300 J. J. Guerra Y efectivamente, las tales representaciones fueron desatendidas por diputados y gobernantes, quedando por último sepultadas, como todas las otras, bajo el polvo del olvido indiferente. " La expresión de la voluntad na· cional" de aquella época sobre forma de Gobierno y persona del mandatario, quedó convertida al fin en el legajo número 18, y encumbrada al último plúteo del archi· vo del Congreso, produciendo al que pretenda consultarla un violento catarro, con su polvillo de cosa arrinconada, como reminiscencia de la tremenda tempestad que en aquel tiempo produjera con los olores de forzosa imposición que muchos pretendían percibir en aquellos importantes documentos. El desprecio con que los recibió el Libertador es también una prueba de que ninguna participación había tenido él en la formación de las mismas manifestaciones, pues de lo contrario era lo natural que hubiera insistido en hacerlas estudiar por la Convención, si las consideraba como hijas de sus labores. devolviendo allá la pelota rebotada, en vez de devolverla al General Páez. CAPITULO XVI Al discutirse en primer debate, en la sesión del 19, la proposición del Sr. Echezuría de que se adoptara el sistema federal en la nueva organización política de la República, se levantó nueva polvareda de opiniones contradictorias, en que cada orador echó el resto de su elocuencia para defender su respectiva idea. El autor de la moción habló por más de dos horas en favor del proyecto, y citó en su apoyo las poquísimas actas de las Municipalidades venezolanas que se decidían por aquel sistema. El Sr. Azuel'O propuso como modificacióh que " la nueva forma de Gobierno debía establecerse sobre una división del territorio de la República en tres grandes secciones,á saber: el antiguo Virreinato de la Nueva Granada, la Capitanía de Venezuela y la Presidencia de Quito," á lo cual se opuso vivamente el Diputado Narvarte, concluyendo por proponer el aplazamiento del de- La Convenci6n de Ocaña 3°1 bate; y otros que contradijeron en largos discursos la proposición de Echezuría, pidieron que se la rechazase de plano, porque no debía ni pensarse en federación cuando la República estaba al canto de disolverse por las rivalidades exageradas de venezolanos, granadinos y ecuatorianos. Terminaba el período de los dignatarios el día 23, y la elección recayó en el Dr. José Ignacio de Márquez para Presidente, y en el Sr. Martín Tobar Ponte para Vicepresidente. En la misma sesión se dio lectura á dos mensajes dirigidos á la Convención por el Libertador, fechados ambos en Bucaramanga ellO de Abril. Referíase el primero al movimiento del General Padilla en Cartagena, y estaba concebido en éstos términos: Con sorpresa he visto la queja que el Comandante general del Magdalena me ha dirigido en 28 de Marzo último contra varios Diputados nombrados para la Gran Convención, reunidos en esa ciudad de Ocaña en comisión para calificar sus miembros, por haber tomado conocimiento de una representación que les dirigió el General de División José Padilla, y decretándole acciones de gracias por los atentados cometidos en la plaza de Cartagena, en que dicho General aparece como primer autor. Si el hecho es cierto, no sé cual será el más grave cargo que resultaría contra dichos Diputados: si el haber traspasado sus atribuciones yabrogádose funciones que no les correspondían, ó el haber aplaudido y aprobado una rebelión contra el buen orden, contra la disciplina militar, contra la seguridad pública, convirtiéndose de esta manera los elegidos del pueblo para curar sus males, en instigadores de nuevas conspiraciones y en instrumento de su completa ruina. Estándome especialmente encargada la conservación del orden y de la tranquilidad interior de la República, debo em· plear todos los medios que me franquean las leyes para conseguirlo; y la contradicción sería muy manifiesta entre mis deberes y la resolución de los Convencionistas, de que se queja el Comandante general del Magdalena. Mas para poder estimarla en su verdadero mérito y determinar lo que corresponda, deseo que la Gran Convención, tomando un conocimiento de los sucesos á que dicha queja se refiere, autorice á su Presidente para que informe de todo lo ocurrido en la noche del 17 de Marzo. A los fines convenientes incluyo copia de la comunicación del General Comandante general del Magdalena. En el estado de exacerbación á que había llegado la 3°2 --_ _---,-_ .. _J..._ J. __Guerra ._----- animosidad de muchos Diputados contra el Libertador, muy mal debió de sentarles esta reprimenda; aílífue que ella dio origen á nueva controversia, y al fin se contestó diciendo" que ni Padilla había dirigido representación alguna á los Diputados existentes en Ocaña, ni éstos habían hecho otra cosa que avisarle el recibo de un oficio con expresiones de urbanidad, prescindiendo de calificar su conducta, y que la Convención había sentido que el General Montilla, creyéndose con derecho de formar quejas contra algunos de sus Diputados por el solo fun· damento de una simple carta, hubiese empeñado la respetabilidad del Libertador y comprometídole en desagradables contestaciones." Aunque, como vimos atrás, la comisión de calificación había variado de conducta en este asunto después de convenir en una contestación insensata al General Padilla, no es menos cierto que la respuesta dada al Li· bertador negaba los hechos que la misma imprenta se encargó de revelar más tarde para la historia de la Convención de Ocaña. El otro mensaje de Bolívar fue causa de mayor des· agrado, si cabe, que el anterior. Dirigíase á reclamar contra la exclusión del Diputado por Carabobo Dr. Mi· guel Peña. Mi decreto de 1. o de Enero, decía, que restableció la paz y la concordia en Venezuela, y con ellas las esperanzas de toda la República, fue una amnistía para cuantos estuviesen comprometidos en la causa de las reformas; yen su artículo 2.0 se extendía no sólo al efecto, sino á las causas que habían dado origen á la revolución de Valencia. Era necesario, conveniente y político inspirar confianza á todos, sin dejar el menor reato que pudiera inquietarlos; por consiguiente, la acusación admitida por el Senado contra el General en Jefe José Antonio Páez, y la admitida contra el Dr. Miguel Pefia quedaron sin consecuencia, porque de otro modo se anulaba el efecto del decreto, y esto fue lo que mlltld.é decir por mi Secretaria general al dicho Dr. Pefia el 2 de Abril. El Congreso aprobó sin limitación alguna cuanto hice en Venezuela en ejercicio de las facultades extraordinarias, y deBde entonces quedó Bancionada la absolución del Dr. Miguel Pefia: afiadiré además que tuve motivod sut1cienteg para creer que en el fondo la cuestión estaba reducida á equivocacioneg autorizadas por otros eiemplares ql18 no inducían criminalidad La Convención de Ocaña 3°3 en la conducta de Pefia. No era lo primero que ocurría de aquel género, y aunque habría podido declararse que Peña no tenía el derecho con que se creyó para utilizarse del cambio de la moneda, de ningún modo se le podría convencer que hubiese infringido ninguna ley terminante, después que la práctica, ó si se quiere el abuso, estaba en su favor: ¿ y cómo no habría yo comprendido en este indulto al Dr. Peña por el cargo 1fuestionable de 25,000 pesos, cuando comprendí y relevé de toda culpa á los que aprovechándose del estado de Venezuela indujeron y casi obligaron al General Páez á establecer un Gobierno extrafio en la República? Varios de los que se encuentran en este caso están hoy admitidos en la Gran Convención, y sin embargo, hay una diferencia bien enorme entre su delito y la falta del Dr. Pefia. Y mayores abusos se han cometido contra el Tesoro nacional, y no han sido acusados. Estoy obligado á sostener, como Presidente de la República, las garantías que ofrecí en mi Decreto de 1. o de Enero de 1827. Mas no deben hacerse ilusorias por ningún respecto, y yo que miro esta ocunencia como de inmensa trascendencia por el efecto que va á producir en Venezuela, he debido tomarla en muy seria consideración, y al presentarla á la de la Gran Convención quedo en la confianza de que luégo que se instruya de este mensaje rectifique el juicio que formaron algunos de sus miembros reunidos en Junta calificadora. Otra vez el Dr. Peña; otra vez el hombre fatídico sirviendo de causa de disturbio y de intranquilidad en los ánimos. Por él empezó la discordia en la Gran Colombia; por él tenía que terminar toda esperanza de reconciliación entre los partidos que la dividieron. Y por él, que es lo más extraño, por un individuo que se había hecho antipático para todos, daba el Libertador una nota discordante tratando en apariencia de imponerse á la Convención y valiéndose para ello, como alguien dijo allí, "de un raciocinio y de una argumentación á todas luces erróneos, que apenas podrían concebirse en un ignorante leguleyo de Provincia." Pero dados los grandes talentos y la vasta sindéresis del Libertador, aquel alegato no pudo recibirse sino como una terca insistencia de que la Convención admitiera en su seno á un individuo tachado de mil maneras, sólo para aumentar siquiera en una unidad el partido boliviano. Y para acabar de exaltar á los contrarios se lanzaba una especie de amenaza ó prevención por el mal efecto que iba á producir en Venezuela la exclusión del J. J. Guerra Diputado por Carabobo, la cual violaba, según el mensaje, las g~rantías y el indulto otorgados á los revolucionarios de allí. Fuéra de que en la amnistía, como lo dejamos dicho en otra parte, no podía quedar comprendido un de· lito común cometido en época muy anterior á los hechos que ella cobijaba, el argumento del desagrado hubiera sido aplicable también á todas las Provincias cuyos Di· putados habían sido declarados ilegítimos por distintas causales. Había también en aquella nota una nueva herida para el General Santander, en la cuestión del empréstito; y Santander no se descuidó de recoger estas frases hirientes y guardar su venganza para no lejano día. Es de suponerse la grita que se levantaría entre los Diputados santanderistas por aquellas alusiones ofensivas más que por los sofismas contenidos en el mensaje, y como no era cortés dejar de contestarlo, se redujo la respuesta á las siguientes frases, bajo la firma del Presidente de la Asamblea: Luégo que recibí la comunicación de V. E. fecha 10 de .Abril último, sobre la no admisión del Dr. Miguel Peña en la Gran Convención como Diputado por la Provincia de Carabobo, la puse en conocimiento de la misma Convención, la que habiendo discutido detenidamente el asunto, resolvió: que siendo éste un verdadero juicio que no tiene dos instancias, no puede ya volverse á abrir, y que por lo tanto se estuviese á lo decretado definitivamente por la Junta calificadora, contestándose así á V. E. y manifestándole igualmente que la Junta calificadora no ha desatendido su resolución ni intentado juzgar su conducta; que tampoco ha resuelto cosa alguna que pueda alarmar á los que hayan tomado parte en las reformas, ni menos que el Senado deba continuar las causas comenzadas contra el General Páez y el Dr. Peña, pues la Junta no ha desconocido el que nada de esto está. en sus facultades, las cuales se limitan únicamente á juzgar de la legalidad de las elecciones y cualidades de los Diputados electos. Tan amostazado quedó el Libertador con esta nota que nunca volvió á dirigirse directamente á la Convención. ni insistió en la admisión del Dr. Peña, á pesar de las peticiones de la Municipalidad de Valencia, ni cuando los presbíteros tunjanos Ramírez y Gallo apelaron ante él de las resoluciones de aquella Junta determinó otra cosa que publicar sus memoriales en la Gaceta de Colombia. La Convención de Ocaña Adoptó el sistema de entenderse con la Convención por medio de su Secretario general, lo que aumentó el desagrado, por ser éste un procedimiento contrario á las prácticas parlamentarias. De día en día se notaba mayor escisión entre el Presidente de la República y la mayoría ele la Asamblea. Y sin embargo el Libertador, leías de pensar en su regreso á Bogotá, continuaba proyectando acercarse á Ocaña, y así lo escribió al General O'Leary, que se hallaba en esta última ciudad, y el cual afortunadamente lo disuadió de esta idea diciéndole en una ele sus cartas: He manifestado al General Briceño Méndez las cartas de Vuecencia y del General Soublette. El es de mi opinión que Vuecencia no debe pensar en venir á esta ciudad, no tanto por respeto á la opinión de estos caballeros, cuanto porque es una infracción de la ley, y una infracción innecesaria. Yo antes de ahora había pensado en insinuar á Vuecencia mi deseo de que viniera á Río de Oro, pero después de meditar la idea la he aba.ndonado, porque temía que se expusiera Vuecencia á siniestras interpretaciones y aun desaires. Ahora he sabido que la facción piensa proponer que se traslade la Convención á Pamplona. El objeto es claro, y el pretexto es el movimiento de tropas hacia Cartagena. Desde que supo Santander que me había ido al puerto á hablar con Vuecencia, hizo traer sus bestias y las tiene todavía en su casa. Continuaba entretanto la discusión del proyecto presentado por el Sr. Echezuría sobre adopción de la forma federal. Con lujo de dialéctica la com batieron D. Joaquín Mosquera y el Sr. Narvarte en la sesión del 28 de Abril; lo mismo hicieron algunos otros discurriendo largamente sobre los inconvenientes que pueliera presentar la adopción ele este sistema, y practicada la votación, resultó rechazado por la mayoría de cuarenta y cuatro votos contra veintidós. Gran regocijo causó la noticia de este triunfo en el ánimo del LIbertador, quien había escrito ya sobre la materia á su amigo y pariente el General Briceño Méndez: Dígales usted á los federales que no cuenten con Patria si triunfan, pues el Ejército y el pueblo están resueltos á opo'. nerse abierta mea te. La sanción nacional está en reserva Para impedir lo que no guste al pueblo. Aquí no hay exageración , y creo que los buenos deben retirarse antes que firmar semejante acta y lo que no esté de acuerdo con su conciencia. En mala hora lanzó el Libertador esta opinión sobre el partido que debieran tomar los defensores del centralismo, porque después se la señaló como causa eficiente de la disolución de la Asamblea, aunque fue esta la única vez que expresó su modo de pensar para un caso muy diverso del que determinó el retiro de la minoría. Los que fueron á Ücafia resueltos á combatir el federalismo por todos los medios que estuvieran á su alcance habrían abandonado la Convención,sin necesidad de que el Libertador se lo aconsejara, tan luégo como hubieran visto irremediable el triunfo de sus contrarios. Decidido éste á favor de los que defendían la forma unitaria, cobraron ellos nuevo aliento, y lograron que la Convención estableciera como base invariable" que se conservaría la estructura de la Constitución de Cúcuta; que el Gobierno de Colombiaen sus tres poderes sería uni~ tario; que su administración se mejoraría, haciendo más eficaz la acción del Ejecutivo en todos los extremos de la República, y que para facilitar la consecución de estos objetos se establecerían Asambleas en las divisiones territoriales con las facultades que les dieran la Constitución y las leyes." Dando forma concreta á estos principios, propuso el Diputado De Francisco Martín el siguiente decreto, que después de ligeras modificaciones fue aprobado por numerosa mayoría: En Colombia sólo habrá un Poder Legislativo, un Poder Ejecutivo y un Poder Judicial, ejercido este último por los Tribunales y Juzgados que establezcan la Constitución y las leyes. La administración en todos sus ramos será mejorada de modo que haciendo eficaz la acción del Gobierno en todos los extremos de la República, pueda concurrir al mismo tiempo á la prosperidad de los Departamentos. Para facilitar la consecución de estos objetos se establecerán en las divisiones territoriales Asambleas ó Juntas admi nistrativas con las facultades que les sefialarán la Constitución y las leyes. La comisión nombrada para redactar el proyecto de Constitución estaba compuesta de los Diputados Azuero, La Convención de Ocaña Márquez, Soto, Del Real, Narvarte, Aranda, Rodriguez, Merino, Joaquín y Rafael Mosquera; pero el Dr. Azuero, que pretendía imponer sus ideas en la obra, riñó en breve con los otros miembros de la comisión, y COIl).O algunos vieron la imposibilidad de llegar á un acuerdo favorable, ésta tuvo que reorganizarse, quedando reducida á los Diputados Azuero, Soto, Liévano, Del Real y López Aldana, los cuales comenzaron desde luégo su tarea tomando por base el proyecto redactado por el primero, que con este motivo fue llamado desde entonces la Oonstitución azuerina. Importantes datos contiene sobre el particular una carta del Sr. Castillo Rada, hasta hoy inédita, dirigida á su amigo D. José Manuel Restrepo, que continuaba funcionando en Bogotá como Presidente del Consejo de Gobierno (1): Oc.ña, Mayo 10 de 1828. Mi querido amigo y compallero: Con justicia concibió usted temores pOI' la suerte futura de la República al leer las actas de instalación y recibir algunas otras noticias relativas á la Convención. El discurso del Director Soto y las elecciones de Secretarios descubrían el espíritu de un partido fuerte que arrastraba tras sí una parte del vulgo que hay en todos los cuerpos colegiados; y si usted hubiese podido presenciar este acto, sus temores se hubieran aumentado. Soto se empefió en sostener que la Convención quedaba. instalada desde el momento en que existía la mayoría requerida por la ley para instalarse, y sólo con enumerar los miembros presentes. Yo quise empefiarme en probar que la Convención no se entendía instalada sino desde el momento en que se hallase expedita para comenzar á obrar y ejercer sus funciones, y que esto no podía verificarse sino cuando ya estuviese organizada con cabeza y miembros, cuando tuviese Presidente y Secretario, y cuando hubiesen prestado el juramento prevenido porla ley. Entonces y ahora esto es muy claro para mí; pero como si así se hubiese hecho debía yo, como Presidente, haber declarado instalada la Convención y entonces no habría podido Soto pronunciar su bello discurso, se empefió con su partido para que prevaleciese el medio de llevar á efecto su plan, y lo consiguió, porque el vulgo, que hace la mayoría en las cuestiones que no entiende, sólo trata de salir del paso. Yo no só cómo pude ser elegido Presidente, y mucho me(1) Archivo Re.trepo, tomo 1", de corr.poodeocia privada. ]. ]. Guerra nos cuando vi la elección de Secretarios. Vargas Tejada ha dejado corromper su espíritu y su corazón para convertirse en un digno discípulo del perverso sofista Soto. Muñoz había sido excluido de la representación, y era preciso darle una prueba de aprecio por lo que venía dispuesto á decir. Domínguez, que había firmado los manuscritos de El Colibrí, y era una víctima del despotismo, debía ser un digno fautor de toda iniquidad, y Escobar (mucho siento decirlo, y más que así sea), ga· nado recientemente por los perturbadore~, ya que tampoco debía entrar en la Convención, debía servir á esas gentes en sus t'famoyas. Sin embargo de todo, poco á poco se les ha ido arrancando la máscara, y vistos en su deformidad natural, comenzaron á ser bien conocidos de los hombres de buena fe. La cuestión de federación, presentada bajo mil aspectos, fue combatida victoriosamente y perdida al fin por ellos, teniendo contra sí una Mayoría de dos tercios. Entonces se propuso por nuestra parte que la República continuara siendo una con una Constitución, un sólo Poder Legislativo y un 8ólo Ejecutivo, y así se decidió, bien que no por tan gran mayoría. En consecuencia se nombró una comisión de nueve Diputados para trabajar y presentar el' proyecto de Constitución. Esta se compone de los Sres. Márquez, Azuero, Soto, Real, Narvarte, Aranda, Rodríguez, Merino, Joaquín y Rafael Mosquera. Esta comisión, como las demás, se nombra por otra llamada de la Mesa, compuesta del Presidente y Vicepresidente Y de tres miembros elegidos por la Convención, que fuimos Nar· varte, Joaquín Mosquera y yo. Yo me resistí á ser miembro de la de Constitución, primero porque no he quel'ido exponerme á andar á bofetones por lo menos con Soto, y segundo porque me propuse reservarme para combatir el proyecto que se presentase en la Convención. Anoche han pretendido que se tomase en consideración el pl'imel' trozo de su trabajo, que contiene cosas admirables. Yo me opuse sosteniendo que el proyecto debe presentarse íntegro para que sea examinado en general, primero porque así lo dispone el Reglamento, y segundo por varias razones que no pudieron contestarme. Se puso á votación la materia, y se decidió que no se tomase en consideración sino el proyecto íntegro. Como el plan del partido contrario es que se adopte una Constitución en la cual con el nombre de garantías se multipliquen las resistencias contra el Ejecuti va y se constituya á éste ~n la inacción y la debilidad; y como todo eso que suena á garaf'ttias es muy propio para embaucar á los tontos, hemos concebido últimamente la idea de proponer que la Convención llame al Presidente para acordar con él las reformas oportunas. La Convención de Ocaña Tratan de no hacer la ~proposición hasta que contemos con la mayoría, y con la más grande mayoría posible: si logramos esto, habremos dado la paz y la vida á la República; si no es así, será preciso dársela con el sacrificio, sacrificio que será necesario y iusto, pero que por humanidad conviene evitar cuanto sea posible, y que sólo se resuelva en el último extremo. Adiós, mi amigo; haga usted mis memorias á todos los compafieros, y disponga de la sincera amistad de su afectísimo, J. M. DEL CASTILLO RADA Entretanto continuaba la Convención viéndose ase· diada por nuevas solicitudes de todas las Municipalidades, militares, autoridades civiles y corporaciones de diversa naturaleza, en que se pedía con más ó menos ahinco, y á las veces con expresiones poco respetuosas, el implanta· miento de un Gobierno central, de un Gobierno fuerte y vigoroso á cuya cabeza debiera conservarse el Liberta~' doroY era lo más sorprendente que muchas de estas ~xposiciones estaban suscritas por los mismos que pocos meses antes habían proclamado el sistema federal en los extremos de la República; y como siendo una misma la sustancia, solían ser idénticos los términos en que algunas estaban concebidas, sobró materia para declamar de nuevo contra la ninguna autoridad que podía atrio buírseles, como obra de una sola mano y una sola cabe· za. Contrastaban con los dicterios contra Santander y otros Diputados que varias contenían, las alabanzas que consignaban al Libertador, llegando hasta llamarlo el Dios de los Ejércitos. Leíanse algunas de mala gana, otras se quedaban sin abrir sobre la mesa, y al fin iban pasando todas á la comisión de bases. Si los bolivianos se quejaban de ser zaheridos y burlados por los santanderistas, también es cierto que buscaban el despique cada vez que llegaba el caso de elegir nuevos Dignatarios. Cuando en una de estas elecciones resultó electo Presidente el Dr. Soto, votaron aquéllos para Vicepresidente por el Padre Macenet, que era un clérigo ya carcamal y distraído, sólo por ridiculizar la Presidencia de Soto; y cuando se trataba de nombrar segundo ó tercer Secretario, resultaban siempre varios votos por el General Santander, cosa que debía herir profundamente á él Y á sus partidarios, pues no se explicaban que hubiera quien pensara seriamente en hacer 310 ]. J. Guerra desempeñar un puesto tan secundario á quien había ejercido por largos años la Suprema Magistratura de la Gran Colombia. Así, cuando no era con dicterios y violentas recriminaciones, el arma del rídiculo, la peor de todas las armas, venía ahondando más y más cada día la división entre los Diputados. Creyendo remediarla, concibieron los bolivianos un proyecto, que produjo resultados dia· metralmente contrarios: llamar á Ocaña al Libertador, para que todo se hiciese con su acuerdo. ¡Nunca dijeran semejante cosa los autores de la proposición! Ninguna otra había levantado tanta polvareda como ésta, que en realidad fue la más inconsulta de cuantas ellos presentaron. Vargas Tejada pidió que ni aun se tomara en consideración, por ser contraria al artículo 44 de la Ley reglamentaria de 29 de Agosto de 1827;otros muchos hablaron acaloradamente contra tal proyecto, y al fin de largo debate quedó resuelto el no tomarlo en consideración, por cuarenta votos contra veintiocho. En carta dirigida al General Briceño Méndez le había dicho el Libertador que estaba muy disgustado con la Convención, y que prefería irse del país antes que firmar las reformas que se decretaran, si ellas habían de fraccionar la República. Los bolivianos se esforzaban por alucinar al Libertador dándole datos erróneos sobre el nÚmero de representantes con que podía contar en la Convención, y asegurándole como inmediato y seguro el triunfo de sus amigos en ella. Continuaba él en Bucaramanga entretenido en el juego de naipes con el inteligente cura Valenzuela y con los Oficialesdel Estado Mayor, aunque sin dejar de preocuparse muy seriamente por los trabajos de la Convención y por el giro que iban tomando allí los acontecimientos. Al recibir alguna vez una de estas exageradas noticias en que se le aseguraba que el proyecto del Dr. Azuero sería rechazado y acogido por gran mayoría el de Castillo Rada, cuentan que dijo á sus edecanes: Esto es más fuerte, más excitante que ganar ó perder una mesa de ropilla, y sin embargo, ustedes me ven quieto y tran· quilo. Aquellos señores están todavía engañados, y esto no puede perdonarse al Sr. Castillo Rada, á Juan de Francisco Martín y á Bricefio Méndezj sin embargo, el primero me dice La (''rmvención de Oeoita 311 que los miembros de la Convención son en número de 69 á 70, Y que cuenta de un modo seguro sobre 38 votos contra 31 ó 32 .... j Ah, Sr. Castillo! Desde aquí yo veo y cuent~ mejor que usted. ¿ Y cuál será el sonrojo y bochorno del que,se cree nuestro Talleyrand cuando vea que los Santander, Soto '1 Azuero lo han bailado como á un nifio? Esto es lo que va á snceder, aunque no lo quiere creer todavía el SI" O'Leary, un<i:'-delos grandes diplomáticos de Ocaña (1). Sabido todo esto en Ocaña por los bolivianos, halláronse perplejos, sin saber qué partido tomar y viéndose próximos á sufrir una triste derrota. Pensaron entonces en ponerse de acuerdo con el Libertador para la conducta que debieran continuar observando, y al efecto despacharon al Coronel O'Leary para comunicarle el proyecto que tenían entre manos de proponer que se le llamara á Ocaña. Pero sin esperar respuesta, presentó precipitadamente el Sr. Castillo Rada la moción de llamar al Libertador, y como queda dicho, ni aun siquiera se admitió á discusión, sino que se negó de plano, dando asa, por supuesto, para que se repitieran los denuestos contra Bolívar y sus partidarios. Ya el Libertador había desistido por completo de ir á Ocaña, y aun de emprender la expedición á Venezuela ó al Magdalena que antes proyectara; profundamente tuvo que herirle este nuevo rechazo, y más incomodado se manifestó entonces con los amigos que inconsultamente lo habían expuesto á tal sonrojo, que con los enemigos que se lo habían hecho pasar. Veamos de nuevo el Diario de Bucaramanga : En el almuerzo ~l Libertador habló poco de política y se mostró muy frIa con O'Leary .... Después fijó la conversación sobre Ocaña, y preguntó al General Soublette lo que le decían en las cartas que habla recibido; éste contestó que le hablaban de los proyectos de Constitución no presentados todavIa, y de la moción que había sido rechazada. "¿ Ustedes ven-dijo entonces el Libertador-el juicio y la sagacidad de mis amigos en Ocafia? ¿ Quién creerá que dicha moción ha sido hecha sin mi autorización? Nadie, y por consiguiente lo inconducente de ella, lo impolítico, va á recaer sobre mi persona. Los que la han aconsejado, hecho y sostenido, son unos imprudentes. También digo lo mismo de los que la han rechazado, porque se (1) LacroiI, Diario d. Bucaramaftga, pi.gina 96. J. J. Guerra 312 ponen en pugna con los que han firmado las actas. Lo digo con franqueza: si acaso hubiera sido aprobada aquella disparatada moción, yo la hubiera considerado como una asechanza y me hubiera abstenido de acogerla." Todo esto lo dijo el Libertador con extraordinario resentimiento. Después de comer salió el Libertador á pasear á caballo, y todos lo acompañámos, menos el Coronel O'Leary y el General Soublette. Ibamos despacio, y al cabo de un momento de camino dijo el Libertador: "¡ Qué grandes pensadores son nuestros políticos colombianos! Soublette y O'Leary estaban por la moción que tanto me irrita, y ni ellos ni el Sr. Castillo Rada han pensado que yendo yo para Ocaña la sala de la Convención podía ser para mí lo que el Capitolio para César, no porque ninguno de los miembros fuese capaz de un acto semejante, sino porque no faltarían esbirros para eso" (1). y concluiremos la narración de este triste proyecto con la carta que sobre él le escribió el Diputado Gori al Dr. Restrepo, Ministro del Interior: Ocai'ia. Mayo 17 del año 18.· Sr. D. J o,é Manuel Re,trepo. En mi anterior dije á usted, mi respetado y querido amigo, que se pensaba en proponer se excitase al Libertador para que viniese á esta ciudad, y ahora le afiado que el Sr. Castillo hizo en efecto la proposición cuando cuarenta Diputados se habían comprometido á votar por ella; pero apenas se preguntó si se admitía á discusión, cuando Vargas Tejada, apoyado por Soto, fijó la moción de que no se admitiese, alegando que era contraria á la ley. Nosotros demostrámos que lo que está prohibido es que el encargado del Ejecutivo pueda estar en Ocaña, lo que se entiende por su voluntad; mas no el que venga excitado por la misma Convención, porque este es un caso diverso. Nuestros esfuerzos fueron vanos, porque perdida la votación resultó afirmada la proposición de Vargas Tejada por 40 votos contra 28 á que nosotros quedámos reducidos. Debe confesarse que á nuestra derrota contribuyó la simpleza del pobre Sr. Valdivieso, que se propuso atraer al General Santander y le manifestó nuestra opinión mucho antes de que el Sr. Castillo hiciese su proposición, lo que dio lugar al dicho General para que hiciese una junta en su casa con el fin de tratar la materia, y en ella, que, según me han dicho, se compuso de treinta ó treinta y dos Diputados, quedó acordada (1) Lacroix, Diario de Bucaramanga, página 1J2. La Convenci6n de Ocaña la negativa de la proposición del Sr. Castillo. El General Santander ofreció á Valdivieso que estaría por ella; pero cuando llegó el caso, votó por la de Vargas Tejada, alegando en la discusión que era peligrosa la presencia del Libertador en esta ciudad, porque á él le había sucedido que muchas veces se le había presentado animado de sentimientos de venganza y que con sóla su presencia había quedado desarmado, y que si esto le había sucedido á él, ¿ qué no sucedería á los demás Diputados? Yo me 'asombro de la imprudencia con que hace este hombre tales confesiones, y cada día me parece más nifio é indigno de gobernar la República. He visto original la carta del General Santander, de que usted me habla, y en ella no sólo dice que se hará musulmán por salir del General Bolívar, sino que lo llama "el supremo perturbador de la República." La ambición ciega á este hombre y lo -Jonduce á su ruina. Ha sido necesario reformar la comisión de Constitución, porque Azuero, irritado de que no se accediese á cuanto proponía, insultó á Joaquín M:osquera, con cuyo motivo casi todos los que la componían, inclusos Azuero y Soto, se excusaron. La comisión que se titula de la Mesa, y á quien correspondía admitir las excusas, las negó todas; pero se redujo la comisión á los Diputados siguientes: Soto, Azuero, Liévano, López Al· dana y Real. Hoy nos han ofrecido que el lunes presentarán su proyecto; mas el Sr. Castillo trabaja otro que oponerles. Es difícil decirle á usted si triunfaremos, principalmente cuando la última derrrota nos ha hecho conocer que no podemos fiar mucho de esta gente; sin embargo haremos todo lo que esté á nuestro alcance. • •• •• •• •• •• • • • • • • •• • ••• • • • •• •• • •• •• • Aún no ha regresado pero lo esperamos de hoy Libertador. Esto es cuanto ocurre so, y que se persuada soy •• • • • •• • • •• • •• • •• • •• o ••• ~ •••••••••••••••• de Bucaramanga el Coronel O'Leary; á mafiana. Veremos qué nos dice el por hoy. Deseo que sea usted dichosu reconocido y más fiel amigo (1). J. J. GORI Por el mismo tiempo escribía el Libertador á D. Es· tanislao Vergara: Me alegro mucho de que ustedes estén tranquilos en la capital, como me lo anuncia su apreciable carta del 7 del corriente. Por lo demás, usted se instruirá de lo que sucede en Ocafia por la carta que escribo al Sr. Restrepo, á quien comunico los (l) Archivo Restrepo, torno Iv de correspondencia inédita privada. ].]. Guerra proyectos de mis amigos y la idea de llamarme; lo que en caso que suceda, dudo mucho que me determine á marchar, pues ustedes deben conocer que me voy á encontrar en muchos embarazos y á empeol'ar nuestra causa en lugar de servirla. Además, me calumniarán suponiendo miras que no tengo, lo que no dejaría de dafíarnos y molestarnos. Nuevo golpe para los bolivianos fue la elección del DI. Soto para Presidente de la Convención,que se verificó al terminar el período del Dr. Márquez en la sesión del 21 de Mayo. En el primer escrutinio resultó empata· da la votación entre el Sr. Soto y D. Joaquín Mosquera, y por contados votos se decidió en el segundo la elección á favor del Sr. Soto. Empatada también la elección para Vicepresidente entre el Sr. Briceño Altuve y el Padre Macenet-candidato este último de los bolivianos, como hemos visto, para ridiculizar la Presidencia de Soto,-resultó elegido el primero al verificarse nueva votación. El Dr. Soto, desde su discurso inaugural, había dejado mala impresión en el ánimo de los bolivianos, y ahora le veían en el solio de la Presidencia como una amenaza para sus deliberaciones, perdiendo desde ese momento toda esperanza de triunfo en los debates sobre las reformas fundamentales. "Soto era Presidente de la Convención-dice el historiador Restrepo-y con sus arterías y larga experiencia en los manejos é intrigas parlamentarias dirigía las discusiones y votaciones, unas veces con destreza y otras aun faltando á los reglamentos internos y á las leyes á que debían sujetarse los miembros de la Convención: su bando estaba, pues. se· guro de triunfar en aquella lid parlamentaria." CAPITULO XVIl En pocos días terminó sus trabajos la comisión encargada de redactar el proyecto de Constitución, y lo presentó en la sesión del mismo 21 de :Mayoen que el Dr. Soto había ocupado la Presidencia, por nueva elección. Inmediatamente se le dio lectura. empezando por