Poder Judicial de la Nación

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Poder Judicial de la Nación
“LÓPEZ
GIRAL
JAVIER FERNANDO c/
BANCO
NACIÓN
ARGENTINA
s/
ORDINARIO”, N° 316/11
(JUZGADO
FEDERAL
DE SALTA N° 2)
///ta, 13 de junio de 2012
VISTOS:
El recurso de apelación deducido por el actor a fs.
USO OFICIAL
169 y fundado a fs. 175/178.
A la cuestión planteada, el Dr. Renato RabbiBaldi Cabanillas dijo:
I.- Que vienen estas actuaciones en virtud de la
impugnación de referencia efectuada contra el decisorio de fs. 162/168 que
rechazó en todas sus partes la demanda iniciada a fs. 12/15 vta. e impuso las
costas a la parte vencida.
II.- De lo resuelto en primera instancia
Sostuvo el magistrado interviniente que las partes
se encontraban de acuerdo en que el actor fue, al tiempo de los hechos objeto
de este proceso, cliente del Banco Nación, sucursal Metán, en el cual tuvo una
cuenta corriente y una caja de ahorro y que en cambio diferían respecto a la
condición de deudor del Sr. López Giral, negada por éste y afirmada por la
accionada, y en lo atinente a las consecuencias perjudiciales que el accionante
alegó haber sufrido como consecuencia de que el banco accionado,
reputándolo deudor, lo haya informado al Banco Central.
Explicó que el accionante dijo no deber nada al
banco y que el obrar de su contraria era ilegal, tanto por haberlo tenido como
deudor como por haber comunicado tal circunstancia al Banco Central.
Prosiguió relatando que el Sr. López Giral, adujo que por la situación
descripta se vio imposibilitado de acceder a un crédito en otra entidad
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financiera, de obtener una tarjeta así como de realizar una operación en un
conocido centro comercial de esta ciudad.
Puso de igual modo de manifiesto que la
demandada profirió una versión en todo opuesta a la de su contraparte,
habiendo expuesto que como consecuencia de tres operaciones que el
demandante hizo en la sucursal Metán extrajo una suma mayor a la que tenía
como saldo total, de lo que surgió una diferencia que no fue cancelada. Así las
cosas, continuó, el banco indicó que la comunicación al Banco Central fue
legítima.
Luego de las consideraciones que anteceden el a
quo destacó, con fundamento en la prueba pericial producida, que el saldo
deudor existió y el actor debió saberlo, ya que conocía desde antes cual era el
saldo total de su caja de ahorros, conociendo cuando concretó las tres
extracciones que de esa forma había retirado una suma mayor a la que tenía
disponible.
Señaló así también, con base en el informe técnico
de mención, que el banco tenía derecho a comunicar al Banco Central la
situación de este deudor y que la suma adeudada no fue saldada.
Sobre tales bases, rechazó las afirmaciones del
actor relativas a la inexistencia de la deuda y en consecuencia las pretensiones
indemnizatorias que consideró indisolublemente ligadas a tal circunstancia.
Acerca de estas últimas subrayó la fragilidad de la
prueba tendiente a acreditar los perjuicios alegados, analizando los informes y
las testimoniales obrantes en autos.
III.- De los agravios
A fs. 175/178 se agravió el accionante de la
sentencia recurrida en cuanto afirma que las partes están de acuerdo en que el
demandante fue, al tiempo de los hechos objeto de este proceso, cliente del
Banco Nación, sucursal Metán, en el cual tuvo una cuenta corriente y una caja
de ahorro. Al respecto reputó de falsa aquella afirmación en lo atinente a la
cuenta corriente, sosteniendo que jamás poseyó una en la entidad bancaria de
mención, por lo que tampoco obtuvo una chequera ni la posibilidad de generar
un débito bancario o descubierto.
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En ese orden de ideas, aseguró que una caja de
ahorro legalmente no puede generar un crédito bancario, no es fuente de
financiación, encontrándose vedada por la “Comunicación A 3336” del Banco
Central de la República Argentina la posibilidad de que un servicio de ese tipo
dé origen a una deuda. Sobre el punto evocó el informe de la pericia producida
en autos.
De igual modo, indicó que la resolución recurrida
no constituye una derivación razonada de los hechos y del derecho vigente,
habiendo ignorado el a quo, según refiere, el grosero error del sistema
operativo del banco que generó el saldo deudor. Citó los artículos 1109 y 902
del Código Civil, así como doctrina y jurisprudencia referidas a esas normas.
Por otra parte, expresó su disconformidad con el
USO OFICIAL
decisorio impugnado en tanto puso de manifiesto que “la pericia estableció
que en el año 2002, en el que ocurrieron los hechos, una suma como la de $
7.400 podría retirarse de las cajas atendidas por empleados del banco,
mientras que por cajero automático era posible retirar hasta $ 400 por día. Ello
coincide con la versión de la demandada, de la que nada dijo el actor en su
demanda, en la que se limitó a su saldo deudor, guardando silencio sobre las
tres extracciones demostradas por la pericia”.
En lo concerniente a estas aseveraciones y luego
de descalificar las apreciaciones del sentenciante sobre su supuesta
intencionalidad, precisó que si bien la pericia fue realizada por un perito
idóneo y profesional, la fuente de datos en que se basó es enteramente de los
registros de la propia demandada, los cuales son manejados por ella unilateral
y exclusivamente. Advirtió sobre la diferencia existente entre la cuantía del
saldo deudor denunciado por su parte y por la demandada -$ 246,92- , y el
informado por el perito -$ 326,29-, señalando que ha quedado demostrado con
ello que han cambiado la información del movimiento de sus cuentas en las
tirillas de ATN.
Prosiguió
explicando
que
la
hipótesis
del
accionado sobre el origen del saldo queda desmentida a partir de la operación
matemática que resulta de restar a los $ 7473, 71 –saldo total-, $200 –primera
supuesta extracción-, luego nuevamente $200 –segunda supuesta extracción- y
finalmente $ 7400 –retiro del banco-. Apuntó que de las deducciones
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realizadas se obtiene como saldo la suma de $ 326,29 y no de $ 246,92.
Reparó en que este último monto se corresponde con el que él indicó como
imputado a su parte en carácter de deuda, así como resulta coincidente con el
comprobante extendido por el banco y con las afirmaciones de este último.
Se
agravió
asimismo
el
recurrente
de
lo
manifestado por el juzgador según el cual “el saldo deudor existió y el actor
debió saberlo, porque antes sabía cuál era el saldo total de su caja de ahorros y
porque cuando concretó las tres extracciones, sabía que de esa forma había
retirado una suma mayor a la que tenía disponibilidad”.
Sobre el punto calificó que en aquella época, en
pleno “corralito”, el propio Banco hacía las conversiones de la caja de ahorros
en dólares a pesos cuando eran sumas menores, por lo que los saldos que se
acreditaban no eran determinados sino que podían variar. Por otra parte,
expuso, la caja de ahorros era utilizada frecuentemente para depositar
documentos de cobro (cheques) los que se acreditaban y modificaban así el
saldo permanentemente.
Destacó también que el Banco no tenía derecho a
comunicar al Banco Central la supuesta deuda, sino que tenía que ser él el
notificado de la existencia del saldo para que tuviera la posibilidad de arbitrar
los medios necesarios con el objeto de dar respuesta o para defenderse
respecto de una deuda que no contrajo.
Añadió que el silogismo es sencillo, “si el sistema
que se ofrece al público tiene fallas, produce error e implica daños”.
Invocó la teoría de los actos propios para
descalificar la conducta de su contraria quien habiendo generado por error la
deuda, la informó al Banco Central.
Hizo reserva de recurso extraordinario federal.
IV.- De la contestación de los agravios
A fs. 182/185 la accionada expuso que el
recurrente no expresó agravios en el sentido que la ley ritual en su art. 265
manda, por lo que solicitó se declare firme al pronunciamiento dictado en la
anterior instancia.
Seguidamente contestó las afirmaciones de su
contraria, señalando que se encuentra plenamente acreditado que el actor tuvo
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una caja de ahorros y una cuenta con la que operaba, y opera una tarjeta de
crédito, lo que según refirió, resulta indefectible a los efectos del
financiamiento de la operatoria con tarjeta de crédito.
Reparó también en la falta de impugnación de la
pericia contable agregada en autos y consideró de aplicación el art. 63 del
Código de Comercio. En este mismo sentido aludió a jurisprudencia atinente
a los fundamentos y efectos de la aplicación del art. 473 del CPCCN,
señalando que ha quedado precluida la oportunidad procesal para impugnar,
observar o pedir explicaciones de la pericia producida en autos.
Respecto de la imputación al Banco de la Nación
Argentina de haber cambiado la información de la cuenta del actor en las
tirillas de ATN (cajero automático), manifestó que más allá de ser falaz y
USO OFICIAL
técnicamente imposible, el ataque articulado resulta impropio en la apelación,
habida cuenta de la improcedencia de someter a juzgamiento de la alzada
cuestiones no tratadas en el proceso. Citó doctrina.
Asimismo, compartió la valoración de la pericia
contable efectuada por el a quo, descalificando los agravios de su contraria
esgrimidos sobre el punto.
A continuación describió el modo en el que los
sucesos se produjeron y el origen de la comunicación de la deuda al Banco
Central de la República Argentina.
Finalmente, reparó en la falta de prueba acerca de
la frustración de las operaciones que el actor dijo haber sufrido en razón del
informe del Veraz e indicó que no media una relación de causalidad entre el
supuesto obrar antijurídico que se atribuyó al banco demandado y el malogro
de algún negocio inmobiliario por lo que la acción resulta inadmisible. Hizo
reserva del caso federal.
V.- Cuestiones preliminares
a) De la alegada falta de fundamentación del
recurso deducido por la actora
Sobre el particular, el art. 265 del CPCCN dispone
que “el escrito de expresión de agravios deberá contener la crítica concreta y
razonada de las partes del fallo que el apelante considere equivocadas”.
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Cabe señalar que “por expresión de agravios debe
ser entendido un escrito por el cual el apelante sostiene su recurso, efectuando
un ordenado y claro detalle de cada uno de los errores que, en su entender,
haya podido incurrir el pronunciamiento en cuestión, bastándose a sí mismo.
Ello porque los agravios van dirigidos a rebatir a la sentencia como
culminación del contradictorio” (Cámara Nacional de Apelaciones del
Trabajo, sala I, “Milei, José A. c. Espósito, Salvador”, sent. del 28/08/1981;
“Herman, Roberto D. c. Transporte Luján, S. A., sent. del 23/11/1987; Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala B, “Litvak, Ida c. Alvarez, Jorge
Enrique y otro”, sent. del 12/12/2009, www.laleyonline.com). La expresión de
agravios no importa una simple fórmula, sino que constituye una verdadera
carga procesal, debiendo contener el estudio minucioso y preciso de la
sentencia de que se apela y condensar los argumentos y los motivos que
demuestren los errores cometidos por el juez de primera instancia para que el
Tribunal de Alzada pueda apreciar en qué puntos y porqué razones el apelante
se considera perjudicado en sus derechos (Cámara de Apelaciones en lo Civil
y Comercial de Resistencia, sala II, “Cardozo, Verónica Raquel c. Sánchez,
Juan José y/o Transporte Puerto Vicentini S.R.L. y/o quien resulte propietario,
usufructuario, resp. del vehículo dom. 949 y/o Q.R.”, sent. del 08/09/2009,
www.laleyonline.com).
Pues bien; del examen de la pretensión revisora, se
advierte que el escrito satisface mínimamente las exigencias que establece el
citado art. 265 del Código de forma a la luz de la jurisprudencia y de la
doctrina antes mencionadas.
b) En lo sustancial el recurrente cuestiona la
decisión adoptada, afirmando la responsabilidad de la entidad bancaria
involucrada en autos; descalificando las apreciaciones relativas a su conducta
y postulando una diferente interpretación y valoración de la prueba producida.
Así las cosas, por razones metodológicas y en pos
de un mayor orden en la exposición, resulta conveniente abordar los agravios
esgrimidos de un modo integrador, analizando la conducta de ambas partes a
fin de determinar si se encuentran o no reunidos los presupuestos de la
responsabilidad civil que se endilga, para luego, en el caso, evaluar la
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procedencia o no de los daños reclamados así como los demás puntos
vinculados a este último –tipo de daño, cuantificación e intereses-.
c) En lo que atañe a la primera cuestión a
examinar ha de tenerse presente que la tendencia doctrinaria dominante en la
materia considera que son cuatro los elementos de la responsabilidad civil: un
hecho que infringe un deber jurídico de conducta impuesto por el
ordenamiento jurídico -antijuridicidad o ilicitud-; que además provoca un
daño a otro; la relación de causalidad entre aquel hecho y el daño ya
mencionado; y un factor de atribución de la responsabilidad, que el
ordenamiento estima suficiente para sindicar o señalar a quien o quienes
considere como responsables (En la doctrina nacional: Alterini, Atilio A. Ameal, Oscar J. - López Cabana, Roberto M., “Derecho de obligaciones.
USO OFICIAL
Civiles y comerciales”, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1995, pág. 158, n° 371
y pág. 689, n° 1691; Borda, Guillermo A., “Tratado de derecho civil.
Obligaciones”, Perrot, Buenos Aires, 1983, II, 5a. ed., pág. 236, n° 1309;
Bustamante Alsina, Jorge, “Teoría general de la responsabilidad civil”,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1997, 9na ed., pág. 108, n° 170; Kemelmajer
De Carlucci, Aída R., en el “Código Civil y leyes complementarias.
Comentado, anotado y concordado”, de Augusto C. Belluscio y Eduardo A.
Zannoni, Astrea, Buenos Aires, 1984, V, pág. 27 y sigtes., art. 1067, § 1;
ídem, “Daños causados por abogados y procuradores” en JA, 1993-III-707 y
sigtes., n° II y sigtes.; Llambías, Jorge Joaquín, “Tratado de derecho civil.
Obligaciones”, Perrot, Buenos Aires, 1973, III, pág. 611, n° 2205; Rezzónico,
Luis María, “Estudio de las obligaciones”, Depalma, Buenos Aires, 1961, II,
9ª ed., pág 1242; Trigo Represas, Félix A., “Responsabilidad civil del
abogado”, Hammurabi, Buenos Aires, 1991, pág. 51 y sig., § 10-a); Vázquez
Ferreyra, Roberto A. “Responsabilidad por daños (elementos)”, Depalma,
Buenos Aires, 1993, pág. 111 y sigtes., n° 9; Trigo Represas, Félix A. , “Los
presupuestos de la responsabilidad civil”, Acad.Nac. de Derecho 2004
(agosto), 1-RCyS 2004, 249; Cazeaux, P.N. – Trigo Represas, A. F., “Derecho
de las obligaciones”, La Ley, Buenos Aires, 2010, I, 4ta ed., pág. 336 y
Compagnucci de Caso, Rubén H., “Indemnización del lucro cesante”, La Ley,
año LXXV, N° 67, lunes 11 de abril de 2011. En el extranjero: Cabrillac,
Remy, “Drois des obligations”, Dalloz, Paris, 2002, 5ème., pág. 206; Lalou,
7
Henri – Azard, Pierre, “Traité practique de la responsabilicé civile”, Dalloz,
Paris, 1962, 6éme., pág. 85; Alessandri Rodríguez, Arturo, “Teoría de las
obligaciones”, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, 1934, pág. 129, n°
80; Amézaga, Juan J., “Culpa aquiliana. Lecciones del curso de derecho civil”,
Montevideo, Escuela Nac. de Artes y Oficios, 1914, pág. 18; Hedemann, J.
W., “Derecho de las obligaciones”, trad. de Jaime Santos Briz, Madrid, ed.
Revista de Derecho Privado, pág. 512, n° 63, 1958; Peirano Facio, Jorge,
“Responsabilidad extracontractual”, Bogotá, Temis, 1979, pág. 233, n° 126;
Santos Briz, Jaime “La responsabilidad civil”, Madrid, Montecorvo, 1977,
págs. 23 y sigtes., n° I, 2ª. ; entre muchos otros).
Sobre tales bases habrá de llevarse a cabo el
estudio de los hechos, los que a la luz de la prueba producida y consentida por
ambas partes se sucedieron del siguiente modo: el Sr. López Giral, cliente del
banco demandado, sucursal Metán, desde 1998; titular de la caja de ahorro N°
244036303340766 y de una carpeta de créditos a los efectos de la operación
mediante tarjeta de crédito VISA número de cuenta 4113817 (confr. pericia de
fs. 141/146), consultó en un cajero automático el saldo de su caja de ahorros el
día jueves 27/06/02 por la noche. Fue en esa oportunidad informado de que
poseía la suma de $7473,71 (pesos siete mil cuatrocientos setenta y tres con
setenta y un centavos). Subsiguientemente, a hs. 21:42 extrajo la suma de
$200 (pesos doscientos) y a hs. 21:43 la misma cantidad - $200-. Por último,
al día siguiente, en horario bancario, el accionante retiró $7.400 (pesos siete
mil cuatrocientos), (todo ello confr. las constancias de la tirilla testigo del
cajero automático -en adelante ATM-, de la pericia contable de mención y de
la boleta de extracción que se encuentra reservada en autos).
Con posterioridad, el Sr. López Giral fue
registrado en el Veraz en diversas categorías, figurando en la calificación 5, de
deudor irrecuperable, desde julio de 2004 hasta mayo de 2005 y en la 1,
situación regular, de allí en adelante (confr. constancias de fs. 102/107).
VI.- De la reprochabilidad de la conducta de la
demandada.
El actor atribuyó al Banco de la Nación Argentina
el haber generado en su caja de ahorro un saldo deudor cuando, según señaló,
resulta antirreglamentario. Además, descalificó la conducta de la accionada
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por cuanto informó al Veraz esa deuda, indicando que no hubo por parte de su
contraria una notificación que lo pusiera al corriente de la supuesta
irregularidad en el pago ni menos aún que lo constituyera en mora.
Pues bien; en primer lugar corresponde señalar
que la deuda imputada al actor por el banco demandado efectivamente existió,
pues el Sr. López Giral, tal y como se pusiera de manifiesto al exponer los
hechos, extrajo más dinero del que disponía.
Y al respecto cabe aclarar que más allá de que
exista una nimia diferencia entre la cuantía del saldo negativo endilgado al
demandante y la que surge de la mecánica de las operaciones que se
suscitaron, el hecho mismo de la deuda es el que determinó las consecuencias
que el actor reputa lesiva a sus intereses, por lo que la defensa esgrimida con
USO OFICIAL
fundamento en aquella divergencia no ha de prosperar.
Sentado lo anterior, interesa indagar si el modo en
que la institución demandada se condujo incidió en la génesis de aquél saldo y
en su caso en que medida.
Sobre el punto es preciso destacar que el perito
actuante informó -fs. 142- que de acuerdo a la reglamentación –comunicación
“A”3336, punto 1.7- la caja de ahorros no puede generar saldo deudor.
Así las cosas, y tratándose de un servicio que, en
esos términos, el Banco de mención contrató con su cliente, debió aquél
asegurar las condiciones necesarias en las que fuese posible el control del
cumplimiento de las disposiciones convenidas. En efecto, aún siendo
esperable la diligencia y buena fe de los usuarios, la implementación de un
sistema entraña para la entidad el deber de garantizar su adecuado servicio.
Al respecto la ley de defensa al consumidor
24.240 y sus mod. establece en su artículo 19 que “quienes presten servicios
de cualquier naturaleza están obligados a respetar los términos, plazos,
condiciones, modalidades, reservas y demás circunstancias conforme a las
cuales hayan sido ofrecidos, publicitados o convenidos”.
En el caso, la accionada posibilitó que se generara
una deuda en una caja de ahorros no habiendo arbitrado las seguridades
necesarias para impedir que aquello sucediera. A lo que cabe agregar que
tampoco surge acreditada de la prueba producida la defensa esgrimida por la
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accionada respecto a que la incorrecta información del día 28/06/02, en lo que
atañe al saldo disponible que poseía el Sr. López Giral y la consecuente
habilitación del Banco a la extracción de dinero por parte del usuario de
mención por una suma superior a la que tenía en su caja de ahorros, se debió a
que en aquél entonces el cruce de información entre los cajeros automáticos y
humanos no se producía en tiempo real. Sobre esta cuestión, el técnico en
contabilidad apuntó que “si bien por datos aportados, en oportunidad de la
concurrencia al B.N.A., pueden existir operaciones que por distintas
circunstancias técnicas y operativas se produzcan en la modalidad ‘off line’,
esto es, que no sean en tiempo real, [de] los antecedentes tenidos a la vista no
fue posible determinar específicamente para el caso del viernes
mencionado a hs. 15.30, si el denominado cajero humano y ATM no
operaba en tiempo real (on line)” (- pto. 12 de pericia de la parte demandada
–fs. 154-, el énfasis se ha añadido).
Por otra parte, también resulta descalificable, por
doble partida, la conducta de la demandada en los términos del art. 42 de la
Constitución Nacional que establece que “los consumidores y usuarios de
bienes y servicios tienen derechos en la relación de consumo…a una
información adecuada y veraz…”. En igual sentido, el art. 4 de la ley 24.240
disponía: “quienes produzcan, importen, distribuyan o comercialicen cosas o
presten servicios, deben suministrar a los consumidores o usuarios, en forma
cierta y objetiva, información veraz, detallada, eficaz, y suficiente sobre las
características esenciales de los mismos”.
Esta última norma fue reformada por la ley
26.361, quedando el artículo redactado de la siguiente manera: “Información.
El proveedor está obligado a suministrar al consumidor en forma cierta, clara
y detallada todo lo relacionado con las características esenciales de los bienes
y servicios que provee, y las condiciones de su comercialización. La
información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada con
claridad necesaria que permita su comprensión”.
Se ha señalado que desde el punto de vista
normativo el deber de informar “es el deber jurídico obligacional, de causa
diversa, que incumbe al poseedor de la información vinculada con una
relación jurídica o con la cosa involucrada en la prestación, o atinente a
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actividades susceptibles de causar daños a terceros o a uno de los contratantes,
derivados de dicha información, y cuyo contenido es el de poner en
conocimiento de la otra parte una cantidad de datos suficientes como para
evitar los daños o inferioridad negocial que pueda generarse en la otra parte si
no son suministrados” (Lorenzetti, Ricardo Luis, “Consumidores”, Rubinzal –
Culzoni, Santa Fe, 2009, 2da ed. act., págs. 170 a 172).
En cuanto a su trascendencia, se ha dicho que “el
deber de información adquiere en materia de defensa del consumidor el rango
de derecho fundamental” (Mosset Iturraspe, Jorge – Wajntraub, Javier H.,
“Ley de defensa del consumidor. Ley 24.240”, Rubinzal- Culzoni, Santa Fe,
2008, pág. 65), actuando “no sólo en la etapa precontractual sino también
durante la ejecución del contrato”, presentándose este último supuesto “como
USO OFICIAL
un efecto del contrato perfeccionado que apunta a que el consumidor o usuario
pueda hacer valer sus derechos” (op. cit., pág. 68).
Expuesto lo que antecede, en primer término,
repugna lo prescripto en las normas citadas, a la luz de las consideraciones
legales y doctrinarias efectuadas, la errónea información brindada por la
entidad financiera el día 28/06/02 respecto de la cantidad de dinero que podía
extraer el actor de su caja de ahorro, siendo que disponía de $7073, 71 y no de
$7400, suma que finalmente retiró.
Así, teniendo en miras que “la veracidad es el eje
sobre el que gira la información” y “entendiéndose por tal la actitud de
informar hacia la recta averiguación y trasmisión de los hechos” (Ariza, Ariel,
“La Reforma del Régimen de Defensa al Consumidor por la Ley 26.361”,
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2008, pág. 60), la falta de correspondencia
entre los datos proporcionados por la accionada en la fecha de referencia con
los pertenecientes a la realidad, configura un supuesto de incumplimiento a las
obligaciones a las que se aludiera.
En el mismo orden de ideas, en segundo lugar, no
se encuentra acreditado que la entidad financiera demandada haya informado
oportunamente al actor sobre la existencia de la deuda generada
“atípicamente”, ni que, con la diligencia y buena fe con la que deben actuar
los contratantes, haya buscado una solución menos gravosa para su cliente que
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la adoptada al remitir los datos sobre el saldo negativo del actor directamente a
las fuentes de las que el Veraz se nutre para conformar sus registros.
Sobre esto último corresponde efectuar algunas
consideraciones.
Como esta Cámara tiene dicho “el registro y
suministro de datos es una actividad empresaria lícita, acaparada por las
normas constitucionales que tutelan, entre otras cosas, la libertad de comercio”
(causa “Butinof, Alberto Enrique c. B.N.A. s/ daños y perjuicios”, sent. del
12/02/09, voto del Dr. Loutayf Ranea).
A su vez, se ha considerado que “los informes
crediticios, de solvencia o evaluación de riesgo pueden describirse como una
especie del género datos personales, consistente en la información financiera,
crediticia, comercial, de servicios y la proveniente de terceros países, así como
la referida al nacimiento, ejecución y extinción de obligaciones dinerarias,
independientemente de la naturaleza del contrato que les dé origen, así como
la información relativa a las demás actividades propias del sector financiero o
sobre el manejo financiero o los estados financieros del titular. También puede
describirse como los datos de los consumidores o clientes, debidamente
incorporados en una base o banco de datos, que reflejen las transacciones
económicas, mercantiles, financieras o bancarias pagaderas a plazo, o
‘historial de crédito’” (Molina Quiroga, Eduardo, “Informes crediticios y
datos personales”, LA LEY 14/09/2011, 1).
Este autor añade en el lugar citado que se conoce
como “historial de crédito” al
“registro o banco de datos referido al
cumplimiento o incumplimiento de obligaciones de dinero. (...) la información
es de titularidad no sólo del deudor, sino también del acreedor”.
En cuanto a los requisitos que hacen admisible el
informe de un incumplimiento, a diferencia de lo que ocurre con la
reglamentación colombiana, que exige previa comunicación al titular de la
información, con el fin de que este pueda demostrar o efectuar el pago de la
obligación, así como controvertir aspectos tales como el monto de la
obligación o cuota y la fecha de exigibilidad, en nuestro país el art. 26 de la
ley 25.326 no contiene este recaudo, posiblemente porque la notificación a los
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presuntos deudores, antes de incluirlos en informes negativos, supone altos
costos (confr. Molina Quiroga, Eduardo, op. cit., loc. cit.).
Sin embargo, la ampliación del art.1º, párr. 2º de la
ley 24.240, en virtud del texto de la ley 26.361, genera como consecuencia
una expansión del ámbito de los consumidores que incluye a quienes resultan
afectados por los informes crediticios; a lo que debe añadirse lo dispuesto por
el nuevo art. 8° bis, que obliga a los proveedores a garantizar condiciones de
atención y trato digno y equitativo a los consumidores y usuarios y abstenerse
de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en situaciones
vergonzantes, vejatorias o intimidatorias (Herrán, Maite y Knavs, Verónica ,
“La responsabilidad bancaria por error de información. Alcances de la
reparación”, LA LEY 2007-A, 455).
USO OFICIAL
Desde esta perspectiva y en consonancia con las
consideraciones vertidas respecto del deber de informar y al correlativo
derecho a ser informado, la conducta esperable de la entidad bancaria
involucrada en autos era, ya producido el saldo deudor, la de comunicárselo al
actor de inmediato, posibilitando así el ejercicio de sus derechos y
colocándolo en la posición de poder evitar las ulteriores consecuencias que en
el caso se suscitaron.
Por lo que queda dicho, resulta contraria a derecho
la conducta de la institución accionada al no haber prestado adecuadamente el
servicio contratado por el actor, posibilitando la generación de una deuda en
su caja de ahorros; omitiendo brindar información a su usuario y habiéndosela
proporcionado de manera inexacta.
VII.- De la reprochabililidad de la conducta del
actor.
No ha de prescindirse en el análisis de la
influencia en la relación de causalidad que pudo haber tenido el obrar de quien
se sitúa como víctima de un daño. En efecto, luego de haber quedado
determinada la antijuridicidad de la actuación del banco accionado y su
culpabilidad en el desarrollo de los hechos, cabe preguntarse si no medió
participación del propio afectado en los sucesos que calificó como
perjudiciales y que reputó como fuentes del alegado daño sufrido, y en su caso
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que incidencia tuvo el obrar de una y otra parte, pues las consecuencias y los
derechos ejercitables difieren según cuáles sean las respuestas obtenidas.
En este orden de ideas, ha de ponerse de resalto,
que actor consultó el saldo de su caja de ahorros el día 27/06/02 a horas de la
noche, informándosele que poseía $7473,71 y que tenía la disponibilidad de
extraer $400, lo que así hizo. Luego, el día posterior, en horario bancario
retiró $7400, vale decir, cuatrocientos pesos más de lo que poco antes se le
había dado a conocer que tenía.
Este último punto, el corto período de tiempo
transcurrido entre las operaciones celebradas en la noche del día 27/06/02 y la
concertada el 28/06/02 por la mañana, tiene especial relevancia toda vez que,
disponiendo el actor de una reciente información que difería de la
proporcionada ulteriormente, debió actuar con la diligencia y la prudencia que
las relaciones de este tipo exigen. Así, debió extraer sólo el monto del que no
cabían dudas que le correspondía, vale decir la suma de $7073,91.
La diferencia entre ese monto y el que se le
comunicó como disponible debió merecer sus reparos pues, como se dijo, no
condecía con las averiguaciones que tan sólo horas antes el actor había
realizado en un cajero automático de la entidad financiera involucrada. Sin
embargo el demandante no invocó, ni menos aún probó haber obrado de aquel
modo. Más aún, tras haber afirmado en su escrito de demanda que “a nadie
escapa con precisión o estimativamente cual es el importe de cada uno en su
caja de ahorro” –fs. 12 vta.-, aseguró en su expresión de agravios que
“sencillamente es imposible recordar un movimiento de caja de ahorro” –fs.
175 vta.-, alegando la posible entrada de cheques o a la conversión de sus
cuentas, como mecanismos que alteraban el importe de su saldo, todo lo cual
igualmente no acreditó.
Por otra parte, anoticiado de la existencia de la
deuda en su caja de ahorro, no persiguió diligentemente regularizar su
situación en la entidad demandada, permitiendo que el tiempo transcurriera sin
que se resolviera favorablemente la cuestión de su estado bancario.
Sobre el particular corresponde destacar que su
condición de profesional del derecho coloca más alto el umbral de las
expectativas sobre su conducta en los términos del art. 902 del Código Civil,
14
Poder Judicial de la Nación
al tiempo que enfatiza sus deberes como usuario ya que, aun cuando pese
sobre el proveedor la obligación de informarlo lo cierto es que “el consumidor
o usuario tiene el deber de informarse a sí mismo” (Ariza, Ariel, “La Reforma
del Régimen de Defensa al Consumidor por la Ley 26.361”, Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 2008, pág. 63).
Por lo que queda dicho, no cabe excusar las
consecuencias que esto trae respecto del suministro de datos a otras entidades;
ni menos aún la omisión de gestionar debidamente la regularización de sus
cuentas.
VIII.-
De
la
culpa
concurrente
de
la
demandada y de la víctima.
Sobre la base de las consideraciones precedentes,
USO OFICIAL
ha quedado establecido que ambas partes han participado en el desarrollo de
los hechos que se reputan lesivos, por lo que se está ante un supuesto de culpa
concurrente. Al respecto debe puntualizarse que “cuando la culpa de la
víctima no es exclusiva, sino que también forma parte de la causa la culpa del
victimario, se denomina a esta situación como concurrencia de culpas o culpa
compartida” la cual, como afirma López Herrera, no está consagrada en una
disposición legislativa expresa, sino que es una creación doctrinaria y
jurisprudencial que tiene carácter pacífico (“Teoría de la Responsabilidad
Civil”, Lexi Nexis, Buenos Aires, 2006, págs. 227/228).
En este orden de ideas, se ha advertido que “existe
culpa concurrente cuando el daño es el resultado de la conducta de ambas
partes, por haber sido cada una de ellas condición indispensable para que se
produzca el perjuicio” (Cám. Apelac. Civil y Comercial Santiago del Estero,
causa “Abate de Palacios Edith Miriam c/ Empresa 9 de Julio (linea 21) y/u
otros s/ daños y perjuicios”, sent. del 04/12/01; Cám. Civil, Comercial,
Laboral y Minería de Comodoro Rivadavia, Chubut, Sala Civil, “Romero,
Raúl Alberto c/ Díaz, Oscar s/ daños y perjuicios, sent. del 17/03/93;
www.saij.jus.gov.ar).
Sentado lo que antecede, corresponde determinar
los parámetros con los cuales se debe medir la incidencia causal de las
conductas que causaron el daño a fin de fijar la responsabilidad que les cabe a
quienes las desplegaron. En este sentido “lo que importa para la distribución
15
de la responsabilidad es la eficiencia de la conducta en la cadena causal; a
mayor incidencia, mayor proporción. Es el sistema argentino, que abandona
aquí la causalidad adecuada y utiliza la causalidad eficiente” (López Herrera,
op. cit., pág. 231; esta Cámara en la causa “Universidad Nacional de Salta c/
MEI Obras y Servicios s/ ordinario”, sent. del 09/02/11).
En este mismo sentido se ha dicho que “la regla
que parece ajustarse mejor a la idea de causalidad que preside la atribución del
daño, es aquella que establece que cada cual debe soportar el daño en la
medida en que lo ha causado. Ha sido aceptada por algunas legislaciones y
cuenta con la adhesión general de la doctrina. Acuña Anzorena dice que este
sistema es el que mejor se compadece con esta búsqueda de la relación más
justa, pues es el que propugna la distribución del daño en la medida que cada
uno ha contribuido a causarlo” (Bustamante Alsina, Jorge, “Teoría General de
la Responsabilidad Civil”, Abeledo – Perrot, Buenos Aires, 1973, 2° ed., pág.
220).
El sistema argentino de determinación de la
incidencia causal de las culpas es el de la “concurrencia o comparación de
culpas”, según el cual, ninguna culpa desplaza a la otra, sino que se establece
la eficiencia causal de cada una y se indemniza en consecuencia. Este sistema
se acepta incluso para los casos de responsabilidad objetiva, en que puede
coexistir el riesgo de la cosa con la culpa de la víctima (López Herrera, op.
cit., pág. 230).
Sin embargo, la tesis de la causalidad eficiente
encuentra en el juez el órgano acaso más pertinente para su prudente
determinación. Al respecto se ha señalado que “la doctrina mayoritaria
sostiene que el criterio más adecuado para determinar el grado de culpa de
cada interviniente, respecto del daño, es el de la influencia causal de cada
culpa, para cuya adopción no hay obstáculos en la legislación vigente: si el art.
1109 del CC obliga al agente culpable a indemnizar todo el daño que ha
causado, y el 1111 del mismo ordenamiento somete al damnificado a soportar
todo el daño que él ha causado, es lógico concluir que, mediando culpa de
ambos, tengan ellos que compartir el peso del daño, en la medida en que cada
cual contribuyó a causarlo, y aunque la discriminación causal no sea cuestión
sencilla, esa estimación puede ser prudencialmente efectuada por los jueces,
16
Poder Judicial de la Nación
sin que la imposibilidad de lograr un coeficiente matemáticamente exacto
impida arribar a una solución justa y socialmente aceptable”(Corte de Justicia
de Catamarca, “Sussi, Alberto y otro c/ Mohaded, César Augusto y Sra. s/
Daños y perjuicios – Casación”, sent. del 09/06/99, voto de mayoría; en el
mismo sentido Cám. Nac. Apelac. en lo Civil de la Capital Federal, “Clerici
de Hulskamp, Hermelinda Rosa c/ Carrero, Oscar y otro s/ Daños y
perjuicios”, sent. del 22/12/93, y Cám. Civil, Comercial, Laboral y Minería de
Trelew, Chubut, Sala A, “C., A.M. y Otras c/ L., D.A. s/ daños y perjuicios”,
sent. del 19/04/07; saij.jus.gov.ar).
Sobre tales bases, cabe concluir que las omisiones
y los incumplimientos en los que incurrió la entidad demandada, como la
conducta desplegada por el actor, incidieron en igual proporción en el
USO OFICIAL
desarrollo de los hechos reputados como lesivos, siendo en consecuencia
responsables cada uno en un 50%.
IX.- De los daños pretendidos
1.- En lo atinente al examen de la admisibilidad de
los daños reclamados ha de considerarse que “para que sea resarcible, debe
existir plena certidumbre sobre su existencia” (Fallos: 317:1225). Su prueba es
esencial, puesto que si no se halla demostrado carece de sustento la pretensión
resarcitoria que tuviera por presupuesto –justamente- ese extremo” (Cám. Nac.
Com., sala A, “Payaslian, Miguel O. v. HSBC Bank Argentina SA”, sent. del
09/09/2010, Jurisprudencia Argentina, Abeledo Perrot, Fascículo 4, 2011 –I).
2.- Acerca de la alegada frustración al acceso a
un crédito y a tarjetas de financiación
Reclama el actor la suma de $3.000 en concepto
de daño material, asegurando haber perdido la posibilidad de obtener un
crédito hipotecario de $10.000 en el Banco Macro para refaccionar su
vivienda; una tarjeta “Naranja” y una tarjeta para comprar productos en el
“Hiper Libertad”.
Ahora bien; aun cuando el recurrente califique
estos daños como materiales, se trata en rigor de una supuesta pérdida de
chance que se configura “cuando existe la oportunidad, con visos de
razonabilidad o fundabilidad de lograr una ventaja patrimonial o evitar una
pérdida de dicha índole” (Prevot, Juan Manuel y Chai, Rubén Alberto,
17
“Pérdida de chance de curación”, Astrea, Buenos Aires, 2007, pág. 44). Dicho
en otros términos “la oportunidad verosímil de lograr una ventaja o de impedir
una pérdida” o “la posibilidad de un beneficio probable que integra las
facultades de actuar del sujeto en cuyo favor la esperanza existe” (op. cit. 45).
“La pérdida de chance, determinada como tal, es
un daño cierto y por tanto resarcible, cuando importa una probabilidad
suficiente de obtener un beneficio económico que resulta frustrado por culpa
ajena, no siendo más que una consecuencia mediata del hecho ilícito” (Cám.
Nac. Com., sala A, “Payaslian, Miguel O. v. HSBC Bank Argentina SA”, sent.
del 09/09/2010, Jurisprudencia Argentina, Abeledo Perrot, fascículo 4, 2011-I,
pág. 69).
Tal como se afirmara respecto de la admisibilidad
de los daños en general “habrá que demostrar que la chance existe como
cuestión de hecho. Se debe acreditar que si el hecho ilícito no hubiera
ocurrido, la chance se habría verificado” (De Hegedus, Margarita, “La prueba
científica en el proceso civil”, Revista de la Asociación Argentina de Derecho
Procesal, “La Prueba en el proceso judicial”, Rubinzal – Culzoni, Santa Fe,
2009, pág. 401).
Tal extremo, empero, no ocurrió en autos. En
efecto, lo informado por el Banco Macro –fs. 114- respecto a que “si bien el
Sr. Javier Fernando López Giral, manifestó verbalmente al gerente de nuestra
sucursal su interés de acceder a un préstamo hipotecario (…), no se ha
evaluado si estaba en condiciones patrimoniales y financieras de acceder
al mismo” (el énfasis se ha añadido) echa por tierra la hipótesis sostenida por
el actor relativa a que fue su aparición en el Veraz como deudor de categoría 5
la que le ocasionó la frustración en el acceso al crédito, tesis que tampoco
encuentra debido sustento en la sola testimonial de fs. 99 y vta., que carece de
entidad suficiente para conmover el informe de mención.
Por otra parte y en cuanto a la no obtención de una
Tarjeta Naranja, debe tenerse en cuenta que a fs. 89 obra una notificación de
aquella empresa por la que se le hace saber al actor que “…no hemos podido
completar los pasos administrativos necesarios para entregarle su tarjeta. Esta
situación se debe a la necesidad de constatar algunos datos” (el resaltado
no pertenece al original).
18
Poder Judicial de la Nación
Sobre esto último es preciso señalar que las
razones expuestas por la entidad difieren de las que según el actor mediaron
para negarle el servicio solicitado, debiendo advertirse que el comunicado es
del día 22/07/05, fecha en la que el Sr. López Giral ya se encontraba
registrado en la categoría 1, es decir en situación regular (de acuerdo a las
constancias de fs. 103 –informe del Banco Central-), por lo que la declaración
de fs. 95 y vta. no aporta elementos de convicción suficientes y verosímiles.
Finalmente, y en lo que atañe a la tarjeta de crédito
con la que operaba el Hiper Libertad, cabe precisar que más allá de que, aun
cuando ese comercio negó administrar un servicio de ese tipo –confr. fs. 70-, y
de que obra a fs. 100 una copia certificada de una tarjeta Marter Card, del
Banco Columbia a nombre del Sr. José Manuel Campos en la que se lee
USO OFICIAL
“Libertad, cliente preferencial”- y de que el Sr. Jorge Alberto Morales, amigo
de café del demandante -fs. 97-, asegurara que la mencionada empresa
otorgaba una tarjeta que se llamaba Financiera Columbia, aclarando que no le
fue proporcionada al actor dado que tenía afectada la firma por una denuncia
del Banco Nación, se considera que tales elementos resultan insuficientes para
tener por acreditados los pretendidos daños.
Es que sobre la cuestión vale señalar que la única
prueba con la que se pretende acreditar la gestión y el rechazo del servicio que
se dice haber perdido, es la testimonial de quien se dijo amigo del actor, por lo
cual su valoración importa un detenido análisis. En efecto, si bien “la relación
de amistad con una de las partes no invalida per se al testigo, (…) su
declaración ha de ser valorada con mayor rigor crítico (…), correlacionándola
con los demás elementos de juicio obrantes en autos” (Cám. Civ. y Com.
Santa Fe, sala 3era, Zeus 80, J 127; Cám. Civ. y Com. Rosario, sala 1era, Zeus
77, J 322; J. S. 13,105).
Asimismo se ha sostenido que “el juez también
debe recelar de los testimonios afines entre sí, incluso en el lenguaje”
(Chiappini, Julio, “Valoración del testimonio”, La Ley, año LXXVI N° 35,
viernes 17 de febrero de 2012, pág. 3).
Sobre el particular no pasan inadvertidas las
coincidencias que presentan las expresiones vertidas en las distintas
testimoniales obrantes en autos. De igual modo, el cotejo de la prueba
19
producida torna frágiles y endebles las declaraciones aportadas por los
testigos, las que no resultan coincidentes con los demás datos de la causa en
muchos de sus puntos, sentando en consecuencia dudas respecto de su
veracidad y exactitud.
Así las cosas, toda vez que la deficiencia de la
prueba gravita en contra de aquél que tiene la carga de acreditarlo (confr. art.
377, CPCCN), no cabe sino desestimar su resarcimiento (Cám. Nac. Com.,
sala A, “Payaslian, Miguel O. v. HSBC Bank Argentina SA”, sent. del
09/09/2010, Jurisprudencia Argentina, Abeledo - Perrot, fascículo 4, 2011-I,
pág. 70).
3.- De lo concerniente al daño moral
Por este rubro pide el recurrente la suma de
$10.000, alegando haber sufrido lesiones en sus sentimientos y una afectación
a su reputación y honor.
Liminarmente vale memorar que “el daño moral
se deriva del desmedro extrapatrimonial sufrido en los sentimientos,
afecciones legítimas y tranquilidad anímica” (Esta Cámara en la causa
“Zenteno Day, Ernesto José, Zenteno Day, Federico Carlos, Zenteno Day,
Pablo y otros c/Estado Nacional s/daños y perjuicios”, sent. del 30/04/97).
Comprende toda “modificación disvaliosa del
espíritu en el desenvolvimiento de su capacidad de entender, querer o sentir,
que se traduce en un modo de estar de la persona diferente de aquél en que se
hallaba antes del hecho, como consecuencia de éste y anímicamente
perjudicial” (esta Cámara en la causa “Cirami Santiago C/ Estado Nacional S/
Ordinario”, sent. del 27/07/10).
Asimismo se ha señalado que la reparación que se
establezca por este concepto no tiene necesariamente que guardar relación con
el daño material pues no se trata de un daño accesorio a aquél no obstante
evaluar, para su determinación, la índole del hecho generador de la
responsabilidad y la entidad del sufrimiento causado (Fallos: 323:3615).
En este contexto y con vinculación específica a los
informes sobre la aptitud crediticia, se ha destacado que la inclusión de una
información errónea “constituye por sí misma causa de una legítima afección
en los sentimientos con independencia de la prontitud con que hubiese sido
20
Poder Judicial de la Nación
corregida, de la mayor o menor incidencia que pudo haber tenido en su
actividad comercial y profesional o de la concurrencia de otras concausas que
pudieran haberla demorado” (Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Comercial, sala D, “Ritondo, Cristian Adrián c. Banco Comafi Fiduciario
Financiero S.A.”, sent. 18/04/11, JA 05/10/2011).
Se
trata
de
indemnizar
“una
afectación
extrapatrimonial del consumidor, generado por actos u omisiones del
proveedor violatorios de la ley protectoria con tutela constitucional de la
relación habida” (Agnello, Pablo S., “El daño moral en los contratos de
consumo”, Jurisprudencia Argentina, Fascículo 11, 2010 –IV, pág. 18)
Así las cosas, “quien figura injustificadamente en
un padrón de deudores con el calificativo de ‘deudor irrecuperable’ -tal el
USO OFICIAL
significado asignado a la categoría- ve comprometido su honor y prestigio y
merece ser resarcido del padecimiento espiritual experimentado bajo el título
de daño moral. La facultad que en este tipo de casos tiene el juzgador para
morigerar la indemnización (art. 1069 del Código Civil, texto según ley
17.711) le impone actuar con prudencia al momento de fijarla, de manera que
no sea irrisoria ni, tampoco, exorbitante. Es decir, no debe ser tan baja e
intrascendente, que importe un verdadero desmedro o una ofensa para lo
justiciable (…) ni tan elevada, que parezca extravagante y lleve a un
enriquecimiento injusto” (Cám. Nac. de Apel. Civil y Com. Federal, “Rampi
Pascual c/ Banco de la Nación Argentina”, sent. del 12/04/11. En el mismo
orden de ideas Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, sala A, sent. del
28/09/11, http://10.2.40.40:8890/consultajur/principal.jsp).
Desde el horizonte brindado por los principios
antes referidos se estima equitativo reconocer el daño moral causado al actor
en la suma de $5000 (pesos cinco mil).
X.- De lo concerniente a los intereses
Sobre el punto corresponde
aclarar que los valores indemnizatorios (daño moral) se establecen a la fecha
del pronunciamiento de alzada, es decir, a valores actualizados. De ahí que
corresponde fijar un interés del 6% anual desde la fecha en que se tiene por
configurado el daño moral (20/04/05, confr. carta documento 01397868 que se
tiene a la vista) y establecerlo luego de transcurridos 20 días del
21
pronunciamiento de esta Cámara hasta el efectivo pago a tasa activa cartera
general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la
Nación Argentina.
XI.- De las costas
En lo atinente a la imposición de las costas de
ambas instancia, cabe precisar que “el postulado de que en los juicios de daños
y perjuicios las costas integran el resarcimiento, no puede llevar a dejar de
lado, sin más, la aplicación de las disposiciones contenidas en el art. 71 del
CPCCN. No necesariamente deben imponerse siempre al demandado vencido,
sino que es necesario analizar también, en caso de existir, el vencimiento
parcial, los rubros reclamados en la demanda, su monto y las demás
circunstancias, en cuyo caso, puede el juez distribuirlas en la forma en lo que
prescribe el art. 71 del ordenamiento procesal” (esta Cámara, “Bazán, José
Manuel e hijos menores Diego D. y Gastón G. c/ Soto Alfredo – Asociación
Fitosanitaria del Noroeste Argentino y/o Instituto Arg. De Sanidad y Calidad
V. s/ Ordinario – Daños y Perjuicios”, consid. 12, sent. del 05/02/10).
Por tanto, en virtud de lo resuelto se imponen las
costas de ambas instancias por el orden causado (confr. art. 71 del CPCCN).
Por todo lo expuesto, opino que corresponde hacer
lugar parcialmente al recurso de apelación interpuesto por el actor,
estableciendo la responsabilidad de cada parte en un 50%; reconociendo el
daño moral reclamado en la suma de $5000 (pesos cinco mil); determinando el
cómputo de un interés del 6% anual desde el 20/04/05, fijándose luego de
transcurridos 20 días del pronunciamiento de esta Cámara a tasa activa cartera
general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la
Nación Argentina. y distribuyendo las costas por su orden en ambas
instancias. ASÍ VOTO.
A idéntica cuestión planteada los Dres. Jorge
Luis Villada y Roberto Loutayf Ranea dijeron:
Adherimos al voto que antecede por compartir sus
fundamentos y la solución del caso.
En mérito a lo expuesto, el Tribunal resuelve:
I) HACER LUGAR parcialmente al recurso de
apelación deducido por el actor a fs. 169 y fundado a fs. 175/178,
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Poder Judicial de la Nación
estableciendo la responsabilidad de cada parte en un 50%; reconociendo el
daño moral reclamado en la suma de $5000 (pesos cinco mil); determinando el
cómputo de un interés del 6% anual desde el 20/04/05, fijándose luego de
transcurridos 20 días del pronunciamiento de esta Cámara a tasa activa cartera
general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la
Nación Argentina.
II) IMPONER las costas por el orden causado en ambas
instancias.
III) REGÍSTRESE, notifíquese y oportunamente
devuélvase.
Fdo. Dres. Renato Rabbi – Baldi Cabanillas, Jorge Luis Villada y Roberto
USO OFICIAL
Loutayf Ranea.
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