Itinerario jovellanista por Gijón

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Itinerario jovellanista por Gijón
El niño Gaspar pasa su infancia entre torres solariegas, huertas, fincas y hórreos de una villa
cercada por el mar y volcada en el campo, el comercio y el tráfico de un puerto, aunque activo, con
problemas de presente y de futuro.
El Ilustrado maduro interviene en su presente y organiza el futuro. Contine el mar y las arenas con
diques y muros, extiende y comunica la villa con plazas y calles. La embellece con pinos y acacias.
El polígrafo español del XVIII, que demandaba los colegios y diversiones públicas, prefigura (en el
horizonte) la ciudad industriosa, de ocio y cultura de nuestros días.
DURACION APROXIMADA:
3 horas.
RECORRIDO: El propuesto sólo es uno de los posibles, pues la ciudad está salpicada de
evocaciones de Jovellanos. Se puede acudir a un punto de Información (InfoGijón) donde
encontrará otras opciones y rutas jovellanistas.
SINTESIS DEL ITINERARIO:
Paseo de Begoña y Teatro Jovellanos. Plaza del Instituto e Instituto Jovellanos.
Bahía de San Lorenzo. Campo y Palacio Valdés. Casa Natal de Jovellanos. Cerro de Santa Catalina
y Elogio del Horizonte. Puerto Deportivo. Palacio Revillagigedo y Plaza del Marqués. Calle
Corrida. Plaza del 6 de Agosto.
DESCRIPCION:
El Paseo de Begoña, la antigua alameda, puede ser punto de arranque de la visita. Desde hace 200
años, Begoña ha ido ganando protagonismo. Lugar de paseo habitual, salón de juegos para los
niños, pasarela de los disfraces durante el Antroxu (Carnaval) en invierno, platea de nocturnas
tertulias en el verano.
En el paseo se levanta, bautizado con el nombre del gijonés más destacado, el actual Teatro
Jovellanos. Realidad cultural de la ciudad, ya terminada su reciente restauración y memoria viva de
los que le precedieron, nos recuerda la vertiente literaria del joven Melchor dedicado a la creación
teatral durante su estancia sevillana.
Las calles próximas al Paseo nos acercan a una segunda parada obligada: la Plaza del Instituto.
Animada y bulliciosa nos anuncia la proximidad de uno de los focos comerciales de la ciudad (en
torno a las calles Corrida y Los Moros), a la popularmente conocida como Ruta de los Vinos y a uno
de los más amplios y bellos paseos de la ciudad: la playa.
El nombre de la plaza deriva esta vez de la obra más mimada de nuestro personaje: el Real
Instituto de Náutica y Mineralogía, para quien Jovellanos inicia segunda y definitiva morada en
un lateral de la plaza. Inacabado el edificio en vida del Ilustrado, su dedicación a la cultura
permanece, mientras su silueta se conserva en la memoria nostálgica de los gijoneses como la del
«Viejo Instituto».
La Plaza, fruto de la remodelación de Gijón en el XVIII, nos invita a conocer una de las últimas
intervenciones urbanas en la ciudad: el remodelado Paseo del Muro que, ampliadas sus aceras,
embellecido con marquesinas y farolas, ofrece un mirador perfecto sobre el mar. Mar Cantábrico
que hasta la intervención jovellanista amenazaba a Gijón con sus mareas, vientos y arenas. Frenado
por el muro actual que, sustituto del dieciochesco, todavía en días bravíos saltan al paseo olas, que
permiten, no obstante, armonizar el baño con el surf, deporte que se practica durante todo el año
cuando la mar lo permite.
Llegamos a la escalera principal de acceso a la dorada arena de la playa, conocida cariñosamente
desde su inauguración en los años veinte como «La Escalerona». Desde aquí caminamos ya hacia la
cuna de la ciudad. Comienzan a verse las casonas nobles que nos hablan de la infancia de Gaspar. A
la izquierda, la de sus parientes, los Jove; al frente, el Palacio de los Valdés. Al fondo, el moderno
edificio de la Iglesia Mayor de San Pedro, relevo de la iglesia donde estuvo enterrado Melchor
Gaspar de Jovellanos.
En la Plazoleta de los Jovellanos, la reconstrucción del pasado es más fácil aún. Se conserva la
casa donde nace, donde recibe su nombramiento como Ministro de Gracia y Justicia, donde
perviven sus recuerdos gracias a la creación de una Casa-Museo, felizmente recuperada para la
cultura, como otras en esta íntima parte de Gijón, al ser convertida en pinacoteca municipal. A
escaso metros, la capilla de Ntra. Sra. de los Remedios. Aquí se encuentran depositados los restos
de don Gaspar. Frente a ella, la antigua Casa del Horno donde, en 1794, se inaugura la primera sede
del Real Instituto de Náutica y Mineralogía. Así lo recuerda una placa en el edificio transformado
hoy en moderno establecimiento hotelero, animado centro de reunión de jóvenes y adultos.
Para continuar hay que animarse a subir las callejuelas que nos llevan a la cima del peñón rocoso
donde originalmente se asienta Gijón: el de La Atalaya o Santa Catalina. El esfuerzo tiene una
soberbia recompensa: el reencuentro, al llegar a la cima, con el mar. Una vista que nos permite
entender la afirmación de que en tiempos remotos Gijón era una isla abrazada por el mar. Playa y
Puerto se dominan a derecha e izquierda del cerro. Playa de San Lorenzo y Puerto Deportivo. Un
poco más allá de este último Gijón, heredera del espíritu de mejoras que Jovellanos está creando, en
una de las intervenciones más importantes para su futuro, la Playa de Poniente y su paseo
marítimo.
Dos notas más atraen nuestra atención: la imponente escultura de Chillida, puerta abierta al
horizonte convertida en el logotipo de la ciudad, y el caserío de Cimadevilla, tradicional barrio de
pescadores recuperado y ennoblecido. A él volvemos para llegar hasta el antiguo convento de las
Agustinas Recoletas, en el que profesó como monja Josefa, la Pepa, la hermana favorita de
Jovellanos, o alcanzar el puerto en el que, hace doscientos años, podían congregarse hasta cien velas
de barcos consagrados al comercio ultramarino y a la pesca. Sigue habiendo velas en el puerto de la
ciudad; con su excelente situación y servicios, es singladura obligada para regatas y competiciones
tanto nacionales como internacionales.
Cualquiera que sea la ruta es forzoso detenerse ante el Palacio del Marqués de San Esteban del
Mar, familia emparentada con los Jovellanos. También conocido como Palacio de Revillagigedo,
es una de las mejores muestras de los nuevos aires que soplan en la ciudad. Se ha transformado en
un avanzado museo consagrado a exposiciones temporales de arte contemporáneo. Forma conjunto
con él la Colegiata de San Juan Bautista, que completa la dedicación cultural de la zona al ser
utilizada como marco de conciertos.
No hemos agotado aún las posibilidades del casco, viejo y nuevo a la vez, de la ciudad. Dejamos
para próximos paseos el Ayuntamiento y la Plaza Mayor, centro cívico de la ciudad, origen de los
conciertos veraniegos que han convertido a Gijón en uno de los grandes escenarios musicales del
país. También las Termas romanas quedan para otro momento.
Dando la espalda al Palacio del Marqués de San Esteban del Mar o Palacio Revillagigedo,
atravesamos los Jardines de la Reina y nos acercamos al final de nuestra ruta por hoy.
La calle Corrida es, por muchas razones, la arteria principal de la ciudad. Desde hace trescientos
años testigo del ir y venir, cotidiano y extraordinario, de los gijoneses. Ayer, albergue de
mentideros y tertulias, pasillo de procesiones religiosas v cívicas. Hoy, transformada en eje
comercial, combina las compras, el paseo y la charla y nos permite, como broche de la ruta,
múltiples opciones que ni siquiera se excluyen: recorrerla hasta el final y acercarnos a la Plaza del
6 de Agosto, a dedicar un último homenaje a la estatua levantada en 1891 por sus conciudadanos a
Jovellanos; perderse, a medio camino, en la cercana Ruta de los Vinos, o sentarnos en los
tradicionales cafés mientras éstos se llenan del público ávido del aperitivo de la mañana o dispuesto
a saborear el carajillo de media tarde.
De pagina “gijon.info”
Gijón Ilustrado
El Gijón que crece en los siglos XVIII y XIX sobre propuestas de Jovellanos.
Duración:
2 horas.
Comienzo:
Museo Casa Natal de Jovellanos.
Final:
Jardines de la Reina.
Recorrido:
• Museo Casa Natal de Jovellanos
• Plaza Mayor
• Paseo del Muro
• Plaza del Instituto
• Calle la Merced
• Paseo de Begoña
• Los Campinos de Begoña
• Calle Covadonga
• Plaza de Europa
• Plaza del Seis de Agosto
• Calle Los Moros
• Calle Corrida
• Plaza de Italia
• Jardines de la Reina
Se aconseja:
Recorrido a pie.
Descripción:
Se dice que Gijón le debe el mar a Dios y el resto a Jovellanos. Y es que Jovellanos fue una
figura decisiva en el desarrollo económico, cultural y urbanístico de la ciudad donde nació, donde
vivió y a la que tanto contribuyó a expander urbanística y económicamente. Gijón creció en los
siglos XVIII y XIX, precisamente sobre las propuestas planteadas por el ilustrado.
Comienza nuestro itinerario en el lugar de nacimiento de la más importante de las personalidades
gijonesas: la Casa Natal de Jovellanos en Cimadevilla. Palacio del siglo XV convertido, desde
1971, en un museo pleno de recuerdos de quien allí nació el día 5 de enero de 1744: Baltasar
Melchor Gaspar María de Jovellanos.
El ilustrado, defensor de las artes, preocupado por la escasa producción artística de la Asturias de su
tiempo, hubiese visto con agrado como las dependencias del caserón familiar albergan ahora obras
de los más brillantes representantes de la pintura y escultura asturianas.
Abandonamos la Casa Natal de Jovellanos y visitamos la anexa capilla de los Remedios, en el
lateral izquierdo del Museo. En ella se encuentra el sepulcro de Jovellanos.
En la plaza de Jovellanos prestamos atención al establecimiento hotelero a nuestra derecha. Esta
Casa fue la primera sede del Instituto de Náutica y Mineralogía fundado por Jovellanos para
promover "el cultivo y comercio del carbón creando hábiles mineros y diestros pilotos".
Precisamente los dos recursos naturales más importantes con que contaba Asturias: el mar y los
yacimientos de carbón. Tras pasar por la Plaza Mayor, con la Casa Consistorial obra de Andrés
Coello de mediados del siglo XIX, continuamos nuestro recorrido por el Paseo del Muro, siempre
concurrido, contemplando el símbolo gijonés que supone la hermosa playa de San Lorenzo. No
perdemos la cara al mar y divisamos la Escalera Monumental de Acceso a la Playa, es decir, La
Escalerona. Así es llamada por gijoneses y visitantes la escalera construida en 1933 por Avelino
Díaz y Fernández Omaña con el fin de solventar los problemas que planteaba, ya entonces, el
masivo acceso al arenal. Los baños se habían puesto de moda ya desde finales del siglo XIX y eran
varios los balnearios que existían en esta zona de la playa; sólo en esta zona ya que el resto del
arenal, conformado con dunas y marismas, se comenzó lentamente a desecar a partir de 1860,
pero el Muro de contención que hoy vemos no se terminó hasta el año 1907. Concretamente en
agosto de 1914 que es cuando se inaugura el Puente del Piles.
El visionario Gaspar Melchor de Jovellanos ya se había preocupado por la acción demoledora del
mar y la arena que impedían el crecimiento de la ciudad hacia el sureste. El ilustrado, que disfrutaba
de frecuentes paseos por el litoral gijonés, había propuesto a la corporación municipal la
construcción del muro de contención y tuvo parte decisiva en el tramo desde la parte trasera de San
Pedro hasta la calle Capua.
Atravesando los Jardines del Náutico, tomamos la calle que lleva el nombre de Jovellanos. A
nuestra izquierda se abre la Plaza del Instituto y en un lateral vemos el Instituto de Jovellanos.
Aquel primer edificio del barrio alto se había quedado pequeño y Jovellanos encarga el proyecto del
definitivo Instituto a Juan de Villanueva, Arquitecto Mayor de la Corte. Las obras comenzaron en
1798 aunque el ilustrado sólo conoció su planta baja. Tras su muerte, entre 1888 y 1892 se
completó el edificio como hoy lo vemos: Monumento Nacional desde 1975 y sede de la
Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón.
La plaza del Instituto es conocida por los gijoneses como El Parchís, pues hace sesenta años,
cuando fue diseñada, tenía forma cuadrada con las jardineras de las esquinas y con otro conjunto
floral en el centro que le daban la apariencia del clásico juego de mesa. En la actualidad sigue
conservando esa denominación extraoficial. Rodean a esta plaza una serie de edificios de notable
interés, siendo llamativo el de color verde que hace esquina con la calle de La Merced. Es la Casa
Berenguer, de clara influencia modernista catalana, obra de José Graner y Prat del año 1902. Al
lado de esta casa, frente a la entrada principal de acceso al Instituto Jovellanos, destaca la Basílica
del Sagrado Corazón de Jesús (La Iglesiona) construida entre 1918 y 1922. Diseñada por el también
catalán Joaquin Rubio i Bellver, fue el director de la obra quien era durante esos años arquitecto
municipal de Gijón: Miguel García de la Cruz. Su fachada tiene una gran carga decorativa y está
coronada por una inmensa imagen del Sagrado Corazón (el Santón para los gijoneses) en mármol de
Carrara y obra del escultor Serafín Basora. Con unos 50 metros de altura, el Santón es visible desde
gran parte de la ciudad.
A la derecha del Instituto y frente a la Iglesiona se encuentra la Biblioteca Pública Jovellanos, antes
sede del Banco de España. Ocupa el solar del primer teatro Jovellanos, desaparecido en 1934, que
fue pionero de la iluminación eléctrica en España y cuyo arquitecto había sido Andrés Coello, el
mismo que realizó la Casa Consistorial. El actual edificio -concurrida y completísima bibliotecafue erigido según proyecto de Luis Menéndez Pidal. Volvemos a la Plaza del Instituto fijándonos en
el edificio número 3, de estilo racionalista, obra de los arquitectos del Busto, padre e hijo. Se
considera como un ejemplo emblemático del racionalismo gijonés, es decir, de la arquitectura de
comienzos de los años treinta: la arquitectura de la República.
Ascendemos por la calle de La Merced, dejando a nuestra derecha la Escuela Universitaria de
Estudios Empresariales Jovellanos proyectada también por Manuel del Busto en el año 1911. Está
edificada sobre los terrenos que eran la huerta y el jardín del Instituto Jovellanos y tras ella se
encuentra el colegio de Educación Primaria que también, como tantas cosas en Gijón, lleva el
nombre del ilustrado.
Llegamos al Paseo de Begoña. Es un promontorio natural, una gran roca que antes era llamado Alto
de Begoña, que en el siglo XVIII es convertido en alameda. Con el paso de los años fue
condicionándose hasta convertirse en un lugar de ocio, recreo infantil y esparcimiento ciudadano. A
nuestra izquierda observamos el Teatro Jovellanos heredero de un antiguo Teatro Dindurra y en la
actualidad desarrollando una amplia y variada oferta cultural bajo gestión municipal. Al fondo la
esbelta Iglesia de San Lorenzo, construida en estilo neogótico en 1896 por el arquitecto Luis
Bellido. Delante de ella una pérgola de azulejo y madera, construida en los años 30 y llamada
popularmente Los Patos. La primitiva fue demolida en los años 60 y de nuevo fue reconstruida, con
notable fidelidad al original, en el año 1992, cuando se remodeló el entorno por última vez.
Volvemos a ascender por la misma calle de Covadonga, observando en todo el paseo tres esculturas
(dos en hormigón y una en acero) obras del gijonés Joaquín Rubio Camín: Génesis y Evocación,
esta última un homenaje al periodista Francisco Carantoña. Seguimos por la calle Covadonga,
descendiendo bajo soportales, hasta llegar a la Plaza de Europa. Este espacio europeista y sus
alrededores fueron urbanizados cuando la muralla que rodeaba la ciudad se demolió en 1877. Es un
nexo entre el Gijón del siglo XIX y el crecimiento posterior de la ciudad, en un lugar sin duda
privilegiado ya que era la vía de entrada y salida de Gijón hacia Oviedo y, naturalmente, hacía
Castilla. Era un espacio que todavía hoy es conocido como la Puerta de la Villa. Vemos en estos
jardines de la Plaza de Europa dos edificios muy notables. Uno de ellos es el chalet de Ladislao
Menéndez, obra de Manuel del Busto en el año 1907 y a su izquierda el Asilo Pola, antigua escuelaguardería para hijos de trabajadores. Desde 1989, este último alberga un Museo monográfico
dedicado al pintor Nicanor Piñole (Gijón, 1878 / 1978) cuyas salas merece la pena visitar.
Llegando a la Plaza del Seis de Agosto estamos en otro espacio jovellanista con la estatua a él
dedicada y con el Mercado del Sur, inaugurado en el año 1899, cuando esa parte de Gijón era
precisamente el Sur.
El seis de agosto de 1811 Jovellanos regresó a su villa natal, después de un injusto destierro de diez
años en tierras de Mallorca; la ciudad se vuelca con su ilustre hijo y le prepara una popular
bienvenida. El nombre de la plaza recuerda aquel reconocimiento de Gijón a la figura de Jovellanos.
A finales del XIX se decide dedicar este espacio a la memoria de Jovellanos, y se encarga una
estatua al escultor Manuel Fuxá el mismo autor de la estatua de Colón en Barcelona. La estatua
del ilustrado se inaugura en 1891 al tiempo que la dedicada a Pelayo en la plaza del Marqués.
Cogemos ahora la comercial calle de Los Moros, recientemente remodelada y una de las más
transitadas de la ciudad, en la que abundan edificios de principios de siglo XX, representativos del
despliegue económico gijonés del momento, cuando una potente burguesía comienza a ocupar las
calles del centro urbano. Las calles de los Moros, Corrida y la del Instituto, en dirección Norte-Sur,
junto a otras transversales forman parte del Plan de Mejoras que Jovellanos propuso en 1782. Sin
duda fue un plan pionero en cuanto a reformas urbanas y cuyas ideas sirvieron de base para el
crecimiento de la ciudad en la siguiente centuria.
Al fondo de la calle de Los Moros, esquina a Munuza, destaca el edificio del antiguo Banco de
Gijón, construído en 1902 por el arquitecto Luis Bellido. De lujosa fachada, con gran carga de
elementos decorativos, es llamativa su cubierta abuhardillada al estilo francés, así como la pequeña
cúpula que corona al reloj. En este edificio vivió y murió el pintor asturiano Evaristo Valle, que
cuenta con un interesante Museo monográfico en la finca La Redonda, en Somió.
Continuamos por la calle Corrida. Si en todas las ciudades hay una calle conocida y representativa,
la de Gijón es sin duda ésta. Ya aparece mencionada a principios del siglo XVII, con el nombre de
Calle Ancha de la Cruz de la Huelga; un término que hace referencia a connotaciones religiosas y
a la huelga, o sea al ocio y al paseo. Cuando la calle fue ampliada, pasó a llamarse calle Corrida,
pues salía del Arco del Infante en la Plaza del Seis de Agosto y desembocaba en el Muelle, toda de
corrido.
Este tramo de la calle por el que caminamos fue un típico boulevard al estilo parisino, con farolas,
arbolado, reloj, varios establecimientos hoteleros y concurridos cafés. El ocio y el comercio son
desde siempre las dos actividades de esta calle, el lugar de paseo más tradicional y una calle que, no
olvidemos, unía el antiguo puerto carbonero (hoy Puerto Deportivo) con las salidas de la ciudad
hacia Oviedo y hacia las cuencas mineras. Y viceversa.
La calle Corrida comienza en los Jardines de la Reina y junto a una pequeña plaza, la de Italia. En
ella destacamos el edificio que hace esquina con la calle San Antonio, una obra impresionante del
arquitecto Mariano Marín Magallán. Cuenta esta casa con unas bellas cariátides (columnas de
formas femeninas) en la fachada y fue construida en el año 1899 albergando en sus bajos uno de los
más populares centros sociales de Gijón: el desaparecido Café Oriental.
Salimos hacia el Puerto de Gijón no sin antes detenernos a contemplar, en la calle Trinidad, el
conjunto palaciego de los Jove Huergo y la Capilla de la Trinidad. Un palacio barroco, remodelado
y acondicionado para albergar permanentemente la obra del pintor extremeño Juan Barjola pero que
también da cabida a variadas exposiciones de pintura, de escultura y a conciertos musicales. Del
palacio sólo se conserva la fachada donde vemos, grabado en la piedra de una esquina, el más
antiguo ejemplo de rotulación de una calle en Gijón.
Desde los Jardines de la Reina la perspectiva del Puerto gijonés es magnífica. Al antiguo Muelle
(hoy Puerto Deportivo distinguido con la Bandera Azul por la calidad de sus instalaciones) llegaba
el carbón de las cuencas mineras asturianas, vía carretera y luego en ferrocarril. La actividad minera
hizo crecer al puerto local, hasta el punto de quedarse pequeño, siendo necesaria la creación de otro
puerto exterior, a principios del siglo XX: El Musel. Anteriormente, Jovellanos había propuesto en
la ciudad la ampliación del puerto, para poder comerciar con las Indias, y también luchó para que
Gijón ostentase la capitanía marítima de Asturias.
Aunque muchas de las propuestas que Jovellanos hizo en la ciudad no pudo verlas hechas realidad
en vida, los caminos por él trazados se siguieron en siglos sucesivos.
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Los pasos de Jovellanos
Se dice que Gijón le debe el mar a Dios y el resto a Jovellanos. Y
es que Jovellanos fue una figura decisiva en el desarrollo económico, cultural y urbanístico de la
ciudad donde nació, donde vivió y a la que tanto contribuyó a expander urbanística y
económicamente. Gijón creció en los siglos XVIII y XIX, precisamente sobre las propuestas
planteadas por el ilustrado.
Comienza nuestro itinerario en el lugar de nacimiento de la más importante de las personalidades
gijonesas: la Casa Natal de Jovellanos en Cimadevilla. Palacio del siglo XV convertido, desde
1971, en un museo pleno de recuerdos de quien allí nació el día 5 de enero de 1744: Baltasar
Melchor Gaspar María de Jovellanos.
El ilustrado, defensor de las artes, preocupado por la escasa producción artística de la Asturias de su
tiempo, hubiese visto con agrado como las dependencias del caserón familiar albergan ahora obras
de los más brillantes representantes de la pintura y escultura asturianas.
Abandonamos la Casa Natal de Jovellanos y visitamos la anexa capilla de los Remedios, en el
lateral izquierdo del Museo. En ella se encuentra el sepulcro de Jovellanos.
En la plaza de Jovellanos prestamos atención al establecimiento hotelero a nuestra derecha. Esta
Casa fue la primera sede del Instituto de Náutica y Mineralogía fundado por Jovellanos para
promover "el cultivo y comercio del carbón creando hábiles mineros y diestros pilotos".
Precisamente los dos recursos naturales más importantes con que contaba Asturias: el mar y los
yacimientos de carbón.
Tras pasar por la Plaza Mayor, con la Casa Consistorial obra de
Andrés Coello de mediados del siglo XIX, continuamos nuestro recorrido por el Paseo del Muro,
siempre concurrido, contemplando el símbolo gijonés que supone la hermosa playa de San Lorenzo
.
No perdemos la cara al mar y divisamos la Escalera Monumental de Acceso a la Playa, es decir, La
Escalerona. Así es llamada por gijoneses y visitantes la escalera construida en 1933 por Avelino
Díaz y Fernández Omaña con el fin de solventar los problemas que planteaba, ya entonces, el
masivo acceso
al arenal. Los baños se habían puesto de moda ya desde finales del siglo XIX y eran varios los
balnearios que existían en esta zona de la playa; sólo en esta zona ya que el resto del arenal,
conformado con dunas y marismas, se comenzó lentamente a desecar a partir de 1860, pero el Muro
de contención que hoy vemos no se terminó hasta el año 1907. Concretamente en agosto de 1914
que es cuando se inaugura el Puente del Piles.
El visionario Gaspar Melchor de Jovellanos ya se había preocupado por la acción demoledora del
mar y la arena que impedían el crecimiento de la ciudad hacia el sureste. El ilustrado, que disfrutaba
de frecuentes paseos por el litoral gijonés, había propuesto a la corporación municipal la
construcción del muro de contención y tuvo parte decisiva en el tramo desde la parte trasera de San
Pedro hasta la calle Capua.
Atravesando los Jardines del Náutico, tomamos la calle que lleva el
nombre de Jovellanos. A nuestra izquierda se abre la Plaza del Instituto y en un lateral vemos el
Instituto de Jovellanos.
Aquel primer edificio del barrio alto se había quedado pequeño y Jovellanos encarga el proyecto del
definitivo Instituto a Juan de Villanueva, Arquitecto Mayor de la Corte. Las obras comenzaron en
1798 aunque el ilustrado sólo conoció su planta baja. Tras su muerte, entre 1888 y 1892 se
completó el edificio como hoy lo vemos: Monumento Nacional desde 1975 y sede de la Fundación
Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón.
La plaza del Instituto es conocida por los gijoneses como El Parchís, pues hace sesenta años,
cuando fue diseñada, tenía forma cuadrada con las jardineras de las esquinas y con otro conjunto
floral en el centro que le daban la apariencia del clásico juego de mesa. En la actualidad sigue
conservando esa denominación extraoficial. Rodean a esta plaza una serie de edificios de notable
interés, siendo llamativo el de color verde que hace esquina con la calle de La Merced. Es la Casa
Berenguer, de clara influencia modernista catalana, obra de José Graner y Prat del año 1902. Al
lado de esta casa, frente a la entrada principal de acceso al Instituto Jovellanos, destaca la Basílica
del Sagrado Corazón de Jesús (La Iglesiona) construida entre 1918 y 1922. Diseñada por el también
catalán Joaquin Rubio i Bellver, fue el director de la obra quien era durante esos años arquitecto
municipal de Gijón: Miguel García de la Cruz. Su fachada tiene una gran carga decorativa y está
coronada por una inmensa imagen del Sagrado Corazón (el Santón para los gijoneses) en mármol de
Carrara y obra del escultor Serafín Basora. Con unos 50 metros de altura, el Santón es visible desde
gran parte de la ciudad.
A la derecha del Instituto y frente a la Iglesiona se encuentra la Biblioteca Pública
Jovellanos, antes sede del Banco de España. Ocupa el solar del primer teatro Jovellanos,
desaparecido en 1934, que fue pionero de la iluminación eléctrica en España y cuyo arquitecto
había sido Andrés Coello, el mismo que realizó la Casa Consistorial. El actual edificio -concurrida
y completísima biblioteca- fue erigido según proyecto de Luis Menéndez Pidal.
Volvemos a la Plaza del Instituto fijándonos en el edificio número 3, de estilo racionalista, obra de
los arquitectos del
Busto, padre e hijo. Se considera como un ejemplo emblemático del racionalismo gijonés, es decir,
de la arquitectura de comienzos de los años treinta: la arquitectura de la República.
Ascendemos por la calle de La Merced, dejando a nuestra derecha la Escuela Universitaria de
Estudios Empresariales Jovellanos proyectada también por Manuel del Busto en el año 1911. Está
edificada sobre los terrenos que eran la huerta y el jardín del Instituto Jovellanos y tras ella se
encuentra el colegio de Educación Primaria que también, como tantas cosas en Gijón, lleva el
nombre del ilustrado.
Llegamos al Paseo de Begoña. Es un promontorio natural, una gran roca
que antes era llamado Alto de Begoña, que en el siglo XVIII es convertido en alameda. Con el paso
de los años fue condicionándose hasta convertirse en un lugar de ocio, recreo infantil y
esparcimiento ciudadano. A nuestra izquierda observamos el Teatro Jovellanos heredero de un
antiguo Teatro Dindurra y en la actualidad desarrollando una amplia y variada oferta cultural bajo
gestión municipal. Al fondo la esbelta Iglesia de San Lorenzo, construida en estilo neogótico en
1896 por el arquitecto Luis Bellido.
Delante de ella una pérgola de azulejo y madera, construida en los años 30 y llamada popularmente
Los Patos. La primitiva fue demolida en los años 60 y de nuevo fue reconstruida, con notable
fidelidad al original, en el año 1992, cuando se remodeló el entorno por última vez.
Volvemos a ascender por la misma calle de Covadonga, observando en todo el paseo
tres esculturas (dos en hormigón y una en acero) obras del gijonés Joaquín Rubio Camín: Génesis y
Evocación, esta última un homenaje al periodista Francisco Carantoña. Seguimos por la calle
Covadonga, descendiendo bajo soportales, hasta llegar a la Plaza de Europa.
Este espacio europeista y sus alrededores fueron urbanizados cuando la muralla que rodeaba la
ciudad se demolió en 1877. Es un nexo entre el Gijón del siglo XIX y el crecimiento posterior de la
ciudad, en un lugar sin duda privilegiado ya que era la vía
de entrada y salida de Gijón hacia Oviedo y, naturalmente, hacía Castilla. Era un espacio que
todavía hoy es conocido como la Puerta de la Villa. Vemos en estos jardines de la Plaza de Europa
dos edificios muy notables. Uno de ellos es el chalet de Ladislao Menéndez, obra de Manuel del
Busto en el año 1907 y a su izquierda el Asilo Pola, antigua escuela-guardería para hijos de
trabajadores. Desde 1989, este último alberga un Museo monográfico dedicado al pintor Nicanor
Piñole (Gijón, 1878 / 1978) cuyas salas merece la pena visitar.
Llegando a la Plaza del Seis de Agosto estamos en otro espacio jovellanista con la
estatua a él dedicada y con el Mercado del Sur, inaugurado en el año 1899, cuando esa parte de
Gijón era precisamente el Sur.
El seis de agosto de 1811 Jovellanos regresó a su villa natal, después de un injusto destierro de diez
años en tierras de Mallorca; la ciudad se vuelca con su ilustre hijo y le prepara una popular
bienvenida. El nombre de la plaza recuerda aquel reconocimiento de Gijón a la figura de Jovellanos.
A finales del XIX se decide dedicar este espacio a la memoria de Jovellanos, y se encarga una
estatua al escultor Manuel Fuxá el mismo autor de la estatua de Colón en Barcelona. La estatua del
ilustrado se inaugura en 1891 al tiempo que la dedicada a Pelayo en la plaza del Marqués.
Cogemos ahora la comercial calle de Los Moros, recientemente remodelada y una de las más
transitadas de la ciudad, en la que abundan edificios de principios de siglo XX, representativos del
despliegue económico gijonés del momento, cuando una potente burguesía comienza a ocupar las
calles del centro urbano. Las calles de los Moros, Corrida y la del Instituto, en dirección Norte-Sur,
junto a otras transversales forman parte del Plan de Mejoras que Jovellanos propuso en 1782. Sin
duda fue un plan pionero en cuanto a reformas urbanas y cuyas ideas sirvieron de base para el
crecimiento de la ciudad en la siguiente centuria.
Al fondo de la calle de Los Moros, esquina a Munuza, destaca el edificio del Banco
de Gijón, construído en 1902 por el arquitecto Luis Bellido. De lujosa fachada, con gran carga de
elementos decorativos, es llamativa su cubierta abuhardillada al estilo francés, así como la pequeña
cúpula que corona al reloj. En este edificio vivió y murió el pintor asturiano Evaristo Valle, que
cuenta con un interesante Museo monográfico en la finca La Redonda, en Somió.
Continuamos por la calle Corrida. Si en todas las ciudades hay una calle conocida y representativa,
la de Gijón es sin duda ésta. Ya aparece mencionada a principios del siglo XVII, con el nombre de
Calle Ancha de la Cruz de la Huelga; un término que hace referencia a connotaciones religiosas y a
la huelga, o sea al ocio y al paseo. Cuando la calle fue ampliada, pasó a llamarse calle Corrida, pues
salía del Arco del Infante en la Plaza del Seis de Agosto y desembocaba en el Muelle, toda de
corrido.
Este tramo de la calle por el que caminamos fue un típico boulevard al estilo parisino, con farolas,
arbolado, reloj, varios establecimientos hoteleros y concurridos cafés. El ocio y el comercio son
desde siempre las dos actividades de esta calle, el lugar de paseo más tradicional y una calle que, no
olvidemos, unía el antiguo puerto carbonero (hoy Puerto Deportivo) con las salidas de la ciudad
hacia Oviedo y hacia las cuencas mineras. Y viceversa.
La calle Corrida comienza en los Jardines de la Reina y junto a una pequeña plaza, la de Italia. En
ella destacamos el edificio que hace esquina con la calle San Antonio, una obra impresionante del
arquitecto Mariano Marín Magallán. Cuenta esta casa con unas bellas cariátides (columnas de
formas femeninas) en la fachada y fue construida en el año 1899 albergando en sus bajos uno de los
más populares centros sociales de Gijón: el desaparecido Café Oriental.
Salimos hacia el Puerto de Gijón no sin antes detenernos a contemplar, en la
calle Trinidad, el conjunto palaciego de los Jove Huergo y la Capilla de la Trinidad. Un palacio
barroco, remodelado y acondicionado para albergar permanentemente la obra del pintor extremeño
Juan Barjola pero que también da cabida a variadas exposiciones de pintura, de escultura y a
conciertos musicales. Del palacio sólo se conserva la fachada donde vemos, grabado en la piedra de
una esquina, el más antiguo ejemplo de rotulación de una calle en Gijón.
Salimos a un nuevo punto de encuentro de la ciudad con el mar: los ya mencionados Jardines de la
Reina. Fueron bautizados así en honor a la Reina Isabel II, cuando en 1858 realizó su primera visita
a la ciudad. La Reina puso de moda los baños en la playa de Pando, una pequeña ensenada junto al
puerto pesquero y que era- indudablemente- menos peligrosa que el entonces llamado "inculto
arenal de San Lorenzo".
Desde los Jardines de la Reina la perspectiva del Puerto gijonés es magnífica. Al antiguo Muelle
(hoy Puerto Deportivo distinguido con la Bandera Azul por la calidad de sus instalaciones) llegaba
el carbón de las cuencas mineras asturianas, vía carretera y luego en ferrocarril. La actividad minera
hizo crecer al puerto local, hasta el punto de quedarse pequeño, siendo necesaria la creación de otro
puerto exterior, a principios del siglo XX: El Musel. Anteriormente, Jovellanos había propuesto en
la ciudad la ampliación del puerto, para poder comerciar con las Indias, y también luchó para que
Gijón ostentase la capitanía marítima de Asturias.
Aunque muchas de las propuestas que Jovellanos hizo en la ciudad no pudo verlas hechas realidad
en vida, los caminos por el trazados se siguieron en siglos sucesivos.
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