Mariposas y sus biotopos - LEPIDOTERA IV

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Biocenosis y ecología de los Ropalóceros
con sus hábitats y plantas nutricias en la
Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
El término Ecología significa estudio del medio ambiente. Otras definiciones
definen este término, por otro lado ampliamente difundido entre los ciudadanos,
como “el estudio de los factores cuya suma componen la estación” (JACCARD, 1910).
Según ésta acepción la ecología estudia los organismos en relación con el medio
en el que se desenvuelven, y trata de desentrañar como éste puede influir en
aquellos. ERNST HAECKEL, inventor del término, de forma muy similar lo define
como la vasta disciplina de la biología encargada de estudiar las relaciones existentes entre los seres vivos y el mundo circundante, es decir, el ambiente en el
que viven. Al conjunto de organismos, ya sean vegetales o animales, bacterias
u hongos, que viven y se enmarcan en una determinada zona, ya sea terrestre
o en el medio marino, se denomina “Comunidad Biótica o Bioma”. La suma de
todas las relaciones recíprocas que se producen y establecen en dicha comunidad
biótica recibe el nombre de “Ecosistema o Biótopo”. Por tanto estamos hablando de
comunidades formadas por animales y plantas, que se condicionan mutuamente
y se mantienen a través del tiempo en posesión de un territorio definido, y en un
estado de equilibrio dinámico gracias a la reproducción de los propios organismos
que la integran, dependiendo solamente del ambiente exterior inanimado, pero
no dependiendo, o solo de manera no esencial, de organismos exteriores fuera
de la comunidad biótica (FONT QUER, 1985).
Para ilustrar su funcionamiento, de manera muy gráfica y descriptiva, se
ha seleccionado un ejemplo práctico de un pequeño ecosistema: la laguna de El
Mar de Ontígola. Esta laguna está poblada por muy diversos seres vivos: plantas,
animales de todo tipo, elementos químicos y factores ambientales como la temperatura, presión, exposición, precipitaciones... etc. Todas ellas crean una serie
de condiciones vitales que se equilibran de un modo perfecto. Con el paso del
tiempo, todos aquellos organismos animales (sobre todo invertebrados y peces),
y organismos vegetales muertos, se van depositando en el fondo de la laguna.
Gracias a la presencia en el agua de bacterias y otros organismos, que se aprovechan de las sustancias muertas, se produce una degradación y descomposición
de todas ellas, por lo que se liberan fosfatos, nitratos y sales nutritivas. Todos
estos elementos y compuestos químicos son muy necesarios, y en muchos casos
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imprescindibles, para la vida de los vegetales vivos que pueblan la laguna. A su
vez, el buen desarrollo y proliferación de las plantas acuáticas, subacuáticas y
palustres, que vegetan en la laguna, constituyen el primer eslabón trófico para los
animales y de este modo se cierra el ciclo. Así, de esta manera tan simple, pero a
la vez tan compleja, el equilibrio producido dentro de la laguna se mantiene sin
sustanciales variaciones. Obviamente, partimos de la hipótesis de que este ecosistema descrito se desarrolla de una forma ideal, pero en la realidad no siempre
los seres vivos encuentran unas condiciones ambientales tan favorables.
La regla según la cual: “donde hay algo que comer surgirá alguien para comérselo” se ha cumplido a lo largo de la historia de la vida sobre la Tierra. Un ser
vivo, que compone su organismo de alimentos básicos, puede servir después de
alimento para otro ser vivo, que a su vez puede convertirse en la fuente alimenticia para un tercer nivel de consumidores, y así sucesivamente. A este intercambio
alimenticio entre seres vivos se llama cadena alimentaria. Esta cadena alimentaria
empezaría con la plantas, ya que éstas emplean la energía solar para fabricar y
obtener alimento a partir de sus propias materias primas. El siguiente eslabón lo
formaría todos aquellos seres fitófagos (aquellos que se alimentan de plantas), más
conocidos por animales herbívoros. A éste nivel le sigue el de los depredadores
que se comen a los herbívoros. Puede haber un depredador de segundo orden
que se alimente de carnívoros. Al final de la cadena aparece un depredador que
carece de enemigos naturales si exceptuamos al hombre. Pero este depredador al
final morirá de viejo, por accidente, o víctima de cualquier enfermedad, y será
devorado inmediatamente por los organismos descomponedores o necrófagos,
por lo que al final se devuelve otra vez al suelo las materias primas y sustancias
químicas necesarias para que el otro extremo de la cadena, las plantas, puedan
continuar su autoproducción de alimentos.
Los organismos necrófagos, aquellos que se alimentan de materia muerta,
actúan sobre todas las criaturas, independientemente del nivel que ocupen,
además muchos seres vivos encuentran su alimento en más de un eslabón. Por
todo ello, es más correcto hablar de “red alimentaria” que de una simple cadena
más o menos larga.
La capacidad de los organismos para soportar las variaciones desfavorables
de un ambiente determinado, y sus actitudes adaptativas para soportarlas sin
morir dentro del ecosistema, se denomina “Valencia Ecológica”. Existen especies
de plantas y Ropalóceros con una valencia ecológica muy alta y a las que se
denomina “especies eurioicas”, oportunistas o cosmopolitas, capaces de soportar
fuertes variaciones respecto a un factor, o varios factores ecológicos, y que han
conseguido, e incluso desarrollado, sistemas adaptativos orientados a paliar los
cambios producidos dentro de sus ecosistemas donde habitualmente viven. Estas
mismas proliferan en gran número y colonizan zonas ecológicamente diferentes.
Aparecen en todos los inventarios realizados con un alto número de individuos.
Algunos ejemplos gráficos de especies de plantas eurioicas en la Reserva son
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la anteojera (Biscutella auriculata), la mostaza negra (Brassica nigra), la ontina
(Artemisia herba-alba) y el marrubio (Marrubium vulgare).
Entre los táxones eurioicos de mariposas diurnas destacan algunos Piéridos
como Colias crocea, Pieris rapae y Pontia daplidice; Satirinos como Pyronia cecilia
y Maniola jurtina; y Licénidos como Aricia cramera y Polyommatus icarus. Estas
especies se pueden encontrar en todos o en casi todos los biotopos.
Existen otras especies de plantas y animales con una valencia ecológica baja
“especies estenoicas”, incapaces de soportar grandes variaciones de algún factor ecológico, que limita su zona de distribución. Son especies muy fieles a determinados
ecosistemas, con unos valores ambientales muy fijos, e incapaces de sobrevivir
cuando se alteran considerablemente los hábitats donde residen. Es el caso de
Ophrys speculum y Ophrys sphegodes, Coronilla juncea y Coronilla minima. Entre los
Ropalóceros sensibles a la alteración de su hábitat podemos citar a Iolana iolas, Plebejus hespericus, Pieris mannii, Libythea celtis, Chazara briseis y Zerynthia rumina.
Los innumerables factores que determinan y delimitan la existencia de los
seres vivos pueden clasificarse en dos grandes categorías: factores bióticos y factores
físicos. Estos últimos, de suma importancia, vienen dados por la precipitación y
temperatura de la zona, radiación y exposición solar, el viento, la composición y
características físicas y químicas del suelo, por citar las más importantes. Cada
organismo vivo, y a lo largo de su andadura evolutiva, ha encontrado unos valores
mínimos y máximos para cada uno de los factores físicos, entre los que puede desarrollarse plenamente y subsistir. Es evidente que también cada organismo tiene
un óptimo para cada factor físico, donde puede evolucionar y desarrollarse inmejorablemente, y donde sus índices de supervivencia y competitividad aumentan
de forma extraordinaria. Del juego complejo de todos estos factores físicos, y de la
posibilidad de adaptación por parte de los seres vivos, se produce en cada ecosistema un equilibrio distinto, a veces único, y en la mayoría de las veces de imposible
imitación por parte del hombre, y que recibe el nombre de “hábitat” (posibilidad
de habitar). En cada ecosistema, una planta o un animal determinado sobreviven
si hallan las condiciones favorables para su desarrollo y reproducción.
Los factores bióticos se basan en la presencia o ausencia de otros seres vivos que condicionan, limitan, o inversamente aumentan y facilitan, situaciones
naturales mucho más complejas que las producidas por los factores físicos:
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•
•
•
•
La competencia entre diversos seres vivos que luchan entre sí por
obtener y conseguir las condiciones vitales más favorables.
La relación simbiótica entre diferentes especies donde se consigue ayuda
mutua entre organismos.
El parasitismo donde un organismo vive a expensas de otro.
La depredación, es decir, la muerte de un ser vivo por parte de otro con
fines alimenticios.
La jerarquía u orden en la explotación de las fuentes de alimento.
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La influencia antrópica en las comunidades vegetales y de Ropalóceros
condiciona su diversidad y densidades de población. De modo general podemos
afirmar que la actividad humana (explotación) sobre la naturaleza produce su
regresión (MARGALEF, 1974), esto es, una pérdida de complejidad y organización
del ecosistema, que queda de manifiesto, entre otros fenómenos, por la disminución de la diversidad y el auge de las especies oportunistas (VIEJO, 1982).
Climatológicamente nos encontramos con un enclave mediterráneo continental que recibe unas precipitaciones medias anuales de unos 442 litros por
metro cuadrado. La temperatura media anual es de unos 15 grados centígrados.
Existen dos meses con un intervalo de helada segura y otros seis meses más con
un intervalo de helada probable. La época estival se caracteriza por la escasez de
precipitaciones y altas temperaturas que pueden llagar hasta los 40˚ C. Todos
estos, y otros factores tales como la exposición, litología, geología y el tipo de
suelo, influenciado principalmente por los yesos y diversos carbonatos presentes
en los análisis edafológicos, han modelado y dotado a las especies vegetales que
pueblan la Reserva de una gran singularidad y rareza, lo que convierten potencialmente a este enclave en un oasis de vida vegetal y animal.
Entramos en un ecosistema donde los suelos están fundamentalmente
compuestos por yesos tableados y margas yesíferas, formando un perfil del tipo
A C denominado litosuelo. En las zonas más degradadas de El Regajal los suelos
tienen un carácter rendsiniforme y carentes de humus capaz de redicir la acción
yesífera. En las zonas de mayor aridez llegan a formarse costras yesosas, lo que
da origen a un suelo de tipo (A) C xerorendsinas, sólo apto para auténticos especialistas capaces de vivir sobre yesos y, a la vez, bajo condiciones de xericidad
edáfica y ambiental enormes (IZCO, 1984).
La vegetación que coloniza la Reserva Natural, y otros enclaves periféricos,
está altamente especializada y adaptada a las extremas condiciones que rigen
el medio natural, por lo que muchas de las especies de plantas son endemismos
de la península Ibérica. Contrariamente a lo que pudiera parecer, estos suelos
albergan una flora tremendamente diversificada. Los inventarios florísticos efectuados demuestran que el número de especies censadas es muy superior al que
se encuentra en formaciones arbóreas tan emblemáticas como los hayedos. Ello
ha dado origen a catalogar estas zonas, con todo merecimiento, como de las más
importantes en biodiversidad, en términos generales, de toda Europa.
1. Vegetación Esclerófila. Coscojar
La formación vegetal predominante en la Reserva Natural es el coscojar.
La coscoja (Quercus coccifera), también denominada por algunos paisanos “chaparra”, es una de las especies más características de la región mediterránea.
TAKHTAJAL (1986), la incluye en su trabajo sobre las regiones florísticas del mundo
como elemento fundamental de las provincias ibéricas y del este mediterráneo.
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Muchos autores consideran a esta especie esclerófila como uno de los principales
elementos del bosque termófilo. Los coscojares se encuentran por debajo de los
encinares en cuanto a necesidades y requerimientos hídricos, por lo que estas
formaciones boscosas, más o menos abiertas, habitan áreas con escasas precipitaciones, que además se concentran en invierno. El periodo primaveral es la
época en la que tiene lugar el máximo desarrollo de estas formaciones vegetales.
Edafológicamente indiferente, prefiere sustratos calizos. Los suelos en los que
se asientan en El Regajal-Mar de Ontígola suelen ser suelos aluviales calizos,
e incluso pueden colonizar margas yesíferas más o menos descarbonatadas. Es
una especie muy frugal.
De la misma manera, la coscoja suele acompañar, con carácter arbustivo o
semiarbustivo, a diversos tipos de formaciones arbóreas, como es el caso de los
encinares. En este sentido cabe señalar que buena parte de la actual extensión
de los coscojares son consecuencia directa de las actuaciones, aprovechamientos y usos, que el hombre ha efectuado a lo largo de su historia en los bosques
mediterráneos.
La propia formación estructural de los coscojares, paisajes abiertos de tipo
garriga, ha permitido mantener algunos aprovechamientos como, por ejemplo,
el pastoreo, la producción de leñas para la fabricación de carbón, la apicultura,
la extracción de aceites esenciales y la caza de especies cinegéticas con fines
deportivos. En tiempos pasados también se han utilizado las agallas rojas, que
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se producen en los tallos y hojas de la coscoja como consecuencia de la picadura
de un insecto, muy apreciadas como tinte rojo.
El porte de la coscoja suele ser arbustivo (de 1,5 hasta 3 m de altura), aunque
pueden tener porte arbóreo (en ocasiones superan los 8 metros de altura) cuando
las condiciones globales son óptimas. El color de sus hojas, de un verde muy
brillante, y su contorno pinchudo la hacen inconfundible. Su característica más
notable es la capacidad que tiene esta planta para soportar situaciones de estrés
producidas por variaciones ambientales de distinto tipo, entre ellas prolongadas
sequías como la que se produjo en 2005, que la otorgan un carácter de privilegio
en la competición frente a muchas otras especies arbustivas.
Algunos autores consideran que los coscojares evolucionan sin diferencias
notables en relación con otros tipos de procesos seriales en el ámbito de las comunidades esclerófilas mediterráneas. Otros apuntan, sin embargo, que una vez
instalada la coscoja esta permanece o se estabiliza durante largo tiempo como
consecuencia de la propia estrategia biológica de la especie. A ello contribuye
sin duda su extraordinaria capacidad para producir rebrotes de cepa y raíces
cundidoras que le permiten, una vez establecida, prescindir de la ayuda de la
germinación de sus bellotas para perpetuarse en el tiempo.
Pero existe otro factor que hay que considerar como particularmente relevante: se trata de su enorme capacidad para mantenerse tras la acción reiterada
de los incendios forestales (elemento natural recurrente en los ecosistemas mediterráneos pero notablemente acentuado por la secular acción antrópica). De
hecho la estabilidad de esta comunidad se debe a la combinación del pastoreo
con incendios periódicos y exporádicos (COSTA, 1998).
RUIZ DE LA TORRE (1981), señala que en tales condiciones la garriga constituye un tipo de agrupación muy estable, perfectamente adaptado a las estorsiones
y adversidades de su área. Su posición en la escala de madurez es intermedia,
pudiendo asimilarse al nivel de las consolidadoras, aunque este objetivo no
resulte afortunado para aplicárselo. Para LE HOUEROU (1974), los coscojares
están en equilibrio con su medio desde hace centurias debido a la influencia
de los incendios periódicos (vegetación piroestable) y TRABAUD (1981), afirma
que incluso con incendios muy repetidos a corto plazo (intervalos de 6 años por
ejemplo) el coscojar se recupera con normalidad.
Se puede hablar, pues, de un coscojar piroestable retroalimentado por la
frecuencia de incendios que le impide evolucionar o lo hace muy lentamente.
Se ha comprobado que tras un incendio, los renuevos de raíz de la coscoja se
desarrollan vigorosamente, y alcanzan, en poco tiempo, los 25 ó 30 centímetros,
aunque no superan los 120 cm después de 20 años. En esta sucesión, de origen y
efecto pirófito, no tiene cabida la regeneración por semilla, y las plantas anuales
prácticamente no están representadas (COSTA, 1998).
La influencia del fuego en la Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
ha sido escasa, aunque en julio de 2002, las llamas calcinaron 17 ha de matorral,
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entre ellas una pequeña mancha de coscojar. En la actualidad, las coscojas, y la
mayoría de los matorrales, han brotado y se recuperan lentamente del incendio
forestal, aunque existe un aumento de la presión que los herbívoros, en especial
el conejo, ejercen sobre los renuevos de todo el matorral esclerófilo afectado,
incluidas las coscojas.
LARCHER (1977), ha estudiado la variación estacional del crecimiento de su
cámbium. La coscoja tiene la facultad de detener rápidamente su crecimiento
en grosor en dos periodos estacionales: por influencia de la sequedad estival y
por disminución de la temperatura en invierno. El crecimiento se reanuda inmediatamente si se anulan la condiciones que han provocado su interrupción.
Encinas y quejigos mantienen esta facultad tan solo en el periodo estival; en
invierno, sin embargo, detienen con anterioridad su crecimiento.
Algunos autores no consideran a los coscojares como formaciones boscosas,
aunque a escala lepidopterológica una coscoja de 2 m de altura, para una mariposa de apenas 3 cm, sería semejante a un árbol de 120 metros a escala humana.
Un herbazal tan sólo de 30 centímetros supone, a escala de un Lepidóptero, un
entramado boscoso graminoide de 18 metros de altura a la escala de un hombre
de 1,70 m de estatura.
Las coscojas son vegetales esclerófilos por excelencia. La esclerofilia es una
de las adaptaciones de los vegetales al ambiente mediterráneo. Las plantas mediterráneas deben utilizar diversas estrategias evolutivas para afrontar las épocas
de máximas temperaturas que coinciden con las de mínimas precipitaciones.
Etimológicamente esclerofilia quiere decir hojas duras, como son de hecho las
hojas de las encinas (Quercus ilex subsp. ballota), coscojas (Quercus coccifera),
sanguinos (Rhamnus alaternus), asperones (Lythodora fruticosa), tomillos (Thymus spp.) y jarillas (Helianthemum spp.), por poner tan sólo unos ejemplos. La
esclerofilia tiene como finalidad afrontar con éxito la dura prueba de la sequía
estival. Para conseguirlo, se reducen al máximo las pérdidas de agua sin que
por ello disminuya la turgencia celular indispensable para la supervivencia del
protoplasma. Estas hojas están provistas de una gruesa cutícula, que funciona
como un perfecto aislante, y varias capas de células (estratos epidérmicos). Ambos
forman en espesor una dura hoja que, a menudo, está parcialmente lignificada.
Por otra parte, los estomas (poros por donde las hojas efectúan sus intercambios
gaseosos) se encuentran en el envés protegidos por pelos, escamas, etc. La misión
de estas estructuras es la de atrapar una fina capa de aire quieto, y saturado de
humedad, capaz de impedir la difusión del vapor de agua que acompaña a la
respiración de la planta.
También es frecuente que las hojas esclerófilas tengan una coloración
cenicienta, grisácea o francamente blanquecina, precisamente por el envés,
para reflejar las radiaciones solares, y así evitar el recalentamiento. Otras hojas
segregan ceras como el ládano, resinas y otras esencias volátiles que son repelentes de agua, por lo que son capaces de crear una microatmósfera de protección
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en torno a cada hoja. La hoja esclerófila destaca por su elevado volumen, en
relación con su superficie, y enorme peso específico.
El sotobosque dentro de los coscojares es muy variable. En el coscojar de la
Reserva no se presentan especies como el durillo (Viburnum tinus), laurel (Laurus
nobilis), el rusco (Ruscus aculeatus), los diversos labiérnagos del género Phillyrea, y
los madroños, todas ellas especies características de otro tipo de coscojares. Junto
al sotobosque, por extraño que le parezca al lector, existe un estrato lianoide,
que no es privativo de las selvas tropicales, que contribuye a enmarañar todavía
más el bosque mediterráneo. Por lianas se entiende cualquier vegetal trepador,
con tallos muy largos, y estructura diseñada especialmente para sujetarse a otros
árboles o arbustos. Este estrato está formado fundamentalmente por madreselvas
del género Lonicera spp., clemátides, zarzaparrilla, hiedra, rubias, etc. En El Regajal
aparecen fundamentalmente Bryonia dioica y Rubia peregrina; mucho más raro es
encontrar el género Lonicera. Finalmente se sitúa un estrato herbáceo, formado
por geófitos (pequeñas plantas que subsisten en la estación desfavorable con
las yemas, para el próximo renuevo, enterradas bajo el suelo) y hemicriptófitos
(plantas herbáceas con las yemas al nivel del suelo). Este último estrato es muy
variable y dependiente de la fisionomía del conjunto del ecosistema: a medida que
el seco clima mediterráneo se suaviza, y adopta variantes más húmedas, aumenta
en importancia dicho estrato herbáceo, al igual como sucede en aquellos lugares
con la capa freática próxima al suelo (GONZÁLEZ GRANADOS, 1997).
Una de las formaciones arbustivas típicas que se pueden encontrar, tanto
dentro del coscojar, como bordeando su periferia, es el romeral. El romero
(Rosmarinus officinalis) forma parte primordial de la orla arbustiva del coscojar,
y su floración es esencial para la vida de muchas especies de Ropalóceros. Otra
formación vegetal paralela es el efedral, constituido por efedra fina (Ephedra
nebrodensis) de un inconfundible color verde glauco. De las tres especies de
efedras, que pueden encontrase en el coscojar de El Regajal, esta especie es la
más abundante.
Los salviares con (Salvia lavandulifolia) son poco abundantes y extensos,
aunque es frecuente ver grandes matas dispersas por todo el coscojar. Se suele
llamar salviar a los matorrales meseteños de suelos calizos con una composición
florística destacable. Su cortejo florístico suele ir acompañado de lino blanco
(Linum suffruticosum), manzanilla bastarda (Helichrysum stoechas), jarilla de hoja
ancha (Helianthemum cinereum), sillerilla (Fumana ericioides), tomillo morisco
(Fumana thymifolia), tomillos de diversas especies y el lino azul (Linum narbonense)
por citar algunas. Los salviares siempre comparten el territorio con los coscojares,
y colonizan las cabeceras de los barrancos (casi siempre en exposición de umbría)
situándose por encima del nivel de los yesos. En cualquier caso, a la más mínima
existencia de yeso en el suelo, penetra la jabuna (Gypsophila struthium) y algunos
terófitos de yesos, como la uva de gato (Sedum gypsicola), la balea de flor larga
(Odontites longiflora), etc.
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Flor de Fritillaria lusitanica.
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La salvia es una planta aromática que atrae a multitud de insectos. Una de
las mariposas que suele acudir para libar ávidamente el néctar de sus flores es
Zegris eupheme, mariposa de escaso dimorfismo sexual, aunque las hembras son
más grandes que los machos. Esta especie es un endemismo ibérico respecto al
resto de países europeos. Presenta un vuelo potente y sostenido en áreas abiertas y claros dentro del coscojar. También frecuenta los prados floridos de otras
formaciones vegetales.
Entrada la primavera, y acompañados de multitud de Lepidópteros, Himenópteros, Coleópteros y Dípteros, los salviares, y su flora acompañante, componen
un cuadro extraordinario de colores: de color amarillo las flores de la manzanilla
bastarda (Helichrysum stoechas), aulaga (Genista scorpius), coronilla de rey (Coronilla minima), jarilla de hoja ancha (Helianthemum cinereum) y sillerilla (Fumana
ericoides); flores azuladas las de salvia, espliego, asperón (Lithodora fruticosa), lino
azulado (Linun narbonense); flores blancas o rosadas de los tomillos (Thymus vulgaris) y al propio lino blanco en las pocas ocasiones que aparece; los tonos rojizos
corresponden a algunos astrágalos, y al pipirigallo (Hedysarum humile).
Las especies leñosas costantes del coscojar son las siguientes:
Alyssum serpyllifolium, Artemisia campestris, Artemisia herba-alba, Bupleurum fruticescens, Coronilla minima, Crataegus monogyna, Daphne gnidium, Ephedra distachya,
Ephedra fragilis, Ephedra nebrodensis, Fumana ericoides, Fumana thymifolia, Genista
scorpius, Haplophylum linifolium, Helianthemum asperum, Helianthemum cinereum,
Helianthemum hirtum, Helianthemum violaceum, Helichrysum stoechas, Iberis saxatilis,
Jasminum fruticans, Linum suffruticosum, Lithodora fruticosa, Matthiola fruticulosa, Phlomis lychnitis, Quercus ilex, Retama sphaerocarpa, Rhamnus alaternus, Rhamnus lycioides,
Santolina chamaecyparissus, Salvia lavandulifolia, Sideritis hirsuta, Teucrium gnaphalodes,
Teucrium polium, Staehelina dubia, Thymus mastichina, Thymus vulgaris, Thymus zygis.
Destacar la presencia de especies accidentales muy interesantes por su
rareza como es el caso del endemismo madrileño: coronilla de hoja (Coronilla
juncea), y otras especies de singular significado como la estepa negra (Cistus
salvifolius) y el escaso jaguarcillo (Halimium umbellatum subsp. viscosum). Esta
última especie es una planta indicadora de suelos ácidos, y se encuentra localizada
en rañas formadas por cantos rodados (cuarcitas). Respecto a la exposición, las
coscojas prefieren las umbrías donde los individuos alcanzan mayores alturas
y poseen un follaje más denso. Existen otras especies muy importantes para el
mantenimiento de las poblaciones de Lepidópteros y, aunque alguna de ellas no
sean frecuentes en La Reserva, si lo son en otros coscojares presentes en el sur
de la Comunidad de Madrid, como sucede en el Parque Regional del Sureste.
Tal es el caso de Dorycnium pentaphyllum, Colutea hispanica, Teucrium pumilum,
Lavandula stoechas, Lavandula latifolia, Lepidium cardamines, Linum suffruticosum,
Plantago sempervirens y Ononis tridentata.
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Los Ropalóceros son criaturas de gran libertad y belleza, y sus vidas una
sinfonía aparentemente interminable de color y movimiento. En su vida real
luchan constantemente por sobrevivir y reproducirse, un combate cuyo resultado
nunca es seguro. Desde el momento en que su vida comienza en un huevo, su
existencia está en peligro, y este riesgo nunca se aleja de su lado según va transformándose de suculenta oruga a indefensa crisálida y por fin en adulto alado
(imago). Pero estas mariposas tienen un último trabajo que realizar, un último
viaje: tienen que encontrar la planta que proporcione el alimento adecuado a sus
larvas (orugas) y realizar su puesta sobre ella. Su objetivo final en la vida consiste
en eso, en poner los huevos de los que saldrán las orugas que, tras desarrollarse,
se convertirán en nuevas y más mariposas. Pero si las hembras depositaran los
huevos en una planta equivocada las orugas morirían de hambre. Esta es la
razón de que las mariposas sean tan consumadas botánicas y cometan tan pocos errores. Éstas pueden elegir una planta de una determinada especie, entre
muchas otras, así como asegurarse de que el ejemplar tiene la edad adecuada y
está completamente sano.
Todas las especies de mariposas que existen actualmente en El Regajal están
íntimamente ligadas a plantas muy específicas (algunas mariposas dependen de
una única especie vegetal), y éstas, a su vez, a suelos muy concretos. Se debe
entender que las interacciones existentes entre “insecto-planta-suelo” son tan
fuertes que siempre deberían abordarse en conjunto, y nunca por separado, a la
hora de gestionar y conservar las colonias de Ropalóceros presentes en cualquier
área protegida. La presencia o ausencia de determinadas especies de mariposas,
y otros insectos, advierten del nivel de degradación en el que se encuentra su
biotopo, por tanto son, sin ninguna duda, excelentes indicadores biológicos.
Uno de los símbolos lepidopterológicos de El Regajal lo constituye Zerynthia
rumina; especie incluida en el Catálogo Regional de Especies amenazadas de
Madrid (B.O.C.M. 85, de 9 de abril de 1992), y considerada como de interés
especial. También se incluyó en el “Libro Rojo de los Lepidópteros Ibéricos” de los
doctores G. DE VIEDMA y GÓMEZ BUSTILLO. En los días soleados de principio de
primavera es frecuente encontrar ejemplares de Zerynthia rumina deambulando
entre los claros dejados por las coscojas. Esta especie, también llamada “Mariposa
de las Aristoloquias”, pertenece al grupo de los Papiliónidos sin colas. Tiene una
librea amarilla, negra y roja, muy vistosa e intricada. Las hembras, de mayor
envergadura que los machos, poseen un color amarillo más oscuro. En El Regajal,
se encuentran los ejemplares de menor tamaño en toda su área de distribución
dentro y fuera de la península Ibérica. Tanto es así que están considerados como
los Papilionidae más pequeños del mundo. Sus orugas se alimentan exclusivamente
de la aristoloquia menor (Aristolochia pistolochia).
Otra de las especies destacadas es Pseudophilotes abencerragus. Se trata del
Ropalócero de menor tamaño que vive en la Reserva Natural El Regajal-Mar de
Ontígola y posiblemente de España. La planta nutricia de la que se alimentan
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las orugas de este Licénico, muy parecido en aspecto a Pseudophilotes papnotes,
es Cleonia lusitanica, planta perteneciente a la familia de las Labiadas y conocida popularmente como “cuatro hermanas”. Además El Regajal es el lugar
donde se encontró por primera vez una colonia de Pieris mannii en el centro de
España; el biotopo más occidental de la peninsula Ibérica donde reside Gegenes
nostrodamus; y uno de los pocos paisajes de la Comunidad de Madrid en el que
se localiza Euchloe belemia.
Un asiduo Lepidóptero que puede contemplarse entre las coscojas a partir de
marzo es Callophrys rubi. Su reverso de color verde logra que éste pase desapercibido entre las pinchudas hojas de la coscoja. Las hembras depositan los huevos
en distintas plantas nutricias silvestres entre las que se encuentran Cistáceas
como Helianthemum hirtum, Helianthemum violaceum y Halimium umbellatum y
Leguminosas como Hedysarum boveanum y Dorycnium pentaphyllum. Las orugas,
que como otras especies pueden practicar el canibalismo, se alimentan de flores,
frutos, brotes y renuevos tiernos.
Otra especie que siente predilección por los coscojares es Tomares ballus.
Esta mariposa cuenta con un reverso alar muy mimético con su entorno: alas
anteriores de color naranja con puntos negros y las posteriores de color verde;
característica que es aprovechada cuando se posa con las alas cerradas para confundirse con la vegetación que la rodea. Más entrado en el estío vuela entre las
flores de las praderas, que tapizan las lomas y colinas cercanas al coscojar, Leptotes
pirithous. Sus orugas sienten predilección por las Leguminosas. En El Regajal se
alimentan de retama (Retama sphaerocarpa) y alfalfa (Medicago sativa).
Ya en pleno verano, se posan a la sombra y cobijo de coscojas y encinas, muchos Satirinos, entre los que destacan Pyronia bathseba, Coenonympha pamphilus,
Hipparchia statilinus y Hipparchia fidia. Como la inmensa mayoría de las especies
que pertenecen a esta subfamilia, sus orugas se alimentan de Gramíneas. En el
Regajal los pies de encinas no son demasiado abundantes, pero todo el perímetro
oeste linda con la finca La Flamenca, con más de un millar de hectáreas (casi dos
veces la superficie de la Reserva) donde proliferan coscojares, matorral esclerófilo,
gipsícola, halófilo y nitrófilo; pastizales, extensos saladares, cultivos de secano…,
y el encinar más meridional, y uno de los mejor conservados de la Comunidad de
Madrid. Ecológicamente este dato es trascendental, pues existe una importante
continuidad vegetal entre ambas propiedades, con variados y diferentes biotopos,
lo que significa que esta parte de la Reserva no queda fragmentada.
Las distintas poblaciones de Lepidópteros pasan de El Regajal a La Flamenca, o viceversa, lo que implica un intercambio genético entre éstas, mucho más
dinámicas y con más individuos, que apenas acontece en el resto de la Reserva.
Una de las mariposas típicas de los encinares, más abundante en La Flamenca
que en El Regajal, es Quercusia quercus. Las orugas de este Licénido se alimentan
de las hojas tiernas de las encinas, y es relativamente fácil ver sobrevolar, por
encima de las copas de estos árboles, a esta especie.
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Celastrina argiolus es una especie que puede aparecer entre el sotobosque
del encinar, aunque prefiere los lugares húmedos como las acequias, lagunas
y arroyos. La influencia de las encinas en la disminución de la temperatura y
mantenimiento de una elevada humedad relativa del aire respecto al exterior,
hace que esta especie pueda vivir dentro del encinar. El microclima existente en
el encinar es uno de los condicionantes vitales para muchas plantas y animales,
que no podrían sobrevivir fuera de la influencia de las encinas.
A falta de mediciones directas, la distribución de las especies y su fenología
pueden indicar, en muchos casos, modificaciones locales de los factores climáticos.
Estas alteraciones responden a condiciones topográficas, a la naturaleza y espesor
del suelo, y a la estructura y fenología de la propia vegetación. El dosel arbóreo,
muy irregular y discontinuo, influye de una forma visible, pero compleja, en la
vegetación que crece bajo él, alterando su composición, su desarrollo y su ciclo;
sin embargo aquí se superpone a la influencia puramente microclimática.
El microclima que se crea debajo de las encinas hace que muchas especies
vegetales se beneficien de ello. Las características más importantes que definen
este microclima son las siguientes (GONZÁLEZ GRANADOS, 1997):
a) La masa arbórea actúa interceptando los vientos existentes, por lo que
se amortigua su efecto mecánico.
b) Mantiene una mayor humedad relativa como consecuencia de la
transpiración de la masa vegetal, y por la dificultad de intercambio
de aire con el exterior.
c) Cuando la cubierta es cerrada se crea un segundo suelo formado por las
copas: se suavizan las temperaturas bajo éstas, y se reduce la oscilación
térmica entre las temperaturas máximas y mínimas diarias.
d) En condiciones ideales de espesura se reduce la insolación bajo la copa.
e) Las encinas son utilizadas como refugio y querencia, sobre todo en
época estival, por el ganado doméstico y todo tipo de animales silvestres. Esto supone igualmente una influencia por parte de los animales
en las plantas que se encuentran al amparo de las encinas, a la que se
suma la que proporciona el propio árbol con su defoliación y goteo.
La especie nitrófila Ballota hirsuta se sitúa normalmente debajo de las encinas. Las deyecciones del ganado y, sobre todo de conejos, se acumulan bajo
sus copas, lo que provoca una alta concentración de nitrógeno en el suelo que
es aprovechado por este tipo de plantas. A la vez, las orugas de algunas especies
de Hespéridos, se alimentan de las hojas de estas matas.
Otras especies nitrófilas son las ortigas (Urtica urens) y (Urtica dioica), de
las que se alimentan las orugas gregarias de la mariposa pavo real (Inachis io),
uno de los Ropalóceros europeos más bellos. Posee una coloración de color rojo
ladrillo o achocolatado, y cuatro ocelos de color azul tornasolado en cada una de
sus alas. El reverso es muy críptico cuando pliega sus alas en reposo. Su excelente
homocromía hace que pase desapercibida en su entorno.
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MARIPOSAS Y SUS BIOTOPOS.
Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
2. Vegetación Gipsícola
Uno de los biotopos más ricos en especies de El Regajal se encuentra en
los yesos. Se tiene la idea equivocada de que son terrenos baldíos, de escaso
valor ecológico, botánico y faunístico. La valoración paisajística que nos venden
los medios de comunicación relaciona directamente el verdor de los bosques
arbóreos con una formidable riqueza natural; por el contrario, las zonas pobladas
con una amplia gama de especies de matas y matorrales, de pequeño porte y
aspecto desolador, casi subdesértico, carecen de importancia. Nada más alejado
de la realidad, los matorrales yesíferos poseen una enorme riqueza botánica
y lepidopterológica, pero aún hoy, estos ecosistemas se desprecian sin más, a
causa del absoluto desconocimiento que se tiene de este medio. Sin embargo,
los abundantes “cerros pelados” que forman la irregular orografía del sur de la
Comunidad de Madrid, albergan más vida que muchos bosques idílicos como,
desde una perspectiva humana lo son, pinares, hayedos, abedulares, etc. A pocos de nosotros nos han explicado las técnicas de supervivencia de las plantas
gipsícolas, sus innovadoras adaptaciones a un medio tan inhóspito y sacrificado
y, mucho menos, conocer la fauna de todo tipo que vive gracias a ellas. Si estas
áreas se encuentran en la actualidad llenas de vida se debe a la persistencia y a
la feroz lucha por la supervivencia que mantienen estas plantas con un medio
tan hostil como inhóspito: los yesos.
Todos los años un aluvión de seres vivos, de las formas y colores más variados, nos desconcierta y entusiasma. Muchos animales eligen estos lugares
para llevar a cabo la perpetuación de su propia especie. Estos vergeles botánicos
acogen en primavera a infinidad de especies de plantas y animales, para luego
convertirse en tórridos y agrestes yesares en verano. Por tanto es importante llevar
a cabo una buena educación ambiental de los jóvenes, para entender mejor los
procesos naturales que han conducido a estos territorios (los pocos que aún nos
quedan bien conservados) a ser necesariamente imprescindibles para muchas
especies de plantas y animales.
En pocas partes de Europa existen tomillares, aulagares, retamares, efedrales, jabunales, como los que existen tan sólo a unas decenas de kilómetros de la
capital. Tampoco, los ejemplares de mariposas que han dado fama internacional
y reconocido prestigio a El Regajal. Estos matorrales han sido los encargados,
durante siglos, de retener y proteger los suelos de la erosión y posterior desertización. Todos ellos han prosperado y evolucionado conjuntamente con los
animales, beneficiándose unos y otros en la mayoría de los casos.
Las plantas gipsófilas o gipsícolas toleran de forma admirable la abundancia de bases (sobre todo calcio). Químicamente este elemento es un factor
limitante para muchas plantas (plantas calcífugas). Los suelos ricos en yesos
o margas yesíferas tienen un pH muy superior al valor neutro. El calcio es un
oligoelemento necesario para la vida de los vegetales y su carencia puede pro101
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vocar algunos trastornos, e incluso graves problemas en el metabolismo de los
vegetales, aunque en plena naturaleza es muy raro que esto suceda. Sin embargo,
cuando es demasiado abundante supone un grave problema nutricional, ya que
el calcio actúa como elemento antagonista de otros elementos imprescindibles
para la vida de muchas plantas. Dicho con otras palabras, muchas especies son
incapaces de absorber las dosis necesarias de hierro y potasio, sustancias vitales
para la vida de los vegetales, en presencia de altas concentraciones de calcio.
Las plantas que viven en este ecosistema (plantas calcícolas) están totalmente
adaptadas, y han superado el problema que les pudiese plantear el exceso de
calcio en el suelo.
La singularidad de este tipo de suelo ha condicionado sobre manera las
formaciones vegetales y cortejos florísticos de cada una de ellas. Nos encontramos con una vegetación y flora excepcionalmente adaptadas a las condiciones
climatológicas y edafológicas locales, siendo capaces de vivir con precipitaciones
muy irregulares y por debajo de los 400 litros por metro cuadrado al año, y temperaturas estivales medias que superan los treinta grados en algunas zonas. Todos
los mecanismos empleados y adaptaciones establecidas persiguen un mismo fin:
la supervivencia y perpetuación de la especie.
Estos graves inconvenientes han producido en las plantas, y a lo largo del
tiempo, una serie de modificaciones en sus estructuras anatómicas y procesos
biológicos, que a su vez exigen una serie de adaptaciones para la fauna que se
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MARIPOSAS Y SUS BIOTOPOS.
Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
alimenta directamente de ellas. Uno de los casos más apreciables y llamativos es
el reducido tamaño de los Ropalóceros que viven y se reproducen en estas áreas.
Las descripciones de numerosas subespecies y formas por afamados y eméritos
entomólogos, como consecuencia del tamaño de los Ropalóceros, en parajes de
yesos tan singulares como los existentes en Aranjuez, han demostrado que, los
ejemplares de algunas especies de mariposas residentes en estas zonas, son los
más pequeños de todas las razas de las mismas especies existentes en Europa y
en el mundo.
Zerynthia rumina.
Papilio machaon.
Euchloe belemia.
Comparación de tamaños entre ejemplares, pertenecientes a la misma especie, de
El Regajal y aquellos ejemplares nominotípicos propios de otros lugares de España:
Zerynthia rumina, Papilio machaon y Euchloe belemia. Escala 1:1.
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Comparativa de tamaños entre ejemplares de Issoria lathonia y entre un ejemplar de Polyommatus icarus (Lycaenidae)
y Euchloe belemia (Pieridae). Escala 1:1.
Como consecuencia de este fenómeno, los nombres con los que se bautizaron a las subespecies y formas descritas hacían referencia al escaso tamaño
o enanismo de tan sorprendentes y particulares mariposas que volaban en la
Reserva Natural: Zerynthia rumina subsp. minima, Pontia daplidice forma chikita,
Euchloe ausonia forma infima, Euchloe tagis subsp. castellana, Anthocharis belia
subsp. calzadillae... etc. Al comparar estos ejemplares, con los típicos de otros
países europeos, se comprobó que su tamaño llegaba a ser al menos la mitad.
Este insólito descubrimiento pronto transcendió fuera de nuestras fronteras, y
los entomólogos del viejo continente empezaron a visitar y difundir, por todos
los estamentos científicos, la importancia de estas zonas lepidopterológicas extraordinariamente ricas en mariposas. Más tarde serían científicos americanos,
e incluso orientales, los que comprobarían por sí mismos lo que sus colegas
franceses, alemanes, austriacos e ingleses publicaban al respecto de las mariposas
capturadas en El Regajal.
Después de haber estudiado durante muchos años este hecho, creemos que
en ningún caso se puede hablar de subespecies, sino que es mucho más correcto
interpretar esta realidad y describir estos Lepidópteros como “formas locales”. Si
no fuese así, deberíamos también hacer lo mismo con el resto de especies que
también exhiben esta característica. Durante más de 20 años se han observado
numerosos ejemplares de Papilio machaon, Iphiclides podalirius, Colias crocea,
Euchloe belemia, Issoria lathonia, Inachis io, Melanargia ines, Aricia cramera...,
con un tamaño muy reducido si los comparamos con los ejemplares típicos del
resto de la geografía peninsular.
Esta tendencia o predisposición tiene una explicación razonable, y está
muy ligada a la evolución y desarrollo que marcan muchas plantas nutricias,
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Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
sobre todo las herbáceas, a las orugas de estas mariposas. El corto período
primaveral del que disfrutan las plantas, inducido por las escasas e irregulares
lluvias, y acrecentado por la mala capacidad que tienen los suelos de retener el
agua de lluvia, supone que estas mismas plantas disponen de escasas reservas
de agua almacenada en el suelo para desarrollarse. Las plantas anuales se ven
obligadas a acortar su ciclo vital, mientras que las vivaces arbustivas frenan su
crecimiento, brotadura de renuevos y hojas tiernas, floración y fructificación,
por sequía fisiológica. Las orugas, ajenas a este fenómeno, se ven obligadas en
poco tiempo a incrementar su ritmo de alimentación. Muchas de ellas no llegan
a alcanzar su máximo desarrollo en su último estadio larvario, por lo que deben
crisalidar prematuramente y antes de lo habitual. Los imagos que emergen de
estas crisálidas, si han sobrevivido al ataque de parásitos y predadores, después
de una metamorfosis correcta, tienen un tamaño mucho más pequeño que los
nominotípicos (entre un 20 y un 30% de media menores).
La cobertura que ocupa el matorral sobre los cerros yesíferos rara vez
sobrepasa el 50%, y los claros permanecen sin cubierta, salvo los tres meses
primaverales en los que los pastos de terófitos cierran su ciclo. Tras la engañosa
apariencia de cerros desdibujados y raquíticos se esconde una riqueza en especies
poco común en otras latitudes de España y Europa. Las especies vegetales más
frecuentes son la jabuna (Gypsophila struthium), tomillo de Aranjuez (Thymus
lacaitae = Thymus aranjuezii), tomillo salsero (Thymus zygis), jarilla de escamas
(Helianthemum squamatum), carraspique (Iberis saxatilis), yerba de la coyunturas
(Ephedra fragilis), aliaga (Genista scorpius), hierba de las pecas (Lepidium subulatum), centaúrea (Centaurea hyssopifolia), rabillo de zorra (Koeleria vallesiana subsp.
castellana), por citar las más representativas (GONZÁLEZ GRANADOS, 1997).
El color ceniciento de estos suelos, en contraste con el colorido de la flora
reinante en plena floración, provoca gran atracción y asombro en el observador,
hasta el punto de quedar completamente ensimismado. En primavera se tiene
la ocasión de observar cómo estos parajes se cubren casi por completo de flores
vistosas, pertenecientes a multitud de variadas familias. Entre los gamones
(Asphodelus ramosus y A. fistulosus), los zumillos (Thapsia villosa), carraspiques
silvestres (Iberis pectinata), hinojos (Foeniculum vulgare) e incluso la ruda (Ruta
montana), acuden puntualmente a su cita primaveral, volando de flor en flor, o
dejándose mecer por la suave brisa, multitud de especies de Ropalóceros.
Aunque tal generosidad de diversidad vegetal puede hacernos pensar que
las condiciones de estos momentáneos vergeles son óptimas, lo cierto es que la
vida para todas estas plantas es extremadamente austera. Para vivir en los lomos
resecos de los cerros yesíferos las especies gipsícolas no han tenido más remedio
que desarrollar mecanismos que eviten la transpiración excesiva. Uno de ellos es
el reforzamiento de la cutícula seguido de la reducción de la superficie foliar. Aquí
no hay hojas amplias. La propia jabuna, con sus hojas aleznadas, ha seguido este
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camino; igual ocurre con Lepidium subulatum, Centaurea hyssopifolia y el género
Thymus. Además estas especies botánicas cuentan frecuentemente con hojas
que se revuelven y enrollan sobre el envés, a la vez que se cubren de pelos, para
crear un ambiente cerrado y acondicionado de escasa transpiración.
Entre las que se recubren de tomento no puede omitirse la adaptación
singular de la jarilla de escamas (Helianthemum squamatum), en la que los pelos
se han aplanado y se han transformado en auténticas escamas redondeadas
que se sujetan por un pie central “pelos peltados”. Estos pelos, y los que cubren
tantas plantas de estas zonas, no sólo actúan de forma mecánica, ya que evitan
el recambio de aire y la perdida de agua por transpiración, sino que, también,
ejercen de pantalla contra la radiación solar y reflejan la luz como si se tratase
de diminutos espejos.
Estas comunidades son todo un ejemplo de xerofilia y de lucha contra el seco
ambiente y la falta de agua en el suelo que reina en estos ecosistemas durante
todo el estío, aunque ninguno de estos inconvenientes supone obstáculo para
que estas plantas sean polinizadas y, a la vez, sirvan de alimento a algunas de las
especies de mariposas que viven en la Reserva Natural.
Muchas mariposas diurnas también liban el néctar contenido en las flores de
la jabuna (Gypsophila struthium), una de las plantas más visitadas por los insectos,
sobre todo cuando florece en verano. También el jabunal es una maravilla de
adaptación. Los suelos yesíferos son tóxicos para los vegetales no especializados,
entre otras cosas, por los problemas fisiológicos, de competencia y antagonistas,
ya explicados. Esta selección natural solo deja establecerse a aquellas especies
vegetales auténticamente especializadas. Entre ellas se encuentran el tomillo de
Aranjuez (Thymus lacaitae), jarilla de escamas (Helianthemum squamatum), hierba
de las pecas (Lepidium subulatum), centáurea (Centaurea hyssopifolia) y el rabillo de
zorra (Koeleria vallesiana subsp. castellana); además de algunas especies tolerantes
del yeso como el tomillo salsero (Thymus zygis), tomillo terrero (Teucrium polium
subsp. capitatum) y la tamarilla falsa (Helianthemum hirtum) entre otras.
Las comunidades gipsófilas no sobrepasan, en ningún caso, la cota de los
800 m sobre el nivel del mar en todo el sur de la Comunidad de Madrid, y en
El Regajal la media se sitúa entre los 400 y 600 m. A partir de estos sustratos se
forman unos suelos esqueléticos, que apenas son otra cosa que yeso puro: una
costra dura y reseca sobre la que directamente enraízan las plantas; se habla entonces de yermas de yeso. La formación de costras es un fenómeno común en los
suelos ricos en sales solubles bajo climas secos y áridos cálidos. Concretamente,
las zonas ricas en yesos de Aranjuez se esponjan durante la época de lluvia, y
al caminar sobre ellos da la sensación de hacerlo sobre una densa alfombra de
líquenes terrícolas que cede al pisar. Por el contrario, con el verano la esponja
se seca, se endurece y forma una dura costra yesífera.
Pero en la Reserva Natural también existen especies vegetales, como es el
caso del espantalobos (Colutea hispanica), que con el paso de los años ha visto
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Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
reducida drásticamente su área de distribución, hasta el punto de desaparecer
por completo de amplias zonas de la Reserva. En todo caso, los escasos y aislados
ejemplares que todavía persisten no son suficientes como para albergar poblaciones estables de algunos de los Ropalóceros más importantes y escasos. La
lamentable regresión territorial del espantalobos ha provocado la desaparición
del Lepidóptero Iolana iolas en el interior de El Regajal y Mar de Ontígola. Este
especie de Ropalócero está incluido en el Libro Rojo de los Lepidópteros bajo
la categoría de “en peligro de extinción” y en el Catálogo Regional de Especies
Amenazadas (Decreto 18/92), en condición de “especie sensible a la alteración de su
hábitat”. En este caso concreto las orugas de Iolana iolas dependen por completo
de las semillas de Colutea hispanica de las que se alimentan exclusivamente.
La relación causa-efecto no puede ser más evidente en este caso. La
notable disminución, e incluso la desaparición, de su única planta nutricia, el
espantalobos, ha desencadenado la extinción de esta bella mariposa de alas con
anverso azul-violeta.
Otro de los Licénidos extintos en la Reserva es Plebejus pylaon que, al igual
que ocurre con Iolana iolas, está incluida en el mismo nivel del Catálogo Regional
de Especies Amenazadas, y también depende de una única planta nutricia, en
este caso se trata del astrágalo de yesos (Astragalus alopecuroides), cuya presencia
es todavía más escasa que en el caso del espantalobos.
Otra de las formaciones vegetales que escasean son las formadas por el
carraspique (Iberis saxatilis subsp. cinerea). Esta especie coloniza tanto yesos como
calizas (terreno aluvial). No suele formar comunidades demasiado extensas,
y preferentemente ocupan vaguadas con exposición de umbría protegidas de
la desecación que produce el viento. Su abundante, temprana, y prolongada
floración permite alimentarse a la inmensa mayoría de Ropalóceros que se
aglutinan en estas áreas limitadas, aunque su mayor importancia reside en que
es la única planta nutricia que se conoce, en el centro de la Península, de Pieris
mannii. Este Piérido, fácilmente confundible con Pieris rapae, cuenta con una
distribución muy escasa. Dentro de la Comunidad de Madrid sólo se localiza
en el municipio de Aranjuez. También es una de las plantas preferidas por las
orugas de Euchloe tagis.
Otra formación vegetal que escasea son los aulagares con Genista scorpius.
Se trata de comunidades de plantas formadas por aulagas que se llenan completamente de flores amarillas entre los meses de abril y mayo, lo que contrasta
con el blanco de las flores del carraspique. Este arbusto está provisto de fuertes
espinas axilares que sirven de defensa para evitar que sean mordisqueados por
los conejos y el ganado. Por lo general los aulagares forman parte de la banda
espinosa del coscojar y encinar (constituye una de sus etapas de degradación).
Justo en el área que actualmente ocupa el Polígono Industrial Gonzalo
Chacón, en las proximidades de la Reserva, se encontraban excelentes formaciones de espantalobos, carraspiques y aulagas. A la vez, era el área donde vivía
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la población más importante de otra de las especies de mariposas más valiosas,
raras y emblemáticas que viven en El Regajal. Se trata de Euchloe belemia, una
de las grandes joyas aladas de toda la Comunidad de Madrid. Este Ropalócero
tenía establecidas varias colonias estables que hoy en día han desaparecido por
completo. La destrucción de su habitat natural ha conducido y propiciado casi
la extinción de este bello y escaso Piérido, a pesar de las advertencias y estudios
que se expusieron en los años ochenta.
Algunas de las especies interesantes que forman parte del cortejo florístico
de estas áreas son la chirigüela (Euphorbia serrata), la reseda mayor (Reseda
suffruticosa), reseda silvestre (Reseda phyteuma), tomillo salsero (Thymus zygis),
tomillo terrero (Teucrium polium subsp. capitatum) y el alhelí de campo (Matthiola
fruticulosa), además de numerosas Gramíneas, Compuestas y Crucíferas que empradizan el suelo hasta cubrirlo por completo en los meses de primavera. Todas
ellas contribuyen de una manera u otra al mantenimiento de los Lepidópteros
en general.
Una de las formaciones arbustivas más representativas de la Reserva son
los retamares formados por Retama sphaerocarpa. Las retamas, indiferentes al
tipo de substrato (aunque no tolera las altas concentraciones de sal), se presentan con abundancia en suelos aluviales calizos, aunque estas áreas suelen estar
dominadas por la coscoja y la encina, e incluso yesos. Esta leguminosa heliófila
también es una de las especies que forman parte de las series de degradación
del encinar. Las retamas son capaces de fijar y aportar nitrógeno al suelo, de ahí
su gran interés.
Existen buenos retamares dentro de “El Regajal” y sus aledaños, “La Flamenca” y “Sotomayor”, todos ellos en el municipio de Aranjuez. En primavera
estos arbustos, con apariencia de escobas vegetales, desbordan vida. Existen dos
especies de Licénidos que frecuentan estas formaciones y por las que sienten
cierta predilección: Glaucopsyche alexis y Glaucopsyche melanops.
Las hembras de ambas especies ponen sus huevos, de uno a uno, en los
botones florales de las retamas. Este comportamiento no es casual, y de esta
manera se evita que las orugas neonatas se encuentren y devoren unas a otras,
debido a su tendencia al canibalismo. Sus orugas suelen asociarse con hormigas
de los géneros Crematogaster, Camponotus y Formica. La relación simbiótica que
establecen algunos Licénidos con hormigas es absolutamente asombrosa. A esta
relación se la denomina “mirmecofilia” y ambos insectos, mariposas y hormigas,
se benefician. Estas “mariposas hormigueras” mantienen una intensa relación con
algunas especies de hormigas durante su fase larvaria. Se calcula que aproximadamente unas 50 especies de Ropalóceros ibéricos mantienen este tipo de
relación con hormigas.
Al igual que ocurre en la simbiosis que mantienen ciertas hormigas con los
áfidos (pulgones), las orugas de estas mariposas son capaces de proporcionar una
secreción azucarada que recolectan ávidamente los escuadrones de hormigas, y
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Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
por la que sienten una gran atracción. La íntima relación que existe entre ambos animales está basada en que las orugas proporcionan un dulce líquido, rico
en azúcares y aminoácidos, a cambio de protección y seguridad, ya que pocos
insectos se atreven a desafiar a las hormigas. En los Licénidos, estas secrecciones
azucaradas emanan de unas exclusivas glándulas denominadas “Glándulas de
Newcomer”.
Las hormigas estimulan directamente estas glándulas a través de un delicado
masaje que dan a las orugas con sus potentes mandíbulas, patas y antenas. Si se
observa detenidamente da la sensación de que estén literalmente “ordeñando” a
las orugas. Las hormigas las atienden, protegen y, además, las sacan a pastar (de
aquí se desprende el sobrenombre de “hormigas pastoras”). Muchos millones de
años antes de que el hombre fuese capaz de domesticar los primeros animales
salvajes, y tener los primeros rebaños de ganado, las hormigas ya cuidaban, defendían y ordeñaban a otros insectos. Esta simbiosis entre órdenes de insectos
tan distintos es un claro ejemplo de que, en la Naturaleza, los organismos están
íntimamente relacionados de una manera u otra, llegándose al más perfecto
equilibrio entre especies.
El grado de complejidad de la simbiosis puede llegar al extremo de que las
hormigas trasladen las orugas de Ropalóceros a plantas nutricias cercanas a sus
hormigueros, para así poder tener más cerca, sacar una mayor producción, y
obtener un mejor control del “rebaño”. Algunas especies de hormigas son capaces
de transportar a las orugas a otras plantas sanas, una vez que han devorado la
planta huésped, e incluso de introducirlas en sus hormigueros a modo de guarida
nocturna o redil, donde están a salvo de los enemigos de la noche e inclemencias
externas. Esta relación con hormigas ha proporcionado a las orugas simbióticas el
desarrollo de una epidermis muchísimo más gruesa, en comparación con aquellas
especies que no mantienen ningún tipo de dependencia.
Recientemente los científicos han confirmado que ciertas especies de mariposas se alimentan, dentro del hormiguero, de las larvas de estas hormigas, lo
que convierte la relación simbiótica en parasitismo. Las hormigas confunden a las
orugas de mariposa con sus propias larvas, gracias a la imitación de una feromona
(alomona) que engaña totalmente a éstos Himenópteros, y conducen al interior
del hormiguero a las orugas devoradoras de sus propias larvas y ninfas. De esta
manera las orugas de algunos Licénidos pasan el invierno alimentándose de las
larvas de las hormigas, avivando en primavera en forma de imago, y eludiendo
a las furiosas hormigas con otro asombroso mecanismo adaptativo.
Al emerger de la crisálida, y antes de extender sus alas, el imago de mariposa
debe darse prisa en salir del hormigero, ya que en este estado no goza del perfume
con el que pasaba desapercibida. Sin duda las hormigas intentarán atacar a la
mariposa, pero el imago está provisto de pelos y escamas que se quedan pegados
a las mandíbulas de las hormigas momentaneamente y el tiempo preciso como
para poder salir del hormiguero. Una vez a salvo, y no antes, extenderá sus alas
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al tibio sol primaveral. Todas estas pautas, comportamientos y relaciones, anteriormente descritas, dependen extraordinariamente del mantenimiento de unas
condiciones ambientales concretas y muy vulnerables. La estabilidad y equilibrio entre estas especies depende, en gran medida, del estado de conservación
de sus frágiles y delicados habitats. Para reflejarlo valga varios ejemplos de lo
delicadas que pueden ser estas interacciones entre mariposas, hormigas y usos
tradicionales, relaciones éstas que deben ser conocidas a la hora de manejar y
gestionar la Reserva en su conjunto:
La estrecha vinculación de muchas especies de mariposas a los pastizales
propicia que del mantenimiento de éstos dependa la supervivencia de aquéllas.
Muchos de estos pastizales deben su existencia al uso ganadero, por lo que la
retirada de las reses puede acarrear a medio plazo la desaparición del pastizal y,
por tanto, de las mariposas. Para ilustrar la estrecha relación entre mariposas,
pastizal y ganado, podemos poner el ejemplo de las especies del género Maculinea,
típicamente asociadas a praderas húmedad de la mitad norte de la península
Ibérica.
En España se encuentran cuatro de las cinco especies de Maculinea (M.
arion, M. rebeli, M. alcon y M. nausithous) por orden de menor a mayor rareza
(MUNGUIRA, 1989). Durante una parte de su vida larvaria, todas ellas están
asociadas a hormigas del género Myrmica, en cuyos nidos pasan el invierno; esto
les ha valido el nombre común de “hormigueras” (AGENJO, 1964).
Maculinea arion es la especie de mayor valencia ecológica, pues puede
vivir tanto en praderas húmedas con hierba rala, como en herbazales más secos y desarrollados; en las primeras la larva se alimenta de Thymus praecox, en
los segundos de Origanum vulgare (MUNGUIRA & MARTIN, 1994). En cualquier
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caso, el mantenimiento de la pradera es imprecindible para la subsistencia del
Lepidóptero, a causa del requerimiento tanto de la planta huésped, como de la
hormiga asociada; además esta última requiere unas condiciones de la hierba
especiales. MUNGUIRA y MARTÍN (1994), sugieren que la desaparición de M. arion
del Valle de Ordesa (Huesca) puede atribuirse al abandono de la ganadería tras
la declaración de Parque Nacional.
La segunda especie más común del género es Maculinea rebeli, que vive en
prados montanos de los Pirineos y del Sistema Ibérico central, entre los 1.200 y
1.600 metros de altitud, donde vegeta su planta nutricia, Gentiana cruciata. En
estos pastos pace el ganado vacuno, tanto en primavera, cuando sube a los agostaderos, como a final de verano, cuando regresa al valle. La oruga se alimenta de
la genciana a principios de verano, justo cuando esta planta está en condiciones
óptimas para el Lepidóptero. A finales de julio o principios de agosto, las orugas
de cuarta edad se dejan caer al suelo, donde son recogidas por hormigas de la
especie Myrmica schenki y transportadas al hormiguero, donde son alimentadas,
pasan el invierno y pupan a la primavera siguiente.
Como puede deducirse, la actividad ganadera está perfectamente ajustada
al ciclo biológico de la mariposa: las vacas pasan por los prados cuando el Lepidóptero está en el hormiguero y la genciana no está en su momento óptimo. Un
exceso de pastoreo perjudicaría tanto a la planta nutricia (principalmente por
el pisoteo de las vacas), como al resto de la pradera, que dejaría de ser idónea
para la Myrmica, con el consiguiente perjuicio para M. rebeli. Pero el abandono
del uso ganadero acarrearía primero un crecimiento excesivo de la hierba, y a
medio plazo una desaparición del pastizal y, por tanto, del Lepidóptero (MUNGUIRA & MARTÍN 1994).
Maculinea alcon es una especie más rara, que se distribuye por la cornisa
cantábrica y el Sistema Ibérico Septentrional, pero que prefiere pastizales de zonas
bajas o medias (desde el nivel del mar hasta los 1200 m.). Su planta nutricia
es Gentiana pneumonanthe, una planta de praderas húmedas sometidas a una
moderada presión ganadera. La desaparición de las vacas de extensas áreas de
la Iberia húmeda está provocando la invasión del matorral y, por consiguiente,
poniendo en peligro la supervivencia de este Lepidóptero.
La más rara de todas las Maculinea españolas es M. nausithous. Sólo se conoce en siete cuadrículas UTM de 10 km de lado, repartidas en cuatro zonas:
la comarca de Abelar (Soria), el puerto de Tarna (León-Asturias: MUNGUIRA,
1989), Valle del Lozoya (Madrid: GARCÍA BARROS et al., 1993) y Potes (Cantabria:
MUNGUIRA & MARTÍN, 1994). Vive en praderas donde prospera su planta nutricia,
Sanguisorba officinalis, y la hormiga a la que está asociada, Myrmica rubra en el
norte, y Myrmica scabrinodis en el valle del Lozoya (MUNGUIRA, com. pers.). Estos
pastizales tienen la hierba bien crecida, pues la hormiga necesita elevada humedad y temperatura suave, condiciones que proporciona el pastizal cuando no se
siega todos los años. A mediados de verano, las orugas se dejan caer desde la
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Sanguisorba y son recogidas por las hormigas, que las trasladan a sus nidos, donde
las alimentan incluso con sus propias larvas; allí crecen a cubierto y terminan por
formar la crisálida a la primavera siguiente (THOMAS, 1984; MUNGUIRA, 1989).
Como en los otros casos, una presión ganadera o una siega demasiado intensas
pueden acabar con la residencia ecológica de la hormiga, de la planta huésped e,
irremediablemente, con la mariposa. Pero un abandono del prado tiene efectos
similares, pues al cabo de los años el terreno es ocupado por plantas leñosas,
con la consiguiente desaparición de la mariposa. De ahí la importancia del uso
tradicional de estos pastizales.
De la misma manera, y fuera de nuestras fronteras, también tenemos
ejemplos muy claros y con los mismos protagonistas. El caso más dramático lo
encontramos en la extición, a principios de los años ochenta, y en todo el Reino Unido, de la mariposa denominada vulgarmente “hormiguera de lunares” y
científicamente Maculinea arion. Esta mariposa sufrió una regresión territorial
muy importante en todo el país, hasta llegar al extremo de declararla en peligro
de extinción, ya que sus colonias se habían reducido drásticamente, y por aquel
entonces los entomólogos no sabían la causa de esta misteriosa desaparición. A
raíz de aquí los grupos ecologistas ingleses, alarmados por la noticia, emprenden
una frenética campaña de presión para proteger estos últimos reductos de cualquier acción humana que pudiera alterar, lo más mínimo, los ecosistemas donde
todavía era posible contemplar a esta bella mariposa. Este fue el desencadenante
de la extinción de la misma.
Como se ha advertido, esta mariposa depende para sobrevivir de una única
especie de hormiga con la que mantiene una relación simbiótica semejante a las
ya descritas. A la vez, las hormigas necesitaban que el suelo mantenga una temperatura adecuada para instalar sus hormigueros. Esta temperatura sólo se consigue
cuando la altura de la hierba se mantiene lo suficientemente corta como para que
los rayos solares, en primavera, no se vean interceptados y puedan solear el suelo.
El herbazal era mantenido, a la altura adecuada para la supervivencia de ambas
especies, por el ganado vacuno, que ramoneaba y pastaba en todos los enclaves
donde se presentaba la especie protagonista de nuestra historia. Las consecuencias
de las posturas proteccionistas que contemplaban el vallado y erradicación de
cualquier actividad antrópica, en los últimos enclaves de la especie, fueron las que
propiciaron la extinción de la hormiquera de lunares. En consecuencia, las vacas
dejaron de pastar, la hierba y pastos aumentaron considerablemente su altura y,
a consecuencia de esta circunstancia, la temperatura del suelo descendió varios
grados por falta de incidencia de los rayos solares en el hormiguero. Las hormigas
desaparecieron y Maculinea arion se extinguió en el Reino Unido.
Las experiencias de campo con Lepidópteros, y de las que hemos sido partícipes en estos últimos 25 años, nos llevan a afirmar que existen algunas especies
de mariposas perfectamente adaptadas e integradas a situaciones ambientales
artificiosas creadas por el hombre hace milenios, por lo que éstas deben ser
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Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
mantenidas. Lo contrario, como ha quedado demostrado, supone la extinción
de estos táxones de Lepidópteros. Entre los ecosistemas creados por el hombre,
y que gozan de un gran valor ecológico, se encuentra las dehesas.
Otra de las formaciones destacables y diferenciales, desde un punto de vista
ecológico, son los efedrales sobre margas yesíferas dominados por la hierba de
las coyunturas (Ephedra fragilis). Esta planta dioica es la mayor, y tal vez la más
bella, de las tres especies presentes en España. Desgraciadamente no es demasiado
abundante y comparte suelos con otras especies de terófitos como la ombliguera
(Omphalodes linifolia), carraspique silvestre (Iberis pectinata), numerosas especies
de muy pequeña talla como la hierba pigmea (Míbora minima), oreja de ratón
(Cerastium gracile), etc., y algunos caméfitos como la zamarilla algodonosa (Teucrium gnaphalodes) y el tomillo salsero (Thymus zygis) entre otras. Su floración,
de color amarillo, es muy espectacular, al igual que ocurre con el color verde
glauco de sus tallos articulados. Debido a su escasa extensión, y cercanía de otras
formaciones y ecosistemas más importantes, las mariposas que podemos observar
son las mismas que las que vuelan en el resto de las formaciones pertenecientes
a los matorrales yesíferos.
Más importantes si cabe son los tomillares con Thymus zygis, ontinares con
Artemisia herba-alba y jabunales con Gypsophila struthium. Los tomillares son otras
de las formaciones importantes por su densidad, por la extensión que ocupan,
y por el número de especies de Ropalóceros que se pueden encontrar en ellos.
Además de Thymus zygis, en estas comunidades son numerosos y abundantes otros
caméfitos y algunas leñosas más altas como la tamarilla blanca (Helianthemum
violaceum), la jarilla romero (Helianthemum asperum), la tamarilla falsa (Helianthemum hirtum), tomillo morisco (Fumana thymifolia), sellerilla (Fumana ericoides),
la zamarilla algodonosa (Teucrium gnaphalodes), tomillo terrero (Teucrium polium
subsp. capitatum) y la ruda (Ruta montana).Los mejores tomillares se encuentran
al noreste de El Regajal, y forman una banda alrededor del coscojar.
En segundo lugar la ontina (Artemisia herba-alba) es uno de los táxones que
se engloban dentro del grupo de matorrales nitrófilos matritenses. Los ontinares
colonizan los pies de los cerros yesíferos de la Reserva Natural, por lo que adquieren un color verde muy azulado debido a que toda la planta está cubierta de una
fina y corta borra algodonosa que hacen de ella una mata blanquecina.
Por último el jabunal, formado por la especie Gypsophila struthium, es muy
frecuentado en verano por las mariposas que vuelan por los resecos yesares
cuando el néctar escasea. El nombre genérico, Gypsophila, significa amante del
yeso, término que cuadra muy bien desde el punto de vista ecológico pues, la
mayoría de sus especies, muestran una clara dependencia hacia los medios ricos
en sulfatos. Además de la jabuna otras especies características de esta comunidad
son la centaúrea (Centaurea hyssopifolia), tomillo de Aranjuez (Thymus lacaitae),
jarilla de escamas (Helianthemum squamatum) y hierba de las pecas (Lepidium
subulatum). Esta última planta, sumamente vistosa en su floración, y que suele
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ocupar las laderas con un mayor porcentaje de yeso en el suelo, puede formar
pequeñas formaciones monoespecíficas o mezcladas con otras especies gypsícolas
denominadas “Bojares”. La mayoría de los Ropalóceros acuden a libar el néctar de
sus pequeñas flores blancas de cuatro pétalos dispuestos en cruz. Otras especies
de plantas que gusta posarse a los Ropalóceros son la reseda mayor (Reseda suffruticosa), endemismo del centro de la península Ibérica, reseda silvestre (Reseda
phyteuma), reseda blanca (Reseda alba) y uva de gato (Sedum gypsicola).
Menos trascendentes, aunque no menos interesantes, son las comunidades
de tomillo sapero (Frankenia thymifolia). Es muy fácil reconocer esta comunidad
en el campo, tanto por su aspecto como por su composición florística. Es un
matorral ceniciento donde las matas tienen el mismo color que los yesos en que
se asientan. Ocupan los fondos y depresiones entre cerros yesíferos, donde el
viento molesta menos a las mariposas para posarse y alimentarse. Es notable
su floración, por lo que cubren el paisaje de un rosado muy intenso. La mejor
formación de tomillo sapero se encuentra en el arroyo del Colmenar.
Existen algunas zonas de yesos muy alteradas y degradadas en el área
protegida que presentan un paisaje desolador y de aspecto lunar. La cobertura
herbácea es nula, y tan sólo existen comunidades liquénicas. Por otro lado, las
coberturas de los caméfitos presentes no superan el 10%. Es lógico pensar que
la riqueza lepidopterológica de estas zonas tan deterioradas sea muy escasa e
incluso nula. Tan sólo transitarán por aquí aquellas mariposas, de potente vuelo,
que no les queda más remedio que cruzar estas áreas degradadas para pasar de
unas formaciones vegetales a otras.
Una de las especies botánicas endémicas que han sido reintroducidas en
la Reserva, de modo experimental, es Vella pseudocytisus, rara crucífera de hojas
crasas cuyas comunidades más importantes y estables, con ejemplares que llegan
al metro y medio de altura, se encuentran en Sotomayor. El “pítano”, nombre
vulgar que recibe esta especie, está incluida como “especie de interés especial” en
el Catálogo Regional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres según el
Decreto 18/92 de 26 de Marzo, y es la planta nutricia, entre otros Lepidópteros,
de Clepsis laetitiae (Soria 1997), especie protegida por la Comunidad de Madrid
y que ya se abordó en el tomo I, memoria de 2002, perteneciente a esta serie
de libros. El pítano fue descrito por primera vez para la ciencia por Linneo, en
1753, a partir de plantas recolectadas en Aranjuez “Habitat in Hispania circa
oppidium Aranjuez”. Actualmente se describen tres subespecies. Una de ellas
presente únicamente en Marruecos, y las otras dos endémicas de la Península
Ibérica (CASTROVIEJO, 1993). En la Comunidad de Madrid Vella pseudocytisus
subsp. pseudocytisus, es endémica de Aranjuez. Fuera del Real Sitio y Villa sólo
está confirmada su presencia en la zona limítrofe con la provincia de Toledo.
Existe alguna cita en Almería, aunque no se ha recolectado ningún solo ejemplar de esta especie en la provincia desde 1921, y Orce (Granada), cuya cita se
encuentra sin confirmar.
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Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
Otra de las mariposas que han desaparecido de El Regajal es Leptidea
sinapis. De aspecto frágil, y vuelo bastante torpe y tembloroso a ras de suelo,
posiblemente presenta dos generaciones en el centro de la península, siendo la
segunda más blanca, pequeña y con las manchas apicales de las alas anteriores
más negras. Las orugas tienen como principales plantas nutricias al trébol de
cuernos (Lotus corniculatus), vicia (Vicia sativa), pinsoles (Lathyrus sativus) y
otras Leguminosas. La última cita de este pequeño piérido, de abdomen largo y
estrecho, data de 1988. Lo mismo ha sucedido con Aporia crataegi, como consecuencia de la desaparición, casi por completo, de su planta nutricia, el majuelo
(Crataegus monogyna).
Un piérido bastante raro de encontrar es Gonepteryx rhamni, especie de
aspecto similar y fácilmente confundible con Gonepteryx cleopatra, Ropalócero
este último mucho más abundante. Las orugas de ambas especies se alimentan
de las hojas del espino negro (Rhamnus lycioides).
No hay que olvidar la gran diversidad taxonómica vegetal que posee El
Regajal, muchas veces olvidada por la abrumadora fama de sus mariposas. El
elevado número de taxones, y la abundancia o concentración de especies endémicas, han servido para detectar lo que se ha dado en llamar “puntos calientes”, es
decir, áreas de elevada biodiversidad. Tal es así, que los yesos de la depresión del
Tajo en Aranjuez, ocupan el sexto lugar en cuanto a las áreas de conservación
prioritaria según la riqueza botánica que albergan. Así figura en la siguiente tabla
elaborada por un grupo de expertos botánicos (REVISTA QUERCUS, nº 144,
publicada en febrero de 1998).
Tán solo Aranjuez, con una superficie de 18.671 hectáreas, se citan más de
un millar de especies de plantas vasculares y unas 80 especies de Ropalóceros.
Estos datos porcentuales suponen, con respecto a toda la península Ibérica,
más de un 14% de la flora vascular y un 35% de los Ropalóceros, con tan sólo
el 0,004% de superficie del territorio nacional. Cifras que demuestran la gran
biodiversidad que todavía hoy persiste.
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ÁREAS DE CONSERVACIÓN PRIORITARIA SEGÚN
SU RIQUEZA EN ESPECIES VEGETALES
Orden de
prioridad
Área
Número de
especies
Densidad
acumulada (%)
1
Sierra Nevada: Veleta (Granada)
117
14,61
2
Pirineos: Cotielia (Huesca)
93
21,97
3
Sierra de Grazalema (Cádiz)
82
28,46
4
Cordillera Cantábrica Somiedo (Asturias)
81
32,96
5
Alrededores de Coimbra (Portugal)
78
37,08
6
Yesos del Tajo: Aranjuez (Madrid)
60
40,45
7
Sierras de Algeciras (Cádiz)
71
43,57
8
Pirineos: Nuria (Gerona)
81
46,57
9
Cabo de Gata (Almería)
40
49,56
10
Sierras de Cazorla y el Pozo (Jaén)
88
52,18
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La capacidad de los organismos para soportar las variaciones desfavorables
de un ambiente determinado, y sus actitudes adaptativas para soportarlas, sin
morir dentro del ecosistema, se denomina “Valencia Ecológica”. Esto quiere decir
que existen especies de plantas y mariposas con una valencia ecológica muy alta
denominadas “especies eurioicas”, oportunistas o cosmopolitas, capaces de soportar
fuertes variaciones respecto a un factor o varios factores ecológicos, y que han
conseguido, e incluso desarrollado, sistemas adaptativos orientados a paliar los
cambios producidos dentro de los propios hábitats donde habitualmente viven.
Estas especies proliferan en gran número; colonizan zonas ecológicamente diferentes y aparecen en todos los inventarios realizados. Entre las especies de plantas
eurioicas que colonizan la mayoría de los biotopos presentes en la Reserva se
encuentran la anteojera (Biscutella auriculata), la mostaza negra (Brassica nigra),
la ontina (Artemisia herba-alba) y el marrubio (Marrubium vulgare); mientras que
entre los Ropalóceros eurioicos destacan algunos Piéridos como Colias crocea,
Pieris rapae y Pontia daplidice; Satirinos como Pyronia cecilia y Maniola jurtina; y
Licénidos como Aricia cramera y Polyommatus icarus.
A la vez, existen otras especies de plantas y animales con una valencia
ecológica baja “especies estenoicas”, incapaces de soportar grandes variaciones
de algún factor ecológico que limita su zona de distribución. Son especies muy
fieles a determinados ecosistemas con unos valores ambientales muy definidos
y prefijados, e incapaces de sobrevivir cuando se alteran considerablemente
las zonas o hábitats donde residen. Tal es el caso de las orquídeas flor de abeja
(Ophrys speculum) y (Ophrys sphegodes), o la coronilla de hoja (Coronilla juncea)
y coronilla de rey (Coronilla minima). Respecto a las mariposas diurnas sensibles
a la alteración de su hábitat podemos citar a Iolana iolas, Plebejus pylaon, Pieris
mannii, Libythea celtis, Chazara briseis e incluso Zerynthia rumina.
Los innumerables factores, que determinan y delimitan la existencia de los
seres vivos, pueden clasificarse en dos grandes categorías: factores bióticos y factores
físicos. Estos últimos, de suma importancia, vienen dados por la precipitación y
temperatura de la zona, radiación y exposición solar, el viento, la composición y
características físicas y químicas del suelo, etc. Cada organismo vivo, y a lo largo
de su andadura evolutiva, ha encontrado unos valores mínimos y máximos para
cada uno de los factores físicos, entre los que puede desarrollarse plenamente y
subsistir. Es evidente que, también, cada organismo tiene un óptimo para cada
factor físico, donde puede evolucionar y desarrollarse inmejorablemente, y donde
sus índices de supervivencia y competitividad aumentan de forma extraordinaria.
Del juego complejo de todos estos factores físicos, y de la posibilidad de adaptación por parte de los seres vivos, se produce en cada ecosistema un equilibrio
distinto, a veces único, y en la mayoría de las veces de imposible imitación por
parte del hombre, y que recibe el nombre de hábitat (posibilidad de habitar).
En cada ecosistema, una planta o un animal determinado sobreviven si halla las
condiciones favorables para su desarrollo y reproducción.
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Respecto a los factores bióticos, determinados por la presencia o ausencia
de otros seres vivos que condicionan y limitan o, inversamente, aumentan y
facilitan, situaciones naturales mucho más complejas que las producidas por los
factores físicos. Existe una enconada competencia entre diversos seres vivos que
luchan entre sí por conseguir las condiciones vitales más favorables. Las relaciones
simbióticas entre diferentes especies; el parasitismo, donde un organismo vive
a expensas de otro; la depredación, es decir, la muerte de un ser vivo por parte
de otro con fines alimenticios; y la jerarquía, u orden en la explotación de las
fuentes de alimento, son algunas de las relaciones y factores bióticos que, de forma
continuada, surgen entre distintos organismos existentes en la Naturaleza.
Es un hecho que la influencia humana ha condicionado las comunidades
vegetales, y por tanto, las poblaciones de Lepidópteros. De modo general podemos
afirmar que la actividad humana (explotación) sobre la naturaleza produce su regresión (MARGALEF, 1974), esto es, una pérdida de complejidad y organización del
ecosistema, que queda de manifiesto, entre otros fenómenos, por la disminución
de la diversidad y el auge de las especies oportunistas (VIEJO, 1982).
3. Cultivos y zonas agrícolas
La comarca que circunda la Reserva Natural posee, aún hoy, economías
basadas en la agricultura. Grandes extensiones de cultivos y zonas agrícolas se
asientan en terrenos yesosos, calizos e incluso salinos; en cualquier caso poco
productivos y donde dominan preferentemente los cultivos de secano. En El
Regajal los cultivos ocupan 30,04 ha (4,7% del total de su superficie); repartidas
en 8,61 ha (28,65%) de viñedos y 21,43 ha (71,35%) de olivares. Los suelos
donde se asientan estos cultivos de secano, aunque se les proporciona riego por
goteo, suelen ser suelos pardos calizos de origen aluvial, con gran pedregosidad y
ricos en carbonato cálcico.
El uso tradicional que se realiza, con el empleo de una agricultura extensiva,
auspiciado por el respeto de las condiciones naturales aledañas; la controlada
y escasa utilización de productos fitosanitarios, y el respeto de las especies
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Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
vegetales silvestres que ocupan linderos, taludes, e incluso el propio cultivo de
secano, permite que la diversidad y número de especies vegetales y, sobre todo,
el de Ropalóceros, no sea demasiado baja y supere a las especies que se pueden
encontrar en cualquier cultivo de regadío intensivo.
Algunas mariposas que frecuentan estos parajes agrícolas son Piéridos, como
Pieris rapae, común por nuestros campos de secano. Muy probablemente es la
especie más abundante en el centro de la Península. Típica especie oportunista
(VIEJO, 1980), “la blanquita de la col” es tanto más abundante, cuanto más degradado está el territorio. Según (PINO, 1982), esta especie de mariposa diurna
es favorecida por la actividad humana. Es corriente encontrarla en cultivos de
secano, bordes de caminos, zonas ruderales, cunetas, barbechos, cultivos de regadío, e incluso, en parques urbanos. En todas estas zonas abundan Resedáceas y
Crucíferas, plantas nutricias de las que se alimentan sus polífagas orugas; aunque
el lector debe ser advertido que el medio, en el que Pieris rapae prospera con
éxito, es temporal, localizado e inestable (OHSAKI, 1979). Otra especie común y
parecida es Pieris brassicae, mariposa que visita con regularidad la mostaza negra
(Brassica nigra), por otro lado planta muy abundante por todos los campos de
secano del sur y sureste de la región. También es muy habitual encontrar grupos
de orugas gregarias alimentándose de col (Brassica oleracea) y otras Crucíferas
cultivadas, silvestres o de jardín. Las poblaciones de Pieris brassicae también son
favorecidas por algunas actividades antrópicas que hacen proliferar determinadas
Crucíferas cultivadas y arvenses. Lo cierto es que este Ropalócero muestra más
tendencia hacia parajes secos, que hacia lugares húmedos (VIEJO, 1982).
Más importante si cabe son los cultivos de árboles frutales. Almendros,
manzanos, perales, ciruelos, guindos y cerezos son la principal fuente de alimento
de imagos y orugas de algunas especies de Ropalóceros, aunque en la actualidad
estos cultivos o han desaparecido por completo, o el número de ejemplares en
buen estado es demasiado pequeño. Las flores de estos árboles, con sus nectáreos
repletos de néctar, atraen a multitud de especies de insectos polinizadores, entre
ellos muchas mariposas, indispensables para conseguir una buena fructificación
y cosecha.
La floración precoz de los almendros a finales del invierno constituye, en
muchos casos, el primer y único alimento con el que cuentan los Lepidópteros
invernantes. A principio de la primavera se produce el avivamiento de uno de
los Ropalóceros más grandes de Europa: Iphiclides podalirius. Después de permanecer todo el frío invierno en forma de crisálida, la metamorfosis se completa
cuando nacen estos bellos Papiliónidos. Una vez realizada la cópula, las hembras
depositan, de manera individual, los huevos en el envés de las hojas de almendro
(Prunus dulcis). Los huevos eclosionan a finales de abril o comienzo de mayo. Las
orugas cuentan con un órgano en forma de dos pequeños cuernecillos de color
naranja tras la cabeza, y que recibe el nombre de “Osmeterio”, del que emana ácido
butírico, de fétido olor, que hace desistir a la mayoría de los depredadores.
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La utilización de pesticidas, insecticidas, herbicidas, y demás productos
químicos de amplio espectro y de alta toxicidad, ha provocado un descenso muy
importante en sus poblaciones por lo que, ya no es tan fácil ver volar a Iphiclides
podalirius, con la abundancia de antaño, en las inmediaciones y dentro de la
Reserva Natural.
En verano, cuando los trigales se tornan de un penetrante color dorado, se
pueden encontrar otras mariposas en zonas agrícolas de secano, a pesar de las elevadas temperaturas que se alcanzan en esta época del año. Entre ellas destacan los
Satirinos Pyronia cecilia y Maniola jurtina, aunque estas especies no son exclusivas de
ningún ecosistema concreto. Sus plantas nutricias pertenecen a diferentes géneros
de Gramíneas como Lolium, Poa, Brachypodium, Festuca, etc. Ambas mariposas
tienen una única generación anual e hibernan en la fase de oruga.
La difusión de Pyronia cecilia está ampliamente representada por todo el
territorio, aunque abunda especialmente en terrenos de barbecho, bordes de
camino, olivares, viñedos, zonas ruderales y degradadas. No obstante, esta
especie también es corriente es espartales, romerales y riberas; encontrarla en
coscojares, encinares y cultivos de regadío es mucho menos frecuente. Es una
especie resistente a la degradación, que normalmente se ve favorecida por la
actividad humana (VIEJO, 1982).
Los cultivos de regadío en Aranjuez se extienden por toda la Vega de los
ríos Jarama y Tajo. La presencia de suelos ricos en nutrientes, profundos y con
buena disponibilidad de agua, los hacen propicios para la agricultura intensiva.
Los monocultivos, sobre todo de maíz, en grandes extensiones de terreno, conjuntamente con la aplicación de sistemas agresivos con el medio natural, como la
utilización descontrolada de productos agroquímicos como abonos, fertilizantes
y toda clase de biocidas, son los culpables de que estas zonas alberguen el menor
número de Ropalóceros, de todo los ecosistemas.
En Inglaterra, la mariposa Aporia crataegi, desapareció por completo del
condado de Kent como resultado de las fumigaciones con potentes pesticidas
lanzados desde avionetas a los árboles frutales de la zona. En Aranjuez, en
los años 80, se utilizó un herbicida denominado comercialmente 2,4-D para
el tratamiento de un cultivo de regadío próximo a un orzagal y tarajal, en las
proximidades del arroyo de la Cavina, en la finca La Flamenca, colindante con
la zona oeste de la Reserva. La sustancia fue difundida mediante avioneta. El
viento desvió el producto y provocó la muerte de todas las orzagas (Atriplex
halimus), afectó seriamente a los tarajes, y destruyó toda la fauna insectívora
que albergaba (GONZÁLEZ GRANADOS, 1997).
El Ropalócero Pieris napi muestra una nítida inclinación hacia los lugares
húmedos. Su óptimo está en comunidades nitrófilas e higrófilas, es decir, en zonas
húmedas degradadas que a menudo ocupan las orillas y márgenes de lagunas,
arroyos y ríos. Es muy rara en coscojares y encinares, y los únicos bosques en que
se puede encontrar con relativa frecuencia son las choperas o fresnedas de ribera
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(bosque en galería, etc.). Esta especie visita El Regajal procedente de cultivos
de regadío próximos a la Reserva Natural.
Las orugas del Licénido Lampides boeticus se alimentan de plantas que son
frecuentes encontrar en los cultivos de regadío, como es el caso de la alfalfa
(Medicago sativa), veza (Vicia sativa), guisantes (Pisum sativum) u otras Leguminosas con un menor interés forrajero y agrícola, pero muy características de
éstas zonas, como el peculiar trébol de cuernos (Lotus corniculatus) o algún que
otro ejemplar de mielga negra (Medicago lupilina).
Es indispensable que se mantengan los linderos, pasos, vías forestales, sendas,
caminos agrícolas, taludes, cunetas, barbechos y cualquier suelo donde tradicionalmente han crecido multitud de plantas silvestres; Papaveráceas, Compuestas,
Resedáceas, Plantagináceas, Umbelíferas, Crucíferas, Leguminosas y Labiadas,
entre otras muchas, de modo que puedan albergar la fauna de Lepidópteros sin
que suponga ningún coste económico para los agricultores.
4. Vegetación Glicohidrófila
Dentro de la Reserva Natural la vegetación glicohidrófila se reduce a la
Laguna del Mar de Ontígola y sus alrededores. Este territorio se convierte, en
los tórridos meses de verano, cuando la mayoría de las plantas anuales han culminado su ciclo reproductor, en un oasis de importancia suprema para algunos
Ropalóceros. No sólo alberga su propia fauna de invertebrados característicos
por la singularidad del ecosistema en cuestión, sino que, además, en verano,
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atrae a todos aquellos insectos de las zonas adyacentes próximas al humedal.
Aquí encuentran frescor, una menor temperatura, mayor humedad, sombra,
agua para beber y plantas verdes todavía sin marchitar. En definitiva, el Mar de
Ontígola se convierte en plena canícula en un espacio de acogida para multitud
de especies de mariposas.
La afluencia de tan variados visitantes a estas demarcaciones se puede
ilustrar con los gráficos que a continuación se detallan. Podemos observar en
los histogramas realizados para tres familias: Piéridos, Ninfálidos (Satirinos) y
Licénidos que, existe una preferencia por la vegetación presente en los cerros
yesíferos durante los meses de primavera (marzo, abril y mayo), mientras que
en los meses de verano (junio, julio y agosto) esta tendencia se invierte, ya que
estas mismas especies se refugian en la laguna del Mar de Ontígola, como se
demuestra en los siguientes gráficos.
En términos generales, se desprende de los datos previamente expuestos,
que las especies, consideradas colectivamente por familias, prefieren los cerros
yesosos durante la primavera, y las márgenes de la laguna durante el verano y
otoño. Esta preferencia dispar, se puede atribuir a las condiciones que reinan en
una y otra zona en los diferentes meses. Las lluvias primaverales mantienen una
cierta humedad en los cerros, pero a partir de junio, las condiciones de humedad
de éstos son críticas, mientras que permanecen relativamente benignas en los
alrededores de la laguna. Las mariposas realizan micromigraciones a comienzos
del verano hacia la laguna en busca de condiciones de humedad más benignas,
dada la sensibilidad de estos insectos hacia este factor ecológico (VIEJO, 1982).
No se conoce con exactitud el mecanismo de percepción de la humedad. Quizá
esté asociado a algún quimioreceptor (olfato), o a cambios higroscópicos cuticulares, u osmóticos (PALANCA, 1975).
La laguna del Mar de Ontígola alberga una flora y vegetación muy peculiar,
mientras que la fauna de Lepidópteros es semejante, como ya se ha indicado, a
la que existe en las zonas limítrofes. La vegetación que medra en este biotopo
recibe el nombre de vegetación glicohidrófila o acuática y de zonas húmedas.
Se debe aclarar aquí el concepto de lo que se denomina planta acuática. Las
definiciones existentes en la literatura botánica varían ostensiblemente y, con
frecuencia, incluyen táxones que dependen del agua solo en algunas fases de su
ciclo vital. Las adaptaciones para superar la estación desfavorable son habituales
en las plantas ligadas al medio acuático. Algunas familias y géneros de plantas
son a la vez especies terrestres y acuáticas, como sucede con los ranúnculos
(Ranunculus spp.). También existen plantas terrestres que son capaces de soportar
largos períodos de inundación, sumergidas o anegadas por el agua, como ocurre
con el carrizo y las espadañas.
Dentro del conjunto de plantas que, en mayor o menor grado, se encuentran en relación directa con el medio acuático, deben distinguirse y separarse
los conceptos de higrófito e hidrófito (FONT QUER, 1975). Desde el punto de
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vista de las mariposas, las comunidades de plantas hidrófitas, es decir, aquellas
especies vegetales que tienen sus órganos asimiladores sumergidos o flotantes,
no son tan transcendentales como las comunidades de plantas higrófitas. Este
calificativo se aplica en sentido amplio a las plantas y comunidades propias de
medios muy húmedos (SANTOS CIRUJANO, 1992). Para nosotros, son todas aquellas
especies que se instalan y vegetan en los márgenes de las lagunas o humedales,
teniendo su sistema radicular, y parte basal de sus tallos, bajo el agua. Sus hojas
y flores siempre emergen fuera del líquido elemento. A estas plantas también
se las denomina plantas palustres y algunas son de vital interés para algunas
colonias de Ropalóceros.
Una de las mariposas visitantes de la laguna, en los bochornosos días de
verano, es Lycaena phlaeas, un Licénido territorial de alas de color rojo tornasolado
con lunares negros. Es común ver a este Ropalócero mientras liba el néctar de
una flor de cerrayón (Sonchus maritimus). Esta misma especie, en estado larvario,
se alimentan de diversas plantas pertenecientes a la familia de las Poligonáceas,
como la acedera (Rumex acetosella).
Muchas de las mariposas que se refugian en la laguna consumen el agua
presente en pequeños recintos y charcos. En estos abrevaderos sacian sus necesidades hídricas y toman las sales minerales que les son imprescindibles para su
metabolismo, por ello es muy frecuente que nos encontremos bebederos llenos
de mariposas de todos los colores.
La conexión entre el fondo del valle, donde se sitúa la laguna, y la superficie
del páramo se realiza mediante una rampa formada por escarpes yesíferos que
albergan típicas especies gypsícolas. Estas plantas son frecuentadas en primavera
por otros Licénidos de semejante tamaño al anterior, como son Aricia cramera
y Pseudophilotes panoptes. Sin embargo, cuando el calor se hace insoportable,
suelen también bajar.
Aricia cramera es una mariposa intranquila, que suele estar activa si el día
no está nublado, aunque su vuelo normalmente es corto y a poca altura del
suelo. Los huevos que deposita la hembra son dejados en el envés de las hojas de
plantas como el peine de brujas (Erodium cicutarium), pico de cigüeña (Erodium
ciconium) y geranios silvestres (Geranium molle).
Pseudophilotes panoptes es un endemismo ibérico que merodea los páramos
de la Reserva Natural, en biotopos dominados por la coscoja, matorral gipsícola
y el esparto. Los imagos suelen frecuentar las matas de tomillo, por lo que no
es demasiado común encontrarla en los alrededores de la laguna. Sus orugas se
alimentan de diversas especies de tomillos como la mejorana silvestre (Thymus
mastichina), tomillo común (Thymus vulgaris) y tomillo aceitunero (Thymus zygis).
Ambas especies viven asociadas con hormigas.
A principios del mes de marzo, la floración de Tamarix parviflora tiñe las
orillas de la laguna de un rosado intenso muy atractivo para los primeros Ropalóceros de cada año. Es sencillo localizar ejemplares de Colias crocea entre las
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inflorescencias de estos tarajes, por el contraste entre el amarillo limón de las
alas de esta mariposa y el rosa de las flores. Más adelante, cuando emerjan las
flores de los matorrales gipsícolas, visitarán las zonas yesíferas próximas, para
regresar en los calurosos días de verano.
Entre otras muchas especies de mariposas que se acercan a El Mar de
Ontígola destaca otro Piérido muy común como es Pontia daplidice, aunque esta
mariposa es una especie que siente predilección por sobrevolar los atochares,
romerales, tomillares y demás vegetación xerofítica próxima a la laguna. Sin
embargo, es muy frecuente verla, sobre todo en el estío, buscando el frescor
que proporciona este humedal. Las plantas nutricias que sirven de alimento a
las orugas son, en esta ocasión, Crucíferas, como es el caso de la hierba de los
cantores (Sisymbrium officinale), boja (Lepidium subulatum) y carraspique silvestre
(Iberis pectinata). También es común que se alimenten de Resedáceas como la
reseda mayor (Reseda suffruticosa), insigne endemismo ibérico abundante en los
aledaños de la laguna.
Especial mención se debe hacer del Hespérido Gegenes nostrodamus, un
Ropalócero bastante raro y escaso. Sin embargo, hace algo más de una década,
era posible encontralo en el área de El Mar de Ontígola, así como en el Carrizal
de Villamejor. Las planta nutricia que acoge a sus orugas es el cardillo (Scolymus
hispanicus), especie que es exclusiva de áreas del sur de la región.
Thymelicus lineola es otro Hespérido que frecuenta este territorio, aunque
su alas son anaranjadas y no de color castaño. Sus orugas construyen un hibernáculo, a modo de refugio, donde pasan los meses invernales y del que solo salen
para alimentarse de dactilo (Dactylis glomerata).
Muchas son las especies palustres características del lugar como: las espadañas (Typha dominguensis) y (Typha latifolia), juncos (Juncus acutus), (Juncus
articulatus) y (Scirpus holoschoenus). Más atrás, y con una mayor altura, se alza
un cañaveral formado por la caña común (Arundo donax). Al otro lado de la
antigua carretera N-IV llegaba el arroyo de El Regajal, que dividía en dos partes
el área donde en la actualidad se ubica el polígono industrial Gonzalo Chacón.
Concretamente en este paraje se encontraba la mayor colonia de uno de los
Ropalóceros más raros y exclusivos de toda la Comunidad de Madrid, como es
Eucloe belemia. Esta mariposa es fácilmente reconocible por el reverso de sus alas
posteriores, con forma más o menos cuadrangular, verdes y con franjas verticales
blancas; además de por su rápido y característico vuelo horizontal, zigzagueante
y nervioso. Sus plantas nutricias, donde depositan sus huevos, son Crucíferas,
como es el caso de los géneros Sisymbrium, Descurainia, Diplotaxis e Iberis.
En la periferia del humedal existen algunas mariposas que delimitan su
territorio y no dudan en arremeter contra cualquier otro Lepidóptero intruso que
invada este espacio. Es el caso del Ninfalino Issoria lathonia, cuya característica
más destacada se localiza en el reverso de sus alas, donde presenta máculas
plateadas que brillan como el acero. No lejos de sus dominios aparecen varias
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especies de violetas como Viola arvensis, Viola kitaibeliana y Viola willkommii,
donde ponen sus huevos y de las que se alimentan sus orugas.
Otro visitante habitual, más adentrada la primavera, es el Satirino Coenonympha pamphilus. Este Ropalócero, de color beige, tiene como plantas nutricias
diversas gramíneas como Brachypodium phoenicoides y Poa pratensis y alguna especie más del género. Su coloración criptica, con las alas cerradas, hace difícil
su localización. Es fácil encontrarla en los bebederos que se forman, después
de las lluvias, acompañada de otras mariposas, donde toma el agua y las sales
minerales que necesitan para vivir.
5. Pastizales
La acción degradatoria por causas antrópicas ha propiciado la sustitución
de los bosques por el matorral, y posteriormente por el pastizal. Los pastizales
que encontramos en la Reserva Natural, son principalmente pastizales xerofíticos
formados por especies herbáceas, en especial Gramíneas, con sistemas radiculares
poco permanentes y profundos, y con una estacionalidad muy marcada. Este
biotopo es el predilecto para la subfamilia de los Satirinos, pues sus orugas suelen
tener exclusivamente como plantas nutricias a un gran número de especies de
Gramíneas.
A los extensos pastizales xerofíticos también les suelen llamar “estepas” o
zona esteparias. Estas se caracterizan genéricamente por ser amplios espacios
abiertos, provistos de una vegetación rala y de escaso porte compuesta principalmente por terófitos (conjunto de plantas anuales, capaces de completar todo
el ciclo de su existencia en la estación favorable). Aunque el paisaje de diferentes pastizales suele ser muy similar, presentan una importante heterogeneidad
dado la gran diferencia que existe entre ellos, principalmente en diversidad y
complejidad ambiental y biológica, como es el caso de los espartales u atochares
y los albardinales. Ambas formaciones vegetales muestran, ante los ojos de un
observador no avezado, la misma amplitud de horizontes, un idéntico relieve y,
equivocadamente, una escasa biodiversidad. Pero es todo lo contrario. Los suelos
sobre los que se asientan difieren considerablemente, y las plantas, que entran a
formar parte de estas formaciones, son en parte totalmente diferentes.
La disparidad de criterios entre algunos autores de reconocido prestígio han
envuelto el significado de la palabra estepa en una nebulosa de confusión, como
muy bien señalaba Pio Font Quer. Etimológicamente la palabra estepa procede
del bocablo ruso “step” y es empleado con sentido más bien geográfico. Durante
la segunda mitad del siglo pasado, un alemán llamado Moritz Willkomm se dedicó
a recorrer la península Ibérica para estudiar su rica y variada flora. Este ilustre
botánico calificó de esteparias amplias zonas de nuestro país, asimilándolas a
las estepas que existen en Asia y Europa oriental (estepas euroasiáticas). Esta
errónea teoría fue desmontada por Huguet del Villar, después de presentar su
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publicación titulada “Avance geobotánico sobre la pretendida estepa de España
central”. En efecto, mientras que las estepas euroasiáticas constituyen unas
formaciones naturales en perfecto equilibrio biológico, a pesar de las duras
y adversas condiciones meteorológicas que imperan en aquellas regiones, las
estepas españolas y, más concretamente, los ecosistemas esteparios, con formaciones basadas específicamente en pastizales xerofíticos del sur de la Comunidad de Madrid, son el resultado de la actividad del hombre. Las actuaciones
antrópicas llevadas a cabo durante siglos, tales como las talas mal planificadas,
incendios, roturaciones y sobrepastoreo, han transformado el primitivo paisaje
boscoso de la España mediterránea, en extensas formaciones esteparias que, a
pesar de todo, han evitado la erosión y desertización de los suelos. Por tanto
los pastizales xerofíticos actualmente constituyen un importante eslabón en la
protección contra la erosión hídrica y eólica de todas aquellas laderas con fuertes
pendientes, y cerros con alta erosionabilidad. Tienen un gran valor ecológico,
botánico y lepidopterológico.
En la Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola el pastizal xerofítico
más representativo es el atochar (espartizal), puesto que apenas existen algunas
pequeñas manchas de albardinales. Estos pastizales, adaptados a la xerotermia
mediterránea mediante esclerofília (vegetales de hojas duras y coriáceas), presentan diferencias muy notables. Mientras el esparto o atocha (Stipa tenacissima)
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coloniza las laderas más pronunciadas sobre yesos y margas yesíferas; el albardín
(Lygeum spartium) prefiere suelos más ricos en sales e incluso suelos con capa
freática en profundidad y que temporalmente dispongan de abundante agua sin
llegar al encharcamiento.
Los atochares es una de las comunidades que más interés suscita. Ocupan la última etapa en la sucesión de los encinares manchegos. Los atochares
son formaciones herbáceas graminoides, densas, de buena estatura, pudiendo
sobrepasar el metro y medio, que ocupan los enclaves cálidos con substratos
margosos (margas yesíferas sobre todo) en el dominio de los encinares manchegos
(GONZÁLEZ GRANADOS, 1997).
La atocha, también llamado esparto, es una gramínea robusta que forma
cepellones muy densos de hojas y de cañas. La atocha es un prototipo de adaptación graminoide a la sequedad. Sus hojas son duras, enjutas, y están plegadas
longitudinalmente en forma de tubo o de canal estrecho para crear, en su interior,
una microatmósfera de alta humedad relativa estable, que no se renueve con
facilidad, y evite la pérdida de vapor de agua. Este mecanismo ya supone una
adaptación, pero hay más. Es habitual, en casi todas las plantas, que los estomas
se sitúen en el envés de las hojas, pero las hojas de atocha se repliegan sobre
el haz. Los estomas se sitúan en el fondo de pequeños canales y se rodean de
pelos (IZCO, 1984).
Estos pastizales, dominados por la atocha, sostienen una gran variedad
de Satirinos. Estas mariposas depositan sus huevos sobre el esparto, u otras
Gramíneas acompañantes, de las que se nutrirán sus orugas, que tienen hábitos
alimenticios nocturnos.
Dentro del género Hipparchia, en los atochares vuelan tres especies distintas:
Hipparchia semele, Hipparchia statilinus y Hipparchia fidia. Los imagos de estas
mariposas vuelan en pleno verano, cuando se alcanzan las más altas temperaturas
medias y absolutas, aunque se posan siempre al cobijo de alguna buena sombra.
Si el calor se hace muy intenso frecuentan las zonas húmedas próximas a las
áreas donde nacieron. Es difícil verlas volar, a no ser que se las moleste, y siempre
recurren a la misma estratagema: posarse y cerrar las alas para que los colores
crípticos del reverso de sus alas se confundan con el entorno que las rodea. Los
imagos de estas mariposas pueden pasar varias horas posadas al sol directo, con
el eje del cuerpo perpendicular a la luz incidente, para conseguir una mayor
eficacia de su camuflaje. De esta manera pueden escapar de depredadores con
buena vista como las aves.
Hipparchia semele posee un cortejo o parada nupcial complejo: el macho,
normalmente más pequeño, una vez que ha localizado a una hembra receptiva,
se posa cerca de ésta y empieza abrir y cerrar las alas, repetidamente, haciéndolas
vibrar con gran rapidez. Una vez que parece haber ipnotizado a la hembra, el
macho, con sus alas anteriores, abraza las antenas de su compañera y emana
un olor que consigue excitar a la hembra, gracias a unas glándulas olorosas
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colocadas en sus propias alas anteriores, y tiene lugar el acoplamiento genital.
Ambos individuos permanecen unidos por el final del abdomen durante unas
horas, y echan a volar juntos si son molestados, por lo que en esta situación son
mucho más vulnerables.
Las orugas de estas especies son invernantes y entre sus plantas nutricias
se encuentran distintas especies de atochas que pueblan las estepas o parameras
presentes en la Reserva y aledaños. Están citadas ocho especies de Stipa en Aranjuez (GONZÁLEZ GRANADOS, 1997): Stipa tenacissima, Stipa offneri, Stipa lagascae,
Stipa parviflora, Stipa pennata, Stipa capensis, Stipa capillata y Stipa barbata, estas
dos últimas especies bastantes raras.
Estructuralmente el atochar está definido por tres estratos (IZCO, 1984):
1.
2.
3.
El superior, de un metro de altura aproximadamente, formado por la
propia atocha, en el que entran también algún gamón (Asphodelus
ramosus y Asphodelus fistulosus), romero (Rosmarinus officinalis), aulaga
común (Genista scorpius) y gramíneas Stipa offeni, Stipa parviflora, Stipa
pennata, Stipa capensis, Avenula bromoides, Dactylis glomerata, Bromus
rubens, Bromus madritensis, Bromus hordeaceus etc.
El segundo estrato se compone de caméfitos que juegan un escaso
papel en su fisonomía: Helianthemum asperum, Helianthemum cinereum,
Helianthemum hirtum, Bupleurum fruticescens, Fumana ericoides, Fumana
thymifolia, etc.
En último lugar, existe un estrato compuesto de pequeños terófitos
fugaces, que miden entre 10 y 15 cm, y constituyen fragmentos de
comunidades de la clase Thero-Brachipodietea. De todas estas plantas
sólo la atocha es buena característica territorial por su fidelidad a las
laderas margosas y térmicas.
Los atochares son claramente relictos, es decir, son restos de una vegetación termófila que invadió la meseta en épocas más cálidas, posiblemente en los
últimos interglaciares, y que retrocedió de nuevo con las oscilaciones climáticas
posteriores (IZCO, 1984). Las hojas de la atocha humifican bien y originan humus de tipo Mull, que se integra fácilmente con la fracción mineral. Al final, se
forman xerorendsinas y suelos pardos calizos, ocasionalmente con algo de yeso.
Como generador y estabilizador del suelo, el atochar cumple una función muy
positiva. Su potente sistema de raíces fibrosas actúa como ancla, y el cepellón
retiene el suelo y evita la erosión; pero desgraciadamente la pendiente, junto a
otros factores, no favorece la estabilización edáfica, y cuando los cepellones se
desgarran o mueren el suelo formado se pierde ladera abajo.
Entre las matas enmarañadas de atocha despuntan el lino azul (Linum narbonense) y otras especies como Alyssum alyssoides, Alyssum granatense, Alyssum
serpyllifolium, Paronychia argentea, Carex hallerana y Cleonia lusitanica.
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Chazara briseis es uno de los Satirinos que antaño se encontraba en este
biotopo posado siempre entre las atochas. Hace más de dos décadas que no se
ha visto ningún ejemplar de este Lepidóptero, sin que se sepa la causa de su
extinción. Otro Hespérido, Hyponephele lupina, común en los atochares de la
Reserva hasta hace unos años, en la actualidad es raro localizarlo, y mucho más
difícil aún recolectar sus orugas, que tienen como plantas nutricias diversas
Gramíneas como el rompesacos (Aegilops triuncialis), trigo bastardo (Aegilops
geniculata) y espolín (Stipa pennata).
Las formaciones vegetales dominadas por el albardín o esparto basto, conocidas como albardinales, no son frecuentes en la Reserva Natural. Van acompañados por un elenco de flora asociada, entre las que destacan otras Gramíneas
como es el caso de la hierba de las salinas (Puccinellia festuciformis), lastón (Elymus
pungens) y gramón (Aeluropus littoralis). Los albardinales soportan los suelos salinos,
por lo que es común encontrase con plantas halófilas como Spergularia media,
S. diandra, S. marina y Sonchus crassifolius. De vez en cuando también brotan las
matas de los plumeros de las salinas (Limonium dichotomum). En los albardinales
maduros, sin eflorescencias salinas, viven Bupleurum semicompositum, Asteriscus
aquaticus, Helianthemum salicifolium, Helianthemum ledifolium, Lithospermum arvense, Xeranthemum inapertum, Crucianella angustifolia, y Linum strictum. (GONZÁLEZ
GRANADOS, 1997).
Los albardinales suelen ocupar suelos donde se acumulan sales por falta de
drenaje. Las condiciones macroclimáticas de los albardinales de El Regajal-Mar
de Ontígola corresponden a las del piso mesomediterráneo, con precipitaciones
entre los 400 y 600 mm/año. Hay que insistir, sin embargo, en que estos no son
los únicos condicionantes ecológicos de los albardinales si no van acompañados
de otros edáficos: cierta salinidad y ausencia de encharcamiento. Aunque los
rizomas del albardín medran bien en el horizonte superior, de buena textura,
no pueden penetrar en los horizontes compactos inferiores; lo que si hacen es
restañar las heridas, las erosiones del horizonte superior o colonizar suelos desnudos adyacentes, pues emiten hacia ellos sus rizomas y acaban por humificar
y edificar el suelo (IZCO, 1984).
En estos parajes es probable que Ropalóceros de alas blancas y negras, a
modo de tableros de ajedrez, pertenecientes al género Melanargia, vuelen entre
los fenalares, lastonares, pastos y matas de albardín. De las tres especies citadas
en la Reserva, una de ellas, Melanargia ines, ha desaparecido por completo. Las
otras dos, Melanargia occitanica y Melanargia lachesis conservan el rango de especies
poco abundantes e incluso raras. De la misma manera que el resto de los Satirinos,
sus orugas son invernantes y se alimentan de Gramíneas como el dactilo (Dactylis
glomerata), fenal (Brachypodium phoenicoides) y la atocha (Stipa offneri).
En El Regajal y Mar de Ontígola existen dos tipos de comunidades vegetales halófilas.
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6. Vegetación Haloxerófila, o de zonas salinas secas
Se instalan frecuentemente cerca de los arroyos de agua salobre, en suelos
coluviales tras el aporte de elementos finos procedentes de las laderas de los cerros
limítrofes. Las comunidades más comunes son los orzagales (Atriplex halimus),
sisallares (Salsola vermiculata) y almarjales (Suaeda vera subsp. brevifolia).
Salsola vermiculata en ocasiones se mezcla con la ontina (Artemisia herbaalba) y forman la asociación Artemisio herba-albae-Salsoletum vermiculatae (MONGE, 1988). Estas comunidades, normalmente a pie de ladera, son visitadas con
asiduidad por los Ropalóceros más representativos de los tomillares, romerales,
coscojares y encinares de zonas limítrofes. La vegetación adjunta, en lo que se
refiere a especies herbáceas, es muy pobre, aunque cabe destacar la presencia
de Limonium dichotomum, Limonium latebracteatum, Frankenia pulverulenta y
Asteriscus aquaticus.
Los orzagales se pueden encontrar indiferentemente en medios secos, nitrófilos, yesosos y salinos. Los matorrales compuestos principalmente por la orzaga
(Atriplex halimus) pueden colonizar grandes áreas y de forma muy tupida. La
orzaga es un arbusto de hasta metro y medio, muy ramificado desde la cepa, cuyas
hojas, de color plateado, están recubiertas, tanto en su haz como en el envés, de
pelos transformados en escamas. Esta pauta fisionómica es una adaptación que
tiene por objeto reflejar la luz, mitigar la insolación y reducir la transpiración.
También las hojas son algo carnosas como respuesta al medio salino donde suele
vivir esta especie. Los suelos donde vive son secos, de textura margosa o arcillosa,
con algunas sales solubles, y ligeramente nitrificados.
Los almarjales, formaciones vegetales dominadas por Suaeda vera, se asientan en las depresiones endorreicas, con suelos encharcados gran parte del año,
pero secos, y con acumulaciones de sal (sulfatos y cloruros), durante el verano.
El aspecto estival del almarjal es desértico. Extensas llanuras o depresiones,
cubiertas de un manto blanco de sal, en el que reverbera el sol. Esta comunidad
ha sido comparada por Braun-Blanquet & Bolós (1957) con un rebaño de tortugas que avanza lentamente. La dureza y selectividad del medio, en la que es
determinante la alta salinidad, son una fuerte barrera para muchas plantas que
no pueden vivir allí, y por ello, la comunidad es pobre en especies. En general,
los inventarios realizados en este entorno no pasan de diez y es frecuente que
sólo aparezcan cuatro o cinco.
Cuando el suelo es muy seco puede vivir la grama salada o gramón (Aeluropus littoralis). El almarjo tiende a reducir su superficie foliar total y evitar así
transpiraciones innecesarias; sus hojas carnosas tienen una relación volumen/
superficie relativamente grande, por lo que pueden henchirse de agua, sin aumentar mucho la superficie de transpiración. La cutícula cérea, y los tonos glaucos
o cenicientos, reflejan la luz. Es frecuente las incrustaciones salinas acumuladas
bajo la débil capa de la epidermis foliar de algunas plantas halófilas o gipsícolas,
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Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola
como es el caso de Frankenia y Limonium, lo que confiere un tono grisáceo a las
plantas. No se sabe cual puede ser su cometido: puede tratarse de eliminación
de sal, la cual, atravesaría la epidermis y se disolvería en las gotas de rocío que
cuajan en la madrugada sobre las plantas; tal vez sea un sistema de captación de
agua por la higroscopicidad de la sal, o un medio para reflejar la luz solar. Aunque
no hay duda en cuanto a su condición adaptativa y su papel en la economía
hídrica de la planta frente a los medios salinos. Las plantas almacenan sales en
su jugo celular para equilibrar las diferencias de sal frente al suelo, y rebajar la
diferencia de presión osmótica.
Una de las características más importantes de los almarjales es el cambio que
experimenta el paisaje como consecuencia de los cambios estacionales. Durante
el invierno y primavera el suelo se encharca temporalmente, pues, muy cerca de
la superficie presenta un horizonte impermeable que impide la infiltración y no
puede drenar en superficie por causa del endorreismo. Más tarde, gran parte del
agua se evapora, aunque otra, no desdeñable, queda retenida por las arcillas, gracias a su estructura coloidal y por la higroscopicidad de la sal. Cuando comienza
el verano el desierto salado simula una superficie seca en la que aparentemente
se puede caminar. Bajo la costra salina el suelo todavía está muy embebido y se
hunde al pisar, o resulta difícil a causa de los patinazos que provoca la plasticidad
de las arcillas. Al final del verano el suelo ha sufrido una fuerte desecación y,
por debajo del manto blanco, las arcillas se contraen por pérdida de agua; se
forman grietas profundas que determinan bloques prismáticos separados unos de
otros. Hay que destacar en estas comunidades la ausencia de albardín, síntoma
enequívoco de que no soporta este hábitat (IZCO, 1984).
Hacia el fondo de las cubetas endorreicas, donde el agua permanece durante
muchos meses del año, no pueden vivir las formaciones de caméfitos, ni siquiera
el almarjal y solo se desarrollan comunidades anuales de Salicornia ramosissima
y Suaeda splendens (IZCO, 1984).
Los saladares, como los que se encuentran en el arroyo de las Salinas, o en
lugares próximos, como es el caso del Salobral en La Flamenca, es uno de los
espacios naturales más interesantes de la Comunidad de Madrid y Castilla-La
Mancha, comunidad con la que se comparten algunos de estos hábitats. En 1928,
JESSEN hacía la siguiente descripción de un saladal típico:
“...En el verano se evapora casi todo el agua y sólo quedan una pozas
redondas de 1 a 1,5 m de diámetro, llenas de salmuera espesa de color pardo
rojizo. El suelo de la laguna aparece entonces llano y recubierto de yeso. En su
superficie se forma un césped de musgo incrustado y debajo cuaja un capa de 1
cm de grueso de cloruro sódico pardo-rojizo que, a su vez, reposa sobre un barro
negruzco y pegajoso. En las orillas, la mancha blanca del fondo desecado por la
laguna, está rodeada hasta una altura de 1,5 m por una franja verde azulada
de plantas salinas, las cuales más arriba son reemplazadas por los rastrojos de
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color amarillo y los campos de cultivo, de tono grises. Ni un árbol, ni una mata
animan sus contornos”.
Los saladares también son visitados por numerosas especies de Lepidópteros. Una de las mariposas diurnas que sobrevuela este biotopo, en busca de
sus plantas nutricias, es Euchloe simplonia. Este Ropalócero se distingue por el
reverso de sus alas posteriores, donde se aprecian máculas irregulares, de color
verde amarillento, sobre fondo blanco. Las hembras depositan los huevos en
Crucíferas de los géneros Iberis, Sisymbrium y Biscutella.
Procedente de los yesos y coscojares próximos destaca el Piérido Euchloe
tagis. Este raro y pequeño Ropalócero, fácilmente distinguible por su peculiar
vuelo, busca diversas Crucíferas, de los géneros Iberis y Biscutella, donde depositar
sus huevos. Esta especie, cuyos imagos emergen al inicio de la primavera, cada vez
es más rara en la Reserva, por lo que se hace necesario un censo de la misma.
Más común es el Ninfálido Melitaea phoebe, especie que cuenta con la mayor
envergadura dentro del género, y a la vez, es la más abundante. Su librea alar,
con aspecto de mosaico amarillo y naranja, delatan su presencia desde lejos. Sus
orugas se alimentan de diversas plantas pertenecientes a la familia de las Compuestas; más concretamente de cardos estrellados (Centaurea calcitrapa), cabeza
de espinas (Centaurea ornata) y cardo escarolado (Centaurea melitensis).
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7. Vegetación Halohidrófila, o de zonas salinas húmedas
Se localizan en los cauces de todos los arroyos de aguas saladas o dulces. Estas
formaciones vegetales están compuestas por especies leñosas como los tarajales o
herbáceas como los juncales y fenalares (también denominados lastonares). En
El Regajal y La Flamenca los arroyos más destacados son: “Arroyo de las Salinas”,
“Arroyo de El Comenar”, “Arroyo del Corralejo”, “Arroyo de San Martín” y “Arroyo
de la Cavina”. Todos ellos, suelen tener agua todo el año, y albergan importantes
colonias de Lepidópteros tanto de Ropalóceros como de Heteróceros.
Los fenalares, formados por Brachypodium phoenicoides, y los juncales, compuestos principalmente por Juncus gerardi, son dos comunidades habituales de
este tipo de hábitat. Sin embargo, son los tarajales de Tamarix gallica, Tamarix
canariensis y Tamarix boveana los que dominan este biotopo, caracterizado por ubicarse en suelos mal drenados y con una capa freática cercana a la superficie.
La vegetación acompañante de los tarajales es la típica que existe en otras
comunidades halohidrófilas. Destacan la cicuta mayor (Conium maculatum),
olivarda (Dittrichia viscosa), olivardilla (Dittrichia graveolens), junco redondo (Juncus acutus), pamplina de agua (Samolus valerandi) y la linaria (Linaria arenaria)
entre otras. Entre las especies diferenciales se encuentran el albohol (Frankenia
pulverulenta) y el ojo de buey (Asteriscus aquaticus).
El género Tamarix tiene una gran relevancia en los paisajes ribereños de
los territorios áridos y semiáridos de la cuenca mediterránea. Ocupan bordes o
isletas de cursos de agua que pueden aparecer secos buena parte del año. Estructuralmente, los tarajales ibéricos forman por lo general estructuras abiertas,
lo que es una clara ventaja y favorece sobre todo a los Ropalóceros. Presentan
porte arbóreo o arbustivo, y son considerados como el equivalente termófilo
y xérico de los bosques caducifolios, en áreas donde las exigencias hídricas y
térmicas impiden que estas formaciones vegetales se instalen. Las formaciones
de taray que se encuentran en El Regajal se incluyen dentro de aquellos típicos
de saladares o salobrales interiores. Forman galerías en los bodones, depresiones
endorreicas, y arroyos sobre sedimentos arcillosos y limosos ricos en sal. Ellos
representan la comunidad vegetal más evolucionada “Clímax” de estos suelos
salinos. A los tarajales halófilos le sustituyen orzagales, sapinares, almarjales,
fenalares y juncales halófilos.
El taray puede considerarse en algunos casos como un árbol y, en otras ocasiones, debido primordialmente a su porte, como arbusto. Tiene ramas delgadas,
mimbreadas, muy flexibles, que pueden a llegar a convertirse en péndulas; sus
hojas y flores son muy pequeñas, y poseen unas glándulas en las hojas que excretan
una cantidad considerable de sal. La gran abundancia de flores que emergen de
cada ejemplar de taray es tan numerosa que, en primavera, se convierten en las
plantas que albergan el mayor número de insectos de este biotopo. En la Reserva
Natural están citadas seis especies: Tamarix africana, Tamarix boveana, Tamarix
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canariensis, Tamarix gallica, Tamarix mascatensis y Tamarix parviflora (GONZÁLEZ
GRANADOS, 1997).
Entre los Ropalóceros que gustan livar las flores de taray se encuentra
Gonepterix cleopatra. Los imagos de esta especie proceden de las formaciones
arbustivas presentes en el encinar de “La Flamenca” y el coscojar de “El Regajal”, ya que sus orugas se alimentan de espino negro (Rhamnus lycioides). Esta
especie, de vuelo rápido y potente, parecida a Gonepterix rhamni, inverna como
imago oculto entre la espesura. También son comunes Satyrium esculi y Satyrium
spini. Ambas especies poseen unas diminutas colas en sus alas posteriores. Las
plantas nutricias de ambas especies difieren notablemente, ya que las orugas
de Satyrium esculi se alimentan de las hojas de encinas (Quercus ilex) y coscojas (Quercus coccifera); mientras que la planta nutricia de S. spini es el espino
negro (Rhamnus lycioides), y espino albar (Crataegus monogyna). La mayoría de
las mariposas presentes en el coscojar, matorral yesífero y encinar pueden ser
contempladas en este biotopo.
Los arroyos que se sitúan más al oeste de todo el municipio de Aranjuez
son el “Arroyo de Valdepastores”, “Arroyo de Martín Román”, “Arroyo de los Huesos”
y “Arroyo Gonzalo”; todos ellos bastante degradados y rodeados perimetralmente
de cultivos, por lo que la riqueza florística y faunística es considerablemente
inferior a la existente en otros arroyos mucho mejor conservados situados más
al este. El “Arroyo de Orzaga”, como indica su nombre, presenta sus márgenes
repletos de orzagas (Atriplex halimus), donde se intercalan algún que otro ejem-
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plar aislado de taray, aunque en verano este arroyo no lleva agua. En el “Arroyo
de Martín”, sin embargo, queda alguna que otra charca donde proliferan la
sargadilla (Suaeda splendens) y el polluelo (Salicornia ramosissima). Sus aguas
contienen grandes concentraciones de sales y se evidencia una mayor presencia
de mariposas diurnas.
El arroyo más importantes dentro de la Reserva Natural es el “Arroyo de las
Salinas”; mientras que enclavado fuera de ésta, aunque relativamente próximo,
se encuentra el “Arroyo de la Cavina”. Este último arroyo está enclavado dentro
de “La Flamenca”, y se debe advertir que en este enclave se encuentran los ejemplares de taray (Tamarix gallica) más gruesos de la península Ibérica (GONZÁLEZ
GRANADOS, 1995). Con fustes que engloban una circunferencia superior a los
dos metros y medio, superan en mucho el grosor, aunque no la altura, de los
que se encuentran en la Isla de Pan dentro del Parque Nacional de las Tablas de
Daimiel. Estimamos que los ejemplares del “Arroyo de la Cavina” pueden superar
los 400 años de edad, por lo que parece lógico que estos ejemplares arbóreos se
incluyan en el “Catálogo de Árboles Singulares de la Comunidad de Madrid”.
Cerca de allí, desde la casa denominada “Casa del Murallón”, existe una de
las mejores vistas del paisaje. Desde esta atalaya se pueden contemplar perfectamente las comunidades haloxerófilas (almarjales y orzagales) y halohidrófilas
(tarajales); las formaciones gypsícolas (tomillares, bojales, jabunales…) y esclerófilas como el retamar, coscojar y encinar.
No muy lejos se encuentra el “Arroyo de las Salinas”, donde se localizan
una importante comunidad de Tamarix boveana, única en toda la Comunidad
de Madrid, y más típica de Levante y Valle del Ebro. De porte arbustivo, aunque algunos ejemplares superan los 4 metros de altura, tienen una floración
más temprana que T. canariensis, T. gallica y T. africana (GONZÁLEZ GRANADOS,
1995). Otra especie no citada en la región, presente en El Regajal, es Tamarix
mascatensis (GONZÁLEZ GRANADOS, 1995). La vegetación halófila herbácea típica de este arroyo está compuesta por Hordeum marinum, Aeluropus littoralis,
Puccinelia festuciformis, Polypogum maritimus, Scabiosa atropurpurea, Spergularia
marina y S. diandra.
No menos importante es la presencia en el “Arroyo de las Salinas” y “Arroyo de
la Cavina” del endemismo ibérico conocido como rabanillo cornudo (Sisymbrium
cavanillesianum Castrov. & Valdés Berm.), catalogado como especie sensible a la
alteración de su hábitat a través del decreto 18/92, de 26 de marzo, por el que se
aprueba el Catálogo Regional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres
y se crea la categoría de árboles singulares de la Comunidad de Madrid. Planta
incluida en el Anexo II y IV de la Directiva Hábitats (92/43/CEE). Figura también como VULNERABLE en la Lista Roja de la Flora Vascular Española. Otra
de las especies significativas es el paloduz (Glycyrrhiza glabra), catalogada como
de interés especial por el mismo decreto autonómico (B.O.C.M. nº 85 de 9 de
abril de 1992: pág. 8). Cerca de este arroyo existen otros dos, aunque de menor
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transcendencia, como son el “Arroyo del Colmenar” y “Arroyo de las Palomas”,
ambos ubicados en El Regajal.
A la sombra de los tarajes se refugia Pararge aegeria, Ninfálido de vuelo lento
y zigzagueante, y con especial predilección por las áreas resguardadas de la luz del
sol donde encuentra un mimetismo ideal con el fondo del paisaje. Sus plantas
nutricias son Gramíneas de diversos géneros como los lastones (Piptatherum
miliaceum y Elymus repens) y dactilo (Dactylis glomerata). Tampoco es raro ver
revolotear a Lasiommata megera, mariposa parecida a la anterior; en este caso
sus orugas se alimentan de Stipa pennata, aunque sospechamos que debe tener
más plantas nutricias en la Reserva.
Existe otro Ninfalino muy característico también de estas áreas como es
Polygonia c-album, fácilmente distinguible por el perfil sinuoso y característico de
los márgenes externos de sus alas, y por una mancha blanca en forma de “C” en
la zona discal en su reverso. Sus plantas nutricias son las ortigas y olmos.
Dos casos muy especiales lo integran dos especies extintas: la primera de
ellas, Aporia crataegi, como consecuencia de la desaparición de su planta nutricia
dentro de la Reserva Natural. El majuelo o espino albar (Crataegus monogyna),
prácticamente ha desaparecido en estos últimos 25 años, por lo que se hace
necesario repoblar con esta especie aquellos lugares propicios para ello, y así
conseguir reintroducir este bello Piérido. En el segundo caso, también un Piérido,
Anthocharis cardamines posiblemente haya desaparecido por algún cambio en sus
condiciones ambientales óptimas, aunque no sabemos la causa exacta, ya que sus
plantas nutricias, Sisymbrium officinale, Biscutella auriculata, Capsella bursa-pastoris
y Sisymbrium irio, siguen presentes. En este caso se debe elaborar un estudio previo
a su reintroducción, para averiguar las posibles causas que han provocado su extinción en la Reserva Natural. Casos parecidos los encontramos con Polyommatus
escheri y Plebejus hespericus, que dependen por completo de su planta nutricia,
en este caso la Leguminosa Astragalus monspessulanus, especie prácticamente
desaparecida de la Reserva Natural El Regajal-Mar de Ontígola.
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