socialismo y reforma de la justicia

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socialismo y reforma de la justicia
denisszabo
Discurso pronunciado en el Congreso dedicado al "Orden Público y Lucha Contra la
Criminalidad" del Partido Socialista Italiano.
Milán-Italia. 7-8 y 9 de Marzo de 1975.
Traducido por Reina Sananes
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Las sesiones del P.S.I. dedicadas al estudio del Orden Público y la
criminalidad, constituyen un síntoma. La degradación de la seguridad
pública, la duda sistemática sobre la autoridad de los órganos del Estado;
la provocación fascista, que explota al descontento y el temor suscitado
en el público por la inseguridad general que provocando los actos
terroristas y criminales, han creado condiciones peligrosas para la
supervivencia de las instituciones democráticas.
Los análisis, notablemente documentados, han sido presentados por el
Alcalde de Milán y por el diputado Bálsamo. Yo me acojo a los principios
de éste análisis y a la mayor parte de las conclusiones prácticas que se
desprenden de él. De seguidas, me limito a hacer algunos comentarios,
subrayando algunos puntos que aparecen frecuentemente implícitos en
estos dos informes.
1) El surgimiento de una voluntad política.
El rechazo del mito de la simplicidad: es tan fácil hacer la demagogia del
tipo: "no hay mas que..." Frecuentemente sobre la izquierda se proclaman
las virtudes medicinales radicales de la revolución que se considera
pondrá fin, como por encantamiento a los males que afligen el sistema de
la administración de la justicia. El eco que esto encuentra en la derecha
casi no se hace esperar: la represión mas severa, tanto por parte de la
policía como de los tribunales se presentan como panacea universal, ¿no
ha reclamado, acaso el senador Fanfani una represión mayor de la
criminalidad, dándole a la policía poderes de custodia más extensos?
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Ni la revolución, ni la represión constituyen medios mágicos; paradóji
camente, ambas constituyen remedios a corto plazo. Ellas no reemplazan
la voluntad política que se expresa en los partidos democráticos que
deciden prioritariamente llevar la atención de los militantes, de los
ciudadanos y del gobierno, a los problemas complejos de la prevención del
crimen y del tratamiento de los delincuentes.
Desde hace tiempo, los hombres de ciencia, han hecho sonar la alarma:
un coloquio reunió en Versalles, a los investigadores del mundo entero en
1971 para tratar el mismo tema que el Congreso Socialista de Milán. Las
conclusiones de nuestros trabajos, en los cuales participaron sabios
italianos, fueron inequívocas: a raíz de la evolución que ha conocido
América del Norte, nosotros asistiremos también próximamente en
Europa Occidental, a "una americanización" de la criminalidad y a un
hundimiento de los órganos encargados de administrar justicia. La
criminalidad violenta en las zonas metropolitanas se tornará endémica,
los tribunales, la policía y los establecimientos de detención se desborda
rán por la presión, tanto de la cantidad como de la calidad de los asuntos a
tratar.
Este precio que hay que pagar por progreso económico ininterrumpido
de la post-guerra, parecerá rápidamente demasiado elevado, tanto para el
público, extensamente victimizado, como para los cuadros políticos y
gubernamentales.
La política de pleno empleo ha provocado una movilización social y
geográfica considerable. La sociedad de consumo ha sustituido el concep
to de "deseo", que es por naturaleza ilimitado,, por el concepto dé
"necesidad". Este último servía tradicionalmenta para establecer la
selección de criterios del progreso social. Una dislocación general de las
estructuras socio-económicas y culturales es el resultado de ese "milagro"
de la expansión económica. Los mecanismos de control de orden jurídico,
institucional y moral se han comprobado insuficientes y desde todo punto
de vista inadecuados. El lugar y el papel del individuo en los diversos
grupos sociales y en el conjunto de la estructura social, se han tornado
problemáticos. La cohesión de los programas presentados por las grandes
fuerzas políticas, y una ideológica (partidos, iglesias, etc), ha sido
sometida a ruda prueba.
Es esta situación la que explica la ausencia de medidas apropiadas en
los programas políticos contemporáneos. La desgracia es, que por no
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haberle consagrado reflexiones! y recursos a su debido tiempo, llegado el
momento de la acción, el arsenal de medidas que se realiza no contiene
sino improvisaciones y aproximaciones.
2) Convergencia entre diagnóstico científico y programas polñicos.
La vinculación de los cuadros políticos de una nación a la comunidad de
investigadores constituye un hecho notable y de una gran importancia.
Ello indica en particular que la conciencia pública no se contenta con
declaraciones demagógicas. Ella quiere una acción que produzca un
impacto positivo, apreciable y rápido. Ahora bien, en la competencia que
existe entre los partidos, en la arena política, esta toma de conciencia,
hace sonar la hora de la verdad. Que es lo que no se propondrían para
dañar el peón del adversario? Es necesario resolver, concretamente,
numerosos problemas que preocupan la opinión pública; en el sacrosanto
orden de las prioridades, es necesario, pues, que la prevención del crimen
y la reforma de la justicia obtengan la parte elevada que tienen en
América del Norte desde hacen 6 o 7 años. Nosotros pagamos en ambos
lados del Atlántico, el precio de decenios de desidia, de incomprensión de
la naturaleza de la criminalidad y de los medios que aseguren su
prevención y control. En lógica y equidad, no podemos esperar soluciones
rápidas, que sean duraderamente eficaces y al mismo tiempo conformes
con el espíritu y la práctica que son propios de las instituciones
democráticas.
Es necesario reconocer inequívocamente, que la política criminal
constituye parte integrante, e importante, de la política social de un pais.
Es decir, que las injusticias socio-económico (las desigualdades fiscales,
regionales, sexuales, etc..) tienen un impacto tan grandesobrela creación
de conductas desviadas y criminales como las contradicciones y las
patologías de los sistemas burocráticos del Estado (centralización, irres
ponsabilidad, deshumanización, y reificación de las relaciones entre los
agentes y los administradores, etc..) y la atrofia y la inercia del poder
político (desmoralización, cinismo y corrupción, que minan la voluntad
democrática). Los fracasos graves de cada uno de estos campos, repercu
ten en materia de criminalidad y de justicia. Sus consecuencias no se
reabsorben automáticamente y su acumulación crea una situación de
crisis permanente y problemas políticamente explosivos.
Crimen y justicia no son epifenómenos en los que los problemas se
resuelven solos, como consecuencia de las medidas económicas, sociales y
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políticas. El crimen y la justicia constituyen una expresión de tensión y de
conflictos que rompen el conjunto del cuerpo "político" de la colectividad,
y no deben tratarse específicamente y correlativamente con referencia al
conjunto. Es necesario confesar que eso casi nunca se hizo. Las
pretendidas "prioridades" estaban en otra parte, y no se comprendía que
una colectividad se pudiera descomponer tanto como consecuencia de
una organización social capitalista o totalitaria, como a raíz de una
injusticia, de una criminalidad y de una violencia endémica.
La relación entre la "infraestructura" y "superestructura "no pertenece
al orden de la causalidad simple. Ella depende de la independencia entre
sectores, en cuya importancia estratégica varía de una coyuntura
histórica a otra. Mi opinión es que, en este momento, la importancia de la
violencia criminal de naturaleza política o del "derecho común "constitu
ye uno de los sectores mas neurálgicos y mas vulnerables de las
sociedades democráticas. Es por eso que saludo con tanto alivio la
conjunción de esfuerzos entre el mundo de la ciencia y el de la política en
el diagnóstico de la "naturaleza" del mal.
3) Rechazo de la escalada de la violencia
Una parte sustancial de dos informes ha sido dedicada a los problemas
de la policía. Debemos hacer algunas observaciones sobre esto. Es
absolutamente necesario rechazar, en una situación de crisis como la que
sacude actualmente a Italia, el caer en la ilusión psicológica de seguridad
que podría producir el aumento de la violencia. Enfrentar una mayor
violencia de la policía a la violencia provocadora de los medios políticos
extremistas y de los elementos antisociales, no es solamente una medida
estéril a nivel de la eficacia de las operaciones (son numerosos y recientes
los ejemplos para hacer esta aseveración). Esta medida mina aún más las
bases mismas del régimen social y constitucional democrático. Asimilarse
al adversario a nivel de los medios, he aqui el error que no debe
cometerse. Es una medida suicida que hay absolutamente que evitar. No
son los armamentos ni los poderes, ya considerables de la policía lo que
hay que aumentar. Son su fuerza de choque y su autoridad moral, las que
deben ser restauradas sin retardo.
En que' consisten estas medidas? Muchas han sido enumeradas en los
dos informes: profesionalización (educación) mayor, desmilitarización,
descentración, sindicalización etc.. Me gustaría señalar la importancia
capital de la integración administrativa y moral de la policía dentro de los
otros órganos de administración de la justicia, y mas aún dentro de la
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comunidad de ciudadanos. Dada la naturaleza del trabajo policial, la
tentación de separarla del resto de la sociedad y de la administración de la
justicia es permanente. Ello debe ser combatido sin tregua. No se trata de
subordinar la policía a los otros servicios. Se trata de realizar las
condiciones de solidaridad efectiva en su funcionamiento de todos los
días. Solamente una instrucción profesional que sobrepase el nivel medio
que tienen los ajusticiables, puede asegurar el control personal de una
deontología exigente de la actividad policial. Toda otra solución es una
triquiñuela burocrática y su precioes elevadoen términosde ineficacia de
las funciones policiales, las que se prestan menos que las otras funciones
administrativas, a un control exterior apriorístico.
La policía es uno de los guardianes del más precioso valor de la sociedad
contemporánea: la libertad.
La policía de la mayoría de nuestros estados occidentales está en una
situación tal que ella constituye, mas que un amparo contra las agresiones
a la seguridad y a la libertad, una amenaza para esos mismos valores. La
derecha tradicional la considera como su guardia pretoriana, una guardia
que no necesita sino un forzudo poder de los músculos para ejecutar las
órdenes. A la izquierda, igualmente tradicional, le cuesta disociar la
policía* de su función de defensa incondicional del régimen capitalista
establecido. Esta antimonia simplista debe ser denunciada. La policía de
un régimen democrático debe estar al servicio de la colectividad y reflejar
el sistema de valores sobre los cuales están basadas las instituciones
democráticas, comunitarias y constitucionales. Una policía sin instruc
ción y marginalizada (social y administrativamente), no puede cumplir
tales funciones y constituye una fuente permanente de conflictos graves.
4) ¿Ante quién es responsable la justicia?
La administración de la justicia comparte el dilema de toda burocracia
centralizada: Como hacerla responsablede sus servicios, de una manera
concreta y cotidiana, frente a los ajusticiables? Cómo romper un sistema
de solaridad basado sobre la dependencia jerárquica vertical? Cómo hacer
"sensibles" y "receptivos" a los hombres y a los servicios frente a las
esperanzas, las necesidades y las lesiones "horizontales", que vienen de la
comunidad en cuyo seno operan esos servicios?
Para empezar, es necesario denunciar el error de "expulsar" los
elementos criminales de la sociedad hacia esos "depósitos,
llamados
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"prisiones", situados en las afueras o en el campo, y descentralizar los
órganos de la justicia en "palacios" y oficinas concentradas en los centros
urbanos. Tal arreglo no permite en los barrios ni en las unidades de vida
un poco más o menos orgánica de las grandes ciudades, una "visibilidad"
de los servicios judiciales. Esta política de avestruz es el reflejo de una
sub-administración casi total. Cuando se hacen nuevos barrios se prevé'
el equipo humano, social, cultural, escolar y de sanidad. No se prevé
absolutamente lo que se relaciona con lo "judicial". Pero si se quiere
combatir la indiferencia, y aún la hostilidad, que el público mantiene hacia
la justicia, me parece indispensable el hacerla accesible,visible y, por
último, responsable frente aquellos a los que se supone asegure la
protección; la resolución de las tensiones y el arbitraje de los conflictos
de quienes acuden a la justicia,,deben reintegrarse a la comunidad. El
sistema de "tribalización" de la justicia no dejará de tener inconvenientes
y tendrá peligros reales, pero no hay sistema perfecto y no hay
inconveniente que no podamos tratar de evitar.
5) Por una planificación de la justicia
La planificación de las medidas de política social es generalmente
admitida. Nadie piensa que los problemas de la salud pública, de
equipamientos vial o portuario etc., se van a resolver por los mecanismos
simples de la oferta y la demanda. Pero debemos aspirar a que las
necesidades de la justicia sean reguladas de una vez por todas de manera
inmutable. Nuestros antepasados se complicarían si se encontraran en
muchos de los servicios, oficinas etc. corrtemporáneos.. Pero desgraciada
mente no se sentirían incómodos en nuestros juzgados^ nuestros comisa
riatos de policía; nuestras prisiones.
¿Cuál es la causa de esta diferencia? Creo que cuando se abordan los
problemas concretos de prevención del Crimen y del tratamiento de los
criminales, uno se deja guiar, tácitamente, solo por la indignación moral
que expresan las disposiciones del código penal. Así sucedía hace tiempo
con las enfermedades mentales: una conciencia moral cargada de prejui
cios y mal informada científicamente, dictaba a la colectividad sus normas
de comportamiento. Ella influía también de manera decisiva la concep
ción y la administración de los servicios destinados a los enfermos
mentales. Es sólo recientemente que los esfuerzos de generaciones de
investigadores, médicos y políticos han comenzado a dar frutos. Se han
puesto en marchareformas en los servicios dedicados a lapreservaciónde
lasalud mental y a lacura de las enfermedades psicológicas.
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No hemos llegado aún a eso en lo que se refiere a la desviación y a la
criminalidad, pero perseguimos un proceso igual. La indignación moral
debe ser sustituida como base de la justificación del sistema penal. La
incapacidad de aceptar vivir según las reglas que una sociedad se ha dado
democráticamente debe ser sancionada de una manera esencialmente
funcional, tal como propugnaron Enrico Ferri y la escuela de defensa
social.
Un pequeño número de individuos debe ser separado de la vida social
por cierto período, y debe ser mantenido en condiciones de existencia
normal, es decir, lo más parecidas a las de los ciudadanos libres. La
restricción de la libertad, medida funcional y utilitaria, es la única que se
justifica.Por lo demás, deben preverse numerosas sanciones que aseguren
el respeto del ejercicio de las libertades y el mantenimiento de la
seguridad de las personas y los bienes. Pero estas sanciones deben servir
para la integración de los individuos de la comunidad y no para la
exclusión, para su rechazo del seno de la misma.
La impreparación de la conciencia moral contemporánea, la herencia de
un pasado ominoso, de un aparato burocrático represivo, centralizado e
ineficaz, mina cualquiera voluntad de reforma. Pero la crisis que hace
subir la temperatura del cuerpo social no cesará mientras esas medidas no
sean aplicadas. La aparición de una política es la primera condición de una
toma de conciencia y constituye el punto de partida de la acción.
6) La necesaria desjuridización.
La inflación jurídica es probablemente tan perniciosa como la inflación
monetaria. La tendencia a arreglar en el interior del pesado y costoso
aparato judicial, un número creciente de conflictos, constituye un error
cuyos costos financieros, sociales y morales estamos empezando a medir.
La desjuridización debe ser acometida así como paralelamente debe ser
acelerado el proceso de la reconstrucción social. Esta debe perseguir una
nueva construcción de las condiciones de ejercicio del control social a
escala de comunidades tanto geográficas como funcionales.
No hay sustituto para este proceso, cuya tendencia actual conduce a
una crisis cada vez mas aguda y manifiestamente sin solución. Pedir más
de las leyes, más del policía, más de los jueces y más de las prisiones nos
hará vivir finalmente en una sociedad que se compone por una mitad de
justicieros que reglamenta y que sanciona a la otra mitad de ajusticiables.
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La imagen no es absurda: una proyección de las curvas que indican el
número y los costos de los actos de la justicia: civiles y penales,
convencería a cualquiera.
7) La lucha contra la corrupción.
La profundidad de la corrupción del sistema político que revelan los
escándalos cotidianos que constituyen los titulares de periódicos a ambos
lados del Atlántico, debería inspirar vivas inquietudes. La justicia, cuyas
reglas son eludidas o burladas por los poderosos, se convierte en el símbolo
mas violento de la injusticia. No ha sido sin razón que las minorías
proféticas, que oponen un rechazo de principio a la sociedad post
industrial han denunciado y atacado con particular virulencia el sistema
judicial. Esto reposa en la creencia ampliamente compartida de su función
de incorruptibilidad. El poderío impune del crimen organizado, de la
corrupción sindical, el terrorismo político y de derecho común, y de la
prevaricación política, constituye para muchos la demostración decisiva
de la irreversible decadencia de las sociedades occidentales. El principal
escudo contra el poderío corruptor de los poderes, cualquiera que estos
sean, es la independencia, la integridad.de la administración de la justicia.
Pero ese escudo no es suficiente. La presión es demasiado fuerte y viene
de todas partes. Deben multiplicarse los organismos quasi-judiciales como
las comisiones de encuestas parlamentarias o extra-parlamentarias, que
están abiertos al interrogatorio de la opinión pública. Su funcionamiento
no deja de tener inconvenientes, porque puede provocarse y mantenerse
una atmósfera de suspicacia. Pero la ausencia de esa válvula de seguridad
constituye un peligro aún mayor, que da una apariencia.de hipocresía a
toda la administración de justicia.
8) El papel de la prensa.
Nunca se señalaría suficientemente el papel de la prensa en todo esto.
La indignación moral, el resentimiento, el miedo son sentimientos
profundamente arraigados en la conciencia de nuestros contemporáneos.
El acto criminal desencadena los mecanismos que los provocan. Nada es
ma's fácil que modular esos sentimientos, nutrirlos, halagarlos. La prensa,
desafortunadamente, no está privada de ellos aunque algunos de sus
miembros se precien de actuar por motivos superiores de salubridad
pública. Nihguna de las reformas que preconizamos puede ser continuada,
ni aún examinada si la opinión pública no está informada o "formada" de
una manera más responsable. Proclamar las exigencias de la libertad de
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prensa, para cubrir la irresponsabilidad de la mayor parte de los reportajes
sobre la criminalidad y la justicia, es un pernicioso sofisma, así comopara
la planificación de los servicios dentro del marco de una política social
determinada debe producirse, en forma organizada y científica, una
percepción adecuada.
Los periodistas deben estar idóneamente formados, y los editores de
periódicos deben reconocer su responsabilidad particular en lo que
concierne a la opinión pública sobre la prevención del crimen y los
problemas de la administración de la justicia. Desafortunadamente,
estamos muy lejos de ello.
CONCLUSIONES
Concluiré estas anotaciones, muy esquemáticas y sumarias, haciendo
un llamado al P.S.I., sobre el cual recae el mérito de haber hecho una
primera reflexión pública sobre la reforma de nuestros métodos de lucha
contra la criminalidad. Es evidente para muchos, que la experiencia de los
gobiernos de los partidos socialistas de Europa occidental, ha demostrado
que no hay una antimonía irreductible entre el orden y la libertad, el
progreso y la seguridad. La dialéctica del cambio social sobrepasa éstas
tensiones, cuando los ciudadanos, alertados para la defensa de los valores
fundamentales de la sociedad democrática, continúan vigilantes y partici
pan de la acción. La justicia social (entendida en su sentido socio
económico) no resuelve automáticamente el problema de la justicia
"judicial". Pero hay que hacer un esfuerzo. Este Congreso, la calidad de
los informes y los compromisos asumidos por los órganos directores del
P.S.I., constituyen sendas pruebas de que ha sido reconocido.
¿Por qué no daremos un paso más? ¿Por qué no hacer un llamado a la
reflexión en el marco de la Internacional Socialista, que nos sirva para
clarificar los problemas teóricos, deducir perspectivas.de reforma, con
frontar experiencias y proposiciones específicas? En el medio de los
hombres de ciencia, una iniciativa de este tipo encontraría eco favorable y
no faltarán las energías movilizables.
La crisis de la justicia constituye la expresión profunda de una crisis de
civilización. Ella es universal porque afecta a todas las instituciones de las
sociedades no comunistas de América del Norte y de Europa occidental.
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La contribución de la Internacional Socialista en busca de soluciones
nuevas, impregnadas de profundo respeto.tanto por el hombre como por
la justicia social, no puede menos que ayudar a la clarificación de los
problemas que por su parte, analizan los especialistas de las ciencias del
hombre.
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