ROBERT McFOSTER. Edad: 10/22 años.

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-NO DEJES QUE SARAH GANE-
PRINCIPALES PROTAGONISTAS:
-
ROBERT McFOSTER. Edad: 10/22 años.
SARAH DE ORLANDIS. Edad: 10/22 años.
ARTHUR SHEARER. Edad: 10/22 años.
CLAUDIA DE ORLANDIS. Edad: 43 años.
MARTIN DE ORLANDIS. Edad: 44 años.
CARLA DE ORLANDIS. Edad. 22 años.
FRANK SHEARER. (PADRE DE ROBERT). Edad: 30/42 años.
PATRICIA SMITH (MADRE DE ROBERT). Edad: 30/42 años.
TRENTON. Edad: Indefinida.
DENVER. Edad: Indefinida.
EL CABALLERO. Edad: 25 años.
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-NO DEJES QUE SARAH GANE-
ESCENA 1.
En un dormitorio de una gran mansión. Escena interior. Día.
Un niño de diez años mira atentamente las distintas piezas que componen un
uniforme escolar, las cuales están dispuestas encima de una amplia cama en
espera de ser introducidas en una maleta junto al resto de sus enseres. Camisa
azulada, corbata infantil de tonos oscuros, pantalón largo de color negro,
calcetines grises y chaqueta azul marino. En especial, concentra su atención en
esta última prenda, la cual coge, observando, con expresión de temor, el
emblema del colegio que tiene bordado en su lado izquierdo, a la altura del
corazón. Un logotipo compuesto por la imagen del arcángel San Miguel, jefe de
los ejércitos celestiales y príncipe de los ángeles.
MADRE DE ROBERT
-Ellos ocultan su verdadero rostro detrás de ese tipo de imágenes
El niño gira la cabeza hacia la puerta de entrada, en donde está situada una
mujer alta y de bella fisonomía.
MADRE DE ROBERT
-Cuando regreses, te enseñaremos no solamente a identificar toda su
iconografía sino también a descubrir lo que hay detrás de ese antifaz. De esa
manera, no tendrás por qué temerles. No podrán confundirte. Entenderás que
son muy parecidos a nosotros. Así, estarás preparado cuando se dé la
circunstancia en la que tengas que enfrentarte a ellos, aunque ahora ellos no
sean nuestro problema más inmediato.
Madre e hijo se miran a los ojos durante unos segundos hasta que ella vuelve a
hablar.
MADRE DE ROBERT
-Tu padre espera abajo, Robert. Date prisa en hacer la maleta.
La mujer abandona su posición en el umbral de la puerta, desapareciendo de la
escena. El niño, entonces, tira con fuerza del emblema, despegándolo de la
chaqueta. Después de hacer esto, camina unos pasos hacia una de las ventanas
que posee la espaciosa habitación, observando a lo lejos cómo una kilométrica
y resplandeciente caravana de vehículos circula por el extenso desierto en
donde está ubicada la mansión. Un triste paisaje sobre el que se extiende un
extraño cielo color amarillo.
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ESCENA 2.
En el salón de la casa. Escena interior. Día.
El niño, sujetando la maleta recién hecha en una de sus manos, desciende por
unas vetustas escaleras que desembocan en un impresionante salón.
Alumbrado por una lámpara de araña de gran tamaño, el salón está provisto de
antiguos muebles dispuestos por toda la estancia. El padre del chico, un
hombre delgado y de porte atlético, espera en medio del salón. El niño camina
unos pasos hasta colocarse frente a su padre, el cual le mira directamente a los
ojos con expresión de preocupación e inquietud pero también de cierta
confianza. El niño deposita la maleta en el suelo para, después, extraer de uno
de los bolsillos de su pantalón el emblema que despegó de su chaqueta,
enseñándoselo, con rostro de temor, a su padre. Éste se agacha y, con
intención de tranquilizarle, le dice:
PADRE DE ROBERT
-No tienes por qué preocuparte de ellos, aún no. Ahora hay algo más
importante que debéis hacer (se levanta.) Vamos, Robert.
Su padre le coge de la mano, dirigiéndose los dos hacia la puerta principal de la
mansión.
ESCENA 3.
En el porche de la mansión. Escena exterior. Día.
Robert y su padre descienden por unas escaleras hasta que llegan a un lujoso
coche de dos plazas que está aparcado junto a la puerta. La amarilla tonalidad
del cielo se confunde con el color de la arenilla del desierto que inunda el
espacioso paraje en donde está ubicada la mansión, dotándolo todo de un
ambiente todavía más siniestro y extraño.
ESCENA 4.
En el coche. Escena interior. Día.
(El coche circula lentamente por el inabarcable y silencioso desierto hasta que
se detiene a pocos metros de un largo y resistente poste de madera anclado al
suelo, el cual soporta quince señales indicadoras, de forma rectangular y
apariencia metálica, que apuntan hacia distintas direcciones. Se pueden leer en
ellas los siguientes nombres: Shearer, McFoster, Duncan, Stevenson, Blinkhorn,
Lazaridis, Lerner, Weatherston, Perry, Dixon, Crawford, Connelly, Hendersson,
La Zona y Salida.
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Estas dos últimas coronan el poste de madera. La señal que apunta en
dirección a la mansión de los padres de Robert se denomina McFoster. En ese
momento, la lejana y resplandeciente caravana de vehículos que visualizase
Robert desde su dormitorio aparece circulando por el desierto procedente del
lugar cuya señalización indica Salida, deteniéndose al llegar al poste de madera.
Una extensa línea de camiones de apariencia normal, los cuales remolcan unas
grandes y extrañas urnas de cristal. Tras permanecer durante unos segundos
parada, la caravana prosigue su travesía, girando y tomando el camino que
conduce a La Zona.)
Robert, al pasar la fila de vehículos delante de él, observa el contenido de las
enormes urnas de cristal: grupos de hombres y mujeres dispuestos en literas
metálicas, vestidos con uniformes amarillos, estando en una situación de
aparente sosiego y tranquilidad. Su padre dirige también su visión hacia todos
esos individuos.
PADRE DE ROBERT
-Nuevas almas condenadas a las que dar castigo eterno. Es por esto por lo que
os hemos encomendado esta misión. Nosotros tenemos otro trabajo que
realizar. Debemos mantener la fábrica en funcionamiento. Algo que nos lleva
demasiado tiempo como para dedicarnos a otras cuestiones, aunque sean de
vital importancia para nuestra propia supervivencia. Lo entiendes, ¿verdad?,
Robert.
Su hijo no contesta, manteniendo la mirada fija en los individuos que ocupan
las urnas de cristal.
(Los últimos vehículos que componen la caravana terminan de completar la
maniobra para tomar el camino que les conducirá a La Zona. Entonces, el
lujoso coche retoma su viaje, tomando en este caso la dirección que conduce a
la salida.)
ESCENA 5.
En el coche. Escena interior. Día.
(Tras salir del Infierno.) Robert observa el frondoso bosque que se presenta a
ambos lados de la carretera y el despejado cielo azul que reina sobre sus
cabezas. Su padre extrae de unos de los bolsillos de su chaqueta una pequeña
caja de madera con un extraño dibujo tallado en su tapa, la espalda de una
niña con la piel desgarrada debido al ataque de algún gran animal, y, debajo de
él, las letras, igualmente talladas, de su apellido, McFoster.
PADRE DE ROBERT
-Toma. Es para ti.
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Robert observa atentamente la cajita que sostiene su padre. Tras unos
segundos de espera, la coge.
PADRE DE ROBERT
-Aun no la abras. Cuando me haya marchado será el momento de hacerlo.
Guárdala hasta entonces.
Robert hace lo que su padre le ordena, guardándosela en uno de los bolsillos
de su pantalón.
ESCENA 6.
Frente a la puerta de entrada del colegio. Escena exterior. Día.
El lujoso coche se detiene a unos metros de la puerta de entrada al colegio, el
cual está situado en una zona muy boscosa. El colegio es enorme, dotado de
varios edificios de tres plantas unidos entre sí por pasillos elevados. Algunos de
los edificios poseen altas torres, las cuales sobresalen fácilmente del conjunto.
Al lado del colegio está dispuesto un amplio campo de rugby, el cual
desemboca en una pequeña capilla escondida entre el frondoso bosque. El
padre de Robert abre la puerta, permitiendo que éste pueda salir del coche,
para, posteriormente, sacar del maletero los enseres de su hijo. Ambos
caminan cogidos de la mano hacia las amplias puertas de entrada, subiendo
lentamente unas antiguas escaleras.
(Faltan pocos días para que dé comienzo el nuevo curso académico y todavía
quedan bastantes alumnos por llegar para instalarse en sus correspondientes
habitaciones. Se puede observar cómo algunos niños y niñas aparecen en
escena, pasando al lado de ambos. El tumulto de padres acompañando a sus
hijos se acrecienta por momentos. Se observan otros coches que se detienen
junto al del padre de Robert con sus respectivos choferes, los cuales realizan
sus característicos movimientos a la hora de abrir las puertas y dejar que
descienden sus ocupantes, cargando, después, con los efectos personales de
los hijos de sus señores.)
Mientras Robert sube las escaleras, acompañándose de su padre, observa a un
grupo de monjes, vestidos con largas sotanas marrones y capuchas del mismo
color que ocultan sus cabezas, los cuales caminan lenta y armoniosamente en
dirección a la capilla, sosteniendo cestas que contienen flores y frutos cogidos
del bosque.
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ESCENA 7.
En la puerta de entrada del colegio. Escena exterior. Día.
Robert observa la majestuosa cruz que preside la zona de acceso dando la
bienvenida a los nuevos inquilinos del colegio. Entonces, su progenitor se
agacha, colocándose a la altura del niño, posando su mano en el bolsillo donde
su hijo se guardó la cajita que le entregó.
PADRE DE ROBERT
-Aquí dentro esta la única instrucción que debes seguir al pie de la letra, lo
único en lo que te tienes que concentrar durante tu estancia en este lugar,
durante el tiempo que permanezcas en el mundo terrenal. Una orden que es la
misma para los trece. Todos ellos ya están dentro, descubriendo de qué se
trata. Después de que tú también lo hayas hecho, reúnete con Arthur y los
demás. Él os explicará lo que tenéis que hacer para llevarla a cabo (se levanta y
se despide de él, pasándole cuidadosamente la mano por el impecable peinado
que luce.) Confío en ti, hijo. Vamos, vete. Yo me encargo de tus cosas.
Robert atraviesa las puertas. Su padre le observa alejarse con semblante de
preocupación.
ESCENA 8.
En un pasillo del colegio. Escena interior. Día.
Robert camina silenciosamente por un pasillo del colegio flanqueado de aulas,
observando compungido las representaciones bíblicas protagonizadas por
ángeles y arcángeles que decoran sus paredes a modo de bajorrelieves.
Representaciones victoriosas del bien sobre el mal. Unos alumnos despistados
pasan junto a él intentando encontrar el camino que les lleve a sus respectivas
habitaciones. Robert sigue andando, deteniéndose ante una de las puertas de
entrada a un coqueto patio interior. Mira a su alrededor y, al no ver a nadie,
piensa que es el momento de descubrir lo que contiene la cajita que le ha
regalado su padre, la cual extrae del bolsillo de su pantalón, abriéndola y
observando que dentro hay una pequeña nota de papel doblada una vez.
Cuando la va a desdoblar para ver lo que hay escrito en ella, se da cuenta que
en uno de los bancos de madera distribuidos por todo el patio hay una niña
tumbada en él.
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ESCENA 9.
En el patio interior. Escena exterior. Día.
Robert camina hacia el banco donde la niña descansa. Se detiene ante ella,
dándose cuenta de que parece dormida y de que utiliza una maleta como
almohada. La niña es más pequeña de estatura que él pero de su misma edad,
de largo pelo rubio. Manteniéndose de pie, se inclina hacia ella, intentando
retirarle de la cara los largos cabellos con el objetivo de verle mejor las
facciones de su rostro. Justo cuando sus dedos van a contactar con los
alborotados mechones, la niña durmiente se despierta, dirigiendo sus azules
ojos hacia Robert, el cual, ante la sorpresiva reacción de ella, se aleja unos
pasos rápidamente. La niña se reincorpora, observando al extraño que tiene
enfrente.
SARAH
-¿Quién eres?
Robert le contesta con la voz un tanto nerviosa.
ROBERT
-Robert.
SARAH
-¿Solo Robert?
ROBERT
-McFoster.
SARAH
-¿Quieres sentarte conmigo, Robert McFoster?
Robert, un tanto dubitativo, no se decide a aceptar la invitación de la niña.
SARAH
-Vamos, no tengas miedo.
Robert, finalmente, hace lo que le pide, sentándose junto a ella.
SARAH
-Estaba muy cansada. El viaje ha sido muy largo.
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ROBERT
-¿De dónde vienes?
SARAH
-De un lugar muy lejano.
ROBERT
-No será tan lejano como el lugar del que yo procedo, seguro.
SARAH
-No lo sé. ¿Cuál es ese lugar?
ROBERT
-No te lo puedo decir.
SARAH
-Entonces, yo tampoco te lo diré.
Ambos niños sonríen.
ROBERT
-¿Cómo te llamas?
En ese momento, la niña extrae de la maleta que le servía como almohada un
cuaderno de tapas azuladas decoradas con los dibujos de dos grandes perros
blancos que ocupan casi toda su superficie. Se lo entrega a Robert, el cual lo
coge, leyendo el nombre que hay escrito en el pequeño espacio existente entre
los dibujos de los animales.
ROBERT
-Sarah de Orlandis. Bonito. ¿Son tus mascotas?
SARAH
-Sí. Garleón y Gélida.
Robert le devuelve el cuaderno, el cual es introducido de nuevo en el bulto.
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(Sin que ninguno de los dos niños se haya dado cuenta, en una de las puertas
de acceso al patio se puede observar al padre del chico, el cual está
escuchando toda la conversación que mantienen ambos.)
SARAH
-Creo que deberíamos irnos ya. La fiesta de inauguración del nuevo curso
comienza dentro de un rato. ¿Vienes conmigo?
Sarah se pone en pie, sujetando la pesada maleta con sus dos manos.
ROBERT
-Tengo una cosa que hacer antes.
SARAH
-Cuando comiencen las clases seguro que tendremos la oportunidad de vernos.
Encantado de conocerte, Robert McFoster.
Sarah se aleja de él, caminando hacia una de las salidas del patio.
(El padre del chico observa cómo la niña se aleja lentamente, abandonado su
posición vigilante.)
Por su parte, Robert, tras quedarse solo, extrae del bolsillo de su pantalón la
nota que había dentro de la cajita. La desdobla. Observa que la caligrafía que
aparece en ella es la de su padre. Son solo cinco palabras, que el pequeño
Robert lee en voz baja.
ROBERT
-No dejes que Sarah gane.
ESCENA 10.
En los pasillos del colegio. Escena interior. Día.
Sarah de Orlandis camina por un solitario pasillo mientras que, a unos metros
por detrás de ella, el padre del chico la sigue sigilosamente. La niña gira la
esquina, caminando por otro pasillo en dirección al aula de químicas, en donde
aguarda una persona vestida con una larga sotana marrón y capucha, lo que
impide ver su rostro o cualquier parte de su anatomía. La niña se detiene frente
al monje, el cual, con galantería, abre la puerta del aula para que pueda entrar.
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Pero Sarah, intuyendo que alguien le ha estado siguiendo, no penetra dentro
sino que le dice unas palabras al monje, el cual entra solo dentro del aula,
escuchándose con cada pisada que efectúa un sonido metálico, cerrando la
puerta tras de sí. Sarah, entonces, se aleja de la puerta hasta que desaparece
de la escena. El padre de Robert duda entre seguir de nuevo a Sarah o
averiguar lo que ella y el monje estaban tramando hacer dentro del aula,
decidiéndose por esta última opción.
ESCENA 11.
En el aula de químicas. Escena interior. Día.
El padre del chico observa detenidamente el interior del aula: pupitres y sillas
vacías, tizas en el suelo, una gastada pizarra que milagrosamente no se ha
caído de los desvencijados clavos de los que cuelga, persianas cerradas,
instrumentos de química colocados en estanterías. Camina por el pegajoso
suelo del laboratorio, no advirtiendo la presencia de ninguna persona dentro.
Solo hay una puerta de entrada y salida, por lo que piensa que el individuo
vestido de monje tiene que estar dentro por obligación. Sigue recorriendo el
interior del aula, adentrándose en el bosque de pupitres vacíos, hasta que se
detiene al escuchar la voz de un hombre joven, producida desde algún punto
de la estancia.
EL CABALLERO
-La creación del mecanismo de establecimiento está a punto de iniciarse.
El padre de Robert, ante la sorpresiva aparición de la voz, saca con la diestra
un revolver que tenía oculto en una sobaquera pegada a su costado izquierdo.
Apunta a todos los lados, pero sin encontrar el blanco al que disparar.
ESCENA 12.
En el patio interior. Escena exterior. Día.
Robert, todavía sentado en el banco, observa la desgarrada espalda femenina
que aparece tallada en la tapa de la caja de madera. Tras unos segundos,
escucha los lejanos gritos de dolor de su padre.
ESCENA 13.
En los pasillos del colegio. Escena interior. Día.
Robert corre a través de los solitarios pasillos del colegio, guiándose por los
quejumbrosos sonidos que reproduce la voz de su padre.
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Al llegar al aula de donde surgen los gritos, se detiene, escuchando ruido de
enfrentamiento en su interior. Las sillas y mesas se mueven violentamente,
provocando un estruendoso chirrío. Tras unos instantes, el conglomerado de
gritos y sonidos van disminuyendo su intensidad hasta que desaparece. Camina
ahora lentamente, con rostro temeroso, hacia la puerta, abriéndola.
ESCENA 14.
En el aula de Químicas. Escena interior. Día.
Robert observa que no hay nadie dentro y que todo parece en calma, como si
no se hubiera desarrollado una fuerte pelea hace solo unos momentos. Camina
silencioso, notando que sus zapatos se pegan al suelo, recorriendo el mismo
camino que hiciese anteriormente su padre. Entonces, escucha a su espalda el
sonido que realiza alguien al dibujar con un lapicero sobre una cuartilla. Se da
la vuelta y observa que ese ruido lo está produciendo una niña de seis años, de
largo y ondulado pelo marrón, vestida con el uniforme del colegio, la cual ha
aparecido de improviso sentada en uno de los pupitres de las primeras filas. Se
dirige hacia ella.
ROBERT
-¿Quién eres?
No recibe respuesta alguna. Robert ve que la niña está haciendo el dibujo de
un revolver antiguo, como los que se utilizaban en el Oeste americano. En uno
de los pupitres traseros, vuelve a escuchar el sonido que realiza otra persona
con su lápiz al dibujar sobre un folio. Un nuevo alumno del colegio, esta vez un
niño, configurando el dibujo de un reloj digital de mesa. Unos pupitres más allá
del de la niña que dibujaba el revólver, aparece ahora otro niño, vestido
también de uniforme, el cual reproduce el mismo comportamiento que los otros
dos, dibujando en esta ocasión un portarretratos dorado. Robert observa cómo
un cuarto alumno aparece colocado en un pupitre situado cerca de las
estanterías en donde descansa el instrumental de laboratorio, realizando un
nuevo dibujo, una máscara de piel. Robert retrocede hasta colocarse junto a la
vacía mesa del profesor. Mira atentamente cómo los cuatro niños, los tres
varones y la niña, todos de la misma edad, seis años, terminan de completar
sus respectivos dibujos. Parece como si los cuatro estuviesen en pleno examen,
con las miradas fijas en el folio, concentrados en hacerlo lo mejor posible.
Robert se da cuenta ahora de que nuevamente se puede escuchar el sonido de
nuevos trazos sobre el papel. Pero esta vez, ante sus ojos, no aparece de
repente ningún nuevo alumno sentado en un pupitre. Ahora es más difícil, pues
debe buscarlo en el interior del aula.
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Abandona su posición al lado de la mesa del profesor para, siguiendo muy
atentamente el nuevo sonido, dirigirse hacia una de las esquinas del fondo de
la estancia, en donde observa que un último niño, también de primer año, de
pelo corto y moreno, está sentado en el suelo, sujetando entre sus manos un
cuaderno de dibujo, realizando en una de sus láminas la silueta de un caballito
de madera. En ese momento, el niño en cuestión, alza su cabeza, observando a
Robert con ojos penetrantes, diciéndole:
NIÑO
-Sueña despierto, vigila tus espaldas y arráncale sus hermosos ojos y
guárdalos.
Robert, espantado al escuchar las directas palabras del niño, sale corriendo del
aula.
ESCENA 15.
En un coche aparcado junto a la puerta de entrada de la residencia de
estudiantes de una universidad. Escena interior. Día.
Doce años después.
(Hace varios días que ha comenzado el constante goteo de alumnos que llegan
para instalarse en los respectivos apartamentos que se les han asignado en
espera de que comience el nuevo año académico.)
El coche es el mismo que aquel en el que el padre de Robert acompañó a éste
al colegio, pero en esta ocasión es su madre la que ocupa el asiento del
conductor. Robert, por su parte, sigue ocupando el del copiloto. La mujer
acaricia suavemente los cabellos de su hijo durante unos segundos, mirándole a
los ojos con dulzura y afecto.
MADRE DE ROBERT
-Ten cuidado, hijo, ¿de acuerdo?
ROBERT
-Lo tendré, madre.
La mujer extrae de debajo de su asiento una maleta plateada de tamaño
mediano, entregándosela a su hijo.
MADRE DE ROBERT
-Adiós.
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ROBERT
-Adiós.
ESCENA 16.
Fuera del coche. Escena exterior. Día.
Robert abre el maletero del coche, observando que dentro hay una maleta de
color marrón, de tamaño algo mayor a la que le acaba de entregar su madre,
más otros bultos con sus enseres. Coge la maleta plateada, mirándola
atentamente, dándose cuenta de que tiene impreso un logotipo en relieve que
representa la espalda desgarrada de una chica, y, debajo de él, las letras,
igualmente en relieve, de su apellido, McFoster. Abre la maleta de mayor
tamaño, introduciendo en ésta la de color plateado. Coge la maleta marrón y
los demás fardos, cerrando el maletero, caminando ahora hacia la parte
delantera del coche, permaneciendo de pie. Ambos, madre e hijo, se miran
mutuamente durante unos segundos con expresión de tristeza hasta que ella
enciende el motor, marchándose del lugar.
ESCENA 17.
En un apartamento de la residencia de estudiantes. Escena interior. Día.
Una joven de primer curso, de largo y ondulado pelo marrón, observa por la
ventana que tiene enfrente el triste y nublado día. Tras unos segundos,
escucha un sonido de pisadas metálicas que fluyen hacia la puerta de su
habitación. La joven camina lentamente hacia ella, abriéndola muy despacio,
viendo únicamente a unos alumnos que pasan delante de ella cargados de
maletas y bolsas de deporte. Al no ver nada extraño, cierra la puerta. Al
girarse, observa que una persona, vestida con una larga sotana marrón y una
capucha, aparece dentro de la habitación. El individuo, del cual es imposible
advertir ningún rasgo de su anatomía, camina unos pasos hacia ella,
escuchándose nuevamente el sonido de pisadas metálicas. La chica, entonces,
se da la vuelta y se quita la camiseta que le cubre el torso, mostrando al
desconocido su blanca espalda, en la cual hay dibujado el revólver de un
cowboy. El monje levanta su brazo izquierdo, por cuya amplia manga asoma
una mano enfundada en un oxidado guantelete metálico. Dirige la mano hacia
el dibujo, acariciando con suavidad el arma pintada en la tersa piel de la chica.
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ESCENA 18.
En un pasillo del primer piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Día.
Robert camina cargado con sus maletas hacia la puerta de uno de los
apartamentos que flanquean el pasillo, esquivando a un grupo de alumnos
despistados, los cuales van de un lado a otro buscando su correspondiente
habitación.
ESCENA 19.
En el apartamento de Robert. Escena interior. Día.
Robert deja la maleta de color marrón encima de una de las camas,
depositando los demás enseres en el suelo. Su compañero de habitación
todavía no ha llegado pues ninguna de las dos camas está hecha y no hay
libros en las estanterías. Abre la maleta marrón y extrae de ella la de color
plateado, abriéndola también y observando lo que contiene: dos tubos
metálicos de unos sesenta centímetros más otro más pequeño de quince. Uno
de los extremos de los dos tubos mayores está acabado en forma puntiaguda.
Encima de ellos hay una nota de papel doblada una vez. La coge. La caligrafía
en la que está escrita ya no se corresponde con la de su padre sino con la de su
madre. Lee en voz baja lo que pone.
ROBERT
-La orden sigue siendo la misma.
ESCENA 20.
En un apartamento de la residencia de estudiantes. Escena interior. Día.
La joven de largo y ondulado pelo marrón observa el revólver que tiene en sus
manos. Un arma completamente idéntica y del mismo tamaño al que tenía
dibujada en su espalda, de aspecto nuevo, cómo si no hubiese sido utilizada
nunca. La deja suavemente encima del escritorio ante la atenta mirada del
monje, el cual ahora extrae de una bolsa de terciopelo que llevaba escondida
ocho pequeños cubos de color oscuro que deposita cuidadosamente alrededor
del revólver, formando un círculo. Tras hacer esto, coge de la mano a la chica,
apartándola del escritorio unos pasos.
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Entonces, de un bolsillo de su sotana saca un trozo de metal grisáceo y
rectangular con el que, como si fuera el mando a distancia de un televisor,
apunta directamente hacia la zona de la mesa en donde las formas geométricas
mantienen acorralada la pistola de cowboy, apretando sobre una fina hendidura
con la que activa los cubitos, los cuales, en cuestión de segundos, proyectan
sobre el arma una intensa luz que hace que no solamente adquiera un color
negruzco, como si quemara su superficie o la tintase de negro, dejando
también una huella negra en la mesa, sino que provoca que reduzca
ligeramente sus dimensiones hasta convertirla en una réplica de un tamaño
algo menor, dotada del simbolito de la tecla de tabulación (una flecha
horizontal que apunta hacia la izquierda, debajo de la cual hay otra que mira
hacia el lado contrario.) El monje detiene el mecanismo, permitiendo que la
joven pueda acercarse para coger el arma, notando que su peso ahora se ha
incrementado bastante y que tiene un tacto suave y un aspecto brillante.
ESCENA 21.
En un parque del recinto universitario. Escena exterior. Día.
Varios alumnos, todos varones, siendo Robert uno de ellos, se van acercando
hacia un joven estudiante dispuesto en medio de un apartado parque situado
cerca de un campo de rugby. El individuo en cuestión está concentrado en la
lectura de un libro. Viste un impecable traje marrón y una gruesa bufanda de
color rojo que envuelve su cuello. Cuando todos los presentes se han colocado
frente a él, se quita las gafas de lectura, se guarda el libro en un bolsillo de su
chaqueta y empieza a mirar a las nueve personas que han acudido al acto.
Guarda silencio durante unos segundos hasta que pronuncia sus primeras
palabras, en un tono firme y decidido.
ARTHUR
-Ese ser se defenderá. Además, sus poderosas fieras nos impedirán que nos
acerquemos a él. Todos nosotros ya pudimos comprobar cuan letales son. Para
intentar encontrarle solamente nos servirá de guía aquello que nacerá de
nuestras entrañas. Las noches en las que lo intentemos deberán ser largas e
intensas, pues de lo contrario... Pasaz inadvertidos y familiarizaos con su uso.
ESCENA 22.
En el parque. Escena exterior. Día.
Robert y Arthur están solos sentados en un banco. El resto de personas ha
abandonado el lugar.
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ROBERT
-He de confesarte algo. No sé si estoy de acuerdo con lo que soy ni sé con total
certeza si me sentiré a gusto desempeñando la labor que nos aguarda cuando
nuestros padres nos cedan su lugar. De pequeño creo que lo tenía algo más
claro, pero ahora...
ARTHUR
-De pequeño es cuando se deben albergar las dudas, Robert. Te enseñan que
eres la cara opuesta de la moneda, que tienes una función completamente
distinta a la que los otros llevan a cabo. Te suministran demasiada información
de la que buena parte de ella no entiendes hasta que no te haces mayor.
Entonces, todo se te presenta de una forma mucho más clara. Aceptas tanto lo
que eres como lo que esperan de ti. Y de ambas cosas te sientes orgulloso, o
deberías.
ROBERT
-No sé, Arthur.
ARTHUR
-No reniegues de lo que eres. Tu padre no... Olvídalo. Supongo que en lo
concerniente a la razón por la que estamos aquí otra vez, en el mundo terrenal,
no tendrás ningún tipo de duda.
ROBERT
-Las tuve en su día y las sigo teniendo ahora.
ARTHUR
-Pues no deberías. Si ese ser gana no tendrá sentido nuestra propia existencia.
Es así de simple. Ya os lo explique la primera vez.
ROBERT
-¿Qué sabes del mecanismo de establecimiento?
ARTHUR
-Hace doce años su lacayo eligió a aquellos humanos que le permitirán
establecerse en nuestra tierra para siempre. Por esa razón nos enviaron la
primera vez. Para eliminar a los cinco designados y destruir así los artefactos
que han estado gestándose en ellos desde entonces. Pero no tuvimos suerte en
nuestro propósito. Ahora, los vuelve a necesitar. Con su elección se inició la
creación del mecanismo de establecimiento. >>>
16
>>> Durante todo ese tiempo los ha mantenido escondidos de nosotros,
hábilmente diseminados por la tierra de los vivos para que no pudiéramos
encontrarlos. Pero, nuevamente, nuestros padres han conseguido obtener una
valiosa información.
ROBERT
-Conocer el lugar donde los reunirá para acometer el acto final.
ARTHUR
-Para que el mecanismo sea operativo se necesita un último ritual, un último
acto. Sabemos que ese ser solamente puede permanecer en nuestro mundo
durante un periodo de tiempo limitado. Por ese motivo necesita el mecanismo.
La elección de este lugar (observa los edificios de la universidad) como punto
de encuentro y reunión de los cinco elegidos no ha sido algo casual. Desde aquí
puede tener fácil acceso a ellos para acometer el acto final.
ROBERT
-Tengo la sensación de que ya no se trata de eliminar a los cinco designados,
¿verdad? La orden sigue siendo la misma pero la manera de llevarla a cabo ha
cambiado.
ARTHUR
-Así es. No serviría de nada eliminarles pues volvería a intentarlo cuantas veces
quiera. Sólo tiene que elegir a cinco personas más. Si queremos acabar con el
problema de raíz debemos aniquilarle, destruirle. Él piensa que de nuevo vamos
a concentrar todos nuestros esfuerzos en encontrar a esas cinco personas, pero
no es así. Por ese motivo también se hallan aquí, perfectamente camuflados
entre los miles de alumnos que pueda haber dentro de esta universidad.
ROBERT
-No podremos con él. Recuerda lo que paso hace doce años. Ni tan siquiera
tuvo que hacer uso de su propia fuerza para derrotarnos.
ARTHUR
-Ahora todo ha cambiado, Robert.
ROBERT
-¿El qué ha cambiado?
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ARTHUR
-Aquella vez solo éramos una pandilla de críos, los cuales bastante hicieron con
no retroceder al instante al verle delante de nosotros. Pequeños conejillos
luchando contra un gran lobo. A pesar de la forma con la que se presentó,
todos nosotros pudimos sentir su extraordinaria fuerza. Pero ahora, hemos
ganado en experiencia, en habilidad. Somos mejores. Más fuertes, más listos,
más capaces. Somos los hijos de aquellos que reinan el Gran Lugar, Robert.
Nunca olvides eso. El ganó esa primera partida, el primer encuentro entre
ambos oponentes. Pero no fue decisivo. Todavía nos queda el partido de
vuelta. Además, contamos con un elemento de distracción. Si él cree que solo
nos interesa lo que llevan dentro aquellos chicos, utilicémoslo en nuestro favor.
Y aunque desconozcamos el aspecto con el que se presentará de nuevo,
sirviéndonos de nuestra nueva arma lo podremos averiguar. De ese modo, nos
acercarnos a él hasta que por fin consigamos destruirle (se levanta del banco.)
Lo que sí está claro es que debemos resolverlo antes de que tenga el
mecanismo operativo. Pues, en caso contrario, será imposible detenerle.
ESCENA 23.
En el apartamento de Robert. Escena interior. Noche.
Robert observa fijamente la maleta plateada que le entregó su madre. El ruido
de la fiesta que realizan unos alumnos en la habitación de al lado se escucha de
fondo. Tras unos segundos, pasa un dedo sobre las letras en relieve que
configuran su nombre, notando una leve calentura al hacerlo, viendo cómo la
huella de su dedo adquiere un ligero tono rosáceo. Robert, entonces, comienza
a recordar un episodio de su vida ocurrido hace doce años.
ESCENA 24.
En el campo de Rugby del colegio. Escena exterior. Noche. (Flashback.)
Las clases han concluido por ese día. Está anocheciendo y cada vez hay menos
luz. Amenaza tormenta. El hombre vestido de monje se haya dispuesto en el
centro del campo de Rugby. Junto a él están colocados en fila, desnudos de
cintura para arriba, los cinco designados. Tras unos segundos, caminando
lentamente por el tupido manto verde, aparece Sarah, la cual se coloca frente a
los chicos. Estos, entonces, se giran todos a la vez, dejando mostrar sus
espaldas, en las cuales aparecen pintados los respectivos dibujos que se les
asignaron en el momento de la elección. Sarah, como si fuera el Jefe de Estado
de una nación, para revista a los cinco niños, tocando suavemente con su mano
los dibujos. De repente, surgidos de entre los arbustos que rodean el campo,
un grupo de alumnos del colegio, exactamente trece, todos varones, aparece
en escena, siendo Robert uno de ellos.
18
Caminan lentos pero decididos hacia el lugar donde ella, el monje y los cinco
elegidos se encuentran, colocándose en pocos segundos a unos metros de
distancia. El viento ahora es algo más fuerte mientras que la noche ya está
completamente asentada. Los focos están apagados aunque las luces del
interior de la capilla que hay junto al campo permiten iluminar tímidamente el
escenario de la batalla. Sarah observa detenidamente a los oponentes que tiene
delante. Uno de los chicos del grupo de trece, aquel que lleva envuelta su
garganta en una bufanda de color rojo, se adelanta unos pasos. Introduce su
mano en un bolsillo de su pantalón, extrayendo una cajita de madera idéntica a
la que le entregó el padre de Robert a éste. En la tapa se puede observar el
mismo dibujo tallado, la desgarrada espalda de una niña, y las letras de su
apellido, en este caso Shearer, igualmente talladas. El chico empieza a frotar
suavemente las letras de su apellido con el dedo pulgar de su mano. Con el
paso de los segundos, su dedo empieza a adquirir un color entre rojizo y
anaranjado. Del continúo roce que ejerce, la huella de su dedo comienza a
chamuscarse levemente. El chico de la bufanda detiene la fricción que ejercía,
guardándose la cajita de nuevo en el bolsillo de su pantalón. Observa su dedo,
colorado y dolorido, iniciando el movimiento de llevárselo a la boca, como si se
tratase de un niño pequeño que necesitase chuparse el dedo para poder coger
el sueño. Pero no lo introduce en el interior de la cavidad bucal sino que
simplemente da un lametón a la zona castigada del dedo. Entonces, del
maltrecho dedo pulgar del niño empiezan a brotar diminutas y finas raíces de
color oscuro que poco a poco van extendiéndose por toda la superficie de la
mano. Al llegar a la altura de la muñeca, el chico se levanta la manga,
observando cómo las quebradizas líneas continúan su recorrido por el brazo.
Robert se palpa uno de los bolsillos de su pantalón, notando que en él guarda
la caja que su padre le entregó. La extrae del bolsillo, sosteniéndola en su
mano, mirando las letras que configuran su apellido y asombrándose por la
extraña cualidad que albergaban.
(Mientras todo esto ocurre, en el tejado de la capilla aparecen las oscuras
siluetas de dos individuos, los cuales están dotados de espléndidas alas
ancladas a sus espaldas. Sendos ángeles observan con mucho sigilo todo lo que
sucede en el campo de rugby sin ser advertidos por nadie.)
Nuevamente en el terreno de juego se escucha a lo lejos el sonido que realizan
unos animales furiosos. Los chicos miran a su alrededor, intentando captar el
lugar de donde pudieran haber surgido esos aullidos. Sarah, la cual ha
permanecido todo este tiempo inmóvil, presenciando el espectáculo que le
ofrecía el chico de la bufanda, gira su cabeza hacia los arbustos que tiene
detrás. Tras unos segundos, de esos arbustos surgen dos grandes perros
blancos, Garleón y Gélida, los cuales, tras pasar junto a su ama, se abalanzan,
uno contra el chico de la bufanda, y, el otro, contra el resto de los niños. Arthur
logra, de un acrobático salto, esquivar el ataque mortal de la corpulenta
criatura, aunque en la caída se ha fracturado una pierna. Mientras, el otro
cánido ha tenido más suerte pues con sus garras ha asestado un fuerte golpe a
uno de los niños, matándole al instante.
19
De una nueva embestida, el sanguinario animal ataca a otro de los chicos,
saltándole al cuello y seccionándoselo. Los supervivientes que quedan huyen
hacia el frondoso bosque que hay junto a la capilla, adentrándose en él. Pero la
bestia les sigue, corriendo a grandes zancadas. Robert es el único de ellos que
ha preferido quedarse en el terreno de juego, disputando el partido aunque el
tanteador sea desfavorable y sea más oportuna una retirada a tiempo.
Mientras, el otro animal se concentra en el chico de la bufanda, el cual está
tirado en el suelo, recuperándose del temible ataque perpetrado por el
furibundo perro. Vuelve a cernirse sobre él la desgracia, dando el animal un
nuevo salto, dirigiendo sus garras hacia el insignificante cuerpecillo del niño.
Entonces, justo cuando éste va a ser ejecutado, de los profundos matorrales
que bordean el rectángulo de juego aparece para salvarle el padre de Robert, el
cual sostiene su revólver en su mano izquierda pues la otra ha sido seccionada
a la altura de la muñeca producto del encuentro que tuvo con El Caballero en el
aula de químicas del colegio. Tiene también algunos rasguños en sus pómulos y
frente además de llevar sus ropas algo sucias y deshilachadas. El padre del
Robert aprieta el gatillo de su arma, disparando contra el salvaje perro blanco
que quiere arrebatarle la vida a Arthur. La bala impacta en el cuello del animal,
lo que provoca que éste caiga en la hierba a unos pasos del niño. Robert, por
su parte, corre hacia su compañero, ayudándole a que se pueda levantar y
guiándole hacia los matorrales que hay junto a la capilla. El hombre intenta
proteger la huida de los dos chicos, apuntando ahora su arma contra Sarah, la
cual sigue inmóvil y sin inmutarse por los acontecimientos que suceden ante
ella. Al perro malherido parece que el disparo no le haya causado ningún mal
importante, reincorporándose de inmediato, guiando sus iras sobre el hombre.
Éste se gira hacia los dos niños, diciéndole en voz alta y pausada a Robert:
PADRE DE ROBERT
-Robert, nunca quise poner en peligro tu vida.
Robert se detiene a medio camino, sujetando el cuerpo de su amigo y
escuchando lo que su padre le tiene que decir.
PADRE DE ROBERT
-Decidí quedarme para intentar solucionarlo. Ya sé que no debí hacerlo pero lo
hice. Como puedes ver, no ha salido como yo pensaba. De todas formas, no
estoy preocupado pues sé que venceréis. Recuérdame siempre, hijo.
En ese momento, el carnívoro ejemplar arremete contra su padre, matándole al
instante.
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ESCENA 25.
Fuera de la capilla oculta en el bosque. Escena exterior. Noche. (Flashback.)
Robert deposita el cuerpo malherido de su amigo en el suelo, observando la
puerta de entrada a la capilla.
ARTHUR
-No podemos guarecernos dentro de la capilla, Robert.
Robert escucha a su espalda las cercanas pisadas del animal. Siente el peligro a
solo unos pasos de ellos. Sus ojos están a punto de estallar en lágrimas.
ROBERT
-No podemos hacer otra cosa.
Robert ayuda a Arthur a ponerse en pie. Caminan hacia la capilla.
ESCENA 26.
En la capilla. Escena interior. Noche. (Flashback.)
Robert, el cual ha colocado el cuerpo de Arthur encima de un banco, observa la
representación de Cristo en la cruz que está ubicada en el altar, sollozando por
la muerte de su padre como el niño pequeño que es.
ARTHUR
-Estamos en casa del enemigo.
ROBERT
-El enemigo está ahora por todas partes.
Robert escucha los aullidos de los perros de Sarah.
ESCENA 27.
En el campo de Rugby. Escena exterior. Noche. (Flashback.)
Sarah sigue quieta en el centro del campo, observando complacida cómo el
segundo animal ha regresado de su cacería. Éste sujeta entre sus fauces los
restos mortales de otro de los niños, compartiéndolos en el verde césped con
su compañero.
21
ESCENA 28.
En el apartamento de Robert. Escena interior. Noche.
Robert, después de recordar el enfrentamiento con el Demonio extranjero que
pretende arrebatarles su lugar, observa la hora en un reloj digital, el cual marca
casi las 02:30. El perturbador ruido que hacían sus compañeros de residencia
ha desaparecido. Coge la maleta plateada y sale de su habitación.
ESCENA 29.
En los baños del primer piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Noche.
Robert ha colocado la maleta plateada en el suelo. La abre y extrae los tres
objetos del oscuro y acolchado fondo, depositándolos cuidadosamente en el
suelo. Vuelve a cerrar la maleta. Ahora, pasa fuertemente toda la palma de su
mano por las letras en relieve. Tras hacer esto, escupe en ella, distribuyendo su
saliva por toda la enrojecida superficie de la palma. Se la mira, observando con
cierto nerviosismo en su rostro cómo después de unos segundos surgen las
negruzcas raíces, expandiéndose rápidamente por todo su brazo.
ESCENA 30.
En un apartamento del segundo piso de la residencia de estudiantes. Escena
interior. Noche.
La bella mano de una chica golpea sigilosamente la puerta de un apartamento
de la residencia. Un joven estudiante de primer curso la abre, permitiendo que
entre. El dormitorio está a oscuras. En una de las camas duerme
profundamente su compañero de habitación. El joven retrocede unos pasos
hasta colocarse de espaldas a la ventana. La chica es delgada, no muy alta, y
de largo pelo rubio. Ella, entonces, avanza hacia él, desabrochándole la camisa,
dejando su torso desnudo. El joven se da la vuelta, mostrando su tersa espalda,
en la cual hay dibujado una máscara de cuero. Ella se inclina a la altura del
dibujo, dándole un beso, provocando que empiece a relucir ligeramente en la
oscuridad.
22
ESCENA 31.
En los baños del primer piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Noche.
El cuerpo de Robert ha quedado recubierto por una fina armadura de aspecto
metálico y color oscuro, la cual protege toda su anatomía, estando
perfectamente adherida a las diferentes partes de su cuerpo, no permitiendo
que se quede sin protección ningún punto vital. En su mano sujeta un casco,
dotado de una estrecha visera, el cual deposita en el suelo. Coge uno de los
tubos mayores, dirigiendo el extremo puntiagudo hacia la zona baja de su
costado izquierdo, a la altura de los riñones. Tras unos segundos de espera en
los que cierra los ojos, respirando profundamente, lo introduce con mucha
fuerza dentro de su cuerpo. El tubo lo atraviesa de izquierda a derecha,
saliendo por la zona baja de su costado derecho. El guerrero evita exclamar
cualquier grito de dolor con el objetivo de no despertar al resto de estudiantes,
arrodillándose en el suelo. Se levanta de nuevo, observando que los extremos
del largo cilindro asoman por sus costados, de los cuales mana gran cantidad
de sangre. Coge, después, el otro tubo de grandes dimensiones y, dirigiendo
también su parte afilada hacia su cuerpo, se lo introduce, esta vez, por el
estómago, como si fuese un soldado japonés haciéndose el harakiri, notando
dentro de sus entrañas cómo el tubo recién incrustado en el interior de su
cuerpo atraviesa por la mitad al que ya tiene dentro. Evita de nuevo emitir
señales de dolor, arrodillándose otra vez en el suelo y sollozando levemente. Se
vuelve a poner en pie, observando cómo los extremos del último cilindro
introducido en sus carnes asoman por delante y por detrás y cómo las heridas
producidas expulsan sangre a borbotones. Ahora, se concentra en el pequeño
tubo que le queda. Abre la boca y lo ingiere. Al hacerlo, el pequeño cilindro
empieza a resplandecer en su interior, permitiendo, de ese modo, seguir el
camino que recorre, descendiendo por la laringe y el esófago, hasta terminar su
trayecto en el estómago, atravesando verticalmente el punto en donde los otros
dos tubos mayores se unen entre sí. Robert agarra con fuerza los extremos que
sobresalen por sus costados. Respira, concentrándose durante unos segundos
para, después, empujar hacia delante, intentando despegar del interior de su
cuerpo el material metálico que tiene dentro. Poco a poco, con mucha dificultad
y esfuerzo, consigue desgarrar de sus entrañas el extraño artefacto que anida
en su ser. Tras unos segundos más de lucha insistente, logra despegarlo
completamente, lanzándolo al suelo del baño. De la enorme cavidad producida
en su vientre brota la sangre a cascadas. Retrocede unos pasos, llevándose las
manos al estómago para intentar tapar la irreversible hemorragia.
23
ESCENA 32.
En un pasillo del segundo piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Noche.
La joven que besase el dibujo de la máscara que tenía el chico dibujado en la
espalda, camina lentamente por el oscuro y silencioso pasillo, parándose al
instante al advertir la presencia de alguien muy cerca de donde ella se
encuentra.
ESCENA 33.
En los baños del primer piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Noche.
Un fatigado Robert observa cómo poco a poco las profundas heridas que tiene
se van cicatrizando solas mientras que la armadura se regenera,
desapareciendo los agujeros y desperfectos que tenía. Un poco más calmado,
concentra su atención en aquello que ha extirpado de su cuerpo, observando
cómo los tubos unidos entre sí están impregnados de sangre, de fluidos
intestinales, de restos del hígado, de la vesícula biliar, del colon, de trozos de
carne arrancados de la cavidad estomacal, de pequeños pedazos desgajados de
la propia armadura... Incluso se pueden ver diminutas esquirlas desprendidas
de los huesos de las costillas y de la columna vertebral. Todo ello configurando
una pegajosa amalgama que, poco a poco, va extendiéndose, como si tuviera
vida propia y supiera perfectamente lo que debe hacer, por las seis
extremidades del extraño artefacto, por las cuatro horizontales y las dos
verticales, cubriendo toda la superficie del esqueleto metálico, configurando un
escudo orgánico de aspecto blando y fácil de penetrar moteado por los oscuros
trocitos procedentes de la armadura. Aunque, tras unos segundos en los que la
estructura cárnica se ha solidificado, adquiere una consistencia y solidez mucho
mayor, sirviendo esos puntitos negros como centros de unión entre los
diferentes trozos de masa cárnica. Camina hacia el escudo, cogiéndolo y
observando que uno de los extremos del cilindro pequeño se ha transformado
en una agarradera que permite coger con soltura el escudo y que el otro
extremo sobresale un poco por la cara exterior, convirtiéndose en una pequeña
semiesfera cristalina que emite leves destellos de una luz rojiza.
ESCENA 34.
En un pasillo del primer piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Noche.
La chica de antes desciende silenciosamente por las escaleras, deteniéndose al
llegar a un pasillo del primer piso. Mira hacia ambos lados, decidiendo caminar
por el ala en donde se encuentran los baños.
24
ESCENA 35.
En un pasillo del primer piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Noche.
Robert camina despacio por el oscuro pasillo, alejándose de los baños y
guiándose por los rojizos destellos que emite la semiesfera dispuesta justo en el
centro de la parte exterior del escudo humano. En su otra mano sujeta el
casco. De repente, el rojo que emana del escudo va adquiriendo un tono más
fuerte, dando a entender que su arma ha detectado algo a poca distancia de
donde se encuentra. Después de caminar durante unos segundos más, una
pareja de jóvenes estudiantes sale de uno de los dormitorios que flanquean el
pasillo, caminando ebrios y con dificultad para poder sostenerse en pie. Cruzan
al lado de Robert, el cual se ha quedado quieto, pegándose a la pared e
intentado no ser advertido por ambos. Pero las precauciones tomadas sobran,
pues la pareja no se ha percatado en ningún momento de que hay alguien más
en el pasillo. Se alejan lentamente hasta que entran en otro de los dormitorios.
Robert, entonces, prosigue su camino, viendo cómo el rojo que genera su
escudo sigue ganando un tono más fuerte y brillante, deteniéndose ahora al
observar cómo la chica de largo pelo rubio aparece frente a él a unos metros de
distancia. Ambos permanecen quietos, mirándose a los ojos, mientras que el
rojizo chorro de luz artificial proveniente del escudo ilumina el interior del
pasillo. La expresión de Robert es de total asombro, pues tiene la sensación de
conocer a la joven que tiene delante de él. Tras unos segundos, la chica decide
caminar hacia una de las puertas que tiene a su lado, abriéndola con la
intención de penetrar dentro.
ROBERT
-¡Eh, espera!
Robert corre hacia la chica pero ella entra dentro, cerrando la puerta tras de sí.
Robert intenta abrirla pero le resulta imposible.
ROBERT
-¡Maldita sea!
Robert, finalmente, consigue abrir la puerta de una patada, observando desde
el umbral cómo la joven ha desaparecido. La luz rojiza que emana de su escudo
desaparece ipso facto.
25
ESCENA 36.
En la cancha de Baloncesto de la universidad. Escena interior. Día.
Al día siguiente. Robert y Arthur están sentados en las gradas del pabellón,
observando cómo los operarios trabajan para dejar lista la cancha antes de que
empiece la nueva temporada. Arthur dirige su mirada al estómago de Robert.
ARTHUR
-Fue doloroso, ¿verdad?
ROBERT
-Bastante.
ARTHUR
-Todos hemos tenido que pasar por ello. Es la única manera de que tengamos
una oportunidad para resolver el problema.
ROBERT
-Ayer por la noche me sucedió algo muy extraño.
ARTHUR
-El qué.
ROBERT
-No los sé. No estoy seguro exactamente de lo que...
En ese momento, los operarios que estaban trabajando para dejar a punto la
cancha desaparecen sin dejar rastro, como si se hubieran volatilizado.
ROBERT
-¿Qué ocurre?
ARTHUR
-Denver.
Arthur levanta la cabeza, imitándole Robert, observando cómo, flotando en el
aire varios metros por encima del parqué, aparecen dos ángeles, los cuales
hacen batir sus esplendorosas alas levemente. Ambos van vestidos con un
ceñido uniforme de color azul, llevando el pelo corto.
26
Parecen idénticos aunque cabe la posibilidad de distinguirlos pues uno de ellos
es algo más alto que el otro, siendo ambos algo mayores en edad que Robert y
Arthur. Éste último los mira con cierta indiferencia. Tras unos segundos, los dos
ángeles descienden lentamente hasta que posan sus pies en el suelo,
permaneciendo inmóviles. Arthur se aleja de Robert, bajando las escaleras y
dirigiendo su alocución a los dos espíritus celestes.
ARTHUR
-De nuevo camuflando vuestra verdadera identidad bajo el típico disfraz con
alas. De nuevo engañando a la humanidad (llega a la cancha, caminando en
dirección a ellos.) Y engañándoos a vosotros mismos.
TRENTON
-Detén tus pasos.
El mandato, producido por la voz del ángel de mayor estatura, resuena con
gran sonoridad dentro del despoblado pabellón, provocando que Arthur se
detenga.
DENVER
-Presenciamos lo que ocurrió hace doce años (habla con la misma sonoridad en
la voz que su compañero pero de un modo más pausado.) La fatalidad se
avecina sobre vosotros. Y dudo mucho de que vuestras armas os sean de gran
utilidad para impedirlo (empieza a pasear muy despacio por la cancha ante los
atentos ojos de Arthur y Robert, el cual no se ha movido de su sitio en las
gradas.) Necesitamos un antagonista, alguien con el que podamos competir. Y
el que ese alguien seáis vosotros o un nuevo jugador es algo que nos da igual.
Pero si hemos de elegir nos quedamos con los tuyos. Sobre todo porque
sabemos a qué atenernos. Los tuyos y los nuestros se conocen desde hace
demasiado tiempo, ¿verdad? (se detiene a unos pasos de Arthur, mirándole a
los ojos.) Y sinceramente, por lo que a mí respecta, no me gustaría tener que
cambiar de vecinos a estas alturas.
Denver sonríe, volviendo a colocarse junto a su compañero. Ambos comienzan
a mover sus alas de nuevo, iniciando el despegue. Arthur y Robert observan
cómo los dos ángeles poco a poco van ganando altura. Mientras hacen esto, el
ángel Denver vuelve a hablar.
DENVER
-Nosotros no tenemos ese problema pues nadie en su sano juicio, del mundo
del que pueda proceder, se atrevería nunca a disputarnos nuestra posición.
27
Denver le lanza una última sonrisa a Arthur, el cual presencia cómo los dos
ángeles desaparecen ante sus ojos, observando después cómo los operarios
vuelven a hacer acto de presencia, continuando con la realización de sus
quehaceres como si nada hubiera pasado.
ESCENA 37.
En el apartamento de Robert. Escena interior. Día.
Robert entra en la habitación y observa que una mujer está de espaldas,
mirando por la ventana. Al escuchar el sonido de la puerta cerrarse, la mujer se
gira. Robert observa que se trata de su madre.
ROBERT
-¿Qué haces aquí?
MADRE DE ROBERT
-Soy vuestro elemento de distracción.
ESCENA 38.
En un parque de la universidad. Escena interior. Día.
Robert y su madre están sentados en un banco, observando el fluir de alumnos
yendo de una punta a otra del campus.
MADRE DE ROBERT
-Este lugar es un buen sitio para que todos vosotros encontréis esposa. Tu
padre me escogió de entre las cientos de chicas que estudiaban en mi
universidad. Cuando me enseñó su mundo no tuve miedo alguno aunque nunca
imaginé que fuera así.
ROBERT
-No deberías estar aquí, madre.
MADRE DE ROBERT
-Robert. Tengo algo muy importante que confesarte. Algo que todos
desconocen. No pretendo llevar a cabo una labor de distracción. Realmente,
quiero destruir los artefactos. Aún en el caso de que consigan tenerlos en su
poder, todavía el mecanismo no estará operativo. Aun queda el acto final para
ello. ¿No lo entiendes, Robert? >>>
28
>>> Es nuestra oportunidad de arrebatárselos y destruirlos (observa el rostro
de confusión de su hijo.) Dudo mucho de que podáis vencer. Piensa, Robert.
Esos chicos están aquí. Es la ocasión perfecta. Desde hace doce años no los
hemos tenido tan a nuestro alcance.
ROBERT
-De qué serviría. Volverá a intentarlo de nuevo.
MADRE DE ROBERT
-Pero ganaremos el tiempo suficiente como para desarrollar un arma con el que
podamos liquidarle. Algo que, esta vez, nos permita hacerle frente y no solo
defendernos.
ROBERT
-Nuestro objetivo ahora es precisamente ése, acabar con él.
MADRE DE ROBERT
-No podréis hacerlo. Es demasiado poderoso. Tengo información, hijo.
ROBERT
-¿Información?
MADRE DE ROBERT
-Sabemos que esos cinco chicos están aquí, ¿verdad?
ROBERT
-Sí.
MADRE DE ROBERT
-Pues yo puedo dar con ellos.
ROBERT
-¿Qué? ¿Cómo?
MADRE DE ROBERT
-Confía en mí. No quiero que pase contigo lo mismo que les ocurrió a los hijos
de los Stevenson, los Duncan y los Crawford. (Nota: los tres niños fallecidos
durante el enfrentamiento en el campo de rugby del colegio.)
29
ESCENA 39.
En el hall de la entrada de la biblioteca principal de la universidad. Escena
interior. Día.
Robert y su madre entran dentro de la Biblioteca más grande del campus,
deteniéndose en el hall de la entrada. Su madre mira el altísimo techo de la
biblioteca, la cual tiene tres niveles, reduciéndose el tamaño de los mismos
conforme se asciende de un piso a otro. En medio de la estancia hay dispuesta
una gran escalera de caracol que permite acceder a cada nivel. Robert, por su
parte, observa detenidamente a los estudiantes que entran y salen de la
biblioteca. Algunos de ellos aguardan para que les puedan prestar los libros que
necesitan mientras que otros están estudiando, algunos en grupo y otros solos,
en las mesas diseminadas por todo el primer piso. Una empleada entrada en
años pasa delante de Robert y su madre, llevando un carrito lleno de
ejemplares recién devueltos para poder colocarlos en su sitio de origen.
ROBERT
-¿Cómo sabes que están aquí?
Su madre dirige su mirada hacia el último nivel.
ESCENA 40.
En el tercer piso de la biblioteca principal de la universidad. Escena interior. Día.
Robert sigue los decididos pasos de su madre hasta que ella se detiene ante
una mesa con cinco estudiantes, cuatro chicos y una chica, los cuales están
comparando entre sí los resultados de los ejercicios matemáticos que acaban
de realizar. Hay un par de ordenadores portátiles encima y un sin fin de folios,
cuartillas y apuntes. Los cinco estudiantes levantan sus cabezas, dirigiendo sus
miradas hacia las dos personas que se acaban de colocar delante de ellos. Se
observa, entonces, que la chica no es aquella de largo y ondulado pelo marrón
y que ninguno de los chicos es aquel que llevaba grabado el dibujo de la
máscara en la espalda. Robert se inclina hacia su madre, susurrándole al oído:
ROBERT
-¿Son estos?
Pero la madre de Robert no fija su mirada sobre ninguno de ellos sino que iza
su vista hacia el blanquecino techo, subiéndose, después, encima de la mesa.
Las protestas de los chicos por esta súbita interrupción de sus quehaceres
diarios no se hacen esperar. La indignación se refleja en las caras de todos
ellos, intentando apartar de la mesa los portátiles y los apuntes más valiosos.
30
MADRE DE ROBERT
-Ayúdame, Robert.
Robert hace lo que le pide su madre, subiéndose también a la mesa y
apartando con las manos una de las placas cuadradas de escayola que
configuran el techo. Robert coge a su madre por la cintura, levantándola la
altura suficiente como para que pueda agarrarse al interior del hueco abierto.
Tras unos segundos, consigue introducir por completo a su madre dentro del
techo. Las expresiones de los chicos siguen siendo entre indignadas y
sorprendidas. Robert da un salto, consiguiendo también penetrar en su interior.
ESCENA 41.
En el interior del techo de la biblioteca principal de la universidad. Escena
interior. Día.
Robert y su madre observan el interior del techo: metros de cables que
permiten abastecer de energía las diferentes lámparas dispuestas por todo la
biblioteca, tuberías que conducen hacia los baños, restos del material utilizado
por los trabajadores en el momento de haber arreglado alguna avería en el
suministro eléctrico. Aunque hay un poco de luz, procedente del hueco abierto,
la madre de Robert extrae de un bolsillo de su pantalón una pequeña linterna
que le sirve para iluminar el oscuro fondo que se presenta ante ellos. Ambos
caminan despacio hasta que desembocan en una escalera adosada a la pared
que conduce a una portezuela. La madre de Robert es la que toma la iniciativa,
subiendo lentamente cada peldaño, retirando el cerrojo de la pequeña puerta y
abriéndola.
ESCENA 42.
En la azotea de la biblioteca principal de la universidad. Escena exterior. Día.
La madre de Robert observa la amplia azotea. Desde la cima de la biblioteca se
puede observar todo el amplísimo complejo universitario: las distintas
facultades, la enorme residencia de estudiantes, las pistas de tenis y rugby, el
pabellón de baloncesto, un pequeño lago dispuesto junto a un bonito jardín...
En medio de la azotea, cuya una única vía de acceso visible parece ser la
tomada por ambos a través del interior de la biblioteca, hay colocada una
pequeña caseta de madera, de sólida estructura, con la puerta cerrada, sin
posibilidad de observar lo que pueda albergar dentro debido a la total ausencia
de ventanas o vanos. Robert aparece en escena, situándose junto a su madre.
ROBERT
-¿Crees que ellos estarán dentro?
31
MADRE DE ROBERT
-Sí.
Entonces, Robert y su madre caminan unos pasos hacia la puerta de entrada.
Robert extiende su mano hacia el picaporte. Imprime fuerza y la abre, entrando
dentro.
ESCENA 43.
Dentro de la caseta de la azotea. Escena interior. Día.
Robert y su madre observan que dentro de la caseta están cuatro de los cinco
elegidos, la chica más tres varones, colocados de espaldas, sentados en unos
pupitres, leyendo un libro cada uno de ellos y vestidos todos con uniformes
blancos. En una esquina hay colocados en el suelo cuatro pequeños maletines
contenedores de los objetos asignados a cada individuo. Uno de los chicos es
aquel que llevaba en su espalda el dibujo de la máscara mientras que la chica
es aquella que llevaba el del revólver. La madre de Robert observa los
maletines. Entonces, la joven, al escuchar que alguien ha entrado en la caseta,
se pone de pie y se gira, observando a los dos intrusos, a los cuales dirige su
alocución en un tono suave y pausado.
CHICA
-No podréis conseguirlo.
En ese momento, la madre de Robert extrae un revolver que tenía escondido
en su pantalón, apuntándolo directamente contra la chica que les acaba de
hablar.
MADRE DE ROBERT
-Dame los maletines.
A punto de apretar el gatillo, la madre de Robert se detiene al escuchar
rugidos de animales procedentes del exterior de la caseta. La chica sonríe al
escucharlos también. Robert, temiéndose el peligro que se cierne sobre ellos,
agarra a su madre del brazo para salir de la caseta.
ROBERT
-¡Vámonos de aquí!
MADRE DE ROBERT
-¡No! ¡Dame los artefactos!
32
La chica camina unos pasos hacia la madre de Robert, colocándose frente a
frente.
CHICA
-Es inevitable que vosotros perdáis.
Los rugidos de las fieras acrecientan su intensidad, al igual que aumentan las
ganas que tiene Robert de abandonar la azotea.
ROBERT
-¡Vámonos de una vez! De nada servirá hacerse con los objetos si nos matan
antes de destruirlos. Lo intentaremos de nuevo más tarde.
Robert vuelve a coger a su madre por el brazo, obligándole a salir de la caseta.
ESCENA 44.
En la azotea de la biblioteca. Escena exterior. Día.
Al salir de la caseta, observan cómo una de las peludas mascotas del Demonio
extranjero les aguarda a solo unos metros. Robert se percata de que el
portentoso animal obstruye con su cuerpo la portezuela que da acceso al
interior del techo de la biblioteca.
MADRE DE ROBERT
-¿Qué vamos a hacer ahora?
Robert mira fijamente al cánido, el cual está a punto de abalanzarse sobre
ellos.
ROBERT
-Quédate junto a mí.
Robert coge a su madre de la mano. Entonces, la bestia decide atacar, dando
un salto con sus garras en posición de ataque, predispuesto a iniciar una
carnicería. Robert, en ese momento, se arrodilla en el suelo, obligando a su
madre a hacer lo mismo, esquivando, de tal manera, el enviste de la fiera, la
cual evita empotrarse contra la caseta al hacer un escorzo en el aire que le
permite girar hacia un lado y caer en el piso. Robert, puesto ya en pie, al igual
que su madre, observa que la puerta de salida ya ha quedado libre.
33
ROBERT
-¡Corramos!
Ambos corren deprisa hacia la portezuela que comunica el interior del techo de
la biblioteca con su azotea. La mujer desciende primero por la escalera,
desapareciendo de la escena. Cuando Robert va a colocar su pie en el primer
peldaño, observa cómo la primera bestia ya está de nuevo en posición de
ataque mientras que la otra mascota del Demonio foráneo también se suma al
combate, surgiendo desde detrás de la caseta.
ESCENA 45.
En el interior del techo de la biblioteca principal de la universidad. Escena
interior. Día.
La madre de Robert camina rápido hacia el hueco abierto en el techo. Robert la
sigue por detrás, escuchando encima de él las pisadas de los grandes animales.
A pesar de que la portezuela que da acceso al sótano ha sido cerrada, se
observa cómo esta es desgajada de sus goznes con una facilidad pasmosa
cuando la garra de uno de los perros se introduce en ella y tira hacia fuera.
Robert se detiene, observando cómo el hocico de uno de ellos asoma por el
hueco de la portezuela. Su madre desciende con rapidez por el cuadrado
abierto en el techo de la biblioteca. Mientras, ambos animales desbastan con
sus garras el marco de la pequeña abertura, intentando agrandarlo para, de
este modo, poder penetrar dentro. Robert también está a punto de descender,
viendo asustado cómo con solo un par de zarpazos más las fieras han ampliado
lo suficiente el agujero. Una de los perros penetra dentro, saltando con gran
agilidad sobre el techo de escayola, el cual no es lo suficientemente resistente
como para aguantar su abultado peso, desplomándose al instante.
ESCENA 46.
En el tercer piso de la biblioteca principal de la universidad. Escena interior. Día.
Robert, al perder el equilibrio por efecto del desplome del techo, ha caído sobre
la mesa donde estudiaban el grupo de alumnos de antes, los cuales ya no
están. El enorme animal, por su parte, en su trayectoria hacia el suelo ha
chocado contra unas cuantas estanterías, partiéndolas por la mitad debido al
enorme encontronazo. La madre de Robert intenta que su hijo pueda
levantarse de la mesa para salir de allí lo más pronto posible.
MADRE DE ROBERT
-¡Vamos, Robert, levántate!
34
Algunos alumnos que estaban sentados en mesas aledañas han echado a correr
rápidamente, asustados por el enorme crujido producido al venirse abajo el
techo pero, aún más si cabe, al observar al espléndido ejemplar canino que
está dispuesto a sólo unos metros de ellos. El enorme perro se pone en pie con
gran soltura, mirando a su alrededor pero centrando su visión en Robert y su
madre. Aquel consigue bajarse de la mesa y ocultarse con la mujer detrás de
las pocas estanterías que han quedado en pié. El otro perro aparece en escena
ahora, saltando sobre la mesa de antes, la cual pierde su posición vertical
debido al peso de la criatura, derrumbándose en el piso. La madre de Robert
mira desde su posición la escalera de caracol que conecta con cada uno de los
tres niveles en los que está constituida la biblioteca. También observa una
puerta que da acceso a una escalera suplementaria que igualmente permite
llegar a cada uno de los pisos. Sabe que no pueden descender por la escalera
principal, pues las bestias de ninguna de las maneras les permitirán huir por
allí. Pero puede que tengan una oportunidad si consiguen llegar a la otra vía de
escape mientras que las mantienen ocupadas.
MADRE DE ROBERT
-Tenemos que llegar a la otra escalera.
En ese momento, una chica pasa corriendo enloquecida por donde ellos se
encuentran agazapados. La madre de Robert la coge por el brazo, atrayéndola
hacia ella y dándole un golpe en el mentón para que caiga desmayada,
dejándola en el suelo.
MADRE DE ROBERT
-Cógela por las piernas.
Robert hace lo que le pide su madre mientras que ella la sujeta por los brazos.
Caminan con el cuerpo de la joven hasta situarse a solo unos metros de ambas
bestias, las cuales mantienen su posición vigilante junto a la escalera de
caracol.
MADRE DE ROBERT
-¡Garleón, Gélida!
Los animales fijan su visión en ellos.
MADRE DE ROBERT
-¡Ahí tenéis vuestra comida!
35
Robert y su madre les lanzan el cuerpo inerte de la joven. En ese momento, las
bestias dan un salto, agarrando con sus fauces el cuerpo de la chica,
desmembrándolo y degustando plácidamente el sabroso banquete que Robert y
su madre les ofrecen. Entonces, ambos corren, aprovechando que sendos
perros están ocupados, hacia la puerta que da acceso a la escalera
suplementaria.
ESCENA 47.
En el hall de la entrada de la biblioteca principal. Escena interior. Día.
Después de descender por las escaleras hacia el primer piso, llegan al hall de la
entrada, en donde hallan tirada en el suelo y pidiendo ayuda a cualquiera que
quiera prestársela a la anciana mujer que llevaba el carrito de los libros. La
señora, ahora, observa a Robert, al cual agarra de la pernera del pantalón,
reclamándole desesperadamente su auxilio.
EMPLEADA
-¡Por favor, ayúdeme! ¡Se lo suplico!
La madre de Robert se agacha al lado de la anciana.
MADRE DE ROBERT
-¿Quiere nuestra ayuda?
La mujer llora desconsoladamente. Su carrito está volcado junto a ella con
buena parte de los libros tirados al suelo. Robert lo pone de nuevo en pie
mientras que su madre ayuda a la señora a levantarse.
MADRE DE ROBERT
-Tranquila, mujer. No le va a pasar nada.
La empleada escucha con agradecimiento en su rostro las tranquilizadoras
palabras que la madre de Robert le regala, la cual, en ese momento, coge del
suelo uno de los libros, estampándolo contra la cara de la confiada anciana,
rompiéndole la nariz, la cual empieza a manar sangre a cascadas. Coloca su
cuerpo desvanecido encima del carrito, transportándolo hacia el centro del hall.
Allí solamente quedan algunos estudiantes que corren despavoridos hacia la
salida, entorpeciéndose ellos mismos ante las ansias de llegar primero. Algunos
se resbalan y caen al suelo, otros son más hábiles y llegan prestos a la amplia
puerta de salida.
36
Los animales, al terminar su vianda, han saltado desde el último piso hacia el
primero, disponiéndose a unos cuantos metros de la madre de Robert, la cual
conduce el carrito, con el cuerpo de la señora encima, hasta situarse a escasos
metros de las enfurecidas bestias, las cuales dan unos pasos más, acercándose
poco a poco a ella.
MADRE DE ROBERT
-Robert, sal y espérame fuera.
Su hijo hace lo que le pide. Entonces, justo en el momento en el que los dos
mostrencos peludos inician la carrera para abalanzarse sobre ella, la madre de
Robert lanza el carrito con todas sus fuerzas contra ambos, en espera de que el
nuevo y crujiente aperitivo que les proporciona sirva para tenerlos ocupados un
rato más. Su treta surge efecto, pues sendos cánidos se precipitan sobre el
carrito, estrujando con sus garras la estructura metálica y degollando a la
anciana.
ESCENA 48.
En un pequeño jardín junto al lago. Escena exterior. Día.
Esta atardeciendo. Robert y su madre descansan del ajetreado episodio en la
biblioteca, observando cómo los miembros del equipo de remo de la
universidad han terminado el entrenamiento, transportando los alargados botes
por encima de sus cabezas hasta depositarlos en el suelo.
MADRE DE ROBERT
-Ese ser los visita por la noche, marcándoles con un beso el dibujo que se les
asignó cuando eran pequeños, proporcionando de esa manera el último
empujón que necesita el artefacto correspondiente a ese dibujo, aquello que
crece dentro de ellos, para que termine de tomar forma. Su lacayo aparece al
día siguiente, extirpándolo de sus cuerpos y otorgándole su mágica función.
Después de que un elegido tenga en su poder el artefacto, es trasladado a esa
caseta, en donde deben permanecer hasta que se desarrolle el acto final. Tras
esto, el mecanismo queda operativo, creándose la conexión entre los diferentes
objetos, convirtiéndolos en un todo único. Antes de que te instalases, ya había
visitado a uno de ellos, a la joven de antes. Ayer aceleró las visitas, acudiendo
al encuentro que tenía concertado desde hacía doce años con tres personas
más. Ya tiene cuatro. Solo le queda uno más. Esta noche irá a su encuentro y
mañana tendrá los cinco objetos.
ROBERT
-¿Cómo sabías que los podíamos encontrar allí?
37
DENVER
-Porque nos pidió ayuda.
En ese momento, aparece el ángel Denver en escena, aterrizando junto a un
árbol. Robert observa a su alrededor, dándose cuenta de que los miembros del
equipo de remo han desaparecido sin dejar rastro. Denver repliega sus alas,
alejándose del árbol y caminando lentamente hacia la madre de Robert.
DENVER
-Vosotros siempre habéis pensado que la imagen con la que nos hemos
presentado desde siempre a las gentes que habitan el mundo terrenal es una
máscara, un disfraz. Pero no es así. Nunca han tenido que preguntarse por la
forma en la que estaría retratada la Suprema Bondad puesto que siempre
hemos comparecido antes ellos con nuestro verdadero rostro. Quizá penséis de
ese modo porque la forma en la que vosotros lo habéis hecho a lo largo de los
siglos sí lo es.
MADRE DE ROBERT
-Vosotros sois los responsables de haber creado una fantasiosa imagen sobre
nosotros, sobre nuestro mundo. Ideasteis una imaginativa efigie con la que los
ignorantes inquilinos de la tierra de los vivos pudieran fácilmente identificar la
maldad de la que somos representativos. Con el paso del tiempo, se fueron
acostumbrando a ello.
DENVER
-Y desde entonces, nosotros llevamos ventaja. Vosotros habríais hecho lo
mismo pero nos adelantamos.
MADRE DE ROBERT
-¿Por qué lo hicisteis? No acabo de entender por qué los adalides de la Verdad
Suprema utilizarían una de nuestras armas más viejas, la mentira.
DENVER
-Porque queremos ganar la guerra. Y eso es algo demasiado importante como
para no hacer uso de todo el arsenal del que podamos disponer, aunque vaya
en contra de aquello de lo que, como tú dices, somos adalid. Necesitamos que
la gente os tema. Deberían de hacerlo por el simple hecho de que vuestra
naturaleza es malvada. No buscáis la felicidad sino la destrucción. Y aunque,
lamentablemente, siempre habrá personas que compartan vuestros objetivos,
la mayoría de ellos están de nuestro lado. Además, creo que os habéis
adaptado perfectamente a esa representación. >>>
38
>>> Os habéis acostumbrado a ella. Por eso opino que sois tan culpables como
nosotros en la medida en que no hicisteis nada por evitarlo. Tu cuerpo antes
pertenecía a este mundo y tu alma al nuestro. ¿Por qué, en su momento,
decidiste unirte a ellos? ¿Por qué, antes que tú, otras muchas hicieron lo
mismo?
MADRE DE ROBERT
-Quizá porque al descubrir cómo eran de verdad nos sentimos más cerca de
ellos que de vosotros.
DENVER
-Aunque ellos encarnen el mal.
MADRE DE ROBERT
-Sí. Creo que todas entendimos que el infierno es un lugar mucho más parecido
al mundo terrenal que al celestial. El cielo nunca será un lugar en la tierra pero
el infierno sí podría serlo.
DENVER
-Comprendo (se aleja de ella, caminando, ahora, hacia Robert.) Ese ser es
demasiado poderoso. Nunca podréis vencerlo solos. ¿Sabéis por qué? Porque
sois todos iguales. Por eso estáis detrás en el marcador. Porque no tenéis un
punto de referencia. De ahí que siempre permanezcáis en una actitud
defensiva. De ahí que, cada cierto tiempo, os turnéis en el mando, intentando
suplir vuestra falta de personalidad y determinación con una artificial
servidumbre hacia un líder. Necesitáis que alguien os guíe. Si no me equivoco,
Arthur y su padre lideran en este momento vuestro mundo, ¿verdad? Sin
embargo, en nuestra casa sí hay un único y verdadero líder, reconocible por
todos, y una jerarquía que desde Él se extiende a lo largo y ancho de nuestro
reino hasta llegar al último escalón. Lastima para vosotros que en vuestro caso
no funcione igual.
ROBERT
-No necesitamos vuestra ayuda.
DENVER
-No lo hacemos por vosotros (se distancia de él unos pasos, dirigiéndose
lentamente hacia el árbol.) En una comunidad de vecinos los avatares
domésticos de uno de sus inquilinos siempre terminan por afectar a todos los
demás. Ya sabéis cual es la idea que tenemos sobre todo esto. Preferimos lo
malo conocido a lo malo por conocer. Denver despliega sus alas, abandonando
el lugar.
39
ESCENA 49.
En una habitación del edificio de la fraternidad. Escena interior. Noche.
Robert abre la puerta y entra en la habitación. Una amplia sala decorada con
modernos muebles, grandes ventanales con gruesas cortinas, algunos cuadros
que representan hermosos paisajes y una larga y ancha alfombra roja dispuesta
en medio de la sala, en donde un grupo de ocho personas, vestidos todos ellos
con un uniforme de tela color negro, realizan estiramientos, flexiones,
abdominales y diversos ejercicios acrobáticos. Robert camina, flanqueando la
zona de entrenamiento de los guerreros, hasta que se detiene ante un gran
butacón dispuesto al final de la sala, en donde Arthur, vestido de manera
informal, aparece sentado, con sus gafas puestas y leyendo un libro. Robert se
coloca frente a él. Entonces, Arthur cierra el libro, depositándolo en una mesita
dispuesta junto al butacón, se quita las gafas, se levanta del sillón y le dice:
ARTHUR
-Acompáñame.
ESCENA 50.
Dentro de la berlina. Escena interior. Noche.
(Un bonito coche tipo berlina de color negro se dirige lentamente hacia la salida
principal del campus. La noche ya está plenamente asentada y se ha levantado
un frío y desapacible viento, el cual provoca que los pocos alumnos que todavía
están sentados en los bancos de algunos de los parques diseminados por el
campus o charlando ante las puertas de entrada de las diversas facultades
decidan retirarse a sus respectivos apartamentos dentro de la residencia.)
Arthur y Robert están sentados en la parte de atrás.
ARTHUR
-¿Recuerdas cuando le preguntaste por su nombre?
A la memoria de Robert regresa el instante cuando la niña pequeña en la que
se había transformado el Demonio extranjero le dejó una carpeta en cuya tapa
estaba escrito su nombre.
ROBERT
-Sí. Sarah de Orlandis.
40
ARTHUR
-Siempre hemos pensado que aquella niña a la que nos enfrentamos hace doce
años era en realidad un ente solitario que contaba con la ayuda de alguien más,
un siervo o lacayo, ¿verdad?
ROBERT
-Sí, así es. Es la conclusión a la que llegaron nuestros padres.
ARTHUR
-Una sola persona, un único ser, aquel que liderase el infierno de algún lejano
lugar, el cual estuviese de vacaciones y sin que conozcamos el por qué
pretendiera instalarse en nuestra tierra, en nuestra casa, queriendo
despojarnos de ella y usurpar nuestra milenaria función. Ese ser contaría con la
capacidad de crear letales fieras de combate o de adoptar cualquier tipo de
forma, pudiendo adquirir, por ejemplo, la de una niña pequeña. Una
estratagema que le sirviera para conseguir su objetivo. Algo parecido a la idea
que, por culpa de Denver y los suyos, conservan aquí sobre su propio infierno,
sobre nosotros: Satanás, Lucifer, el Demonio... y toda la mitología que lo rodea.
Una imagen del todo fantasiosa acerca de lo que realmente es el infierno y
sobre aquellos que habitan en él y lo dominan. Salvo por la acertada visión que
tienen de él como lugar de condenación y castigo, no se asemeja en nada a la
concepción que habitualmente, y desde cualquier época y cultura, han
desarrollado sobre el Gran Lugar. Ideas a las cuales nosotros, quizá por
contaminación al acostumbrarnos también a ellas, nos agarramos para explicar
la naturaleza y la forma de actuar de ese ser. Entonces, desde hace algún
tiempo, empecé a considerar seriamente la posibilidad de que... (se detiene
unos instantes ante la expectante mirada de Robert.) Verás, el infierno que
habita en este mundo fue creado por trece varones de aspecto humano y
origen desconocido, ¿no es así?
ROBERT
-Cierto. ¿Adónde quieres llegar, Arthur?
ARTHUR
-Esos trece hombres llegaron a la conclusión de que la única forma de
preservar su mundo era por medio del elemento femenino, algo que no tenían
al alcance en el lugar que crearon. Por esa razón, escogieron a trece mujeres
procedentes del mundo terrenal. Cada una de ellas tuvo un hijo varón y cada
uno de estos, cuando les llegó el momento, eligió igualmente a una joven
autóctona de la tierra de los vivos. De esa manera, hemos mantenido en pie
nuestro hogar, nuestra casa, generación tras generación hasta ahora, hasta
nosotros (se acerca a Robert un poco más.) Piénsalo, Robert, ¿por qué en su
caso no podía ser lo mismo? >>>
41
>>> Con la salvedad de que serían ellas las que dominarían el Gran Lugar que
habitase en su mundo, siendo el elemento masculino algo secundario, algo que
necesitasen sobre todo para preservar la continuidad de su linaje, de su
dinastía. ¿Por qué ese ser no podía ser en verdad una niña que hubiera crecido
hasta convertirse en una joven de nuestra edad, la cual quisiera conquistar
nuestra tierra por la razón que fuese en contra de los deseos de su comunidad?
(observa que Robert se ha quedado completamente blanco, como si le hubieran
dado el mayor de los sustos y todavía no fuera capaz de recuperarse) ¿Qué es
lo que te ocurre?
ROBERT
-Recuerdas que te comenté que ayer por la noche me sucedió algo.
ARTHUR
-Sí.
ROBERT
-Creo que la vi, Arthur. Ella.
ARTHUR
-¿Qué?
ROBERT
-Sarah. Tenía el aspecto de una joven de nuestra edad. Me quedé observándola
durante unos segundos hasta que... desapareció.
ARTHUR
-¿Por qué estas tan seguro de que era ella?
Segundos de silencio hasta que Robert, mirando fijamente a su amigo, le
contesta.
ROBERT
-Por la luz roja, Arthur. Nuestros escudos están programados única y
exclusivamente para advertir la presencia de ese ser y de sus peludas mascotas
no para...
ARTHUR
-Prevenirnos sobre las nuevas criaturas, sean de aspecto humano o no, que
pueda crear.
42
ROBERT
-Pero aun así pienso que quizá solo sea una treta suya para que pensemos de
la manera en la cual lo estamos haciendo ahora. Un ardid para despistarnos,
simplemente.
ARTHUR
-Creo que no.
ROBERT
-¿Por qué lo dices?
ARTHUR
-Mis reflexiones se basan en dos argumentos, Robert. Dos razonamientos que
hacen sustentar con creces la experiencia que viviste ayer (saca de un bolsillo
su, todavía bastante bien conservada, cajita de madera, con el dibujo tallado de
la castigada espalda de una niña, y, debajo de él, las letras de su apellido.
Después, extrae de debajo de su asiento su maleta plateada, en cuya tapa
aparece el dibujo en relieve de la espalda desgarrada de una joven, y, debajo
de él, las letras de su apellido, igualmente en relieve. Deposita ambas cosas a
su lado para que Robert pueda observarlas.) ¿Lo ves?
ROBERT
-¿El qué?
ARTHUR
-Que hay el mismo dibujo en ambos objetos, con la única diferencia de que se
aprecia una progresión en la edad.
Robert observa la desgarrada espalda de la niña y el igualmente herido dorso
de la joven.
ARTHUR
-Estos dibujos representan la imagen que nuestros padres idearon sobre la
muerte de ese ser. Hace doce años tenían información sobre la forma que iba a
adoptar en el mundo terrenal. Pero ahora, desconocían por completo cómo se
iba a presentar de nuevo. Y puesto que estamos tan influidos por las creencias
populares, ¿por qué ahora no podrían haber representado la espalda de un
monstruo mezcla de hombre y animal, con cola, cuernos y patas traseras de
macho cabrío? Puedes rebatirme la teoría al afirmar que simplemente siguieron
una evolución. Si en su día adquirió la forma de una niña, ¿por qué no iba a
continuar el desarrollo natural de las cosas?
43
ROBERT
-En eso estoy pensando.
ARTHUR
-No, Robert. Ellos intuían que era así desde el principio. Pero no fueron lo
suficientemente valientes como para hacer caso a esa corazonada.
ROBERT
-Los de arriba lo saben.
ARTHUR
-No, pero no creo que tarden mucho en descubrirlo.
ROBERT
-Dijiste que tu teoría se basaba en dos argumentos.
ARTHUR
-El segundo la confirma definitivamente. Hace unas horas se pusieron en
contacto conmigo.
ROBERT
-Quienes.
ESCENA 51.
Frente a la entrada de una espaciosa casa de dos plantas dispuesta en mitad de
un bosque situado a unos kilómetros del campus. Escena exterior. Noche.
La berlina se detiene cerca de la entrada de la casa, muy antigua y de estilo
colonial. Tanto en el salón del primer piso como en una habitación del segundo
se observa luz. En esta última se ve la sombra de alguien que mira por la
ventana. Robert y Arthur descienden del coche, caminando ahora hacia la
puerta principal.
44
ESCENA 52.
En el salón de la casa. Escena interior. Noche.
Parece una reunión de muchas familias. Doce bellas mujeres, todas vestidas
con sobrios y elegantes trajes de chaqueta y pantalón, están diseminadas por la
estancia, charlando sentadas en amplios sofás, de pie observando por la
ventana la tétrica oscuridad del solitario bosque... Los maridos de estas mujeres
también están presentes aunque un poco apartados de sus mujeres, en un
plano secundario, hablando discretamente entre ellos. También hay doce chicas
de la edad de Robert o Arthur, las cuales emulan a sus madres en
comportamiento, belleza y elegancia. Hombres, mujeres y chicas cuyos rostros
Robert no ha visto en su vida. Los miembros de la comunidad, tras permanecer
un segundo en silencio al observar a los dos desconocidos que se han
presentado ante ellos, reanudan la reunión. Arthur camina hacia la escalera que
conduce al segundo piso. Robert le sigue.
ESCENA 53.
En el pasillo del segundo piso de la casa. Escena interior. Noche.
Arthur camina delante, dirigiéndose hacia una habitación por cuya puerta
entreabierta asoma una tenue luz. Robert le sigue, expectante ante lo que
pueda descubrir en dicha habitación.
ESCENA 54.
En la habitación del segundo piso de la casa. Escena interior. Noche.
Robert observa que dentro de la habitación hay tres personas: un hombre y
una mujer de mediana edad, la que podrían tener sus propios padres, sentados
en una cama, más una chica dispuesta en una esquina de la habitación,
colocada de espaldas y mirando por la única ventana de la estancia. Ésta es
espaciosa, mínimamente decorada con una mesa, una silla de madera y la
propia cama. El hombre no es muy corpulento pero compensa esta deficiencia
con una altura considerable mientras que la mujer parece más fuerte
físicamente y más decida, pues es ella la que se levanta primero y toma la
palabra al ver a los invitados.
CLAUDIA DE ORLANDIS
-Hemos decidido venir todos para que compruebes por ti mismo que lo que te
ha dicho Arthur es cierto.
45
ARTHUR
-Robert, ésta es la madre de Sarah. Claudia de Orlandis.
CLAUDIA DE ORLANDIS
-Sé que hemos tardado demasiado tiempo en avisaros pero descubrimos sus
intenciones muy tarde. Nunca hemos pretendido extender nuestros dominios
más allá de lo que nos corresponde, pero ella, incluso ya desde muy pequeña,
nunca lo entendió así. Y no le importó recorrer los límites de lo inimaginable
para llegar hasta aquí, a este mundo paralelo. Nunca tuvimos la sensación de
que ella fuese a intentarlo ni de que contara con los medios suficientes para
poder conseguirlo. Quiere dominar vuestro hogar pues es un imperio más vasto
que el nuestro. No le interesa extenderse más allá, no desea enfrentarse con el
opuesto bondadoso. No lo hizo en el lugar del que procedemos y tampoco lo
hará en el vuestro. Sabe que no podría vencer.
ROBERT
-¿Cómo impediremos que ella gane?
Ahora es el hombre el que toma el relevo.
MARTIN DE ORLANDIS
-Por medio de nuestra ayuda (gira su cabeza hacia la chica que mira por la
ventana.) Al igual que sucede con vosotros, las mujeres de nuestro hogar solo
deben tener un hijo, o una hija en nuestro caso. Pero ella tuvo la suerte o la
desgracia de tener...
En ese momento, la persona que durante toda la conversación ha estado ajena
a la misma, se gira hacia los presentes, mostrándose ante Arthur y Robert, los
cuales se sorprenden al verla pues es completamente idéntica a Sarah: no muy
alta de estatura, delgada y con una larga melena rubia.
ROBERT
-Gemelas.
CLAUDIA DE ORLANDIS
-Dejad que vaya con vosotros. Ella es ahora la única que puede detenerla.
46
ESCENA 55.
Dentro de la Berlina. Escena interior. Noche.
Robert está situado en un extremo del asiento, la joven que acaba de conocer
está dispuesta en el otro, observando por la ventana el profundo bosque que
bordea la carretera por ambos lados. Arthur esta en medio de los dos. En un
momento del trayecto de vuelta a la universidad, Robert, a raíz de la curiosidad
que despierta en él alguien que guarda un perecido físico tan grande con
Sarah, gira su cabeza para mirar a la chica, la cual, justo en ese instante,
aparta su mirada de la ventana, girando su cabeza también, provocando la
colisión de ambas miradas, las cuales son mantenidas durante unos segundos.
ESCENA 56.
En una habitación del edificio de la fraternidad. Escena interior. Noche.
Arthur y Robert entran en la habitación que utilizan como sala de
entrenamiento. El resto de los guerreros también se hallan dentro. Uno de ellos
abre las puertas de un enorme armario, en cuyo interior están dispuestas las
maletas plateadas creadoras de sus armaduras y contenedoras de los escudos
orgánicos. Cada uno de los guerreros coge su respectiva maleta. Robert y
Arthur observan a la joven que acaban de conocer, la cual está colocada como
un monolito, mirando al exterior por uno de los grandes ventanales.
ARTHUR
-¿Crees que nos servirá de ayuda?
ROBERT
-No lo sé. Es idéntica a ella. Esperemos que no se comporte de la misma forma.
ARTHUR
-Debemos darle nuestra confianza. Quizá goce de su misma fuerza, o más.
ROBERT
-Somos muy parecidos a ellas, ¿verdad?
ARTHUR
-Cierto. En un futuro muy próximo, les esperará un tipo de vida muy similar al
que nos pueda aguardar a nosotros. Heredarán de sus madres el Gran Lugar
que habita en su mundo.
47
ROBERT
-Sin embargo, desconocemos la amplia totalidad de sus habilidades y hasta
dónde pueden llegar haciendo uso de ellas.
ARTHUR
-Su límite se encuentra en la frontera que separa el mal del bien. Sus propios
padres lo dijeron. Al igual que, desgraciadamente, ocurre también con nosotros.
ESCENA 57.
En una calle del campus. Escena exterior. Noche.
Los diez guerreros, vestidos con sus armaduras negras y sosteniendo los
escudos constituidos por sus propias entrañas envueltas en el esqueleto
metálico, corren por una de las calles del desértico campus guiados por las
luces rojas que nacen de ellos, dirigiéndose hacia el pabellón de baloncesto.
Arthur es el único de ellos que lleva una capa, de color rojo, distinguiéndole
como el líder del grupo.
ESCENA 58.
En el pabellón de baloncesto. Escena interior. Noche.
Las pisadas de los guerreros resuenan en el interior del vacío y oscuro pabellón
al descender todos ellos por las distintas escaleras que conducen a la cancha.
Todos los escudos emiten destellos rojizos, dotando de luminosidad al interior
del recinto. Los diez guerreros se colocan frente a Sarah, la cual aparece en el
centro de la cancha, dispuesta de espaldas. Un gran silencio lo inunda todo, en
espera de que alguno de los soldados o bien la propia Sarah den por iniciado el
combate. Entonces, por una de las puertas de acceso a la cancha, aparece la
hermana gemela de Sarah, descendiendo lentamente las escaleras hasta
colocarse frente a frente con ella. Los diez guerreros piensan para sí mismo que
la batalla ya no es entre ellos y Sarah sino entra ésta y su clon.
ARTHUR
-Apartémonos todos.
Los nueve soldados hacen lo que su líder les pide, apartándose poco a poco.
Las dos se miran durante unos segundos, vislumbrándose en el rostro de Sarah
una mayor animadversión hacia su hermana que la que ésta pueda tener hacia
ella.
48
SARAH
-¡Zorra!
Sarah, entonces, decide tomar la iniciativa, golpeando a la joven que Arthur y
Robert conociesen en la casa del bosque, lanzándola varios metros hasta
chocar contra una de las canastas metálicas. Pero ésta se restablece
rápidamente, corriendo hacia Sarah, agarrándola fuertemente del cuello,
levantándola varios centímetros del suelo. Sarah intenta inútilmente despegar
de su cuello las poderosas manos que la impiden respirar. Entonces, el grupo
de diez soldados observa cómo el clon de Sarah lanza a esta contra el techo del
pabellón, estampándola irremediablemente contra las vigas de hierro que lo
configuran. Sarah cae como un pájaro abatido, chocando contra el parqué,
deslizándose hasta detenerse a pocos metros de las puertas por las que salen
los jugadores a la cancha. Robert observa desde su posición cómo la joven que
ha arremetido con tanto ímpetu contra Sarah mantiene, sin embargo, un
semblante sosegado y tranquilo. Por su parte, Sarah se levanta con un poco de
dificultad, retrocediendo unos pasos ante la evidente superioridad de su
contrincante, la cual camina lentamente hacia ella. Los diez guerreros deciden
ahora intervenir en la contienda, sabedores de que ésta es la oportunidad que
estaban esperando para liquidar a su rival. Caminando por detrás de la
hermana de Sarah, avanzan hacia ésta con el objetivo de acorralarla contra las
puertas de salida a la cancha. Sarah retrocede más y más hasta que su espalda
choca contra el alargado picaporte que las abre, posando sus manos sobre él.
Observando a todos sus rivales, los cuales se detienen a tan solo unos pasos de
ella, les dice:
SARAH
-Venid por mí.
Sarah abre las puertas, penetrando en el pasillo que conduce a los vestuarios,
cerrándolas tras de sí. Los diez guerreros más la chica ni se han inmutado por
la maniobra de escape de Sarah, pues saben que tarde o temprano darán con
ella. De repente, un suave temblor sacude el interior del recinto,
desapareciendo tras unos segundos. El temblor no ha sido lo suficientemente
fuerte como para causar ningún desperfecto dentro ni ningún daño personal a
las once personas que siguen en él. Entonces, Arthur, Robert, la chica y los
demás, observan cómo las puertas de salida a la cancha, aquellas por la cuales
ha escapado Sarah, son agitadas fuertemente desde el interior, sacudidas por
algo o alguien que empuja con fuerza sobre ellas. Después de unos segundos
de espera e incertidumbre, Arthur decide caminar hacia las puertas,
colocándose frente a ellas, posando sus manos lentamente en el alargado
picaporte, notando las vibraciones en las palmas de sus manos, imprimiendo
fuerza y abriéndolas de par en par. Del interior nace un fuerte viento, el cual
hace agitar su capa, y unos diminutos copos de nieve que revolotean
plácidamente hasta que se adhieren a su armadura, moteándola de puntitos
blancos.
49
Sin que se muestre lo que hay al otro lado de las puertas, Arthur decide dar un
paso hacia delante y cruzar el umbral. Al hacerlo, se escucha el sonido de su
pie al introducirse en una gruesa capa de nieve. Da otro paso más,
desapareciendo de la escena al penetrar completamente en el otro lado. El
resto de los guerreros, más el clon de Sarah, siguen a Arthur, traspasando, uno
por uno, las puertas y adentrándose en aquello que les espera al otro lado.
ESCENA 59.
En la residencia de estudiantes. En el apartamento de Robert. Escena interior.
Noche.
La madre de Robert entra en la habitación de su hijo, observando que las luces
están encendidas y que un muchacho, de pelo corto y moreno, vistiendo un
jersey amarillo, está deshaciendo las maletas, disponiendo la ropa contenida en
ellas en la cama sin estrenar.
MADRE DE ROBERT
-¿Quién eres tú?
ANDREW
-Me llamo Andrew. Soy el compañero de habitación de Robert. Acabo de llegar
esta noche.
ESCENA 60.
En un bosque nevado. Escena exterior. Noche.
Los guerreros caminan lentamente por el blanquecino manto del bosque. Hace
mucho frío y la fuerte ventisca provoca que algunos de ellos resbalen y caigan
al suelo, pero rápidamente se vuelven a poner en pie. Los destellos rojizos que
proyectan en la nieve los escudos orgánicos son utilizados como focos que les
permiten esquivar los troncos caídos y seguir un estrecho sendero.
ESCENA 61.
En la puerta de entrada del colegio. Escena exterior. Noche.
El sendero desemboca en la puerta de entrada de un colegio conocido por
todos ellos menos por la chica nueva, la cual, dispuesta unos metros al lado de
Robert, sigue sin decir ni una sola palabra. Sus altas torres están
completamente cubiertas de nieve, pareciendo auténticas montañas.
50
El campo de rugby se observa al fondo, sumido también en la penumbra de la
noche, al igual que la pequeña capilla colocada junto a él, aquella en la que
Robert y Arthur se escondieron ante el ataque de los perros de Sarah. Todo el
colegio está a oscuras, a excepción de la brillante luz que surge de la ventana
de una habitación situada en el último piso de una de las torres más alejadas.
Una torre a la que hay que acceder recorriendo el interior del colegio y
atravesando algunos de los puentes colgantes. Arthur observa la luz de su
escudo para, después, mirar hacia la torre de donde procede la luz, diciendo:
ARTHUR
-Allí nos espera.
ESCENA 62.
En un pasillo del primer piso del colegio. Escena interior. Noche.
Los soldados caminan lentamente por un pasillo sumido en tinieblas, el cual da
acceso a una de las puertas por la cual se puede entrar al pequeño patio
interior donde Robert conoció a Sarah. Aquel se quita es casco, observando el
patio desde su posición, sintiendo una extraña añoranza al llevar a su memoria
el momento en el que la vio dormir en el banco.
ESCENA 63.
En el patio interior. Escena interior. Noche.
Robert y la réplica de Sarah se encuentran junto al banco donde pudo hablar
con Sarah la primera vez. Está todo completamente igual a cuando ocurrió: la
disposición del banco dentro del patio, la altura de los arbustos y plantas
colocados a su alrededor... Robert decide sentarse. La chica hace lo mismo.
Robert, entonces, dirige su mirada hacia el clon de Sarah que tiene a su lado.
En ese momento, lleva a su memoria el episodio en el que el pequeño alumno
del colegio que estaba sentado en una esquina del aula de químicas le exhortó
el primero de los tres consejos que le dio: “Sueña despierto...” Robert hace
caso a sus palabras y comienza a soñar despierto, imaginando cómo la joven a
la que observa reduce su edad y tamaño hasta convertirse en una niña
pequeña y cómo la ropa que lleva puesta se transmuta en el uniforme del
colegio. Ha creado en su mente una imagen perfecta de Sarah siendo niña,
sirviéndose para ello del enorme parecido que su hermana guarda con ella.
Continúa la ilusión, imaginándose ahora que la niña sostiene entre sus manos el
cuaderno escolar, ofreciéndoselo gustosamente para que pueda leer el nombre
que hay en él escrito. Robert hace el movimiento de coger el invisible cuaderno
en sus manos. Pero esta vez no hay ningún nombre escrito en el espacio
dispuesto entre los dibujos de los blancos perros, Garleón y Gélida, sino una
solitaria palabra: “Nunca”.
51
En ese momento, los animales dibujados empiezan a adquirir movimiento,
desprendiéndose del fondo coloreado en el que transita su existencia, ganando
tamaño y abalanzándose contra él. El rostro de Robert comienza a adoptar un
tono pálido y asustadizo. Entonces, Arthur aparece en escena, colocando su
mano sobre el hombro de su amigo, agitándole fuertemente para que pueda
volver en sí. Tras unos instantes, lo consigue. Robert se levanta del banco un
tanto confundido, observando a Arthur y a la joven, la cual también se ha
puesto en pie.
ROBERT
-¿Qué demonios me ha ocurrido?
ARTHUR
-No lo sé. Creo que estabas soñando despierto, sufriendo algún tipo de
pesadilla o alucinación. ¿Recuerdas algo?
Robert, con el rostro aturdido y un poco pálido, le contesta.
ROBERT
-Vámonos de aquí.
ESCENA 64.
En el apartamento de Robert. Escena interior. Día.
En el mundo del resto de las personas se está desarrollando el día siguiente.
Son la 10:30 de la mañana y la madre de Robert se despierta tumbada en el
suelo del apartamento de su hijo. Poco a poco se pone en pie, mirando a su
alrededor y llevándose las manos a su dolorida cabeza, palpándose el chichón
que tiene en ella. No hay rastro del chico que conoció ayer, el compañero de
habitación de su hijo. No recuerda bien lo que ha ocurrido la noche anterior,
hace solo unas cuantas horas, pero piensa que le ha podido atacar,
propinándole un golpe en la cabeza.
MADRE DE ROBERT
-¡Maldita sea! Ese chico.
Observa que la superficie del escritorio tiene una huella negra, producto de una
quemadura (secuela provocada por los ocho cubitos negros tras convertir el
objeto extraído del cuerpo del joven, el caballito, en su réplica.)
52
Entonces, recuerda que mientras que ha estado inconsciente escuchó el ruido
de la puerta abrirse en dos ocasiones, imaginándose lo que ha podido ocurrir:
la primera de esas ocasiones para que entrara Sarah y pudiera besar el dibujo
del caballito que el chico tendría en su espalda. Y la segunda vez cuando hizo
acto de presencia su lacayo para extraer del cuerpo del chico el artefacto que
anidaba dentro de él, pudiendo recordar, además, el ruido de pisadas
metálicas.
ESCENA 65.
En un salón de la residencia de estudiantes. Escena interior. Día.
La madre de Robert observa el interior de la sala: algunos estudiantes están en
las cómodas butacas dispuestas por toda la estancia, otros toman café de pie,
mirando por la ventana el alegre día que acaba de nacer. Intenta buscar con su
mirada al muchacho del jersey amarillo, pero sin conseguir ningún resultado
satisfactorio.
ESCENA 66.
En el comedor de la residencia de estudiantes. Escena interior. Día.
Montones de chicos están desayunando en las mesas del comedor. La madre
de Robert sortea a los estudiantes que hacen cola para coger su ración,
observando que en una alejada mesa un alumno está comiendo él solo, un
alumno de pelo corto y moreno con un jersey amarillo, percatándose de que
puede ser el chico que vio ayer aunque no está del todo segura pues está
dispuesto de espaldas a ella. La madre de Robert camina sigilosamente por el
atestado comedor, pasando delante de ella chicos y chicas que van dejando sus
bandejas de plástico vacías en los pequeños contenedores de basura colocados
por toda la amplia sala. Se coloca detrás de él, levantando la mano y
dirigiéndola hacia su hombro con la intención de que se dé la vuelta para poder
observarle el rostro, decepcionándose al instante al comprobar que no es el
compañero de habitación de su hijo.
ESCENA 67.
En un puente elevado que conecta un edificio del colegio con otro. Escena
interior. Noche.
Los guerreros y la hermana de Sarah aparecen en escena atravesando el
puente, el cual está construido con grandes vigas de hierro, dotado de paredes
de cristal y cubierto con una sólida techumbre.
53
ARTHUR
-¿Qué es lo que te ha ocurrido antes?
ROBERT
-No confío en ella, Arthur.
Arthur y Robert se detienen, quitándose los cascos.
ARTHUR
-Escucha, estoy seguro de que ella debe jugar un papel muy importante en
todo esto. El más importante de todos. Ya le has visto en acción. Con ella
ganaremos, Robert. Confía en mí. De todos modos, si tanto te preocupa,
hablaré con ella. Intentaré averiguar algo más, ¿de acuerdo?
Robert observa cómo el clon de Sarah se detiene para observar por los
ventanales la espesura de la noche y la lluvia que acaba de aparecer de
improviso. Con un tono no muy convencido, le contesta.
ROBERT
-De acuerdo.
Los dos amigos reanudan la marcha, poniéndose de nuevo sus cascos. En ese
momento, la luz roja que surge de la semiesfera cristalina situada en la zona
central de los escudos humanos se va transformando en una luz azulada.
ROBERT
-Garleón y Gélida.
ARTHUR
-Sí.
Entonces, se escucha el sonido de algo de gran peso que cae sobre el tejado
del puente, provocando un gran estruendo dentro de él. Pronto se oyen las
sonoras pisadas de aquello que camina con lentitud por encima de sus cabezas.
Todos los guerreros detienen su caminar, expectantes ante lo que pueda pasar.
Tras unos segundos, el sonido de las pisadas desaparece dando paso a un gran
silencio. Todos los presentes miran hacia las ventanas de los laterales con
actitud inquieta y nerviosa en espera de que la bestia de nuevas señales de
vida. El tiempo de espera termina cuando el peludo ejemplar destroza con
fuerza uno de los ventanales, apareciendo en escena a solo unos metros del
grupo.
54
ROBERT
-¿Qué hacemos?
ARTHUR
-Defendernos y atacar cuando tengamos la oportunidad.
Los soldados, con sus escudos por delante, forman una línea defensiva. Pero la
bestia, con actitud un tanto asustadiza, sigue sin moverse del lugar, como si
algo le echase para atrás en su afán de atacar y acabar con los enemigos de su
dueña.
SOLDADO # 1
-¿Por qué no ataca?
ROBERT
-La hermana de Sarah. Creo que sabe que no puede derrotarla.
ARTHUR
-Sí, lo presiente. Sabe que si actúa morirá.
La bestia camina de un lado para otro sin decidirse a atacar. Los soldados, con
la seguridad que proporciona tener a alguien como la chica que acaban de
conocer de su parte, ganan en entereza y coraje por lo que deciden dar unos
pasos hacia delante, cercando poco a poco al animal. Entonces, la bestia
reproduce un enorme gruñido para, después, salir huyendo al escapar por la
misma ventana por la que había irrumpido tan furiosamente dentro del puente
colgante. Robert y los demás se quitan sus cascos, evaporándose la tensión
acumulada, intentando relajarse.
ARTHUR
-Lástima que nosotros no podamos crear ese tipo de criaturas.
ESCENA 68.
En un parque del campus. Escena exterior. Día.
La madre de Robert observa sentada en un banco a los estudiantes que pasean
por el camino que atraviesa el parque, intentando avistar al chico del jersey
amarillo. Pasan delante de ella parejas de novios, alumnos circulando en
bicicleta y algunos profesores que se detienen a charlar.
55
Tras unos segundos, observa cómo los cinco elegidos, siendo uno de ellos el
chico del jersey amarillo, portando los maletines que contienen los artefactos,
caminan por una calle en dirección a la zona de la universidad ocupada por los
edificios de las fraternidades.
ESCENA 69.
En la puerta de entrada al edificio de una fraternidad. Escena exterior. Día.
La madre de Robert camina, a una distancia de varios metros, siguiendo el paso
de los cinco jóvenes, los cuales se introducen dentro de una antigua casa, sede
de una de las fraternidades de la universidad.
ESCENA 70.
En el hall del edificio de una fraternidad. Escena interior. Día.
El primer piso está vacío. La madre de Robert observa que no hay presencia de
nadie, ningún ruido procedente del salón, ni de las pequeñas salas aledañas. La
mujer piensa que los cinco elegidos han podido subir por las escaleras que
tiene enfrente hacia el segundo nivel.
ESCENA 71.
En el último piso de la torre. En la puerta de entrada de la habitación en donde
se veía luz. Escena interior. Noche.
Los soldados han subido las escaleras que conducen a la última habitación de la
torre, aquella donde se veía luz, deteniéndose al llegar a la puerta de entrada.
Arthur y Robert se adelantan unos pasos hasta colocarse frente a ella. Arthur le
habla sigilosamente, intentando que el resto del grupo, pero en especial la
chica que acaban de conocer, la cual se ha echado algunos de sus rubios
mechones hacia delante, tapándole buena parte de su rostro, no se enteren de
lo que tratan.
ARTHUR
-¿Aún crees que ha sido un error traerla con nosotros?
ROBERT
-No lo sé, Arthur. Lo intento, de verdad.
56
ARTHUR
-Ya has comprobado su capacidad de intimidación.
ROBERT
-Cierto pero… Hay algo que me hace… desconfiar.
ARTHUR
-Su nombre es Carla.
ROBERT
-Espero que le puedas sacar algo más.
Arthur posa su mano en el picaporte, abriendo la puerta.
ESCENA 72.
Dentro de la habitación del último piso de la torre. Escena interior. Noche.
Todo el grupo entra dentro, mirando el interior de la estancia, la cual está
vacía. Solamente hay unos cuantos libros depositados en unas sucias repisas
más una escalerilla adosa a la pared que conduce hacia una trampilla abierta en
el techo de madera de la torre. La luz que se veía desde fuera del colegio
procede de un candelabro depositado encima de uno de los estantes. Robert
observa la luz de escudo, la cual emite intensos y brillantes destellos rojizos.
ROBERT
-¿Dónde está?
ARTHUR
-No lo sé.
Arthur, entonces, dirige su atención hacia una serie de agarraderas ancladas en
cada una de las cuatro paredes de la estancia a intervalos de medio metro y
colocadas a la altura de la cintura. Se acerca a una de estas asas, introduciendo
su mano por ella, asiéndose fuertemente, contando el número de agarraderas
que hay. Robert se acerca a él.
ARTHUR
-Once.
57
ROBERT
-Somos justo once personas.
En ese momento, del suelo de la habitación emerge el sonido de la piedra al
desgarrarse del cuerpo de la torre. Un sonido seco y estridente en la excesiva
calma de la noche. Carla, en ese instante, por miedo a lo que pueda estar
sucediendo, retrocede unos pasos hasta colocarse junto a la puerta, la cual
continúa abierta. Todos los presente miran a su alrededor, intentando
comprender qué es lo que ocurre. Pronto observan cómo el interior de la torre
sufre una fuerte sacudida, mucho más agresiva que la que pudieron sentir
dentro del pabellón. Una violenta agitación que provoca que algunas de las
tablas de madera que constituyen el techo se vayan desprendiendo y se
precipiten sobre las cabezas de los soldados, los cuales, dando elegantes saltos
acrobáticos, logran esquivar con soltura. De repente, sienten también cómo el
suelo se va inclinando poco a poco hacia un lado, lo que facilita que las repisas
se despeguen de las paredes y caigan al suelo. Entonces, el brazo izquierdo de
una persona situada fuera de la puerta de entrada y vestida con una sotana y
capucha, cuya mano está enfundada en un guantelete de hierro, penetra
dentro de la habitación por la puerta abierta, agarrando a Carla y llevándola en
volandas hacia fuera de la estancia. La maniobra ha sido tan fugaz que a la
hermana de Sarah no le ha dado tiempo a reaccionar. En ese instante, Robert
se la vuelta en dirección a la puerta, viendo como Carla es raptada. La puerta,
tras esto, se cierra bruscamente.
ROBERT
-¡Carla!
Camina hacia la puerta por la pendiente en la que se está convirtiendo
progresivamente el suelo de la habitación, esquivando a sus compañeros, los
cuales tratan de que no impacte sobre ellos ningún objeto.
ROBERT
-¡Carla, Carla!
Robert no consigue llegar a la puerta puesto que, en ese instante, el aula se
inclina todavía más, provocando que los presentes se resbalen, deslizándose
todos ellos por el suelo de la habitación hasta que se detienen al chocar contra
una de las paredes. Arthur, entonces, se da cuenta ahora del por qué de la
existencia de las agarraderas dispuestas por toda la estancia.
ARTHUR
-¡Agarraos todos, rápido!
58
Todos hacen lo que él les ordena, asiendo algunos aquellas agarraderas que
quedan más a mano mientras que otros deben saltar hacia aquellas otras que
ahora, debido a la nueva disposición en la que ha quedado el aula, cuelgan del
nuevo techo.
(Fuera. El aula termina de separarse completamente de la torre a la que estaba
unido, gravitando sobre ella unos cuantos metros hasta que recupera, tras unos
segundos, su posición normal.)
Los soldados vuelven a posar sus pies sobre el suelo de la habitación, notando
cómo ésta se desplaza por el aire muy despacio. Robert, entonces, camina otra
vez hacia la puerta, abriéndola esta vez y observando cómo la habitación
arrancada de la torre sobrevuela a unas decenas de metros, dando vueltas muy
lentamente, los edificios del colegio. Desde su posición no avista a la joven ni a
aquel que la ha raptado. Arthur se coloca a su lado.
ARTHUR
-Qué piensas hacer.
ROBERT
-Nos veremos, Arthur.
Robert espera el momento justo en el que la habitación volante se disponga
nuevamente cerca de la torre a la que pertenecía. Cuando esto sucede, salta
desde el umbral de la puerta hacia las escaleras de la torre desgajada.
ESCENA 73.
En las escaleras de la torre desgajada. Escena exterior. Noche.
Robert cae con mucha agilidad en las escaleras de la torre. Observa desde allí
cómo la habitación volante se dirige ahora hacia al campo de rugby.
ESCENA 74.
En el aula volante. Escena interior. Noche.
Arthur ayuda a uno de sus soldados a ponerse de pie. Dentro de la confusión
que hay dentro de la habitación, observa que todos sus guerreros se
encuentran en buen estado.
SOLDADO # 1
-¿A dónde nos dirigimos?
59
Arthur, deseoso de dar respuesta a la pregunta que le acaba de realizar uno de
sus soldados y debido a que por la puerta de la habitación solamente se
observa el terreno que se va superando, pues ha quedado situada a la popa de
la nave, camina, guiado también por su propia curiosidad, hacia la escalerilla, la
cual todavía se conserva intacta, que da acceso a la trampilla del techo. Trepa
rápidamente por ella, abriendo de un fuerte golpe la ventanilla.
ESCENA 75.
En el tejado del aula. Escena exterior. Noche.
De pie, en la techumbre de madera, Arthur observa que el aula se dirige hacia
el campo de rugby. Uno de sus soldados escala también la escalerilla hasta que
aparece en escena, colocándose junto a Arthur y viendo el panorama que se les
presenta.
SOLDADO # 2
-Vamos a chocar.
Arthur se gira hacia atrás ahora, intentando visualizar a Robert o la chica, pero
no viendo a nadie.
ESCENA 76.
En una habitación del edificio de la fraternidad. Segundo piso. Escena interior.
Día.
La madre de Robert camina por una amplia sala, sin ventanas, iluminada por
una serie de alargadas lámparas que penden del techo, sin ningún tipo de
decoración salvo por una pequeña mesa y un butacón. Junto a la mesa están
colocados de pie los cinco elegidos: cuatro chicos y la chica, los cuales
sostienen en sus manos los respectivos objetos que se les asignaron, todos
ellos vestidos con un uniforme completamente azul oscuro. Tienen los ojos
cerrados, estando en una posición de plena concentración. Entonces, la voz de
una chica joven se escucha dentro de la sala
SARAH
-Quizá le gustaría saber quién me proporcionó la idea para crear mi propio
mecanismo de establecimiento.
La madre de Robert, al escuchar la voz, mira a su alrededor con el objetivo de
identificar el lugar de donde ésta procede.
60
MADRE DE ROBERT
-¿Dónde estás?
SARAH
-La historia es un tanto larga. Será mejor que se siente.
La mujer rechaza con la cabeza la proposición que le ofrece la voz.
SARAH
-Por favor.
Tras escuchar las nuevas palabras pronunciadas por Sarah, acepta sentarse.
Entonces, su voz es sustituida por la de un joven hombre como relatadora de la
historia.
EL CABALLERO
-Un joven y desventurado caballero, el cual no solamente había perdido su
caballo, su espada, su casco y buena parte de su armadura durante el
transcurso de una cruenta batalla sino también a su propia esposa, llegó
caminando, atravesando un inacabable desierto, con el brazo pegado al rostro
para protegerse del polvo y la arena que el fuerte viento levantaba, a un
solitario lugar sin ley ni justicia conocido con el nombre de Télamo. Nada más
instalarse, el aspecto que más le sorprendió de la gente que habitaba dicho
lugar era la peculiar manera que tenían de desplazarse, de viajar miles y miles
de kilómetros, incluso la posibilidad de llegar hasta lugares y mundos
completamente inaccesibles para los demás, simplemente haciendo uso de
cinco objetos. Cinco artefactos de aspecto cotidiano, todos ellos caracterizados
porque llevaban inscritos un símbolo formado por dos flechas que indicaban
hacia direcciones contrarias. Rápidamente entendió que el hecho de que
Télamo estuviera ubicado en un lugar tan inhóspito e inaccesible seguramente
sería debido a los deseos que albergaban sus habitantes de preservar su forma
de trasladarse. Al no tener trabajo ni nada con lo que sobrevivir, el caballero
compró con el escaso dinero del que disponía un antiguo revolver para,
aprovechándose de sus habilidades como guerrero, convencer a los habitantes
del pequeño e inhóspito pueblo de que podría ocuparse de cualquier problema
que les afligiera, enmendar cualquier entuerto y satisfacer cualquiera de sus
demandas, llevándolo todo a cabo por un módico precio. Pero como los
habitantes de Télamo no estaban del todo seguros de esas presuntas
habilidades, le pidieron que hiciese una prueba. Cierto es que el joven caballero
nunca había usado un arma de fuego ni conocía con total seguridad el
mecanismo de disparo, aunque en algunos de sus enfrentamientos con
soldados de otras naciones había visto empuñarlas en las manos de éstos. A
pesar de todo, intentó fortuna. >>>
61
>>> Los habitantes de Télamo le condujeron hacia una casa situada en un
desfiladero en donde vivía una joven mujer, conocida entre todos por su gran
maldad. Ésta había robado el anillo de compromiso de una chica aún más joven
que ella, la cual había tenido la desgracia de morir unos días después de este
hecho. El caballero, entonces, entró muy despacio en la casa del desfiladero,
prevenido por los habitantes del pueblo de que la inquilina no tendría piedad
con aquel que intentase arrebatarle la joya. El desventurado joven se presentó
ante ella, apretando fuertemente entre sus manos su recién adquirido revolver.
Ella estaba quieta, de espaldas a él, mirando el árido y extenso horizonte por la
ventana, con su mano izquierda apoyada en el alféizar, una mano en cuyo dedo
anular brillaba la joya sustraída, no advirtiendo la presencia de alguien dentro
de su hogar. Sin pensárselo dos veces, aprovechando esta circunstancia y no
albergando en su interior ningún escrúpulo que le impidiese disparar por la
espalda a una mujer desarmada, el caballero apretó el gatillo del artefacto,
matando a la bella dama al instante. Antes de irse, observó con interés y
curiosidad un objeto dispuesto sobre una mesa. Un artilugio digital que tenía la
capacidad de medir el tiempo. Puesto que su dueña ya no lo iba echar en falta,
lo asumió como suyo. Después, regresó a Télamo, visitando al desdichado
novio, al cual devolvió la sortija. En agradecimiento por la labor desempeñada,
el novio, sintiéndose además muy próximo en su tristeza al caballero, ya que
ambos habían perdido a la persona más querida para ellos, le entregó un
portarretratos dorado en donde el joven hidalgo pudiese colocar la imagen de
su esposa muerta. A pesar de que el caballero se encontraba feliz en Télamo,
no soportaba la idea de tener que vivir en un lugar yermo y desértico como
ese, habitado, además, por gentes tan carentes de valor y coraje. Y aunque le
pidieron insistentemente que se quedase con ellos, él no pudo convertir sus
deseos en realidad. Así que, varios días después, partió. Pero antes de irse, los
habitantes de Télamo le hicieron un par de regalos: una gruesa máscara
realizada en cuero, de gran resistencia, que le serviría para proteger su rostro
de las minúsculas pero molestas y abrasivas partículas de arena, y un caballito
de madera, obsequio para su único hijo, el cual todavía aguardaba su regreso
(continúa en la escena 79.)
ESCENA 77.
En el campo de rugby. Escena exterior. Noche.
La habitación que anteriormente estaba suspendida en el aire ha aterrizado
justo en medio del campo de rugby, el cual permanece a medio oscuras,
solamente iluminado, tímidamente, por la luz que ahora nace de la parroquia.
Arthur abre la puerta del aula y aparece en escena, caminando por el tupido
césped, el cual está en perfectas condiciones para la disputa de un partido.
62
ESCENA 78.
En un pasillo del colegio. Escena interior. Noche.
Robert corre por un oscuro pasillo, intentando encontrar a Carla, mirando en el
interior de algunas de las aulas que lo flanquean.
ROBERT
-¡Carla, Carla!
ESCENA 79.
En una habitación del edificio de la fraternidad. Segundo piso. Escena interior.
Día.
La madre de Robert continúa sentada mientras que los cinco elegidos siguen en
la misma postura que antes, con sus ojos cerrados y sosteniendo el objeto
asignado. La voz masculina prosigue la historia.
EL CABALLERO
-Después de varias semanas caminando por el desierto, sin encontrar ninguna
variación en el paisaje ni a ningún otro viajero, el caballero pensó para sí
mismo que, a pesar de su hijo, quizá hubiera sido una mejor idea el haberse
quedado en Télamo, un lugar árido e inhóspito pero, por lo menos, habitado
por personas que sentían hacia él una profunda admiración por lo que había
hecho. Acampó para descansar, deseoso de beber un largo trago de agua de su
odre de piel. Mientras bebía, observó maravillado el reloj digital que había
robado de la casa del desfiladero, percatándose que tenía el mismo símbolo que
todos aquellos artilugios cotidianos que utilizaban las gentes de Télamo para
viajar. Entonces, extrajo el resto de objetos y regalos que adquirió allí: el
revólver, el portarretratos dorado, la máscara que le entregaron los habitantes
del pueblo para que la arena no le quemase la piel y le permitiera ver el camino
y, por último, el caballito, dándose cuenta de que también estos tenían grabado
el mismo carácter. Pensó, entonces, que los habitantes de Télamo, además de
contar con esa facilidad para desplazarse a lugares tan lejanos quizá también
poseyeran otra cualidad: la capacidad de prever futuros acontecimientos. Pues,
¿por qué sino le habrían entregado los dos objetos que le faltaban para crear
un mecanismo completo si no era porque algo malo tendría que ocurrirle? Con
esta idea en la cabeza, quiso comprobar que el mecanismo funcionaba. Formó
una línea con todos los objetos en el orden en el que los había adquirido:
revolver, reloj, portarretratos, máscara y caballo. Se sentó en el incómodo
suelo, mirando sonriente la fila de elementos dispuestos ordenadamente,
esperando a que sucediera algo. Pero, nada ocurrió. Cerró los ojos durante
unos instantes y se tumbó en la arena, pues el sueño ya le sobrevenía. >>>
63
>>> Tras unos minutos, en los cuales soñó con la mujer que había asesinado
tan fríamente, despertó, observando cómo los potentes rayos de sol
empezaban a chamuscar la superficie de los cinco objetos, transformándolo
todo en cinco replicas de un tamaño algo menor, de brillante aspecto metálico,
suave al tacto, de considerable peso y pintadas en negro. El caballero recordó
entonces que los objetos que usaban los habitantes de Télamo tenían esa
apariencia. Volvió a colocarlos nuevamente en el amarillento suelo, aguardando
a que, esta vez sí, sucediera algo. Pero, otra vez, nada ocurrió. Recogió las
imitaciones, guardándolas en el odre, y reanudó la marcha, sintiendo en su
espalda la pesadez de los objetos custodiados en el cuero cosido. Después de
largo tiempo caminando, el caballero hizo un descanso. Despegó de su espalda
el contenedor de los artilugios, dejándolo en el suelo. Lo abrió, observando
nuevamente las reproducciones. Entonces, la luz del sol volvió a proyectarse
sobre ellas, provocando que éstas empezaran a irradiar potentes destellos color
violeta, los cuales, tras uno segundos, desaparecieron. Después de esto, el
caballero se sentó junto a los objetos, pensando que quizá esa nueva emisión
solar fuera el último requisito para que todo estuviera en orden, dispuesto para
que experimentase aquello que se había convertido en algo normal y cotidiano
en las vidas de los habitantes de Télamo. Pasó su mano por ellos, cerrando los
ojos al hacerlo, como había visto hacer en varias ocasiones, sintiendo un ligero
dolor de cabeza y una sensación muy parecida a la que pueden tener las aves
al iniciar el vuelo. Entonces, al abrirlos de nuevo, descubrió como se había
desplazado hacia un lugar completamente desconocido para él. Un lugar
cubierto por gruesas nubes que descargaban lluvia sin parar. Construcciones
gigantescas de varios kilómetros de altura le rodeaban, realizadas en delgados
paneles de cristal. Sobre su cabeza observó cómo los habitantes de ese mundo
se desplazaban por el aire a lomos de cilindros plateados. No existía el sol en
aquel lugar, ni tan siquiera una brizna de luz natural procedente de cualquier
sitio. El caballero, temeroso ante lo que estaba viendo, apenas si se despegó
unos metros de donde apareció. Y, tras varios minutos observándolo todo,
intentó volver a su plácido desierto. Repitiendo la misma fórmula lo consiguió.
De regreso, y algo más tranquilo, el caballero reanudó el viaje, volviendo a
cargar con los artefactos. En un momento dado, y tras caminar durante largas
horas con la piel encendida por la arenilla acumulada en los pliegues del rostro,
sediento, cansado y confuso el hidalgo dio un paso en falso, cayendo al suelo y
resbalando por la pendiente de una duna. Durante unos minutos interminables,
el caballero se deslizó por el inacabable desnivel, notando las rozaduras por
todo su cuerpo, hasta que el repecho llegó a su fin, precipitándose al vacío.
Pero el vacío no estaba tan vacío. El sonido del cuerpo del caballero al
introducirse en un extenso lago resonó en la siempre soleada e impertérrita
tarde. Zambullido en sus aguas, el caballero intentó torpemente nadar hacia la
superficie. Pero el peso de los objetos que albergaba en el odre se lo impedía,
ahogándose al instante (la historia termina en la escena 82.)
64
ESCENA 80.
En el campo de rugby. Escena exterior. Noche.
Arthur y sus soldados están quietos, alejados unos metros de la habitación,
mirando a su alrededor, intentando encontrar al enemigo. Tras unos segundos,
escuchan el estridente sonido provocado por las mascotas de Sarah, Garleón y
Gélida. Los soldados observan sus escudos, viendo cómo emiten destellos
azulados. Tras unos segundos, desde detrás de la habitación, aparecen las
monstruosas mascotas de Sarah, sedientas de lucha. Los soldados están
igualmente impacientes por que se inicie el combate, deseosos de devolverles
la humillante derrota que sufrieron cuando eran pequeños. Se repliegan todos
alrededor del campo, con el objetivo de que ninguno de los animales puede
escapar. Arthur, sujetando su escudo, se coloca en posición de ataque. Sus
compañeros, al instante, repiten la fórmula. Momentos de tensión hasta que
todos inician la carrera, precipitándose sobre las bestias.
ESCENA 81
En uno de los largos y oscuros pasillos del colegio. Escena interior. Noche.
Robert corre por uno de largos y oscuros pasillos, parándose de inmediato al
escuchar a los lejos los chirriantes gruñidos que producen las peludas mascotas
de Sarah, mostrando su rostro un semblante de hondo pesar por no estar
acompañando a Arthur y al resto en la batalla final.
ESCENA 82.
En una habitación del edificio de la fraternidad. Segundo piso. Escena interior.
Día.
La madre de Robert continúa sentada mientras que los cinco elegidos siguen en
la misma postura que antes, con sus ojos cerrados y sosteniendo el objeto
asignado. La voz masculina continúa con la historia.
EL CABALLERO
-Pero el alma del joven caballero tuvo el disgusto de caer por otra pendiente
todavía más larga y escabrosa.
En ese momento, la voz masculina es sustituida como relatadora de la historia
por la voz de Sarah.
65
SARAH
-Los habitantes de Télamo no se equivocaron. Su alma visitó nuestra casa. El
buen Dios que habita en nuestro mundo nos entregó el espíritu de aquel que
había matado de una manera tan poco honorable a aquella mujer. Y allí estaba.
Acompañado por aquellos que debían torturarle por siempre jamás. Asustado,
intentó una última solución para regresar al mundo viviente. Colocó los
artefactos en el suelo del infierno, en fila, uno al lado del otro, tal y como ya
hubiese hecho durante su periplo por el desierto. Se sentó junto a ellos,
mirándolos detenidamente, rozándolos suavemente, rogando entre sollozos que
le ayudasen a salir de allí. La comunidad le rodeó, intentando que no pudiera
huir de un lugar del que era, hasta aquel momento, imposible de escapar. Pero
aquel caballero lo consiguió. Se marchó, sin más, evaporándose delante de
nosotros, ayudado por esos cinco objetos, dotados del poder del Movimiento a
Gran Escala. Yo ya conocía ese poder. Lo había utilizado anteriormente para
intentar extender nuestro imperio fuera de nuestros dominios. Pero lo que no
sabía era cómo permanecer de manera indefinida en aquellos lugares a los que
me desplazaba. Recorría los límites de lo inimaginable hasta llegar a otros
mundos, pero solamente podía permanecer allí durante un periodo de tiempo
limitado. Era imposible, por lo tanto, poner en funcionamiento un proyecto de
conquista y colonización. Entonces, un día, transcurrido un año, el caballero
regresó, comentándome que durante el tiempo en el que había estado fuera,
viajando de un lugar a otro, se había familiarizado de tal manera con el
funcionamiento de los cinco objetos que prácticamente se había convertido en
un experto en su manejo. Esos cinco artefactos le permitían no solamente
desplazarse a Gran Escala sino, sobre todo, instalarse de manera indefinida en
cualquier lugar que quisiera. Era, por lo tanto, un mecanismo de
establecimiento perfecto. Y si funcionó con él, ¿por qué no podría hacerlo
conmigo también? Aquel caballero, además, aprendió durante su estancia en
aquellos lejanos lugares diversas artes y conocimientos técnicos muy valiosos.
Hice un pacto con él. El trato consistió en que yo intercedería con el opuesto
bondadoso que habita en nuestro mundo para que le autorizase visitar el
espíritu de su esposa fallecida. Al cumplir con mi parte del trato, él también
cumplió con la suya. El caballero comprendió que para que yo pudiera seguir su
camino debía crear un mecanismo de establecimiento adaptado a mí, a mis
peculiaridades, a mi propia naturaleza, pero también adaptado al lugar donde
quería instalarme. Debido a esto, se desplazó hacia vuestro hogar, recopilando
suficiente información. Tomando como ejemplo el mecanismo que ya conocía,
creo el suyo propio, adulterado, por así decirlo. Más tosco, menos
perfeccionado, mucho más lento y laborioso en su fabricación pero igual de
eficaz. Ha tardado doce años en crearlo, desde la elección de aquellos niños
hasta hoy. La creación del mecanismo, como puedes observar, esta punto de
concluir.
66
En ese momento, los cinco jóvenes depositan sus respectivos artefactos encima
de la mesa, formando una línea. Entonces, la chica de largo y ondulado pelo
marrón, extrae una linterna realizada en un metal oscuro, dotada de dos
bombillas, una de color roja y otra de color azul, con la que apunta
directamente sobre los objetos, provocando que empiecen a emitir destellos
color púrpura, inundando toda la habitación de una suave tonalidad violeta.
(Nota: la suma del color rojo y azul da lugar al color violeta.)
SARAH
-El mecanismo ya es operativo. La suerte está echada para los tuyos. Ahora
debo dejarte. Otros asuntos reclaman mi atención.
ESCENA 83.
En el campo de rugby. Escena exterior. Noche.
Por efecto de un golpe dado por una de las bestias, Arthur ha sido levantado
del suelo varios metros, cayendo después y chocando contra una de las
paredes de la habitación. Unos cuantos soldados tienen acorralado al otro
animal contra otra pared de la habitación, sacudiéndole fuertes golpes en su
quijada con los escudos que portan. Cerca de una de las porterías del campo,
otro grupo de soldados corre delante del monstruoso bicho que ha arremetido
contra Arthur. El animal salta sobre uno de ellos, atravesándole el esternón con
sus garras. Dos soldados más ayudan a Arthur a restablecerse del tremendo
encontronazo que ha tenido anteriormente. Se sacude los restos de polvo de su
negra armadura y de su capa roja. Delante de él, corre ahora la bestia que
hace unos segundos estaba acorralada, pues ha logrado escapar de sus
captores, siendo perseguida de nuevo por aquellos que la hostigaban. Arthur da
un gran salto en el oscuro cielo, colocándose encima del peludo lomo del
animal. Pero éste, al sentir el peso de alguien encima de su cuerpo, reacciona,
parándose en seco y provocando que Arthur salga nuevamente despedido por
los aires en dirección, esta vez, a la zona del bosque en donde se halla la
capilla.
ESCENA 84.
En uno de los largos y oscuros pasillos del colegio. Escena interior. Noche.
Robert se detiene al ver cómo la luz de su escudo empieza a emitir destellos
rojizos cuando observa otro pasillo que conduce a otra de las torres. Medita
durante unos segundos si continuar la búsqueda de Carla o, por el contrario,
seguir las indicaciones de su escudo, decidiéndose finalmente por esta última
opción.
67
ESCENA 85.
En una escalera que asciende hacia el último piso de otra torre. Escena interior.
Noche.
Robert sube peldaño tras peldaño con gran celeridad, guiándose por la luz de
su escudo.
ESCENA 86.
Dentro de la habitación del último piso de la torre a la que había subido Robert.
Escena interior. Noche.
Robert observa que, en medio de una habitación idéntica a la de la otra torre,
con la excepción de que ésta tiene una decoración más esmerada y parece más
limpia y aseada, está colocada de espaldas una chica rubia, delgada y de
pequeña estatura, vestida con un ajustado uniforme dorado.
ROBERT
-Sarah.
La joven, al escuchar las palabras de Robert, se la vuelta, sonriendo. Robert,
entonces, en un acto de valentía o de estupidez, se quita el casco, lanzándolo al
suelo. También se quita el resto de las partes de las cuales está constituida su
armadura: coraza, rodilleras, hombreras... hasta quedarse desnudo. Lo tira todo
al suelo menos su escudo humano, el cual sujeta bien fuerte en su mano. La luz
roja ilumina toda la estancia.
ROBERT
-Preparada para luchar.
SARAH
-Aquí no. Sígueme.
Sarah camina ahora hacia la escalerilla adosada a la pared, la cual conduce a la
trampilla correspondiente, abriéndola y saliendo al exterior.
ESCENA 87.
En la habitación del edificio de la fraternidad. Escena interior. Día.
La habitación está vacía. No hay rastro de los cinco chicos, ni de los objetos
que estaban situados encima de la mesa.
68
Pero lo que sí es evidente es un reguero de sangre que se desliza por las patas
de la silla en la que cual sigue sentada la madre de Robert. Reguero de sangre
que empapa su cabeza seccionada, dispuesta junto a sus pies. Entonces,
aparece en escena una mano envuelta en un guantelete de hierro, la cual
sostiene una afilada daga de la que resbalan hilillos de sangre.
ESCENA 88.
En el tejado de la habitación de la torre. Escena exterior. Noche.
El tejado está completamente nevado, soplando un fuerte viento. Robert y
Sarah están quietos, mirándose a los ojos. Tras unos segundos, comienza una
nueva nevada, provocando que desciendan las temperaturas aún más. Los
magros copos de nieve caen sobre ellos, no importunándoles en absoluto.
Robert es quien inicia el combate, corriendo hacia ella e intentando propinarle
sendos golpes en su bello rostro. Pero Sarah demuestra su agilidad, esquivando
los golpes al saltar varios metros hacia un lado. Robert vuelve a liderar la
ofensiva, logrando darle un fuerte rodillazo en sus costillas, castigándole
después el estómago con su escudo. La joven se derrumba en el piso para, tras
un instante, levantarse, saltando sobre Robert y propinándole una fuerte
patada en su rostro, provocando que éste pierda el equilibrio y casi caiga al
vacío. Pero el soldado se restablece en pocos segundos, pensando para sí
mismo en la enorme fuerza que tiene alguien tan menudo e insignificante como
Sarah. Robert contraataca, agarrándola por el cuello, manejándola como un
juguete y estampándola de espaldas contra el suelo, provocando que atraviese
las vigas de madera. Pero no cae dentro de la habitación, puesto que él la
sujeta para levantarla después sobre su cabeza, dando unos pasos hacia uno
de los bordes del tejado, cogiéndola ahora por las piernas, colocándola boca
abajo y moviéndola de un lado para otro para ganar el suficiente impulso como
para llevar a cabo la maniobra que le permita estamparla con fuerza contra una
de las fachadas de la torre. Pero Sarah, antes de que su cuerpo choque
irremediablemente contra las gruesas piedras de la fachada, ha conseguido
zafar sus piernas del abrazo de Robert, cayendo al vacío pero logrando asirse
de una de las piedras que sobresalen un poco de la pared. Desplazándose con
mucho cuidado por la fachada, desaparece de la escena al girar por una
esquina. Robert mira por los cuatro bordillos del tejado, intentando vislumbrar
algún rastro de ella. Tras unos segundos, nota cómo alguien le agarra por los
testículos, haciéndole caer al suelo y gritar de dolor. Robert siente que una
poderosa mano le desgarra la entrepierna. Se gira, observando el rostro de
Sarah. La presión que ella ejerce es tremenda, obligándole a soltar su escudo
orgánico y a acurrucarse en el blanquecino piso. Sarah deja de apretar,
observando el cuerpo hecho un ovillo de Robert, el cual gimotea
lastimosamente, llevándose sus dos manos a la entrepierna. La joven camina a
su alrededor, degustando su victoria.
69
Pero él no se da por vencido, acrecentándose en lo más profundo de su ser una
airada energía que le hace ponerse en pie, coger su escudo y abalanzarse sobre
una desprevenida Sarah, sobre la cual el soldado asesta certeros golpes en
todas las partes de su cuerpo menos en el rostro, pues las defensas de la chica
se concentran en proteger su cara, la cual no tiene ninguna magulladura. Sarah
cae rendida en el suelo, agotada por la inesperada reacción de Robert, el cual
la vuelve a coger del cuello con el objeto de darle el golpe de gracia y finalizar
la contienda de un modo favorable para él. Pero, justo en el instante en el que
va a ejecutarlo, los ojos de Sarah se apartan de los de él, dirigiendo su mirada
hacia arriba, pues sobre las cabezas de ambos aparece Carla, la cual salta sobre
el guerrero, arremetiendo contra él, dándole un fuerte rodillazo en la cara,
provocando que suelte a Sarah y que caiga al suelo. Robert se pone en pie
rápidamente, percatándose de que Carla está como hipnotizada o poseída, algo
que le obliga a actuar de ese modo. Observa a las dos chicas, las cuales son
completamente idénticas, aunque, sin embargo, puede distinguirlas debido a
que Sarah es la única que va vestida con el uniforme dorado. Entonces, las dos
chicas, se colocan en el borde del tejado para, tras unos segundos, saltar al
vacío. Arthur corre hacia el lugar desde donde se han lanzado, no observando a
nadie caer. Tras unos instantes, se da la vuelta, viendo cómo las dos jóvenes
vuelven a aparecer en escena, una al lado de la otra, vestidas ahora las dos con
el traje dorado.
ROBERT
-Joder.
Robert piensa que, después de esta jugada, será imposible distinguirlas. Su
objetivo es solamente acabar con Sarah, no pretendiendo hacerle nada a su
hermana. Además, las dos tienen su rostro impoluto, libre de moratones o
contusiones. Robert ahora entiende el porqué Sarah a puesto tanto énfasis en
proteger su rostro. Sin embargo, se da cuenta de que Carla tiene una herida
reciente en su mejilla derecha.
ROBERT
-No podrás hacerme caer en tu juego, Sarah. No podrás confundirme.
Robert vuelve a observar la herida que Carla tiene en la mejilla derecha, herida
de la cual surge un hilillo de sangre, el cual resbala por su rostro hasta que
llega a la comisura de sus labios, provocando que la chica, al sentir el sabor de
su sangre, se lleve las manos a su cara para limpiársela.
ROBERT
-Hagas lo que hagas, intentes lo que intentes, esta noche será tu fin
(hablándole ahora a la chica que él cree es Carla.) Sé que ella ha hecho algo
contigo. Te prometo que no te haré daño. Gracias por mostrarme el camino
para ganar.
70
Robert encamina su ataque contra aquella que él piensa es Sarah, la cual logra
esquivar. Entonces, la supuesta Carla salta sobre su espalda, mordiéndole el
cuello. Robert consigue zafarse de ella, despegándola con cuidado de su
espalda y dándole un leve golpe en su rostro para que pierda el sentido,
acomodándola en el blanco suelo del tejado. Ahora, vuelve a concentrar su
ataque sobre la joven que da por seguro es Sarah, la cual ya se ha levantado,
esperando la ofensiva.
ESCENA 89.
En la capilla oculta en el bosque. Escena exterior. Noche.
Arthur termina de incorporarse después de que haya chocado contra la fachada
de la capilla, la cual ha quedado un poco dañada. Desde su posición puede
observar una fuerte luz roja que surge de la cúspide de una de las torres. Corre
de nuevo hacia el campo de juego. Tras desaparecer de la escena, el ángel
Trenton aparece en ella por detrás de la capilla, espiando en la distancia todo lo
que está ocurriendo, portando a su espalda una larga ballesta.
ESCENA 90.
En el campo de rugby. Escena exterior. Noche.
Arthur analiza el transcurrir de la partida. De momento, todo sigue igual que
antes. Unos cuantos de sus soldados intentan de nuevo acorralar a una de las
fieras mientras que otro grupo ha conseguido abrirle una gran brecha en su
peluda cabeza a la otra. Entonces, los dos animales, como si hubiesen recibido
la llamada de socorro de su dueña, se zafan de los guerreros que les hostigan y
abandonan corriendo el campo de rugby para atender con prontitud la llamada
recibida. Los presentes observan a lo lejos cómo las fieras escalan si mucho
apuro la fachada de la torre en donde se está produciendo el enfrentamiento
entre Sarah y Robert, estando a punto de alcanzar el tejado.
ESCENA 91.
En el tejado de la torre. Escena interior. Noche.
Robert tiene cogida del cuello a la supuesta Sarah, la cual está a punto de
perder el conocimiento, arrodillándose en el suelo. Se desprende de su escudo,
lanzándolo al vacío. A unos metros de ambos, descansa el cuerpo inconsciente
de la supuesta Carla.
71
ESCENA 92.
En las escaleras que conducen al último piso de otra de las torres del colegio.
Escena interior. Noche.
El ángel Trenton sube volando rápidamente las escaleras.
ESCENA 93.
En el tejado de la torre. Escena exterior. Noche.
La supuesta Sarah abre tímidamente sus ojos. Robert, entonces, recuerda la
segunda de las advertencias que le dijo el niño en el aula de química: “... vigila
tus espaldas...” Robert, entonces, se gira y observa que los peludos animales
se precipitan sobre él para salvarle la vida a su dueña. El soldado esquiva el
ataque de las fieras, lanzándose a un lado. Aprovechando esto, la supuesta
Sarah se pone en pie para alejarse de Robert, dándose la vuelta. Una de las
bestias no ha podido retirar a tiempo la zarpa que iba dirigida contra Robert,
impactando contra la espalda de la joven, desgarrándole la piel. La supuesta
Sarah cae malherida sobre el tapete blanco, muy cerca del borde del tejado.
Las bestias lloran desconsoladas ante la triste posibilidad de que hayan dado
muerte a su ama. Por este motivo, los dos animales deciden suicidarse,
tirándose al vacío.
ESCENA 94.
En una habitación del último piso de otra torre del colegio. Escena exterior. Día.
El ángel Trenton está dispuesto junto a la ventana. Coloca una brillante flecha
de cristal en su ballesta para, después, observar desde una mirilla telescópica
adosada al arma todo lo que está sucediendo en lo alto de la torre ocupada por
Robert y Sarah.
ESCENA 95.
En el tejado de la torre. Escena exterior. Noche.
Robert se pone en pie y se acerca a la supuesta Sarah, la cual todavía no ha
fallecido, pues se mueve ligeramente, intentando reincorporarse. Robert
observa las heridas que tiene ella en la espalda, desgajándole la parte superior
de su uniforme dorado para observar en toda su totalidad las lesiones que
adornan su piel sangrante, llevando a la memoria el logotipo en relieve que
decoraba la maleta plateada. Ahora, tiene esa misma imagen delante de él,
pero, esta vez, de un modo totalmente real.
72
Ya no tiene lugar a dudas de que la joven a la que está a punto de ejecutar es
Sarah. La vuelve a levantar, cogiéndola por el cuello, con la intención de tirarla
al vacío.
ROBERT
-Ahora, tengo la completa certeza de que tú eres Sarah.
Regresa a su mente las últimas palabras que el niño le dijo: “... y arráncale sus
hermosos ojos y guárdalos”. Los primeros destellos de un nuevo día surgen a
través de las montañas. Robert le arranca los ojos. Sarah pierde el sentido,
resbalando por el precipicio del tejado, cayendo al vacío.
ESCENA 96.
En una habitación del último piso de otra torre del colegio. Escena exterior. Día.
En ángel Trenton, tras presenciar esto último, baja el arma.
ESCENA 97.
En el tejado de la torre. Escena interior. Día.
Robert observa el nacimiento de un nuevo día desde lo alto de la torre donde
se ha producido el enfrentamiento. Por detrás de él, aparece Arthur.
ARTHUR
-Robert.
Éste se gira, sosteniendo todavía entre sus manos los ojos de Sarah. Arthur se
dirige a él, quitándose su capa y dándosela a su amigo para que se pueda
tapar.
ROBERT
-He podido ver cómo la sangre brotaba de su espalda.
ARTHUR
-Vámonos de aquí.
Robert, entonces, intenta darle los ojos de Sarah a Arthur.
73
ROBERT
-Guárdalos, Arthur. Yo no puedo hacerlo.
ARTHUR
-Es tu deber, Robert.
ROBERT
-No puedo.
Arthur acepta cogerlos con desilusión en su rostro por la actitud de su amigo.
Robert camina ahora hacia el cuerpo inconsciente de Carla, levantándola del
suelo y descendiendo con ella en brazos por la escalerilla, desapareciendo de la
escena. Mientras, Arthur observa los brillantes ojos arrancados. Tras unos
segundos, los deja caer con desgana al vacío.
ESCENA 98.
En la puerta de entrada del colegio. Escena exterior. Día.
Robert, vestido de nuevo con su armadura, aparece, victorioso, por la puerta,
sujetando en brazos el cuerpo de Carla. Delante de él están los soldados
supervivientes.
ESCENA 99.
En el bosque. Escena exterior. Día.
Trenton vuela a baja altura sorteando los árboles del bosque, alejándose del
colegio para no ser visto por nadie, deteniéndose de improviso cuando ve los
ojos de Sarah, los cuales están dispuestos a los pies de un árbol. Se acerca a
ellos y los coge en sus manos, observándolos detenidamente. Tras unos
segundos, los ojos pierden su consistencia, diluyéndose como si fueran un
líquido gelatinoso.
ESCENA 100.
En la entrada al edificio de una fraternidad. Escena exterior. Día.
Arthur, Robert y los pocos soldados supervivientes, todos ya vestidos de
manera informal, salen por las puertas de entrada al edificio de su fraternidad,
deteniéndose para charlar. Mientras que el resto de los guerreros hablan entre
ellos, Robert y Arthur se distancian unos metros para conversar.
74
ARTHUR
-Quédate con nosotros. Tenemos que celebrarlo.
ROBERT
-He de buscar a mi madre. Tengo que informarle sobre la buena noticia.
ARTHUR
-Como quieras.
ROBERT
-Cuando la encuentre, regresaremos a casa.
Arthur le tiende la mano. Robert se despide de todos y se marcha. Mientras que
los demás entran en el edificio de la fraternidad, Arthur permanece de pie en la
entrada, observando con el rostro serio y un tanto enigmático cómo Robert se
aleja.
ESCENA 101.
En el pequeño jardín junto al lago. Escena exterior. Día.
Denver observa el cómo las aguas del lago se agitan plácidamente. El ángel
Trenton aparece en escena por su espalda, tirando a los pies de Trenton la
ballesta que porta la brillante flecha de cristal.
TRENTON
-No he tenido que utilizarla. Han sido capaces de resolverlo ellos solos. Quizás
les hayamos subestimado.
Trenton, con cara de preocupación, le contesta.
DENVER
-Tenemos noticias nuevas. No solo sobre su verdadera identidad sino acerca de
algo más preocupante para nosotros.
TRENTON
-¿A qué te refieres?
75
DENVER
-Quizá debamos prepararnos.
ESCENA 102.
En el pasillo del primer piso de la residencia de estudiantes. Escena interior.
Día.
Robert camina hacia su habitación. Junto a la puerta espera Carla.
ESCENA 103.
En su habitación. Escena interior. Día.
Carla, la cual tiene una tirita en su mejilla derecha, mira por la ventana
mientras que Robert está sentado en la cama.
ROBERT
-Si quieres, puedes venir conmigo.
La joven sigue sin decir nada, permaneciendo impasible, observando el exterior
desde la ventana. Robert se levanta, camina hacia donde ella se encuentra,
colocándose a su espalda.
ROBERT
-Previste la estrategia que Sarah iba a utilizar conmigo, ¿no es así?
Aprovechaste alguna ocasión para hacerte esa herida. Quizá cuando uno de los
perros de Sarah nos atacó en el puente.
ESCENA 104.
Escena explicativa. En un puente elevado que conecta un edificio del colegio
con otro. Escena interior. Noche.
Los guerreros van abandonando el puente después del ataque de una de las
mascotas de Sarah.
VOZ EN OFF DE ROBERT
-Cogiste un trozo de cristal y te hiciste un corte a propósito para que, antes de
que te volviese contra mí, ayudarme a distinguirte de ella, ¿verdad?
76
Entonces, la hermana gemela de ésta, tras quedarse sola, coge un trozo de
cristal procedente del ventanal roto, haciéndose un corte con él en su mejilla
derecha, echándose su bello pelo hacia delante para ocultar el rasguño.
ESCENA 105.
En su habitación. Escena interior. Día.
Carla se gira, disponiéndose frente a frente con Robert.
ROBERT
-Me mostraste el camino para ganar.
Carla sonríe. Camina unos pasos, alejándose de la ventana, pero Robert se
interpone en su camino.
ROBERT
-Espera, todavía tengo una cuestión en mi cabeza a la que no logro darle
respuesta. ¿Qué significado tiene la palabra que vi en el cuaderno? Lo
recuerdas, ¿verdad? “Nunca”. A qué se podrá referir.
Carla, en ese instante, dirige sus labios muy lentamente hacia la mejilla derecha
de Robert, dándole un beso. Tras esto, se aparta de él, saliendo de la
habitación. Después de varios segundos, Robert comienza a escuchar en su
cabeza, de un modo reiterativo, la palabra “nunca”. Una y otra vez se repite,
llevándose la mano a la mejilla besada por Carla, trasladando a su memoria
nuevamente las imágenes en las cuales el clon de Sarah se autolesionaba y el
momento en que las dos, en lo alto de la torre, aparecieron como dos gotas de
agua, únicamente diferenciables por la herida. Entonces, la solución brota de
sus labios.
ROBERT
-Nunca. Nunca. Nunca confíes.
ESCENA 106.
En el pasillo del primer piso de la residencia. Escena interior. Día.
Robert sale corriendo de su habitación, mirando a un lado y a otro del pasillo,
intentando visualizar a Sarah.
77
ESCENA 107.
En la puerta de entrada de la residencia. Escena exterior. Día.
Robert se detiene al llegar a la puerta, mirando a todos aquellos sitios que
desde allí se pueden visualizar: el parque de enfrente, las calles que unen un
edificio con otro, parte del pequeño jardín dispuesto junto al lago, la gran
biblioteca... sin conseguir dar con ella.
ESCENA 108.
En un parque situado frente a la residencia. Escena exterior. Día.
Robert observa que en la puerta principal de entrada a la universidad esta
parada la bonita berlina de color oscuro de Arthur y, junto a ella, Carla
dispuesta de espaldas.
ESCENA 109.
En la puerta principal de entrada a la universidad. Escena exterior. Día.
Robert se acerca muy despacio a Carla, colocándose detrás, dirigiendo su mano
al hombro de ella para, de ese modo, hacer que se gire para poder verla de
frente. Pero justo cuando su mano va a contactar con su hombro, Carla se da la
vuelta.
ROBERT
-¡Sarah!
ESCENA 110.
Escena explicativa.
Las dos hermanas, tras saltar al vacío desde el tejado, se hallan en el último
piso de la torre en donde se desarrolló el enfrentamiento entre Robert y Sarah.
Carla se acaba de poner el uniforme dorado, observándose, después, cómo la
herida que se hizo a propósito en su mejilla derecha con un trozo de cristal tras
el ataque de una de las bestias blancas en el interior de uno de los pasillos
elevados desaparece al instante, regenerándose la piel. Tras esto, Sarah se
hace un corte en su mejilla derecha.
78
ESCENA 111.
En la puerta principal de entrada a la universidad. Escena exterior. Día.
Robert empieza a pensar en todo lo que ha ocurrido desde que conoció a Carla
hasta este momento.
ROBERT
-El ataque de una de tus bestias fue algo premeditado, algo estudiado y
preparado de antemano. Se autolesionó no para ayudarme, sino para que
creyera que me estaba ayudando. Tras el episodio en el puente, ella necesitaba
abandonar el grupo para preparar su aparición en lo alto de la torre. Por eso se
dispuso tan cerca de la puerta, no porque temiera lo que estaba sucediendo
dentro sino porque estaba esperando salir de allí de una manera en que no
pudiera despertar sospechas. Y qué mejor que un rapto fingido. Luego,
intercambiasteis vuestros papeles cuando aparecisteis de nuevo para intentar
confundirme. Y por último, utilizasteis la imagen que nuestros padres idearon
sobre cómo podría ser tu muerte, creando la puesta en escena idónea para que
creyera que te había matado y que habíamos ganado.
Sarah sonríe.
SARAH
-Nunca confíes, Robert. Nunca confíes en nadie que pretenda ofrecerte su
ayuda. Y menos en alguien que acabas de conocer.
El elevalunas eléctrico de una de las ventanas de atrás es conectado, bajándose
la ventanilla, permitiendo observar que los asientos traseros están ocupados
por los padres de Sarah: Claudia y Martin, los cuales también sonríen.
ROBERT
-Lo teníais todo planeado. Todos vosotros. La comunidad entera. Pero lo que
no me explico es por qué habéis sacrificado a vuestra propia hija, a tu propia
hermana.
SARAH
-Ese es un tema que trataré de explicarte más tarde. Nuestro proyecto de
conquista se inició hace largo tiempo. Al dedicaros en cuerpo y alma a
perseguirme os alejabais de lo que realmente debía ser vuestro único objetivo:
destruir los artefactos. Si lo conseguíais, tendría que esperar doce años más
para poder intentarlo de nuevo. Es decir, el tiempo que lleva construir un nuevo
mecanismo. >>>
79
>>> Resultaba sin duda más fácil y menos comprometido para vosotros
proyectar todos vuestros esfuerzos en ese empeño que en algo tan difícil como
liquidarme. No lo sé pero quizá durante los años transcurridos hasta que lo
hubiera intentado por segunda vez habríais tenido la oportunidad de crear un
arma con el que, por lo menos, intentarlo. Robert recuerda la conversación que
tuvo con su madre en la que esta le exhortaba a que intentaran juntos destruir
los artefactos para, de ese modo, ganar el tiempo suficiente con el fin de crear
un arma con el que poder acabar con Sarah.
SARAH
-Para nosotros era importante que ese partido de vuelta tuviera otra vez como
escenario nuestro colegio, pues reunía las condiciones necesarias para ejecutar
con éxito nuestro plan, y que se desarrollara en ese preciso momento, justo
cuando el mecanismo de establecimiento estaba terminando de configurarse.
Lo siento, Robert, pero me temo que al atravesar esas puertas para
perseguirme solamente estabais perdiendo el tiempo.
ROBERT
-Él nos guió también hacia la última habitación de la torre. Antes me llevó hasta
la casa del bosque y permitió que tu hermana nos acompañase.
SARAH
-¿Por qué sigues pensando que Carla es mi hermana?
ROBERT
-¿Qué?
SARAH
-Al igual que ocurre en vuestro hogar, las mujeres del mío solamente pueden
tener un único hijo. En nuestro caso, hija. No hay ninguna circunstancia en la
que se de lo contrario. Debiste haberlo sospechado cuando mis padres te la
presentaron. Piensa, Robert. Él te dijo que ella le había comentado que su
nombre era Carla. Pero lo cierto es que ni tú ni ninguno de los demás soldados
escuchasteis nunca palabra alguna surgida de sus labios. Él solamente
intentaba que no sospecharas de ella. Y lo consiguió.
ROBERT
-¿Dónde está él? ¿Dónde está Arthur?
80
SARAH
-No tardará en llegar. Es imposible que alguien que no tiene la facultad de
hablar pueda decir algo. Aquella joven de aspecto tan parecido a mí no era un
ser de carne y hueso. Solo era una vida artificial. Un juguete creado y diseñado
para cumplir una única función: engañar a todos aquellos que querían
eliminarme e impedir que ganáramos. Mi caballero sabía cómo fabricarlo.
(Aquel caballero, además, aprendió durante su estancia en aquellos lejanos
lugares diversas artes y conocimientos técnicos muy valiosos). Nota explicativa
sobre esta última frase, página 66.
ROBERT
-Tu caballero.
Robert recuerda el instante cuando una mano enfundada en un guantelete de
hierro secuestró a Carla, atrayéndola hacia el interior del pasillo. En ese
momento, suena de nuevo el sonido realizado por el elevalunas, pero esta vez
procedente de la ventanilla del asiento del conductor, mostrando a la persona
que pilota el auto, el caballero, el cual solamente conserva la parte inferior de
su armadura y el guantelete de hierro que protege su mano izquierda (… “el
cual no solamente había perdido su caballo, su espada, su casco y buena parte
de su armadura”… página 61) agarrando el volante precisamente con esa
mano, sonriéndole.
SARAH
-Te estuve esperando, Robert. El primer día de colegio, ¿recuerdas? Quería
proponerte que te unieras a nosotros.
ARTHUR
-Nunca confíes tampoco... (en ese momento, aparece Arthur, portando en una
mano la maleta en cuyo interior descansa el recién terminado mecanismo de
establecimiento y en la otra una segunda maleta del mismo tamaño y aspecto.)
...en aquel que piensas que es tu mejor amigo. Porque te defraudará (se
dispone junto a Sarah.) Lo meditó mejor y decidió ofrecérmelo a mí. Me dio un
tiempo para pensarlo, pero tras ver de lo que era capaz cuando nos
enfrentamos con ella por primera vez, acepté sin dudarlo.
Robert dirige su mirada hacia la segunda maleta.
ROBERT
-¿Qué hay en esa maleta?
81
SARAH
-Lo que me permitirá establecerme en casa de vuestros vecinos para
devastarla.
ROBERT
-¿Qué?
SARAH
-Pensaban que proporcionándoos su ayuda para acabar conmigo protegían su
territorio indirectamente. Temerosos de que pudieran tener como antagonista a
alguien del que desconocían, incluso, su verdadera identidad, convirtieron
nuestra guerra particular en un asunto de tres. Pero se equivocaron en algo,
puesto que al hacer eso descuidaban sus propias líneas defensivas. Eso nos
permitió ampliar nuestros objetivos de conquista. A la vez que elegíamos a
aquellos que nos permitirán adueñarnos de vuestra tierra, hacíamos lo mismo
con otras cinco personas más. En ese caso, para conquistar el reino celestial
que habita en este mundo. Se han enterado demasiado tarde (camina hacia
Robert, colocándose frente a él.) Debiste seguir en su totalidad el último
consejo que te dio aquel niño hace doce años. Pero no tuviste la suficiente
valentía como para conservar los ojos que arrancaste. Si lo hubieras hecho, solo
unos minutos después te hubieran dado la respuesta. Entonces, al saber de lo
que somos capaces, al conocer parte de las habilidades con las que contamos,
quizá te hubieras replanteado el continuar con tu gente.
ARTHUR
-Diste la espalda a la última posibilidad de unirte a nosotros.
SARAH
-En efecto, pues la penúltima se produjo cuando Arthur te desveló mi
verdadera identidad. Estaba esperando tu reacción, esperando a que, tras
observar lo parecidos que somos, finalmente te unieras a nosotros.
Arthur se acerca a Sarah, dándole un fuerte beso en los labios.
ARTHUR
-Por lo menos, Robert, podrías alegrarte por mí. Incluso he encontrado esposa.
Dirigiendo su alocución a Sarah, Robert dice:
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SARAH
-Huye Robert, huye muy lejos de aquí, no regreses a tu hogar y no intentes
hacer nada para impedirlo pues será inútil.
Arthur se dirige al maletero del coche, abriéndolo e introduciendo las dos
maletas en él. Tras esto, se dirige hacia una de las puertas traseras.
ARTHUR
-Adiós, amigo.
Arthur sonríe ampliamente. Se mete dentro del coche, acomodándose junto a
los padres de Sarah.
SARAH
-Mañana, todo habrá comenzado. Después, vuestros vecinos sabrán de lo que
somos capaces. Creo que ya intuyen que pronto iremos a verles. Haz caso de lo
te acabo de decir (se introduce en el coche, ocupando el asiento del copiloto.)
No nos interesa el mundo terrenal. Está habitado por gente demasiado necia.
Pero, aún así, puede que les encuentres alguna utilidad si quieres la revancha.
Crea tu propio imperio con ellos. Entrénalos. Adiéstrales. Conviértelos en tu
ejército. Cuando estén preparados, y, sobre todo, cuando tú lo estés, ponte en
contacto con nosotros. Te haremos una visita que nunca olvidarás.
Sarah se aleja de Robert, metiéndose también en el coche, en el asiento del
copiloto. Se enciende el motor. El coche pone rumbo, atravesando las puertas
de salida del recinto universitario y alejándose poco a poco. Robert, confuso y
sorprendido, observa cómo el auto en el que van dentro todos sus enemigos
desaparece por la carretera al girar en una curva. Después, se la vuelta y
observa desde allí los edificios que componen el campus, notando cómo el
viento empieza a soplar fuertemente, cómo las vibraciones que efectúan las
aguas del lago cada vez están más encrespadas, provocando que las
embarcaciones aparcadas en la orilla choquen entre ellas, cómo el batiburrillo
de conversaciones que mantienen los alumnos dispuestos a lo largo y ancho de
toda la universidad pierde su chispeante sonoridad para convertirse en un
rumor chirriante e hiriente, al igual que el sonido de la gente que se escucha
procedente del pabellón de baloncesto al celebrar una canasta encestada, la
última del partido.
FIN
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