EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA IRRESPONSABILIDAD CIVIL

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EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA IRRESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS
JUECES*
JOHAN S. CAMARGO ACOSTA1
Sumario: I. Introducción.- II. El Principio de Legalidad y el artículo IX del Título
Preliminar del Código Procesal Civil.- III. Presupuestos para la existencia de
Responsabilidad Civil.- IV. El Principio de Razonabilidad.- V. Conclusiones.
I. INTRODUCCIÓN.
El presente trabajo, muy a pesar de la titulación asumida, más que formular una
crítica a los operadores de derecho, pretende lograr un llamado a la reflexión sobre
los fines del derecho y más precisamente del proceso, las limitaciones del principio
de legalidad y las condiciones necesarias para la aplicación del principio de
razonabilidad al interior de un proceso judicial; sea en el supuesto que se apliquen
preceptos normativos de orden procesal o sustantivo, pues debe entenderse que el
derecho tiene como principal razón de ser a la persona humana2, entendida como
un ser libre, al cual no puede restringírsele derechos; tales como el de tutela
jurisdiccional mediante el cual se pretende el logro de un ideal de justicia3
recurriendo a los órganos jurisdiccionales para tales efectos; por la sencilla razón
de que existe un principio denominado de legalidad que obliga a los aplicadores de
la ley a respetarla de modo casi irrestricto aun cuando ésta pudiere ser defectuosa
o deficiente.
Lo antedicho encuentra sustento en el hecho de que existen al interior de nuestro
ordenamiento
jurídico
procesal
y
sustantivo
una
cantidad
más
o
menos
considerable –más de dos cuando menos, lo cual ya resulta preocupante- de textos
*
A Saralyd (mi madre) y a Evelyn Beatriz, en testimonio de mi amor y sincera gratitud
infinita porque las horas dedicadas a estas actividades del intelecto las adeudo a su lado, a
pesar de lo cual no recibí un sólo reproche, sino inmerecido amor -obsequiado sin reservas-,
apoyo y comprensión, por ello, mientras Dios me lo permita, para ellas, esta nueva entrega.
1
Abogado por la Universidad Nacional de San Agustín, Miembro de la Sociedad Peruana de
Ciencias Jurídicas, Director Académico de Editora Jurídica ADRUS; Miembro Fundador y
Presidente de la Asociación Civil ID EST IUS, Director Ejecutivo de la revista jurídica ID EST IUS.
2
Así reza la Carta Constitucional del Estado Peruano cuando en su artículo 1º señala que “La
defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad
y del Estado”
3
“el ordenamiento jurídico ha previsto –sin decirlo expresamente- que hacer justicia, para
ser más precisos, es darle a cada uno lo que se merece” VID. CAMARGO ACOSTA, Johan S. El
Concepto de Justicia a partir del Derecho a la Tutela Jurisdiccional y el Derecho al Juez
Natural, en Temas de Derecho Procesal Peruano, Director: Johan S. Camargo Acosta.
Editorial ADRUS, Arequipa: Julio 2007. p. 111.
2
normativos que en su tenor son defectuosos o deficientes para la generación de
efectos jurídicos razonables –al menos esa es nuestra posición- que no pueden
pasarse por alto pues su aplicación irrestricta y literal generaría una desprotección
al justiciable y en general al ciudadano, en tanto que se verían afectados derechos
de orden Constitucional -como el mencionado en el párrafo precedente- e incluso se
llegaría a afectar a la propia persona mediante la causación de un daño moral y a
su proyecto de vida como consecuencia de la frustración del ideal de justicia y de
los proyectos futuros razonablemente alcanzables, ello, claro está, siempre que el
resultado del proceso fuere según las proyecciones de éste.
Así, claro ejemplo de lo expresado lo constituye el artículo 402° del Código Procesal
Civil que regula los requisitos para la admisión y procedencia del recurso de queja
de derecho, en el cual se establece (nos centraremos básicamente en los requisitos
formales) que se debe adjuntar al escrito que contiene la queja copia de actuados
pertinentes -certificados por el abogado patrocinante- y precisar las fechas de actos
procesales como: notificación de la resolución recurrida, interposición del recurso
denegado y notificación de la resolución denegatoria. Ahora bien, hagámonos la
siguiente pregunta ¿Qué ocurriría si se omite alguno de los requisitos formales
precisados por la ley?; la respuesta se encuentra en el propio texto de la ley4, el
recurso se declara inadmisible. Entonces… si se declara inadmisible, ¿Se debe
subsanar la omisión del requisito formal?, ciertamente debiera ser así; sin
embargo, en este supuesto la ley no prescribe la concesión de un plazo de
subsanación y muy por el contrario prescribe que la omisión de cualquier requisito
–formal o de procedencia- implica el rechazo del recurso; es decir, el recurso de
queja que omita un requisito de forma será declarado inadmisible y en forma
adicional será rechazado. En este estado debemos preguntarnos ¿Hasta que punto
es razonable que un recurso además de ser declarado inadmisible sea rechazado?
Sin lugar a dudas, nos encontramos ante un texto normativo deficiente pues si bien
prescribe que la omisión de un requisito formal implica la inadmisibilidad del
recurso, no regula un plazo para la subsanación de la omisión. En otros términos,
nos encontramos en presencia de un texto normativo incompleto, cuya deficiencia
debe ser superada con el rosario de posibilidades correctivas que se fijan en líneas
siguientes5.
4
5
Artículo 404º del Código Procesal Civil.
Cuando se tratare de normas defectuosas deberá procederse dando el mismo tratamiento.
3
II. EL
PRINCIPIO
DE LEGALIDAD
Y EL ARTÍCULO IX DEL TÍTULO
PRELIMINAR DEL CÓDIGO PROCESAL CIVIL.
Cuando se habla de legalidad, regularmente se viene a nuestra mente la voluntad
de la ley, y ciertamente no deja de tenerse razón pues este principio supone que
todo aquello que se realice, sea que se trate de actos extraprocesales o
intraproceso, deben adecuarse a las permisiones de la ley, pues de no ceñirse a
estas permisiones, se corre el riesgo de que esto que se realiza se convierta en
antijurídico o contrario a la ley y consecuentemente declarado nulo; recordemos
que “La nulidad es la sanción por la cual la ley priva a un acto jurídico de sus
efectos normales cuando en su ejecución no se han guardado las formas prescritas
para la misma”6.
Este principio obliga a quienes administran justicia a aplicar las disposiciones
creadas por el Estado de Derecho para lograr una vida en sociedad que permita una
convivencia armoniosa entre sus ciudadanos, de allí la importancia de este
principio, dado que el irrespeto a este principio desencadenaría una crisis anárquica
en la sociedad.
Esta obligación de aplicar las disposiciones conforme a la regulación preestablecida,
encuentra sustento en el artículo IX del Título Preliminar del Código Procesal Civil
que establece que “Las normas contenidas en este Código son de carácter
imperativo, salvo regulación permisiva en contrario”; es decir, que las normas
establecidas en dicho cuerpo normativo son de obligatorio cumplimiento.
Ahora bien, conviene formular el siguiente cuestionamiento: si las normas
preestablecidas en el Código Procesal Civil son de obligatorio cumplimiento, ¿lo
serán también para el resto del ordenamiento jurídico, pudiendo aplicarse a otras
situaciones no comprendidas al interior de un proceso judicial?... la respuesta es
sumamente sencilla, toda vez que revisada la primera disposición final del Código
Procesal Civil, encontraremos que a la letra refiere que “Las disposiciones de este
Código se aplican supletoriamente a los demás ordenamientos procesales, siempre
que sean compatibles con su naturaleza”, asimismo, el artículo VII del Título
Preliminar del Código Procesal Civil sanciona que “El Juez debe aplicar el Derecho
que corresponda al proceso, aunque no haya sido invocado por las partes o lo haya
sido erróneamente…”; situación por la que se hace aplicable en forma podría
6
ALSINA, Hugo. Las nulidades en el proceso civil, Editorial ARA, Lima: Julio 2006. p. 11.
4
decirse obligatoria, dicho principio a cualquier relación interpersonal de la vida
cotidiana.
En
este
orden
de
ideas,
siempre
que
las
conductas
procesales
de
los
administradores de justicia se adecúe al principio de legalidad, éstos estarán
exentos de toda responsabilidad por cuanto actuaron amparados en Derecho,
máxime si el artículo 418º del Código Penal sanciona a “El Juez o Fiscal que, a
sabiendas, dicta resolución o emite dictamen, contrarios al texto expreso y claro de
la ley…”, es decir, que aquel Juez que inobserve el principio de legalidad es pasible
de ser sancionado penalmente por el propio Estado.
III. PRESUPUESTOS PARA LA EXISTENCIA DE RESPONSABILIDAD CIVIL.
Como
señala
el
destacado
jurista
Lizardo
TABOADA:
“la
disciplina
de
la
responsabilidad civil está referida al aspecto fundamental de indemnizar los daños
ocasionados en la vida de relación a los particulares, bien se trate de daños
producidos como consecuencia del incumplimiento de una obligación voluntaria,
principalmente contractual, o bien se trate de daños que sean el resultado de una
conducta, sin que exista entre los sujetos ningún vínculo de orden obligacional”.7
Los elementos de la responsabilidad civil son cuatro: La antijuricidad, el daño
causado, la relación de causalidad y los factores de atribución.
La antijuricidad supone la violación del contexto normativo dentro del cual se
desarrolla la actividad dañosa, es decir, que ante la existencia de un ordenamiento
jurídico que regule la vida en sociedad de forma determinada, estableciendo reglas
de conducta genéricas y prohibiciones específicas, se actúe en forma contraria a lo
preestablecido por dicho ordenamiento y por las leyes específicas. Se dice que “en
el lado contractual se acepta que la antijuricidad es siempre exclusivamente típica y
no atípica, pues ella resulta del incumplimiento total de una obligación, del
cumplimiento parcial, del cumplimiento defectuoso, o del cumplimiento tardío o
moroso”8, pero “una conducta es antijurídica no sólo cuando contraviene una norma
prohibitiva, sino también cuando la conducta viola el sistema jurídico en su
totalidad, en el sentido de afectar los valores o principios sobre los cuales ha sido
construido el sistema jurídico”.9
7
TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Elementos de la responsabilidad civil. Editorial GRIJLEY, Lima:
Mayo 2003. p. 29.
8
TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Op. Cit. p. 32.
9
IDEM.
5
El daño presupone la afectación de un bien10 jurídicamente tutelado mediante la
realización de una conducta u omisión de aquella, “se entiende por daño la lesión a
todo derecho subjetivo, en el sentido de interés jurídicamente protegido del
individuo en su vida de relación, que en cuanto protegido por el ordenamiento
jurídico, se convierte justamente en derecho subjetivo, esto es un derecho en el
sentido formal y técnico de la expresión”.11
Es
importante
señalar
que
el
daño
es
el
elemento
fundamental
de
la
responsabilidad civil pero no el único, pues en ausencia del daño ya no hay nada
que reparar o indemnizar.
La relación de causalidad está determinada por la influencia de la conducta o
acontecimiento sobre el daño producido, es decir, se presenta cuando una conducta
o acontecimiento contribuye a la producción del daño o lo genera.
Los factores de atribución están constituidos por la determinación subjetiva de
voluntad (intención) de causar el daño; en materia contractual se habla de culpa
(leve, inexcusable o grave y dolo) y en materia extracontractual se habla de culpa y
riesgo creado.
Puede concluirse del desarrollo de este ítem, que los entes administradores de
justicia, en el supuesto que como consecuencia de la aplicación de una norma
defectuosa o deficiente en plena observancia del principio de legalidad, ocasionen
un daño al justiciable12, se encuentran exentos de responsabilidad civil debido a
que sus conductas se encuentran acordes al Derecho, es decir, no son antijurídicas.
IV. EL PRINCIPIO DE RAZONABILIDAD.
El principio de legalidad –como todo en la vida- no es un principio absoluto y tiene
–como todo también- una excepción, la cual por cierto no se aplica –al menos de
forma visible y por ello la razón del presente trabajo- constituida por el denominado
por la doctrina jurídica como principio de razonabilidad.
10
La expresión “bien” debe entenderse como derechos o intereses.
TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Op. Cit. p. 34.
12
No necesariamente material, pues básicamente lo que se generaría es un daño moral en
tanto la frustración del justiciable de ver diluidas sus esperanzas de alcanzar su ideal de
justicia en el órgano que para tal efecto ha creado el Estado de Derecho o la imposibilidad
del proyecto de vida que en determinado momento fue posible hasta que el principio de
legalidad terminó volviéndose en invocación obsesiva del ente administrador de justicia.
11
6
Este principio enseña que las formas –principio de legalidad- si bien determinan un
orden estructural en una sociedad para una convivencia armónica, “tienen al mismo
tiempo el inconveniente de que imponen una demora en la sustanciación de los
procesos, elevando su costo, y cuando son excesivas, los términos se invierten,
porque el derecho material o de fondo, para cuya realización han sido establecidas,
resulta sacrificado a las exigencias de las formas”13. Queda claro entonces que si
bien es imprescindible el respeto a lo expresado por la ley, su cumplimiento
obsesivo y el apego a las regulaciones normativas, cuando estas son defectuosas o
deficientes puede acarrear consecuencias funestas como el descuido de los fines del
Estado Constitucional de Derecho, del Derecho mismo y del proceso, al sacrificar el
derecho material que debieran tutelar.
Por ello el artículo IX del Título Preliminar del Código Procesal Civil en su segundo
párrafo prevé que “Las formalidades previstas en este Código son imperativas. Sin
embargo, el Juez adecuará su exigencia al logro de los fines del proceso”; en razón
de que “El hombre es para la sociedad y el Estado, el centro y sentido de su
accionar”14, y consecuentemente el respeto de sus derechos humanos (entendidos
estos como “prerrogativas inalienables, perpetuas y oponibles erga omnes, que
corresponden a toda persona, por su sola condición de tal, de las que no puede ser
privado por la acción del Estado ni de otros particulares, porque ello implicaría un
desmedro o menoscabo a su dignidad”15) es eje fundamental de su estructura
Víctor GARCÍA define a la dignidad como “la categoría objetiva de un ser humano
que reclama, ante si y ante otros, estima, custodia y realización; de allí que aspire
a la plasmación de sus propósitos y anhelos más íntimos”16; por otro lado Alex
PLÁCIDO refiere que “la dignidad, así, constituye un minimum inalienable que todo
ordenamiento debe respetar, defender y promover”17 y que “exige que las
necesidades humanas sean atendidas con decoro, en orden a la realización
13
ALSINA, Hugo. Op. Cit. p. 16.
GARCÍA TOMA, Víctor. Introducción a las Ciencias Jurídicas. Editorial JURISTA, Lima: Abril
2007. p. 25.
15
PLÁCIDO V. Alex F. Prólogo a Violencia Familiar, Interés de todos de Carolina Ayvar Roldán.
Editorial ADRUS, Arequipa: Octubre 2007, p. 13.
16
GARCÍA TOMA, Víctor. Introducción a las Ciencias Jurídicas. Editorial JURISTA, Lima: Abril
2007. p. 25.
17
PLÁCIDO V. Alex F. Prólogo a Violencia Familiar, Interés de todos de Carolina Ayvar Roldán.
Editorial ADRUS, Arequipa: 2007, p. 13.
14
7
existencial y coexistencial; la cosificación y el desprecio de las calidades insitas del
ser humano son acciones contrarias a la dignidad”.18
Asimismo: “El Tribunal Constitucional ha precisado que: el respeto al contenido
esencial del derecho a la integridad personal, tanto en lo que respecta al ámbito
físico como en lo que atañe al ámbito espiritual y psíquico de la persona, transita
entre aquellos atributos que constituyen la esencia mínima imperturbable en la
esfera subjetiva de individuo, por cuanto, este derecho garantiza la inviolabilidad de
la persona, como expresión directa de la dignidad, al considerarse que el ser
humano es un todo integral física, emocional y espiritualmente”19
Por tales razones el Código Procesal Civil en el artículo I de su Título Preliminar
sanciona que “Toda persona tiene derecho a la tutela jurisdiccional efectiva para el
ejercicio o defensa de sus derechos o intereses, con sujeción a un debido proceso”,
complementando dicho precepto con el artículo III del Título Preliminar del mismo
cuerpo normativo señalando que “El Juez deberá atender a que la finalidad concreta
del proceso es resolver un conflicto de intereses o eliminar una incertidumbre,
ambas con relevancia jurídica, haciendo efectivos los derechos sustanciales, y que
su finalidad abstracta es lograr la paz social en justicia. En caso de vacío o defecto
en las disposiciones de este Código, se deberá recurrir a los principios generales del
derecho procesal y a la doctrina y jurisprudencia correspondientes, en atención a
las circunstancias del caso”, lo cual sin duda, importa efectuar una interpretación
normativa.
En tal sentido, el operador de la administración de justicia jamás podrá negar tutela
jurisdiccional efectiva pretendiendo escudarse en el defecto o en la deficiencia de la
ley, esto es, en la inidoneidad real o aparente, de la norma que regula el supuesto
fáctico que dio lugar al inicio del proceso o en su insuficiencia. Pero claro, el
problema no está en falta de administración de justicia por defecto o deficiencia de
la ley, sino en la irrestricta aplicación del principio de legalidad que limita la posible
actividad interpretativa olvidando los fines para los cuales es creado un proceso.
Enseña Aníbal QUIROGA que “El ciudadano no solo debe tener las garantías
procesales de un juzgamiento adecuado, razonable, legitimo y legal, sino que el
juzgamiento en sí mismo debe ser producto, o mejor dicho, debe contener
18
GARCÍA TOMA, Víctor. Introducción a las Ciencias Jurídicas. Editorial JURISTA, Lima: Abril
2007. p. 29.
19
PLÁCIDO V. Alex F. Prólogo a Violencia Familiar, Interés de todos de Carolina Ayvar Roldán.
Editorial ADRUS, Arequipa: 2007, pp. 13-14.
8
intrínsecamente en todo momento, el denominado Principio de Razonabilidad, sin el
cual no podremos jamás enfrentarnos a un juicio ponderado, justo, equitativo,
legitimo y que tenga como fin una sentencia judicial que efectivamente sea
producto del ejercicio de subsunción que todo juzgador debe realizar.
La razonabilidad en el acto de juzgar a una persona es, por encima de cualquier
otro derecho, tal vez lo que mas debe preocupar hoy en día, puesto que no solo se
requiere contar con procedimientos impecables, intachables, transparentes y
absolutamente
respetuosos
de
las
reglas
procesales
que
existen
en
todo
ordenamiento jurídico, sino que, en el desarrollo de la relación jurídico procesal, la
actividad del juzgador deberá tener presente en todo momento sí efectivamente lo
que se realiza es un acto razonable o no”.20
Sin duda alguna, él tiene razón puesto que el limite al principio de legalidad lo
constituye el principio de razonabilidad, el cual se ve materializado en la valoración
que hará el juzgador entre lo razonablemente justo y lo legalmente injusto,
prefiriendo lo primero de modo tal que todo aquello legalmente injusto pueda ser
constitucionalizado mediante la actividad interpretativa.
Pues si algo es cierto es que “Para resolver cualquier caso concreto es obligatorio
interpretar la normativa aplicable al mismo, pues resulta casi insoslayable que para
aplicar cualquier precepto legal a un caso práctico, se precisa una tarea
encaminada a indagar el sentido y alcance del mismo, porque incluso cuando se
invoca el principio, in claris non fit interpretatio es porque previamente la
interpretación del caso ha conducido al convencimiento de que es clara, sencilla y
sin ambigüedades”.21
Y más aun, el Juzgador como ente administrador de justicia debe –aplicando el
principio de razonabilidad- descartar el posible defecto o deficiencia de que pudiere
adolecer la norma a aplicar, determinando la verdadera intención de lo que ha
querido regular el precepto legal aplicable22 y en caso se demostrase la
irregularidad de éste –por defectuoso o deficiente-, corresponderá al Juez
constitucionalizar la norma mediante la actividad interpretativa, toda vez que “en
20
QUIROGA LEÓN, Aníbal. El debido proceso legal en el Perú y el sistema interamericano de
protección de derechos humanos. Editorial JURISTA, Lima: Julio 2003. p. 25.
21
DE ASÍS ROIG, Rafael. El razonamiento judicial. Editorial ARA, Lima: Enero 2007. p. 113.
22
En el mismo sentido, Roberto ALFARO señala que la literalidad no debe excluir el concepto
de justicia sosteniendo que “El Juez debe también identificar, la sería y mutua intención y
finalidad de las partes en el acto jurídico; y no guiarse únicamente de la literalidad
(redacción) de las palabras en el documento. La literalidad no debe excluir la justicia” en
ALFARO PINILLOS, Roberto. Sepa: Como Negociar, Celebrar y Ejecutar un Contrato. Editorial
ADRUS, Arequipa: Noviembre 2006.
9
un proceso orientado en la tutela de los derechos fundamentales, los requisitos
procesales no se deben transformar en formalismos procesales”23 que limiten la
realizacíon de aquellos y si ello no fuera posible recurrir a efectuar el control difuso
de la norma.
Como lo manifiesta el profesor español Rafael DE ASIS, “La interpretación es una
actividad fundamental en el Derecho, hasta el punto que cabe afirmar que es la
principal tarea del operador jurídico. El papel que desempeña la interpretación en el
Derecho es consecuencia además del carácter de sus enunciados y de la necesidad
de
que
estos
históricas”.
puedan
adaptarse
a
distintas
circunstancias
conceptuales
o
24
Para facilitar la labor interpretativa de los entes encargados de administrar justicia,
existen algunos criterios de interpretación que podrían facilitar su labor, tales
como:
Criterio
Sistemático:
Que
exige
interpretar
enunciados
normativos
en
conformidad con el subsistema en el que éstos hayan sido insertos y, en definitiva,
con el sistema jurídico en general; es decir, que el juzgador deberá verificar que el
sentido que se le dé a la norma aplicable sea compatible con el resto del
ordenamiento jurídico sin generar desequilibrio en el mismo.
Criterio
Consecuencialista:
Que
exige
interpretar
enunciados
normativos
dotándolos de significado en atención a las consecuencias que se presume son las
adecuadas; es decir, que el juzgador deberá interpretar las normas de modo tal
que sean razonablemente justas asegurando la vigencia en principio de los
derechos
fundamentales
de
la
persona
(respeto
a
su
dignidad)
y
como
consecuencia natural, asegurando el logro de los fines del proceso para la
realización del Estado de Derecho.
Criterio de Reducción al Absurdo: Que exige interpretar enunciados normativos
dotándolos de significado afirmando que otra significación produciría consecuencias
absurdas; es decir, que el juzgador deberá demostrarse a si mismo y a su entorno
que la interpretación que otorga a la norma aplicable es la más eficiente debido a
23
ROLLA, Giancarlo. . Juicio de Legitimidad Constitucional en Vía Incidental y Tutela de los
Derechos Fundamentales, en ID EST IUS Año II Nº 2. Editorial ADRUS, Arequipa: Junio 2006.
p. 21.
24
DE ASÍS ROIG, Rafael. El razonamiento judicial. Editorial ARA, Lima: Enero 2007. p. 112.
10
que otra significación a la misma generaría la vulneración a los preceptos
señalados.
Criterio de Analogía: Que exige interpretar enunciados normativos acudiendo a
otro u otros enunciado que se refieren a supuestos semejantes en los que existe
identidad de razón; es decir, que el juzgador deberá buscar al interior del
ordenamiento
jurídico
supuestos
normativos
similares
para
determinar
sus
consecuencias normativas y equipararlas al supuesto normativo legalmente injusto.
Todos estos criterios interpretativos ayudarán a facilitar la labor interpretativa del
juzgador para ver materializada la aplicación del principio de razonabilidad en los
supuestos que el principio de legalidad, asumido de manera obsesiva por los
administradores de justicia, impida el logro de los fines del proceso vulnerando la
dignidad humana y desconociendo el fin supremo de todo Estado de Derecho.
V. CONCLUSIONES.
1. La persona humana, el respeto de sus derechos fundamentales y de su dignidad
como ser humano exige del Estado que ante los requerimientos de aquel, éste
ponga en marcha a sus órganos competentes para brindar tutela jurisdiccional y
así lograr el ideal de justicia en el ciudadano, entendido como aquel valor
supremo consistente en darle a cada quien lo que se merece.
2. Sin embargo, nuestro ordenamiento jurídico, adolece de defectos y deficiencias
en su legislación vigente, que al aplicarla literalmente por la “supuesta” claridad
en el texto normativo, devenga la generación de un daño al ciudadano así como
a su proyecto de vida por ver frustradas sus intenciones de ver materializado su
ideal de justicia.
3. Dicha actitud de los administradores de justicia, lamentablemente, en principio
demuestra carencia de actividad interpretativa y en segundo lugar, si bien
genera un daño al ciudadano, éste no es indemnizable en virtud del principio de
legalidad que obliga a los juzgadores a aplicar los preceptos normativos
conforme al texto claro de la norma, al extremo que el artículo 418º del Código
Penal sanciona a aquellos jueces que resuelvan sus causas de modo contrario al
texto expreso de la ley.
4. Sin duda alguna el principio de legalidad es necesario en todo ordenamiento
jurídico pues de lo contrario no habría un orden social por los procederes
anárquicos que asumiría la sociedad; pero este principio no es ilimitado ni
excluyente de otros principios y no debe ser asumido en forma obsesiva al
11
pretender “administrar justicia” puesto que la existencia de textos normativos
defectuosos o deficientes no permitirá de ninguna manera cumplir con los fines
del proceso, brindar tutela jurisdiccional, realizar el ideal supremo de justicia y
cumplir con los fines de todo Estado de Derecho como es el respeto a la persona
humana y a su dignidad.
5. Por ello, existe al interior de todo ordenamiento jurídico el principio de
razonabilidad –así denominado por la doctrina- que obliga a los administradores
de justicia, si bien a seguir los lineamentos normativos expresos, a previamente
interpretar los textos normativos determinando la idoneidad de éstos para el
caso concreto, es decir, determinar si estos son razonablemente justos o
legalmente injustos, prefiriendo aplicar aquellos que cumplan la primera
condición.
6. En el supuesto que se determinase que un precepto normativo es legalmente
injusto sea por defectuoso o deficiente, el juzgador debe pretender en todo
momento la constitucionalización de los textos normativos recurriendo a la
actividad interpretativa y empleando criterios de interpretación como el:
Sistemático, Consecuencialista, de Reducción al Absurdo y Analogía, los que
permitirán facilitar la actividad de administración de justicia a los ciudadanos
que ven depositadas sus expectativas y sueños en el Estado de Derecho, en la
esperanza de ver realizado el ideal supremo de justicia.
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