de Roma. De acuerdo a la tradición Roma tuvo siete reyes electivos. Por primera vez en la historia aparece el cargo de Rex, que luego, de la mano del idioma latino, se internacionalizaría, llegando hasta nuestros días. El primero de los reyes sería el propio Rómulo, quien habría reinado entre los años 753-716 A.C. Rómulo fue quien estableció el sistema social que tanto conocemos. A cien de los ciudadanos más notables los designó “patricios” o “padres” y con ellos constituyó el primer Consejo de Ancianos o Senado. Poco después, con la llegada de nuevos inmigrantes, casi todos varones, Rómulo expandió su nueva ciudad hasta poblar, más o menos desordenadamente, las que serían las Siete Colinas de la urbe: los montes Aventino, Capitolino, Celio, Esquilino, Palatino, Quirinal y Viminal. Una vez acontecido lo anterior, los primeros romanos se encontraron que no tenían mujeres, así que planificadamente invitaron a su ciudad a sus vecinos de las villas sabinas cercanas, y raptaron a sus mujeres, casándose con ellas. Este acontecimiento ha quedado consagrado en la historia como El Rapto de las Sabinas. Ello llevó a un estado de guerra entre Roma y sus vecinos sabinos, que sólo pudo superarse cuando las propias mujeres sabinas intercedieron entre sus esposos romanos y padres y hermanos sabinos para lograr la reconciliación. Con ello se produjo la fusión política entre Roma y los sabinos. El segundo rey habría sido Numa Pompilio (716-674 A.C.), recordado por su sabiduría y piedad. Muchas de las posteriores instituciones romanas, tales como el cargo de Pontífice Máximo o las Vírgenes Vestales, por ejemplo, le han sido atribuidas a este monarca. Se cuenta que acostumbraba escuchar los consejos de su esposa Egeria antes de tomar decisiones importantes, por lo cual hasta el día de hoy se designa con tal nombre a las mujeres políticamente influyentes. Como tercer rey encontramos a Tulio Hostilio (674-642 A.C.). En su reinado tuvo lugar la unificación entre Roma y Alba Longa, ciudades que, de ser hermanas, se habían vuelto ácidas rivales. La tradición señala que, para evitar una destructiva guerra fraticida, tres hermanos trillizos romanos, los Tres Horacios, se enfrentaron a tres hermanos también trillizos albanos, los Tres Curiacios. Inicialmente habían muerto dos © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 100 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. de los Horacios, pero el tercero sobreviviente, logró dar muerte, uno a uno, a cada uno de los Curiacios. Con esto, Roma pasó a controlar a Alba Longa. El cuarto rey fue Anco Marcio (642-617 A.C.), quien expandiría el territorio romano y, en la costa, fundaría el puerto de Ostia. Sería el último monarca verdaderamente romano, pues los siguientes tres serían ya de origen etrusco, aunque gobernarían como monarcas de un Estado latino y no como extranjeros. De acuerdo a la tradición, el quinto rey habría sido Tarquino Prisco o Tarquino el Antiguo (617-579 A.C.), residente extranjero etrusco -pero mitad griego- elegido en forma institucional por el Senado. Fue un exitoso jefe militar que derrotó a diversos enemigos de Roma, bien latinos, sabinos o etruscos, agrandó el territorio del entonces todavía secundario Estado Romano, y trajo gran riqueza y prosperidad. Habría sido asesinado por los hijos de Anco Marcio, que deseaban el poder. Pero el trono recayó en el yerno de Tarquino, el también etrusco Serbio Tulio (579-535 A.C.), quien sería tal vez el más grandes y respetados de los reyes de Roma. Aparentemente no llegó al trono por elección del Senado, sino por apoyo popular. Con Serbio Tulio las murallas de Roma englobaron por primera vez las Siete Colinas de la ciudad. Con esta extensión amplió la masa popular de la ciudad, lo que le permitió efectuar reformas políticas de tipo participativo popular, de tipo democratizador, que tomara en cuenta las nuevas realidades poblacionales y acercara a patricios y plebeyos. Además, siguió extendiendo el territorio del Estado Romano. En fin, su vida y sus obras se confunden mucho con la leyenda. La tragedia para la monarquía romana vino con la muerte de este capaz y querido rey, asesinado por su propia y traicionera hija y por su yerno, Tarquino. Así que por un acto de usurpación de apoderó del poder el séptimo y último rey, el también etrusco Tarquino el Soberbio (535-509 A.C.), hijo de Tarquino El Antiguo. Pero dado el origen parricida de su régimen, su base de poder sería muy endeble. Además, su gobierno fue sumamente dictatorial, aunque beneficioso en el plano militar. Le leyenda señala que, abusando de su poder, el hijo del rey habría violado a una respetable dama romana, Lucrecia, la cual, sintiéndose deshonrada, después de confesar todo a su esposo, se suicidó en su presencia. Ante esto, los parientes de la desgraciada mujer, dirigidos Lucio Junio Bruto, también miembro de la familia real, organizaron una rebelión contra el tirano y lo derrocaron. A pesar de sus intentos, ya nunca pudo Tarquino recuperar su trono. Tras esto, los romanos, jurando nunca más volver a tener un rey, proclamaron en 509 A.C. la República. Esta es la fecha tradicional de la proclamación de la República, de acuerdo a la cronología oficial establecida por Marco Terencio Varrón en tiempos de Augusto. En los futuros capítulos usaremos esta misma cronología, que es la comúnmente conocida, aunque en realidad por lo menos hasta el siglo IV A.C. ella tiene un error de cuatro años por la inclusión (o mejor dicho fabricación) de igual número de períodos adicionales de Dictadura (en los años 333, 324, 309 y 301 A.C.). Entonces, de acuerdo a los nuevos cálculos la fecha de la proclamación de la República, de atenernos a la tradición, sería el año 505 A.C. Pero no la vamos a utilizar, para no entrar en confusiones y contradicciones. 60.- La Historia Tangible de los Orígenes de Roma. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 101 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Lo anterior es, cuando menos, lo que dicen la leyenda y la tradición. La verdadera historia, se pierde en la nebulosa del tiempo. En el curso del siglo VIII surgió una pequeña aldea latina en la colina Palatina, que empezó a desarrollarse y terminó englobando a todas las colinas circundantes, y ampliando su influencia a las demás poblaciones de la región del Lacio o Latium, de cuyo nombre, como ya hemos visto, derivan precisamente la palabra latín y el gentilicio latino. En sus orígenes la forma de gobierno fue una monarquía de tipo electivo, cuyo magistrado supremo sería un Rey o Rex. En las épocas de interregno gobernaría provisionalmente un Inter-rex. En algún momento de la primera mitad del siglo VI A.C. Roma quedó bajo la influencia de los etruscos, que impusieron a los últimos reyes de la ciudad. El demonio etrusco fue muy provechoso, pero a la larga los romanos lo resintieron. Hacia fines de dicho siglo debe haber tenido la liberación de Roma de la autoridad etrusca, la proclamación de la República o Res Publica, y la paulatina absorción del pueblo etrusco por los latinos, hasta su completa asimilación. 61.- La República Romana y su Estructura Política. La República Romana, nacida tradicionalmente en el año 509 A.C. remplazó al monarca por un sistema semi-democrático de magistraturas anuales elegidas por los ciudadanos a través de diversas formas de comicios. Esta estructura política se mantendría estable hasta comienzos del siglo I A.C., en que se resquebrajaría, y llevaría nuevamente a la monarquía. En términos generales y ultra simplificados el sistema político de la República descansaría sobre tres pilares. El primero y más importante era desde luego el Senado, una especie de Consejo de Ancianos jóvenes. De hecho el nombre latino original Senatus deriva de la palabra senex o anciano. Sería un órgano colegiado de origen aristocrático y verdadero poder ejecutivo, con amplias facultades políticas y fuerza moral, pero no con el derecho de emitir leyes. Durante gran parte de la República estuvo conformado por un número estable de 300 individuos. Eran fácilmente reconocidos por sus sobrias togas blancas con ribetes púrpuras. Posteriormente, ya a fines del período republicano, Sila aumentaría su número a 600, y Julio César lo haría a 900. Durante el Principado Augusto lo reduciría nuevamente a 600. En el siglo IV D.C. se vio duplicado por un segundo Senado paralelo funcionando en Constantinopla, equiparado legalmente al de la vieja Roma. Finalmente, el Senado de la Roma del Tíber dejó de funcionar tras la toma y ruina de Roma por las fuerzas de Totila, durante el siglo VI D.C., mientras que el Senado de Constantinopla siguió en funcionamiento hasta la caída del Imperio en 1453. La historia nos ha conservado los nombres de los edificios donde funcionó el Senado. El primero que registra la historia, o al menos la tradición, es la Curia Hostilia, supuestamente edificada o remodelada por el rey Tulio Hostilio, y que estuvo en funciones hasta que –con fines de ampliación- fue demolida por Lucio Cornelio Sila el año 80 A.C. La nueva construcción recibió después el nombre de Curia Cornelia. Estando César ya en el poder, y para reducir el poder del Senado, decidió en 44 A.C. reemplazarlo por un nuevo edificio, la Curia Julia –o Cura Iulia en correcto latín- que hasta hoy día está en pie, terminada por Augusto, reparada varias veces durante el Imperio y con una última reconstrucción de Diocleciano. El poder legislativo, y con ello la facultad de expedir leyes, correspondía a diversos tipos de comicios, que cada vez se fueron haciendo más democráticos, donde participaban los ciudadanos. Se trataría básicamente de los llamados Comicios por © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 102 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Curias, por Centurias y por Tribus. Para los fines de esta obra no es del caso explicarlos en detalle. Finalmente, las funciones administrativas y judiciales correspondían a diversos magistrados, elegidos anualmente y en forma colegiada, por lo general dos por cada puesto. En la temporalidad y en la colegialidad de las magistraturas residía la seguridad de la institucionalidad y la protección del sistema constitucional romano. Los más importantes magistrados eran los dos Cónsules, que hasta le daban su nombre al año de consulado. De acuerdo a la tradición los dos primeros cónsules fuero Lucio Junio Bruto, el gestor del levantamiento contra Tarquino El Soberbio, y Lucio Tarquino Colatino, viudo de la mancillada Lucrecia. Como símbolo de su autoridad, cada uno de ellos era acompañado por una guardia de doce lictores que portaban haces o fasces (de la cual provendrá en el siglo XX la palabra Fascio). A menudo, cuando un cónsul terminaba su período anual se le concedía honoríficamente una extensión temporal y limitada territorialmente de su cargo, en alguna provincia relevante, con el rango de Pro Cónsul. La magistratura, como después nos tocará ver, subsistirá hasta tiempos del emperador Justiniano: en 541 D.C. cesó sus funciones el último cónsul anual, de nombre Anicio Fausto Albino Basilio, y el cargo se fusionó con la dignidad imperial. También eran muy importantes los Pretores, a cargo de la impartición de justicia, los Ediles, a cargo de las obras públicas, y los Cuestores, a cargo de las cuentas públicas. Pero ceremonialmente mucho más relevantes eran los dos Censores, elegidos en este caso por cinco años, a cuyo cargo estaba efectuar los censos, llenar las vacancias del Senado y la supervigilancia de la moral pública. La entonces llamada Censura era considerada la cúspide de la carrera funcionaria romana y era generalmente llenado por antiguos cónsules. Tal vez el más famoso de los censores es Catón El Antiguo o El Censor. Con Augusto la magistratura desapareció en cuanto tal, quedando incorporada a las facultades del Princeps o Emperador. Sólo para casos de extrema emergencia, como una amenaza externa, y nunca por un período de tiempo superior a 6 meses, se contemplaba la figura del Dictador, también llamado Senador del Pueblo o Magister Populi, magistratura absolutamente extraordinaria -pero constitucional- que traía consigo facultades omnímodas, inclusive con poder de vida o muerte. El nombramiento era efectuado por uno de los cónsules en ejercicio, pero con autorización del Senado. Una vez designado inmediatamente cesaban en sus funciones los dos cónsules. Como símbolo de su autoridad eran acompañados por una guardia de 24 lictores, el doble que un cónsul, con sus correspondientes haces o fasces. Debía tener forzosamente como lugarteniente a un Magister Equitum (Maestro de Caballería), cuya escolta estaba constituida por 6 lictores. De acuerdo a la tradición el primer dictador designado fue Tito Larcio, en 498 A.C., pero tal vez el más famoso es Lucio Quincio Cincinato, en 458 y 439 A.C. Sólo a fines de la República, con Sila y César, este cargo degeneró en el abuso y se extendió desmedidamente en el tiempo. César fue asesinado poco después de haberse hecho designar Dictador de por vida, y tras esto el cargo cayó en desuso. Augusto nunca lo ejerció. 62.- La Estructura Social Republicana. En un momento inicial los poderes políticos recaerían básicamente en los patricios, que eran en realidad los descendientes de los ciudadanos originales de la ciudad, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 103 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. descendientes de latinos, etruscos y sabinos. La otra clase social, los plebeyos, descendientes de residentes latinos posteriores, quedaría inicialmente fuera de la estructura de poder, pero a la larga lograría igualar poco a poco sus derechos. Esta igualdad se logró básicamente por presiones de los plebeyos, los cuales llegaron inclusive en 494 A.C. a abandonar Roma y se instalaron en el cercano Monte Sacro con intenciones de fundar una nueva ciudad. Esto dejaba a los patricios al frente de un gobierno tan inviable que, al menos de acuerdo a la tradición, se vieron en la necesidad imperiosa de regularizar la participación plebeya en la vida cívica de la urbe. Cuenta la tradición que el Cónsul Menenio Agripa convenció a los plebeyos de retornar a Roma haciéndoles entender que todos los romanos eran parte de un organismo, similar a un cuerpo humano, que requería de todos sus órganos para sobrevivir. De cualquier forma, la equiparación de derechos vendría a través de un largo proceso evolutivo. El año 449 tuvo lugar un supuesto segundo intento de sucesión de la plebe, que fue también abortado, a través de una serie de leyes. Asimismo, el año 445 A.C., mediante la Lex Canuleia, se permitió el matrimonio de patricios y plebeyos, heredando los hijos la condición del padre. Resultado de la solución al cisma del Monte Sacro, como una conquista de las clases plebeyas, se estableció una magistratura especial denominada Tribuno de la Plebe, cuyos miembros pasaron a ser elegidos anualmente exclusivamente por los plebeyos, con la misión de proteger sus derechos. La persona de los tribunos sería declarada inviolable, inclusive ante los Dictadores, lo que les aseguraría la libertad de acción. A la larga esta institución se convertiría en un trampolín para numerosos políticos, algunos idealistas y otros inescrupulosos, y con el tiempo perdería su importancia. La diferencia social, entonces, a la larga terminó siendo básicamente de estirpe, pero no económica. En todo caso con el tiempo, a la medida que los tiempos cambiaron, surgió una nueva distinción fáctica, entre los miembros de la clase senatorial, básicamente los patricios y los plebeyos más pudientes; la clase ecuestre, una clase media alta educada; y el resto de los plebeyos. Entonces, como vemos, en Roma el sistema social simplemente evolucionó, y Roma evitó repetir el error demográfico de Esparta. Si bien la República Romana nunca llegó a ser una democracia directa tan profunda como lo fueron las polis griegas, y siempre contuvo un elemento aristocrático considerable, los “ciudadanos” romanos partieron de una base popular mucho más amplia, primero los habitantes de la zona del Tíber, luego todos los latinos, y posteriormente todos los italianos. Además, a la medida que Roma se expandía, la ciudadanía romana era otorgada a elementos privilegiados de las poblaciones sometidas, de forma que el pasar a ser un ciudadano romano se convirtió en un gran honor, que para la gente talentosa distaba de ser imposible. 63.- La Ley de las Doce Tablas y el Origen del Derecho Romano. Una de las más grandes creaciones de Roma, desarrollada especialmente en el período republicado, fue el sistema jurídico, el llamado Derecho Romano. Sus orígenes se pierden en las penumbras de la historia. La historia registra que en el año 451 A.C., a instancia de los plebeyos que deseaban leyes claras y conocidas, se encomendó a un grupo de diez juristas, los llamados Decénviros, que codificaran las leyes vigentes, de lo cual surgió una codificación de Diez Tablas. Pero como la labor quedó incompleta, para el año 450 A.C. se eligió a un segundo colegio de Decénviros, que redactó Dos Tablas adicionales. Así nació la codificación conocida como la Ley de las Doce Tablas, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 104 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. cuyo texto en un latín arcaico fue fijado en el Foro de Roma para conocimiento de toda la población. Sería la última codificación del Derecho Romano hasta la dictación del Edicto Perpetuo de Adriano, en el siglo III D.C. De hecho estos Decénviros fueron establecidos como una autoridad provisional, encargada de gobernar Roma por un simple período de excepción. Pero concluida su labor, el segundo colegio de Decénviros se extralimitó en sus funciones y trató de alargar su período, algo inaceptable para los órganos republicanos, y fueron derrocados. Líder de estos dos grupos de Decénviros sería el semi-legendario Apio Claudio. Durante muchos siglos los encargados de la impartición de justicia, los pretores, promulgaban anualmente, al ascender a la magistratura, un edicto anunciando los principios jurídicos que guiarían sus funciones. Esta tradición del Edicto Anual duraría hasta el reinado del emperador Adriano, cuando sería reemplazado por la recopilación denominada Edicto Perpetuo, al cual ya nos tocará referirnos más adelante. Si bien no es el propósito de este libro comentar en detalle el sistema legal romano, ni la estructura de sus actos jurídicos, es indispensable analizar ciertos aspectos fundamentales, toda vez que ellos constituyen el fundamento de las instituciones jurídicas modernas en los países que utilizan el derecho codificado. Una de las grandes creaciones del genio ordenador de los romanos, en que excedieron por mucho a los griegos, fue en la perfección que alcanzó el Derecho Civil. Hasta el día de hoy, en los países de cultura jurídica codificada, seguimos utilizando las mismas figuras jurídicas y los mismos tipos de contratos creados por los jurisconsultos romanos. Conceptos como la compra-venta, la traditio o tradición (la transferencia efectiva de la propiedad de un objeto), el mutuo o préstamo de consumo, el comodato o préstamo de uso, los esponsales, derivan todos ellos del Derecho Romano. Importante es señalar que este Derecho se aplicaba única y exclusivamente entre Ciudadanos Romanos. Pero el Derecho Romano contemplaba también disposiciones para el trato entre romanos y extranjeros, el ius gentium o Derecho de Gentes, que sería la base del futuro Derecho Internacional. 64.- La Familia Romana. Para entender a la sociedad romana, es fundamental aproximarnos a su estructura familiar. En Roma, cada familia era prácticamente un pequeño Estado particular, cuya figura suprema era el paterfamilias. De él dependían: su esposa, sus hijos, sus hijas solteras, las esposas de sus hijos, los hijos e hijas de sus hijos, sus esclavos, sus libertos, y finalmente sus “clientes”, esto es, los hombres libres que voluntariamente se habían puesto bajo la protección de un paterfamilias. Los derechos del paterfamilias eran entonces absolutos, inclusive de vida o muerte sobre todos los que estuvieran bajo su protección. La norma era que cuando una hija de familia contraía nupcias, por ese acto se separaba de la patria potestas de su padre, pero pasaba a la del padre de su esposo. Un hijo podía independizarse de la autoridad del paterfamilias en dos circunstancias básicas: por un acto expreso de emancipación otorgado por el padre, o por la muerte de éste. Al producirse esta emancipación, o al morir un paterfamilias, desaparecía la patria potestad originaria, y los hijos, ya independientes, pasaban a ser automáticamente paterfamilias de los que quedaban debajo de ellos. En el caso de las esposas, al morir el marido pasaban a la patria potestad del hijo mayor. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 105 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. A pesar de lo que pudiera pensarse, empero, la situación de la mujer, de la matrona romana, era muy fuerte dentro del ámbito familiar, pues ella era la que controlaba la casa, desempeñando un papel clave en la estructura de la sociedad romana. La mujer romana se encontraba en una situación mucho más sólida que sus congéneres de la Grecia clásica. Esta fue la estructura familiar que hizo grande a Roma. Cuando esta estructura se resquebrajó, en gran medida por la baja de la natalidad de las décadas finales de la República y el período imperial, se perdió uno de los elementos más cohesionantes de la civilización romana. 65.- La Religión Romana. Los romanos fueron, durante la primera etapa de la República, un pueblo altamente religioso y respetuoso de los valores morales y familiares, viril y de sólidos principios. Eso es lo que los llevó a conquistar Italia y derrotar a Cartago. Siempre mantuvieron una religión oficial muy respetuosa de las sanas tradiciones de la Urbe. Ya hemos comentado como, en algún momento, por influencia de los vecinos griegos del Sur de Italia, los romanos adoptaron la mitología helénica. Más que cambiar de religión, simplemente asociaron a sus antiguos dioses a las personalidades e historias de las deidades griegas. Sería entonces poco más que un cambio de nombre. Presentamos a continuación un listado de los tradicionales dioses griegos y, entre paréntesis, el nombre que les darían los romanos: Cronos (Saturno), Zeus (Júpiter), Hera (Juno), Ares (Marte), Afrodita (Venus), Atenea (Minerva), Poseidón (Neptuno), Artemisa (Diana), Hermes (Mercurio), Apolo (con mismo nombre en ambas culturas), Deméter (Ceres), Hades (Plutón), Hefesto (Vulcano), Hestia (Vesta) y Dionisio (Baco), por mencionar sólo a algunos. Pero estos dioses grecorromanos serían en realidad sólo la punta de la pirámide de la religiosidad romana. Además de las deidades nacionales, en cada familia existiría una deidad familiar a la cual los miembros de las respectivas gens guardarían adoración. Serían los dioses privados familiares, muchas veces antepasados ilustres a los cuales sus descendientes reverenciarían. Entonces, la religión romana era un tema de interés público. Se instituyeron una gran cantidad de festividades y celebraciones, y se establecieron rituales especiales para cada divinidad, generalmente sacrificando animales de distintas especies. Todo esto quedó bajo la supervisión de un colegio sacerdotal de hombres honorables y rectos, provenientes de la vida civil, que no formaban una casta sacerdotal en sí, a cuya cabeza quedó un magistrado supremo designado como Pontifex Maximus (Pontífice Máximo). A partir del surgimiento del imperio, y hasta el reinado del emperador Graciano, a fines del siglo IV D.C., este puesto de Pontífice Máximo, Jefe Supremo de la religión romana, quedó incluido en la persona del Príncipe o Emperador. Los “Augurios” y los “Auspicios” fueron un elemento clave en la toma de decisiones en la Roma republicana. Los primeros eran efectuados por sacerdotes especiales llamados “Augures”, que tomaban sus decisiones dependiendo de cómo observaban el vuelo de las aves. De esto resultaba que un día pudiera ser declarado fasto o nec fasto. Los segundos se determinaban de acuerdo al análisis de las entrañas de los animales sacrificados. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 106 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Algunos colegios sacerdotales reunieron importancia. Los Flaminios eran sacerdotes asignados al culto de las deidades oficiales: algunos a los dioses principales, otros a los dioses secundarios, y uno, inclusive, “al dios desconocido”, por si se les quedaba alguna deidad fuera por error, para no ofenderla. Famosas serían las siete Vírgenes Vestales, mujeres de la alta aristocracia elegidas en la infancia como sacerdotisas de la diosa Vesta. Su importancia era suprema, pues eran el símbolo de la pureza moral de Roma, y debían guardar forzosa castidad por 30 años, tras los cuales podían perfectamente casarse y tener hijos. Eran ampliamente honradas en Roma. Una de sus labores más conocidas era mantener vivo el fuego vestal, del cual dependía la continuación de Roma. El Templo de Vesta fue cerrado en 391 D.C. y la última de las vírgenes vestales, Celia Concordia, abandonó su puesto en 394 D.C. Muy interesante sería la importancia del Templo de Jano, el dios de dos caras, una de las cuales miraba al pasado y la otra al futuro. Ubicado en el Foro Romano, su fama reside en el hecho de que permanecía abierto en tiempos de guerra, pero en tiempos de paz se cerraba completamente. Aparentemente el templo fue cerrado en muy pocas ocasiones. Una primera vez en tiempos de la monarquía bajo Numa Pompilio, una segunda vez en el consulado de Marco Atilio y Tito Manlio en 235 a.C., una tercera vez bajo Augusto en 29 A.C., una cuarta vez bajo Nerón en 66 D.C. y una quinta vez bajo Vespasiano en 70 D.C. Es bastante posible que haya estado cerrado muchas otras veces, especialmente en la gran época de paz de los Antoninos. Es de hacer constar que hasta el día de hoy usamos en las lenguas romances, para referirnos a los días de la semana, básicamente designaciones religiosas romanas: Luna (lunes), Marte (martes), Mercurio (miércoles), Jovis o Júpiter (jueves) y Venus (viernes), con sólo dos adiciones judeo-cristinas: sábado (Sabbath) y domingo (Dies Dominicus o Día del Señor). Asimismo, corresponden a dioses romanos los nombres de los planetas (o ex planetas) de nuestro Sistema Solar: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón. 66.- La Expansión de Roma por la Península Itálica. Establecido el régimen republicano, a partir de ese momento empezó Roma su expansión, primero uniendo a todas las ciudades latinas, y luego por el centro de la península italiana, dominando a los demás pueblos itálicos de lengua no latina. Además, comenzó a desarrollar con precisión su idioma, y, bajo influencia griega, su propio alfabeto. Cuenta la tradición que recién expulsado de Roma el rey Tarquino El Soberbio, éste habría solicitado apoyo al rey etrusco Porsena, de la ciudad de Clusium, de forma que este monarca etrusco habría sitiado Roma. Ha llegado hasta nosotros la historia de Cayo Mucio Scevola, bravo joven romano que trató de infiltrarse al campamento etrusco para asesinar a Porsena, pero que falló el intento pues erró el golpe, dando muerte al secretario de Porsena. El romano, llevado a presencia de Porsena, anunció falsamente- que como él había 300 romanos infiltrados en el campo etrusco con el mismo objetivo, y sin dar muestras de dolor puso su mano derecha –la que había errado el golpe- en una braza ardiente, que se la calcinó. Ante este ejemplo de bravura es que Porsena habría levantado el sitio de Roma. El primer paso en la expansión de Roma por la península italiana fue el control de la zona del Lacio. Originalmente Roma no era más que una de muchas ciudades de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 107 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. lengua latina; sólo paulatinamente fue convirtiéndose en la más importante. Aparentemente ya en tiempos de los monarcas Tarquinos Roma era miembro destacado de la llamada “Liga Latina”, un conjunto de ciudades independientes de lengua latina que se auto-organizaron para defenderse militarmente de los enemigos foráneos, especialmente los etruscos. Proclamada la República, Roma habría entrado en conflicto con esta Liga Latina, lo que desembocó en una guerra que concluyó con el triunfo romano en la Batalla del Lago Regilo, en 496 A.C. Tras esta victoria, en 493 A.C. Roma habría negociado con la Liga Latina un tratado de alianza defensiva, para protegerse unidos de la invasión al Lacio de los ecuos y los volscos, pueblos itálicos vecinos a los latinos. Roma y la Liga acordaron campañas conjuntas, alternando los mandos entre generales romanos y latinos, distribuyendo equitativamente el botín y estableciendo colonias conjuntas en los territorios ocupados. Tras esto siguieron décadas de guerras entre Roma y sus aliados, por una parte, contra ecuos y voscos, por la otra, con resultados diversos. En estos conflictos ha llegado hasta nosotros la hermosa historia del muy conservador patricio Licio Quincio Cincinato, quien ya se había desempeñado como Cónsul y general de la República, pero que en el año 458 A.C., enojado con el sistema político romano, y contrario al sistema populista de los Tribunos de la Plebe, se encontraba ya retirado, dedicado, con sus propias manos, al cultivo de sus campos. Ante el ataque coordinado de ecuos y volscos contra Roma, una comisión del Senado fue a buscarlo a su campo, donde estaba manejando el arado, para pedirle que asumiera el cargo de Dictador. El patriota y virtuoso Cincinato dejó su arado y asumió el mando de los ejércitos romanos en tal momento de crisis, derrotó rápidamente a los enemigos, y mucho antes de que se cumpliera el plazo legal de 6 meses dio término a su gestión y, desinteresadamente, regresó a trabajar nuevamente sus tierras como un ciudadano más. Pero todavía en una segunda ocasión, en el año 439 A.C., y ya de 80 años, Roma lo llamó de vuelta, para asumir nuevamente –en forma también breve- la Dictadura e impedir las tentativas de golpe de Estado de Espurio Melio. Mientras esto sucedía en el plano externo, algunos importantes acontecimientos tenían lugar en el interno. A varios de ellos ya nos hemos referido. El año 493 A.C. había tenido lugar el ya mencionado intento de secesión de los plebeyos al Monte Sacro, de lo cual resultó la creación de la magistratura de los Tribunos de la Plebe; y entre los años 451-450 A.C. los dos grupos de Decénviros habían redactado la Ley de las Doce Tablas. En esto tenía lugar la larga guerra definitiva entre Roma y la muy cercana ciudad etrusca de Veyos, la más poderosa y rica de la Liga Etrusca, ubicada justo en los límites de Etruria y el Lacio. Durante siglos Roma y Veyos habían sido o bien aliadas o bien rivales, dependiendo de las circunstancias, pero a la larga sólo una de ellas podía prevalecer. Tras diez años de guerra y de valerosa defensa etrusca, en 396 A.C. el dictador romano Marco Furio Camilo cavó una fosa subterránea por la cual logró entrar a la sitiada ciudad y conquistarla. El tratamiento a la población vencida fue muy cruel. Pero con esto Roma duplicó su territorio estatal, que igual era todavía bastante restringido, limitado apenas a sectores dentro de la zona del Lacio. Roma era apenas una pequeña potencia regional en parte de la sección centro-occidental de Italia. Más o menos por la misma época se producía el establecimiento de los galos en la zona de la bota italiana al norte del río Po, producto de una más de las inmigraciones de grupos indoeuropeos a la zona del Mediterráneo. La irrupción gala en el Norte de Italia resultó en una extensión de sus avances hasta la misma Roma. Queda registro histórico del asalto de Roma por los galos dirigidos por el caudillo Breno el año 390 © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 108 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. A.C. (los nuevos cálculos lo sitúan el 386 A.C.), el primero y el último que padecería la ciudad durante toda su época de grandeza. Recién 800 años después Alarico repetiría la humillación. La tradición relata que habiendo los galos avanzado como un torrente desde el Norte, arrasando todo a su paso, sitiaron Roma y una noche la asaltaron por sorpresa, saqueándola e incendiándola. Sólo se salvaron los templos de la colina Capitolina, cuya guarnición fue alertada a tiempo del ataque gracias a los graznidos de los gansos sagrados, y pudo así repeler el ataque. La historia nos trae a la memoria que los orgullosos miembros del Senado no se movieron de sus puestos y, orgullosamente, se dejaron masacrar por los saqueadores galos. Para abandonar la ciudad baja, tras siete meses de ocupación, los galos exigieron un tributo, que Roma estuvo dispuesta a pagar. En esto reaparece en la historia el ya mencionado Marco Furio Camilo, que, habiendo organizado un ejército en las comarcas cercanas, y enemigo de la humillación de pagar tributo a los bárbaros, logró derrotar a los galos tras cruenta batalla y expulsarlos para siempre de Italia central. Por esto se ha llegado a considerar a Camilo como un segundo fundador de Roma. Tras esto, toda la Italia al norte del río Po quedó convertida en territorio galo, y Roma tendría posteriormente que iniciar un proceso de conquista y latinización que duraría varios siglos. Faltaría, empero, todavía un buen tiempo para que Roma pudiera preocuparse de su pacificación. Además, una de las consecuencias más funestas de esta ocupación gala de Roma es que con ella quedaron destruidos todos los viejos archivos de la ciudad, razón por la cual han quedado tan en la nebulosa los hechos históricos anteriores a esta tragedia. Mientras tanto, Roma se recuperaba y se afianzaba en Italia Central. Entre los años 367-349 las fuerzas romanas desarrollaron victoriosas guerras contra los galos, afianzando su frontera hacia el Norte. Asimismo, entre 362 y 345 se peleó contra diversos pueblos vecinos y algunas ciudades latinas. El año 358 se renovó el pacto federal entre Roma y las ciudades latinas, pero a la larga las diferencias políticas desembocaron en 341 A.C. en la ya inevitable guerra definitiva por la supremacía entre Roma y sus ex aliados de la Liga Latina. Esta así llamada Guerra Latina concluyó en 338 A.C., con la absoluta victoria de Roma. Con ello, la Liga Latina quedó disuelta y sus ciudades miembros perdieron para siempre su independencia y se convirtieron en nuevos municipios del Estado Romano. Puede decirse que a partir de este momento comienza en serio la expansión de la República Romana más allá de su pequeño núcleo inicial. Paralelamente, Roma se afianzaba en el centro de la península, absorbiendo a los pueblos itálicos circundantes y a los etruscos. La inmediata expansión hacia el Sur de la península encontró la resistencia de otro pueblo itálico, el samnita, lo que llevó a las tres crueles Guerras Samnitas: la primera entre los años 343-341, la segunda en 326-304, y la tercera, y definitiva victoria romana, entre 298-290. La Primera Guerra Samnita fue la más corta de todas y terminó con una moderada victoria romana, con la anexión de Campania, con la ciudad de Capua, a su territorio. La Segunda Guerra Samnita, también llamada Gran Guerra Saminta, fue la más relevante y famosa, y en ella los samnitas se vieron apoyados por muchos de los pueblos italianos rivales de Roma, especialmente por los etruscos. Los samnitas lucharon tan bravamente que inclusive llegaron a infringir a los romanos en el año 319 A.C. la terrible derrota de las Horcas Caudinas. Todo el ejército romano, mal dirigido y derrotado, además de vencido sufrió la famosa humillación de ser obligado a pasar © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 109 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. bajo un arco, haciendo con ello una reverencia a los vencedores. La paz fue tan vergonzosa que, al menos según la tradición, el Senado romano no la reconoció, y reinició la guerra. Pero este quebrantamiento de la palabra empeñada igual dejaría limpio el nombre de Roma, pues el Senado, honorablemente, habría enviado de vuelta a los samnitas, para ser ejecutados, a los dos cónsules que habían prendado su honor en tal penosa rendición. Al menos eso dice la tradición histórica. Así que esta guerra se convirtió en una verdadera guerra por el control de Italia. En 308 A.C. los etruscos imploraron la paz y quedaron en gran medida bajo el control de Roma; y en 304 se llegó al acuerdo con los samnitas, en términos severos para éstos, pero sin perder totalmente su independencia. La tercera guerra fue la definitiva y representó el último intento de los pueblos de Italia central y meridional de resistir a Roma. Se peleó en todos los frentes de Italia, pues los samnitas se aliaron y coordinaron con etruscos, umbrios y galos. Pero Roma salió igualmente victoriosa en todos los frentes. Los samnitas y sus aliados fueron finalmente derrotados en 290 A.C., quedando su territorio sometido a Roma. Con esto toda la Italia Centro-Norte, Central y Centro-Sur, comprendida entre el río Po y las regiones griegas del Sur de la península, eran ahora territorio romano. Ante el avance romano sobre la Magna Grecia, los griegos del Sur de Italia llamaron en su auxilio a Pirro, rey griego de Epiro, el cual condujo contra los romanos una desgastante guerra ente los años 282 y 272. Ya nos hemos referido brevemente a este episodio. Pirro, no obstante sus famosos éxitos militares, jamás estuvo en situación de derrotar en forma tajante a los romanos, así que se retiró de la contienda, dejando en realidad a los griegos italianos en la estancada. En 272 A.C. Roma anexionó las últimas ciudades griegas de la península, especialmente Tarento, y para el año 270 ya era dueña de toda la Italia al Sur del río Po. 67.- La Primera Guerra Púnica. Estos éxitos militares condujeron ineludiblemente a la guerra contra la mayor potencia económica y naval del Mediterráneo Occidental, Cartago. Sobre el particular ya hemos señalado que esta gran ciudad mercantil había sido fundada por comerciantes fenicios de Sidón, y que pronto la colonia habría de sobrepasar en poder y riqueza a la metrópoli. Un poco lo que en nuestros tiempos sucedería con Estados Unidos respecto a Gran Bretaña. Los fenicios, al igual que los griegos, vivían en un sistema de ciudades-Estado y se habían volcado hacia el mar en busca de nuevo espacio vital y de mejores horizontes económicos; eran desde luego, al menos al comienzo, mejores navegantes que los griegos, y seguramente, tal vez mejores comerciantes; pero nunca tuvieron una fuerte y sólida tradición militar. Desde prácticamente su origen los ejércitos y flotas cartagineses estuvieron conformados casi exclusivamente por mercenarios. Los cartagineses, como pueblo comercial, basaban su poder político en su riqueza mercantil. Hasta que la intervención de Roma le quitó uno y otro. Según señala la tradición, aunque no muy creíble, ya en el año 508 A.C. Cartago habría firmado un tratado con Roma, confirmando el carácter de ésta como poder dominante en el Lacio. Un segundo tratado, éste sí históricamente más factible, se habría firmado en 348 A.C. Esto significa que Roma y Cartago ya se estaban encontrando en la política del Mediterráneo Occidental, y se veía venir que algún día, tarde o temprano, tendría que darse un enfrentamiento. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 110 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. La Primera Guerra Púnica, librada entre 264 y 241 A.C., dio inicio como resultado del involucramiento circunstancial de romanos y cartagineses en los conflictos de la Sicilia griega, concretamente en la guerra existente entre a los piratas mamertinos (oscos) que dominaban Mesina y el tirano Hierón II de Siracusa. Sería una guerra entre una potencia naval, Cartago, y una potencia terrestre, Roma. Los romanos desembarcaron en Sicilia y en 261 A.C. derrotaron a los cartagineses en Agrigento. Tras esto, los cartagineses decidieron continuar la guerra en el mar, en el cual eran más fuertes. Ante esto dio Roma el paso crucial y decisivo de construir en un plazo muy corto una verdadera y poderosa escuadra, con lo cual los soldados romanos de tierra se convirtieron, de un día para otro, en inexpertos pero ingeniosos marinos. Dado que los romanos sabían que no podrían derrotar a los cartagineses en combates navales tradicionales, conocedores de su deficiencia en el mar, crearon un ingenioso sistema de puentes de abordaje que se asían con ganchos a los navíos enemigos. Con esto los romanos transformaron la lucha naval casi en una lucha terrestre y en 260 A.C. derrotaron en su propio elemento acuático a los cartagineses, haciéndose con el dominio del mar. Pero los romanos se sintieron excesivamente confiados y en 256 A.C. osaron llevar antes de tiempo la guerra al África Púnica. Bajo las órdenes del cónsul Marco Atilio Régulo desembarcó una fuerza invasora romana cerca de Cartago que inicialmente derrotó a los cartagineses en la batalla de los montes Adis. Pero el cónsul, ensoberbecido por esta victoria, no supo negociar con humildad con los cartagineses, y la guerra prosiguió. Al año siguiente, en 255 A.C., el ejército romano fue inesperadamente derrotado y aniquilado en la batalla de Bagradas por las tropas cartaginesas comandadas por el hábil espartano Jantipo. Régulo y parte de su ejército fueron hechos prisioneros, mientras que 30.000 soldados romanos quedaron en el campo de batalla. Se cuenta que en 250 A.C., tras un cautiverio de cinco años, Régulo fue enviado por los cartagineses a Roma, para que recomendara al Senado la paz; pero el viril romano, lejos de obedecer a los cartagineses recomendó continuar la guerra hasta la victoria final. Tras esto, Régulo, a sabiendas de lo que le vendría, valientemente regresó a Cartago, donde fue cruelmente ejecutado. Pero la guerra siguió su curso, cada vez más a favor de Roma. Cartago pidió finalmente la paz en 241 A.C., tras una serie casi ininterrumpida de victorias romanas. Como resultado de esta Primera Guerra Púnica, casi toda Sicilia (excepción hecha del territorio perteneciente a Siracusa), evacuada por los cartagineses, pasó a Roma. Además, Cartago se comprometió a pagar un elevado tributo a Roma. Pero muy pronto, en 238 A.C., estando Cartago desfinanciada e involucrada en una desgastante y destructiva guerra contra sus antiguos mercenarios, a los que no podía pagar por sus servicios, Roma aprovechó la ocasión y se apoderó fácilmente de las islas de Cerdeña y Córcega. Así que entonces, estas tres islas del Mediterráneo se convirtieron en las primeras provincias romanas extra itálicas. Recordemos que en esa época, a diferencia de la actualidad, Sicilia no era considerada parte de Italia. Esta decisiva victoria romana en la Primera Guerra Púnica demostró claramente la conclusión histórica clave de que los pueblos con espíritu y preparación militar son capaces de vencer a pueblos con mayor capacidad económica, pero carentes del deseo de defenderse de verdad. Los romanos poseían un espíritu cívico y combativo, un espíritu nacional, del que carecía el enemigo. Esto determinó su victoria. Ahora bien, a pesar de derrotada militarmente, Cartago estaba lejos de someterse fácilmente a Roma. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 111 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 68.- Aníbal y la Segunda Guerra Púnica. Recién perdida la Primera Guerra Púnica el Estado Cartaginés estuvo muy cerca de la disolución y del colapso definitivo, provocados por la sublevación en 240 A.C. de sus mercenarios impagos y la alianza con éstos de esclavos sublevados y de varios pueblos dominados por Cartago. Además, como ya vimos, los romanos habían aprovechado de apoderarse de las islas cartaginesas de Cerdeña y Córcega. Pero en este momento de gran peligro surgió un verdadero padre de la patria para Cartago, el general Amílcar Barca, héroe púnico de la lucha antirromana en Sicilia, quien organizó a sus renuentes compatriotas en un ejército nacional y derrotó en toda la línea a los sublevados, que eran muy superiores en número a sus propias tropas. Incidentalmente, las investigaciones lingüistas dan a entender que este apellido Barca no sería más que una forma latinizada de la palabra semita Barak, que significa Rayo. Acontecido esto, Cartago resarció, y con creces, en Iberia (Hispania), sus pérdidas territoriales en el Mediterráneo, gracias a las conquistas que partiendo en 236 A.C. -y hasta su muerte en 228 A.C.- realizó en la Península Ibérica el gran Amílcar Barca y que luego continuó su yerno Asdrúbal, y que los llevaron hasta a alcanzar la muy septentrional frontera del río Ebro. Lo más interesante de esto es que la conquista cartaginesa de Hispania fue en realidad, más que una política de Estado, en realidad una empresa personal de la ferozmente patriótica y antirromana familia Barca. Amílcar, con un ejército propio, responsable sólo ante él, sin mayor apoyo de Cartago, logró hacerse de un imperio casi personal y de un ejército que lo idolatraba. El año 226 A.C. Roma y Cartago firmaron un tratado definitivo, estableciendo al río Ebro como frontera septentrional de los territorios cartagineses en Hispania. Hacia 221 A.C. Asdrúbal fundó en el Sur de Hispania la ciudad de Nueva Cartago o Cartagena (después conocida en latín como Carthago Nova). Roma estaba celosa de las conquistas personales de la familia Barca en Hispania. Esto originó la excusa, buscada por todos, para que diera inicio la así llamada Segunda Guerra Púnica. Pero ahora el teatro bélico cambió, y los cartagineses, dirigidos por Aníbal, hijo de Amílcar Barca, tomaron la batuta y la iniciativa. Aníbal Barca, era entonces un joven de 25 años, hijo de madre ibera, muy culto y versado en la cultura y civilización helénica, especialmente en las técnicas bélicas griegas y macedonias. Había luchado junto a su padre en la conquista de Hispania; en 221 A.C., muerto su cuñado Asdrúbal, fue elegido jefe máximo por éste ejército privado de su familia. Necesitaba sólo una excusa, un Casus Belli, para iniciar la guerra con Roma, y la buscó. A sabiendas de que ello originaría una guerra a gran escala, Aníbal puso sitió en 219 A.C. a la ciudad española de Sagunto, que tenía oficialmente un tratado de alianza con Roma. Los saguntinos se defendieron valientemente, pero finalmente, tras ocho meses, la ciudad cayó y fue saqueada por los cartagineses. Ante esto, Roma, en 218 A.C., exigió reparaciones a Cartago, la cual, dado el amplio apoyo popular a los Barca, se atrevió a declarar la guerra a Roma. Y aquí empezó la aventura. Aníbal dejó una parte de sus fuerzas en Hispania, para defender su base de operaciones, y con el resto, salió en 218 A.C. de Cartagena, por vía terrestre, para evitar a la ya poderosa escuadra romana. El ejército de Aníbal, en una hazaña increíble, cruzó el Ebro y los Pirineos, pasó por el Sur de la Galia, atravesó los Alpes – por una ruta que todavía es incierta y objeto de debate- e ingresó a Italia, en el escaso © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 112 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. margen de muy pocos meses. Para hacer esto evitó a las ciudades griegas de la costa, a las tropas que los romanos enviaron a detenerlo, y a los galos aliados de Roma. Son famosas las penurias que vivió el ejército cartaginés al cruzar los Alpes. Los elefantes que acompañaban a la expedición murieron casi todos de frío. Muchos de los hombres murieron congelados o perdieron partes de sus miembros inferiores. Inclusive Aníbal perdió en una escaramuza un ojo, o al menos la visión del mismo. Considerando los medios de la época serían penurias muy similares a las que vivirían los hombres de Diego de Almagro al cruzar por la Cordillera de los Andes desde Perú a Chile, o los soldados franceses de Napoleón o alemanes de la Segunda Guerra Mundial en el invierno ruso. Ahora bien, es de recordar que el ejército que comandaba el gran general no era propiamente cartaginés, sino español y númida, o sea que, desde un punto de vista efectivo, excepción hecha de los oficiales, no estaba conformado por fenicios púnicos. Se trataba de soldados que no eran ni mercenarios contratados, ni cartagineses desacostumbrados a las armas, sino tropas entrenadas para la guerra particular que la familia Barca –que no Cartago propiamente tal- había desarrollado en la Península Ibérica. Además, estaban dirigidas por un brillante oficial al que idolatraban, y que fue, dicha sea la verdad, una gran excepción en la historia militar de los últimos tiempos de la república cartaginesa. Hacia el año 225 A.C., tras la victoria contra los celtas en la batalla de Telamon, los romanos habían comenzado la pacificación de la Galia Cisalpina, penetrando más allá del Valle del Po, hasta los Alpes. Entonces, para el momento de la llegada de Aníbal a la Galia itálica estaba ésta muy lejos de estar remotamente pacificada, lo que sería de gran utilidad para el invasor. Ya en territorio noritaliano, todavía en el curso del año 218 A.C., derrotó Aníbal casi inmediatamente en la Batalla del río Tesino a un pequeño contingente romano comandado por el cónsul Publio Cornelio Escipión (a quien no deberemos confundir con su mucho más famoso hijo), que trataba de cerrarle el paso. Esta derrota, de pequeñas proporciones, alarmó a Roma, que envió contra Aníbal un segundo ejército, mucho mayor, ahora a cargo del otro cónsul, Tiberio Sempronio Longo, que fue también derrotado, y ahora de forma estrepitosa, por Aníbal en la Batalla de Trebia. Se cuenta que los romanos tuvieron 30.000 muertos, contra sólo 5.000 de Aníbal. Tras esto, recibió Aníbal el apoyo de los galos de la región y, ya llegado el año 217 A.C., empezó a avanzar calmadamente hacia el centro de Italia. Contra él avanzaron los romanos. Aníbal cruzó sin mayores complicaciones los Apeninos y el supuestamente invadeable río Arno, y arribó a Etruria (Toscana). En la célebre Batalla del Lago Trasímeno Aníbal, secundado por sus nuevos aliados galos, emboscó, envolvió y destruyó al ejército romano comandado por el cónsul Cayo Flaminio Nepote. Flaminio cayó en el combate junto con 15.000 solados romanos, amén de por lo menos 10.000 prisioneros que quedaron en manos cartaginesas. Pero Aníbal, a pesar de sus estrepitosas y sonadas victorias, se encontraba en una tierra extraña para él. No tenía ni los hombres ni las maquinarias de asedio necesarias para atacar directamente a Roma y sitiarla, así que prefirió seguir por la península, hacia el sur, recorriendo impunemente las regiones samnitas y la Apulia, hostigando a los romanos y preparando un levantamiento general de los pueblos itálicos contra Roma. Ante esto, Roma, consciente de la grave emergencia, designó Dictador a Quinto Fabio Máximo. Éste, sabedor del genio militar de Aníbal, se dio cuenta que no era conveniente seguir enfrentando en batallas campales al general cartaginés, de las © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 113 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. cuales con seguridad saldría vencedor, así que puso en práctica la desde entonces llamada Estrategia Fabiana, consistente en hostilizarlo y desgastarlo, sin llegar al combate frontal. Pero esta estrategia no tuvo buena acogida en Roma, así que tan pronto terminó la Dictadora de Fabio Máximo, los dos nuevos cónsules electos, Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, retomaron imprudentemente la política de enfrentamiento y organizaron un ejército de 100.000 hombres, el más grande que Roma nunca había reunido hasta esa fecha, para enfrentar a Aníbal. Así tuvo lugar en 216 A.C., en Apulia, en el sur de Italia, la famosísima Batalla de Cannas, una de las más brillantes batallas de la historia universal, en la cual Aníbal aniquiló completamente al ejército romano, quedando muertos en el campo de batalla más de 80.000 soldados romanos y, entre ellos 80 senadores y uno de los cónsules: Lucio Emilio Paulo. Cannas sería la mayor expresión del genio militar de Aníbal, que desarrolló una estrategia militar móvil y envolvente, que encerraba a sus adversarios y los exterminaba. El que un ejército tan grande, tan disciplinado y tan valiente como el romano hubiera sido derrotado de manera tan estrepitosa es la mejor muestra del genio superior de Aníbal. Ello determinó el alzamiento antirromano de los samnitas y otros pueblos del Sur de Italia. Además, azuzados por lo que parecía un triunfo definitivo de Aníbal, el reino de Macedonia y la ciudad de Siracusa, entraron oficialmente a la guerra del lado cartaginés, situación de la cual luego se arrepentirían. Pero el cartaginés no pudo quebrantar la lealtad de los pueblos del centro de la península, esto es, latinos, etruscos y umbros, y ahí estuvo la ruina de Aníbal, pues ello le impidió poder atacar directamente a Roma. Aníbal quedó condenado a permanecer por muchos años (216204 A.C.) en Italia, teniendo en jaque a los romanos, conquistando muchas ciudades importantes, con también algunas derrotas de relativa importancia, pero sin lograr ninguna gran victoria decisiva, por falta de refuerzos, viendo como el trofeo, Roma, se le iba de las manos. En estos tiempos el gran enemigo de Aníbal sería el general Marcelo, quien le arrebatara Capua y fuera además el ya nombrado conquistador de Siracusa. Tras la tragedia de Cannas, los romanos retomaron la sabia Estrategia Fabiana y se contentaron con acostumbrarse a que tenían un huésped incómodo en suelo italiano, al que tenían por todos los medios que hostilizar y cortar sus medios de aprovisionamiento y refuerzo. Pero por otra parte, Roma decidió abrir, a partir de 217 A.C. un segundo frente de lucha contra Cartago, contraatacando en Hispania, fuente de aprovisionamiento de Aníbal. Asimismo, en 211 A.C., como ya hemos visto, conquistaron Siracusa, aliada en ese momento de Cartago, y completaron la conquista de la isla de Sicilia. La primera parte de la campaña española quedó a cargo de los hermanos Publio Cornelio Escipión (el derrotado en el río Tesino) y Gneo Cornelio Escipión, pero éstos no obtuvieron resultados importantes, excepto lograr mantener al lugarteniente de Aníbal en Hispania, su hermano Asdrúbal, ocupado en su propio frente de batalla ibérico. El status quo de esta guerra española cambió al fallecer los dos hermanos en batalla en 211, pues Roma designó ahora para comandar las fuerzas romanas en Hispania al hijo de Publio Cornelio Escipión, de igual nombre, y destinado a fama inmortal. En 211 A.C. Escipión conquistó Cartagena, la capital de los Barca en Hispania, y en 209 derrotó a Asdrúbal Barca. Entonces, el fiel hermano de Aníbal, tras disponer las medidas conducentes para la defensa cartaginesa de la península, salió -esquivando el © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 114 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. asedio romano- con un ejército intacto desde Hispania y por vía terrestre llegó a suelo italiano. Pero este ejército puno-español de apoyo fue localizado y destruido en 207 A.C. por los romanos en la Batalla del río Metauro. La cabeza de Asdrúbal fue arrojada en el campamento de Aníbal, y ahí el gran cartaginés comprendió que estaba abandonado a su suerte, enfrentado a un enemigo irreductible. Nunca recibió ayuda de su patria. Se retiró a Bruttium y ahí permaneció, inactivo, los años siguientes. Paralelamente, en esos momentos terminaban las hostilidades en los frentes español y siciliano, con la victoria romana en ellos. La realidad es que en esos graves momentos para su existencia, el vigoroso pueblo romano demostró una entereza sobrehumana, al aguantar a pie firme una a una las graves derrotas que le propinó Aníbal. Esta capacidad de resistencia romana, muy parecida a la que en tiempos de Napoleón e Hitler demostraran los rusos ante los invasores franceses y alemanes, le permitió a Roma abrir nuevos frentes de batalla para cambiar el escenario de la guerra. Finalmente, en 204 A.C. los romanos, comandados por el conquistador de Hispania, Publio Cornelio Escipión, decidiendo dar un golpe de gracia a la larga e indecisa guerra, invadieron África y atacaron directamente a Cartago en su suelo. La estrategia tuvo como resultado que Cartago llamara en su defensa al mismo Aníbal. Éste, a pesar del abandono en que había sido dejado, acudió viril y presurosamente al llamado de su querida e ingrata patria. Su sola presencia levantó automáticamente la moral del ejército cartaginés. Pero esta vez sí que repercutió ampliamente el nivel de las fuerzas rivales, por mucho que Aníbal tratara de amortizar la diferencia con su impactante presencia. Aníbal y Escipión, que se admiraban mutuamente, procuraron llegar a un acuerdo de paz relativamente honroso para Cartago, pero los cartagineses se opusieron. Así, la suerte quedó echada. En 202 A.C. tuvo lugar la decisiva batalla de Zama, en la cual Escipión derrotó a Aníbal y destruyó su ejército. Esta victoria ganó para Escipión su desde entonces inmortal nombre de Escipión El Africano. Por primera vez el gran Aníbal había sido vencido, y en forma desatrosa: perdió 40.000 hombres, contra sólo 1.500 de los romanos. Su estrella se había apagado y Cartago lo culpó de la derrota. Ante esto, Aníbal, entonces de apenas 46 años, escapó a la corte de los Seléucidas. Recordemos que Sidón, ciudad madre de Cartago, y toda Fenicia, formaban parte de dicho reino helenístico. Así concluyó en 201 A.C., con la rendición de Cartago, la Segunda Guerra Púnica. Pero no termina acá la historia del gran Aníbal. Posteriormente asesoraría al rey Antíoco III El Grande en su guerra de 192-189 A.C. contra Roma. Y como también hemos ya referido, perseguido Aníbal vengativamente por Roma terminó suicidándose hacia 183 A.C. en la corte del rey Prusias de Bitinia, que traicioneramente planeaba entregarlo a sus enemigos. Así terminó sus días el gran cartaginés. 69.- La Tercera Guerra Púnica y la Destrucción de Cartago. Terminada la Primera Guerra Púnica, la antigua Hispania cartaginesa pasó a ser territorio romano, y comenzó el avance romano hacia el interior de la Península Ibérica. Cartago sobrevivió, pero con su poder político anulado. Gran parte de su territorio africano, la región de Numidia, fue entregada al rey Masinisa, aliado de Roma, y quien durante los siguientes 50 años hostigaría constantemente a los cartagineses. Roma impuso a Cartago la prohibición de tomar las armas contra ningún © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 115 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. enemigo, sin la autorización expresa del Senado romano. Esto tendría repercusiones tremendas a futuro. Pero, de cualquier forma, la ciudad pronto recuperó su riqueza comercial, despertando los celos y temores de su enemiga. Aunque de hecho, la suerte de Cartago y sus ciudadanos estaba ya echada. Roma no permitiría que su rica rival sobreviviera mucho tiempo, aun y cuando militarmente estuviera anulada. En la conciencia del emergente Estado romano estaba la certeza de que la lucha contra el enemigo debía ser total. En otros casos Roma habría dejado espacio para solución de convivencia, pero no en el caso de esta guerra en particular. La famosa frase “Delenda est Carthago” (Hay que destruir Cartago), con la que Catón cerraba todos sus discursos en el Senado romano no era personal, sino una expresión del sentir popular de que en el Mediterráneo Occidental no había lugar para dos Imperios, ni económicos ni militares, de que lo que había empezado de una forma, tenía que terminar con un objetivo preciso. La guerra se empezaba para alcanzar un fin determinado, y no para dejar irresoluto un problema. Roma sólo buscó una mundana excusa para iniciar la Tercera Guerra Púnica (149-146 A.C.). Ella vino cuando los cartagineses, continuamente acosados por el ya anciano Masinisa, quien ya hemos visto era aliado de Roma, se vieron obligados a tomar las armas contra su enemigo. El Senado de Roma había hecho oídos sordos a sus peticiones de justicia, enviando a una delegación mediadora, con la participación del propio Catón El Censor, que no quiso cumplir en forma imparcial su función; más bien se autoconvenció de la necesidad de darle la estocada final a la metrópoli púnica. Esto llevó a Cartago a enfrascarse en una guerra contra Masinisa sin la debida autorización romana. Roma contestó enviando sus tropas contra la ciudad africana. Los cartagineses, actuando de buena fe, reconocieron su error y entregaron todas las armas. Pero el designio de Roma era que la ciudad fuera definitivamente evacuada, y esto los mercaderes cartagineses ya no lo pudieron aceptar; por fin, y por única vez, lucharon viril y bravamente por su ciudad, como nunca antes lo habían hecho. Pero desgraciadamente para la metrópoli púnica, lo que sucedía no era más que cruel consecuencia de un proceso que no podía quedar inconcluso. En 146 A.C. Cartago fue conquistada y arrasada. Los romanos pasaron el arado por la tierra encima de las ruinas de la ciudad y juraron que nada más se construiría en dicho lugar. No obstante, pronto ellos mismos reconstruirían la ciudad, por obra de Julio César, y la nueva Cartago romana sería la más importante ciudad de África, una de las más ricas del Imperio, e importante centro de la cultura latina, hasta la caída en manos de los árabes a fines del siglo VII D.C. La parte más oriental del territorio púnico se convirtió en la provincia romana de África, incluyendo gran parte de la costa de la actual Libia. El resto del territorio cartaginés, la parte occidental, fue entregado por Roma a los hijos de su aliado Masinisa. 70.- Las Guerras Macedónicas y la Anexión de Grecia. Paralelamente a las guerras contra Cartago, en el Este desarrollaba Roma sus guerras contra los entonces todavía poderosos reinos helenísticos de Oriente. Se trata de las llamadas Guerras Macedónicas, contra Macedonia, y la Guerra Siria, contra los Seléucidas En estas guerras la estructura móvil de las legiones romanas demostró su gran superioridad sobre la rigidez de la falange macedónica. Los romanos, con un ejército movible y fácilmente desplegable conformado por manípulos y cohortes, y con estructuras acorazadas de avance tales como la Testudo o Tortuga, a la que luego nos © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 116 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. referiremos, con un engranaje militar mecánico y perfecto, derrotaron con facilidad increíble a los macedonios y su anquilosada estructura bélica. La Primera Guerra Macedónica (214-205 A.C.) se peleó paralelamente a la Segunda Guerra Púnica. En ella Cartago, Macedonia y Siracusa fueron aliados contra Roma, pero los aliados no lograron el objetivo de que tropas macedonias auxiliaran a Aníbal en Italia. Filipo V de Macedonia no se atrevió a atacar a Roma por la retaguardia, lo que hubiera sido una gran ayuda para Aníbal. Un poco lo que le pasó a Japón durante la Segunda guerra Mundial, que, a pesar de su alianza con Alemania, no quiso por miedo- atacar por el lado asiático a la Unión Soviética de Stalin. Así como la Unión Soviética se salvó de un segundo frente en el Lejano Oriente, Roma no tuvo que afrontar una segunda invasión griega desde el Este. De hecho, para asegurarse que esto no sucediera, Roma despachó inmediatamente tropas al Adriático, que disuadieron a Filipo de tal acción. Pero la guerra se peleó en Iliria y en Grecia, apoyando ahí Roma a los rivales de Macedonia. No es del caso dar todos los detalles. Terminó mediante una paz negociada en 205 A.C. A la larga Roma no logró grandes conquistas, pero obtuvo el objetivo clave y fundamental de impedir que Filipo V apoyara efectivamente a Aníbal en su aventura italiana. La Segunda Guerra Macedónica (200-197) ya ha sido en cierta medida relatada anteriormente. El ya mencionado, e incansable, Filipo V de Macedonia, invadió el reino de Pérgamo y la isla de Rodas, así que estos dos Estados griegos solicitaron el apoyo de Roma. Luego otros Estados griegos, entre ellos Atenas, declararon la guerra a Macedonia. Un poco a desgano Roma terminó involucrada en el conflicto. A diferencia de la Primera Guerra Macedonia, donde había claras razones estratégicas y de propia seguridad para atacar, en ésta no las había. Pero Roma tenía que proteger a sus aliados, especialmente Pérgamo. Al final la guerra terminó con la gran victoria romana del cónsul Tito Quincio Flaminio contra Filipo V en la batalla de Cinocéfalos, en Tesalia, el año 197 A.C. Es desde luego una de las mayores victorias militares de la historia de Roma. De ella resultó la llamada Paz de Flaminio y la declaratoria romana de independencia de las ciudades-Estado griegas de Macedonia, la cual ya hemos referido. La Guerra Seléucida o Siria (192-189), ya relatada en gran medida, se desarrolló también en gran medida en Grecia, con griegos de la Hélade apoyando a uno u otro bando. Los romanos derrotaron al rey Seléucida Antíoco III El Grande en las Termópilas y en la Batalla de Magnesia, terminando cualquier intento de los reyes sirios de enfrentar a Roma. Pero optaron por no anexarlo todavía, dejando ese honor posteriormente, para Pompeyo. Esta guerra puede ser considerada un simple capítulo más de las Guerras Macedónicas. Es en esta Guerra Romano-Seléucida que el omnipresente Aníbal jugó su última carta contra Roma, como asesor clave del rey Antíoco III. Inclusive comandó la flota seléucida en la Batalla de Eurimidonte, siendo esta vez derrotado por sus enemigos romanos y rodios. Aníbal era un estratega terrestre, no naval. Paradójicamente, en esta guerra, como vencedor de Antíoco y Aníbal, aparece la figura de Lucio Cornelio Escipión, o Escipión El Asiático, hermano del mucho más renombrado Escipión El Africano. La Tercera Guerra Macedónica (171-167 A.C.) fue esta vez iniciada por Roma por miedo al resurgimiento de la influencia de Macedonia en Grecia y el mundo helenístico que propiciaba el rey Perseo, hijo de Filipo V. La guerra terminó con la derrota de Perseo a manos del cónsul Lucio Emilio Paulo, en la batalla de Pidna. El derrotado rey y la aristocracia macedonia fueron llevados como rehenes a Roma, y más de 300.000 © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 117 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. macedonios fueron convertidos en esclavos. Tras esto Macedonia, muy reducida en extensión, fue dividida en varios distritos autónomos y vivió pacíficamente algunos años. Vino finalmente la llamada Cuarta Guerra Macedónica (149-148), contra Andrisco, un supuesto hijo de Perseo, que pretendió alzarse contra Roma. Tras ser derrotado por el cónsul Quinto Cecilio Metelo, llamado Macedónico, Macedonia entera fue convertida en provincia romana en 146 A.C. Como ya hemos visto, los griegos de la Hélade no supieron aprovechar la libertad que les habían regalado los romanos, y desobedeciendo órdenes romanas empezaron la que sería su última guerra fratricida, entre la Liga Aquea y Esparta. En represalia los romanos destruyeron Corinto, y convirtieron a Grecia, bajo el nombre de Acaya, en provincia romana, el año 146 A.C. 71.- La Expansión de Roma por Europa Occidental. Como ya hemos adelantado, hacia el año 225 A.C., tras la victoria contra los celtas en la batalla de Telamón, los romanos habían comenzado la pacificación de la Galia Cisalpina, penetrando más allá del Valle del Po, hasta los Alpes. Pero luego vino la aparición de Aníbal y la sublevación gala contra Roma. Así que paralelamente a la Segunda guerra púnica debió Roma reiniciar su campaña de sometimiento de los galos noritalianos. Entre los años 201 y 190 A.C. se afianzó definitivamente la penetración romana en la Galia Cisalpina. Para el año 155 A.C. se había incorporado, además, toda la región de Liguria al territorio del Estado Romano. Hacia el año 81 A.C. toda la región situada entre los Alpes y el mundialmente famoso río Rubicón constituía la –entonces extraitálica- provincia de la Galia Cisalpina. Conjuntamente con el avance hasta los Alpes ponían los romanos pie firme en la región de Iliria, en la costa oriental del Mar Adriático. Entre los años 229-228 A.C. se desarrolló la llamada primera Guerra Iliria, en la cual por primera vez en su historia despacharon los romanos una escuadra y tropas al otro lado del Adriático, para detener los avances de la reina iliria Teuta, que interrumpía peligrosamente las vitales líneas de suministro marítimo de Roma y hostigaba a las ciudades griegas de la costa. Posteriormente seguirían dos conflictos más con los gobernantes locales, más o menos helenizados, las llamadas Segunda Guerra Iliria (220-219 A.C.) y Tercera Guerra Iliria (169-168 A.C.), paralelas, respectivamente, a las Primera y Tercera Guerras Macedónicas. A pesar de su importancia, para muchos historiadores estas Guerras Ilirias no fueron más que un capítulo propio de las Guerras Macedónicas. Tras esto Iliria quedó dividida en distritos administrativos controlados por Roma, asociada a la provincia de la Galia Cisalpina, pero demoró un buen tiempo, hasta Augusto, en convertirse oficialmente en provincia romana independiente. Paralelamente, en 197 A.C. los romanos –dueños ya de los territorios cartaginesesestablecieron en la Península Ibérica sus dos provincias costeras de Hispania Ulterior (en el Sureste) e Hispania Citerior (en el Noreste), iniciando así la expansión hacia el interior. Pero demoraron mucho en acabar con la última resistencia de los peninsulares a su dominio, derrotando trabajosamente a los celtíberos y a los lusitanos. Hacia el año 123 A.C. el dominio romano abarcaba aproximadamente el 70% de la península, quedando fuera del mismo tan sólo la esquina Noroccidental de la misma, aproximadamente el Norte de Portugal y León, y las zonas de Galicia, Asturias y el País Vasco. A partir de 75 A.C. siguió el avance romano hacia el Norte, de forma que para el año 19 A.C., en tiempos de Augusto, terminaba definitivamente la conquista, con la pacificación de Asturias. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 118 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Fama inmortal ha ganado la brava ciudad celtíbera de Numancia, ubicada en el centronorte de la península, que ofreció una dura resistencia a las tropas romanas. El año 153 A.C. los numantinos derrotaron a un ejército de 30.000 soldados romanos. Roma intentó durante casi 20 años someter a la ciudad, pero sin éxito, hasta que el año 124 A.C. puso todos sus recursos humanos disponibles en dominarla. Tras quince mese de asedio, el año 133 A.C., Numancia fue finalmente conquistada a sangre por los romanos, agotada por el hambre y defendida hasta la muerte por sus bravos habitantes que en su casi totalidad prefirieron suicidarse antes que rendirse. Numancia pasó a ser para siempre el gran símbolo del espíritu español de resistencia contra un poder extranjero; el mismo que 20 siglos después demostrarían ante los soldados ocupantes de Napoleón. Hasta el día de hoy sobrevive el concepto de Defensa Numantina para denotar una defensa desesperada y valiente, hasta las últimas consecuencias. De igual forma, entre los años 125-118 A.C. los romanos conquistaron los territorios del Sur de la Galia Transalpina, estableciendo la provincia de la Galia Narbonense, con capital en Narbona. Así empezó el temprano proceso de romanización de esta parte de la Galia. Con esto Roma extendió su dominio a la casi totalidad de la costa europea del Mediterráneo Occidental. Además, ya hemos visto como en el año 129 A.C. el reino helenístico de Pérgamo se constituyó en la provincia romana de Asia. El Imperio Romano estaba empezando a tomar forma, y ya estaba afianzado en tres continentes. 72.- Las Guerras contra Yugurta y la Expansión en África. Entre los años 111 y 105 A.C. tuvo lugar la guerra contra Yugurta, quien usurpara el antiguo trono de la dinastía de Masinisa, en Numidia. Ya nos hemos referido brevemente a este reino bereber norafricano, sito en los territorios de la actual Argelia. El viejo Masinisa había convertido a un pueblo nómada del Magreb en un poderoso reino aliado incondicional de Roma, como un Estado tapón ante Cartago. Fallecido Masinisa fue sucedido en el trono por su hijo legítimo Micipsa (1148-118 A.C.), el cual continuó la sabia política de cercanía con Roma de su padre. Pero al fallecer Micipsa fue sucedido conjuntamente por su hijo adoptivo, Yugurta, y por sus dos hijos legítimos, Hiempsal y Adherbal. Esta alianza no podía traer nada bueno. Yugurta era brillante, ambicioso, y además se había percatado muy bien, usándola en su provecho, de la creciente corrupción imperante en la Roma de la época. Yugurta entró en conflicto con sus medios hermanos, dando muerte al primero y forzando al segundo a huir a Roma. Los delegados enviados por Roma propiciaron en 116 A.C. una división del reino, pero aparentemente bajo soborno de Yugurta, así que el arreglo se hizo imposible, y la guerra civil escaló. Adherbal se refugió en la ciudad de Cirta, apoyado por los residentes italianos. Al caer Cirta en manos de Yugurta, sus tropas masacraron a los italianos. Esto obligó a Roma a declarar la guerra a Yugurta en 112 A.C. Una primera campaña, dirigida por el cónsul Lucio Calpurnio Bestia terminó de manera excesivamente favorable para Yugurta, lo cual llevó a pensar que también Bestia había sido sobornado. El usurpador númida fue llamado a Roma a testificar, pero también ahí sobornó a los funcionarios y evitó testificar. Sus intrigas lo llevaron a ser expulsado de Roma. La guerra se reinició y Roma envió un segundo ejército, ahora bajo el mando del cónsul Lucio Cecilio Metelo, quien fue incapaz de derrotar en forma concluyente a Yugurta. Tan sólo la tercera campaña, del general Cayo Mario y de su entonces © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 119 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. subordinado Lucio Cornelio Sila, importantes personajes a los cuales después nos referiremos, terminó en forma definitiva la guerra en 105 A.C. Yugurta fue llevado a Roma a desfilar en el cortejo triunfal de Mario, muriendo ahí, cruelmente tratado, en 104 A.C. Si bien la guerra terminó, como era lógico, en forma favorable para Roma, los escándalos de corrupción dejaron en claro que algo ya no estaba funcionando bien en la antes incorrupta estructura de la República Romana. Tras esto, la parte occidental de Numidia quedó anexada al reino prorromano de Mauritania, mientras que su reducido núcleo principal subsistió como reino cliente de Roma, bajo sus propios reyes aliados Hiempsal II y Juba I, hasta que en 46 A.C., con César, fue convertido en provincia romana, aunque después gozaría nuevamente brevemente, por sólo dos años (29-27 A.C.) de autonomía bajo Juba II. Tras esto Numidia quedó definitivamente bajo dominio directo romano y su monarca, el altamente romanizado y confiable Juba II, fue transferido por Roma a Mauritania. Prácticamente todo el África Noroccidental era ya territorio romano. Sólo quedaba independiente la región de Mauritania, que comprendía el actual Marruecos y gran parte de Argelia, pero también como reino aliado y cliente de Roma. Augusto le entregó el trono al ex rey Juba II de Numidia, de su confianza, al cual inclusive casó con Cleopatra Selene, hija de Marco Antonio y Cleopatra VII de Egipto. Sería sucedido en 23 D.C. por el hijo de ambos Ptolomeo de Mauritania. Mauritania sería, entonces, un importante estado del Mediterráneo Occidental, hasta su formal anexión definitiva a Roma en 40 D.C. 73.- El Primer Enfrentamiento entre Roma y los Germanos. Alejado del teatro mediterráneo, pero de gran importancia fue otro gran triunfo militar de Mario, ya vencedor de la guerra contra Yugurta. El año 105 A.C. dos tribus germánicas, los cimbrios y los teutones, que llevaban varios años en conflicto con Roma, invadieron definitivamente al territorio de la República. Ante la emergencia, Mario fue elegido cónsul consecutivamente por cinco años para detener ésta, que sería la primera de las amenazas germánicas que enfrentaría el Estado Romano. El año 102 A.C. Mario derrotó a los teutones en Provenza y en 101 A.C. hizo lo mismo con los cimbrios, ya en el Norte de Italia. Tras esto, la amenaza germánica desaparecería por muchos siglos, hasta tiempos del emperador Marco Aurelio. 74.- Las Guerras contra Mitrídates y las Anexiones en Oriente. En el intertanto, se gestaba la cruel guerra por el control de Asia Menor, contra Mitrídates, uno de los más encarnecidos, persistentes y capaces enemigos que Roma tendría en su historia republicana, después, desde luego, de Aníbal. Por ello merece unas líneas especiales. Mitrídates, originalmente rey helenizado (pero no completamente griego) del Ponto, en la parte Nororiental de Asia Menor, para el año 114 había incorporado a su reino Capadocia y Paflagonia en Asia Menor, y el Quersoneso Póntico (Crimea). Los romanos trataron de obligarlo a restituir Capadocia a sus legítimos monarcas, y esto provocaría el enfrentamiento. A la larga se necesitaron tres largas guerras, bajo distintos generales romanos, para derrotar a Mitrídates. Durante la primera guerra (88-84 A.C.) Mitrídates inició un feroz levantamiento antirromano, ocupó toda Asia Menor (incluyendo la provincia Romana de Asia) y bajo © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 120 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. sus órdenes 80.000 italianos residentes en Anatolia fueron pasados por la espada. Este cruel episodio, meticulosamente planificado, es llamado las Vísperas Asiáticas, haciendo un parangón con las muy similares Vísperas Sicilianas del siglo XIII D.C. Es más, Mitrídates envió un ejército a Grecia y ocupó por un corto tiempo la Hélade. Ya hemos visto como Atenas se puso, tontamente, de su lado. La guerra, dirigida por Lucio Cornelio Sila, terminó el año 84 A.C., con la derrota de Mitrídates, quien tuvo que evacuar todas sus conquistas, conservando sólo su reino del Ponto. Esto resultó en una paz sorprendentemente favorable para el monarca asiático, que tuvo la suerte de que Sila debió volver precipitadamente a Roma con motivo de la lucha por el poder con Cayo Mario. La segunda guerra (83-82 A.C.) terminó también sin resultados concluyentes. El comandante que había sucedido a Sila, Lucio Lucilo Murena, debió reiniciar la guerra, pero fue derrotado por Mitrídates, llegándose a una nueva paz. En la tercera y última guerra (74-63 A.C.) Mitrídates fue arrojado del Ponto y se refugió en Armenia, en la corte de su yerno Tigranes II El Grande. Con apoyo armenio logró reconquistar su reino en 68 A.C., y con ello la lucha siguió. El general Cneo Pompeyo, quien también ameritará comentarios posteriores, derrotó definitivamente a Mitrídates en Asia Menor el año 66 A.C. Tras esto Mitrídates escapó a la península de Crimea, parte de su reino, donde, perseguido hasta las últimas consecuencias por Pompeyo, finalmente terminó suicidándose en 63 A.C. Pompeyo, en una interesante expedición en persecución de su archienemigo, recorrió con sus legiones triunfante gran parte del Cáucaso, tierra entonces enigmática y casi desconocida. Después volvió sobre sus pasos, pero ya había llevado el nombre de Roma muy lejos. Posteriormente gran parte del Cáucaso, y también Crimea, se convertiría en tributario de Roma. Además, como ya hemos visto previamente al referirnos a los reinos helenísticos, y no es menester repetir, en el período comprendido entre 65 y 62 A.C., el mismo Pompeyo anexó Bitinia y la Siria Seléucida a Roma, y, tras conquistar Jerusalén, convirtió a Judea en reino cliente de Roma, si bien todavía independiente. 75.- Las Luchas Sociales: Tiberio y Cayo Graco. Mientras Roma se extendía, internamente se producían los primeros conflictos sociales y políticos que demostrarían que la República Romana entraba en una etapa de crisis, que la antiguamente sólida institucionalidad republicana se estaba resquebrajando. Ya se había zanjado el problema entre Patricios y plebeyos, con el resultado de la igualación política de ambos estamentos. Pero quedaba pendiente solucionar el tema de la injusticia social y de las diferencias económicas y políticas entre la clase pudiente –tanto patricia como plebeya- y la gran masa proletaria. No obstante, este proceso no se dio de forma fácil ni automática, y en su momento llevó a una aguda crisis social, en que los jóvenes tribunos aristócratas Tiberio y Cayo Graco, ajenos a su causa natural, en un período que va desde 133 a 121 A.C., tomaron el partido popular e hicieron votar leyes en beneficio de los latinos e italianos en relación con la distribución de tierras. Ambos tribunos eran ni más ni menos que nietos del mismísimo Escipión El Africano, el vencedor de Aníbal. El primero, Tiberio fue asesinado cuando planteaba un proyecto de reformas bastante moderado. El segundo hermano, menor, tomó la causa de su hermano muerto como bandera de lucha, y llegó a un proyecto mucho más revolucionario. Pero también fue asesinado. De cualquier forma, muchos de los avances logrados por los Graco sobrevivirían. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 121 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. No obstante, los Gracos, a pesar de sus buenas ideas, al tomar un bando ajeno al que les correspondía, asumieron la causa popular con un celo excesivo, propio de los miembros de las clases superiores que desean expiar la culpa sanguínea de su origen. Hicieron grandes cosas, pero sus obras no fueron reconocidas adecuadamente por la ingrata masa plebeya a la que quisieron apoyar. Sufrieron la ingratitud de la clase social por la cual se jugaron la vida, y peor aún, el desprecio de su propia gente. Tomaron, indudablemente, el camino equivocado. 76.- El Declive del Orden Republicano: Sila y Mario. Asimismo, el sistema constitucional republicano comenzaba a agrietarse. El hecho es que la estructura de la República Romana estaba hecha para una pequeña liga de ciudades, pero no para un Imperio cada vez más grande. La base del sistema político original de la república romana había sido la desinteresada participación de los ciudadanos en las gestiones gubernamentales. Ya hemos comentado la patriótica y desinteresada actuación de Cincinato, que habiendo sido elegido para dirigir los ejércitos romanos en momentos de crisis, había dejado su arado para dirigirse a cumplir su deber, y una vez terminada su gestión, regresó a su campo como un ciudadano más. O la grandeza de espíritu de los senadores romanos, quienes en los tiempos iniciales de la república habían mostrado siempre gran entereza y valor, dejándose masacrar cuando los galos tomaron Roma, o rechazando sin titubeos amenazas de enemigos tan poderosos como Aníbal. Hasta los hermanos Graco, revolucionarios como eran, habían actuado más por idealismo que por cálculo político. Éste había sido, como norma general, el panorama político durante la primera época de la república. Pero, ahora, los intereses políticos personales comenzarían a apoderarse de la agenda del día. Empieza entonces la época de los caudillajes, encabezados, primero, por el líder popular Cayo Mario (157-86 A.C.), y luego, por el líder pro senatorial Lucio Cornelio Sila (138-78 A.C.). Mario se había vuelto famoso en su campaña contra el rey Yugurta de Numidia, y por su victoria contra los cimbrios y los teutones. Era un hombre de familia de clase ecuestre, pero no senatorial, que tuvo que luchar mucho para sobresalir dentro del Establishment republicano. Fue elegido cónsul en siete ocasiones distintas a lo largo de su vida. Sila, por su parte, enfrentó exitosamente la primera parte de la terrible revolución antirromana iniciada por el Mitrídates y también había participado activamente en la derrota de Yugurta. Formaba parte de una familia abiertamente aristócrata de rango senatorial, pero empobrecida. Fue cónsul dos veces y una vez Dictador. No es del caso explicar las intrigas políticas de esta época de la República ni los odios partidistas causantes o resultantes de las enconadas luchas por el poder. Pero el hecho es que entre los años 101 y 79 A.C. se desarrolló en Italia una cruenta guerra civil de carácter político-social, con infinidad de víctimas de la represión de ambos caudillos. Paralelamente a esto, tuvo lugar un hecho inesperado, el alzamiento de los antes fieles aliados italianos, que exigieron la igualdad de derechos con los romanos, y tuvieron a la metrópoli al borde del colapso. Se trata de la llamada Guerra Social. Fue especialmente grave, pues en realidad se trataba ya de italianos totalmente romanizados, que hablaban latín y luchaban dirigidos por generales del ejército romano, utilizando estructuras militares y tácticas romanas. Llegaron inclusive a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 122 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. proclamar su propia república, llamada Italia, con capital en la ciudad de Corfinium, rebautizada Italica por los sublevados. De cualquier forma, las ciudades latinas se mantuvieron fieles a Roma. Esta cruel guerra se desarrolló entre los años 91-87 A.C. En un momento pareció que todo el aparato del Estado Romano se derrumbaba por tres conflictos paralelos: a) el alzamiento itálico; b) la guerra civil interna romana; y c) la antes mencionada guerra contra Mitrídates. Al final, la victoria fue de Sila y la casta senatorial, quienes lograron sortear uno tras otro todos los peligros. Para aplacar a los sublevados itálicos se otorgó la ciudadanía romana a todos los habitantes de Italia. Así concluyó este conflicto, que de cualquier forma dejó a la península arruinada. Sila se convirtió en dictador en 82 A.C., sin limitación temporal, aprobó leyes que reafirmaron el poder senatorial, y se retiró a la vida privada, muriendo en 78 A.C. Empero, el triunfo de Sila y del bando senatorial fue efímero. Mientras tanto, en Anatolia la guerra contra Mitrídates continuaba intermitentemente, en Italia los conflictos sociales no terminaban. Paralelamente a esto se desarrollaba en Hispania la interesante aventura personal del general Quinto Sartorio. Es considerado por el propio Momsen como uno de los más grandes militares de la historia de la Roma republicana. Partidario del bando popular durante la guerra civil, se hizo en 83 A.C. del control militar de la península y – proclamándose en abierta rebeldía contra la propia Roma- desconoció la autoridad de Sila, a cuyas fuerzas derrotó reiteradamente tanto en Hispania como en Mauritania. Muy pronto se granjeó la simpatía y admiración de los hispanos nativos, especialmente de los lusitanos, y con sus fuerzas acrecentadas por españoles y por refugiados romanos, llegó a establecer lo que en la práctica era un Estado independiente hispanorromano, con todo y su propio Senado. Muy similar a cómo después, en el siglo III D.C., sería el caso del Imperio Gálico, al cual luego nos referiremos. A partir de 75 A.C. las tropas del gobierno central romano se vieron poderosamente reforzadas, pero Sartorio estaba muy cerca de lograr su objetivo, hasta que, por diferencias entre sus propios partidarios romanos y españoles, fue asesinado. Con esto, su obra se derrumbó –justo con su Estado en ciernes- y se restituyó la autoridad central de Roma en Hispania. 77.- Espartaco y la Rebelión de los Esclavos. Entre 73 y 71 A.C. tuvo lugar la famosa revolución de esclavos liderada por Espartaco, brillante gladiador y líder de masas de origen tracio, quien desafiaría, tal vez más en la leyenda que en la historia efectiva, al Estado Romano. Su historia y su origen son obscuros, pero la relación con Tracia es históricamente muy clara. Incidentalmente, ya hemos mencionado el reinado en el Ponto de una serie de monarcas, también tracios, de un muy similar nombre Espartoco. El hecho es que esclavizado Espartaco, fue transformado en gladiador en Capua, en el Sur de Italia. Habiendo escapado, formó una banda de salteadores que poco a poco fue creciendo. No teniendo legiones en la península, y apenas considerando a Espartaco un problema policial, Roma destacó inicialmente contra él simples milicias mal preparadas, que, sorprendentemente, fueron fácilmente derrotadas. Con esto la rebelión creció y el ejército de Espartaco se vio acrecentado por miles de esclavos fugitivos, muchos con entrenamiento militar o gladiadores. Espartaco se demostró un muy buen estratega, aunque sus tropas carecían de la preparación militar para enfrentar a un ejército organizado, y él lo sabía. A pesar de ello, logró derrotar a dos legiones formales del ejército republicano. Ahí la situación se volvió más seria y desesperada para Roma. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 123 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Finalmente la rebelión fue cruelmente aplacada por Marco Licinio Craso, a la sazón el hombre más rico de Roma, que recibió amplios poderes y las mejores tropas disponibles, ocho legiones completas, esto es, entre 40 y 50.000 hombres para pacificar el Sur de Italia. Espartaco trató de negociar con los poderosos piratas de Cilicia para conseguir transporte de su gente fuera del control romano, pero fue traicionado y abandonado a su suerte. No pudo evacuar Italia como era su intención y tuvo que enfrentar militarmente a un enemigo superior. Desde luego la victoria fue para las legiones profesionales. El destino de Espartaco se pierde en la nebulosa. Posiblemente murió en batalla. Buena parte de los derrotados capturados fueron crucificados en la Vía Appia. Así terminó este tan particular episodio de la historia romana. 78.- Pompeyo. El millonario Craso, revestido de la aureola de vencedor de Espartaco, se unió entonces al respetado general Cneo Pompeyo, para utilizar las influencias de ambos para tomar el poder en Roma. Ambos fueron elegidos cónsules para el año 70 A.C. Cneo Pompeyo era vástago de una rica familia, pero provincial, y partidario moderado del bando popular. Ello, a pesar de no ser un hombre del sistema ni ser bien mirado inicialmente por la casta senatorial, no obstó a que pronto alcanzara los más grandes honores de la República Romana. Se había ganado ya, justificadamente, una aureola de gran militar, tanto así que relativamente joven obtuvo como reconocimiento, incorporándose a su nombre el cognomen de Magno o El Grande con que la historia lo conoce. Terminado el consulado, empezarían los más grandes triunfos militares de Pompeyo. El año 67 A.C. Pompeyo derrotó y aniquiló a los piratas que infestaban el Mediterráneo Oriental y amenazaban el crucial suministro de granos a Roma, conquistando sus bases en Cilicia (Asia Menor). Además, como ya hemos visto previamente al referirnos a los reinos helenísticos y a Mitrídates, y no es menester repetir, en el período comprendido entre 65 y 62 A.C. Pompeyo anexó Ponto, Bitinia y la Siria Seléucida a Roma, y, tras conquistar Jerusalén, convirtió a Judea en reino cliente de Roma, si bien todavía independiente. Al final de sus campañas, Cneo Pompeyo Magno había establecido la autoridad romana en gran parte del Cercano Oriente helenístico, algo que ninguno de sus predecesores hubiera siquiera soñado. Pompeyo con todos los triunfos militares que ya hemos mencionado y sus extensas anexiones en el Este, era indiscutidamente el hombre más poderoso de Roma. 79.- La Conspiración de Catilina. Pero el problema social continuaba de una u otra forma dentro de Roma. Los enemigos del bando senatorial seguían activos. Algunos, moderados, como por ejemplo el propio Pompeyo, actuaban dentro del sistema, pero otros, los exaltados, empezaron a conspirar en preparación de un golpe de Estado. El líder de este sector sería el patricio populista y ególatra –pero de origen arruinado- Lucio Sergio Catilina, una especie de Alcibíades romano, pero, desgraciadamente para él, mucho más propenso a las falencias que a las virtudes del símil ateniense. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 124 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Sería la famosa Conspiración de Catilina, cuyo objetivo sería, por medios absolutamente extra constitucionales, ni siquiera guardando las formas tradicionales que Mario y Sila habían tratado formalmente de procurar, de apoderarse del poder absoluto en Roma. Y el proyecto iba muy bien encaminado y con muchos aliados. Pero el año 63 A.C. la conspiración se filtró y llegó a antecedentes de Marco Tulio Cicerón, entonces cónsul, y fue denunciada por él en el Senado, antes de que el golpe pudiera ponerse en práctica. Famosos son los discursos de Cicerón contra Catilina, las Catilinarias, versión latina de las Filípicas de Demóstenes: “¿Hasta cuando colmas nuestra paciencia Catilina?”. Tras esto, el Senado destruyó a los conspiradores. Muchos de sus partidarios desertaron a su líder. Catilina de cualquier forma logró reunir a sus menguadas tropas y murió –bravamente- luchando al frente de los sublevados. Su imagen, para el bando senatorial, quedaría como un político populista ávido de poder personal, pero para muchos miembros del sector popular, como de un “joven idealista” de tendencias “progresistas” destruido por la reacción. De cualquier forma, la reacción de Cicerón hacia muchos partidarios de Catlina fue tan dura e implacable, que le creó, de manera personal y no simplemente política, muchos enemigos mortales que antes no tenía. 80.- El Primer Triunvirato. A raíz de la conspiración populista de Catilina, los ya mencionados Craso y Pompeyo, y el joven Cayo Julio César, formaron en 60 A.C. lo que se ha dado en llamar el Primer Triunvirato, una alianza política secreta y extraoficial, para los tres juntos dominar, constitucionalmente, el gobierno de la República. César era un aristócrata miembro de una antigua y noble familia, que aunque empobrecida, tenía amplias conexiones dentro de la clase senatorial. Pero –al igual que Pompeyo- era parte del bando popular, y supuestamente admirador de Catilina. Esta alianza tenía por objeto aprovechar la amplia popularidad del líder popular César en las masas populares, aunada a la gran fortuna de Craso y al gran renombre y fuerza política del líder consolidado Pompeyo, para desarrollar una política de interés común. César, con el apoyo de sus aliados triunviros, fue elegido Cónsul para el año 59 A.C. y puso en práctica, de acuerdo con sus socios, una campaña social a favor de los veteranos del ejército, distribuyendo tierras entre los antiguos legionarios. La alianza siguió estrechándose, a tal nivel que Julia, la única y bella hija de César, fue dada en matrimonio a Pompeyo, lo que creó una relación familiar entre ambos hombres, que mientras duró –hasta la muerte de Julia en 54 A.C.- mantuvo la paz entre los dos. 81.- César y la Conquista de la Galia. Terminando el consulado de César, en 58 A.C., como era costumbre para los cónsules salientes, fue designado Procónsul de las Galias, y ahí empezaría la real gran aventura hacia el poder del ambicioso caudillo. Las provincias de César eran originalmente tan sólo la Galia Cisalpina, esto es la parte de la actual Italia al Norte del río Rubicón, además de Iliria, y la Galia Narbonense o Transalpina, la parte colindante con el Mediterráneo de la actual Francia. Esta era toda la región gálica que para ese momento controlaba la República Romana. Desde ahí, César, con sus propios medios, y por interés personal, de tipo político y económico, se las ingenió para desarrollar una brillante guerra de conquista que entre © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 125 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. los años 58 y 51 A.C. le permitió dominar todo el territorio galo y parte del germano, hasta la frontera del Rhin. Lo más sorprendente es que César no era militar, sino político, pero su adaptación a la vida militar fue tan completa que se convirtió ya a una edad adulta en uno de los grandes líderes militares de la Antigüedad. De cualquier forma, esta conquista no fue tan fácil como hubiera parecido. No es del caso reproducir los detalles, que si bien muy interesantes, van más allá de los fines de esta obra. El hecho es que estando ya la conquista muy avanzada, con control romano desde el Canal de la Mancha hasta el Rhin, el año 53 A.C. César debió hacer frente a la altamente exitosa rebelión dirigida por el líder galo Vercingetorix, quien en la célebre batalla de Gergovia logró derrotar en 52 A.C. al disciplinado ejército romano. Pero al final César prevaleció y, en la batalla de Alessia, en el mismo año 52 A.C., las tropas romanas derrotaron en toda la línea a los galos. Capturando -y posteriormente ejecutando- Vercingetorix, César pacificó definitivamente la Galia en muy poco tiempo. Como ya hemos señalado, para el año 51 A.C. la conquista estaba concluida. Vendría ahora la romanización, en un proceso largo, de muchos siglos, y que sería muy intenso en el Sur, y menos intenso en el Noroeste. Inclusive con César puso Roma por primera vez pie en la costa meridional de Britania, isla apenas explorada, pero ya circunnavegada por los marinos fenicios y griegos en sus viajes. Estos últimos, quizá por los monumentales acantilados blancos de la costa de Dover, la habían bautizado como Albión. Siglos después los enemigos de Inglaterra se referirían a ella, usando este nombre arcaico, como la Pérfida Albión. Pero ello no forma parte de esta historia. El hecho es que César, tras un corto reconocimiento del terreno, determinó no proseguir la conquista de la isla y se reembarcó con sus tropas a la Galia. También puso César pie en la orilla derecha del Rhin, pero tampoco inició una penetración decidida en tierras germanas. 82.- La Tragedia de Craso en Oriente. En el intertanto, Craso pasó a administrar la rica provincia de Siria, una gran fuente de riqueza. Desde ahí decidió igualar la gloria militar de Pompeyo y César. La derrota de Espartaco no podía compararse con la gloria y las conquistas de sus socios. Así que inició una guerra privada contra el reino parto, con la finalidad de conquistarlo y anexionarlo. En vez de invadir Partia desde Armenia, donde habría tenido apoyo, lo hizo directamente a través del Éufrates. El año 53 A.C. tuvo lugar la célebre batalla de Carras, en la cual el ejército romano, mal dirigido por Craso, fue derrotado y aniquilado por los partos. Craso, junto con 20.000 de sus hombres, halló la muerte como consecuencia de esta batalla, una de las más trágicas derrotas de la historia republicana de Roma. La cabeza del general romano fue entregada al rey parto, quien la conservó como trofeo, junto con los estandartes de las legiones derrotadas. Además 10.000 soldados romanos, que prefirieron rendirse antes que ser exterminados, padecieron un doloroso cautiverio de décadas a manos de los partos. Recién 33 años después, el año 20 A.C., en tiempos de Augusto, Roma pudo negociar la devolución de los estandartes capturados y de los pocos restos localizables de su ejército. Pero el destino de éste se había perdido ya misteriosamente en la nebulosa. De estos prisioneros surgió la historia semi-legendaria de la llamada “Legión Perdida”, relatada parcialmente por Plutarco y Plinio. Esclavizados fueron llevados por los partos a la zona de Bactriana, donde algunas unidades, para escapar el cautiverio, aceptaron enrolarse para defender los límites orientales del reino parto contra los hunos. Ahí desaparecerían de la historia sin dejar rastro. Pero, aparentemente, las crónicas chinas © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 126 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. de la época hablan que hacia el año 36 A.C. los ejércitos chinos enfrentaron en el Turquestán, en la ciudad de Tizhi, en la actual Uzbekistán, a un altamente disciplinado contingente militar de origen desconocido, pero caucásico, que construía empalizadas de madera y que se defendía formando con sus escudos una estructura idéntica a la Testudo romana. Rendida la ciudad, aproximadamente mil prisioneros de este peculiar –y admirable- ejército fueron trasladados por los chinos al desierto de Gobi, para proteger dicha frontera de su imperio. A este asentamiento los chinos lo llamaron LiJien, que no significa otra cosa que “Legión”. Con los siglos este asentamiento fronterizo habría quedado arrasado. Pero existe la posibilidad de que efectivamente se hubiese tratado de un cuerpo de soldados romanos perdidos en la inmensidad de Asia Central, incapacitados, por diversos factores (distancia, número, avituallamiento, libertad de desplazamiento, etc.) de volver a casa imitando a Jenofonte y sus Diaz Mil. Habrían sido de la gran avanzada de Occidente en una zona a la cual ni siquiera los griegos helenistas de Bactriana y la India habían alguna vez llegado. 83.- La Guerra Civil entre César y Pompeyo. El proconsulado de César en la Galia, originalmente de cinco años, había sido extendido posteriormente por cinco años adicionales. Con esto, debido a los fabulosos e inesperados éxitos de César en Europa, se produjo el conflicto personal, por celos, entre César y Pompeyo, que de aliados se convirtieron en enemigos. Esto en momentos en que el Primer Triunvirato había dejado de existir como consecuencia de la muerte de Craso y había concluido la alianza familiar entre César y Pompeyo, por la muerte de Julia. Pompeyo, por su situación política particular, se había puesto abiertamente en manos del bando senatorial, mientras que César quedaba como peligroso líder popular. Pompeyo logró el apoyo de Senado y obtuvo que se le solicitara a César volver de la Galia una vez terminado su segundo proconsulado. Esto puso a César entre la espada y la pared, pues sabía que volviendo a Roma como simple ciudadano privado estaría a la merced de sus envidiosos enemigos. Así que tomó su gran decisión histórica. El año 49 A.C., César, desobedeciendo órdenes del Senado dictadas por Pompeyo, cruzó con un ejército armado el Río Rubicón, la frontera entre la Galia e Italia, y entró abiertamente en rebelión contra el Senado. Es famosa la supuesta frase de César al atravesar el cauce: “Alea iacta est“ (La suerte está echada). Había empezado una nueva guerra civil. Ella se desarrolló entre los años 49 y 46 A.C., en todos los teatros del Mediterráneo. César primero obligó a Pompeyo a huir primero a Brindisium y luego a evacuar Italia. Con la península ya en su poder, para no desguarnecer su flanco occidental, determinó dirigirse por vía terrestre a Hispania, donde se encontraba el fuerte de las legiones senatoriales. Derrotó a los pompeyanos cerca de Lérida, y dueño ya de Hispania, pudo concentrarse en el ataque contra el cuartel de Pompeyo en Grecia. Zarpando de Italia César desembarcó el año 48 A.C. con sus tropas en la ciudad epirota de Dyrrachium, donde fue derrotado por Pompeyo. Pero César supo salir airoso de la adversidad, salvando a todo su ejército. Pocos meses después tuvo el encuentro decisivo entre César y Pompeyo, la célebre batalla de Farsalia, en Grecia, del cual resultó la total derrota del segundo. Tras esto, parte de los líderes senatoriales, especialmente Metelo Escipión y Catón El Joven, huyeron a África, para continuar la resistencia, mientras que Pompeyo inició un periplo en fuga que lo llevó a Egipto, adonde César lo siguió en persecución. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 127 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Estando en Egipto Pompeyo fue traicionado por el rey Ptolomeo XIII, y asesinado. Este gesto, en vez de atraer el favor de César resultó en la furia de un hombre que respetaba a su enemigo, lo que motivó que destituyera al monarca lágida y pusiera en su lugar a su hermana Cleopatra. La relación sentimental que surgió en Alejandría entre el general romano y la bella reina griega de Egipto es ya famosa y novelesca. De ella nació Cesarión, el único hijo varón de César. Muerto Pompeyo, César quedó entonces dueño de la situación, y amo absoluto del mundo romano, oficialmente reconocido como Dictador por el Senado. Todavía tuvo César que hacer frente en Oriente a enemigos externos de Roma. Conocido es su lacónico mensaje al Senado después de derrotar en 47 A.C. a Farnaces, hijo de Mitrídates, en la batalla de Zela: “Veni, Vidi, Vici” (Vine, Vi, Vencí). Pero todavía quedaba un importante foco de resistencia del bando senatorial en la provincia de África, dirigido por Metelo Escipión y Catón El Joven, conformado por diez legiones regulares del ejército romano; y contando como aliado al rey Juba I de Numidia. Terminando el año 47 A.C. César desembarcó con sus tropas en la Península Púnica y el año 46 A.C. tuvo lugar en Tapso la última gran batalla de la guerra civil, en la cual murió Metelo Escipión. Las tropas cesarianas efectuaron una masacre de los vencidos, aunque aparentemente esto sucedió contra las órdenes expresas de César. Las últimas tropas conservadoras se rindieron en la ciudad de Útica, entonces capital del África romana. Catón El Joven se suicidó. Paralelamente a estos hechos es que, entre los años 49-46 A.C., César ordenó –con la gran visión de futuro que siempre lo caracterizó- la refundación, ahora como ciudad romana, de Cartago. 84.- Julio César, Amo de Roma. Volvió César a Roma en 45 A.C., y ascendió fulminantemente en el camino al poder total. Fue designado cónsul anual por tercera vez, luego único cónsul, después cónsul por 10 años, y finalmente dictador de por vida. Así estaba su situación oficial en marzo del año 44 A.C. Dentro de lo que aparentemente era la estructura republicana, César estaba pavimentando el camino para la monarquía, pero sin asumir nunca el título de Rex que no era de buenos recuerdos en Roma. Inclusive, en una fingida ceremonia, su lugarteniente Marco Antonio le ofreció directamente a César una diadema real, que éste, teatralmente, rechazó con todo el pueblo como testigo. Además, César tuvo una gran virtud, pues dentro de su gran sabiduría política sabía ser generoso, y no dudó en perdonar a todos sus enemigos. A diferencia de las masacres cometidas por Mario y Sila, el triunfo de César fue seguido de una época de paz. Estableció un gobierno personal, realmente bienintencionado, que cambiaría para siempre el curso de la historia. No hay duda que la bonhomía de César le costó la vida, pero dejó para la posteridad la imagen de un sabio estadista que sabía atraerse también a sus enemigos para la consecución de fines superiores. Con Julio César empezaría una nueva forma de contabilizar los años, lo que se ha llamado el Calendario Juliano. Corrigiendo errores existentes en el calendario romano, César estableció a partir del 1° de enero del año 45 A.C., basado en el calendario egipcio, un año solar de 365 días y 6 horas, dividido, perfectamente, en meses alternados de 30 y 31 días, con un día adicional cada 4 años. Los nombres de los meses fueron tomados del antiguo año lunar romano, que originalmente no empezaba en Enero, sino en Marzo, y de ahí algunos meses tenían nombres relacionados a dioses © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 128 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. romanos, y otros tantos nombres determinados por su posición numérica en el orden cronológico del año. Digamos que Marzo, Abril, Mayo y Junio, al principio del año, y Enero y Febrero, al final, tenían nombres propios. Con César el comienzo del año se estableció en enero. Por cuestión de orgullo personal, César denominó al quinto mes del año, de 31 días, con su nombre: Julio. Seguían un sexto, y nuestros conocidos y Septiembre (séptimo), Octubre (octavo), Noviembre (noveno) y Diciembre (décimo). Este sistema es el que nos rige actualmente, con sólo dos leves modificaciones, a las cuales nos referiremos en el curso de esta obra. Al respecto, los romanos tenían dos fechas claves para identificar los días de sus meses: las “Calendas”, que identificaban el primer día de cada mes, y los “Idus”, correspondientes a los días 15 de los mismos. Este dato, que parecería tan superfluo, es de gran importancia para explicar los acontecimientos venideros. 85.- Los Idus de Marzo y el Asesinato de César. No obstante las bondades del régimen cesariano, existían fuertes sectores que claramente veían a dónde iba la ruta de César, a convertirse en monarca, y no deseaban ver morir la vieja institucionalidad republicana, por muy fracasada que estuviese. Son los que planificaron su muerte, en lo que hasta la fecha es tal vez el más famoso asesinato político de la historia. Éste tuvo lugar los famosos Idus (día 15) de marzo del año 44 A.C., cuando el valiente y confiado César, desarmado, y contra los consejos de su esposa Cornelia y sus cercanos, y desoyendo malos augurios que le habían sido vaticinados, hacía su ingreso en solitario al edificio donde funcionaba provisionalmente el Senado, en el Teatro de Pompeyo, en vista que el viejo edificio de la Curia en el Foro –la Cura Cornelia- acababa de ser abandonado y el nuevo edificio – la todavía existente Curia Julia- estaba todavía en construcción. Ahí los conspiradores, en número superior a 40, encabezados por Marco Junio Bruto, lo esperaron, clavando cada uno su daga en el cuerpo del estadista, que cayó muerto a los pies de la estatua de Pompeyo. César alcanzó a defenderse, pero, dándose cuenta que su salvación era imposible, tapó su cara con su toga y se preparó a morir. La participación de Marco Junio Bruto, en quien César confiaba ampliamente, y al que ya había perdonado la vida una vez, fue un golpe para el moribundo dictador. Aparentemente César cubrió su cara con la toga de decepción al ver que Bruto era quien dirigía la conspiración. Pero la versión shakesperiana, posiblemente derivada de una licencia literaria, en que César al verlo le dice “¿Y tú, Bruto?”, ha calado muy hondo en la memoria colectiva de Occidente. También la versión de otros cronistas, en la cual César habría señalado “¿Y tú también, hijo mío?”. Hasta el día de hoy son las más famosas frases de decepción ante el traidor. La masa de conspiradores era demasiado heterogénea para estar organizada, pasando por patriotas de corazón, principalmente Marco Junio Bruto y Cayo Casio, hasta enemigos políticos y personales de César, y no supo asumir el poder. Recién muerto César trataron de aprovechar el Momentum para hacerse del gobierno, pero les faltó la verdadera capacidad de apoderarse del mismo. El Senado, después de un discurso del gran orador Cicerón, acordó dar una amnistía a los asesinos, básicamente para evitar un nuevo baño de sangre. Tras esto vino el funeral de César, en el cual Marco Antonio, el segundo hombre de César, además de su primo, ofreció una de las más famosas eulogias de la historia, una verdadera joya de oratoria. Al leer el testamento de César ganó a las masas para la causa del difunto, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 129 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. a la que enemistó con los asesinos, y de paso, se convirtió, por un momento, en su moderado sucesor aparente y en la cara visible de sus partidarios. Resuena todavía en forma grandiosa la versión que da Shakespeare del moderado tono con que comienza este discurso fúnebre: “Amigos, Romanos, Compatriotas; por favor, prestadme vuestros oídos. Vengo a enterrar a César no a ensalzarlo …”. El discurso fúnebre Marco Antonio encendió el ánimo de la gente en contra de los asesinos de César, representados básicamente por Bruto y Casio. La moderada eulogia se convirtió repentinamente, poco a poco, en una apología, y los ánimos de la población, inicialmente propensos a los conspiradores, se tornaron a favor del asesinado. Pero, no sintiéndose los partidarios de César lo suficientemente poderosos ni seguros de su control de Roma, mantuvieron una actitud muy moderada frente a los asesinos de su líder. Cuando mucho los expulsaron de Roma, sin tomar medidas más aventuradas. César estaría ya muerto, pero su obra sería indeleble. Su fallecimiento prematuro –a diferencia del de Alejandro Magno- no pudo ya cambiar el nuevo curso de la historia. La República, como institución de gobierno efectiva, había dejado de existir. Una nueva época empezaba. El hecho es que con Julio César había quedado establecida efectivamente la monarquía romana. Su muerte no hizo nada más que traspasar su poder a sus sucesores. En su obra Historia de Roma el gran historiador alemán Theodor Mommsen desarrolla plenamente su estudio de la transformación de la República Romana en una monarquía militar de la mano de César. 86.- El Segundo Triunvirato. Muerto Julio César, y tras un período de aparente calma y moderación, como ya hemos señalado, siguió un año en el cual Marco Antonio creyó ser la cabeza de Roma y dirigir el bando cesariano. Pero Antonio, si bien un gran militar resultó ser un muy mediocre estadista, y le salió al paso un feroz competidor: Cayo Octavio, sobrino nieto, hijo adoptivo y heredero de César. Nacido en año 63 A.C., y por lo tanto muy joven al momento de la muerte de su tío, era nieto de Julia, la hermana de César. Al morir su tío, Octavio se encontraba en Iliria, y volvió presuroso a Roma, sin saber que en su testamento César lo había adoptado como hijo y designado su heredero político y civil. A partir de ese momento pasó a llamarse Cayo Julio Cesar Octaviano. Marco Antonio, que se creía con derechos propios para dirigir el bando cesariano, resintió la aparición de este muchacho al que veía como un intruso. La rivalidad que surgió entre los dos hombres llevó a las puertas de una guerra civil dentro de los propios partidarios de César. Cicerón tomó abiertamente partido en contra de Antonio, a través de encendidos discursos –también llamados catalinarias- en el Senado, los cuales debilitaron mucho la autoridad de Antonio en la ciudad. Antonio y Octavio se reconciliaron finalmente por el bien de su causa y se asociaron a un tercer hombre, Marco Emilio Lépido, dando vida en 43 A.C. a lo que la historia ha conocido como el Segundo Triunvirato. Pero mientras que el Primer Triunvirato no fue más que una simple alianza secreta e informal, éste sí revistió carácter oficial, legalmente sancionado por el Senado. Lograda esta alianza, los triunviros iniciaron finalmente en 43 A.C. la revancha contra los asesinos. Empezó así una nueva y muy cruel guerra civil. Marco Antonio, por su innegable capacidad militar, asumió el mando de las tropas leales al asesinado © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 130 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. dictador. Roma volvió a vivir los horrores de la antigua guerra civil entre Sila y Mario. Las venganzas mutuas y asesinatos ensangrentaron nuevamente a la casta senatorial. La venganza de los aliados de César contra sus asesinos fue terrible. Inclusive el propio Cicerón, sindicado como enemigo personal de Marco Antonio, murió asesinado por acuerdo de los triunviros. Los conspiradores armaron su propio ejército, y procuraron hacerse del poder, mas, imposibilitados de controlar Roma, decidieron organizarse en Oriente para reconquistar la capital. Pero la victoria correspondió a los partidarios de César. Marco Antonio y Octavio cruzaron con sus tropas a Grecia y derrotaron a las tropas de Bruto y Casio en la célebre batalla de Filipos, el año 42 A.C. Los dos jefes de la facción anticesariana se quitaron la vida. A partir de ese momento, victoriosos, Marco Antonio y Octavio se dividieron la administración del mundo romano. Octavio quedó en Roma, donde fortaleció su posición como heredero de César y afianzó las fronteras, mientras que Marco Antonio administró el Oriente y luchó contra los partos. Por su parte, Lépido, primero quedó a cargo de las provincias de Hispania y África, después, el año 36 A.C. fue expulsado del Triunvirato y alejado del poder, quedando relegado al puesto meramente ceremonial – pero importante- de “Pontífice Máximo” o Pontifex Maximus, Jefe Supremo de la religión oficial romana. Octavio dio un pasó históricamente decisivo cuando el año 42 A.C., como parte de la política de italianización de la Galia Cisalpina, determinó su anexión directa a la Italia propiamente dicha, esto es al territorio metropolitano de Roma. Así la Italia romana llegaría definitivamente hasta los Alpes. Para esos momentos la población al Norte del río Po ya estaba ampliamente latinizada. Antonio, inició una campaña militar contra los partos, que habían apoyado, inclusive con hombres, a Bruto y Casio. Pero en su vuelta a casa, a través de Armenia, sufrió en 36 A.C. una grave derrota militar en la cual perdió más de 20.000 hombres. Pero se resarció con importantes triunfos posteriores en territorio armenio el año 34 A.C. 87.- Marco Antonio y Cleopatra. En Egipto Marco Antonio, al igual que César antes que él, cayó bajo el embrujo de la bella Cleopatra, que sabía usar a los hombres importantes para sus fines particulares. Ello trajo problemas familiares con Octavio, ya que Marco Antonio estaba casado con su hermana, la muy hermosa y joven Octavia. Pero la fascinación por Cleopatra pudo más que la lógica humana. De cualquier forma, la relación con la reina egipcia sería en realidad sólo la excusa para desencadenar la guerra definitiva por el poder entre Octavio y Marco Antonio. Además, la existencia de Cesarión, hijo de César y Cleopatra, y protegido por Marco Antonio, era un gran peligro para Octavio, si es que quería hacerse del poder en Roma. Pero Marco Antonio vio su situación sumamente debilitada en Italia, primero por el excesivo orientalismo en que envolvió su vida, y segundo por la fortaleza que cada día adquiría la figura del sobrino nieto de César. Cometió, como gobernante romano del Este, grandes pecados difíciles de perdonar. Ente otras cosas efectuó a Egipto y a sus tres hijos tenidos con Cleopatra cesiones de territorio romano que ningún patriota romano hubiera jamás contemplado: su hijo Alejandro Helios fue hecho rey de Armenia, efectivamente conquistada por Antonio, y de Media y Partia, que distaban de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 131 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. estar conquistadas; Cleopatra Selene fue hecha reina de Cirenaica y Libia; y Ptolomeo Filadelfo recibió Siria y Cilicia. Además, Antonio proclamó a Cesarión como único y legítimo heredero de César. Ya con esto se enajenó gratuitamente a Octavio, y seguramente con ello condenó a muerte, a la larga, a Cesarión. Claramente se ve que Marco Antonio no era bajo ningún aspecto un estadista. Theodor Mommsen lo retrata como un gran lugarteniente de César, un hombre leal a su jefe y amigo, pero un individuo incapaz de asumir por él solo funciones de gobernante; a diferencia de Octavio, que supo seguir la senda de su padre adoptivo. Al final, en 32 A.C. expiró, sin renovarse, el Segundo Triunvirato. Al año siguiente Octavio, después de sembrar en Italia el sentimiento de descontento contra Marco Antonio y Cleopatra, declaró la guerra a Egipto. En el año 31 A.C. la escuadra de Marco Antonio y Cleopatra fue derrotada en Anzio. Acá Antonio dejó una muestra de su debilidad y de sus pecados como estadista: cuando la reina egipcia y su flota se retiraron unilateralmente de la lucha, Marco Antonio abandonó a sus hombres en el momento que más se le necesitaba, y cuando la derrota era muy reversible todavía, en pos de su amada. Ya no regresó con sus hombres y éstos terminaron rindiéndose, decepcionados de su líder. Prácticamente todos se unirían voluntariamente a los ejércitos de Octavio. La suerte de Marco Antonio y Cleopatra quedó echada. El año 30 A.C. los romanos tomaron Alejandría, y anexaron al Egipto helenístico. Jurídicamente, Egipto, por su importancia, no quedaría como simple provincia romana, sino como un reino en unión personal con los emperadores. Primero Marco Antonio, por la espada, y posteriormente Cleopatra, haciéndose morder por una serpiente áspid, cometieron suicidio. Y el joven Cesarión (Ptolomeo XV) fue prontamente asesinado. Su existencia era demasiado peligrosa. No obstante, Octavio cuidó de los hijos de Marco Antonio y Cleopatra, y una de las hijas, Cleopatra Selene, fue dada en matrimonio al rey Juba II de Numidia, sellando una alianza familiar entre este reino norafricano y Roma. 88.- Augusto y el Principado. Octavio era el entonces ya el dueño de Roma. Y seguro de su ya aplastante poder, no dudó en conducir una sabia política, aparentando que tras tantas guerras civiles la República volvía a funcionar como en los antiguos tiempos. Restituyó al Senado muchas de sus facultades, y lejos de imitar la acumulación sucesiva de cargos de Julio César, se reservó para sí tan sólo algunos puestos claves. El año 27 A.C. vino la consagración oficial y definitiva del poder unipersonal de Octavio. El Senado, agradecido con Octavio, designó al hijo adoptivo de César Princeps o Príncipe y le otorgó el nombre de Augusto. A partir de ese momento, cuando Octavio pasó a llamarse Augusto, y convertido oficialmente en el primer ciudadano de la República, se entiende que comienza el Principado, la primera etapa del Imperio Romano. El origen del término “emperador” es muy interesante, y debemos mencionarlo en nuestras líneas. En verdad, el que empezó a usarlo fue César. Si bien el establecimiento de la monarquía ya con César era un hecho, él jamás osó adoptar el título de Rex, detestado por la tradición romana. Si bien siguió usando el título constitucional de “cónsul” y el extraordinario de “dictador”, adoptó también el título de Imperator, que se le daba en Roma tradicionalmente a los generales victoriosos, y que © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 132 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. estaba también relacionado al término legal Imperium, que era la facultad de hacer cumplir las leyes en derecho romano. El término Imperator comenzó entonces a asociarse con la figura de este nuevo monarca romano, al que no podía llamarse Rex. Tras esto, el título Imperator siguió en uso con Augusto y sus sucesores, designando a una nueva forma de monarca. Bajo Augusto se produjo el cambio definitivo en la institucionalidad romana, surgiendo en la práctica una monarquía de tipo constitucional, aunque bajo la formalidad externa de las instituciones republicanas. Para todos los efectos la República siguió existiendo, y sus instituciones y magistrados continuaron desarrollando su labor al igual que lo hacían desde hace siglos. El “Emperador”, oficialmente el “Príncipe”, ejercía verdaderamente el poder, pero respetando los órganos republicanos, contentándose por lo general con reunir en su persona alguna de las magistraturas principales, especialmente el consulado. El consulado siguió existiendo como magistratura anual colegiada hasta tiempos del emperador Justiniano, en el siglo VI D.C. Así fue de benéfico el gobierno de Augusto y de sus sucesores, por muy malos gobernantes que algunos hubieran llegado a ser y a pesar de la muy mala fama que tuvieran, por ejemplo, hombres como Calígula o Nerón. La administración del Imperio quedó dividida entre el emperador y el Senado, de acuerdo a un cogobierno o Diarquía que luego explicaremos. El hecho es que el Imperio siguió siendo bien administrado, y las provincias progresaron al amparo de la Pax Romana que empezara con Augusto. En el campo interno, la época de Augusto sería una de las más ricas de la cultura romana. Grandes literatos e historiadores, de la talla de un Virgilio, un Horacio o un Tito Livio darían lustre a la lengua latina. Roma se convirtió verdaderamente en una gran capital, a tal nivel que el propio Augusto declaraba que había recibido una ciudad de ladrillos y que él la dejaba de mármol. Uno de los hombres más importantes en la vida cultural de la Roma de esta época sería Cayo Mecenas (70 A.C.-8 D.C.), íntimo amigo de Augusto, hombre de gran fortuna, y el gran promotor de la cultura que conoce la Antigüedad. Su nombre ha quedado en la historia. Y el Imperio se extendió hasta alcanzar fronteras naturales fácilmente defendibles. En 19 A.C. el general Agripa, hombre de confianza de Augusto, sometió a los pueblos montañeses del Noroeste de Hispania, con lo que se anexó la última parte aún no ocupada de la Península Ibérica. Los ejércitos de Augusto establecieron, asimismo, cuatro nuevas provincias sobre el Danubio: Retia y Noricum (ambas 16 A.C.), Panonia (13 A.C.) y Moesia (6 D.C.). Con ello se incorporaron al Imperio todos los territorios fronterizos al Sur del Danubio. Asimismo, en el Este el Imperio negoció una paz con los partos. Al morir Augusto la autoridad romana se extendía ya por toda la cuenca del Mediterráneo, con exclusión de algunas regiones como Tracia o Mauritania, que, no obstante, ya eran Estados vasallos de Roma y pronto serían completamente anexados. En Europa la frontera septentrional del Imperio quedó definitivamente fijada en los ríos Rhin y Danubio. De hecho, los romanos lograron avanzar el limes -el límite- imperial hasta el mismo río Elba, en el corazón de Germania, y seguramente ahí habría permanecido de no ser por la imprudente y negligente expedición del general Varo, que con sus tres legiones fue derrotado por una sorpresiva insurrección germana, encabezada por el caudillo Arminio, en la famosa batalla de la Selva de Teotoburgo (Teutoburger Wald), cerca de la actual ciudad alemana de Osnabrück, el año 9 D.C. Las implicancias geopolíticas de esta grave derrota romana las analizaremos más adelante. Pero el golpe para el sistema militar fue tremendo y afectó psicológicamente © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 133 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. muy fuerte a Augusto. Se cuenta que en las noches se le oía gritar desesperado: “Varo, devuélveme mis legiones”. Los números y nombres de las tres legiones perdidas (las XVII, XVIII y XIX) nunca serían reestablecidos en el ejército imperial, en señal de luto. Como dato anecdótico, es importante señalar que Augusto, en honor a su rango, modificó levemente el calendario creado por Julio César. No quiso ser menos que su tío, así que optó también por asignarle su propio nombre a un mes, y el honor recayó en el sexto, inmediatamente después de Julio. Este sexto mes fue bautizado como Augusto, nuestro actual Agosto en castellano (aunque en varios idiomas aún sobrevive la forma original). Pero como el sexto mes tenía sólo 30 días, uno menos que Julio, Augusto solucionó el impasse traspasándole un día del mes más corto, Febrero, a su propio mes. Así Agosto quedó también con 31 días, al igual que Julio, y Febrero con sólo 28, a los cuales se agregaría un día adicional cada año bisiesto. Tras esto el Calendario Juliano seguiría inmodificado por 16 siglos, hasta las reformas que en el año 1582 le haría el Papa Gregorio XIII, por las cuales ahora hablamos de Calendario Gregoriano. Nos referiremos a ellas en la segunda parte de esta obra. 89.- La Gloria de la Lengua Latina. Así como Roma su extendía por el mundo, también su lengua se refinaba y alcanzaba un elevado nivel, que le permitió llegar a equipararse al griego. El latín se convirtió en un verdadero idioma literario, y la literatura en esta lengua alcanzó su momento de mayor riqueza en el período comprendido entre los cien años antes y los cien años después del nacimiento de Cristo, concretamente en el período final de decadencia de la República y la primera época del Principado. Uno de los primeros grandes literatos latinos es Marco Pocio Catón (234-149 A.C.), también llamado Catón El Censor o Catón El Viejo. Gran político, militar y orador, de origen plebeyo, luchó exitosamente en Hispania contra los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica. Después dirigió la pacificación de Hispania y luchó contra los seléucidas en Grecia. En 191 A.C. dirigió a las tropas romanas en la también llamada Batalla de las Termópilas (que no debemos confundir con la mucho más importante batalla homónima entre espartanos y persas de 480 A.C.). Tras esto, para alejar a los aliados griegos de los monarcas seléucidas, ofreció un importante discurso en el Ágora de Atenas, pero, consecuentemente con sus ideas patrióticas romanas, lo hizo en latín. Como Censor se convirtió en el más importante defensor de las costumbres tradicionales romanas, amenazadas por la cada vez mayor tendencia helenizante. Además, se hizo famoso por –como ya hemos relatado- por cerrar todos y cada uno de sus discursos en el Senado con la frase Delenda est Carthago (Hay que destruir a Cartago). Se dice que sin sus escritos, sus discursos y su lucha en pro de la cultura latina, el griego pudo haber subyugado al latín como idioma de Roma. Se conserva de él sólo una obra, De Agri Cultura (Sobre la Agricultura). También restos de su obra Orígenes, sobre la historia de Italia. Pero sus discursos son los que más fama le han dado. Durante la época romana se conservaron alrededor de 150 de los mismos. Aparentemente estos discursos fueron compilados y publicados después de su muerte. Catón el Censor no debe ser confundido con su también conocido bisnieto, el filósofo estoico y escritor Catón El Joven (95-46 A.C.), también llamado Catón de Útica, contrario al Primer Triunvirato y después enconado enemigo de Julio César. Fue uno de quienes quiso obligarlo a resignar su comando en la Galia, lo que a la larga © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 134 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. desencadenó el cruce por César del Rubicón. Después de la batalla de Farsalia, Catón El Joven se encerró para defenderse en la ciudad africana de Útica. Derrotado Catón y su aliado Metelo Escipión en Tapso, Catón, no dispuesto a someterse a César, se suicidó en la misma Útica. De muy similar importancia a Catón El Censor, pero en una época ya muy distinta, sería Marco Tulio Cicerón (106-43 A.C.). Fue un gran jurista, escritor, político, orador y filósofo, de origen plebeyo. Como defensor de las instituciones tradicionales republicanas fue abiertamente contrario a César, pero también un hombre público muy voluble en sus políticas. No mantuvo una línea siempre uniforme. Por ejemplo, su vida personal estuvo bastante alejada de la vieja moralidad tradicional propugnada por Catón El Censor. El año 63 A.C., a través de sus ya mencionadas Catilinarias, destapó y puso en evidencia la conjura de Catilina. Si bien apoyó a Pompeyo contra César, supo reconciliarse con éste. Pero Cicerón moriría después, en el curso de las purgas del Segundo triunvirato contra sus enemigos, puesto que era enemigo personal declarado de Marco Antonio. Escribió, siempre en latín, una buena cantidad de Diálogos sobre temas diversos y muchas obras sobre el buen gobierno, oratoria, historia, etc. Gran parte de sus discursos han llegado hasta nosotros. Cicerón fue tal vez el más grande de los oradores romanos, por su elocuencia, el símil latino del gran Demóstenes ateniense. Otra de las grandes virtudes de Julio César es que fue un excelente literato, un gran artesano del idioma latino y fuente invaluable para un período de la historia romana. Sus dos grandes obras Comentarios de la Guerra de las Galias y Comentarios de la Guerra Civil, a pesar de bastante dúctiles a sus intereses políticos y manejar la información en su provecho, representan un gran ejemplo de la época dorada de la literatura latina. Al mismo tiempo proporcionan una inestimable información de los acontecimientos políticos y militares de la época. César forma parte de esa serie de brillantes hombres de armas y estadistas que –al estilo de Jenofonte- pudieron plasmar en obras inmortales sus hazañas. Émulos posteriores serían varios de los conquistadores españoles del Nuevo Mundo, como Hernán Cortés (Nueva España) y Pedro de Valdivia (Chile), que en sus Cartas de Relación al emperador-rey Carlos V supieron utilizar su capacidad literaria a favor de sus necesidades políticas. Como historiador de la época resalta desde luego Tito Livio (59 A.C.-17 D.C.), nacido y muerto en Padua, quien a través de su Historia de Roma, conocida también como Ab Urbe Condita Libri, relató la historia de Roma desde su fundación de la ciudad hasta el reinado del emperador Augusto, de quien el escritor era amigo personal. La magna obra constaba originalmente de 142 libros, divididos en Décadas o grupos de 10 libros. De ellos, sólo han llegado 35 libros hasta nuestros días: la Primera Década completa, del 1 al 10, y del 21 al 45. La Primera Década relata la historia de los primeros siglos de Roma, desde la fundación en el año 753 A.C. hasta 292 A.C.; los otros libros relatan la Segunda Guerra Púnica y la conquista romana de la Galia Cisalpina, Grecia, Macedonia y parte de Asia Menor. De cualquier forma, si bien gran parte de la obra global se ha perdido, un escritor anónimo escribió un Epítome –un resumen temáticopara cada uno de los libros. Esos Epítomes han llegado hasta nosotros y nos permiten saber cuáles era el temario y el orden narrativo originales de Tito Livio. Además, Tito Livio nos ha dejado en esta misma Historia de Roma una muy interesante ucronía, en la cual plantea el caso hipotético de qué hubiera pasado si Alejandro Magno hubiera dirigido su campaña conquistadora hacia Occidente. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 135 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. En la poesía épica destaca desde luego Virgilio (70-19 A.C.), gran amigo de Mecenas y Augusto. Su obra más importante es La Eneida, en la cual relata la aventura del príncipe troyano Eneas, su periplo por el mundo, y su llega a Italia. Se trataría de una verdadera continuación latina de las obras homéricas. Señala la tradición que escribió la obra antes de viajar efectivamente a Asia Menor y Grecia, y que después del viaje volvió a Italia muy enfermo, y en cierta medida desilusionado con las fallas que encontró tenía su creación, así que moribundo pidió a su amigo Augusto que mandara destruir las copias existentes. Pero el emperador, admirador de la belleza literaria de La Eneida, no cumplió la petición. Otras dos obras muy conocidas de Virgilio son las Bucólicas o Églogas, una colección de diez hermosos poemas líricos; y las Geórgicas, un poema dedicado a las labores agrícolas, encargado por Mecenas. Importante orador, filósofo y pensador fue el cordobés Lucio Anneo Séneca (4 A.C.-65 D.C.), quien nos ha dejado importantes escritos filosóficos, diálogos y tragedias. Fue famoso por ser preceptor del emperador Nerón y por la influencia bienhechora que ejerció en los primeros años de su reinado. Después de que Nerón asesinara a su madre Agripina y se convirtiese en autócrata, comenzó a declinar la influencia de Séneca. Terminó suicidándose, para escapar de una humillante muerte a manos de su antiguo pupilo. Como poeta lírico y satírico destaca desde luego Horacio (65 A.C.-8 D.C.), hijo de un liberto y por lo tanto de origen humilde, aunque muy bien educado por su padre. Originalmente fue partidario de Bruto y Casio, le que le trajo la confiscación de sus propiedades, pero luego se hizo gran amigo de Mecenas y así llegó a acercarse al propio Augusto. En un primer período de su vida escribió Sátiras, en épocas posteriores Odas y Epístolas. Un poco posteriores son varios historiadores de valía. Uno es Cornelio Tácito, o simplemente Tácito (c.55-c. 120 D.C.), importante político y escritor de la época. Nos ha dejado pocas obras sobrevivientes, pero muy significativas. Su obra Agrícola relata la vida de su suegro Julio Agrícola, y toca, entre otras cosas, la campaña de este militar en Britania, que llevó a la pacificación final de la isla durante el reinado de Domiciano. Su otra obra, la Germania, es una verdadera eulogia a la nación germánica allende el Rhin, cuyo origen y costumbres relata en detalle. Es una muy importante fuente histórica de las características de esta indómita raza. Tiene además dos obras mucho más extensas, las Historias y los Anales, la primera sobre la historia romana desde la subida de Galba hasta la muerte de Domiciano, y la segunda desde Augusto hasta Nerón, pero de ellas se conservan sólo fragmentos. El otro es el historiador Suetonio (c.70-c. 140 D.C.), que nos ha dejado su gran obra La Vida de los Doce Césares, en la cual relata, como bien dice su título, la vida de los gobernantes romanos desde Julio César hasta Domiciano. Muy poco se sabe de su vida. Aparentemente nació en la famosa ciudad africana Hipona Regio, futura ciudad natal de San Agustín, y habría sido cercano a Plinio El Joven y al emperador Adriano, hasta que –por razones no muy claras- cayó en desgracia con éste último. 90.- El Origen de la Dinastía Julio-Claudia. Uno de los problemas más determinantes para Augusto sería el relativo a su sucesión a la cabeza del Principado. Augusto buscó mucho, y cuidadosamente, a la persona que debería sucederlo. La persona elegida fue su segundo hombre, su mano derecha, Marco Agripa. El período de Augusto y de sus sucesores en la así llamada Dinastía © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 136 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Julio-Claudia sería en realidad el gobierno de la aristocracia tradicional romana, pero en realidad Agripa no sería aristócrata: pertenecía a la clase Ecuestre, no a la Senatorial. Pero Augusto le pavimentó el camino, e inclusive lo casó con su única hija Julia (de su primer matrimonio con Escribonia), quien era viuda de su primo Marcelo, hijo de una hermana de Augusto. Agripa y Julia tuvieron cinco hijos (Cayo César, Lucio César, Vipsania Julia, Agripina La Mayor y Póstumo Agripa). Paralelamente a esto, es de hacer ver que Augusto estaba casado desde el año 39 A.C. con Livia, la cual había estado casada en primeras nupcias con Tiberio Claudio Nerón, y tenía ya dos hijos de dicho matrimonio: Nerón Claudio Druso Germánico (a quien llamaremos simplemente Druso) y Tiberio Claudio (a quien llamaremos simplemente Tiberio). Éstos, siendo realmente miembros de la gens Claudia, y no de la Julia, se convirtieron en hijastros protegidos de Augusto. El hecho es que Agripa, el sucesor natural, murió el año 12 A.C. Ante esto, Augusto tuvo que pensar en otro destacado militar para sucederlo, y la primera opción recayó en su hijastro Tiberio. Primero, obligó a Tiberio a divorciarse de su primera esposa (hija del primer matrimonio de Agripa) y a casarse con su propia hija Julia, precisamente la viuda de Agripa. Se convirtió así en heredero natural, pero no tanto por el amor que sintiera hacia él Augusto, sino por la capacidad militar y don de mando, que Augusto consideraba condiciones fundamentales para el hombre que debía sucederlo. Como ya señalamos, Tiberio estaba casado de antes con Vipsania, hija de Agripa en su primer matrimonio, la cual en sí no era miembro efectivo de la familia imperial. Por ello la necesidad del divorcio y el nuevo matrimonio. Druso, por su parte, estaba –y siguiócasado con Antonia, hija de Octavia -la bella hermana de Octavio/Augusto- y Marco Antonio. Su unión era entonces mucho más sólida, no sólo desde el aspecto dinástico, sino como matrimonio muy bien avenido. Druso y Antonia serían los padres de los después conocidos Germánico, Claudio (el futuro emperador) y Livila. Druso, gran militar y favorito también de Augusto, falleció el año 9 A.C. en la Galia, tras derrotar reiteradamente a los germanos en la frontera del Rhin. De ahí el sobrenombre “Germánico” aplicado legalmente a él y a sus descendientes. La relación entre Augusto y Tiberio, si bien cercana, no fue fácil. Inclusive Tiberio estuvo un tiempo exiliado -o autoexiliado- en la isla de Rodas. Pero cuando para el año 4 A.C. estaba claro para Augusto que no tenía otros herederos confiables, por muerte de algunos o incapacidad de otros, determinó adoptar formalmente a Tiberio, que consecuentemente pasó a ser un miembro de la gens Julia. La condición de Augusto fue que Tiberio adoptara también al unísono a su sobrino Germánico (el hijo de Druso), en el cual Augusto veía gran potencialidad. Así quedó entonces estructurada la sucesión de Augusto: Su hijo adoptivo (y yerno) Tiberio y luego su sobrino nieto Germánico. Germánico, gran general y militar también, casó con su prima segunda Agripina La Mayor, nieta de Augusto (hija de Agripa y Julia). Dirigió exitosamente la gran campaña militar que penetró en Germania y vengó la derrota de la Selva de Teotoburgo. Germánico y Agripina La Mayor tendrían seis hijos, de los cuales destacarían dos: el futuro emperador Caligula y la futura emperatriz cónyuge Agripina La Menor. Después desarrolló Germánico una importante campaña militar en Oriente contra los partos. Falleció el año 19 D.C. en Antioquía en muy dudadas circunstancias. Muchos contemporáneos creyeron que Tiberio –ya emperador- pudo haber estado involucrado, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 137 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. por celos o temor a Germánico. De cualquier forma, Germánico fue enterrado con todos los honores. Hemos así explicado en resumen un tema tan trascendente para la primera etapa del Imperio Romano como fue el de la sucesión de Julio César y Augusto. El gran escritor británico Robert Graves, en sus excelentes novelas históricas Yo, Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina, nos ha planteado una historia mucho más sangrienta de lo que posiblemente fue. 91.- Los Sucesores de Augusto. Al morir Augusto el año 14 D.C. lo sucedió entonces, de acuerdo a lo programado, Tiberio. Gobernó entre los años 14 y 37 D.C. Sería la consagración del principio de monarquía hereditaria dentro de la llamada dinastía Julio-Claudia. Tiberio sería un gobernante huraño y muy solitario, pero capaz, que en sus últimos años viviría recluido en su palacio de la isla de Capri, cerca de Nápoles. En su gobierno se anexaría definitivamente al Imperio la región cliente de Capadocia, en Asia Menor. Además, muy importante para el honor romano, en 16 A.C. –como ya hemos mencionado- su sobrino y presunto heredero Germánico derrotó en Germania a Arminio y recuperó las águilas imperiales perdidas por Varo en la Selva de Teotoburgo. Ya hemos comentado las grandes acciones militares y las extrañas circunstancias de la muerte de Germánico. El reinado de Tiberio sería uno de los mejores de toda la historia de Roma, y en tales términos es ensalzado por los historiadores. De hecho, al morir, Tiberio dejó las arcas imperiales llenas y las fronteras perfectamente protegidas. No obstante, una vez enclaustrado en la isla de Capri, después del año 26 D.C., gran parte del control del poder efectivo quedó en manos de su hombre de confianza Sejano. Pero el ansia de poder de éste fue tal, que finalmente cayó en desgracia el año 31 D.C. Muchos factores internos repercutieron en que, al morir Tiberio el año 37 A.C., su pérdida no fuera sentida ni por el pueblo ni por la aristocracia romanas. Muerto Tiberio, lo sucedería su sobrino nieto Cayo César, más conocido como Calígula, hijo del ya mencionado -y fallecido- Germánico. Como hijo del gran militar que fue su padre, fue desde pequeño muy querido por la tropa. Su apoyo deriva del nombre de las sandalias militares especiales para niño que los soldados le regalaron en su infancia. Pero Calígula sólo gobernó cuatro años (37-41 D.C.). Inicialmente fue muy aceptado por la ciudadanía, que no gustaba del carácter de Tiberio, pero pronto se vio que Calígula era un joven desequilibrado y malcriado. Es famosa la historia de cuando nombró senador a su caballo preferido. Su personalidad lo llevó a excesos de degeneración, que a la larga provocaron una sublevación militar de tipo palaciego y su asesinato, junto con sus inocentes esposa Cesonia e hija Julia Drusila. Fue sucedido por su tío Claudio, quien por mera casualidad se salvó de la masacre de su familia. Gobernaría entre 41 y 54 A.C. La llegada al trono de Claudio fue bastante casual, y derivó de la necesidad de los pretorianos de entregar el poder a un miembro de la dinastía legítima, ante el peligro efectivo de que el Senado restaurara la República y los dejara sin fuente de trabajo. Claudio era tío paterno de Calígula, hermano de Germánico e hijo de Druso, siendo un hombre culto y erudito, pero nervioso y tartamudo, defectos que si bien logró superar también exageraba públicamente, precisamente para no ser considerado peligroso ni sospechoso ante los ojos de su sobrino. Esto seguramente le valió sobrevivir a los asesinatos familiares, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 138 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. pues nunca fue considerado un rival peligroso. Ya en el trono hizo un muy buen gobierno, a pesar de ser un hombre débil. Supo vengar la crueldad con fueron asesinados Calígula y su familia directa. Muy enamorado de su mujer Mesalina, tuvo que mandarla ejecutar por la licenciosa vida que ella llevaba, que empañaba el nombre del emperador. En su gobierno se emprendieron grandes conquistas territoriales y consecuentemente se anexaron definitivamente al Imperio las regiones clientes de Mauritania (dividida en dos provincias de Tingitania y Cesarense) en África (41-43 D.C.); Licia, en Asia Menor (43 D.C.); y Tracia (46 D.C.). Con Claudio se logró asimismo la conquista e incorporación de la parte sur de Britania, la actual Inglaterra (43 D.C.), y la región de Noricum (46 D.C.). Claudio inclusive visitó su nueva conquista de Britania. A su muerte, posiblemente envenenado por su sobrina y segunda esposa Agripina La Menor (hija también de Germánico), fue sucedido por el hijo de ésta en su primer matrimonio, el incapaz Nerón. Una de las grandes dudas de la historia es por qué Claudio pasó por alto en la sucesión a su hijo biológico Británico y favoreció al hijo de Agripina. Lo más posible es que si ya Nerón era joven, Británico lo era aún más, y estaba todavía menos preparado para asumir el trono. Nerón, quien gobernó entre 54 y 68 D.C., de cualquier forma, nunca llegó a los niveles de depravación de Calígula. Inicialmente trató de hacer un buen gobierno, apoyado por políticos serios y bajo la tutela de su preceptor Séneca. De hecho sus primeros años de reinado son considerados de los muy buenos en la historia del Imperio Romano. Pero pronto las fallas de su personalidad comenzaron a dominarlo. Ahí comenzó un régimen tiránico. El año 55 A.C., por recomendación de Séneca, tuvo que alejar del poder a su dominante madre Agripina. La caída de Agripina deriva de que, viéndose impedida de ejercer el poder controlando a Nerón, como hubiera querido, intentó cambiar la estrategia y apoyar a Británico, quien acababa de cumplir la mayoría de edad. Esto significó, desde luego condenar a muerte a Británico, pues Nerón no podía dejar vivo a un pretendiente con mejores derechos al trono que él mismo. En 59 D.C. finalmente Nerón mandó asesinar a su posesiva madre. Quería divorciarse de su legítima esposa Claudia Octavia –hija de Claudio- y casarse con la bella e intrigante cortesana Popea Sabina. Y esto era imposible con Agripina viva. Exageradamente amante de la cultura helenística, alienó a la población por su mal gusto artístico. En su reinado –el año 64 D.C.- tuvo lugar el famoso incendio que destruyó gran parte de Roma. Se han tejido muchas leyendas sobre este incendió, tales como que el mismo Nerón lo provocó para poder reconstruir Roma a su gusto, o que mientras la ciudad ardía él cantaba y tocaba su lira. De cualquier forma, habiéndose culpado a los cristianos del incendio, Nerón dirigió contra ellos la que sería la primera persecución contra la nueva religión. La dinastía Julio-Claudia no sobrevivió a Nerón, cuyo mal gobierno determinó en el año 68 D.C. un levantamiento militar de las legiones, apoyado por la guardia pretoriana. Nerón, incapaz de suicidarse con sus manos, pidió a un esclavo que lo apuñalara. La tradición señala que sus últimas palabras habrían sido “Qué gran artista pierde el mundo”. 92.- El “Año de los Cuatro Emperadores”. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 139 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Derrocado Nerón siguió un –afortunadamente- muy corto período de anarquía, en realidad la primera guerra civil romana desde la muerte de Marco Antonio. Este año 69 D.C. ha sido llamado por la historia el Año de los Cuatro Emperadores. Tal como señala el nombre, en el corto período del año 68-69 D.C. llegó a haber cuatro emperadores: Galba, Otón, Vitelio, y, finalmente Vespasiano. El primero, a cargo de las tropas en Hispania, asumió el liderazgo de la sublevación contra Nerón, y logró conquistar Roma y hacerse reconocer emperador. Pero la popularidad de Galba no duró mucho, y en enero del año 69 D.C. las legiones de Germania, encabezadas por Vitelio, se revelaron. En el intertanto, en Roma, el ambicioso Otón sobornó a los pretorianos, y éstos asesinaron a Galba. Así Otón se convirtió en emperador, con el reconocimiento del Senado, que esperaba se tranquilizara así la situación. Pero las legiones de Germania, lideradas por Vitelio, siguieron su camino de rebelión y entraron a Italia. Otón trató de evitar la guerra civil, pero fue imposible. Sus tropas fueron derrotadas y Otón decidió suicidarse, tras un reinado de tres meses. Consecuentemente, Vitelio fue reconocido como emperador por el Senado. Ya en el poder Vitelio empezó a despilfarrar el tesoro público. Es famoso por su glotonería. En esto, las legiones de Egipto, Judea y Siria proclamaron emperador a su general Tito Flavio Vespasiano, que en esos momentos estaba controlando la rebelión judía a la cual luego nos referiremos en más detalle. Vespasiano dejó a su hijo Tito a cargo de las tropas de que aplacaban la sublevación judía, y con las legiones disponibles (nótese que jamás desguarneció Judea), dueño de Egipto, marchó a Roma. En el intertanto las legiones del Danubio también habían proclamado emperador a Vespasiano, y entraron a Italia. Derrotado en batalla y abandonado por su gente, Vitelio fue ejecutado por las tropas vencedoras. El 21 de diciembre del año 69 el Senado reconoció como emperador a Vespasiano. La anarquía había terminado. 93.- La Dinastía de los Flavios. La victoria de Vespasiano reestableció el orden en el imperio. Con Vespasiano empezaría la dinastía de los Flavios, con los buenos gobiernos de Vespasiano (69-79 D.C.) y Tito (79-81 D.C.), y el mal gobierno de Domiciano (81-96 D.C.). El cambio dinástico tendría también otra importancia básica en la historia romana. Julio César, Augusto, y todos sus sucesores eran miembros de la antigua aristocracia senatorial romana. También el Senado y las instituciones del Principado seguían dominadas por la antigua aristocracia republicana, en algunos casos venida a menos y en otra mezclada con la clase ecuestre o sectores plebeyos ricos. Pero durante todo el período de los Julio-Claudios el poder de una forma u otra había seguido, como en la República, en manos de la vieja aristocracia patricia. Extinguida la dinastía de César y Augusto, el poder fue traspasado a hombres capaces, pero ya ajenos a la clase alta que había establecido la grandeza tradicional de Roma. Nuevas fuerzas socio-políticas, más bien de clase media educada, entrarían en escena. No obstante, seguiría tratándose de hombres altamente preparados y culturalmente adecuados para gobernar a Roma. Por ejemplo, Vespasiano formaba todavía parte de la clase mediaalta romana, de una familia de origen ecuestre que bajo los julio-claudios había ascendido hasta el rango senatorial. Era todavía un hombre del sistema. Su gobierno hizo mucho bien a Roma, pues acercó a los monarcas a la realidad y simplicidad de la vida. Fue un hombre generoso y apoyó mucho las artes y la literatura. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 140 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Durante el gobierno de Vespasiano, y bajo la campaña de su capaz general Agrícola, se consolidó el dominio romano sobre Britania, extendiéndose éste a Gales y al Sur de Escocia. Paralelamente, se fijó la frontera oriental del Imperio ante Armenia y Partia. Además, se consolidó una línea de fortificaciones defensivas en lo que es ahora el Sur de Alemania, entre las líneas del Rhin y el Danubio, la zona de los llamados Campos Decumates, justamente en la parte en que ambos ríos se originaban sin mayor caudal y no podían constituir una frontera natural realmente defendible. Asimismo, siendo emperador Vespasiano, su hijo Tito terminó de sofocar el levantamiento judío en Palestina, cuya consecuencia sería la destrucción de Jerusalén y de su segundo templo. Después volveremos sobre este tema. Asimismo, se construyó en Roma el famoso Anfiteatro Flavio, mejor conocido como el Coliseo, donde tenían lugar luchas de gladiadores y representaciones de batallas navales. Fue inaugurado solemnemente por Tito el año 79 D.C. Hasta el día de hoy sobrevive como símbolo de Roma, degradado por los terremotos y los saqueos de materiales, pero todavía erguido, como recuerdo de un pasado glorioso. Fallecido Vespasiano, fue sucedido en forma automática por su hijo Tito, quien haría un gobierno tan bueno como el de su padre, pero infortunadamente demasiado corto. Todavía sobrevive en Roma, en su memoria, el Arco de Tito, que recuerda sus laureadas victorias militares. En tiempos de Tito, el año 79 D.C. una erupción del volcán Vesubio sepultó con ceniza volcánica la ciudad provincial de Pompeya, y con lava la de Herculano, ambas cerca de Nápoles. Siglos después, las excavaciones en Pompeya traerían a la vida de vuelta gran parte de la vida cívica romana de la época, para gran auxilio del conocimiento histórico de las actuales generaciones. Porque a diferencia de las demás ciudades de la época romana, degradadas por el paso de los siglos, en Pompeya la vida se detuvo en el tiempo en un simple segundo. Sus techumbres se derrumbaron por el peso de la ceniza, pero sus paredes, sus calles empedradas, sus mosaicos, y hasta sus inscripciones de grafitti se conservaron milagrosamente en el tiempo. Muchos de sus habitantes, que no pudieron huir, fallecieron por la imposibilidad de respirar resultado de la ceniza volcánica y sus gases tóxicos. Los cuerpos de muchas de las víctimas pudieron ser reconstruidos con moldes de yeso. Estas ruinas de Pompeya, empezadas a desenterrar en el Siglo XVIII, nos dan una muestra clara de lo que fue la vida cotidiana en una rica ciudad provinciana romana de la época. Muerto prematuramente Tito, lo sucedió su autócrata hermano Domiciano. Mucho más capaz que Calígula y Nerón, buen administrador y buen militar, pero absolutista en sus relaciones con el sistema constitucional romano. Administró bien el Imperio pero se granjeó la desafección del Senado y de las autoridades constitucionales por su intento de establecer una monarquía absoluta. El año 83 D.C. derrotó a los bárbaros allende el Rhin (a la altura de Maguncia) y estableció una serie de sólidos fuertes fronterizos que serían la base por mucho tiempo del la estructura defensiva imperial. Respondió a la invasión de los dacios de la región de Moesia en el Danubio con dos campañas, una que terminó en forma infructuosa en 86 D.C., y una segunda que a la larga resultaría bastante exitosa a partir de 88 D.C. Pero la conclusión definitiva del problema dacio quedaría reservada para otro emperador, no para Domiciano. Y en su reinado, entre los años 77 y 84 su general Agrícola consolidó definitivamente el dominio romano hasta muy al Norte de Britania, ocupando provisionalmente gran parte de Caledonia (Escocia). Pero ya de vuelta Domiciano a Roma, tras sus campañas dacias, y cuando su régimen autocrático se hizo insostenible, fue asesinado en 96 D.C. en un golpe palaciego. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 141 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 94.- La Dinastía de los Antoninos. Derrocado Domiciano, el año 96, arribaría al trono la más exitosa de las dinastías imperiales romanas, la de los Antoninos, que llevaría al Imperio Romano a su máximo desarrollo y esplendor. El capaz senador Nerva, ya casi anciano, fue elegido emperador por el Senado, pero por su edad sólo gobernó dos años (96-98), aunque logró reestablecer el orden y la paz en el Imperio. No teniendo herederos, tuvo la visión de elegir como su sucesor y adoptar oficialmente como hijo al más capaz de sus generales, el español Trajano, quien reinaría desde 98 a 117. Nacido éste en Itálica (cerca de la actual Sevilla), de familia romana, fue el primer emperador no italiano. Como gobernante fue tan ecuánime, justo y equitativo, que el propio Senado le confirió todavía en vida el título honorífico de Optimus Princeps. Como militar llevó al Imperio a la que históricamente sería su máxima extensión. Al norte del Danubio conquistó finalmente la Dacia, la actual Rumania (en dos guerras entre 101-102 y 105-107 D.C.), y la convirtió en provincia imperial. La famosa Columna de Trajano, todavía existente –y milagrosamente intacta- en el Foro Romano, relata gráficamente esta campaña. La Dacia sería por los siguientes siglos el principal foco de la civilización latina en una zona que sería de difícil defensa estratégica por estar al Norte de la barrera defensiva danubiana. Además, Trajano terminó con el peligro constante que el antiguo reino dacio representaba para Roma. Pero en el Este las conquistas de Trajano fueron aun más impresionantes, como consecuencia de sus exitosas guerras contra los partos, entre los años 113 y 117. Ya el año 106, Trajano anexionó oficialmente a Roma al económicamente estratégico Reino de los Nabateos, con capital en Petra, al Este del río Jordán, estableciendo la provincia de “Arabia Pétrea”. La guerra con Partia comenzó como consecuencia de las rivalidades respecto a la supremacía política sobre el Reino de Armenia. Derrotados en toda la línea los partos, Trajano tomó su capital Ctesifonte e inclusive derrocó al rey Osroes y estableció a un títere de Roma en el trono parto. Anexó toda Armenia, llegando hasta el Mar Caspio, y conquistó toda Mesopotamia, avanzando allende el Tigris y llevando a sus legiones hasta el mismísimo Golfo Pérsico. Con ello creo oficialmente las nuevas provincias de “Armenia” (114), “Mesopotamia” (116) y “Asiria” (117). Con esto, el Imperio Romano llegaba a la que sería su máxima extensión territorial. Pero infortunadamente Trajano murió cuando todavía tenía mucho tiempo por delante para extender y fortalecer sus conquistas. El destino le negó ser un nuevo Alejandro. Quién sabe cuál hubiera sido el destino si ya en ese momento hubiera podido destruir el poder de los partos. Pero diversos factores se lo impidieron: los partos no habían quedado totalmente pacificados, y se rebelaron en varias partes, los judíos de Cirenaica –en África- iniciaron una nueva revuelta (a la que luego nos referiremos en más detalle) que le obstaculizó la retaguardia, y además la salud del emperador comenzó a fallar. Murió el año 117 en Cilicia, en la ciudad después llamada Trajanópolis, cuando ya enfermo emprendía el regreso a Roma. Antes de morir, Trajano continuó la sabia política de adoptar como hijo a la persona más capaz de su entorno, de forma que fue sucedido por su primo Adriano (117-138), © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 142 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. también español de Itálica, que a la sazón se encontraba en Antioquía. Adriano fue más un brillante administrador que hombre de armas, aunque en vida de Trajano había demostrado ser un excelente jefe militar. De cualquier forma, al llegar a poder, sobre bases estratégicas y para tener fronteras realistas y fáciles de defender, Adriano determinó retroceder la frontera en el Este hasta la línea del Éufrates, abandonado, consecuentemente, Armenia, Asiria y Mesopotamia. Se las restituyó al Reino Parto, como feudo de Roma. Ahí el limes permanecería hasta el siglo VII. No obstante, conservó la Dacia y las demás conquistas de Trajano. Y se preocupó concienzudamente de mantener la capacidad combativa y la disciplina de las legiones protectoras del Imperio. Adriano fue un gran amante de las artes y de la cultura griega. Adoptó la moda griega de usar barba, y durante los 100 años siguientes las monedas muestran emperadores barbados a la usanza griega, a diferencia de los romanos tradicionales, que usaban la cara afeitada. Realizó grandes obras públicas, embelleciendo especialmente a Atenas, como ya hemos comentado. Fue un gran viajero y un trabajador incansable. Viajó por todo el Imperio revisando el estado de las obras públicas y de las defensas. Visitó, por ejemplo, y en ocasiones más de una vez, Britania, la Galia, Hispania, Germania, Mauritania, Grecia, Mesopotamia, Sicilia, Asia Menor, Egipto, Judea, Iliria, etc. En materia defensiva su principal obra fue la llamada Muralla de Adriano, construida en los límites entre la Britania romana y Caledonia, para proteger a la parte romanizada de la isla de los ataques devastadores de los feroces pictos. Pero también importantes fortificaciones en las líneas fronterizas del Rhin y el Danubio. En su honor fue fundada, en Tracia, la ciudad de Adrianópolis, de gran importancia en la historia venidera. En Roma sobrevive hasta el día de hoy, mutilada por los siglos, especialmente por las guerras góticas del siglo VI, su mausoleo-tumba, la Tumba de Adriano. Además, desde tiempos de Augusto existía el hermoso templo conocido como el Panteón de Agripa, mandado edificar el año 31 A.C., después del triunfo de Anzio, por el leal general de Augusto, en honor a todos los dioses. Este grandioso templo, destruido por incendios los años 80 y 110 D.C., fue reconstruido por Adriano hacia el año 126, y no se sabe a ciencia cierta cómo sería el templo original de Agripa. Es muy posible que su maravillosa forma redonda derive recién de esta reconstrucción de Adriano. Pero Adriano mandó reponer nuevamente en el pórtico del templo la leyenda, hasta hoy visible, que dice "M·AGRIPPA·L·F·COS·TERTIVM·FECIT" (Marco Agripa, hijo de Lucio, Cónsul por Tercera Vez, Construyó esto). Este edificio es uno de los pocos de la antigua Roma que ha seguido en uso y en perfectas condiciones desde entonces y hasta nuestros días. En su período tuvo lugar en el año 135 la última gran revuelta judía, la de BarCocheba, que significó la expulsión definitiva de los judíos de Tierra Santa. Es una de las pocas campañas militares de que da cuenta el reinado de Adriano. Y aparentemente Adriano participó en la conducción de las tropas directamente en Judea, al menos en su período incipiente. Después analizaremos en más detalle esta revuelta de tan trágicas consecuencias. Como legislador, Adriano uniformó el derecho al fijar en 131 D.C. el Edicto Perpetuo, que reemplazaba a los edictos anuales de los pretores y significó la primera codificación oficial del Derecho Romano desde la Ley de las Doce Tablas del 451 A.C. A su muerte fue sucedido por su hijo adoptivo Antonino Pío (138-161), quien diera el nombre a toda la dinastía, llamada, por él, de los Antoninos. Era éste miembro de una familia romana de rango senatorial. Hombre de gran virtud, sabio y eficiente © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 143 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. gobernante, no dado a los viajes, considerado el ejemplo de perfección de un monarca, es tal vez considerado el más virtuoso de todos los emperadores romanos. Residió todo su gobierno en Roma, y desde ahí dirigió concienzudamente todos los asuntos del gobierno de las provincias, inclusive los militares, actuando a través de capacitados legados. Por sus virtudes recibió el apelativo de “Pío”. Su reinado fue tal vez el más pacífico de toda la historia del Principado, si es que no de todo el Imperio Romano. Hubo de enfrentar algunos conflictos en Britania, de lo cual resultó la construcción de una segunda muralla defensiva algo más al norte de la de Adriano, esta vez llamada Muralla Antonina. De cualquier forma esta nueva muralla sería pronto abandonada y la frontera volvería a la Muralla de Adriano. Desde muy temprano, ya hacia el año 140 D.C., Antonino Pío comenzó a organizar su sucesión, y para tales fines empezó a preparar al hombre adecuado, al futuro Marco Aurelio, al cual inclusive convirtió en su yerno y en hijo adoptivo. De hecho Marco Aurelio era sobrino nieto de Adriano, y la adopción había sido petición expresa de Adriano a su sucesor. Además, Adriano le había pedido a Antonino otorgar honores similares a su nieto adoptivo Lucio Vero. Entonces, de acuerdo a los deseos transmitidos por Adriano a Antonino Pío, al morir éste en 161 D.C., fue sucedido en forma conjunta por su yerno Marco Aurelio y por Lucio Vero. Fue la primera vez que dos co-emperadores reinaban en Roma, aunque políticamente estaba claro que el monarca principal era Marco Aurelio. De hecho, éste tuvo que interceder ante el Senado para que este órgano aceptara también a Lucio. Cuando Lucio Vero falleció en 169 D.C., Marco Aurelio quedó como emperador único. Lo que fue muy conveniente, pues aparentemente Lucio Vero no era muy capaz. Marco Aurelio fue un verdadero emperador-filósofo, amante de la paz. Con él el estoicismo llegó a la cúspide de su influencia en el mundo grecorromano. Nos ha legado a la posteridad su obra filosófica las Meditaciones, escrita en griego. Pero al mismo tiempo un hombre al que el destino llevó a enfrentar feroces guerras en las fronteras del Danubio, contra los primeros grandes enemigos germanos, los marcómanos, y del Éufrates, contra los partos. Por primera vez en siglos Roma se vio seriamente atacada por enemigos externos, siendo en especial temibles los partos. Fue el fin de la Pax Romana, pero la capacidad militar de Marco Aurelio y la sana administración del Imperio mantuvo a raya a los enemigos externos. Desgraciadamente para Marco Aurelio las cargas del gobierno lo llevaron a llevar brillantemente una vida militar que no era su máxima aspiración. Entre los años 161-166 estalló la poco deseada guerra con Partia. Inicialmente se encomendó a Lucio Vero la conducción de la campaña, pero este co-emperador, en forma poco adecuada, pasó gran parte de su estadía en Antioquía, en vez de comandar las tropas. No obstante, los buenos generales romanos, y la presencia de Marco Aurelio, inclinaron a favor de Roma la guerra: primero en Armenia y luego en Mesopotamia. Los romanos tomaron Seleucia, ciudad todavía predominantemente griega, y la saquearon, con el daño consecuente para la civilización griega en Mesopotamia, circunstancia que afectó mucho la imagen de Lucio Vero, sindicado como responsable. Pero Roma ganó la guerra y mantuvo incólume la frontera del Éufrates. Después vendrían las terribles guerras contra los marcómanos y otros pueblos germánicos en las zonas del Alto Danubio, en las actuales Baviera, Austria, Bohemia y Hungría. Por primera vez los pueblos germánicos se habían puesto en movimiento en Europa Central y Oriental, y algunos de ellos trataron de cruzar la entonces inexpugnable barrera del limes fronterizo romano. Era la primera vez desde las © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 144 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. invasiones de cimbrios y teutones, en 101 A.C. que algo así pasaba. Aunque nuevamente ahora –igual que en tiempos de Mario- las fuerzas romanas saldrían victoriosas, a partir de ese momento los germanos serían un peligro constante para las fronteras imperiales. El año 162 grupos germánicos habían tratado, infructuosamente, de pasar a la Germania Superior romana, de este lado del Rhin. Hacia 167 D.C. un grupo de longobardos y sus aliados trataron de entrar a Panonia, siendo también repelidos. El año 168 Marco Aurelio planeó una expedición punitiva, que luego no se hizo necesario llevar a cabo pues los germanos ya se habían retirado. En eso murió el año 169 Lucio Vero, en Aquilea. Marco Antonio volvió a Roma al entierro de su colega. El año 170 los germanos se abalanzaron sobre el imperio, dando inicio a la llamada Primera Guerra Marcómana. Atravesaron Noricum y llegaron a Aquilea, en las puertas de Italia. Otros grupos germánicos habían entrado a Moesia y a Tracia. La reacción de Marco Aurelio fue inmediata, y en 172 D.C. inició una imparable contraofensiva, cruzando el Danubio hacia el territorio enemigo. Para el año 173 la victoria romana era total tanto en las zonas del Rhin como del Danubio. De esta victoria deriva la celebre Columna de Marco Aurelio, milagrosamente conservada hasta el día de hoy en Roma. Aparentemente Marco Aurelio contemplaba extender el control directo imperial más allá del Danubio, igual que en el caso de la Dacia, estableciendo dos nuevas provincias en territorio conquistado: Marcomania y Sarmatia. Pero en eso tuvo lugar una sublevación en el Este, que Marco Antonio tuvo que ir a aplacar. Así que la pacificación en el Danubio quedó inconclusa. El año 177 estalló la Segunda Guerra Marcómana, y al año siguiente el emperador estaba nuevamente tomando la ofensiva. Para el año 180 los germanos estaban definitivamente derrotados. En eso, en ese mismo año 180 D.C. murió intempestivamente en Viena Marco Aurelio, consecuencia de la primera peste generalizada que afectaba al Imperio, que causó más de 5 millones de muertos y había sido traída desde el Este por las tropas que peleaban contra los partos. Con la muerte de este gran emperador comenzaría infortunadamente el largo proceso de la decadencia del Imperio Romano. 95.- La Civilización Romana en su Cúspide. El Imperio de los Antoninos fue la cúspide del sistema perfecto de gobierno. Los gobernantes de la dinastía Antonina fueron virtuosos y trabajadores, al igual que sus delegados en las provincias. Durante 100 años la estructura política del Principado funcionó como un reloj constitucionalmente perfecto. No era ni una democracia tendiente a la demagogia, ni una dictadura tiránica. El co-gobierno entre el emperador y el Senado funcionaba como si la República siguiese en existencia. Si bien la monarquía estaba claramente establecida, el gobierno guardaba aún las formas tradicionales, con un Senado respetado y activo en el gobierno. Las magistraturas republicanas funcionaban normalmente y eran adecuadamente supervisadas. Buenos gobernantes velaban efectivamente por el bienestar de sus súbditos, la justicia en las recaudaciones y la seguridad de las fronteras. Un sistema impositivo justo facilitaba la administración financiera del Imperio. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 145 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Un ejército profesional y motivado, adecuadamente pagado, perfectamente entrenado y dirigido, y respetuoso del gobierno central, protegía celosamente las fronteras externas, sin inmiscuirse en los asuntos internos. Los soldados servían 20 años en ejército. Tras esto, una vez retirados, los veteranos recibían tierras propias en nuevas ciudades que se fundaban ex profeso para extender la romanización. La estructura militar del imperio estaba conformada por un número variable de legiones, alrededor de 28, ubicadas estratégicamente como norma general en las fronteras del imperio, especialmente en Britania, las zonas del Rhin y el Danubio, el Éufrates, y Noráfrica. La cifra de soldados estable de cada legión rondaba los 6.000 hombres, solamente en lo que a soldados profesionales –generalmente todavía de origen itálico tocaba- además de un par de miles de hombres adicionales de refuerzos compuestos de milicias locales celtas o germánicas, pero paulatinamente romanizadas. La base de la estructura militar eran las tropas de a pie, siendo la caballería un arma básicamente accesoria, si bien muy importante por su movilidad. La disciplina era rígida, y cualquier insubordinación era duramente castigada. El concepto de “diezmar” deriva del castigo aplicado a los cuerpos amotinados: uno de cada diez hombres, elegidos al azar, era ejecutado. El ejército romano era una verdadera máquina bien engranada de guerra. Sus espadas cortas o Gladio, lanzas arrojadizas o Pilum y escudos rectangulares semi curvos podían enfrentar cuerpo a cuerpo y a pie firme a cualquier enemigo. A través de la formación conocida como Testudo o Tortuga podían avanzar en bloque compacto, formando un manto protector absolutamente impenetrable para las flechas y lanzas enemigas, arriba y en los cuatro costados, con los escudos de los soldados. A pesar de lo bastarda e indignante que es la forma de expresión conocida como grafitti, propia de los sectores más incultos de una sociedad, es ella de gran importancia para los arqueólogos, pues inscripciones de este tipo, cuando sobreviven en el tiempo, nos proporcionan a veces invaluable información histórica. Y es el caso precisamente con la infinidad de grafitti dejados en forma indeleble por los legionarios romanos a lo largo de todo el mundo entonces conocido, que nos señalan con precisión la presencia de guarniciones o de tropas romanas en tal o cual lugar en una determinada época. Ellos aparecen hasta en los más recónditos templos faraónicos del Alto Egipto, en los confines de Nubia. Italia, como cabeza del Imperio, carecía de legiones, pero para el mantenimiento del orden ya Augusto estableció poco después de su encumbramiento como Príncipe un cuerpo de protección imperial, pequeño pero bien pagado y organizado, al cual la historia conoce como la Guardia Pretoriana. Este órgano desempeñó –para bien o para mal- un papel estratégico durante alrededor de 300 años, en algunos casos defendiendo al gobernante legítimo, y en otros haciendo y deshaciendo emperadores, hasta que fue finalmente disuelto por el emperador Constantino El Grande en el siglo IV D.C. Roma, con aproximadamente 1.500.000 habitantes, era la ciudad más grande y poblada del mundo. Pero el bienestar no sólo tocaba a Roma, sino que a todas las provincias, y la base de la administración romana era el sistema municipal, que repetía, en una escala más pequeña, la misma estructura administrativa de Roma. Por ejemplo, cada municipio poseía su propia Curia, como si fuera un Senado en pequeño. Cada ciudad constaba de excelentes acueductos, sistemas de alcantarillado, baños públicos, teatros, circos, templos, edificios públicos, etc. Las provincias progresaban felizmente al amparo de la Pax Romana. Algunas regiones del Imperio estaban © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 146 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. sumamente pobladas y eran inclusive más ricas que la propia Italia. La Provincia de África, con su opulenta capital, la reconstruida Cartago romana, la rica isla de Sicilia, y el Egipto helenizado, eran determinantes para el abastecimiento de la capital. Alejandría, con cerca de un millón de habitantes, era la segunda ciudad del Imperio; Antioquía, la tercera; y Cartago, si bien la cuarta a nivel general, era la segunda más importante del Occidente latino. La importancia de Egipto era tal que jurídicamente no tenía el carácter de provincia, sino que de dominio personal de los emperadores, algo así como un reino asociado a Roma directamente en la persona del monarca común. Esto significaba el control directo del país por el imperio. Desde la asunción de Augusto hasta la muerte de Cómodo las fronteras externas habían sido adecuadamente extendidas, cuando era necesario, sin enfrentar el Imperio ataques externos ni grandes males, tales como plagas, guerras civiles, etc. Tan sólo algunas insurrecciones militares de carácter necesario, y una corta anarquía el año 69, había sido todo. De hecho, por muy malos que hubieran sido los gobiernos de Calígula o Nerón, no habían llegado a afectar las grandes ventajas que resultaron de la Pax Romana. Además, la unidad administrativa y la ausencia de controles internos facilitaron la integración económica de pueblos de tres continentes, creando un espacio económico único. El Mediterráneo, el Mare Nostrum imperial, un verdadero lago interior romano, estaba libre de piratas y el comercio marítimo era completamente seguro. Un mercado económico único se extendía desde Caledonia hasta el Éufrates, y el latín y el griego koiné eran los idiomas universalmente aceptados para la administración, la aplicación de la ley y el comercio. La moneda romana no sólo circulaba por el territorio del Imperio, sino que era utilizada hasta en la India como medio de pago. Las naves romanas -haciendo uso ya entonces de un portentoso canal artificial en Suez que comunicaba el Mediterráneo y el Mar Rojo- circunnavegaban Arabia, el Golfo Pérsico y el Océano Indico, en ruta periódica hacia la India y Ceilán. Los gobernantes de Armenia, el Cáucaso, Crimea y Yemen estaban ligados al Imperio por tratados de protección. Por tierra, una inigualable red de caminos y carreteras romanas, perfectamente construidos y diseñados, permitía el rápido y seguro movimiento de tropas, bienes y personas desde un punto a otro del Imperio, desde la Muralla de Adriano en Britania hasta Mesopotamia, y desde Nubia hasta algo más allá del Rhin y el Danubio. De Roma partían 20 calzadas, que llegaron a ramificarse hasta constituir 85.000 kilómetros de caminos y carreteras administrados por el Imperio. La más famosa de todas sería desde luego la Vía Appia, que partiendo de Roma llagaba hasta Brindisium en el Adriático. Muchos de estos caminos existen hasta el día de hoy. Cada cinco millas romana (de mil pasos cada una) un miliario de piedra indicaba exactamente la distancia recorrida. Se decía entonces, con razón, y así se sigue diciendo hasta el día de hoy, que “todos los caminos llevan a Roma”. Los romanos lograron superar en muchos aspectos a los griegos. Si bien desde un punto de vista meramente filosófico los romanos no alcanzaron la capacidad analítica y el raciocinio de los griegos, su mentalidad práctica permitió inclusive la conservación de las intrincadas disquisiciones griegas. Los romanos concretizaron lo que los griegos nunca pudieron organizar. El derecho romano representó una base de interrelaciones estatales y humanas que los griegos jamás pudieron plasmar en papel. Los griegos no funcionaron nunca sobre la base de códigos uniformes, y nunca aterrizaron sus ideas. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 147 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Los romanos lo hicieron por ellos. La civilización grecorromana fue en sí una cultura helénica reorganizada y reordenada dentro de los cánones mentales latinos. La literatura romana, de cualquier forma, tal vez no tan rica como la griega en términos filosóficos, no es bajo ningún aspecto inferior a la griega clásica. El latín se enriqueció con los conceptos griegos. La mayor parte de los miles de palabras griegas que nosotros usamos en castellano o en otras lenguas europeas, llegaron a nosotros a través del latín. Muy pocas han llegado a través de los textos originales griegos. La civilización romana llevó un pasó más allá la forma artística griega. Lo que la escultura y la pintura romanas perdieron en belleza artificial, lo ganaron en realismo. Por muy cruel que éste pudiera haber llegado a ser. El tipo físico de los romanos era distinto al griego, y la sola representación de la estructura nasal deja patente esta diferencia. De hecho, la nariz griega y la nariz romana son las muestras más fehacientes del concepto de representación física. El realismo de una estatua de Julio César puede golpear igual que la belleza de una estatua de un héroe olímpico. Pero acá, como se explicó, entre el cruel realismo romano y la belleza idealizada griega, la diferencia artística reside sólo en la perfección del trabajo plástico y en su expresividad, pero no en la belleza intrínseca del hombre cuya imagen se reproduce. Si los griegos fueron tal vez mejores escultores que los romanos, es algo que sólo notan los expertos pero no los legos, y se debe seguramente a que los primeros tuvieron a una escuela de Fidias de la cual los segundos carecieron. Por otra parte, tal vez nunca más hubo un Partenón en Roma, pero los ingenieros romanos fueron mucho mejores que los griegos. Además, los romanos llegaron a desarrollar un modelo propio de templo, la basílica, con el invento de un arco abovedado que los griegos nunca habían imaginado. El Panteón de Agripa, hasta hoy intacto en Roma, es la mejor muestra. Eso sin mencionar obras públicas de gran uso comunitario, como los ya mencionados acueductos (recordemos el de Segovia), anfiteatros, foros, y desde luego, las carreteras y los puentes. El Imperio había llegado a ser una verdadera comunidad de pueblos, donde nadie – excepción hecha de los judíos palestinos- se sentía subyugado, y que a pesar de hablar multiplicidad de idiomas, se comunicaban entre sí en latín y en griego. Un bretón o un galo latinizados, un africano de habla latina o púnica, un griego de la Hélade, griegos de Siria y Egipto, gálatas de Asia Menor, españoles de Itálica, egipcios no helenizados, etc., todos eran parte de una misma comunidad. No existía el concepto de independencia ni política ni cultural, porque Roma no se entrometía, como norma, en los usos locales. No perseguía religiones, excepción hecha, y por motivos políticos, del Judaísmo y el Cristianismo. Finalmente, el más grande honor de un ciudadano del Imperio era poder decir “Soy un Ciudadano Romano”. La estructura legal y administrativa de los primeros dos siglos de la Era Cristiana, esto es, de la etapa inicial del Imperio, fue sumamente interesante. Por mucho que uno tienda a creer que el Imperio de Calígula o Nerón era ya una monarquía absoluta, la verdad es que, jurídicamente, no era así. El emperador no era oficialmente reconocido como monarca, y por eso es que se crearon esos términos tan poco regios como “Príncipe” (Princeps) y “Emperador” (Imperator), cuyos orígenes ya hemos mencionado, o “César” (Caesar), éste simplemente derivado de la familia de Julio César. Pero, los emperadores romanos tuvieron mucho cuidado de no proclamarse jamás oficialmente monarcas, dejando abiertamente al lado el inadecuado título de “Rey” (Rex). Entonces, el emperador, en su carácter de Príncipe, era el primer ciudadano de la República, dotado constitucionalmente por el Senado de facultades expresas de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 148 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. gobierno. El emperador compartía su poder con el Senado, y fue este cuerpo, y no el Príncipe, el detentador de la soberanía romana. Las famosas siglas “S.P.Q.R.” (Senatus Populusque Romanus o El Senado y el Pueblo de Roma) fueron la representación más clara de esta autoridad suprema. Es un hecho innegable que desde Augusto en adelante el emperador dominaba en la práctica el Senado, pero tal circunstancia era más bien extrajurídica y derivaba de presión o manejo político. Pero el Senado fue siempre el órgano encargado de oficializar el nombramiento de un emperador; ello porque el puesto de Príncipe no era en sí hereditario. Esta Diarquía o co-gobierno entre el emperador y el Senado funcionó muy bien por mucho tiempo, especialmente porque los intereses particulares de los Senadores nunca pudieron imponerse por sobre la voluntad de emperadores que buscaban el bien común, y por otra parte porque el Senado podía ser un contrapeso formal a los malos emperadores. Diversas actividades de la gestión administrativa quedaron encomendadas al Príncipe, y otras al Senado. Esto fue muy claro en lo relativo a la administración de las provincias. En términos generales, las provincias pacificadas e interiores pasaron a ser Provincias Senatoriales, mientras que las provincias fronterizas y que requerían mayor control, pasaron a ser Provincias Imperiales. Que los emperadores hayan logrado a la larga hacerse de las provincias más importantes, ése es tema aparte. Respecto a las Provincias del Imperio Romano, creemos útil dar un listado de las mismas hacia el reinado de Adriano. Como centro del imperio estaba desde luego Italia (que no era una provincia en sí); en el Mediterráneo Occidental encontrábamos a las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña; en Hispania: Lusitania, Bética y Tarraconense (incluyendo las Baleares); en la Galia: Alpina, Narbonense, Lugdunense y Bélgica; en la parte sur de la isla homónima, Britania; sobre el Rhin: Germania Inferior y Germania Superior; sobre el Danubio Central: Retia, Noricum y Panonia; sobre el Adriático, Iliria; sobre el Danubio Oriental: Dacia, Moesia Inferior y Moesia Superior; en Crimea: Taurica; en los Balcanes: Tracia, Macedonia, Epiro y Acaya (Grecia); en el Mediterráneo Oriental: las islas de Creta y Chipre; en Asia Menor: Asia, Bitinia, Galacia, Ponto, Capadocia, Licia y Cilicia; en el Este: Siria, Judea y Arabia Petrea; En África Nororiental: Cirenaica y Egipto (éste con un status muy especial); en el África Púnica: África y Numidia; en Mauritania: Cesarense y Tingitania. Además podemos mencionar a las efímeras provincias creadas por Trajano en su campaña victoriosa antes de morir: en el Cáucaso: Armenia (hasta el Mar Caspio); y sobre territorio parto: Asiria y Mesopotamia (hasta el Golfo Pérsico). En otras palabras, el Imperio Romano ocupaba en su momento de esplendor la totalidad o parte de los siguientes actuales países: Italia (incluyendo San Marino y la Ciudad del Vaticano), Portugal, España, Andorra, Francia (incluyendo Mónaco), Inglaterra, Gales, Escocia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Alemania, Suiza, Liechtenstein, Austria, Hungría, Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Albania, Kosovo, Macedonia, Bulgaria, Rumania, Moldavia, Ucrania, Grecia, Chipre, Malta, Turquía, Siria, Líbano, Israel/Palestina, Jordania, Arabia Saudita, Armenia, Georgia, Azerbaiyán, Irak, Egipto, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos. Infinidad de ciudades romanas, en su gran medida de origen militar, las llamadas “Colonias”, surgían por todas partes del imperio, muchas inclusive en las zonas helenísticas del Este. Por ejemplo, la ciudad de Berito, en El Líbano, era una ciudad de lengua latina y no griega. De ahí que sería un centro importante del Derecho Romano. Ciudades como Eboracum (York), Londinum (Londres), Vindobona (Viena), Colonia Agripina (Colonia), Castra Regina (Ratisbona), Moguntiacum (Maguncia), Aquisgranum © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 149 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. (Aquisgrán), Augusta Trevirorum (Tréveris), Argentorarum (Estrasburgo), Tarraco (Tarragona), Toletum (Toledo), Arelate (Arlés), Lugdunum (Lyon), etc., fueron en su origen ciudades romanas. El nombre de la actual París deriva de su designación romana Lutetia Parisorum. Por toda Britania, la Galia, Germania, Hispania, los Balcanes no helénicos y el Norte de África surgieron hermosas metrópolis según el diseño romano. Muchas de ellas, como la gran Leptis Magna, fueron después tragadas por el desierto del Sahara. La aparición del Princeps no alteró en lo absoluto la vieja estructura romana de las magistraturas anuales. Cada año se nombraban dos cónsules, como en los mejores tiempos de la República, y los años se databan por los nombres de estos cónsules. Lo mismo se daba con los pretores, cuestores, tribunos de la plebe, etc. Claro está que el emperador lograba asegurarse siempre para sí o para sus cercanos uno de los consulados. Entonces, las magistraturas siguieron existiendo por siglos, aunque ya como nombramientos más bien honoríficos. Inclusive, cuando después el Imperio se dividió administrativamente en dos mitades, cada mitad pasó a designar a un cónsul. Cuando el Imperio de Occidente dejó de funcionar, el emperador de Constantinopla pasó a nombrar a los dos cónsules, y generalmente el puesto correspondiente a la mitad occidental del Imperio se lo otorgó a reyes germánicos de su confianza (como fue el caso de Teodorico, rey de los ostrogodos). Recién en el siglo VI el emperador Justiniano terminó con la tradición, ya meramente formal, de nombrar anualmente dos cónsules y de señalar los años por los nombres de ellos. No obstante, el título de cónsul sobrevivió en el Imperio como magistratura de plazo indefinido, hasta la misma caída del Imperio en 1453. De cualquier forma, un punto negro en la vida cívica del Imperio Romano fue el problema de la inmensa masa proletaria e improductiva que abarrotaba la gran capital. Aunque en realidad este problema se repetía en todas las grandes ciudades del imperio de la época y siglos después se trasladaría también a Constantinopla. La necesidad de mantener calmada a esta inestable y fácilmente inflamable muchedumbre significaría una carga para el Estado La necesidad de proveerla de alimentos básicos y entretención gratuita, esto es, como señala la tradición, de Pan y Circo (Panem et Circenses) determinaría grandes gastos y peligros para los gobiernos durante muchos siglos. Por ello los espectáculos públicos en el Anfiteatro Flavio (el Coliseo) o el Circo Máximo, o en diversos Hipódromos de las grandes ciudades, tales como peleas de gladiadores, reproducciones de batallas navales, matanzas de animales salvajes o carreras de carros, y hasta el sacrificio de cristianos, serían prácticamente tareas de Estado, para mantener apaciguado a un pueblo improductivo y propenso a general crisis gubernamentales. 96.- Cómodo y el Comienzo de la Decadencia del Imperio Romano. Desgraciadamente, al morir el sabio emperador Marco Aurelio, cometió el muy humano error de designar como sucesor a su hijo Cómodo, rompiendo la sabia tradición de los emperadores adoptivos que había dado lustre a la dinastía de los Antoninos. Cómodo reinaría entre los años 180 y 192. No puede pensarse que el nombramiento de Cómodo haya sido por simple nepotismo, sino más que seguramente a que Cómodo no demostró ante su padre las fallas que, seguramente aumentadas por la historia, lo han hecho famoso y condujeron a su derrocamiento. Cómodo sería un buen gobernante inicialmente. De hecho, en la frontera del Danubio, Cómodo concluyó la Guerra Marcómana a través de una bien concertada paz que dio © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 150 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. una larga paz al Imperio. Pero a la larga sus defectos serían más determinantes que sus virtudes. El hecho concreto es que Cómodo efectuó un pésimo gobierno, especialmente malo al final de sus días, y su faceta más conocida, seguramente más bien anecdótica, es que le gustaba vestirse de gladiador y competir en la arena. Entregó la administración del imperio a funcionarios altamente corruptos e ineficaces, y empezó a desarrollar una megalomanía que lo llevo a querer asimilarse a Hércules, casi como un dios en vida. A partir del año 190 esta tendencia se acentuó. Por ello y muchas otras cosas, el 31 de diciembre de 192 D.C. fue derrocado por una bien merecida insurrección. Era el primer derrocamiento de un emperador romano en casi 100 años. El hecho es que en la historiografía romana se considera que con Cómodo comienza oficialmente la decadencia. Fundamental en esta apreciación ha sido desde luego la monumental obra de Edward Gibbon La Decadencia y la Caída del Imperio Romano. En ella Gibbon señala a la época que va desde la muerte de Domiciano hasta la asunción de Cómodo como “el período de la historia durante el cual la condición de la raza humana fue más feliz y próspera”. Desarrolla todo un capítulo introductorio, a forma de preámbulo, sobre esta época de oro de la civilización romana, a la que considera indudablemente como el siglo culminante de felicidad de la humanidad en toda su historia: “La vasta extensión del Imperio Romano era gobernada mediante poder absoluto, bajo la guía de la virtud y la sabiduría. Los ejércitos estaban restringidos por la firme pero gentil mano de cinco emperadores sucesivos, cuyas personalidades y autoridad imponían respeto involuntario. Las formas de la administración civil eran cuidadosamente preservadas por Nerva, Trajano, Adriano, y los Antoninos (Nota: refiriéndose a Antonino Pío y Marco Aurelio), que se deleitaban en la imagen de libertad, y se complacían al considerarse a sí mismos como los ministros responsables de las leyes”. A partir del ascenso de Cómodo comienza propiamente Edward Gibbon su magna obra, hasta su conclusión con la toma de Constantinopla por los turcos. De hecho, pocas veces en la historia es más clara la fecha para dividir un período de otro. No obstante, en el reinado de Cómodo poca gente se daba cuenta de que el proceso involutivo había empezado, y de hecho el mal gobierno de Cómodo no habría sido en sí tan determinante, si tras él se hubiera reestablecido el buen gobierno anterior. 97.- La Anarquía posterior a la muerte de Cómodo. Al quebrarse la estructura constitucional de los Antoninos, el Imperio volvió nuevamente a la dura situación de anarquía de los años 68-69 D.C. Pero esta nueva anarquía fue también corta, exclusivamente el año 193, el cual ha sido llamado también el Año de los Cinco Emperadores, en cierta forma para hacer una analogía con los sucesos del mucho más conocido año 69. Asesinado Cómodo el 31 de diciembre de 192, el 1° de enero de 193 fue designado emperador el Prefecto de la Ciudad Pertinax, con apoyo de la guardia pretoriana y con la debida sanción del Senado. Era un hombre íntegro y respetado. Pero, aunque trató de hacer un buen gobierno, reinó menos de tres meses. En marzo fue asesinado por la guardia pretoriana, disgustada con Pertinax porque éste no había sido suficientemente generoso con ellos. Los pretorianos ofrecieron en pública subasta la corona imperial, y pujaron por ella Sulpiciano, suegro de Pertinax, y el senador Dido Juliano. Los detalles son vergonzosos pero interesantes. Sulpiciano ofreció 20.000 sestercios por cada © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 151 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. pretoriano, y ante esto Dido Juliano ofreció 25.000. Aceptando los pretorianos su oferta le abrieron las puertas de Roma y lo declararon emperador. El Senado se vio obligado a reconocer la imposición de la guardia imperial. Pero la deshonra era mucha para Roma, y Dido Juliano no logró ser reconocido por la población ni de la Urbe ni del Imperio. Ante esto, tres generales se autoproclamaron emperadores: Pescenio Níger en Siria, Septimio Severo en Iliria y Panonia, y Clodio Albino en Britania, cada uno con tres legiones bajo sus órdenes. El más peligroso era Septimio Severo, por ser el más cercano a Italia. Juliano lo declaró fuera de la ley y trató de dar vuelta a sus legiones, pero fue imposible. Severo negoció con Clodio Albino y recibió el apoyo de éste al reconocerlo como co-emperador. Así Severo entró en Italia y se hizo fuerte en la ciudad-puerto de Ravena, ya sede de la flota imperial (de la cual se apoderó) y de futura aún mayor importancia en la historia del imperio. Ante esto la ya indisciplinada guardia pretoriana, incapaz de mantener una lucha formal con las legiones, se aprontó a reconocer a Severo como emperador y a entregarle a los conspiradores en el asesinato de Pertinax. Abandonado por sus protectores, Juliano fue asesinado a los tres meses de reinado, el 1° de junio de 193. El Senado declaró emperador a Septimio Severo y éste, dueño de Roma, mandó ejecutar a los asesinos de Pertinax. En el intertanto, Severo tuvo que luchar con Pescenio Níger, reconocido como emperador por las legiones de Oriente. Severo derrotó a Níger en diversas batallas en Asia Menor en 193 y 194. Habiendo huido a Antioquía, fue asesinado por su gente cuando trataba de escapar a Partia. La estratégica ciudad de Bizancio, que había apoyado a Níger fue sitiada y parcialmente destruida por Severo, en 196, tras un dificultoso sitio de varios años. Esto dejó en la mente de Roma las virtudes defensivas de la ciudad del Bósforo. Tras esta destrucción, Bizancio fue reconstruida por Severo. En el intertanto ya hemos visto como Clodio Albino, sublevado en Britania, ya había transado con Severo, quedando como co-emperador gobernando las regiones de Britania, y partes de Galia e Hispania. Pero tras la victoria completa de Severo sobre Níger, y ante la perspectiva de Severo de controlar todo el imperio, en 196 Clodio Albino se sublevó con sus legiones y se proclamó único emperador. El año 197 las tropas de Albino y Severo se enfrentaron en Lugdunum (Lyon), batalla de la cual resultó la completa derrota de las legiones británicas. Albino cometió suicidio y así Severo quedó como amo de todo el imperio. 98.- La Dinastía de los Severos. El acceso al trono en 193 A.C. de Septimio Severo fue realmente una suerte para el imperio. Fue indudablemente uno de los más grandes emperadores romanos, especialmente tomando en cuenta que le tocó gobernar un imperio ya convulsionado. Con él terminó un corto período de desgobierno, y se reestableció el orden en el Imperio. En su obra de recuperación recuerda mucho a su sucesor del siglo XI Alejo I Comneno. Septimio Severo era un provincial africano, nacido en 145 D.C. en Leptis Magna (actual Libia), proveniente de una distinguida familia de rango ecuestre. Por el lado paterno era de origen africano-púnico y por el de su madre de origen itálico, con buenos lazos familiares en Roma. Hablaba desde su infancia el dialecto púnico norafricano, además del latín y el griego. Recibió lecciones de oratoria. Hacia el año 162 se dirigió a Roma a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 152 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. empezar una carrera pública. Desempeñaría importantes cargos, civiles y militares a lo largo de los 30 años siguientes. Ya hemos visto como el año 193 comandaba las legiones del Danubio. Entonces, Septimio Severo, al momento de llegar al poder era un hombre altamente capacitado y un excelente militar. No obstante, sería absolutista en sus relaciones con el Senado, a muchos de cuyos miembros no dudaría en mandar asesinar. Su gran apoyo sería el ejército. Se cuenta que el gran consejo a sus hijos fue ante todo tener siempre contentos a los soldados. Pero su régimen dictatorial sería muy popular entre la población, y muy efectivo políticamente. Entre los años 197-199 dirigió una victoriosa guerra contra los partos, que habían apoyado a Níger, y tomó su capital Ctesifonte, estableciendo una provincia romana en la parte Norte de Mesopotamia. Además, a partir del año 208, condujo una exitosa guerra en Britania, reconstruyendo y fortaleciendo la Muralla de Adriano e invadiendo Caledonia, alcanzando una paz con los pictos que duraría hasta la retirada romana de Britania a comienzos del siglo V. Murió en el curso de la campaña, en York, el año 211. En su recuerdo subsiste, hasta el día de hoy, el Arco de Triunfo de Septimio Severo, en Roma. Como ya hemos visto, entonces, Septimio Severo, si bien oficialmente un gobernante ya de la decadencia, fue, de cualquier forma un gran emperador. Pero los tiempos venideros ya no lo acompañaron. Desgraciadamente la semilla de la desintegración gubernamental ya estaba planteada. Tal vez si Septimio Severo hubiera tenido unos herederos capaces, su dinastía podría haberse consolidado (como lo haría por tres generaciones la dinastía de los Comneno en el Siglo XI) y haber ordenado un proceso de declive que en ese momento en realidad aún no se notaba y todavía era reversible. Pero no fue así. A su muerte, en 211 fue sucedido conjuntamente por sus dos hijos: el muy famoso Marco Aurelio Antonino -mejor conocido como Caracalla- y Geta. Ambos, por el lado de su madre, eran mitad sirios, de forma que la vertiente siria de la familia tendría gran importancia en los años venideros. Pero la tensión entre ambos hermanos determinó que Caracalla mandara asesinar a Geta, quien murió en brazos de su madre. Después Caracalla inició una purga contra los cercanos a Geta, que incluyó a muchos parientes, e inclusive a la esposa de Caracalla. Así Caracalla quedó como gobernante único. Tiene la triste fama de ser considerado uno de los peores emperadores romanos. Muchos prominentes romanos caerían bajo su mano asesina. Entre sus víctimas se contaría también el gran jurista Papiniano. El año 213 Caracalla dirigió una campaña, bastante exitosa, contra los alamanes que amenazaban la zona fronteriza de las Campos Decumates entre el Rhin y el Danubio. Al año siguiente viajo a Egipto y al Este. Enemistado con la población de Alejandría, que no le había mostrado respeto, entregó el año 215 la gran capital greco-egipcia al saqueo de sus tropas. Se dice que más de 20.000 residentes murieron. Siguió después, en 216, una corta guerra fronteriza con los partos. Estando en esta campaña fue asesinado en 217 por uno de sus oficiales disconformes con él. El mayor avance político de Caracalla fue el llamado Edicto de Caracalla, oficialmente Constitutio Antoniniana, que significó la concesión en 212 de la Ciudadanía Romana a todos los habitantes libres del Imperio. Con esto, el Derecho Romano dejó de aplicarse a una minoría y se extendió a toda la población libre. Se volvería consecuentemente un Derecho universal. Pero esto no fue una concesión graciosa del emperador, sino una forma de atraer nuevos impuestos. Además, en esa época la Ciudadanía Romana ya no tenía el valor ni el peso específico de otras épocas. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 153 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. De él son famosas las grandiosas Termas de Caracalla, cuyas ruinas todavía hoy se aprecian en la ciudad de Roma. No fue un mal militar, defendió exitosamente las fronteras septentrionales del imperio contra los alamanes y en el Este anexó parte de Armenia. Por otra parte, uno de los grandes males que produjo, además de sus crímenes, fue la devaluación de la moneda, a la que le quitó un 25% de su ley de plata. Esto, hecho para tener dinero para pagar a las tropas y mantenerlas contentas, produjo al muy corto plazo la inflación que a la larga se convirtió en un azote que destruyó la economía romana, en un símil a lo que en el siglo XX sería la hiperinflación alemana de la República de Weimar. Muerto Caracalla, asumió el poder el usurpador Macrino (217-218). Éste, nacido en Mauritania y consecuentemente de origen bereber, formaba parte de la clase ecuestre. Sería el primer emperador no miembro de la casta senatorial. Una vez asumido el poder proclamó César y heredero a su hijo Diadomediano. Demasiado renuente a la guerra, y habiendo abandonado algunas importantes conquistas de Caracalla en el Este, perdió el respeto de las tropas, las cuales consecuentemente lo asesinaron. No alcanzó nunca a apersonarse en la capital. La familia de los Severos logró recuperar el poder gracias a las gestiones de Julia Mesa, tía de Caracalla. Ella era cuñada de Septimio Severo, y consecuentemente simple miembro colateral de la dinastía. El padre de Julia había sido gran sacerdote del dios Heliogábalo, una de las deidades más importantes de la Siria romana. Julia Mesa tenía dos hijas, de las cuales provendrían los dos siguientes emperadores. Gracias a Julia, su nieto Heliogábalo, de apenas 14 años y con mucha sangre siria por las venas, logró ascender al trono. Reinaría desde 218 hasta 222 D.C. Es hasta hoy famoso por sus depravaciones, especialmente la gula. Fue tan escandalosa su vida personal y tan rechazada por la institucionalidad romana que –también muy merecidamente- terminó siendo asesinado por los pretorianos Muerto Heliogábalo, fue sucedido por su virtuoso y capaz primo hermano Alejandro Severo, también nieto de Julia Mesa. Éste reinaría entre los años 222 y 235 y haría un muy buen gobierno. Estaría en gran medida bajo la influencia de su madre, Julia Mamea, una mujer capaz y virtuosa, muy distinta a tantas otras madres de emperadores pretéritos. Alejandro Severo debió hacer frente –exitosamente- a un nuevo y formidable enemigo, los persas, que después de reconstituir su imperio en el año 223 D.C. se lanzaron a reconquistar lo que había formado parte de su reino en tiempos de Ciro El Grande y Darío. Después volveremos sobre este punto. Pero el joven emperador, no obstante sus buenas intenciones y su habilidad militar, fue ya incapaz de controlar las fuerzas que amenazaban al Imperio desde adentro, en especial a la rebelde soldadesca. En el año 235, estando en campaña en el Rhin haciendo frente a una penetración germánica en la Galia, fue derrocado por el ejército, que no estaba conforme con la forma negociadora como Alejandro Severo dirigía la guerra. Las tropas proclamaron un nuevo emperador de sus filas, Máximo, y asesinaron a Alejandro Severo y a su madre. Con él moría la dinastía de los Severos. 99.- El Fin del Principado y la Crisis del Siglo III. La muerte de Alejandro Severo señala el quiebre definitivo de la vieja estructura cohesionada romana. Puede decirse que con él fenece definitivamente lo que quedaba © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 154 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. del sistema del Principado, la diarquía Emperador-Senado. La decadencia del Imperio Romano ahora sí se hace patente. A pesar de los brotes de anarquía que se habían dado desde la caída de Cómodo, todavía bajo la dinastía de los Severos había existido un gobierno responsable, que aparentaba seguir un sistema constitucional. Pero a partir del año 235 se inicia un terrible período de guerras civiles y anarquía que, lejos de cambiar a un gobernante por otro, fue aun más desastroso, pues contempló la existencia paralela de infinidad de emperadores rivales, autoproclamados en diversas partes del Imperio, con ejércitos propios, y todos en guerra mutua. Durante el largo período que va desde 235 hasta el año 270 las guerras civiles arruinaron al Imperio económicamente. Si bien existe una lista oficial de emperadores, ella es de validez muy dudosa, pues en ocasiones los monarcas reconocidos por el Senado en Roma cuando mucho extendían su autoridad a la Península Itálica. Por contraste, existirían innumerables emperadores rivales dirigidos desde la Galia, Hispania o Britania, o en las regiones danubianas, todos los cuales gobernaban sus provincias autónomamente, y pretendían la conquista de la capital para lograr un honorífico reconocimiento del Senado que en realidad ya carecía de sentido. De cualquier forma, una lista más o menos oficial de los emperadores reconocidos (o de sus co-emperadores) de este período de guerras civiles y desintegración es la siguiente: Maximino (235-238), Gordiano I (238), Gordiano II (238), Pupieno Máximo (238), Balbino (238), Gordiano III (238-244), Felipe o Filipo El Árabe (244-249), Decio (249-251), Herenio Etrusco (251), Hostiliano (251), Treboniano Galo (251-253), Volusiano (251-253), Emiliano (253), Valeriano (253-260), Galieno (253-268) y Salonio (260). A esto debemos agregar una lista grande emperadores usurpadores o rebeldes no reconocidos en Roma que no vale la pena mencionar en estas líneas, y una serie de autoproclamados emperadores afincados en la Galia, conocidos como Emperadores Gálicos, que gobernaron casi como monarcas independientes esta parte del imperio entre los años 260 y 274. De ellos mencionar a Póstumo (260-269), Mario (269), Victorino (269-271) y Tétrico (271-274). Recién a partir de los gobiernos reconocidos en Italia de los emperadores Claudio II Gótico (268-270) y Aureliano (270-275), a los cuales nos referiremos en detalle más adelante, empieza a verse una luz de salida a la crisis. Con ellos daría inicio una serie de emperadores capaces de origen eminentemente militar, en su mayoría originarios de las zonas de Iliria y Panonia, por lo cual la historia los conoce bajo el concepto global de Emperadores Ilirios. Los demás emperadores ilirios serían Tácito (275-276), Floriano (276), Probo (276-282), Caro (182-283), Carino (283-285) y Numeriano (283-284). Después analizaremos un poco más en detalle todos estos gobiernos. Hasta el final de los Antoninos el Imperio había guardado la estructura de la República, y a pesar de los alzamientos militares, los nombramientos de nuevos emperadores eran confirmados constitucionalmente por el Senado; con los Severos el poder empezó a fundarse exclusivamente en la autoridad militar; y con la crisis posterior, si bien el Estado Romano siguió existiendo, ello fue sólo porque la idea imperial era tan universal que nadie pretendía su desmembración y los gobernantes locales siempre ansiaban derrotar a los rivales. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 155 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Y no podemos dejar de lado uno de los factores internos más determinantes de la gran crisis: la pérdida del valor adquisitivo del dinero amonedado, esto es, la inflación. Ella se originaría realmente como consecuencia de la crisis política, pero desembocaría en una causa de su agravamiento. La necesidad de mantener numerosos ejércitos en guerra los unos con los otros, no habiendo dinero con que pagarlos ni un servicio único de recolección de impuestos, condujeron a la adulteración y aumento desmedido del dinero circulante, básicamente de la moneda romana de plata. De hecho, la inflación del siglo III es considerada una de las causas más directas de la decadencia del Imperio Romano. 100.- La Anarquía Militar y la Cuasi-Desintegración. Derrocado y asesinado Alejandro Severo, sus tropas proclamaron emperador a Maximino El Tracio, quien reinó entre los años 235-238. Fue el primer emperador surgido directamente de los peldaños inferiores de la estructura militar, de la clase más baja de la sociedad, originario de Tracia. Había ido ascendiendo paulatinamente en la carrera militar, hasta su ascensión al trono. Como emperador dirigió importantes campañas, victoriosas, contra los alamanes. Su caída tuvo lugar en el curso del llamado Año de los Seis Emperadores, el 238 D.C., un año de muchos tumultos. Ese año se alzaron contra Maximino en África Gordiano I y su hijo Gordiano II, quienes se declararon co-emperadores, con el reconocimiento del Senado, que despreciaba a Maximino. Éste, en revancha, avanzó hacia Roma. Pero los dos Gordianos fueron derrotados por las tropas estacionadas en Numidia, y ambos perecieron (el hijo peleando y el padre suicidándose). Ante el fracaso de la insurrección en África, el Senado, sabiendo que no tendría clemencia de parte de Maximino, se atrevió a desafiarlo y procuró retomar el derecho a escoger a los emperadores. De entre sus filas patricias designó co-emperadores a Pupieno Máximo y Balbino. Pero el populacho romano no aceptó de buena gana a los aristócratas, y se levantó, apoyando al muy joven Gordiano III, nieto de Gordiano I. Se logró así un compromiso de co-gobierno, por el cual los dos monarcas del Senado designaron César o sub-emperador a Gordiano III. En el intertanto, Maximino El Tracio, que marchaba a Roma, fue asesinado por sus propias –y hambrientas- tropas. Pupieno Máximo y Balbino se volvieron así emperadores indiscutidos. Pero por muy poco tiempo. En julio del año 238 ambos fueron asesinados por las tropas pretorianas, que elevaron finalmente a Gordiano III como único emperador. Así concluyó este nefasto año 238, con Gordiano III como gobernante oficial indiscutido. Pero el emperador era muy joven al ser impuesto en el poder, contando apenas 13 años, así que fue dócil herramienta del Senado. Pero fue muy querido por la población. Murió, en circunstancias extrañas, en 244 D.C., bien en batalla o bien asesinado por sus generales, en relación con la guerra en Oriente contra el nuevo imperio persa. Fue sucedido por Felipe o Filipo El Árabe, nacido cerca de Damasco, con antepasados provenientes de la Península Arábica, y de familia semita influyente en Siria. Concluyó una paz con los persas y volvió a Roma a ser reconocido por el Senado, aunque todavía tuvo que enfrentar importantes sublevaciones en todas las provincias. El año 248 le tocó presidir las celebraciones por los 1000 años de la ciudad de Roma, fundada, según la tradición, como sabemos, el año 753 A.C. Las celebraciones fueron grandiosas. Pero no lo suficiente para calmar la inestabilidad, y el año 249 las legiones danubianas proclamaron emperador a Trajano Decio, o simplemente Decio, quien © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 156 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. marchó a tomar Roma. Filipo murió en circunstancias no muy claras el año 249, y Decio fue reconocido por el Senado. Decio, si bien nacido en Iliria -sería el primero de una larga serie de emperadores provenientes de esa región- era Senador y había sido cónsul. Pero su reinado fue corto. El año 251 murió en batalla contra los godos, a lo cual nos referiremos más adelante. También falleció su hijo Herenio Etrusco, que ese mismo año había sido designado co-emperador. Acontecido esto las tropas proclamaron emperador a Treboniano Galo, miembro de una respetada familia senatorial italiana de origen etrusco. Pero al mismo tiempo se autoproclamó emperador en Roma Hostiliano, hijo sobreviviente de Trajano Decio. Así que para evitar la conflagración Treboniano Galo aceptó como coemperador a Hostiliano, aunque esta cohabitación duró sólo el año 251. Hostiliano murió ese año de causas naturales, aparentemente de plaga, con sólo 13 años. Era el primer emperador en 40 años en morir de causas naturales. Tras esto debió Treboniano Galo enfrentar los nuevos peligros de los godos y los persas, que luego referiremos. Las graves derrotas romanas lo enemistaron con el ejército, que proclamó emperador al general Emiliano, que se había hecho un nombre derrotando a los godos. Enfrentados en batalla en el Norte de Italia Emiliano y Treboniano, éste encontró la muerte, junto con su hijo y co-emperador Volusiano, en 253 D.C. Dueño de Italia, Emiliano fue reconocido emperador por el Senado. Era nacido en la provincia de África, y no está claro si era de origen púnico o moro. Pero su gobierno fue muy corto. No pasó de ese año. Contra él se rebeló casi inmediatamente Valeriano, comandante de las legiones del Rhin, y miembro de la nobleza romana. Los hombres de Emiliano se amotinaron y lo asesinaron. Con esto Valeriano fue reconocido emperador por el Senado, que se congratuló de aceptar a uno de los suyos. Valeriano, quien reinaría entre los años 253-260 convirtió inmediatamente en coemperador a su hijo Galieno. Valeriano quedó a cargo del Este y Galieno del Oeste. En algún momento serían designados co-emperadores también los otros hijos de Galieno, Valeriano II y Salonino. Desde el comienzo del reinado de Valeriano el Occidente del imperio cayó en desorden, al tiempo que los persas atacaban nuevamente desde el Este. Como luego veremos en detalle, Valeriano fue hecho prisionero en 260 por los persas, y moriría en cautiverio. Fue entonces automáticamente sucedido por Galieno, quien reinaría hasta 268 D.C. La tragedia de Valeriano desencadenó una gran crisis existencial en el imperio romano, que Galieno sólo muy parcialmente pudo controlar. Le tocó asumir un imperio en crisis tanto en el Oeste como en el Este, con una buena serie de fallidos usurpadores de por medio. Y con dos cismas de facto en partes del imperio: un imperio autónomo en la Galia (incluyendo además Hispania y Britania) y el Reino de Palmira en Oriente (en Siria, Palestina, Egipto y Arabia Pétrea). Sobre esto volveremos después. A la larga la autoridad de Galieno quedó reducida a Italia, las zonas de Iliria y el Danubio, Anatolia y África. Al final Galieno no pudo aplacar la rebelión del general Aureolo, en Milán. Combatiendo Galieno contra el rebelde fue asesinado. Pero su muerte sería pronto vengada por el nuevo emperador, Claudio, que aparentemente no había tenido nada que ver en el asesinato de Galieno. 101.- El Imperio Gálico. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 157 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El año 260, acontecida la trágica captura del emperador Valeriano, se alzó en armas en la Galia contra Galieno el general Póstumo, de origen batavo y proveniente de las capas inferiores de la estructura militar romana. Póstumo se autoproclamó emperador, se apoderó de Colonia Agripina (Colonia) y asesinó a Salonino, hijo de Galieno y presunto heredero al trono. Tras esto, Póstumo fue reconocido como emperador en la Germania romana, la Galia, Britania e Hispania, estableciendo en su capital provisional, Colonia, inclusive su propio Senado, cónsules y guardia pretoriana. Había surgido así un imperio claramente cismático, al que ahora la historia conoce como el Imperio Gálico. Es interesante, pero las monedas emitidas por Póstumo en este imperio gálico serían mucho más perfectas que las del emperador oficial Galieno. Esto demuestra el alto grado de estabilidad que alcanzó el imperio parcial gálico durante su época de existencia. La fuerza de Póstumo fue tal que rechazó todos los intentos de Galieno de expulsarlo de su reino particular y hasta llegó a tener la oportunidad, desperdiciada, de apoderase del Norte de Italia. El año 268 tuvo lugar un alzamiento contra Póstumo en Maguncia. Póstumo logró aplacarlo, pero tras ello fue asesinado por sus propias legiones, indignadas porque no se les había permitido saquear esta ciudad. Fue sucedido como emperador gálico por Marco Aurelio Mario, también otro militar de origen popular, quien, muriendo de causas naturales, reinó sólo unos meses del año 269. En el intertanto, el emperador romano oficial Claudio II Gótico lograba recuperar el control de la Galia Narbonense. Además, Hispania se salía del control del Imperio Gálico. Muerto Mario las tropas de Tréveris instalaron como emperador cismático a Victorino, quien sólo fue reconocido como tal en Britania y el Norte de la Galia. Tuvo que hacer frente al avance de las tropas del imperio legal. Asesinado en 271, el gobierno permaneció por un tiempo en manos de su madre Victoria, quien aseguró el nombramiento, como nuevo emperador gálico, de Tétrico, miembro de la aristocracia galo-romana. Éste estableció su capital en Tréveris, y alcanzó a reinar tres años. Trató de mantener su compacto y disminuido imperio, pero ya en esos momentos estaba en marcha el proceso reconstitutivo del Imperio Romano. El año 274 el emperador Aureliano, que ya había terminado con el Estado cismático de Palmira en el éste, derrotó a Tétrico en Chalons, pero perdonó la vida al vencido. Aparentemente Tétrico había pactado de antemano con Aureliano. Así, dejó de existir el efímero imperio cismático de la Galia. Los territorios que aún permanecían bajo su soberanía, concretamente el Norte de la Galia y Britania, fueron reintegrados a la de Roma. 102.- Las fronteras del Rhin y el Danubio se vuelven permeables. Otro enemigo externo muy peligroso en este período de desintegración fueron los germanos, todavía hasta entonces mantenidos a raya allende el Rhin y el Danubio. La Dacia sería uno de los principales campos de batalla. En tiempos del emperador Decio los godos, que por primera vez aparecen como pueblo en la historia, cruzaron el Danubio y asolaron Moesia y Tracia. Inclusive llegaron a apoyar a un autoproclamado emperador rebelde, el gobernador de Tracia, Tito Julio Prisco. También tomaron la ciudad de Filipopólis. El año 251 tuvo lugar la decisiva batalla de Abrito. Todo un ejército romano fue derrotado en batalla por los godos, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 158 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. muriendo ahí el emperador Decio. Sería el primer emperador romano muerto en combate contra los germanos. Los godos ingresaron a territorio romano y llegaron inclusive a ocupar Tesalónica. El terror llevó a reconstruir las antiguas murallas del Istmo de Corinto, para proteger el Peloponeso, y las de Atenas, inexistentes desde tiempos de Sila. El año 256 los godos saquearon las principales ciudades de Asia Menor, y en estas luchas quedó destruido el famoso Mausoleo de Halicarnaso. El año 265 los francos cruzaron el Rhin, asolando la Galia. Lo mismo hicieron los alamanes, que ingresaron a Italia y la atravesaron hasta llegar a las cercanías de Roma. Pero no la atacaron. Era la primera vez que un ejército enemigo llegaba hasta el corazón de la península. En su retirada, cerca de Milán, fueron derrotados por Galieno. El triunfo romano fue decisivo. El año 267, habiendo alcanzado el mar en Asia Menor, un grupo de godos y hérulos armó una escuadra de 500 naves con barcos capturados a los romanos. Cruzaron el Bósforo y el Helesponto, saquearon Bizancio (cuando todavía se llamaba así) y otras ciudades, y posteriormente desembarcaron en la Grecia propiamente tal. Argos y Corinto fueron asaltadas y destruidas. Inclusive se apoderaron de Atenas, aunque no queda claro si sólo de la ciudad baja o también de la Acrópolis. Pero el hecho es que Atenas fue saqueada en muchos de sus tesoros, mas sus históricos edificios no fueron afectados. Finalmente el emperador Claudio II Gótico derrotó en toda la línea a los bárbaros en Moesia, en la batalla de Naissus, el año 268 ó 269, destruyó a su ejército e hizo miles de prisioneros. La caballería romana fue dirigida por el bravo Aureliano, quien sería sucesor de Claudio. Con ello Roma detuvo esta gran incursión germánica, iniciando una época de recuperación en las fronteras. Los godos fueron enviados de vuelta al otro lado del Danubio y por más de un siglo dejaron de ser una amenaza real para el Imperio. Esta gran victoria, una de las más importantes conseguidas alguna vez por un ejército romano contra enemigos externos, le valió al emperador vencedor su ya citado y merecido apelativo de Gótico. Paralelamente, los alamanes habían cruzado los Alpes e invadido Italia. Claudio II los derrotó ahí en la Batalla del Lago Benaco. El año 271 Aureliano venció nuevamente a los alamanes en Pavía, y los expulsó de Italia. Pero Aureliano, ante la imposibilidad de seguir defendiendo las provincias transdanubianas, tuvo que abandonar definitivamente la Dacia y reubicar a su latinizada población al Sur del Danubio. Ahí estableció en la antigua Moesia una nueva provincia con los habitantes de la Dacia, bajo el nombre de Dacia Ripensis. 103.- El Surgimiento del Segundo Imperio Persa. Además de sus ya mencionados problemas internos, Roma tendría que hacer ahora frente a un nuevo y poderoso rival en el Este, cuyo surgimiento nunca hubiera imaginado. El año 223 D.C. fue derrocada la antigua dinastía parta de los Arsacidas, y el poder fue ahora asumido por la nueva dinastía persa de los Sasánidas. No se trató sólo de un cambio de dinastía, sino de la recuperación del poder por los persas puros, que desplazaron a la monarquía espuria y semi-helenizada de los partos. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 159 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Esto significó el surgimiento de un Segundo Imperio Persa, el cual, durante los 400 años venideros, pasó a ser el enemigo mortal de Roma. Por el Este se extendería hasta la India, pero en el Oeste su límite quedaría bloqueado por Roma, la defensora y continuadora del helenismo alejandrino en el Cercano Oriente. Los persas sasánidas establecerían como objetivo fundamental volver a ocupar lo que alguna vez fue de sus antepasados bajo los monarcas Aqueménidas; en contrapartida, los romanos defenderían tenazmente su frontera oriental sobre el Éufrates. El año 230 los persas atacaron las regiones romanas de Mesopotamia y Siria. El emperador Alejandro Severo logró derrotarlos y expulsarlos. Pero la guerra empezaría nuevamente. El año 243 los romanos, bajo el comando nominal de Gordiano III, los derrotaron y rechazaron en el Éufrates. El año 256 los persas, bajo su rey Sopor I, aprovechándose de la desorganización romana, invadieron Siria y conquistaron su capital Antioquía. El contraataque romano, dirigido por el emperador Valeriano a partir de 257, si bien tuvo inicialmente efectos muy positivos y permitió la reconquista de Antioquía, terminó en un desastre. El año 260 el propio emperador Valeriano, derrotado por los persas en la batalla de Edessa, en plenas negociaciones de paz con el rey persa, fue traicioneramente hecho prisionero y llevado al cautiverio, de donde nunca volvió. Fallecería en 266, prisionero del rey persa Sopor. Los persas volvieron a ocupar entonces Siria y Asia Menor, pero no pudieron conservar sus conquistas, ante el interesante contraataque romano que vendría desde Palmira. 104.- El Reino de Palmira: Odenato y Zenobia. Este conflicto entre romanos y persas, con los romanos totalmente desorganizados, llegó a determinar la aparición de un efímero Estado surgido provisionalmente en territorio romano, no por un intento provinciano de secesión, sino por el deseo de las provincias sirias del Imperio de auto-organizarse para defenderse de los enemigos externos y del desorden. La defensa del territorio romano la asumió en 258 Septimio Odenato, un noble local de la ciudad de Palmira. En 260, tras la derrota y captura de Valeriano, Odenato dirigió a las fuerzas regionales romanas, expulsó a los persas, y mantuvo la integridad de las provincias asiáticas en momentos en que el gobierno imperial central ya no existía y nadie sabía a ciencia cierta cuál emperador era legítimo y cuál no. A la larga, imperceptiblemente, esto condujo al surgimiento de un reino propio dirigido desde Palmira, que en su momento de máximo poderío comprendió los territorios romanos de Mesopotamia, Siria, Palestina y Egipto, además de buena parte de Asia Menor. Muerto Odenato en 267, sin haber asumido realmente ningún título regio propio, fue sucedido por su esposa Zenobia, la que sí se autoproclamó oficialmente como Reina de Palmira. En tal carácter gobernaría durante cinco años (267-272) las ya mencionadas provincias del Oriente romano, cumpliendo una labor para la cual Italia no estaba preparada. Pero este intento ya abierto de sucesión, que no guardaba las formas legales debidas, no fue aceptado por Roma, que ya empezaba su proceso de reconstrucción. El emperador Aureliano, empeñado en reconstituir el perdido orden imperial, reestableció finalmente en 272 el dominio directo romano y acabó con el reino secesionista. Zenobia fue llevada en el cortejo de triunfo de Aureliano a Roma. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 160 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 105.- La Obra Reconstructiva de los Emperadores Ilirios. Muerto Galieno el año 268, fue sucedido por el ya mencionado, y muy capaz, Claudio II. Gran general, era originario de las zonas del Danubio, consecuentemente de origen ilirio, y provenía de las clases populares. Para esos momentos Iliria era ya la fuente de soldados del imperio, y su importancia se hacía notar. En el caso de Claudio II su tosco origen sería olvidado gracias a sus virtudes guerreras y el gran servicio que, en su corto reinado de apenas dos años (268-270 D.C.), prestó a Roma. Con él comienza el difícil proceso de reconstitución del Imperio Romano. Ya hemos visto, y ahora no es necesario repetir, como Claudio II logró importantes victorias contra los germanos que amenazaban el imperio y como empezó el proceso de recuperar los territorios meridionales del cismático Imperio Gálico. Estando Claudio preparando una campaña contra los vándalos, que también amenazaban la frontera del Danubio, falleció de muerte natural a consecuencia de la peste que asolaba al imperio. No pudo cumplir su sueño de reestablecer el orden y la unidad del imperio, pero sentó las bases del mismo. Le allanó el camino a sus sucesores. Muerto Claudio se llevó a cabo el intento de proclamar emperador a su hermano Quintillo, pero éste sólo alcanzó a reinar unos días o semanas del año 270. Si bien reconocido por el Senado, aparentemente no tuvo apoyo en las tropas. Fue asesinado por sus propios hombres en Aquilea. Además, aparentemente Claudio al que había designado como sucesor era a su capaz general Aureliano. Así que éste llegó al poder. Lucio Domicio Aureliano, quien reinaría brillantemente por cinco años (270-275), era también de rudo origen ilirio, y a lo largo de los años se había caracterizado por su capacidad militar, llegando a ser la mano derecha de Claudio II. Enérgico gobernante reconocido por el Senado y señor de Italia, logró afianzar la autoridad de su gobierno sobre la casi totalidad del Imperio. Puso en orden una reforma moral y administrativa, con severas penas contra la corrupción, y efectuó una importante reforma monetaria, para acabar con el mal endémico de la corrupción. Con Aureliano comenzó efectivamente la restauración de la autoridad central, lo que hace que su obra haya merecido pasar a la historia. Ya hemos visto como en 272 terminó con el Reino de Palmira en Siria y en 274 con el Imperio Gálico, que volvieron a la autoridad central de Roma. Además, Aureliano logró importantes victorias contra los alamanes y vándalos que igualmente merodeaban por el imperio. Pero tuvo que abandonar la provincia transdanubiana de Dacia, ya indefendible. El año 275, ya con el imperio reunificado y en relativo orden, procuró tomar cartas contra los persas. Estando en Tracia en la preparación de su campaña, fue asesinado aparentemente por un funcionario corrupto, que temió un severo castigo por parte del emperador. Su muerte fue muy dañina, pues de haber vivido más seguramente habría fundado una dinastía. Al morir Aureliano su autoridad aún no era reconocida al 100% en todas las regiones de la Galia, pero el proceso reconstitutivo ya estaba en marcha. Los sucesores de Aureliano lo completaron, en un muy importante período de transición en que el orden empezó poco a poco a retornar: La labor de Aureliano, tanto en el campo interno, sometiendo a los líderes rebeldes, y en externo, protegiendo las fronteras, fue de gran significado histórico. Sin él, el Imperio Romano nunca hubiera vuelto a organizarse. Pero el problema es que ya nada iba poder volver a ser como había sido en tiempos del Principado. Mucho había cambiado. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 161 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. De cualquier forma, en su gobierno se produce un hecho que demuestra la penosa situación de Roma y su Imperio, cual es la construcción de una muralla protectora alrededor de la ciudad, hasta hoy existente y conocida como Muralla Aureliana. Durante siglos Roma había sido una ciudad abierta que no había necesitado murallas para protegerse, pues sus legiones habían sido más que suficientes. Pero ya la realidad era otra y la edificación de un muro protector se había convertido ya en una necesidad imperiosa. La pérdida del control de las fronteras obligaría a las principales ciudades de provincia a empezar a construir muros protectores, al igual que Roma. Muerto Aureliano, el Senado designó como su sucesor a Marco Claudio Tácito, de buena familia italiana. Este nombramiento fue cordialmente aceptado y ratificado por las tropas, lo que ya era un muy buen signo. Dirigió exitosamente una campaña contra los mercenarios germanos de Aureliano que se habían dedicado al pillaje en los Balcanes, y murió en circunstancias poco claras, a avanzada edad, en 276 D.C., en Capadocia, tras poco menos de un año de reinado. Fue sucedido por su medio hermano Floriano, elegido por las tropas, aparentemente sin respaldo del Senado. A los pocos meses, dentro del mismo año, y por ineficiencia militar, fue asesinado por sus propios hombres. Lo sucedió Marco Aurelio Probo, también de origen ilirio, quien en su reinado de seis años –muy largo para los estándares de la época- derrotó nuevamente a los godos, a los vándalos que merodeaban por las zonas danubianas, y logró terminar de limpiar la Galia y de bandas germanas (alamanes, francos y burgundios). Sus generales contuvieron también a las tribus nubias que amenazaban Egipto. Muy interesante sería la política de Probo de impedir el ocio de sus legionarios, de forma que los uso para fines de bien público, tales como replantas los viñedos en las zonas devastadas de la Galia o Panonia, para reconstruir la dañada economía. El año 182, mientras se encontraba en su ciudad natal, Sirmio (que casualmente era la ciudad natal de gran parte de los emperadores ilíricos), se enteró de que los pretorianos en Roma habían proclamado un nuevo emperador, Marco Aurelio Caro, de familia romana de Narbona. Probo dirigió a sus tropas contra Roma, pero los soldados lo desertaron y asesinaron. De cualquier forma, Caro castigó seriamente a los asesinos de Probo. Pero su reinado, aunque reconocido por el Senado, tampoco fue largo. Dejando a sus hijos Carino y Numeriano a cargo de la administración, él mismo se dirigió personalmente al Este, a luchar con los persas sasánidas, en una campaña brillante, que lo llevo a conquistar el Norte de Mesopotamia, además de las ciudades de Seleucia y Ctesifonte, hasta más allá del Tigris. Los persas quedaron imposibilitados de defenderse adecuadamente y Caro vengó con creces las anteriores humillaciones de Roma. Pero Caro falleció en el curso de esta victoriosa campaña, muy seguramente de muerte natural, el año 183. La sucesión dinástica se dio automáticamente, y el Senado proclamó co-emperadores inmediatamente a sus hijos Carino y Numeriano. Carino se apersonó en Roma mientras que Numeriano dirigió una pacífica retirada de las tropas romanas desde el Este. Pero el año 184 Numeriano fue encontrado muerto en Bitinia, próximo a cruzar a Europa. Se acusó a Carino del asesinato. Cuando las noticias del fallecimiento del emperador llegaron a los comandantes imperiales, en la ciudad bitinia de Nicomedia, en noviembre de 184, los generales convocaron a un concilio para determinar la sucesión. En una votación prácticamente © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 162 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. democrática, reminiscente de la elección de Jenofonte por los Diez Mil, los soldados determinaron elegir como emperador al capaz general Diocles, comandante de la caballería de la guardia imperial. Este Diocles, se encontró repentinamente ante un nombramiento que no había deseado, y que no podía rechazar. El rechazo le hubiera significado indudablemente la muerte. Ungido entonces Diocles como nuevo emperador, y habiendo aceptado el nombramiento, se inició un nuevo período en la historia del Imperio Romano. Uno de sus primeros actos oficiales fue cambiar su nombre helénico por la forma latinizada de Diocleciano, con que llegará a la posteridad. 106.- Diocleciano y la Recuperación Absolutista. Como ya hemos visto, el año 284 llegó al poder Diocleciano, quien es considerado el hombre que finalmente reestableció el Imperio, sobre bases totalmente nuevas. Podría decirse que fue el refundador del Imperio Romano. Así lo considera por lo menos Theodor Mommsen. Buena parte de sus instituciones sobrevivirían hasta el fin del imperio, en el Siglo XV. Era un soldado de obscuro origen, de una familia iliria de clase baja, nacido en la costa de Dalmacia, muy posiblemente cerca de Salona. Los acontecimientos lo llevaron a escalar posiciones dentro del ejército imperial. Fue el hombre adecuado para la época, impuesto por el destino. A pesar de su reciente investidura imperial, todavía por un tiempo Diocleciano tuvo que luchar contra Carino, el hermano de Numediano -considerado gestor de su asesinato- y contra otros candidatos a usurpador. El año 485 Diocleciano derrotó definitivamente a Carino y se convirtió en amo indiscutido del mundo romano. Recibió además el reconocimiento oficial del Senado. Pero para Diocleciano el estatus de la ciudad de Roma debía cambiar. Muchos factores hacían que ya no fuera adecuada como capital administrativa del imperio. Primero, por su gran población y masa proletaria, que la hacían siempre un foco de revoluciones insensatas. Además, estaba mal situada geográficamente. Por eso, a lo largo de su reinado de 20 años, Diocleciano visitó la ciudad sólo en dos ocasiones, una de ellas para su confirmación como emperador. Pero sus dos estadías serían muy cortas. Si bien Diocleciano nunca llegó al extremo de crear una nueva capital, como después haría Constantino, si decidió gobernar desde otro lugar, y para ello escogió la pequeña y cómoda ciudad de Nicomedia, en Bitinia, Asia Menor, muy cercana al Bósforo y los Dardanelos. Entonces, durante en período de alrededor de 40 años Nicomedia sería la verdadera capital administrativa del Imperio Romano. Diocleciano, consciente de que el imperio era demasiado grande para ser gobernado por una única cabeza, el mismo año 285 determinó designar como co-emperador a su amigo de confianza Maximiano, también de origen ilirio nacido en Sirmium en una familia de clase media baja. El concepto de la co-existencia de dos emperadores no era nada nuevo, y siempre se había dado, pero Diocleciano lo institucionalizó. Maximino, un hombre con bastantes fallas humanas y cruel, tenía una gran virtud: siempre fue leal y fiel a Diocleciano. Entonces Diocleciano permaneció como emperador supremo y Maximino no tuvo inconveniente en ser sub-emperador. Diocleciano, con un carácter bondadoso y humano, dejó en manos de Maximino, muy buen militar, la aplicación de las medidas ingratas. Para dejar muy en clara esta relación de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 163 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. preeminencia, Diocleciano se designó a sí mismo Hijo de Júpiter (un dios), mientras que Maximino fue declarado Hijo de Hércules (un semi-dios). De esto surgiría poco después el sistema colegiado de gobierno llamado Tetrarquía, que explicaremos con mucho más detalle en el próximo capítulo. Así que dejamos esa parte de lado por ahora, y nos enfocamos a señalar algunos acontecimientos importantes del reinado de Diocleciano. Hacia el año 287 Diocleciano debió hacer frente en la frontera danubiana a incursiones de sármatas, pueblos que habitaban la región de Sarmacia (en Ucrania y la parte Septentrional de los Balcanes), de origen iranio y por lo tanto también indoeuropeos. Otros enfrentamientos siguieron hacia el año 294. Contra los sármatas Diocleciano construyó en la zona danubiana una línea de fortificaciones conocida como Ripa Sarmática. Hacia el siglo IV, con la conquista gótica de la región de Ucrania y Crimea y la posterior dominación de los hunos, los sármatas desaparecieron de la historia. La presencia de Diocleciano en el Este fue muy beneficiosa en lo que al eterno conflicto con Persia se refería. El mismo año 287 Persia renunció a todos sus derechos sobre Armenia y reconoció la subordinación de este reino a Roma. Parte de Armenia quedó oficialmente como reino cliente, y gran parte fue directamente anexada al imperio. Pero en 294 el nuevo rey persa cambió su política hacia Roma. Los persas iniciaron el ataque, primero exitosamente, hasta, como sería la regla por muchos siglos, vendría el exitoso contraataque romano. Los romanos inclusive capturaron como reheneshuéspedes a los hijos del rey persa (tal cual como Alejandro Magno había hecho con los hijos de Darío III setecientos años antes). Ante esto, los persas pactaron la paz. Roma ganó control sobre importantes zonas de Mesopotamia y se confirmó el predominio romano en Armenia, con su dinastía nativa. Inclusive, se reconoció la supremacía romana en las zonas del Cáucaso. En el intertanto, Maximiano derrotaba a los piratas francos y sajones en la costa del Mar del Norte. Luego, Maximiano y Diocleciano llevaron a cabo una exitosa campaña contra los alamanes y otros pueblos germanos, uno desde el Rhin y el otro desde el Danubio. Entre los años 295 y 297 hubo conflictos en Egipto, cuando Diocleciano trató de uniformar el sistema impositivo egipcio de acuerdo a los nuevos cánones imperiales, y esto trajo descontento, un alzamiento, y hasta la aparición de un emperador usurpador. A la larga el movimiento fue sofocado y las tropas de Diocleciano tomaron Alejandría. Como consecuencia de esto, el Egipto grecorromano, que por su especial situación jurídica –ya hemos visto que legalmente no era administrado como cualquier provincia- tenía un alto grado de autonomía, perdió gran parte de la misma y su sistema administrativo se uniformó en gran medida al del resto del imperio. 107.- Diocleciano y la Tetrarquía. Diocleciano convirtió al Imperio en una monarquía absoluta. El emperador dejó de ser el Primer Ciudadano de la República, y se convirtió en un monarca de tipo oriental, rodeado de una rígida etiqueta gubernamental. Su manto de púrpura y la diadema que introdujo pasaron a ser símbolos de poder durante los más de 1.000 años siguientes en el Imperio Romano. Pero no sólo eso, pues Diocleciano para efectos simplemente administrativos creó el año 293 D.C. lo que se ha dado en llamar la Tetrarquía, el cogobierno de cuatro emperadores. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 164 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Es muy importante señalar que este sistema no significó la división política del Imperio, sino una mera reestructuración administrativa del mismo. El Imperio Romano siguió siendo uno sólo, pero con dos cabezas administrativas, dos co-emperadores, oficialmente designados Augustos, uno en la parte Oriental del Imperio, y otro en la Occidental. Además, cada Augusto designó un vice-emperador adjunto, que con el título de César lo ayudaba a administrar una parte de la mitad de su Imperio. Diocleciano se reservó para sí mismo la parte oriental, fijando su corte en Nicomedia, Asia Menor; mientras que su colega, Maximiano, administraba Occidente, aunque no ya desde Roma, sino desde Milán. Esta ciudad no sólo era mucho más manejable políticamente que Roma, sino que además estaba estratégicamente mucho mejor situada, más cercana a la fundamental frontera septentrional de Italia. Los respectivos Césares, designados en dicho año 293, serían Constancio Cloro, como subalterno de Maximino en el Oeste; y Galerio, bajo la autoridad de Diocleciano, en Oriente. Además de Nicomedia y Milán, los otros dos importantes centros administrativos del imperio serían Tréveris, en la Galia, y Antioquía, en Siria. La idea era en algún momento que, al retirarse Diocleciano y Maximiano, fueran sucedidos por sus respectivos césares, Constancio Cloro y Galerio, los cuales, convertidos ya en Augustos, designarían como nuevos Césares a Constantino, hijo de Constancio Cloro, y a Majencio, hijo de Maximino. Así se pretendía hacer funcionar el proceso de sucesión. En preparación de esto, Constantino y Majencio fueron llevados a Nicomedia, para ser preparados por Diocleciano. De esto surgieron cuatro Prefecturas: en la mitad Oriental, a) la Prefectura de Oriente, que abarcaba Tracia y la parte Este de los Balcanes, así como Asia Menor, Siria, Egipto y Libia, y b) la Prefectura de Iliria, que abarcaba Grecia, Macedonia, Iliria y la parte Oeste de los Balcanes; y en la mitad Occidental, c) la Prefectura de Italia, que abarcaba las fronteras del Danubio en Europa Centro-Occidental, Italia, las islas del Mediterráneo Occidental, y la provincia de África (Cartago); y d) la Prefectura de las Galias, con la Germania romana, la Galia, Britania, Hispania, y Numidia. Las Prefecturas de Oriente e Italia quedaron a cargo de los Augustos, y las de Iliria y las Galias a cargo de los Césares. Diocleciano se reservó para sí mismo la Prefectura de Oriente. Asimismo, el sistema de las provincias fue modificado en gran medida. Se establecieron provincias mucho más pequeñas, agrupadas en estructuras mayores llamadas Diócesis. Por ejemplo, Hispania, Britania y la Galia serían Diócesis, cada una con sus múltiples provincias interiores. E Italia perdió para siempre su situación privilegiada, pasando a ser considerada una Diócesis más. Todo lo anterior trajo in gran problema: para mantener todo este nuevo sistema se hizo necesario aumentar tremendamente la burocracia estatal. Partamos de la base, por ejemplo, que de sólo una pasó a haber cuatro cortes paralelas, cada una con sus funcionarios propios. Además, los funcionarios de un gran número de nuevas provincias menores y de sus diócesis correspondientes. También se aumentó considerablemente el número de soldados en armas, para proteger las siempre amenazadas fronteras del Rhin, Danubio y Éufrates. El gasto público se disparó y se hizo necesario recargar de impuestos a las provincias y a mis municipios, lo que asfixió la economía de todo el Imperio. Las consecuencias serían, a la larga, desastrosas. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 165 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Esto era en momentos en que ya se notaba una clara identidad cultural autónoma tanto en las partes occidentales como orientales del Imperio. En la parte occidental el latín era, además de idioma oficial, prácticamente la lengua universal de los habitantes, mientras que en Oriente, no sólo entre las poblaciones griegas o completamente helenizadas, sino inclusive entre las poblaciones autóctonas (egipcios, siríacos, etc.), el griego era el vehículo común de comunicación, e inclusive idioma administrativo al mismo nivel que el latín. Paralelamente, las regiones orientales del Imperio eran ya las más ricas y pobladas del Imperio. 108.- La Civilización Romana en el Siglo IV. Este siglo IV sería muy complejo para Roma. Desgraciadamente, todos los problemas sociopolíticos de la época influían en el vigor de la civilización grecorromana. El arte clásico había entrado en profunda decadencia. En algún momento de mediados del siglo III D.C., la capacidad de reproducción artística de la figura humana comenzó a decaer ostensiblemente, tomando formas más rígidas y estáticas, así como menor detalle corporal y facial. Desde el momento en que los artistas grecorromanos perdieron la oportunidad siquiera de copiar el arte de sus predecesores, estaba claro que algo estaba fallando. Cuando uno aprecia la famosa estatua de los cuatro coemperadores de la Tetrarquía de Diocleciano, cuesta imaginar que sea arte verdaderamente romano. Tal vez la más clara muestra de esta involución la muestra la numismática, la ciencia que estudia a las monedas en cuanto a dinero físico. La representación de los rostros de los emperadores es perfecta durante los primeros 230 años de Nuestra Era, y de hecho, durante un largo período del siglo III, siguiendo la moda helenizante que impusiera Adriano, los emperadores aparecen barbados. Acercándose a la mitad del siglo III los rostros empiezan a perder ese carácter de fotografía que poseían, y a medida que corren los siglos IV y V los rostros son ya casi irreconocibles. Posteriormente, la representación facial mejoraría un poco, pero ya no dentro de los cánones clásicos, sino dentro de los patrones –distintos- del nuevo arte bizantino. Pasarían mil años, hasta el Renacimiento del siglo XV, antes de que los patrones clásicos pudieran volver ser a reproducidos. El Imperio Romano del siglo IV, si bien fue salvado por Diocleciano, dejó de ser la estructura dinámica de épocas anteriores, y se estancó en desarrollo económico, demográfico, y militar. El Estado tuvo que intervenir fuertemente en la economía para mantener la estructura gubernamental imperante, la libertad de trabajo se vio ampliamente limitada y muchos trabajos se volvieron hereditarios y forzosos, la población descendió, y la estructura militar, si bien logró mantener las fronteras externas, carecía ya de hombres para renovarse. Además de estos peligros internos, los externos se convirtieron en una amenaza que ya no podría ser contenida por mucho tiempo. En el Este los romanos mantuvieron una guerra generacional contra sus principales enemigos, primero el reino parto, y desde el siglo III, el nuevo –y más agresivo- Imperio persa de la dinastía de los Sasánidas. Este Imperio resucitado sería el mortal enemigo del Imperio Romano hasta el siglo VII, y las continuas guerras mutuas terminarían, a la larga, arruinándolos a ambos. Pero además del organizado Imperio iranio, en Europa las fronteras del Rhin y el Danubio se hicieron cada vez más permeables. Ya desde el siglo III los romanos habían abandonado todos los territorios ubicados al norte de los ríos Rhin y Danubio, especialmente la Dacia, la actual Holanda y el sector rético al norte de las confluencias de estos ríos. El ejército apenas lograba contener las incursiones de los pueblos © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 166 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. germánicos, los cuales, todavía bajo acuerdos especiales con el gobierno imperial, empezaron a instalarse dentro de territorio romano. 109.- La Sucesión de Diocleciano. El año 303 Diocleciano entró a Roma, aparentemente sólo por segunda vez en su vida, exclusivamente para celebrar su vigésimo aniversario de reinado. Fue acompañado por su colega Maximiano. Pero el emperador se sentía incómodo en Roma, y la población de Roma no se identificaba con un tan lejano monarca. Así que a los pocos días Diocleciano abandonó la capital y se instaló en la cercana Ravena, ciudad destinada a un futuro brillante en los siglos venideros. Después Diocleciano abandonó Italia, para nunca volver. En eso su salud empezó a flaquear. Surgieron hasta rumores de su fallecimiento. El año 305 en Nicomedia, en un hecho hasta entonces inédito en la historia de Roma, Diocleciano congregó a sus tropas, y con lágrimas en los ojos anunció su necesidad de retirarse y abdicar. Simplemente se había dado cuenta de que el momento de retirase había llegado. Así que obligó al renuente Maximiano a abdicar también, y así ambos Augustos se retiraron conjuntamente de la escena política, dejando el camino abierto a sus sucesores. Maximiano, como después veremos volvería después a participar en política, a favor de su hijo Majencio, pero Diocleciano no se dejaría bajo ninguna circunstancia embrujar por los cantos de sirena y se retiraría a vivir su vejez, como simple ciudadano particular, al lujoso palacio que se construyó para terminar sus días en las cercanías en la ciudad de Salona (la actual Spalato/Split) en la costa de Dalmacia. Ahí murió, tranquilamente y respetado, de muerte natural, en diciembre del año 311. Tras la abdicación de Diocleciano y Maximiano en 305, sus respectivos Césares, Galerio (en el Este) y Constancio Cloro (en el Oeste), se convirtieron en Augustos, con Galerio en realidad como figura dominante. Éste era también un hombre de origen humilde parte dacio y parte tracio, casado con la hija de Diocleciano. Durante su gestión como subalterno de Diocleciano dirigió importantes campañas militares en los Balcanes, Egipto y el Oriente. Por su parte, Constancio Cloro se dice que era sobrino del emperador Claudio II, pero hay antecedentes para pensar que ésta podría ser una historia prefabricada para ensalzar su imagen y genealogía, considerando que él sería después el fundador de una importante dinastía. Como subalterno de Maximiano había logrado importantes triunfos militares contra el rebelde Carausio en Britania y contra los amenazantes alamanes en el Rhin. Su campaña en Britania presenta un antecedente histórico muy relevante: para obligar a sus tropas a la victoria y eliminar de su mente la posibilidad de reembarcarse a la Galia, mandó quemar su propia flota. Precisamente lo mismo que doce siglos después haría el valiente conquistador español Hernán Cortés al iniciar la conquista de México, y que haría famoso el concepto de “quemar las naves”. Aunque en realidad Cortés, más que quemar las naves, inteligentemente, simplemente las desmanteló para poder seguir haciendo uso de sus útiles materiales. Pero ello no es todavía parte de este relato. Como ya vimos, la idea era que ascendieran a nuevos Césares Constantino, hijo de Constancio Cloro, y Majencio, hijo de Maximiano. Pero no fue exactamente así, por imposición de Galerio. En su lugar fueron proclamados Césares Severo II y Maximino II, ambos cercanos a Galerio. Esto traería después una guerra civil. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 167 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Galerio, figura dominante, reinaría hasta su muerte el año 311, pero Constancio Cloro falleció mucho antes, en 306, estando en York, Britania. Ahí empezaron los problemas. Las legiones de Constancio en Britania proclamaron Augusto al hijo de Constancio, Constantino I. Galerio no se atrevió a entrar en conflicto con Constantino, pero le otorgó simplemente el título de César de Occidente, elevando a Augusto de Occidente al César previo, Severo II. En esto, el año 306 la población de la ciudad de Roma, desafecta con el sistema político imperante, que le estaba quitando toda importancia, desafió a Galerio y en forma muy pacífica proclamó Augusto a Majencio, el hijo de Maximiano. Fue reconocido rápidamente en Italia Central (no así en Milán y el Norte de Italia), en África y las islas aledañas. Esto trajo de nuevo a la palestra al ex emperador Maximiano, que volvió al ruedo en apoyo de su hijo, como co-emperador. Maximiano capturó y ejecutó en 307 al Augusto oficial Severo II, que había sido enviado por Galerio a Italia a suprimir la rebelión. Galerio entró entonces personalmente en campaña para derrotar a Maximiano y Majencio, y con su ejército invadió Italia, pero fue derrotado por el capaz Maximiano y tuvo que retirarse, inclusive con gran peligro de su vida. Ante la crisis existente y tantos emperadores en funciones, para llegar a un compromiso, Galerio convocó en 308 a una conferencia, en la que no sólo participó el nuevamente activo Maximiano, sino también el retirado Diocleciano. Se acordó entonces que Licino, amigo de Galerio, se convertiría en Augusto de Occidente, con Constantino como su César. En el este continuarían Galerio como Augusto y Maximino II como César. Maximiano fue obligado a abdicar por segunda vez, y Majencio fue declarado fuera de la ley, aunque mantuvo el control de la ciudad de Roma y gran parte de Italia. Pero Maximino II, en Egipto y Siria, no aceptó tener como superior a Licino y se autoproclamó también Augusto. Así que en un momento llegó a haber seis hombres autoproclamándose emperadores romanos: Galerio, Licino, Constantino I, Maximino II, Maximiano y Majencio. Aunque, afortunadamente, no se estaba llegando ya al nivel de desintegración del siglo III, pues existía ahora ya una nueva institucionalidad que todos al menos decían respetar. 110.- El Ascenso de Constantino I El Grande. La zona bajo control de Constantino era toda la Prefectura de las Galias, esto es la Galia, Britania e Hispania, con capital administrativa en Tréveris. En esta pequeña corte encontró asilo el ex emperador Maximiano. Pero el año 310 Maximiano se rebeló contra Constantino, cuando éste peleaba en la frontera contra los francos, y nuevamente se autoproclamó emperador. Pero el ejército de Constantino se mantuvo fiel a su líder y Maximiano tuvo que huir a Masilia, donde Constantino lo capturó y lo despojó por tercera –y última- vez de su título imperial. Tras esto Maximiano se suicidó. Desaparecía así uno de los seis emperadores. Con la muerte de Maximiano, las relaciones entre Majencio y Constantino empeoraron. Majencio se asoció a Maximino II para hacer frente a Constantino y a Licino. Esto sucedía en momentos en que Galerio, el Augusto supremo, se acercaba a su muerte. Falleció en 311. Interesantemente, a pesar de su status especial y a su clara preeminencia protocolar, su zona de control directo era la más pequeña de todas las correspondientes a los co-emperadores. Muerto Galerio estallaría la lucha final entre los cuatro emperadores en funciones que quedaban. Constantino forjó una alianza familiar con Licino, y le dio en matrimonio a su hermana Constancia. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 168 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Majencio había sido el señor efectivo de la ciudad de Roma por muchos años. De hecho, sería el último emperador residente ahí. De él persisten en la Ciudad Eterna todavía las ruinas de la monumental “Basílica de Majencio”. Pero su apoyo interno se estaba erosionando en la propia Italia y la provincia de África se salió además de su control directo. El año 312 Constantino y sus tropas cruzaron a Italia. En las cercanías de Turín derrotó al ejército de Majencio, y éste tuvo que retirarse a Roma. Constantino entró a Milán y después siguió su victorioso avance a Roma. Majencio se encerró en Roma, protegido por las murallas aurelianas y contando con la guardia pretoriana de la ciudad, seguro de que podría derrotar a Constantino. Pero en la medida que crecía la fuerza de Constantino disminuía la de Majencio. Éste, no muy convencido ya de su capacidad para resistir un sitio, decidió enfrentar en batalla a su rival. La lucha final sería la llamada Batalla del Puente Milvio, sobre el Tíber, en que las poderosas fuerzas de Majencio, aparentemente mal ubicadas estratégicamente de espaldas al río, fueron derrotadas en toda la línea por las menos numerosas tropas de Constantino. Majencio murió ahogado y Constantino entró como vencedor a Roma. En esta batalla fue aniquilada la guardia pretoriana de la ciudad de Roma. Sería su última aparición en la historia. El victorioso Constantino la disolvería definitivamente tras su victoria, por peligrosa, y así la ciudad de Roma quedaría definitivamente sin una guardia armada protectora. Éste sería un hecho trascendental en la posterior historia de la ciudad y del imperio. Tras esto tendría lugar en el Este la lucha definitiva por el poder entre Licinio y Maximino II. El primero gobernaba las provincias europeas y el segundo las asiáticas. El año 312, descubriendo la alianza secreta familiar entre Constantino y Licinio, Maximino II entro a su vez en una alianza secreta con Majencio, que se vio frustrada por la muerte de éste en el Puente Milvio. El año 313 se congregaron en Milán Constantino y Licinio para concretizar efectivamente la alianza matrimonial pactada entre ambos, y de esta reunión saldría el famoso “Edicto de Milán” al cual luego nos referiremos. Precisamente en dichos momentos Maximino atravesó el Bósforo con sus tropas, tomó Bizancio, y avanzó por Tracia. Los ejércitos de Licinio y Maximino se enfrentaron cerca de la ciudad de Heráclea. Derrotado Maximino atravesó nuevamente el Bósforo hacia Asia Menor, perseguido por Licino, hasta llegar a Tarso, en Cilicia, en donde murió ese año en circunstancias poco claras. Entonces, para el año 313 la situación se había nuevamente ordenado en el imperio y quedaban sólo dos co-emperadores: Constantino en el Oeste y Licino en el Este. Pero esta situación de gobierno dual no podía mantenerse en forma indefinida. A diferencia de Diocleciano y Maximiano, Constantino y Licino no eran amigos y estaban asociados sólo por conveniencia y por destino. Sólo uno de los dos podría prevalecer. Hacia el año 316 los dos Augustos se enfrentaron en una primera guerra, en la cual Constantino salió victorioso; siguió una segunda guerra en 317, que también favoreció a Constantino. Problemas de tipo religioso del año 320, a los cuales después haremos mención, sirvieron de excusa para la guerra definitiva del año 324, en la cual Constantino derrotó a Licino en Adrianópolis, el Helesponto y Crisópolis. Licino y su César Marcio Martiniano se rindieron a Constantino en Nicomedia, bajo la promesa que sus vidas serían respetadas. Constantino cumplió inicialmente su palabra, pero en 325, ante rumores de una conspiración, los mandé ejecutar. Con esto, Constantino I El Grande quedaba ya como único emperador de todo el mundo romano. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 169 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 111.- La Fundación de Constantinopla. Siendo ya monarca único, Constantino dio un nuevo paso que, sin saberlo, alargaría en más de mil años la historia del Imperio Romano. Él ya había tomado cabal conciencia de la debilidad estratégica de la ciudad de Roma. De hecho, como sabemos, los Augustos de la parte Occidental del Imperio ya no vivían en Roma, sino en Milán. Pero tampoco esta ciudad del Norte de Italia era perfectamente adecuada. Por ello, Constantino, decidió fundar una nueva capital que diera lustre a su dinastía, y para ello buscó un lugar estratégicamente bien ubicado, fácilmente defendible. El lugar preciso lo encontró en el emplazamiento de la vieja colonia griega de Bizancio, en la orilla europea del Bósforo, con una ubicación privilegiada. Las obras de construcción empezaron el año 326 y la consagración oficial de la nueva y magnífica capital tuvo lugar el 11 de mayo del año 330. Si bien el nombre oficial de la ciudad fue Nueva Roma, el nombre que en realidad se impuso desde el primer momento fue Constantinopla (Κωνσταντινούπολις o Constantinópolis), esto es, Ciudad de Constantino. De cualquier forma, sería tal la importancia de la nueva capital que los griegos la llamarían simplemente i Poli, esto es ‘La Ciudad’ por antonomasia. Y es un dato relevante hacer notar que fue tan común el uso de la expresión eis tên Polin (εις τήν Πόλιν), en griego medieval eis tin poli (στην Πόλη), en alusión a las expresiones “en la Ciudad” o “a la Ciudad”, que este uso lingüístico helénico llegó a constituirse también en el nombre también popular de la urbe en lengua turca: Estambul o Istanbul. Por su parte, para los eslavos la ciudad sería Zarigrado o Zarengrad, esto es, la Ciudad de los Zares o de los Césares; los vikingos la llamarían Miklagård o Gran Ciudad; entre los árabes y el mundo islámico en general –también en turco oficial otomano- el nombre sería Kostantiniyye o al-Qusṭanṭiniyah, esto es, Lugar de Constantino. La ciudad tendría en realidad infinidad de nombres, dependiendo de cada pueblo que soñara con ella. Para su construcción, el emperador hizo traer las más preciosas obras de arte del Imperio, obras que desgraciadamente para ese momento ya no era posible siquiera pensar en reproducir, dada la decadencia de la técnica artística que afectaba al período. Entre otros, la estatua de Atenea esculpida por Fidias, que estaba en el Partenón de Atenas, fue trasladada a la nueva capital. Pero la ciudad fue fundada como capital cristiana, sin que quedara rastro de su pasado helénico pagano. Gran parte de la ciudad quedó protegida por fortificaciones que miraban al mar, y la pequeña parte que daba a tierra, por una sólida muralla. En el siglo V el área urbana se vería ampliada y una nueva muralla, aun más inexpugnable, edificada por el emperador Teodosio II. Gracias a estas fortificaciones, que hicieron inexpugnable a Constantinopla, es que el Imperio Romano no fue borrado completamente de la historia a comienzos de la Antigüedad Tardía. Es un hecho que de no haber sido por la solidez de Constantinopla, el Imperio Romano no hubiera sobrevivido al siglo VII de la Era Cristiana. Desde el primer momento la ciudad recibió los mismos órganos gubernamentales de la vieja Roma, con su propio Senado y sus propias magistraturas. No mucho después, los Senados de Roma y Constantinopla fueron oficialmente equiparados en todo aspecto. Pronto, Constantinopla pasó en población a la vieja Roma, que quedó relegada a una ciudad muy importante, y todavía muy poblada, pero prácticamente de provincia. Ni © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 170 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. siquiera la sede del gobierno de Occidente permaneció ahí: primero continuó en Milán, adonde la había llevado Maximiano, y posteriormente, a partir del reinado de Honorio, los emperadores de Occidente instalaron su sede en la ciudad de Ravena, cerca del Adriático, también de defensa más fácil que la gran metrópoli del Tíber. Pero para la construcción de la nueva capital habría también otras muy importantes consideraciones. Constantino había ya alterado el curso de la historia espiritual del mundo al acercarse oficialmente al Cristianismo. Su dinastía ya era cristiana. Deseaba fundar una ciudad completamente cristiana desde su origen, sin tradiciones paganas. La Nueva Roma sería el baluarte de la nueva fe, cuyo origen y desarrollo nos toca ahora explicar. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 171 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. CUARTA PARTE – ROMA Y EL CRISTIANISMO 112.- La Crisis de la Religión Oficial Romana. Los romanos fueron, como ya hemos visto, durante la primera etapa de la República, un pueblo altamente religioso y respetuoso de los valores morales y familiares, un pueblo altamente viril y de principios sólidos. Pero esta moralidad de costumbres empezó a resquebrajarse hacia el siglo II A.C., en gran medida como consecuencia de la desmedida e inimaginable expansión por el Mediterráneo. Como ya hemos visto, los romanos siempre permitirían que sus ciudadanos mantuvieran una religiosidad privada, paralela a la oficial. El problema para los romanos llegaría cuando los creyentes en algunas religiones empezaron a negarse a participar en el culto público. Los judíos y los cristianos serían el caso más ejemplificativo. Y el rechazo real al Judaísmo y al Cristianismo no vendría por la vertiente religiosa, sino por el lado político. Si los judíos y los cristianos no respetaban a las deidades propias del Estado Romano eran entonces un “Estado dentro del Estado” de muy dudosa lealtad. Pero a este tema nos referiremos más adelante, no todavía. Pero a la medida que la religiosidad romana decayó, estas instituciones nacionales se mantuvieron, con hombres honorables a su servicio y verdaderos creyentes, especialmente en las castas superiores de la ciudadanía. De hecho la aristocracia senatorial romana fue la más reticente a abandonar su antigua fe, y como norma general rehusó convertirse al Cristianismo, hasta que en el Siglo V D.C. vio definitivamente que su causa, sin apoyo oficial, estaba perdida. Además, importantes sectores paganos tradicionales del Imperio adherirían a la humanista filosofía estoica, una fuente de iluminación para los últimos tiempos de grandeza del paganismo oficial, cuyo máximo representante histórico, como ya hemos comentado, sería el emperador Marco Aurelio. Pero poco a poco la fe nacional romana comenzó a verse corroída por muchos de los llamados “cultos orientales”, religiones misteriosas y trascendentes surgidas en Egipto, Siria o Persia que invadieron también la parte latina del Imperio y se instalaron en la propia Roma. Se volvieron muy famosos e importantes dos de ellos: los cultos de la diosa egipcia Isis y del dios de origen persa Mitra. Obviamente que también el Judaísmo y el Cristianismo se contaban para los romanos como parte de estos cultos misteriosos orientales. Después vendría todavía otra religión más, el maniqueísmo, conformado por elementos de diversas religiones orientales, entre ellas el Judaísmo y © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 172 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Cristianismo. Pero a la larga, sólo este último estaba destinada a conquista el alma espiritual de Roma. 113.- Judea en la época Helenística. Como ya habíamos visto anteriormente, a raíz de las conquistas alejandrinas la cultura helénica entró en directo contacto con el Judaísmo palestino. En todas las grandes ciudades del Oriente helenístico existían fuertes cantidades de judíos de habla griega; al mismo tiempo, en Judea subsistía una comunidad hebrea apegada a sus tradiciones antiguas. Pero en ambos casos se trataba de judíos que bajo una forma cultural u otra honraban su religión. Como ya hemos visto, tras la desmembración del imperio de Alejandro, la región de Palestina quedó primero incorporada al reino ptolemaico de Egipto y posteriormente pasó al reino seléucida. Pero en el Siglo II A.C. surgiría nuevamente, por primera vez desde la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor, un Estado judío independiente, el de los Macabeos y sus herederos los Asmoneos. Este renaciente Estado judío existiría como tal entre los años 164 a 63 A.C. Como ya vimos al tratar del reino seléucida, este resurrecto Estado hebreo surgiría a raíz de una revuelta iniciada en 167 A.C. contra la poco visionaria política religiosa de Antíoco IV Epifanes. El líder de esta sublevación sería Matatías El Asmoneo, sacerdote judío, al cual secundarían sus capaces hijos. Muerto Matatías, fue sucedido a la cabeza de la revuelta por su hijo Judas, que asumiera el “nombre de guerra” de Macabeo. La historia lo conoce entonces como Judas Macabeo. Sería el alma de la resistencia judía y encabezara la lucha de guerrillas contra los seléucidas. El año 164 Judas Macabeo conquistó Jerusalén y purificó el templo, invadido de dioses helénicos. Muerto Judas en 160 A.C., fue sucedido por su hermano Jonatán, quien ya era Sumo Sacerdote. Muerto éste en 142 A.C. lo sucedió su hermano menor Simón Macabeo. Ese año el rey seléucida Demetrio II reconoció la semi-independencia de Judea y Simón Macabeo quedó como gobernante del nuevo Estado. El año 139 A.C. el Senado romano reconoció oficialmente esta semi-independencia. Si bien estaba sujeto a fuerte influencia cultural griega en las costas y en ciudades de cultura helénica del Este del Jordán, el principado Macabeo fue un verdadero Estado teocrático judío, con capital en Jerusalén. Simón Macabeo reinó en paz, hasta que en 135 A.C. fue asesinado junto con sus hijos Matatías y Judas, por instigación de su cuñado, portador del nombre muy griego de Ptolomeo. Asumió el poder entonces su tercer hijo, Juan Hicarno (134-104 A.C.). Gobernaría con el doble rango de Etnarca (nunca asumió el título de Rey) y Sumo Sacerdote. Con él quedaría abiertamente establecida la independencia definitiva del Estado hebreo frente a los seléucidas. Por esas arbitrariedades de los nombres dinásticos, se considera que con el reinado de Juan Hicarno, empieza el reinado de la ahora oficialmente llamada dinastía Asmonea. Si bien continuadora de la dinastía Macabea, se diferenciaría de ésta por ser menos combativa religiosamente y mucho más helenística en sus procesos expansivos e interrelaciones políticas con sus vecinos. Con los Asmoneos, las fronteras del reino judío llegaron a alcanzar prácticamente los mismos límites de la gran época de David y Salomón. Juan Hicarno sería sucedido por su hijo Aristóbulo I (104-103), quien fuera el primero en designarse oficialmente Rey o Basileus de Judea. Fallecido apenas un año después de causas naturales, fue sucedido © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 173 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. por su hermano Alejandro Janeo (103-76 A.C.). Al morir, fue sucedido como Reina por su esposa Alejandra Salomé (76-67 A.C.) y como Sumo Sacerdote por su hijo Hicarno II, el cual luego, al morir su madre, asumió también el título regio (67-66 A.C.). Fue derrocado –y sucedido en ambos cargos- por su hermano Aristóbulo II (66-63 A.C.). Pero Hicarnio II fue nuevamente repuesto en ambos, gobernando por segunda vez entre los años 63-40 A.C. En este último año fue nuevamente derrocado por el hijo de Aristóbulo II, Antígono Matatías (o Antígono II), quien gobernara sólo por tres años, hasta 37 A.C., hasta ser derrocado por los romanos. Con él se extinguió la dinastía Asmonea. 114.- Judea como Reino Cliente de Roma. En la medida de que el reino Seléucida de Siria se debilitaba, y surgía la figura de Roma, Judea entró en la esfera de poder de esta última. Tanto así que los últimos años del reino Asmoneo quedaron marcados por su involucramiento en la guerra civil romana entre César y Pompeyo. No confiando los romanos ya en los Asmoneos, en el año 37 A.C. establecieron como Rey de Judea al idumeo converso al Judaísmo Herodes, llamado El Grande, hijo de Antígono (o Antígono I), antiguo pretendiente al trono de Judea. Herodes El Grande, tal como está históricamente comprobado, reino desde 37 hasta 4 A.C. sobre un extenso Estado tapón judío que abarcaba toda Palestina, a ambos lados del río Jordán. La fecha de la muerte de Herodes es sumamente importante, como veremos posteriormente, para determinar en términos aproximados la correcta fecha del nacimiento de Jesucristo. Puede decirse que con Herodes Israel vivió un período de gran desarrollo, pues se benefició de la buena relación con los romanos. Inclusive Herodes hizo realidad el sueño de volver a levantar el bíblico Templo de Jerusalén, que, según dicen las fuentes históricas, fue aun más grandioso que el original de Salomón. Éste es el famoso Templo del Nuevo Testamento. No obstante, Herodes no fue apreciado por sus gobernados, que veían en él un gobernante semi-árabe, sólo externamente judío, impuesto por una potencia extranjera. A la muerte de Herodes, su extenso reino fue dividido por los romanos entre sus tres hijos: Herodes Arquelao, como Etnarca de Judea, Samaria e Idumea, Herodes Antipas como Tetrarca de Galilea y Perea, y Herodes Filipo como Tetrarca de la muy helenizada región al Este del río Jordán, la llamada Decápolis. La Tetrarquía de Arquelao, esto es la Judea propiamente dicha, pasó el año 6 D.C. a la directa administración de Roma. Habiendo Arquelao entrado en graves conflictos con sus súbditos judíos, Augusto cortó por lo sano y convirtió la región en la nueva provincia romana de Judea, con capital en la ciudad costera de Cesarea (no en Jerusalén), a cargo de un procurador. Filipo reino en Decápolis hasta el año 34 d.c. Después su territorio quedó incorporado a la provincia romana de Siria. Es famoso por haber refundado con su nombre la conocida ciudad de Cesarea de Filipo, que no debe confundirse con antes mencionada ciudad romana de Cesarea, en la costa de Judea. Herodes Antipas reinó en Galilea y Perea hasta el año 37 D.C., año en que fue reemplazado por la directa administración romana, por decisión de Calígula. De cualquier forma, los romanos repusieron como Rey de toda Judea a Herodes Agripa I. Éste, habiendo vivido gran parte de su vida como rehén en Roma, era íntimo amigo del emperador Claudio. Gobernó como cliente y aliado de Roma entre los años 41 y 44 D.C. sobre un reino aún mayor que el de su abuelo Herodes El Grande. A su © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 174 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. fallecimiento, Claudio, repuso por un tiempo el dominio directo de Roma sobre Judea, considerando que el heredero judío era menor de edad y residía en Roma. Pero el año 48 restituyó al hijo de su amigo, Herodes Agripa II en el gobierno de la Judea romana. Reinaría oficialmente hasta su muerte hacia el año 94 D.C. Durante la revuelta judía de 66-70 D.C., a la que nos referiremos inmediatamente a continuación, fue leal a los romanos, quienes lo recompensaron conservando su reino. Tras su muerte, Judea quedaría legalmente como provincia romana. 115.- La Destrucción del Segundo Templo. Como se sabe, entre los hebreos de Palestina existían diversas corrientes religiosas y políticas que complicaban abiertamente el panorama cívico de la época. Conocemos esto muy bien por el Nuevo Testamento. Estaban los fariseos, extremadamente apegados a los aspectos formales del Judaísmo; los saduceos, altamente religiosos pero partidarios de mantener buenas relaciones con las potencias extranjeras dominantes; los celotes, fanáticos nacionalistas y ferozmente antirromanos; y los esenios, nacionalistas de corte místico y mesiánico. Esto por nombrar sólo algunos grupos muy representativos. Todos estos grupos tenían intereses políticos y religiosos adversos, algunos más propensos que otros a la sublevación armada contra la dominación romana. El idioma hablado en la Palestina de esa época el arameo, una lengua de uso general en todo el Cercano Oriente y Mesopotamia, que había desplazado al hebreo bíblico a la calidad de lengua litúrgica conocida sólo por las personas cultivadas. Pero el griego estaba ampliamente extendido entre las clases altas judías, a lo largo de las costas, y en la infinidad de ciudades netamente griegas fundadas allende el Jordán. Además, existía la conocida diferencia entre los habitantes de Judea y Galilea, más o menos tradicionalistas y apegados a la ley tradicional, y los samaritanos, bastante alejados de la observancia estricta de la ley mosaica. Seguramente esta diferencia derivaba de la influencia extranjerizante que distintas partes de la Palestina hebrea habían sufrido desde que cayeran siglos atrás los reinos bíblicos septentrional (de Israel) y meridional (de Judá). De cualquier forma, a pesar de las múltiples diferencias culturales, políticas o de interpretación de la Ley Mosaica, la Palestina del Siglo I de la Era Cristiana era una zona de religión hebrea, cuyo centro religioso seguía siendo el Templo de Jerusalén de Herodes El Grande. Seguramente la historia del pueblo hebreo afincado en forma compacta en Palestina hubiera transcurrido tranquilamente, si bien tal vez letárgicamente, de no haber sido por la rebelión antirromana que estalló el año 66 de Nuestra Era y alcanzó su cúspide el año 70, incitado por los sectores más activamente nacionalistas de Judea. En sus comienzos fue un conflicto ente griegos y judíos por cuestiones culturales y religiosas, pero degeneró pronto en protestas contra los impuestos y en ataques contra los residentes romanos. Ante la escalada de la tensión el filorromano rey Herodes Agripa II tuvo que huir de Jerusalén y refugiarse en Galilea. El emperador Nerón encomendó a su general Vespasiano controlar la rebelión, llegando éste a Judea el año 67 con dos legiones. Pronto se le unieron su hijo Tito, con otra legión, y los hombres de Herodes Agripa. Para el año 68 la resistencia judía había quedado aplacada en el Norte de Judea. En el intertanto, surgió la guerra civil en el Sur de Judea, entre los elementos moderados y recalcitrantes de los sublevados. Muerto Nerón, y solucionado el problema de los cuatro emperadores del año 69, asumió el trono imperial Vespasiano, proclamado por sus tropas. Entonces, la continuación de la campaña quedó a cargo de Tito, el hijo y heredero de Vespasiano. Tito aplacaría la rebelión a sangre y fuego. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 175 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El año 70 A.C. empezó el episodio final y más cruel de esta guerra. Los romanos sitiaron por muchos meses Jerusalén, que fue bravamente defendida por su población. Pero el sitio romano fue estrechándose cada vez, sin permitirse la entrada o salida ni de personas ni de víveres de la ciudad. Finalmente, ingresaron al interior de la ciudad y fueron reduciéndola calle por calle, tras una lucha de varios meses. Hasta que cayeron las últimas plazas fuertes hebreas dentro de la ciudadela. Con esto, los romanos arrasaron completamente la ciudad y destruyeron, por segunda vez en la historia del pueblo judío, el Templo de Jerusalén. Conquistada la capital, ella sufrió el mismo destino que en momento vivió Cartago, la completa nivelación con el suelo. La ciudad fue despoblada, y su población expulsada o vendida como esclavos. Del templo, sólo sobreviviría una muralla, el Muro de los Lamentos. El famoso y hermoso Arco de Tito, en Roma, muestra todavía los bajorrelieves que relatan esta campaña judía romana y a los legionarios portando los objetos sagrados del Templo. Todavía siguió un último punto de resistencia, en la fortaleza construida en la meseta de Masada. La conquista de este reducto quedó a cargo del sucesor de Tito en Judea. Esta plaza fuerte resistió hasta el año 73. Cuando los romanos finalmente pudieron ingresar a ella, se encontraron con que todos los defensores habían preferido darse muerte a caer en manos de su enemigo. Según el historiador judío Flavio Josefo, que dejó importantes documentos sobre la época, más de un millón de personas fallecieron por una u otra causa durante la revuelta. De cualquier forma, tras esto, la vida cultural judía en Palestina quedó en estado agónico, pero de una u otra forma subsistió. De hecho, siguió habiendo un reino judío autónomo, si bien bajo la absoluta protección de Roma. Seguramente se trató ya de un reino muy pobre, que debió su monarquía propia simplemente a gratitud de Roma hacia Herodes Agripa II, y que se extinguió con su muerte. 116.- La Ruina Final del Judaísmo Palestino. Estando Judea en el estado de postración en que quedó económica y espiritualmente después de los acontecimientos antes descritos, cualquier nuevo intento judío de revolución estaba claro que sería desesperado, y con muy pocas probabilidades de éxito. Entre los años 115-117, estando el emperador Trajano en su famosa campaña de conquista en Armenia y Mesopotamia contra los partos, tuvo lugar un muy particular alzamiento judío antirromano, pero cuyo epicentro, extrañamente, no estuvo en Palestina, sino en la helenizada región de Cirenaica, en el Norte de África. Comenzó en la ciudad de Cirene, y se extendió a las colonias judías de Chipre, Egipto y Mesopotamia. Fue, entonces, más bien una sublevación de los judíos de la Diáspora. En Cirenaica, los rebeldes, liderados por un tal Lukuas, destruyeron todos los símbolos del poder romano y masacraron a las poblaciones griegas y romanas, e invadieron Egipto. La gran Alejandría, desprovista de tropas de resguardo, fue saqueada e incendiada por el ejército de insurgentes de Lukuas. Recién el año 117 las tropas de Trajano pudieron restablecer el orden. En Chipre la destrucción de las bandas insurgentes fue tal, que los judíos fueron luego expulsados de la isla e imposibilitados de volver. Y en Mesopotamia el levantamiento, que perduró hasta después de la muerte de Trajano, afectó peligrosamente a la retaguardia de las victoriosas legiones romanas y a las recientemente anexadas nuevas provincias del Este. De hecho, la © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 176 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. situación fronteriza en la región se hizo tan difícil para las tropas romanas, que ello fue una de las varias razones que impulsaron después a Adriano a abandonar gran parte de las conquistas orientales de su predecesor. Pero, de cualquier forma, esta sublevación de la Diáspora, no afectó mayormente a Judea, aunque la calma en la provincia no duraría mucho. La tragedia final estaba por llegar. El año 130 D.C. el emperador Adriano, infatigable viajero y constructor, visitó Judea, y sobrecogido al ver las ruinas de Jerusalén, provisto de buenas intenciones, decidió reconstruir la ciudad, pero a la usanza grecorromana. Esto contemplaba construir un templo a Zeus/Júpiter sobre las ruinas del templo de Herodes. Con dos legiones romanas ya permanentemente estacionadas en Judea, las obras de la nueva ciudad, Aelia Capitolina, empezaron en 131 D.C. Esto trajo obviamente conflictos con todos los estratos de la sociedad judía. Además, Adriano, gran helenista, prohibió la práctica judía de la circuncisión, que él veía como mutilación. En esto surgió un indiscutido líder judío, Simón Bar-Cocheba, al cual sectores religiosos hebreos empezaron a proclamar como El Mesías. Los judíos planearon muy cuidadosamente su nuevo alzamiento, para no repetir los errores de la guerra de 6673. Comenzaría el año 132, bajo el capaz comando de Bar-Cocheba. Las legiones romanas de Judea fueron tomadas por sorpresa y expulsadas, con grandes pérdidas. Durante dos años y medio surgió en Judea un Estado hebreo soberano, del cual BarCocheba fue proclamado “Príncipe de Israel”. Ante esto, Adriano trasladó más legiones desde el Danubio a Palestina. Contra el esfuerzo militar total del Imperio Romano, los sublevados nada pudieron hacer. Además, la población de Judea ya era para entonces infinitamente menor que la que luchó contra Tito el año 70, y el número de soldados romanos requeridos ampliamente superior. El año 135 los romanos tomaron lo que quedaba de Jerusalén y aplacaron la sublevación. La venganza romana fue terrible. Adriano tomó todas las medidas posibles para extirpar el Judaísmo y destruir su religiosidad. Jerusalén renació como ciudad pagana bajo su nuevo nombre de Aelia Capitolina. El nombre de Judea desapareció de la historia y la provincia pasó a llamarse oficialmente Siria Palestina. Gran parte de la población judía fue expulsada de Siria Palestina, la cual quedó prácticamente despoblada, habitada sólo por elementos semitas afines a los hebreos de las regiones fronterizas, que poco a poco fueron ocupando, con escasa densidad, lo que paso a ser una simple región de la Siria romana. Mientras tanto, no obstante, la cultura y religión judía siguió desarrollándose en los grandes centros helenísticos del Mediterráneo, y en Mesopotamia. 117.- Los Samaritanos. Lo que sí subsistió en la parte septentrional de Palestina fue una importante comunidad cismática de origen bíblico, los llamados samaritanos. Su origen es muy interesante. Aparentemente descendían de grupos poblacionales israelitas que no fueron deportados tras la destrucción de los reinos septentrional de Israel (con capital en Samaria) y meridional de Judá (con capital en Jerusalén), y que, mezclados con extranjeros, siguieron una variante propia de la religión de Moisés, sin las uniformidades y dogmas que introdujeron los judíos que volvieron a Judea después del “Cautiverio de Babilonia”. Consecuentemente, desarrollaron una forma propia de Judaísmo, que cada vez se apartó más de la versión oficial imperante en Jerusalén. Por eso es que ya en su tiempo no eran verdaderamente considerados judíos. De hecho, se auto-consideraban hebreos pero no judíos, y a su fe la veían como una segunda © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 177 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. religión bíblica, paralela al Judaísmo. Se guiaban exclusivamente por la Torá y reconocían como único profeta a Moisés, rechazando el Talmud y todos los demás libros sagrados del Judaísmo. Su lugar más sagrado era el monte Gerizim, no el templo de Jerusalén. Geográficamente, en tiempos romanos, eran mayoritarios en la región de Samaria, en la parte centro-norte de Palestina, mientras que las zonas de Galilea y Judea eran fielmente judías. Tras la expulsión de los judíos de Tierra Santa los samaritanos siguieron desarrollándose, y aparentemente llegaron a ser más de un millón durante el Imperio Tardío. Pero a partir del siglo V comenzaron a tener problemas con el triunfante Cristianismo. Una primera revuelta generalizada fue aplacada por el emperador Zenón hacia el año 484, y una segunda por Anastasio I pocos años después. La revuelta más grave tuvo lugar el año 529, en tiempos del emperador Justiniano, y sus consecuencias fueron desastrosas para los sublevados. Bajo un líder mesiánico llamado Julián Ben Sabar se rebelaron contra Roma para establecer su propio Estado. La venganza romana fue terrible. Decenas de miles de samaritanos murieron a manos de las tropas romanas o fueron esclavizados. Como comunidad religiosa organizada dejaron prácticamente de existir. Ahora le tocó a los samaritanos exactamente el mismo destino que habrían sufrido los judíos cuatrocientos años antes y fueron prácticamente expulsados de Palestina, con la diferencia que el Judaísmo tenía una Diáspora que lo mantuvo vivo; no así los samaritanos. En los siglos venideros los restos de los samaritanos palestinos, tras la invasión árabe, terminaron convirtiéndose el Islam. Pero todavía subsisten –milagrosamente- en Tierra Santa algunos centenares de creyentes samaritanos, ahora convertidos en ciudadanos del Estado de Israel. 118.- Jesucristo y el Surgimiento del Cristianismo. En el curso de los antes relatados acontecimientos es que surgió y se desarrolló el Cristianismo, primero bajo la forma de una simple secta mesiánica judía, y luego como una verdadera religión universal. Jesús, o Jesucristo, nació durante el reinado del emperador Augusto, en algún momento anterior a la muerte de Herodes el Grande. El relato bíblico nos da como lugar la ciudad de Belén, en Judea, adonde sus padres habían concurrido para empadronarse en el gran censo que ordenó el emperador Augusto en todo el Imperio Romano. Tanto su padre, o mejor dicho su padre ante los hombres, José, como su madre, María, residentes de Nazaret, en Galilea, eran descendientes de la Casa de David. José era carpintero, lo que, de acuerdo a la estructura económica de la época, debe haber sido un oficio muy respetado. Entonces, Jesús, si bien no de familia rica, estaba lejos de tener un origen proletario que algunos movimientos políticos posteriormente trataron de darle. Un cálculo bastante inexacto efectuado en la temprana Edad Media planteó como fecha del nacimiento de Jesús el año 753 de Roma, al que designó como Año 1 de la Era Cristiana. Pero los antecedentes históricos determinan que el rey Herodes El Grande falleció en año 749 de Roma, como ya hemos señalado, en lo que nosotros actualmente consideramos como el Año 4 Antes de Cristo. Conocido es que Herodes, sabedor del nacimiento de Jesús, ordenó la matanza de los Niños Inocentes. Entonces, no hay duda que en nuestra cronología existe un desfase histórico: si Jesús nació cuando Herodes aún vivía, tiene forzosamente que haber nacido 4 ó 5 años antes de la fecha que ahora todos aceptamos. Pero, de cualquier forma, esto es sólo un dato sin mayor relevancia doctrinaria. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 178 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. No es fácil calcular cuándo empezó su vida pública, ni cuando falleció, pero si seguimos la tradición bíblica, que por lo demás debe ser bastante precisa, de que tenía 33 años al morir, su crucifixión y resurrección deben haber tenido lugar hacia el año 29 D.C., en la etapa final del reinado del emperador Tiberio. Lo verdaderamente importante es que muchos judíos vieron en Jesús al Mesías, al esperado Redentor del que llevaban siglos hablando los profetas bíblicos; otros judíos, en cambio, esperando un Mesías que a su vez fuera un libertador político, vieron en él, simplemente, un bondadoso hombre de Dios, algunos, y un peligroso blasfemo, otros. Respecto a los primeros 30 años de su vida, existe un gran vacío, en el cual por algunos momentos aparecen destellos de ciertos episodios de su vida. Sabemos –al menos los que creemos- que nació de mujer virgen por intercesión divina. Sabemos que aparentemente vivió con su familia unos años en Egipto, hasta la muerte de Herodes, y que a los doce años dejó admirados a los sacerdotes del Templo de Jerusalén por su sabiduría y cultura. Pero muy poco más. Sabemos que su primo segundo, Juan El Bautista, fue su gran precursor. Y conocemos, durante sus tres años de vida pública, sus enseñanzas, sus milagros y sus grandes obras. Sabemos que por sus enseñanzas se hizo acreedor del odio de buena parte del Establishment judío de la época: de algunos movimientos porque lo consideraron propagador de una herejía, y de otros porque, esperando de él que se convirtiera en un líder militar antirromano, quedaron decepcionados de su postura pacífica. Sabemos además que el grupo de poder del Sanedrín, el Consejo de los Altos Sacerdotes, presionó al maleable –y renuente- procurador de Judea, Poncio Pilato, a crucificarlo, atemorizándolo con hacer llegar a Roma informaciones de su incapacidad para controlar adecuadamente los conflictos de sus gobernados. Sabemos que falleció en la cruz. También sabemos –los que creemos- que resucitó al tercer día y que después ascendió a los cielos. 119.- El Desarrollo del Cristianismo. Tras la Ascensión de Jesús, su doctrina fue continuada en Judea por los discípulos que él mismo formara, en su mayor parte rústicos pescadores, buenos judíos de tradiciones simples y localistas que sólo hablaban el arameo, el idioma cotidiano de la región, y que inicialmente vieron a la nueva fe simplemente como un motor para la renovación del Judaísmo. Desconocían el hebreo bíblico, que tan bien hablaba Jesús, así como los dos idiomas de uso imperial: el griego y el latín. Su líder, designado por el propio Jesús, era Simón, o San Pedro. En estas circunstancias, el núcleo inicial judíocristiano de Palestina seguramente no hubiera llegado a desarrollarse más allá del nivel de una simple secta judía, de las muchas que había, de no ser por dos hechos claves: uno sería la instrucción de Jesús a San Pedro, el líder de su novel Iglesia, de no encerrarse dentro de los estrictos formalismos del Judaísmo rabínico, y el otro sería la conversión de Saulo, después conocido mundialmente como Pablo de Tarso o San Pablo. Pablo de Tarso fue inicialmente un sólido defensor de los preceptos rabínicos, y perseguiría fanáticamente a la herejía cristiana para extirparla. En una de estas expediciones punitivas, en el camino a Damasco, tuvo lugar el conocido episodio de la luz divina y su ceguera temporal, a la cual siguieron la recuperación de la vista y su conversión al Cristianismo. Pablo, judío cosmopolita y de amplia cultura, de lengua y civilización helénica por ser originario de la ciudad de Tarso, en la región de Cilicia en Asia Menor, y al mismo tiempo poseedor de derechos especiales por ser ciudadano romano, quien entendiendo al Cristianismo como una doctrina que había que transmitir © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 179 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. también a los no judíos, aprovechó sus grandes capacidades para predicar la nueva doctrina entre la población de lengua griega y latina de Asia Menor, Grecia e Italia. Esto significó que el Cristianismo por él predicado comenzó a diferenciarse notoriamente del Judaísmo. Cuando la doctrina pauliana entró en abierto conflicto con el Cristianismo judío de Palestina, se produjo un momento de tensión, pues muchos judíos cristianos no se convencían de separarse de sus preceptos tradicionales. Ya hemos mencionado que el mismo Jesús zanjó la cuestión, a favor de la postura pauliana, cuando hizo ver a Pedro que no era necesario que el Cristianismo siguiera todas las viejas tradiciones judaicas. Tras esto, San Pedro asumió que el Cristianismo debía predicarse a todos los hombres, y no sólo a los judíos o a quienes se convirtieran al Judaísmo. Poco después de esto, se inició la predicación del Cristianismo por todo el Imperio. Pronto Palestina dejó de ser el centro neurálgico de la ya nueva religión, el cual fue transferido a la misma Roma, la capital del Imperio, cuya primera comunidad cristiana fue establecida personalmente por San Pedro. Al final, el propio Pedro murió promoviendo, en la misma Roma, entre los gentiles, la nueva religión. Es considerado el primer Papa, esto es, el primer Obispo de Roma. Esta orientación definitiva del rumbo a seguir permitió que el Cristianismo sobreviviera a la destrucción de Jerusalén el año 70, y a la ruina de Judea. De hecho, este trágico acontecimiento, al acabar con el gran centro religioso del Judaísmo tradicional, obligó definitivamente al Cristianismo a buscar su inspiración más en los principios universales y menos en una cultura religiosa que había perdido su base histórica. Si bien en un comienzo la población grecorromana siguió considerando al Cristianismo como una secta judía, pronto esto empezó a cambiar. Ya para el año 64 D.C., apenas poco más de 30 años después de la muerte de Jesús, los cristianos eran diferenciados dentro de la ciudad de Roma. En dicho año es famoso el incendio que destruyó gran parte de la capital. Su origen es desconocido. Mucha gente ha culpado al mismo Nerón. Pero el hecho es que el emperador permitió que la irá del populacho se descargara contra los cristianos de la ciudad, en la que pasó a ser considerada la primera persecución contra el Cristianismo, si bien tan sólo quedó circunscrita a los límites urbanos de la ciudad y no se extendió al resto del Imperio. De acuerdo a la tradición, en el curso de esta persecución neroniana fueron ejecutados San Pedro y San Pablo: el primero, crucificado con la cabeza hacia abajo, para no morir como su Señor, y el segundo decapitado, en su carácter de ciudadano romano. Pero el Cristianismo no fue extirpado ni de la capital ni del Imperio. Su progreso no sería tan rápido en las provincias occidentales latinizadas, pero sí en las regiones orientales helenizadas o semi-helenizadas. En el curso del siglo I de la Era Cristiana se escribieron, en griego koiné, los Cuatro Evangelios y, supuestamente, todos los libros del Nuevo Testamento. De cualquier forma, el crecimiento del Cristianismo fue bastante fulminante en términos históricos, considerando que en sólo 300 años pasó de ser una simple secta judía a una religión universal. 120.- Las Persecuciones. Pero un gran desafío al desarrollo de la nueva religión serían las persecuciones. Primero meramente de carácter local y focalizadas, y después ya de carácter oficial, dictadas por los emperadores, por razones diversas. Han pasado a la historia, seguramente muy exageradas, las masacres masivas de cristianos ante el populacho romano en el Circo Máximo. También quedan de esa época las magníficas catacumbas, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 180 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. verdaderas ciudades subterráneas en el subsuelo de Roma, donde los cristianos desarrollaron su primitivo -y entonces todavía puro- culto. Trajano y Marco Aurelio tuvieron una postura abiertamente contraria al Cristianismo, por motivos políticos y filosóficos. En tiempos de este último tuvo lugar el año 177 en Lyon una masacre no autorizada de cristianos. Septimio Severo emitió en 202 D.C. una ley prohibiendo la conversión al Cristianismo, por problemas políticos. Siguieron persecuciones localizadas en Egipto y el Norte de África. Ya en tiempos de Maximino El Tracio hubo una persecución generalizada en todo el imperio, aunque restringida sólo contra el clero cristiano. La primera persecución oficial y generalizada contra los cristianos fue decretada en el reinado del emperador Decio y tuvo efecto entre los años 250-251. Pero lejos la persecución más importante fue la llamada “Gran Persecución” decretada desde Nicomedia el año 303 por el emperador Diocleciano. Esta persecución no derivó en sí de Diocleciano, sino de su César Galerio, y tuvo causas más bien políticas que religiosas, especialmente la falta de confianza en la identificación de los cristianos con las tradiciones de Roma. Aparentemente se responsabilizó a funcionarios cristianos del incendio del palacio imperial de Nicomedia. Pero no fue puesta en práctica en todo el imperio con igual fuerza. Diocleciano, Galerio y Maximiano la aplicaron con bastante rigor, pero no así Constantino en su Prefectura. Además, Galerio sobrepasó en gran medida con gran crueldad las órdenes de Diocleciano. Esta persecución cesó en Occidente el año 306, tanto en las zonas de Constantino como de Majencio. El primero era secretamente pro-cristiano y el segundo optó por la tolerancia para poder afianzarse en su trono. Pero en el Este, en las zonas de Galerio y Maximino II, duraría mucho más; no terminaría sino hasta el año 311, cuando el moribundo Galerio decretó el fin de la persecución y consagró nuevamente la tolerancia religiosa. Pero este decreto no se puso en práctica en la prefectura de Maximino II hasta la muerte de éste en 313. Esto acontecía en momentos en que triunfo cristiano ya se acercaba en el Imperio Romano. 121.- Constantino y el Triunfo del Cristianismo. El año 313 el emperador Constantino, llamado El Grande, dio un paso histórico al emitir el famoso Edicto de Milán, que oficialmente garantizaba la libertad religiosa, pero, lo que es más importante, equiparaba legalmente al Cristianismo con el Paganismo. Como ya hemos visto este edicto fue firmado conjuntamente por los dos co-emperadores del momento, Constantino y Licinio, en el curso de la conferencia por la cual sellaron su alianza familiar. Con esto la fuerza vinculante del Edicto de Milán se extendió a todo el Imperio, inclusive, una vez derrotado Maximino II, a las zonas bajo su control. Pero el año 320 Licino pretendió desconocer parcialmente el Edicto y trató de poner en práctica nuevas medidas contra los cristianos, lo cual trajo problemas –ya someramente mencionados- con Constantino. Entre otros motivos, esto desencadenó la guerra civil final que acabó en 324 con la derrota de Licino y el absoluto control por Constantino del imperio. El hecho es que Constantino tenía muchos motivos para ser pro-cristiano, desde posibles influencias familiares hasta conveniencia política, sin dejar desde luego un © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 181 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. grado indeterminado, seguramente cada vez creciente, de convicción religiosa. Pero ante la historia, por sus actos, es considerado indudablemente como el primer emperador cristiano. Por mucho que su vida no haya sido muy cristiana ni piadosa. Según la tradición, Constantino había visto en el cielo, antes de la famosa batalla del Puente Fulvio, contra su rival Majencio, una señal en el cielo que decía “In hoc signo vinces” (Con este signó vencerás), acompañada por una cruz. Esto habría determinado que Constantino imprimiera en sus estandartes la cruz cristiana. De hecho la simbología cristiana del Labarum (el acrónimo griego de las letras Ji [X] y Rho [P], las primeras letras de la palabra Cristo [Χριστός]) fue usada posteriormente por Constantino en su guerra de 324 contra Licino por el control total del imperio. Ahora bien, independientemente de si esta tradición es cierta o no, el hecho es que Constantino era hijo de una ferviente cristiana, Santa Helena, y sentía gran simpatía por la nueva religión. De cualquier forma, Constantino oficialmente continuó siguió siendo pagano, y sólo se bautizó al momento de su muerte. Pero sus hijos fueron educados en el Cristianismo, y posteriormente lo afianzaron dentro del Imperio. Con esto, la fe en Jesucristo comenzó a permear desde arriba hacia abajo todas las instituciones romanas. Después de ello, todos los emperadores romanos serían cristianos, con la única excepción de Juliano, apodado El Apóstata, quien, criado como cristiano, por odios de tipo familiar, una vez en el poder renegó del Cristianismo, y trató de reimplantar el paganismo. Pero su gobierno fue muy corto (361-363 D.C.), y a su muerte el proceso volvió para atrás. Muerto Juliano empezó el declive definitivo del paganismo, incentivado por las primeras acciones oficiales contra el del culto público de la antigua religión. Ya al ascender al trono el emperador Graciano en 375 renunció al título de Pontifex Maximus (Pontífice Máximo) de la religión pagana, y emprendió políticas concretas contra el antiguo culto. Una medida práctica de gran importancia fue la orden imperial por la cual el año 382 A.C. tuvo que se retirado del Senado de Roma el Altar de la Victoria. Se trataba de un altar instalado en la Curia el año 29 A.C. por Octavio después de derrotar a Marco Antonio y Cleopatra en Anzio, y estaba conformado por una estatua de oro de la diosa Victoria (la Niké griega), representada como una mujer alada, capturada por los romanos al rey Pirro de Epiro en el curso de sus guerras del siglo III A.C. Muerto Graciano, las gestiones de Simaco, Prefecto de Roma y todavía pagano, lograron que Valentiniano III –con gran enojo de San Ambrosio de Milán- restituyera la estatua el año 384. No está muy claro cuando fue definitivamente retirada, pero aparentemente fue por Teodosio I el año 394 D.C., junto con sus últimas medidas contra el paganismo. En el intertanto, las clases bajas y medias se convertían paulatinamente a la nueva religión, pero la aristocracia senatorial se resistía valiente y tenazmente a las restricciones a su fe. El golpe final al paganismo vino en el año 394 D.C., cuando el emperador Teodosio I, denominado El Grande, declaró al Cristianismo como religión oficial y única tolerada de todo el Imperio Romano. En realidad más que un solo acto legal se trató de una serie consecutiva de decretos que empezaron a emitirse a partir de 381 D.C., sin que quede efectivamente claro cuál es el punto de inflexión. Pero se considera como culminación del proceso la fecha arriba dada del 394 A.C., con las últimas medidas oficiales contra el paganismo derrotado. Este acontecimiento, entre otras muchas cosas, marcó el fin de los Juegos Olímpicos griegos, todavía existentes y en honor de los dioses paganos del Olimpo. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 182 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. De hecho, al convertirse el Cristianismo en religión oficial del Imperio, pasó a ser una religión bastante intolerante con los restos del paganismo, que sobrevivió hasta bien entrado el siglo VI en ciertos círculos tradicionales de Italia y Grecia. Pero, al menos en Roma, los templos y edificios paganos, que pasaron al control del Estado, si bien quedaron cerrados o convertidos en iglesias, sobrevivieron en su gran mayoría intactos. De cualquier forma, esta prohibición afectó a los diversos cultos paganos, pero no a las religiones judía y samaritana, que por su carácter bíblico no se vieron afectadas. 122.- La Consolidación del Cristianismo. En la medida que se sucedían los acontecimientos históricos de los siglos IV y V, el Cristianismo triunfaba poco a poco dentro y fuera del Imperio Romano. Como un hecho de gran trascendencia histórica, en el mismo año 303 que comenzaba la última persecución en Roma, el Rey de Armenia declaró al Cristianismo religión oficial de su pueblo. Con esto Armenia se convirtió en el primer Estado oficialmente cristiano de la historia. Y sigue siéndolo, orgullosamente, hasta el día de hoy. El Edicto de Milán, del 313, primero, y luego la proclama de Teodosio, el año 394, representaron el proceso a la cristianización oficial del Imperio. Para el año 410, cuando los visigodos saquearon Roma, todavía quedaban restos importantes del paganismo, especialmente entre las clases educadas romanas y griegas. Las academias filosóficas de Atenas siguieron, no obstante, manteniendo hasta tiempos del emperador Justiniano el pensamiento pagano. Pero ya el ejercicio del paganismo no era libre. Nadie sabe cuándo sus últimos files se convirtieron al Cristianismo, pero – como ya señalamos en un capítulo anterior- seguramente fue en el curso del siglo VI. El hecho es que pronto quedaron establecidos los cinco grandes centros del Cristianismo romano, pasando a llamarse Patriarcas los obispos de las cinco ciudades más importantes del Imperio: Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. La primacía, por ser la sede de San Pedro, correspondió indudablemente al obispo de Roma, el Papa, también designado como Patriarca de Occidente; en un segundo lugar quedó el Patriarca de la Nueva Roma, Constantinopla; seguido por los Patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén. El patriarcado más grande pasó a ser el de Occidente, incluyendo toda Europa Occidental al Oeste de Iliria, y las provincias del África Occidental, incluyendo Cartago, para entonces posiblemente la segunda ciudad más populosa del Imperio. Constantinopla incluyó inicialmente Tracia y Asia Menor, pero luego incorporó a Grecia y los Balcanes; Alejandría a Egipto; Antioquía a Siria; y finalmente Jerusalén, un patriarcado más bien honorífico y poco relevante, Palestina. Pero el Cristianismo se extendió también fuera de los límites del Imperio. Desde Asia Menor y Armenia se extendió al Sur del Cáucaso, especialmente a Georgia. De la Siria romana pasó a la Mesopotamia parta y persa, donde llegó a significar un número importante de los habitantes. De Egipto pasó a las regiones del Sudán y Etiopía, y llegó a establecerse en partes del Sur de la península arábiga. Todo el Oriente romano quedó cristianizado casi al 100%. En Occidente la cristianización fue casi completa en Hispania, la provincia de África, Italia y la Galia. Fue considerable también en Britania, en las regiones danubianas y en la zona africana del Magreb. Esto es, en términos generales, el estado de la expansión del Cristianismo hacia comienzos del siglo V. No obstante, diversos problemas internos amenazarían directamente el triunfo del Cristianismo, cuando éste ya era inminente. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 183 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 123.- Los Conflictos Teológicos del Cristianismo. Para desgracia de la nueva fe y del imperio, justo en el momento del triunfo del Cristianismo estallaron los grandes problemas teológicos, que a la larga serían desastrosos para la triunfante religión. La forma como ambas partes del Imperio reaccionaron a esta crisis fue muy distinta. Ello por diversos motivos de todo tipo, especialmente nacionalista. En Occidente, especialmente en Italia, África, la Galia e Hispania la latinización había sido tan completa y uniforme, que en sus poblaciones ya se había arraigado la mentalidad práctica del romano. El Cristianismo latino, si encontraba un punto de conflicto, en forma ordenada y disciplinada aprendería a establecer una doctrina uniforme. Por otra parte, la mente analítica y filosófica griega nunca podría llegar a un acuerdo aceptable para todos. Pero no sólo eso influía. Desde tiempos de Alejandro Magno la cultura griega había dominado política y administrativamente a las regiones de razas semíticas de Siria y camítica de Egipto, y junto con el Cristianismo surgirían particularidades locales que aislarían a las poblaciones mayoritarias nativas de las minorías urbanas grecoparlantes. Entonces, mientras el Cristianismo de habla latina y griega, a pesar de sus diferentes formas de pensar, compartían una doctrina y una civilización común, el Cristianismo que surgiera entre los sirios y los egipcios derivó en ciertas variantes locales que representaban realmente de un deseo de libertad cultural. Consecuentemente las poblaciones de Siria y Egipto resucitarían la importancia de sus lenguas nativas en las nuevas liturgias cristianas, procurando independizarse de siglos de predominio helenista. Uno de los primeros conflictos de que da cuenta la historia eclesiástica fue el llamado cisma donatista, acontecido en la provincia de África. En sí no era un problema teológico, sino tenía origen puramente formal. Sectores del Cristianismo norteafricano rechazaron y desconocieron a los obispos que durante la persecución de Diocleciano (303-305) habían aceptado presiones del gobierno imperial para entregar los libros sagrados, lo que motivó la división de los creyentes cuando el gobierno de Constantino El Grande trató de unificar la iglesia cartaginesa. Este conflicto se alargó todo el siglo IV, creando grandes odios en las provincias africanas. San Agustín, a la sazón obispo de Hipona, cerca de Cartago, tuvo que tomar cartas en el asunto, a favor de la postura de Roma. A la larga el donatismo fue derrotado, pero los rencores subsistieron, hasta el mismo momento de la conquista musulmana. El otro conflicto serio en Occidente derivó del pelagianismo, corriente fundada por el monje bretón Pelagio, también contemporáneo de San Agustín. Extendido por África y Palestina, entre otras cosas negaba el pecado original, esto es, consideraba que el pecado de Adán no era extensible a sus descendientes, partiendo de la base de que el hombre era bueno desde su origen. El año 418 San Agustín, contrario a la teoría de Pelagio, convocó a un concilio en Cartago, que obtuvo la excusión de teólogo rebelde. Pero restos de sus enseñanzas perduraron en África, Britania y Palestina por varios siglos. Paralelamente hacia el año 318 surgió la “herejía” conocida como arrianismo, por su fundador, Arrio, sacerdote y teólogo de Alejandría. Se refirió a la persona de Cristo. En términos simples, consideraba que el Hijo era inferior al Padre, y que provenía de, y había sido creado por, éste. Esto provocó un gran conflicto en el Cristianismo oriental, por las disímiles posturas que tomaron los diversos obispos, entre los cuales las tesis © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 184 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. arrianas tuvieron eco. Por ello, la Iglesia convocó al Concilio de Nicea, del año 325, en la ciudad homónima de Asia Menor, que fuera inaugurado por el propio emperador Constantino. El concilio oficialmente condenó la tesis arriana, excomulgando y desterrando a Arrio. Se declaró oficialmente que Jesucristo era “engendrado, no creado, consubstancial al padre”. Pero el arrianismo no desapareció tan fácilmente, llegando a tener influencia en los círculos de poder, e inclusive en algunos emperadores. De hecho el propio Constantino I era cercano al arrianismo. Sus hijos fueron católicos, pero algunos sucesores de ellos, tales como Valentiniano I y Valente fueron abiertamente arrianos. El Concilio Ecuménico de Constantinopla, el año 381, reconfirmó los postulados de Nicea, y dio la forma final al actual credo de las iglesias griega y latina, consagrando definitivamente el principio de la “Santísima Trinidad” (Tres personas y un solo Dios verdadero). En realidad, lo que ahora conocemos como “Credo Niceno”, es la versión modificada en Constantinopla. No obstante, si bien pronto la doctrina arriana fue extirpada del Imperio Romano, seguidores del obispo rebelde llevaron sus postulados a los pueblos germanos orientales, convirtiendo al Cristianismo arriano a los visigodos, los ostrogodos, los vándalos, los burgundios y los longobardos. El obispo Ulfilas, o Wulfila, tradujo especialmente el Nuevo Testamento al gótico. Por ello, cuando estos pueblos irrumpieron en el Imperio, resurgió el problema teológico. En lo que duraron el reino vándalo de África del Norte y el reino ostrogodo de Italia existió un conflicto latente entre las poblaciones latinas subyugadas, católicas, y los cismáticos germanos arrianos. En el caso de los ostrogodos este problema fue llevado con sabiduría, sin ofender mayormente a la población italiana católica; pero los vándalos no fueron tan sutiles, y su gobierno fue mucho más resentido por los africanos púnicos. Esto ayudaría bastante a la reconquista de ambas provincias que efectuarían las tropas imperiales en el siglo VI. En el caso del reino visigodo en Hispania, si bien se dio el mismo conflicto, quedó absolutamente superado cuando en el año 587 el rey visigodo Recaredo abjuró del arrianismo y se convirtió solemnemente al catolicismo, junto con la totalidad de la población goda de la península. Este hecho, más la salida de los vándalos y ostrogodos de la historia, tras su derrota ante las tropas romanas, determinaron la desaparición definitiva del problema arriano. Paralelamente, el Cristianismo se extendía entre los germanos, especialmente a raíz de la conversión al Cristianismo católico, en este caso directamente del paganismo, del rey franco Clodoveo y de todo su pueblo el año 496. A partir del reino franco la fe se extendió a la Germania occidental, y desde la Britania post-romana pasó a Irlanda. Así iba la progresión del Cristianismo. En la medida en que en Occidente se consolidaba la autoridad monolítica de la Iglesia Romana, en Oriente continuaron profundizándose las diferencias teológicas. Ahora los conflictos surgirían por el tema de la naturaleza divina de Cristo, como resultado de la aparición de dos posturas consideradas extremas para la ortodoxia oficial. Uno de estas doctrinas, el nestorianismo, deriva su nombre de Nestorio, quien fuera Patriarca de Constantinopla, postulando que Cristo no era sólo una persona, hombre y Dios al mismo tiempo, sino que en realidad era dos personas distintas, una humana y otra divina. Consecuentemente, la virgen sólo era madre de la parte humana de Jesús. Para resolver este conflicto teológico, se convocó al Concilio de Éfeso, del año 431, que, dominado por los enemigos de Nestorio, lo excomulgó y desterró. Poco después murió. Muchos seguidores de la tesis nestoriana encontraron refugio lejos de territorio © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 185 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. romano, en la Mesopotamia persa. De ahí, sin que en el Imperio nadie supiera, el Cristianismo nestoriano se desarrolló rápidamente en el Lejano Oriente. Ochocientos años después el Cristianismo nestoriano reaparecería en la historia, en forma verdaderamente sorprendente. De cualquier forma, no mucho después de la solución oficial al problema nestoriano, la ley del péndulo puso a la ortodoxia en un conflicto con una postura absolutamente en el extremo opuesto, el monofisismo. Su fundador fue Eutiques, archimandrita de Constantinopla, que consideraba que Cristo tenía una sola naturaleza, y que ésta era divina. Ante esto, el Concilio de Calcedonia de 451 determinó condenar igualmente las doctrinas de Nestorio y Eutiques. Se confirmó y delimitó mejor la fórmula de que Cristo era una sola persona, hombre y Dios al mismo tiempo. No obstante, las doctrinas monofisitas no pudieron ser extirpadas y se extendieron rápidamente por las provincias de Siria y Egipto. Mientras la Ortodoxia, representada todavía entonces por la estructura eclesiástica oficial y los cleros de habla griega y latina, defendió la fórmula tradicional, dos variantes de la doctrina monofisita se arraigaban en el Este, conquistando a gran parte de los sirios de habla semítica y a los egipcios de idioma nativo. En Siria estos monofisitas fueron llamados jacobitas, y en Egipto coptos. Fue una especie de movimiento nacional, contra el predominio absoluto de los griegos. Este cisma determinó que en ambas regiones las poblaciones greco-parlantes adhirieran a la ortodoxia y a la liturgia oficial, continuando obedeciendo a los patriarcas de Antioquía, Alejandría y Jerusalén. Pero en Siria, la población de lengua siríaca adoptó el monofisismo y una doctrina propia, estableciendo su propia estructura; y en Egipto, la población nativa, que todavía hablaba el egipcio post-faraónico, estableció su propia iglesia y liturgia. El nombre de Coptos que hoy día le damos a estos cristianos egipcios, y a su lengua litúrgica, deriva precisamente de la palabra griega para decir Egipcio. Entonces, como consecuencia de esto, en Siria y Egipto surgió una mayoría nativa apegada a una forma de Cristianismo, y una minoría griega, apegada a la ortodoxia oficial el Imperio. Esto tendría graves consecuencias durante el siglo VII. 124.- Los Grandes Pensadores Cristianos. Desde sus comienzos el Cristianismo tuvo la suerte de contar con importantes pensadores, que fijaron filosóficamente, y no sólo teológicamente, las bases de la nueva fe. Muchos de ellos, los de la parte Oriental del Imperio, escribirían básicamente en griego, pero los de la parte Occidental lo harían en latín. Existe la definición de “Padres Apostólicos” que se aplica a los primeros escritores, con cercanía cronológica con los primeros apóstoles, y que consecuentemente vivieron entre los siglos I y II D.C. Consecuentemente, es muy poco lo que se sabe de sus fechas de nacimiento y muerte, y de gran parte de su vida. Podemos mencionar a Clemente de Roma, San Ignacio de Antioquía, Papías de Hierápolis (en Frigia, Asia Menor), San Policarpo de Esmirna, además de varios escritores anónimos cuyo nombre no ha llegado hasta nosotros. Se llama “Apologistas Cristianos” a una serie de escritores de una época un poco posterior, que ya no tenían el vínculo directo con los apóstoles o sus discípulos, y que asumieron la misión de defender a un Cristianismo que se separaba cronológicamente de su fundador. Pero tuvieron como fuente de inspiración las Sagradas Escrituras. Su nombre deriva de la defensa que hicieron del Cristianismo frente al paganismo. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 186 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Podemos mencionar a San Justino Mártir, San Ireneo de Lyon, San Hipólito de Roma, Novaciano (el primero en utilizar el latín en sus textos, hacia mediados del siglo III) y, desde luego, Tertuliano (160-220 D.C.). Éste, oriundo de la provincia de África, vivió y escribió en Cartago, en latín. Fue uno de los más importantes filósofos de la Iglesia, ejemplo de la fuerza de la Iglesia latina en el África púnica. Dentro de estos mismos “Apologistas” encontramos a los griegos miembros de las llamadas “Escuela de Alejandría” y “Escuela de Antioquía”. De la primera es muy importante Orígenes (185-254), el padre fundador de la Teología. También lo son San Panteno, San Cipriano de Cartago y San Clemente de Alejandría (aprox. 150-215). De la segunda es de resaltar a San Luciano de Antioquía. Clemente de Alejandría, nacido en Atenas, y consecuentemente con todo el bagaje cultural de la Grecia Clásica y un dialecto ático perfecto, una vez convertido al Cristianismo, desarrolló una filosofía de acuerdo a los patrones helénicos, pero adaptada a su nueva fe, con una amplitud de criterio propia de un hijo de su ciudad natal. Orígenes, natural de Alejandría, unificaría y sintetizaría las doctrinas neoplatónicas y cristianas. Su pensamiento, que en su momento, con una Iglesia todavía perseguida y bastante más abierta a lo que sería en los siglos venideros, no fue considerado herético, a pesar de que postulo que Dios Padre era el la fuente de todo, en el sentido neoplatónico, y que el Hijo era una emanación de aquél, mientras que el Espíritu Santo, inferior, era una simple emanación del Hijo. Se ha dado en llamar “Padres de la Iglesia” a una serie de antiguos pensadores de gran preeminencia, ya de la época del triunfo del Cristianismo, de los cuales cuatro son orientales y cuatro occidentales. La expresión “Patrística” se refiere a los escritos y pensamiento de estos hombres. Los cuatro Padres de la Iglesia griega serían el alejandrino San Atanasio de Alejandría (296-373 D.C.), el capadocio San Basilio de Cesarea (330-379), el también capadocio San Gregorio Nacianzeno o de Nacianzo (329-389), y San Juan Crisóstomo o de Antioquía (347-407), quien fuera uno de los más importantes patriarcas de Constantinopla. Los cuatro Padres de la Iglesia latina serían San Ambrosio de Milán (340-397) y San Agustín de Hipona (354-430), a los cuales nos referiremos nuevamente más adelante; San Jerónimo de Estridón (340420), quien establecido en la palestina Belén, efectuara entre los años 383 y 407 la fundamental y titánica traducción oficial de la Biblia completa del griego y del hebreo al latín, traducción conocida como la “Vulgata”; y el ya posterior, romano, San Gregorio Magno (540-604). San Ambrosio de Milán fue uno de los hombres más influyentes de su tiempo, al tiempo que era arzobispo de la ciudad residencia del emperador de Occidente. Como luego mencionaremos, la historia recuerda como San Ambrosio condenó una matanza que Teodosio I El Grande había cometido en Tesalónica, y con la sola fuerza de su autoridad moral, obligó al emperador a humillarse en señal de arrepentimiento. Con su fuerza moral y con su influencia sobre los emperadores cristianos fue quien logró la definitiva declaratoria del Cristianismo como única religión tolerada y la proscripción del paganismo. Además, la historia lo recuerda como el artífice de la conversión de su discípulo San Agustín. Desde luego, para nosotros la figura más importante de la filosofía cristiana de este período, sólo igualada ya en la Edad Media por Santo Tomás de Aquino, sería el obispo africano Agustín de Hipona, o San Agustín. Nació en Tagaste, en Numidia, el año 354, y murió en Hippo Regio (Hipona) el año 430. Ambas ciudades, localizadas en el África romana, forman parte del territorio de la actual Argelia. Era de familia de origen © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 187 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. púnico, aunque de habla latina. Es muy posible, eso sí, que San Agustín hablase también el dialecto fenicio-púnico local, que todavía en su época sobrevivía en las clases populares. Hijo de padre pagano, o por lo menos no religioso, y de madre fervorosamente cristiana, Santa Mónica, Agustín, viviendo en Cartago, llevó una juventud muy disipada, e inclusive tuvo un hijo ilegítimo, Adeodato, siendo en un período de su vida, además, adepto a la doctrina maniqueísta. Todo esto para gran congoja de su piadosa madre, quien rezaría constantemente por la conversión de su hijo. Dentro de sus grandes dudas existenciales, Agustín partió a Roma, a encontrar su camino. Tras una grave enfermedad en la metrópoli del Tíber, un amigo le consiguió un puesto de profesor de retórica en Milán, entonces residencia imperial y diócesis del gran San Ambrosio. En Milán se sintió atraído por las prédicas de San Ambrosio, con el cual desarrolló una sólida amistad. Esto condujo a la conversión –y bautismo- de San Agustín al catolicismo, el año 387, a los 33 años de edad, de la mano de San Ambrosio, para gran alegría de su madre. Ya bautizado regresó a África. En Tagaste vendió todos sus bienes y se retiró a una vida contemplativa. En 391 se estableció en Hipona, a la sazón la segunda ciudad del África romana, con la finalidad de abrir un monasterio. Estando ahí fue ungido sacerdote, a petición del obispo local, Valerio. San Agustín procuró rechazar la dignidad, pero finalmente hubo de acceder por el bien de la comunidad. El año 395 San Agustín fue investido obispo de Hipona, cargo que ocuparía hasta su muerte en 430. Con esto se convertiría en el más importante teólogo de la Iglesia africana, y de paso de la Iglesia latina, defensor de la ortodoxia católica frente a las disidencias locales. Su pensamiento teológico y filosófico, disperso en una serie de obras de gran envergadura, sería la base del pensamiento católico por muchos siglos, y sigue siéndolo hasta el día de hoy. Dentro de su obra destacan las Confesiones, una colección de trece libros en los que nos narra su vida, su evolución espiritual, y su visión de Dios y del mundo. Partiendo de su vida pecaminosa termina con el descubrimiento de la grandeza de Dios. Su otra gran obra, tal vez su obra cumbre, De Civitas Dei (La Ciudad de Dios), fue escrita con la finalidad de efectuar una cerrada defensa del Cristianismo contra los ataques que estaba recibiendo del paganismo romano en declive. Cuando el año 410 las fuerzas visigodas de Alarico conquistaron y saquearon Roma, los restos del paganismo, todavía vivos en la Roma de la época, culparon al Cristianismo de los males, por haber alejado al Imperio de sus sanas tradiciones. Ante esto, San Agustín, emprendió su obra contestando a lo que él consideraba injustas acusaciones. El pensamiento de San Agustín no es fácilmente desentrañable, pues sus ideas aparecen en forma aisladas en todas sus obras. No están lo que pudiera decirse codificadas, a diferencia, por ejemplo, del pensamiento de su gran símil medieval Santo Tomás de Aquino. Pero de ellas surgió una estructura teológica, cosmológica y política de validez imperecedera. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 188 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 189 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. QUINTA PARTE – EL MUNDO ROMANO DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA 125.- Los Germanos. Acá toca referirnos al nuevo grupo de pueblos que ingresaba al epicentro de la historia, los germanos, los cuales forman una rama de los pueblos indoeuropeos, más cercana lingüísticamente a los celtas que a los griegos y latinos. Su llegada a Europa puede haber sido paralela a la llegada de los itálicos y helenos al Mediterráneo, pero con la diferencia de que la ubicación original de los germanos en Europa fue inicialmente al Norte del continente, en la región de Escandinavia. Llegando a Europa, o en algún momento anterior a ello, hablaban todavía una lengua común, conocida como proto-germano. Su historia anterior es desconocida, pero puede entenderse que formaban un grupo étnico bastante homogéneo, y seguramente representativo del tipo físico proto-indoeuropeo. Aparentemente habían vivido lejos de las civilizaciones originales asiáticas o semíticas, lo que, si bien determinaba en ellos un grado inferior de civilización, conservaba una homogeneidad racial como pocos pueblos de la historia humana. Es famosa la descripción que de ellos hace el historiador romano Tácito en el siglo I de Nuestra Era en su obra La Germania: un pueblo de mujeres virtuosas, guerrero, y racialmente puro. En tiempos históricos un grupo de estos germanos nórdicos emigró hacia el Centro de Europa, a la región que luego los romanos llamarían Germania, y ocuparon zonas que no mucho antes habían sido habitadas por celtas. Su primera mención en la historia, ya enunciada en un capítulo anterior, tiene lugar en año 102 A.C., cuando el general romano Mario derrotó una incursión de cimbrios y teutones. Luego, los germanos establecieron una especie de frontera con los celtas de la Galia, instalándose algo más al Oeste del río Rhin. Las conquistas de César crearon una Germania romana, al Oeste del Rhin, y otra libre, al Este de dicho río y al Norte del Danubio. Además se creo una zona de interrelación racial germano-celta, que en muchos casos hace difícil precisar qué pueblos de esta zona serían realmente celtas y cuáles germánicos. En muchos casos puede haber habido una zona de transición racial a lo largo del Rhin y el Alto Danubio. Ahora bien, también desde su origen en Escandinavia, otro grupo de germanos emigró a las regiones del Vístula, y de ahí hacia Ucrania y la costa meridional del Mar Negro. Ahí permanecerán, lejos del contacto con Roma, por varios siglos. Entonces, resulta que surgen tres grupos de germanos, que por la lejanía llegan a desarrollar formas dialectales diferentes: Germanos Septentrionales, los que permanecieron en Escandinavia; Germanos Occidentales, aquéllos instalados en la Germania entre el Rhin y el Vístula; y Germanos Orientales, sobre las costas del Mar © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 190 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Negro. El contacto de ellos con la civilización mediterránea consecuentemente, en etapas y períodos históricos muy diferentes. tendría lugar, Los germanos occidentales entrarían en contacto con Roma ya en el siglo I A.C., y tras las conquistas gálicas de Julio César se estableció un intercambio cultural relativamente profundo a ambas orillas del Rhin. Como ya vimos, una pequeña parte de la Germania quedó en territorio romano, y la mayor parte se mantuvo libre. Con Augusto se efectuó el intento de llevar la frontera hasta el río Elba, que ya hemos comentado, pero después de un auspicioso comienzo lo que parecía una completa pacificación fracasó a raíz de la derrota de Varo y sus tres legiones en la Selva de Teotoburgo, el año 9 D.C. Es muy posible que de haber tenido éxito la pacificación y romanización de la Germania propiamente dicha, la cultura alemana incipiente nunca hubiera llegado a desarrollarse, y la historia del mundo hubiera cambiado. Pues son precisamente estos germanos occidentales los que, en la Alta Edad Media, se convertirían en los modernos alemanes y holandeses. La cultura alemana habría perecido anticipadamente, absorbida por la romana. Por ello, el jefe guerrero vencedor, a quien sólo conocemos por su nombre latino de Arminio (Arminius), pasaría a ser bajo el nombre de Herrmann un héroe de leyenda para el futuro nacionalismo alemán. Ya hemos adelantado en capítulos anteriores el crudo enfrentamiento durante el reinado de Marco Aurelio entre romanos y germanos, en las llamadas Guerras Marcómanas, en las cuales las legiones lograron mantener a buen recaudo las fronteras del Rhin y el Danubio. Y también hemos mencionado los enfrentamientos entre romanos y germanos durante el conflictivo Siglo III. Los germanos en ese período, aprovechándose de la desorganización de Roma habían conseguido organizar expediciones de saqueo y pillaje dentro del imperio, pero habían podido ser contenidos gracias a capaces emperadores. Pero todavía en ese momento las incursiones germánicas no eran más que lo señalado, simples aventuras de pillaje y botín de guerra, pero sin que hubiera por parte de ellos todavía ninguna intención real de penetrar en forma permanente al imperio romano. Para el siglo V D.C. muchos pueblos se habían fusionado en federaciones relativamente grandes, con nombres que para nosotros ahora son familiares, tales como los francos, los alamanes, los suabos, los bávaros y los sajones. De hecho el muy descriptivo nombre de “alamanes” (Alamannen), sugiere claramente el concepto germánico de “alle Mannen” o “todos los hombres” (en inglés “all men” y en alemán “alle Männer”), esto es, una fusión de pueblos menos numerosos en un todo más complejo. Los germanos orientales, básicamente los godos y los vándalos, entrarían en contacto con los romanos en la medida en que se acercaron a los límites del Imperio, concretamente alrededor del siglo III D.C. Ya para ese momento los godos se habían partido en dos ramas, cuyos nombres derivarían de su ubicación geográfica tradicional en la región del Mar Negro, visigodos (godos del Oeste) y ostrogodos (godos del Este). A partir de ese período, se les permitió ingresar como “Federados” dentro del Imperio, como una forma de mantenerlos controlados. En unas líneas más veremos esto. A la larga, como veremos posteriormente, estos germanos occidentales y orientales serían los que tendrían activa participación en la historia del Imperio Romano tardío. Por su parte, los germanos septentrionales, los nórdicos, que permanecerían en su hogar escandinavo varios siglos más, ingresarían activamente a la historia tan sólo a partir de los siglos VIII y IX, bajo el nombre de vikingos. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 191 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Estos germanos dejarían también en nuestro acervo cultural una muy rica mitología, que no envidiaría nada a la greco-latina. Un conjunto de divinidades forman parte inseparable de nuestra tradición Occidental, a veces conocidos por sus nombres germanos continentales, o a veces por su variante vikinga. Pensemos en Wotan (u Odín para los vikingos), padre de los dioses; Donner (o Thor), el dios del trueno; Freya, la belleza y fertilidad; o las rubias y hermosas valkirias, las diosas que en sus cabalgaduras llevaban a los guerreros muertos al Walhalla, el paraíso germano. Mucho de ello quedaría plasmado en los poemas épicos Das Nibelungenlied y Beowulf o en las Sagas vikingas, y sería grandiosamente resucitado por el compositor Richard Wagner en su tetralogía Der Ring des Nibelungen (El Anillo del Nibelungo). No todas las fuentes de la mitología escandinava son plenamente coincidentes, pero en general la cosmología germánica consideraba la existencia de un mundo circular plano dividido en tres regiones distintas, cada una con sus propios habitantes. En el mundo interior –al centro del círculo- estaba Asgard, donde vivían los Aesir, esto es los dioses, cada uno en su propia residencia; dentro de este mundo interior estaba el Walhalla, donde habitaba Wotan/Odin. Más allá de esta región interior estaba Midgard, el mundo intermedio (o eventualmente la “Tierra Media” en el concepto de J.R. Tolkien), donde residían los humanos, a mitad de distancia entre Asgard y la tercera región, llamada Utgard, sita en el margen exterior del círculo de esta cosmología, gobernada por el caos y habitada por gigantes y monstruos. Hasta el día de hoy las designaciones de los días de la semana, en idiomas como el inglés o el alemán, pero también en neerlandés y en las lenguas escandinavas, derivan básicamente de los nombres de los dioses germánicos, o de los nombres germánicos para el sol o la luna. Por ejemplo: Sunday/Sonntag (Sol), Monday/Montag (Luna), Tuesday/Dienstag (Tiw/Tyr), Wednesday (Wodan/Wotan/Odin), Thursday/Donnerstag (Thor/Donner), Friday/Freitag (Frigga/Freya). Sólo en el caso del sábado (Saturday/Samstag) no se sigue en inglés y alemán el patrón de los nombres germánicos. De cualquier forma, existe una cierta correlación –que no es casual- entre los nombres germánicos y los latinos, debido a superior influencia romana: por ejemplo en el caso del día de la Luna (el lunes), o los días asociados al dios de la guerra (el martes) o al dios del rayo (el jueves) o a la diosa de la belleza (el viernes), o en relación al sábado inglés (Saturday) que se relaciona a Saturno. Además, los pueblos germánicos llegaron a desarrollar, a partir del siglo II D.C., un muy propio sistema de comunicación escrita, la llamada escritura rúnica, a través de signos –llamados runas- con valor alfabético. Su origen es incierto, pero podría derivar de los antiguos alfabetos itálicos previos al triunfo del latín. Esta escritura rúnica sería un gran transmisor de cultura, y ha dejado hasta hoy importantes inscripciones que permiten reconstruir importantes pasajes de la vida de los pueblos germánicos. Ella se encuentra básicamente en inscripciones en piedra. Pero la escritura rúnica entraría en retirada en la medida que el contacto con Roma cristianizó paulatinamente a los germanos e introdujo el alfabeto latino. De cualquier forma, ella sobrevivió, de manera cada vez más estilizada y perfeccionada, entre los vikingos escandinavos, por muchos siglos más. Inicialmente se trataba de un sistema de aproximadamente 24 signos, que con el paso del tiempo –a partir de fines del siglo VIII D.C.- quedó racionalizado y reducido a una estructura simplificada de sólo 16 caracteres. En Escandinavia este sistema de escritura se mantendría relativamente vigente, paralelo al triunfador alfabeto latino, durante buena parte de la Alta Edad Media. A la larga la escritura rúnica puede ser considerada la más pura y original forma de expresión escrita desarrollada por los pueblos germánicos en su época pagana, antes de su interrelación con el Cristianismo. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 192 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Es de recordar que si los germanos eran llamados “bárbaros” por los romanos era simplemente porque no hablaban ni latín ni griego, pero tal término no se refería a su nivel de civilización. Ello porque la civilización de los germanos, si bien poco desarrollada en el aspecto artístico y cultural, distaba de ser “salvaje”, como sí lo era, por ejemplo, la cultura de los pueblos de estirpe mongola, que ni siquiera conocían el manejo agrícola. Como luego veremos los germanos tendrían un doble papel en la debacle final del Imperio Romano de Occidente: uno más bien institucional y otro realmente invasivo. Por una parte, básicamente a partir del siglo IV, los germanos empezarían a permear a todos los niveles, pacíficamente, las instituciones de un Imperio Romano cada vez más debilitado y carente de espíritu militar. Primero como soldados auxiliares, luego como generales del ejército imperial, luego como importantes asesores de los emperadores, y finalmente como “hacedores de reyes”. Para el siglo V la fuerza militar del imperio, tanto en Oriente como en Occidente, estaba en manos de oficiales germanos. Se trataría de una inmigración interna y pacífica que a la larga, por una parte minó al imperio desde dentro, pero que por la otra le concedió una savia nueva y viril, proveniente de un pueblo germánico joven y todavía a 16 siglos de iniciar su decadencia. Pero también encontraremos la irrupción violenta, originada por el lento avance de un pueblo feroz y verdaderamente salvaje de las estepas asiáticas, los hunos, desde Asia a Europa. El miedo a los hunos por parte de los germanos determinaría lo que en alemán se conoce como la Völkerwanderung, la gran migración de pueblos germanos desde Europa Central y Oriental hacia el territorio romano al Oeste del Rhin y al Sur del Danubio, buscando fronteras seguras que los defendieran de los salvajes asiáticos. Muchos de estos pueblos, inclusive, implorarían el permiso de entrada por parte de Roma. A veces se les concedería y a veces no; entonces ingresarían por la fuerza. El hecho es que en su avance por Europa los hunos llegarían a sojuzgar a múltiples pueblos germanos, a los que convirtieron en vasallos. Tal fue el caso, especialmente, de los ostrogodos. El problema es que Roma ya no estaba en capacidad de proteger a nadie, ni siquiera a sí misma. Mucho menos a los germanos en desesperado movimiento. Su ejército ya era una sombra del pasado, y lo que quedó de él estaba conformado más bien por soldados germanos o de origen germano. Las viejas virtudes cívicas de la República estaban muertas. 126.- Los Sucesores de Constantino. Bajo Constantino y sus sucesores, continuó en gran medida la estructura administrativa ideada por Diocleciano. El Imperio Romano siguió siendo uno e indiviso, aunque administrativamente podía llegar a estar en ocasiones bajo el mando de dos emperadores. Durante todo el período que va desde Diocleciano hasta la muerte de Teodosio I, en 395 D.C., el Imperio fue gobernado a veces por un solo hombre, o a veces por dos o más co-emperadores, oficialmente uno en Oriente y otro en Occidente. En el período que va desde 395 D.C. hasta una fecha que unos calculan en 476 y otros en 480 D.C., hubo básicamente dos co-emperadores, residiendo en Ravena y en Constantinopla, A partir de alguna de estas últimas dos fechas, volvió a haber un solo © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 193 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. emperador romano, el de Constantinopla. Luego volveremos sobre este interesante punto. Durante sus últimos años Constantino reinó desde su nueva capital en el Bósforo. Emprendió importantes campañas en el Danubio contra los godos, a los que, tras una tremenda hambruna que les causó más de 100.000 muertos, sometió. También derrotó a los sármatas. El año 335-336 estaba preparando una expedición contra Persia, teóricamente en apoyo de la minoría cristiana local, pero fallecería en 337 antes de emprender la expedición. Su intención era recibir el bautismo –que borra todos los pecados- en el río Jordan, pero no pudo ser así. Enfermó gravemente y antes de morir escogió para bautizarlo al obispo pro-arriano Eusebio de Nicomedia. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla. No obstante la gran obra política de Constantino I, algunos aspectos de su vida familiar eran muy turbios: el año 226, por causas en realidad muy poco claras, mandó ejecutar a su propio hijo mayor, Crispo, habido en su primer matrimonio, y a la entonces su esposa Fausta, madre de sus tres hijos menores y futuros emperadores. Este mismo ejemplo, tan poco cristiano, lo seguirían después sus propios hijos. Para preparar su sucesión, en el curso de su reinado Constantino designó cuatro Césares, subordinados directamente a él, para que administraran, como delegados del Augusto único, diversas regiones del imperio. Estos serían sus tres hijos, Constantino II (Britania, Galia, Hispania y Mauritania), Constante I (Panonia, Iliria, Italia y África) y Constancio II (Anatolia, Siria y Egipto), y su sobrino Dalmacio (Tracia, Acaya y Macedonia). Al morir Constantino, sus tres hijos, inducidos por Constancio II, iniciaron una cruel política de eliminación de todos los familiares cercanos que pudieran llegar a hacerles sombra. También Dalmacio caería asesinado casi inmediatamente. Su territorio fue dividido entre Constante I y Constancio II. Uno de los pocos sobrevivientes de esta purga sería el aún niño –y futuro emperador- Juliano. Tras esto el Imperio fue dividido administrativamente (reiteramos, no políticamente) entre los tres hijos. Ellos cogobernarían por un tiempo, pero invariablemente terminarían enfrentándose, bien entre ellos, o bien frente a terceros pretendientes al trono. Constantino II (337-340), el hijo mayor sobreviviente de Constantino El Grande, gobernó inicialmente sobre su porción del imperio, además de la porción de Constante I, durante la minoría de éste último. Pero, una vez acontecida la mayoría de edad de Constante, Constantino II murió tratando de apoderarse de la prefectura de su hermano. Tras esto Constante I (337-350) quedó como gobernante de toda la parte occidental del imperio. El año 350 se alzó contra él en la Galia el usurpador Magnencio, que se proclamó emperador con el apoyo de las tropas del Rhin. Constante I murió asesinado en el Sur de la Galia, por sicarios trabajando para Magnencio. Consecuentemente, se produjo la guerra por el control del imperio entre el único gobernante “legítimo” en funciones, Constancio II (337-361), y el “usurpador” occidental. Esta guerra sería muy cara para el imperio, pues costaría la vida de más de 70.000 soldados, en momentos en que eran más necesarios para la defensa de las fronteras. El año 351 Constancio II derrotó a Magnencio y quedó definitivamente como único emperador romano. El imperio se unificó consecuentemente en su persona, gobernando desde Constantinopla. Sólo una vez, el año 357, visitó la ciudad de Roma. En el Este dedicó gran parte de su reinado a combatir a los persas; en el Oeste, a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 194 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. derrotar a algunos usurpadores y a combatir a los germanos, especialmente los alamanes. Los historiadores han sido muy críticos de su reinado y de su personalidad. El año 355 Constancio II designó como César, para administrar las provincias occidentales, a su primo hermano Juliano. Éste, nacido hacia el año 331 ó 332 en Constantinopla, era hijo de un medio hermano de Constantino El Grande, y había sobrevivido casi milagrosamente a la matanza de casi toda su familia instigada por Constancio II. Esto condujo a un muy entendible –pero oculto- odio de Juliano a sus primos, y de paso a la religión cristiana de los mismos. Educado como cristiano, en la práctica sería un enemigo declarado de la nueva fe. Hombre de gran cultura y capaz militar, además de moderado en sus políticas, inclusive en su anti-Cristianismo, era no obstante un hombre sumamente descuidado en su apariencia externa, que le daba un muy poco pulcro aspecto. Estando en la Galia, Juliano desarrolló una importante y exitosa campaña contra los germanos del Rhin, al tiempo que puso en práctica una muy moderada administración en la Galia. Diversos motivos hicieron que sus tropas lo elevaran al rango de Augusto en 360, en París (primera vez en la historia que la antigua Lutecia es mencionada con este nombre), no se sabe exactamente con qué grado de aprobación por parte de Juliano. El hecho es que esto provocó el comienzo de una guerra civil entre los primos, que sólo se evitó por el fallecimiento en 361, por muerte natural, de Constancio II. Con esto, sobre la base de la misma legitimidad dinástica de la Casa de Constantino, Juliano I quedó como emperador único del mundo romano. El reinado de Juliano I, llamado El Apóstata, a pesar de su brevedad -gobernó entre los años 361 y 363 D.C.- es uno de los mejores documentados de esta etapa del Imperio Romano Tardío, básicamente por las numerosas fuentes escritas sobrevivientes, muchas de ellas de la mano del propio emperador. Hubiera sido un muy buen gobernante de no ser por su odio al Cristianismo, que ya hemos referido. Una vez en el poder renegó del Cristianismo en que había sido educado y puso en práctica políticas tendientes a revivir el antiguo paganismo oficial, tratando de fortalecerlo dándole una cohesión similar a la del Cristianismo, de la cual carecía. Implementó políticas que en sí no aparentaban ser abiertamente anticristianas, pero que en la práctica le quitaban a la nueva religión la casi exclusividad oficial de que había gozado en los últimos 50 años. En otras palabras, Juliano trató de revertir, en formas moderada y civilizada, consciente de las realidades existentes, el curso de la historia. Pero le faltó el tiempo necesario. En su corto reinado desarrolló una brillante campaña contra los persas en Mesopotamia. Para ello tuvo que utilizar gran parte de las fuerzas destacadas en Occidente, a cuya combatividad los persas no estaban acostumbrados. En el curso del año 363 invadió Persia, conquistó gran parte de Mesopotamia, y llegó hasta las puertas de la capital persa Ctesifonte. Ahí se encontró en problemas de aprovisionamiento, así que decidió iniciar una retirada estratégica. Para ello destruyó la propia escuadra que lo aprovisionaba por el Éufrates, para evitar que cayera en manos persas. Hostigado en la retaguardia por los persas, dirigió una igualmente exitosa retirada por el Norte de Mesopotamia. Pero en el curso de la marcha, Juliano fue herido en batalla y consecuencia de la herida falleció poco después. Fue enterrado inicialmente en Tarso y luego su cuerpo fue llevado a Constantinopla. Su muerte prematura privó al Imperio de un muy buen general y capaz gobernante, pero evitó un conflicto religioso de mayores proporciones. La tradición, seguramente inventada, dice que sus palabras fueron “Venciste, Galileo”. Con él se extinguió la dinastía de Constantino. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 195 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Muerto Juliano, las tropas en retirada desde Mesopotamia, y extinguida la Casa de Constantino, proclamaron emperador a Joviano, general de Juliano y originario también de Iliria. Las razones de la elección no son claras. Muchos hablan de un error de los soldados que pensaban que aclamaban a otra persona. Joviano reinó menos de un año, entre febrero de 263 y julio de 364, pero en su corto reinado ordenó definitivamente el curso religioso del Imperio Romano. Ferviente cristiano, restauró el status predominante del Cristianismo dentro del imperio y puso fin al corto período de renacimiento pagano de Juliano El Apóstata. En el campo militar prosiguió la retirada de las tropas romanas desde Mesopotamia. Estando todavía muy al interior de territorio persa negoció una paz que fue considerada muy humillante, pues tuvo que ceder a los persas todos los territorios tan penosamente ganados por Roma en los últimos 100 años y en renunciar en favor de Persia a la supremacía sobre el reino cristiano de Armenia. Habiendo alcanzado Antioquía, decidió apurar su regreso a Constantinopla, muriendo, posiblemente envenenado, en el camino a la capital. 127.- La Dinastía de Valentiniano. Muerto Joviano, el ejército se congregó en Nicea para elegir un nuevo emperador, y por aclamación fue elegido Valentiniano, quien aceptó la designación y ofreció un excelente discurso que dejó gratamente impresionados a los soldados. La primera medida de Valentiniano como nuevo emperador fue designar como co-Augusto para la parte oriental del imperio a su hermano Valente. Quedaría claro, eso sí que Valentiniano (364-375), gobernando Occidente desde Milán, sería el emperador supremo, mientras que Valente (364-378), gobernando el Este desde Constantinopla, sería el subordinado a su hermano. Posteriormente, el año 367 Valentiniano convertiría oficialmente también en co-Augusto a su hijo Graciano, como subordinado y heredero de él en Occidente. El año 365 Valentiniano tuvo que lidiar en la Galia contra una nueva incursión de los alamanes. Fueron derrotados por los generales de Valentiniano. La lucha se reinició en los años subsiguientes, y entre 367 y 369 Valentiniano combatió –exitosamente- en la frontera del Rhin. El año 370 debió que hacer frente a las correrías de los sajones en el Norte de la Galia. Tras esto, hasta el año 374 Valentiniano prosiguió una desgastante lucha contra los alamanes, que terminó con una paz negociada. Paralelamente, el año 365 se alzó contra Valente en el Este el usurpador Procopio, sobrino segundo de Juliano El Apóstata y último vástago de la familia de Constantino. La revuelta fue tan seria que en un momento Valente se vio perdido, pero a la larga sus tropas le dieron la victoria definitiva. El año 366 Procopio fue derrotado en Frigia, sus tropas lo desertaron, y, capturado, fue ejecutado. Con esto Valente pudo afianzarse en el Este, aunque heredó una difícil situación estratégica, a raíz del mal tratado de paz firmado por su antecesor Joviano con los persas. En los años subsiguientes Valente tuvo que enfrenarse a los godos, en los Balcanes, y a los persas, en las regiones caucásicas de Iberia (Georgia) y Armenia. Un tratado del año 371 mejoró mucho la situación estratégica de Roma en la región. En Britania la situación se puso sumamente peligrosa debido a la llamada “Gran Conspiración”. El año 367 la guarnición romana estacionada en la Muralla de Adriano se sublevó, permitiendo que los pictos de Caledonia cruzaran la muralla hacia la Britania romana. Paralelamente –aparentemente en forma coordinada- invadieron también la isla los sajones. Estos invasores se apoderaron de gran parte de la parte © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 196 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. romanizada de la isla, causando grandes masacres de britano-romanos y saqueando y destruyendo las principales ciudades. La isla quedó en anarquía y las tropas romanas llegadas desde la Galia no eran suficientes para controlar la situación. El año 368 llegó a Britania el Conde Teodosio (padre del futuro emperador homónimo), con tropas suficientes. Puso nuevamente orden en la isla, expulsó a los invasores y ejecutó a los traidores. Por unas décadas la tranquilidad retornó a la isla. En 372 el mismo general Teodosio tuvo que poner orden en la provincia de África, amenazada por conflictos internos derivados de la corrupción imperante y de los ataques de las bandas nómadas beréberes. Valentiniano había procurado construir fortificaciones militares en las orillas opuestas del Rhin y el Danubio. Esto ya había traído problemas con los alamanes. El año 473, por el mismo motivo, entraron en conflicto con Roma los quadi, en la frontera danubiana, los cuales hicieron causa común con los sármatas. El problema principal era el enojo de los germanos y sármatas por las fortalezas romanas que Valentiniano seguía construyendo allende el Danubio. Esto demuestra la postura realmente ofensiva adoptada por el emperador, tendiente a sanear, mirando a largo plazo, las fronteras imperiales. Pero el año 375, en el curso de una conflictiva conferencia con los germanos, Valentiniano falleció de muerte natural por un ataque cardiaco. Muerto Valentiniano I, su hermano Valente continuó como Augusto en Constantinopla, reinando sobre la parte oriental del imperio. Y en Occidente la sucesión automática recayó en su hijo Graciano, quien reinaría entre los años 375-383. Aunque paralelamente las tropas de Panonia proclamaron también como emperador a Valentiniano II, menor de edad, también hijo de Valentiniano I de un matrimonio posterior, y que reinaría entre 375-392. Ello llevo a Graciano a aceptar de buena gana una división nominal de la autoridad imperial en Occidente, aunque las riendas del poder siguieron firmemente en sus propias manos. Graciano gobernaría la prefectura de las Galias, dejando a Valentiniano II (o a su madre) la administración –desde Milánde Panonia, Iliria, Italia y África. Uno de sus actos más famosos de Graciano sería, como emperador cristiano, renunciar a la dignidad de Pontífice Máximo de la religión pagana tradicional de Roma, y retirar los símbolos paganos del Senado, especialmente la estatua de la Diosa Victoria, a lo que ya nos hemos referido. 128.- La Tragedia de Adrianópolis y el Preludio del derrumbe. Mientras tanto, lejos de las fronteras romanas, los acontecimientos históricos se precipitaban. Un pueblo asiático salvaje, los hunos, en su avance sobre Europa Oriental aterrorizaban a los mucho más civilizados pueblos indoeuropeos de las estepas de la actual Rusia. Muchos, como los ostrogodos, se sometieron, pero otros, como los visigodos, buscaron escapar del peligro solicitando protección dentro del Imperio Romano. El año 376, entonces, los visigodos, escapando de los hunos, solicitaron asilo dentro de los territorios imperiales, y éste les fue concedido, pues el imperio vio en los visigodos belicosos soldados y posibles defensores de las amenazadas fronteras. Así que los visigodos empezaron a establecerse en forma ordenada y debidamente autorizada por el Imperio en Moesia. Pero habiendo pocas tropas imperiales para coordinar el cruce fronterizo, pronto éste se hizo más desordenado, y a la corriente inmigratoria se agregaron otros pueblos afines a los godos. La situación se descontroló cuando los corruptos funcionarios © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 197 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. designados por el emperador Valente para regular la inmigración empezaron a abusar de los germanos. Ellos no estaban destinados a ser súbditos fáciles, de forma que la corrupción y la explotación por parte de las autoridades imperiales los llevó el año 377 a una gran revuelta, a un totalmente justificado alzamiento en armas. Ésta fue gatillada por un intento traicionero de asesinar al jefe godo, Fritigerno. Con esto, los godos quedaron libres, sin control, en los Balcanes subdanubianos. Primeramente los visigodos y sus aliados derrotaron a las tropas romanas de Tracia. Ante la emergencia, el emperador Valente, en ese momento en Antioquía, avanzó a paso forzado hacia Europa. No esperó los refuerzos que le estaba enviando su colega occidental, Graciano. El encuentro entre el emperador Valente y los godos, la famosísima Batalla de Adrianópolis del año 378 D.C. tuvo consecuencias insospechadas. El ejército romano, muy ligeramente armado y sin la combatividad de antaño, fue envuelto y aniquilado. El propio emperador Valente murió valientemente en combate, lo que dejó al imperio huérfano de su principal cabeza. Sería una de las más graves y consecuenciales derrotas de toda la historia de Roma, comparable tal vez sólo a Cannas. Tras esto, los visigodos de Fritigerno quedaron dueños de los Balcanes, especialmente de los campos abiertos, pero no pudieron apoderarse de la ciudad de Adrianópolis, fieramente defendida por las tropas romanas, ni de Constantinopla. Pero el golpe a la estructura militar del imperio sería lapidario. Tras esto el ejército romano nunca se recuperaría. Los visigodos, realmente sin haberlo querido, serían los autores de la primera estocada mortal al imperio en declive. 129.- Teodosio I El Grande. Habiendo muerto Valente, entonces Graciano tuvo que designar el año 379 un colega para gobernar desde Constantinopla la parte oriental del imperio. El nombramiento recayó en el hispano Teodosio, también originario de la Itálica famosa, hijo del ya nombrado gran general homónimo. Así, entonces, Teodosio I, denominado El Grande, sería emperador romano en Oriente desde 379 hasta su muerte en 395. Graciano, a pesar de la energía de sus primeros años de reinado, decayó mucho en las postrimerías del mismo. Se acercó excesivamente a los elementos germánicos de su ejército, lo que le enajenó la simpatía de sus soldados romanos. Fue asesinado por una conspiración en 383, tras la cual el usurpador Magno Máximo, comandante de las tropas de Britania, se autoproclamó emperador y el año 387 atravesó los Alpes para tratar de ocupar Milán y derrocar al co-emperador legítimo de Occidente, Valentiniano II. Éste y su madre se pusieron bajo la protección de Teodosio, en Tesalónica. El año 388 las tropas orientales de Teodosio derrocaron al usurpador y reestablecieron en el trono milanés a Valentiniano II. Esto demuestra claramente la lealtad de Teodosio con la dinastía de sus benefactores, especialmente con un menor de edad muy incapaz. Valentiniano II cedió parte de la administración de Occidente a Teodosio y fijó su corte en la ciudad de Vienne, en la Galia, donde su presencia era necesaria. Pero carente del espíritu militar de sus parientes, cayó bajo la absoluta dominación del franco Arbogasto. Fue encontrado muerto el año 392, seguramente asesinado por Arbogasto, quien proclamó a su propio emperador títere para Occidente, Eugenio, y procuró pactar con Teodosio. Pero éste, en Constantinopla, no aceptó el homicidio y en 393 inició una campaña para retomar el control directo de Occidente. En 394 Teodosio © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 198 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. había reunificado bajo su comando la administración de todo el imperio. Sería el último emperador del mundo romano tradicional. Después de él vendría la debacle. La importancia religiosa de Teodosio es tremenda. Como ya hemos visto, él fue el emperador que –en un proceso que empezó hacia el año 380- declaró al Cristianismo Niceno como única religión tolerada del imperio y que en los años sucesivos, en etapas, hasta culminar con los últimos decretos del año 394, oficialmente proscribió y prohibió lo que quedaba –que todavía era bastante- del culto pagano tradicional. Además, dio –en 390- el paso, sin precedente en la historia de la Antigüedad Clásica, de proscribir la homosexualidad y las prácticas sodomíticas, bajo pena de hoguera. Por otra parte, Teodosio se vio en la necesidad de emprender una importante reestructuración en el ejército romano. Este ejército se estaba quedando sin hombres, al tiempo que las unidades más numerosas, como la antigua legión de 6.000 hombres, se hacían obsoletas. Se establecieron nuevas estructuras, también con el nombre de legiones, pero mucho más pequeñas, de alrededor de sólo mil hombres, con armamento mucho más ligero, y respaldadas por cuerpos de caballería mucho más extendidos. Está de más decir que tan sólo algunos generales serían italianos, ya habría también muy pocos provinciales, y que la gran mayoría de los soldados de línea serían bárbaros al servicio del imperio. Gran parte del reinado de Teodosio se concentró en controlar a los visigodos y a sus aliados, que circulaban libremente por los Balcanes, como incómodos huéspedes rebeldes. Fritigerno, el vencedor de Adrianópolis murió en 380, siendo sucedido como rey por Atanarico, quien mostró mucha mayor decisión a pactar con el imperio. Teodosio pactó con Atanarico de diversas formas, y llegó al acuerdo de integrar a los visigodos como cuerpos del ejército romano, algunos bajo sus propios jefes, y otros como partes del ejército estable. La paz definitiva se acordó en 382. Los visigodos se asentaron semi-pacíficamente en Moesia. Pero la presencia de los godos causó rechazo en las poblaciones del Tracia y Macedonia. Una gran crisis se vivió el año 390 en la rica ciudad de Tesalónica, cuya población se levantó en armas contra la presencia de una guarnición visigoda, y asesinó al comandante de la misma, que era oficialmente un delegado del emperador. Teodosio, en su furia, ordenó o a los godos masacrar a los asistentes al circo de la ciudad; aunque luego, más tranquilo, trató de revocar la orden, ya era tarde. Los soldados godos masacraron de manera inmisericorde a miles de civiles. Ante la magnitud de la tragedia, el poderoso Obispo de Milán (residencia de Teodosio en ese momento), el gran teólogo San Ambrosio, negó la comunión al muy católico emperador, y Teodosio tuvo que humillarse públicamente ante el poderoso clérigo y durante meses hacer antesala en el palacio episcopal hasta que San Ambrosio se dignó concederle el perdón. 130.- Arcadio en Oriente y Honorio en Occidente. Teodosio falleció en Milán en enero de 395. El mismo año su cuerpo fue trasladado a Constantinopla. En los años anteriores ya había preparado su sucesión. En el año 383 había designado Augusto y colega para la parte oriental del imperio a su hijo mayor Arcadio; en 393 hizo lo mismo con su hijo menor de edad Honorio, aunque obviamente sin darle poder efectivo. De modo que al fallecer Teodosio la división de la autoridad imperial sería lógica y simple: Arcadio quedó como Augusto en la parte oriental, y © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 199 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Honorio, baja la regencia de su hombre de confianza y amigo Estilicón, de la parte Occidental. El primero reinará hasta 408 D.C.; el segundo lo hará hasta 423. El reinado de Teodosio había sido la calma – o mejor dicho la relativa calma- antes de la tormenta. Al morir dejaba un Estado todavía auto-sustentable, ordenado y viable, un imperio aún estable. Pero la debacle ya no podía dilatarse más y estaba por llegar. Nadie se imaginaba que tras Teodosio vendría el Diluvio. Bajo el reinado de Arcadio y Honorio el mundo iba a cambiar –para mal- para siempre. Un hecho interesante, el cual ya hemos adelantado, es que en el gobierno de Honorio se trasladó nuevamente la residencia imperial en Occidente. Si bien Roma siguió siendo siempre la capital oficial, ya en tiempos de Diocleciano y Maximino se había instalado la residencia imperial en Milán. Esto hizo que Milán fuera por todo el siglo IV una muy importante ciudad. Ahora, el año 402, por motivos de seguridad, Honorio trasladó la sede imperial a la ciudad de Ravena, en el Noreste de la península italiana. Durante muchos siglos esta bien guarnecida y estratégica ciudad, protegida por ciénagas y pantanos que hacían difícil su acceso por tierra, había sido la sede de la flota del Adriático. Durante los próximos 300 años sería la capital política de Italia. Mucha gente entiende que el año 395 fue el momento en que el Imperio Romano se dividió, pero en realidad tal concepción no es efectiva. El gobierno dual existía desde tiempos de Diocleciano, y había continuado por todo el siglo IV; entonces, lo que tuvo lugar en el siglo V no fue más que una continuación de esta forma bicefálica de gobierno. Es de entender que el Imperio Romano siguió siendo un todo único y orgánico, políticamente indiviso, aun y cuando para efectos administrativos su gobierno estuviera en manos de dos, e inclusive de tres o más, Augustos. Jamás hubo dos Imperios romanos, ni un Imperio de Occidente u otro de Oriente. Hubo dos o más co-emperadores, dos de ellos supremos, con sedes de gobierno en Ravena y Constantinopla, administrando separadamente diversas provincias del Imperio, pero todos autoconsiderados colegas en un gobierno dual. El que el mundo romano tuviera un solo Augusto, o dos Augustos, o varios Augustos o Césares legítimos, dependía de la situación política del momento, de la necesidad o realidad administrativa, pero no afectaba la unidad política del Imperio como tal. Todos los actos oficiales eran ejecutados en nombre de los dos emperadores, las leyes eran válidas para todo el Imperio, y la moneda con las efigies de uno, o del otro, o de ambos emperadores, circulaban por todo el Imperio. 131.- El Mundo se Derrumba: El ingreso incontenible de los Bárbaros. Lo que ahora toca relatar es bastante triste, pues se refiere al desmoronamiento de la autoridad imperial en Occidente, en un proceso fulminante. Los siguientes capítulos los dedicaremos a analizar esta tragedia histórica. Nos referiremos, por cuenta separada, tanto a los hechos eminentemente políticos de este singular proceso involutivo, como a aquéllos de corte militar o geográfico, en concreto a las invasiones germánicas. Pero, desde luego, ambos van directamente de la mano y deben analizarse en concordancia unos con otros. Entraremos al repentino proceso de las invasiones germánicas, que provocaron en gran medida el cataclismo de la civilización clásica. Podemos decir que el momento de quiebre se daría el año 406. Para ese año la frontera romana sobre el Rhin había quedado forzosamente desguarnecida. Las tropas que la resguardaban habían sido forzosamente relocalizadas para proteger a Italia de los incontrolables merodeadores visigodos. Entonces, el año 406 la frontera del Rhin, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 200 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. casi sin defensores, fue atravesada por los bárbaros. Nunca más volvería a cerrarse. Ya no habría tropas ni legiones romanas para hacerlo. Consecuentemente, entre los años 406 y 430 los germanos abatieron definitivamente los controles que las tropas romanas habían mantenido por siglos sobre los ríos Rhin y Danubio, y se esparcieron por la Galia, Hispania y el Norte de África. Todo esto había pasado demasiado rápido. Las civilizadas poblaciones del Imperio contemplaron impasibles como su modo de vida se trastocaba. No obstante, dado que los procesos históricos son más largos de lo que parecen, y como ya hemos señalado previamente, no se percataron que una época acababa, que una cultura y civilización terminaba, y que una nueva estructura social, cultura y económica empezaba. No se dieron cuenta, o no quisieron hacerlo. Se acostumbraron rápidamente a la nueva situación fáctica que siguió, pensando que jurídicamente todo seguía igual, y pasaron a servir a sus nuevos amos germanos. La nueva aristocracia de Europa Occidental pasó a ser formada por los descendientes de los conquistadores germanos, mientras que la administración de los nuevos reinos fue encomendada a las cultas poblaciones locales. Pero en la medida que el siglo V y VI pasaron y la estructura feudal post-romana fue cobrando forma, la dominación de los descendientes de los conquistadores se hizo más clara: por un lado quedaron los señores feudales, y por la otra los habitantes de las disminuidas ciudades y los siervos campesinos, ya carentes de poder político. Así se produjo, poco a poco, y paulatinamente, el fin de la institucionalidad romana en Europa Occidental. 132.- Estilicón. Como ya hemos señalado, Honorio era apenas un niño cuando accedió al trono imperial de Occidente. Y nunca llegaría a ser un gran gobernante, para desgracia de Roma. Pero su padre lo había dejado bajo la capaz regencia de su amigo y hombre de confianza Flavio Estilicón (359-408), hijo de padre vándalo al servicio de Roma y de madre romana, educado como romano y cercano a la aristocracia romana. Estilicón no sería entonces un bárbaro controlando el imperio, sino más bien un romano de nacimiento sólo parcialmente germano. Esta aclaración es muy importante. Fue un gran apoyo de Teodosio I en la difícil labor de negociar con los persas y controlar a los visigodos, tanto así que el emperador, viendo su valía, decidió promoverlo como su mano derecha. Hasta lo casó con su sobrina Flavia Serena. Ahora bien, no obstante su privilegiada posición en Occidente, en Oriente su postura no era tan sólida. No contaba con la confianza de Arcadio, y tenía en su contra la hostilidad del segundo hombre de éste, Rufino. Entonces, desplazado Estilicón del control del Este, vería su posición aún más debilitada en Constantinopla por la declarada enemistad del traicionero Rufino. Para su desgracia, prácticamente toda su gestión política sería enturbiada por el peligro godo que acechaba desde el Este. Como ya hemos visto, muerto Fritigerno, en 380, fue sucedido como rey de los visigodos por Atanarico. Hacia el año 381 éste negoció una paz estable con Teodosio, y poco después murió. La paz con Roma fue respetada por ambas partes hasta la muerte de Teodosio I en 395. Siguió un período de difícil tranquilidad. Durante 14 años ningún hombre ejercería el cargo de rey de los visigodos. El año 395 aparece en la historia el muy famoso Alarico. Recién fallecido Teodosio I, Alarico se hizo elegir secretamente Rey de los Visigodos. Durante los 8 años anteriores © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 201 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. se había ganado un buen nombre como comandante de las fuerzas godas aliadas del ejército imperial. Con esto se puso en rebelión contra los co-emperadores Arcadio y Honorio. Es así como los visigodos, bajo Alarico, en rebelión contra Milán y Constantinopla, emprendieron en 396 una muy famosa campaña contra el imperio. Primero atacaron la región de Tracia y Constantinopla, pero ante la imposibilidad de mantener un sitio exitoso contra la ciudad, se desviaron hacia Grecia. Atravesaron las famosas -y mal defendidas- Termópilas y saquearon y arrasaron la provincia de Acaya, incluyendo el Ática. Muchos de sus habitantes fueron vendidos como esclavos, lo que constituyó el colmo de la degradación para los alguna vez orgullosos griegos. Y así fue como Alarico entró triunfante a Atenas, después de que se negociaran los términos de la capitulación de la ciudad. Aparentemente el saqueo de la polis fue bastante moderado y nuevamente los monumentos no fueron tocados por un Alarico que, como ya hemos visto, no era tan inculto como se pudiera creer. Pero Grecia sufrió mucho con la más grande destrucción que el país hasta ese momento había presenciado en su historia. El imperio de Oriente enfrentaba en ese momento una incursión de los hunos en Asia Menor y Siria, así que no estaba preparado para enfrentar adecuadamente a los visigodos. Entonces, desde Occidente Estilicón dirigió a sus tropas contra Alarico, pero Arcadio impidió el debido accionar de las tropas occidentales, seguramente por celos de Rufino. Pero Rufino no duró mucho, pues fue asesinado por sus tropas un año después. Desgraciadamente, los historiadores de la época señalan que con el errático actuar de Arcadio se desaprovechó la oportunidad de derrotar definitivamente a los godos. Tras esto Alarico siguió asolando diversas regiones de la Hélade por al menos un par de años. Todavía tuvo que enfrentar a Estilicón que volvió a acosarlo ahí. Posteriormente abandonó Grecia en pos del Imperio Occidental, siguiendo su ya conocida senda histórica, que lo llevaría después a tomar y saquear a la misma Roma. Es muy probable que desde la propia Constantinopla los visigodos fueran desviados hacia Occidente. En 401 los visigodos hicieron su primera entrada a suelo italiano y saquearon la región de Venecia, pero su ingreso a la península fue detenido por un buen tiempo por Estilicón en Polencia el año 402. Nuevamente derrotados los godos por Estilicón en Verona, el año 404, optaron por abandonar la península. Lo interesante de esto es que se forjó una relativa alianza entre Estilicón y Alarico, una especie de “pacto de no agresión” que a la larga crearía muchas sospechas en el entorno de la corte imperial. Aunque, en relativa paz con el imperio, los visigodos seguirían en el entorno circundante y volverían a asolar la península nuevamente años después, cuando resurgieran los problemas con el gobierno del emperador Honorio. Esta correría de los godos por el Norte de Italia fue lo que determinó en la práctica que la residencia imperial fuera trasladada desde Milán hasta Ravena. Además, la misma razón fue la que obligó al retiro de muchas de las legiones occidentales, concretamente las del Rhin y las de Britania, para cubrir los agujeros estratégicos que quedaban ya en la misma Italia: por la necesidad de proteger a Italia, se vio en la obligación de jugar la arriesgada carta de desproteger las fronteras occidentales. La historia ha demostrado que su decisión fue equivocada. Pero tampoco es mucho lo que podía hacer. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 202 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El día 31 de diciembre del año 406 se derrumbó para siempre la frontera romana del Rhin. Nunca más se recuperaría. Ese día un grupo de bárbaros, tales como álanos, suebos y álanos, cruzaron impunemente hacia el imperio. No había nadie para pararlos. Sería la ruina, ahora sin vuelta, de la Galia Romana. Antes muchas veces los germanos habían hecho correrías. Ahora entraban para establecerse, sin intenciones de irse. Además, hacia el año 407 tuvo lugar en Britania el alzamiento de un general usurpador de nombre Constantino. Las legiones romanas de la isla, por razones muy poco claras, posiblemente para apoyar al usurpador, pero también posiblemente para participar en la defensa de la Galia, fueron retiradas de Britania, y ya nunca volverían. La Galia seguiría por muchos siglos como tierra romana gobernada por germanos, pero en lo que a Britania respecta, las tinieblas pasarán a cubrir su historia de la manera más absoluta. Desde luego que la opinión pública de la época culpó de todo esto a Estilicón. Para el año 407 la relación entre las cortes de Ravena y Constantinopla se había hecho tan tirante, que existía la real posibilidad de una guerra civil. Ambas porciones del imperio reivindicaban la prefectura de Iliria, estratégicamente situada como antepuerta de Italia. De hecho Estilicón se apoyaba en Alarico. Pero en 408 falleció Arcadio en Constantinopla. Esto descongestionó un poco la tensión, aunque en Italia seguía creando mucha suspicacia la eventualidad de un acuerdo entre Estilicón y Alarico: en Ravena llegó a pensarse que había algún contubernio entre ambos. Las intrigas y las dudas, no se sabe si razonables o no, tuvieron finalmente su efecto sobre el ánimo del débil Honorio. Estilicón fue arrestado en Ravena por órdenes del emperador, acusado de varios cargos de traición. Estilicón no se defendió, no se sabe si por posible culpabilidad o por respeto a Roma. Lealmente se entregó al verdugo y fue decapitado el mismo año 408. La justificación de este asesinato sigue en duda, pues de una u otra forma, Estilicón era el hombre capaz detrás de trono. En otro tiempo Estilicón, a la cabeza de un imperio relativamente vigoroso pudo haber llegado a ser un gran regente; en esos años finales ya no podía hacer nada contra la corriente que llevaba al final de un mundo. Desgraciadamente, a pesar de sus capacidades y de su lealtad a los hijos de su bienhechor Teodosio, Estilicón, más por culpa de la época que por fallas propias, fue incapaz de establecer un gobierno poderoso que controlara bien los atisbos de caudillismo en las provincias y la circulación de pueblos germánicos por las regiones occidentales del Imperio. Las intrigas de corte y los celos de los funcionarios imperiales terminaron indisponiendo a Honorio contra él. Ayudó mucho el hecho de que Estilicón, como buen hijo de vándalo, fuera arriano, en circunstancias que el Establishment imperial ya era básicamente católico. Estilicón fue un hombre de grandes virtudes, que dispensara grandes servicios al Imperio, pero que también fue culpado de grandes errores. Habiendo acontecido la caída y muerte de Estilicón, las salvajes masas de la población italiana se dejaron caer vengativamente sobre las indefensas familias de los miles de soldados germanos federados instalados en la península. Se calcula que más de 30.000 personas fueron asesinadas en la matanza del populacho. El chauvinismo de muchos sectores romanos creyó que estaban haciendo bien. Con esto, los bravos germanos asentados en territorio italiano juraron odio eterno a la pérfida Roma que los había masacrado traicioneramente, y se pasaron a las filas de quien sería el nuevo Aníbal antirromano: Alarico. Sin Estilicón Roma no tendría ya a nadie capaz para salvarla del desastre que se avecinaba. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 203 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 133.- Alarico y la “Caída” de Roma. Estilicón había negociado con Alarico que Roma pagaría a éste una importante cantidad por su apoyo del año 407 contra Arcadio, y el Senado de Roma –que siempre había seguido funcionando en la capital- había aprobado este acuerdo. Pero la muerte de Estilicón sirvió de excusa a Honorio para desconocer el compromiso. Esto puso en revuelta nuevamente a los visigodos contra la corte de Ravena. Y ahora contarían con el apoyo de miles de germanos romanizados fugitivos de Italia. Alarico inició entonces su segunda invasión a Italia, ahora sin contendores capaces de detenerlo. El año 408 llegó –lo que ningún enemigo había hecho desde tiempos de Aníbal- a las puertas de Roma. No atacó la ciudad, simplemente la sitió y finalmente la obligó a someterse por hambre. Negoció con el Senado un considerable rescate, y finalmente se retiró algo más al Norte. Su interés no era destruir ni humillar a la capital del mundo, sino conseguir para él y su gente un rico e importante territorio dentro del Imperio, en el cual vivir, además de una posición oficial para él como agente imperial. Pero Honorio no tenía buenos consejeros e hizo oídos sordos a las propuestas godas; además se sentía muy seguro en su ciudad-fortaleza de Ravena. Indignado con Honorio, Alarico emprendió en 409 un segundo sitio de Roma, que terminó también sin mayores consecuencias. Esta vez Alarico aprovechó de designar él mismo, pero con acuerdo del Senado, a un anti-emperador residente en la vieja Roma, Atalo Prisco. Aunque el mismo Alarico destituyó a su creatura cuando vio que no le era conveniente para las negociaciones con Honorio. La tragedia llegó finalmente cuando Alarico, indignado ya con las reiteradas perfidias de la corte de Ravena, puso por tercera vez sitio a la Ciudad Eterna. Tras un muy corto sitio, el día 24 de agosto del año 410 ocuparon y durante 3 días saquearon impunemente una Roma que no había sido tocada en exactamente 800 años, desde el ataque de los galos en 390 A.C. La ciudad no resistió adecuadamente, a pesar de que sus murallas eran muy sólidas. Faltó a los romanos del siglo V, a sus instituciones y a sus gobernantes el espíritu de lucha de sus antepasados. Mientras tanto, el emperador Honorio permanecía muy protegido en Ravena. Es de hacer constar que aparentemente los visigodos no fueron tan destructivos como se cree, pues ellos ya estaban lo bastante culturizados como para no destruir sin razón. Saquearon, sí, pero no destruyeron la ciudad. Aunque cuando finalmente abandonaron Roma, lo hicieron portando seguramente el más grande cargamento de oro, metales y piedras preciosas que jamás la historia había conocido hasta ese instante. Pero el shock emocional del acontecimiento fue terrible. La noticia de la tragedia histórica corrió como reguero de pólvora. Fue, auténticamente, para los contemporáneos, la Caída de Roma, el fin de una época y el comienzo de la incertidumbre. Después de eso, el mundo ya no volvería a ser el mismo. La capital imperial -la capital del mundo civilizado- nunca se recuperaría psicológicamente del golpe, y comenzaría un acentuado proceso de despoblamiento (aunque mantendría su declinante gloria aún por otros 140 años más). La decadencia del imperio había llegado a lo más bajo. Los restos del paganismo, vivos en la Roma de la época, culparon al Cristianismo de los males, por haber alejado al Imperio de sus sanas tradiciones. Ante esto, San Agustín, a la sazón obispo de Hipona, en defensa del Cristianismo escribió su gran obra De Civitas Dei (La Ciudad de Dios). Acontecido esto, Alarico marchó hacia el Sur, hacia Calabria, desde donde pensaba invadir la provincia de África, vital para el aprovisionamiento de Italia. Pero ahí lo © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 204 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. sorprendió la muerte, ese mismo fatídico año 410. De cualquier forma, ya había dejado para siempre su nombre en la historia. 134.- La Invasión de las Provincias Occidentales. Muerto Alarico, fue sucedido como rey de los visigodos por Ataulfo. Honorio tuvo que pactar con él e inclusive se vio en la necesidad de casar con él a su propia hermana, Gala Placidia. Tras esto, en 412 los visigodos cruzaron a la Galia y de ahí a Hispania, fundando en 419 un reino que inicialmente incluyó la región de Aquitania, en la Galia, y la parte septentrional de Hispania. Se le ha llamado el Reino de Tolosa, pues su centro de poder estaba básicamente en el Sur de la Galia. Los godos crearon un Estado dentro del Estado Romano. A la larga, el año 507 serían expulsados por los francos del Sur de la Galia, y el reino visigodo se consolidó en la Península Ibérica, hasta su destrucción por los árabes en el año 711. Como ya hemos señalado, en algún momento hacia el año 407 las legiones que resguardaban la frontera norte de Britania y protegían a la provincia de los merodeadores sajones, fueron retiradas y enviadas al continente, aparentemente por el mencionado caudillo de nombre Constantino que se había autoproclamado emperador. Nunca volvieron. Con esto, los bretones romanizados quedaron abandonados a su suerte, ante los ataques de los pictos y escoceses del Norte. De acuerdo a la tradición llamaron en su auxilio a los sajones del continente. Durante los 200 años que van desde el año 410, cuando se desmoronó la administración romana en la isla, hasta el año 600, casi nada es lo que se sabe de su historia, excepto que surgieron diversos señoríos británicos post-romanos, que se mantuvieron en guerra contra los nuevos invasores anglos, sajones y jutos, poco a poco retrocediendo hasta la parte más occidental de la isla. Hacia el año 600 los anglosajones ya están asentados, o dominando, la mayor parte de la actual Inglaterra. En el intertanto, los vándalos cruzaron el Rhin el año 406, y habiendo atravesado la Galia se establecieron el año 409 en el Sur de España, dándole nombre a la actual Andalucía (Vandalucía). Después nos referiremos a su cruce al África Romana. Paralelamente, los burgundios se establecieron en 411 la parte oriental de la Galia, formando lo que sería el reino de Burgundia o Borgoña, que subsistiría hasta su anexión por los francos mucho tiempo después. Los francos establecieron a partir de 481 un extenso reino que abarcaba el Sur de Germania y el Norte de la Galia, esto es, poblaciones de lengua latina y germana. Después que expulsaron a los visigodos de Aquitania, los francos crearon un reino gálico que, siglos después, sería la base del Imperio de Carlomagno. 135.- El Ocaso de Honorio. Después de la “Caída” de Roma, el mundo ya nunca volvió a ser el mismo. Tampoco Honorio. Continuó pacíficamente reinando en Ravena sobre un imperio que se desmoronaba en la práctica. No sólo los invasores bárbaros serían el problema; también una gran cantidad de usurpadores, generales romanos, que se alzaron en armas contra el incapaz emperador legítimo, y que en algún momento llegaron a hacer notar alguna autoridad en ciertas regiones todavía romanas de la Galia e Hispania. El caso del usurpador britano Constantino ya ha sido mencionado. Podríamos nombrar varios casos, aproximadamente entre los años 407 y 414. Pero, a la larga, y extrañamente para un monarca tan ineficiente, fallecería de tranquila muerte natural, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 205 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. en su palacio de Ravena, en 423 D.C., después de un reinado de casi 30 años. Había sido protagonista de una tragedia histórica, pero por la cual atravesó casi como un simple y vulgar espectador. Antes de fallecer Honorio, había designado en 421 como co-emperador para Occidente a su general Constancio III, quien ya desde 410 había sido el poder detrás del trono. Inclusive, como señal de confianza, Honorio lo casó con su hermana Gala Placidia, ya viuda del rey visigodo. Pero Constancio III murió de muerte natural muy pocos meses después de su elevación. Además, la designación de Constancio III no había sido reconocida –y esto era muy importante- por el co-emperador de Oriente, Teodosio II, hijo de Arcadio. Fallecido Honorio, la decisión de a quién nombrar co-emperador para Occidente recayó entonces en el ya mencionado Augusto de Constantinopla, Teodosio II. La designación recayó en su primo hermano Valentiniano III, hijo de Gala Placidia y del difunto Constancio III. Reinaría entre 423 y 455 D.C. Los antecedentes de este ascenso son muy interesantes, básicamente por la importancia y la personalidad de su madre. Gala Placidia (392-450) sería uno de los personajes más importantes en esta etapa final del Imperio occidental. Su tumba, en Ravena, se mantiene intacta hasta hoy. Era hija de Teodosio I El Grande y su segunda esposa, y consecuentemente media hermana de Arcadio y Honorio. Vivió gran parte de su infancia bajo el cuidado y protección de Estilicón y su esposa Serena. Tras la muerte de Estilicón, Gala Placidia quedó a la merced de su hermano Honorio. Le tocó vivir el saqueo de Roma por los visigodos el año 410 y fue tomada como rehén por Alarico, así que, en tal calidad, acompañó a los visigodos en su retirada de la península hacia la Galia en 412. Ahí, habiéndose producido una alianza entre el rey godo Ataúlfo y Honorio para luchar contra diversos usurpadores sublevados, como Jovino y Sebastián, y habiendo Ataúlfo derrotado y ejecutado en 413 a estos usurpadores, Honorio selló una alianza con el rey godo, dándole en matrimonio a su hermana. Este matrimonio duró hasta la muerte de Ataúlfo, a manos de un asesino, en 415. El único hijo que tuvieron Gala Placidia y Ataúlfo, Teodosio, murió siendo infante, así que no dejaron un vástago que fuera rey visigodo. El usurpador que llegó al trono visigodo en Tolosa trató a Gala Placidia con especial crueldad, lo que indignó a los propios godos y provocó el asesinato del usurpador y su reemplazo por Walia, pariente de Ataúlfo. En esto Walia entró en negociaciones con el futuro Constancio III, tras lo cual se selló un tratado de paz entre los visigodos y Roma. Como parte de estos acuerdos Gala Placidia fue devuelta a Ravena, y estando ahí Honorio la forzó a un segundo matrimonio, esta vez con Constancio, en 417 D.C. En 421 Gala Placidia se convirtió, como consorte de Constancio III, en emperatriz de Occidente. Muerto Constancio III, Gala Placidia entró en conflicto con su hermano. Las razones e interpretaciones son variadas. Pero el hecho es que ella era ya muy poderosa. Por ejemplo, los soldados godos de la guardia imperial la consideraban como su reina. La emperatriz tuvo que dejar Ravena y refugiarse en Constantinopla, donde la acogió su sobrino Teodosio II. Ahí le sorprendió la muerte de Honorio. Pero Teodosio II demoró mucho en nombrar a un colega para reinar en Ravena, lo que en la práctica significaba que nuevamente había un único emperador para todo el mundo romano. Esto alargó el problema sucesorio del Imperio de Occidente y determinó el surgimiento de un usurpador, Juan (423-425), quien, reconocido en Ravena y controlando Italia, obtuvo un cierto grado de reconocimiento en buena parte de los territorios todavía imperiales de la época. Pero finalmente Constantinopla envió fuerzas contra él, lo © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 206 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. derrocó e hizo prisionero en Ravena, y después lo ejecutó en Aquileia. Tras esto, Teodosio II, ante la presencia del Senado de Roma, designó oficialmente como coAugusto para Occidente a Valentiniano III. 136.- El Reinado de Valentiniano III y la pérdida de África. Valentiniano III reinaría largos 20 años. Increíble para tratarse de un ineficiente monarca de un imperio en decadencia y colapso. Al igual que su padre tuvo suerte de vivir en un siglo V respetuoso de la legitimidad dinástica, y no en un siglo III donde seguramente no hubiera sobrevivido más que unos meses. Durante su minoría, entre los años 425 y 437, el poder estaría realmente en manos de su madre, Gala Placidia. Paralelamente, en este período se desencadenaría una verdadera lucha de poder entre dos capaces generales: el Conde Bonifacio, gobernador de África, y Aecio, artífice de grandes triunfos romanos contra los godos en la Galia. Aparentemente una intriga de Aecio desencadenó otra nueva catástrofe. El año 429 convenció a Gala Placidia que Bonifacio procuraba autoproclamarse emperador en África, al tiempo que, por otra parte, informaba a Bonifacio de las acciones que contra él planeaba la regente. Con esto Aecio sabía que llevaría a Bonifacio a la rebelión, lo que le permitiría desembarazarse de él. El año 429, entonces, Bonifacio, despechado, con la finalidad de usarlos en su provecho para conquistar el trono, requirió la ayuda de los vándalos, a la sazón ya asentados en el Sur de Hispania. Así que los invitó a cruzar al África. Pero las cosas tomaron un cariz muy distinto al pensado por el general rebelde. Los amigos de Bonifacio descubrieron la verdad de lo sucedido y reconciliaron a Bonifacio con la regente, aunque ésta no tomó medidas contra Aecio. Entonces fue cuando Bonifacio se percató del grave error cometido, y quiso enmendarlo, pero ya era tarde. Los codiciosos y belicosos vándalos, bajo el comando de su rey Genserico, cruzaron el Estrecho de Gibraltar e invadieron el África del Norte romana. Para el año 431 la habían conquistado casi completamente, en vista de la imposibilidad imperial de enviar tropas desde Italia. El propio Bonifacio dirigió la defensa de la ciudad de Hipona, hasta su caída en manos de los vándalos en 431 D.C. San Agustín murió en año 430 a causa de la peste durante este sitio vándalo de Hipona. Tras esto esta ciudad pasó a ser provisionalmente la capital del reino vándalo. El año 436 Genserico llegó a un acuerdo con Ravena, por el cual quedó oficialmente como delegado de Roma en África, y se le cedió el gobierno de la provincia de Numidia. El año 439 los vándalos tomaron finalmente Cartago, la gran metrópoli africana, que hasta ese momento seguía todavía bajo control imperial directo, y la hicieron la capital definitiva de su nuevo reino. Así fue como los vándalos establecieron su propio reino en una de las regiones más ricas y cultas del Imperio occidental. El nuevo reino vándalo comprendió todo el Noroeste de África, además de las islas de Córcega, Cerdeña y las Baleares, y el extremo sur de Hispania. Además, por un tiempo, hasta que les fue arrebatada por los ostrogodos, fueron dueños también de la rica isla de Sicilia. Siendo África el granero de Roma, esta conquista afectó enormemente al suministro de alimentos de la metrópoli del Tíber. El reino vándalo sería, de cualquier forma, el más fallido de los reinos germánicos en suelo romano, pues duraría muy poco, y tampoco haría un gobierno sabio. Pero © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 207 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. durante 100 años fue un Estado poderoso y rico establecido en una de las regiones más opulentas y cultas del Imperio Romano. Sus monarcas, durante la época de asentamiento en el Imperio Romano, serían: Godesiglio (hasta 406), Gunderico (407428), Genserico (428-477), Hunerico (477-484), Guntamundo (484-496), Trasamundo (496-523), Hilderico (523-530) y, finalmente, Gelimer (530-534). Es sorprendente la rapidez con que estos bravos guerreros se degenerarían al calor norafricano, volviéndose prácticamente incapaces de repeler la reconquista romana del siglo VI. Pero eso lo veremos ya más adelante. Tras esto, vino en 432 el ajuste de cuentas en Italia entre Bonifacio, regresando derrotado de África, y Aecio, proveniente de la Galia. Enfrentados en una sangrienta batalla, si bien la victoria correspondió a Bonifacio, éste murió de las heridas recibidas. Así que Aecio quedó libre, e inclusive perdonado por su enemigo, que lo reconocía como un capaz general. Pero tampoco Aecio estaba ya en buenos términos con Gala Placidia, así que tuvo que huir a Panonia a refugiarse donde los hunos. Roma había perdido así a sus dos mejores generales. Pero ante la necesidad práctica, su presencia fue nuevamente requerida en 433, y así empezó a reemplazar paulatinamente en el control gubernamental a Gala Placidia, hasta el final de la regencia de ella en 437. Aunque Gala Placidia seguiría ejerciendo cierto grado de influencia hasta su muerte en 450. De cualquier forma, a partir de 433 D.C. podría decirse que Aecio fue el hombre fuerte de Occidente. Pero tampoco Valentiniano III sería un buen monarca. No sería agradecido. Ni los triunfos de Aecio contra los bárbaros en la Galia, ni la gran victoria contra Atila, a la cual luego nos referiremos, lo salvaron del destino de Estilicón. El año 454 Aecio fue asesinado por celos por órdenes de Valentiniano III. Al año siguiente, 455 D.C. el propio emperador murió también asesinado por dos bárbaros miembros de la guardia personal de Aecio. Con la muerte de Valentiniano III se extinguiría en el Oeste la dinastía de Teodosio. 137.- La Autoridad Imperial en Occidente reducida a Italia. Ante esto, después del año 430 tan sólo sectores aislados de autoridad imperial quedaban fuera de Italia e Iliria, algunos en el Sur y Centro de la Galia y otros en Hispania, sectores que cada vez se fueron achicando más y más en la medida que pasaban las décadas. Pero en casi toda la parte occidental del mundo romano, la irrupción de los pueblos germanos, si bien desde un punto de vista teórico no afectaba la existencia del Imperio ni el respeto que le tenían los germanos, en la práctica obligó a los emperadores de Ravena a aceptar otorgarle a los invasores un status especial, como administradores de sus provincias. Además, ya no podían hacer nada para expulsarlos de ahí. Entonces, dada la incapacidad del gobierno imperial de administrar efectivamente sus provincias occidentales, las funciones gubernamentales quedaron en manos de gobernantes germanos, los cuales mantuvieron activo el sistema imperial, la estructura administrativa romana y el derecho romano para la población de lengua latina, y el derecho germánico para los nuevos conquistadores germanos. Para provincias que se habían visto arrasadas, el gobierno de los germanos, si bien no era el ideal que deseaban, al menos significó un intento de reorganizar la vida civil de la población ya romanizada. Los conquistadores germanos se quedaron con un determinado porcentaje de las tierras (generalmente entre uno y dos tercios), pero el resto continuó en manos de los terratenientes locales. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 208 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 138.- Atila, el Azote de Dios. El año 450 fue el punto definitivo de quiebre en Occidente. Ahí es cuando aparecen finalmente en el Rhin los ya mencionados hunos. Ellos, que llevaban una generación dominando Europa Centro-Oriental, decidieron pasar a lo que teóricamente era territorio romano. El origen de los hunos se pierde en las penumbras de la historia. Eran un pueblo asiático, pre-mongol, en las etapas más rudimentarias de cultura, que seguía en su etapa nómada, comía carne cruda, desconocía la agricultura, y desde luego la escritura. Por eso es que pasaron por la historia como una simple estrella boreal, sin dejar rastro escrito de su historia, más que las fuentes romanas, que relatan en detalle su crueldad y salvajismo, sólo comparable a la de sus primos mongoles varios siglos después. Desde el siglo IV ya habían iniciado procesos de conquista en Persia y en el actual espacio ruso. Atila, el más famoso de los hunos, nació alrededor del año 406. Hacia el año 432 todos los hunos, que ya dominaban amplias zonas de Eurasia, se unificaron bajo el mando de su rey Rua o Rugila. Éste murió en 434, dejando el trono conjuntamente a sus sobrinos Atila y Blesa. Esto sucedió en momentos en que los hunos atacaban al Imperio de Oriente. A través de un tratado el emperador de Oriente, Teodosio II, acordó pagarles un gran tributo, lo que determinó el alejamiento de los hunos de Constantinopla. Tras esto, Atila y Bleda procuraron invadir Persia desde el Cáucaso, pero fueron derrotados en Armenia por los persas, lo que determinó el fin de los planes de conquista de los hunos en Asia. Pero les reavivó el apetito en Europa. El año 440 los hunos reaparecieron en el Danubio Oriental amenazando al Imperio de Oriente, bajo la excusa de que los romanos habrían roto el pacto de paz. Con las fronteras del Danubio desguarnecidas a causa de los numerosos peligros del imperio (concretamente los persas en Oriente y los vándalos en el Mediterráneo Occidental), los hunos invadieron los Balcanes romanos el año 441. Para hacer fuerte a la amenaza, Teodosio II concentró en los Balcanes gran parte de sus ejércitos. Cuando se sintió fuerte, rechazó las exigencias de los hunos, y se preparó a resistir. Los hunos saquearon y destruyeron gran parte de las principales ciudades de Moesia e Iliria y llegaron a las afueras de Constantinopla, pero no se animaron a proseguir un sitio, pues no tenían los medios. Finalmente, hacia 445 D.C., se llegó a un acuerdo por el cual Teodosio II pagó a los hunos un tributo aún más contundente, y los asiáticos se retiraron. Poco después de esto Bleda falleció, por causas muy poco claras, y Atila quedó como rey único de los hunos. Hacia el año 447 los hunos volvieron a invadir territorio romano de Oriente. Los hunos vencieron a los romanos, pero sufriendo a su vez graves pérdidas. No obstante, se dedicaron al pillaje por todos los Balcanes, y llegaron justo hasta las inmortales Termópilas. Afortunadamente no pudieron seguir más al sur. Los hunos no hubieran respetado ni Atenas ni nada de la Hélade. En el intertanto los romanos, con brigadas organizadas por los propios ciudadanos, y bien dirigidas gracias a la habilidad de los generales imperiales, se prepararon para un largo sitio de Constantinopla. Esto salvó a la capital oriental. El año 448 se llegó a un nuevo acuerdo por el cual, a cambio de un nuevo tributo, los hunos dejaron el Imperio de Oriente, que no era tan débil como hubieran deseado, y se dirigieron a Occidente. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 209 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Aparentemente Atila había llegado a un acuerdo con el emperador de Ravena Valentiniano III para acabar con el estado fundado por los visigodos en Aquitania, con capital en Tolosa, que aún no era tan grande y estaba todavía limitado a esa esquina sudoccidental de la Galia. Puede haber influido en esta alianza o el hecho de que el hombre fuerte de Occidente, Aecio, había vivido un tiempo con los hunos durante el corto exilio del año 433 que ya hemos referido. Además, la hermana de Valentiniano III, Honoria, solicitó la ayuda de Atila para evitar un matrimonio forzado al que la obligaba su hermano. Esto lo interpretó hábilmente Atila como un ofrecimiento de mano de la princesa imperial, y lo usó como excusa para exigir la cesión de la mitad del imperio occidental. En el intertanto falleció de un accidente el emperador de Oriente Teodosio II, y su sucesor, Marciano, interrumpió el pago del tributo que entregaba Constantinopla. Para estos momentos el imperio huno subyugaba a la casi la totalidad de los pueblos germánicos de Europa Central y Oriental (por ejemplo, ostrogodos, gépidos, hérulos, turingios), vergonzosamente sometidos a la tiranía de un pueblo muy inferior culturalmente. Sólo quedaban fuera de su égida los pueblos germanos instalados dentro del imperio y los de la Germania Septentrional y Escandinavia. El Rhin y el Danubio eran la frontera del imperio huno, en ambos casos limitado por Roma. Se estaba gestando ya una lucha de supervivencia de toda una civilización indoeuropea, en peligro de ser transformada psicológica y sanguíneamente para siempre por la intervención huna. El año 451 se inició el ataque frontal sobre el imperio. Atila invadió la Galia Bélgica, en donde ya estaban asentados los francos. Aecio inició inmediatamente la preparación de un ejército para enfrentarlo, conformado por francos, burgundios, visigodos y galorromanos, todos unidos entre sí en el miedo al cruel enemigo. Por una última vez en la historia tropas imperiales de lengua latina, apoyadas por los francos y godos establecidos en la Galia, teóricamente todavía parte del Imperio, enfrentaron a un gran enemigo. Todo se decidió en la famosa batalla de los Campos Cataláunicos, o Chalons, el año 451, en la cual las tropas romanas y germánicas, capazmente dirigidas por Aecio, detuvieron el avance de Atila por la Galia. Desgraciadamente no hay mayores antecedentes de esta consecuencial batalla, no habiendo duda, eso sí de una amplia victoria romana, aunque no se sabe con exactitud en qué términos. En esta batalla pereció el rey visigodo Teodorico I. El hecho es que Atila, el invencible rey de los hunos, el Azote de Dios, por primera vez derrotado se retiró más allá de los límites oficiales del Imperio. Pero el año siguiente, 452, Atila, que no cejaba en sus empeños, nuevamente bajo la excusa de la mano de Honoria, reinició su ataque contra el Imperio e invadió Italia, saqueando y arrasando el Norte de la misma. Aecio no tuvo esta vez ni los medios ni los hombres para detenerlo por segunda vez. El emperador Valentiniano III huyó de Ravena, que no hubiera podido resistir un ataque tan frontal, y se refugió en Roma tras las murallas aurelianas. Atila se detuvo en el río Po, hasta donde llegó a visitarlo una embajada romana, conformada por uno de los cónsules, por el prefecto de la urbe, y por el obispo de la capital, el Papa León I El Grande, lo que significaba una delegación de las más respetadas autoridades residentes en la ciudad. Con argumentos que desconocemos, esta delegación, o bien el Papa con su majestuosa personalidad, convencieron a Atila de abandonar la campaña. Puede que consideraciones estratégicas más que sobrenaturales hayan pesado en el ánimo de huno. Son muchas las teorías y leyendas que se han forjado sobre esto. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 210 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Atila abandonó inmediatamente Italia y volvió con su gente a las tierras de la actual Hungría, donde poco después murió, el año 453, cuando todavía planeaba una nueva campaña contra el emperador Marciano en Constantinopla. Tras su fallecimiento su Imperio se desbandó, y los hunos desaparecieron de la historia. Los pueblos subyugados se rebelaron y recobraron la independencia. Entre ellos, los más importantes serían los ostrogodos. Ellos, con autorización imperial de Constantinopla, se establecieron como aliados militares en el reinado de Marciano en la región de Panonia. El siglo siguiente los vería aparecer de manera mucho más importante en la historia. Paralelamente, poco después de estos eventos tuvieron lugar en Ravena los ya mencionados asesinatos, primero de Aecio, y después de Valentiniano III. Queda en la duda qué hubiera sido de la ciudad de Roma si los hunos hubieran entrado en ella: seguramente no hubiera quedado piedra sobre piedra: la ciudad hubiera sido arrasada por una horda de salvajes asesinos sedientos de sangre. Pero el destino la salvó. 139.- Los Vándalos y el Segundo Saqueo de Roma. Al momento del fallecimiento de Valentiniano III no había en realidad nadie para sucederlo en el trono occidental. Pero un importante funcionario imperial, Petronio Máximo, se autoproclamó emperador en Ravena. Inclusive, para fortalecer su posición, casó con la viuda de Valentiniano III. Había sido rival de Aecio y muy posiblemente tuvo mucho que ver en el asesinato del mismo; tal vez hasta en la muerte de Valentiniano III. Pero Petronio Máximo alcanzó a reinar apenas poco más de dos meses, entre marzo y mayo de 455. Y en este momento reaparecen los vándalos, ahora en Italia central. La gran diferencia entre los vándalos y los otros invasores germanos residió en que aquéllos, establecidos ya en el Mediterráneo, desarrollaron un importante poder naval. Esto permitió al rey vándalo Genserico, al mando de una fuerza combinada de vándalos y beréberes, efectuar una expedición naval a Italia. Desembarcó en la península cuando Petronio Máximo -quien a la sazón se encontraba en Roma (y no en Ravena)- cumplía sus dos meses en el trono. Esto provocó el pánico en la capital, y en los tumultos encontró la muerte, asesinado, el emperador Petronio Máximo. El 22 de abril de 455, apenas tres días después de la muerte de Petronio Máximo, el rey vándalo Genserico, ingresó sin oposición a la ciudad de Roma, la conquistó y la saqueó impunemente por 14 días. Nuevamente Roma no sería defendida. Este segundo saqueo sería verdaderamente mucho más sistemático y atroz que el de los visigodos casi medio siglo antes, y dejaría para siempre en la historia el poco honroso concepto de “vandalismo”. Los vándalos se llevarían en sus barcos a Cartago todo lo que no habían saqueado en su momento los visigodos, así como los tesoros de las nuevas iglesias edificadas en el intertanto, además de miles de esclavos y rehenes, entre ellos varios miembros de la dinastía imperial de Teodosio. Pero, a pesar de todo, las construcciones de la ciudad fueron también en general respetadas. 140.- Ricimero y el Imperio Fantasma en Occidente. Tras los sucesos antes mencionados, la autoridad y prácticamente se extinguieron en gran parte de Occidente. la dignidad © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com imperiales 211 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Al tener lugar la muerte de Petronio Máximo, fue sucedido por su subordinado Avito, de origen galorromano y que a la sazón se encontraba en Tolosa en la corte visigoda. El rey visigodo y las autoridades romanas de la Galia lo proclamaron emperador y esta designación fue reconocida y aprobada por el emperador oriental, Marciano, y por el ejército. El 9 de julio de 455 hizo su entrada oficial a Roma. Pero nunca fue realmente aceptado por la población italiana. Si bien logró recuperar para su autoridad Panonia, no pudo hace nada contra los vándalos, a los cuales, si bien venció en una importante batalla naval, luego no pudo impedir que sometieron a Roma a un terrible sitio naval, que produjo gran hambruna. Y aquí aparece en la historia el nefasto Ricimero, jefe visigodo de la guardia de Avito. Hábil militar, había ayudado a Avito a derrotar en el mar a los vándalos, lo cual lo lanzó a la fama. Aprovechándose de la situación derrocó a Avito en 456 y lo obligó a abdicar. A partir de ese momento Ricimero, con el poderoso cargo de Magister Militum, jefe del ejército, se convirtió en el Hombre Fuerte del Imperio de Occidente. Pero a diferencia de su predecesor Estilicón, que ya era un romano y leal a la dinastía imperial, Ricimero sería simplemente un bárbaro hacedor de reyes. Nunca se proclamó emperador, pues sabía que, al no ser romano no tenía el piso político para hacerlo, pero gobernó los territorios que quedaban bajo control imperial (para esos momentos escasamente Italia y algunas zonas aisladas de la Galia e Hispania) como si efectivamente lo fuera. El emperador de Oriente no tuvo más que aceptar esta circunstancia fáctica. Ricimero enfrentó dos posibilidades, ambas convenientes para él: o quedar como gobernante y administrador imperial de Italia en representación de un emperador romano único residente en Constantinopla, o mantener una sombra de corte imperial en Occidente a la cual controlar. Optó por la segunda opción. Después de 456 y hasta 472 se sucedieron una serie de gobernantes títeres o usurpadores, designados en su gran mayoría por el germano Ricimer, y reconocidos por el ya muy servil Senado de Roma, aunque no siempre legitimados a través del reconocimiento oficial de Constantinopla. Derrocado Avito, durante un tiempo estuvo vacante la sede imperial de Ravena, de forma que sólo seguía en funciones un emperador, León I, en Constantinopla. Hasta que en 457 Ricimero designó emperador a Julio Valerio Mayoriano. Pero éste nunca logró el reconocimiento del emperador de Oriente, y además, habiéndose demostrado demasiado capaz militar y administrador para los fines de Ricimero, fue derrocado y asesinado por éste en 461. La siguiente designación recayó en Libio Severo, quien reinó entre 461 y 465, pero nunca fue reconocido por Constantinopla. Las razones de su muerte no son claras. A su muerte se abrió un nuevo interregno de 16 meses. El año 467 asumió el trono de Ravena Procopio Antemio, quien sí fue reconocido y apoyado por León I de Oriente, y hasta casó a su hija con Ricimero. Consecuentemente el comienzo de su reinado fue muy auspicioso. El año 468 las fuerzas coaligadas de Constantinopla y Ravena iniciaron una expedición para desalojar a los vándalos de la estratégica África, pero la expedición terminó en fracaso en Cartago. Después de esto, el año 470 Antemio perdió el control psicológico de sí mismo y se convirtió en un peligro, lo que determinó que Ricimero –su yerno- se alzara contra él. Durante 5 meses hubo una lucha de poder entre el emperador legítimo y su hombre fuerte, hasta que Ricimero conquistó Roma y ejecutó a Antemio, el año 472. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 212 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Tras esto, Ricimero proclamó como emperador a Anicio Olibrio, casado con Placidia, hija de Valentiniano III, y a quién León I había enviado a Roma desde Constantinopla para mediar en el conflicto entre Antemio y Ricimero. Éste sería el último acto político de Ricimero, pues falleció muy poco después. Pero Olibrio alcanzó a reinar sólo unos meses de 472, falleciendo muy rápidamente, aparentemente de muerte natural. Al morir Ricimero, dejó su cargo de Magister Militum a su sobrino burgundio Gundebaldo. Pero éste no ejerció por mucho tiempo el poderoso cargo, pues en 473 lo abandonó para convertirse oficialmente en rey de los burgundios. De cualquier forma, en 472 correspondió a Gundebaldo designar al sucesor de Olibrio. El nuevo emperador así nombrado fue Glicerio, quien reinó entre 473 y 474. Pero ni Olibrio ni Glicerio habían sido reconocidos por Constantinopla. A los ojos del emperador de Oriente eran simples usurpadores. Así que en 474 el emperador de Oriente designó formalmente como emperador occidental al romano-dálmata Julio Nepos, el cual, con auspicio oficial, se apoderó de Ravena, destronó a Glicerio, y pasó a ocupar el trono ya espectral de Occidente. Julio Nepos reinaría en la práctica en Italia hasta 475, siendo reconocido por el Senado de Roma. En realidad sería el último co-emperador oficial en Occidente. El año 475 el jefe de las tropas, el germano Orestes, derrocó a Julio Nepos y entronizó en el poder a su propio hijo, de madre romana, el ya famoso Rómulo Augusto, apodado Augústulo. Pero este golpe palaciego en Ravena no fue reconocido por el emperador de Constantinopla. De hecho Julio Nepos, quien se refugió en Dalmacia, siguió considerándose emperador legítimo y ejerciendo soberanía en dicha provincia hasta su muerte en 480. Después volveremos sobre esto mismo. 141.- Odoacro y la Disolución del Imperio de Occidente. Como ya hemos visto, para el último cuarto del siglo V la autoridad imperial en Occidente, efectivamente hablando, comprendía sólo Italia e Iliria, más probablemente algunas regiones aisladas de la Galia. El último emperador residente en Ravena sería el ya mencionado niño Rómulo Augusto, apodado Augústulo, hijo de Orestes. Mucho se ha comentado que este joven usurpador casualmente portaba nombres que eran mucho para él: Rómulo, del legendario fundador de Roma, y Augusto, del nombre del primer emperador, y para ese entonces, título imperial. Mucho se ha dicho que fue el último emperador romano. Si bien esto no fue así, pero las tradiciones equívocas cuesta corregirlas. El hecho es que en el famoso año 476 D.C. un jefe bárbaro, Odoacro, a quien su tropas multinacionales habían declarado como primer rey germánico en suelo italiano, se apoderó de Ravena, dio muerte a Orestes y destituyó a Rómulo Augústulo como emperador; se atribuyó el gobierno personal de Italia, y reconociendo la soberanía del emperador de Constantinopla, negoció se le aceptara como administrador imperial para la península. En otras palabras, tomó la alternativa que Ricimero había rechazado 20 años atrás. Aunque ahora pueda parecer raro, este cambio fue tan mal mirado por los romanos de la época, pues ya estaban conscientes de las calamidades que traía tener emperadores sin poder residentes en Italia, manejados como títeres por caudillos germanos. Preferían el orden que les daría un gobierno germano fuerte que reconociera la soberanía del ahora único emperador de Constantinopla. Guardando las formas, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 213 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Odoacro forzó a Rómulo Augústulo a abdicar ante el Senado de Roma, y el Senado reconoció como emperador único a Zenón, reinante en Constantinopla. Podrá decirse que, en la práctica, el Imperio de Occidente prácticamente se autodisolvió voluntariamente. De cualquier forma, el emperador de Oriente, Zenón, continuó reconociendo como coemperador legítimo de Occidente a Julio Nepos, hasta que éste murió hacia 480 en Dalmacia. A partir del año 480, al dejar de existir el Emperador de Occidente, la dignidad imperial, en todo el mundo romano, pasó a recaer exclusivamente y para todos los efectos en el emperador de Constantinopla. El sería, en adelante, el único y verdadero emperador romano, y así lo reconocerían el Senado y el pueblo de Roma, y las poblaciones latinas y germánicas de la parte occidental del Imperio, aunque su autoridad efectiva quedaría en un principio reducida sólo a los Balcanes hasta el Danubio, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto, esto es, a la parte oriental del Imperio. Entonces en el siglo V D.C. no “cayó” ni dejó de existir el Imperio Romano; ni “cayó” ni dejó de existir el Imperio de Occidente. La autoridad imperial simplemente se desquebrajó en Occidente, y cuando la crisis llegó a Italia, por simple evolución natural dejó de existir un emperador en Ravena, y la autoridad imperial única para todo el mundo romano, inclusive formalmente para las provincias controladas por los bárbaros, recayó en el emperador romano ahora único, residente en Constantinopla. Podría decirse que en ese momento se volvió a fusionar una sola persona la dignidad imperial. Pero, de cualquier forma, el año 476 D.C. y la deposición de Rómulo Augústulo forman ya parte inseparable de nuestra psiquis. 476 D.C., como fecha convencional del Fin del Imperio Romano en Occidente es entendida de manera extendida, tanto por historiadores como peor neófitos, como el fin de la Antigüedad Clásica y el comienzo oficial de la Edad Media. Ya sabemos que no todo fue tan así, pero la fecha, para bien o para mal, esta ineludiblemente asociada a nuestro acervo cultural, y no vale la pena tratar de demeritarla por innecesario purismo histórico. 142.- El Gobierno de Teodorico en Italia. Ya instalado Odoacro en Ravena, logró consolidar por un tiempo su poder. Muerto en 480 en Dalmacia Julio Nepos, Odoacro invadió la que para entonces era la última provincia libre del Imperio de Occidente, y la anexó a su reino. La realidad es que Odoacro hizo un gobierno sumamente moderado y justo, y que fue muy benéfico para sus gobernados. Pero su reinado en Italia no sería largo. Su poder era más bien personal y estaba respaldado por bárbaros de distintas nacionalidades, prácticamente tropas mercenarias, sin constituir un reino propiamente “nacional”. Y no contaba con la venia del emperador. Ésta sería la debilidad del régimen personal de Odoacro. Paralelamente, entre los años 474 y 487, el emperador oriental Zenón tuvo que enfrentar en los Balcanes problemas con los belicosos ostrogodos, y esto coincidió con una guerra civil entre los dos pretendientes al mencionado trono germánico. Uno de estos pretendientes era quien después pasaría a la historia como Teodorico El Grande, quien durante su infancia, en el reinado de León I, había vivido en Constantinopla como rehén imperial. La guerra civil fue larga y se desarrolló principalmente en territorio romano, y recién concluyó en 481. En este momento Teodorico se convirtió en rey único de todos los ostrogodos. Y pasó a ser un serio problema para el imperio, especialmente por su brillantez y elevada educación, que lo diferenciaba ampliamente © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 214 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. de todos los demás monarcas germanos de la época. El año 486 los ostrogodos de Teodorico sitiaron Constantinopla, con grandes complicaciones para Zenón. Es aquí entonces cuando Zenón llegó al histórico y brillante acuerdo con Teodorico, de entregarle el gobierno de Italia a cambio de que sacara de ahí al poco confiable Odoacro. Entonces, contando con el beneplácito imperial, en el año 488 los ostrogodos, estacionados en Panonia, ingresaron a Italia, y en 493 tomaron Ravena. Odoacro fue traicioneramente muerto y sus tropas masacradas. Tras esto, los ostrogodos establecieron, como federados del emperador, un reino particular en Italia. El cultivado rey ostrogodo Teodorico El Grande, quien gobernó hasta el año 526, se convirtió en el más famoso de los gobernantes germánicos de este período del Imperio Romano Tardío, pues efectivamente gobernó en Ravena como virrey del emperador, con títulos imperiales oficiales, inclusive llegando a ocupar el consulado (que oficialmente aun existía en el Imperio, correspondiendo uno a Occidente y otro a Oriente, muchas veces al emperador). Con los ostrogodos se reestableció el orden cívico en la ciudad de Roma, se reconstruyeron y repararon innumerables edificios, como el histórico Teatro de Pompeyo, se cuidaron los acueductos, e inclusive se mantuvieron los famosos espectáculos del Coliseo, el Circo Máximo y el Hipódromo. En Roma, al igual que en Constantinopla, las facciones verde y azul del hipódromo se convirtieron en poderosos grupos de presión de la plebe. Lo único es que el descenso de la población hizo ya imposible repletar estas construcciones. Sólo las peleas de gladiadores habían quedado descontinuadas en Roma desde el reinado de Honorio (en Constantinopla lo serían desde el año 494). El Senado y las autoridades municipales tradicionales romanas continuaron su labor. Todavía el Senado participaba en la elección de los Papas, lo que demuestra todavía en ese momento la primacía de las instituciones civiles sobre las religiosas. Disposiciones especiales protegieron los monumentos del saqueo. Después de tantas guerras e invasiones Italia fue sabia y ordenadamente gobernada por los ostrogodos, de acuerdo al doble sistema de co-gobierno romano-germánico que ya hemos mencionado, manteniendo las instituciones romanas funcionando, con derecho romano para los italianos y derecho germánico para los godos; los godos en el ejército y los romanos en el servicio civil. Entre otras cosas, recuperó para Italia el gobierno de la zona de la Provenza, entonces en poder de los burgundios, y de la importante isla de Sicilia, bajo control de los vándalos. Asimismo administró las provincias ilíricas y protegió la frontera de Panonia de los enemigos externos. Italia vivió con Teodorico y período de tranquilidad y normalidad tales que llegó a parecer que el viejo orden romano se había reconstituido plenamente. Fungió, prácticamente, como un co-emperador occidental de raza germánica, con dominio efectivo sobre Dalmacia, Panonia, Italia y Sicilia, y respetado como un superior por los demás monarcas germánicos asentados en la parte occidental del Imperio, que aún se sentían a sí mismos como meros administradores y delegados imperiales en regiones de un Imperio Romano que, a pesar de todo, seguía legalmente funcionando como un concepto que se negaba a desaparecer. Es más, dado que su hija se casó con el rey visigodo Alarico II, y siendo abuelo de Amalarico, Teodorico llegó a ejercer la regencia sobre el reino visigodo hasta su muerte en 526. Si su nieto Amalarico hubiera sobrevivido, posiblemente habría heredado los territorios visigodos y ostrogodos del Imperio Occidental y quién sabe cuál hubiera sido el destino de los mismos en un orden de continuidad histórica y paz. Tal vez la Antigüedad Tardía nunca © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 215 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. hubiera dado lugar a la Edad Media y la civilización habría continuado su curso. Pero no fue así, infortunadamente. Muerto Teodorico lo sucedió en el trono gótico-italiano su nieto Atalarico, vástago de su hija mujer Amalasunta, la cual condujo una muy acertada regencia por 8 años, hasta la muerte de Atalarico en 534. Pero Amalasunta era demasiado cultivada para el gusto de los rudos godos, muy letrada en latín y griego. Su cercanía con los dominados italianos enajenó a sus súbditos godos. Casó con su primo Teodato, a quien convirtió teóricamente en rey, aunque manteniendo ella las riendas del poder. En 535 Teodato, apoyado por la nobleza gótica, dio un golpe de Estado y alejó a su prima del poder, exiliándola a una isla en el lago de Bolsena, donde poco después murió asesinada. Pero Teodato necesitaba la anuencia y sanción del emperador –que para entonces era Justiniano- para legalizar su posición. El emperador tuvo así la excusa para negar el reconocimiento y enviar a su general Belisario –que en ese momento estaba derrotando en África del Norte a los vándalos- a emprender el restablecimiento directo de la autoridad central en Italia. Para ello tendría el apoyo del Senado de Roma, del Papa y de la población católica de Italia. 143.- La Dinastía de Teodosio I en Oriente. Habiendo visto en los capítulos precedentes la evolución histórica del Imperio Occidental durante el conflictivo siglo V, toca ahora girar nuestra atención hacia la porción oriental del Imperio Romano. Pero, a diferencia de Occidente, la historia del Imperio Oriental durante este período sería mucho más pacífica. Algunas peligrosas y dañinas incursiones bárbaras y guerras fronterizas contra los persas, y más de algún cruel golpe palaciego, pero nada tan traumático como lo que sucedía en la porción latina del imperio. Los bárbaros no fundarían reinos propios en Oriente y las incursiones persas serían rechazadas. En otras palabras, en Oriente el Imperio Romano sobreviviría intacto, resistiendo la avalancha de enemigos, en espera del momento de poder contraatacar. Cuando Arcadio asumió el trono de Constantinopla a la muerte de su padre Teodosio I, en el año 395, ya era adulto. Contaba con aproximadamente 18 años, a diferencia de su hermano Honorio, que era simplemente un infante. Entonces, no cayó bajo la tutela de Estilicón. Pero Arcadio sería igualmente un débil gobernante, sujeto a la autoridad de dos hombres fuertes: uno de ellos sería el prefecto Rufino, de origen galorromano, enemigo declarado de Estilicón, y a cuya muerte a fines de 395 D.C. ya nos hemos referido; el segundo fue el nefasto eunuco Eutropio, muerto en 399. Después tendría gran preponderancia su esposa, Aelia Eudoxia, hasta el fallecimiento de ella en 404. Tras esto, el control de imperio quedó en manos del prefecto Antemio. Muchos de los acontecimientos del reinado de Arcadio, como las correrías de los germanos por el Imperio de Oriente, ya los hemos relatado previamente, por lo que no es necesario repetirlos. Muerto Arcadio el año 408, fue sucedido por su hijo Teodosio II, quien reinaría por largos años, hasta 450. Le tocaría ver el desmoronamiento completo del Imperio en Occidente, mientras que su propio trono, si bien amenazado, lograría sobreponerse y subsistir. Al heredar el trono, Teodosio II tenía sólo 7 años, de forma que gran parte de su niñez el poder efectivo siguió en las manos del capaz prefecto Antemio. Una de las primeras actuaciones de la regencia de Antemio, en nombre de Teodosio II, fue la importante ampliación del área urbana de Constantinopla, para la cual se © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 216 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. construyó una nueva muralla tierra adentro, de 6,5 kilómetros de extensión desde el Cuerno de Oro –la bahía alargada prácticamente cerrada en la ribera norte de la ciudad- hasta el Propontis o Mar de Marmara, la llamada Muralla Teodosiana. Las obras de esta nueva y grandiosa muralla empezaron en 408 y concluyeron en 413; en 447 y 448 dos terremotos causaron graves daños, por lo cual, como protección contra Atila, fueron reparadas por el mismo Teodosio II, en un plazo récord de 60 días. Así, serían dañadas y reparadas por múltiples causas, vez tras vez, por más de 1.000 años. Son, sin lugar a duda, las murallas defensivas más inexpugnables que recuerda la historia. Ni siquiera la Gran Muralla China se compara a ellas en efectividad. El año 414 Antemio fue reemplazado en la regencia por Pulqueria, hermana mayor de Teodosio II. Ella continuó en el poder cuando en 416 Teodosio fue declarado mayor de edad. En realidad, hasta el año 435 D.C., en que fue alejada del poder, ella sería la influencia dominante en la corte de Constantinopla. Entre 421-422 Teodosio, piadoso cristiano, organizó una guerra contra los persas, que perseguían a los cristianos. Pero tuvo que llegarse a una paz con Persia cuando casi inmediatamente los hunos comenzaron a amenazar a Constantinopla. Por estos años tuvieron lugar los acontecimientos relativos a la muerte de Honorio, la fuga de Gala Placidia a Constantinopla, y la entronización en Ravena de Valentiniano III, que ya hemos relatado previamente. Así que a partir de la muerte de Honorio, Teodosio II pasó a ser en realidad el Augusto supremo de todo el Imperio Romano, teóricamente facultado para designar a sus colegas de Ravena. Ya nos hemos referido a este tema. En 429 Teodosio II estableció una comisión para recopilar el Derecho Romano surgido con posterioridad a la época de Constantino I. Si bien el trabajo quedó inicialmente inconcluso, una segunda comisión terminó la labor, y en 438 vio la luz el llamado Codex Theodosianus o Código de Teodosio, redactado todavía en latín, que sería la base para el aun más famoso Corpus Iuris Civilis de Justiniano, un siglo después. A partir de la década del 440 los hunos de Atila hicieron aparición, reiteradamente por los Balcanes, amenazando Constantinopla. Ya hemos relatado estos acontecimientos. También hemos señalado que, ante la magnitud de las murallas de Constantinopla, Atila desistió de sitiar la capital oriental, y se dirigió a Occidente. Después, cuando en 439 las fuerzas combinadas de Ravena y Constantinopla preparaban una escuadra para expulsar a los vándalos del África romana, viendo la debilidad de las fronteras orientales, los hunos se lanzaron nuevamente contra el Imperio de Oriente. Ya hemos visto como se solucionó este tema. El año 450 falleció Teodosio II, como consecuencia de un accidente de caballo. Así que el poder De Facto fue asumido por su hermana Pulqueria, que el año 449 había sido recibida de nuevo en la corte. Pulqueria, por razones de Estado, casó con el capaz general ilirio Marciano, al cual convirtió consecuentemente en emperador. Marciano reinaría entre 450 y 457; Pulqueria falleció en 453. Con Marciano empieza el proceso de recuperación y fortalecimiento de la Roma Oriental. Como ya hemos visto, se atrevió a desafiar a Atila, aún y cuando – sabiamente- supo echar para atrás su atrevimiento. Se concentró en salvar el Imperio de Oriente, lo que determinó que tuviera que desentenderse en gran medida de los problemas de Occidente. Por ello no tomó parte en las acciones militares contra Atila en la Galia e Italia. Si bien para 453 estaba por empezar un nuevo conflicto con Atila, éste murió antes de iniciar cualquier gestión contra Constantinopla. Marciano falleció de muerte natural el año 457. Hasta el día de hoy subsiste en Constantinopla la Columna de Marciano, erigida en su honor en 455. Con Marciano concluyó entonces en © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 217 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Oriente la Dinastía de Teodosio. Su matrimonio con Pulqueria había sido simplemente por razones de Estado, y nunca se consumó, por las convicciones religiosas de la emperatriz. Consecuentemente, no tuvieron herederos, y Pulqueria tampoco tenía hijos previos. 144.- La Dinastía Leóntida o Tracia. Fallecido Marciano, fue elevado al trono León I El Tracio, quien gobernaría entre los años 457 y 474. Su coronación fue la primera en la que participaría el Patriarca de Constantinopla. Una de las más importantes acciones del emperador fue deshacerse en 469 de Áspar, el poderoso Hombre Fuerte del momento, de origen álano. Durante el reinado de León I los Balcanes fueron devastados por las invasiones de los ostrogodos y otros pueblos, pero ninguno fue capaz de superar las imbatibles murallas de Constantinopla. Como ya hemos visto León I hizo valer su influencia en la parte Occidental del Imperio, y ejerció ampliamente su derecho a designar a sus emperadores colegas de Ravena, por sobre los designios de Ricimer y varios usurpadores. Además, el año 468 lanzó una fallida campaña militar para desalojar a los vándalos de Cartago. Finalmente, el emperador murió de muerte natural, ya mayor, el año 474. Fue inmediatamente sucedido por su nieto León II, de apenas 7 años, que alcanzó a reinar sólo unos meses del mismo año. Consecuentemente, el trono pasó entonces a Zenón, padre de León II y casado con Ariadna, hija de León I. Zenón era originario de la región de Isauria, en las montañas del Tauro entre Asia Menor y Siria, siendo entonces miembro de un salvaje pueblo de montañeses relativamente tocados por la civilización grecorromana, aunque católicos. De hecho, puso su seguridad en manos de solados isaurios de su plena confianza, lo que le ganó la enemistad de la población de Constantinopla. No obstante Zenón logró importantes triunfos diplomáticos, como una paz con los terribles vándalos norafricanos. En 475 D.C., a poco de comenzar su gobierno, una rebelión organizada por su suegra Verina lo hizo huir a Isauria, mientras en Constantinopla se procuraba instituir como emperador a Patricio, amante de Verina. Zenón huyó a Isauria con su esposa Ariadna, y ahí logró recuperar sus fuerzas. En el intertanto, en Constantinopla la revolución degeneraba y el hermano de Verina, Basilisco, se hacía del trono y ejecutaba a Verina y a Patricio. Pero el gobierno de Basilisco en la capital no fue largo. Se había hecho odiar por razones políticas y religiosas. En 476 Zenón volvió con su ejército a las puertas de Constantinopla y el Senado le abrió las puertas. Tras esto Zenón quedó oficialmente repuesto. En esto tuvieron lugar los ya relatados acontecimientos que condujeron a la eliminación definitiva de la figura del co-Augusto occidental. Julio Nepos siguió siendo considerado por Zenón como colega De Iure occidental, hasta su muerte en Iliria en 480. Tras esto, Zenón quedó como el único emperador de todo el mundo romano, reconocido así en todas las regiones del Imperio, inclusive en las controladas por los germanos, aunque con su autoridad efectiva restringida sólo a la mitad oriental del mismo. En su persona se reunificó legalmente el Imperio Romano. Y ya nunca más –o por lo menos hasta tiempos de Carlomagno- habría un colega imperial occidental ni en Roma ni en Ravena. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 218 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. En 479 Zenón debió hacer frente en Constantinopla a un alzamiento dirigido por Marciano, hijo del difunto emperador occidental Antemio y nieto del también difunto emperador oriental Marciano. Esta revuelta fue fácilmente aplacada por Zenón. Entre 484 y 488 tuvo que lidiar también con otra revuelta en Asia Menor. En el intertanto, entre los años 474 y 487 Zenón debió enfrentar problemas con los belicosos ostrogodos, de lo cual resultó, como ya hemos relatado, el arreglo por el cual Zenón acordó con Teodorico El Grande concederle el gobierno de Italia, a cambio de que expulsara de Ravena a Odoacro. Además, a raíz del “Acta de Unión” de 481, Zenón tuvo que hacer frente a un importante conflicto religioso interno derivado de los intentos de llegar a un compromiso entre las diversas facciones cristianas en lo relativo a la naturaleza de Cristo. Igualmente, en 484 tuvo que sofocar una importante revuelta religiosa de los samaritanos, entonces todavía un importante grupo religioso hebreo en la parte Norte de Palestina. Zenón murió finalmente, de muerte natural, el año 491, tras lo cual, su viuda, Ariadna, determinó designar emperador a Anastasio I, a quien prefirió por sobre Longino, hermano de Zenón. Anastasio I reinaría entre 491 y 518 D.C. Poco después de la ascensión, para legitimar la sucesión, Ariadna contrajo matrimonio con él. Durante los primeros años, entre 492 y 497, Anastasio I tuvo que pelear una cruel guerra civil con los isaurios partidarios de Longino, la llamada Guerra Isauria. Si bien la parte principal de la guerra terminó en 492, hasta la victoria definitiva de Anastasio, en 497, siguió en las montañas del Tauro una cruel guerra de guerrillas. Posteriormente, entre los años 502 y 505 tuvo lugar una nueva guerra contra Persia, que desgastó a ambos imperios. En el intertanto, a causa de estas guerras, los Balcanes, casi desprotegidos, fueron arrasados por los ávaros y los recién llegados eslavos. Para establecer una contención externa contra estos nuevos invasores es que el emperador estableció, o por lo menos reacondicionó, la llamada Muralla de Anastasio, un muro defensivo de aproximadamente 56 kilómetros de largo, desde el Propontis o Mar de Marmara hasta el Mar Negro, una especie de Muralla de Adriano tracia, pero menos efectiva. Dado su desmedido largo y lo difícil de defenderla, aparentemente fue abandonada hacia el siglo VII. Anastasio I murió finalmente sin hijos el año 518. Con él terminó una dinastía de hombres muy capaces. Pero vendría otra que nuevamente daría lustre al Imperio Romano. 145.- La Supervivencia del Estado Romano en Oriente. Como ya hemos visto, en algún momento difícil de determinar, bien en el año 476, o en el 480, la autoridad imperial romana quedó unificada en una sola cabeza, residente en la Nueva Roma, pero con su poder efectivo restringido a la mitad oriental del Imperio, con una autoridad simplemente nominal en la península itálica, y prácticamente ignorada en Noráfrica, Hispania y la Galia. En Britania y las regiones al norte de los Alpes el nombre del emperador ya ni siquiera era escuchado. Lo increíble es como en estas circunstancias el Imperio Romano, acosado por todos lados y en gran medida desmembrado, lejos de desaparecer definitivamente, logró ingeniárselas para lograr una brillante recuperación, que a la larga le daría un respiro para mantenerse por 1.000 años más. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 219 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Durante las décadas que siguieron al derrumbe imperial en Occidente, en el Este la supervivencia del Estado romano se debió en gran medida a que las invasiones germánicas fueron de una forma u otra desviadas a territorio occidental. No es que el Imperio de Oriente fuera más sólido ni poderoso, sino que logró mantener su integridad propia, sin depender de los recién llegados germanos. El derrumbe del Occidente romano fue consecuencia de una reacción en cadena, en que cada ingreso de germanos al Imperio traía consigo una mayor dependencia imperial de estos nuevos pueblos, y una disminución del propio sistema de autodefensa romano. El Imperio oriental pudo dominar esta situación, y mantener, especialmente en las conflictivas regiones danubianas, el control de la frontera, bien por medios militares, bien por medios de tributos o pagos económicos. En el Imperio de Oriente nunca se interrumpió la administración imperial ni el sistema de impuestos, el comercio continuó como antes, los caminos y las rutas marítimas no se vieron mayormente afectados, a diferencia del Occidente, en que cada día el Imperio perdía más recursos fiscales y sus ciudadanos se empobrecían por las invasiones y pérdidas de tierras, y por la inseguridad general que afectó, primero a las provincias fronterizas, y luego al resto de las provincias. El círculo vicioso que afectó a Occidente en gran medida no se desarrolló en Oriente. Ahora bien, el Imperio de Oriente tuvo que luchar ininterrumpidamente contra el enemigo secular del poder grecorromano en el Este, el Imperio persa, enfrentando feroces guerras fronterizas en el Éufrates, Mesopotamia y Armenia, pero en ese frente de batalla las tropas imperiales lograron mantener estable la frontera romana. Por todo lo anterior, la estructura estatal romana permaneció sana en su mitad oriental. Este Status Quo, entre un Oriente imperial y un Occidente administrado por reyes germánicos, duró en tanto el gobierno de Constantinopla estuvo a la defensiva y debilitado. Pero en el curso del siglo VI la situación comenzó a cambiar. 146.- Justiniano I El Grande y Teodora. Fallecido Anastasio I sin sucesión en 518, logró hacerse del trono sin violencia el jefe de la guardia de palacio, Justino I. De origen muy humilde de una familia de habla latina de Tracia, era analfabeto y hablaba muy poco griego. Versado en temas militares pero no políticos, se rodeó de capaces asesores, uno de los cuales sería su sobrino Justiniano. El año 526 la salud de Justino I empezó a decaer, así que asoció al trono como co-emperador a Justiniano. Esto facilitó mucho la sucesión, de modo que al morir Justino en 527, ascendió automáticamente al trono imperial Justiniano I, apodado El Grande. Éste, nacido en Iliria, sería el último emperador romano que hablaría todavía el latín como su primer idioma. El nuevo emperador, además de ser un hábil gobernante, tuvo en su favor grandes ventajas de las que habían carecido emperadores anteriores. Al momento de su coronación como Augusto, Justiniano dio el inusual paso de coronar como co-Augusta a su esposa, la emperatriz Teodora (500-548), una de las monarcas cónyuges más geniales que recuerda la posteridad, y ciertamente la más brillante de toda la historia de Roma. Era una mujer de un origen muy humilde, posiblemente greco-chipriota, y de un pasado no sólo obscuro, sino que inclusive conocidamente turbio, que ya en el trono se encargaría de hacer olvidar. A diferencia de su marido, que era ferviente católico, ella era decididamente monofisita. Gracias a su influencia se expidieron importantes leyes sociales protectoras de las mujeres. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 220 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. No fue en sí una mujer maligna, pero sí una que utilizó todos los medios a su alcance para mantenerse junto a su marido en el trono, para destruir a sus enemigos, y para favorecer a sus leales. No obstante, los antecedentes dan a entender que en su papel de emperatriz fue fiel a su marido, y una brillante consejera política. En el manejo de las intrigas del poder, ella fue el poder detrás del trono, utilizando un amplio conocimiento de la ciencia política y de la naturaleza humana. Pocas veces una mujer de tan bajo estrato resultó tan capaz como mujer de un gobernante. Es famosa la anécdota cuando, el año 532, a raíz de los enfrentamientos entre las violentas facciones verde y azul del hipódromo de Constantinopla, los llamados Motines de Niká, resultó una rebelión del populacho de la ciudad contra el gobierno, que tuvo a Justiniano contemplando la posibilidad de huir de la ciudad. Sólo la firme determinación de Teodora convenció al emperador de mantenerse en el palacio y ordenar a las tropas sofocar la rebelión. Pero, además, Justiniano, que nunca fue un estratega militar, contó con dos de los generales más brillantes de la historia romana. Uno fue el más que famoso Belisario (500-565), cuyo único punto gris fue su esposa, amiga de Teodora, pero que nunca supo poner límite a sus escándalos. Aparentemente, cuando Belisario decidió poner final a las humillaciones que recibía a causa del comportamiento poco decoroso de su esposa, una actitud vengativa de Teodora lo alejó del mando militar y de la confianza del emperador. El otro sería el armenio romanizado Narsés (478-573), enemigo político de Belisario, y quien a pesar de su condición de eunuco y de su ya avanzada edad, demostró una capacidad militar prácticamente igual a la de aquél. En estas circunstancias, Justiniano fue el hombre llamado a reconstruir la gloria del Imperio Romano. El reinado de Justiniano ha llegado a nosotros en mucho detalle gracias a las obras del historiador Procopio de Cesarea (500-565), un gran historiador greco-parlante de Palestina. En sus celebres obras Historia de las Guerras (que en cuatro volúmenes relata La Guerra Persa, La Guerra Vándala y La Guerra Gótica) y Sobre los Edificios plasmó en detalle las hazañas militares y arquitectónicas del emperador, en un tono de panegírico y eulogia de Justiniano y Teodora. Pero para después de su muerte dejó un libro llamado la Historia Secreta, en el cual relató los aspectos más sórdidos, a los cuales no se atrevió a referirse en vida, del gobierno de la célebre pareja imperial. Pero no sólo por sus reconquistas militares destaca el largo reinado de Justiniano. Son de resaltar también la labor arquitectónica y la recopilación legislativa. Y sus obras siguen vigentes hasta el día de hoy. 147.- San Vitale y Santa Sofía. Del arte de su época sobrevive en tierra cristiana, incólume e intocada todavía, la hermosa iglesia de San Vitale, en Ravena, cuyos soberbios mosaicos dan una idea bastante realista del emperador Justiniano, de la emperatriz Teodora, y del boato de la corte imperial del siglo VI, en un estilo ya mucho más cercano al decorado oriental que a la simpleza helénica y romana. Pero, desde luego, la más grande de sus obras, hasta hoy una joya arquitectónica inigualable, es la “Gran Iglesia” de Santa Sofía en Constantinopla. En realidad el nombre original griego es Hagia Sophia (Άγία Σοφία), referente al concepto griego de sophos, y no a un nombre femenino. Por lo tanto, la correcta traducción al castellano © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 221 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. es el de Iglesia de la Santa Sabiduría, pero ello no obsta que diversos autores, junto con este nombre correcto, utilicen también la forma ampliamente popularizada, y muy hermosa por lo demás, de Santa Sofía. La construcción de la que sería el principal templo de Constantinopla y de todo el Cristianismo empezó el año 532 y concluyó en 537. Basada en la estructura de una basílica romana, mostró ya las nuevas tendencias orientalizantes de lo que posteriormente sería conocido como el “arte bizantino”. Su cúpula, la más grande del mundo, representó un colosal esfuerzo de ingeniería, y aunque se derrumbó parcialmente varias veces a causa de terremotos, la última reparación todavía es de la época cristiana. Sus mosaicos cristianos son visibles hasta hoy, gracias a que tras la conquista turca de la capital romana, en vez de ser destruidos, por rapidez práctica fueron recubiertos con yeso por los nuevos amos musulmanes. Durante mil años Santa Sofía fue el símbolo del Imperio de Oriente, de la versión griega del Cristianismo, y de una riqueza cultural inimaginable en el Occidente medieval latino-germánico. Esto en tiempos que Roma todavía no tenía una Basílica de San Pedro que pudiera siquiera asemejarse a Santa Sofía. 148.- El Corpus Iuris Civilis. El otro gran legado del gobierno de Justiniano es la recopilación y codificación que él mandara hacer del Derecho Romano, que para ese momento era ya una serie de disposiciones dispersas, muchas veces contradictorias, de épocas muy diversas. El resultado de esta labor legislativa, que ha permitido que una estructura ordenada del Derecho Romano llegue hasta nosotros, fue el llamado Corpus Iuris Civilis, un verdadero código homogéneo de disposiciones, doctrina y jurisprudencia cuya validez fue refrendada por el emperador. La labor fue encomendada al jurista Triboniano y a los profesores de la afamada escuela de jurisprudencia de Berito (Beirut), la mejor del Imperio. Esta sería una de las últimas obras emitidas por un emperador romano redactadas en latín. Ya para esos momentos el idioma griego estaba reemplazando también en la etiqueta imperial al latín como idioma de uso oficial. Para el reinado de Heraclio, 100 años después, el griego era definitivamente declarado idioma oficial de la administración imperial. De cualquier forma, el derecho romano, en traducción al griego, siguió rigiendo la vida del Imperio de Oriente hasta el mismo momento de su final. 149.- Las Reconquistas de Justiniano: Belisario y Narsés. El primer gran triunfo de las armas de Justiniano se obtuvo en el frente del Éufrates, en la cruenta guerra que entre 527 y 531 enfrentó a romanos y persas. En 530, bajo las órdenes de Belisario, las fuerzas romanas derrotaron en toda la línea a los persas; una derrota posterior en 531 llevó a una paz negociada romano-persa, la llamada “Paz Eterna”, que no fue tan eterna. Pero las victorias romanas permitieron el mantenimiento de la paz y las fronteras históricas en el Este, que dejó libre el camino, y resguardadas las espaldas, para la reconquista del Occidente. En 532 Belisario dirigió las tropas imperiales que aplacaron a sangre y fuego la ya mencionada Revuelta de Niká. Tras esto, habiéndose calmado la situación interna, Justiniano y Belisario pudieron enfocarse al Mediterráneo Occidental. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 222 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El próximo paso fue el África romana, que desde hacía ya 100 años languidecía bajo el dominio de los vándalos arrianos. Al benigno clima norteafricano, el espíritu combativo de los vándalos se diluyó en el curso de tres generaciones. Los otrora guerreros vivían ahora como terratenientes en villas romanas, gobernando a una pacífica población católica mayoritariamente de habla latina, que mantenía la prosperidad de las provincias africanas. El año 533 las tropas de Belisario iniciaron la reconquista de la región, y retomaron Cartago. En el curso del 534 los vándalos fueron definitivamente derrotados, y se les permitió una salida ordenada y honrosa del África romana. Cruzaron el estrecho de Gibraltar y por alguna razón inexplicable, desaparecieron de la historia. Consecuentemente, Libia, la provincia de África y Mauritania volvieron a depender en forma directa del emperador. Desde Ceuta las tropas imperiales pasaron en 554 a Hispania, y recuperaron de los visigodos el Sur de la península. Se estableció una provincia con capital en Córdoba. La reconquista imperial se hizo pronto extensiva a las islas del Mediterráneo occidental dependientes del reino vándalo, tales como las Baleares, Cerdeña y Córcega. El año 535 empezó la reconquista de Italia, a través de una larga guerra que concluyó definitivamente sólo en 554. Ya hemos comentado el antecedente de esta empresa. A pesar del condescendiente dominio de los ostrogodos, la población local estaba cansada del predominio de un pueblo de menor nivel cultural y seguidor de una versión herética del Cristianismo. En un comienzo la labor de Belisario fue bastante más fácil de lo que se imaginó. Partiendo desde Sicilia, retomó Nápoles y siguió hacia el Centro de la península. Ello convenció a los godos de la necesidad de derrocar al incapaz Teodato y reemplazarlo como rey por el más marcial Vitiges. El punto culminante de la primera fase de la guerra fue cuando a fines del año 536 Belisario recuperó Roma, y con el apoyo del Papa, del Senado y de la todavía considerable población de la ciudad, al amparo de las Murallas Aurelianas, defendió durante más de un año la urbe del asedio de los godos de Vitiges. Fue uno de los sitios más épicos de la historia de Roma, comparable a los muchos que viviría Constantinopla. Belisario, con un ejército relativamente pequeño no italiano, aunque con apoyo de una población romana mayoritariamente no combatiente, reparó y guarneció las murallas citadinas. Esta vez la ciudad, hábilmente dirigida por un general romano, sí fue capaz de sostener un sitio y salir venturosa. Tal vez el último gran triunfo militar de su historia. Los godos, desgastados internamente por la resistencia de Roma, levantaron finalmente el sitio en diciembre del año 537. Pero este sitio resultó caro para Roma: los numerosos acueductos que abastecían de agua a la capital fueron desmantelados en ciertas partes, por obra tanto de los sitiadores como de los defensores, con lo que dejó de llegar el suministro de agua normal. Consecuencia, los baños famosos públicos de la ciudad, dejaron de funcionar para siempre; la Tumba de Adriano, convertida en fortaleza por los hombres de Justiniano, quedó en gran medida desmantelada y sus estatuas usadas como proyectiles contra los atacantes godos; Ostia, el puerto de Roma quedó arruinado; etc. La guerra siguió su curso, llegando a lo que parecía una completa victoria de las tropas imperiales. A fines de 539 Belisario tomó Ravena, y los godos se refugiaron en el Norte. Tras una corta sucesión de reyes, ofrecieron en 541 la corona al valeroso y © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 223 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. capaz Totila. Infortunadamente para la población local, cuando todavía no estaba asegurada completamente la pacificación de la península y la derrota de los ostrogodos, Belisario, seguramente por intrigas en la corte imperial, se vio con los recursos económicos cortados. En el intertanto, en 540 se reinició la guerra contra los persas. El rey persa Cosroes I, posiblemente de acuerdo con los ostrogodos, rompió la “Paz Eterna” e invadió el territorio romano, con los persas alcanzando –y conquistando- incluso Antioquía. Belisario llegó al frente oriental procedente de Italia en 541, y tras algunos éxitos fue finalmente llamado a Constantinopla en 542. Esta nueva guerra romano-persa duraría hasta 561. Los ostrogodos, no totalmente derrotados, como una fiera herida, casi milagrosamente, se levantaron bajo las órdenes de su nuevo rey Totila, y prácticamente destruyeron la obra de Belisario. Entre 542 y 543 reocuparon gran parte de la península, incluyendo Nápoles. En 546, con un ejército ya mucho menos poderoso que el de Vitiges, emprendieron lo que sería su segundo sitio de Roma. Pero esta vez Belisario no pudo coordinar adecuadamente la defensa, por encontrarse en Ravena y falto de recursos. La ciudad pasó además hambre y casi todos sus habitantes tuvieron que abandonarla durante el sitio. Ahora sí que los godos entraron a la ciudad, y en venganza la asolaron como nadie antes lo había hecho. Los godos no olvidaban lo respetuosos que en su momento habían sido con los serviles romanos y con bastante justa razón dejaron correr su furia y su frustración. Si bien aparentemente respetaron los edificios públicos, incendiaron parte de las zonas residenciales, y para evitar futuros problemas, destruyeron una extensa sección de las murallas. La ciudad fue despoblada por los godos vencedores y el Senado romano expulsado. Pero tampoco arrasaron la ciudad, como mucha gente erróneamente cree. Los ostrogodos, tras su triunfo, abandonaron Roma, dejándola despoblada y abandonada, y continuaron su campaña contra las tropas imperiales en el Sur. Belisario, que se sentía culpable de no haber podido salvar la ciudad, logró en 547 retornar a ella con su ejército, reocuparla, y reconstruir la parte destruida de las murallas. Y vendría el tercer sitio de Roma por los godos. La ciudad, ahora casi despoblada, fue defendida exitosamente por Belisario. Muchos godos reprocharían a Totila no haberla destruido cuando estuvo en su poder hacerlo. En el intertanto Belisario fue definitivamente llamado de vuelta a Constantinopla. A esto seguiría el cuarto sitio godo de Roma, en 549. Debido a la traición de algunos defensores, Totila nuevamente ocupó la ciudad. Los últimos defensores se encerraron en la Tumba de Adriano, y luego se rindieron honrosamente. Una vez vencedor, Totila procuró devolver algo de la vida normal a la ciudad, trayendo de vuelta a sus exiliados senadores y ciudadanos, reconstruyendo sus daños anteriores, e inclusive ofreció la últimas carreras que registra la historia en el Circo Máximo. Antes esto, en 551 desembarcó en Italia un nuevo ejército imperial, bajo las órdenes de Narsés, y ahora sí con medios económicos y humanos relevantes. Tras una nueva campaña este capaz estratega logró llevar a buen término la guerra. En 552 derrotó a Totila, quien murió combatiendo, cerca de Verona. Como nuevo rey godo fue elegido Tejas. Las tropas imperiales sitiaron ahora Roma, esta vez en poder de los godos, y tras cierta lucha la tomaron nuevamente. Pero los godos, en su retirada, en venganza le dieron el que sería el golpe fatal a la vieja Roma: asesinaron a todos los Senadores que cayeron en su poder, y a toda la juventud de la casta senatorial romana. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 224 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. La batalla final tendría lugar en 353 frente al Vesubio. En ella falleció Tejas. Tras esto los derrotados pero galantes y orgullosos ostrogodos negociaron con las tropas imperiales una honrosa retirada. Los restos sobrevivientes de este viril pueblo abandonaron para siempre Italia, y, al igual que los vándalos, desaparecieron de la historia. Pero para estos momentos, Italia, y Roma, habían quedado devastadas. La urbe del Tíber ya nunca más se recuperaría. La liberación de la península del suave yugo ostrogodo fue demasiado costosa. Pero la carrera militar de Belisario no había terminado. Todavía le quedaban otros grandes triunfos. El año 559 fue llamado de su retiro para combatir a un ejército de eslavos y búlgaros que cruzó por primera vez el Danubio y amenazó Constantinopla. Belisario derrotó con pocos hombres a un ejército muy superior y obligó a los invasores a retirarse al norte del limes imperial. Poco después cayó en desgracia con el emperador, pero pronto fue rehabilitado. Falleció en 565. Por su parte, Narsés, tras su gran triunfo, permaneció en Italia como administrador imperial, pero su gestión no fue muy popular. Tras la muerte de Justiniano, su sucesor Justino II lo mandó llamar de vuelta a Constantinopla, pero Narsés rehusó abandonar Italia y se instaló a vivir sus últimos años en Nápoles, donde murió el año 573, a los 95 años. Algunas fuentes, tal vez malintencionadas, señalan que Narsés habría influido en los lombardos para que invadieran Italia en 568, pero esto está bastante en duda. Estos triunfos militares son especialmente encomiables si consideramos que Belisario y Narsés no contaban ya con las invencibles legiones romanas homogéneas y de habla latina de antaño, sino con cuerpos prácticamente multinacionales y heterogéneos, en gran medida mercenarios, fáciles de caer en la indisciplina, conformados por orientales apenas helenizados, germanos y hasta hunos, con diferentes idiomas y sistemas de lucha, a los cuales había que coordinar difícilmente. Desde luego que no contaban con los cuerpos italianos de César y Pompeyo, pero tampoco con los ejércitos itálicos y provinciales de Trajano y Marco Aurelio. Resultado de toda esta expansión territorial, al momento de morir Justiniano, el Mar Mediterráneo era nuevamente un lago romano, y el Imperio abarcaba, en el Este, todos los Balcanes al Sur del Danubio, Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto, y todas las islas del Mediterráneo Oriental, y en el Oeste, Dalmacia, toda Italia hasta los Alpes, Sicilia y todas las islas del Mediterráneo Occidental (Córcega, Cerdeña y las Baleares), la costa de Libia, el África romana, ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, y el Sur de España. Además, su influencia se extendía por gran parte de la costa del Ponto Euxino o Mar Negro, especialmente a la lejana península de Crimea, y a los reinos tributarios cristianos de Armenia y Georgia. En África eran tributarios del emperador los reinos cristianos del Sudán y el Imperio también cristiano de Etiopía. Inclusive, los camitas etíopes, debidamente autorizados por el emperador romano, pusieron pie en Yemen, para proteger a los cristianos locales. 150.- El Reestablecimiento de la Autoridad Imperial en Occidente. Como consecuencia de la nueva estructura política del Imperio, pronto se establecieron dos subsedes administrativas para gobernar, bajo la directa autoridad del emperador, las provincias occidentales: se trataría de los Exarcados de Ravena, en Italia, y Cartago, en África. Los Exarcas serían los virreyes del emperador, verdaderos gobernadores generales con amplias facultades civiles y militares, en los territorios que © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 225 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. dependían del Imperio en Occidente. Por otra parte, como ya señalamos, Córdoba fue la capital de los territorios imperiales en Hispania. De cualquier forma, estas guerras tuvieron efectos muy dañinos para la vida de las poblaciones locales. En el África romana la vida durante la ocupación de los vándalos había transcurrido letárgicamente, y si bien la reconquista de Belisario fue bastante simple, el futuro no sería tan pacífico. Las tribus berberiscas que durante siglos habían lindado con el Imperio, empezaron a atacar reiteradamente el territorio romano. Este nuevo frente de batalla, y muchas epidemias que surgieron de las nuevas guerras y un proceso de desertificación que disminuyó la extensión agrícola, deshabitaron en gran medida a una de las regiones más densamente pobladas y ricas de la parte latina del Imperio. Esto explica en gran medida el por qué una provincia tan latinizada y cristianizada en tan poco tiempo adoptara a partir del siglo VII el idioma árabe y la religión musulmana. En Italia la situación fue muy parecida, especialmente porque la primera campaña de Belisario quedó forzosamente inconclusa, lo que permitió la resurrección gótica, que fue destructiva para la península, y requirió aun más recursos financieros y militares del Imperio para llegar a la victoria romana definitiva. Además, el reino gótico había sido un Estado muy sólido y con fronteras bien defendidas. Una vez que se fueron los godos, las fronteras de Panonia, Italia e Iliria quedaron desguarnecidas. Las tropas imperiales no pudieron suplir el vacío que dejaron los godos en su partida. Muy pronto Italia sería nuevamente invadida por nuevos pueblos bárbaros, no tan respetuosos como lo fueron los ostrogodos. Y quedaría un espacio desprotegido para que los eslavos invadieran muy pronto Iliria y los Balcanes. Otro problema provendría de la dificultad que para la población italiana de lengua latina, y para la Iglesia de Roma y el propio Papa, significó pasar de un dominio gótico, a uno que ya era en realidad más griego que latino. En Sicilia, y las regiones más meridionales de la península Itálica, especialmente Calabria, el golfo de Tarento y Apulia, la población, al igual que en los tiempos del rey Pirro, era griega. Ahí no se produjo conflicto alguno, pero en el resto de Italia, la población local resintió la prepotencia con que los nuevos administradores imperiales de habla griega empezaron a tratar a la orgullosa Italia como una mera provincia más. La ciudad de Roma, asiento del Papado y centro de la iglesia latina, quedó directamente subordinada al exarca de Ravena. Durante los próximos 200 años el Papa sería un súbdito más del emperador constantinopolitano, bajo la autoridad de exarcas y funcionarios administrativos griegos. Hasta mediados del siglo VIII la ciudad de Roma seguiría formando parte integral del Imperio Romano, pero como una simple ciudad de provincia administrada desde Ravena, con su importancia restringida al hecho de darle nombre al Imperio y de ser la Sede de San Pedro y asiento del Papado. 151.- La Gran Plaga de Peste Bubónica. Entre los años 541-542 apareció en la parte oriental del Imperio la peste bubónica, atacando primero en el Mediterráneo Oriental. Aparentemente su origen estuvo en Egipto o Etiopía. En la primera epidemia se calcula que sólo en Constantinopla murieron 300.000 habitantes. Se piensa que más del 20% de la población del imperio falleció. El propio Justiniano enfermó gravemente, pero fue uno de los pocos contagiados sobrevivientes que registra la historia. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 226 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Después la plaga se extendió –diezmando a la población- a Italia, África, el Sur de la Galia, la zona del Rhin, la Península Ibérica y hasta las Islas Británicas, matando en ese momento cerca del 20% de la población de tales regiones. La epidemia reaparecería varias veces hasta el año 600, incrementando la despoblación de Europa. Se calcula que para el año 700 el Sur de Europa y la zona del Rhin habían perdido más del 50% de su población como consecuencia de las reiteradas reapariciones. Este despoblamiento tendría gravísimas consecuencias para el futuro del Imperio Romano, pues lo dejó sin recursos humanos suficientes para poder concluir de manera definitiva la reconquista de Italia y para después defender las importantes incorporaciones territoriales de Belisario y Narsés. La extracción fiscal se vio seriamente afectada por el descenso del número de contribuyentes, lo que repercutió en los recursos necesarios para solventar los sobre exigidos gastos imperiales. También vació muchas regiones del Mediterráneo, lo que facilitó la conquista árabe y la rápida arabización de las mismas. Muchos autores ven es esta epidemia la principal razón del colapso territorial del Imperio Romano después de la muerte de Justiniano. 152.- La Ruina Final de la Ciudad de Roma. Para la ciudad de Roma esta larga guerra gótica, que le significara cinco desastrosos cambios de administración y sitios, fue, para siempre, su ruina. Al llegar las tropas imperiales de Belisario a la ciudad de Roma, ella era todavía la más grande ciudad de Occidente, por muy despoblada que estuviese. A pesar de los saqueos visigodo y vándalo del siglo V, y el descenso de población paulatino derivado de la pérdida de importancia política y económica, sólo Constantinopla era mayor a ella en el mundo romano, y seguramente también en el planeta. El gobierno de los ostrogodos había tratado bien a la ciudad, y a toda Italia en general, y aunque resentido por la población latina y católica, había permitido un período de paz, impuesto desde arriba, por los reyes germanos, y había evitado que la península sufriera las tragedias y saqueos de la Galia. Además, los gobernantes godos, desde su capital en Ravena, actuaban, al menos oficial y teóricamente, como agentes provisionales del emperador. La reconquista imperial levantó a la población itálica contra los dominadores germanos, e inclusive llevó a los habitantes de la urbe del Tíber a resistir feroces asedios godos. Pero al estallar la última rebelión goda, los ostrogodos se vengaron abiertamente de los latinos que habían sido sus súbditos y ahora los traicionaban frente a las tropas imperiales. Entre la reconquista a sangre y fuego de Roma por los godos, las destrucciones en infraestructura, las penurias padecidas en los sitios militares a que fue sometida la ciudad, las pestes, las emigraciones a zonas peligrosas, se produjo lo que sería el despoblamiento definitivo de la vieja capital. De hecho, como ya vimos, los godos asesinaron a toda la casta senatorial de la ciudad. Al final, cuando hubo quedado definitivamente consagrada la victoria imperial, ahora a cargo de Narsés, al no haber órganos propios de la ciudad, Roma quedó convertida en una simple ciudad de provincia de no más de 50.000 habitantes, administrada como cualquier ciudad del Imperio. Un espectro fantasmal de Senado continuó nominalmente en existencia en Roma, hasta que dejó de funcionar hacia el año 603, al igual que la curia municipal. Lo que le aconteció a la vieja capital sucedió en gran medida con toda Italia. Con esta guerra terminó para siempre la historia de la Vieja Roma republicana e imperial. Seguirá, desde luego, la Roma de los Exarcas de Ravena y de los Papas, pero ésa ya será otra historia distinta, propia de la época medieval. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 227 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 153.- La Invasión de los Lombardos y la Desintegración Parcial de la Obra de Justiniano. La emperatriz Teodora falleció de cáncer, a los 50 años, en 548 D.C. Su marido Justiniano la sobrevivió por 17 años, en 565. No dejaron descendencia. Consecuentemente, el trono recayó en Justino II, hijo de una hermana de Justiniano. Pero no sería tan capaz como sus predecesores. Entonces, muertos Teodora, primero, y Justiniano, después, su obra comenzó al poco tiempo a derrumbarse. El gasto público durante el gobierno de Justiniano, entre guerras y obras públicas, superó las posibilidades del Imperio. Italia se perdería en gran medida muy pronto. El año 568 otro pueblo germánico, los longobardos o lombardos, también arriano, invadió la península italiana, y a pesar de ser pocos, las tropas imperiales no pudieron expulsarlos. Su líder era Alboino. Esta invasión lombarda sería la última de las invasiones germánicas al mundo romano, aunque en verdad un poco desfasada históricamente respecto a las de sus hermanos de raza, acontecidas alrededor de 150 años antes. Sería catastrófica para Italia en general, que ya estaba en estado de postración, y para lo que quedaba de la civilización romana y la cultura latina de la península. Los lombardos, cual los invasores del siglo V, destruyeron y saquearon ciudades, acabando con los últimos restos de las instituciones municipales romanas. Como conquistadores destructores serían muy distintos a los godos, que siempre procuraron conservar la civilización que encontraran a su llegada a Italia. Los lombardos sitiaron Roma reiteradamente, pero la ciudad, a diferencia de tantos casos anteriormente señalados, resistió hábilmente, gracias a la colaboración del Papado, las tropas imperiales, y las primeras e incipientes milicias locales. Jamás caería en poder de los lombardos. La conquista lombarda de la Italia imperial sería un proceso largo. En 572 cayó Pavía, ciudad que pasó a ser la capital del reino lombardo. Al Ese año murió Alboino. Para ese momento Italia quedaba dividida en un caleidoscopio irregular, y no continuo, de zonas bajo dominio lombardo y zonas bajo dominio imperial. Además, lo que es el reino lombardo regido desde Pavía, quedó en la práctica dividido en infinidad de ducados bastante autónomos del poder central. Para 585 se concretó la primera tregua entre las tropas imperiales y los invasores. A partir de entonces Italia quedaría culturalmente escindida en dos: una zona comprendería aquellas regiones conquistadas por los lombardos, donde ellos se establecerían o bien en grandes cantidades (básicamente en zonas que ya habían quedado despobladas); y la otra aquellas zonas que como norma general lograron mantenerse ajenas a la conquista lombarda. En estos términos, el Imperio conservo ciudades claves como Roma, Ravena o Nápoles, y básicamente las costas de la península, zonas del Noroeste (Liguria) y Noreste (Venecia), parte de su centro, y el extremo Sur greco-parlante de la misma, además de las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Los lombardos ocuparon la mayor parte del norte de Italia, la meseta central y buena parte del Sur. Italia quedó entonces dividida, como un mosaico, entre diversos señores lombardos y las regiones dependientes del Exarcado de Ravena. Durante los siguientes 200 años, hasta la destrucción y sumisión del reino lombardo por Carlomagno en 774, seguiría un estado de guerra intermitente -pero continuoentre los reyes y duques lombardos, por una parte, y los exarcas y las ciudades y territorios imperiales, por la otra. Inclusive, entre los años 663 y 668 en emperador Constante desembarcaría en Italia y trataría de someter a los lombardos. Pero el © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 228 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. intento resultó infructuoso. Después de eso, ya con la invasión islámica sobre el mundo romano, ya nunca más no pudo el Imperio soñar con reconquistar Italia. 154.- La Italia Imperial. Las regiones que permanecieron bajo dominio imperial quedaron convertidas en centros de cultura griega, y ya no latina. El Sur de la península, desde tiempos casi inmemoriales era de población y cultura griega. Su cultura se vio fortalecida por la presencia de funcionarios imperiales que ya no hablaban latín, sino griego. En algunas dependencias imperiales italianas se produjo el desarrollo, imprevisible 700 años atrás, que los romanos de Italia, de lengua latina, estaban gobernados por funcionarios, también romanos, esta vez de Constantinopla, pero de lengua griega. Ravena, Roma, Nápoles y Venecia serían algunos de los ejemplos de ciudades italianas más importantes en esta situación. Inclusive esto trajo conflictos entre la iglesia latina de Roma, Sede de San Pedro, y su jerárquicamente inferior sede griega de Constantinopla, donde, no obstante, residía el centro de poder imperial. Durante mucho tiempo Roma fue una ciudad dependiente del Imperio, con funcionarios griegos dependientes del Exarca de Ravena, en donde el Papa, si bien Obispo de Roma y Patriarca de Occidente, estaba en gran medida subordinado al poder imperial. De hecho, los Papas ni siquiera tenían control sobre los orgullosos arzobispos de Ravena. Cuando el año 751 dejó de existir el Exarcado de Ravena y se desmoronó control constantinopolitano sobre Roma, el Papado empezaría a actuar como fuerza política verdaderamente independiente. Pero, mientras eso no pasó, el Papa, ante la estructura de la Europa cristiana, siguió siendo súbdito del emperador romano residente en Constantinopla. 155.- La Italia Lombarda. Lo que sucedió en Italia ya lo hemos comentado cuidadosamente. Al establecerse los ostrogodos en la Península, respetaron las estructuras administrativas romanas. Al igual que los demás pueblos germánicos conquistadores, se reservaron un tercio de las tierras para sí mismos, pero dejaron a los latifundistas y pequeños propietarios romanos el resto. Al reestablecerse completamente el poder imperial en la península, en tiempos de Justiniano, Italia estaba ya muy afectada por la larga guerra contra los godos y las pestes que siguieron, que hicieron disminuir ampliamente la población y la empobrecieron. Italia, que con Teodorico se había salvado de la crisis que había arruinado a la Galia e Hispania, había seguido a la larga igual destino. Cuando los longobardos o lombardos entraron a la península y se establecieron a lo largo del cuerpo central de la misma, encontraron una estructura política y militar muy debilitada. Con los lombardos Italia entró directamente a la Edad Media. Este reino lombardo duraría oficialmente hasta su conquista por Carlomagno en 774, aunque sería la base del futuro “Reino de Italia” del Imperio Carolingio y del Sacro-Imperio. Aunque los últimos principados con dinastías lombardas subsistirían en el Sur de Italia hasta fines la conquista normanda del siglo XI. Una lista de los reyes lombardos asentados en suelo italiano es la siguiente: Alboino (560-572) y quien inició la penetración en la península, y después Clefi (572-574); sucedió a éste en la Italia lombarda un período de anarquía y duques independientes, que duró hasta 584; los siguientes monarcas serían Aulario (584-590), Agilufo (591- © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 229 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 616), Adaloaldo (616-626), Arioaldo (626-636), Rotario (636-652), Rodoaldo (652653), Ariperto I (653-661), Godeberto y Pertarito (en Milán y Pavía, 661-662), Grimoaldo (662-671), Garibaldo (671), Pertarito (segundo reinado, 671-688), Alagiso (688-689), Cuniperto (688-700), Liuperto (700-701), Ragimperto (701), Liutperto (701-702), Ariperto II (702-712), Ansprando (712), Liutprando (712-744), Hilteprando (744), Rachis (744-749 y 756-757), Astolfo (749-756), y finalmente, como último rey lombardo, Desiderio (757-774). Tras esto la corona lombarda italiana recaería en Carlomagno y sus sucesores los reyes francos de la Galia. Siendo los lombardos arrianos, no mantuvieron buenas relaciones ni con los súbditos italianos ni con el Papado en Roma. Esto cambió en la medida que los lombardos se convirtieron paulatinamente al catolicismo a lo largo del siglo VIII, en un proceso que significó muchos conflictos internos. De cualquier forma, con el paso de los siglos los lombardos se italianizarían y terminarían convirtiéndose en una culturizada aristocracia local y católica. Como reino germánico sobre población latino-parlante, su estructura es muy similar a la que veremos en las demás regiones del Occidente ex-romano. Un reino “italiano” gobernado por los conquistadores, que cada vez se entendía más a costa de las posesiones imperiales, que siguieron siendo importantes. Un reino afincado tanto en gran parte del interior del Norte como en gran parte el interior del Sur. Pero a diferencia el reino ostrogodo en Italia, que fue mucho más exitoso, o de los reinos visigodo en Hispania o franco en la Galia, le faltaría al Estado lombardo un centralismo más sólido, y un control más absoluto sobre el territorio del país: por una parte no pudo dominar toda la península, por quedar todavía territorios imperiales, y por la otra, dentro de lo que teóricamente sí controlaba, existían algunos ducados lombardos -especialmente en el Sur- que gozaban de un alto grado de independencia respecto al poder central. 156.- La Dinastía de Justiniano. Justino II reinó entre los años 565 y 578. Carente de fondos, descontinuó la política de su tío de pagar tributos a los enemigos, lo que provocó un conflicto con los ávaros. Estos se convirtieron en una amenaza para sus vecinos longobardos o lombardos, que consecuentemente se dejaron caer sobre Italia. Las consecuencias de esto –la pérdida de gran parte de Italia- ya las hemos comentado. Por las mismas razones empezó en 572 una guerra contra los persas, en que éstos capturaron importantes plazas romanas en Mesopotamia. Aparentemente a raíz de esto comenzó a perder la razón, de lo que afortunadamente él mismo se percató. Ello lo llevó a designar en 574 como César al capaz general Tiberio, su amigo, y se retiró de la vida pública. Existen antecedentes que hablan de lo honrosa que fue su “abdicación”. Consecuentemente, durante los cuatro años siguientes la regencia fue ejercida conjuntamente por la esposa de Justino II, Sofía, y por Tiberio. Fallecido Justino, fue inmediatamente sucedido por éste mismo Tiberio II Constantino (578-582). Correspondió a Tiberio II, primero como regente y luego como emperador pleno, mantener una exitosa guerra en el Este contra los persas y en Italia proteger a Roma de los lombardos. En Occidente llegó a una paz con los visigodos en Hispania y en el África romana derrotó a los beréberes que amenazaban la provincia. Enviados de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 230 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. él recorrieron las lejanas provincias del Occidente, en manos de los bárbaros, para hacer valer la soberanía titular del emperador. En 582 Tiberio II cayó enfermo y murió, no sin antes designar como sucesor a su yerno Mauricio. Éste reinaría entre los años 582 y 602. Además de estar casado con Constantina, hija de Tiberio II, había ganado fama militar derrotando a los persas en 481. Ya como emperador tuvo que continuar la guerra con Persia y en los Balcanes lidiar con las penetraciones de los ávaros. En 591 Mauricio logró concluir exitosamente la guerra con Persia, después de apoyar al rey persa Cosroes II a recuperar el trono del cual había sido desposeído. La alianza se cerró con un matrimonio entre Cosroes y la hija de Mauricio, Miriam. Así que tras esto el rey persa, en agradecimiento personal, mantuvo a su reino de buena fe en estado de alianza y amistad con Roma, por muchos años. Cosroes II cedió a Roma parte de Mesopotamia y Armenia, así como la parte oriental de la actual Georgia, inclusive Tiflis. En los Balcanes, hacia el año 580 los eslavos comenzaron finalmente, tras décadas de saqueos esporádicos, un proceso de conquista física. Esto llevó al establecimiento de los invasores dentro del Imperio, en amplias zonas de Tracia y Grecia. Ávaros y eslavos unidos pusieron en gran peligro los Balcanes, pero Mauricio pudo enfrentarlos de manera relativamente exitosa. Finalmente, en 602 las fuerzas romanas derrotaron en forma contundente a los eslavos y pudieron asegurar todavía por un tiempo la tradicional frontera del Danubio. Pero los eslavos ya estaban cambiando la estructura étnica y lingüística de la región, reemplazando en gran medida a las poblaciones locales de habla griega y latina. Mauricio reorganizó la administración de las provincias occidentales, y, para fortalecer su defensa, creó los ya mencionados Exarcados de Ravena, en la Italia imperial, y de Cartago, en África, como nuevos virreinatos imperiales. Además, estaba contemplando la posibilidad de reactivar una estructura similar a la Tetrarquía de Diocleciano, con varios co-emperadores: su hijo mayor Teodosio en Constantinopla y su hijo menor Tiberio en Roma, y posiblemente otros en Alejandría, Cartago y Antioquía. Al menos así dejó escrito su testamento. Para esos momentos el Imperio Romano controlaba entonces básicamente los mismos territorios que tenía al fallecer Justiniano, con la sola diferencia de que en Italia algo más de la mitad de la península, pero no las ciudades clave, estaban bajo control enemigo. Asimismo, el latín seguía siendo el idioma de la corte, de la administración y del ejército. Pero todo este plan se frustró repentinamente con motivo de un motín de las tropas del Danubio, el año 602. 157.- La Usurpación de Focas I. Los sublevados proclamaron emperador al general Focas, la revuelta se extendió a Constantinopla, y de ahí Mauricio y su familia huyeron a Nicomedia. El usurpador Focas hizo prisionero al emperador y lo ejecutó con casi todos sus hijos varones; la emperatriz y sus hijas fueron encerradas en un convento. Inicialmente su reinado fue bastante popular. De hecho en la ciudad de Roma, en el Foro, se edificó una columna en su honor. Sería el último monumento a un emperador romano en la vieja capital. Focas le entregó al Papa el templo del Panteón de Agripa para que lo convirtiera en iglesia. También en Constantinopla tuvo amplio respaldo ciudadano. Pero esto empezó a cambiar con los años. Además, la crueldad con que Focas había llegado al poder, con cruel regicidio incluido, lo convertían en un simple usurpador sin mayor base legal. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 231 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El cruel homicidio de Mauricio y su familia tuvo un importante efecto personal y político: dio la excusa al rey persa Cosroes II, yerno y amigo de Mauricio, de invadir en el año 602 con todas sus fuerzas las tierras romanas. Podría decirse que la muerte de Mauricio resultó en una serie escalonada de efectos de gravísimas consecuencias, tanto para Roma como para Persia, y trajo consigo una guerra destructiva que de otra forma no se hubiera producido, al menos no tan rápidamente. Con Focas es que las fronteras del Imperio Romano gobernado desde Constantinopla empezaron a colapsar. Por una parte en 602 los persas en el Este; por la otra, en 605 se produjo el derrumbe definitivo de la vieja frontera del Danubio, la cual había quedado desguarnecida por la necesidad de desplazar las tropas al Éufrates. Con el imperio atacado entonces en todos los frentes, es que el año 608 se sublevó en Cartago contra Focas el Exarca de África, Heraclio El Viejo, secundado por su hijo, Heraclio El Joven. El padre había sido un importante y reconocido funcionario imperial, de origen armenio, nacido posiblemente en la ciudad fronteriza de Teodosiópolis. Los sublevados no se autoproclamaron emperadores, sino que usaron sólo el histórico y tradicional título de Cónsul. Focas, con su crueldad habitual, en venganza, mando ejecutar a la viuda e hijas de Mauricio. Una parte de las tropas de Cartago ocupó Egipto, tras larga lucha con los generales de Focas, mientras que Heraclio El Joven desembarcó en 610 cerca de Constantinopla. Focas fue abandonado por sus hombres, Heraclio hizo su entrada a Constantinopla, capturó a Focas y le dio muerte personalmente. Tras esto Heraclio fue coronado emperador. Su padre, Heraclio El Viejo, falleció poco después, en Cartago, reconfortado por el triunfo de su hijo. 158.- Heraclio y la Gran Victoria sobre Persia. Heraclio ascendió al trono en un momento de gran peligro en todos los frentes: por un lado la guerra contra los persas, en Asia, y por la otra el ataque frontal de los ávaros y eslavos, en Europa. Los persas supieron tomar provecho de la guerra civil romana para avanzar bien al interior del imperio, todo antes de que Heraclio tuviera el tiempo necesario para rearmar sus fuerzas y organizar la defensa. Para el comienzo del reinado de Heraclio ya habían tomado sectores de la Anatolia Oriental y la Mesopotamia romanas, especialmente la ciudad de Edessa. Después, en un avance casi imparable, conquistaron Antioquía (611), Damasco (613) y Jerusalén (614), la cual saquearon, y como tributo de guerra se llevaron la Santa Cruz a su capital Ctesifonte. El año 615 los persas llegaron a Calcedonia, frente a Constantinopla. El año 616 invadieron Egipto, que para el año 619 estaba conquistado. Alejandría tuvo que rendirse en año 618. De hecho, los cristianos monofisitas egipcios, enemigos de la ortodoxia griega, recibieron a los conquistadores persas con los brazos abiertos. Una muestra de que la lealtad que por siglos los egipcios nativos habían tenido hacia la Roma latina se estaba resquebrajando por causas teológicas respecto a la Roma griega. Dueños hacia 622 los persas también de la isla de Rodas, se hacía muy factible un ataque naval a Constantinopla. Para ese año los romanos retenían tan sólo la parte más occidental de Anatolia; el resto del Oriente romano estaba en manos persas, casi igual que en tiempos de Darío y Jerjes, once siglos antes. Tal era el peligro que Heraclio inclusive contempló la posibilidad de trasladar la capitalidad del imperio a Cartago. Además, por esas mismas fechas, sin que quede mayor registro histórico, hacia el año 616 se evaporó el dominio imperial en el Sur de Hispania. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 232 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Pero la grave eventualidad supo ser valientemente enfrentada por el emperador Heraclio. Con un ejército organizado y disciplinado, y haciendo uso de todos los recursos económicos disponibles, como en la mejor época de la invasión de Aníbal, Roma lanzó una verdadera guerra nacional y religiosa de liberación. Miles de voluntarios se presentaron a luchar y los templos cristianos –inclusive Santa Sofíafueron despojados, con consentimiento del clero, de sus tesoros. Así, el año 622 el emperador inició la gran contraofensiva contra los persas, a los que tras una brillante campaña de ribetes épicos, derrotaría en toda la línea. Con su escuadra bordeó la costa de Asia Menor, retomando Rodas, y desembarco en Iso, lugar de la célebre batalla entre Alejandro El Grande y Darío mil años antes. Ahí Heraclio derrotó a los persas, y aseguró la liberación de toda Asia Menor. Tras esto Heraclio regresó en 623 a Constantinopla a luchar contra los ávaros, que junto con los eslavos se desperdigaban por Dalmacia, habían tratado infructuosamente de conquistar Tesalónica, y estaban devastando Tracia justo frente a Constantinopla. Sabiendo Heraclio que no tenía fuerzas suficientes para luchar en dos frentes, optó por el camino pragmático de pagar un tributo a los ávaros y así alejar uno de sus problemas. El año 624 Heraclio ofreció la paz a Cosroes, pero éste rechazó la oferta. Tras esto, Heraclio inició la invasión a Persia a través de Armenia. Cruzó victoriosamente el Cáucaso meridional y para el año 625 los romanos estaban ya atacando a los persas en su territorio. Tras esto, Cosroes, reconociendo la gran capacidad militar de Heraclio, y para hacerlo volver marcha atrás, decidió pactar con el Khan de los ávaros para hacer un frente común antirromano. Como resultado de este pacto los ávaros lanzarían un ataque frontal contra Constantinopla desde el lado europeo, mientras los persas, estacionados en Calcedonia, lo harían desde Asia. En junio del año 626 tuvo lugar un asalto general coordinado de los ávaros contra la Muralla Teodosiana, que fue bravamente defendida por los romanos. En agosto los persas atacaron por mar, al tiempo que los ávaros lo hacían al unísono por tierra. Pero ambos ataques fracasaron, y Constantinopla se salvó así del mayor peligro que nunca había experimentado. Tras esto, los romanos, aliados con los pueblos turcómanos del Cáucaso septentrional, lanzaron en 627, dirigidos por Heraclio, una invasión contra el corazón de Persia. Heraclio derrotó a los persas en Niniveh, en Mesopotamia. Con el ejército persa destruido, Heraclio envió un ultimátum a Cosroes II, refugiado en Ctesifonte. Con la derrota ad portas, el ejército persa se sublevó contra su rey y lo derrocó, entronizando a su hijo Siroes. Cosroes murió poco después en un calabozo. Siroes se rindió finalmente a los romanos el año 628. Heraclio fue lo bastante sabio como para pactar una paz no humillante y que fuera aceptable para los vencidos. Ni Roma ni Persia estaban ya en condiciones de seguir la guerra; ambos imperios estaban arruinados. Pero el éxito fue épico. Roma recuperó en un santiamén todas las provincias ocupadas por los persas, y el emperador Heraclio volvió en triunfo a Jerusalén con la Santa Cruz. Se lo ha llamado, tal vez con razón, el Primer Cruzado. Después hizo una entrada triunfal a Constantinopla. Para el año 630 la gran guerra había concluido con la más rutilante victoria militar jamás lograda por un emperador romano sobre sus archienemigos orientales. Así terminó la más peligrosa – © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 233 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. y de hecho la última- de las guerras que en cuatrocientos años enfrentaron a Roma y la Persia sasánida. Heraclio es una de las más contradictorias figuras de la historia de Roma. Él fue el monarca que, finalmente, terminó aceptando la realidad de lo inevitable, y el año 620 reemplazó definitivamente al latín por el griego como idioma oficial del Imperio. Sería, sin quererlo, el último de los emperadores de un mundo romano universal. Desplegó contra el enemigo persa y zoroastriano toda la energía de un César, y consiguió una victoria histórica propia de Alejandro o Trajano, victoria que de no haber mediado inesperados sucesos posteriores hubiera quedado inmortalizada en la leyenda histórica. Pero, ante una nueva amenaza que vendría muy pronto, proveniente de Arabia, su ya desgastado imperio nada podría hacer. 159.- El Origen de los Reinos Embrionarios Romano-Germánicos de Europa Occidental. Entre los siglos V y VII comenzó a estructurarse lo que sería la civilización europea post-romana. El quiebre estructural en lo que fuera la mitad occidental del Imperio Romano fue tremendo para las civilizadas poblaciones de habla latina que habitaban la Germania romana, Panonia, Britania, la Galia, Hispania e Italia. Ahora bien, en esas regiones siquiera se produjo pronto una amalgama entre dominados y dominadores, que permitió un mínimo de continuidad cultural. Pero con otras invasiones que seguirían desde los Urales, la de los eslavos indoeuropeos, y de los asiáticos búlgaros y magiares, el quiebre sería más fuerte. Pero eslavos, magiares y búlgaros se establecerían en Europa Oriental y CentroOriental, de forma que todavía no toca referirnos a sus efectos sobre la civilización occidental. Tampoco toca tratar el tema del África romana, pues su tragedia histórica ya la hemos analizado. Ahora nos enfocaremos a la parte de Europa Occidental y Centro-Occidental romano-germánica. Entre el período que va desde la deposición de Rómulo Augústulo en Ravena, el 476 A.C., y la derrota de los árabes en Poitiers, el año 732, mucho sucedió en una Europa Occidental que aún no se daba cuenta en qué período de la historia se encontraba. Durante mucho tiempo, siguieron existiendo autoridades imperiales de lengua latina, que administraban diversas regiones de la Galia e Hispania en obediencia a un cada vez más lejano emperador. De hecho, considerando que la ocupación de la Galia e Hipania por los germanos no fue de golpe, sino paulatina y gradual, en dichas provincias en un mismo momento histórico existían regiones y ciudades bajo la autoridad de un rey germano, y regiones en las cuales aun no se había producido una ocupación formal y que dependían de funcionarios imperiales. Hay antecedentes históricos de cuándo francos y visigodos asumieron la administración de ciertas partes de la Galia e Hispania, pero en otras no hay tal certeza, y se sabe que todavía en tiempos de Rómulo Augústulo gran partes de la zona Mediterránea de la Galia e Hispania tenían funcionarios romanos propios. En todas estas regiones de Europa Occidental, y también en el caso del reino vándalo norteafricano, surgió una dualidad jurídica muy interesante. Para empezar, los conquistadores germanos que se asentaron en territorios muy romanizados, no tardaron mucho en perder su idioma y adoptar total o casi totalmente el latín. En el caso de los germanos católicos esta asimilación lingüística fue más rápida que entre los arrianos, que todavía tenían su liturgia en lengua vernácula y estaban más separados © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 234 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. de los súbditos de habla latina. Además, y seguramente el aspecto religioso tuvo mucho que ver, los reinos arrianos desaparecieron sin dejar mayor rastro, mientras que los germanos convertidos al catolicismo (entre ellos los visigodos españoles) pasaron a formar parte de la esencia nacional. El hecho es que para los ciudadanos romanos de Europa Occidental, funcionarios latinos siguieron aplicando el derecho romano, como si el Imperio todavía ejerciera soberanía personal sobre sus súbditos occidentales. Por lo menos durante un buen período de los siglos V y VI esto fue así. Paralelamente, para los germanos existía su derecho propio, el derecho de los conquistadores. Y lo que es más sorprendente, es que en muchos casos los propios germanos consagraron por escrito y en latín sus costumbres. Tan fuerte sería la fusión cultural con los conquistados que muy rápido el godo y el franco dejarían de hablarse en Hispania y la Galia, y que inclusive sus leyes estarían emitidas a la usanza romana, por escrito y en latín. Hasta tiempos de Carlomagno siguió habiendo en el Occidente romano-germánico un reconocimiento más o menos claro, por muy nominal que fuera, por parte de las poblaciones conquistadas de habla latina, y hasta de los gobernantes germanos, hacia la persona del legítimo emperador romano, residente en Constantinopla. Con Carlomagno empezaría una nueva etapa en la historia de Europa Occidental. Pero para llegar a eso todavía nos falta un poco. 160.- La Galia Post-romana. La Galia, para el siglo V era una región totalmente romanizada y latinizada. Para entonces los romanos ya llevaban ahí 500 años, y su cultura se había impregnado entre los galos. Entonces, existía una amplia y culta población galorromana, que hablaba latín, y que siempre se había considerado parte del Imperio. Fue una población que se negaba a ver como su mundo y su vida se trastocaba. Y la Galia fue una de las regiones de Europa Occidental humana y comercialmente más afectadas por las invasiones germanas. Al momento de la deposición de Rómulo Augústulo, la región se encontraba políticamente dividida en lo que podríamos llamar, varias “zonas de ocupación”: la parte norte estaba bajo el dominio del reino de los francos (a través de dos tribus: los francos salios y los francos ripuarios); la parte sur-occidental, esto es la región de Aquitania, con su centro político en Tolosa, formaba la médula del reino visigodo; la parte más oriental formaba parte del reino de los burgundios; y todavía había zonas del Mediterráneo, en la parte más profundamente romanizada, que seguían considerándose sujetas al gobierno central residente en Ravena. Mientras tanto, sin que quede registro histórico de cómo o en qué momento sucedió, francos y burgundios ocupaban, prácticamente sin violencia, las últimas zonas y ciudades del sur que aun se administraban con funcionarios imperiales propios. Con esto se crearon los dos reinos germanos de la Galia: el de los Francos, que algún día daría a toda la Galia el nombre de Francia, y el de los burgundios, que en castellano y francés sería conocido como Borgoña (aunque en inglés y alemán subsiste hasta hoy la forma Burgundia). Con el rey franco Clodoveo es que se inició, a partir de 481, el proceso de unificación de la Galia. Primero Clodoveo se convirtió en rey de los salios, y a partir de 496, también de los ripuarios. Hay registros que el año 486 derrotó a un ejército © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 235 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. galorromano, y extendió su autoridad hacia la región del Loira. Posteriormente, como ya hemos visto, el año 507 los francos expulsaron a los visigodos de Aquitania, de forma que asumieron el control completo de gran parte de la Galia; y hacia 531 los expulsaron de la región de Narbona. El reino burgundio sería conquistado hacia el año 532 por los hijos de Clodoveo, aunque hasta 613 subsistió como un Estado autónomo bajo control franco. Después de 613 pasó a ser directamente parte del cada vez más extenso reino franco. No obstante, todavía por muchos siglos la región seguiría siendo conocida por su nombre tradicional de Galia, denominándose como francos o burgundios sólo a los miembros de los pueblos dominadores. En otra escala de poder quedarían los galorromanos. También, al igual que en otras partes, se verían obligados a ceder parte de sus tierras para el establecimiento de los conquistadores. No obstante, al igual que en Italia sobrevivió la estructura romana de administración en las ciudades, y los francos y burgundios delegaron en estos ciudadanos romanos funciones para las que ellos no estaban capacitados y que no deseaban desempeñar. Los galorromanos llevarían la administración del país en nombre de los germanos, y muchas de sus familias aristócratas sobrevivirían con gran dignidad bajo el nuevo régimen. Pero algunas diferencias jurídicas sobrevivirían por mucho tiempo. Luego las mencionaremos, al referirnos a la Europa occidental post romana en su conjunto. Al momento de la conquista germánica, la Galia ya estaba cristianizada en su casi totalidad, y bajo la doctrina católica de raigambre romana. Cuando los francos ingresaron a suelo romano eran todavía paganos, y siguieron siéndolo por un tiempo. Por ello, cuando el año 496 el rey Clodoveo se convirtió al Cristianismo, lo hizo directamente al catolicismo, y, lo que es muy importante históricamente, sin haber pasado su pueblo por la herejía arriana. Entonces, se produjo inmediatamente una clara simbiosis entre los nuevos señores francos y la población galorromana. Como ya hemos visto, éste no sería el caso con los visigodos, que en los siglos V y VI eran todavía arrianos. Por ello, en sus territorios de la Galia, en Aquitania, se daba el típico conflicto entre romanos católicos y germanos arrianos que ya hemos comentado se daba en ese momento también en Hispania, Italia y Noráfrica respecto a los germanos dominadores arrianos. Lo mismo sucedía en las regiones ocupadas por los burgundios, que también seguían la variante arriana del Cristianismo. Esto explica la facilidad con que los francos dominaron a los burgundios (hacia el año 500) y desplazaron el año 507 a los visigodos del sur de la Galia, estableciéndose, ya para siempre, la tradicional frontera franco-española de los Pirineos. El reino franco no se mantuvo mucho tiempo como una estructura única. A lo largo del siglo VI diversos conflictos dinásticos de la casa merovingia de Clodoveo determinaron su división en dos sub-reinos: Austrasia, el reino oriental, con capital en Metz, y población básicamente germánica; y Neustria, el reino occidental, con capital en Sassoins y población primordialmente galorromana, unido en la persona del rey común a Burgundia o Borgoña. El año 613 todos los reinos, si bien aparentemente no desaparecieron como tales, quedaron nuevamente unidos en la persona de un solo monarca. Pero a partir del año 639 la autoridad real empezó a eclipsarse y a crecer la de los grandes señores, muestra de un feudalismo naciente. El poder entonces empezó a desplazarse a los nuevos hombres fuertes del reino franco, los Mayordomos de Palacio. Su primer gran representante sería, a partir de 687, el conde Pipino II. Su hijo, Carlos Martel (714-741), a la cabeza de los señores francos, tendría la responsabilidad de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 236 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. derrotar a la avanzada árabe en Poitiers. Con esta gesta pasaría a la historia. Pero en realidad su gobierno, aunque extraoficial, sería la base del establecimiento de la futura dinastía carolingia. 161.- Las Tres Monarquías Germánicas en la Galia Post-romana. Este capítulo tiene como objeto simplemente dar un listado superficial de los gobernantes de los tres reinos germánicos asentados en la Galia a partir del siglo V. Respecto a los monarcas visigodos posteriores al célebre Alarico I, cualquier listado puede dividirse en tres etapas: una primera etapa, cuando la capitalidad estuvo en Tolosa, esto es cuando era primordialmente un reino gálico, hasta 507; una segunda etapa, cuando la capital estaba todavía en la Galia, Narbona, pero sus territorios eran ya mayoritariamente españoles, hasta 531; y una tercera etapa, ya con un reino netamente español, centrado en Toledo, hasta 711. Por el momento daremos sólo la lista de los monarcas que gobernaron todavía desde la Galia: Ataúlfo (410-415), Sigerico (415), Walia (415-418), Teodorico I (418-451), Turismundo (451-453), Teodorico II (453-466), Eurico (466-484), Alarico II (484-507), Gesaleico (507-511) y Amalarico (526-531). Éste último, al ser menor de edad, tuvo como regente entre los años 511 y 526 a su poderoso abuelo Teodorico El Grande, rey ostrogodo de Italia. Todos ellos serían arrianos. Una lista de los reyes y co-reyes burgundios asentados en la Galia, de religión arriana, es la siguiente: Gundahario (413-436), Gondioc (436-473, Chilperico I (436-480), Gundemaro II (473-486, en Vienne), Godegilso (443-501, en Besançon), Gundebaldo (hasta 516, en Lyon), Chilperico II (450-493, en Valentina Julia), Segismundo (516524) y Gundemaro III (524-534). Después de esto desapareció el reino burgundio propiamente tal. Su trono fue asumido por los francos. Por otra parte, es muy difícil dar una lista más o menos uniforme de los reyes francos de la época merovingia, dado que, como ya señalamos, constantemente la monarquía franca quedó dividida en sub-reinos, pero igual podemos procurar ofrecer, para información del lector, una cronología explicativa. Primeramente, como reyes, bien relativamente legendarios o bien históricos, de los francos salios, recién instalados en la Galia romana: Faramundo (420-428), Clodión (428-448), Meroveo (448-457), Childerico I (457-481) y Clodoveo (francos salios, 481-511; rey de todos los francos, 509-511). Hasta Clodoveo seguirían la religión pagana tradicional; con éste monarca se convertirían al Cristianismo católico. Dividido el reino a la muerte de Clodoveo, podemos citar los siguientes reyes parciales: Como reyes de Metz (luego Reims), lo que después sería el reino de Austrasia: Teodorico I (511-534), Teodeberto I (534-548), Teobaldo (548-555). Como rey de París: Childeberto I (511-558). Como rey de Orleáns: Clodomiro (511-524). Después este trono de París pasó a Childeberto I de París. Y como rey de Soissons, lo que después sería el reino de Neustria: Clotario I (511-561). Éste último asumió además en 555 el trono de Metz-Reims y en 558 el de París, así que se convirtió oficialmente en rey de todos los francos. Tras esto volvió a haber una división, bastante poco coherente, y nuevamente con un breve período de unidad central, a cargo de los reyes de Neustria. Entonces, como reyes ya de Neustria encontramos a Chilperico I (561-584), Clotario II (584-629, y a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 237 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. partir de 613 rey de todos los francos). Como reyes francos de Austrasia: Sigeberto I (561-575), Childeberto II (575-595) y Teodeberto II (596-612); entre los años 612613 en trono de Austrasia fue ocupado por los reyes francos de Borgoña Teodorico II y Sigeberto II; y después por el ya mencionado Clotario de Neustria, como rey de todos los francos. Como reyes francos de Borgoña podemos mencionar: Gontrán I (561592), un corto reinado de Childeberto II de Austrasia (592-595), y luego Teodorico I (596-613) y Sigeberto II (613); después el trono pasaría al Clotario II de Neustria. Finalmente, como reyes de París: Cariberto I (561-567) y después el ya mencionado Chilperico I de Neustria (567-584); tras esto este trono desaparecería absorbido por Neustria. Clotario II fue sucedido como Rey de Neustria y Austrasia por Dagoberto I, quien primero fue rey privativo de Austrasia (623-634), luego también rey privativo de Neustria (629-639), siendo además rey conjunto de todos los francos entre 629-634. Además, provisionalmente como reyes francos de Aquitania: Cariberto II (629-632) y Childerico (632), tras lo cual, Aquitania y Gascuña pasarían a ser ducados de Neustria. Ya con el período de los “Reyes Holgazanes” se hace más fácil seguir la cronología de los monarcas francos, pues se ordenan los dos subreinos. Como reyes privativos de Neustria y Borgoña: el ya mencionado Dagoberto I (hasta 639); Clodoveo II (639657), Clotario III (657-673), Teodorico III (673), después un corto período de Childerico III de Austrasia (673-675), nuevamente Teodorico III (675-691). Paralelamente, la lista de reyes de Austrasia en este período sería: Sigeberto III (634656), Childeberto El Adoptado (656-662), un corto reinado de Clotario III de Neustria y Borgoña (662-663), Childerico II (663-675), Clodoveo III (675-676), Dagoberto II (676-679). A partir de 679 el trono de Austrasia se unifica con Neustria y Borgoña, en la persona de Teodorico III de Austrasia y Borgoña. Los siguientes monarcas son ya reyes de todos los francos como reyes conjuntos de Neustria y Austrasia, pero todavía administrados como reinos separados (aunque el Mayordomo de Palacio ya era el mismo para ambos reinos, pero con puestos aún independientes): Clodoveo IV (691-695), Childeberto III (695-711), Dagoberto III (711-715), Chilperico II (715-721), Teodorico IV (721-737). Hubo además, paralelamente un corto período de un rey privativo independiente en Austrasia (717719). Pero tras esto el reino se reunifica nuevamente en la persona de Chilperico II, quien durante ese período había quedado sólo como rey de Neustria. Pero el mando efectivo ya estaba en manos de los mismos Mayordomos de Palacio. Finalmente, después de 737 se produce un corto interregno a cargo del Mayordomo de Palacio Carlos Martel y luego el reinado oficial del último rey merovingio, Childerico III (743751). 162.- La Hispania Visigoda. El caso de Hispania es desde luego el más importante para nosotros. Antes de la llegada de los invasores germanos, la península estaba casi completamente romanizada. Sólo sobrevivía una cultura prerromana, la vasca, afianzada al norte de la Península Ibérica, en los valles pirenaicos. No obstante, la romanización era mucho más fuerte en las regiones del Sur y Este, las primeras que fueran anexadas a Roma. La estructura racial de la población romanizada de la península era compleja, pero podría resumirse que en el Sur era de origen ibero-norteafricano, en el Centro-Norte básicamente celtíbera, esto es, derivada de la fusión de los celtas que llegaron ya en © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 238 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. tiempos históricos, y en Noroeste básicamente celta puro. Las regiones más profundamente celtas serían Asturias y Galicia, y especialmente esta última, cuyo nombre todavía hace referencia al concepto de “galo”, para los romanos sinónimo de “celta”. Hasta el día de hoy conservan influencias culturales de su pasado. Aparentemente para el siglo V D.C. las lenguas iberas y celtas habían desaparecido en su totalidad. Al momento del derrocamiento de Rómulo Augústulo se daba en la Península Ibérica una división territorial muy inestable entre diversos pueblos germanos. El Sur, la actual Andalucía, estaba ligada al reino vándalo norteafricano; en el Noroeste, en Galicia y el Norte de Lusitania, existía el poco conocido reino de los Suebos; algunas regiones del Noreste seguían teóricamente dependiendo de Ravena; mientras que el resto de la península formaba parte del reino de los visigodos, cuya capital originalmente estaba en Tolosa pero a la larga se trasladaría a la Toletum romana, la actual Toledo. En algún momento las últimas regiones autónomas hispanorromanas fueron absorbidas por el reino visigodo, el cual, por lo demás, pasó a ser un Estado plenamente peninsular cuando, parcialmente en 507 y totalmente en 531, perdió, a manos de los francos, sus territorios del Sur de la Galia. Por la misma época, en fechas difíciles de precisar con exactitud, los visigodos absorbieron al reino suebo de Galicia y a los territorios vándalos de Andalucía, con lo que se convirtieron en reyes de toda Hispania. Ya hemos ofrecido una lista de los monarcas visigodos en la época en que el reino tenía su centro de poder en Tolosa y Narbona. En su tercera etapa, como monarcas del reino ya centrado en Hispania y con capitalidad en Toledo, podemos enumerar a: Teudis (531-548), Teudiselo (548-549), Agila (549-551), Atanagildo (551-567), Liuva I (567-572), Leovigildo (572-586), Recaredo I (586-601), Liuva II (601-603), Witerico (603-610), Gundemaro (610-612), Sisebuto (612-621), Recaredo II (621), Suintila (621-631), Sisenando (631-636), Chintila (636-639), Tulga (639-642), Chindasvinto (642-653), Recesvinto (653-672), Wamba (672-680), Ervigio (680-687), Égica (687700), Witiza (700-710) y Roderico o Rodrigo (710-711). Con Recaredo I se produciría la conversión generalizada de los visigodos del arrianismo al catolicismo. Como ya hemos señalado, la administración imperial, esta vez desde Constantinopla, volvería a Andalucía y a las Baleares a raíz de las reconquistas de Justiniano, pero al menos en Andalucía se desvanecería casi sin noticia unos 50 años después, hacia el año 616, en momentos en que Heraclio luchaba en el Este contra los persas. Para el momento de la invasión árabe, toda la península dependía del reino visigodo. Al igual que en la Galia, Italia o Noráfrica, existían una población hispanorromana que mantenía su forma de vida y su idioma, y una casta gobernante germana. La relación ente ambos pueblos sería bastante tirante, no tanto por el problema político resultante de la subyugación de un pueblo culturalmente superior por uno inferior, sino por el ya señalado problema religioso entre católicos y arrianos. Pero cuando el año 587 el rey visigodo Recaredo abjuró del arrianismo y asumió la religión de la masa de sus gobernados, se dio el gran paso para la fusión cultural de hispanorromanos y godos en un mismo pueblo. De cualquier forma, el gobierno visigodo no fue para España todo lo beneficioso como lo fue en Italia el ostrogodo. Fue un régimen bastante tiránico, según cuentan las crónicas, en el que la casta visigoda bastante pronto desplazó, de forma seguramente más drástica que en la Galia, a la antigua aristocracia hispanorromana. Pero por más de mil años la sangre de los godos © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 239 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. sería en España signo de hidalguía y estirpe. Hasta el día de hoy los descendientes de los conquistadores españoles de Nuevo Mundo mantienen la conciencia de que sus primeros antepasados llegados a América eran miembros de una baja nobleza de origen godo. Aparentemente las guerras y las invasiones de ida y vuelta habían arrasado la península, y la antigua riqueza de Hispania se había reducido en amplísima medida. Mucho de esto influiría en que, cuando los invasores árabes cruzaron Gibraltar, conquistaron casi sin mayor resistencia gran parte de la península. Los visigodos se debilitaron en sus rencillas y guerras civiles, que afectaban precisamente a una población hispanorromana que ya no era combatiente. Por ello, derrotados los visigodos, los hispanorromanos no pudieron, y seguramente no quisieron, tomar partido a favor de los godos. De cualquier forma, serían los descendientes de los godos los que, en el curso de los siglos, reconquistarían España para los cristianos y conquistarían América. 163.- La Invasión y Conquista Anglosajona de Britania. Un caso patético es el de la provincia romana de Britania. Para el año 400 era una provincia cristianizada y altamente romanizada, pero a diferencia de la Galia e Hipania, el latín no era todavía la lengua universal. Es más que probable que el latín fuera el idioma de las ciudades, de la administración, de la Iglesia, y de la gente más letrada, pero a nivel popular, en algunas regiones más que en otras, subsistían los dialectos celtas prerromanos. De cualquier forma, Britania contaba con un importante ejército estable romano, que vigilaba celosamente la frontera norte de la provincia, básicamente a lo largo de la Muralla de Adriano. Los romanos habían establecido en ella una frontera fácilmente defendible y estratégica, adecuada al terreno de Escocia. De hecho, a propósito habían detenido la expansión hasta más al norte, por la dificultad de mantener las conquistas en terreno inhóspito. Es más, desde Britania diversos generales romanos se habían autoproclamado emperadores y con sus ejércitos habían alcanzado, contra otros pretendientes, el trono: son de citar Vespasiano, en el siglo I, y Constancio Cloro, padre de Constantino El Grande, a comienzos del IV. Como ya hemos señalado, hacia el año 407 las legiones romanas se retiraron de la Britania romana, sin quedar plenamente claro si fue para enfrentar ataques bárbaros en el continente, o por la ambición del jefe militar que pretendió un cetro imperial que se desvanecía por toda Europa. El hecho es que los pacíficos bretones, acostumbrados a la civilización romana, se encontraron desamparados, abandonados a sus propios medios, para defenderse de los feroces pictos de Escocia. Hacia el año 410 se produce el final de la acuñación de monedas romanas. Aparentemente por las mismas fechas se retiraron los últimos funcionarios administrativos romanos. Desde este momento, hasta aproximadamente el año 600 se produce un vacío casi completo en la historia de la Britania post-romana. Sólo puede inferirse que la autoridad central desapareció y que el poder se atomizó, que surgieron diferentes mini-reyes, y que las ciudades se empobrecieron y en gran medida tuvieron que abandonarse. Se cortó casi todo el contacto con la Galia, y con ello con la cultura romana continental. Los pictos, sin un ejército estable en frente, cruzaron la Muralla de Adriano, y los bretones se encontraron a la defensiva, sin medios verdaderos de defensa. Entonces, en algún momento hacia el año 450 llamaron en su auxilio a los anglos y los sajones, todavía paganos, para que como simples mercenarios los protegieran, como antes habían hecho las legiones romanas. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 240 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Pero los germanos llegaron para quedarse, y desde el Este de la isla comenzaron una política de conquista y asentamiento. Trajeron más congéneres desde el Norte de Germania, y se les unieron los jutos, originarios precisamente de Jutlandia. Entonces se inició una larga guerra de conquista y defensa, en la cual los anglosajones y sus aliados avanzaron continuamente de Este a Oeste, llegando a enfrentar a bien organizados reyes locales bretones, que inclusive lograron por un buen tiempo detener el avance enemigo. La leyenda nos ha traído el nombre del más conocido para nosotros, el Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda. Históricamente no hay datos de su existencia, pero tampoco las hay en contrario, así que no es aventurado pensar que se trató de un líder bretón romanizado y cristiano local que defendió exitosamente su reino contra los invasores paganos. En algún momento empieza a hablarse de Britania post-romana, para referirse a la parte de la isla aun gobernada por celtas semi-romanizados, y de Inglaterra, para referirse a la parte definitivamente ocupada por los anglosajones. Hacia el año 600 la conquista anglosajona estaba ya bastante avanzada. Como últimos rincones de cultura celta cristiana en Britania quedarían, básicamente las zonas de Gales y Cornualles. En el Centro y Este de la isla primó la nueva cultura germánica y pagana de los conquistadores sajones. Ahora bien, es difícil pensar que haya habido un desplazamiento completo de los pueblos derrotados. Tal vez no en el extremo Este de la isla, pero sí en la parte central, sobrevivieron elementos bretones cristianos entre los nuevos señores de la tierra, y es muy lógico que se haya efectuado una amalgamación étnica entre conquistadores y conquistados. Esto se nota efectivamente en los tipos físicos de los habitantes de las distintas regiones de la Inglaterra propiamente dicha. Paralelamente, escapando de la invasión germánica, en el curso del siglo VI grupos importantes de bretones cruzaron el Canal de La Mancha y se establecieron en la península de Armórica, en la Galia. Esta inmigración celta modificó substancialmente la estructura poblacional de la región, que, a raíz de esto, pasó a ser conocida también como Bretaña. Evidentemente que en nuestro idioma castellano, y también en francés, se produce confusión, pues Inglaterra está localizada en una isla que todavía se llama Gran Bretaña, y el nombre romano de la provincia insular, Britannia o Britania, es en castellano Bretaña, al igual que la actual península de Francia, donde los descendientes de los bretones emigrados aún hablan el dialecto céltico de la época romana. En inglés, afortunadamente, la diferencia es más clara, pues se da el nombre de Britain a la provincia romana, o inclusive a toda la isla, y de Britanny a la Bretaña francesa. No obstante, habiendo sido la conquista anglosajona y juta de Britania más bien una serie de campañas independientes desarrollada por líderes tribales propios por pueblos germanos con diferencias dialectales, y no tanto una campaña organizada y central de conquista, el resultado fue el establecimiento en la parte germanizada de la isla de una serie de pequeños reinos, con diferentes dinastías, dialectos y tradiciones. Siete son los reinos históricos fundados por los germanos en Inglaterra: Essex, Wessex y Sussex, por los sajones; Kent, por los jutos; Anglia Oriental, Mercia y Northumbria, por los anglos. Faltaba mucho todavía para la unificación política de la parte inglesa de la isla. El desarrollo del Cristianismo entre los anglosajones fue relativamente lento. Como hemos señalado, al iniciarse la conquista anglosajona, los bretones ya estaban cristianizados. De hecho, los pocos antecedentes que existen de Britania en esa época obscura de 200 años que van desde el 400 al 600 son de obispos llegados a la isla © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 241 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. para supervisar el estado de la Iglesia local. En el curso del siglo V un bretón romanizado, de la aristocracia local, el futuro San Patricio, llevó a cabo la cristianización de la Irlanda celta. La conversión de la isla fue rápida, y considerando que nunca había sido territorio romano le permitió desarrollar una forma muy céltica de catolicismo. Durante los 250 años siguientes Irlanda sería un foco de expansión del Cristianismo. Hacia el año 565 comenzó la cristianización por los irlandeses de los pictos de Escocia. Posteriormente, desde la Galia empezaría el proceso de conversión de los anglosajones, aunque para entonces ya había Cristianismo local de raigambre bretona. Hacia fines del siglo VII la parte anglosajona de la isla había aceptado también el Cristianismo. Posteriormente, misioneros anglosajones, liderados por San Bonifacio, iniciarían la conversión de los pueblos germanos allende el Rhin. Pero esto ya es parte de otro capítulo. Terminado este período inicial, sólo la céltica y montañosa Escocia permanecía en sus prácticas paganas tradicionales. 164.- La Desromanización en las Zonas del Rhin y el Danubio. Hasta el momento hemos tratado el caso de las regiones latinas del Occidente romano en las que, a pesar de la conquista germánica, de una forma u otra logró sobrevivir la civilización de los romanos. Pero hay otras regiones del Imperio en que casi sin quedar huella se esfumó toda la influencia romana. Muy pocos antecedentes hay que expliquen como se desromanizó la Germania romana, esto es la porción de Germania al Oeste del Rhin y al Sur del Danubio, así como en general, toda Panonia, Noricum y Helvecia. Ahí los invasores germanos, por razones difíciles de explicar, impusieron su idioma a las poblaciones romanoceltas originarias. Seguramente las regiones fronterizas del Imperio Romano quedaron más despobladas que el resto de las provincias interiores, pues ahí los cruces de ejércitos rivales a un lado u otro del Rhin y el Danubio arruinaron la región en mayor medida que al resto de Europa. En muchos casos la romanización no era muy profunda, pero igual es importante tener en cuenta que las ciudades romanas de Germania eran importantes ya en su época, y son hasta hoy importantes centros urbanos de Alemania, Austria, Alsacia y Suiza. El hecho es que el idioma alemán, o sus dialectos, se extendieron hasta Lorena, en el Oeste, y el Tirol Meridional, por el Sur. Ahora bien, hasta el día de hoy todavía se aprecia una fuerte diferencia cultural entre los alemanes de la antigua Germania exterior y los alemanes étnicos que habitan en lo que alguna vez fue territorio romano. Durante la Edad Media en estas regiones alemanas alguna vez romanas siguieron existiendo centros de cultura de gran importancia. El caso de ciudades como Colonia, Aquisgrán, Tréveris, Maguncia, Viena, Augsburgo y Ratisbona lo demuestran. Después veremos, pero ya en otro capítulo, como, a consecuencia de las posteriores invasiones eslavas, se desromanizarían las zonas de Iliria y el Bajo Danubio, en los Balcanes. Regiones subdanubianas como Iliria y Moesia, en las cuales todavía en tiempos de Justiniano se hablaba latín como lengua nativa, quedaron ampliamente eslavizadas, desde luego producto de la despoblación causada por las invasiones 165.- Los Germanos todavía ajenos a la Civilización Romano-Católica. Paralelamente, de entre los pueblos germánicos que estaban en proceso de convertirse en uno de los ejes de la nueva civilización cristiana medieval, quedaban todavía varios alejados completamente del contacto con Roma y el Cristianismo. Los francos ya © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 242 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. estaban convertidos al Cristianismo, y ellos gobernaban a ambos lados del Rhin, en el Oeste sobre poblaciones de cultura latina, y en el Este sobre germanos aun paganos. Dentro del reino franco se inició un proceso de cristianización de los otros pueblos germanos subyugados. Después con Carlomagno seguiría el paso final de conquista y asimilación de los restantes. El hecho es que todavía para el siglo VIII el paganismo aun dominaba entre diversos pueblos de la Germania propiamente dicha, tales como los frisones, los alamanes, los suabos, los bávaros, los turingios y los sajones. Estos pueblos seguían apegados a sus costumbres y creencias tradicionales. No obstante, la penetración de Roma ya estaba en proceso. Después volveremos sobre este tema. Donde todavía no había mayor contacto con la civilización post-romana ni con el Cristianismo era entre los germanos septentrionales, los habitantes de las penínsulas Escandinava y de Jutlandia, las actuales Suecia, Noruega y Dinamarca. Estos pueblos, que estaban pronto a ser conocidos como “vikingos” jamás habían sido fronterizos con el Imperio Romano ni habían participado en su desmembración. Ya estaban iniciando un proceso de expansión, que los llevaría a colonizar Islandia, las islas Faroe y Groenlandia, a establecerse con reinos más o menos permanentes en la Irlanda céltica y la Inglaterra anglosajona, y a fundar en la Galia el famoso ducado francófono de Normandía. Pero también para esto faltaba tiempo. Un hecho de gran importancia para la cultura germánica en consolidación fue el nuevo límite geográfico que le quedaba asignado. Como ya hemos señalado, por un proceso de deslatinización, se estaban germanizando rápidamente diversas regiones romanas al Oeste del Rhin y al Sur del Danubio. Pero, por el Este, la civilización germana en ciernes alcanzaba tan sólo hasta el río Elba. Al Este de dicho río, había quedado gran parte de Europa vaciada de sus habitantes germanos orientales. Pueblos como los godos (en sus dos ramas), los vándalos, y varios más, que en algún momento no tan lejano habían ocupado las regiones bálticas del Vístula, Bohemia y Ucrania, con motivo de la invasión de los hunos y de la subsiguiente Völkerwanderung hacia en interior del Imperio Romano habían abandonado casi en su totalidad sus tierras ya ancestrales. El vacío geográfico que esto produjo fue llenado por una nueva ola de invasores indoeuropeos, los últimos en hacer aparición en la historia de la Cultura Occidental, los eslavos. De cualquier forma, existe un dato histórico casi desconocido, pero muy interesante, relativo a la migración de los godos. Aparentemente grupos aislados godos no emigraron a Occidente y permanecieron afincados en lo que ahora sería el Sur de Rusia, especialmente en la península de Crimea, y sobrevivieron por muchos siglos, en estrecha relación con Constantinopla. Hay antecedentes de que su idioma subsistió hasta el siglo XVIII y posiblemente hasta la revolución comunista de 1917. Ya no quedan restos de ellos. Al final los rusos los tenían erróneamente como alemanes relacionados a las comunidades de “alemanes del Volga” llevadas a Rusia en el siglo XVIII por la emperatriz Catalina II La Grande; pero como observamos no eran “alemanes” en el sentido estricto de la palabra. 166.- La Entrada de los Eslavos a la Historia. Los pueblos eslavos constituían la sección más rezagada en su marcha hacia Occidente de los pueblos indoeuropeos. Tenían la piel muy blanca, el pelo rubio y los ojos claros. Pero se diferenciaban ya de sus primos germanos y celtas por una estura menor y cráneos redondos. Su idioma original, el protoeslavo, estaba en sí bastante alejado de las demás lenguas arcaicas indoeuropeas. Aparentemente, a comienzos de la Era © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 243 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Cristiana habitaban todavía en Asia Central. Desde ahí, siguiendo el curso natural de los demás pueblos arios, empezaron a moverse hacia Europa, cruzaron los Urales y se establecieron en las estepas casi despobladas de la actual Rusia. El origen de la palabra “eslavo” es bastante controversial, pero es altamente posible que haya llegado a nosotros a través del latín y griego del Imperio Tardío y que no sea otra cosa que una derivación del concepto de “esclavo”. Junto con los eslavos, en oleadas contemporáneas, llegarían a Europa, procedentes de Asia, otros grupos nómadas, afines a los hunos y a los mongoles, en un estado e civilización muy inferior a los eslavos. Son de mencionar, en primer lugar, los ávaros y los búlgaros, que básicamente se infiltrarían en los Balcanes; y en segundo lugar los grupos fino-ungrios: los magiares ocuparían la planicie de la actual Hungría, ejerciendo fuerte presión sobre los germanos recién en proceso de cristianización, mientras que otros grupos septentrionales ocuparían la actual Finlandia y parte del Báltico. Pero sobre estos grupos asiáticos volveremos algo más adelante. El movimiento desenfrenado sobre el Imperio Romano de los pueblos germanos que ocupaban el espacio europeo centro-oriental, despobló y dejó vacantes grandes regiones, que en su movimiento hacia el Oeste pasaron a ser ocupadas por los eslavos. Ingresaron a la actual Ucrania, y desde ahí se desbordaron sobre la península de los Balcanes. El siglo VI contempló el ingreso de estos nuevos invasores. El río Danubio era todavía la frontera del Imperio Romano. Las poblaciones de las regiones de Moesia e Iliria estaban bastante romanizadas, e inclusive, como es sabido, en la Dacia todavía quedaba influencia cultural romana, a pesar de que las tropas romanas habían evacuado la región hacia más de 300 años. Pero, de cualquier forma, las invasiones de los siglos IV y V habían afectado mucho la situación cultural de las regiones fronterizas. Ello permitiría grandes cambios en la estructura demográfica del Este de Europa. Aparentemente afectó mucho el hecho de que los ostrogodos, al salir de Italia y de la historia, dejaran de proteger la estratégica frontera de Panonia, que quedó abierta a los nuevos invasores. Ya en el reinado del emperador Justiniano, los eslavos atravesaron la frontera danubiana y, como ya hemos visto, en 559 fueron derrotados por Belisario en las mismas puertas de Constantinopla. El 583 los ávaros tomaron los pasos del Danubio y el 619 llegaron también ante los muros de la capital imperial, siendo rechazados por el emperador Heraclio, que por otra parte en ese momento resistía desde el lado asiático el asedio de los persas sasánidas. Nuevamente, en 626 eslavos y ávaros atacaron Constantinopla por tierra y mar, pero no pudieron superar las murallas de la ciudad. Entre el 675 y el 681 los eslavos ocuparon gran parte de Tracia, Macedonia y Grecia, y empezaron a establecerse en la región. A partir de ese momento, la estructura étnica de gran parte de la península balcánica sufrió una modificación irreversible. El caso concreto de Grecia lo veremos en un capítulo posterior. Entonces, como vemos, el avance eslavo en el Sur fue contenido directamente por el Roma, aunque gran parte de la Península de los Balcanes quedó habitada por estos nuevos pueblos. La expansión eslava llegó a ocupar el Norte de la antigua Macedonia, y toda la región de Iliria; en Carniola se detendría, ante la avanzada germana de lo que después sería Austria. En la península balcánica sólo sobrevivirían, de las poblaciones pre-romanas, los griegos, en realidad dentro de una extensión geográfica bien restringida, además de los epirotas albaneses, emparentados lejanamente con los griegos, y los habitantes de habla latina de la Dacia. Por ejemplo, en Dalmacia, alguna vez una zona totalmente romanizada, los últimos restos de su lengua romance latina se extinguirían a mediados de la Edad Media; sólo quedaría algo en las ciudades de las © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 244 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. costas, pero ya no restos de su cultura latina vernácula sino más bien consecuencia de la influencia posterior de las ciudades marítimas italianas (especialmente Venecia). Paralelamente, en el mismo siglo VI continuaba el avance eslavo hacia Europa Central. Los eslavos ocuparon toda la región del Vístula y alcanzaron la costa del mar Báltico en Pomerania, Bohemia, etc., territorios que los germanos habían dejado despoblados. El avance eslavo hacia la Germania propiamente dicha fue tal que el futuro límite temporal entre los germanos y los eslavos se fijó, en términos aproximados, en el río Elba, en lo que alguna vez había sido el interior de la Germania pre-romana, la cual quedó, entonces, quedó sumamente reducida. Recordemos que hasta la batalla de la Selva de Teotoburgo este río era el límite de la expansión romana dentro de una Germania que se extendía mucho más al Este. Entonces, la labor de protección del germanismo en el Este quedó a cargo de los últimos pueblos fronterizos: los sajones, turingios y bávaros. Al Este quedarían las tribus eslavas, tales como los vendos, sorbos, etc. De cualquier forma, estos avances eslavos hacia el Sur y el Oeste, no afectaron el hecho de que los pueblos que después conoceríamos como rusos se mantuvieron en el espacio del extremo oriental de Europa, ocupando las costas septentrionales del Mar Negro o Ponto Euxino, asimilando a las poblaciones locales, y desde ahí extendiéndose hacia el extremo norte del continente. Hacia el Este, su límite serían los montes Urales, el límite histórico entre Asia y Europa. Más al Este quedaba el espacio asiático despoblado o apenas habitado por pueblos mongoloides. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 245 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. SEXTA PARTE – LA ALTA EDAD MEDIA 167- Los Árabes. Durante siglos la península arábica había desarrollado una civilización propia, bastante influida por las culturas circundantes. Entonces, los árabes del siglo VII distaban mucho de ser un pueblo al margen de la civilización, aunque sí podría decirse que, salvo por contadas ocasiones, se habían mantenido alejados de las influencias directas de la cultura occidental. Los beduinos árabes hacía siglos que transitaban por todo el Oriente persa y romano, y Roma controlaba regiones de lengua árabe al Sur el Sinaí. De cualquier forma, tenían un gran punto de unión con la civilización romano-cristiana: la identidad racial y cultural con los pueblos hebreo y fenicio, y el cercano parentesco idiomático con el arameo. La misma Biblia señala a los árabes como descendientes de Abraham: cuando éste engendró a su hijo Isaac en su esposa legítima Sara, y nació el que sería el antepasado del pueblo hebreo, Dios, para evitar rencillas entre Sara y su esclava Agar, que le había dado ya otro hijo a Abraham, Ismael, determinó que esta mujer y su hijo deberían alejarse de Sara e Isaac. Con el dolor del alma Abraham tuvo que ordenarle partir, pero con la seguridad, dada por Yahvé, de que Él cuidaría de ambos, y que Abraham tendría en Ismael una gran descendencia. Estaba escrito que de Isaac provendría el pueblo escogido, pero que Ismael procrearía a otro gran pueblo. Ya hemos mencionado que Alejandro vislumbraba poco antes de morir una gran expedición a la conquista de Arabia. Quién sabe qué hubiera pasado si el proyecto de Alejandro se hubiera hecho realidad. Conociendo su obra, seguramente hubiera habido reinos griegos en gran parte de la península arábica y la helenización hubiera sido muy fuerte en las costas. Pero así como la Batalla de la Selva de Teotoburgo preservó la cultura alemana, la muerte prematura de Alejandro permitió la continuidad de la árabe. De cualquier forma, la relación entre los múltiples reinos árabes y los reinos helenísticos, primero, y Roma, después, fue muy profunda. En el período de grandeza de Roma, bajo los Antoninos, las escuadras mercantes romanas, griegas y fenicias cruzaban constantemente en ambos sentidos el estrecho de Adén en ruta hacia la India. Los reinos árabes al Este y Sur de Palestina estaban ampliamente helenizados, y en gran medida eran Estados dependientes de Roma. Es famoso el próspero reino nabateo, con capitalidad en Petra, centro comercial de las caravanas del desierto. La región de Yemen, al Sur de Arabia, la zona más desarrollada de la región y muy poblada, estuvo inclusive sujeta a la supremacía de los emperadores cristianos de Etiopía, en su carácter de subordinados el emperador romano de Constantinopla. Por si fuera poco, el Judaísmo y el Cristianismo estaban fuertemente asentados en la península, especialmente en el Sur, así como entre numerosas tribus beduinas. Pero la religión tradicional pagana era todavía mayoritaria, y la falta de unidad política había mantenido al pueblo árabe tan sólo tangencialmente como actor de la historia. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 246 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 168.- Mahoma y el Surgimiento del Islam. Alrededor del año 570 D.C. nació en La Meca Mahoma, el que sería el creador de una tercera religión bíblica, el Islam. Casado con una rica viuda, tuvo en ella a su única hija Fátima. A los 40 años su vida tuvo un vuelco espectacular, que lo derivó a la religión. La tradición indica que el Arcángel Gabriel fue quien le inculcó los principios de una nueva fe, y quien luego le dictaría el Corán, el libro sagrado del Islam. La nueva doctrina religiosa sería en realidad una variante muy simplificada de la religión judeocristiana, ampliamente basada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, pero con una diferencia esencial: el papel de Jesucristo. El Islam de Mahoma entendió a Jesucristo como uno de los más grandes profetas enviados por Dios a la Tierra, pero no como hijo de Él, sino como un hombre privilegiado; de cualquier forma, tal fue la importancia de la figura de Jesús para la doctrina mahometana, que reconoció sin ambigüedades la concepción virginal de él por su madre María. Esto hizo que la virgen María y su hijo ocuparan un lugar de honor para el Islam. Pero la relación con el Cristianismo fue más allá, puesto que hasta Juan el Bautista recibió especial reconocimiento en la nueva fe. La relación con el Judaísmo fue todavía más intensa, pues recogió toda la tradición bíblica pre-cristiana, y mantuvo la asociación religiosa del pueblo árabe con el Patriarca Abraham a través de la persona de Agar e Ismael. Todo esto quedó plasmado en el Corán. El Islam aprovechó una gran ventaja por sobre el Cristianismo: su simplicidad teológica. Mahoma expresó que no había más que un Dios, y que Mahoma era su profeta definitivo. La posición de Mahoma en la nueva religión es conocida, pues quedó consagrado como el último gran profeta de la tradición bíblica, continuador de los antiguos patriarcas hebreos, de los grandes profetas, de Juan el Bautista y Jesucristo. Pero Mahoma nunca se consideró, ni es considerado, “Hijo de Dios”, sino un simple mortal que recibió el encargo de Dios de predicar la forma definitiva de su fe. Acá viene el otro punto, que la gente no comprende siempre del Islam: se consideró a sí misma una fe verdaderamente monoteísta, a diferencia del Cristianismo, que estaba contaminado de elementos politeístas. Para el Islam sólo existía Dios, y nada más. El nombre Alá o Allah que se le da al Dios de Mahoma en sí no es el nombre de un dios, sino simplemente la palabra que se da en idioma árabe a nuestro Dios. Los profetas era todos, inclusive Mahoma, gestores de Dios. Por ello, el problema teológico de la Santísima Trinidad, esto es, “Tres Personas distintas y Un solo Dios Verdadera”, a los ojos del Islam naciente, era una práctica que se alejaba del verdadero monoteísmo bíblico. Si a esto se agregaba que los cristianos veneraban imágenes, de Jesús y de la virgen, y hasta reliquias de los santos, y que, peor aun, consideraban a los santos como intermediarios ante Dios, para los musulmanes el Cristianismo había degenerado en una forma abiertamente politeísta. Cuando uno analiza todos los problemas teológicos del Cristianismo que hemos ya comentado, y los confrontamos con la simplicidad religiosa del Islam, donde no hay nada entre el único Dios y el hombre, y no hay necesidad de buscar formas complicadas para definir diferencias de opinión doctrinal, entendemos por qué el Islam prendió tan rápido en el pueblo árabe, que ya había sido renuente a adoptar el Cristianismo. La primera etapa de predicación de Mahoma, en la que obtuvo algunos conversos en su ciudad natal, provocó que tuviera que huir de La Meca, antes las amenazas de muerte, escapando a Medina. Esta fuga desde La Meca a Medina, el año 622 A.C., conocida en árabe como la Hégira (Huida), determina el comienzo de la era musulmana. En los 10 años siguientes, desde su centro en Medina, Mahoma extendió la nueva fe a toda la península arábiga, convirtiendo a toda la población pagana. Cuando sus fieles conquistaron finalmente La Meca, centro del paganismo árabe, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 247 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Mahoma mandó destruir todos los ídolos y símbolos paganos. No obstante, la famosa piedra negra de La Kaaba pasó a ser considerada como símbolo de la nueva fe. Y, como dato importante, Mahoma perdonó las imágenes de la virgen María y el niño Jesús. Esto fue coincidente con la postura de Mahoma frente a los cristianos y judíos: mientras los paganos fueron obligados forzosamente a la conversión, los judíos y cristianos, Pueblos del Libro, creyentes en el verdadero Dios, aunque con una interpretación en su opinión equivocada, fueron dejados en libertad de continuar con sus prácticas religiosas, sin ser molestados. Sólo se les exigiría el pago de un impuesto adicional por practicar su religión, y limitaciones en cuanto al uso de armas y montar a caballo. Muerto Mahoma, el año 632 D.C., sus sucesores, con el título de Califas, iniciaron la expansión de la nueva fe más allá de Arabia. Entrarían en conflicto con los debilitados Imperios romano y persa. Es muy importante tener en cuenta que para dichos momentos, el Islam desarrollado por Mahoma estaba todavía tan cercano a sus raíces bíblicas, judías y cristianas a la vez, que, para un espectador contemporáneo, hubiera parecido más una versión herética del Cristianismo tradicional, y mucho más tolerante que éste, que una nueva religión. Esto explica en gran medida por qué su expansión fuera aceptada con bastante facilidad en las regiones de Cristianismo herético del Imperio Romano. 169.- La Avalancha Islámica sobre el Mundo Romano. El año 635, apenas tres años después de la muerte del Profeta, los árabes islamizados iniciaron su expansión evangelizadora. Su éxito sería uno de los casos más espectaculares de expansión de la historia universal, pues en el curso de 100 años habrían conquistado a gran parte de las regiones civilizadas de la Tierra. Y fue ayudada por una circunstancia extra: la guerra entre romanos y persas había terminado el año 630, con una victoria romana verdaderamente pírrica. Los dos grandes Imperios de la Antigüedad Tardía habían quedado desgastados, e incapacitados de emprender una nueva aventura militar. Tal vez este status quo hubiera durado una generación más, de no ser por la irrupción de los nuevos conversos árabes, enfervorecidos con la nueva fe del Profeta. Y aquí se presenta, para Roma, una de las grandes paradojas de la historia: su último gran emperador, Heraclio, vencedor de los persas zoroastrianos, defensor del Cristianismo, liberador de Jerusalén, restaurador de la Santa Cruz, que pocos años atrás había efectuado un esfuerzo sobrehumano de recuperación, tuvo que ver, casi impasible, seguramente impotente, como su propia obra se desmoronaba. El ejército fronterizo imperial no estaría preparado para una nueva guerra, ahora contra un agresor del cual jamás hubiera imaginado amenaza alguna, psicológicamente más motivado que cualquier ejército mercenario del cual Roma pudiera disponer. Además, los problemas teológicos en el Imperio Romano habían ya creado un dique emocional, de corte nacionalista, en Siria y Egipto. Cuando el Imperio Romano fue latino y tolerante, todas las provincias se sentían parte de un proyecto multinacional común; cuando el Imperio pasó a ser dominado por griegos religiosamente hegemónicos, este sentimiento de pertenencia común se marchitó. Por ello, los semitas sirios y los camitas egipcios, ambos pueblos mayoritariamente cristianos monofisitas, no opondrían mayor resistencia particular a lo que entonces se veía como una nueva religión bíblica, ampliamente tolerante, que respetaba sus formas religiosas más que los funcionarios imperiales griegos. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 248 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El año 634 los árabes entraron a la Palestina romana, tras derrotar a las pocas fuerzas que el Imperio cristiano pudo oponerles. Jerusalén, ciudad mayormente ortodoxa, se rindió sin pelear en 637. El propio Patriarca de la ciudad recibió al Califa, y hasta le ofreció que oraran juntos en el Santo Sepulcro. El Califa, humildemente, rehusó ingresar a la iglesia, pues sabía que de hacer esto más temprano que tarde sus seguidores habrían convertido en mezquita todo lugar donde él hubiera invocado el nombre de Dios. Este es el espíritu tolerante con que los árabes musulmanes iniciaban su conquista del mundo romano. La conquista de Siria siguió su curso, y quedó rápidamente completada para el año 636. Damasco y la vieja Antioquía de los Seléucidas cayeron en manos musulmanas. Recién en las montañas de Asia Menor, donde el elemento helenizado era mayoritario, las tropas imperiales romanas pudieron poner un dique de contención a la expansión musulmana. Paralelamente, había empezado la lucha por Egipto. Tras la derrota romana en Heliópolis, en 640, el país interior, de religión copta monofisita, fue fácilmente ocupado. Alejandría, ciudad griega por antonomasia, resistió bravamente, pero se rindió en noviembre de 641 tras un largo sitio de año y medio. El efecto psicológico de la caída de la gran capital de Egipto y de la pérdida de los recursos económicos y agrícolas de la provincia fue tremendo para el mundo romano. Pero la ciudad –junto con su Hinterland- fue prontamente reconquistada por los romanos, y acá se produce la lucha final de la ciudad, la cual, con todos sus medios, ayudada por la asistencia marítima desde Constantinopla, resistió hasta el momento de su caída final en 646, tras una larga y valiente defensa romana. Todavía en 654 tuvo lugar un segundo –y también fallido intento- imperial de recuperar la ciudad. Nunca más volvería a manos imperiales. Tras esto, Alejandría, que ya estaba en ruinas tras la larga resistencia, fue en buena medida destruida por los conquistadores para impedir que se convirtiera nuevamente en una base fuerte de la resistencia romana. Así acabó sus días la vieja ciudad de Alejandro y Ptolomeo, quedando reducida a poco más que una población carente de mayor significado. Dejó de ser para siempre la gran metrópoli griega y la capital política de Egipto, y como tal desaparece prácticamente –hasta tiempos de Napoleónde la historia. Los árabes fundarían una nueva capital, alejada del mar y del peligro de las escuadras romanas, musulmana desde su origen, El Cairo, cerca de donde alguna vez había estado la antigua Menfis faraónica. Una triste consecuencia de esta conquista sería la destrucción definitiva de la Gran Biblioteca de Alejandría, la cual ya hemos previamente referido. Después de esto, en 647 los árabes siguieron su senda expansiva por el Norte de África. El próximo campo de batalla fue la provincia de África, de población cristiana latina, pero ya diezmada por las guerras contra los beréberes, la desertificación y las plagas. A pesar de los problemas políticos que vivía la península púnica, por lo menos ahí los romanos pudieron hacerse fuertes y detener por medio siglo la arremetida. Por última vez aparece la vieja Cartago en la historia universal. La metrópoli romana de África resistió medio siglo a los invasores, como último baluarte imperial. Finalmente, cuando la acosada y convulsionada Constantinopla no pudo hacer nada para auxiliarla, se rindió el año 698. Habiendo dejado de existir el exarcado de África, los conquistadores sometieron y convirtieron a las tribus beréberes moras del Magreb. Desde ahí entrarían a Europa. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 249 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Es este el momento en que el destino de nuestros antepasados ibéricos se entremezcla con el de los otros pueblos del antiguo Oriente romano. El año 711 los moros islamizados, bajo las órdenes del célebre Tarik, cruzan lo que desde entonces se llama el Estrecho de Gibraltar. La leyenda española responsabiliza de permitir el paso al famoso traidor el conde Don Julián, gobernador de Ceuta. Pero este nombre no es visigodo, sino latino, de lo que se infiere que seguramente se trató del último funcionario imperial que custodiaba las Columnas de Hércules, que al rendirse dejó libre el tránsito de los musulmanes a Hispania, de población totalmente latinizada y católica. El resultado fue estremecedor para la península, pues en una sola batalla, Guadalete, también llamada Janda, el mismo año de 711 derrotaron al último rey visigodo, Roderico, el Don Rodrigo de la leyenda, y casi sin resistencia ocuparon prácticamente la totalidad de la península. Sólo se salvó de la ocupación la franja más septentrional de la misma, sobre el Cantábrico, la actual Asturias. Ahí, prácticamente de espaldas al mar, el último señor visigodo, Don Pelayo, en la Batalla de la Covadonga del año 718, detuvo la marea árabe y salvó a su montañosa región. Esta batalla se considera el comienzo de la Reconquista cristiana de España. Pero todavía las fuerzas árabes, ya desgastadas en su avance, cruzaron los Pirineos y entraron a la Galia católica, gobernada por los francos. Ahí los árabes avanzaron hasta Poitiers, pero por causas imposibles de definir, fueron derrotados en toda la línea el año 732 por las fuerzas francas comandadas por Carlos Martel, Mayordomo de Palacio de los subreinos de Austrasia y Neustria. Derrotados, las fuerzas islámicas cruzaron de vuelta los Pirineos, que pasó a constituir por un tiempo el límite de sus conquistas en Europa. Pero, en el Este imperial y en el Mediterráneo, la lucha continuaba. El año 648 los árabes tomaron Chipre y el año 653 cayó Armenia. Si bien Asia Menor permaneció en gran parte como territorio romano, las fuerzas árabes fueron capaces de invadirlo constantemente y saquearla, amenazando con conquistar la última base defensiva imperial en Asia. En estas circunstancias, entre los años 663 y 668 por motivos estratégicos el emperador Constante II procuró devolver la capitalidad del Imperio desde Constantinopla a Roma, todavía territorio imperial. Después nos referiremos en detalle a este tema. El año 673 las fuerzas navales y terrestres árabes sitiaron por primera vez, durante 6 largos meses, Constantinopla. Pero la ciudad resistió gracias a la solidez de sus afamadas murallas, y al famoso Fuego Griego, un compuesto inflamable, que no se apagaba en el agua, inventado por un sabio constantinopolitano, cuya composición fue por mucho tiempo un secreto de Estado, y hasta hoy su fórmula es desconocida. Esta arma secreta destruyó la escuadra árabe sitiadora. La victoria romana en 677 salvó al Imperio, amenazado por los árabes por el Oeste y Este, y por los eslavos y búlgaros en el Norte. Entre los años 717 y 718 tuvo lugar el segundo sitio de Constantinopla por los árabes, que también fracasó. El año 739 las tropas imperiales derrotaron a los invasores árabes en Anatolia, estabilizando la frontera. El emperador Constantino V inició entre 741 y 775 contraataques en Chipre y Armenia, y en 778 León IV los expulsó definitivamente de Anatolia. Esto detuvo el ímpetu islámico. No obstante, todavía seguirían victorias parciales árabes posteriores, como la toma de Creta en 826, que se convertiría en una base de piratas árabes, y la inesperada © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 250 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. conquista de Sicilia, todavía de civilización griega y dependencia imperial, entre 827 y 878, llevada a cabo por musulmanes norafricanos. Esta conquista desembocaría en la destrucción de la vieja Siracusa, que acá desaparece de la historia. O el psicológicamente terrible asalto de Roma por una escuadra árabe en 846, que resultó en el saqueo del Vaticano. Además, desde su base siciliana, por un corto tiempo los árabes pusieron pie en partes meridionales de la península itálica. En 840 y 842 avanzadas árabes se apoderaron de Tarento y Bari, y para 905 conquistan Regio. Recién a mediados del siglo X las tropas imperiales consiguen desalojar estas avanzadas árabes en suelo propiamente italiano. Pero finalmente se había llegado a un status quo entre el mundo cristiano, griego o latino, por un lado, y el árabe musulmán por el otro. Por un tiempo la frontera correría, en Asia Menor, al Norte de Cilicia y en Armenia; en el Mediterráneo, por Creta, Sicilia y las Islas Baleares, y en España, al Sur de los Pirineos y de Asturias. El mundo cristiano logró en ese momento clave detener en los dos frentes de batalla el ataque en forma de pinza de los musulmanes, bien en Oriente, ante los muros de la Nueva Roma, o en Occidente, gracias a los francos y los restos de la aristocracia visigoda, y el efecto fue global para toda una cultura. Si Carlos Martel no hubiera vencido en Poitiers a la -afortunadamente ya para entonces debilitada- vanguardia árabe que venía de España, o si Constantinopla no hubiera resistido como lo hizo, hubieran condenado a la débil Europa Occidental a enfrentar desde el Oeste o el Este una invasión árabe que no hubiera podido detener. Históricamente, ambas victorias van de la mano una de la otra, aun y cuando oficialmente no hubiera habido coordinación militar alguna entre francos y romanos orientales. Diferentes regiones de una misma civilización luchaban por un mismo fin, cada una en su ámbito geográfico propio. Claro que el mayor peligro se vivió ante los muros de Constantinopla, pues ahí el ataque fue frontal. La caída de la ciudad hubiera significado el fin prematuro de lo que quedaba del Imperio Romano. Y seguramente nada hubiera detenido en el siglo VIII el avance musulmán por unos Balcanes despoblados y arruinados por las invasiones eslavas. Esto hubiera dejado al resto del Cristianismo latino atacado desde el Este, en Italia y Germania. Considerando que gran parte de los germanos, y todos los eslavos, búlgaros y magiares, eran todavía paganos, su conversión al Islam hubiera sido inmediata, y seguramente, Italia, los territorios de la Galia y Germania del reino franco, y las Islas Británicas, hubieran sido las últimas entidades políticas cristianas de Europa. 170.- La Expansión Islámica hacia el Este y el Sur. En las líneas anteriores hemos analizado la parte verdaderamente atingente a Occidente de la expansión islámica árabe. Pero ello fue en realidad sólo lo relativo a la conquista de territorios cristianos. Con la misma fuerza con que los árabes se expandieron hacia el Norte y Oeste, lo hicieron hacia el Este. El año 637 ocuparon Mesopotamia, parte territorio romano y parte persa. En dicha región, si bien bajo dominio persa, existía un muy alto porcentaje de población cristiana, esencialmente nestoriana. El 642 derrotaron a las fueras del Gran Rey, y en el período que medió hasta 651 conquistaron todo el Imperio persa, donde la religión oficial era el zoroastrismo. Desde ahí ocuparon las regiones bactrianas y la parte occidental de la India, la región del Indo. Por el momento ahí quedó limitada la expansión árabe en esas regiones. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 251 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Posteriormente, con el curso de los siglos, a través de la conversión de otros pueblos, y ya no por obra propiamente árabe, el Islam se propagaría a gran parte del Asia Central, el Norte y Este de la India, la península malaya, las islas de Indonesia y el Sur de Filipinas. En África, por mucho tiempo el Islam estaría confinado al Norte del Sahara. Avanzaría lentamente al Sur de Egipto, donde reinos cristianos sudaneses y el Imperio etíope lo detendrían por siglos. Pero por influencia árabe avanzaría por las costas de África Oriental. Más recientemente traspasaría el Sahara, hacia el Sur, ingresando con fuerza al África Negra, casi hasta el Golfo de Guinea. Ahí se encontraría con un nuevo Cristianismo, introducido también en época tardía, durante la época colonial, por misioneros europeos. Y, desde luego, no podemos olvidar la labor de los turcos, que llevaron el Islam a donde nunca pudieron llevarlo los árabes: Anatolia, la propia Nueva Roma y todos los Balcanes, todas las costas del Mar Negro, y en fin, en dos ocasiones casi hasta las puertas de la Viena alemana. Pero todo esto ya es otra historia. 171.- Los Califatos de Damasco y Bagdad. Políticamente, la estructura del así nacido imperio árabe original fue muy de interesante. Los sucesores del Profeta asumieron el título de Califas. Los primeros 4 califas, emparentados directamente con Mahoma, se sucedieron en el poder desde 632 hasta 661. Al final del período comenzaron las guerras civiles. El cuarto Califa fue Alí, sobrino y yerno de Mahoma, casado con su hija Fátima. Habiendo sido asesinado, sus seguidores reclamaron exclusivamente para los descendientes de Alí y Fátima el título de Califa, considerando como meros usurpadores a los tres primeros califas y dieron nacimiento a lo que sería la versión Shiíta del Islam. El resto de la comunidad musulmana, la parte mayoritaria, representaría la versión Sunita de la fe musulmana. El año 661 el quinto califa, Moavia I, fundó la dinastía de los Omeyas, con capital en Damasco, que en su momento llegó a gobernar todo el mundo islámico, desde los Pirineos hasta la India. El régimen de los Omeyas fue derrocado por una revolución, y el año 759 asumió el poder la nueva dinastía Abasida, que estableció su capital en Bagdad, ciudad especialmente fundada en 762 como capital imperial musulmana. Doscientos años después sería una de las ciudades más pobladas del mundo. Esto cambió el centro de poder desde Siria a Mesopotamia. Además, reemplazó un gobierno centrado en el dominio político de árabes puros, pero afincado en un ambiente todavía muy cristiano y helénico, por uno más abierto a los musulmanes no árabes ni arabizados y en un ambiente más islamizado. Se iniciaría un período de mayor influencia del islamismo persa en la conducción del Islam. No obstante, comenzaría a resquebrajarse la unidad política del mundo musulmán, con el surgimiento de emiratos independientes en los puntos más remotos. En el curso del siglo IX el resquebrajamiento político se generaliza, y a partir del año 936 desaparece casi absolutamente la importancia política del Califa, cuya autoridad efectiva queda reducida exclusivamente a parte de Mesopotamia. Al mismo tiempo, cismas políticos y religiosos determinan el surgimiento de sectas fanáticas y rivales musulmanas (famosa sería la secta de los Asesinos, cuyo nombre se ha perpetuado hasta en las lenguas europeas), e inclusive, rivalidades dinásticas permiten el surgimiento de dos califatos rivales, uno, el Fatimita de Egipto, en 969, y el otro, el de Córdoba, en España, en 929. En el siglo XI aparecen en la historia los turcos selyúcidas, que pasan a dominar el califato árabe, el cual por 200 años carecerá ya de © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 252 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. toda importancia política. El año 1258 los mongoles destruyeron Bagdad, acabando para siempre con el califato abasida, y poniendo fin a la Edad de Oro de la cultura musulmana. Pero para ese entonces las tropas musulmanas, lideradas ya por jefes locales, habían llegado hasta el Sudeste de Asia, el Sur de China, ocupado todo el Turquestán y el Norte de la India. El Islam ya estaba firmemente establecido como religión si no mayoritaria al menos dominante en gran parte del mundo civilizado. 172.- La Civilización Árabe Medieval. La conquista árabe tuvo el efecto de crear una civilización homogénea, que se extendía desde los Pirineos hasta el Indo, una zona única de libre comercio e intercambio comercial como nunca se había conocido en la región. Además, trajo consigo un proceso de arabización, paulatino, pero constante, que permitió al idioma árabe ocupar el lugar que alguna vez correspondió al griego koiné o al latín. Sólo en Persia sobrevivió, a pesar de la conversión al Islam, el idioma tradicional. No obstante, se adaptó la escritura arábiga, como la hebrea, escrita de derecha a izquierda. Pero en las regiones de lengua semítica del Cercano Oriente, las lenguas locales fueron absorbidas por el muy cercano árabe. El arameo sobreviviría sólo en aldeas cristianas aisladas del Líbano y Siria, y el siríaco en la liturgia monofisita. Pronto el árabe sería la lengua de las poblaciones nativas no griegas. De cualquier forma, en Siria y Palestina el cambio cultural no fue tan radical como podría parecer, pues los árabes conquistadores, carecientes de una capacidad administrativa propia, recurrieron al elemento preparado griego para que mantuviera en funcionamiento las instituciones administrativas del Imperio Romano. De hecho, hasta algo más de 50 años después de la conquista árabe (aproximadamente hasta la década del 690 D.C.), el griego continuó siendo utilizado como lengua hablada y escrita de la administración musulmana de Siria y Palestina. De hecho, la cultura griega siguió floreciendo en la región durante los 100 ó 200 años siguientes a la irrupción musulmana. Por ejemplo, San Juan Damasceno, máximo pensador de la Iglesia Ortodoxa griega durante gran parte de la mal llamada Era Bizantina, vivió toda su vida bajo el régimen árabe, siendo consejero del Califa, a la sazón residente en Damasco. Entonces, como se aprecia, el griego sobrevivió con bastante fuerza en las regiones greco-parlantes o de mayoría griega del antiguo Oriente romano. En el África camítica la arabización fue más lenta. En Egipto el idioma griego sufrió mucho, especialmente por la ya mencionada ruina de Alejandría, el gran foco helenístico. El idioma faraónico, o más bien su forma evolucionada de la época romana, que se había vuelto lengua oficial del Cristianismo egipcio, fue más difícil de erradicar. Pero a la larga, en la medida que el Islam avanzaba en el país, el egipcio faraónico quedó, cada vez más, reducido a lo que es actualmente, la lengua litúrgica de los cristianos coptos. Sorprendente fue el caso del África romana, donde una región total o casi totalmente latinizada, se arabizó e islamizó en un lapso de tiempo absolutamente corto. Puede haber ayudado mucho el hecho de que el substrato lingüístico fenicio-púnico nunca desapareció del todo. Aparentemente, todavía en tiempos de San Agustín un sector del bajo pueblo de la Provincia de África hablaba un dialecto púnico. Y como sabemos, este dialecto semita estaba emparentado con el árabe. Mucho más fuerte fue la persistencia de las lenguas beréberes, también camitas, de la llamada entonces llamada Mauritania. De hecho, estos dialectos aun coexisten con el árabe en la región. En Europa el árabe se habló en dos regiones distintas: España y Sicilia. En ambos lugares, el idioma fue introducido desde el Norte de África, y si bien se convirtió en © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 253 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. lengua oficial, y en idioma de gran parte de los habitantes islamizados, nunca reemplazó en el habla popular, al latín evolucionado de los cristianos españoles o al griego de los cristianos sicilianos. Y en estas dos regiones es donde el idioma y la civilización árabes pasaron a dejar una huella indeleble en nuestra propia cultura occidental. La civilización que se desarrolló ahí, y a la que luego haremos mayor mención, influiría notablemente en muchos aspectos psicológicos, arquitectónicos, paisajísticos y lingüísticos de la población local y de sus descendientes. En el idioma castellano, en concreto, y en otras lenguas neolatinas de la Península Ibérica, como el portugués o el catalán, en forma similar, alrededor del 12% de las palabras existentes tienen un claro origen etimológico árabe, ello sin nombrar, gran parte de las designaciones geográficas del Sur de España y Portugal. Basta considerar que en castellano la forma invocar a Dios, para decir “Dios lo quiera”, no es otra que una expresión claramente arábiga Ojalá. Se trató de voces que, indudablemente, han convertido al castellano en uno de los idiomas más ricos de Europa. Por ello, desde España y Sicilia, infinidad de voces árabes pasaron al resto de Europa. De las voces derivadas de España, no es necesario dar ejemplos, pero del caso siciliano, vale la pena nombrar la palabra Almirante. Los árabes llegaron a permitir el desarrollo de una civilización particular. En realidad no fue una civilización “árabe”, sino una cultura en la que el idioma y la tolerancia árabes adoptaron los principios artísticos y científicos de los muy cultos pueblos conquistados. Los árabes eran un pueblo básicamente de beduinos, con escasa cultura urbana. Pero conquistaron regiones altamente civilizadas, que no habían sufrido, en su mayor parte, el ataque de las invasiones bárbaras. Ahí la civilización antigua había continuado su curso ininterrumpido. Pero añadieron algo que los romanos y persas del siglo VII habían sido incapaces: orden político, libertad religiosa y de pensamiento, dentro de los cánones del Islam tradicional, y una estructura política única que iba desde los Pirineos hasta la India. Por un período largo de la historia hubo un solo Imperio árabe, primero con capital en Damasco, y luego en Bagdad. El intercambio comercial y la libertad de viajes convirtieron, como ya se ha señalado, al árabe en un rico idioma comercial y literario. Además, libre todo el Oriente de conflictos teológicos y de presiones oficiales que limitaran la expresión cultural, fue posible, inclusive, adaptar a la nueva civilización musulmana el pensamiento de grandes filósofos y científicos de la Antigüedad, que por ser paganos no eran adecuadamente estudiados ni siquiera por los cultos griegos de Constantinopla. Desde un punto de vista arquitectónico, el estilo de construcción árabe musulmana se basó fundamentalmente en modelos romanos y bizantinos. La forma de las mezquitas deriva básicamente de la basílica romana y de su sucesora la iglesia cupular bizantina. De ahí deriva, por ejemplo, el gran parecido que pudieran tener las más importantes mezquitas del mundo musulmán con la catedral de Santa Sofía de Constantinopla. El Islam no permitió, a diferencia del arte clásico y cristiano, la reproducción de figuras humanas y de animales, y mucho menos la imagen de Dios. Pero esto fue brillantemente superado a través de la figura del arabesco, represtaciones gráficas y artísticas de textos del Corán, con una calidad de decorado sorprendente. Del Oriente helenizado o semi-helenizado romano, los árabes adoptaron grandes elementos de pensamiento de la filosofía griega. La filosofía griega fue traducida al árabe, y en esta traducción el pensamiento de Aristóteles, a través de España y Sicilia, llegó a le Europa medieval latino-germánica. Esta influencia árabe sobre Occidente se dio antes de que las obras originales en griego llegaran desde Constantinopla, ya en la etapa final del Imperio Romano helenizado; y antes de que, en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino “cristianizara” a la filosofía aristotélica. Las matemáticas griegas y la © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 254 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. astronomía persa fueron adaptadas y profundizadas por los sabios árabes, quienes inventaron nuestro actual sistema matemático, muy superior a los numerales romanos. Los números inventados por los árabes, en forma estilizada, fueron adoptados por los europeos, tanto de cultura griega como latina. Los matemáticos árabes, especialmente de El Cairo, desarrollaron el álgebra. En fin el hecho es que la civilización árabe fue el único parangón que tuvo durante la Alta Edad Media la llamada civilización bizantina. Ahora bien, respecto al retroceso cultural en la Europa Occidental, la civilización árabe era un halo de luz, mucho más cercano para los europeos occidentales que lo que podía ser en ese momento la para ellos ininteligible civilización bizantina. 173.- Cristianismo y Judaísmo bajo el Islam Árabe. Contra lo que pudiera creerse, y como ya hemos señalado, la conquista árabe y el proceso de islamización se dieron dentro de un amplísimo marco de tolerancia religiosa hacia la fe de las poblaciones conquistadas. Un motivo de esta tolerancia derivaba de la necesidad de los árabes musulmanes de afianzarse en territorios en los que por muchos siglos siguió habiendo mayorías cristianas, y que no tenían problemas en aceptar un suave dominio extranjero pero que no hubieran soportando una persecución religiosa estatal. Además, los árabes conquistadores impusieron muy convenientes impuestos específicos a los cristianos dominados, y realmente no les convenía que disminuyera la cifra de contribuyentes no musulmanes. Como hemos señalado, la conquista musulmana de Siria, Palestina y Egipto permitió a las iglesias monofisitas locales vivir en paz y tranquilidad, sin ser acosadas por la iglesia oficial católico-ortodoxa de Roma y Constantinopla. Es más, en la Mesopotamia persa se le otorgó la libertad a los cristianos locales de vivir su fe sin la presión zoroastriana adversa que les significaba profesar la fe de los odiados romanos. Si bien, en la medida que el Islam fue afianzándose en estas regiones y el Cristianismo decreciendo, nuevos líderes más fanáticos o ambiciosos empezaron a coartar las libertades de sus súbditos cristianos, esto se debió más a problemas políticos que a una política organizada del Islam en sí. Esto vale tenerlo en cuenta. Ahora bien, esta tolerancia del Islam hacia el Cristianismo y el Judaísmo derivó básicamente de las raíces bíblicas comunes a las tres religiones: se trataba de religiones del “Libro” y todas adoraban a un mismo Dios. Ya hemos explicado como el propio Mahoma respetó los símbolos cristianos y judíos de la península arábiga. Entonces, bajo el suave dominio árabe, se estableció una estructura político religiosa muy especial en las regiones cristianas. El caso del Norte de África fue muy particular, pues ahí el Cristianismo, que inclusive había dado a la iglesia latina un San Agustín, se esfumó rápidamente. Aparentemente hacia el siglo XII desaparecieron los últimos restos del Cristianismo en la región. Después de la conquista árabe la vieja Cartago romana y la Hipona de San Agustín quedaron abandonadas y fueron cubiertas por las dunas. El centro político de la península púnica pasó a ser la nueva ciudad árabe de Túnez. En Egipto, Siria, Palestina y Mesopotamia la situación fue distinta. Los musulmanes, habiendo conquistado la región, se convirtieron en los amos y dominadores, ejerciendo el poder político. Mas en el período inmediato a la conquista fueron un grupo minoritario. Cristianos y judíos pasaron a disfrutar amplia libertad religiosa y comercial, y siguieron colaborando ampliamente en la administración pública del nuevo © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 255 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. imperio árabe, pero a cambio de poder mantener su religión sufrieron ciertas restricciones. Para muchos hombres ambiciosos sería fácil sortearlas, pero sólo pasando por el proceso de conversión al Islam. Los cristianos quedaron impedidos del uso de las armas, de montar a caballo, o de ascender a ciertos puestos claves que sólo quedaron reservados a musulmanes. La estructura religiosa de las diversas confesiones cristianas permaneció inmodificada y, a diferencia de la época romana, pudieron coexistir. Los musulmanes fueron excelentes mediadores en los conflictos entre los cristianos griegos y los cristianos de raigambre siria o copta. Pero nunca más las iglesias cristianas pudieron replicar sus campanas, para no hacerle sombra a los llamados a oración de los imanes desde los minaretes de las mezquitas. Por lo general las más grandes iglesias de las ciudades fueron convertidas en mezquitas, mientras que las iglesias más pequeñas permanecieron para el culto cristiano. Pero, tal vez lo más importante, como ya acabamos de señalar, los musulmanes impusieron a los cristianos un impuesto especial para el libre ejercicio de su fe. No era un impuesto desproporcionado, pero sí una carga que poco a poco fue haciéndose menos deseable para muchos habitantes de las regiones conquistadas. Así empezó el largo proceso, todavía no concluido, de conversión de las poblaciones nativas al Islam. En Siria, Palestina y Egipto hay antecedentes que para la época de las Cruzadas, alrededor del siglo XIII de Nuestra Era, todavía había mayoría de población cristiana. Los coptos egipcios mantuvieron con bastante firmeza su distintividad religiosa y cultural, especialmente considerando que su idioma camítico era distinto al árabe. Ahí el proceso de arabización fue paralelo al de islamización. Todavía a mediados del siglo XX en el Bajo Egipto (Sur) había mayoría copta y minoría musulmana. Alejandría siguió existiendo como ciudad y puerto de cierta importancia, todavía con una fuerte población griega. Ahí subsistió el tradicional Patriarca greco-ortodoxo, y junto a él se mantuvo paralelamente un patriarcado copto. Pero el gobierno central del Egipto musulmán fue traspasado a la nueva ciudad árabe de El Cairo, cerca de la antigua Menfis faraónica. Ahí, cerca del poder musulmán pasarían a residir físicamente los patriarcas griego y copto de Alejandría. En Siria y Palestina, el elemento cristiano era también muy numeroso, posiblemente aun mayoritario, a mediados de la Edad Media. En ciertas regiones, como las montañas del Líbano, las grandes ciudades de lengua griega, los pueblos aislados, y en general por toda la zona, estaba presente. Antioquía siguió siendo una importante ciudad cristiana, Jerusalén mantuvo su mayoría cristiana y fue el centro de las tres religiones monoteístas; el centro político fue trasladado a Damasco, pero inclusive ahí, en el centro del Califato musulmán, los cristianos deben haber sido mayoría por muchos siglos. Ahora bien, en el caso de los jacobitas sirios, enemigos de los griegos, y emparentados con los árabes por la lengua semita común, la conversión al Islam sería más rápida que entre los cristianos de religión greco-ortodoxa. A la larga, aun y cuando este Cristianismo griego terminaría arabizándose, y el árabe reemplazo como lengua litúrgica al griego, esta variante cristiana, unida psicológicamente al Emperador de Constantinopla, fue más sólida que la iglesia siríaca. El mismo caso se dio respecto a los judíos. Desde la época romana la población judía estaba dispersa por la Diáspora. En Palestina eran ya muy pocos después de la expulsión del siglo II, pero en las otras grandes ciudades de Oriente eran muy numerosos, especialmente en Alejandría. Bajo el dominio árabe musulmán, mucho más tolerante que el Cristianismo respecto a la fe del pueblo de Israel, los hebreos mantuvieron la preponderancia que alguna vez habían tenido en el Oriente helenístico. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 256 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Grandes centros judíos fueron Egipto, especialmente Alejandría y El Cairo, la España musulmana, especialmente Córdoba, y Mesopotamia, esencialmente Bagdad. El idioma árabe se convirtió en un gran vehículo cultural para los judíos. Además, los judíos se convirtieron en el gran motor económico del imperio árabe, especialmente desde que el préstamo a interés estaba vedado para cristianos y musulmanes. En este ambiente cultural surgió Maimónides, judío cordobés, quien escribió en árabe, residió en El Cairo, y es considerado uno de los más grandes filósofos de la historia universal en general, y del Judaísmo en particular. Ahora bien, si bien los judíos fueron más sólidos que los cristianos en el mantenimiento de su fe, fue también común el caso de conversiones al Islam por motivos de diversa índole. Pero, de cualquier forma, los judíos del Imperio árabe gozaron, mientras duró el Califato, de una libertad cultural y económica muy superior a la que tendrían aquéllos judíos residentes en la Europa cristiana. 174.- La Coexistencia de las Religiones en la España y Sicilia Musulmanas. La tolerancia religiosa árabe fue especialmente famosa en España. Los árabes, o mejor dicho los moros arabizados, estuvieron presenten en la península 800 años, a la que llamaron orgullosamente Andalus o al-Andalus, en clara referencia, desde luego, a Andalucía. Éste sigue siendo el nombre de toda España en lengua árabe hasta el día de hoy. Los árabes dirigieron la estructura estatal, primero de casi toda la península, y luego, en la medida que la Reconquista cristiana avanzaba, retirándose cada vez más al Sur. A pesar del largo dominio árabe, el Islam nunca llegó a ser mayoritario en la península, ni siquiera en los territorios bajo dominio musulmán. El único Estado musulmán de la península de población casi completamente musulmana fue el último emirato árabe que subsistió, el de Granada. Pero ello se debió a que en él se concentraron los últimos elementos islamizados de la península, cuando ya los cristianos habían reconquistado inclusive casi toda Andalucía. La gran masa de la población siguió siendo cristiana de rito latino. Hasta tuvo una propia liturgia, heredada de la época visigótica. Pero también el elemento judío fue especialmente importante, estableciéndose en las grandes ciudades de la España musulmana, básicamente Córdoba, Toledo, Sevilla. La coexistencia de las tres religiones fue ejemplar, a pesar de que eran comunes también las épocas de intolerancia. No fue siempre perfecta, y finalmente llegó a su término, pero, mientas duró enriqueció a todas las culturas involucradas. Para los civilizados árabes españoles caía de vez en cuando el azote de las invasiones de tribus moras fanatizadas del Norte de África, que perseguían a cristianos y musulmanes. Llegó a ser común que los monarcas españoles, musulmanes y cristianos por igual, se aliaran para defenderse de estos invasores marroquíes. Esta gran amalgama permitió un intercambio cultural de las tres religiones bíblicas. Existen hasta hoy diversos términos que dejan esto patente: se habla de mozárabes para referirse a los cristianos de rito latino que vivían entre musulmanes; de mudéjares, para referirse a los musulmanes que vivían en las regiones reconquistadas por los cristianos hasta antes del siglo XIV; de moriscos, para designar a musulmanes andaluces que fueron incorporados a territorios cristianos al final de la Reconquista; de aljamía o aljamiada, para referirse a la forma literaria de escribir en idioma castellano, pero utilizando caracteres árabes; o de sefarditas, en referencia a la palabra hebrea © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 257 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Sefarad (España), para referirse a los judíos españoles de habla castellana, que inclusive escriben el idioma en caracteres hebreos. Al respecto, se llama ladino a este castellano antiguo escrito en caracteres hebreos. Muy similar fue el caso de la Sicilia musulmana. En esta isla el elemento cristiano griego siempre estuvo presente mayoritariamente bajo el dominio árabe, y efectuada la Reconquista de la isla, no ya por griegos sino por normandos de lengua francesa, inclusive llegó a existir un largo período de coexistencia enriquecedora entre cristianos nativos griegos, musulmanes, e inmigrantes cristianos latinos. También llegó a su fin andando el tiempo, pero su importancia cultural fue determinante. 175.- Los Reinos Cristianos de África. Uno de los aspectos menos conocidos de la expansión de la civilización cristiana como consecuencia de la influencia geopolítica del Imperio Romano, es el de los reinos cristianos que surgieron en el África Oriental a partir del Siglo VI de Nuestra Era, más allá de los límites controlados por Roma. Se trataría de dos casos distintos: por una parte, los tres reinos nilóticos de la región Nubia, y por la otra, el gran Imperio de Etiopía. Como consecuencia de la cristianización que emanaba desde el Imperio Romano, y concretamente desde el Egipto cristiano, en la región de Nubia, en el sector del Nilo Superior, que siempre había estado íntimamente relacionado al Egipto faraónico, se establecieron en el Siglo VI tres reinos cristianos de población negroide (aunque no negra pura). Estos reinos serían, de Norte a Sur, y a lo largo del Nilo: Nobatia, Makuria y Alodia. En algún momento hacia el siglo VII el territorio de Nobatia fue anexado por Makuria, que se convirtió en el Estado más poderoso de la región. Es importante señalar que si bien hay muchas dudas respecto a cómo llegó el Cristianismo a la zona, lo más factible es que haya sido a través de misioneros coptos de Egipto. Aunque también hay antecedentes de que la emperatriz Teodora, esposa de Justiniano, envió misioneros. En consecuencia, los reinos nilóticos quedaron asociados al monofisismo egipcio, aunque también hubo influencia ortodoxa, al menos en una época inicial. Cuando en el siglo VII los árabes conquistaron Egipto, los reinos cristianos nubios, bastante poderosos en esa época, lograron contener el avance musulmán, y se dio una especie de tregua de más de 600 años, que permitió la subsistencia del Cristianismo en la zona. El problema fue que estos reinos, como consecuencia de la conquista musulmana de Egipto, quedaron aislados del resto de la Cristiandad, y su existencia fue prácticamente olvidada. Hacia el siglo XIII los musulmanes iniciaron nuevamente su expansión, por medios tanto comerciales como militares, y hacia el siglo XIV los reinos cristianos fueron conquistados, comenzando el proceso de conversión de la población nubia al Islam. Aparentemente para el Siglo XVI el proceso de asimilación ya estaba concluido. Mucho más conocido, importante, y desde luego duradero, es el caso del Imperio cristiano de Etiopía. Sabido es que los etíopes son un pueblo racialmente muy particular: para algunos son una raza mezcla de elementos blancos y negroides; para otros, un pueblo de piel muy obscura, pero todavía caucásico. Nosotros nos inclinamos más por esta segunda opción. De cualquier forma es un pueblo con fuertes vínculos con la Antigüedad. La tradición señala que su dinastía imperial es descendiente de un hijo del Rey Salomón y la Reina de Saba. Inclusive, por milenios existió en Etiopía una importante minoría de religión judía, los falashas. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 258 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. El Cristianismo ingresó al país hacia el año 330. La nueva religión empezó a tomar más fuerza a fines del siglo V. Hacia el Siglo VI el Cristianismo en su variante egipcio-copta ya estaba afincado y era la religión oficial del poderoso reino haxumita. A partir de ese momento los monarcas haxumitas de Etiopía serían cercanos aliados de los emperadores romanos de Constantinopla. Hasta que la avalancha islámica del Siglo VII dejó aislada a Etiopía del resto del mundo cristiano. Pero los árabes no pudieron conquista el interior del país, de forma que la islamización cuando mucho alcanzó las costas, la actual Eritrea. Etiopía se mantuvo hasta el final como un Imperio cristiano, encerrado en sí mismo, aunque cada vez más atrasado. Tras una Edad Media muy obscura en que el reino haxumita se desintegró, surgió en el siglo XIII un nuevo Imperio etíope, con una dinastía legítima, supuestamente descendiente de Salomón. Los monarcas empezaron a utilizar el título de Negus Negusti o Rey de Reyes, equivalente a “Emperador de Etiopía”. Para el Siglo XV, Etiopía empezaría por primera vez a retomar el contacto con el Cristianismo occidental, a través de los portugueses. Serían los portugueses los que, ya en Siglo XVI, salvarían a la Etiopía cristiana de la conquista musulmana. Llegarían justo a tiempo. Pero eso ya forma parte de la segunda parte de esta obra. 176.- La Armenia Cristiana. La región del Cáucaso, de muy antigua civilización, es una zona llena de misterios para el Hombre Occidental. Excepción hecha de la cultura armenia es muy poco lo que se sabe del desarrollo histórico del resto de la región. Cuna de múltiples tradiciones y pueblos legendarios, su historia primitiva se pierde mayoritariamente en la leyenda y en las nebulosas de la protohistoria. En algún momento el dominio persa aqueménida, y la influencia del helenismo y de Roma, en sus etapas itálica y constantinopolitana, dejarán por acá y por allá datos de hecho históricos. Pero no mucho en realidad. Desde luego que para nuestros fines la civilización caucásica más importante es Armenia, cuna de una avanzada cultura y de un idioma de origen –igual que el persaindoeuropeo. Hablando de la Antigüedad hemos hecho algunas menciones tangenciales a Armenia, pero nunca hemos profundizado en su importancia dentro de nuestra civilización. Es mucho más de lo que pudiera pensarse. El Reino de Armenia fue fundado alrededor del año 600 A.C., pasando luego por un período de dominación persa. De hecho, compartiría con los persas la religión zoroastriana. Independiente nuevamente, y –al igual que Partia- relativamente helenizado, alcanzó su mayor poderío –como hemos visto- bajo el reinado de Tigranes El Grande, entre 95 y 66 A.C., época en que Armenia conquistó gran parte de la Siria seléucida. Durante las consuetudinarias guerras entre Roma, por un lado, y partos y persas, por el otro, Armenia vivió muchas vicisitudes, pero sobrevivió en gran medida como Estado independiente, básicamente como cliente y tributario de Roma, y como un importante reino tapón entre las dos grandes potencias regionales. Ya hemos visto como en 303 Armenia se convirtió en el primer Estado oficialmente cristiano del mundo, por obra de su rey Tigranes III, quien fuera bautizado por Gregorio El Iluminador. Pero el Cristianismo armenio no sería apegado a la ortodoxia greco-latina, sino que, bajo la influencia del monofisismo, crearía su propia Iglesia nacional, después de rechazar los términos del Concilio de Calcedonia de 491. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 259 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. En el año 428 Armenia fue incorporado al reino persa sasánida, pero mantuvo con firmeza su religión. La parte Occidental quedaría bajo el dominio romano. El vínculo entre los armenios y el Imperio sería muy estrecho, considerando la gran cantidad de armenios residentes en territorio imperial, no sólo en las regiones tradicionalmente armenias de Anatolia Oriental y el Cáucaso, sino en todas las grandes ciudades del Imperio, inclusive en la propia Constantinopla. De hecho, dentro de la larga lista de Emperadores Romanos de Oriente, una muy buena parte serían bien de origen o bien directamente armenios. Muy similarmente al caso del pueblo judío, la “diáspora” armenia crearía importantes y ricas comunidades en gran parte del Cercano Oriente, todas fieles defensoras de su fe cristiana. Con la invasión árabe del año 637 Armenia fue íntegramente conquistada y se convirtió en un emirato autónomo. Pero mantuvo su religión cristiana. Un nuevo reino armenio resurgió en 885, reconocido tanto por los califas como por los emperadores constantinopolitanos. En 1045 este reino caería bajo el dominio imperial, y luego, después de la derrota romana de 1071 en Manzikert, pasaría al turco selyúcida. Ocupada la Armenia propiamente dicha por los turcos, un grupo de armenios emigró al Sur de Asia Menor y en la región de Cilicia fundó el Reino de Armenia Menor, que sería un importante Estado cristiano socio de los reinos establecidos por los cruzados. Este Estado de Armenia Menor se sometió voluntariamente a los mongoles, que como ya veremos más adelante estaban mejor dispuestos hacia los cristianos que hacia los musulmanes. Pero los mamelucos egipcios se vengaron de esta alianza y destruyeron a Armenia Menor a mediados del siglo XIV. Para mediados del Siglo XV la independencia política de Armenia había dejado de existir, y los armenios vivían esparcidos en diversas regiones dependientes de los Imperios turco y persa, pero siempre fieles a su religión nacional. 177.- La Georgia Cristiana. El otro Estado tradicionalmente cristiano del Cáucaso es Georgia. Su historia se remonta a los antiguos reinos de Colchida e Iberia. De hecho, Iberia era el nombre con que se conocía en la Antigüedad a dicha región del Cáucaso (no confundir con el mismo nombre aplicado a la Hispania prerromana). Los antiguos relatos griegos hablan ya de Iberia. Pero su historia es mucho más obscura que la de su vecino meridional Armenia. A partir del Año 66 A.C., cuando los romanos entraron al Cáucaso (en la ya mencionada expedición comandada por Pompeyo El Grande en persecución de Mitrídates), los reinos georgianos se convirtieron en clientes y aliados de Roma por 400 años. El país se cristianizó tempranamente, aproximadamente hacia 319 ó 337 D.C., estableciendo su propia Iglesia autocéfala. Posteriormente, Georgia mantuvo una cercana alianza con los emperadores de Constantinopla. Siendo Georgia campo de batalla constante entre romanos y persas, el país quedó muy afectado, lo que permitió la conquista árabe del país –y concretamente de Tiflis, la capital- en el año 645. Pero el país mantuvo cierta autonomía bajo dinastías árabes locales. Hacia el año 813 asumió el poder la dinastía cristiana de Bagration, que, a la larga reinaría en partes o en la totalidad del país por 1.000 años. Y en algún momento otra rama de esta familia reinaría también en Armenia. El rey Bagrat V (1027-1072) unificó todos los principados georgianos. Para el siglo XII Georgia se extendía por amplios territorios del Cáucaso meridional, desde el Mar Negro hasta el Mar Caspio. Tuvo lugar un período de gran riqueza, poderío y desarrollo cultural. Pero en 1236 el © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 260 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. país fue conquistado por los mongoles. Posteriormente el reino unido se desintegraría. Entre 1386 y 1404 el país sufrió las invasiones de la segunda oleada mongola, la de Tamerlán. Tras ello, la parte Occidental del país caería bajo el dominio turco otomano, y la oriental bajo el persa. Pero, al igual que los armenios, los georgianos se mantendrían abiertamente files a su variante cristiana. 178.- Las Invasiones de los Pueblos Asiáticos. Cuando las tropas romanas lograron detener la avalancha eslava, surgió a partir de 680-681 el peligro de los búlgaros mongoloides, que atravesaron el Danubio, ocuparon el territorio ya en manos de los eslavos, y atacaron directamente Constantinopla. Seguirían 300 años de feroces guerras entre el Imperio y los búlgaros. La total derrota de estos invasores la veremos más adelante. Pero el hecho es que a poco andar el tiempo se produciría una completa fusión entre los descendientes de los guerreros asiáticos y sus súbditos eslavos. Si bien el nombre “búlgaro” quedaría perpetuado, no pasaría lo mismo con el idioma, que sería absorbido por el dialecto eslavo subdanubiano. El otro grupo asiático que se estableció en el espacio indoeuropeo sería el conocido bajo el nombre genérico de fino-ungrio. Los más feroces para la historia occidental, pues quedan más registros de sus acciones, fueron desde luego los magiares o húngaros. Estos salvajes guerreros, étnica y culturalmente afines a los hunos, causaron terror entre eslavos y germanos por igual. Arrasarían desde el Este los incipientes comienzos de la civilización romano-germánica. Establecidos hacia el año 896 en la actual Hungría, desde ahí iniciarían un ataque sistemático contra las poblaciones recién cristianizadas o apenas en proceso de cristianización del Sur de lo que quedaba de Germania. Esta invasión fue considerada en su momento como un azote muy similar al que provocara Atila en el siglo V. Como después veremos, recién en tiempos de Carlomagno se pondría coto efectivo a la amenaza húngara. Tras esto, tuvo lugar la consolidación definitiva de los magiares al Este del territorio de los bávaros meridionales. Se produjo un fenómeno de asimilación similar al que vivirían los búlgaros asiáticos entre los eslavos sometidos. Los magiares, a diferencia de los primitivos búlgaros, sí mantuvieron su idioma, y lo impusieron a los habitantes indoeuropeos dominados, pero étnicamente la sangre mongoloide se diluyó en el curso de los siglos. A la larga, los húngaros pasarían a ser un pueblo centro-europeo más, pero con un idioma de origen asiático. Caso muy similar se viviría 300 años después con los turcos que se establecieron en Anatolia. Parecido sucedió a los otros parientes lingüísticos de los magiares, a los pueblos que, en vez de tomar hacia Europa Central, se dirigieron hacia el Norte de Europa. Podemos mencionar como los más relevantes a los fineses, a los estonios y a los lapones. Los lapones se establecieron en las inhóspitas regiones artícas de la península escandinava y hasta el día de hoy sobreviven como un pueblo étnicamente separado en Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Los fineses –nombre dado a ellos por los suecos- ocuparon la actual Finlandia, mientras que los estonios se establecieron al Sur del Golfo de Finlandia, en el sector báltico adyacente. Existen otros grupos étnicos relacionados, sitos en el interior de la Rusia Europea, pero carentes de la importancia de los ya mencionados. Igual que sus parientes húngaros, de ellos sobrevivió sólo el idioma asiático, y tal vez algún rasgo físico aislado, dentro de un tipo físico rubio. Pero fineses y estonios en un momento inicial desempeñaron un escaso papel en la historia universal, y por muchos siglos estarían sujetos al dominio cultural de los suecos, en el primer caso, y de los alemanes, en el segundo. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 261 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 179.- El Poblamiento del Báltico. Finalmente, se estableció en el Báltico un bolsón indoeuropeo independiente de los otros grupos lingüísticos, y todavía pagano: los llamados pueblos bálticos. Estos pueblos bálticos provenían de un grupo étnico-lingüístico común con los eslavos, separado conjuntamente del tronco proto-indoeuropeo. Pero con el tiempo los bálticos y los eslavos se distanciaron y desarrollaron peculiaridades propias. Varios serían los pueblos e idiomas bálticos, pero hay tres grupos que merecen especialmente nuestra atención. El primero de ellos corresponde a los prusos, también llamados “antiguos prusianos”, cuyo idioma, producto a la germanización a que fue sometida Prusia Oriental, se extinguió hacia fines del siglo XVIII. Los otros dos de importancia serían los lituanos y los letones. También en ese momento estaban al margen del desarrollo de la civilización. 180.- El Renacer del Imperio Romano Helenizado. La avalancha musulmana fue un golpe imprevisto para la historia del mundo romano, y arrebató a los emperadores de Constantinopla la mayor parte de su territorio. Toda Siria, Palestina, Egipto, Libia, África del Norte y las Baleares se perdieron irremediablemente ante los árabes; Creta y Chipre lo serían por un tiempo largo. Y casi toda la región balcánica subdanubiana quedó en manos eslavas o búlgaras. Después del terrible período de shock que significó el siglo VII, el territorio imperial logró finalmente estabilizarse. A comienzos del siglo VIII, la autoridad del emperador romano estaba restringida básicamente a los siguientes territorios: a) la zona de Tracia adyacente a Constantinopla; b) la Grecia propiamente tal al Sur de Macedonia, y a toda la zona de Egeo (excepto Creta); c) la mayor parte de Asia Menor, con la exclusión de la parte Sur (la zona de Cilicia y Tarso); d) algunas posesiones en Crimea; e) aproximadamente la tercera parte de Italia, básicamente en torno a ambas costas de la Península, como las zonas de Venecia, Ravena, Roma y Nápoles, donde la autoridad imperial estaba desperdigada en enclaves separados geográficamente uno de otro; f) las zonas compactas de habla griega del Sur de Italia: Apulia, Calabria y la isla de Sicilia; g) parte de la costa dálmata. Si bien el Imperio había perdido importantes regiones de población totalmente griega, como las islas de Chipre y Creta, o la parte Sur de Asia Menor, o ciudades africanas o asiáticas totalmente helénicas, como Antioquía o Alejandría, el hecho es que el núcleo sobre la base del cual logró reconstituirse y sobrevivir el Estado Romano, sería esencialmente griego o helenizado. La excepción serían los territorios imperiales en el Centro y Norte de Italia. Para esos momentos, la base territorial del Imperio sería su zona más poblada, la península de Asia Menor o Anatolia, que si bien no era de población étnicamente griega, se encontraba absolutamente helenizada y cristianizada. Entonces, el antiguo Imperio Romano, había dejado, por razones de fuerza, de ser un Imperio universal y multinacional, para convertirse en un Imperio gobernado por griegos o por asiáticos helenizados. Se iniciaba una nueva etapa en la historia del Imperio Romano, en la cual el proceso de helenización de las instituciones romanas se consumaría. Inclusive en la propia Italia latina dependiente del Imperio, sería el griego el idioma administrativo de los exarcas de Ravena, y en la propia Roma las autoridades © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 262 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. civiles actuarían como funcionarios griegos. Además, estos desarrollos estaban poco a poco trayendo el desarrollo de una nueva forma de civilización griega, bajo la estructura romana, y adaptando modelos orientalizados: lo que ahora llamamos “Civilización Bizantina”. Muchos autores acostumbran hablar del Estado romano helenizado como del “Imperio Bizantino”, en alusión a Bizancio, nombre de la antigua ciudad en cuyo emplazamiento se fundó Constantinopla. De cualquier forma, esta es una designación bastante moderna y totalmente inadecuada, que no corresponde al nombre que se daban a sí mismo los habitantes del Imperio Romano helenizado. Hasta el último momento, inclusive hasta el día de la caída de Constantinopla en 1453, los habitantes del Imperio se autodenominaban, en griego, “Romanos” (Ρωµαϊοι); designaban a su Estado como Romania (Ρωµανία) o Basileía Romaíon (Βασιλεία Ρωµαίων), esto es Imperio Romano. Y el emperador, hasta el último día, ostentó el título y se consideró a sí mismo como el legítimo “Emperador de los Romanos”. Por ello, tal vez la mejor designación para esta etapa final del Imperio Romano centrado en Constantinopla es la expresión “Imperio Romano Tardío”, muy usada por los historiadores de lengua inglesa (Late Roman Empire) y alemana (Spätrömisches Reich). No obstante, en cuanto a la cultura que se desarrolló en torno al Bósforo, por sus características tan particulares y distintivas, no cabe duda que la designación “Civilización Bizantina” representa una forma muy precisa de referirse a una etapa determinada y muy particular, rica y espiritual de la cultura griega. Pero sobre las características de esta civilización griega medieval nos explayaremos más adelante. 181.- La Dinastía de Heraclio. Ya hemos visto en capítulos anteriores prácticamente todo el reinado del gran emperador Heraclio: su ascensión, su increíble triunfo contra Persia, y la posterior impotencia, derivada de un imperio desgastado en recursos humanos y económicos y de pueblos en eterno enfrentamiento sectario teológico, para contener el avance islámico. En los cinco años que corrieron entre la entrada de los árabes a Palestina y la muerte de Heraclio, los ejércitos islámicos se habían ya apoderado de toda Siria y Palestina, y el Egipto copto ya estaba casi completamente perdido; sólo la Alejandría griega resistía. Tal vez a Heraclio le faltaron años de reinado para reponerse del golpe y reiniciar, igual que en el caso, persa, una nueva contraofensiva triunfadora. No lo sabemos. De cualquier forma, Heraclio logró llevar a cabo las reformas suficientes para mantener un frente de batalla estable en Asia Menor y el África romana, lo que permitió la subsistencia de un núcleo para la supervivencia del imperio. Muerto Heraclio en 641, lo sucedió su hijo Heraclio Constantino, oficialmente llamado Constantino III, quien de hecho ya había sido co-emperador con su padre desde el año 613. De acuerdo al deseo del padre, Constantino III tomó como co-emperador a su medio hermano Constantino Heraclio, oficialmente Heraclio II, aunque mejor conocido como Heracleonas. Pero Constantino III falleció, aparentemente de muerte natural, el mismo año 641, así que Heraclio II, o Heracleonas, de 15 años, quedó ahora como emperador. De cualquier forma, como existían dudas fundadas respecto a la muerte de Constantino III, y se sospechaba de Martina, madre de Heracleonas, éste aceptó tomar como colega a su sobrino Constante II, hijo de Constantino III. Pero el ejército desconfiaba de la madre de Heracleonas, así que se sublevó el mismo año 641. Con esto el poder quedó en manos de Constante II (641-668), hijo de Constantino III y nieto de Heraclio I. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 263 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Constante II tuvo que enfrentar ahora el avance árabe. Tal vez no sería exitoso en sus proyectos, pero tuvo la capacidad y virilidad de procurar revertir –o más bien volver a su cauce- el curso de la historia. Que no lo lograra es tema aparte. El año 642 las tropas imperiales en Alejandría tuvieron que rendirse a los árabes. Se dice que con ello fue destruida lo que quedaba de la antigua Gran Biblioteca. El año 645 una flota imperial la recuperó por un tiempo, pero la ciudad tuvo que ser rendida definitivamente, ahora para siempre, en 646. Constante II tuvo que hacer frente a los ataques de los árabes en Cilicia y Armenia y a los ataques navales, todavía de saqueo, a las islas del Egeo. La guerra civil que estalló en 656 entre los candidatos al trono supremo árabe permitió a Constante un respiro para derrotar en 658 a los eslavos en los Balcanes. Para el año 660 el Imperio estaba estabilizado y comprendía, en Oriente toda Anatolia y todavía la parte central y oriental de los Balcanes, hasta el Danubio, además de las islas de Creta y Chipre. En Occidente comprendía toda la provincia de África, además de Sicilia, las islas del Mediterráneo Occidental (las Baleares, Cerdeña y Córcega), Calabria y abulia en el Sur de Italia, y los territorios del Exarcado de Ravena en Italia central (esto es Roma, Ravena y casi toda la parte centro-norte y oriental de la península). Y acá sigue una de las más interesantes aventuras de la historia del Imperio Romano, con algo de Pirro y algo de Alcibíades, lo que no era tan raro viniendo de un monarca de habla griega. Dados todos los problemas que enfrentaba, tanto los ataques de los enemigos a Constantinopla como las intrigas políticas de la capital, entre los años 662 y 668, por motivos estratégicos, el emperador Constante II procuró devolver la capitalidad del Imperio desde Constantinopla a Roma, todavía territorio imperial. El año 662 emprendió una poderosa expedición, con una gran flota. Primero pasó por Grecia, estando una larga temporada en Atenas. Más adelante relataremos un poco más en detalle esta visita imperial a la ciudad de Pericles. Después desembarcó con un poderoso ejército en el Sur de Italia, donde se estacionó por varios años. Su intención era expulsar a los lombardos de Italia, o al menos de buena parte de ella, para tener una base territorial sólida en la península. Esto condujo a una larga –e infructuosaguerra de reconquista en el Sur de Italia contra los lombardos del Ducado de Benevento. Durante estos eventos, y evidentemente con intenciones de revisar el estado de la capital histórica del imperio, el año 663 Constante II efectuó una visita de 12 días a Roma, la primera de un emperador romano a la ciudad en dos siglos, donde fue solemnemente recibido por el Papa. Después comentaremos algo más de los detalles de esta importante visita, que realmente fue muy corta si consideramos las intenciones políticas del emperador. El hecho es que dado que Constante no pudo lograr su objetivo de expulsión de los lombardos, y que en realidad la ciudad del Tíber estaba en un estado penoso de postración y abandono, tuvo que desistir de su proyecto y mantener la capital definitivamente en la acosada pero inexpugnable Nueva Roma. No obstante, Constante nunca volvería a Constantinopla. Se mantuvo varios años en suelo italiano, hasta su muerte, asesinado, en la siciliana Siracusa, a consecuencia de un motín de las tropas, descontentas con su política interna. Fue sucedido su hijo Constantino IV (668-685), quien ya era co-emperador desde 654. Recién ascendido al trono tuvo que aplacar la revuelta siciliana que había costado la © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 264 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. vida de su padre. Tuvo inmediatamente que lidiar con ataques árabes en Asia Menor, y a Cartago y Sicilia. El año 670 los árabes se apoderaron de importantes ciudades de Asia Menor y así lanzaron el ya mencionado primer sitio a Constantinopla, que duró de 674 a 678, tanto por tierra desde el lado. Las tropas romanas lograron la gran victoria gracias al empleo del ya mencionado “Fuego Griego” y a las imbatibles Murallas Teodosianas. Tras esto los árabes procedieron y fueron decisivamente derrotadas y expulsadas de Asia Menor. Pero el peligro seguiría viniendo también del Norte. El año 680 los búlgaros atravesaron el Danubio, a lo que teóricamente todavía era territorio imperial, y sometieron a los eslavos ya afincados en el imperio. Se apoderaron, ahora sí para asentarse físicamente, de los territorios de la antigua Moesia. El año 681 el emperador tuvo que reconocer a este Estado búlgaro y pagarle tributo. Finalmente, falleció, de muerte natural, en 685, no sin antes asociar al trono a su hijo Justiniano II. Al asumir Justiniano II las fronteras imperiales estaban estabilizadas gracias a las victorias de Constantino IV. Aprovechando una transitoria paz con los árabes, Justiniano II se enfocó a recuperar terreno en los Balcanes. Entre los años 688-689 logró derrotar a los búlgaros y recuperó Tesalónica, ya entonces la segunda ciudad europea del imperio. Muchos eslavos fueron reasentados en Anatolia. Pero un mal manejo del emperador condujo a la conquista completa de Armenia por los árabes en 695. Además, su gobierno se hizo altamente impopular entre la población del imperio. Así que, por una suma de motivos, Justiniano I fue depuesto en 696. Si bien no se le dio muerte, como medida común infamante, para impedir su regreso al trono, se le cercenó la nariz. Hasta ese momento era norma general cortar la nariz de potenciales rivales al trono. Existían ciertas reglas no escritas de etiqueta gubernamental que impedían ascender al trono a personas con ciertas características físicas. Nadie podía ser emperador si era eunuco. En los mismos términos, nadie sin nariz, por lo humillante de su condición, podía llegar al trono. Hecho esto, el depuesto monarca fue enviado lejos de la capital, al Quersoneso Póntico, a Crimea. Con esto empezaría un período de 20 años de anarquía, en momentos muy peligrosos para el Imperio. Los rebeldes proclamaron emperador al líder de la revuelta, el isaurio Leoncio (695698). Su gobierno fue tan ineficiente e indolente que convenció a los árabes de la conveniencia de lanzar una expedición para conquistar Cartago. La ciudad había sido tan mal defendida por el último –y traidor- Exarca, que terminó finalmente rindiéndose sin mayor lucha. Ante la caída de Cartago, en 698 Leoncio envió una gran flota, que desembarcó en África y reconquistó la ciudad. Era tal la importancia de Cartago, que Leoncio solicitó ayuda a los reyes visigodos y francos. Los visigodos españoles enviaron un contingente importante a pelear junto a las tropas imperiales. Tras una larga y heroica defensa, conocida como la Batalla de Cartago, la ciudad fue tomada a sangre y fuego por los musulmanes. Romanos y visigodos pelearon en su mayoría hasta la muerte. Así fue como la Cartago romana, arrasada hasta sus cimientos por los árabes, sufrió el mismo destino que su antecesora la Cartago púnica, 850 años antes. Poco después los árabes fundaron una nueva capital, Túnez, cerca de la destruida ciudad romana. Y así, tan sólo Ceuta, sobre las Columnas de Hércules, quedó como aislada plaza fuerte romana en el Norte de África. El ejército derrotado, reembarcado y en camino a Creta, en lugar de someterse a la ira vengativa del cruel Leoncio, decidió rebelarse. Asesinó al almirante de la flota y © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 265 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. proclamó nuevo almirante a uno de los oficiales, el germano Apsimaro. La flotilla rebelde llegó a Constantinopla, se hizo del poder, y Apsimaro ascendió al trono bajo el nombre de Tiberio III (398-705). Le hizo a Leoncio lo mismo que éste le había hecho a Justiniano II: le cercenó la nariz y la agua y lo encerró en un monasterio. En el campo militar Tiberio III obtuvo algunos importantes triunfos fronterizos en Siria y Cilicia, que protegieron las fronteras orientales. Pero Cartago ya nunca fue recuperado. De cualquier forma su reinado no iba a durar. Para 702 el ex emperador Justiniano II, ahora apodado Rinotmeto (El Sin Nariz), se las ingenió para escapar de Crimea y huyó a la corte del Khan de los kázaros, un pueblo de origen turco que había fundado un importante imperio al Norte del Cáucaso, al cual luego nos referiremos. El Khan lo acogió y le dio a su propia hermana en matrimonio, a la cual el exiliado Justiniano II Rinotmeto bautizó al Cristianismo como Teodora. Llevó un matrimonio muy feliz con su nueva esposa, viviendo pacíficamente cerca del Mar de Azov, hasta que Tiberio III trató de hacerlo asesinar. Su esposa lo salvó. Tras esto, el año 705, Justiniano II, con apoyo búlgaro y de infiltrados dentro de Constantinopla, recuperó el trono y, a pesar de su infamante deformidad, volvió a ser coronado emperador, junto con su fiel esposa kazara. Reinaría otros seis años (705-711). A partir de ese momento terminó la costumbre de amputar las narices a los posibles rivales al trono, pues se hizo manifiesto que había dejado de ser un impedimento para acceder al poder. Pero Justiniano II no había aprendido mucho de sus experiencias. Vengativamente hizo ejecutar en el hipódromo a los usurpadores Leoncio y Tiberio III y a muchos de sus partidarios, al tiempo que depuso y mando cegar al Patriarca de Constantinopla. Ensoberbecido con su regreso, se lanzó a fallidas aventuras militares contra los búlgaros –que lo habían ayudado a recuperar el trono- y árabes, y a castigar a súbditos rebeldes. El año 711 empezó bajo las órdenes del general Bardanes, de origen armenio, un alzamiento contra él en Quersón de Crimea, que pronto se extendió a Constantinopla. Se dio muerte a Justiniano II y puso en el trono a Bardanes, quien asumió el nombre regio de Filípico (711-713). El pequeño hijo de Justiniano II y Teodora de Kazaria, Tiberio, fue cruelmente asesinado. Así terminó definitivamente la dinastía del gran Heraclio. Lo que siguió fue un corto –pero muy peligroso- período de anarquía. 182.- La Anarquía entre dos Dinastías. Filípico, o Bardanes, no hizo un buen gobierno. Problemas teológicos debilitaron mucho su posición interna. Además, los búlgaros saquearon Tracia hasta las mismas puertas de la capital, mientras los árabes debilitaban las defensas imperiales en Asia Menor. En 713 un alzamiento militar depuso y cegó a Filípico, y elevó al trono a su propio secretario, Anastasio II (713-715). Cuando éste organizaba una fuerte campaña contra los árabes, que seguían saqueando Asia Menor, las tropas se amotinaron, lo derrocaron y lo enviaron, sin daños personales, a un monasterio. Fue sucedido por Teodosio III (715-717), un funcionario de mediano nivel puesto por la soldadesca, de hecho contra la propia voluntad de emperador designado. Teodosio III fue muy moderado en el tratamiento de los vencidos. Pero, dados los males resultados de su guerra contra los árabes en Asia Menor, en 717 sería derrocado por insurrección popular. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 266 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. 183.- León III y la Dinastía Isauria. En reemplazo del derrocado Teodosio III se encumbraría el héroe popular que estaba logrando vencer y controlar a los enemigos árabes, uno de los más brillantes emperadores de todo el Imperio Romano Tardío. León III, llamado El Isaurio (717741), apodado así por ser también miembro del rudo pueblo montañés de Anatolia que ya había dado previamente monarcas a Constantinopla. Recién en el poder León III tuvo que hacer frente al segundo sitio árabe de Constantinopla, que duró 12 meses entre los años 717-718. Nuevamente los árabes atacaron por tierra, desde la costa Tracia sobre las Murallas Teodosianas, y por mar. Pero nuevamente acá triunfaron las armas romanas, y por segunda vez el inflamable Fuego Griego destruyó a las naves sitiadoras. Además, Constantinopla contó con el apoyo terrestre de los búlgaros de Moesia, que, en buenas relaciones con el Imperio, no tenían además ninguna intención de ver caer a Constantinopla en manos que no fueran las de ellos. Los búlgaros hostigaron por la retaguardia a los sitiadores árabes establecidos en tierra firme. Tras esto, los árabes, derrotados, levantaron el sitio de Constantinopla. León III fue indudablemente el salvador del imperio en este decisivo momento. Con él se detuvo para siempre el avance árabe por el Este. A partir del gobierno de León III El Isaurio empezó la reorganización administrativa y militar del Imperio, basándose en el sistema de Themas impuesto por el emperador Constante II entre 641 y 648. Dividió al Imperio en once Themas, de los cuales siete en Asia y cuatro en Europa, restauró las finanzas, reordenó la agricultura, y puso en orden al ejército. Con él y sus sucesores no sólo se estabilizaron las fronteras imperiales, sino que, es más, comenzó la reconquista de territorios perdidos ante los árabes, en el Sur de Asia Menor, Siria y Armenia, y especialmente la isla de Chipre. Ya lo veremos más adelante. Muerto León III fue sucedido por su hijo Constantino V (741-775). Inicialmente, cuando estaba en campaña contra los árabes, tuvo que hacer frente a una rebelión de su cuñado, el armenio Artabasdos, quien se apoderó de Constantinopla y entre 741743 fue reconocido emperador. Tras esto Constantino V recuperó Constantinopla y el trono, cegó a Artabasdos y lo relegó a un monasterio. Constantino V fue un capaz administrador y militar. En 746 inició la reconquista de territorios en Siria y obtuvo importantes victorias contra los árabes. Aunque las reconquistas no fueron muchas, estaba claro que la marea de la historia estaba cambiando; que el imperio ahora, por primera vez en más de 100 años, estaba retomando por fin la ofensiva. Además, emprendió unas bastante exitosas campañas contra los búlgaros en Moesia. Lo sucedió su hijo León IV (775-780), quien recibiría el apelativo de El Kázaro, por ser también hijo de una princesa de esta etnia. Casado con la ateniense Irene, ella ejercería una gran influencia sobre su marido, y después tendría por sí sola un importante papel en la historia. Fallecido el emperador lo sucedió su infante hijo Constantino VI (780-797), de apenas 9 años, quien en realidad quedó absolutamente dominado y subyugado por su madre Irene. En 790 Constantino VI, ya mayor de edad, pudo deshacerse de la tutela de su madre, aunque ella mantuvo su status de emperatriz. En los siguientes siete años el reinado de Constantino VI causó desafección en sus súbditos, en algunos casos por su incapacidad militar y política, y en otros por su crueldad. Así que en el año 797 tuvo lugar un golpe palaciego, por el cual Irene se autoproclamó directamente emperatriz, desposeyendo y cegando a su hijo. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 267 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Irene reinó 5 años por sí sola, entre los años 797 y 802. Usó como título regio la fórmula masculina de Basileus o Emperador, y no la forma femenina de Basilissa o Emperatriz, como hubiera correspondido. Su gobierno no fue muy beneficioso, y en el curso del mismo tuvo lugar el cisma político provocado en la Navidad del año 800 cuando el Papa León, unilateralmente, coronó en Roma a Carlomagno, rey de los Francos, como Emperador Romano de Occidente. Se dice que ella pensó en ofrecer su mano al respetado Carlomagno para sellar una alianza imperial. El hecho es que finalmente, el año 802 Irene fue depuesta por una revolución palaciega y exiliada a la isla de Lesbos, donde murió al año siguiente. Con esto desapareció la Dinastía Isauria. Pero ya se había producido un nuevo cisma, de consecuencias extraordinarias, en el Imperio Romano. En capítulos posteriores nos referiremos a esto en más detalle. 184.- La Pérdida Definitiva de Ravena y Roma. A partir del gobierno del mismo gran emperador León III El Isaurio comenzó en todo el Imperio Romano la llamada Controversia Iconoclasta, a la que luego nos referiremos en detalle, derivada de la aceptación o rechazo a la adoración de las imágenes sagradas. Esto provocaría una división insuperable entre las autoridades imperiales de Constantinopla, que por mucho tiempo apoyaron las medidas iconoclastas, y la Iglesia Romana, que se negó a implementar en Italia las disposiciones imperiales. Las consecuencias políticas vendrían a mediano plazo. Un golpe históricamente muy duro para el Imperio tuvo lugar en Italia, donde, como ya hemos señalado, siempre había existido un estado de guerra con los lombardos. El año 751 los lombardos, tras dos siglos de intentarlo, conquistaron finalmente Ravena y con ello dejó de existir el exarcado imperial en Italia Central. La consecuencia de esto es que la ciudad de Roma quedó indefensa ante los lombardos, y sin autoridades ni tropas imperiales que pudieran protegerla. Siendo los lombardos ya dueños de Ravena, la capital imperial de Italia, sólo les faltaba Roma para poder reclamar derechos soberanos sobre toda la península, al estilo de los ostrogodos. Si no hubiera sido por las murallas aurelianas, que seguían protegiendo a Roma, la ciudad hubiera caído definitivamente en manos del rey lombardo. Ante ello, el Papa Esteban II, deseoso de seguridad y de consolidar, ahora que por fin era posible, la independencia política ante Constantinopla, se acercó al rey franco Pipino El Breve. El Papa, para obtener el apoyo franco, le otorgó a Pipino el título de Patricio, un título para el cual en realidad no estaba facultado, y sólo podía otorgar el emperador. De hecho era un título del Exarca. Es más, como después veremos nuevamente, Pipino se había convertido en rey de los francos después de derrocar al último de los Reyes Holgazanes, Childerico. Entonces, si bien su autoridad sobre el reino franco era indiscutible, su legitimidad era ostensiblemente dudosa. Esto fue abiertamente subsanado por el Papa Esteban II, quien en el año 754, para concretizar la alianza, viajo a Francia y oficialmente, como Jefe de la Cristiandad, legitimó al nuevo monarca. Este gesto nunca lo olvidarían ni Pipino ni sus sucesores. En 756 Pipino entró con sus tropas a Italia, derrotó a los lombardos, y dispuso del territorio imperial del Exarcado de Ravena. En vez de restituírselo a su legítimo señor, el “Emperador de los Romanos”, determinó donándoselo al Papado. Fue el nacimiento de los Estados Pontificios y del poder temporal de los Papas. Si bien el emperador protestó y exigió la restitución del Exarcado, los francos y el Papado hicieron caso © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 268 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. omiso de las reclamaciones. El hecho es que el emperador carecía de los medios para volver a hacer efectivo su dominio en Italia Central. De cualquier forma, la orgullosa Ravena, capital de Italia durante casi 400 años, se negó a aceptar fácilmente la sumisión a Roma, lo que determinó que durante mucho tiempo hubiera una lucha de preponderancia entre el Obispo de Roma y el poderoso arzobispo de Ravena, que siguió ostentando gran preeminencia como cabeza espiritual en las zonas del Exarcado. Hasta ese momento los Papas habían sido un poder meramente espiritual subordinado al Emperador Romano. Pero a partir de dicho instante se convirtieron en monarcas de un Estado bastante extenso y pasaron a ser príncipes terrenales. Su involucramiento en las intrigas políticas de Italia y Europa les haría mucho daño. Con esto, la historia de la Iglesia Romana cambió drásticamente, y no para bien. De cualquier forma, el Papado siguió reconociendo por veinte años más la teórica soberanía imperial, aunque ya sólo como tema ceremonial. Pero la presión de los lombardos hacia Roma nunca cesó del todo. El año 774 llegó nuevamente a un clímax, con el intento de los sectores pro-lombardos de Roma de controlar a la Iglesia. Esto obligó al Papa Adriano I a recurrir nuevamente en su auxilio al nuevo rey franco Carlos, el hijo de Pipino, el famoso Carlomagno. Éste de hecho venía de solidificar su posición como único rey de los francos. Con su ejército entró a Italia, la que atravesó con gran facilidad, y puso sitio al último rey lombardo, Desiderio en su capital Pavía. En el intertanto hizo el ingreso a Roma, siendo recibido por el Papa con todos los honores que alguna vez le habían sido otorgados al Exarca imperial. Y después volvió a continuar el sitio de Pavía, hasta la conquista de la ciudad. Destronado el último rey lombardo de Italia, Carlomagno se hizo coronar Rey de la Italia lombarda en la Pavía, con la corona de hierro de los reyes lombardos. Consecuentemente, el reino lombardo, lejos de desaparecer, quedó indisolublemente unido al reino franco en la persona de un monarca común. A diferencia de los ostrogodos, los lombardos nunca abandonaron Italia, sino que continuaron en ella, ya como parte de una casta rectora latinizada. De hecho, para ese momento del año 774 los lombardos ya eran desde hacía generaciones católicos, y estaban totalmente latinizados. De cualquier forma, lo que los francos anexaron entonces fueron básicamente los territorios lombardos del Norte y centro de la península, lo que incluiría en realidad también el control de las zonas del antiguo Exarcado. De hecho, Carlomagno, de común acuerdo con el Papa, llevó a su nueva capital de Aquisgrán, para sus construcciones, algunos tesoros artísticos de Ravena, especialmente mosaicos de la Tumba de Teodorico, y mármoles de edificios de Roma. Pero la anexión de Carlomagno no incluyó en la práctica los territorios feudales lombardos del Sur de la Península. Ahí sobrevivió en forma ya independiente el antiguo ducado de Benevento, ahora ya convertido en Principado, coexistiendo mano a mano con los últimos territorios imperiales, tales como Nápoles, Calabria y Abulia. Esta relación tan íntima entre los Papas romanos y el rey franco Carlomagno fue determinando muchos cambios políticos. En el pontificado de Adriano (771-795) los documentos papales dejaron de invocar el nombre del emperador romano. Además, la mencionada controversia iconoclasta había alejado cada vez más a la Iglesia romana de la autoridad imperial. Al morir Adriano en 795, su sucesor León III ya no solicitó la confirmación imperial de su cargo, sino que trasladó el honor al poderoso rey franco. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 269 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Todo esto desembocó lo que pueda entenderse como una verdadera sublevación del Papa ante la autoridad política oficial, cuando el día de Navidad del año 800 el Papa León III, con la venia del pueblo de Roma, coronó como “Emperador Romano de Occidente” al rey de los francos, Carlomagno. La grandiosa personalidad de Carlomagno, el respeto que inculcaba su sabio gobierno, y la necesidad de obtener completa independencia de Constantinopla, llevaron al Papa a dar un paso para el que no estaba facultado. De acuerdo a la tradición imperial romana, el Papa no poseía facultades civiles de tal tipo. Sólo el emperador reinante podía haber designado un colega co-emperador para Occidente. Si bien el gobierno de Constantinopla no reconoció el nombramiento, su posición no era sólida en Italia como para hacer valer sus derechos, al tiempo que la emperatriz reinante, Irene, excepcionalmente una mujer, veía su trono tambalearse. De hecho, Irene, si bien cercana al Papado en el punto doctrinario de la veneración a las imágenes, era considerada en Occidente una simple usurpadora, por haber derrocado y segado criminalmente a su propio hijo y legítimo emperador Constantino VI. 185.- La Dinastía Fócida y la Amenaza Búlgara. Derrocada la emperatriz Irene tras cinco ineficientes años de reinado, los funcionarios de palacio la reemplazaron por Nicéforo I (802-811), encargado de las finanzas imperiales. Éste debió primero enfrentar un alzamiento de las tropas de la frontera Armenia, que logró controlar. Necesitado de fondos para defender al Imperio, recurrió a peligrosas medidas fiscales, que le acarrearon la enemistad de todos los estamentos de la sociedad. Empezó además una política de expulsión de eslavos asentados en los Balcanes y la Hélade, remplazándolos por griegos de Asia Menor. En el Este enfrentó luchas con el Califa Abasida, y en Occidente se enfrentó al problema, heredado de Irene, relativo al título de Emperador de Occidente conferido a Carlomagno. Entre los años 806-807 tuvo que luchar exitosamente contra los francos para defender las últimas posesiones imperiales en el Norte de Italia. Además, tocó a Nicéforo enfrentar el creciente poderío búlgaro, que desde su base en Moesia trataba de conquistar Constantinopla. La lucha empezó el año 807, y para el año 809 la victoria se inclinaba ya del lado romano. Pero el año 811, en la tristemente célebre Batalla de Prisca, el ejército romano, con Nicéforo a la cabeza, cayó en una emboscada, rodeado por todos los costados por empalizadas preparadas por los búlgaros. El emperador fue muerto en combate y el ejército imperial sufrió grandes bajas. El hijo del emperador caído, Estauracio, asumió el trono y, gravemente herido, logró reunir los restos de su ejército y hacerse fuerte en Adrianópolis, adonde, ante la emergencia, fue coronado oficialmente emperador por sus topas. Era la primera vez que un emperador romano caía muerto en combate contra un ejército bárbaro desde la muerte de Valente en la Batalla de Adrianópolis, más de 400 años antes. El Khan búlgaro, Krum, hizo despreciativamente una copa de plata con el cráneo del emperador Nicéforo, que luego usaría para brindar con sus nobles, augurando su pronta –pero afortunadamente nunca concretizada- conquista de Constantinopla. Estando Eustaracio gravemente herido, sabía que no podía continuar en el poder, pues el Imperio necesitaba un monarca con la fuerza necesaria para enfrentar el momento. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 270 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Siguió una lucha de poder entre su esposa, la ateniense Teofano, y su hermana Procopia. Finalmente, el marido de Procopia, Miguel I (811-813) fue aclamado emperador en el Hipódromo, de acuerdo al procedimiento usual, por los tres estamentos del Imperio: el ejército, el Senado y el pueblo. Eustaracio abdicó, tras muy pocos meses de reinado, y se retiró a un monasterio donde falleció, pocos meses después, de sus heridas. Miguel I hizo finalmente la paz con Carlomagno, reconociéndole el título de Emperador de Occidente y aceptándolo como colega. Constantinopla retuvo todavía en Occidente Venecia, Nápoles, el Sur de Italia y Dalmacia. Pero ante los búlgaros su actuación no fue tan efectiva, y les permitió asolar Tracia y Macedonia. Cuando trató de enfrentarlos, en 813, fue derrotado decisivamente en otra de las muchas batallas libradas a lo largo de los siglos cerca de Adrianópolis. Dada, entonces, su incapacidad para lidiar con los búlgaros, el ejército lo derrocó. Fue enviado a un monasterio, donde murió 30 años después. Fue reemplazo por León V El Armenio (813-820), el cual, si bien logró poner coto a los ataques búlgaros, se hizo altamente impopular por sus posturas teológicas, lo que condujo a que fuera asesinado en 820 en una rebelión palaciega. 186.- La Dinastía Frigia. Acontecido el antes mencionado derrocamiento de León V, ascendió al trono imperial Miguel II, apodado Psello o El Amorio, un hombre de origen muy humilde y de baja cultura, que se hizo elegir emperador mediante influencias económicas y miliares. Reinaría entre los años 820 y 829. Era originario de la ciudad de Amorio en la zona de Frigia, de lo cual derivaría el nombre de Dinastía Frigia o Dinastía Amoriana aplicado a su familia. El hecho político más importante de su reinado sería la sublevación, entre los años 821 y 823, de Tomás El Eslavo, un oficial rebelde que se decía ser hijo Constantino VI y que obtuvo el apoyo de diversos estamentos del Imperio e inclusive del Califa de Bagdad. El propio Califa arregló que el Patriarca de Antioquía, ciudad aún bajo dominio árabe, coronara emperador al rebelde, y tras esto la causa su fortaleció. Hasta llegó a sitiar Constantinopla, pero fracasó en su intento de ingresar a ella. Tras esto, la rebelión fue sofocada y al final Tomás fue capturado y ejecutado. A pesar de que el Imperio de Oriente ya estaba en plena etapa de recomposición, esta guerra civil lo debilitó nuevamente. Como consecuencia de ella vendrían dos derrotas inflingidas por los árabes que resultaron muy dolorosas: en 826 la isla de Creta fue tomada por piratas árabes, y se convirtió en un peligroso nido de enemigos por más de 100 años; y en 827 los árabes norafricanos desembarcaron en Sicilia, y, a pesar de la larga resistencia imperial, para el año 878 la conquista árabe quedaba consumada. De cualquier forma, Creta sería luego reconquistada por Constantinopla; mientras que Sicilia también volvería nuevamente a manos cristianas, aunque no ya de sería como parte del muy exitoso Estado latino fundado por la dinastía normanda. Miguel II falleció en 829, de causas naturales, siendo sucedido por su hijo Teófilo (829842). A diferencia de su casi analfabeto padre, Teófilo sería un monarca altamente instruido, casi un príncipe renacentista, aunque ello no le sirvió para ser un gran gobernante. Deseoso de ser un gobernante ecuánime, y procurando gala de ello, en muchas ocasiones su crueldad intrínseca lo dominaba. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 271 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. De cualquier forma, logró nuevamente poner orden en las finanzas y en la administración del Imperio, y además realizó importantes obras de interés público, una de las cuales sería la reparación de las murallas de la capital. Fue un gran admirador del movimiento cultural de la corte del Califa de Bagdad, que en esos momentos tenía a la cultura árabe en su cúspide y que había tenido su máximo exponente en el ya fallecido –y mucho más justo gobernante- Califa Harun-al-Rashid. Desde luego que esta admiración redundaba en compartir con los árabes musulmanes el rechazo a las imágenes, lo cual traería aparejada la continuación de la querella iconoclasta, que lo limitó mucho. De cualquier forma, Teófilo se vio forzado por las circunstancias geopolíticas del momento a entrar en 830 en guerra contra el Califa de Bagdad Al-Mustasim. Teófilo dirigió personalmente los ejércitos imperiales: en un primer momento logró importantes triunfos, capturando Tarso y regiones de Cilicia que desde hacía tiempo permanecían bajo dominio árabe. Pero sufrió varias derrotas posteriores de envergadura, que lo llevaron a pactar la paz. Tras un período de alto al fuego, la guerra se reinició en 837. Teófilo logró inicialmente importantes triunfos en Mesopotamia, pero en 838 sus tropas fueron derrotadas en combate. Tras esto los árabes sitiaron, conquistaron y arrasaron hasta sus cimientos la ciudad frigia de Amorio, cuna de la propia dinastía imperial. De cualquier forma, esta guerra no significó mayores pérdidas territoriales en Oriente, pero el emperador no pudo recuperarse del golpe a su prestigio, y falleció en 842. Además, esta guerra oriental tuvo el efecto nefasto de que impidió a Teófilo mandar tropas a Sicilia para continuar la defensa contra los invasores árabes que lo atacaban desde Occidente. Consecuentemente, el retroceso imperial en Sicilia siguió su curso. El año 831 los árabes tomaron –tras larga resistencia cristiana- Palermo, establecieron su emirato independiente en suelo siciliano y continuaron su avance por la isla. Pero, de cualquier forma, el reinado de Teófilo significó un gran impulso a la economía y el comercio, y forma parte indudablemente del proceso imparable de reconstitución del Imperio Romano que se estaba viviendo. Puso coto a la corrupción imperial y fue un valiente comandante militar, lo que no era la norma entre los emperadores romanos de Oriente. Es considerado, con sus virtudes y sus fallas, uno de los más capaces emperadores constantinopolitanos. Fallecido Teófilo lo sucedió en el trono su hijo Miguel III, cruelmente apodado El Beodo, quien reino oficialmente entre los años 842 y 867. Pero, como al ascender al trono Miguel tenía sólo tres años, quedó inicialmente bajo la regencia de su madre Teodora. Ésta se preocupó tanto de los temas de Estado, especialmente de la contención de los árabes en Creta y el Egeo, que descuidó a su hijo, el cual, consecuentemente cayó bajo la influencia de su tío materno Bardas, hermano de Teodora. Miguel III lo ascendió primero al rango de César, y tras esto, en 856, con el apoyo de Bardas, el emperador dio un golpe de Estado y alejó de la regencia a su madre, a la cual relegó a un monasterio. Consecuentemente, empezó el reinado más o menos efectivo de Miguel III con su tío el César Bardas como Hombre Fuerte. Entre los años 855-856 Miguel III y el César Bardas condujeron una importante campaña contra los búlgaros, que les permitió retomar el control de Filipópolis y de otras plazas. Tuvo además lugar una guerra contra los francos en la zona de Iliria. Entre los años 856-863 Miguel III y Bardas guerrearon, con diverso éxito, contra los © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 272 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. árabes en el Este, y al final la victoria oficial puede adscribirse a las tropas imperiales. En el año 860 tuvieron que repeler un ataque de los vikingos rusos contra Constantinopla. Bajo la influencia de Bardas y del patriarca Focio de Constantinopla, Miguel III condujo un período de grandes obras públicas y de erección y reparación de iglesias y monasterios. Además, desde Constantinopla se promovieron y despacharon importantes campañas evangelizadoras a cargo de los predicadores San Cirilo y San Metodio. Una primera misión falló: evitar la rápida conversión del imperio kázaro al Judaísmo; pero se tuvo éxito una segunda misión: la conversión de la Gran Moravia, de lo cual resultó la creación del alfabeto cirílico para el uso de los pueblos eslavos. Temiendo que los búlgaros se convirtieran al Cristianismo latino de los francos, Miguel III y el César Bardas invadieron Bulgaria, y como parte del acuerdo de paz de 864 impusieron la conversión del monarca búlgaro al Cristianismo griego. En esto empezó a surgir la figura en la corte de Basilio El Macedonio, quien poco a poco logró hacerse de la confianza de Miguel III, convirtiéndose en su chambelán y en amante de la hermana del emperador. Además, Basilio era la pantalla oficial de Miguel III para tener cerca suyo a su propia amante, la mitad varenga Ingerina, oficialmente esposa de Basilio. Como se aprecia, el grado de complicidad entre Miguel y Basilio era muy alto. Es así como en 866 Basilio convenció a Miguel III que el César Bardas estaba conspirando para hacerse del trono. Con la autorización de Miguel, Basilio asesinó a Bardas, y tras esto se convirtió en el nuevo Hombre Fuerte del emperador. El año 867 Basilio fue coronado co-emperador por Miguel III. La razón de esto era aparentemente simple: asegurar la futura sucesión de su propio hijo con Ingerina. Pero las cosas no se dieron así. Ese mismo año Basilio asesinó a Miguel III y quedó como único emperador. Se comenta que Basilio tuvo razones para hacer esto, pues temió que Miguel III se inclinara por otro potencial favorito. Así se extinguía la Dinastía Frigia. 187.- El Origen de la Dinastía Macedonia. Basilio I, quien reinara entre los años 867-886, fue el fundador de la así llamada “Dinastía Macedonia”. En realidad, Basilio, si bien nacido en Macedonia, o mejor dicho en Tracia, de humilde cuna, era de ascendencia armenia. Su primer idioma era el armenio, y hablaba griego con fuerte acento. Pero por esas cosas de la historia, así quedó el nombre de una de las más grandes dinastías imperiales de la Roma Tardía. Con el reinado de Basilio I comienza la verdadera grandeza de la etapa “bizantina” del Imperio Romano. Después de 200 años de estar o a la defensiva, o estabilizando las fronteras, comenzaría una verdadera etapa de expansión política y militar. Lo que viene es una de los períodos más interesantes de la historia del Imperio Romano, pues quiebra las normas de lo que uno entiende por la decadencia de un Imperio. La norma histórica, cuando se analiza un proceso de decadencia, es que el Imperio en cuestión, en su etapa de declive sigue una curva descendente, que tal vez algún gobernante puede detener por un tiempo, pero nada más. En el caso del Imperio Romano latino, Diocleciano y sus sucesores retardaron un proceso, pero a la larga éste siguió su curso. Ya hemos visto como de un Imperio que una vez gobernó toda la cuenca del Mediterráneo para el momento histórico que analizamos ya casi no quedaba nada. El connotado historiador inglés Edward Gibbon, en su ya citado libro, consideró © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 273 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. al período bizantino de la historia romana como una época de debilidad infinita y decadencia política y militar incontenible, pero no fue tan así. Además, no es común que un Imperio decadente llegue a desarrollar una forma propia y descollante de cultura y civilización. Pero en este caso, y para este momento, el Imperio Romano había durado mucho más de lo que otros hubieran jamás previsto, muy seguramente gracias al cambio de capital, y lejos de desaparecer, había aguantado a pie firme derrota tras derrota, recuperándose lo suficiente para mantener un núcleo básico, en torno a Tracia y Anatolia, que le permitiera subsistir. En el caso del Imperio de Constantinopla, repentinamente inició un período de expansión política, militar, y, lo que es aun más notable, cultural. En el reinado de Basilio I las tropas romanas empezaron a tomar definitivamente la ofensiva contra los árabes, ya debilitados por las divisiones internas del Califato de Bagdad. No se acrecentó el imperio, pero la frontera se estabilizó, todo listo para la ofensiva que vendría. Si bien el año 878 tuvo lugar la caída de Siracusa en manos árabes occidentales, y la pérdida definitiva de Sicilia, paralelamente las reconquistas imperiales en el Sur de Italia redundaron en el dominio indiscutido del Calabria, Tarento y Apulia. Inclusive se recuperó, por un tiempo, la isla de Chipre, pendiente de su ulterior reconquista más definitiva. Basilio llevó a cabo un extenso programa de recopilación legislativa y de obras públicas de primer nivel, en buena medida a imitación de Justiniano I. Fue un muy buen administrador de los recursos del imperio. La intención de Basilio era en realidad dejar el trono a su hijo mayor Constantino, que sí era con seguridad hijo suyo. Pero cuando éste falleció en 879 no le quedó otra opción a Basilio que designar heredero a su otro hijo León, mitad escandinavo, que como sabemos muy probablemente era hijo de Miguel III. De hecho Basilio y León se odiaban mutuamente. Así que al fallecer Basilio I ascendió al trono León VI El Sabio, quien reinaría entre los años 886-912. Un hombre muy erudito que continuó la expansión cultural de su padre, fue un justo gobernante. Culminó la labor legislativa de su padre, y encargó una traducción completa al griego del Corpus Iuris Civilis de Justiniano. Muy significativo es que trajo de vuelta a Roma, para un entierro solemne, los restos de Miguel III. En el campo militar sufrió reveses militares contra los búlgaros, en 896, por lo que tuvo que acordar pagarles de tributo. En 902 cayó Taormina, el último baluarte imperial en Sicilia y se completó la conquista árabe de la isla. En 907 y 911 Constantinopla debió resistir el ataque de los varengos rusos, comandados por Oleg de Novgorod. Al final la paz se arregló por medio de un tratado comercial, que es lo que querían los escandinavos. En su vida personal, León enfrentó el problema de que no tenía heredero varón, un poco el caso de Enrique VIII de Inglaterra, pero en otro contexto. Con dos matrimonios a cuestas, lo que sí era permitido en Constantinopla –recordemos que en el Imperio Romano seguía rigiendo el Derecho Civil laico-, un tercer matrimonio le trajo problemas con la Iglesia. Para evitar un conflicto con las autoridades eclesiásticas, optó por no tomar una cuarta esposa, sino tener una concubina, lo cual no era objetado. De este concubinato nació –todavía como ilegítimo- su hijo Constantino. Nacido su hijo, casó ipso facto León VI con la madre del heredero, lo que obviamente © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 274 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. creó problemas eclesiásticos, pero legitimó al hijo. Para evitar problemas coronó al pequeño, cuando sólo contaba con sólo dos años, en 908, como co-emperador. Pero al fallecer León VI fue sucedido por su hermano y co-emperador Alejandro II, también hijo de Basilio I, aunque sin su paternidad en duda. Como co-emperador quedó el hijo de León VI, el pequeño Constantino VII Porfirogénito. En el corto reinado de Alejandro (912-913) se produjeron conflictos con los califas y con los búlgaros; murió aparentemente de causas naturales, antes de que pudiera hacer lo que ya se veía como un pésimo gobierno. 188.- Constantino VII Porfirogénito y su Época. Muerto Alejandro II en 913 quedó como emperador único el infante Constantino VII, llamado Porfirogénito por haber Nacido en la Púrpura, status que a un príncipe imperial le confería una muy especial prioridad sucesoria, inclusive por encima de hermanos mayores. Entre los monarcas del Imperio Tardío un príncipe heredero podía ser considerado “Nacido en la Púrpura” sólo cuando al momento del nacimiento su padre ya era emperador. Además, en el caso concreto de Constantino VII, para obviar la ilegitimidad inicial del pequeño, sus padres se preocuparon que el alumbramiento tuviera lugar en las habitaciones imperiales. El Porfirogénito reinó oficialmente entre los años 913-959. Sería uno de los gobernantes más cultos de su época, y de él han llegado hasta nuestros días importantes obras políticas y literarias, algunas propias y algunas traducciones de la mano del propio Augusto. Pero su personalidad solitaria, derivada de las experiencias de su vida, no le permitiría ejercer adecuadamente el poder al que estaba destinado. Por una u otra razón, a la fuerza y voluntariamente, gran parte del gobierno del Porfirogénito quedó delegado en regentes u hombres de confianza, generalmente muy capaces. El primer regente fue el Patriarca de Constantinopla, Nicolás Místicos, quien en 913, no pudo contener adecuadamente la agresión del cada día más poderoso Imperio Búlgaro, que quería apoderarse de Constantinopla para hacerla su capital. Dado que las condiciones de paz no fueron aceptables para la opinión pública constantinopolitana, un golpe palaciego desplazó al Patriarca de la regencia y puso en el poder a Zoe, madre del emperador. Los generales de la emperatriz madre tampoco fueron más exitosos con los búlgaros, los cuales en 917 aniquilaron a un ejército imperial comandado por su principal asesor, el general León Focas. En eso apareció en escena un capaz almirante de origen armenio, Romano Lecapeno, quien en 919 logró hacerse de la regencia y desplazar a la emperatriz madre. Ese mismo año afianzó su posición al casar a su hija Helena con el emperador Constantino VII. Tras esto, ese mismo año, Romano fue declarado Basileopátor (Padre del Emperador), en 920 asumió, primero, el título de César, y a fines de año fue coronado co-emperador, quedando como en realidad como el Basileus Autokrator, esto es como el Augusto supremo. De cualquier forma, se entiende que el reinado del Romano I Lecapeno cubre los años 919-944. Siempre respetó al Porfirogénito, pues de él, y sólo de él, derivaba su legitimidad. No obstante, por muchos fue considerado un simple usurpador que mantenía al verdadero emperador en la sombra. Si bien Romano I también llegó a © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 275 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. coronar como co-emperadores a sus propios hijos, ellos siempre quedaron en segundo rango respecto a Constantino VII. En el plano militar, Romano I debió enfrentar una continuada agresión de los búlgaros, cuyo Zar Simeón I deseaba obtener un título de “Emperador” que le fuera reconocido por el “Emperador de los Romanos”. Pero los búlgaros no pudieron con las murallas de Constantinopla y en 924 se llegó a un acuerdo de paz. Después Romano I estableció una alianza matrimonial entre su hijo Cristóbal Lecapeno y la hija del zar búlgaro. Esto hizo que Cristóbal Lecapeno fuera elevado a co-emperador, y ahí sí se le dio preeminencia ceremonial por sobre el Porfirogénito. En el Este, contra los árabes, a partir de 926 los triunfos fueron más notorios. El año 934, dirigidas por el brillante general Juan Curcuas, las tropas imperiales recuperaron la importante ciudad de Melitene; en 943 invadieron Mesopotamia y en 944 sitiaron Edessa. Curcuas fue considerado en su época un Segundo Trajano o Belisario. Sus conquistas fueron el preludio de lo que vendría. En 941 Constantinopla fue atacada por tierra y por mar por los varengos de Kiev. La flota enemiga fue destruida gracias al Fuego Griego; lo mismo aconteció con el ejército sitiador en Bitinia. El año 944 Romano I concluyó la paz con Igor de Kiev. En el campo interno Romano I emitió sabias leyes para proteger a los pequeños propietarios, que eran la base de la población de Asia Menor y del sistema militar, contra el abuso de los grandes terratenientes. Y organizó bien el sistema impositivo. El final de Romano I Lecapeno fue provocado por serios conflictos con sus propios hijos. Sabiendo que debía todo al emperador legítimo, no tomó ninguna medida para que, a su muerte, lo sucediera alguno de sus hijos, menos después de que ya había fallecido el más capaz de ellos, Cristóbal. El año 944 sus dos hijos sobrevivientes lo secuestraron, lo encerraron en un monasterio en una isla, y se hicieron del poder. El pueblo de Constantinopla no aceptó este golpe de Estado, se rebeló, y en 945 expulsó a los Lecapenos, así que el ejercicio práctico de la autoridad retrotrajo a Constantino VII. Romano I falleció, pacíficamente, en 948. Para ese momento Constantino VII tenía 39 años y nunca había gobernado realmente. Inmediatamente coronó como co-emperador a su hijo Romano II (nieto del Lecapeno). Delegó nuevamente gran parte de las funciones en su enérgica esposa, Helena Lecapena, y en capaces militares. El año 949 Constantino VII trató de recuperar Creta. Si bien este intento falló, en otros frentes de batalla, en Siria, Armenia y Mesopotamia, le fue mucho mejor. El contraataque romano contra los árabes estaba cada vez más sólido. Ahora eran los árabes los que estaban a la defensiva. Constantino Porfirogénito falleció en 959. Fue sucedido automáticamente por su disipado hijo Romano II (959-963), quien no aprendió nada de las grandes virtudes y humanas fallas de su padre, ni de los libros de buen gobierno que éste le escribiera para prepararlo a reinar. Inmediatamente hizo una purga de los cortesanos cercanos a su padre, y mandó a su propia madre a un monasterio. Por simple incapacidad dejó el manejo de los asuntos de estado en manos de generales, afortunadamente muy capaces. En 961 las tropas imperiales, bajo el general Nicéforo Focas, reconquistaron finalmente Creta para el imperio y acabaron para siempre con la base de los piratas árabes. Tras la celebración de un triunfo en Constantinopla, Nicéforo Focas fue destinado al Este, © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 276 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. donde en 962 reconquisto Cilicia, en la frontera entre Anatolia y Siria. Pero Romano II falleció tempranamente, en 963, seguramente a causa de una vida de excesos. 189.- Basilio II Bulgarotóctono: La Nueva Grandeza y el Esplendor del Imperio Romano de Oriente. Fallecido Romano II, lo sucedieron oficialmente como co-emperadores sus dos hijos pequeños, los futuros Basilio II, el primogénito, y Constantino VIII, el segundogénito, bajo la regencia de la emperatriz viuda, Teófano, griega del Peloponeso originaria de la vieja Esparta en Laconia. Pero este reinado de dos infantes era insostenible. Por ello, antes de que Basilio II asumiera realmente el poder, éste correspondió a dos capaces co-emperadores: primero Nicéforo Focas (963-969) y luego Juan Tzismisces (969976). Nicéforo II Focas formaba parte de una distinguida familia originaria de Capadocia. Como ya hemos visto, durante el reinado de Romano II ejerció importantes cargos militares. Viudo de su primera esposa, tomó tras ello un voto de castidad. Al fallecer Romano II, su viuda, la espartana Teófano, que sabía no podía reinar sola y necesitaba un sólido apoyo, en interés de sus hijos favoreció la ascensión al trono, como Augusto supremo, de Nicéforo y contrajo matrimonio con él, legitimando al nuevo monarca. Entre los años 964 y 966, los ejércitos de Nicéforo II Focas reconquistaron definitivamente la ciudad de Tarso, patria de San Pablo, la totalidad de la región de Cilicia, y la isla de Chipre. El gran éxito fue coronado el año 968 cuando las tropas de la Nueva Roma recuperaron las ciudades de Aleppo y Antioquía. Con esto, la capital histórica de los seléucidas y del Asia romana, la gran ciudad cristiana de Siria y sede de uno de los patriarcados, tras 400 años de dominio extranjero, volvía a ser territorio del Imperio Romano. La importancia histórica de esta gesta de Nicéforo (El Portador de la Victoria) es innegable. En Europa la suerte de Nicéforo no fue tan buena. Siguió lidiando con los todavía insumisos búlgaros, que ocupaban buena parte de los Balcanes subdanubianos, y luego contra sus propios aliados, los príncipes de Kiev. Entre 964-965 sus ejércitos procuraron recuperar Sicilia, pero fracasaron. Tras esto, en 967 tuvo que enfrentarse – exitosamente- contra el Sacro-Emperador germánico Otón I, que intentó apoderarse de las posiciones constantinopolitanas en el Sur de Italia. Factores económicos y políticos le alienaron el favor popular. Además, su propia esposa Teófano lo engañó y traicionó con su amante el general Juan Tzismises, de origen armenio y sobrino directo de Nicéforo. Aparentemente el voto de castidad que en su momento había tomado Nicéforo alentó este comportamiento. Así que en 969 Nicéforo II fue asesinado y Juan I Tzismises ascendió al trono, también como coemperador del todavía menor Basilio II. Y para fortalecer su posición casó con Teodora, hija de Constantino VII Porfirogénito. La destreza militar de Juan I hizo pronto olvidar el vicio en que residía su trono. Entre los años 970-971 condujo una exitosa campaña militar hacia el Danubio en que derrotó a los rusos de Kiev y a los búlgaros. Estableció la supremacía – si bien no el control absoluto- del Imperio sobre Bulgaria. Terminada la guerra en Europa, llevó a sus ejércitos al Sur, contra los árabes. Entre los años 972 y 976 recuperó para el imperio Odessa, en Mesopotamia, y Beirut, en la Siria septentrional, llegando a ocupar incluso, brevemente, Damasco la antigua capital del Califato Omeya. Sus tropas © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 277 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. reconquistaron Galilea y se acercaron a Jerusalén, pero no pudieron conquistarla. Ahí el avance imperial fue detenido por los musulmanes fatimidas egipcios. Tras estos grandes triunfos, Juan I falleció en 976. Acontecido esto es que finalmente, ya con 20 años, pudo llegar al poder como Basileus Autokrator el monarca legítimo Basilio II, y lo sostuvo firmemente hasta su muerte en 1025. Excelente gobernante, militar jinete y administrador, llevó al Imperio Romano de la etapa tardía a su máxima expansión y poderío. Ocupa un lugar de honor en la larga lista de emperadores romanos. En sus primeros años de reinado efectivo dejó las riendas del gobierno, sin interferir, en manos de los capaces funcionarios de palacio, no por desidia, sino sólo para ver como se comportaban y para aprender las artes indispensables. Además, en 879 y 889 tuvo que someter a importantes terratenientes de Asia Menor, con verdaderos ejércitos privados, que creyeron factible hacerse del poder de la misma forma como Nicéforo II y Juan I habían hecho. Basilio, comandando las tropas imperiales suprimió sin miramientos ambas revueltas. Tras esto, emprendió una dura política de poner coto al crecimiento de los grandes latifundios en Anatolia, para evitar el surgimiento de poderes paralelos y de paso para proteger a la clase media, que era la base del sistema político, económico y militar del Imperio. En esto, en 988, los varengos rusos de Kiev se apoderaron de Quersón en Crimea. De esto resultó un importante acuerdo por el cual Vladimir I de Kiev accedió a devolver el territorio y de aceptar el Cristianismo griego, a cambio de la mano de la hermana menor de Basilio, Ana. El Quersoneso Póntico siguió siendo territorio imperial y el Cristianismo bizantino conquistó el espacio ruso. En esto, en los años 992 y 994 los fatimidas egipcios, que amenazaban las reconquistas romanas, trataron de apoderarse de Antioquía y Siria, pero fracasaron. Basilio II, al frente de sus tropas, contraatacó, y derrotó a los invasores, asentando firmemente la reconquista imperial de gran parte de Siria, si bien le faltaron hombres para apoderarse también de Palestina. Tras esto, toco ahora el turno de poner en órdenes a los búlgaros, no todavía absolutamente sometidos, y que seguían causando problemas. En una primera campaña, en 886, Basilio II había sufrido una grave derrota en las llamadas Puertas de Trajano, salvándose de la muerte gracias a la intervención de la guardia varenga. Como consecuencia de esto, Basilio había perdido Moesia ante los búlgaros. Así que había que se hacía imperativo darle una solución al problema búlgaro. A partir del año 1.000 Basilio se sintió seguro para tomar definitivamente la iniciativa, y año a año empezó a tomar plaza tras plaza de los búlgaros en los Balcanes. Para el año 1005 el zar búlgaro estaba ya acosado por todas partes. Hacia 1009 Basilio II reanudó la ofensiva. El año 1014 tuvo lugar la célebre batalla de Belasitsa, entre el zar búlgaro Samuel y el emperador romano Basilio II. La victoria romana fue estrepitosa y sentó la base para la posterior rendición del gran Imperio búlgaro. La cruel estrategia de terror que siguió Basilio II lo ha hecho famoso en la historias: cegó a prácticamente todos los prisioneros búlgaros, dejando sólo a unos pocos tuertos, para que guiaran al ejército vencido de vuelta donde su rey. Esto ganó para Basilio II el sobrenombre con el que ha sido conocido por la historia: Bulgarotóctono o “el matador de búlgaros”. Se dice que el zar búlgaro Samuel murió de impresión al ver regresar a su galante ejército en esta © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 278 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. lastimosa situación. De cualquier forma, los búlgaros siguieron resistiendo por cuatro años más, hasta que en 1018 tuvo lugar su rendición y sumisión absoluta. Tras esto, toda Bulgaria quedó incorporada al Imperio, y Basilio II tuvo la sabiduría de respetar a los vencidos e integrarlos como ciudadanos plenos al imperio. Sometidos también los señoríos serbios, resultó que por primera vez en siglos el Imperio recobraba en control completo del viejo limes del Danubio, como en los viejos tiempos. Acontecido todo esto Basilio II efectuó un viaje a Atenas para celebrar el triunfo. A este viaje nos referiremos más adelante. Paralelamente, hacia 1016 las tropas imperiales habían extendido considerablemente su zona de control en Crimea, a más o menos la mitad de la península; y para la misma época controlaban firmemente, nuevamente, todo el extremo Sur de Italia. Finalmente, en 1020 el rey de la parte cristiana de Armenia anexó su reino al Imperio, para que éste lo protegiera. Cuando Basilio II falleció, a fines del año 1025, estaba preparando una expedición para reconquistar Sicilia de los árabes. Muy seguramente lo hubiera logrado. El Imperio Tardío estaba en la cúspide de su apogeo. Por esas cosas de la historia se había logrado revertir, aunque fuera por un tiempo, lo que muchos historiadores considerarían un proceso inalterable de decadencia del Imperio Romano. Para este momento, el Imperio Romano había vivido una resurrección tal que estaba plenamente afianzado en ambos continentes: dominaba todavía el Sur de Italia, todos los Balcanes al Sur del Danubio, incluyendo toda Dalmacia e Iliria, toda Asia Menor o Anatolia, partes de la antigua Mesopotamia imperial, gran parte de Armenia, parte de Crimea y territorios en la actual Rusia, y el Norte de Siria, inclusive la histórica ciudad de Antioquía. Además de las islas de Creta y Chipre. El emperador romano constantinopolitano era señor de un gran Imperio que iba desde el Mar Tirreno hasta casi el Caspio; gran parte del Cáucaso cristiano, especialmente el reino de Georgia, era tributario suyos; y entre búlgaros y eslavos la influencia greco-bizantina se estaba imponiendo de la mano del Cristianismo griego. 190.- La Hélade durante el Imperio Tardío. Uno de los objetivos de esta obra es mostrar la continuidad de la historia, y por ello no podemos dejar de proseguir, aunque sea por sólo unas líneas, la historia de la península griega durante las etapas postreras del Imperio Romano. Ya hemos comentado la situación de la Hélade durante el largo período de la Pax Romana, incluyendo el pequeño renacer que recobró durante el período de Adriano. Pero al comenzar la decadencia del Imperio Romano, y por culpa de la debilidad del mismo, llegarían penurias mayores para Grecia. A esto debemos agregar el conflicto entre paganismo tradicional en retroceso y Cristianismo triunfante. En Grecia no se dieron las luchas fratricidas entre cristianos y paganos que ensombrecieron otras partes del imperio, pero ahí fue donde el paganismo tradicional sobrevivió más fuerte y largamente que en ninguna otra parte del Imperio Romano. Los griegos de la Hélade, bastante más homogéneos étnicamente que los griegos de Asia, se aferraron más a sus dioses tradicionales. Un poco como haría la tradicional aristocracia romana en la ciudad de Roma. Especialmente, Atenas continuó siendo el centro tradicional del “helenismo”, entendido éste en el sentido del paganismo griego. © Juan Alberto Díaz Wiechers, 2015 – www.wiecherspedia.com 279 “Breve Intento de Explicación del Curso y de la Continuidad de la Historia de la Civilización Occidental - Volumen I: Desde los Pueblos Indoeuropeos hasta la Caída de Constantinopla”. Durante mucho tiempo -como ya hemos señalado hasta el reinado de Justiniano- las academias filosóficas atenienses mantuvieron vivo el sentimiento helénico tradicional. Y si bien llegó a haber edictos, como el de Teodosio I, extirpando oficialmente el paganismo, hasta Justiniano ellos no fueron puestos efectivamente en práctica en Atenas. Además, los templos y edificios atenienses no sufrieron a manos de los cristianos, cosa muy distinta a lo que sucedió en otras ciudades como por ejemplo Alejandría. Gran parte de los templos fueron convertidos, sin que sepamos realmente cuándo, en iglesias, y así sobrevivieron sin ser tocadas. Dentro de la carencia de informaciones exactas y fiables sobre Grecia y Atenas durante la Alta Edad Media, tenemos eso sí, el detalle de la visita que en entre los años 662663 hizo a Atenas el emperador Constante II. Permaneció en la ciudad durante muchos meses. Esto demuestra que la ciudad, y su puerto El Pireo, mantenían, o habían recobrado, cierta importancia. Aparentemente la ciudad, ya cristiana totalmente, estaba en bastante buenas condiciones. Tras esto Constante prosiguió su camino a la península italiana, en su proyecto de expulsar de ahí a los longobardos y de trasladar la sede del imperio desde la acosada Constantinopla nuevamente a la Roma del Tíber. Pero como sabemos este proyecto fracasó. También ha quedado en la historia la otra única visita de un emperador a la ciudad, la de Basilio II Bulgarotóctono en el año 1018, el cual, tras su gran y famosa victoria sobre los búlgaros, concurrió a Atenas para depositar una ofrenda en la iglesia, ahora dedicada a la Virgen María (en reemplazo de la diosa Atenea), del templo del Partenón, en la Acrópolis. De la etapa co