La amplitud de los términos “provocar o realizar” permite que hayan

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Ignacio Javier Ráfols Pérez
La amplitud de los términos “provocar o realizar” permite que hayan de con siderarse delictivas conductas que no constituyen un acto de vertido directo
en la corriente de agua, pero que son un comportamiento previo del que
necesariamente ha de derivarse ese vertido.
Establecer el depósito al aire libre de los restos de fundición derivados del
proceso productivo de la empresa, cuando estos restos contienen elementos
contaminantes, de manera tal que la lluvia, que más pronto o más tarde ha
de llegar, los ha de arrastrar hasta el arroyo o caudal de agua correspon diente, no es un acto de realización directa, pero sí constituye una provoca ción o realización indirecta de vertidos, de las previstas en estas normas
como infracción penal» (STS 12 de diciembre de 2000).
1.3.
LAS FORMAS DE COMISIÓN
Habitualmente el vertido contaminante se realiza de forma activa, es decir
por un acto positivo que directamente produce el riesgo de daño grave
medioambiental. Otras veces es omisiva, al abstenerse el agente de realizar
una conducta que hubiera evitado el vertido o el riesgo causado, aunque las
más de las veces estas omisiones son realmente supuestos de comisión por
omisión.
Así lo declara expresamente la STS 29 de septiembre de 200116, en un
supuesto de responsabilidad del Alcalde y dos Concejales por los vertidos de
aguas residuales domésticas por no funcionar la depuradora de propiedad
municipal debido a su estado de total abandono. Después de afirmar que, en
los años en que se producían los hechos, sus responsabilidades municipales
estaban directamente relacionadas con la situación creada por los vertidos
(«Joan era Alcalde del municipio y le incumbía, según el art. 21.1 d) de la Ley
de Bases de Régimen Local de 2 de abril de 1985, “dirigir,
“dirigir inspeccionar e
impulsar los servicios y obras municipales”. Manuel y Jordi desempeñaban,
respectivamente, los cargos de Concejal de Obras y Servicios y Concejal de
Obras Públicas, Urbanismo y Medio Ambiente, en cuyas áreas les incumbía
proponer en su caso, al Alcal tanto la gestión directa de los servicios como proponer,
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de y a los órganos colegiados del Ayuntamiento la adopción de las medidas
necesarias para que los servicios quedasen satisfactoriamente atendidos y la
realización de las obras que tales fines demandasen»), y que, pese a conocerlo, nada hicieron a lo largo de un período de al menos dos años, para evi
evitar o remediar el estado de abandono en que se encontraba la depuradora y
el gravísimo deterioro ambiental que estaba generando el vertido directo de
las aguas residuales en el río Besós, el Tribunal Supremo declaró:
«Los acusados no realizaron ciertamente la acción de verter pero omitieron
cumplir una obligación que sus cargos en el Ayuntamiento les imponían, esto
es, se abstuvieron de promover la concesión de la autorización administrati va del vertido y, previamente, de reponer los dispositivos depuradores al
estado de funcionamiento imprescindible para que la misma fuese concedi da. De esa forma, incumpliendo obligaciones libremente asumidas al postu larse y acceder a cargos de la Administración local, dieron lugar a la
producción del efecto devastador de los vertidos. Apenas es preciso recordar
aquí que la forma de autoría conocida por comisión por omisión, aun habien do sido regulada, por primera vez entre nosotros, por el art. 11 CP, estaba
admitida anteriormente por una constante jurisprudencia —SS., entre otras,
de 31-1-86, 3-12-90, 31-10-91 y 18-11-91, por citar sólo algunas de las dic tadas antes de que los hechos tuvieran lugar— siempre que el resultado del
delito —y resultado es tanto el perjuicio como el riesgo de que se produzca—
tenga como causa la omisión de un deber específico que constituya al omi tente en garante de que el resultado no se produzca. Garantes de que no
sobreviniese en el lugar de autos la contaminación de las aguas fluviales,
debieron ser considerados en la Sentencia recurrida los tres acusados a los
que por ello se debió atribuir la comisión por omisión del delito cuestionado».
El Tribunal de instancia no lo había entendido así por dos motivos: porque, a
su juicio, el Ayuntamiento de que formaban parte los acusados no tenía la
obligación de depurar las aguas residuales y porque, en cualquier caso,
aquéllos no omitieron dolosamente una actuación que no reputaron debida.
Argumentos rechazados por el Tribunal Supremo:
que sí había obli1º. Respecto de la primera cuestión entiende este Tribunal
T
gación desde el momento en que «ya en septiembre de 1984 al Ayunta miento de la localidad S., le había sido cedida, junto con otros terrenos
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de la urbanización de “Residencial S.”, la planta depuradora de las aguas
residuales de la urbanización y todas las instalaciones de la misma,
cesión que fue aprobada por el Pleno del Ayuntamiento el 5 de julio de
1993 y formalizada en escritura pública el 17 de noviembre del mismo
año, siendo sólo meses más tarde, en abril de 1994, cuando el colector
por el que discurrían las aguas residuales domésticas de la urbanización
había sido desconectado de la depuradora que se encontraba ya en
estas fechas desmantelada y abandonada, y las aguas vertían directa mente en el río. Junto a esta decisiva circunstancia de hecho, que reve la el abandono por los responsables del municipio de unas instalaciones,
cuya cesión habían aceptado, que garantizaban la protección de una
corriente fluvial frente a los vertidos de una concreta urbanización, deben
ser ponderados el art. 25.2 f) y l) de la Ley de Bases de Régimen Local,
que declara ser competencia del Municipio la protección del medio
ambiente y el tratamiento de residuos, alcantarillado y aguas residuales,
el art. 26.1.b) de la misma Ley que establece la obligatoriedad para los
Municipios de población superior a 5.000 habitantes —la “Localidad S.”
contaba con 5.752 en 1994— de prestar el servicio de tratamiento de
residuos y los arts. 26-3 y 36 del citado Texto, en que se prevé la asis tencia y la cooperación jurídica, técnica y económica de las Diputaciones
Providenciales a los Municipios de menor capacidad económica y de ges tión, de forma que si los responsables de un municipio con escasa capa cidad económica no pudiesen atender los servicios mínimos que
legalmente tuviesen encomendados, deben solicitar la asistencia y coo peración de la Diputación Provincial, solicitud que no consta se hiciese en
la ocasión de autos».
2º. Respecto de las ideas de conducta no debida y ausencia de dolo, el Alto
Tribunal señala que «la conducta omisiva de los acusados descrita en la
declaración de hechos probados de la Sentencia recurrida, por la que se
formuló la acusación que pende sobre ellos, no consistió en dejar de
prestar el servicio de tratamiento y depuración de las aguas residuales de
todo el municipio, sino en desatender el mantenimiento de un servicio de
esta naturaleza, en una determinada zona del término municipal, para
cuya prestación le habían sido transmitidas al Ayuntamiento las instala ciones necesarias. Un servicio —cabe añadir— que resultaba de inexcu sable cumplimiento en la medida que de él dependía no afluyesen a una
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corriente de agua “nítida y transparente”, las aguas residuales domésti cas de una urbanización. Por último, y en relación con el dolo que el Tri bunal de instancia no advierte en la conducta de los acusados, hemos de
decir que, debiendo estos conocer las obligaciones que les incumbían
como Alcalde y Concejales y, conociendo perfectamente el estado de
desmantelamiento y abandono a que había llegado la depuradora de la
urbanización, el hecho de que la misma había sido cedida al Ayunta miento que había aceptado la transmisión, la existencia de un desvío de
las aguas residuales a través de una corta canalización que las vertía
directamente en plena riera, así como la grave contaminación que pre sentaba el agua del río a partir de dicho punto, es realmente inconcebi ble que no tuviesen conciencia de que el vertido era una actividad ilegal
si no era autorizado administrativamente, que la Administración hidráuli ca nunca lo autorizaría si no se restablecía adecuadamente el funciona miento de la depuradora y que las obras que fuesen necesarias al efecto
eran inaplazables y de la incumbencia de los servicios municipales que
por sus cargos les estaban encomendados. Considera esta Sala, en defi nitiva, que la omisión de los acusados fue la que provocó la situación de
deterioro del medio hidráulico tantas veces descrita y que dicha omisión
debió ser subsumida, como dolosa, en el art. 347 bis CP 1973» (STS 29
de septiembre de 2001).
1.4.
¿CÓMO SE PRUEBA EL VERTIDO?
Normalmente la acreditación del vertido y su idoneidad para poner en peligro
el medio ambiente17 resulta de los medios de prueba siguientes:
— De las declaraciones testificales realizadas en el acto de juicio oral por
los agentes de la policía judicial o funcionarios del organismo administrativo responsable del medio ambiente, que exponen sus observaciones
«in situ» acerca de la existencia del vertido, de las gestiones para deter-
17. La STS 25 de octubre de 2002, EDJ 2002/54109, considera «imprescindible la rigurosa comprobación
de que la conducta desarrollada ha resultado adecuada e idónea para poner en peligro el equilibrio de los sis temas naturales».
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