EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 261 EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES Y EL MEDIO AMBIENTE: UNA CRÓNICA (SSTS 2005)* Enara Garro Carrera Becaria Post-doctoral del Gobierno Vasco Max-Plack-Institut für ausländisches und internationales Strafrecht, Freiburg ABSTRACT 2005. urtean, kasazio helegitearen baitan, Auzitegi Goreneko 2. Gelak ingurumen eta baliabide naturalen kontrako delituen inguruan burutu duen jarduera ikusita, aurreko urteetan eremu honetan finkaturiko ildo interpretatiboekiko jarraitasuna nabarmentzen da aztergai izan ohi diren arazo juridikoetan. Gainera, Entzutegien sententziak berresteko joera sendoa ere ageria da Auzitegi Gorenaren pasa den urteko erabaki urrietan. Delitu ekologikoa deituak, bere egitura tipiko konplexuarekin (arrisku delitu eta txurizko arau penalaren izaera duen heinean), ingurumenaren kontrako delituen artean lege-hauste ohikoena suposatzen du berriro ere, neurri handi batetan aldi honetako eztabaida juridikoaren edukia baldintzatuz. El seguimiento de la actividad casacional de la sala 2ª del Tribunal Supremo en materia de delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente durante el año 2005 arroja, como resultado, la continuidad en las líneas interpretativas del Alto Tribunal respecto a las controversias jurídicas de carácter sustantivo que habitualmente son objeto de análisis en este ámbito, además de su tendencia a confirmar las sentencias de instancia. El llamado delito ecológico, con su compleja estructura típica cimentada sobre su conceptuación como delito de peligro y como norma penal en blanco, se confirma nuevamente como la infracción contra el medio ambiente más habitual en sede casacional, lo que en gran medida ha determinado el contenido del debate jurídico de este período, caracterizado, asimismo, por la escasez de resoluciones. I. INTRODUCCIÓN. II. CRÓNICA DE JURISPRUDENCIA. II.1. El delito ecológico del art. 325 cp. II.1.1. Vertidos de purines: absolución. II.1.2. Vertido de lixiviados: absolución. II.1.3. Vertidos de aceites. II.2. Tala de árboles en parque natural (art. 330). III. CONSIDERACIONES FINALES: SINOPSIS DE LÍNEAS INTERPRETATIVAS SEGÚN LA DOCTRINA MÁS RECIENTE DEL TS. * El presente trabajo se inscribe y está financiado por el Proyecto (I+D+I) BJU2003-02373 del Ministerio de Ciencia y Tecnología. 262 Enara Garro Carrera I. INTRODUCCIÓN** 1. El objeto del presente trabajo es el estudio de las sentencias relativas a los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente dictadas durante el año 2005 por la sala 2ª del Tribunal Supremo1. El análisis será enfocado como una crónica que, principalmente, se ceñirá al estudio de cuestiones de naturaleza sustantiva derivadas de los problemas interpretativos que se presentan en la delimitación de los tipos penales comprendidos en el Capítulo III del Título XVI del Código penal vigente2. Por lo tanto, las cuestiones procesales no constituirán el objeto prioritario de tratamineto, aunque serán aludidas siempre que integren el núcleo de una resolución, y en la medida en que influyan sobre los aspectos materiales. 2. Atendiendo las cuatro sentencias que van a ser estudiadas, debe destacarse que, a diferencia de lo constatado en años anteriores3, la actividad casacional no ha estado exclusivamente centrada en la interpretación de los elementos de la figura del art. 325 CP, tipo básico del denominado delito ecológico4. De hecho, si se atiende a las constelaciones de casos que han llegado al Alto Tribunal durante el período objeto de estudio, destaca, en primer lugar, la significativa escasez de supuestos. Así, además del tipo básico del art. 325 del CP vigente, las controversias jurídicas también afectan al derogado art. 347 bis en su vertiente cualificada (en relación a las formas comisivas en las que concurre clandestinidad y desobediencia con respecto a las órdenes de ** Lista de las abreviaturas utilizadas: art., artículo; CP, Código penal 1995 (LO 10/1995, de 23 de noviembre); CP 1973, Decreto 3.096/1973, de 14 de septiembre, por el que se publica el Código penal, Texto refundido conforme a la Ley 44/1071, de 15 de noviembre; Ed., Edición; FD, Fundamento de Derecho; LO, Ley Orgánica; p(p)., página(s); RJ, Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi; S(S)TC, Sentencias(s) del Tribunal Constitucional; S(S)TS, Sentencia(s) del Tribunal Supremo (salvo referencia expresa se entiende de la Sala 2ª); TC, Tribunal Constitucional; TS, Tribunal Supremo. 1 El rastreo de las sentencias se ha realizado tomando como referencia la base de datos de Thomson-Aranzadi (www.westlaw.es), con fecha última de búsqueda de 17 de marzo de 2006. Por lo tanto, la presente crónica no abarca la totalidad de las sentencias dictadas por el Alto Tribunal durante el año 2005. 2 Por lo tanto, no se incluyen en este trabajo los delitos relativos a la ordenación del territorio y del patrimonio histórico de los Capítulos I y II del Título XVI (arts. 319-324), ni los delitos relativos a la flora, fauna y animales domésticos del Capítulo IV del mismo Título (arts 332-337 CP). Se dejarán, asimismo, fuera de consideración otras figuras que, no estando ubicadas en el Título XVI, también integran el conjunto de disposiciones dirigidas a la tutela penal del medio ambiente, tales como algunos delitos de riesgo catastrófico (Título XVII, Capítulo I, Sección primera: De los delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes; Título XVII, Capítulo I, Sección tercera: De otros delitos de riesgo provocados por otros agentes) o los delitos de incendio del Título XVII, Capítulo II. Véase, al respecto, SILVA SÁNCHEZ, Delitos contra el medio ambiente, Valencia, 1999, pp. 15 ss. 3 La presente crónica constituye la continuación de las ya realizadas en los tres primeros volúmenes de este Anuario por LANDA GOROSTIZA. Véase, LANDA GOROSTIZA, “Evolución jurisprudencial en los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente: una crónica (SSTS Junio 2001-Junio 2002)”, IeZ 2003, pp. 213-238; el mismo, “Evolución jurisprudencial en los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente: una crónica (SSTS 2002- 2003)”, IeZ 2004, pp. 209-243; el mismo, “Evolución jurisprudencial en los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente: una crónica (SSTS 2004)”, IeZ 2005, pp. 221-256. 4 La redacción del art. 325, que fue modificada por la LO 15/2003, añadiéndosele un segundo párrafo, prevé que “1. Será castigado con las penas de prisión de seis meses a cuatro años, multa de ocho a 24 meses e inhabilitación especial para profesión u oficio por tiempo de uno a tres años el que, contraviniendo las leyes u otras disposiciones de carácter general protectoras del medio ambiente, provoque o realice directa o indirectamente emisiones,vertidos, radiaciones, extracciones o excavaciones, aterramientos, ruidos, vibraciones, inyecciones o depósitos, en la atmósfera, el suelo, el subsuelo o las aguas terrestres, marítimas o subterráneas, con incidencia, incluso, en los espacios transfronterizos, así como las captaciones de aguas que puedan perjudicar gravemente el equilibrio de los sistemas naturales. Si el riesgo de grave perjuicio fuese para la salud de las personas, la pena de prisión se impondrá en su mitad superior. EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 263 las autoridades administrativas)5 y al art. 330 (delito de daños a espacios naturales protegidos)6. Sin embargo, esta vez no se ha revisado ningún caso del delito de prevaricación medio-ambiental (art. 329), que en pasados años inició a ostentar cierto protagonismo7. En segundo lugar, cabe resaltar el elevado número de sentencias absolutorias, ascendiendo éstas a la mitad. Quizá sea este el motivo por el que en las resoluciones del 2005 se hallen reflejadas en menor medida las grandes cuestiones de la normativa penal del medio ambiente, aunque se aborden extremos como el equilibrio entre las leyes penales en blanco y el principio de legalidad y, desde una perspectiva más de índole dogmático-penal, cuestiones de autoría, o de agravación por clandestinidad. Cabe señalar que en los aspectos aludidos no se constata ningún cambio significativo en las líneas interpretativas marcadas por el TS al respecto. 3. Para finalizar con esta breve introducción, conviene indicar que la exposición de las sentencias se realizará agrupándolas, en su caso, en función de la conducta delictiva principal objeto de controversia. Así, comenzaré con el delito ecológico del art. 325, pasando después al derogado tipo cualificado del art. 347 bis CP 1973 y deteniéndome, por último, en el delito de daños a espacios naturales protegidos del art. 330 CP. En lo concerniente al método de exposición, cabe señalar que el estudio de cada sentencia se inicia con un primer punto que incluye una exposición resumida de los hechos probados y que culmina con la reproducción del fallo de instancia y el resultado del recurso de casación. En un segundo punto se analizan las cuestiones de debate jurídico más significativas. II. CRÓNICA DE JURISPRUDENCIA II.1. El delito ecológico del art. 325 CP Considerando que la conducta de contaminación recogida en el art. 325 suele constituir la más frecuente dentro de este grupo de delitos, cabe recordar que la estructura típica del delito que desde la entrada en vigor del CP 1995 podría denominarse de contaminación8 descansa sobre tres elementos: infracción de una norma extrapenal (elemento normativo) a través de un acto de contaminación 2. El que dolosamente libere, emita o introduzca radiaciones ionizantes u otras sustancias en el aire, tierra o aguas marítimas, continentales, superficiales o subterráneas, en cantidad que produzca en alguna persona la muerte o enfermedad que, además de una primera asistencia facultativa, requiera tratamiento médico o quirúrgico o produzca secuelas irreversibles, será castigado, además de con la pena que corresponda por el daño causado a las personas, con la prisión de dos a cuatro años”. 5 El art. 347 bis CP 1973, versión derogada del actual art. 325, contienía en los apartados segundo y tercero las modalidades agravadas de comisión (clandestinidad; desobediencia de órdenes expresas de la autoridad administrativa respecto a la corrección o suspensión de la actividad contaminante; aportación de información falsa sobre los aspectos de dicha actividad; obstaculización de la actividad inspectora de la Administración; creación de riesgo de deterioro irreversible o catastrófico), que en la actualidad recoge el art. 326. 6 El art. 330 del CP prevé que „quien, en un espacio natural protegido, dañare gravemente alguno de los elementos que hayan servido para calificarlo, incurrirá en la pena de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses“. 7 Véanse la STS 30 de septiembre de 2003 (RJ 6316/2003). 8 DE LA CUESTA ARZAMENDI, “Recursos naturales y el medio ambiente. Capítulo III, Título XVI, Libro II del nuevo Código penal”, Actualidad Penal 1998, p. 292. 264 Enara Garro Carrera (elemento fáctico) y subsiguiente creación de una situación de peligro (elemento normativo) . La crónica se inicia precisamente con la exposición de un supuesto en el que se analizará sumariamente el significado de cada uno de esos elementos. 9 II.1.1. Vertidos de purines: absolución La STS 26 de septiembre de 2005 (RJ 2005/8373- Ponente: Sr. D. Joaquín Giménez García) analiza un caso de un vertido de purines procedente de una granja pocina en el que los hechos probados son los que siguen: 1. Evaristo, mayor de edad, sin antecedentes penales, compró, en marzo de 1996, la Sociedad Mercantil Torre Alcor, SA sita en la finca Las Beatas, cuya extensión es de unas 165 hectáreas y que se hallaba enclavada en el término municipal de Alcalá de Guadaira (Sevilla). La finca está dedicada a olivar en régimen de riego y a la explotación intensiva de ganado porcino. Con anterioridad a la adquisición de la finca existía en ella una explotación porcina, por lo que en torno a 1997, Evaristo, una vez adquirida la totalidad de la finca, inició los trámites administrativos para llevar a cabo la transferencia de la explotación, comenzando a funcionar como granja de su propiedad. En concreto, el día 22 de octubre de 1997, dirigió instancia al Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira para consulta sobre la ampliación porcina en la finca y en fecha 11 de mayo de 1998 solicitó licencia de apertura de la actividad, acompañando la solicitud con un proyecto de legalización y ampliación de explotación porcina intensiva de ciclo cerrado, firmado por el Ingeniero Agrónomo D. Francisco y visado por el Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Andalucía. Después del trámite oportuno, se abrió un período de información pública y la Consejería de Medio Ambiente, en fecha 2 de marzo de 1999, acordó informar favorablemente la concesión de licencia, si bien condicionada a que se ajustase el emplazamiento señalado y a una serie de medidas correctoras. Una vez emitido el informe, el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira, en resolución de 21 de septiembre de 1999, concedió licencia de instalación de explotación porcina intensiva en la Hacienda Las Beatas, si bien la resolución indicaba que la efectiva puesta en marcha de la actuación solicitada no podría reabrirse en tanto que: 1) El Director técnico del Proyecto certificase que se había dado cumplimiento a las medidas ordenadas por la Consejería de Medio Ambiente; 2) Estudio completo de emisión de contaminantes, y 3) Autorización de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir de la balsa de purines. En la resolución se precisaba que, una vez aportada la documentación requerida, Evaristo podría retirar la licencia de apertura en las oficinas de la Administración Municipal de Rentas. En fecha 22 de noviembre de 2001, el acusado presentó una solicitud de legalización de vertidos de fecha 8 de marzo de 2000 a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, aportando un estudio completo de emisión de contaminante realizado por la entidad colaboradora de la Administración (INERCO). El 28 de mayo de 2002 presentó, asimismo, la certificación final de obra de la ampliación de la explotación porcina Granja Las Beatas, que, al ser inspeccionada por el SILVA SÁNCHEZ, Delitos contra el medio ambiente, Valencia, 1999, pp. 23 ss; ALASTUEY DOBÓN, El delito de contaminación ambiental, Granada, 2004, pp. 117 ss. 9 EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 265 Ayuntamiento de Alcalá, arrojó la realización de algunas obras no amparadas por licencia, si bien la Técnico las consideró presuntamente legalizables. Finalmente en fecha 25 de junio de 2003, se concedió la licencia de vertido de purines a balsa (Confederación Hidrográfica del Guadalquivir). El día 15 de enero de 2004, la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía certificó, a petición del acusado de fecha 27 de noviembre de 2003, que por tratarse de una explotación porcina de carácter intensivo es de aplicación el RD 324/2000 ( RCL 2000, 640), si bien a los efectos de la valoración como abono organo-mineral de los estercoleros, no se había producido a esa fecha el necesario desarrollo normativo. No obstante, y como al acusado le constaba la existencia previa de una explotación porcina en la finca, reinició la actividad porcina consciente de que las autorizaciones administrativas de instalación y licencia de vertidos se iban a demorar por el lento proceder de la Administración. De esta forma en el año 1998 las instalaciones cuentan con aproximadamente 2.000 cerdos, que en el año 2000 pasan a ser 7.000 y en el año 2003, en torno a 10.000. Estos animales permanecen estabulados con suelos ranurados en las cuadras que permiten el paso de las deyecciones sólidas y líquidas hacia unos fosos impermeables situados bajo éstos. Los fosos tienen unas válvulas de salida conectadas a unas albercas de recogida. Las albercas están rodeadas de una valla metálica en su perímetro, y su finalidad es separar deyecciones sólidas y líquidas por decantación y flotación, enviando las primeras líquidas a una balsa por medio de una tubería de salida. Este sistema de tuberías enterradas cuenta con diversas arquetas de paso y registro. Por último, existe una balsa de almacenamiento de líquidos construída con muros de contención que recibe los líquidos de las albercas y sirve para almacenar, evaporar y madurar los purines hasta su transformación en fertilizante orgánico. Durante el proceso de estancia del purín en los fosos, salida a la alberca y posterior depósito de líquido en la balsa, el purín está sujeto a un proceso de fermentación superior a 60 días que le hace perder de modo considerable poder contaminante y es por lo que se utiliza como abono del campo. El día 3 de enero de 2000, Agentes de la Guarda Fluvial de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir levantaron acta de vertido en el que hacían constar que, debido a las lluvias caídas, una de las balsas que contiene purines había rebosado y que por las tapaderas de las tuberías que iban a la balsa salían purines que habían sido arrastrados por la lluvia a un regajo próximo, el cual aguas abajo tenía un muro de tierra que al formar presa extiendió los purines sobre el terreno. Se observó además que debido al esparcimiento de purines sobre la finca, estos se concentraban en la zona más baja, siendo arrastrados de nuevo al regajo a lo largo de 350 metros. No obstante, no se formaron muestras de la composición química del purín. Por este hecho se incoó expediente por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir que califica el hecho como “leve”. En fecha 3 de enero de 2001, el Seprona advierte que se ha realizado un vertido de purines sobre el terreno que considera fortuito (por rotura de una de las tuberías de conducción de los purines) haciendo constar igualmente que se estaban retirano animales muertos, siendo estos depositados en una fosa al aire sin ningún tipo de cubrimiento. Sin embargo, no se tomaron muestras de la composición química del purín. El día 13 de marzo de 2001 la Guardería Fluvial de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir levanta acta de vertido haciendo 266 Enara Garro Carrera constar que por lo que denomina arroyo innominado circulan purines y se ha procedido a la construcción de una nueva balsa. Incoado el oportuno expediente, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir calificó los hechos como “menos graves”. La Sentencia de la Audiencia Provincial de Sevilla de 25 de febrero de 2004 absolvío al acusado Evaristo del delito contra el medio ambiente de que se le acusaba. La acusación particular, la entidad mercantil Labogar S.A. interpuso recurso de casación denunciando la inaplicación del art. 325 CP. El TS declara no haber lugar al recurso y confirma el pronunciamiento absolutorio de la Audiencia. 2. Las cuestiones relevantes a efectos de este trabajo, derivadas de la pretensión de la acusación particular de que se apreciase el tipo del art. 325 tratadas en la sentencia son tres, que se corresponden, a su vez, con los tres elementos del citado precepto. 2.1. En primer lugar, el recurrente hace hincapié en la contravención de la normativa administrativa por parte del procesado Evaristo. Sin embargo, el TS, tras afirmar que no es eso lo que consta en el relato fáctico, insiste en que las irregularidades administrativas ni constituyen ni dan vida sic et simpliciter al delito medioambiental, por lo que la conducta del acusado, aunque puede considerarse irrespetuosa o desconsiderada con el trámite procedimental administrativo desde el inicio de la actividad, no por ello constituye una conducta delictiva como pretenden las acusaciones. En efecto, el requisito de carácter normativo de la infracción de la norma extrapenal es uno de los elementos que cimienta la estructura típica del art. 325, pero en ausencia del resto, el Derecho penal operaría simplemente como refuerzo de la eficacia del Derecho administrativo, lo cual resultaría inadmisible si se atiende los principios legitimadores de la intervención penal. Además, si bien es cierto que en este caso el procesado había puesto en marcha la explotación porcina mientras gestionaba la concesión de la licencia para desempeñar tal actividad, lo relevante a efectos del delito del art. 325 es que la infracción de la norma extrapenal se produzca como consecuencia de una conducta contaminante (en este caso, el vertido de purines), lo cual no ha quedado acredidato en el caso de autos. 2.2.En efecto, la contravención de la normativa administrativa, debe derivar, según el art. 325, de un elemento fáctico, a saber “provocar o realizar, directa o indirectamente, emisiones, vertidos, radiaciones, extracciones o excavaciones, aterramientos, ruidos, vibraciones, inyecciones o depósitos, en la atmósfera, en el suelo, en el subsuelo, o en las aguas terrestres, marítimas o subterráneas, con incidencia, incluso, en los espacios transfronterizos, así como las captaciones de aguas”. En este caso, el supuesto acto de contaminación venía constituido, por dos vertidos de purines. El primero de ellos se había producido como consecuencia de las lluvias caídas, que habrían hecho rebosar una de las balsas que contenía purines, esparciéndose estos un regajo próximo, el cual aguas abajo tiene un muro de tierra que al formar presa extendió los purines sobre el terreno. Se observó además que debido al esparcimiento de purines sobre la finca, estos se concentraban en la zona más baja, siendo arrastrados de nuevo al regajo a lo largo de 350 metros. El segundo de los vertidos tuvo lugar por la rotura fortuita de una de las tuberías de conducción de los purines. EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 267 No obstante, tras el primer vertido no se tomaron muestras de la composición química del purín, y el expediente que incoó la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir calificó el hecho como “leve”. Cuando, catorce meses después, y ante un segundo vertido, la Guardería Fluvial de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir levantó acta haciendo constar que por el arroyo circulaban purines y que se había procedido a la construcción de una nueva balsa, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir calificó los hechos como “menos graves”. En definitiva, no parece que pueda afirmarse la gravedad de la contaminación, ni siquiera considerando la cuestión desde la perspectiva de la continuidad delictiva, cuestión que, por cierto, el TS no aborda. Es decir, podría ocurrir, tal y como se ha constatado frecuentemente, que un primer vertido no hubiese alcanzado el límite prescrito para dar lugar al delito ecológico, y que la subsunción fuese posible sólo a través de la consideración conjunta de las diversas acciones emisoras acaecidas que, agrupadas, podrían dar lugar a la contaminación grave requerida por el tipo penal. En este sentido, cabe señalar que es doctrina consolidada del TS considerar que la pluralidad de vertidos se agrupan en un único delito al considerar que los vertidos producidos son los productores de la contaminación grave caracterizadora del tipo penal, al tratarse el término «vertido» de un concepto normativo global que incluye en su comprensión la pluralidad de acciones emisoras, supuesto siempre que se trate de la misma actividad industrial10. Sin embargo, en el caso de autos no parece que la suma de situaciones descritas en el relato fáctico merezca ser calificada de vertido contaminante productor de la gravedad requerida por el precepto. Así, parece adecuado que el TS confirme la atipicidad de la conducta, ya que objetivamente se carece de resultados que arrojen datos en torno a las características del vertido (elemento fáctico del tipo), constituyendo los aspectos aludidos por el recurrente cuestiones que quedan extra muros de la existencia del delito medioambiental (en concreto, las referencias al aspecto contaminante del purín esparcido en los olivos, y al acuífero de Carmona donde se ubica la finca, al olor apestoso y desagradable, a la existencia de poblaciones próximas a la explotación o a la existencia de agua de los pozos). 2.3. A los anteriores elementos se suma el requisito de que la actividad contaminante cree una situación de peligro para el equilibrio de los sistemas naturales, que constituye un ulterior elemento normativo. El recurrente cuestiona, en primer lugar, la afirmación de que no exista un informe medioambiental que acredite el grave riesgo sufrido por el vertido de los purines, remitiéndose a los informes emitidos por el Laboratorio Agrama (folio 377) y el Laboratorio Ferboy (folios 389 y ss.). Recuérdese que el art. 325 participa de la naturaleza de los delitos de peligro abstracto-concreto, o de peligro hipotético o potencial en los que lo fundamental es la aptitud de la conducta para producir el peligro grave al equilibrio de los sistemas naturales. Es decir, no se precisa que concurra un peligro concreto sobre la salud de las personas o los sistemas naturales, sino la idoneidad causal de la conducta para producirlos. En general, el problema valorativo que plantea esta fórmula es 10 SSTS 29 septiembre 2001 (RJ 8515/2001), 12 diciembre 2000 (RJ 9790/2000), recogidas por la STS 11 febrero 2003 (RJ 1083/2003). 268 Enara Garro Carrera que dicha idoneidad tienda a presumirse simplemente del acto de contaminación ya acreditado. Sin embargo, esta posible objeción no es aplicable al caso que nos ocupa, ya que ni siquiera llegó a constatarse el efecto contaminante del vertido en el sentido de que llegase a contravenir una norma extrapenal. De hecho, el Tribunal Supremo, tras criticar la falta de consistencia del argumento del recurrente (por expresar objeciones respecto de los hechos probados sin pruebas que lo sostengan), parece no albergar dudas de que, de acuerdo con el relato fáctico de la sentencia de instancia, tal peligro no concurre. Recuerda el TS que ni en los informes que se citan ni en el acta del Plenario existen datos que permitan cuestionar lo afirmado en la sentencia y estimar acreditada la realidad de la grave contaminación, máxime cuando cuando el aludido informe del Laboratorio Agrama (folio 377) lo único que dice, textualmente es que “los resultados de los análisis denotan que han sido cubiertas todas las necesidades de los olivos, incluso quizás en exceso (en el caso del nitrógeno)” por lo que “se recomienda reducir un poco la dosis de abonado”, y lo mismo ocurre con el resto de los informes citados, como el del Laboratorio Ferboy. No olvidemos además, que el peligro requerido por el tipo penal ha de ser grave, debiendo extraerse dicha gravedad de las circunstancias que concurran en la conducta objeto de procedimiento11. Así, y si bien es cierto que en los hechos probados se hace constar que tras el segundo vertido se estaban retirano animales muertos, siendo estos depositados en una fosa al aire sin ningún tipo de cubrimiento, también lo es que no se tomaron muestras de la composición química del purín y que los hechos fueron calificados como menos graves. Es decir, en principio no parece que pueda deducirse de ninguna prueba pericial técnica que los referidos vertidos ostenten una intensidad contaminante suficiente para declarar que representan un grave peligro para el equilibrio de los sistemas naturales, por lo que resulta correcta la confirmación de la sentencia absolutoria. II.1.2. Vertido de lixiviados: absolución 1. En la STS 18 de julio de 2005 (RJ 2005/6903- Ponente: Sr. D. Perfecto Andrés Ibáñez) es objeto de revisión la actividad del vertedero de residuos situado en el término municipal de Gurb de la Plana, que se hallaba ubicado en un espacio delimitado entre los torrentes de Sant Juliá, del Bosc y la riera de Sant Joan de Glí, lugar en el que desembocan aquellos. Dicha riera va a desembocar sus aguas al río Méder, el cual desemboca a su vez en el río Gurri y este lo hace, finalmente, en el río Ter. Según los hechos probados, el acusado Víctor, mayor de edad y sin antecedentes penales, tenía a su cargo, como consejero de medio ambiente del Consell Comarcal de Osona y concejal de esa misma materia desde junio de 1991 en el Ayuntamiento de Vic, la responsabilidad política del correcto funcionamiento de dicho vertedero. El tratamiento y depósito de los residuos que allí se iban acu- 11 Véanse, al respecto, los epígrafes II.7 y II.9 de la crónica relativa al 2004 en, LANDA GOROSTIZA, “Evolución jurisprudencial en los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente: una crónica (SSTS 2004)”, IeZ 2005, pp. 221-256. EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 269 mulando correspondía a la empresa Serveis Vic, SA, en virtud de concesión administrativa otorgada contractualmente en su favor por el Ayuntamiento de Vic, siendo administrador y persona física que se hallaba de hecho al frente de dicha empresa el también acusado Franco, mayor de edad y carente de antecedentes penales. El aludido vertedero careció siempre de la preceptiva licencia municipal de funcionamiento y Actividades Clasificadas del Ayuntamiento de Gurb y contó únicamente con una orden de fecha 4 de febrero de 1986 del Departament de Gobernació de la Generalitat de Catalunya que, inicialmente, autorizaba al Ayuntamiento de Vic la instalación de esa ampliación de vertedero, con la sujeción a dos condiciones: a) La erradicación de las explotaciones porcinas situadas en un radio de 1.000 metros de distancia del emplazamiento escogido como vertedero y, b) la obtención de la correspondiente licencia municipal; condiciones ambas que nunca se cumplieron. El acusado Víctor vivía cerca del mentado vertedero y, contando en todo momento con el asesoramiento técnico del Ingeniero Municipal del Ayuntamiento de Vic, Mauricio, y con pleno conocimiento de diversos informes que obraban en el Ayuntamiento de Vic y que expresaban el incorrecto funcionamiento de aquel vertedero, toleró hasta la clausura del mismo -que tuvo lugar en el mes de diciembre de 1994- que en el mismo se vertieran y depositaran toda clase de residuos urbanos e industriales (gran cantidad de ellos de carácter especial, sin la preceptiva autorización administrativa de la Junta de Residuos), así como lodos, a razón de 130 o 140 toneladas diarias, procedentes de la estación depuradora de aguas residuales urbanas de la localidad de Vic que, por su elevada humedad próxima al 75%, deberían haber sido trasladados a un vertedero debidamente controlado y autorizado. Se vertieron también en el mismo lugar todo tipo de escombros, basuras y residuos procedentes del vertedero de Mollet del Valles -que eran descargados a diario por camiones, sin control alguno y sin cumplimentar las preceptivas fichas de aceptación-, con los cuales, una vez compactados, se formó una gran presa de altura aproximada de 18 metros y 100 metros de largo, en cuyo seno se fueron acumulando todos los vertidos, generando una gran cantidad de lixiviados que salían por doquier y que alcanzaban el torrente del Bosc. El vertedero careció de impermeabilización y de un sistema interno de drenaje. Carecía también de la autorización administrativa de la Junta de Residuos para poder acoger fangos de depuradora y residuos industriales. Alertados por una llamada anónima, agentes de la Policía autonómica comenzaron a investigar el funcionamiento de dicho vertedero en el mes de noviembre de 1992, y tras efectuar un largo seguimiento sobre la procedencia de los vertidos que allí se realizaban, se presentaron en el mismo el día 7 de julio de 1993, realizando una inspección del lugar, levantando reportaje fotográfico y videográfico del lugar y recogiendo muestras de los lixiviados que, procedentes del vertedero, iban a parar al torrente del Bosc y, de este, a la Riera de Sant Joan de Galí con un caudal de 2 litros por segundo. Dichas muestras de lixiviados, fueron remitidas para su análisis a la “Societat General de Aigües de Barcelona”, emitiéndose informe en el que se dice que, en la muestra recogida en el torrente, aparecían los siguientes resultados: Indice de Ph 7,5; conductividad a 25º 19.700; Cloruros 4.360; Amoniaco 270 Enara Garro Carrera 1.340; Demanda Química de Oxígeno (DQO) 1.360; Cromo 0,78; Hierro 14,4 y Aluminio 4,60. Tras su visita al vertedero, los agentes de la policía autonómica se dirigieron a Víctor para comunicarle la gravedad de la situación medio ambiental generada por el mismo, ante lo cual dicho acusado instó, a mediados de 1993, al Ayuntamiento de Vic a la ejecución de una serie de obras, impermeabilizándose alguna de las balsas de recogida de los lixiviados y construyéndose una arqueta en el curso del torrente, a su paso por debajo del puente. Estas obras, si bien aminoraron el problema, no evitaron que parte de los lixiviados siguieran fluyendo por doquier y empapando el terreno, extremo este que pudo comprobar la Comisión Judicial del Juzgado de Instrucción número 4 de Vic cuando, en fecha 6 de octubre de 1997, se presentó en el lugar, levantando diligencia de inspección ocular y recogiendo muestras de cinco puntos distintos de salida de lixiviados que, analizadas, arrojaron como resultado una demanda química de Oxígeno de 2.800, 2.700, 2.200, 2.300 y 894 mg/litro, respectivamente, con presencia de amonio, de cromo y de otros metales pesados. Sin embargo, ninguna de las muestras de lixiviados procedentes del vertedero superan el máximo de toxicidad permitido por la Ley y en la actualidad el terreno que ocupaba el tan aludido vertedero está regenerado y cultivado. La sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Barcelona de 18 de julio de 2005 absolvió a Víctor y Franco del delito contra la salud pública y medio ambiente del art. 347 bis CP 1973 del que venían siendo acusados por el Ministerio Fiscal, absolviendo igualmente a Serveis, SA y al Ayuntamiento de Vic. 2. El recurso de casación interpuesto por el Ministerio Fiscal se basaba en la inaplicación del art. 347 bis, primer y segundo párrafo, alegando que de los hechos que se declaran probados resultaría la concurrencia de todos y cada uno de los elementos típicos del delito de referencia. Así, a partir de la infracción de normas medioambientales, se habría producido, no sólo un riesgo de grave contaminación de aguas superficiales, sino también un daño ambiental concreto, por la imposibilidad de vida acuática en el cauce público afectado. Además, concurriría clandestinidad en la actividad del vertedero por no haberse obtenido la preceptiva autorización administrativa de sus instalaciones. El Alto Tribunal, sin ambargo, confirma el pronunciamiento de instancia y declara no haber lugar al recurso. 2.1. El Ministerio Fiscal argumenta en el recurso que el tribunal de instancia toma indebidamente en consideración una norma medioambiental (la Orden de 13 de octubre de 1989, RCL 1989, 2418) que se limita a ofrecer criterios de clasificación de residuos industriales y cuya aplicación estaría excluida en el supuesto juzgado, por tratarse de un vertido de lixiviados. Así, el recurrente dispone que hubiese debido tomarse como referencia el art. 3, 2 de la Ley 20/1986. Sin embargo, el Tribunal Supremo no entra a analizar el contenido de la Ley 20/1986 para determinar si las objeciones invocadas por del Ministerio Fiscal en cuanto a la determinación de la norma medioambiental aplicable eran o no acertadas. De hecho, el TS parte de los datos de los informes que se realizaron empleando los criterios de la citada Orden de 13 de octubre de 1989, recordando que las EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 271 muestras de lixiviados procedentes del vertedero no superaron el máximo de toxicidad permitido por la Ley y que, en la actualidad, el terreno que ocupaba el vertedero está regenerado y cultivado. Además, apoyándose en sentencias anteriores12, afirma que la concurrencia de los elementos típicos de peligro para las personas o de perjuicio de las condiciones naturales del ecosistema que prescribe el art. 347 bis CP 1973 deberán medirse en función de las consecuencias derivadas de la actividad del vertedero, precisándose que, a tales efectos, resultan necesarios los informes periciales. Así, y basándose en que varios de los autores de los numerosos dictámenes emitidos en la causa (algunos de los cuales eran miembros del Instituto Nacional de Toxicología) se guiaron por la Orden de 13 de octubre de 1989, RCL 1989, 2418, el Alto Tribunal da por buena la aplicación de la citada normativa, decisión que también se apoya en la exposición de motivos de la misma, en la que se dice que este texto «tiene por objeto ofrecer métodos para determinar la existencia o inexistencia de alguna de las características cuya ausencia excluiría al residuo de su conceptuación como peligroso», y en su artículo primero, que se refiere a «métodos de caracterización de residuos tóxicos y peligrosos». De ahí que se estime fundado el parecer de los técnicos de la Junta de Residuos, cuando manifestaron que la citada orden era en el momento de su actuación la única existente para determinar la toxicidad de los lixiviados. En definitiva, la cuestión de la normativa medioambiental a considerar y la aplicabilidad del art. 347 bis son ventiladas conjuntamente por el Alto Tribunal. Así, y si el buen estado actual del terreno en el que se encontraba el vertedero es usado como argumento adicional por el tribunal para confirmar ex post que los criterios de la Orden de 13 de octubre de 1989, RCL 1989 para medir la toxicidad del lugar resultaron válidos para este caso, la regeneración del terreno también se alude para negar la concurrencia de los elementos típicos del delito de referencia. De hecho, el tribunal recuerda la decisión de la sala sentenciadora de reservar la aplicación del subtipo agravado del art. 347 bis CP 1973 para los supuestos de conductas que llevan aparejado un riesgo de deterioro irreversible y catastrófico del medio, debiendo asociarse, para emitir un juicio al respecto en este caso, la gravedad del peligro o del perjuicio del vertido de lixiviados requerida por el tipo básico y la presencia de los índices facilitados por la Orden de 13 de octubre de 1989. Por ello, y en vista de que los resultados arrojados quedaron por debajo del umbral de toxicidad permitido por esa norma, el TS reputa correcta y adecuada la interpretación del art. 347 bis realizada por la Audiencia y su decisión de absolver a los acusados. 2.2. Por último, y ante la ausencia del elemento normativo de peligro para el bien jurídico protegido que se desprende del relato fáctico, no parece que la actividad del vertedero sea de entidad suficiente como para rebasar el umbral típico del art. 347 bis, por lo que la cualificación por clandestinidad que solicitaba el Ministerio Fiscal no es siquiera abordada por el TS. A estos efectos es importante señalar que la clandestinidad a la que se refiere el precepto no debe entenderse en un sentido de desconocimiento material por parte de las autoridades respecto de las actuaciones (aspecto que, por cierto, y como se deriva del relato de los hechos, no concurre en este caso, ya que el acusado Víctor conocía el incorrecto funcionamiento del vertedero). La clandestinidad se refiere, de hecho, al funcionamiento sin la pre- 12 La STS de 2 de junio de 2003 (RJ 5612) y la STS de 25 de octubre de 2003, (RJ 6202). 272 Enara Garro Carrera ceptiva aprobación administrativa de la actividad13. Sin embargo, resulta importante resaltar que la interpretación de la clandestinidad no debe hacerse en un modo meramente formal, ya que la considerable agravación penológica que resulta de ella tiene sentido si se basa en la dificultad o imposibilidad de la Administración de acceder a controlar la actividad, con la consiguiente concurrencia de un mayor peligro para el bien jurídico protegido. II.1.3. Vertidos de aceites 1. Sobre el año 1983-1984, el acusado José Antonio, a nombre propio y con intención de dedicarse a la actividad de recogida de aceites usados de automoción y maquinaria industrial, arrendó parte de la finca propiedad de la empresa Printor, situada en el término municipal de Lliça de Vall (Barcelona), en la que desarrollaba sus actividades Catalana de Grasas (que producía gelatinas y grasas alimentarias). Dicha finca, según informe de fecha 20 de diciembre de 1991 se encuentra enclavada en zona no industrial, sino agrícola, de «protección de río». José Antonio pagó la correspondiente licencia fiscal, aprovechando para tal actividad la licencia que las entidades Ulibarri y Ludesa tenían para la recogida de aceites. En el año 1987 el acusado Jose Antonio se asoció con el otro acusado Clemente para dedicarse a la misma actividad, asociándose ambos en el año 1988 con el también acusado Rodrigo, creando dos sociedades: el 11 de enero de 1988 Cliper Oil Sociedad Limitada (dedicada al envasado de aceites no usados y venta de aceites nuevos y/o reciclados) y, el 18 de febrero de 1988 Cuacir Oil Sociedad Limitada (dedicada a la recogida de aceites usados). En ambas sociedades participaba como socia la coacusada Leticia, esposa del señor Rodrigo quien ocupaba el cargo de administradora mancomunada junto a José Antonio en las dos empresas. En fecha 18 de abril de 1989 la empresa Cliper Oil adquiere la empresa Printor que estaba en ese momento inactiva, incorporando en su patrimonio la finca antes reseñada de Lliça de Vall. Ante las deficiencias de la empresa Cuacir para llevar a cabo su objeto social, los señores Rodrigo, José Antonio y Clemente se asocian con el coacusado Salvador y los señores Roberto y Alfonso, creando la empresa Dirección 001 en fecha 10 de julio de 1989, con domicilio social en Barcelona y principales centros de almacenamiento en Granollers, alquilando dos depósitos para almacenar aceites usados en las instalaciones de Cliper en LLiça de Vall. El cometido principal de Dirección 001 es la recogida de toda clase de aceites usados para su posterior traslado a las refinerías, Gerpesa y Ulibarri, básicamente. Dicha empresa (que no tenía ningún trabajador a su cargo desempeñando labores en las instalaciones de LLiça de Vall, limitándose los conductores de cisterna, a descargar y cargar aceite en los dos depó- 13 Dicha autorización, que suele concederse a través de una licencia, supone que la Administración conoce la existencia de las instalaciones y las características de su funcionamiento, lo que implica una primera actividad de control por parte de las autoridades competentes. Véase, en este sentido, el reglamento de actividades clasificadas, de 30 de noviembre de 1961, que se refiere a la actividad administrativa de control previa a la decisión de la Administración en torno a la concesión o denegación de la licencia solicitada. EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 273 sitos alquilados) cesó sus actividades, renunciando José Antonio el 30 de abril de 1991 a su cargo como consejero delegado. Asumida la dirección de la empresa Cliper Oil por el señor Rodrigo el 8 de febrero de 1991 y, ante las deudas y falta de liquidez de Cliper Oil, ésta acuerda en fecha 15 de octubre de 1991, el arrendamiento de las instalaciones de Lliça de Vall a la empresa Asistencia y Contratación Industrial Sociedad Anónima (Asconissa) con sede en Bilbao, siendo director de la misma Javier y apoderado en Cataluña, con presencia física, desarrollando sus actividades en las instalaciones de Lliça, el acusado Luis Manuel. Cliper Oil se reserva en la finca de LLiça una nave de 300 metros cuadrados aproximadamente para la venta de bidones de aceite envasados. Al objeto de que el señor Plana pudiese recoger los aceites procedentes de transformadores de empresas eléctricas, (Enher, Fecsa, Hidroeléctrica de Cataluña), Asconissa le cedía las hojas de seguimiento, firmándolas el señor Luis Manuel, por una compensación económica de 2 ó 3 pesetas por kilogramo, trabajando para Asconissa los señores Alexander, Plácido y Narciso, entre otros, si bien la nómina la pagaba Cliper, recibiendo órdenes los citados trabajadores del señor Rodrigo como del señor Luis Manuel. El aceite usado era tratado en las instalaciones de LLiça sometiéndolos a un calentamiento para extraer la humedad, agregando colorantes de tierra de gador. Ante una carga superior a 900 bidones, todos en malas condiciones, de aceites diversos y grasas no homogéneas, abandonados y procedente de Subasta en el puerto de Barcelona, la empresa Lubrimosa intenta deshacerse de los mismos, siendo finalmente la empresa Arconissa a través del señor Luis Manuel quien se los queda a cambio de cobro en especies (aceite limpio). Los bidones referidos son trasladados a las instalaciones de LLiça en fecha 13 de diciembre de 1991 y en las operaciones de carga y descarga, en la finca de Lliça uno de los bidones se rompe, vertiéndose los 200 litros de aceite que contenía al suelo, resultando del análisis practicado por el ICTCT, a instancias del Ayuntamiento de Lliça, que existía en la muestra tomada un contenido superior a 220 ppm de PCB (Policlorbifenilos), superando los 20 pmm, por lo que se calificó como residuo tóxico y peligroso, añadiendo que la toxicidad de los PCB, de tipo subaguda y crónica se manifiesta esencialmente por un cloracné, detectándose también rashs eczematiformes y trastornos hepáticos así como hipertensión arterial de forma inconstante. Los bidones de aceite en cuestión son vaciados en los tanques horizontales y verticales de almacenamiento que Asconissa tenía alquilados a Cliper Oil, mezclándose con restos de aceites sucios que restaban en los tanques. Dicha operación de almacenamiento es llevada a cabo por los trabajadores, Alexander, Narciso y Plácido, entre otros, quienes desconocían la toxicidad de los productos, al no ser informados al respecto sin que tampoco por parte de Asconissa o de Cliper Oil se les facilitase algún tipo de medida de protección o seguridad para realizar los trabajos. El citado aceite es posteriormente trasladado al muelle de Barcelona para su expedición a Cuba a través de la empresa Ingrapala. La generalidad de los depósitos y bidones de aceite se encontraba en un estado lamentable, con fugas por donde se desparramaba el aceite, formándose balsas de aceite en el suelo de las instalaciones, según acredita el técnico del Ayuntamiento de LLiça de Vall en fecha 7 de enero de 1992 después de dos visitas de inspección realizadas en fecha 24-12-1991 y 7-1-1992. 274 Enara Garro Carrera En fecha 31 de marzo de 1992, por parte de empleados de la Junta de Residuos se procede a la toma de muestras de dos bidones rojos escogidos al azar y dos tanques o depósitos de almacenamiento en las instalaciones de Lliça, estando presente el señor Javier como director de Asconissa. El análisis arrojó como resultado la presencia de PCB. En fecha 10 de abril de 1992 por los empleados de la Junta de Residuos de la Generalitat de Cataluña se realiza un acta de inspección y posterior precinto, como medida de emergencia, de tres depósitos debido a la gran cantidad de PCB que resultaba de la analítica practicada anteriormente reseñada. Dicho precinto fue quebrantado posteriormente por el señor Rodrigo, vertiendo el aceite que contenían los depósitos precintados, mediante manguera y vertido directo al suelo, con intención de alejarlo de los límites de la finca, utilizando asimismo un sistema de arquetas, inservibles, instaladas en su día por la empresa Catalana de Grasas para proceder al vertido del citado aceite, llegando dichas canalizaciones de la arqueta, directamente al río Tenes. En fecha 4 de diciembre de 1992 por el presidente de la Junta de Residuos se dicta Resolución por la que se sanciona a la empresa Cliper Oil al contravenir las prescripciones legales sobre residuos especiales, al realizar almacenamiento de policlorobifenilos sin disponer de la correspondiente autorización, requiriendo a la citada empresa para que diese a los residuos contaminantes el destino adecuado. En fecha 20 de noviembre de 1992 por el Presidente de la Junta de Residuos se acuerda Resolución por la que se sanciona a Asconisa por contravención de las prescripciones legales vigentes sobre residuos industriales, realizando una gestión de tratamiento de residuos sin disponer de las autorizaciones preceptivas, así como almacenar residuos sin contar con las autorizaciones, recurriendo en reposición la empresa sancionada, siendo desestimado el recurso por resolución de fecha 13 de julio de 1993 dictada por el Conseller de Medi Ambient de la Generalidad de Cataluña. En fecha 18 de diciembre de 1992, una comisión representando al Ayuntamiento de Lliça de Vall, realiza acta de visita a las instalaciones de Cliper Oil, estando presentes en dicha visita, el señor Luis Manuel como director de Asconissa y el señor Rodrigo como director de Cliper Oil. Dicha visita se realiza tras reiteradas peticiones por parte del Ayuntamiento de LLiça para que se procediese a la reiterada de depósitos, bidones y demás elementos de la finca de Lliça, comprometiéndose el señor Luis Manuel a retirarlos el 5 de febrero de 1993 como fecha última declarada improrrogable por parte del Ayuntamiento. En concreto Cliper Oil ostentaba la propiedad de 160 bidones de aceite agrafiado por aditivos mientras que Asconissa tenía 33 bidones de emulsión de parafina, 1 carga de camión de cera sólida, depósito horizontal de aceite precintado por la Generalitat, 84 bidones de caucho, 160 bidones de grasas y tierras sucias, 120 bidones de aceite vacíos, 200 bidones preparados para carga con grasas viejas, 20 bidones de grasas y 80 bidones azules de aftalico. En fecha 12 de febrero de 1993 por parte de los anteriormente citados funcionarios de la Junta de Residuos, se realiza nueva visita a las instalaciones de Cliper Oil-Asconissa para comprobar el estado de las mismas y verificar el cumplimiento o no del requerimiento efectuado con anterioridad por el Ayuntamiento de Lliça, comprobando que únicamente se habían retirado 80 bidones azules y 120 bidones EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 275 vacíos pertenecientes a Cliper Oil, continuando almacenados los aceites conteniendo PCB, mientras que Asconissa no había retirado sus pertenencias. Por el director de la Junta de Residuos se acuerda en fecha 3 de mayo de 1993 requerir a Cliper Oil para la retirada en el plazo de un mes de los PCBS y PCTS contenido en los depósitos precintados, dando instrucciones concretas sobre su correcto destino. En fecha 11 de noviembre de 1993 se realiza por la Junta de Sanejament, un sondeo de reconocimiento en la tierra embalsada de aceite y dos catas de tierra, distantes a las instalaciones donde se sospechaba que podía existir contaminación, dando como resultado que la contaminación llega de forma indudable al agua subterránea, poniendo de manifiesto que las catas practicadas que la contaminación tiene una extensión transversal en dirección según flujo del agua subterránea en amplitud no inferior a 125-150 metros; existiendo a menos de 50 metros, aguas arribas de la zona contaminada existe un pozo que abastece a LLiça de Vall, con profundidad de 8,75 y nivel de agua situado a unos 3,5 metros; asimismo a menos de 100 metros de la zona contaminada en una de las catas existe una vivienda, Can Ros con un pozo de abastecimiento a la citada vivienda; en los alrededores, medio kilómetro, en dirección del flujo subterráneo existe un pozo de que abastece a LLiça de Vall denominado Tinto, de 22 metros de profundidad con el nivel de agua a 13 metros aproximadamente. Ello permite concluir, que la movilidad subterránea de los aceites vertidos puede ser reducida, dado que se pueden poner en riesgo los abastecimientos de agua señalados, así como la existencia de otros pozos particulares, máxime si existe en los aceites vertidos, PCB, s, practicándose los correspondientes análisis, sin que se detectase componentes en las aguas, derivadas de la contaminación de Cliper Oil en los pozos analizados, señalando el informe analítico, que dadas las características físico-químicos de los contaminantes vertidos por Cliper Oil y el tiempo necesario para su degradación, no se descarta que los mismos puedan llega a manifestarse en los pozos más próximos, siendo necesario un seguimiento analítico periódico. En fecha 11 de noviembre de 1993 y 2 de diciembre de 1993 por funcionarios de la Junta de Residuos, se realizan muestreos superficiales de tierras en las que se apreciaba vertido directo fuera de las instalaciones, en la zona adyacente, practicándose un sondeo de las tierras donde se desarrollaban las actividades de Cliper Oil y Asconissa. El análisis arrojó como resultado la presencia de PCB. En fecha 13 de noviembre de 1993 por el inspector señor Enrique se realiza visita a las instalaciones de LLiça para dar cuenta del estado de las mismas, resultando la existencia de 800 bidones, 100 m3 de aceites almacenados en bidones, 40 m3 aceites almacenados en tanques, 400 toneladas de tierras contaminadas, 50 m3 de aguas embalsadas, derribos y tierras sucias 80 m3, chatarra 50 toneladas. Ante el incumplimiento de la retirada de bidones y demás elementos tóxicos y contaminantes de la finca de LLiça, la Junta de Residuos procede de oficio el 22 de agosto de 1994 a la retirada y eliminación de los residuos que se encontraban en la referida finca, trabajos que se dividieron en tres fases, preclasificación y muestreo de los residuos presentes, analítica de las muestras y clasificación definitiva y eliminación de los residuos en función de sus características. En total se retiraron 276 Enara Garro Carrera 415.374 kilogramos de residuos, en concreto 59.020 kilogramos se trataban de aceites y líquidos conteniendo PCB, s 93.920 kilogramos de tierra conteniendo PCB, s y 11.760 kilogramos de materiales sucios conteniendo PCB, s (folio 238 de la causa). El coste de los referidos trabajos de eliminación de residuos tóxicos importó la cantidad de 64.757.759 pesetas. En fecha 28 de noviembre de 1988 por parte de Cliper Oil y en su nombre el señor Jose Antonio se solicita al Ayuntamiento de Lliça de Vall, Licencia Municipal para la actividad de mezcla y envasado de aceites lubricantes para automoción e industria, que no es concedida. En fecha 9 de septiembre de 1991, por parte de Cliper Oil se remite carta suscrita por la señora Leticia aportando distinta documentación y solicitando nuevamente la licencia. En fecha 11 de octubre de 1991, por el técnico municipal Jordi Sole se gira visita de inspección a las instalaciones de Cliper Oil, lo que motiva un acuerdo del Alcalde de Lliça de fecha 18-10-1991 comunicando a Cliper Oil que se está realizando una actividad sin preceptiva licencia municipal, prevista en el Reglamento de actividades molestas, nocivas, insalubres y peligrosas de 30.11.1961 ( RCL 1961, 1736, 1923 y RCL 1962, 418) , dando cuenta de que la actividad desarrollada en las instalaciones no se adapta al proyecto técnico por el que se solicitó la Licencia Municipal, realizándose nueva visita por parte de los Servicios Técnicos Municipales en fecha 25 de octubre de 1991. En fecha 4 de noviembre de 1991 se remite por parte de Asconissa documentación dando cuenta de que Asconissa es una empresa dedicada a la gestión de residuos y recuperación de ciertos productos, en concreto, aceites industriales. En fecha 26 de noviembre de 1991 por Decreto 109/91 del Ayuntamiento de Lliça de Vall, se acuerda denegar expresamente la autorización para la instalación y funcionamiento de la actividad industrial solicitada. En fecha 25 de noviembre de 1991, se practica un segundo requerimiento de adecuación del funcionamiento de la actividad a Cliper Oil, respondiendo ésta con nueva solicitud de ampliación de actividad, indicando el ingeniero municipal de Lliça, en fecha 30 de diciembre de 1991 que el subsuelo ya está contaminado en la zona y que cualquier eventualidad podría ocasionar efectos perjudiciales, por lo que se considera inviable la propuesta presentada por Cliper Oil. La Audiencia Provincial de Barcelona en su sentencia del 22 de abril de 2003, condenó a los acusados Rodrigo, Luis Manuel y Leticia como responsables en concepto de autores, de un delito contra el medio ambiente del artículo 347 bis CP 1973 sin la concurrencia de circunstancias modificativas de responsabilidad criminal, a la pena de un año de prisión menor y multa de un millón de pesetas (6.000,10 euros) a imponer a Rodrigo y a la pena de seis meses de prisión menor y multa de quinientas mil pesetas (3.000,05 euros) para Luis Manuel y para Leticia, debiendo los tres condenados de forma conjunta y solidaria a la Conselleria de Medi Ambiente de la Generalidad de Cataluña la cantidad de 64.757.759 pesetas (389.201,97 euros). La Audiencia condenó asimismo a Rodrigo y a Luis Manuel como responsables en concepto de autores de un delito contra la seguridad en el trabajo del art. 348 bis a) CP 1973 sin la concurrencia de circunstancias modificativas de responsabilidad criminal, a la pena de multa de 150.000 pesetas (901,52 euros) a imponer a cada uno de ellos. 2. El recurso de casación interpuesto por el procesado Luis Manuel, negando su condición de director de Arconissa, propugnaba su condición de empleado de EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 277 dicha empresa, denunciando, en consecuencia, la interpretación errónea y aplicación indebida del art. 347 bis CP 1973. El Ministerio Fiscal, por su parte, basó el recurso de casación en el error en la aplicación de las penas del art. 347 bis párrafos primero y segundo. El TS declara haber lugar al recurso del Ministerio Fiscal y no haber lugar al recurso de Luis Manuel. 2.1. El TS no admite la objeción de Luis Manuel en torno a la indebida inaplicación del art. 15 bis del CP 1973, relativa a que la Audiencia no consideró que el procesado actuaba como empleado (sin las características de director de Asconissa), y la consiguiente alegación que, a tenor del art. 15 bis CP de 1973 citado, debe ser exonerado de responsabilidad respecto al delito contra el medio ambiente que se le imputa, al no haber actuado como representante de la empresa, sino siguiendo instrucciones precisas y concretas de los auténticos representantes legales de la misma14. En definitiva, el recurrente, escudándose en su supuesta calidad de trabajador, cuestiona que el delito contra el medio ambiente le pueda ser en absoluto imputado a título de autoría. El motivo es desestimado por el Alto Tribunal que, remitiéndose al relato fáctico, recuerda que Luis Manuel era apoderado de la empresa en las instalaciones de la finca de Lliça, además de la persona de la que recibían órdenes los trabajadores de Arconissa y, sobre todo, quien hizo posible la actuación ilícita y a la postre contaminante de Rodrigo, al firmar las hojas de seguimiento que le permitían la recogida de los aceites que contenían PCB. En suma, aún cuando pudiera ser atribuible responsabilidad por estos hechos a Javier, director de Arconissa, según el TS, la responsabilidad del apoderado Luis Manuel es indiscutible por ser la persona física que con voluntad y conocimiento tomó parte en los vertidos como consecuencia de la mala gestión de los residuos, ya realizándolos directamente, ya por propiciar con su actuación, que dichos vertidos los realizare el otro acusado, de los que tenía perfecto conocimiento por su presencia continuada en la finca de Lliça. Así, sobre la base de estos presupuestos fácticos, resulta plenamente correcta la calificación efectuada por el Tribunal de instancia en relación a la coautoría del acusado según el art. 14 del CP 1973 aplicado, que el TS confirma. 2.2. Como segundo de los motivos de la revisión en sede casacional por parte de Luis Manuel se denuncia la aplicación indebida del art. 347 bis, párrafo segundo, alegando que no concurren en el acusado las modalidades agravatorias tipificadas en dicho precepto. Analiza el TS, por lo tanto, las cuestiones de la clandestinidad y El art. 15 bis del CP 1973 preveía que “el que actuare como directivo u órgano de una persona jurídica o en representación legal o voluntaria de la misma, responderá personalmente, aunque no concurran en él y sí en la entidad en cuyo nombre obrare, las condiciones, cualidades o relaciones que la correspondiente figura del delito requiera para poder ser sujeto activo del mismo”. Debe ponerse de relieve que el art. 15 bis fue incorporado al CP por la LO 8/1983 con la intención de cubrir las lagunas de punibilidad que derivaban de determinados delitos especiales propios que, al determinar los requisitos objetivos de la autoría, no podían ser cometidos por quien no cumpliese con dichos requisitos. Así, el art. 15 bis extiende la punibilidad de algunos delitos especiales propios a sujetos que no reúnen la cualificación exigida por el tipo penal, que sí concurre, en cambio, en la persona jurídica en cuyo nombre actúan. 14 278 Enara Garro Carrera de la desobediencia de las órdenes expresas de la autoridad administrativa en lo concerniente a la corrección o suspensión de la actividad contaminante. 2.2.1. En lo concerniente a la primera, el TS distingue los diversos niveles en los que dicha modalidad agravatoria puede ser concebida, señalando que no basta, y así lo ha entendido el Alto Tribunal en la STS 12 de diciembre de 2000 (RJ 2000/9790), para eliminar la condición de clandestinidad respecto a una determinada actividad industrial, el que exista una autorización genérica realizada por medio de la correspondiente licencia municipal. Si hay una concreta dedicación a un proceso de almacenamiento de aceites conteniendo PCB, para eliminar esa clandestinidad del mencionado apartado del art. 347 bis, es preciso que exista una autorización o aprobación administrativa referida en concreto a esta específica actividad que en el presente caso no se concedió en ningún caso, siendo expresamente denegada respecto a Asconissa. Cabe señalar que José Antonio la solicitó cuando era director mancomunado de Cliper Oil con el único objeto de recogida - y no almacenamiento - de aceites, sin que la misma fuese tampoco concedida, ya que el Ayuntamiento requirió en diversas ocasiones a Cliper Oil que procediese a complementar la solicitud de licencia presentada, llegando el momento en que dicha obligación de complementación es asumida por Asconissa. Según el TS, tampoco elimina el carácter de clandestinidad la incoación del expediente municipal de solicitud de licencia (remitiéndose al respecto, a la STS de 26 de septiembre de 1994 (RJ 1994/ 7194), sin que se entienda concedida una autorización presunta y máxime cuando en el caso de Cliper Oil son reiterados los requerimientos efectuados por el Ayuntamiento de LLiça para que se complementen requisitos que nunca se llegan a atender. En suma, y confirmando la interpretación del elemento de clandestinidad que el TS viene realizando, también en este supuesto se afirma que dicho motivo agravatorio no se puede identificar con la ocultación o secreto en el desarrollo de la actividad contaminante (lo cual sería correcto materialmente), sino con la carencia de las preceptivas autorizaciones o licencias exigidas sectorialmente para la protección del medio ambiente, como ocurre en el caso concreto. 2.2.2. En cuanto a la desobediencia especificada en el segundo apartado del art. 347 bis CP 1973, de los hechos probados se deriva que existieron mandatos expresos por parte de las autoridades del Ayuntamiento de LLiça del Vall y de la administración autonómica tanto respecto al acusado Rodrigo como a Luis Manuel para la retirada de los depósitos, requerimientos que son contumazmente desobedecidos pese a los plazos que se les iba concediendo para cumplir con el mandato de la retirada del foco contaminante. A pesar de que Luis Manuel asume compromisos para dar cumplimiento a la orden de retirada de los residuos y demás elementos, finalmente no los cumple, hasta que la propia administración autonómica, y para evitar la persistencia del peligro que los bidones y depósitos de aceite en las instalaciones de LLiça suponían, por sí misma procede a la retirada y limpieza de espacios contaminados, lo que ha quedado asimismo acreditado. En definitiva, el TS considera el razonamiento y subsiguiente conclusión calificativa de los hechos por parte de la Audiencia jurídicamente intachable, por lo que EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 279 confirma que no se ha producido ninguna infracción de Ley al subsumirse los hechos en el precepto agravatorio aplicado y desestima el motivo. 2.3. La impugnación del Ministerio Fiscal se produce en relación a un aspecto penológico, al advertir un error en la apreciación de las penas en relación con el tipo aplicado, el art. 347 bis, párrafos 1º y 2º CP 1973. Alega el recurrente que el citado precepto impone a sus autores la pena de arresto mayor y multa de 175.000 a 5.000.000 de pesetas, imponiéndose la pena superior en grado (prisión menor y multa de 5.00.001 a 7.500.000 ptas.) si concurriere alguno de los subtipos agravados tipificados en el párrafo segundo del artículo (actual artículo 326 CP de 1995). Sin embargo, las penas que en el fallo se imponen a los acusados son un año de prisión menor y multa de un millón de pesetas (6.000,10 euros) al acusado Rodrigo y seis meses de prisión menor y multa de quinientas mil pesetas (3.000,05 euros) a los acusados Luis Manuel y Leticia. Por lo que concluye que la sentencia de instancia incurre en error de derecho a la hora de imponer la pena privativa de libertad a los acusados Luis Manuel y Leticia y a la hora de imponer la pena de multa para los tres acusados condenados. Así, respecto al acusado Rodrigo, manteniéndose la pena privativa de libertad de un año de prisión menor, debería sustituirse la pena de multa impuesta por la de seis millones de pesetas (36.061 euros). Respecto de los acusados Luis Manuel y Leticia, debería sustituirse la pena privativa de libertad impuesta por la de seis meses y un día de prisión menor y la de multa por la de cinco millones una pesetas (30.051 euros). El TS declara haber lugar a la queja casacional del Ministerio Público, y señala que, a pesar de las dilaciones indebidas en la tramitación del proceso, a las que suele reconocérseles una reducción penológica, tal atenuación puede sólo operar después y como consecuencia de la subsunción del hecho en el precepto penal correspondiente; tras determinarse el grado de participación del acusado en el ilícito; y después de establecerse la concurrencia o no de circunstancias agravantes o atenuantes. Únicamente entonces será posible la individualización de la pena para fijar ésta, motivadamente, en el punto exacto de la franja legal que resulte de los mencionados factores. Pero el caso es que la sentencia expresamente afirma que no concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, por lo que la pena a imponer sería de prisión menor (de seis meses y un día a seis años) y multa 5.000.001 ptas. a 7.500.000 ptas., como sostiene el motivo. La no concurrencia declarada de atenuantes implicaría imponer la pena en su grado mínimo o medio (art. 61.4); incluso aunque se entendiera que las dilaciones apreciadas por el Tribunal juegan como atenuante analógica, la pena nunca podría ser inferior al grado mínimo de la establecida legalmente por el art. 347 bis, segundo párrafo. Considerando que el tribunal tampoco concedió a las dilaciones indebidas consideración de atenuante analógica muy cualificada, que permitiese rebajar la pena al menos un grado (art. 61.5), el TS reconoce que la respuesta penológica que señala la sentencia no es ajustada a las reglas legales previstas a tal fin, por lo que estima el motivo. Así, tras anular la sentencia de instancia en lo relativo a este motivo, Rodrigo, Luis Manuel y Leticia son condenados como responsables en concepto de autores de un delito contra el medio ambiente del artículo 347 bis CP 1973, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de responsabilidad criminal, a la pena de un año de pri- 280 Enara Garro Carrera sión y multa de 36.061 euros a imponer a Rodrigo y a la pena de seis meses y un día de prisión menor y multa de 30.051 euros a Luis Manuel y a la Leticia. II.2. Tala de árboles en parque natural (art. 330) En la STS de 17 de noviembre de 2005 (RJ 2006/60 –Ponente: Sr. D. Perfecto Andrés Ibáñez) son objeto de revisión los daños ocasionados al Parque Natural de la Sierra de Baza a través del talado masivo de árboles. Según los hechos probados, mediante escrito de fecha 4 de marzo de 1998 la entidad “Muebles Senés Torres S.L.” (de la que eran socios fundadores, entre otros, los acusados D. Juan Francisco, de 59 años de edad, y D. Everardo, de 28 años, siendo este último administrador mancomunado), solicitó a la Dirección del Parque Natural de la Sierra de Baza la adjudicación de los trabajos selvícolas para el aprovechamiento de las maderas y leñas que se derivasen de ellos, con eliminación de residuos, en los siguientes parajes del Parque Natural: En la “Rambla de Valcabra”, sitio “Del Cerrón”; en la “Cuenca de Uclías”, sitios “Los Frailes”, “Retamar”, “Birlaque Bajo” y “Tesorero”; en el “Arroyo de Moras”, sitios “Los Olmos” y “Tablas”; en el “Arroyo de Bodurria”, sitios “Bastidas”, “Pinarillo”, “Arredondo”, “Carrasquilla” y “Orrivaldi”; en el “Barranco de la Tejera”, sitio “La Tejera”; en el “Barranco La Fraguara”, sitio “La Fraguara”; y en el “Arroyo de Don Diego”, sitio “Casa de Don Diego”. A tales trabajos se asignó por la solicitante un valor económico de cero pesetas. Dicha petición fue atendida por el acusado D. José Francisco, de 43 años, en su calidad de Director-Conservador del Parque Natural, mediante comunicación escrita de fecha 24 de mayo del mismo año, en la que se autorizaba a “retirar madera muerta o deteriorada, previamente señalada por el Director del Parque Natural o, en su defecto, por el Encargado de Comarca”, en las cuencas y montes indicados, debiendo la parte solicitante soportar todos los gastos que pudieran surgir como consecuencia de los trabajos autorizados, y dejar las choperas limpias de residuos. Aunque se señaló un plazo de tres meses para la actividad autorizada, la misma se desarrolló entre los meses de mayo y noviembre de 1998, período en el que, tanto el acusado Sr. Everardo como terceros empresarios que contrataron con él la compra de madera, procedieron a la corta de las choperas existentes en los parajes “Mata del Moral”, “Los Frailes”, “Los Moralicos”, “Birlaque Bajo” y “El Tesorero”, en la cuenca del arroyo Uclías, y “Arredondo”, “La Carrasquilla” y “Casas de Santaolalla”, en la cuenca del arroyo Bodurria, todo ello bajo el conocimiento y supervisión del acusado Sr. Jose Francisco y del personal de guardería a su cargo. Pese a los términos de la autorización, la actuación convenida entre los Sres. José Francisco y Everardo consistía prácticamente en la corta “a hecho” o “matarrasa” de las alamedas de plantación, que por lo general presentaban signos de abandono y deterioro -habida cuenta de que no se habían sometido a los ciclos de corta propios de este arbolado de cultivo, después de que los distintos parajes fuesen quedando deshabitados en el transcurso de los últimos decenios-, y en la severa corta de los chopos de ribera, con cierto criterio selectivo. Se inspiraba esta intervención en la idea de reforestar con vegetación autóctona las zonas taladas, con- EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 281 forme a las previsiones del proyecto aprobado de “Restauración de Riberas y Acerales-Quijagales” que comprendía sólo un sector de la cuenca del arroyo Bodurria, y de otro proyecto denominado “Plan de Lucha contra la Erosión y Desertificación, y de Regeneración de la Cubierta Vegetal” extensivo a las restantes zonas, que aún no había recibido aprobación, y que, como tal, nunca llegó a aprobarse. Estos proyectos no contemplaban, sin embargo, la tala de árboles sanos, que constituyeron un porcentaje importante de todos los que se cortaron. Las labores de talado, que causaron un gran impacto paisajístico, se interrumpieron por causas climáticas en noviembre de 1998, y fueron formalmente suspendidas “para evaluar su resultado” por el acusado D. Mariano, de 52 años, en su calidad de Delegado Provincial de la Consejería de Medio Ambiente, en el mes de febrero de 1999, una vez que se hizo pública la denuncia de los hechos. Hasta ese momento se habían cortado unos 13.000 árboles, casi en su totalidad álamos de las especies Populus nigra, Populus alba y Populus canadensis, aunque también varias docenas de sauces (entre cincuenta y cien unidades, según las fuentes) y especies arbustivas de ribera. Con posterioridad no volvió a reanudarse la tala en ninguna de las zonas comprendidas en la autorización. En los lugares donde se actuó quedaron depositadas ingentes cantidades de los residuos propios del astillado de la madera de desecho, que no fueron debidamente esparcidas por los terrenos adyacentes, sino que cubrieron en muchos puntos los cauces de los arroyos Uclías y Bodurria, atestándolos y saturándolos de materia orgánica, favoreciendo con ello el encharcamiento del agua, especialmente en las épocas de escaso caudal, y la formación de un medio limoso que transformó por completo las características originarias de dichos arroyos y favoreció la proliferación de una vegetación específica (lentejas de agua, berros) que en algunos puntos cubrió por completo los cauces, dándoles el aspecto propio de una ciénaga. Además, los propios cauces fueron utilizados para el tránsito de maquinaria pesada, lo que contribuyó al notable deterioro de su apariencia externa. Este estado de cosas fue conocido por el acusado D. Luis, de 49 años, Ingeniero Jefe del Servicio de Comisaría de Aguas en Granadas, dependiente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, el cual no estimó necesario adoptar medidas concretas para paliar o resolver la situación creada, considerando que no se había perjudicado el dominio público hidráulico, hasta que el juzgado de Instrucción, mediante oficio de fecha 30 de agosto de 2001, requirió al citado servicio para que procediera a la limpieza de dichos cauces, de modo que, a partir de ese momento, se retiraron de las zonas afectadas un total de 225 contenedores industriales de residuos, con un costo estimado para la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir de 7.500.000 pesetas (45.075,91 euros). El Juzgado de Instrucción acordó mediante auto de fecha 9 de abril de 1999 la intervención de la madera sana talada y aún no retirada de la Sierra, resolución de la que fue notificado el acusado Sr. Everardo por el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil en fecha 23 del mismo mes de abril, quedando advertido de que no podía “sacar madera de la antes mencionada”. La madera cortada y por retirar fue relacionada en fecha 24 de mayo por el servicio de guardería, calculándosele un volumen de 142 metros cúbicos. Sin embargo, con fecha 24 de junio de 1999 el acusado Sr. Everardo vendió a la “Serrería Yélamos Sánchez, S.L.” seis cargamentos de esa madera con un peso total de 77.720 kilogramos. Por lo 282 Enara Garro Carrera demás, a lo largo de toda la actuación maderera D. Juan Francisco actuó auxiliando a su hijo D. Everardo en cuanto fue preciso. La madera extraída por “Muebles Senés Torres, S.L.” -bien directamente, bien a través de los terceros empresarios a los que se les vendió- tenía un valor estimado de 28.000.000 de pesetas (168.283,39 euros), en tanto que el perjuicio ambiental producido ha sido valorado pericialmente en 21.129.630 pesetas (126.991,63 euros). La Audiencia Provincial de Granada dictó sentencia el 20 de noviembre de 2003 por la que condenó al acusado José Francisco, como autor responsable de un delito de prevaricación del art. 404, sin la concurrencia de circunstancias modificativas, a la pena de siete años de inhabilitación especial para todo empleo o cargo público que implique la asunción de competencias resolutivas en la gestión del medio natural, y como autor por omisión impropia (comisión por omisión) de un delito contra los recursos naturales y el medio ambiente, igualmente sin circunstancias modificativas a las penas de un año de prisión y multa de dos meses a razón de una cuota diaria de quince euros. Asimismo condenó al acusado Everardo, como autor directo del citado delito contra los recursos naturales y el medio ambiente, sin circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, a las penas de un año de prisión y multa de doce meses a razón de una cuota diaria de quince euros, y como autor de un delito de desobediencia a la autoridad judicial, igualmente sin circunstancias modificativas, a la pena de seis meses de prisión. Las penas de prisión llevaban aparejadas como accesorias, en el caso de José Francisco, la inhabilitación especial para empleo o cargo público y, en el caso de Everardo, la inhabilitación especial para el oficio maderero sobre aprovechamientos forestales, durante el tiempo de cumplimiento efectivo de las condenas. Contra ese fallo interpusieron los procesados recurso de casación, declarando el Tribunal Supremo no haber lugar al mismo. 2. De esta resolución cabe apuntar varias cuestiones de relevancia: 2.1. En primer lugar, el recurrente José Francisco objetó la aplicación indebida del art. 330 CP en relación con los arts. 9, 3º y 25, 1º CE y arts. 1, 1º y 4, 1º CP, que consagran los principios de seguridad jurídica y legalidad penal. Se cuestiona que ni en los hechos probados ni en los fundamentos de derecho de la sentencia se contienen los elementos típicos necesarios para la aplicación del art. 330 CP, y se señala que siendo éste un precepto penal en blanco, el tribunal no ha cumplido con las exigencias de taxatividad y certeza inherentes al principio de legalidad. El recurrente señala que en la norma que calificó a la Sierra de Baza como Espacio Natural Protegido ( Ley autonómica 2/1989, de 18 de julio [ RCL 1989, 1905 y LAN 1989, 237] ) no se hace la más mínima mención especial a los chopos y su paisaje, especies arbustivas de ribera, sauces y arroyos como los elementos que en su día sirvieron para calificar el Parque Natural de la Sierra de Baza como tal, y objeta que, más bien al contrario, la sala de instancia integra tales elementos en el art. 330 del Código Penal de forma imprecisa e incierta, acudiendo para ello a “interpretaciones extensivas y analógicas” contrarias a reo y proscritas en el derecho penal español. Asimismo, se añade que tanto el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Parque Natural de la Sierra de Baza (arts. 177 a 195) como el Plan Rector de uso y Gestión del Parque Natural de la Sierra de Baza (arts. 56 a 92) contemplan distintos grados de protección, por zonas, sin que ninguno de ellos haga referencia al chopo. Por otra EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 283 parte, el recurrente entiende que la sentencia incurre en una incorrecta aplicación del precepto en el uso de la categoría «grave daño», que no resulta acreditado, aludiendo que el arbolado que fue objeto de tala presentaba signos de abandono y deterioro en términos significativos. Faltaría, en definitiva, determinación -tanto cualitativa como cuantitativa- de las especies arbustivas afectadas y concreción acerca de los precisos términos en que se produjo el vertido de residuos del astillado en los arroyos, pues la Audiencia de Granada, en distintos momentos, habla de “muchos”, “algunos puntos”, “determinados tramos”, o “algunos de sus tramos”. En efecto, la utilización de la técnica de la ley penal en blanco en la tipificación de determinados delitos plantea ciertas dificultades que residen, fundamentalmente, en: a) la indeterminación del objeto de tutela, lo que entorpece la correcta interpretación del tipo penal (principio de taxatividad); b) desdibujamiento de la frontera entre el Derecho administrativo sancionador y el Derecho penal y c) falta de permanencia del tipo penal en función de las modificaciones de la normativa administrativa, de lo cual deriva una puesta en peligro del principio de seguridad jurídica15. Sin embargo, y a pesar de las objeciones relacionadas con el principio de legalidad que se extraen de esta técnica de tipificación, una renuncia absoluta a las leyes penales en blanco en pos de la deseada seguridad jurídica resultaría del todo inoportuna. Esto se debe, sobre todo, y como es sabido, al ritmo frenético del avance tecnológico, del que derivan nuevas formas de contaminación y, a su vez, la exigencia de habilitar formas eficaces de combatirlas. Por ello, si se aspira a una tutela penal efectiva del medio ambiente, el recurso a normativas extrapenales para completar la tipificación penal resulta irrenunciable. En este sentido, el TC ha declarado en diversas ocasiones que la utilización legislativa y la aplicación judicial de las leyes penales en blanco es conciliable con los postulados constitucionales y, concretamente, con el principio de legalidad cosagrado en el art. 25.1 CE16, si bien será necesario que para ello se cumplan ciertos requisitos: a) que el reenvío sea expreso y esté justificado en razón del bien jurídico protegido en la norma penal; b) que la Ley penal, además de señalar la pena, contenga el núcleo esencial de la prohibición; y c) que sea satisfecha la exigencia de certeza, es decir, “que se dé la suficiente concreción para que la conducta calificada de delictiva quede suficientemente precisada con el complemento indispensable de la norma a la que la Ley penal se remite, y resulte de esta forma salvaguardada la función de garantía del tipo con la posibilidad de conocimiento de la actuación penalmente conminada”. En el caso que nos ocupa, el TS da por satisfechos estos requisitos y rechaza la solicitud del recurrente. Así, aunque el Alto Tribunal reconoce que la Ley autonómica 2/1989, que declaró parque natural a la Sierra de Baza, no contiene mención especial alguna de los elementos biofísicos que la constituyen, afirma que en el proceso de elaboración de esa norma se tomó en consideración como «memoria técnica» el Inventario Abierto de Espacios Naturales de Protección Especial, elaborado por el ICONA, en 1980, en el que, según se recoge en la sentencia, se destaca el poten- Véase, PRATS CANUT/MARQUÉS I BANQUÉ, “Art. 325”, en Comentarios a la Parte Especial del Derecho Penal, 5ª Ed., Pamplona, 2005, p. 1167. 16 Véanse, en este sentido, las SSTC 127/90, de 5 de julio; 118/1992, de 16 de septiembre y 120/98, de 15 de junio. 15 284 Enara Garro Carrera cial forestal, recreativo y paisajístico del espacio contemplado. Un papel similar jugó el Catálogo de Espacios y Bienes Protegidos, realizado por la Consejería de Política Territorial de la Junta de Andalucía, en el que se justifica la protección merecida por la Sierra de Baza en función, para lo que aquí interesa, de dos factores: el «gran interés paisajístico» y el «interés ecológico», que se concreta en el «papel antierosivo» que le confiere su calidad de «zona subhúmeda en medio árido». Estos valores tendrían, según el TS, un reconocimiento expreso en el entonces vigente Plan de Ordenación de Recursos Naturales del Parque Natural Sierra de Baza, que se harían patentes en distintos momentos de su articulado. En efecto, el art. 4 fija entre los objetivos del Plan el de «proteger los suelos contra la erosión» y «establecer limitaciones a las actividades susceptibles de generar impacto, requiriendo siempre su integración paisajística». El art. 21 vuelve a incidir en ese primer objetivo, al que se añade el de «conservar y mantener los suelos, en particular los de vocación forestal». Según el art. 61, «la integridad del vuelo y del suelo, a efectos de protección y de paisaje, es condición indispensable a la que se subordinará cualquier actividad de producción y regeneración». El art. 120 insiste de nuevo en la necesidad de «evitar y minimizar los impactos paisajísticos» y en «preservar la diversidad paisajística». En otro orden de cosas, el art. 24 prohíbe «las acumulaciones de material en (..) «cauces que supongan un obstáculo al libre paso de las aguas...». El Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural Sierra de Baza, a la sazón vigente, en su introducción se refiere a la erosión como un grave problema de ese entorno. Y contiene reglas específicas sobre las cortas maderables y de prevención de los arrastres susceptibles de dañar a los endemismos vegetales (art. 35); y la neta prohibición de «las cortas a hecho en el territorio del Parque» (art. 42). En definitiva, a tenor de estos referentes normativos, el TS afirma que no puede caber la menor duda acerca de que el paisaje como factor y dato estético y la calidad práctica de constituir un freno a la erosión en un entorno connotado por la aridez y en ocasiones subdesértico (según consta por información pericial bien fundada) tienen la consideración legal de elementos determinantes del tratamiento de «espacio natural protegido» dado a la Sierra de Baza; y, por ello, aptitud para integrar el precepto en blanco del art. 330 CP. 2.2. En el mismo fundamento de derecho (FD cuarto), se halla otra cuestión de interés. A diferencia del art. 325, que está configurado como delito de peligro, el art. 330 CP es un delito de resultado o de lesión, lo que exige, para su perfección, la causación efectiva de un daño, constituyendo precisamente la gravedad del menoscabo requerida por el precepto el criterio para intentar marcar una frontera entre el ilícito administrativo y el penal. La cuestión que inmediatamente se plantea es si el criterio para valorar dicha gravedad ha de ser cualitativo o cuantitativo. El TS, coincidiendo con algún pronunciamiento anterior, mantiene su postura de considerar que la gravedad del daño a efectos de la aplicación del art. 330 CP debe medirse recurriendo a un criterio cuantitativo17. Así, el Alto Tribunal resalta la Véase la STS 5 de diciembre de 2001 (RJ 2002/819), que, ante la tala, poda y plantío de especies impropias en el Parque Natural de Collserola, confirmaba la atipicidad de la conducta declarada por la Audiencia Provincial de Barcelona por considerar que tales actividades representaron una afección de 2.400 metros 17 EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 285 importancia de medir las dimensiones reales de las actuaciones enjuiciadas para poder valorarlas adecuadamente, añadiendo, en lo concerniente al caso de autos, que no concurre una afectación cualquiera a un contingente escasamente significativo de especies arbóreas carentes de especial protección, como serían, en efecto, los chopos. Pues lo producido fue la eliminación masiva de arbolado, por el procedimiento más lesivo para el entorno, de todos los de posible utilización, agravado, además, por el empleo destructivo de maquinaria pesada, asimismo contraindicada en ese marco; a todo lo que, hay que sumar el abandono sobre el terreno de una ingente cantidad de residuos realizado, asimismo, contra toda norma. 2.3. En este caso, a diferencia de lo que ocurría en la STS de 29 de septiembre de 2001 (RJ 8515)18, no se analizan, respecto de José Francisco, los problemas de autoría (en comisión por omisión) del delito contra los recursos naturales y el medio ambiente. Pero lo cierto es que en el procesado, en calidad de DirectorConservador del Parque Natural, concurría un especial deber jurídico de velar por el buen estado del espacio protegido, deber que omitió al permitir la corta “a hecho” o “matarrasa” de las alamedas de plantación y la severa corta de los chopos de ribera. Y es precisamente de esa infracción del deber que, contractualmente, lo obligaba a controlar las fuentes de riesgo que estaban bajo su responsabilidad, de la que deriva que el grave daño causado al Parque Natural pueda serle imputado a título de autoría en comisión por omisión (art. 11 CP)19. 2.4. Por último, destaca que José Francisco, en su calidad de DirectorConservador del Parque Natural, fue también condenado por un delito de prevaricación generica del art. 404 CP, y no por el específico delito de prevaricación medio-ambiental del art. 329 CP. Cabe señalar que el recurrente cuestionaba la concurrencia tanto del elemento de injusticia manifiesta de la autorización concedida, como la conciencia de su obrar antijurídico. 2.4.1. En cuanto al primero de los elementos, el TS afirma que elemento de «injusticia» -central en la configuración de la infracción de que se trata- se cifra en el coeficiente de «arbitrariedad» de la decisión. Así, en un contexto público de actuación preceptivamente delimitado, la arbitrariedad residiría en suplantar la ratio y el fin de la norma por razones y finalidades personales. Por ello, cuando el recurrente - basándose en las previsiones del Proyecto de Restauración de Riberas del Parque Natural de la Sierra de Baza, del año 2002 para las especies del género populus- , niega que la decisión incriminada haya sido arbitraria, afirmando que la actuación de este acusado habría estado en todo caso ordenada a favorecer al cuadrados en un parque que tiene sesenta millones de metros cuadrados, viéndose implicados a lo sumo cuarenta y ocho árboles entre los millones que lo integran. En el fundamento de Derecho tercero de la citada sentencia se analizan los elementos formales y materiales de la responsabilidad a título de autoría en comisión por omisión de las autoridades municipales (el alcalde y dos concejales) de la localidad de Sant Fost de Campsentelles por un vertido de aguas residuales urbanas que, ante la ausencia de instalaciones de depuración, habían contaminado el río Besós. 19 El art. 11 CP dice así: Los delitos o faltas que consistan en la producción de un resultado sólo se entenderán cometidos por omisión cuando la no evitación del mismo, al infringir un especial deber jurídico del autor, equivalga, según el sentido del texto de la Ley, a su causación. A tal efecto se equiparará la omisión a la acción: - Cuando exista una específica obligación legal o contractual de actuar. - Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para el bien jurídicamente protegido mediante una acción u omisión precedente. 18 286 Enara Garro Carrera Parque Natural, el TS afirma que se estaría dando una abusiva mistificación de la actuación incriminada, que consistió, en arrasar materialmente 42, 5 hectáreas de arbolado, e inferir un grave deterioro a 7600 metros de riberas, al utilizarlas como vías de desplazamiento de maquinaria pesada. Un modo de actuación que acarreó la consecuencia -técnicamente previsible y pericialmente acreditada- de deteriorar el terreno afectado hasta el punto de hacer imposible el arraigo de nuevas plantaciones, en la zona en que se intentó la restauración. El recurrente argumentaba, además, que la apreciación de un coeficiente de ilegalidad en la conducta no es asimilable sin más a la concurrencia de ésta en el grado requerido para que pueda hablarse de delito de prevaricación, lo que el TS no contesta. Sin embargo, el Alto Tribunal subraya nuevamente la importancia de contemplar la conducta en su alcance real para poder calificarla adecuadamente. Así, y remitiéndose al relato fáctico, el TS distingue dos planos de irregularidad en el obrar de José Francisco. Uno primero, que se habría concretado ya en el otorgamiento de la simple autorización «para retirar madera muerta o deteriorada...», que, conforme se señala en la sentencia de la Audiencia, a tenor de lo que dispone el art. 102, 2 del Reglamento Forestal de Andalucía ( LAN 1997, 368) , entraría dentro de la competencia de la Consejería de Medio ambiente. Y otro, más intenso, representado por el pacto subyacente en virtud del cual lo verdaderamente autorizado era la tala de una enorme extensión de arbolado, por procedimientos -los de «a hecho» o «matarrasa»- cuyo empleo estaba rigurosamente prohibido en el Parque Natural. Por tanto, no se trató de una mera vulneración de reglas de atribución de la competencia en el curso de una actuación materialmente regular; no fue, pues, de una simple cuestión de procedimiento. Lo realmente producido es un acto inequívoco de flagrante ilegalidad, que, además se quiso encubrir desfigurando sus verdaderos perfiles. 2.4.2. Precisamente este último aspecto es considerado por el TS un dato de inobjetable eficacia convictiva a la hora de discurrir sobre el elemento del dolo, cuya concurrencia también se discute. El TS considera que esa patente voluntad de ocultación de los rasgos más caracterizadores de la acción emprendida constituye la mejor prueba de que el recurrente, que no podía ignorar las normas que, precisamente y por profesión, tenía el encargo de cumplir y hacer cumplir, actuó a sabiendas de lo que hacía. 2.4.3. A pesar de que la Asociación Proyecto Sierra de Baza hacía referencia, en su recurso por infracción de Ley, a la infracción del art. 329 CP20, las irregularidades al formularlo hicieron el motivo inatendible para el TS21. Sin embargo, a este respecto cabe señalar lo siguiente: en primer lugar, y desde el punto de vista de los elementos típicos del art. 329.2 (este sería eventualmente el inciso aplicable), a primera vista podría afirmarse que concurrirían tanto la vulneración de normas admnistrativas por parte del Director del Parque, como el requisito de actuar a sabiendas de la injusticia. Por ello la pregunta es si la calificación correcta del delito de prevaricación debería ser la la común del art. 404, por la que se optó, o específica del art. 329 . Si bien subsidiariamente respecto al art. 325 en relación con los arts. 331 y 338 CP. El motivo era de infracción de Ley y, no obstante, la denuncia que le da contenido no alude a un posible defecto de subsunción, sino que expresa la discrepancia de una conclusión del tribunal en materia de prueba. Por tanto, a falta de presupuestos fácticos para la condena por los delitos señalados, ésta nunca podría haberse producido. 20 21 EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL EN LOS DELITOS CONTRA LOS RECURSOS NATURALES... 287 La razón de recurrir al art. 404 puede explicarse, por una parte, como medio de evitar un posible ne bis in idem. De hecho, considerando que el procesado José Francisco había sido condenado por el delito contra los recursos naturales y el medio ambiente del art. 330, y dado que el precepto relativo a la prevaricación medio-ambiental del art. 329 incluiría también en su desvalor el daño al medio ambiente22, a través de la aplicación del precepto genérico de prevaricación se estaría evitando el valorar dos veces el reproche por dicho menoscabo23. Por otra parte, un ulterior argumento para descartar la aplicación del art. 329.2 vendría dada por el contenido de la concesión a la que se refiere el precepto. En efecto, en el primer inciso se alude a la “concesión de licencias manifiestamente ilegales que autoricen el funcionamiento de las industrias o actividades contaminantes a que se refieren los artículos anteriores”. Así, y más allá de que, desde un punto de vista formal, el art. 329 parece sólo remitirse a autorizaciones respecto a las actividades contra el medio recogidas en artículos precedentes (lo que dejaría fuera el art. 330), lo verdaderamente relevante reside en el contenido de la autorización, que, según parece, debe serlo respecto a industrias o actividades contaminantes. En efecto, la conducta descrita por el art. 330 consiste en dañar gravemente alguno de los elementos que hayan servido para calificar un espacio natural como protegido, y no en realizar las actividades contaminantes recogidas en el art. 325. Por lo tanto, y como conclusión, puede afirmarse que parece adecuada la calificación realizada por el tribunal de instancia. III. CONSIDERACIONES FINALES: SINOPSIS DE LÍNEAS INTERPRETATIVAS SEGÚN LA DOCTRINA MÁS RECIENTE DEL TS Las sentencias objeto de estudio en esta crónica consolidan determinadas líneas de interpretación del TS con relación a las disposiciones penales del medio ambiente. Sin embargo, y como se ha apuntado al inicio, la escasez de supuestos, sumada al en proporción elevado número de absoluciones, han limitado considerablemente el contenido del debate en sede casacional, que no ha ostentado la complejidad de otros períodos. Antes de abordar las líneas interpretativas del año 2005, cabe señalar que, al igual que en el período precedente, la valoración global de la casación sigue dibujando una tendencia a confirmar las sentencias de instancia, que en lo sustancial, es decir, el aspecto relativo a la subsunción de las conductas enjuiciadas en las modalidades delictivas de los arts 325-331 (y art. 347 bis CP 1973), se ha confirmado en todos los casos estudiados (la única sentencia que fue anulada, lo fue sólo en lo referente a 22 En efecto, véase que el efecto penológico de la aplicación del art. 329 no es idéntico con respecto a la prevaricación común, ya que se añade, a la pena de inhabilitación del art. 404, la pena de prisión de seis meses a tres años o la multa de ocho a veinticuatro meses. 23 Véase, sin embargo, la STS 30 de septiembre de 2003 (RJ 6316/2003), en la que se apreció el delito de prevaricación medio-ambiental en concurso ideal con el delito de contaminación del art. 325 en un caso en el que el alcalde de una localidad concedió autorizaciones de vertidos, que suponen un aterramiento, actuando al margen y con vulneración de las obligaciones específicas de vigilancia y protección del medio ambiente, produciéndose, como consecuencia directa, un daño ambiental específico,que sin su autorización no se habría llevado a cabo. 288 Enara Garro Carrera un error relativo a la individualización de la pena, manteniéndose el pronunciamiento condenatorio de la Audiencia por el delito ecológico del art. 347 bis). Así, las líneas interpretativas más relevantes del período 2005, pueden sintetizarse como sigue: Como cuestión genérica relativa al principio de taxatividad, el TS se ha hecho eco de los pronunciamientos del TC en orden a considerar que la técnica de la ley penal en blanco es conciliable con los postulados constitucionales y, concretamente, con el principio de legalidad cosagrado en el art. 25.1 CE (STC 127/90, de 5 de julio), siempre que el precepto penal contenga tanto el núcleo esencial de la prohibición, como un expreso reenvío normativo a la norma extrapenal, debiendo resultar del conjunto de ambos la necesaria concreción de la conducta incriminable. De este modo se aboga por un Derecho penal eficaz en materia de medio ambiente, a la vez que se respetan las exigencias de seguridad jurídica vinculadas al principio de legalidad24. En cuanto a las cuestiones de autoría en el delito ecológico, la caracterización del art. 347 bis) indicando que será castigado quien directa o indirectamente provoque o realice la actividad contaminante, confirma que el sujeto activo puede serlo tanto el que efectúa los vertidos o emisiones como el que incita o induce a otros a ello, o incluso, el que ponga los medios para que tal emisión o vertido se produzca por sí sólo. En definitiva, y coincidiendo nuevamente con la línea de interpretación mantenida anteriormente, se vuelve a poner de relieve no se trata en el delito del art. 347 bis de un delito especial propio, por lo que no se precisa de la necesidad de recurrir al art. 15 CP 1973 (actuaciones en nombre de otro) para configurar el tipo de autor (y lo mismo puede decirse respecto al vigente art. 325)25. Como cuestión relativa a la agravación por funcionamiento clandestino de la actividad o industria del ya derogado art. 347 bis CP 1973 (actualmente art. 326 CP), cabe señalar que su interpretación, por parte del TS, continúa siendo restrictiva. Así, la apreciación de la clandestinidad no deriva del desconocimiento de la actividad por parte de la Administración, sino del funcionamiento sin la preceptiva autorización administrativa respecto a la actividad de que se trate.26 Por ello, la concurrencia de la cualificación no queda excluida aunque se haya obtenido una autorización o licencia de tipo fiscal. En el ámbito del art. 330 se confirma que el criterio para valorar la gravedad de la lesión a los recursos naturales que sirvieron para calificar un espacio como espacio natural protegido, son de índole cuantitativa y no cualitativa27. En definitiva, y coincidiendo con alguna resolución anterior en este sentido28, se da a entender que lo fundamental es el alcance del menoscabo en cuanto a la afección de una gran superficie, lo que, en principio, reputaría atípicas las actuciones que dañen elementos biofísicos que integren el espacio protegido, si esta afectación no se extiende a una parte considerable de la superficie. Véase supra II.2. Véase supra II.1.3. 26 Véase supra II.1.3 27 Véase supra II.2 28 La STS 5 de diciembre de 2001 (RJ 2002/819). 24 25