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DIPUTACIÓN PROVINCIAL
CASA DE LA PROVINCIA
EXPOSICIÓN
CATÁLOGO
Presidente
Fernando Rodríguez Villalobos
Comisario
Antonio García Baeza
Coordinador y diseño
José León Calzado
Vicepresidente
Carlos Márquez Miranda
Coordinadores
Daniel Expósito Sánchez
Teresa Navajas Alberca
Textos
María Luisa Bellido Gant
Trinidad Saas de los Santos
Teresa Navajas Alberca
Daniel Expósito Sánchez
Antonio García Baeza
DE
SEVILLA
Directora gerente
Ángela Mendaro Torres
AYUNTAMIENTO DE CARMONA
DELEG. DE CULTURA Y PATRIMONIO
Alcalde
Sebastián Martín Recio
Delegado de cultura y patrimonio
Vicente Muela Buitrago
Técnico de cultura
José María Carmona Domínguez
Coordinación
Casa de la Provincia
Isidoro Guzmán
María del Carmen Díaz-Távora
Diseño
Grupo Estípite
Seguro y transporte
Transportes Moyano, s.l.
Patrocina
Suranda proyectos culturales
Fotografías
© Pablo Arza
Impresión
Ingrasevi, s.l.
ISBN-13
978-84-935620-3-8
ISBN-10
84-935620-3-3
Esta exposición y su catálogo forman parte del programa La Casa de la Provincia,
escaparate de los Municipios en cuya realización colabora la Fundación Caja San Fernando
LA CAJA DORADA
variación sobre la pinacoteca municipal de carmona
CATÁLOGO
Casa de la Provincia, del 15 de mayo al 10 de junio de 2007
Resulta curioso comprobar como sólo en tres décadas, las que han transcurrido en la
etapa democrática, los municipios de la provincia de Sevilla han experimentado un
avance sin precedentes en la Historia.
Tras siglos de desidia, penurias y abandono, los pueblos comenzaron a caminar
dueños de su propio destino, allá por 1979, y hoy son una explosión y un raudal de
ilusiones, de energía y de proyectos de futuro.
No es casual que ahora, lejos de avergonzarnos de ser de esta o aquella localidad,
llevemos a gala ser de pueblo porque la calidad de vida en nuestro entorno rural poco
o nada se parece a aquella foto en blanco y negro de principios de los 70.
Y en este momento, después de afianzar los servicios básicos de nuestras localidades, en el momento de mostrar a los cuatro vientos todos los tesoros, todos los matices
y toda la riqueza que encierran los pueblos de Sevilla.
En ello trabajamos desde la Diputación y a ello contribuye ahora esta muestra que,
bajo el nombre de La Caja Dorada, viene a ofrecer una visión del día a día y del avance
de uno de los municipios de referencia en nuestra geografía.
Porque Carmona, Lucero de Europa como bien apostilla uno de sus reclamos, es
por derecho propio crisol de toda la Historia, el Patrimonio, la etnografía, la gastronomía y la cultura popular que atesora esta tierra.
La Caja Dorada trae a la Casa de la Provincia el trasiego, el alma, y el día a día de
una Carmona que mira al futuro sin complejos y con un bagaje poderoso para seguir
siendo referente entre los pueblos sevillanos
Fernando Rodríguez Villalobos
Presidente de la Diputación de Sevilla
La propuesta expositiva que “La Caja Dorada: variación sobre la pinacoteca municipal
de Carmona” tiene, a nuestro entender, la singularidad de mostrar una síntesis histórica de una ciudad como Carmona: ciudad milenaria que tiene en su acervo patrimonial
y cultural las huellas de todas las civilizaciones que han habitado el sur de la Península
durante 5000 años.
Ello comporta, en su paisaje, en sus restos arqueológicos, en la trama urbanística,
en su patrimonio monumental, artístico y cultural, unos rasgos de interculturalidad que
sólo ciudades como Carmona poseen.
Lo más frecuente a lo largo de la historia es que la civilización dominante destruya
casi la totalidad de los vestigios de las culturas que la han precedido. Sin embargo, en
Carmona hay numerosos ejemplos en la estructura urbana y en la composición arquitectónica de edificios donde las sucesivas culturas han ido superponiendo de manera
armoniosa sus propias señas de identidad. Esto es consecuencia, entre otras razones,
de una acción humana cuya concepción de la vida se basa en la tolerancia y el respeto,
en la reutilización y aprovechamiento de enseres, materiales constructivos, etc. Todo
ello, propio, quizás, de una visión agraria del mundo donde la naturaleza forma parte
preponderante del espacio vital de las relaciones humanas.
La exposición es también, en resumen, una muestra de la pinacoteca municipal,
que ha sido una de las mejores inversiones que el Ayuntamiento ha mantenido en las
últimas décadas y que es por sí sola un elemento de valor para la ciudad.
Sebastián Martín Recio
Alcalde de Carmona
¿Una caja dorada?
De Pandora a la electricidad, la humanidad se ha valido de cajas para recoger sus posesiones. Pero una caja dorada no tiene en sí sentido por muy bella que pueda parecer.
Vitruvio diría de ella que sólo posee la última de las tres características necesarias en el
espacio –utilitas, firmitas, venustas- y, por lo tanto, no debería realizarse.
Sin embargo, los elementos más apreciados durante la historia se han preservado
en el interior de este tipo de artefactos – cofres, joyeros, sagrarios-. Quizás la importancia de los recipientes radique en lo recibido, hasta el punto de confundirse continente y contenido. Pudiéndose hablar, a veces, de objetos parlantes, por su fisonomía,
o de sinécdoques conceptuales, por su nomenclatura.
Y es que, sin el contenido, una caja queda huérfana, sin sentido y, sobre todo, vacía. Por lo tanto, en un contenedor áureo lo importante es que lo receptado responda,
al menos, a la suntuosidad de la envoltura.
Dorada es la visión de Carmona desde la Vega del Guadalquivir. Trigo y alcor
preceden a uno de los espacios más atractivos del occidente andaluz.
Con más de cinco mil años de existencia atestiguada, la visión de esta ciudad en el
exterior es la de un espacio de contemplación, paseo, plató de cine… obviándose los
elementos que la componen más allá de lo aparente. La visión del viajero, quizás la que
se exporta, es la de un contexto que sublima y subyuga sin más apego que el visual.
Por el contrario, los carmonenses han sabido ir más allá y, en un moderno ejercicio
de responsabilidad, han preservado valores formales, sociales, estéticos, históricos,
antropológicos y paisajísticos, frente a los avatares del tiempo. Documentos muebles,
inmuebles, inmateriales y naturales que ahora permiten realizar estudios multidisciplinares. Un laboratorio científico en el que ensayar teorías e hipótesis extrapolables al
resto del territorio peninsular.
Es quizás el peso de este pasado el que hace que las tendencias actuales apenas
tengan hoy cabida en el panorama cultural carmonense. Apenas el guiño de algunos
premios de pintura o breves exposiciones temporales despiertan tímidamente esta necesidad mientras Carmona vive subyugada a su pasado. Una historia que no debe
ser traba sino motor y recurso que permita crear un sustrato que vuelva a situar al
municipio dentro de la órbita cultural, siendo a la vez ejemplo de sostenibilidad entre
pasado y presente.
A partir de estas premisas la Casa de la Provincia de la Diputación Provincial de
Sevilla y la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Carmona han convenido realizar la exposición La Caja Dorada dentro del programa La Casa de la Provincia escaparate de los Municipios.
Con motivo de la sexagésima convocatoria del Premio Nacional de Pintura José
Arpa se exhibe en la capital de la Provincia una selección de veintitrés obras de la pinacoteca local. Pinturas de Carmen Vega, José Arpa, Jaldón, Pérez Tapias, Lacomba,
Pepe Yáñez o Ricardo Cadenas ilustran un discurso que va más allá de la mera contemplación.
Con la intención de dar a conocer el interior de la caja y al hilo de las últimas experiencias en el campo expositivo surgidas en el paso de la postmodernidad a la globalización cultural -entendida tanto como aculturación o multiculturalidad- y centradas
en la tendencia anglosajona “crítica”, la presente muestra se ha valido de distintos
elementos museológicos y museográficos para lograr la empatía el espectador, que
pasa de mero visitante a nuevo artífice de la realidad social de la localidad.
En un plano simbólico de tres espacios consecutivos relacionados según la “proporción áurea” se desarrollan otros tantos actos que enseñan de manera evolutiva la
capacidad de la localidad para reencontrarse.
Partiendo del individuo, carmonense, los diferentes hitos que componen el todo
de esta ciudad se secundan. Historia, paisaje, patrimonio, población o ritos confluyen
para generar la imagen del pasado, el presente y de un futuro que se presenta lleno
de enigmas y retos.
Cuadros fauves, localistas, impresionistas, abstractos, informalistas, neo-pop, conceptuales… ventanas diferentes hacia una realidad cercana o posible. Lienzos que se
disocian del muro y, como ya hiciera Friedrich, nos transportan a una visión, más allá
de la estética, de la propia naturaleza y de los hombres que refleja.
Un nuevo espectador llega, la caja está llena y rebusca en su interior dudas y respuestas que permiten seguir caminando. Carmona más allá de la envoltura, se muestra real y sincera para el que la vive y reelabora.
Antonio García Baeza
Comisario
La muestra que presentamos es producto de una selección de obras que conforman
el acervo de la Pinacoteca Municipal de Carmona. La misma se plantea a partir de
varios hilos conductores, aunque nos interesa especialmente hacer hincapié en el
eje subyacente del paisaje desde finales del XIX y sus transformaciones a lo largo
del siglo XX. Siempre es difícil encontrar un discurso argumental en una exposición donde conviven obras de ambas centurias con una enorme variedad temática
como son retratos, bodegones, paisajes, escenas de costumbres, y con claras diferencias estilísticas como impresionismo, realismo, informalismo o geometrismo.
Sin embargo aquí la elección ha sido atinada, y sin perder de vista la concurrencia
de obras procedentes de estas diferentes vertientes, que muestran la riqueza de la
colección, aquella permite establecer distintas líneas discursivas.
Partimos de las obras del siglo XIX representadas por una espléndida selección
de retratos, algunos de tinte popular, alejados de las rígidas (y a veces frías) leyes
del academicismo, y con una carga expresiva de las que éstas suelen carecer. El
arte decimonónico tiene que liberarse definitivamente de la losa que supone la
exclusividad dedicada por los estudios a los lenguajes académicos para encontrar
en los tintes populares parte de su verdadera expresión creadora. Especial importancia adquiere en alguna de estas obras, realizada por Carmen Vega Ledesma, el
marco, un elemento por lo general desplazado de la consideración de la obra de
arte, pero que en casos asume un papel estético, que es demostrativo de cómo lo
artesanal está muy presente a principios de siglo y genera diálogos con la propia
obra.
Esta sección de retratos llegaría a su máxima expresión con la obra “El entierro” de
Juan Rodríguez Jaldón. Nos encontramos ante un verdadero retrato colectivo, donde
prima el costumbrismo y el componente social tan en boga con la llamada Generación del 98, y que se erige en una nota de gran interés vinculada a los movimientos
regionalistas de principios del XX. En este contexto, en el ámbito español, destacaron
artistas como el vasco Ignacio Zuloaga, que con lienzos marcados por la presencia de
ancianos y las tonalidades oscuras, supo llenar sus obras de una melancolía y quietud
que también apreciamos en la obra de Rodríguez Jaldón. En este cuadro se mezcla la
representación de lo social con la temática religiosa destacando la presencia sutil de
la historia a través de la representación del retablo barroco que aparece como fondo
de la escena.
Por fin llegamos al que consideramos uno de los ejes centrales de la muestra, el
paisaje, representado fundamentalmente a partir de la obra del prestigioso artista José
Arpa Perea, cuya trayectoria marca uno de los puntos más altos de la pintura sevillana
de entresiglos. En este caso en concreto, junto con paisajes de tintes orientalizantes
como “Algarada ante la puerta de Sevilla”, que sitúa a Arpa en la tradición de nombres
como el de Jenaro Pérez Villaamil y que después continuarían otros como Mariano
Bertuchi, encontramos escenas como “Después de la siega” de José Martínez Recacha
de clara inspiración monetiana.
Estas obras se enlazan temáticamente con los paisajes producidos muchas décadas después, desde finales del XX a la actualidad, que se integraron al acervo de la Pinacoteca Municipal de Carmona con motivo de la concesión de los premios que llevan
el nombre de José Arpa. Estas creaciones de jóvenes artistas, incentivados en muchos
casos por el poder inspirador que el paisaje sigue encerrando, aun cuando numerosos
estudiosos han querido sentenciar a esta temática como “cosa del pasado”, muestran
en parte la transformación operada desde aquellos panoramas rurales y campesinos
que el viejo maestro mostrara en sus lienzos, a la moderna concepción de lo urbano y
simbólico, en donde se abre paso a la representación de la arquitectura contemporánea, a las construcciones imposibles, vistas de ciudades en movimiento, vehículos…
En estas obras, las más numerosas de la muestra, y en otras que se incluyen en
el discurso expositivo, conviven distintos lenguajes expresivos y artistas que se sienten
cautivados por la señalada contemporaneidad. Inclusive no falta la nota alusiva a “lo
clásico”, que se convierte en un referente en la obra de Manuela Bascón Maqueda,
junto a la abstracción lírica que propone la obra de Ricardo Cadenas Vidal o el informalismo de Juan Manuel Pérez Tapias.
Se trata de una ocasión inmejorable para dar a conocer al público la variedad y
expresividad de los fondos de la Pinacoteca Municipal de Carmona, y para quienes nos
situamos como espectadores, disfrutar con una muestra que amalgama tendencias y
lenguajes propios del arte español de los siglos XIX y XX, mostrando a la vez un cúmulo
de singularidades y de artistas que situarán a Carmona dentro de una nueva consideración en lo que atañe al plano artístico más contemporáneo.
Dra. Mª Luisa Bellido Gant
Profesora titular Historia del Arte, Universidad de Granada
catálogo razonado
EL INTERIOR DE LO COTIDIANO
Trinidad Saas de los Santos
La sociedad decimonónica se caracteriza, sin lugar a dudas, por el auge y asentamiento definitivo de una nueva clase social, la burguesa, que fija en sus quehaceres y costumbres todo un corpus de imágenes a tener en cuenta por los artistas del momento.
Además de ello, esta burguesía muestra un gusto más que notable por el retrato, el
cual será cultivado de manera destacada. Tal es el caso de la pintora Carmen Vega
Ledesma.
Nacida un 30 de junio de 1865, en Carmona, en el seno de una familia acomodada, es hija de José Vega Peláez y de Manuela Ledesma Alcaide. Su padre, impresor
de profesión y dueño de su propio taller de imprenta, era un hombre de una refinada
y exquisita cultura. Miembro a su vez de la “Sociedad Arqueológica de Carmona”,
creada en 1885 por distintos personajes de la ciudad atraídos por los valores históricos – artísticos y de los numerosos monumentos de la ciudad y siendo objeto el estudio de todo cuanto se relacione con la arqueología y la historia local, a cuyo efecto
harán excavaciones, excursiones y toda clase de investigaciones históricas.
Es en este ambiente donde conocerá Carmen Vega a Jorge Bonsor, de ahí que
sea su alumna más aventajada del pintor inglés, y la que a su vez realizará croquis y planos de los recientes hallazgos arqueológicos. La influencia de Bonsor es
notoria en su pintura, muestra de ello es la serie de diseños de azulejería referidos
a temas de la antigüedad clásica, como son sus series de matronas y soldados
romanos, sacerdotes y mujeres egipcias, usando como técnica la acuarela y tinta
sobre papel.
De formación autodidacta, sus únicas referencias, aparte de la gran influencia
de Bonsor, y de las tertulias y excavaciones a las que acudía junto a su padre, serán
las revistas ilustradas, grabados de pintores y el paisaje rico y variopinto de la ciudad
de Carmona.
Sus inicios dentro del mundo pictórico la llevan a saber plasmar todo tipo de géneros, esencialmente el retratístico, del que deja una clara constancia por los numerosos
retratos que realizó a la largo de su vida, destacar los retratos familiares de su padre,
tía y hermana, y los retratos de ancianos, que supo dotarlos de un gran realismo y un
detallismo exacerbado.
Las pinturas de naturalezas muertas, ocupan otra de las facetas pictóricas de Carmen Vega, dotadas ellas de un fuerte realismo.
Pero será el Paisaje el que constituya uno de los principales temas en su producción
artística y pictórica.
Para la puesta en práctica de este tipo de género, Carmen Vega se sirvió de la
tierra que la vio nacer y crecer – la vega y campiña de Carmona -, así como de los tratados de Botánica que consultaba en la extensa Biblioteca que la familia Vega Ledesma
poseía. Pero será la Dehesa “El Canto”, de la que su familia era propietaria y a donde
acudía a pasar cortas estancias, en busca de tranquilidad y sosiego, la que le permitió
entrar en contacto directo con la naturaleza, además de encontrar la inspiración que
necesitaba para pintar y el marco natural adecuado. De ahí que contando con este
marco inmejorable no es de extrañar que se interesara por los aspectos tan variados
que su contemplación y deleite le ofrecían, siendo como es el paisaje el medio que
mejor transmite el contacto con lo real, donde personas y animales se funden en uno
solo.
Carmen Vega estaba sin lugar a dudas enamorada de la naturaleza, estando sus
paisajes llenos de alma y sentimientos. Ama y disfruta la luz y el color de Carmona,
sus paisajes, sus monumentos, sus gentes, todo ello irradia con fuerza en sus obras.
Plasmará en sus paisajes, una gama de verdes llenos de frescura y humedad, unas
nubes de un azul nítido y transparente, captando de forma magistral la luz del sol, en
los diferentes momentos del día.
El color es el elemento que propiamente define a la pintura. La gama de colores
y tonos que Carmen Vega emplea es algo restringida: azul para los cielos y nubes,
verdes para la vegetación y ocres para las vestimentas.
Su principal aportación en la pintura estriba en la captación instantánea y lumínica
de las cosas, desarrollando para ello una peculiar técnica de pequeñas pinceladas
individualizadas y manchas de color, unido todo ello a una ejecución rápida, que en
algunos casos parece tener como resultado un aspecto abocetado o inconcluso (como
se puede observar en la obra “Pareja con traje de “belle èpoque” en el campo”).
Las obras realizadas por la pintora aparecen enmarcadas por unos bellos marcos
realizados en cartón piedra con motivos de lacería imitando la azulejería islámica,
que ella misma hacía, fruto ello de la laboriosidad y minuciosidad que caracteriza a
Carmen Vega.
Carmen Vega Ledesma, fallecía un 10 de febrero de 1954, sola y abandonada
en su soledad y sin ser reconocida como mujer pintora en su pueblo natal. Sus obras
fueron legadas al Excmo. Ayuntamiento de Carmona por la pintora.
Bodegón
Francisco GARCÍA GÓMEZ
1958
óleo sobre lienzo
60 x 73 cm.
Nº Rº 90
En la década de los cuarenta y cincuenta del
siglo XX, la pintura de paisaje y naturalezas recibe un gran impulso del que había carecido
en los años anteriores de la Guerra Civil. Al
margen del carácter decorativo de numerosos paisajistas, existieron diversas razones que
fomentaron esta tendencia. Por una parte, el
interés despertado durante los años de la República por la Escuela de Vallecas de la mano
de pintores y escultores cercanos al surrealismo, entre los que destacan Alberto Sánchez y
Benjamín Palencia.
Según Valeriano Bozal, el paisaje descubría
una realidad profundamente española, lejos ya
de las servidumbres políticas de otros géneros.
Además, pesaba la tradición del paisaje como
protagonista de la definición nacional. El paisaje de entonces admitía un valor interpretativo
que permitía fijar los estereotipos del país gracias al marcado valor anecdótico, persistente en
cada uno de los regionalismos.
Esta ambiciosa premisa de convertir en
paisaje los episodios intrascendentes del campo español, fue magistralmente realizada por
Godofredo Ortega Muñoz y Rafael Zabaleta.
El imaginario español se llena de escenas del
mundo humilde con una marcada austeridad
muy cercana a la obra de Solana.
La naturaleza muerta que presentamos en
la exposición, obra de Francisco García Gómez,
retoma el uso de los recursos plásticos inherentes a este período: la utilización de la línea
gruesa para el contorno de los objetos, los ocres
y negros, el tratamiento de la luz y la gran escala. Otro rasgo que define el espíritu de estos
tiempos es el sentido de lo intemporal, definido como una realidad silenciosa y contenida,
carente de cambios. Creo que esta aproximación al ámbito campesino se debe ya no sólo
a un esfuerzo de identidad nacional, sino a un
acercamiento a lo inmutable como alternativa al
fulgor acelerado del siglo XX.
José Vega Peláez
Carmen VEGA LEDESMA
1893
óleo sobre lienzo
66 x 47 cm.
Nº Rº 52
Obra que hace pareja con la Nº Rº 53.
Retrato de José Vega Peláez, padre de
Carmen Vega. Impresor de profesión, dueño
de su propio taller de imprenta ubicado en el
domicilio familiar y miembro de la “Sociedad
Arqueológica de Carmona”, de la que es socio
fundador junto a Jorge Bonsor y los hermanos
Fernández López.
Carmen Vega realiza un preciosista y delicado estudio de la figura de su padre, quien
influye decisivamente en su educación.
Aparece ataviado con la vestimenta típica
de fines del siglo XIX, de luto riguroso, posiblemente por la muerte de su esposa e hija.
Como la mayoría de retratos de esta pintora este está representado de medio cuerpo.
Junto al Nº 53, este óleo se contempló en
exposición durante las Fiestas Patronales de
Carmona en el “Museo de la Ciudad”.
Gracia Ledesma Alcaide
Carmen VEGA LEDESMA
1893
óleo sobre lienzo
66 x 47 cm.
Nº Rº 53
Retrato de la tía de la pintora, hermana de su
madre de Carmen Vega y cuñada de José Vega,
quien, tras la muerte de Juana Ledesma, se hace
cargo de las niñas y del cuidado de la casa.
Presenta a una mujer madura con traje negro
por luto tras la muerte de su hermana y sobrina.
Junto a la pieza Nº Rº 52, se realizó para estar
colocadas en el salón de la casa o comedor.
María de Gracia Vega Ledesma
Carmen VEGA LEDESMA
1893
óleo sobre lienzo
42 x 37 cm.
Nº Rº 38
Es muy probable que esta obra sea el retrato
de la hermana de la pintora, muerta de tifus en
1885 con quince años de edad, cuando Carmen Vega tenía 20 años, hecho que la marcó
para siempre.
Vestida con uniforme escolar y mirada triste y melancólica, parece anunciar su inevitable
muerte a tan breve edad. Perfecto retrato psicológico
El marco, de cartón piedra, está decorado
con motivos de lacería a imitación de azulejería
islámica. Forma parte indisoluble a la obra ya
que está realizado ex profeso por la pintora.
Ilustró el díptico de las Bases del Certamen
Local de Pintura “Carmen Vega” en 1996.
Joven con mantón de manila
Carmen VEGA LEDESMA
ca. 1890
Óleo sobre lienzo
22 x 16’5 cm.
Nº Rº 37
Pieza de pequeño formato y trazo fauve. Sobre
fondo neutro, una joven ataviada con un mantón de manila amarillo en actitud de pose. Qui-
zás un boceto del natural, rápido e inacabado,
a pesar de estar firmada por la pintora. Trasunto
de la sociedad carmonense finisecular
Pareja con traje de “belle èpoque” en el campo
Carmen VEGA LEDESMA
1892
óleo sobre lienzo
14’5 x 19 cm.
Nº Rº 51
Representación de una pareja ataviados con
vestimenta de la incipiente burguesía del S. XIX
al estilo de la “Belle èpoque”. Ambos cubiertos
por sombreros a juego con sus vestimentas.
Posiblemente son la hermana y cuñado de
la pintora. De fondo la campiña carmonense
mostrada en un delicado estudio de la vegeta-
ción. Retrato parlante en el que este segundo
plano dispone la categoría de los personajes.
En el cuadro se observa una suelta y fluida
forma de ejecución. Preludio de la influencia de
la pintura impresionista que tendrá en el resto
de su quehacer.
Retrato de anciano
Carmen VEGA LEDESMA
ca. 1890
óleo sobre lienzo
79 x 64 cm.
Nº Rº 34
Estudio social y psicológico de un personaje de
avanzada edad. Sedente, de perfil, con traje de
chaqueta marrón y camisa blanca. Un retrato
verdadero, de gran realismo. De este modo
centra especialmente la atención en el entramado de arrugas y pliegues del rostro, así como en
el peso de la figura apostada sobre un bastón.
Marco realizado por la pintora a base de
placas de cartón piedra decoradas con lacerías
al estilo de la azulejería islámica.
Retrato de anciana
Carmen VEGA LEDESMA
ca. 1890
óleo sobre lienzo.
42 x 31 cm.
Nº Rº 36
Arriesgada composición. Sólo un rostro avejentado en primer plano. Sin pretensiones. Cercanas facciones que muestran los estragos de la
edad. Un retrato serio y meditado.
Fue ilustración del II Certamen Local de
Pintura “Carmen Vega” en 1997.
HISTORIA Y PAISAJE
La soledad de la pintura
Daniel Expósito Sánchez
Cuenta José María Requena que una tarde de agosto encontró a José Arpa sentado
frente a su caballete, allá en la Alameda carmonense, y que tras un saludo cordial, no
pronunció palabra alguna ya que sabía por experiencia que, para Arpa, “la conversación y el ejercicio de la estética” resultaban del todo inconexos. Fue éste un pequeño
episodio que podría tildarse de anecdótico, pero que en buena medida refleja mucho
de lo que esconde el ejercicio pictórico, y más aún en la obra del pintor de Carmona
y, en definitiva, en la pintura de su tiempo.
Desde sus inicios, la historia y el paisaje de Carmona han estado íntimamente ligados, y el segundo fue un factor de desarrollo decisivo para el primero. Su enclave en el
Bajo Guadalquivir y su situación en la Vega y los Alcores, determinaron su modus vivendi, además de configurar distintos hitos históricos que servirían a la ciudad para, posteriormente, escribir algunas de sus páginas más relevantes. Todo ello tuvo su reflejo en las
diversas disciplinas artísticas, y sirvió de argumento para la ejecución de algunas obras
de pintores, tanto de la propia ciudad como de fuera de ella, que vieron en su historia y,
sobre todo, en su paisaje el leitmotiv para expresar sus inquietudes plásticas.
A este respecto, los siglos XIX y XX fueron los más destacados. Los años finales del
XIX se reflejaron en las artes con una inestabilidad de temas y motivos que acababan
siendo explotados hasta el hartazgo. El caso sevillano podría denominarse de singular.
Ni los pintores formados en la Academia, ni los viajeros que recorrieron Europa en
busca de lo nuevo que se hacía en Italia y, sobre todo, en Francia, consiguieron asentar
un criterio temático conforme a lo que se realizaba fuera, y que en realidad había sido
rechazado en sus primeros años de vida. Sólo la crítica local se encargaba de acusar
de antiacadémicos a aquellos que se atrevían a soltar la pincelada, y entregarse a las
nuevas tendencias que comenzaban a imperar al otro lado de los Pirineos.
La pintura de historia fue una de las principales aportaciones de este arte durante
la centuria, al igual que el paisaje, portadoras ambas de una temática que volvería una
y otra vez sobre sí misma a lo largo del siglo siguiente. La pintura de historia se impuso
en toda España y, en consecuencia, en Sevilla, donde fueron numerosos los pintores
que la practicaron, muchos de ellos con gran fortuna. Era un tema que venía de atrás,
de una tradición dieciochesca que fue asentándose poco a poco y que, al fin y al cabo,
se fue configurando como resultado de un pensamiento y una estética determinados.
Pero pronto llegaría a su fin debido al cansancio de los propios pintores, que veían
cómo su clientela reclamaba nuevos temas, lejos de los episodios históricos y gloriosos
que inundaron estos años del siglo.
El paisaje corrió distinta suerte. Si bien había proliferado con gran acierto durante el Romanticismo, donde lo efectista era la nota dominante, los pintores de este
momento se decantaron por una estética más acorde al realismo, fruto de las tímidas
incursiones europeas en la técnica pictórica de estos artistas, además del agotamiento
de la veta romántica años atrás. El concepto era el de un paisaje real, afín a una naturaleza plácida, serena, que reposa consigo misma en una contemplación que el pintor
transforma en pigmento y convierte en silencio. Este paisaje despedirá la centuria y
comenzará la siguiente dentro de un marco de continuidad que no abandonará la
pintura local hasta muchos años después, cuando la vanguardia que triunfó en Europa
comenzó a ser asumida por los pintores españoles.
Ambas tendencias, paisaje e historia, fueron dominadas por un realismo de cierto
corte europeo pero que no acabó de cuajar del todo en el ámbito local. Ello fue provocado por su firme contenido social, algo que, en el caso de la pintura sevillana, brilló
por su ausencia. Ya entrado el siglo XX, será reaprovechado para plasmar en el lienzo
la estética regionalista que imperará en Sevilla en su primer tercio y algunos años después. Gestos cotidianos, momentos destacados en la vida de una comunidad, amén de
ciertas representaciones folclóricas, van a ser las imágenes más características de este
período, alabadas por una crítica local que rechazaba por completo todo lo que oliera
a modernidad. La pintura de historia quedó atrás, en las postrimerías de la centuria
ya pasada, mientras que el paisaje continuó impregnando los lienzos de una Sevilla
anclada en ese realismo que tan bien representaron los pintores de la denominada
Escuela de Alcalá. Prueba de ello se reflejó en el constante rechazo por parte de los
artistas de la ciudad hacia las vanguardias históricas que ya habían prosperado en
Europa. La crítica sevillana no quería ni oír hablar sobre aquello.
Dentro de este panorama, se fue desarrollando la actividad de un gran número
de pintores, que si bien triunfaron a nivel local, no llegaron más allá de algún premio
en las distintas Exposiciones Nacionales, salvo excepciones como Gonzalo Bilbao, que
sí tuvo un reconocimiento en todo el país o el caso de Gustavo Bacarisas (nacido en
Gibraltar pero muy vinculado a la ciudad) y José Arpa, que por distintas circunstancias
vieron cómo sus obras se colgaban en casas de particulares o instituciones europeas y
americanas. La pintura que se hacía en Sevilla quedaba estancada en ciertos modos y
temas, que recorrerían los pinceles de estos artistas hasta bien entrado el siglo.
Esta apatía se vio más tarde acompañada de una tendencia similar en todo el país,
a causa de la victoria del bando nacional en la contienda civil. Ello no hizo más que
acentuar los tipismos y las formas acordes al realismo que todavía prevalecían en la
pintura local. Los pintores consagrados siguieron su evolución estética, pero siempre
dentro de unos cánones establecidos que recordaban aquellos años del siglo anterior
en los que la Academia imponía sus normas. Se regresó a los grandes maestros de la
pintura sevillana, a aquellos que elevaron este noble arte a sus más altas cotas, y se
dejó a un lado el resto del mundo. Este gesto tuvo sus irremediables consecuencias,
pero no por ello los artistas cejaron en su empeño de conocer, crear y experimentar
aunque estas pequeñas y ocasionales incursiones en la pintura del momento, no darían sus frutos hasta varias décadas después.
Sigue Requena contando que quedó callado observando cómo el pintor trabajaba
en su obra y se despidió con un “adiós, don José”. Esta despedida fue la última, ya que
Arpa moriría al poco dejando la obra inconclusa. Se trataba de un paisaje titulado “el
Picacho”. Corría el año 1952 y la pintura de Sevilla seguía dentro de su historia, representando paisajes y motivos de un pasado y un presente tal vez ficticios. El peso de los
siglos seguía cayendo sobre la ciudad a pesar del largo camino recorrido, aunque en
esta ocasión sólo hubiera una dirección a seguir. No será hasta varios años después,
cuándo la pintura de la ciudad comience a salir tímidamente de una soledad que la
mantuvo encerrada durante buena parte de su historia reciente, y que no le dejó ver
más allá de una realidad ya olvidada.
El entierro
Juan RODRÍGUEZ JALDÓN
1924
óleo sobre lienzo
250 x 250 cm.
Nº Rº 82
Lienzo de gran tamaño, constituye una de las
obras más notables dentro de la producción del
pintor ursaonense. Muestra un momento del
entierro de un personaje que no conocemos,
aunque la atención del pintor se centra en las
distintas actitudes de algunos (o de todos) los
asistentes al acto. Son hombres de avanzada
edad, que responden a la cercanía de la muerte
de distinta forma: la indiferencia de unos y el
patetismo y la piedad de otros se manifiestan
como un retrato conmovedor de la cotidianeidad de la muerte en sus vidas, lo que enmarca
a la obra dentro de la estética costumbrista que
se desarrolla por estos años. Jaldón recoge ese
sentimiento del día a día en el quehacer de una
ciudad, y lo plasma en los rostros de sus per-
sonajes con un realismo sobrecogedor y unas
formas impregnadas de vigor.
La escena se desarrolla en el interior de un
templo. Es muy notable la atención que presta a
los bienes muebles de la iglesia, y su minuciosidad a la hora de traspasarlos al lienzo. Desde
la cruz que sustenta entre sus manos el personaje que se halla sentado a la izquierda, hasta
el retablo de estípites que se encuentra al fondo
y que recoge con todo detalle. El espacio cerrado donde se sitúa la escena se compensa con
la apertura al fondo de una pequeña ventana,
así como por una puerta que conduce a alguna
estancia interior del templo y que abre nuevas
perspectivas.
Paisaje de Carmona
José ARPA PEREA
1935
óleo sobre lienzo
61’5 x 51’5 cm.
Nº Rº 78
Fue en este año de 1935 cuando Arpa realizó
una serie de paisajes sobre Carmona y el río
Corbones. En ellos, se sintetizan dos factores
decisivos en su obra: por un lado, sus largas estancias en América, sobre todo, en Texas, donde
va a estudiar detenidamente el paisaje debido a
su riqueza y monumentalidad; por otro, su relación con los pintores de la Escuela de Alcalá de
Guadaíra, que desarrollaban su actividad por
estos años, y que situaban al paisaje como un
elemento de reflexión y contemplación.
al pintor. Otro aspecto sería la importancia que
Arpa da a la naturaleza, verdadera modeladora
de la arquitectura del paisaje, a la que el artista
sitúa en primer plano, si bien son los edificios de
la parte superior del cuadro los que complementan las irregularidades de ésta. La verticalidad
del lienzo es interrumpida por la línea de vegetación que se extiende de derecha a izquierda,
así como el camino levemente señalado que se
acerca al espectador. Ambos elementos le sirven
para dar mayor equilibrio al conjunto.
Este Paisaje de Carmona muestra cómo el
artista ha cambiado su modo de ver un entorno
que había pintado en multitud de ocasiones. En
primer lugar, cabe destacar el aprovechamiento de los accidentes del terreno para forzar la
perspectiva y proporcionar movimiento a la
composición. Además de ello, sobresale la monumentalidad que esa misma geografía entrega
Destaca la pincelada sutil y elegante que a
través de manchas de color, ejecutadas con rapidez y precisión, dan forma a estos elementos
llenos de vida, y que sirvieron a este gran artista
para reencontrarse de manera definitiva con un
paisaje que dejó atrás durante varios años de su
existencia, y que no volvería a abandonar
Después de la siega
José MARTÍNEZ RECACHA
1977
óleo sobre lienzo
50 x 61 cm.
Nº Rº 131
Tal y como su propio nombre indica, se representa un momento determinado del día, en concreto, el atardecer. El paisaje es encarnado en un
instante de calma, de sosiego después del duro
día de trabajo, factores que sirven a Recacha
para investigar acerca de las posibilidades del
color en la transición que supone la llegada del
crepúsculo. Entre las lomas, se difuminan algunos edificios que se pierden delante de un cielo
aún brillante, y es la pincelada rápida y certera
la que muestra el silencio de sus formas.
El paisaje se presenta desde el punto de
vista del espectador, desdibujándose los contornos conforme avanzamos en profundidad. Lo
mismo ocurre con el color, muy cercano a las
tendencias impresionistas, y que en cierta medida configura las formas. La línea del horizonte
se sitúa en un plano elevado, lo que da mayor
monumentalidad a la representación y sirve al
artista para jugar con los distintos niveles de la
naturaleza que muestra.
Algarada ante la puerta de Sevilla de Carmona
José ARPA PEREA
1947
óleo sobre lienzo
76 x 49 cm.
Nº Rº 71
Algarada fue realizado con motivo de la conmemoración de la conquista de Carmona por Fernando III. Desde 1932, Arpa, asentado definitivamente en Sevilla tras sus estancias en México
y el sur de los Estados Unidos, retomó de nuevo
el paisaje, costumbres y tradiciones de la ciudad
aunque con miras diferentes, y un mayor interés
en captar los distintos efectos lumínicos.
musulmanas por la puerta de Sevilla, realiza
todo un despliegue de pericia técnica, en la cual
hace gala de una pincelada suelta, ligera pero
llena de verdad que remarca aún más la solidez
de la masa pictórica, y acentúa el ritmo de la
composición. El resultado es una amalgama de
pigmentos que dan forma al disturbio de tropas,
inundándolas de color y movimiento.
Se trata de un lienzo de pequeño formato,
que responde a las características que el pintor
fue desarrollando a lo largo de sus últimos años
de producción. En él, después de varias décadas dedicadas al paisaje, vuelve al género histórico, si bien lo hace por una ocasión señalada.
Destaca una preocupación patente por el color,
y sobre todo por la luz. En la salida de las tropas
Algarada conforma un eslabón más en la
evolución estética de Arpa, y se configura como
una de las mejores obras que el pintor realizó
en su última etapa, momento éste en el que deja
traslucir sus inquietudes más personales. Todo
ello desde una pincelada y un trato muy vinculados al impresionismo, lo que le acerca a un
camino lleno de libertad y expresión.
REFLEXIONES
SOBRE LA VANGUARDIA EN SEVILLA
Teresa Navajas Alberca
En estas escuetas líneas sólo perseguimos esbozar un somero resumen del panorama
plástico sevillano en las últimas décadas. Presentar a los artistas que favorecieron, provocaron y asentaron el cambio de gusto creativo no es una labor sencilla. Sin embargo,
pensábamos que podría ser beneficioso para la exposición exponer unas nociones básicas sobre la evolución de las tendencias artísticas en Sevilla. Este primer acercamiento
se completa con el análisis en el catálogo de las obras expuestas. Las pretensiones
del catálogo se basan en promover un diálogo entre las obras y el visitante y crear un
concierto de opiniones que favorezcan el debate.
En líneas generales se establece que la ruptura con la pintura de corte academicista y el realismo decadente se produce en Sevilla definitivamente en la década de los
ochenta. Sin embargo, el preludio al cambio contó con destacables representantes que
motivaron el salto definitivo. En palabras de José Mª Moreno Galván, los condicionantes que impidieron que la ciudad se desarrollara artísticamente eran de tipo social y se
debían a “dimitir de su condición civil en favor de su condición rural”1. A instancias de
los cenáculos intelectuales de entonces se apostó por un paulatino retroceso que desatendía a las novedosas creaciones de la vanguardia. Incluso con respecto al ámbito
nacional, Sevilla pecaba de puritana ya que pretendía enaltecer la figura del artesano
por encima del artista comprometido con su presente. La tradición dominaba frente
al progreso, en un alarde de conservar una pretendida identidad autóctona. En esta
línea se desarrolló la tendencia realista del último reducto del conservadurismo radical,
Eufemiano. Pintor, según el crítico Azancot, caracterizado por abanderar el “tradicionalismo a ultranza, la desconfianza ante el pensamiento moderno y moralismo de principio”2. Otro de los secuaces de esta manera fue Rolando, artista ávido en conocimientos
históricos, pero supeditado por el magisterio de la técnica.
En 1967, la sala Amadís y la galería Edurne inauguraron sendas exposiciones
bajo el mismo título, “La Nueva Generación”. Entre los participantes se hallaban los
andaluces Luís Gordillo, Gerardo Delgado y Manuel Barbadillo. En 1969 se publicaba
el manifiesto “Nueva Generación” en el que el crítico Juan Antonio Aguirre exponía el
sentido del grupo y establecía un denominador común entre artistas tan diversos. Para
demostrar la tan pretendida unidad se evocaba una dialéctica de contrarios (“predominio de problemas; predominio de soluciones/ vocación de rebeldía; autodisciplina”3).
Sin embargo, sólo sirvió para manifestar la heterogeneidad de la nueva generación de
artistas, cuya única nota dominante fue el rechazo a lo puritano, entendido como pérdida del dogmatismo. Frente al valor impositivo surgió la estética del placer, del gozo
sensorial; la crítica del momento alude constantemente a aspectos lúdicos en artistas
animosos de olvidar la rigidez de épocas anteriores. La importancia de los pintores se
demostró desigual. Entre los que optaron por las nuevas tecnologías aplicadas a la
imagen, descuella Manuel Barbadillo. Su estética aparece en primera instancia ligada
al informalismo, pero paradójicamente desemboca en la abstracción geométrica.
Sin temor a dudas, el artista más influyente del grupo fue Luís Gordillo. Incluso para
la gran parte de los críticos, la pintura de los ochenta española padece la deformación
del “gordillismo”. Su obra nace tras una maduración lenta, lejos de la inspiración instantánea del informalismo. Tal efecto se consigue gracias a un dibujo automático, con resabios del Pop americano y europeo: Rauschemberg, Larry Rivers, Peter Phillips, Télémaque.
En la segunda etapa de Gordillo se intuye un lenguaje más cosmopolita con ingredientes
tomados de lo surreal, de Bacon o Giacometti. Sean unos u otros los referentes, si existe
una acción común en las pinturas es la inexistencia de una imagen fija. Los desdoblamientos, las deformaciones, las distorsiones hacen de sus cuadros auténticos cadáveres.
Sin embargo, circula una máxima que se le atribuye: “el mundo está ahí para pintarlo.”
Generosa sentencia, poco afectada por la angustia de su repertorio4.
La fuga de artistas se hizo patente cuando una serie de proscritos probaron fortuna
en el viejo Madrid, logrando el reconocimiento de la crítica. No obstante, la influencia regresó a Sevilla de la mano de los admiradores de Gordillo, y se dejó sentir en
una primitiva pintura matérica, repleta de evocaciones a la fugacidad del tiempo, de
impronta cercana al Pop, que sin embargo, carecía del análisis recurrente y nunca
superó el umbral de lo plástico. Nos referimos a Juan Cárceles o a González Alba.
Algunos reaccionarios como Luís Monte o Pajuelo fueron capaces de aislarse del grupo
de prensión, sucumbiendo a diversas inspiraciones artísticas procedentes de distintos
movimientos. Esta iniciativa alumbró el concepto de “arte abierto”, un galimatías de
recursos que no supo arrastrar demasiados adeptos.
Por lo que respecta a la abstracción como alternativa, los primeros logros se cosecharon en el seno de las galerías Pasarela o Juana Aizpuru. Actualmente nos hallamos
ante la obligación de halagar una iniciativa que consiguió renovar la estética ñoña de
la plástica coetánea en Sevilla. Si bien es impreciso hablar de una unidad en el grupo,
podemos aventurarnos a establecer como base la renuncia a referencias exclusivamente sevillanas. Por ende, apostaron por la reflexión sobre el arte y creyeron firmemente en el poder de la pintura como regenerador social. La llamada “abstracción
lírica” sevillana fue un movimiento surgido de los pinceles de Gerardo Delgado como
contratendencia al informalismo estadounidense. Con igual propósito surgía en Barcelona el grupo “Trama” por iniciativa de José Manuel Broto. Este enfoque delata que
Sevilla empieza a caminar en paralelo a otros polos de mayor vanguardia. De aquella
época, hoy se consideran obras cumbres la serie de “Ciudad Blanca” del propio Gerardo Delgado, o algunas obras sígnicas de Ignacio Tovar.
Esta nueva generación desatendió el peso de la autoridad, provocando la ruptura
definitiva con las enseñanzas académicas, las cuales se revelaron incapaces de adaptarse al avenir de la plástica de vanguardia. El Grupo Alameda desarrolló un tentativo
de conceptualización en el arte y mostraron su implicación social bajo un fuerte signo
revolucionario5. No obstante la aportación de éstos últimos, el hito que terminó por
enterrar a la vieja escuela se presentó en la exposición-homenaje a Picasso realizada
en el Museo de Arte Contemporáneo en 1981. La profesora Ana Mª Guasch dijo en
su momento que las obras de estos artistas “aparecen desvinculadas de la definición
pictórica del entorno, han roto el cordón umbilical de lo académico, del realismo decadente mal entendido y del virtuosismo virtuosista, para abandonarse en los brazos
de un arte americanizante y de aspecto vanguardista.6” Probablemente este acontecimiento evidenció cómo en Sevilla se había engendrado un grupo congruente con este
momento histórico. Las obras de Leyva, Bermejo, Pedro Simón, Agredano, J. Fernández
Lacomba, entre otros, demostraron un alto nivel creativo, si bien no consiguieron unificar tendencias pictóricas al oscilar desde la figuración a lo abstracto.
En realidad, la crítica concluye con una valoración de disconformidad ante la falta
de un colectivo que llevara a buen puerto una poética común. Cuando se cita al grupo
formado por Guillermo Pérez Villalta, Chema Cobo, Manuel Quejido o Carlos Alco-
lea7, la mayoría coincide en calificar como fracaso una iniciativa que apuntaba alto. El
resultado es un malogrado eclecticismo artístico, carente de una visión correctiva de la
estética entre esta nueva generación.
Actualmente se recoge con unánime convencimiento que el final de una época
de entusiasmo artístico llegó en 1992. Sevilla fue protagonista de este histórico fin de
fiesta gracias a la Exposición Universal. La paradójica conclusión fue la afirmación de
un arte muy politizado, aunque por contraposición, resurgieron artistas denostados
anteriormente tales como Juan Muñoz o Susana Solano8.
Como cierre a esta introducción nos permitimos el deber de autocrítica. El arte
actual andaluz conlleva aún una gran carga mimética, parece que carece de un espíritu libre que lo identifique sin referencias a otros países. Quizá, una gran parte de la
culpa de la carencia de autenticidad se deba a la (in)formación. El aprendizaje en las
escuelas de Bellas Artes resulta altamente técnico y sin ningún resabio humanista. No
se concibe desde la órbita cultural, está estabilizado en un solo frente: lo manual. Esta
demora la percibió el crítico Kevin Power, y dejó constancia en la revista Figura, desde
donde alienta al joven creador a buscar por distintas vías su inspiración, porque de
no ser así, “la obra se agota, porque se ha convertido puramente en un ejercicio y no
tienen una renovación”9.
Otro de los problemas que más acucia la creación de nuestra tierra es la excesiva complicidad entre las instituciones culturales, los pintores y la crítica. En este
sentido, no existe una asimilación positiva del arte local, si no más bien favorece a
los nichos de artistas protegidos cuyas obras todo lo pueden y todo lo valen. La excesiva protección cultural podría provocar un arte político, donde la experiencia del
poder sea más fuerte que las obras. En cambio, ante los ojos del espectador parece
necesario poseer algunas claves interpretativas con el fin de traspasar la mera experiencia visual de diversión y alcanzar el conocimiento, la simbiosis con la obra. Éste
parece ser aún el gran obstáculo a salvar para la nueva generación de historiadores
del arte: poder acercar las artes de nuestro tiempo al público sin caer en lo banal y
trivial.
Esta exposición muestra una antología de obras pertenecientes a la colección pública de Carmona. Los fondos son de procedencia desigual: las obras más antiguas se
conservan en el Museo de la Ciudad y las más actuales se adquieren mediante el certamen de pintura “José Arpa”. Un análisis superficial de las obras delata cómo la ciudad
lleva a cabo una apuesta arriesgada para crear una colección de talante vanguardista.
Este esfuerzo se antoja decisivo para la actualización de la pinacoteca municipal ya
que, de un lado alienta la plástica local y de otro, fomenta el desarrollo de una colección con espíritu renovado. El resultado de esta actuación llevará consigo un acicate a
las próximas generaciones de creadores en Carmona que descubrirán cómo más allá
del peso histórico de su ciudad, se dibuja un horizonte alentador y prolífero para los
artífices del nuevo panorama artístico.
MORENO GALVÁN, José María. Nueve Pintores de Sevilla: Galería Juana Mordó, Catálogo Exposición.
Madrid: 1972
1
2
AZANCOT, L. Eufemiano y la vigencia del realismo. Madrid: 1976.
3
AGUIRRE, Juan Antonio. Nueva Generación: Catálogo de la exposición. Madrid: 1969
BOZAL, Valeriano. “El arte del desarrollo. Una generación nueva. En Pintura y escultura españolas de
siglo XX. (1939-1990)”. En: Summa Artis. Madrid: Espasa,1992. Tomo XXXVII.
4
40 años de pintura en Sevilla (1940-1980). La beca Italia: valoración de continuidad de los últimos años
de pintura sevillana. (Catálogo de la exposición). Sevilla: 1981
5
GUASCH, A. Nueva Generación ¡Olé! (Con aviso), “El País”, 11-IV-1981.
6
En la obra de Juan Antonio Bonet Correa El color en los ochenta se señalan que los que siguieron la
figuración madrileña “posgordillista” fueron C. Alcolea, G. Pérez Villalta y M. Quejido.
7
GUASCH, Anna María. El arte último del siglo XX. Del posminimalismo a lo multicultural. Madrid: Alianza
Editorial, 2000
8
Entrevista realizada el 22 de julio de 1992 recogida en la tesis de doctorado de Francisco José Lara Barranco: La estética de la posmodernidad en la ciudad de Sevilla. En torno a la revista Figura (1983-1986).
(Inédita). Sevilla, 1993.
9
Tarde II
Fernando GARCÍA GARCÍA
2002
óleo sobre lienzo
100 x 81 cm.
Nº Rº 257
La tradición se revierte hacia algunos pintores
que aún se agarran al buen hacer, al sentido
de la pintura primorosa, de alegres creaciones
realizadas con factura impecable. La técnica es
a base de pinceladas fluidas, fundidas en una
pátina uniforme con un velo transparente, que
otorga a la pintura unas tonalidades casi volátiles.
La imagen representa una postal del recuerdo, un hito en la memoria de viajero. Esta
referencia se abordaba ya en el siglo XIX, donde
se defendía una pintura límpida, llena de valores, poseedora de belleza. En ciertos aspectos,
la obra “Tarde II” de Fernando García conecta
con este espíritu, sin embargo sería impreciso
tildarla de pedante y retardataria puesto que
contiene altas dosis de rabiosa posmodernidad,
dada la importancia de la mezcla de estilos que
propone este movimiento.
A veces es preciso recordar ciertas cosas a los dioses
Manuela BASCÓN MAQUEDA
1991
mixta, collage sobre papel
76 x 52 cm.
Nº Rº 176
Dame coches y casas que tú ya tienes nubes
1991
mixta, collage sobre papel
75 x 50 cm.
Nº Rº 177
Esta artista sevillana nace en 1963. Su formación la realiza en el seno de la Facultad de Bellas
Artes de Sevilla, donde años después se doctora
con una tesis crítica sobre María Helena Vieira
da Silva. Aparece ligada a algunos grupos de
artistas andaluces, con quienes interviene en algunas muestras colectivas.
La pareja de obras que presentamos poseen una lectura muy irónica, sus títulos son
alusiones casi declamatorias a la divinidad. El
tono de la petición roza el cinismo debido a la
fuerte carga jocosa. Son obras que invitan a
una refinada perversión. Contienen altas dosis
de elementos posmodernos representados en
la mezcla de la tradición clásica y los traviesos
garabatos que actúan como soberanos. La factura es de una técnica moderada: nerviosas pinceladas se contraponen al collage. La estética
se exhibe deformada, impura, imperfecta como
síntesis de la trasgresión formal y temática. El
anaquel sobre el que descansan las figurillas
actúa de base terrenal, de elemento conciliador.
En resumidas cuentas, este conjunto encierra
todo un manifiesto de intensiones: el yo, mis
necesidades, mis derechos, mis promesas, sus
obligaciones, su superioridad.
Torre en construcción
Juan FERNÁNDEZ LACOMBA
1985
óleo sobre lienzo
100 x 100 cm.
Nº Rº 156
Natural de Sevilla, Fernández Lacomba se perfila como un artista de fuerte personalidad, manifestada en su repertorio pictórico. Autor de
aplastante sinceridad emocional, de formación
autodidacta, curtido en experiencias directas
con las obras maestras del arte europeo.
“Torre en construcción” responde a un ejercicio de libre abstracción si bien reconozcamos
algunos de sus dinámicos componentes, se deben analizar como una nueva ornamentación
de elementos “prehistóricos”, emocionales. La
técnica la marca la creación libre, aunque no
se trate de una acción improvisada a pesar de
las violentas pinceladas de forma libre y gesto
suelto. Predominan una ascética paleta de colores, protagonistas en este imaginario. En resumidas cuentas, esta obra está caracterizada
por el equilibrio entre abstracción y objetividad
merced a las explosiones de forma y color que
nunca llevan a lo amorfo.
La vida es circular
Angustias GARCIA MEDINA; Isaías GRIÑOLO PADILLA
1990
serigrafía off-set sobre papel
195 x 200 cm.
Nº Rº 179
La madurez del pop art se desarrolló mediante
la ampliación de la temática incidiendo en la
renuncia a la expresividad y al toque subjetivo
en pro de un estilo impersonal. Papel más importante obtuvieron los medios de comunicación como motor iconográfico. La publicidad y
los objetos se entendieron como una renuncia
a toda ideología y referencia metafórica. Técnicamente, prevalecieron los procesos de reproducción técnica. El tema cruento de esta obra
se aborda de manera fría y distante a través
de la yuxtaposición de círculos a la manera de
un muestrario desapasionado. No obstante, la
obra revela una carga emocional al espectador
ajeno a la controvertida visión de sus creadores. El arte hoy día ya no establece direcciones,
sino que busca una orientación. La pregunta ha
sustituido a la respuesta. El arte se compromete
no sólo en las esferas políticas, sino con los más
desfavorecidos de la sociedad, pero en demasiadas ocasiones, se convierte en propaganda.
El tema de la diana ha sido recu-rrente en
la plástica pop siendo promotor el artista ale-
mán Richard Lindner (1901- 1978). También la
obra de Lindner genera con énfasis lo trivial con
una paleta muy cercana a nuestra obra, de ricos
tonos vivos.
Angustias García Medina e Isaías Griñolo
Padilla pueden calificarse como artistas cargados de una ironía mordaz, autores de consignas
y manifiestos contra la cultura establecida, como
lo muestra la carta escrita por Isaías Griñolo
contra la dirección de la I Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla. Por su parte, Angustias
García contribuye a la lucha por la integridad
femenina con obras de cariz reivindicativo de
los derechos generales, como su guiño fotográfico a la legendaria obra de Richard Hamilton,
“¿Qué es lo que hace a los hogares tan diferentes, tan atractivos?”.
RUTBERG; ALT. Arte del Siglo XX. Barcelona:
Editorial Taschen, 1999. pp. 327-378.
10
Bodegón del varón Dandi
Ricardo CADENAS VIDAL
1983
óleo sobre lienzo
146 x 114 cm.
Nº Rº 144
Este pintor sevillano, se licenció en Bellas Artes
en la Universidad de Sevilla. Desde 1987 es
profesor de dibujo en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Sus inicios se relacionan con el
grupo de pintores reunidos entorno a la galería
sevillana “La Máquina Española” a principios de
los ochenta. En sus primeras obras se aprecia
un claro influjo expresionista que hace evolucionar hacia lo figurativo.
En los noventa sus creaciones se vinculan a
un arte más conceptual, con fríos paisajes poblados de siluetas, mapas y cifras horarias. Ha
realizado numerosas exposiciones individuales y
colectivas en salas nacionales e internacionales
y su obra se encuentra representada en colecciones como la del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo o el Centro de Arte Reina Sofía.
El bodegón del varón Dandy se relaciona
con las vertientes pop ya que asimila elementos
de lo cotidiano para analizar con fascinación e
ironía los aspectos más triviales y recurrentes de
la sociedad del bienestar y la opulencia. Con el
paso del tiempo este movimiento se convirtió en
una crítica mordaz e inteligente de los iconos de
la cultura occidental.
Copas vacías y paisaje conocido
Pepe YÁÑEZ
2006
óleo sobre lienzo
80 x 80 cm.
El posmodernismo es una corriente que se despierta en los últimos años del siglo XX y se define
por un marcado eclecticismo sin reglas aparentes de creación pero con un talante común: lo
multicultural. El arte como un iniciador moral se
tacha de represivo. Del mismo modo, sobresale
un sentimiento en contra de la intelectualidad.
Este espíritu se podría aplicar a la generación de pintores neoexpresionistas españoles que acucian la influencia directa de Tàpies
y Mirò. La obra de Miquel Barceló y Frederic
Amat se caracteriza por un gesto frenético, siendo la de Ferrán García Sevilla y Guillermo Paneque más meditada y trascendental.
Para este propósito, la trans-vanguardia
italiana ofrece un mensaje subjetivo de la historia y la mitología, encerradas en un laberinto
de pasiones mundanas. Otro rasgo diferenciador es la falta de la justificación de este nuevo
movimiento que pronto evidenciaría un carácter
convencional, debido al decorativismo de sus
pinturas. La crítica internacional no considera apropiada la definición de este movimiento
como una sátira pictórica ya que la temática
que desarrolla se caracteriza por la banalidad
de sus argumentos.
En este contexto de mezcla y cambios germina la obra Copas vacías y paisaje desconocido. Se trata de una imagen rica en elementos
iconográficos de nuestros tiempos. De un lado,
el sentido ocioso de las copas se interpreta
como un desequilibrio en nuestras conciencias,
representadas en los perfiles del templo. Pero sin
duda, el elemento más enigmático lo despierta
el gato, animal doméstico no carente de ferocidad, quizás un icono de la actitud del hombre
de nuestros días.
La muerte
Manuel DÍAZ MORÓN
1987
óleo sobre lienzo
162 x 200 cm.
Nº Rº 159
“La muerte” es una obra de presumibles connotaciones trágicas, dramáticas. Formas de amebas dotadas de formas positivas y negativas con
fuertes contrastes vitales o mortuorios. El sentido
de mayor pathos lo marcan las protuberancias
y depresiones en una metáfora del azar y el orden.
Estilísticamente se desprenden ciertas afinidades con lo matérico, quizás en el marco de
los paisajes telúricos (paisajes del fin).
El mensaje que encierra se antoja desilusionado pero no desesperado. El lenguaje que
utiliza es serio, interrogativo y escéptico. La imagen está marcada por el dolor en un intento de
exorcizar el caos. Por su parte, las formas penetran en el plano pictórico desde el exterior,
tienden a superar sus límites o a dibujar círculos
laberínticos.
Sin título
Juan Manuel PÉREZ TAPIAS
1990
mixta sobre lienzo
130 x 160 cm.
Nº Rº 170
Este joven creador ha despuntado en diversas
exposiciones nacionales ligado a un grupo entre
los que figuran Asunción Cubero, Juan Manuel
Seisdedos, Tomás Cordero o Manuela Bacón,
autora recogida en esta muestra.
Entre sus compromisos sociales se manifiesta implicado en exposiciones de corte polí-
tico como el homenaje en el 75º aniversario de
la República Española, celebrada en Sevilla el
pasado año.
La razón o la fuerza
Antonio Javier PARRILLA
1998
mixta sobre lienzo
82 x 82 cm.
Nº Rº 268
El autor fue uno de los participantes de la exposición 24 poetas, 24 artistas en la sección “Del
27 al XXI: Una espada te atravesará el alma”.
Pertenece al círculo de la galería Concha Pedrosa con otros nombres como Ricardo Castillo,
Pedro Mora, Javier Bilbao, Curro González. Ha
expuesto, así mismo, para la Caja China, galería de arte actual de Sevilla.
La obra de Javier Padilla se estudia desde
las nociones que hacen diferentes la estética de
la década final del 2000. Aún no se ha mostrado ninguna tendencia predominante, ninguna
teoría vanguardista progresista, ningún grupo
que establezca pautas, ni siquiera una personalidad artística dominante, comparable a un Pollock o un Bacon –por no hablar de un Picasso-.
Aunque el cínico pronóstico de Andy Warhol en
el que todo el mundo sería famoso al menos
durante un cuarto de hora no se ha consumado,
ahora resulta menos halagüeño que entonces.
Todas las reglas han perdido autoridad.
Incluso las teorías más fértiles han desatendido
hoy día su carácter global y adquieren rasgos
individuales. La ambición intelectual ha dejado
paso a la creatividad. Entre los artistas, con pocas excepciones, la idea de la inmediatez ya no
tiene interés.
En esta obra predominan estos parámetros
porque conecta con muchos movimientos contemporáneos como la pintura informalista por
el sentido matérico, pero alejado de la instantaneidad.
Ascenso lento
José Luís ANAYA ÁLVAREZ
2005
mixta sobre lienzo
130 x 90 cm.
Nº Rº 277
Esta obra relaciona al artista con tendencias
conceptuales. Prevalece un sentido de preocupación por el método, las escalas, los planos
del tiempo, la división de la mente y los diversos parámetros de pensamiento. El tema de la
abstracción contra la objetividad se ha convertido en anacrónico. La cuestión predominante
es determinar dónde estamos, hacer un análisis
y establecer una base. El artista espera que el
espectador pueda reconstruir un conjunto a través de las diferentes partes que componen este
friso. Para ello acude a un lenguaje cuya referencia ponen en duda las dimensiones espaciotemporales.
Testimonio
José M. CAMACHO TIRADO
1995
mixta, ensamblaje sobre tabla
100 x 65 cm.
Nº Rº 201
Trascender los límites de la pintura ha sido siempre una obsesión para los artistas más inconformistas. Entre ellos, Marcel Duchamp ocupa el
rango indiscutible de profeta.
Sin embargo, la obra de Duchamp, repleta de alusiones secretas a las finas artes de la
literatura, la música, las matemáticas y la física e incluso la cultura popular, diluye cualquier
clasificación concluyente y definitiva. Desde una
interpretación clásica de su obra, se manifiestan
signos de la ironía romántica, así como de una
naturaleza fragmentaria. Duchamp cuestiona
los cimientos del arte eterno que consideraba,
cuanto menos, fraudulentos aunque útiles en el
ideario general de los hombres.
Este intelectual no ataca la esencia del arte
sino el aburrimiento que le ocasionaba la repetición abusiva de iconos. Con tal efecto, apare-
cieron los ready-made, formaciones aleatorias
de elementos espontáneos, que juntos no tenían
un valor total. Pero tampoco el arte clásico poseía este pretendido valor añadido, era el hombre el único culpable de este crimen contra la
libre creación. Según Duchamp, el artista se
sentía demasiado protegido por su éxito fugaz,
de modo que su obra se convertía en un objeto
más de consumo.
De esta mordaz visión del arte como vehículo de ideas nace la obra Testimonio de José
María Camacho. Aparentemente, la fusión de
los objetos puede provocar un trampantojo al
espectador que busca fusionar los elementos
e imaginarlos como una única superficie. Pero
pronto toma consciencia de la diferencia entre
las texturas y los volúmenes, testimonios quizás
simplemente de la controversia.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
40 años de pintura en Sevilla (1940-1980). La beca Italia: valoración de continuidad de los últimos años de
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E L P R E S E N T E C AT Á LO G O
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Agradecimientos
Ricardo Lineros Romero, Rosario Troncoso Loro, María de Gracia Carrera Fernández, Antonio Carlos
Ramos Campos, Irene Suárez Ramos, Enrique Manuel Peña Pérez, Lucrecia Prieto García, Isaac Prieto
García, Vicente García Baeza y José María García Baeza
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