revista independiente de estudios históricos

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ALBAHRI
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número
revista independiente
de estudios históricos
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2 - 2016
ISSN: 2444-0515
2
Albahri, entre Oriente y Occidente.
Revista independiente de estudios históricos
ISSN 2444-0515
Url: http://revistaalbahri.com
Fecha de la publicación: 25/05/2016
Edición: Instituto de Estudios de Ronda y la
Serranía (IERS). C/ Virgen de la Paz, 15.
CP: 29400. Ronda (Málaga).
Portada: Plato con un barco del s. XVII producido en Nicea (Turquía) y conservado en
el Museo Nacional de las Antigüedades y de
Arte Islámico. Argel. Argelia.
Queda prohibida la reproducción, copia, reutilización, explotación o modifi-
cación total o parcial de los contenidos sin autorización expresa de Albahri, entre
Oriente y Occidente: Revista independiente de estudios históricos. El incumplimiento conllevará sanciones establecidas en la Ley de Propiedad Intelectual
vigente. En consecuencia, no está permitido suprimir, eludir o manipular los derechos de autor, propiedad intelectual (“copyright”) y cualquier dato de identificación de los derechos de Albahri, entre Oriente y Occidente: Revista independiente de estudios históricos o de sus autores incorporados en los contenidos.
40
D irector
Virgilio M artínez Enamorado
Subdirector
J uan Antonio M artín Ruiz
Secretarios
Ángel Ignacio Aguilar Cuesta
Esteban López García
C onsejo
de
Redacción
M iguel Á ngel Borrego S oto - Encarnación C ano M ontoro
C het
van
D uzer - Juan R amón García C arretero
L uis Iglesias García - Milagros León V egas
R ubén Lot García Lerga - A ntonio Ordoñez Frías
J osé J ulio Reyes
de la
V ega - Francisco S iles Guerrero
C onsejo C ientífico
M assimo Botto (Istituto
di
S tudi
sul
M editerraneo Antico
del
Consiglio N azionale
J uan Antonio Chavarría V argas (U niversidad Complutense
A nna Chiara Farisselli (U niversità
R icerche)
M adrid)
Bologna)
di
M anuela C ortés García (Universidad
de
delle
de
Granada)
A na D elgado Hervás (Universitat Pompeu Fabra)
Jilalli El Adnani (U niversité M ohamed V)
Eduardo García Alfonso (J unta
de
J osé M aría Gutiérrez López (M useo
Grigori Lazarev (Funcionario
R oberto M arín Guzmán (Universidad
de
Gholamhossein M emariyan (Iran University
de
V illamartín)
de la
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S an J osé
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S cience
José R amos M uñoz (U niversidad
José Á ngel Zamora López (C onsejo S uperior
Andalucía )
de
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C ádiz)
de I nvestigaciones
C ientíficas)
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© Edición: Instituto de Estudios de Ronda y la Serranía (IERS)
© Maquetación: Ángel Ignacio Aguilar Cuesta
© Textos, dibujos y fotografías: Sus autores
© Logotipo de la revista: María Cristina Aguilar Maraver
41
LUGARES DE CULTO FENICIOS EN LA VERTIENTE
MERIDIONAL DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO
JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ
Academia Andaluza de la Historia
[email protected]
Fecha de recepción: 03/03/2016
Fecha de aceptación: 02/05/2016
RESUMEN
Examinamos la información disponible sobre los lugares de culto visitados por los fenicios
durante los siglos VIII-VI a. C. que se localizan en la vertiente meridional del Círculo del Estrecho,
ya se trate de edificaciones construidas por estos colonizadores orientales o de emplazamientos
naturales sacralizados, así como las divinidades adoradas en los mismos y el papel que jugaron en
este proceso colonial. A pesar de lo escueto de la información existente, tanto desde el punto de
vista de las fuentes literarias como de los restos arqueológicos documentados, podemos comenzar
a disponer de una visión general de su importancia en estos territorios acorde con lo constatado en
otras áreas del mediterráneo.
Palabras clave: fenicios, Círculo del Estrecho, religión, templos, santuarios, dioses.
ABSTRACT
We examine the available information about worship places located in the southern shore
of the Circle of the Straits of Gibraltar visited by the Phoenicians during the 8th-6th centuries B.
C., either buildings constructed by these oriental settlers or consecrated natural sites, as well as the
divinities worshiped in them and the role they played in this colonial process. In spite of the scarcity
of information, either literary sources or archaeological documented remains, we begin to have a
general approach to its importance in these territories according to the attested facts in other areas of
the Mediterranean Sea.
Key words: Phoenicians, Circle of the Straits of Gibraltar, religion, temples, shrines, gods.
Albahri entre Oriente y Occidente. Revista independiente de estudios históricos, 2, septiembre - 2016, pp. 124 - 151.
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JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ
1. INTRODUCCIÓN
La feliz creación del concepto de Círculo del Estrecho en la década de los
años sesenta del pasado siglo1, ha permitido constatar la existencia de un único foco
colonial fenicio en el extremo occidente que abarcaba las dos orillas del Estrecho de
Gibraltar, diferenciable aunque lógicamente emparentado de la órbita cartaginesa, y que
ha sido posteriormente ampliado y desarrollado hasta conformar una realidad histórica
incuestionada. Siguiendo dicha línea de estudios dedicamos estas páginas a examinar un
aspecto muy concreto, como es el de aquellos lugares situados en la vertiente meridional
de dicho Círculo del Estrecho, en los que los fenicios llevaban a cabo sus cultos y ritos
de carácter religioso.
Sin embargo, es preciso reconocer que, en relación con el tema que ahora nos
interesa, el volumen de información con que contamos para la vertiente meridional de
este círculo productivo es más escaso que si nos fijamos en su fachada septentrional.
Dicha circunstancia afecta tanto a las fuentes escritas que nos han llegado de la
Antigüedad como a la evidencia arqueológica exhumada hasta el momento, y sobre el
que cabe indicar que, más que un reflejo fiel del pasado, es sin duda alguna el resultado
de una menor intensidad en la investigación que solamente en los últimos años se ha
comenzado a paliar, al haber estado durante décadas centrada sobre todo en el estudio
de los materiales cerámicos o de la evolución urbana experimentada por grandes centros
como pueden ser Lixus o Tamuda2.
Además, también debemos tener en consideración que no pocas veces asuntos
de temática mítica religiosa, como pueden ser el célebre Jardín de las Hespérides o
las alusiones y hallazgos vinculados con Hércules como ejemplifican los pequeños
bronces con su imagen hallados en distintos yacimientos, han sido examinadas casi
exclusivamente con la pretensión de obtener un mejor conocimiento de los mitos griegos
proyectados al extremo occidente, lo que ha significado que el factor fenicio quede
relegado a un segundo plano y no pocas veces pase casi totalmente desapercibido3.
Tarradell, 1985: 215-229; Fernández-Miranda, Rodero, 1995: 7-18.
Kbiri Alaoui, 2001: 45-52; Gozalbes Cravioto, 2003: 148-154.
3
López Pardo, 2004-2005: 316-317; Blázquez Martínez, 2008: 178-181.
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LUGARES DE CULTO FENICIOS EN LA VERTIENTE MERIDIONAL DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO
2. LUGARES DE CULTO
Hablando ya de los diversos emplazamientos en los que los fenicios llevaron a
cabo sus actividades de índole religiosa, podemos comenzar mencionando sendas citas
contenidas en los relatos del Pseudo-Escílax (112) y el Periplo de Hannón (3)4, en las que
se alude a un altar que estaba decorado con leones, delfines y figuras humanas levantado
sobre un promontorio que estaba cubierto con una espesa arboleda, y que se situaba
cerca de la población de Soloeis en el Cabo Espartel, vocablo que sería el resultado de la
helenización del nombre semita Sela o Solo que significaría “roca”5. Aun cuando algunos
investigadores han llegado a poner en duda la veracidad de dicha noticia6, tampoco han
descartado que su emplazamiento debiera buscarse no en el extremo de dicho cabo,
sino más bien en la cercana Ras Achakar7, donde en 1923 y 1938 se descubrieron dos
hipogeos fenicios de los que tenemos muy escasa información acerca de sus ajuares,
desconociéndose del todo los pertenecientes a la sepultura descubierta en la fecha más
reciente pero que, en todo caso, nos informan del enterramiento de individuos de elevado
estatus social aun cuando en un primer momento los restos documentados fueron datados
en el siglo V a. C.8, algo que a la vista de las cronologías más elevadas aportadas por este
tipo de sepulturas en las costas situadas enfrente cabría revisar, elevando su datación a
la época arcaica9.
Algunos autores han relacionado este altar con una serie de cuevas cercanas, de
la que quizás sea la más conocida la llamada “Cueva de Hércules” en la que según la
tradición el mítico héroe habría descansado tras separar Europa de África10, y de la
que se ha sugerido que pudo albergar un culto indígena que se habría asimilado con
las deidades fenicias a la llegada de estos últimos11, aun cuando nada hay en ella que
Garzón Blanco, 1987: 81 y 83.
Lipinski, 1992a: 420.
6
López Pardo, 2008: 34-35.
7
López Pardo, 2008: 34.
8
Ponsich, 1967: 30-35.
9
Papa, 2008-2009: 65-66; Martín Ruiz, 2010: 85 y 89.
10
Bernal et alii, 2008: 160.
11
El Ouazghari. 2005: 235.
4
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certifique que en su interior se hubieran llevado a cabo cultos durante estas fechas12.
También en el cabo de Ras Achakar se encuentra el abrigo de Djebila, el cual facilitó
algunos materiales fenicios como ánforas acompañadas de fragmentos de vasos griegos
consistentes en cráteras de Laconia y copas áticas, todo lo cual cabe fechar entre los
siglos VI-V a. C., amén de algunas monedas cartaginesas de fecha posterior13. A éstas
debemos sumar otro grupo de cavidades en El Khril desde las que se controla el acceso
desde el litoral al valle del río Zitoun y donde se recogió algún fragmento cerámico
fenicio del siglo VII a. C.14, sin olvidar que en uno de los abrigos de la zona se hallaron
en 1906 un grupo de exvotos15.
Sobre Lixus disponemos de algunas citas de autores clásicos como Estrabón
(Geog., XVII, 2, 2,)16, quien nos informa que en un golfo no mencionado, pero que se
considera debe ser la desembocadura del río Lixos, existía un altar dedicado a Hércules
en cuya figura no hemos de ver sino al dios Melqart fenicio, en tanto Plinio el Viejo
(N. H., V, 2-4; XIX, 63)17 alude a una isla existente en su desembocadura que no se
inundaba incluso cuando subía la marea y en la que se había levantado un santuario a
Hércules más antiguo que el gaditano, situando también en ella el mítico Jardín de las
Hespérides aunque en su época éste había quedado reducido a un puñado de acebuches.
Como algunos autores han señalado18, y aun cuando sea un tema no exento todavía de
discusiones, la coincidencia en los datos que Estrabón y Plinio nos ofrecen sugiere que
ambos habrían tomado sus citas de alguna obra anterior, tal vez el periplo de Ofelas del
siglo IV a. C.
Tradicionalmente se ha planteado que algunos de los ocho templos localizados en
este lugar (figura 1), cuyo aspecto se corresponde con el que tenían en época mauritana,
podrían, sin embargo, tener su origen en una fase más antigua. El problema surge a la hora
de dilucidar cuáles fueron estos templos, pues son varios los propuestos, y cómo pudo ser
Lipinski, 1992b: 233; Gómez Bellard, Vidal González, 2000: 107; Bernal et alii, 2008: 160-162.
Domínguez Pérez, 2007: 149.
14
Domínguez Pérez, 2007: 147-148.
15
Ponsich, 1998: 165.
16
García y Bellido, 1980: 252.
17
Pliny the Elder, 1855: 489 y 1120.
18
López Pardo, 2004-2005: 303-304; Mederos Martín, 2006: 66-67.
12
13
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esta primera ocupación religiosa en Lixus. Así, un destacado número de investigadores
han venido defendiendo que tal aseveración debería incluir los denominados templos F
y H dado que en sus cimentaciones se han hallado materiales fenicios que cabe fechar
entre los siglos VII-VI a. C., e incluso de este último se ha llegado a afirmar que habría
sido fundado hacia el siglo VIII a. C.19. Del mismo modo, podemos comentar aquellos
autores, aunque menores en número, que nos recuerdan cómo bajo la estructura A se han
detectado cerámicas de fecha más antigua al haberse datado entre los siglos VIII o VI a.
C.20, a la par que se ha sostenido que algunos restos constructivos del templo H pudieran
haber pertenecido a un santuario más antiguo de época fenicia arcaica21.
Figura 1. Planta del conjunto de templos de Lixus (Fuente: C. Aranegui).
Ponsich, 1981: 100-101; Blázquez Martínez, 1988: 534 y 540; Vásquez Hoys, 1992: 106; Millán
León, 1998: 79; Spagnoli, 2006: 176.
20
El Ouazghari, 2005: 326; Brouqquier-Reddé et alii, 2006: 2159-2161.
21
Niemeyer,1992: 53-57.
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Ahora bien, lo cierto es que tan sólo en uno de estos templos, en concreto el A,
se han encontrado estructuras aterrazadas que con plena seguridad cabe considerar más
antiguas, consistentes en un gran basamento rectangular hecho con bloques regulares
de piedra que aparece rodeado de un grueso muro de piedras irregulares, conjunto
arquitectónico que ha sido fechado en los primeros años del siglo VI a. C., y sobre el
que se ha sugerido debió emplazarse algún altar como el que aparece en las monedas
lixitas, asunto este último sobre el que volveremos a hablar más tarde22. Además, entre
los materiales procedentes de esta edificación podemos comentar la aparición de un
interesante grafito sobre cerámica datado entre los siglo VIII-VII a. C. en el que se
nos comenta cómo un personaje cuyo nombre ignoramos levantó un altar23, amén de
dos cabezas pertenecientes a sendas figuras antropomorfas hechas a mano y un pie
de terracota hallado entre la cimentación del templo A24. A ello debemos añadir que
bajo los cimientos del templo F se localizó una cisterna que había sido colmatada con
materiales de los siglos VIII-VII a. C., consistentes en platos y cuencos de engobe rojo
junto a ampollas para perfumes25. Finalmente, y aunque no se trate de una construcción
estrictamente religiosa, cabe mencionar el descubrimiento de restos murarios fechados
en el siglo VII a. C. que corresponderían a un almacén público vinculable con estos
templos26.
Con independencia de los aspectos de geografía mítica que pueden extraerse del
pasaje pliniano sobre el Jardín de las Hespérides27, cabe plantearse si dicha alusión
esconde algunas cuestiones relativas a la presencia fenicia más arcaica, ya que por su
cercanía temporal al autor romano no parece que deban tenerse en consideración los
jardines escalonados en terrazas que formaban parte del complejo palacial mandado
construir por Juba II28. En este sentido cabe recordar que en el mundo religioso fenicio
no era en modo alguno inusual la presencia de bosques sagrados o jardines vinculados
Aranegui Gascó, Mar, 2010: 228-230.
Ponsich, 1981: 31; Tarradell i Font, Ruiz Cabrero, 2005: 192-194.
24
Ponsich, 1981: 31; Aranegui Gascó, 2009: 135.
25
López Pardo, 1992: 89-91.
26
Aranegui Gascó, 2009: 135.
27
Ribichini, 1992: 132-135.
28
Aranegui Gascó, Mar, 2010: 238-240.
22
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a templos29, por lo que, en consecuencia, cabe admitir que en Lixus habrían existido
al menos dos espacios religiosos, uno urbano y otro periurbano situado en una isla.
Este hecho no debe resultarnos extraño habida cuenta que otros enclaves como Gadir
contaban con varios templos, aun cuando dedicados a dioses diferentes, siendo de
lamentar que por desgracia no dispongamos de datos cronológicos que nos permitan
establecer si uno precedió al otro o bien al menos en algún momento de su existencia
fueron contemporáneos.
Por otro lado, se ha sugerido que la cueva de Caf Taht el Gahr (figura 2), emplazada
en el valle del río Martíl, pudo haber sido usada como santuario rupestre al haberse
hallado en su interior restos de vasos hechos a mano o a torno, algunos de estos últimos
decorados con engobe rojo junto a ánforas T.12, cuentas de collar de plomo y alguna
joya de oro consistente en un pendiente fusiforme, todo lo cual ha sido datado entre los
siglos VIII-II a. C.30.
Del mismo modo, en la antigua
Rusadir se ha sugerido que pudo
haber existido un santuario al haberse
descubierto un manantial y una cueva,
hoy inaccesible, muy próximos a
un pozo votivo excavado en la roca
de cuyo interior se recuperaron una
serie de materiales datables desde
los últimos años del siglo VI a los
primeros del II a. C. consistentes en
cuencos, vasos “á chardon” pintados
y ánforas. Igualmente se excavaron
dos cámaras subterráneas construidas
sobre el pozo anterior, las cuales
resultaron destruidas por un incendio
29
30
Figura 2- Vita de la entrada a la cueva de Caf Taht el
Gahr (Fuente: J. C. Domínguez).
Vásquez Hoys, 1992: 106.
Domínguez Pérez, 2007: 151; Bernal et alii, 2008: 166-167; Domínguez Pérez, 2011: 215.
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a finales del siglo II o inicios del I a. C., y donde también se recuperaron materiales
fenicios, ibéricos y romanos entre los que cabe citar una terracota de un niño en posición
fetal, además de fuentes, páteras, ánforas Mañá-Pascual A-4, Mañá C2b y grecoitálicas.
Así mismo, se exhumaron los restos fragmentados de un molino de piedra, ofrenda en la
que ya se advierte el influjo romano, y que había sido arrojado a una fosa con forma de
creciente lunar que también facilitó restos de alimentos, en concreto salvado y cereales,
estos últimos dentro de un ánfora que había sido depositada acompañada de un cuenco.
Por último, con una fecha estimada del siglo I a. C., cabe citar un ninfeo abastecido con
el agua de la fuente cercana que se supone sustituiría a otro más antiguo31.
En el yacimiento más meridional conocido hasta el presente, como es la isla
de Mogador que ha sido identificada con la antigua Kerné, pudo documentarse en el
estrato IV la presencia de un betilo
de 1,47 m de altura que había
sido embutido en la tierra estéril
(figura 3), situado en lo que parece
ser un espacio sagrado abierto,
de manera similar a lo que vemos
en monedas de época romana que
representan el templo de AstartéAfrodita en Biblos y donde este
espacio abierto queda rodeado
por un simple muro32, betilo al
que podemos sumar la aparición
de un par de quemaperfumes33.
Aunque los restos de estructuras
conservadas son muy escasos y de
reducida entidad, ya que se limitan
Figura 3- Betilo hallado en Mogador
(Fuente: F. López).
a algún empedrado con un banco de adobes, el nombre con el que se conocía esta isla
Villaverde Vega, 2003: 20-22; López Pardo, 2005: 176-177.
Blázquez Martínez, 1988: 546.
33
López Pardo, Mederos Martín, 2008: 184, 187 y 202.
31
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en los textos árabes medievales, como es Amogdoul, podría hacer alusión a una posible
torre34, algo que no cabría descartar si tenemos presente el reciente hallazgo de un
santuario fenicio de Dos Ratinhos, en tierras portuguesas, que se estima pudo contar con
este elemento vertical35 y que también vemos en alguna imagen monetaria de templos
chipriotas.36
Por otra parte, y aunque ya de cronología tardía, podríamos incluir en estas páginas
dos pebeteros cerámicos con forma de cabeza femenina provenientes de Tamuda37, los
cuales cabe situar temporalmente entre los siglos III y II a. C. y que podrían considerarse
como quemaperfumes vinculables con algún santuario, aun cuando poco más podamos
decir al respecto, siendo éste un tipo de piezas por ahora poco documentado en esta zona
si bien en la orilla norte del Estrecho de Gibraltar aparece tanto en yacimientos fenicios
como indígenas, habiendo sido valoradas como ejemplos de la influencia religiosa de
Cartago pero sin que ello sea obstáculo para que fueran fabricadas también en alfares
del extremo occidente38.
3. CULTOS Y DIVINIDADES
A continuación procuraremos precisar cuáles fueron las distintas divinidades que
recibían culto en estos lugares que acabamos de repasar, si bien hemos de indicar que no
tomaremos para ello como elemento de referencia la onomástica personal documentada
en diversos yacimientos aun cuando en ella aparezcan mencionados nombres de
deidades, ya que para ello deberíamos conocer con seguridad el lugar de procedencia
de estos individuos, algo que no siempre sabemos. Es más, el estudio de los materiales
procedentes de uno de los yacimientos que más grafitos con teóforos ha proporcionado,
como es el radicado en la isla de Mogador, ha puesto de manifiesto cómo éstos deben
vincularse directamente con el área gaditana39, de manera que de poca utilidad pueden
López Pardo, Mederos Martín, 2008: 182-183.
Berrocal Rangel et alii, 2012: 174.
36
Blázquez Martínez, 1988: 544.
37
Domínguez Pérez, 2011: 269.
38
Ferrer Albelda, Prados Pérez, 2007: 135-138.
39
López Pardo, Ruiz Cabrero, 2006: 215-217.
34
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ser para nuestras pretensiones.
Entre los dioses adorados en Lixus sin duda alguna ocupaba un lugar destacado
el dios Melqart40, si bien no tenemos prueba alguna que nos permita considerar, como
se ha llegado a proponer, que éste habría sido adorado en el templo H acompañado de
otras dos deidades como son la diosa Tanit y el dios Baal Hammón41. A este respecto
debemos mencionar también la efigie de
un varón tocado con casco, tanto barbado
como imberbe, que puede aparecer en los
numismas de la serie I acuñados durante
la segunda mitad del siglo I a. C. en esta
ciudad (figura 4), la cual representaría bien
al dios Crusor como mayoritariamente se Figura 4- Monedas de Lixus con efigie y altar
ha sugerido42 o a Melqart43. En este sentido
(Fuente: C. Aranegui).
conviene también recordar que de la zona de templos de este enclave procede la conocida
como “esfinge de Lixus” (figura 5), la cual formaría parte de uno de los denominados
“tronos de Astarté” y sobre la que se ha sugerido que habría sido fabricada en Cádiz
por lo que se trataría de una obra importada, si bien hemos de indicar que persisten las
discrepancias entre los investigadores respecto a la cronología que cabe asignar a esta
pieza, puesto que si algunos autores la han datado entre los siglos V-IV a. C.44, otros
la rebajan hasta una fecha bastante tardía como es el siglo II a. C.45, cronología esta
última que nos parece demasiado baja si la comparamos con la que suelen aportar este
tipo de piezas halladas en otros emplazamientos. Como decimos, esta esfinge, animal de
marcado simbolismo protector, formaría parte de uno de estos elementos de culto que
cabe vincular con la diosa Astarté, siendo muy habitual que se colocaran en el interior
de los templos fenicios46 por lo que avalaría que dicha divinidad también fue venerada
Vásquez Hoys 1992: 110; Bonnet. 1992: 128.
Ponsich, 1981: 97 Blázquez Martínez, 1988: 558.
42
Bonnet, 1992: 124; El Ouazghari 2005: 241; Callegarin, Ripollés, 2010: 155-156.
43
Fantar, 1992: 117-118.
44
Tarradell, 1954: 19.
45
García y Bellido, 1951: 233; Dridi, 2005: 207-209.
46
Delcor, 1983: 781-783.
40
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en este lugar. En realidad, y dado el reconocido protagonismo que tuvo la ciudad de Tiro
en la empresa colonial fenicia47 parece lógico aceptar la existencia, particularmente en
Lixus, de una tríada integrada por los dioses Melqart y Ba’al Shamen acompañados de
la diosa Astarté48.
Figura 5- Esfinge de Lixus
(Fuente: H. Dridi).
Así mismo, se ha defendido que el santuario erigido en Rusadir estaría
consagrado a la diosa Astarté49 al igual que la propia isla de Mogador 50, sin
que en la actualidad pueda discernirse con claridad si los quemaperfumes con
forma de cabeza femenina procedentes de Tamuda representaban a esta diosa
Astarté o bien a Tanit51. Por lo que respecta al posible santuario situado en el
Cabo Espartel, cabe indicar que todavía se discute si la alusión que se hace al
dios Poseidón esconde a Melqart52 o a otra deidad oriental como pueden ser
Fumadó Ortega, 2012: 19.
Wagner, 2011: 150.
49
Villaverde Vega, 2003: 22.
50
López Pardo, Mederos Martín, 2008: 184.
51
Ferrer Albelda, Prados Pérez, 2007: 167.
52
Lipinski, 1992b: 421.
47
48
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El o Baal53, divinidad esta última que nos parece más acertada habida cuenta
la relación ampliamente aceptada entre Melqart y Hércules como hemos visto
anteriormente.
Por otro lado, debemos recordar cómo en algunas monedas lixitas se
advierte un altar sobre un zócalo franqueado por dos columnas florales que
soportan un arquitrabe, sobre el que se aprecia un disco solar alado y serpientes,
dentro del cual hay cuatro elementos que han sido valorados como betilos que
podrían simbolizar otras tantas divinidades54, si bien para otros autores no se
trataría de un altar sino de la representación de un templo 55. Ello nos lleva a
valorar la presencia de estos betilos en el altar de Lixus junto al de la isla de
Mogador como elementos de un culto del que no se descarta tuviese su origen,
o al menos un pilar fundamental, en los meteoritos y/o aerolitos caídos a la
Tierra desde el espacio56, hecho que ha sido plenamente documentado en el
mundo romano, particularmente en relación con los cultos de la diosa madre
Cibeles y el dios Eliogábal57. Derivado del vocablo de raíz semítica beit-el que
significa “morada del dios”, es preciso confesar que nos hallamos ante una faceta
religiosa sumamente compleja y que no siempre acertamos a interpretar, pues
muy a menudo se considera que el betilo sería un elemento mágico-religioso
que para los fenicios acogería en su interior alguna divinidad58, siendo así que
incluso una de las características del dios solar Shamash era que podía adorarse
en forma de betilo59. Sin embargo, no debemos olvidar que en la cosmogonía
de esta sociedad, tal y como nos cuenta Filón de Biblos (2, 16), Betilo era uno
de los hijos del dios Urano y la diosa Gea60, por lo que era adorado como una
divinidad más.
Queda clara la inclusión de elementos naturales en el ámbito religioso, algo
López Pardo, 2008: 35.
López Pardo, 2004-2005: 390-310.
55
Callegarin, Ripollés, 2010: 157.
56
Moore, 1903: 204.
57
Seco Serra, 1999: 51-56.
58
Seco Serra, 1999: 49-50.
59
Bonnet, 1989: 101.
60
Olmo Lete, G. del 1996: 153.
53
54
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por otra parte muy habitual en el mundo de las creencias fenicio, siendo éste un
hecho que queda plasmado en el uso de cavidades, islas, el agua o la vegetación,
lo que en el fondo no es sino una forma simbólica de dominar la Naturaleza por
el ser humano61. Además, el olivo o acebuche, como los que alude Plinio en la
isla de Lixus, era un árbol bastante usual en los lugares de culto fenicios según
vemos en otros santuarios dedicados a Melqart como pueden ser Tiro y Cádiz,
no pocas veces envuelto en fabulosas leyendas ya que se aseguraba que estos
árboles sagrados estaban hechos de oro o que daban esmeraldas como fruto62.
Por otro lado, las cuevas han sido consideradas desde muy antiguo como
emplazamientos sagrados que, como es lógico, también tuvieron su aceptación
en el ámbito de las creencias religiosas de los fenicios63. En lo concerniente a la
vertiente meridional del Círculo del Estrecho hemos mencionado varios casos
que se sitúan en pasos estratégicos desde los que se controlan valles de gran
fertilidad desde el punto de vista agrícola64 o en el límite del mundo conocido como
sucede con las localizadas cerca del Cabo Espartel. Sin embargo, no podemos
estar seguros si en todos estos casos fueron visitados por los colonizadores
orientales, ya que estos restos materiales pudieron haber sido trasladados hacia
estas cavidades por los propios indígenas que ya las visitaban, no lo olvidemos,
desde bastantes siglos antes 65. Además, dada la carencia de elementos habituales
en otros casos como terracotas, lucernas, quemaperfumes o ungüentarios, es
preciso ser prudentes respecto a su posible uso cultual66, siendo necesario que
futuras investigaciones lo confirmen.
Considerando estos lugares de culto en relación con la tipología documentada
de forma genérica en el ámbito religioso fenicio67, cabría incluir los de Rusadir
y la acrópolis de Lixus en el grupo de los santuarios urbanos en los que se
Houtart, 1989: 221.
García y Bellido, 1963: 123-124.
63
Gómez Bellard, Vidal González, 2000: 104-108.
64
Domínguez Pérez, 2007: 157.
65
Domínguez Pérez, 2007: 148.
66
Díez et alii, 2008: 357-359.
67
Grottanelli, 1981: 110-116.
61
62
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adorarían diversas divinidades, aun cuando una de ellas suele adquirir un mayor
protagonismo pudiendo llegar a convertirse en el dios tutelar de la ciudad, como
sucede con Melqart en los casos de Tiro o Cádiz68 y a los que indudablemente
debe sumarse Lixus que también tendría a dicho dios como figura tutelar69. Otros
podrían considerarse como santuarios extraurbanos costeros vinculados con la
navegación, en los que mayoritariamente se daba culto a una divinidad salvífica
de manera similar a lo que vemos en Grotta Regina70, y que en el ámbito territorial
que ahora nos incumbe afectarían a Mogador, Cabo Espartel y la isla de Lixus.
Por último, y con las precauciones ya señaladas, cabría valorar la cueva de Caf
Taht el Gahr como un posible santuario rural similar al de Ras-Il-Wardija en
la isla de Gozo71. Sin embargo, dada su localización, posiblemente debamos
considerar que dicha cueva era un espacio de culto indígena al que acudirían
individuos de toda procedencia en el que los fieles darían culto a una deidad
relacionada con la fertilidad, produciéndose no pocas veces un sincretismo entre
una deidad indígena con otra fenicia de parecidos atributos como vemos que
acontece con Astarté en los templos de Antas o Pyrgi.
Sobre aspectos internos del funcionamiento de estos templos poco podemos
decir, aun cuando nos consta gracias al fragmento cerámico con grafito procedente
de Lixus que contaban con ofrendas realizadas por los fieles, en este caso
concreto un altar72 casi con total seguridad erigido como señal de agradecimiento
por alguna petición concedida por la divinidad, al igual que acontece con las
terracotas antropomorfas de Lixus y alguna terracota infantil de Rusadir que nos
hablaría de una faceta relacionada con la fertilidad y que podemos considerar
como exvotos. A estas ofrendas hemos de sumar con bastante probabilidad la de
panes en Rusadir, los cuales habrían sido elaborados en el área sagrada como
evidencia el molino rotatorio hallado y los restos de cereal descubiertos en una
Lipinski, 1995: 226.
Bonnet, 1992: 129.
70
Gómez Bellard, Vidal González, 2000: 109-111.
71
Gómez Bellard, Vidal González, 2000: 108-109.
72
Tarradell i Font, Ruiz Cabrero, 2005: 192-193.
68
69
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de las criptas73, costumbre ésta de ofrendar panes que no es en absoluto un
hecho inusual en los santuarios consagrados a Astarté74 y que igualmente está
presente en el ámbito funerario como ejemplifican los hallazgos gaditanos75.
También sería una práctica habitual la quema de inciensos o perfumes como
cabe deducir de la aparición de algunos quemaperfumes en Mogador o Tamuda,
en este último caso con forma de cabeza femenina. Igualmente algunos de estos
santuarios contaban con elementos que muestran una clara vinculación con el
agua, como la cisterna de Lixus o el ninfeo de Rusadir, además de contar con
favisas en las que arrojaban los productos amortizados que por estar vinculados
a una faceta religiosa no podían ser destruidos, de manera que en el de Rusadir
se hallaron, como vimos, un pozo y dos cámaras subterráneas en las que se
recogieron recipientes cerámicos.
A pesar de la conquista del territorio por las legiones romanas, la influencia
de los cultos itálicos no se hacen sentir hasta el siglo I a. C., perviviendo durante
los siglos de vida del Imperio 76 como se ha sostenido en los casos de Sala y
Volúbilis77, siendo así que en el caso concreto de los betilos podemos indicar la
continuidad de este tipo de culto anicónico en al ámbito islámico prácticamente
hasta nuestros días, puesto que todavía en el siglo XIX se adoraban en áreas de
Turquía78 e incluso a comienzos del siglo pasado eran venerados en Marruecos
en la zona de Arzila como protectores de la región79.
4. EL PAPEL DE LOS TEMPLOS Y SANTUARIOS
Como cabe apreciar en las diversas áreas del Mediterráneo frecuentadas
por estos navegantes orientales, los santuarios están presentes en los territorios
Villaverde Vega, 2003: 21-22.
López Pardo, 2005: 179.
75
Niveau de Villadary y Mariñas, 2009: 233-235.
76
Spagnoli, 2006: 176.
77
El Ouazghari 2005: 245-246.
78
Seco Serra, 1999: 50.
79
Huici, 1909: 387.
73
74
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colonizados desde su misma llegada, tal y como nos informan tanto las fuentes
escritas en relación con Lixus o Cádiz, junto con restos arqueológicos según
ejemplifican lugares como Kition en la isla de Chipre cuyos orígenes cabe
remontar a las últimas décadas del siglo IX a. C., o el templo A de Kommos
en Creta al que igualmente podemos asignar una elevada cronología80. Ya en el
ámbito directamente relacionado con el Círculo del Estrecho podemos citar el
edificio 5 de la fase III de La Rebadanilla que aportó la misma fecha que los
anteriores y donde se encontró un betilo81, además del santuario descubierto en
el castro portugués de Dos Ratinhos en el valle medio del río Guadiana, donde
se ha excavado un pequeño edificio en el que también se halló un betilo y que,
tal vez, contaba con una torre adosada, cuya vida fue corta puesto que ha sido
datado entre los años 830 y 760 a. C.82, de manera que estas altas dataciones
vienen a reforzar la antigüedad que las fuentes clásicas otorgaban al santuario
de Lixus.
Es preciso tener en consideración que en el ámbito fenicio el templo como
institución estatal tenía, además del lógico aspecto religioso, un importante
protagonismo económico y político83. Así, era un centro neutral en el que llevar
a cabo las transacciones comerciales con seguridad, siendo allí donde también se
realizaban trabajos artesanales y metalúrgicos además de otras actividades que
reportaban ingresos al santuario como la prostitución sagrada o los oráculos que
podían ser consultados por los fieles no sólo en los templos, sino también en las
cuevas que en el ámbito religioso fenicio cabe relacionar con la navegación84,
aceptándose que estas instituciones pudieron disponer de tierras cultivables, de
todo lo cual enviaban el diezmo a Tiro, y sin olvidar en modo alguno su papel
como centros en los que los sacerdotes guardaban celosamente conocimientos
geográficos y de navegación. Estos productos eran guardados en almacenes
como el que ha sido parcialmente excavado en Lixus lo que nos impide conocer
Shaw, 1989: 179-180.
Sánchez Sánchez-Moreno et alii, 2012: 81.
82
Berrocal Rangel et alii, 2012: 172-174.
83
Aubet Semmler, 1987: 135.
84
Fumadó Ortega, 2012: 22-25.
80
81
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con detalle su planta, tratándose en todo caso de unas estructuras edilicias en
absoluto extrañas en los complejos religiosos fenicios, habiéndose sugerido
que tales construcciones podrían haber actuado no sólo como lugar en el que
custodiar los diversos productos, sino también como área de mercado en el que
éstos serían puestos a la venta85.
Llegados a este punto hemos de comentar unas monedas datadas entre
los siglos II-I a. C. en las que se grabó la leyenda MQM SMS que cabe traducir
como «lugar del sol» o «templo del sol» al estar relacionado con el dios solar
Shamash86, y que todavía siguen siendo objeto de vivas polémicas entre los
estudios del tema. Así, la primera de estas discrepancias afecta al propio lugar
en el que fueron acuñadas puesto que son varios los enclaves esgrimidos como
candidatos, de tal forma que se ha sugerido que éste pudiera ser Volubilis87,
alguna ciudad situada más al sur como es Gilda88, o la que resulta ser más aceptada
entre los investigadores como es Lixus como confín del mundo conocido por el
que muere el sol89. Pero incluso considerando que se trate de emisiones lixitas
tampoco acaban aquí las disferencias a la hora de determinar el responsable
de las mismas, pues aunque se ha postulado que estas monedas habrían sido
acuñadas por el templo principal de dicha ciudad90, tal hipótesis no cuenta con
un respaldo unánime dado que para otros deben tratarse de numismas puestos
en circulación por los monarcas mauritanos91. Sea como fuere, lo cierto es que
no parece que fuesen fabricadas solamente para ser utilizadas en el santuario
como se ha propuesto92 ya que han aparecido en un buen número de yacimientos,
siendo notorio que los análisis metalográficos efectuados a algunas de estas
piezas monetarias muestran la existencia de cambios en su composición, dado
que las atribuidas a Bocus I o Bocus II tienen un elevado porcentaje de cobre
Prados Martínez, 2001-2002: 175-176.
Bonnet, 1989: 98.
87
Alexandropoulos, 1992: 250-251.
88
Callegarin, Zohra El Harrif, 2000: 27-31.
89
Bonnet, 1989: 98; López Pardo, 1992: 91-100; Vásquez Hoys, 1992: 110-111.
90
Marion, 1972: 41-43: Marín Ceballos, 1993: 353-357; Millán León, 1998: 56.
91
Mora Serrano, 2001: 26.
92
El Ouazghari 2005: 242-243.
85
86
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que supera el 75% con unos índices de plomo y estaño muy similares, lo que
contrasta con las de Juba II en las que el cobre disminuye al mismo tiempo que
el plomo supera al estaño en dicha aleación93.
El inicio de las explotaciones mineras en la zona de Nador por parte de la
«Compañía del Norte Africano» motivó que en 1908 se descubriera en una mina de
plomo en el monte Afra una pequeña figurita de bronce femenina, en la actualidad
en paradero desconocido, que ha sido valorada como una representación de la
diosa Astarté y que ha sido argüida como prueba del interés fenicio por controlar
las explotaciones de plomo no argentífero de la zona94. Aunque ciertamente no
tenemos evidencias en esta franja del Círculo del Estrecho de la realización de
actividades metalúrgicas en el interior de estos templos, sí existen en la vertiente
septentrional como ponen de manifiesto los santuarios excavados en Huelva95
o El Carambolo96, por lo que no cabría descartar que aquí también se hubiera
producido un proceso similar de transformación de unos metales extraídos por
manos indígenas ya que no parece que en ningún caso los fenicios controlasen
las minas de donde proceden.
5. CONCLUSIONES
Según hemos podido comprobar, la información que tenemos sobre los
lugares que sirvieron a los fenicios radicados de la vertiente meridional del
Círculo del Estrecho como templos o santuarios es sumamente limitada, ya que
las edificaciones sacras aparecen soterradas bajo estructuras más modernas, como
acontece en Lixus y Rusadir, han sido excavadas parcialmente como sucede en
Mogador, o bien apenas podemos intuirlas a partir de algunos hallazgos aislados
según refleja el caso de Tamuda, todo ello sin olvidar los problemas de índole
interpretativo que presentan las cavidades del cabo Espartel y Caf Taht el Gahr.
Chaves Tristán et alii, 1999: 203-204 y 209-210.
Sanmartín Solano, 1988: 17; Gozalbes Cravioto, 1991: 53-54.
95
Osuna Ruiz, et alii, 2000: 181-185.
96
Hunt Ortiza et alii, 2010: 279-293.
93
94
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Sin embargo, y a pesar de las graves limitaciones que existen para el estudio de
este tema, es posible entrever algunos aspectos sobre estos lugares en los que los
colonizadores llevaban a cabo sus cultos.
Como sabemos los fenicios erigen muy pronto santuarios en aquellos
lugares en los que se instalan, según vemos en Cádiz, Kommos o Kition, incluso
a veces aprovechando o compartiendo un espacio sagrado indígena anterior, si
bien en el área geográfica que ahora nos ocupa los restos conocidos relacionables
con ámbitos religiosos se remontan a lo sumo al siglo VII a. C., por más que las
fuentes escritas alaben su elevada antigüedad aunque probablemente sólo sea
cuestión de tiempo que aporten dataciones similares a las obtenidas en otros
enclaves.
En realidad apenas sabemos nada sobre el aspecto de estos templos, de
manera que para el yacimiento más destacado, como es Lixus, sólo tenemos la
certeza de que el templo A fue fundado en época arcaica, ni tampoco sabemos
si se erigió primero un altar en la isla de la desembocadura del río Loukos para,
con posterioridad, construir un templo en el asentamiento, o bien ambos fueron
utilizados a la par para el culto. Como pudimos comprobar, la información sobre
un posible altar relacionado con cavidades naturales en el área del Cabo Espartel
no deja de ser bastante confusa. Aún así, no resulta descabellado aceptar que
pudiera haber existido algún elemento religioso que sacralizase este lugar como
límite a partir del cual se extiende el proceloso océano Atlántico, de forma
similar a lo que acontece en la Península Ibérica con el cabo San Vicente que
vemos denominado como promontorio o cabo sagrado en el texto de Artemidoro97
transmitido por Estrabón (III, 1, 4)98.
No cabe duda que el papel jugado por Melqart parece haber sido muy
importante, como reflejan los pequeños bronces ya de época romana en los
que se representa a Hércules y que vemos repartidos por puntos como Lixus,
97
98
Ruiz Acevedo, Campos Carrasco, 2009: 95.
García y Bellido, 1980, 52.
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Ceuta, Tánger, Tamusida, Arzila o Sala99. Así, la antigüedad e importancia que
tuvo Lixus como principal centro fenicio en la vertiente meridional del Círculo
del Estrecho hace que podamos asignar al templo de Melqart aquí erigido una
trascendencia similar a la que tuvo el famoso Heracleion gaditano. Sin embargo,
esta circunstancia no debe hacernos olvidar la existencia de otras divinidades
como Astarté, que era adorada en Rusadir, la isla de Mogador y quizás también
en la cueva de Caf Taht el Gahr en el caso de que admitamos su uso religioso.
Del mismo modo, resulta bastante probable que en el caso de Lixus se rindiera
culto a la típica tríada tiria dado el protagonismo que tuvo este enclave en la
empresa colonial fenicia, la cual estaba integrada por los dioses Melqart y Ba’al
Shames junto con la diosa Astarté.
Por otro lado, la presencia de un posible almacén en Lixus nos recuerda el
importante papel económico llevado a cabo por estos santuarios coloniales, sin
que hasta la fecha podamos confirmar todavía si estas instituciones religiosas
llegaron a acuñar moneda. Finalmente, es posible comprobar cómo la influencia
cartaginesa en esta zona parece haberse hecho sentir, al igual que acontece en
la Península Ibérica, tan sólo a partir de la época bárcida como avalarían los
quemaperfumes hallados en Tamuda, no siendo hasta el siglo I a. C. cuando se
perciben los primeros influjos itálicos en el ámbito religioso según reflejaría el
caso de Rusadir.
99
Rebuffat, 1971:183-189.
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