A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado ÍNDICE Enfermedad de Wilson 4 Hemocromatosis hereditaria 9 Colestasis intrahepá8cas de causa gené8ca 17 Tratamiento actual de la hepa88s C 22 Hepa88s C: ¿Qué pacientes tenemos que tratar? 32 Tratamiento de la hepa88s C en poblaciones especiales 39 Futuros tratamientos para la Hepa88s C 47 Tratamiento de la hepa88s B, en 2013 52 ¿Qué se en8ende por insuficiencia hepá8ca? 63 Asci8s y síndrome hepatorrenal 66 Infecciones bacterianas en la cirrosis 74 EncefalopaRa hepá8ca 83 Soporte hepá8co ar8ficial 88 Mecanismos de progresión de la hipertensión portal 96 Diagnós8co no invasivo de la hipertensión portal 101 Tratamiento de la hemorragia aguda por varices 109 An8coagulación en la trombosis portal en la cirrosis y en la trombosis portal no cirró8ca 120 Hepa88s Fulminante 126 Hepa88s aguda alcohólica 130 Hepa88s aguda tóxica 139 Esteatosis hepá8ca no alcohólica en Asistencia Primaria 148 Enfermedad hepá8ca por depósito de grasa. Algunos conceptos de su diagnós8co y tratamiento 156 Diagnós8co molecular de Hepatocarcinoma 166 Tratamiento del carcinoma Hepatocelular 175 Insuficiencia hepá8ca en el paciente trasplantado 183 A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 2 Ponentes y ANDRADE, Raúl ARROYO, Vicente AUGUSTÍN, Salvador BAÑARES, Rafael BERENGUER, Marina BERZIGOTTI, Annalisa BRUGUERA, Miquel BRUIX, Jordi BUTI, María CABALLERÍA, Llorenç CALLEJA, José Luis CÓRDOBA, Joan CRESPO, Javier FORNS, Xavier GARCÍA PAGÁN, Juan C. GENESCA, Joan GINÉS, Pere GUARDIA, Jaime GUÁRNER, Carlos MAS, Antoni MÍNGUEZ, Beatriz PLANAS, Ramón ROMERO, Manuel SALMERÓN, Javier SIMÓN, Miguel Ángel VILLANUEVA, Càndid 3 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas Moderadores Málaga Barcelona Barcelona Madrid Valencia Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Madrid Barcelona Santander Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Sevilla Granada Zaragoza Barcelona A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Enfermedad de Wilson J. Guardia Prof. emérito de Medicina. Universitat Autónoma de Barcelona La enfermedad de Wilson es un trastorno hereditario autosómico recesivo o codominante, que se caracteriza por un defecto de la excreción de cobre por parte del hígado -con el consiguiente acúmulo del metal- que depara lesión hepática y de los núcleos de la base encefálica, entre otros órganos y tejidos. Da lugar a hepatitis aguda, hepatitis crónica, cirrosis y trastornos del sistema nervioso central, en especial, del sistema extrapiramidal. Aunque la enfermedad de Wilson es infrecuente, es de suma importancia diagnosticarla ya que es, junto a la hemocromatosis, la única enfermedad hepática crónica para la que disponemos de tratamiento específico capaz de evitar la muerte del paciente. Debe considerarse su diagnóstico ante cualquier hepatopatía, de causa no aclarada, en un paciente de menos de 40 años. GENÉTICA La mutación se sitúa en el cromosoma 13, en el lugar ATP7B. Los heterocigotos no padecen la enfermedad. El gen implicado codifica una proteína transportadora tipo P ATP-asa dependiente, presente en el aparato de Golgi, que impide la excreción biliar de Cu (Figura 1). Se han descrito más de 40 mutaciones (transversiones o deleciones), que parecen dar lugar a formas clínicas distintas. La mutación más frecuente en Europa es la His1069Glu, que afecta alrededor del 40 % de los casos. EPIDEMIOLOGÍA Alrededor del 1% de la población es portadora de gen y uno de cada 30 000 son homocigotos, con una incidencia de la enfermedad de 1,5 a 3 casos por cien mil habitantes. A El acúmulo de Cu, que se produce como consecuencia del defecto de la proteína transportadora, tiene efecto lesivo, generando radicales libres que deplecionan los depósitos de glutation y oxidan los lípidos, enzimas y proteínas del citoesqueleto (Figura 2). Se ha comprobado que las membranas de las organelas, el DNA, los microtúbulos, y varias enzimas y proteínas están alterados. La sobrecarga de Cu afecta a todos los tejidos, pero especialmente al hígado y al sistema nervioso central. ANATOMÍA PATOLÓGICA La lesión hepática se inicia por un aumento de los depósitos de glucógeno y moderada esteatosis. Posteriormente, la imagen histopatológica es de hepatitis crónica activa, y más adelante de cirrosis macronodular. Las tinciones para cobre (orceína, rodanina, ácido rubeánico) pueden demostrar el aumento de los depósitos, pero a menudo son negativas. CLÍNICA La enfermedad suele manifestarse en la adolescencia o en adultos jóvenes, con manifestaciones hepáticas o neurológicas en la mayoría de los casos, aunque otras manifestaciones son posibles. La forma de presentación hepática suele aparecer entre los 10 y 14 años, mientras la neurológica suele manifestarse más tardíamente. Aproximadamente, el 45 % de los casos se presentan con manifestaciones hepáticas, el 35 % con clínica neurológica y, el resto, en forma de cuadros psiquiátricos, IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E PATOGENIA H Asociación Española para el Estudio del Hígado 4 FIGURA 1 Modelo estructural de la ATPasa transportadora de Cu. mostrando la mutación más frecuente (H1069Q) (Payne AS, Gitlin JD, J Bil Bioch 1998; 273.3765-3770) FIGURA 2 Metabolismo intrahepático del Cu (Normal Derecha, E. de Wilson Izquierda) Tao TY Gitlin JD. Hepatology 2003; 37: 1241-1247 5 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado anemia hemolítica y otros menos frecuentes (Tabla 1). La forma hepática va desde formas sintomáticas (Elevaciones de AST/ALT) hasta la hepatitis fulminante, siendo la más frecuente la de una hepatitis crónica de rápida evolución. de cobre en la biopsia hepática, con valores por encima de 250 μg/h hígado desecado; también puede ser útil la resonancia nuclear magnética, que muestra imágenes hiperintensas en T2 en los núcleos pálido, putamen y caudado (Tabla 3). El estudio familiar permite diagnosticar a homocigotos en fase asintomática. En la tabla 2, se resumen las circunstancias en que debe pensarse en la enfermedad. En los casos de hepatitis fulminante, el diagnóstico es difícil; la existencia de hemólisis, la elevación del Cu plasmático libre y del urinario son datos orientadores. Los cocientes entre la fosfatasa alcalina y la bilirrubina, y entre la AST y la ALT, son también sensibles y específicos (Figura 3). En caso necesario, se deberá practicar una biopsia transyugular para medir los niveles de Cu intrahepáticos. DIAGNÓSTICO Los datos inespecíficos incluyen elevación de transaminasas y demás alteraciones de laboratorio, propias del daño hepático. El descenso de la ceruloplasmina plasmática se observa en el 80 % de los casos con afectación hepática, pero puede también descender en otras formas de enfermedad hepática (hepatitis fulminante) y en pacientes con hipoproteinemia por síndrome nefrótico, malabsorción o malnutrición y en heterocigotos no enfermos. La presencia de anillo de Kayser-Fleischer es prácticamente diagnóstica, aunque solo lo presentan el 60 % de los pacientes con clínica exclusivamente hepática. Raramente, se observa en casos de colestasis crónica. El diagnóstico de seguridad lo da la medición El diagnóstico genético es difícil, dado el gran número de mutaciones. Si se trata de un estudio familiar, y si se conoce la mutación presente en el caso índice, puede determinarse si se trata de homocigotos asintomáticos o heterocigotos. Si no se dispone del estudio genético, como ocurre en la mayoría de los casos, es necesario determinar ceruloplasmina y transaminasas, y biopsiar a los casos con valores anormales para medir el cobre intrahepático. En la figura 4, se muestra el algoritmo diagnóstico que utilizamos en la práctica clínica habitual. TABLA 1 Manifestaciones clínicas de la enfermedad de Wilson Hepáticas Hepatitis fulminante, crónica, cirrosis, hepatocarcinoma, colelitiasis Neuropsiquiátricas Rigidez, distonía, trastornos de la marcha, temblor, ataxia, disquinesia, movimientos coreicos, bradicinesia, diartria, convulsiones Retraso escolar, trastornos del comportamiento, afectivos, del conocimiento, pseudopsicosis Hematológicas Anemia hemolítica Renales Acidosis tubular, aminoaciduria, hematuria, nefrolitiasis, disminución del FG Otras Cardiomiopatía, osteomalacia-osteoporosis. Signos clínicos Anillo de Kayser-Fleischer, cataratas en girasol, lúnula azulada, hiperpigmentación y acantosis nigricans TABLA 3 TABLA 2 Diagnóstico de la enfermedad de Wilson Sospecha clínica de enfermedad de Wilson Hepatitis aguda, fulminante o subfulminante o crónica, cirrosis compensada o descompensada en pacientes de menos de 40 años Anemia hemolítica asociada a hepatopatía Historia de hepatopatía familiar Manifestaciones neurológicas o psiquiátricas asociadas A Ceruloplasmina < 20mg/dL Cupremia < 100μg/dL (Cu libre < 20mg/dL Cupruria > 100μg/24h Cu intrahepático > 250μg/h hígado seco Resonancia nuclear magnética cerebral IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 6 E E Anillo de Kayser-Fleischer H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 3 Screening for Wilson Disease in Acute Liver Failure: A comparison of Currently Available Diagnostic Tests Jessica D. Korman, 1 Irene Volenberg, 2 Jody Balko, 3 Joe Webster, 3 Frank V. Schiodt, 3 Robert H. Squires, Jr, 4 Robert J. Fontana, 5 William M. Lee, 3 Michael L. Schilsky 2 and the Pediatric and Adult Acute Liver Failure Study Groups. Hepatology, October 2008 FIGURA 4 Algoritmo diagnóstico de la enfermedad de Wilson sí 7 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TRATAMIENTO La quelación del Cu con penicilamina es muy eficaz. Se administrarán de 1-2 g en tres o cuatro dosis diarias, antes de las comidas. Con ello, se consigue movilizar los depósitos de Cu tras un año o dos de terapéutica, que debe mantenerse de por vida. Los efectos colaterales más frecuentes son: hipersensibilidad cutáneo-mucosa, mielosupresión, síndrome nefrótico y lupus eritematoso. Si hay hipersensibilidad, deben administrarse corticosteroides y reintroducir la penicilamina a dosis lentamente crecientes. Una alternativa es el dihidrocloruro de tetraminotrietileno (Trientine), activo a la misma dosis. El sulfato de Zinc, al aumentar la síntesis de metalotioneína, secuestra Cu de los hepatocitos y enterocitos; puede ser útil como tratamiento de mantenimiento una vez estabilizado el paciente con un tratamiento quelante. Algunos estudios muestran la utilidad del tetramolibdato (no comercializado) cuando fracasan las otras opciones terapeúticas. La gestación no está contraindicada si la hepatopatía está compensada y estable. El trasplante hepático está indicado en casos de hepatitis fulminante o en los pacientes con cirrosis avanzada. BIBLIOGRAFÍA 1. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/gene/540. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento J. Guardia de las⁄Enfermedades Enfermedad de Hepáticas Wilson ⁄ 8 E E 2. Brewer GJ, Recognition, diagnosis and management of Wilson’s disease. Proc Soc Expe Biol Med 2000;223:39-46. 3. Coffey AJ, Durkie M, Hague S, McLay K, Emmerson J, Lo C, Klaffke S, Joyce CJ, Dhawan A, Hadzic N, Mieli-Vergani G, Kirk R, Elizabeth Allen K, Nicholl D, Wong S, Griffiths W, Smithson S, Giffin N, Taha A, Connolly S, Gillett GT, Tanner S, Bonham J, Sharrack B, Palotie A, Rattray M, Dalton A, Bandmann O.A genetic study of Wilson’s disease in the United Kingdom. Brain. 2013 May;136(Pt 5):1476-87. 4. Gitlin JD. Wilson Disease. Gastroenterolgy 2003:125: 1868-77. 5. Korman JD, Volenberg I, Balko J, et al. Screening for Wilson Disease in acute liver failure: A comparison of currently available diagnostic tests. Hepatology 2008:48:1167-1174. 6. Payne AS, Gitlin JD, Functional expression of the Menkes disease proteinreveals common biochemical mechanisms among the coppertransporting P-type ATPases.J Bil Bioch 1998;273:3765-3770. 7. Purchase R The treatment of Wilson’s disease, a rare genetic disorder of copper metabolism. Sci Prog. 2013;96(Pt 1):19-32. 8. Roberts EA, Schilsky MI. A Practice Guideline on Wilson Disease. Hepatoloy 2003:37:1475-1492. 9. Schilsky ML, Sternlieb I. management of Wilson’s disease. In Krawitt EL, Medical Management of Liver disease. Marcel Dekker, Inc., N York, 1999. 10. Sterrnlieb I. Wilson’s disease and pregnancy . Hepatology 2000;31: 531-2. 11. Taly AB, Meenakshi-Sundaram S, Sinha S, Swamy HS, Arunodaya GR. Wilson Disease: Description of 282 patients evaluated over 3 decades. Medicine 2007:82:112-121. 12. Tao TY Gitlin JD. Hepatic copper metabolism: insights from genetic disease Hepatology 2003;37:1241-1247. H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Hemocromatosis hereditaria Raquel Calle, Rocío Llorca, Paula Ferrero, Manuel Romero-Gómez. Unidad de Gestión Médico-Quirúrgica de Enfermedades Digestivas y ciberehd. Hospital Universitario de Valme. Universidad de Sevilla, Sevilla. INTRODUCCIÓN Y EPIDEMIOLOGÍA La hemocromatosis hereditaria (HH) es la enfermedad genética de transmisión autosómica recesiva más frecuente en los sujetos de raza blanca. El gen responsable de la misma fue identificado por Feder y colaboradores en 1996 (1), denominándolo gen HFE. Posteriormente, se han descrito otras alteraciones genéticas que afectan a otras proteínas involucradas en la homeostasis del hierro, y que constituyen las HH no relacionadas con el gen HFE. GENÉTICA El gen HFE está localizado en el brazo corto del cromosoma 6 y codifica una proteína transmembrana de 343 aminoácidos, denominada proteína HFE. Esta proteína es estructuralmente similar a las proteínas del complejo mayor de histocompatibilidad de clase I y, en condiciones normales, se une a la B2-microglobulina. Se han descrito dos mutaciones en el gen HFE. La mutación fundamental consiste en la sustitución de tirosina por cisteína en la posición 282 y se denomina C282Y. Esta mutación, en estado homocigótico (C282Y/C282Y) se encuentra entre el 57 y el 93 % de los pacientes con HH. La prevalencia de individuos sanos homocigotos para esta mutación en Estados Unidos es mayor en los blancos no hispanos (0,30 %) y menor en la población mexicana-estadounidense (0,03 %). Recientemente, se ha publicado un metanálisis en la guía de la EASL, que incluye 36 estudios que determina la frecuencia de hemocromatosis asociada a los polimorfismos del gen HFE. En el mismo, se encontraron variaciones significativas en la frecuencia del alelo C282Y, según la región geográfica (figura 1). No todos los individuos homocigotos para la mutación C282Y desarrollan la enfermedad, debido a la baja penetrancia de esta (1-25 % de homocigotos la desarrollan) (2). Si la mutación es heterocigótica (C282Y/-), parece que no provoca alteraciones del metabolismo férrico. La otra mutación descrita es la H63D, que consiste en la sustitución de histidina por ácido aspártico en la posición 63. No está claro, sin embargo, si la mutación H63D predispone a la sobrecarga de hierro, o es una variante genética que aumenta el riesgo de desarrollar una forma leve de la hemocromatosis. Un estudio, basado en la población de Australia, sugirió que la presencia de la mutación H63D se asocia con un aumento de la saturación de la transferrina, pero no afectaba, significativamente, a la sobrecarga de hierro. Los heterocigotos compuestos (C282Y/H63D), que representan entre el 3 y el 10 % de los pacientes con HH (con una penetrancia estimada de menos del 1,5 %), tienen un menor grado de sobrecarga de hierro que los individuos homocigotos para la mutación C282Y. Una posible explicación para el fenotipo Correspondencia: Manuel Romero Gómez. Unidad Médico-Quirúrgica de Enfermedades Digestivas y ciberehd. Hospital Universitario de Valme. Universidad de Sevilla. Avda de Bellavista s/n 41014. Sevilla. [email protected] Telefono: (+34) 955-015761 Fax: (+34) 955-015899 A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 9 FIGURA 1 Mapa de frecuencia del alelo C282Y, según región de EASL Clinical Practice Guidelines for HFE Hemochromatosis.J Hepatol 2010. 0-3.2 3.2-6.4 6.5-9.7 9.7-12.8 HH en estos pacientes es la presencia de mutaciones adicionales, ya sea dentro del gen HFE o en otros lugares. Algunos estudios sugieren que los heterocigotos compuestos no desarrollan enfermedad clínica hepática progresiva o fibrosis a menos que exista un factor de riesgo adicional (alcohol, virus hepatotropos, esteatosis...) (3,4,5). Diversos estudios demuestran que un alto porcentaje de pacientes con HH fenotípica no son homocigotos para la mutación C282Y, lo que sugiere que la sobrecarga de hierro se debe a una alteración de otras proteínas que regulan el metabolismo de hierro. Hay distintos tipos de HH en función del gen afectado (tabla 1). La hepcidina es la principal proteína reguladora del metabolismo férrico, que actúa inhibiendo la absorción de hierro en los enterocitos. En el hígado, las proteínas HFE, hemojuvelina (HJV) y los TfR2 regulan la producción de hepcidina. Mutaciones en los genes HFE, HJV, TfR2 y HAMP (gen que codifica la hepcidina), producen una disminución de la hepcidina (6). Otros defectos genéticos que producen sobrecarga de hierro son: - La HH juvenil, una forma poco común, pero más grave, se debe a una mutación de un gen que se localiza en el brazo largo del cromosoma 1, llamado gen HJV. Su producto, la proteína hemojuvelina, se expresa en el hígado, corazón y músculo esquelético, y parece que participa en la modulación de la hepcidina. Se han descrito al menos 17 mutaciones diferentes de este gen. - Mutación en el receptor de la transferrina 2: la sobrecarga de hierro debida a esta mutación es rara y es debida a la homocigosis de la mutación del gen TFR2. El A - Mutaciones en la ferroportina: La mutación del gen que codifica la ferroportina (SLC40A1), se asocia a una forma autosómica dominante de la hemocromatosis. El gen SLC40A1 codifica una proteína de la membrana basolateral, que tiene un papel en el movimiento del hierro, a través de los enterocitos y macrófagos a la circulación. Se han descrito distintos espectros de enfermedad fenotípica, desde más leve a más grave que la HH clásica. En la biopsia hepática se demuestra aumento de la concentración de hierro, pero, a diferencia de la HH clásica, el hierro es más abundante en las células de Kupffer que en los hepatocitos. Existen factores del individuo que pueden modificar la expresión fenotípica, como el crecimiento, la menstruación, pérdidas hemáticas, dieta, embarazo o factores ambientales que inciden sobre el hígado (alcohol, esteatosis, hepatitis virales…), y la influencia de otros genes que interfieren en el metabolismo del hierro. Por ello, el diagnóstico genético no es suficiente para diagnosticar la enfermedad. Solo se puede diagnosticar a un paciente cuando hay expresión fenotípica de la enfermedad. La presencia de la mutación en el gen HFE solo puede considerarse un factor de riesgo de padecer la enfermedad. METABOLISMO DEL HIERRO El avance en la biología molecular ha facilitado el camino del estudio del metabolismo del hierro, al descubrirse nuevas proteínas que interfieren en este y que nos acerca al conocimiento del mecanismo de procesos, hasta ahora des- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 10 E E fenotipo clínico parece similar o ligeramente peor que la forma clásica de HH. H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 1 Tipos de hemocromatosis hereditaria Enfermedad Gen Proteína Cromosoma Herencia Fenotipo Inicio clínica Prob. de lesión orgánica Tipo 1 HFE HFE 6 AR Clásico: hígado 4ª-5ª década Variable Tipo 2a HJV Hemojuvelina 1 AR Juvenil: 2ª-3ª corazón, década glándula endocrina Alta Tipo 2b HAMP Hepcidina 19 AR Juvenil: 2ª-3ª corazón, década glándula endocrina Alta Tipo 3 TfR2 Receptor Transferrina 7 AR Clásico: hígado 4ª-5ª década Alta Tipo 4 SLC40A1 Ferroportina 2 AD Atípico: baza hígado 4ª-5ª década Baja AD: autosómica dominante; AR: autosómica recesiva. conocidos. El hierro juega un papel esencial en nuestro organismo, especialmente, por su capacidad de aceptar o donar electrones rápidamente a través de su interconversión entre las formas férricas (Fe+3) y ferrosa (Fe+2), a pesar de su baja concentración en el organismo. El contenido fisiológico de hierro es de unos 50mg/kg de peso en el varón y 35mg/kg en la mujer, constatándose una cantidad total de entre 3 y 4g, dependiendo de la edad, sexo y peso corporal. El hierro no se encuentra libre en los tejidos, sino unido a ciertas moléculas que lo solubilizan y evitan el daño tisular. Podemos encontrarlo en diferentes formas: 1. Hierro funcional o activo (80 %): La mayoría se encuentra unido al grupo hemo de la hemoglobina. El resto se encuentra formando parte de enzimas como los citocromos, oxidasas, peroxidasas y catalasas. 2. Hierro de transporte: Unido a la proteína transferrina. 3. Hierro de depósito: En forma de ferritina y hemosiderina. Cada una de estas formas del hierro desempeña funciones tan esenciales en el organismo como son el transporte de oxígeno, los procesos de óxido-reducción y el metabolismo de algunos nucleótidos a través de la nucleótido reductasa. Absorción del hierro. El balance corporal del hierro está determinado por el equilibrio entre la absorción y las pérdidas. El ser humano es el único ser que carece de un sis- 11 tema excretor que regule el exceso de hierro. La absorción ocurre fundamentalmente en el duodeno y las primeras porciones del yeyuno. Los factores que determinan la absorción son: el tipo del hierro (hierro orgánico o inorgánico), la secreción gástrica, la motilidad intestinal y la patología digestiva (como la celiaquía o la cirugía gástrica). Solo se absorbe entre el 5 y el 15 % del hierro ingerido, dependiendo de las reservas de hierro del organismo y de la forma de hierro contenido en el alimento ingerido. El hierro orgánico, presente en alimentos de origen animal, es el que forma parte de la hemoglobina y mioglobina. Su vía de absorción es diferente a la del hierro inorgánico; se absorbe más rápida y eficientemente que el inorgánico. Entra en las células intestinales en forma de metaloporfirina, y en su interior por la acción de una hemo-oxidasa, circulando como hierro inorgánico ferroso. Respecto al hierro inorgánico, destacar que se absorbe más forma ferrosa que la férrica. Esta última, necesita transformarse en hierro ferroso para facilitar su absorción mediante el ácido gástrico y el ácido ascórbico. La penetración del hierro férrico en el enterocito, se realiza mediante una integrina B3 en combinación con la proteína mobilferrina, formándose en el interior de la célula el complejo paraferritina (formado por integrinas, mobilferrina y flavin-monoxidasa), que mantiene el hierro en forma ferrosa para la síntesis de hemo y ferritina. La absorción de hierro en forma ferrosa se lleva a cabo ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado mediante la proteína DMT-1 (transportador de metales divalentes), previa acción de una ferri-reductasa que transforma el ión férrico en ferroso. La concentración de DMT-1 depende de los depósitos de hierro, de forma que aumenta en los estados carenciales de hierro. En las células de las criptas duodenales, se transmite información del nivel de los depósitos de hierro del organismo a través de la captación por el receptor de transferrina que se une a la transferrina circulante, modulándose así la síntesis de las proteínas implicadas en la absorción y depósito del hierro, como ferritina, transferrina y DMT-1. En la porción latero-basal de los enterocitos duodenales, el receptor de transferrina forma un complejo de alta afinidad con la proteína HFE, dificultando la unión de la transferrina con su receptor. En la Hemocromatosis Hereditaria, la proteína HFE anómala no impide la unión de la transferrina con su receptor, provocando así la absorción incontrolada de hierro. En este trastorno metabólico, se encuentra una concentración más elevada de la fisiológica de la DMT1, además de un aumento de la transmisión del hierro desde la célula al plasma. Transporte del hierro. En el plasma, el hierro es transportado por la transferrina, que se sintetiza en el hígado. Su síntesis aumenta en la ferropenia. La captación de hierro por esta proteína se realiza en los enterocitos y en las células de depósito de hierro (hepatocitos y células reticuloendoteliales). La transferrina intercambia el hierro con células como los hepatocitos y los precursores eritroides. En el interior de estas células, se acumula como ferritina o vuelve a transferirse a la transferrina. En todas las células nucleadas del organismo se encuentra el receptor de transferrina, siendo mayor su concentración en los precursores eritroides, células plasmáticas y eritrocitos. El hierro se transporta al interior celular mediante endocitosis. En el citoplasma, se incorpora al metabolismo como ferritina. En el plasma, también se encuentra la ferritina que circula como apoferritina, con nulo contenido de hierro. Los hepatocitos tienen una papel activo en el intercambio de hierro. Puede ceder o captar el hierro de la transferrina, según las necesidades, pero, además, tiene receptores específicos para los complejos haptoglobina-hemoglobina y hemopexina-methemo, internalizándolos, liberándose así el hierro, para seguir los diferentes vías metabólicas. La regulación intracelular del metabolismo del hierro se lleva a cabo mediante las proteínas reguladoras del hierro IRP1 e IRP2, que regulan la síntesis del receptor de transferrina, DMT-1, ferritina y, en los precursores eritroides, la síntesis del ácido aminolevulínico. IRP1 y 2 se unen a los “elementos sensibles al hierro” (IRE), que son secuencias A MANIFESTACIONES CLÍNICAS En la actualidad, muchos pacientes con hemocromatosis se diagnostican sin síntomas o hallazgos físicos, identificándose como familiares homocigóticos de enfermos detectados mediante estudios de cribado familiar o por la inclusión del estudio del metabolismo del hierro en análisis de rutina. Clásicamente, la edad de presentación de la HH sintomática está alrededor de los 40-50 años, algo más tarde en las mujeres por la pérdida de hierro con las menstruaciones y en el parto; pero debido a los estudios de screening, la edad de diagnóstico entre hombres y mujeres se está igualando, así como la incidencia de la enfermedad en ambos sexos. Se precisan años para que el depósito tisular de hierro alcance niveles que ocasionen alteraciones y síntomas (más de 5 gr. de Fe total corporal), y la severidad de los síntomas se suele relacionar con la magnitud del depósito de hierro. Podemos clasificar los signos y síntomas de la enfermedad en función del órgano o aparato que está afectado. -Síntomas inespecíficos: debilidad, apatía, letargo, pérdida de peso, etc. -Hígado: puede haber moderada elevación de transaminasas. Dolor en hipocondrio derecho o epigastrio de carácter continuo, que probablemente sea debido a la distensión de la cápsula hepática. Cirrosis de aparición tardía, cada vez menos frecuente como consecuencia del diagnóstico precoz (5-10 % de los casos en series más recientes). Hepatomegalia en la mayoría de los casos, acompañada a veces de esplenomegalia y otras complicaciones de la enfermedad hepática crónica, como ascitis, ictericia y edemas. Cuando se diagnostica una HH después del desarrollo de cirrosis puede ocurrir un hepatocarcinoma (mayor riesgo que el observado en cirrosis de otras etiologías). - Corazón: en la actualidad, las manifestaciones cardiacas son poco frecuentes. Incluyen miocardiopatía, arritmias e insuficiencia cardíaca congestiva, siendo la causa de mortalidad más frecuente en pacientes jóvenes con sobrecarga de hierro. - Articulaciones: las artralgias constituyen el síntoma inicial en el 50 % de los casos. Afectan de forma simétrica las articulaciones metacarpofalángicas segunda y tercera, interfalángicas proximales, rodilla, muñeca y columna vertebral. Pueden aparecer signos radiológicos de condrocalcinosis y, a veces, episodios agudos de artritis. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 12 E E de 28 nucleótidos presentes en la región 3’ o 5’ no traducidas del ARN mensajero. En la ferropenia, las IRP se unen a IRE disminuyendo el depósito de hierro. Cuando hay exceso de hierro, las IRP se separan de IRE y actúan en sentido contrario (7). H Asociación Española para el Estudio del Hígado - Páncreas: intolerancia a la glucosa. La frecuencia de aparición de la diabetes ha disminuido, debido al diagnóstico más temprano y, por lo general, no aparece si no hay cirrosis. Aproximadamente, el 70 % de los paciente cirróticos con hemocromatosis desarrolla diabetes, más de la mitad insulinodependiente y, con frecuencia, con resistencia a la insulina. - Hipófisis: En el varón, puede aparecer de forma precoz disminución de la potencia y de la líbido y ginecomastia y en la mujer amenorrea, todo como consecuencia de un hipogonadismo hipogonadotrófico. - Piel: pigmentación cutánea, de color bronce o gris pizarra, en áreas expuestas por el depósito de hierro en las capas basales de la epidermis, siendo independiente de la presencia de cirrosis. Esta hiperpigmentación era más frecuente en las series previas que en las actuales. También, pérdida del vello facial, axial y púbico. - Infecciones: puede aparecer una predisposición a las infecciones por una mayor biodisponibilidad del hierro por parte de las bacterias, aunque también puede ser debido a la existencia de alteraciones inmunológicas. Algunos de los gérmenes implicados son: Yersinia Enterocolitica, Yersinia Psudotuberculosis, Listeria Monocytogenes y Vibrio Vulnificus. La expresión fenotípica más grave ocurre solo en el 1015 % de los homocigotos C282Y. Así, podemos clasificar la HH en varios estadíos clínicos: individuos con la mutación genética pero sin sobrecarga férrica (estadio 1), individuos con sobrecarga leve (estadio 2) y con sobrecarga que ocasiona daño tisular severo (estadio 3). DIAGNÓSTICO El algoritmo diagnóstico de la HH ha cambiado desde la disponibilidad del análisis de la mutación HFE (Figura 2). Actualmente, el diagnóstico se basa en la presencia de variantes genéticas compatibles (especialmente C282Y homocigótico) en el contexto de aumento de los depósitos de hierro en el organismo, independientemente de la existencia FIGURA 2 Algoritmo diagnóstico de la HH modificado de Practice Guideline for Haemochromatosis by the American Association for the Study of Liver Diseases 2011 Población a estudio Sintomático paso 1 Asintomático Adulto familiar de primer grado de HH Índice de saturación de transferrina y ferritina IST < 45 % y ferritina normal IST < 45 % y ferritina elevada No más estudios Genotipo HFE paso 2 C282Y/C282Y Heterocigoto compuesto C282Y/H63D, heterocigoto C282Y o no-C282Y paso 3 13 Excluir otras enfermedades hepáticas o hematológicas con/sin biopsia hepática Ferritina < 1000mg/dl Ferritina < 1000 mg/dl o elevación de enzimas y enzimas hepáticas hepáticas normales 9 Feblotomías terapéuticas ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas 9 Biopsia hepática para HIC e histopatología A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado o ausencia de manifestaciones clínicas. En la actualidad, la sospecha diagnóstica más frecuente se realiza por el hallazgo casual de una elevación de los parámetros del hierro (índice de saturación de transferrina, IST, y ferritina sérica) o de las enzimas hepáticas en una analítica de rutina. Una vez considerada, el diagnóstico es relativamente simple. Se deben obtener valores de ferritina sérica en ayunas y el IST8. El IST se eleva muy precozmente en el transcurso de la historia natural de la enfermedad, estando siempre presente en los pacientes con HH, por lo que para mejorar la sensibilidad a expensas de la especificidad se ha establecido el umbral del 45 %. Una IST mayor del 45 % es la manifestación fenotípica más precoz de la HH. La elevación de la ferritina sérica es un dato más tardío en la evolución de la enfermedad y, por tanto, es menos sensible. Es también menos específico, ya que se comporta como un reactante de fase agua y se puede elevar en otras muchas situaciones. La combinación de un nivel elevado de ST con aumento de ferritina en una persona sana tiene una sensibilidad del 93 % para HH. Una vez confirmada la sobrecarga férrica, se debe hacer el diagnóstico diferencial con otras causas de sobrecarga de hierro (hepatopatía alcohólica, hepatitis crónica viral, porfiria cutánea tarda, hígado graso no alcohólico, etc). Es imprescindible para establecer el diagnóstico de HH la presencia de sobrecarga de hierro (elevación del IST y de ferritina sérica) asociada a una prueba genética positiva (homocigotos C282Y/H63D) o a una enfermedad hepática constatada por biopsia hepática. Si el paciente es homocigoto C282Y o heterocigoto compuesto (C282Y/H63D), tiene menos de 40 años, ferritina sérica < 1000 ng/mL y transaminasas normales, sin hepatomegalia, no se requiere una biopsia hepática (9). Cribado familiar Una vez hecho el diagnóstico en un caso índice es conveniente realizar el estudio genético y/o determinar los parámetros del hierro a sus familiares de primer grado. El genotipo (análisis de la mutación HFE) y el fenotipo (ferritina e IST) deberían ser solicitadas en la misma visita. Podremos así detectar familiares que sean homocigotos C282Y y, por tanto, susceptibles de desarrollar la enfermedad. Si los niveles de ferritina están elevados debemos empezar con el tratamiento, pero si son normales debemos hacer seguimiento anual. Es mucho menos probable que los familiares heterocigotos padezcan la enfermedad, pero la pueden transmitir, por lo que necesitan un adecuado consejo genético. Aquellos familiares que no sean portadores no tienen ningún riesgo. En los niños familiares de primer grado, de un caso índice, se aconseja realizar el cribado solo cuando sean adolescentes, ya que es muy poco probable que tengan síntomas antes (10). Aunque otra opción, cada vez A En la actualidad, no está indicado el cribado de la población general de forma generalizada y sistemática, probablemente, por su baja penetrancia y expresión fenotípica. Biopsia hepática Con la utilización de las pruebas genéticas, ha disminuido la necesidad de la biopsia hepática que previamente era considerada el gold estándar para el diagnóstico de HH. Esta solo se realiza para evaluar el grado de lesión en el hígado en pacientes homocigóticos C282Y o heterocigóticos compuestos, si las enzimas hepáticas están elevadas o la ferritina es superior a 1000 ng/mL (11). Se debe obtener cantidad de tejido suficiente para la evaluación histológica y la medición bioquímica de la concentración hepática de hierro. La elastografía hepática, también puede ser útil para la determinación de fibrosis avanzada y objetivar la presencia de cirrosis (12). Resonancia magnética nuclear Las propiedades magnéticas del hierro han sido utilizadas para detectar y cuantificar el hierro por resonancia magnética. Hay una excelente correlación inversa entre la señal de resonancia magnética y la concentración hepática de hierro. MRI, también puede ayudar a identificar la distribución heterogénea de hierro en el hígado, a diferenciar la sobrecarga de hierro parenquimatosa de la mesenquimal y a detectar pequeñas lesiones neoplásicas libres de hierro, pero la esteatosis puede ser un factor de confusión (13). TRATAMIENTO El objetivo del tratamiento de la hemocromatosis es eliminar el exceso de hierro del organismo y evitar así las complicaciones de esta patología, como la cirrosis hepática, la diabetes y la cardiopatía; ya que el inicio del tratamiento antes del desarrollo de las mismas, disminuye significativamente la morbilidad y mortalidad de esta patología (14, 15). Flebotomías La flebotomía es el tratamiento principal, usando los quelantes cuando esta no se tolera o está contraindicada. Se recomienda iniciarla en pacientes homocigotos C282Y cuando la ferritina en suero es superior a 200 µg/L en mujeres y superior a 300 µg/L en hombres (16). Si los niveles de ferritina son superiores a 1000µg/L, habría que realizar biopsia hepática para determinar el grado de fibrosis, aun- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 14 E E más extendida, es determinar el genotipo del cónyuge, ya que si en él está ausente la mutación C282Y, el máximo riesgo para los hijos sería ser heterocigoto. H Asociación Española para el Estudio del Hígado que la elastografía es un método no invasivo que puede ser útil en la determinación de fibrosis significativa (17). Cada unidad de sangre (500ml) contiene entre 200-250 mg de hierro. Se debe extraer una unidad por semana o cada dos semanas (según la tolerancia del paciente), con una adecuada hidratación antes y después de la flebotomía, y evitando el ejercicio físico intenso 24 horas después (18). Si se produce anemia durante el tratamiento se deben suspender las flebotomías, hasta que esta se resuelva. La monitorización durante el tratamiento se realizará mediante la determinación de hemoglobina y hematocrito antes de cada flebotomía (19), y la ferritina sérica cada tres meses, hasta conseguir unos niveles alrededor de 50µg/L. Una vez conseguido, el tratamiento debe ir dirigido a mantener unos niveles de ferritina entre 50-100µg/L, para lo que se puede mantener una flebotomía cada 3-6 meses. Eritrocitaféresis Es una técnica capaz de retirar grandes cantidades de hierro -por sesión- en pacientes con hemocromatosis sin anemia, precisando menos sesiones para lograr valores de ferritina entorno a 50µg/L, que con la flebotomía (20-23). Sin embargo, es una técnica limitada, ya que precisa de aparatos específicos no disponibles en todos los centros y supone mayor coste. Por otro lado, la experiencia clínica de esta técnica es limitada. Quelantes Cuando las flebotomías están contraindicadas, se usan agentes quelantes como tratamiento del exceso de hierro en la hemocromatosis. La deferoxamina (DFO) es un agente quelante que se administra de forma subcutánea o intravenosa a dosis de 20-40mg /kg/d durante 8-12 horas. Ha demostrado ser efectiva, disminuyendo los niveles de ferritina y los depósitos de hierro hepático (24). La deferiprona es un quelante que se administra por vía oral a dosis de 75-100mg/kg/día fraccionado en tres dosis diarias. Entre sus efectos adversos destaca la agranulocitosis y la neutropenia, por lo que durante su uso, se deben hacer controles analíticos semanalmente. El uso combinado de la deferiprona con la deferoxamina ha demostrado ser más efectiva en la reducción de los depósitos de hierro miocárdicos y la mejora de la fracción de eyección (25). Por último, el deferasirox, es el agente quelante que ha aparecido más recientemente. Su administración es por vía oral a una dosis inicial de 20mg/kg/día en una única dosis, hasta alcanzar un máximo de 40mg/kg/día. Este fármaco tiene una eficacia similar a la deferoxamina en la disminución del hierro hepático y los niveles de ferritina (26). 15 Dieta Se recomienda que los pacientes con hemocromatosis hagan una dieta equilibrada, ya que no se ha demostrado que las intervenciones dietéticas tengan algún beneficio en los pacientes que están en tratamiento. Complicaciones: manejo Los pacientes con hemocromatosis que han desarrollado cirrosis hepática, tienen aumentado el riesgo de hepatocarcinoma, por lo que debe hacerse seguimiento de los mismos con ecografía y determinación de alfa-fetoproteína cada 6 meses. El control de las glucemias en los pacientes con diabetes mellitus puede mejorar durante el tratamiento con flebotomías, pero la dependencia a la insulina se mantiene. Los pacientes que presentan artralgias y artritis no suelen mejorar con las flebotomías, por lo que el tratamiento será sintomático. La afectación cardiaca por depósito de hierro, debe estar en seguimiento por Cardiología. Esta mejora con el tratamiento con flebotomías y con agentes quelantes. Se debe monitorizar mediante analíticas la función tiroidea y los niveles de testosterona, ya que el hipotiroidismo y el hipogonadismo son las complicaciones endocrinas más frecuentes. Los pacientes con hemocromatosis tienen riesgo de desarrollo de osteoporosis, por lo que deben realizarse una densitometría. En caso que exista osteoporosis, se realizará seguimiento y tratamiento de la misma. CONCLUSIONES En los últimos años se han desarrollado importantes avances en la comprensión de la HH, como la asociación de la principal mutación implicada de la HFE C282Y, los marcadores genéticos de la hemocromatosis juvenil y varias mutaciones no asociadas al gen HFE, la hepcidina como la principal hormona reguladora del hierro y las nuevas técnicas de laboratorio. Todo ello, nos ha proporcionado una útil herramienta para el manejo de la HH. Sin embargo, aún hay puntos poco claros, como son la función exacta de la hepcidina, las vías moleculares de esta, la identificación de los factores no genéticos que afectan a la penetrancia, así como herramientas de predicción y ensayos más robustos y funcionales que faciliten el estudio de las alteraciones genéticas. En conclusión, la HH es un ejemplo de que las pruebas genéticas pueden, además de realizar el diagnóstico diferencial con la sobrecarga de hierro secundaria, conducir a un tratamiento más rápido y adecuado. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado BIBLIOGRAFÍA 1. Feder Jn, Gnirke A, thomas W, tsuchihashi Z, Ruddy DA, Basava A, et al. A novel MHC class I-like gene ismutated in patients with hereditary hemochromatosis. Nat Genet. 1996;13:399-408. 2. Beutler E, Felitti VJ, Koziol JA. HFE hereditary haemochromatosis mutation in the USA. Lancet 2002; 359:211-218. 3. E. Fábrega García. Enfermedades hepáticas de origen metabólico. Medicine 2012; 11 (10):590-600. 4. Fleming RE, Ponka P. Ironoverload in human disease. N Engl J Med 2012; 366:348. 5. Pietrangelo A. Hereditary hemochromatosis, a new look at an old disease. N Engl J Med 2004; 350:2383. 6. Camaschella C. 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H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Colestasis intrahepáticas de causa genética Miguel Bruguera Servicio de Hepatología Hospital Clínic, Barcelona INTRODUCCIÓN Las colestasis de causa genética constituían hasta hace pocos años un capítulo de la hepatología pediátrica, ya que las enfermedades conocidas hasta aquel momento, y que incluimos bajo la denominación de colestasis intrahepáticas familiares progresivas (CIFP), inciden, casi exclusivamente, en niños pequeños. Antes del trasplante hepático, estas enfermedades causaban la muerte por insuficiencia hepática antes de alcanzar la adolescencia, por lo que eran prácticamente desconocidas para los hepatólogos de adultos. En estos últimos años, se han identificado los defectos genéticos causantes de las CIFP, y se han detectado otras formas de colestasis intrahepática debidas a deficiencias de los mismos genes que causan la CIFP, que afectan a adolescentes y adultos jóvenes. Estas colestasis son debidas a alteraciones de la formación de la bilis, causada por la pérdida de la función de proteínas, localizadas en la membrana canalicular de los hepatocitos que participan en la secreción biliar, debida a mutación de los genes responsables de su síntesis. un defecto en el gen ABCB4, responsable de la síntesis de una proteína que interviene en la exportación a la bilis de los fosfolípidos que mantienen al colesterol de la bilis en solución. La alteración funcional de las proteínas, que participan en el proceso de formación de la bilis, determina la acumulación de sales biliares en los hepatocitos, con el consiguiente daño funcional, y la formación de una bilis anómala, que puede favorecer la formación de cálculos biliares (Fig. 1). FIGURA 1 Enfermedades hepáticas causadas por defectos genéticos en las proteínas que intervienen en la formación de la bilis. La alteración del gen ATP8B1, responsable de la síntesis de aminofosfolípidos, es la causa de la PFIC 1 (progressive familial intrahepatic cholestasis tipo 1); la del gen ABCB11, que sintetiza la proteína exportadora de sales biliares (BSEP), es la causa de la PFIC 2; y la del gen ABCB4, que codifica la proteína MDR3 que intervienen en la secreción de fosfolípidos, es causa de la PFIC 3. La mutación del gen ABCC2, que codifica la síntesis de una proteína que interviene en la secreción de aniones orgánicos a la bilis, es la causa del síndrome de Dubin Johnson, que no es una auténtica colestasis, ya que no cursa con retención de sales biliares. ETIOLOGÍA Se han identificado tres tipos de colestasis genéticas infantiles: la CIFP tipo 1 (CIFP 1), conocida anteriormente como enfermedad de Byler; la CIFP tipo 2 (CIFP 2), conocida como síndrome de Byler; y la CIFP tipo 3 (CIFP 3), conocida como colestasis por déficit de MDR3. Hoy día, sabemos que la CIHP1 es debida a un defecto en el gen ATP8B1, que codifica la síntesis de un aminofosfolípido transportador que contribuye en mantener la integridad de la membrana canalicular; la CIFP 2 a un defecto del gen ABCB11, que codifica la síntesis de una proteína que actúa en la exportación de la sales biliares del citoplasma de los hepatocitos a la luz de los canalículos biliares; y la CIFP 3 es causada por A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 17 EPIDEMIOLOGÍA Las CIFP representan una pequeña proporción de las colestasis intrahepáticas y, únicamente, constituyen el 10 – 15 % de las colestasis infantiles. En los adultos son aún menos frecuentes. Su incidencia oscila entre 1 caso por 50 000 a 100 000 nacimientos. Las CIFP 1 y 2 vienen a ser dos terceras partes de los casos, y poseen una distribución similar por sexos y por etnias. EXPRESIÓN CLÍNICA Las colestasis intrahepáticas familiares tienen en común las siguientes características: 1. Son enfermedades de transmisión autosómica recesiva. 2. Existen numerosas mutaciones de los genes responsables, y enferman los niños que nacen con mutaciones homozigotas o heterozigotas compuestas. tasis recurrente benigna, (antes conocida como colestasis de Summerskill y Walshe), la colestasis gravídica y la colelitasis asociada a escasez de fosfolípidos en la bilis, (conocida como LPAC -low phospholipid associated cholelithiasis-) (Fig. 2). Distintas mutaciones genéticas se han descrito en los pacientes con estos tipos de colestasis, que inducirían grados distintos de déficit de la función de las proteínas involucradas y, por tanto, distinta expresión fenotípica: formas graves, de curso acelerado en algunos casos, y formas leves o de curso más indolente en otros. FIGURA 2 La colestasis recurrente benigna se subdivide en tipo 1 y 2, según sea la responsable una mutación del gen ATP8B1 o el gen ABCB11. La mutación del gen ABCB4 es la causa de un elevado número de casos de colestasis gravídica y del síndrome LPAC. 3. Se expresan como una colestasis de tipo hepatocelular, que cursa con prurito y elevación de las transaminasas. 4. Existe una elevación en sangre de la concentración de ácidos biliares. El inicio del cuadro clínico se observa, en los primeros meses de vida en la CIFP 1 y 2, en forma de ictericia que cursa con un intenso prurito. Es causa en pocos años de una insuficiencia hepatocelular, que causará la muerte si no se alcanza a efectuar un trasplante hepático antes de la adolescencia... La CIFP 3 cursa con prurito poco intenso, y puede manifestarse en la infancia, en la adolescencia o en la edad adulta joven en forma de colestasis, ictérica o anictérica y, en ocasiones, por manifestaciones de hipertensión portal en relación con un patrón de fibrosis hepática de tipo biliar. Un elemento, de gran utilidad diagnóstica, es la constatación de una normalidad de la concentración sérica de GGT en las CIFP 1 y 2; mientras que en la CIFP 3 el comportamiento de la GGT es el propio de los pacientes con colestasis, es decir, su concentración en el suero es elevada. FORMAS BENIGNAS El reconocimiento de los genes, que codifican proteínas que intervienen en el transporte a la bilis de las sales biliares, ha permitido estudiar si otros tipos de colestasis observadas en adultos, para los que no existía hasta hace poco conocimiento de su etiología, podrían también corresponder a enfermedades congénitas que alterasen la formación de la bilis. Esta orientación ha permitido reconocer como colestasis congénitas formas más leves de CIFP, como la coles- A El conocimiento de este cuadro clínico es de la mayor importancia para efectuar un diagnóstico clínico, y así evitar exploraciones innecesarias, y de potencial riesgo, que se efectúan cuando no se conoce la causa de una colestasis. Al mismo tiempo, permite acortar la duración del cuadro y combatir la expresión clínica de la enfermedad, si se aplica el tratamiento adecuado. La descripción de un caso propio permite sustentar estas afirmaciones. Se trata de un varón de 37 años, con historia de un cólico hepático, años antes, debido a litiasis vesicular. Se recomendó colecistectomía después de un segundo episodio de cólico hepático. Quince días antes de la fecha programada para la cirugía presenta dolor epigástrico. Cinco días después, aparece ic- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 18 E E COLESTASIS RECURRENTE BENIGNA H Asociación Española para el Estudio del Hígado tericia con coluria. Simultáneamente, con la ictericia aparece prurito. El paciente niega el consumo de fármacos previo a la aparición de ictericia. La exploración física no revela alteraciones en el abdomen. Los exámenes analíticos muestran: Bilirrubina, 5.6 mg/dl; AST: 48 UI/L; ALT 113 UI/L; GGT 25 UI/L (N < 30), fosfatasas alcalinas 756 UI/L(N > 270); Quick 100 %. VHA, VHB, VHC, VEB y autoanticuerpos negativos. Se pensó que el paciente tenía una litiasis coledocal, por lo que se le efectuó una ecografia abdominal y una colangioresonancia que no mostraron ningún obstáculo biliar, pero sí la existencia de microlitiasis vesicular. Por este motivo, se efectuó una colangiopancreatografia retrógrada endoscópica, que fue normal. Al cabo de un mes de iniciada la ictericia, no se disponía todavía de diagnóstico, y los exámenes de laboratorio habían empeorado: Bilirrubina sérica de 32 mg/dl; AST/ALT 78/195; GGT 78; F Alcalinas. 764 mg7dl. Persistía el prurito, a pesar de haber recibido colestiramina a partir de la segunda semana de ictericia; y había adelgazado 10 kg. Se efectuó una segunda colangio-resonancia, que mostró una vía biliar intra y extra normales, pero existían dudas para el radiólogo de cómo estaba el colédoco terminal. Por este motivo, se efectuó una ecoendoscopia que fue normal, y más tarde una biopsia hepática que mostró una colestasis simple. Al reevaluar el caso, y constatar que la GGT era normal al inicio del cuadro, se sospechó el diagnóstico de colestasis recurrente benigna, se suspendió la colestiramina y se sustituyó por rifampicina (300 mg/d). Con esta medida, se obtuvo una mejoría progresiva del prurito y de la ictericia, con resolución completa del cuadro clínico al cabo de unas 4 semanas. Este paciente se podría haber evitado todas las exploraciones a las que fue sometido, algunas de las cuales con riesgos potenciales, si se hubiese interpretado que la normalidad de la GGT en un paciente adulto con colestasis solo se da en la colestasis recurrente benigna, y se hubiera podido proceder de entrada a la prescripción de rifampicina, ahorrándole exploraciones invasivas. LOW PHOSPHOLIPID ASSOCIATED CHOLELITHIASIS (LPAC) El síndrome LPAC fue descrito hace poco más de 10 años, y es el último síndrome incorporado a la categoría de colestasis genéticas. Su conocimiento es muy conveniente para efectuar el diagnóstico en casos que presentan crisis dolorosas abdominales recurrentes y para evitar actos de cirugía innecesaria. 19 Un ejemplo de esta situación es el de un varón de 15 años, con dolor en hipocondrio derecho de unos 3 días de duración, con febrícula y coluria en julio 2010, que repite en febrero 2011. La exploración física era normal. En los exámenes de laboratorio destacaban, únicamente, unas AST/ALT de 283/225 y una GGT de 429. La bilirrubina era de 1.4 mg/dl y las fosfatasas alcalinas de 730 UI/L. Una ecografía abdominal mostró barro biliar en una vesícula biliar no dilatada. Una colangio-resonancia fue normal. El último episodio remitió de modo espontáneo, y en marzo y mayo de 2011 los análisis eran normales y el estado general excelente. En agosto de 2011, presentó una nueva crisis dolorosa, sin fiebre, pero con coluria, que dura unos días y se sigue de remisión espontánea. Durante este episodio, las AST/ALT eran de 175 y 385, la GGT 349 y las fosfatasas alcalinas .620. Se efectuó una gammagrafia biliar (Tc-99m IDA), que muestra una ectasia de los conductos biliares intrahepáticos y del colédoco. Ante la sospecha de LPAC, se inicia tratamiento con ácido ursodesoxicólico (300 mg/d), que no impide nuevas crisis, aunque las que presenta son menos intensas. Con 600 mg/d, no reaparecen más crisis. Los exámenes analíticos han sido normales.durante el seguimiento. Este síndrome se caracteriza por los siguientes criterios: 1) Colelitiasis en jóvenes de menos de 40 años. 2) Frecuentes antecedentes familiares de colecistectomía. 3) Crisis dolorosas recurrentes en hipocondrio derecho que coinciden con notable elevación de transaminasas, GGT y fosfatasas alcalinas, que se normalizan al alejarse de la crisis. 4) Observación frecuente de hepatolitiasis, que puede inducir a considerar el diagnóstico de enfermedad de Caroli. En el LPAC hay dilataciones no saculares de las vias biliares intrahepáticas, mientras que en la enfermedad de Caroli las dilataciones son saculares. 5) El examen de la bilis muestra un bajo contenido en fosfolípidos. 6) El análisis molecular permite confirmar el diagnóstico al detectar alguna mutación del gen MDR3 (ABCB4). El diagnóstico de LPAC permite iniciar un tratamiento mantenido de dosis elevadas de ácido ursodesoxicólico, que evita la aparición de nuevas crisis dolorosas y, posiblemente, evita la progresión de la enfermedad a fibrosis hepática de tipo biliar. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado DIAGNÓSTICO TRATAMIENTO En las figuras 3 y 4, se presenta un algoritmo para el diagnóstico de los pacientes con una colestasis aguda (Fig.3) o con colestasis crónica (Fig. 4). En él, se señalan los elementos con valor diagnóstico para cada una de las etiologías. El tratamiento con ácido ursodesoxicólico (AUDC) (15 mg/kg/día) debe ser el tratamiento inicial de un paciente con CIFP, especialmente, en las de tipo 3, puesto que más de la mitad de ellos responden a este tratamiento que, por otra FIGURA 3 Abordaje diagnóstico en el paciente con colestasis FIGURA 4 Abordaje diagnóstico en el paciente con colestasis crónica A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 20 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado parte, está desprovisto de efectos adversos importantes. El AUDC protege los hepatocitos y los colangiocitos, substituyendo a las sales biliares endógenas citotóxicas y, además, induce la expresión de los transportadores funcionales. Muchos pacientes con CIFP, que cursan con GGT baja, no responden al AUDC. En los pacientes con colestasis benigna recurrente puede ensayarse la rifampicina (300 mg/día), que es eficaz en la mayoría para combatir el prurito y puede evitar la aparición de nuevos brotes. La rifampicina aumenta la 6alfa hidroxilación de las sales biliares, que posteriormente son conjugadas con ácido glucurónico y excretadas por la orina.Debe monitorizarse la posible aparición de un efecto hepatotóxico. La colestiramina no suele ser eficaz en la CIFP, por lo que solo debe ensayarse en los casos con colestasis recurrente que no han respondido a rifampicina. En casos rebeldes, se puede recurrir a la diálisis con albúmina (MARS). En algunos pacientes, con CIFP tipo 1 y 2, ha sido útil la derivación biliar quirúrgica mediante una anastomosis colecistoyeyunocolónica. Para identificar los pacientes que se pueden beneficiar de una derivación quirúrgica se ha propuesto comprobar, primero, si el drenaje nasobiliar es efectivo. Si fracasan estos tratamientos, se debe recurrir al trasplante hepático. BIBLIOGRAFÍA 1. F.T. Alissa , R. Jaffe , B.L. Shneider . Update on progressive familial intrahepatic cholestasis. J Pediatr Gastroenterol Nutr. 2008;46:241–252. 2. A. Davit-Spraul, E. Gonzales, C. Baussan, E. Jacquemin. Progressive familial intrahepatic cholestasis. Orphanet J Rare Dis, 4 (2009), p. 13. 21 3. E. Jacquemin. Progressive familial intrahepatic cholestasis. Clinics and Research Hepatol Gastroenterol., 2012; 36 (suppl 1): S26 – S36. 4. M. Stapelbroek, K.J. van Erpecum, L.W. Klomp, R.H. Houwen. Liver disease associated with canalicular transport defects: current and future therapies. J Hepatol, 52 (2010), pp. 258–271. 5. A. Davit-Spraul, M. Fabre, S. Branchereau, C. Baussan, E. Gonzales, B. Stieger et ATP8B1 and ABCB11 analysis in 62 children with normal gamma-glutamyl transferase progressive familial intrahepatic cholestasis (PFIC):phenotypic differences between PFIC1 and PFIC2 and natural history. Hepatology, 51 (2010), pp. 1645–1655. 6. A. Davit-Spraul, E. Gonzales, C. Baussan, E. Jacquemin. The spectrum of liver diseases related to ABCB4 gene mutations:pathophysiology and clinical aspects. Semin Liv Dis, 30 (2010), pp. 134–146. 7. S.W.C. Van Mil, W.L. Van den Woerd, G. Van den Brugge, E. Sturm, P.L.M. Jansen, L.N. Bull et al. Benign recurrent intrahepatic cholestasis type2 is caused by mutations in ABCB11. Gastroenterology, 127 (2004), pp. 379–384. 8. M. Ziol, V. Barbu, O. Rosmorduc, A. Frassati-Biaggi, N. Barget, B. Hermelin et AL. ABCB4 heterozygous gene mutations associated with fibrosing cholestatic liver disease in adults. Gastroenterology, 135 (2008), pp. 131–141. 9. O. Rosmorduc, R. Poupon. Low phospholipid associated cholelithiasis:association with mutation in the MDR3/ABCB4 gene. Orphanet J Rare Dis, 2 (2007), pp. 29–34. 10. D. Wendum, V. Barbu, O. Rosmorduc, L. Arrivé, J.F. Fléjou, R. Poupon. Aspects of liver pathology in adult patients with MDR3 /ABCB4 gene mutations. Virchows Arch., 460 (2012), pp. 291–298. 11. F. Lucena, J.I. Herrero, J. Quiroga, B. Sangro, J. Garcia-Foncillas, N. Zabalegui et al. A multidrug resistance 3 gene mutation causing cholelithiasis, cholestasis of pregnancy, and adulthood biliary cirrhosis. Gastroenterology, 124 (2003), pp. 1037–1042. 12. J.M. Stapelbroek, K.J. van Erpecum, L.W. Klomp, N.G. Venneman, T.P. Schwartz, G.P. van Berge Henegouwen et al. Nasobiliary drainage induces long-lasting remission in benign recurrent intrahepatic cholestasis. Hepatology, 43 (2006), pp. 51–53. 13. L. Cutillo, M. Najimi, F. Smets, M. Janssen, R. Reding, J. de Ville de Goyet et al. Safety of living-related liver transplantation for progressive familial intrahepatic cholestasis. Pediatr Transplant, 10 (2006), pp. 570–574. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Tratamiento actual de la hepatitis C Raquel Rodríguez, Christie Perelló, José Luis Calleja Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda. Servicio de Gastroenterologia y Hepatología 1. INTRODUCCIÓN El panorama actual del tratamiento contra el virus de la hepatitis C (VHC) genotipo 1 ha experimentado un cambio favorable desde la aparición de los inhibidores de la proteasa: Telaprevir (TVP) y Boceprevir (BOC) –y su combinación–, al tratamiento convencional con Interferón pegilado y Ribavirina (Peg-IFN y RIBA). En cuanto a los demás genotipos (2, 3, 4, 5 y 6), el tratamiento actual continua siendo Peg-IFN y RIBA. Para genotipos 2 y 3 (los más frecuentes en España después del genotipo 1) la duración de la terapia es de 24 semanas, ya que se ha demostrado que es la más efectiva y su prolongación hasta 48 semanas no ha conseguido incrementar la tasa de curación. El resto de genotipos deben cumplir 48 semanas. Los pacientes que presenten ARN-VHC positivo en semana 4 deben continuar el tratamiento hasta semana 12; si en esta semana persiste detectable, sin haber disminuido más de 2 log de la carga viral basal o es detectable en semana 24, se debe suspender el tratamiento. Esta regla, de los dos logaritmos en la semana 12, es aplicable a todos los pacientes que reciban biterapia con PEG y RIBA. Las tasas de respuesta viral sostenida (RVS) para genotipo 1 con biterapia son de aproximadamente el 40 %, en cambio, para los genotipos 2 y 3 son del 80 %; es por lo que los nuevos tratamientos van dirigidos a alcanzar una mayor RVS a pacientes con genotipo 1. Existen nuevos fármacos orales en desarrollo (Sofosbuvir junto con Ribavirina) que han demostrado en estudios preliminares una eficacia similar, con una duración más corta y menores efectos secundarios. A La triple terapia ha demostrado una mayor eficacia en la obtención de RVS en comparación con el tratamiento convencional, tal y como se ha visto en los diferentes ensayos clínicos. TELAPREVIR Los ensayos: Prove 1, 2 y 3 permitieron demostrar inicialmente un aumento de tasas de RVS con triple terapia con TVP con respecto a la terapia convencional (hasta 67 % vs 41 %, respectivamente) en pacientes naïve. Además, fue donde se determinó que la duración del TVP sería de 12 semanas y no superior, debido a la ausencia del beneficio terapéutico con la prolongación del tratamiento. En el estudio ADVANCE (aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo) se comparó la RVS entre biterapia y triple terapia en pacientes naïve. Se observó que el tratamiento de 12 semanas de TVP+Peg-IFN+RIBA seguido de peg-IFN y RIBA 24 o 48 semanas, dependiendo de la respuesta viral rápida extendida (RVRe), tuvo una RVS del 75 %, siendo del 44 % para terapia convencional. Además, este estudio puso de manifiesto que la RVS también fue superior en pacientes cirróticos, con un 62 % para TVP y un 33 % para tratamiento convencional. El estudio ILLUMINATE (aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo) fue un estudio de no inferioridad en el que se demostró que para pacientes naïve el tratamiento de 24 semanas no fue inferior al de 48. En ambos casos se alcanzaron tasas de RVS en torno al 90 %. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E En este capítulo nos centraremos en la descripción de los tratamientos antivirales disponibles en genotipo 1, que son en los que se ha producido un mayor avance terapéutico. H Asociación Española para el Estudio del Hígado 22 El estudio REALIZE (aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo) se realizó sobre pacientes no respondedores a tratamientos previos (recidivantes, respondedores parciales y nulos). Con TVP se obtuvieron tasas de RVS del 65 % en estos pacientes vs 17 % con Peg-IFN y RIBA. En este estudio hubo un brazo con fase de lead-in para los pacientes con respuesta nula, en los cuales la RVS fue del 41 % vs el 9 % para el grupo placebo. con respuesta indeterminada que tengan fibrosis F0-F2 se recomienda esperar a nuevos tratamientos. BOCEPREVIR Se han establecido pautas de tratamiento diferentes dependiendo del IP seleccionado. Inicialmente, se realizaron los ensayos Sprint-1 y Sprint-2 en pacientes naïves, donde se observó una mejor respuesta en los brazos con BOC, con tasas de RVS del 75 % en comparación con tratamiento convencional. También se objetivó que la duración del tratamiento de 24 semanas era equivalente a la de 48 para pacientes naïve. Se empleó el tratamiento guiado por respuesta, que determinó la duración del tratamiento en función de la carga viral durante la terapia (24 vs 48 semanas). El estudio RESPOND-2 (aleatorizado, doble ciego, controlado con placebo) se realizó en pacientes no respondedores (recidivantes, respondedores parciales, respondedores nulos fueron excluídos). El BOC consigue el aumento de RVS en todos los grupos de pacientes, consiguiendo RVS en el 75 % de los recidivantes y un 53 % en los respondedores parciales. En este ensayo clínico quedó constancia de la importancia de lograr en las primeras 4 semanas de lead-in una reducción de >1log de la carga viral basal con un 79 % de RVS para los pacientes que lo consiguieron frente a un 34 % de los que no. El estudio PROVIDE: Se realizó en pacientes no respondedores (incluían recidivantes, respondedores parciales y nulos). En el análisis interino y final las tasas de RVS son similares para los respondedores nulos (40 vs 41%) y respondedores parciales (68 vs 67 %). Siendo la RVS mayor en los recidivantes (hasta el 96 % en el análisis final). Los resultados de estos estudios han permitido la aprobación del uso comercial de TVP y BOC para el tratamiento del VHC debido a su mayor eficacia comparado con el tratamiento convencional. La triple terapia con TVP o BOC ha sido aprobada a nivel europeo para cualquier paciente infectado. En nuestro país se han elaborado una serie de recomendaciones para el empleo de la triple terapia que van dirigidas básicamente a pacientes infectados por VHC, fibrosis avanzada (F3) o cirrosis compensada (F4, Child A) y los no respondedores a tratamientos previos: todos los recidivantes independientemente del grado de fibrosis y los respondedores parciales y nulos o con respuesta indeterminada que tengan fibrosis ≥ F2. Se identificó un factor predictivo de respuesta favorable al tratamiento: Polimorfismo de la IL-28B, viéndose que el genotipo CC es el que tiene una mejor respuesta al tratamiento con Peg-IFN y RIBA. ESTRATEGIA TERAPÉUTICA TELAPREVIR: Se presenta en forma de comprimidos de 375mg. La dosis total diaria es de 2250mg. Se ha demostrado recientemente en un estudio de equivalencia de dosis, que la administración en 2 tomas es igual de eficaz que la de 3 veces al día, inicialmente probada. Se debe tomar acompañado de alimentos para su correcta absorción. El TVP se emplea en las primeras 12 semanas de tratamiento en todos los pacientes junto con biterapia. ESQUEMA Y DURACIÓN DEL TRATAMIENTO Pacientes naïve y recidivantes, sin cirrosis: Se administra TVP en combinación con peg-IFN y RIBA durante las primeras 12 semanas. En aquellos pacientes con ARN-VHC indetectable en semanas 4 y 12 (respuesta viral rápida extendida) el tratamiento será de 24 semanas en total. En caso contrario la duración será de 48 semanas. Pacientes con respuesta parcial o nula a tratamiento y cirróticos: la duración será de 48 semanas. En los pacientes naïve, respondedores parciales y nulos o 23 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado BOCEPREVIR REGLAS DE PARADA Se presenta en comprimidos de 200mg. La dosis total diaria es de 2400mg (800mg cada 8 horas). Se debe ingerir con alimentos para aumentar su absorción. TELAPREVIR: Se suspenderá todo el tratamiento si en semana 4 y 12 el ARN-VHC es > 1000 UI/ml o detectable en semanas 24 o 36. FASE DE LEAD-IN BOCEPREVIR: Se suspenderá todo el tratamiento si en semana 12 (semana 8 de triple terapia) el ARN-VHC es >100 UI/ml o detectable en semana 24. Consiste en la administración de Peg-IFN y RIBA en las primeras 4 semanas de tratamiento, permitiendo seleccionar a los pacientes con mayor probabilidad de responder y así recibir triple terapia, que serán los que en esta fase disminuyan al menos >1log de la carga viral basal. En caso de TVP se realiza, exclusivamente, en caso de pacientes pretratados con respuesta nula o desconocida y cirróticos. La utilidad del lead-in consiste en valorar la sensibilidad del paciente a Peg-IFN, identificando los efectos adversos precozmente asociados a Peg-IFN y RIBA y así poder adelantarse a su manejo. ESQUEMA Y DURACIÓN DEL TRATAMIENTO Pacientes naïve sin cirrosis: La duración del tratamiento será de 28 semanas, previa fase de lead-in, si la carga viral es indetectable en semana 8 y 24. En caso de que la carga viral de la semana 8 sea detectable y en la semana 24 indetectable, el tratamiento tendrá una duración de 48 semanas; en este caso, se completará tratamiento con triple terapia hasta la semana 36 y, a partir de de ese momento, con biterapia hasta la semana 48. COHORTES DE PRÁCTICA CLÍNICA REAL Fundamentalmente, los pacientes incluidos en los ensayos clínicos realizados tenían fibrosis leve o moderada, siendo escasa la inclusión de los pacientes con fibrosis avanzada. Sin embargo, en la práctica habitual son precisamente estos pacientes los que en su mayoría han iniciado tratamiento triple. La práctica clínica real es la que ha permitido obtener datos del uso de los nuevos tratamientos en los pacientes con fibrosis avanzada y/o cirrosis. Existen varios estudios de cohortes de práctica clínica real de pacientes tanto en España como en otros países: Alemania, Austria, EEUU y Francia. En todas ellas se ha evaluado la eficacia, seguridad, tolerabilidad y tasa de respuesta virológica con estos fármacos. 2. COHORTE CUPIC Es un estudio observacional, prospectivo, multicéntrico, no aleatorizado, con datos procedentes de 56 centros distintos desde febrero 2011 hasta abril 2012. Recoge pacientes incluidos en la Autorización Temporal de Uso (ATU) en Francia. Los pacientes seleccionados presentaban cirrosis hepática compensada (Child A), genotipo 1 tratados con Telaprevir (TVP) o Boceprevir (BOC) en programa de uso compasivo y acceso precoz en pacientes no respondedores (respondedores parciales y recidivantes) a tratamiento previo con interferón pegilado (Peg-IFN) y ribavirina (RIBA). Este estudio tiene gran importancia, ya que fue el primer estudio que incluyó pacientes cirróticos y aportó datos sobre las tasas de RVS en semana 12 post-tratamiento. Pacientes que han fracasado a tratamiento previo Sin cirrosis: El tratamiento tendrá una duración de 48 semanas. Tras la fase de lead-in se completará con triple terapia 36 semanas más y después Peg-INF y RIBA hasta la semana 48. Con cirrosis y respondedores nulos: Duración del tratamiento de 48 semanas, es decir, 4 semanas de lead-in seguido de 44 semanas de triple terapia. A En el análisis preliminar, en el que se evaluó la RVS a las 12 semanas, se incluyeron 485 pacientes no respondedores a tratamiento convencional con Peg-IFN y RIBA. De estos, 295 fueron tratados con TVP y 190 con BOC. Las características basales se resumen en la tabla 1. El 40% de pacientes tratados con TVP y el 41 % con BOC IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 24 E E En un inicio se seleccionaron 674 pacientes, que recibieron a discreción del investigador triple terapia con TVP o BOC. H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 1 Características basales de los pacientes incluidos en la cohorte Cupic TELAPREVIR (N=295) BOCEPREVIR (N=190) Child-Pugh A/B, n (%) 280 (95) / 6 (2) 177 (93) / 1 (1) MELDscore, media (rango) 8,1 (6-22) 8,1 (6-22) Varices esofágicas, n (%) 51 (35,2 %) 37 (38,1 %) Plaquetas, media (rango) 151 (18-604) 144 (34-346) Recaída 116 (39 %) 85 (45 %) Respuesta parcial 135 (46 %) 80 (42 %) Respuesta nula 28 (10 %) 9 (5 %) Otros 15 (5 %) 16 (8 %) Tipo de respuesta previa lograron RVS en semana 12 post tratamiento (análisis por intención de tratar). Esta respuesta fue mayor en los pacientes recidivantes (53 % con TVP y 51 % con BOC), siendo menor en pacientes con respuesta parcial (32 % y 40 %) y respuesta nula (29 % y 11 %) para TVP y BOC, respectivamente. El motivo principal por el que los pacientes no alcanzaron una RVS en semana 12 fue: - En el grupo de TVP (60 %), por rebrote virológico hasta en un 41 % de los casos. - En el grupo de BOC (57,9 %), por regla de parada hasta en un 36 % de los pacientes. Otras causas menos frecuentes fueron la recidiva al suspender el tratamiento (un 27 % en ambos grupos) y la interrupción por efectos adversos, siendo más frecuente en el grupo de TVP que BOC (14 % vs 11 %, respectivamente). Cuando se evaluó la seguridad de ambos fármacos se observó un importante número de acontecimientos adversos graves: un 54,2 % en el grupo de TVP y un 51 % en el de BOC. Gran parte de estos efectos adversos fueron hematológicos, consistentes en su mayoría en anemia grave (Hb <8g/dL) en el 12,9 % y 10 % para TVP y BOC, de forma respectiva, que requirieron el uso de eritropoyetina en la mayoría de los casos (56,9 % y 62,6 %) y en menor medida transfusión sanguínea (18 % y 13,7 %) para su manejo. La disminución de dosis de RIBA se realizó en un porcentaje muy pequeño de pacientes, probablemente por temor al impacto en la tasa de RVS. 25 Se realizó un análisis multivariante en el que se detectaron varios factores predisponentes para desarrollar anemia: edad ≥65 años, sexo femenino, no haber realizado fase de leadin y partir de hemoglobina ≤ 12g/dL en mujeres y ≥13g/dL en hombres. Con menor frecuencia, se presentaron neutropenia y trombocitopenia grave que precisaron del uso de GCSF y trombopoyetina. También se observaron acontecimientos adversos no hematológicos graves, predominando los procesos infecciosos (9,1 % y 4,2 % con TVP y BOC) y el exantema (que fue más frecuente en el grupo de TVP, presentándose en hasta un 6 % de los pacientes comparado con un 1 % en el grupo de BOC). Durante el tratamiento, un 5,1 % de los pacientes con TVP y un 4,7 % con BOC sufrieron descompensación de su hepatopatía crónica. Hubo 10 fallecimientos, 7 en el grupo de TVP y 3 en el de BOC, fundamentalmente debidos a infecciones graves. Estos datos hay que ponerlos en el contexto de un estudio basado en pacientes cirróticos, los cuales, en una proporción importante, presentan una alteración hematológica e inmunológica de base. En este estudio, la cifra de plaquetas <100 000mm3 y albúmina sérica <3,5g/dL, se identificaron como factores predictores de complicaciones severas (infección grave, muerte o descompensación), alcanzando el 44,1 % en aquellos pacientes en los que concurrían estos dos parámetros, mientras que en los pacientes que mantenían rangos normales de plaquetas y albúmina fue del 3,4 %. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado En función de estos resultados, se ha establecido en la última nota de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), emitida en julio de 2013, la recomendación de que los pacientes mono-infectados o co-infectados por el VIH, cirrosis post-trasplante hepático, naïve, F4, con enfermedad hepática avanzada, historia de descompensaciones previas, recuento de plaquetas <100 000 mm3 y albúmina <3,5g/dL deben ser tratados en centros con experiencia en enfermedad hepática avanzada, donde esté disponible o sea de fácil acceso el trasplante hepático. La conclusión de estos datos, de la cohorte CUPIC, es que el tratamiento triple proporciona una alta tasa de respuesta virológica sostenida en la semana 12 en todos los grupos de pacientes, siendo esta mayor en los pacientes recidivantes. Sin embargo, la incidencia de efectos adversos graves es más elevada que la observada en los ensayos clínicos en fase III, debido a que en la práctica clínica real los pacientes presentan hepatopatías en estadios más evolucionados que, en muchos casos, supone la exclusión en los ensayos clínicos. Se ha visto que el correcto manejo de los efectos secundarios es importante, en cuanto a que contribuye a disminuir el abandono del tratamiento y permite aumentar la tasa de RVS. Con la identificación en este estudio de factores predictores de complicaciones y anemia se podrían detectar de forma precoz los pacientes con más probabilidad de desarrollarlos, realizar una vigilancia más estrecha y rentabilizar el tratamiento. 3. COHORTE VETERANOS AMERICANOS Es un estudio prospectivo, observacional, en el cual su objetivo principal fue evaluar la respuesta virológica temprana, el fallo del tratamiento y los efectos adversos hematológicos de los pacientes tratados con BOC y TVP. Se incluyeron un total de 859 pacientes: cirróticos, no cirróticos naïve y pretratados. En esta cohorte, 661 pacientes recibieron BOC (77 %) y el 198 restante recibió TVP (23 %). En el grupo de pacientes con TVP la mayoría fueron cirróticos (41 % vs 24 % con BOC), pretratados (51 % vs 41 % con BOC) y respondedores nulos (38 % vs 23 % con BOC). En general, los pacientes no cirróticos obtuvieron mejor respuesta virológica, presentando más altas tasas de RNAVHC indetectable comparado con los pacientes cirróticos. En los pacientes pretratados, el grupo de los recidivantes fue el que obtuvo mejor respuesta (sobre todo los que recibieron tratamiento con TVP). Entre los pacientes naïve no cirróticos, el 49 % tratado con BOC presentaron ARN-VHC indetectable en la semana 8 y A Se observó una respuesta temprana similar en la semana 24 para la terapia con BOC y TVP, con porcentajes del 44-76 % para BOC y 53-88 % para TVP; esta respuesta fue el doble de la obtenida cuando se comparó con los pacientes tratados con peg-IFN y RIBA en esta misma cohorte. Estos resultados han sido notables, a pesar de haber realizado el estudio en una población que incluía pacientes con características basales desfavorables, ya que más de un tercio tenían edad por encima de 60 años y/o eran obesos y más de un cuarto eran cirróticos, afro-americanos, diabéticos y/o respondedores nulos. Un 14 % para pacientes tratados con BOC y un 17 % para TVP tuvieron una falta de respuesta al tratamiento en semana 24. En general, un tercio de pacientes de ambos grupos abandonaron la terapia antes de la semana 24 (30 % con BOC y 34% con TVP), independientemente de la respuesta virológica que obtuvieron hasta ese momento y por razones diferentes a la falta de respuesta al tratamiento. Estos pacientes fueron mayoritariamente naïve-cirróticos. Los datos de eficacia son preliminares por lo que se deben evaluar con cautela, ya que no son definitivos. En cuanto a los efectos adversos más frecuentes, la anemia fue la que tuvo mayor prevalencia, presentándose en el 50% de los pacientes que recibieron ambos fármacos; aunque fue más severa (Hb < 8 g/dL) en los pacientes que recibieron TVP (13 % vs 7 % con BOC), siendo el tratamiento de primera línea, en estos casos, la reducción de la dosis de RIBA. Por el contrario, la neutropenia severa (< 500 neutrófilos) ocurrió de manera mayoritaria en el grupo de BOC comparado con el de TVP (32 % vs 21 %, respectivamente) y, por consiguiente, predominando el uso de G-CSF en pacientes tratados con BOC. No hubo diferencias en cuanto a plaquetopenia y disminución de la dosis de Peg-IFN en ambos grupos. En general, se vio que los efectos secundarios hematológicos fueron más frecuentes en los pacientes en estadio de cirrosis. En esta cohorte se han identificado como factores predictivos, asociados al fallo en el tratamiento en la semana 24, el ser no respondedor y diabético. En conclusión, en este estudio no se encuentran diferencias en cuanto a la respuesta virológica temprana en semana 24 para BOC y TVP, aunque se han observado más altas tasas y efectos secundarios que en los ensayos clínicos. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 26 E E 24, así como el 58 % de los pacientes tratados con TVP que tuvieron ANR-VHC indetectable en semana 4 y 12, lo que permitió el acortamiento de la terapia en ambos casos. H Asociación Española para el Estudio del Hígado Se demostró una eficacia similar en la obtención de la respuesta virológica temprana en la semana 12 y 24, tanto con BOC como con TVP, permitiendo el acortamiento del tratamiento en pacientes naïve no cirróticos. Sin embargo, comparando con los datos de los ensayos clínicos, existe una incidencia más alta y severa de efectos adversos, falta de respuesta al tratamiento y porcentaje de abandonos. En general, la anemia grave (Hb<8g/dL) es más frecuente en el grupo de TVP, mientras que la neutropenia grave (<500 neutrófilos) predomina más en el grupo de BOC. 4. PROGRAMA DE ACCESO TEMPRANO (EAP) CON TELAPREVIR Estudio multicéntrico llevado a cabo en 16 países, entre los que se incluye España, sobre pacientes con fibrosis avanzada (F3) y cirrosis compensada (F4). Se reclutaron más de 1900 pacientes en total. Se realizó un análisis interino en la semana 16 que incluyó 609 pacientes. La mayoría de los pacientes de este estudio fueron respondedores nulos (29 %), seguido de los recidivantes (28 %), naïve (20 %), respondedores parciales (15 %), breakthrough (5 %) y con respuesta inespecífica en el 3 %. (Gráfica 1). El 55% de los pacientes incluidos eran cirróticos. Se observaron porcentajes elevados de efectos secundarios durante el tratamiento, siendo los más significativos los relacionados con la anemia y el rash. En general, el 59 % de los pacientes desarrolló anemia (grados 1-4) (Hb<11g/dL o descenso de más 2,5g/dL), de los cuales más de la mitad (31 %) tuvo anemia severa grado 34 (Hb<9g/dL o descenso de más de 4,5g/dL). El manejo de la anemia en estos pacientes se llevó a cabo mediante la reducción de dosis de RIBA en el 28 % de los casos, seguido de la administración de EPO en el 24 %, transfusión de concentrados de hematíes en el 11,5% y un 3% tuvo que abandonar el tratamiento. En cuanto al rash, se observó en el 42 % de los pacientes (grado 1-3), experimentando únicamente el 4 % lesiones cutáneas graves (grado3-4), uno de ellos fue grado 4 con un síndrome de Stevens-Johnson que se resolvió, un 5 % discontinuó el tratamiento. Se registró un 14 % de efectos adversos severos que incluyeron 3 fallecimientos debidos a descompensación hepática, shock séptico y consecuente fallo multiorgánico, todos ellos en pacientes cirróticos que se encontraban en fase de biterapia. Solo uno de ellos se relacionó de forma directa con el tratamiento antiviral, a juicio del investigador. En el análisis por intención de tratar se observó que el TVP es eficaz en la negativización precoz de la carga viral en semana 12. GRÁFICA 1 Características basales: Tipo de respuesta Respondedores nulos Naïve No respuesta (inespecífica) Recidivantes 3% 27 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas Respondedores parciales Breakthrough A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado De forma global, en la semana 4 y 12 del tratamiento un 54 % y 79 % de los pacientes tuvieron RNA-VHC indetectable. Los pacientes naïve y recidivantes lograron un 85 % de ARN-VHC indetectable en semana 12, siendo los que obtuvieron mayores tasas de negativización de carga viral, seguidos de los respondedores parciales (77 %) y respondedores nulos (68 %) (Gráfica 2). Las infecciones severas se vieron en un 4,9 % de los pacientes siendo todas de origen pulmonar. En cuanto a las infecciones de carácter leve que se presentaron en el 13,7 % de los pacientes, fueron más frecuentes las del tracto respiratorio superior (5), seguidas de infecciones de vías urinarias (4), otitis aguda (2), gastroenteritis (1), gingivitis (1) y glositis (1). GRÁFICA 2 ARN-VHC indetectable en semanas 4 y 12 para todos los grupos de pacientes . La sub-población española de este estudio confirma los resultados a nivel europeo. 5. PROGRAMA DE BOCEPREVIR EN USO COMPASIVO EN ESPAÑA Cohorte multicéntrica, prospectiva, llevada a cabo en 12 centros nacionales, que reclutó un total de 102 pacientes, naïve y pretratados, F3-F4, con hepatopatía crónica compensada Child-Pugh A. Las características basales relevantes de este estudio incluyeron pacientes cirróticos y no respondedores en un 86 y 81 %, respectivamente; de estos últimos predominaron los respondedores parciales (36 %), seguidos de respondedores nulos (33 %) y recidivantes (31 %); el resto de los parámetros era similar al de los estudios anteriores. Los datos disponibles corresponden a un análisis intermedio que se realizó a las 12 semanas. De los 102 pacientes, 33 de ellos (32,4 %) presentaron efectos adversos graves. A . Los efectos hematológicos incluyeron la presencia de anemia en 29 pacientes (28,4 %) con niveles de hemoglobina <10 g/dL y solo en 3 (2,9 %) fue grave con valores de hemoglobina <8g/dL. La medida terapéutica más frecuentemente empleada fue la disminución en la dosis de RIBA (26,4 %), seguida del uso de EPO (25,5 %), siendo empleada en menor medida la transfusión de hemoderivados (8,8 %). El hallazgo de neutropenia, definida por un recuento de neutrófilos <1000mm3, se observó en 44 pacientes, de los cuales en 5 fue grave, con un descenso por debajo de 500mm3; solo en dos pacientes fue necesario utilizar G-CSF para su manejo. Menos frecuente fue la presencia de trombocitopenia, vista en 18 pacientes, y solo uno de ellos presentó valores categorizados como graves (<25 000 mm3). Debido a estos efectos hematológicos fue necesario la modificación de la dosis del Peg-INF en el 7,8 % de los pacientes. La interrupción precoz de la terapia antiviral se vio en un 29,4 % de los pacientes. En la mayoría de los casos fue debida a fracaso virológico (19,6 %), de los cuales 13 pacien- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 28 E E . H Asociación Española para el Estudio del Hígado tes presentaron fallo de lead-in y 7 fueron por regla de parada en semana 12. Los efectos adversos graves (9,8%) fueron la segunda causa más frecuente de interrupción del tratamiento con diferentes etiologías como anemia, descompensación hidrópica y otros. Se presentaron 2 fallecimientos, uno debido a shock séptico y otro por fallo multiorgánico secundario a neumonía. respectivamente. De estos, los recidivantes fueron los que tuvieron mejores tasas de respuesta en ambos casos (81% vs 77 %), seguidos de los pacientes naïve (79 % vs 74 %) (Gráfico 3). GRÁFICO 3 Análisis preliminar de eficacia en semana 12 Todos los pacientes incluidos en el estudio recibieron una fase de lead-in que consiste en la administración de PegINF y RIBA durante un periodo de 4 semanas previo a la administración de BOC, obteniendo respuesta a esta fase cuando la carga viral basal disminuye al menos 1 log decimal. El 63,7 % de los pacientes presentaron respuesta a la fase de lead-in, de estos, el 83 % tuvo carga viral negativa en semana 12. El 35,3 % no obtuvo respuesta al lead-in, a pesar de ello continuaron con el tratamiento el 63,9 % de los pacientes obteniendo negativización de la carga viral, en semana 12, el 65,2 % de los mismos. En semana 12, un total de 78 % y 67 % de los pacientes presentaron ARN-HVC <100 UI/ml y carga viral indetectable, FIGURA 1 Algoritmo de lead-in y respuesta 102 PACIENTES LEAD-IN N=102 RESPUESTA AL LEAD-IN N=65 ABANDONO EN LEAD-IN POR AA N=1 63,7 % RV SEM 12 83,0 % N= 54 FRACASO VIROLÓGICO SEM 12 N= 12 ABANDONO AA N= 8 ABANDONO DECISIÓN PACIENTE N= 1 29 NO RESPUESTA EN LEAD-IN N=36 CONTINUAN TTO. A PESAR DE NO R. EN LEAD-IN N=23 RETIRADOS POR NO R. EN LEAD-IN N=13 RV SEM 12 65,2 % N= 15 FRACASO VIROLÓGICO SEM 12 N= 5 ABANDONO AA N= 1 ABANDONO DECISIÓN PACIENTE N= 2 Se concluye de este estudio que el tratamiento con BOC es eficaz en la negativización de la viremia –en semana 12– en pacientes con fibrosis avanzada (68%), pero que conlleva hasta un 30% de efectos adversos graves. Los pacientes que disminuyen al menos un log, con respecto a la carga viral basal, parece que tienen mejores tasas de respuesta virológica que los que no consiguen dicha disminución. Estos datos muestran muy buenos resultados, pero al ser muy preliminares se deben tomar con prudencia. En la EASL 2013 se presentó un meta-análisis que incluyó 5 ensayos clínicos en fase III sobre eficacia y seguridad del BOC. Se determinó que los pacientes con más probabilidad de alcanzar una RVS son aquellos que en semana 8 disminuyen más de 3 log la carga viral basal, independientemente del grado de fibrosis. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 6. COHORTES ALEMANAS graves y la ausencia de respuesta al tratamiento es más elevada en pacientes con edad avanzada, cirróticos y con signos de hipertensión portal, por lo que se debería iniciar triple terapia con precaución y estrecha vigilancia. Existen dos cohortes de pacientes: - Cohorte PAN: Prospectiva no intervencionista, multicéntrica, observacional y abierta en la actualidad; de esta se han realizado varios subanálisis evaluando la eficacia y seguridad de la triple terapia con BOC y TVP, BOC en pacientes naïve y pretratados, y ambos fármacos en pacientes usuarios de drogas hasta la semana 12. 7. COHORTE AUSTRIACA Estudio para evaluar la eficacia y seguridad de la triple terapia con TVP y BOC en 92 pacientes con fibrosis avanzada y 39 con cirrosis. En conclusión, en todos estos estudios se han puesto de manifiesto unos resultados similares a los descritos en los trabajos anteriormente citados. El 62 % de los pacientes incluidos fueron respondedores nulos, 24 % recidivantes y el 14 % restante naïve. Cabe destacar de esta cohorte que incluye un grupo de pacientes usuarios de drogas, que a sabiendas de que es una población que puede presentar cierta dificultad al tratamiento, muestran una tasa de respuesta virológica equiparable al resto de la población tratada; aunque es importante una adecuada selección de los pacientes antes del inicio del tratamiento. Se observaron efectos adversos graves en el 21 % de todos los pacientes, con un 8 % de infecciones graves con desenlace fatal en 3 pacientes por sepsis, todos ellos F4, 2 en el grupo de BOC y otro en el de TVP. En este estudio, la presencia de niveles de albúmina por debajo de 3,5g/dL y gradiente de presión venosa hepática (HVPG) mayor de 10mmHg se mostraron estadísticamente significativos como factores predictores de infecciones graves (figura 4). - Otra cohorte englobó los pacientes de difícil manejo, con características basales que incluían en su mayoría a respondedores nulos, pacientes con edad por encima de 60 años, fibrosis avanzada (F3-F4), cirróticos con plaquetas <120 000mm3 e historia de varices, que fueron tratados con BOC y TVP. 8. CONCLUSIONES GLOBALES: - Se ha visto en la práctica clínica real que las tasas de respuesta virológica son similares a los ensayos en fase III. Sin embargo, hay un incremento de los efectos adversos, fundamentalmente, en pacientes cirróticos y con fibrosis avanzada. De este estudio se concluye que no hubo diferencias significativas en cuanto a datos de seguridad y RVS para ambos fármacos. Sin embargo, la aparición de eventos adversos FIGURA 4 Factores predictivos de infecciones graves Factores Predictivos de Infecciones Graves Event n (%) No Event, n (%) Platelets ≥ 90 G/l (n=114) 16 (14) Platelets < 90 G/l (n=17) 4 (24) Albúmin ≥ 35 g/l (n= 121) 14 (12) Albúmin < 35 g/l (n=10) 6 (60) 98 (86) 13 (76) 107 (88) 4 (40) p = ns NOD2 status was not predictive for severe infections A 12 (100) HVPG* ≥ 10mmHg (n=18) 6 (33) 12 (67) p < 0.05 * Pretreatment hepatic venous pressure gradient available in 30 cirrhotic patients IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 30 E E p < 0.001 HVPG* < 10mmHg (n=12) 0 (0) H Asociación Española para el Estudio del Hígado - Los pacientes naïve y recidivantes son los que mejor respuesta obtienen al tratamiento triple, disminuyendo sobre todo en pacientes respondedores nulos. - Los pacientes con respuesta virológica precoz tienen más probabilidad de alcanzar RVS. - Dentro de los efectos adversos, el más frecuente es la anemia, siendo la disminución de la dosis de RIBA el tratamiento más empleado. - Diversos estudios muestran que la cifra de plaquetas <100.000mm3 y albúmina <3,5g/dL son potentes factores predictores para el desarrollo de complicaciones graves e incluso la muerte, por lo que pacientes con fibrosis avanzada y cirróticos se deberían tratar en unidades especializadas y de fácil acceso al trasplante hepático. BIBLIOGRAFÍA 1. Schiffman M, Suter F, Bacon BR, Nelson D, Harley H, Solá R et al. Peginterferon alfa-2a and ribavirina for 16 or 24 week vs 24 weeks in patients with genotype 2 chronic hepatitis C. Gut. 2007; 56:553559. 2. Kenneth E., Sherman, Steven L. Flamm, Nezam H. Afdhal, David R. Nelson, et al. Telaprevir in combination with Peginterferon Alfa2a and Ribavirin for 24 or 48 in Treatment-Naïve Genotype 1 HCV patients who achieved an extended rapid viral response: Final results of phase 3 ILLUMINATE study. AASLD Nov 2 2010. 3. S Zeuzem, P Andreone, S Pol, EJ Lawitz, M Diago, S Roberts, et al. REALIZE Trial Final Results: Telaprevir-based Regimen for Genotype 1Hepatitis C Virus Infection in Patients with Prior Null Response, Partial Response or Relapse to Peginterferon/Ribavirin. 46th EASL Congress, Berlin, Germany March 30-April 3, 2011. Abstract 5. 4. B.R.Bacon; S.C.Gordon; E.Lawitz; et al. HCV RESPOND - 2 Final Results: High Sustained Virologic Response Among Genotype 1 Previous Non-Responders and Relapsers to Peginterferon/Ribavirinwhen Re-Treated with Boceprevir Plus PEGINTRON (Peginterferon alfa2b)/Ribavirin. 61st AASLD - Abstract 216. 5. J. Vierling, FA Helmond, J Wahl, W Deng, J-P. Bronowick, et al. Efficacy of Boceprevir in Prior Null responders to Peginterferon/Ribavirina: The PROVIDE study. 6. Hézode C, Fontaine H, Dorival C, Larrey D, Zoulim F, Canva V, et al. Triple therapy in treatment-experienced patients with HCV-cirrhosis in a multicentre cohort of the French Early Access Programme (ANRS CO20-CUPIC) - NCT01514890. J Hepatol. 2013 Sep; 59(3): 434-41. 7. Belperio P, Hwang E, Thomas C, Mole L, Cheung R and Backus L. Early virologic responses and hematologic safety of direct-acting antiviral therapies in Veterans with chronic hepatitis C. Clinical Gastroenterology and Hepatology 2013. 8. 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Forestier N, Moog G, Lutz T, Leuschner MS, Christensen S, Kallinowski B et al. First Real-Life Data of Triple Therapy with Telaprevir (TVP) and Boceprevir (BOC) in Combination with Peginterferon-alfa2a (PEG) plus Ribavirin (RBV) in patients Infected with Chronic Hepatitis C (CHC), Genotype 1 in a Non-interventional Study (PAN) in Germany. 63rd Annual Meeting of the American Association for the Study of the Liver Diseases (AASDL), November 9-13 2012, Boston, Massachusetts, USA. 12. Spengler U, Schober A, John C, Bruch HR, Heyne R, Antoni C et al. Real World Efficacy of Boceprevir in Combination with Peginterferon alfa-2a and Ribavirin in Treatment-experienced patients: Interim Analysis from the German Non-Interventional PAN study. 48th Annual Meeting of the European Association for the Study of the Liver (EASL), April 24-28, 2013, Amsterdam, Netherlands. 13. Moog G, Schober A, Antoni C, Bruch HR, Herrmann A, John C et al. Real-World Efficacy and Safety of Boceprevir in Combination with Peginterferon alfa-2a and Ribavirin in Treatment-Naïve: Interim Analysis from the German Non-Interventional PAN study. 48th Annual Meeting of the European Association for the Study of the Liver (EASL), April 24-28, 2013, Amsterdam, Netherlands. 14. Weber B, Ablabmaier-Stuetzel B, Naumann U, Schleehauf D, Bachner C, Goelz J et al. Virological Efficacy of Boceprevir and Telaprevir plus Peginterferon alfa-2a/Ribavirina until week 12 in Drug Addicted Patients with Genotype 1 Infection: First Real Life Report. 48th Annual Meeting of the European Association for the Study of the Liver (EASL), April 24-28, 2013, Amsterdam, Netherlands. 15. J Petersen, K Matschenz, K Olah, S. Unger, T. Lorenzen, F. Kuhlendahl et al. 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Alberto Lué y Miguel Ángel Simón Servicio de Aparato Digestivo. Hospital Clínico Universitario. Zaragoza INTRODUCCIÓN Han transcurrido solo 20 años desde el descubrimiento del virus de la hepatitis C (VHC) y, gracias a los avances de los últimos años, disponemos de opciones de tratamiento muy eficaces en prevenir la hepatitis crónica tras la infección aguda y en erradicar el VHC (1). El avance más importante ha sido conocer en mayor profundidad los mecanismos de replicación viral, lo cual está permitiendo un continuo desarrollo de nuevos agentes terapéuticos. Paralelamente, los ensayos clínicos nos han permitido identificar factores genéticos y clínicos que se relacionan con el éxito o el fracaso del tratamiento. A la hora de aproximarse a un paciente con infección por VHC debemos tener en consideración diferentes variables: clínicas, genéticas, analíticas y el entorno socio-cultural del paciente. Lo primero, la presencia de comorbilidades que puedan contraindicar el tratamiento: cirrosis descompensada (ChildPugh B 7 puntos o mayor), depresión incontrolada, psicosis, epilepsia, enfermedad autoinmune, mujeres embarazadas o que no puedan llevar a cabo una correcta contracepción, hipertensión arterial y diabetes mellitus no controlados y EPOC. Otras contraindicaciones relativas son: anemia (Hg<13 g/dl en hombre y <12 g/dl en mujeres), neutropenia (<1.500/mm3), trombopenia (<90.000/mm3), insuficiencia renal crónica (creatinina >1,5 mg/dl), cardiopatía isquémica y enfermedad tiroidea no controlada. Tras descartar la presencia de contraindicaciones, a la hora de iniciar el tratamiento más adecuado, tenemos que contestar a 4 preguntas fundamentales: 1. ¿Cuál es el genotipo? 2. ¿Qué grado de fibrosis tiene? ¿Ha progresado la fibrosis hepática? 3. ¿El paciente ha sido tratado previamente? ¿Qué respuesta tuvo? 4. ¿Qué factores predictivos de respuesta tiene? Con ello, vamos a definir unos subgrupos de pacientes con características propias y, sobre todo, con estrategias de tratamiento, resultados y de efectos adversos completamente diferentes. Entre los factores predictivos de respuesta tenemos factores genéticos (como el genotipo de la IL28B), características clínicas del paciente, (como el índice de masa corporal) y características virológicas (como la carga viral). Quizá el más importante, en término de probabilidades de éxito del tratamiento, es la respuesta viral rápida (RVR), o sea, la ausencia de VHC-RNA detectable tras 4 semanas de tratamiento. A todo lo anterior, se añade el continuo desarrollo de nuevos fármacos: antivirales de acción directa (AAD) con expectativas de mejores resultados y con menos efectos adversos, que nos hacen plantear la espera en los pacientes con grados de fibrosis leve, pero surgen unas dudas legítimas: • ¿Qué pacientes debemos tratar con los tratamientos actuales? • ¿Serán estos tratamientos realmente mejores? • ¿Cuánto tiempo pueden esperar los pacientes a estos tratamientos? • ¿Estos tratamientos serán disponibles para todos? ¿Qué coste tendrán? • ¿Cuál será la consecuencia de no hacer nada? Además, ya se ha demostrado que los resultados, sobre todo Correspondencia: Miguel Angel Simón Servicio Aparato Digestivo. Hospital Clínico Universitario . Avda San Juan Bosco 15 - 50009 Zaragoza [email protected] A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 32 en efectos adversos y seguridad, difieren de manera significativa cuando el uso de estos nuevos fármacos se traslada a la vida real. Por ello, en la práctica clínica la decisión de tratar un paciente es mucho más compleja respecto a hace pocos años. Sabemos, además, que la decisión influye directamente en la evolución de la enfermedad y en la vida del paciente, porque una RVS se traduce en una mejor calidad y mayor esperanza de vida. EFICACIA Y BENEFICIOS A LARGO PLAZO DEL TRATAMIENTO A diferencia de otras infecciones virales, es posible curar la infección VHC. En la práctica clínica, el mejor indicador de eficacia del tratamiento de la infección por VHC es la respuesta viral sostenida (RVS), o sea, la ausencia de carga viral detectable transcurridas 24 semanas tras terminar el tratamiento. Con las terapias que disponemos actualmente, podemos lograrla hasta en el 80% de algunos pacientes. ¿Por qué es tan importante alcanzar la RVS? ¿En qué se traduce a largo plazo para los pacientes? La evidencia científica respecto a este tema aún es escasa, pero, no obstante, ya se han demostrado los beneficios a largo plazo de la RVS, que suele ser duradera en prácticamente la totalidad de los pacientes que la alcanzan, siendo muy baja la tasa de recaída tardía, (alrededor del 3 %) (2). No solo hay una mejoría analítica, sino también una regresión de la afectación histológica hepática. Esta es más evidente en las fases precoces. En estadios más avanzados, esto no está tan claro y aún es objeto de debate, pero ya se ha demostrado que hay una reducción de las tasas de progresión de la fibrosis y que una regresión parcial o total de la fibrosis es posible, incluso en fase de cirrosis hepática (3). Estos cambios tienen una repercusión importante también en el ámbito clínico, ya que hay un aumento de la expectativa de vida y de la calidad de la misma. Los pacientes con hepatitis crónica por VHC, a pesar de ser en la mayoría de los casos poco sintomáticos e incluso asintomáticos, en estudios de cuestionarios validados de calidad de vida tienen peores resultados en las esferas física, sexual y mental. Estos resultados, además, están directamente relacionados con el grado de daño histológico, siendo peores en los pacientes con cirrosis. Estos parámetros, que empeoran durante el tratamiento con interferón, mejoran en los pacientes con RVS. La mejoría histológica que aparece tras la RVS evita la progresión de F2, F3 a F4; estos cambios explicarían la disminución de la presión portal que se da en los pacientes con RVS, valorada por el gradiente de presión hepática, que se 33 asocia con el pronóstico clínico de los pacientes (4). La mejoría clínica es mayor, cuanto más avanzada está la enfermedad hepática. Para los pacientes con fibrosis avanzada o cirrosis, la consecuencia clínica de la RVS es una menor incidencia de complicaciones propias de la enfermedad hepática: ascitis, hemorragia por varices esofágicas, ictericia y encefalopatía. El riesgo de desarrollar carcinoma hepatocelular también disminuye, aunque se mantiene algo superior al de la población general. A largo plazo, también mejora la supervivencia: a los 5 años de alcanzar la RVS, en los pacientes no cirróticos, la supervivencia es superponible a la de la población general. En los pacientes con fibrosis hepática avanzada se ha observado que disminuyen de manera significativa la mortalidad por causa hepática y también la mortalidad por todas las causas. Así, en el estudio REVEAL (de Taiwán), que incluía 19 636 pacientes HBsAg negativos (1.095 antiVHC +), la supervivencia a 18 años fue similar entre los pacientes antiVHC + con RNA negativos y los pacientes anti-VHC negativos. Por el contrario, la mortalidad fue muy superior en los pacientes anti-VHC + con RNA detectable. En el análisis multivariado, la RVS se asoció de forma independiente a una disminución de la mortalidad (5). Los nuevos tratamientos de triple terapia aumentan la RVS, incluso en pacientes con cirrosis, pero no están exentos de efectos secundarios potencialmente graves. Por el contrario, los nuevos regímenes sin interferón, se espera que aumenten esta eficacia sin efectos adversos graves y con duración más corta. En resumen, estos datos demuestran que obtener la RVS con el tratamiento antiviral es fundamental. Los beneficios a largo plazo no son solo analíticos e histológicos, también incluyen beneficios clínicos, como mejora de la calidad de vida y disminución de la incidencia de cirrosis y de sus complicaciones. Todo esto, junto con el aumento de la supervivencia global, nos indica que un tratamiento antiviral eficaz hace que los pacientes vivan más y mejor. Apoyándonos en la evidencia científica de la que disponemos actualmente, vamos a definir para cada genotipo de VHC cuáles son los pacientes que más se pueden beneficiar del tratamiento y en cuáles puede ser válida la opción de esperar a nuevos agentes terapéuticos. TRATAMIENTO ESTÁNDAR Y CONSIDERACIONES GENERALES GENOTIPO 1 El tratamiento estándar de la infección VHC por genotipo ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 1 es la triple terapia (TT) con interferón pegilado, ribavirina y telaprevir o boceprevir. Su principal limitación son los efectos secundarios, que son más graves que la doble terapia (DT) con interferón pegilado y ribavirina, y dificultan el manejo de estos pacientes. La llegada de los nuevos inhibidores de la proteasa: boceprevir y telaprevir, y la individualización de indicadores de respuesta al tratamiento, como la RVR y el genotipo de la IL28B, ha cambiado radicalmente el manejo de estos pacientes en los últimos años. Actualmente, disponemos de tres estrategias principales: tratar con DT, tratar con TT o esperar a nuevos agentes terapéuticos. ¿Cómo elegir la opción más adecuada por cada paciente? El primer paso, en esta “individualización” del tratamiento, es determinar los factores que nos pueden orientar hacia una opción u otra. Se ha demostrado que la presencia del genotipo favorable de la IL28B CC, en pacientes sin tratamiento previo y sin fibrosis hepática avanzada, se ha asociado a una elevada sensibilidad a interferón y a unas tasas de RVS del 80 % (tras tratamiento con DT durante 48 semanas), comparables a las obtenidas con la TT. La RVR es otro factor que se ha asociado a una probabilidad mayor de alcanzar la RVS. En muchos trabajos, se ha demostrado que en los pacientes con infección por genotipo 1, que presentan una RVR, consiguen la RVS en el 80 % de los casos, e incluso es posible acortar el tratamiento. La mayoría de estos pacientes tenía el genotipo CC de la IL28B. En los pacientes con recidiva a un tratamiento previo con interferón, la TT ofrece las mayores posibilidades de alcanzar la RVS, pudiendo llegar a casi el 90 % (6). GENOTIPOS 2 y 3 El tratamiento estándar sigue siendo la DT, ya que la TT apenas tiene eficacia. Todos los pacientes con infección por genotipo 2 o 3 se pueden beneficiar del tratamiento antiviral con DT durante 24 semanas, que puede alcanzar la RVS en hasta el 90% de los pacientes. La infección por genotipo 2, responsable del 10 % del total de las infecciones, se caracteriza por su lenta evolución de la fibrosis, la buena respuesta al tratamiento con interferón y la asociación con manifestación extrahepáticas. En la infección por genotipo; 2 los factores que más influyen en el éxito del tratamiento son el grado de fibrosis hepática y la RVR, mientras otros factores, como la carga viral y la esteatosis hepática, no juegan un papel importante, al contrario que en la infección por genotipo 3. La RVS depende de la IL28B y, sobre todo, de la cinética viral durante el tratamiento. A En estos genotipos, actualmente, los esfuerzos están dirigidos a la optimización del tratamiento. Para el genotipo 2, estudios recientes han demostrado que en los pacientes que alcanzan RVR y no presentan factores de mala respuesta al tratamiento, sería posible acortar el tratamiento a 16 e incluso 12 semanas, ajustando la dosis de ribavirina al peso del paciente. Sin embargo, en los pacientes que no alcanzan la RVR y presentan factores que sugieren un fracaso del tratamiento, es aconsejable esperar a los nuevos tratamientos, más que prolongar el tratamiento a 48 o 72 semanas (7). En el caso del genotipo 3, se han realizado estudios para valorar la posibilidad de modificar la duración del tratamiento según la RVR o el grado de fibrosis hepática, pero no disponemos de resultados concluyentes. No es seguro acortar el tratamiento en pacientes sin indicadores de mala respuesta, y no podemos afirmar que alargar el tratamiento, en los pacientes que no alcanzan una RVR o con fibrosis avanzada, permita obtener tasas más elevadas de RVS. GENOTIPO 4 El genotipo 4 es el más prevalente en África y Oriente medio (Egipto), y tras la introducción de la TT, es actualmente el genotipo más difícil de tratar. A la hora de decidir si tratar estos pacientes tenemos que tener en cuenta factores de respuesta al tratamiento. La presencia de carga viral elevada (>400.000 IU/ml), esteatosis hepática, fibrosis avanzada (>F2), niveles elevados de alfafetoproteína, resistencia insulínica (índice HOMA>2) y peso (> 80 kg) son factores de mala respuesta al tratamiento. Asimismo, son factores de buena respuesta al tratamiento: la RVR, el genotipo favorable de la IL28B CC y una buena adherencia al tratamiento. En principio, todos los pacientes son buenos candidatos, independientemente de su grado de fibrosis hepática. Actualmente, el tratamiento disponible para estos pacientes es la DT durante 48 semanas, que alcanza globalmente una RVS en el 54 % de los pacientes (8). PACIENTES CON FIBROSIS F1-F2: ¿TRATAR O ESPERAR? La progresión de la fibrosis aumenta con la inflamación existente y el grado de fibrosis previo; se estima que au- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 34 E E El genotipo 3 es responsable de otro 10 % del total de las infecciones. Con DT, se observa una elevada tasa de recidivas cuando la duración del tratamiento es inferior a las 24 semanas y asociada a factores de pobre respuesta, como: el grado de fibrosis hepática, la carga viral elevada, el sobrepeso y la esteatosis hepática. H Asociación Española para el Estudio del Hígado menta 1 grado cada 5-7 años (9) y es más rápida en función de la edad de adquisición de la infección, consumo de alcohol o coinfección HIV. El seguimiento ideal de la progresión de la fibrosis es mediante biopsia hepática, pero es difícil de aplicar en la práctica clínica; por el contrario, la elastografía hepática es una prueba no invasiva que permite valorar el grado de fibrosis y, por ello, es la herramienta más utilizada, pero hemos de tener en cuenta la variabilidad de resultados en F2-F3. A la hora de decidir a qué estadios de la infección VHC tratar, las autoridades sanitarias han priorizado a aquellos pacientes con enfermedad más avanzada por el riesgo de complicaciones que tienen, pero sabemos que el tratamiento es más eficaz en grados moderados de fibrosis. Los nuevos tratamientos también serán menos eficaces en enfermedad avanzada. Si excluimos a todos los pacientes con F2 disminuiremos la RVS global, aumentaremos el coste por tratamiento (efectos adversos) y, quizá, nuestro paciente pueda progresar y limitarle la RVS. Los resultados muy esperanzadores de los nuevos tratamientos, muchos en fase 2, se basan en cohortes pequeñas de pacientes altamente seleccionados, que no son representativas de los pacientes VHC que atendemos en las consultas. Además, con la utilización en poblaciones más amplias, pueden surgir problemas o resultados poco esperados que no solucionan los problemas de nuestros pacientes. Esperar 5-10 años -a que llegen nuevos tratamientos-, es un consejo frecuente en las consultas médicas, pero la enfermedad puede progresar. Tratar a los pacientes con factores favorables de RVS, independientemente del grado de fibrosis, es una buena estrategia. En cualquier caso, tanto si tratamos con lo actual o esperamos a los nuevos tratamientos, los pacientes deben de conocer y opinar sobre la estrategia a aplicar (10). GENOTIPO 1 En los próximos años, se esperan cambios con nuevos fármacos o tratamientos sin interferón con menos efectos secundarios. Estas situaciones plantean el dilema de tratar a todos los pacientes o esperar a estas nuevas estrategias. -Tratamos ya. La eficacia de la triple terapia es muy elevada: 70-75 % en no tratados, que puede alcanzar 80-90 % en pacientes con buenos factores pronósticos, pudiendo acortar el tratamiento a 24 semanas en aquellos que alcanzan una RVR extendida e incluso solo 12 semanas si el genotipo de la IL28B es CC (11). Por el contrario, en los pacientes sin RVR todavía la RVS es del 64-75 %. En pacientes no respondedores, la RVS depende de la respuesta previa al interferón. Aquellos con recidiva tiene una 35 alta probabilidad de curación 75-88 %, sin embargo, aquellos con respuesta nula solo tienen una probabilidad del 33 % de RVS. Debido a la gran eficacia de la TT, aquellos pacientes con una expectativa alta de RVS: Naïve, IL28B CC, recidivantes y carga viral baja deberían tratarse ya mismo, porque los nuevos tratamientos es difícil que superen estas perspectivas. -La opción de esperar: Lo que viene. Simeprevir y Faldapevir son dos inhibidores de proteasa que están cumpliendo ensayos en fase 3. Los resultados en fase 2, asociados a DT, son muy similares a la TT, pero con menos efectos secundarios y una única dosificación diaria. Por ello, podríamos esperar en los casos menos favorables. Sofosbuvir es un inhibidor de la polimerasa que, asociado a DT, ha mostrado eficacia en genotipo 1 con tasas de RVS del 90 %, con una única toma y sin más efectos que DT (12). -La espera más larga: Tratamientos sin Interferón. El desarrollo de múltiples moléculas ha posibilitado el tratamiento combinado. Estos estudios han incluido pacientes con grados moderados de fibrosis y factores de buen pronóstico, como IL28B CC. En este momento, hay en marcha varios estudios en fase 3 de cuyos resultados dependerá la estrategia comercial. En resumen, es necesario identificar a los pacientes que pueden beneficiarse del tratamiento actual con DT o TT: IL28B CC, RVR, recidivante de aquellos que claramente pueden esperar: no respondedor con respuesta nula o parcial. GENOTIPO 2 y 3 Lograr RVR se asocia a una probabilidad de curación de más del 90% frente al 50% en aquellos que no la logran, por lo que aumentar la duración a 48 semanas puede mejorar los resultados. Sofosbuvir + ribavirina se ha mostrado tan eficaz como la DT, sobre todo en genotipo 2, sin los efectos secundarios de esta (13), por lo que la opción de esperar es evitar los efectos secundarios del interferón y ribavirina. El Alisporivir ha obtenido buenos resultados en los pacientes con infección por genotipo 3, incluso administrado en monoterapia, con tasas de RVS que oscilan entre el 82 % y el 93 %. La limitación más importante a la aprobación definitiva de este fármaco es su perfil de seguridad. GENOTIPO 4 El tratamiento con DT produce una RVS algo superior a G1, al igual que G1 la carga viral baja y la IL28B se asocian a buena RVS. Sofosbuvir asociado a DT tiene una eficacia en conjunto con G1 del 90 %. Daclatasvir, un inhibidor de la proteína NS5A, en estudios de fase IIb, ha alcanzado RVS en el 100% de los pacientes. Danaprevir es un IP que está ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado pendiente de validar los resultados. En general, los pacientes con Genotipo 4 que tengan indicación deben ser tratados con las estrategias actuales. Los pacientes con grados bajosmoderados de fibrosis (F0-2), en ausencia de indicadores de mal pronóstico, pueden beneficiarse de pautas cortas de tratamiento (limitado a 24 semanas) (8). PACIENTES CON FIBROSIS F3-F4 Los pacientes con fibrosis hepática avanzada son los que más necesitan el tratamiento, pero al mismo tiempo son los que presentan tasas de RVS peores y tienen con más frecuencia efectos adversos. Como hemos visto, alcanzar la RVS es fundamental en estos pacientes. Hay que considerar siempre el tratamiento, en todos los casos y en todos los genotipos. Hay que hacer unas consideraciones especiales para los pacientes infectados por el genotipo 1. En este caso, si no hay contraindicaciones, hay que emplear la TT. Esta estrategia está indicada para los pacientes naïve, aquellos con recidiva o con respuesta parcial al tratamiento previo. Para los pacientes con respuesta nula es recomendado realizar un “lead-in” de 4 semanas, donde hay que observar una caída por lo menos de 1 log10 de la carga viral antes de iniciar la TT; si no ocurre, y debido a la escasa posibilidad de alcanzar la RVS, hay que suspender todo tratamiento. La TT ha permitido a estos pacientes alcanzar tasas de RVS claramente mejores respecto a la DT y, como veremos posteriormente, estos resultados se han confirmado también cuando estos tratamientos se aplican en la práctica clínica habitual, pero a expensas de una elevada tasas de efectos adversos, que pueden incluso ser letales (14). APLICABILIDAD DE LOS NUEVOS TRATAMIENTOS Los ensayos clínicos de registro de telaprevir y boceprevir han ofrecido resultados muy buenos junto a una tasa aceptable de efectos adversos, alrededor del 10%. ¿Pero qué pasa cuando aplicamos estos tratamientos en la práctica real? En España, en la mayoría de las CCAA, se limitó el uso de TT a pacientes con fibrosis avanzada, en la creencia de que era el grupo “más necesitado” de los nuevos avances. La inclusión de pacientes cirróticos en los ensayos clínicos de registro fue escasa, por los estrictos criterios de inclusión. En cirróticos naïve las tasas de RVS variaban, entre el 31 % y el 42 % para boceprevir y el 42 % y el 73 % para telaprevir. Aprendimos que estos pacientes son los que tienen tasas de RVS más bajas, necesitan un tratamiento prolongado y tienen mayor probabilidad de recaer tras el tratamiento. A Tanta diferencia entre los ensayos clínicos y la práctica diaria se explica, en parte, por los estrictos criterios de inclusión en los ensayos. Entre el 29 % y el 46 % de los pacientes incluidos en la cohorte francesa no cumplían criterios de inclusión de los estudios clínicos de registro de telaprevir o boceprevir, lo cual se traduce en enfermos de más difícil manejo, sobre todo por las complicaciones relacionadas con la hipertensión portal (ascitis y varices esofágicas). Además, en la práctica diaria, interfieren otros factores “no médicos” que condicionan la aplicabilidad de los tratamientos. Por ejemplo, la situación económica actual, que restringe el uso de estos tratamientos a los pacientes de más difícil manejo, y otras dificultades que suelen acompañar a este tipo de pacientes: problemáticas sociales, baja adherencia al tratamiento, voluntad del paciente, etc. Con todo esto es muy difícil emplear los nuevos fármacos en las condiciones y en los pacientes ideales. En algunos estudios, se ha observado que casi en el 50 % de los pacientes que tiene indicación de tratamiento, este no se aplica. En la práctica clínica habitual la aplicabilidad de los nuevos tratamientos está limitada por varios factores. El factor que más influye es la aparición de efectos adversos, que son proporcionales al grado de afectación hepática. Esto hace que en los pacientes cirróticos, que son los que más necesitan el tratamiento y no pueden esperar a nuevos tratamientos, es donde el uso de los nuevos fármacos se ve más limitado. En la vida real, estos pacientes necesitan un seguimiento más estricto, dirigido a individuar y tratar precozmente los efectos adversos, que pueden llegar a ser graves e incluso letales. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 36 E E Los estudios en práctica clínica han puesto de relieve que el factor clínico más limitante, de la utilización de los nuevos fármacos, es sin duda la enfermedad hepática avanzada, que condiciona una mayor tasa de efectos adversos, a veces graves e incluso letales. Así, el estudio CUPIC (15), realizado en Francia en pacientes con cirrosis hepática sin respuesta previa (recidivantes o respondedores parciales), observó que hasta el 40 % de los pacientes presentaba efectos adversos tras cumplir 16 semanas de tratamiento y que en el 6,4 % de los casos esto se traducía en complicaciones graves (infección o descompensación de la enfermedad de base) o muerte del paciente. El efecto adverso más observado ha sido la anemia, que precisó tratamiento con eritropoyetina en casi el 50 % de los pacientes y trasfusión en un 12 %. Esta necesidad de trasfusión o eritropoyetina fue alta debido a la poca frecuencia en disminuir la dosis de ribavirina (16). Además, en este estudio se observó cómo la trombopenia (<100.000/mm3) y los niveles bajos de albúmina (<3,5 g/dl) fueron factores predictivos de complicaciones graves o muerte, por lo que los autores concluyen que se debe desaconsejar la TT en pacientes que presentan estas alteraciones analíticas. H Asociación Española para el Estudio del Hígado ¿TODAVÍA ES ÚTIL EL TRATAMIENTO CON INTERFERÓN PEGILADO MÁS RIBAVIRINA? La TT ha significado un importante avance en el tratamiento del VHC. Telaprevir y boceprevir solo han abierto el camino a futuros tratamientos que prometen cambiar radicalmente el manejo de estos pacientes. En unos años, dispondremos de tratamientos potentes, seguros, fáciles de administrar y durante un tiempo más corto. Sin embargo, este tratamiento aun cuando es coste efectivo, requiere mayores recursos económicos y puede resultar en complicaciones durante el mismo que alteran la calidad de vida. Todo esto, hace que nos cuestionemos si el tratamiento convencional con DT pueda aún jugar un papel en el tratamiento del VHC. A día de hoy, el tratamiento con DT alcanza una tasa de RVS de hasta el 80 % en tres grupos de pacientes: los pacientes infectados con genotipo 2 y 3, los pacientes con genotipo 1 con genotipo de la IL28B CC y aquellos pacientes que logran una RVR (17). En los pacientes naïve genotipo 1 se han identificado factores basales o durante el tratamiento que se asocian a una buena RVS con DT. El mejor factor basal es la IL28B CC, especialmente en pacientes con fibrosis no avanzada. En estos pacientes, la TT puede realizarse con un tratamiento posiblemente más corto, pero con mayores efectos adversos y coste económico. La RVR es el factor predictivo más relevante de RVS en pacientes con G1. En este grupo de pacientes, la RVS puede alcanzar más del 80 %. Por el contrario, la RVS es inferior si no hay RVR, por lo que estos pacientes deberían ser tratados con TT. A la espera de que estén disponibles los nuevos fármacos..., los pacientes a los que podemos ofrecer una buena probabilidad de éxito, que deseen ser tratados y que aceptan los posibles efectos adversos, se les puede ofrecer la posibilidad de tratarse con la DT. En estos pacientes, además, será muy importante una correcta y amplia información acerca de los riesgos y beneficios de cada posibilidad terapéutica. Para estos pacientes y para el especialista que le debe tratar, esta decisión representará un dilema por poco tiempo porque, con la llegada de nuevas pautas de tratamiento, la DT tenderá a ser sustituida por regímenes de tratamiento exclusivamente oral y que no contemplarán el uso del interferón. LOS NUEVOS TRATAMIENTOS Y SU NECESIDAD En los últimos años, un conocimiento más profundo de la fisiopatología de la infección por VHC y su ciclo de replicación ha permitido el desarrollo de nuevos fármacos. Los nuevos tratamientos se pueden dividir en dos grupos principales: 37 • Antivirales de acción directa (AAD) • Terapias que inhiben la capacidad del VHC de utilizar los componentes celulares del huésped para su replicación Los nuevos AAD tienen tres dianas principales: la proteasa NS3/4a, la proteína NS5a y la RNA polimerasa NS5b (18). Los únicos AAD actualmente comercializados, boceprevir y telaprevir, pertenecen a la familia de los inhibidores de la proteasa NS3/4a. Forman parte de este grupo, también, tres fármacos que actualmente están completando los estudios de fase III: Simeprevir, Faldaprevir y Asunaprevir. Entre los inhibidores de la proteína NS5a destaca el Daclatasvir. Este nuevo fármaco ha demostrado ser eficaz en todos los genotipos del VHC, y parece que pueda jugar un papel fundamental en los regímenes de tratamiento que incluyen asociaciones de AAD sin interferon ni ribavirina. El último grupo de los AAD, los inhibidores de la RNA polimerasa NS5b, se divide en dos subgrupos: inhibidores nucleosídicos (NPIs) y no nucleosídicos (NNPIs). Entre el primer subgrupo destacan dos fármacos: Sofosbuvir y Mericitabina. Los NNPIs, como Filibuvir, Setrobuvir y Tegobuvir, entre otros, no han demostrado la misma eficacia que los NPIs. Esto puede ser debido al hecho de que estos fármacos tengan una muy baja barrera genética a formar resistencia. Actualmente, los NNPIs se están utilizando en varios ensayos clínicos con pautas de tratamiento libres de interferon en asociación con otros AAD. Entre los fármacos, que inhiben la capacidad del VHC de utilizar los componentes celulares del huésped para su replicación, el más prometedor es el Alisporivir, que actúa interfiriendo, en la interacción entre la proteína NS5a y la ciclofilina A. Este fármaco ha demostrado ser eficaz en pacientes con infección por genotipo 1, 2 y 3, incluso administrado en tratamientos exclusivamente orales. El Alisporivir ha demostrado también tener una barrera genética muy alta a las resistencias. En este momento, su uso se ve limitado por su perfil de seguridad, habiéndose observado episodios de pancreatitis aguda en los estudios de fase III. Estos son solo los principales fármacos que se están desarrollando actualmente. En un futuro próximo, van a estar disponibles muchos más nuevos agentes terapéuticos para el tratamiento de la VHC. Los pacientes, que más los necesitan, son los pacientes cirróticos o con fibrosis hepática avanzada y los pacientes que no han respondido a tratamientos previos. Para los primeros, los nuevos fármacos y las nuevas pautas de tratamiento tendrán que unir a una buena eficacia terapéutica un buen perfil de seguridad porque, como ya hemos visto antes, el mayor limitante del cumplimiento del tratamiento para estos pacientes son los efectos adversos. Las pautas sin interferón, representan el futuro del tratamiento de la hepatitis ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado por VHC. Eliminar el interferón, permite también eliminar todos sus efectos. Los tratamientos exclusivamente orales, además, prometen ser más tolerados por el paciente, lo que se traduciría en un mayor cumplimiento. Aunque los nuevos fármacos han demostrado ser eficaces, también en monoterapia, la elevada frecuencia de resistencia al tratamiento hace que actualmente sea más seguro administrarlos asociados. Estos datos hacen que podamos ser optimistas sobre el tratamiento futuro de la hepatitis crónica por VHC. Aunque en este momento las informaciones acerca del tratamiento son muy amplias, con el paso del tiempo, con más experiencia y con fármacos aún más seguros y potentes, lo que ahora parece muy complejo será en unos años algo sencillo que permita tomar la decisión de tratar a estos pacientes a cualquier profesional médico, especialista o no. BIBLIOGRAFÍA 1. van der Meer AJ, Wedemeyer H, Feld JJ, Hansen BE, Manns MP, Zeuzem S, et al. Is there sufficient evidence to recommend antiviral therapy in hepatitis C? Journal of hepatology. 2013. Epub 2013/08/27. 2. Veldt BJ, Saracco G, Boyer N, Camma C, Bellobuono A, Hopf U, et al. 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La combinación de varios de estos fármacos con peginterferón y ribavirina (Peg-IFN + RBV), así como la combinación de DAA en ausencia de interferón, han demostrado aumentar significativamente las tasas de respuesta virológica sostenida (RVS). Sin embargo, es importante mencionar que la mayoría de los ensayos clínicos no incluyen poblaciones especiales en las que el tratamiento es más complejo (pacientes cirróticos o pacientes previamente tratados con respuesta nula). Además, todavía no se dispone de datos sólidos en los pacientes que se podrían beneficiar más de este tipo de terapias, como los pacientes en espera de un trasplante de hígado o los receptores de trasplante hepático con reinfección severa por el virus C. alcohol, la esteatosis hepática, la presencia de diabetes mellitus, la edad en el momento de la adquisición del VHC y las coinfecciones por VIH o el VHB. Una vez que la cirrosis está establecida, la incidencia de descompensación clínica se sitúa en alrededor de un 3 % anual y la incidencia de carcinoma hepatocelular oscila entre el 1-5 % por año. Es importante remarcar que el tratamiento antiviral puede prevenir la progresión de la enfermedad; en efecto, la respuesta virológica sostenida (RVS) se ha asociado a una práctica desaparición de la descompensación clínica y a una incidencia significativamente inferior de carcinoma hepatocelular, aunque el riesgo no llega a desaparecer por completo. Existen, incluso, datos que apuntan a una reducción en la mortalidad por cualquier causa en pacientes cirróticos que se someten a la terapia antiviral y alcanzan RVS. En este resumen, se examina la situación actual y terapias futuras en estos grupos de pacientes, haciendo especial hincapié en pacientes con cirrosis compensada y descompensada, así como en receptores de trasplante hepático infectados por el virus de la hepatitis C (VHC). La reciente aprobación de los inhibidores de la proteasa (IP) de primera generación boceprevir y telaprevir, ha supuesto un gran avance en el tratamiento de la hepatitis crónica C. En pacientes infectados por genotipo 1, las tasas de RVS se incrementan en casi un 30 % con la triple terapia (dependiendo de la respuesta a tratamientos previos). Desafortunadamente, las tasas de respuesta aún son significativamente inferiores en pacientes con cirrosis, tanto en individuos naïve como en aquellos tratados previamente. Los datos del ensayo REALIZE mostraron que, únicamente, un 14 % de los individuos tratados con cirrosis y respuesta nula previa obtenían una RVS. TRATAMIENTO DE PACIENTES CON CIRROSIS Se estima que alrededor de unos 130-170 millones de personas en el mundo están infectadas con el VHC. Varios estudios estiman que alrededor del 20 % de los pacientes con infección crónica por el VHC habrán desarrollado una cirrosis 20 años después del diagnóstico o de la adquisición de la infección por lo que, usando los modelos de Markov, la incidencia de la cirrosis y sus complicaciones seguirá en aumento en los próximos años y alcanzará un pico en la década de 2020-2030 (dependiendo de la ubicación geográfica). Además, la progresión de la hepatitis crónica C puede verse potenciada por algunos cofactores, tales como el abuso de A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E Más allá de los resultados de eficacia, los regímenes basados en inhibidores de la proteasa en pacientes cirróticos compensados pueden asociarse a efectos adversos graves, como infecciones, descompensación clínica e incluso la muerte. Estos efectos secundarios no se observaron en los ensayos de registro, ya que en estos estudios se incluyó un porcentaje pequeño de pacientes con cirrosis, muy bien compensados H Asociación Española para el Estudio del Hígado 39 y sin hipertensión portal significativa (de hecho, un recuento bajo de plaquetas fue un criterio de exclusión). Los datos de los estudios que evalúan la seguridad y eficacia de la triple terapia en la vida real, incluyendo pacientes con enfermedad hepática más avanzada, se han presentado recientemente en varios congresos. La serie más grande hasta el momento es la cohorte CUPIC francesa, que incluye cerca de 500 cirróticos compensados infectados por genotipo 1 del VHC, con recaída o respuesta parcial a un tratamiento previo con interferón y ribavirina. La mayoría de los pacientes eran Child-Pugh A y la puntuación media de MELD score de 8; el 35% tenían varices esofágicas y el valor medio de plaquetas 150 000/ mm3. Hasta la fecha, los resultados de RVS son 40 % y 41 % para el tratamiento triple con telaprevir y boceprevir, respectivamente. La respuesta al tratamiento previo (con posterior recaída) y el subtipo del VHC (1b) fueron predictores positivos de respuesta (Figuras 1a-1d). No obstante, la tasa de efectos adversos graves fue del 54 % y 51 % en pacientes tratados con telaprevir y boceprevir, respectivamente. Las infecciones bacterianas fueron una complicación relevante (4-9 %), así como la descompensación hepática (5 %). Es interesante matizar que el tipo de infecciones reportadas en esta cohorte no siguió el patrón habitual esperado en pacientes cirróticos (bacteriemia espontánea, peritonitis o infección urinaria causada por bacterias gram-negativas). Al contrario, se reportaron infecciones de vías respiratorias o sepsis por bacterias gram-positivas (algunas de ellas con consecuencias mortales). Los principales factores predictores de complicaciones graves (infecciones graves, descompensación clínica o muerte) fueron un recuento bajo de plaquetas (menos de 100.000/ mm3) y niveles bajos de albúmina (menos de 35 g/L) al inicio del tratamiento. La combinación de ambas variables permite definir un subgrupo de pacientes con un riesgo superior al 40 % de desarrollar complicaciones graves. En un futuro próximo, es posible que puedan combinarse FIGURA 1 Tasas de respuesta virológica sostenida (RVS12) en pacientes cirróticos de la cohorte francesa CUPIC tratados con telaprevir o boceprevir, de acuerdo a la respuesta a tratamientos previos (1a-1b) y al subtipo de VHC (1c-1d). A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 40 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado varios antivirales directos sin necesidad de la utilización de interferón. Aunque la mayoría de los estudios que evalúan la seguridad y eficacia de estos regímenes no incluyen pacientes con cirrosis, las tasas de RVS reportadas oscilan entre un 80 y un 95 %. Estas combinaciones de fármacos se caracterizan por presentar una baja probabilidad de desarrollo de resistencias, además de poder utilizarse en todos los genotipos, ya que algunos de estos nuevos fármacos tienen actividad pan-genotípica. Es también posible que puedan administrarse por periodos de tiempo más cortos. No obstante, hay que tener en cuenta que los resultados que se obtengan, con estas combinaciones en pacientes con cirrosis, pueden no ser tan brillantes. Un claro ejemplo es el estudio FISSION, donde pacientes naïve previamente infectados con el genotipo 2 o 3, fueron aleatorizados a recibir Peg-IFN + RBV durante 24 semanas o Sofosbuvir + RBV durante 12 semanas. Las tasas de RVS fueron significativamente inferiores en los pacientes cirróticos (en ambos grupos de tratamiento) y solo el 47 % de los pacientes con cirrosis tratados con el régimen libre de IFN (Sofosbuvir + RBV) alcanzaron RVS (en comparación con el 67 % de los pacientes no cirróticos). En general, es evidente que en los próximos años vamos a ser capaces de tratar a la mayoría de nuestros pacientes cirróticos con medicamentos más seguros y potentes que los utilizados en la actualidad. Sin embargo, aún habrá que esperar a los resultados de estudios bien diseñados que incluyan un número suficiente de cirróticos. PACIENTES CON CIRROSIS EN LISTA DE ESPERA DE TRANSPLANTE HEPÁTICO Los pacientes con cirrosis avanzada y, en particular, los que están en espera de un trasplante hepático (TH) son una de las poblaciones más difíciles de tratar. El objetivo del tratamiento antiviral, es lograr una RVS o un ARN-VHC indetectable en el momento del trasplante para evitar la infección del injerto. Algunos estudios han demostrado que el tratamiento con Peg-IFN + RBV puede prevenir la infección del injerto en los pacientes que logran eliminar el virus (RNA-VHC no detectable) antes del transplante. Los pacientes infectados por genotipos 2 o 3 y aquellos en los que la duración del tratamiento es > 16 semanas parecen ser los que tienen una más alta probabilidad de alcanzar una respuesta virológica post-TH. Forns et al y Carrión et al trataron a 81 pacientes en lista de espera con IFN / Peg-IFN + RBV. La terapia antiviral se inició unos meses antes de transplante y continuó durante una mediana de ~12 semanas: solo un 20 % de pacientes lograron una respuesta mantenida tras el transplante. 41 La infección por genotipo 2 o 3 fue el factor predictivo de respuesta más potente. Otro reciente estudio, multicéntrico y controlado, evaluó la eficacia y seguridad de Peg-IFN alfa-2b + RBV para la prevención de la recidiva del VHC en pacientes en lista de espera. Los pacientes con los genotipos 1/4/6 del VHC (n = 44/2/1) fueron aleatorizados 2:1 a tratamiento (n = 31) o no tratamiento (n = 16); todos los individuos infectados con genotipo 2/3 (n = 32) fueron asignados a tratamiento. Globalmente, el 25 % de los pacientes tratados alcanzó RVS (mantenida 12 semanas tras el TH). La única variable, claramente relacionada con el aclaramiento viral permanente, fue la duración de la terapia (> 16 semanas). El tratamiento en estos pacientes tiene varias limitaciones. En primer lugar, una proporción significativa de los individuos en lista de espera tiene contraindicaciones absolutas para someterse a la terapia basada en interferón (insuficiencia hepática avanzada, citopenias, insuficiencia renal). En segundo lugar, no es raro que los pacientes en espera de transplante ya hayan sido sometidos a uno o más tratamientos previos con Peg-IFN + RBV. En caso de respuesta nula o respuesta parcial previa, es obvio que, a menos que el régimen terapéutico incluya telaprevir o boceprevir, no está indicado el tratamiento. Por último, la seguridad es un problema cuando se trata a pacientes con enfermedad hepática avanzada: los pacientes tratados con interferón en lista de espera de TH presentan una incidencia significativamente mayor de infecciones bacterianas (principalmente bacteriemia espontánea o peritonitis bacteriana espontánea) en comparación con pacientes no tratados. Aunque estas infecciones ocurren, casi exclusivamente, en pacientes Child B y C, algunas de ellas pueden tener un desenlace fatal. En resumen, el tratamiento con Peg-IFN + RBV se debe indicar, principalmente, en pacientes cirróticos compensados (Child A) en espera de TH, es decir, en su mayoría pacientes con indicación de transplante por carcinoma hepatocelular. El tratamiento en los pacientes con enfermedad más avanzada debe restringirse a aquellos individuos con una puntuación MELD por debajo de 18 (Child-Pugh B 7 puntos) que tengan altas probabilidades de lograr una respuesta virológica: genotipo 2/3; genotipo 1 con polimorfismo de IL28B favorable o pacientes recaedores previos. Hasta la fecha, los datos sobre la terapia triple en pacientes infectados por el VHC en espera de transplante hepático son limitados. En ellos, se observa un incremento en la eficacia (proporción de pacientes que negativizan el ARN-VHC), pero también un incremento de la tasa de efectos adversos. Por este motivo, la aplicabilidad del tratamiento triple en este contexto es limitada. Por otro lado, parece probable que en un futuro, el uso de ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado regímenes de combinaciones de fármacos antivirales directos será capaz de prevenir la recurrencia de la hepatitis C, en la mayoría de los pacientes en espera de transplante. De hecho, existen ya algunos datos de ensayos en fase muy inicial, como por ejemplo, la combinación de sofosbuvir (un inhibidor análogo nucleótido de la polimerasa NS5B) y ribavirina. TRATAMIENTO DE LA RECURRENCIA DE LA HEPATITIS C POST-TRANSPLANTE Interferón pegilado y ribavirina Aproximadamente, un tercio de los pacientes con recurrencia de la hepatitis C post-transplante progresará a cirrosis hepática en 5 años. La fibrosis acelerada, consecuencia de la recurrencia de la hepatitis C, afecta a la supervivencia del injerto y del receptor, que se ve reducida, significativamente, cuando se compara con receptores de transplante de hígado sin infección por el VHC. La pauta más habitual para tratar la hepatitis C, después de transplante, es indicar el tratamiento una vez que el daño histológico se confirma en el injerto (fibrosis significativa, F ≥ 2). Las tasas globales de RVS con la terapia combinada son relativamente bajas, oscilan entre el 30 y el 40 %, según las diferentes series. Estos resultados modestos se explican principalmente, por las altas tasas de abandono del tratamiento (20-38 %), necesidad de reducción de la dosis (66-73 %) , mala tolerancia o desarrollo de efectos adversos. Los receptores de trasplante hepático son particularmente propensos a la toxicidad hematológica (principalmente anemia) y, por tanto, las reducciones en la dosis de RBV y el uso de la EPO son muy frecuentes (75-80 %). El riesgo de rechazo, no obstante, es pequeño; diferentes series han reportado una tasa de rechazo del ~ 5 % durante el tratamiento antiviral. A pesar de estos resultados, el impacto positivo de la RVS, en la supervivencia de pacientes con recurrencia de la hepatitis C, es evidente. En efecto, los pacientes que alcanzan RVS después del TH tienen una mejor supervivencia en comparación con individuos no respondedores, y ello es debido, fundamentalmente, a una regresión de la fibrosis que se acompaña de una reducción de la hipertensión portal y descenso de las complicaciones derivadas de la misma. Triple terapia Existen solo datos preliminares, en lo que respecta a la triple terapia con inhibidores de la proteasa (IP), en el marco del post-transplante. Hasta la fecha, se han reportado los resultados de dos amplias series de pacientes. Coilly et al mostraron los datos de fin de tratamiento de una cohorte multicéntrica A En cuanto a los datos de la cohorte multicéntrica americana (Verna et al), se incluyeron 112 pacientes que fueron tratados principalmente con un régimen basado en telaprevir (90 %). El tratamiento con el IP fue precedido por una fase de leadin (Peg-IFN + RBV), que en la mayoría de los casos superó las 4 semanas. El 55 % de los pacientes estaban infectados con G1a y la mitad de los pacientes (48 %) eran no respondedores a un curso previo de Peg-IFN + RBV tras el transplante. Hasta el 84 % de los pacientes tenía fibrosis significativa (F ≥ 2) en la biopsia hepática antes del tratamiento, y la cohorte incluía un 10 % de pacientes cirróticos y un 11% de hepatitis colestásica fibrosante. El tratamiento inmunosupresor estaba basado en ciclosporina (en el 65 % de los pacientes). En la semana 12 de tratamiento, 78/ 93 (84 %) presentaron respuesta virológica (ARN-VHC indetectable); 58/ 86 (67 %) tenían viremia indetectable al final de la terapia y 28/ 43 (65 %) mantuvieron ARN-VHC negativo 4 semanas después de la interrupción del tratamiento. Al igual que en la cohorte anterior, la tasa de eventos adversos fue alta, y hasta el 21 % de los pacientes requirieron hospitalización. La reducción de dosis de ribavirina y la utilización de EPO fueron muy frecuentes (alrededor del 80 %), y la mitad de los pacientes requirió transfusión sanguínea durante el tratamiento. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 42 E E francesa, que incluyó 98 receptores de trasplante hepático infectados con genotipo 1 y tratados con triple terapia durante 48 semanas. La mayoría de los pacientes tenían fibrosis avanzada o cirrosis, y algunos de ellos hepatitis colestásica fibrosante. Un 42 % de los pacientes (n = 41) recibió tratamiento triple con boceprevir, mientras que el 58 % restante fue tratado con telaprevir (n = 57). Aproximadamente, la mitad de los pacientes recibían inmunosupresión con ciclosporina y la otra mitad con tacrolimus. Hasta un tercio de los pacientes estaban infectados por el genotipo 1a y un 30 % de la cohorte eran no respondedores previos a terapia estándar (Peg-IFN + ribavirina) post-transplante. A las 12 semanas de tratamiento, un 83 % de los pacientes que recibieron boceprevir y un 61 % de los pacientes tratados con telaprevir presentaban respuesta virológica (ARN-VHC indetectable). Dichos resultados son sensiblemente superiores a los datos históricos obtenidos en esta población con biterapia. La respuesta virológica al finalizar el tratamiento (semana 48) solo estaba disponible en un pequeño número de individuos: 14 de los 17 pacientes (82%) tratados con boceprevir y 6 de 16 (38%) de los tratados con telaprevir. Una de las principales limitaciones del estudio fue la alta tasa de abandono del tratamiento (51% en el grupo de telaprevir, 34% en el grupo de boceprevir), debido principalmente a acontecimientos adversos graves (42%). Algunas de estas reacciones adversas graves tuvieron consecuencias fatales (exitus, n = 6), en su mayoría por sepsis (n = 5). H Asociación Española para el Estudio del Hígado Otro de los aspectos, que más complica el tratamiento en pacientes receptores de transplante de hígado, son las interacciones medicamentosas. Es bien sabido que el sistema de metabolización del citocromo CYP3A4 es el más abundante en el hígado y que está implicado en el metabolismo de la mayoría de los fármacos. La primera generación de inhibidores de la proteasa (telaprevir, boceprevir) no son tan solo sustratos de este sistema, sino que también inhiben de forma sustancial su funcionamiento, por lo que las interacciones con ciclosporina (CsA) y tacrolimus (TAC) son muy relevantes. Teniendo en cuenta el rango terapéutico estrecho de los inmunosupresores, los ajustes de dosis son cruciales y requieren de un seguimiento muy cercano de los pacientes, tanto al inicio como al final de la introducción de telaprevir o boceprevir. En un estudio reciente realizado en voluntarios sanos, se demostró que boceprevir aumentaba el área bajo la curva de la CsA y TAC 2,7 y 17 veces, respectivamente. En un estudio similar, la administración concomitante de telaprevir con CsA y TAC aumentó la exposición de estos últimos en aproximadamente 4,6 y 70 veces, respec- tivamente. Estos datos, junto con la experiencia acumulada por varios grupos, han permitido generar recomendaciones clínicas de utilidad cuando se indica la terapia triple en pacientes trasplantados con el VHC (Fig. 2) Tratamiento con antivirales directos tras el transplante hepático Hasta la fecha, únicamente existen datos de casos aislados que evalúan la utilización de los regímenes sin interferón en receptores de transplante hepático. Fontana et al demostraron, por primera vez, el éxito del tratamiento combinado con daclatasvir (un potente inhibidor de NS5A) y sofosbuvir (un inhibidor análogo nucleótido de la polimerasa NS5B) durante 24 semanas en un receptor de transplante hepático con una recurrencia grave de la hepatitis C. Además de lograr una RVS, el paciente presentó una mejoría espectacular de la función hepática. Afortunadamente, existen actualmente varios ensayos clínicos multicéntricos que evalúan la combinación de antivi- FIGURA 2 Interacciones entre los inhibidores de proteasa (IPs), boceprevir y telaprevir, en pacientes que reciben tratamiento inmunosupresor (CsA: ciclosporina; TAC: tacrolimus). Ajustes recomendados de dosis de CsA y TAC durante la triple terapia. 43 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado rales directos en pacientes transplantados. Es muy probable que, en pocos años, también en estos pacientes el tratamiento actual (basado en interferón) sea reemplazado por regímenes que combinen 2 o más antivirales directos. Al igual que ocurrió con la hepatitis B, la recurrencia de la hepatitis C podrá ser prevenida en una gran mayoría de casos antes del transplante o tratada de forma eficaz en el post-transplante, y se convertirá en una indicación de transplante con excelente supervivencia a largo plazo. PACIENTES CON INSUFICIENCIA RENAL CRÓNICA Y HEMODIÁLISIS La hemodiálisis es una clásica ruta de transmisión para la infección por el VHC. Las variables que se asocian a una mayor prevalencia de la infección por el VHC, en este contexto, son la necesidad de diálisis de larga evolución o el antecedente de un gran número de transfusiones de sangre (especialmente, previas a la década de los 90). La prevalencia actual de la infección por VHC en este colectivo oscila entre un 3-25 %, según las distintas series. La historia natural de la infección por el VHC en pacientes con insuficiencia renal crónica (IRC) no se conoce con exactitud, pero se sabe que la supervivencia a 5 años de estos pacientes es más baja que la de la población general. El papel de la infección por VHC en el descenso en la supervivencia es difícil de valorar, ya que los pacientes con IRC generalmente son de edad avanzada y tienen comorbilidades que impactan de forma negativa la supervivencia. Sin embargo, algunos estudios longitudinales han demostrado que la presencia de infección por VHC es un factor predictivo independiente de mortalidad en pacientes en hemodiálisis. En trasplantados renales, la progresión de la hepatitis C puede verse acelerada por el tratamiento inmunosupresor. Además, la infección por el virus C se ha asociado con la aparición de algunas complicaciones postrasplante, como el desarrollo de glomerulopatía, diabetes mellitus de novo, rechazo humoral y nefropatía crónica del injerto. En teoría, todos los pacientes con IRC e infección por VHC son candidatos a recibir tratamiento antiviral. La decisión de tratar la infección dependerá de la evaluación individual, de los riesgos y beneficios del tratamiento, la esperanza de vida, las comorbilidades y si es candidato o no a un trasplante renal. En pacientes candidatos a trasplante renal, el beneficio del tratamiento antiviral es mayor aún, ya que retrasa la progresión de la enfermedad hepática y evita la aparición de complicaciones extrahepáticas de la infección por VHC. Además, algunos estudios han evidenciado un aumento en el riesgo de inducir rechazo cuando el tratamiento antiviral se administra después del trasplante renal. A Existen algunos estudios que han evaluado la eficacia y seguridad de la combinación de interferón pegilado y ribavirina (biterapia) en pacientes en diálisis. Sin embargo, los estudios son escasos y el número de pacientes tratados es limitado. En promedio, la tasa de RVS con biterapia es de un 56 % y se asocia con una probabilidad de suspender el tratamiento, por efectos adversos, de un 25 %. Recientemente, se ha publicado un estudio prospectivo comparando la eficacia de tratamiento doble (interferón pegilado α-2b en dosis de 1 µg/kg/sem más ribavirina 200 mg 3 veces/sem) con la del interferón pegilado en monoterapia en pacientes naïve. La tasa de RVS fue significativamente más alta en pacientes que recibieron tratamiento doble, tanto en el análisis por intención de tratamiento (ITT) como en el análisis por protocolo (PP) (ITT 62 % vs. 27 %; p=0,01 y PP 73 % vs. 35 %; p=0,01). La experiencia con triple terapia en este grupo de pacientes es muy limitada. Teóricamente, no es esperable que los inhibidores de la proteasa vayan a necesitar ajustes de dosis, dado que su metabolismo y excreción no es renal. Basu et al presentaron recientemente los resultados de un primer estudio piloto, realizado en 36 pacientes infectados por el VHC en hemodiálisis, que recibieron triple terapia con telaprevir (n = 24) durante un periodo variable de 12 a 36 semanas, en comparación con un grupo de pacientes que recibieron tratamiento estándar (Peg-IFN + RBV) durante 48 semanas (n = 12). Es importante destacar que la cohorte incluyó pacientes complejos: un 72 % tenían enfermedad hepática avanzada (≥ F2), un 42 % eran G1a y hasta el 64 % de ellos eran de raza negra. A pesar del pequeño tamaño de la muestra, el estudio mostró tasas de RVS superiores (rango 50-63 %) en el grupo de terapia triple, en comparación con IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 44 E E El esquema de tratamiento en pacientes en hemodiálisis es controvertido. Las guías de la Sociedad Europea para el Estudio del Hígado (EASL), de 2011, recomiendan que los pacientes en diálisis reciban tratamiento con interferón pegilado en monoterapia, ya que la ribavirina es un fármaco de eliminación renal y, por lo tanto, su administración comporta un riesgo elevado de anemia hemolítica. Con este esquema de tratamiento, se obtienen tasas de respuesta virológica sostenida (RVS) de, aproximadamente, un 30 %. Sin embargo, el tratamiento con interferón en pacientes en diálisis se asocia con una mayor tasa de efectos adversos e interrupciones de tratamiento (19 % vs un 5-9 % en pacientes sin IRC). Por otro lado, el perfil de efectos adversos en pacientes en diálisis tratados con interferón es diferente. Además de los síntomas pseudo-gripales, estos pacientes presentan con mayor frecuencia síntomas neurológicos y cardiovasculares. Ello se debe, probablemente, a que la cinética del interferón es diferente, los pacientes son mayores y tienen más comorbilidades. H Asociación Española para el Estudio del Hígado el 25 % de RVS obtenida en los pacientes que recibieron tratamiento convencional. No hay experiencia en el uso de combinaciones de fármacos antivirales sin interferón en esta población, pero es probable que una vez que se disponga de datos contundentes de farmacocinética, puedan diseñarse estudios piloto para este grupo de pacientes. BIBLIOGRAFÍA 1. Fattovich G, Giustina G, Degos F, Tremolada F, Diodati G, Almasio P, Nevens F, et al. Morbidity and mortality in compensated cirrhosis type C: a retrospective follow-up study of 384 patients. Gastroenterology 1997;112:463-472. 2. Cardoso AC, Moucari R, Figueiredo-Mendes C, Ripault MP, Giuily N, Castelnau C, Boyer N, et al. Impact of peginterferon and ribavirin therapy on hepatocellular carcinoma: Incidence and survival in hepatitis C patients with advanced fibrosis. J Hepatol 2010;52:652-657. 3. Bruno S, Crosignani A, Facciotto C, Rossi S, Roffi L, Redaelli A, de Franchis R, et al. 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H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Futuros tratamientos para la Hepatitis C María Buti Hospital Valle Hebron and CIBERehd del Institut Carlos III, Barcelona Email. [email protected] El tratamiento de la hepatitis crónica C está cambiando, rápidamente, debido a los avances terapéuticos que se están produciendo en los últimos años. Hasta hace 2 años, el tratamiento estándar se basaba en la combinación de interferón pegilado (Peg-IFN) y ribavirina (RBV). Este era el tratamiento indicado para todos los pacientes con hepatitis crónica C, independientemente del genotipo viral. Entonces, el genotipo del VHC se utilizaba para decidir la duración de la terapia y la dosis de ribavirina (1-2). La aprobación de los inhibidores de la proteasas, boceprevir y telaprevir, asociados a interferón pegilado y ribavirina, ha cambiado radicalmente el tratamiento de los pacientes infectados por genotipo 1. Con estos tratamientos se han aumentado las tasas de respuesta virológica sostenida (RVS), lo que equivale a la curación de la infección hasta el 70 % (3-8). Además, se ha reducido la duración del tratamiento a 24 semanas en los pacientes con respuesta virológica rápida, pero se han incrementado los efectos adversos asociados al tratamiento (4-8). De forma global, el número de pacientes candidatos a tratamiento no se ha modificado y continúa marcado por la presencia de interferón y ribavirina. El estudio en profundidad, de la estructura del VHC y su ciclo replicativo, ha permitido el desarrollo de numerosos agentes antivirales directos que se están evaluando en ensayos clínicos. El VHC es un virus RNA que pertenece a la familia de los Flaviviridae. El genoma viral codifica una poliproteína que contiene 3 regiones estructurales y 7 no estructurales. Hace más de 10 años se estableció un sistema de replicón subgenómico, que permite la replicación parcial del genoma en células de líneas de hepatoma humano (9). Este sistema ha posibilitado el desarrollo de nuevas moléculas in vitro que son capaces de inhibir proteínas virales y que se han denominado Agentes Antivirales Directos (AAD) (10). De estas moléculas, los inhibidores de la proteasa viral A El desarrollo de estos nuevos productos se han hecho en dos tipos diferentes de regímenes terapéuticos: 1) tratamiento con uno o dos antivirales directos más interferón pegilado y Ribavirina, 2) tratamiento con antivirales directos sin interferón. En este trabajo se revisan los distintos tratamientos siguiendo estas dos estrategias terapéuticas. TRATAMIENTOS CON AAD Y PEGINTERFERÓN/RIBAVIRINA Los regímenes que contienen un AAD combinado con PegIFN y RBV consiguen una RVS significativamente más elevada que los tratamientos con Peg-IFN/RBV. Estos agentes pueden ser un inhibidor de las proteasas, un nucleótido inhibidor de la polimerasa o un inhibidor de NS5A. De los inhibidores de NS3/4A proteasas, Simeprevir (TMC435) ha terminado los estudios en fase III. En pacientes naïve infectados por genotipo 1 se han realizado dos estudios, Quest 1 en EEUU y el Quest 2 en Europa (11-12). La diferencia principal, entre los dos estudios, ha sido que en Quest 2 podían utilizarse los dos tipos de interferón pegilado alfa 2 a y alfa 2b. En ambos estudios, simeprevir/PegIFN y RVB fue superior al PegINF y RBV, con unas tasas de RVS a la semana 12 (RVS 12) del 81 % vs 50 % con PegIFN y RBV. En la mayoría de los pacientes, 91 % en los regímenes que incluían simeprevir, el RNA-VHC fue negativo a la semana 4 y 12 de tratamiento, y fueron elegibles para recibir un tratamiento más corto de 24 semanas. El RNA-VHC fue negativo a la semana 4 en el 79 % de los pacientes tratados IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E NS3/4A, de la polimerasa NS5B, y de la proteína NS5A son los que están en una fase más avanzada de desarrollo. En la tabla 1, se muestran los distintos antivirales en desarrollo en fase III. H Asociación Española para el Estudio del Hígado 47 TABLA 1 Fármacos en desarrollo en fase III para el tratamiento de la hepatitis crónica C Clase Fármaco Dosis Actividad frente Genotipo Análogo de Nucleótidos Inhibidor de polimerasa NS5B Sofosbuvir (GS-7977) Día Pangenotípico Inhibidor Proteasa NS3A Faldaprevir (BI 201335) Día Genotipo 1, 4, 5, 6 Inhibidor Proteasa NS3A Simeprevir (TMC435) Día Genotipo 1, 2, 4, 5, 6 con Simeprevir y el 13 % de los que recibieron placebo. La presencia de efectos adversos fue similar entre los pacientes tratados con Simeprevir, PegIFN y RBV; y los tratados con PegIFN y RBV. Los efectos adversos más comunes fueron cansancio, fiebre, síndrome gripal y cefalea. La presencia de rash y fotosensibilidad fue discretamente superior con simeprevir que con placebo (24 vs 11 % and 43 vs 0·7 %). No se observaron diferencias en la presencia de anemia entre los dos grupos. En resumen, en los pacientes naïve infectados por genotipo 1, simeprevir asociado a PegIFN y RBV produce RVS a la semana 12, elevada con una seguridad y tolerancia similar al placebo, con la ventaja adicional de ser un comprimido diario (tabla 2). Existen dos estudios en pacientes previamente tratados. En el estudio Aspire, -un estudio de fase II con Simeprevir, PegIFN y RBV- se observa que el 85 % de los pacientes recaedores responden al retratamiento con tratamiento triple con simeprevir, PegIFN y RBV, el 75 % de los respondedores parciales y el 51 % de los respondedores nulos (13). En la actualidad, existe un estudio en fase III que incluye pacientes recaedores. TABLA 2 Inhibidores de Proteasas de Segunda Generación con combinación con pegIFN y Ribavirina en Genotipo 1 RVR RVS en RVR Simeprevir Pacientes Naïve Estudio Quest 1 85 % 91 % Simeprevir Pacientes Naïve Estudio Quest 2 91 % 86 % Faldaprevir Pacientes Naïve Startverso 1 87-89 % A Sofosbuvir (GS-7977) es un nucleótido inhibidor de la NS5B polimerasa, que se caracteriza por tener una buena potencia antiviral y una elevada barrera genética. Ha sido estudiado en genotipo 1, en combinación con Peg-IFN/RBV. En el estudio ATOMIC, pacientes naïve infectados con ge- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 48 E E 86-89 % Faldaprevir es un inhibidor de proteasas que se administra una vez al día. Es eficaz para genotipo 1. El estudio en fase III, de pacientes naïve infectados por genotipo 1, se denomina STARTVerso1 y analiza la eficacia del Faldaprevir , Peg-IFN y RBV (14). En el estudio se incluyeron 656 pacientes (Faldaprevir, en tratamiento triple, se administró en dos dosis diferentes, 120 mg o 240 mg, una vez al día durante 12 o 24 semanas, dependiendo de la negativización del RNA-VHC en la semana 4 y 8). Los pacientes completaron el tratamiento con PEG-IFN y RBV hasta la semana 24 o 48. Un 6 % de los pacientes incluidos tenían cirrosis hepática. El RNA-VHC fue indetectable en el 87-89 % de los pacientes tratados con simeprevir en la semana 4 y 8. De ellos, el 86-89 % alcanzaron RVS en la semana 12. Estos pacientes realizaron en total 24 semanas de tratamiento, y la RVS-12 fue del 86-89 %, dependiendo de la dosis de Faldaprevir (tabla 2). Cabe destacar, que los pacientes infectados por el subtipo 1b consiguieron mejores respuestas (RVS, 84 %) que los pacientes con subtipo 1a (RVS, 69 %). La menor respuesta en pacientes 1a fue debido a la presencia de mutaciones del VHC asociadas a menor respuesta entre ellas Q80K. Este es un dato común a la mayoría de los inhibidores de proteasas. Asimismo, el grado de fibrosis fue importante, ya que la RVS fue más elevada en pacientes con F0-F2, del 81 % frente al 56 % en pacientes con cirrosis. El tratamiento fue bien tolerado, aunque se asocia a efectos adversos gastrointestinales, incremento en la bilirrubina que fueron dosis dependiente y rash. SILEN-C2 es el estudio en pacientes respondedores parciales y respondedores nulos (15). Las RVS observadas fueron entre el 27 % y 41 % en los grupos con Faldaprevir. Los estudios en fase III están en realización, y para estos estudios se ha elegido la dosis de 120 mg de Faldaprevir. H Asociación Española para el Estudio del Hígado notipo 1, 4 y 6 recibieron tratamiento con Sofosbuvir (400 mg diarios), en combinación con Peg-IFN y RBV durante 12 o 24 semanas. Las tasas de RVS fueron superiores al 90 % (16). El estudio de registro, para Sofusbuvir en genotipo 1, es el estudio NEUTRINO (17). En él, fueron incluidos 327 pacientes en un brazo único que recibió Sofosbuvir (400mg al día) con Peg-IFN y RBV durante 12 semanas. El 17 % de los pacientes tenían cirrosis, y se incluyeron, además, un bajo porcentaje de pacientes infectados por genotipo 4 (9 %), genotipo 5 (<1 %) y genotipo 6 (<2 %). Los resultados se han comparado con un grupo histórico. Todos los pacientes alcanzaron respuesta al final del tratamiento y la RVS-12 fue del 90 %. En relación al genotipo viral, la RVS12 se observó en el 89 % de los pacientes genotipo 1, 96 % del genotipo 4 y 100 % de los genotipos 5 y 6. En relación a la presencia o ausencia de cirrosis, la RVS 12 fue del 80 y 92 %, respectivamente. La tolerancia al tratamiento fue similar a la observada con PegIFN y RBV, y no se observaron nuevos efectos adversos específicos del Sofosbuvir. Tampoco se observaron resistencias a sofubuvir. Esta combinación está pendiente del registro por las agencias reguladoras. Por lo tanto, existen tres fármacos en fase tres: Simeprevir, Faldaprevir y Sofosbuvir que, asociados a Peginterferón y Ribavirina, permiten que los pacientes con hepatitis crónica C puedan recibir tratamientos más cortos y con menos efectos adversos. TRATAMIENTOS LIBRES DE INTERFERÓN Los tratamiento libres de interferón son el futuro más prometedor del tratamiento de la hepatitis C. Eliminar el interferón del tratamiento; supone evitar todos los efectos adversos relacionados con este fármaco y todas sus contraindicaciones; lo que permite, claramente, aumentar el nú- mero de pacientes tratados y tratar aquellos pacientes que están en fases más avanzadas de la enfermedad, cirrosis hepática y cirrosis descompensada. Situaciones, en las que el tratamiento es más necesario y en los que el interferón está contraindicado, y ofrece una respuesta muy baja con múltiples efectos adversos. Las combinaciones libres de interferón, más avanzadas para el registro, son la asociación de Sofosbuvir y Ribavirina (tabla 3), y la combinación de los siguientes fármacos: ABT-450 (potenciado con una dosis baja de Ritonavir), ABT-333 y RBV. La era de los tratamientos libres de interferón empezó con los antivirales orales. El primer estudio en pacientes infectados con genotipo 1, el INFORM-1, combinó un inhibidor de las proteasas, danoprevir con mericitabina, un nucleótido inhibidor de las polimerasas, y mostró que esta combinación producía una marcada supresión de la replicación viral durante las dos semanas de tratamiento (18). Sin embargo, el concepto de que la hepatitis C podría ser curada, solo con tratamiento antiviral oral, fue demostrado por primera vez en un estudio realizado por Lok y cols. combinando Daclastasvir, (un inhibidor de NS5A), con Asunaprevir (un inhibidor de de la proteasa NS3), en 11 pacientes infectados por genotipo 1, no respondedores a Peg-IFN/RBV (19). En este estudio de fase 2, con un número pequeño de pacientes, 4 pacientes tratados con la combinación de estos dos fármacos, durante 24 semanas, alcanzaron RVS sin IFN: Dos, de los 9 infectados por genotipo 1a; y 2, de los 2 con genotipo 1b. Chayama y cols validaron estos resultados en Japón en 9 pacientes infectados por genotipo 1b, respondedores nulos al interferón. Estos pacientes fueron retratados con Daclatasvir y asunaprevir consiguiendo una RVS del 100 % (20). En los resultados finales del estudio IN- TABLA 3 Estudios con Sofosbuvir en pacientes con Hepatitis Crónica C Estudio Pacientes n Régimen Duración Semanas NEUTRINO Genotipo 1 Naïve Genotipo 4 Naïve Genotipo 5/6 Naïve 292 28 7 SOF + P/R SOF + P/R SOF + P/R 12 12 12 89 96 100 FISSION Genotipo 2 Naïve Genotipo 3 Naïve 70 183 SOF + RBV SOF + RBV 12 12 97 56 FUSION Previamente tratados G2 Previamente tratados G3 Previamente tratados G2 Previamente tratados G3 36 64 32 63 SOF + RBV SOF + RBV SOF + RBV SOF + RBV 12 12 16 16 86 30 94 62 POSITRÓN IFN Contraindicado G2 IFN Contraindicado G3 109 98 SOF + RBV SOF+RBV 12 12 93 61 49 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas RVS12, % A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado FORM, que evaluó la combinación de danoprevir, mericitabina y RBV durante 24 semanas, también se observó una marcada diferencia en la respuesta entre el genotipo 1a y 1b. La RVS fue del 71 % en el genotipo 1b y solo del 26 % en el genotipo 1a (21). Los estudios con Sofosbuvir también han mostrado la posibilidad de curación con solo antivirales orales. En el estudio ELECTRON, 40 pacientes infectados por genotipo 2 y 3 fueron tratados con Sofosbuvir (400 mg día) y Ribavirina durante 12 semanas en un brazo, y en otros brazos con duraciones variables de pegINF. Todos los pacientes consiguieron RVS. Además, había un brazo terapéutico de 10 pacientes solo con Sofusbuvir. Todos los pacientes respondieron al final del tratamiento, pero 4 recayeron, lo que se tradujo en una RVS del 60 %. En otros dos brazos se evaluó la eficacia del Sofosbuvir y Ribavirina en pacientes infectados por genotipo 1; 21 de los 25 (84 %) naïve alcanzaron RVS, mientras que solo 1 de los 10 (10 %) respondedores nulos (22). Una de las ventajas del Sofosbuvir es que se trata de un fármaco pangenotípico. En pacientes con genotipo 2 y 3, el estudio FISSIÓN comparó la eficacia de Sofosbuvir (400 mg al día) con RBV durante 12 semanas, con el tratamiento estándar Peg-IFN y RBV durante 24 semanas (23). Las tasas de RVS fueron del 67 % para ambos tratamientos, con la ventaja que el tratamiento con Sofosbuvir es oral y solo se administra durante 12 semanas. Los pacientes infectados por genotipo 2 conseguían respuestas de alrededor del 90 %, independientemente de la presencia o ausencia de cirrosis. Sin embargo, en los pacientes con genotipo 3 las respuestas eran más bajas, del 61 % en los pacientes sin cirrosis y del 34 % en los pacientes con cirrosis, y fueron similares a las observadas con PegIFN y RBV (23). Existe un estudio en pacientes genotipo 2 y 3, previamente tratados, que se denomina FUSIÓN, e incluye mayoritariamente recaedores y evalúa dos duraciones diferentes de Sofosbuvir y RBV, 12 semanas frente a 16 semanas (24). De forma global, la RVS fue más elevada en el grupo tratado durante 16 semanas (73 % vs 50 %). Además, en los pacientes genotipo 3 con cirrosis, la prolongación del tratamiento a 16 semanas se asoció a una tasa más elevada de RVS (61 %) (24). En la actualidad, se están ensayando duraciones más prolongadas de tratamiento -de 24 semanas- con el objetivo de incrementar las tasas de RVS. Finalmente, existe un estudio en pacientes infectados por genotipo 2 y 3, con intolerancia o inelegibles al tratamiento con interferón, que se denomina POSITRÓN (24). En este estudio se incluyeron 278 pacientes, 44 con cirrosis hepática. La tasa de RVS fue del 78 % y, nuevamente, se observaron mejores respuestas en genotipo 2 y las peores respuestas (21 %) en genotipo 3 con cirrosis. En todas las combinaciones orales, la seguridad del Sofosbuvir fue excelente y no se observaron interacciones con otros fármacos. A Otra combinación oral, que se ha ensayado en genotipo 1, es la combinación de Faldaprevir y un inhibidor no nucleósido de NS5B (BI 207127), con o sin RBV (25). Las tasas de RVS 12 -en los pacientes tratados con los 3 fármacos durante 28 semanas- fueron del 69 %, más elevada que cuando se administraron los dos antivirales sin RBV, que fue del 39 %. Las respuestas virológicas fueron más elevadas en pacientes 1b que en 1a (85 % vs 43 %). El estudio también mostró que los pacientes genotipo 1a con IL28b CC conseguían mejores respuestas que los pacientes CT o TT. En la actualidad, se están realizando los estudios en fase III. Otra pauta, que se ha ensayado en pacientes naïve genotipo 1, es la combinación de un inhibidor de proteasa NS3, ABT450, potenciado con una dosis baja de Ritonavir, asociado a ABT-333, un inhibidor no nucleósido de la polimerasa NS5B y RBV (26). Las tasas de RVS que se han observado son elevadas, del 93 %–95 %, mientras que la misma combinación en pacientes previamente tratados ofrece resultados más bajos del 47 %. En los estudios iniciales no se ha incluido pacientes con cirrosis. La tolerancia a la combinación de los 3 fármacos es muy buena, sin efectos adversos nuevos. En el estudio AVIATOR, se combinan 3 antivirales directos sin interferón (ABT-450r, un inhibidor de proteasa NS3/4A con Ritonavir; ABT-267, un inhibidor de NS5A; ABT-333, un inhibidor de polimerasa NS5B con RBV) durante 12 semanas, en pacientes genotipo 1 naïve y respondedores nulos al IFN (27). La combinación de los 4 fármacos ofrece tasas de RVS-12 del 98 %, siendo del 100 % en genotipo 1b y del 96 % en genotipo 1a. En los pacientes tratados con 3 fármacos, ABT 420/r y dos de los 3 anteriores, las tasas de RVS fueron del 85 % al 90 %, así como en un grupo de pacientes que recibió tratamiento solo durante 8 semanas. En los pacientes respondedores nulos, tratados con los cuatro fármacos durante 12 semanas, la tasa de RVS fue del 93 %, 100 % en genotipo 1b y del 89 % en genotipo 1a. En este momento, se están realizando los estudios en fase III que incluyen pacientes con cirrosis hepática. Sofosbuvir ha sido también estudiado en combinación con un inhibidor de NS5A (GS-5885 ó ledipasvir) y RBV en pacientes infectados por genotipo 1. Los 3 fármacos combinados consiguieron una RVS-4 del 100 % en 25 pacientes naïve infectados por genotipo 1, y en el 100 % de 9 pacientes con respuesta nula al IFN. Se espera que, en el futuro, la mayoría de los pacientes respondan a la combinación de dos o tres antivirales directos. Sin embargo, algunas poblaciones de pacientes muy difíciles de curar, como los no respondedores a las combinacio- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 50 E E En la actualidad, la combinación de Sofosbuvir y Ribavirin,a para pacientes infectados por genotipo 2 y 3, está pendiente de aprobación por las agencias reguladoras. H Asociación Española para el Estudio del Hígado nes de antivirales directos, quizás todavía requieren un régimen con interferón o fármacos que actúen sobre factores del huésped, o inhibidores que impidan la entrada del VHC. Por ello, otros fármacos como Alisporivir -un antagonista de la ciclofilina A- o algunos fármacos frente NS2 están en estudio (28). Es importante que estos fármacos tengan una alta barrera genética y sean pangenotípicos, y su perfil de seguridad y tolerancia sea buena. En conclusión, la era del tratamiento con agentes antivirales directos está evolucionando rápidamente, y es de esperar que, en los próximos dos años estén disponibles para su uso en la práctica clínica y consigan curar a un amplio número de pacientes con hepatitis crónica C. BIBLIOGRAFÍA 1. McHutchison JG, Lawitz EJ, Shiffman ML, et al. Peginterferon alfa-2b or alfa-2a with ribavirin for treatment of hepatitis C infection.N Engl J Med 2009;361:580–593. 2. European Association for the Study of the Liver. EASL Clinical Practice Guidelines: management of hepatitis C virus infection. J Hepatol. 2011;;55:245-264. 3. Swain MG, Lai MY, Shiffman ML, et al. A sustained virologic response is durable in patients with chronic hepatitis C treated with peginterferon alfa-2a and ribavirin. Gastroenterology 2010; 139: 1593–1601. 4. Jacobson IM, McHutchison JG, Dusheiko G, et al. Telaprevir for previously untreated chronic hepatitis C virus infection. N Engl J Med 2011;364:2405–2416. 5. 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Por otra parte, el virus es capaz de desarrollar mutaciones para eludir la presión inmunológica del huésped. La infección del VHB puede pasar por diferentes fases: hepatitis aguda, portador activo o inactivo, hepatitis crónica, cirrosis (CH) o carcinoma hepatocelular (CHC)(figura 1). En los adultos inmunocompetentes la evolución a la cronicidad es del 1 %-5 %; mientras que en la época perinatal la infección crónica alcanza el 80 %-90 % (figura 1). La eliminación del AgHBs es poco frecuente y representa la mejor situación posible, siempre que el paciente no haya desarrollado una cirrosis hepática. La posibilidad de negativizar el AgHBs durante la fase de portador inactivo del virus es rara de forma natural y algo más frecuente después del tratamiento. En las formas evolutivas la morbilidad es importante, ya que 5 años después de realizar el diagnóstico la incidencia de desarrollar una CH varía del 8 %-20 %. En los cirróticos, la posibilidad de terminar en un CHC es del 5% por año. En cambio, en la inmunotolerancia y en los portadores inactivos las posibilidades de desarrollar un CHC es menos frecuente, aunque en la fase de inmunotolerancia las posibilidades del CHC a largo plazo son significativas. FIGURA 1 A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 52 Fase de inmunotolerancia (replicación viral, por el momento no indicación de tratamiento). Con la entrada del virus se produce una intensa replicación viral: AgHBs y AgHBe positivos con alta carga viral (ADN-VHB >109cop/ml). En los adultos esta fase puede durar 4 semanas y presentar posteriormente un cuadro de hepatitis aguda típica o una infección subclínica. En los sujetos inmunodeprimidos o aquellos que adquirieron la infección en edades muy tempranas (transmisión vertical), la función inmunitaria es inmadura y muestran una tolerancia al virus que se puede prolongar durante años (hasta más de 20 años) sin que aparezcan síntomas ni aumento de ALT. Aunque esta situación parece que no comporta riesgo alguno, con el tiempo pueden desarrollar un CHC (figura 2) y es obligatorio su vigilancia. La pérdida de esta inmunotolerancia despierta la correspondiente reacción citotóxica pasando a la fase posterior de inmunoestimulación. El concepto de inmunotolerante se basa en: (1) AgHBe positivo, (2) DNAVHB muy aumentado (>109cop/ml), (3) ALT normal o casi normal, (4) leve o nula necroinflamación, (5) lenta progresión de la fibrosis, (6) baja seroconversión espontánea de AgHBe y (7) pacientes muy contagiosos. Clásicamente, estos pacientes no se han incluido en los ensayos clínicos (EC) porque son resistentes a los antivirales, pero hay dos motivos para su tratamiento: son muy infecciosos y a largo plazo pueden desarrollar un CHC. Recientemente, con el tenofovir, que es un fármaco más activo, se ha finalizado un ensayo clínico con resultados esperanzadores (EASL 2013) (1) (figura 2). Portador inactivo, fase final de integración viral (no indicación de tratamiento). Si la respuesta inmune es efectiva, puede cesar la replicación del VHB y se produce la integración del ADN viral en el genoma del hepatocito (DNAccc: circular, covalente y cerrado), lo que únicamente permite la producción de HBsAg, que se acumula en gran cantidad en el citoplasma celular, confiriendo su característico aspecto a los «hepatocitos esmerilados». El AgHBs sérico, por lo tanto, se mantiene positivo, mientras desaparecen los marcadores de replicación (AgHBe y ADN-VHB<2.000 UI/ml o negativo) y hay seroconversión a anti-HBe, es decir, el portador inactivo aparece después de la seroconversión (figura 1). En esta fase, las lesiones hepáticas desaparecen y la histología puede ser normal o presentar las secuelas de la fase de eliminación, que suelen consistir en la presencia de fibrosis inactiva, la cual puede llegar a delimitar nódulos (cirrosis inactiva). La negatización del AgHBs sucede espontáneamente solo en el 0,5 %-3 % por año. Con el tratamiento antiviral, la pérdida del AgHBs a FIGURA 2 Patients with HBV DNA < 69 IU/mL Evolución de los pacientes inmunotolerantes y las posibilidades de tratamiento 96 100 84 80 60 79 Male Female 50 40 20 0 TDF TDF /FTC Included only parients who had a Wk 192 visit 53 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado los 2 años es de 3 % a 5 %. No solo hay que esperar la desaparición del AgHBs, sino también la seroconversión a antiHBs, en estos casos no hay replicación viral y el hígado está prácticamente normal. No obstante, de manera espontánea o con el tratamiento no se consigue la erradicación completa del VHB, ya que no se elimina el cccDNA de los hepatocitos. En la fase AgHBs negativo, el DNA-VHB se puede detectar en el hígado, aunque sea negativo en suero (infección oculta). Estos pacientes presenta anti-HBc IgG en el suero con o sin anti-HBs, y tienen un elevado riesgo de reactivación con los inmunosupresores. Fase de Inmunorreactividad: Hepatitis crónica AgHBe positivo o negativo. Esta es la situación intermedia entre los inmunotolerantes y el portador inactivo. Son los pacientes que tienen una clara indicación de tratamiento. El objetivo ideal del tratamiento es erradicar la infección, en la práctica clínica suprimir la replicación viral hasta niveles no detectables. Pequeños aumento de la viremia (viremia residual) favorece que en un futuro el virus se reactive. Es muy importante que el DNA-VHB sea indetectable, aunque no se consiga eliminar el AgHBs, ya que se ha relacionado claramente la desaparición del DNA con una disminución del riesgo para desarrollar una cirrosis hepática o un carcinoma hepatocelular (figura 3). Objetivos del tratamiento. En los pacientes AgHBe posi- tivo es deseable que aparezca la seroconversión a anti-HBe junto con DNA-VHB negativo. Como es lógico, en los AgHBe negativos solo es necesario que el DNA-VHB sea negativo. La eliminación del AgHBs es muy deseable, pero improbable. Es muy importante que el DNA-VHB sea indetectable, aunque no se consiga eliminar el AgHBs, ya que se ha relacionado claramente la desaparición del DNA con una disminución del riesgo para desarrollar una cirrosis hepática o un carcinoma hepatocelular (figura 3). No obstante, hay que tener en cuenta que la infección por el VHB no puede ser erradicada por la persistencia de ADN circular covalentemente cerrado (ADNccc) en el núcleo de los hepatocitos. Esto explica las reactivaciones que se pueden originar, especialmente, con el tratamiento inmunosupresor. Aunque la preocupación del clínico es negativizar el DNAVHB, el objetivo primario del tratamiento del VHB es prevenir el desarrollo de la cirrosis hepática y carcinoma hepatocelular, es decir, cambiar la historia natural de la enfermedad y mejorar la supervivencia. En la actualidad, se sabe que si se consigue negativizar el virus la historia natural cambia. Ya en el 2004, Liaw et al (N Engl J Med 2004; 351: 1521-31) demostraron que el tratamiento con lamivudina, que es menos activo que los antivirales de última generación, disminuía las posibilidades de progresión de la enfermedad. Recientemente, se ha demostrado que el trata- FIGURA 3 Importancia de la negativización del DNA-VHB para la prevención del CHC y cómo el tratamiento antiviral puede prevenir la progresión de la enfermedad A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 54 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado miento con tenofovir durante 5 años consigue mejorar claramente la fibrosis hepática y, lo que es más importante, en un 74 % (n=71) de los pacientes se consiguió revertir la cirrosis hepática (figura 4) (2). También el Entecavir (AASLD, 2012) disminuye la incidencia del CHC en un estudio a largo plazo comparado con un grupo control (figura 4) (3). Todo esto, demuestra que el tratamiento antiviral a largo plazo consigue cambiar la historia natural de la enfermedad, que es el objetivo primario. tivo, pero para otros la mutación precore originará una hepatitis crónica anti-HBe positivo o AgHBe negativo, que es la más frecuente en España (80 %) y en toda el área mediterránea. La tasa de seroconversión espontánea es diferente según las regiones geográficas, y en España oscila entre el 10 %-25 % anual. La fase de seroconversión puede cursar con elevación de transaminasas similar a la que presenta la hepatitis aguda, aumento de bilirrubina y aparición de sintomatología clínica. FIGURA 4 A largo plazo el tratamiento con Tenofovir (5 años) puede revertir la cirrosis hepática y el tratamiento con Entecavir (7 años) disminuir la incidencia de CHC Evolución hepatitis crónica VHB. El seguimiento de los pacientes AgHBe positivo permite asistir a episodios de seroconversión abortiva, con fases de fuerte alteración enzimática seguidos de un nuevo descenso sin que alcancen la seroconversión. Esta situación puede durar años o no finalizar en ningún momento, lo que conduce a la progresión de las lesiones histológicas que pueden llegar a la cirrosis hepática. En este periodo se puede observar el fenómeno de seroconversión (pérdida de AgHBe y presencia de antiHBe). Para algunos pacientes esto supone la eliminación de la replicación viral y pasar a la fase de Portador Inac- 55 Indicaciones urgentes de tratamiento (tabla 1). Nunca se deben olvidar, son tratadas con NUCs (tenofovir o entecavir). Entre estas indicaciones destaca la cirrosis hepática con cualquier valor de ADN-VHB y aunque las transaminasas sean normales. La hepatitis aguda B, dada su buena evolución, no es necesario tratarla como ocurre en la mayoría de los casos, sin embargo, si la evolución es grave o fulminante es indicación de tratamiento antiviral. Un aspecto muy importante es la prevención de las reactivaciones en pacientes AgHBs positivo con DNA-VHB negativo que son sometidos a tratamiento inmunosupresor, ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado especialmente el rituximab y monoclonales como el antiTNF. También se incluyen a los pacientes en tratamiento con citostáticos que reciben corticoides de una forma habitual o trasplantados de médula ósea u órganos sólidos. Recientemente, cada vez se indica más en pacientes anti-HBc positivo a pesar de que el AgHBs es negativo, sobre todo si la inmunosupresión es profunda como el rituximab o el trasplante de órganos sólidos o de médula; si se opta por no tratarlos hay que mantener una vigilancia estricta para detectar cualquier incremento del DNA-VHB. Este es un aspecto olvidado y son muchas las especialidades médicas que están usando este tipo de tratamiento, como Ap. Digestivo, Medicina Interna, Reumatología, Oncología, Hematología y Dermatología, entre otras. Por tanto, hay que sensibilizar a todos los médicos para que soliciten unos marcadores del VHB antes de iniciar el tratamiento inmunosupresor. El tratamiento para prevenir una posible reactivación, que puede ser muy grave, depende de la duración y si tienen alguna hepatopatía de base, en tratamientos cortos se puede usar la LAM. En cambio, si el tratamiento es prolongado o tienen una hepatopatía leve no tratada previamente se debe usar el ETV o TDV. TABLA 1 Indicaciones urgentes del tratamiento Tratamiento de la hepatitis crónica AgHBe positivo y negativo (figura 5). En estos casos no hay una indicación urgente de tratamiento, se puede esperar durante un tiempo prudencial y tener varios controles del DNA-VHB y transaminasas para valorar mejor a los pacientes. Por tanto, la decisión del tratamiento se basa en la carga viral, la ALT y si es necesario la biopsia hepática. En caso de DNA-VHB >2.000 UI se puede iniciar el tratamiento dependiendo de la A Estudio de los pacientes con ALT ± normal y carga viral poco aumentada con fibrosis significativa. Descubrir a estos pacientes que están en la zona gris no es fácil. Para ello, se pueden usar los métodos alternativos de estudio de la fibrosis hepática y, sobre todo, la elastografía transitoria (ET, Fibroescan, figura 6. La ET ha sido ampliamente estudiada para evaluar la fibrosis hepática, especialmente en el VHC. La elasticidad guarda relación con la intensidad de la fibrosis hepática, el hígado de los pacientes con fibrosis avanzada o con cirrosis es más rígido que los pacientes con fibrosis leve o ausente. La ET se puede repetir las veces que sea necesario y seguir la evolución del paciente. Está validada para el VHC y menos para el VHB, no obstante, se usa en las dos situaciones. A pesar de que tiene una alta sensibilidad y especificidad para detectar la cirrosis hepática, no ha conseguido desplazar por completo a la biopsia hepática, aunque cada vez se usa menos. Con respecto al VHB, no se conoce el cut off más adecuado para definir los diferentes grados de fibrosis hepática4. El valor normal de la ET se calcula alrededor de 5.5 kPa. En portadores inactivos del VHB se ha medido la ET con una media de 5.0 kPa, estos datos son parecidos a los sujetos normales (5.5 kPa). Aunque no hay un consenso general los pacientes con una ET aumentada (>9.5 kPa), sobre todo si coincide con un método alternativo de la fibrosis como es el índice de Forns, se deberían seleccionar para biopsia hepática y si se confirma una fibrosis hepática avanzada indicar el tratamiento antiviral (figura 7). Fármacos. Se han aprobado 6 fármacos: lamivudina, adefovir, telbivudina, entecavir, tenofovir e interferón pegilado (IFN-Peg). Los tres últimos son los más activos y se han considerado como fármacos de primera línea según la guía europea (2012), la norteamericana (2009) y española (2012, AEEH5). Los análogos (NUCs) se dividen en nucleótidos y nucleósidos: se administran por vía oral (un comprimido al día), esto mejora la adherencia y también la dosis de los NUCs se debe de reducir de acuerdo con el aclaramiento de creatinina. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 56 E E ALT y en su caso la biopsia hepática. Se puede pasar directamente al tratamiento sin necesidad de biopsia hepática si la ALT es superior a 2 veces el límite superior de la normalidad. Entre 1-2 veces el límite superior de la normalidad dependerá de la biopsia hepática: se tratarán los que presenten una actividad inflamatoria y una fibrosis significativa (Metavir: ≥actividad 2/fibrosis 2). En general, los pacientes con ALT normal no son tratados, como los portadores inactivos y los inmunotolerantes, es posible que este último grupo sea tratado en un futuro, como lo demuestra el ensayo clínico con tenofovir. Sin embargo, hay que considerar que hay pacientes con una cirrosis hepática y ALT ±normal y DNAVHB positivo que tienen indicación urgente de tratamiento. H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 5 Indicación tratamiento en pacientes AgHBe + vo y AgHBe-vo (Guías: EASL 2012, AASLD 2009, AEEH 2012) Interferón pegilado (IFN-Peg α2a, 180 µg/semana; IFNPeg α2b, 80-120 µg/semana). El IFN-Peg está considerado como un fármaco de primera línea en el tratamiento de la infección crónica por el VHB. Se piensa que solo una completa y vigorosa respuesta inmune consiguen la eliminación del virus. Esto significa que la respuesta virológica mantenida requiere una inducción de la respuesta inmune del huésped, la cual se podría conseguir con un tratamiento inmunomodulador como el IFN-Peg. Su mayor ventaja es que se trata de un tratamiento finito, pero la mayor desventaja son sus efectos adversos y las reactivaciones virales cuando se suspende el tratamiento, especialmente en los AgHBevo: 20 % de los AgHBe+vo y 50 % en AgHBe-vo. El IFNPeg es poco útil en pacientes con una carga viral muy alta y ALT poco aumentada y los pacientes inmunotolerantes; por otro lado, no se debe usar en trasplantados ni en la cirrosis descompensada. FIGURA 6 FIGURA 7 Análogos de los nucleós(t)idos. 1. L-nucleósidos, como lamivudina (LAM, 100 mg/día) y telbivudina (TBV, 600 mg/día), tienen una estructura similar y también un patrón de resistencias parecido; como es lógico hay que tener en cuenta las resistencias cruzadas. Estos fármacos prácticamente no se usan, ya que la barrera genética a la resistencia del VHB es baja (con una sola mutación aparece la resistencia). La emtricitabina pertenece a este grupo, pero solo se administra asociada al tenofovir (TDF) y se denomina Truvada. 57 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 2. Grupo ciclopentano, asociado a los nucleósidos. El entecavir (ETV, 05 mg/día) pertenece a este grupo. Tiene una alta barrera genética, lo que significa que el virus tiene que acumular varias mutaciones para que se origine la recidiva viral (breakthrough). Gran utilidad actual. 3. Análogos de los nucleótidos (fosfonatos acíclicos). Son el adefovir (ADV, 10 mg/día, no se usa) y el tenofovir (TDF, 245 mg/día). Tienen una estructura similar. El TDF es mucho más efectivo, ya que la dosis administrada es 30 veces superior a la del adefovir. La barrera genética para la resistencia del VHB es alta con el TDF, e intermedia o baja con el ADV. Elección del fármaco. El fármaco ideal es el que tiene una potente acción antiviral, mínimas resistencias, mínimos efectos adversos, previene las complicaciones y tiene un precio razonable. De una manera general, se podría afirmar que cualquier fármaco está indicado en los pacientes con hepatitis B crónica, excepto en la cirrosis Fcompensada o descompensada, que se usan los NUCs (tabla 2). Por otro lado, hay una tendencia a indicar el IFN-Peg en los pacientes AgHBe+vo, sobre todo, si son genotipo A y tienen factores predictivos favorables al IFN-peg; en el resto se indican los NUCs. Los fármacos que se han considerado de primera línea por su efectividad y la baja tasa de resistencias son el IFN-Peg, el entecavir y el tenofovir. También es necesario considerar el precio, el coste al año es: TDF (Viread® 30 comprimidos de 245 mg) 3331€, ETV (Baraclude® 30 comprimidos de 0.5 mg), 4564 €, (la farmacia de algunos hospitales está fraccionando los comprimidos de 1 mg, en este caso el precio del ETV sería 2321 € al año); por último, el precio del IFN-peg α-2a (180 mcg, 48 semanas) es de 4816 €. Aunque el IFNPeg es el más caro, hay que tener en cuenta que es un tratamiento finito, mientras que en el resto es indefinido y no se considera el precio de los siguientes años. Tratamiento de los pacientes AgHBe positivo. La seroconversión a anti-HBe durante el primer año es más frecuente con el IFN-Peg (tabla 3). Sin embargo, los NUCs presentan una tasa de seroconversión que aumenta progresivamente con el tiempo de administración, llegando ~50 % a los 4 o 5 TABLA 2 Diferencias entre el interferón-pegilado y los análogos de los nucleós(t)idos A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 58 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado años. Otro aspecto llamativo es que la tasa de seroconversión es parecida entre los diferentes NUCs y no hay diferencias llamativas entre ellos. Esto contrasta con la tasa de DNA-VHB negativo, según la duración del tratamiento (tabla 3): los análogos más potentes, como el ETV y el TDF, mantienen tasas de DNA-VHB-vo que son superiores a las obtenidas con el IFN-Peg. Aunque no se consiga la seroconversión es básico que se mantenga la carga viral negativa, ya que es muy beneficioso para evitar el desarrollo de CH y CHC. En los pacientes AgHBe+vo el IFN-Peg se indica, prioritariamente, en los que tienen una respuesta favorable a este fármaco (pacientes jóvenes, genotipo A y carga viral baja); en cambio, se usan los NUCs en el resto de los AgHBe +vo y en todos los AgHBe -vo. En cualquier caso, hay que conocer las preferencias de los enfermos, los efectos adversos del IFN-Peg son importantes y esto disminuye la motivación. Otro aspecto, a tener en consideración, es que los NUCs se administran a largo plazo y es difícil retirarlos, pero tienen la ventaja de que consiguen negativizar la carga viral -con el tiempo- en una mayor proporción de pacientes. En teoría, en los AgHBe +vo, los NUCs se pueden suspender después del periodo de consolidación, es decir, 12 meses después de la seroconversión a anti-HBe; aunque esto hay que realizarlo bajo vigilancia, pues hay una cierta tendencia a la reactivación viral después de suspender el fármaco. La persistencia de la seroconversión se ha descrito en el 40-80% de los pacientes. TABLA 3 como el ETV y TDV, mantienen la tasa de negativización del DNA-VHB alrededor del 90 % a largo plazo. En consecuencia, son estos fármacos los que tienen preferencia. El tratamiento tiene que ser indefinido, lo normal es que se reactive la enfermedad al suspender los NUCs, solo en los pacientes que negativizan el AgHBs se pueden suspender los NUCs. Tratamiento a largo plazo con NUCs. En la actualidad, hay datos a 5 y a 6 años que indican cómo los fármacos orales (ETV y TDV) aumentan la tasa de respuesta virológica con el tiempo. Como ejemplo, están los datos de Tenofovir a 6 años en pacientes AgHBe positivo y negativo (AASLD 2012. tabla 5). Rebote virológico y aparición de resistencias. Se considera rebote virológico al aumento del nivel de ADN-VHB superior a 1 log10 U/ml, con respecto al valor más bajo obtenido o un nivel detectable, tras ser indetectable, confirmado en 2 determinaciones consecutivas. En estos casos, se puede estudiar una resistencia viral al tratamiento con los NUCs. No obstante, esta posibilidad es muy rara con los nuevos fármacos que tienen una alta barrera genética: no descrita con el tenofovir y 1.2% a los 5 años con el entecavir. Por tanto, en estos casos, lo más importante es hacer un interrogatorio detallado, que debe incluir la posibilidad de fármacos hepatotóxicos, ingesta de alcohol y -como posibilidad más importante- la mala adherencia al tratamiento antiviral. En resumen, antes de investigar una posible resistencia hay que hacer una historia clínica detallada. En caso de resistencia al entecavir se debe asociar tenofovir, aunque hay autores que defienden el cambio a tenofovir. En las resistencias a múltiples fármacos, mejor es administrar tenofovir y entecavir, conjuntamente. Tratamiento de las gestantes. Aunque en la mujer gestante existe cierto grado de inmunotolerancia, el curso clínico de la infección crónica por el VHB no cambia durante el embarazo. No obstante, hay que evitar las reactivaciones de la enfermedad, porque pueden ser peligrosas para la madre e incluso para el hijo. Tratamiento de la hepatitis crónica AgHBe negativo. Quizás en este grupo sea más fácil elegir el fármaco más beneficioso. La efectividad del IFN-Peg disminuye con el tiempo, ya que este fármaco se suspende al año. Por otro lado, los análogos dependiendo de su tasa de resistencia mantienen la carga viral negativa. Así, la LAM y los fármacos con baja barrera genética para las resistencias al VHB pierden efectividad con el tiempo. En cambio, los que tienen una alta barrera genética para las resistencias del VHB, 59 Seguridad de los fármacos antivirales en la gestante VHB. Es sabido que los NUCs son fármacos muy seguros y con pocos efectos adversos. La seguridad del tratamiento antiviral, durante la gestación y la lactancia materna, no está bien definida y es difícil hacer unas recomendaciones claras. En cualquier caso, el IFN-Peg está contraindicado durante la gestación por su efecto anti-proliferativo y solo se pueden administrar los NUCs, pero en casos muy concretos. La FDA considera a la LAM, el ADV y el ETV como categoría C; y la TBV y el TDV como categoría B, es decir, siempre que sea necesario se debería elegir el fármaco más seguro, los de categoría B (tenofovir o telbivudina). ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado el tratamiento es obligatorio. No obstante, se sabe que las posibilidades de embarazo disminuyen drásticamente conforme la hepatopatía está más evolucionada: es raro que pueda ocurrir una gestación en pacientes con cirrosis hepática, sobre todo, si está descompensada. Los supuestos son los siguientes: TABLA 4 1. Mujer joven que está infectada por el VHB y no está recibiendo tratamiento y desea tener un hijo. Lo más recomendable sería estudiar la hepatopatía y si no está avanzada el mejor consejo es que intente tener ese hijo deseado y, posteriormente, si tiene indicación de tratamiento se iniciaría después del parto. En caso de hepatopatía avanzada, iniciar el tratamiento. 2. Mujer que está recibiendo tratamiento para la infección por el VHB y desea quedarse embarazada. Primero, hay que conocer la respuesta a ese tratamiento: si se presume que está próximo a la seroconversión en las AgHBe positivo o si está negativizando el virus en las AgHBe negativo, se recomendaría esperar un poco hasta conseguir los objetivos del tratamiento. Pero es sabido, que en muchos casos el tratamiento con NUCs es indefinido y, más tarde o temprano, será necesario plantear la retirada del fármaco para posibilitar el embarazo. De momento, hasta que no se esté seguro de que estos fármacos se pueden administrar durante el embarazo no es recomendable su uso, excepto si la hepatopatía está muy evolucionada y se teme una descompensación al suspender el tratamiento. En cualquier caso, la decisión del tratamiento hay que explicarla y consensuarla con la paciente, para tomar una decisión conjunta. TABLA 5 3. Mujer que se queda embarazada estando en tratamiento antiviral. Es muy parecido al anterior, solo que ahora la decisión es inmediata. Lo lógico es retirar la medicación en caso de hepatopatía compensada, y seguir con el tratamiento si es avanzada. Problemática e indicaciones del tratamiento antiviral en las gestantes con infección crónica por el VHB. Las situaciones que se pueden presentar son muy diversas, y la respuesta terapéutica tiene también que ser diferente. Sin embargo, hay un factor determinante a la hora de tomar una decisión: la evolución de la hepatopatía. Si la hepatopatía es leve y compensada, como ocurre en la mayoría de los casos, se puede optar por suspender o no comenzar el tratamiento. En cambio, si la hepatopatía está evolucionada o descompensada, A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 60 E E Necesidad del tratamiento antiviral para disminuir la transmisión vertical del VHB. En todas las gestantes se debe determinar el AgHBs y a sus hijos hacer una inmunoprofilaxis con gammaglobulina específica y vacuna, dentro de las primeras 24 horas. Los resultados son muy buenos y se consigue que el 90-95 % de los neonatos desarrollen anti-HBs, que indican que la profilaxis ha sido muy efectiva y están protegidos de cualquier tipo de infección VHB. Sin embargo, se sabe que la inmunoprofilaxis correcta reduce el riesgo de transmisión vertical, pero no lo elimina. En un estudio reciente, en población asiática AgHBe positivo, se observó que las posibilidades de transmisión vertical en niños con profilaxis correcta aumentaba, progresivamente, según la carga viral en las madres: así, sí era de 7, 8 y 9 log10 copies/ml, las posibilidades de transmisión vertical fueron H Asociación Española para el Estudio del Hígado 6,6 %, 14,6 % y 27,7 %, respectivamente (6). Esto demuestra que si la gestantes tiene una alta carga viral, sobre todo en las inmunotolerantes, hay que tratarla en el tercer trimestre de gestación (tenofovir) para evitar completamente el riesgo de transmisión vertical. Exacerbación de la enfermedad después del parto. Durante la gestación se produce un estado de inmunotolerancia que desaparece después del parto, esto conlleva a una inmunorreactividad que puede conducir a una exacerbación de la enfermedad, como se ha descrito en la hepatitis autoinmune. Lo que sugiere que si iniciamos un tratamiento durante la gestación habría que continuarlo después del parto, y sería mejor elegir el fármaco con mayor actividad antiviral, menos resistencias y que se puede usar en el embarazo, como el tenofovir. Futuro del tratamiento de la infección crónica del VHB Se ha intentado un tratamiento combinado asociando dos NUCs o incluso un NUC con IFN-Peg, pero no se ha obtenido un beneficio adicional al tratamiento con un solo fármaco. Por otro lado, es claro que todavía no se ha conseguido eliminar por completo la infección erradicando el DNAccc y solo se ha conseguido actuar sobre la progresión de la enfermedad al suprimir la replicación viral. Esto significa que todavía no se puede aceptar el tratamiento actual como definitivo, a pesar de los avances demostrados en los ensayos clínicos y estudios posteriores. Parece claro que es necesario un tratamiento inmunomodulador, potente, junto con el tratamiento antiviral; por desgracia, el IFN-Peg no cumple completamente este objetivo, y tampoco hay un fármaco alternativo que pueda ser útil en el tratamiento del VHB. Se sabe, que los NUCs suprimen la replicación del VHB actuando como inhibidores de la polimerasa viral; en cambio, el IFN-Peg, por su efecto inmunomodulador y antiviral directo, puede suprimir la transcripción del DNAccc, y disminuir la producción de antígenos virales. La diana de los NUCs no es el DNAccc, sino que restauran la función de los CD8 e inhiben el RNAs pregenómico (figura 8), de ahí su efecto poco intenso sobre la secreción de antígenos virales (AgHBs y AgHBe). En cambio, la reducción del AgHBs es mayor con el IFN-Peg, que restaura la función de las células NK con poca acción sobre los CD8 e inhibe el RNAs pregenómico y subgenómico (figura 8). Esto significa que los NUCs y el IFN-Peg no solo tienen diferente acción, sino que se completan restaurando mejor la inmunidad innata y adaptativa, tan importante para la eliminación del VHB. La asociación de los NUCs potentes con el IFN-Peg ha sido mal estudiada. En estos momentos, se podría especular si la administración secuencial, primero de los NUCs -que originaría una inhibición de la replicación viral, y después el IFN-Peg- para disminuir la producción de antígenos virales y restaurar la función de las células NK conseguirían mejores resultados que los obtenidos hasta este momento (7) (figura 8). FIGURA 8 Mecanismod de acción de IFN-Peg y NUCs 61 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado BIBLIOGRAFÍA 1. Chan HL, Chan CK, Hui AJ, et al. Tenofovir DF (TDF) compared to emtricitabine (FTC)/TDF in HBeAg-positive, chronic hepatitis B (CHB) virus-infected patients in the immune tolerant (IT) phase. Program and abstracts of the 48th Annual Meeting of the European Association for the Study of the Liver; April 24-28, 2013; Amsterdam, The Netherlands. Abstract 101. 2. P. Marcellin, E Gane, M Buti. Regression of cirrhosis during treatment with tenofovir disoproxil fumarate for chronic hepatitis B: a 5year open-label follow-up study. Lancet 2013; 301: 468-75. 3. Hosaka T, et al. AASLD 2012, Boston, MA. Poster 357. Available at: http://liverlearning.aasld.org/aasld/2012/thelivermeeting/22901/tetsuya.hosaka. Long-term. entecavir. treatment. reduces. hepatocellular. carcinoma. html?history_id=61579 [Accessed November 2012]. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 62 E E 4. Fraquelli M, Branchi F. The role of transient elastography in patients with hepatitis B viral disease. Digestive and Liver Disease 43S (2011) S25–S3. 5. Buti M, García-Samaniego J, Prieto M, Rodríguez M, SánchezTapias JM, Suárez E, Esteban R. Documento de consenso de la AEEH sobre el tratamiento de la infección por el virus de la hepatitis B (2012). Gastroenterol Hepatol. 2012; 35(7): 512-528. 6. Wan-Hsin Wen, Mei-Hwei Chang, Lu-Lu Zha, et al. Mother-toinfant transmission of hepatitis B virus infection: Significance of maternal viral load and strategies for intervention. J Hepatol 2013; 59: 24–30. 7. Thimme R, Dandri M. Dissecting the divergent effects of interferon-alpha on immune cells: Time to rethink combination therapy in chronic hepatitis B? J Hepatol 2013; 58: 205–209. H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado ¿Qué se entiende por insuficiencia hepática? Vicente Arroyo Unidad de Hepatología Hospital Clinic. Universidad de Barcelona DEFINICIÓN DE INSUFICIENCIA HEPÁTICA CRÓNICA Así como existe una definición clara de la Insuficiencia Hepática Aguda Grave (hepatitis fulminante, ver capítulo en sesión 5) y de sus diferentes formas clínicas, este hecho no es así en relación a la cirrosis. En esta enfermedad están perfectamente delimitadas sus complicaciones (ascitis, encefalopatía, hemorragia digestiva e infecciones bacterianas) y existe una definición clara de las dos fases más relevantes de la enfermedad: el término cirrosis hepática compensada define a pacientes con cirrosis, pero sin complicaciones previas y por el contrario, el término cirrosis hepática descompensada define a pacientes con cirrosis y descompensaciones previas. Muchos pacientes descompensados se mantienen libres de la complicación inicial mediante tratamiento crónico (i.e diuréticos en pacientes con ascitis). Sin embargo, existe la posibilidad, cada vez más frecuente, de que un paciente descompensado readquiera la condición de paciente compensado al eliminar el factor responsable de la cirrosis. Por ejemplo, la eliminación de la ingesta etílica en pacientes con cirrosis hepática alcohólica y la supresión de la replicación viral en la infección crónica por el virus de la hepatitis B, o la erradicación de la infección crónica por el virus de la hepatitis C con antivirales en pacientes con cirrosis hepática descompensada, puede determinar una mejoría tan marcada de la función del hígado y disminución de la fibrosis que la enfermedad vuelve a la condición de compensada, de forma que el paciente se mantiene libre de complicaciones a pesar de no recibir tratamiento alguno. Por tanto, la condición de enfermedad compensada o descompensada no es definitiva y depende de la evolución del proceso. Los pacientes con cirrosis compensada tienen una probabilidad de mantenerse libre de complicaciones, alta, y su mortalidad a A INSUFICIENCIA HEPÁTICA AGUDA SOBRE CRÓNICA (“ACUTE ON CHRONIC LIVER FAILURE, ACLF)”: CONCEPTO, CRITERIOS DIAGNÓSTICOS Y GRADOS Contrariamente a lo que ocurre en la insuficiencia renal crónica, en la que el proceso patológico progresa con más o menos rapidez hasta una casi completa desaparición de la función del órgano y la muerte del paciente -a no ser- que sea tratado artificialmente, o mediante trasplante renal, en la IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E corto plazo es baja. Por el contrario, los pacientes con cirrosis hepática descompensada tienen una mortalidad superior al 50 % en 3-4 años, después de su descompensación. Un paciente cirrótico que ha sufrido una hemorragia digestiva por varices esofágicas, pero nunca ha presentado ascitis o encefalopatía hepática, no es considerado como portador de insuficiencia hepática, sino de una hipertensión portal grave. Lo mismo ocurre con un paciente que desarrolla una infección bacteriana aislada, como, por ejemplo, una neumonía. Por tanto, aunque no exista un acuerdo específico, el concepto de insuficiencia hepática en la cirrosis se asocia al desarrollo de ascitis y/o encefalopatía hepática o a la presencia de alteraciones severas de la función hepática en un paciente sin complicaciones (hiperbilirrubinemia asociada a coagulopatía). Sin embargo, no existe ninguna definición específica y no se han establecido límites por encima de los cuales podamos establecer un diagnóstico concreto. Tampoco existen niveles de scores pronósticos (Child-Pugh or MELD scores) específicos de insuficiencia hepática. Por tanto, el concepto de insuficiencia hepática crónica, aunque claro desde un punto de vista conceptual, es indefinido en la actualidad. H Asociación Española para el Estudio del Hígado 63 cirrosis la mayoría de pacientes mueren como consecuencia de complicaciones sobreañadidas, que determina una insuficiencia hepática aguda sobre crónica. En otras ocasiones, la causa de la muerte es una hemorragia digestiva no controlable o un hepatocarcinoma extenso. Resulta, por tanto excepcional, que la insuficiencia hepática progrese hasta una destrucción extensa del parénquima e insuficiencia hepática terminal. La mayoría de scores, pronósticos en la cirrosis, lo que realmente predicen es cuando un paciente está predispuesto a desarrollar hemorragia digestiva severa, infecciones bacterianas o insuficiencia hepática aguda sobre crónica, y morir a consecuencia de estas complicaciones. Paciente de 57 años, varón, ex-adicto a drogas por vía parenteral, con síndrome hepatorenal tipo 2 (creatinina en plasma entre 1,6 y 1,8 mg/dl) y ascitis refractaria, requiriendo ingresos frecuentes para paracentesis. En el último ingreso, además de ascitis se detecta una peritonitis bacteriana espontánea. El paciente es tratado con antibióticos, con rápida normalización de la concentración de leucocitos polimorfonucleares en líquido ascítico. A pesar de esta favorable respuesta, el paciente sufre un rápido deterioro de su condición clínica desarrollando un síndrome hepatorenal tipo 1 (creatinina en plasma hasta 5,9 mg/dL, hyperbilirubinemia (12,7 mg/dl) y encefalopatía hepática grado III, falleciendo en fallo multiorgánico (hígado, riñón, cerebro y circulación) 10 días después del inicio del cuadro. Concepto, Definición y Estratificación El caso clínico descrito representa un ejemplo típico de ACLF. Un paciente con cirrosis hepática descompensada desarrolla una infección que precipita un cuadro clínico caracterizado, fundamentalmente, por un fallo multiorgánico que mata al paciente en un corto espacio de tiempo. En este caso concreto, el paciente tenía una enfermedad hepática avanzada (síndrome hepatorenal y ascitis refractaria). Sin embargo, pacientes con cirrosis hepática menos avanzada, e incluso, pacientes con cirrosis hepática sin antecedentes de descompensación previa pueden desarrollar de forma aguda un cuadro similar. El síndrome de ACLF, se caracteriza, por tanto, por 3 criterios esenciales: 1. Cirrosis con descompensación aguda de la enfermedad, entendiendo por descompensación aguda el desarrollo de ascitis, encefalopatía hepática, hemorragia digestiva y/o infección bacteriana. La ascitis es la descompensación más frecuente y en aquellos pacientes sin esta complicación, una gran mayoría la han tenido y se mantienen libres de ascitis por recibir tratamiento diurético sostenido. -Riñón: Creatinina sérica => 2 mg/dl -Cerebro: Encefalopatía hepática grado III-IV -Coagulación: INR =>2,5 o recuento de plaquetas =< 20 000 -Circulación: Requerimiento de drogas vasoactivas -Respiración: PaO2/FiO2 =<200 o SpO2/FiO2 =< 214 Existen dos criterios que también son importantes en el diagnóstico y estratificación del ACLF, pero que no representan fallo de órgano. Por ello, se usa el término disfunción: (1) disfunción renal (creatinina sérica entre 1,5 y 1,9 mg/dl); (2) disfunción cerebral (encefalopatía hepática grado 1-II). 3. Mortalidad a los 28 días elevada (definida arbitrariamente como superior al 15 %). En base a estos criterios existen cuatro grupos de pacientes con cirrosis hepática descompensada: 1. Pacientes sin ACLF: Este grupo comprende tres subgrupos: (1) Pacientes sin fallo de órgano/sistema; (2) Pacientes con fallo de un solo órgano, que no sea el riñón (fallo aislado del hígado, coagulación, circulación o respiración) y que no presentan disfunción renal o cerebral; (3) Pacientes con fallo cerebral sin disfunción renal. Existe, por tanto, un número significativo de pacientes con fallo de órgano/sistema no incluido bajo el diagnóstico de ACLF. La prevalencia de ausencia de ACLF en pacientes ingresados en el hospital por descompensación aguda de la cirrosis es del 77,4 %. Su mortalidad a los 28 y 90 días es del 4,7 % y14 %, respectivamente. 2. Pacientes con ACLF grado 1. Este grupo incluye 3 subgrupos: (1) Pacientes con fallo renal aislado; (2) Pacientes con fallo aislado del hígado, coagulación, circulación o respiración y disfunción renal y/o cerebral; (3) Paciente con fallo aislado cerebral y disfunción renal. La prevalencia de ACLF grado 1 en pacientes ingresados en el hospital con descompensación aguda es del 11 %. Su mortalidad a los 28 y 90 días es del 22,1 % y 40,7 %. 3. Pacientes con ACLF grado 2. Este grupo incluye pacientes con 2 fallos de órgano. Su prevalencia es del 8 % y su mortalidad a los 28 y 90 días del 32 % y del 52,3 %. 4. Pacientes con ACLF grado 3. Este grupo incluye pacientes IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 64 E E -Hígado: Bilirrubina sérica => 12 mg/dl para mantener la presión arterial ACLF: Caso clínico A 2. Fracaso de órganos o sistemas. Existen 6 órganos/sistemas considerados en la definición de ACLF (hígado, riñón, cerebro, coagulación, circulación y respiración). Los criterios diagnósticos de fallo de órgano/sistema incluidos en la definición de ACLF son los siguientes: H Asociación Española para el Estudio del Hígado con 3 o más fallos de órgano. Su prevalencia es del 3,5 % y su mortalidad a los 28 y 90 días del 76,7 % y 79,1 %. En total la prevalencia del síndrome de ACLF al ingreso es del 22,6 % y la mortalidad a los 28 y 90 días del 33,9 % y 51,2 %. Entre los pacientes sin ACLF al ingreso 10,8 % desarrollan ACLF durante la hospitalización. La prevalencia total del síndrome (ingreso mas hospitalización) es del 30,9 % y la mortalidad total a los 28 y 90 días del 32,8 % y 51,2 %. Eventos precipitantes y características clínicas El síndrome de ACLF se asocia de una manera significativa a las infecciones bacterianas y alcoholismo activo. Sin embargo, parece no relacionarse con la hemorragia digestiva. Un 40 % de pacientes no presenta factor precipitante identificable. La existencia de signos de inflamación sistémica (leucocitosis y elevación de los niveles de proteína C reactiva) es una característica destacada del ACLF. Se correlaciona estrechamente con la presencia y grado de ACLF. El desarrollo de ACLF en un paciente sin antecedentes de descompensaciones previas es una forma especialmente grave del síndrome. 65 El ACLF es la causa más frecuente de mortalidad en los pacientes ingresados con descompensación aguda de la enfermedad. Otras causas de muerte significativas, pero menos frecuentes de muerte, son el shock séptico, shock hipovolémico y el hepatocarcinoma. RESUMEN El ACLF debe ser considerado como un nuevo síndrome en pacientes con cirrosis hepática descompensada, secundario a una reacción inflamatoria sistémica. El trastorno es desencadenado por infecciones bacterianas, alcoholismo activo u otras causas aún no definidas (inflamación aséptica). Se caracteriza por fallo de órgano(s) y alta mortalidad a corto plazo. Es especialmente grave cuando ocurre en pacientes sin antecedentes previos de descompensación de la cirrosis. BIBLIOGRAFÍA Moreau R, Jalan R, Ginès P. Pavesi M, Angely P. Cordoba J, et al. Gastroenterology 2013; 144: 1426-1437. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Ascitis y síndrome hepatorrenal Servicio de Hepatología, Institut Clinic de Malalties Digestives i Metabòliques, Hospital Clínic, Universitat de Barcelona, Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS), Ciber de Enfermedades Hepáticas y Digestivas (CIBERehd), Instituto Reina Sofía de Investigación Nefrológica, Barcelona. INTRODUCCIÓN La cirrosis hepática es una enfermedad crónica y progresiva, que se caracteriza por el desarrollo de complicaciones relacionadas con la hipertensión portal y la insuficiencia hepática. La ascitis es la complicación más frecuente de los pacientes con cirrosis, de manera que, aproximadamente, el 60 % de los pacientes con cirrosis compensada desarrollarán ascitis durante los siguientes 10 años de seguimiento (1). La ascitis aparece, únicamente, en pacientes con hipertensión portal y es secundaria a una retención renal de sodio, como consecuencia de la vasodilatación arterial esplácnica existente en estos pacientes (2, 3). En estadios iniciales de la cirrosis solo existe una ligera vasodilatación arterial esplácnica, que condiciona una discreta reducción del volumen arterial efectivo que puede ser compensado con un aumento del gasto cardíaco, lo que permite mantener la presión arterial y el volumen arterial efectivo dentro de la normalidad. En estadios más avanzados, existe una marcada vasodilatación arterial esplácnica que no puede ser compensada por el aumento del gasto cardíaco, conduciendo al desarrollo de hipovolemia arterial efectiva. En esta situación, existe una activación de mecanismos para intentar mantener la presión arterial, como son el sistema renina-angiotensina-aldosterona, el sistema nervioso simpático y la vasopresina. Estos mecanismos contribuyen a mantener el volumen arterial efectivo y la presión arterial, pero tienen efectos relevantes sobre la función renal, especialmente la retención de sodio y agua con la consiguiente acumulación de ascitis y edemas (2, 3). En estadios avanzados de la enfermedad, cuando la activación de estos sistemas es extrema, se produce una intensa vasoconstricción renal que condiciona una reducción marcada del filtrado glomerular, conocida como síndrome hepatorrenal (SHR) (2, 3) (figura 1). FIGURA 1 Fisiopatología de la disfunción circulatoria en la cirrosis hepática, según la teoría de la vasodilatación arterial CIRROSIS HEPÁTICA Hipertensión portal Factores vasodilatadores Vasodilatación arterial esplácnica Deterioro función cardíaca Reducción del volumen arterial efectivo Activación de los sistemas vasoconstrictores: Sistema renina angiotensina aldosterona, sistema nervioso simpático, hipersecreción no osmótica de vasopresina Retención de sodio ASCITIS Retención de agua libre HIPONATREMIA DILUCIONAL Vasoconstricción renal SÍNDROME HEPATORRENAL Correspondencia: Dr. Pere Ginès. Jefe de Servicio Servicio de Hepatología. Hospital Clínic. Universitat de Barcelona. Barcelona A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 66 DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO DE LA ASCITIS Evaluación de los pacientes con ascitis La causa más frecuente de ascitis, en nuestro entorno, es la cirrosis hepática. Otras causas menos frecuentes incluyen la carcinomatosis peritoeneal, la insuficiencia cardíaca, la tuberculosis y algunas enfermedades pancreáticas. La evaluación de los pacientes con cirrosis y ascitis debe incluir una historia clínica detallada, exploración física, la evaluación de la función renal con estudio de electrolitos urinarios y el estudio del líquido ascítico (4). El estudio del líquido ascítico es imprescindible para descartar otras causas de ascitis, así como la presencia de una peritonitis bacteriana espontánea (PBE). El estudio debe realizarse en todos los pacientes con ascitis de debut, así como en aquellos pacientes con cirrosis y ascitis que presenten signos de infección, dolor abdominal, insuficiencia renal o cualquier otra descompensación de la enfermedad. Se debe determinar el recuento celular para descartar una PBE, así como el estudio microbiológico del líquido ascítico en frascos de hemocultivo (5). Asimismo, debe determinarse la concentración de proteínas en el líquido ascítico, ya que aquellos pacientes con una concentración de proteínas inferior a 15g/L tienen un riesgo más elevado de desarrollar una PBE (4, 5). En caso de pacientes con ascitis de debut, en los que puedan existir dudas sobre el diagnóstico de cirrosis, es útil la determinación del gradiente de albúmina suero-ascitis. Este gradiente se considera una determinación muy sensible y específica para determinar si la ascitis es secundaria a hipertensión portal. En el caso de ascitis secundaria a hipertensión portal, el gradiente es superior o igual a 11g/L (4, 6). Tratamiento de la ascitis no complicada Ascitis grado 1 o ascitis leve Se define como la ascitis visualizada, únicamente, mediante ecografía. No existen datos sobre su historia natural y se desconoce la frecuencia con la que estos pacientes desarrollan ascitis grado 2 o 3. Según la información existente, actualmente, no requiere tratamiento específico (4). Ascitis grado 2 o moderada En general, son pacientes con retención renal moderada de sodio (sodio urinario > 20mEq/día), sin trastorno de la excreción de agua libre de solutos y con un filtrado glomerular normal. Estos pacientes pueden ser tratados de forma ambulatoria, excepto si presentan otras complicaciones de la 67 enfermedad. El objetivo del tratamiento es contrarrestar la retención renal de sodio y conseguir un balance negativo, mediante la restricción de sodio de la dieta y el aumento de la excreción renal de sodio mediante la administración de tratamiento diurético. En pacientes con un episodio inicial de ascitis, el tratamiento diurético debe iniciarse con antagonistas de la aldosterona -espironolactona (50-200 mg/día), en dosis única-. La respuesta al tratamiento debe ser monitorizada con el peso diario, y el objetivo es alcanzar una pérdida de peso entre 300 y 500 g/día en los pacientes que no tienen edemas periféricos y entre 500 y 1000 g/día en los pacientes con edemas (4). No debe intentar alcanzarse una pérdida de peso superior, debido al riesgo de ocasionar una depleción de volumen intravascular y precipitar insuficiencia renal y deshidratación. En casos de mala respuesta al tratamiento diurético, debe comprobarse la ingesta de sodio en la dieta y aumentar de forma escalonada la espironolactona, cada 7 días, hasta un máximo de 400 mg/día. En los pacientes que no responden a la espironolactona (reducción de peso <2Kg/semana) o en los que desarrollan hiperkalemia, puede añadirse furosemida, con una dosis inicial de 40mg/día, que puede aumentarse de forma progresiva hasta un máximo de 160 mg/día. Una vez controlada la ascitis y/o los edemas, puede reducirse la dosis de diuréticos y aumentar la ingesta de sodio, manteniendo la dosis mínima necesaria de diuréticos para evitar la reacumulación de ascitis (4). Ascitis grado 3 o ascitis severa La presencia de ascitis severa se define como la acumulación masiva de líquido en la cavidad abdominal. Estos pacientes presentan, en general, una retención renal de sodio intensa (sodio urinario < 10 mEq/día), asociada a una disminución leve a moderada del filtrado glomerular. El tratamiento de elección para los pacientes con ascitis severa es la paracentesis evacuadora asociada a la administración de albúmina (4, 7, 8). La paracentesis puede hacerse en régimen de hospital de día o en el curso de una hospitalización (motivada por complicaciones asociadas). La eliminación de gran volumen de líquido ascítico (>5L) se asocia a empeoramiento de la función circulatoria, caracterizada por una reducción del volumen efectivo, conocido como síndrome de disfunción circulatoria post-parancentesis. Este se asocia a un riesgo elevado de desarrollar insuficiencia renal y a un mal pronóstico. Con el objetivo de evitar esta complicación, la realización de una paracentesis evacuadora debe asociarse a la administración de albúmina endovenosa (8g/L de líquido ascítico eliminado) (7, 8). ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Debido a que la paracentesis no corrige el problema subyacente de activación de los sistemas antinatriuréticos, después de la paracentesis debe iniciarse el tratamiento diurético para prevenir la rápida reacumulación de la ascitis. Si el paciente no recibía previamente diuréticos, debe iniciarse espironolactona (200 mg/día) y furosemida (40 mg/día), y si el paciente ya los recibía, deben reiniciarse con una dosis más alta a las que tomaba antes de la paracentesis. Si no hay respuesta, debe comprobarse la ingesta de sodio en la dieta y aumentar de manera escalonada la dosis de diuréticos (cada 7 días), hasta un máximo de 400 mg/día de espironolactona y 160 mg/día de furosemida (4). Una vez controlada la ascitis y los edemas, debe mantenerse la restricción de sodio de la dieta y mantener la dosis mínima de diuréticos para evitar la reacumulación de ascitis. nistrar, excepto si la excreción urinaria de sodio durante el tratamiento es superior a 30mEq/L y no inducen complicaciones. Tanto si se administran o no diuréticos, se recomienda continuar la restricción de sodio con el fin de reducir la rapidez de la reacumulación de ascitis. El tratamiento de elección, en la actualidad, para los pacientes con ascitis refractaria es la paracentesis evacuadora repetida con administración de albúmina (4,10). El TIPS (transyugular intrahepatic portosystemic shunt) es un tratamiento alternativo, que se asocia a un alto riesgo de desarrollar encefalopatía hepática, por lo que solo debe considerarse en casos de pacientes que requieren paracentesis muy frecuentes y con una función hepática conservada, a fin de minimizar el riesgo de encefalopatía (4, 12, 13). SÍNDROME HEPATORRENAL Ascitis refractaria Según los criterios del Club Internacional de Ascitis, la ascitis refractaria se define como la ascitis que no se puede eliminar o la rápida reacumulación de la misma no se puede prevenir con tratamiento diurético (10, 11). Los criterios diagnósticos se describen en la tabla 1. Los pacientes con ascitis refractaria tienen una retención renal intensa de sodio y una alteración severa en la capacidad renal para excretar agua libre de solutos, que se manifiesta como hiponatremia dilucional. Además, con frecuencia, presentan una reducción del flujo sanguíneo renal y del filtrado glomerular, que acentúan aún más la intensa retención renal de sodio. Por definición, los pacientes con ascitis refractaria no responden a los diuréticos, por lo que no se deben admi- Diagnóstico El diagnóstico del SHR se basa en los criterios descritos en la tabla 2 (14). El valor mínimo de creatinina que se requiere para el diagnóstico de SHR es de 1,5 mg/dL (133 µmol/L), que en pacientes con cirrosis corresponde a un filtrado glomerular <30mL/min/1.73m2. En pacientes en tratamiento diurético, la medida de la creatinina se debe repetir una vez suspendido el tratamiento. No existe ningún dato clínico ni de laboratorio específico para el diagnóstico del SHR, por lo que este es un diagnóstico de exclusión. Además, los pacientes con cirrosis pueden presentar insuficiencia renal por otras causas (nefrotoxicidad, necrosis tubular aguda, insuficiencia renal prerrenal). TABLA 1 Definición y criterios diagnósticos de ascitis refractaria Ascitis resistente a diuréticos Ascitis que no puede ser eliminada o la recidiva precoz de la cual no puede ser prevenida, debido a la falta de respuesta a la restricción de sodio (80 mEq/día de sodio en la dieta) y al tratamiento diurético (pérdida de peso menor de 200 g/día durante al menos cuatro días de tratamiento intensivo con espironolactona 400 mg y furosemida 160 mg). Ascitis intratable con diuréticos Ascitis que no puede ser eliminada o la recidiva precoz de la cual no puede ser prevenida, debido a la aparición de complicaciones* relacionadas con el uso de diuréticos. *Encefalopatía hepática inducida por diuréticos: aparición de encefalopatía hepática en ausencia de otros factores precipitantes; insuficiencia renal inducida por diuréticos: aumento de la creatinina sérica más de un 100% a un valor final mayor de 2 mg/dl en pacientes con ascitis que responden a tratamiento diurético; hiponatremia: disminución de la concentración sérica de sodio más de 10 mEq/L a un nivel final menor de 125 mEq/L; hipo e hiperkaliemia: disminución de la concentración de potasio sérico por debajo de 3 mEq/L o aumento mayor de 6 mEq/L. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 68 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 2 Criterios diagnósticos de síndrome hepatorrenal 1. Cirrosis con ascitis. 2. Creatinina sérica >1,5 mg/dL (133 µmol/L). 3. Ausencia de mejoría en los niveles de creatinina sérica (disminución a niveles de 1,5 mg/dL o menores) después de al menos dos días de suspendido el tratamiento diurético y de la expansión de la volemia con albúmina. La dosis recomendada de albúmina es 1 g/Kg peso/día hasta una dosis máxima de 100 g/día. 4. Ausencia de shock. 5. Ausencia de ingesta reciente de fármacos nefrotóxicos. 6. Ausencia de enfermedad renal parenquimatosa evidenciada por proteinuria >500 mg/día, microhematuria (>50 hematíes/campo de gran aumento) y/o ultrasonografía renal anormal. De: Salerno F, Gerbes A, Ginès P, Wong F, Arroyo V. Diagnosis, prevention and treatment of hepatorenal syndrome in cirrhosis. Gut. 2007;56(9):1310-8 Por este motivo, para el diagnostico de SHR es fundamental la exclusión de otras posibles causas de insuficiencia renal (15). En primer lugar, deben descartarse pérdidas digestivas o renales secundarias a vómitos, diarrea o dosis excesivas de diuréticos que puedan ser causa de una insuficiencia renal prerrenal. Si la insuficiencia renal es secundaria a hipovolemia, mejorará con la replección de volumen (suero salino, sangre, expansores plasmáticos) y el tratamiento de la causa. El shock, séptico o hipovolémico, es otra causa frecuente que puede causar insuficiencia renal debido a necrosis tubular aguda (NTA). Antes de establecer el diagnóstico de SHR, es fundamental descartar, también, el tratamiento con fármacos nefrotóxicos como causa de insuficiencia renal, fundamentalmente antinflamatorios no esteroideos y aminoglucósidos. Finalmente, los pacientes con cirrosis también pueden presentar insuficiencia renal de causa orgánica, como consecuencia de glomerulonefritis asociadas al virus de la hepatitis B o C, y los pacientes con esteatohepatitis no-alcohólica tienen un riesgo elevado de desarrollo de insuficiencia renal crónica. En casos de glomerulonefritis, el diagnóstico se sospecha por la aparición de proteinuria y/o alteraciones en el sedimento urinario en forma de hematuria. En casos seleccionados, el diagnóstico puede confirmarse mediante biopsia renal. No obstante, este procedimiento conlleva riesgo de complicaciones hemorrágicas debido a las alteraciones de la coagulación propias de la cirrosis. El diagnóstico diferencial, entre las diferentes causas de insuficiencia renal, es esencial para establecer el tratamiento correcto. En ocasiones, el diagnóstico diferencial puede ser 69 complicado, en especial para diferenciar el SHR de una NTA. Hasta el momento, el diagnóstico diferencial se basa en una historia clínica detallada, exploración física y las determinaciones analíticas habituales. Existe información reciente sobre biomarcadores renales en la cirrosis, que pueden ser útiles en este contexto. En concreto, la Neutrophil gelatinase-associated lipocalin (NGAL) es una proteína expresada por las células tubulares renales, que es útil en el diagnóstico diferencial entre las diferentes causas de insuficiencia renal en la cirrosis. Estudios recientes indican que los niveles urinarios de NGAL (uNGAL) están marcadamente más elevados en pacientes con NTA en comparación con los pacientes con insuficiencia renal prerrenal, insuficiencia renal crónica y SHR (16, 17). Manifestaciones clínicas Existen 2 tipos diferentes de SHR, según la severidad y la progresión de la insuficiencia renal (14, 18, 19). Síndrome hepatorrenal tipo 1 Se trata de una insuficiencia renal, rápidamente progresiva, que se define como un aumento de la creatinina sérica superior al 100% respecto al valor basal, con un valor final superior a 2,5mg/dL (18, 19). En, aproximadamente, dos tercios de los casos, los pacientes con SHR tipo 1 presentan hiponatremia dilucional asociada, debida a una alteración de la capacidad renal de excretar agua libre de solutos. Los pacientes con SHR tipo 1 presentan un mal pronóstico a corto plazo. Además de una insuficiencia renal severa, los pacientes con ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado SHR tipo 1 presentan signos de disfunción circulatoria intensa, reflejada por hipotensión arterial y resistencias vasculares sistémicas muy bajas (3, 19). Existe hipotensión arterial, a pesar de la marcada activación de los sistemas vasoconstrictores y una intensa vasoconstricción de los lechos vasculares extrarrenales. En este contexto, el diagnóstico diferencial, entre SHR tipo 1 e insuficiencia renal debida a una sepsis grave, puede ser difícil en algunos casos. Asimismo, la mayoría de pacientes con SHR tipo 1 presentan signos de enfermedad hepática avanzada, con ictericia, coagulopatía, encefalopatía hepática, desnutrición y ascitis, y edemas importantes. Síndrome hepatorrenal tipo 2 A diferencia de los pacientes con SHR tipo 1, los pacientes con SHR tipo 2 presentan una insuficiencia renal funcional menos intensa y que, en general, se mantiene durante semanas o meses. Los niveles de creatinina sérica oscilan, en general, entre 1,5 y 2mg/dL (18, 19). A diferencia de los pacientes con SHR tipo 1, estos pacientes habitualmente presentan menos manifestaciones clínicas. El principal problema clínico es la ascitis, que frecuentemente es refractaria, debido a la asociación de múltiples factores como una retención de sodio intensa, un descenso del filtrado glomerular y niveles elevados de aldosterona y noradrenalina. Los pacientes con SHR tipo 2 tienen riesgo de desarrollar un SHR 1, bien de forma espontánea o como consecuencia de algun factor precipitante, habitualmente infecciones bacterianas. Los pacientes con SHR tipo 2 tienen una mejor supervivencia que los pacientes con tipo 1. Factores precipitantes El SHR puede aparecer de forma espontánea en algunos pacientes, mientras que en otros ocurre después de un factor precipitante que condiciona un empeoramiento del volumen arterial efectivo (19-24). Las infecciones bacterianas y, fundamentalmente, la peritonitis bacteriana espontánea (PBE) son las principales causas de SHR (20). Aproximadamente un tercio de los pacientes con PBE desarrollan SHR en el momento de la infección o inmediatamente después, en ausencia de shock séptico. Además de la PBE, otras infecciones bacterianas también pueden precipitar un SHR (21, 22). La hemorragia digestiva también puede actuar como factor precipitante de SHR, aunque es poco frecuente (23). Finalmente, la paracentesis evacuadora (>5 litros) sin reposición de albúmina puede desencadenar SHR en, aproximadamente, un 15 % de casos (24). Este es uno de los motivos principales para indicar la reposición de albúmina endovenosa después de una paracentesis evacuadora de gran volumen (>5 litros). A Medidas generales El tratamiento general de los pacientes con SHR depende, fundamentalmente, de la severidad de la insuficiencia renal y de las complicaciones asociadas. Los pacientes con SHR tipo 1, en lista de espera de trasplante, deben ser tratados en una unidad de cuidados intensivos o intermedios. Teniendo en cuenta el mal pronóstico del SHR tipo 1, las decisiones sobre el tratamiento de los pacientes, no candidatos a trasplante hepático, debe ser individualizado. La inserción de una vía central es importante para la monitorización de la presión venosa central, especialmente en pacientes que van a ser tratados con vasoconstrictores y albúmina. La utilización de sonda urinaria no es necesaria, excepto en casos de oliguria, ya que puede provocar una infección urinaria. Asimismo, y por tratarse de pacientes con una cirrosis hepática avanzada, debe prestarse especial atención a las posibles complicaciones intercurrentes que puedan aparecer, especialmente infecciones bacterianas y hemorragia digestiva, para establecer un tratamiento precoz. La administración de fluidos endovenosos debe realizarse con precaución, en el contexto de una situación clínica en la que existe una marcada insuficiencia renal asociada a retención de sodio y agua. Por este motivo, la administración excesiva de líquidos puede conducir no solo a un aumento de la ascitis y los edemas, sino también a un aumento de la presión venosa central y causar edema pulmonar (4, 25). A diferencia de los pacientes con SHR tipo 1, los pacientes con SHR tipo 2 -sin complicaciones asociadas- pueden tratarse de forma ambulatoria. En general, debe evitarse el uso de diuréticos, por lo que la ascitis debe ser tratada mediante paracentesis evacuadoras repetidas con reposición de albúmina (4, 25). Tratamiento del SHR tipo 1 Vasoconstrictores y albúmina El tratamiento con vasoconstrictores y albúmina es el tratamiento de elección para el SHR tipo 1 (4, 25). El objetivo del tratamiento es producir una vasoconstricción en el lecho vascular esplácnico, así como reducir la hipovolemia arterial efectiva. De esta manera, se disminuye la activación de los sistemas vasoconstrictores endógenos, aumentando la perfusión renal y el filtrado glomerular. Los fármacos vasoconstrictores disponibles son la terlipresina, un agonista de los receptores V1 de la vasopresina que actúa sobre la musculatura lisa vascular, y los agonistas α-adrenérgicos, como la midodrina y la noradrenalina, que actúan en los receptores α1 del músculo liso. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 70 E E Tratamiento H Asociación Española para el Estudio del Hígado La mayoría de estudios publicados utilizan la terlipresina asociada a la administración endovenosa de albúmina. Los resultados de los estudios controlados, aleatorizados y de metaanálisis muestran que la combinación de terlipresina y albúmina es eficaz en revertir el SHR en aproximadamente un 50 % de los pacientes (26, 27). Los valores basales de creatinina y el aumento de la presión arterial durante el tratamiento son factores predictivos de respuesta en pacientes con SHR tipo 1 (28, 29). La terlipresina se administra en forma de bolo endovenoso a razón de 1mg/4-6h, asociado con albúmina 20 % a dosis iniciales de 1g/kg seguido de 20-40g/día. Los pacientes se deben monitorizar de forma estricta, para detectar la aparición de posibles efectos secundarios de tipo isquémico y edema pulmonar. Las complicaciones isquémicas pueden aparecer en, aproximadamente, un 10 % de pacientes. Datos recientes sugieren que la administración de terlipresina en infusión, en lugar de bolo, puede tener mayor eficacia y reducir los eventos adversos. No obstante, todavía no existen suficientes datos para establecer su utilización de manera rutinaria. Según la definición actual de SHR, los pacientes con infecciones bacterianas, en ausencia de shock séptico, que cumplen los criterios, también son diagnosticados de SHR. Sin embargo, no exiten estudios que evalúen el tratamiento vasoconstrictor en pacientes con SHR asociado a infecciones. Por tanto, hasta el momento, el tratamiento con vasoconstrictores no está indicado en estos casos, hasta que se haya resuelto la infección. El efecto del tratamiento se monitoriza con la creatinina sérica. Si diminuye >25 % durante los 3 primeros días, el tratamiento se mantiene hasta que disminuya <1,5mg/dl. Si la creatinina no disminuye >25 % al tercer día, la dosis se aumenta a 2mg/4-6h. Si al día 7 de tratamiento la creatinina no ha disminuido >25 %, el tratamiento debe interrumpirse (4,25). Los agonistas α-adrenérgicos son una alternativa al tratamiento; no obstante, la información disponible es limitada (30). Un metanálisis reciente demostró que el tratamiento con vasoconstrictores y albúmina aumenta la supervivencia en pacientes con SHR tipo 1 (31). La recidiva del SHR ocurre en un 15 % de los casos al retirar el tratamiento; no obstante, un segundo tratamiento habitualmente es efectivo. TIPS El TIPS es una prótesis que establece una comunicación entre la vena porta y una vena hepática, reduciendo de esta manera la presión portal. Por este motivo, este tratamiento se ha propuesto como una alternativa posible para el tratamiento del SHR tipo 1. Sin embargo, la información disponible es muy limitada. Existen estudios, en series cortas de pacientes, que demuestran la normalización de la creatinina 71 sérica en pacientes con SHR tratados con TIPS (32). No obstante, la aplicabilidad del TIPS en este grupo de pacientes es limitada, ya que en la mayoría de pacientes su utilización está contraindicada por la existencia de una insuficiencia hepática muy avanzada. Terapia de sustitución renal La información sobre la terapia de sustitución renal en el tratamiento del SHR es limitada, ya que no existen estudios que la comparen con las otras opciones de tratamiento, en particular con el tratamiento farmacológico. El tratamiento sustitutivo renal no se considera indicado, excepto en casos de pacientes con SHR tipo 1 que no respondan al tratamiento con vasoconstrictores y albúmina y, además, presenten signos de uremia, hipervolemia, acidosis metabólica severa o hiperkalemia. Recientemente, se han investigado nuevos métodos de terapia de sustitución renal en pacientes con SHR. Estos métodos incluyen el MARS (molecular adsorbent recirculating system) y el sistema Prometheus (fractioned plasma separation and adsorption). Sin embargo, la información es escasa y poco concluyente, y son necesarios más estudios para evaluar la utilidad de estos métodos (34). Trasplante hepático El trasplante hepático es el tratamiento de primera elección para los pacientes con SHR tipo 1. (4, 25). El SHR es reversible después del trasplante hepático, por lo que en estos pacientes no está indicado el trasplante combinado hepático y renal. El trasplante hepato-renal estaría únicamente indicado en pacientes con SHR que hayan requerido más de 68 semanas de terapia de sustitución renal, ya que en estos pacientes la reversibilidad de la insuficiencia renal es muy poco probable (35). Los pacientes con SHR tipo 1 presentan una elevada mortalidad en lista de espera de trasplante, debido al mal pronóstico de esta entidad, por lo que se les debe asignar prioridad en la lista de espera de trasplante. Actualmente, la asignación de órganos, en la lista de espera de trasplante, se realiza mediante el sistema MELD (model for end-stage liver disease), que además de la bilirrubina y el INR incluye también la creatinina; de manera que los pacientes con SHR tipo 1 quedan priorizados en la lista de espera, debido a que presentan valores de MELD muy elevados. Existen datos que sugieren que los pacientes con insuficiencia renal en el momento del trasplante tienen una mayor morbimortalidad en el post-trasplante. Por este motivo, se recomienda el tratamiento con vasoconstrictores y albúmina para revertir la insuficiencia renal antes del trasplante (4, 25). En la figura 2, se ilustra el algoritmo de tratamiento del SHR tipo 1. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 2 Algoritmo de tratamiento del síndrome hepatorenal tipo 1. Reproducido de (25) SHR Tipo 1 Evaluación para transplante hepático No candidato a trasplante Candidato a transplante Priorizar los pacientes en la lista de espera de trasplantes Nuevo tratamiento Comenzar tratamiento con Terlipressina u otros vasoconstrictores Evaluar posibles efectos secundarios Tratamiento con vasoconstrictores personalizados Evaluar la mejoría en la función renal Mejoría Parar el tratamiento después de obtener respuesta completa o hasta máximo de 15 días Ausencia de mejoría Considerar tratamiento con medidas de soporte renals El tratamiento con medidas de soporte renal debería reservarse para casos especiales Mantener el MELD score pretratamiento durante la espera hasta el trasplante en los pacientes que son “respondedores” En caso de recidiva del SHR Tratamiento del SHR tipo 2 Existen pocos datos sobre el tratamiento con vasoconstrictores y albúmina en pacientes con SHR tipo 2. Estudios no controlados sugieren la eficacia del tratamiento en mejorar la función renal; no obstante, la recidiva al suspender el tratamiento es muy elevada. Por tanto, son necesarios más estudios para evaluar el papel del tratamiento con vasoconstrictores y albúmina en el SHR tipo 2. El TIPS puede mejorar la función renal y evitar la progresión a SHR tipo 1, aunque no se dispone de estudios controlados. El tratamiento con terapia de sustitución renal no está indicado en estos casos, debido a que la insuficiència renal no es muy severa. BIBLIOGRAFÍA 1. Ginès P, Quintero E, Arroyo V, et al. Compensated cirrhosis: natural history and prognostic factors. Hepatology 1987;7:122–128. 2. Schrier RW, Arroyo V, Bernardi M, et al. Peripheral arterial vaso- A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 72 E E dilation hypothesis: a proposal for the initiation of renal sodium and water retention in cirrhosis. Hepatology 1988;8:1151–1157. 3. 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Además, constituyen una causa frecuente de morbilidad y mortalidad en el paciente cirrótico. Efectivamente, los pacientes hospitalizados con cirrosis, que presentan una infección bacteriana, tienen una mortalidad cinco veces superior que los pacientes cirróticos no infectados (1). Por ello, ante cualquier sospecha de infección en un paciente cirrótico es muy importante realizar inmediatamente una evaluación clínica, analítica y radiológica exhaustiva: con hemograma, función hepática y renal, hemocultivo, sedimento de orina, paracentesis diagnóstica y radiografía de tórax, que nos permitirá hacer un diagnóstico precoz y, por tanto, instaurar un tratamiento precoz. La mayoría de episodios eran causados por gérmenes aerobios gramnegativos, fundamentalmente Escherichia coli, lo que hizo sospechar que el propio intestino del paciente es la principal fuente de infección. De hecho, los pacientes con cirrosis hepática presentan alteraciones severas en los mecanismos de defensa antibacterianos, tanto intestinales, como sistémicas y del líquido ascítico, que predisponen al paso de gérmenes de la luz intestinal a la circulación sistémica y al líquido ascítico, facilitando el desarrollo de infecciones bacterianas (4). Sin embargo, en la actualidad, una gran proporción de las infecciones de adquisición intrahospitalaria (41 %), o de pacientes que han estado recientemente en contacto con el hospital (21 %), son debidas a gérmenes gramnegativos resistentes a cefalosporinas o a cocos grampositivos (5). PERITONITIS BACTERIANA ESPONTÁNEA La PBE es la infección bacteriana del líquido ascítico en ausencia de perforación o foco séptico intra-abdominal aparente (3). Esta complicación se presenta frecuentemente, en pacientes con cirrosis hepática de cualquier etiología con ascitis, aunque también puede darse en otras enfermedades que cursan con ascitis y baja concentración de proteínas en líquido ascítico, como son el síndrome nefrótico o la insuficiencia hepática aguda fulminante (4). A FACTORES PREDISPONENTES El riesgo de desarrollar un episodio de PBE depende de múltiples factores en los pacientes con cirrosis hepática, La severidad de la insuficiencia hepática es, probablemente, el IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E Las principales alteraciones que conllevan a la infección del líquido ascítico son las alteraciones en la motilidad intestinal (6) -que favorecen el sobrecrecimiento bacteriano intestinal (7)-, las alteraciones estructurales y funcionales de la barrera intestinal (8) -que permiten la traslocación bacteriana de gérmenes aerobios a ganglios linfáticos mesentéricos y a la circulación sistémica (9)- y las alteraciones inmunitarias del propio intestino, del sistema reticuloendotelial y de los mecanismos de defensa del líquido ascítico (10) -que facilitan el desarrollo de la infección (figura 1)-. H Asociación Española para el Estudio del Hígado 74 FIGURA 1 Esquema de la patogenia de la PBE o factor predisponente más importante, ya que más del 70% de los pacientes con PBE pertenecen al grado C en la clasificación de Child-Pugh (5). El alcoholismo y la malnutrición son también factores importantes en la cirrosis, ya que favorecen muchas alteraciones en los mecanismos de defensa antibacteriana. La instrumentalización (sondaje vesical, catéteres endovenosos, endoscopias terapéuticas, etc.) a la que son sometidos los pacientes con cirrosis que ingresan en el hospital por causas diversas (como hemorragia digestiva, encefalopatía hepática, ascitis e insuficiencia renal) es también un factor favorecedor de las infecciones. Es, por tanto, conveniente intentar evitar al máximo la manipula- 75 ción de los pacientes y retirar vías y catéteres en cuanto la situación clínica lo permita (2). Los pacientes cirróticos con hemorragia digestiva presentan una elevada incidencia de infecciones bacterianas y de PBE. El 20% de los pacientes con hemorragia digestiva presentan una infección en el momento del ingreso hospitalario, y entre el 35-60% de ellos desarrollarán una infección nosocomial durante los primeros días de ingreso hospitalario (5). La concentración de proteínas en líquido ascítico es el factor predisponente más importante (en caso de desarrollar el primer episodio de PBE durante el seguimiento), tanto a corto ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado como a largo plazo (10, 11), ya que sus niveles están directamente relacionados con la concentración de C3 en el líquido ascítico. Más de la mitad de estos pacientes presentarán esta complicación durante el primer año de seguimiento, especialmente si, además, presentan una bilirrubina sérica elevada (>3,2 mg/dl) o una cifra de plaquetas disminuida (<98.000/ mm3) (12). Por último, aquellos pacientes que sobrevivan a un primer episodio de PBE tienen una alta probabilidad de recidiva de la infección, ya que entre el 35 y 69 % desarrollarán otro episodio de PBE en el plazo de un año, si no se toman medidas preventivas (13). MANIFESTACIONES CLÍNICAS En muchos casos la infección puede detectarse en pacientes asintomáticos o poco sintomáticos. Es importante sospechar la posible infección del líquido ascítico ante cualquier alteración clínica o analítica del paciente, ya que el pronóstico a corto plazo del paciente con PBE depende fundamentalmente del diagnóstico precoz. Por ello, la aparición de encefalopatía hepática, insuficiencia renal, acidosis, leucocitosis y, en general, cualquier deterioro del estado general en el paciente cirrótico con ascitis nos debe obligar a practicar una paracentesis diagnóstica y descartar una PBE (5). Las manifestaciones clínicas características de infección peritoneal, como son la fiebre y el dolor abdominal, son poco frecuentes. DIAGNÓSTICO, DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Y VARIANTES DE LA INFECCIÓN Es importante que el diagnóstico se realice de forma precoz, ya que permite iniciar inmediatamente el tratamiento, lo que mejora el pronóstico del paciente a corto plazo. Para ello, debe realizarse una paracentesis diagnóstica a todo paciente cirrótico con ascitis que ingresa en el hospital, así como a los ingresados que desarrollan signos o síntomas sugestivos de infección (fiebre, dolor abdominal, encefalopatía hepática o deterioro del estado general) o muestran alteraciones en los parámetros analíticos como el hemograma o la función renal (5). El diagnóstico de la PBE se basa en la determinación del recuento de polimorfonucleares (PMN) y el cultivo del líquido ascítico (14). La utilización de tiras reactivas, usadas previamente para el screening de la infección urinaria, nos permite realizar un diagnóstico precoz de la PBE, especialmente en aquellos centros en los que no se realiza la determinación de PMN de urgencias (15). Sin embargo, el diagnóstico deberá ser confirmado mediante la cuantifica- A En función de las características del líquido ascítico (PMN y cultivo), se han descrito variantes de la infección del líquido ascítico con una evolución clínica, pronóstico y tratamiento, diferentes (5). Se distinguen las siguientes entidades: - PBE con cultivo positivo: se define como la infección del líquido ascítico en la cual el recuento de PMN en líquido ascítico es ≥ 250/mm3 y el cultivo es positivo. En pacientes con ascitis hemorrágica (ascitis de aspecto hemático con recuento de hematíes >10 000/mm3, consecuencia de paracentesis traumática, coagulopatía severa o neoplasia concomitante) se debe aplicar un factor de corrección de 1 PMN por 250 hematíes en líquido ascítico. En la PBE, únicamente el, 5 % de las tinciones de Gram son positivas, probablemente porque la infección cursa, inicialmente, con muy baja concentración de gérmenes, por lo que es necesario el cultivo del líquido ascítico. El cultivo convencional de líquido ascítico es positivo en menos del 50 % de los casos, por ello, este cultivo debe realizarse siempre con inoculación del líquido en frascos de hemocultivo (ambientes aerobio y anaerobio, 10 ml en cada uno) en la cabecera del paciente (16). Si bien se han descrito casos de resolución espontánea, los pacientes deben ser tratados con el antibiótico empírico adecuado. - PBE con cultivo negativo o ascitis neutrocítica cultivo negativo: se considera cuando el recuento de PMN en líquido ascítico es ≥250/mm3 (pero el cultivo es negativo), en ausencia de tratamiento antibiótico previo o de otra causa que aumente los PMN en líquido ascítico, como hepatocarcinoma, carcinomatosis peritoneal, tuberculosis o pancreatitis. A pesar de la negatividad del cultivo, se considera una verdadera infección, ya que la evolución clínica y la mortalidad a corto y largo plazo es similar a la de los pacientes con cultivo positivo. Por ello, los pacientes deben ser tratados con el antibiótico empírico. - Bacteriascitis monomicrobiana: se define cuando hay colonización del líquido ascítico por una bacteria sin reacción inflamatoria secundaria (recuento de PMN <250/mm3). Solo los pacientes sintomáticos, es decir, con fiebre, dolor abdominal o encefalopatía, deben ser tratados con antibióticos, ya que pueden evolucionar a una verdadera PBE. En los pacientes asintomáticos, el cultivo habitualmente se negativiza espontáneamente. Sin embargo, es importante repetir la paracentesis para confirmar la negativización del cultivo. - Bacteriascitis polimicrobiana: se produce como consecuencia de una punción inadvertida de un asa intestinal durante una paracentesis, siendo el recuento de PMN normal y el cultivo positivo para dos o más gérmenes. Es una enti- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 76 E E ción de polimorfonucleares en líquido ascítico por método manual clásico, ya que pueden haber falsos positivos. H Asociación Española para el Estudio del Hígado dad infrecuente, generalmente con buena evolución clínica. Es importante un seguimiento estricto y evaluar individualmente la necesidad de realizar tratamiento antibiótico de amplio espectro, especialmente si la paracentesis era terapéutica y, por tanto, con trocar de mayor calibre. - Peritonitis bacteriana secundaria (PBS): ocurre por el paso directo de gérmenes al líquido ascítico, debido a perforación de una víscera hueca o de un absceso intra-abdominal. En esta situación clínica, el inóculo bacteriano es elevado, por lo que el Gram suele ser positivo y el cultivo detecta más de un germen, incluido anaerobios. Es de gran trascendencia el diagnóstico diferencial de la PBE con la PBS, a pesar de que la PBS solo representa un 5 % de las peritonitis en pacientes cirróticos, ya que la actitud terapéutica es diferente. mortalidad era prácticamente del 100 % de los casos, siendo actualmente alrededor del 10-20 %. Esta importante mejoría se debe al mejor conocimiento de la enfermedad, lo que nos ha permitido un alto índice de sospecha, un diagnóstico precoz, el uso de antibióticos más adecuados, evitando aminoglicósidos por su conocida nefrotoxicidad y, en general, el mejor control de los pacientes y de otras complicaciones de la cirrosis (5). La expansión plasmática con albúmina, especialmente en pacientes con alto riesgo de mortalidad (BUN >30 mg/dl) y/ó bilirrubina sérica >4 mg/dl), ha contribuido también de forma significativa (18, 19). El diagnóstico diferencial se basa inicialmente en el análisis del líquido ascítico. La presencia de los siguientes datos debe hacernos sospechar la posibilidad de estar ante una PBS (17): Desafortunadamente, el pronóstico de los pacientes que sobreviven a un episodio de PBE sigue siendo infausto a largo plazo. Entre un 40 %-70 % de los pacientes que sobreviven a un episodio de PBE presentarán una nueva infección en el periodo de un año, si no se toman medidas preventivas, y la supervivencia de dichos pacientes es de un 30 % y 20 % al año y dos años de seguimiento (13), por lo que estos pacientes deben ser siempre evaluados para trasplante hepático. a) Dos de los siguientes parámetros del líquido ascítico: proteínas > 1g/dl, glucosa <50 mg/dl o LDH >225 mU/ml. TRATAMIENTO b) Tinción de Gram positiva, cultivo polimicrobiano y presencia de anaerobios. c) Determinación de PMN en líquido ascítico a las 48-72 horas del inicio del tratamiento antibiótico. Si no disminuyen considerablemente (más del 25 %), se debe evaluar la posibilidad de una peritonitis secundaria, de la aparición de resistencias al tratamiento antibiótico o de una sobreinfección bacteriana. Ante la mínima sospecha clínica y/o analítica de PBS, deberán realizarse técnicas de imagen para confirmar o descartar perforación de víscera hueca o presencia de un foco séptico. La técnica más utilizada actualmente es el TAC abdominal. El tratamiento de la PBS consiste en la administración de antibióticos de amplio espectro (para cubrir gérmenes gramnegativos, enterococos y anaerobios), por ejemplo, piperacilina/tazobactam, o bien, imipenem/cilastatín. A diferencia de la PBE, ante todo paciente con PBS, siempre debe valorarse la cirugía lo más precoz posible, especialmente si la causa es perforativa y el paciente tiene una función hepática conservada (Child-Pugh A ó B), o bien el drenaje percutáneo bajo control radiológico, en el caso de presencia de un absceso. PRONÓSTICO La mortalidad hospitalaria de los pacientes con cirrosis, que desarrollan una PBE ha disminuido drásticamente en las últimas cuatro décadas. A principios de los años setenta, la 77 En la actualidad, la PBE se considera una complicación que requiere tratamiento hospitalario (20). Medidas de soporte general, tales como colocación de vías intravenosas, fluidoterapia y en casos de inestabilidad hemodinámica (shock), fármacos vasoactivos y vigilancia intensiva son necesarios. Es muy importante iniciar tratamiento antibiótico empírico inmediatamente después del diagnóstico de la PBE, debiéndose mantener hasta 24-48 horas después de confirmar la resolución de la infección mediante paracentesis y normalización del recuento de PMN (<250/mm3). Habitualmente, la duración del tratamiento antibiótico oscila entre 5-10 días. El antibiótico que se debe emplear inicialmente de forma empírica debe ofrecer cobertura frente a los gérmenes habituales causantes de PBE (bacilos gramnegativos y cocos grampositivos). - Cefalosporinas de 3ª generación Las cefalosporinas de 3ª generación están consideradas como el tratamiento de elección, ya que ofrecen una mayor tasa de resolución de la infección, menores complicaciones (nefrotoxicidad de los aminoglicósidos) y mayor supervivencia que el tratamiento clásico de ampicilina asociada a un aminoglicósido (21). El tratamiento más recomendado es cefotaxima 2g/12h ó ceftriaxona 1-2g/24h intravenosos. Otras cefalosporinas (cefonicid, ceftazidima, ceftizoxima) tienen eficacia similar, pero no son tan utilizados en la práctica clínica habitual. La resolución de PBE con estos antibióticos es cercana al 90 % de los casos. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado - Carbapenems INFECCIONES URINARIAS En los últimos años, se están detectando un aumento de infecciones causadas por gérmenes resistentes a cefalosporinas de 3ª generación (22), como consecuencia de su amplio uso en estos pacientes, tanto como tratamiento de las infecciones como profilaxis de la infección en los pacientes que ingresan por hemorragia digestiva. Este fenómeno se produce, especialmente, en las infecciones nosocomiales (40 %) y en las infecciones en pacientes que han tenido contacto reciente con el hospital (20 %); por lo que en los pacientes en los que se sospecha una infección por estos gérmenes, o bien, en los que no responden adecuadamente al tratamiento convencional en las primeras 24 horas, es preferible administrar carbapenems. Entre el 10 y el 20 % de los cirróticos ingresados presentan infecciones urinarias, siendo la mayor parte causadas por bacilos aerobios gramnegativos (1, 2). El sexo femenino, el sondaje vesical y la ascitis importante son factores predisponentes para el desarrollo de una infección urinaria. De forma similar a lo que ocurre en otras infecciones en pacientes cirróticos, con frecuencia, las infecciones urinarias en estos pacientes presentan escasa sintomatología local o son incluso asintomáticas, por lo que debe prestarse especial atención para su detección. Una medida recomendable es la realización de un sedimento de orina a todo paciente cirrótico que ingresa, especialmente, si tiene ascitis tensa o precisa un sondaje vesical, y repetirlo ante cualquier deterioro de la situación general del paciente (aparición de encefalopatía o insuficiencia renal). - Amoxicilina-ácido clavulánico Dosis de 1g/6h de amoxicilina/ácido clavulánico es igual de eficaz que cefotaxima (23), por lo que es una alternativa en el tratamiento de PBE, más económica y que permite el paso a la vía oral en cuanto mejora el paciente. - Quinolonas orales Algunos antibióticos orales pueden ser utilizados en el tratamiento de la PBE, cuando la situación clínica del paciente lo permite, es decir, que el paciente no presente signos de shock, íleo paralítico, encefalopatía hepática, hemorragia digestiva o insuficiencia renal. La administración oral de ofloxacina (400mg/12 horas por vía oral) puede ser una alternativa a la cefotaxima, con las ventajas de un menor coste económico y la posibilidad de finalizar el tratamiento de forma ambulatoria, en cuanto la situación clínica del paciente lo permita (24). Los pacientes sometidos a descontaminación intestinal selectiva con quinolonas, como tratamiento preventivo, pueden desarrollar episodios de PBE causados por cocos grampositivos o por gramnegativos resistentes a quinolonas. Pese a este cambio de espectro microbiológico, las tasas de resolución de la PBE y supervivencia son las mismas (utilizando cefalosporinas de 3ª generación o amoxicilina-ácido clavulánico), que en los pacientes no sometidos a descontaminación intestinal. La expansión de volumen plasmático con albúmina humana, a dosis de 1,5g/kg de peso intravenoso el primer día y 1g/kg de peso el tercer día del inicio del tratamiento, reduce la incidencia de insuficiencia renal y mejora la supervivencia en pacientes con PBE (18). Este tratamiento parece ser especialmente beneficioso en los pacientes con PBE que presentan elevación de la urea plasmática (BUN >30mg/dl) y/ó de la bilirrubina sérica (>4 mg/dl) (19). A En las infecciones urinarias leves (vías bajas), las quinolonas como la norfloxacina o la ciprofloxacina, o amoxicilina ácido clavulánico por vía oral, son una cobertura empírica adecuada. Cuando se dispone de la tinción de Gram del sedimento de orina, si se observan cocos grampositivos, la asociación amoxicilina ácido clavulánico suele ser efectiva. El tratamiento por vía oral debe continuarse durante 7 días. En el caso de infecciones graves (vías altas), las cefalosporinas de tercera generación por vía endovenosa (como cefotaxima o ceftriaxona) serían el tratamiento empírico de elección cuando se observan bacilos gramnegativos en el sedimento, y amoxicilina ácido clavulánico por vía endovenosa si se observan cocos grampositivos. La duración total del tratamiento debe ser de 10 a 15 días. INFECCIONES RESPIRATORIAS Las infecciones respiratorias (neumonías, bronconeumonías y empiemas pleurales) constituyen otro grupo de infecciones frecuentes en la cirrosis hepática. Su incidencia se sitúa entre el 6 y el 9 % de todos los cirróticos hospitalizados y se consideran infecciones graves con una elevada mortalidad (1, 2). Entre los factores predisponentes destacan el alcoholismo activo, la encefalopatía hepática, el taponamiento esofágico y la intubación endotraqueal. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 78 E E Si bien en la mayoría de los casos las infecciones urinarias son leves, pueden dar lugar a graves consecuencias en pacientes con cirrosis, ya que son la causa más frecuente de bacteriemias secundarias en los cirróticos, y se ha sugerido que podría ser la puerta de entrada de episodios de PBE extrahospitalarios (25). Por ello, toda infección urinaria debe ser tratada lo más precozmente posible con antibióticos adecuados, después de obtener muestras de orina para la realización del sedimento y del urinocultivo y de sangre para hemocultivos si existe repercusión general. H Asociación Española para el Estudio del Hígado Como en otros grupos de pacientes, se distingue entre las neumonías extrahospitalarias y las intrahospitalarias y, además, se considera si la neumonía es por aspiración (2). La importancia de esta clasificación reside en que los organismos responsables son distintos en cada caso y, por tanto, el tratamiento antibiótico empírico, también. Este hecho es especialmente importante en el caso de las infecciones respiratorias, ya que en muchas ocasiones no se consigue el diagnóstico microbiológico del agente causal. Las bacterias más frecuentemente responsables de las neumonías extrahospitalarias, tanto en la población general como en los alcohólicos (y probablemente en los cirróticos), son los neumococos. En este sentido, debe destacarse la creciente frecuencia de neumococos resistentes a la penicilina en nuestro medio. Otras bacterias responsables son Hemophilus influenzae, anaerobios, estafilococos, Legionella spp. y, especialmente en pacientes con cirrosis alcohólica avanzada, bacilos aerobios gramnegativos, entre los que destaca, Klebsiella pneumoniae. En las neumonías intrahospitalarias las bacterias más frecuentes en la población general son los bacilos aerobios gramnegativos (enterobacterias y Pseudomonas spp.) y Staphylococcus aureus (2). Existen escasos datos disponibles sobre el tratamiento de las neumonías en los pacientes cirróticos. El tratamiento antibiótico empírico para una neumonía extrahospitalaria, en un paciente cirrótico sin antecedentes de aspiración, debería incluir una cefalosporina de tercera generación (como la cefotaxima o la ceftriaxona), asociada o no, a un macrólido, según la gravedad del paciente y el grado de sospecha de neumonía por Legionella. En el caso del antecedente de aspiración, probablemente la asociación de una cefalosporina de tercera generación y clindamicina asegura una cobertura antibiótica adecuada. En las neumonías intrahospitalarias, la cobertura empírica puede consistir en una cefalosporina de tercera generación, valorando la ceftazidima en los pacientes sometidos a una mayor instrumentalización, principalmente intubación traqueal, asociada a clindamicina si existe el antecedente de aspiración, o a un macrólido en hospitales con alta incidencia de Legionella intrahospitalaria o si el paciente presenta una evolución desfavorable. La levofloxacina, puede ser una alternativa a las cefalosporinas y el imipenem puede ser útil en los casos de aspiración y en los pacientes más graves. Los pacientes cirróticos, generalmente con ascitis, desarrollan con frecuencia derrame pleural, como consecuencia del paso del líquido ascítico a la cavidad pleural a través de defectos en el diafragma. De forma similar a la PBE, este líquido pleural puede infectarse de forma espontánea, dando lugar al empiema pleural espontáneo (26). Se considera que las bacterias, principalmente bacilos aerobios gramnegativos -como en el caso de la PBE-, alcanzan el líquido pleural 79 en el curso de una bacteriemia espontánea de origen principalmente intestinal o a partir del líquido ascítico infectado en el curso de una PBE. El diagnóstico se establece mediante la determinación de PMN (>500/mm3) y el cultivo del líquido pleural obtenido por toracocentesis. El tratamiento de esta entidad es idéntico al de la PBE, administración de antibióticos de amplio espectro como cefotaxima o ceftriaxona, no siendo necesaria la colocación de un drenaje torácico. Es importante, sin embargo, excluir un empiema secundario, en cuyo caso, además del tratamiento de la causa, puede ser necesario un drenaje torácico. BACTERIEMIA La bacteriemia es otra infección frecuente en los pacientes cirróticos, con una incidencia que oscila entre el 1 y el 10 % de los pacientes ingresados en el hospital (1, 2). Se distinguen en los pacientes cirróticos dos tipos de bacteriemias, las bacteriemias secundarias asociadas a maniobras terapéuticas y colocación de catéteres, y las bacteriemias espontáneas. Estas últimas están causadas en la mayoría de los casos por bacilos aerobios gramnegativos de procedencia intestinal, mientras que cocos grampositivos, especialmente Staphylococcus aureus y Staphylococcus epidermidis, son las bacterias responsables de las bacteriemias secundarias (2). La bacteriemia es una infección grave que requiere un tratamiento antibiótico empírico adecuado y lo más precoz posible. Ante la sospecha clínica de bacteriemia, que en los cirróticos, de forma similar a lo que ocurre con la PBE y con otras infecciones, puede presentarse de forma atípica, debe instaurarse un tratamiento antibiótico empírico después de practicar los cultivos pertinentes de sangre, orina y líquido ascítico. Es importante la realización de una exploración clínica cuidadosa y valoración adecuada de los catéteres endovenosos. Si no se detecta un foco infeccioso primario, debemos considerar que se trata de una bacteriemia espontánea e instaurar un tratamiento empírico con cefalosporinas de 3ª generación, las nuevas quinolonas o la asociación amoxicilina ácido clavulánico. Evidentemente, una vez se disponga de los resultados de los hemocultivos y los antibiogramas, el tratamiento se modificará en base a criterios clínicos, microbiológicos y económicos. El tratamiento debe mantenerse de 10 a 14 días. En caso de infección de catéter, se ha de proceder a su retirada y puede ser necesario el tratamiento con un glucopéptido (vancomicina o teicoplanina). CELULITIS La celulitis es la infección de la piel con extensión en profundidad a la dermis y los tejidos subcutáneos. Se caracte- ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado riza por una zona de piel roja, caliente y dolorosa. Con frecuencia, se origina debido a la sobreinfección bacteriana de una herida o úlcera, la insuficiencia venosa también puede favorecer la sobreinfección. Las infecciones de piel y partes blandas ocurren, generalmente, por inoculación externa, pero también pueden producirse desde un foco endógeno del organismo, por contigüidad e, incluso, por vía hemática. La incidencia de celulitis en la cirrosis se sitúa entre el 8 % y el 11 % (2, 27). En estudios retrospectivos se ha descrito una mortalidad de un 22 % (27). Se han identificado como factores predictores independientes de mortalidad la presencia de insuficiencia hepática en un grado C de ChildPugh y la presencia de ampollas hemorrágicas (27). Respecto a la etiología, además de los gérmenes grampositivos, comúnmente implicados en las celulitis de los pacientes inmunocompetentes (Streptococcus pyogenes y Staphylococcus aureus), en los pacientes cirróticos hay que añadir los gramnegativos (Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae …). Otro microorganismo a tener en cuenta es Vibrio vulnificus, que puede causar una infección muy grave con fascitis necrosante y mal pronóstico en la mayoría de casos. El diagnóstico es principalmente clínico. También es recomendable el cultivo de la secreción de las ampollas. Solo hay que realizar pruebas de imagen con el fin de descartar complicaciones (radiografía convencional y TAC para descartar osteomielitis o presencia de gas; resonancia magnética (RM) para el estudio de la fascia profunda (colecciones o necrosis). En caso de sospecha de necrosis hay que valorar el desbridamiento quirúrgico. Debido a la gravedad de las infecciones del tejido celular subcutáneo en pacientes con cirrosis, se recomienda iniciar de forma precoz antibióticos activos frente a gramnegativos (28). Inicialmente, se puede plantear el tratamiento con ceftriaxona 2 g/24 h + clindamicina 600 mg/8 h, o amoxicilina-ácido clavulánico, o piperacilina/tazobactam 4 g/8 h, o meropenem 1 g/6-8 h durante 7-10 días. En caso de alergia a ß-lactámicos, puede estar indicada la combinación de levofloxacino 500 mg + clindamicina. Las quinolonas están poco indicadas dada la elevada tasa de resistencias y, muy especialmente, en los casos en que el paciente sigue profilaxis con norfloxacino. En el caso de una infección de origen nosocomial debe añadirse vancomicina 1 g/12 h, o linezolid 600 mg/12 h, o tigerciclina 100 mg inicial y luego 50 mg/12 h. En caso de una infección por Vibrio vulnificus, iniciar tratamiento con doxicilina 200 mg inicial y luego 100 mg/24 h. PROFILAXIS DE LAS INFECCIONES BACTERIANAS 1. Pacientes cirróticos con hemorragia digestiva El 20 % de pacientes con hemorragia digestiva que ingresan en el hospital están ya infectados, y hasta el 30-50 % pueden desarrollar una infección en los primeros días de hospitalización. Numerosos estudios han demostrado la eficacia de la profilaxis antibiótica para prevenir infecciones en estos pacientes, lo que mejora la supervivencia. El uso de norfloxacino 400 mg/12h, oral o por sonda nasogástrica, es la pauta más aconsejable y la más aceptada actualmente, ya que disminuye la incidencia de infecciones de un 40 % a un 10% (29). El uso de antibióticos por vía parenteral, como la ceftriaxona 1gr cada 24 horas, ha demostrado una eficacia superior, especialmente en pacientes con insuficiencia hepática severa (30). 2. Pacientes con antecedente de PBE Los pacientes que sobreviven a un episodio de PBE presentan una recurrencia al año de seguimiento del 35-70 % según las diferentes series. La administración continuada de norfloxacino 400 mg/día disminuye la recurrencia de este cuadro clínico y el coste sanitario (31). El efecto sobre la supervivencia a largo plazo no ha sido valorado, ya que estos pacientes deben ser siempre evaluados para trasplante hepático. La profilaxis con norfloxacino no determina una mayor incidencia de infecciones después del trasplante hepático. Los pacientes cirróticos con ascitis, sin antecedente previo de PBE y con niveles de proteínas en líquido ascítico infe- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 80 E E En la actualidad se consideran pacientes con alto riesgo de desarrollar una PBE u otra infección grave y, por tanto, candidatos a profilaxis antibiótica, los siguientes grupos de pacientes: 3. Pacientes con ascitis sin PBE previa Es importante prevenir las infecciones bacterianas en pacientes de alto riesgo, dado el mal pronóstico de los pacien- A tes cirróticos que desarrollan una infección bacteriana o una PBE. Se han sugerido muchas medidas útiles para prevenir estas infecciones, como son la abstinencia alcohólica, reducir o evitar el ingreso hospitalario y la instrumentalización innecesaria (sondajes, etc.), mejorar el estado nutricional de los pacientes y prevenir otras complicaciones de la cirrosis. Sin embargo, la administración de antibióticos orales o intravenosos ha demostrado ser la medida profiláctica más efectiva (5). La decontaminación intestinal selectiva es la inhibición de bacilos aerobios gramnegativos de la flora intestinal, preservando el resto de bacterias comensales. Habitualmente, se realiza mediante la administración de antibióticos orales poco absorbibles, como el norfloxacino. H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 2 Manejo del paciente con sospecha de PBE riores a 15 g/l, tienen una elevada incidencia de PBE en el seguimiento, pero la profilaxis antibiótica, especialmente a largo plazo, había sido controvertida. Efectivamente, diversos estudios han demostrado la eficacia de la profilaxis antibiótica en la prevención del primer episodio de PBE en estos pacientes. Recientemente, se ha demostrado que la profilaxis primaria en aquellos pacientes con insuficiencia hepática avanzada (bilirrubina sérica superior a 3,2 mg/dl o plaquetas superiores a 98 000/mm3) (12), hiponatremia grave o insuficiencia renal, no solo disminuye la incidencia de 81 PBE, sino que también previene el desarrollo del síndrome hepatorenal y mejora la supervivencia (33). Se han de buscar tratamientos preventivos alternativos a los antibióticos (probióticos, prebióticos, etc.), para evitar la aparición de infecciones por gérmenes resistentes u oportunistas. BIBLIOGRAFÍA 1. 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Primary prophylaxis of spontaneous bacterial peritonitis delays hepatorenal syndrome and improves survival in cirrhosis. Gastroenterology 2007;133:818-24. H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Encefalopatía hepática Meritxell Ventura-Cots1,2, Macarena Simón-Talero1,2, Juan Córdoba1,2,3 1 Unidad Hepática, Hospital Vall d’Hebron, Barcelona 2 Departamento de medicina, Universitat Autònoma de Barcelona 3 CIBERehd, Instituto de Salud Carlos III, Madrid, Spain RESUMEN La encefalopatía hepática (EH) es una complicación grave y frecuente de la cirrosis hepática, existen pocos estudios sobre la epidemiologia de esta complicación, no obstante, se sabe que confiere una elevada mortalidad a corto plazo. La EH se ha clasificado en diferentes grupos, dependiendo del grado de disfunción hepática subyacente, la presencia de colaterales porto-sistémicas y el número de episodios. Cada subtipo de EH requiere un abordaje y tratamiento distinto; en los últimos años, la EH mínima (EHM) ha adquirido especial relevancia, siendo objetivo de estudios tanto a nivel de significancia clínica como evaluación de los resultados del tratamiento. Dado el gran espectro clínico con el que se puede manifestar la EH, y a la complejidad que la cirrosis hepática confiere a estos pacientes, es muy difícil realizar ensayos clínicos; no obstante, en los últimos años, se han propuesto nuevos tratamientos como la rifaximina, la terapia de diálisis con albúmina o los fármacos moduladores del metabolismo del amonio con resultados esperanzadores. El estudio de la fisiopatología y del tratamiento de la EH es un desafío por la complejidad del paciente y los múltiples factores que intervienen y coexisten tanto en el episodio agudo de EH como en las formas crónicas. 1.ASPECTOS GENERALES La encefalopatía hepática (EH) es una complicación grave y frecuente de la cirrosis hepática. Incluye un amplio espec- tro de alteraciones neuropsiquiátricas; desde síntomas leves como disartria o temblor, hasta el coma hepático. Se presentan en pacientes con disfunción hepática ya sea aguda (fallo hepático agudo) o crónica (cirrosis hepática) o bien en relación a la presencia de colaterales porto-sistémicas en pacientes sin cirrosis hepática (1). En los pacientes con cirrosis hepática avanzada que desarrollan EH se ha descrito que su supervivencia al año es alrededor del 50 % (2). Estudios recientes muestran diferencias pronósticas en la EH asociada a la CH de aquella que forma parte de una insuficiencia hepática crónica agudizada (3). La EH asociada a cirrosis suele ser secundaria a un factor precipitante. Entre los factores precipitantes se encuentran: hemorragia digestiva alta, estreñimiento, infecciones bacterianas, determinados fármacos, insuficiencia renal, deshidratación y las alteraciones electrolíticas. Se denomina EH episódica espontánea cuando no hay factores precipitantes reconocibles; este tipo de EH suele darse en asociación a la presencia de shunts porto sistémicos (espontáneos, quirúrgicos, TIPS). Si la EH episódica se presenta en más de dos ocasiones se denomina recurrente. Existe, finalmente, otro tipo de encefalopatía hepática denominada mínima, que se define como aquella que provoca alteración cognitiva que no es detectable con la exploración neurológica convencional y resulta en alteración de la exploración neuropsicológica. La EH crónica implica la presencia persistente de alteraciones cognitivas y motoras que provocan un impacto negativo, tanto a nivel social como funcional, en el paciente. Correspondencia: Juan Córdoba Liver Unit, Hospital Vall d’Hebron, Paseo Vall Hebron 109, 08035 Barcelona. Telefon number +34932746140, fax +34932746068 [email protected] A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 83 Se denomina leve si afectan poco a la vida cotidiana y grave si las manifestaciones clínicas provocan dependencia (4). 2. PATOGÉNESIS La EH se desarrolla como consecuencia de la exposición del sistema nervioso central a sustancias que alteran la función neuronal y que se acumulan en el organismo como consecuencia de un menor aclaramiento hepático. Esto puede ocurrir por la presencia de insuficiencia hepática o por la existencia de colaterales porto-sistémicas. De todas las sustancias propuestas, es ampliamente aceptado que el amoniaco desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la EH. El amoniaco proviene de diferentes fuentes: dieta, deaminación de la glutamina a través de la glutaminasa intestinal y degradación de urea por ureasas presentes en la flora colónica. En condiciones normales, la mayor parte del amonio (90 %) se transforma en urea a nivel hepático. Otros tejidos que participan en la eliminación de amoniaco son el músculo esquelético (donde se transforma en glutamina) y el riñón (donde se elimina con la formación de urea) (5). El aumento de amoniaco en plasma provoca múltiples alteraciones a nivel cerebral. Después de atravesar la barrera hematoencefálica se metaboliza a glutamato en los astrocitos. No se ha podido establecer una buena correlación entre el grado de afectación cerebral y los niveles de amoniaco arteriales; se cree que se debe a la dificultad en establecer un diagnóstico de seguridad. Existen otras formas de encefalopatía metabólica que se desarrollan en un paciente con cirrosis y que pueden ser indistiguibles de la encefalopatía hepática. Asimismo, existe una gran variabilidad en la permeabilidad de la BHE, lo que dificulta la valoración de la importancia del amoniaco plasmático; no obstante, se ha objetivado que incluso pequeñas disminuciones en la concentración de amoniaco son clínicamente relevantes (6). Los mecanismos de lesión neuronal por amoniaco incluyen la lesión mitocondrial, estrés oxidativo (secundario al gran consumo de energía que supone la metabolización de amoniaco a glutamina), disfunción celular (debido al alto consumo energético que supone la trasformación de amoniaco en glutamina), afectación de las sinapsis dependientes de glutamato (con acción excitadora) y los efectos del ácido ácido gamma-aminobutírico (GABA, con acción inhibidora) (5). Como se ha citado, la permeabilidad de la BHE es un factor clave en el desarrollo de la EH; las alteraciones y la activación de la respuesta inflamatoria descritas en el desarrollo de la EH, así como el edema astrocitario que condicionan un aumento del edema cerebral tienen implicaciones en el cambio de permeabilidad de la BHE. Durante muchos años, se pensó que el edema cerebral se presentaba, únicamente, A 3. DIAGNÓSTICO El diagnóstico de la encefalopatía hepática se basa en la historia y en la exploración física. La cuantificación se realiza con varias escalas, la más utilizada es la escala de WestHaven, que se basa en criterios clínicos y establece 4 grados que abarcan desde formas leves de inatención (grado 1) hasta el coma (grado 4). El índice HESA es una forma de medir de forma objetiva la escala West-Haven, para ello combina aspectos clínicos con test psicométricos sencillos. La escala CHESS es una escala que evalúa 9 parámetros de forma dicotómica y desarrolla un sumatorio que puntúa de 0 (ausencia de encefalopatía) a 9 (coma). Es un método sencillo que tiene el valor de haber sido desarrollado específicamente para EH (a partir de observaciones clínicas), su mayor limitación es la escasez de estudios en diversas poblaciones. El método CAM ha sido empleado de forma extensiva en diversas formas de síndrome confusional, pero existen pocas publicaciones en EH. La escala de coma de Glasgow fue diseñada para valorar el coma postraumático. Tiene la ventaja de que se ha empleado ampliamente en urgencias y cuidados intensivos, se basa en la respuesta verbal, ocular y motora. Entre las pruebas neuropsicológicas para la encefalopatía mínima la más ampliamente utilizada es la batería PHES (psycometric hepatic encephalopathy score). Consta de 5 test sencillos que se llevan a cabo en 15-20 minutos y dan lugar a una puntuación que se ajusta a la edad y al nivel cultural del paciente. Desarrollado en Alemania, ha sido validado en otros países europeos, incluido España. Los valores de normalidad de la población española se encuentran en la página web de la Red de Encefalopatía Hepática (www.reeh.org). Otras pruebas que pueden resultar útiles son la frecuencia crítica de parpadeo (Critical flicker frecuency), que consiste en una luz que parpadea en el campo visual del paciente, inicialmente a una frecuencia alta, por lo que parece una luz constante. Progresivamente, la frecuencia disminuye, visualizándose una luz intermitente. Ese momento tiene que ser identificado por el paciente pulsando un botón. Se trata de un examen sencillo y que no se ve influido por la edad ni por el nivel cultural del paciente. Se ha establecido una buena asociación entre esta exploración y los resultados del PHES. Sin embargo, el resultado de este examen puede verse alterado por problemas visuales. Existen otros métodos neurofisiológicos que ayudan a completar el diagnóstico IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 84 E E como complicación del fallo hepático agudo. No obstante, los estudios experimentales realizados en los últimos años han demostrado que las alteraciones hídricas a nivel cerebral se presentan tanto en la insuficiencia hepática aguda como en la cirrosis hepática (5). H Asociación Española para el Estudio del Hígado de EH, no obstante, ninguna de estas técnicas es diagnóstica por sí misma y se ha de valorar en relación a las características del paciente. 4. TRATAMIENTO El tratamiento de la EH debe ser multi-orgánico. Implica garantizar el soporte vital del paciente, identificar y tratar de manera específica los factores desencadenante (p.ej., deshidratación, hemorragia digestiva, infección) y administrar tratamiento para disminuir la génesis de amoniaco y favorecer su eliminación. Una vez resuelto el episodio, se establecerá un protocolo para la prevención de nuevas recaídas ( Figura 1). El tratamiento de la EH se dirige a disminuir la concentra- ENCEFALOPATÍA Clasificación Gravedad Grado 1: Déficit de atención, hipersomnia o insomnio, alteración del sueño, asterixis. Grado 2: Letargia, desorientación, alteración del habla, asterixis, conducta inapropiada. Grado 3: Desorientación, estupor, alteraciones conductuales graves +/- asterixis. Grado 4: Coma. EH asociada a fallo hepático agudo EH asociado a Shunt porto sistémico sin enfermedad hepática subyacente EH asociada a cirrosis e hipertensión portal Episódica (espontánea o secundaria) Determinar factor precipitante: - Fármacos Diuréticos.................Retirar o disminuir Mórficos ................... Antídoto: Naloxona Benzodiazepinas .....Antídoto: Flumacenilo -Alteraciones Hidroelectrolíticas: Hipo/Hipernatremia Deshidratación Hipo/Hiperpotasemia Hipomagnesemia - Estreñimiento - Infecciones - Hemorragia digestiva alta i omk Crónica Mínima (Leve o grave) Diagnóstico diferencial: - Alteraciones primarias SNC: ICTUS ........................... TC. Crisis epilépticas ........... EEG Infecciones .................... TC+ P.L. -Síndrome confusional agudo * CORREGIR FACTOR DESENCADENANTE * LACTULOSA V.O. i/o ENEMAS (Valorar rifaximina) * ASEGURAR VÍA AEREA * REEVALUACIÓN CONSTANTE TC: tomografía computerizada. EEG: electroencefalograma, P.L. punción lumbar. S.N.C: sistema nervioso central 85 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado ción plasmática de amoniaco (8). Para ello se utiliza un abordaje dietético, que además de medidas dietéticas, incluye probióticos y aminoácidos ramificados. La eficacia de estos tratamientos no está bien contrastada. Los aminoácidos ramificados no han demostrado beneficio en cuanto a disminuir la recurrencia de episodios de EH, pero sí que se han demostrado efectivos en mejorar la EHM e incrementar la masa muscular. Otras medidas, con efectos importantes sobre la flora intestinal, son los disacáridos no absorbibles (lactulosa y lactitol) y los antibióticos destinados a modificar la flora digestiva (principalmente, neomicina y rifaximina). 4.1 Disacáridos no absorbibles Los disacáridos no absorbibles actúan a nivel de la flora colónica. Gracias a su efecto catártico y a la modificación del pH disminuyen la cantidad de amoniaco que se absorbe, consiguiendo un aumento en su excreción. Combinado con un efecto catártico, los disacáridos no absorbibles favorecen la expulsión de la flora que ha incorporado productos nitrogenados y se produce un efecto de eliminación fecal de amoniaco. Al promover la flora sacarolítica sobre la proteolítica disminuye la proporción de bacterias que contienen ureasa y la formación de amoniaco a partir de urea presente en luz colónica. Un metanálisis, llevado a cabo por Nielsen y colaboradores en el año 2004, revisó los estudios publicados hasta la fecha sobre la eficacia de los distintos tratamientos de la encefalopatía hepática (disacáridos, antibióticos, placebo o no intervención). Los estudios de mayor calidad que comparaban la eficacia de los disacáridos frente a placebo (en concreto, dos ensayos clínicos) no permitían establecer diferencias estadísticamente significativas. Sin embargo, estudios posteriores (9) han demostrado su eficacia en la EH mínima (lactulosa frente a placebo: 19,6 % vs 46,8 %, p 0,001), así como en la profilaxis primaria y secundaria (10, 11). Esto refleja la complejidad de realizar estudios en encefalopatía hepática, en donde hay muchos factores de confusión difíciles de controlar. El empleo de disacáridos se sustenta, además, en fundamentos biológicos y en una amplia experiencia de uso. 4.2 Antibióticos La introducción de antibióticos en el tratamiento de la EH se basa en los efectos sobre la flora intestinal. Inicialmente, se planteó que la principal fuente de amoniaco fuese la producción bacteriana, pero esto se rebatió con la demostración de que la ausencia de flora intestinal no prevenía el incremento de amoniaco causado por la insuficiencia hepática. Actualmente, se considera que existe una contribución de la flora intestinal en determinar la concentración de amo- A La rifaximina es un antibiótico derivado de la rifamicina con una amplia acción bactericida frente a la flora intestinal. Su absorción es prácticamente nula, lo que hace que sus efectos secundarios sean poco significativos, pudiendo mantenerse durante tratamientos prolongados. Diversos estudios han comparado la eficacia de la rifaximina en monoterapia a dosis de 1200mg/día versus disacáridos no absorbibles [ lactulosa ( dosis de 45 a 120 ml/dl) o lactitol (dosis de 60mg/ día)], así como la eficacia de la rifaximina a las misma dosis versus neomicina y paromomicina. El metanálisis realizado por Eltawil KM et al. (13) recoge todos estos estudios al comparar la eficacia de la rifaximina vs disacáridos no absorbibles ambos grupos de tratamiento alcanzan el objetivo primario; recuperación completa del episodio de EH o mejoría clínica considerada clínicamente relevante; (OR=1,92, 95 % IC: 0,79-4,98, p=0,15) mostrando resultados similares en los estudios que comparan rifaximina vs otros antibióticos (OR=2,77, 95 % IC: 0,35-21,83, p=0,21). Al comparar la efectividad global de la rifaximina observamos que no hay diferencias significativas, aunque sí existe una ligera tendencia a favor de esta (OR=1,96, 95 % IC: 0,94-4,08, p=0,07) (13). También sin diferencias significativas pero con una tendencia a favor de la rifaximina, aparece su efecto tanto a nivel de mejoría de test psicométricos, como en concentraciones de amonio plasmático. La rifaximina se considera un fármaco seguro, con un perfil de seguridad superior a otros tratamientos (OR=0,27, 95 % IC: 0,15-0,59, p < 0,01), diferencias debidas a la menor frecuencia de diarrea (13). Recientemente, un estudio realizado por Bass y colaboradores ha demostrado la eficacia de la rifaximina, respecto a placebo, en la profilaxis de nuevos episodios de encefalopatía. El estudio es doble ciego comparado con placebo y en él se incluyeron 299 pacientes. Todos ellos habían presentado al menos 2 episodios agudos de encefalopatía de grado mayor o igual a 2, según la escala West-Haven en los IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 86 E E niaco plasmático, pero que esta es menos importante de lo que se había creído. Se ha propuesto que los efectos beneficiosos de los antibióticos sean, en parte, debidos a que elimina flora intestinal y, en otra parte, a que disminuyen la fuente de amoniaco. La neomicina reduce la producción intestinal de amoniaco inhibiendo la actividad de la glutaminasa, una enzima cuya actividad está incrementada en los pacientes con cirrosis hepática, lo que podría explicar en parte el incremento de amoniaco plasmático y la aparición de EH en estos pacientes (12). Otro posible mecanismo de acción de los antibióticos en la EH podría ser disminuyendo la translocación bacteriana, la presencia de productos bacterianos en plasma y la respuesta inflamatoria a estos. Diversos datos sugieren que los mediadores de la inflamación pueden afectar la función mental y potenciar los efectos del amoniaco en el sistema nervioso central. H Asociación Española para el Estudio del Hígado últimos 6 meses. Como tratamiento añadido en ambos brazos podía emplearse lactulosa. El resultado de este trabajo confirma que la rifaximina (combinada si es necesario con disacáridos no absorbibles) es más eficaz que el placebo previniendo nuevos episodios de encefalopatía y que, además, disminuye el número de ingresos hospitalarios; no obstante, cabe destacar que todos los pacientes incluidos en el estudio presentaban un índice MELD ≤ 19 (6). La eficacia de rifaximina se extiende a la encefalopatía hepática mínima y a la calidad de vida de la cirrosis. La neomicina fue el primer antibiótico en introducirse como tratamiento de la EH, demostrando en diversos estudios una leve superioridad respecto a los disacáridos no absorbibles. Otros antibióticos utilizados, posteriormente, fueron el metronidazol y la vancomicina. Estos tres antibióticos son potencialmente tóxicos, especialmente en su uso prolongado, por lo que, actualmente, se recomienda limitarlos a unas semanas de uso. Podrían ser alternativas a la rifaximina en casos en que no se pueda utilizar. 4.3 Moduladores del metabolismo del amoniaco Hay diversos fármacos que se encuentran en fase de desarrollo que tienen como objetivo inducir un descenso en el amoniaco plasmático, entre ellos destaca el glicerolfenilacetato (HPN-100) (14) y la ornitina fenilacetato. L-Ornitina estimula la síntesis de glutamina en el músculo a expensas de amoniaco, mientras que el fenilacetato excreta la glutamina por la orina, como fenilacetato-glutamina. Es un fármaco en fase experimental con resultados positivos en modelos animales y que se ha demostrado seguro en pacientes con cirrosis hepática; siendo también positivos los resultados en cirróticos descompensados (15). BIBLIOGRAFÍA 1. Ferenci P, Lockwood A, Mullen K, et al. Hepatic EncephalopathyDefinition, Nomenlature, Diagnosis, and Quantification: Final Report of the Working Party at the 11th World Congresses of Gastroenterology, Vienna, 1998. 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Romero-Gómez M, Jover M, Del Campo JA, Royo JL, Hoyas E, Galán JJ, Montoliu C, Baccaro E, Guevara M, Córdoba J, Soriano G, Navarro JM, Martínez-Sierra C, Grande L, Galindo A, Mira E, Mañes S, Ruiz A Variations in the promoter region of the glutaminase gene and the development of hepatic encephalopathy in patients with cirrhosis: a cohort study. 2010 Sep 7;153(5):281-8. 13. Karim M Eltawil, Marie Laryea, Kevork Peltekian, Michele Molinari Rifaximin vs conventional oral therapy for hepatic encephalopathy: A meta-analysis World J Gastroenterol 2012 February 28; 18(8): 767-777. 14. HPB-100 Don C. Rockey, John M. Vierling, Parvez S. Mantry, Marwan Ghabril, R Randomized, controlled, double blind study of glycerol phenylbutyrate in patients with cirrhosis and episodic hepatic encephalopathy. Hepatology 2012; 56 (S1):67A. 15. Ventura-Cots M, Arranz JA, Simón-Talero M, Torrens M, Blanco A, Riudor E, Fuentes I, Suñé P, Soriano G, Córdoba J. J Clin Gastroenterol. 2013 Jun 6. [Epub ahead of print] ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Soporte hepático artificial Rafael Bañares*, María-Vega Catalina** *Servicio de Medicina de Aparato Digestivo Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón CIBERehd. Facultad de Medicina. Universidad Complutense **Servicio de Medicina de Aparato Digestivo. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón. CIBERehd INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ ES NECESARIO DISPONER DE SISTEMAS DE SOPORTE HEPÁTICO ARTIFICIAL? La insuficiencia hepática es una situación frecuente en la práctica clínica que incluye dos tipos de síndrome: el fracaso hepático fulminante (FHF) -en el cual la función y la histología hepática son normales antes del desarrollo del cuadroy la insuficiencia hepática crónica agudizada -en la cual existe un brusco deterioro de la función hepática en pacientes con un hígado previamente enfermo-. En ambos casos, se considera que existe un teórico potencial de recuperación de la función hepática previa. Es importante destacar que en estas dos situaciones no existe únicamente alteración de la función hepática, sino también deterioro de otros órganos como el cerebro, el riñón y la función circulatoria. Aunque la prevención y el tratamiento de la insuficiencia hepática ha mejorado en los últimos años, esta sigue siendo una causa frecuente de morbilidad y mortalidad tanto en Europa como en Estados Unidos (1). El trasplante hepático es la única medida terapéutica que ha permitido conseguir un beneficio en la supervivencia de los pacientes con insuficiencia hepática grave y, por tanto, la estrategia de tratamiento actual persigue estabilizar al paciente hasta que esté disponible un injerto para el trasplante o hasta la recuperación espontánea de la función hepática. Desafortunadamente, una proporción importante de pacientes mueren durante el periodo de espera debido a la escasez de órganos para el trasplante. Además, la presencia de contraindicaciones o el deterioro excesivo de los pacientes impiden la realización del trasplante en numerosas ocasiones. En conjunto, estos datos destacan la necesidad de disponer de sistemas de soporte hepático A BASES FISIOPATOLÓGICAS DEL SOPORTE HEPÁTICO ARTIFICIAL Y TIPOS DE SISTEMAS DE SOPORTE El grado de lesión celular en la insuficiencia hepática depende del tipo, duración y gravedad de la acción del agente etiológico (2). La lesión celular genera la acumulación de diferentes sustancias tóxicas como el amoniaco, mediadores de estrés oxidativo, ácidos biliares, óxido nítrico, lactato, productos del metabolismo del ácido araquidónico, benzodiacepinas, índoles o mercaptanos, generando un estado “tóxico” que a su vez induce un incremento de la susceptibilidad al desarrollo de infecciones, alteraciones circulatorias y fracaso de órganos. Además, el círculo vicioso generado por la liberación de los mediadores mencionados es capaz, a su vez, de producir lesión hepática de manera secundaria con desarrollo adicional de apoptosis y necrosis. Desde un punto de vista teórico, existen varias alternativas para restaurar la función hepática en la insuficiencia hepática. La primera sería incrementar la regeneración hepática; otra pudiera ser el incremento de la masa metabólica hepá- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E artificial, cuyo objetivo primario ideal sería facilitar la recuperación de la función hepática manteniendo además la función de otros órganos o, en su defecto, el mantenimiento adecuado del paciente hasta la llegada del injerto para el trasplante. El objetivo de este capítulo es revisar el estado actual del soporte hepático artificial en pacientes con insuficiencia hepática, prestando especial atención a los aspectos clínicos. H Asociación Española para el Estudio del Hígado 88 tica mediante, por ejemplo, trasplante hepático auxiliar o el trasplante hepatocitario (3, 4). Sin embargo, estos procedimientos son difíciles de llevar a cabo, tienen una logística muy compleja y no han demostrado eficacia clínica. Otra alternativa posiblemente más factible, y con mayor desarrollo clínico, es la utilización de sistemas de soporte extracorpóreo que pueden, a su vez, incluir-sistemas biológicos- o no -sistemas artificiales- elementos celulares en el dispositivo (5). La mayoría de los sistemas de soporte incorporan diferentes “unidades terapéuticas”, que abarcan desde hemodiálisis o hemofiltración convencional a sistemas específicos de adsorción. En el caso de los sistemas biológicos, los dispositivos incluyen bioreactores extracorpóreos que incorporan células hepáticas (6). Los dispositivos no biológicos (Tabla 1) han sido evaluados mucho más ampliamente en estudios clínicos, especialmente los asociados a la diálisis de albúmina. Existen dos sistemas fundamentales: el sistema MARS (molecular adsorbent recirculating system) y el sistema Prometheus (FPSA: fractionated plasma separation and adsorption). Las limitaciones de extensión del presente capítulo impiden una descripción detallada de las características de cada sistema. EVALUACIÓN CLÍNICA DE LOS SISTEMAS DE SOPORTE HEPÁTICO A pesar de las dificultades asociadas al desarrollo de estudios clínicos que evalúen el uso de los sistemas de soporte hepático artificial, en los últimos años se han publicado un número significativo de estudios (tabla 2). DISPOSITIVOS BIOARTIFICIALES EN EL FRACASO HEPÁTICO AGUDO La eficacia de los dispositivos bioartificiales en el FHF se ha evaluado en diversos estudios que han incluido un escaso número de pacientes. El dispositivo ELAD se ha evaluado en dos estudios (7, 8). En el primero de ellos se incluyeron 24 pacientes estratificados por la ausencia (grupo I; n=17 pacientes mortalidad esperada 50 %) o presencia (grupo II; n=7 pacientes, mortalidad esperada 90 %) o de criterios de trasplante hepático. En este estudio, la concentración arterial de amonio disminuyó marginalmente en los pacientes tratados mediante ELAD, mientras que el aumento de la bilirrubina durante el periodo de estudio fue superior en el TABLA 1 Mecanismos de acción de los sistemas de soporte hepático artificial sin componente celular Dispositivo Modo de acción Hemofiltración (28) Difusión a través de una membrana semipermeable. Hemofiltración (29) Aclaramiento continuo convectivo a través de una membrana semipermeable. Plasmaféresis de alto flujo (30) Intercambio de altos volúmenes plasmáticos. Hemodiafiltración (31, 32) Mecanismo mixto convectivo (moléculas grandes) y de difusión (moléculas pequeñas) a través de una membrana semipermeable. Hemoperfusión (33) Perfusión de sangre o plasma a través de carbón, resinas sintéticas neutras o de intercambio aniónico. Hemodiabsorción (34) Diálisis con una combinación de carbón e intercambio aniónico. MARS (19, 21, 35) Aclaramiento de sustancias ligadas a proteínas o solubles en agua a través de una membrana específica frente a un líquido de diálisis enriquecido en albúmina. FPSA (Prometheus) (36, 37) Hemodiafiltración con el uso de líquido de diálisis enriquecido en albúmina. Artificial liver support system (38) Combinación de recambio plasmático hemoperfusión, hemofiltración y hemodiálisis. PF-Liver Dialysis (39) Combinación de hemodiabsorción con aféresis basada en absorbentes. 89 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 2 n A Diseño del estudio IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 90 E E Población del estudio H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 2 (Continuación) IHCA: Insuficiencia hepática crónica agudizada. FHF: Fracaso hepático fulminante. HAA: Hepatitis aguda alcohólica. SMT: Tratamiento estándar. EH: Encefalopatía hepática. SHR: Síndrome hepatorrenal. 91 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado grupo control. Además, la progresión de la encefalopatía fue menos rápida en los pacientes tratados. Sin embargo, estos efectos positivos no se trasladaron a un incremento en la supervivencia (78 % Vs. 75 % en el grupo I y 33 % Vs. 25 % en el grupo II). En un estudio piloto en fase I aleatorizado realizado más recientemente en pacientes con FHF y diseñado con una estratificación similar a la del estudio previo, se incluyeron 19 pacientes en lista de trasplante y 5 no incluibles para trasplante hepático. Los pacientes tratados con ELAD tuvieron una mayor probabilidad de recibir trasplante (92 % Vs 43 %; p<0.05), así como una tendencia a un incremento en la supervivencia a los 30 días (83 % Vs. 43 %; p=0,12). No hubo problemas de seguridad en relación con la utilización del dispositivo ELAD. Otro dispositivo bioartificial evaluado clínicamente es el llamado Hepat-assist (basado en cartuchos con hepatocitos porcinos purificados). Este dispositivo se he evaluado fundamentalmente en un estudio aleatorizado multicéntrico (9) en el que se incluyeron 171 pacientes con FHF o con malfunción primaria después del trasplante hepático y que fueron distribuidos a recibir tratamiento estándar o tratamiento estándar más soporte hepático artificial. La variable principal del estudio fue la supervivencia, evaluada tanto de forma cruda (supervivencia a los 30 días con o sin trasplante) o ajustada por potenciales factores de confusión en un modelo multivariante. El número medio de procedimientos Hepatassist fue de 2.9 (rango: 1-9) por paciente. El análisis global demostró que la supervivencia fue similar en ambos grupos (71 % en el grupo experimental frente a 62 % en el grupo control), lo que motivó la interrupción del ensayo por futilidad en un análisis intermedio. Sin embargo, el modelo multivariante ajustado por la etiología de la enfermedad sugirió la existencia de un efecto beneficioso en pacientes con FHF cuando no se consideraban los pacientes con malfunción primaria. Los resultados de este estudio deben ser analizados con detalle. En primer lugar, el estudio enfatiza la dificultad de realizar estudios aleatorizados en esta población, en la que la heterogeneidad de los pacientes puede generar graves dificultades en la estimación de la presencia o ausencia de beneficios terapéuticos relevantes en variables clínicas. En segundo lugar, el estudio sugiere que la utilización de soporte hepático artificial en determinadas poblaciones con FHF puede tener un impacto relevante sobre la supervivencia. En tercer lugar, la seguridad del dispositivo en pacientes tan graves como los portadores de FHF fue adecuada. Finalmente, debe considerarse el potencial impacto de aspectos técnicos del sistema (por ejemplo, el relativamente escaso número de células contenidas en el biorreactor) en los resultados. A pesar del riesgo teórico de reacciones inmunológicas y la transmisión de zoonosis asociado al uso de células animales (10), ninguno de estos problemas se detectó a lo largo del estudio. A En los últimos años se han publicado varias series de casos y un estudio aleatorizado de gran tamaño en pacientes con FHF tratados con MARS, con resultados preliminares prometedores (11-16) (17). El estudio más relevante incluyó 110 pacientes con FHF (estratificados por la toma previa o no de paracetamol) que fueron aleatorizados para recibir tratamiento estándar frente a tratamiento estándar más MARS. Es importante destacar que el 75 % de los pacientes fueron trasplantados durante las primeras 24 horas de la inclusión. Aunque la supervivencia global a los 6 meses, variable principal del estudio, no fue superior en los pacientes tratados con MARS (84,9 % Vs. 75,5 %; p=0,28), se observó una tendencia a una mejor supervivencia en los pacientes con ingesta aguda de paracetamol. Además, el análisis multivariado demostró que los pacientes que recibieron 3 o más sesiones de MARS tuvieron mejor supervivencia a los 6 meses. Finalmente, el tratamiento con MARS se asoció a una mejoría de la función hepática y renal. En cuanto a los efectos adversos, los pacientes del grupo experimental presentaron un descenso significativo del recuento de plaquetas que no se asoció a un incremento del número de eventos hemorrágicos. Por otra parte, en un reciente estudio se analizó la relación coste eficacia del tratamiento con MARS en pacientes con FH, sugiriendo un impacto positivo del mismo (18). DISPOSITIVOS ARTIFICIALES NO BIOLÓGICOS EN LA INSUFICIENCIA HEPÁTICA CRÓNICA AGUDIZADA El impacto de la utilización de dispositivos artificiales no biológicos, en pacientes con insuficiencia hepática crónica agudizada, se ha explorado en diversas series de casos y en un relativamente pequeño número de estudios aleatorizados, principalmente realizados con el sistema MARS. El primero de estos estudios evaluó el efecto del tratamiento con MARS en pacientes con síndrome hepatorenal tipo I (19). En este estudio 13 pacientes fueron aleatorizados a recibir tratamiento con MARS (n=8) o hemodiafiltración (n=5). Los pacientes aleatorizados al tratamiento con MARS presentaron un significativo mayor descenso de bilirrubina y creatinina en comparación con lo observado en el grupo control. Además, la supervivencia a los 7 días fue superior en los pacientes tratados con MARS (27,5 % Vs. 0 %). Aunque los resultados de este estudio fueron alentadores, el pequeño tamaño muestral y la no utilización del tratamiento actualmente preconizado para el tratamiento del síndrome hepatorenal con vasoconstrictores y albúmina impide obte- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 92 E E DISPOSITIVOS ARTIFICIALES NO BIOLÓGICOS EN EL FRACASO HEPÁTICO AGUDO H Asociación Española para el Estudio del Hígado ner conclusiones acerca de la eficacia del MARS en este contexto. Por otra parte, en un reciente estudio piloto no controlado realizado en pacientes no respondedores al tratamiento vasoconstrictor, el tratamiento con MARS se asoció a un descenso de las concentraciones de óxido nítrico y de creatinina, pero fue incapaz de mejorar la tasa de filtración glomerular (20). En un segundo estudio, se evaluó el impacto del tratamiento con MARS en 24 pacientes con insuficiencia hepática crónica agudizada aleatorizados a recibir tratamiento con MARS frente a tratamiento estándar (21). El objetivo primario del estudio fue obtener una reducción estable (3 días) de la bilirrubina sérica por debajo de 15 mg/dl. El tratamiento con MARS se asoció no solamente a un más frecuente descenso de la concentración de bilirrubina, sino a un incremento de la supervivencia. Los resultados de este estudio en relación con la mortalidad deben ser analizados con cuidado, fundamentalmente por la pobre definición de los criterios de inclusión. Por otra parte, el tamaño muestral era insuficiente para determinar con precisión el impacto sobre la supervivencia. Un tercer estudio (22), analizó los efectos del tratamiento con MARS sobre la encefalopatía hepática grave en pacientes con cirrosis. El objetivo principal del estudio fue la obtención de una mejoría significativa de la encefalopatía, definida por un descenso de más de dos grados en el grado de encefalopatía. El resultado principal del estudio fue que la realización de MARS se asoció a un incremento significativo de la probabilidad, en comparación con el grupo control (58 % Vs. 37 % a las 72 horas; p=0,045). Aunque la metodología de evaluación de la encefalopatía y la falta de efecto sobre la supervivencia han sido criticadas (23), es importante destacar que el estudio no fue diseñado para valorar el impacto sobre la supervivencia. Recientemente, se han comunicado los resultados de un estudio controlado con mayor tamaño muestral (24). En este estudio multicéntrico europeo (estudio RELIEF), realizado en 19 hospitales, se aleatorizaron 189 pacientes con insuficiencia hepática crónica agudizada para recibir tratamiento médico estándar (n=95) o tratamiento médico estándar más MARS (n=94), de forma que estos últimos recibían hasta un número máximo de 10 sesiones de 6-8 horas de tratamiento con el dispositivo. La variable principal del estudio fue la supervivencia a los 28 días. Es importante señalar que las primeras cuatro sesiones de tratamiento con MARS se realizaron en días consecutivos al inicio del estudio. Aunque ambos grupos eran similares en el momento de la inclusión, la proporción de pacientes con una puntuación MELD superior a 20 puntos y con peritonitis bacteriana espontánea como factor precipitante fueron casi significativamente más frecuentes en el grupo que recibió tratamiento con MARS. 93 Los valores de bilirrubina (p=0,001) y creatinina sérica (p=0,02) descendieron de forma más marcada en los pacientes tratados con MARS. Igualmente, se observó una más frecuente mejoría de la encefalopatía en este mismo grupo de tratamiento (de grado II-IV a grado 0-I; 62,5 % vs. 38,2 %; p=0,07). Sin embargo, estos efectos beneficiosos en las mencionadas variables intermedias no se trasladaron a un incremento significativo de la supervivencia; de hecho, la supervivencia a los 28 días fue similar en ambos grupos tanto en el análisis por protocolo como en el análisis por intención de tratamiento (60,7 % vs. 58,9 %; 60 % vs. 59,2 % respectivamente). Después del ajuste por potenciales variables de confusión no se pudo demostrar un efecto beneficioso del tratamiento con MARS en la supervivencia (OR: 0,87 IC 95 % 0,44-1,72). La puntuación MELD, la presencia de encefalopatía hepática en el momento de la inclusión y el incremento de la bilirrubina en el 4º día fueron factores predictivos independientes de mortalidad. Es importante señalar que la incidencia de efectos adversos graves fue similar entre los dos grupos de tratamiento. En otro reciente estudio controlado aleatorizado (estudio HELIOS) (25), se ha podido analizar el impacto del sistema FPSA (Prometheus) en la supervivencia de los pacientes con insuficiencia hepática crónica agudizada. En este estudio se distribuyeron aleatoriamente 145 pacientes para recibir tratamiento con FPSA más tratamiento estándar frente a tratamiento estándar aislado. Los pacientes del grupo FPSA fueron tratados con un número de sesiones con el dispositivo FPSA, entre 8 y 11, a lo largo de 3 semanas. El objetivo primario del estudio fue la supervivencia a los 28 y 90 días, independientemente de la realización de trasplante. Ambos grupos de enfermos fueron similares en cuanto a sus características basales. Al igual que en el estudio RELIEF, los pacientes del grupo experimental presentaron una reducción significativamente mayor de la bilirrubina sérica en comparación con el grupo de tratamiento estándar. Sin embargo, no hubo diferencias entre ambos grupos en la supervivencia a los 28 días (66 % frente a 63 %; p=0,70) o a los 90 días (47 % frente a 38 %; p=0,35). Los factores asociados a un mayor riesgo de muerte en el momento de la inclusión en el estudio fueron la puntuación SOFA, la presencia de hemorragia, el sexo femenino, la presencia de peritonitis bacteriana espontánea, el incremento de la creatinina y la enfermedad ocasionada -conjuntamente- por consumo de alcohol y hepatitis viral. De manera similar al estudio RELIEF, no hubo diferencias en cuanto a la incidencia de efectos adversos en los dos grupos. Por último, un reciente metanálisis (26) encaminado a valorar el impacto sobre la supervivencia del empleo de dispositivos de soporte hepático artificial, concluyó que el uso de este tipo de estrategias se asoció a un incremento de su- ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado pervivencia en pacientes con fracaso hepático fulminante, pero no en pacientes con insuficiencia hepática crónica agudizada. Sin embargo, este estudio no incluyó los estudios más recientemente publicados (17, 24, 25). REQUERIMIENTOS DE UN SISTEMA IDEAL DE SOPORTE HEPÁTICO ARTIFICIAL A pesar del indudable avance en el desarrollo de los sistemas de soporte hepático artificial obtenido en la última década, es obvio que los actuales dispositivos están lejos de ser ideales. El sistema de soporte artificial “óptimo” debería ser capaz de proporcionar las funciones metabólicas y sintéticas propias del hígado, permitiendo el desarrollo de los mecanismos regenerativos del hígado lesionado. Además, el sistema debería aportar capacidad desintoxicante adecuada y ser capaz de proporcionar soporte a las alteraciones de los órganos que fracasan en el contexto de la insuficiencia hepática grave, especialmente el cerebro, el riñón y el sistema circulatorio. Finalmente, debe ser clínicamente eficaz y aplicable, seguro y eficiente en el coste. Por otra parte, es importante destacar la dificultad existente para el desarrollo de ensayos clínicos adecuados en el contexto de la insuficiencia hepática grave. Llamativamente, los dos más amplios ensayos publicados (24, 25) requirieron más de 6 años para completarse y han requerido el concurso de un buen número de unidades de hepatología de primer nivel. Para poder obtener en el futuro estrategias de soporte artificial adecuadas deben abordarse diferentes aspectos. Primero, es importante mejorar la eficacia y capacidad de los dispositivos actuales. En el caso de los dispositivos bioartificiales es esencial investigar en nuevas líneas celulares, capaces de mantener su función de forma adecuada y la posibilidad de ser incorporadas en bioreactores y cartuchos para alcanzar una adecuada masa celular. Se ha comunicado, recientemente, la posibilidad de obtener matrices tridimensionales naturales con integridad del árbol vascular a través de procesos de descelularización (27). La repoblación de estas matrices, con células parenquimatosas y no parenquimatosas humanas, abre una nueva vía para la obtención de los mencionados requerimientos. En lo que respecta a los dispositivos artificiales, la producción de nuevos prototipos con una mayor eficacia detoxificadora podría resultar en un incremento de la eficacia clínica. Otro aspecto de gran importancia a considerar es la optimización de la administración del tratamiento. Es posible que la dosificación actual sea limitada en cuanto a duración e intensidad de tratamiento y, por tanto, insuficiente para proporcionar un soporte adecuado. Así, sería necesario evaluar A Finalmente, es importante analizar cuidadosamente la aplicabilidad clínica y las indicaciones de soporte hepático artificial. Por tanto, es necesario delimitar rigurosamente las diferentes poblaciones diana. En este sentido, el mejor conocimiento de la historia natural de la insuficiencia hepática crónica agudizada es especialmente importante. Por otra parte, la definición de la eficacia de los sistemas de soporte hepático artificial debe definirse a través de variables clínicamente relevantes (supervivencia, soporte hasta el trasplante hepático) y no a través de sus potenciales efectos sobre variables fisiopatológicas o marcadores subrogados. Igualmente, es especialmente importante considerar el impacto del trasplante hepático en el diseño de futuros estudios. BIBLIOGRAFÍA 1. Kim WR, Brown RS, Jr., Terrault NA, El-Serag H. Burden of liver disease in the United States: summary of a workshop. Hepatology 2002;36:227-242. 2. Palmes D, Skawran S, Spiegel HU. Acute liver failure: from bench to bedside. Transplant Proc 2005;37:1628-1631. 3. Palmes D, Qayumi AK, Spiegel HU. Liver bridging techniques in the treatment of acute liver failure. J Invest Surg 2000;13:299-311. 4. Rajvanshi P, Larson AM, Kowdley KV. Temporary support for acute liver failure. J Clin Gastroenterol 2002;35:335-344. 5. Allen JW, Hassanein T, Bhatia SN. Advances in bioartificial liver devices. Hepatology 2001;34:447-455. 6. Carpentier B, Gautier A, Legallais C. Artificial and bioartificial liver devices: present and future. Gut 2099;58:1690-1702. 7. Millis J, Kramer D, O´Grady J. 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H Asociación Española para el Estudio del Hígado 15. Novelli G, Rossi M, Pretagostini R, Novelli L, Poli L, Ferretti G, Iappelli M, et al. A 3-year experience with Molecular Adsorbent Recirculating System (MARS): our results on 63 patients with hepatic failure and color Doppler US evaluation of cerebral perfusion. Liver Int 2003;23 Suppl 3:10-15. 16. Schmidt LE, Wang LP, Hansen BA, Larsen FS. Systemic hemodynamic effects of treatment with the molecular adsorbents recirculating system in patients with hyperacute liver failure: a prospective controlled trial. Liver Transpl 2003;9:290-297. 17. Saliba F, Camus C, Durand F, Mathurin P, Delafosse B, Barange K, Belnard M, et al. Randomized controlled multicenter trial evaluating the efficacy and safety of albumin dialysis with MARS in patients with fulminant and subfulminant hepatic failure. Hepatology 2008;48:LB4. 18. Kantola T, Maklin S, Koivusalo AM, Rasanen P, Rissanen A, Roine R, Sintonen H, et al. 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Hospital Universitari Vall d’Hebron. Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR). Barcelona La hipertensión portal (HTP) es la responsable de la mayoría de las complicaciones clínicas asociadas a la cirrosis (ascitis, hemorragia por varices, encefalopatía hepática y síndrome hepatorrenal). La HTP se define en la práctica como un aumento del gradiente de presión venosa hepática (GPVH, que representa la diferencia de presión entre la vena porta y las suprahepáticas) por encima de 5 mmHg. Por encima de este valor se habla de HTP, y cuando el GPVH es igual o mayor de 10 mmHg se habla de HTP clínicamente significativa (HTPCS), ya que las complicaciones clínicas del síndrome de HTP solo aparecen por encima de este valor. Aunque la HTP, ocasionalmente, puede tener un origen prehepático o posthepático y presentarse sin cirrosis asociada, en la práctica clínica habitual la inmensa mayoría de casos de HTP tienen un origen hepático o sinusoidal y aparecen en el contexto de una cirrosis, por lo que es a este último tipo de HTP al que nos referiremos a partir de ahora. En la presente charla, revisaremos brevemente los mecanismos implicados en la aparición y progresión de la HTP asociada a la cirrosis. Además, dado que la mayoría de estos mecanismos son comunes a las principales etiologías de cirrosis (virus, alcohol, esteatohepatitis no alcohólica o NASH), indagaremos acerca de aquellos otros factores clínicos que pueden aparecer en dichas situaciones y modular la progresión de la hipertensión portal, de manera interdependiente pero distinguible de la causa principal. En este sentido, nos centraremos, fundamentalmente, en el papel de la obesidad como factor de progresión de la HTP asociada a la cirrosis. MECANISMOS IMPLICADOS EN LA HIPERTENSIÓN PORTAL (1-5) La presión del sistema venoso portal es directamente proporcional al flujo que circula por el mismo y a la resistencias que el árbol vascular opone a dicho flujo (ley de Ohm). En A La instauración y progresión de la HTP asociada a la cirrosis depende, por tanto, de 2 fenómenos: el incremento del flujo venoso portal y el aumento de la resistencia intrahepática a ese flujo (1). En ambos casos, se puede distinguir conceptualmente un componente más dinámico, potencialmente reversible, al que normalmente nos referimos como funcional; y otro más estático, difícil de revertir a corto plazo, al que podemos denominar morfológico o estructural; si bien, es cierto que en la práctica ambos componentes (funcional y estructural) están íntimamente relacionados y son difíciles de disociar. El principal factor que determina la progresión de la HTP en la cirrosis es el aumento de la resistencia intrahepática, debido a los cambios morfológicos típicos de las principales formas de enfermedad hepática crónica. Todas ellas inducen de uno u otro modo una lesión hepatocitaria, que a su vez genera una respuesta inflamatoria que se manifiesta, histológicamente, como un aumento de la matriz extracelular (fibrosis) en el sinusoide y una disminución del diámetro efectivo del lecho sinusoidal. Además de la fibrosis, tiene lugar un incremento desorganizado de fenómenos angiogénicos intrahepáticos, que contribuyen a una desestructura- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E condiciones normales, la circulación hepática tiene una gran compliancia, por lo que grandes cambios en el flujo (p.ej. postprandialmente) se acompañan de mínimos cambios en la presión portal gracias a que son amortiguados mediante el reclutamiento y dilatación del árbol sinusoidal intrahepático, que inducen una reducción de la resistencia intrahepática. El resultado neto es que, en condiciones normales, se generan mínimos cambios en la presión portal, que se mantiene por debajo de 5 mmHg. En la cirrosis, sin embargo, los mecanismos reguladores tanto del flujo como de la compliancia del sistema porta se ven distorsionados, conduciendo a un aumento progresivo de la HTP y al desarrollo de las complicaciones clínicas asociadas a esta. H Asociación Española para el Estudio del Hígado 96 ción de la arquitectura hepática (que se manifiesta histológicamente en forma de regeneración nodular) y conducen, junto a otros fenómenos menos conocidos (microtrombosis, estrés mecánico), a una disminución neta del diámetro del lecho sinusoidal al flujo portal. A estos factores morfológicos se añaden cambios dinámicos intrahepáticos que conducen a un aumento del tono contráctil intrahepático. Dicho aumento del tono vascular intrahepático es el resultado de un desajuste en el equilibrio de factores vasodilatadores (principalmente en relación al metabolismo del óxido nítrico) y vasoconstrictores (tromboxano A2, endotelina 1, noradrenalina, angiotensina II, etc.) en el sinusoide. Dicho desequilibrio está mediado, fundamentalmente, por una alteración (funcional y estructural) tanto del endotelio como de las células estrelladas del sinusoide, que condiciona alteraciones en la regulación paracrina de mediadores del tono vascular y la adquisición de un fenotipo “capilar” contráctil. El aumento del flujo portal es la otra característica fisiopatológica de la HTP asociada a cirrosis. Dicho aumento viene en este caso condicionado, principalmente, por factores dinámicos que inducen una vasodilatación arteriolar del territorio esplácnico. Dicha vasodilatación está determinada, de manera predominante, por alteraciones en la regulación endotelial en el lecho arteriolo-capilar esplácnico (ligadas fundamentalmente al metabolismo del óxido nítrico). Sin embargo, también existen fenómenos estructurales (principalmente de angiogénesis, pero también de adelgazamiento arteriolar y de atrofia simpática esplácnica) que contribuyen al efecto neto vasodilatador esplácnico. Dicha vasodilatación esplácnica determina, como hemos dicho, un aumento en el flujo portal, pero también una redistribución del flujo sanguíneo eficaz, que contribuye a otros fenómenos sistémicos característicos del síndrome hiperdinámico (aumento del gasto cardiaco, retención de sodio y agua) y al desarrollo de las complicaciones clínicas de la cirrosis. OBESIDAD E HIPERTENSIÓN PORTAL La esteatohepatitis no alcohólica (o NASH, de sus siglas en inglés) es una de las principales causas de cirrosis y HTP en los países ricos. El NASH es una de las manifestaciones patológicas principales ligadas a la obesidad. Aunque el papel determinante de la obesidad en el desarrollo de hígado graso (o NAFLD, de sus siglas en inglés) y NASH es bien conocido, solo de manera reciente se ha descubierto su prevalencia en pacientes con cirrosis de otras etiologías y su importancia en la modulación de la progresión de la HTP. Hay numerosos estudios que señalan la presencia de obesidad como un importante factor asociado a inflamación y fibrosis hepática, con el consiguiente aumento en el riesgo de progresión de enfermedad hepática a cirrosis, tanto en 97 NASH (6) como en enfermedad crónica hepática por virus (7) y alcohol (8). En el paciente con cirrosis establecida, el papel de la obesidad es menos conocido. Esto se debe probablemente al hecho de que, tradicionalmente, el diagnóstico de cirrosis se ha hecho en el momento de las descompensaciones clínicas y, por tanto, en fases avanzadas de insuficiencia hepática, en las que el estado nutricional del paciente en muchos casos se encuentra ya deteriorado. Estudios de cohortes recientes en pacientes con cirrosis compensada, sin embargo, han demostrado que la obesidad es frecuente en pacientes con cirrosis establecida, y que su presencia tiene una influencia negativa en la progresión de la enfermedad hepática en pacientes de distintas etiologías. Así, en un estudio en casi 1000 pacientes tratados por hepatitis C en EEUU, hasta un 42 % de pacientes eran obesos (índice de masa corporal -IMC- mayor o igual a 30 kg/m2) y un 32 % tenían sobrepeso (IMC 25-30), y la presencia de estas condiciones aumentaba el riesgo de descompensación clínica durante el seguimiento (9). Un estudio multicéntrico internacional, más reciente (10), ha avivado el interés en definir el papel exacto de la obesidad como mediador de la progresión de la hipertensión portal en pacientes con cirrosis establecida. El estudio es un subanálisis de un estudio multicéntrico internacional, que evaluaba la eficacia de timolol vs. placebo en la prevención del desarrollo de varices en pacientes con cirrosis compensada de etiología mayoritariamente vírica (68 %) o alcohólica (22 %), en Inglaterra, EEUU y España. El subanálisis en 161 pacientes, con 59 meses de seguimiento mediano, mostró que el riesgo de descompensación clínica en el seguimiento aumenta progresivamente con la obesidad (15 % en pacientes con peso normal, 31 % en aquellos con sobrepeso y 43 % en obesos, p=0.011). Además, en aquel estudio se observó una progresión al año de la HTP, únicamente, en obesos (aumento medio del gradiente al año de 5 % vs. reducción 11-14% en normo y sobrepeso). En un nuevo análisis más reciente, aún no publicado, de estos mismos datos se observó que el mayor riesgo de descompensación clínica en obesos, probablemente, está mediado por una mayor prevalencia de HTP, sumada a la progresión más rápida de la misma en pacientes obesos. Así, la obesidad se asoció a una prevalencia significativamente mayor de HTPCS (GPVH igual o mayor de 10 mmHg, por debajo del cual el riesgo de descompensación es muy bajo). Así, aunque el GPVH medio era similar en las tres categorías de peso (11.7 mmHg en normopeso, 12.4 en sobrepeso y 12.1 en obesos), el porcentaje de pacientes con un gradiente basal por encima de 10 mmHg (en otras palabras, en riesgo basal de descompensación clínica) aumentaba de manera significativa conforme aumentaba el IMC (51 % en normopeso, 66 % en sobrepeso y 78 % en obesos, p=0,04) (Figura 1). Las dife- ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado rencias en el ritmo de progresión de la HTP también dependían del gradiente basal, siendo significativamente mayor en aquellos pacientes obesos con HTPCS al inicio del estudio. En línea con estos datos, el riesgo observado de descompensación clínica en el seguimiento aumentaba linealmente con el IMC, pero fundamentalmente en aquellos pacientes con GPVH mayor de 10 (21 % en normopeso, 42 % en sobrepeso y 50 % en obesos, p=0.003) (Figura 2). El conjunto de estos datos fue aprovechado para evaluar la posibilidad de desarrollar reglas de decisión clínica que, utilizando parámetros analíticos rutinarios, permitieran estimar con un grado de precisión satisfactorio la presencia de HTPCS en pacientes con sobrepeso u obesidad. Así, ante un paciente con cirrosis en esta cohorte, la presencia de obesidad o sobrepeso, asociada a la presencia de una albúmina plasmática menor de 3.6 g/dL, estimaba muy bien la presencia de HTPCS basal (100 % de sensibilidad y valor predictivo positivo) y permitía discriminar un subgrupo de pacientes en mayor riesgo de descompensación (71 % vs. 28% en aquellos con albúmina mayor de 3.6, p=0.0001). En resumen, en pacientes con cirrosis y HTP de etiología vírica o alcohólica, la obesidad es un importante factor modulador del efecto de la HTP sobre el riesgo de descompen- FIGURA 1 Incidencias de (a) descompensación clínica y (b) presencia de hipertensión portal clínicamente significativa, según índice de masa corporal (BMI, body mass index) en 161 pacientes con cirrosis compensada e hipertensión portal (HVPG, hepatic venous pressure gradient). A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 98 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 2 Incidencia de descompensación clínica según gradiente de presión portal (HVPG) e índice de masa corporal, (BMI) en 161 pacientes con cirrosis compensada e hipertensión portal. sación clínica, modulación que probablemente ocurre a través de una progresión acelerada de la HTP. Los mecanismos implicados en este efecto de la obesidad sobre la HTP no son conocidos, aunque ambos fenómenos comparten señales hormonales, paracrinas y moleculares que sugieren nexos bidireccionales. Desde un punta de vista fisiopatológico, la obesidad está caracterizada por un estado lipotóxico, en el que la capacidad adaptativa del tejido adiposo a un desequilibrio energético se ve sobrepasada de manera crónica. Esto genera como respuesta principal un estado de resistencia insulínica que se propaga desde el tejido adiposo al tejido musculo-esquelético y, finalmente, al hígado. Los mecanismos y vías de esta respuesta lipotóxica implican no solo mecanismos endocrinos, sino también respuestas pro-oxidantes, pro-inflamatorias, pro-angiogénicas y pro-fibróticas, tanto locales (tejidos adiposo, muscular y hepático) como sistémicas (aparato cardiovascular, sistema inmune, etc.). Todos estos mecanismos participan de manera determinante en la fisiopatología de la HTP, como se ha visto anteriormente y, además, pueden solaparse con los de otros agentes etiológicos de enfermedad hepática (virus, alcohol), sumando o potenciando sus respectivos efectos. especular que la lipotoxicidad asociada a la obesidad, mediante la potenciación a distintos niveles (molecular, auto/paracrino, hormonal, etc.) de dichas vías patogénicas, pueda influir de manera clínicamente relevante tanto en un aumento de la resistencia intrahepática como del flujo portal, bien mediante la potenciación de fibrosis, angiogénesis y otros cambios estructurales, bien mediante disfunción endotelial y alteraciones en el tono vascular tanto sinusoidal como esplácnico. Aunque a día de hoy solo disponemos de datos clínicos o experimentales indirectos que apoyen esta hipótesis, se está llevando a cabo un estudio de intervención multicéntrico español (SPORTDIET) que parte de la necesidad de obtener una prueba conceptual de dicha hipótesis. En dicho estudio, se evalúa el papel de la pérdida de peso obtenida mediante dieta y ejercicio sobre el GPVH en pacientes con obesidad y cirrosis compensada de diferentes etiologías. Los resultados de dicho estudio, esperables para 2014, permitirán no solo de la prueba de concepto del efecto de la obesidad sobre la HTP, sino que, en caso de resultar positivo, proporcionarán una estrategia terapéutica de impacto clínico aplicable en el manejo de la HTP en cirrosis de diferentes etiologías, y de manera complementaria a los tratamientos disponibles actualmente. Así, teniendo en cuenta todo lo expuesto hasta ahora, cabe Finalmente, cabe destacar que el conocimiento de la inte- 99 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado rrelación entre enfermedad hepática, HTP y obesidad no se limita solo al uso adyuvante de estrategias terapéuticas destinadas al control de la obesidad. Su conocimiento ha de ayudar, por un lado, al abordaje etiológico principal en casos de NASH, cuya prevalencia crece exponencialmente; y, por otro, para prevenir la progresión de la HTP en aquellas situaciones en las que el tratamiento etiológico no sea factible (p.ej., cirrosis vírica descompensada) o poco eficaz en el paciente individual (alcoholismo, o la propia obesidad). En estos últimos casos, es presumible que se haga necesaria la implementación de estrategias terapéuticas complementarias, orientadas a abordar de manera combinada los aspectos pro-inflamatorios, pro-oxidativos, pro-fibróticos y vasculares que, como hemos descrito, son omnipresentes en la obesidad, hepatopatías de distintas etiologías y en la HTP. BIBLIOGRAFÍA 1. Iwakiri Y, Groszmann RJ. The hyperdynamic circulation of chronic liver diseases: from the patient to the molecule. Hepatology. 2006;43(2 Suppl1):S121-31. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 100 E E 2. Iwakiri Y, Groszmann RJ. Vascular endothelial dysfunction in cirrhosis. J Hepatol. 2007;46(5):927-34. 3. García-Pagán JC, Gracia-Sancho J, Bosch J. Functional aspects on the pathophysiology of portal hypertension in cirrhosis. J Hepatol. 2012;57(2):458-61. 4. Bosch J, Abraldes JG, Fernández M, García-Pagán JC. 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Su importancia se debe a la frecuencia y severidad de sus complicaciones, que incluyen aparición y sangrado de varices esófago-gástricas, ascitis, síndrome hepatorrenal, etc., y que son una de las causas más frecuentes de muerte y transplante hepático en el mundo occidental (1). de muerte (3); además, los pacientes con CSPH también tienen un riesgo más elevado de aparición de carcinoma hepatocelular (4). La consecuencia clínica más frecuente de la hipertensión portal es la aparición de varices gastroesofágicas (3). Su presencia en pacientes con cirrosis compensada está asociada de forma independiente a un peor pronóstico (3). En nuestro medio, más del 90 % de casos de hipertensión portal se debe a cirrosis hepática (hipertensión portal sinusoidal) y menos del 10% a otras causas, principalmente, enfermedades vasculares del hígado (trombosis del sistema venoso portal o de las venas suprahepáticas). El método de referencia, para diagnosticar la presencia de varices esófago-gástricas, es la endoscopia digestiva alta, que tiene que efectuarse en el momento del diagnóstico de cirrosis (5); primariamente, para identificar varices con alto riesgo de sangrado (susceptibles de profilaxis farmacológica o endoscópica) y, en segundo lugar, para estratificar el riesgo de progresión del paciente. Se entiende por varices de riesgo aquellas de tamaño moderado o grande, o que presentan signos rojos en su superficie, o que ocurren en un paciente con cirrosis descompensada. Únicamente, son de bajo riesgo las varices pequeñas en pacientes compensados y que no presentan signos rojos. El método de referencia, para diagnosticar y cuantificar la severidad de la hipertensión portal cirrótica, es la medición del gradiente de presión venosa hepática (GVPH), obtenida durante un cateterismo de venas suprahepáticas. Existe hipertensión portal cuando el GPVH es mayor de 5 mmHg; cuando el GPVH es igual o superior a 10 mmHg nos hallamos ante una hipertensión portal clínicamente significativa (clinically significant portal hypertension, CSPH) (1), ya que por encima de este umbral pueden aparecer las complicaciones del síndrome (varices esofágicas, ascitis, otras descompensaciones). En particular, en pacientes con cirrosis compensada, la presencia de CSPH es un factor independiente de riesgo de progresión de la enfermedad al estadio descompensado (2), que conlleva un elevado riesgo En pacientes con cirrosis, las consecuencias clínicas de la hipertensión portal solo se manifiestan si hay CSPH. Esto conlleva que en pacientes con cirrosis descompensada hay CSPH en el 100% de casos y, por tanto, no son necesarias pruebas diagnósticas para su detección. Al contrario, en pacientes con cirrosis compensada existe CSPH en un 40-70% de casos (6). En consecuencia, la cirrosis compensada es la población diana de los tests diagnósticos para CSPH, ya que la identificación de este umbral permite estratificar esta población en función del riesgo de complicaciones. A efectos prácticos, el subgrupo con CSPH (en riesgo de descompensación) es el ideal para incluir en estudios clínicos sobre nuevos fármacos para reducir la presión portal y el riesgo de descompensación de la cirrosis, mientras que en pacien- A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 101 tes en los que se descarte CSPH se podría evitar la realización de endoscopia de cribado de varices, ya que estas solo se pueden formar si el GPVH es ≥ 10 mmHg. (pero baja sensibilidad) y se asoció independientemente con la presencia de varices (9). No obstante, la endoscopia digestiva y el cateterismo de venas suprahepáticas son técnicas invasivas, no están disponibles en todos los centros, y su uso como test de cribado conlleva un alto costo para el sistema de salud. Es deseable, por lo tanto, disponer de métodos no invasivos que permitan descartar o diagnosticar con precisión la presencia de CSPH y de varices esófago-gástricas. Análisis (laboratorio) El método ideal, para el diagnostico de hipertensión portal y varices, tendría que reunir varias características: además de ser no invasivo, tendría que ser seguro, fácil de aplicar, barato, reproducible, objetivo, y dar resultados numéricos en tiempo real para reducir el tiempo desde la prueba a la decisión clínica; los resultados tendrían que reflejar eventos clínicos en el seguimiento, para permitir una buena estratificación pronóstica. A continuación, se describen los múltiples métodos no invasivos que han sido investigados con la finalidad de identificar CSPH y varices en pacientes con cirrosis. Ya que muchos de estos métodos están disponibles, hoy en día, en la mayoría de Hospitales españoles de segundo y tercer nivel asistencial, se detallará su potencial utilidad para limitar el número de exploraciones invasivas. MÉTODOS DIAGNÓSTICOS NO-INVASIVOS BIEN ESTABLECIDOS Exploración física La exploración física es el método no-invasivo más sencillo y barato para diagnosticar hipertensión portal. Los estigmas físicos más específicos de hipertensión portal incluyen esplenomegalia, arañas vasculares y circulación colateral abdominal (7); el aspecto más frecuente de este último signo es la recanalización de la vena parumbilical/umbilical, que causa la aparición en la pared abdominal de venas distribuidas de forma radial desde el ombligo, que pueden llegar a configurar el aspecto en caput medusae (cabeza de medusa). También pueden ser evidentes edemas, ascitis y signos de circulación hiperdinámica, como una disminución de la presión arterial, taquicardia, pulso saltón y piel caliente. A pesar de su potencial utilidad, la exploración física tiene una baja sensibilidad para diagnosticar CSPH o varices esofágicas en pacientes con cirrosis compensada, y depende de la experiencia del médico (8). En un estudio reciente de nuestro grupo en pacientes compensados, únicamente la presencia de arañas vasculares tuvo una alta especificidad A Los principales índices de función hepática (albúmina, bilirrubina y tiempo de protrombina, o INR) se correlacionan significativamente con el HVPG, la existencia de varices y de varices grandes en pacientes con cirrosis compensada, incluso restringiendo el análisis a pacientes en clase A de Child-Pugh (9). Esto sugiere, que existe una relación estricta entre el daño estructural que lleva a hipertensión portal y el grado de insuficiencia hepatocelular. En un estudio de nuestro grupo en pacientes con cirrosis (principalmente por VHC), una simple combinación de parámetros de laboratorio permitió predecir CSPH con buen rendimiento diagnóstico (9); no obstante, en series de validación en pacientes con distinta etiología, este modelo no dio un resultado satisfactorio. Se puede concluir, que la predicción de CSPH y/o varices basada en tests de laboratorio (o en su combinación con el diámetro del bazo medido por ecografía) no tiene un rendimiento diagnóstico suficiente, y su resultado, aunque puede orientar en sentido positivo o negativo, no tiene que considerarse concluyente. Ecografía/eco-color-Doppler, y otras técnicas de imagen Esta técnica de imagen totalmente no-invasiva tiene un bajo coste en nuestro medio, es fácilmente repetible, permite una exploración en tiempo real y no conlleva irradiación del paciente. La ecografía-Doppler tiene un elevado rendimiento para diagnosticar trombosis del sistema portal y de las venas suprahepáticas, y permite obtener información adicional sobre la existencia de enfermedad hepática, del sistema biliar o del páncreas, que pueden ocasionar hipertensión portal. Por tanto, es la técnica de imagen inicial de elección en el cri- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 102 E E Tienen un bajo costo y son independientes de la experiencia del médico. El dato analítico más característico de hipertensión portal es la trombocitopenia secundaria al hiperesplenismo debido a esplenomegalia (y, en menor medida, a una disminución de la síntesis de trombopoyetina por parte del hígado cirrótico). La disminución del número de plaquetas es un predictor independiente de varices en muchos estudios, y se ha utilizado en combinación con el diámetro del bazo para predecir varices esofágicas (Platelet to Spleen Ratio) (3, 10, 11). No obstante, el número de plaquetas tiene una correlación débil con el GPVH (12), el cut-off varía según los estudios (80-100.000/mmc) y su fluctuación limita la utilidad práctica de este parámetro. H Asociación Española para el Estudio del Hígado bado y diagnóstico de pacientes con sospecha de hipertensión portal. Además, dado que en pacientes con cirrosis la ecografía es el método de elección para el cribado de carcinoma hepatocelular, es fácil asociar el cribado/seguimiento de signos ecográficos de hipertensión portal. La presencia de vasos de circulación colateral porto-sistémica (vena paraumbilical, circulación espleno-renal espontánea, venas coronaria estomáquica y venas gástricas cortas dilatadas) y la presencia de flujo hepatofugal en el sistema portal son signos 100 % específicos de hipertensión portal, lo mismo que la presencia de ascitis, que identifica un estadio descompensado de la enfermedad. Aunque la visualización de colaterales porto-sistémicas por ecografía (u otras técnicas de imagen) permite diagnosticar con seguridad CSPH, su ausencia no permite descartar el síndrome, ya que estas colaterales solo se hallan en un 20-45 % de los pacientes con cirrosis compensada diagnosticada por GPVH (13). La esplenomegalia (diámetro bipolar del bazo >12 cm) es el signo ecográfico más frecuentemente asociado a hipertensión portal y tiene una alta sensibilidad, pero una especificidad moderada (50-80 % en las series publicadas) para el diagnóstico de CSPH. El rendimiento de este parámetro para diagnosticar CSPH y varices es mejor si se considera en combinación con el recuento de las plaquetas (platelet count to spleen diameter ratio) (14, 15), pero sigue siendo insuficiente. Hay que notar, que el aumento de tamaño del bazo a lo largo del seguimiento (al menos 1 cm tras 1 año de la primera exploración) se asocia a un mayor riesgo de formación de varices y de descompensación clínica de la enfermedad (16). Otros signos eco-Doppler que se han descrito en pacientes con HP son: dilatación de la vena porta (> 13 mm); ausencia de variaciones respiratorias del diámetro de vena porta, vena esplénica y vena mesentérica superior; disminución de la velocidad portal (velocidad máxima <20 cm/seg o velocidad media <10-12 cm/seg); aumento del “índice de congestión” de la vena porta; aplanamiento del flujo en las venas suprahepáticas; aumento de los índices de resistencia y pulsatilidad de las ramas intra-parenquimatosas de la arteria hepática, de la arteria esplénica y de las arterias renales; y reducción de los índices de resistencia de la arteria mesentérica (17). Todos estos signos tienen una alta especificidad para el diagnóstico del síndrome, pero una baja sensibilidad, en la cirrosis compensada. Por ello, mientras la presencia de un signo o de una combinación de signos permite establecer el diagnostico con seguridad, su ausencia no descarta que no esté presente. Las recomendaciones actuales indican que en los informes de ecografía se debería reportar, de forma rutinaria (17), al 103 menos el diámetro del bazo, el diámetro de la vena porta y la presencia de colaterales porto-sistémicas, ya que estos son los que se han asociado de forma consistente con la presencia de CSPH y varices. La principal limitación de la ecografía está relacionada a su variabilidad inter e intra observador, además de la ocasionada por distintas condiciones fisiológicas del paciente (posición, fase respiratoria, tiempo tras la comida, ejercicio físico). La reproducibilidad puede mejorarse siguiendo los protocolos recomendados por las sociedades científicas, nacionales e internacionales (17). Otras técnicas de diagnóstico por la imagen. La tomografía computerizada (TC) y la resonancia magnética (RM) con contraste tienen menor variabilidad interobservador que la ecografía, y las dos técnicas permiten visualizar de forma muy detallada el sistema portal. El TC multidetector permite también identificar las varices esofágicas grandes con un buen rendimiento (sensibilidad 84-100 %; especificidad 90-100 %), pero no es igualmente exacto para diagnosticar varices más pequeñas (18-20). En pacientes que tienen que efectuarse un TC por su situación clínica, este puede aprovecharse para diagnosticar varices grandes, pero el riesgo asociado a la irradiación del paciente no permite usar esta técnica para el cribado de varices en la práctica clínica. Resonancia magnética Hay pocos datos publicados sobre el rendimiento de la RM para diagnosticar varices gastroesofágicas; en el estudio que incluye más pacientes (solo 72) (21), el valor predictivo negativo de la técnica fue tan solo del 53 %, lo que sugiere que no es adecuada para el cribado de varices. Recientes avances técnicos de la RM permiten medir de forma no invasiva el flujo sanguíneo portal y el flujo sanguíneo en la vena ácigos (que es un índice del flujo que pasa a través de las colaterales y varices gastroesofágicas), y cuantificar la fracción de perfusión portal y el tiempo de tránsito hepático (22, 23). Sin embargo, no hay datos suficientes para proponer utilizar este método en la práctica habitual. NUEVOS MÉTODOS DIAGNÓSTICOS NO-INVASIVOS Elastografía hepática La presencia de fibrosis induce un aumento de la resistencia hepática que, a su vez, es el principal factor que induce el ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado aumento de la presión portal en fases iniciales en la cirrosis (Gradiente de Presión = Resistencia Flujo). La rigidez hepática medida por elastografía da una estimación fiable de la severidad de la fibrosis (24); por ello, en los últimos años se han publicado estudios para valorar si este parámetro puede proporcionar información numérica, objetiva e independiente del operador, sobre la presencia y severidad de hipertensión portal (25). La elastografía de transición (ET, FibroScan®, Echosens, Francia) ha sido la primera técnica elastográfica aplicada al hígado que ha aparecido en el mercado. El equipo consta de un transductor de ultrasonidos (5 MHz), acoplado sobre el eje de un vibrador que genera una vibración de baja frecuencia (50 Hz) y amplitud, que provoca una onda elástica de propagación a través de los tejidos. Las señales de ultrasonidos permiten determinar la propagación y velocidad de la onda elástica expresada en kiloPascales (kPa). A mayor velocidad de propagación, mayor rigidez (o menor elasticidad) del tejido. A nivel hepático, entonces, la velocidad de propagación del área explorada (1 cm de diámetro y 2-4 cm de longitud) está relacionada con el grado de fibrosis presente en el parénquima, pues el tejido fibroso es el mayor componente de la rigidez hepática (Figura 1). Desde un punto de vista práctico, se realizan diez mediciones y el resultado final es la mediana de ellas. Se considera satisfactoria una medición con al menos el 60 % de medidas válidas, y con una variabilidad (interquartil range, IQR) in- ferior al 30 % de la mediana (idealmente <10 %). El tiempo de exploración es mínimo (inferior a 5 minutos) y la reproducibilidad inter e intraobservador es >90 %. Múltiples estudios y meta-análisis han confirmado que la rigidez hepática, medida por Fibroscan tiene una estrecha correlación con el estadio de la fibrosis evaluado por biopsia, y que el rendimiento de la técnica para diagnosticar cirrosis es óptimo (AUROC media de los estudios publicados: 0.94) (24). Los estudios realizados, en comparación con el GPVH, evidencian que la medición de la rigidez hepática por ET tiene una muy buena correlación con la presión portal en la cirrosis (óptima por valores de GPVH <10-12 mmHg) y un óptimo valor de discriminación entre presencia y ausencia de CSPH (AUROC entre 0.82 y 0.94) (26-30). El mejor cut-off para diagnosticar hipertensión portal varía en los distintos estudios, principalmente, debido a la selección del corte de sensibilidad o especificidad. Por ello, a un análisis cuidadoso, se observa que valores por debajo de 1313.6 kPa permiten descartar con elevada seguridad (sensibilidad >90 %) la existencia de hipertensión portal, y valores ≥ 21 kPa son altamente sugestivos (especificidad >90 %) de CSPH. Por otro lado, en pacientes con valores intermedios (13.6-21.1 kPa) no se puede ni descartar ni diagnosticar con seguridad CSPH. Datos recientes validan esta afirmación, en lo que se refiere Figura 1 Factores que contribuyen a determinar la rigidez hepática. Tal como se muestra, la fibrosis es el factor principal, pero hay que tener en cuenta los demás posibles factores para evitar malinterpretar el resultado de la elastografía, independientemente de la tecnología utilizada. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 104 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado a eventos clínicos: en pacientes con cirrosis compensada, una rigidez hepática ≥ 21 kPa tiene un valor predictivo similar al de un GPVH≥10 mmHg para primera descompensación de la cirrosis (AUROC 0.815 vs. 0.837, NS) (31). Además, valores por encima de este umbral (en este caso: > 23 kPa) identifican una población en mayor riesgo de desarrollar HCC en el follow-up, y con alto riesgo de descompensación tras resección hepática por HCC (32). Estos datos indican que la rigidez hepática por ET es, de momento, el mejor marcador no invasivo de CSPH. Por otro lado, se tiene que considerar, que con valores de GPVH superiores a 10 mmHg la correlación entre rigidez hepática y presión portal se hace menos estrecha (30), debido a que el desarrollo de colaterales porto-sistémicas y el aumento del flujo porto-colateral (que no pueden medirse por ET) juegan un papel importante en el aumento de la presión portal en esta fase de la enfermedad (30). Esto también explica, en parte, por qué la rigidez hepática no sea un buen método para predecir la presencia y el tamaño de las varices gastroesofágicas: su rendimiento diagnóstico no excede el 65-75% en los estudios con muestra suficientemente numerosa (25). Las limitaciones técnicas de la ET son numerosas: fallos técnicos se han reportado en el 3-16% de casos, principalmente, debido a obesidad o ascitis subclínica. Además, esta técnica no permite tener una imagen del punto de medición, que puede ser importante en caso de presencia de lesiones focales hepáticas. Otras limitaciones son comunes a las nuevas técnicas elastográficas, ya que dependen de componentes de la rigidez hepática distintos de la fibrosis (Figura 1): ingestión de comida, inflamación, infiltración, colestasis y congestión venosa hepática inducen aumentos de rigidez hepática independientes de la fibrosis, y todos ellos se tendrían que tener en cuenta a la hora de interpretar el resultado de la elastografía hepática. Elastografía por Resonancia Magnética. La elastografía por RM (33) ha demostrado un rendimiento superior a la ET para valorar fibrosis hepática e hipertensión portal, y permite la medición simultánea de rigidez hepática y esplénica. A pesar de su indudable interés para la investigación en este sector, su elevado costo y el largo tiempo necesario para la exploración hacen que sea poco probable su aplicación rutinaria en el futuro. Sonoelastografía. Para superar algunos de los inconvenientes técnicos de la ET, se han introducido recientemente métodos de elastografía por ultrasonidos (sonoelastografía). Todos ellos, obtienen datos acerca de la elasticidad/rigidez del tejido, en función de la forma en que este se mueve y 105 deforma en respuesta a una fuerza aplicada (presión aplicada por el operador o por el impulso de ultrasonidos). Según el principio físico utilizado -strain ratios, acoustic radiation force impulse imaging-ARFI, y shear wave velocity estimation; para más detalles ver (34)- la rigidez/elasticidad se representa de forma cualitativa (imagen en escala de color), semi-cuantitativa (ratio entre el desplazamiento de la zona sana y patológica sometidas a la misma presión) o cuantitativa (valor absoluto en kPa o m/s). La sonoelastografía se implementa en equipos ecográficos tradicionales, y permite posicionar la zona de interés bajo control visual en la imagen en modo B (escala de grises); otras ventajas incluyen la posibilidad de efectuar la exploración en pacientes con ascitis y con obesidad, y no solo a nivel del hígado, sino también en otros parénquimas (bazo; riñones). Entre estos métodos, el ARFI (Virtual Touch Tissue Quantification; Siemens Healthcare, Erlangen, Germany) es el mejor validado, obteniendo resultados parecidos a los de ET para diagnóstico de fibrosis y cirrosis (35). Este método, cuantitativo e independiente de la presión aplicada por el operador, utiliza la excitación mecánica del tejido obtenida mediante microimpulsos acústicos de corta duración (262 μsec) y con mínima energía, y mide el desplazamiento del tejido (onda de shear) en una región de interés de 10 x 6 mm escogida por el operador en tiempo real. El ARFI hepático se ha utilizado en algunos estudios en comparación con el HVPG; los resultados son contradictorios con respecto a la capacidad de predecir CSPH (en particular en comparación con ET) y son necesarios nuevos datos antes de recomendar su empleo. Elastografía esplénica La esplenomegalia en la cirrosis es principalmente debida a la congestión causada por la hipertensión portal. Por ello, recientemente, se han llevado a cabo estudios dirigidos a valorar si la medición de la rigidez esplénica puede tener un mejor rendimiento diagnóstico que la rigidez hepática para detectar hipertensión portal y varices. Los datos disponibles se basan en estudios preliminares con elastografía por resonancia magnética (36), y en estudios más recientes efectuados con diferentes técnicas elastográficas: elastografía de transición (FibroScan®) (37), realtime elastography (38) y ARFI (39, 40). Los resultados de estos estudios han evidenciado que el bazo es más rígido que el hígado, y sugieren que la rigidez esplénica tenga una correlación mejor con el GPVH vs. la rigidez hepática (37, 38); además, tendría una mayor exactitud para detectar varices (Tabla 1). También se ha sugerido que la combinación de elastografía hepática y esplénica sería superior a ambas, por separado, para predecir el valor de GPVH (37). ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 1 Rendimiento diagnóstico de la rigidez/elasticidad esplénica en los estudios publicados en pacientes con cirrosis. * Los datos se han derivado del análisis de las figuras del artículo. ** GPVH en 60 pacientes: AUROC de SS para CSPH: 0.978 Autor Al Colecchia Stefanescu Hirooka Bota Kajuma Ye Dahsham (44) (37) (45) (38) (39) (40) (46) Técnica TE TE TE RTE** ARFI ARFI ARFI Nº Total 60 113 137 250 169 340 73 % Pacientes con CSPH y Varices Varices: 50,0 % CSPH: 65,0 % Varices: 46,9 % Varices: 84,7 % Varices: 29,2 % Varices: 59,8 % Varices: 38,8 % Varices: 65,7 % Cut-off para presencia de CSPH y Varices Varices: 50,4 kPa CSPH: 40 K Pa para descartar y ≥52,8 k Pa para diagnosticar Varices: 46 k Pa sugieren utilizar <41,3 kPa para descartar y ≥55 kPa para diagnosticar Varices: 46,6 k Pa Varices: 8,24 ratio Varices: 3,48 m/s Varices: 3,18 m/n Varices: 3,16 m/s Diagnóstico correcto 76,7 % CSPH: 70,0 %* Varices: 86,0 % 81,8 % 93,6 % 51,2 % 75,0 % 82,2 % Falsos positivos 13,3 CSPH: 15,0 (intent-to.diagnose) varices: 11,0 4,4 3,6 8,4 24,4 6,8 Falsos negativos 10,0 CSPH: 15,0 (intent-to-diagnose) Varices: 3,0 13,9 0,8 42,2 0,6 11,0 Error técnico NR 11,5 NR 0 1,8 NR NR Aunque los primeros datos publicados son alentadores, antes de poder aplicar en la práctica habitual este parámetro, son necesarios nuevos datos en cohortes más numerosas para definir cuál es la mejor técnica, y qué valores de corte dan mejor rendimiento diagnóstico. Combinación de diferentes métodos no invasivos Combinar diferentes métodos en lugar de utilizar uno solo presenta ventajas teóricas, ya que los falsos positivos y negativos de cada método pueden verse compensados por el uso del otro, proporcionando así una predicción diagnóstica más robusta. Hay pocos estudios sobre la eficiencia de combinaciones de diferentes métodos para predecir CSPH en pacientes con cirrosis compensada, mientras que hay más datos sobre el diagnóstico de varices. CSPH. En un estudio reciente de nuestro grupo (15), la com- A A pesar de su potencial, estos resultados requieren validación antes de poder proponer una aplicación clínica. Varices. La combinación de recuento de plaquetas y diáme- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 106 E E binación empírica (LSPS, liver stiffness spleen size/platelet count; ver abajo) o en un modelo basado en el análisis estadístico (PH risk score) de rigidez hepática (medida por elastografía de transición), diámetro del bazo (por ecografía) y recuento de plaquetas demostró ser muy exacta para diagnosticar CSPH (AUROC, respectivamente, de 0,918 y 0,935; % de pacientes bien clasificados: 84 % y 86 %, respectivamente). De forma interesante, aplicando el cut-off adecuado para descartar CSPH (sensibilidad 90 %) y evitando la endoscopia en los casos con bajo riesgo de CSPH (y por tanto con bajo riesgo de varices), solo se habrían dejado de diagnosticar un 4 % de las varices (y estas eran pequeñas en todos los casos). H Asociación Española para el Estudio del Hígado tro del bazo (por ecografia u otras técnicas), en el “platelet count to Spleen diameter ratio (PSR)”, es mejor que los dos por separado para diagnosticar varices de forma no invasiva (14, 15). Valores de PSR >909 tenían un valor predictivo negativo del 100% en la publicación original (14), lo que sugería que se podía evitar la endoscopia de cribado en este grupo de pacientes. Sin embargo, series de validación sucesivas han mostrado un valor diagnóstico bastante inferior al esperado. Otros modelos han utilizado la combinación de parámetros ecográficos, como el diámetro de la vena porta, y de otros datos de laboratorio, como el tiempo de protrombina (41); pero los resultados en series de validación han sido nuevamente decepcionantes y no se puede recomendar su uso en la práctica habitual. Como se ha comentado arriba, la combinación de rigidez hepática, diámetro del bazo y recuento de plaquetas en un simple parámetro llamado LSPS (liver stiffness spleen size/ platelet count) ha mostrado una capacidad diagnóstica superior a todos los demás parámetros evaluados para diagnosticar varices en diferentes estudios (15, 42). En nuestro estudio en 117 pacientes (15), utilizando un cut-off de 3.21 se diagnosticó con precisión el 85% de los casos, y resultados falsamente negativos se observaron en solo el 6% de casos, lo que sugiere que este parámetro podría utilizarse, pragmáticamente, para reducir el número de endoscopias de cribado en pacientes con cirrosis compensada. LIMITACIONES Y CONCLUSIONES El empleo de la elastografía de transición (ET) (sola, o mejor asociada con ecografía y datos de laboratorio) permite descartar de forma fiable la presencia de CSPH; en consecuencia, en pacientes con baja rigidez hepática (<13 kPa) se puede evitar la endoscopia de cribado de varices de forma segura. A pesar de los notables avances recientes sobre métodos no invasivos para diagnosticar la presencia de hipertensión portal, en la actualidad, la medición de GPVH no se puede remplazar totalmente. En primer lugar, ningún método no invasivo es capaz de predecir el valor exacto de GPVH, especialmente, por encima del umbral de CSPH, que se correlaciona con el riesgo de eventos clínicos en pacientes cirróticos. Además, ninguno de los métodos no invasivos evaluados (y en particular la rigidez hepática por ET) proporciona información útil sobre los cambios de GPVH durante el tratamiento con beta-bloqueantes (43). BIBLIOGRAFÍA 1. 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H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Tratamiento de la hemorragia aguda por varices Càndid Villanueva, Oana Pavel, Alba Ardevol Unidad de Sangrantes. Servicio de Patología Digestiva. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona. Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Hepáticas y Digestivas (CIBERehd). Con el progreso, tanto en las medidas terapéuticas de carácter general en pacientes críticos, como en los tratamientos específicos, el pronóstico de la hemorragia aguda por rotura de varices esofágicas ha mejorado substancialmente, y la mortalidad se ha reducido desde tasas superiores al 40 %, a poco más del 20 % de los casos (1). La recidiva hemorrágica es, junto al deterioro de la función hepática, uno de los principales determinantes de la mortalidad. A las 6 semanas del episodio inicial, la tasa de recidiva se sitúa en el 40 % de casos y la mitad de estos episodios ocurren dentro de la primera semana (2). En consecuencia, el tratamiento de la hemorragia varicosa, no solo deberá conseguir el control del episodio inicial, sino que también será preciso prevenir la recidiva precoz (3). 1. DETERMINANTES DE LA ROTURA VARICOSA La hemorragia varicosa se produce como consecuencia de la rotura de la pared vascular, provocada por una tensión excesiva (4). La tensión de la pared varicosa es una propiedad intrínseca de dicha pared, que se opone a la fuerza expansiva determinada por la presión y el diámetro vasculares. Cuando esta tensión es muy elevada, la rotura solo podrá ser evitada si existe un tejido de soporte competente, alrededor de la variz, que la proteja de nuevas distensiones. Una vez que ocurre la rotura varicosa, la magnitud de la hemorragia estará relacionada con la presión transmural (que depende principalmente de la presión portal), el área del orificio en la pared vascular y las alteraciones de la hemostasia. Todos estos factores se pueden modificar por la propia hemorragia o por el tratamiento (5). Las distintas terapéuticas disponibles actúan sobre uno o más de estos factores. El tratamiento farmacológico y los tratamientos derivativos actúan principalmente reduciendo la presión portal (y la varicosa), y los tratamientos endoscópicos obturando la lesión vascular, al igual que otros métodos de tipo físico como el taponamiento o las prótesis expandibles (2). La presión portal, habitualmente determinada por el gradiente de presión portal o GPP, juega un papel relevante en la rotura varicosa e influye también en el curso evolutivo del episodio hemorrágico (6). Se ha sugerido, que durante el episodio hemorrágico agudo, el GPP puede incrementar a consecuencia de distintos factores, como la sobretansfusión o la reabsorción de la sangre vertida al intestino, lo que puede determinar una recidiva hemorrágica precoz (5). 2. HEMORRAGIA VARICOSA: DIAGNÓSTICO Y MANEJO INICIAL El tratamiento de cualquier hemorragia digestiva se basa en la reposición de la hipovolemia y las medidas especificas para conseguir la hemostasia, lo que en caso de hemorragia varicosa incluirá la prevención de la recidiva precoz (figura 1). La prevención de las complicaciones inducidas por la Correspondencia: Dr. Càndid Villanueva Servei de Patologia Digestiva. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Mas Casanovas, 90 - 08025 Barcelona. Spain Tel.: (34) 93 556 59 20 Fax: (34) 93 556 56 08 E-mail: [email protected] A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 109 FIGURA 1 MEDIDAS TERAPÉUTICAS EN LA HEMORRAGIA VARICOSA AGUDA. El tratamiento de la hemorragia varicosa comprende tres apartados: la reposición de la hipovolemia, la prevención de complicaciones y el tratamiento especifico para conseguir la hemostasia. La tabla recoge algunas medidas ampliamente aceptadas en los 2 primeros puntos hemorragia, también debe formar parte del tratamiento, ya que son en gran parte responsables de la mortalidad (7). Hasta en alrededor de un 30 % de pacientes con cirrosis y hemorragia digestiva la lesión sangrante no es varicosa, por lo que es imprescindible la endoscopia urgente, que permite el diagnostico de la lesión sangrante, aporta información pronóstica y posibilita adaptar el tratamiento, incluyendo la terapéutica hemostática especifica, que se podrá aplicar durante la exploración (8). Un estudio sugiere que la eritromicina, fármaco con efecto procinético, puede mejorar las condiciones para la práctica de la gastroscopia urgente, en pacientes con hematemesis reciente (9). Aunque no se ha demostrado que consiga mejorar la efectividad del tratamiento hemostático, en determinados casos se puede considerar su empleo para optimizar las condiciones para la endoscopia urgente. Aunque no existe una evidencia sólida sobre cuando es preferible realizar la endoscopia urgente, en general se recomienda realizar una endoscopia oral en las primeras 12 A 3. REPOSICION DE LA VOLEMIA Y TRANSFUSIÓN La hipovolemia ocasionada por la hemorragia se debe corregir para evitar las graves causas que puede determinar, como la insuficiencia renal o daño isquémico, en órganos como el cerebro o el corazón (11). No se precisa una transfusión sanguínea para reponer la volemia. La hipovolemia se debe corregir utilizando otros expansores, como cristaloides o coloides, a un ritmo adecuado para prevenir las complicaciones derivadas de la hipoperfusión de los órganos vitales. Si bien la hipovolemia puede ser nociva, también puede serlo una reposición excesiva de la volemia, ya IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 110 E E horas del ingreso de los pacientes cirróticos con hemorragia digestiva (2, 3). Algunos estudios, de carácter retrospectivo, apoyan esta recomendación (10). Si la hemorragia es severa y causa compromiso hemodinámico, puede ser conveniente efectuar la endoscopia en las primeras 6 horas del ingreso, tras estabilizar al paciente. H Asociación Española para el Estudio del Hígado que puede ocasionar un aumento de la presión portal que favorezca la recidiva hemorrágica (5), por lo que es preciso ajustar la reposición de la volemia, mediante una estrecha monitorización de los parámetros hemodinámicos en unidades, con los requerimientos precisos para ello (UCI o semicríticos) (figura 2) (2). El objetivo de la transfusión de unidades de concentrados de hematies (UCH), consiste en evitar el daño isquémico, o que pueda ocasionar la anemia extrema (12). Distintos estudios sugieren que una estrategia transfusional restrictiva, que permita una adecuada oxigenación tisular y evite los riesgos inherentes a la transfusión de derivados sanguíneos y a la excesiva expansión volémica, puede ser más adecuada que una transfusión liberal (13). Un reciente estudio controlado muestra que, en pacientes con hemorragia digestiva aguda, una estrategia de transfusión de UCH restringida consistente en transfundir cuando la hemoglobina desciende por debajo de 7 g/dl para mantenerla entre 7 y 9 g/dl, es más efectiva que una estrategia liberal con un umbral transfusional de hemoglobina inferior a 9 g/dl y objetivo de mantenerla entre 9 y 11 g/dl (14). Con la transfusión restrictiva se consiguió una probabilidad de supervivencia a las 6 semanas, significativamente superior que con la estrategia liberal de transfusión, y también se consiguió mejorar distintos parámetros relacionados con la eficacia, tales como la tasa de recidiva hemorrágica, la necesidad de tratamiento de rescate y la duración de la estancia hospitalaria. La incidencia global de complicaciones también mejoró. Además, con la estrategia transfusional restrictiva, se aumentó de forma significativa, la tasa de pacientes que no requirieron ninguna transfusión y redujo significativamente el número de UCH transfundidas (14). En pacientes con hemorragia varicosa la transfusión liberal se asoció a un aumento significativo del GPP, que no se observó con la transfusión restrictiva, lo que pudo determinar en parte los resultados observados, FIGURA 2 CORRECCIÓN DE LA HIPOVOLEMIA La hipovolemia se debe corregir evitando una reposición excesiva que podría ocasionar un aumento de la presión portal con riesgo de recidiva hemorrágica varicosa. Se debe ajustar la reposición de la volemia mediante una estrecha monitorización de los parámetros hemodinámcos 111 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado junto las complicaciones potenciales inherentes a la transfusión, como la inmunomodulación o las relacionadas con la edad de los UCH (15). No se dispone de una evidencia concluyente, en la que basar la indicación de transfundir plaquetas o plasma fresco en el contexto de la hemorragia digestiva (2). Por lo que respecta a la trombopenia, cuya incidencia es muy elevada en la cirrosis, carecemos de estudios controlados que establezcan cuando transfundir plaquetas, aunque parece razonable plantearla con recuentos inferiores a 30-40x109/l mientras la hemorragia esté activa. En la actualidad, se sabe que el INR (como el Quick o el tiempo de protrombina) indican disfunción hepática, pero no coagulopatía, por lo que la transfusión de plasma en la hemorragia por HTP no se debe basar en este parámetro (16). De hecho, aunque el factor VII activado recombinante es capaz de corregir el tiempo de protrombina en la cirrosis, los estudios clínicos efectuados no han conseguido demostrar de manera fehaciente la eficacia de este fármaco, ni en el conjunto de pacientes con hemorragia varicosa, ni en subgrupos de alto riesgo, como aquellos con sangrado activo y avanzada insuficiencia hepática (17). 4. PREVENCIÓN DE COMPLICACIONES Los pacientes con cirrosis hepática pueden presentar diversas complicaciones como consecuencia de un episodio hemorrágico (figura 1) (8). Su prevención debe iniciarse de forma precoz, ya que se pueden producir rápidamente durante el curso de la hemorrágia. Broncoaspiración: Tanto la disminución del nivel de consciencia (como consecuencia del choque hipovolémico o de encefalopatia), como el sangrado masivo, la favorecen. El riesgo es más elevado durante la gastroscopia (18). Administrar fármacos procinéticos, como eritromicina, antes de la endoscopia, podría disminuir el riesgo de broncoaspiración, aunque esto no se ha demostrado. Para su prevención se debe valorar la posibilidad de intubación orotraqueal. Factores como la broncoaspiración, la hipovolemia mantenida o la multitransfusión, pueden inducir un inadecuado intercambio gaseoso pulmonar (18). Por tanto, es aconsejable disponer de pulsioximetria continuada, mientras que la oxigenotrerapia y la fisioterapia deben formar parte del tratamiento. Insuficiencia renal aguda: Hasta un 11 % de los pacientes cirróticos con hemorragia, presentan insuficiencia renal aguda (19). La severidad de la hipovolemia y de la insuficiencia hepática son determinantes para su desarrollo. Aunque es transitoria en más de la mitad de casos, puede ocasionar síndrome hepatorenal tipo I, o una necrosis tubu- A Infecciones bacterianas: Son una reconocida complicación de la cirrosis. Su incidencia es mayor en pacientes con hemorragia digestiva, en los que afecta a un 35 % al 67 % de casos (20). Su presencia se debe investigar de forma rutinaria. La PBE y la bacteriemia espontánea son las más comunes, seguidas de las de tracto urinario y las neumonías. Tanto la recidiva hemorrágica, como la mortalidad, aumentan en los pacientes que las desarrollan (21). En la actualidad, la profilaxis antibiótica es parte integral del tratamiento de la hemorragia en los pacientes cirróticos, ya que reduce la incidencia de infecciones y la recidiva precoz, y mejora la supervivencia (20). La descontaminación intestinal selectiva es una opción terapéutica racional, dado que estas infecciones, con gran frecuencia, se originan por gérmenes gram-negativos de origen entérico. En pacientes con avanzada insuficiencia hepática es preferible la administración parenteral de antibióticos de amplio espectro como ceftriaxona (22). Si la ingesta oral debe demorase por cualquier motivo se pueden utilizar ceftriaxona, incluso en pacientes sin factores de riesgo. Otras complicaciones: La hemorragia digestiva, en el contexto de la cirrosis, puede desencadenar ascitis o encefalopatía. Con menor frecuencia, la hemorragia aguda puede desencadenar otras complicaciones cardiocirculatorias (como angor o infarto hemodinámico, arritmias o insuficiencia cardiaca en pacientes con miocardiopatia de base), respiratórias (como atelectasias, distrés del adulto), coagulopatía por consumo o multitransfusión, y en pacientes alcohólicos puede ocurrir síndrome de deprivación, o más raramente, síndrome de Wernicke (que se debe prevenir con tiamina). La prevención y el manejo de estas eventualidades enfatiza la conveniencia de tratar a estos pacientes en unidades de críticos. Por otra parte, la malnutrición, frecuente en pacientes cirróticos, puede empeorar como consecuencia de la hemorragia o por la supresión de la ingesta oral, por lo que es aconsejable reiniciarla sin demora una vez controlada la hemorragia. 5. TRATAMIENTO HEMOSTÁTICO ESPECÍFICO Disponemos de distintas opciones para el tratamiento de la hemorragia aguda por varices, entre las que se incluyen las endoscópicas, diferentes fármacos vasoactivos, el tapona- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 112 E E lar aguda. El deterioro de la función renal comporta un peor pronóstico y es un parámetro predictivo independiente de mortalidad (19). Se debe prevenir mediante una reposición adecuada de la hipovolemia (figura 2). Deberá evitarse el uso de nefrotóxicos potenciales, así como las maniobras que puedan inducir hipotensión, como la paracentesis evacuadora total o los fármacos hipotensores, hasta 5-7 días después la estabilización. H Asociación Española para el Estudio del Hígado miento esofágico, las de tipo derivativo y otras opciones quirúrgicas. Una terapéutica efectiva debe conseguir el control inicial de la hemorragia y prevenir la recidiva precoz, dada su relevancia en el pronóstico definitivo. (23). La adición de nitroglicerina logra un mayor control de la hemorragia, con un menor número de complicaciones. Sin embargo, esta terapéutica está en desuso al existir mejores alternativas. El tratamiento farmacológico ofrece ventajas exclusivas, como una disponibilidad inmediata o la independencia de equipos y de tecnología sofisticada. Hay distintas opciones para la elección de fármaco vasoactivo (figura 3). Terlipresina: Es un derivado sintético de la vasopresina de acción más prolongada, que en estudios comparativos con tratamiento no activo ha demostrado un mayor control de la hemorragia y ha reducido los requerimientos transfusionales. Además, es el único fármaco que ha demostrado disminuir la mortalidad (23). Vasopresina: Reduce la presión portal y la varicosa mediante una marcada vasoconstricción esplácnica, aunque también causa vasoconstricción sistémica, por lo que puede inducir isquémia miocárdica y en otros territorios, lo que obliga a suspender el tratamiento en un 25 % de los casos Somatostatina: Reduce la presión portal induciendo vasoconstricción esplácnica selectiva, sin efectos sistémicos apreciables y evita, además, las fluctuaciones del GPVH inducidas por diferentes estímulos durante la hemorragia aguda (24). Su vida media es muy corta, por lo que se debe Tratamiento farmacológico FIGURA 3 ELECCIÓN DE FÁRMACO VASOACTIVO Meta-análisis de los estudios randomizados comparando terlipresina y somatostatina contra grupos control sin tratamiento activo (A, B), y de los estudios randomizados comparando octreotide y somatostatina contra terlipresina (C, D) 113 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado administrar en infusión continua. Los bolus provocan un descenso del GPVH mucho más pronunciado, que solo dura escasos minutos. Aunque estudios comparativos frente a placebo, alguno con problemas metodológicos, han resultado heterogéneos (23), otros estudios han demostrado de forma concluyente que la eficacia de somatostatina, es equivalente a terlipresina y a escleroterapia (23). Habitualmente se administra un bolus inicial de 250µg, seguido de una infusión continua de 250µg/h. Se ha demostrado que la utilización de dosis doble (500µg/hora),es más eficaz en pacientes en los que la endoscopia evidencia hemorragia varicosa activa (25). El octreótido y el vapreótido son análogos de la somatostatina, con una vida media más prolongada, que han demostrado ser más eficaces que placebo al asociarlos con terapéutica endoscópica (26). El tratamiento farmacológico se debe iniciar de forma precoz ante la sospecha de una hemorragia varicosa, incluso antes de la endoscopia diagnóstica (27, 28). Se ha constado que, de esta forma, disminuye la incidencia de sangrado activo en la gastroscopia, se facilita la terapéutica endoscópica y mejora el control permanente de la hemorragia (27). También se ha sugerido que la administración precoz de glipresina, ya durante el traslado al hospital, puede mejorar la supervivencia (28). Respecto a la duración del tratamiento, se ha observado que cuando se administran durante 5 días, previenen la recidiva precoz, con una eficacia similar a la escleroterapia y con menos efectos adversos (29). Sin embargo, es posible que con una administración más corta, de 48-72 horas, se pueda conseguir una eficacia similar. Aunque esto no ha sido suficientemente evaluado, un reciente estudio controlado, mostró una eficacia similar empleando terlipresina durante 24 horas, que empleándola durante 72 horas (30). Tratamiento endoscópico La escleroterapia urgente consigue el control inicial de la hemorragia en el 85-90 % de casos, con tasas de recidiva precoz del 10 % al 15 % (31). La asociación de escleroterápia urgente, al tratamiento con fármacos vasoactivos, mejora significativamente la eficacia del tratamiento farmacológico (32). Su principal inconveniente es la posibilidad de inducir complicaciones graves, tanto locales (úlceras, estenosis y perforación) como sistémicas (bacteriemia, derrame pleural y mediastinitis) (31). Sin embargo, la ligadura variceal es en la actualidad el tratamiento endoscópico de elección. El meta-análisis de los estudios controlados, comparando ambas técnicas, ha demostrado que la ligadura es más eficaz que la escleroterapia en el control inicial de la hemorragia, causa menos efectos adversos y reduce la mortalidad. Sin embargo, en determinadas circunstancias como en caso A Asociación del tratamiento farmacológico y endoscópico La combinación del tratamiento endoscópico y farmacológico mejora la eficacia obtenida, empleando únicamente una sola de estas opciones terapéuticas. La adición de fármacos vasoactivos mejora el control permanente de la hemorragia, obtenido empleando únicamente tratamiento endoscópcio, aunque no la supervivencia, según constató el meta-analisis de los estudios controlados, incluyendo más de 900 pacientes (26). También la adición de esclerosis mejora significativamente la eficacia de los fármacos, en el control permanente de la hemorragia, aunque también aumenta la tasa de complicaciones (32). Por otra parte, se ha constado que, como terapéutica endoscópica asociada a fármacos vasoactivos, la ligadura mejora significativamente la eficacia de la esclerosis y disminuye además la tasa de complicaciones (35). Todo ello indica que, en la actualidad, la combinación de fármacos vasoactivos y ligadura, es la primera opción terapéutica en la hemorragia varicosa aguda. Esta asociación terapéutica, es recomendada como tratamiento de primera elección en distintas reuniones de consenso de diferentes ámbitos (2, 3, 36). 6. FRACASO DEL TRATAMIENTO DE PRIMERA LÍNEA Hasta un 10 % a 15 % de los pacientes tratados con fármacos vasoactivos, ligadura variceal y antibióticoterapia profiláctica, presentan persistencia o recidiva hemorrágica precoz (37). En principio, el TIPS es el tratamiento de elección para el manejo del fracaso. Se ha empleado el TIPS para el rescate de la hemorragia varicosa no controlada, con el tratamiento de primera línea, en 13 estudios de cohortes que han incluido en total más de 400 pacientes (38). En ellos se ha constado, que el tratamiento derivativo mediante TIPS, consigue el control de la hemorragia en más del 90 % de estos pacientes y ha desplazado a la cirugía derivativa dada su menor morbilidad y complejidad (24). Demorar la implantación del TIPS empeora el deterioro hemodinámico y de la función hepática, e incrementa el riesgo de complicaciones. Sin embargo, en determinadas circunstancias, como en caso de recidiva leve y avanzado deterioro de la función hepática, se puede optar por intensificar la medicación vasoactiva (optimizando la dosis de somatostatina o asociando a esta IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 114 E E de complejidad técnica, se puede emplear la escleroterapia (33). El único estudio controlado que comparó específicamente ambas técnicas endoscópicas, como tratamiento de primera línea para el control de la hemorragia activa, objetivó mayor eficacia con ligadura y con menor tasa de complicaciones (34). H Asociación Española para el Estudio del Hígado la terlipresina) y/o una segunda sesión de terapia endoscópica (39). El taponamiento esofágico, con balón de Sengstaken, está indicado en casos de hemorragia masiva, como puente hasta realizar un tratamiento definitivo. Consigue el control de la hemorrgia en más del 90 % de casos, aunque de forma transitoria y con un alto riesgo de complicaciones graves, como úlceras esofágicas y neumonía aspirativa hasta en un 20 % de los pacientes, por lo que no debe mantenerse más de 24 horas (40). Es preferible colocarlo con intubación orotraqueal. El empleo transitorio de prótesis esofágicas autoexpandibles, recubiertas y extraíbles, puede ser una alternativa eficaz en las hemorragias refractarias, según sugieren iniciales estudios piloto (41, 42). El valor definitivo de este tratamiento, como alternativa al taponamiento (y tal vez incluso al TIPS en determinados casos), esta por establecer. La contribución de la coagulopatía, al curso de la hemorragia por varices, ha sido poco estudiada. Se ha demostrado que, la desmopresina no es de utilidad. Se había sugerido que la adición de factor VII recombinante, activado al tratamiento endoscópico y farmacológico, podía mejorar el control de la hemorragia en los pacientes con mayor deterioro de la función hepática (43). Sin embargo, un ulterior estudio controlado en esta población, no demostró la utilidad del factor VIIa recombinante (17). 7. PREVENCIÓN DEL FRACASO TERAPÉUTICO: TRATAMIENTO ESTRATIFICADO SEGÚN EL NIVEL DE RIESGO La recidiva hemorrágica precoz comporta, en pacientes con cirrosis, un mayor deterioro de la función hepática y un mayor riesgo de fracaso multiorgánico, lo que puede comprometer la supervivencia, incluso aunque se consiga el control de la hemorragia. De hecho, a pesar de la gran eficacia del TIPS para el control la hemorragia refractaria, la mortalidad con este tratamiento de rescate, alcanza tasas superiores al 35 % a las 6 semanas (38). Identificar a los pacientes con alto riesgo de fracaso, posibilita la opción de aplicar tratamientos para prevenirlo, con lo que puede mejorar el pronóstico. Son factores pronósticos de recidiva: la presencia de hemorragia activa durante la endoscopia, la presencia de infección bacteriana, una avanzada insuficiencia hepática, la trombosis portal y una presión portal >20 mmHg (2, 6). Por otra parte, el propio fracaso terapéutico, la insuficiencia renal, una avanzada insuficiencia hepática, la presencia de infección bacteriana o de hepatocarcinoma, la edad y la presión portal >20 mmHg, son factores pronósticos de mortalidad (2, 6). La presión portal juega un papel determinante en el curso evolutivo del episodio hemorrágico. Determinadas eleva- 115 ciones de la presión portal, a consecuencia de factores como la sobretansfusión o la reabsorción de la sangre vertida al intestino, pueden determinar una recidiva precoz (5, 25). La somatostatina es capaz de prevenir estas fluctuaciones de la presión portal, lo que puede ser debido a la inhibición de la secreción de péptidos vasoactivos implicados (figura 4) (24). La determinación del GPP durante la hemorragia aguda, permite identificar a los pacientes con mayor riesgo de evolucionar con hemorragia no controlada (44). Se ha observado que con un GPP >20 mmHg aumenta el riesgo de persistencia o recidiva precoz, así como la mortalidad (45). Se ha sugerido que la descompresión portal precoz mediante TIPS, puede ser útil en pacientes con alto riesgo de fracaso, como aquellos con un GPP >20mmHg (46). En un estudio controlado, realizado hace unos años, el empleo de TIPS precoz en pacientes con GPP >20mmHg resultó efectivo para prevenir la recidiva y mejoró la supervivencia obtenida con esclerosis (46). También empleando criterios clínicos, para seleccionar al grupo de alto riesgo de fracaso (Child C o Child B con sangrado activo), un reciente estudio multicéntrico internacional, consiguió mediante la colocación precoz de un TIPS recubierto, dentro de las primeras 72 horas, mejorar de forma significativa la supervivencia, así como la tasa de recidiva obtenidas con el actual tratamiento de elección combinando fármacos y terapia endoscópica (47). Estos estudios indican que la colocación precoz de un TIPS, puede ser el tratamiento de elección en pacientes de alto riesgo (46, 47). Sin embargo, el éxito de esta estrategia terapéutica, requiere una estratificación precisa del riesgo. La experiencia con el empleo de TIPS en profilaxis secundaria ilustra bien este concepto, ya que aunque su empleo como tratamiento de primera línea resultó efectivo, para evitar la recidiva hemorrágica, no consiguió mejorar la supervivencia obtenida con tratamiento endoscópico, lo que se puede relacionar con el hecho de que el TIPS puede empeorar la función hepática. Dada la alta tasa de control permanente de la hemorragia, conseguida con el actual tratamiento de primera línea con fármacos vasoactivos, ligadura endoscopcia urgente y profilaxis antibiótica, solo un 15 % a 20 % de pacientes requieren un tratamiento invasivo como el TIPS (4, 37). El estudio antes comentado consiguió seleccionar adecuadamente la población de riesgo, ya que se excluyeron por distintos motivos un 83 % de los pacientes evaluados, de forma que solo un 17 % tenían Child C o Child B con sangrado activo, que fueron los criterios empleados para definir el riesgo de fracaso (47). Sin embargo, en series menos seleccionadas de pacientes, hasta un 34 % a 41 % cumplen estos criterios. Por otro lado, recientemente se ha sugerido que otros índices, como el MELD, pueden seleccionar mejor a la población con alto riesgo, mientras que es probable que la asociación de parámetros hemodinámicos, como la determinación del GPP, a los clínicos pueda mejorar su capacidad predictiva. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 4 FLUCTUACIONES DE LA PRESIÓN PORTAL Y RIESGO DE RECIDIVA Durante la hemorragia aguda se pueden producir elevaciones transitorias del GPP a consecuencia de factores como la sobretansfusión o la reabsorción de la sangre vertida al intestino. Estas fluctuaciones del GPP pueden favorecer la recidiva precoz y se pueden evitar con somatostatina En cualquier caso, la experiencia con TIPS precoz ilustra la importancia de estratificar el riesgo en la hemorragia varicosa para optimizar el tratamiento. Los pacientes de alto riesgo pueden beneficiarse de tratamientos invasivos como el TIPS, mientras que es posible que los de bajo riesgo, requieran menor duración de tratamiento con fármacos vasoactivos y estancias más reducidas en unidades de críticos y que se optimice la eficacia del actual tratamiento estándar, reservándolo para los pacientes de riesgo intermedio. CONCLUSIONES Ante un episodio de hemorragia digestiva en un paciente con sospecha de cirrosis e hipertensión portal, se debe ini- A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 116 E E ciar de forma lo más precoz posible, un tratamiento farmacológico, para el que tanto somatostatina, como glipresina son alternativas de primera elección (figura 5). Una vez remontada la situación hemodinámica y con la mayor celeridad posible, se procederá a practicar una endoscopia urgente. Cuando esta establezca el diagnóstico de hemorragia por varices esofágicas, está indicado practicar tratamiento endoscópico urgente con ligadura, o si esta no fuera posible, con esclerosis. Es recomendable, mantener el tratamiento farmacológico los primeros 5 días para prevenir la recidiva precoz. Cuando esto fracase se debe valorar un tratamiento de rescate mediante TIPS. El taponamiento esofágico está indicado en casos de hemorragia masiva, como H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 5 ALGORITMO DE TRATAMIENTOL DE LA HEMORRAGIA VARICOSA AGUDA Anagrama del tratamiento actual de la hemorragia aguda por varices esofágicas puente hasta realizar un tratamiento definitivo. Los pacientes de alto riesgo pueden beneficiarse de tratamientos invasivos, como el TIPS, mientras que es posible que los de bajo riesgo, requieran menor duración de tratamiento con fármacos vasoactivos y estancias más reducidas en unidades de críticos BIBLIOGRAFÍA 1. Crooks C, Card TIM, West J. Reductions in 28-day mortality following hospital admission for upper gastrointestinal hemorrhage. Gastroenterology 2011;141:62-70. 2. Bosch J, Abraldes JG, Albillos A, et al. Hipetensión Portal: Recomendaciones para su evaluación y tratamiento. Gastroenterol Hepatol 2012;35:421-50 . 3. De Franchis R. Evolving Consensus in Portal Hypertension. 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N Engl J Med 2010; 362:23702379June 24, 2010 H Asociación Española para el Estudio del Hígado 119 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Anticoagulación en la trombosis portal en la cirrosis y en la trombosis portal no cirrótica Juan Carlos Garcia-Pagán Laboratorio de Hemodinámica Hepática. Servicio de Hepatología. Hospital Clinic. Barcelona. IDIBAPS y CIBERehd. La trombosis del eje esplenoportal puede afectar a los diferentes segmentos del eje esplenoportal, de forma aislada o en combinación. Puede aparecer en pacientes sin enfermedad hepática o en pacientes con enfermedad hepática subyacente, mayoritariamente cirrosis, y manifestarse como un cuadro agudo o ser diagnosticada en su fase crónica de cavernomatosis portal. TROMBOSIS PORTAL EN LA CIRROSIS La cirrosis ha sido considerada durante mucho tiempo como un estado hipocoagulante en base al hallazgo de un déficit de síntesis hepática de factores procoagulantes, que da como resultado una alteración de los test convencionales de la coagulación (INR y tiempo de protrombina), y en la presencia de trombopenia. Sin embargo, en la cirrosis existe también un déficit en la síntesis de factores anticoagulantes, como la proteína C, proteína S y antitrombina y un aumento de factores procoagulantes como el factor VIII o el factor von Willebrand (1). La reducción de factores procoagulantes y factores anticoagulantes daría lugar a un nuevo estado de equilibrio (2, 3). Este equilibrio se volvería precario en determinadas situaciones y condicionaría que existiera una tendencia procoagulante (2). Ello explica que diferentes estudios epidemiológicos hayan demostrado un aumento en la incidencia de fenómenos trombóticos en los pacientes con enfermedades hepáticas crónicas, en especial con cirrosis hepática (4). La trombosis portal (TP) es un evento frecuente en la cirrosis con una prevalencia que oscila entre 0.6% hasta 44% (5, 6), dependiendo de la técnica de imagen empleada para el diagnóstico y las características clínicas de los pacientes evaluados. La prevalencia es entre 10-25% cuando se excluyen los pacientes con hepatocarcinoma y la ecografía A A pesar de que la presencia de TP se asocia generalmente a un mayor deterioro de la función hepática y agravamiento de la hipertensión portal (7, 9, 12, 14-16), debido a la ausencia de estudios prospectivos, no es posible saber si la TP es un marcador de un estadio avanzado de la enfermedad o la verdadera causa del empeoramiento de la función hepática y del desarrollo de dichas complicaciones (9). Los datos son más claros en el impacto que tiene la TP en el TH. Así, la presencia de TP se ha asociado a un aumento de la morbimortalidad post-TH (7, 17, 18) y a un mayor riesgo de desarrollo de TP en el post-TH precoz (19, 20). Además, la TP puede incluso contraindicar el TH, especialmente si el trombo se extiende a la vena mesentérica superior (6, 17). TRATAMIENTO DE LA TROMBOSIS PORTAL EN LA CIRROSIS En la actualidad, no existen guías clínicas sobre el manejo de la TP en la cirrosis y, como consecuencia de ello, se han empleado diferentes tratamientos como la anticoagulación (7, 21), la derivación portosistémica intrahepática transyugular (TIPS) (22, 23) o la trombolisis (24-26), en diferentes series de casos. Existen tres grandes cuestiones que surgen ante un paciente con cirrosis y TP: a qué paciente debemos tratar, cuándo debemos tratarle y cuál es el mejor tratamiento. La respuesta IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E (US) es la técnica de imagen empleada para el diagnóstico (5, 7-9). La prevalencia aumenta a medida que aumenta la gravedad de la enfermedad (1% en pacientes compensados (9) vs 8%-25% en candidatos a trasplante hepático (TH) (7)). Estudios recientes han mostrado una incidencia anual para el desarrollo de trombosis portal en pacientes con cirrosis, que oscila entre 7,4-19 % (7, 10-13). H Asociación Española para el Estudio del Hígado 120 a estas preguntas viene dificultada por el hecho de que la historia natural de la TP en la cirrosis no es bien conocida. Así, algunos autores sugieren que en algunos casos la TP, especialmente si es parcial y afecta a un pequeño segmento del árbol portal, puede resolverse de forma espontánea y, por ello, no requerir tratamiento (9, 27). Otros argumentos, que apoyan esta actitud, son el hecho de no tener una clara demostración de que el desarrollo de TP asintomática tenga un impacto negativo en la enfermedad (11, 27). Sin embargo, el hecho reconocido de que la cirrosis es “per se” un estado protrombótico, la asociación de la TP con una peor función hepática y descompensaciones de la hipertensión portal (9) -y en especial su asociación a una mayor morbimortalidad en el post-TH (7, 17, 19, 20)- apoyarían el tratamiento de la TP, en especial el uso de la anticoagulación, que además presenta una aceptable tasa de recanalización y una baja tasa de complicaciones en los estudios publicados. ANTICOAGULACIÓN El objetivo del tratamiento de la TP con anticoagulación es conseguir la recanalización o evitar la progresión de la trombosis, por lo que la detección precoz de la misma es fundamental. El esquema actual de realizar una ecografía semestral para el screening de hepatocarcinoma en pacientes cirróticos ha facilitado el diagnóstico precoz de la TP. Esta detección precoz es aún más importante en aquellos pacientes candidatos a TH, en los que es imprescindible evi- tar la extensión al confluente espleno-porto-mesentérico, lo que podría impedir el TH (18). Hasta la fecha, tan solo 4 estudios han evaluado en un pequeño número de pacientes el uso de anticoagulación en el tratamiento de la TP en la cirrosis (tabla 1). La tasa de recanalización completa oscila entre 36-75 % (7, 21, 28, 29). Estas diferencias pueden ser debidas a que no todos los estudios describen el tipo de trombosis tratada (trombosis aguda o progresión) y el tiempo en el que se ha evaluado la respuesta es diferente. En el estudio de Amitrano, en los pacientes con recanalización parcial a los 6 meses de tratamiento la anticoagulación se mantuvo hasta los 12 meses, incrementando la tasa global de recanalización completa hasta un 75 % (21). En dos de los estudios publicados, el inicio precoz de la anticoagulación se ha asociado con una mayor probabilidad de recanalización (28, 29). Dos estudios evaluaron el riesgo de retrombosis tras la suspensión de la anticoagulación mostrando un riesgo elevado de 27 y 38,5 % (21, 29), lo que altamente sugiere que deberemos mantener el tratamiento anticoagulante de por vida o hasta el trasplante si queremos evitar la retrombosis. De forma interesante, un estudio reciente ha mostrado que los pacientes que lograron la recanalización completa desarrollaron durante el seguimiento menos complicaciones de la hipertensión portal (hemorragia digestiva, ascitis, encefalopatía hepática) que los pacientes que no la lograron, aunque esta diferencia no alcanzó significancia estadística. Si estos datos se confirman, pondrían claramente de manifiesto el impacto negativo que ejerce la TP en los pacientes TABLA 1 Resumen de los estudios publicados del tratamiento anticoagulante de la trombosis portal en pacientes con cirrosis Autor (año) Pacientes con Tipo de Recanalización Complicaciones (n) cirrosis + TP tratamiento Completa/Parcial/ tratados No respuesta (%) Mortalidad relacionada con el procedimiento Anticoagulación Francoz. (2005)(7) 19 HBPM seguido de AVK 42/5/53 % Hemorragia tras ligadura de varices (1) 0% Amitrano. (2010)(21) 28 HBPM 75/8/17 % Anemia leve por GHTP (2), diarrea (1), prurito (1) 0% Senzolo. (2010)(28) 33 HBPM 36/ND/ND % Hemorragia por varices (1) 0% Delgado. (2011) (29) 55 HBPM y/o AVK 45/15/40 % Hemorragia por varices (6), sangrados relacionados con la anticoagulación (5) 0% 121 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado con cirrosis. No se detectaron complicaciones hemorrágicas graves ni mortalidad relacionada con la anticoagulación en ninguno de estos estudios (7, 21). con cirrosis y TP es limitada y las complicaciones pueden ser graves. Ello, junto con la anteriormente mencionada eficacia de la anticoagulación y del TIPS hace no recomendar esta alternativa terapéutica en la actualidad. DERIVACIÓN PORTOSISTÉMICA INTRAHEPÁTICA TRANSYUGULAR (TIPS) TRASPLANTE HEPÁTICO (TH) La tasa descrita de eficacia de colocación del TIPS en pacientes con cirrosis y TP es entre 75-100 % (22, 23, 30-32). La ausencia de una rama intrahepática portal visible (22) o la presencia de tranformación cavernomatosa de la vena porta disminuyen de forma marcada o impiden la realización de un TIPS (30, 31). Actualmente, la TP no se considera una contraindicación absoluta para el trasplante de hígado, gracias a los avances técnicos del TH y la mejora en el manejo perioperatorio (33). Sin embargo, el impacto de la TP en el TH, en el desarrollo de complicaciones post-TH y en la supervivencia no ha sido claramente definido. El estudio de Luca y cols, mostraba una tasa de recanalización, completa y parcial de la vena porta inmediatamente tras la colocación del TIPS, en el 57 % y 30 % de los casos, respectivamente. Tras colocar el TIPS, el consiguiente aumento de flujo portal logra mejorías adicionales en las tasas de recanalización aun sin necesidad de utilizar anticoagulación (23). Los factores predictores de recanalización completa fueron la presencia de una trombosis menos extensa, una trombosis reciente y la ausencia de varices gastroesofágicas (23). Dado el origen retrospectivo de todos estos estudios, se desconoce el número de pacientes en los que el TIPS no fue ni tan siquiera considerado -dada la presencia de TP- por lo que hace difícil estimar la aplicabilidad del TIPS en el manejo de la TP en la cirrosis. Además, debemos tener en cuenta que, en la mayoría de pacientes de estos estudios, la indicación de TIPS fue el tratamiento de las complicaciones de la hipertensión portal y no la TP en sí misma. El TIPS puede ser una buena alternativa a la anticoagulación en estos pacientes y presenta la ventaja de tratar las complicaciones relacionadas con la hipertensión portal, pero son necesarios estudios prospectivos, específicamente diseñados, antes de realizar ninguna recomendación al respecto. Estudios retrospectivos han mostrado que la supervivencia global de los pacientes con TP en el momento del TH es inferior en comparación con aquellos sin TP (7, 17, 18). Sin embargo, los pacientes con trombosis parcial tienen una supervivencia al año, a los dos años y a los 5 años, similar a los pacientes sin TP (7, 17, 18). Algunos de estos estudios han mostrado, además, que la presencia de TP en TH se asocia con complicaciones postoperatorias como insuficiencia renal, disfunción primaria del injerto, mayor mortalidad intrahospitalaria y re-trombosis de la vena porta (17, 19, 20). La re-trombosis estaba directamente relacionada con la gravedad de la enfermedad hepática pre-TH y con múltiples transfusiones durante la cirugía (19). Además, TP ha sido descrita como un predictor independiente de mortalidad en pacientes con cirrosis en el momento de la evaluación TH y en el momento de la inclusión de TH (34). TROMBOLISIS Se han utilizado la administración del activador del plasminógeno tisular recombinante (r-tPA), estreptoquinasa o uroquinasa por vía sistémica o local (a través de un catéter en la vena porta, ya sea por vía percutánea o mediante acceso transyugular) (24-26). Los estudios publicados hasta la fecha, aunque sugieren que la terapia trombolítica puede ser útil en algunos pacientes, solo incluyen pocos pacientes. Además, se han descrito algunas complicaciones graves. Recientemente, un estudio piloto realizado en 9 pacientes con cirrosis y TP, sugiere que la trombolisis sistémica con dosis bajas de r-tPA podría ser eficaz en la recanalización (45 % parcial y 45 % completa), sin efectos secundarios graves (24). Así, la experiencia de la trombolisis en pacientes A Es importante destacar que todos los estudios no han descrito el número de pacientes que no fueron evaluados o no se incluyeron en la lista de espera debido a una trombosis venosa esplácnica extensa. Además, los datos respecto a la mortalidad son contradictorios. Esto podría estar relacionado con el hecho de que la mayoría de los estudios son retrospectivos, y no todos ellos evalúan por separado los pacientes con TP completa y parcial. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 122 E E Sin embargo otros estudios, también retrospectivos, no lograron detectar estas diferencias en la supervivencia (17, 19, 20). Asimismo, un estudio reciente, publicado todavía en forma de resumen, no muestra diferencias en la mortalidad a los 2 y 6 meses post-TH (27). Sin embargo, estos estudios no evaluaron por separado si la TP era parcial o completa. Estos mismos autores no detectaron un incremento del sangrado gastrointestinal, la peritonitis bacteriana espontánea o la mortalidad en pacientes, con o sin TP, en lista de espera (11). Por ello, lo autores no recomiendan el uso de la anticoagulación en los pacientes con TP en lista de espera de TH (11). Tampoco en este estudio se evaluó por separado si la TP era parcial o completa. H Asociación Española para el Estudio del Hígado En resumen, si bien, en la actualidad no existen guías clínicas del tratamiento de la TP en la cirrosis ni estudios comparativos entre la anticoagulación y el TIPS. En casos de trombosis reciente, la anticoagulación debe ser considerada en todos los pacientes con el objetivo de conseguir la repermeabilización. La decisión final de iniciar o no el tratamiento se basa en la extensión de la trombosis, el hallarse el paciente en lista de espera de TH o ser potencial candidato al mismo o la evidencia de progresión de la trombosis (figura 1). Si el trombo se diagnostica en una fase crónica o cuando el cavernoma ya está presente recomendamos la anticoagulación solo en aquellos pacientes con un estado protrombótico subyacente o cuando exista evidencia de extensión de la misma a otros segmentos del eje esplenoportomesentérico, en especial en aquellos pacientes potencialmente candidatos al TH. En todos los casos, antes de comenzar la anticoagulación recomendamos iniciar tratamiento profiláctico adecuado para las varices de alto riesgo (NSBB o ligadura endoscópica de varices, en pacientes intolerantes a NSBB; en este caso, consideramos necesario esperar hasta conseguir la erradicación completa de las mismas). El TIPS se reserva para fallos de la anticoagulación o para pacientes con complicaciones severas concomitantes de la hipertensión portal, como la hemorragia por varices o ascitis refractaria. TROMBOSIS PORTAL NO CIRRÓTICA NO-TUMORAL Las consecuencias clínicas de la trombosis venosa del eje esplenoportal dependen de la extensión del trombo. La isquemia intestinal aparece cuando la trombosis se extiende hasta las arcadas venosas mesentéricas, siendo la afectación intestinal mínima o inexistente cuando estas permanecen permeables. Las consecuencias que la trombosis aguda venosa portal tiene sobre el hígado son mínimas o inexistentes, excepto cuando la trombosis tiene lugar sobre un hígado cirrótico. Los parámetros analíticos de función hepática, albúmina y tiempo de protrombina permanecen normales. ETIOLOGÍA En el 60 % de los casos diagnosticados de TVP se identifican como causantes del cuadro, factores trombogénicos sistémicos, y en el 40 % factores locales. La coexistencia de factores etiológicos múltiples, en más del 15 % de los pacientes, apoya la teoría que considera la trombosis venosa portal como una enfermedad multifactorial. FIGURA 1 123 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TRATAMIENTO DE LA TROMBOSIS VENOSA PORTAL AGUDA En estadios iniciales, estaría indicada la anticoagulación urgente, ya que permitirá la repermeabilización de los vasos en el 75% de los pacientes, mientras que es infrecuente la repermeabilización espontánea. La descoagulación precoz parece prevenir incluso el desarrollo de necrosis intestinal. La heparina, por su rapidez de acción, es un buen anticoagulante para iniciar la terapia. Las heparinas de bajo peso molecular son, generalmente, las más utilizadas por su menor riesgo de sangrado y trombocitopenia. Una vez concluidas las pruebas invasivas, la heparina será sustituida por dicumarínicos manteniendo un INR entre 2 y 3. En ausencia de daño isquémico intestinal severo, el dolor abdominal remite en el plazo de 1-2 semanas. Cuando se sospeche afectación isquémica intestinal se debe hacer seguimiento con TAC. La evolución satisfactoria del cuadro clínico sin recurrencia de signos ni síntomas, permitirá llevar a cabo el seguimiento del paciente mediante la realización de ecografias Doppler, al 3 y 6 mes del diagnóstico. La aparición tardía, durante el seguimiento, de dolor abdominal indica la formación de estenosis como secuela. La repermeabilización puede tener lugar hasta después de 4-6 meses de tratamiento. Por ello, el tratamiento anticoagulante debe prolongarse durante al menos 6 meses. Con los conocimientos actuales, no se puede recomendar tratamiento anticoagulante mas allá de 6 meses. Sin embargo, parece razonable mantener este tratamiento de forma indefinida en pacientes con una enfermedad procoagulante, con antecedentes personales o familiares de trombosis venosa profunda o con historia previa de dolor abdominal sospechoso de ser isquémico. En pacientes en los que no se dan estas circunstancias, la decisión de mantener la anticoagulación de forma indefinida es controvertida, sobre todo, si existe un factor local desencadenante o hay asociado un alto riesgo de sangrado, debido a la existencia de comorbilidad asociada o por ser pacientes de edad avanzada. En estos casos la decisión a adoptar debe ser individualizada. BIBLIOGRAFÍA 1. Tripodi A, Primignani M, Chantarangkul V, Dell’Era A, Clerici M, de FR, et al. An imbalance of pro- vs anti-coagulation factors in plasma from patients with cirrhosis. Gastroenterology 2009 Dec;137(6):2105-11. 2. Northup PG, Sundaram V, Fallon MB, Reddy KR, Balogun RA, Sanyal AJ, et al. Hypercoagulation and thrombophilia in liver disease. J Thromb Haemost 2008 Jan;6(1):2-9. 3. Tripodi A, Salerno F, Chantarangkul V, Clerici M, Cazzaniga M, Primignani M, et al. Evidence of normal thrombin generation in cirrhosis despite abnormal conventional coagulation tests. Hepatology 2005 Mar;41(3):553-8. 4. 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Por ello, estos pacientes deben ser trasladados sin dilación a un centro que disponga de una unidad de trasplante hepático e ingresados en una Unidad de Cuidados Intensivos. El diagnóstico etiológico es muy importante, dado el diferente pronóstico y los posibles tratamientos específicos. En la Tabla 1, se muestra la etiología de la HF en un estudio multicéntrico realizado en España. Destaca el virus B, como causa conocida más importante. Cabe destacar, que en una importante proporción de HF (casi un tercio) no fue posible identificar la causa (origen criptogenético); algunos autores han detectado evidencias de paracetamol o de autoinmunidad en algunos de estos casos. Una evaluación más reciente de la etiología de la HF en nuestro servicio muestra que las reacciones idiosincrásicas a fármacos han aumentado respecto a análisis previos, y que el virus B sigue siendo la primera causa de HF, a pesar de la vacunación universal frente a este agente iniciada hace un par de décadas; ello se debe, probablemente, a la presencia de una elevada cifra de pacientes inmigrantes, procedentes de países en los que este agente infeccioso es endémico. Para la valoración de la HF es muy importante conocer el intervalo entre ictericia y detección de encefalopatía hepática. Permite distinguir entre diferentes cursos (hiperagudo, A Tóxicas Tuberculostáticos Amanita phalloides Paracetamol Otros fármacos o tóxicos 19,5 % 4,9 % 3,7 % 2,2 % 8,6 % Miscelánea Hepatitis autoinmune Infiltración neoplásica Hepatitis isquémica Enfermedad de Wilson Esteatosis del embarazo 11,6 % 4,9 % 3,0 % 2,2 % 0,7 % 0,7 % Desconocida (‘criptogenética’) 32,2 % agudo o subagudo si el intervalo es menor de 7, entre 8-28 y 29-72 días respectivamente); otros autores usan los términos fulminante o subfulminante (menos de 14 y entre 15-90 días). Aparte de los signos y síntomas atribuibles a la insuficiencia hepática ‘per se’ (ictericia, encefalopatía), y a etiologías concretas (s. gastroenterítico previo en la intoxicación por Amanita phalloides, o fiebre y rash cutáneo en casos debidos a hipersensibilidad a fármacos), en la HF aparecen con elevada frecuencia, complicaciones extrahepáticas que contribuyen a ensombrecer su pronóstico. Las más importantes son edema cerebral/hipertensión endocraneana, infecciones bacterianas y fúngicas, insuficiencia renal y estado circula- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E Causas de Hepatitis Fulminante en España (267 casos) Virales 37,0 % Hepatitis B 28,0 % Hepatitis B+D 4,0 % Hepatitis A 2,0 % H Asociación Española para el Estudio del Hígado 126 torio hiperdinámico. La profilaxis, detección precoz y tratamiento intensivo de las mismas es fundamental para mejorar el pronóstico y permitir llegar en buenas condiciones, si procede, al trasplante hepático urgente. El trasplante hepático urgente es el único procedimiento capaz de mejorar el pronóstico en la HF. Existen diversos criterios para indicarlo, ya que no todos los pacientes van a precisar este tratamiento. En un futuro, el uso de sistemas de soporte hepático artificial puede modificar el manejo global de los pacientes. DIAGNÓSTICO Del síndrome: Cumplimiento de los criterios (protrombina < 40 % o INR > 1.5, encefalopatía hepática). Descartar que la hipoprotrombinemia o la encefalopatía sean debidos a otras causas (protrombina baja por coagulación intravascular diseminada, o alteraciones cerebrales por tóxicos, infecciones o hemorragias). Descartar hepatopatía crónica (historia clínica, exploración física, ecografia abdominal, plaquetopenia). En algunas etiologías (enfermedad de Wilson, hepatitis autoinmune) existe de forma prácticamente constante una hepatopatía previa, muchas veces asintomática y no diagnosticada; a pesar de ello, existe criterio unánime de considerar estos casos como una HF. De la causa: Anamnesis cuidadosa (en especial ingesta de fármacos o tóxicos), exploración física (p. ej., hepatomegalia dolorosa y ascitis en el síndrome de Budd-Chiari, cuadro gastroenterítico previo en la intoxicación por setas hepatotóxicas). Serologías de infección aguda por virus de las hepatitis A, B y C. En función de la sospecha diagnóstica, determinar otras serologías virales, metabolismo del cobre, autoanticuerpos o tóxicos (niveles plasmáticos de paracetamol, amanitinas en orina). Si existen dudas, biopsia hepática por vía transyugular, ya que la percutánea está contraindicada por la coagulopatía. Exploraciones generales a realizar: Ecografía abdominaldoppler (valorar la estructura del hígado y la permeabilidad vascular, necesaria para un eventual trasplante hepático). Radiografía de tórax diaria. Hemograma, función renal, iones (Na, K, P), equilibrio ácido-base y función hepática (al menos cada 12 horas). Glicemia frecuente (horaria si es preciso). Otras determinaciones (lactato sérico, amoniemia) en función del estado del paciente. Monitorización del paciente: En casos estables, y con grados bajos de encefalopatía, colocar vía venosa central y sonda vesical. En casos más avanzados, añadir catéter arterial y sonda nasogástrica. Constantes vitales habituales en una UCI. 127 De las complicaciones extrahepáticas: - Insuficiencia renal: control horario de la diuresis. Debe tenerse en cuenta que cifras bajas de BUN no excluyen disfunción renal, dado que la producción de urea por parte del hígado se reduce por la insuficiencia hepatocelular. - Edema cerebral: Exploración neurológica cada 8 horas, más frecuente si se sospecha hipertensión endocraneal y/o existe encefalopatía profunda (grados III-IV). En estos casos, valorar inserción de sensor de Presión Intracraneal (PIC), para evaluar la presión de perfusión cerebral (Presión Arterial Media menos PIC). No existe consenso universal en el uso del sensor de PIC. - Infecciones bacterianas y fúngicas: cultivos frecuentes de sangre, orina y otros líquidos biológicos, en especial en presencia de signos de infección (febrícula, leucocitosis) y, también, si se detecta empeoramiento de la encefalopatía o de la función renal. - Estado circulatorio hiperdinámico: mediante catéter en arteria pulmonar o métodos de medición continua del gasto cardíaco, aconsejables en caso de inestabilidad hemodinámica. TRATAMIENTO - Medidas generales: o Ingreso en una UCI. Monitorización, según estado del paciente. Profilaxis estándar del sangrado digestivo. o Tratamiento de la encefalopatía hepática. Lactulosa o lactitol via oral o por sonda gástrica, aunque su eficacia es dudosa. Evitar estímulos nociceptivos. o Dieta oral, si encefalopatía grado I. Nutrición enteral o parenteral en casos más avanzados. o Hidratación con glucosa hipertónica endovenosa, de acuerdo con glicemia capilar/arterial frecuente. Otros fluidos, según estado circulatorio. Evitar soluciones hipotónicas (pueden empeorar el edema cerebral). o En casos de encefalopatía hepática grado I-II, perfusión de N- acetilcisteína (dosis habituales del tratamiento de intoxicación por paracetamol), que ha mostrado un aumento significativo de la supervivencia, libre de trasplante. - Tratamientos específicos en función de la etiología. Ver Tabla 2. La precocidad en su inicio es fundamental. Probablemente, van a ser ineficaces y quizás peligrosos (p. ej., esteroides en la hepatitis autoinmune) en los casos de necrosis hepática masiva. Además de la suspensión del fármaco, posiblemente causante del cuadro, deben suspenderse ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 2 o Alteraciones hemodinámicas/shock. Uso de fluidos e.v. y vasopresores (noradrenalina) de acuerdo con los parámetros hemodinámicos. Tratamientos específicos de la Hepatitis Fulminante • Retirada del fármaco o tóxico implicado o sospechado • Hígado de shock : Corrección de los trastornos hemodinámicos • Esteatosis aguda gravídica: Inducción del parto • Hepatitis autoinmune: Tratamiento inmunosupresor • Enfermedad de Wilson: D-penicilamina, recambio plasmático • S. de Budd-Chiari: Derivación portosistémica percutánea intrahepática • Infección por virus del herpes: Aciclovir • Intoxicación por paracetamol: N-acetilcisteína • Intoxicación por Amanita phalloides: antídotos específicos o Valorar si el paciente cumple criterios (Tabla 3). En los últimos años se ha sugerido que el sistema MELD, o modificaciones del mismo, puede ser útil en la valoración pronóstica de la HF y, por tanto, en la indicación del trasplante hepático urgente. Criterios de trasplante hepático urgente en la Hepatitis Fulminante • Hepatitis B: Antivirales (tenofovir, entecavir, lamivudina) también todos los fármacos que el paciente recibía, y valorarse la indicación de nuevos tratamientos, puesto que pueden empeorar la insuficiencia hepática (p.ej., paracetamol) o la encefalopatía (p.ej. metoclopramida). - Tratamiento de las complicaciones extrahepáticas: o Edema cerebral/hipertensión endocraneal: Profilaxis mediante hidratación juiciosa, evitar estímulos nociceptivos, levantar el cabezal de la cama 30º. Tratar la agitación con propofol e.v. Recurrir a intubación oral y ventilación mecánica, si fuera preciso. En casos de hipertensión endocraneal (si se ha insertado sensor de PIC), o de sospecha clínica de su presencia, iniciar terapia hiperosmolar (bolus e.v. de manitol o suero salino hipertónico) e hiperventilación (Pa CO2 30-35 mm Hg); Si persiste, iniciar hipotermia moderada (33-34 grados). Coma barbitúrico en casos refractarios. o Infecciones. La profilaxis con norfloxacino/nistatina oral o por sonda gástrica puede ser útil para evitar infecciones por gram negativos; su eficacia real no ha sido demostrada. Iniciar antibioterapia e.v. (cefalosporinas de tercera generación), a la espera de los resultados de los cultivos, ante la mínima sospecha de infección. Añadir antifúngicos (fluconazol e.v), en especial, si la estancia en UCI es superior a 7 días, y en los casos subfulminantes/subagudos. o Insuficiencia renal. Usar técnicas continuas de sustitución renal (evitar hemodiálisis intermitente). Criterios del King’s College Hospital IHAG por sobredosis de paracetamol pH < 7,30 (independientemente del grado de encefalopatía) o • Tiempo de protrombina > 100 seg (INR > 7,7) y creatinina sérica > 3,4 mg/dl y encefalopatia grado III/IV. IHAG por causas distintas al paracetamol • Tiempo de protrombina > 100 seg (independientemente del grado de encefalopatía) o • 3 de los siguientes criterios (independientemente del grado de encefalopatía): ==> Edad < 10 o > 40 años ==> Causa indeterminada, o debida a reacciones idiosincráticas a fármacos ==> Intervalo ictericia-encefalopatía > 7 días ==> Tiempo de protrombina > 50 seg ==>Bilirrubina sérica > 17 mg/dl Criterios de Clichy • Factor V < 20 % y edad < 30 años • Factor V < 30 % y edad > 30 años Criterios del Hospital Clínic de Barcelona • Encefalopatía hepática grado III ó IV • Falta de respuesta al tratamiento conservador mantenido durante más de 72 horas en los casos de curso subfulminante, independientemente del grado de encefalopatía. • Empeoramiento de la encefalopatía tras un período previo de mejoría Debe tenerse en cuenta que en los casos de curso fulminante/hiperagudo, el tiempo entre el ‘demasiado pronto’ (trasplantar a un paciente que sobreviviría sin trasplante) y el ‘demasiado tarde’ (cuando el paciente presenta contraindicaciones, ver párrafo siguiente) puede ser muy corto. Por ello, la presencia de indicación y contraindicación para el trasplante hepático urgente debe ser evaluada con frecuencia (cada 6-8 horas en los casos antes mencionados). IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 128 E E -Trasplante hepático urgente: TABLA 3 • Infiltración neoplásica: Quimioterapia A o Hemorragias. No administrar factores de la coagulación de forma profiláctica, solamente usarlos ante la presencia de hemorragias clínicamente significativas o antes de realizar maniobras invasivas (p.ej., inserción de un sensor de PIC). H Asociación Española para el Estudio del Hígado o Valorar si no existen contraindicaciones para el trasplante (otras insuficiencias o trastornos orgánicos previos, patología psiquiátrica grave, drogadicción activa, hipertensión endocraneal o infecciones sistémicas incontrolables, fallo multiorgánico terminal). o Contactar con el organismo correspondiente para colocar al paciente en la lista de prioridad absoluta. o Continuar con todas las medidas diagnósticas y terapéuticas hasta disponer del órgano y llevar al paciente al quirófano. o Durante la intervención, tener especial cuidado con el control de la PIC. - Alternativas al trasplante hepático convencional: o Trasplante parcial.- Si no se realiza una hepatectomía total, dejando una parte del hígado nativo, al recuperar este la función puede suspenderse la inmunosupresión, con lo cual el injerto hepático se atrofia. Tiene problemas técnicos evidentes, pero evita la inmunosupresión, de por vida, y sus consecuencias. La regeneración hepática es frecuente en los casos de origen viral y por paracetamol. o Trasplante de donante vivo.- Puede ser útil en zonas geográficas con lista de espera larga. En nuestro país, en el que las tres cuartas partes de casos se consiguen trasplantar en menos de 24 horas, no juega un papel relevante. o Recambio plasmático de alto volumen.- Usado hace años en algunos países, actualmente se ha desestimado, aunque un estudio reciente muestra que la supervivencia libre de trasplante fue superior en el grupo tratado me- 129 diante este procedimiento, en comparación con el manejo convencional. o Uso de sistemas de soporte hepático artificial o bioartificial: la diálisis con albúmina (sistema MARS) es utilizada rutinariamente en algunos países, mientras que en otros se emplea en casos concretos (p.ej., presencia de contraindicaciones para trasplante urgente). Un estudio publicado, recientemente, no mostró diferencias entre este procedimiento y el tratamiento convencional en pacientes en lista de espera de trasplante urgente, aunque los casos que recibieron tres sesiones o más de MARS tuvieron un significativo mejor pronóstico; lo cual sugiere que empleado de forma precoz puede ser útil en esta situación. El análisis reciente de nuestros pacientes tratados con MARS y con contraindicaciones para el trasplante también orienta en este mismo sentido (uso precoz). Los sistemas bioartificiales, consistentes en perfundir sangre o plasma del paciente, a través de contenedores extracorpóreos que incorporan hepatocitos vivos y biológicamente activos, no han mostrado ser eficaces hasta el momento. Su complejidad, exige que sean evaluados prospectivamente en estudios bien diseñados. BIBLIOGRAFÍA 1. Escorsell A, Mas A, de la Mata M, and the Spanish Group for the Study of Acute Liver Failure. Acute liver Failure in Spain: analysis of 267 cases. 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A pesar de ello, la investigación sobre esta enfermedad es limitada, si bien, en los últimos años se han podido definir mejor los mecanismos que facilitan la progresión de la enfermedad y su historia natural, al tiempo que se han identificado nuevas dianas terapéuticas (2). La EHA comprende una amplia variación de lesiones que van, de menor a mayor gravedad, desde una esteatosis simple a una cirrosis, con lesiones intermedias de fibrosis y hepatitis alcohólica (HA). Aunque la esteatosis alcohólica suele resolverse con la abstinencia, si el paciente sigue bebiendo puede desarrollar fibrosis y cirrosis. La HA es una entidad caracterizada por una lesión necro-inflamatoria que afecta a las células hepáticas, asociada a grados variables de esteatosis y fibrosis, y que se localiza, preferentemente, en la zona centrolobulillar. Si bien la HA es un proceso curable, alrededor del 40% de los pacientes con formas graves de HA fallecen dentro de los primeros 6 meses, desde el inicio del síndrome clínico. Por dicho motivo, es esencial efectuar un diagnóstico y tratamiento apropiados de este síndrome. La HA es un síndrome clínico caracterizado por la aparición reciente de ictericia y/o ascitis en un paciente con historia de consumo abusivo de alcohol. Aunque el adjetivo “aguda” es frecuentemente usado para describir esta forma de hepatopatía, se trata, en realidad, de una entidad subaguda que requiere el consumo abusivo de alcohol (ingestión media de aproximadamente 100 g/día), durante semanas o meses antes de que sea clínicamente aparente. No es infrecuente que el paciente haya cesado la ingesta alcohólica los últimos días antes de que aparezcan los síntomas. La edad típica de presentación es entre los 40 y los 60 años. Aunque el sexo femenino es un factor de riesgo independiente para la HA, un número mayor de hombres consumen alcohol en exceso, por lo que el proceso es más frecuente en hombres que en mujeres (3). La manifestación clínica cardinal de la HA es el inicio rápido de ictericia. Otros signos y síntomas frecuentes incluyen fiebre, ascitis y fusión muscular. Los pacientes con HA grave pueden presentar encefalopatía hepática y hemorragia digestiva. Típicamente, los pacientes presentan una hepatomegalia blanda o dura si ya existe cirrosis establecida. La HA se asocia frecuentemente con el síndrome de respuesta inflamatoria sistémica (SIRS), excepcionalmente, con fiebre alta, con o sin infección. Correspondencia: Dr. Ramón Planas Unidad de Hepatología. CIBERehd. Servicio Aparato Digestivo Hospital Germans Trias i Pujol Carretera del Canyet, s/n 08916 Badalona (Barcelona) A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 130 Desde el punto de vista analítico es característica la elevación de la AST, aunque rara vez suele superar las 300 U/mL, mientras que la ALT suele estar menos elevada. Suele existir también leucocitosis con neutrofilia, aumento de la bilirrubina y descenso de la tasa de protrombina. El aumento de la creatinina sérica es un signo de mal pronóstico, ya que suele indicar el inicio de un síndrome hepatorenal tipo 1 que puede producir la muerte del paciente. La combinación de un aumento de la AST (pero menor de 300 U/mL), una relación AST/ALT mayor de 2, una bilirrubina superior a 5 mg/dL, un descenso de la tasa de protrombina y neutrofilia en un paciente con ascitis e historia de consumo abusivo de alcohol es indicativo de la existencia de HA, mientras no se demuestre lo contrario. En ocasiones será necesario confirmar el consumo de alcohol interrogando a los familiares del paciente. Aunque la biopsia no es imprescindible para el diagnóstico, su realización es útil para confirmar el mismo, establecer la intensidad de las lesiones y saber si ya existe una cirrosis, lo que empeora el pronóstico del paciente. En la mayoría de ocasiones la alteración de las pruebas de coagulación y/o la presencia de ascitis hacen que la biopsia se tenga que realizar por vía transyugular, lo que nos permitirá determinar el gradiente de presión portal que también influye en el pronóstico del paciente. La lesión típica de la HA consiste en la coexistencia de esteatosis, focos de necrosis hepatocelular con hepatocitos abalonados e infiltrado inflamatorio por leucocitos polimorfonucleares (4). Algunos hepatocitos contienen en su interior un material eosinófilo (hialina de Mallory) característico, aunque no exclusivo, del daño hepático por alcohol. También es frecuente la presencia de megamitocondrias en estos hepatocitos. La extensión de la fibrosis es variable, pero inicialmente las fibras de colágeno tienen una distribución pericelular y perivenular muy característica. Al ingreso debe de efectuarse una ecografía que nos permitirá obtener datos de la morfología del hígado, especialmente los sugestivos de cirrosis y signos indirectos de hipertensión portal; al tiempo que permitirá descartar lesiones focales y una colestasis extrahepática que puede confundirse con las formas colestásicas de la HA. Es también conveniente la práctica de una fibrogastroscopia para descartar la existencia de varices esofagogástricas. Por último, debe descartarse, siempre, la posible existencia de infecciones bacterianas, dado que una cuarta parte de los pacientes con HA grave están ya infectados en el momento del ingreso hospitalario y otra cuarta parte se infectarán cuando sean tratados con corticoides (5). En ocasiones, el diagnóstico de la infección es difícil, dado que en estos pacientes es frecuente la presencia de criterios de SIRS al ingreso, que puede reflejar tanto el estado inflamatorio asociado al episodio de HA como la presencia de una infección. TABLA 1 Índices pronósticos de la hepatitis alcohólica Índice o función discriminante de Maddrey FD: 4,6 x tiempo de protrombina (segundos) + bilirrubina total (mg/dl) Índice o función discriminante de Maddrey modificada FDm: 4,6 x [tiempo protrombina paciente – tiempo protrombina control (segundos)] + bilirrubina (mg/dl) MELD: 3,8 x loge(bilirrubina mg/dl) + 1,2 x loge(INR) + 9,6 x loge(creatinina mg/dl) Índice de Glasgow: Edad Leucocitos (109xl) Urea (mmol/l) Protrombina (ratio) Bilirrubina (µmol/l) Puntuación 1 <50 <15 <5 <1.5 <125 2 >50 >15 >5 1.5-2 125-250 3 >2 >250 Índice de Lille: 3,19 – 0,101 x edad (años) + 0,147 x albúmina basal (g/L) + 0,0165 x evolución bilirrubina (µM) – 0,206 x insuficiencia renal (sí-1 / no-0) – 0,0065 x bilirrubina basal ( M) – 0,0096 x TP (seg)/ INR Índice ABIC: edad x 0,01 + bilirrubina x 0,08 + creatinina x 0,3 + INR x 0,8 131 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado PRONÓSTICO DE LA HA La gravedad y la mortalidad de la HA son muy variables. Existen una serie de factores de mal pronóstico, como la presencia de encefalopatía hepática, una bilirrubina superior a 10 mg/dL, una tasa de protrombina inferior al 50 %, la insuficiencia renal o las infecciones bacterianas, entre otros. En base a algunos de estos parámetros, se han confeccionado diversos índices pronósticos, con la finalidad de identificar los pacientes más graves en los que se deben de aplicar tratamientos específicos, como la función discriminante de Maddrey, el MELD, el índice de Gasgow, el índice de Lille o el índice de ABIC (Tabla 1), (6-10). Algunos de estos índices son útiles para decidir qué pacientes deben ser tratados con corticoides, como los pacientes que presentan una función discriminante de Maddrey superior a 32 o un MELD superior a 21; mientras que otros, como el índice de Lille, ayudan al clínico a parar dicho tratamiento a los 7 días en caso de ausencia de respuesta. El índice ABIC del Clínic de Barcelona (10), tiene la ventaja de clasificar a los pacientes en tres grupos de riesgo de muerte (bajo, intermedio y alto), lo que permitirá la evaluación de fármacos y ayudará a calcular los tamaños de la muestra para dicha evaluación. Recientemente, hemos evaluado dichos índices en una serie de 66 pacientes con HA grave, observando que el MELD a los 7 días del ingreso es el que predice mejor la supervivencia hospitalaria, así como a los 6 meses y al año del seguimiento (11). Además de estos índices, se ha observado que el grado de hipertensión portal también influye en el pronóstico de la HA, de forma que los pacientes que presentan un gradiente de presión venosa hepática menor de 22 mmHg presentan una mortalidad hospitalaria de solo el 13 %, frente al 66 % en aquellos que presentan un valor superior (12). TRATAMIENTO Los pacientes con una HA leve o moderada suelen mejorar, rápidamente, con la abstinencia alcohólica y una dieta suficiente para cubrir sus requerimientos nutricionales. Por esto, en esta revisión nos referiremos a los pacientes con una HA grave, que son los que requieren ingreso y atención especializada. Abstinencia Constituye la piedra angular del tratamiento, no solo de la HA, sino también de cualquier hepatopatía alcohólica. Hay que tener presente que en los pacientes con HA el riesgo de desarrollar cirrosis persiste a pesar de la abstinencia alcohólica, si bien, es clarísimamente superior si persiste la ingesta alcohólica, especialmente, en el sexo femenino (13). A Medidas generales En los pacientes con una HA grave es fundamental aplicar de manera precoz una serie de medidas generales que, por sí solas, pueden mejorar el pronóstico. Estos pacientes con frecuencia ingresan con signos de deshidratación y desnutrición. La rehidratación, la corrección de los trastornos electrolíticos y un soporte calórico suficiente son capaces de mejorar sensiblemente el estado general del paciente. Es importante conseguir un balance nitrogenado positivo, por lo que en ocasiones se tendrán que administrar suplementos nutricionales y, si es necesario, nutrición enteral. Se aconseja una ingesta diaria de proteínas de 1,5 g por kg de peso corporal, incluso en pacientes con encefalopatía. Con frecuencia, los pacientes presentan déficits vitamínicos más o menos intensos, por lo que es conveniente administrar preparados vitamínicos del complejo B (vit B1 750 mg/día, vit B6 750 mg/día, vit B12 1200 mg/día) para evitar el desarrollo de encefalopatía de Wernicke y ácido fólico (15 mg/día), así como vitamina K para calcular el índice de Maddrey. El Delirium tremens y el síndrome de abstinencia deben tratarse con clometiazol o benzodiacepinas de corta duración, a pesar de su potencial para desarrollar encefalopatía (15). Tratamiento de las complicaciones El tratamiento de las complicaciones relacionadas con la enfermedad hepática (encefalopatía, ascitis, hemorragia por hipertensión portal, insuficiencia renal) no difiere del realizado en pacientes con cirrosis no alcohólica. Las infecciones son muy frecuentes en estos pacientes y constituyen una de las principales causas de muerte, por lo que es vital su detección precoz para poder iniciar el tratamiento. La instauración de profilaxis antibiótica (con norfloxacino o ceftriaxona) en la HA es un tema controvertido, IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 132 E E No existe un dintel seguro de ingestión alcohólica para prevenir la progresión de la hepatopatía, por lo que es aconsejable la abstinencia completa de por vida. Es recomendable establecer un programa psicológico y de apoyo social para favorecer la abstinencia. Recientemente, se ha observado que la administración oral de 5 mg/8h los primeros 3 días y después de 10 mg/8 h de baclofeno (un agonista del receptor β del GABA) favoreció la abstinencia a corto plazo en un grupo de pacientes con cirrosis alcohólica (14), con un perfil de seguridad aceptable; circunstancia, que no ha podido ser establecida con el uso de otros fármacos para la misma indicación como naltrexona o acamprosato. Debe evitarse la administración de disulfiram, dada su posible hepatotoxicidad en pacientes con HA grave. H Asociación Española para el Estudio del Hígado por lo que la decisión de realizarla debe individualizarse. Obviamente, estará claramente indicada en los pacientes con cirrosis que presenten los factores de riesgo establecido de desarrollo de infecciones (16). Los pacientes con HA grave con frecuencia pueden desarrollar insuficiencia renal aguda, sobre todo síndrome hepatorenal tipo 1, lo que influye negativamente en su pronóstico. Para evitar su desarrollo deberá asegurarse una expansión plasmática adecuada, así como evitar la administración de AINE, agentes de contraste radiológico y diuréticos hasta que la creatinina sérica sea completamente normal. Tratamientos específicos Durante las 3 últimas décadas (y a medida que ha ido mejorando el conocimiento de la fisiopatología de la HA) se han ido proponiendo nuevos tratamientos, la mayoría de los cuales se han abandonado por ineficaces o inseguros, como es el caso de la colchicina, propiltiouracilo o la combinación de insulina o glucagón. En la actualidad, los tratamientos más utilizados son los corticosteroides, los suplementos nutricionales y la pentoxifilina. Corticosteroides El uso de corticosteroides en el tratamiento de la HA se basa en su acción antinflamatoria, en su efecto sobre el estado nutricional, en su acción antifibrogénica y en su capacidad para influir sobre los mecanismos inmunológicos involucrados en la patogenia de la HA. El uso de los corticosteroides en el tratamiento de la HA es controvertido, dados los resultados divergentes observados en los diferentes estudios realizados. Para tratar de precisar más su papel en la HA se han realizado cuatro metanálisis, pero solo se han publicado con detalle los resultados de dos de ellos (17, 18). En el metanálisis publicado en 1990, por Imperiale y McCullough (17), se incluyeron 11 estudios con asignación aleatoria. La eficacia protectora global (evaluada como porcentaje de reducción de la mortalidad) de los esteroides fue del 37 % (IC del 95 %: 20-50 %), si bien, se observó una marcada heterogeneidad entre los estudios incluidos. En general, el efecto de los esteroides fue superior en los estudios de más calidad metodológica y en los que se excluyeron los pacientes que presentaban hemorragia digestiva alta. Por otra parte, en un subanálisis, se observó que los esteroides fueron especialmente eficaces en el subgrupo de pacientes con encefalopatía hepática. Por tanto, los autores concluyeron que el tratamiento con corticosteroides era beneficioso en los pacientes con HA grave, definida por la presencia de encefalopatía hepática y, particularmente, en los pacientes sin hemorragia digestiva. 133 En el metanálisis publicado en 1995, por Christensen y Gluud (18), se incluyeron 13 estudios con asignación aleatoria. Se tuvo especial cuidado en controlar o ajustar el metanálisis por diferentes variables pronósticas mediante un modelo de regresión múltiple. La conclusión de este metanálisis fue que el efecto de los esteroides sobre la mortalidad no era estadísticamente significativo (riesgo relativo: 0,73; IC del 95 %: 0,47-1,14). Se detectó la existencia de interacción entre el tratamiento con esteroides y el sexo (mayor efecto en las mujeres), pero no con la presencia de encefalopatía. Este metanálisis, más que excluir el posible efecto beneficioso de los corticosteroides, lo que hace es recalcar las limitaciones de los estudios realizados a fin de caracterizar los pacientes con un episodio grave de HA, que son, precisamente, los que más podrían beneficiarse de este tratamiento. En cualquier caso, la publicación de este metanálisis provocó el inicio de una controversia de difícil solución. Recientemente, se ha publicado un estudio que parece poner fin a dicha controversia. Se trata de un metanálisis realizado usando los datos individuales de los cinco estudios aleatorios, más recientes, que han evaluado el uso de los corticosteroides en la HA grave (Maddrey ≥ 32 o encefalopatía) (19). Se incluyeron en el estudio 418 pacientes (221 tratados con corticosteroides y el resto recibió placebo, nutrición enteral o un cocktail antioxidante, sin diferencias en las características basales en los dos grupos). Se observó que la supervivencia a los 28 días fue significativamente superior en los pacientes tratados con corticosteroides (79,9 frente al 65,7 %; p=0,0005) (Figura 1). En el análisis multivariado, los factores predictores independientes de la supervivencia a los 28 días fueron el tratamiento con corticosteroides, el Maddrey, los leucocitos, el índice de Lille y la encefalopatía. En la mayoría de los estudios publicados, el tratamiento con corticosteroides en la HA se ha realizado con prednisolona a la dosis de 40 mg/día durante 28 días, para, posteriormente, reducir de forma progresiva la dosis hasta su retirada. Es bien conocido que la acción antinflamatoria de los esteroides se produce mediante la inhibición de factores de transcripción, como el NF-κB. Esta inhibición produciría una inmunodepresión rápida e intensa, disminuyendo la inflamación hepática. No obstante, la inhibición intensa y persistente del NF-κB puede ser peligrosa por facilitar el riesgo de infecciones (20). Este riesgo puede ser especialmente alto en pacientes con HA grave, especialmente, si existe una cirrosis establecida, dado que en estas circunstancias suele existir un aumento de la endotoxemia y de la translocación bacteriana que, de por sí, también aumentan el riesgo de infecciones. En este sentido, y a fin de no prolongar la administración inadecuada de esteroides en la HA, Mathurin y cols. (21) ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 1 Supervivencia a los 28 días de la HA grave (función discriminante de Maddrey ≥ 32 o encefalopatía hepática) tratada con corticosteroides Supervivencia (%) 1,00 79,97±2,8% p=0,0005 0,75 65,7±3,4% 0,50 Patients treated in the corticosteroid group (n=221) Patients treated in the non-corticosteroid group (n=197) 0,25 0,00 Corticosteroides Placebo 0 4 221 217 197 191 5 213 176 12 204 166 16 193 153 20 188 143 24 180 136 28 días 165 124 Mathurin P, et al., Gut 2011;60:255-60 propusieron un criterio simple para la identificación precoz de los pacientes que no van a responder al tratamiento con corticosteroides. En efecto, al 7º día del tratamiento con esteroides, un índice de Lille superior a 0,45 permite predecir una mala respuesta. En efecto, mientras que la supervivencia a los 6 meses fue del 85 % en los pacientes con Lille <0,45, la supervivencia fue solo del 25 % en los pacientes con Lille ≥ 0,45. En los pacientes con respuesta pobre debe suspenderse el tratamiento esteroideo, particularmente, en los clasificados como respondedores nulos (Lille >0,56) (Figura 2). En los pacientes con respuesta pobre a los esteroides el tratamiento precoz con pentoxifilina (26) o la diálisis con albúmina no parece modificar el pronóstico, por lo que se requieren urgentemente nuevos tratamientos para estos pacientes, así como evaluar, cuidadosamente, la posibilidad de un trasplante hepático precoz. Así pues, disponemos de suficientes evidencias científicas que indican que los pacientes con HA grave, definida por la presencia de encefalopatía o una función discriminante de Maddrey ≥ 32 o MELD ≥ 21, pueden beneficiarse del tratamiento con corticosteroides, siempre y cuando el paciente no presente sepsis, síndrome hepatorenal o hemorragia digestiva. El número de pacientes para evitar una sola muerte es de cinco pacientes (22), mientras que el resto recibirían corticoides sin obtener ningún beneficio y, en cam- A Pentoxifilina Existen muchos datos que sugieren que el TNF-α juega un papel fundamental en la patogenia de la lesión hepática inducida por el alcohol, tanto en modelos experimentales como en el hombre. Basado en estos datos, se efectuó un estudio controlado para valorar la eficacia de pentoxifilina, un inhibidor no selectivo de la fosfodiesterasa, en la HA grave (23). En este estudio, se compararon los efectos de la administración oral de 400 mg/8h de pentoxifilina (durante un mes), frente a placebo, en 101 pacientes con HA y función discriminante de de Maddrey ≥ 32. La mortalidad a corto plazo, según la intención de tratar, fue del 24 % con pentoxifilina y del 46 % con placebo (p=0,04; RR=0,59; IC del 95 %: 0,35-0,97). Esta mayor supervivencia fue debida a una menor incidencia de síndrome hepatorenal, sin que, curiosamente, se produjesen cambios significativos en los niveles circulantes de TNF-α, lo que sugiere que el efecto IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 134 E E bio, estarían expuestos a padecer los efectos adversos de estos fármacos, lo que podría evitarse detectando precozmente los pacientes no respondedores o estableciendo pautas más cortas si se asocian a nutrición enteral (ver más adelante). En cambio, el tratamiento con esteroides no está en la actualidad indicado en los pacientes con una HA que presentan una función discriminante <32 o un MELD <21. H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 2 Supervivencia a los 28 días en pacientes con HA grave según el tipo de respuesta a los corticosteroides de pentoxifilina podría estar relacionado con otros mecanismos, como una acción sobre los cambios circulatorios inducidos por la insuficiencia hepática. Recientemente, se ha publicado un estudio comparando los efectos de pentoxifilina frente a prednisolona, durante 28 días en 68 pacientes con HA grave (Maddrey ≥ 32) (24). La mortalidad a los 3 meses fue significativamente superior en el grupo tratado con prednisolona (35,2 frente al 14,7 % en el grupo que recibió pentoxifilina). También, en este estudio, se observó una menor incidencia de síndrome hepatorenal en el grupo tratado con pentoxifilina. En un estudio reciente, realizado en 270 pacientes con HA grave, la combinación de pentoxifilina y corticosteroides no mostró ningún beneficio adicional, al compararla con el tratamiento solo con corticosteroides (25). Por último, en pacientes con HA grave y no respondedores (definidos por la ausencia de descenso de la bilirrubina) al cabo de 7 días de tratamiento con esteroides, el tratamiento precoz con pentoxifilina no modificó el pronóstico (26). Es evidente que se requieren más estudios para confirmar estos resultados favorables, pero dado que pentoxifilina es 135 un fármaco seguro y asequible debería usarse en los pacientes con HA grave, especialmente, si existen contraindicaciones para los corticosteroides, tal y como recomiendan la Asociación Americana para el Estudio de las Enfermedades Hepáticas y la Asociación Europea para el Estudio del Hígado (27, 28). Suplementos nutricionales La gran mayoría de los pacientes con HA presentan signos más o menos intensos, de malnutrición que se correlacionan claramente con la mortalidad. Por ello, la nutrición constituye uno de los pilares básicos del tratamiento de estos pacientes. Se han efectuado diversos estudios que han evaluado el efecto de la nutrición en la HA. En la mayoría de ellos se observó una mejora de las pruebas de función hepática y de los parámetros nutricionales, pero sin cambios significativos en la supervivencia (29). En el estudio más reciente, Cabré y cols. (30) compararon la nutrición enteral con Hepatical® con el tratamiento con prednisolona en pacientes con HA grave (encefalopatía o Maddrey ≥ 32), observando la misma mortalidad en ambos grupos durante el mes de tratamiento ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado y una tendencia a una menor mortalidad al año en los pacientes tratados con nutrición. Es de destacar, que nueve de los 10 pacientes tratados con corticoides que fallecieron durante el seguimiento lo hicieron durante el mes posterior a la alta hospitalaria y, en todos los casos, fueron por infecciones, lo que sugiere que quizás habría de modificarse la pauta habitual de corticosteroides en función de la evolución de la HA. La combinación de nutrición enteral y esteroides se ha evaluado con resultados esperanzadores en un estudio piloto (31), en el que la administración de corticosteroides solo se mantenía hasta que se conseguía una mejora de los valores de bilirrubina y protrombina, sugiriendo un efecto beneficioso sinérgico entre ambos tratamientos, lo que habrá de confirmarse en estudios controlados. Terapia anti-TNF-α Se han evaluado dos agentes anti-TNF-α en el tratamiento de la HA: infliximab y etanercept. El desarrollo de infecciones graves en pacientes que ya están predispuestos es el principal inconveniente para el uso de estos fármacos. En efecto, a pesar de los resultados prometedores de algunos estudios preliminares con infliximab, un estudio multicéntrico francés, controlado y aleatorio, hubo de ser interrumpido prematuramente tras la inclusión de los primeros 36 pacientes, al observarse que la mortalidad (debida fundamentalmente a infecciones graves) era el doble en los pacientes tratados con infliximab que en los que recibían placebo (32). La dosis de infliximab (10 mg/kg peso iv, tres veces al día los días 1, 14 y 28) ha sido criticada como demasiada alta, en comparación con la dosis de 5 mg/kg peso empleada en otros estudios preliminares. Si bien etanercept parecía aumentar la supervivencia de la HA en un estudio piloto pequeño, en un posterior estudio aleatorio controlado con placebo la probabilidad de supervivencia a los 6 meses fue peor en el grupo tratado con etanercept (33). Podría especularse que el bloqueo TNF-α excesivo o repetido podría afectar negativamente la regeneración hepática. Por consiguiente, en la actualidad estos agentes anti-TNF-α solo pueden emplearse en el contexto de ensayos clínicos. Diálisis con albúmina El sistema de recirculación de absorbentes moleculares (MARS), que consiste en dializar la sangre del paciente frente a una solución de albúmina para tratar de eliminar las sustancias y toxinas que circulan ligadas a la misma, se ha utilizado de manera experimental en series cortas de pacientes con HA grave, observándose una disminución de los niveles de bilirrubina y una mejora de la insuficiencia renal y de la encefalopatía (34). No obstante, se requiere la realización de estudios prospectivos y aleatorios que confirmen A Trasplante hepático La elevada mortalidad de la HA grave a corto y medio plazo, incluso en pacientes que se mantienen abstinentes, hace que en muchas ocasiones se haya planteado la oportunidad de trasplante hepático (TH) en estos pacientes. Sin embargo, en la mayoría de centros se requiere un periodo de abstinencia mínimo de 6 meses antes de considerar la posibilidad de TH (35). Esta norma tiene dos objetivos: por una parte, asegurarse que el paciente es capaz de lograr una abstinencia prolongada antes del TH y, por otra, permitir una mejora de la enfermedad tras la abstinencia que haga innecesario el TH. Recientemente, un estudio franco-belga ha estudiado el efecto del TH precoz en pacientes con HA grave que no respondieron al tratamiento médico (36). En este estudio de casos y controles, se evaluó el impacto del TH en la supervivencia de pacientes con HA grave no respondedores a los corticoides, comparándolos con una cohorte control pareada por edad, género y gravedad de la enfermedad. Los 26 pacientes que recibieron TH fueron estrictamente seleccionados y contaban con buen soporte social y familiar, firmaron un contrato de abstinencia, no tenían episodios previos de descompensación hepática por alcohol ni evidencias de distocia psicosocial. Se observó una mejora inequívoca de la supervivencia en los pacientes que recibieron TH precoz (el tiempo de inclusión en la lista de TH fue de 13 días posterior al diagnóstico de la falta de respuesta, según el modelo de Lille), que fue a los 6 meses del 77 % frente al 23 % en el grupo control. El mensaje principal de este estudio es que el paciente con HA grave que no responde a los corticoides puede ser seleccionado para TH, que ofrece una buena supervivencia (que incluso puede ser potencialmente mejorada con profilaxis antifúngica dado que la mayoría de muertes en los trasplantados fue por aspergilosis invasiva) y tiene una baja tasa de recidivas con un seguimiento adecuado. Este grupo de pacientes puede constituir una excepción a la regla de los 6 meses. Obviamente, esta nueva estrategia debe ser confirmada en estudios posteriores y requiere de mejores estrategias de monitorización y tratamientos para el alcoholismo, antes y después del TH. De hecho, la Sociedad Española de Trasplante Hepática ha iniciado ya un estudio de estas características. CONCLUSIONES El diagnóstico de la HA se basa en una historia de consumo abusivo de alcohol, ictericia y la ausencia de otras posibles causas de hepatitis. Aunque la biopsia no es imprescindible IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 136 E E su eficacia, antes de que se pueda aplicar en la práctica clínica diaria. H Asociación Española para el Estudio del Hígado para el diagnóstico, su realización es útil para confirmarlo, establecer la intensidad de las lesiones y saber si ya existe una cirrosis, lo que empeora el pronóstico del paciente. La abstinencia alcohólica constituye una piedra fundamental en el tratamiento de esta enfermedad. Los pacientes deben recibir un soporte proteico y calórico adecuados, sobre todo si presentan malnutrición, lo que suele ocurrir en la mayoría de casos con HA grave. Es fundamental, además, detectar y tratar, precozmente, las posibles complicaciones derivadas de la hipertensión portal, y vigilar estrechamente la posible aparición de complicaciones infecciosas. En los pacientes con HA grave (con encefalopatía, o Maddrey ≥ 32 o MELD ≥ 21) está indicada la administración de prednisolona a la dosis de 40 mg/día, salvo que existan contraindicaciones para su uso. A los 7 días del inicio del tratamiento, si no se observa mejora en la bilirrubina, debe suspenderse el tratamiento esteroideo y se podría considerar TH precoz en pacientes muy seleccionados. La administración de pentoxifilina está indicada si existen contraindicaciones a los esteroides y parece ser útil en la prevención del síndrome hepatorenal, que puede ser causa de muerte. Los pacientes con HA no grave -cuya supervivencia a corto plazo es del 90 %- no deben tratarse con corticoides, dado que el riesgo de complicaciones -como infecciones sistémicas- supera los beneficios. En la Figura 3, se propone un algoritmo de tratamiento de la HA. FIGURA 3 Propuesta de algoritmo terapéutico en la hepatitis alcohólica. 137 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado En el futuro, posiblemente, podremos mejorar la supervivencia de estos pacientes, tanto con la introducción de nuevos fármacos más efectivos, como con la combinación de diversas medidas terapéuticas, a fin de tratar de una manera más racional una enfermedad de patogenia tan compleja como es la HA. Por último, hacen falta estudios bien desarrollados sobre el trasplante hepático en pacientes cuidadosamente seleccionados con HA grave que no responden al tratamiento médico. BIBLIOGRAFÍA 1. Rehm J, Mathers C, Popova S, Thavorncharoensap M, Teerawattananon Y, Patra J. Global burden of disease and injury and economic cost attributable to alcohol use and alcohol-use disorders. Lancet 2009; 373: 2223-33. 2. Gao B, Bataller R. Alcoholic liver disease: pathogenesis and new therapeutic targets. Gastroenterology 2011; 141: 1572-85. 3. Naveau S, Giraud V, Borotto E, Aubert A, Capron F, Chaput JC. Excess weight risk factor for alcoholic liver disease. Hepatology 1997; 25: 108-11. 4. MacSween RN, Burt AD. Histologic spectrum of alcoholic liver disease. Semin Liver Dis 1986; 6: 221-32. 5. Louvet A, Wartel F, Castel H, Dharancy S, Hollebecque A, CanvaDelcambre V, et al. 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A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 138 E E 16. Fernández J, Navasa M, Planas R, et al. Primary prophylaxis of spontaneous bacterial peritonitis delays hepatorenal syndrome and improves survival in cirrhosis. Gastroenterology 2007; 133: 818-24. 17. Imperiale TF, McCullough AJ. Do corticoesteroids reduce mortality from alcoholic hepatitis?. A meta-analysis of the randomized trials. Ann Intern Med 1990; 113: 299-307. 18. Christensen E, Gluud C. Glucocorticosteroids are ineffective in alcoholic hepatitis. A meta-analysis adjusting for confounding variables. Gur 1995; 37: 113-8. 19. Mathurin P, O’Grady J, Carithers RL, et al. Corticosteroids improve short-term survival in patients with severe alcoholic hepatitis: meta-analysis of individual patient data. Gut 2011; 60: 255-60. 20. Barnes PJ, Larin M. Nuclear factor-kappa B. A pivotal transcription factor in chronic inflammatory diseases. N Engl J Med 1997; 336: 1066-71. 21. 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H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Hepatitis aguda tóxica Raúl J. Andrade Unidad de Gestión Clínica de Aparato Digestivo. Hospital Universitario “Virgen de la Victoria”. Departamento de Medicina, Universidad de Málaga.Centro de Investigación Biomédica en Red de enfermedades hepáticas y digestivas (CIBERehd), Barcelona. Spain INTRODUCCIÓN Las reacciones adversas a fármacos, y a medicinas alternativas (incluyendo los productos de herboristería y suplementos dietéticos), son actualmente un problema de salud de importancia creciente, principalmente porque pueden ser graves e incluso mortales y, en los últimos años, su curva de crecimiento es constante (1). Las reacciones adversas hepáticas preocupan particularmente a la industria farmacéutica y agencias reguladoras, ya que encabezan las advertencias de seguridad y retiradas de fármacos del mercado (2). Además, en USA son la primera causa de fallo hepático agudo, con un 46 % de los casos debidos a paracetamol y un 11% adicional a idiosincrasia a fármacos (3). Las reacciones hepáticas idiosincrásicas a los fármacos, al ocurrir con una frecuencia muy baja, no son detectadas durante el proceso de desarrollo y, por ello, típicamente se hacen visibles tras la exposición de decenas de miles de pacientes una vez autorizado el medicamento. Por otra parte, la ausencia de test diagnósticos objetivos de hepatotoxicidad y la variabilidad en su presentación clínica, con frecuencia, dificultan y retrasan el diagnóstico de toxicidad hepática. DEFINICIONES Y FENOTIPOS Las reacciones adversas hepáticas a los fármacos tienen un espectro de expresión fenotípica muy amplio, que abarca desde alteraciones asintomáticas del perfil hepático hasta fallo hepático agudo, pero la presentación más común es un cuadro clínico indistinguible de la hepatitis vírica (4). Debido al hecho de que en sujetos que ingieren fármacos, las alteraciones del perfil hepático de escasa magnitud tienen un significado incierto (pueden ser transitorias y/o deberse a otras causas tales como hígado graso) un grupo de consenso ha propuesto que para considerar lesión hepática tóxica, los niveles de ALT deben ser mayores de 5 veces el límite superior de la normalidad (LSN) y/o los niveles de fosfatasas alcalinas (FA) > de 2 X LSN (5). Por otra parte, debido a que en muchos casos no se dispone de material histológico, los fenotipos de toxicidad hepática se caracterizan habitualmente mediante criterios bioquímicos, en base a la actividad de la ALT y de la FA séricas (cuando se elevan de forma aislada) y la relación (R) entre ambas (cuando la elevación es simultánea) en hepatocelular (R≥5), colestásica (R≤2) y mixta (R 2-5) (6). La R debe calcularse de la muestra inicial de sangre, ya que si se hace durante una fase más avanzada puede cambiar el patrón de lesión (de hepatocelular a colestásico o mixto) debido al diferente tiempo de resolución de las enzimas hepáticas (más rápido para ALT que para FA) (7), y su cálculo es, además, imprescindible para aplicar la escala de causalidad de CIOMS/RUCAM. La clasificación de la lesión hepática utilizando este criterio exhibe una buena correlación, en general, con la lesión hepática subyacente y es excelente a efectos pronósticos, Correspondencia: Raúl J. Andrade, MD, PhD Unidad de Hepatología, Departamento de Medicina. Facultad de Medicina Boulevard Louis Pasteur, nº32. 29071-Málaga (Spain) Phone: 34-952-131615; Fax: 34-952-131511 E-mail: andrade uma.es. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 139 cuando se combina con un parámetro específico de función hepática, la bilirrubina (8, 9). El valor pronóstico de los niveles de ALT combinados con los de bilirrubina total fue anunciado hace más de 4 décadas por Hyman Zimmerman, quien observó que los pacientes que sufrían una lesión hepatocelular con ictericia atribuible a un fármaco (una vez excluidas otras causas de hepatitis e hiperbilirrubinemia) tenían un riesgo de muerte por fallo hepático no inferior al 10 % (10). Dicha observación es conocida como la “ley o regla de Hy”. Esto es debido a que la hepatotoxicidad es una elevación de bilirrubina con un patrón de citolisis, y sin elevación significativa de fosfatasa alcalina, es indicativa de disfunción hepatocitaria severa. EPIDEMIOLOGÍA La incidencia real de hepatotoxicidad por fármacos es muy poco conocida. El diagnóstico de esta variedad de enfermedad hepática es menos frecuente que el de otras causas (viral, metabólica, autoinmune), pero esto se debe, probablemente en gran medida, a que muchas incidencias pasan desapercibidas. Entre los casos de ictericia ingresados en un hospital general, la causa tóxica supuso el 4,7 %, pero la mayoría eran debidos a paracetamol y solo un 0,7 % se atribuyeron a mecanismo idiosincrásico (11). La ocurrencia de hepatotoxicidad idiosincrásica entre pacientes hospitalizados fue en un estudio del 1,4 % (12). Se estima que el riesgo de hepatotoxicidad idiosincrásica asociada al consumo de la mayoría de los agentes farmacológicos oscila entre 1/10 000 a 1/100 000 sujetos expuestos, pero dichas figuras tienen muy poco sustento basado en la evidencia científica. Hasta la fecha, se han realizado dos estudios poblacionales prospectivos para determinar la incidencia de hepatitis tóxica. En el primero de ellos, conducido en un área del norte de Francia, se halló una incidencia cruda anual de reacciones hepáticas a fármacos de 13,9 casos por 100 000 habitantes (13). Muy recientemente, en la población de Islandia (250 000 habitantes)- cuyo avanzado sistema de salud posibilita acceso a información precisa de cada paciente, médica y farmacológica y proporciona el número total de sujetos expuestos a cada fármaco - se estimó que la incidencia cruda anual de hepatotoxicidad era de 19,1 casos por 100 000 habitantes y se pudo calcular el riesgo relativo para cada uno de los fármacos implicados (14) Tabla 1. Una elevada proporción de los casos de ambos estudios poblacionales carecían de expresividad clínica (13, 14) al detectarse durante el seguimiento sistemático de los sujetos expuestos a fármacos a diferencia de los casos incluidos en Registros (8, 15) en los que, probablemente por un sesgo de selección, se capturan las incidencias más graves. Los agentes antibacterianos, los antinflamatorios no esteroideos y anticonvulsivantes ocupan los primeros lugares en la lista de grupos terapéuticos incriminados en hepatotoxicidad en cohortes prospectivas (Registros) (8, 13), TABLA 1 N=96 Per 100.000 Number of individuals in each age group 95% CI 95% CI Mean prescription rate Incidence of DIL 19.1 251.860 15.4 23.3 15-24 (n=8) 8.5 46.831 3.7 16.8 0.9 25-39 (n=17) 12.6 67.600 7.3 20.1 1.2 40-59 (n=31) 18.8 82.546 12.8 26.7 2.4 60-69 (n=18) 32.6 27.622 18.7 51.5 4.8 70-79 (n=13) 39.9 16.282 21.3 68.3 7.3 80-106 (n=9) 41.0 10.979 18.7 77.8 9.3 Age-standarized incidence by age groups CI, confidence interval A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 140 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado siendo amoxicilina/ácido-clavulánico en términos absolutos la molécula involucrada en un mayor número de incidencias (8, 14, 15). Existe una marcada variabilidad geográfica en cuanto al agente responsable del daño hepático. En los países occidentales, la mayor parte de los casos se asocian a antibióticos, anticonvulsivantes y a fármacos psicótropicos, correspondiendo menos del 10 % a productos de herboristería y suplementos dietéticos, aunque esta proporción tiende a incrementarse en los últimos años (8, 14-16). En Asia, estos últimos son una causa relevante de hepatotoxicidad (17). PATOGENIA Y FACTORES DE RIESGO Entre los fármacos comercializados, muy pocos son capaces de producir lesión hepática en forma dependiente de la dosis y, por ello, se les denomina hepatotoxinas intrínsecas. El paracetamol y el ácido acetilsalicílico son los ejemplos más representativos. El paracetamol es un analgésico con un margen terapéutico muy amplio, pero cuando las dosis ingeridas exceden un umbral de seguridad provoca, en una elevada proporción de casos, necrosis centrolobulillar grave que puede seguir un curso fulminante. Ello es debido a una saturación de los sistemas de depuración y a la generación subsiguiente por la vía del citocromo P-450 2E1 (CYP2E1) de un metabolito intermedio altamente reactivo que se une de forma covalente a proteínas del hepatocito. Inicialmente, el glutatión depura a dicho intermediario tóxico, pero finalmente las reservas se agotan y se produce la lesión. No obstante, la variabilidad individual en la aparición de lesión ante una dosis tóxica es también importante, y ello parece depender de factores tanto ambiéntales como genéticos. La depleción de glutatión -que provoca la desnutrición- y el consumo crónico de alcohol -que induce la actividad del CYPE1- incrementan la gravedad de la toxicidad (18). Por otra parte, el factor de trascripción Nrf2 regula la síntesis de GSH y otras enzimas depuradoras, y es interesante señalar que Nrf2 se activa con dosis subtóxicas de paracetamol, lo que indica que el umbral de toxicidad es modulado por la rápida activación de este factor de trascripción (19). La importancia de la respuesta del sistema inmune innato en la lesión por paracetamol viene subrayada por el hecho de que manipulaciones genéticas en el ratón pueden resultar tanto en resistencia a la toxicidad (p. ej., el knockout o mutante para interferón-γ (IFNγ), Fas o Fas ligando) como en susceptibilidad aumentada al daño hepático (animales knockout para interleucina (IL)-10 e IL-6 (20). Así, una vez iniciado el insulto, una respuesta Th1 disminuida o aumentada protegerían o incrementarían, respectivamente, la lesión hepática por paracetamol. El conocimiento del mecanismo de toxicidad del paraceta- 141 mol y las evidencias obtenidas a partir de estos modelos animales han permitido extrapolaciones a las reacciones hepatotóxicas idiosincrásicas o impredecibles (no relacionadas con las características farmacológicas del medicamento) (19). Estas reacciones adversas hepáticas son el grueso de las que se ven en la práctica clínica y se deben, básicamente, a la interacción de tres circunstancias: un fármaco que tiene potencial de generar radicales tóxicos para el hígado, un sujeto genéticamente susceptible y la intervención de factores ambientales. La hepatotoxicidad idiosincrásica es una enfermedad compleja en la que intervienen múltiples células y mecanismos, lo que determina que, en el momento actual, su patogenia permanezca elusiva. Los avances habidos en farmacogenómica, con el uso de modernas plataformas bioinformáticas, han permitido cribar cientos de miles de genes para identificar polimorfismos asociados al riesgo de desarrollo de hepatotoxicidad con ciertos compuestos tales como flucoxacilina, amoxicilina-clavulánico, ximelagatran o lumiracoxib (precisamente alojados en la región HLA del cromosoma 6 tanto de clase I como de clase II (21, 22). Estos estudios sin hipótesis, a priori, apuntan al carácter inmune de las reacciones hepatotóxicas y permiten plantear, a posteriori, hipótesis mecanísticas (23). Con un enfoque opuesto, es decir, seleccionando genes claves en el metabolismo hepático, depuración y eliminación de los compuestos o sus intermediarios se han identificado variantes asociadas a la aparición de toxicidad idiosincrásica, fenotipo y gravedad (24-26). Estas variantes incluyen el genotipo doble nulo de la glutatión transferasa (24) o genotipos mutantes combinados de superóxidodismutasa mitocondrial y de la glutatión peroxidasa (25), así como polimorfismos del gen ABCB11 que codifica la bomba exportadora de sales biliares (BSEP) (26) que se han encontrado con mayor frecuencia en pacientes con hepatotoxicidad idiosincrásica que en controles (24-26). Aunque los factores genéticos son, probablemente, los determinantes principales en el riesgo de hepatotoxicidad idiosincrásica, como lo prueba el hecho de que las reacciones hepatotóxicas se reproducen a menudo en contextos clínicos distintos del que motivó el incidente inicial, es evidente que algunos otros factores tanto del huésped como del fármaco son acompañantes necesarios (27). Entre los factores del huésped se ha sugerido que edad avanzada, sexo femenino, y comorbilidades, entre otros, incrementarían el riesgo. Sin embargo, en este argumentario hay algunos mitos y pocos hechos contrastados. En el reciente estudio poblacional islandés, se evidenció un incremento lineal de la incidencia con la edad (41 casos por 100 000 habitantes en el grupo > 80 años) que iba paralelo al aumento del número de fármacos consumidos con la edad (14). En los Registros Español y Americano (DILIN), en cambio, la distribución de casos ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado por edad y sexo fue similar (8, 15). Respecto a la enfermedad subyacente, aunque la diabetes no incrementó el riesgo de sufrir hepatotoxicidad, se asoció a un mayor riesgo de mortalidad en el DILIN (15). Estudios que conectan bases de datos farmacéuticas con eventos clínicos indican que hay una relación lineal entre dosis diaria (> 50 mg) y metabolismo hepático > 50 % y riesgo de hepatotoxicidad idiosincrásica (28, 29). La combinación en fármaco determinado de ambos factores (dosis diaria > 100 mg/día) y elevada lipofilidad (que requiere de metabolismo hepático), resulta en el máximo perfil de riesgo, ha sido denominada “regla de 2” y se encuentra entre una mayoría de fármacos con toxicidad hepática demostrada (30). DIAGNÓSTICO El diagnóstico de toxicidad hepática por paracetamol se basa en la historia previa de sobredosis, detección de niveles plasmáticos de paracetamol y niveles marcadamente elevados de transaminasas con alteraciones variables del tiempo de protrombina (31). Sin embargo, un aspecto importante es, de una parte, ser capaz de establecer la responsabilidad del paracetamol en casos de lesión hepática con una historia atípica (dosis elevadas continuadas, presentación tardía o incapacidad de obtener una historia de exposición) y, de otra, teniendo en cuenta la existencia de un antídoto es crucial detectar la lesión hepática lo más precozmente posible. El conocimiento relativamente preciso de las vías metabólicas y los mecanismos de toxicidad del paracetamol ha abierto una activa investigación en la búsqueda de biomarcadores; por ejemplo, utilizando un método extremadamente sensible y específico de cromatografía líquida electroquímica de alta presión (HPLC-EC) se han detectado aductos paracetamol-proteína liberados al torrente circulatorio al unirse covalentemente el intermediario N-acetil-pbenzoquinoneimina con grupos cisteína de las proteínas hepáticas y que representan el paso inicial e irreversible del daño hepático por paracetamol. En una cohorte de más de 800 pacientes con fallo hepático agudo de distintas etiologías y en pacientes con sobredosificación por paracetamol, que no hubiesen desarrollado insuficiencia hepática, se encontró que la sensibilidad y especificidad del ensayo fue del 100 %. Es interesante señalar que en el 19 % pacientes con fallo hepático agudo de origen indeterminado se detectaron aductos en unos niveles y rangos similares a los de los pacientes con lesión hepática causada por paracetamol, sugiriendo que dicho método podría desenmascarar casos ocultos de toxicidad hepática por el fármaco (32). Sin embargo, esta herramienta diagnóstica que proporciona el primer biomarcador para el diagnóstico de hepatotoxicidad no A La hepatotoxicidad idiosincrásica es muy compleja y los agentes implicados muy numerosos, por lo que la búsqueda de biomarcadores mecanísticos es aún incipiente (34). Actualmente, la evaluación de una sospecha de hepatotoxicidad se sustenta en la actividad de la ALT, AST y fosfatasa alcalina séricas. Estas enzimas reflejan necrosis hepatocitaria y colestasis, y su nivel en sangre depende del balance neto entre su liberación desde el citoplasma de las células hepáticas (y de otros tejidos como músculo esquelético y cardíaco, intestino, etc.) y su degradación por el sistema retículo endotelial. La ALT es considerada más específica del hígado que la AST, debido a que su concentración en el citoplasma hepatocitario es más elevada que en el músculo esquelético; pero el hecho de que la masa muscular supere en 15-20 veces la masa hepática, determina que una lesión muscular puede ser una fuente considerable de incrementos de ALT. Además, las transaminasas son muy volátiles y los niveles pueden elevarse y disminuir en horas o días. Por ello, una única determinación no establece un valor “pico” (35). Por otra parte, erróneamente se denomina a las transaminasas parámetros de “función hepática”, pero no existe una relación lineal entre los valores de transaminasas y la intensidad de la lesión hepática ni el grado de disfunción hepática, por lo que no tienen en sí mismo valor pronóstico. A este efecto, debe determinarse (simultáneamente) la concentración sérica de bilirrubina total y directa, cuya elevación indica una disminución de la reserva funcional hepática. La carencia de biomarcadores específicos determina que el diagnóstico de hepatotoxicidad idiosincrásica sea de exclusión, basado en un alto grado de sospecha clínica y la existencia de una cronología compatible de exposición a un fármaco o tóxico, conjuntamente con una batería de pruebas diagnósticas que sean capaces de eliminar una serie de causas alternativas. Entre los criterios favorables al diagnóstico, se encuentran las manifestaciones de hipersensibilidad y IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 142 E E ha sido aún implementada en la práctica clínica habitual, al parecer por problemas de estandarización. Este biomarcador, en todo caso, puede ser útil para discriminar entre casos de lesión hepática debidos al fármaco vs otras causas, pero requiere una lesión hepática establecida. Muy recientemente, otros biomarcadores seleccionados por su implicación potencial en las vías de lesión por paracetamol y que incluían microRNA-122 (miR-122; elevada especificidad hepática), HMGB1 (marcador de necrosis), keratina-18 (marcador de necrosis), se correlacionaron con los picos de ALT e INR y demostraron una elevada sensibilidad y especificidad en identificar lesión hepática en pacientes con sobredosis del compuesto y, lo que es más importante, fueron capaces de detectar la lesión hepática muy precozmente, cuando los niveles de transaminasas eran aún normales (33). H Asociación Española para el Estudio del Hígado una evidente mejoría clínico-biológica tras la retirada de los fármacos. El patrón oro, para el diagnóstico de hepatotoxicidad, es la demostración de una recrudescencia de las alteraciones clínico-biológicas tras la re-exposición al agente causal. Sin embargo, por razones éticas tal práctica no está justificada, salvo en circunstancias excepcionales. No obstante, un cuidadoso interrogatorio puede descubrir en algunos casos evidencias sutiles de reexposición accidental que serían de gran utilidad para el diagnóstico. En tales casos, el primer episodio tras la administración del medicamento no se acompañó de ictericia y los síntomas habrían sido inespecíficos (malestar abdominal, fiebre, astenia), lo que habría dificultado su identificación por parte del médico no familiarizado con la hepatotoxicidad (36). Evidencia de exposición a fármacos y secuencia temporal compatible La anamnesis farmacológica debe ser exhaustiva, incluyendo posibles fármacos o medicinas alternativas proporcionadas por amigos o vecinos, o consumo de drogas de abuso. Una cuestión de importancia capital es determinar si el tratamiento se instauró cuando ya habían aparecido los síntomas de enfermedad hepática o claramente antes de la presentación del cuadro. De hecho, el agente sospechoso podría haber sido prescrito para aliviar los síntomas iniciales de hepatitis (37). El siguiente paso es determinar la duración del tratamiento con el agente sospechoso. El período de tiempo entre el inicio del tratamiento y el comienzo del daño hepático (latencia) es muy variable. Las hepatotoxinas intrínsecas provocan lesión hepática en unas pocas horas tras la sobredosis. En la mayoría de los casos de toxicidad idiosincrásica, el período de latencia oscila entre una semana y 3 meses. Períodos tan cortos como 1-2 días pueden ocurrir en pacientes sensibilizados por un tratamiento previo con el fármaco (hepatitis inmunoalérgica). Exposiciones prolongadas (superiores a 1 año) son posibles en otras variedades infrecuentes de daño hepático crónico (esteatohepatitis, fibrosis y hepatitis crónica), en las cuales la expresión de la hepatotoxicidad es de escasa penetrancia clínica y permite la administración continuada del fármaco tras el inicio de la lesión hepática (38), o meramente porque el tipo de lesión (vasculares, tumores) requiere un tiempo de gestación considerable (5). En ciertos casos, la imputabilidad del medicamento es particularmente difícil, debido a que hay un retraso considerable entre su interrupción y la aparición de la enfermedad hepática. El ejemplo típico es la amoxicilina/clavulánico que puede originar hepatitis varias semanas tras su interrupción, pero dicha particularidad ha sido comunicada con otros agentes (39). 143 Evaluación del potencial hepatotóxico Aunque prácticamente cualquier fármaco comercializado ha sido involucrado en incidencias de hepatotoxicidad, el potencial de producir lesión hepática no es, obviamente, el mismo para todos ellos. Algunos medicamentos han sido utilizados durante décadas y parecen relativamente seguros. La información acerca de la probabilidad de causar lesión hepática es escasa o ambigua para otros muchos fármacos. Puede recurrirse a las bases de datos de fármacos hepatotóxicos tales como LIVERTOX, una potente herramienta informática puesta a punto por los National Institutes of Health (http://www.livertox.nih.gov/), o la del Spanish DILI Registry (http://.spanishdili.uma.es). Cuando el paciente está tomando un fármaco de reciente comercialización, los datos acerca del potencial hepatotóxico del medicamento, de existir, se encuentran en los ensayos clínicos de registro. Exclusión de causas alternativas Debido a que la exposición a uno o más fármacos no es una prueba directa de toxicidad hepática, la exclusión de causas alternativas es un paso obligado del proceso diagnóstico. Los estudios pertinentes se recogen en la Tabla 2. Frecuentemente, la sospecha diagnóstica emerge tras un cribado negativo, más o menos exhaustivo, para otras causas específicas (Figura 1). Criterios positivos La presencia de manifestaciones extrahepáticas asociadas, tales como lesiones cutáneas (exantema, síndrome de Steven-Johnson o de Lyell), fiebre, manifestaciones hematológicas (eosinofilia, granulocitopenia, trombopenia o anemia hemolítica) y afectación de otros órganos (riñón, páncreas), son fuertemente sugestivas de hipersensibilidad a fármacos como causa de la lesión hepática (40). No obstante, dado que estos signos ocurren en una minoría de casos de hepatotoxicidad (un 23 % en el Registro Español de Hepatotoxicidad) (8), su sensibilidad es muy baja. Es importante conocer que las manifestaciones de alergia no aparecen de forma consistente, incluso con un mismo agente. Finalmente, en algunos casos faltan las típicas manifestaciones de alergia, pero la presencia de autoanticuerpos circulantes proporciona evidencias en favor de una respuesta inmune. La rápida mejoría tras la retirada del medicamento es, asimismo, sugestivo de etiología tóxica; un descenso de ALT/AST al menos del 50 % en los primeros 30 días (sobre todo si ocurre en los primeros 8 días), en los casos de lesión hepatocelular, es útil para reforzar la sospecha diagnóstica. No obstante, el escrutinio tras la retirada del fármaco puede ser de escaso valor en otros casos de evolución atípica; por ejemplo, algunas reacciones colestáticas mejoran muy len- ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 2 Principales causas de enfermedad hepática a excluir antes de considerar un diagnóstico de hepatotoxicidad Test / Características clínicas Enfermedades •Serología viral IgM anti-HAV IgM anti-HBc Anti-HCV, RNA-HCV (RT-PCR) IgM anti-HEV, RNA-HEV IgM-CMV IgM-EBV Hepatitis virales • Serología bacteriana: si fiebre persistente, diarrea (Salmonella, Campylobacter, Listeria, Coxiella) Hepatitis bacterianas. •Serología sífilis/ FA muy elevada) Sífilis secundaria • AST/ALT > 2, VCM y GGT incrementados Hepatopatía alcohólica • Autoanticuerpos Hepatitis autoinmune (ANA, ANCA, AMA, ASMA, anti-LKM-1) Cirrosis biliar primaria • Ceruloplasmina, cobre en orina (pacientes < 40 y) . • Alfa-1 Antitripsina Enfermedad de Wilson • Saturación de transferrina (en daños hepatocelular anicterico) Hemocromatosis • Hipotensión, shock, insuficiencia cardiaca Enfermedad vascular, ancianos Hepatitis isquémica Hepatopatía congestiva • Técnicas de imagen: Radiológicas / endoscópicas Ecografía abdominal, TAC, colangioresonancia, ERCP Obstrucción biliar Deficit de α-1antitripsina Abreviaturas: Anti-HAV: Hepatitis A anticuerpo; Anti-HBc: Hepatitis B core anticuerpo; Anti-HCV: Hepatitis C anticuerpo; Anti HEV: hepatitis E anticuerpo; anti-LKM-1: Hígado-riñón anticuerpo microsomal tipo1; AMA: anticuerpo antimitocondrial; ANA: anticuerpo antinuclear; ANCA: anticuerpo antineutrófilo citoplasmático perinuclear; ASMA: anticuerpo antimúsculo liso; CMV: citomegalovirus; EBV: Epstein-Barr virus; ERCP: colangiografía endoscópica retrógrada; TAC:tomografía abdominal computerizada; VCM: volumen corpuscular medio; GGT: gamma glutamil transpetidasa. tamente, con niveles alterados que pueden persistir más de 1 año. En otros casos, el cuadro clínico-biológico puede continuar empeorando tras la retirada e, incluso, evolucionar a fallo hepático fulminante (8). Esta forma evolutiva hace especialmente difícil la evaluación de causalidad. A la inversa, un fenómeno de “adaptación” cuya consecuencia es la mejoría a pesar de la continuación del tratamiento ha sido observado con algunos agentes (aspirina, estatinas). En el momento actual, el único método para confirmar, objetivamente, que un fármaco fue responsable de una enfermedad hepática es realizar una prueba de provocación con A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 144 E E el mismo. Se considera diagnóstico un incremento del doble de los valores de ALT y FA tras la re-exposición para la lesión hepatocelular y colestática, respectivamente. Sin embargo, la reexposición está formalmente contraindicada en casos de hepatitis aguda citolítica con manifestaciones de hipersensibilidad asociadas, ya que la reacción provocada es habitualmente de mayor gravedad que el episodio inicial (37). Además, la cantidad de fármaco requerida para provocar la reacción es desconocida (41). Arbitrariamente, se utiliza una única dosis del compuesto sospechoso, pero, razonablemente, serían necesarias varias dosis del medicamento para reproducir el daño hepático producido por la H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 1 Algoritmo diagnóstico de una sospecha de hepatotoxicidad acumulación de derivados tóxicos. Tales falsos negativos a la reexposición han sido demostrados con isoniazida, pero serían probablemente aplicables a muchos otros fármacos. Finalmente, una prueba de reexposición debe indicarse solo si el medicamento parece esencial, y tras haber explicado los riesgos al paciente y obtener su consentimiento. Un error conceptual, común, es la creencia de que el diagnóstico de enfermedad hepática tóxica requiere examinar un espécimen de biopsia hepática, y por tanto, no puede hacerse fuera del ámbito hospitalario. En realidad, no existen manifestaciones histológicas que puedan ser consideradas absolutamente específicas de hepatotoxicidad y, en consecuencia, no debe practicarse una biopsia hepática de forma rutinaria con esta indicación. La biopsia hepática es especialmente útil cuando otro diagnóstico es posible (p. ej., alcohólico en tratamiento aversivo, exacerbación de hepatitis 145 crónica viral), para determinar el patrón de lesión con fármacos anteriormente no implicados en hepatotoxicidad, y para caracterizar el substrato de lesión en formas crónicas (cuya escasa expresividad clínica no permite estimar el verdadero alcance de la lesión) o infrecuentes (p. ej., sospecha de lesiones vasculares) (37). Escalas diagnósticas Aunque el enfoque mencionado, previamente, resulta necesario para identificar los casos de hepatotoxicidad por fármacos, tal ejercicio, a menudo, resulta en una conclusión ambigua del tipo de “podría ser”. Diversos grupos han intentado sortear este problema desarrollando escalas diagnósticas para la evaluación de causalidad, que proporcionen un enfoque diagnóstico homogéneo y, usualmente, una categoría de probabilidad basada en una puntuación numérica. En la actualidad, se utilizan 2 escalas o algoritmos diagnós- ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado ticos para la evaluación de causalidad en hepatotoxicidad: la escala de CIOMS/RUCAM (42), y la escala de María y Victorino (43), también denominada escala diagnóstica clínica. Ambas escalas proporcionan un sistema de puntuación para 6 apartados en la estrategia de decisión. Las respuestas corresponden a valores ponderados que se suman para proporcionar una puntuación total. Dichas puntuaciones son trasladadas a categorías de sospecha. Estos instrumentos tienen fortalezas y debilidades, pero quizás su mayor inconveniente es no poder confrontarse con un parámetro objetivo de diagnóstico (44). La escala de CIOMS/RUCAM ha demostrado, en un estudio, una mayor consistencia con el juicio hecho por clínicos (45), y es la recomendada en el momento actual para la evaluación de causalidad (5); aunque dista de ser perfecta, y existe un amplio consenso en que deben hacerse esfuerzos para reducir la ambigüedad de las cuestiones que plantea (44). TRATAMIENTO La principal medida terapéutica en una sospecha de hepatotoxicidad es la inmediata supresión de cualquier tratamiento farmacológico no esencial, ya que la continuación del fármaco, responsable de la hepatotoxicidad, podría determinar una mayor probabilidad de evolución fulminante o crónica (40, 46). La N-acetilcisteína es el tratamiento de elección de la toxicidad hepática por paracetamol, en la que actúa reponiendo los depósitos de glutatión, pero debe administrarse durante las primeras 24 horas tras la intoxicación para que sea efectiva. El nomograma de Rumack, que usa los niveles plasmáticos de paracetamol en relación al tiempo transcurrido desde la exposición para calcular la necesidad de tratamiento, únicamente tiene validez cuando la sobredosificación ha ocurrido en un único punto temporal, pero es inútil para la toxicidad que ocurre por dosis altas repetidas, una variedad de toxicidad hepática por paracetamol que supone en USA el 50 % de los casos (31). La N-acetilcisteína, probablemente por sus propiedades antioxidantes, ha mostrado una eficacia modesta en reducir la necesidad de trasplante en la insuficiencia hepática aguda no relacionada con intoxicación por paracetamol, de origen variado (incluyendo hepatitis tóxica idiosincrásica), a condición de que se administre en los grados iniciales de encefalopatía (47). Los corticoides, aunque ocasionalmente se utilizan y parecen justificados en pacientes con hepatotoxicidad y manifestaciones de hipersensibilidad y en aquellos con rasgos de autoinmunidad, han sido ineficaces en ensayos clínicos controlados (48). Debido a que no existe antídoto para la toxicidad hepática por fármacos, el tratamiento se circunscribe a las medidas terapéuticas sintomáticas que se emplean en otras variedades de enfermedad hepática. El prurito puede ser una manifestación prominente en casos de colestasis, A BIBLIOGRAFÍA 1. Moore TJ, Cohen MR, Furberg CD. 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CIBERehd INTRODUCCIÓN El hígado graso no alcohólico (HGNA) consiste en el acúmulo de vacuolas de grasa en el citoplasma de los hepatocitos, en pacientes sin un consumo tóxico de alcohol y no asociado a otras enfermedades hepáticas. Es muy prevalente en la población occidental, paralelamente a la mayor prevalencia del síndrome metabólico. Es importante, detectar precozmente los pacientes con HGNA, para incidir sobre los factores asociados y evitar que evolucionen a formas más severas. El diagnóstico debe sospecharse en sujetos con una elevación de las cifras de transaminasas, descubierta en general de manera casual, y en los que se han excluido otras causas de enfermedad hepática. Las manifestaciones clínicas y analíticas son poco específicas, y las técnicas de imagen muestran los cambios sugestivos de esteatosis, pero no permiten distinguir la presencia de lesiones más avanzadas, como fibrosis. Sin embargo, aquellos pacientes que presenten parámetros sugestivos de esteatohepatitis (EHNA) deberán ser remitidos para la práctica de una biopsia hepática. Desde el punto de vista terapéutico, se deben de aplicar medidas generales relacionadas con los cambios de estilo de vida (dietéticos y ejercicio físico) y tratar los factores asociados. DEFINICIÓN El HGNA consiste en la acumulación de ácidos grasos libres y de triglicéridos en el interior de los hepatocitos (preferentemente en forma de grandes vacuolas), en pacientes sin un consumo tóxico de alcohol, y se caracteriza por presentar lesiones hepáticas similares a las producidas por el consumo crónico de alcohol (1). Este término fue introducido por Ludwig, en 1980, y abarca un amplio espectro de lesiones A ETIOLOGÍA Los factores etiológicos que se asocian a la presencia de HGNA se clasifican en primarios, que son los más importantes, y están relacionados con los diferentes componentes que conforman el síndrome metabólico (obesidad, diabetes tipo 2, dislipemia e hipertensión arterial), así como con la resistencia a la insulina. Por tanto, podemos decir que esta enfermedad esta íntimamente relacionada con el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina. Los factores secundarios son menos frecuentes, y están relacionados con el consumo de ciertos fármacos, (entre los más conocidos están los corticoides, estrógenos, amiodarona, tamoxifeno ....), pacientes sometidos a cirugía bariátrica y nutrición parenteral, enfermedades metabólicas congénitas y otros tóxicos (6, 7). En la práctica clínica muchos pacientes con HGNA tienen obesidad, diabetes tipo 2 o dislipemia como factor etiológico, siendo frecuente la asociación de varios de estos factores (8). La importancia de detectar los pacientes con HGNA, desde las consultas de atención primaria, radica en poder intervenir sobre los factores asociados y evitar la evolución a formas más severas de la enfermedad. IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E hepáticas que van desde la esteatosis simple, la esteatohepatitis con cambios necroinflamatorios y un grado variable de fibrosis que, finalmente, puede progresar a cirrosis hepática y en algunos casos a hepatocarcinoma (2-4). Sin embargo, existe poca información sobre la relevancia clínica de esta alteración como un problema de salud en la población general, ya que los estudios publicados, generalmente, incluyen un número limitado de pacientes y el diagnóstico se establece sobre la base de claras alteraciones bioquímicas y la biopsia hepática (5). H Asociación Española para el Estudio del Hígado 148 PREVALENCIA Esta enfermedad ha alcanzado proporciones epidémicas importantes y se considera la enfermedad hepática más frecuente en los países occidentales. La prevalencia de esta enfermedad en dichos países es muy elevada (20-30 %), según los criterios utilizados en los diferentes estudios, ya sean histológicos, analíticos o ecográficos; y esta puede aumentar hasta el 70-90 % entre las personas que presentan obesidad o tienen diabetes. Probablemente, hoy en día, es la causa más frecuente de elevación de las transaminasas (9, 10). Dado que en nuestro país no había datos sobre la prevalencia real de la enfermedad, recientemente, se han publicado los resultados del estudio sobre prevalencia y factores asociados al hígado graso no alcohólico en población adulta aparentemente sana en atención primaria (11). Se incluyeron 766 sujetos y la prevalencia de HGNA por criterios ecográficos fue del 25,8 %. Los factores que se asociaron de forma independiente, según el análisis multivariante de regresión logística, fueron el sexo masculino, la edad, el síndrome metabólico según los criterios americanos del NCEP-ATPIII, la resistencia a la insulina determinada mediante el método HOMA y unos valores de alanina aminotransferasa (ALT) superiores a 40U/L. Un dato epidemiológico importante a destacar es que, hace unos años, la prevalencia de HGNA era muy baja en los países orientales y en los últimos años, con los cambios de vida cada vez más occidentalizados en estos países, la prevalencia ha aumentado de forma exponencial, de ahí la importancia de controlar los factores asociados especialmente la obesidad. DIAGNÓSTICO Habitualmente, esta enfermedad cursa de forma asintomática u oligosintomática y las manifestaciones clínicas más frecuentes por las cuales podemos sospechar la presencia de la enfermedad son, ante el hallazgo de una hipertransaminasemia cuando solicitamos una analítica general (incluso dentro de un examen de salud rutinario), o bien ante las alteraciones ecográficas cuando esta se solicita por la alteración de la analítica, o bien por cualquier otro motivo (12, 13). Otras formas menos frecuentes de manifestarse pueden ser, por presentar astenia o molestias en el hipocondrio derecho, ante la presencia en la exploración física de una hepatomegalia blanda e indolora, por la presencia de una discreta elevación de los marcadores de colestasis (GGT y fosfatasa alcalina), o bien, por aumento de la ferritina y del índice de saturación de la transferrina (14, 15). Así, ante un paciente con alteración de la ALT, esteatosis en la ecografía abdominal en el contexto de un paciente con síndrome metabólico, estaremos delante de un paciente con 149 probable HGNA. Para ello, primero deberemos de descartar la presencia de otras hepatopatías, tales como: tóxicas, alcohólicas, víricas, autoinmunes y metabólicas (16). En caso de excluir dichas hepatopatías, estaremos delante de un paciente con un probable HGNA. En estos casos, lo más adecuado es adoptar una serie de medidas higiénico-dietéticas durante 4 a 6 meses y ver cómo se comportan. De manera que, si el paciente mejora haremos controles periódicos y en caso de continuar igual, se plantea la duda de qué debemos hacer, si se tiene que derivar para hacer una biopsia o bien podemos, con las herramientas actuales, estudiar si el paciente presenta fibrosis o no y después tomar decisiones en cuanto a derivación o no. Para valorar el grado de fibrosis se puede realizar mediante métodos invasivos y no invasivos (figura 1). El método invasivo por excelencia es la biopsia hepática, que constituye el mejor método para hacer el diagnóstico de HGNA (17); pero nosotros, por razones obvias, no lo tenemos disponible y, además, presenta varias limitaciones: cómo el coste, ser una exploración invasiva que puede producir complicaciones y su posible error de muestra. En cuanto a los métodos no invasivos caben destacar los radiológicos, los elastográficos y los marcadores serológicos, tanto directos como indirectos (18-20). Dentro de los radiológicos, el más utilizado en nuestro entorno por su accesibilidad, bajo coste, inocuidad, fácil preparación y la importante información que aporta es la ecografía abdominal. Sin embargo, la ecografía presenta unas limitaciones, tales como la falta de detección de la grasa hepática cuando esta no supera el 33 % del volumen del hígado, y porque no ofrece información en relación a la presencia o grado de fibrosis. Por ello, algunos autores sugieren que, ante un paciente con HGNA por ecografía, se debería de confirmar por TAC y otros autores piensan que sería mejor realizar una RM (21). El principal problema que tenemos es que el TAC lo tenemos restringido y la RM no estamos autorizados para solicitarla. A pesar de ello, tampoco parece claro que mediante estas técnicas se pueda valorar de forma fidedigna la presencia de fibrosis. De todos los métodos no invasivos, los más interesantes para nosotros pueden ser los marcadores serológicos. En los últimos años se han desarrollado numerosos marcadores serológicos, tanto indirectos como directos, que permiten diagnosticar y cuantificar la esteatosis hepática, así como predecir la existencia de EHNA o fibrosis avanzada. Un buen marcador ha de ser fácil de realizar, tener un bajo coste y una sensibilidad y especificidad apropiadas, siendo la mejor manera de evaluación del marcador el análisis de las curvas ROC y el área bajo la curva ROC (AUROC), que ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 1 Métodos diagnósticos de fibrosis hepática Valorar el grado de fibrosis Diagnóstico no invasivo Imagen Ecografía abdominal TC RM Determinación serológica de fibrosis Elastografía Fibroscan ARFI RM Diagnóstico invasivo Marcadores directos Marcadores indirectos Biopsia hepática Combinación de Marcadores evalúa la probabilidad de encontrar un resultado positivo verdadero respecto de un resultado positivo falso. Cuando el área bajo la curva es superior a 0.80 se considera que tiene una buena precisión. Los marcadores serológicos indirectos están constituidos por una serie de variables, tanto clínicas como analíticas, fáciles de obtener en la práctica clínica. Estos marcadores no se relacionan directamente con el proceso de fibrosis hepática, pero pueden identificar o excluir con precisión a pacientes con enfermedad avanzada. Estos índices permiten clasificar de forma correcta, evitando la realización de biopsias, en torno al 30-50% de los pacientes. Por otro lado, los marcadores serológicos directos están constituidos por proteínas implicadas, tanto en la síntesis como en la degradación de la matriz extracelular y, por ello, están íntimamente implicados con los procesos de fibrogénesis y fibrolisis. Estos marcadores directos permiten clasificar de forma correcta hasta el 65% de los pacientes (22). Hay muchos marcadores, algunos de ellos muy sencillos, otros que incluyen una serie de variables bioquímicas difíciles de obtener y otros que combinan marcadores indirectos y directos. De todos ellos, la mayoría han sido extensamente evaluados en pacientes con hepatopatía crónica por virus C. En el caso de los pacientes con HGNA, los más evaluados son el NAFLD fibrosis score (NFS) (23) y el Fibrotest (24). El NFS incluye la edad, hiperglucemia, IMC, plaquetas, al- A De los marcadores serológicos directos, el más evaluado en el HGNA es el Enhanced Liver Fibrosis (ELF) (25) que incluye el ácido hialurónico, el cual es un excelente marcador de fibrosis, los inhibidores de las metaloproteinasas (TIMP1) y las proteínas implicadas en la síntesis del colágeno como el procolágeno III (PIIINP). Los resultados de un estudio mostraron una excelente fiabilidad diagnóstica, tanto IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 150 E E búmina y cociente AST/ALT, y se calcula utilizando la fórmula publicada (http://naflds-coree.com). En un reciente metanálisis que incluye 13 estudios con un total de 3.064 pacientes (18), el NFS se mostró como un marcador con una buena fiabilidad diagnóstica, presentando una AUROC de 0,85 en la predicción de fibrosis avanzada (fibrosis en puentes o cirrosis), de manera que un valor >0.676 diagnosticó a los pacientes de fibrosis avanzada con una sensibilidad del 65% y una especificidad del 90 %, y un valor < -1.455 excluyó la fibrosis avanzada con una sensibilidad del 90 % y una especificidad del 60 %. El Fibrotest incluye la bilirrubina, GGT, haptoglobina, apolipoproteína A1 y la α-2macroglobulina. Es un índice con una buena fiabilidad diagnóstica, pero incluye 3 variables no disponibles en el catálogo de pruebas diagnósticas y, por ello, tiene un sobre coste; pero, además, está protegido por una patente debiendo de pagar para obtener el resultado. De manera que, siendo un buen índice, hoy por hoy en nuestro país no hay ningún centro que solicite dicho marcador. H Asociación Española para el Estudio del Hígado para la fibrosis moderada -con un valor de la curvaAUROC de 0.90 (0.84-0.96) -como para la fibrosis severa0.93 (0.88-0.98). Estos mismos autores, cuando combinaron el ELF con el NFS, la fiabilidad diagnóstica aumentó, tanto para el diagnóstico de fibrosis moderada como severa, con unos valores AUROC de 0.93 (0.88-0.99) y 0.98 (0.96-1), respectivamente. Además, un aspecto importante de este estudio es que con el ELF, y más especialmente con el combinado, se evita de forma correcta la práctica de la biopsia hepática, tanto para el diagnóstico de fibrosis moderada, como para la fibrosis severa. Más recientemente, han salido unos marcadores basados en la apoptosis y en la metabolómica, tales como los fragmentos de la citoqueratina 18 (CK-18) (26) y el OWL Liver Test (27). La importancia de estos marcadores es que con una sola gota de sangre podemos saber si un paciente con esteatosis se encuentra en fase de EHNA. Los fragmentos de citoqueratina 18 se encuentra en fase experimental y todavía no está disponible. Es conocido que la apoptosis juega un papel fundamental en la patogenia de la EHNA. La CK-18 se ha validado en más de 10 estudios y más de 1000 pacientes con HGNA. Wieckowska y cols. (26) observaron que dicho marcador en plasma estaba marcadamente aumentado en los pacientes con EHNA, en comparación con los que presentaban esteatosis simple o hígado normal en la biopsia hepática (mediana de 765,7 en frente de 204,4 o 215,5 U/L, respectivamente, p<0,001) y predijeron de forma independiente la presencia de EHNA (OR de 1,95; IC del 95 %: 1,18-3,22 para cada incremento de 50 U/L). Estas observaciones se han podido reproducir en otros estudios, y en un reciente metanálisis se ha observado que los niveles plasmáticos de CK-18 tienen una sensibilidad del 78 %, una especificidad del 86 % y una AUROC de 0,82 para identificar EHNA en pacientes con HGNA (18), lo que lo convierte en un buen marcador para diferenciar HGNA de la EHNA. El OWL Liver Test (27) es un marcador no invasivo basado en la metabolómica, que permite evaluar de forma sencilla la progresión del HGNA. Unos autores españoles estudiaron 467 pacientes con biopsia hepática (90 normal, 246 con HGNA y 131 con EHNA), que distribuyeron al azar en grupo de estimación (80 % de los pacientes) o de validación (20 % restante). Determinaron, cualitativamente, 540 variables metabólicas séricas y observaron que el perfil metabólico dependía del índice de masa corporal, sugiriendo que el mecanismo patogénico del HGNA podría ser diferente, según el nivel individual del grado de obesidad. Mediante un modelo multivariante pudieron separar los pacientes con y sin EHNA con una AUROC de 0,87 en el grupo de estimación y de 0,85 en el de validación. El nivel de corte (0,54) correspondiente a la mayor precisión diagnóstica (0,82) predijo la presencia de EHNA con una sensibilidad 151 del 71 % y una especificidad del 92 % con valores predictivos positivos y negativos del 84 % y 82 %, respectivamente. Actualmente, el OWL Liver Test está validado, patentado y comercializado. Los métodos elastográficos no se encuentran disponibles en las consultas de primaria, si bien se está haciendo algún estudio experimental con la elastografía hepática de transición (Fibroscan). Actualmente, existen tres métodos elastográficos: la elastografía hepática de transición (ET) (28), el Acoustic Radiation Force Impulse Imaging (ARFI) (29) y la resonancia magnética elastográfica (30). La ET mide por ultrasonidos la velocidad de propagación de una onda mecánica dentro del parénquima hepático. Cuanto más rápido se propaga la onda, más rígido es el tejido. El área que analiza es un cilindro de 1 cm de ancho por 4 cm de largo, localizado entre 25-65 cm por debajo de la piel, y el volumen del tejido evaluado es 100 veces superior al de una biopsia hepática. La ET es la forma más sencilla y rápida de medir la rigidez hepática y presenta una capacidad diagnóstica excelente para identificar o excluir una cirrosis hepática (F4); sin embargo, su capacidad para identificar fibrosis significativa (F2-F4) es inferior, siendo similar a la de los marcadores séricos (20). El rango de valores va desde 2,5 a 75 kPa y los valores en individuos sin patología hepática están alrededor de 5,5 kPa. La indicación fundamental de la ET es la evaluación de la fibrosis en las enfermedades crónicas del hígado, siendo la hepatopatía crónica por virus C la enfermedad más estudiada, por lo que su utilidad está bien establecida en esta patología (31). De manera que un valor de la ET en torno a 7,6 y 14,6 kPa indica la presencia de fibrosis significativa y cirrosis respectivamente. Esta técnica también se utiliza en otras etiologías, si bien en estas, por el momento no se han definido unos rangos de valores concretos y se recomienda que estos aseguren valores predictivos superiores al 90 %. En el caso de los pacientes con HGNA hay una limitación importante, especialmente con la utilización de la sonda M que es la más utilizada en los centros donde disponen de la ET, y es la presencia de un índice de masa corporal >30 kg/m2 (32). En muchos de estos casos no se puede practicar, puesto que el exceso de grasa atenúa la velocidad de propagación de la onda. Actualmente, se están llevando a cabo estudios con la sonda XL, que emite una onda mecánica con mayor poder de penetración. Un estudio reciente (33) ha evaluado a 276 pacientes con IMC > 28 kg/m2 con la sonda M y la XL. La sonda XL mostró un menor número de fallos de registro (1,1 %) y valores subóptimos (27 %) en comparación con la sonda M (16 y 50 %, respectivamente) (p<0,01 en ambos casos). Estos resultados auguran que, en un futuro no muy lejano con la utilización de dicha sonda, se pueda practicar la ET en estos pacientes. Los resultados de un metanálisis sobre ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 6 estudios, y con un total de 563 pacientes, ha mostrado que los pacientes con un valor de la ET por encima de 8.7 kPa tenían una fiabilidad diagnóstica de fibrosis avanzada (≥F3) muy buena con un AUROC de 0.94 (0.86-0.99). Sin embargo, al igual que ocurre con los marcadores serológicos, la fiabilidad diagnóstica es más baja para los estadios intermedios. Así, en pacientes con un valor de 7 kPa el diagnóstico de F2 tuvo un AUROC de 0.84 (0.79-0.90) (18). Más recientemente, se han publicado los resultados de un interesante estudio, sobre población adulta aparentemente sana, incluyendo un total de 1190 sujetos a los cuales se les hizo una ET, encontrando una prevalencia de fibrosis del 7.5 %. Cuando a estos pacientes se les practicó una biopsia hepática, el 59 % de los mismos tenían un HGNA (34). Actualmente, se esta llevando a cabo un estudio similar en nuestro entorno sobre un total de 3460 sujetos. HGNA Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR Un aspecto importante en la historia natural de la enfermedad es, según indican resultados de estudios recientes, una estrecha relación con la enfermedad cardiovascular (ECV), sobre todo, con el engrosamiento de la capa íntima media de la carótida, como manifestación morfoestructural de la presencia de ateromatosis subclínica. A pesar de tener cada vez más información, continúa habiendo bastante controversia y algunos aspectos por dilucidar, pero, sea como fuere, ha supuesto y supondrá un cambio importante en el manejo de la enfermedad. El HGNA se presenta como un problema de salud cada vez más importante en la población general, tanto por su alta incidencia como por su morbimortalidad, especialmente aquellos pacientes que tiene una EHNA (35). La elevada incidencia y prevalencia se debe a su estrecha relación con el síndrome metabólico, de manera que existen una serie de factores de riesgo comunes como la diabetes, obesidad, resistencia a la insulina y dislipemia implicadas en el desarrollo tanto de la ECV como del HGNA (36), si bien algunos estudios sugieren que el HGNA podría ser un factor de riesgo independiente del síndrome metabólico. Fisiopatológicamente, la obesidad abdominal da lugar a una inflamación crónica del hígado, aumentando el estrés oxidativo, la presencia de esteatosis y la aparición de resistencia a la insulina. Ello, junto con la presencia de síndrome metabólico, provoca la disfunción endotelial constituyendo el primer paso en el HGNA del proceso aterosclerótico asociado a él. La aterosclerosis es la manifestación inicial del desarrollo de la ECV. Es un proceso lento, desarrollándose de manera silente y estando muy avanzado cuando aparecen los síntomas. Por ello, el diagnóstico precoz ha de hacerse en la fase de ateromatosis subclínica, cuando es posible mo- A Como hemos visto, lo más importante es hacer el diagnóstico de la arteriosclerosis en la fase subclínica, sin embargo, la pregunta que se plantea es cómo y en qué nivel asistencial. Se han empleado diversos métodos para la detección de la ateromatosis subclínica, sin embargo, muchos de estos no son aplicables desde la atención primaria (tabla 1). Entre los diversos métodos cabe destacar, por su inocuidad y bajo coste, la ecografía de la pared arterial a nivel carotideo puesto que mide el grosor de la capa íntima media, siendo un indicador de enfermedad arteriosclerótica en las arterias coronarias (40). Siendo el mejor método éste, no se encuentra disponible en las consultas de atención primaria. Otros métodos consisten en la práctica de un electrocardiograma y ecocardiograma, que valoran la presencia de una hiperTABLA 1 Métodos para la detección de la ateromatosis subclínica • Ecografía de la pared arterial. • Electrocardiograma y ecocardiograma • Alteración de la función renal (creatinina plasmática, descenso del filtrado glomerular y microalbuminuria). • Tomografía computarizada. • – – – Pruebas funcionales: Vasodilatación mediada por flujo en la arteria braquial. Velocidad de la onda de pulso carótida-femoral. Índice de presión arterial tobillo-brazo. • Marcadores serológicos inflamatorios (PCR, IL6, TNF ). • Marcadores serológicos trombogénicos (fibrinógeno, factor VII, PAI-1). IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 152 E E dificar la evolución de la enfermedad y disminuir el riesgo cardiovascular (37). Los mecanismos por los cuales el HGNA, especialmente la EHNA, producen arteriosclerosis y ECV son múltiples y están relacionados con la producción y liberación a la circulación de substancias proinflamatorias, y mediadores del estrés oxidativo como la interleucina 6, proteína C reactiva, factor de necrosis tumoral alfa, especies reactivas de oxígeno, y factores procoagulantes como el fibrinógeno, y el inhibidor del activador del plasminógeno 1. Además, el HGNA, tal y como se ha ido comentando, favorece la dislipemia y la resistencia a la insulina, factores conocidos de riesgo cardiovascular (38). Como ejemplo de todo ello, son los resultados de un interesante estudio donde se siguió a una población extensa durante 10 años mediante las tablas de riesgo cardiovascular de Framingham, y se observó cómo de forma significativa los pacientes con HGNA y especialmente los pacientes con EHNA presentaban un mayor riesgo cardiovascular, tanto en varones como en mujeres (39). H Asociación Española para el Estudio del Hígado trofia del ventrículo izquierdo como indicador morfoestructural; alteración de la función renal determinada a través de la creatinina plasmática, descenso del filtrado glomerular y microalbuminuria, que pueden indicar la presencia de una lesión orgánica subclínica; la tomografía computarizada que posibilita estudiar la presencia de calcificaciones a nivel de las arterias coronarias y dependiendo del número de las mismas puede indicar la extensión de la aterosclerosis coronaria; diversas pruebas funcionales, tales como vasodilatación mediada por flujo en la arteria braquial que permite evaluar la disfunción endotelial, velocidad de la onda de pulso carótida-femoral e índice de presión arterial tobillo-brazo (41) como índices precoces de aterosclerosis subclínica. Es de especial interés -para nosotros-, el estudio del índice tobillobrazo, puesto que es una prueba que se utiliza habitualmente en nuestro entorno y los resultados de diversos estudios muestran su eficacia diagnóstica; por último, la determinación de diversos marcadores serológicos inflamatorios (proteína C reactiva, interleucina 6, factor de necrosis tumoral alfa) y marcadores serológicos trombogénicos (fibrinógeno, factor VII e inhibidor del activador del plasminógeno 1). Los enfermos con HGNA presentan a menudo signos preclínicos de ECV, tales como una disfunción endotelial, un engrosamiento de la capa íntima-media de las carótidas y un mayor número de placas de arteriosclerosis, cambios ecocardiográficos de disfunción diastólica del ventrículo izquierdo y aumento de las estenosis de las arterias coronarias. Todos estos cambios se asocian con el grado de esteatosis y con la gravedad de la enfermedad, siendo más prominentes en los pacientes con EHNA. En este sentido, se han publicado los resultados de un estudio en donde de forma significativa, los pacientes con HGNA presenta disfunción diastólica y que esta es mayor a medida que aumenta el grado de esteatosis (42). Los resultados de un metanálisis demuestran, claramente, la asociación entre el HGNA y la ECV, sin embargo, no queda claro si esta asociación se acompaña de una mayor mortalidad por enfermedades cardiovasculares (18). Así, algunos autores sugieren que, para que ello suceda, los pacientes deben estar en fase de EHNA, mientras que otros piensan que el solo hecho de tener HGNA es suficiente. Pensamos que es necesario realizar más estudios, con un seguimiento a largo plazo para evaluar si dicha asociación se acompaña de una mayor mortalidad. Recientemente, se ha publicado un estudio en donde se estudió la incidencia de enfermedad coronaria en pacientes con HGNA y se demostró que, si bien los pacientes tenían significativamente una mayor afectación coronaria, esta no se acompañó de una mayor mortalidad (43). Es importante destacar que estos estudios, en general, presentan una serie de limitaciones, empezando por el método 153 diagnóstico de HGNA, ya que la mayoría se basan en las alteraciones de las transaminasas, o bien por la presencia de esteatosis a través de la ecografía abdominal y, por tanto, no permite hacer la distinción entre HGNA y EHNA, el escaso número de pacientes y porque en muchos de ellos son estudios retrospectivos. TRATAMIENTO Desde el punto de vista terapéutico, dado que no se conoce la patogenia de la misma, no existe un tratamiento específico y, por ello, se deben de aplicar medidas generales relacionados con los cambios de estilo de vida (dietéticos y ejercicio físico) y tratar los factores asociados (44). El tratamiento de la obesidad ha mostrado ser eficaz en el HGNA, tanto en adultos como en adolescentes. Es importante perder peso, ya que se ha comprobado que esta medida mejora la resistencia a la insulina y reduce la cifra de transaminasas. Consiste en una pérdida progresiva mediante una dieta equilibrada, con el objetivo de perder un 10 % en los primeros seis meses a un ritmo de 0,5-1 kg por semana. Una pérdida de peso rápida, mediante una dieta muy estricta, es contraproducente, ya que en esta situación se produce una movilización de los ácidos grasos del tejido adiposo al hígado, el cual también se ve privado de proteínas y de otros nutrientes esenciales, todo lo cual produce esteatosis y empeoramiento de las lesiones. Al mismo tiempo, es importante estimular la práctica de ejercicio físico moderado como complemento al tratamiento dietético. Desde el punto de vista del tratamiento farmacológico, hemos de valorar qué pacientes deben tratarse y de qué manera (tabla 2). Los objetivos del tratamiento deben de ser prevenir el desarrollo de lesiones hepáticas; prevenir y tratar las complicaciones del síndrome metabólico y las ECV; y prevenir la progresión de las lesiones hepáticas. Para ello, debemos tratar los diferentes componentes del síndrome metabólico y seleccionar dianas terapéuticas de acuerdo con la patogenia de la enferTABLA 2 Objetivos de tratamiento farmacológico del HGNA ¿Qué pacientes deben tratarse? Objetivo del tratamiento - Prevenir el desarrollo de lesiones hepáticas - Prevenir y tratar las complicaciones del síndrome metabólico y las en fermedades cardiovasculares ¿Cómo deben tratarse? - Seleccionar dianas terapéuticas de acuerdo con la patogenia de la enfermedad -Tratar los componentes del síndrome metabólico ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado medad y que, desgraciadamente hoy por hoy no disponemos de ninguno de ellos. Sin embargo, paralelamente al mejor conocimiento de la patogenia del HGNA, se han propuesto nuevos tratamientos para esta enfermedad. Así, se han ensayado diversos tratamientos con un efecto antioxidante y/o hepatoprotector, con resultados poco concluyentes pero a su vez esperanzadores, dado que los diferentes estudios adolecen de problemas metodológicos que hace que estos resultados sean tenidos en cuenta con precaución. Sin embargo, recientes estudios han mostrado una mejora significativa de la fibrosis hepática en pacientes con HGNA tratados con antagonistas de los receptores de la angiotensina II y con IECAs (45). Por último, es importante que los médicos hagan un seguimiento y transmitan a los pacientes una serie de recomendaciones. Deben de hacer un seguimiento periódico (de aproximadamente cada tres meses) de sus factores asociados, realizar dos analíticas anuales para control y una ecografía entre año y medio y dos años. Las recomendaciones que hemos de transmitir a los pacientes es insistir en realizar cambios en el estilo de vida, evitando el consumo de bebidas alcohólicas y fármacos hepatotóxicos, y un control lo más riguroso posible de sus enfermedades de base (obesidad, diabetes, dislipemia, hipertensión). Comentar que, en general, es una enfermedad benigna y que con las medidas descritas se les puede solucionar el problema, pero, en algunos casos por mecanismos todavía no conocidos, pueden evolucionar hacia formas más severas con un pronóstico incierto. CONCLUSIONES El hígado graso no alcohólico es el componente hepático del síndrome metabólico. Es una enfermedad muy frecuente y su prevalencia va en aumento, en paralelo con el aumento de la obesidad y la diabetes tipo 2. El diagnóstico de certeza debe efectuarse mediante biopsia hepática, aunque se están desarrollando y validando métodos no invasivos (serológicos y/o radiológicos) para su diagnóstico y pronóstico. En este sentido, sería necesario diseñar índices basados en los parámetros clínicos y analíticos -fáciles de obtener en los centros de salud- o bien efectuar estudios en población general con los índices actuales, cuyos resultados justifiquen su implantación en dichos centros. El HGNA se relaciona estrechamente con la ECV y dicha relación otorga una nueva dimensión a la práctica clínica diaria. La detección de un paciente con HGNA debe de alertarnos sobre la existencia de un mayor riesgo cardiovascular y ser más agresivos en la búsqueda de la prevención prima- A El cambio del estilo de vida y el tratamiento de los factores relacionados con el síndrome metabólico son las medidas terapéuticas recomendadas. Actualmente, no existe un tratamiento específico que haya demostrado su eficacia. A pesar de las evidencias actuales, se precisan más estudios para demostrar la relación entre HGNA y la morbi-mortalidad cardiovascular, así como la eficacia de las medidas terapéuticas del HGNA para la prevención del riesgo cardiovascular. BIBLIOGRAFÍA 1. Ratziu V, Bellentani S, Cortez-Pinto H, Day C, Marchesini G. A position statement on NAFLD/NASH based on the EASL 2009 special conference. J Hepatol. 2010;53:372-384. 2. Moreno D. Avances en hígado graso no alcohólico. Med Clin (Barc). 2009;133:258-260. 3. Rafiq N, Bai C, Fang Y, Srishord M, McCullough A, Gramlich Y, Younossi ZM. Long-term follow-up of patients with nonalcoholic fatty liver. Clin Gastroenterol Hepatol. 2009;7:234-238. 4. Wong VW, Wong GL, Choi PC, Chan AW, Li MK, Chan H, et al. Disease progression of nonalcoholic fatty liver disease: a prospective study with paired liver biopsies at 3 years. Gut. 2010;59:969-974. 5. Bedogni G, Belletani S: Fatty Liver: How frequent is it and why? Ann Hepatol. 2004;3:63-65. 6. 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En esta revisión, pretendemos sistematizar el proceso diagnóstico y las principales recomendaciones terapéuticas, incluyendo: a) el diagnóstico de sospecha de la EHDG, el diagnóstico de la RI y el despistaje de las potenciales enfermedades asociadas; b) una adecuada estratificación del riesgo vascular de estos pacientes; c) una valoración de la severidad de la EHDG, y –finalmente– d) los principales aspectos terapéuticos. La EHDG representa el componente hepático de un síndrome metabólico que, en su expresión fenotípica completa, estaría caracterizado por la presencia de RI, obesidad, diabetes mellitus tipo 2 (DM2), hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia e hipertensión arterial (HTA). Los mecanismos que conducen al desarrollo de esteatosis hepática y, poste- riormente, a la aparición de los fenómenos inflamatorios solo se conocen de forma parcial, aunque una visión patogénica moderna aboga por la hipótesis de los múltiples estímulos paralelos. Inicialmente, se produce un incremento de los ácidos grasos en suero, debido a una liberación de estos de los tejidos adiposos y a un aumento de la RI. Posteriormente, se produce un excesivo aporte de ácidos grasos al tejido hepático que excede las necesidades fisiológicas. Posteriormente, contribuyen señales derivadas de la grasa periférica y de la central y del intestino. Más adelante, se producen fenómenos de peroxidación lipídica, generación de grandes cantidades de radicales libres de oxígeno, liberación de citocinas y adipocinas y, finalmente, fibrosis hepática. Varias circunstancias motivan el creciente interés por esta enfermedad, entre las que se incluyen su elevada prevalencia y su capacidad de progresión hacia formas histológicas agresivas. En la EHDG se incrementa la mortalidad global, debido a un aumento de la incidencia de cáncer, particularmente hepatocarcinoma, al desarrollo de DM II y a otras enfermedades que incrementan el riesgo vascular. El rango de prevalencia estimada oscila entre el 3 y el 46 % de la población analizada, siendo esta extraordinaria variabilidad dependiente tanto de las herramientas utilizadas para su diagnóstico como de la población objeto de estudio; es probable, que la prevalencia real se esté incrementando en los Correspondencia: Dr. Javier Crespo. Servicio Aparato Digestivo. Hospital Universiario Marqués de Valdecilla. Avda Valdecilla S/N. 39008 Santander. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 156 últimos años, afectando a cerca de un tercio de la población adulta en los países desarrollados. Aunque existen datos limitados acerca de la historia natural, sabemos que esta varía según el diagnóstico histológico inicial. Los pacientes con esteatosis simple presentan un curso benigno en contraste con cerca de un 23 % de pacientes con EHNA, que progresan a cirrosis en un periodo de 10-15 años. Por otra parte, un 30-40 % de los pacientes con EHNA tienen en el momento del diagnóstico una fibrosis avanzada. De hecho, se acepta que la cirrosis criptogénica puede representar una fase tardía de la EHDG que ha perdido el patrón necroinflamatorio y esteatósico, habiéndose implicado la EHDG como factor etiológico en hasta un 70 % de casos de cirrosis criptogénica. No se conoce bien por qué en la mayoría de pacientes la EHDG detiene su progresión en la etapa más inicial mientras en otros progresa hacia la EHNA y en unos pocos hacia la cirrosis. Algunos pacientes con cirrosis debido a EHDG desarrollan carcinoma hepatocelular (CHC) en un periodo de 10 años. Además de la muerte de causa hepática, la esperanza de vida es discretamente inferior a la de los controles de población normal, a igualdad de edad y sexo, debido al incremento de la mortalidad cardiovascular. Respecto a lo que no existe duda es acerca de la necesidad de seguir a estos pacientes a largo plazo, mediante controles semestrales o anuales basado en PFH y ecografías seriadas, no estando indicada la repetición de la biopsia hepática, salvo en casos excepcionales. Se debe efectuar un adecuado cribado de la presencia de varices esofágicas y de hepatocarcinoma en los pacientes con una enfermedad avanzada. No existe consenso acerca del cribado de otros tipos de tumores (a pesar del incremento general de la incidencia de cáncer). Se ha identificado un aumento de la prevalencia de CCR, aunque nadie ha manifestado una clara predisposición a cambiar la política de cribado en estos pacientes, con respecto a la población general. DIAGNÓSTICO DE LA ENFERMEDAD HEPÁTICA POR DEPÓSITO DE GRASA El diagnóstico de la EHDG se debe basar en la combinación de datos de la historia clínica y métodos de diagnóstico no invasivos. La mayoría de pacientes con EHDG están asintomáticos, estableciéndose el diagnóstico de sospecha por el hallazgo casual de una alteración de la biología hepática, una hepatomegalia o ante el hallazgo de esteatosis hepática detectada en una ecografía de rutina. Una de las características definitorias de esta entidad, la ausencia de consumo de alcohol, es difícil de establecer con seguridad, motivo por el que se usan con frecuencia cuestionarios específicos o, incluso, combinaciones de datos analíticos. La analítica también es poco específica, siendo el hallazgo más cons- 157 tante una discreta elevación de las transaminasas, con un cociente GOT/GPT inferior a 1, aunque puede invertirse en fases avanzadas de la enfermedad. Las transaminasas son con frecuencia normales; además, el dintel de normalidad de las mismas está en entredicho. Quizás, debemos recordar como límite alto de la normalidad para GPT 30 UI/ml en hombres y 19 UI/mL en mujeres. Ocasionalmente, se observan anticuerpos antinucleares a título bajo. Es frecuente el hallazgo de una ferritina sérica elevada y un aumento de la saturación de transferrina; recientemente se ha demostrado una relación pronóstica entre ferritina y severidad de la EHDG. En adultos no diabéticos, existe una clara relación entre los niveles de HbA1c y el riesgo de EHDG, independientemente del grado de obesidad o de la existencia de otros componentes del síndrome metabólico. No está indicado el cribado sistemático de esta enfermedad, dada la ausencia de recomendaciones específicas en pacientes con esteatosis hepática simple. Diagnóstico del síndrome metabólico. El síndrome metabólico se puede definir como una asociación compleja de factores de riesgo vascular asociados con una dieta hipercalórica rica en grasa, inactividad física, obesidad abdominal y envejecimiento. Aunque existen múltiples alteraciones metabólicas secundarias a este síndrome, son prácticamente constantes la RI, el incremento en la disponibilidad de ácidos grasos libres y la profunda alteración del perfil de adipocinas en la grasa visceral, con disminución de adipocinas protectoras como la adiponectina e incremento de otras con perfil inflamatorio como la leptina. La RI es un factor patogénico fundamental del síndrome metabólico, pero ambos conceptos no son intercambiables. Durante el año 2009 se llegó a un consenso entre las principales sociedades científicas involucradas en el estudio del síndrome metabólico. La EHDG se asocia a múltiples enfermedades, entre las que destacan las relacionadas, propiamente, con el síndrome metabólico. En este sentido, se debe prestar una especial atención a la existencia de una DM, HTA, hiperlipidemia (particularmente una dislipidemia aterogénica con incremento de las concentraciones de triglicéridos y disminución de los valores de HDL) y obesidad. Cada día, se reconocen más entidades capaces de inducir o asociarse con una EHDG, como la psoriasis o la apnea obstructiva. Determinación de la resistencia a la insulina. Se considera que existe RI cuando una cantidad normal de esta hormona produce una respuesta biológica inferior a la esperada. A nivel celular, esta resistencia puede deberse a una disminución de la sensibilidad a la insulina, a una sensibilidad a la insulina normal –pero con disminución de la capacidad de respuesta máxima– o a una combinación de ambos fenómenos. La técnica de referencia para su diagnóstico es el ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado pinzamiento euglucémico hiperinsulinémico, aunque este procedimiento es caro y complejo, por lo que no se utiliza de forma sistemática en la clínica diaria. La sensibilidad a la insulina también puede estimarse analizando las curvas de respuesta de glucosa e insulina tras la administración intravenosa de un bolo de glucosa. Existen varios modelos que se basan en este principio, siendo el más utilizado el modelo mínimo del metabolismo de la glucosa. Frente a estos modelos mínimos, se han desarrollado otras formas de medición de la RI basadas en las cifras basales de glucosa, insulina y/o péptido C, entre las cuales se encuentran el Homeostatic Model Assessment (HOMA), el HOMA1 y el HOMA IR. Un derivado del HOMA, el Quantitative Insulin Sensitivity Check Index (QUICKI), usa el logaritmo del producto de insulina x glucosa=1 / [log (insulina x glucosa)]. Valoración del riesgo vascular. La EHDG se asocia a un incremento del riesgo vascular. Varios estudios prospectivos han demostrado un incremento del riesgo de eventos cardiovasculares, tanto mortales como no mortales, independiente de otros factores de riesgo vascular clásicos, como edad, sexo, perímetro abdominal, HTA, etc. En la cohorte incluida en el estudio NAHNES III compuesta por 15 866 pacientes, de los cuales 2862 presentaban una hepatopatía crónica, se ha demostrado que la DM2 y la RI eran predictores independientes de mortalidad global y de mortalidad relacionada con la enfermedad hepática en los pacientes con una hepatopatía crónica, no solo por grasa, sino también de etiología viral o alcohólica. Los hepatólogos debemos aprender a graduar el riesgo vascular para detectar la aterosclerosis subclínica. Las técnicas más útiles son la medición del índice tobillo-brazo (ITB) y la ecografía carotídea. Por otro lado, el riesgo de aterosclerosis acelerada también depende de otros factores como la disfunción endotelial o la liberación de moléculas inflamatorias proaterogénicas y procoagulantes. La disfunción endotelial es un paso inicial del desarrollo de la aterosclerosis; esta puede definirse como una capacidad deteriorada de la arteria para dilatarse en respuesta a estímulos físicos y químicos, debido a la reducción de la liberación o a la mayor degradación del óxido nítrico (ON). La disfunción endotelial puede determinarse con facilidad, de modo no invasivo, valorando la vasodilatación mediada por flujo (FMD) después de la oclusión de la arteria braquial, usando ecografía de alta resolución. En la EHDG, se ha descrito una disminución de la reactividad de la arteria braquial mediada por flujo, que es más intensa en los pacientes con EHNA; un incremento del espesor de la íntima-media carotídea directamente proporcional al estadio de la EHNA e independiente de los factores de riesgo vascular clásicos, un incremento del número de placas tanto calcificadas como no calcificadas en las coronarias o una disfunción diastólica en pacientes con HTA en relación con la severidad de la EHNA. A Marcadores clínicos y serológicos indicativos de EHNA. Entre los factores clínicos que se asocian a progresión de la enfermedad se encuentran: edad > 50 años, GPT > x 2, GOT > GPT, triglicéridos > 1,7 mmol, HTA, RI marcada, obesidad central, IMC > 31 y/o DM2. Otros factores pronósticos son la existencia de hipoadiponectinemia, un cociente HOMA/adiponectina elevado, una historia familiar de EHDG y la presencia de elevada actividad necroinflamatoria en la biopsia hepática. La relación GOT/GPT > 1 presenta un valor predictivo positivo de cirrosis del 89 % (en ausencia de consumo de alcohol), aunque no es útil para predecir los grados leves de fibrosis. Otros marcadores indirectos que se asocian a la presencia de fibrosis son la edad superior a 45 años, la presencia de DM2, una marcada RI, trombocitopenia y elevación del ácido hialurónico. Asimismo, se han relacionado con la fibrosis, la HTA, la hiperferritinemia, una marcada hipertrigliceridemia, la historia familiar de EHNA o de cirrosis criptogenética, la obesidad central, un IMC superior a 31 y un cociente HOMA/adiponectinemia elevado. Los niveles séricos de endotelina-1 también se relacionan con el grado de fibrosis. Por otro lado, la fibrosis hepática se puede predecir mediante la estimación de parámetros directamente relacionados con la fibrogénesis, solos o en combinación. Entre estos productos destacan enzimas implicadas en la síntesis y degradación del colágeno, proteínas de la matriz extracelular, moléculas resultantes del metabolismo del colágeno y citocinas profibrogénicas. En nuestra experiencia, la fibrosis es más frecuente en sujetos mayores de 45 años, con cociente GPT/ GPT >1 y con 3 o más criterios de síndrome metabólico. El test individual de mayor valor predictivo es el ácido hialurónico, evaluado en pacientes con EHDG. La laminina ha demostrado un excelente valor diagnóstico de fibrosis en IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 158 E E Diagnóstico del tipo y la localización de la grasa. El tipo y la distribución corporal de la grasa tienen un papel clave en la patogenia de esta enfermedad. Cuando el tejido es sensible a la insulina, se produce una acumulación preferencial de energía en grasa periférica y glúteo/femoral que permite mantener un perfil metabólico normal. Por el contrario, si la grasa no es sensible a la acción de la insulina (obesidad tipo androide), se produce un depósito preferencial de grasa en las vísceras que conduce a una alteración metabólica severa. La presencia de grasa visceral no es un factor determinante de la severidad del daño hepático. El lipidograma hepatocitario es un factor clave en el desarrollo de esta entidad, siendo el depósito de colesterol libre, aunque poco importante desde el punto de vista cuantitativo, el que probablemente ejerce un efecto patogénico de primer orden. Muy recientemente, se ha observado una relación entre el depósito de triglicéridos en el interior del hepatocito y los niveles de una nueva hormona muscular, la irisina. H Asociación Española para el Estudio del Hígado los sujetos con NASH, sobre todo si los resultados se combinan con los obtenidos con el colágeno tipo IV. Otros marcadores, como el colágeno tipo IV o el TGF-beta, también pueden ser útiles. La determinación de la irisina en plasma, pudiera constituirse en una nueva herramienta clave para el manejo de algunas enfermedades muy prevalentes como la obesidad, la DMII o la propia enfermedad hepática por depósito de grasa. Aunque es evidente que resulta conceptualmente atrevido, es posible que la irisinemia constituya un marcador subrogado de algunas de estas patologías e, incluso, se postule como objetivo terapéutico. Diagnóstico de la enfermedad hepática por depósito de grasa mediante paneles de marcadores. La combinación de marcadores serológicos y biomarcadores en modelos matemáticos ha mejorado la sensibilidad de los tests individuales. El FibroTest ha sido uno de los primeros modelos para la predicción del grado de fibrosis, que presenta aceptables valores predictivos positivo y negativo. La necesidad de pago para su cálculo y la utilización de marcadores, que generalmente no se utilizan en la práctica diaria, disminuyen su utilidad. Los índices de APRI y Forns comparten la utilización de variables comúnmente utilizadas en la práctica diaria para elaborar sus modelos predictivos, pero se han desarrollado para pacientes con hepatitis por VHC. El índice del European Liver Fibrosis Group (ELF) valora la combinación de los niveles de AH, PIIINP, TIMP-1 y la edad. La sensibilidad para la detección de fibrosis significativa (> F2-F4) es del 90 %, resultados recientemente validados. Una revisión sistemática de los marcadores no invasivos asociados a fibrosis significativa en los pacientes con una EHDG identificó como variables independientes la DM, la edad, el HOMA-IR elevado, el cociente GOT/GPT elevado, las plaquetas disminuidas, el ácido hialurónico y el IMC. Marcadores serológicos capaces de diferenciar entre esteatosis hepática simple y esteatohepatitis no alcohólica. Además de los marcadores que son capaces de detectar la presencia de fibrosis, en los últimos años se han evaluado diferentes biomarcadores útiles para diferenciar entre pacientes con esteatosis hepática simple y, por lo tanto, con escasa capacidad de progresión, de aquellos pacientes con EHNA, independientemente de la presencia o ausencia de fibrosis. En este sentido, el análisis de los fragmentos de la citoqueratina 18 (CK-18), un marcador de apoptosis, ha demostrado una clara utilidad para diferenciar entre los sujetos con esteatosis simple de aquellos con EHNA, con una elevada sensibilidad y especificidad. Además, la concentración sérica de la CK-18 se correlaciona, de forma moderada, con los cambios histológicos en la actividad de la EHNA. Tanto la PCR ultrasensible como la petraxina 3 ayudan en la diferenciación entre EHDG y el EHNA, aunque también se pueden elevar en otras enfermedades caracterizadas por un 159 estado inflamatorio crónico. También se han analizado diferentes combinaciones de variables clínicas y analíticas para el diagnóstico de EHDG y EHNA. Entre ellas destacan el SteatoTest y el NashTest (Biopredictive), comercializados en España por el grupo Ferrer. El NashTest incluye 13 parámetros (edad, sexo, IMC, colesterol, triglicéridos, GOT, GPT, GGT, bilirrubina, alfa 2 microglobulina, haptoglobina y apolipoproteína A1) que presenta una extraordinaria especificidad, aunque su sensibilidad es discreta. Otro modelo, que combina 5 variables (edad > 50; GOT > 45; IMC > 30; relación GOT/GPT > 0,8; ácido hialurónico > 55), predice la presencia de EHNA con elevada fiabilidad siempre que estén presentes 3 o más de estos factores. Shimada et al han desarrollado un modelo predictivo de EHNA en pacientes con esteatosis hepática basándose en la combinación de adiponectina, HOMA-IR y colágeno sérico de tipo IV; quizás el dato más interesante de este estudio es la posibilidad de establecer un diagnóstico precoz, ya que es capaz de detectar a cerca del 90 % de los pacientes con EHNA. En pacientes obesos, un sencillo score clínico (incluyendo HTA, DM2, SAOS, GOT > 27 UI/l, GPT > 27 UI/l y raza no negra) es capaz de predecir la presencia de EHNA en los pacientes obesos con una EHDG. Finalmente, un test denominado NALFD Diagnostic Panel, combinando variables clínicas y de laboratorio, y que presenta 3 variantes (modelo predictivo de EHNA, modelo predictivo de EHNA con cualquier grado de fibrosis y modelo predictivo de EHNA con fibrosis avanzada) también ha demostrado una excelente área bajo la curva, tanto en la vertiente de EHNA (0,81) como de EHNA y fibrosis (0,80) y de EHNA con fibrosis avanzada (0,81). Diagnóstico no invasivo de la enfermedad hepática por depósito de grasa mediante métodos de imagen. La ecografía es la técnica de imagen más utilizada en el diagnóstico de la esteatosis hepática, observándose un aumento de la ecogenicidad hepática que confiere al hígado un aspecto brillante. Esta técnica permite el diagnóstico de esteatosis con una elevada fiabilidad, aunque es poco útil para precisar el estadio evolutivo de la enfermedad, es decir, el grado de fibrosis. Tanto la TAC como la RNM permiten evaluar con una precisión más elevada la presencia de esteatosis, aunque son claramente más costosas. Pero, sin duda, la técnica no invasiva que permite efectuar una aproximación más fiel al grado de fibrosis es, en la actualidad, la elastografía transitoria. La rapidez, fiabilidad y el gran volumen de tejido hepático analizado son sus principales ventajas. El FibroScan® tiene limitaciones en su realización como son la presencia de obesidad, espacios intercostales estrechos y ascitis. Un amplio estudio prospectivo objetivó que un IMC mayor de 28kg/m2 era el único factor independiente asociado con fallo de la exploración para la identificación de fibrosis. Por des- ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado gracia, este hallazgo es la norma en pacientes con EHDG. En la EHDG falta determinar la posible interferencia sobre los resultados del depósito masivo de grasa en el hígado y su aplicabilidad en pacientes con EHDG y obesidad mórbida, si bien, valores de elasticidad de 10kPa o superiores mostraron una sensibilidad del 88 % y una especificidad del 72 % para el diagnóstico de fibrosis significativa, incluso en pacientes con IMC > 40. La combinación de elastografía y resonancia en contraste de fases pudiera resolver las limitaciones de la elastografía de transición. El análisis digitalizado de la preparación histológica o el análisis informático de las imágenes de la TAC pueden predecir la fibrosis avanzada. Diagnóstico histológico de la enfermedad hepática por depósito de grasa. La biopsia hepática no debe ser efectuada en todos los pacientes con sospecha de EHDG, estando indicada, únicamente, en los pacientes con alto riesgo de esteatohepatitis o en los que el diagnóstico es incierto. El problema está en seleccionar estos pacientes de alto riesgo de progresión. Cada día existe más evidencia de que la biopsia hepática está más indicada cuantos más factores de riesgo metabólico existan. Probablemente, los candidatos ideales para realizar este procedimiento serían aquellos que presentasen 2 de las 3 características del índice HAIR: hiperecogenicidad del parénquima hepático, resistencia a la insulina y/o elevación de transaminasas, aunque una norma tan poco estricta como esta obligaría a la práctica de un elevado número de biopsias. Tras la práctica de la biopsia se debe efectuar un estudio sistemático de la misma; en este sentido, Brunt et al publicaron, en 1999, un sistema semicuantitativo para establecer el grado y estadio de la EHNA que fue redefinido y consensuado en el año 2005. Este índice valora el grado de esteatosis, la inflamación lobular y la balonización de los hepatocitos, siendo la fibrosis cuantificada de forma independiente. Es probable que la combinación de marcadores serológicos, biomarcadores o modelos matemáticos que incluyan varias variables y métodos físicos como el FibroScan® o métodos de imagen, pueda ser de gran utilidad para aumentar la exactitud diagnóstica del EHDG y del estadio de fibrosis, eliminando la necesidad de biopsias hepáticas en muchos de los pacientes con la enfermedad. Sin duda, las plataformas tecnológicas de genómica, proteómica y metabolómica aportarán datos imprescindibles para establecer el diagnóstico y el pronóstico de estos pacientes. Tratamiento actual de la EHDG El tratamiento de al EHDG se debe basar en la combinación de un tratamiento adecuado de la enfermedad hepática y un correcto tratamiento de las manifestaciones asociadas a la misma, con frecuencia, determinantes del cuadro clínico. A Modificación del estilo de vida. El pilar del tratamiento de la EHDG lo constituye la pérdida calórica. Para obtener este resultado se debe incidir tanto en la entrada como en la salida de energía, es decir, modificando la dieta e incrementando la actividad física. La reducción del peso corporal se ha asociado con una menor hiperglucemia y RI, junto con descenso en las transaminasas y mejoría de la histología hepática (esteatosis y fibrosis). La restricción calórica mejora la sensibilidad a la insulina y disminuye la inflamación del tejido adiposo, quizás por un incremento de la adiponectina. Es probable que el incremento de la actividad física consiga disminuir la esteatosis hepática por un mecanismo relacionado con la irisina, una miocina de reciente descripción y que se libera después del ejercicio físico. Para conseguir esa reducción de peso es necesario un cambio en los hábitos de vida del paciente, comenzando por un dieta hipocalórica de 500-1000 kcal/día y asociando una actividad física moderada (p. ej., caminar 30-45 min/día). El objetivo a conseguir debe ser una pérdida de peso de 0,5-1 kg/semana y un descenso del 5-10 % del peso corporal en 6-12 meses, con el fin de mantenerlo. Se ha observado que una disminución del 5 % del peso disminuye de forma clara la esteatosis hepática y que con un decremento del 7 % mejoran los parámetros necroinflamatorios hepáticos. Deben evitarse los periodos de ayuno prolongado y las pérdidas rápidas e importantes de peso porque se ha visto que pueden empeorar la EHDG. Es recomendable seguir una dieta con bajo contenido de carbohidratos y grasas saturadas, evitando especialmente las bebidas ricas en fructosa e incrementar el consumo de fibras y frutas y vegetales ricos en antioxidantes. La guía europea recomienda un ejercicio moderado de al menos 150 minutos, combinado con 75 minutos de ejer- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 160 E E Actualmente, no disponemos de una estrategia bien establecida en el tratamiento de la EHDG debido a varios factores como son un conocimiento limitado de su patogenia, una escasa expresividad clínica y una progresión histológica variables, junto con una baja calidad de los ensayos clínicos llevados a cabo hasta el momento. Por tanto, no existe una terapéutica estándar para estos pacientes, ni tampoco se conoce el momento más oportuno para su inicio o finalización. Las recomendaciones efectuadas en las guías clínicas no siempre son coincidentes y dependen, en gran medida, del año en que se han efectuado las guías de práctica clínica. Tal y como se refleja en las mismas, existe un claro consenso en la modificación del estilo de vida, y un consenso relativamente notable en el uso de pioglitazona, vitamina E y ácido ursodeoxicólico. El tratamiento farmacológico solo está indicado en los pacientes con una esteatohepatitis no alcohólica y no en aquellos con una esteatosis hepática simple. A continuación, comentaremos algunas de las terapias en las que existe un mayor consenso. H Asociación Española para el Estudio del Hígado cicio intenso a la semana. Debido a que esto puede exceder la capacidad de los hepatólogos, parece que la implementación de las habilidades para llevar a cabo y mantener dichos cambios en los hábitos de vida debe llevarse a cabo en unidades multidisciplinares. Un reciente metanálisis sobre los diferentes ensayos clínicos terapéuticos randomizados, llevados a cabo con pacientes con EHDG, ha demostrado que la reducción del peso corporal es, hasta el momento, la única medida eficaz y sin efectos secundarios para mejorar la EHDG; si bien, refleja un hándicap importante, como es que hasta el 50 % de los pacientes no fueron capaces de conseguir el objetivo ponderal marcado. Este hecho puede radicar en muchos casos en la desconfianza de los pacientes (y a veces de los profesionales) hacia las intervenciones terapéuticas no farmacológicas. A pesar de que algunas experiencias preliminares sugieren que una pequeña cantidad de alcohol es beneficiosa, ninguna guía clínica lo aconseja. Probablemente, y al igual que en las hepatopatías crónicas avanzadas de otras etiologías, el uso de café y chocolate negro se pudiera recomendar en las fases avanzadas de la EHDG. El tratamiento farmacológico de la obesidad no está recomendado en la actualidad, aunque existen experiencias previas con Orlistat y sibutramina, relativamente alentadores. La comercialización del rimonabant se suspendió por efectos neuropsiquiátricos graves. La cirugía bariátrica ocupa el último escalón en las medidas terapéuticas para los pacientes obesos con EHDG. Esta intervención, no exenta de complicaciones, se considera la medida más eficaz en pacientes con obesidad mórbida, tanto para la reducción de peso como para mejorar su supervivencia global. La reducción ponderal, que puede alcanzar el 60 %, comporta además otros beneficios como son la mejoría de la RI y el resto de componentes del síndrome metabólico. Además, existen estudios en los que con una reducción ponderal controlada, con las nuevas técnicas quirúrgicas y evitando la desnutrición, se ha demostrado una mejoría de la histología hepática tanto de la esteatosis, la inflamación e incluso de la fibrosis pudiendo incluso regresar la EHDG. Sensibilizadores de insulina. La metformina es una biguanida que actúa mejorando la sensibilidad a la insulina y disminuyendo la producción de glucosa hepática, inhibe la expresión de enzimas lipogénicas y aumenta la β-oxidación mitocondrial. En ratones ob/ob este fármaco consiguió una mejoría de la esteatosis, la GPT y la hepatomegalia. Existen varios estudios en pacientes con EHDG en los que se ha documentado una mejoría inicial de la cifra de transaminasas y de la RI, pero con unos beneficios analíticos e histológicos a largo plazo poco claros. En un estudio controlado, la adicción de la metformina a la modificación del estilo de vida no produjo beneficios adicionales. La metformina no está recomendada en las guías terapeúticas. Las tiazolidindionas, 161 agonistas de los receptores PPARγ, potencian el efecto de la insulina, incrementan la lipogénesis, secuestran ácidos grasos libres y aumentan los niveles de adiponectina. Tanto la rosiglitazona como la pioglitazona han demostrado su eficacia, mejorando las transaminasas y la histología hepática. A pesar de que tienen potenciales efectos secundarios como el incremento del peso corporal, el riesgo de insuficiencia cardiaca congestiva, las fracturas óseas y el potencial incremento en la prevalencia de cáncer de vejiga, el uso de las tiazolindidionas se considera seguro en los pacientes con una EHDG, incluso en pacientes no diabéticos. Una limitación de los estudios, que avalan su utilidad, es que la efectividad a largo plazo no está establecida. Tratamiento del estrés oxidativo. Los antioxidantes naturales son capaces de disminuir el daño hepático mediado por ROS. La vitamina E es capaz de inhibir, además, la expresión hepática de TGF-β y la activación de las células estrelladas. Existen varios ensayos clínicos en los que se ha comprobado la eficacia de la vitamina E. Uno de ellos demostró una disminución de transaminasas en pacientes obesos con EHNA, del TGF-β y de la inflamación hepática. En otro se combinó con vitamina C, consiguiendo una ligera disminución en el grado de fibrosis hepática. En otro se combinó con pioglitazona, observando una marcada reducción en la esteatosis hepática. No se ha observado efecto sobre la fibrosis hepática. El estudio PIVENS, el mayor ensayo clínico realizado hasta la fecha, ha demostrado su utilidad en esta enfermedad. No obstante, no se puede recomendar su uso extensivo, dado que un exceso de esta vitamina se asocia a un aumento de la mortalidad global. La betaína es un metabolito natural de la colina, capaz de aumentar los niveles de S-adenosil-metionina (SAMe). Tras un estudio piloto inicial, se observó una clara mejoría en las transaminasas y de la inflamación/fibrosis en la biopsia; otros estudios posteriores no han confirmado dichos resultados. El único estudio realizado con N-acetlcisteína en monoterapia en ENA encontró una mejoría en los niveles de aminotransferasas, pero no en cuanto a la histología hepática. El ácido ursodeoxicólico (AUDC) no ha demostrado beneficio alguno. Tratamiento hipolipemiante. Dada la alteración lipídica, típicamente característica de los pacientes con EHDG y síndrome metabólico, se han realizado estudios con varios fármacos hipolipemiantes analizando su beneficio en esta enfermedad. El clofibrato no consiguió mejorar la bioquímica ni la histología hepática en pacientes con EHNA e hipertrigliceridemia. Un estudio con gemfibrozilo, en pacientes con EHNA durante 4 semanas mostró una mejoría significativa de las pruebas de función hepática, aunque sin confirmación histológica. Existen también varios estudios que han documentado la eficacia y seguridad de las estatinas en ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado la EHDG. Estudios iniciales con atorvastatina y pravastatina documentaron una mejoría de las transaminasas, del perfil lipídico y de la histología hepática. En un estudio de seguimiento histopatológico, en pacientes con EHDG y alteración persistente de transaminasas, se demostró una reducción significativa de la esteatosis en el grupo que recibía tratamiento con estatinas. Es importante señalar que actualmente existe suficiente evidencia acerca de la seguridad de las estatinas en pacientes con alteración de transaminasas, hepatopatías crónicas y en el caso concreto de la EHDG. Por último, en un estudio en roedores con EHNA, el tratamiento combinado con ezetimibe (inhibidor de la absorción intestinal de colesterol) y acarbosa (inhibidor de α-glucosidasa intestinal), durante 24 semanas, obtuvo una mejoría de la esteatosis, inflamación y fibrosis. El tratamiento con estatinas no está contraindicado en los pacientes con una EHDG y su uso no tiene un especial riesgo de hepatotoxicidad. Antagonistas del receptor de la angiotensina-II (ARAII ) y otros. Estos fármacos han sido utilizados en tanto que la activación del sistema renina-angiotensina-aldosterona parece jugar un papel tanto en la RI como en la esteatosis y la fibrosis hepática, esta última inhibiendo la proliferación de las células estrelladas. Los primeros con ARA-II se llevaron a cabo con losartán en pacientes con EHNA e HTA, observándose una mejoría de transaminasas, de factores relacionados con la fibrosis como el TGF-β1 y en algunos casos también histológica. También se han llevado a cabo estudios similares con telmisartán, olmesartán y valsartán. La pentoxifilina es un fármaco capaz de inhibir de forma inespecífica la producción de TNFα, modificando la contribución de esta citoquina en la EHDG. Los primeros estudios con este fármaco en pacientes con EHNA mostraron una mejoría de la RI y de la bioquímica hepática, correlacionándose estos hechos con una mejoría histológica en otro estudio; si bien, otro estudio reciente muestra resultados contradictorios. Los probióticos son compuestos que contienen microorganismos vivos con capacidad inmunomoduladora a través de su interacción con el epitelio intestinal. Existen dos estudios que apuntan un posible uso de VSL#3 en pacientes con EHDG. En el primero, realizado en humanos, se observó una mejoría en las transaminasas y otros factores relacionados con peroxidación lipídica, mientras que en el otro se encontró una mejoría en la fibrosis hepática en ratones con EHDG. También se ha estudiado el papel de los AG polinsaturados, ligandos del PPARγ, con algunos estudios en animales y humanos en los que su empleo obtuvo una mejoría en la RI, esteatosis e inflamación hepáticas en los primeros, mientras que en los segundos se observó una disminución de GPT y triglicéridos, así como en la ecogenicidad hepática. A BIBLIOGRAFÍA Guías y conferencias de consenso − Chalasani N, Younossi Z, Lavine JE, Diehl AM, Brunt EM, Cusi K, et al. The diagnosis and management of non-alcoholic fatty liver disease: Practice Guideline by the American Association for the Study of Liver Diseases, American College of Gastroenterology, and the American Gastroenterological Association. Hepatology 2012; 55: 2005– 2023. − Fan JG, Jia JD, Li YM, Wang BY, Lu LG, Shi JP, et al. Guidelines for the diagnosis and management of nonalcoholic fatty liver disease: update 2010 (published in Chinese on Chinese Journal of Hepatology 2010; 18:163–166). 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Al igual que en el resto de hepatopatías crónicas, cuando en la EHDG se alcanza la fase de cirrosis descompensada con aparición de complicaciones y/o de hepatocarcinoma, deberá plantearse el trasplante hepático (TH) con las misma indicaciones que en el resto de etiologías. Un factor importante en los pacientes con EHDG es la presencia de comorbilidades que, como ya se ha comentado, condicionan un mayor riesgo cardiovascular en estos pacientes que deberá tenerse en cuenta, tanto en la valoración inicial pre-TH como en su posterior evolución postTH. Como se ha comentado previamente, la recurrencia de la EHDG y de los componentes del síndrome metabólico post-TH es la norma, lo que está además favorecido por el uso de corticoides e inhibidores de la calcineurina que forman parte de las pautas de inmunosupresión habituales. H Asociación Española para el Estudio del Hígado − Bellentani S, Saccoccio G, Masutti F, Crocè LS, Brandi G, Sasso F, et-al. 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La infección por virus de la hepatitis B (VHB), es también un factor de riesgo importante, sobre todo en países en vías de desarrollo (3). El abuso de alcohol es un factor de riesgo relevante en algunos países europeos y contribuye sinérgicamente con la infección viral al desarrollo de HCC (4). La obesidad y la diabetes están cada vez más consideradas como factores de riesgo para HCC, por su relación con el hígado graso no alcohólico (NAFLD, non alcoholic fatty liver disease), cuya forma más agresiva, la esteatohepatitis no alcohólica (NASH, non alcoholic steatohepatitis) puede progresar a cirrosis (5). La exposición a aflatoxina en áreas endémicas es también bien conocida. PATOGÉNESIS MOLECULAR La gran variedad etiológica, antes mencionada, confiere al HCC no solo un enfoque clínico más complejo, sino también una gran variabilidad molecular. El 80 % de los HCC se desarrolla sobre un hígado cirrótico. Esto supone una particularidad única en el HCC, comparado con otros tumores sólidos, ya que la enfermedad de base condiciona de manera clara el pronóstico vital de los pacientes y la aplicabilidad de los diferentes tratamientos. Se considera en general, que el cáncer aparece tras un periodo de daño hepático crónico y el establecimiento de la cirrosis, por lo que se desarrolla en un tejido dañado que ya A La propia cirrosis incorpora múltiples señales proinflamatorias, vías de señalización mitógenas como TGFα, otras vías relacionadas con citoquinas, activación de NFκB y estrés oxidativo. Además, hay alteraciones moleculares específicas de las diferentes etiologías, por ejemplo, VHC se relaciona con activación de Wnt, RAS y mutaciones en TP53 (7). Las alteraciones producidas por el VHB están mejor descritas, el genoma viral es capaz de integrarse en el ADN del huésped induciendo inestabilidad genómica, aberraciones genéticas e inactivación de genes supresores de tumores, insertándose en sus regiones reguladoras (8). Además, la proteína viral HBx es protumorogénica (9). Todo parece indicar que, tiene que haber alteraciones moleculares responsables en último término de la transformación de nódulo displásico en HCC, pero pese a todos los estudios que han evaluado alteraciones moleculares del HCC, estas aún no han sido identificadas. INTEGRACIÓN DE INFORMACIÓN CLÍNICA Y MOLECULAR EN ONCOLOGÍA Aunque los programas de cribado de CHC, en los pacientes con cirrosis, han mejorado significativamente en los últimos años (10), solo un tercio de los pacientes con CHC se diag- IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E habrá acumulado múltiples alteraciones a nivel molecular. Durante la enfermedad hepática crónica, las células hepáticas pasan por múltiples ciclos de inflamación, proliferación y necrosis, lo que acaba induciendo un proceso cicatricial. En todo este proceso, las células van acumulando alteraciones moleculares que explican la gran heterogeneidad molecular observada en el HCC. La hepatocarcinogénesis es un proceso complejo que abarca, desde la formación de nódulos displásicos, considerados lesiones preneoplásicas, hasta la transformación oncogénica y el desarrollo del propio HCC (6). H Asociación Española para el Estudio del Hígado 166 nostica en estadios iniciales de la enfermedad, cuando todavía son elegibles para terapias potencialmente curativas, como la resección, el trasplante o la ablación local (4). Dentro de este grupo de pacientes diagnosticados en estadios iniciales, aproximadamente una quinta parte presenta un comportamiento agresivo, con diseminación rápida y mala evolución. Estos pacientes no pueden ser identificados con las clasificaciones clínicas, por lo que la información molecular derivada de perfiles de expresión génica, podría ayudar en un futuro a hacer una estimación pronóstica más fiable basada en datos moleculares, optimizando así la evaluación de estos pacientes antes de plantear un tratamiento (11). Los pacientes diagnosticados en estadio avanzado de la enfermedad, tienen una esperanza de vida muy limitada, y hasta ahora, únicamente el inhibidor multicinasa sorafenib ha demostrado prolongar la supervivencia (12). Se espera que a medio plazo, los datos moleculares procedentes de muestras tumorales de pacientes con HCC, sean una herramienta valiosa en la práctica clínica, ayudando a identificar los pacientes que se beneficien más de cada tratamiento. Hoy en día, ninguna clasificación clínica incluye aún datos moleculares. Con la llegada de las terapias moleculares, la terapia del cáncer está virando hacia una medicina más personalizada. Se pueden elegir terapias selectivas, basadas en las alteraciones moleculares, que dominan la progresión tumoral de cada individuo. Ejemplos de terapias guiadas en oncología son erlotinib/gefitinib para pacientes con mutaciones en EGFR en cáncer de pulmón, vemurafenib para melanomas con mutación BRAF, trastuzumab para neoplasia de mama con amplificación Her2 o cetuximab para cáncer colorectal KRAS wild type entre otros (13-18). La eficacia de este modelo personalizado, radica en la correcta identificación y el bloqueo selectivo de los llamados bucles de adicción oncogénica (más conocidos por el término en inglés oncogene addiction loops, OAL), un concepto que establece una clara jerarquía, entre todos los cambios moleculares que ocurren en un determinado tumor (19). Desde un punto de vista terapéutico estos llamados drivers de la progresión tumoral son las dianas ideales para nuevas terapias, dado que su bloqueo consigue excelentes resultados. La tendencia a la personalización de la oncología incluye, además de terapias guiadas, la predicción pronóstica basada en firmas genéticas que impliquen por ejemplo progresión de la enfermedad, y que por lo tanto, determinen la necesidad de terapias adyuvantes. Desafortunadamente, solo un pequeño número de pacientes se puede beneficiar de este tipo de manejo, dada la prevalencia de las alteraciones moleculares subyacentes. 167 En la mayoría de tumores, incluyendo el HCC, no se han identificado OAL y aunque una terapia molecular como es sorafenib, es eficaz en HCC avanzado, la gran cantidad de dianas identificadas hace compleja la obtención de un driver específico El desarrollo de las nuevas tecnologías genómicas en los últimos años, ha permitido explorar las aberraciones moleculares y disregulaciones directamente desde muestras de pacientes, aportando un cada vez mejor conocimiento de la compleja patogenia de esta enfermedad, proporcionando las claves hacia dianas moleculares terapéuticas o preventivas que pueden a su vez servir como biomarcadores pronósticos. Sin embargo, la gran cantidad de estudios producidos en este campo, también ponen de manifiesto los obstáculos que quedan por salvar, hasta la introducción de esta información en la práctica clínica. LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS MOLECULARES La llegada de la tecnología molecular a la biomedicina, ha abierto nuevos caminos en la investigación oncológica. El abordaje tradicional en biología molecular en oncología se basaba, en la evaluación extensiva de un número reducido de genes, incluyendo estudio de alteraciones estructurales, como las mutaciones, y el estudio funcional del impacto de la disregulación de un determinado gen en animales transgénicos. Este tipo de investigación permitió la identificación de oncogenes y genes supresores de tumores, identificando dianas terapéuticas y nuevos tratamientos. Actualmente la tendencia es inversa, con las nuevas tecnologías en genómica, se da prioridad a la cantidad de información frente a la precisión. Las alteraciones moleculares en los tumores se analizan a gran escala, en todo el genoma, desde diferentes técnicas, expresión génica, cambios epigenéticos, aberraciones cromosómicas y secuenciación genómica. El análisis integrativo de esta información, ha permitido la identificación de nuevos oncogenes y de los ya mencionados OAL (20). La tecnología genómica reciente ha permitido el análisis simultáneo de una gran variedad de biomoléculas, ARN, ADN y proteínas, incluyendo alteraciones estructurales y propiedades bioquímicas como: metilación, fosforilación y acetilación. Se esperaba que este potencial incrementara el potencial de identificación de nuevos biomarcadores y de hecho, estudios de secuenciación y de genotipado han identificado alteraciones y variantes en el ADN asociadas con respuesta a ciertas terapias, por ejemplo, las mutaciones en EGFR (epidermal growth factor receptor) en el tratamiento del cáncer de pulmón con inhibidores de EGFR (21) o las variantes de IL28 en la respuesta al tratamiento con interferon y ribavirina en la hepatitis crónica C (22). La gran cantidad de datos producidos, ha puesto de ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado manifiesto sistemas biológicos subyacentes de gran complejidad (23) y la limitación de la biología molecular tradicional para entender la patogenia de la enfermedad e identificar potenciales biomarcadores. FIRMAS GENÉTICAS EN ONCOLOGÍA: BIOMARCADORES PRONÓSTICOS Y PREDICTIVOS Por definición, una firma genética es un patrón de alteración o disregulación de múltiples biomoléculas que se asocian a ciertos fenotipos clínicos, como un determinado pronóstico o la posible respuesta a un determinado tratamiento (24). Cada tipo de biomolécula tiene ventajas e inconvenientes como potencial biomarcador, por ejemplo, las alteraciones estructurales del ADN, como las mutaciones, son relativamente fáciles de estudiar, dada la estabilidad del ADN y el tipo de medición (presencia o ausencia de mutación) y además, sabemos que determinadas alteraciones funcionales en el ADN pueden predecir respuesta a algunos tratamientos moleculares, y por lo tanto tienen valor en la práctica clínica (25). Sin embargo, este tipo de alteraciones se observan en un mínimo porcentaje de pacientes, en torno al 5 % y además, es complicado saber la implicación funcional real de la inmensa cantidad de mutaciones, que se han descubierto con las técnicas de secuenciación. Los perfiles de expresión de ARN han sido investigados para identificar firmas, capaces de reflejar el estado biológico de un determinado tumor (26). Son capaces de clasificar pacientes y se han desarrollado con intención pronóstica en cáncer, aunque sus mediciones (y esto es un inconveniente para normalizar su uso clínico), pueden variar ampliamente dependiendo de las plataformas o métodos empleados. Aún así, ya existen test pronósticos basados en firmas de expresión génica disponibles en clínica para cáncer de mama y de colon (27-29). Aunque las firmas genéticas desarrolladas con el mismo objetivo no suelen coinicidir (26), una cualidad importante es la capacidad de capturar características biológicas similares, de hecho, muchas firmas diferentes relacionadas con mal pronóstico se han solapado (30, 31). En los últimos años se han publicado numerosas firmas genéticas pronósticas, pero muy pocas pasaron a tener aplicabilidad clínica. Esto es debido a que la inmensa mayoría se desarrollaron de forma retrospectiva, sin seleccionar los pacientes por la condición médica o fenotipo que busca la firma, sino haciendo el perfil de muestras de una determinada cohorte disponible en un banco de tejidos. Por lo tanto, no está claro que la población analizada sea representativa de la población general. Así, las firmas encontradas se acaban correlacionando con un pronóstico, pero eso no asegura A FIRMAS GENÉTICAS Y CLASIFICACIÓN MOLECULAR DEL HCC Muchas de las firmas genéticas reportadas se han desarrollado a partir de perfiles de expresión génica, realizados en muestras tumorales que provienen de resecciones quirúrgicas. La tabla 1 muestra las firmas genéticas pronósticas publicadas. Algunas de ellas apuntan a disregulación de vías de señalización concretas, relacionadas con una mayor agresividad tumoral y por lo tanto pondrán de manifiesto potenciales dianas terapéuticas. Sin embargo, cada estudio ha destacado diferentes características moleculares de los tumores y está por aclarar si los hallazgos descritos son o no generalizables. Este es uno de los problemas de los estudios de biomarcadores en general. En el caso de las firmas genéticas como biomarcadores, el hecho de que existan datos de expresión génica de largas cohortes, en bases de datos de acceso público, ha facilitado que sea técnicamente asequible evaluar la potencial generalización de un determinado biomarcador (32). Un metanálisis de datos de perfiles de expresión génica ha revelado subclases moleculares de HCCs, que son reproducibles independientemente de la etnia, etiología de la enfermedad subyacente o procedencia geográfica de los pacientes (33). El estudio incluyó un total de 603 pacientes con CHC con diferente etiología y origen geográfico, incluidos en 9 estudios diferentes y, a pesar de la heterogeneidad clínica y etiológica, evidenció 3 subclases moleculares basándose en datos del trascriptoma. Las subclases que define el metanálisis son capaces de diferenciar claramente tumores de comportamientos más y menos agresivos basándose exclusivamente en datos moleculares. Las subclases moleculares están descritas en la Figura 1. Los tumores de comportamiento más agresivo se agruparon en las subclases 1 y 2, asociándose a su vez con las características clínicas típicas de este tipo de tumores como mayor tamaño tumoral y peor diferenciación histológica. La mayoría de los HCC relacionados con infección por VHB, que frecuentemente presentan progresión rápida, quedaron clasificados en este subgrupo, probablemente en relación al efecto carcinogénico del VHB, que es independiente de la existencia de cirrosis hepática (34, 35). IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 168 E E su utilidad médica. Para que una firma genética sea consistente debe validarse a dos niveles: ser reproducible y correlacionarse con el objetivo clínico en una cohorte independiente, y además, alcanzar una diferencia pronóstica que sea suficiente como para cambiar la actitud terapéutica indicada por los marcadores clínicos existentes. Muchos de los biomarcadores publicados, a menudo no añaden información a los predictores clínicos en uso. H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 1 Firmas genéticas relevantes con implicación pronóstica en HCC, desarrolladas en tejido tumoral (tabla 1.1), tejido no tumoral adyacente (tabla 1.2) y en plasma/suero (tabla 1.3). Modificada de Hoshida et al (30) * Estudio de validación de la firma anterior Firmas moleculares relevantes en HCC Nombre de la firma Fenotipo clínico relacionado/pronóstico Autor/Publicación Desarrolladas en tejido tumoral mRNA 1 Subclase A 2 Hepatoblastoma 3 MET 4 TGF-beta 5 KRT19 6 Cancer Stem cell 7 Subclase G3 8 EpCAM 9 metástasis venosa (153 genes) 10 metástasis venosa (153 genes)* 11 Colangiocarcinoma like 12 poor survival (65 genes) 13 MET 14 Mal pronóstico (supervivencia), recurrencia) 15 28 genes relacionados con estroma 16 Recurrencia 17 Subclase polisomia 7 18 KRT19 19 Recurrencia temprana 20 Recurrencia temprana 21 Recurrencia temprana 22 Recurrencia temprana 23 Invasión vascular 24 HCC (5 genes) 25 HCC temprano (3 genes) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia), recurrencia Mal pronóstico (supervivencia), recurrencia Recurrencia Recurrencia temprana Recurrencia temprana Recurrencia temprana Recurrencia temprana Recurrencia temprana Recurrencia temprana Invasión vascular Presencia de HCC Presencia de HCC Lee, Hepatology 2004 Lee, Nat Med 2006 Kaposi-Novak, J Clin Invest 2006 Colouarn, Hepatology 2008 Andersen, Hepatology 2010 Marquardt, Hepatology 2011 Boyault, Hepatology 2007 Yamashita, Cancer Res 2008 Ye, Nat Med 2003 Roessler, Cancer Res 2010 Woo, Cancer Res 2010 Kim, Hepatology 2012 Ivanovska, PLoS One 2011 Kim, Ann Surg Oncol 2011 Gao, Cancer Sci 2011 Wang, Clin Cancer Res 2007 Chiang, Cancer Res 2008 Villanueva, Gastroenterology 2011 Iizuka, Lancet 2003 Kurosawa, J Hepatol 2004 Woo, Clin Cancer Res 2008 Yoshioka, Eur J Cancer 2009 Mínguez, J Hepatol 2011 Jia, Clin Cancer Res 2007 Llovet, Gastroenterology 2006 26 Mal pronóstico (supervivencia) 27 Metástasis venosas 28 Recurrencia 29 Let-7 Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia), recurrencia Recurrencia Recurrencia temprana Jiang, Clin Cancer Res 2008 Budhu, Hepatology 2008 Sato, PLoS One 2011 Viswanathan, Nat Genet 2009 Alteración estructural del DNA 30 Subclase de inestabilidad cromosómica 31 Subclase de inestabilidad cromosómica Mal pronóstico (supervivencia), HBV Mal pronóstico (supervivencia), Invasión vascular, HBV Katoh, Gastroenterology 2007 Laurent-Puig, Gastroenterology 2001 Metilación del DNA 32 Mal pronóstico (supervivencia) 33 CIMP 34 Hipermetilación 35 Hipometilación del genoma 36 Metilación HCC 37 Metilación HCC 38 CIMP Mal pronóstico (supervivencia) Mal pronóstico (supervivencia) Pobre diferenciación Pobre diferenciación, mayor tamaño Presencia de HCC, Mal pronóstico (supervivencia) Presencia de HCC Presencia de Cirrosis. Virus hepatitis miRNA Calvisi, J Clin Invest 2007 Li, Ann Surg Oncol 2010 Gao, Carcinogenesis 2008 Lin, Cancer Res 2001 Hernández-Vargas, PLoS One 2010 Tao, PLoS One 2011 Shen, J Natl Cancer Inst 2002 * validaciónn de la firma previa 169 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 1 Subclases moleculares comunes en diferentes clasificaciones moleculares del carcinoma hepatocelular (CHC) derivadas del análisis del transcriptoma. Un metaanálisis (33) que incluyó 9 estudios diferentes identificó 3 subclases comunes, caracterizadas por datos clínicos y moleculares. En la parte inferior de la gráfica se recogen firmas genéticas y subclases moleculares publicadas con anterioridad (ver tabla 1) y su correlación con las subclases S1, S2 y S3. Modificada de Hoshida et al (33) La subclase S1 se caracteriza por activación de la vía de Wnt, probablemente en relación a estimulación de la vía del TGF-β. Esta activación se validó mediante técnicas de inmunohistoquímica, que mostraron un incremento de betacatenina citoplasmática, sin relación con las mutaciones CTNNB1, lo que apoya la interacción Wnt-TGF-β. La subclase S2 se caracterizó por la activación de la vía de Akt y el oncogen MYC, y por infraexpresión de los genes relacionados con interferón. Además, la sobreexpresión de AFP se correlacionó con valores plasmáticos altos de AFP en esta subclase. La subclase S3 comprende los tumores menos agresivos, con una mejor diferenciación histológica y con incremento relativo en la expresión de genes relacionados A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 170 E E con función hepatocitaria. El análisis GSEA también evidenció activación diferencial de los genes diana p53 y p21, que se validó con la inmunotinción nuclear de p53, que fue significativamente menor que en las otras 2 subclases. Dos subclases descritas previamente como de menor agresividad en otros estudios, como CTNNB1, polisomía del cromosoma 7 (36) y G5-G6 Boyault (34), también se asociaron a S3. Este escenario de tres subclases ha sido útil para unificar y revisar las similitudes entre diferentes HCC (32). El hecho de que el tratamiento quirúrgico del HCC se realice con resección anatómica, ha permitido también realizar análisis moleculares del tejido no tumoral adyacente, que normalmente está afecto de hepatitis o cirrosis y que según H Asociación Española para el Estudio del Hígado los estudios publicados, aporta datos pronósticos relevantes (37, 38). Es lo que se conoce por el término anglosajón “field effect” (efecto de campo). Estas firmas de expresión génica han demostrado capacidad de identificar pacientes con riesgo de recurrencia o de desarrollo de un CHC de novo, supervivencia e incluso progresión de la cirrosis y mortalidad relacionada con la misma (37-39). Las firmas genéticas derivadas del tejido adyacente al tumor parecen contener, sobre todo, información relacionada con la función hepática y con las condiciones del microambiente que pueden facilitar la diseminación tumoral o la neoformación de tumores, aunque se requieren más estudios que validen esta información. La tabla 1.2 muestra las firmas genéticas desarrolladas en el tejido no tumoral adyacente. Esta situación particular nos lleva a comentar, que para poder generalizar la relevancia de una firma genética de interés pronóstico en el cáncer hepático, variables normalmente utilizadas en oncología como supervivencia libre de enfermedad (DFS, disease-free survival) y supervivencia libre de recurrencia (RFS, recurrence-free survival), son subóptimas en el HCC, dado que el paciente podría morir por complicaciones de la cirrosis, que nada tienen que ver con la información pronóstica extraída del tumor. Por eso se prefieren variables como tiempo a progresión (TTP, time to progression) (32). Los sistemas de estadiaje clínico del CHC utilizados en la práctica clínica, deberían ser complementados con información molecular y genómica derivada del tumor y del tejido no tumoral adyacente. Esto permitirá disponer de toda la información pronóstica posible, facilitando un abordaje terapéutico más personalizado (40). Se ha propuesto, que la información molecular derivada del tejido no tumoral adyacente, podría ser más relevante en los CHC iniciales, ya que el tumor puede ser resecado o ablacionado completamente, y lo que marcará el pronóstico del enfermo será la capacidad del resto del parénquima de desarrollar tumores de novo. En cambio, cuando los tumores son más avanzados, la información genética contenida en el propio tumor podría tener más relevancia, puesto que será la agresividad de este lo que juegue un papel más importante en la supervivencia del paciente (40, 41). El control cuidadoso y sistemático de todos los factores de posible sesgo comentados, nos permitirá saber si estamos ante un posible biomarcador prometedor. Las guías REMARK (Reporting Recommendations for Tumor Marker Prognostic Studies) (42) son cada vez más aceptadas por las diferentes publicaciones científicas, que requieren que los estudios que se remiten cumplan estos requisitos, y constituyen un marco adecuado para facilitar el adecuado desarrollo de biomarcadores. Se espera que los marcadores moleculares pronto refinen el diseño de los ensayos clínicos, para seleccionar pacientes en función de un determinado marcador pronóstico o la activación de una vía de señalización. De hecho, un ensayo clínico Fase II recientemente publicado (43) reveló que el inhibidor de c-MET tivantinib, que fue negativo, tenía resultados positivos en el subanálisis de los pacientes con sobreexpresión de MET. En la actualidad, un ensayo clínico fase III, trata de elucidar si realmente el fármaco puede aportar beneficios en supervivencia en este subgrupo de pacientes MET+ (44). LIMITACIONES DE LAS FIRMAS GENÉTICAS PRONÓSTICAS EN HCC miRNA Y EPIGENÉTICA: VALOR PRONÓSTICO Y POTENCIAL TERAPÉUTICO EN HCC Los estudios de firmas pronósticas en HCC tienen los mismos problemas de diseño que en otras neoplasias. Su desarrollo en muestras históricas y en el caso del HCC, la heterogeneidad etiológica y el manejo clínico diverso de los pacientes de diferentes áreas geográficas, hace más compleja la generalización de los biomarcadores identificados (1). Los microRNA (miRNA) son pequeños ARN no codificantes, que regulan negativamente la expresión de ARN mensajero (mARN) a nivel postrascripcional (45). Están involucrados en gran variedad de procesos celulares, como proliferación celular, diferenciación celular, apoptosis y mantenimiento de las células madre (46). Se pueden comportar como genes supresores de tumores u oncogenes en función de sus genes diana (47, 48) y están frecuentemente disregulados en cáncer. Estudios recientes apoyan el valor de los perfiles de expresión de miRNA para clasificar el cáncer, ya que se ha demostrado que la información organoespecífica contenida en los miRNA, ha sido capaz de clasificar tumores de diferentes órganos mejor que el perfil de expresión de mARN (49). Además, existen subclases moleculares coincidentes cuando se hace análisis no supervisado de estos perfiles de expresión, lo que añade información a la clasificación molecular basada en mARN previamente descrita en una co- Otra particularidad del HCC es la enfermedad hepática subyacente. La propia cirrosis condiciona el pronóstico de estos pacientes, independientemente del tumor, lo que justifica la inclusión de estos datos de función hepática en la clasificación clínico/pronóstica del HCC (10). La mortalidad de los pacientes con HCC avanzado depende, sobre todo, de la progresión tumoral, mientras que pacientes con tumores en estadios iniciales, es decir, cuando podemos aplicar tratamientos curativos, tienen el pronóstico más condicionado por la cirrosis subyacente, su evolución, y la posibilidad de desarrollar un nuevo HCC sobre la misma (41). 171 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado horte de HCC relacionados con el VHC (50). Diferentes estudios han propuesto la utilidad de perfiles de expresión de miRNAs para clasificar pacientes con diferente evolución clínica (51-53). En el caso del HCC, la infraexpresión de miR-26 o una firma de 20 miRNAs se han asociado con peor pronóstico, mientras que la sobreexpresión de miR125 se asocia a una mejor supervivencia (54). miR-21 regula negativamente la expresión del gen supresor PTEN, lo que se traduce en activación de la vía de señalización PI3K/AKT (55). La sobreexpresión de miR-221 incide en la actividad ciclina G1 (56), lo que se asocia a multinodularidad tumoral y mayor tasa de recurrencia (57). La sobreexpresión de miR-143 se ha asociado con la presencia de metástasis (58). miR-517 es un miRNA oncogénico que promueve la progresión tumoral (50). En HCC también se ha descrito la infraexpresión de varios miRNA. Los miembros de la familia Let-7 regulan oncogenes como MYC, RAS y HMGA2, se han encontrado significativamente infraexpresados en HCC, asociados a HCC avanzado y mal pronóstico (59). miR-122 está normalmente infraexpresado en HCC y también se relaciona con mal pronóstico (60), probablemente en relación con la pérdida de este miRNA hepatoespecífico y, por tanto, a un mayor grado de desdiferenciación del tumor. La infraexpresión de miR-26 se ha propuesto como predictor independiente de supervivencia, y se han publicado firmas basadas en expresión de miRNAs con implicación pronóstica (41). Es esperable que en el futuro esta sea una fuente de información adicional, que complete la información derivada de los perfiles de expresión génica, mejorando la comprensión de la compleja heterogeneidad molecular de esta enfermedad, ayudando a identificar potenciales dianas terapéuticas. La manipulación de la expresión de determinados miRNAs mediante los llamados antagomirs o LNA (locked nucleic acids) está en estudio in vivo. Las alteraciones epigenéticas son cambios en el patrón de expresión génica, que son mediadas por mecanismos diferentes de la alteración en la secuencia del ADN genómico. Son mecanismos potencialmente reversibles, como la metilación del ADN, la modificación de histonas o la remodelación de nucleosomas. Cada vez hay más evidencia de su papel fundamental en el desarrollo y la progresión del cáncer, considerándose en la actualidad un factor de importancia equivalente a las alteraciones genéticas descritas en cáncer (61). La hipometilación global es un fenómeno frecuente en el cáncer, que tiene como consecuencia una mayor inestabilidad genómica. Este fenómeno, también se ha descrito en HCC y se ha relacionado con tumores de mayor tamaño y grado histológico (62) y se ha descrito hipometilación de regiones promotoras, que conducen a reactivación de oncogenes como c-myc o RAS. En HCC, la hipermetilación de las islas CpG en las regiones reguladoras A Otro mecanismo epigenético descrito en cáncer es la modificación de histonas (proteínas nucleares implicadas en empaquetar el ADN formando parte de la cromatina), mediante complejas alteraciones en las colas N-terminal. Existe una correlación entre la acetilación de histonas y el aumento de transcripción, que parece debido a que tras acetilarse la histona se une menos al ADN. En HCC se han descrito pocos genes que se regulen por este mecanismo. El estudio del perfil de metilación del ADN en cáncer, ha revelado que el perfil de expresión de islas CpG hipermetiladas o hipermetilomas, es capaz de distinguir diferentes tipos de neoplasias (63) y establecer una estimación pronóstica. Se han publicado diferentes perfiles de expresión asociados con características clínicas y evolución clínica (62). Recientemente, se ha descrito que el perfil de metilación del tejido no tumoral adyacente procede de los márgenes de resección en CHC también (tabla 1), este hallazgo incide una vez más en la importancia del microambiente como pieza clave en la hepatocarcinogénesis y pone de manifiesto el valor creciente de la epigenética en el estudio y desarrollo de futuros tratamientos. Todas estas alteraciones epigenéticas, potencialmente reversibles, son la base racional de nuevas e importantes dianas terapéuticas en cáncer. Varios agentes demetilantes, así como inhibidores de la histona deacetilasa, están en la actualidad en investigación clínica y preclínica. Algunos de ellos se han aprobado para neoplasias hematológicas, pero aún no se ha demostrado eficacia en tumores sólidos. Así pues, nuevas moléculas, principalmente en combinación con quimioterapia o terapias moleculares, se están probando para mejorar el efecto antitumoral de estas drogas epigenéticas. En HCC, panobinostat es un ejemplo de fármaco modificador de histona deacetilasa, que, en combinación con sorafenib, se ha testado en fases iniciales de investigación clínica. CONCLUSIÓN La exhaustiva investigación llevada a cabo en los últimos años y el desarrollo de nuevas tecnologías, han conducido a una notable mejora del conocimiento de la carcinogénesis hepática y las alteraciones moleculares subyacentes, lo que ha permitido identificar potenciales dianas moleculares, y cambiar el abordaje de esta enfermedad. La disponibilidad de estas nuevas tecnologías capaces de identificar alteraciones moleculares específicas, es cada vez mayor IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 172 E E de los genes (p16, RASSF1, IGFBP3, etc.), conlleva la silenciación de éstos (41). Además, las enzimas responsables de la metilación del ADN (ADN metiltrasferasas o DNMTs) están sobreexpresadas en diferentes neoplasias y en el caso del HCC su expresión se relaciona con mal pronóstico (41). H Asociación Española para el Estudio del Hígado en los diferentes centros clínicos y de investigación, y será crucial en el futuro para que se produzca la transición de conceptos obtenidos, desde la investigación básica, a una aplicabilidad real de la medicina traslacional en la práctica clínica. Este tipo de información está cada vez más presente en el desarrollo de ensayos clínicos en oncología, de tal forma que determinadas terapias moleculares podrán probarse en los subgrupos de pacientes que previsiblemente más se beneficiarán de su aplicación, en función de su perfil molecular. La adecuada aplicación de toda esta información permitirá, en el futuro, seleccionar el tratamiento óptimo para cada paciente en el seno de una medicina más personalizada, para los pacientes con HCC. BIBLIOGRAFÍA 1. El-Serag HG. Hepatocellular carcinoma.N Engl J Med. 2011, 22;365(12):1118-27). 2. Simard EP, Ward EM, Siegel R, Jemal A. Cancers with increasing incidence trends in the United States: 1999 through 2008. CA Cancer J Clin. 2012 Jan 4. doi: 10.3322/caac.20141 Epub ahead of print. 3. El-Serag HB. Epidemiology of viral hepatitis and hepatocellular carcinoma. Gastroenterology. 2012;142(6):1264-1273. 4. Forner A, Llovet JM, Bruix J. Hepatocellular carcinoma. Lancet. 2012;379:1245-55). 5. 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Un mejor conocimiento de la historia natural del tumor y el desarrollo de sistemas de estratificación de los pacientes de acuerdo a las características del tumor, la enfermedad hepática y el estado general como el sistema BCLC (Barcelona Clinic Liver Cancer), ha llevado a una mejor predicción pronóstica y una indicación de tratamiento estructurada. Los tratamientos curativos (resección, trasplante, ablación) mejoran la supervivencia de los pacientes diagnosticados en una etapa temprana y ofrecen un potencial de curación a largo plazo. Los pacientes con CHC en etapa intermedia se benefician de tratamiento con quimioembolización y los diagnosticados en fase avanzada de sorafenib, un inhibidor multiquinasa con efectos antiangiogénicos y antiproliferativos. INTRODUCCIÓN El carcinoma hepatocelular (CHC) es el tumor maligno primario más común del hígado y una causa importante de muerte: es el quinto cáncer más común en los hombres (523 000 casos, 7,9 % del total), el séptimo en mujeres (226 000 casos, el 6,5 % del total) y la tercera causa de muerte por cáncer (1). En las últimas décadas, el manejo del CHC ha mejorado significativamente debido a una mayor capacidad diagnóstica, el desarrollo de sistemas de clasificación basados en la evidencia científica y la disponibilidad de tratamientos eficaces. Todos los agentes que pueden dar lugar a enfermedad crónica del hígado (virus de las hepatitis B y C, alcohol, depósito de hierro) y que a largo plazo son responsables de cirrosis hepática, son factores de riesgo para CHC. Este riesgo se incrementa, significativamente, cuando la cirrosis se halla establecida y existe hipertensión portal clínicamente significativa. Por tanto, todas las sociedades científicas y grupos de expertos recomiendan efectuar cribado intencionado en estos pacientes, con objeto de detectar un posible CHC en fase inicial, cuando aun es menor a 2 cm y la tasa de curación es muy elevada (2-4). Obviamente, solo se han de incluir en planes de detección precoz de CHC aquellos pacientes que serían tratados en caso de ser diagnosticados. Por tal motivo, ello excluye aquellos pacientes que por fallo hepático ya deberían ser considerados candidatos a trasplante hepático, y aquellos pacientes con comorbilidad grave o edad muy avanzada. Correspondencia: Jordi Bruix Oncología Hepática (BCLC). Unidad de Hepatología. Hospital Clinic. Villarroel 170. Barcelona 08036 A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 175 La estrategia de detección se basa en efectuar ecografía abdominal cada 6 meses (2-4). La utilización o combinación con marcadores tumorales no aumenta la efectividad en el cribado del CHC. Si se detecta un nódulo > 10 mm, se deben iniciar las exploraciones para establecer el diagnóstico y decidir el tratamiento más adecuado (2-4). El diagnóstico se puede establecer mediante técnicas de imagen (tomografía computerizada o resonancia magnética) si se demuestra un patrón vascular específico: hipercaptación en fase arterial, seguida de lavado del contraste en fase venosa (2) (Tabla 1). Si no se registra este parámetro, el diagnóstico debe basarse en biopsia. La utilidad de marcadores tumorales es nula, dado sus inadecuadas sensibilidad y especificidad. TABLA 1 Criterios para el diagnóstico de carcinoma hepatocelular Criterios citohistológicos Según el Grupo de Consenso Internacional para Neoplasia Nepatocelular [58] El reconocimiento de hepatocitos malignos establece el diagnóstico, pero en estadios iniciales el diagnóstico de CHC debe tener en cuenta los siguientes parámetros: • Aumento de la densidad de células (> x2) con un aumento núcleo / citoplasma y un patrón trabecular irregular y fino • Número variable de espacios porta dentro del nódulo • Patrón pseudoglandular • Degeneración grasa difusa • Número variable de arterias no apareadas • Invasión del estroma • Tinción inmunohistoquímica para: o Glipican-3 (GPC3) o Heat-shock protein 70 (HSP70), o Glutamina sintetasa (GS) Criterios radiológicos Válido para nódulos > 1 cm en los pacientes con cirrosis o hepatitis B crónica • Hipercaptación de contraste en la fase arterial, seguida de lavado de contraste en la fase venosa en la Tomografía computada o Resonancia Magnética CLASIFICACIÓN CLÍNICA Estadificar la enfermedad sirve para poder predecir la supervivencia y vincular la evaluación con el tratamiento óptimo. El objetivo del tratamiento es mejorar la esperanza de vida y, por tanto, la selección del tratamiento tiene que equilibrar los riesgos y beneficios. La clasificación de BCLC (5) es un sistema de estadiaje que se halla ampliamente va- A Los pacientes en estadio BCLC 0 son los que tienen un CHC unifocal ≤ 2 cm, Child-Pugh A y se hallan asintomáticos (PS 0). Estos pacientes tienen una baja probabilidad de diseminación microscópica, por lo tanto, las terapias radicales pueden erradicar por completo el tumor. Los pacientes estadio BCLC A son aquellos con nódulos únicos mayores de 2 cm o hasta tres nódulos ≤ 3cm con función hepática conservada (Child-Pugh A-B) y asintomáticos. Estos pacientes deben ser evaluados para la resección quirúrgica, el trasplante de hígado o la ablación. La mediana de supervivencia sin tratamiento no supera los 3 años. El CHC disemina a través de las venas subsegmentarias y la tasa de invasión microvascular aumenta proporcionalmente con el tamaño del tumor. La micro invasión vascular está presente en 20 % de los tumores menores de 2 cm, 30-60 % de los tumores de 2 a 5 cm, y hasta el 60-90 % de los tumores mayores de 5 cm (6). Sin embargo, algunos tumores pueden alcanzar gran tamaño y, a pesar de ello, no detectarse invasión vascular mediante técnicas de imagen. Si se detecta invasión vascular a nivel microscópico, el riesgo de recidiva será el mismo que en tumores más pequeños (2). Por tanto, si después de un estadiaje adecuado, el CHC parece ser unifocal y sin invasión vascular, no se debe contraindicar la resección por el tamaño tumoral. Los pacientes BCLC B son aquellos con tumores multifocales sin invasión vascular o diseminación extra-hepática, IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 176 E E lidado y, además, vincula estratificación de los pacientes con indicación de tratamiento. La estrategia BCLC fue desarrollada en 1999, y se ha actualizado de acuerdo con los resultados de investigaciones que han generado evidencia científica robusta. En 2002, se actualizó para incorporar la quimioembolización en los pacientes con estadio intermedio. En 2007, el sistema incorporó el concepto de etapa muy temprana (BCLC 0), que incluyó a pacientes con HCC ≤ 2 cm con función hepática bien preservada. Adicionalmente, en 2008, se actualizó al demostrarse el beneficio del sorafenib en pacientes con CHC avanzado. Con la descripción de varios estudios de cohortes y metanálisis que muestran la eficacia de la ablación en pacientes BCLC 0, el esquema se ha actualizado de nuevo en 2012, de manera que la ablación puede constituir la primera opción de tratamiento para estos pacientes que no sean candidatos a trasplante hepático (5). En el futuro, el sistema incorporará nuevas modificaciones como resultado del perfeccionamiento y validación de las propuestas de perfiles moleculares y biomarcadores que han surgido de diferentes grupos de investigación. En la actualidad, el sistema de estadiaje BCLC estratifica los pacientes con CHC en cinco etapas (BCLC 0: muy temprano, BCLC A: temprano, BCLC B: intermedio, BCLC C: avanzado y BCLC D: terminal) (Figura 1). H Asociación Española para el Estudio del Hígado FIGURA 1 Clasificación BCLC 2012 que no presentan síntomas secundarios al cáncer y presentan una función hepática conservada. La quimioembolización transarterial es la primera opción de tratamiento (7, 8) y, actualmente, su supervivencia mediana se halla entre los 3 y 4 años (9). Los pacientes en BCLC C son aquellos con afectación extrahepática (invasión vascular y/o metástasis) y/o síntomas constitucionales poco intensos (performance status ≤ 2). El único tratamiento que ha demostrado un impacto positivo en la supervivencia de estos pacientes es sorafenib (10). La mediana de la supervivencia esperada sin tratamiento es de alrededor de 8 meses y se incrementa en un 30 % con tratamiento. Por último, los pacientes que forman el estadio BCLC D son los que tienen una función hepática muy deteriorada y/o una importante alteración del estado general (11). La mediana de supervivencia esperada en este grupo es de menos de tres meses. Por ello, la recomendación es solo tratamiento sintomático. Obviamente, los pacientes con función hepática deteriorada (Child-Pugh C o MELD elevado) deben considerarse para trasplante y dentro de esta evaluación; la detección de un CHC solo puede constituir una contraindicación si se exceden los criterios de selección (5). 177 Es importante tener en cuenta que este algoritmo no es rígido y cada paciente debe ser considerado individualmente, teniendo en cuenta la existencia de comorbilidades o aspectos específicos que pueden desaconsejar, o incluso contraindicar, el tratamiento aparentemente óptimo o de “primera línea”. En estos casos, se debe recomendar la opción que correspondería a un estadio más avanzado o de segunda línea. Esto define el concepto de pasar a la opción terapéutica del estadio siguiente (“treatment stage migration”) (5). TRATAMIENTO DEL CARCINOMA HEPATOCELULAR Como se ha mencionado antes, el sistema de estadiaje BCLC (5) es una herramienta útil, no solo para clasificar a los pacientes de acuerdo con su pronóstico, sino también para seleccionar el mejor tratamiento. Se ha planteado que el sistema BCLC no refleja todas las posibilidades que se encuentran en la práctica clínica. Es imposible reflejar en una clasificación cada caso individual. La práctica clínica es compleja y es responsabilidad de los médicos evaluar todos los aspectos que pueden influir en el pronóstico o aplicabilidad de los tratamientos. La decisión debe ser tomada en centros con equipos multidisciplinares con experiencia. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TRATAMIENTO QUIRÚRGICO Resección quirúrgica La resección y el trasplante hepático (THO) logran excelentes resultados en pacientes BCLC 0 y A. La resección es el tratamiento de elección en pacientes sin cirrosis. Sin embargo, el deterioro de la función hepática limita la viabilidad de la resección en pacientes con cirrosis, cuyo objetivo es una mínima morbilidad y mortalidad (2-4). Las mejoras en la evaluación de los pacientes, en las técnicas quirúrgicas y en el tratamiento postoperatorio han reducido la tasa de complicaciones, y en la actualidad la tasa de mortalidad del procedimiento debe ser inferior al 1 % en indicaciones convencionales y la tasa de transfusión sanguínea debe ser inferior al 10 % (2). Las lobectomías extensas no se recomiendan -incluso en cirrosis compensada- dado que el hígado remanente puede ser insuficiente, causando posiblemente una insuficiencia hepática y / o la muerte. La resección laparoscópica reduce la morbilidad y la hospitalización sin comprometer la supervivencia o la recurrencia (12). Este método se recomienda en lugares favorables: nódulos exofíticos o subcapsulares, en lóbulo izquierdo [segmentos II-III-IV b] o segmentos periféricos del lóbulo derecho [V-VI]. La selección de los candidatos a cirugía mediante la clasificación Child-Pugh puede subestimar el grado de deterioro de la función hepática, incluso si los pacientes corresponden a estadio Child-Pugh A (13). La presencia de hipertensión portal predice una peor supervivencia y, por ello, los mejores candidatos son los pacientes Child-Pugh A sin hipertensión portal clínicamente significativa. < 10 mmHg (14). Su supervivencia supera el 70 % a los 5 años, mientras que disminuye a 50-60 % en la presencia de hipertensión portal o de CHC multifocal. La presencia de varices esofágicas, ascitis, o un recuento de plaquetas <100.000/mm3 asociado a esplenomegalia, indica una hipertensión portal clínicamente significativa, pero la ausencia de estos signos no garantiza un GPVH <10 mmHg. En la última década se ha demostrado que la medición de la rigidez hepática por medio de elastografia hepática es una herramienta no invasiva para predecir la presencia de hipertensión portal clínicamente significativa. Sin embargo, la fiabilidad diagnostica varía según la etiología de los pacientes y el punto de corte utilizado. En los pacientes con virus de hepatitis C es en quienes se observa la mayor fiabilidad diagnóstica para predecir GPVH <10 mmHg (15). El punto de corte que excluye con mejor sensibilidad la presencia de hipertensión portal clínicamente significativa varía entre <14.2 kPa (16) - <13.6 kPa (15), (según los cortes analizados) y el que obtiene la mejor especificidad para definir la presencia de hipertensión portal A El uso de la embolización de la vena porta (aislada o después de una quimioembolización arterial) con la intención de causar una hipertrofia contra lateral compensatoria, no se puede recomendar en los pacientes con cirrosis. La hipertensión portal puede agravarse, la regeneración hepática en la cirrosis no es tan significativa como en los pacientes con hígado normal (18) y el estímulo proregenerativo puede estimular la progresión tumoral (19). Predictores de recurrencia Los mejores resultados se obtienen en el CHC unifocal. La multinodularidad se correlaciona con recurrencia y peor supervivencia (20-22). Por lo tanto, si un CHC satisface los criterios de Milán (un nódulo ≤ 5 cm o hasta 3 nódulos ≤ 3 cm), debe preferirse un posible trasplante hepático. Si el trasplante no es posible, la resección puede seguir siendo considerada en casos específicos y de forma óptima dentro de investigaciones prospectivas. Sin embargo, los resultados de series de pacientes tratados mediante ablación (23, 24) o quimioembolización (9) demuestran que estas opciones pueden ofrecer una supervivencia similar a la resección quirúrgica. El tamaño tumoral, la multinodularidad, la invasión vascular y la elevación de AFP son los más consistentes para la evaluación del riesgo de recidiva. El grado histológico también correlaciona con la invasión micro vascular (25-27), pero la heterogeneidad de los tumores impide un uso fiable de este parámetro, y lo mismo aplica a marcadores tisulares o firmas moleculares. La resección anatómica puede reducir la tasa de recurrencia y mejorar la supervivencia (20, 28), aunque no hay consenso para un margen de resección mínimo. Teóricamente, un margen más amplio puede eliminar los focos microscópicos adyacentes para prevenir la recurrencia temprana. Algunos autores han encontrado menor tasa de recurrencia y una mayor supervivencia con un margen de 2 cm en comparación con un margen de 1 cm (29), mientras que otros autores no han encontrado diferencias en función del margen (20,30). IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 178 E E clínicamente significativa es >21 kPa (91 %) (15). Los pacientes con elastografía entre 13.6 y 21 kPa corresponden a una “zona gris”, donde no es posible determinar de forma no invasiva la presencia de hipertensión portal clínicamente significativa y en ellos debe determinarse el gradiente de presión en vena suprahepática (2, 3). El valor de la evaluación de la hipertensión portal, en la predicción del pronóstico, se ha validado también en Japón, donde la selección de candidatos se realiza mediante la evaluación de la retención de indocianina verde a los 15 minutos (ICG15). Los candidatos óptimos son aquellos que tienen una ICG15 ≤ 20 %, que probablemente capta aquellos sin hipertensión portal (17). H Asociación Española para el Estudio del Hígado Los beneficios de la resección anatómica con margen de seguridad provienen de la eliminación del hígado que rodea al tumor, donde las células malignas se propagan por invasión vascular. Si el fenotipo invasivo es menor, la probabilidad de propagación con éxito más allá del segmento puede ser baja y la resección anatómica puede proporcionar beneficio. Por contra, si el patrón invasivo ya está completamente desarrollado, la probabilidad de difusión más allá del segmento anatómico es muy alta y, por tanto, no habrá ningún impacto de la resección anatómica. En consecuencia, se puede sugerir que el beneficio de la resección segmentaria solo puede ponerse de manifiesto en los tumores entre 1 y 2 cm. Por debajo de este tamaño, el riesgo de difusión sería insignificante y más allá de este tamaño, la mayoría de los pacientes ya tendrá invasión vascular microscópica o satélites, con elevada tasa de recidiva. Este concepto teórico se ve apoyado por la correlación reportada entre la magnitud de la invasión vascular y el riesgo de recurrencia (31). La recurrencia después de la resección se produce hasta en el 80 % de los pacientes, a los cinco años (28). Alrededor de dos tercios aparecen en los primeros 2 años después del tratamiento (recurrencia temprana), que se considera una recurrencia posiblemente debida a diseminación. El resto de las recidivas se producen después de 2 años y puede corresponder a tumores de novo en el hígado cirrótico oncogénico. Estudios genómicos han propuesto una firma molecular para definir el nivel de riesgo debido a la oncogenicidad del hígado cirrótico, pero debe validarse antes de entrar en la práctica clínica. Actualmente, no existe ningún tratamiento que reduzca el riesgo de recidiva. Algunos estudios sugieren que el interferón podría ser de utilidad, pero la calidad de ellos es baja, por lo que es imposible para proporcionar una recomendación sólida. Trasplante Hepático Desde un punto de vista oncológico, el trasplante de hígado es preferible a la resección quirúrgica en pacientes cirróticos, ya que puede eliminar todos los focos tumorales intrahepáticos, y también el hígado cirrótico oncogénico. El trasplante en pacientes bien seleccionados con carga tumoral limitada, ofrece una supervivencia similar a la obtenida para otras indicaciones, con una baja tasa de recurrencia (32-34). Los mejores resultados en el trasplante hepático se obtienen aplicando los llamados criterios de Milán (únicos ≤ 5 cm o hasta un máximo de 3 nódulos ≤ 3 cm, sin invasión vascular o diseminación extrahepática). En los pacientes que cumplen estos criterios la supervivencia a los 5 años es superior al 70 %, con una tasa de recurrencia inferior al 15 % (35-37). Algunos autores han sugerido que los criterios de 179 Milán son demasiado restrictivos, y que una ligera expansión puede beneficiar a algunos pacientes que están actualmente excluidos (37-43). Hay que tener en cuenta que la supervivencia disminuye a medida que aumenta el número de nódulos o su tamaño. Dada la escasez de donantes, es controvertido proponer una expansión más allá de los criterios de Milán, ya que esto puede beneficiar a algunos pacientes, pero perjudicará a otros (44). Por último, la mayoría de las propuestas que sugieren expansión, a expensas de aumento del número de nódulos, basan sus datos en el análisis del hígado explantado en lugar de en radiología. Se sabe que existe el riesgo de infra-estadiaje por radiología y la invasión microvascular no será reconocida. Por tanto, la expansión no ha ganado una amplia aceptación, a menos que no haya escasez de donantes. La escasez de donantes induce un tiempo de espera durante el cual el CHC puede progresar y llevar a exclusión del procedimiento. Esto afecta el análisis de acuerdo a intención de tratamiento y solo se puede contrarrestar mediante el aumento de donantes, tanto de cadáver como de vivo. Esta última es una técnica compleja que requiere cirujanos altamente cualificados, y los resultados están influenciados por la curva de aprendizaje. Su aplicabilidad es baja y debe siempre considerarse el riesgo para el donante: mortalidad del 0,5-1 %. Efectuar tratamiento mediante ablación o TACE mientras los pacientes se hallan en lista de espera es una práctica común, aunque no hay datos que apoyen su efectividad. TRATAMIENTO LOCOREGIONAL Ablación percutánea Esta opción se basa en la inyección de sustancias (etanol, ácido acético), o en los cambios de temperatura (ablación por radiofrecuencia, microondas, láser, crioterapia) bajo control por imagen, habitualmente ecografía. La radiofrecuencia (RFA) es la técnica de primera elección, aunque la inyección de alcohol (PEI) sigue siendo útil en determinados casos, y las microondas se hallan en evaluación. Tanto la RFA como la PEI tienen excelentes resultados en tumores ≤ 2 cm (90 a 100 % de necrosis completa), pero en tumores más grandes la probabilidad de lograr una necrosis completa es mayor con la RFA. Existen metanálisis que sugieren que la RFA obtiene una mejor supervivencia en HCC precoz, especialmente para tumores > 2cm. La supervivencia a 5 años oscila entre el 40 % y 80 %, en función de la extensión tumoral y la función hepática. La tasa de recidiva después de los tratamientos percutáneos es tan alta como para la resección quirúrgica y puede alcanzar el 80 % a los 5 años. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado En tumores muy precoces (único, ≤ 2cm), cuya probabilidad de diseminación es muy baja, y en el que la probabilidad de respuesta completa con un margen de seguridad adecuado es alta (90-100 %) con la RFA, es probable que la resección y la RFA sean similares (45). La única ventaja de la resección quirúrgica sería la oportunidad de evaluar el riesgo de recurrencia precoz (invasión microvascular o microsatélites) (46, 47). Si se detecta alto riesgo se podría considerar la indicación de trasplante (48). Si un paciente no es candidato a trasplante, el pronóstico del paciente no cambiará por la estrategia de tratamiento. Dado que la cirugía resección no ofrece mejor supervivencia que la ablación en BCLC 0, la RFA se convierte en la primera opción, dejando la cirugía para los pacientes con fracaso del tratamiento. Este es el principal cambio introducido en el BCLC en 2012 (5). Quimioembolización transarterial (TACE) Este tratamiento se basa en la irrigación arterial del CHC. La administración de quimioterapia seguida por la oclusión de las arterias que alimentan el tumor causa la necrosis y retrasa la progresión del tumor (7, 8, 49-52). Varios estudios aleatorizados y metanálisis exponen que la TACE mejora la supervivencia y, actualmente, esta opción es la de elección en pacientes BCLC B con función hepática conservada (5). Se han usado distintos agentes quimioterapéuticos para la TACE, pero doxorrubicina y cisplatino son los más habituales. Las partículas embolizantes más usadas son los fragmentos de gelatina y, en los últimos años, se han desarrollado partículas calibradas (disponibles en varios diámetros) que ocluyen las arterias tumorales y al mismo tiempo liberan lentamente la quimioterapia con las que se hallan cargadas. Esto permite que una dosis de fármaco muy alta en el tumor, pero con una concentración muy baja en la circulación sistémica, minimice el síndrome de post-embolización (fiebre, astenia, nauseas, vómitos dentro de los 7-14 días post TACE) (53, 54). La supervivencia en candidatos adecuados supera el 50 % a 3 años (9). La aplicación de TACE, en pacientes con hepatopatía descompensada o con invasión vascular aunque sea segmentaria, aumenta el riesgo de efectos adversos y puede disminuir la sobrevida. De este modo, está formalmente contraindicada en ausencia de un flujo portal adecuado o con invasión vascular. Otros tratamientos locorregionales La radioembolización se basa en la administración intrarterial de dispositivos radiactivos. Se ha utilizado: yodo-131, renio-188, y la más extendida de itrio-90 (Y90), que es un emisor beta puro, con una actividad de corto alcance (2,5 A Terapias dirigidas moleculares. Sorafenib Los pacientes con CHC avanzado (BCLC C) tienen una supervivencia media de, aproximadamente, 6-8 meses sin tratamiento (5). Hasta el año 2007, no había ningún tratamiento eficaz para estos pacientes. Ni la quimioterapia, o agentes tales como antiandrógenos, antiestrógenos o interferón demostraron ningún beneficio de supervivencia. El mejor conocimiento de las vías moleculares implicadas en la hepatocarcinogénesis condujo al desarrollo de múltiples moléculas dirigidas a bloquearlas. Sorafenib, un inhibidor multiquinasa con efectos antiangiogénicos y antiproliferativos, ha demostrado mejorar la supervivencia en estos pacientes en comparación con el placebo con un buen perfil de seguridad en dos ensayos controlados aleatorios, y se ha convertido en el estándar en el HCC avanzado (10). En el primer ensayo (SHARP) (10), la mediana de supervivencia para el grupo placebo fue de 7,9 meses, mientras que fue de 10,7 meses para el grupo de pacientes tratados con sorafenib [HR (sorafenib / placebo): 0,69 (95 % CI: 0,55-0,88)]. Este aumento en la supervivencia se obtuvo sin una respuesta radiológica significativa, pero con una diferencia significativa en el tiempo hasta la progresión entre los grupos de placebo y sorafenib que era 2,8 y 5,5 meses, respectivamente, con un HR (sorafenib / placebo) de 0,58 (IC 95 %: 0,45-0,74). Por esta razón, la ausencia de respuesta radiológica medida por criterios RECIST, no significa que el tratamiento sea ineficaz. Hasta muy recientemente, no se había demostrado una correlación entre progresión radiológica y supervivencia, pero al mismo tiempo se ha constatado que no todos los patrones de progresión son relevantes. De este modo, la detección de progresión por aumento ≥ 20 % de las lesiones existentes [dentro o fuera del hígado) al momento de iniciar sorafenib o aparición de nuevas lesiones intrahepáticas (NIH) no impacta en la supervivencia, mientras que sí lo hace la progresión por aparición de nuevas lesiones extrahepáticas o por invasión vascular (56). Debe recordarse que en los ensayos con sorafenib se mantuvo el tratamiento hasta progresión sintomática y no solo hasta progresión tumoral por radiología. Por tanto, en la práctica clínica, el tratamiento podría mantenerse hasta la progresión de los síntomas o progresión en forma de nuevos focos extra-hepáticos; y en ámbitos de IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 180 E E mm). Está disponible en dos dispositivos diferentes: microesferas de resina (SIR-Spheres ®) o microesferas de vidrio (TheraSphere ®). No existen ensayos aleatorios que evalúen el beneficio de radioembolizacion en comparación con el mejor tratamiento de soporte o con otros tratamientos, pero los resultados reportados en los pacientes tratados con radioembolizacion son alentadores en términos de seguridad y respuesta radiológica (55). H Asociación Española para el Estudio del Hígado investigación, la detección de progresión podría dar inicio a ensayos clínicos de segunda línea, que lógicamente deben tener en cuenta el patrón de progresión. Otro aspecto relevante, a tener en cuenta, es el significado de los efectos adversos asociados al tratamiento. Históricamente, se los ha definido como un aspecto negativo. En nuestro estudio prospectivo (57), se demuestra que los pacientes que desarrollaron efectos adversos dermatológicos, dentro de los 60 días de iniciar sorafenib, presentan progresión tumoral más lenta y mejor supervivencia que los pacientes que no los desarrollaron. Por lo cual, la aparición de estos efectos adversos no debe asumirse como causa para suspender el tratamiento, sino como un evento que condiciona modificar la dosis hasta conseguir la dosis adecuada a cada paciente. Se desconoce el mecanismo por el cual algunos pacientes desarrollan toxicidad y si este mecanismo sería modulable, de manera que se potenciase el beneficio del medicamento en todos los pacientes. Debe remarcarse que la mejoría de la supervivencia en fase avanzada puede parecer modesta. Sin embargo, la magnitud del beneficio es de la misma intensidad que la terapia dirigida molecular para varias otras neoplasias o en otras enfermedades hepáticas con mal pronóstico a corto plazo. Por lo tanto, el nihilismo sobre el valor y beneficio del tratamiento de cáncer de hígado avanzado ya no es válido, a menos que se aplique la misma filosofía en otras entidades. Al igual que en otros tipos de cáncer, se espera que las nuevas moléculas o regímenes de combinación mejorarán los resultados en un futuro próximo. BIBLIOGRAFÍA 1. Ferlay J, Shin HR, Bray F, Forman D, Mathers C, Parkin DM. Estimates of worldwide burden of cancer in 2008: GLOBOCAN 2008. Int J Cancer. 2010 Dec 15;127(12):2893-917. 2. 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H Asociación Española para el Estudio del Hígado A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado Insuficiencia hepática en el paciente trasplantado Ana Braithwaite, Marina Berenguer Unidad Hepatología, Hospital La Fe / Facultad Medicina, Universidad Valencia/ CIBERehd El primer trasplante hepático fue realizado en Estados Unidos en el año 1963, por el Doctor Thomas Starzl. Desde entonces, y en el plazo de unos decenas de años, ha pasado de ser un procedimiento casi experimental a convertirse en la mejor opción de tratamiento para múltiples enfermedades graves e irreversibles, tanto agudas como crónicas. se sitúa en torno al 90% tras el primer año del trasplante y en torno al 60% a los 10 años. Los avances en la preservación de los órganos, el perfeccionamiento en la técnica quirúrgica, y la mejora de la anestesia y de los inmunosupresores ha incrementado la supervivencia a largo plazo del injerto y del paciente, con lo cual, la supervivencia de los pacientes trasplantados actualmente La disfunción temprana del injerto influye de forma importante en la evolución del paciente, por lo que prevenir este suceso es de suma importancia. De la misma manera, la disfunción tardía del injerto se ve relacionada con la supervivencia a largo plazo de los trasplantados. La disfunción del injerto o insuficiencia hepática en el paciente trasplantado puede ocurrir tanto de forma precoz como de forma tardía. Muchos factores han sido descritos como predictores de la función del injerto. TABLA 1 Índice del contenido según tiempo de presentación de la disfunción del injerto DISFUNCIÓN DEL INJERTO TEMPRANA TARDÍA 1. Lesión por isquemia/reperfusión 1. Recurrencia de enfermedad primaria 2. Trombosis de la arteria hepática 2. Rechazo crónico 3. Trombosis portal 3. “Autoinmunidad de Novo” 4. Trombosis de las venas suprahepáticas 4. Problemas biliares 5. Fugas y estenosis biliares 5. 6. Rechazo agudo celular Otros (hiperplasia nodular regenerativa, toxicidad medicamentosa, esteatohepatitis no alcohólica) 7. Infección por CMV A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 183 DISFUNCIÓN TEMPRANA DEL INJERTO HEPÁTICO En el post-trasplante precoz, que habitualmente incluye los dos primeros meses post-trasplante, la alteración de la analítica hepática suele ser la primera manifestación de disfunción hepática. El momento cronológico desde el trasplante hepático, junto con el resultado de diferentes pruebas diagnósticas, tales como ecografía hepática doppler, colangiografia trans-kehr/colangio-resonancia biliar, determinaciones microbiológicas, niveles de inmunosupresión y la biopsia hepática son claves para establecer un adecuado diagnóstico diferencial. Las posibles causas de disfunción del injerto en el paciente trasplantado reciente incluyen: 1) Lesión por isquemia-reperfusión (Lesión de preservación) La lesión por isquemia/reperfusión o lesión por preservación es una causa importante de disfunción hepática relacionada con procedimientos quirúrgicos mayores, tales como resecciones hepáticas y trasplante hepático. En el contexto del trasplante hepático, la lesión por isquemia/reperfusión viene condicionada por el daño que se produce en el hígado -debido a la preservación del mismo durante el periodo de isquemia fría en los líquidos de preservación habituales-, junto al daño de reperfusión tras el implante. Suele aparecer en un 2-20 % de los pacientes, inmediatamente después del trasplante hepático y no suele persistir más allá de una semana. Representa la causa más frecuente de disfunción temprana del injerto, sobre todo, si se utilizan órganos de donantes con criterios expandidos. La patogenia es multifactorial. La causa principal es la acidosis metabólica, debida al metabolismo anaeróbico durante la isquemia fría. La lesión de isquemia/reperfusión es un fenómeno bifásico donde el daño celular, debido a la hipoxia, se acentúa después de la restauración del oxígeno al realizarse el implante. Esto afecta a los hepatocitos, cambiando su perfil a un perfil pro-inflamatorio, pro-trombótico, proapoptótico y vasoconstrictor. Cuando la lesión por isquemia/reperfusión es leve, se caracteriza por presentar un aumento inicial de las transaminasas con una posterior normalización rápida de las mismas, coincidiendo con un aumento de la bilirrubina total de predominio directo; manteniendo, en todo momento, el paciente un buen estado clínico, un tiempo de protrombina conservado y una producción adecuada de bilis por el tubo de kehr. Este proceso no requiere tratamiento específico y se resuelve espontáneamente con normalización completa de las pruebas hepáticas. A La alternativa terapéutica en caso de DPI es el retrasplante hepático urgente. La escasez de órganos ha llevado a que muchos centros expandan sus criterios para aceptar órganos de donantes con criterios expandidos (injertos marginales), los cuales tienen poca tolerancia al proceso de isquemia/reperfusión y, por lo tanto, son más susceptibles a desarrollar DPI. Los injertos marginales incluyen a aquellos procedentes de donantes añosos (> 55 años), hígados esteatósicos (esteatosis macrovesicular mayor del 30 %) o hígados que han sufrido un tiempo de isquemia fría prolongado (mayor de 12 horas). Los esfuerzos actuales van encaminados a mejorar las técnicas de preservación de estos injertos marginales, de tal manera que puedan ser utilizados para el TH y disminuir el riesgo de que desarrollen DPI. La preservación de los injertos en frío ha sido útil durante más de 4 décadas, pero al utilizar injertos subóptimos con poca tolerancia al daño por isquemia fría se necesitan nuevos sistemas de preservación. Teniendo en cuenta que, según muestran los estudios, el factor crítico que convierte a estos injertos en no viables es el tiempo de isquemia fría, actualmente se están llevando estudios para mejorar la preservación de los injertos y evitar las limitaciones que trae consigo la preservación en frío, actualmente utilizada. La máquina de preservación extracorpórea (HMP) ha sido ampliamente utilizada en el trasplante renal, pero se encuentra en sus inicios en lo que corresponde al trasplante hepático. El grupo de la Universidad de Columbia realizó, en el 2009, el primer estudio clínico en humanos utilizando HMP. En este estudio, se comparó la preservación de órganos con máquina de preservación extracorpórea (HMP) con los métodos de preservación en frío habituales. Los resultados de este estudio de fase 1 indicaron que la HMP es segura, y puede ser utilizada como un método de preservación de injertos. Adicionalmente, en el grupo de receptores de órganos tratados con HMP se vio una menor incidencia de DPI. Actualmente, este grupo de investigación está llevando a cabo un estudio en fase 2, utilizando la máquina de preservación extracorpórea (HMP) en 24 hígados de donantes con criterios expandidos. Aún no contamos con resultados finales, sin embargo, los resultados preliminares con 21 órganos de donantes con criterios expandidos muestran muy buenos resultados con una baja incidencia de DPI y de complicaciones biliares. Estos resultados sugieren que las máquinas de IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 184 E E Si la lesión por isquemia/reperfusión es grave se produce la llamada disfunción primaria del injerto (DPI), que se manifiesta por cifras muy elevadas de transaminasas, tiempos de protrombina elevados, ausencia de producción de bilis por el tubo de Kehr y signos clínicos de insuficiencia hepática, como encefalopatía, hipoglucemia y acidosis láctica. H Asociación Española para el Estudio del Hígado preservación extracorpórea facilitan un uso seguro y con buenos resultados de los injertos marginales, al disminuir la incidencia de la lesión por preservación (isquemia/reperfusión). 2) Trombosis de la arteria hepática (TAH) La trombosis de la arteria hepática es la complicación vascular más frecuente tras el trasplante. Aparece en menos del 5% de los TH. Es más frecuente en los trasplantes pediátricos, debido a la mayor dificultad técnica que estos presentan. Diversos factores se asocian con esta complicación; entre ellos, el calibre pequeño de la arteria hepática del donante o del receptor, disparidad del sexo del donante y el receptor, estados de hipercoagulabilidad, infección por CMV, hábito tabáquico del receptor, rechazo del injerto o utilización de injertos parciales (Split). El diagnóstico se sospecha por los hallazgos en la ecografía hepática doppler, y se confirma mediante angioTAC o arteriografía. Cuando sucede en la primera semana suele manifestarse como una DPI. En la fase precoz, puede intentar tratarse mediante trombectomía y colocación de prótesis o angioplastia. Sin embargo, si no se corrige y se mantiene la disfunción, el único tratamiento es el retrasplante hepático urgente. En los casos sin DPI, inicialmente se intentan corregir o paliar las complicaciones biliares que surgen a partir de la TAH, para plantearse un retrasplante hepático de forma diferida. En estos casos, las complicaciones biliares son debidas a que la vía biliar, tanto intra como extra hepática, es irrigada exclusivamente por la arteria hepática, por lo que al estar su flujo comprometido se produce necrosis de estas estructuras, apareciendo fístulas y/o estenosis biliares con crisis de colangitis a repetición. En la mayoría de los pacientes la presentación es normalmente meses después del trasplante y, para entonces, se ha formado algún grado de circulación colateral, pero insuficiente para evitar las lesiones isquémicas del árbol biliar. 3) Trombosis portal La trombosis portal ocurre en menos del 1% de los pacientes. Está en relación con trombosis portal previa, estados de hipercoagulabilidad, mala técnica o cirugía previa del hilio. Puede manifestarse de distintas maneras y su tratamiento depende del tiempo transcurrido desde el trasplante hasta su presentación. La trombosis aguda en el post-trasplante temprano se manifiesta como DPI o como hipertensión portal con presencia 185 de ascitis o hemorragia digestiva. El tratamiento es la trombectomía en los casos de diagnóstico temprano. La trombosis tardía suele ser bien tolerada; se pueden colocar stents intraportales tras trombolisis con buenos resultados. Algunos pacientes, con clínica persistente de hipertensión portal, pueden beneficiarse de colocación de TIPS para solucionar dicha clínica. 4) Trombosis de las venas suprahepáticas La trombosis de las venas suprahepáticas en el post-trasplante se manifiesta en forma de síndrome de Budd-Chiari agudo (ascitis, dolor abdominal, edemas y disfunción del injerto). Las alternativas terapéuticas incluyen la revisión quirúrgica urgente con la colocación de una derivación portosistémica percutánea intrahepática o el retrasplante. 5) Fugas y estenosis biliares La disfunción del injerto a causa de complicaciones biliares ocurre en el 10-15 % de los trasplantes hepáticos; es más frecuente y grave en los trasplantes con donantes a corazón parado, donantes vivos, Split o injertos parciales. Factores tales como tiempo de isquemia prolongado, lesión por isquémia/reperfusión, TAH e infección por CMV, se han visto implicados con la aparición de estas complicaciones. Las complicaciones biliares más frecuentes son las estenosis y las fugas de bilis en la vía biliar principal (en la zona de la anastomosis quirúrgica). Su tratamiento requiere de un equipo multidisciplinar que domine técnicas de radiología, endoscopia y cirugía si los tratamientos previos fracasan. Normalmente, las complicaciones biliares no dan síntomas y se caracterizan por un deterioro analítico de predominio colestásico (aumento de la bilirrubina, gammaglutamil transpeptidasa y fosfatasa alcalina). El diagnóstico se confirma mediante pruebas de imagen, tales como la colangioRM o la colangiografía trans-kehr. Las estenosis biliares pueden ser anastomóticas o no-anastomóticas. Las estenosis anastomóticas son generalmente secundarias a problemas técnicos o fibrosis, y las no- anastomóticas son más características de la TAH, en relación con isquemia. Las opciones terapéuticas iniciales involucran el tratamiento endoscópico mediante CPRE o radiológico. Si estos tratamientos menos invasivos fracasan, se opta por la opción quirúrgica mediante la realización de una hepático-yeyunostomía. Un tratamiento inadecuado de las estenosis biliares puede llevar a la atrofia lobar, colangitis de repetición e, incluso, cirrosis biliar secundaria. ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado La fuga biliar se produce por dehiscencias de suturas a nivel de la anastomosis biliar. Las fugas biliares tempranas, normalmente, se ven en relación con isquemia o problemas técnicos. Clínicamente, se manifiestan como dolor abdominal secundario a la irritación del peritoneo por la bilis presente en la cavidad abdominal o a la aparición o persistencia de ascitis biliosa. El tratamiento consiste en mantener el tubo de kehr abierto, en los casos de que exista, hasta comprobar el cierre completo de la fuga por pruebas de imagen. En los casos no resueltos, se puede colocar una prótesis en el colédoco por vía endoscópica mediante CPRE. Si los tratamientos anteriormente descritos fracasan, se requiere cirugía. 6) Rechazo agudo celular del injerto El rechazo agudo celular (RAC) es una causa frecuente de disfunción del injerto tras el trasplante hepático. Aparece en el 30-50% de los pacientes durante las dos primeras semanas, pero puede acontecer en cualquier momento. Algunas series reportan incidencias de incluso 85 %. La variabilidad referida en la incidencia, probablemente, refleja diferencias en los criterios diagnósticos y pautas de tratamiento inmunosupresor. Normalmente, es un proceso asintomático o paucisintomático, manifestándose en forma de astenia, dolor/molestia abdominal y fiebre/febrícula. En la analítica, se presenta como un deterioro de las pruebas de función hepática de tipo mixto, con predominio de colestasis. Los datos clínicos son inespecíficos por lo que el diagnóstico es histológico, caracterizándose por la triada de Snover, que consiste en infiltrado inflamatorio portal, lesión biliar y endotelitis. El infiltrado portal es de tipo mixto, aunque con un claro predominio linfocitario. La lesión biliar es una colangitis linfocitaria y neutrofílica. Las células de los conductos biliares presentan lesiones de vacuolización del citoplasma y picnosis de los núcleos. La endotelitis se manifiesta como adherencia de linfocitos al endotelio vascular y presencia de infiltrado linfoide subendotelial. La endotelitis es la lesión más frecuente y específica del rechazo celular agudo. algunas, pero no a la mayoría, de las vénulas portales y/o centrolobulillares. - Moderado: Expansión de la mayoría, o de todos los espacios porta, por un infiltrado mixto que incluye linfocitos con ocasionales blastos, neutrófilos y eosinófilos. La mayoría, o todos los conductos, están infiltrados por células inflamatorias. En más de un ocasional conducto se identifican cambios degenerativos, como pleomorfismo nuclear, polaridad alterada y vacuolización citoplasmática del epitelio. Infiltrado subendotelial que afecta a la mayoría, o a todas, las vénulas portales y/o centrolobulillares. - Severo: Expansión marcada de la mayoría o de todos los espacios porta, por un infiltrado mixto que incluye numerosos blastos y eosinófilos y, con extensión del infiltrado al área periportal. Cambios como los descritos en el caso de RAC moderado, pero la mayoría, o todos los conductos, muestran cambios degenerativos o disrupción luminal focal. La inflamación endotelial se asocia a necrosis hepatocitaria perivenular Los factores, que se asocian con el desarrollo de RAC, son: receptores jóvenes, creatinina por encima de 2 mg/dl sin diálisis, tiempos de isquemia prolongados, trasplante hepático por enfermedades autoinmunes, trasplante hepático por hepatitis fulminante, lesión de preservación e infección por CMV. Sin embargo, estos factores con la potente medicación anti-rechazo con la que contamos suelen ser controlados, siendo actualmente, la falta de adherencia al tratamiento, uno de los factores más relevantes relacionado con el rechazo. El tratamiento depende del grado del RAC. En los casos leves o moderados se suele aumentar la dosis del inmunosupresor de base, sobre todo, si partimos de niveles bajos en sangre; en caso de partir de dosis adecuadas, se intenta cambiar a un inmunosupresor más potente (habitualmente de Ciclosporina a Tacrolimus) y/o añadir un segundo inmunosupresor (inhibidor mTor o micofenolato). La biopsia hepática, además del diagnóstico, nos proporcionará información sobre la gravedad del RAC (criterios de Banff): En el caso de RAC grave, el tratamiento de primera línea se basa en dosis altas de corticoides. Las dosis empleadas de Metilprednisolona varían dependiendo de cada centro, siendo generalmente bolos de 500 -1000 mg de metilprednisolona diarios, durante 1 a 3 días. - Leve: Infiltrado inflamatorio, predominantemente linfocitario, que afecta a una minoría de los espacios porta y que no los expande. Una minoría de los conductos biliares están infiltrados por células inflamatorias y muestran, únicamente, cambios reactivos, como un aumento de la relación núcleo-citoplasmática de las células epiteliales. Infiltrado linfocítico subendotelial que afecta a Aproximadamente, el 75 % de los RAC responden al primer ciclo de corticoides y un 10 % adicional responden a un segundo ciclo. En los casos de RAC refractario a los pulsos de corticoides, la alternativa terapéutica más frecuentemente utilizada es la globulina anti-timocítica (ATG), también se ha utilizado OKT-3 y Basiliximab como tratamientos de rescate. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 186 E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado 7) Infección por citomegalovirus (CMV) Las infecciones víricas, en especial la infección por CMV, suelen aparecer entre el primer y cuarto mes post-trasplante. Esta infección aumenta el riesgo de adquirir otras infecciones, debido al efecto inmunomodulador del CMV. Así, se ha descrito un mayor riesgo de bacteriemia y de infecciones fúngicas invasivas, aumentando por un factor de 4 el riesgo de muerte al primer año post-TH. Adicionalmente, se ha asociado con un curso acelerado de recurrencia del VHC sobre el injerto y de rechazo celular agudo e incluso crónico del injerto. La infección por CMV es la infección viral más importante en el trasplantado hepático. La serología anti-CMV del donante y del receptor aporta la información más relevante sobre el riesgo que tiene el paciente de desarrollar una infección por CMV y, por tanto, de la necesidad o no, de recibir profilaxis. Los pacientes con mayor riesgo de presentar infección por CMV son aquellos sin inmunidad pre-existente. Los trasplantados seronegativos para CMV que reciben un órgano de un donante seropositivo para CMV (D+/R-) tienen el riesgo más alto de desarrollar infección por CMV, mientras que los receptores seropositivos para CMV (R+) tienen un riesgo menor. La profilaxis para CMV puede ser universal a todos los trasplantados hepáticos o dirigida a los pacientes con mayor riesgo de infección (D+/R-). La mayoría de los centros utiliza profilaxis solo en el subgrupo de pacientes con alto riesgo de infección. La profilaxis se puede realizar con Ganciclovir oral o Valganciclovir, durante aproximadamente 3- 6 meses después del trasplante, que corresponde al tiempo de mayor inmunosupresión, después de este tiempo se debe monitorizar de forma frecuente la carga viral de CMV, al menos, durante el primer año post-TH. En ausencia de profilaxis, la reactivación de CMV ocurre en el 50-60 % de los pacientes, y un 20-30 % de estos desarrolla enfermedad por CMV (compromiso de órgano o injerto: neumonitis, enteritis o hepatitis). La infección por CMV puede presentarse con distintos síntomas; los más frecuentes son fiebre, leucopenia, trombocitopenia, mialgias y artralgias. El diagnóstico es virológico, y se basa en la elevación de la carga viral en sangre periférica. Cuando la infección por CMV desencadena una hepatitis, el diagnóstico diferencial con otras complicaciones, tales como rechazo o recurrencia de la enfermedad primaria puede plantear dificultades, y se requiere en la mayoría de casos recurrir a la biopsia hepática para lograr un diagnóstico definitivo. En la biopsia son características las inclusiones virales asociadas a un infiltrado mononuclear y microabscesos; la determinación del antígeno de CMV en tejido hepático, mediante pruebas de inmunohistoquímica o mediante PCR, permite confirmar el diagnóstico. El tratamiento de elección para la infección por CMV suele ser Ganciclovir (GCV), administrado de forma endovenosa. La biodisponibilidad del GCV oral es baja, por lo que si se decide utilizar la vía oral es preferible utilizar Valganciclovir, que presenta una mayor biodisponibilidad que el GCV oral, alcanzando niveles en sangre similares al GCV endovenoso. Otras alternativas terapéuticas contra el CMV son el Foscarnet y Cidofovir, ambas drogas nefrotóxicas, generalmente utilizadas en casos de resistencia del CMV al Ganciclovir. TABLA 2 Posibles diagnósticos diferenciales en función del tiempo desde el trasplante hepático 187 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado TABLA 3 Algoritmo diagnóstico de la alteración de las pruebas de función hepática en el paciente trasplantado reciente DISFUNCIÓN TARDÍA DEL INJERTO HEPÁTICO La supervivencia post-trasplante es de aproximadamente el 90% al año y 75% a los 5 años. Aunque los índices de mortalidad temprana después del trasplante han disminuido drásticamente en las últimas dos décadas, no ha sucedido lo mismo con los índices de mortalidad tardía del paciente y de pérdida del injerto, los cuales se mantienen relativamente constantes. Distinguir entre las diferentes causas de disfunción tardía del injerto puede ser dificultoso por el frecuente solapamiento entre varias de ellas, en estos casos, la histología nos da información sobre la causa predominante de disfunción del injerto. A IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas ⁄ 188 E E La mayoría de los centros con programa de TH realizan biopsias hepáticas cuando ven alteraciones en la analítica hepática, sin embargo, algunos centros obtienen biopsias de protocolo en trasplantados asintomáticos y con analíticas no alteradas. Aproximadamente, el 75 % de las biopsias de los trasplantados con pruebas de la función hepática anormales o con síntomas presentan cambios histopatológicos significativos. La incidencia de anormalidades histopatológicas significativas, en trasplantados con pruebas de función hepática normales y sin síntomas, depende de la enfermedad de base que originó el trasplante, presentando anormalidades significativas en más del 25 % de los casos cuando se realizan en trasplantados por enfermedades que comúnmente recidivan. H Asociación Española para el Estudio del Hígado 1) Recurrencia de la enfermedad primaria La recurrencia de la enfermedad de base es la causa más frecuente de disfunción tardía del injerto hepático. La mayoría de las lesiones que condicionan la progresión a cirrosis antes del TH pueden recidivar tras el mismo (hepatitis autoinmune, cirrosis biliar primaria, colangitis esclerosante, VHC, cirrosis alcohólica, etc.). Las enfermedades que no recurren después del TH son las anomalías anatómicas congénitas (atresia biliar, poliquistosis hepática, Enfermedad de Caroli, Fibrosis hepática congénita), las enfermedades metabólicas (Enfermedad de Wilson, Deficit de alfa-1-antitripsina) y las injurias hepáticas agudas. De todas las indicaciones para TH, la que más problemas presenta en la práctica clínica diaria y acontece en los primeros meses post-TH, es la recurrencia de la Hepatitis C post-TH. La infección ocurre de forma universal inmediatamente después del TH, conduciendo en la mayoría de los casos a hepatitis C crónica del injerto. La recurrencia de la hepatitis C en el injerto representa una fuente importante de morbimortalidad para el paciente trasplantado. Típicamente, los cambios de hepatitis aguda acontecen tras 4-12 semanas post-TH, evidenciándose a nivel analítico una elevación en las enzimas hepáticas. El diagnóstico es histológico, siendo característicos el infiltrado inflamatorio de predominio linfocítico de localización periportal y lobulillar, con cuerpos acidófilos y ausencia de endotelitis. Existen dos patrones histopatológicos de recidiva grave por VHC: - Hepatitis agresiva convencional con prominente actividad de interface. - Hepatitis colestásica fibrosante. La hepatitis C colestásica se asocia a altas tasas de replicación viral ( >40-50 million IU/ml). En los trasplantados, la hepatitis por VHC se comporta de una manera mucho más agresiva, con una progresión de la enfermedad más rápida de la fibrosis dando cirrosis del injerto. 2) Rechazo crónico celular El rechazo crónico ocurre en el 5 % de los trasplantes; ocurre desde meses a años después del trasplante, si bien, su pico de incidencia se sitúa entre 3 y 6 meses tras el trasplante. Su incidencia ha disminuido, presentándose con frecuencia en el contexto de falta de cumplimentación terapéutica o de tratamiento con interferón. La disminución en la incidencia del rechazo crónico se debe a la mejora de los fármacos inmunosupresores, a la mayor realización de biopsias hepáticas para la valoración del RAC y a la mejor habilidad de los patólogos para diagnosticar el rechazo en sus etapas más tempranas, permitiendo realizar cambios más efectivos en la terapia inmunosupresora. Histológicamente, el rechazo crónico se caracteriza por ductopenia o pérdida de los ductos en, al menos, el 50 % de los mismos, junto a colestasis y necrosis isquémica del parénquima, siendo la isquemia del injerto secundaria a la oclusión de las arterias por células espumosas. Analíticamente, se manifiesta por elevación persistente de la bilirrubina, enzimas de colestasis y transaminasas. El rechazo crónico está casi siempre precedido por uno o más episodios de rechazo agudo, que han sido generalmente resistentes al tratamiento con corticoides y han requerido terapias depletivas anti-linfocíticas. La presencia de perivenulitis central, en los casos de rechazo agudo, se ha asociado a progresión de los mismos a un rechazo crónico. El tratamiento del rechazo crónico se basa en aumentar la BIOPSIA HEPÁTICA VHC RECURRENTE RECHAZO AGUDO RECHAZO CRÓNICO Infiltrado inflamatorio linfocitico periportal y lobulillar. Inflamación periportal linfocítica, daño biliar y vascular. Ductopenia, colestasis y necrosis isquémica del parénquima. Ausencia de endotelitis. Presencia de endotelitis. Oclusión de las arterias hepáticas por células espumosas. 189 ⁄ IV Curso para Residentes ⁄ Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Hepáticas A E E H Asociación Española para el Estudio del Hígado inmunosupresión de base y/o añadir otros inmunosupresores, tales como el micofenolato mofetil o inhibidores M-Tor (Sirolimus, Everolimus). En algunos casos, esta entidad puede responder al aumento de la inmunosupresión, pero habitualmente cursa como una colestasis irreversible que hace necesario el re-trasplante hepático. 3) Autoinmunidad de Novo (AIH de novo) La primera publicación sobre Hepatitis autoinmune de Novo (de novo AIH), de Kerkar y col., fue acerca de 7 niños trasplantados por causas distintas a hepatitis autoinmune, que desarrollaron en los 2 años post –TH disfunción del injerto caracterizado por aumento en las transaminasas, autoanticuerpos circulantes en sangre periférica (ANA, antimúsculo liso, anti-K-L-microsomal), inmunoglobulinas elevadas, hepatitis de interface y buena respuesta terapéutica al tratamiento para hepatitis autoinmune. La mayoría de estudios sugiere que esta condición es infrecuente, sucediendo en menos del 1% de los trasplantados hepáticos; siendo más frecuente en niños, o en pacientes trasplantados por patologías con componente autoinmune, tales como la cirrosis biliar primaria. También se ha descrito en pacientes tratados con interferón. La presencia de autoanticuerpos después del TH no establece el diagnóstico de AIH, su valor radica en dirigir nuestra atención hacia la posibilidad de estar frente a un AIH. Los criterios diagnósticos que se deben cumplir como mínimo para considerar un AIH de novo son: - Hepatitis de interface con infiltrados portales linfocíticos. - Anticuerpos ANA, ASMA, ALKM a títulos altos (>1/160). - Hipergammaglobulinemia (títulos elevados de inmunoglobulina G en suero). - Exclusión de hepatitis viral o inducida por fármacos. Exclusión de rechazo agudo o crónico. La mayoría de casos se presentan después del primer año post-TH y responden adecuadamente al aumento de la inmunosupresión; sin embargo, en algunos casos, la respuesta es pobre con progresión a cirrosis y pérdida del injerto. La hepatitis autoinmune de novo es difícil de distinguir, A Como la enzima GSTT1 es expresada en los hepatocitos de los individuos GSTT1-positivos, el desarrollo de Hepatitis Autoinmune de novo, en el contexto de un mismatch donante/receptor para GSTT1, podría representar una forma de rechazo en que la injuria inmune se dirige principalmente contra los hepatocitos (criterios más de rechazo que de enfermedad autoinmune). BIBLIOGRAFÍA 1. Burton JR, Roser HR. Diagnnostic and management of allograft failure. Clin Liver Dis. 2006; 10: 407-35. 2. Lefkowitch JC. Diagnnostic issus in liver transplantation pathology. Clin Liver DDis 2002; 6, 555-70. 3. Berenguer M, Wrigh TL. Long term management and recurrence of primary liver disease. Clinical gastroenterology and hepatology: The modern Clinician`s guide. Elsevier Science; 2005. P 793 – 800. 4. Berenguer M, Palau A, Fernández A, Benlloch S, Aguilera U, Prieto M, et al. 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En dos estudios, la Hepatitis Autoinmune de Novo (AIH de novo) ocurría, exclusivamente, en los receptores negativos para glutatión-S-transferasa T1(GSTT1) que recibían órganos de donantes GSTT1 –positivos. H Asociación Española para el Estudio del Hígado