Después del dolor - Plataforma Ciudadana Peones Negros

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OPINIÓN / 11
EL PAÍS, domingo 14 de marzo de 2004
Después de la tormenta, no
viene la calma. Después del dolor, si no nos ponemos a pensar deprisa, viene el abismo.
De lo que digo aquí no estoy
seguro y en eso imagino que
me acerco a todos los que, en
este momento, no estamos seguros de casi nada. No es malo. Al fin y al cabo, alguien
que duda no ha matado nunca
a nadie.
Estaba en Manhattan el 11
de septiembre y también en
Madrid en este otro 11 negro.
No es más que una coincidencía. Sólo me sirve para comprobar que todas las desgracias se parecen, que todos los
horrores son el mismo. Me
puedo imaginar, porque lo he
vivido, cuál será el camino que
a los vivos, a los que no estamos directamente tocados por
la muerte, nos espera. Para el
resto, los doscientos que ya no
son y los miles que ya no serán
nunca del todo, el camino es
aún más largo y lleva de vuelta
al principio, al dolor, al recuerdo del dolor y a seguir viviendo como sea, casi sin sentido.
A los otros nos queda pasar
del horror a la compasión por
la pérdida ajena y luego a la
ira y después a la más profunda tristeza y más tarde al miedo. Es extraño cómo el miedo
llega siempre al final, cuando
la adrenalina del coraje se disuelve, y las lágrimas se secan
y no nos queda más que temer
cuándo y cómo volverá a suceder lo impensable y si esta vez
los números de esta siniestra
rifa coincidirán con los que
guardamos en el bolsillo. La
exaltación de la unidad vivida
el viernes, el somos muchos y
estamos juntos, la búsqueda
desesperada de los héroes, la
llama de la esperanza entre los
hierros retorcidos, la lógica
hambre de humanidad ante el
dolor, todo eso lo he vivido en
Nueva York entre otra gente
que también era la mía. Al fin
y al cabo, lo poco y mucho
que todos esperamos de la vida no es sino la vida misma.
Cuando uno lleva a su hijo al
colegio tiene todo el derecho a
estar seguro de volver a verlo,
pero hay quienes creen que este derecho puede sernos arrebatado, que hay causas que lo
justifican. No es así y lo sabemos todos menos ellos. Por
eso me da tanta pena ver las
CARTAS
AL DIRECTOR
Los textos destinados a esta sección no
deben exceder de 30 líneas mecanografiadas. Es imprescindible que estén firmados y que conste el domicilio, teléfono y
número de DNI o pasaporte de sus autores. EL PAÍS se reserva el derecho de publicar tales colaboraciones, así como de
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dará información sobre ellos. Correo
electrónico: [email protected]
Una selección más amplia de cartas puede encontrarse en: www.elpais.es
El horror, de cerca
A ti, que dejaste la mortal mochila: te escribo al acabar el día más
nefasto de mi vida y lo hago porque quiero creer que no eres consciente de tu acción. Esta mañana, mientras tú huías del tren, yo,
y conmigo otros muchos ciudada-
Después del dolor
RAY LORIGA
pancartas en las manifestaciones y los gritos dirigidos a
unos asesinos que no escuchan, que no pueden escuchar,
de la misma manera que entraron y salieron de esos trenes
sin ver a nadie. Sin darse cuenta de nada. Gritarle a un asesino es como cantarle al fuego,
el fuego se apaga o nos consume, no se le calma ni se le convence ni se negocia con él, al
fuego ni siquiera se le insulta.
No vale de nada.
Hay que entender de una
vez por todas que hay cosas
que sólo son de una manera y
no admiten matices. No hay
bandera que valga una vida, la
patria es una sopa, un aroma,
un recuerdo, un monte, un verso. No hay patria que se refleje
en un charco de sangre. La patria no sirve, sólo importan los
hombres, las mujeres y los niños. Los que están a un lado y
al otro de todas las fronteras,
los mismos que el jueves por la
mañana cerraron las puertas
de un mundo que ya no volverá abrirse nunca. Y sin embargo, hay que hacer algo; qué,
contra quién. No podrán con
nosotros, nos dicen, pero vamos cayendo. Y el final de cada uno es un final absoluto
que no admite remplazo. Me
asombra ver la grotesca defensa del metodo de lucha abertzale que hace el señor Otegi,
como si matar de dos en dos,
de tres en tres, de veinte en
veinte, fuera un horror más pequeño que matar a doscientos
de un solo golpe. Es mentira.
Los muertos se cuentan de
uno en uno, no al peso, y el
resultado final es siempre el
mismo. Un individuo es la medida exacta del universo. Una
vida arrancada es siempre un
exterminio. La magnitud de esta masacre no minimiza el tamaño de sus crímenes.
Ahora bien, hay que hacer
algo, y para hacerlo hay que
saber de dónde vienen las balas. Y aquí sí hay diferencias.
Si es ETA, dudo mucho pero
puede ser y Dios lo quiera,
que éste sea su último atentado; si es Al Qaeda, puede que
sea el primero. La diferencia
estriba en que a ETA este fuego puede aún quemarle las manos. No las manos de los asesinos, pero sí las manos de aquellos que los protegen y alientan y de aquellos que le sacan
al dolor un rendimiento político. Si es Al Qaeda, no hay nada de lo nuestro que pueda importarles, porque su guerra no
es de este mundo. Aquí habría
que pedir no ya explicaciones,
sino responsabilidades a aquellos que han sumado al viejo
enemigo de nuestra sociedad,
ni siquiera digo nuestro país,
que no sé muy bien qué es eso,
un nuevo enemigo.
Considero que el señor Aznar tenía la obligación de prestar ayuda a los Estados Uni-
MÁXIMO
dos en su lucha contra el terrorismo después del salvaje atentado sobre las Torres Gemelas, al igual que Francia está
obligada a ayudarnos a nosotros en nuestra vieja batalla;
también lo estaba el resto de
Europa, en eso consiste ser
aliados, y al fin y al cabo también murieron miles de norteamericanos en las playas de
Normandía. Pero tenía asimismo la obligación de saber en
qué consistía exactamente esa
lucha y en hacer un análisis
ético, político y estratégico de
las acciones que se pensaban
llevar a cabo. Se es aliado en el
sacrificio, pero también en la
toma de decisiones. De otra
forma se convierte uno en comparsa. Hay una distancia esencial entre la defensa y la venganza. No hay crimen que justifique un crimen, sobre todo
si como en los días de la soga
al cuello se agarra al primero
que pasaba por allí —no basta
con que Sadam fuera a su vez
un asesino, que lo es— y se le
cuelga, mientras los verdaderos culpables siguen sueltos.
Ahora mismo no sólo los motivos de la invasión de Irak están en duda, sino que también
lo está la eficacia de tal acción, por no hablar de la responsabilidad moral sobre las
vidas perdidas, hombres, mujeres y niños, una vez más. Si
como al parecer puede quedar
demostrado, si no lo está ya,
que la invasión de Irak, aparte
de estar alimentada por mentiras, fue además inútil, el señor
Aznar y su Gobierno tendrán
que pagar por sus errores como se paga en democracia, primero con el descrédito y después, si procede, ante la ley.
Tal vez deban pagar hoy mismo. Nada de esto justifica, en
cambio, a Al Qaeda, de igual
manera que, por mucho que
algunos se empeñen, la situación de Palestina no justificaba el 11 de septiembre neoyorquino. Si al final son ellos quienes están detrás de esta nueva
barbarie, el culpable directo será el terrorismo islámico y no
el señor Aznar, ni eso que solemos llamar aquí alegremente,
y con una falta escandalosa de
rigor, los americanos. Como si
allí no existiera la línea divisoria entre los gobernantes y
la buena gente que aquí nos
Pasa a la página siguiente
nos anónimos, nos metíamos en
ese amasijo de hierros que tú habías dejado para tratar de socorrer a las víctimas de tu bárbara
y cobarde acción.
Mientras tu miedo era ser
apresado y puesto a disposición
de un juzgado, nosotros nos desesperábamos clasificando los heridos en vivos o fallecidos; personas a las que tú habías condenado a muerte mientras dejabas tu
mochila y que ahora me pregunto si les miraste a los ojos para
comunicar tu sentencia.
Mientras esperabas que las
mochilas que nos habías dejado
explotasen, nosotros nos esforzábamos en evacuar a los heridos, sin siquiera imaginar que
también compartíamos con las
víctimas tu terrible e injusta sentencia.
El destino ha querido que luche contra tu acción en todos los
escenarios posibles: primero en
el vagón, luego en el puesto de
campaña y más tarde en el hospital donde trabajo. Acaba el día y
estoy extenuado, pero descanso
con la satisfacción del deber cumplido como ciudadano, médico y
ser humano.
Me pregunto si tú sientes la
misma satisfacción. La tuya se
nutre del dolor y número de víctimas, mientras la mía lo hace de
las decenas de miles de personas
que hoy he visto ofrecerse ilusionados sin más recompensa que la
de ayudar a un ser humano. Esa
gente me hace concebir esperanzas de una sociedad unida sobre
la que construir un futuro en paz
para mis hijos. En ese proyecto
gente como tú no tiene cabida.
Por mi profesión, como médico de un servicio de urgencias,
estoy acostumbrado a ver dolor,
sangre, heridas y cuerpos mutilados, pero siempre debidos a la
fatalidad, a la imprudencia o a la
catástrofe, pero las imágenes del
vagón que vi superan con creces
todo cuanto había conocido y seguirán conmigo, impregnadas en
mi retina, toda la vida. Cuando
las luces se apaguen y se haga la
oscuridad sé que las visiones, los
olores y los gritos de dolor flui-
rán para atormentarme y eso me
da miedo.
Por eso quiero pedirte que la
próxima vez que dejes una mochila te quedes cerca, y, tras ponerte
a salvo para no salir dañado, te
acerques a auxiliar a las víctimas
de tu barbarie. No tengas miedo
a ser apresado, que en ese caos la
gente de bien sólo quiere ayudar
y no se van a fijar en ti. Puedes
pasar desapercibido con sólo agarrar la mano de alguna de tus
víctimas. En ese momento entenderás la sinrazón de tu acción,
verás de primera mano el dolor y
sufrimiento que habrás causado
y encontrarás vidas inocentes segadas por tu asesina acción.
El día que veas y sientas todo
eso sí serás consciente de tu acción y cuando las luces se apaguen, tendrás los mismos miedos
que ahora tengo yo. Tal vez ese
día y esos miedos hagan que jamás dejes otra mochila.— Ricardo Larraínzar Garijo. Madrid.
Como la mayoría de las personas
que tienen corazón, sentimien-
tos, que desean vivir en paz, yo
tampoco he podido dormir la noche del 11 de marzo. Siempre la
misma pregunta: ¿por qué? Ninguna respuesta. ¿Para qué? Tampoco. No puedo entender nada.
A las 7.40 horas de ese día, en
un intervalo de dos segundos,
dos explosiones atronadoras.
Aún me encontraba en casa. De
repente todo se tornó gris, oscuro, hay humo, mucho humo, huele a goma quemada ¿Qué pasa?
En principio no me imaginé que
era un atentado. Me asomo a la
ventana y veo cómo hombres,
mujeres, jóvenes con sus mochilas salen de los vagones, atraviesan las vías, gritan, están desconcertados, desorientados, van sin
rumbo, huyendo del horror.
Ruidos de ambulancias, muchas ambulancias, el sonido de la
muerte. Empiezo a ser consciente
de que es un atentado. Me acerco
al lugar del suceso por si se podía
ayudar: mantas, agua, lo que fuera; lo que podíamos ofrecer era
muy poco, poquísimo, ante la
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12 / OPINIÓN
Siempre se dice, en estos casos,
que sobran las palabras. Es una
convención absurda. Al contrario, una de las labores prioritarias es rescatar las palabras.
Hay que ir rebuscando, a las
palabras, en las ruinas del lenguaje. Están espantadas, perseguidas por los molares rechinantes de horror y terror. La onda
expansiva las ha arrojado muy
lejos. Entre hierros retorcidos,
las palabras madrugadoras, las
onomatopeyas. La hoja del calendario se mueve a bandazos
suspensa por el viento acorralado. Hay una palabra que sustituye a oxígeno en la composición
del aire. Dolor. En sus orígenes,
antes de ser abstracción, no había dolor, sino dolores. Como
cuentan los doctores Muriel y
Madrid en su monumental Dolor (Editorial Libro del Año),
los antiguos griegos usaban por
lo menos cinco términos diferentes que significaban dolor. Dolores concretos. Así, Achos era el
dolor asociado al miedo. Algos,
al frío. Odyne expresaba el intenso dolor de los dientes o el de
ser mordido. Ponos, el dolor de
la fatiga extrema. Kedos, el dolor por la pérdida de un familiar, de un ser querido. La abstracción puede ser una eleva-
Viene de la página anterior
parece siempre tan clara. Y conviene decirlo, porque a la izquierda progresista enseguida se nos
va la cabeza y acabamos llamando a los terroristas del 11 de septiembre —lo leí en su día con
indignación— kamikazes de la
miseria y eufemismos similares.
Y es que también la izquierda ha,
hemos, perdido pie desde hace
tiempo, entre la nostalgia de las
barricadas, el progresismo de salón, la libertad de expresión ame-
CARTAS
AL DIRECTOR
Viene de la página anterior
magnitud de tanta tragedia. Me
quedo fría, paralizada. ¿Estaría soñando? ¿Era una película lo que
estaba viendo?
Desgraciadamente, todo era
real, demasiado real. Los vecinos
que estábamos allí no hablábamos. Nuestras caras, nuestros
ojos, nuestras miradas, esas lágrimas tan amargas, gritaban de dolor, de impotencia. Vagones destrozados, decenas de personas eran
sacadas de esa trampa mortal que
unos desalmados habían preparado para causar el terror, el pánico,
la muerte. Sobraban las palabras.
Y me pregunto: ¿por qué? ¿Por
qué tenemos que sufrir a la fuerza
por culpa de gente con corazón de
hielo, de hierro, fríos como témpanos ante la desgracia ajena? ¿Cómo aprender a vivir sin odio hacia
los asesinos que, sean quienes
sean, disponen libremente de la vida de los demás?
Espero y deseo que después de
que pase un tiempo de este desgraciado 11 de marzo nunca lo olvidemos y cada acto que se cometa de
este tipo nos deje una huella. Una
huella imborrable que haga posible que haya paz en el futuro de
todos.— María Luz Martínez
Martínez, vecina de la calle Téllez.
Madrid.
¿Estás bien? Suena al otro lado la
voz de un amigo.
No, Carlos, no estoy bien; a
decir verdad, estoy a cinco millo-
EL PAÍS, domingo 14 de marzo de 2004
Peces que incuban
palabras en Madrid
MANUEL RIVAS
ción de la palabra, pero también un vaciado. Hoy el dolor
desanda su camino, baja de las
nubes, vuelve con todos. Me parece verlo andar por las traviesas, por el espacio más público,
por eso que llaman “derecho de
paso”. Esta clase de dolor, el
dolor radial de Madrid, significa todos los dolores. Duele en
cada vértebra, en cada palabra.
Hay peces que incuban sus
crías en la boca. Ya sabemos
dónde se han escondido las palabras. Dónde han encontrado
cobijo. En el duelo, las bocas
incuban de nuevo las palabras.
Significan lo que significaban
antes, pero ahora tienen un significado extra. Las palabras son
supervivientes que hablan también en nombre de los muertos.
La palabra dolor se ha disuel-
to en la atmósfera y forma parte de la respiración colectiva.
Hay otro término al que se refieren los doctores Muriel y Madrid, y es el de explorar. En su
etimología, tendría el sentido
de exteriorizar el llanto, hacer
oír el dolor. Hay unas compañeras, una familia de palabras,
que han resistido la saña con
que las perseguía la onda expansiva del terror. Entre ellas, compasión y comunidad. Y han resistido en las bocas de Madrid,
incubando un significado emocionante e inolvidable.
El dolor se comparte. No es
un territorio de competencia.
Competir por el dolor, apropiárselo, utilizarlo para producir un
exceso de sospecha o desacreditar a conciudadanos diferentes
en el pensar es una manera de
negar la esencia del dolor. Los
sanitarios, los bomberos, los ferroviarios, los policías, los
miembros de protección civil,
toda la población solidaria...
Nadie de ellos ha perdido su
precioso tiempo en arrojar trozos de dolor contra otros. Nadie se ha dedicado a llenar una
saca de reproches para luego repartirlos a discreción. A nadie
se le ocurrió medir la intensidad
del dolor en función del asentimiento o no a la política gubernamental a lo largo de estos
años.
España, la sociedad española, es una comunidad democrática fuerte. Es también una nación de naciones. Y ojalá recupere su papel más activo en la
construcción europea, y sirva
de útil y modesto bombero para
Después
del dolor
sus planes y conseguir primero
la paz en su casa y en la nuestra,
que es su primera e inexcusable
obligación, y los demás deberíamos conseguir de una maldita
vez presentar un frente común
al terrorismo, alejados de políticas electoralistas. Puede que en
democracia las grandes ideologías sean menos importantes
que los grandes problemas. Puede que el pragmatismo sea el
nuevo idealismo, o al revés. No
lo sé. Puede que los tiempos,
una vez más, estén cambiando.
Haya sido o no Al Qaeda,
Aznar y los suyos aún tienen
que explicarnos muchas cosas.
Su España de patriotas no nos
lleva a ninguna parte, y si Kerry
gana las elecciones en Estados
Unidos, a Rajoy no le van a llegar los pies a la mesa americana. Nos habrán enfrentado a Europa, nuestro hábitat natural,
para hacernos socios privilegiados del fracaso. Tendremos una
bandera muy grande encerrada
Acabo de recibir la confirmación
de la muerte de la mujer de un
tierno amigo de la adolescencia y
de siempre.
Susana ejercía como madre trabajadora. Deja dos niños de 11 y 5
años. También deja a mi amigo
con el corazón destrozado y con
la mirada interrogante de sus hijos. Me angustia pensar qué podrá explicarles. Quizá que su madre cumplía con su deber cada minuto de su vida y que un mundo
absurdo hizo que pereciera por
ello. Sólo con un inmenso amor y
con una pertinaz lucha por la paz
podremos lograr reconfortar a
esos niños y a ese padre tan dolientes en este momento y durante muchos, muchos días... Mi más sincero amor hacia ellos desde estas letras, que son casi lo único que puedo ofrecerles hoy para su dolor.
Hasta siempre, Susana Ballesteros.— Gloria García Molina.
dote en la atención a los heridos;
que muestras discretamente y sin
alharacas tu vigor solidario, tu
hospitalidad.
Y es así como te recordaba, cosmopolita, acogedora, entrañable.
Esta tarde del 11-M, viendo la televisión y hablando por teléfono
con “mi” gente de Madrid, me he
emocionado y, después de muchos
años, he llorado.— José Matías
Hernández. Barcelona.
nazada, el chapapote instrumental, el pensamiento pegatina, las
canciones protesta, la arrogante
superioridad moral, la paja en el
ojo ajeno y la viga en el propio.
Y ahora seamos pragmáticos. Haya sido o no ETA, el
señor Ibarretxe debería aplazar
nes de años luz de estar bien.
Esta vez la imagen de un cuerpo
desgarrado colgado como un fardo, como una ristra de ajos sin
cuerda ni ventana, no es sólo la
imagen de una página en el periódico que soporta el editorial. El
acta final de un analista.
No, hoy no estoy bien, y como
me encuentro tan lejos en el tiempo y el espacio de estar bien, me
permito la licencia de ser primario, y reducir ad infinitum esa cadena convirtiéndola en sólo una grosera y obscena bola de odio.
Teresa, mi amiga y compañera,
ayer perdió a su marido. Cuatro
años compartiendo con ella nuestro gusto por el trabajo bien hecho. Cada día.
Cada día... Ayer, Gonzalo, su
marido, iba en uno de los trenes
que estalló. Fin del trayecto.
A él no le conocía, pero a Teresa sí. Cada día hablábamos y discutíamos de lo mismo que hablan
y discuten dos compañeros de trabajo. No necesitaba conocer a
Gonzalo. Me conozco a mí, y en
su vida proyecto perfectamente la
mía. Cuando a las seis y media
suena el despertador y remoloneo
cinco minutos en la cama, cuando
me ducho, cuando me tomo un
café y cuando con un beso rozado
digo a mi mujer mientras corro
escaleras abajo “hasta luego”.
Ayer no hubo luego, ni mañana, ni futuro.
Hoy no estoy bien. Me encuentro aquí, sólo, a cinco millones de
años luz de estar bien, sentado en
un rincón oscuro y sin saber dónde se coge el tren de vuelta a casa.— Vicente Martínez Nieto. Madrid.
Homenaje a Madrid
No llores, Madrid. Hoy has conseguido poner en cuarentena tu sambenito de ciudad inhóspita y me
has vuelto a mostrar esa faz oculta
que sólo se conoce si se habitan
durante varios lustros tus entrañas.
Por eso, hoy muchos se encontrarán con tu lado más humano;
descubrirán que dispones de barrios humildes y ciudades-dormitorio, de gentes que madrugan
mucho y, apretujadas, con fiambrera en mano, acuden en trenes
y autobuses a trabajar o a estudiar; que eres capaz de actuar con
diligencia y prontitud ante una
situación de emergencia, volcán-
Silencio. Silencio en los medios de
transporte, de comunicación, en
la calle... Horas depués de la masacre acontecida en Madrid nadie
hablaba, y si lo hacía era refiriéndose a este horrible atentado.
Tengo 18 años, nunca he vivido en otro lugar que no sea España y en todo este tiempo he crecido azotada, como tantos otros,
por el terrorismo injustificado.
Porque no existe motivo alguno
para hacer comprensibles estos
asesinatos.
Me horrorizo cuando descubro que estando en el siglo XXI el
hombre no ha evolucionado tanto
como se cree o se afirma: sigue
empleando la muerte como moneda de cambio.
Sueño con el día en que el respeto, la tolerancia y el diálogo no
sean utopías.— Sandra Sastre Sánchez. Madrid.
Madrid es un estudiante que toma
el tren de cercanías en la estación
de Atocha a las ocho de la mañana para ir a clase en su universidad. Madrid es una señora ecuatoriana que toma el tren de cercanías en la estación de Méndez Alvaro para ir a la casa en la que
un mundo más solidario y menos inflamado. El sentimiento
de comunidad democrática como principal rasgo de identidad
es lo que ha cambiado en la historia de España. Ése es el círculo climático más amplio. La comunidad funciona como un hábitat, como un espacio de deseable fotosíntesis, que permite
conjugar unidad y pluralidad.
Hay que preservar ese hábitat.
No puede llevarse todo —por
ejemplo, la disidencia cultural o
política— al terreno del ring,
del kick boxing.
Otra convención falsa es que
las manifestaciones no sirven para nada. Al contrario, otra vez.
Los peces de que hablamos nadan juntos, como vuelan los estorninos, para protegerse de los
depredadores. Esas marchas cívicas conjuran el dolor, son una
exploración, y refuerzan el sentimiento de comunidad. Los políticos y dirigentes que de verdad
amen a este pueblo tienen que
incubar palabras que contrarresten la producción de odio. Ya
saben dónde están. En la imprescindible solidaridad democrática. En la boca de los peces de
Madrid.
Manuel Rivas es escritor.
en un rincón muy pequeño.
En cuanto a mi colectivo, intelectuales y artistas, como nos
llama Savater, deberíamos hacer un esfuerzo por dejar de poner a salvo el alma roja y bajar
la mirada hacia el rojo de la
sangre. Ya lo decía Evtushenko:
A la izquierda, compañeros,
siempre a la izquierda, pero nunca más a la izquierda de vuestro
propio corazón.
Ray Loriga es escritor.
limpia. Madrid es un ejecutivo
que toma el tren de cercanías en la
estación de Alcobendas porque
hoy tiene su coche en el taller. Madrid es una señora que toma el
tren de cercanías en Parla porque
tiene que hacerse unos análisis en
un hospital en Madrid.
Madrid hoy es una persona
que piensa en la casualidad de no
haber tomado el tren de cercanías
hoy. Madrid hoy es una esposa,
un marido, unos padres... llorando porque hoy alguien suyo ha
muerto.— Yago Durán. Madrid.
Yo lo único que sé es que Madrid
ha amanecido hoy lleno de agujeros por todas partes.
Sé que ha amanecido lluvioso
y sé que al caminar por las calles
de siempre uno no sabe por qué,
pero se ha ido encontrando con
huecos, con una telaraña de ausencias que no comprendía, pues
aquella gente que se fue, fue gente
que no conocía, personas a las
que uno seguramente jamás había
visto; pero es lo mismo; las aceras
se presentan más espaciosas, en
los bancos no hay nadie sentado,
hay un silencio de mimo, los pétalos de las flores de los almendros
no se enredan en los cabellos y
vagan, desconsolados.
Y es que quizá en estas aceras
alguien hoy me hubiese preguntado por una dirección, o una chica
me hubiera regalado su mirada
unos segundos, o un niño despistado hubiera chocado contra mis
piernas mientras su madre corría
detrás de él.
Pero en esos lugares, hoy, sólo
había aire, gotas de lluvia cayenPasa a la página siguiente
OPINIÓN / 13
EL PAÍS, domingo 14 de marzo de 2004
¿Qué pasa en un periódico cuando al comenzar el día se sabe
que, sólo a unos metros, ha habido un salvaje atentado terrorista con cientos de muertos y heridos? ¿Cómo se pone en marcha
una maquinaria informativa
que entre prisas, desconcierto,
contradicciones, falta de datos
fiables, nervios y angustia, pretende ofrecer una información
rigurosa? ¿Cómo salvar los escollos de una terrorífica realidad
que puede conducir con facilidad a la truculencia o sensiblería? Esta Defensora piensa que
quizá les interese a ustedes, lectores, saber cómo funciona EL
PAÍS en un momento así. Cómo se gestiona, contrarreloj y
en medio de la incertidumbre,
la información de un acto tan
brutal, cómo surge una edición
especial en dos horas y cómo se
cambian los contenidos varias
veces a lo largo del día.
Pueden decir que ése es nuestro trabajo, lo mismo que el de
los médicos, policías o bomberos en iguales circunstancias.
Cierto. No se trata de ponernos
estupendos, que diría Valle-Inclán, sino de contarles cómo trabajamos en momentos de confusión en los que son necesarias
altas dosis de sangre fría, al
tiempo que una fuerte empatía
con los que sufren. Porque cuanto más sepan ustedes de nuestro
funcionamiento mejor podrán
valorar, y criticar, la información que llega a sus manos.
Algún lector ha reprochado
a esta Defensora la crueldad de
las fotos publicadas el pasado
viernes, “un sufrimiento extra”,
o la dureza de la portada, que
provocaba “repulsa”. Lo puedo
entender muy bien, pero la realidad es dura y la información no
puede cerrar los ojos a los hechos. Y así lo explica la redactora jefe de fotografía, Marisa
Flórez. “Son imágenes que no
se habían visto porque los autores estaban dentro de la estación
cuando aún no se podía pasar.
Y, con todos los respetos, había
que darlas. Se hablaba de cientos de muertos, de miles de heridos, y teníamos que informar de
lo que estaba pasando. Llegaron
en el último momento, poco antes del cierre de la primera edición, y se decidió publicarlas,
aunque no en portada”.
A las doce de la mañana la
Redacción era un hervidero. Se
preparaba una edición especial.
Al margen de aportar una primera versión de los hechos, en
estos casos se trata, más que nada, de acompañar a los ciudadanos, de decirles que no están solos en esos momentos difíciles y
de desconcierto. Cien mil ejemplares que se venderán sólo en
Madrid y Barcelona, porque el
complicado proceso industrial
del periódico no permite llegar
a tiempo al resto de España.
Serán 72 páginas, 21 de ellas
dedicadas al atentado, con las
primeras imágenes de heridos y
CARTAS
AL DIRECTOR
Viene de la página anterior
do, burbujas de mimosas desangeladas. Y uno sin saber muy bien
cómo, ni dónde, ni por qué, se
siente mucho más solo.— Rodrigo
Sancho Ferrer. Madrid.
Voy andando por la calle y veo en
las caras de la gente la tristeza, nadie sonríe, la gente está seria, pensa-
LA DEFENSORA DEL LECTOR
Informar en medio
de la confusión
MALÉN AZNÁREZ
muertos. Un editorial que arranca en la portada y que, por las
prisas, citará en algún momento a “las víctimas mortales de
ayer”. Es la fuerza de la costumbre de referirse siempre al día
anterior. Los articulistas, Javier
Pradera, Josep Ramoneda y Rogelio Alonso, han contado sólo
con una hora para escribir su
artículo.
Llamada del presidente
El titular de portada a cinco columnas es contundente: Matanza de ETA en Madrid. ¿En qué
se basaba EL PAÍS para afirmar tal cosa si todavía el ministro del Interior no lo había confirmado? Muy sencillo. Al margen de distintas fuentes de Interior que así lo habían asegurado, el presidente del Gobierno,
José María Aznar, había llamado al director del periódico, Jesús Ceberio, para confirmar esta autoría.
La última página lleva una
foto impresionante, firmada
por Pablo Torres Guerrero, un
fotógrafo profesional que no
pertenece a la plantilla de EL
PAÍS. Un redactor de Deportes,
Carlos Arribas, que vive enfrente de la estación de Atocha, tras
oír las explosiones llegó en los
primeros momentos a las vías
del tren, cuando ni siquiera había policías o bomberos. Le vio
haciendo fotos en medio del
caos general y le preguntó para
quién trabajaba. La respuesta
fue: “Para EL PAÍS”. Y Arribas se lo trajo del brazo al periódico. El fotógrafo viajaba, como todos los días, en un tren
que se cruzó con el del atentado. Se bajo y comenzó a disparar la cámara, “sin fijarme, sin
mirar casi, por la impresión que
tenía”, diría luego. Resultado,
entre otras, una foto espectacular que ocupó casi toda la contraportada de la edición especial y que, valorada con un poco más de calma, pasaría a la
portada del periódico del viernes. Una vista general del tren y
los heridos tirados en las vías,
atendidos en los primeros momentos por otros pasajeros o vecinos voluntarios, que reflejaba
el dramatismo, dolor y caos de
la situación. Fotografía que, solicitada al diario, también publicarán en portada periódicos de
todo el mundo.
tiva y muy triste. Yo contengo mis
lágrimas, como lo llevo haciendo a
lo largo de toda la mañana, pero
cuando llego a casa por fin me derrumbo, necesito derrumbarme para llorar sin silencio, para oírme
llorar y no ahogar ese grito; a medida que transcurre la mañana transcurre mi dolor, un dolor que compartimos todos.
Madrid está triste, España está
triste; no quiero que esto siga así.
La rabia y la impotencia es tan
fuerte que necesito escribirlo para
expulsar la ira por todos los poros
A las 13.00, cuando se cierra
la edición especial, no hay muchos datos seguros. Sólo se sabe
que hay más de 170 muertos y
600 heridos. Se acuerda poner
esa cifra y se revisan todos los
textos para que no haya disparidades. En esta edición se anuncia el libre acceso a EL PAÍS.es.
Algún español residente en el
extranjero se ha quejado a esta
Defensora, a primeras horas de
la mañana, por tener que pagar
en un día así.
La Redacción es un hervidero. Redactores de distintos suplementos —EPS, El Viajero,
Tentaciones— han reforzado la
plantilla, que también cuenta
con todos los alumnos del master de Periodismo de EL PAÍS.
Además de tensión se palpa la
emoción. Hay muchas llamadas telefónicas de familiares de
desaparecidos que piden datos
de hospitales, números de teléfono, y relatan sus casos entre
llantos.
En esos momentos se decide
cambiar todo el suplemento Domingo, que está prácticamente
hecho, ya que se cierra los jueves. Son 24 páginas, con 18 de
información, que se van a reconvertir en un número especial monográfico dedicado al atentado
con un gran despliegue gráfico.
El ministro del Interior acaba
de anunciar que ETA es la autora del atentado. “A partir de ese
anuncio del Gobierno nos pusimos en marcha con especialistas y analistas de ETA”, explica
José Miguel Larraya, redactor
jefe de Domingo. Pero cuando,
sobre las ocho de la tarde, el
nuevo número está casi acabado, el Gobierno anuncia la hipótesis de Al Qaeda y hay que
cambiarlo de nuevo. “Eliminamos los análisis sobre la autoría
de ETA y una doble página con
sus mayores atentados de la historia, y cambiamos algunos artículos. Nos centramos en las
víctimas y recuperamos parte
del material del primer número.
Todo contrarreloj”, dice Larraya. Se vuelve a empezar y se
cierran las 16 páginas poco después de medianoche.
Para entonces el subdirector
Miguel Ángel Bastenier, responsable de las relaciones internacionales del periódico, ha contestado por teléfono a 65 medios de comunicación de todo
el mundo —radios, televisiones
y periódicos— que lleva apunta-
dos cuidadosamente por nacionalidades. Han llamado de Estados Unidos, Australia, Reino
Unido, Alemania y Francia, pero también de Turquía o Bulgaria, además de muchos países
hispanoamericanos.
Al terminar con la edición
especial hay una reunión de la
dirección con los redactores jefes para coordinar el trabajo del
día. Habrá 45 páginas dedicadas a la masacre. El subdirector
del periódico Vicente Jiménez,
responsable de toda la información del atentado, no recuerda
un despliegue similar para una
noticia. “Están trabajando en
ella casi 100 periodistas, más
los alumnos del master. No puedo hablar d el 23-F, era demasiado joven, pero al 11-S le dedicamos bastantes menos páginas”.
Tiene razón Jiménez. En el 11-S
fueron 26 páginas, y 12 en aquel
23-F que no puede recordar.
de mi cuerpo. Ojalá haya algún
consuelo para los que han perdido
a la gente que quieren, ojalá algún
día haya un consuelo para España.
Hoy llueve, el cielo de Madrid
llora con nosotros; ¡terrorismo no,
más lágrimas no!— Tanya de Francisco Ojeda.
De golpe se hizo el mediodía y
alguien apretó pause. Debe de haber sido Dios, porque frenó todo.
Los coches pararon allí donde estuviesen. Los peatones hicieron lo
mismo. Los medios de transporte
público también frenaron su marcha. Por quince minutos Madrid
se homenajeó a sí misma. En esos
quince minutos Madrid se graduó
en civismo. El día del atentado había aprobado con notable su primer examen; pero hoy se graduó.
Debo de confesar que llevo
ocho meses en esta ciudad y que
El día después amaneció lluvioso,
gris, plomizo. Claro, hubiese sido
ilógico e impensable que el sol apareciera después de tanto horror. Todavía el ruido de las bombas parecía poder oírse.
Hipótesis Al Qaeda
El redactor jefe Luis Matías López, que coordina tres páginas,
10 redactores y 25 alumnos del
master, intenta identificar a los
muertos y hablar con los familiares. Además de la información del día, han comenzado a
trabajar en los perfiles de los
fallecidos, que comenzarán a
publicarse el sábado. Dos páginas de auténtico escalofrío. “Algunos lectores pueden pensar
que es una intromisión inaceptable que en estos momentos de
dolor preguntemos datos a los
familiares de las víctimas. Pero
creemos que el objetivo es noble, un homenaje a sus seres queridos”.
A las 20.30, Matías asegura
que no van a publicar los nombres completos de los fallecidos, aunque tienen varios confirmados por los propios familiares. “Mientras no haya listas
oficiales daremos sólo los nombres de pila, queremos evitar la
posibilidad de cualquier error”,
dice.
En esos momentos el sistema
informático del periódico se estropea. Los nervios afloran, la
escritura se interrumpe. Se forman corrillos en los que no faltan imprecaciones de todos los
gustos. “Esto pasa de vez en
cuando, el sistema se ha bloqueado, son sólo unos minutos”, dice un responsable del
equipo informático. Pero media
hora después el sistema continúa bloqueado.
Entonces ya se sabe que un
grupo ligado a Al Qaeda ha reivindicado el atentado en el diario Al Quds al Arabi, que se edita en Londres. El ministro del
Interior afirma poco después
que no se descarta esa hipótesis
de trabajo, ya que han encontrado una furgoneta con detonadores y una cinta con versículos
del Corán. El presidente del Gobierno vuelve a llamar al director del periódico para ratificarle su convicción de que el atentado es obra de ETA. Pero la autoría del atentado no está ya tan
clara y es necesario volver a revisar todos los textos cuando la
primera edición está prácticamente lista. Se cambian los titulares. Se eliminan las siglas de
ETA y se sustituye la autoría
por un más genérico “matanza
terrorista en Madrid”. Hay que
revisar también las entradillas y
las informaciones donde se daba como segura la participación de ETA.
El equipo de Infografía sigue
retocando la doble página del
gráfico que detalla el atentado.
A lo largo del día ha hecho
ocho versiones diferentes, sin
contar el de la edición extraordinaria. Algunos miembros del
equipo han ido a las estaciones
y hecho fotos personalmente para trabajar sobre seguro. Tienen
el recuerdo cercano del 11-S,
“pero en esta ocasión nuestros
gráficos no pueden tener el menor fallo”, dice el redactor jefe,
Tomás Ondarra.
Del titular de portada, mucho más descriptivo, también a
cinco columnas, ha desaparecido ETA: Infierno terrorista en
Madrid: 192 muertos y 1.400 heridos.
A las once de la noche se
trabaja con los cambios de la
edición de Madrid. Algunos familiares que en la anterior todavía no habían encontrado a sus
desaparecidos, saben ya que
han muerto. Se refuerza la hipótesis de Al Qaeda en la crónica
principal, y en la de la página
18, y se mete una página entera
nueva, la 19, con las “huellas
españolas de Al Qaeda”. El titular de portada no se toca.
Un lector de Segovia, Juan
Jesús Martín Alonso, critica
que el editorial de EL PAÍS del
viernes pusiera en duda la autoría de ETA. “Si el Gobierno nos
está engañando ya se descubrirá y pagará muy caro su mentira, pero mientras debemos de
confiar en nuestras instituciones”. Este periódico creyó al
presidente del Gobierno en sus
dos afirmaciones al director. Pero la confianza tiene un límite,
la realidad.
Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo
electrónico ([email protected]), o
telefonearle al número 91 337 78 36.
hasta hace dos días me parecía
una hermosa ciudad. Pero ahora
he visto lo que es capaz de hacer
Madrid por sí misma. He visto
una solidaridad que jamás había
imaginado que pudiera existir. He
visto una unión, que tan sólo dos
días antes era impensable y menos
aún en pleno final de una feroz
campaña electoral. Madrid se ha
ganado todo mi respeto y no por
lástima, no por compasión, sino
por la emoción que me causó sentirme con tanta admiración.—
Martín Pines.
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