don francisco sintes obrador

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ONFERENCIA POR EL
:ILMO.
SR.
•
DON FRANCISCO SINTES OBRADOR
DIRECTOR GRAL. DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS
«Estampas militares de los manuscritos del Milenio»
«Entre la flecha y la espada»
E1 dfa primero de julio próximo pasado, como
clausura de curao de las conferencias celebradas en el
Centro de Lectura, prestigió nuestra tribuna el Ilmo.
Sr. D. Francisco Sintes Obtsdor, Socio de Honor de
Ia Entidad. La conferencia tuvO lugar en el Salón de
Àctos, asistiendo numerosa concurrencia, entre Ia
cuaI figuraban los Excmos. Sres. D. José GortzálezSama, Gobernador Civil de 1&. Provincia; D. Enrique
Guasch, Presídente de la Diputación Provincial
D. Juan Bertrán, Àlcalde de la ciudad y sefiores Pre..
sidentes y representantes de Entidades Culturales y
Económicas de Reus,
El acto ftzé prologado por unas breves palabras
del Sr. Presidente del Centro de Lectnra
D. Enrlque Aguadé Parés
Ilmo. Sefior, estiznados socios: de Honor y de núrnero. Bien sabéis que Siempre cedo el honor de presentar a los conferenciantes que desfilan por esta tribuna a los presidentes de lss Secciones, pues creo que
en su deber están. Peto permitidme que ho y haga una
excepción y que tecabe para mí el honor de presenta..
ros al Sefior D. Francisco Sintes Obrador, Director
General de Àrchivos y Bibliotecas y Socio de Honor
de este Centro de Lectura. Mucho podría decjros de
su labor al frente de Ia Dirección General, pero llevamos un retrsso en el programa de actos y esto alargaría demasiado el preámbulo de esta conferencia.
Sólo voy a signiflcar que, gracias & él, graciss a su
jntervención, gracias a su iniciativa, el Ministro de
Educación Nacional, nos ediflcará D. M. esos closcietttos metros cuadrados de terreno que están situados precisamente a espaldas nuestras, detrás de este
Salón.
Ratiflquemos nuestro agradecizniento en un aplauso, a nuestro conferenciante de hoy, ya que se lo tributamos en Reunión General Extraordinaria, en la
cttal él no estaba presente, y que sea mayor ahora que
ha eenido exprofeso a Reus para dar esta conferencja,
en prueba de que nos quiers, que quiere a nuestro
Centro de Lectura y que estima nuestra labor.
Muchas gracias Ilrno. Sefior, eI Centro de Lectura
estará siempre, incondicionalmente, a vuestra disposición, a Ia del Excmo. Sr. Mjnistto de Educación
Nacional y a Ias 6rdenes de S. E. el Jefe de Estado.
llmo. Sr. Don Francisco Sintes Obrador.
Creo qtte si yo dijera unas palabras
sobre la personalidad de vuestro Ilustre Presidente sería un empeflo tari
arduo y tan inútil como si pretendiera
descubriros el Medíterráneo. Conociéndole como le conocéis mejor que
yo, ya sabéis cual es su enorme capacidad de amistad. Por lo tanto, no cabe
duda que sabréís poner el coeficíente
debido a las palabras que me ha dedicado y saber que todo ello se debe a esa
gran capacidad cle amistad que le distíngue. Todo lo bueno de esta noche
es suyo y lo malo me correspondea
mí. Tengo que agradeceros que con una
tarde como hoy, lluviosa, destemplada
para el tiempo en que estamos, hayáis
tenido el valor de venir hasta aquí. Os
agradezco infinito esta prueba de afecto y pido a Dios que esta amistad continue una vez que me hayáis escuchado.
sta conferencia de hoy forma parte
del trabajo bastante más extenso iníciado cor motivo de la Exposición
Histórica del Libro Espafiol, llamada
en Madrjd «Un milenio del libro espafiol», realizada con motivo del primer Congreso Ibero-Àmericano-Filipjno de Archivos, Bibliotecas y Propíedades intelectuales. Con este motivo
hubo dos series de trabajos; unos en
los cuales se estudiaba el libro bibliológica o bibliográficamente, considerado desde el lado de la bibliología o
bibliografía y otro en que se estudiaba
el libro desde el credo de la vida; y se
estudiaban por consiguíente las distin-.
tas manifestaciones vitales cuyo transcurso se podría seguir históricam ente,
precisamente, a través del libro. Y así
vimos el estilo de vida de la Sociedad
espafiola a través de estos mil aflos, a
través de distintos textos dei Iibro. Vi-
mos la misica a través del libro, íimos
la medicina á través del libro y ese estudio de hoy forma parte de otro más
extenso en el cual se estaba viendo
también la guerra. E1 aspecto de la actividad militar del hombre a través del
libro, es decir, documentado única y
exclusivamente con libros que figuraban en la Exposición del Milenio. Hoy
vamos a ver una pequefia parte de este
aspecto que corresponde al período que
va desde el siglo X al siglo xIv.
Es evidente que la guerra no sólo
como actividad, sino como problema
intelectual, filosófico y de justícia, viene a ocupar un lugar de primera importancía en la actividad del hombre
y suscita en torno a si mismo una división de opiniones o guerra de ideas
entre sus panegiristas y sus detractores.
Los panegiristas enlazan su pensamiento con ios pensadores griegos y
romanos desde Àristóteles a Horacio y
Cicerón. En este grupo encontramos
las apologías de la guerra realizadas
por habituales paciflstas como Kant
y Espinosa, al apologetivísmo apasionado de Hégel y otros.
Frente & ellos una corriente de pacïfistas alentada fundamentalmente
desde el humanitarismo renacentista
a los economistas etimonónicos y los
optimistas fundados en una suerte de
beateria del progreso, a los violentos
ataques volteríanos basados en un caricaturesco sentido del absurdo hábilmente extremado. Sostienen unos y
otros, las más importantes posiciones
dialécticas en esta guerra intelectual
que Ia prensa física ha pr3vocadO,
míentras ella misma aparentemente
insensible a todo ese torbellino de palabras a su entorno y por su causa
derramada, continúa exigiendo del
hombre un tributo cada vez mayor en
elementos técnicos, en disponibilidades económicas, en reservas espirituales y en el holocausto incesante de vidas humanas. Sería imposible que una
actívidad tan ligada a las fuentes eternas de donde mana misteriosamente
eI manantial de la vida y de la muerte, tan indiscutiblemente unida al
concepto humano de lo sacro,a los más
antiguos ritos relígiosos y sacrificiales,
a los orígenes de todas las religiones
documentalmente visibles y co.mproba-
bles, dsde Ias teoIQgías, y mitologías
primitivas al pensamíento de los más
importantes teólogos católicos y a las
disputas intelectuales de ios más eminentes creadores y difusores del pensamiento filosófico de todos ios tiempos, que una actividad que permanece
en todo su grandioso y trágico valor,
como si fuera insensible a las mutaciones que en su entorno se producen,
viene ia ordenación económica y social, viene ia estructura técnica y política de las sociedades humanas. Una
actividad en definitiva consubstancial
con la vída misma no hubiese tenido
un reflejo y una abundante proyección
en los libros, esos mudos, pero inexorables testigos de la vjda. Uno de los
aspectos de esta activídad quisiéramos
ver hoy, no reducida a una fría ordenacíón bibliográfica, sino además en
cuanto tiene el libro de obra de arte,
ya que el arte es el más apropiado refiejo de cualquier realidad y el más
cercano a su propia identidad substancial.
Los que dicen que eI arte imita a la
naturaleza no lo conocen. Imitan la
creacíón, si por creación se entíende eI
acto mjsmo de crear, reproduciendo eI
movimiento del creador, para hacer
como El, cifiiéndose a semejarse al
Verbo. La razón de semejante independencia metafísica del arte estuvo
en que re.sponde exclusivamente a la
belleza, la cual a su vez constituye, no
una servídumbre respecto del ser, sino
una de sus propiedades fundamentales.
Habla de la doble imitación al referirse al aspecto concreto de la guerra
en relación con el arte y el libro, diciendo que el campo es tan extenso que
exige una nueva parcelació.n para
afrontar su conocimiento. Por razones de técnïca procede como si dijéramos de fuera & dentro, es decir, de usar
aquellos ejemplares en que texto e ilustración intencional y expositivamente
forman una sola unidad, de tal manera que no se sabe si considerar la pintura como ilustración del texto o se
debe en muchas ocasiones a la tentación de considerar inversamente el texto como ilustracíón del dibujo o de
la pintura aquellos otros en que el dibujo es ilustración o representa menos
aún eii la economía vital del libro.
No. es posible .dar igual tratamiento a
unos y a otros, ya que no disponemos
de tiempo suficiente. Un estrícto sentido de justicia exige un trato desigual
para materias de valor intrínsecamente
también de valor desiguai. Nos limitaremos a las escenas mílitares de ios
manuscritos.
Deben ocupar un lugar cronológjcamente primario y destacadamente
distinto 1os Beatos. Me límitaré a. mostrar primero el tema de los Cuatro
Jinetes del Àpocalipsis en ios Beatos
de Burgo de Osma y del Líbano.
Es el de la defensa de ia ciudad de
Jerusalén y de los Beatos del Líbano,
Barcala y Gerona y de diferentes escenas de guerreros aptos para un estudio minucioso de armas. Nada como
el capítulo, «En vísperas de guerra»
de las estampas de la vida en León
durante el siglo X para evocarnos a
los coetáneos de esos guerreros. Evoca
a 1a ciudad de León en vísperas de la
gran aceifa contra ios sarracenos emprendida por el Rey de León Ordofio
hijo de Ramiro. La Espafia cristiana
después de su reclusión en 1os riscos y
en las montaflas flortefias como consecuencia de Ia rota de Vitiza, La Crónica de San Pedro Pascual, libro contra la secta de Mahomed, de 1298 dice
que Dios, considerando suflcientemente castigados los pecados del pueblo
cristiano permitió el increible triunfo
de ios pocos hombres de Pelayo sobre
la gran huesta de Àlkamah conquistador de Àsturias y vencido en Covadonga.
Una fase intermedia de esa recuperación, constituído ya con el sello de
una primacía hegemónica el reino de
León y anciano el Califa de Córdoba, pero lo suficientemente fuerte y
guarnecido en sus plazas de armas,
como para no permitir esperanzas de
conquistag territoriales en Ordofío, es
cuando las vísperas de guerra de León
sorprenden a éste en los preparativog
de una empresa guerrera que tiene ei
dobie objetivo militar de prevenir por
un Iado una expedición análoga de ios
musulmanes en el valle del Duero y
por otro el de llevar un rico botín de
guerra. Por ello Ordofio ha citado en
Àgtorga a 1os Condes y Potestades de
Galicia y & los de León, Àsturias y
Castilla en , Ia capital de. sus Estados.
D esde eI día tercero de las nonas llegan a las oril]as del Torio y del Bernesga, a cada hora, 1os magorinos,
potestades y comicios de esas diversas
tierras. Con ellos vienen los infantones, los caballeros villanos y los peones de sus condados, adornados con
el privilegio de inmunidad, pero no
eximidos de acudir al Condestabie.
Estos son los protagonistas. de esta
epopeya espléndida de nuestra P.econquista.
Por lo que respecta a su armamento,
el mismo que los Beatos sirve para armar a los hábi1e. guereros, a los iuchadores contra la hidra de las siete
cabezas, y & 1os defensores y atacantes
de Jerusalén.
S e engarzan deprisa los cabalios, se
arman 10s caballeros sus lórigas de
cuero y sus agudog yelmos. Empufía
cada uno su ancha espada o su robusta lanza, toman sus armas los arqueros, se cargan ios polljnos y se agrupan por último 1os varios ases de las
diversas huestes. Ordofio madruga con
el día, se arma su lóriga de cuero, cuya
capucha cubierta por el yelmo defiende su cabeza y oculta su armadura
bajo un amplio sobretodo. Toma su
espada en cruz y se encomienda al
Dios hombre y embrazando su escudo
abandona su campo.
Del siglo XII es la Bibiia llamada
cle Avila, en pergamino, ilustrada con
pinturas muy espafiolas del arte de
1os Beatos de Líbano. Describe la
pintura de varios foljos de dicha Biblia.
Las lórigas del siglo XI y tal como
se usaban en Castilla (dice eI Tte. Coronel Semper en su breve resumen de
las armas usadas en la Edad Media),
están formadas por una malla de aniilos sobre una túnica de cuero, formando parte de ella la capellína que
se unía al barbote protector del cuello.
La túnica era abjerta hasta la altura
del vientre para facilitar los movimientos y para montar a caballo. E1
casco es cónjco con nasal y 1os escudos
eran de dos ciases, circular de no muy
grande diámetro y el otro de forma
ojivai invertida y de gran dimensión.
Todo ese largo proceso de evolución
que preside los medios de ofensa y de
defànsa, encuentra la dinámíca de t
ley debida en la necesidad de romper
y restablecer sucesivamente su equilibrio relativo. Àdvertimos aquí un
importante progreso en ios medios defensivos. Las lórigas llegaron a una
gran perfección en el siglo XI con las
de aníllos perfilados que formaban
una verdadera tela en forma tal que
la punta de la espada no las podía penetrar. Claro progreso defensivo sobre 1os rnedio g de acción ofensiva, al
que corresponde una readaptación de
estos, para rellenar el desnivel producido y así se inventó en Àlemania una
especie de daga en forma de punzón
de acero endurecido para el combate
cuerpo a cuerpo, y que motiva en el
siglo XX la creacíón de las divisiones
con una mísión análoga en el campo
de la Iucha táctica y aun estratégica
en ei campo de las grandes unidades.
En el siglo XI esta necesidad produce nuevas consecuencias. Se buscará
la rotura de los medios defensivos, especiaimente las lórigas, no sólo pinchándolas, sino también por percusión
golpeándolas. Como consecuencia las
espadas se hicieron más pesadas y más
largas y su objeto era romper las mallas golpeándolas y a ser posible partir ios cascos.
Lo mismo el poena del Cid que las
crónicas tanto cristianas como árabes
hablan de egpadas tajadoras, además
de dulces y mal templadas; y Ios arqueólogos franceses de espadas de dos
manos o mandobles, que cuando no
herían cle fllo se doblaban y entonces
se colocaba un hombre sobre la hoja
para estírarla y volver a golpear. Estas
casi siempre se usaban para rechazar
los asaltos hechos por escalonamiento.
.À. este úitimo tipo pertenece el mandoble con que aparece Don Carlos de
Àragón, Príncipe de Viana y luego
lugarteniente en Catalufía, en el libro
en vitela «Cartas a los Reyes de Àragón, Castilla y Portugal», muy interesante por considerarse como una de las
influencias borgofias en Espafía. De ia
misma fuente cle donde brotaron las
cántigas, y como continuación de ia
tradición devota del reinado de Àifonso X, en el de su hijo Sancho Iv, la
obra «Castig os e documentos para
bien vivir» que Don Sancho IV de
Castílla dió a. su hijo, se enGuentra la
narración de muchos hechos miiagrosos, algunos similares a 1os de las propias «Cnátigas» explicados en León en
loor a la Virgen y para ejemplo y iección de ia vida.
La protección de las cabezas es en
general superior a los casos expuestos
y todas las armas ofensivas son de
punzón iargas, según la Biblia de Àlba,
ejemplar de excepcional valor e interés
perteneciente a la casa ducal de Àlba,
que contiene 334 rniniaturas (seis a
página entera) pintadas por diversos
artistas con estilo muy castellano. Fué
encargada por ei maestro de Caiatrava,
Don Luis de Guzmán ai Rabí de
Guadaiajara, que concluyó su trabajo
en Maqueda a 1os dos días del mes de
Julio del aflo dei Sefíor, i43o.
Y por lo que se reflere al casco si
importante era ese factor en la época
a que se reflere el texto, originando como claramente se deduce de él, uno de
1os màs ímportantes motivos dei vencimiento de Sodoma y Gomorra, mucho más lo es en la época de esa Biblia.
Las lórigas ligeras al principio, fueron
compiicándose cada vez más para responder a la crecíente protección que se
les pedía y se transformaron flnalmente en las pesadas armaduras. Igual evolucíón sufrieron los cubre-cabezas de
los Capiellos primítivos a los pesados
yelmos que además dificultaban una
perfecta visibilidad Las armas ofensi-.
vas desde las ligeras espadas del principio hasta ias pesadas lanzas de combate y los mandobles. Lo mismo, la
protección creciente de las cabaigaduras que acabaron convírtiendo a caballero, cabaiio y lanza, en un todo único
y rígido, en una especie de fortaleza
galopante, tan capaz para eIl choque,
cuanto incapaz para las maniobras.
S e refiere uno de Ios capítulos a la
marcha de los mongoles hacia Oriente. Núflez de Vélez, Rey de Hungría,
ordena que nadie salga a combatir.
E1 Obispo, de temperamento guerrero, desobedece y sale con sus jirietes protegidos con pesadas armaduras a combatir a los infleies que
buscan forrajes en terreno limítrofe.
Los cristianos arremeten contra 1os
jinetes extraflos y estos se retiran al parecer amedrantados, siendo persegui-
ds iatrza.ei ristre y protto se encu.entran arrollàdos en las ciénagas por
donde huyen 1os mongoles. Mientras
los cristianos hacen esfuerzos para salir de los pantanos caen bajo las certeras flechas del adversario; sóio tres regresan, incluyendo al Obispo; el resto
rnuere en ios pantanos.
Como reflejo de las concepcio.nes
dïstíntas de la vida, que aún hoy se
encuentran perfectamente diferenciables a cada paso, las clos tácticas guerreras que se enfrentaron en ios pantanos de Pest y que motivaron tal descalabro de ios caballeros cristianos
frente a los Mongoles, se repiten siempre que estòs dos conceptos se encuentran frente a frente.
En sucesivas batallas la táctica mongólica fué la rnisma; usar de la movilidad de tal rnanera que la impulsíón
de la masa bizantina, no encontraba
un frente denso contra el que chocar y
percutir hundiéndolo sino que se diluía
en el vacío producido por un enemigo
más móvil y de esta forma podía repetir hasta lo infinito su maniobra de
hacer caer en el vacío el golpe del adversario apartándose hábilmente de él,
no sin infIingirle el mayor dafio posible
hasta dejarlo extenuado. Esta ha sido
siernpre la forma como Oriente se ha
defendido de los golpes de Occidente,
haciéndolos caer en el vacío. E1 vacío
io opuso el Zar Àlejandro a la desastrosa aventura napoleónica. Y el vacío
y la tierra calcinada que, en otra forma
más cruel, pero equivalente de vacío,
opuso Stalin a las divisiones de Hitler.
Surgió la primera cruzada, la que Ia
Santidad del Papa Urbano 11 predicara en el corazón mismo del Occidente ei 8 de roviembre de t095, diez
aflos después que la cristiandad hispánica reconquistara Toledo de ios
rnusulmanes. Esta concepción no sólo
de la táctíca, sino fundamentalmente
de la vida, podría resumirse en las siguientes palabras: «Es sobre la bravura que se cimienta Europa; sus símbolos son la lanza y la espada y no como
en Asia el arco y la flecha». Y más
adelante por un desarrollo posterior
de esta idea, se djce, de que en Europa
ei combate es una lucha del hombre
con el hombre, más que un conf1icto
¿eun cerebro contr..otro eerebro,..y se
afirma «de una par.te la revisión de
la espada y de la otra la política del
arma ».
La aristocracia y la democracia. E1
castillo y la villa. El soldado y el artesano. El sacerdote y el político y
aún se podrían encontrar otras muchas asociacjones de ideas antinómicas rebuscandó en todos ios valores
moráles que el arco y la espada han
hecho nacer poco a poco. Este concepto de la vida militar y aún de Ia misma vida es el que va a llegar a Constantinopla con los caballeros de las
Cruzadas. Todavía late en él el temor
que inspiraron a los griegos los jinetes
persas. Desde entonces, 9 de agosto del
378, puede decirse que aún ios romanos tan partidarios del combate a pie
se inciinaron por Ia caballería que se
convierte en el arrna dominante hasta
ei extremo de que ya en el afio 451 1os
infantes asistieron corno espectadores
a una batalla que decidieron por entero lanceros y arqueros arrnados. De
esta época data ia preponderancia de
la caballería.
La iglesia hizo una importante tentativa para limitar ei empleo de las
armas arrojádizas, especialmente la
ballesta. Àsí, en 1139, el segundo Concjlio de Letrán prohibió su empleo,
salvo contra los infieles.
Los caballeros franceses montados
siempre que estuvieran lo suficientemente apoyados por la infantería estaban seguros de la victoria contra los
arqueros rnusulmanes ligeramente armados y montados. À1 principio, en
los primeros encuentros, la carga en
línea de los cruzados con sus caballeros pesadamente armados era aplastante. Pero esa carga necesitaba apoyo
en la infantería para cubrir una retiracla o para aflrmar un avance. Y
cuando tal apoyo no bastaba ios caballeros podían verse arrollados por
la contraofensiva de la caballería más
ligeramente armada y mucho más ligeramente montada. Fué la creciente
deflciencia de sólida infantería occidental en Siria lo que perdió Ias cruzadas. Àsí fué como terminó una fase
importante de esa lucha pernanente
entre la religión de la espada y la política del arco..
Lanza y espada fueron las a.rn.as
cristianas de la I Crrizada. Lanza y
espada siguieron siendo las armas de
la IIICruzada. Análogamente el sable
ligero y el arco y la flecha fueron manejados en los últimos como en 1os
primeros combates por los turcos montados. Más de un tratadista ha dicho
que desde el punto de vjsta de la evolución del armamento y del arte de la
guerra las cruzadas pudieran muy bien
no haber existido. En cambio en el
perfeccion amiento de la fortifica ción
tuvieron gran importancia hasta el
extremo de que el castillo sirio en la
forma que le dieron las Cruzadas, es
considerado como el origen de la nueva estructura que los castillos tomaron
en Occidente.
En el Otro extremo de este gran arco
extendido sobre el Mediterráneo, Espafía mantenía la defensa de la puerta
occidental de la cristiandad. E1 terreno en el cual se desarrollaba esta lucha continua es el que se extïende al
Sur de los Pirineos. Allí la cristiandad
rechaza gradrialmente al musulmán;
allí la nueva caballería de Europa, Ia
nrieva concepción de una nobleza armada y montada, dió sus prriebas experimentales; drira prueba y contribución & la cultura de Occidente que este
no ha retribuído todavía a Espafía.
Desde el punto de vista militar las
características de la táctíca musulmana
siguen siendo las que hemos visto.
El Cíd debió aprender de eilo en su
estancia de 6 afíos en Zaragoza, aparte
de que en Valencia se hacía leer por
los poetas y escritores arabes el sistema africano. De ahí su pericia en las
batallas que le dió la victoria casi
síempre. El contacto con los musulmanes debió familiarizar a los hispanos con esa montura a la gineta.
Con el incremento de la defensa del
caballero se extiende también la cobertura del caballo con corazas así como con ricas telas. También 1os árabes usaban el cubrir ias monturas con
telas o pafíos bordados. Desde el siglo
xII se g eneraliza la costumbre de poner sobre las lórigas de 1os cabalios las
gualdrapas llamadas coberturas o fparamentos. Hubo otra más flna en donde están estampadas las armas del
driefío. La crónica del Condestable
Do Àlvaro de Luna nps informa so
bre el lujo y aparato con que se hacía
la guerra en Castilla en el afío i445.
Habla de los caballeros mancebos de
la casa del Condestable que iban ricamente guarnecidos y llevaban diversas
divisas pintadas en las cubiertas de ios
caballos y otras joyas de sus amigos
sobre la celada.
Estamos en plena apoteosis de la
caballería, que despliega en esos símbolos externos como la explosión músical de una sinfonía toda la cromática variedad de su exaltada imaginación. Durante la sangrienta y prolongada Iucha que sostuvo Don Pedro de
Castilla, contra su hermano, en el siglo XIV y a la cual concurrieron como
auxiliares de ambos beligerantes franceses e ingleses, llegaron al último
punto del adelanto.
E1 libro en vitela de las genealogías
de 1os Reyes de Espafía, de Àlfonso
de Cartagena, que abarca desde Àtalarico hasta Enrique IV, con ilustraciones abundantes en orla, cartelas,
medallones, emblemas, escudos e inscripciones, nos muestra un Fernán
Gonzáles y Rodrigo de Diana en actjtud de torneo. El Sr. Tormo atribuyó
las pinturas a Diego de Àrroyo, pintor de Carlos V.
Las armas que reviste el jinete pesan
565 kilos y las del caballo, 58S kilos
en total ii5 kílos, afíádese a ello el
peso del jinete y tendremos que el
caballo tenía que soportar cerca de 200
kilos. Ello determinó, bien por la fatiga de los caballos, ya porque el sueio no fuera bastante resistente, que los
caballeros tomaron la costumbre de
combatir a pie, pero siempre lo hicieron como tales caballeros, es decir,
que su carácter no revistió jamás las
características de la infantería. Àún
hubo un momento anterior en la evolución de la caballería, de mayor confusión y dïflcultad de movimientos
que esta época de la caballería blanca.
Fué todo el largo período en que se
inició el empleo de las armaduras de
placas o chapas. À1 flnal del siglo XII
y hasta que esa armadura progresara
en forma suficiente, el uso de la doble
armadura o sea chapa sobre malla,
fué general. Esta doble armadura llegó
a ser tan pesada que los caballeros de
Carïo d- .Anju pudieron desarmar
a los gibelinos extenuados. E1 caballero tiene que abdicar de su condición
echando pie a tierra, y desde que usó
de la ballesta, ]os cirníentos de la caballería se tambalean.
Empiezan a crecer en Europa Ias
milicias locales. Espaía se había anticipado mucho en este aspecto. En la
batalla del 26 de agósto de 1346 no
son sóio dos ejércitos ios que se enfrentan, sino dos conceptos de la guerra. E1 ejército francés representa la
tradición feudal .y frente a él, el ejército inglés a las órdenes de Eduardo
111, es ya lo que pudiéramos llarnar
un ejército semínacionai. Se demostró técnícarnente que el empleo del
arco y de un sistema defensivo, es superior al sirnple choque, pero sobre
todo se inicia una especie de democratización de la guerra que bien pronto
dará al traste con la caballería. La pica y el arco dieron fin a la Era de la
caballería. El feudalismo no sólo había perdido su utilidad, sino también
su ideal. No faltaba más para decidir
la suerte final del caballero batido ya
en el campo de batalla que un arma
capaz de demoler su castillo.
Pasamos así a 1a edad de la pólvora
y con ello a las armas-ingenio. De una
y otra parte un abundante empleo de
ballestas y piedras. E1 elemento único de impulsión lanzamiento de es-
tas últimas es Ia fuerza del brazodel
guerrero. La necesidad de aumentarla
condujo a la utilización de varios tipos
de ingenio que son los precursores inmediatos a la artillería tiro-balística.
La fuerza de la torsión, basculación o
del resorte son las que cuenta la artillería llamada tormentaria para enlazar técnicamente la antigua honda balear con la moderna artillería.
Refiérese al sitio de Àntequera en
1410. Cascales en su historía de Murcia dijo: «que se mandó poner en Ias
escalas ciertos ballesteros con ballestas
de torno y garrucha, allegáronse las
gruas con los mástíles y arcos y la escala real. Y describiendo el sitio de
Málaga por los Reyes Católicos, escribe que hicieron una escala Real que
llamaron grua, que era tan alta como
una torre.
Y por último como íntima conflrmación de lo dicho aflrma que si el mensaje socrático pedía a ]os hombres que
en últíma y deflnitiva instancia fueran
eso: Hombres. Hoy que no en baide
entre Sócrates y nosotros está el cristianísmo y ese cristianismo, & galope,
es la caballería, tenemos el derecho de
exigirle, y el deber de exigirnos, el ser
eso: Caballeros.
Una clamorosa ovación resonó al terminar el ilustre conferenciante su brillantísima disertación, que
fué ilustrada con abundantes diapositivas.
BIBLIOTECA - ESTÀDISTICA MENSUÀL - JULIO 1953
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