Instituciones al servicio del orden establecido Marta Friera Álvarez. Universidad de Oviedo 1. La administración real: la Real Audiencia y el regente La política centralista y uniformista que inauguraron con el siglo XVIII los borbones llegó a Asturias de la mano de la creación de una nueva institución delegada del poder real en la provincia, encargada de velar por el cumplimiento de la legalidad, en un marco de limitación de los poderes señoriales y nobiliarios en beneficio del patrimonio real. La Real Audiencia de Asturias, creada en 1717 e instalada sólo un año después, era un tribunal de justicia, pero también tenía amplias atribuciones político-administrativas, normativas y gubernativas. Su presidente, el regente, ostentaba los títulos de gobernador, capitán general, superintendente de rentas reales, propios y arbitrios, y montes y plantíos. Es decir, era jefe político, militar y hacendístico de la provincia. La creación de la Audiencia supuso una modificación sustancial en el sistema de gobierno provincial, sustentado desde la Baja Edad Media por las dos partes del pacto constitucional: el delegado real —el corregidor— y el órgano de representación provincial —la Junta General—. El regente sustituyó así al corregidor, oficial real nombrado para Asturias desde los Reyes Católicos, con el antecedente de los adelantados mayores —de León y Asturias— y merinos —de Asturias— medievales. Desde el siglo XVII (1616), Asturias tenía el derecho de disfrutar de corregidores togados, si bien el conflictivo comienzo del siglo XVIII (1708) había obligado a recuperar a los militares, llamados de capa y espada. El regente volvía a ser un jurista, que, tras su paso por la Audiencia asturiana, ascendía a Audiencias superiores e incluso a los Consejos reales. Como era costumbre en el Antiguo Régimen, ningún delegado real debía ser natural de la provincia a cuyo frente se instalaba. La manifiesta limitación del poder provincial fue advertida de inmediato en Asturias. El regente dejaría de ser recibido por la Junta General y la Audiencia, y revisaría los acuerdos de la misma, que precisarían su aprobación. Las críticas no se hicieron esperar y, por lo menos, se logró derogar la segunda previsión, que, en la práctica, nunca fue respetada. Superada la primera época de adaptación, sobre todo tras el cese del primer regente de Asturias, José Cepeda, muy implicado en las denuncias contra los abusos atribuidos a la oligarquía local, lo cierto es que en la segunda mitad del siglo XVIII el equilibrio se restableció y el nuevo gobierno provincial en manos de la Audiencia y la Junta pasó a considerarse el legítimo. [pág. 202] Fotografía de la Sala Capitular de la catedral de Oviedo, sede de la Junta General La Junta General del Principado, presidida por el regente de la Audiencia, el Alférez Mayor del Principado, y compuesta por representantes de los concejos asturianos, se reunía en la Sala Capitular de la Catedral de Oviedo. 203 [pág. 205] Grabado de sala de oidores de la Audiencia de Valladolid M. Fernández de Ayala Aulesta. Práctica y formulario de la Real Cancillería y Audiencia de Valladolid, 1667 En 1767 Jovellanos fue nombrado juez de la Real Audiencia de Sevilla. En la imagen se reproduce una sala de una Audiencia de Valladolid, con los magistrados, abogados de las partes, procuradores, litigantes, relatores, escribanos y porteros. 204 Ambas instituciones compartían, cada una en la medida de sus competencias, el gobierno provincial, en manos también de los concejos: obras públicas y comunicaciones, agricultura, ganadería, pesca, riqueza forestal, abastecimiento y bienestar, industria y comercio, sanidad y beneficencia, y educación. La hacienda central —rentas reales o provinciales (básicamente alcabalas, cientos y millones) y demás contribuciones ordinarias y extraordinarias— era dirigida por el regente, lo mismo que las haciendas locales —básicamente, propios, arbitrios y repartimientos concejiles—. La provincia, por su parte, logró mantener sus escasos fondos —también compuestos fundamentalmente por propios y arbitrios— al margen del control real, en manos de la Junta General, que los administraba a través de su tesorero. Pero en esta materia, también los borbones alteraron el tradicional gobierno financiero, para su simplificación y control, a través del establecimiento de los intendentes como jefes hacendísticos provinciales. Asturias se incluyó en la intendencia de León (1749), para disgusto de una provincia que reclamaba su independencia en todos los ramos. Entonces se defendió que el gobierno constitucional del Principado estaba en manos de la Real Audiencia y la Junta General. Y se logró la configuración de Asturias como provincia fiscal (1799) hasta que la guerra de la Independencia y el régimen liberal acabasen imponiendo una definitiva centralización y uniformidad, que en materia hacendística se manifestó en la creación de una intendencia en Asturias (1811). La oposición a la misma, que se unió a la defensa del tradicional sistema de encabezamiento de cupos para el pago de las rentas reales, muy bajo en Asturias, y a la independencia de la hacienda provincial, en este caso, no obtuvo respuesta favorable y, finalmente, como había pronosticado el propio Jovellanos, esto acabó con el tradicional gobierno provincial, legítimo y constitucional (Informe a la Junta Central de 28 de noviembre de 1809). Respecto a la administración militar, ya hemos adelantado que el regente, como antes el corregidor, ostentaba el título de capitán general de la provincia. En 1800, cuando volvió a precisarse la ocupación de las regencias por militares, se excluyó expresamente a Asturias de tal previsión. El Regimiento de Milicias de Oviedo se creó en 1734, a cuyos sorteos se añadían los reemplazos ordinarios y extraordinarios del ejército. La resistencia de la provincia a las prestaciones militares obligatorias se mantuvo durante todo el Antiguo Régimen, apoyada en el insuficiente número de pecheros y el respeto a la exención de los nobles. En 1805 se creó una comandancia militar que englobaba Asturias y Santander. Por fin, como tribunal de justicia, la Real Audiencia se convirtió en la instancia superior provincial, encargada de mantener la legalidad real frente a la justicia libre que sin duda impartían los jueces locales, divididos para nobles y pecheros. La Audiencia se componía de cuatro oidores o alcaldes mayores, un fiscal y los demás oficios necesarios para la administración de justicia —relatores, escribanos, tasador, repartidor, receptores, alguaciles, abogado, procurador de pobres y porteros—. Su jurisdicción era la propia del corregimiento: el Principado de Asturias, incluidas las Cuatro Sacadas —Llanes, Ribadesella, Tineo y Cangas de Tineo, recuperadas por los Reyes Católicos de manos de los Quiñones— y hasta 1719 varios 205 pueblos de Valdeburón. No obstante, sus sentencias podían apelarse a la Real Chancillería y Audiencia de Valladolid, que además conocía de los casos de Corte y los asuntos de hidalguía. 2. La administración provincial: la Junta General del Principado de Asturias El núcleo de la constitución histórica asturiana era, sin duda, la Junta General, la institución de representación provincial, nuestras cortecillas, como decía Jovellanos a Lord Holland, vinculándola a la ausencia de representación asturiana en las Cortes de Castilla, que asumía León. Su existencia era considerada en pleno siglo XVIII un «derecho, facultad, privilegio, prerrogativa, libertad constitucional y de Derecho natural y positivo recogido en ordenanzas fundamentales». Su origen debe buscarse en plena Baja Edad Media, consecuencia natural del florecimiento ciudadano, villano o concejil, cuya unión se hizo necesaria, a través de paces, amistades, hermandades y juntas, para la defensa de los intereses comunes propios de estos territorios realengos, fundamentalmente frente a los poderes señoriales. El orden público, la ayuda mutua y la protección real eran sus fines. Con estos antecedentes, la institucionalización de la Junta General provincial se debió a la configuración del Principado de Asturias como título (1388) y, sobre todo, mayorazgo (1444) del heredero al trono de Castilla. Sólo un año después, ya existe constancia de su reunión en la que será su sede: la sala capitular de la catedral de Oviedo. La Junta General manifiesta claramente el pacto constitucional entre el rey, a través de su delegado real, y la provincia como unión de concejos. Al rey se le debía obediencia y servicios monetarios y militares, a cambio de su respeto a los ordenamientos jurídicos locales y provincial, a sus fueros, franquicias, privilegios y libertades. En consecuencia con su origen y fin, la Junta General representaba al realengo de Asturias —en teoría toda la provincia, como territorio mayorazgo del príncipe—. Como excepciones, en la Junta tenían voto las dos familias más importantes: los Quirós y los Miranda, hasta principios del siglo XVII (1619), tras un costoso pleito que, al fin, logró su expulsión de la institución representativa. Poco después (1636) entraron a formar parte de la misma, con su correspondiente voto, los Queipo de Llano, luego condes de Toreno, pero por ostentar el título de alféreces mayores de la provincia. La representación realenga pretendió, en todo caso, justificar un desigual sistema de votación, mantenido durante toda la vida de la Junta, que desfavorecía a un grupo de concejos llamados obispalías, cada uno de los cuales contaba con sólo un tercio de voto, mientras que los llamados concejos realengos gozaban de voto entero. Se denominaban obispalías porque en su mayor parte habían sido jurisdicciones del obispo de Oviedo, pero lo cierto es que casi todos estos concejos habían logrado redimirse y, por tanto, pasado a realengos, sobre todo durante el reinado de Felipe II. A pesar de ello nunca lograron voto entero, y for- 206 maban un solo partido que elegía a un solo diputado y que, además, carecía de turno en la elección del procurador general, ambos órganos delegados de la Junta. La Junta General dependía muy claramente de los concejos a los que representaba, de modo que no siempre pudo elevarse a cuerpo de provincia. Así, los poderes de los procuradores eran limitados, lo que, por otra parte, es propio del mandato imperativo característico del Antiguo Régimen. Los concejos podían dar instrucciones a sus apoderados; si se trataban asuntos no previstos en la convocatoria debía convocarse Junta extraordinaria; y Oviedo, la ciudad más importante, en realidad la única, se reservaba la posibilidad de otorgar voto decisivo o consultivo, en cuyo caso, cada vez que se votaba, el Ayuntamiento debía pronunciarse. Además, eran habituales las prácticas de acumular y sustituir poderes, muy criticadas a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII por hombres de pensamiento ilustrado. Los concejos, por su parte, se unían en partidos y eran estos los que elegían a los diputados y al procurador general que integraban la Diputación, institución delegada de la Junta. La Junta General estaba presidida por el regente, que era el delegado del poder real, lo que manifiesta su sometimiento al mismo. Pero tenía un poder limitado, pues convocaba la Junta de forma periódica a petición de la propia provincia, no podía disolverla y sólo contaba con un voto de calidad en caso de empate. La forma de elección de los apoderados o procuradores de los concejos era libre. Los requisitos que se les exigían, en teoría de forma alternativa, eran la vecindad, el ejercicio de una regiduría y, entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, se añadió la posibilidad de que fuesen sólo hacendados y los requisitos de nobleza y edad de veinticinco años, en un momento en el que penetraban elementos ajenos a la tradicional oligarquía hidalga. La Junta tenía a su cargo los oficios necesarios para el gobierno de la provincia: escribano, tesorero, representantes en la Corte —comisario, diputado, agente y diputado honorario—, abogado y procurador, entre otros. En el siglo XVIII, tras el establecimiento de la Audiencia, la Junta pasó a reunirse cada tres años y cesó la costumbre de recibir al delegado real, que también dejó de ser un cargo preferentemente anual, como era el corregidor. En los períodos entre sesiones, la Junta dejaba la ejecución de sus acuerdos a la Diputación, integrada por los diputados y el procurador general, cargos elegidos por los concejos asturianos unidos en partidos, siete en el siglo XVIII: Oviedo, Llanes, Villaviciosa, Avilés, Grado, Tineo y Cangas de Tineo, y Obispalías. Además del gobierno provincial que, como hemos dicho, compartía con el delegado real y los concejos, la Junta General, en manifestación de su naturaleza jurídica, prestaba el debido servicio al rey —cumplimiento de la normativa real y servicios monetarios y militares— y, a la vez, a la provincia, como defensora de sus particularidades, existentes sobre todo en los ámbitos político-administrativo, fiscal y agrícola. Real Provisión sobre arrendamientos perpetuos 22 de octubre de 1785. Oviedo: Imprenta de Francisco Díaz Pedregal Archivo Histórico de Asturias La costumbre de perpetuar los arrendamientos fue elevada a ley en 1785 por iniciativa de Campomanes. Al prohibir aumentar las rentas y desahuciar a los arrendatarios, suponía una protección para los colonos. En Asturias, esta norma fue abrazada por los campesinos y rechazada por los propietarios y la Junta General. Y también por Jovellanos, que en esta materia asciende del reformismo ilustrado al liberalismo y se aleja así de su maestro Campomanes, ya que junto a sus críticas a la vinculación y amortización de la propiedad de la tierra y al régimen señorial, defendió un derecho absoluto y natural de propiedad incompatible con la perpetuidad de los arrendamientos. 207 Sólo el fin definitivo del Antiguo Régimen acabó con la tradicional institución. En realidad, el declive de ambos fue simultáneo desde la guerra de la Independencia. La seria defensa de los fueros asturianos mantenida entonces desde la provincia y por hombres como Flórez Estrada o el propio Jovellanos fue decayendo, entre otras cosas, por la adopción de nuevos criterios de representación liberal —población y propiedad—, pero también tuvo que ver la falta de una continuada tradición doctrinal y normativa —sólo contaban con aprobación real las ordenanzas generales de 1594— necesaria para adaptar los fueros a las nuevas circunstancias históricas. 3. La administración local: los regimientos El desarrollo concejil —ciudades, villas y polas— de la Baja Edad Media vino pronto acompañado del general paso del sistema de concejo abierto, en el que las asambleas vecinales decidían los asuntos de interés común, al concejo cerrado, en manos de los regimientos (siglo XIV), que asumieron el gobierno y justicia municipales. En Asturias y, en general, el norte de Castilla, se elegían anualmente jueces o justicias, que también formaban parte de los ayuntamientos, divididos en nobles y pecheros. No obstante, es conocido que en el caso de Oviedo, la única ciudad de la provincia, dos jueces eran nombrados por el regimiento y un tercero, por turnos, por el obispo y el deán y cabildo de la Catedral. Además, en Avilés, Gijón y Pravia sólo se nombraban jueces nobles. El resto de oficios se completaban según las necesidades del concejo en cuestión: jurados, fieles, asistentes, escribanos, merinos, procuradores, contadores, pregoneros, alféreces, mayordomos, personeros, alguaciles, veedores, etcétera. El control al que habían sido sometidos los municipios con el nombramiento real de los regidores fue perdiéndose con la progresiva enajenación de los oficios de gobierno, de forma vitalicia y hereditaria, es decir, perpetua, de modo que en la Edad Moderna los regimientos y otros cargos quedaron en manos de la oligarquía local. La supervisión del poder municipal por el real se dejó en manos de los corregidores, encargados de corregir la labor de los regidores. Los de Asturias presidían el Ayuntamiento de Oviedo y también la Junta General del Principado de Asturias. Su labor fue asumida en el siglo XVIII por los regentes de la Real Audiencia. La Ilustración intentó y comenzó una política de recuperación del patrimonio real, que incluía los oficios públicos enajenados. Por su parte, la incorporación, desde 1766, a los ayuntamientos de los diputados y síndicos personeros del común, de elección popular y encargados, en general, de los abastos, tuvo en Asturias los escasos resultados comunes a la medida. Los regimientos se ocupaban, como hemos adelantado, de todos los ramos pertenecientes al gobierno municipal: abastecimiento, mercados, hacienda, orden público, defensa, asistencia social, sanidad, educación, obras públicas, urbanismo, fiestas, etcétera. En materia de justicia, los jueces locales conocían los asuntos civiles en primera 208 instancia y las causas penales menos graves. Por su parte, los regimientos, de forma colegiada, conocían la apelación de las sentencias de los jueces en causas civiles hasta determinada cuantía. También tenían potestad normativa, que ejercían a través de las ordenanzas municipales, no sólo para su funcionamiento interno, sino para regular el gobierno municipal. En el Antiguo Régimen no era necesario que las ordenanzas provinciales o municipales contasen con aprobación real, aunque sí era muy recomendable para su supervivencia y en caso de oposición a alguna de sus normas. 4. El régimen señorial La mayor parte de Asturias era realenga. No se olvide que desde 1444 era mayorazgo del heredero al trono de Castilla, título alegado durante todo el Antiguo Régimen por los concejos asturianos que recurrían contra los abusos señoriales. No obstante su escasez, en la provincia subsistieron durante la Edad Moderna importantes señoríos laicos —por ejemplo, Navia, Allande, Ibias y Olloniego— y eclesiásticos —es el caso de Noreña, hasta el siglo XIX—. Estos últimos, en concreto, los pertenecientes al obispo de Oviedo, ocuparon en la Edad Media buena parte de la provincia. Pero, como hemos adelantado, en el reinado de Felipe II, en su gran mayoría, los vecinos compraron su jurisdicción, con lo que pasaron a realengos, fenómeno desarrollado sobre todo en el occidente asturiano. También deben mencionarse los señoríos que poseyeron en algún momento los grandes monasterios de la provincia —San Vicente, San Pelayo, Corias, Celorio, Belmonte, Obona, Cornellana y Valdediós, entre otros—. Y, en cuanto a las órdenes militares, sólo la de Santiago tuvo señoríos en Asturias —Sobrescobio—. Por su parte, cabe destacar que Oviedo poseía la jurisdicción de algunos territorios vecinos —Llanera, Naranco, Cagigal, Cerdeño, Bendones y Paderni—. En sentido estricto y jurídico, el señorío es el jurisdiccional, la inmunidad, que concede al señor poder público sobre un territorio, para dar normas, administrar justicia, nombrar cargos de gobierno, y exigir prestaciones monetarias y militares. A ello se unen una serie de prestaciones señoriales debidas por los vecinos, más o menos gravosas según el señorío del que se trate. Aparte queda la posibilidad de que el señor sea, además, en su caso, propietario de las tierras, con la consiguiente exigencia de rentas por la cesión de su cultivo. Como hemos dicho, en la Asturias Moderna, la nobleza y el clero tenían más poder territorial que señorial. Y, en general, los vecinos de los señoríos no estaban sometidos a mayores rigores en sus prestaciones que los habitantes de los concejos realengos. No obstante, como también hemos señalado, nunca cesaron las quejas contra los abusos señoriales, en las prestaciones y, sobre todo, en asuntos especialmente sensibles como era la apropiación particular de bienes comunes, de lo que es buen ejemplo el concejo de Allande. 209 Debe recordarse que ya a fines de la Baja Edad Media (siglo XIV) se declaró en Castilla el principio de mayoría de la justicia real, de modo que los sometidos al régimen señorial podían acudir a los tribunales del rey. En parecido sentido, en 1578, una conocida Real Cédula, llamada de nuevo adelantamiento, posibilitó la entrada de la justicia real en los señoríos asturianos para la persecución y castigo de los criminales. Como es sabido, la Ilustración, como antecedente del Liberalismo en esta materia, defendió la primacía e incluso el monopolio del poder estatal, identificados plenamente el rey y el reino, con la consiguiente limitación o directamente exclusión de los señoríos jurisdiccionales, que abolirán los liberales. 5. El derecho consuetudinario asturiano Asturias, provincia periférica de la Corona de Castilla, mantuvo durante todo el Antiguo Régimen su particularidad jurídica, tanto en el ámbito público como en el privado. En el primero, destacan la existencia de la Junta General y las peculiaridades fiscales y militares de la provincia. En cuanto al Derecho privado cabe resaltar las particularidades referidas a la propiedad de la tierra y al trabajo comunal, derivadas de costumbres desarrolladas desde antiguo por una sociedad basada en lazos solidarios, lo que es común a los pueblos norteños de la península ibérica. Que las reconocidas peculiaridades jurídicas asturianas no eran suficientes para componer un cuerpo de Derecho ordenado y completo se manifiesta claramente en las dificultades que encontraron todas las iniciativas llevadas a cabo a lo largo de la Edad Moderna para elaborar unas ordenanzas generales provinciales, que fijasen por escrito el régimen jurídico común a Asturias, y que contasen con aprobación real, que si no era necesaria para su vigencia, sí para su declaración oficial y su subsistencia a lo largo del tiempo. Es paradigmático el proyecto de ordenanzas de 1781, considerado un verdadero cuerpo legal provincial, que, sin embargo, ni siquiera logró la aprobación de la mayoría de los concejos asturianos. En ellas, junto a disposiciones sobre la composición y el funcionamiento de la Junta General y su Diputación, sus autores —Martín Ramón de Cañedo, Felipe Ignacio Canga Argüelles y Nicolás de Ribera Argüelles— incluyeron normas «generales, judiciales y políticas para la administración de justicia en todos los concejos, cotos y jurisdicciones», con detalladas disposiciones sobre el gobierno provincial: administración de justicia local, gobierno municipal de los ayuntamientos, policía, vecindad, ventas ambulantes, mesones y posadas, diversiones públicas, vestimenta, urbanismo, obras públicas, sanidad y beneficencia, agricultura, ganadería y riqueza forestal. Incluso contienen previsiones específicas sobre las donaciones matrimoniales y los mayorazgos, en el sentido ilustrado de limitarlos. Las aspiraciones del reconocimiento de la peculiaridad jurídica del Principado volvieron a ponerse de manifiesto en las mismas fechas cuando en el seno de la Junta 210 Tomás López Mapa del Principado de Asturias: comprende todos sus concejos, cotos y jurisdicciones. Incluye en la parte inferior izquierda el Plano de la ciudad de Oviedo / dibujado por Francisco Reiter bajo la dirección de Francisco de la Concha Miera. 1777, Madrid Biblioteca de Asturias General se propuso la creación de una «plaza nacional» en la Real Audiencia, es decir, el nombramiento de uno o varios jueces naturales del Principado conocedores de las costumbres y particularidades jurídicas provinciales, para aplicarlas en la administración de justicia. De hecho, fue uno de los autores de las ordenanzas de 1781, Nicolás de Ribera Argüelles, el que planteó la propuesta. No obstante, la mayoría de los representantes concejiles consideraron que las peculiaridades asturianas o no existían —«se gobierna por las leyes de Castilla»— o no eran suficientes para justificar la creación de una plaza nacional, como «en reinos o provincias que tienen leyes, fueros o privilegios particulares». La envidia de Asturias, en este sentido, fue siempre Vizcaya que, como ejemplo, contaba con una sala específica en la Real Chancillería y Audiencia de Valladolid, tribunal superior de justicia para los territorios castellanos al norte del Tajo. Como adelantábamos, entre las costumbres jurídico-privadas particulares de Asturias cabe destacar los arrendamientos perpetuos y las sextaferias. Como es sabido, las sextaferias organizaban el trabajo comunal de los vecinos en sus parroquias, durante unas horas un día a la semana, cuando era necesario para la construcción, reparación y mantenimiento de los caminos concejiles —los que 211 Gaspar Melchor de Jovellanos Carta a la Junta General sobre la carretera de Castilla 31 de agosto de 1796, Oviedo Archivo Histórico de Asturias La Junta General tenía competencia sobre las obras públicas provinciales. Por encargo suyo, Jovellanos redactó diversos informes sobre la urgencia de una carretera que acabase con el aislamiento de la región. 212 unían lugares dentro de los concejos—, institución fundamental en una provincia con escasos recursos para su financiación a través de los sobrantes de los propios y arbitrios locales. De los caminos de interés provincial —los que unían concejos, esos concejos con la capital y los interprovinciales— se ocupaba la Junta General y el correspondiente delegado real, que normalmente, ante la escasez de la fábrica o fondo de caminos nutrido de réditos de censos, recurrían a arbitrios, es decir, impuestos indirectos sobre el consumo de determinados bienes, autorizados por el rey, y, en último caso, a repartimientos. Pero para estos caminos, de hecho, también se exigía la prestación de trabajo particular a través de las sextaferias. Debe resaltarse que Asturias gozaba del privilegio de no costear obras ajenas a la provincia, a cambio de pagar las propias. Fueron varios los esfuerzos por uniformar las sextaferias para toda la provincia. Es el caso del proyecto de ordenanzas de 1781 (ordenanzas 49 a 56 del título 10) y del proyecto de «ordenanzas que si obtuviesen aprobación del rey nuestro señor deben gobernar para la composición de caminos del Principado de Asturias», elaboradas por Antonio Carreño y Cañedo en 1788. Por su parte, en 1799, una Real Orden (8 de mayo) reconoció «la costumbre y práctica que se observa en el Principado de Asturias de reparar los caminos por sextaferia semanal, concurriendo todos los vecinos sin distinción de clase», como concreción particular de la obligación legal de contribuir a la composición de caminos. La Junta General reunida ese mismo año había emitido una circular (20 de marzo) a los Ayuntamientos con unas reglas generales para la prestación de las sextaferias. Por su parte, fueron frecuentes las críticas a la desnaturalización de la costumbre de las sextaferias por alguna de las siguientes causas: exigencia para obras de caminos que unían concejos e incluso provincias, como pasó con la carretera de Castilla, e incluso, lo que era más grave, para caminos privados; exclusiones personales en una prestación a la que estaban obligados todos los vecinos, incluidos los propietarios no residentes en las parroquias y los clérigos, a quienes, por ejemplo, eximían las ordenanzas de 1781; exclusiones a cambio de dinero en una obligación general en la que sólo cabían sustituciones personales, por criados o jornaleros; desproporcionalidad de la carga, que debía ajustarse a los haberes de los obligados, como era el caso de la desigualdad entre los carreteros y braceros, tanto por el valor de su jornal como por el camino a recorrer hasta el punto de las obras; e incompatibilidad entre la prestación y el trabajo agrícola, cuando la costumbre debía ajustarse a los tiempos de labores como la siembra y la recolección. En este sentido se pronunciaron, entre otros, Ignacio Flórez Arango, Francisco de Paula Jovellanos en la Junta General y el propio Jovellano en el Informe sobre la Ley Agraria. También prestó atención Jovellanos a la otra figura de Derecho consuetudinario asturiano a la que queremos referirnos: los arrendamientos perpetuos. Es sabido que la gran mayoría de los campesinos asturianos eran cultivadores de tierras ajenas, independientemente de que fuesen, además, propietarios de pequeños terrenos, que, en cualquier caso, no resultaban suficientes. En el Antiguo Régimen, la propiedad de la tierra se dividía en dominio directo, a cargo del propiamente propietario, que trabajaba generalmente a través de jornaleros, y el dominio útil, que cedía a cultivadores ajenos a través de distintos contratos agrarios, en buena parte perpetuos, como los foros o los censos enfitéuticos. De este modo, los cultivadores participaban del derecho de propiedad al poder disponer en herencia de las tierras. Por naturaleza, el contrato de arrendamiento es temporal. Sin embargo, por costumbre, en Asturias los arrendamientos también se perpetuaban. Dicha costumbre fue elevada a ley, primero, para el concejo de Valdés, en 1772 —resolución del Consejo de Castilla de 26 de noviembre de 1772—; luego, para toda Asturias, por Real Provisión de 22 de octubre de 1785; y, finalmente, de forma general por Real Cédula de 6 de diciembre de 1785, debida a Campomanes, llamada significativamente de protección de los colonos, que prohibió aumentar las rentas y el desahucio de los arrendatarios salvo casos excepcionales de incumplimiento del contrato, como sería el impago, mal uso o por necesidad, para cultivo propio, del propietario labrador con ganado y residente. En Asturias, esta norma fue abrazada por los campesinos y rechazada por los propietarios y la Junta General. Y también por Jovellanos, que en esta materia asciende del reformismo ilustrado al liberalismo y se aleja así de su maestro Campomanes, ya que junto a sus críticas a la vinculación y amortización de la propiedad de la tierra y al régimen señorial, defendió un derecho absoluto y natural de propiedad incompatible con la perpetuidad de los arrendamientos. bibliografía CORONAS GONZÁLEZ, Santos Manuel, «El marco jurídico de la Ilustración en Asturias», Anuario de Historia del Derecho Español, núm. 59, Madrid, 1989, págs. 161-204. FAYA DÍAZ, María Ángeles y ANES FERNÁNDEZ, Lidia, Nobleza y poder en la Asturias del Antiguo Régimen, Oviedo, KRK ediciones, 2007. FERNÁNDEZ PÉREZ, Adolfo y FRIERA SUÁREZ, Florencio (coords.), Historia de Asturias, Oviedo, KRK ediciones, 2005. FRIERA ÁLVAREZ, Marta, La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo Régimen (1760-1835), Oviedo, Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias, Junta General del Principado de Asturias/KRK ediciones, 2003. SANGRADOR Y VITORES, Matías, Historia de la administración de justicia y del antiguo gobierno del Principado (Oviedo, 1866), Gijón, Silverio Cañada, 1989. 213 214 La cultura asturiana: presencia y diáspora Álvaro Ruiz de la Peña e Inmaculada Urzainqui Universidad de Oviedo En una sociedad ajustada a la estructura estamental de poderes, el concepto de cultura no puede ser, en modo alguno, transversal, y los distintos estamentos o clases marcan su propio territorio, creando ámbitos culturales de perfiles propios y, a la vez, complementarios. En la Asturias de Jovellanos podemos reconocer cuatro focos principales de actividad cultural: el institucional, el aristocrático, el eclesiástico y el popular, aunque las fronteras que limitan su singularidad no siempre resultan reconocibles. La cultura institucional recae esencialmente en el ámbito educativo y tiene el aire embrionario de los proyectos no desarrollados de forma sistemática. La escasez de organismos dependientes de la Corona y la falta de competencias legislativas deja la formación básica de los niños y adolescentes en manos de la Iglesia y otras instituciones de beneficencia, que orientan la educación en conformidad con los valores religiosos y preparan a los escolares para su ingreso en los seminarios diocesanos o, en el caso de las niñas, para el matrimonio o el noviciado de los conventos. Dejando a un lado las llamadas escuelas de latinidad —cuya hegemonía corresponde a los jesuitas del colegio de San Matías de Oviedo— y ciñéndonos a los centros de instrucción primaria, en Oviedo encontramos dos que resumen perfectamente los perfiles de este tipo de instituciones: el Colegio de Niñas Huérfanas Recoletas y el Colegio Seminario de San José. El primero, ligado por cláusula testamentaria del arzobispo Valdés Salas a la Universidad de Oviedo, dicta que «se establezca en la ciudad una casa en que se recojan doncellas virtuosas, que estén bajo la custodia de dos o tres matronas, cuales convengan para que sean doctrinadas en las cosas de la fe, y las enseñen a labrar, coser e hilar»; con el paso del tiempo, tras abrirse el colegio en 1676, las nuevas constituciones del siglo XVIII —las promulgadas en 1758— amplían el nivel de conocimientos de las educandas, que podrán aprender a «escribir, leer y contar». Fue la única escuela de mujeres que existió en la capital del Principado hasta mediados del siglo XIX y, con todas sus deficiencias, cumplió con una necesidad pedagógica y social, siempre presente en el espíritu de los ilustrados ovetenses. El segundo, fundado por disposición testamentaria del arcediano Pedro Díaz de Oseja, abrió sus puer- [pág. 214] Fotografía del edificio actual de la antigua Sociedad Económica de Asturias, en la calle Rosal de Oviedo Edificio fundacional de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias 215 Fotografía del palacio de los Merás en Tineo —actual hotel Palacio de Merás—, tomada de Aurelio Menéndez Losada, La villa de Tineo, Asociación Cultural Conde de Campomanes 2010 Biblioteca Nacional de España Los Merás, pertenecientes a la aristocracia rural del occidente de Asturias, destacaron en el ámbito de las letras asturianas. Jovellanos describe la casa como «grande, antigua, con dos torres, al final de una calle sucia y pendiente...» tas a los estudiantes en 1694, orientándolos hacia la carrera eclesiástica. Sus constituciones, aprobadas en ese año, reflejan una mayor ambición pedagógica y ofrecen un nivel de conocimientos muy superior al de las Huérfanas Recoletas, ya que al básico aprendizaje de la lectura y escritura pueden unir el conocimiento de «la gramática y retórica», así como el acceso a obras de «teología y sagrados cánones». Los preceptores del colegio deben insistir en la mejora de la imagen social de los niños, ejercitarlos en «las reglas de urbanidad y cortesía», persiguiendo un modelo educativo que descanse sobre tres pilares sólidos: «virtud, buena crianza y enseñanza», lo que en términos actuales corresponderían a la formación religiosa, la educación cívica y la alfabetización primaria. Las constituciones contemplan, además, otros aspectos que no están en el colegio de niñas, tales como el vestido con el que se han de uniformar, los instrumentos musicales de su aprendizaje, la dieta alimenticia, más rica y variada que la de las Huérfanas, la asistencia sanitaria y las horas dedicadas al ocio o al juego, advirtiendo a los educadores que deberán reprender a los defectos de los niños «con suavidad», quedando prohibidos los castigos físicos. A lo largo del siglo XVIII, los educandos se convierten en una especie de cantera al servicio de las necesidades del cabildo ovetense, en el que acaban integrándose como coristas, músicos, criados de dignidades o desempeñando capellanías después de tonsurarse. Al margen de la Universidad, la máxima institución educativa es el Instituto de Náutica y Mineralogía, proyecto en el que Jovellanos volcó muchas ilusiones y 216 esfuerzos y tuvo una presencia muy activa. Abrirá sus puertas en 1794 y formará, en ausencia de estudios orientados a tal actividad, a pilotos de naves de transporte y técnicos en la explotación de los yacimientos minerales. Por su moderna concepción pedagógica y la novedad que introducía en la adquisición de conocimientos técnicos, uniendo la enseñanza de las ciencias prácticas con las humanidades, fue un referente educativo en toda España y permitió el acceso de muchos jóvenes a saberes que iban a resultar fundamentales en la sociedad preindustrial del siglo XIX. Aunque en su estructura, orientación y funcionamiento pueden advertirse rasgos afines a los que caracterizaban los Seminarios de Nobles, el principio de igualdad de oportunidades que estableció, exigiendo como único requisito la capacidad intelectual, le dio un carácter muy distinto. En él desarrolló nuestro ilustrado sus ideas sobre la moderna pedagogía, estimulando a los discípulos con la posibilidad de realizar viajes por el extranjero y armonizando esfuerzo y entretenimiento desde una única perspectiva educadora: conseguir los mejores frutos de una generación ansiosa por integrarse en la modernidad. El Instituto acabó así convirtiéndose en un granero de ciudadanos libres, críticos y comprometidos con las ideas de progreso material y responsabilidad moral que iban a marcar el perfil del liberalismo avanzado a lo largo del XIX. Que ello fue así se constata repasando la lista de los estudiantes matriculados en el primer año de funcionamiento, entre los que encontramos nombres tan ilustres como los del matemático y arabista Juan de Arce y Morís, el publicista y secretario de Godoy Julián Fernández San Miguel, hermano del general Evaristo San Miguel, el arquitecto Juan Miguel de Inclán Costales, director de la Academia de San Fernando, el general de brigada y escritor Juan Francisco Hevia Antaño, los hermanos Sánchez Cifuentes —que lo eran del futuro director del Instituto, Victoriano Sánchez Cifuentes—, el naviero Mateo Alvargonzález, el general realista Tomás Bobes, muerto prematuramente en la batalla de Urica (Venezuela, 1814) defendiendo la corona española —conocido en la historia de la emancipación americana como «el León de los Llanos»—, y otros más que simbolizan la presencia en Asturias de una juventud ilustrada cuya obra, aunque pertenezca por entero al siglo XIX, es deudora de las ideas del reformismo de las luces. La historia posterior del Instituto corrió pareja suerte a la de Jovellanos. Encarcelado en Mallorca, la gran empresa educativa irá declinando progresivamente hasta su conversión en centro de enseñanza media oficial en 1868. El 27 de marzo de 1804, en carta dirigida a su fiel amigo González Posada, levanta amargamente acta de una muerte anunciada: «Dieron por fin al huérfano el golpe que le amenazaba desde que perdió a su padre». Al lado de estas instituciones educativas, resultado de la beneficencia de la Iglesia o de la iniciativa privada con ayudas de la Hacienda real, debe destacarse, El Corresponsal del Censor 1786-1788. Madrid Biblioteca Nacional de España Periódico quincenal del llanisco Manuel Rubín de Celis, publicado en Madrid desde mayo de 1786 hasta junio de 1788, en la línea de la prensa de ideas. 217 [pág. 219] Vicente Arbiol Rodríguez Francisco Martínez Marina 1844 Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo El historiador y jurisconsulto ovetense Martínez Marina (1754-1833) fue muy admirado por Jovellanos, quien se refería a él como «el sabio Marina». En su Ensayo histórico crítico sobre la legislación y principales cuerpos legales de León y Castilla (1808) Jovellanos veía plasmado el Derecho Público interior de España. Propuso que le designase asesor de la Junta Central. Se comprometió a colaborar con él en el Diccionario geográfico histórico, para el que redactó los Apuntamientos sobre Gijón. 218 como símbolo de las ideas reformistas en Asturias —al igual que en toda España—, la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País (1780), alentada por Campomanes, tal como hiciera desde el Consejo de Castilla con el resto de las Sociedades del reino, y en la que Jovellanos colaboró muy activamente desde 1781. No tuvo ni la larga vida que tuvieron otras diseminadas por la geografía nacional ni el impulso reformador con la que había sido activada, dada la composición social de los primeros miembros, entre los que no hallamos ese elemento burgués que se convertiría en el primer beneficiario de las proyectadas iniciativas societarias. Pero a pesar de ello, en sus informes y memorias dejaron constancia muchos insignes asturianos de la preocupación modernizadora que caracterizó los afanes ilustrados que, sin embargo, no se tradujeron en mejoras efectivas para el Principado, dado el progresivo decaimiento de las Sociedades en toda España, abandonadas a su suerte tras los acontecimientos revolucionarios en Francia. Compuesta básicamente por eclesiásticos y nobles con una cierta mentalidad burguesa, logró dar cuerpo a algunos proyectos interesantes, antes de iniciar su progresiva decadencia, como la creación de una Escuela de Dibujo, dirigida por el pintor Juan Nepomuceno Cónsul desde 1785, o la fundación de un Gabinete de Historia Natural, alentado y promovido por el obispo Agustín González Pisador. En otros casos, lamentablemente más numerosos, esas iniciativas ni siquiera llegan a ponerse en práctica, como la creación de cátedras de matemáticas, física, química y mineralogía, propuestas por Jovellanos en un discurso que lee ante la Sociedad el 6 de mayo de 1782. Respecto a la cultura producida en el espacio aristocrático, debe señalarse la precedencia cronológica del ilustre militar, diplomático y escritor Álvaro Navia Osorio (Puerto de Vega 1684-1732), tercer marqués de Santa Cruz de Marcenado. Alcanzó gran celebridad por sus Reflexiones militares (Turín-París, 1724-1727), magna obra que sirvió de base teórica a los principales ejércitos europeos hasta la época de Napoleón. Fue también autor de una importante contribución a la Economía Política, la Rapsodia económica-política-monárquica (1732), que Jovellanos saludó como uno de los tratados fundamentales de teoría económica de la Edad Moderna, así como de un monumental proyecto de Diccionario histórico-geográfico universal, para el que reunió muchos materiales, que no llegó a editarse. Todo ello le sitúa en la órbita de la temprana Ilustración, al lado de figuras tan relevantes como Feijoo, Sarmiento o Mayans. Contemporáneos de Jovellanos y herederos de esa tradición culta de la aristocracia asturiana, son varios miembros de la nobleza urbana y rural, empezando por la propia hija del marqués, Irene de Navia y Bellet (1726-1786), primera escritora asturiana de nombre conocido y una de las mujeres más cultas de su tiempo. Nacida en Turín, donde su padre se hallaba en misión diplomática, y casada con 219 La Gaceta de los niños 1798-1800 Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Primer periódico infantil español, redactado por los hermanos Bartolomé y José Canga Argüelles y publicado en Madrid entre 1798 y 1800. 220 el marqués de Grimaldo, pasó la mayor parte de su vida en Madrid, donde es muy probable que tratara a Jovellanos. Aunque consta que escribió diversas obras —poesías, comedias, tragedias, traducciones...—, no han llegado hasta nosotros porque las quemó antes de morir. Sólo se han conservado unos versos latinos de juventud que fueron publicados en las Mémoires de Trévoux y en el Memorial Literario. Casi de la misma edad es José Joaquín Queipo de Llano, V conde de Toreno (Cangas de Tineo, 1728-1792), Alférez Mayor del Principado, hombre de amplísima cultura y vasta curiosidad intelectual, activo promotor de la Sociedad Económica asturiana, amante de las ciencias naturales e impulsor de las primeras prospecciones mineralógicas que tuvieron lugar en Asturias, de lo que dio cuenta en varios discursos pronunciados en dicha Sociedad y publicados en Madrid en 1785. Fruto de sus aficiones poéticas son varias composiciones de tono neoclásico, publicadas en la imprenta ovetense de Francisco Díaz Pedregal por los años 1786-1789, entre las que se cuenta un curioso canto En elogio de la brillante invención del globo aerostático y de los primeros franceses que utilizaron ese medio que tantas expectativas abrió al viaje moderno. Francisco de Paula Caveda y Solares (Villaviciosa, hacia 1760-1811), desarrolló una notable labor como historiador, dialectólogo, traductor y poeta, aunque su obra quedó inédita. Amigo del círculo más íntimo de Jovellanos, colaboró con él en lo que pudo haber constituido el primer diccionario de la lengua asturiana, proyecto que desgraciadamente quedó interrumpido. También su hermana Rita (nacida en 1760), que después de casada pasó a vivir a Madrid, se distinguió por su cultura y aficiones literarias. Además de varias obras inéditas, hoy desaparecidas, publicó un notable tratado epistolar dirigido a la educación de las mujeres que, aunque se presenta como traducción —Cartas selectas de una señorita a una sobrina suya, entresacada de una obra inglesa impresa en Filadelfia y traducidas por doña Rita Caveda y Solares (1800)—, parece obra original. Amigo también de Jovellanos fue Ignacio de Merás y Queipo de Llano (Tineo, 1738-1799?), mayorazgo del palacio de Paredes y Merás en el concejo de Valdés, miembro de la Academia de la Historia, caballero de la Orden de Carlos III y Ayuda de Cámara de Carlos IV. Muy aficionado a la poesía y al teatro, escribió un crecido número de versos amorosos, elegíacos y satíricos, una comedia de figurón (La pupila madrileña) y una tragedia (Teonea) que recogió en dos volúmenes de Obras poéticas (Madrid, 1797-1798). Fue también traductor de Ducreux y de Riccoboni. Manuel Rubín de Celis (Llanes, 1743-1809), militar y diplomático primero, y funcionario de Hacienda después, perteneció también a una familia muy vinculada a Jovellanos. En su juventud colaboró estrechamente con Campomanes, fruto de lo cual fueron varias traducciones de tema económico y el Discurso sobre el modo de fomentar la industria popular, publicado el Rita Caveda y Solares Cartas selectas de una señora a su sobrina suya, traducida de una obra inglesa, impresa en Filadelfia y traducidas al español 1800, Madrid: oficina de García y Compañía Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Tratado educativo en forma epistolar para formación de las mujeres, escrito por la ilustrada asturiana, hermana del amigo de Jovellanos, Francisco de Paula Caveda. Aunque figura como traducción, verosímilmente fue obra original. 221 [1] Fotografía de la antigua Casa de Comedias del Fontán (Oviedo), anterior a su conversión en Biblioteca Pública —ubicada en la plaza Daoiz y Velarde de Oviedo La actividad teatral desarrollada en Oviedo en el siglo XVIII tenía su centro de actividad en esta Casa de Comedias. [2] Fotografía de la capilla de la Balesquida, sede religiosa de la cofradía de los Sastres ovetenses ubicada en la plaza de la Catedral de Oviedo El gremio de los sastres tuvo una gran actividad lúdica en las últimas décadas del siglo XVIII, montando espectáculos callejeros muy bien acogidos por los ovetenses. 222 mismo año que el conocido como de Campomanes (1774), lo que ha supuesto un inquietante enigma bibliográfico. Aparte de varios textos crítico-satíricos, se le recuerda especialmente como redactor de El Corresponsal del Censor (1786-1788) periódico quincenal que se distinguió, en la estela de El Censor —el gran periódico ilustrado que tuvo entre sus colaboradores a Jovellanos— por su crítica social y renovadoras propuestas. Respecto del tercer espacio cultural, el que se produce en el ámbito de la Iglesia asturiana, sabemos hoy que los conventos de algunas órdenes religiosas fueron a lo largo de la centuria focos de investigación y reflexión humanísticas. A la cabeza de todos está el de San Vicente de Oviedo, residencia del gran benedictino Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), inspirador decisivo de la Ilustración española. Oriundo de Galicia, se trasladó a Oviedo en 1709, donde permanecerá, salvo algunos viajes esporádicos, el resto de sus días y escribirá las obras que le dieron renombre internacional, fundamentalmente el Teatro crítico universal, (17261739) y las Cartas eruditas y curiosas (1742-1760). Querido y respetado por todos, contó con el apoyo y colaboración de sus compañeros de Orden, el aprecio de sus colegas de la Universidad, de la que fue catedrático de Teología, y mantuvo estrecha amistad con muchos notables asturianos o residentes en Asturias, como el doctor Gaspar Casal, con el que durante años compartió su pasión por la medicina, el anatómico francés Juan D’Elgart o el Regente de la nueva Audiencia, Isidoro Gil de Jaz. Su huella se dejó notar en la actividad posterior de muchos benedictinos, como Fr. Iñigo Buenaga, Fr. Dionisio Otaño o Fr. Millán Gutiérrez, activos colaboradores de la Sociedad Económica asturiana. Aunque no hay constancia documental de que Jovellanos lo conociera personalmente —lo que es muy verosímil, habiendo hecho sus primeros estudios en Oviedo—, sí la hay de la profunda admiración que le profesó. Junto a la actividad intelectual de los monjes de San Vicente, cabe destacar la de los jesuitas del colegio de San Matías, que abren escuelas de latinidad y gramática y orientan su labor pastoral a través de las representaciones dramáticas que organizan junto a sus escolares. La abundante nómina de religiosos y clérigos que participan en la vida cultural asturiana cuenta con algunos nombres particularmente significativos. En la literatura, poetas en lengua asturiana como Juan González Villar (1746-1820), Bruno Fernández Cepeda (h.1750-1803), Antón Balvidares (1751-1752), la benedictina Teresa Cónsul (h.1750/60-1834), autora de un entremés, en asturiano y castellano, que se representó en el monasterio de Santa María de la Vega en 1789 en honor de la abadesa, y Josefa Jovellanos (1745-1807), un año menor que su hermano Gaspar, con el que estuvo muy unida. Viuda de Domingo González de Argandona, Procurador General del Principado en la Corte, regresó a Asturias, [1] [2] donde después de una intensa labor de promoción y ayuda a mujeres desvalidas, profesó en el convento de Agustinas Recoletas de Gijón, del que fue priora. Dos de los poemas que se conservan están dedicados a su hermano. En los estudios históricos destacan dos íntimos de Jovellanos, los canónigos Carlos González Posada (Candás, 1745-1831) y Francisco Martínez Marina (1754-1833). El primero, tal vez la persona de más estrecha confianza de don Gaspar, con el que estuvo en contacto personal o epistolar desde 1773 hasta su muerte, canónigo de Ibiza primero y después de Tarragona, fue un verdadero ilustrado en el sentido estricto del término. Fue autor de dos obras fundamentales en la bibliografía del Principado, la Biblioteca asturiana, primer censo de escritores asturianos —hasta el momento en que escribe— y para el que empezó a reunir materiales en 1776, y las Memorias históricas del Principado de Asturias, publicadas en Tarragona en 1794. Poco después de fallecido Jovino, a partir de sus recuerdos redactó en Ibiza —adonde se había dirigido un mes antes de la toma de Tarragona por el general Suchet— unas valiosas Memorias para la biografía del señor Jovellanos (1812). El segundo, canónigo de San Isidro, académico de la Lengua y de la Historia —de la que fue director en dos periodos: 1801-1804 y 1816-1818—y diputado por Asturias en las Cortes, llevó adelante un magno proyecto en el que logró involucrar al arzobispo ovetense Juan Llano Ponte y a muchos párrocos asturianos, así como a otros ilustrados como Caveda o el propio Jovellanos, en el magno proyecto de un Diccionario Geográfico Histórico del Principado de Asturias, que lamentablemente permanece todavía inédito. Es también autor, entre otras obras, de una Teoría de las Cortes (1813) que tuvo gran influencia en la literatura constitucional del XIX. 223 [Pág. 225] Gaspar Melchor de Jovellanos Apuntamientos sobre Gijón (destinados al Diccionario geográfico-histórico de Asturias). 1804 Colección particular. Depósito Museo Casa Natal de Jovellanos, Gijón Borrador de la historia de la villa natal de Jovellanos. Fue redactado para el Diccionario Geográfico de Asturias, patrocinado por la Academia de la Historia. 224 Otros nombres que también cabría recordar son los de Pedro Díaz de Valdés (Gijón, 1740-1807), canónigo de Urgel, inquisidor y luego obispo de Barcelona, gran aficionado a la botánica y entrañable amigo también de Jovellanos, que en el Memorial literario publicó una serie de artículos de tema científico y vio premiado por la Sociedad Bascongada de Amigos del País un proyecto de reactivación económica de los pueblos a través de sus párrocos, recogidos luego en dos volúmenes, El padre de su pueblo y Tratados sobre la física del clero —añadiendo en éste un discurso sobre la historia natural de Cataluña— publicados en Barcelona en 1806; el praviano Luis Folgueras y Sión (1769-1849), obispo de Orense y autor de un libro de Fábulas (1811) de filiación antiliberal; el abate José Miguel Alea, que desarrolló en Madrid una extensa labor como traductor y crítico literario en las páginas de la prensa, acabando sus días en el exilio por su condición de afrancesado; Alonso Bernardo Rivero Larrea, cura de Ontalvilla (Segovia), cuyos escasos datos biográficos no ensombrecen el interés socio-literario de su novela El Quijote de la Cantabria, publicada en Madrid (1792), a la que singulariza la composición bilingüe de los diálogos (asturiano y castellano) que mantienen sus dos protagonistas. Por su significación jerárquica, merece una mención especial el ilustrado obispo Agustín González Pisador, que crea y dota dos cátedras de Medicina en la Universidad de Oviedo para paliar una necesidad agudamente sentida en el Principado y tiene una participación muy activa en la fundación y desarrollo de la Sociedad Económica, junto a Campomanes, el conde de Toreno, el regente de la Audiencia Juan Matías de Azcárate, el coronel del regimiento provincial de Asturias Joaquín de Velarde o el mismo Jovellanos. Al lado de todos estos autores de condición nobiliaria o clerical, hay otros —funcionarios, militares, abogados y otros profesionales de mentalidad burguesa— dignos de ser reseñados. En el ámbito de la literatura, Alonso Carrió de Lavandera, autor de un curioso libro de viajes, El Lazarillo de ciegos caminantes, publicado en Lima, donde residía como funcionario de la Corona española, en 1775, salpicado de elementos novelescos que lo aproximan al ciclo picaresco; Eugenio Antonio del Riego Núñez (1748-1816), prolífico autor de églogas, odas, romances, fábulas, etc. que publica asiduamente en la prensa madrileña; el militar Alonso Arango Sierra (1753?-1827), autor de un drama, El triunfo del mérito, que se representa en la Universidad ovetense en 1790 para celebrar la elevación de Campomanes al Supremo Consejo de Castilla, y de un Elogio de Felipe V premiado por la Real Academia; los jóvenes hermanos Bartolomé y José Canga-Argüelles, autores conjuntamente de varias traducciones del griego y del primer periódico infantil español, la Gaceta de los niños, publicada en Madrid entre 1798 y 1800; y en los estudios históricos y jurídicos, el abogado Juan Pérez-Villamil (Puerto de Vega, 1754-1824), que después de colaborar con Jovellanos en varios proyectos de la Sociedad Económica Matritense —como la puesta en marcha de una Gaceta económica (1786), finalmente frustrada— y escribir sus primeros trabajos de jurisprudencia e historia, marchó a Mallorca como fiscal de la Audiencia, regresando luego a Madrid, donde desarrollará una intensa actividad como socio de las Academias de la Historia, de la que fue director (1807), de la Lengua y de San Fernando. Dos de sus más notables trabajos son la Disertación sobre la multitud de abogados (1783) y la Historia civil de la isla de Mallorca, que dejó inédita. Dentro de este panorama cultural es obligado aludir también a una serie artistas asturianos que, a partir de la Real Orden de 14 de septiembre de 1783 liberando el ejercicio de las Nobles Artes, desarrollan sus trabajos en el Principado. Entre los arquitectos están Manuel Reguera (1731-1798), el primero de Asturias que tuvo vinculación con la Academia de San Fernando y con el que Jovellanos mantuvo una estrecha relación; Pedro Antonio Menéndez (hacia 1716 - después de 1777), protegido del regente Gil de Jaz, director de las obras del Real Hospicio de Oviedo y 225 Instrucción para la formación de un Diccionario geográfico de Asturias 1791 Real Academia de la Historia. Madrid El diccionario tenía por objeto «la descripción general y particular del Principado y de todos los términos y lugares comprendidos en sus divisiones natural o física, civil y eclesiástica». Jovellanos detalla prolijamente el método a seguir por los colectores del Principado en la relación de cada cédula, o entrada, cuyo estilo y contenidos habían de homogeneizar los académicos residentes en Madrid. 226 supervisor de trabajos realizados en la catedral ovetense; Francisco Pruneda y Cañal (1739-1812), autor de la reforma y ampliación del popular mercado del Fontán ovetense, y otros de menor importancia como el anticlasicista José Bernardo de la Meana (1715-1790) o Benito Álvarez Perera (1743-1804), que trabajó en las obras de la nueva carretera de Castilla y en las de renovación del convento de Santa Clara de Oviedo. Y entre los pintores cabría destacar a Francisco Reiter (1736-1813), autor de cuadros religiosos de gran popularidad, los retratos de Carlos González de Posada (1800) y del V conde de Toreno (1790) y del conocido plano de Oviedo (1777); Joaquín Inza (1736-1811), retratista de Campomanes (1771) y de Josefa Jovellanos (hacia 1770-1774) y el avilesino Ángel Pérez, protegido de Jovellanos, quien le encargó las enseñanzas de dibujo artístico en el Real Instituto y fue retratista oficial de su familia y círculo de amistades. Uno de sus retratos más conocidos es el del hermano de don Gaspar, Francisco de Paula (hacia 1794-1798), primer director del Instituto. La música culta, ligada a las necesidades litúrgicas de la Iglesia, tiene su ámbito particular en la catedral de Oviedo, donde encontramos los mejores músicos de la centuria —los maestros de capilla Enrique Villaverde, Pedro Furió, Joaquín Lázaro o Juan Páez— y los instrumentistas que componen su orquesta —cuerda, viento y tecla—, que también viajaba por Asturias en las festividades señaladas de las villas y pueblos. En el rico archivo catedralicio se conserva un gran número de composiciones —misas, motetes, cantatas...— que expresan tanto la evolución del barroco al neoclasicismo como la madurez técnica de sus autores y el desarrollo de la expresión musical en el siglo. Por último, debemos referirnos al espacio ocupado por las manifestaciones culturales que proceden de las organizaciones gremiales y de las cofradías, en ocasiones vinculadas a la tradición dramática de la liturgia medieval, y en otras a iniciativas de carácter marcadamente civil. Existen testimonios escritos de gran expresividad sobre espectáculos parateatrales a lo largo del siglo XVIII que certifican el vigor alcanzado por estas manifestaciones de arte popular, que se enriquece con elementos variados —música coral e instrumentística, escenografía alegórica, máscaras, desfiles, pantomimas, simulacros bélicos, fuegos artificiales— y cuyo interés fundamental reside en su carácter de espectáculo con un alto grado de participación popular. Las representaciones remiten con frecuencia a una finalidad celebrativa y, de acuerdo con las instituciones que las promueven, pueden ser de dos clases: didáctico-religiosas —con la puesta en escena de pasajes bíblicos o pequeñas obras dramáticas de asunto hagiográfico y moralizador— y profanas —alusivas a la efemérides que se celebra o a situaciones políticas o sociales del contexto concreto—. Con el paso del tiempo, el teatro escolar de naturaleza didáctico-religiosa irá siendo sustituido por un tipo de representaciones en las que el elemento religioso no es tan Gaspar Melchor de Jovellanos Cédulas para el Diccionario: apostal, banzado, chousa Hacia 1800-1801 Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Documentos de etimología lingüística reunidos por Jovellanos para formar un Diccionario de la lengua asturiana, finalmente inconcluso. explícito; dramatizaciones que tienen como objeto la celebración de acontecimientos de carácter civil —exequias regias, tratados de paz, nombramientos políticos, nacimiento de príncipes, matrimonios de la realeza—, promovidas y llevadas a 227 [1] [2] cabo por instituciones civiles —Universidad, Sociedad Económica, corporaciones locales...— y con la colaboración y participación de entidades de carácter civil —gremios, artes liberales, cofradías o escuelas públicas—. Ilustran este fenómeno las fiestas que tienen lugar en Oviedo en los primeros días de 1784, con motivo del armisticio hispano-británico firmado el año anterior, en las que tiene lugar una representación, realizada por «cuatro niños de escribir de las escuelas públicas», según relata la Descripción breve... (Oviedo, Francisco Pedregal, 1784). Se trata de una pieza alegórica en la que los niños interpretan La Lealtad, La Concordia, El Sosiego y La Esperanza a través de un sencillo texto que exalta las ideas ilustradas de laboriosidad, virtud, paz y fraternidad humanas, el progreso técnico, el orden justo: valores que se personifican en la figura de Carlos III. A continuación, actúan los gremios, representando, entre otras piezas, las obras calderonianas La vida es sueño o Las armas de la hermosura; acaban las fiestas con el simulacro de la batalla entre las tropas españolas e inglesas, que llegan a alcanzar tal grado de verismo que conmovió profundamente al público; como brillante colofón, el arquitecto Manuel Reguera «dio un abundante y exquisito refresco en su casa», demostrándose que «puede haber amistad muy fina entre los individuos de un mismo oficio». 228 De la detallada y morosa relación de fiestas, de marcado carácter popular, podemos extraer una conclusión de interés. Estas fiestas reflejan los cambios de orientación cultural que se han ido produciendo a lo largo del siglo, derivados de los cánones estéticos de la Ilustración. En las décadas finales del siglo XVIII, la Iglesia ha cedido protagonismo e influencia en el ocio organizado de la sociedad civil. Las fiestas no son ya tan solo de naturaleza religiosa —Corpus, Navidad y otras—, sino de signo político-cívico y están animadas por grupos e instituciones también civiles. La Iglesia pasa a ser un grupo participante más, a diferencia de lo que ocurría en los siglos XVI y XVII y hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII. El teatro escolar didáctico-religioso, inscrito en la pastoral católica del barroco, ha sido sustituido por otro tipo de representaciones —loas, sainetes, entremeses, zarzuelas— de alumnos de las escuelas públicas; las cofradías religiosas han perdido su papel hegemónico a favor de los gremios preburgueses, y las procesiones o demostraciones litúrgicas se han transformado en exhibiciones escénicas más profanas y coloristas. Otra variante de esta cultura popular se encarna en las actividades misceláneas que tienen su espacio en la Casa de Comedias del Fontán, que abre sus puertas hacia 1670. Frente a la mirada vigilante de las autoridades eclesiásticas, la vida teatral y los espectáculos de variedades que allí tenían lugar, mantuvieron la atención de un público variopinto —estudiantes de la Universidad ovetense, artesanos, comerciantes, criados, menestrales—. Por ella pasaron compañías de cómicos, volatineros, bailarines, cantantes, músicos nacionales y extranjeros, espectáculos de circo con animales, magos, enanos y toda suerte de artistas de la farándula. Las noticias recogidas por Ciriaco Miguel Vigil en su Colección Histórico-Diplomática del Ayuntamiento de Oviedo (1884), que siguen siendo la principal fuente documental para conocer la vida artística del Fontán, tienen un valor indicativo de la situación del teatro en Oviedo y resultan más o menos coincidentes con las palabras de Jovellanos a Ponz en carta de 1782: [...] no le voy a hablar de teatros o espectáculos magníficos, pues por la misericordia de Dios no se conocen en este país. Las comedias, los toros y otras diversiones tumultuosas y caras, que tanto divierten y tanto corrompen a otros pueblos reputados por felices, son desconocidas aun en las mayores poblaciones de esta provincia. [1] Alonso Bernardo Rivero Larrea Historia fabulosa del distinguido caballero Don Pelayo Infanzón de la Vega, Quixote de la Cantabria, I 1792-1793, Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra Biblioteca de la Universidad de Oviedo La novela del eclesiástico de Villaviciosa tiene la particularidad de utilizar la lengua asturiana combinada con la castellana. Jovellanos la censuró negativamente. [2] Alonso Carrió de La Vandera El Lazarillo de ciegos caminantes desde BuenosAyres, hasta Lima; con sus itinerarios según la más puntual observación, con algunas noticias útiles a los nuevos comerciantes que tratan en mulas y otras historias, sacado de las memorias que… 1773, Gijón [i. e. Lima]: Imprenta de la Rovada Biblioteca Nacional de España Ameno libro de viajes en que el inspector de correos gijonés describe el trayecto entre Montevideo y Lima, proporcionando un importante testimonio de la vida americana colonial. Aunque sabemos que hubo también actividades similares en otras localidades asturianas, como Gijón o Avilés, no cabe duda de que Asturias estuvo lejos de alcanzar el dinamismo teatral de otras zonas de la geografía nacional. Ignoramos —porque en las actas municipales rara vez se consignan— los títulos de las obras repre- 229 Antonio Ponz Autorretrato 1701-1800 Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid Para el Viaje de España de Antonio Ponz (1725-1792), comenzó Jovellanos a redactar sus Cartas del viaje de Asturias, o Cartas a Ponz. sentadas o los autores puestos en escena, pero no es difícil deducir que se trataría de las más populares comedias barrocas, como las mencionadas de Calderón. En el caso de Gijón, se puede seguir, en parte, su actividad teatral a través de las actas de acuerdos municipales desde 1756 en adelante. Las noticias remiten en general a compañías de cómicos de escasa cualificación y no especificado repertorio. Como alternativa a este teatro popular, que sin duda rechazaba, Jovellanos promueve diversas iniciativas teatrales, como la representación del Pelayo por un grupo 230 de aficionados en 1782, que documenta Ceán Bermúdez, o la de la loa El Agradecimiento que formó parte de la fiesta para celebrar la colocación de un retrato de Carlos IV en el Instituto (Diario, 12-XI-1795). Una consideración final. Esta rápida relación de nombres, hechos o instituciones nos sitúa en una perspectiva ideal para contrastar las luces y las sombras que proyectaron los años ilustrados en Asturias. Ni yermo ni vergel, podríamos decir desde una actitud crítica. Con todo, la escena había quedado preparada para iniciar un siglo XIX que, lamentablemente, no supo recoger todo lo iluminado por las luces. bibliografía CASO GONZÁLEZ, José Miguel, Vida y obra de Jovellanos, 2 vols., Gijón, Caja de Asturias/El Comercio, 1991-1992. Hay edición con notas de Teresa Caso, Barcelona, Ariel, 1998. DEMERSON, Jorge, Carlos González de Posada: aproximación a su biografía, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII/Ayuntamiento de Carreño, 1984 (col. Textos y Estudios del Siglo XVIII, núm. 12). GALMÉS DE FUENTES, Álvaro, introducción y ed., Álvaro Navia Osorio, Marqués de Santa Cruz, Rapsodia económica política monárquica, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1984. GONZÁLEZ SANTOS, Javier, «Las artes y las obras públicas asturianas en la época de la Ilustración», en Asturias y la Ilustración, ed. de José Miguel Caso González, Oviedo, Consejería de Cultura del Principado de Asturias/Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, 1996, págs. 257-297. MARCOS VALLAURE, Emilio, «El V Conde de Toreno», Discursos del conde de Toreno, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1978. Gregorio Menéndez Valdés Historia de la antigua ciudad de Gixa Biblioteca de la Universidad de Oviedo MÉNDEZ, Servando F. y MELLA, Jesús (eds.), Juan Pérez-Villamil y Paredes, Disertación sobre la multitud de abogados [1783], Oviedo, Ayuntamiento de Navia/KRK Ediciones, 2004. MENÉNDEZ PELÁEZ, Jesús, El teatro en Asturias (de la Edad Media al siglo XVIII), Gijón, Noega, 1981. QUINTANAL, Inmaculada, La música en la catedral del Oviedo, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII/Consejería de Cultura del Principado de Asturias/Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, 1983 (col. Textos y Estudios del Siglo XVIII, núm. 11). Jovellanos hace una dura crítica de la credulidad y el poco juicio de una «sesera tan destornillada», por la ausencia de rigor histórico de la obra. RUIZ DE LA PEÑA, Álvaro, Introducción a la literatura asturiana, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1981. RUIZ DE LA PEÑA, Álvaro, «La Sociedad Económica de Asturias: estatutos, libros y discursos (17811803) », en Asturias y la Ilustración, ed. José Miguel Caso González, Oviedo, Consejería de Cultura del Principado de Asturias/Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, 1996, págs. 139-160. RUIZ DE LA PEÑA, Álvaro, «El Instituto de Gijón: un paraíso perdido», en Jovellanos, ministro de Gracia y Justicia, Barcelona, Fundación «La Caixa», 1998, págs. 80-90. URZAINQUI, Inmaculada, «Educar para la amistad: la obra de Rita Caveda», en Regards sur les Espagnoles créatrices (XVIIIe-XXe siècle), ed. Françoise Étienvre, París, Presses Sorbonne Nouvelle, 2006, págs. 19-35. URZAINQUI, Inmaculada, «Manuel Rubín de Celis», en El Corresponsal del Censor, ed. Klaus Ertler, Renate Hodab, Inmaculada Urzainqui, Frankfurt del Main, 2009, págs. 25-43. URZAINQUI, Inmaculada, «Memoria periodística de Irene de Navia y Bellet (1726-1786), primera escritora asturiana conocida», en Homenaxe al profesor Xosé Luis García Arias, II, Oviedo, Academia de la Llingua Asturiana, 2010, págs. 1011-1045. URZAINQUI, Inmaculada, «Aportación asturiana a la prensa ilustrada», en Asturias y la Ilustración, ed. José Miguel Caso González, Oviedo, Consejería de Cultura del Principado de Asturias/Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, 1996, págs. 205-256. 231 [1] 232 [1] Gaspar Melchor de Jovellanos Carta al Marqués de Camposagrado, sobre el blasón del Principado Gijón, 1794 Junta General del Principado de Asturias, por comodato de D. Juan Antonio Pérez Simón Disertación en forma epistolar en que Jovellanos establece cuál ha de ser el escudo del Principado de Asturias: la cruz de la Victoria. [2] Gaspar Melchor de Jovellanos Tercera carta de Jovellanos a don Antonio Ponz (Camino de León a Asturias) Fundación Alvargonzález. Gijón La finalidad de estas Cartas del viaje de Asturias o Cartas a Ponz es dar a conocer Asturias en España, porque «los españoles nacidos de la otra banda tienen de ella poco más o menos la misma idea que de la Laponia o Siberia». [2] 233 [1] [2] José Caveda y Nava (ed.) Eugenio Antonio del Riego Núñez Colección de poesías en dialecto asturiano: comprende las más selectas de Don Antonio González Reguera, Don Francisco Bernaldo de Quirós y Benavides, Don Antonio Balvidares..., con otras varias de autores desconocidos Los pastores de Narcea en Asturias: églogas que en elogio de una justa medianía en la vida del campo y retirada, en varios metros… escribía don Eugenio del Riego Núñez; égloga primera, Fabio y Fileno. 1839, Oviedo. Imprenta de D. Benito González y Compañía 1784, Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha Biblioteca Nacional de España Biblioteca de la Universidad de Oviedo Primera colección de poesía en lengua asturiana. De la Generación de medio siglo se recogen poemas de Antonio Balvidares, Josefa Jovellanos y Bruno Fernández Cepeda, entre otros. 234 Poema pastoril, ambientado en las márgenes del río Narcea, del notable fabulista asturiano y miembro fundador de la Económica Asturiana. [3] [4] [5] Ignacio Merás Queipo de Llano Gaspar Melchor de Jovellanos Gaspar Melchor de Jovellanos Obras Poéticas Colección de Asturias, D. Gaspar Melchor de Jovellanos Munuza: tragedia en cinco actos Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo 1947, Madrid: Gráficas Reunidas 1793-1794. Barcelona: en la Oficina de Juan Francisco Piferrer, s.a. Biblioteca de la Universidad de Oviedo Biblioteca Nacional de España Colección de las obras poéticas y dramáticas del noble tinetense y amigo de Jovellanos. En sus visitas a archivos es una constante el acopio de materiales que pudieran ayudar a formar una historia de España y de Asturias. La edición fue preparada por Manuel Ballesteros Gaibrois y patrocinada por el Marqués de Aledo. En el contexto del auge de la tragedia histórica de tema nacional, Jovellanos compuso este Pelayo o La muerte de Munuza, centrada en los orígenes del reino de Asturias. 1797, Madrid: Benito Cano 235 El largo camino hacia las ciencias útiles Jorge Ordaz Gargallo. Universidad de Oviedo A lo largo del siglo XVIII, los esfuerzos de la Ilustración en España estuvieron orientados a romper con las ataduras sociales, ideológicas, culturales y económicas pretéritas, a fin de superar los denominados «males endémicos de nuestro país» y tratar así de incorporarlo al ritmo modernizador de la mayoría de naciones europeas. Para este fin, era fundamental potenciar la ciencia, ya que sin ésta era imposible el conocimiento y explotación de los recursos naturales, la invención de instrumentos, la generalización y mejora de las máquinas y el desarrollo de nuevos descubrimientos. De este modo, la ciencia es vista como la principal vía de acceso a mayores cotas de progreso y bienestar, extendiéndose la enseñanza de las diferentes materias científicas a diversos ámbitos de la sociedad, desde el civil al militar. La promoción de la ciencia en sus diversas ramas o especialidades alcanzó su cenit bajo el reinado de Carlos III (1759-1788) y se sostuvo, con altibajos, hasta el reinado de Carlos IV (1788-1808). En esta época, se sientan las bases del desarrollo de la ciencia a partir de la incorporación de las enseñanzas científicas en universidades y academias militares, y la creación de nuevos centros e instituciones, tales como academias de ciencias, gabinetes de historia natural, laboratorios de física y química, jardines botánicos y observatorios astronómicos y meteorológicos. Hay que señalar también la participación activa de las sociedades económicas en la enseñanza, aplicación y difusión de la ciencia. En Asturias, dado el aislamiento a que se veía sometida la región en razón de sus limitaciones de comunicación, la actividad científica se hallaba reducida al mínimo. En la mortecina universidad de Oviedo del siglo XVIII, no se impartían asignaturas científicas y se carecía de infraestructuras adecuadas para su docencia y práctica. En este sentido, la labor divulgadora del P. Benito Jerónimo Feijoo, a través de su Teatro crítico universal y de las Cartas eruditas y curiosas, constituye una notable excepción dentro del panorama de general atonía. Esta situación, sin embargo, conocerá un giro positivo en la segunda mitad del siglo, con la aparición de una serie de personalidades que, desde diferentes instancias, darían un significativo impulso al fomento de la ciencia en Asturias. [pág. 236] Gaspar Melchor de Jovellanos Discurso pronunciado en la Sociedad de Amigos del País de Asturias sobre la necesidad de cultivar en el Principado el estudio de las ciencias naturales 6 de mayo de 1782 Archivo Histórico Diocesano de Oviedo Para Jovellanos, junto a la libertad y los auxilios, las luces constituían un prerrequisito indispensable para el crecimiento económico. En este discurso proponía becar a estudiantes para que se formasen como técnicos en los mejores centros científicos europeos. Gaspar Casal A mediados de la centuria, ante el interés por la extracción o abastecimiento de materias primas minerales, comienza en el Principado un apreciable interés por 237 [pág. 239] Vicente Arbiol y Rodríguez Joaquín José Queipo de Llano y Valdés (1727-1805), V Conde de Toreno y alférez mayor perpetuo del Principado de Asturias 1848 Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo El V Conde de Toreno, junto a otros socios de la Sociedad Económica de Amigos del País de Oviedo, fue pionero e impulsor del estudio de la mineralogía asturiana. la geología, cuyo estudio se hallaba entonces englobado dentro de lo que se denominaba «Historia Natural». El trabajo pionero del médico Gaspar Casal y Julián (1680-1759), compendiado en su Historia natural y médica del Principado de Asturias —editada póstumamente en Madrid, en 1762—, marca un hito en el conocimiento de los productos naturales de la región. Gerundense de nacimiento, Casal se había trasladado en 1717 a Asturias, donde fue nombrado médico del municipio ovetense y facultativo del cabildo catedralicio. Además de sus notables contribuciones médicas, Casal enumera en esta obra piedras, minerales, metales, plantas y animales, junto a reflexiones acerca de la climatología y el «temperamento» propio del país. Estudia las aguas minerales de diversos manantiales, experimentando con las de Priorio y de la Fuente Santa (Nava); y dedica especial atención al descubrimiento del «sucino» o ámbar en Valdesoto y Piloña, al «visco corylino» (arfueyo o muérdago) y al hallazgo de la «culebra blanca». En cuanto a minerales, cita, sin entrar en detalles, la existencia del antimonio en Cangas, el azabache en Villaviciosa, el almagre en Covadonga y el carbón de piedra «en muchos parajes»; así como la piedra imán y «muchos minerales de hierro, plomo y cobre y aún de otros géneros estimables». De 1772 es un estudio, a modo de complemento de la obra de Casal, de Fray Íñigo de Buenaga, monje del monasterio benedictino de Corias, sobre la mina de amianto —la piedra «queimona», de la que hablara el P. Sarmiento— en Figueras (concejo de Allande) y de otras de jaspe, mármol, pirita, marcasita y carbón de piedra —éstas en Rengos y Caboalles—. También cita este autor algunas «piedras figuradas» —fósiles—. Habría que mencionar también el informe de 1784 sobre las canteras de mármol de la región, debido al italiano Juan Bautista Galeotti, que había venido a Asturias en busca de materiales pétreos para la decoración del Palacio Real. Otro aficionado a la geología, Bernabé Canga Argüelles, seguidor de Christiano Herrgen, publicó en los Anales de Historia Natural (1802) un artículo sobre la «blenda carbonosa» del Puerto de Pajares. Sin embargo, la mayor aportación de carácter geológico de estos años se debe a un extranjero, el naturalista y clérigo inglés Joseph Townsend. El reverendo Townsend recorrió Asturias en 1786 y sus observaciones, incluidas en A journey through Spain in the years 1786 and 1787 (Londres, 1791), abarcan descripciones litológicas y mineralógicas, yacimientos fosilíferos y singularidades geomorfológicas, estructurales y estratigráficas de los terrenos asturianos. El conde de Toreno Seis años antes del viaje de Townsend, y gracias al apoyo de Pedro Rodríguez Pérez, conde de Campomanes, la diputación del Principado había constituido la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, con sede en Oviedo, aunque 238 sus estatutos no se aprobaron, por real cédula, hasta el año siguiente. Entre sus principales objetivos, figuraba el estudio y divulgación de las «ciencias útiles», en apoyo al incipiente desarrollo industrial asturiano. Promotor y socio de mérito de esta sociedad económica fue Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, V conde de Toreno (1727-1805), personaje relevante de la Ilustración asturiana y uno de los iniciadores de los estudios de ciencias naturales en Asturias. El noble asturiano mantuvo relaciones epistolares con especialistas de la época y escribió Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 (Madrid, 1785), en los que centra su inclinación científica en los recursos de la zona occidental asturiana. En su primer discurso, titulado «Descripción de varios minerales, mármoles y otras producciones descubiertas en el Principado de Asturias, y sus inmediaciones desde el año de 1777 hasta el presente, con expresión de los parajes a donde se hallan, sus circunstancias, y calidades», hace referencia a un buen número de yacimientos de rocas y minerales de diferentes clases: amianto, cuarzo, mármol, marga, caolín, hierro, plomo, magnesia, antimonio, cobre, oro..., facilitando no sólo su localización geográfica precisa, sino indicando si estuvieron explotados o no en la antigüedad y si merecen serlo en el futuro. El discurso concluye alentando a sus consocios a la búsqueda y explotación de estos recursos y proponiendo los siguientes objetivos concretos: la explotación de las canteras de mármol de la zona occidental asturiana, la instalación en Cangas de Tineo (actual Cangas del Narcea) de un taller de fabricación de objetos de dicha piedra ornamental y la creación de un gabinete de historia natural al amparo de la Sociedad Económica. Muchas de las informaciones del conde de Toreno fueron aprovechadas por investigadores posteriores y sirvieron de base para la prospección de metales hasta bien entrado el siglo XIX. Es desde esta visión precursora que el conde de Toreno puede ser considerado el primer investigador de criaderos minerales de la región. En cuanto al segundo discurso, de menor contenido científico, se limita Toreno a ensalzar las posibilidades mineras del Principado. En un momento dado se pregunta: ¿Los minerales de Asturias y sus inmediaciones, que tengo demostrado en este sitio, con sus correspondientes ensayos, pueden ser más preciosos? ¿No tenemos el rico oro, sacado de las tierras fluviales? ¿Buenos cobres, especiales alcoholes, calamina, cobalto, vitriolo, arsénico, alumbre de pluma, y cristales de roca? A continuación, pasa a enumerar una serie de proyectos que se deberían llevar a cabo para la correcta explotación de sus riquezas: fábrica de lienzos, de loza, de papel, tenerías, el fomento de la pesca y la agricultura, etc. 240 Francisco Cónsul Jove y Tineo (1754-1810) Memoria sobre el conocimiento de las tierras: verdadero y económico metodo de cultivarlas, adaptado al clima y circunstancias de Galicia y Asturias; presentada a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la Ciudad de Santiago en Junta pública que celebró el 4 de noviembre de 1784 1786. Santiago: Imp. Ignacio Aguayo Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Francisco Cónsul Jove Precisamente, el uso racional y productivo de los terrenos de cultivo con el fin de mejorar la producción agrícola fue uno de los temas de estudio de otro ilustre asturiano, el médico, físico y agrónomo Francisco Cónsul Jove y Tineo (17541810). Tras obtener el grado de bachiller en Artes en Oviedo, Cónsul Jove se trasladó a Santiago de Compostela donde estudió Medicina y fue profesor de Física Experimental. En 1784, presentó a la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago una Memoria sobre el conocimiento de las tierras, verdadero y económico medio de cultivarlas, adaptado al clima y circunstancias de Galicia y Asturias, que sería publicada dos años más tarde. Esta obra constituye el único estudio de calidad dado a conocer en la época sobre las características de los terrenos del noroeste de la península y el modo de mejorar su fertilidad física, para lo cual Cónsul Jove hace suyo el sistema de cultivo propuesto por el inglés Jethro Tull. En la introducción de dicha obra, Cónsul Jove afirma que: La renovación de los estdudios científicos y la promoción de las «ciencias útiles», será una de las señas de identidad de la Ilustración. El ilustrado asturiano Cónsul Jove contribuyó decisivamente a la modernización de los estudios agronómicos. La verdadera felicidad de los pueblos depende más o menos de la fertilidad de la tierra, y como objeto de tanta importancia para nuestra existencia, y conservación, debemos darle la preferencia entre todos los demás ramos, como menos esenciales para nuestra vida. 241 Acorde con esta premisa, Cónsul Jove empieza por estudiar la naturaleza de los suelos cultivables, dividiéndolos en tres grandes grupos según sus propiedades físicas: margas, gredas y arcillas. Pasa luego a hablar de la cantidad, sazón y modo de aplicar a dichos tipos de tierras los estiércoles y otros abonos; el modo de agotar y utilizar los pantanos; así como la preparación de la tierra y de las semillas. Cónsul Jove era de la opinión de que el suelo no proporcionaba por sí mismo todos los nutrientes que provenían del mismo y de la atmósfera, y explicaba este hecho en base a la fisiología vegetal. En 1788, Cónsul Jove publicó un Ensayo sobre la hidráulica rústica, en el que se enseña a descubrir, conocer, mejorar, conducir y elevar las aguas a los terrenos más altos por medio de artificios movidos por el viento, el agua o los molinos. Imbuido de gran optimismo proclama: «Los conocimientos de la buena física contribuyen infinitamente a la ilustración y felicidad de los hombres». Benito Pérez de Valdés El candasín Benito Pérez Valdés y Cruz (1759-1842), «el Botánico», fue boticario en Oviedo y cultivó, como su sobrenombre indica, el estudio de la flora. Se formó en Madrid con los naturalistas Casimiro Gómez Ortega y Antonio José Cavanilles, colaboró con este último en la catalogación del Jardín Botánico de Madrid y obtuvo un nombramiento honorífico como profesor de física y botánica. Durante estos años, publicó en el Memorial Literario varios artículos de tema científico, entre ellos: «Epítome histórico de la literatura botánica española», escrito como réplica a «la preocupación y ligereza con que algunos extranjeros conciben nuestra instrucción botánica» (diciembre de 1788); «Noticias botánicas de la calaguala» (marzo, 1789); y «Explicación de la voz batatas para incluir en un diccionario de la lengua» (noviembre de 1790). A su vuelta a Oviedo se dedicó a herborizar y a analizar la flora asturiana. Gaspar Melchor de Jovellanos Sin duda, esta perseverante fe en los beneficios de la ciencia era compartida por el más ilustre de los ilustrados asturianos, Gaspar Melchor de Jovellanos. La afición del prócer gijonés por las ciencias, en especial las aplicadas o útiles, es una constante expresada a lo largo de su vida en sus escritos, informes y diarios. Para Jovellanos, el conocimiento de la naturaleza a través de la razón es la base para la mejora del aprovechamiento de los recursos naturales y, por tanto, puede contribuir a la prosperidad económica general o felicidad pública. En 1782, leyó, en la Sociedad Económica de Oviedo, un discurso sobre la necesidad de cultivar en el Principado el estudio de las ciencias naturales, expresando el deseo de que esta entidad enviase estudiantes al Real Seminario de Vergara, a continuación que via- 242 jaran por Europa y, de regreso a Asturias, generalizasen los conocimientos relacionados con la mineralogía y la industria. Al margen de su afición por la botánica —durante su estancia en Mallorca escribió un Tratado sobre botánica mallorquina o Flora medicinal de Valldemosa (1801)—, otra de sus preocupaciones fue el aprovechamiento del carbón de piedra. Conocida su existencia en Asturias desde el siglo XVI, no es hasta la segunda mitad del XVIII cuando el carbón mineral despierta un acusado interés. Al amparo de la Ley de Minas de 1780, se elaboran diversos informes sobre yacimientos carboníferos de la región entre los que destaca el realizado por Antonio Carreño y Cañedo, alférez mayor perpetuo de la ciudad de Oviedo, titulado Informe sobre las minas de carbón de piedra, y otras especies (1787). Pero es Jovellanos quien con mayor énfasis apuesta por la explotación de dicho combustible fósil en el Informe sobre el beneficio del carbón de piedra y utilidad de su comercio (1789). Al parecer, con el fin de conocer la composición de los diferentes tipos de hulla de la región y su calidad o riqueza energética, Jovellanos llegó a realizar algunos análisis químicos básicos. En dicho informe, propone, asimismo, la construcción de un «camino carretil» de la cuenca de Langreo al puerto de Gijón y aboga, una vez más, por la puesta en marcha de una escuela donde se pudiera estudiar mineralogía. Lo primero, no llegará a verlo; sí verá lo segundo, aunque con retraso y no pocas dificultades. Agustín de Pedrayes El interés de Jovellanos por la instrucción científica se pone de nuevo de manifiesto con la propuesta de creación de una escuela o instituto cuya finalidad fuera, entre otras, dotar al país de diestros pilotos y hábiles mineros, canalizando así la formación técnica y científica de dos pilares fundamentales de la economía asturiana: el mar y la mina. En efecto, la creación de un Real Instituto de Náutica y Mineralogía fue solicitada formalmente por Jovellanos al rey Carlos IV en 1789. Tras vencer numerosos obstáculos, en 1792 se aprueban varias de las medidas propuestas por Jovellanos, si bien las clases no comenzarían hasta enero de 1794. En principio, la Mineralogía incorporaba elementos de Química y Física, y también se contemplaba la creación de un Gabinete mineralógico. Lamentablemente, la cátedra de Mineralogía, varias veces pedida, nunca fue concedida. Para la enseñanza de las matemáticas, Jovellanos contó con la colaboración del también asturiano Agustín de Pedrayes y Foyo (1744-1815), uno de los más eminentes matemáticos españoles de la época, experto en matemáticas sublimes o análisis infinitesimal. Natural de Lastres, Pedrayes estudió en Santiago de Compostela y fue profesor de matemáticas en la Real Casa de Caballeros Pajes de S.M. Gaspar Casal y Julián (1680-1759) Historia natural y médica de el Principado de Asturias 1762, Madrid: Oficina de Manuel Martín Biblioteca de la Universidad de Oviedo La Historia natural y médica del Principado de Asturias del médico Gaspar Casal es pionera en el estudio de la geología asturiana. 243 [1] [2] y en el Seminario de Nobles de Madrid. Es autor de un Nuevo y universal método de cuadraturas determinadas (1777) y de Solución del problema propuesto el año 1797 (1805), en el que expone el método a seguir para la solución a un problema planteado por el propio Pedrayes, consistente en la integración de una complicada ecuación diferencial de 16 términos. Amigo de Jovellanos, desde el principio participó activamente en la planificación de la enseñanza de las matemáticas en el establecimiento gijonés. De dicha asignatura se encargaron el piloto de la Armada Diego Cayón durante los dos primeros años y, a continuación, hasta 1804, Cayetano Fernández Villamil. Tanto Pedrayes como Jovellanos vieron la necesidad de formar a alumnos del centro como futuros profesores del mismo en el ámbito de las ciencias. Siguiendo esta directriz, el alumno Timoteo Álvarez Veriña fue pensionado para estudiar en París la mineralogía teórica y práctica, mientras que José Alvargonzález Zarracina, auxiliar de matemáticas, se trasladó a Segovia para ampliar estudios de química en el Real Colegio de Artillería, bajo el magisterio de Louis Proust. El primero permaneció en París hasta 1803 y el segundo regresó a Gijón en 1799, pasando a formar parte del claustro de profesores del Instituto como profesor de Física y Química hasta 1804. 244 Pedrayes regresó a Madrid en 1798, siendo nombrado, junto con el marino y matemático Gabriel Císcar, representante de España en las reuniones internacionales celebradas en París para fijar los patrones del nuevo sistema métrico decimal de pesas y medidas. Lamentablemente, el Instituto, tal y como lo concibió Jovellanos, tuvo una vida efímera —en 1803 se decretó su transformación en simple escuela de Naútica—, frustrándose así una gran oportunidad de contribuir de forma significativa al avance científico de la región. bibliografía ADARO RUÍZ-FALCÓ, Luis, Bibliografía minera y geológica asturiana, con algunas noticias históricas sobre el desarrollo industrial de la provincia, Luarca, Bibliófilos Asturianos, IV, 1973. CASO GONZÁLEZ, José Miguel, «El Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía», Asturias y la Ilustración, ed. de J. M. Caso González, Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, 1996. FERNÁNDEZ PÉREZ, Joaquín y GONZÁLEZ TASCÓN, Ignacio (eds.), Ciencia, técnica y Estado en la España ilustrada, Zaragoza, Ministerio de Educación y Ciencia/Sociedad Española de Historia de la Ciencia y de la Técnica, 1990. 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Amigo de Jovellanos, participó activamente en su tertulia y en la planificación de la enseñanza de las matemáticas en el Real Instituto Asturiano. 245 José Joaquín Queipo de Llano Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 por su promotor y socio de mérito… 1785, Madrid: Joachin Ibarra Biblioteca de la Universidad de Oviedo Campomanes, desde el Consejo de Castilla, animaba a las Sociedades de Amigos del País al estudio de los minerales susceptibles de aprovechamiento industrial. El ilustrado conde Toreno publicará en 1785 su Descripción de varios mármoles, minerales y otras diversas producciones de Asturias y sus inmediaciones. Selección de minerales de Asturias citados por Jovellanos o por sus contemporáneos Museo de Geología. Universidad de Oviedo [1] Nódulo de ámbar. Localidad: El Caleyo, Oviedo [2] Estibnita (sulfuro de antimonio). Localidad: Ronzón, Lena [3] Amianto (piedra queimona). Localidad: Allande [4] Magnetita (piedra imán). Localidad: Minas de Porcía. Tapia de Casariego [5] Carbón. Localidad: Lena [6] Azabache. Localidad: Oles, Villaviciosa 246 [1] [2] [3] [4] [5] [6] 247 De la Universidad al Real Instituto de Náutica y Mineralogía Dolores Mateos Dorado. Universidad de Oviedo Una de las utopías más fecundas de la Ilustración fue su empeño por perfeccionar la naturaleza humana por medio de la educación a partir del uso de la razón crítica. Las Luces llevarían a los hombres al progreso y a la felicidad pública mediante una enseñanza racional y utilitaria que debería alcanzar a todos los sectores sociales. Aquel proyecto ilustrado configura un aspecto esencial del pensamiento de Jovellanos. En su Memoria sobre educación pública, escribía: Son muchos los que no miran la instrucción como perteneciente a la educación; que llaman bien educado, no al joven que ha adquirido conocimientos útiles, sino al que se ha instruido en las fórmulas del trato social...; pero la educación tiene un sentido más ambicioso, no es otra cosa que ilustrar la razón con los conocimientos que pueden perfeccionar su ser... Estos ideales estaban aún muy lejos de la formación y los métodos al uso de la enseñanza de los jóvenes cuando Jovellanos hizo sus estudios. Podemos afirmar que su aprendizaje no se hizo en las aulas oficiales, sino después: en las tertulias, en el contacto con sus amigos, en sus relaciones con protectores y hombres ilustres de su época, en sus lecturas para desempeñar mejor sus tareas como magistrado, en su prolífica correspondencia, en su profunda curiosidad intelectual, fue donde se forjó su mentalidad ilustrada. Los comienzos no fueron demasiado prometedores. Inició los estudios en su Gijón natal, donde aprendió las primeras letras y rudimentos de latinidad para después pasar a Oviedo a estudiar Filosofía en el colegio del convento de San Francisco, siguiendo «el oscuro e intricado método de la escuela escotista», según Ceán Bermúdez. Jovellanos abominará de aquella etapa cuando la recuerde en su Introducción a un discurso sobre el estudio de la Economía civil: «En mi niñez y primera juventud hube de seguir los métodos establecidos en las escuelas públicas, y forzosamente los que conocen estos métodos, saben que habré malogrado en ellos mucho tiempo». Esta preparación básica será la que le acompañe a Ávila para proseguir sus estudios. Allí fue, por la influencia de un pariente, a formar parte de la familia del obispo asturiano Romualdo Velarde Cienfuego que le concedió el préstamo canónico de [pág. 248] Plan de estudios de la Universidad de Oviedo 1777, Oviedo: Imprenta de Francisco Díaz Pedregal Biblioteca de la Universidad de Oviedo La Universidad de Oviedo, con las del resto de España, participaría en una reforma de los planes de estudios que pretendía modernizar tanto los métodos como los contenidos docentes. 249 Gaspar Melchor de Jovellanos Copia de la carta a Antonio Carreño y Cañedo, del 27 de diciembre de 1792, unida a la carta que Jovellanos envía a Antonio Valdés y Bazán el 19 de enero de 1793 1792-1793 Ministerio de Defensa. Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán. Viso del Marqués (Ciudad Real) Junto a la «carretera de Castilla», la «carretera carbonera», el Musel y la minería del carbón, el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía constituirá uno de los pilares que Jovellanos estimaba indispensables para asegurar la industrialización asturiana. 250 Navalperal y el beneficio simple de Horcajada, por lo que su formación iba necesariamente encaminada a la carrera eclesiástica. Allí, en el palacio episcopal junto a otros adolescentes, estudió Derecho Canónico, completando los cursos de bachiller en la Universidad de Burgo de Osma, muy poco apreciada en su época. Si la primera enseñanza había resultado insatisfactoria, esta breve experiencia le dejó un triste recuerdo sobre la corrupción de las aulas, y cuando en su Sátira sobre los curiales, ridiculiza a los abogados, cita a Osma como un mercado de títulos. Aunque parece que allí no había un ambiente propicio para adelantar el intelecto, obtuvo su título de Bachiller que después convalidó en Ávila, para pasar a estudiar en el Colegio Mayor de San Ildefonso, de la Universidad de Alcalá de Henares, merced a una beca obtenida con el apoyo del obispo abulense. Tampoco estos estudios los consideró positivos posteriormente, pues según sus palabras había entrado en la jurisprudencia «sin más bagaje que una lógica bárbara y confusa». Sin embargo, su experiencia como colegial fue muy valiosa. Conviene recordar que todavía en aquellos momentos ser colegial de uno de los «Mayores» suponía una posición muy privilegiada dentro del entramado político y social de la época en relación con los llamados «manteistas», pues aún, cuando estudió Jovellanos, eran la cantera de donde salían los cargos importantes de la Administración y la Magistratura. Además, allí inició otro aprendizaje más fructífero: conoció a Cadalso, cosmopolita, ilustrado y ya un escritor reconocido con el que mantuvo una gran amistad que, según su confesión, le influyó cuando escribió sus primeros poemas; le puso en contacto con el teatro y la música; le habló de un mundo desconocido para él fuera de las tristes fronteras de España... También en Alcalá coincidió con Juan Arias de Saavedra y Juan Agustín Ceán Bermúdez, gijonés, al que empezó a tratar como subordinado y acabó siendo imprescindible amigo. En estos años hizo algún viaje a la Corte que, añadido al ambiente mundano y jovial de la Complutense, debió de darle que pensar, pues cuando ya licenciado fue a Madrid para presentar su candidatura a una canonjía doctoral, que le fue concedida, tomó la decisión de cambiar la sotana por la toga para dedicare a la jurisprudencia. En Madrid había entablado relación con su pariente el duque de Losada y con el asturiano Campomanes, a cuya tertulia asistía, y donde empezó a tratar a hombres de más conocimientos que él, pero sobre todo con diferentes inquietudes. Ambos fueron sus valedores a la hora de obtener su primer empleo público como Alcalde del crimen en la Real Audiencia de Sevilla en 1767. Estuvo en Sevilla hasta 1778 —cuatro años antes había sido ascendido al cargo de oidor de la misma Audiencia— y en estos años es cuando se va forjando su auténtica formación intelectual y profesional. En Sevilla residía Pablo Olavide, quien reunía en su casa una tertulia ilustrada a la que muy pronto se incorporaría Jovellanos junto con otros, como Antonio y Martín de Ulloa o Cándido M. Trigueros, y en la que se trataban y discutían muy diversos temas, entre otros sobre Economía Política. Sobre esta materia el joven gijonés no tenía la más remota noción, pero la absorbería con fervor y, sobre todo, chocaría con la práctica jurídica a la que le obligaba su cargo, abriendo sus ojos hacia nuevas perspectivas: llegará a decir que la Economía Política es la ciencia que enseña a gobernar y esta idea fundamentará sus proyectos para la reforma de los estudios de Derecho. Pero en aquellas tertulias también habrían de tratarse otras cuestiones. Son años cruciales en los que Carlos III y sus gobernantes emprendieron los más importantes proyectos de reforma: los años en que Campomanes, Aranda, Floridablanca, Roda, Olavide y otros abordaron con empeño la tarea de sacar al país de su retraso, cuando se emprendieron medidas para modernizarlo y colocarlo a nivel europeo. Son los años en que, entre otras cosas, se enfrentaron a la difícil tarea de cambiar la Universidad tradicional, lastrada por múltiples inconvenientes que, como veremos, complicaban el endiablado entramado académico. La idea de reforma universitaria aleteaba desde hacía mucho tiempo y, a lo largo del siglo, voces como la del Padre Feijoo y otros muchos habían ido denunciando los males que aquejaban a la Universidad española. Un lugar común era el predominio eclesiástico en las aulas, sobre todo de las órdenes religiosas que estaban en permanente pugna por imponer los criterios de su «escuela» y que seguían un sistema escolástico, considerado arcaico y puramente especulativo. Una Universidad volcada en los estudios de Filosofía, Teología y Leyes, pues eran los que disponían y habilitaban a los hombres para confesores y magistrados, es decir, para la formación de las elites cercanas al poder. Si esas materias fallaban en sus métodos, peor era la ausencia de otras de carácter científico y práctico, como la Matemática moderna o la nueva Física experimental... A estos males se añadían otros: la falta de disciplina académica, el absentismo, la mala o nula preparación de los profesores, las trifulcas y corrupción en el sistema de cátedras. También el exceso de centros universitarios y las diferencias entre unos y otros: desigualdades en su consideración política y social; desigualdad en las rentas; desigualdad en los planes de estudio. En general, la maquinaria académica se consideraba desastrosa. Había que repararla, y repararla desde arriba, aunque para evitar susceptibilidades se decidió no alterar con exceso las estructuras universitarias —entre otras razones para no chocar frontalmente con la Iglesia— y actuar sobre cada universidad adecuándose a sus peculiaridades y problemas específicos, pretendiendo a la vez cierta uniformidad. El reto no era fácil porque antes había que abordar otros problemas ligados a ello de una forma u otra: la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767 y la ofensiva contra los colegios mayores en 1771. Estas cuestiones decisivas las conocía Jovellanos. Los jesuitas enseñaban en las cátedras «suaristas» y prácticamente tenían copada la enseñanza de la gramática latina; con la expulsión se suprimieron las cátedras y la gramática pasó a los claustros universitarios bajo distintos patronazgos. En Oviedo, el patronato lo llevó el Ayuntamiento de la 251 [pág. 253] Carta de Jovellanos a Antonio Carreño y Cañedo, Gijón 27 de diciembre de 1792 Ayuntamiento de Oviedo Jovellanos compartirá con Carreño y otros ilustrados asturianos su interés por una renovación económica de Asturias que pasaba por potenciar la minería del carbón y establecer el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía, piezas clave, junto a la «carretera de Castilla», la «carretera carbonera» y el Musel, del futuro industrial asturiano. 252 ciudad. También corrieron distinta suerte los bienes y edificios jesuitas y Jovellanos, que formaba parte de la Junta de Temporalidades de los jesuitas de Sevilla, defendió el interés público de una escuela jesuítica frente a las pretensiones de patronos privados. Por lo demás, desconocemos su pensamiento preciso sobre esta cuestión. Tampoco conocemos con exactitud su postura ante la reforma de los colegios, aunque, en 1780, en su oración necrológica del marqués de los Llanos, leída en la Sociedad Económica Matritense, se puede percibir una cierta simpatía hacia los colegios. Campomanes, como fiscal del todopoderoso Consejo de Castilla, se erigirá en el principal promotor de la reforma universitaria, que se inicia a partir de 1767 con la aprobación de unas instrucciones y la solicitud a cada Universidad de un informe sobre su situación real: cátedras, rentas, etc. y la elaboración de un plan de estudios específico, puesto que parecía de todo punto imposible trazar un proyecto uniforme para todas. El primer plan en llegar al Consejo fue el de Olavide para la Universidad de Sevilla. Aprobado en 1769, resultó ser realmente innovador, sobre todo por la introducción de materias experimentales y la ampliación de los estudios de Derecho con el Derecho Natural y de Gentes, ausente hasta entonces de los claustros españoles, y que era una creación del pensamiento jurídico moderno y fundamento de la renovación ilustrada de los estudios jurídicos en Europa. También proponía la creación de unos estudios de Matemáticas independientes de las facultades tradicionales. Éste se puede considerar el más avanzado de cuantos se elaboraron y, aunque sirvió de inspiración a otros, no lo fue para el de la Universidad de Oviedo, aprobado en 1774, siguiendo el modelo del de Alcalá de Henares. Uno de los más graves problemas que lastraron los buenos propósitos de los gobernantes fue que no hubo un aumento del patrimonio universitario. El Estudio ovetense no era precisamente rico —sobre todo comparado con otros— y las novedades cuestan dinero, por lo que habría que hacer auténticos equilibrios para crear nuevas cátedras o aumentar las ya dotadas. En Oviedo, había Facultades de Teología, Leyes y Cánones, más los estudios de Artes, preceptivos para alcanzar el grado de bachiller, y una cátedra de Matemáticas y otra de Canto. Una innovación importante en la Facultad de Derecho fue la regulación de los cursos, exigiéndose la asistencia y reglamentándose los exámenes y la introducción de la práctica en la Universidad «para instruirse y deliberar y práctica judicial para recibirse en los Consejos, Chancillerías y Audiencias y ejercer la Abogacía» y «aprender en ella [en la Universidad] las materias de uso cotidiano». Los planes ilustrados ensayaron otra vía que, en el futuro, adoptaron los liberales: la unión de las Facultades de Leyes y Cánones —en Oviedo se llegó a una solución mixta, pues estaban unidos los estudios de bachiller y separados los de licenciatura—. En el Estudio ovetense no se introdujo el Derecho Natural y de Gentes, que sí formaba parte de los planes de Sevilla, Valencia y Granada, donde se explicó hasta el año 1794, cuando se suprimieron esas cátedras por el pánico provocado por las ideas radicales de la Revolución francesa, ya que se consideraban peligrosas. Ciertamente, los planes de estudio no fueron tan homogéneos como deseaban los gobernantes, pues tropezaron con situaciones muy diferentes en cada Universidad: diferentes tradiciones, distintas actitudes y, sobre todo, no tenían los mismos niveles de renta. Aun así, la acción del Estado fue patente en la regulación de aspectos generales de la enseñanza: matrícula, calendario, disminución de los días de fiesta, obligatoriedad de los exámenes, adopción de libros de texto para enseñar las materias más racionalmente, mayor rigor en la obtención de los grados académicos..., es decir, en 253 las disposiciones que afectaron a todas la Universidades por igual. También se logró un mayor grado de secularización y, en general, encaminarlas hacia la modernidad. Por otra parte, los gobernantes confiaron excesivamente en la legislación, sin tener en cuenta la realidad: la oposición de los reaccionarios, la inaplicabilidad de los planes de estudios por la insuficiencia de rentas para establecer las enseñanzas y la falta de preparación de muchos profesores. La ansiada reforma, aunque arreglaba muchas cosas, de hecho no modificaba los estudios ovetenses, en el sentido de que seguían existiendo carencias tan notables como la falta de cátedras de Humanidades y Ciencias. La primera murió en proyecto y las de Medicina tuvieron una vida muy breve y poco fructífera. Que sepamos, en aquellos momentos, Jovellanos no mostró discrepancias sobre la reforma. La Universidad de Oviedo le quedaba muy lejos, aunque mantuvo correspondencia con algunos profesores ovetenses, como Felipe Ignacio Canga Argüelles, redactor del Plan de estudios. No hay que olvidar que entonces era un joven magistrado ocupado con los múltiples problemas inherentes a su cargo; sus preocupaciones iban fundamentalmente dirigidas a la reforma del sistema penal —escribe su drama El delincuente honrado— en temas tan espinosos como la tortura y otros en los que comienza a aparecer su talante humanitario e ilustrado. Además, se convierte en un voraz lector. Cuando, en 1778, fue nombrado alcalde de casa y corte en Madrid, redactó un inventario de su importante biblioteca, donde nos muestra su formación de canonista y sus conocimientos de la jurisprudencia civil, su entusiasmo por el derecho de natural y de gentes, que aspiraba a desterrar el derecho romano y, también, su iniciación y creciente interés por la economía, leyendo a autores españoles y extranjeros. Esta pasión lectora no le abandonará nunca y de ello nos deja abundantes testimonios en su Diario y correspondencia. A lo largo de su vida, no dejó de tratar, tanto en escritos oficiales como en su correspondencia, los problemas de la educación en general; pero no fue hasta los últimos años de su vida, como veremos, cuando se planteó formalmente planes de reforma universitaria, dirigidos específicamente a la carrera de Derecho. En Madrid, Jovellanos volverá a frecuentar la tertulia de Campomanes —donde conocerá a Cabarrús, tan importante en su vida— e ingresará en varias academias, entre ellas las de Historia y Jurisprudencia. El título de su discurso de ingreso en la primera, Sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra Historia y Antigüedades, es toda una proposición programática y su escrito más volteriano. En el mismo, critica su propia formación universitaria y condena una historia preocupada únicamente de los grandes personajes, de las guerras, de los desastres, de portentos y supersticiones, «de cuanto hay de inútil, de absurdo y de nocivo en el país de la verdad y de la mentira» y aboga por «una historia civil que explique el origen, progresos y alteraciones de nuestra constitución, nuestra jerarquía política y civil, nuestra legislación, nuestras costumbres, nuestras glorias y nuestras miserias». Estas nociones eran 254 absolutamente innovadoras y de una manera u otra insistirá en ellas a lo largo de los años y entre sus corresponsales y amigos —entre los que se encontraban historiadores del arte o amantes de la historia como Campomanes, Campmany, Vargas Ponce y Llaguno, entre otros muchos. Comisionado para inspeccionar las minas de carbón de Asturias entre 1790 y 1797, Jovellanos se dedicó a viajar, a escribir y a trabajar. Muchas de estas actividades tenían motivaciones oficiales, pero en muchos casos sigue sus particulares apetencias: observa, se informa, critica, piensa, proyecta. También y sobre todo, se pone en contacto directo con los problemas de su tierra, lo que le impulsa, entre otras cosas, a llevar a cabo su viejo y querido sueño de establecer en Gijón una Escuela de Náutica y Mineralogía. El Instituto siempre estuvo lastrado por los problemas económicos y ése fue uno de los motivos, no el único, que le inclinó a establecerlo en su villa natal. Esta decisión le dice Jovellanos a Ceán por carta, ha dado celos a la capital, y particularmente los doctores de su Universidad han creído que esto como todo lo bueno, toca exclusivamente a la capital, o por mejor decir, que no toca aquí; porque hablando en puridad, estoy seguro de que si esta escuela se fijase en Langreo, no tendría la menor contradicción. A las protestas del claustro ovetense se sumó el Ayuntamiento de Oviedo, lo que ocasionó un acre intercambio de correspondencia con ambas instituciones. Son interesantes —al margen de polémicas de aldea— las argumentaciones de Jovellanos en las que no nos podemos detener. En otro momento aclara que estaría «mejor en los Tazones que en Oviedo», pues no cree «combinables el espíritu geométrico y el escolástico». Don Gaspar piensa que las reformas no han servido para mejorar la enseñanza universitaria: «que [la Universidad], aunque necesita la enseñanza de la física experimental, la podrá tener cuando quiera, si en lugar de la física especulativa, que es tan inútil, enseñare la experimental que es tan provechosa». Otras razones son su intención de no inmiscuirse en los planes de mejora del plan de estudios universitario, no «embarazar» la búsqueda de dotaciones y, por último, un argumento tan querido por todos los ilustrados: «no podrá estar mal al país tener un establecimiento en que su juventud estudie las ciencias útiles», pues con ello se lograría que «una noble emulación perfeccione lo que la ruin envidia atrasa y destruye». Estas rencillas tan domésticas, tan provincianas, terminaron de forma gloriosa. El 8 de octubre de 1797, Jovellanos fue nombrado embajador en Rusia y sus paisanos asturianos comenzaron a desvivirse para agasajarlo. El claustro universitario le comunicó que con motivo de dicha promoción habían acordado honrar al que fuera su antiguo alumno —si bien por poco tiempo— y a su favorecedor —olvidando los 255 supuestos agravios— con el doctorado en «ambos derechos». En su carta de aceptación y «para acreditar más bien este aprecio», pedía recibir tal honor en el Real Instituto Asturiano para perpetuar así la memoria del beneficio y «para sellar con este solemne acto la unión de los dos Cuerpos que, erigidos en beneficio público y consagrados a la instrucción de la juventud asturiana, se deben aquel amor que corresponde a la voluntad de sus objetos». La paz estaba sellada con una sutil reprimenda. El acto debió de ser sencillo: en el descansillo de la escalera del viejo edificio del Instituto le hicieron entrega de las borlas de doctor en utroque iure y el testimonio de la Universidad. Como esa ceremonia parecía insuficiente, comenzaron a prepararse más solemnes festejos pero, en el ínterin, el 13 de noviembre, el prócer gijonés fue nombrado ministro de Gracia y Justicia y «los públicos regocijos» tuvieron una mudanza en su motivación. Los agasajos duraron una semana: luminarias, fuegos artificiales, bandas y conciertos de música, tedeum, misas cantadas, recitales poéticos, representación de comedias, comida abundante para pobres y presos... Con destino a la sala claustral se encargó al pintor ovetense Francisco Javier Hevia un retrato del homenajeado —destruido en 1934— y no faltó una representación simbólica de sus virtudes: Justicia, Paz, Providencia y Buena Fe, que hacían huir a Envidia, Error, Soberbia y Pereza. El último día, paseo claustral por la ciudad con escolta de tropas, que hacían salvas y en la comitiva niños que representaban la Ciencia, Agricultura, Artes y Comercio. La procesión terminaba a los pies de una estatua de Jovino coronado. Las reformas emprendidas durante el reinado de Carlos III debían tener su desarrollo en el reinado siguiente, pero Carlos IV no sólo desasistió a las universidades, sino que no supo sostener lo que había creado su predecesor. La inestabilidad política y los ecos de la Revolución francesa produjeron una reacción inmediata: censura de libros y reactivación de la Inquisición. Se persigue a los hombres, se persiguen los libros y toda peligrosa novedad. En 1797, Godoy había pedido informes sobre la situación universitaria, entre otros a Jovellanos, como ministro de Gracia y Justicia. Conocemos su pensamiento, sintetizado en una carta a Antonio Fernández de Prado, profesor de la Universidad de Oviedo, pero sus planes quedaron sin efecto al cesar en el Ministerio y sucederle José Antonio Caballero, un auténtico reaccionario que se encargó de la política docente. El plan de Jovellanos era utópico y el mismo Prado se encarga de decirle que es absolutamente inaplicable al Estudio ovetense. Era un proyecto exigente que preveía toda la enseñanza, desde el bachillerato, donde debían estudiarse progresivamente materias que le parecían indispensables para la formación de «ciudadanos», sea cual fuere la profesión a la que se dedicasen, pero necesarias para el jurisconsulto. En primer lugar las Humanidades: castellano —hace una maravillosa reflexión sobre la lengua—, lógica —«después de aprender a hablar deberíamos pasar a discurrir»—; des- 256 pués la física experimental, la ética y el derecho público universal. Ya en la Universidad, traza un programa aconsejando las mejores lecturas para cada asignatura: Historia del Derecho, Derecho Público «interior» —sobre la «constitución española», la soberanía...—, Derecho privado «patrio», por supuesto el Derecho Natural, etc. Ciertamente, en su proyecto subyacen ideas políticas muy alejadas de los vientos que corrían en la España oficial. Podríamos considerar que su plan de 1809 es un testamento donde vuelca todas las ideas y la experiencia acumulada. Ese año, durante la guerra de Independencia, la Junta Central, de la que era miembro, le encarga que asesore a la Comisión de Instrucción Pública sobre las bases de una nueva reforma. Es un Jovellanos viejo y cansado el que expresa su pensamiento proponiendo soluciones que después adoptarían los liberales. Algunas ideas, como la de un «bachillerato unificado», ya estaban en el programa anterior, aunque ahora, quizás influido por las enseñanzas de su Instituto, propone también un curso de educación física «para mejorar la fuerza y destreza de los ciudadanos». Sigue pensando en la necesidad de los estudios humanísticos y añade el aprendizaje de lenguas extranjeras —el latín y el griego sólo para aquéllos que lo necesiten en sus especialidades. Creía que la Teología debería relegarse a los seminarios, que sobraban universidades; quería uniformidad y centralización, enseñanza para todos los ciudadanos. No podemos sintetizar aquí todos los detalles que propone para las distintas carreras, pues una fría enumeración no reflejaría sus propósitos. Unos propósitos que argumenta con el bagaje de la razón crítica de un ilustrado, sembrando la semilla de los futuros programas liberales. Gaspar Melchor de Jovellanos Discurso pronunciado en su recepción a la Real Academia de la Historia, sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra Historia y Antigüedades 4 de febrero de 1780, Madrid bibliografía Biblioteca de la Universidad de Oviedo CANELLA SECADES, Fermín, Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito (Asturias y León). Universidad de Oviedo, 1902. CASO GONZÁLEZ, José Miguel, Jovellanos. Barcelona, 1998. 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Catálogo de la Exposición organizada por la Fundación La Caixa, Gijón, 1998, págs. 57-67. El título de su discurso de ingreso es toda una proposición programática y su escrito más volteriano. En el mismo, criticaba una historia preocupada únicamente de los grandes personajes, de las guerras, de los desastres, de portentos y abogaba por «una historia civil que explique el origen, progresos y alteraciones de nuestra constitución, nuestra jerarquía política y civil, nuestra legislación, nuestras costumbres, nuestras glorias y nuestras miserias». 257 Los vaqueiros de alzada: el mensaje antropológico de Jovellanos Adolfo García Martínez. UNED Introducción En la novena de sus Cartas del viaje de Asturias (Cartas a Ponz) —«Sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada de Asturias»—, así como en otros textos, Jovellanos esbozó las líneas fundamentales para un planteamiento de carácter antropológico sobre lo que podríamos designar como «fenómeno vaqueiro de alzada». Jovellanos sabía que su tema de estudio era un producto ideológico presente tanto en la tradición oral, como se manifiesta, por ejemplo, en el material de campo recogido por Francisco Martínez Marina, como en la documental como se puede constatar en el manuscrito atribuido a José Fuertes de Sierra, y en las múltiples referencias dispersas en archivos nacionales, provinciales, municipales y parroquiales. El problema que entonces se plantea consistía en cómo convertir la percepción vulgar en científica. A tal fin, Jovellanos no consultará ninguna de estas fuentes documentales, afrontando así el intento de revisar una tradición oral fortalecida por «el silencio de las plumas», a partir, exclusivamente, de los contactos directos que él tuvo con los vaqueiros de alzada: «Mi método se ha reducido hasta aquí a observar cuanto puedo, según la rapidez de mis correrías, y a exponer a usted mi modo de pensar sin sujeción ni disimulo». Este hecho nos ayuda a comprender algunos planteamientos y ciertas incógnitas que aparecen en sus escritos sobre el tema. A pesar de tales limitaciones metodológicas, Jovellanos, más de medio siglo antes de que naciera la Antropología Cultural como ciencia, esboza, sin mencionarlos explícitamente, una serie de conceptos y hasta de estrategias de naturaleza antropológica: la observación directa de campo, la perspectiva holística, el concepto de «modo de vivir» o de cultura, el de grupo étnico o social, la marginación social, la función de los ritos de paso... Tal forma de proceder le permitirá invertir el planteamiento sobre la identidad del vaqueiro de alzada: es la forma de vida económica y social del vaqueiro la que determina su identidad y su marginación, y no el supuesto origen racial como la tradición venía sosteniendo. Más aún, Jovellanos califica de ridículas las teorías que pretenden explicar dicha identidad basándose en el factor racial. Y por esta vía, se observa el esfuerzo de nuestro autor por convertir un producto ideológico en objeto científico. [pág. 258] Fotografía de vaqueiros, tomada de Juan Uría Ríu, Los vaqueiros de alzada y otros estudios, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana 1976 Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII «Vaqueiros de alzada llaman aquí a los moradores de ciertos pueblos fundados sobre las montañas […]. Los vaqueiros no tiene más mujeres que aspirar que las de sus brañas, y la virtud, la belleza y las gracias de la mejor de sus doncellas, no serán jamás merecedoras de la mano de un rústico labriego», Jovellanos: Cartas sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada. 259 ¿Qué es ser vaqueiro de alzada? En términos generales, la definición inicial que Jovellanos ofrece del término «vaqueiro de alzada», así como sus posteriores aclaraciones, son esencialmente correctas, si bien, posteriormente, parece ir olvidando algunos matices esenciales. «Llámanse vaqueiros porque viven comúnmente de la cría de ganado vacuno; y de alzada, porque su asiento no es fijo, sino que alzan su morada y residencia, y emigran anualmente con sus familias y ganados a las montañas altas». Respecto al hecho de «alzar su morada», Jovellanos matiza que en unos casos cierran totalmente sus casas y, en otros, familia y ganados se dividen durante el verano: mitad arriba y mitad abajo. En efecto, la mayoría de los vaqueiros de la franja occidental —Navia, Valdés, Cudillero, Tineo, Allande, Cangas del Narcea— no cerraban la casa «de abajo», mientras que los de la franja oriental —Gijón, Llanera, Las Regueras, Pravia, Salas, Belmonte de Miranda, Somiedo y algunos lugares de 260 Babia y de la zona del Sil— sí alzaban totalmente su morada. Pero, en este caso, no se sabe a qué zona o brañas se refiere Jovellanos. Esta breve descripción del vaqueiro de alzada subraya algunos aspectos esenciales de su modo de vida: viven de la cría de ganado y son trashumantes. Sin embargo, estos dos aspectos requieren matizaciones, según las zonas. La mayoría de los vaqueiros de la zona occidental, como acabamos de decir, no cerraban «la casa de abajo» durante el verano y los lugares «de arriba», en los que permanecían alrededor de cuatro meses al año, eran asentamientos subsidiarios: en ellos ni recogían heno ni sembraban y sus casas eran simples chozos. «Abajo» sí sembraban algunos productos y recogían heno para el invierno. Pero, además, la mayoría de los vaqueiros practicaban una actividad que les reportaba importantes beneficios: la arriería con Castilla, durante la estancia «arriba» y la trajinería dentro de la región, durante la estancia «abajo». Así se expresa Jovellanos en su diario al respecto refiriéndose a los vaqueiros de Torrestío —braña de verano, en Babia, Provincia de León—: «Torrestío: lugar grande de más de cien vecinos, todos ganaderos; por el invierno transmigran con sus ganados a los concejos de la costa, y por el verano cuidan lasmujeres el ganado, mientras ellos se ocupan en la arriería». Mientras los hombres trafican, las mujeres y los ancianos se ocupan de la hacienda. El vaqueiro debía comprar maíz, pues era la base de su dieta y no lo producía en sus brañas, lo que le obliga a obtener «sobrantes». Ésta parece ser una de las razones, según Jovellanos, por las que el vaqueiro se dedica a traficar. Al mismo tiempo, estas actividades, basadas en el lucro y hasta en el engaño, podrían alimentar los supuestos orígenes judíos y moros que la tradición atribuye al vaqueiro. En la zona oriental, el vaqueiro cierra periódicamente sus casas y se mueve con toda la familia, animales y enseres. En esta zona, ocurre lo contrario que en la occidental. Es decir, «arriba» permanece alrededor de ocho meses, siembra todos los productos posibles y recoge heno, sus construcciones son multifuncionales, etc. La braña «de abajo» es un refugio invernal y en ella cultiva algún huerto y recoge heno. [pág. 260] Modesto Montoto Fotografía de romería Museo del Pueblo de Asturias «Se puede decir que el pueblo no tiene en Asturias más diversiones que sus romerías […]. Sobre todo, la gente moza, echa en estos días el resto, y se adereza y engalana, porque ha de saber usted que suelen ser estas las únicas ocasiones en que se ven y se hablan los amantes…», Jovellanos: Carta sobre las romerías de Asturias. La noción implícita de cultura Jovellanos no utiliza el término cultura sino el de «modo de vivir», al referirse al vaqueiro de alzada. Sin embargo, este «modo de vivir» lo conceptúa, estructura y analiza —descriptiva y funcionalmente— de forma parecida a como la Antropología Cultural formalizará posteriormente aquella categoría. En primer lugar, Jovellanos define el «modo de vivir» como la esencia y el soporte de la identidad de un grupo, y que resulta de la adaptación al medio ecológico y social. Más tarde, cuando analiza más detalladamente ese «modo de vivir» 261 [pág. 263] Fritz Krüger Fotografía de Camiel.la Hacia 1927 del vaqueiro de alzada, entendido como un todo complejo y estructurado, lo hace clasificando los rasgos o variables del mismo en torno a tres niveles de adaptación: el nivel de adaptación material, que comprende las diversas formas de obtención de recursos; el de adaptación social, que abarca la familia, el parentesco, las relaciones entre los grupos domésticos, entre las diferentes brañas y las relaciones entre el vaqueiro y el aldeano; y, finalmente, el nivel de adaptación ideológico, que comprende la marginación, los ritos, la actitud ante la religión oficial, las supersticiones, la magia y la brujería, los valores, la visión del mundo... Todos estos rasgos podrían articularse en torno a tres ejes de relaciones —relaciones hombre/medio, relaciones hombre/hombre y relaciones hombre/misterio— que constituyen propiamente la cultura o «modo de vivir» del vaqueiro, al tiempo que conforman y alimentan su identidad. Ésta última, como es sabido, dará origen a especulaciones raciales que Jovellanos ridiculiza y trata, a la vez, de invertir, fundando dicha identidad en lo étnico y no en lo racial. Fundamentos de la identidad del vaqueiro de alzada La formación del vaqueiro de alzada y su peculiar «modo de vivir» son fenómenos que se constituyen a la par que sus técnicas de apropiación y explotación de unos determinados recursos. Volvamos de nuevo sobre lo que encierra la expresión «modo de vivir» del vaqueiro, según Jovellanos. Se trata de una forma de vida distinta a la de los demás campesinos asturianos, sin que ello pueda servir de base para atribuirle «remoto ni diferente origen». Nuestro autor, aunque sin bases sólidas, frente al posible orden causal en el binomio «origen racial genera modo de vida distinto»/ «modo de vida distinto genera o da pie a atribuir un origen racial diferente», opta por la segunda opción. Este planteamiento es el punto de partida para un posible análisis científico de la identidad del vaqueiro de alzada. Es decir, esta perspectiva nos propone plantear el análisis de la identidad del vaqueiro desde la etnicidad, descartando así lo ideológico-racial. El término «grupo étnico» es utilizado en antropología para designar una comunidad que comparte valores culturales fundamentales, integra un campo de comunicación e integración, cuenta con unos miembros que se identifican a sí mismos y son identificados por otros, y que, en gran medida, se autoperpetúa biológicamente. En efecto, al margen de muchos aspectos que sería necesario especificar y matizar, como ya expusimos en otros escritos, Jovellanos plantea el problema en esta línea. Pero aún hay más. Para el ilustrado gijonés el «modo de vivir» o cultura vaqueira parece girar en torno a las variables económicas; es decir, éstas serían las variables determinantes. Por otra parte, trata de analizar el «modo de vivir» desde una perspectiva holística. En el análisis de Jovellanos del nivel económico del 262 vaqueiro de alzada se observan, no obstante, varias imprecisiones, comprensibles en la medida en que nuestro autor no pretende hacer un estudio exhaustivo del tema, no hace un trabajo de campo sistemático ni consulta archivos. En cualquier caso, no se pueden analizar aquí tampoco estas imprecisiones, relativas, sobre todo, al concepto de trashumancia, braña, vaqueiro y pastor o brañeiro, o las referidas a la vivienda, entre otras. Respecto al nivel organizacional, sin duda el más peculiar del «modo de vivir» del vaqueiro, Jovellanos subraya algunos aspectos relevantes y, una vez más, formula algunas afirmaciones que, en ocasiones, no se comprenden o que, en otras, no responden a la realidad. Así, los matrimonios, los bautizos y los entierros, más 263 que un acontecimiento de la familia, parecen fenómenos en los que todos los vecinos de la braña se casan, se regeneran o mueren. Asimismo, dada la marginación y el aislamiento en que vive cada una de las brañas, la endogamia es un hecho obligado para el vaqueiro y el matrimonio entre parientes algo inevitable. Sin embargo, Jovellanos en su carta restringe la sociabilidad suprafamiliar «que se advierte entre los individuos de cada braña» a los límites de cada una de ellas, pues: [...] cada pueblo (se refiere a los de los vaqueiros), reducido a sus términos y contento con su sola soledad, vive separado de los demás, sin que entre ellos se advierta relación, inteligencia, trato ni comunicación alguna». Tal vez por esto, continúa, «no han podido hasta ahora vencer la aversión y desprecio con que generalmente son mirados. Nunca se congregan, jamás se confabulan, no conocen la acción ni el interés común... Todas estas afirmaciones, aun respondiendo a un planteamiento de base correcto al considerar al vaqueiro como un grupo étnico, requieren precisiones, pues Jovellanos se contradice cuando habla de grupo vaqueiro y, al mismo tiempo, defiende ese atomismo según el cual cada braña es totalmente independiente. Para superar tal contradicción habría sido preciso recurrir a un trabajo de campo más sistemático, así como a la documentación manuscrita —libros de matrimonio de los archivos parroquiales, por ejemplo. Uno de los aspectos fundamentales para comprender la identidad y la etnicidad de los vaqueiros de alzada es la endogamia, que nosotros calificamos como intergrupal. Pues bien, este hecho fue mal comprendido por muchos estudiosos y también por Jovellanos, tanto en lo relativo a su funcionamiento como a su funcionalidad. Para muchos, la endogamia vaqueira o «casarse entre ellos» es un hecho curioso y atípico; y a continuación añaden que ello se debe a la marginación a la que el vaqueiro está sometido por el resto de la sociedad. Por una parte, cabe señalar que el trabajo de campo y los libros de matrimonio consultados en algunas parroquias corroboran la afirmación de Jovellanos de que los vaqueiros se casan entre ellos, pero al mismo tiempo desmienten que la endogamia se circunscriba a los límites de cada braña. La interpretación que da Jovellanos de la endogamia vaqueira como un hecho obligado e inevitable requiere un análisis holístico o transversal, pues nuestro autor parece contradecirse de nuevo y derivar hacia lo racial. Es decir, debe ser interpretada desde el marco general que ofrece el «modo de vivir». Desde una perspectiva antropológica, cabrían tres interpretaciones de la endogamia vaqueira, complementarias y estructuradas jerárquicamente entre sí. 264 Casa asturiana Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo La casería, además de núcleo de la explotación rural tradicional, era el centro de reproducción social y cultural de la familia campesina. La primera y más extendida sostiene que la endogamia vaqueira se debe al hecho de que «al ser de otra raza», el vaqueiro es rechazado por el resto de la sociedad para todo contrato matrimonial o de cualquier otra índole. Esta interpretación, fundada en supuestos ideológicos, carece de todo valor y obstaculiza cualquier planteamiento científico. La segunda, de carácter social, tiene más sentido y fundamento, pero es insuficiente. Se basa en el hecho de que los vaqueiros de alzada al ser un grupo minoritario deben crear y alimentar sólidas redes de relaciones internas, y nada tan eficaz como el matrimonio a través del cual las familias y las brañas intercambian mujeres y hombres, mensajes, dones, ayudas... Este planteamiento podría interpretarse en términos lévi-straussianos desde la perspectiva de la alianza. Al mismo tiempo, nos ayuda a comprender también y hasta implica una exogamia intra-grupal que parece observarse en el grupo, lo que contradice muchas afirmaciones vertidas sobre el vaqueiro de alzada, incluso por el propio Jovellanos. Es decir, este grupo no sólo practica la endogamia intergrupal, sino que se observa una cierta exogamia intra-grupal, tratando de evitar así la formación de grupos de parientes y, al mismo tiempo, extender las redes de parentesco a través de las brañas. Nuestro autor se movería en esta perspectiva sociológica. La tercera interpretación sería de naturaleza económica. Esto es, la endogamia vaqueira sería un medio eficaz para defender y preservar unos recursos colectivos, no muy abundantes, competidos e imprescindibles para la supervivencia del grupo: los pastos pro indiviso y algunos oficios como la arriería y la trajinería. Esta perspectiva antropológica ha puesto de manifiesto las distintas dimensiones que tiene la endogamia vaqueira y, además, desvela otros aspectos más del sistema de parentesco, como sería la exogamia intra-grupal. Todo esto permite 265 Pisón de rabil Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo Empleado para la labor de «desergar» (descascarillar) la escanda previa a su molturación y panificación replantear el tema de la marginación, de tal manera que la endogamia no es una causa más de la misma, sino un mecanismo de defensa de la identidad del vaqueiro de alzada. Dicho de otro modo, se trata de una estrategia. Revisión de algunos conceptos básicos de Jovellanos sobre los vaqueiros de alzada Después de todo lo dicho, es necesario, antes de concluir, precisar algunos conceptos nucleares utilizados por Jovellanos, para comprender mejor el fenómeno vaqueiro y para valorar más si cabe el planteamiento o diseño que sobre el tema hace nuestro autor. Todo ello es posible desde la perspectiva de la Antropología Cultural. Tres serían, principalmente, los conceptos a que nos vamos a referir: las brañas, la trashumancia y la identidad y marginación. Jovellanos utiliza en sus escritos el término «braña» de manera unívoca, lo que explica las ambigüedades y hasta los errores que se observan en algunas de sus afirmaciones. Bástenos recordar, por ejemplo, lo que dice de las brañas de verano: que son simples lugares de pasto subsidiario, en las que el vaqueiro no cultiva nada, no recoge heno y ni siquiera tiene vivienda. Ya se ha dicho que dentro del propio grupo vaqueiro, y Jovellanos parece saberlo también, hay diferencias respecto a las brañas de verano. Las afirmaciones anteriores tienen sentido, 266 Hórreo Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo «Otra de las singularidades de este edifico es la muchedumbre de sus usos, pues no solo sirve al labrador de granero para conservar sus frutos y semillas, sino también de despensa para sus comestibles, de guardarropa para sus vestidos de fiesta, y aún de dormitorio…» Jovellanos, Carta sobre los horrios en todo caso, referidas a los vaqueiros de la franja occidental, pero no a los de la oriental. Por otra parte, en Asturias existen, al menos desde el siglo XVI, tres tipos diferentes de brañas: estivales, equinocciales y las de los vaqueiros de alzada. Las afirmaciones de Jovellanos sobre las brañas de verano responderían también a las brañas estivales, ocupadas durante el verano, sin cerramientos y sin viviendas. Pero las brañas equinocciales —ocupadas en primavera y en otoño, y con cerramientos— y las estivales no son de vaqueiros de alzada, sino de los campesinos asturianos, y hay centenares por toda la montaña asturiana desde el oriente al occidente. Estos dos tipos de braña son complementarios, como también lo son las de verano y las de invierno en el caso de los vaqueiros. Estas reflexiones ponen de manifiesto que el término braña en Asturias es polisémico, lo que requiere, en cada caso, matizar bien su uso. La trashumancia es otro de los ejes fundamentales del «modo de vivir» del vaqueiro de alzada. Jovellanos define correctamente el concepto de trashumancia aplicada a los vaqueiros de alzada y aún hoy se utiliza de este modo; pero posteriormente el término parece ir contaminándose o perdiendo nitidez. Cabría hacer dos aclaraciones al respecto. En primer lugar, la trashumancia del vaqueiro de alzada conjuga elementos del nomadismo —se desplaza toda la familia con sus 267 Sechorio Hacia 1900-1925 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Los aperos para la labores agrarias, construidos por los propios colonos, eran toscos, lo que redundaba en la baja productividad del trabajo campesino. En 1786, el viajero inglés Joseph Townsend, escribía: «Los arados de los alrededores de Oviedo son, sin duda, los peores que he visto, y quizá también los más rudimentarios que la imaginación pueda concebir […]. Las gradas carecen de piezas de hierro…» J. Townsend, Viaje por España, 1786-1787. animales y enseres— y de la trashumancia propiamente dicha —estos desplazamientos se realizan entre dos lugares determinados, originando un sedentarismo biestacional y periódico, y hasta una doble morfología social—. En segundo lugar, en Asturias existen dos tipos diferentes de trashumancia: la vaqueira o de radio largo entre las brañas de verano y las de invierno, y la de radio corto, propia de los campesinos asturianos. Una vez más, es necesario tener presentes estas diferencias para utilizar correctamente el término en cada caso. Hablaremos, por último, de la identidad y marginación del vaqueiro de alzada. Jovellanos constata, a partir de la observación directa, que el vaqueiro de alzada está sometido a una ignominiosa marginación por parte de toda la sociedad asturiana y se opone en su diario rotundamente a esta situación, en particular a la que sufre dentro de las mismas iglesias. Nuestro autor esboza diferentes razones para explicar este hecho y, en definitiva, todas nos conducen al mismo punto: el vaqueiro de alzada tiene «un modo de vivir» diferente y, por tanto, una identidad cultural propia, lo que no es razón suficiente, insiste Jovellanos, para atribuirle diferente ni remoto origen. Es decir, sostiene que los supuestos orígenes raciales que le atribuyen al vaqueiro de alzada son la causa principal de su marginación, y él trata de desmontar este planteamiento —raza/modo de vivir/marginación—, invirtiendo el 268 Grada o rastro de madera con 11 dientes Museo del Pueblo de Asturias. Gijón orden causal de los términos: modo de vivir/raza/marginación. Esto significa, concretamente, convertir un producto ideológico en científico. Para ello, Jovellanos analiza algunos aspectos del «modo de vivir» desde una perspectiva holística o tridimensional. Así, el vaqueiro cambia periódicamente de residencia, cerrando una casa y abriendo otra; aprovecha recursos competidos y necesarios también para otros ganaderos —pastos— y, finalmente, se dedica a ciertas actividades que provocan malquerencia y aborrecimiento, tales como la arriería y la trajinería. Asimismo, el vaqueiro practica la endogamia intergrupal, es profundamente solidario hacia dentro y muy insolidario respecto al resto de la sociedad. Para concluir, tiene unos valores propios, practica determinados ritos y creencias, tiene una actitud distante y frívola hacia la religión oficial, sobre todo en las brañas de abajo, y una cosmovisión claramente dualista en todos los niveles de su cultura: el ecológico y económico, el social y el mental. Tal es el grado de marginación que Jovellanos observó que le llevó a decir que la gente aldeana, «acaso para cohonestar su desprecio, ha atribuido a estos vaqueiros un origen infecto, y los malos críticos, menos disculpables en su ignorancia, han pretendido autorizar este rumor fijándole». Respecto a la marginación, cabe formular una reflexión que, a simple vista, pudiera considerarse contradictoria: el vaqueiro de alzada no parece hacer nada 269 Fesoría o zarcillo Hacia 1900-1925 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón 270 para liberarse de aquélla; más bien todo parece indicar que la aceptó y hasta la cultivó por su actitud resignada a veces y altiva otras, posiblemente como un medio más de defensa y de realimentación de su propia identidad grupal, garantía y salvaguarda de sus propios recursos y de su «forma de vivir». Dicho de otro modo, el vaqueiro mantuvo una postura solidaria y firme frente a la Iglesia y a los demás estamentos nobiliarios, a las autoridades municipales y regionales y frente a los demás aldeanos. Ésta es la esencia y la dinámica de la etnicidad, como ha mostrado la Antropología Cultural: relaciones de oposición entre el «nosotros» y los «otros», un fenómeno muy común en la literatura antropológica. Más aún, la «humanidad», la «gente», en este caso, termina en las fronteras del grupo. Pero la frontera define y da identidad al mismo tiempo que separa, de ahí relaciones de oposición: los individuos no se perciben como miembros de un grupo más que por oposición a otros grupos. En una palabra, la identidad cultural no es tanto un contenido, una sustancia, como una relación dinámica entre grupos. Dicho de otro modo, entre dos grupos étnicos, vaqueiro y aldeano en este caso, se dan relaciones en ciertos campos —intercambio de productos, de servicios, etc.— y oposición en otros —trashumancia/sedentarismo, endogamia/exogamia, solidaridad intra-grupal/insolidaridad intergrupal, etc.—. Si, por las razones que sea, cambian las circunstancias que generaron y alimentaron esta situación, como sucedió en este caso, también cambian las relaciones de oposición: en la actualidad, el vaqueiro abandonó prácticamente la trashumancia, ya no practica la endogamia intergrupal y sus relaciones con el resto de la sociedad campesina son normales. Puede decirse que el «otro» del vaqueiro ya no es el campesino estante, y viceversa. Jovellanos, en definitiva, ofrece un proyecto de estudio de los vaqueiros de alzada de gran valor y fácilmente asumible por la Antropología Cultural. A la vez, se trata, por la naturaleza del tema, de un proyecto para desarrollar desde una perspectiva etnohistórica, de lo contrario se caería de nuevo en los errores habituales —teorías raciales, difusionismo o determinismo ecológico—. El mismo Jovellanos parece inclinarse hacia el difusionismo al sugerir que los vaqueiros son «ramas de las que ocupan hoy la maragatería». La perspectiva etnohistórica, articulando la etnografía —perspectiva sistémica— y la historia —perspectiva procesual o generativa—, del mismo modo que la partitura musical articula armonía y melodía, puede llevarnos a comprender que los vaqueiros son asturianos como los demás y se constituyen a la par que su «modo de vivir», resultado de una lucha enconada con el resto de la sociedad asturiana por la conquista y defensa de unos espacios y de unos recursos. Sin duda alguna, el concepto de relación, tal como lo analiza la Antropología Cultural, es una de las claves principales para comprender la identidad y la etnicidad de un grupo, y Jovellanos está operando con él constantemente en el caso de los vaqueiros de alzada. bibliografía BARTH, F. , «Introducción», en F. Barth (comp.), Los grupos étnicos y sus fronteras, Fondo de Cultura Económica, México, 1976, págs. 9-49. CONCEPCIÓN, J., A. GARCÍA MARTÍNEZ y M. MAYOR, Las brañas asturianas: un estudio etnográfico, etnobotánico y toponímico, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 2008. GARCÍA MARTÍNEZ, A., «Comentarios a la Carta IX de Jovellanos, “Sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada de Asturias”», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, núm. 143, 1994, págs. 107-140. GARCÍA MARTÍNEZ, A., Los vaqueiros de alzada de Asturias: un estudio histórico-antropológico, Oviedo, KRK Ediciones, 2ª edición, 2009. GARCÍA MARTÍNEZ, A., «Introducción», en Gaspar Melchor de Jovellanos, «Carta sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada», Oviedo, KRK Ediciones, 2010, págs. 7-40. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, «Sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada de Asturias» (Carta novena a Antonio Ponz), Obras Completas, IX: Escritos asturianos, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII/Ayuntamiento de Gijón/KRK Ediciones, 2005, págs. 123-141. JOVELLANOS, Gaspar Melchor de, «Cuaderno III (Viaje 7º) y Cuaderno IV (Viaje 8º)», Obras Completas. VI Diario 1º. Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII/Ayuntamiento de Gijón/KRK Ediciones, 2008, págs. 383, 438. LÉVI-STRAUSS, C., Race et histoire, París, Gonthier, 1961. LÉVI-STRAUSS, C., Les structures élémentaires de la parenté, París, Mouton, 1969. MAUSS, M., «Essai sur les variations saisonnières des societés skimos. Etude de morphologie sociale», en M. Mauss, Sociologie et anthropologie, París, Presses Universitaires de France, 1966, págs. 387-477. 271 [1] Hoz de mano Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [1] 272 [2] Mesoria Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [3] Mesoria Hacia 1940 [2] Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [4] Mayal o manal Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [3] Los cereales constituían la base de la alimentación y ocupaban un lugar estratégico en las erías o terrazgo cultivable de las aldeas. Mesorias y mallos se utilizaban para recoger la espiga de escanda y para desgranar el trigo y centeno, previa a su criba y molienda o molturación y posterior panificación. [4] 273 [1] [2] [1] Macona o goxa para las espigas de escanda Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [2] Cesta vendimiega Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Cestas empleadas para el transporte de espigas, hierba, hoja seca o uvas desde las tierras de labor o viñedo a la casería para su posterior procesamiento. 274 [3] [4] [3] Canada Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [4] Canada Museo del Pueblo de Asturias. Gijón El horizonte de subsistencia en que se desenvolvía la familia campesina obligaba a maximizar el uso de los recursos locales con vistas a reducir costes y evitar gastos. Tanto la loza como el hierro eran productos caros, de ahí su sustitución por la madera para el menaje y equipamiento doméstico. 275 [1] [2] [1] Cacho para beber vino Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [2] Pala de forno Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [3] Alfar de Miranda de Avilés [3] Cántara Hacia 1890-1900 Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Frente a la loza blanca o de perdernal, utilizada por las familias con mayor nivel de renta, en el mundo rural se empleaba lo que Jovellanos llamó «vajilla ordinaria del país»: salida de los alfares locales, se elaboraba en hornos de leña y utilizando barro, árgoma y agua. 276 [4] Arado de madera Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [5] Carro del país Museo del Pueblo de Asturias. Gijón [4] Cuando el viajero ilustrado inglés Joseph Townsend recorrió Asturias en 1786, describió los aperos de labranza asturianos como rudimentarios y escasamente eficientes en comparación con los utilizados en otras regiones españolas. La responsabilidad del atraso técnico no recaía en los campesinos, que carecían de medios para innovar, sino en los hacendados, despreocupados de la gestión de sus tierras y únicamente interesados en la percepción de las rentas. [5] 277 Historia del jovellanismo, 1811-2011 Silverio Sánchez Corredera. IES Emilio Alarcos 1. Hace doscientos años Una enfermedad pulmonar sorprende a Jovellanos cuando huye del acoso napoleónico y pone término a su vida prematuramente a los 67 años, en noviembre de 1811. Su imagen había alcanzado un importante relieve en España desde los años ochenta y noventa del siglo XVIII. Bajo seudónimo de Jovino, un grupo de poetas, artistas e intelectuales le habían adoptado como maestro: Meléndez, Goya, Moratín, Vargas Ponce, Quintana, Ceán, González de Posada, Antillón... Sus grandes líneas de pensamiento eran bien conocidas por algunos: el Informe sobre la Ley Agraria, algunos artículos con pseudónimo de El Censor, su línea reformista como juez, consejero de Órdenes y efímero ministro de Gracia y Justicia, sus desvelos por el Real Instituto Asturiano, sus discursos e ideas en el seno de las instituciones de que formaba parte... Y, como legado indiscutible, sus ideas económicas y de reforma de la enseñanza influirán notablemente en el reformismo liberal de las décadas inmediatas. Pero su obra permanecía dispersa en el diario, miles de cartas, cientos de informes archivados en las academias de la historia, de la lengua, de bellas artes... en la Sociedad Económica Matritense y en el Consejo de Castilla; múltiples discursos y extensas redacciones como la Memoria sobre la educación pública o las Memorias histórico-artísticas de arquitectura: nada de todo ello publicado. Tras su muerte, las tres biografías que pronto aparecen —Antillón, Posada, Ceán— dan una idea de la imagen que dejaba. Pero en la historia de España de los siglos XIX y XX no observamos destellar una figura unánime de Jovellanos, sino múltiples, dispares y hasta enfrentadas. ¿Qué ha sucedido en estos doscientos años de jovellanismo, en medio del forcejeo de las distintas ideologías políticas que tratan de hacerlo suyo y sin una obra bien publicada donde testar fielmente su pensamiento? [pág. 278] Juan Agustín Ceán Bermúdez Memorias para la vida del Excmo. Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos y noticias analíticas de sus obras 1814. Imprenta de Fuentenebro, Madrid Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo 2. Seis jovellanismos: seis Jovellanos distintos En la historia contemporánea de España han ido apareciendo seis «Jovellanos» distintos, más algunas variantes o subtipos. El nuevo no desplaza al antiguo sino que viene a sumarse a la figura poliédrica en formación. 279 2.1. El jovellanismo ilustrado (1767-1811) Jovellanos forma parte integral de las luces españolas; y fue sin duda uno de sus núcleos generadores. Hay, pues, evidentemente un primer jovellanismo ilustrado; el que coincide con su biografía y que podría fecharse entre 1767 y 1811: entre su primer escrito conocido y su muerte. Después de que el joven Parín o Gasparín se forma en Oviedo, Ávila y Alcalá, al calor de la inveterada tradición escolástica, inicia sus primeros pasos ilustrados al lado de Olavide en Sevilla en los años setenta. En la década de los ochenta, en el Madrid de Carlos III, entra en todas las academias y se convierte en el perfecto reformador ilustrado. Con Carlos IV y la reina María Luisa, sus ideas empiezan a ser perseguidas en la última década del siglo. En su «destierro» asturiano destaca la fundación de uno de sus grandes objetivos ilustrados: el Instituto Asturiano. Observando el famoso retrato de Goya, en su ministerio de Gracia y Justicia (1797-1798), vemos que su afán frustrado de ilustración se convierte, impotente, en beligerancia melancólica: probablemente la actitud de quien ha aprendido a mirar ya desde el romanticismo. Después, durante los siete largos años de reclusión en Mallorca, sus enemigos no consiguen anonadar sus ideas reformistas; al contrario, continúa forjando sus sueños pedagógicos y sus afanes estéticos. Al final de su vida, lo vemos en la Junta Central tratando de establecer un nuevo modelo de Estado frente al Antiguo Régimen. En estos últimos años, destaca su esfuerzo por unir el proyecto ilustrado al naciente proyecto liberal. Su modo de entender las luces tendió un puente con el siglo XIX de características fundamentalmente liberales. 2.2. El jovellanismo liberal (1811-1857) El segundo jovellanismo es el liberal. En el Decreto de 24 de enero de 1812 de las Cortes de Cádiz, la voz unánime de esa nueva legitimidad declara a Jovellanos «benemérito de la patria». El jovellanismo liberal queda patente en el respetuoso reconocimiento que los primeros liberales manifiestan sobre Jovellanos. Quintana, Gallego, Toreno, Blanco White, J. A. Llorente, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Argüelles, Flórez Estrada... todos reconocen una gran deuda hacia sus ideas. Tras su muerte, dos biografías procedentes del ambiente más ilustrado vienen a ensalzar su figura: las de González de Posada y de Ceán; y a éstas viene a unirse la del radical liberal Antillón, anunciando con esto que la confluencia de esos dos movimientos históricos era posible en personalidades como la de Jovellanos. La reacción del «Deseado» Fernando VII frena aquel proyecto histórico jovellanista y liberal, que irá rebrotando muy tímidamente durante el periodo isabelino, en el Estatuto Real (1834), en la Constitución de 1837 y en la de 1845. 280 [1] Isidoro de Antillón de Marzo Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos 1812. Imprenta de Miguel Domingo, Palma de Mallorca Biblioteca de la Universidad de Oviedo [2] Gaspar Melchor de Jovellanos/ Somoza Diario de Jovellanos con anotaciones de Somoza 1915 Colección Particular [1] [2] En este periodo se publican los primeros intentos de obras «completas» de Jovellanos, con notables deficiencias: las ediciones de Cañedo (1830-1832), Linares (18391840, y 2ª ed. en 1857), Mellado (1845-1846) y la edición de Logroño-Zaragoza (1846-1847). Los liberales españoles recomiendan el Informe sobre la ley agraria de Jovellanos como lectura obligatoria y en el extranjero vemos triunfar este escrito con traducciones al francés (1809), inglés, italiano (1815) y alemán (1816); en contrapartida, entra en el índice eclesiástico de libros prohibidos en 1824-1825. El liberalismo sólo podrá prosperar en el terreno de las ideas porque la política efectiva viene marcada por el triunfo del absolutismo fernandino y por quienes, como Inguanzo, desarrollan una esplendorosa carrera y alcanzan las mayores prebendas: obispado, arzobispado y cardenalato. La pugna por el poder enfrenta a liberales y «serviles»: los primeros herederos de las ideas jovellanistas, los últimos extraños a ellas. Karl Marx dirá en Escritos sobre España (1854) que Jovellanos fue la «cabeza generalizadora» que España tuvo durante la guerra de la Independencia y que manifiesta ser un «amigo del pueblo» que intentó liberar de sus cadenas a la sociedad civil. 2.3. El jovellanismo neocatólico (1858-1888) El tercer jovellanismo es el neocatólico. A mediados del siglo XIX, la derecha española se ha consolidado políticamente —lo estaba ya décadas atrás moralmente, es decir, 281 como moral hegemónica— y se presenta constituida en partido político enfrentado a los liberales y a los demócratas. Transcurrido ya medio siglo, Jovellanos se presenta como una figura muy atractiva que desde el centro-derecha empieza a ser reivindicada para prestigiar esta pujante ideología política. El primero en esgrimir claramente esta reivindicación es el político neocatólico Cándido Nocedal, para quien «en realidad, Jovellanos era uno de los nuestros» y, no sólo eso, porque en puridad habría sido el «fundador mismo del partido conservador». El argumento que se esgrime, en su modo más simplificado, rezaría así: Jovellanos fue realmente un buen católico; lo que estaba entonces en pugna era si la política favorecía o no a la religión, a la verdadera religión: el catolicismo; así pues, según los neocatólicos, Jovellanos habría actuado a favor de las tesis conservadoras. En la nueva edición de las Obras de Jovellanos (1858-1859), a cargo de Cándido Nocedal, en la Biblioteca de Autores Españoles, se sitúa a Jovellanos en el centro, disculpándole ciertos coqueteos con la izquierda liberal. En consecuencia, una nueva rama ha germinado entre los jovellanistas, en competencia con los liberales y a la vez también con quienes, afines al Antiguo Régimen, continúan repudiando frontalmente las ideas de don Gaspar. En la estela de Nocedal, Gumersindo Laverde y el joven Menéndez Pelayo elevarán la cuestión del conservadurismo jovellanista a credo generalizado, aunque haya que reconocer algunos «lunares» jansenistas propios del tiempo. En contrapartida, la derecha más purista, al estilo de Franquet —Menéndez de Luarca— y del presbítero Miguel Sánchez —Examen teológico-crítico de la obra del Excmo. Señor D. Cándido Nocedal titulada «Vida de Jovellanos», 1881— protestarán ardientemente contra esta tesis, porque no se puede ganar para la causa conservadora, que es la de la Iglesia, a quien mantuvo una postura tan crítica, si no ante la religión en sí misma, sí ante el poder del papa; pero donde ir contra el papa, en definitiva, es ir contra la religión. La lucha ideológica para ganarse a Jovellanos está servida. Los neocatólicos dicen descubrir en Jovellanos al fundador de su ideario conservador y, por su parte, las posturas más papistas repudian este nuevo enlace, mientras que los herederos del liberalismo han de entrar en confrontación con esta nueva situación y defender la evidencia del Jovellanos afín al primer liberalismo. Asistiremos a encendidas polémicas en la prensa periódica entre los liberales y los neocatólicos; éstos, en medio de dos fuegos, deberán ocuparse también de ajustar sus razones con los ultramontanos. El núcleo Nocedal-Laverde-Pelayo no sólo se enfrentará a las tesis de Gumersindo de Azcárate, Fermín Canella y Fuertes Acevedo, entre otros muchos, próximos a la Institución Libre de Enseñanza, sino que deberán atemperar las aceradas denuncias provenientes de Menéndez de Luarca y de Miguel Sánchez. En la Revista de Asturias Científico-Literaria, en 1881, podemos comprobar uno de los momentos más álgidos de esta polémica, entre Laverde y Fuertes Acevedo. 282 En las cortes del final de la legislatura de 1865, Nocedal y otras voces afines intentarán fallidamente que se eleve un monumento a Jovellanos. Se deja de este modo constancia de la atracción que la figura de Jovellanos tendrá a partir de ahora para la derecha política, aunque ya sabemos que durante la segunda mitad del siglo XIX no toda la derecha estará de acuerdo. Después de las seis ediciones conocidas de sus obras «completas», en estos años veremos ediciones de obras escogidas en 1880, 1884, 1884-1891 y 1886, en donde puede apreciarse un esfuerzo por divulgar sus escritos. 2.4. El jovellanismo de Somoza: jovellanismo ético (1888-1934) El cuarto jovellanismo es el que defenderá Julio Somoza, que tendrá múltiples seguidores y que, sobre todo, se impondrá sobre los anteriores; se conseguirá al desplazar la problemática de su filiación político-religiosa hacia lo verdaderamente esencial de Jovellanos, según la interpretación somozista: su dimensión personal y su valía como persona, esto es, su personalidad ética; entramos, pues, en el jovellanismo ético. Y no es que previamente no se hubiera resaltado esta dimensión, sino que ahora esto se constituye en el eje interpretativo más potente. Por otra parte, desde el somozismo, se puede escorar bien hacia el neocatolicismo bien hacia el liberalismo, según las inclinaciones ideológicas de cada intérprete. Personalmente, Somoza es claramente afín al liberalismo, con alguna concesión hacia el neocatolicismo: la dimensión político-religiosa que los neocatólicos reclaman consigue colorear la personalidad de Jovellanos de un equilibrio ético que va a traducirse en términos de centrismo político. En suma, tras tres acaloradas décadas de enfrentamiento ideológico en la segunda mitad del siglo XIX, entre irreconciliables jovellanistas y antijovellanistas, Somoza inicia hacia 1888 una tarea de limpieza y recuperación de la memoria del ilustrado español, cuyo argumento más importante se apoyará en el valor de Jovellanos como persona, en su integridad ética, elevándolo a la categoría de santo laico. La línea de flotación argumental se construirá recobrando el peso del Jovellanos crítico con las instituciones de su tiempo, incluyendo la Iglesia, pero, por encima de todo, subrayando que el valor trascendental de Jovellanos procede de su hermosa personalidad. Aquí se inscribe la pasión de Somoza por recuperar y editar su biografía y sus cartas. El antijovellanismo anterior llegará a extinguirse durante esta interpretación eticista, por la fuerza de la admiración unánime de todos los credos ideológicos hacia la evidencia de esa bella personalidad. Se interesan por Jovellanos desde Joaquín Costa (1898) hasta Vázquez de Mella (1916). Prueba de este ambiente de «unidad jovellanista» es el grupo la Quintana, promotor de temas culturales asturianos, en donde encontramos tanto a Luarca y Laverde como a Fuertes, Canella y Somoza. El pacto Jesús Evaristo Casariego Jovellanos o el equilibrio. (Ideas, desventuras y virtudes del inmortal hidalgo de Gijón) 1943. Madrid, Talleres Penitenciarios 283 [1] [2] de las fuerzas enfrentadas puede quedar simbolizado, en el principio de esta etapa, con la estatua que, después de décadas fallidas de intento, se levanta en 1891 a Jovellanos en la Plaza del Seis de Agosto —cuyo nombre conmemora el día de la triunfal entrada en Gijón, después de su etapa en la Junta Central, ochenta años después—. La Universidad y la prensa del momento lo celebra: El Comercio, El Carbayón, La Libertad y el Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana. Hacia finales de siglo, Clarín conferenciaba sobre Jovellanos en la Extensión Universitaria de Oviedo. En 1901, se publica la investigación de mayor calado de Somoza: Inventario de un jovellanista y en 1907, a la sombra de don Julio asistimos a la primera tesis doctoral: Ideas pedagógicas de Jovellanos, de Felipe Bareño. Los artículos sobre Jovellanos del afamado periodista Pachín de Melás, entre 1928 y 1936, pueden considerarse también fruto del ambiente projovellanista creado en Gijón en paralelo a los esfuerzos de Somoza. En 1911, se producen las celebraciones del centenario del fallecimiento, en las que se involucran el Real Instituto Asturiano de Gijón, El Ateneo de Gijón, la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Los posicionamientos visibles siguen estando emparentados unos con la línea liberal y otros con la neocatólica: en unos destaca el énfasis por poner de relieve la ortodoxia de la moral católica de Jovellanos y en los otros la reivindicación de una moral civil más independiente. Ejemplos de los primeros son Adellac —director del Real Instituto— 284 y Oliver —desde Mallorca— y de los segundos Azcárate y el asturiano E. GonzálezBlanco. En las celebraciones del centenario, los Infantes visitan Gijón; invitados a participar, intervienen personalidades como Unamuno, Azorín, Antonio Maura, Palacio Valdés, Rodríguez San Pedro o Alejandro Pidal y Mon. Dentro de la disparidad, hay sobre todo unidad de «culto jovellanista». Después de un siglo, Jovellanos ha adquirido la dimensión objetiva de un clásico: orilladas las divergencias y las inclinaciones, prevalece el reconocimiento general. El olimpo de los clásicos, al que llega Jovellanos merced sobre todo a sus valores éticos —de ahí dimana su reformismo moral y sobre ese eje giran sus ideas económicas y políticas— sitúa los conflictos interpretativos en una escala de otra índole. El concurso del centenario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas dará lugar a los primeros estudios en profundidad sobre el pensamiento de Jovellanos, a cargo de Camacho, Juderías, Artiñano, el canónigo Yabén y el jesuita García Rendueles. El común denominador de estas investigaciones tiene que ver con encontrar esa difícil síntesis entre el Jovellanos político y el religioso. Las posturas se disponen concordando con alguno de los modelos de jovellanismo pretéritos, pero ya se advierte también que todas las tesis quedan coloreadas por una admiración unánime hacia el personaje histórico que es Jovellanos. La edición de obras de y sobre Jovellanos sigue un crecimiento exponencial sin descanso: diarios (1915) y obras escogidas (1928, 1930 y 1931); y autores como Azorín (desde 1902), Gerardo Diego (empieza en 1928 y continuará hasta 1984) o Américo Castro (1933) se interesan a fondo por Jovellanos. También, en torno al tema de la reforma agraria, Juan Morán Bayo (1931) y Antonio Escribano Iglesias (tesis doctoral, 1931). La tenaz y devota dedicación de toda una vida a la rehabilitación de la memoria de Jovellanos, hay que atribuírsela a Julio Somoza, quien en su larga vida (1848-1940) pone orden bio-bibliográfico en la dispersión de escritos de Jovellanos y publica desde 1878 hasta 1931 decenas de estudios y de obras recuperadas del ilustrado-liberal, entre los cuales las importantísimas Cartas de Jovellanos y lord Holland sobre la guerra de la Independencia (1911) y la publicación que prepara de los diarios (será póstuma, en 1953-1955), que complete y adecente la irregular edición de 1915. [1] Portada de la edición de Cándido Nocedal, Gaspar Melchor de Jovellanos, Obras publicadas e inéditas 1858-1859 [2] Portada de la edición de Miguel Artola, Gaspar Melchor de Jovellanos, Obras publicadas e inéditas 1956 De un lado, la visión neocatólica que Nocedal imprime a la figura de Jovellanos, y seguirían Laverde y el joven Menéndez Pelayo. De otro, la edición de Miguel Artola, quien con motivo de la reaparición de la Biblioteca de Autores Españoles, completó aquellos volúmenes editando la correspondencia, los diarios y otros escritos inéditos. 2.5. El jovellanismo de Caso: jovellanismo histórico-filológico (1935-1980) El quinto jovellanismo es el histórico-filológico, el que construye y llega a cuajar José Miguel Caso al lado de un amplísimo despliegue de investigadores, fundamentalmente provenientes de la Universidad, historiadores y filólogos. Si el primer y segundo jovellanismo pueden ser sumados —jovellanismo ilustrado-liberal— y constituirse en primera tesis, el jovellanismo neocatólico resultó ser la antítesis, la negación de la perspectiva anterior. Vino el cuarto jovellanismo a poner orden y estableció una síntesis superadora, pero ordenó los problemas haciendo pre- 285 valecer la personalidad de Jovellanos sobre su obra. Así pues, si su pensamiento y su obra tenían algún peso debían ser estudiados en profundidad. Es ésta la tarea del quinto jovellanismo que empieza a aparecer a partir de la tercera década del siglo XX y que se prolonga hasta los años ochenta. Coincide prácticamente con el franquismo, pero las aportaciones novedosas y trascendentes no proceden de la ideología autocrática —porque éstas son rehenes del modelo neocatólico del siglo XIX—, sino desde la labor de la investigación crítico histórica, la única que podía resolverse en una nueva síntesis superadora. El quinto jovellanismo es una continuación del cuarto, pero elevado ahora a una categoría crítica superior. La obra de Jovellanos, fundamentalmente la del economista, político, literato y pedagogo va cobrando trascendencia histórica, más allá de la indudable importancia del «personaje Jovellanos». La masa de publicaciones de obras de Jovellanos y de reseñas, artículos, estudios, investigaciones en profundidad e interés por su obra y figura ha ido creciendo sin duda desde 1811, pero a partir de esta etapa histórico-filológica los datos se vuelven ya innumerables y muy difíciles de sintetizar. Ángel del Río inicia esta nueva andadura con el estudio introductorio a las Obras escogidas de Jovellanos (Espasa-Calpe, 19351946): es la etapa en la que los filólogos e historiadores, en su calidad de especialistas, estudian y valoran la obra del ilustrado, del neoclásico o del prerromántico, distanciados en principio del ruido ideológico de las etapas anteriores, aunque la problemática político-religiosa sigue siendo un hecho histórico que habrá de seguir afrontándose y que rebrotará continuamente y, si cabe, recrudecida a través de la distancia entre los receptores franquistas —Bonet, Casariego y Cigoña— y los críticos o distanciados del régimen, mucho más numerosos. En el bicentenario del nacimiento de Jovellanos, desde el exilio, en 1944, el Centro Asturiano de Buenos Aires, junto a los de La Habana y México, producen estudios de máximo interés sobre el conjunto de facetas que encierra su obra: política (Barcia), jurídica (Ossorio), economista (Prados), sociológica (Ayala), de magistrado (Gómez), literato (Blasco Garzón), agrarista (Serra), historiador (Albornoz), asturianista (Cimorra) y sobre independencia americana (González e Infiesta). Entre las publicaciones y estudios, que hay que contar por centenas, destacan: Obras (tomos III, IV y V de la BAE a cargo de Miguel Artola, 1956) y escritos de J. M. Cachero, Caso, Galino, Sánchez Agesta, Peñalver, Villota, Gómez de la Serna... y entre el fecundo hispanismo jovellanista extranjero: Sarrailh, Polt, Sebold, Ricard, Glendinning, Domergue, Helman, Rick, Clément, Defourneaux, Saugnieux... En la prensa crecen exponencialmente los artículos sobre Jovellanos: sobre todo en los periódicos regionales —El Comercio, La Nueva España y la Voz de Asturias— y vemos proliferar firmas como la de Francisco Carantoña. Las instituciones se involucran cada vez más y realizan aportaciones importantes —el Ayuntamiento de Gijón, el Gobierno del Principado, la Junta General, Cajastur, el Ayuntamiento de Mallorca— y, a través de 286 sus publicaciones periódicas, el Instituto de Estudios Asturianos y el Instituto Feijoo del Siglo XVIII y, a escala nacional, el Centro Superior de Investigaciones Científicas. La importantísima obra jovellanista de Caso se impone como el eje estructurador y ordenador de toda esta amplia variedad. Los estudios de Caso se convierten en muy difíciles de superar, por la dedicación, como en Somoza, de toda una vida y por la inmensa cantidad de datos que maneja. Conoce la biografía de Jovellanos como nadie y sus tesis sobre el pensamiento de Jovellanos han de ser, cuando menos, las hipótesis de partida de cualquier estudioso que se precie. La inmensa aportación de José Miguel Caso se constituye en un elemento principal y en el germen de la etapa actual. 2.6. El jovellanismo actual (desde 1980) El sexto jovellanismo es el actual. Los cinco pretéritos jovellanismos siguen aún presentes, vivos, continuando su propia estela ideológica. Basta leer los distintos artículos de prensa actuales para percatarse de las diferentes genealogías. Es la propia madurez del jovellanismo histórico-filológico la que se introduce ella misma en esta última etapa. El estudio de la obra de Jovellanos desborda ya las clásicas facetas de literato, economista y político y se desarrollan y cuajan con similar fuerza las de pedagogo, jurista, historiador, esteta... hasta arrojar una imagen poliédrica que o bien corresponde a un polívoco publicista versado en múltiples y dispares campos no conexos o bien pertenece a un filósofo; es decir, a alguien en situación de integrar en un sistema coherente el conjunto de su pensamiento. Esto es lo que se debate, creo, en la época presente: si Jovellanos es un polígrafo o un filósofo. Si resultara ser un filósofo, es decir, si el conjunto de su pensamiento adquiriera un sentido, un orden y un sistema, entonces el sexto jovellanismo añadiría algo al anterior; si resultaran tener razón los que creen que es un polígrafo genial, tendríamos un jovellanismo más henchido que el anterior, pero fundamentalmente similar. Este jovellanismo quedaría mejorado o no en función de la visión divulgativa que acabara imponiéndose. La visión divulgativa ha tenido mucho que ver por ahora con las celebraciones de 1994 y de 1998, con ocasión respectivamente de los bicentenarios de la fundación del Real Instituto y del ascenso al ministerio de Gracia y Justicia. Y ha tenido mucho que ver con todas las inercias que provienen de la etapa anterior, entre las mejores la publicación de las obras completas por un equipo de investigadores del IFES. XVIII, iniciada por Caso. Uno de los nuevos frutos más visibles lo vemos en la aparición del Foro Jovellanos del Principado de Asturias, por la mediación de personalidades como Caso y Carantoña. Los estudios de expertos o de intelectuales de prestigio han ido propiciando un conocimiento y una divulgación cada vez más alejada del maniqueísmo decimonó- Obras completas de Gaspar Melchor de Jovellanos, edición de José Miguel Caso González Cubierta del primer volumen de las Obras Completas de Jovellanos, primera edición crítica y sistemáticamente anotada, impulsada y dirigida por José Miguel Caso González († 1995) desde el Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Llegó a publicar los seis primeros volúmenes, correspondientes a obra literaria, correspondencia y diario. 287 nico aunque afectada necesariamente por alguna de las etapas anteriores —los Anes, Abellán, Julián Marías, Velarde Fuertes, Coronas, Manuel Fernández, Pedro de Silva, Álvarez-Valdés...—. Las tesis doctorales son síntoma claro de la progresión geométrica en la que se ha entrado desde hace unas décadas: desde las primeras de Bareño y Escribano, seis más en la étapa histórico-filológica —Villota, Dowdle, Ritter, Domínguez, Domergue y Galindo— contamos con otras nueve en la etapa presente —Díaz, Baras, Javier Varela, Flecha, Caso Machicado, Martín Nicolás, Souto, Lara y la mía propia. Jovellanos ha ido conociéndose en el siglo XIX y XX cada vez más y mejor. Ahora el peligro es que los tópicos que nacen con la proliferación de contenidos acaben imponiéndose a los matices que son precisos para delimitar bien su pensamiento. El ilustrado liberal español puede ahora ser conocido con mayores medios y mejores criterios, pero ¿se han extinguido los errores jovellanistas del pasado? ¡No, siguen vivos! y, paradójicamente, parece que se vuelven inevitables. Don Gaspar dejó dicho que la buena imitación de los clásicos no está en remedar su obra sino en saber adoptar su actitud creativa. Será bueno tener en cuenta, entonces, que entre la recuperación de las fuerzas del pasado y el mantenimiento de lo que es ya rancio hay una línea difícil de ver y que entre involucrarse en proyectos que son colectivos y sumarse a ruidos movidos de afanes parciales hay una frontera que nadie particularmente controla, como no sea la opinión pública, no la maledicente opinión, sino la sana opinión pública. «Cuando esta opinión es ilustrada, justa, moderada, ¡qué bienes!; cuando siniestra, preocupada, violenta... ¿qué males no puede producir?» (Gaspar Melchor de Jovellanos, «Reflexiones sobre la opinión pública», Bibloteca de Autores Españoles, V, pág. 413a). bibliografía ARTOLA GALLEGO, Miguel, «Estudio preliminar», Obras publicadas e inéditas de Don Gaspar Melchor de Jovellanos, Madrid, 1956, Biblioteca de Autores Españoles, LXXXV, págs. VII-LXXXVII. 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Universidad de Oviedo La imagen pública de los protagonistas de la historia es una construcción cultural y política fruto de la amalgama de las forjadas en sucesivos momentos históricos, que según sus intereses focalizan determinadas facetas de su vida y su pensamiento, pretiriendo otras. La imagen pública de Jovellanos comienza a fraguarse con motivo de los numerosos reconocimientos institucionales que recibe por sus sucesivos nombramientos como embajador en Rusia y ministro de Gracia y Justicia. Fuegos artificiales, iluminación de edificios, aclamaciones, recitales poéticos, estatuaria, representaciones teatrales, bailes... todo esto fue organizado según las posibilidades e impulso de instituciones como los ayuntamientos de Gijón y Tineo, el Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá, la Sociedad Económica de los Amigos del País de Asturias o la propia Universidad de Oviedo, donde no había estudiado, pero que se apresuró a concederle un doctorado en ambos derechos. También le celebraron a su modo poetas amigos, como Meléndez Valdés y Quintana; y tampoco perdieron la ocasión de perpetrar algunos poemas conmemorativos ciertos poetas locales ocasionales. Todas estas manifestaciones conforman un primer corpus iconográfico y literario de su imagen pública. En mayo de 1798 la Universidad erigió una significativa arquitectura efímera, de notable enjundia simbólica. En el centro del patio se elevó una estatua de dos metros, que representaba a Jovellanos coronado de olivo, rodeado de las Ciencias, la Agricultura, las Artes y el Comercio; en los lienzos del patio se elevó un arco triunfal, en cuyo pórtico se veía a la Patria observando a Minerva coronar con olivo a Jovellanos, bajo la aprobadora mirada de la Gloria y la Fama; en la parte inferior, la Envidia, el Error, la Soberbia y la Pereza se veían precipitados entre humo negro y denso; enfrente custodiaban una inscripción laudatoria la Justicia, la Paz, la Providencia y la Buena Fe. En esta arquitectura, fugaz e inútil y por tanto puro vehículo simbólico, iconografía e inscripciones de estética plenamente neoclásica funcionan como portadoras de una lectura oficial del ministro como un héroe ilustrado: lo vieron entonces sus paisanos coronado de olivo por la diosa de la sabiduría, desterrando los males de la patria, bendecido por la fama y legitimado por las alegorías de las virtudes y las artes ilustradas. Una arquitectura menos efímera encargaría el Principado a Juan de Villanueva. En el monumento que fue erigido en 1798 en Oviedo, sólo sus armas [pág. 290] Hipólito Ruiz López y José A. Pavón Jiménez Jovellana punctata y Jovellana scapiflora. Lámina XVIII del tomo I de la Flora peruviana et chilensis 1798, Madrid: Imprenta de Sancha Real Jardín Botánico. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Madrid Ruiz y Pavón nominan distintos géneros de plantas con los nombres de diversos hombres de estado, y la flora recoge hoy esta Jovellana junto a la Campomanesia, la Godoya, la Gardoquia, la Llagunoa, la Monnina y la Valdesia... 291 Noticia de los públicos regocijos con que la Universidad Literaria de Oviedo celebró la feliz elevación de su hijo D. Gaspar Melchor de Jovellanos a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia 1798, Oviedo: Impresor de la Universidad de Oviedo Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Con motivo de su nombramiento como ministro, la Universidad erigió en su patio una arquitectura efímera de corte neoclásico y notable enjundia simbólica: la alegoría de la Patria observa cómo Minerva corona con olivo a Jovellanos, rodeado de las Ciencias, la Agricultura, las Artes y el Comercio, bajo la aprobadora mirada de la Gloria y la Fama. 292 estaban presentes, pero, como se decía en la Delación anónima, tal se hizo con él «no habiéndose dedicado otro igual con tal publicidad a ningún héroe, conquistador o soberano españoles». También la literatura supo ponerse al servicio de la esfera política promoviendo el ensalzamiento del ministro. Poetas de distinta valía recurren a la retórica deificadora con que el Neoclasicismo, al verter las viejas formas míticas sobre la contemporaneidad, va generando un nuevo Olimpo de lares patrios, portadores de los nuevos valores ilustrados y númenes benefactores de su comunidad. Para Manuel Santurio García Sala es «el Padre de la luz» y «el numen / tutelar» del Instituto, cuya «mano divinal do quiera imprime / la vida y movimiento». En la silva de Eugenio Antonio de Riego es el «héroe», el «ingenio divino», «la nueva estrella», «un otro Campomanes / otro honor de los manes / de la gloria asturiana», cuyos dones se concretan en la reciente «ley agraria / el parto de Minerva», el Instituto, el impulso de las prospecciones mineralógicas y la carretera carbonera. Para José María García del Busto es «la deidad tutelar», la «clara / y benéfica luz de aquel que a Jove el nombre debe». En la oda de Juan García Jovellanos, es la «voz divina», el «benéfico astro», el «amante padre», capaz de dar «nuevo ser y vida» a la «manada tierna / a tus pechos nutrida», aquellos alumnos del Instituto sobre los que se derrama «el resplandor de su luciente llama», «este Sol que os anima». De la misma retórica se sirven los poemas de Meléndez Valdés y Quintana. En la epístola de Batilo, un himno de gozo universal anima al yo poético a proclamar su júbilo y a defender la reforma agraria y la creación del Instituto como los grandes dones de Jovino, por lo que insta: «a vuestro numen / corred, colonos, y aclamad su nombre». La caída en desgracia del ministro fue más célere que el impresor de Quintana y su oda a Jovellanos hubo de esperar hasta 1813 para ver la luz; se imprimió entonces en una serie dedicada a los nuevos héroes ilustrados, una alternativa al paradigma medieval y barroco de santos y caballeros, a los que sistemáticamente diviniza: si Gutenberg logra multiplicar los tipos de Natura, los navegantes vencer al dios Océano y unir una humanidad antes dividida, Jenner y Balmis erradicar la viruela, el «gran Jovino» puede exterminar a las furias, representación mitológica de los males de la patria que impiden la felicidad pública; tal triunfo da lugar ya a una abierta deificación, en que cuando «abatido llore / el inocente en su opresión, tú entonces, / tú serás su Deidad»; la mítica Hesperia pregunta: «¿Quién fue el Dios que bastó de tantos males / el torrente a atajar?» El héroe coronado por los dioses de la efímera arquitectura universitaria es por obra de los versos también el numen tutelar, el padre nutricio de la manada, el lar que derrama sus dones, el astro solar, el padre de la luz y, al fin, el dios de la apoteosis de Quintana, que vence a las diosas órficas y doblega a la naturaleza. Tal es la retórica rehabilitadora de los años noventa, en que los atributos divinos enaltecen al Juan García Jovellanos Oda que con motivo de haber SMC nombrado embajador a la corte de Rusia al Excmo. Señor don Gaspar Melchor de Jovellanos, y luego, su Ministro de Estado del Despacho universal de Gracia y Justicia publica en su obsequio… 1798, Oviedo: F. Díaz Pedregal Archivo Jesuitas. Alcalá de Henares. Madrid hombre, pero también representan la posibilidad, o las expectativas, de que efectivamente aquel nuevo gobierno pudiera ejecutar un proyecto ilustrado que parecía estancado tras la muerte de Carlos III y el arranque de la Revolución Francesa. Incluso la botánica serviría para encumbrar a este nuevo gobierno. Como la Oficina de la Flora Americana dependía de su ministerio, se le reconoce como promotor de la Flora peruviana et chilensis, que edita los resultados de la expedición botánica de Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón; éstos nominan distintos géneros de plantas con los nombres de diversos hombres de estado y la flora recoge hoy esta Jovellana junto a la Campomanesia, la Godoya, la Gardoquia, la Llagunoa, la Monnina y la Valdesia... Pero hubo quien interpretó la retórica deificadora literalmente, y en la Delación anónima, que analiza detalladamente el monumento del Principado en Oviedo y que le señala como uno de los «uno de los corifeos o cabezas del partido de esos que llaman novatores, de los que por desgracia, y tal vez castigo común nuestro, abunda en estos tiempos nuestra España, que antes era un emporio del catolicismo», se le acusa de que sus sectarios «le llamaban públicamente el Jovino, esto es, el Dios, el apoyo, la felicidad, el único bien de las Asturias». Paradójicamente, mientras todos estos homenajes se organizaban y se gestaban estos poemas, Jovellanos escribía en el diario sobre la embajada en Rusia: «Cuanto más lo pienso, más crece mi desolación. [...] Todo alegría por de fuera; todo en mí, aflicción por lo que me aguarda, por lo que pierdo en abandonar un pueblo que me quiere bien, y una dulce residencia que me encanta». Cuando llega el nombra- En la oda del juez Juan García Jovellanos, que tanto se ocupó de implementar el plan de mejoras que Jovellanos había diseñado para Gijón, Jovellanos es la «voz divina», el «benéfico astro», el «amante padre», capaz de dar «nuevo ser y vida» a la «manada tierna / a tus pechos nutrida», aquellos alumnos del Instituto sobre los que se derrama «el resplandor de su luciente llama», «este Sol que os anima». 293 Manuel José Quintana Al Excmo. Sr. D. Gaspar de Jovellanos, en ocasión de habérsele encargado el Ministerio de Gracia y Justicia 1797 Biblioteca Nacional de España A las felicitaciones institucionales se sumaron homenajes literarios de diversos amigos poetas. En esta oda de Quintana, Jovellanos aparece divinizado: cuando «abatido llore / el inocente en su opresión, tú entonces, / tú serás su Deidad»; y la mítica Hesperia pregunta: «¿Quién fue el Dios que bastó de tantos males / el torrente a atajar? ¿Quién la carrera / mudó a esta agua, allanó los montes, / los pantanos cegó?». 294 miento en el ministerio: «¡Adiós, felicidad; adiós quietud para siempre! Empieza la bulla, la venida de amigos y la de los que quieren parecerlo; gritos, abrazos, mientras yo, abatido, voy a entrar a una carrera difícil, turbulenta, peligrosa. Mi consuelo, la esperanza de comprar con ella la restauración del dulce retiro en que escribo esto». Ni siquiera Josefa, que sabría de sus reticencias, como Paula, y que lamenta su primer nombramiento —«Fexérunly baxador / de un rei de lloñe escondíu / (cuatro llegües más abaxo / del Pulgatorio y del Llimbu)»—, deja de festejar en un poema el ministerio que tan funestas consecuencias tendría para su hermano. Llamativamente, es la única que no le diviniza. Tras el fugaz ministerio, vendrán los años de encarcelamiento en Bellver y su incorporación como diputado por Asturias a la Junta Central (1801-1808-1811), institución a cuyo apoyo dedica su último escrito, una Memoria en defensa de la Junta Central, en que ha de rebatir las calumnias de usurpación de autoridad, malversación de fondos e infidelidad a la patria y en que para limpiar su nombre incluye una memoria justificativa de sus últimos años, la Exposición de la conducta del autor desde que recobró su libertad hasta el día. Diría: «Y como yo no aspire a pasar entre mis compatriotas por un héroe, sino por un honrado y fiel magistrado, deseo y espero que los hechos de mi vida privada, lejos de desmentir, confirmen este concepto, que he procurado asegurar con mi conducta pública». Pocos meses después llegaría la muerte y con ella la plena canonización oficial, pero no sería la imagen del magistrado sino la del patriota encarcelado la que se reiteraría en múltiples manifestaciones concentradas en la descripción de los injustos avatares de los últimos años y en su decidido posicionamiento a favor de la causa española. Blanco White formularía una de las primeras reflexiones reivindicativas enunciada por la nueva generación de liberales: «Ya yo había pensado en cuál sería la suerte del venerable anciano cuando supe la entrada de los franceses en Gijón [...]. El amargo fin de tan sabio y tan excelente hombre debe causar una impresión profunda en el corazón de todos los españoles; de desconsuelo en los que lo amaban, y de cruel remordimiento en los que causaron la infelicidad de sus últimos días». Pero Blanco escribe desde Londres y, en el contexto bélico de la España del año 1812, las acusaciones a los de las cortes desaparecen inmediatamente de escena; los sufrimientos del «venerable anciano» casi santificado serán ya sólo los infligidos por el despotismo en Bellver y se acentuaría su perfil patriótico, en el sentido que el Romanticismo —que no la Ilustración— otorga al término. A propuesta del conde de Toreno, representante de Asturias en las Cortes, el Decreto CXXVII de 24 de enero de 1812 le declara «benemérito de la patria» y reconoce su «adhesión a la causa nacional» y «la firmeza con que sufrió la persecución que le hizo padecer la mano cruel del despotismo». 295 [1] José María Blanco White Carta a M. Flórez de Méndez ante la noticia de la muerte de Jovellanos 25 de diciembre de 1811, Londres Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Dice en ella: «Ya yo había pensado en cuál sería la suerte del venerable anciano cuando supe la entrada de los franceses en Gijón; […]. El amargo fin de tan sabio y tan excelente hombre debe causar una impresión profunda en el corazón de todos los españoles; de desconsuelo en los que lo amaban, y de cruel remordimiento en los que causaron la infelicidad de sus últimos días». [2] José María Blanco White «Fallecimiento del Sr. Jovellanos», El español, nº. 21, tomo IV 30 de diciembre de 1811, Londres Biblioteca Nacional de España No tardaron en publicarse distintas necrológicas reivindicativas de Jovellanos. Entre las primeras, ésta del propio Blanco White, publicada en su periódico londinense: «Honra de la nación en estos últimos tiempos, y una de las joyas con que se adornaba en su decadencia, como memoria de la que tuvo en días más felices, y como prenda que le prometía en verlos alguna vez renovados». 296 Es entonces cuando con premura, una España dividida por la guerra comienza a alzar el mausoleo literario. Sólo tres meses después de su muerte firma Antillón un breve folleto biográfico ampliamente reeditado hasta ser incluido en el Index (1817), donde se le presenta como modelo de magistrados, poetas, hombres de bien y, sobre todo, patriotas: «un nombre precioso que añadir al martirologio de la libertad española». Antes de cumplirse un año, se publica por vez primera el Informe sobre las diversiones públicas por partida doble: en Madrid, en la Imprenta de Sancha, y en el Cádiz liberal, en la Imprenta Patriótica. La biografía de Ceán, aunque no se publicaría hasta 1814 —y lo expurgado, hasta 1885—, tiene precisamente su germen en el encargo de la Academia de la Historia de un elogio fúnebre que no llegaría a realizarse. Apuntala el edificio la colección de Cañedo (1830-1832), que supone el primer intento de ordenación y difusión de su pensamiento. En el plano internacional juegan un papel fundamental las traducciones del Informe en el expediente de Ley Agraria al francés, inglés, italiano y alemán (18091816) y el reconocimiento de Karl Marx. Desde el exilio londinense, ya publicado el Manifiesto comunista (1848) y mientras redacta El capital, Marx publica en el New York Daily Tribune una serie de nueve artículos sobre la España revolucionaria, en que juzga la Guerra de Independencia como el primero de una serie de ciclos revolucionarios y analiza sus peculiaridades, y las razones de su fracaso, hasta 1843. En el tercero (20 de octubre de 1854) presenta un análisis de la figura de Jovellanos, cuyo Informe en el expediente de Ley agraria cita en diversas ocasiones: su visión es matizadamente positiva y Jovellanos crece al ser atinadamente contrastado con Floridablanca. Le juzga un «amigo del pueblo: esperaba elevar a éste a la libertad con una serie, penosamente prudente, de leyes económicas y con la propaganda literaria de doctrinas generosas», si bien subraya su espíritu reformista, mal avenido con el del alemán: «ni siquiera en sus mejores tiempos había sido un hombre de acción revolucionaria, sino más bien un reformador bienintencionado, que, por exceso de escrupulosidad con los medios, jamás se habría atrevido a cumplir un objetivo». Mientras tanto, en España se gesta la polémica. Si liberales como White, Quintana, Gallego, Cienfuegos, Antillón, Toreno y Flórez Estrada o comunistas como el propio Marx citaban escritos como el Informe en el Expediente de Ley Agraria, incluido en el Índice de libros prohibidos desde 1825, Nocedal, Laverde y Menéndez Pelayo recuperan su vertiente ortodoxa, focalizando los aspectos más conservadores y católicos —aunque insuficientemente, según W. Franquet—. La figura de Nocedal marca un hito, no tanto por la labor en su edición en la Biblioteca de Autores Españoles (1858-1859) como por el giro ideológico que imprime a la interpretación del pensamiento jovellanista. Comienza entonces también la historia de los monumentos funerarios y el desbaratamiento de sus últimas voluntades: finalizada la guerra, su cuerpo, enterrado [1] [2] en la parroquia de Santa Marina de Puerto de Vega el 29 de noviembre de 1811, había sido trasladado al cementerio de Gijón en 1815. Pero aquel que había abogado por las sepulturas en los cementerios, fuera de las iglesias, y reclamado un entierro «sin pompa ni publicidad» es trasladado en 1842 al interior de la iglesia de San Pedro: diseña su lápida el director de la Academia de Bellas Artes, redactan su epitafio Quintana y Cienfuegos y llega a publicarse la Noticia de la función fúnebre. A punto estuvo de torcerse aún más su voluntad por designios estatales, pues pronto serían reclamados sus restos para más gloriosos fines. Tomando como referencia el Panteón francés, José I y después Mesonero Romanos concibieron la idea de hacer de la iglesia de San Francisco un panteón de hombres ilustres que sirviera como base de una identidad histórica nacional. Los liberales favorecieron su realización presupuestándolo en el marco de la Ley de Recompensas Nacionales, concebida para resarcir a las víctimas del despotismo fernandino. Triunfante la 297 Revolución de 1868, «rota ya la tradición absolutista», el decreto de 31 de mayo de 1869 reivindica «las conquistas de la revolución y las reformas del porvenir» y hace coincidir la inauguración del Panteón con la ratificación de la nueva Constitución, subrayando el carácter regenerador, patriótico y moderado de la Gloriosa. En aquel decreto se propone la incorporación a dicho panteón de los restos de 25 «grandes figuras nacionales, cuya memoria produce en todo español respeto y admiración», como el Cid, Guzmán el Bueno, Garcilaso o Calderón, y «Mariana, Cisneros, Quevedo, Arias Montano, Nebrija, Jovellanos, el conde de Aranda y Campomanes, los hombres de ciencia y paz». Unos restos no se encontraron; en otros casos, la exhumación no llegó a producirse. Finalmente, el 20 de junio de 1869, cien cañonazos saludaban a una comitiva de cinco kilómetros, en que no iban los restos de Jovellanos gracias a la resistencia del Ayuntamiento. Según el acta de 1 de junio, el consistorio manifestó al gobernador civil que se opondría al traslado «por los medios que las leyes le permitan». En todo caso, la resistencia local manifiesta una clara vinculación de la ciudad con su figura, cuyo retrato oficial había encargado a Suárez-Llanos cinco años antes para su iconoteca; y la solicitud estatal testimonia la incorporación de Jovellanos a una memoria común nacional que la gloriosa quería construir como modelo de regeneración. Pero el auge del monumento conmemorativo en España prendió en Gijón, que se dotó en 1891 de dos estatuas, la de Pelayo —que había sido propuesta por el propio Jovellanos ya en 1782— y la de Jovellanos, que fue larga e ineficazmente proyectada por sucesivas comisiones y gobiernos de distinto signo a lo largo de treinta años. Si «una estatua semicolosal de bronce» fue aprobada a propuesta de Nocedal ya por Narváez en 1865, varios concejales proponen en 1873 «perpetuar la memoria de la proclamación de la República, legando a la posteridad un monumento digno de aprecio y veneración»: una estatua de mármol de Jovellanos para la plaza mayor. La República le era propicia: aquel año Galdós le reivindicaría en Los episodios nacionales al contraponer su figura a la de Godoy, Caballero y otros intrigantes cortesanos en La corte de Carlos IV. La condesa Amaranta dirá al joven Gabriel: «No te dejes nunca deslumbrar por la grandeza de esos figurones a quienes el vulgo admira y envidia; su poderío está sostenido por hebras de seda, que las tijeras de una mujer pueden cortar. Cuando hombres como Jovellanos han querido entrar aquí, sus pies se han enredado en los mil hilos que tenemos colgados de una parte a otra, y han venido al suelo». Finalmente, el Jovellanos togado cuyo diseño asesoró Menéndez Pelayo fue inaugurado en 1891 en los cíclicos fastos de agosto. La elección fue contestada nada menos que por Somoza, quien lo hubiera querido representado como un civil ilustrado; aquel año levantaría su monumento particular, los Escritos inéditos, una de sus imprescindibles aportaciones de esos nuevos datos, documentos inéditos, inven- [1] 298 [1] Decreto CXXVII de 24 de enero de 1812 1812 Archivo del Congreso de los Diputados [2] Proposición del conde de Toreno para que se declare a Jovellanos benemérito de la patria 1812 Archivo del Congreso de los Diputados A propuesta del conde de Toreno, representante de Asturias en las Cortes, tres meses después de su muerte se le declara «benemérito de la patria»: se reivindica el Informe en el expediente de Ley Agraria, y se honra su memoria con un testimonio público centrado en su «adhesión a la causa nacional», su proyecto educativo, su esfuerzo por difundir las luces y «la firmeza con que sufrió la persecución que le hizo padecer la mano cruel del despotismo». [2] tario y manuscritos raros, dispersos, que abundan en sus títulos. No renuncia Somoza a imprimir en sus trabajos una clara reivindicación de la faceta ética como elemento unitario del personaje, pero sus investigaciones aportan por vez primera material de primera mano. Esta nueva visión, compartida con hombres próximos al pensamiento krausista y la Institución Libre de Enseñanza, como Azcárate, Cane- 299 [1] [1] Españoles ilustres cuyos restos han de ser trasladados al Panteón Nacional en el solemne día de su inauguración de 2 de septiembre) 13 de junio de 1869. Madrid: D. Carlos Frontaura Biblioteca Nacional de España [2] Imagen de la iglesia de San Francisco, convertida en Panteón Nacional La Gloriosa instituye un panteón de hombres ilustres, emblemas ejemplarizantes de moral y patriotismo, como base de una identidad histórica nacional. Se propone la incorporación de los restos de 25 «grandes figuras nacionales, cuya memoria produce en todo español respeto y admiración»; entre ellos «Mariana, Cisneros, Quevedo, Arias Montano, Nebrija, Jovellanos, el conde de Aranda y Campomanes, los hombres de ciencia y paz». 300 [2] lla y Fuertes Acevedo, lleva a lógicas y sonadas polémicas con Nocedal, Laverde y Menéndez Pelayo. Aunque en el período de la Restauración todos coincidían en la reivindicación de la figura de Jovellanos —ese mismo año de 1891, se constituye la Logia Jovellanos de Luarca y en 1912 la logia Jovellanos de Gijón—, no puede decirse que la erección de aquella estatua ni la celebración del centenario del Instituto que se avecinaba fueran síntoma de consenso alguno sobre la interpretación de su figura. Como Somoza, Clarín, que se definió en 1882 como «un krausista aseado, limpio e independiente», arremetió en un palique contra la apropiación que ciertos grupos hacen de aquel acontecimiento: «Reciente está el ejemplo de lo sucedido con el pobre Jovellanos. Nadie más simpático que D. Gaspar. Pues bien, entre Pidal y Jove y Hevia le hicieron casi aborrecible a todo asturiano bien nacido. ¡Jove y Hevia! Es decir, mane, thecel, phares! ¡Jove y Hevia! ¡Última ratio centenariorum! Jovellanos fue patriota, sabio, algo poeta, pedagogo, estadista, escritor en prosa de los mejores... mil cosas más. Pues como si cantara... Se le erige una estatua, se le va a tributar un homenaje, etc., y llega Jove y Hevia con el sombrero de copa alta, blanco y ladeado... y ¡adiós Jovellanos!... Nocte pluit tota». Con motivo del centenario del Instituto dos años después volvía Clarín en el Madrid cómico a aludir a estas rencillas para justificar su ausencia en las «fiestas ofi- ciales», pero no dejaba de rendir su propio homenaje, que era a un tiempo para su abuelo, que había sido alumno y profesor de aquel Instituto, para Jovellanos y para la propia ciudad de Gijón: «Nunca he escrito nada acerca de Jovellanos, ni siquiera le he dedicado el estudio asiduo, profundo y diligente que se necesita para escribir de semejante hombre; pero le tengo cariño casi instintivo, apenas razonado, que es una especie de culto. Quiero mucho a Gijón y quiero mucho a Jovellanos, y estos dos cariños se mezclan en mí, pues algo me dice en la conciencia que son una misma cosa». En cuanto a su carácter, reivindica su «espíritu equilibrado», idealista como poeta, «soñador, cuando se metió en política con la abnegación de un santo (único medio legítimo de meterse en política)», pero al tiempo práctico —considera el Informe en el Expediente de Ley Agraria «un monumento de economía aplicada, según entonces esta ciencia podía entenderse»— y siempre preocupado por España, Asturias y Gijón: «Jovellanos no sólo es el primer asturiano... sino, en cierto sentido, el único». Por eso quiere imaginar que un día, «además de escribir un sistema de filosofía optimista, que ya habré inventado, me permitiré [...] el lujo de estudiar a lo erudito (lo que no soy todavía, bien lo sabe Dios y Sánchez Moguel) la vida y obras de Jovellanos; y con toda el alma puesta en mi trabajo, dejaría satisfecha un ansia de mi espíritu», que no es otra que «poder escribir a mis anchas un libro que se llame Jovellanos». Ya en 1898 vuelve Clarín a él para identificarse con su visión de España, citando las Cartas del viaje de Asturias en un texto que marca la profunda coincidencia entre la España que habían dibujado los ilustrados, la que reivindicaba el krausista independiente y la que intentaban forjar los noventayochistas: no es la España imperial del Cid ni de los tercios de Flandes, sino la de «futuros días de trabajo honrado, asiduo y eficaz que diese a las áridas llanuras el riego y los caminos que pudieran traer consigo la riqueza, [...] lo que Jovellanos tenía por conquistas reales del porvenir». Aunque estos artículos se publiquen en los años noventa, hacía tiempo que Clarín había vuelto los ojos al ilustrado: con 23 años ya había redactado una «Oda a Jovellanos» imitando sus idilios; y ni en La Regenta se había resistido a citarle: «La poesía será siempre el lenguaje del entusiasmo, como dice el ilustre Jovellanos». En aquellas décadas jugaron un notable papel en la difusión y reivindicación de su figura los papeles periódicos, en que tanta fe tenía el ilustrado como herramienta de formación de ese concepto dieciochesco de opinión pública. Con mayor relevancia, con motivo de las consabidas citas de agosto, noviembre y enero, se publicaban sucesivos homenajes en El productor asturiano, fundado por Eladio Carreño —donde un poeta cívico y antirretórico como Núñez de Arce publicaría su encomiástico soneto «A Jovellanos»—, y en El comercio, cuyo primer ejemplar (2 de septiembre de 1878) incorporaba en la cabecera sendos lemas del Informe de ley agraria alusivos al puerto y la navegación, abría con un regenerador editorial de Francisco Martínez (grabador) / Manuel Bobes (estampación) Medalla conmemorativa del centenario de la fundación del Real Instituto Asturiano 1897 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón 301 José Rodríguez Carracido Jovellanos. Ensayo históricodramático 1893. Madrid: Imprenta de Fortanet Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Con esta obra de teatro del catedrático de química de la Facultad de Farmacia de Madrid, Jovellanos se convierte por vez primera en personaje literario con voz propia. 302 Azcárate, donde se subrayaba el carácter industrial y mercantil de la ciudad pero se quería también un desarrollo cultural: «fuera mengua olvidarlo en la patria del ilustre Jovellanos». Además, contribuyeron notablemente a la difusión de su imagen a través de grabados del Jovellanos de Goya de 1798, entonces propiedad del anticuario Mariano Santamera. En este período de la Restauración se produce uno de los frutos menos conocidos y más ambiciosos de la construcción de su imagen pública: con Jovellanos, ensayo dramático-histórico (1893), del catedrático de química de la Facultad de Farmacia de Madrid, José Rodríguez Carracido, Jovellanos se convierte por vez primera en protagonista literario con voz propia. Aunque como dramaturgo Carracido reflexiona sobre las carencias de la figura como personaje teatral, pues adolece de la «anormalidad» y «violencia» que conviene a la tragedia y entonces se aplaudía en las tablas, Carracido le elige como encarnación de las cualidades del perfecto hombre de estado: honrado y desinteresado, y por ello fracasado, es al tiempo contestación y modelo para unos políticos «menesterosos de ideas y limpios de escrúpulos en materias de procedimiento», porque «jamás transigió por la máxima acatada por los políticos al uso que el fin justifica los medios». Jovellanos encarna la reacción que Carracido exige frente al sistema bipartidista de la España de la Restauración. Además, en 1902, una de las principales novelas de la renovación narrativa española del siglo, La voluntad, recupera su faceta literaria, hasta entonces escasamente reconocida, constituyéndole en referente estético. Antonio Azorín, al dar cuenta de su desengaño literario, afirma que ha dejado de ser, afortunadamente, un escritor brillante, y subraya su desprecio por «la prevención contra las palabras humildes, bajas, prosaicas»; valora entonces el estilo de aquel a quien llama «la más alta autoridad literaria de España» en los tiempos en que Goya le pintaba y estima que Jovellanos estaba acertado al incluir en sus poemas palabras plebeyas, como campanillas, mula, mayoral, pese a que ello le valiera la condena de Gómez de Hermosilla en su librejo. No es la primera vez que Martínez Ruiz reivindica al literato. En «Un poeta» el anciano se halla frente al Cantábrico y atalaya la inmensidad: los escritos del magistrado y el político han ahogado «la luminosidad de estos versos plásticos, pintorescos y enérgicos, tan bellos y trascendentales —trascendentales en la evolución de nuestra estética—, como toda la prosa del poeta». En «Rasgos de Jovellanos», ya en 1943, la misma estética es reconocida en los diarios, donde «la prosa castellana alcanza limpidez y exactitud que sólo en los grandes maestros antiguos encontramos». Allí recupera Azorín además la imagen del joven y optimista ilustrado, que construye a partir de la tan citada anécdota de la peluca: «en ese rasgo de Jovellanos vemos ufanía de mozo, confianza en sí mismo y desdén por el vulgo». A este perfil literario apunta también Juan Valera, quien en su Florilegio señala que, [2] [1] Juan Echevarría Retrato de Azorín 1922 Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía [1] [2] al margen de Cervantes, «fue Jovellanos quien hasta entonces tuvo más brillante y firme estilo y escribió mejor la prosa castellana»; y le reivindica como «poeta verdadero y legítimo». En este siglo se seguirán homenajes de distinta enjundia y signo. En el primer centenario de la muerte, los hubo de estricto carácter científico, como el riguroso volumen impulsado por la Real Academia de la Historia, en que se estudia su papel en esta institución; otros buscan el impulso de las investigaciones, como la Academia de Ciencias Morales y Políticas, que promueve el premio a que se presentarán estudios tan dispares como el neocatólico de García Rendueles y el del premiado, Julián Juderías, mucho más cercano a Somoza; en otros, como el de El Comercio, Somoza, Azcárate, Canella y Unamuno comparten espacio con Augusto González Besada, ministro de Fomento, y un ya cuestionado Antonio Maura o el ultramontano Alejandro Pidal y Mon, a quien Clarín llamaba el zar de las Asturias; el Ateneo de Gijón consigue congregar distintos enfoques, desde el conservador de Miguel S. Oliver y Adellac al liberal de Azcárate y González-Blanco. José Martínez Ruiz, Azorín La voluntad 1902. Barcelona, Henrich y Cía Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Tanto en La voluntad, una de las principales novelas de la renovación narrativa española del siglo, como en distintos artículos publicados a lo largo de treinta años, Azorín reivindica a Jovellanos como referente estético: en los diarios «la prosa castellana alcanza limpidez y exactitud que sólo en los grandes maestros antiguos encontramos». 303 La Ilustración Española y Americana, nº. 29, año XXXV 8 de agosto de 1891 Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII La erección de la estatua de Jovellanos fue ampliamente reseñada en la prensa local y nacional. 304 El 125º aniversario de la muerte llega en plena guerra civil. Ante el incendio de la iglesia de San Pedro, los restos son trasladados a la Escuela de Estudios Mercantiles por iniciativa de Pachín de Melás, quien propone como enterramiento definitivo la estatua de la plaza del 6 de agosto o bien su propia casa natal, en cuyo patio «convertido en un templo» propone levantar un obelisco. Tales iniciativas no prosperaron y, tras breve depósito en el Instituto Jovellanos y las oportunas reformas en la capilla de los Remedios, fue trasladado a ésta en procesión en 1940. Con motivo del segundo centenario del nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón promueve la constitución del Museo Casa Natal de Jovellanos, que no se lograría hasta 1971, e insta a que se saque a Jovellanos del Index, para que participen en los actos «sin escrúpulo de conciencia fervientísimos católicos» y puedan reeditar y leer sus obras. Otros proyectos de alcance quedan convertidos, de la mano de Jesús Evaristo Casariego y Joaquín A. Bonet, en meras hagiografías ejemplarizantes. El primero, autor de la biografía Jovellanos o el equilibrio, de quijotesco subtítulo —Ideas, desventuras y virtudes del inmortal hidalgo de Gijón—, firma también el guión del documental conmemorativo de Justo de la Cueva, cuyo fin y referentes explica él mismo en la sinopsis recogida en el expediente de censura: «exaltar tal figura como valor católico y españolísimo y defensor de la unidad y de la tradición de España, como ya han hecho en el orden literario Menéndez Pelayo, Nocedal y otros». Bonet, autor de Grandeza y desventura de don Gaspar Melchor de Jovellanos, compone también Jovellanos, poema dramático. Esta obra, estrenada en el Teatro Jovellanos en 1952, se encuadra claramente en un exitoso teatro histórico en verso cuyo máximo exponente sería José María Pemán; hábil en su oficio, esta vieja escuela satisface los gustos del público y se acerca a la historia con ademán retórico y notable carga sentimental para hacer propaganda de unos valores nacionales que supone de validez universal y atemporal. Del convencional carácter literario de estos cuadros en verso dan buena cuenta los octosílabos que pueden oírse en boca de Jovellanos aludiendo al envenenamiento: «Y ahora / si es que queréis escucharme / a vuestra doña Beatriz / decidla que soy feliz / ¡que pueden asesinarme!». Testimonio de la visión patriótica que Bonet imprime al drama y de posibles lecturas contemporáneas que entonces a nadie se escaparían son estos versos: «Ni propiedad colectiva, / ni democracias: empeños / en que su locura estriba, / y que no son sino sueños. / En fin, noble amigo mío, / si algún día esa quimera / levantase la bandera / tricolor en desafío, / como es brutal y es impío / el signo que la acompaña, / que nadie dude que vos, / cuando defendéis a España / lo hacéis en nombre de Dios». El epílogo se firma el 16 de septiembre de 1939 y la obra está dedicada: «A todos los españoles que glorificaron el nombre de la España eterna». Como contraposición, quedan los ensayos de los intelectuales exiliados convocados por los Centros Asturianos de Buenos Aires, La Habana y México, para los que es ejemplo de «ciudadanía» y hombre al servicio de los «ideales de fraternidad». Leopoldo Alas Clarín Oda a Jovellanos 20 de mayo de 1875 Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Con 23 años Clarín ya había redactado una Oda a Jovellanos imitando los idilios dieciochescos. Ofreció el texto a La Ilustración gallega y asturiana en 1878, aunque no llegó a publicarse. Desde la otra orilla, Ayala, Cimorra y Sánchez Albornoz recuperarán al sociólogo, al asturianista, al historiador; el último identificará el fracaso de la Ilustración y el de la II República: «Otra vez los bárbaros odios hispanos han puesto en peligro de frustración y de naufragio esa aurora que alumbraba a España». Ayala, al reeditar el estudio en 1992, lo considerará el «diálogo mudo que un dolorido español del exilio entablaba con el prócer admirable» y señala las «lecciones de templanza» que de su lectura obtuvo. En las décadas siguientes, mientras los trabajos de Ángel del Río, Miguel Artola y José Miguel Caso González afianzan un jovellanismo de fuerte impronta histórico-filológica, concentrado en la búsqueda de fuentes y el retorno a los textos, su imagen comienza a ser especialmente fructífera en términos literarios. El Nuevo Teatro Español vuelve la mirada hacia Jovellanos cuando Manuel Pérez Casaux gana el VII Festival de Teatro de Sitges en 1973 con la irónica y sarcástica La familia de Carlos IV. Pesadilla historiera y discursibunda en diez momentos, un prolongamiento y una epilogación. La distorsión verbal de las fragmentarias estampas subraya la degradación de una España que, como la contemporánea, necesita de hombres como Jovellanos —plenamente ilustrado—, Meléndez Valdés —más radical— o Iriarte —más conformista—, ubicados escenográfica y significativamente en el rincón maldito. La primera versión de la pieza cierra con una lapidación de Jovellanos, a 305 Leopoldo Alas Clarín «La Epifanía», Madrid cómico: periódico festivo ilustrado, nº. 570 20 de enero de 1894, Madrid Biblioteca Nacional de España En 1894 Clarín le rindió su propio homenaje, que era a un tiempo para su abuelo, que había sido alumno y profesor de aquel Instituto, para Jovellanos y para la propia ciudad de Gijón: «Nunca he escrito nada acerca de Jovellanos, ni siquiera le he dedicado el estudio asiduo, profundo y diligente que se necesita para escribir de semejante hombre; pero le tengo cariño casi instintivo, apenas razonado, que es una especie de culto. Quiero mucho a Gijón y quiero mucho a Jovellanos, y estos dos cariños se mezclan en mí, pues algo me dice en la conciencia que son una misma cosa». 306 quien la caterva arroja libros y sobre el que salta jugando a la gallina ciega, mientras aquel que encarnara la luz exclama: «¡Ciegos, mudos y sordos! ¡Ciegos como piedras! Como topos, como salamandras, como fósiles, ciegos y mudos y mancos y sordos y chatos y miopes por los siglos de todos los siglos...». En el campo de la narrativa, se acercan a su figura Carmen Gómez Ojea, Óscar Muñiz e Ismael González Arias. En el provocador Pentecostés de Gómez Ojea (1989), la actitud de la narradora ante su ilustre convidado es novedosa y heterodoxa, pues cuestiona la imagen canónica de Jovellanos, encarnada eficazmente en la codificada por los manuales de bachillerato: «Me dije que si cerraba los ojos para jugar a la vieja diversión de las sugerencias y decía Jovellanos, Jovellanos, veía sin remedio el capítulo dedicado al siglo XVIII en mi viejo manual bachilleril de literatura. Plomo. Se me presentaba como una figura negra, vestida de ropajes talares: un ser andrógino y fastidioso, hablando con crudeza. [...] Alguien con quien no habría tenido el mínimo interés en cruzar un mísero monosílabo». La suya se trama con el cruce de distintas narraciones fragmentarias, enunciadas por una galería de excepcionales voces femeninas que opinan sobre él, en una inteligente intermediación que al tiempo invoca y cuestiona los rumores. Paterna alude a su posible homosexualidad: «decías que era un clérigo marica y malas pulgas, que se acostaba con su criado negro»; Catuja cuenta la historia del supuesto hijo de Alcmena la bella, ante el que la narradora se muestra escéptica —«seguro que la bella de falso nombre sabía cómo evitar los embarazos»— y critica a los afrancesados bonapartistas denostando a Meléndez Valdés: «más que un afrancesado era un botarate, lo mismo que la mayoría de los que esperaban algo de Napoleón. Poetas y picapleitos, que se conformaban con la concesión de cuatro libertades, pero que sentían sofocos al pensar en la independencia de las colonias. Le dije que era muy injusta». Por último, la imaginación de la narradora juega con episodios que hubieran podido verosímilmente ser, pero no fueron, como el imaginario encuentro del Jovellanos niño y Feijoo, o el encuentro con una mujer «resuelta, soñadora y risueña —decido pensarla riente en medio de la desdicha— que se le ofreciera en la alegría turbia de un sarao navideño»; pero «él temblaría, metido en la cama, asustado de haberse dado de narices con una mujer tan singular. [...] Huyó de ella». Aún sorprende recordar la polémica que desencadenaron en Asturias las opiniones vertidas por unos entes de ficción. En Bobes, el león de los llanos (1990), Muñiz construye un relato alternativo a la sanguinaria visión codificada del coronel Bobes y para ello retorna a un pasado nunca contado, en que el Gijón del siglo XVIII es un flash back del caudillo astur, quien escribe a su madre desde los llanos venezolanos la víspera de la batalla de Ulrico, en que caerá muerto, y recuerda su infancia. El José Tomás Bobes niño se convierte en piloto en el Instituto de Náutica y Mineralogía, cuya actividad se reconstruye a partir de los diarios y la correspondencia de Jovellanos, que permiten repasar la nómina de profesores, recrear los paseos por el arenal de San Lorenzo, recordar la triste anécdota del cura de Somió, que «rondaba por la biblioteca como un sabueso a la busca, entre los libros que la formaban, de alguno que estuviese prohibido» o condenar, en los recuerdos del niño que escuchaba a Jovellanos, el furor de los republicanos franceses. Finalmente, las palabras de Jovellanos —«no nos defraudarás»— son las que Bobes recupera cuando va a morir. Con ellas remarca Muñiz cómo las expectativas de Jovellanos han llevado a Bobes a ser quien es, cómo los ilustrados han marcado a las generaciones siguientes, lo que permite establecer un paralelismo entre el patriotismo del Bobes realista que se enfrenta a los independentistas y el del Jovellanos que se resiste a la invasión francesa, ofreciendo una lectura alternativa a la secular visión de un Bobes sanguinario generada desde la república independizada. La peripecia de En busca de Xovellanos de González Arias (2005) se sitúa en la España de las guerras napoleónicas y parte de la historia del «bello niño de Alcmena la bella» por el que Meléndez Valdés felicitara a Jovino en 1782. La figura de Jovellanos se recupera a través del recuerdo de una supuesta amante que decía a su supuesto hijo: «Siempre quixi pensar que Xovino fuera’l to padre. Pero tampoco tendría por qué ser cierto. Por más que yo lo soñara tantes veces que llegara un momento nel que confundí la lluz del día con la lluz de los suaños». Y guiado por esta suposición, el lector acompaña en su búsqueda de Jovellanos al joven que gracias a capitanes de barco, gacetas, comerciantes... va siguiendo los avatares de Jovino en esos años. Finalmente, no se fuerza a la historia; lo encuentra moribundo: «pola manera de piesllar los güeyos quixe creer que m’entendiera. Enantes de dise». Benito Pérez Galdós La corte de Carlos IV 1929 [1873] Colección particular Galdós le reivindicaría en los Episodios nacionales al contraponer su figura a la de Godoy, Caballero y otros intrigantes cortesanos en La corte de Carlos IV. «Cuando hombres como Jovellanos han querido entrar aquí, sus pies se han enredado en los mil hilos que tenemos colgados de una parte a otra, y han venido al suelo». 307 [pág. 309] Javier del Río La luz de Jovellanos 2002 Colección particular En este nocturno al tiempo intimista y alegórico, Javier del Río acierta a identificar a Jovellanos con el emblema de la Ilustración: si Jovellanos es la Ilustración y la Ilustración es luz, metafóricamente Jovellanos es la luz que ilumina su casa, que ilustra su país. 308 Cuestión aparte es la poesía. Al margen de la tan jovellanista «Sátira I» de Jon Juaristi a Rufo, en 1994, uno de los libros más aplaudidos de la poesía española del fin de siglo, Habitaciones separadas, incorpora El insomnio de Jovellanos, un monólogo firmado en Bellver en 1808: «Lo sé, / meditaciones tristes de cautivo... / no sabría negarlo. / Prisionero y enfermo, derrotado, / lloro la ausencia de mi patria, / de mis pocos amigos, / de todo lo que amaba el corazón». Luis García Montero hace suya la «voluntad moral» del ilustrado, que se le aparece como un preciso referente de su trayectoria vital, y rubrica el predicamento que habían alcanzado en él la tradición literaria ilustrada y los valores de felicidad pública y progreso de la Ilustración; por ello al final: «El mar nos cubrirá, / pero han de ser las huellas de un hombre más feliz / en un país más libre». No es una referencia aislada este poema en la producción poética y teórica de Luis García Montero, quien también en «Life vest under yor seat» se nutre de la epístola a los de Sevilla para contrastar en una despedida la implacable realidad exterior con la soledad nostálgica del yo que se aleja. Tal recuperación literaria es posible merced a que una serie de rasgos de la estética ilustrada, como la aparente naturalidad, la claridad y la verosimilitud, se alojan también en la base de la poética de la experiencia. Tal reivindicación del mundo ilustrado que Jovellanos encarna es la misma lectura que se encuentra en La luz de Jovellanos de Javier del Río (2002). Si Jovellanos es la Ilustración y la Ilustración es luz —Lumières, Enlightenment, Aufklärung, Illuminismo—, Jovellanos es la luz que ilumina su casa e ilustra su país. Pero tales luces no pudieron durar, como bien nos recuerdan los fuertes trazos de la litografía de Jaime Herrero (2010), en cuya oscuridad brilla una luz, pero también acechan las fauces y la sangre. Azorín decía en Los clásicos que la única regla para juzgar si el pasado sigue vivo es examinar si está de acuerdo con nuestra forma de ver y sentir la realidad. Como bien muestra este recorrido de dos siglos, en el caso de Jovellanos no se trata sólo de que existan tales coincidencias, y por tanto sea un clásico, sino de que éstas han sido constantemente buscadas e incluso forzadas desde intereses radicalmente diversos. Ha sido el dieciochesco padre de la luz, la deidad tutelar y la luz misma; el benemérito padre de la patria, el venerable anciano, el prudente amigo del pueblo, el cuerpo capaz de encarnar los valores de la gloriosa revolución moderada, el corifeo de los novatores que acabaron con el emporio del catolicismo, y también el católico y españolísimo defensor de la unidad de España; el togado autor de informes académicos y al tiempo el de la diaria prosa tersa y el poeta de las palabras cotidianas... Tal convivencia y pervivencia de todas estas disímiles interpretaciones de su figura son sólo hechuras de cada tiempo, pero expresan la potencia del clásico de nuestra Ilustración. 309 bibliografía Acta de constitución de la Logia Jovellanos de Gijón: 12 de agosto de 1912. Archivo Centro Documental de la Memoria Histórica, Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno: Masonería, 737, exp. 4 / 3. Acta de constitución de la Logia Jovellanos de Luarca: 23 de agosto de 1891. 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Gaspar Melchor de Jovellanos a la embajada de la corte de Rusa y Ministro de Estado del Despacho Universal de Gracia y Justicia de España e Indias y oración gratulatoria que en ellas se dijo. Las publican los diputados del mismo comercio. Oviedo, Imprenta Pedregal, 1798. Relación de las fiestas que hizo la Villa de Cangas de Tineo, por el ascenso del Excelentísimo Señor D. Gaspar Melchor de Jove-Llanos al Ministerio del Despacho Universal de Gracia y Justicia, y Oración gratulatoria que en ellas se dijo. Oviedo, 1798. RODRÍGUEZ CARRACIDO, José, Jovellanos. Ensayo histórico-dramático, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1893. RUIZ LÓPEZ, Hipólito y PAVÓN, José, Systema vegetabilium florae peruvianae et chilensis, Typis Gabrielis de Sancha, 1798. SÁNCHEZ CORREDERA, Silverio, Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica, Oviedo, Pentalfa, 2004. SANTURIO GARCÍA SALA, Manuel de, Composición poética. Al Exmo. Sr. D. 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Gaspar Melchor de Jovellanos en su feliz elevación al Ministerio Universal de Gracia y Justicia 1797 The Hispanic Society of America, New York En esta epístola, compuesta con motivo del nombramiento ministerial, un himno de gozo universal anima a Batilo a proclamar su júbilo, y a defender la reforma agraria y la creación del Instituto como los grandes dones de Jovino, por lo que insta: «a vuestro numen / corred, colonos, y aclamad su nombre». [3] [4] Eugenio Antonio del Riego Núñez Silva en elogio del Excmo. Señor Don Gaspar Melchor de Jovellanos, del Consejo de Estado de S.M. y su secretario en el despacho universal de gracia y justicia 1797 Biblioteca del Senado [4] En este poema laudatorio, el ministro es el «héroe», el «ingenio divino», «la nueva estrella», «un otro Campomanes / otro honor de los manes / de la gloria asturiana», cuyos dones se concretan en la reciente «ley agraria / el parto de Minerva», el Instituto, el impulso de las prospecciones mineralógicas y la carretera carbonera. 315 [1] Descripción de las fiestas con que el Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá ha solemnizado el ascenso de su colegial, Gaspar Melchor de Jovellanos, al Consejo de Estado y Secretaría en los días 5, 6 y 7 de enero de este año… 1798. Alcalá: Oficina de la Real Universidad Biblioteca Histórica. Universidad Complutense de Madrid También festejaron su nombramiento instituciones a las que había estado vinculado, como el Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá, que fuera el suyo. [2] [2] Relación de las fiestas que hizo la Villa de Cangas de Tineo, por el ascenso del Excelentísimo Señor D. Gaspar Melchor de Jove-Llanos al Ministerio del Despacho Universal de Gracia y Justicia, y Oración gratulatoria que en ellas se dijo 1798, Oviedo Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo En Cangas de Tineo, patria de Campomanes, hubo «repique en la colegiata y parroquias de las inmediaciones, iluminación de las casas, fuegos artificiales», funciones teatrales y «ambigú y baile, al que fueron convidadas todas las personas de distinción del pueblo y fuera de él, durando esta demostración hasta las ocho y media de la mañana». 316 [1] [3] Memoria de las públicas demostraciones de júbilo en la promoción del Excelentísimo Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos, a la Embajada de Rusia y Ministerio de Gracia y Justicia. Por la Real Sociedad Económica de los Amigos del País de Asturias 1798, Oviedo, Imprenta de Pedregal Biblioteca de la Universidad de Oviedo También la Sociedad Económica de los Amigos del País de Asturias, que Jovellanos había presidido, quiso adherirse al homenaje al ministro. [3] [4] Relación de las demostraciones de júbilo y alegría con que el comercio de la villa de Gijón ha celebrado los ascensos del Excm. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos a la embajada de la corte de Rusia y Ministro de Estado del Despacho Universal de Gracia… 1798. Oviedo: Imprenta Pedregal Biblioteca de la Universidad de Oviedo En Gijón, los festejos fueron organizados por el Ayuntamiento y el gremio de comerciantes, e incluyeron «una inscripción de fuego azul, que decía: ¡Viva Jovellanos!». [4] 317 [1] [2] [1] [2] Ramón González Villarmil La sirena de Torres, canción Fotografía del monumento a Jovellanos proyectado por Juan de Villanueva 1798. Salamanca, Francisco de Toxar 1798 Universidad de Salamanca También el racionero del Instituto se entregó a la poesía de circunstancias con motivo del homenaje. 318 Con motivo del ministerio, el Principado encargaría a Juan de Villanueva el monumento que fue erigido en 1798 en Oviedo, junto a la Puerta de la Noceda por la que entonces se llegaba a la ciudad desde Gijón. Como se decía en la Delación anónima, tal se hizo con él «no habiéndose dedicado otro igual con tal publicidad a ningún héroe, conquistador o soberano españoles». [3] Manuel de Santurio García Sala Al Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos en celebridad de sus días, y en ocasión de haber sido promovido al Ministerio Universal de Gracia y Justicia 1798 Biblioteca Nacional de España En este poema inédito de Manuel Santurio García Sala, que colaboraría con Jovellanos en la Junta Central, Jovellanos es el Padre de la luz, el numen tutelar, cuya mano divinal imprimió vida al Instituto, enfrentándose al manejo monacal. [3] 319 [1] Gaspar Melchor de Jovellanos Informe dado a la Real Academia de la Historia sobre juegos, espectáculos y diversiones públicas 1812, Cádiz: Imprenta Patriótica Biblioteca de la Universidad de Oviedo [2] Gaspar Melchor de Jovellanos Memoria sobre las diversiones públicas 1812, Madrid: Imprenta de Sancha Biblioteca de la Universidad de Oviedo [1] Antes de cumplirse un año de su muerte se publica por vez primera el Informe sobre las diversiones públicas, inédito debido a las funestas consecuencias que le acarreó la impresión del de Ley agraria. En aquella España en guerra se le publica por partida doble: en Madrid en la Imprenta de Sancha, y en el Cádiz liberal, en la Imprenta Patriótica. 320 [2] [3] Noticia de la función fúnebre con que se solemnizaron el 20 de abril de 1842 en la villa de Gijón las exequias del Excmo. Sr. D. … con motivo de la traslación de sus huesos desde el cementerio a un nuevo monumento colocado en una pared interior de la iglesia parroquial a expensas de su familia. 1842. Madrid, Imprenta y Fundición de Eusebio Aguado Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Finalizada la guerra, su cuerpo había sido trasladado al cementerio de Gijón en 1815. En 1842, aquel que había abogado por las sepulturas en los cementerios, fuera de las iglesias, y reclamado un entierro «sin pompa ni publicidad», es trasladado al interior de la iglesia de San Pedro; diseña su lápida el director de la Academia de Bellas Artes, redactan su epitafio Quintana y Cienfuegos, y llega a publicarse la Noticia de la función fúnebre. [3] 321 Ignacio Suárez Llanos Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos 1864 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón El Ayuntamiento encarga en 1864 un retrato oficial del ilustrado para su iconoteca. Cinco años después se opone al traslado de sus restos al Panteón Nacional «por los medios que las leyes le permitan». Ambos hechos muestran la plena identificación de la ciudad con su figura. 322 Mauricio Tamargo Busto de Jovellanos h. 1860 Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo El escultor gijonés, que había donado un busto de Jovellanos al Instituto, era quien a entender de Somoza podía desarrollar mejor la estatua de la Plaza del 6 de agosto, finalmente realizada por Fuxá Leal. 323 [1] [2] Ataúlfo Friera El Comercio «Jovellanos», El Comercio 6 de agosto de 1911. Gijón 9 de enero de 1882 Diario El Comercio. Gijón Diario El Comercio. Gijón A finales del siglo XIX, la prensa jugó un notable papel a nivel local en la difusión y reivindicación de su figura. En ella se incluyeron odas laudatorias, como la de Gaspar Núñez de Arce, o ésta de Tarfe, un reconocido periodista de combate, autor de Manolita Cálvez, notable sátira del Gijón finisecular. Clarín le dice a Galdós que hay que trabajar con esta gente nueva en proyectos periodísticos. Tarfe, Ochoa, Yxart y Altamira: a esos jóvenes «hay que juntarlos». 324 En este número, Somoza, Azcárate y Canella comparten espacio con Unamuno, Augusto González Besada, ministro de Fomento, y un ya cuestionado Antonio Maura o el ultramontano Alejandro Pidal y Mon, a quien Clarín llamaba el zar de las Asturias. No faltaba en estos homenajes la poesía de circunstancias: Carlos Cienfuegos-Jovellanos publicaba A Jovellanos mi tributo. [3] Manuel Fuxá Leal «Noticia sobre la estatua de Jovellanos», El Comercio 6 de agosto de 1891 Diario El Comercio. Gijón La erección de la estatua de Jovellanos fue ampliamente reseñada en la prensa local y nacional. 325 Acta de 8 de marzo de 1873 1873. Libro de actas del Ayuntamiento de Gijón Archivo Municipal de Gijón Con la llegada de la I República varios concejales proponen en 1873 una suscripción popular para elevar una estatua de mármol de Jovellanos en la Plaza Mayor. Su finalidad era «perpetuar la memoria de la proclamación de la República, legando a la posteridad un monumento digno de aprecio y veneración». 326 Discursos, memoria y breve reseña de la velada literario-musical celebrada en honor de don Gaspar Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con motivo de la erección de su estatua 1891. Gijón: imprenta y litografía de Torre y compañía Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Aunque en el período de la Restauración todos coincidían en la reivindicación de la figura de Jovellanos no puede decirse que la erección de aquella estatua fuera síntoma de consenso alguno sobre su interpretación. Los actos conmemorativos fueron contestados públicamente por Somoza y Clarín. 327 [1] Leopoldo Alas Clarín La Regenta 1884-1885, Barcelona: Daniel Cortezo Biblioteca de la Universidad de Oviedo Clarín no se resistió a que Víctor Quintanar le citara en La Regenta: «¡Imbécil! ¡que el verso es poco natural! ¡Cuando lo natural sería que todos, sin distinción de clases, al vernos ultrajados prorrumpiéramos en quintillas sonoras! La poesía será siempre el lenguaje del entusiasmo, como dice el ilustre Jovellanos». [2] Juan Martínez Abades Retrato de Leopoldo Alas, Clarín Finales del siglo XIX Universidad de Oviedo Retrato del intelectual ataviado con la toga de doctor sobre fondo neutro. 328 [3] [4] Leopoldo Alas Clarín Leopoldo Alas Clarín «Palique. Preparativos del centenario», Madrid cómico: periódico festivo ilustrado, nº. 478 «Revista mínima», en La Publicidad, nº. 7075 16 de abril de 1892. Madrid Arxiu Històric de la Ciutat. Institut Cultural de Barcelona Biblioteca Nacional de España Clarín arremetió contra los actos conmemorativos de 1891 y 1894: «Reciente está el ejemplo de lo sucedido con el pobre Jovellanos. Nadie más simpático que D. Gaspar. Pues bien, entre Pidal y Jove y Hevia le hicieron casi aborrecible a todo asturiano bien nacido. [...] Jovellanos fue patriota, sabio, algo poeta, pedagogo, estadista, escritor en prosa de los mejores... mil cosas más. Pues como si cantara... Se le erige una estatua, se le va a tributar un homenaje, etc., y llega Jove y Hevia con el sombrero de copa alta, blanco y ladeado... y ¡adiós Jovellanos!». 20 de junio de 1898 Ya en 1898 vuelve Clarín a Jovellanos para identificarse con su visión de España, citando las Cartas del viaje de Asturias en un texto que marca la profunda coincidencia entre la España que habían dibujado los ilustrados, la que reivindicaba el krausista independiente y la que intentaban forjar los noventayochistas. 329 [1] Fábrica de Loza La Asturiana Cerámica conmemorativa del centenario del fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos 1911 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón [2] Vasos conmemorativos del centenario del fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos 1911 Colección Casa Valdés-Ocampo Vasos, cerámicas... todo tipo de soportes sirvieron para popularizar su imagen y realzar la conmemoración del primer centenario. [1] [2] 330 [3] [4] Modesto Montoto Procesión cívica de Jovellanos 1911 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón El primer centenario de la muerte fue festejado multitudinariamente en Gijón y Oviedo, según abundantes testimonios gráficos recogidos en la prensa. El reloj permite reconstruir la secuencia de la procesión cívica, esto es, el orden en que se había jerarquizado a las distintas asociaciones. [3] [4] 331 [1] Jovellanos en la Real Academia de la Historia Nº. extraordinario del Boletín de la Real Academia de la Historia Noviembre de 1911 Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo El primer centenario de la muerte motivó la publicación de distintos homenajes. En este riguroso volumen impulsado por la Real Academia de la Historia, se estudia su papel en esta institución y se editan sistemáticamente casi todas sus censuras. [2] El Ateneo de Gijón en el primer Centenario de Jovellanos. Conferencias y lecturas 1911. Gijón: La Industria Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo El Ateneo de Gijón consigue congregar en este homenaje distintos enfoques, desde el conservador de Miguel S. Oliver y Adellac al enfoque liberal de Azcárate y de González-Blanco. 332 [1] [2] [3] [3] Centenario de Jovellanos. Gijón 1911 1911. Madrid: imprenta de José Blass y Cía Biblioteca de la Universidad de Oviedo Álbum con vistas de Gijón y colaboraciones de Somoza, Unamuno, Azorín y Palacio Valdés, entre otros. 333 [1] Acta de constitución de la logia Jovellanos de Luarca 23 de agosto de 1891 Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca Si el movimiento masón nace a finales del siglo XVIII y hunde sus raíces en la filosofía ilustrada, lógicamente los masones asturianos habían de identificarse con la figura de Jovellanos. Como señala Ferrer Benimeli: «sin ser masón, ha pasado al panteón de masones ilustres». [2] [1] Certificado de masón de Rafael Fernández Calzada 26 de abril de 1874 Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca Aunque la logia Jovellanos de Luarca, en que se integran los componentes del triángulo Rafael Riego, se constituye en 1891, hay noticia de sus actividades desde 1874. [2] 334 [3] [4] [3] Carta de la Logia Jovellanos de Gijón al Gran Consejo del Grande Oriente Español dando cuenta del acto de instalación de la Logia y solicitando el envío de certificados para alguno de sus miembros 12 de agosto de 1912 Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca [4] Acta de reunión 5 de julio de 1912 Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca También la primera logia española del siglo XX, la gijonesa con número de matrícula 337, reivindicaría su nombre. Una de sus primeras actividades fue el apoyo a Rosario Acuña con motivo de su destierro a Portugal. 335 [1] [1] Fotografía del monumento a Jovellanos Bellver, 1932 Durante la II República, los rotarios gijoneses, entonces presididos por Secundino Felgueroso, promueven la instalación de un busto conmemorativo de bronce en Bellver. Lo erigieron, junto a los rotarios mallorquines, en 1932. 336 [3] [2] [2] [3] Joaquín Rubio Camín Joaquín Rubio Camín Boceto de escayola de retrato de Jovellanos Fotografía del busto de Jovellanos 1993 Muros, 1994 Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón A instancias de Francisco Carantoña y con el apoyo de los Ayuntamientos de Gijón y Muros, Rubio Camín realizó este busto de Jovellanos atendiendo, más que a la fidelidad a los rasgos, a la representación simbólica de los valores de serena dignidad, sobriedad y nobleza de espíritu del ilustrado gijonés en su madurez. Ubicada en Muros, la escultura tiene el rostro orientado hacia la casa donde se alojó Jovellanos. 337 [1] [2] [1] Fotografía de la casa mortuoria de Jovellanos Puerto de Vega [2] Fotografía del busto en bronce de Zenobio Barrón en Puerto de Vega 1932 Jovellanos falleció en Puerto de Vega, en casa de Antonio Trelles Osorio. Por ello, con motivo del centenario de 1911 se colocó en ella una lápida conmemorativa; y desde 1932 un busto de Jovellanos preside La Atalaya. Este monumento fue promovido por Pachín de Melás, y realizado por Barrón gratuitamente. 338 [3] [3] Joaquín García Cuesta Pachín y Germán Horacio ante el receptáculo 1936 Museo del Pueblo de Asturias El 125 aniversario de la muerte llega en plena guerra civil. Ante el incendio de la iglesia de San Pedro, los restos son trasladados por iniciativa de Pachín de Melás a la Escuela de Estudios Mercantiles, quien propone como enterramiento definitivo la estatua de la plaza del 6 de agosto, o bien su propia casa natal, en cuyo patio propone levantar un obelisco. Tales iniciativas no prosperaron y tras breve depósito en el Instituto Jovellanos y las oportunas reformas en la capilla de los Remedios, fue trasladado a ésta en procesión en 1940. 339 [1] [2] [3] [1] [3] Carta del alcalde Mario de la Torre y García Rendueles al obispo de Oviedo adjuntándole una instancia dirigida al nuncio papal en España solicitando la exclusión de Jovellanos del índice de obras prohibidas Instancia del alcalde Cecilio Oliver Sobera al ministro de Educación Nacional 9 de diciembre de 1943 Archivo Municipal de Gijón 5 de diciembre de 1959 Archivo Municipal de Gijón [2] Carta del obispo de Oviedo 10 de marzo de 1944 Archivo Municipal de Gijón Con motivo del bicentenario del nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón insta a la Iglesia a que saque a Jovellanos del Index, para que participen en los actos «sin escrúpulo de conciencia fervientísimos católicos» y puedan reeditar y leer sus obras. 340 Con motivo del bicentenario del nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón promueve la constitución del Museo Jovellanista, que en 1949 acuerda llevar a cabo el Ministerio de Educación. Diez años después nada se ha hecho, y el Ayuntamiento solicita la reversión de la propiedad de la casa natal de Jovellanos para reactivar el proyecto. [4] [5] [4] [5] Sí, suplemento especial de Arriba Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro Asturiano de Buenos Aires en el bicentenario de su nacimiento, con la adhesión de los Centros Asturianos de La Habana y México. 9 de enero de 1944 Biblioteca General de la Universidad de Castilla La Mancha 7 de diciembre de 1945. Buenos Aires: La Prensa Médica Argentina Colección particular Con motivo del bicentenario del nacimiento, el suplemento del diario Arriba publica un monográfico con colaboraciones tan dispares como la de Casariego, que escribe sobre «Jovellanos, defensor de la fe y de las tradiciones de España», y las de José María de Cossío, «Jovellanos y los toros», Gerardo Diego, «Jovellanos y el paisaje», Joaquín Entrambasaguas, «La más alta empresa de Jovellanos» y Luis Rosales, «La poesía de Jovellanos». También el exilio conmemoró el bicentenario, reivindicándole como ejemplo de «ciudadanía» y hombre de «ideales de fraternidad». Desde la otra orilla, Francisco Ayala, Clemente Cimorra y Claudio Sánchez Albornoz recuperarán al sociólogo, al asturianista, al historiador; el último concluirá: «Otra vez los bárbaros odios hispanos han puesto en peligro de frustración y de naufragio esa aurora que alumbraba a España». 341 [1] [1] Joaquín Alonso Bonet Grandeza y desventura de Don Gaspar Melchor de Jovellanos 1944, Madrid: Afrodisio Aguado Biblioteca de la Universidad de Oviedo El bicentenario del nacimiento reactivó los estudios sobre Jovellanos, aunque pesa entonces la tendencia a la hagiografía ejemplarizante. Jesús Evaristo Casariego es autor de la biografía Jovellanos o el equilibrio, de quijotesco subtítulo: Ideas, desventuras y virtudes del inmortal hidalgo de Gijón (pág. 283); Joaquín A. Bonet de las Grandezas y desventuras del prócer. 342 [2] [2] Joaquín Alonso Bonet Manuscrito de Jovellanos, poema dramático 1939 Colección particular El epílogo se firma el 16 de septiembre de 1939, y la obra está dedicada: «A todos los españoles que glorificaron el nombre de la España eterna». Bonet hace decir a Jovellanos: «Ni propiedad colectiva, / ni democracias: empeños / en que su locura estriba, / y que no son sino sueños. / En fin, noble amigo mío, / si algún día esa quimera / levantase la bandera / tricolor en desafío, / como es brutal y es impío / el signo que la acompaña, / que nadie dude que vos, / cuando defendéis a España / lo hacéis en nombre de Dios». [3] [4] Programa de mano de la obra Jovellanos, poema dramático 1952 Colección particular [3] [4] La obra fue estrenada con «selecto público» y presencia de «dignísimas autoridades», según nota de El Comercio, en Gijón, Palma de Mallorca y La Habana, donde el Centro Asturiano hace un llamamiento a sus asociados para que «esa función tenga un lleno completo, por orgullo regional y nacional». En la imagen inferior, un momento de la representación. 343 [1] Acta de la Comisión Nacional de Censura Cinematográfica sobre la película titulada Jovellanos de la productora Marta Films 26 de abril de 1944 Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares [2] [3] Jesús Evaristo Casariego Sinopsis para el documental Jovellanos Agosto de 1943 Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares [1] [4] [5] Justo de la Cueva (dirección) / J. E. Casariego (guión) / Manuel Santander (música) / Marta Films (producción) Jovellanos o el equilibrio. [Documental] 1944 Filmoteca Española. Madrid Finalidad y referentes del documental conmemorativo del nacimiento quedan explicitados por J. E. Casariego en la sinopsis del expediente de censura: «exaltar tal figura como valor católico y españolísimo y defensor de la unidad y de la tradición de España, como ya han hecho en el orden literario Menéndez Pelayo, Nocedal y otros». A la derecha, dos fotogramas del documental. [2] [4] 344 [3] [5] [6] Evaristo Valle Autorretrato como Jovellanos 1924 Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Valle se retrató enmascarado en personajes históricos o literarios a los que admiraba: Jovellanos, Colón, Bernard Shaw, el Quijote, don Juan Tenorio... En este autorretrato como Jovellanos, su tributo, al tiempo respetuoso e irónico, se apoya sólo en el remedo del peinado dieciochesco. [6] 345 [1] Nicanor Piñole Retrato de Jovellanos 1954 Colección Ateneo Jovellanos [2] Nicanor Piñole Retrato de Jovellanos. Boceto 1954 Colección particular Apenas fundada, esta institución cultural impulsada por Torcuato Fernández Miranda encargó a Piñole el retrato del ilustrado de quien tomaba el nombre. Como se aprecia en el boceto, Piñole siguió de cerca el Jovellanos del arenal de Goya: los aditamentos del boceto, sombrero y bastón, son sustituidos en la versión definitiva por un significativo libro que intelectualiza al retratado. [1] [2] 346 [3] Pelayo Ortega Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos 1987 Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Este dibujo al carbón forma parte de una serie de 12 retratos de escritores asturianos encargados por el Principado de Asturias para decorar la Biblioteca Ramón Pérez de Ayala. Como el resto de la serie, combina una aproximación ortodoxa al personaje con rasgos muy reconocibles del estilo de Ortega en su época más figurativa. [4] Jaime Herrero Jovellanos. El Curioso contemplador 2010 Colección Grupo DC Una sucesión de estampas sobre la naturaleza redactadas por el curioso contemplador en su diario nutren esta litografía de Jaime Herrero cuyo final recuerda que aquellas luces no pudieron durar, pues acechaban las fauces y la sangre. [3] [4] 347 [1] Sello de la emisión 1933-1935 titulado Personajes. Serie compuesta por 7 valores 1935 Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid [2] Matasellos realizado con motivo de la exposición conmemorativa del 150 aniversario del nacimiento de Jovellanos [1] 1961 Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid [3] [3] Sello de la emisión del 26 de febrero de 1965 titulado Personajes españoles. Serie compuesta por 4 valores 1965 Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid [2] [4] Gallego y Rey Sello de la emisión del 27 de septiembre de 2002 titulado Correspondencia epistolar escolar. Historia de España. 2002 Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid [4] 348 [5] Boceto para sello Emisión de 26 de febrero de 1965 Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa de la Moneda. Madrid [6] Décimo de Lotería Nacional Sorteo de 19 de marzo de 1988. II Centenario de Carlos III Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa de la Moneda [5] El sello fue también una fórmula reiterada de homenaje, desde la emisión del primero durante la II República. El 26 de febrero de 1965 se emitió un sello de 1,5 pesetas, en el contexto de la serie Personajes españoles constituida por Juan Donoso Cortés, Alfonso X El Sabio y Santo Domingo de Guzmán [6] 349 [1] Carmen Gómez Ojea Pentecostés 1989. Oviedo, Caja de Ahorros de Asturias Cajastur La actitud de la narradora ante su ilustre convidado es novedosa y heterodoxa, pues cuestiona la imagen canónica de Jovellanos, encarnada eficazmente en la codificada por los manuales de bachillerato. Aún sorprende recordar la polémica que desencadenaron en Asturias las opiniones vertidas por unos entes de ficción. [2] [1] [2] Jon Juaristi «Sátira primera (A Rufo)», Los paisajes domésticos 1992. Sevilla: Renacimiento Biblioteca de la Universidad de Oviedo Una sátira muy jovellanista en lo que de homenaje tiene a la sátira a Arnesto y a la VII de Juvenal: «Pues bien, ya que deseas que te cuente de mí y mi circunstancia, has de saber que un punto de Alcalá me la birló, en Jodellanos gran especialista». [3] 350 [4] [3] Luis García Montero «El insomnio de Jovellanos. Castillo de Bellver, 1 de abril de 1808», Habitaciones separadas 1994. Madrid: Visor Biblioteca de la Universidad de Oviedo Uno de los libros más aplaudidos de la poesía española del fin de siglo, Habitaciones separadas, acoge este monólogo, firmado en Bellver en 1808, donde García Montero reivindica la «voluntad moral» del ilustrado encarcelado. [4] Ismael González Arias En busca de Xovellanos [5] 2006. Oviedo: Trabe IFES XVIII. Oviedo La peripecia se sitúa en la España de las guerras napoleónicas y parte de la historia del «bello niño de Alcmena la bella» por el que Meléndez Valdés felicitara a Jovino en 1782. [5] Antonio Fraguas, Forges El País, 4 de diciembre de 2009 Las reformas que los esforzados ilustrados intentaron implantar aún son asuntos del siglo XXI. Como señalaba Tzvetan Todorov: «La Ilustración forma parte del pasado —ya hemos tenido un siglo ilustrado—, pero no puede pasar, porque lo que ha acabado designando ya no es una doctrina históricamente situada, sino una actitud ante el mundo». 351 Relacion de obras y documentos expuestos Pág. 22 Árbol genealógico y blasón de la casa de Jovellanos Hacia 1780. Pintura, papel y tinta. 59,5 x 77,5 cm Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Depositado en el Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 24 Joaquín Inza García Retrato de Josefa de Jovellanos y Jove Ramírez Anterior a 1774. Óleo sobre lienzo, 104 x 83,5 cm Colección Agustinas Recoletas. Gijón Pág. 25 Ángel Pérez Díaz Retrato de Francisco de Paula de Jovellanos y Ramírez Hacia 1794-1798. Óleo sobre lienzo, 103,5 x 80 cm Colección particular Pág. 26 Bartolomé Maura Montaner Retrato de Juan Agustín Ceán Bermúdez 1875. Estampa aguafuerte, 176 x 121 cm Grabado por Maura según el original de Goya Biblioteca Nacional de España Pág. 27 Francisco de Goya Retrato de Jovellanos, con el Arenal de San Lorenzo al fondo 1780-1783. Óleo sobre lienzo, 185 x 110 cm Museo Nacional Colegio de San Gregorio. Valladolid Depositado en Museo de Bellas Artes de Asturias Pág. 28 Francisco Bayeu (copia de A. R. Mengs) Pedro Rodríguez de Campomanes, conde de Campomanes 1777. Óleo sobre lienzo, 129 x 96 cm Real Academia de la Historia. Madrid Pág. 31 Antonio Carnicero Retrato de Manuel Godoy y Álvarez de Faria, Príncipe de la Paz Hacia 1795-1796. Óleo sobre lienzo, 200 x 140 cm Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid Pág. 32 Anónimo Retrato de Francisco Bernaldo de Quirós, VI marqués de Camposagrado Copias de comienzos del s. XX. Óleo sobre lienzo, 68,5 x 58 cm Colección particular 352 Pág. 32 Anónimo Retrato de Jacoba de Valdés Inclán, esposa de Francisco Bernaldo de Quirós, VI marqués de Camposagrado Copias de comienzos del s. XX. Óleo sobre lienzo, 68,5 x 58 cm Colección particular Pág. 35 Francisco de Goya Retrato de Francisco de Cabarrús 1788. Óleo sobre lienzo, 210 x 127 cm Colección Banco de España Pág. 35 Ángel Pérez Díaz Retrato de José Antonio Sampil y Labiades Hacia 1798-1801. Óleo sobre lienzo, 82 x 58 cm Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo Pág. 37 Francisco de Goya Retrato de Juan Meléndez Valdés 1797. Óleo sobre lienzo, 73 x 57 cm Colección Banesto. Madrid Pág. 38 José María Galván Retrato de Leandro Fernández de Moratín Hacia 1868. Aguafuerte; papel completo 45 x 31,5 cm Calcografía Nacional. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid Pág. 43 Andrés de la Calleja Retrato de doña María Francisca de Sales Portocarrero, condesa del Montijo 1767. Óleo sobre lienzo, 169 x 132 cm Colección Duquesa de Alba. Madrid Pág. 45 Mariano Salvador Maella Retrato de Antonio de Valdés Fernández de Bazán 1794. Óleo sobre lienzo, 140 x 83 cm Colección particular Pág. 45 Anónimo Retrato de Francisco de Saavedra y Sangronís Óleo sobre lienzo, 57 x 42 cm Museo del Prado En depósito en la Academia de la Historia Pág. 48 Anónimo Retrato de Juan Antonio Armada y Guerra, VI marqués de Santa Cruz de Rivadulla Comienzos del s. XIX. Óleo sobre lienzo, 47 x 40,3 x 2 cm Colección particular Pág. 50 Partida de defunción. Conservada en el Archivo de la Iglesia de Santa Marina 1811. Libro manuscrito. Arzobispado de Asturias. Depositado en la Iglesia de Santa Marina - Puerto de Vega (Navia) Pág. 51 Antonio Porta Compás del bergantín Volante Hacia 1800, Ferrol. Instrumentación: madera, bronce y cristal, 13 x 23 x 23 cm Museo Marítimo de Asturias. Luanco Pág. 52 Francisco de Goya Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos 1798. Óleo sobre lienzo, 205 x 133 cm Museo Nacional del Prado Pág. 55 Cristóbal Ramos Tello Retrato del magistrado Gaspar Melchor de Jovellanos 1770. Cerámica policromada, 48,5 cm Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid En depósito en el Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 56 Ana María Teresa Mengs Guazzi Retrato de Jovellanos «con manguito» Hacia 1778-1780. Pastel sobre papel pegado a lienzo, 64,2 x 48,4 cm Colección particular Pág. 57 Manto de la Orden de Alcántara 1780. Lana tejida a tafetán, 235 x 347 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 62 Proclama de la Junta General del Principado 1808, Oviedo: Imprenta de José Díaz Pedregal Incluido en tomo misceláneo, 31 x 21 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 63 Constitución de la monarquía española, promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812 1812, Cádiz: Imprenta Real. Libro, 14,5 x 10 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 64 Anónimo Libro de plazas que incluye la Real Cédula de nombramiento de Jovellanos como Alcalde del Crimen en la Audiencia de Sevilla 1757-1788. Libro manuscrito, 30,5 x 20,5 cm Archivo Histórico Nacional Pág. 65 Rostros del conde de Aranda y Jovellanos metidos cada uno en una orla y arriba la diosa de la Sabiduría Siglo XIX. Papel. Lámina impresa, 29,6 x 21,7 cm Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional. Toledo Pág. 66 Genealogía de Gaspar Melchor de Jovellanos y Ramírez de Jove Carreño perteneciente a las pruebas para la concesión del título de caballero de la Orden de Alcántara 1780. Libro manuscrito, 31,5 x 22,7 cm Archivo Histórico Nacional Pág. 67 Carta de Gaspar de Jovellanos al Príncipe de la Paz renunciando a su nombramiento como embajador en Rusia. Contiene su autógrafo 18 de octubre de 1797. Manuscrito, castellano, 29,7 x 20,5 cm Archivo Histórico Nacional Pág. 68 Francisco de Goya «Aquellos polvos». Grabado nº 23 de la serie Caprichos 1799, Madrid. Aguafuerte, aguatinta, punta seca y buril, 21 x 15 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 69 Francisco de Goya «No hubo remedio». Grabado nº 24 de la serie Caprichos 1799, Madrid. Aguafuerte, aguatinta, punta seca y buril, 48 x 34,5 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 70 Libro de Actas de la Junta General del Principado de Asturias 1808. Libro manuscrito, carta, 29 x 20 cm Archivo Histórico de Asturias Pág. 72 Carta del Presidente y vocales de la Junta Superior de Asturias al Presidente y Vocales de la Junta de Galicia en la que comunican la designación de Gaspar de Jovellanos y del marqués de Camposagrado como vocales de la Junta Central Suprema 3 de septiembre de 1808, Oviedo. Manuscrito, 29,7 x 20,5 cm Archivo Histórico Nacional Pág. 76 Guisasola / Doiztúa Armeros vascos de la primera fábrica de armas de Asturias 1795. Fundición metal, 43 cm Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo Pág. 76 Bandera del regimiento de infantería de Castropol Hacia 1808. Tejido. 144 x 140 cm Ayuntamiento de Castropol Pág. 77 Tercerola española de caballería 1801. Madera, acero y bronce, 101 x 16 cm Museo del Ejército. Toledo Pág. 77 Sable para oficial del Coronel Azpiroz 1807. Hoja de acero. Empuñadura de bronce y asta, 87 cm Museo del Ejército. Toledo Pág. 77 Carabina española de artillería montada 1789. Madera, acero y bronce, 118,6 x 13 cm Museo del Ejército. Toledo Pág. 78 Réplica de uniforme de soldado de las Guardias Valonas (ejército español) durante la guerra de independencia, realizada para la película Sangre de Mayo de José Luis Garci (2008) Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid Pág. 78 Réplica de uniforme de soldado de los Granaderos Holandeses (Ejército francés) durante la guerra de independencia, realizada para la película Sangre de Mayo de José Luis Garci (2008) Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid Pág. 79 Réplica de uniforme de soldado de los Húsares del Ejército británico durante la guerra de independencia, realizada para la película Sangre de Mayo de José Luis Garci (2008) Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid Pág. 80 José María Queipo de Llano Historia del levantamiento, guerra y revolución de España 1839, Madrid: Imprenta del Diario. Libro, 15 x 22 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 84 Don Gaspar de Jovellanos a sus compatriotas. Memoria en que se rebaten las calumnias divulgadas contra los individuos de la Junta Central y se da razón de la conducta y opiniones del autor desde que recobró su libertad, con notas y apéndices 1811, La Coruña: Oficina de D. Francisco Cándido Pérez Prieto. Libro, 20,5 x 15 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 84 Agustín Argüelles Examen histórico de la reforma constitucional que hicieron las cortes generales y extraordinarias desde que se instalaron en la isla de León, el día 24 de septiembre de 1810, hasta que cerraron en Cádiz sus sesiones en 14 del propio mes de 1813 1835, Londres: Imprenta de Carlos Wood e Hijo. Libro, 14,5 x 22,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 85 José Casado de Alisal El juramento de las Cortes de Cádiz en 1810. Boceto 1863. Óleo sobre lienzo, 58 x 65,5 cm Colección del Congreso de los Diputados Pág. 86 Gaspar Melchor de Jovellanos El Delincuente honrado: comedia en cinco actos y en prosa, fielmente corregida, adicionada y enmendada en esta impresión 1863, Imprenta de la Viuda e hijos de J. Cuesta. Libro, 19,5 x 12 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 86 Francisco Pomares / Bartolomeo Pinelli Li Regni di Spagna e di Portogallo 1816. Papel / Grabado. Color, 142 x 240 cm Museo Naval de Madrid Pág. 87 Gaspar Melchor de Jovellanos Informe que se leyó en la Academia de la Historia a principios del año 1791 sobre teatros y espectáculos por Melchor Gaspar de Jovellanos, individuo de ella 1791-1797. Papel manuscrito, 21 x 15,5 cm Centre de documentació i museo de les arts escèniques de l’Institut del Teatre. Barcelona 353 Pág. 88 Maqueta del puerto y villa de Gijón a finales del siglo XVIII 2003. Maqueta, 3,67 x 1,82 m Autoridad Portuaria de Gijón Pág. 93 Thomas O’Daly Nuevo proyecto del Puerto de Gijón. Mapa de la Rada y Barra de Gixon 28 agosto 1754. Manuscrito, papel con aguadas en colores, 56,5 x 86 cm Museo Naval de Madrid Págs. 98 y 99 Mariano Ramón Sánchez Vista de San Lorenzo y Campo Valdés de Gijón 1793. Óleo sobre lienzo, 43,2 x 87 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 100 Mariano Ramón Sánchez Dársena de Gijón Siglo XVIII. Óleo sobre lienzo, 55 x 111 cm Patrimonio Nacional Pág. 103 Andrés de la Cuesta Plano del Puerto de Gijón 1776. Manuscrito, papel con aguadas en colores, 50 x 72 cm Museo Naval. Madrid Pág. 105 Diorama del puerto de Gijón 2005. Diorama, 1,50 m x 1,20 m Autoridad Portuaria de Gijón Pág. 107 José de Castellar Plano de Gijón y proyecto de fortificación 1835. Manuscrito color, 57,5 x 80 cm Ministerio de Defensa. Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos del Centro Geográfico del Ejército Pág. 109 Luis Paret (dibujo) y Blas Ametller (grabado) Escudo y empresa del Real Instituto Asturiano de Gijón 1794. Estampa buril, 102 x 114 mm Biblioteca Nacional de España Pág. 109 Gaspar Melchor de Jovellanos Noticia del Real Instituto Asturiano 1795, Oviedo: Francisco Díaz Pedregal. Libro, 22 x 14,5 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo 354 Pág. 110 Gaspar Melchor de Jovellanos Representación al Ayuntamiento sobre las ideas que propone para aumentar la población, la industria y el comercio de la villa (Plan de mejoras de Jovellanos) 4 de octubre de 1782. Libro de actas del Ayuntamiento de Gijón (1782-1785), 32 x 20 cm. Archivo Municipal de Gijón Pág. 112 Francisco de Goya Grabado del ex libris de Jovellanos con el escudo de armas Hacia 1780. Estampa sobre papel verjurado, aguafuerte; plancha: 60 x 45 mm Biblioteca Nacional de España Pág. 115 Bargueño Bargueño y taquillón Siglo XVIII. Mobiliario, 57 x 101 x 3 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 116 Anónimo Escribanía de Jovellanos Colección particular Pág. 119 Carta a Carlos González de Posada, canónigo de Tarragona 10 de diciembre de 1794, Gijón. Manuscrito, 25 x 19 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 120 Índice de los libros y manuscritos que posee don Gaspar de Jovellanos y Ramírez, del Consejo de S. M. y su Alcalde de Casa y Corte. 1778. Manuscrito, 32 x 20 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 121 Gazette Nationale ou Le Moniteur Universel 5 de mayo de 1789, nº 1. París: Agasse. Prensa, 46 x 30 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 123 «Memoria sobre la admisión de las señoras en la Sociedad Económica Matritense», Memorial literario VII 1786, Madrid. Prensa, 14 x 9,5 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 124 Miguel Jacinto Meléndez El entierro del conde Orgaz. Boceto preparatorio 1734. Óleo sobre lienzo, 46,5 x 77,6 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 126 Gaspar Melchor de Jovellanos Carta a Petra Guerra y García de Briones 13 de enero de 1811. Manuscrito. 18,3 x 12 cm Colección particular Pág. 127 Gaspar Melchor de Jovellanos Carta a Pedro Manuel de Valdés Llanos 1 de noviembre de 1811, Gijón. Manuscrito, 23 x 17 cm Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Pág. 128 Mercurio histórico político, que contiene el estado preferente de la Europa, lo sucedido en todas las cortes… 1757, Madrid: Imprenta de Antonio Marín. Prensa, 13 x 9,5 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 128 Manuel José Quintana Variedades de ciencias, literatura y artes 1803, Madrid: Oficina de Benito García y Compañía. Prensa, 16,5 x 11 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 129 Gaspar Melchor de Jovellanos «Sátira a Arnesto», El Censor 6 de abril de 1786. Madrid. Prensa, 8 x 13,7 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 129 Gaspar Melchor de Jovellanos «Sátira cuarta. Contra las corridas de toros», Diario de Madrid 19 de septiembre de 1797. Prensa, 20 x 14 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 130 Gaspar Melchor de Jovellanos «Relación del primer certamen público del Real Instituto Asturiano», Gazeta de Madrid 5 de septiembre de 1797. Prensa, 20 x 15 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 131 David Hume Essays and treatises on several subjects containing essays, moral, political, and literary 1772, Londres: Cadell. Libro, 21 x 11,5 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 131 David Hume The history of England from the invasion of Julius Caesar to the revolution in 1688 1778, Londres: Cadell. Libro, 13 x 21 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 132 Petri Peralta Relectiones praecellentis 1563, Salmanticae: excudebat Ioannes Maria a Terranoua. Libro, 29 x 20 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 132 Alonso López Pinciano Philosophia Antigua Poetica 1596, Madrid: Thomas Iunti. Libro, 21 x 14 cm Biblioteca particular Pág. 133 Marco Tulio Cicerón Epístolas o cartas de Marco Tulio Cicerón, vulgarmente llamadas familiares; traducidas por Pedro Simón Abril 1797, Valencia: Hermanos de Orga. Libro, 17 x 10,7 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 134 Curtio Rufo Historia Alexandri Magni 1741, Vallis-oleti: ex Officina Ildephonsi à Riego. Libro, 15,8 x 11,2 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 134 Santa Teresa Cartas de Santa Teresa de Jesús, con notas del Sr. D. Juan de Palafox y Mendoza, recogidas por orden del P. Fr. Diego de la Presentación, de los Carmelitas Descalzos 1752, Madrid: Imprenta del Mercurio, por Ioseph de Orga. Libro, 25 x 18 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 135 Clemente XIV Cartas importantes del Papa Clemente XIV (Ganganeli) traducidas del francés en castellano por D. Francisco Mariano Nipho 1777, Madrid: Miguel Escribano. Libro, 15,1 x 10,1 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 136 Dollond Microscopio compuesto Hacia 1780, Gran Bretaña. Latón y vidrio, 29 x 13 cm Museo Nacional de Ciencias Naturales. CSIC. Madrid Pág. 136 Soleil, constructeur d’instruments d’optique. Rue de l’Odeon, nº 35 Caja de caoba con instrumentos del microscopio de Dollond Hacia 1780, Gran Bretaña. Caja de caoba, 22 x 15 x 6,5 cm Museo Nacional de Ciencias Naturales. CSIC. Madrid Pág. 136 Simons Teodolito Siglo XVIII, Londres. Latón, 30 x 6 x 31 cm Patrimonio Histórico Universidad Complutense de Madrid Museo de Astronomía y Geodesia Pág. 137 Nairne & Blunt Telescopio Gregory Hacia 1820, Londres. Latón, 85 x 10 x 40 cm Patrimonio Histórico Universidad Complutense de Madrid Museo de Astronomía y Geodesia Pág. 138 Anónimo Jícara Siglo XVIII. Cerámica, ajuar de mesa, 7,2 cm / 7,8 cm (diámetro) Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Pág. 138 Alfar de El Rayo (Siero) Fuente de cerámica 1880-1930. Alfarería, cerámica, 9 x 29, 3 cm Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Pág. 138 Baraja Española Baraja de 35 cartas, 9 x 5,6 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 139 Fábrica de Alcora Mancerina Hacia 1750-1799. Cerámica, ajuar de mesa Mancerina: 5,8 cm / 19 cm (diámetro). Pocillo: 7 cm (diámetro) Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Pág. 139 Silla estilo Reina Ana S. XVIII. Madera pintada y tela, 115 x 52 x 53 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 140 Anónimo Caja de rapé Hacia 1776-1825. Porcelana, objetos de uso personal, 8,3 cm x 6,3 cm Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Pág. 140 Fábrica de Alcora Caja de rapé Hacia 1787-1858. Cerámica, objetos de uso personal, 2,5 x 5,5 cm Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Pág. 141 Juan Antonio Iza de Zamácola Colección de las mejores coplas de seguidillas, tiranas y polos que se han compuesto para cantar a la guitarra: con un discurso sobre las causas de la corrupción y abatimiento de la música española 1802, Madrid: Oficina de Eusebio Álvarez. Libro, 14 x 8 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 142 Anónimo Traje de finales del s. XVIII: casaca, calzón y chupa Hacia 1785-1790. Tejido Museo del Traje, CIPE. Madrid Pág. 142 Media de Fernando VII Tejido, 73 x 25 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 143 Anónimo Reloj de bolsillo Siglo XVIII. Diamante, esmalte y oro, 5,5 cm (diámetro) Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid Pág. 143 Luis Paret y Alcázar Modelo para tarjeta de visita 1797. Aguada / tinta china sobre papel. 7,3 x 10,1 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 144 Miguel Jacinto Meléndez San Agustín conjurando la plaga de la langosta. Boceto preparatorio 1734. Óleo sobre lienzo, 46,4 x 78 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 144 Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia La Magdalena penitente 1670. Óleo sobre lienzo, 111 x 211 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 145 Francisco Tomás y Rotger La Virgen con el Niño dormido Hacia 1805-1807. Óleo sobre lienzo, 55,5 x 39,5 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 146 Andrea Vaccaro La Virgen con el Niño y San Juanito Hacia 1650. Óleo sobre lienzo, 1 m de diámetro. Colección particular 355 Pág. 147 Anónimo Santa Bárbara Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 141 x 111 cm Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega Pág. 158 José Manuel Martínez Legazpi Mazo de Besullo 2011. Maqueta, madera de arce, 36 x 80 x 76 cm Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Pág. 148 Anónimo Inmaculada coronada Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 140 x 95 cm Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega Pág. 162 Secretaría de Marina. Departamento Marítimo del Ferrol Plano nº 46 del Río Nalón y nº 35 del horno de carbonización de La Riera, Riaño (Reales Minas de Langreo y Empresas del Nalón) Hacia 1794. Dibujo, acuarela, caligrafía a mano, 63,5 x 95,5 cm Biblioteca Naval del Ferrol Pág. 149 Anónimo Busto del conde de Aranda 1770. Porcelana de Alcora, 45 x 28 x 22 cm Colección particular Pág. 149 Anónimo Busto relicario de Santa Catalina Siglo XVI. Escultura, 51 x 34 x 16 cm Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega Pág. 150 Gaspar Melchor de Jovellanos Discurso económico sobre los medios de promover la felicidad de Asturias, dirigido a su Real Sociedad de Amigos del País 22 de abril de 1781. Manuscrito, 22 x 15,5 cm Biblioteca Capitular de Sevilla Pág. 152 Gaspar Melchor de Jovellanos Informe de la Sociedad Económica de esta Corte al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de ley agraria... 1795, Madrid: Imprenta de Sancha. Libro, 25,5 x 18 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 153 José Manuel Martínez Legazpi Molino harinero 2009. Maqueta, madera de arce, piedra, metal, 47 x 52,5 x 54 cm Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Pág. 155 Alfar de Faro (Oviedo) Puchero de cerámica Hacia 1900-1925. Alfarería, cerámica, 33 x 23 x 11,5 cm Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Pág. 156 Marcos de Vierna Informe sobre el plano que ha levantado de un camino de Oviedo a León 8 de diciembre de 1770. Folio manuscrito, 30 x 21 cm Archivo General de Simancas 356 Pág. 164 José Manuel Martínez Legazpi Llagar de pesa 2001. Maqueta, madera de arce, 48 x 90 x 44 cm Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Pág. 171 Gaspar Melchor de Jovellanos Borrador del Informe de Ley Agraria 1795. Manuscrito de José Acebedo Villarroel, con correcciones autógrafas de Jovellanos, 34 x 49 cm Archivo Municipal de Gijón Pág. 175 Gonzalo de Buergo Plano que demuestra la figura que hace el Puerto de San Esteban de Pravia, su río y el de Narcea con todas sus vueltas hasta la unión del río que llaman de Arganza con el expresado Narcea 31 de agosto de 1765, Avilés. Tinta sobre papel entelado, 94 x 38 cm Archivo General de Simancas Pág. 176 Secretaría de Marina. Departamento Marítimo del Ferrol Plano nº 191 y nº 14 del puerto de San Esteban de Pravia Hacia 1794. Dibujo, acuarela, caligrafía a mano, 63,5 x 95,5 cm Biblioteca Naval de Ferrol Pág. 181 Anónimo, antiguamente atribuido a Goya Retrato de Don Gaspar Melchor de Jovellanos Hacia 1797. Óleo sobre lienzo, 132 x 105 cm Fundación Lázaro Galdiano Pág. 182 Memorial: Causas de la decadencia de los labradores de Asturias y medios de restablecerla, sin perjuicio de los propietarios. Presentado a la Real Sociedad Económica de los Amigos del País de la ciudad de Oviedo Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito encuadernado, 46 págs., 16 x 11 cm Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 184 Ordenanzas aprobadas por S. M. para el régimen y gobierno del Hospicio y Hospital Real de Huérfanos, Expósitos y Desamparados 1752. Libro, 21 x 15 cm Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 189 Francisco Reiter Elcel Retrato de Agustín González Pisador, obispo de Oviedo 1781. Óleo sobre lienzo, 96 x 79 cm Museo de la Iglesia. Oviedo Pág. 191 Memorial: La memoria que se desea sobre los medios de restablecer a los labradores de su decadencia. Presentado a la Real Sociedad Económica de los Amigos del País de la ciudad de Oviedo Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito encuadernado, 12 págs., 32 x 22 cm Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 193 Memorial: Discurso sobre las causas y decadencia de nuestros labradores y su contenido. Presentado a la Real Sociedad Económica de los Amigos del País de la ciudad de Oviedo Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito, cosido a modo de carpetilla, 4 págs., 32 x 22 cm Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 197 Memorial: Memoria política económica sobre los medios de restablecer la decadencia de los labradores. Presentado a la Real Sociedad Económica de los Amigos del País de la ciudad de Oviedo Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito, 8 págs., 32 x 22 cm Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 207 Real Provisión sobre arrendamientos perpetuos 22 de octubre de 1785, Oviedo: Imprenta de Francisco Díaz Pedregal. Libro, 31 x 21 cm Archivo Histórico de Asturias Pág. 212 Gaspar Melchor de Jovellanos Carta a la Junta General sobre la carretera de Castilla 31 de agosto de 1796, Oviedo. Libro manuscrito, carta, 30 x 20 cm Archivo Histórico de Asturias Pág. 217 El Corresponsal del Censor 1786-1788, Madrid. Libro, 14 x 8,5 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 219 Vicente Arbiol Rodríguez Francisco Martínez Marina 1844. Óleo sobre lienzo, 103,5 x 83 cm Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 220 La Gaceta de los niños 1798-1800. Libro, 15,5 x 10,5 cm Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 221 Rita Caveda y Solares Cartas selectas de una señora a su sobrina suya, traducida de una obra inglesa, impresa en Filadelfia y traducidas al español 1800, Madrid: Oficina de García y Compañía. Libro, 15 x 10 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 230 Antonio Ponz Autorretrato 1701-1800. Óleo sobre lienzo, 43 x 36 cm Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid Pág. 231 Gregorio Menéndez Valdés Historia de la antigua ciudad de Gixa Mss. 22.5 x 16 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 232 Gaspar Melchor de Jovellanos Carta al marqués de Camposagrado, sobre el blasón del Principado Gijón, 1794. Manuscrito, 30 x 21 cm Junta General del Principado de Asturias, por comodato de D. Juan Antonio Pérez Simón Pág. 225 Apuntamientos sobre Gijón. Destinados al Diccionario geográfico-histórico de Asturias 1804. Manuscrito, 21,5 x 15,15 cm Colección particular. Depósito Museo Casa Natal de Jovellanos, Gijón Pág. 233 Tercera carta de Jovellanos a don Antonio Ponz (Camino de León a Asturias) Manuscrito, 20,8 x 30 cm Fundación Alvargonzález. Gijón Pág. 226 Instrucción para la formación de un Diccionario geográfico de Asturias 1791. Manuscrito, 30 x 21,5 cm Real Academia de la Historia. Madrid Pág. 234 José Caveda y Nava (ed.) Colección de poesías en dialecto asturiano 1839, Oviedo: Imprenta de D. Benito González y Compañía. Libro, 15 x 20 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 227 Gaspar Melchor de Jovellanos Cédulas para el Diccionario: apostal, banzado, chousa. Hacia 1800-1801. Manuscrito, 23 x 17 cm Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Pág. 234 Eugenio Antonio del Riego Núñez Los pastores de Narcea en Asturias: églogas 1784, Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha. Libro, 20 x 13 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 228 Alonso Bernardo Rivero Larrea Historia fabulosa del distinguido caballero Don Pelayo Infanzón de la Vega, Quixote de la Cantabria, I 1792-1793, Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra. Libro, 11 x 16 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 228 Alonso Carrió de La Vandera El Lazarillo de ciegos caminantes desde BuenosAyres, hasta Lima; con sus itinerarios según la más puntual observación, con algunas noticias útiles a los nuevos comerciantes que tratan en mulas y otras historias, sacado de las memorias que… 1773, Gijón [i. e. Lima]: Imprenta de la Rovada. Libro, 15 x 8,5 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 235 Ignacio Merás Queipo de Llano Obras Poéticas 1797, Madrid: Benito Cano. Libro, 18 x 12 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 235 Colección de Asturias, D. Gaspar Melchor de Jovellanos 1947, Madrid: Gráficas Reunidas. Libro, 22 x 25 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 235 Gaspar Melchor de Jovellanos Munuza: tragedia en cinco actos 1793-1794. Barcelona: Oficina de Juan Francisco Piferrer [s.a.]. Libro, 21 x 14 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 236 Gaspar Melchor de Jovellanos Discurso pronunciado en la Sociedad de Amigos del País de Asturias sobre la necesidad de cultivar en el Principado el estudio de las ciencias naturales 6 de mayo de 1782, Oviedo. Libro, 31,5 x 21 cm Archivo Histórico Diocesano de Oviedo Pág. 239 Vicente Arbiol y Rodríguez Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, V Conde de Toreno y alférez mayor perpetuo del Principado de Asturias 1848. Óleo sobre lienzo, 104,5 x 83 Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo Pág. 241 Francisco Cónsul Jove y Tineo Memoria sobre el conocimiento de las tierras: verdadero y económico método de cultivarlas, adaptado al clima y circunstancias de Galicia y Asturias; presentada a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la Ciudad de Santiago en Junta pública que celebró el 4 de noviembre de 1784 1786, Santiago: Imprenta Ignacio Aguayo. Libro, 19 x 13 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala Pág. 243 Gaspar Casal y Julián Historia natural y médica de el Principado de Asturias 1762, Madrid: Oficina de Manuel Martín. Libro, 15,5 x 20,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 244 Agustín de Pedrayes y Foyo Solución del problema propuesto el año de 1797 1805, Madrid: Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficencia. Libro, 24 x 17 cm Biblioteca Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 246 Joaquín José Queipo de Llano Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 por su promotor y socio de mérito… 1785, Madrid: Joachin Ibarra. Libro, 16,5 x 22 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 247 Selección de minerales de Asturias citados por Jovellanos o por sus contemporáneos Museo de Geología. Universidad de Oviedo 1. Nódulo de ámbar. Localidad: El Caleyo, Oviedo. Dimensiones 8,7 x 7 x 5,8 cm. Peso 138 g 2. Estibnita (sulfuro de antimonio). Localidad: Ronzón, Lena. Dimensiones 9,6 x 8,9 x 5,5 cm. Peso 580 g 3. Amianto (piedra queimona). Localidad: Allande. Dimensiones 25,5 x 18,3 x 6,4 cm. Peso 2.650 g 357 4. Magnetita (piedra imán). Localidad: Minas de Porcía. Tapia de Casariego. Dimensiones 11,8 x 14,9 x 10,2 cm. Peso 3.330 g 5. Carbón. Localidad: Lena. Dimensiones 23,4 x 22,4 x 12,9 cm. Peso 4.100 g 6. Azabache. Localidad: Oles, Villaviciosa. Dimensiones 13,8 x 3,4 x 4,2 cm. Peso 104 g Pág. 248 Plan de estudios de la Universidad de Oviedo 1777, Oviedo: Imprenta de Francisco Díaz Pedregal. Libro, 21 x 29,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 250 Copia de la carta a Antonio Carreño y Cañedo, del 27 de diciembre de 1792, unida a la carta que Jovellanos envía a Antonio Valdés y Bazán. El 19 de enero de 1793 1792-1793. Folio manuscrito, 30 x 21 cm Ministerio de Defensa. Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán. Viso del Marqués (Ciudad Real) Pág. 257 Gaspar Melchor de Jovellanos Discurso pronunciado en su recepción a la Real Academia de la Historia, sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra Historia y Antigüedades 4 de febrero de 1780, Madrid. Manuscrito, 30 x 20,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 265 Casa asturiana Maqueta, 55 x 45 x 30 cm Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo Pág. 266 Pisón de rabil Maqueta, 30 x 35 x 35 cm Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo Pág. 267 Hórreo Maqueta, 45 x 45 x 40 cm Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Somiedo Pág. 268 Sechorio Hacia 1900-1925. Madera y hierro forjado, 425 x 140 x 18 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 269 Grada o rastro de madera con 11 dientes Madera, 47 x 87,5 x 43,5 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón 358 Pág. 270 Fesoría o zarcillo Hacia 1900-1925. Hierro forjado, madera, 89 x 28 x 11 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 272 Hoz de mano Madera, hierro forjado, 36 x 10 x 4 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 273 Mesoria Madera, 57 x 2 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 273 Mesoria Hacia 1940. Madera tallada, 71 x 2 x 2 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 273 Mayal o manal Madera, cuero, 110 x 3 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 274 Macona o goxa para las espigas de escanda Cestería, 55 x 63,5 x 82 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 274 Cesta vendimiega Cestería, 41 x 30 x 76 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 275 Canada Madera de castaño tallada, 23,5 x 19 x 13 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 275 Canada Madera torneada, 28 x 27,5 x 4 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 276 Cacho para beber vino Madera torneada, 8,5 x 21,5 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 276 Pala de forno Madera, 214 x 30,5 x 4 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 276 Alfar de Miranda de Avilés Cántara Hacia 1890-1900. Alfarería, cerámica, 33 x 33 x 21 cm Museo del Pueblo de Asturias. Gijón Pág. 278 Juan Agustín Ceán Bermúdez Memorias para la vida del Excmo. Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos y noticias analíticas de sus obras 1814 [1820]. Madrid: Fuentenebro. Libro, 395 págs., 18 x 12 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 281 Isidoro de Antillón y Marzo Noticias históricas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos 1812, Palma de Mallorca: Imprenta de Miguel Domingo. Libro, 13 x 19,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 281 Gaspar Melchor de Jovellanos / Julio Somoza Diario de Jovellanos con anotaciones de Somoza 1915. Libro con anotaciones manuscritas, 26 x 18 cm Colección particular Pág. 283 Jesús Evaristo Casariego Jovellanos o el equilibrio. Ideas, desventuras y virtudes del inmortal hidalgo de Gijón 1943, Madrid: Talleres Penitenciarios. Libro, 20,5 x 15 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 290 Hipólito Ruiz López y José A. Pavón Jiménez Jovellana punctata y Jovellana scapiflora. Lámina XVIII del tomo I de la Flora peruviana et chilensis 1798, Madrid: Imprenta de Sancha. Grabado calcográfico, 43 x 31 cm Real Jardín Botánico. Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Madrid Pág. 292 Noticia de los públicos regocijos con que la Universidad Literaria de Oviedo celebró la feliz elevación de su hijo D. Gaspar Melchor de Jovellanos a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia 1798, Oviedo: Impresor de la Universidad de Oviedo. Libro, 20 x 13 cm Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Pág. 293 Juan García Jovellanos Oda que con motivo de haber SMC nombrado embajador a la corte de Rusia al Excmo. Señor don Gaspar Melchor de Jovellanos, y luego, su Ministro de Estado del Despacho universal de Gracia y Justicia publica en su obsequio… 1798, Oviedo: F. Díaz Pedregal. Folleto, 12 págs., 20 x 15 cm Archivo Jesuitas. Alcalá de Henares. Madrid Pág. 294 Manuel José Quintana Al Excmo. Sr. D. Gaspar de Jovellanos, en ocasión de habérsele encargado el Ministerio de Gracia y Justicia 1797. Manuscrito, 22,5 x 15 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 305 Leopoldo Alas Clarín Oda a Jovellanos 20 de mayo de 1875. Cuaderno ilustrado. Libro, 16 x 11 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 297 José María Blanco White Carta a M. Flórez de Méndez ante la noticia de la muerte de Jovellanos 25 de diciembre de 1811, Londres. Manuscrito, 23 x 19 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 306 Leopoldo Alas, Clarín «La Epifanía», Madrid Cómico: periódico festivo ilustrado, nº 570 20 de enero de 1894, Madrid. Prensa, 33 x 23 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 297 José María Blanco White «Fallecimiento del Sr. Jovellanos», El español, nº 21, tomo IV. 30 de diciembre de 1811, Londres. Prensa, 21 x 12 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 298 Decreto CXXVII de 24 de enero de 1812 1812. Libro, 30,5 x 41 cm Archivo del Congreso de los Diputados Pág. 299 Proposición del conde de Toreno para que se declare a Jovellanos benemérito de la patria 1812. Libro manuscrito, 22 x 28 cm Archivo del Congreso de los Diputados Pág. 300 Españoles ilustres cuyos restos han de ser trasladados al Panteón Nacional en el solemne día de su inauguración 13 de junio de 1869, Madrid: D. Carlos Frontaura. Libro, 15,7 x 11,2 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 301 Francisco Martínez (grabador) / Manuel Bobes (estampación) Medalla conmemorativa del centenario de la fundación del Real Instituto Asturiano 1897. Cobre, 6 cm de diámetro Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 302 José Rodríguez Carracido Jovellanos. Ensayo histórico-dramático 1893, Madrid: Imprenta de Fortanet. Libro, 18 x 13 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 303 José Martínez Ruiz, Azorín La voluntad 1902, Barcelona: Henrich y Cía. Libro, 19 x 14 cm Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón Pág. 307 Benito Pérez Galdós La corte de Carlos IV 1929 [1873], Madrid: Hernando. Libro, 18 x 12 cm Colección particular Pág. 309 Javier del Río La luz de Jovellanos Reproducción sobre impresión digital Pág. 314 Acuerdo del día 24 de octubre para felicitar a Gaspar de Jovellanos por su nombramiento como embajador de España ante el Imperio Ruso y carta de agradecimiento del homenajeado 1797. Folio manuscrito, 30 x 11 cm Archivo Histórico Municipal de Carreño Pág. 314 Felicitación del Ayuntamiento de Avilés Libro de actas municipal 1797. Libro manuscrito, 32 x 22 cm Archivo Municipal de Avilés Pág. 316 Descripción de las fiestas con que el Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá ha solemnizado el ascenso de su colegial, Gaspar Melchor de Jovellanos, al Consejo de Estado y Secretaría en los días 5, 6 y 7 de enero de este año 1798. Alcalá: Oficina de la Real Universidad. Libro, 24 x 18 cm Biblioteca Histórica. Universidad Complutense de Madrid Pág. 316 Relación de las fiestas que hizo la Villa de Cangas de Tineo, por el ascenso del Excelentísimo Señor D. Gaspar Melchor de Jove-Llanos al Ministerio del Despacho Universal de Gracia y Justicia, y Oración gratulatoria que en ellas se dijo 1798, Oviedo. Libro, 20 x 14 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 317 Relación de las demostraciones de júbilo y alegría con que el comercio de la villa de Gijón ha celebrado los ascensos del Excm. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos a la embajada de la corte de Rusia y Ministro de Estado del Despacho Universal de Gracia… 1798. Oviedo: Imprenta Pedregal. Libro, 13 x 19,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 317 Memoria de las públicas demostraciones de júbilo en la promoción del Excelentísimo Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos, a la Embajada de Rusia y Ministerio de Gracia y Justicia. Por la Real Sociedad Económica de los Amigos del País de Asturias 1798, Oviedo: Imprenta de Pedregal. Libro, 20 x 13,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 318 Ramón González Villarmil La sirena de Torres. Canción 1798, Salamanca: Francisco de Toxar. Volumen facticio con 20 piezas, 21 x 16 cm Universidad de Salamanca Pág. 319 Manuel de Santurio García Sala Al Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos en celebridad de sus días, y en ocasión de haber sido promovido al Ministerio Universal de Gracia y Justicia 1798. Manuscrito, 19,2 x 23,2 cm Biblioteca Nacional de España Pág. 320 Gaspar Melchor de Jovellanos Informe dado a la Real Academia de la Historia sobre juegos, espectáculos y diversiones públicas 1812, Cádiz: Imprenta Patriótica. Libro, 19,5 x 13,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 320 Gaspar Melchor de Jovellanos Memoria sobre las diversiones públicas 1812, Madrid: Imprenta de Sancha. Libro, 19,5 x 12,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 321 Noticia de la función fúnebre con que se solemnizaron el 20 de abril de 1842 en la villa de Gijón las exequias del Excmo. Sr. D. … con motivo de la traslación de sus huesos desde el cementerio a un nuevo monumento colocado en una pared interior de la iglesia… 1842, Madrid, Imprenta y Fundición de Eusebio Aguado. Libro, 21 x 15 cm Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón 359 Pág. 322 Ignacio Suárez Llanos Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos 1864. Óleo sobre lienzo, 240 x 151 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 323 Mauricio Tamargo Busto de Jovellanos h. 1860, Fundido en bronce del original en barro, 38,7 x 23 x 18,3 cm Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo Pág. 324 Ataúlfo Friera «Jovellanos», El Comercio 9 de enero de 1882. Prensa, 40 x 30 cm Diario El Comercio. Gijón Pág. 326 Acta de 8 de marzo de 1873 1873. Libro de actas del Ayuntamiento de Gijón. Libro manuscrito, 34 x 49 cm Archivo Municipal de Gijón Pág. 327 Discursos, memoria y breve reseña de la velada literario-musical celebrada en honor de don Gaspar Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con motivo de la erección de su estatua 1891. Gijón: Imprenta y litografía de Torre y compañía. Libro, 21 x 15 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 327 Discursos, memoria y breve reseña de la velada literario-musical celebrada en honor de don Gaspar Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con motivo de la erección de su estatua 1891. Gijón: Imprenta y litografía de Torre y compañía. Libro, 21 x 15 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 328 Leopoldo Alas Clarín La Regenta 1884-1885, Barcelona: Daniel Cortezo. Libro, 14,5 x 20,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 328 Juan Martínez Abades Retrato de Leopoldo Alas, Clarín Finales del siglo XIX. Óleo sobre lienzo, 63,5 x 53 cm Universidad de Oviedo Pág. 329 Leopoldo Alas Clarín «Palique. Preparativos del centenario», Madrid Cómico: periódico festivo ilustrado, nº 478. 16 de abril de 1892, Madrid. Prensa, 35 x 25 cm Biblioteca Nacional de España 360 Pág. 330 Fábrica de Loza La Asturiana Cerámica conmemorativa del centenario del fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos 1911. Loza pintada, 39,5 cm de diámetro Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 330 Vasos conmemorativos del centenario del fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos 1911. Cristal, 15 x 5 cm Colección Casa Valdés-Ocampo Pág. 331 Modesto Montoto Procesión cívica de Jovellanos 6 de agosto de 1911. Negativos en placa de cristal, 10 x 15 cm Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón Pág. 332 Jovellanos en la Real Academia de la Historia Núm. extraordinario del Boletín de la Real Academia de la Historia Noviembre de 1911. Libro, 24,5 x 16,5 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 332 El Ateneo de Gijón en el primer Centenario de Jovellanos. Conferencias y lecturas 1911, Gijón: La Industria. Libro, 125 págs. Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 333 Centenario de Jovellanos. Gijón 1911 1911, Madrid: imprenta de José Blass y Cía. Libro, 24,5 x 17,1 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 334 Acta de constitución de la logia Jovellanos de Luarca 23 de agosto de 1891. Folio manuscrito, 315 x 220 mm Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca Pág. 334 Certificado de masón de Rafael Fernández Calzada 26 de abril de 1874. Folio manuscrito, 290 x 220 mm Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca Pág. 335 Carta de la Logia Jovellanos de Gijón al Gran Consejo del Grande Oriente Español dando cuenta del acto de instalación de la Logia y solicitando el envío de certificados para alguno de sus miembros 12 de agosto de 1912. Hoja mecanografiada y con anotaciones manuscritas, 272 x 225 mm Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca Pág. 335 Acta de reunión 5 de julio de 1912. Folio manuscrito, 315 x 215 mm Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca Pág. 337 Joaquín Rubio Camín Boceto de escayola de retrato de Jovellanos 1993. Boceto de escayola, 54,5 x 35,5 x 35,5 cm Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón Pág. 340 Instancia del alcalde Cecilio Oliver Sobera al ministro de Educación Nacional 5 de diciembre de 1959. Folio mecanografiado, 31 x 22 cm Archivo Municipal de Gijón Pág. 340 Carta del alcalde Mario de la Torre y García Rendueles al obispo de Oviedo adjuntándole una instancia dirigida al nuncio papal en España solicitando la exclusión de Jovellanos del índice de obras prohibidas 9 de diciembre de 1943. Papel mecanografiado, 22 x 16 cm Archivo Municipal de Gijón Pág. 340 Carta del obispo de Oviedo 10 de marzo de 1944. Papel mecanografiado, 22 x 16 cm Archivo Municipal de Gijón Pág. 341 Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro Asturiano de Buenos Aires en el bicentenario de su nacimiento, con la adhesión de los Centros Asturianos de La Habana y México. 7 de diciembre de 1945. Buenos Aires: La Prensa Médica Argentina. Libro, 703 págs., 23 x 16 cm Colección particular Pág. 342 Joaquín Alonso Bonet Grandeza y desventura de Don Gaspar Melchor de Jovellanos 1944, Madrid: Afrodisio Aguado. Libro, 11,5 x 17,5 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 342 Joaquín Alonso Bonet Jovellanos, poema dramático 1939. Manuscrito, 21,4 x 16 cm Colección particular Pág. 343 Programa de mano de la obra Jovellanos, poema dramático 1952. Folleto impreso, 24 x 16 cm Colección particular Pág. 344 Acta de la Comisión Nacional de Censura Cinematográfica sobre la película titulada Jovellanos de la productora Marta Films 26 de abril de 1944. Papel impreso y mecanografiado, 21,7 x 31,3 cm Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares Pág. 344 Jesús Evaristo Casariego Sinopsis para el documental Jovellanos Agosto de 1943. Papel impreso y mecanografiado, 21,6 x 15,8 cm Ministerio de Cultura. Archivo General de la Administración. Alcalá de Henares Pág. 344 Justo de la Cueva (dirección) / J. E. Casariego (guión) Manuel Santander (música) / Marta Films (producción) Jovellanos o el equilibrio. [Documental] 1944. Copia extraída del celuloide original de 16 milímetros. 15’, B/N Filmoteca Española. Madrid Pág. 345 Evaristo Valle Autorretrato como Jovellanos 1924. Lápiz y acuarela sobre papel, 33 x 27 cm Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón Pág. 346 Nicanor Piñole Retrato de Jovellanos 1954. Óleo sobre lienzo, 190 x 147 cm Colección Ateneo Jovellanos Pág. 346 Nicanor Piñole Retrato de Jovellanos. Boceto 1954. Acuarela sobre papel, 34 x 22 cm Colección particular Pág. 347 Pelayo Ortega Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos 1987. Carboncillo sobre papel, 115 x 88 cm Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo Pág. 347 Jaime Herrero Jovellanos. El Curioso contemplador 2010. Litografía (2 tintas) / serigrafía (1 tinta), 20 x 78 cm Colección Grupo DC Pág. 348 Sello de la emisión 1933-1935 titulado Personajes. Serie compuesta por 7 valores 1935. Calcografía, 2,5 x 2,1 cm Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid Pág. 348 Matasellos realizado con motivo de la exposición conmemorativa del 150 aniversario del nacimiento de Jovellanos 1961. Impronta sobre papel, 3 x 11,5 cm Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid Pág. 348 Sello de la emisión del 26 de febrero de 1965 titulado Personajes españoles. Serie compuesta por 4 valores 1965. Calcografía, 4,1 x 2,5 cm Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid Pág. 348 Gallego y Rey Sello de la emisión del 27 de septiembre de 2002 titulado Correspondencia epistolar escolar. Historia de España. 2002. Impronta sobre papel, 3,4 x 5 cm Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y Telegráfico. Madrid Pág. 349 Boceto para sello Emisión de 26 de febrero de 1965. Aguatinta sobre cartulina; mancha: 10,8 x 18,9 cm Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa de la Moneda. Madrid Pág. 349 Décimo de Lotería Nacional Sorteo de 19 de marzo de 1988. II centenario de Carlos III. Papel impreso, 11,2 x 6,7 cm Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa de la Moneda Pág. 350 Carmen Gómez Ojea Pentecostés 1989, Oviedo: Caja de Ahorros de Asturias. Libro, 19,3 x 12,3 cm Cajastur Pág. 350 Luis García Montero «El insomnio de Jovellanos. Castillo de Bellver, 1 de abril de 1808», Habitaciones separadas 1994, Madrid: Visor. Audio-Libro, 24 x 17 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 350 Jon Juaristi «Sátira primera (A Rufo)», Los paisajes domésticos 1992, Sevilla: Renacimiento. Libro, 20 x 13 cm Biblioteca de la Universidad de Oviedo Pág. 350 Ismael González Arias En busca de Xovellanos 2006, Oviedo: Trabe. Libro, 15 x 24 cm Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo Pág. 351 Antonio Fraguas, Forges El País, 4 de diciembre de 2009 361