EXCODRA REVISTA DE LITERATURA (Y OTRAS ARTES) Nº 1 (LO MALDITO) Revista Excodra. Número I: Lo Maldito. Mayo, 2011. ISSN 2014-1998. Rubén Darío Fernández CARTA DE PRESENTACIÓN Hace un año, o más, o menos... Escribí un texto sobre el malditismo, sobre autores que sentía malditos, conversando conmigo mismo sobre qué era aquello de lo maldito. Comencé como un relámpago que rompía la tarde y casi sin darme cuenta, cuando se estaba extinguiendo el estruendo del trueno, lo terminamos. Y digo lo terminamos porque por el camino se me unió Pablo Lozano Tellechea y el ruido se hizo mayor, que lo maquetó y le dio otra dimensión a las palabras y a sus significados. Se tituló Excodra, porque sentía que la mezcla de los diferentes escritos que nacieron eran una literatura EXperiencial, COnceptual y DRAmática. Al terminar, se me quedó en el pecho una mezcla de vacío y silencio que urgía rellenar. Para tal labor de relleno, nació la idea de esta revista. Más allá de los truenos y del deseo de continuar un ensayo sobre el malditismo mediante el parir de esta revista, la idea de poder tener diferentes visiones sobre lo maldito, ya era de por sí enriquecedora y muy atractiva. Y es entonces que este primer número tiene la mencionada temática maldita. Nos fuimos poniendo en contacto con amigos, conocidos y absolutos desconocidos para que nos derramaran su arte, ya fuera literatura, pintura, fotografía o el que fuere, en este recipiente de opiniones, de diferentes maneras de expresión y pensamiento, siempre con el malditismo como telón de fondo. El resultado de esta búsqueda de diferentes visiones sobre lo maldito, yo lo siento como una gran caja de cartón abierta en mitad de una acera, con personas que mirarán en su interior para indagar en sus tripas, con personas que se alejarán de ella por pensarla un peligro, con personas que la otearán a lo lejos sin saber si acercarse, o si no, con personas que patearán la caja asqueados y violentos, con personas que cerrarán la caja y alejarán a sus niños, con personas que dejarán su firma en ella como si fuera un beso, con personas que la mirarán y sólo verán un caja, y con personas que ni siquiera se darán cuenta que allí, en mitad de una acera cualquiera, hay una caja de cartón, abierta, que alberga más preguntas que respuestas. RDF ÍNDICE Editorial La moral y lo maldito Ficción QP, Rubén Darío Fernández La culpa la tiene Dostoyevsky, Carmen de Agustín Pavón La flamenca y Caravaggio, Carmen de Agustín Pavón No ficción Decálogo relativo al malditismo, Jordi Corominas i Julián El malditismo según ellas, Patricia de Souza Inicio del ensayo “Eva no tiene paraíso”, Patricia de Souza Poesía A mis demonios, Alejandra Guzzini Sr Projarchin Bartleby, Rubén Darío Fernández Fotografía Ludovica Bastianini Luigi Aloia Marta Fernández Clemente Entrevista + Aportación artística Claudia Apablaza Críticas y reseñas “El golfo de los poetas” de Fernando Clemot Editorial. Punto final … Colaboradores EDITORIAL La moral y lo maldito, de Arthur Rimbaud a Leopoldo María Panero. O de 1854 a 1948. Casi un siglo de distancia entre ambos nacimientos. No es mucho tiempo, en verdad, ni mucha la distancia que separa sus primeros llantos entre Charleville (Francia) y Madrid (España), sólo unos mil quinientos kilómetros. Sin embargo, entre ellos, hay un verdadero abismo que al mismo tiempo que los separa, los une, los enlaza. Rimbaud ya murió, a los 37 años. LM Panero aún está vivo, a día de hoy, 12 de agosto del 2010, residiendo en un psiquiátrico de Las Palmas de Gran Canaria. Llama mi atención comparando sus biografías el que ambos fueron criados en ambientes fuertemente autoritarios, y más por parte de madre que de padre, aunque en el caso de LM Panero parece ser que el padre, además, era brutal en sus palizas. El padre de LM Panero, militante de la Falange Española, murió cuando él tenía catorce años. El padre de Rimbaud, militar y capitán de uno de los ejércitos franceses que lucharon en Argel en aquellos tiempos, se fue de casa cuando él tenía siete. LM Panero fue a la cárcel por su militancia antifranquista. Rimbaud vagabundeó junto a Verlaine por las calles de París y Londres. Ambos fueron homosexuales en épocas y lugares donde no era fácil serlo. A ambos les rechazaron sus conciudadanos y familias, por sus estilos de vida. Ambos se entregaron al alcohol y al escenario de las emociones rápidas y no aceptadas mayoritariamente por su entorno. Cada uno a su manera y en su tiempo estuvieron fuera de la moral imperante. Las sociedades, en el plano moral, se manejan en términos de aceptado y rechazado, con toda una gradación repleta de matices entre ambos polos. Lo bueno y lo malo. Rimbaud y Panero, desde el lado de la moral de sus sociedades respectivas, danzaban en el extremo de lo malo. Lo maldito -lo que hay más allá de la moral al uso. Hace sesenta años, en España, por ejemplo, que no se te ocurriera, siendo un hombre, besar a otro hombre delante, y por ejemplo también, de una pareja de la Guardia Civil. Hoy se hace, y no corre la sangre. Por esas mismas fechas y en la época de Rimbaud que tampoco se te ocurriera decir que Dios no existe, o simplemente, saltarte las misas de los domingos. O ir por la calle con una camiseta donde apareciera una hoz y un martillo, así ejemplificando juvenilmente, o negarte a hacer el servicio militar. Lo maldito ayer, no lo es hoy. Homosexualidad, ateísmo, comunismo, no sé, pacifismo, insumisión, pensamientos contra-sistema, hoy, son otra historia. El comunismo, es curioso, en poco tiempo pasó de ser lo malo a lo bueno a lo malo otra vez, hoy ya no sé ve con tan buenos ojos como hace veinte años, y es que han sabido maquillar muy bien de dictadores asesinos a los principales comunistas, como el caso ahora de Fidel Castro. Con lo anterior quiero ejemplificar lo relativo de la moral de una sociedad, la cual está determinada por quienes ostentan el poder sobre las masas. Rimbaud y Panero se criaron, aunque con presiones distintas, en las más estrictas morales cristianas. Hace tiempo escribí “donde hay represión, hay explosión, y si no, que le pregunten al globo”. Moral y política son el padre y la madre del malditismo. Y este hijo inesperado, en su lucha por cambiar de padres, renueva los horizontes de lo posible. Más allá de donde aún se esconde la vida, queda un reino, queda cultivar como un rey su agonía, hacer florecer como un reino la sucia flor de la agonía: yo que todo lo prostituí, aún puedo prostituir mi muerte y hacer de mi cadáver el último poema. Lo escribió LM Panero. Recuerdo la historia de la Francia hija primogénita de la Iglesia. Habría hecho, villano, el viaje a tierra santa; tengo en la cabeza caminos por las llanuras suabas, vistas de Bizancio, murallas de Solima; el culto de María, el enternecimiento por el crucificado, se despiertan en mí entre mil hechicerías profanas. - Estoy sentado, leproso, en los cacharros rotos y las ortigas, al pie de un muro roído por el sol.- Más tarde, reitre, habría vivaqueado bajo las noches de Alemania. ¡Ah! Algo más: bailo el aquelarre en un rojo calvero, con viejas y con niños. No recuerdo más lejos que esta tierra y el cristianismo. Nunca me terminaría de ver en ese pasado. Pero siempre solo, sin familia; incluso ¿qué lengua hablaba? No me veo jamás en los consejos de Cristo; ni en los consejos de los señores, -representantes de Cristo. Y esto lo escribió Rimbaud. Más allá de donde aún se esconde la vida queda cultivar como un reino la sucia flor de la agonía. En este poema de Panero yo veo ese posicionamiento, o deseo de posicionamiento, al otro lado de lo común, de lo ordinario, eso que queda por cultivar, por explorar, por hacer presente, que está más allá de la moral al uso, lo maldito, esa sucia flor de la agonía, que él pone inmensa como un reino, sucia desde la óptica de su actualidad, flor por posibilidad de hermosura, y tal es la agonía, pues parece nunca llegar allí donde se superan los extremos, y que de hecho ya sitúa esa llegada tan lejos, que será en la muerte, donde su cadáver será su último poema. Viene a ser un hacer hermoso lo horrendo (hermoso el poema, horrenda la muerte, el cadáver), convertir lo malo en bueno, como alivio, tal vez, es posible, de dejar de sentir que lo que él es según el baremo moral de la sociedad en que él vive, no sea horrendo, malo, sino hermoso, bueno. En esta lucha con la moral, lo maldito, renueva tal moral. Y Rimbaud, tal cual, sentado y leproso entre cachorros rotos y ortigas al pie de un muro roído (se posiciona en lo feo, lo roto, lo que daña, lo derruido, al otro lado de lo bienjuzgado), solo, sin familia, excluido, no se ve en la moral cristiana, la moral de su tiempo, y desde allí, desde el otro lado de lo corriente, desde lo maldito, nos escribe, poniendo en duda su tiempo (la duda, siempre y necesario primer escalón), rompiendo los contornos de la moral en que creció. Valgan estos dos breves ejemplos para situar a lo maldito como puerta a la superación, a la ampliación, a la renovación de lo que se piensa y se hace, y a lo que no. Fragmento extraído del ensayo sobre el malditismo Excodra FICCIÓN QP Queridísima Puta Esta noche te estoy escribiendo porque me acuerdo de ti, lógicamente. Pero podría acordarme de ti y no escribirlo. Si lo estoy haciendo, como aquello que nunca hicimos, es porque te dije que escribiría un cuento con los minutos u horas de aquella noche o mañana o tarde en que nos conocimos, y es ahora mismo que voy a empezar a hacerlo, bastantes años después de aquello. Más bien sería por la mañana, tal vez por la tarde, porque recuerdo que había sol y alguna gente del bar tomaba café y creo recordar que antes estuve sentado a la mesa de unos viejos que comían algo, tomando vino, porque me invitaron de su vino, pero no sé qué comían. Podía ser mediodía. Pongamos que eran las doce del mediodía. Es posible que llevara un par de noches sin dormir, igual sólo la noche anterior sin dormir, pero más posible es que fuera la segunda noche sin dormir o la tercera, pues sólo en ese estado de fuera de mí y del mundo es cuando visitaba una de esas calles de las putas para que me hicieran una mamada o echar un polvo rápido antes de irme, por fin, a dormir. Antes ya habría follado, seguramente, pero no iba por allí en busca de putas por no follar, por necesitad fruto de la carencia de sexo, sino porque me encantaba rematar los días de decadencia de aquella manera, pagando por tener un orgasmo. El por qué está claro, no respondía a una carencia de sexo, sino a otro tipo de carencia, la carencia de afecto. Putas, maricones y yonquis, en el imaginario que se formó en mi infancia, que formaron en mi infancia, eran la lacra de la sociedad. Los asocié a “los sin afecto”, y eso sí que no sé por qué. Antes, al igual que haber follado con algún ligue, también habría estado con maricones, follando, claro, y con yonquis, tomando droga, por supuesto. Pero las putas eran con quien de veras me sentía más a gusto. Lo que me encantaba era hablar con ellas y ver cómo actuaban conmigo. Romper con esa falacia autoimpuesta de que vivían sin cariño, sin afecto, sin amor, de que eran una especie de no-humanos destinados a la corrupción de los hombres. Joder, sí, mi moral fue totalmente apostólico-románica. No sé en qué punto de mi vida deseché todo lo inducido en mi manera de tener que comportarme, pero fue a las bruscas, eso seguro. Resquebrajarse a uno mismo, cuesta, así que la explosión, viene a ser lo más fácil, o al menos, lo más rápido y efectivo. Mejor una rojo que mil colorado. Y sí, probé de cuanto supe prohibido. Pero los tres imaginarios de antes eran mis preferidos y el primero de ellos el que me hacía sentirme, de aquel entonces, bastante vivo, muy vivo, vivo, tanto que hasta lograba sentirme persona después de haber estado con una puta. Supongo que por algo tan simple como por poder elegir lo que es lo bueno y lo malo, y elegir lo considerado malo y tomarlo como normal o sentirlo natural ya era un hecho liberador y personificador. Y el que fuera una mujer con sus dos pechos y su coño y su lengua y su culo y sus palabras dulces y su cabello largo y su cintura estrecha, pues lo hacía todo más sencillo, más natural para mí. La droga estaba bien, los homosexuales estaban bien, pero las putas, las putas eran lo mejor que me sucedía cuando me libraba de mis ataduras morales. Dos, tres, cuatro días me costaba librarme de ellas. De las ataduras. No sé si era falta de desinhibidores o que yo era muy duro de mollera, pero me costaba. La cuestión es que lo conseguía y así te conocí y son gracias a ti estas líneas que ahora escribo. No tengo ni la menor idea de cómo te llamabas, pero voy a describirte físicamente como si la figura y silueta de cuerpo fueran tu nombre. Tu piel era marrón tirando a negro. Tu pelo muy rizado, no muy largo, creo que llevabas una especie de rastas o trenzas, no lo sé muy bien. Tus ojos marrones eran enormes y tus pupilas eran grandes pero seguro que no tanto como lo debían de ser las mías. Tenías las pestañas alargadas y curvadas, muy curvadas hacia arriba. Un par de tetas que debían ser durísimas y un culo tanto o más prieto como tus tetas. Tus labios gruesos y carnosos y dulces, o así sabían cuando me besaste al despedirnos. Vestías una cazadora negra de cuero, creo. Pantalones vaqueros azules o negros o marrones o ni puta idea, pero eran oscuros. Bajo la cazadora, un jersey de cuello alto. Su color, blanco, gris, no sé, más claro que la cazadora. Y el blanco de tus ojos era un espectáculo de sinceridad. Nunca había visto unos ojos tan limpios. Ni una jodida vena hasta el iris. Parecías de cera. Sin duda, parecías de cera. Pero no lo eras y eras de carne y sentimientos y me gustó mirarte, sin saber ni cómo te miraba, detrás del cristal del bar en que estaba consumiéndome consumiendo cervezas y lo que terciara. Estabas tan buena como cualquiera, seguro, pero tus ojos eran distintos, tu mirada. Era una mirada distinta. Pero a ver, ya sabéis que la mirada de los sueños de cada uno es una mirada con luz independiente de cada persona. Cada persona tiene unos ojos que lo enamoran. Tú eras mi mirada, al menos esa noche en concreto, esa mañana o esa tarde o ese mediodía en el que estábamos. Fuiste mi mediodía entre todos los mediodías del mundo. Nunca sabré cómo nos pusimos a hablar. Bebía yo cerveza y tú pediste un whisky. Me gustó tu decisión y lo pagué encantado así como los dos whiskies que nos bebimos después. Comenzamos a hablar y fueron días, horas, minutos, no sé, una eternidad, pero sé que tú viniste de una región de África que ahora no recuerdo el nombre y que lo hiciste para ayudar a tu familia. Pero te prostituías y no te gustaba mucho. Pero lo habías hecho y no te disgustaba. La gente que te administraba no te trababa mal y a veces, me contaste, te corriste como en la infancia. Eso me chocó, porque aquí, en la infancia, el correrse va más asociado a las carreras que uno hace en colegio en la clase de gimnasia o a moverse en una fila hacia delante que a que te metan por el coño una polla bien grande o bien pequeña pero que te la metan y sea o no de tu amada persona o por dinero contante y sonante o por placer sin más. Tal vez te expresaste mal y querías decir en tu adolescencia, pero sea como fuere, te corriste y te gustó y no hay muchos trabajos en que a veces, después de todos los avatares, tenga uno un orgasmo cojonudo mientras trabaja. Pensé y dije, o sólo lo pensé o sólo te lo dije, que te pagaban por tener orgasmos. Tú reíste y me dijiste que también los dabas. Recuerdo el beso tan sincero que me diste en los labios al despedirnos. Ese beso lo valía todo. Pero antes hablamos, o más bien te hablé y tú me escuchabas, sobre la dramaturga Angélica Liddell, te conté que era una de las artistas más dolidas que había conocido, que la notaba tan jodida, tal vez por una falta brutal de afecto, por un miedo horrendo a ella misma al mirarse sus pensamientos y sus acciones, que por un lado me enternecía pero por otro también me causaba indiferencia, quería que me causara indiferencia. ¿Y por qué? Me preguntaste. No sé bien qué respondí, tal vez algo así como que si podía sentir indiferencia por su dolor también podría sentirlo por el mío propio. Algo por el estilo tuve que contestarte, pero tú ya ibas en tu segundo whisky y yo en mi no sé cuantas cervezas con otro whisky para hacerte compañía y me encontraba turbio que era como deseaba estar. Angélica crea con la destrucción, creo que te dije de ella, que Angélica, odiaba tanto al mundo de lo mucho que lo amaba, en fin, no sé lo que dije. No, no sería eso lo que pensaba, ahora pienso que cuando alguien, ella en este caso, muestra su dolor no es sólo como descarga o para llamar la atención, para concentrar la atención en la propia persona, sino para que también sientan dolor como ella lo siente, para que todo el mundo esté igual de dolido que como ella se siente, para tener algo que compartir, aunque sea lo peor de uno mismo, lo que uno siente peor en sí. Algo así sentí cuando vi Anticristo de Lars von Trier, y algo así siento cuando escribo determinadas cosas y siempre pienso en ese riesgo inmanente que está en toda persona que se ha sentido agredida: convertirse en agresor. Y es entonces que me pregunto, que te pregunté: Queridísima Puta, ¿por qué el dolor apaga al dolor? No tengo idea, hermoso, me dijiste y acercaste tu boca a mi oído, pero para el dolor yo receto un buen polvo. ¿De verdad no quieres follarme? No, te contesté, bebamos, bebamos. Sentí tanto asco dentro de mí, sentí como ahora siento tanto asco de mis pensamientos, de mi manera de ver la vida, que sólo podía repetirme: bebamos, bebamos, bebamos. RDF La culpa la tiene Dostoyevsky Veo en las noticias de las 9 que es el 25 aniversario de los Goonies y recuerdo que todo el mundo dice que no tuve infancia. Sólo porque no vi esa película de niña, y cuando intenté (me obligaron) verla de mayor, me dormí sin remedio. No creo que no tuviera infancia, el problema es que la abandoné demasiado pronto. La culpa fue de Dostoyevsky. Recuerdo la sensación de desamparo que sufría cuando empecé a leer sus novelas a los 12 años (porque ya nadie se preocupaba de proporcionarme "El barco de vapor", sé que fue a los 12 porque sólo tuve un libro rojo): historias de personas sin familia, con escasos amigos, que trabajaban cuando podían y por regla general nadie les esperaba en casa: quizá algún día, por un encuentro fortuito, establecían contacto con alguien, muy pocas veces tenían parejas o hijos, y sus relaciones siempre daban la sensación de resquebrajarse sin remedio. Estaban siempre enfermos. Comían, cuando podían, sopa de col con vodka. La vida era gris. Como cualquier adolescente, nunca me lleve demasiado bien con mi familia, pero cuando aparcaba al príncipe Mishkin en la estantería, y me dirigía a la cocina, tenía siempre un plato de comida en la mesa (o en su defecto un filete en la nevera). Me horroriza que la sensación de soledad descrita en aquellos libros sea real, y que el hacerse adulto consista en esto: estar condenado a sobrevivir, trabajando cuando se pueda y donde se pueda, y que lo único que nos espere a la hora de la cena sea una sopa de tomate y una cerveza. Una vida gris, en la que el contacto humano se reduzca a mirar al suelo del metro, y saber que todos los demás también miran al suelo. Una vida para arrastrar crisis e infelicidad, y menos mal que no es epilepsia y ludopatía como el pobre Fiodor. Y sin embargo soy afortunada, porque no estoy sola. Aunque ahora viva sola la mayor parte del tiempo, soy infinitamente afortunada de tener otra mitad (o, mejor, otro entero). Y porque trabajo en lo que he elegido. Sólo me falta saber si lo que he elegido es lo que quiero. O aprender de Sonia a aceptar la vida. Lástima que yo sea más como Raskólnikov, y hasta que no mato a la vieja, no soy capaz de ello. Casualidades de la vida. San Petersburgo en la tele... (Pero la telaraña sigue ahí, por mucho que Macha la limpie.) CdAP La Flamenca y Caravaggio Antes de sentarse, Rafael (me enteraría de su nombre después) cogió una servilleta de la mesa, limpió muy por encima el taburete de eskay, se arremangó la falda y se sentó, dejándola caer por fuera del taburete, con unas maneras de hombre que contradecían su atuendo. Me recordó aquella película de los 70, Historia de O, y me pregunté si lo hacía porque no se le arrugara el traje o porque le gustaba sentir el eskay pegajoso en el culo. Le costó relativamente poco darse cuenta de mi presencia. Hacía poco que había llegado a la ciudad, vivía solo y no tenía demasiadas opciones para un sábado por la noche. Había alquilado en el piso que quedaba justo sobre aquel bar, sin saber que cada sábado iba a sufrir un espectáculo de cuplés, flamenco y canción española en general en mi salón hasta altas horas. Harto de disfrutar del show en directo sin haber pagado entrada, y sin poder concentrarme en leer, ver una película o simplemente dormir, decidí contradecir a mi sentido común y bajar a unirme a la fiesta. El local era igual de sórdido y mugriento por dentro que por fuera. La España profunda en medio de Barcelona. Enseguida tuve la sensación de haber viajado cuarenta años atrás en el tiempo y empecé a arrepentirme de mi decisión. Aunque el bar estaba abierto a todos, parecía por lo relajado de los huéspedes (muchos jubilados, ellos calvos y con corbata y jersey verde, ellas con tinte rubio, cardados imposibles y perlas y dos retrasados mentales cuarentones, probablemente los hijos de alguna de las parejas) que aquello era una fiesta privada. Reparé con cierto alivio en que no era el único fuera de lugar: tres modernos cámara en mano, una pareja de alemanes, por supuesto cámara en mano, y un chico quizá senegalés ponían la nota discordante. Apuré la cerveza en dos tragos y me disponía a largarme por donde había venido, planeando la mejor dirección a seguir que me librase de una banda sonora de película de Antonio Molina, cuando Rafael me invitó a sentarme a su lado. Me había bebido la cerveza tan deprisa que mis reflejos se habían visto afectados, así que obedecí y me senté. Me preguntó amablemente quien era, de donde venía, hacia donde iba. Llevaba una peluca marrón que parecía hecha con pelo de perro, un sombrero cordobés y un traje de flamenca rojo y negro; los labios pintados con poca fortuna, el carmín haciendo estrías sobre su piel arrugada, el rímel en peligro de llegar a las mejillas. Una imagen quizá ridícula llevada con una dignidad insuperable. Un par de días antes un compañero de trabajo me dejó KO preguntándome de repente qué era para mí lo maldito. Llevaba pensándolo desde entonces y no me ponía de acuerdo conmigo mismo, no sé qué asociación de ideas me convenció de que Rafael era la persona idónea para respondérmela. -¿Lo maldito? Lo primero que me trae a la cabeza son los curas de mi colegio, la verdad es que aprendí bastantes cosas con ellos. Creo que la más importante fue que Dios es un poco hijo de puta. Yo les preguntaba a los padres que por qué nos había creado y nos había puesto en un mundo lleno de cosas buenas para castigarnos cada vez que hiciéramos algo que nos diese gusto, y menudos capones que me llevaba, con el anillo en forma de Cristo, hay que ver. Y aprendí que Dios te podía maldecir para siempre con menos de nada, fíjate, con que te corrieras involuntariamente en sueños, joder, a todos los chicos les pasa, ya estabas maldito como Onán. Claro, los curillas se pensaban que éramos tontos y que no oíamos sus gemiditos en el confesionario cuando nos peguntaban una y otra vez ¿Tú te tocas?, ¿Cuántas veces?, ¿Qué piensas mientras lo haces?, creían que no sabíamos que los que se estaban tocando entonces eran ellos. Y luego el tema de no comer animales que rumiasen pero no tuviesen la pezuña partida, ni animales que no rumiasen pero tuviesen la pezuña partida, a ver eso que lógica tenía, pero con eso también estabas sucio y maldito. Y si bebías leche en un cuenco mitad de barro mitad de madera, tenías que ir al templo y sacrificar dos pichones, y permanecías impuro hasta la tarde. No recuerdo bien estas normas, ha pasado mucho, mucho tiempo. Yo como siempre fui maricón, recuerdo pasar el tiempo buscando en la Biblia historias de mujeres, quería parecerme a ellas. Había muy pocas, las mujeres son irrelevantes. Estaba Dina, hija de Jacob, a la que se nombra sólo porque un príncipe enemigo la raptó. Luego, cuenta la Biblia, que se enamoró de ella y fue a hacer las paces con sus hermanos, que serían los de las 12 tribus, aunque aún eran jovenzuelos y no las habían fundado, a decirles que se iba a casar con ella. Estos cabrones, con eso de tener a Dios de su lado, les dieron el visto bueno si se circuncidaban, el príncipe y todo el pueblo, y por la noche, cuando todos habían pasado por la navaja y tenían el nabo dolorido, los hermanitos entraron a saco y los mataron a todos. Claro, estaban malditos, habían tratado a su hermana como a una prostituta, y Dios deseaba venganza. Luego estaba Rut, que no recuerdo que hiciera nada más que ayudar a su suegra, muy poco interesante. Mi favorita era Judit. Esa sí que era toda una mujer. Seguro que me ves aquí vestido de flamenca, y te preguntas como es posible que sepa tantas cosas de religión. Es que yo no siempre fui cantante, yo tuve una educación. Era muy listo y los padres me querían aprovechar para el seminario. Yo aún no sabía que quería ser cantante, pero sí sabía que quería ser maricón. Sí, claro, los curas también, pero ellos nunca salían de la celda sin su sotana, por más que dentro se pusieran bragas y se dieran por el culo. Aquí donde me ves tengo 72 años. Me han dado más palos que a una estera, imagínate, desde que salí del seminario dando tumbos por el mundo he estado. Te decía, yo he tenido una vida y una educación. Era tan listo y cantaba tan bien en el coro que los curas convencieron a mis padres de que me internaran en el seminario, echa cuentas, en año 50, tenía yo 14 años, claro que para mi santa madre fue un alivio, porque ella ya sabía desde siempre que su hijo era un poco maricón, y eso para una señora bien de Madrid que había parido el día del glorioso alzamiento era demasiado duro. Y del seminario, como era tan listo y tan guapo incluso me mandaron a Roma a estudiar. Allí es donde vi por primera vez los cuadros de Caravaggio, ése sí que estaba maldito. Un día un seminarista mayor que yo me invitó a ir con él a la Galleria Nazionale d’Arte Antica, que en el año 51 expuso por primera vez el cuadro de Judit decapitando a Holofernes. No puedes imaginarte qué impresión me dio. Judit arrugaba el entrecejo con una mezcla de asco y pudor, mirando la sangre que salía a borbotones del pescuezo del hombretón. Una hora me quedé pasmado memorizando cada detalle. Recuerdo sobre todo los pendientes, el peinado y la blusa casi transparente de Judit, cómo me imaginaba a mi mismo vestido así, del brazo de un hombre como el Merisi. Mira mis pendientes, son iguales, perlas en forma de lágrima.- Y me mostraba los pendientes de plástico que colgaban de unas ranuras demasiado largas de sus lóbulos- Luego me aficioné a ir buscando sus cuadros. En muchas iglesias podías ver esas vírgenes, esas magdalenas, esos santos, todos con los pies sucios, que no te extrañaba nada nada que el pobre maricón llevará esa vida perra y acabara muriendo de aquella manera, maldito…pero que maricón tan impresionante, que efebos en claroscuro pintaba, que parecía que se iban a salir del cuadro con esas carnes virginales. No sé cómo el prior se enteró de mi afición, y me cayó el sermón sobre los peligros de idolatrar las imágenes, que deben ser contempladas únicamente como instrumentos de alabanza a Dios; es más, algunas obras eran menos recomendables que otras, y el Caravaggio se encontraba entre los que debía ser tomado con cautela. Sus modelos eran prostitutas: utilizó la misma para Judit, para la Magdalena penitente y para Santa Catalina, eso decía mucho sobre el poco respeto que tenía a las cosas santas. Tenía una fijación morbosa por las decapitaciones, la sangre era oscuramente real; las cabezas cercenadas, Holofernes, Juan el Bautista, Goliat, autorretratos. Ya había sufrido bastantes capones, así que no pregunté por qué la Iglesia acumulaba los cuadros de un pintor maldito. Ya ves, yo hubiera tenido una vida y una educación si no hubiera sido porque a mi madre le dio por morirse en el año 60. Tuve que viajar de vuelta a Madrid para el entierro y ahí se acabó mi vida, porque me enamoré de mi primo, que esto de ser maricón debe de ser genético, ¿no crees? A veces pienso que no acabó, sino que ahí es cuando realmente empezó mi vida. Yo no era feliz de cura. Sólo lo pasaba bien cuando cantaba, cuando me obligaban a rezar notaba como un vacío en las tripas, porque a la pregunta de para qué nos ha puesto Dios en el mundo lleno de cosas buenas para castigarnos si hacemos algo que nos de gusto había dejado de buscarle la respuesta, y en lugar de hacer como otros seminaristas, que se flagelaban cuando tenían estos pensamientos malditos, pues yo prefería que me rompieran el culo. Qué más quieres que te cuente, porque el resto de mi historia ha sido cantar e ir de ciudad en ciudad, llevo cantando desde mucho antes de que se muriera Paco, claro que entonces a veces acababan partiéndome la boca, menos mal que aquello se acabó porque yo a mi edad, con todos los dientes postizos, ya no estoy para esas. Me preguntabas qué es lo maldito y yo por los cerros de Úbeda, hijo mío. Creo que no sé qué es lo maldito, porque según el humor del que me levanto, lo confundo con lo bendito. Pero mira toda esta gente. A ellos seguro que les pasa lo mismo. El camarero, gordo, con la camisa desabrochada, sudado como buen camarero, se acerca a nosotros con dos copas en la mano y nos las llena de coñac. -Olé, Rafael, menudo chico guapo te has buscado esta noche. Los dos bebemos en silencio, esperando que acabe la actuación del gitano de la camisa con chorreras. Entonces Rafael se levanta con brusquedad, sin enterarse de que ha arrastrado el taburete con la falda, y reemplaza al gitano en el escenario. Empieza a cantar Ojos verdes. CdAP NO FICCIÓN Decálogo relativo al malditismo El término maldito se usa con demasiada facilidad. A lo largo de este texto desarrollaré varias apreciaciones que en ningún momento pretenden ser definitivas, sólo un bosquejo de una temática confusa que muchos usan alterando su significado para promocionarse con pomposa efectividad posmoderna. En primer lugar creo que el concepto que nos concierne, observen que me pongo serio y todo, siempre es a posteriori. Cualquier escritor puede ser maldito, sólo la Historia selecciona y determina la identidad de los elegidos. Mi experiencia personal indica que en pleno 2011 la entera sociedad lo es por la calamidad capitalista que nos ha tocado vivir sin que movamos un dedo para derribarla, aunque si nos centramos en lo literario comprobaremos que es un clásico lo de beber, drogarse y lamentarse por tener poca fortuna en el mundillo. No me leen ni me aceptan, estoy perdido, mi obra vale mucho más que la de esos pazguatos con éxito a los que el paso del tiempo suele maltratar hasta caer en el pozo del olvido, que ignora tendencias. La frase sirve y encierra en su esencia una actitud virginal, del que aún no ha toreado bastante en un ruedo difícil, repleto de envidias, obstáculos y mecanismos que sólo valoramos cuando hemos penetrado en el interior de la bestia y tenemos una mínima seguridad de dominio en los procedimientos para publicar, difundir y explicar nuestras creaciones. Sin embargo, los hombres adoran lo anómalo porque están cansados de su propia monotonía existencial. Ése, y no otro, es el motivo que genera atracción por lo maldito, sin que la mayoría sepa muy bien que significa, pues lo que consumimos se basa en etiquetas forjadas a lo largo de muchos decenios con unas premisas esenciales que desgranaré a continuación en forma de mandamientos elementales. El primero es la muerte. Aquiles fue el fundador. Morir joven y dejar un bonito cadáver es garantía de inmortalidad. James Dean, Jim Morrison, Jean Vigo, John Lennon, Joan Salvat- Papasseit, Francisco Casavella, Dylan Thomas, Jack Kerouac, Egon Schiele, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain, Mariano José de Larra, Alejandra Pizarnik. Esta categoría es de un hipócrita subido apto para adolescentes e idealistas que prefieren no esforzarse en exceso en el intento de adaptar su mente a la idolatría. Sí, gran parte del elenco mantuvo un nivel artístico más que notable, pero su fama se debe a lo prematuro de su óbito, que dispara la magnitud hasta una escala inaudita que provoca arcadas en los que conocen la verdadera trayectoria profesional de los implicados. Lennon fue enorme durante los sesenta y en la década posterior fue una caricatura de sí mismo eclipsada por Paul McCartney, a quien crítica y público valoraban como el único Beatle en la brecha. El asesinato de su otrora socio conllevó un cambio de opinión mundial que hizo del compositor de Eleanor Rigby un paria con fama de blando, afirmación cretina que ninguneaba su decisiva aportación en el período más brillante del cuarteto de Liverpool. Otro claro ejemplo seria el de Joan Salvat-Papasseit, reconocido sólo tras expirar a los treinta años con su postrer libro protegido bajo la almohada. Las sepulturas contienen semillas de horrenda celebridad al no poder ser disfrutada por los vitoreados. El segundo postulado es harto comprensible. Hay individuos que se avanzan a su época. Arthur Rimbaud fue uno de ellos. Escribió sus poesías en el tránsito hacia la edad adulta y luego se esfumó en lo que constituye la parte más interesante de su andadura en este planeta. Pisó lugares ignotos para el hombre blanco, padeció las de Caín y murió en el fracaso del bautizo para contentar a su familia justo en el instante que algunos literatos parisinos empezaban a valorar su fenomenal fuerza vanguardista, preludio de tantas cosas futuras. Oscar Wilde se le equipara por otros motivos. El bufón dejó de ser gracioso y pagó su condena. La tercera norma navega en aguas turbias. Deberíamos redefinir el concepto bohemia, porque hoy en día cualquier ser que salga un martes o un jueves goza de esa condición. Desde mi modesto criterio el único que merece tal apelativo fue Giacomo Casanova, que no fue maldito porque si bien se quejó nunca bajó la cabeza ante la adversidad. Viajó, inventó y logró el enorme hallazgo de ser pionero en explicar su experiencia vital sin solemnidad, narrando para ser entendido para y desde la cotidianidad. Sus sucesores depositaron intestinos e hígados en una urna legendaria con múltiples rostros y establecimientos con bebidas espiritosas que a lo largo del Ochocientos cimentaron una reputación que respiraba perdición por cada poro del cuerpo. El siglo XX repitió axiomas desde la decadencia. No crean, tuve mi temporada dedicada a devorar la divertida narrativa de Charles Bukowski. Terminaba uno de sus manuscritos y al instante sentía la necesidad de comprar otro. La fiebre pasó y aprendí. Las mujeres, el vino y los hipódromos son mejores en la realidad. El sueño de idealizar produce despersonalización. La cuarta premisa no es tal. ¿Saben? Hay malditos muy dignos, y lo son porque nunca se bajan los pantalones ni renuncian a sus principios, es decir, su actitud no es la antesala de la inserción en el mainstream. Charles Baudelaire era un dandy avant la lettre que mantuvo relaciones extramatrimoniales con una prostituta mulata con ostensible cojera que en nada le ayudó cuando fue denunciado por sus Flores del Mal, madre de toda la poesía moderna. El francés paseaba por los Campos Elíseos con elegancia, sin plantearse siquiera que el mañana lo juzgaría con ojos desviados. Era un burgués que asistía a los salones de arte y publicaba sus impresiones en libros y revistas. ¿Lo ven muy maldito? Su único pecado en el París de 1850 fue dejar caer el laurel en el barro en las estribaciones de un burdel. Humanidad, coherencia. Jaime Gil de Biedma entra en esta categoría por otros motivos. Nunca cejó en su empeño lírico, que podía simultanear con sus correrías nocturnas y el despertarse para ir a la Rambla a cumplir su cometido en la compañía de tabacos de Filipinas. Cumplía, creaba y follaba sin ver alteradas sus dinámicas, como Diógenes en su barril. Por supuesto no hay quinto malo, y al situarlo en la mitad del decálogo huele a importante. El maldito no nace, lo hacen. Quien se atribuya sus cualidades será un desgraciado que merecerá recibir quilos de tomate en la cabeza por sus pretensiones. Etiquétese este razonamiento en la pueril creencia de querer comerse el mundo sin haber captado con absoluta corrección sus coordenadas. Algunas generaciones muy presentes en la actualidad se irán a pique por su comodidad al vender lo que no es y simular rebeldía cuando sólo aspiran a ingresar en la órbita cultural de la seguridad, aceptación de mercadillo, palmaditas en la espalda. El sexto punto es una excepción. Algunos autores no son misántropos, simplemente detestan la hipocresía que les rodea. J.D. Salinger era rarillo, nadie lo duda. Su malditismo radica en rechazar las normas impuestas una vez consumado el triunfo supremo de ser reconocido y admirado hasta los topes. Se inmiscuyeron en su privacidad y renunció a presentar sus relatos y novelas. Le bastaba con escribirlas. El resto era pura parafernalia y cinismo más que prescindible. El séptimo pilar del castillo viola parte de los anteriores sin ser paradójica. Algunos artistas luchan por el éxito y saben esperar la ocasión para que se valore su precedente trabajo. Les demoiselles de Avignon de Pablo Picasso generaron estrépito negativo entre sus amigos, felices por criticar la genialidad del malagueño, que finalmente cumplió las predicciones y se asentó en el Olimpo de la pintura. Hay otros casos parecidos, entre los que cabe mencionar el de James Joyce y hasta si me apuran el de Enrique Vila-Matas, quien tardó más de una década en ser reconocido por su prosa única e inimitable. El octavo capítulo se relaciona con obras o actitudes políticamente incorrectas en su período histórico. En 1969 Jim Morrison se sacó el pene en Miami y ahora quieren perdonarle porque no se estila arremeter contra bestias aceptadas. Lo contrario acaece con Petronio. Vivió en el siglo I, publicó el Satyricon y nadie puso el grito en el cielo porque la bisexualidad formaba parte de la rutina romana. Retrocedemos como los cangrejos y creemos tener más libertad por vulgaridades léxicas y arrojos pestilentes de bazofias con supuesto carisma. Ya lo decía mi querido Salvat-Papasseit: escopiu a la closca pelada dels cretins. El noveno y el amor. Nadie se acuerda del pobre Alfred de Musset, y es una pena. Su romance con George Sand le hundió en la miseria interior, y lo mismo sucedió con el pobre Chopin, que para más inri era proclive a la enfermedad, otro valor en alza en esto del malditismo. Cesare Pavese y su suicidio en el Hotel Roma de Turín también forman parte de la saga por mucho que sus defensores no suelan defender la elegancia de un intelectual comprometido. Punto y final. El diez es póstumo y duele. Las librerías rebosan de papel, los críticos establecen cánones irrefutables que encajan con el sentir del siglo. Los escritores se llenan la boca con obras inmortales que nunca han leído, la vacuidad se estila y sella la muerte del malditismo. No. Las buenas abejas siempre trabajan preparando su panal. Quizá no afloren a la superficie, quizá no luzcan tanto en saraos y presentaciones. Pero están ahí, y surgirán. Se lo aseguro. JCiJ El malditismo según ellas Las palabras siempre tienen un sentido y esconden otro. El “malditismo”, en el caso de los escritores, ha sido interpretado como una forma de marginalidad, no siempre deseada, pero ha sido, a través de los siglos un valor agregado, una forma de pureza que ha servido de aura a aquellos autores considerados como malditos. Ninguna relación con la prestidigitación, el malditismo no se hereda, simplemente es una consecuencia de una posición en el mundo, asumido a partir de una búsqueda de libertad. El que consideremos como malditos a ciertos escritores (y escritoras), no significa que no hayan sido recuperados por el cuerpo literario que los ha estigmatizado como modelos, sino que también hemos creído que ese malditismo tenía que ver con la voluntad del propio autor. Y hablo en masculino porque la mayoría de autores que entran en esta categoría son hombres: Rimbaud, Baudelaire, Artaud, Lautréamont, Dylan Thomas, Gérard de Nerval, Malcolm Lowry... Lo curioso es que también consideremos “como malditas” a ciertas autoras que han sufrido una marginalidad, un silencio, convirtiéndose en una presencia borrosa en la historia de la literatura. Yo creo que habría que distinguir entre el malditismo como una forma aristocrática (una vida en busca del exceso, de la caída), falocéntrica, y el malditismo como fatalidad social. En ese sentido, mi ensayo apunta a desgajar las relaciones que existen entre escritura y verdad dentro de una situación en el mundo como una persona de sexo femenino que escribe. Las mujeres que han escrito y que siguen escribiendo, no son malditas por una decisión personal, sino que padecen una serie de circunstancias que las llevan a enmudecer, a disfrazarse todo el tiempo de hombres (como George Sand), para poder entrar en el mundo “masculino de la literatura”. Seamos precisas, las mujeres no son sino una prótesis del patriarcado literario, por llamarlo de una manera. Por eso, me parece importante, comprender que la marginalidad, estigmatizada como malditismo, puede llevarnos a pensar que se trate de una condición elegida libremente, cuando en realidad es un padecer, es una forma de castigo de parte de una sociedad que de alguna forma no ha respetado el contrato social que la legitima, es decir : la igualdad entre hombres y mujeres. Por eso, no es fácil aceptar una serie de determinismos sobre las mujeres que han decidido escribir y publicar, que sean vistas como un epifenómeno repetitivo, castrado por la ley y el logos masculino. Muchas escritoras escriben desde los márgenes, es cierto, pero sin plantearse la pregunta de cuál es el problema, y el enemigo más importante, el lenguaje. Este ensayo es una protesta contra el adoctrinamiento, contra la estigmatización del malditismo como justificación a una situación que debería producir reacciones, urticarias. Es esa raíz rizoma que debemos explorar para poder comprender qué hacemos con nuestras propuestas, cómo las podemos llevar adelante, y hacernos de nuevo esa pregunta fundamental que algunos hombres han intentado contestar: ¿Qué es la literatura? PdS Inicio del ensayo “Eva no tiene paraíso” (Ediciones Altazor, 2011) Siempre me ha parecido imposible no pensar en qué consiste el lenguaje y cómo podemos hablar, comunicar, expresar, y convivir en grupo sin terminar enloqueciendo o peleando. ¿Cómo es posible que pese a todas nuestra diferencias logremos un mínimo de acuerdo y de consenso? Se me hace todavía más difícil comprender lo que significa escribir, inventar un mundo, o representarlo con el lenguaje, y saber que es nuestra marca como especie, nuestra humanidad. El lenguaje en su forma material bruta está completamente desprovisto de sentido hasta ser una palabra hablada, sentida, escrita y encarnada por alguien. Por eso, no puedo evitar pensar que toda escritura está estrictamente ligada al deseo: deseo de vivir, de pensar, de señalarse. Sin deseo en movimiento, no hay producción de signos, no hay lenguaje. Y no hay comunicación. En mi caso, me pregunto cómo y cuándo me decidí a hablar. No tengo memoria exacta de ello, sólo la convicción de que me invadía un enorme desarraigo. El día en que empecé a alzar la voz y a señalarme no sólo como un cuerpo, sino también como una cabeza, empezaron los problemas. Es decir, escribir es salir de la clandestinidad para rescatar ese deseo, es una pelea frontal en el plano social para ganar un espacio, una lucha por una identidad tan volátil como sujeta a leyes y reglas que no nos pertenecen. El problema es que la identidad no es constante ni única, sino que cambia todo el tiempo, es siempre un terreno en obras. El quién es importante en este aspecto, quién nombra, quién señala, quién habla. Origen, nombre, sexo (género, que al ser sexuado, hombre/mujer, se convierte en un problema político y deja de ser solo gramatical). Y color de piel. Esas son las primeras señas de identidad para la que se decide a hablar, lo siguiente, es decidir levantarse en armas. Si escribir es un perpetuo movimiento, avanzar en la dirección de lo que hemos elegido por la necesidad de dejar huella, es también una experiencia existencial trascendente, inacabada e incompleta. Ahí reside la dimensión fenomenológica de la obra como obra, de la escritura como fenómeno y como noumeno, y de allí mi idea de otorgar al uso de la primera persona un sentido crítico y estructural en el texto. Esta primera intuición me llevó a querer estudiar algunos trabajos escritos para integrarlos en una comunidad de escritoreas que habrían vivido la escritura como una Huella1, valor que va más allá de una simple ambición estética para hacer de la escritura una forma de sobrevivencia, un modus vivendi. Algunas veces he pensado que sin escritura, sin texto, nadie puede resistir el peso afectivo de la experiencia, y de ahí que el psicoanálisis siga teniendo sentido como una forma de recorrer espacios restringidos a la consciencia. Si esta idea se instaló en mí fue porque, a medida que he ido hurgando en mi trabajo como escritora, las cuestiones relativas a las razones mismas de la gestación de un texto no dejan de multiplicarse. En cualquier caso, una cosa aparecía ante mis ojos como algo fundamental: el hecho de que la escritura es sobre todo una forma de oponerse a la alienación, una resistencia, una diferenciación no esencialista, y, por tanto, una marca de vida. Para mí esto significaba no sólo una resistencia al efecto corrosivo del tiempo, sino también, y sobre todo, una rebelión contra la condición de mujer (que se piensa como Persona) en un determinado medio cultural y en una sociedad, lo que me acercaba por otra parte de todas las autoras que habían sido conscientes que escribir es un acto de subversión público: Madame de Stäel, Madame de Gemlis, Flora Tristán, Rosa de Luxemburgo, Simone de Beauvoir, Colette… y una larga lista, pero también, de la frase de Lautréamont, que prescribió: la poesía sería hecha por todos. Ese anatema de alguna manera es el signo de una revolución estética y representa una toma de posición política en pleno siglo XIX: banaliza la poesía (simplificándola como valor absoluto), y la coloca al alcance de todos al prescindir de la división jerárquica entre el hombre y la mujer. Finalmente esa expulsión de un determinismo biológico (institucionalizado como norma), nos convierte en lo que somos realmente, parias en esencia, a la búsqueda de una identidad que siempre se nos escapa. Esta intuición, influyó para que mi deseo de trabajar sobre escrituras extraterritorriales comenzase a tomar forma. Entonces, he pensado que la escritura, la marca, es un trabajo de sobrevivencia y de resistencia a la 1 Defino Huella como la Marca, la huella que transpira en la obra. De la misma manera que coloco una “a” recostada sobre las “o” de los agentes masculinos, para evitar una división y dar la impresión de un acompañamiento sin jerarquía. desaparición, aunque esta afirmación contenga una contradicción evidente: escribir consiste también en borrar la propia experiencia para que la marca escrita nos entregue un nuevo sentido, un nuevo valor estético que se transformará muchas veces en un valor moral (la lucha por la independencia de muchas mujeres que han escrito conscientes de su situación en un mundo de dominación masculina, es un ejemplo). Ahí reside la dimensión sacrificial de la escritura2. Nadie que desee acoger el rostro de otra persona puede permanecer idéntica a sí misma. La división que se produce en el interior sólo es perceptible en el instante en que se entra en contacto con la realidad escrita. Porque si existe alguna forma de desdoblamiento, éste consiste en el hecho de tener que utilizar un lenguaje que no poseemos completamente. Cuando Lacan habló de la preponderancia del significante sobre el significado, lo vivido, frente al concepto, o de la alienación estructural del sujeto que otorga un valor simbólico al género, se refería justamente a esa despersonalización que se produce cuando se escribe: ¿Qué poder tiene lo simbólico, que hace de ciertas cosas sensibles, signos de sufrimiento? Es un trabajo con el subconsciente, es subterráneo, y tenemos que descender hasta esas profundidades. Sin embargo la realidad no me parece condenada a ser estereotipada ni impenetrable, pues el lenguaje puede entregarnos una sensación de unidad coherente, lo que llamamos sentido y que se traduce ulteriormente en un discurso inteligible. Si cada significante se apropia de un nuevo significado (la dimensión fenomenológica del proceso), que rechaza de plano toda idea metafísica de la identidad femenina, este terreno no es del todo pantanoso. Es partiendo de este punto que empezaron a interesarme ciertas nociones lingüísticas de Emile Benveniste sobre la subjetividad del lenguaje, concretamente, su análisis de la utilización del pronombre personal en primera persona, que participa en la construcción de un Yo, y de qué manera el lenguaje, al representar la experiencia, se fusiona con ella al designarse justamente como un Yo. No quise situarme del lado de otros escritoreas que pretenden que el 2 Esta idea de la escritura como acto de sacrificio, pertenece a René Girard, quien ha hablado en numerosos textos sobre la importancia del « chivo expiatorio » como figura clave en la formación de la tradición cultural Occidental. lenguaje pueda separarse de su dimensión afectiva y existencial, para mí, la única forma de no caer en una interpretación simplemente performativa de él, es decir, en una “puesta en forma” práctica que hace que nos perdamos aún más dentro en un discurso que ha sido preparado y legislado por otroas. Nunca inventamos nada, sino que recibimos un lenguaje, un idioma con sus reglas, sus referencias, su capacidad de representación y su poder político. El lenguaje es la huella de cada experiencia y revela cosas que ignoramos hasta el momento en que el texto aparece ante nuestros ojos, en el caso particular de las mujeres, nuestra condición política, social y simbólica en una sociedad. En la aparición de este texto-huella, nace para mí el Palincesto3, reconstrucción desde el presente de un pasado que no se borra, endogamia forzada de la escritura. Es ahí que la escritura revela sus llagas, sus rupturas y sus afasias susceptibles de ser analizadas en un texto y así comprender mejor su contenido y su valor estético, pero sobre todo, su valor humano. Un texto escrito en ciertas circunstancias, lleva impresas las marcas vitales de su autor(a) y desenmascara al sujeto dejándoloa desnudoa. Quiero decir que, aunque nunca podamos conocer toda la verdad de una persona, ese desnudamiento, produce una desposesión, un vacío que inevitablemente empuja a un alumbramiento, una nueva forma de mirarse que deja una huella en el lenguaje. Dos cosas me parecen relativamente claras: en cada escritura extraterritorial se impone el uso de la primera persona y que éstas pueden ser estudiadas en el terreno de la literatura comparada. No podemos separar, sin sentirnos responsables, la dimensión de género, de la existencial, la fenomenológica, de la psicológica, y la social de la política. Madame de Stäel, en su libro De la Alemania, que inicia el romanticismo francés, y Sobre la literatura en sus relaciones con las instituciones sociales, planteó claramente las divisiones sociales y políticas que se producen 3 El Palimpsesto tiene orígenes referenciales muy antiguos, utilizar un manuscrito antiguo para escribir de nuevo sobre él, pero también se usa en arquitectura y sobre todo en literatura para señalar un texto que se construye por destrucción y construcción sucesiva. Yo me permití el neologismo Palincesto para marcar las relaciones de poder entre un idioma y otro, entre un género y otro, las endogamias y los procesos de alienación con los contenidos dominantes. cuando una mujer ejerce las letras. Además de la insumisión, escribir desde otro territorio, se entra en contacto con otro idioma, destruyendo un mundo de significados que hasta ese instante tenía el valor absoluto de verdad; es comprender nuestra existencia como contingencia y cambio, más que sedentarismo y brillo fatuo de una supuesta verdad. PdS POESÍA A mis demonios Señores de mi oscuridad, tenebrosos cancerberos del alma... Mis días se enlutan encerrados detrás de enormes alas negras. Angustiosas serpientes que me consumen. He pasado la mitad de mi vida mirándolos con pavor, impotente y desolada sin poder caminar por los pasillos oscuros de mi mente. Demonios de mis rabias y terrores, de las locuras sin certezas. De mi sexo abatido y renacido mil veces, orgasmos inmersos en la hiel de la ira. Desoladores íncubos penetrándome sin tregua, ungiéndome de helada esperma para parir nuevos terrores. Desde la inmensidad de la noche y en la cornisa áspera de los tejados, las gárgolas de piedra despertarán de su letargo inmortal. ¡Que salgan a la luz los recovecos y escondrijos de lo turbio! El invierno se alargó demasiado y todo ha quedado sepultado bajo el manto inerte del miedo. Y ya es tiempo de vivir. Abriré las ventanas de mi mente, dejaré que el sol incendie las largas sombras y por fin los veré deshacerse como nubarrones dispersos en negras bocanadas. AG Sr Projarchin Bartleby -¿Qué es lo que te pesa de la vida, amigo? ¿Qué es eso que sólo calma el alcohol? -Preferiría no vivir, pero he de hacerlo así, como una cuesta abajo que no se pudiera evitar, sólo este descenso infatigable hacia más inclinada y descendiente pendiente. No es fácil apartarse de la vida cuando nos aplasta, y créame que duele cuando duele y el peso sigue ahí, presionando cada vértebra, oprimiendo corazón y riñones. La opción de la negativa al movimiento siempre es atrayente cuando uno está cansado de andar sin saber a dónde, es eso de pararse un momento a la vera del camino, y ver tristemente, que la vida sigue aunque nuestros pasos dejen de hacer sus huellas en la tierra que guarda sangre, lágrimas, heces y algún abrazo a partes iguales. La tierra nos enterrará y así la pisamos cada día, cimentando nuestra losa, que serán nuestros recuerdos, bajo los que cada uno morirá sin recordarlos el día del adiós, de la caricia al tiempo que se para. Preferiría no hacerlo. Preferiría no seguir. Pero aún así, sigo. Y seguiré. La cuesta abajo es ineludible. (Hace un descanso, acaba su lata, apura su cigarro.) No olvidé en la maleta el cariño. No olvidé en la maleta el amor. No olvidé en la maleta lo compartido. No olvidé lo que sentí agradable y eterno, no lo olvidé, créeme, pero esta maleta tan cargada sólo hace que el descenso sea más rápido empujados por su peso. Toda sonrisa pesa al saber que toda sonrisa, en un momento dado, se apaga, así, tan débil, pensando en esos labios que se cierran y ese gesto que queda serio, enmudece, se opaca, se torna también descenso. No olvidé en la maleta a los hijos, carne de nuestro ser, corazón de tus pulsaciones. No olvidé en la maleta los sueños. No olvidé en la maleta, la que cogí de aquel rincón donde vivía, los días por vivir. No olvidé para nada lo hermoso, lo lindo. No lo olvidé, pero el camino es cuesta abajo, y preferiría no moverme o subir la pendiente, en retroceso, y ver con mis ojos de ahora lo que antes sentí por mis dedos. Me los arranco los dedos y permanezco en el suelo, durante años, descendiendo. -¿Qué es lo que te pesa de la vida, amigo? -Pues eso, su peso. RDF FOTOGRAFIA FOTOGR Ludovica B POLV RECORDANDO A FRAN RAFIA I Bastianini VORE NCESCA WOODMAN INSOMNIA RECORDANDO A FRANCIS BACON FOTOGR GITANOS I Luigi A RAFIA II Aloia GITANOS II GITANOS III GITANOS IV AL OTRO LADO DE LA MAREA FOTOGR Marta Fernánd RAFIA III dez Clemente EL ENCIERRO DE LA TELARAÑA ORTIGA, LA BELLEZA DE UNA FLOR DEL MAL CAMINANDO POR R LOS MÁRGENES ENTREVISTA + APORTACIÓN ARTÍSTICA Claudia Apablaza, por RDF. Hola Claudia, lo primero, queremos agradecerte el que hayas aceptado la invitación para realizar la entrevista. Como sabes, este es el primer número de la Revista Excodra, y la temática que hemos elegido para el arranque es lo maldito. Mis preguntas irán encaminadas por este terreno, haciendo también un recorrido por tus obras. Tras la entrevista se podrá leer un relato perteneciente a tu libro Autoformato (Lom Ediciones, 2006). ENTREVISTA a Claudia Apablaza Para empezar, te pediría que me contestaras a la siguiente pregunta con la primera impresión que te venga a la cabeza nada más formulártela: ¿Qué es para ti lo maldito? Lo maldito lo relaciono de inmediato con la pulsión de Tanatos, la pulsión de destrucción de la cual venimos todos (o desde la cual nos constituimos), pero que estamos intentando ligar para construir vida y forma. ¿Has sentido alguna vez que tus obras eran malditas? Y tú, ¿te has sentido alguna vez maldita? La verdad es que creo que todas las obras como tal la pulsión de vida, por su intención constructiva; ahora bien, la temática o la forma puede derivar en maldita como lo es en el caso de los poetas malditos: Rimbaud, Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, etc; que hacen de su vida una obra maldita, con tendencia a destruir lo establecido, tanto en sus vidas como en sus obras. En ese sentido, me podría sentir maldita al trabajar malditamente con las formas de la novela. Recuerdo que lo primero que leí de ti fue el libro de relatos Autoformato, que para mí es una verdadera joyita de la literatura, y que intuyo que aún no ha empezado a hacer el recorrido que le corresponde, o tal vez sí, es decir, la encuentro una obra de las denominadas de culto, que además sé que tuvo ciertas críticas no muy constructivas desde plumas no muy sinceras, lo cual en cierto modo es más un halago a tu obra que otra cosa. Me gustaría que me contaras cómo recuerdas el tiempo en que la escribiste, y cómo te sentiste en su recepción. El tiempo en que escribí AUTOFORMATO lo recuerdo un tiempo de mucha tensión, de una necesidad de fuga enorme. No sé si era el trabajo, lo cotidiano. Fue una válvula de escape para ese malestar. Cuando lo acabé fue cuando decidí irme de estos lares y emprender el viaje que comencé por allá por el 2006 y que aún no termina. ¿Dónde crees que te desenvuelves mejor, en un relato o en una novela? Creo que en el cuento, pero la novela aún me tienta mucho. Creo que tengo una lucha feroz con la novela. El modelo de la novela del boom latinoamericano, las novelas clásicas, la novela decimonónica se instala como un padre castrador y nos está constantemente diciendo que la sigamos o que la destruyamos para siempre. Estoy en esa disyuntiva. El cuento, en cambio no me tienta a destruirlo, más bien es un lugar en el que descanso con mucha seguridad y bien, digámoslo, con bastante comodidad, eso me hace a ratos sentir mal, ya que es como si estuviese siguiendo el decálogo de Quiroga al pie de la letra. Una pregunta que te habrán hecho mil veces: ¿Cuál ha sido el escritor/a que crees que más te ha influenciado? No tengo a uno en especial. La verdad es que más que un escritor en especial, me ha influenciado la lectura constante y diversa. Desde literatura (narrativa, poesía, ensayo literario) a psicología, psicoanálisis, filosofía, textos religiosos, etc. Ahora bien, si puedo nombrar algunos nombres, pienso en Georges Perec, Enrique Vila-Matas, Douglas Coupland, Mario Levrero, Josefina Vicens, Nicanor Parra, Ramón Gómez de la Serna, Macedonio Fernández, Virgina Woolf, Wilcock, Juan Emar, María Luisa Bombal, Clarice Lispector, Borges, etc. Se ha hablado bastante de tu primera novela Diario de las especies, que la verdad ha sido muy bien recibida. Sobre todo he podido leer que lo que más destacaban era que estaba construida en formato de blog, siendo así, en cierta medida, hija de tu tiempo, reflejando tu contexto en forma y fondo. A mí, además de llamarme la atención el leer una novela así, también me dejó pensando en la de papeles que uno mismo puede representar, pues te metes en el pellejo de diferentes personalidades, lo cual en cierta medida, en el proceso de la escritura de la novela, es una manera de verse uno mismo desde diferentes ópticas, y entonces, al hilo de esto y por jugar un poco con las ópticas, la recepción y las visiones de uno mismo sobre sí mismo ¿qué crees que dirían de tu novela Rimbaud, Virginia Woolf y Roberto Bolaño? Sabes que creo que a Rimbaud le gustaría mucho ya que nacimos el mismo día, el 20 de Octubre. Prefiero no hablar de Bolaño, porque sabes que en Chile hay mucho escritor que anda ficcionando que Bolaño le habló, dijo tal cosa de él, le mandó una coma o un punto por email y cosas un poco vergonzosas. Virginia se enojaría ya que bueno, como dice mi próximo libro SIEMPRE TE CREÍSTE LA VIRGINIA WOOLF. Después de Diario de las especies publicas EME/A (La tristeza de la no-historia), en la cual consigues, a mi modo de ver, según va encaminándose la novela hacia su fin, mostrar la tristeza en estado depurado, sólo tristeza, recuerdo cómo al principio de la novela es el humor lo que predomina para dar paso hasta el final a la precipitación de lo triste, es algo así como si le pusieras un filtro a la vida y en un vasito recogieras la esencia de la tristeza. No te preguntaré cómo lo has conseguido -aunque bien podrías contarlo- pero sí te preguntaré dos cosas: ¿si la novela hubiera seguido el camino inverso, de la tristeza al buen humor, se habría titulado EME/A (La alegría de la no-historia)? Y, ¿cómo se te ocurrió la idea de la no-historia? La idea de la no historia es una idea que debe circular en la cabeza de muchos escritores, primero por la constante posibilidad de fracasar ante sí mismos y su propia escritura. Siempre pienso en la idea de que no lograré el texto y por tanto la historia que intento narrar. Esa es la base del título, si te fijas, hay una mujer intentando contar algo y se le hace difícil esa narración, por lo que sólo presenta imágenes o fragmentos dispersos del mismo. Por otro lado está la imposibilidad de una relación amorosa, aunque es una falacia, no existe la no historia, es una tontería pensarlo así. Siempre hay historia, sea lograda o fracasada. Aunque el camino del texto hubiese ido de la tristeza al humor, creo que jamás le pondría a un libro mío la palabra alegría en su título. Se e vinieron imágenes horribles a la cabeza con la propuesta. ¿Cuál será tu próxima publicación? Dos libros. Un libro que trabajé con la artista visual Francisca Yáñez, por la editorial chilena Los libros del Snark. El libro se llama LA MÁQUINA DE KIRIBATI SEGÚN GO, O y GLE. Luego en noviembre publicaré por editorial La Calabaza del Diablo el libro de cuentos SIEMPRE TE CREÍSTE LA VIRGINIA WOOLF. ¿Qué artista piensas, a bote pronto, al que la historia no le ha hecho justicia? ¿Y de un contemporáneo? No creo mucho en la justicia del tiempo, creo más bien en el trabajo constante y en los fenómenos parapsíquicos. Por cierto, leí un libro muy bello acerca de esos fenómenos, un libro escrito por el narrador uruguayo Mario Levrero: Manual de Parapsicología. Si quisieras y pudieras cambiar un hecho histórico ¿cuál sería? Todos los que estén relacionados directamente a la destrucción masiva y el atentado a los derechos humanos, como el Holocausto, Hiroshima, Nagasaki, las dictaduras latinoamericanas, las matanzas religiosas, etc. Y para terminar, cuando lees un nuevo libro, ¿qué buscas en su lectura? Es decir, ¿qué te hace seguir leyendo libros? Y, ¿qué te empuja a seguir escribiendo? Me interesa mucho enfrentarme a diario a nuevas éticas y estéticas; formas de abordar lo humano (y lo divino). Busco en los libros puntos de vista y las formas que tiene un creador para representar ese punto de vista. Eso en libros que leo y también en libros que trabajo como una oportunidad de profundizar y sostener un aprendizaje constante. APORTACIÓN ARTÍSTICA Ellos bailan al ritmo de la lavadora (Extraído de “Autoformato”, Lom Ediciones, 2006.) ELLOS son dos personas: ÉL y ELLA. La primera oración es simple. ¿O no? La segunda oración es la siguiente: Ellos bailan al ritmo de la lavadora. La tercera, la siguiente: Ellos se murieron. Estas dos últimas oraciones son un poco más complejas. Intentaré explicarlas lo mejor posible. Comenzaré, por lo tanto, y de esta forma, el cuento. (¿O ya habrá comenzado? Bueno, eso da lo mismo. No es necesario que nos pongamos extremadamente bizantinos. ¿O no?) Ella tiene el pelo corto. Él tiene el pelo largo. Ambos son delgados. A ellos les gusta mucho bailar. Ellos no tienen radio. Tampoco tienen TV, ni tampoco vecinos que escuchen la música fuerte. Tampoco les gusta salir a discotecas, ni a bares con música que les traiga recuerdos que ellos no quieren que se les vengan a sus cabezas (recuerdos asquerosos que, necesariamente, después tienen que salir a flote para poder terminar de contar el cuento). Tienen susto, a veces de las cosas que piensan. Por lo tanto, tampoco han tomado la opción (válida, por lo demás) de bailar recordando canciones ni entonándolas en voz alta (como pensar, por ejemplo: Like a Virgin, sssssh ty, Like a Viiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiirgin... tanana na. Sólo la enuncio como ejemplo. Podría ser cualquier canción) Entonces, tenemos que les queda una sola opción en sus vidas: bailar al ritmo de la lavadora. El día está cálido. Ellos han terminado de cenar. Tienen mucha ropa sucia. Él le propone que laven la ropa. ¿Bailaremos, además?, dice ella. ¿Quieres? Por supuesto. Necesito sacarme la grasa del cuerpo, sudar, que se vaya el recuerdo del día, eliminando esa pasta que a uno le queda cuando está en la calle. Yo también lo necesito, dice él. Ok. Estamos, entonces. Ellos recolectan sus ropas inmundas: polerones, blue jeans, poleras, calzones, sostenes, calzoncillos y calcetines. Ella pone la ropa en el canasto. Él la mira y siente que comenzará a sonar esa musiquilla. Esa que los lleva a mover sus cuerpos. Él ve que ella no ha puesto sus camisas y le dice: ¿podrías poner además mis camisas? Ella le dice: Ok. Él dice, oh, gracias, así el ritmo será más excitante, con un olor diferente. Yo también así lo creo, dice ella. Bueno, esperemos a tener una velada espectacular, le dice él. Así será, dice ella. Oh, genial, dicen al unísono (supongo que todos saben lo que es al unísono. Si no lo saben, búsquenlo en un diccionario de sinónimos y antónimos). Aprieta On. Suena piiiiiiiiiiiiiiii. Él siente una escalofrío en su espalda. Uf. Sabe que será una tarde ejemplar, inolvidable. Ella aprieta ahora el botón de Temperatura del agua. Lo deja en Fría. Luego Cantidad de agua: Extra. Piiiiiiiiiiiiiiiiiii, nuevamente. Uf, se excita. Déjame a mí también apretar algo. Oh, sí, por favor, amor, hazlo. Él apreta la función Proceso. Selecciona las cuatro: Remojo completo, enjuage, lavado y centrifugado. Él siente otro escalofrío en su espalda. Ya viene, uf, ya vendrá. Él dice, uf, ¡ya comienza! Ahí voy, dice ella. Uf. Y se acercan porque saben que comenzará el baile y la lavadora y ella pone Start y comienza: Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Shak, shak, shak, shak... Oh, siiiiii. Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. (Este es –para los que no hayan entendido- el ruido de la lavadora. Es la mejor imitación que puedo hacer de esta situación. Lo siento mucho si no les gusta mi imitación.) Entonces: shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, sha. Uf... ¡Eso!, eso es amor, ey, ¡Eso es! ¡Así! ¡Así es, amor, dale, amor mío, eso es, dale! ¡Oh, sí! Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Shak, shak, shak, shak. Ellos bailan y transpiran ellos dicen me encanta, ellos dicen sí, así es, ellos mueven sus cuerpos sudados. Ellos ensayan nuevos pasos, Shak, shak, oh sí, shak, oh, oh. Me encanta. ¡Nos amamos! Ellos sólo hacen pasos con ángulos bien definidos. Shak, shak, shak. Cortan el movimiento con una tendencia a hacer figuras geométricas. Por ejemplo, con las piernas hacen triángulos, con las manos aletean y ponen los brazos en posición de pájaro, dejan el movimiento en una posición semi-estática por diez segundos aprox., lo que parece definir una figura geométrica. No se toman de las manos en ningún momento porque eso le resta valor a la estética del baile que ellos han definido o alcanzado a lograr... Y (volviendo a ellos, y entre paréntesis) Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. La lavadora suena piiii, tata chachacha y ellos Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Piiiiiiiiiiiiiiiiii. Shak, shak, shak, shak... Aleteos. Aleteos. Aleteos. Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Rectángulos, triángulos isóceles, escalenos, alas de pájaro tiesas, rodillas flectadas. Rodillas que si uno las observa por atrás son ángulos de setenta grados aprox. Nunca hay círculos ni semi-círculos. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, tatatatatataatata. Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Shak, shak. Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Oh, sí, oh, sí, amor. Esto es genial. Shak, shak. No hablan, no dicen nada, sólo cierran los ojos e imaginan las flechas imaginarias que cortan sus cuerpos y le dan forma a las figuras geométricas que recaen en sobre ellos y definen la estética del baile. Miles de flechas que ellos asumen cortan sus movimientos y definen los pasos que ellos manifiestan libremente en el baño. Están excitados, están muy calientes, están en pelotas, y Shak, shak, shak, shak... Shak, shak, shak, shak. Piiiiiiiii, ya ha lavado, estrujado, ahora está en enjuague. Centrifugado. Oh, oh... Eso amor. ¡Lo hemos logrado! Eso, amor mío. ¡Eso es! ¡Lo hemos logrado! ¡Oh, sí! Han terminado. Están agotados. Quieren ir a la cama, quieren dormir. Quieren ir a descansar porque mañana les toca un nuevo día. Se van a acostar. Siguen con su vida normal al día siguiente y por los restantes doce días que vienen. Ellos se van a trabajar. Él va a su oficina de corredor de propiedades (esto se me olvidó comentarlo al principio). Ella se dedica a algo que enuncio más adelante. Ellos siguen llegando a su casa todas las tardes a la misma hora. Ellos lavan su ropa, bailan, comen y duermen igual que siempre. Cada vez están más diestros en el baile. Pero un día cualquiera (digo cualquiera porque lo importante es el hecho) pasa una cosa terrible en la vida de ellos. (Una cosa que ya nos lleva hacia la tercera oración que enuncié en el principio. Vamos a esta situación primero, luego a la oración). La situación es la siguiente: La lavadora se hecha a perder. La sucesión de actos tiene un orden (los enumeraré para que se entienda mejor, sólo con fines pedagógicos, recordar que los fenómenos son indivisibles en la realidad, como nos dice el gran teórico Martin Grakmil): 1. Pasó un ratón y se comió un cable de la lavadora. 2. Nadie vio al ratón. Bueno, ella llegó a casa después de su trabajo (ahora sí lo puedo contar, sucede que antes se me había olvidado escribirlo y no quería modificar el texto. Ella trabaja en una casa comercial vendiendo tarjetas para comprar en cuotas. Algunos estúpidos se inscriben y cuando firman su inscripción esbozan una mueca y piensan: Oh, qué felicidad; pero pasado unos meses, lloran porque no han podido pagar los productos comprados y les han subido los intereses o los han puesto en Dicom y esbozan un puchero y dicen: Oh, la vida es terrible; otros dicen: Oh, son todos unos ladrones. Bueno, además, debo agregar que ella tiene un jefe que es también su amante. Pero mejor esa parte la dejamos para otro momento, que podría también ser nunca). Cuando llegó a su casa, se preparó unos espirales con atún y crema. Él llegó y sintió el olor a comida. Pensó menos mal mi mujer ha cocinado. Le diré que después yo me encargo de lavar la ropa sucia. Y bueno, como bajativo le digo que bailemos, pero que pongamos poca ropa en la lavadora, porque estoy algo cansado. Él le plantea la idea, a la vez que le agradece que haya cocinado su plato favorito. Ella se muestra muy feliz porque han reconocido su labor, y le encanta la idea de bailar un rato al ritmo de la lavadora; aunque sea poca ropa. Se abrazan y dicen: ¿Qué estamos esperando? ¡Vamos! ¡Oh, sí! ¡Vamos a bailar al ritmo de la lavadora! Juntaron la ropa sucia. Ella se sacó los calzones que había usado durante dos días, porque no se había hecho el tiempo para lavar. Él buscó los calzoncillos que había usado esa semana, los calcetines y sólo dos camisas. Ella se desnudó, quería bailar desnuda hoy. Él se entusiasmó y también se desnudó (de todas formas sabían perfectamente que aunque estuviesen desnudos debían respetar la lógica de los movimientos que definieron desde que se fueron a vivir juntos; es decir, tenían el siguiente lema: aunque estemos desnudos, debemos respetar los movimientos geométricos. Eso significa que no puede haber roce si bailamos desnudos. Si nos calentamos demasiado, debemos dejar que la lavadora funcione sola y nos debemos ir a la cama. No podemos profanar nuestro baile. No podemos tener sexo frente a la lavadora. Ella nos entrega su ritmo y debemos respetar su condición de máquina de lavar). Ya desnudos, ella dijo: bueno, amor, me gustaría que esta vez tú encendieras la lavadora. Ok, cariño, me encanta encender yo la lavadora, es una sensación única, es como si yo tuviese el poder y tú me deberás seguir en mis movimientos. Así, es amor. El que enciende la lavadora, en cierta medida define el baile. Gracias, amor, te amo. Yo también, te amo. Vamos entonces a comenzar. Oh, sí, vamos. Él se dispuso a apretar entre. Levantó su mano como una flecha, la bajó lentamente y apretó ON y no pasó nada. Nuevamente: ON. Y no pasó nada. Muchas veces ahora: ON, ON, ON. Oh, no, ¿qué sucede? No sé amor, intenta nuevamente. ON, ON, ON, ONONONONONONONONON. ¡Oh, noooooooooooo! ¡Oh, noooooooooo! ¿Qué pasa, qué pasa, amor? ¡Alguien ayúdenos, por favor, alguien ayúdenos! ¡Oh, no! Tuvieron terror. Tuvieron mucho miedo. Pensaron de inmediato que comenzarían a sentir en sus cabezas melodías. Melodías extrañas. Nuevamente ON y nada. Terror de las melodías en sus cabezas. Les daba mucho horror que viniesen melodías como las de Laurie Anderson, por ejemplo: Biiiiiiiig Science (esta última palabra se pronuncia zayiens) Tuvieron horror de recordar cosas asquerosas como las que vieron una vez cuando visitaron un club nocturno en que se excitaron tanto con la música que se metieron a una cabina con mucha gente. Y peor aun , tenían más horror de recordar un episodio horroroso que vivieron. Oh, nooooooo. ¡Yo no quiero eso! Tienen miedo por algo que les sucedió una vez en que a ella se le vino una melodía a la cabeza después de haber estado en esa cabina con mucha gente. Una cosa horrible que le sucedió una vez. Ellos temían porque volviese a pasar. ¡Oh no!, se escuchaban lamentos. ¡Por favor no! ¡Oh, noooooo! ¡Yo no quiero eso nooooo! ¡Yo tampoco! ¡Por favor, yo quiero bailar sólo al ritmo de la lavadora, no quiero recordar nada más! Tranquila dijo él. Invocaremos a las fuerza de la naturaleza. ¡Hazlo ya!, grito ella. Que no quiero volver a vivir aquello. Yo no quiero ser una carnicera. ¡Yo no quiero ver carne molida! ¡Hazlo ya, hazlo! Ok. Vamos, debes sentarte en el suelo, poner tus piernas en esta posición, que se llama la posición del Loto. Ahora debes repetir la palabra OM y centrar toda la energía de tu mente en la imagen de la nada, hasta que tu mente quede en blanco. De esa forma superarás todo, olvidarás todas las imágenes que tu conciencia rechace. ¿Pero como, qué es eso? ¿Qué es eso? ¡Hazlo ya! ¡Lo haces o...! Ok, tranquilo. Comenzaron: Ommmmmmmmm Ommmmmmmmm Ommmmmm Ommmmmm ¡No puedo más! ¡Debes hacerlo! Siguieron: Ommmmmmmmm Ommmmmmm Ommmmmmmmm Ommmmmmmmm Ommmmmmmmm Ommmmmmmmm Ommmmmmmm Ommmmmmmmm Ommmmmmmmm Ommmmmmmmmmm Continuaron así durante algunos minutos. Ella no está acostumbrada a las prácticas zen, ella no está acostumbrada a las prácticas orientales, sólo a los artefactos, a su regalona que la salvó de los recuerdos. Om, om, om, om. Ella sólo está acostumbrada a lo occidental. Ella encontró la respuesta a todos sus males en lavadora. Ella se superó a sí misma con la lavadora. Ella llegó a una perfección de la ejecución de los ángulos que nunca nadie había logrado con su lavadora. Ella es todo con la lavadora, ella es nadie sin la lavadora. Ella va a morir si la lavadora no enciende. Ella es casi la lavadora. Lo siento, no puedo, lo siento. Me están atacando las canciones que no quiero, están viniendo a mi cabeza miles de canciones y estoy recordando lo más cerdo. Esto es horrible. Quiero mi lavadora. ¡Oh, no! ¡Malditos! ¡¿Quién se comió el cable?! Om, Ommmmmm, Ommmmmm, por favor, hazlo: OMMMMMMM, Ommmmmmm. Por favor, hazlo. Ommmm, Like a Viiiiiiiiiiiiiirgin... Así es el ritmo del chachacha, Like a Viiiiiiiirgin... Somos culpables de este amor escandaloso, que en fuego mismo de pasión alimentó... Ommmmmmmm... No culpes a la noche, no culpes a la luna... Ommmm... We are the world, we are de children... Nooooooo Amor, no pienses, sólo Ommmm, sólo Ommmmm. Pero no, ella cagó. A su cabeza vino el recuerdo de la guagua muerta, de la guagua dentro de la lavadora. Nooooo. Su guagua en la lavadora. Qué cerdo. Sangre, carne molida. Y vino el recuerdo y las canciones de cuna y recordó cuando la metieron a la lavadora viva, porque no los dejaba follar, porque gritaba mucho, chillaba. Y pusieron la música muy fuerte y plaf, metieron a la guagua a la lavadora para que se callara. Y Shak, shak, shak. Y la música estaba muy fuerte y la guagua no lloró más. Like a Viiiiiiiiiiiiiiiiiiiirgin. Sangre. Carne molida. Mucho cloro para que se ponga blanca la guagua. Transparente. Y nooooooo, amor. Necesito escuchar sólo la lavadora. Vienen los recuerdos. ¡Tengo miedo de la carne molida! Ella se levantó. No soportaba más. Abrió su boca enorme y gritó: ¡No soporto más esta situación! ¡Necesito mi lavadora! Él se incorporó a la escena y dijo: ¡Yo también! ¡Alguien ayúdenos! ¡Oh, sí! (Gritaban ambos diferentes cosas. Acá sólo enuncio algunas) ¡SOS! ¡Por favor! ¡Tenemos miedo! ¡Oh, noooooo, compasión! (Estaban cada vez más aterrados) ¡Ahhhhhhhhhhhhh! ¡Ohhhhhhhhhhhhhhhh! ¡SOS! ¡SOS! ¡Ohhhhhhh! ¡Moriremos! Ohhhhhhhhhhhhh Ambos comenzaron a temblar. Sudaban. A ella se le comenzó a desfigurar el rostro. ¡Qué horrible amor! ¡Esto es el infierno, estás horrible! ¡No me mires, eres un monstruo! ¡Tú también! ¡Tienes una cara asquerosa! Oh, nooooooooooooooo. Y comenzaron a golpearse, a mutilarse, a pegarse patadas. Mucha música, horror, horror. Mucha música en sus cabezas. Horror. ¡Qué cerdo! Necesitamos la lavadora. Oh. Golpes, gritos, sudor. Sangre, dientes que vuelan. Pelo, se muerden, se sacan los ojos, no ven, cuchillos de la cocina. Un palo. Sangre. Carne molida. Así, dejaron de sonar sus órganos, de funcionar sus articulaciones. O sus almas se fueron al cielo. O, tal vez puede ser: se reencarnaron en animales domésticos, en bichos exóticos, en montañas. (Esto depende de las creencias que uno tenga. Se entiende que los médicos-ateos, pensarán en que dejaron de funcionar sus órganos. Los cristianos, que sus almas se fueron al cielo. Los charlatanes, que se reencarnaron en entes de la naturaleza). Bueno, en fin, para terminar, quisiera volver a la oración número tres: Ellos se murieron. Bueno, esa era la historia que constaba de tres oraciones. ¿Se habrá entendido? CA CRITICAS Y RESEÑAS El golfo de los Poetas, Fernando Clemot. Ediciones Barataria, Colección Bárbaros, 2009. No acabo de encontrarme con esta novela. Digamos encontrarme cara a cara, dejar que me hable con absoluta libertad, o más bien con absoluta claridad. Este texto, eso sí, está cargado de perlas. Además van en racimos. Así como aparece una, van cayendo otras a su lado. Transcribo unas representantes de ellas: “Protégete de la belleza como de la enfermedad. Lo sabían, nadie podrá perdonar tu hermosura, no sabes cuántos peligros encierra.” “La juventud no es más que un tibio ensayo de la vida.” “Probablemente no sea el hombre más que una oscura edad en el largo devenir de los huesos.” “Un día, una tarde, pueden resumir una vida: Remordimientos, deseo, fiebre.” “Te escuchan porque vienes del otro lado del dolor.” Cada una de ellas en su contexto multiplica por cien su fuerza, sin duda. (Hay que leerlo, pues.) Hay muchas más, muchísimas más y para todos los gustos, como ésta: “No hay mejor espejo para reconocerte que la expresión ajena.” (No la comparto, pero seguro que a muchos lectores esta expresión les hará mella.) El protagonista de esta novela, Leo Carver, es un escritor en las horas más bajas de su carrera y de su vida. Además de un alcoholismo incipiente, padece pérdidas de memoria reciente, por lo que hace uso de unas libretas donde va apuntando el transcurrir de sus días, como forma, es de pensar, de preservar su identidad. (¿Habría identidad sin memoria?) Con su mujer, una amiga de su mujer y su hija, pasará unos días de vacaciones en una costa italiana, el golfo de los Poetas, con la finalidad de poner en orden un margen de tiempo de su juventud, que parece ser que hace de ancla para la satisfactoria sucesión de sus días. En cuanto a su desarrollo, y a mi pesar, la novela se me asemeja a un muelle que a fuerza de estirarlo perdió su fuerza, su tensión. Aunque esto que digo tampoco es demasiado cierto, pues precisamente el que uno desee seguir encontrando las perlas que va lanzando Fernando Clemot por el golfo de los Poetas, es una tensión, una intriga, que no nos deja aparcar la lectura hasta nueva orden, al irnos encontrando con, al menos para mí, demasiado espacio repetido que alarga los desenlaces. Lo que se extendió demasiado, entonces, fue la tensión. A mí me hubiera encantado esta historia en una novela más breve, o incluso en un relato corto. Entonces habría sido como un buen disparo a bocajarro. Sin embargo, como contrapunto al tempo de la novela, Fernando Clemot escribe sin rodeos morales, con absoluta libertad para los sentimientos, para el interior humano. Deja libre a la bestia como quien libera una paloma de su encierro. Hay mucho mérito en ello, y eso sí se lo agradecí en la lectura. Es una escritura visceral, pero que también reflexiona. Al escribir esto se me aclara el porqué la novela no me hablaba con libertad, con claridad, con franqueza. Por un lado, hay sentimientos humanos fuera de la jaula. Y por otro, una distancia, que se me hizo grande, entre los portadores de los sentimientos -cada uno de los personajes- y los sentimientos mismos. Creo que la edad de los personajes es la clave de que no encajen algunas piezas. Hay sentimientos de la juventud extrapolados a la edad madura, casi a una vejez, a un fin de camino, que no acaban de encajar. Al menos, al que suscribe, claro. Cada lectura es un mundo y esta es la mía. De la trama, no diré ni mú. Sólo que se reconoce mucho trabajo en ella, muchas idas y venidas para encontrar los enlaces adecuados. (Aunque a veces, con tanta distancia textual entre enlaces, que igual se echa de menos un texto más rebajado.) En global, la novela merece y mucho su lectura, ya sea para ir desenterrando las perlas, para ir recibiendo más de una bofetada, para notar cómo se nos activa, por momentos, los flujos interiores del deseo o para meditar sobre la memoria y sus recovecos, sus embustes y sus carencias. Ojo, su lectura tanto puede abrir llagas en la carne de más de uno, como hacerlas cerrar. RDF EDITORIAL. PUNTO FINAL ... ...y es que ahora me reclama ese sujeto poético dentro del sujeto poético, para que lo lleve a un sujeto maldito dentro del sujeto maldito, y para que dé un paso adelante y pase del sujeto maldito al predicado maldito: el verbo maldito, la acción maldita, la consecuencia maldita (o la maldita consecuencia de ser sujeto maldito). Todo esto late bajo lo genérico, claro, como predicado poético, y más allá, como verbo. Pero aquí estamos entre malditos, así que iré a lo particular que nos ocupa y además, nos preocupa... porque como leí en un artículo, el arte (la vida, en realidad) se mueve en los límites que van señalando estos sujetos malditos que comentamos (no sólo los que aquí se nombran, sino además muchas personas que con sus actos van rompiendo y creando los horizontes en los que luego nos moveremos, horizontes morales, políticos, artísticos, lingüísticos, y así no agoto la lista, por supuesto). Lo que atenta contra las zonas limítrofes siempre genera rechazo y resistencia por la parte limitada, porque produce distorsión en la estabilidad del sistema. Desestabiliza. Es un hecho. Los límites nos definen, y atentar contra los límites es atentar contra nuestra identidad. Recuerdo ahora algo que comentaba hace tiempo, que los malditos eran sujetos catártico-liberadores-focalizadores de pasiones reprimidas. Una especie de chivos expiatorios... Pues justamente nos muestran nuestros límites: límites que rompen y que amplían, ofreciéndose sin buscarlo (o sí) como sujetos que sirven tanto para la idolatración como la condena, pues ambas, como expresiones extremas que son, en este caso, expresan lo mismo desde predicados opuestos, poniendo de manifiesto lo mismo: que nuestros límites no tienen límite. Extraído del ensayo sobre el malditismo Excodra COLABORADORES Carmen de Agustín Pavón (València, 1980) es Licenciada en Biología y Doctora en Neurociencias por la Universitat de València, falso cerebro en fuga en Cambridge durante un par de años y rescatada ahora para la causa de la investigación española en Barcelona. Es una escritora frustrada, que ganó un par de concursos de literatura en el instituto y cuando creció decidió suplir su falta de talento literario con la publicación de artículos científicos (el más famoso, pero no el mejor, lleva por título Sex versus sweet: opposite effects of opioid drugs on the reward of sucrose and sexual pheromones, del que se hicieron eco importantes diarios como el Qué, el 20minutos y el Faro de Vigo y otros medios, como la Ser y Radio Caracol Miami) y un blog en el que vierte sus pataletas unas cuatro veces al mes (http://www.carmenalaromana.blogspot.com). El 31 de marzo del 2011, suyo fue el relato del día en el concurso de relatos cortos de Transports Metropolitans de Barcelona, y para de contar. Jordi Corominas i Julián nació en Barcelona el 28 de abril de 1979. Licenciado en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra, desarrolla varias actividades en el mundo literario. Como narrador ha publicado dos novelas en catalán (Una dona que sap jugar amb els peus y Colors, ambas publicadas en Abadia Editors), una biografia en italiano (Macrina la madre) y a finales de 2011 publicará en Barataria su primer libro de relatos, El mayordomo de la muerte. Asimismo tuvo la idea y coeditó la antologia Matar en Barcelona, publicada en 2009 por Alpha Decay. A nivel poético ha publicado la suite Paseos Simultáneos (Vitruvio, 2010) y a lo largo de los próximos meses espera sacar al mercado Oceanografías y en e-book Loopoesía(s), poemas que sirven para articular su show multidisciplinar Loopoesia, que dirige junto a Laura Fillola. Por otra parte Corominas desarrolla una intensa labor crítica en revistas, entre las que destaca su labor de coeditor en panfletocalidoscopio.com y sus constantes escritos en Revista de Letras, Culturamas, Literaturas, Benzina, Serra d'Or y otros medios nacionales e internacionales. Asimismo trabaja en la radio, hasta el año pasado en Cadena SER y desde 2011 en Radio Nacional en Catalunya en el programa Wonderland. Puedes visitarlo aquí: http://www.corominasijulian.blogspot.com Patricia de Souza (Cora-Cora, Perú, 1964) Ha publicado varias novelas, libros de relatos y ensayos en España, Perú y México: Cuando llegue la noche (Lima, Jaime Campodónico, 1995); La mentira de un fauno (Madrid, Lengua de Trapo, 1999); El último cuerpo de Úrsula (Barcelona, Seix Barral, 2000); (Lima, [sic], 2009); Stabat Mater (Madrid, Debate, 2001); Electra en la ciudad (Madrid, Alfaguara, 2006); Aquella imagen que transpira (Lima, Sarita Cartonera, 2006); Ellos dos (Lima, Editorial San Marcos, 2007); ( México, Editorial Jus, 2009); Erótika, escenas de la vida sexual (México, Editorial Jus, 2008); (Barcelona, Barataria, 2009); Eva no tiene paraíso (Lima, Ediciones Altazor, 2011) y la revista literaria de l'NRF (Gallimard) publicó su texto corto Désert. Escribe para diferentes periódicos en Madrid y actualmente reside entre Francia y América. http://palincestos.blogspot.com/ Alejandra Guzzini, hasta los 13 años fui sencillamente Sandra, un diminutivo italiano de mi nombre original, pero, que nunca me gustó. Así que a los 13 años cuando comencé mi educación secundaria, pasé a recuperar mi nombre original. Nací en Buenos Aires, bajo la dictadura, y me fui de mi país bajo dictadura también 26 años después. Vivo en España desde el año 1983, y aquí en esta tierra yerma y pequeña (Las Palmas de Gran Canaria) me sentí acogida y cuidada. Mi país, sencillamente, me dio la espalda. Escribo desde siempre, no sé si bien o mal, pero, es mi salvoconducto para poder ser. Hace aproximadamente un año, y con el apoyo incondicional de una amiga mía, me atreví a publicar una pequeña reseña poética de mi historia dentro de la literatura. En Junio del 2010 salieron mis primeros "Fragmentos del espejo" http://espiral-literaria.org/. Fue una experiencia enriquecedora y que de alguna forma cambió mi vida. Sin pretensiones, sin anhelos que fueran más allá de "ser leída". Participo desde hace muchos años en una web literaria: www.grupobuho.es. Esta página fue mi primera incursión pública, donde expuse lo que escribo. Ahora en la actualidad, intento incursionar en diferentes estilos, sin apuros, sin agobios, simplemente por el mero placer de sentir que quedan huellas. Ludovica Bastianini es Licenciada en la Facultad de Conservación del Patrimonio Artístico, realizó los Cursos de Dibujo y de Ilustración en la Escuela Comix de Nápoles y publicó con las Editoriales "L'isola dei ragazzi" y "Larcher editore", además fue premiada en el Concurso Fotográfico "Cucu tete", sobre la relación entre la ciudad y los niños. Ahora estudia la especialización universitaria de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad Suor Orsola Benincasa de Nápoles, participando también en el Curso Profesional de Fotografía de Autor en el Instituto Idep de Barcelona. Parte de sus obras pueden ser vistas aquí: http://www.flickr.com/photos/ludovicabastianini/ Luigi Aloia nació en Junio 1982 en Napoli, tierra de vulcanos y contradicciones. Ha vivido ahí hasta Septiembre 2010 cuando se fue a Barcelona, donde trabaja como investigador en Biología Molecular. Se dedica a la fotografía desde hace unos años pensando que cada día encuentra buenas fotos que nunca sacará. Por eso está buscando aún como rellenar este espacio vacío. http://www.flickr.com/dovesonofinito/ Marta Fernández Clemente nació en Madrid, pero es marinera de puerto en puerto. Licenciada en Ciencias Ambientales y estudiando el mar ahora en Barcelona. Fotógrafa de alma, alma de fotógrafa, su cámara se ha convertido en compañera de la vida. Ha retratado sus viajes por mar y por desierto, lugares y sobre todo sus gentes, haciendo especial hincapié en el conflicto del Pueblo Saharaui. Aquí puedes verlo: http://www.flickr.com/photos/37348468@N03/ Claudia Apablaza (Chile, 20 de octubre de 1978) Estudió Psicología e hizo estudios de Literatura en la Universidad de Chile y un postgrado en Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha publicado el libro de relatos Autoformato (Lom ediciones, Chile, 2006), y las novelas Diario de las especies (Lanzallamas, Chile; Jus ediciones, DF, México, 2008; Barataria, España, 2010) y EME/A (Altazor, Perú; Cuarto Propio, Chile, 2010). También el fanzine S(s) y la no historia por La Picadora de Papel (2008); y el libro Hija ilegal: De Bolaño a Nicanor (Santa Muerte Cartonera, México, 2009). Actualmente es encargada de la colección de vanguardias latinoamericanas Humo hacia el sur, de Ediciones Barataria y profesora del Laboratorio de Escritura de Barcelona. Acaba de publicar su libro La máquina de Kiribati según Go, O y Gle, por Los libros del Snark, en coautoría con la artista visual Francisca Yáñez. Su blog es http://www.claudiaapablaza.blogspot.com Imagen Portada: Angelica Liddell LO MALDITO NÚMERO I MAYO 2011 REVISTA EXCODRA http://www.excodra.com