Muertes violentas determinadas a través de los estudios

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MUNIBE (Antropologia-Arkeologia) 57
Homenaje a Jesús Altuna
345-357
SAN SEBASTIAN
2005
ISSN 1132-2217
Muertes violentas determinadas a través de
los estudios de paleopatología
Violent deaths determined through Paleopathology studies
PALABRAS CLAVE: Paleopatología, Muerte violenta, País Vasco.
KEY WORDS: Paleopathology, Violent Death, Basque Country.
Francisco ETXEBERRIA*
Lourdes HERRASTI*
Antxon BANDRES*
RESUMEN
Las investigaciones sobre Paleopatología en el País Vasco dan comienzo en la década de los años 80 y se enmarcan en los estudios de
Paleoantropología de larga tradición en este medio. La metodología y sistemática empleada en estas investigaciones, como disciplina histórico médica, es la propia de la Antropología en las Ciencias Forenses. Para ello se han conjugado los medios técnicos y humanos de entidades
como la Sociedad de Ciencias Aranzadi y la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco en su Unidad Docente de Medicina Legal y
Forense, que han posibilitado diferentes resultados publicados y presentados en congresos específicos, entre los que cabe destacar el 1º
Congreso Nacional de Paleopatología celebrado en el Donostia – San Sebastián en 1991 y cuyas actas fueron publicadas en Munibe
(Antropologia – Arkeologia). De este modo, se ha generado una amplia bibliografía de la que entresacamos los casos interpretados como la
causa de muerte en yacimientos de distintas cronologías y que pueden ser parcialmente representativos de esta realidad. Las fracturas y heridas sin supervivencia serían elementos objetivos de muertes violentas. Al igual que en otras disciplinas de estudio en el ámbito de la
Paleoantropología, hay que reconocer las limitaciones de la Paleopatología, en donde tras la definición de la lesión elemental del hueso inferimos sus consecuencias, es decir su significado a escala individual y de grupo humano.
ABSTRACT
Research on Paleopathology in the Basque Country started in the decade of the eighties and is framed within Paleoanthropology studies,
which have a long tradition in this medium. The methodology and systematics used in this research, as a historical medical discipline, is
typical of Anthropology in Forensic Sciences. Technical and human means from entities such as the Aranzadi Society of Sciences and the
Faculty of Medicine of the University of the Basque Country, and more specifically its Legal and Forensic Medicine Teaching Unit, have
combined for this and have facilitated different results published and presented at specific congresses. One of the most important of these
congresses was the 1st National Congress of Paleopathology held in Donostia – San Sebastian in 1991 and whose minutes were published in
Munibe (Anthropology – Archaeology). Thus, an extensive bibliography has been generated, from which we have extracted the cases
interpreted as the cause of death in sites of different chronologies and which may be partially representative of this reality. Fractures and
injuries without survival would be objective elements of violent death. As in other study disciplines within the field of Paleoanthropology, the
limitations of Paleopathology must be acknowledged, where the definition of the elementary lesion of the bone leads us to inference or
significance on a human group and individual scale.
LABURPENA
Euskal Herrian, Paleopatologiako ikerketak 80ko hamarkadan hasi ziren, inguru honetan tradizio handia duten Paleoantropologiako ikasketen barnean. Ikerketa hauetan erabiltzen den metodología eta sistematika Auzitegietako Zientzietako Antropologian baliatu ohi dena da.
Horretarako, Aranzadi Zientzi Elkartea eta Euskal Herriko Unibertsitateko Medikuntza Fakultateko Lege eta Auzitegiko Medikuntzako
Irakaskuntza Unitatea bezalako erakundeen giza baliabideak eta baliabide teknikoak elkartu dira. Honenbestez, hainbat emaitza lortu eta espezialitate honetako kongresutara aurkeztu dira, hala nola Donotian 1991n izan zen Paleopatologiako I. Nazio Batzarra –zeinaren batzar-agiriak
Munibe (Antropologia – Arkeologia) aldizkarian argitaratu ziren. Hala, bibliografia zabala eratu da gai honen inguruan, besteak beste, zenbait
kronologiatako aztarnategietako gorpuen heriotzen interpretazioak, errealitate honen zati baten erakusgarri. Biziraupenik gabeko hezur-hausturak eta zauriak bortxa heriotzetako elementu objektiboak lirateke. Beste zientzia batzuetan bezala, Paleoantropologian ere beharrezkoa da paleopatologiaren mugak ezagutzea, izan ere, hezurraren oinarrizko lesioak gizabanakoaren eta giza-taldearen inferentziara edo esanahira garamatza.
* Departamento de Antropología. Sociedad de Ciencias Aranzadi, Alto de Zorroaga 20014 Donostia – San Sebastián
E-mail: [email protected]
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FRANCISCO ETXEBERRIA, LOURDES HERRASTI & ANTXON BANDRES
INTRODUCCIÓN
En 1990, la Sociedad de Ciencias Aranzadi dedica un homenaje a JOSE MIGUEL DE BARANDIARAN, a
través de su revista científica Munibe (Antropologia – Arkeologia), en donde describimos el panorama sobre estas investigaciones en el País
Vasco. Justo es reconocer que entre los trabajos
pioneros en esta materia destaca el publicado por
el Profesor DR. JESUS ALTUNA en relación a la patología que presentaba un carnívoro extinguido de
Europa durante el período Würm III. El caso concreto aludía al Cuon alpinus Pallas, hallado en la sima de Obarreta en el monte Gorbea, que habría
sufrido una fractura escapular seguida de larga supervivencia (ALTUNA, 1983).
El ejemplo de Obarreta, referido a un resto
faunístico, es uno de los escasos trabajos publicados sobre patología en fauna del pasado en nuestro ámbito (ETXEBERRIA, 1998). Al igual que se contempla en la bibliografía internacional, en España
los trabajos sobre patología aplicados a la
paleozoología son escasos tal y como recuerda
BELINCHON (1996). Por ello es conveniente insistir
en esta línea de investigación en la que pueden
contribuir los biólogos y, particularmente, los veterinarios si tenemos en cuenta que los restos faunísticos que se recuperan habitualmente en los
distintos yacimientos paleontológicos son muy superiores a los humanos.
El caso anteriormente citado pone de manifiesto que en Paleopatología somos capaces de
determinar las lesiones y padecimientos en vida,
pero más difícilmente logramos establecer la causa de muerte aun cuando algunas enfermedades
sean verdaderamente incapacitantes y graves desde nuestra perspectiva actual.
Esta limitación ha sido expuesta de forma
magnífica por algunos autores (W OOD y col.,
1992), que han criticado las limitaciones de la
Paleopatología considerando que los restos osteológicos recuperados en los yacimientos son realidades estáticas muy condicionados asimismo en
sus estados de conservación por los problemas tafonómicos. Por ello, se ha recomendado definir en
primer lugar el síndrome osteoarqueológico dejando para un segundo tiempo, si es que esto llega a
ser posible, el diagnóstico de la lesión que pocas
veces podrá ser confirmado (THILLAUD, 1992). Es
por ello, también, que cada vez es más frecuente
la formulación de diagnósticos diferenciales para
cada una de las observaciones de patología que
somos capaces de observar, reconociendo con
ello que el problema de diagnóstico en la paleopa-
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tología y en medicina, en general, es siempre
aproximativo y casi nunca completo.
Lo fundamental, siguiendo a CAMPO (1998), sería establecer la distinción entre:
a) Lesión Elemental como patrón tipo fundamental o primordial de alteración del tejido óseo,
observable en el examen macroscópico de los restos óseos antiguos. Unidad patrón a la que puede
reducirse cualquier alteración observada tras el
examen macroscópico de los restos óseos antiguos.
b) Síndrome Osteoarqueológico como grupode signos que aparecen juntos en los restos óseos antiguos y que permiten constituir un determinado cuadro morboso o una entidad nosológica diferenciada.
EL PROBLEMA DE INTERPRETACIÓN
DE LAS LESIONES MORTALES
Una de las mayores dificultades, que puede
presentarse en el diagnóstico de la patología ósea
en restos esqueletizados, consiste en interpretar
de forma adecuada las roturas de los huesos
cuando no son evidentes los signos de cicatrización.
Si bien el término rotura se asimila al de fractura en algunas definiciones médicas, conviene
establecer la diferencia entre el resultado final
(hueso roto) y el que se emplea para el mecanismo de producción en vida o fractura propiamente
dicha (o hueso fracturado).
Es evidente que la simple manifestación de roturas de hueso, en el contexto de los estudios de
Paleopatología, puede deberse a tres situaciones
bien distintas:
a) Antemortem, a su vez relacionada de forma
directa o indirecta con el resultado final o fallecimiento del sujeto.
b) Perimortem, con relación directa, o sin ella,
al resultado final de la muerte
c) Postmortem, sin relación alguna con el fallecimiento y carente de interés en patología.
Esta última posibilidad, a su vez, puede ser el
resultado de: 1) una acción tafonómica durante su
permanencia en el lugar de inhumación o depósito
(presión de las tierras, aplastamiento por derrumbes, etc.); 2) por maniobras llevadas a cabo durante su recuperación; 3) incidencias propias del
transporte al laboratorio y almacenamiento; 4) por
maniobras improcedentes en el laboratorio de estudio. Su interpretación ignorando la información
procedente del yacimiento y observada in situ representa un problema insalvable.
S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián
MUERTES VIOLENTAS DETERMINADAS A TRAVÉS DE LOS ESTUDIOS DE PALEOPATOLOGÍA
Para establecer las diferencias con respecto al
resultado final que se observa en el laboratorio
(hueso roto), podemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
a) Información derivada de la apreciación in situ en el lugar del hallazgo. Se trata de un aspecto
de la mayor importancia que habría de resolverse
en una adecuada técnica arqueológica y la participación directa de especialistas en la exhumación.
De hecho, en la mayoría de las ocasiones, el problema queda solventado con una meticulosa recogida de datos en el lugar en el que se presentan
dichas evidencias. Así, las fracturas desplazadas
con cabalgamiento de los fragmentos, como consecuencia de la contractura muscular realizada en
vida del sujeto, son muy elocuentes..
b) Información derivada del estudio directo de
los restos óseos. En estos casos cabe distinguir
entre las situaciones en las que existen signos de
cicatrización, aunque sean incipientes (fracturas
premortem), y aquellas otras en las que la cicatrización no ha comenzado (fracturas del perimortem
y postmortem).
De forma muy resumida, la consolidación de
una fractura tiene lugar, normalmente, de la siguiente manera: tras la fractura se produce un tejido de granulación que forma un callo óseo y finalmente es sustituido por hueso laminar que se va
remodelando hasta alcanzar la forma normal del
hueso local. Por lo general, la continuidad del tejido de granulación se produce a las pocas semanas, la unión del callo primario en 2 ó 3 meses y la
consolidación definitiva en 4 ó 5 meses.
En cualquier caso, la respuesta tisular en la reparación de una fractura es de cuatro tipos ya que
procede del periostio, del tejido blando externo,
de la médula ósea y de la cortical. Consta de cinco
fases fisiológicas de consolidación: hematoma e
inflamación; angiogénesis y formación de cartílago; calcificación del cartílago; eliminación de cartílago y formación de hueso; y remodelación ósea.
Lo que importa, a los efectos de la interpretación del comienzo de la cicatrización en los estudios de Paleopatología, es que a las 32 horas hay
una respuesta celular en el foco de fractura como
consecuencia del hematoma. De hecho, a los tres
días se establecen canales de comunicación con
células activas que van del exterior al interior del
hueso cortical. A los cinco días la reacción perióstica es manifiesta y se puede observar hueso neoformado con una máxima respuesta a los nueve
días. Como se puede comprender, estos tiempos
están sujetos a una gran variabilidad individual por
factores de sexo, edad y estado general.
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Desde el punto de vista de las modificaciones
morfológicas observadas macroscópicamente, se
comprueba que primero hay reabsorción del hueso por osteolisis en la superficie de la fractura e inmediatamente después hay neoformación de hueso por respuesta del periostio en la cortical del
hueso periférico. En la fase de osteolisis, las fisuras pasan a ser auténticas cavidades y los bordes
de los extremos fracturados se van redondeando
y pierden sus aristas; y en menos de una semana
se produce el nuevo hueso que se manifiesta como una fina lámina adherida a la superficie cortical
que es fácilmente desprendible. De hecho, la falta
de precaución en la exhumación o durante la limpieza mecánica de estos huesos, provoca la pérdida de estas finas películas de tejido neoformado lo
que impediría su correcta interpretación posterior.
En el caso concreto de estos enterramientos,
resultan de gran interés los casos en los que existe fractura con desplazamiento de fragmentos que
hemos podido observar in situ para establecer la
correcta interpretación. En ausencia de signos de
cicatrización, hay que tener en cuenta que el hueso fresco se fractura con una mayor tendencia a la
oblicuidad y la superficie de fractura es ondulante
y suave. Por el contrario, el hueso seco se rompe
de forma transversa y con superficies rugosas o
granugientas (ETXEBERRIA, 2003). Esta apreciación
sirve para las fracturas de diáfisis de huesos largos y es menos cierta para las zonas metafisarias
y en general para los huesos planos. De este modo las fracturas conminutas, ésto es, con múltiples fragmentos y esquirlas, son ejemplos paradigmáticos de fracturas premortem y perimortem.
Los distintos casos investigados hasta el presente nos han permitido comprender la importancia del trabajo de campo y de la observación en el
propio yacimiento. Los mismos ejemplos, una vez
en el laboratorio, es muy probable que hubieran
pasado desapercibidos si no existen en ellos los
primeros indicios de la respuesta de cicatrización
en el foco de la fractura.
EJEMPLOS CONOCIDOS EN EL PAÍS VASCO
Recientemente CASTILLO y col. (2004) han publicado un detallado trabajo sobre los casos de
muerte violenta en Al-Andalus con el que se revela la limitación de los estudios de Paleopatología al
establecer lesiones violentas y causas de muerte,
teniendo bien presente la alta frecuencia de los
episodios bélicos conocidos en contextos culturales y cronológicos a través de fuentes históricas
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FRANCISCO ETXEBERRIA, LOURDES HERRASTI & ANTXON BANDRES
como los que ha publicado VARA (2004) para la
época medieval destacando la gravedad de las heridas y la impotencia de la medicina.
Por nuestra parte, exponemos a continuación
los yacimientos en los que hemos interpretado lesiones y causas muerte recogiendo distintas cronologías.
San Juan ante Portam Latinam, Alava
(Neolítico Final)
San Juan ante Portam Latinam es un abrigo
natural de reducidas dimensiones situado en la
cuenca media del valle del Ebro donde fueron inhumados más de 300 individuos en un momento
de transición del Neolítico al Calcolítico (VEGAS,
1992 y 1999). La excepcionalidad del yacimiento
viene determinada por lo atípico del lugar elegido
para el enterramiento, el elevado número de individuos inhumados y las numerosas evidencias de
violencia observadas. Se trata de un caso muy conocido como consecuencia de interés que este
enterramiento ha tenido en los medios científicos
si consideramos que se trata del yacimiento con
mayor número de lesiones intencionales conocido
hasta el presente en la Península Ibérica. En la población representada, pertenecientes a todos los
grupos de edad, el 40% alcanza la edad adulta. De
estos, dos tercios corresponden al sexo masculino
y un tercio al femenino. Con respecto a los signos
de patología determinables en el hueso, destacan
sobremanera las heridas por flecha, diagnosticadas con toda seguridad en doce casos aunque en
siete de ellos existan signos de supervivencia
(Foto 1). En cualquier caso, la presencia de todas
las puntas de flecha, en total medio centenar, es
interpretada como prueba de la violencia que habría sufrido un número importante de los inhumados (actualmente en prensa). Paralelamente, existen otras lesiones traumáticas que complementan
la interpretación global anterior (V EGAS y col.,
1999).
Hipogeo de Longar, Navarra (Neolítico Final)
Se trata de un enterramiento colectivo en el
que se han recuperado más de un centenar de individuos con una cronología que se sitúa en el
Neolítico Final-Calcolítico Antiguo en donde se han
documentado cuatro ejemplos de puntas de flecha de los cuales tres no presentan signos de supervivencia y se relacionarían con la muerte violenta de los individuos (ARMENDARIZ y col. 1994):
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Foto 1. La larga punta de sílex penetra con firmeza en el cuerpo
vertebral tras atravesar el hemitórax derecho ocasionando una
gran hemorragia interna (San Juan ante Portam Latinam).
Longar, caso 2: Varón adulto joven. La punta
de sílex de 10 mm de anchura y 24 mm de longitud, se encuentra alojada en el seno maxilar izquierdo y habría penetrado por la fosa canina del
mismo lado en la que se identifica una perforación
irregular de 9 mm de diámetro máximo. Existen
signos de hundimiento en la pared de la fosa canina en correspondencia al empuje de la flecha al
clavarse en esta zona después de atravesar los tejidos cutáneos y el músculo canino y/o el cigomático menor. No hay signos de cicatrización en el
hueso. De este modo hay que considerar que la
flecha habría alcanzado al individuo en el rostro,
con una dirección de delante atrás y de izquierda a
derecha, ocasionando una herida llamativa que no
justifica el fallecimiento del individuo. Es necesario
destacar que en el interior de la caja torácica se
encontró otra punta de flecha de sílex rota que estimamos acompañaba al cadáver en el interior del
organismo y que debió producir la muerte.
El caso descrito es similar al publicado por
SCIULLI y col. (1989) en población autóctona norteamericana. En este ejemplo existen signos de cicatrización e incluso una reabsorción del hueso en
la pared anterior del seno maxilar, correspondiente
a la fosa canina, como consecuencia del contacto
que produce la punta de sílex en este punto.
Longar, caso 3: La punta de sílex, de 40 mm
de longitud y 15 mm de anchura, que se encuentra alojada en el conducto vertebral de una vértebra del segmento medio dorsal o torácico (D5, D6
o D7). La punta de flecha está rota por flexión en
la parte posterior. Penetra por el arco vertebral, a
nivel de la lámina derecha, con una dirección de
atrás a delante, de derecha a izquierda y de abajo
S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián
MUERTES VIOLENTAS DETERMINADAS A TRAVÉS DE LOS ESTUDIOS DE PALEOPATOLOGÍA
arriba. La flecha habría impactado en la región media de la espalda atravesando la musculatura del
canal vertebral derecho hasta la vértebra y, atravesando el conducto vertebral, seccionaría la médula
espinal hasta detenerse en la profundidad del
cuerpo vertebral que, en cualquier caso, está deteriorado. No hay signos de cicatrización en la perforación del arco vertebral y los bordes del orificio
de entrada en la cara externa de la lámina, son reveladores del efecto de empuje de la flecha al
atravesar el hueso. El caso puede justificar una
muerte rápida del individuo tras una primera e inmediata parálisis por sección medular.
La fractura de la punta de flecha a nivel del
hueso se debió producir en el momento del impacto o bien en la eventual tentativa de extracción
o de manipulación del cadáver, tal y como ha propuesto REYHER (1961) en varios de los casos que
publica.
El lugar de impacto es semejante a uno de los
ejemplos descritos en San Juan ante Portam
Latinam aunque aquí hay signos de cicatrización
ya que la flecha no penetró hasta el conducto vertebral y se detuvo en la lámina y por ello no causó
la muerte del individuo (SJAPL 636). Asimismo, el
caso es muy semejante a otro que publica
SCHUTKOWSKI (1991) y SCHUTKOWSKI y col. (1996) de
época neolítica procedente de Hildesheim
(Alemania).
En la literatura sobre paleopatología hay otro
ejemplo publicado en una vértebra lumbar de
Illinois, que lleva por referencia “USA, NMNH
379841”, en la que la punta de flecha está alojada
en el cuerpo vertebral habiendo alcanzado el área
desde atrás atravesando en canal vertebral
(ORTNER y PUTSCHAR, 1985: 73).
Longar, caso 4: Individuo varón de edad adulta madura con signos de artrosis en columna vertebral. La punta de sílex, de 25 mm de longitud y
10 mm de anchura, se encuentra alojada en el tercio superior de un húmero derecho. Está rota por
flexión en su parte posterior. Penetra perpendicularmente a la diáfisis en la cara antero-externa del
húmero, por detrás de la corredera bicipital, 20
mm por debajo del troquin. La flecha habría impactado en la región del hombro derecho atravesando
el músculo deltoides con una dirección de delante
atrás, de forma subhorizontal o ligeramente ascendente, y con mínima desviación lateral. No hay signos de cicatrización en el húmero. Esta herida no
es la causa del fallecimiento que tuvo que producirse debido a otras lesiones que no han dejado
evidencias en el hueso.
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El caso es semejante a la Observación nº 42
descrita por REYHER (1961) en la cueva calcolítica
de La Lave (Saint Saturnin d’Apt - Vaucluse,
Francia) aunque aquí hay signos de cicatrización.
En este mismo yacimiento hay otros dos ejemplos
de puntas de flecha de sílex que impactan perpendicularmente a dos diáfisis femorales de individuos distintos. En ambos casos las puntas de sílex se encuentran rotas por flexión.
La Hoya, Alava (Edad del Hierro)
De entre los escasos restos no incinerados
conservados en este yacimiento, llaman la atención los esqueletos que fueron encontrados sepultados en las calles del poblado tras el incendio de
este.
En individuo 108, varón de edad adulta joven,
en buen estado de conservación, presentaba el
cráneo completo, con la vértebra C1 y una de las
astas del hueso hioides a una cierta distancia del
resto del esqueleto hallado en conexión anatómica. De hecho, la vértebra C4 presenta una pérdida
de sustancia en el plano superior y con preferencia al lado derecho. Al haberse localizado el cráneo
a cierta distancia del individuo, es razonable considerar que hubiera sido decapitado a la altura media del cuello mediante una sección oblicua con
arrancamiento de estructuras.
El individuo 112, juvenil de unos 16 años, posiblemente femenino, completo y en buen estado,
presentaba la porción distal del brazo derecho a
cierta distancia del esqueleto con varios aros de
bronce a modo de pulseras. El cúbito y radio derechos se encontraban seccionados mediante un
corte limpio que interesa a las diáfisis en sus tercios proximales (Foto 2). En las dos piezas, el corte alcanza en primer lugar a las caras posteriores y
luego continúa a modo de fractura arrancamiento.
Foto 2. Amputación del antebrazo mediante corte traumático con
arma metálica de hoja plana de un individuo juvenil en donde la
muerte se produjo por shock hipovolémico (La Hoya).
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FRANCISCO ETXEBERRIA, LOURDES HERRASTI & ANTXON BANDRES
La amputación estaría realizada con arma metálica
y de filo cortante que secciona el miembro mediante un fuerte golpe de forma oblicua por debajo
del codo estando el antebrazo en pronación. Al
margen de otras heridas que pudo presentar este
individuo, se puede suponer su muerte por shock
hipovolémico en escasos minutos. La distancia
entre el cuerpo y el antebrazo amputado es de
unos tres metros, lo que permite establecer que
tras las graves heridas sufridas, logró avanzar
unos metros hasta quedar tendido en el suelo de
la calle.
Ordoñana, Alava (Altomedieval)
Procedente de la excavación llevada a cabo en
1977, el individuo G-10 presenta tres pérdidas de
sustancia que se sitúan en la periferia del punto
lambdático: en los dos parietales y en el occipital.
En las tres heridas resulta patente que el tejido ha
sido cortado mediante incisión tangencial. En los
parietales afecta hasta el díploe y en el occipital
penetra hasta la cavidad craneal por incidir el arma
cortante de gran masa de forma más perpendicular en este hueso (ETXEBERRIA, 1995). Los cortes
que interesan al parietal derecho (de 50 mm. de
eje mayor) y al occipital (de 65 mm. de eje mayor)
parecen estar realizados con una dirección similar
que, desde abajo arriba y de izquierda a derecha,
habrían ocasionado una amplia pérdida de tejidos
blandos en scalp (Foto 3). Teniendo presente que
los estigmas descritos no han sido producidos en
las maniobras de excavación, parece razonable
atribuirlos a lesiones de tipo violento que debieron
suponer la muerte del individuo. En todo caso, no
se observan signos de actividad regeneradora en
el tejido. Este ejemplo se encuentra asimismo pu-
Foto 3. Tres heridas en scalp realizadas con la misma arma de hoja
plana que ocasiona distintas pérdidas de hueso sin supervivencia
(Ordoñana).
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blicado en BILLARD & SIMON (1995). Semejantes
heridas cortantes y en scalp se han localizado en
un cráneo femenino en la sima de Arraskondo en
Aretxabaleta en donde se han recuperado recientemente restos humanos de cronología incierta.
San Miguele, Alava (Medieval)
Los restos humanos proceden de una necrópolis medieval constituida por 40 tumbas, que fue
excavada en 1998. El esqueleto nº 33 se encontraba inhumado sobre otro individuo y en contacto directo sobre el, presentado una herida por corte
profundo en la bóveda del cráneo sin signos de cicatrización. La lesión, de 150 mm de longitud,
afecta de forma oblicua a la sutura sagital (Foto 4).
Se trata de un corte efectuado mediante un arma
de hoja plana y muy afilada, tipo espada o machete, que alcanza la región cefálica de arriba abajo y
con cierta oblicuidad sobre la sutura sagital penetrando varios centímetros en la cavidad craneal,
más en la parte posterior que en la anterior.
Probablemente fue causada desde atrás de la víctima y desde su lado derecho. El fallecimiento hubo de ser inmediato. La herida no difiere de otras
publicadas como las que presenta el cráneo 118
de la necrópolis árabe de La Torrecilla (Arenas de
Rey, Granada) del siglo XII (CAMPILLO, 1993).
Ermita de Santa Catalina de Tiebas, Navarra
(Bajomedieval)
Durante los años 1997 y 1998 se llevó a cabo
una intervención arqueológica de urgencia en la
zona que había sido ocupada por la ermita de
Santa Catalina de Tiebas. La intervención puso al
descubierto la mayor parte de la planta de la ermi-
Foto 4. Profunda herida que secciona el hueso de arriba abajo
producida por arma metálica de hoja plana (San Miguele).
S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián
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ta, cuya edificación debe relacionarse con la construcción del adyacente castillo-palacio de Teobaldo
II a mediados del siglo XIII, pudiéndose tratar de la
iglesia del complejo palaciego. En su interior se localizaron varios enterramientos de inhumación en
fosa simple de época bajomedieval.
En una fosa se localizaron tres individuos masculinos que habrían sido inhumados de forma simultánea como consecuencia de las heridas mortales sufridas: el primero de ellos presentaba un
proyectil de ballesta alojado en el cráneo, el segundo tenía entre las costillas otro proyectil de ballesta y el tercero presentaba orificios de entrada y
salida de otra saeta.
Tiebas, caso 1: Masculino de edad adulta madura. Presenta una perforación romboidal en la región parietal posterior izquierda de 6mm de lado
con una característica pérdida de sustancia de
hueso de mayor intensidad en la tabla externa que
en la interna. De la perforación, así formada, parten cuatro fisuras radiadas (Foto 5). La imagen es
muy semejante a las que se han descrito en algunos cráneos de Palat del Rey (León) realizadas por
mecanismo de empuje con objeto metálico de
sección cuadrangular (bayonetas?) (P RADA &
ETXEBERRIA, 2000). Al mismo tiempo el cráneo presenta en su norma anterior varias fracturas y fisuras del hueso con importante desfiguración del esplacnocráneo. Se trataría de la acción de una punta de flecha que estaría saliendo del cráneo y por
ello se puede interpretar que la misma habría penetrado en el área del rostro con una trayectoria
de adelante atrás causando la muerte de forma inmediata.
Tiebas caso, 2: Masculino de edad adulta madura. Durante la fase de excavación se localizó un
proyectil metálico de saeta de 85 mm de longitud
en el interior del cráneo con su punta aflorando
por un orificio en la región parietal izquierda. En
efecto, presenta una característica pérdida de sustancia de hueso con mayor desprendimiento en la
tabla externa. La perforación es muy irregular y de
ella surgen varias fracturas radiadas de escaso desarrollo. En el área del rostro existen múltiples
fracturas que alcanzan el frontal maxilar superior
izquierdo y mandíbula del mismo lado (Foto 6). Al
igual que en el caso anterior, se trataría de la acción de una punta de flecha (lanzada con ballesta?)
que estaría saliendo del cráneo y por ello se puede
interpretar que la misma habría penetrado en el
área del rostro con una trayectoria de adelante
atrás causando la muerte de forma inmediata.
Tiebas caso, 3: Masculino de edad adulta joven que presentaba una punta de flecha metálica
en la región alta del hemitórax derecho. No son
evidentes los signos de lesión de esta flecha que
en todo caso se interpreta que habría entrado por
la parte anterior del tórax causando la muerte del
individuo por las lesiones graves que se habrían
producido como mínimo en el pulmón derecho.
Si tenemos en cuenta que se trata de tres individuos masculinos que fueron inhumados simultáneamente y que dos de ellos presentan sendas
puntas de flecha metálica alojadas y que el tercero
muestra signos de perforación por otra punta de
flecha, parece lógico estimar que todos ellos sufrieron estas lesiones con muy parecido mecanis-
Foto 5. Herida de salida de flecha o dardo de punta metálica con
sección romboidal (Tiebas, caso 1).
Foto 6. Tránsito de proyectil de ballesta que atraviesa la cara y
queda alojado en su salida de la cavidad craneal (Tiebas, caso 2).
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FRANCISCO ETXEBERRIA, LOURDES HERRASTI & ANTXON BANDRES
mo de producción en el curso de alguna acción de
marcada intensidad violenta, tan frecuentes en
ese período histórico. Los ejemplos son muy semejantes a los publicados por NOVAC (2000) de la
Guerra de las Dos Rosas en Gran Bretaña.
Otros casos conocidos en la referencia española se localizan en la necrópolis de Santa María
de la Seo de Manresa de entre los siglos XI al XIV
(GUERRERO, 1993) y en una tumba del siglo VI de la
necrópolis del área episcopal de Valencia (CALVO,
2000). El primer caso presenta una saeta junto a la
rodilla izquierda y que se interpreta como que habría afectado a las partes blandas de esa extremidad. En el segundo caso, la punta de flecha metálica se encuentra alojada entre la 2ª y 3ª vértebra
cervical en las que existen signos claros de cicatrización con larga supervivencia.
El caso de Alonso de Idiaquez, Gipuzkoa
(Siglo XVI)
Se trata de un personaje muy conocido a través de las fuentes históricas teniendo en cuenta
que fue miembro del Consejo de Estado y
Secretario del Emperador Carlos V. Murió asesinado en Sajonia en 1547 tras ser asaltado junto a
ocho acompañantes atravesando el río Elba. Sus
restos fueron inhumados en el Convento de San
Telmo de San Sebastián y estudiados por ARANZADI (1925) que describe las lesiones existentes
en el cráneo y acreditan su muerte violenta. En
efecto, presenta dos heridas en scapl que afectan
al parietal izquierdo y a la escama del temporal del
mismo lado y que se habrían realizado mediante
un arma tipo machete o similar con golpe y corte
tangencial al cráneo (Foto 7).
Foto 7. Cráneo de Alonso de Idiaquez con herida en scapl sobre el
parietal izquierdo. En este caso el relato histórico refiere su muerte
violenta por heridas.
Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 · Homenaje a Jesús Altuna
Convento de San Telmo y parque de Murgia,
Gipuzkoa (Siglo XVIII)
Asimismo en el País Vasco se han encontrado
otras dos necrópolis con lesiones por arma de fuego y otras traumáticas sin supervivencia como en
el claustro del Convento de San Telmo en donde
en 1997 fueron recuperados 33 esqueletos enterrados de forma dispersa en fosas simples, dobles
y triples. El estudio documental aproxima estos
enterramientos al momento de la ocupación militar francesa durante la Guerra de la Convención
(1794-1796). La misma cronología se atribuye en
los enterramientos localizados en una fosa común
de Murgia en la proximidad de la iglesia de Nta.
Sra. de la Asunción en Astigarraga excavada en
1999 y en donde, además de varios proyectiles
esféricos de avancarga localizados entre los esqueletos, existe un cráneo (U.E 102, individuo 26)
que presenta una amplia herida cortante en la región frontal derecha (Foto 8) y otro más (U.E. 101,
individuo 1) se encuentra autopsiado lo que acredita con ciertas garantías que su muerte se produjo
por causas violentas (Foto 9). Ejemplos equivalentes se han localizado en las recientes excavaciones llevadas a cabo en la catedral de Tudela
(Navarra), actualmente en estudio.
Convento de Santa Clara de Igarondo en
Tolosa, Gipuzkoa (Siglo XIX)
Con motivo de unas obras de edificación que
se realizaban en el casco urbano de la ciudad de
Tolosa, en 1989 se descubren abundantes restos
Foto 8. Herida penetrante realizada con arma metálica de forma
transversal en la región frontal que provoca un desprendimiento del
hueso (Murgia).
S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián
MUERTES VIOLENTAS DETERMINADAS A TRAVÉS DE LOS ESTUDIOS DE PALEOPATOLOGÍA
Foto 9. Cráneo autopsiado hallado en una fosa común. Junto al
corte de sierra se evidencian signos del corte con escalpelo o
cuchillo que abría seccionado en primer lugar las partes blandas
para denudar el cráneo (Murgia).
humanos que motivaron una excavación arqueológica de urgencia llevada cabo por el departamento
de Arqueología Histórica de la Sociedad de
Ciencias Aranzadi. La recuperación arqueológica
de los restos humanos puso de manifiesto que todos los individuos eran masculinos de edades
muy jóvenes. Entre los objetos localizados junto a
los esqueletos se encontraron elementos propios
de los uniformes militares de principios del siglo
XIX
El cementerio se relaciona con el próximo convento de monjas de Santa Clara de Igarondo situado en el conocido Camino Real que unía Francia
con España, a tan sólo 40 kilómetros de la frontera. En este convento fue instalado un Hospital
Militar durante la Guerra de la Independencia que
fue atendido por cirujanos franceses.
En un área de excavación de 96 m2 se localizaban más de un centenar de esqueletos completos
distribuidos en zanjas o trincheras paralelas (Figura
1). El espacio comprendido entre el convento y el
río fue empleado como lugar de inhumación de los
soldados fallecidos en el hospital. Para ello se cavaron unas fosas alargadas en las que se introducían los cadáveres conforme a las necesidades.
En algunos casos estos enterramientos eran simultáneos.
Para comprender la importancia de Tolosa durante esta guerra, se puede indicar que en las órdenes dictadas por el Jefe de la Armada del Norte
de España señalaban que en esta ciudad existían
500 camas repartidas en dos hospitales. Algunos
documentos encontrados en los archivos de la zo-
Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 · Homenaje a Jesús Altuna
353
na demuestran que el hospital era dirigido y atendido por médicos franceses con la colaboración de
los religiosos de la orden franciscana como personal auxiliar. Asimismo los médicos y cirujanos españoles tuvieron que dedicar su mayor actividad a
atender las demandas del los heridos napoleónicos. Con razón se queja en cirujano Juan Esparza
de la ciudad de Tolosa en carta de fecha 25-VIII1808 señalando que el excesivo trabajo en el
Hospital Militar le impedía atender a los enfermos
del vecindario.
En los archivos, que afectan a la ciudad de
Tolosa en la que ubicamos este enterramiento,
hemos podido localizar algunos documentos médicos que nos informan del ingreso de soldados del
ejército francés con la especificación de las lesiones. Estos documentos, identifican al lesionado y
especifican la patología. Ello nos lleva a la reflexión de que, al igual que en otras disciplinas, el
trabajo de campo, la investigación de laboratorio
sobre los restos osteológicos y la investigación
histórica-documentación de archivo, es decir, el
trabajo en equipo y el concurso de distintos especialistas son la única posibilidad de progresar en el
conocimiento que pretendemos.
Por el contrario, los restos humanos encontrados en la Calle Fueros 31 de Vitoria (siglos XVIII o
XIX) no han revelado ningún caso claro de lesión
traumática y aunque se encuentran inhumados de
forma simultánea en una fosa común en donde se
han recuperado más de treinta esqueletos de sexo masculino de edad muy joven, nada acredita su
muerte violenta que en este caso puede atribuirse
a alguna enfermedad epidémica.
Figura 1. Distribución de los enterramientos en Igarondo en donde
fueron enterrados más de un centenar de soldados napoleónicos.
S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián
354
FRANCISCO ETXEBERRIA, LOURDES HERRASTI & ANTXON BANDRES
Las evidencias osteológicas en Igarondo
En total se han recuperado 115 esqueletos
completos pertenecientes a individuos masculinos
de los que el 23% son juveniles. Una cuarta parte
de ellos presenta lesiones traumáticas. Sobre este
aspecto llama la atención la presencia de amputaciones quirúrgicas que habrían experimentado
ocho individuos (Foto 10). Estas amputaciones
quirúrgicas afectan a seis individuos en el fémur y
a otros dos en el húmero. De hecho, en un lugar
concreto del cementerio se encontraron las extremidades amputadas, una pierna y un brazo. Las
amputaciones del fémur se localizan en el tercio
superior del hueso que se encuentra seccionado
con toda perfección de forma perpendicular. Es
evidente que estas amputaciones se han realizado
mediante corte de sierra que progresa de adelante
a atrás.
Durante el proceso de excavación arqueológica, justo en los lugares en los que se encontraban
estas heridas y amputaciones quirúrgicas, se localizaron alfileres que relacionamos con el procedimiento para sujetar los vendajes.
Salvo en un caso concreto, no es claro que en
las amputaciones existan signos de cicatrización.
En general, el hueso presenta una morfología macroscópica sin alteraciones en la proximidad de la
amputación.
Por otra parte, entre las lesiones traumáticas
con resultado de fracturas complejas e inestables
(Foto 11), que predominan en las extremidades inferiores, son llamativos los signos de remodelación del hueso como evidencia de una supervivencia de escasos días en donde la gangrena representaría la causa final del fallecimiento.
En alguno de estos ejemplos, la fractura se habría producido por el impacto directo de proyectiles de arma de fuego cuyos fragmentos fueron localizados en el foco de la lesión.
Uno de los ejemplos más llamativos es la perforación que presenta un hueso coxal en el que
son evidentes los signos de cicatrización como supervivencia relativamente corta de este individuo.
El diámetro de esta perforación parece corresponder con un proyectil de arma de fuego. Pero, ¿sería posible que esta lesión se hubiera producido
como consecuencia de una herida penetrante de
una bayoneta? En este supuesto, la amplitud de la
perforación se justificaría como consecuencia de
la osteolisis del hueso, en un evidente proceso de
cicatrización. El caso es muy semejante al que
presentan WILLEY & SCOTT (1996) en el enterramiento 4 que procede de la batalla de Little
Bighorn, aunque en el mismo no existan signos de
cicatrización.
Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 · Homenaje a Jesús Altuna
Recordemos asimismo, que los proyectiles
lanzados por armas de fuego en esta época, y en
no pocos casos, contusionaban en la superficie
corporal y sin embargo no lograban la penetración
al carecer de la suficiente energía cinética por su
baja velocidad. En estos casos, era aceptable la
utilización de un tratamiento conservador de las lesiones (MAGEE, 1985).
Además del ejemplo de Igarondo, se ha publicado resultados de colecciones osteológicas pertenecientes a la Guerra de la Independencia en
León, Valladolid, Valencia y Zaragoza.
Por otra parte, recogiendo otros testimonios
publicados en España, podemos comentar las heridas con evidencias de lesión directa del hueso
procedentes de la Iglesia de Palat de Rey en la
ciudad de León (PRADA & ETXEBERRIA, 2000).
Se trata de heridas penetrantes y perforantes
de cráneo que afectan a siete individuos. Entre los
numerosos restos humanos procedentes de este
lugar, hay cinco cráneos con perforaciones de
morfología circular y dos más con perforaciones
de sección romboidal.
- Las perforaciones romboidales parecen estar
producidas por la punta de las bayonetas. Hay
ejemplos muy ilustrativos de estas armas en pinturas de la época. Asimismo, en la bibliografía sobre paleopatología hay un caso de una lesión muy
semejante pero de cronología bien distinta. Nos
referimos al que presenta BILLARD (1991) en un individuo de época romana procedente de Grave
(Lyon-Vaise, Francia) con una herida penetrante de
forma cuadrangular en la región posterior del cráneo. Ejemplos similares se han publicado en la colección osteológica procedente de la batalla de
Towton de la Guerra de las Dos Rosas en 1461
(Gran Bretaña) (NOVAK, 2000).
- Por otra parte, la característica común que
comparten los orificios redondeados es que el diámetro en la cara externa del hueso es más pequeño que el interno, lo que significa que se han producido mediante la fuerza de empuje de fuera
adentro. El diámetro de estas perforaciones no difiere del calibre de la munición mayormente empleada a comienzos del siglo XVIII y que era de
unos 16 mm.
En efecto, se trataría de armas de avancarga
cuyos modelos y comportamiento están muy estudiados y aparecen muy documentadas en las
publicaciones especializadas. En cualquier caso,
en todos los ejemplos conocidos en este yacimiento, no existen signos de supervivencia. Es de
suponer que estas heridas no fueron atendidas
por manos especializadas y habrían producido la
muerte de forma rápida.
S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián
MUERTES VIOLENTAS DETERMINADAS A TRAVÉS DE LOS ESTUDIOS DE PALEOPATOLOGÍA
Foto 10. Amputación quirúrgica con muerte inmediata posterior
realizada como consecuencia de las lesiones traumáticas en la
Guerra de la Independencia (Igarondo).
Foto 11. Fractura conminuta en fémur
izquierdo tal y como se manifiesta in situ
antes (Igarondo).
Referencias históricas de lesiones en restos
esqueléticos por arma de fuego o en contexto
bélico.
En las publicaciones especializadas de paleopatología podemos encontrar algunas referencias
de lesiones por proyectiles por arma de fuego.
Así, THILLAUD (1994: 48 y 63) presenta un caso de
la colección del Museo Dupuytren (referencia
133A) con un proyectil de plomo sin blindaje y
muy deformado que se encuentra incrustado en
un fémur que muestra signos de cicatrización con
englobamiento. La radiografía del caso muestra el
Munibe (Antropologia-Arkeologia) 57, 2005 · Homenaje a Jesús Altuna
355
grado de fragmentación del proyectil como suele
ser habitual en los impactos contra huesos que
tienen una cortical grande y compacta como en la
diáfisis del fémur.
Por otra parte, AWAZU y col. (1995), presenta
un caso en el que el proyectil habría impactado en
el rostro atravesando el maxilar superior quedando
alojado en la apófisis pterigoides derecha, con signos de cicatrización, en un individuo masculino
que procede de una fosa común de Salé, en
Marruecos, exhumado con anterioridad a 1916.
Probablemente el ejemplo con mayor similitud
al que nosotros hemos descrito en Igarondo, es el
que publican PFEIFFER & WILLIAMSON (1991). En este caso, investigan el cementerio militar de Snake
Hilll relacionado con las hostilidades de la frontera
de Niagara de 1812, en el lago Ontario, en justa
correspondencia con las guerras napoleónicas de
Europa. Entre los 31 individuos de la muestra, hay
lesiones por arma de fuego con proyectiles esféricos localizados in situ, así como fracturas conminutas y amputaciones quirúrgicas.
A los ejemplos anteriormente referenciados
hay que añadir otros trabajos que estudian restos
esqueléticos humanos procedentes de enterramientos relacionados con conflictos bélicos de
distinta cronología. Así, podemos citar: K ING
(1992), que investiga las lesiones de unos restos
procedentes de Arras (Francia) de los siglos IV-V;
THORDEMANN (1939), sobre la batalla de Wisby celebrada en 1361; CUNHNA & SILVA (1997), sobre los
restos esqueléticos fragmentados procedentes de
un osario relacionado con la batalla de Aljubarrota
(1385) entre Castilla y Portugal; NOVAK (2000) que
describe numerosas heridas muy bien documentadas por corte e impacto de flechas en los restos
de la batalla de Towton en 1461; LISTON & BAKER
(1996), que estudian los restos de la masacre de
Fort William Henry (New York) de 1757, con algunos ejemplos de amputaciones y de impactos de
proyectiles; KAUFMAN y col. (1996), que estudian
restos humanos procedentes de varias batallas de
la colección de Sir GEORGE BALLINGAL (1780-1855),
del Departamento de Anatomía de la Universidad
de Edimburgo y que es uno de los trabajos más
completos sobre el particular y, probablemente, la
mejor colección de referencia para esa época (siglo XIX); WILLEY & SCOTT (1996), con numerosos
ejemplos de heridas por impacto de proyectiles de
la célebre batalla de Little Bighorn en 1876; ADAM
y col. (1992), con restos esqueléticos procedentes
de Saint-Rémy-La-Calonne (Meuse) de la guerra
de 1914.
S. C. Aranzadi. Z. E. Donostia/San Sebastián
356
FRANCISCO ETXEBERRIA, LOURDES HERRASTI & ANTXON BANDRES
Finalmente, a los anteriores habría que añadir
los actuales casos que se están investigando relativos a la Guerra Civil española (1936-1939) de interés histórico, judicial y forense que son una valiosa fuente de información para la interpretación
de lesiones responsables de muertes violentas
(PRADA y col., 2003).
CONCLUSIONES
La interpretación de muertes violentas en los
estudios osteoarqueológicos requiere una dedicación específica al análisis in situ de los restos. De
otro modo, pueden ser numerosos los casos en
los cuales el estudio de laboratorio no alcance a
establecer correctamente estos diagnósticos. En
general, las lesiones traumáticas con resultado de
muerte se manifiestan por la disposición de los
restos, en el caso de las fracturas, que en una segunda fase del análisis, esto es en el laboratorio,
requieren un estudio especializado siguiendo los
mismos procedimientos que se han formulado para la patología forense prestando especial atención
a los primeros signos de la cicatrización que apenas dejan rastro en los huesos.
En cualquier caso, los ejemplos que se han
podido interpretar hasta la fecha son escasos y al
igual que en otras disciplinas que estudian al hombre del pasado, limitados en cuanto a la verdadera
incidencia que debieron tener estas lesiones y sus
consecuencias en tiempos pasados. Del mismo
modo que el establecimiento del diagnóstico de
las lesiones y enfermedades es siempre un reto
en la medicina actual en las mejores condiciones
de observación, es decir apreciando los signos y
los síntomas, el establecimiento de la morbimortalidad de las enfermedades del pasado y en particular las causas de muerte, resulta una tarea muy difícil cuyo acercamiento es tendencial y siempre
aproximativo.
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