Comentario al Fallo Aparicio

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Voces: ADMINISTRACION DE JUSTICIA ~ PODER JUDICIAL ~ CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE
LA NACION ~ JUEZ ~ NOMBRAMIENTO DE JUEZ ~ CONJUEZ ~ INTERPRETACION JUDICIAL ~
JURISPRUDENCIA ~ PODER LEGISLATIVO ~ PRINCIPIO DE DIVISION DE PODERES ~ PODER
EJECUTIVO ~ MINISTRO DE LA CORTE SUPREMA ~ ITER LEGISLATIVO
Título: Los conjueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (A propósito del caso "Aparicio, Ana
Beatriz")
Autor: Sagüés, Néstor P.
Publicado en: LA LEY 30/04/2015, 30/04/2015, 1
Cita Online: AR/DOC/1422/2015
Sumario: I. Introducción. La Constitución y los conjueces de la Corte Suprema. — II. Otras alternativas
y el derecho vigente. — III. Una interpretación "conforme" que realiza una mutación por adición. — IV.
Un argumento marginal: el Reglamento del Senado. — V. La remisión al derecho internacional de los
derechos humanos: aplaudible, aunque con incógnitas finales en torno a un eventual retroceso argentino
sobre la doctrina del control de convencionalidad. — VI. El caso de los camaristas federales subrogantes
de la Corte Suprema. — VII. Conclusiones.
Abstract: Mediante la interpretación "conforme" entre el art. 22 decreto ley 1885/58 y la Constitución, la Corte
Suprema consuma una interpretación mutativa por adición. Por ella, deja incólume al texto del decreto-ley; y
más allá de la posible intención del autor histórico de éste, le otorga un contenido específico a la palabra
"acuerdo" que allí se emplea: no se trata de cualquier acuerdo, sino el acuerdo conferido por los dos tercios de
los senadores presentes, realizado en audiencia pública específicamente programada a tal fin.
(*)
(**)
I. Introducción. La Constitución y los conjueces de la Corte Suprema
El tema de los "conjueces" de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (otros los llaman "jueces
subrogantes" o "jueces ad hoc", o suplentes), es decir, de aquellos magistrados judiciales y letrados convocados
para actuar como reemplazantes de los jueces titulares en un caso concreto a resolver, no está expresamente
contemplado en el texto de la Constitución nacional.
Dicho silencio no importa, en verdad, una imprevisión constitucional reprochable: es común en el derecho
constitucional comparado. En verdad, la cobertura del desempeño de un juez que se excusa o que es recusado, o
que ha renunciado, jubilado o se encuentre en uso de licencia y resulte necesario reemplazarlo para resolver un
litigio, es un tema casi siempre subconstitucional, propio de ese tramo del derecho procesal constitucional, que
se ocupa de la magistratura constitucional y de los procesos constitucionales. (1) Todo esto sea dicho sin olvidar
la importancia del asunto, que incluso puede provocar, por excepción, que la Constitución se ocupe de él,
—siquiera parcialmente—, de modo explícito.
Por silencio constitucional, entonces, lo correcto en Argentina es derivar la cuestión al legislador, conforme
al art. 75 inc. 32 de la Constitución nacional. (2) Existe sobre el tema una sensible discrecionalidad legislativa, o
margen de apreciación legislativo, acerca de cómo regular la cuestión. No obstante, el legislador no puede
formular cualquier receta que le guste: ella tendrá que ser razonable. Desde el caso "Itzcovich", la Corte
Suprema, con acierto, ha dicho que las competencias congresionales para reglamentar temas atinentes a la Corte
Suprema (como establecer los tipos y modos de apelación ante ella, v. gr., según el art. 117 de la constitución)
están también sometidas a la exigencia de su razonabilidad, derivada del art. 28 de la Constitución nacional. (3)
Precisamente, en el caso "Aparicio", resuelto el 21/4/2015, la Corte Suprema, y de oficio, ha reputado
inconstitucional un decreto del Poder Ejecutivo (856/14), que designa abogados conjueces para la Corte
Suprema de Justicia, con acuerdo del Senado, prestado éste por una mayoría no calificada. Para la Corte, debió
haberse requerido la aprobación de los dos tercios de los miembros del Senado presentes en la sesión pública
respectiva, siguiendo, por analogía, el recaudo contemplado por el art. 99 inc.¿4º de la misma Constitución, para
el nombramiento de los jueces titulares del alto tribunal.
Desde luego, cabe advertir que el fallo en cuestión se inspira en serios principios republicanos destinados a
afianzar la independencia del Poder Judicial. Pero aparte de ello, cabe reconocer también que ofrece algunos
ángulos para el debate. Y puede tener secuelas conflictivas.
No puede omitirse, además, el contexto político conflictivo donde se vierte la sentencia. En tal instante, la
Corte Suprema cuenta con una vacante cuya cobertura los partidos de oposición se niegan a realizar hasta que
asuma un nuevo Poder Ejecutivo y se renueven parcialmente las cámaras legislativas, en diciembre de 2015.
Concomitantemente, y de mantenerse entonces la vacancia, circulan con insistencia trascendidos sobre la
ampliación por ley del Congreso del número de jueces de la Corte, y que hasta que se nombren los nuevos
magistrados titulares, actuarían conjueces abogados designados, al parecer, por la presidencia de la Nación con
acuerdo senatorial prestado por mayoría simple de los miembros de esa sala del Congreso. Tales conjeturas han
sido rechazadas por la jefatura del gabinete de ministros. Naturalmente, en esa encrucijada, determinar si los
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conjueces son designados con acuerdo por mayoría habitual del Senado, o por mayoría reforzada de los dos
tercios de los miembros presentes, en la sesión pública respectiva (alternativa ésta que podría frustrar su
nombramiento, de no lograrse tan acentuada aprobación), tiene un fuerte impacto político tanto en la integración
de la Corte Suprema como en las articulaciones de poder de ella con el Poder Ejecutivo y el Legislativo.
II. Otras alternativas y el derecho vigente
Por ejemplo, los arts. 21 y 22 del decreto-ley¿1285/58, modificados por el art. 2 de la ley 20.528,
dispusieron que en caso de impedimento, vacancia o licencia de alguno de sus jueces titulares, la Corte se
integraba con el Procurador General de la Nación y después con los conjueces de una lista de quince abogados,
que debían reunir las condiciones para ser miembro de la misma Corte, elaborada por ella, y que se
desinsaculaban en el mes de julio de cada año. (4)
Actualmente, el art. 22 del decreto-ley 1285/58, según ley 14.467 y sus modificatorias, establece que en los
casos de recusación, excusación, vacancia o licencia de alguno de los miembros de la Corte, el tribunal se
integra, hasta el número legal para fallar, mediante sorteo entre los presidentes de las cámaras nacionales de
apelación en lo federal de la Capital Federal, y los de las cámaras federales con asiento en las provincias. Si tal
método fallare a la postre (v. gr., aclaramos, por excusaciones), "se practicará un sorteo entre una lista de
conjueces, hasta completar el número legal para fallar. Los conjueces de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, en número de diez, serán designados por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado". (5) La norma
prosigue con regulaciones sobre la duración de tales conjueces y su actuación en las causas donde intervinieren.
En síntesis, conforme al sistema actual, hay dos fuentes de provisión de conjueces para la Corte: a) la
primera, son los presidentes de cámaras federales; b) la segunda, subsidiaria, proviene de una nómina electa por
el Presidente de la Nación con acuerdo del Senado. El texto no demanda —expresamente— mayoría calificada
de dos tercios de senadores presentes, y es precisamente este último tramo sobre el que la Corte Suprema realiza
una interpretación puntual.
III. Una interpretación "conforme" que realiza una mutación por adición
Desde el punto de vista estrictamente jurídico, la Corte Suprema propone compaginar el mencionado art. 22
del decreto 1285/58, reformado por la ley 14.467 y sus modificatorias, con el art. 99 inc. 3 de la Constitución,
según la reforma constitucional de 1994.
Es una aplicación tradicional de la interpretación "conforme", o "armonizante", entre las reglas
infraconstitucionales y las constitucionales. Ella aconseja, en el caso que nos ocupa, "leer" el precepto inferior
de acuerdo a la letra y al espíritu del precepto superior, adaptándolo en todo lo que fuera menester. Incluso,
llegado el caso, practicando interpretaciones mutativas por adición, sustracción o mixtas (es decir, agregando
algo, quitando algo, o quitando y agregando algo al contenido normativo de la cláusula inferior), para
conformarla con la superior. Es una tarea de empalme y engarce, algunas veces de reciclaje, en aras de rescatar
y tornar útil a la norma subordinada, en vez de reputarla, sin más, inconstitucional. (6)
Veamos la argumentación de la Corte Suprema para realizar su trabajo, tarea que realiza especialmente en
los considerandos 15 a 23 de "Aparicio". Lo más relevante del mismo fue desentrañar el sentido y la razón de
ser de la nueva norma constitucional, el art. 99 inc. 4º, para lo cual se recurre a esta argumentación:
a) incluso en el esquema constitucional de 1853/60, el acuerdo senatorial implica aspirar a un mayor
equilibrio político entre los poderes del Estado, ya que significa un freno al posible favoritismo presidencial;
b) también pretende mejorar la calidad de las designaciones de los jueces;
c) asimismo procura imponer un correctivo a "la facultad peligrosa y corruptora en manos de un solo
hombre" autorizado a distribuir empleos honoríficos y lucrativos en grado elevado (cita, al respecto, el informe
de la Comisión Examinadora de la Constitución federal de 1860);
d) después de la reforma de 1994 se acentúa la tendencia a atenuar la discrecionalidad del Poder Ejecutivo
en la propuesta de magistrados judiciales, y de amortiguar la gravitación político-partidaria en tales procesos;
e) la enmienda vigorizó el papel del Senado, en aras de restringir la discrecionalidad del Poder Ejecutivo,
consolidar la independencia de la judicatura y reforzar el equilibrio político, demandando el acuerdo de la
Cámara alta en sesión pública y con la aquiescencia de los dos tercios de los miembros presentes;
f) los conjueces abogados de la Corte Suprema, que no integran los cuadros judiciales son convocados
exclusivamente para desempeñarse en ella en supuestos de excusaciones o recusaciones de alguno de los
miembros titulares, para decidir en casos concretos; pero en dichos procesos se encuentran en paridad de
condiciones con los jueces titulares, ya que, en definitiva, ejercen la misma función que éstos, que es
administrar justicia como cabeza del Poder Judicial;
g) en su consecuencia, toda persona cuya causa debe ser decidida por los abogados conjueces que no forman
parte del Poder Judicial tiene derecho a que quienes conozcan en el litigio haya sido designados de conformidad
con los mecanismos que el constituyente adoptó como garantía de la independencia e imparcialidad del órgano
judicial;
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h) la provisionalidad de los conjueces no debe significar alteración al régimen de garantías para el buen
desempeño del juzgador y la salvaguarda de los propios justiciables, que tienen el derecho a que los jueces que
resuelvan sus controversias, sean y aparenten ser independientes.
Con tal arsenal argumentativo, la Corte pasa a interpretar el art. 22 del decreto-ley 1285/58, confirmado pero
corregido legalmente después, cuando puntualiza que los conjueces de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación... serán designados por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado.
Una primera exégesis, literal y aislada, llevaría a concluir que como esta norma no demanda mayoría
especial, bastaría la habitualmente requerida para decidir algo en la Cámara alta. Regiría aquí el adagio de que
cuando la ley no distingue, no debemos distinguir (ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemus). (7)
La Corte prefiere una interpretación orgánica y sistemática, y además, "conforme" con la Constitución, es
decir, subordinada a ésta. La interpretación "conforme" o "armonizante" postula interpretar un texto
subconstitucional de acuerdo a, y no contra, la Constitución. Y si la norma inferior alberga varias
interpretaciones posibles, el operador deberá escoger la que empalme, y no la que colisione, con la Constitución.
Es todo un operativo de rescate de normas infraconstitucionales, que por razones también de economía procesal
constitucional evita así declaraciones de inconstitucionalidad y torna útiles y funcionales a las reglas bajo
examen.
En el meollo del considerando 22 de "Aparicio" se opta, en efecto, por entender que aunque el art. 22 del
decreto-ley 1885/58 no haga alusión, expresamente, a qué tipo de mayoría se refiere en el acuerdo senatorial,
"esa ausencia en la norma citada no puede jamás justificar una interpretación que signifique subvertir los límites
impuestos por la Constitución Nacional para el nombramiento de quienes integran el máximo tribunal
jurisdiccional del país". De lo contrario (y aquí la Corte utiliza el argumento del absurdo) podría entenderse que
todos los recaudos constitucionales para asegurar el principio de la independencia del Poder Judicial serían
obviables "a partir de una hermenéutica manifiestamente inadecuada de una norma legal".
En síntesis, hay una interpretación inadecuada (cabe recordar que la exégesis inadecuada de una norma, tiñe
de arbitrariedad a dicha interpretación) (8) del art. 22 del decreto-ley citado, que es la que se configura cuando la
palabra "acuerdo" se entiende por mayoría común; y una interpretación adecuada, que es la que compagina el
concepto "acuerdo" del aludido decreto-ley, con el art. 99 inc. 4º de la Constitución Nacional: un acuerdo
senatorial prestado con los "dos tercios de sus miembros presentes, en sesión pública, convocada al efecto".
En definitiva, mediante la interpretación "conforme" entre el decreto-ley y la Constitución, la Corte
Suprema está consumando una interpretación mutativa por adición. Por ella deja incólume al texto del
decreto-ley; y más allá de la posible intención del autor histórico de éste, le otorga un contenido específico a la
palabra "acuerdo" que allí se emplea: no se trata de cualquier acuerdo, sino del acuerdo conferido por los dos
tercios de los senadores presentes, realizado en audiencia pública específicamente programada a tal fin.
Si se acepta que la interpretación "conforme" es habitualmente recepcionada en las cortes y salas
constitucionales, que cuenta con aceptación en nuestro derecho constitucional y procesal constitucional, y que,
como una de sus consecuencias operativas, es dable realizar interpretaciones mutativas del derecho
subconstitucional, la tesis de la Corte Suprema en "Aparicio" es, en este punto, correcta, y así lo pensamos.
IV. Un argumento marginal: el reglamento del Senado
En el considerando 23 de "Aparicio" se realiza una consideración complementaria: el trámite del desarrollo
de la audiencia pública donde se discutirán los candidatos para ocupar cargos en la Corte Suprema es el mismo,
sea para jueces titulares o conjueces, según el Reglamento del Senado (art. 123 bis y siguientes). Es, apunta la
Corte, un dato "corroborante" de lo sostenido anteriormente por ella.
En efecto, podría conjeturarse que si la convocatoria y desarrollo de la audiencia prevista por el Senado es
igual para jueces propietarios y jueces suplentes de la Corte, el tipo de votación y el número para decidir el
acuerdo, no aludidos explícitamente en tal sector del Reglamento, tendrían que ser análogos, máxime si tal
instrumento no impone en la cuestión regímenes de aprobación distintos. Aquí se está proponiendo una
interpretación orgánica o sistemática entre el decreto ley 1285/58, el Reglamento senatorial y la Constitución
Nacional.
V. La remisión al derecho internacional de los derechos humanos: aplaudible, aunque con incógnitas
finales en torno a un eventual retroceso argentino sobre la doctrina del control de convencionalidad
En diversos tramos de "Aparicio" (v. gr.., considerandos 18 y 21), la Corte Suprema argentina recuerda que
el derecho internacional de los derechos humanos recuerda, especialmente en favor de los justiciables, su
derecho a contar con tribunales imparciales e independientes (Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre, art. 26; art. 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; art. 8.1. del Pacto
de San José de Costa Rica); y que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado en diversas
oportunidades que el principio de la independencia judicial constituye uno de los pilares del debido proceso, por
lo que debe ser respetado en todas las instancias del proceso; a más de que importa una garantía, la
independencia de los jueces, que debe ser garantizada por el Estado tanto en su faceta institucional, como con
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relación a la persona del juez específico; que exige que el sistema judicial en general y sus integrantes en
particular no se vean sometidos a posibles restricciones indebidas por parte de órganos ajenos al Poder Judicial
o incluso por parte de órganos que ejerzan funciones de revisión o apelación. También que el Estado tiene el
deber de garantizar una apariencia de independencia de la magistratura que inspire legitimidad y confianza
suficiente, no solamente para el justiciable, sino también a los ciudadanos en una sociedad democrática. La
provisionalidad de ciertos magistrados, en síntesis, no debe significar alteración a tal régimen de garantías para
el buen desempeño del juzgador y la salvaguardia de los justiciables.
Como una apreciación de detalle, digamos que esa doctrina equiparadora —en los aspectos básicos de su
imparcialidad e independencia— de los jueces titulares con los jueces provisionales o interinos refiere por lo
común, en la jurisprudencia de la Corte Interamericana, a magistrados que de modo no definitivo ocupan un
órgano judicial, más que a quienes suplan a un juez en un expediente específico. De todos modos, aquellas
pautas de imparcialidad e independencia bien pueden ser exigidas, por vía de analogía, tanto a unos como a
otros.
Hasta ahí, todo bien. Pero en el considerando 18 de "Aparicio" la Corte Suprema explica que la
jurisprudencia de la Corte Interamericana debe servir de guía para la interpretación de los preceptos
convencionales de orden internacional, citando la doctrina de Fallos, 321:3555 y 328:1491 (casos "Acosta" y
"Llerena", respectivamente). En realidad, esa jurisprudencia de la Corte argentina resulta hoy magra y modesta,
después de haber adherido la Corte argentina, y de modo explícito, a la doctrina del "control de
convencionalidad" exigida (no como mera guía) por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y aceptada
expresamente por nuestra Corte Suprema en Mazzeo, Videla y Massera, Rodríguez Pereira y otros veredictos.
(9) Conforme a esta última tesis, los fallos de la Corte Interamericana no son una guía común, sino que sientan
una doctrina obligatoria que los jueces nacionales deben puntualmente observar, tanto para excluir la
inaplicación de reglas locales opuestas al Pacto de San José y a esa jurisprudencia regional, como para
reinterpretar a todo el derecho argentino (roles "represivo" y "constructivo" del control de convencionalidad, a
partir de Radilla Pacheco, resuelto por la Corte Interamericana en 2009). (10)
¿Querrá decir, la cita a Fallos 321:3255 y 328:1491, y la no mención de Mazzeo, Videla Massera y
Rodríguez Pereira, que nuestra Corte Suprema ha iniciado en "Aparicio" una regresión "anticonvencionalista",
de tipo involutivo? Presumimos que no y que se trata de un defecto de omisión o de desprolijidad de las citas de
referencia, porque si se hubiera querido dar marcha atrás en la recepción y aplicación de la muy importante tesis
del control de convencionalidad, y volver a etapas nacionales ya históricas acerca del vigor de la doctrina de la
Corte Interamericana como mera "guía", ello habría demandado, al menos, algunos párrafos explícitos de la
Corte Suprema sobre tal hipotética postura regresiva. De todos modos, todo ello alerta que la Corte argentina
debe ser muy cuidadosa cuando cita algo y que en futuros pronunciamientos deberá expedirse claramente sobre
el punto que aquí nos interrogamos.
VI. El caso de los camaristas federales subrogantes de la Corte Suprema
"Aparicio" se detiene, principalmente, en la cobertura de jueces subrogantes realizada mediante nóminas de
abogados, demandando, como señalamos, que ellos cuenten con un acuerdo senatorial reforzado que demanda el
art. 99 inc.¿4º de la Constitución, para los jueces titulares.
Pero también menciona en el considerando 24 el caso de los jueces subrogantes que, según el art. 22 del
decreto-ley 1285/59 y sus reformas, provienen de jueces presidentes de cámaras federales.
Sobre ellos, entiende que no pesa la necesidad de que sean propuestos por el Poder Ejecutivo, ni del visto
bueno senatorial. Razones: el legislador no demandó tales recaudos, porque los presidentes de las cámaras
federales "cuentan al momento de su función provisoria con una designación ajustada a los procedimientos que,
conforme a la Constitución Nacional, los habilitan a administrar justicia en forma independiente e imparcial,
asegurando las garantías constitucionales y convencionales de los justiciables (confr. art. 99 inc.¿4º segundo
párrafo), y el legislador les asignó esa función atendiendo a esa condición preexistente".
La tesis es opinable: en primer término, puede haber hoy presidentes de las cámaras federales nombrados
como jueces de cámara antes de la puesta en funcionamiento de la enmienda de 1994, o antes de la
implementación del Consejo de la Magistratura. (11) En segundo lugar, los camaristas federales no cuentan,
indispensablemente, con el acuerdo reforzado de los dos tercios de los senadores presentes, y pueden haber sido
designados con la aprobación de la mayoría corriente de legisladores de la Cámara alta, según el art. 99 inc. 4,
segundo párrafo, de la Constitución Nacional. Tercero (y de modo especial): una cosa es que el Senado prestó
acuerdo a alguien para desempeñarse como Vocal de Cámara federal, y otra, que lo confiera para operar como
juez de la Corte Suprema. No se trata únicamente de un tema de imparcialidad o independencia, sino de la
evaluación del mérito y cualidades del sujeto en cuestión, para actuar en la Corte.
Es cierto que si estas observaciones prosperaran y se sometiera también los presidentes de las cámaras
federales para su desempeño como conjueces de la Corte, al acuerdo reforzado que demanda el art. 99 inc. 4º in
limine de la Constitución, el sistema operativo del alto tribunal podría en algunos casos coagular, de no
obtenerse esa exigente conformidad en el Senado (hipótesis que, atento el enrarecido clima político
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contemporáneo, podría no ser tan rara). El principio constitucional de funcionalidad demanda, pues, profunda
prudencia en las alternativas que se escojan. Además, el régimen de integración de la Corte Suprema por
presidentes de cámaras federales subrogantes no ha despertado en nuestra experiencia jurídico-política mayores
críticas y más bien ha obtenido seguimiento, siendo, al parecer, bastante práctico y útil, circunstancias que
pueden incluso evidenciar la existencia de un derecho constitucional consuetudinario permisivo y convalidatorio
del sistema.
VII. Conclusiones
1. Resulta adecuado exigir que, por analogía, los abogados conjueces de la Corte Suprema cuenten con la
mayoría calificada del Senado, requerida por la Constitución Nacional en su art. 99 inc. 4, párrafo primero, para
designar los jueces titulares del tribunal.
2. La nominación como jueces subrogantes de la Corte de presidentes de las cámaras federales no ha
requerido en la experiencia local tal conformidad senatorial, sea reforzada o simple. Más allá de las dudas
constitucionales que ello implica, el sistema parece contar con un derecho consuetudinario constitucional
convalidatorio.
3. Es hora de que la clase política, encarnada en este caso en el Poder Ejecutivo y en el Senado, actúe de una
vez por todas con mesura, madurez y responsabilidad en la designación de los jueces titulares y subrogantes de
la Corte Suprema, arribando a soluciones razonables y consensuadas. El tribunal no debe ser el coto de caza de
tal clase. Y jugar con el tema hasta el límite de la gobernabilidad, además de auspiciar crisis sistémicas tensivas,
perjudica a todo el sistema político democrático.
4. Será bueno que la Corte Suprema, para afirmar su coherencia, deje de mencionar la prácticamente
obsoleta tesis de valorar la jurisprudencia de la Corte Interamericana como simple "guía" y maneje en cambio la
vigente doctrina del control de convencionalidad, como ya lo ha hecho —explícitamente- en varios veredictos.
(*) El presente trabajo se inserta en el plan de investigaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales del Rosario, de la Pontificia Universidad Católica Argentina.
(**) A Allan Brewer Carías, con afecto
(1) Nos remitimos a SAGÜÉS, Néstor Pedro, "Derecho Procesal Constitucional. Recurso Extraordinario",
4ª. ed., reimpresión, Buenos Aires 2013, Astrea, t. 1 p. 3 y ss.; "Compendio de Derecho Procesal
Constitucional", reimpresión, Buenos Aires 2011, Astrea, p. 3 y ss. Sobre normas constitucionales que derivan
la integración de una Corte constitucional, por ausencias del juez titular, a lo que disponga la ley, puede
mencionarse, por ejemplo, al art. 432 in fine de la Constitución de Ecuador.
(2) Dice esta cláusula: Corresponde al Congreso... Hacer todas las leyes y reglamentos que sean
convenientes para poner en ejercicio los poderes antecedentes, y todos los otros concedidos por la presente
Constitución al Gobierno de la Nación Argentina.
(3) CSJN, "Itzcovich", La Ley 2005-F-362.
(4) Ver GALLO, Orlando J., "La justicia Nacional", en Bidegain, Carlos M., Cuadernos del Curso de
Derecho Constitucional, Buenos Aires 1981, Abeledo-Perrot, t. IV, p. 249.
(5) La norma es transcripta en el considerando 14 de "Aparicio".
(6) Sobre la interpretación armonizante y la interpretación conforme, nos remitimos a SAGÜÉS, Néstor
Pedro, "Teoría Constitucional", reimpresión, Buenos Aires 2004, Astrea, págs. 150/1; "Derecho Procesal
Constitucional. Recurso Extraordinario", ob. cit., t. 2 p. 40: "De la Constitución Nacional a la constitución
convencionalizada", JA, 2013-IV-1342.
(7) Ver AFTALIÓN, Enrique; GARCÍA OLANO Fernando y VILANOVA, José, "Introducción al
Derecho", 5ª ed., Buenos Aires 1956, El Ateneo, t. I, p. 457.
(8) Ver al respecto SAGÜÉS, Néstor Pedro, "Derecho Procesal Constitucional. Recurso Extraordinario",
ob. cit., t. 2, p. 188.
(9) CSJN, Fallos, 330:3248, esp. pág. 3297: Fallos, 333:1657; JA, 2013-II-133. Ver también CSJN, "A., D.
D." 5/8/2014, incluso con remoción del principio de cosa juzgada. Sobre el tema cfr. SAGÜÉS, María Sofía,
Crisis institucional y justicia de transición democrática: la herramienta del control de convencionalidad.
Experiencia en el caso argentino, en prensa.
(10) Derivamos al lector a SAGÜÉS, Néstor Pedro, "La interpretación judicial de la Constitución. De la
constitución nacional a la constitución convencionalizada", México 2013, Porrúa, p. 348 y ss.
© Thomson La Ley
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(11) Recojo esta observación de Emiliano Cristaldi, en sesión del 25/4/15 del Diplomado en Derecho
Procesal Constitucional, Universidad Católica Argentina, sede Rosario.
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