recuperación de aguas salobres del río guadalhorce por desalación

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RECUPERACIÓN DE AGUAS SALOBRES DEL RÍO GUADALHORCE POR
DESALACIÓN
FERNANDO TROYANO LOBATÓN
Acuamed
JUAN CARLOS DÍAZ VERDOY
Acusur
RESUMEN
El llamado Sistema Guadalhorce es la principal fuente para abastecimiento y riegos en la zona central de Málaga.
Su aprovechamiento se regula mediante tres embalses principales situados uno sobre el propio río Guadalhorce, y
otros dos sobre sus afluentes Guadalteba y Turón. Dentro del embalse del Río Guadalhorce desembocan unos
manantiales altamente salinos (Manantiales de Meliones), cuyas concentraciones de sales son del orden de dos veces
la del agua de mar, que dan lugar a salinidades en el embalse que fluctúan entre las 2.000 y las 10.000 ppm de TDS.
Como consecuencia, la operación de los tres embalses resulta muy compleja, obligando a mezclar las aguas de los
mismos para obtener contenidos salinos compatibles con su utilización. Pero es imposible hacerlo sin que resulten
excedentes de aguas salobres que hay que verter al cauce en épocas de lluvia, para no dañar el ecosistema del propio
cauce. Ello significa una pérdida de agua importante. La desalación ha resuelto el problema tras múltiples fracasos
en el intento de evitar la llegada al embalse de los aportes salinos.
1. PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
La existencia de unos manantiales fuertemente salinos que vierten al Río Guadalhorce aguas
arriba de su unión con los afluentes Guadalteba y Turón era conocida de antiguo. Incluso se
había estudiado en múltiples ocasiones y por diferentes protagonistas la posibilidad de extraer las
sales de estos manantiales, denominados de Meliones, para su comercialización. Pero al no
contener cantidades proporcionalmente altas de iones de especial significación, su utilización
como sal no justificaba partir de esta salmuera, concentrada al doble del agua de mar, para
obtener sal común en un ámbito geográfico montañoso en el que no podrían habilitarse terrenos
llanos de dimensión apreciable.
A la hora de aprovechar las aguas de la cuenca, cuando fue necesaria su regulación, nuestros
colegas de principios del siglo XX adoptaron la decisión más lógica: aprovechar las aguas del
Río Turón, el de mejor calidad (ver Figura 1). La salinidad de estas aguas está en el orden de las
400 ppm. O tal vez actuaron a favor de este emplazamiento la existencia de una magnífica
cerrada y la adecuación a un buen salto hidroeléctrico.
Cuando se decidió construir regulación adicional para hacer frente a las crecientes necesidades
de riego y abastecimiento en la década de 1960, se proyectaron las presas de los otros dos ríos,
Guadalteba y Guadalhorce. Se sabía que los manantiales salinos estaban allí y, por ello, mientras
avanzaban los planes de construcción y la construcción misma de las presas, se dedicaron
1
esfuerzos, quizá demasiado tibios, a la solución del problema que estos manantiales
representaban para la futura operación del sistema.
Figura 1. De izquierda a derecha, embalses de los ríos Turón, Guadalteba y Guadalhorce
Las aguas del río Guadalteba tenían una salinidad que alcanzaba las 1.000 ppm. El diseño de las
presas de Guadalteba y Guadalhorce, para colmo de males, provocaba que las aguas de ambos
embalses se mezclaran a partir de una cierta cota (ver Figura 1), quedando sin embargo
separados los embalses por un collado intermedio en aguas bajas. En aguas altas, por
consiguiente, los dos embalses mezclarían sus aguas y sería muy difícil obtener de ellos agua que
estuviera por debajo de las 2.000 o 2500 ppm. Conforme se construían las presas, se
intensificaron los trabajos para resolver el problema de la salinidad del Guadalhorce. Pero las
presas se terminaron y el problema de los manantiales salinos continuó sin resolverse.
Treinta años después de construirse las presas, el problema seguía sin solución. Durante esos
años, los esfuerzos para resolver el problema de la salinidad fueron importantes y crecientes,
conforme se manifestaba la magnitud del mismo que no había sido totalmente apreciada hasta
que se comenzó a embalsar y se pudieron constatar las altas salinidades de las aguas acumuladas
2
en el Guadalhorce. Describiremos más adelante estos esfuerzos y su incierto resultado en el
punto 2 de esta comunicación.
Figura 2. Plano de situación
La necesidad obligó a utilizar mezclas de agua, pero la cantidad procedente del embalse del
Guadalhorce no podía ser muy alta. El resultado fue doble: la calidad del agua utilizada fue
crónicamente mala, pues se pretendía usar toda la que era posible extraer del Guadalhorce con la
limitación impuesta por el límite de salinidad compatible con los riegos; por otra parte, el nivel
del agua en el embalse del Guadalhorce, del que se extraía menos agua, subía incesantemente,
amenazando con llegar al nivel del collado por el que las aguas salobres se habrían mezclado con
las del embalse de Guadalteba.
Pero tampoco era fácil desprenderse de estas aguas “sobrantes” del embalse del Guadalhorce (no
eran sobrantes porque hacían falta para el consumo, sino que eran imposibles de utilizar por su
salinidad). Si los vertidos de esas aguas al cauce hubieran sido frecuentes, la ecología completa
del valle del Río Guadalhorce hubiera sido afectada (ver Figura 2). Por otra parte, como las
aguas a utilizar se tomaban del propio río, aguas debajo de las presas, había que usar “ventanas
de oportunidad” (épocas de lluvia en que las aguas se diluían parcialmente y en que no se
regaba) para aprovechar y lanzar al mar esas aguas pretendidamente “sobrantes”.
Esas aguas “sobrantes” fueron desesperadamente necesarias en época de sequía. En los dos o tres
años inmediatamente anteriores al 2005 se vertieron al mar más de 100 Hm³ de agua salobre del
embalse del Guadalhorce. En el año 2005 se presentó una fuerte sequía y los 100 Hm³ que
estaban en el mar fueron añorados mientras las reservas de los embalses del Guadalteba y el
Turón se reducían prácticamente a cero y sólo quedaba algún agua, claro está, en el embalse del
Guadalhorce, con 4.000 o 5.000 ppm de sales.
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Para entonces entró en servicio la planta desalobradora de El Atabal, a la que la ciudad de
Málaga debe no haber tenido en el verano y el otoño de 2005 las restricciones de agua más
importantes de su historia moderna.
2. LA LUCHA CONTRA LOS MANANTIALES SALINOS DE MELIONES
Son varios los manantiales salinos que desembocan en el embalse del Guadalhorce. En esta
comunicación les denominaremos genéricamente “Manantiales de Meliones”, pero existen
algunos individualizados con sus nombres propios que desembocan en puntos distintos del
embalse e incluso lejos del embalse (Manantial del Cañaveralejo) pero que desaguan finalmente
a él. Esta definición conjunta se justifica en cierto sentido porque cuando se ha intentado captar
las aguas de un manantial determinado o cerrar determinados caminos para la afluencia de aguas
hipersalinas definidas al embalse, las surgencias han aparecido en otro punto mostrando la
evidencia de que nos enfrentamos a un karst que actúa como una sola unidad hidrológica y que
desagua aguas hipersalinas de calidad y cantidad variables en función de las incidencias
meteorológicas.
Los estudios sobre el número de manantiales, su localización (variable en función del nivel del
embalse) y su salinidad a lo largo del tiempo constituyen verdaderas obras maestras de
confusión, pues donde todo es variable apenas pueden concebirse pautas resultantes.
Cualitativamente podríamos decir que el comportamiento “conjunto” del aparato productor de
salinidad es como sigue: debe existir un domo salino que proporciona iones a las aguas que están
en contacto con él y, también, a las que circulan con una cierta velocidad (se trata de un karst) en
contacto con él. Por tanto, en época de aguas bajas circulan caudales menores pero muy salinos
(aguas que han tenido un tiempo mayor de contacto con el karst). Pero en época de lluvias
también se producen aumentos de salinidad, pues los mayores flujos, con mayor turbulencia,
deben aumentar el traspaso de iones de la roca al agua. Por todo ello, es difícil estudiar en detalle
el macizo salino y su hidrología asociada, como hemos señalado.
La dificultad en la lucha contra estas surgencias reside precisamente en ese “comportamiento
zonal” más que una serie de “flujos lineales” concretos de las aguas que llegan al embalse. En
condiciones naturales, los puntos de llegada de las aguas salobres al río debieron estar más
definidos concentrándose en los puntos más bajos y de permeabilidad preferencial del macizo
origen del flujo en contacto con los sedimentos menos permeables del cauce del río, pero con la
subida del nivel de las aguas en el embalse, esos puntos de desagüe originales fueron inundados
y los vertidos hipersalinos cambiaron de localización, siendo unos subacuáticos (que vierten por
debajo del nivel de las aguas embalsadas) y otros subaéreos (que vierten aún por encima de las
aguas embalsadas). Pero esas localizaciones, sobre todo las subacuáticas, no son estables.
Posiblemente, en los años transcurridos desde la construcción de la presa, se han abierto caminos
alternativos al flujo desaguado en función de la interrelación entre el macizo origen y el nivel de
base variable proporcionado por el embalse.
El primer intento para resolver el problema fue, lógicamente, captar la mayor parte de las aguas
hipersalinas antes de su introducción en el embalse y derivarlas separadamente al mar. Esto es lo
que intentó la Confederación Hidrográfica del Sur a partir de 1993. Puesto que el manantial de
Meliones constituía la mayor aportación de agua hipersalina, se decidió evitar su entrada en el
embalse de la mejor manera posible. Como las aguas hipersalinas no podían verterse al río aguas
abajo del embalse por razones obvias, la obra resultante fue de una importancia considerable.
Se trató de aislar la zona de llegada de las aguas hipersalinas al río mediante un recinto de
tablestacas y se construyó dentro de él un pozo de captación a cielo abierto con dos sondeos en el
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fondo, instalándose bombas a tres profundidades distintas. Este dispositivo bombeaba las aguas
así captadas hasta 300 m. por encima del nivel del cauce del río y desde la rotura de carga de este
bombeo, una conducción de algo más de 50 Km. llevaba las aguas a desaguar en el mar en las
proximidades de Málaga.
El sistema empezó a funcionar en 1993, dentro de un acusado período de sequía (1992-1995). Al
principio funcionó bien, reduciéndose las entradas de sales al embalse desde 150 Toneladas por
día de ClNa hasta unas 50 T/día. Era una reducción considerable que parecía mejorar
sustantivamente la operación del embalse (en combinación con los otros dos embalses no salinos
de los ríos Guadalteba y Turón) para dar agua a riegos y al abastecimiento de Málaga sin tener
que tirar al mar grandes cantidades de agua salobre como en la situación anterior.
Pero en Diciembre de 1995 comienza una época lluviosa y en el período que lleva desde ese mes
hasta Junio de 1996 entran en el embalse más de 1.000 T/día de media. El dispositivo de bombeo
de agua hipersalina trabaja al máximo, estimándose que pudo extraer hasta 500 T/día de ClNa.
Pero el invierno de 1996-1997 es muy lluvioso y las aportaciones al embalse superan las 3.000
T/día, alcanzándose máximos superiores a las 4.000 T/día. La situación se complicó con la rotura
del “salmueroducto” (la conducción de 50 Km. hasta el mar) que provocó los consiguientes
problemas al verter aguas hipersalinas por los puntos de rotura. Aunque el salmueroducto se
construyó por las zonas menos afectables dentro de las posibilidades (se eludió el camino lógico,
que era el cauce del Guadalhorce para evitar precisamente la afección al mismo en caso de
rotura), el vertido de aguas con salinidad superior a la del mar en campo abierto no es un
accidente fácil de disimular ni de justificar.
Se vio inmediatamente que había que hacer algo más. Se encargó al CEDEX un estudio
exhaustivo del problema, cuyos resultados presentó en Diciembre de 1998. Las conclusiones
fueron que el dispositivo del “salmueroducto” tenía que ser complementado con un esfuerzo
intensivo para evitar la infiltración de las aguas de lluvia en el karst, ya que la circulación de
estas aguas producía las mayores aportaciones de sales.
Se iniciaron entonces obras diversas en la superficie del macizo para tratar de impedir la entrada
de aguas pluviales al interior del karst, con objeto de conducirlas directamente al cauce del
Guadalhorce o al embalse sin que pasaran por el “episodio subterráneo” que provocaba el
arrastre de sales. Se localizaron los puntos en que de modo más obvio (dolinas) se producía la
alimentación del acuífero kárstico. Se rodearon estas dolinas con objeto de impedir la infiltración
de estas aguas y forzar la circulación de las mismas en superficie.
Los resultados de los primeros intentos fueron muy pobres. Las dolinas cercadas pudieron
aislarse de modo razonable, pero las aguas circularon muy pocos metros más, encontrando
siempre un camino para infiltrarse y, por tanto, alcanzar los niveles en que se producía la
contaminación salina. No cabe duda de que la repetición de estas soluciones (y el aprendizaje
sobre ellas que esta repetición llevaría consigo) podría interferir la circulación natural hay
existente y que un cierto porcentaje de las escorrentías superficiales podrían mantenerse como
tales hasta alcanzar el río o el embalse. Pero es difícil predecir qué porcentaje podría conseguirse
y, mucho más difícil, predecir el coste de evitar la infiltración de aguas pluviales en un macizo
kárstico de varios kilómetros cuadrados. Es evidente que cubrir todo el macizo de una envoltura
de hormigón o de plástico podría producir los resultados perseguidos, pero no parece permisible
pensar en una solución así ante cualquier criterio económico o ecológico.
Ante esta situación, un último estudio que terminó en un proyecto consiguiente, intentó llevar al
extremo la solución de separación de las aguas hipersalinas. En el año 2004, se presenta una
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solución consistente en crear dos nuevas presas en el interior del propio embalse del
Guadalhorce. La intención es que estas presas delimiten la zona en que desaguan la mayoría de
las aportaciones hipersalinas. Las aguas que llegan aguas arriba serían desviadas por un túnel que
actuaría como bypass de la zona comprendida entre las presas, mientras que el agua que alcanza
la zona entre presas sería bombeada y conducida al mar.
La solución es de tal coste y de tan incierto resultado que Acuamed, enfrentado en ese momento
a la necesidad de elegir una solución y tras realizar un estudio propio en profundidad y con una
nueva visión del problema se decidió por una solución distinta a todas las anteriores. Pero antes
de presentar esta solución, es necesario hacer una crítica de las soluciones anteriores para señalar
en dónde se encuentran, a nuestro entender, las claves de los fracasos habidos.
También es necesario narrar cómo, independientemente, los usuarios (el Ayuntamiento de
Málaga) iniciaron un camino que, sin aparato de excesivos estudios señalaba la solución correcta
a pesar de la confusión creada por las iniciativas anteriores.
3. CRÍTICA DE LAS SOLUCIONES RECOMENDADAS
¿Son razonables las soluciones adoptadas y recomendadas? Hasta un cierto momento hay lógica
en los criterios con que se pretende enfrentar el problema. La separación de sales que se intentó
mediante su bombeo y conducción al mar está dentro de lo que, en su tiempo y con los
conocimientos de ese momento, convenía hacer. Hubiera podido dar resultado, pero no lo dio.
Era necesario buscar otras aproximaciones al problema. El estudio del CEDEX es el punto clave
de los intentos realizados. Se conoce ya que la separación de sales es mucho más difícil (y
peligrosa) de lo que se suponía. Las conclusiones aportan una recomendación que tiene su
lógica, pero que, desde el principio, parece de una dificultad extrema y de un coste indefinido,
pero siempre muy alto: evitar la entrada de las aguas pluviales en el acuífero kárstico.
Es difícil resistirse a copiar del Informe Final del CEDEX el momento en que se produce el
titubeo y el descuido que les llevó, a nuestro entender, a unas conclusiones equivocadas: no
haber dado a la desalación la importancia correcta. Sólo se alude a la desalación en el cuerpo de
dicho Informe, en un punto, tratado de pasada y en último lugar, que dice:
“DESALACIÓN DE LAS AGUAS PROCEDENTES DEL GUADALHORCE”
“Esta potencial solución ha sido suscitada en medios próximos a los Organismos
competentes sobre el abastecimiento a Málaga.
La planta desaladora que en principio, debería tratar unos 1.000 l/s de aguas
provenientes de los embalses del río Guadalhorce, se estima puede tener un coste de
unos 2.500 millones de pesetas incluyendo el colector de emisión del rechazo al mar.
Ahora bien su construcción no resolvería más que el problema del abastecimiento a
Málaga; los regadíos del valle del Guadalhorce continuarían teniendo que utilizar aguas
salinizadas y los acuíferos del valle también seguirían sometidos a recargas de aguas
salinas.
De acuerdo con estas razones, coste de la actuación y solución parcial del problema, se
considera que la decisión de construir una planta desaladora debería contemplarse en el
contexto de soluciones globales, siendo una solución extrema que, en todo caso, debería
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postergarse hasta ver cómo evolucionan las medidas que en este Informe se propone
sean acometidas.”
Esas medidas eran, como hemos señalado, sellar un acuífero kárstico de varios kilómetros
cuadrados, algo que nunca se había hecho en el mundo y que, como mínimo, es muy difícil de
hacer.
En las conclusiones, pues, no se recomienda la desalación. En ese momento, Diciembre de 1998,
el CEDEX había asesorado en la construcción de todas las grandes plantas de desalación
construidas en Canarias y las islas llevaban usando aguas desaladas para su abastecimiento por
más de 25 años. Poseía, por consiguiente, todos los conocimientos precisos para profundizar en
la aplicabilidad de esta técnica. Pero, sin duda, hubo falta de coordinación entre los técnicos de
las diferentes especialidades.
4. LA DESALADORA DEL ATABAL
La Desaladora del Atabal nació para la utilización de los recursos propios del Ayuntamiento de
Málaga, procedentes en su mayor parte del acuífero subálveo del Guadalhorce, que estaban
limitados por la falta de calidad del agua. Se planteó para ello la construcción de una planta
desalobradora que, por casualidad, vino a ser el instrumento perfecto para el aprovechamiento de
los recursos del Río Guadalhorce.
Málaga venía recibiendo agua de los embalses del Guadalhorce, Guadalteba y Turón en esa
operación llena de dificultades en que se vertían al río, en proporciones adecuadas, aguas de los
tres embalses para no rebasar “demasiado” el límite de salinidad necesario para la ciudad.
Mientras tanto el agua salobre “sobrante” se acumulaba en el embalse del Guadalhorce y era
desembalsada “subrepticiamente” aprovechando las lluvias para no dañar demasiado al cauce y
valle del Guadalhorce.
Las aguas para riego y abastecimiento se tomaban del cauce del río Guadalhorce y se conducían
por un canal con un importante tramo común para ambas utilizaciones. La existencia de esta
captación y conducción comunes para riego y abastecimiento obligaba a que la salinidad del
agua tuviera que ser necesariamente la misma para ambas utilizaciones, un detalle que siempre
pasó por alto para todos ante la preocupación concentrada en los manantiales de Meliones.
El resultado, como puede suponerse, es que el límite de salinidad para abastecimientos era
sobrepasado frecuentemente por las aguas que llegaban a Málaga. Y entonces en Málaga
vinieron a utilizar la desaladora del Atabal para desalarlas. Casi por casualidad se encontró la
solución perfecta.
La desalobradora del Atabal está ubicada en el recinto de la actual Estación de Tratamiento de
Agua Potable de El Atabal en Málaga, aprovechando estas instalaciones como pretratamiento de
la nueva planta desalobradora (ver Figura 3).
Las obras principales definidas en el Proyecto de la Desalobradora de El Atabal son:
•
Remodelación del pretratamiento existente para adecuarlas al siguiente tratamiento, la
desalacion
•
Realización del edificio de procesos, donde se realiza la osmosis inversa dismeralizando
los componentes orgánicos e inorgánicos presentes disueltos en el agua. Para ello se
7
disponen de filtros de entrada, racks, bombas de alta presión, bombas booster entre
etapas, deposito de equilibrio osmótico, turboalternadores para producir energía del
rechazo de la osmosis etc. La producción nominal total de la planta es de 165.000
m3/día.
•
Realización del edificio de control donde se centralizan todas las operaciones
necesarias para una correcta explotación de la planta
•
Ejecución de los depósitos de dosificación de cal y reactivos.
•
Conducción de la salmuera a la EDAR Málaga.
•
Obras auxiliares, urbanización, centros de transformación encauzamientos….
Figura 3. El Atabal. Interior de la nave de proceso
Características principales:
•
•
Capacidad de producción:
Consumo energético:
•
•
•
•
•
•
•
•
Tipo de proceso:
Nº Bastidores instalados:
Nº de membranas:
Caudal de agua tratada:
Caudal de rechazo de sales:
Factor de Conversión:
Presión máxima de operación:
Potencia Instalada:
58 Hm3/año
Entre 0,72 y 1,19 Kwh/m3 variable
Según la salinidad del agua.
Ósmosis Inversa
12 líneas de 13.750 m3/día cada una
8.400
165.000 m3/día
41.250 m3/día
80%
35,1 Kg./cm2 en dos etapas
20.000 Kw.
8
•
•
•
Energía eléctrica generada:
Salinidad agua bruta:
Características agua tratada:
25,6 Mwh/d (autoconsumo)
desde 870 mg/l hasta 6.470 mg/l
SDT < 400 mg/l
Hemos de resaltar que la Planta inició su explotación en abril de 2005, habiendo tratado una
cantidad de aguas salobres de 64.87 Hm3 a la fecha de 20 de junio de 2006.
5. LA PLANIFICACIÓN DE ACUAMED
En estas condiciones estaba el problema cuando Acuamed tuvo que enfrentarse a él en su
planificación. Málaga había conseguido resolver parcialmente su necesidad más urgente, aunque
se mantenía un sistema de abastecimiento (vertido de los embalses al río, conducción por un
canal de riegos abierto a todo tipo de agresiones contra la sanidad y la estética) que era necesario
mejorar. Pero subsistía un problema difícil de resolver: cuando la salinidad superaba lo admisible
para riegos, Málaga podía beber desalando el agua, pero los regantes no podían regar.
Es curioso notar que ese era el principal defecto (quizá el único, además del precio) que el
Informe del CEDEX señalaba para la solución de desalación. Pero no intentaron averiguar cuál
era la solución a ese nuevo problema (en el caso de ir a la desalación). Insistir en esa solución,
contemplar en su conjunto y en su diferencia el abastecimiento a Málaga y el suministro para
riegos y, por otra parte, reconocer la dificultad de las propuestas de solución anteriores, así como
entender más a fondo la situación del embalse del Guadalhorce son las claves de la solución
propuesta por Acuamed que presentaremos sucintamente a continuación.
Empezaremos por el embalse. Las aguas más o menos saladas afluyen y se acumulan en el
embalse. Las más saladas tienden a concentrarse en el fondo por su mayor densidad, de modo
que, en condiciones normales, hay una evidente estratificación y, por tanto, hay un gradiente de
salinidad desde el fondo a la superficie. En general, contamos pues con aguas más salobres en el
fondo y menos salobres hacia la superficie. En verano, la estratificación es máxima, con una
diferenciación mayor entre las salinidades de fondo y superficie. En invierno es mínimo, aunque
la estratificación no llega a romperse porque el efecto de la diferencia de densidad es mayor que
el efecto contrario influido por la temperatura. Por dar unos números indicativos, podemos
señalar unas 5.000 ppm de ClNa en el fondo y unas 1.000 ppm en superficie. A la altura de la
toma de agua, la salinidad podemos considerar que fluctúa entre las 1.500 y 4.000 ppm.
Los otros dos embalses tienen salinidades menores. El Guadalteba puede estar en las 700 ppm y
el Turón en las 400 ppm en las condiciones más desfavorables.
También las aportaciones reguladas por los tres embalses son diferentes, en el orden de 2,5 m³/s
para el Guadalhorce y el Guadalteba y 1 m³/s para el Turón. Tenemos pues tres volúmenes de
agua utilizables en un año dado con tres salinidades diferentes.
Tenemos, por otra parte dos usuarios que requieren salinidades máximas diferentes: pongamos
400 ppm para el abastecimiento y 700 ppm para el riego. Las necesidades anuales de estos
usuarios son aproximadamente 70 Hm³ para cada uno.
Lo primero que se deduce es que en esas condiciones el problema no tiene solución, pues sólo el
agua del Turón podría alimentar a Málaga y su caudal regulado no es suficiente. La segunda
conclusión es que resulta totalmente ilógico conducir juntas las aguas para Málaga y los regantes
pues, dejando aparte las importantes razones sanitarias, si existe un problema de salinidad, sería
mejor dar agua a Málaga por una conducción diferente, de forma que los riegos pudieran ser
alimentados con una salinidad diferente.
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En concreto, existiendo ya la planta del Atabal, Málaga podría ser alimentada con aguas de
salinidad igual a la que puede tratar la planta (hasta 4.000 ppm de ClNa) y los riegos con aguas
de hasta 700 ppm si existieran conductos diferentes. Pero si comparamos estas salinidades con
las de los embalses señaladas más arriba, vemos que el problema siempre tiene solución. Es
decir, unas conducciones separadas para abastecimiento de Málaga y riegos permiten utilizar
todas las aguas existentes (no hay que verter ninguna al mar) con solo ordenar de modo
conveniente la operación.
El problema de los manantiales salinos resultó ser un falso problema: al existir ya la desalobradora de El
Atabal, NO HAY QUE EVITAR QUE LAS AGUAS SALINAS LLEGUEN AL EMBALSE DEL
GUADALHORCE. Al contrario, conviene que lleguen, pues es agua y es utilizable.
Es decir, desde el mismo momento en que se decidió construir la desaladora del Atabal, el
problema de los manantiales de Meliones había dejado de existir. Nadie se dio cuenta de ello
porque la rutina de las actuaciones anteriores impidió ver este hecho.
La solución lógica, por consiguiente, es separar en una conducción independiente el
abastecimiento a Málaga y continuar el suministro a los riegos por el canal actual. Acuamed está
ya haciendo el proyecto de la conducción a Málaga. En cabecera, deberán adecuarse las tomas de
los tres embalses para permitir combinar caudales y salinidades, y eso forma también parte del
proyecto de Acuamed. Luego será necesaria una explotación adecuada, lo que no es difícil si se
resuelve el problema económico.
Porque naturalmente la solución técnica es tan sencilla como acabamos de señalar, pero hay unas
dificultades económicas asociadas a ella. ¿Por qué las aguas de inferior calidad química tienen
que ser desaladas por el Ayuntamiento, a un coste relativamente alto, y las de mejor calidad se
dan a los riegos sin necesitar gastar en su tratamiento? Afortunadamente el tiempo y las
circunstancias vienen a nuestro favor en este caso. La Agencia Andaluza del Agua va a gestionar
todos los abastecimientos en alta de Andalucía, cobrando un canon por metro cúbico a los
Ayuntamientos que la reciban. Es evidente que, en el caso que nos ocupa, el agua en alta que se
dé a Málaga tiene que ser el agua desalada. El tratamiento de desalación deberá ser pagado por la
Agencia (con independencia de si la gestión técnica de la planta sigue siendo llevada por el
Ayuntamiento, que es lo razonable).
Como la Junta de Andalucía es también responsable, a través del organismo de la Cuenca
Mediterránea Andaluza, de la gestión de las aguas en los embalses del Guadalhorce, existe una
posibilidad cercana de coordinación de todos estos efectos.
En cualquier caso, la simplicidad técnica de la solución es muy destacable: una sola obra de
conducción (que hubiera sido necesario hacer de todos modos por razones sanitarias) resuelve
todos los problemas.
6. CONCLUSIONES
Un problema de altísima importancia para el abastecimiento a Málaga y los riegos del valle del
Guadalhorce que se arrastró por treinta años sin encontrar una solución adecuada ha demostrado
tener una respuesta fácil cuando se hizo intervenir la desalación en la planificación, una técnica
que había sido despreciada en las planificaciones anteriores con el simplista argumento de que
era muy cara.
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La realidad se impuso y la desalación se instaló. A pesar de ello, las consecuencias que se
derivaban de esta instalación no fueron entendidas hasta que una reflexión abierta y sin
prejuicios hizo comprender que el viejo problema estaba resuelto y que las difíciles propuestas
anteriores, que ya habían fracasado, no eran necesarias.
Una última conclusión debe añadirse. En 2005 el Ayuntamiento de Málaga repercutió en sus
tarifas los costes nuevos de suministro de agua para hacer frente a la desalación. Una decisión
valiente que pocos alcaldes se atreven a tomar. La ciudad y la oposición política lo aceptaron
como necesario. Era un año de fuerte sequía y Málaga hubiera tenido unas restricciones de agua
memorables si no hubiera contado con la desalación. Con ella, el servicio fue normal.
Dentro de unos años, EMASA, la empresa municipal de abastecimiento quizá mejor dirigida de
España, será también la que tenga la economía más saneada. Y ese esfuerzo que las tarifas
significan para la población habrá dado el fruto: un buen servicio y un servicio seguro al haber
integrado oportunamente la desalación en su infraestructura.
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