Libro de la familia - Arquidiócesis de San José

Anuncio
Yo me apunto por la vida y la familia, según Dios
del 11 al 15 de noviembre 2013
Coordinación editorial
Autor
Diagramación
Departamento de Publicaciones CENACAT
Comisión Nacional de Pastoral
Familiar
Ana Lorena Barrantes Acosta
Contenidos
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
Introducción: ¿Qué significa ser Pro-Vida? . . . . . . . . . . . . . . . 5
Oración: Amar es dar la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
I Tema:
El origen de la familia está en Dios . . . . . . . . . . . . . . 11
II Tema:
Matrimonio hombre-mujer,
base de la familia y la sociedad . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
III Tema:
La familia escuela de comunión
para anunciar la fe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
IV Tema:
La familia promotora de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
V Tema:
El Estado y la sociedad, garantes
de la protección a la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
VI Tema:
Familia: Diez claves para ser buenos padres . . . . . . . 33
Oración: Por la paz en las familias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Presentación
Dios, nuestro Padre, tiene un plan para todas las familias, para
cada una y quienes la integramos. Él quiere que nos realicemos
en ella según la dignidad que como seres humanos nos confirió;
respetándonos, en armonía y paz. Pero esto requiere que escuchemos su llamado y conozcamos su designio sobre la vida y las
condiciones para que podamos lograrlo.
Es por eso que Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa
Rica, entre otras acciones, hemos convocado a una caminata
nacional en la que podremos manifestar la razón de nuestra fe y
de nuestro actuar al respecto, la cual se realizará el domingo 17
de noviembre del presente año. Mediante este acto, expresaremos valientemente nuestros principios cristianos por la vida y por
la familia, como Dios la instituyó.
Será muy conveniente una reflexión previa y mucha oración por
el éxito de esa jornada nacional. Con el objetivo de que profundicen los temas que la inspiran, ofrecemos a todas las familias
el presente material. Sus miembros, o en grupos interfamiliares,
en los barrios o residenciales de cada parroquia, podrán tomar
conciencia acerca de los deleznables efectos de una cultura con
mentalidad “anti vida” que, desde una falsa concepción de la libertad, amenaza a cada ser humano y su dignidad, destruyendo
la familia, sin tener en cuenta a Dios. Y reaccionar ante la sociedad costarricense.
Que el Espíritu Santo nos fortalezca para dar este testimonio
cristiano que vale más que muchas palabras. Y que la Virgen
María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, bajo la advocación
de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Costa Rica, nos
acompañe en nuestro caminar.
+ Óscar Fernández Guillén,
Obispo diocesano de Puntarenas
Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
4
Introducción
¿Qué significa ser Pro-Vida?
Ser pro-vida es defender la vida de los demás desde su inicio y
hasta su término como el valor básico sobre el que se asienta la
convivencia en sociedad. Los pro-vida no solo opinamos que la
vida comienza en la fecundación y acaba en la muerte natural
sino que nos comprometemos en obras y acciones para proteger
el derecho a la vida de todo ser humano concebido y el derecho
a una muerte digna y no procurada de todo enfermo terminal. Ser
pro-vida es un compromiso vital que mueve a la acción, por eso
a los pro-vida se nos nota nuestra condición.
Se nos nota, en primer lugar, en que nos asociamos para procurar la liberación de tantos seres humanos que se encuentran
indefensos, ante la violencia que se ejerce contra ellos, para causarles la muerte. Nunca antes en toda la historia de la humanidad
una idea, la de que la vida de los más débiles depende de la
opinión de los que tienen poder sobre ellos, había causado tanta
muerte y tanta injusticia como ahora. Las víctimas se cuentan
por millones y la mayoría de los estados miran para otro lado a la
hora de proteger y defender el más básico de todos los derechos.
Ante esta situación los pro-vida nos juntamos y unimos nuestros
esfuerzos a los demás para representar un impulso eficaz que
salve vidas. El pro-vida no defiende una opinión personal: se une
a otros para hacer frente a una de las mayores injusticias de que
ha sido testigo la historia humana.
Los pro-vida, por otro lado, predicamos también con el ejemplo. Nuestro compromiso con la vida se nota en que la cuidamos
y respetamos integralmente. Por eso rechazamos todo aquello
que ponga la vida humana en situación de riesgo evitable, tanto
la propia como la de todos. Sería incoherente que un pro-vida
adoptase rutinas, hábitos y vicios que desdijeran lo que afirma
defender. Así, un pro-vida rechaza las drogas por respeto a su
vida, rechaza superar los límites de velocidad por respeto a la
vida de los demás, y rechaza el deterioro medioambiental por
5
respeto a la vida de todos. Además, la coherencia va más allá
de sus acciones y llega también a sus opiniones: un pro-vida no
puede estar a favor de la pena de muerte, ni de la violencia mortal
en ninguna circunstancia.
A los pro-vida se nos nota nuestra condición, en tercer lugar, en
que respetamos sobremanera la maternidad. Por un lado fomentamos el apoyo al entorno que mejor procura la concepción: el
compromiso de amor en la familia estable. Por otro lado hacemos
todo lo posible para aliviar la situación de angustia que a veces
puede sobrevenir ante un embarazo inesperado. Pensamos que
el respeto a la maternidad comienza y se fundamenta en la educación y pasa necesariamente por la ayuda a las madres gestantes. Los pro-vida defendemos una educación para el amor y
la responsabilidad que fomenta el autodominio. Asimismo, apoyamos con todos nuestros recursos y energías los centros de
acogida a la vida que hemos contribuido a formar allí donde desarrollamos nuestra labor.
6
Por último, a los pro-vida se nos distingue en la medida en que
aspiramos a fundamentar nuestra misión mediante una continua
actualización del conocimiento y en que dispensamos y regalamos nuestras ideas sin descanso. La formación y la difusión
permanentes forman parte de la razón de ser pro-vida y es en el
ejercicio racional donde encontramos justificación para nuestros
desvelos. Por esto pensamos que nuestro compromiso social y
público rinde un servicio inestimable al avance de la ciencia y al
desarrollo humano. No existe progreso posible que no tenga la
vida como fin. Por el contrario sabemos que la mediatización y el
consumo de vidas para cualquier interés rinde a la ciencia que lo
ampara esclava de la tiranía y abre la puerta a la más cruenta de
las dictaduras y a la opresión.
7
Los pro-vida nos sabemos rebeldes. No nos conformamos con
la impunidad que ampara el desprecio a los más débiles y queremos cambiar este estado de cosas. Nuestro proyecto no es
de ningún partido o iglesia sino un reclamo de dignidad universal
que ampara la justicia y que debe proteger el derecho. Nos damos cuenta de que hay mucha gente de acuerdo con nosotros y
queremos invitarles a defender la vida con su vida. Los pro-vida
lo somos independientemente de nuestra opción política, religión,
renta, procedencia, o capacidad. Queremos alumbrar un nuevo
mañana que respete al ser humano sin importar su etapa de desarrollo, su edad, sus características físicas o psíquicas, su salud
y su origen, y este mañana pertenece a todos. Si no lo has hecho
ya, únete a nosotros: muchas vidas te lo agradecerán de por vida.
José Pérez Adán
8
Amar es dar la vida
por los demás,
para que vivan mejor.
Aman la madre y el padre
que todos los días
trabajan por sus hijos
y los acompañan en su crecimiento,
y les dan cariño
y los escuchan.
Aman los docentes
que todos los días
buscan lo mejor para sus alumnos,
y tratan de enseñar,
para que puedan tener un futuro mejor,
con paciencia y estímulo,
a pesar de las dificultades.
Aman los amigos
que se saben acompañar,
en las buenas y en las malas,
que se alegran con los dones del otro,
y saben aconsejar
cuando el otro se equivoca.
Aman los muchos religiosos y religiosas,
y curitas,
que desde la vida del pueblo,
buscan ofrecer una palabra de aliento,
y hacer presente al Dios de la Vida,
en medio del sufrimiento, la soledad,
y los problemas cotidianos.
9
Aman como Jesús,
todos ellos y muchos otros,
que se sienten responsables de los demás,
que buscan lo mejor para el otro,
que practican el bien
comenzando por el que tienen al lado.
Aman como Jesús,
los que cuidan de los demás,
para atender sus dolores
y compartir sus alegrías,
para buscar juntos el pan y el trabajo,
para proveer la educación y la salud
que todos necesitamos.
Aman como Jesús,
los que comparten la vida de los pobres,
los que plantan su tienda
entre los excluidos de nuestro tiempo,
los que buscan un mundo mejor
para todos, para todos…
Aman como Jesús,
que es buen pastor
y entrega su propia vida,
porque no hay amor más grande
que dar la vida,
y no hay vida más plena
que la que se vive para los demás.
Sencillamente porque Jesús,
nuestro Dios y nuestro Hermano,
nos muestra que es posible
amar hasta darlo todo.
Marcelo A. Murúa
10
Tema I
Dios Uno y Trino “en el misterio más
íntimo, no es una soledad,
sino una familia”
(Juan Pablo II).
La Familia a imagen de Dios
Uno y Trino
El Santo Padre Benedicto XVI, en su
encíclica “Deus Caritas est”, 19, afirma
que el Padre Eterno, movido por el amor,
ha enviado a su Hijo al mundo para redimirlo; y al morir, entrega su Espíritu.
En este sentido, hablar de la Trinidad
es hablar del amor; ya San Agustín lo
indica al decir: ves la Trinidad si ves el
amor, continúa el Papa comentando en
este mismo numeral.
Efectivamente, en la Trinidad hay uno
que Ama, otro que es el Amado y otro
que es el Amor que los une. Esta verdad
revelada es la que nos permite concluir
que la familia, que es una comunidad
de personas a ejemplo de la Trinidad,
11
es imagen de este Dios comunión, y no cualquier comunión, sino
comunión en el Amor.
Jesús nos trae la imagen de un Dios que vive una vida familiar, en
una mutualidad de dar y recibir. Allí en el seno de la Trinidad Divina
se ha vivido eternamente la armonía más completa y la óptima
relación familiar.
De ahí que el primer cometido de la familia sea vivir fielmente la
comunión, sabiendo que sin el amor, no se puede vivir, crecer y
perfeccionar como comunidad de personas (FC 18). Esto garantiza que la familia sea realmente imagen de la Trinidad; y a pesar
de los vaivenes propios de las realidades humanas y familiares,
como comunidad de amor, la familia se esforzará por reflejar esa
imagen trinitaria.
Desde la antigüedad se han señalado con certeza aquellas analogías que permiten comprender mejor lo que Dios ha querido
darnos a conocer de Él.
Hombre y Mujer imagen de Dios
Dios ha creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza en
el amor. Esto lo sabemos por su Palabra, que se nos ha revelado;
y es, además, una consecuencia más de su ser Dios de amor y
comunión: quien ama, no se guarda para sí las cosas, sino que las
comparte. Dios lo pensó: no es bueno que el hombre esté solo (Gén
1,27-28); y creó a la mujer para que en unidad perfecta “fueran los
dos una sola carne”, para que vivieran la misma realidad que vive
Dios dentro de la Trinidad. Por eso hablamos de imagen, porque la
familia es transparencia de Dios y expresión de vida en sí misma.
Por eso la imagen de Dios está en el hombre y en la mujer. Ambos
considerados individualmente están sellados por las huellas de la
Trinidad. Como matrimonio son imagen de Dios ya que viven los
dos unidos y dan frutos abundantes con sus hijos. Por las huellas
de estas familias se despliega una acción de evangelización testimonial hacia otras familias.
El amor conyugal expresión del amor de Dios
La creación de la pareja humana no es producto de la casualidad
(…), sino que es una sabia institución del Creador, como hemos
12
dicho. Por medio de la alianza conyugal indisoluble, que implica una
recíproca donación personal, propia y exclusiva, los esposos colaboran con Dios en la generación y educación de nuevas vidas (HV 8).
La hermosa consecuencia de esto es que el amor conyugal vivifica delicada y continuamente el Amor divino participando del
misterio de dar la vida como fruto del amor mutuo y la comunión,
Esta analogía devela algo del misterio de un Dios único y trinitario
que ve en el hombre y en la mujer sus colaboradores en dos acciones fundamentales:
•
en el sí a la vida
•
en el sí al amor
La misión de la pareja es procrear, orientar, educar en la fe cristiana y en los valores fundamentales a los hijos, y construir celosamente una familia integrada a imagen de la Familia Trinitaria.
Las familias llamadas a ser comunidades de amor
En la Trinidad encontramos el prototipo del matrimonio cristiano
solidario y fiel. La analogía permite la contemplación de la Trinidad
en su dimensión comunitaria.
El matrimonio cristiano tiene a Dios como centro de su vida y lo
proyecta mediante el testimonio personal y solidario con su prójimo más cercano y en su comunidad.
Este plan brota, en palabras del Papa Juan Pablo II, cuando “el
Espíritu Santo infundido en la celebración sacramental (del matrimonio), ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva
de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que
hace de la Iglesia el invisible cuerpo místico del Señor Jesús (FC 19).
Por definición y esencia, Dios trino es una comunión de esas tres
personas. En esta familia todo es común: hacia dentro de la vida
interior de plenitud como familia divina trinitaria y hacia afuera
cuando comunica a la familia humana los medios idóneos para
vivir la plenitud y felicidad divina a pesar de nuestras debilidades.
La familia es la primera comunidad; una comunidad natural. Se
nace para vivir en familia. Llevamos en nuestra naturaleza, como
un sello la ley de ser comunidad familiar. Este es el plan de Dios
13
escrito para los seres humanos y revelado verbalmente por Él
mismo. El plan de Dios plantea la visión, la misión y las metas de
la familia Trinitaria portadora de paz.
La misión establece que “cada familia acepte el compromiso de
reproducir la vida comunitaria de la Trinidad”. En su seno, hombre,
mujer e hijos mantienen una vida comunitaria de fe y se esfuerzan
cada día por encontrar la felicidad y gozo sin olvidar tolerarse
unos a otros, ayudarse a superar las miserias del temperamento
envidioso, egoísta y orgulloso.
Las familias, que se debilitan por la falta de la vivencia de la Familia Trinitaria, sienten los efectos negativos de la caída en pecado.
El primer síntoma de deterioro familiar es la no aceptación de
responsabilidades y la división de sus miembros. La armonía de la
pareja queda rota. Por tanto, es muy valioso que la familia se reúna, medite y dialogue sobre su vida comunitaria y sus relaciones
fundamentales en fraternidad y fidelidad. Este querer no es un
mero capricho, sino que es producto del estado de vida que viven
los esposos y la comunión familiar con sus hijos, puesto que si de
Cristo han recibido el don maravilloso del amor, convirtiéndose así
en comunidad salvada; están llamados a transmitir ese don de amor
a sus hijos y al prójimo, que son sus hermanos para convertirse en
comunidad salvadora (FC 49d).
De esta manera, se constata que la huella trinitaria puede ser
encontrada en todo el quehacer de la familia que es iglesia doméstica por ser la primera comunidad de fe donde el cristiano se
descubre como parte de la gran familia de Dios.
14
Tema II
Desde siempre la familia ha sido y será la
base fundamental de la sociedad. “La familia es el elemento natural y fundamental de
la sociedad” (Declaración Universal de los
Derechos Humanos, artículo 16)
¿A qué familia se refiere?
Se refiere a aquella familia que se funda
en el matrimonio entre hombre y mujer.
La misma Declaración de los Derechos
Humanos antes de definir a la familia
como esencia de la sociedad, ha reconocido el derecho de hombre y mujer
al matrimonio en cuento que sólo los
esposos, diferentes y a la vez complementarios en su sexualidad, pueden
engendrar los hijos que serán los futuros ciudadanos de la sociedad. En el
matrimonio se encuentra la posibilidad
de la regeneración de la humanidad, y
en la familia se encuentra el futuro de la
sociedad porque en el hogar se educan los futuros ciudadanos. Así lo ha
15
confirmado la Carta de los Derechos de la Familia emitida por su
Santidad Juan Pablo II que declara: La familia constituye (…) una
comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza
y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales
y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios
miembros y de la sociedad.
El mismo documento pontificio antes señalado nos permite concluir, al igual que lo hizo, de algún modo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos que “la familia está fundada sobre
el matrimonio, esa unión íntima de vida, complemento entre un
hombre y una mujer, que está constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio, libremente contraído, públicamente afirmado,
y que está abierta a la transmisión de la vida”.
¿A qué matrimonio se refiere?
Ya hemos dicho que se refiere al matrimonio entre el hombre y la
mujer que surge de esa “inclinación sexual natural” del varón hacia la mujer y de la mujer hacia el varón que los lleva a hacer una
opción fundamental en sus vidas de unirse, de complementarse
para llevar a plenitud en el matrimonio esa vocación al amor. La
capacidad de amar y de ser amado surge en el ser humano como
un llamado natural a la vez que divino.
16
Varón y mujer sexualmente son diferentes (MD 6). Esta diferencia
sexual, que se vive en una sola naturaleza humana, por lo que
ambos gozan de la misma dignidad, fundamenta su vocación al
amor en comunidad de vida y misión (FC 11). Es necesario observar y respetar la diferencia sexual (lo masculino o lo femenino),
en la constitución del amor conyugal, porque sólo ello permite
la entrega total del cuerpo y del espíritu, entre la pareja humana,
que sólo se puede dar en la complementariedad de los sexos
(SD 212).
Juan Pablo II manifiesta con certeza que El matrimonio no es una
unión cualquiera entre personas humanas, susceptible de configurarse según una pluralidad de modelos culturales. El hombre y la
mujer encuentran en sí mismos la inclinación natural a unirse conyugalmente (Discurso a la Rota Romana, 4).
¿Para qué es el matrimonio entre varón y mujer?
Preguntarse para qué se casan el varón y la mujer es lo mismo
que preguntarse sobre los fines del matrimonio. Los mismos fines
del matrimonio natural se asumen para el matrimonio entre los
cristianos.
Si hemos afirmado y confirmado que el matrimonio heterosexual
es fundamental en la constitución de la familia es porque este
cumple una función primordial en la sociedad, ya la mencionamos anteriormente: hace posible la regeneración de la raza humana a través de la generación y educación de la prole. Pero
lógicamente la procreación de los hijos debe ser el fruto del amor
objetivo y oblativo de los esposos que ven en la llegada de los
hijos el fruto más evidente la mutua entrega. En su realidad más
profunda, el amor es esencialmente don y el amor conyugal, a la vez
que conduce a los esposos al recíproco “conocimiento” que les hace
“una sola carne”, no se agota dentro de la pareja, ya que los hace
capaces de la máxima donación posible, por la cual se convierten en
cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan
más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor,
signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable
del padre y de la madre (FC 14).
17
Los fines del matrimonio son: “el bien de los cónyuges” y la procreación y educación de la prole”. De estos dos fines diremos
son inseparables. El Papa Juan Pablo II declaró: La ordenación
a los fines naturales del matrimonio (…) está intrínsecamente presente en la masculinidad y en la femineidad. Esta índole teleológica
es decisiva para comprender la dimensión natural de la unión. En
este sentido, la índole natural del matrimonio se comprende mejor
cuando no se la separa de la familia. El matrimonio y la familia son
inseparables, porque la masculinidad y la femineidad de las personas casadas están constitutivamente abiertas al don de los hijos. Sin
esta apertura ni siquiera podría existir un bien de los esposos digno
de este nombre (Discurso a la Rota Romana, 5).
Por tanto, los fines del matrimonio son inseparables en su realiza-
ción plena y verdaderamente conyugal. Cada fin incluye al otro, lo
exige, y contribuye a realizarlo. La relación propia de los esposos,
procurando cada uno el bien total del otro, exige la donación y aceptación íntegra de la dimensión sexuada de cada uno de ellos y, en
consecuencia, de su paternidad o maternidad potencial (J. Miras y
J. Bañares, 2007).
18
¿Qué es el bien de los cónyuges?
El bien de los cónyuges es un elemento esencial de la alianza matrimonial. Los esposos están llamados, en orden del sacramento
recibido, a construir un proyecto comunitario de amor interpersonal, partiendo de la Palabra de Dios y de la opción por Jesús
de Nazaret. El sacramento se constituye en realidad salvadora y
plenificante para la pareja. El amor del matrimonio, que asocia lo
humano y lo divino, lleva a los cónyuges a un don libre y mutuo
de sí mismos; llamándolos a encontrarse de manera siempre humana, a través de sentimientos y actos de ternura, en todos los
campos de la vida. Ellos están llamados a crecer continuamente en
su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total (FC 19).
¿Qué es la generación y educación de la prole?
Los esposos, al realizar existencialmente el proyecto de Dios
sobre sus vidas, se abren a un plan más grande que su propia
unión: la familia. La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la
sola procreación de los hijos, aunque sea entendida en su dimensión
específicamente humana: se amplía y se enriquece con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre
están llamados a dar a los hijos y, por medio de ellos, a la Iglesia y
al mundo (FC 28). Por eso “los padres tienen la obligación gravísima y el derecho primario de cuidar en la medida de sus fuerzas de
la educación de la prole, tanto física, social y cultural como moral y
religiosa (CDC 1136).
Desde estos dos fines, el matrimonio debe ser entendido desde
la unidad y la indisolubilidad.
¿Qué es la unidad matrimonial?
La unidad comprende que la unión matrimonial es de un solo
varón con una sola mujer. Se opone a cualquier forma de poligamia simultánea y es una exigencia de derecho natural, ya que
la monogamia parecer ser la mejor forma para obtener los fines
del matrimonio (Cfr. Comentario de la BAC al c.1056 del Actual
Código de Derecho Canónico).
19
¿Qué es la indisolubilidad?
La Indisolubilidad declara que el vínculo conyugal válidamente
constituido no puede disolverse ni extinguirse por la propia voluntad de los contrayentes. Las exigencias de la institución matrimonial reclaman que esta sea perpetua y estable (Cfr. Comentario de
la BAC al c.1056 del Actual Código de Derecho Canónico), para
responder a las exigencias de la dignidad personal de los esposos, al auténtico amor de la unión conyugal, al bien de los hijos y
de la sociedad (Cfr. GS 48).
Hoy más que nunca la Iglesia sigue afirmando el valor de la indisolubilidad matrimonial ante quienes (…) en nuestros días, consideran
difícil o incluso imposible vincularse a otra persona por toda la vida
(…), es necesario repetir el buen anuncio de la perennidad del amor
conyugal que tiene en Cristo su fundamento y su fuerza (FC 20).
20
Tema III
El amor entre los miembros de la misma
familia -entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y familiares- está animado e impulsado por un
dinamismo interior e incesante que conduce la familia a una comunión cada vez más
profunda e intensa (FC 18)
El Magisterio de la Iglesia presenta la
vivencia del amor en el ámbito de la familia en cuatro rostros, que corresponden a los roles propios de los diferentes
miembros que la integran:
•
El rostro de la esponsalidad que
hace referencia al amor y la unión
entre los esposos, un rostro que
debe estar caracterizado por la donación, la fidelidad y la indisolubilidad.
•
El
rostro de la maternidad-pater-
que corresponde al fruto del
amor esponsal, la proyección gozosa de un amor que se prolonga en
el tiempo y el espacio y enriquece
la sociedad y la Iglesia con nuevos
miembros.
nidad
21
•
El rostro de la filiación que implica la primera y fundamental
experiencia de todo ser humano, ser y sentirse hijo.
•
El rostro de la fraternidad que exige la acogida a los otros,
ser con los demás, aprender a reconocer a todo hombre
como mi hermano, mi hermana. Será una verdadera escuela
de comunión para anunciar la fe en la medida en que se busca la integración y la vivencia de estos rostros del amor que
dan dinamismo positivo a la comunidad familiar.
Es en la familia, primera comunidad, los creyentes aprendemos
a reconocer a los demás como hermanos, a aceptarlos y vivir y
compartir con ellos la misma fe. La Iglesia y toda la humanidad
están llamadas a ser la gran familia de Dios, desde la experiencia
del amor de Dios, “quien nos ha amado primero”, para que todos
nos amemos unos a otros. En la familia, tenemos la primera experiencia del amor de Dios, allí aprendemos a reconocer al único
y verdadero Dios y a los demás como hermanos: En el seno de una
familia, la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer
a la familia de Dios. De ella recibimos la vida, la primera experiencia
del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los hijos en la
fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la
conserva, la celebra, la transmite y testimonia (…) (DA 118).
Siguiendo a Aparecida, 104-106, podríamos decir que la transmisión y testimonio de la fe en la familia comprende el pregón de
cinco “buenas nuevas”.
22
•
La buena nueva de la dignidad humana: Cada miembro de la
familia, como persona humana, ha sido creado a imagen y
semejanza de Dios. Ha sido creado libre y sujeto de derechos
y deberes en medio de la creación. Le ha dado inteligencia
y capacidad para amar. Desde esta buena noticia, la familia
está llamada por la fe que profesa a proteger, cultivar y promover la dignidad humana de todos los seres humanos.
•
La buena nueva de la vida: La vida es el don más excelso que
hemos recibido del Creador y todos en la familia, empezando
por los de casa, debemos honrarla y dignificarla poniéndola
al servicio de los demás. La fe en el Señor de la Vida llama a
la familia a anunciar y defender el valor sagrado de la vida humana, desde su inicio hasta su término natural, y a afirmar el
derecho de cada ser humano a ver respetado totalmente este
bien primario suyo. Jesús nos enseñó con su propio ejemplo
a defender los derechos de los débiles y la vida digna de todo
ser humano.
•
La buena nueva de la familia: como ya le hemos mencionado
antes “la familia ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y
se acoge generosa y responsablemente… La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus
hijos”. La familia cristiana está llamada, por la fe, a trabajar
para que las situaciones difíciles que viven muchas familias
sean transformadas, y así asuman su ser y su misión en el
ámbito de la sociedad y de la Iglesia (Cfr. DA 432).
•
La buena nueva del trabajo: En la belleza de la creación resplandece el sentido del trabajo como participación en la tarea
creadora de Dios, y como servicio a los hermanos y hermanas. El Señor Jesús dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo constituye una dimensión fundamental de la
existencia del hombre en la tierra (LE 4), por la cual el hombre
y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos. La
familia, desde la fe, se deben promover y los justos derechos
y deberes de los trabajadores.
•
La ciencia y la tecnología, igual que el trabajo, son actividades
humanas con las que el hombre colabora en la obra creacional de Dios. Y aunque ofrecen una inmensa cantidad de bienes
y valores culturales que han contribuido, entre otras cosas,
a prolongar la expectativa de vida y su calidad, no tienen las
respuestas a los grandes interrogantes de la vida humana. La
respuesta última a las cuestiones fundamentales del hombre
sólo puede venir de una razón y ética integrales iluminadas
por la revelación de Dios. La familia, por la fe, está llamada
a mantener un criterio ético el uso de la tecnología, para que
esta siempre conduzca al encuentro con la Verdad y al servicio de los hermanos.
•
La buena nueva de la creación: El Señor creó el universo como
espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas
y nos los dejó como signo de su bondad y de su belleza. La
23
creación es manifestación del amor providente de Dios. La
familia, por la fe, está llamada a respetar la naturaleza y la
mejor forma de hacerlo es promoviendo una ecología humana abierta a la trascendencia y respeto la persona y la familia,
los ambientes y las ciudades, en fin, a las generaciones presentes y futuras.
24
Tema IV
Nuestras tradiciones culturales y religiosas ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez
que en el pasado, la familia como lugar
de diálogo se ha visto invadida por los
medios de comunicación. Al lado de la
sabiduría de las tradiciones se ubica
ahora, en competencia, la información
de último minuto, la distracción, el entretenimiento, las imágenes de personajes supuestamente exitosos que han
sabido aprovechar en su favor las herramientas tecnológicas y las expectativas de prestigio y estima social.
Entre los presupuestos que debilitan y
menoscaban la vida familiar, encontramos la ideología de género, según la cual
cada uno puede escoger su orientación
sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana.
Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad
del matrimonio, el respeto al derecho a
la vida y la identidad de la familia.
25
La vida humana es regalo gratuito de Dios, sagrada porque desde su inicio comporta la acción creadora de Dios y permanece
siempre en una especial relación con el Creador, su único fin.
Sólo Dios es Señor de Vida desde su comienzo hasta su término: nadie en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho a
matar a un ser humano.
Dios se proclama Señor absoluto de la vida del ser humano. Por
tanto, la vida tiene un carácter sagrado e inviolable. El ámbito
donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de
manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta es el hogar, por esto, el papel de la familia en la edificación
de la promoción de la vida es determinante e insustituible. Es así
como descubrimos la estrecha relación entre vida humana y familia. Como Iglesia doméstica, la familia cristiana está llamada a
anunciar, celebrar y servir el “Evangelio de la Vida”.
Corresponde a los esposos, asumir el llamado a transmitir la vida,
siendo cada vez más conscientes del significado de la procreación, como acontecimiento privilegiado en el cual se manifiesta
que la vida humana es un don recibido, para ser a su vez dado.
Aquí encontramos una nueva e importante relación: vida humana
y matrimonio. Vida-Matrimonio y Familia constituyen un trinomio
inseparable en la comprensión de la familia cristiana y para la
sociedad en general.
En la procreación de una nueva vida los padres descubren que
el hijo, es fruto de su recíproca donación de amor, es a su vez un
don para ambos. Regalo que brota de un don y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano
en el que se refleja la inviolabilidad misma del Creador. Por tanto,
es misión de los padres y de todas las personas, cuidar la Vida
desde la concepción, en todas sus etapas, y hasta la muerte natural, sin relativismos.
Defender y promover, respetar y amar la vida es una tarea que
Dios confía a cada hombre y mujer, llamándolos, como imagen
palpitante suya, a participar de la soberanía que El tiene sobre el
mundo.
De frente al principio de que el derecho de la vida humana es
inviolable desde la concepción-fecundación hasta la muerte na26
tural, nos encontramos con una serie de ataques que ofenden su
dignidad. Uno de estos es el aborto, en esta práctica criminal se
invierten inmensas sumas de dinero destinadas a la divulgación
masiva de información falsa que facilita, especialmente a niños,
adolescentes y jóvenes, la adquisición de farmacéuticos que hacen posible la muerte del ser humano en el seno materno.
Un claro ejemplo es la pastilla llamada “anticonceptivo de emergencia”, que algunas personas, con intereses creados, están pretendiendo legalizar su uso en nuestro país. Es alarmante como
manipulan la información para hacer creer que es un producto
anticonceptivo indefenso cuando en realidad es un abortivo que
sólo líquida la vida del niño en gestación sino que también pone
en alto riesgo la vida de la madre.
Se promocionan también algunas técnicas de reproducción artificial o asistida que son presentadas como medio de servicio a la
vida humana. Pero moralmente son inaceptables ya que separan
la procreación del contexto integralmente humano del acto conyugal, además registran altos porcentajes de fracaso provocando en
los esposos, lamentablemente estériles, frustraciones más fuertes
y delicadas de las que puede producir la misma infertilidad.
27
Estas técnicas, entre la FIV (Fertilización In Vitro), además de perturbar el desarrollo natural de la fecundación, afectan el desarrollo
posterior del embrión, que es ya un ser humano. Este muchas veces es expuesto al riesgo de muerte, por lo general en brevísimo
tiempo. También técnicas como la FIV provoca la producción de
embriones en número superior al necesario para la implantación
en el vientre de la mujer. Muchos de los embriones que no “concursaran” en la implantación son eliminados, como deshechos de
basura; otros son utilizados para investigaciones, bajo el pretexto
de progreso científico o médico. En realidad, este comportamiento es moralmente inaceptable en todos los sentidos, porque se
está reduciendo la vida humana a simple material biológico, del
que se puede disponer libremente atentando contra la dignidad
de la vida humana.
Si queremos sostener un fundamento sólido e inviolable para los
derechos humanos, es indispensable reconocer que la vida humana debe ser defendida siempre, desde el momento mismo de
la concepción-fecundación hasta la muerte natural. Todos estamos urgidos de dar nuestro voto a favor estas tres instituciones
sagradas: la vida, el matrimonio, la familia. Debemos levantar la
bandera como cristianos para defenderlas y protegerlas.
28
Tema V
La familia, como elemento natural y fundamento de la sociedad tiene derecho a la
protección del Estado.
(Constitución Política,
artículo 51)
La familia es constructora de una nueva
sociedad. Al fundamentarse la sociedad
en la familia, ésta debe poseer la riqueza de valores culturales, éticos, sociales,
espirituales y religiosos para garantizar
una sociedad estable, segura, en donde los ciudadanos sean conscientes de
su propia dignidad y de la importancia
de la solidaridad que constituyen la
verdadera riqueza de una nación.
El Catecismo de la Iglesia Católica,
2207, señala: La familia es la célula
original de la vida social. Es la sociedad
natural en que el hombre y la mujer son
llamados al don de sí en el amor y en el don
de la vida. La autoridad, la estabilidad y
la vida de relación en el seno de la familia
29
constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la
fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en
la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se
comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de
familia es iniciación a la vida en sociedad.
La familia es hoy un tema de actualidad, ha pasado a ser materia
de debate y discusión; así como de preocupación colectiva hasta
el punto de inducir a los poderes públicos a reflexionar, decidir y
tomar posición sobre el futuro de la institución familiar.
Las razones son múltiples, se percibe que “algo importante pasa”
con lo que hasta ahora se ha denominado “la célula fundamental
de toda sociedad”. La familia parece estar en medio de una profunda crisis ideológica y existencial.
Basta abrir las páginas de los diarios para reconocer los elementos desestabilizadores de dicha institución originaria: la violencia
extra e intrafamiliar, la desarticulación de los hogares por causa
del divorcio, la sustitución del vínculo matrimonial por las uniones
de hecho, la banalización de la sexualidad, las presiones que se
ejercen para que se equiparen las uniones homosexuales con
el matrimonio civil y sacramental, la ideología de género ahora
aceptada y promovida desde instancias internacionales y la cultura de la muerte que se ensaña contra los más indefensos dentro
del vientre materno hasta los que son discriminados por alguna
discapacidad o por vejez.
La sociedad de hoy está empezando a reconocer con más profundidad el importante “papel social” que juega la familia, que familias
estables y fundamentadas en valores morales, producen sociedades estables y seguras así como también buenos ciudadanos.
La mayor riqueza de un país está en sus ciudadanos, más aún
cuando éstos viven, valoran y resguardan la dignidad de la persona humana en el sagrado ámbito del hogar familiar. Se puede
llegar a la conclusión, sin temor a equivocarse, que si cambia la
familia, cambia también la sociedad, para bien o para mal.
En el Documento de Aparecida, 114, el Papa Benedicto XVI, dice
lo siguiente: la familia patrimonio de la humanidad, constituye uno
de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Ella ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores huma-
30
nos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa
y responsablemente. La familia es insustituible para la serenidad
personal y para la educación de los hijos (DA 114).
En la Carta de los derechos de la Familia encontramos que:
La familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para
la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales,
espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de
sus propios miembros y de la sociedad.
La sociedad y de modo particular el Estado y las Organizaciones
Internacionales, deben proteger la familia con medidas de carácter
político, económico, social y jurídico, que contribuyan a consolidar
la unidad y la estabilidad de la familia para que pueda cumplir su
función específica.
Bienestar de la familia una responsabilidad del
Estado y la sociedad
Pareciera que todos estamos de acuerdo en la importancia de la
familia en la vida de cada persona y en la sociedad misma, no en
vano se le ha definido como célula fundamental de la sociedad,
es en ella en donde se dan las primeras relaciones que determinan en gran medida el actuar de las personas. Es por esto que
el Estado debe impulsar políticas de protección y desarrollo para
la familia y velar para que estas se lleven a la práctica de forma
eficiente.
La acción del Estado y de la sociedad a favor de la familia debe
atenerse al principio de subsidiaridad, entendiéndose que se trata de colaborar en la dotación de aquello que es indispensable
para el sano desarrollo de la familia, es decir, en aspectos tales
como educación, vivienda, salud entre otros, el Estado no puede
obviar sus responsabilidades.
En virtud del principio de subsidiaridad, señalaba su Santidad
Juan Pablo II, que el Estado no puede ni debe substraer a las familias aquellas funciones que pueden igualmente realizar bien, por sí
solas o asociadas libremente, sino favorecer positivamente y estimular lo más posible la iniciativa responsable de las familias. Las autoridades públicas, convencidas de que el bien de la familia constituye
un valor indispensable e irrenunciable de la comunidad civil, deben
31
hacer cuanto puedan para asegurar a las familias todas aquellas
ayudas -económicas, sociales, educativas, políticas, culturales- que
necesitan para afrontar de modo humano todas sus responsabilidades (FC 45).
Así, con toda claridad el Papa expresaba los aspectos en los que
el Estado debe apoyar a las familias, de modo que al ser estas
beneficiadas también se beneficia la sociedad entera. La misma
Constitución Política, en su artículo 51, expresa que: La familia,
como elemento natural y fundamento de la sociedad tiene derecho a
la protección del Estado. Igualmente tendrán derecho a esa protección la madre, el niño, el anciano, y el enfermo desvalido.
Tal protección se sustentado en la importancia que se le da al
matrimonio en nuestro país, lo cual se expresa claramente en el
artículo 52 de nuestra Carta Magna, cuando dice: El matrimonio
es la base esencial de la familia y descansa en la igualdad de derechos de los cónyuges.
32
Tema VI
1. Demuéstrale lo mucho que le
quieres
Todos los padres quieren a sus hijos
pero ¿se lo demuestran cada día?, ¿les
dicen que ellos son lo más importante
que tienen, lo mejor que les ha pasado
en la vida? No es suficiente con atender
cada una de sus necesidades: acudir
a consolarle siempre que llore, preocuparse por su sueño, por su alimentación; los cariños y los mimos también
son imprescindibles. Está demostrado;
los padres que no escatiman besos y
caricias tienen hijos más felices que se
muestran cariñosos con los demás y
son más pacientes con sus compañeros de juegos. Hacerles ver que nuestro amor es incondicional y que no está
supeditado a las circunstancias, sus
acciones o su manera de comportarse
será vital también para el futuro. Sólo
quien recibe amor es capaz de transmitirlo. No se van a malcriar porque re33
ciban muchos mimos. Eso no implica que dejen de respetarse las
normas de convivencia.
2. Mantén un buen clima familiar
Para los hijos, sus padres son el punto de referencia que les proporciona seguridad y confianza. Aunque sean pequeños, perciben enseguida un ambiente tenso o violento. Es mejor evitar
discusiones en su presencia, pero cuando sean inevitables, hay
que explicarles, en la medida que puedan comprenderlo, qué es
lo que sucede. Si nos callamos, podrían pensar que ellos tienen la
culpa. Si presencian frecuentes disputas entre sus padres, pueden asumir que la violencia es una fórmula válida para resolver las
discrepancias.
3. Educa en la confianza y el diálogo
Para que se sientan queridos y respetados, es imprescindible fomentar el diálogo. Una explicación adecuada a su edad, con actitud abierta y conciliadora, puede hacer milagros. Y, por supuesto,
¡nada de amenazas! Tampoco debemos prometerles nada que
luego no podamos cumplir; se sentirían engañados y su confianza en nosotros se vería seriamente dañada. Si, por ejemplo, nos
ha surgido un problema y no podemos ir con ellos al cine, tal
como les habíamos prometido, tendremos que aplazarlo, pero
nunca anular esa promesa.
4. Predica con el ejemplo
Existen muchos modos de decirles a nuestros hijos lo que deben o no deben hacer, pero, sin duda, ninguno tan eficaz como
poner en práctica aquello que se predica. Es un proceso a largo
plazo, porque los niños necesitan tiempo para comprender y asimilar cada actuación nuestra, pero dará excelentes resultados.
No olvidemos que ellos nos observan constantemente y “toman
nota”. No está de más que, de vez en cuando, reflexionemos
sobre nuestras reacciones y el modo de encarar los problemas.
Los niños imitan los comportamientos de sus mayores, tanto los
positivos como los negativos, por eso, delante de ellos, hay que
poner especial cuidado en lo que se dice y cómo se dice.
34
5. Comparte con ellos el máximo de tiempo
Hablar con ellos, contestar sus preguntas, enseñarles cosas nuevas, contarles cuentos, compartir sus juegos, es una excelente
manera de acercarse a nuestros hijos y ayudarles a desarrollar
sus capacidades. Cuanto más pequeño sea el crío, más fácil resulta establecer con él unas relaciones de amistad y confianza
que sienten las bases de un futuro entendimiento óptimo. Por eso,
tenemos que reservarles un huequecito diario, exclusivamente dedicado a ellos; sin duda, será tan gratificante para nuestros hijos
como para nosotros. A ellos les da seguridad saber que siempre
pueden contar con nosotros. Si a diario queda poco tiempo disponible, habrá que aprovechar al máximo los fines de semana.
6. Acepta a tu hijo tal y como es
Cada persona posee una personalidad propia que hay que aprender a respetar. A veces los padres se sienten defraudados porque
su hijo no parece mostrar esas cualidades que ellos ansiaban ver
reflejadas en él; entonces. Se ponen nerviosos y experimentan una
cierta sensación de rechazo, que llega a ser muy frustrante para
todos. Pero el niño debe ser aceptado y querido tal y como es,
sin tratar de cambiar sus aptitudes. No hay que crear demasiadas
expectativas con respecto a los hijos ni hacer planes de futuro.
Nuestros deseos no tienen por qué coincidir con sus preferencias.
7. Enséñale a valorar y respetar lo que le rodea
Un niño es lo suficientemente inteligente como para asimilar a la
perfección los hábitos que le enseñan sus padres. No es preciso
mantener un ambiente de disciplina exagerada, sino una buena
dosis de constancia y naturalidad. Si se le enseña a respetar las
pequeñas cosas -ese jarrón de porcelana que podría romper y
hacerse daño con él, por ejemplo-, irá aprendiendo a respetar su
entorno y a las personas que le rodean. Muchos niños tienen tantos juguetes que acaban por no valorar ninguno. A menudo son
los propios padres quienes, como respuesta a las carencias que
ellos tuvieron, fomentan esa cultura de la abundancia. Lo ideal
sería que poseyeran sólo aquellos juguetes con los que sean capaces de jugar y mantener cierto interés. Guardar algunos juguetes para más adelante puede ser una buena medida para que no
se vea desbordado y aprenda a valorarlos.
35
8. castigos no le sirven para nada
Los niños suelen recordar muy bien los castigos, pero olvidan
qué hicieron para “merecerlos”. Aunque estas pequeñas penalizaciones estén adecuadas a su edad, si se convierten en técnica
educativa habitual, nuestros hijos pueden volverse increíblemente
imaginativos. Disfrazarán sus actos negativos y tratarán de ocultarlos. Podemos ofrecerles una conducta aceptable con otras
alternativas.
9. Prohíbele menos, elógiale más
Para un crío es tremendamente estimulante saber que sus padres son conscientes de sus progresos y que además se sienten
orgullosos de él. No hay que escatimar piropos cuando el caso
lo requiera, sino decirle que lo está haciendo muy bien y que siga
por ese camino. Reconocer y alabar es mucho mejor que lo que
se suele hacer habitualmente: intervenir sólo para regañar. Siempre mencionamos sus pequeñas trastadas de cada día. ¿Por qué
no hacemos lo contrario? Si, con un gesto cariñoso o un ratito
de atención resaltamos todo lo positivo que nuestros hijos hayan
realizado, obtendremos mejores resultados.
10. No pierdas nunca la paciencia
Difícil, pero no imposible, Por más que parezcan estar desafiándote con sus gestos, sus palabras o sus negativas, nuestro objetivo prioritario ha de ser no perder jamás los estribos. En esos
momentos, el daño que podemos hacerles es muy grande. Decirles: “No te aguanto”; “Qué tonto eres”; “Por qué no habrás
salido como tu hermano” merman terriblemente su autoestima. Al
igual que sucede con los adultos, los hijos están muy interesados
en conocer su nivel de competencia personal, y una descalificación que provenga de los mayores echa por tierra su autoconfianza. Contar hasta diez, salir de la habitación, cualquier técnica
es válida antes de reaccionar con agresividad ante una de sus
trastadas. En caso de que se nos escape un insulto o una frase
descalificadora, debemos pedirles perdón de inmediato. Reconocer nuestros errores también es positivo para ellos.
Tomado de la revista BABY
36
Señor, Dios nuestro,
tu nos has elegido
paras ser tus santos
y tus predilectos.
Revístenos de sentimientos
de misericordia
de bondad, de humildad,
de dulzura, de paciencia.
Ayúdanos a comprendernos mutuamente
cuando tenemos algún motivo de queja
lo mismo que tú Señor,
nos has perdonado.
Sobre todo, danos esa caridad,
que es vínculo de perfección.
Que la paz de Cristo
brille en nuestros corazones.
Esa paz que debe reinar
en la unidad de
tu cuerpo místico.
Que todo cuando hagamos
en palabras o en obras
sea en nombre del Señor Jesús
por quien sean dadas las gracias
a ti Dios Padre y Señor Nuestro
Amén.
37
Descargar