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Poder Judicial de la Nación
///nos Aires,
de julio de 2009.-
Autos y Vistos
Para resolver en las presentes actuaciones que llevan el
N° 7.576/2009 del registro de este Juzgado Nacional en lo Criminal
y Correccional Federal N° 3, Secretaría N° 5;
Resulta
Inicio de la causa
Las presentes actuaciones encontraron su génesis, a raíz
de la presentación efectuada por el abogado Isaac Wieder a fs. 1/5.
En dicha oportunidad, el nombrado denunció a los
Magistrados Dr. Rodolfo Munné y Dr. Santiago Hernán Corcuera
(integrantes de la Cámara Nacional Electoral) y Dr. Manuel
Humberto Blanco (Juez Federal con Competencia Electoral en la
Provincia de Buenos Aires), por la supuesta comisión de los delitos
de prevaricato, incumplimiento de los deberes de funcionario
público y cohecho.
Concretamente,
el
denunciante
consideró
que
tales
delitos fueron cometidos por los referidos Jueces, al momento de
analizarse y dictarse las resoluciones que habilitaron las llamadas
“candidaturas testimoniales”, en el marco del proceso electoral que
se ha iniciado con motivo de las elecciones legislativas que se
llevarán a cabo el próximo 28 de junio del corriente año.
Dictamen Ministerio Público Fiscal
Así las cosas, y debido a la presentación de marras, se le
corrió vista al Sr. Agente Fiscal en su carácter de titular de la
acción pública, de conformidad con lo establecido por el art. 180
del C.P.P.N.
En razón de ello, el titular de la Fiscalía Nacional en lo
Criminal
y
Comparatore-,
Correccional
le
requirió
Federal
al
N°
suscripto
5
–Dr.
que
se
Luis
Horacio
procediera
a
desestimar la referida denuncia (cfr. fs. 60/1).
Y Considerando
Temperamento a Adoptar
Ahora bien, luego de analizar detenidamente el plexo
fáctico y jurídico que enmarcan los extremos ventilados en este
legajo, desde ya adelanto que habrá de tener acogida favorable el
requerimiento formulado por el Sr. Agente Fiscal, a la sazón de las
consideraciones que expondré a continuación.
Es que tras haber sido agregadas a este legajo las
resoluciones
ninguna
judiciales
duda
que
el
atacadas
por
el
denunciante,
planteo
del
abogado
no
Wieder
cabe
resulta
manifiestamente inapropiado, al no darse en el caso, ni de lejos,
prácticamente ninguna de las exigencias objetivas y subjetivas
reclamadas en los tipos penales traídos a colación en la denuncia
que originaran estas actuaciones.
En
primer
lugar,
debe
señalarse
que
el
delito
de
prevaricato –una de las acciones típicas que el denunciante le
atribuye a los mencionados Magistrados- consiste en que el Juez
haya dictado una resolución contraria a la ley invocada.
Por lo tanto, la resolución revestirá esta característica en
tanto y en cuanto manda o prohíbe lo contrario de lo que, de modo
claro, manda o prohíbe la ley aplicable al caso concreto.
De ninguna manera el prevaricato puede ser conciliable
con aquellas normas o situaciones fácticas susceptibles de ser
opinables.
Más aún: la posibilidad de una eventual revocación del
pronunciamiento efectuado por el juez, por errónea aplicación del
Derecho, no transforma automáticamente al magistrado en un
prevaricador, siempre y cuando dicha disposición jurisdiccional
responda a una derivación razonada, con sustento lógico y en el
marco de las posibles alternativas o interpretaciones que se puedan
suscitar en el Derecho positivo.
Por último, no debe soslayarse que el prevaricato es un
tipo penal doloso, y en consecuencia, se exige del juez que al
resolver determinada cuestión, lo haga en contra de lo que dispone
la ley que invoca como fundamento de su fallo, o que los hechos o
las resoluciones en que se funda no existieron, o no existieron con
el significado que él les otorga.
En ese sentido, es requerido en este aspecto subjetivo de
la tipicidad, la verificación de un dolo directo. En efecto, se exige
Poder Judicial de la Nación
en
la
faz
cognoscitiva,
el
conocimiento
de
la
contradicción
existente entre lo invocado y lo decidido; y en la faz volitiva, el
querer decidir en función de esa contradicción.
Por
otro
lado,
y
en
lo
pertinente
al
delito
de
incumplimiento de los deberes de funcionario público, este tipo
penal exige de parte del juez denunciado, que haya actuado
cuando la ley no les permitía hacerlo, o no actuado pese a que le
era exigido por la ley, o bien cuando haya actuado de un modo
prohibido por la ley o no previsto por ella; siendo esta última
hipótesis, la que en definitiva se tendría que analizar en autos, de
conformidad a lo que resulta de la denuncia de marras.
De esta manera, la acción típica queda consumada al
momento
de
ejecutarse
o
realizar
una
orden
contraria
a
la
constitución o las leyes. Por tanto, este abuso funcional, sólo puede
tener lugar en la propia función jurisdiccional.
Tanto
considerado
al
la
delito
doctrina
de
como
la
jurisprudencia,
incumplimiento
de
los
han
deberes
de
funcionario público, como un tipo penal en el que se exige el dolo
directo, puesto que el funcionario debe saber que ejecuta o realiza
una orden contraria a la constitución o a las leyes, y que pese a
ello, de manera voluntaria, lleva adelante esa acción.
Finalmente,
despejados
de
modo
incontrastable
los
posibles encuadres típicos analizados previamente, resulta obvio
que también cae por su propio peso la posibilidad de enmarcar los
hechos denunciados en la figura del cohecho pasivo que pretende
introducir, no sin ligereza y temeridad, el abogado denunciante.
Así las cosas, y a la luz de lo expuesto en los párrafos
que anteceden, habiendo leído atentamente las piezas jurídicas
puestas en crisis por el denunciante, he arribado a la conclusión de
que las mentadas decisiones judiciales adoptadas tanto por los
Camaristas como por el Juez con competencia electoral en la
Provincia de Buenos Aires, no trasuntan relevancia alguna para el
Derecho penal por no constituir delito tal actividad jurisdiccional.
En efecto, considero que los Jueces actuaron conforme a
derecho sin violar ninguna norma penal; pues de la simple lectura
de dichas resoluciones, obrantes a fs. 9/47 y 48/57, se advierte
que, previo a decidir sobre el fondo de la cuestión planteada,
analizaron debidamente y explicaron cuáles eran las razones que
los llevaba a convalidar las llamadas “candidaturas testimoniales”
–indicando además cuáles eran las respectivas citas doctrinales y
jurisprudenciales que avalaban sus decisiones-.
La decisión arribada en los fallos cuestionados por el
denunciante, encontró sustento y basamento no sólo en elementos
dogmáticos
o
jurisprudenciales,
sino
también
en
otras
consideraciones que redundaron en una clara apreciación razonada
del Derecho vigente, puesto que los Jueces han cimentado sus
resoluciones
dentro
del
marco
normativo
constituido
por
el
Derecho constitucional y más precisamente en la materia electoral.
Por todo ello, es que considero –al igual que el Sr.
Agente Fiscal- que se debe proceder a desestimar la denuncia
efectuada por el Dr. Isaac Wieder por no constituir delito alguno
las conductas imputadas a los Dres. Rodolfo Emilio Munné,
Santiago Hernán Corcuera y Manuel Humberto Blanco.
Al respecto, no puedo dejar de recordar el lúcido
análisis efectuado por el Dr. Horacio Minotti sobre este aspecto
(cfr. nota de opinión titulada “El juez no puede solucionar todo”,
diario Clarín, 18/6/09). En dicha columna, el constitucionalista
trata el contenido de los fallos dictados por la Cámara Nacional
Electoral y por el Juez Federal con competencia electoral en la
Provincia
de
“candidaturas
Buenos
Aires,
testimoniales”,
con
relación
concluyendo
a
que
las
las
llamadas
decisiones
adoptadas por esos Tribunales son impecables y ajustadas a la ley.
Comparto su punto de vista, en que quizás uno de los
grandes problemas sociales que hay en nuestro país es el no
reconocimiento de la ley como una norma general y obligatoria,
que debe ser acatada por todos, más allá de las opiniones y
apetencias de cada individuo.
Sin dudas –como apunta Minotti- ello “es requisito sine
qua non para la existencia del Estado de Derecho y de la República, en
Poder Judicial de la Nación
tanto es la existencia del Poder Judicial libre e independiente la que
caracteriza definitivamente a una República como tal”.
Y todos estos cuestionamientos injustificados –como el
realizado en autos por Isaac Wieder- hacia los temperamentos
adoptados en el ámbito electoral, por parte de los Dres. Blanco,
Munné y Corcuera –los que por cierto encontraron su fundamento
en la estricta legalidad-, no hace más que fustigar y erosionar a la
imagen del Poder Judicial.
En tal sentido, cabe destacar que el Juez Humberto
Blanco, requirió en varias ocasiones al apoderado del Frente
Justicialista para la Victoria, informe acerca de las candidaturas
presentadas en el distrito en cuestión, a lo que éste contestó que
“…nuestros candidatos se presentan para competir, ser elegidos y asumir
tal
como
corresponde…”
(cfr.
fs.
55),
por
lo
que
ante
tales
circunstancias, ni el Juez de primera instancia ni la Alzada nunca
podrían haber dictado un fallo que rechazara esa candidatura por
una sencilla y elemental razón: se carecía de prueba que acreditara
la calidad de esa supuesta candidatura testimonial.
Al contrario, por ejemplo en el caso de Daniel Scioli, el
Juez Blanco señaló en su resolución que el punto de partida, de no
asumir el cargo al que se postula, sostenido por los impugnantes
“…aparece desmentido por declaraciones de aquél y difundida por los
mismos medios de comunicación” (fs. 55 vta.).
Así las cosas, “la prueba de tal evento se torna diabólica,
porque requeriría que los magistrados viajaran al futuro para corroborar
debidamente el incumplimiento del compromiso electoral y sentenciaran
en base a prueba futura”.
Lo cierto es que los jueces –en un Estado de Derecho
serio-, a la hora de dictar sus fallos, únicamente deben valorar la
prueba que concretamente se encuentra agregada en el expediente,
debiendo dejar de lado cualquier otra conjetura o predicción
hipotética
que
la
especulación
política
o
mediática
puedan
formular.
A partir de este pensamiento, es que concuerdo con
Minotti en que la resolución “…de la Cámara Electoral es impecable e
irreprochable,
porque
no
podría
haber
sido
de
otra
manera
sin
transformarse en un divague ajurídico insustentable y cuasi ilegal,
similar a condenar en términos del derecho penal a un individuo
solamente con prueba indiciaria de sus comportamientos futuros”.
Además,
la
hipótesis
que
sostiene
el
denunciante
respecto de los Magistrados denunciados, en el sentido de que se
trata de Jueces venales decididos a favorecer espuriamente y sin
reparar en medios a los candidatos que el oficialismo presentaba
en las elecciones del pasado 28 de junio, se derrumbó durante los
días siguientes, pues esos mismos Magistrados, acusados por
Wieder de responder en sus fallos automáticamente a los deseos
del gobierno, y como es de público conocimiento, resolvieron no en
una sino en dos ocasiones, en sentido claramente favorable al
principal candidato opositor en el distrito electoral de la provincia
de Buenos Aires, Francisco de Narváez tanto al decidir excluir de
los
comicios
a
un
homónimo
del
cual
cabía
sospechar
fundadamente que le restaría votos debido a la confusión por los
apellidos, como al resolver que otro candidato en competencia por
un segmento del electorado potencialmente afín (Luis Abelardo
Patti), estaba inhabilitado para presentarse en las elecciones.
Sobre
el
particular,
tanto
el
Derecho
como
la
Magistratura, en un Estado de Derecho, están circunscriptos por
límites debidamente definidos, por lo que el resto de situaciones
de naturaleza política, son saldadas por la ciudadanía en el marco
de su ejercicio democrático, oportunidad en la que tiene la
responsabilidad de juzgar, y eventualmente, sentenciar a través de
su voto.
Dicho esto, permítaseme señalar, más de modo general,
un perfil genérico de los tres Jueces denunciados. Porque se trata
tres Magistrados con una trayectoria judicial intachable, que han
sabido ganarse en estas décadas de actuación en este y en
anteriores cargos, el respeto tanto de la corporación judicial como
de la comunidad en general, y que además, han accedido a sus
actuales cargos en épocas ciertamente anteriores a la actual gestión
de gobierno. Y ello no dejar de ser otro elemento de juicio a tener
Poder Judicial de la Nación
en cuenta a la hora de desvalorar inexorablemente los términos de
la denuncia formulada.
De la imposibilidad de poder investigar
Sin perjuicio de lo desarrollado en el punto III, no
puede dejar de señalar que el Código de Rito, al contemplar la
vista prevista por el art. 180, le confiere al Sr. Agente Fiscal la
facultad de pedir que la denuncia formulada sea desestimada; y las
consecuencias lógicas que se deben adoptar al verificarse esta
circunstancia, tienen que estar en armonía con el resto de la
legislación que le otorga justamente a la Vindicta Pública, la
potestad de impulsar la acción pública (ver entre otras normas, lo
establecido por los arts. 5°, 188 y 195 del C.P.P.N.).
Como lo señala la Sala V de la Excma. Cámara del
Crimen, “el art. 120 de la Constitución Nacional, ha dotado al
Ministerio Público -al emanciparlo del Poder Ejecutivo- de autonomía
funcional,
autarquía
financiera,
inmunidades,
e
intangibilidad
de
remuneraciones […] En esa inteligencia, el juego armónico de las normas
procesales incorporadas por la ley 23.984 determina la necesidad de que
el impulso inicial del proceso, conforme al principio *ne procedat
iudex ex officio+ lo den el Ministerio Público Fiscal o la autoridad
policial [...] y nada indica para casos en el que el Juez, en desacuerdo con
el criterio liberatorio del fiscal, desee instruir el sumario y carece de
requisitoria...”
(cfr.
C.N.C.C.
Sala
V,
c/n°
19.198,
AWilson,
Roberto@, rta. 05/08/2002).
Por su lado, la Sala I de esa misma Cámara Nacional de
Apelaciones, ha asegurado que “[e]l art. 120 de la Constitución
Nacional otorga al Ministerio Público Fiscal el carácter de autónomo, al
asignarle la función de promover la acción de la justicia, por lo cual, al
haber solicitado el fiscal, el archivo de la causa por no poder proceder
[atisbo que se verifica en estas actuaciones], la causa no puede
continuar su curso, habida cuenta que no podría ser elevada a juicio,
debido a que no existirá requisitoria fiscal en tal sentido...” (cfr.
C.N.C.C., Sala I, ACampeano, Mónica Estela” c/n° 20.000, rta.
19/03/2003).
Sobre el particular, Francisco D´Albora sostiene por un
lado que “...la inmediata promoción del proceso penal -entendida como
su iniciación- puede tener lugar sólo por requerimiento fiscal (art. 180
párrafo final, 188 y 195 del C.P.P.N.)...”.
Asimismo, ha asegurado que “si el agente fiscal propicia el
no poder proceder [...] el juez no puede disponer el avocamiento iniciación- de la etapa instructoria, pues carece de facultad para hacerla
de oficio...” y que “... se advierte una marcada diferencia entre con los
códigos argentinos modernos que no hacen prevalecer el criterio del
fiscal; en este código se cierra al Juez la posibilidad de controlar
semejante petición” (cfr. D´Albora, Francisco: Código Procesal Penal
de la Nación Comentado, Editorial Abeledo Perrot, Bs. As., pág. 24,
143 y 183/184).
Por
su
lado,
el
Dr.
Raúl
Washington
Ábalos,
ha
manifestado que “en el sistema del código, la promoción de la acción
penal, es decir investir al juez de la acción para que pueda proceder con
su poder jurisdiccional, sólo puede producirse por requisitoria de
instrucción a cargo del Agente Fiscal, por prevención policial, o por
simple
comunicación
de
la
Policía
respecto
de
los
hechos
que
investiga...” y que “... no hay forma para que el Juez pueda actuar, si no
es de la manera descripta [....] pues el sistema elimina la actuación de
oficio
del órgano
jurisdiccional, y prevé los modos
en que
debe
producirse la promoción de la acción penal para que ello suceda...”.
ASi el Agente Fiscal no requiere la formación de la causa y el
Juez entiende que debe iniciarse la investigación, no puede proceder a la
misma porque estaría actuando de oficio, sin acusación, y violando el
nex procedat iudex ex officio, porque la acción penal no estaría
promovida en sentido positivo@ (cfr. Washington Ábalos, Raúl: Código
Procesal Penal de la Nación Comentado, Ediciones Jurídicas Cuyo,
Mendoza, 1994, páginas 400/402).
Asimismo, el Dr. Jorge Moras Mom ha referido que Ala
acción penal [...] ofrece un enfoque subjetivo, en cuanto tiene en cuenta
a la persona que pide el proceso, lo cual resalta nítido en su promoción
por el Ministerio Público Fiscal en su pretensión de obtener el
reconocimiento a favor del Estado del derecho de aplicar una pena: acción
Poder Judicial de la Nación
positiva@ y que el mentado organismo Atiene a su cargo el ejercicio de
la acción pública penal oficiosa@ (cfr. Moras Mom, Jorge: Manual de
Derecho Procesal Penal, Editorial Abeledo - Perrot, Bs. As., páginas
96 y 142).
Claramente
se
infiere
de
las
citas
doctrinarias
y
jurisprudenciales señaladas en los párrafos que anteceden, la
esencia acusatoria instaurada a partir de la sanción de la ley
23.984, en nuestro ordenamiento procesal penal, creando en el
mismo un carácter acusatorio mixto, que impide en todo momento
la actuación de oficio por parte del órgano jurisdiccional, si no ha
habido previamente un impulso de la acción penal por parte del
Ministerio Público Fiscal.
El Superior al tratar este tema, ha reafirmado que
A[e]xisten a su vez, otras normas constitucionales que dan cuenta de
esta separación entre las funciones estatales de juzgar y acusar.
*Cuando se trata de atribuir responsabilidades políticas en el desempeño
de ciertos cargos, atribuye a la Cámara de Diputados el derecho de
acusar (art. 53) y a la Cámara de Senadores juzgar en juicio público a
los acusados (art. 59). Del mismo modo, para remover a los jueces
ordinarios, el Consejo de la Magistratura formula la acusación (art. 114
inc. 5 ° ) y el Jurado de Enjuiciamiento remueve (art. 115)+@ (cfr.
Ricardo R. Gil Lavedra Legalidad vs. Acusatorio, Pp. Bs. As.,
Cuadernos de doctrina y jurisprudencia penal, Año III, n° 7, Ad
Hoc, páginas 833/4).
Y prosiguió diciendo que ALa coordinación de estos
poderes, de jurisdicción (juez) y de acción (fiscal) -en la que también
participa
el
poder
de
excepción
propio
del
perseguido
jurisdiccionalmente-, es inherente al modelo teórico acusatorio cuya
garantía básica es la de un *juez imparcial+ -y como tal, tajantemente
independizado de la acusación- y representa la cristalización en nuestra
Carta Magna de los aforismos ne procedat iudex ex officio y nemo
iudex sine actore@.
Finalizando el razonamiento la Alzada, al afirmar que
Aen consecuencia, no hay jurisdicción sin una acción que la requiera con
anterioridad, ni posibilidad de que un juez instruya a un fiscal a que
efectúe tal requerimiento@ (cfr. C.N.C.C.Fed., Sala I, causa n° 35.371,
ABonadío, Claudio s/Desestimación@, rta. 03/05/2004).
Cabe agregar que hoy en día ni siquiera es posible
introducir el mecanismo pretoriano de consulta al Superior, desde
el momento en que esta práctica Ade lege ferenda@ tenía sustento en
una interpretación analógica del art. 348 del Código Procesal Penal
de la Nación, en el párrafo que precisamente fue declarado
inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
el Fallo AQuiroga@ del 23/12/2004, de modo tal que ya no es
posible,
a
partir
de
la
doctrina
que
emana
de
dicho
fallo,
reconducir aquella solución legislativa (declarada inválida) a la
cuestión aquí planteada.
En efecto, de conformidad con lo expuesto hasta aquí, y
a la luz del requerimiento efectuado por el Sr. Agente Fiscal a fs.
60/1, resultaría contrario a derecho no adoptar el temperamento
previsto por el art. 180, último párrafo, del Código Procesal Penal
de la Nación.
Aquél párrafo del art. 180 del C.P.P.N. establece que la
denuncia: “[s]erá desestimada cuando los hechos referidos en ella no
constituyan delito, o cuando no se pueda proceder”.
De la solicitud de ser tenido por parte querellante
En su presentación de fs. 1/5, el denunciante solicitó
también que se lo tenga por parte querellante.
Ahora bien, teniendo en cuenta por un lado, que del
análisis de las presentes actuaciones no surge que el nombrado
resulte particularmente ofendido por los delitos denunciados en
este expediente; y por otro lado, que para asumir el rol de
querellante en una causa penal es menester que quien lo pretenda
se haya visto afectado directamente por el hecho original y que se
trate del titular del bien jurídicamente protegido por el delito
presuntamente
cometido
-circunstancia
que
claramente
no
se
verifica en la pesquisa- (cfr. C.N.C.P., Sala II, ATravagli, Nelson
Rubén@, rta. 14/07/1999), es que no habré de hacer lugar a tal
petición.
Poder Judicial de la Nación
La denuncia penal contra jueces de la Nación a raíz de
sus decisiones funcionales. Gravedad institucional
Sentado ello, quiero ahondar en los efectos que una
denuncia penal como la presentada puede tener con respecto a los
denunciados, en este caso, Magistrados de la Nación de reconocida
trayectoria profesional.
En primer lugar, quiero resaltar que la denuncia es un
medio que se concede a los particulares para que éstos, cuando
conocen la existencia de un delito, puedan transmitir la notitia
criminis a la autoridad, a los efectos de que se investigue el
supuesto hecho criminal.
En este sentido, se pone en manos de los particulares la
posibilidad de, sin convertirse en partes del proceso, oficiar de
colaboradores para la administración de Justicia, poniendo a su
alcance las herramientas o datos necesarios para la génesis del
proceso;
siendo
constitucional
de
tal
derecho
los
una
particulares
expresión
de
del
peticionar
derecho
ante
las
autoridades (art. 14, C.N.).
Es decir, su efecto no es otro que iniciar un proceso, sin
que sea facultativo para el receptor de la denuncia, sea el Juez o el
Ministerio Fiscal, dar o no curso a la misma.
Así, en virtud del carácter vinculante que tiene para su
receptor, la denuncia debe ser utilizada mesuradamente, y no como
medio de canalización de protestas personales.
Tal es el deber de mesura que deviene de sus efectos,
que el artículo 245 del Código Penal reprime a quien denunciare
falsamente
un
delito
ante
la
autoridad,
pues
ello
perjudica
notoriamente el correcto funcionamiento de la administración de
Justicia.
Asimismo,
la
denuncia,
más
allá
de
su
eventual
aprovechamiento como fuente de prueba, es un acto de imputación,
y por medio de ella se pone al alcance de la autoridad un objeto
procesal concreto que habrá de ser tenido como plataforma de
inicio de un proceso penal.
El mismo Código Procesal Penal de la Nación, establece
que la calidad de imputado se adquiere por haber sido indicado
“de cualquier forma” como partícipe de un hecho delictuoso (art.
72), lo que permite asignar a la denuncia la calidad de acto de
imputación en los términos señalados.
Queda entonces claramente demarcado el grado de
relevancia de dicho acto, en virtud de sus efectos en la esfera
jurídico-penal.
Ahora bien, ya hemos visto cuáles son los efectos
técnicos que la denuncia genera per se, pero resta valorar su
impacto en la esfera personal de los denunciados; en este caso la
denuncia
se
ha
dirigido
contra
tres
Jueces
de
la
Nación,
circunstancia que a mi entender, merece ser tratada con particular
atención.
Se debe enfatizar que el derecho de denunciar se halla
dentro de la órbita del derecho constitucional de peticionar a las
autoridades (art. 14 C.N.), y a exigir -mediante la forma viable
para ello- la activación de los mecanismos conducentes para la
revisión
de
garantías
las
decisiones
reconocidos
en
que
la
puedan
vulnerar
Constitución,
derechos
Tratados
o
o
Leyes
dictadas en relación; encontrando también su correlativo en el
derecho
a
la
protección
judicial
(art.
25
de
la
Convención
Americana Sobre Derechos Humanos).
Como expresión de tales derechos, resulta lícita y hasta
fructífera
la
utilización
de
la
denuncia
por
parte
de
los
particulares, con el objeto de preservar la calidad exigible a las
personas que integran posiciones estratégicas en la mecánica de
funcionamiento de la República.
En este sentido, resulta absolutamente lícito que dicho
acto pueda dirigirse contra un juez, cuando el cuadro probatorio
presenta rasgos de verosimilitud que la justifican, de allí, que la
regularidad del ejercicio del derecho de denunciar, se supedite a la
razonabilidad de la denuncia, la cual debe tener un basamento tal
que justifique el deber del denunciado de soportar su imputación.
Poder Judicial de la Nación
Toda
denuncia,
por
su
significación
jurídica,
debe
encontrarse debidamente fundada y su presentación debe derivarse
de
un
análisis
pormenorizado
de
las
circunstancias
que
la
legitiman; cuando el denunciado reviste la calidad de juez, se
impone al denunciante que actúe con extrema prudencia, ya que
claramente la denuncia contra un juez constituye un agravio que,
además
de
atentar
tanto
contra
la
esfera
profesional,
como
personal del magistrado, impacta en la investidura que representa
todo magistrado, y por lo tanto, en las instituciones que son pilares
de la sociedad y del Estado de Derecho.
Más allá de los fines que aquel persiga, la denuncia
contra un juez no deja de ser un acto de gravedad institucional, ya
que un acto de dicha naturaleza afecta de un modo directo al
interés, no sólo de las personas que se encuentran en la órbita de
juzgamiento por parte del magistrado denunciado, sino a la
comunidad
entera,
que
se
edifica
en
la
creencia
en
sus
instituciones, cuyos valores y principios la identifican.
La
denuncia
de
por
sí,
constituye
una
causal
de
desprestigio que el denunciado debe enfrentar, perjuicio que lo
obliga a ejercer actos positivos de defensa, con el consecuente
desgaste que ello implica, resultando irreversible dicho daño aún
cuando
las
probanzas
finales
demuestren
la
inocencia
del
magistrado, quien desde que asume la calidad de “denunciado”
lleva sobre sí una sombra que al menos en el ámbito judicial,
oscurece la tacha de legitimidad a la que aspira.
Ello, porque la denuncia por sí misma y sin perjuicio de
las posteriores rectificaciones que de ella se hagan o de la falta de
procedencia que luego se demuestre, constituye un acto de agravio
institucional, en el sentido de que, sin importar cuál sea el
resultado de la causa a la postre, pone al magistrado denunciado
bajo el ojo crítico de la sociedad, sobre el cual indefectiblemente se
erige la duda acerca de si su desempeño se ajusta a los parámetros
de pureza que se espera de los integrantes de las instituciones.
Es innegable que la presentación de una denuncia sin
basamentos que la tornen razonable, constituye un agravio a la
investidura
del
Juez,
quien
sin
perjuicio
de
encontrarse
cuestionado, debe hacer todo lo posible para mantener el equilibrio
emocional y la serenidad que son necesarias para tomar decisiones
armónicas con los principios de equidad y justicia, actitud contra
la cual evidentemente conspira la presentación de denuncias
penales en su contra.
Justamente es éste el motivo por el cual la persona que
denuncia a un juez, debe realizar un minucioso estudio de las
probanzas que sustentan su acusación a fin de no incurrir en la
ligereza de denunciar sin basamento real; porque en definitiva, la
afectación del ánimo del juez, de su prestigio y de su status
judicial, mediante una acusación que no tiene asidero, repercuten
en
la
sociedad,
como
destinataria
de
una
recta
y
meditada
administración de Justicia.
Por otra parte, debe quedar claro que no se intenta
inhibir a los particulares en el uso de su derecho de denunciar, ni
de imponer a estos ritualismos que obstaculicen el regular ejercicio
de tal derecho, sino más bien, de generar una conciencia que vea
más allá del mero interés particular, y que al decidirse por la
presentación de una denuncia como la que es objeto de autos, lo
haga sin perder de vista la repercusión que ello conlleva en la vida
de las instituciones republicanas.
Es cierto que la Corte Suprema de Justicia de la Nación
viene sosteniendo que, enmarcado en las expresiones propias del
sistema republicano y a fin de preservar el debate respecto a
cuestiones que involucran a funcionarios públicos, debe tolerarse
toda crítica a éstos (in re: ALescano, Roberto v. Hardy, Marcos A.”,
rta.: 17/2/04), sin embargo, como bien se expresa en el mismo fallo
“de ello no cabe derivar la impunidad de quienes, por su profesión y
experiencia han obrado excediendo el marco propio del ejercicio regular
de los derechos de petición y crítica. Que desde esta perspectiva no puede
exigirse a los Magistrados que soporten estoicamente cualquier afrenta a
su honor [...] Admitir lo contrario importaría tanto como consagrar la
existencia de una categoría de ciudadanos -por su cargo o función
Poder Judicial de la Nación
pública- huérfanos de tutela constitucional y expuestos al agravio
impune” (del voto de los Dres. Belluscio y Leal de Ibarra).
Por otro lado, es innegable también que la denuncia
genera en su destinatario un sentimiento de vulneración en su
honor, un menoscabo en su dignidad que más allá del desacierto de
lo denunciado, lo persiguen hasta el momento en que la misma es
desechada y él desvinculado.
Este sentimiento, común a todos los ciudadanos, cobra
otro tamaño en quien posee la trascendental responsabilidad de
impartir Justicia, de adaptar su vida a ella y de conducir su
cotidianeidad
de
acuerdo
a
los
parámetros
adecuados
a
las
expectativas de la sociedad, la cual espera de los magistrados que
mantengan una vida digna y un proceder irreprochable, siendo que
lo que para el común de las personas constituye una mera falta,
para los magistrados, puede convertirse en causal objetiva para su
remoción.
Al respecto, señala Edgardo I. Saux (J.A., 1996-IV-250):
“la situación particular de quien ha canalizado su ejercicio profesional
de abogado como Juez asume una doble singularidad, toda vez que a los
deberes éticos profesionales «normales» se les adicionan las exigencias
propias de quienes tienen la augusta y delicada función de ejercer la
magistratura y cuyo decoro, prudencia, austeridad y rectitud de proceder
impregnan desde lo profesional al mismo ámbito privado”.
En el caso, se advierte que el letrado denunciante ha
elegido la vía de la denuncia, cuando no se hallaba fuera de su
alcance otras vías alternativas para arribar al resultado pretendido;
en efecto, el ordenamiento procesal vigente otorga al letrado la
posibilidad de articular diversos reclamos que tomarán forma,
según cuáles sean las normas constitucionales que interprete
vulneradas; siendo que aún cuando dicho planteo hubiere sido
desechado, ello no habilitaba al letrado a efectuar la presentación
que es objeto de autos.
Por otro lado, si la presentación efectuada en estos
autos
ha
obedecido
a
la
disconformidad
del
Wieder
con
el
temperamento adoptado por el Juez Blanco y por los Camaristas
Munné y Corcuera al dictar sendas resoluciones cuyas copias obran
en este legajo, claro está que la utilización de la denuncia con
relación a un comportamiento claramente atípico, como medio para
atacar la resolución dictada por estos Magistrados en el pleno y
legítimo ejercicio de sus funciones, configura un exceso en franca
vulneración del deber de todo abogado de velar por el cauto y
correcto uso de las herramientas que la ley pone a su alcance.
En efecto resulta que el denunciante es abogado, lo cual
evidencia -al menos a su respecto- su cabal conocimiento de la
afección que un planteo como el realizado en autos, constituye
para la investidura de un Magistrado.
Tal como expusiera Bidart Campos, “…todo hombre por el
sólo hecho de vivir en sociedad, debe comportarse con la prudencia y
cuidados necesarios para no dañar a los demás y si no asume estos
cuidados, está en falta y contraría el ordenamiento” (cfr. nota al fallo
“Vilar, Miguel A. c. Ricciardi, Uber”, c. 42.315 – C.N.Civ., Sala
“G”, rta.: 10/11/1989, publ. en ED, 137-203), mayor aún es la
prudencia exigible a los abogados, en el ejercicio de sus funciones,
ya que el ejercicio de la profesión es inescindible de un proceder
afín al respeto de aquellos derechos que el Estado ha erigido al
punto de otorgarles carácter supremo, ya por encontrarse en la
Carta Magna, o en los Tratados a los que se les ha otorgado
jerarquía constitucional (artículo 75 inciso 22 de la C.N.).
Aún cuando la denuncia no tenga viabilidad alguna
conforma lo dicho supra, ello no significa que quede ésta al margen
de aquellos actos constitutivos de agravios y afecciones al honor de
los denunciados.
Ello, porque a mi entender, la viabilidad de la denuncia
no debe supeditarse a la concreta afectación de la moral del
denunciado, sino que ya de por sí su presentación repercute en la
imagen de la Justicia que tiene al juez como uno de sus resortes
fundamentales.
Por último no puedo dejar se señalar, en mi condición
de
par
de
los
Magistrados
aquí
denunciados,
la
honda
preocupación que me generan los hechos aquí ventilados, no por
Poder Judicial de la Nación
motivos personales, sino en el entendimiento de que, de volverse
usual el apelar a este tipo de denuncias penales manifiestamente
improcedentes por parte de abogados con relación a decisiones
jurisdiccionales adoptadas a diario que tienen que ver con la
materia
propia
de
tribunales
con
competencia
electoral,
es
menester tomar conciencia de que ello se traduciría en una
reiteración incesante de episodios altamente dañosos para la
tranquilidad de los jueces y para la imagen de toda la Justicia, que
terminarían poniendo en peligro el correcto funcionamiento nada
menos que de uno de los tres poderes de la República.
Máxime en este caso, en donde la presentación de la
denuncia penal en este fuero fue acompañado, en tiempo real, de
una profusa ventilación del asunto por parte de los medios
masivos de comunicación, con una anticipación asombrosa de
pormenores tales como los nombres de los Magistrados imputados,
el motivo de la denuncia y hasta el Juez Federal que resultara
desinsaculado para llevar adelante la investigación, cuando el
suscripto aún no había tenido noticias de ninguna de estas
circunstancias, de las que tuvo que anoticiarse –no sin perplejidada través de tales medios.
En razón de todo ello, y considerando que el accionar
infundado del Dr. Isaac Wieder atenta contra uno de los poderes
del Estado –como es el Poder Judicial- y por ende contra el
afianzamiento de la República como tal, es que a los efectos que se
estime corresponder, ordenaré extraer testimonios de las partes
pertinentes y los remitiré en consecuencia al Colegio Público de
Abogados de la Capital Federal ante la posible aplicación en su
respecto de lo establecido en el art. 43 y concordantes de la ley
23.187.
Así las cosas, en virtud a todo lo expuesto, y de
conformidad con lo requerido por el Sr. Fiscal y lo establecido en
el art. 180 último párrafo del Código Procesal Penal de la Nación,
es que;
Resuelvo:
I) DESESTIMAR la denuncia de fs. 1/5, que diera
origen a las presentes actuaciones que llevan el N° 7.576/2009 (art.
180 último párrafo del Código Procesal Penal de la Nación).
II) NO TENER POR PARTE QUERELLANTE en las
presentes actuaciones al Dr. Isaac Wieder.
III)
EXTRAER
TESTIMONIOS
de
los
presentes
actuados a fin de ser remitidos al Colegio Público de Abogados de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ante la posible aplicación
del art. 43 y cc. de la ley 23.187 respecto del Dr. Isaac Wieder.
Notifíquese a quien corresponda.
En su caso, líbrese cédula a diligenciar en el día de su
recepción por la oficina correspondiente, a la que se le deberá
adjuntar fotocopias de las partes pertinentes.
Ante mí:
En la misma fecha se libró cédula y oficio. CONSTE.-
En
del mismo notifiqué al Señor Fiscal y firmó. DOY FE.-
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