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Vulnerabilidad cultural de la población ante
inundaciones
José Avidán Bravo Jácomea, Jorge Humberto Salgado Rabadánb, Teresa Noemí
Parra Alarcónc
a, b
Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, Paseo Cuauhnáhuac 8532, Col.
Progreso, C.P. 62550, Jiutepec, Mor, email: [email protected];
[email protected]
c
Universidad La Salle Cuernavaca, Cuernavaca, Morelos, email:
[email protected]
Resumen
A lo largo de la historia de los asentamientos humanos, los fenómenos
hidrometeorológicos han provocado afectaciones a la población, que varían de
acuerdo a su naturaleza. Estas afectaciones tienen una magnitud de daños
dependiendo de la fuerza e intensidad del fenómeno hidrometeorológico, de la
infraestructura de protección y de las condiciones socioculturales de la población.
En este último punto se involucran el deterioro de los núcleos familiares, la
desinformación, economía, religión, ideologías y educación. El análisis se enfoca
en estas condiciones socioculturales, lo cual, puede facilitar la elaboración de
medidas o acciones encaminadas a incluir a la población en la participación de
reducción de riesgos por fenómenos hidrometeorológicos.
Palabras clave: Riesgo, vulnerabilidad, inundación, economía, educación.
1. Introducción
Los fenómenos hidrometeorológicos, tales como ciclones tropicales o lluvias
severas provocan daños por inundación en centros de población, históricamente
han ocurrido con frecuencia en el territorio Mexicano, impactan en la Península de
Yucatán, Golfo de México, Pacífico o Península de Baja California. Este tipo de
fenómenos traen consigo grandes cantidades de agua precipitable, la cual no tiene
los mismos efectos o daños a la población en todo el territorio mexicano. Los
daños, independientemente de la intensidad del fenómeno hidrometeorológico,
varían debido a condiciones fisiográficas y antropogénicas1. Estas últimas se
refieren al cambio de uso de suelo como la deforestación, la creación de zonas
agrícolas y urbanización; asimismo el insuficiente diseño u operación de la
infraestructura hidráulica, falta de sistemas de alerta temprana, planes integrales
de contingencia, entre otros.
1Procesos resultado de actividades humanas
1
En el ámbito técnico se han utilizado gran variedad de herramientas para tratar de
predecir la ocurrencia de dichos fenómenos. Se han hecho esfuerzos para el
acoplamiento de modelos climatológicos con modelos hidrológicos e hidráulicos,
que nos permiten tener cierto grado de confianza en la representación física del
fenómeno en aras de determinar la magnitud del daño. No obstante, se sabe de la
influencia en los daños que tiene las condiciones políticas, económicas, sociales y
religiosas.
Un problema genérico que se replica en todo territorio nacional es que existe un
gran número de asentamientos irregulares principalmente en las márgenes de los
ríos, las causas que se han identificado de esta práctica es la precaria economía
de la población que incurre en esta actividad, esto da lugar a la generación de
zonas de riesgo, insalubres y poco resilientes debido a la falta de servíos públicos.
A esto se suma la problemática en el ámbito familiar, desnutrición, drogadicción,
violencia etc., como consecuencia se tiene que la población más vulnerable,
habita las zonas de mayor peligro incrementando el riesgo ante inundaciones.
Ante esta problemática social, generar conciencia en la población del riesgo en
que incurren al establecerse en estas zonas es una tarea compleja.
El Programa Asociado de Gestión de Crecidas (APFM) por su sigla en inglés, es
una iniciativa conjunta de la Organización Meteorológica Mundial y la Asociación
Mundial para el Agua (GWP) que considera la participación de instancias
normativas, de los planificadores de desarrollo, en general de todos los que
participan en la formulación de estrategias y políticas relacionadas, como uno de
los temas que adquieren mayor relevancia en donde no debe excluirse la sociedad
directamente afectada y en este sentido se da la motivación de identificar los
componentes de la estructura social en este sector de la población. En el presente
trabajo, se hace un análisis de la ideología y cultura de la población para identificar
los factores socioculturales que impactan en la magnitud de los daños
ocasionados por inundaciones.
2. Factores socioculturales involucrados en la vulnerabilidad de la
población frente a inundaciones
Economía
La ubicación de muchas poblaciones pobres en zonas de riesgo constituye una
realidad asociada a la poca accesibilidad a los servicios: agua potable,
electricidad, transporte, empleo, etc. La exclusión de los pobres del mercado de
predios urbanizados, constituye un factor de ubicación subordinado a los
anteriores. Tanto por el lado de las necesidades y expectativas, como por el lado
del acceso al mercado, la ocupación de las laderas y cauces de los ríos son
2
menos voluntarias que la decisión de una persona de clase media o alta de
ubicarse en terrenos inseguros.
Esta necesidad va acompañada de construcciones que se convierten en
escenarios claves de la vulnerabilidad a los fenómenos repentinos. Su afectación
o destrucción determina significativamente la mortalidad y morbilidad, debido a los
traumatismos que causan y al deterioro de las condiciones de salud (derivado de
las malas condiciones de albergue y de saneamiento básico).
Río Atitla, en el cruce de la calle río Atitla y antiguo camino a Chimalpa, Cuajimalpa, DF., viviendas asentadas en la margen
derecha con riesgo de inundación.
Fuente: Compendio de Identificación de Asentamientos Humanos en Cauces Federales, 2012.
Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México. Conagua.
Las condiciones inseguras derivadas de la mala calidad de las construcciones o su
deterioro están en relación directa con la naturaleza de las amenazas: las casas
de madera son más vulnerables a los incendios, pero menos vulnerables al
movimiento sísmico; las de ladrillo y cemento pueden ser más resistentes frente a
las inundaciones, pero no siempre son adecuadas frente a los sismos; las de
adobe suelen ser las más inseguras frente a las diferentes amenazas, pero son las
más accesibles para la población en condiciones de pobreza.
Por otro lado, la inexistencia o precariedad de los sistemas de saneamiento, la
débil capacidad de respuesta de los sistemas de salud en las localidades rurales y
las zonas más apartadas, la precariedad de la infraestructura productiva y de las
viviendas, el menor acceso a los sistemas de educación e información y la
carencia de recursos para prepararse para afrontar situaciones de emergencia
hacen que las víctimas habituales de los desastres sean los más pobres.
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Un factor más es la condición de acceso territorial que inciden en la vulnerabilidad
de las personas. Las distancias (con relación a las ciudades principales), los
medios de transporte y comunicación y la capacidad de convertirse en un
problema para los centros de poder nacional pueden ser determinantes;
principalmente, ante la insuficiencia de las capacidades locales para atender las
situaciones de emergencia.
Cultura
Una serie de factores como los cambios del entorno ambiental, mala planeación,
restricciones económicas y deficientes programas sociales, son los principales
causantes de los desastres provocados por inundaciones. Toda esa gama de
causas al no ser fácilmente evaluables por la propia población, se ignoran y
recurren a salidas simples de compasión como la gran tradición fatalista de
nuestra cultura, aquella que en forma simplista dice: “pues ya le tocaba” (Ref.1), o
bien para minimizar los propios problemas sociales y la ausencia de la
autoevaluación interna de cada individuo, la población genera sus propias salidas
con la adopción de la ideología del destino, empleando el refrán “Cuando te toca,
ni aunque te quites, y cuando no te toca, ni aunque te pongas”.
Lo anterior lleva a la conclusión que no solo las causas externas al individuo son
causantes de los desastres, la población no es víctima, si no que se convierte en
víctima por sus propias circunstancias, a continuación se muestra los tipos de
capacidad de percepción de los individuos así como una visualización global de lo
que creemos ser.
En las Memorias del Seminario-Taller Internacional sobre Prevención y Atención
de Desastres en la Educación realizado en Lima, Perú en 2003 (Ref. 2) se trataron
temas relacionados con las capacidades de percibir, lo cual está estrechamente
relacionado con la percepción que tiene la población de los fenómenos naturales,
sus amenazas y el riesgo que representan. Las capacidades las resumen en tres
tipos, registral, germinal y de lo trascendente.
La capacidad registral es la capacidad por la cual captamos el mundo en torno
nuestro, con todos sus objetos y hechos físicos, biológicos y mentales; personales,
sociales e históricos. Todos, desde el nacimiento, estamos prestos a notar cómo
es la realidad; pues, ello es importante para nuestra existencia y para movernos
en el mundo. Es la capacidad que nos permite conocer la realidad, con un
conocimiento que se llama vulgar o corriente. Pero, el hombre sabe profundizar
esta capacidad y escudriña la realidad con el fin de descubrir sus leyes o
principios y llega, de esta manera, al conocimiento científico.
La capacidad germinal se dirige a los valores no veritacionales: el bien, la belleza,
la justicia, la persona humana, la utilidad. Estos valores siempre han existido y, por
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eso, son objetivos; pero, la interpretación que los hombres hacen de ellos ha
variado de pueblo a pueblo, de época a época.
La capacidad de lo trascendente rebasa toda la realidad que es y todo lo que no
es, queda más allá, es una realidad sobrenatural, es la dirección a un ser
supremo, fundamento de cuánto es y no es. No todos los hombres desarrollan
esta capacidad (o ilusión) y así hay quienes llegan a ese ser y hay quienes no
llegan.
Ahora bien, la mezcla de los tres tipos de capacidades de percepción, y de
acuerdo con la perspectiva sociocognitiva de Janoff-Bulman, derivan cuatro
aspectos de la visión global que posee cada individuo: ilusión de control del
mundo, creencia en que el mundo es justo (cada cual obtiene lo que se merece),
creencia en que los sucesos se reparten por azar y creencia en que los demás y el
mundo en general es bueno. Las personas “normales” tienden a tener una imagen
positiva de sí, de su pasado y de su futuro, tienden a recordar más hechos
positivos que negativos. Creen que sus opiniones y emociones son compartidas
por la mayoría o por un número grande de personas (fenómeno del falso
consenso). Creen que a nivel de capacidades y habilidades están entre los más
capaces (fenómeno de ilusión y de falsa unicidad). Además, se sienten
relativamente invulnerables y tienden a predecir que su futuro es positivo (Ref. 3).
Desconocimiento
Una causante más de las “desgracias” de cada individuo ante desastres como las
inundaciones es el desconocimiento o desinformación, principalmente resultado
del desinterés por un lado, y por el otro la incapacidad de los responsables de
transmitir la información en forma adecuada y oportuna, producto de su propio
desconocimiento, negligencia o falta de medios adecuados.
De acuerdo a las Memorias del Seminario-Taller Internacional sobre Prevención y
Atención de Desastres en la Educación plantean que la desinformación constituye
otra condición de inseguridad, pues limita la capacidad de respuesta frente a los
desastres. Las personas que carecen de información sobre los riesgos o sobre la
manera de reducirlos están más expuestas.
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Registro de huracanes en México de 1970 a 2010
Fuente: Sistema Nacional de Información del Agua, 2012. Conagua.
Razonablemente lo anterior es un hecho, pero el verdadero cuestionamiento debe
hacerse en torno a ¿Cómo hacer conciencia en la población sobre los riesgos de
desastre? ¿Cómo debo transmitir la información? ¿Qué se entiende por riesgo?
La percepción del riesgo varía de una zona a otra, dependiendo de su exposición
a la amenaza, experiencias pasadas y situación socioeconómica, entre otras. En
la mayoría de las comunidades y en específico de cada familia, predomina el
desconocimiento de cuál es el grado de vulnerabilidad en el que se desenvuelven
diariamente y cómo disminuirlo (Ref. 4).
Educación
Tomando en cuenta la cita de “Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que
debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse”,
ilustra que tanto el olvido, el desconocimiento y la cultura afectan la respuesta de
las personas ante las catástrofes por fenómenos meteorológicos. La manera que
podemos tener para minimizar el efecto de las tres primeras es educar a la
población para darles bases sólidas para reaccionar de manera adecuada ante
este tipo de fenómenos. Incluso dentro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio:
Una Mirada desde América Latina y el Caribe, se indica que dentro de los temas
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emergentes y factores que dificultan la universalización de la educación primaria
se tiene a los desastres naturales y conflictos sociales.
“La educación es esencial para inculcar la cultura de prevención y desarrollar en
los niños desde la más temprana edad las capacidades técnicas, gerenciales y de
liderazgo necesarias para formarlos como tomadores de decisiones en este tema.
Por eso, es fundamental que el tema de la prevención de desastres tome un papel
importante tanto dentro del currículo escolar, las actividades extracurriculares y en
la construcción y mantenimiento de las escuelas” (Ref. 5).
La educación puede cumplir tres funciones: (a) responder a las necesidades
psicosociales humanitarias de los niños afectados, (b) ayudar a reproducir los
conocimientos educativos básicos para la sobrevivencia, y (c) contribuir al futuro
desarrollo de las capacidades y recursos.
Como bien se señala en una reciente publicación en Nicaragua: “en la prevención
o reducción del riesgo es muy importante no sólo la educación ambiental y la
participación comunitaria a través de brigadas ecológicas con niños, niñas y
adolescentes en la escuela y la comunidad, sino también asegurar que éstos
cuenten con información adecuada sobre las amenazas y la situación de
vulnerabilidad a que están expuestos, que les permita participar de manera
consciente de acuerdo a sus edades y nivel de desarrollo.” (Ref. 6).
Save the Children ha desarrollado el marco de aprendizaje para los niños
afectados por los desastres, que considera las tres áreas principales de
educación: destrezas de supervivencia, destrezas individuales y de desarrollo
social, y destrezas de aprendizaje. Se trata de enseñar a ‘vivir donde ellos viven’
para poder participar en su comunidad; ‘ser’ para desarrollar resistencia,
capacidad y sentido de pertenencia y ‘aprender’ para continuar desarrollando las
destrezas básicas.
El niño debe estar en condiciones de formarse un juicio sobre los riesgos de
desastres y la forma de prevenirlos (Convención de los Derechos del Niño, artículo
12: “El Estado garantizará al niño que esté en condiciones de formarse un juicio
propio y el derecho de expresar su opinión sobre los asuntos que le afectan,
teniendo en cuenta su edad y madurez”).
Deterioro de los núcleos familiares
Una causa más es el deterioro del núcleo familiar lo que lleva a la falta de
prevención, desinterés o desconocimiento del riesgo a sufrir daños por
inundaciones, en específico, el número de niños y sus edades, la ausencia de uno
de los padres o la presencia de personas con capacidades diferentes pueden
hacer más vulnerable a cada miembro de la familia y a la familia en su conjunto.
7
Su composición, condicionada por factores culturales y económicos, constituye un
aspecto clave de la vulnerabilidad.
Asimismo, la posición y condiciones de la mujer en la sociedad: mayor pobreza,
menor oportunidad de acceso a la educación, la excesiva carga de trabajo, no
poder acceder a la tecnología moderna, la ubicación social y económica respecto
a los hombres y su posición respecto a la esfera de lo privado y lo público
(pasando por los espacios comunitarios) constituyen factores que contribuyen a su
vulnerabilidad y a la de las familias.
Creencias
La religión juega un papel muy importante, ya se mencionó que es una variable
relevante a tomar en cuenta para determinar el método de inserción de la
información en la población.
En México principalmente se practica la religión católica, que a su vez se ha
diversificado en otras religiones o doctrinas similares al catolicismo. Ante un
desastre la fe toma gran peso en la toma de decisiones, por ejemplo en la fase de
pre impacto, el cual inicia cuando los medios alertan a la comunidad marcando
expectativas individuales y colectivas generando niveles de estrés y de ansiedad
presentándose confusión, indecisión y sensación de impotencia ante la posibilidad
real de un desastre. Las personas pueden negar el riesgo, presentan una actitud
fatalista, creencia de que el suceso no le traerá consecuencias a él o a su familia.
En el aspecto colectivo las reacciones interpersonales aparecen conductas que
fluctúan entre la hostilidad y el más estrecho acercamiento para planificar medidas
de apoyo. A veces aumenta el fervor religioso como elemento de seguridad.
Como caso complementario, en las advertencias más recientes de la erupción del
Popocatépetl, México, en abril 2012 (país que se moderniza rápidamente), sólo la
mitad de la población de los alrededores del volcán aceptó evacuar; un habitante
local exclamaba: "Hace dos días, cuando el volcán quería lanzar fuego, las
campanas de la iglesia comenzaron a sonar, llamando a la gente a orar, y así fue
como conseguimos calmar al volcán” (Ref. 7). En las prácticas de reducción del
riesgo, la religión se percibe como mal comportamiento, por ejemplo: la oración o
procesiones pone a más personas en riesgo. Esto debido a que en muchas
enseñanzas de las religiones se inculca la idea de que los desastres naturales
juegan un papel importante como un acto de un ser divino, una forma de castigo, a
veces una consecuencia del pecado para los no creyentes. Los ejemplos más
conocidos de esta idea se encuentran dentro de los textos sagrados del
cristianismo, el islam, el judaísmo y el hinduismo.
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3. Conclusiones
Las características sociales identificadas que impactan en la reducción del riesgo,
son la falta de información, deterioro de los núcleos familiares, religión, economía,
cultura y educación. La educación es la característica principal ya que es esencial
para inculcar la cultura de prevención y desarrollar en los niños las capacidades
necesarias para formarlos como tomadores de decisiones en este tema. Por eso,
es fundamental que el tema de la prevención de desastres tome un papel
importante dentro del currículo escolar.
Las características y niveles de unión de las familias y comunidades pueden
contribuir a la reducción de la vulnerabilidad, en la medida que se sustenten en
sentimientos y valores grupales y colectivos que puedan traducirse en actitudes y
acciones solidarias para afrontar los riesgos y situaciones de emergencia. El
sentido de pertenencia, la responsabilidad, la participación, la confianza mutua
constituyen elementos determinantes. La capacidad de la comunidad para lograr
que sus problemas trasciendan hacia los niveles de decisión, resulta clave; pero,
sólo es viable a partir del reconocimiento de sus derechos.
Desde el punto de visto cultural y político la población percibe al gobierno como su
benefactor, esta visión ha sido reforzada mediante el clientelismo político y porque
algunos organismos conciben la ayuda como la única forma de atender las
emergencias, olvidándose de que la población tiene capacidad para actuar, que es
necesario potenciar esa capacidad apoyándose en la organización de la población
y en las instituciones locales. También, los medios de comunicación han
contribuido a ello al presentar la imagen de impotencia del damnificado y no
difundir el comportamiento solidario y la participación organizada que existe
durante la mayoría de los desastres. Sería interesante que la ayuda fuera vista
como un complemento a la respuesta de la propia comunidad afectada, como una
obligación y no como un favor de las autoridades (Ref. 2).
Es conveniente, psicológicamente hablando, fomentar en la población la
capacidad germinal no inmediata, es decir la diferida, y que no es otra cosa más
que la prevención. Por ella, se internalizan los valores éticos de solidaridad, de
apoyo mutuo, de respeto a las personas, sean adultos, ancianos, niños, que
pueden ser víctimas de desastres de la naturaleza o generados por los propios
seres humanos. Y también interviene el valor de la utilidad en cuanto se prevén los
efectos económicos y se hace lo posible para evitar la destrucción de hogares y de
instalaciones que al país y a los ciudadanos les ha costado mucho establecer.
La cultura de la prevención no implica simplemente la adopción de medidas
sensatas de anticipación, sino que requiere, como fundamento sólido y hontanar
de diversas acciones, de una nítida conciencia de los valores éticos, personales y
utilitarios, conciencia que debe enraizarse en cada ciudadano. Ello,
inmediatamente, nos trae al ámbito de la educación. Son las autoridades
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especializadas, por conducto de maestros de educación básica los que deben ser
poseedores de tal conciencia, quienes deben despertar en los niños y niñas, en
los adolescentes y en los jóvenes los valores diferidos de la prevención de los
desastres, poniendo especial atención en su cultura y en el nivel de arraigo a sus
creencias religiosas.
"Los factores socioculturales son la base de las reacciones de la población. Entre
ellos, la percepción de los fenómenos naturales incluye las actitudes, temores,
conocimientos, creencias y mitos. Por lo tanto, es fundamental conocerlos como
base de la planificación preventivo y de la mitigación de los desastres." (Ref. 8).
La fuerza del mensaje permea y resulta útil a los pobladores de zonas vulnerables,
dependerá de múltiples factores que van más allá de la forma cómo emiten sus
mensajes las organizaciones del Estado y los periodistas. Los antecedentes y
situación actual de esa población, (incluyendo aspectos económicos, sociales,
culturales y de ubicación geográfica), así como su historial del riesgo, definen la
interpretación del mensaje preventivo.
Referencias
1. CONAGUA (2011), “Manual para el control de inundaciones”. Secretaría del
Medio Ambiente y Recursos Naturales.
2. Memoria del Seminario-Taller Internacional sobre Prevención y Atención de
Desastres en la Educación (2003), “Hacia una cultura de prevención en
desastres…desde la educación”. Punto Impreso, Lima, Perú.
3. Janoff-Bulman, R. (1992) “Shattered Assumptions: towards a new
psychology of trauma”. The Free Press. New York.
4. DIRDN (1999). “Guía para la Comunicación Social y la Prevención de
Desastres”.
5. Briceño, Sálvano. Director de la Secretaría de Naciones Unidas para la
EIRD: Lecciones aprendidas en los terremotos de El Salvador. OPS, pág.
15.
6. Federación Nicaragüense de ONGs que trabajan con la niñez y
adolescencia y Save the Children (2002). “Manual para la Prevención y
atención a niñas, niños y adolescentes ante desastres Managua”, Suecia.
7. British Broadcasting Corporation (2012) – ‘Praying is how we get the
volcano to calm down’ says resident, http://www.bbc.co.uk/news/world-latinamerica-17817328 [Accessed 23/04/12].
8. Bermúdez Chaves, Marlen (1994). "Vulnerabilidad Social y Organización
ante los Desastres Naturales en Costa Rica". Tomado del libro Viviendo en
Riesgo, Comunidades Vulnerables y Prevención de Desastres en América
Latina. FLACSO. LA RED, CEPREDENAC, Colombia.
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