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REV. DE PSICOANÁLISIS, LVIII, 4, 2001, págs. 891 a 897
Lectura del trabajo
“Conclusiones y problemas acerca del
objeto” de Willy Baranger
*Susana Ada Diringer
A manera de preludio, escribir este trabajo significó
recorrer la obra de quien fuera mi Maestro de
Psicoanálisis, el profesor Willy Baranger. Y seguir
su lectura con el mismo respeto que encontré en él
al recibir sus enseñanzas y en este caso, al referirse
a la cuestión del objeto desde distintos enfoques
teóricos, sin crítica, sino intentando comprender el
pensamiento del autor; significó también poner en
práctica su tesis de que en el trabajo del duelo aparece
el objeto en un estado de ambigüedad: muerto-vivo.
Yo diría: el objeto queda como un referente vivo.
A Willy, mi agradecimiento.
Me quedé pensativo ante un mármol desnudo
Cuando vi una paloma que cruzó de repente,
Y por caso de cerebración inconsciente
Pensé en ti. Toda exégesis en este caso eludo...
Rubén Darío, 1944
Introducción
Willy Baranger intenta en este trabajo dilucidar y precisar algunas temáticas relativas a la teoría del objeto, y presenta sus conclusiones. Parte de la
“multiplicidad de sentidos de la palabra Objekt en el texto freudiano”, y
muestra la relación con la noción de objeto de la percepción y con la noción
de objeto del conocimiento. De allí deriva en la lectura de objeto de la pulsión, mostrando que hay un hiato entre los objetos de las pulsiones del yo
y los objetos de la libido.
*Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Dirección: Larrea 933, 2º “A”,
(1117ABC) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, R. Argentina.
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SUSANA ADA DIRINGER
El vínculo entre las distintas nociones o categorías objetales no es tan
claro y Willy Baranger mismo marca distintos interrogantes; por ejemplo,
la noción de apuntalamiento, que complica la teoría. El pecho percibido,
objeto natural, se confunde con el pecho alimenticio, objeto de las pulsiones del yo, y con el pecho objeto de la libido.
Es decir, las categorías objetales no pueden reducirse a una unidad como
podría ser la unidad del objeto natural. Habla de una “pluralidad de las
categorías objetales”. También marca la dicotomía entre el objeto de las pulsiones parciales y el objeto de amor u odio de una persona considerada
como totalidad, y dice que las conclusiones de Lacan no pueden refutarse.
Se refiere, a mi entender, a que la existencia objetal, en un punto de la teoría,
descansa en tomar a los objetos como objetos naturales y Lacan marca la
diferencia “entre el objeto humano y animal”; es decir, la oposición entre
objeto de la necesidad y objeto del deseo, recalcando el vínculo estrecho
entre la formación de objeto y la formación del yo y descentrando la relación objetal para llevarla a una relación intersubjetiva (Baranger, 1980).
Tomo del trabajo de Baranger algunas cuestiones que me parecen más
relevantes. El valor especial que da al objeto de la identificación, fundamentalmente la identificación primaria, que marca una modalidad primordial de
vínculo como pueden ser el amor y el odio. Diferencia muy bien que no es
una introyección (como Melanie Klein lo pensaría) ni la sustitución de una
elección libidinal por una identificación (como lo diría Freud).
Otro punto a resaltar es la teoría del narcisismo, cómo influye en la
teoría del objeto. Recalca, tomando el mito de Narciso, la dimensión escópica esencial del narcisismo: el enamoramiento mortal del sujeto por su
imagen especular.
Es importante destacar también lo que Baranger señala acerca del narcisismo: un momento estructurante inicial del estadio del espejo, donde ocurre el desdoblamiento entre el je y el moi, irremediablemente unidos y ajenos. El narcisismo instala el mundo objetal en una “dualidad originaria: [...]
una línea de los objetos ulteriores proviene del primer objeto narcisista [...]
y la otra deriva de las personas más cercanas al sujeto”. Esta dualidad con
relación al objeto se traslada a la libido, libido objetal y libido narcisista, y a
las elecciones de objeto: narcisistas y por apuntalamiento. Según Baranger,
ambas clases de objeto no tienen el mismo status metapsicológico.
Luego menciona el salto en la teoría del objeto al hablar de la importancia y universalidad de la introyección. La existencia intrapsíquica del
objeto (estudiada por Freud en “Duelo y melancolía”, y luego por Melanie
Klein y Fairbairn) y su papel en la formación de instancias.
El objeto del duelo, sostiene Baranger, es algo muy diferente del objeto
de la pulsión, diferente también del objeto de la identificación primaria o
del objeto del narcisismo en Freud. Ese objeto perdido o muerto prosigue
su existencia intrapsíquica e interactúa con las instancias, a las cuales a su
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vez forma. Se introyecta, diría Melanie Klein. Ambos, Freud y Klein, dan
suma importancia al proceso introyectivo.
Baranger añade otra calidad de objetos: las Urphantasien, imagos de los
mitos universales, mostrando su riqueza conceptual en la obra de Freud, en
relación con la teoría del objeto. Él discute con los distintos autores posfreudianos e intenta desprenderse o retirarse del mito del objeto natural, y señala que como analistas el objeto empieza a interesarnos en el momento que
desborda el objeto natural o se instaura a partir de un corte con el mismo.
El objeto que interesa es el objeto de la pulsión. Y en esta cuestión vale
la pena remarcar lo que rescata Baranger de Lacan en la conceptualización
del objeto: “de lo más sustancial y tocable a lo más insustancial e inasible”
(Baranger, 1980), el objeto a, objeto que está ligado a la constitución del
sujeto en el lugar del Otro, y que lo representa, objeto que no es especularizable ni representable por ninguna imagen, objeto causa del deseo.
Con esto se acaba el objeto “retrato” del objeto natural de Melanie
Klein, pues aunque ella intenta dar a la noción de objeto interno un valor
especial, esto queda cabalgando entre dos aguas: el objeto fijo de la necesidad y el objeto anárquico de las pulsiones libidinales. Dice que el objeto natural hace figura de mito, pero de mito muy difícil de abandonar.
Otra cuestión que toma es el “enroque” entre sujeto y objeto. El sujeto
de la filosofía y el yo de la psicología prefreudiana se definen como el centro del pensamiento y de la acción. Hay una unidad. Un ser que piensa,
un ser que percibe, en una unidad e identidad consigo mismo, siendo el
sujeto activo y el objeto pasivo. Se trata de procesos conscientes. Con el
descubrimiento del inconsciente aparece la noción del descentramiento
del sujeto, en la cual éste está irreductiblemente dividido y ajeno a sí
mismo.
Freud descubre y Lacan remarca: el yo que conciben ante todo como
percepción-conciencia, es decir, conocimiento, es al mismo tiempo el
“lugar de desconocimiento”. El inconsciente se muestra muy activo deseando y especulando. Baranger lo compara al funcionamiento del pensamiento preconsciente.
En Freud coexisten, según Baranger, un sujeto del inconsciente y un yo
híbrido, centro de funciones y precipitado de identificaciones. Y esto será
una preocupación teórica de Freud hasta el final de su obra. En “La escisión del yo en el proceso defensivo” (Freud, 1938) muestra que por un
lado el yo desmiente, rechaza la realidad objetiva y, por otro lado, siente
a la pulsión como un peligro. Las dos reacciones contrapuestas subsistirán
como núcleo de una escisión del yo. Carácter híbrido del yo: yo preconsciente-consciente y un yo inconsciente que es el que se disocia al realizar
la defensa. Hay una adherencia a la idea de un yo unitario, que permanece él mismo en la enunciación y en el enunciado y que puede resultar evidente y claro en quien afirma un delirio: “Tengo el mundo a mis pies”. El
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enroque se produce pues se mueven tanto el objeto como el sujeto y se presenta un cambio de posiciones, de lugares, de funciones. “Cada uno viene a
ocupar el lugar del otro” (Baranger, 1980). Y aquí hace una discriminación
entre identificación y narcisismo. En la identificación, lo que sucede entre
sujeto y objeto, por ejemplo la apropiación de algo del objeto haciendo de
ello parte del sujeto; o viceversa, que el sujeto proyecte algo suyo adjudicándoselo al objeto, sucede “sin” cambiar básicamente de ubicación.
En el narcisismo, desde Freud el yo se vuelve objeto del ello: “Al principio esta libido está acumulada en el ello, en tanto el yo se encuentra
todavía en proceso de formación o es endeble. El ello envía una parte de
esta libido a investiduras eróticas de objeto, luego de lo cual el yo fortalecido procura apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al ello como
objeto de amor. Por lo tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos” (Freud, 1923).
Al convertirse el yo en objeto y el ello adoptar funciones de sujeto, nuevamente sucede un enroque rápido, y esto se modificará cuando el yo
renuncie a su rol de objeto y recupere los objetos proyectados en el mundo
externo. Surge entonces la cuestión de las relaciones objetales; primero
elecciones narcisistas, luego de otras categorías. Baranger dice “objetos
complementarios”. Una vez más hay cambio de lugares. Se aleja del narcisismo, se aleja de “Yo soy ése; me he dado cuenta y mi imagen no me
engaña; me abrazo en el amor de mí mismo y agito y llevo ese fuego... Lo
que deseo está conmigo; la abundancia me ha hecho indigente. ¡Ojalá
pudiera separarme de mi cuerpo!” (Ovidio, 1977).
Mientras Baranger analiza el tema del enroque entre sujeto y objeto, a
su vez, aborda el tema de la sexualidad en el narcisismo. Toma el ejemplo
del voyeurismo-exhibicionismo, donde el sujeto se vuelve objeto de fascinación para su compañero sexual. Éste al mismo tiempo se transforma en
el voyeur. Esto es lo dicho y marcado por Freud, y cuando Baranger dice
que la imagen especular viene a ocupar el lugar del sujeto, y la mirada está
en otra parte, vemos su lectura lacaniana de la cuestión.
¿Qué piensa Melanie Klein acerca del objeto? Para llegar a alguna conclusión Baranger aborda la noción kleiniana del yo y sus mecanismos de
defensa: el clivaje (splitting, la Spaltung de Freud), la introyección y la
identificación proyectiva, y muestra que también en esta autora yo función y yo objeto no van juntos y que el juego proyectivo-introyectivo es lo
que permite la modificación de los objetos, la disminución de la angustia
y el crecimiento del yo.
Llega un momento en que la capacidad misma de proyectar del yo se
proyecta en el objeto. Hay un enroque total. El sujeto habita dentro del
objeto. Es el ejemplo del artículo On Identification, que toma la novela de
Julien Green, Si yo fuera usted. El sujeto Fabián Especel queda proyectado
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dentro de sucesivos personajes.
Hay una identificación total. Podríamos pensar con Freud (1923) que
las diversas identificaciones toman posesión de la conciencia por turno. Y
en un momento Fabián dice: “Quiero ser yo mismo otra vez”. Es el
momento en que la parte proyectada de su personalidad queda sumergida en el objeto y adquiere su control sobre él (Klein, 1965).
De modo semejante, en Wisdom aparece la preocupación acerca de la
eficacia de las identificaciones y su posición con los objetos. Él toma el
siguiente concepto: identificaciones orbitales e identificaciones nucleares.
Estas últimas invierten la posición del objeto y del sujeto. Baranger dice
que cambian el centro mismo de su visión.
Jorge Mom señala que en la fobia el objeto es variable, movible, “el
objeto suele ser sujeto de un ahora objeto, antes sujeto [...] La relación de
objeto es una ficción [...]“ (Mom, 1980).
La síntesis de este punto remarca que el sujeto en el psicoanálisis es el
sujeto del enroque, habiendo ruptura de éste con su cuerpo. Baranger deja
abierta la pregunta acerca del concepto metapsicológico del objeto.
Cuando considera el objeto y la representación, pone de manifiesto que
Freud descubre la existencia del objeto interno. Y al analizar el trabajo de
duelo dice que el objeto que ya no está sigue viviendo en el mundo del
sujeto “con vida propia, no como un recuerdo que el sujeto llama a su luz
o relega a la sombra según su voluntad”. Este objeto muerto que habita al
sujeto no es una representación; él le otorga una categoría de instancia,
semejante a las instancias psíquicas, y además agrega que son objetos
dotados de cierta corporeidad; habla de fantasmas, no de fantasías, en el
sentido de visión quimérica, y dice que en el duelo estos fantasmas no son
metafóricos y pueden manifestarse en fenómenos perceptibles.
Baranger cita a Proust para mostrar cómo el objeto muerto “agarra” al
vivo. Diferencia el tipo de duelo según sea pérdida real por muerte o por
abandono, o la pérdida de un ideal.
La elaboración del duelo va transformando a este objeto que describe
como casi-persona en una representación, en un recuerdo. Y en el brillante cierre sobre este punto muestra que el objeto del duelo no es el mismo
que el objeto de la pulsión, y que el objeto no puede reducirse a una construcción significante. “El hombre (el sujeto) no es tan sólo un hueco habitado por palabras.” Así queda abierta la pregunta de cómo se podría operar sobre estos objetos que no son en sí representaciones.
Cuando Baranger se pregunta cómo se modifican los objetos, no puede
dejar de tener en cuenta la cuestión del sujeto y la singularidad que existe
con un abordaje propio para cada caso. Además, si el objeto es una ficción
o un señuelo, ¿cómo abordarlo? El asunto se trata de diversas maneras
según el esquema referencial que se utilice.
Baranger señala que desde Melanie Klein no toda modificación objetal
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se desarrolla según la modalidad clivaje-síntesis, y que la tendencia a la
fragmentación persiste a lo largo de toda la vida, así como la identificación
proyectiva, la regresión y la progresión. Hay modificaciones del objeto
que están relacionadas con la formación de símbolos y otras que implican
asimilación de los objetos en las instancias psíquicas.
Respecto del fetichismo marca que la curación, noción que aparece a lo
largo del trabajo, se produce no por el camino de la síntesis, sino que el
sujeto lo abandona poco a poco. Muestra que este tipo de representación
deja de ser la condición de la excitación.
El objeto se modifica no por la vía de la integración; es un proceso
dialéctico, y en el ejemplo de las fantasías narcisistas surge el concepto de
la matanza del “niño maravilloso”, al que debe renunciar.
En el final de su trabajo, Baranger retoma el concepto de Lacan de que
la existencia objetal no se relaciona ni con objetos naturales ni con una síntesis de objetos parciales, ni emblematizando la relación de objeto, sino
que se trata de una relación intersubjetiva. Y desde este autor el análisis
tiene que ver con la constitución del sujeto, sujeto intrínsicamente dividido y ajeno a sí mismo, y también alude a la noción de objeto a, objeto causa
del deseo, objeto insustancial, tal como el sujeto, objeto que se acerca a la
angustia, objeto que tiene especies que lo manifiestan y que oscila entre
ser un señuelo puro o tomar existencia.
En su búsqueda por llegar a un resultado en sus investigaciones,
Baranger coloca al objeto en un punto de ambigüedad entre el objeto natural y el objeto de la ficción, dando énfasis al intercambio sujeto-objeto.
Podemos decir que el lugar de objeto es una incógnita. Que el objeto es sólo
falta, y que se constituye a partir de una falta; es esa falta en la madre la que
la hace deseante (Pasqualini, 1998) y se instituye con relación al complejo de
Edipo: “algo debe quedar prohibido para que se constituya el objeto como
faltante”. El objeto es una ilusión para encubrir lo Real.
DESCRIPTORES: OBJETO / OBJETO DE LA PULSIÓN / FALTA
KEYWORDS: OBJECT / DRIVE OBJECT / LACK
Bibliografía
Baranger, W. (1980): “Acerca del concepto lacaniano de objeto”, en W. Baranger
et al., Aportaciones al concepto de objeto en psicoanálisis, Buenos Aires,
Amorrortu, págs. 130-152.
—(1980): “Conclusiones y problemas acerca del objeto”, en Aportaciones al concepto de objeto en psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, págs. 306-321.
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Freud, S. (1923): El yo y el ello, A. E., XIX.
—(1938): “La escisión del yo en el proceso defensivo”, A. E., XXIII.
Klein, M. (1965): “Sobre la identificación”, en Klein et al., Nuevas direcciones en psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, págs. 301-334.
Mom, J. M. (1980): “El objeto en la fobia”, en W. Baranger et al., Aportaciones al concepto de objeto en psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, págs. 282-305.
Ovidio: Las metamorfosis (Libro III), México, Porrúa, 1977, págs. 34-43.
Pasqualini, G. (1998): La clínica como relato, Buenos Aires, Ediciones Publicar.
(Este trabajo fue presentado a la Comisión de Publicaciones el 17 de julio de 2001.)
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